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Mensaje del papa Jornada de oración por las vocaciones Milagro Atribuido al beato Manuel González Orillas de Málaga Con mirada eucarística 106 años 1910 - 2016 Un carisma que engendra santidad

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Mensaje del papaJornada de oración por las vocaciones

MilagroAtribuido al beato Manuel González

Orillas de MálagaCon mirada eucarística

106 años1910 - 2016

Un carisma que engendra santidad

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Editorial: Alegría desbordante y contagiosa

Mensaje para la Jornada de oración por las vocaciones

Mensaje del papa para el Jubileo de los jóvenes

La liturgia, encuentro con Cristo

Partícula para eucaristizarnos

Formación carismática

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

La experiencia del beato Manuel, ¿mística?

Ecos del 4 de marzo en Argentina

Ecos del 4 de marzo en Albacete y Roma

Ecos del 4 de marzo en Ciudad Real

La canonización en el horizonte

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Lectura sugerida

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

16La experiencia del beato Manuel, ¿puede

considerarse mística?30 Desde la fe

En las orillasde Málaga

20Ecos del 4 de marzo Semana Eucarística

en Roma Revista y Editorial

fundadas por el BeatoManuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

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En portada: Celebración del 106º aniversario de la fundación de la UNER en Argentina. Nuevo grupo en Barcelona.

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EDITORIAL

Alegría desbordantey contagiosa

E l 4 de marzo, mientras algunos grupos es-taban ya teniendo las celebraciones con motivo de un nuevo aniversario de la Obra,

se hizo pública la autorización del papa Fran-cisco para la promulgación del Decreto sobre un milagro atribuido a la intercesión del beato Manuel González. Han sido muchas las perso-nas que se han alegrado con esta noticia. De he-cho, los medios de comunicación rápidamente se hicieron eco de la buena nueva. Sin embar-go, la Familia Eucarística Reparadora, es decir, la Familia por él fundada, fue quien vivió estos momentos con mayor emoción.

Faltaban aún algunos días para comenzar la Semana Santa, pero de muchos corazones ya brotó el Aleluya de la gratitud, de la emoción, de la alegría, de la paz. En muchos centros la emoción adquiría nombres propios, como por ejemplo en el caso de Santo Tomé, Argentina, que publicamos en páginas posteriores. La in-tercesión del beato Manuel, a quien dentro de poco la Iglesia reconocerá su santidad, había hecho posible que alguno de los presentes pu-diera estar sonriendo y festejando. Cuando to-do parecía perdido, un milagro, muchos mila-gros, habían hecho renacer la esperanza y de-vuelto la vida y la salud.

No quedan dudas de que esta noticia hizo que la Pascua de cada miembro de la FER ad-quiriera un color más vivo, una melodía de fon-do nueva y especial. Era, además, la Pascua del Año Jubilar de la Misericordia. ¡Cómo no unir-se al salmista y cantar con qué pagaremos al Señor todo el bien que nos ha hecho y nos si-gue haciendo a cada instante (cf. Sal 115)!

A medida que la noticia se iba extendiendo se sucedían las sonrisas, los abrazos, las llama-das de teléfono, los miles de mensajes y wa-saps, incluso los pedidos desde algunos medios

de comunicación para precisar la información o conceder entrevistas. Era lógico y hasta ima-ginable: la alegría es contagiosa. Quien se sien-te depositario de un don tan grande es incapaz de dejarlo encerrado en el propio corazón. Más bien tiende a expandirse, a darse, a ser compar-tido y disfrutado en comunidad.

Es importante que dejemos crecer en noso-tros esta alegría, porque viene de Dios, es de-cir, procede de su generosidad, de su cercanía. Es un gozo que nos reafirma como hijos ama-dos de Dios, que nos hace mirar maravillados esa misericordia infinita que se vuelca sin con-diciones sobre nuestra pequeñez.

El papa Francisco ha destacado en muchas ocasiones esta dimensión evangelizadora de la alegría, sobre todo en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Los cristianos hemos recibi-do la mejor de las noticias, la única que puede dar sentido a la vida. Los miembros de la Fami-lia Eucarística, además, hemos recibido un don especial, un carisma: el de reconocer que esta Buena Noticia no se encuentra en un futuro más o menos lejano, sino que vive entre nosotros en cada Sagrario, que se preocupa y ocupa de no-sotros, que se desvive por nuestra salvación.

Que María, quien realmente supo esperar contra toda esperanza, incluso cuando tenía en-tre sus manos el cuerpo exánime de su Hijo, nos guíe por esta senda de la verdadera alegría, la que no se propone hacer proselitismo sino que contagia por desbordamiento, la que inter-pela y sorprende. Nuestro mundo necesita men-sajeros de la alegría, suplica por el testimonio sincero de quienes han descubierto la piedra de toque que es capaz de convertirlo todo en oro. La resurrección de Cristo ilumina nuestra his-toria entenebrecida y es capaz de llenarla de alegría y paz. «

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P or eso, invito a todos los fieles, con ocasión de esta 53ª Jornada mun-dial de oración por las vocaciones,

a contemplar la comunidad apostólica y a agradecer la mediación de la comu-nidad en su propio camino vocacional. En la Bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia recor-daba las palabras de san Beda el Vene-rable referentes a la vocación de san Mateo: misereando atque eligendo (MV 8). La acción misericordiosa del Se-ñor perdona nuestros pecados y nos abre a la vida nueva que se concreta en la llamada al seguimiento y a la mi-sión. Toda vocación en la Iglesia tie-ne su origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son como las dos caras de una sola mo-neda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misio-nero.

El beato Pablo VI, en su exhorta-ción apostólica Evangelii nuntiandi, describió los pasos del proceso evan-

Jornada mundial de oración por las vocaciones

La Iglesia,madre de vocaciones

Queridos hermanos y hermanas: Cómo desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia. Ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la casa de la misericordia y la «tierra» donde la vocación germina, crece y da fruto.

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gelizador. Uno de ellos es la adhesión a la comunidad cristiana (cf. n. 23), esa comunidad de la cual el discípu-lo del Señor ha recibido el testimo-nio de la fe y el anuncio explícito de la misericordia del Señor. Esta incor-poración comunitaria incluye toda la riqueza de la vida eclesial, especial-mente los Sacramentos. La Iglesia no es solo el lugar donde se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe; por eso decimos en el Credo: «Creo en la Iglesia».

Vocación y convocaciónLa llamada de Dios se realiza a través de la mediación comunitaria. Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se hace al lado de

otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una con–voca-ción. El dinamismo eclesial de la vo-cación es un antídoto contra el vene-no de la indiferencia y el individua-lismo. Establece esa comunión en la cual la indiferencia ha sido vencida por el amor, porque nos exige salir de nosotros mismos, poniendo nuestra vida al servicio del designio de Dios y asumiendo la situación histórica de su pueblo santo.

En esta jornada, dedicada a la ora-ción por las vocaciones, deseo invi-

tar a todos los fieles a asumir su res-ponsabilidad en el cuidado y el dis-cernimiento vocacional. Cuando los apóstoles buscaban uno que ocupa-se el puesto de Judas Iscariote, san Pe-dro «convocó a ciento veinte herma-nos» (Hch 1,15); para elegir a los Sie-te, «convocaron al pleno de los dis-cípulos» (Hch 6,2). San Pablo da a Tito criterios específicos para selec-cionar a los presbíteros (Tt 1,5-9). También hoy la comunidad cristiana está siempre presente en el surgimien-to, formación y perseverancia de las vocaciones (cf. EG 107).

Adecuado sentido de IglesiaLa vocación nace en la Iglesia. Des-de el nacimiento de una vocación es necesario un adecuado sentido de Iglesia. Nadie es llamado exclusiva-

mente para una región, ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo. «Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónica-mente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos» (ib., 130). Respondiendo a la llama-da de Dios, el joven ve cómo se am-plía el horizonte eclesial, puede con-siderar los diferentes carismas y vo-caciones y alcanzar así un discerni-miento más objetivo. La comunidad se convierte de este modo en el ho-gar y la familia en la que nace la vo-cación. El candidato contempla agra-decido esta mediación comunitaria como un elemento irrenunciable pa-ra su futuro. Aprende a conocer y a amar a otros hermanos y hermanas que recorren diversos caminos; y es-tos vínculos fortalecen en todos la comunión.

El proceso formativoLa vocación crece en la Iglesia. Du-rante el proceso formativo, los candi-datos a las distintas vocaciones nece-sitan conocer mejor la comunidad eclesial, superando las percepciones limitadas que todos tenemos al prin-cipio. Para ello, es oportuno realizar experiencias apostólicas junto a otros miembros de la comunidad, por ejem-plo: comunicar el mensaje evangéli-co junto a un buen catequista, expe-rimentar la evangelización de las pe-riferias con una comunidad religiosa, descubrir y apreciar el tesoro de la contemplación compartiendo la vida de clausura, conocer mejor la misión ad gentes por el contacto con los mi-sioneros, profundizar en la experien-cia de la pastoral en la parroquia y en

la diócesis con los sacerdotes dioce-sanos. Para quienes ya están en for-mación, la comunidad cristiana per-manece siempre como el ámbito edu-cativo fundamental, y por ello le es-tán agradecidos.

La vocación está sostenida por la Iglesia. Después del compromiso de-finitivo, el camino vocacional en la Iglesia no termina, continúa en la dis-ponibilidad para el servicio, en la per-severancia y en la formación perma-nente. Quien ha consagrado su vida al Señor está dispuesto a servir a la Iglesia donde esta le necesite. La mi-sión de Pablo y Bernabé es un ejem-plo de esta disponibilidad eclesial. Enviados por el Espíritu Santo des-de la comunidad de Antioquía a una misión (cf. Hch 13,1-4), volvieron a la comunidad y compartieron lo que el Señor había realizado por medio de ellos (cf. Hch 14,27). Los misio-neros están acompañados y sosteni-dos por la comunidad cristiana, que continúa siendo para ellos un refe-rente vital, como la patria visible que da seguridad a quienes peregrinan hacia la vida eterna.

Entre los agentes pastorales tie-nen una importancia especial los sacer-dotes. A través de su ministerio se ha-ce presente la palabra de Jesús, que ha declarado: «Yo soy la puerta de las ovejas… Yo soy el buen pastor» (Jn 10, 7.11). El cuidado pastoral de las vocaciones es una parte fundamental de su ministerio pastoral. Los sacer-dotes acompañan a quienes están en busca de la propia vocación y a los que ya han entregado su vida al ser-vicio de Dios y de la comunidad.

Todos los fieles están llamados a tomar conciencia del dinamismo ecle-sial de la vocación, para que las co-

munidades de fe lleguen a ser, a ejem-plo de la Virgen María, seno materno que acoge el don del Espíritu Santo (cf. Lc 1,35-38). La maternidad de la Iglesia se expresa a través de la ora-ción perseverante por las vocaciones, de su acción educativa y del acompa-ñamiento que brinda a quienes per-ciben la llamada de Dios. También se manifiesta a través de una cuidadosa selección de los candidatos al minis-terio ordenado y a la vida consagra-da. Finalmente, es madre de las voca-ciones por sostener continuamente a aquellos que han consagrado su vida al servicio de los demás.

Orar por las vocacionesPidamos al Señor que conceda a quie-nes han emprendido un camino vo-cacional una profunda adhesión a la Iglesia; y que el Espíritu Santo refuer-ce en los pastores y en todos los fie-les la comunión eclesial, el discerni-miento y la paternidad y maternidad espirituales:

Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra sal-vación y nos sostienes continuamen-te con los dones de tu Espíritu, con-cédenos comunidades cristianas vi-vas, fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que des-pierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización.

Sostenlas en el empeño de pro-poner a los jóvenes una adecuada ca-tequesis vocacional y caminos de es-pecial consagración. Dales sabiduría para el necesario discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille la grandeza de tu amor miseri-cordioso. Que María, Madre y edu-cadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades cristianas, para que, hechas fecundas por el Es-píritu Santo, sean fuente de auténti-cas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios.

Vaticano, 29 de noviembre de 2015, primer domingo de Adviento.

Papa Francisco

La Iglesia no es solo el lugar donde se cree

sino también verdadero objeto de nuestra fe

El dinamismo eclesial de la vocación es un antídoto

contra la indiferencia

La comunidad es el hogar y la familia donde nace la vocación

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Sacerdote misionero en Papúa. Foto: OMP.

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E ste tiempo precioso también os atañe a vosotros, queridos jóve-nes, y yo me dirijo a vosotros pa-

ra invitaros a participar en él, a ser protagonistas, descubriendo que sois hijos de Dios (cf. 1 Jn 3,1). Quisiera llamaros uno a uno, quisiera llamaros por vuestro nombre, como hace Je-sús todos los días, porque sabéis bien que vuestros nombres están escritos en el cielo (cf. Lc 10,20), están graba-dos en el corazón del Padre, que es el corazón misericordioso del que nace toda reconciliación y toda dulzura.

La fraternidad es fiestaEl Jubileo es todo un año en el que cada momento es llamado santo, pa-ra que toda nuestra existencia sea san-ta. Es una ocasión para descubrir que vivir como hermanos es una gran fies-ta, la más hermosa que podamos so-ñar, la celebración sin fin que Jesús nos ha enseñado a cantar a través de su Espíritu.

El Jubileo es la fiesta a la que Je-sús invita a todos, sin distinciones ni excepciones. Por eso he querido vi-vir también con vosotros algunas jor-nadas de oración y de fiesta. Por tan-to, os espero el próximo mes de abril.

Valientes en el amor«Crecer misericordiosos como el Padre» es el título de vuestro Jubi-leo, pero es también la oración que hacemos por todos vosotros, aco-giéndoos en el nombre de Jesús. Cre-cer misericordioso significa apren-

der a ser valiente en el amor concre-to y desinteresado, comporta hacer-se mayores tanto física como inte-riormente. Os estáis preparando pa-ra ser cristianos capaces de tomar decisiones y realizar gestos valien-tes, capaces de construir todos los días, incluso en las pequeñas cosas, un mundo de paz.

Vuestra edad es una etapa de cam-bios increíbles, en la que todo parece posible e imposible al mismo tiem-po. Os reitero con insistencia: «per-maneced estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Se-ñor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para cami-nar contracorriente. Lo estáis oyen-do, jóvenes: caminar contracorrien-te. Esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes para ir contracorrien-te, y él nos da esta fuerza. Con él po-demos hacer cosas grandes y sentire-mos el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. Apostad por los grandes idea-les, por las cosas grandes. Los cristia-nos no hemos sido elegidos por el Se-ñor para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas gran-des. Jóvenes, poned en juego vuestra vida por grandes ideales» (Homilía, 28/4/2013).

No me olvido de vosotros, chicos y chicas que vivís en situaciones de guerra, de pobreza extrema, de penu-rias cotidianas, de abandono. No per-dáis la esperanza, el Señor tiene un gran sueño que quiere hacer realidad con vosotros. Vuestros amigos y com-

pañeros que viven en condiciones me-nos dramáticas se acuerdan de voso-tros y se comprometen a que la paz y la justicia lleguen a todos. No creáis las palabras de odio y terror que se re-piten a menudo; por el contrario, cons-truid nuevas amistades. Ofreced vues-tro tiempo, preocupaos siempre de quienes os piden ayuda. Sed valien-tes e id contracorriente, sed amigos de Jesús, que es el Príncipe de la Paz (cf. Is 9,6): «En él todo habla de mi-sericordia. Nada en él es falto de com-pasión» (MV 8).

Todos invitadosYa sé que no todos podréis venir a Ro-ma, pero el Jubileo es verdaderamen-te para todos y se celebrará también en vuestras iglesias locales. Todos es-táis invitados a este momento de ale-gría. No preparéis solo mochilas y pancartas, preparad especialmente vuestro corazón y vuestra mente. Me-ditad bien los deseos que presenta-réis a Jesús en el sacramento de la Re-conciliación y de la Eucaristía que ce-lebraremos juntos. Cuando atraveséis la Puerta Santa, recordad que os com-prometéis a hacer santa vuestra vida, a alimentaros del Evangelio y la Eu-caristía, que son la Palabra y el Pan de la vida, para poder construir un mun-do más justo y fraterno.

Que el Señor bendiga cada uno de vuestros pasos hacia la Puerta San-ta. Rezo por vosotros al Espíritu San-to para que os guíe e ilumine. Que la Virgen María, que es Madre de todos, sea para vosotros, para vuestras fami-lias y para cuantos os ayudan a crecer en la bondad y la gracia una verdade-ra puerta de la Misericordia.

Vaticano, 6 de enero de 2016, So-lemnidad de la Epifanía

Papa Francisco

Mensaje para el Jubileo de la Misericordia de los jóvenes

Crecer misericordiosos como el PadreQueridos jóvenes: la Iglesia está viviendo el Año Santo de la Misericordia, un tiempo de gracia, de paz, de conversión y de alegría que concierne a todos, grandes y pequeños, cercanos y lejanos. No hay fronteras ni distancias que puedan impedir a la misericordia del Padre llegar a nosotros y hacerse presente entre nosotros. La Puerta Santa ya está abierta en Roma y en todas las diócesis del mundo.

Los cristianos no hemos sido

elegidos por el Señor para pequeñeces

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: Dirk B

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La liturgia, encuentro con Cristo

En la oración dominical, el mal no es una abstracción, sino que de-signa a un ser: Satanás, criatura

angélica que, oponiéndose a Dios, pretende ser su adversario. Es llama-do también «el que divide» (diablo), porque separa al hombre del plan del Creador (cf. Catecismo, 2852).

Expresión de la misericordia del Señor…Pedir ser liberados del Maligno es so-licitar la ayuda de la misericordia di-vina para ser «protegidos de toda perturbación» del antiguo enemigo. Así, confesamos y celebramos la vic-toria pascual sobre el «príncipe de este mundo que ha sido arrojado fue-ra» (Jn 12,31; 14,30) en aquella Ho-ra en que Jesús se entregó libremen-te a la muerte para darnos su Vida, venciendo como León de la tribu de Judá (Ap 5,5). Pero, hasta la instau-ración del Reino, el enemigo del gé-

nero humano pretende hacer la gue-rra a los hijos de la Iglesia (Ap 12,17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,17.20), ya que su venida nos librará definiti-va y totalmente del Maligno. Por eso, rezamos en la Eucaristía del rito ro-mano: «Líbranos de todos los ma-les… para que, ayudados por tu mi-sericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda pertur-bación, mientras esperamos la glorio-sa venida de nuestro Salvador Jesu-cristo». La presencia del Espíritu nos proporciona esperanza en la victoria final contra los malos espíritus.

…ante el misterio de iniquidad…«Cuando la Iglesia pide públicamen-te y con autoridad, en nombre de Je-sucristo, que una persona o un obje-to sea protegido contra las asechan-zas del Maligno y sustraído de su do-minio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (Mc 1, 25ss), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorci-zar» (Catecismo, 1673). Es decir, en su función de santificar, el exorcismo es la invocación que hace la Iglesia, en nombre de Jesucristo y a través de

sus ministros, para proteger y ahuyen-tar al demonio de una persona o co-sa. En esta celebración litúrgica se pi-de la fuerza del Espíritu del Señor pa-ra expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco por la auto-ridad espiritual que Jesús ha confia-do a su Iglesia.

Estrictamente hablando, los exor-cismos se dividen en simples y solem-nes. Los primeros, denominados tam-bién menores, tienen lugar en el iti-nerario catecumenal que precede al Bautismo. El óleo de los catecúme-nos, denominado también óleo de exorcismo, se bendice en la Misa cris-mal con el objetivo de fortalecer en la lucha. Los fieles cristianos, aun re-nacidos en Cristo, están en el mundo y experimentan la tentación, la per-turbación y las asechanzas del enemi-go. Por tanto, deben vigilar, ya que su adversario «el Diablo, como un león rugiente, da vueltas buscando a quién devorar» (1 Pe 5,8), y por ello hay que resistir siendo fuertes en la fe y confiando en el poder de Cristo (cf. Ef 6,10). La Iglesia ruega para que sus hijos estén a salvo de cualquier per-turbación y, repitiendo la doctrina de su Señor sobre el ayuno y la oración, enseña que por la gracia de los sacra-mentos, especialmente el de la Re-

conciliación, van siendo fortalecidos hasta el momento en que lleguen a la plena libertad de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 21).

… en la súplica solemnede la IglesiaNo nos es dado entender fácilmente la presencia de este misterio de ini-quidad. Sin embargo, todos experi-mentamos la forma habitual de po-testad del demonio: el pecado, que se da en el hombre desde la caída origi-nal. También, aunque sea muy difícil, pueden darse casos de alguna espe-cial vejación o posesión por parte del diablo en miembros del pueblo de Dios. Pero ni siquiera en esos casos el demonio puede traspasar los lími-tes que Dios le haya impuesto. Cuan-do esto ocurre, la Iglesia implora a Cristo, Señor y Salvador, confiada en su poder, y ofrece ayudas al fiel veja-do o poseído para que sea liberado: es la súplica que denominamos exor-cismo mayor o solemne.

En la certeza de una presencia del Maligno, y no de una enfermedad cu-yo cuidado pertenece a la ciencia mé-dica, el Ordinario del lugar –normal-mente el Obispo– concede licencia peculiar y expresa a un presbítero pa-ra la súplica litúrgica del exorcismo solemne (CIC, c. 1172). Si bien todo bautizado ha recibido una vocación irrevocable de hijo de la luz para ca-minar hacia la vida eterna y elevar sú-plicas al Padre, por medio de Cristo, para que conceda el Espíritu de for-taleza y de verdad, solo al presbítero

delegado para ello le es lícito realizar exorcismos sobre personas posesas.

En el Ritual de la Iglesia (1998), renovado por mandato del Concilio Vaticano II, se encuentran, además del rito del exorcismo solemne, una serie de oraciones que debe decir pú-blicamente un sacerdote, con el per-miso del obispo, cuando se juzga pru-

dentemente que existe un influjo de Satanás sobre lugares, objetos o per-sonas, sin llegar al nivel de una pose-sión propiamente dicha. Contiene, además, una serie de plegarias que, implorando la misericordia divina, pueden ser recitadas privadamente por los fieles cuando sospechan con fundamento que están sujetos a in-flujos diabólicos. Nuestra fe es fuen-te de esperanza y, como dice el Misal, seguridad en el amor de Dios «para que, superados los ataques del ene-migo, nos gocemos de ser acogidos en el regazo del Padre».

Manuel G. López-Corps, Pbro.

La liturgia de los exorcismos:la misericordia del Espíritu

Los cristianos, tres veces al día y de manera solemne, animados por la fuerza del Espíritu Santo, rezamos el Padrenuestro: por la mañana, en Laudes; luego, en la Eucaristía; y, finalmente, en Vísperas al caer la tarde. En la oración que nos enseñó Jesús decimos: «Líbranos del mal» (cf. Mt 6,13). Esta séptima petición expresa de manera cotidiana la plegaria del mismo Jesús al Padre: «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17, 15).

El Espíritu y la Iglesia dicen «Ven, Señor»

ya que su venida nos librará del Maligno

Los exorcismos menores se realizan en el itinerario catecumenal del Bautismo

Solo al presbítero delegado por el obispo

le es lícitorealizar exorcismos

«Jesús cura el endemoniado de Gerasa». Evangelio del Emperador Otto III (año 1000 aproximadamente).

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E s un momento de gracia caris-mática que tenemos que apro-vechar para conocer más la figu-

ra y los escritos del beato, así como para dar a conocer su obra. Siguien-do la lectura de Cartilla del catequis-ta cabal, que estamos haciendo jun-tos en este curso, la pronta canoniza-ción de nuestro padre nos tiene que llevar a «hacer locuras» (p. 71).

El apóstol de la Eucaristía invita a las primeras Marías y nos invita a no-sotros a renovar nuestro «dar y bus-car compañía al divino abandonado» (p. 71) viviendo la locura del amor: «Si el acto propio del corazón es amar, el propio del de la María es amar con locura o volverse loca de amar. A es-tas, a las locas de corazón, y no a las prudentitas y comodoncitas y teme-roncitas que en todo ven una moles-tia, un peligro, una dificultad, a esas les digo: ¡hay que hacer!, es decir: no planear, ni discursear, ni lamentarse o quejarse, sino hacer, y hacer locu-ras» (p. 71).

Así pues, para nosotros, que nos sentimos llamados a ser evangeliza-dores según el modo de don Manuel, es un momento para ejercitar nues-tra capacidad de soñar, de aventurar-

nos, de ser creativos, de hacer avan-zar el carisma… haciendo locuras, lo-curas de amor… dejando atrás la co-modidad y los falsos temores y pru-dencias que nos paralizan.

Si la pronta canonización del bea-to de los Sagrarios abandonados es una alegría para nosotros, cuánto más debería de ser un motivo para pro-fundizar en las raíces de nuestra vida reparadora. De este modo los acon-tecimientos que se avecinan serán mo-tivo de conversión para cada uno de los miembros de esta gran Familia.

Siempre buscar a JesúsY nos podemos preguntar: ¿qué cla-se de locuras? Las que nos lleven a buscar, como a María Magdalena, al Jesús robado del sepulcro. Al Jesús abandonado y poco adorado, al Je-sús rechazado y poco amado, al Je-sús que es vivido como algo del pa-sado, pero no como alguien vivo en la Eucaristía.

Don Manuel nos pone algún ejem-plo de cómo podemos empujar cada día a las almas al Corazón de Jesús. En primer lugar, nos invita a vivir nuestro ser cristiano, nuestro ser Ma-rías, nuestro ser catequistas, desde la responsabilidad y la coherencia de vida, sabiendo dar testimonio desde la cercanía y el acompañamiento: «ser las primeras en llegar (a la pa-rroquia), las más celosas en buscar hasta en sus casas a las niñas… a los que no han ido o no podrán ir… y

darles cariño» (p. 73). Igualmente señala la importancia del trabajo pro-fesional, en aquel tiempo pone como ejemplo el ser maestra o el trabajar en una oficina, para llevar a cabo en la vi-da cotidiana la opción por la educa-ción de los más pobres… ¡oportuna o inoportunamente! (p. 74).

Apostolado del papelLas locuras de amor para D. Manuel pasan también por el apostolado del papel, dando a la propaganda y difu-sión del mensaje una importancia ca-pital, muy avanzada para su época.

Y finalmente la vivencia de la fe nos lleva a crear grupos «selectos y finos» (p. 74) –las masas, dice el bea-to, nunca son finas–, que nos ayuden a vivir como cristianos, como busca-dores, como personas que desean en-contrarse con Jesús.

Podríamos decir que las locuras de amor que el beato nos señala son tan antiguas como nuevas, tan sabi-das como poco vividas en el hoy de la evangelización: tener claro el pri-mer anuncio de la fe y el acompaña-miento, la necesidad de ser fermen-to en la masa, viviendo como cris-tianos en medio del mundo, la radi-cal importancia del cómo se presen-ta el mensaje y la necesidad de la construcción de pequeñas comuni-dades que nos animen en la fe y nos sostengan.

Vemos cómo estas intuiciones del beato están muy en la línea de la pro-puesta de la Iglesia en la nueva evan-gelización. ¿Sabrá la Familia Eucarís-tica Reparadora cumplir estas locu-ras de amor (evangelización) de don Manuel cuando se prepara para su ca-nonización?

Sergio Pérez Baena, pbro.

Formación carismática

¡Hay que hacer locuras!A la alegría de la Pascua que todos estamos experimentando se suma, en este Año de la Misericordia, el inmenso gozo que como Familia Eucarística Reparadora experimentamos el pasado 4 de marzo al conocer la noticia que todos deseábamos oír: la Santa Sede hacía pública la aprobación del milagro que llevará a don Manuel a los altares. ¡El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres!

Es momento de ejercitar nuestra

capacidad de soñar,de aventurarnos

«El gráfico del Maestro divino no es una tribuna, ni un birrete de doctor, sino esto solo: una cruz...

Como si dijera: Hasta aquí llegó.Hasta ahí debo yo amar y entregarmepara ser de verdad maestro cristiano»

(Cartilla del catequista cabal, p. 54)

Partícula para Eucaristizarnos

E l ser humano siempre ha buscado formas y medios para no sufrir; el dolor siempre ha tenido mala pren-sa. Se rechaza toda razón que mueva a asumirlo y

se busca cualquier cosa para impedirlo. Creer que somos capaces de eliminarlo de nuestras vidas es una creencia absurda e ilusoria que lleva a un engaño peligroso.

Pero a pesar de que «dolor» es una palabra que te-memos, la pronunciamos mucho. Hay experiencias hu-manas que, por el dolor que llevan consigo, no acepta-ríamos pasar por ellas si no tuviesen un grado de satis-facción o no nos sintiésemos compensados al vivirlas, por ejemplo, ser padres o tener amigos; pero, como di-jo José Martí: «Jamás sin dolor profundo el hombre pro-dujo obras verdaderamente bellas».

Quizá (también los cristianos) nos hemos acostum-brado a ver la cruz colocada en los templos o adornan-do algunos lugares de nuestra casa, y pareciera que mu-cha gente tiene el crucifijo en su pecho pero la fe solo es-tá en su boca. La cruz tiene un sentido profundo que de-bemos volver a redescubrir, hay que mirar al Crucifica-do con los ojos del corazón.

Cuando adoramos la cruz no es porque exaltemos los sufrimientos, las injurias y las ofensas que padeció Je-sús, sino que somos conscientes de la gratuidad, la en-trega y el amor de Dios que le ha llevado a vivir y morir por nosotros y como nosotros. No es el dolor o el sufri-miento lo que salva, es el amor de Jesucristo que toma nuestra carne y se hace uno con nosotros.

Dice el papa Francisco: «Si el misterio del mal es abismal, infinita es la realidad del Amor que lo ha atra-vesado, llegando hasta el sepulcro y los infiernos, asu-miendo todo nuestro dolor para redimirlo, llevando luz donde hay tinieblas, vida donde hay muerte, amor don-de hay odio» (Domingo de Ramos, Homilía 20/3/2016).

Dios se ha hecho solidario con nosotros en Jesús. De hecho, sus gritos y quejas en la cruz nos posibilitan la du-da y las preguntas ante el dolor, pero sin olvidar que, aun-que Jesús pasó por ello, también lo superó. Ser fiel al Cru-cificado es saber acercarse a los crucificados de este mun-do haciéndonos solidarios con ellos, siendo capaces de comprenderlos y acompañarlos.

«Nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida. La Cruz nos invita también a de-jarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto, y a salir de nosotros mis-mos para ir a su encuentro y tenderles la mano» (ib., 26/7/2013).

Hay una esperanza que siempre alienta nuestros co-razones: la cruz de Jesús iluminada por el resplandor de la Resurrección. Por eso, a una vida crucificada que se ha realizado con el mismo espíritu de amor, entrega y donación con que vivió Jesús, también le llega el mo-mento de la resurrección.

«Un día, el beato Manuel González pondrá en los la-bios de Cristo estas palabras que eran la médula de su intensa vida interior: “El día en que mis sacerdotes fue-ran Evangelios vivos andando por las calles”...

Eso será él, un Evangelio vivo andando por aquellas callejuelas estrechas y enmarañadas de sus barrios de Huelva, siempre expansivo y alegre, sabiendo ocultar sus horas de Getsemaní y de Calvario con el villancico de su eterna sonrisa y su cara de Nochebuena…» (cf. J. Campos Giles, El Obispo del Sagrario abandonado, 6ª ed., p. 65).

Hna. Mª Leonor Mediavilla, m.e.n.

Abril 2016

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Así lo expresaba el beato Manuel«Firmemente creo y sinceramente digo que la debilidad y anemia que pa-decen muchas de las obras cristianas provienen de que los hombres que en ellas andan no cuentan con Cristo... Trabajar con Cristo es ir mucho al Sa-grario, para preguntar al Maestro que está allí, para hacerse fuerte con la mi-rada del capitán que está allí, para disipar tinieblas y dudas con la luz que es-tá allí, y para transformarse en valiente, en héroe, en loco, que todo es pre-ciso a veces, con el amor del Corazón que está allí» (OO.CC. III, n. 3778).

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Estimado D. Miguel Ángel Morán Manzano, rector del Seminario Dio-cesano, ¿qué le ha movido a hacer es-ta Ruta con sus seminaristas por los lugares donde D. Manuel recibió su específico carisma y tantas gracias?El motivo de este viaje «Siguiendo las huellas del beato Manuel Gonzá-lez es por su espiritualidad, enraiza-da en lo más específicamente sacer-dotal, Eucaristía y amor a los demás, preferencialmente a los pobres. Si te-nemos sacerdotes enamorados de la Eucaristía a través de la celebración y la adoración, siempre serán fieles y constantes en su santificación y en su generosidad de vida.

Esto les llevará a una disponibi-lidad tan entregada que no se guar-darán para sí mismos, sino que ten-drán una mirada de amor para el más sufriente. La finalidad de la vida sa-cerdotal es tener los mismos senti-

mientos del Corazón de Cristo, y es-to se forja en la oración ante el Sa-grario y el trato con los más necesi-tados. Todo esto lo encontramos en la vida de D. Manuel, paradigma del buen sacerdote y pastor, por eso nues-tros pasos, nuestra mirada y nuestro corazón se fijan en él, porque todo él nos habla de Jesús eucaristizado. Siento que siempre debemos dar gra-cias a D. Manuel por su vida virtuo-sa y ejemplar.

Estimado Víctor Barrantes, semina-rista de Cáceres, ¿qué impresiones has vivido en este viaje? ¿Quién es D. Manuel para ti?Conocía al beato Manuel a través de las Misioneras Eucarísticas en mi dió-cesis. Me motivó su amor a la Euca-ristía. Lo que más me impactó en es-te viaje fue la capilla del Sagrario de Palomares del Río, donde el beato

Manuel se encontró con el Sagrario abandonado. Es un lugar muy ínti-mo y recogido. Gracias a esta expe-riencia he comprendido que D. Ma-nuel tiene que decir mucho a los se-minaristas y sacerdotes de hoy en su amor a la Eucaristía, como lo más grande que tenemos los cristianos. El deber del sacerdote es basar su vida en ella. Ser sacerdote hostia, como decía el beato, es objetivo preciso de ese estado de vida. Y esto se tiene que comunicar al Pueblo de Dios.

Querido Robert, también seminaris-ta, ¿hace mucho que conoces a D. Ma-nuel? ¿Te parece una figura relevante para nuestro tiempo?Sinceramente, antes de hacer este ca-mino lo conocía por lo que me habían contado. No me había interesado mu-cho. Me llamó la atención el evento que tuvo lugar en Ávila el año pasa-

do: el I Congreso Internacional Beato Manuel González. A partir de este acontecimiento, presté ma-yor interés. Lo que me movió a ha-cer esta peregrinación es conocer-le mejor y hacerme una composi-ción de lugar y de su tiempo. Qui-se que se grabaran en mí las frases de su vida allí por donde pasó.

Me impactaron muchas cosas estos días, aunque mencionaré so-lo dos. La primera fue que él per-teneciera desde pequeñito a un grupo de niños que danzaban an-te Jesús Sacramentado, cosa que preparó su alma para tener un gran amor a la Eucaristía, lo arrastró durante toda su vida. La segunda es la preocupación que tenía por la Iglesia en todos los sentidos. Quería sentirse en comunión con sus hermanos sacerdotes y con to-da su feligresía, se sentía comuni-dad. Me gustaría mencionar otra, que es la obediencia a la Iglesia y la confianza que tenía en Dios, se abandona humildemente a su vo-luntad.

Sin lugar a dudas su figura tie-ne mucho que decir a los semina-ristas y sacerdotes actuales. La mues-tra la tenemos en el Seminario de Málaga. Nos enseña a centralizar todo nuestro quehacer en el Señor Sacramentado y llevarlo como anuncio y vida a todas las gentes. La importancia que daba a la for-mación, a la sencillez de vida y a la sensibilidad por toda la Iglesia sin miedo fue ejemplar en toda su existencia.

Mª del Carmen Ruiz, me.n.

«No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue

convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que

no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder

escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo,

descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con

su Evangelio que hacerlo solo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se

vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos. El verdadero misionero

percibe a Jesús vivo con él» (EG 266).Queridísimo D. Manuel: En este mes de

abril, lleno el corazón de gozo por el reconocimiento que la Iglesia nos acaba de

hacer de tu valiosa intercesión ante nuestro

Dios, queremos entrevistar a los seminaristas de Cáceres que con su rectory con el padre espiritual han hecho muy recientemente tu Ruta en Andalucía ,visitando los lugares donde tu presencia y acción han dejado honda huella. Sabemos el amor de predilección que tenías a los sacerdotes y a los seminaristas, hasta el punto de visitarlos casi a diario en tus diócesis de Málaga y Palencia. Recuerdo las palabras de D. Francisco Parrilla, que fue tantos años vicario general de tu diócesis de Málaga: «D. Manuel encontró fuerza, ánimo, capacidad de superar las cruces, que fueron muchas y muy dolorosas, en la Eucaristía. Por eso quiere un sacerdote eucarístico. No lo retrae, sino que está seguro de que el sacerdote modelado en la Eucaristía que celebra y adora será siempre según el corazón de Jesucristo».

La foto de familia en la casade las Misioneras Eucarísticas de Nazaret de Málaga.

Paradigma de buen sacerdote y pastor

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E l 2 de febrero de 1902 don Ma-nuel González tuvo una expe-riencia en Palomares del Río.

¿Puede considerarse mística esta ex-periencia? Incluso más, ¿puede ha-blarse de don Manuel González co-mo un místico?

Antes de abordar este asunto, de-bo recordar que mis lecturas de la vi-da y la obra de don Manuel Gonzá-lez no pueden sino estar matizadas por la tradición contemplativa y mís-tica del Carmelo. Desde ese lugar es-piritual, que he ocupado y vivido in-tensamente desde 1988 y cinco años después, en 1993, tras haber hecho mi ofrenda en la UNER como Discí-pulo de San Juan, comenzaron mis

años de lecturas y relecturas de la vi-da y la obra de don Manuel.

Así, en este momento de gracia, ante esta noble audiencia, me quito todos los signos académicos y me co-loco sobre los hombros el único signo externo que hoy quiero llevar: mi me-dalla de Discípulo de San Juan. Y aho-ra hablaré no solo como académico, sino como hijo espiritual del beato Ma-nuel González García y hermano de la mayoría de los aquí presentes.

Durante los primeros diecinueve o veinte años leí la experiencia en cla-ve teológico–sacramental, sentido como un oasis de espiritualidad y de-voción eucarística, deleitado por la gracia de sus dejes andaluces, en el marco de un ambiente posconciliar de experimentación, de búsqueda de nuevas formas de piedad, de diálogo ecuménico.

En los últimos años, algunos miem-bros de la Familia Eucarística Repa-radora me han repetido que hay que actualizar el lenguaje de don Manuel para adaptarlo a la teología y las rea-lidades pastorales de hoy. Sin embar-go, las preguntas que quiero lanzar a esta asamblea son las siguientes: ¿hay que modificar la estética de su len-guaje? ¿No sería mejor editar los tex-tos originales con buen aparato críti-

co? Me parece que modificar el len-guaje en una edición crítica y cientí-fica de las obras de santa Teresa o san Juan de la Cruz rayaría en lo insólito e inaceptable.

Por otra parte, también escucho la queja de muchos sacerdotes que con-sideran que la representación de la fi-gura de don Manuel se ha quedado en el devocionalismo de los años 50.

Si dejamos un poco de lado el en-tusiasmo e intentamos entrar en ra-zón, con un poco de humildad, en-tendida a la luz de la definición tere-siana de «andar en la verdad», la ex-periencia y el lenguaje de don Ma-nuel nos desvela retos que hay que asumir, preguntas que hay que res-ponder.

No pretendo en esta ponencia res-ponder a todas las preguntas, sino más bien ahondar en una, que algunos po-cos han ponderado, quizás porque se esconde detrás del velo de un pastor y pedagogo de almas que no tuvo la pretensión ni de exponer un tratado de vida espiritual o mística, ni mucho menos –si las tuvo– de hablar de ma-nifestaciones extraordinarias en la oración. Si nos habló de sus devocio-nes, de sus intuiciones y meditacio-nes ante el Sagrario, ante imágenes de Cristo o de la Virgen, y si citó autori-dades de grandes maestros de vida es-piritual –como san Juan María Vian-ney, el cura de Ars, san Juan Bosco, santa Teresa, san Juan de la Cruz– fue porque los conocía, porque había be-bido de su magisterio y de su lengua-je, y para animar a sus seguidores aven-

tajados a dejarse interpelar por ellos.Lo digo de entrada. No encontramos señales de manifestaciones extraor-dinarias en su vida o en su obra. El análisis de la experiencia de Dios de don Manuel no debe centrarse ni en el romanticismo de sus devociones ni en sus afirmaciones dogmáticas. Para adentrarnos en esa experiencia se nos impone ahondar en sus intui-ciones y analizar la articulación de estas en las tinajas de un lenguaje con estilo propio, aunque también here-dero del habla de su entorno cultu-ral andaluz.

A continuación presento dos fun-damentos teóricos sobre la mística pa-ra sostener la hipótesis, y dos ejemplos de su vida y de su obra que la avalan.

1. El conocimiento de Dios por feDon Manuel González fue un hom-bre de fe. A través de ella estableció una relación con Dios. Esa fe, como toda fe, no fue un acto puramente hu-mano, porque no se trató de adherir-se a una verdad creada por hombres, sino a una verdad de Dios, instituida por Cristo la noche antes de su Pa-sión, muerte y Resurrección. Su fe comprendió un don gratuito de Dios y una decisión por parte de él en la fe

en el Dios revelado. En sentido gene-ral, la fe es un acto a través del cual la persona asiente y se adhiere a Dios, que se le revela al ser humano. Como se lee en el Catecismo de la Iglesia Ca-tólica: «La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia» (n. 2.001). Su respues-ta siempre es gracia y don de Dios. Pero no deja de ser un acto libre, por-que se cree si se quiere creer. Es de-cir, que nadie puede ser obligado a creer.

Es además un conocimiento os-curo en cuanto que se basa en algo que no ha sido visto.

«Esta oscuridad puede ser enten-dida de dos formas: 1) la fe es oscura porque la verdad de su objeto no pue-de ser alcanzada ni por la evidencia ni por demostración; 2) la fe es oscura además porque una vez alcanzado el objeto de fe, este excede completa-mente la capacidad de la mente hu-mana» (C. Izquierdo, Teología Funda-mental, Eunsa, Pamplona 2009, p. 302).

Es decir, que el conocimiento pro-fundo de los misterios de Dios por fe es un conocimiento que excede nues-tra capacidad racional. Esto no signi-fica que todo intento por conocer los misterios de Dios por vía racional sea desaconsejable, antes bien que la ra-zón sola no es capaz, por limitada que es, de conocer los misterios de Dios.

Por otra parte, la fe no deja por eso de ser cierta, pues la fe da certe-zas, pero no las de tipo empírico y ra-cional, sino las que compromete a la persona entera. Por eso las certezas

de la fe son para el hombre más sóli-das que cualquier certeza humana.

La fe es una especie de luz, pero una luz especial. Nos revela un mis-terio, algo que está oculto en Dios. Si bien esa revelación encuentra su ple-nitud en la revelación de Jesucristo, no por eso significa que el sujeto cre-yente pueda agotar todo su sentido y profundidad.

2. El conocimiento de Dios por intuicióno comunicación místicaAlgunas personas tienen en esta vida un tipo específico de experiencia o intuición de los misterios de Dios que llamamos mística, «que se diferencia de la común experiencia de fe en que no se da necesariamente en todos los creyentes, sino que es resultado de una gracia específica» (ib., p. 313). Pero todos los fieles bautizados están llamados, por vía ordinaria y sacra-mental, a pasar por el proceso de trans-formación interior, hasta llegar a la unión mística con Dios. De nuevo el Catecismo arroja luz a este punto:

«El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cris-to. Esta unión se llama “mística”, por-que participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos –“los san-tos misterios”– y, en Él, en el miste-rio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con Él, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don

Ponencia del Dr. Miguel Norbert Ubarri

La experiencia eucarística de don Manuel González¿puede considerarse mística?

En el I Congreso Internacional Beato Manuel González, el Dr. Miguel Norbert Ubarri, de la Universidad de Amberes y el CITeS, ofreció su reflexión sobre la mística en la experiencia carismática del obispo del Sagrario abandonado. Ofrecemos la primera parte de su intervención sobre el conocimiento de Dios por la fe y por la mística.

La fe comprende un don gratuito de

Dios y la aceptaciónpor parte de la persona

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gratuito hecho a todos» (n. 2.014). El problema es complejo, ya que to-davía hoy muchos creyentes consi-deran místicos a quienes reciben gra-cias especiales, manifestaciones ex-ternas, intuiciones y vivencias extraor-dinarias recibidas o experimentadas en la oración, ignorando la importan-cia de la dimensión de los procesos internos de transformación del alma, igualmente misteriosos, que vienen como resultado de la gracia, en el mar-co del llamado universal a la santi-dad. Y es que muchos pasan por es-te proceso de transformación inte-rior, aludido por los grandes místi-cos, en esta vida presente, sin dar se-ñales de esas otras manifestaciones externas extraordinarias.

Esto puede venir como resulta-do de la concepción barroca, por una parte, y naturalista, por otra, de la vi-da mística, las cuales, al reflexionar sobre la tradición mística hispánica y cristiana del siglo anterior, se sir-ven de modelos como santa Teresa o san Juan de la Cruz, quienes, ade-más de serlo, experimentaron gra-cias extraordinarias a través de visio-nes, locuciones, levitaciones, profe-cías… En cierta forma esta percep-ción de los místicos todavía pervive entre nosotros, peregrinos en el ca-mino de la fe, hasta seguir concibien-do la mística más por sus manifesta-ciones externas que por sus intuicio-nes internas.

Sobre la comunicación entre Dios y el hombre, hace varios años Joaquín García Palacios publicó un estudio sobre los procesos de conocimiento en san Juan de la Cruz . El místico de Fontiveros describe un tipo de cono-cimiento no racional, sino místico, que entra directamente al ser a través

de las potencias del alma: memoria, voluntad y entendimiento. Este tipo de conocimiento se da en el «centro del alma», un espacio simbólico con propiedades interesantes.

a. Es el centro más centro del ser: «lo que más puede llegar su ser y vir-tud y la fuerza de su operación y mo-vimiento, y no puede pasar de allí» (Llama B 1,11).

b. Un espacio «donde embiste el Espíritu Santo y donde ni siquiera el demonio puede entrar» (Llama B 1,14). Ese espacio o lugar es la parte más «pura e íntima» del alma, como una casa, un lecho, un seno, donde mora Dios de tres maneras y cuya pre-sencia no depende de los estados aní-micos ni de la perfección del alma (Los procesos de conocimiento en San Juan de la Cruz, Universidad de Sala-manca, Salamanca 1992.).

En el Cántico espiritual dice que hay formas de comunicación que en-tran por los sentidos exteriores, pe-ro que hay también otras formas de comunicación que pasan directamen-te a los sentidos interiores del alma, y hasta directamente a las potencias, en algunos casos sin señales de ima-ginación o fantasía; así se compren-de «que sea (esta comunicación di-vina) tan alta y profundamente, que no sepa ni quiera decir, ni sea de ello capaz el exterior y parte sensitiva» (Cántico B 19,2).

Por eso dice que las noticias espi-rituales más fiables son aquellas que se comunican al «fondo interior» del ser: «De donde, cuanto la comuni-cación es más espiritual, interior y re-mota de los sentidos tanto menos el demonio alcanza a entenderla» (2 No-che 23,4).

También santa Teresa de Jesús, al describir el alma como un castillo in-terior, con muchas moradas, habla del «centro y mitad» del alma donde hay comunicaciones no perceptibles a los sentidos exteriores o interiores. «Pues consideremos que este castillo tiene –como he dicho– muchas moradas,

unas en lo alto, otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de to-das estas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma» (I Mo-radas 1,3) .

Falta preguntarnos si estas intui-ciones o percepciones agudas del mis-terio, recibidas libremente en cual-quier contexto o situación, pueden también ser recibidas delante del San-tísimo Sacramento. Muchos contem-plativos o místicos, cuando oran de-lante de la Hostia consagrada, atesti-guan haber vivido o sentido en sus sentidos interiores la presencia real y misteriosa de Dios. Descubren y sien-ten por experiencia lo que para otros creyentes queda oculto a los sentidos exteriores y estrictamente reservado al plano de la fe racional. Y es que al-gunos tienen la experiencia de sentir, a través de sus sentidos interiores, la presencia sacramental en el pan y vi-no consagrados. Su experiencia los convierte en testigos de la riqueza in-sondable del Misterio.

Pero la experiencia de Eucaristía no se reduce a una percepción extra-sensorial, a una intuición psicológi-ca, ni se limita a un momento espe-cífico. Los místicos o contemplativos cristianos subrayan la centralidad de la Eucaristía en sus propias vidas, e incluso como medio para llegar al fin de la vida espiritual, que es el más al-to estado de unión con Dios. En la experiencia del encuentro con la Eu-caristía y en la comunión frecuente con el Cristo Eucarístico alcanzan, como fruto de su relación amorosa, la «unión con Dios» y la comunión con la humanidad, en el Cuerpo Mís-tico de Cristo.

Miguel Norbert Ubarri

Todos los bautizados estamos llamados en los sacramentos a la

unión mística con Dios

La mística implica intuiciones internas y no siempre manifestaciones externas

R ezamos una Hora Santa con ex-posición del Santísimo y, a con-tinuación, tuvimos la celebra-

ción de la Palabra a cargo del minis-tro Gustavo Mansilla y, posteriormen-te, veneramos la reliquia ósea de don Manuel.

El día 4, por tratarse de viernes de Cuaresma, el padre Alejandro Bove-ro presidió la santa Misa. Al finalizar, veneramos nuevamente la reliquia ósea del beato Manuel y cerramos con

el rezo del Vía Crucis eucarístico. Fue una celebración muy especial, ya que habíamos tenido noticia de la firma del Decreto de la aprobación del mi-lagro del beato Manuel.

Don Manuel en la vidaComo culminación del festejo, nos reunimos compartiendo un ágape fra-terno, que fue particular. Apareció allí la bondad de don Manuel al dar cuatro personas testimonio de

trascendentales gracias obtenidas por intercesión de nuestro fundador: Claudia, los padres de Allegra María, Rocío y Selmira. Todos eran relativos a curaciones milagrosas que salvaron la vida de niños y jóvenes. Algunos de ellos estaban incluso presentes en el festejo, lo que hizo más profunda la gratitud.

Resultó así que nuestro festejo del Día Universal de la Obra (DUO) per-mitió a todos los presentes compar-tir momentos de gran espiritualidad eucarística. Como en todo aniversa-rio, no faltó la torta para recordar y celebrar estos 106 años de compañía reparadora.

¡Gracias, Señor, por este regalo!Elly Cordiviola (UNER Santo Tomé)

Ecos del 4 marzo en Santo Tomé (Argentina)

Las Marías y Discípulos de san Juan de la Parroquia Sagrada Familia de Santo Tomé (Santa Fe) celebramos con júbilo los 106 años de la Obra. El jueves 3 de marzo visitamos el Sagrario de la capilla del Espíritu Santo, tan querida por nosotros, ya que ha sido parte de la historia del grupo en Santo Tomé. Recordamos con gratitud aquellos primeros pasos que dimos con las Misioneras Eucarísticas, con la Hna. Mª Leonor a la cabeza.

Testimonio de Claudia«Conocí al beato Manuel González en septiembre de 2000. Para mí, el beato Ma-nuel significa “Mario Andrés”, ya que por él mi hijo está con vida. Muchos somos los que le adjudicamos el milagro, incluso el médico que operó a mi hijo cuando solo contaba con seis meses de vida, hace ya 15 años. En el Sagrario me encuentro con Jesús vivo y en él deposito mis pedidos y agradecimientos. En esta contempla-ción encuentro las respuestas a tantas preguntas. Ayudo al prójimo hablando con la gente, le cuento sobre don Manuel, de su obra, sus milagros. Distribuyo material gráfico, estampitas, hojas informativas, reliquias. Los incentivo a que se encomien-den a él, para que recen la novena, etc.».

Celebrar en Familia

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C omenzamos ofreciendo nues-tro día al Señor, orando con la súplica del Salmo 26: «Bus-

co tu rostro, Señor». Con el cora-zón abierto y disponible para bus-car, descubrir y dejarnos sorpren-der por Jesús, que a cada momen-to nos ilumina y se hace el encon-tradizo, continuamos la mañana. Don Sergio Pérez, sacerdote, ase-sor de la UNER de Zaragoza y Mi-sionero de la Misericordia del Año Jubilar, nos acompañó e iluminó con sus catequesis: «Jesús Eucaris-tía, rostro de la misericordia», y en

un segundo momento: «El beato Manuel González, apóstol de la mi-sericordia». Sus reflexiones nos ayu-daron a preguntarnos: «¿Cómo me dejo mirar por Jesús?», y a (re)des-cubrir el ejemplo de vida de don Manuel desde la dimensión de dis-cípulo fiel y pastor misericordioso, cautivado y transformado por la mi-rada de Jesús en la Eucaristía.

También tuvimos espacio para la oración personal y para celebrar el sacramento de la Reconciliación. Otro momento entrañable fue la oración comunitaria en torno a Ma-

Ecos del 4 de marzo en Roma (Italia)

JesúsEucaristía,

E n Albacete estamos un grupo de Marías de los Sagrarios, arropa-das por el párroco de la Asun-

ción, D. José Luis, nuestro asesor, y por todas las personas de esa misma parroquia, que nos acoge siempre con brazos fraternales. Acabamos de ce-lebrar un Triduo Eucarístico los días 2, 3 y 4 de marzo. Han sido tres her-mosos días de adoración y encuentro con Jesús Eucaristía.

El 4 de marzo, las Marías de los Sa-grarios y toda la parroquia nos sentía-mos felices por la noticia de la pron-ta canonización de nuestro fundador, el beato Manuel González. El Triduo terminó con un hermosísimo Vía Cru-cis y la Eucaristía presidida por nues-tro señor obispo, D. Ciriaco, que nos habló del beato Manuel González co-mo Apóstol de la Eucaristía. Se refi-rió a que su amor a la Eucaristía se tra-ducía a su vez en obras sociales, espe-cialmente con niños, para los que fun-dó escuelas, con jóvenes, con trabaja-dores, llevando la alegría de Jesús Eu-caristía a todos los rincones. D. Ciria-co, al tiempo que exponía todas estas cosas, se congratulaba por la próxima subida a los altares del beato Manuel.

Todos celebramos el día de la Obra de las Marías de los Sagrarios sin ol-vidarnos de María, Madre de la Mi-sericordia y Madre de la Alegría, y concluimos con la oración del beato Manuel González: «Madre, que no nos cansemos».

¡Gracias, Señor, por tanto bien co-mo nos regalas!

Teresa Martínez (UNER Albacete)

Con el lema «Jesús Eucaristía, rostro de la misericordia», la Familia Eucarística Reparadora de Roma organizó una Jornada eucarística en el mes de marzo, celebrando el 106º aniversario de la Obra. Miembros de la UNER, Misioneras Eucarísticas de Nazaret y otras personas que están descubriendo el carisma eucarístico-reparador y sintonizan con él se encontraron el sábado 12 de marzo en «Betania» (casa de retiros de las Pías Discípulas de Jesús Maestro) para compartir y disfrutar de la jornada en torno a Jesús Eucaristía.

Celebración del DUO en Albacete

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ría, Madre de misericordia, en la que oramos con la Palabra, con cantos, imágenes, signos y textos marianos. El broche de oro de la mañana fue la celebración de la Eucaristía, y, el de la tarde, la adoración eucarística. Al finalizar la adoración, y con ella nues-tra jornada, recibimos un envío: des-pués de haber contemplado a Jesús Eucaristía, rostro de la misericordia del Padre, nos sentimos impulsados a llevar a todos un perfume especial. Aquel perfume de misericordia del que nos hemos empapado y llenado hasta rebozar, en palabras del beato Manuel, hemos de llevarlo a los de-más. Por eso, como signo, recibimos un pequeño frasco de perfume, con una palabra que nos recuerda a cada uno, de manera concreta, nuestro compromiso y misión de ser miseri-cordiosos como el Padre.

El encuentro tuvo como marco una alegría especial: la de haber recibido hace unos días la noticia de la publi-

cación del Decreto con el que el Papa Francisco aprueba el milagro atribui-do a la intercesión del beato Manuel, y su próxima canonización. Por ello, también se transmitieron noticias en torno a este feliz acontecimiento.

Compartiendo la alegríaPor un lado, ante las preguntas de los presentes, la Hna. Mª Leonor nos con-tó cuál ha sido el milagro y cómo se ha ido desarrollando cada uno de los pasos del proceso de canonización que nos hacen llegar a este momen-to, regalo del Señor y tiempo de gra-cia para toda la FER. También se pre-sentó el Libro conmemorativo del I Congreso Internacional Beato Ma-nuel González celebrado en Ávila, y se compartieron nuevos proyectos, que poco a poco se van haciendo rea-lidad: un espacio en internet para di-fundir la espiritualidad eucarístico-reparadora en italiano (Blog «Chia-mati ad eucaristizzare», famigliaeu-

caristica.blogspot.it) y la próxima edi-ción de una biografía y escritos de don Manuel traducidos a esta lengua.

Hemos compartido nuestro en-cuentro en «Betania». Allí nos en-contramos, dialogamos, nos enrique-cimos, aprendimos cosas nuevas, ce-lebramos, oramos juntos. También Jesús disfrutaba de estar en Betania, lugar donde descansaba y se encon-traba con sus amigos (Lc 10,38; Mt 26,6-13; Jn 11,12). Nosotros lo he-mos experimentado, sintiéndonos parte de la Iglesia y, en ella, forman-do parte de la Familia Eucarística Re-paradora fundada por el beato Ma-nuel. Así, con renovado entusiasmo, sentimos la llamada a eucaristizar nuestra vida, nuestras familias, nues-tros ambientes. Damos gracias al Se-ñor por estos espacios de encuentro, y le pedimos que nos siga iluminan-do para continuar la misión a la que nos envía. ¡Hasta la próxima!

Mª Andrea Chacón Dalinger, m.e.n.

rostro de lamisericordia

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E l 4 de marzo, como todos los años, los miembros de la UNER de Ciudad Real nos dimos cita par celebrar el Día Universal de la Obra. Nos reunimos en Mem-

brilla 127 miembros de la UNER y 4 sacerdotes, el consi-liario provincial, D. Isidro, y 3 párrocos de varios pueblos.

Esta vez, sin embargo, fue muy especial, ya que, duran-te el acto, recibimos la noticia de la firma del Decreto de aprobación del milagro del Beato Manuel González. La Hna. Mª Filomena Quintanilla y la presidenta diocesana, Carmen Sánchez Mesas, fueron entrevistadas por una pe-riodista de la TV local que retransmitió el acto.

Este comenzó con la bienvenida (a cargo de D. Raúl y la presidenta diocesana) a todas las Marías y Discípulos de San Juan de los centros de Valdepeñas, Moral de Cala-trava, Calzada de Ctva., Carrión de Ctva., Aldea del Rey, La Solana, Carrión y Ciudad Real.

A continuación, la Hna. Mª Filomena nos dio una mag-nífica charla enfocando y relacionando la vida, obra y ac-tividades del beato Manuel, con los mensajes y recomen-daciones de la Bula del Jubileo de la Misericordia del pa-pa Francisco, Misericordiae Vultus. Nos mostró cómo el beato vivió todo esto intensamente en sus respectivos des-tinos de Huelva y Málaga, debido a la deplorable situación social en que se encontró, por diferentes causas, a la ma-yoría de la población de dichas ciudades. Movido por la misericordia que brotaba del corazón de D. Manuel, gra-cias a su gran amor a la Eucaristía, no dudó un instante en ponerse manos a la obra y ayudar a todo el que lo necesi-tara. Nos invitó, también, a tomar la decisión de «vivir la misericordia en nuestro día a día tomando la fuerza del Sagrario».

Al concluir, tomó la palabra el consiliario diocesano, D. Isidro, y nos invitó a salir de una Iglesia silenciosa para proclamar la misericordia del Señor en todos nuestros am-bientes. Los laicos, sobre todo, tenemos una gran misión en ese sentido y nos sentimos llamados a responder con alegría y responsabilidad.

A las 12:30 celebramos la Eucaristía en el hermoso templo parroquial. En ella, hicieron su ofrenda UNER 21 nuevos miembros de los diferentes centros. Una vez ter-minada, nos trasladamos al restaurante para celebrar una comida de hermandad. Aquí se nos unió más gente que no había podido asistir a los actos previos.

Mas tarde, sobre las 16:30, tuvimos exposición mayor del Santísimo con diversos cantos eucarísticos, entre ellos Adorote devote, en castellano, que nos impactó a todos.

En resumen, recargamos pilas en un día muy feliz, es-te año en mayor medida por la gran noticia de la pronta canonización de don Manuel.

Mª Jesús Calvo (UNER Ciudad Real)

Fiesta doble en Ciudad Real La FER en Barcelona

Nuevo grupo, nuevas ilusiones

E stimada familia de la UNER: Queremos presen-tarnos, ya que somos un nuevo grupo de Marías de los Sagrarios y Discípulos de San Juan de Bar-

celona. Nacimos, como grupo, el 29 de septiembre de 2014, en el Tibidabo, de la mano de las Marías de los Sagrarios de Madrid, del padre san José María Rubio. Desde entonces nos hemos estado formando bajo la tutela de los padres Jordi Peña y Juan Antonio Vargas, y con charlas mensuales del padre Javier Sigrist, párro-co de Boadilla del Monte.

Todo este tiempo ha sido una etapa de crecimien-to y conocimiento progresivo de la Obra y de su fun-dador. Una etapa emocionante en la que nos hemos visto guiados gracias a la generosidad de las Marías del Padre Rubio hacia la Unión Eucarística Reparadora. Tras varios acercamientos y reuniones, el día 18 de no-

viembre de 2015 nos incorporamos feliz y formalmen-te a la familia de la UNER. Agradecemos especialmen-te a D. Daniel Padilla, Asesor Nacional, y a la hermana Mª Lourdes Caminero, actual delegada de la UNER, su cariñosa acogida.

El día 2 de febrero, aniversario del nacimiento de la Obra en el corazón del beato Manuel González, se realizaron las primeras ofrendas dentro de la celebra-ción de la Eucaristía, que revistió una especial solem-nidad. Para todos fue un momento esperado y gozoso.

Es una alegría enorme poder compartir con todos vosotros el compromiso que hemos adquirido de dar a conocer y reparar la soledad de Jesús en el Sagrario como Marías de los Sagrarios y Discípulos de San Juan.

Maribel Guibelalde

«Recibimos másde lo que pudimos dar»

A mediados de enero, la Hna. Mª Elisabeth, encar-gada de la Obra en la archidiócesis, y Lola, miembro del Equipo Nacional, nos dispusimos a emprender nuestro viaje a Barcelona. Llevábamos en la mente y el corazón el lema de la UNER para este curso: «Contagiar la alegría y la belleza de la fe», tan en sintonía con lo que nos pide la Iglesia en este Año de la Misericordia.

Al llegar nos esperaba Santi, también miembro del Equipo Nacional. El día 17 de enero lo pasamos en Cornellá de Llobregat, donde íbamos a celebrar la fies-ta del Beato Manuel González. La reunión fue en la Casa de Espiritualidad de las Hermanas de Betania.

La cara se sonroja cuando una piensa que va a dar, que va a animar, y se encuentra con un fiel grupo que no solo contagia la alegría, salida de lo más íntimo de la persona, porque viven en Dios y para Dios, sino esa fe fuerte, edificada sobre roca. Se nota que cumplen con responsabilidad su ser Marías: misioneras que dan y buscan compañía eucaristizadora. Durante la celebración, presentamos al Señor nuestros grupos y le pedimos que interceda para que seamos apóstoles de la alegría sincera de nuestra fe, el mejor regalo que Dios nos ha dado. Dimos gracias por el gran carisma que nos ha transmitido, pidiendo que, al estilo del bea-to Manuel, lo vivamos todos.

El día 18 estuvimos en Montornés del Vallés con el grupo de la UNER. Una vez más, recibimos ese tes-timonio callado y entregado de los miembros de la Obra, con ganas insaciables de poder dar más a Jesús con sus vidas.

¡Qué cosas tiene la vida! ¡Fuimos con la intención de animar, de dar… y hemos vuelto llenos, dando gra-cias a Dios por el espíritu con el que viven nuestras Marías del Sagrario! Solo nos queda agradecer esas muestras de afecto, de interés de cada uno de los dos grupos visitados, así como la vida apostólica que van desarrollando, aun en medio del silencio, aunque tam-bién cuando deben ejercitar ese deber de evangelizar. ¡Marías fuertes! ¡Marías intrépidas! ¡Marías con las que Jesús siempre puede contar! ¡Gracias y adelante!

Lola Rubio Calzado (Equipo Nacional)

Cautivados por el carisma

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La canonización en el horizonte

C omo explicaba en estas mismas páginas, hace algunos meses, el P. Javier Carnerero, postulador

de la causa de canonización, el pro-ceso es largo e implica estudiar un he-cho extraordinario atribuido a la in-tercesión de, en este caso, el beato Manuel.

El hecho extraordinario que se presentó para su valoración fue la cu-ración experimentada por la señora Carmen, gallega, residente en Madrid.

En agosto de 2008 tuvo una infec-ción muy fuerte en la dentadura infe-

rior. Esto ocasionó una gran herida que, incluso tras tomar antibióticos, no curaba. Por este motivo, dos me-ses después extrajeron dos trozos del tejido afectado, para realizar una biop-sia y, tras los primeros resultados, que indicaban un posible linfoma malig-no, se realizaron más estudios.

Malos presagiosEl diagnóstico era muy desalenta-dor: linfoma plasmablasmático. Úni-ca solución posible: tratamiento agre-sivo de quimioterapia. A consecuen-

cia de la afección bucal, Carmen se encontraba muy débil, pesando ape-nas 38 kg, si bien medía 1,63 m. Los médicos fueron sinceros con ella, y se asombraban de su aceptación. Sus amigas, aunque no se lo decían, vol-vían de sus visitas tremendamente desanimadas al verla tan débil y des-mejorada.

Pese a que intentó fortalecer su cuerpo con una adecuada alimenta-ción, Carmen pensó que el Señor ya la llamaba a su lado. Por este motivo, una tarde, estando en cama y con fie-bre muy alta, pidió a su esposo que fuera a buscar a un sacerdote para que viniera a confesarla y administrarle los últimos sacramentos. No se veía nin-guna angustia en su rostro, posible-mente por lo que había en su corazón: «solo deseo ser perdonada y que la Virgen con nuestro Señor me reciban con su misericordia y perdón».

Don Manuel entra en su vidaEn la parroquia de San Juan de Ribe-ra se encontraba, entre otros sacerdo-tes, D. Paco, que fue quien en 1953 entregó una reliquia similar a Sara, una joven a punto de morir a causa de una peritonitis. Sara sanó de la no-che a la mañana, y ese milagro es el que se presentó a la Santa Sede y fue aprobado para la beatificación de D. Manuel González.

El marido de Carmen encontró a D. Paco, pero no podía ir en ese mo-mento. De todas formas, le dio una reliquia del beato Manuel que siem-pre llevaba consigo y una estampa con la novena, y le dijo que comenzaran

a rezar inmediatamente. Carmen obedeció, y en ese mismo instante inició, sola, la novena, si bien no conocía nada de la vida del beato Manuel Gon-zález. Incluso pensó «otra estampita para mi de-vocionario». Su marido se unió a su oración en los días siguientes. Al cuarto día de haber empe-zado la novena, Carmen recibió una llamada del hospital, porque iban a comenzar a darle la qui-mioterapia agresiva, aun a riesgo de su vida.

Increíble desapariciónAl entrar en la consulta, la doctora le hizo varias preguntas, miró su estado, consultó varias veces el ordenador y, finalmente, le informó de que no se le aplicaría el tratamiento, ya que, increíblemente, el linfoma había desaparecido, había tenido lugar una regresión espontánea. «Es increíble, pero no está,‒dijo‒ así que alégrese muchísimo, coma bien y beba una botella de champán al regresar a casa».

Carmen nunca había llorado en este tiempo, ni siquiera cuando creía morir. Pero, al escuchar la noticia, no pudo contener las lágrimas. Al salir de la consulta, un voluntario que la vio intentó consolarla ante las malas noticias que suponía por su llanto: «cuánto siento, señora, las malas noti-cias que han debido decirle…». Carmen sonrió, agradecida por la cercanía de este desconocido, y le dijo: «no, no son malas. ¡Son buenísimas!». Carmen se sentó en la sala de espera, junto a su nuera, que la había acompañado, y rezaron emo-cionadas al beato Manuel.

Tras esta curación inexplicable, Carmen se so-metió a numerosas pruebas y estudios, ahora in-tentando explicar la desaparición del tumor, ya que los médicos decían que nunca habían visto nada igual.

Tras la curación, Carmen no cesó de rezar al beato Manuel ningún día de su vida, y también en su familia se unieron a su oración, como signo de gratitud.

Mónica Mª Cordiviola, m.e.n.

En la mañana del 4 de marzo la Familia Eucarística Reparadora recibía, con regocijo indescriptible, la noticia de la aprobación del milagro atribuido a la intercesión de su fundador, el beato Manuel. El Boletín de la Sala de Prensa de la Santa Sede lo hacía público el día en que celebrábamos los 106 años del nacimiento de la UNER. La FER sigue unida en oración en la espera de la fecha de la canonización, que se dará a conocer en un próximo Consistorio de Cardenales.

Fechas claveAño 2008

Agosto: Tras una intervención, Carmen sufre de una herida en el maxilar inferior que no se cura

Octubre: La biopsia realizada a los tejidos bucales implicados indica que se trata de un linfoma plasmablasmático agresivo

Noviembre: Los últimos días del mes, D. Paco le entrega la reliquia y Carmen comienza a rezar la novena al beato Manuel González

Diciembre: El día 1, al acudir para recibir la primera sesión de qui-mioterapia, se le informa que el tumor había desaparecido

Año 20097 de octubre: Apertura del Proceso diocesano en Madrid

Año 201031 de mayo: Clausura del Proceso diocesano y envío de la documen-tación a Roma

Año 201529 de octubre: Una comisión de peritos médicos afirma que la cura-

ción de Carmen no tiene explicación humana15 de diciembre: Una comisión de teólogos analiza el presunto mila-

gro dando su visto buenoAño 2016

1 de marzo: La causa es presentada a la congregación ordinaria de los cardenales y obispos del Dicasterio encargado de las Causas de los Santos, y también dan su visto bueno

3 de marzo: El papa Francisco recibe en audiencia al cardenal Ange-lo Amato, s.d.b., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y autoriza la promulgación del Decreto sobre el mila-gro atribuido a la intercesión del beato Manuel González

4 de marzo: El Boletín de la Sala de Prensa de la Santa Sede hace pública la autorización del santo padre

«Un milagro atribuido a la intercesión del beato Manuel González»

De izquierda a derecha: Marta (nuera), Ramón (esposo), Carmen y Ramón (hijo) durante el Acto de Apertura del Proceso diocesano.

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

E s tiempo de Pascua, paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la li-

bertad, de la mentira a la verdad... Cristo es nuestra Pascua. Lo que ce-lebramos y vivimos en la Vigilia Pas-cual se prolonga durante cincuenta días, hasta Pentecostés. Es tiempo de cantar la gloria de Dios.

Cantar la gloria de DiosEl misterio del hombre solo se ilumi-na a la luz del misterio de Cristo, ver-dadero Dios y verdadero hombre. El Señor Jesús, con su Resurrección, ha derrotado el pecado y la muerte, ha ido delante de nosotros para prepa-rarnos sitio en la morada eterna, está sentado a la derecha del Padre inter-cediendo por nosotros, y, a la vez, se ha quedado con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Unidos a Él, nuestra Pascua y nuestra Paz defi-

nitiva, nuestra existencia adquiere sentido, luz, horizonte y meta. Senti-do de dónde venimos y a dónde va-mos; luz de quien es la Luz de los hombres, con su presencia y su vic-toria sobre la muerte; horizonte, por-que Él camina a nuestro lado ilumi-nándonos y sosteniéndonos: ¡Él es el Camino!; meta, porque Él es el Prin-cipio y el Fin de cuanto existe. Jesu-cristo, Víctima Pascual, Cordero que quita el pecado del mundo, nos invi-ta a unirnos a Él en la glorificación permanente del Padre, como Él es glo-rificado por el Padre: «Padre, ha lle-gado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado» (Jn 17,1-2).

En este Año Jubilar de la Miseri-cordia estamos llamados a glorificar al Padre en el Hijo, porque es eterna

su misericordia. La glorificación que pide el Hijo al Padre en la oración sa-cerdotal es poder entregarse hasta la muerte, en obediencia a su voluntad y como sacrificio redentor en favor de todo el género humano: «Porque también Cristo sufrió su Pasión, de una vez para siempre, por los peca-dos, el justo por los injustos, para con-ducirnos a Dios» (1P 3,18). En cada Eucaristía se actualiza este misterio de amor, este gesto único e irrepeti-ble del sacrificio redentor de Cristo en la Cruz. Sí, ¡qué maravilla de amor hasta el extremo, qué negocio el del Padre: el Inocente por los culpables para conducirnos a la Vida Eterna!

Escuchemos albeato Manuel González«Sí, sí, que se abran de par en par las puertas eternales, que el Cristo pon-tífice de los bienes futuros, después

de habernos ganado (no por la san-gre de los becerros, sino por su pro-pia Sangre) la eterna redención, va a entrar por ellas» (OO.CC. II, n. 2561).

«Jesús dejó instituida la Misa, que no es otra cosa que el sacrificio de ala-banza, o sea, la glorificación máxima de Dios por la alabanza que recibe de la oblación real del sacrificio del Cuer-po y de la Sangre de su propio Hijo. Jesucristo ha confiado a su esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y re-surrección: sacramento de piedad, sig-no de unidad, vínculo de caridad, ban-quete pascual en el cual se recibe co-mo alimento a Cristo, el alma se lle-na de gracia y se nos da la prenda de la gloria venidera» (OO.CC. I, n. 986).

Ante tanta belleza desbordada, an-te tanto asombro por la entrega del Hijo en favor de los hombres, ante esa presencia vivísima del Resucita-do en el pan eucarístico, ante tanto amor que se nos da cuando le recibi-mos al comulgar, solo cabe cantar sus maravillas:

«Alabad al Señor todas las nacio-nes, aclamadlo todos los pueblos. Fir-me es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. ¡Alelu-ya!» (Sal 116).

Oración inicial Oh Dios de la gloria, que resucitaste a tu Hijo de entre los muertos, envía tu Espíritu para que no dejemos nun-ca de alabarte y bendecirte, de reco-nocer tu gloria en la entrega sacrifi-cial de Jesucristo en la Cruz; gracias, Padre, porque tu amor es inagotable,

tu justicia llega a todos los pueblos, tu fidelidad permanece para siempre, tu misericordia colma de ternura y compasión. PJNS.

Escuchamos la Palabra«Como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios, poned al servicio de los demás el carisma que cada uno ha recibido. Si uno ha-bla, que sean sus palabras como pala-

bras de Dios; si uno presta servicio, que lo haga con la fuerza que Dios le concede, para que Dios sea glorifica-do en todo, por medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén» (1P 4,10-11).

En gratuidadTodo es don de Dios: la vida, la tie-rra, la familia, la fe, la pertenencia a la

Letanías a Jesús misericordiosoSeñor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad. Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.

Respondemos a cada invocación: «Jesús, en ti confío».Jesús misericordioso, cuando el dolor se adueña de mi alma. Jesús misericordioso, cuando el horizonte se oscurece como la noche. Jesús misericordioso, cuando el corazón está desgarrado en la tribulación. Jesús misericordioso, cuando te contemplo crucificado por mí. Jesús misericordioso, cuando tu Palabra me llena de esperanza. Jesús misericordioso, cuando me encuentro sin respiro ni paz. Jesús misericordioso, cuando me asalta la tristeza y la angustia. Jesús misericordioso, cuando tu Luz me hace ver la luz. Jesús misericordioso, cuando Tú me iluminas cual aurora luciente. Jesús misericordioso, cuando bebo el cáliz de la incomprensión y el desprecio. Jesús misericordioso, cuando me asalta la duda, el miedo, la desesperanza. Jesús misericordioso, cuando en Ti apoyo mi defensa. Jesús misericordioso, cuando canto jubiloso tus maravillas. Jesús misericordioso, cuando cambias mi debilidad en tu omnipotencia.Jesús misericordioso, cuando transformas mi pecado en lluvia de gracias. Jesús misericordioso, cuando me cuesta soportar los defectos de los demás. Jesús misericordioso, cuando solo deseo cumplir tu voluntad.Jesús misericordioso, cuando vivo en esperanza contra toda esperanza. Jesús misericordioso, cuando tu mirada me cambia el corazón. Jesús misericordioso, cuando dejas que mis lágrimas rieguen tus pies. Jesús misericordioso, cuando me permites tocar tus llagas y tu costado.

«Firme es su misericordia con nosotros,su fidelidad dura por siempre»

Sal 117,2

«Cuando nuestro Sacerdote sumo, Jesús, consuma su Sacrificio en el altar de la Cruz, el Sacrificio que deja totalmente satisfecho a su Padre Dios, es Dios mismo quien se pone a agradecer y a glorificar e invita a sus criaturas a que agradezcan y glorifiquen a su Sacerdote y a su Hostia. “Te glorifico y siempre te he glorificado”» (OO.CC. II, n. 2563).

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Cordialmente, una carta para tiIglesia, los sacramentos, la voca-ción a la que cada uno ha sido lla-mado. Si todo es don y todo lo he-mos recibido gratis, así hemos de darlo: en pura gratuidad, ponien-do nuestra vida, por entero, al ser-vicio de los demás.

La fuerza de Dios capacita a to-do bautizado para dar lo mejor de sí mismo. Dios no elige a los capa-ces, sino que capacita a los que eli-ge. Pero nos pide dejarnos hacer, dejarnos modelar por sus dos ma-nos: la Palabra y el Espíritu. Así re-cibe gloria el Padre: al cumplir no-sotros su voluntad y poner todo nuestro ser al servicio de la fami-lia de los hijos de Dios y de los más humildes (el hambriento, el sedien-to, el desnudo, el emigrante, el en-fermo, el encarcelado).

Dar siempre gloria a DiosSiguiendo los pasos del Maestro, negándonos a nosotros mismos, cargando con la cruz de cada día, damos gloria a Dios, como le dio gloria su Hijo entregado hasta la muerte, y muerte de cruz. El Hi-jo se anonadó para levantarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte, haciéndonos partícipes de su vida divina: «Como el Pa-dre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí» (Jn 6,57).

Participando de esa vida euca-rística, vida divina, damos gloria al Padre en el Hijo y por el Hijo: «Porque la gloria de Dios consis-te en que el hombre viva, y la vi-da del hombre consiste en la vi-sión de Dios. La vida divina en-tregada en el Hijo, en cada Euca-

ristía, nos adentra, más y más, en el misterio divino: «En efecto, si la revelación de Dios a través de la creación es causa de vida para todo los seres que viven en la tie-rra, mucho más lo será la manifes-tación del Padre por medio del Verbo para los que ven a Dios» (San Ireneo).

Escuchemos nuevamente al beato Manuel«Gracias a Ti, gracias a tu Gracia, que se compadece de mi miseria, a pesar de todas esas excitaciones de mi naturaleza a que me ponga lejos de Ti, sé verte oculto con mis ojos cerrados; sé oírte callado con mis oídos sordos a todo ruido del mundo y de mis pasiones; sé sen-tirme a gusto a tu lado sin verte ni oírte; sé conocerte cada vez más y meterme más dentro de Ti y afi-cionarme más a vivir dentro que a volver a salir; sé que el Jesús calla-do, invisible e inmóvil del Sagra-rio es el Jesús mío, el Jesús de to-dos los que lo quieren buscar.

Jesús bueno, que la triste cien-cia de mi barro, lejos de apartarme de Ti, me haga sentir más viva, más apremiante, la necesidad de Ti... Que nunca olvide yo que si barro con soplo de Dios fue mi padre Adán, barro con gracia tuya puede llegar a ser santo» (OO.CC. III, nn. 3164-3165).

Oración finalOh Dios, Padre de la gloria, que resucitaste a tu Hijo de entre los muertos y lo constituiste sumo y eterno sacerdote, mediador de la Nueva Alianza, haz que camine-mos en tu luz por la fuerza del Es-píritu Santo, para cantar tu gloria, alabar tu grandeza de Padre, ado-rar la presencia eucarística de Cris-to y servir a nuestros hermanos desde el desprendimiento, la hu-mildad y la alegría. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, pbro.

La fuerza de Dios capacita a todo

bautizado para dar lo mejor de sí mismo

presentantes de la Iglesia se encuen-tran diversos filósofos ateos y nume-rosos laicistas, los cuales sostienen que razón y fe, ciencia y religión, son incompatibles, que se oponen entre sí. Es más, muchos de ellos sostienen que la razón es todopoderosa, que lo explica todo sin necesidad de recu-rrir a la fe, y proponen vivir como si Dios no existiera.

Pues bien, el viejo problema de la compatibilidad entre ciencia y reli-gión, entre razón y fe, ha cobrado ac-tualidad porque no hace mucho se hi-cieron públicos los resultados de la primera encuesta a nivel mundial pa-ra conocer las relaciones entre los científicos y la religión. Como sabe-mos, la creencia más común es que la mayoría de los científicos son ateos o, al menos, no creyentes. Sin embar-go, la investigadora que ha dirigido la encuesta, la doctora E. Howard, de la Universidad norteamericana de Rice (Houston), ha hecho público que tal creencia es totalmente errónea. Los resultados de la encuesta demuestran que la mayoría de los científicos son creyentes.

Grandes científicos creyentesLa verdad es que ya sabíamos, apre-ciado lector, que algunos de los más eminentes científicos fueron creyen-tes. Así, Newton decía: «La admira-ble disposición y armonía del Univer-so no ha podido salir sino del plan de un Ser Omnisciente y Omnipoten-te». Por su parte, Darwin afirmó: «Pienso que la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en Dios». Pasteur, el padre de la medici-na moderna, sentenció: «La poca cien-

cia aleja de Dios. La mucha ciencia lleva a Dios». De Einstein es esta fra-se: «Creo que el sentimiento religio-so es el estímulo más fuerte para la in-vestigación científica». Y así se podría seguir citando a más científicos.

Sin embargo, y a pesar de tales afir-maciones, la opinión general era que los científicos creyentes representa-ban una minoría insignificante. Ha si-do la encuesta dirigida por la docto-ra Howard la que ha demostrado que los científicos creyentes son mayoría. Por ejemplo, en Estados Unidos, país donde se realizó la encuesta, cerca del 75 por ciento de los científicos son creyentes. Además, casi todos los in-vestigadores del mundo admitieron que la religión era un controlador ne-cesario para la investigación científi-ca, ya que le pone unos límites.

El director de la revista Quo, Jor-ge Alcalde, quien ha divulgado los re-sultados de la mencionada encuesta,

afirma lo siguiente: «La encuesta de-muestra por primera vez que la prác-tica de la ciencia no es incompatible con la experiencia religiosa, de ma-nera que las posturas extremistas que pretenden arrojar fuera de la profe-sión científica cualquier atisbo de re-ligiosidad no responden, ni mucho menos, a la realidad sociológica».

Esta encuesta, amigo lector, ha echado por tierra a nivel mundial la vieja creencia de que los científicos eran ateos o no creyentes. Es más, a partir de ahora es de suponer que los ateos y los laicistas ya no se las darán de ser más inteligentes y progres que los creyentes, sino más bien de todo lo contrario. Todo apunta a que las personas inteligentes y con alta cua-lificación científica suelen ser creyen-tes. Cada cosa en su sitio y la verdad por encima de todo.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

Apreciado lector: Como sabes, desde hace mucho tiempo se ha venido debatiendo sobre si razón y fe, es decir, ciencia y religión, eran compatibles, si podían convivir juntas y, por tanto, si ser científico era compatible con ser creyente. Sobre el tema se han vertido los más encontrados pareceres,sin que hasta ahora se llegase a un acuerdo.

E ntre los que defendieron que ciencia y religión eran compati-bles destacan san Agustín y san-

to Tomás de Aquino. El primero dio testimonio de una fe que se ejercita y revitaliza mediante el uso de la ra-zón, y a la inversa. Ante quienes afir-maban que fe y razón eran incompa-tibles, san Agustín defendió estos cé-lebres principios: intellige ut credas (comprende para que creas) y crede ut intelligas (cree para que compren-das). Razón y fe, pues, son compati-bles y deben convivir juntas porque ambas se necesitan.

Por su parte, santo Tomás defien-de que razón y fe, Filosofía y Teología, deben marchar acordes, sin enfrenta-mientos. Y lo deben hacer porque ca-da una de ellas tiene sus propias com-petencias. Es competencia de la pri-mera la verdad natural; de la segunda, la verdad sobrenatural. Santo Tomás ha dejado claro que razón y fe no se oponen entre sí; al contrario, se com-plementan y llevan a Dios, sencilla-mente, porque Él es autor de ambas.

Como también sabrás, estimado lector, frente a estos dos grandes re-

Los científicos y la fe

Foto: U.S. Army Materiel Command.

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Con mirada eucarística

C orría el mes de abril de 2007. Desde Albacete comenzamos a preparar nuestra asistencia a la

Asamblea Nacional de la UNER que iba a tener lugar en Málaga a finales de ese mismo mes. No sé exactamen-te cómo ocurrió, pero Lucrecio, mi marido, se ofreció a llevarme en nues-tro coche, eso sí, con la advertencia previa de que él iba exclusivamente de conductor y como mucho de ob-

servador. Jamás me había acompaña-do a ningún acto de la UNER. Como muestra un botón: En la Asamblea celebrada en Fátima yo estaba en Fá-tima y él en Berna con no sé qué asun-tos de los Juegos Olímpicos. Cada cual a lo suyo con respeto, tolerancia y amor.

Y así nos presentamos en Mála-ga, con el coche cargado de todas las maletas, el conductor y yo. De este

modo el resto de Marías de Albace-te podían más libremente viajar en el tren.

Un observador y un lapiceroTampoco sé exactamente lo que ocu-rrió, pero es el caso que Lucrecio, por su cuenta y riesgo, no se perdió la asistencia a ningún acto. Lapicero en mano (él siempre escribe con lapi-cero) iba tomando nota de cuanto ocurría alrededor, cosa que es cos-tumbre en él.

El ambiente, el paisaje, la expla-nada, las estatuas, la lápida, los sím-bolos, la Iglesia, el Seminario, las char-las, las procesiones, los encuentros… todo era objeto de la punta de su lá-

Poema n. 7: Manuel González GarcíaTe conozco en el ruido de las fuentesque manan de un Sagrario abandonado,te conozco en el vuelo de las piedrasque elevan hasta el cielo sus cimientos,sobre todo, Manuel, te he conocidoen tu amor encendido por el Amo.Me han hablado de ti, todos me hablaban,y todo en esta Málaga celestehabla de ti, por ti, conmigo, aquí,todos tienen sabida la memoriade un loco por amor, un más que loco.Qué diera yo, qué hubiera yo haber dadopor sentarme a la vera de tu sede,de humilde piedra y de locuaz espera,y escuchar las palabras que me faltany contarte el secreto que me sobra

y enlazar con mi espíritu tu sombra.¿Qué sendero me trajo hasta tu iglesia,qué pánico de ti me has contagiadoa solas con tu mies y con tu estatua?Cómo esparce el silencio de tu fecosechas como lluvia, que no falteen este monte de espaciosa cumbreninguno de los montes del Amado,cómo cruza la mies de tu miradamás allá, donde no figura el tiempo.Maestro de los símbolos del almaque apuntalas la cruz del Buen Pastor,que abrazas al Sagrario de tu vida,entorna los aljibes y las puertas,porque quiero escuchar en tu moradalas hojas solo del rumor de Dios.

Es una buena noticia: El beato Manuel González va a ser canonizado. Se ha confirmado el milagro que ha sido posible merced a su intercesión. El milagro, como tal, no tiene ninguna explicación científica, va más allá de la naturaleza humana, es sobrenatural. Si bien tengo que deciros que hay muchas clases de milagros, aunque estos no tengan reconocimiento oficial.

piz. No sé lo que pasó, tan solo sé que me dijo que había tenido una conver-sación interesante, mano a mano con Mª Esther, entre las sombras que de-ja la ciudad de Málaga en la noche y por el camino que asciende desde la Casa de Nazaret a la explanada del Se-minario.

Un libro dedicadoCuando regresamos a nuestra casa de Albacete me dijo: Mira lo que he es-crito. Se trata de un libro que contie-ne 24 poemas y que me lo dedica a

mí, a las Marías de los Sagrarios, a los Juanes y a las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. Toda la Asamblea de Má-laga recreada en un poemario que se titula En las orillas de Málaga. En su prólogo dice D. Antonio Dorado (q.e.p.d.), Obispo de Málaga: «Allí acudió también el 27 de abril de este año 2007 Lucrecio Serrano Pedroche, en compañía de su esposa Teresa, Ma-ría de los Sagrarios. Venía como “ob-servador”, y se dejó encontrar por Dios, pues cuando creemos ser noso-tros quienes le buscamos, es porque

Él se nos ha anticipado. Por eso puso san Agustín en los labios del Señor estas atinadas palabras: “No me bus-carías si yo no te hubiera encontra-do”». Desde ese día Lucrecio, mi ma-rido, me acompaña siempre y comen-zó a acercarse a la Eucaristía, cosa que no había hecho desde los 15 años.

Yo siempre le digo a mi marido que fue un milagro de don Manuel. Él dice que no, que fue un reencuen-tro con su fe dormida. Si bien se pien-sa, ¿qué más da?

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

MÁLAGAEn las orillas de

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Lectura sugerida

E ntre 1974 y 1976 estudió admi-nistración y gestión en Nurem-berg. Desde entones ha sido el

encargado de la administración de la abadía de Münsterschwarzach, estan-do al frente de alrededor de 280 em-pleados y 20 empresas.

Reconocido mundialmente por sus escritos sobre espiritualidad, es autor de más de 300 libros, muchos de ellos traducidos a una treintena de idiomas. Además, Anselm Grün imparte cursos y conferencias, in-cluidas charlas enfocadas al mundo empresarial.

El libroEn este Año Jubilar de la Misericor-dia deseamos que las páginas de El Granito de Arena también sean cauce de profundización y vivencia de la ter-

nura y misericordia de Dios, la cual todos estamos llamados a vivir y con-tagiar, desde la humildad y la alegría que brota de un corazón tocado por la gracia de Dios.

Presentamos una de las obras lite-rarias de Anselm Grün, que lleva por título Las obras de misericordia. Cami-nos para transformar el mundo. Está compuesto por un prólogo, una intro-ducción, dos partes (cada una de ellas sobre las obras de misericordia cor-porales y espirituales respectivamen-te) una conclusión y la bibliografía.

Hemos de decir que este libro fue escrito en 2008 y el autor reconoce que su obra, gracias al papa Francis-co, ha cobrado renovada actualidad.

En su prólogo, dedica unas pala-bras de gratitud a la editorial Sal Te-rrae y Mensajero por haber traduci-do más de 80 libros suyos al español, entre ellos el que hoy tratamos.

Para palpar la misericordiaEl objetivo del libro es que contribu-ya a que los lectores entren en con-tacto aún más profundamente con la misericordia que late ya en su cora-zón. «Entonces entenderán y vivirán de modo nuevo el mensaje liberador y sanador de Jesús. Y así, mediante nuestro estudio y práctica de la mise-

ricordia, el mundo en el que vivimos será penetrado e impregnado más y más por el Espíritu de Jesús» (p. 11).

Corporales y espiritualesLas siete obras de misericordia son, por decirlo así, un sacramento del obrar: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al des-nudo, dar posada al peregrino, redi-mir al cautivo, visitar a los enfermos y enterrar a los muertos. Este mundo requiere, para su transformación, nues-tra actuación misericordiosa. La ac-tividad de Jesús necesita prolongarse saludablemente en este mundo por medio de nuestro obrar.

No podemos pasar por alto que en las obras corporales se puede ver ya el aspecto espiritual, pues las pe-nalidades corporales como el ham-bre, la sed o la desnudez tienen des-de el principio una dimensión espiri-tual. Qué importante es el obrar con-creto, como el que tiene presente Je-sús. Esas obras espirituales surgieron de la interpretación espiritual de las obras corporales y traducen las pala-bras de Jesús a la multiplicidad de nuestras relaciones mutuas: corregir al que yerra, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que duda, conso-lar al triste, sufrir con paciencia lo mo-

lesto del prójimo, perdonar de buen grado a quienes nos injurian, orar a Dios por los vivos y difuntos.

Esencia del corazón de DiosLa esencia de Dios es la misericordia. El corazón del Evangelio es la mise-ricordia. La transformación personal y social no está en vivir ritos, manda-tos, normas sin espíritu, sino en un estilo de vida evangélico, misericor-dioso, mirando a Cristo, el hombre nuevo, el rostro de la misericordia del Padre, como nos recuerda el papa Francisco en la Misericordiae Vultus.

Anselm Grün tiene claro lo que quiere expresar con este libro: «No quiero transmitir a quienes lo lean una mala conciencia si no cumplen todas las obras de misericordia. No debe-mos ver las obras de misericordia des-de una perspectiva moralizante. De lo que se trata es más bien de mostrar-les un camino para que puedan expre-sar su fe y para llegar a ser dichosos, que en definitiva les haga bien, que experimenten la paz interior. Como recuerda Santiago (1,22-25): “el que considera atentamente la Ley perfec-ta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo, sino co-mo cumplidor de ella, ese, practicán-dola, será feliz”» (p. 147).

Dar para encontrarCada página del libro nos anima a que experimentemos la felicidad hacien-do felices a los demás, que nos trate-mos bien haciendo el bien a otros, que descubramos cada vez más el mis-

terio de Jesucristo mostrando mise-ricordia a sus hermanos y encontrán-donos en ellos con Cristo mismo, que es para nosotros la fuente de toda sal-vación y de toda misericordia.

Que la lectura, profundización y asimilación de esta obra nos anime a recorrer los caminos personales y so-ciales, en comunión con los hombres de hoy, desde las claves de un cora-zón impregnado de ternura y miseri-

cordia. Solo el amor permanece, so-lo el amor transforma.

Este Año de la Misericordia nos invita al júbilo de una vida nueva, un estilo de vida misericordioso, que va más allá de una práctica durante un año, ya que intenta ser cauce para una existencia constantemente renovada en Cristo.

Mª del Valle Camino Gago, m.e.n.

Las obras de

misericordia. Caminos

para transformarel mundo

Autor: Anselm Grün

Año: 2015 (2ª edición)

Páginas: 152

Editorial: Salterrae

Precio: 9,50 €

Anselm Grün nació el 14 de enero de 1945 en Baja Franconia (Alemania). Monje benedictino, sacerdote, famoso por unir la espiritualidad tradicional cristiana con la psicología moderna. Reside en el Monasterio de Münsterschwarzach. Realizó estudios de filosofía y teología en Baviera y Roma y completó su doctorado en teología sobre Karl Rahner.

Las obras de misericordia traducen el actuar de Jesús en nuestras relaciones

Descubrir la senda que llevaa la verdadera felicidad

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AgendaAbril

Nueva escultura de Jesús en el Vaticano

En la Semana Santa del Año de la Misericordia ha sido co-locada en la entrada de la Limosnería Apostólica del Vatica-no una escultura de Jesús realizada por el artista canadien-se Thimoty P. Schmalz. Se trata del Jesús sin techo y represen-ta a una persona envuelta enteramente por una cobija lige-ra de la que solo pueden verse los pies, marcados por los cla-vos de la crucifixión.

La escultura original se encuentra en la escuela de teolo-gía de los jesuitas de Toronto, el Regis College. También hay otras copias en diferentes partes del mundo, como por ejem-plo, en Madrid, Cuba, Australia, India, Irlanda y en diferen-tes ciudades de Estados Unidos. Además, es probable que se coloquen copias en otros lugares, como en Argentina, Chile, México, Brasil, Sudáfrica y Polonia.

Primera catedral verde de España

La Catedral de Mallorca ha obtenido la certificación que ga-rantiza que la totalidad de energía eléctrica que utiliza pro-cede de fuentes renovables. De esta forma quiere contribuir a la lucha contra el cambio climático, ya que el impacto medioambiental de su huella de carbono es cero.

Intenciones del papa para el mes de marzo

Universal: Que los pequeños agricultores, reciban una re-muneración justa por su precioso trabajo.

Por la Evangelización: Que los cristianos de África en me-dio de conflictos político–religiosos, sepan dar testimonio de su amor y fe en Jesucristo.

Asuntosde familia

3Domingo

2Sábado

4Lunes

16Sábado

17Domingo

24Domingo

29Vienes

3434

FER: En abril de 1894, con 17 años, el seminarista Manuel González García realizó su 1ª peregrinación a Roma, con ocasión del Jubileo episcopal del papa León XIII

Iglesia: I Vísperas del Domingo de la Divina Misericordia. Aniversario de la muerte de san Juan Pablo II (2005). El papa Francisco preside una Vigilia de oración

Iglesia: II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

Iglesia: Solemnidad de la Anunciación del Señor (trasladada)

Iglesia: 89º Cumpleaños del papa emérito Benedicto XVI

Iglesia: IV Domingo de Pascua: 53ª Jornada mundial de oración por las vocaciones: «La Iglesia, madre de vocaciones». El papa Francisco preside la Eucaristía con ordenaciones sacerdotales

Año de la Misericordia: Jubileo de los adolescentesFER: Santa María Cleofé, Santa María Salomé y otras Santas Discípulas del Señor

FER: 15º Aniversario de la Beatificación de D. Manuel González por el papa Juan Pablo II

Ecos del I Congreso Internacional Beato Manuel González

Nuevas miradasLibro conmemorativo a todo color, con las mejores imágenes172 páginas / 26,5 x 21 cmP.V.P.: 35 €

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Foto: Wiki-Bot.

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Señor Jesucristo,Tú nos has enseñado a ser misericordiososcomo el Padre del cielo,y nos has dicho que quien te ve,lo ve también a Él.Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero;a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una criatura;hizo llorar a Pedro después de la traición,y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: «¡Si conocieras el don de Dios!»Tú eres el rostro visible del Padre invisible,del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidadpara que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error:haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unciónpara que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señory tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres,proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidosy restituir la vista a los ciegos.Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia,a Ti que vives y reinascon el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. 

Oración para el

Jubileo de la

Misericordia