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49 A veces hasta el aspecto más oscuro de la naturaleza humana tiene alguna consecuencia positiva.Tal fue el caso de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana en la Argentina. Cuando corría el tercer año de la Primera Guerra Mundial la comunidad de empresarios de origen alemán debió enfrentar una intensa campaña de discrimina- ción de parte de la propaganda aliada. Ello incluía desde la conformación de listas negras para boicotear a las empresas de origen alemán, hasta los actos de violencia contra sus negocios. Para defender sus intereses ante tales agravios 122 empresarios de origen argentino-alemán se congre- garon en Buenos Aires el 17 de junio de 1916. Sentaron allí las bases para una entidad, que luego se convertiría en un excelente canal para las relaciones entre la Argentina y Alemania. A cinco años de su fundación la Cámara ya formaba parte del grupo de cámaras alemanas de América Latina.De esta forma se vinculó con el ente responsable para la industria y el comercio en Alemania, el Deutscher Industrie- und Handelstag (DIHT), y se estableció como interlocutora bilate- ral e impulsó varios acuerdos económicos entre la Argentina y el Imperio alemán.A ello se sumarían, ya desde entonces, actos de solidaridad como la colecta realizada para las víctimas del terremoto de San Juan en 1944. Sin embargo, una vez declarada la guerra por parte de la Argentina a la Alemania de Hitler,la Cámara no escapó a la suerte que corrió el resto de las instituciones alemanas en el país: sufrió la expropiación y luego la anulación de su personería jurídica. La llegada en 1950 del primer enviado oficial de la Alemania de posguerra, el Ministro Carl Spiecker, impulsó, un año más tarde, la fundación de una nueva cámara, que absorbería el rema- nente de la antigua asociación. A partir de allí la entidad se convirtió en uno de los interlocutores privilegiados en el proceso de recuperación del patrimonio de las empresas argentino-alemanas. Por otra parte,los años de posguerra trajeron aparejada también la apertura de nuevas áreas de trabajo. Entre ellas se destacan la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la educación. En 1979, la Cámara introdujo en el país el sistema dual de formación profesional, basado en el modelo ale- mán. Éste consiste en un programa para egresados del nivel secundario. Durante dos años los estudiantes alternan entre bloques teóricos, dictados en el centro de capacitación, y bloques de formación práctica en distintas empresas, entre las que se encuentran también grandes multinacionales. El sistema dual ofrece orientaciones como Técnico en Administración Industrial,Técnico en Comercio Exterior y Mayorista y Técnico en Asistencia Gerencial. Los respectivos cursos teóricos se dictan en el Instituto Ballester. La carrera que otorga el título de Técnico en Mecatrónica se cursa en el Colegio Un motor para el comercio bilateral La Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana Pag. anterior: pasado y presente se encuentran en la sede de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana, en la Avenida Corrientes. La Cámara se convirtió en un centro de encuentro, que hoy es sede para más de 800 miembros. (Foto: AHK / CADICAA)

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A veces hasta el aspecto más oscuro de la naturaleza

humana tiene alguna consecuencia positiva. Tal fue el

caso de la Cámara de Industria y Comercio

Argentino-Alemana en la Argentina. Cuando corría el tercer año de la Primera Guerra Mundial la

comunidad de empresarios de origen alemán debió enfrentar una intensa campaña de discrimina-

ción de parte de la propaganda aliada. Ello incluía desde la conformación de listas negras para

boicotear a las empresas de origen alemán, hasta los actos de violencia contra sus negocios. Para

defender sus intereses ante tales agravios 122 empresarios de origen argentino-alemán se congre-

garon en Buenos Aires el 17 de junio de 1916. Sentaron allí las bases para una entidad, que luego

se convertiría en un excelente canal para las relaciones entre la Argentina y Alemania.

A cinco años de su fundación la Cámara ya formaba parte del grupo de cámaras alemanas de

América Latina. De esta forma se vinculó con el ente responsable para la industria y el comercio en

Alemania, el Deutscher Industrie- und Handelstag (DIHT), y se estableció como interlocutora bilate-

ral e impulsó varios acuerdos económicos entre la Argentina y el Imperio alemán. A ello se sumarían,

ya desde entonces, actos de solidaridad como la colecta realizada para las víctimas del terremoto de

San Juan en 1944. Sin embargo, una vez declarada la guerra por parte de la Argentina a la Alemania

de Hitler, la Cámara no escapó a la suerte que corrió el resto de las instituciones alemanas en el país:

sufrió la expropiación y luego la anulación de su personería jurídica.

La llegada en 1950 del primer enviado oficial de la Alemania de posguerra, el Ministro Carl

Spiecker, impulsó, un año más tarde, la fundación de una nueva cámara, que absorbería el rema-

nente de la antigua asociación. A partir de allí la entidad se convirtió en uno de los interlocutores

privilegiados en el proceso de recuperación del patrimonio de las empresas argentino-alemanas.

Por otra parte, los años de posguerra trajeron aparejada también la apertura de nuevas áreas

de trabajo. Entre ellas se destacan la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la educación. En 1979,

la Cámara introdujo en el país el sistema dual de formación profesional, basado en el modelo ale-

mán. Éste consiste en un programa para egresados del nivel secundario. Durante dos años los

estudiantes alternan entre bloques teóricos, dictados en el centro de capacitación, y bloques de

formación práctica en distintas empresas, entre las que se encuentran también

grandes multinacionales.

El sistema dual ofrece orientaciones como Técnico en Administración

Industrial,Técnico en Comercio Exterior y Mayorista y Técnico en Asistencia

Gerencial. Los respectivos cursos teóricos se dictan en el Instituto Ballester. La

carrera que otorga el título de Técnico en Mecatrónica se cursa en el Colegio

Un motor para elcomercio bilateralLa Cámara de Industria yComercio Argentino-Alemana

Pag. anterior: pasado y presentese encuentran en la sede de laCámara de Industria y ComercioArgentino-Alemana, en la AvenidaCorrientes. La Cámara se convirtióen un centro de encuentro, quehoy es sede para más de 800miembros. (Foto: AHK / CADICAA)

5150

Hölters. Hasta la fecha, cerca de 1.000 profe-

sionales egresaron de estos cursos, de los cuales

hoy muchos ocupan puestos jerárquicos en

grandes compañías. Desde sus puestos de traba-

jo fomentan un creciente interés tanto por parte

de estudiantes como de empresas para seguir

desarrollando y ampliando este programa.

Otra área de trabajo de la Cámara está

dirigida a los profesionales en actividad. Les

ofrece una gama de seminarios de capacita-

ción con el objetivo de acercarles las últimas

innovaciones en su especialidad a nivel mun-

dial. A su vez, y en una renovada apuesta al

futuro, la entidad ha empezado a actuar en

conjunto con los colegios alemanes: un pro-

grama de pasantías, de charlas informativas

con profesionales y de talleres de inserción

laboral permite a los alumnos del último año

de la escuela secundaria tomar contacto con

la realidad laboral. Una función no menos

ambiciosa, que es estrechar el vínculo entre

las instituciones educativas y el ámbito

empresarial, cumple el concurso intercolegial,

orientado a fomentar el deporte, la música y

la literatura.

Un área en el cual la Cámara de Industria

y Comercio Argentino-Alemana se encuentra

trabajando también fuertemente es la responsa-

bilidad social empresarial (RSE), un tema de

creciente importancia en el mundo de los nego-

cios. En este sentido, se ha asumido el compro-

miso de difundir el concepto de manera más

amplia. En conjunto con las cámaras binacionales de Alemania en Brasil, Paraguay y Uruguay se edita una

publicación, en la que se presentan los ejemplos de empresas que ya realizan labores de RSE. Su contenido se

complementa con los aportes de especialistas en la materia. El objetivo de este tipo de actividades es generar

sinergias entre el mundo empresarial y las asociaciones argentino-alemanas, que llevan a cabo proyectos cul-

turales y sociales; y muchas de las cuales son dirigidas por voluntarios y ad honorem.

Durante el año 2007 se destacaron las iniciativas dentro del sector tecnológico, más específicamente

en las especialidades nanotecnología y biomedicina. Estos esfuerzos, enmarcados en el 150˚Aniversario de

la relaciones bilaterales entre Argentina y Alemania, tienen por meta la transferencia de tecnolo-

gía. Para ello incluso se ha formado un Centro de Transferencia de Tecnología para el Mercosur.

Si bien el mundo ha atravesado numerosos cambios desde 1916, la Cámara de Industria y

Comercio Argentino-Alemana ha sabido nutrirse de las experiencias vividas durante más de nueve

décadas, siempre con la mira puesta en el desarrollo y el crecimiento. La prueba más contundente

de ello es que a los 122 empresarios que se reunieron en los comienzos se les han ido sumando

constatemente nuevos socios. Tal es así, que en la actualidad son alrededor de 800 los miembros

que han construido una amplia red de contactos para la institución, y que ofrecen el ámbito ideal

de encuentro para la intensificación de las relaciones bilaterales entre la Argentina y Alemania.

La Sociedad Alemana de Beneficencia(Deutsche Wohltätigkeits-Gesellschaft - DWG)

El primer antecedente de la Sociedad Alemana de Beneficencia, Deutsche

Wohltätigkeits-Gesellschaft (DWG, por su sigla en alemán), se remonta al año 1825, en

que se constituye como la primera entidad alemana sin fines de lucro de la Argentina,

según reporta Josef Winiger en sus Historias de los Alemanes en las Provincias Unidas del

Río de la Plata. En 1850, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas le prohibió a la DWG su

actividad. Fue durante la Primera Guerra Mundial, siendo notable el deterioro de la situa-

ción de muchos alemanes y sus descendientes que vivían en la región, debido a que muchos

fueron echados de sus empleos y nuevos inmigrantes llegaban a diario desde Europa, que se

hizo imperioso organizar la ayuda. El 1° de marzo de 1916 varias personalidades y organi-

zaciones decidieron unir sus fuerzas, constituyendo nuevamente la Sociedad Alemana de

Beneficencia DWG, la cual obtuvo su personería jurídica el 23 de abril de 1917. Una de las

principales tareas de la DWG fue conseguir empleo para los desocupados y atender a quie-

nes no lo obtenían, a los pobres, ancianos, enfermos y a los que habían huído de las gue-

rras. Hoy, entre las actividades destacadas de la sociedad figuran el gerenciamiento del

Hogar de Mayores Los Pinos, el apoyo al Hogar de Niños María Luisa, y la cooperación

con la Asociación Alemana de Asistencia al Enfermo de Lepra y Tuberculosis.Su objetivo es

combatir dichas enfermedades en la región y asistir a los sectores más necesitados en

varias provincias y en el conurbano de Buenos Aires.

Arriba: el ex canciller de la República de Weimar, Hans Luther, conmiembros del directorio de la Cámara de Comercio Alemana, el 28 deoctubre de 1926, en Buenos Aires.

Abajo: reunión de la Comisión Mixta Argentino-Alemana el 30 de agos-to de 1979, en Buenos Aires. (Fotos: AHK / CADICAA)

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En 1917 la Primera Guerra Mundial estaba en pleno desarrollo. La

Argentina se mantenía neutral, lejos de la destrucción y el horror que

causaba el primer conflicto a escala global. La relación bilateral con la

Alemania imperial de Guillermo II se desarrollaba en un ámbito de cordial respeto. A diferencia de lo

que ocurriría dos décadas más tarde, la comunidad alemana en la Argentina sólo sufría aislados efec-

tos negativos a causa de la guerra. Sin embargo, a principios del año mencionado los aires cambiaron.

El 4 de abril de 1917, frente a las islas Scilly (Islas Sorlingas), a pocas millas de la costa sur de

Inglaterra, un submarino alemán hundió la goleta Monte Protegido, de bandera argentina. El barco

llevaba un cargamento de lino con destino al puerto holandés de Rotterdam. Según se pudo compro-

bar después, la tripulación entera provenía de Noruega, un país tan neutral en ese momento de la con-

tienda como la Argentina. La protesta del gobierno argentino ante el gobierno alemán por la ofensa a

la soberanía fue respondida con el argumento de que el barco había zarpado antes de declararse la

guerra submarina sin restricciones.

¿Qué era aquéllo? Alemania había declarado en enero de 1917 la guerra submarina irrestricta y

había procedido a bloquear los puertos atlánticos de Gran Bretaña y

Francia y los de parte del mar Mediterráneo. Más tarde, el 2 de

febrero, Alemania le había comunicado a los países neutrales que

evitaran enviar sus barcos a las zonas sometidas a bloqueo ya que

serían hundidos sin previo aviso.

Tras el episodio, el Secretario de Estado de Guillermo II,

Arthur Zimmermann, le aseguró al gobierno de Hipólito

Yrigoyen que se repararía el daño causado. Alemania cumplió

después de la guerra: el 22 de septiem-

bre de 1921 a bordo del acorazado

Hannover se izó la bandera argentina

bajo los acordes del himno nacional.

Pero a pesar de que la respuesta

alemana le permitió al Presidente

Yrigoyen seguir asegurándole a la

Argentina una posición equidistante

respecto de los bandos de guerra, el

Al borde de la guerrapor un telegramaDe asnos y rufianes:el incidente Luxburg

Pág. anterior: el incidente se originóen el tercer año de la Primera GuerraMundial. Las revelaciones en base alos telegramas secretos del represen-tante alemán en Buenos Aires, Karlvon Luxburg, enardecieron la opinionpública argentina.

Derecha: la respetada revista de infor-mación, Caras y Caretas, caricaturizó alos protagonistas del caso. (Fotos:Nico Pérez / Originales gentilezaMuseo Histórico Sarmiento).

daño estaba hecho. El 14 y 15 de abril en el centro de Buenos

Aires se multiplicaron los incidentes de violencia. Un grupo de

jóvenes simpatizantes con la posición aliada –Inglaterra,

Francia, EE.UU.– saquearon negocios alemanes y las dependen-

cias del Club Alemán. Lo mismo ocurrió en la legación alemana

y en las oficinas de los diarios alemanes de la época.

La relación entre ambos países empeoró aún más pocos

meses después. El 22 de junio de 1917 un submarino alemán

hundió a otro buque de bandera argentina, el vapor Toro, a 84

millas al Sudoeste del Cabo Espartel, antes de llegar a Gibraltar.

El barco tenía como destino el puerto italiano de Génova. Su

carga: carne congelada, cueros, lana, grasas, tanino.

Tras este nuevo hundimiento se incrementaron las presiones,

tanto internas como externas. Se le exigía a Yrigoyen que rompie-

ra de forma definitiva con Alemania. Su gobierno se limitó, en

cambio, a exigir la reparación por el daño sufrido y a demandar

“la seguridad de que el gobierno alemán respetará en lo sucesivo

a los barcos argentinos en su libre navegación de los mares.”

Más allá de argumentar que el Toro había entrado en la zona

de exclusión y que se dirigía con “mercancía de contrabando” a

una de las bases británicas más fuertes de la región, Berlín acce-

dió a los requerimientos del mandatario argentino. Otra vez, pro-

metió reparar al país y reconocerle a la marina argentina la liber-

tad de navegar los mares según las normas del Derecho

Internacional. En tal sentido, le aseguró “una actitud acorde de parte de su Marina de Guerra.”

Fue en ese contexto que salieron a la luz cerca de 400 telegramas que el Embajador alemán

Luxburg había estado enviando a sus jefes en Alemania. Los telegramas habían sido filtrados desde

las embajadas aliadas. En un tono claramente distinto del que usaba oficialmente en la relación con

el gobierno local, Luxburg recomendaba mantener una posición pragmática respecto de la Argentina.

Aconsejaba que, en caso de no poder evitarse, los barcos argentinos fueran “hundidos sin dejar ras-

tros”. Más directo que pragmático, calificaba allí al Ministro de Relaciones Exteriores argentino,

Honorio Pueyrredón de “notorio asno y anglófilo”.

También le tocaba su parte al mismísimo Yrigoyen. El representante alemán calificaba al presi-

dente argentino nada menos que de rufián.

Buenos Aires respondió a Luxburg en lenguaje diplomático: le entregó su pasaporte y lo

declaró persona non grata. Esto equivalía a una expulsión del ministro alemán. No obstante, no se

produjo la ruptura de relaciones, a pesar de que el Congreso de la Nación había aprobado dos

resoluciones que recomendaban la interrupción. La Argentina se mantuvo neutral hasta el fin de

la Primera Guerra Mundial.

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Hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, elpuerto de Buenos Aires había sido un lugar de pre-ferencia para la marina alemana. Entre los visitan-tes estuvo también el crucero Strassburg, en 1914.(Foto: AGN)

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La ironía de Caras y Caretas superaba todas lasbarreras. En la mejor tradición de las revistas deinformación modernas, el medio utilizó el humorcomo telón de fondo para informar sobre el desarro-llo de un incidente que estuvo a punto de llevar a laArgentina a la guerra. (Fotos: Nico Pérez / Caras yCaretas, gentileza del Museo Histórico Sarmiento)

La eterna lucha con elGenitiv, Dativ y Akkusativ

Página anterior: alumnos del Instituto Ballester, delantedel edificio en la Calle Colón / Esq. San Martín.

Derecha: el plano del primer edificio del Instituto Ballester,en la calle Lacroze 133. (Fotos: Instituto Ballester)

“Mi destino es la lengua castellana. El bronce

de Francisco de Quevedo. Pero en la noche

caminada me exaltan otras músicas, más ínti-

mas. Alguna me fue dada por la sangre –o voz

de Shakespeare y de la Escritura–; otras por el azar, que es dadivoso. Pero a tí, dulce lengua de

Alemania, te he elegido y buscado, solitario. A través de vigilias y gramáticas, de la jungla de las

declinaciones, del diccionario, que no acierta nunca con el matiz preciso, fui acercándome. (…) Hoy,

en la linde de los años cansados, te diviso. Lejana como el álgebra y la luna”.

Nada menos que Jorge Luis Borges atestiguó con estas líneas la especial relación que lo unía al

idioma alemán. El gran autor argentino confirmaba así, en su obra El oro de los tigres (1972), el temor

de tantos otros que intentaron emularlo: tratar de dominar el idioma de Goethe, Schiller y Brecht puede

llevar toda una vida. No obstante, son hoy cerca de 19.000 los alumnos que lo hacen en alguna de las

escuelas que pertenecen a la Comunidad de Trabajo de las Asociaciones Escolares Argentino-Alemanas

(Arbeitsgemeinschaft Deutscher Schulen in Argentinien).

Pero, más allá del fuerte dolor de cabeza que puede causar el estudio de la lengua germana a los

alumnos, el modelo educativo alemán ha tenido un papel central en las relaciones bilaterales. Se con-

virtió en uno de sus más importantes protagonistas, especialmente en lo que se refiere a la creación y

fundación de instituciones alemanas.

La primera escuela alemana en la Argentina comenzó a funcionar en 1840. Casi veinte años

antes de que se firmara el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre la Confederación

Argentina y el Reino de Prusia y los restantes Estados de la Unión Aduanera, Katharina Keppel fundó

un colegio dominical. Su objetivo: enseñar religión y escritura en alemán.

Con el tiempo, la educación con sello germano fue ganando adeptos en la

sociedad argentina. Uno de los más interesados en la materia fue

Domingo Faustino Sarmiento, quien en 1866, cuando era

Ministro de Educación, le confesó al enviado del

rey de Prusia: “Por su modelo para

El auge de las escuelas alemanasen la Argentina se convirtió en unpilar de las relaciones bilaterales

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una educación popular, la humanidad tiene

una eterna deuda con Alemania.”

La Argentina supo aprovechar ese

modelo: Sarmiento impulsó la contrata-

ción de varios educadores alemanes, entre

ellos, el cuerpo de profesores de la primera

Facultad de Ciencias de la Universidad de

Córdoba. Sin embargo, el impulso no fue

bien percibido hasta los últimos años del

siglo XIX. Su efecto duró hasta poco antes

de la Segunda Guerra Mundial y consistió

en el establecimiento de gran parte de las

escuelas germano-argentinas, que aún

están en funcionamiento.

En 1893 se creó la Escuela

Alemana de Barracas. En 1895 le siguió

la Escuela para Niñas, que, junto a la

Belgrano Schule, fundada en 1897, conformaría luego la Goethe-Schule de la actualidad. Sólo un

año más tarde abría sus puertas la Escuela Alemana de Quilmes.

A principios de siglo el sistema alemán de educación dejaba además otra herencia que trascende-

ría el ámbito de la escuela primaria. El Ministro de Justicia e Instrucción Pública del gobierno de

Manuel Quintana, Joaquín V. González, creó en 1904 el Seminario Pedagógico, que más tarde se con-

vertiría en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario. Su función: preparar a los profesores de

enseñanza superior. González le confió al alemán Wilhem Keiper la dirección de los seminarios y del

programa de enseñanza. Para que lo acompañaran convocó a un grupo de expertos de Alemania. Esos

docentes alemanes trabajaron hasta 1916 en el Instituto y establecieron allí la primera base de la

formación pedagógica argentina.

Mientras tanto, el impulso fundacional de escuelas germano-argentinas no se detenía. En 1907 se

fundaba la Deutsche Schule Bariloche, que en 2007 festeja su primer siglo de vida. En 1910 le seguía

la Humboldt-Schule, y en 1912 la Escuela Alemana en Dock Sud. Su objetivo era educar a los hijos

de los inmigrantes alemanes que trabajaban en la compañía de electricidad del puerto. A esos institu-

tos se sumaban escuelas con materias en alemán en todas las grandes ciudades argentinas como

Rosario, Bariloche, Córdoba y Mendoza.

En los años de la Primera Guerra Mundial se interrumpió el interés por este tipo de enseñanza,

pero con la fundación del Instituto Ballester en 1922 se retomó el contacto. Le siguieron el Colegio

Lanús Oeste (1925), la Escuela de Munro (1928) y en 1934, ya en los albores de la Segunda Guerra

Mundial, que dividiría también a la colonia alemana, la Asociación Cultural Pestalozzi.

Según datos de 2006 relevados por la Comunidad de Trabajo de las Asociaciones Escolares Argentino-

Alemanas (Arbeitsgemeinschaft Deutscher Schulen in Argentinien), actualmente funcionan cerca de 26

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escuelas e instituciones que integran enseñanza en alemán y español. La mayor parte de estas escuelas tam-

bién fue fundada por inmigrantes alemanes. Sin embargo, su público ha ido cambiando a lo largo de los

años. Si los escolares de antaño eran directa descendencia alemana dentro del alumnado de hoy en día sólo

una minoría desciende de alemanes. Más que el deseo de conectarse con la cultura de los antepasados, es

la calidad de la enseñanza, la que atrae a familias de apellidos italianos, españoles o suecos.

El gobierno argentino les exige a todas que se ajusten a los programas de enseñanza elaborados

por el Ministerio de Educación. No obstante, les otorga -particularmente en los últimos años- un

mayor espacio y margen para ofrecer contenidos en alemán. Una parte no menor de los fondos para

hacer posible tal misión proviene todavía de Alemania. Cerca de 20 escuelas reciben hoy apoyo finan-

ciero directo desde Berlín. El gobierno alemán aporta al sistema de escuelas germano-argentinas

cinco millones de Euros por año. Entre los centros de estudios más importantes se destacan cinco

escuelas: Instituto Primo Capraro en San Carlos de Bariloche, Instituto Ballester, Colegio Goethe,

Escuela Hölters y Colegio Pestalozzi.

Instituto BallesterEn ocasión de su 85° aniversario el Instituto Ballester celebra el aporte brindado para el encuentro entre

las culturas alemana y argentina. Desde sus comienzos el Instituto Ballester ha crecido en sus dos sedes de Villa

Adelina y Villa Ballester. En la actualidad cuenta con más de 1.700 alumnos.

La escuela se define como una institución multicultural, que brinda a sus alumnos- desde el Nivel Inicial

hasta el Centro de Capacitación Profesional- una educación integral bilingüe de excelente nivel académico. En

concordancia con este espíritu, el Instituto Ballester ofrece a los alumnos del Polimodal la posibilidad de optar

por el Programa del Bachillerato Internacional para acceder al Diploma de Bachiller Internacional Bilingüe, que

los habilita para ingresar a universidades muy prestigiosas en todo el mundo.

El Centro de Capacitación Profesional, reconocido tanto por las autoridades educativas argentinas como alema-

nas, es un programa dual que conjuga capacitación teórica en la institución con experiencia laboral en las empresas.

Además cuenta con la participación y el apoyo de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana (CADICAA).

Una típica mañana escolar en la década de 1930. Para entonces, muchos cole-gios argentino-alemanes ya contaban con medios de transporte propios.Aquí, tres alumnas de lo que es hoy el Colegio Goethe. (Foto: Fam. Heinlein)

El complejo del Instituto Ballester en San Martín 444. (Foto: Instituto Ballester)

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Escuela HöltersCreada en 1931, la Escuela Hölters fue fruto de la inquietud del inmigrante y profesor alemán Hermann

Hölters, quién estableció un internado en la localidad de Villa Ballester, Provincia de Buenos Aires, y fundó en

ese año la escuela que hoy lleva su nombre.

Son sus objetivos la formación de personas libres, capaces de elegir y actuar con responsabilidad y autono-

mía en un clima de libertad, respeto y autenticidad. Esto permite a todos sus miembros crecer en la creativi-

dad, desarrollando conductas democráticas, solidarias y respetuosas del medio ambiente, promoviendo la inser-

ción de la Argentina en la cultura internacional.

La institución tiene una sede en la calle Libertad, donde funcionan el Jardín de Infantes y la Educación

Primaria Básica, y otra sede en la calle Independencia, donde desarrollan sus actividades la Educación

Secundaria Básica y los Polimodales, cuyos alumnos egresan con los títulos de: Bachiller Polimodal en

Economía y Gestión, en Humanidades y en Ciencias Sociales, Ciencias Naturales y Bienes y Servicios con

Trayectos Técnicos Preferenciales en Electrónica (TTP).

En 2006 se inició junto con la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana el programa de capa-

citación dual en Mecatrónica (Mecánica y Electrónica). El curso de dos años de duración incluye módulos de

capacitación teórica, que se alternan con la práctica dictada en las empresas argentino-alemanas adheridas.

Colegio GoetheEl centenario Colegio Goethe, fundado en 1897 como escuela de varones, respondió a la necesidad de

la colectividad alemana, que por entonces contaba sólo con el colegio parroquial protestante en el centro

de Buenos Aires. Se inició con sólo ocho alumnos, pero creció rápidamente. En 1907 se fusionó con la

escuela de señoritas de la Srta. Liebau y pasó a ocupar su histórico edificio en la calle Virreyes (hoy José

Hernández). Para 1922 el colegio contaba con planes de estudio alemanes y con el permiso de otorgar el

título de bachillerato alemán (Abitur). En 1927 se fusionó con la Germania Schule, y en 1931 adoptó el

nombre Goethe Schule.

Los avatares de la Segunda Guerra Mundial originaron la confiscación y el cierre del colegio. Pero en

1950 volvió a funcionar al fundarse la Norte Schule en Martínez. Nueve años más tarde egresaban nuevamen-

te bachilleres argentinos hasta que en 1960 el gobierno argentino devolvió el edificio de Belgrano. En 1962 se

recibieron nuevamente bachilleres alemanes. Finalmente, y gracias a la colaboración del gobierno alemán y el

esfuerzo de la comunidad de padres, el colegio se mudó en 1989 a su nueva sede en San Isidro. Allí logró uni-

ficar su propuesta escolar y ofrece hoy educación en los niveles de Jardín de Infantes, Educación General

Básica (EGB) I y II y Educación Polimodal a 1414 alumnos.

El complejo de la Escuela Hölters, en la calle Independencia. (Foto: Escuela Hölters)El nuevo edifico del Kindergarten del Colegio Goethe, en Lomas de San Isidro. (Foto: Nico Pérez)

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Colegio PestalozziEl Colegio Pestalozzi es parte de la Asociación Cultural Pestalozzi, una organización sin fines de lucro, fun-

dada en 1934 por Ernesto Alemann, editor del diario liberal Argentinisches Tageblatt, y, entre otros, por el

industrial Alfredo Hirsch, con el objetivo de crear un lugar de educación libre y humanista en clara oposición a

la ideología imperante en esa época en Alemania.

A 73 años de su creación, los valores fundacionales del Colegio Pestalozzi siguen arraigados y vigentes. Su

objetivo es brindar una formación de excelencia, en la que se articulan los valores humanistas, pluralistas y soli-

darios con los perfiles científico-técnicos requeridos por los desafíos de la época. Cultura, humanismo y tecnolo-

gía constituyen así el pivote estratégico de su misión. Bajo el lema de encuentro de culturas se propone que el

alumno ponga en práctica la comprensión y aceptación de la diversidad, la tolerancia, el contacto respetuoso, la

solidaridad ante las desigualdades y la solución pacífica de los conflictos que puedan manifestarse.

El Colegio Pestalozzi, situado en el barrio de Belgrano, tiene en la actualidad 995 alumnos y cuenta con

nivel inicial, primario y secundario. Sus alumnos egresan con el título de bachilleres bilingües en Ciencias y

Letras y también pueden cursar el Bachillerato Internacional Bilingüe.

Instituto Primo Capraro (San Carlos de Bariloche)

“Más tarde visité la escuela alemana, donde me esperaba una docena de inmigrantes alemanes, gente de

la misma estirpe que yo había visto en mi país y que yo tanto quería. Me sorprendió ver en este pequeño esta-

blecimiento que junto al retrato del emperador Guillermo había uno de Lutero, a pesar de que un tercio de los

alemanes eran católicos. Los sentimientos nacionales habían cedido frente a los religiosos y Lutero había sido

aceptado como un representante más de los grandes pensadores alemanes que querían que sus hijos recuerden.

También había en esta escuela una buena biblioteca, cuyos libros eran, naturalmente, todos alemanes. Era la

única biblioteca del pueblo.”

Resulta una de las tantas ironías de la historia que fuera justo un ex presidente norteamericano el que, a

sólo un año de la Gran Guerra, resumiera con estas pocas palabras el tipo de enseñanza que la Deutsche

Schule Bariloche (hoy Instituto Primo Capraro), intentó fomentar desde sus inicios.

Claro que, para cuando Theodore Roosevelt la visitó, la escuela no era más que un galpón. Un maestro, un

aula y quince alumnos con sus padres con más ambición que recursos, trataban de preservar aquí algo de la

cultura alemana en un entorno que todavía tenía muy poco de urbano.

Quizás fue esa ambición la que despertó la admiración de quien había sido uno de los personajes más

importantes de su época. Roosevelt –quien no fue pariente de Franklin Delano Roosevelt (FDR)– viajó a la

Patagonia en 1913.Tras dejar la presidencia en 1909, pensaba disfrutar aquí de uno de sus más queridos

pasatiempos: la vida silvestre y las actividades al aire libre como la caza y la pesca. Pero, según delatan sus

memorias, entre las experiencias que más recordaría figuró también la visita a esta institución de educación

alemana, que en 2007 festeja su primer centenario.

Fundada el 20 de enero de 1907 como Deutsche Kirchen- und Schulgemeinde, la pequeña escuela ale-

mana del Nahuel Huapi enriqueció desde sus comienzos la incipiente vida cultural de este, por entonces

apartado, rincón del planeta. La cantidad reducida de alumnos en las primeras décadas de su existencia es

un reflejo del lento crecimiento de la aldea y la situación económica de sus habitantes, que, en palabras de

uno de los hijos del maestro Lührs, muchas veces pagaban con leña, leche y queso la enseñanza de sus hijos.

En 1927 la escuela tiene como director y maestro al escritor Max Tepp, cuya estadía en la región influyó

fuertemente en su obra posterior. Libros como Tanahuen, la indiecita del Nahuel Huapi (Die Indianerkinder

in der Löwenhöhle, 1933), que relata las andanzas de dos niños indígenas en la zona del Nahuel Huapi, y

Árboles y Arbustos de la Cordillera Patagónica (Bäume und Blumen am Nahuel Huapi, 1936) pretendían

acercar a los alumnos de las escuelas germano-argentinas a su entorno americano. Todavía hoy su lectura

conmueve a niños y jóvenes.

En los años 1944 y 1945 una nueva guerra mundial, que termina en lugares lejanos, arroja su sombra

sobre la pequeña escuela alemana del pueblo y ésta cierra sus puertas mediante el Decreto 7032 del

Gobierno Nacional.

El Colegio Pestalozzi, en el barrio de Belgrano, instruye hoy a 995 alumnos. (Foto: Nico Pérez)

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Un año de intercambio - Nico de Pro

En su año de intercambio enAlemania, Nico de Pro no sequiso perder la oportunidad derendirle homenaje a uno de losgrandes protagonistas de laamistad argentino-alemana:Juan Manuel Fangio.

Su estatua se ubica enfrente delnuevo Museo Mercedes, enStuttgart. Una réplica se encuen-tra también ante el edificio de laempresa en Buenos Aires.(Fotos: gentileza fam. de Pro)

La Deutsche Schule (Instituto Primo Capraro) en San Carlos de Bariloche. (Foto: Inst. Primo Capraro)

Pero los antiguos habitantes de habla alemana junto con una nueva inmigración, que atraída por las belle-

zas del lugar y las oportunidades económicas llega a partir de la década del 30 y continúa llegando hasta

entrada la década del 60, vuelven a fundar la escuela en 1953. Remontándose a los comienzos de la historia

europea de la región, eligen como nombre el del pionero italiano Primo Capraro, quien, casado con una alema-

na, Rosa Meier, fuera uno de los pilares en la dura etapa inicial de la historia de la escuela. Y como si crecer

al ritmo de la ciudad fuese su destino, la escuela alemana inauguró en 1980 el nivel secundario y en 1993 el

nivel terciario. Los pocos alumnos de habla alemana de comienzos del siglo XX se convierten hacia fines de

siglo en más de 1.000 alumnos de los más diversos orígenes, inaugurando una nueva y fascinante etapa en la

transmisión de cultura alemana en este rincón del planeta.

En el año 2006 el Instituto Primo Capraro abre un espacio para el aprendizaje de su propio pasado en

relación al caso Priebke, y proyecta la película-documental Pacto de Silencio con la presencia de su director,

Carlos Echeverría, con el objetivo de mostrar a la opinión pública que trata el pasado en forma responsable y

con orientación al futuro. Con el legado de estos cien años de historia la escuela alemana, hoy Instituto Primo

Capraro, busca aprovechar la herencia de sus fundadores: ser un puente entre las culturas. Para ello, y a través de

un constante contacto con Alemania en forma de capacitaciones docentes, intercambios estudiantiles y un amplio

programa de pasantías, los docentes han creado un entorno de aprendizaje innovador, en donde aprender es debatir

ideas, reflexionar críticamente, ser tolerante ante las diferencias y solidario con las necesidades de la comunidad,

aprender con todos los sentidos, trabajar en equipo y ser abierto hacia otras culturas.

Lejos quedó esa primera etapa de la escuela fundada por padres alemanes para mantener su cultura euro-

pea. “Con nuestra lengua desaparece o permanece nuestra identidad alemana”, decían los colonos. Hoy, con

una nueva identidad en marcha, la escuela es consciente de que cada idioma aprendido nos abre un nuevo

mundo, enriquece nuestras percepciones, establece nuevos vínculos hacia nuevas culturas y aumenta nuestras

posibilidades profesionales. La identidad europea del Instituto Primo Capraro cumple hoy una función no tan

alejada de la de sus inicios, que es la de enriquecer una comunidad con diversidad cultural.

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El mecenas intelectual

Nacido en Buenos Aires, Félix José Weil (1898-1975) era el heredero natural de la compañía

cerealera Weil Hermanos, de considerable gravitación en el mercado internacional de granos entre 1890

y 1920 junto con Bunge y Born y Louis Dreyfus. Su padre Hermann Weil (1868-1927) fundó la firma

con sus hermanos en Buenos Aires. Provenía del mercado triguero alemán de la ciudad Mannheim al

igual que su competidor, Alfredo Hirsch, gerente general de Bunge y Born. Hermann Weil modernizó el

mercado argentino de trigo, al introducir la medida del gluten, el peso de 78 kilogramos para 100 litros

de trigo y un porcentaje máximo garantizado de otros elementos. Así, el trigo argentino se integró al

mercado internacional. La compañía cerealera Weil Hermanos fue disuelta en la década de 1920.

Antes de la Primera Guerra Mundial, Hermann Weil se trasladó a Berlín donde frecuentó al

Kaiser, Guillermo II, y fue Consejero del Gobierno Imperial durante la guerra. Influyó en el Kaiser

para que en el frustrado acuerdo de paz con Gran Bretaña, ésta le cediera a Alemania las Islas

Malvinas, cuyo destino posterior habría sido el traspaso a la Argentina.

Hermann Weil dispuso que su hijo Félix, tras pasar su niñez en Buenos Aires, estudiara en un colegio

secundario y en una universidad alemana. En la Universidad de Tübingen, Félix Weil se acercó a las corri-

entes filosóficas del marxismo histórico. Ajeno a los negocios, convenció a su padre de que, en 1924, dotara

a su Instituto de Investigaciones Sociales en la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Frankfurt a. M.

con un aporte que asegurara su funcionamiento. El Instituto atrajo a intelectuales de la misma orientación

que Félix Weil, entre ellos a Georg Lukács, Karl Korsch, Karl August Wittfogel, Friedrich Pollock, Max

Horkheimer,Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Erich Fromm, Leo Löwenthal y Walter Benjamin.

Tras el asalto del nazismo al poder, el Instituto continuó su actividad en Nueva York y se

reestableció en Frankfurt en 1950. Félix Weil, residente en los Estados Unidos, mantuvo el contacto

con su creación. A partir de la revuelta estudiantil de París, en 1968, la llamada Escuela de

Frankfurt (Frankfurter Schule), ejerció una influencia significativa en el ideario de la época, en par-

ticular mediante Herbert Marcuse, portaestandarte del marxismo.

Por su parte, Félix Weil, después de su doctorado con el profesor Adolph Weber en la Universidad de

Frankfurt en 1920, regresó a Buenos Aires, donde observó las condiciones del movimiento sindical argentino.

Weil fue amigo personal de quienes forjaron la política económica argentina en los años 30,

encabezados por Raúl Prebisch, Ernesto Malaccorto y Máximo J. Alemann. Fue consultado para la

redacción del decreto reglamentario de la ley sobre el impuesto a los réditos, actualmente impuesto a las

ganancias, al que contribuyó con sus conocimientos sobre los mercados de granos.

Ya retirado en los Estados Unidos, Félix Weil publicó en 1944 un libro sobre la

Argentina bajo el título en inglés Argentine Riddle, en el cual describe al país y sus

problemas, siempre enigmáticos para los extranjeros. En los últimos años de su

vida, Weil fue testigo de la influencia que la escuela de pensamiento que había sido

creada gracias a su mecenazgo ejerció entre los intelectuales rebeldes de Europa y

de los Estados Unidos.

Félix Weil

Pág. anterior: Miembros delgrupo que frecuentaba Félix Weil(de pie, 2º de la der.). Entre ellosFriedrich Pollock (de pie, 2º de laizq.) y Georg Lukács (de pie, 4ºpor la izq.) (Foto: gentileza Institutfür Sozialforschung Frankfurt)

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El Instituto Ibero-AmericanoEl Instituto Ibero-Americano Fundación

Patrimonio Cultural Prusiano (Ibero-

Amerikanisches Institut Preussischer

Kulturbesitz) representa un ejemplo único de continuidad institucional al servicio del intercambio

científico e intercultural con Iberoamérica. Estrechamente vinculado a la Argentina desde su origen,

es también un importante actor en las relaciones bilaterales. Cuando en 1927 el erudito argentino

Ernesto Quesada, quien a lo largo de su vida había construido sólidos vínculos académicos y persona-

les con Alemania, donó su biblioteca particular de más de 82.000 volúmenes a Prusia, Estado de la

entonces República de Weimar, acompañó tal obsequio con una condición no menor: los libros deberí-

an servir como simiente de una institución encargada de cultivar las relaciones intelectuales entre

Alemania y América Latina.

El Instituto Ibero-Americano (IAI) fue inaugurado en Berlín, el 12 de octubre de 1930. Su pri-

mer director fue Otto Boelitz, ex-Ministro de Cultura y Educación de Prusia. Los planes elaborados

para la institución preveían el establecimiento de departamentos divididos por países y dirigidos por

especialistas de diferentes disciplinas, que realizarían tareas de investigación y llevarían adelante un

programa de publicaciones. Entre las actividades figuraba, además, el apoyo a los artistas y científicos

latinoamericanos residentes en Alemania.

Pero, como tantas otras instituciones de la época, también los primeros pasos del IAI se vieron res-

tringidos tanto por los problemas presupuestarios derivados del derrumbe económico de esos años, como

por el terror del nacionalsocialismo. En 1934, Wilhelm Faupel, un general retirado que había actuado

como asesor militar en la Argentina y en Perú, se hizo cargo de la conducción. Durante su gestión el IAI

actuó al servicio del régimen nazi. Produjo escritos

propagandísticos para el exterior y mantuvo estre-

chas relaciones con grupos simpatizantes. No obs-

tante, el trabajo científico y bibliotecario continuó

desarrollándose con relativa

autonomía en forma paralela

a la estrategia de Faupel.

Finalizada la guerra, el

Instituto pudo sobrevivir

como Biblioteca

Latinoamericana, bajo la

conducción de las autori-

dades municipales de

Investigación, información,ciencia y cultura desde Berlín

Pág. anterior: la Villa Siemens,ubicada en el barrio deLankwitz, Berlín, fue la segundasede –de 1942 a 1976– delInstituto Ibero-Americano, queademás es parte de laFundación Patrimonio CulturalPrusiano, desde 1962.

Derecha: el primer director delInstituto, Otto Boelitz, desempacacon sus colaboradores los librosque llegaron de la Argentina, en1930. (Fotos: IAIPK)

Berlín. Su nombre reflejaba la restricción de sus funcio-

nes a las de una biblioteca especializada. Sin embargo,

pronto comenzaron a revitalizarse las actividades científi-

cas y el intercambio cultural, y en 1954 el IAI volvió a

alcanzar resonancia pública con la exposición Argentina

en el libro y la imagen. Finalmente, al cabo de cuatro

años, el Instituto logró recobrar su nombre original cuan-

do fue incorporado a la Fundación Patrimonio Cultural

Prusiano y se transformó en el IAIPK actual.

En la actualidad la institución constituye el princi-

pal centro de información sobre América Latina,

España y Portugal para los países de habla alemana.

Además, cuenta con la mayor colección europea de

materiales sobre la región, gracias al trabajo continuo a

lo largo de más de setenta y cinco años de completar y

actualizar sus existencias por medio de compras, canjes

y donaciones. No obstante, su característica principal

sigue siendo la integración de servicios de biblioteca,

actividades culturales y tareas de investigación. Los

volúmenes sobre la Argentina incluyen, por ejemplo,

59.000 libros publicados en Buenos Aires, más de

3.400 revistas en total, incluidas 563 suscripciones

activas, 8.000 mapas, 2.500 grabaciones de sonido y

más de 220 videos y DVDs. En la biblioteca se guardan

colecciones únicas como la Biblioteca Criolla, un conjunto de más de 2.000 folletos de literatura popular

argentina (1880-1920), reunidos por Robert Lehmann-Nitsche, y una colección de más de 120 revistas

argentinas de teatro. A ello se suman importantes legados documentales vinculados con la Argentina, entre

los que se destaca el de Roberto Arlt y los archivos del Argentinisches Tageblatt. Los materiales de la

biblioteca no sólo son accesibles en Berlín, sino también en el resto de Alemania y en el extranjero a través

del servicio de préstamos interbibliotecarios o del servicio de suministro directo de documentos SUBITO.

El interior de la sede actual. El IAIPK se mudó en 1977 a estemoderno edifico ubicado en la Potsdamer Straße, en el centrode Berlín. Los usuarios cuentan allí con las más avanzadastecnologías para su trabajo de investigación. (Foto: IAIPK)

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Desde una perspectiva más general, las investigaciones llevadas a cabo en el IAIPK se centran en

dos temáticas: “Las relaciones entre Europa y América Latina en el pasado y en el presente” y

“Construcciones de identidad en América Latina: estrategias de diferenciación y apropiación”. Para

el caso argentino, los trabajos incluyen investigaciones sobre la circulación de conocimientos entre

Alemania y la Argentina, sobre la construcción de la identidad de los inmigrantes de origen alemán

en la Argentina y sobre las relaciones bilaterales.

En el contexto de la cooperación científica el IAIPK organiza regularmente coloquios científicos,

simposios y congresos internacionales. Cuenta, además, con un programa de becas, que permite apo-

yar de ocho a diez proyectos por año para que los investigadores del exterior puedan acceder a los

volúmenes y a las colecciones que se conservan en Berlín.

Las investigaciones realizadas en el IAIPK se reflejan en una oferta de publicaciones. Entre ellas

figuran las series Biblioteca Ibero-Americana y Biblioteca Luso-Brasileira, que están dedicadas a los

estudios monográficos y multidisciplinarios. Por su parte, las Ibero-Analysen, contienen informaciones

de actualidad sobre la evolución política, económica, social y cultural de la región. Sin olvidar a las

Ibero-Bibliographien, que ofrecen selecciones bibliográficas, y la serie Ibero-Online.de, en la que se

publican conferencias y aportes a coloquios en el IAIPK. La oferta se completa con la edición de tres

publicaciones periódicas: la revista Iberoamericana. América Latina–España–Portugal (literatura,

historia y ciencias sociales), el anuario Indiana (estudios sobre los pueblos, los idiomas y las culturas

indígenas de América del Sur y Mesoamérica) y la Revista Internacional de Lingüística

Iberoamericana (aportes sobre los idiomas ibéricos y criollos).

Por su parte, el centro cultural del Instituto desarrolla un programa de eventos culturales, que

incluyen veladas literarias, exposiciones, cine, simposios y conferencias. Un hito en ese sentido fue la

realización del Festival Berlín-Buenos Aires en 2004, que celebró los diez años de hermanamiento

entre las capitales de la Argentina y Alemania. Coordinado por el IAIPK y contando con la partici-

pación de numerosas instituciones y artistas de Buenos Aires y Berlín, el evento presentó un abanico

de actividades integradas en un programa de reflexiones cruzadas, logrando así una amplia repercu-

sión en ambas metrópolis simultáneamente.

Es, por lo tanto, mediante esta combinación única entre centro de información, de investigación y

de cultura que el Instituto se propone seguir actuando también en este nuevo siglo XXI para poder

cumplir con el legado de Ernesto Quesada: ser catalizador del diálogo entre la Argentina y Alemania.

Los medios reflejan los signos vitales

de la comunidad. En tal sentido se

puede decir que a principios del siglo

XX la comunidad alemana en la

Argentina gozaba de excelente salud.

El Deutsche La Plata Zeitung

informaba desde 1884 sobre los acontecimientos más importantes de la Alemania imperial. Cinco

años después de su aparición le siguió otro diario con una línea más liberal, el Argentinisches

Tageblatt, fundado por el inmigrante suizo Johann Alemann. No obstante, la realidad política europea

no tardó en profundizar las diferencias entre ambas publicaciones.

Rápidamente el La Plata Zeitung comenzó a ser percibido como el órgano por excelencia para los

alemanes que residían en la Argentina y se identificaban con los ideales de la Alemania imperial de

Bismarck y de Guillermo II. Por su parte, el Tageblatt –como lo llaman sus lectores hasta el día de

hoy– mantuvo la línea progresista de sus fundadores. No se ocupaba sólo de temas alemanes, sino que

comentaba incluso, críticamente, la actualidad política argentina. En poco tiempo los dos diarios se

convirtieron en los líderes de opinión de una comunidad que crecía.

Las diferencias quedaron en suspenso con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Tanto el

Deutsche La Plata Zeitung como el Argentinisches Tageblatt se volcaron a defender ante la opi-

nión pública argentina la posición de la alianza formada por la Alemania imperial, Austria,

Hungría y –en un principio– Turquía. Para contrarrestar la influencia de la propaganda de guerra

impulsada por Gran Bretaña y Francia, los diarios alemanes

de la Argentina publicaron ediciones en español. Pero con la

derrota alemana aquella unión mediática se quebró.

Las diferencias políticas volvieron a florecer, pero de

forma más radicalizada. El debate, cada vez más pronun-

ciado, se acentuaba con la llegada de una nueva ola de

inmigrantes, provenientes de una

Alemania inmersa en la miseria de la

posguerra. Los medios alemanes de la

Argentina terciaron en la discusión

central que encendía los ánimos en

la República de Weimar. Esa discu-

sión se reducía a preguntas muy

simples: ¿Monarquía o

La prensa en guerraCómo el Argentinisches Tageblatt yel Deutsche La Plata Zeitungreflejaron la división de la comunidadalemana en torno al nacionalsocialismo

Pág. anterior: las tapas delArgentinisches Tageblatt y el LaPlata Zeitung se diferenciabandesde un principio en el tonocon el que reflejaban la actuali-dad alemana. (Fotos: Nico Pérez)

Derecha: en Alemania, elArgentinisches Tageblatt fue pro-hibido por orden del Gobierno.(Foto: gentileza IAIPK)

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República? ¿Un modelo de Estado basado en los valores tradicionales o en los del cambio liberal?

La depresión de 1929 y la posterior crisis económica con sus millones de desocupados definió

la pregunta y la suerte del primer experimento democrático de Alemania: las elecciones de 1933

llevaron al Partido Nacionalsocialista (NSDAP) al poder. Su líder, Adolf Hitler, fue nombrado

Jefe de Gobierno.

Su asunción trajo aparejada la unificación (Gleichschaltung) de todos los medios de prensa. La

oposición intelectual se vio obligada a expresar sus opiniones en el exterior. Buenos Aires y el resto

de la Argentina se convirtieron en uno de los pocos lugares, en los que ambos bandos encontraron

la plataforma para lo que vendría: el debate entre el diario nacional-conservador Deutsche La

Plata Zeitung y su contrapartida liberal Argentinisches Tageblatt, que desembocó en una suerte de

guerra mediática.

El Tageblatt se caracterizó, desde un principio, por una línea clara y directa: con notas y titulares

provocativos denunciaba a los nacionalsocialistas.Tildaba al Gobierno de Hitler de “sociedad de cri-

minales”. Sus miembros eran considerados “piromaníacos, asesinos y corruptos”. El Ministro de

Propaganda, Joseph Goebbels, era denominado germano atrofiado y patizambo (klumpfüßiger

Schrumpfgermane).Tampoco el jefe se salvaba, Hitler. El Tageblatt publicaba regularmente ácidas

caricaturas del máximo gobernante alemán.

Las consecuencias no se hicieron esperar: por orden del Gobierno de Berlín, se prohibió la difu-

sión del diario germano-argentino en Alemania. En 1936, la Universidad de Heidelberg le retiró a su

editor, Ernesto Alemann, el título de doctor que le había otorgado. Además, fue llevado a juicio y

objeto de un boicot de publicidad. Sin embargo, la estrategia no tuvo éxito. La emigración a la

Argentina de opositores del régimen y de cada vez más judíos alemanes le proveían al Tageblatt de

una clientela creciente. Los recién llegados se identificaron con el diario y otras publicaciones oposito-

ras como Das Andere Deutschland y el semanario judío Jüdische Wochenschau.

A pesar de ello, el Deutsche La Plata Zeitung siguió siendo el diario alemán de mayor tirada en la

región del Río de la Plata. Aunque no llegó a convertirse en un órgano de difusión del régimen nacio-

nalsocialista, como lo hizo el panfleto Der Trommler también publicado en la Argentina, sí en cambio

se encolumnó en la promoción de la ideología del Tercer Reich. En períodos de crisis aceptó incluso

ayuda financiera directa de la Embajada Alemana, cuyo titular era entonces Edmund von Thermann

(1933-1942).

El Deutsche La Plata Zeitung intentó por largo tiempo difundir una imagen positiva del régimen

que se estaba instalando en Alemania. Destacaba como logros de los nacionalsocialistas la disminu-

ción de la desocupación, el crecimiento económico y la estabilidad política. A su competidor directo, el

Tageblatt, lo ignoraba por completo.

El ambiente de animosidad se trasladó de las páginas de los diarios a la realidad de una comunidad

alemana que se dividía entre socialistas y liberales, por un lado, y los que propagaban su preferencia

nacionalista, por el otro. Cada uno tenía su diario, su teatro, sus escuelas, sus asociaciones y sus clubes.

Fue por el llamado affaire Patagonia que la opinión pública argentina tomó nota de esa profunda

división. En marzo de 1939 el Tageblatt publicó un presunto informe secreto del Gobierno de Hitler

Derecha: el Embajador alemán,Edmund Freiherr von Thermann, alingresar a la Casa Rosada para presen-tar sus Cartas Credenciales, en 1933.

Abajo: reunión de miembros de la filialdel Partido Nacionalsocialista (NSDAP)en Buenos Aires, en el Luna Park.(Fotos: AGN)

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para colonizar la Patagonia. La prensa argentina no tardó en

tomar en cuenta la noticia y en exigir al Gobierno del Presidente

Roberto M. Ortiz una respuesta enérgica a semejante anhelo. La

presión culminó con medidas contra los seguidores de los nacio-

nalsocialistas en el país. Entre ellos, la sucursal del NSDAP, que

había sido fundada en 1931, como una de las primeras fuera de

Alemania. Esa filial del partido nazi llegó a contar con 2.000

miembros y realizó actos masivos en diversos centros, entre ellos

el Luna Park porteño.

Al poco tiempo se descubrió, sin embargo, que el informe

secreto era falso. Se descubrió que el Tageblatt se había basado

en informaciones provistas por un falsificador recurrente. El La

Plata Zeitung celebró el traspié del competidor. No obstante, la

desconfianza y el temor ante una quinta columna proveniente del

Tercer Reich estaban sembrados.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial –en septiembre de

1939– catapultó la polarización a un nuevo nivel. Buenos Aires se

convirtió en un campo de batalla de los servicios secretos de los

dos bandos beligerantes. Británicos, norteamericanos, alemanes,

todos intentaron influenciar a la opinión pública local en su favor

a través de la prensa, la radio y el cine.

El Deutsche La Plata Zeitung festejaba los éxitos del ejérci-

to alemán sin tapujos y llegó a calificar a la campaña en

Francia y a la ocupación de París “la mayor victoria de la historia humana”. El

Argentinisches Tageblatt, en cambio, comenzaba a describir las derrotas alema-

nas. Entre las primeras figuró la autodestrucción del acorazado de bolsillo Graf

Spee en la desembocadura del Río de la Plata en 1939.

Por su parte, el Gobierno argentino comenzó a seguir con más atención la situa-

ción dentro de la comunidad alemana. Creó a tal fin una comisión para la investiga-

ción de actividades antiargentinas. A pesar de ello, la prensa alemana no sufrió efecto

alguno. Esto no cambió tampoco tras el golpe de Estado en junio de 1943, protagoni-

zado por el general Arturo Rawson contra el Gobierno de Ramón S. Castillo.

La neutralidad argentina siguió vigente hasta que en 1944 la Casa Rosada,

ya entonces bajo el mando de otro militar, el General Edelmiro J. Farell, se vio

obligada por presiones de Gran Bretaña y Estados Unidos a suspender las rela-

ciones diplomáticas con Alemania. El 27 de marzo de 1945 la Argentina le

declaraba la guerra a un régimen nacionalsocialista, al que le quedaban sólo días.

Para entonces, en la Argentina la guerra mediática ya tenía un vencedor: el

Argentinisches Tageblatt. El Deutsche La Plata Zeitung había sido prohibido. Su

Arriba: mientras que elArgentinisches Tageblatt (arriba)no dudaba en ironizar la figura deAdolf Hitler, el La Plata Zeitungpublicaba anuncios afines al régi-men nacionalsocialista.

Página siguiente: la diferenciaentre ambos medios se reflejó,como pocas veces, en la tapaque cada uno publicó despuésde la Noche de los Cristales, el 9de noviembre de 1938 (Fotos:Nico Pérez / Diarios gentileza deBiblioteca Nacional).

último número se editó un día de octubre de 1944, que más tarde llegaría a tener otro significado

para la Argentina: el 17 de octubre.

La lucha encarnizada en el seno de la comunidad alemana en la Argentina tuvo consecuencias.

La división se mantuvo. A un año de finalizar la guerra apareció el diario Freie Presse. El nuevo

periódico se convirtió en el heredero natural del desaparecido Deutsche La Plata Zeitung. Al poco

tiempo ya era, según los datos de la época, el diario alemán de mayor tirada en el extranjero. Sin

embargo, sufrió pronto el mismo problema que su competidor, el Argentinisches Tageblatt: la canti-

dad de lectores disminuyó abruptamente al comenzar a reducirse la afluencia de inmigrantes ale-

manes. Al no contar con una clientela fija y fiel y atravesando tiempos difíciles el Freie Presse se

vio obligado a cerrar. Desde 1977 el Argentinisches Tageblatt es el único medio que se publica en

idioma alemán en la Argentina. Su dirección está hoy a cargo de la cuarta generación de descen-

dientes de Johann Alemann.

Holger M. Meding

Llegar a la Argentina desde el Viejo Mundo exigía a

principios de 1930 una travesía en barco que duraba

más de dos semanas. A ellas se les sumaban las horas, y a veces los días, que demandaba acceder

al puerto de embarque.

Por otra parte, los vuelos de larga distancia seguían siendo un reto para los aventureros. Pocos

años antes, en 1927, Charles Lindbergh había cruzado el Atlántico en su legendario avión Spirit of

St. Louis.Tres años más tarde, una aeronave del tipo Dornier Do-15, piloteada por Wolfgang von

Gronau, unía la ciudad de Warnemünde, en el Norte de Alemania, con Nueva York.

A pesar de que las primeras aerolíneas comenzaban a levantar vuelo, la aviación intercontinental

de pasajeros se encontraba en sus inicios. Entre ellas, la Deutsche Lufthansa Aktiengesellschaft, fun-

dada en 1926, se preparaba para comercializar los destinos más alejados con vuelos regulares de ser-

vicio postal: Asia y América Latina. Lo propio hacían los franceses Pierre-Georges Latécoère y

Marcel Bouilloux-Lafont, creadores de la mítica línea Aéropostale, entre cuyos pilotos figuraban hom-

bres como Antoine de Saint-Exupéry o Jean Mermoz.

No obstante, para aquellos que querían cruzar el Atlántico con algo más que un equipaje de

mano, el barco seguía siendo la opción obligada.

No es difícil imaginarse entonces el asombro y la expectativa que causó la aparición de la platea-

da estructura del dirigible LZ 127 Graf Zeppelin en los cielos de Buenos Aires, el 30 de junio de

1934, a las seis de la mañana. La “ballena voladora”, como la llamaron algunos de los que la vieron

pasar, por sus 236,6 metros de largo y 30,5 metros de diámetro, venía en vuelo oficial desde la ciu-

dad de Friedrichshafen. Representaba la esperanza de poder establecer, finalmente, un servicio regular

aéreo para trasladar correo y pasajeros entre Europa y la Argentina.

El Graf Zeppelin había sido fabricado en 1928 y ya había cruzado varias veces el océano. Con su

nave hermana, el LZ 129 Hindenburg, había efectuado desde 1932 un servicio quincenal entre

Alemania y Brasil. Sin embargo, para seguir viaje a Buenos Aires necesitaba un puesto de reabasteci-

miento que contara con la infraestructura necesaria para revisar los motores o reparar algún desper-

fecto. El problema quedó resuelto cuando los responsables del Zeppelin, entre ellos también su capi-

tán Hugo Eckener, decidieron establecer ese puesto en Río de Janeiro.

El primer viaje al Río de la Plata se convirtió entonces para muchos porteños en el suceso del

año 1934. Desde sus primeras planas los diarios más importantes del país, como La Nación y La

Prensa, habían hecho lo suyo para aumentar la expectativa. Con varios días de

anticipación habían publicado extensos informes sobre los datos técnicos de la

nave, que era capaz de permanecer más tiempo en el aire que cualquier otra a

motor gracias a su capacidad de carga de 105.000 metros cúbicos de gas. No

Una visita únicaLa llegada del Graf Zeppelinmarcó el fin de una época

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Pág. anterior y siguientes: el GrafZeppelín a su llegada a la capitalargentina, en 1934, sobre el centrode Buenos Aires. (Fotos: gentilezaFam. Dietl)

80

menos interés generaban las crónicas de sus

vuelos anteriores, los retratos de sus principales

responsables y de sus 26 tripulantes.

El Zeppelin llegó con las primeras luces de

la mañana a la capital argentina. Como lugar

de aterrizaje se había fijado Campo de Mayo.

Pero ni la hora ni las frías temperaturas evita-

ron que ya desde la noche anterior el público se

acercara a las instalaciones militares. Según

cuentan las crónicas, un coro de 18.000 boci-

nas de autos estacionados alrededor del lugar

de amarre recibió al Zeppelin cuando, tras

sobrevolar el centro porteño y escoltado por

siete aviones militares, llegó finalmente a

Campo de Mayo. Allí, a las 08.47 horas, tras

largar parte de su lastre de agua, el dirigible

quedó amarrado a pocos metros del suelo.

Por razones de cronograma su estadía no

duró mucho más que una hora. En ese lapso

se entregaron saludos y distinciones, mientras

la tripulación recargaba los depósitos. A

pesar de una presencia tan breve, el esfuerzo

realizado para hacer llegar la nave a la

Argentina representaba más que un logro de

la aeronáutica moderna. Era, para muchos,

también reflejo del buen momento que atra-

vesaban las relaciones entre la Argentina y el

país germano después de una etapa que había

estado signada por las secuelas de la posgue-

rra. La Alemania de la República de Weimar

había superado los difíciles años de hiperin-

flación y los problemas de la balanza de pagos.

La vuelta a un marco de crecimiento económico y de estabilidad tapaba también los ecos de un

escenario político cada vez más radicalizado. Para una gran mayoría el terror del nacionalsocialismo

era todavía un fantasma demasiado absurdo como para convertirse en realidad. La reactivación eco-

nómica interna provocada por la política económica del gobierno del entonces Canciller Adolf Hitler

había generado un aumento en la demanda alemana de materias primas y alimentos. El efecto se sin-

tió también en las exportaciones argentinas. El problema de divisas que ello causó al Estado alemán

se solucionó con el Acuerdo de Compensación y Clearing, firmado en septiembre de 1934.

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El Convenio Comercial de 1934

El Convenio Comercial y de Pagos o Acuerdo de

Compensación y Clearing complementaba el Tratado de

Amistad, Comercio y Navegación de 1857. Mediante el nuevo

convenio ambos países se comprometían a que sus importadores

tuvieran un tipo de cambio no menos favorable que el de los

importadores de cualquier otra nación. El acuerdo argentino-

alemán de 1934 permitía a cada país comprar al otro tanto

como le vendía, pero no más.También estableció la creación de

una comisión mixta argentino-alemana, con sede en Buenos

Aires, encargada de decidir sobre las diferencias de interpreta-

ción que acarrease el convenio. Su objetivo era establecer un

sistema comercial mediante acuerdos de compensación que, a

diferencia del comercio con los países anglosajones, equivalía a

un trueque sin necesidad de contar con divisas.

La razón principal para este arreglo era la falta de divisas del

Estado alemán. Aunque su efecto fuera reducido para la balanza

comercial –no aumentó significativamente, a pesar de que en 1935

el comercio de carnes pudo incrementarse–, el acuerdo tuvo un

efecto secundario no menor. A partir de 1936 los contratos del

gobierno argentino, otorgados a empresas alemanas vinculadas

con la construcción, estimularon las exportaciones germanas de

hierro y acero. Hacia 1938 Alemania se había convertido en el

principal abastecedor de estos productos. Las importaciones

argentinas de maquinaria, motores y vehículos provenientes de

Alemania alcanzaron un porcentaje de participación en el total de

las importaciones argentinas del 28,6 por ciento, cercano a la

cifra de los norteamericanos, que registraban el 31,5 por ciento,

mientras que los británicos estaban relegados al tercer puesto con

el 16,3 por ciento.

Mientras tanto –y gracias a la reactivación del intercambio comercial–, la comunidad alemana

residente en la Argentina crecía. La llegada del Zeppelin prometía incrementar ese bienestar.Traía la

esperanza de poder ampliar el todavía limitado margen que presentaba la aviación civil. Sin embargo,

el sueño no se concretó. En el mismo año, un hidroavión del Sindicato Condor, una subsidiaria de la

Lufthansa, rompió el récord que había establecido el Zeppelin.

A pesar de tener que realizar varias escalas a lo largo de su trayecto, el avión tardó sólo seis días

en transportar su carga postal desde Berlín hasta Buenos Aires. El Zeppelin había tardado siete días.

Más aún: los aviones mejoraron su marca el año siguiente.Tardaron sólo tres días y medio.

La majestuosidad del “cigarro”, como se llamaba al dirigible cariñosamente en su patria, había que-

dado obsoleta. Lo que pocos intuían entonces en la Argentina era que su desaparición también marcaría

el comienzo del fin de una época. La relación bilateral estaba entrando en una de sus etapas más difíciles.

83

La disputa por el“alma de Buenos Aires”

Su función no era menor: como monumento debía dar testimo-

nio al mundo de los 400 años que habían pasado desde 1536,

cuando Pedro de Mendoza fundó la ciudad de Buenos Aires.

Nada menos. Quizás por ello se lo llegó a proyectar como algo realmente elevado: en un principio iba a

ser un monolito de 162 metros de altura, que luego se redujeron a los no menos imponentes 67,5 metros

de hoy. Pero antes de convertirse en el ícono de la capital argentina, el Obelisco fue, ni más ni menos, la

manzana de la discordia de los porteños. En el centro de la polémica se ubicó un arquitecto de ascen-

dencia alemana con ideas que parecían demasiado avanzadas para la época.

En 1936 la zona céntrica de la capital argentina era testigo del ensanche de la calle Corrientes,

la que todavía tenía doble mano de circulación. Al mismo tiempo, excavadoras y equipos de demoli-

ción finiquitaban los preparativos para lo que se convertiría en la Avenida 9 de Julio, que cortaría a

Buenos Aires en dos, separando su corazón financiero, el puerto y el barrio de San Telmo de la coque-

ta Recoleta y del barrio de Montserrat.

El Intendente Mariano de Vedia y Mitre decidió que fuera en esta intersección de Corrientes y la 9 de

Julio, dos de las más importantes arterias de la ciudad, donde se levantara un monumento conmemorativo

de dimensiones históricas. Se trataba, además, de un lugar doblemente histórico: según los archivos, aquí

había estado empotrado el listón de madera con el cual Pedro de Mendoza había dado cimiento a la ciu-

dad en nombre de España. Siglos más tarde se había levantado, también aquí, la Iglesia de San Nicolás.

Desde su campanario había flameado por primera vez la bandera nacional, el 23 de agosto de 1812.

Sin embargo, la función del Obelisco no era sólo atestiguar el pasado. Con el ensanche de la Avenida

Corrientes y la finalización de obras en la Diagonal Norte se esperaba que la ciudad creciera hacia el

Norte. Desde un punto de vista urbanístico, había que crear una vía de escape que le diera nuevos aires a

Buenos Aires. Como un símbolo pétreo, el Obelisco signaría el proyecto modernista de una

ciudad que buscaba presentarse como una de las más vanguardistas del mundo.

El diseño quedó a cargo del arquitecto Alberto Prebisch. Su padre era un inmi-

grante llegado al país desde la ciudad de Dresden. Uno de sus

hijos fue otro Prebisch que alcanzaría también la celebri-

El Obelisco casi seconstruye dos veces

Pág. anterior: el Obelisco, en Av.9 de Julio y Av. Corrientes, seconvierte cada noche en el cora-zón iluminado de la ciudad deBuenos Aires.

Derecha: las llaves que dan acce-so a la escalera, que lleva hastala punta de este monumento, de67 metros de altura. (Foto: AGN)

dad: el economista Raúl. El arquitecto Prebisch, nacido en 1899, hizo en sólo dos días la maqueta, convencido de que lo

que se le pedía era que diseñara todo el espacio de lo que sería la Plaza de la República. El resultado fue un conjunto que

se componía de fachadas de diez niveles y una rotonda en un círculo sencillo más el Obelisco.

El diseño se encontró con una crítica feroz. Se lo calificaba de desolador, oscuro y vacío. Los comentarios negati-

vos coincidían en un punto: un monumento nacional no podía tener forma abstracta.También se decía que un monolito

no podía ser hecho en partes ni estar revestido y que, además, era muy alto.

No obstante, según lo recuerdan todavía hoy los especialistas (Cuaderno de Historia N° 9 del Instituto de Arte

Americano) el diseño era coherente con la tendencia urbanística del momento. Además, su forma había sido anticipada

en las discusiones que, según los registros históricos, se habían iniciado en 1905 con motivo de los preparativos para el

Centenario. Allí se había propuesto la construcción de un monolito de piedra de 162 metros de altura.

La discusión llegó a las primeras planas. Prebisch eligió el diario Noticias Gráficas para defender su creación. El 9

de abril de 1936 publicó una carta abierta en la que presentó sus argumentos. Cerró la nota anticipando: “Mi obra, por

sí sola, acabará con todas las objeciones”.

La construcción quedó a cargo de la Siemens-Bauunión, filial de la empresa alemana que venía participando en la rea-

lización de importantes obras de infraestructura como, por ejemplo, la ampliación de la red de subterráneos. En el caso del

Obelisco la empresa empleó 31 días para realizar la obra. Usó 680 metros cúbicos de cemento para levantar la estructura

de base, que se cubrió con 1.360 metros cuadrados de piedra blanca calcárea, traída especialmente de San Luis. Ciento

cincuenta obreros trabajaron en doble turno para levantar el monumento, cuyo costo fue de 200.000 pesos de la época.

El impacto favorable que causó el Obelisco cuando se inauguró el 23 de mayo de 1936 en presencia del presidente

de la Nación, Agustín P. Justo, convalidó la enérgica respuesta de Prebisch a sus críticos.

Sin embargo, dos años más tarde se volvía a levantar la polémica. La legislatura porteña llegó incluso a discutir la

demolición del Obelisco. El motivo era el desprendimiento de varias de las placas de piedra desde sus paredes. Sólo el

veto del Intendente frenó la moción. Para acallar los temores, Siemens retiró las placas y pintó la cubierta con pintura

látex, tal como todavía hoy se ve.

Desde aquel momento inaugural los porteños retoman día a día con especial cariño su relación con el Obelisco, defen-

diéndolo cuando sienten que se lo ridiculiza. La última vez fue el 1° de diciembre de 2005. Para conmemorar el Día

Mundial de la Lucha contra el SIDA el Obelisco amaneció teñido de rosa. Los organizadores lo habían enfundado con un

preservativo gigante, lo que generó no pocas protestas. Un

año más tarde, para festejar sus 70 años, había recobrado

su habitual sobriedad con un vestido nuevo, que demandó

650 litros de pintura. Así se refrescaba el presente de una

presencia urbana insoslayable, que su impulsor, el

Intendente Vedia y Mitre, había definido como “la mate-

rialización del alma de Buenos Aires.”

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Una vista aérea de la Plaza de la República,en 1941. (Foto: AGN)

El día de inauguración del monumento, el23 de mayo de 1936, contó con la presen-cia del Presidente Agustín P. Justo.(Foto: AGN)

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“Uno era alemány se definía como tal”

El escritor Roberto Schopflocher llegó a la Argentina en 1937. De ascendencia judía,

emigró junto con sus padres de la Alemania nacionalsocialista. Atrás quedaban fami-

liares, conocidos y recuerdos.También la humillación y la persecución a la que los suyos se vieron expuestos

en aquel país, que aún hoy denomina patria. Agrónomo de profesión, Schopflocher (Fürth, 1923) es uno de

los exponentes de una nueva generación de autores tan alemanes como argentinos. El autor de obras como

Fuego Fatuo o Venus llega al pueblo recuerda aquí la historia que tuvo en común con 35.000 a 45.000

judíos-alemanes, para quienes la Argentina significó el final de una pesadilla y el inicio de un nuevo futuro.

-¿Cómo vivían los judíos la realidad alemana en los primeros años de la década de 1930?

-Déjeme aclarar antes un punto: Uno muchas veces escucha “los judíos” o “la comunidad judía”.

Pero eso no es del todo correcto. Como en toda confesión, también entre los judíos había muchas dife-

rentes corrientes. En el caso nuestro, se trataba de una familia arraigada en lo que llamaría la burguesía

liberal judeo-alemana. Mis padres eran judíos, pero, en general, no lo tematizaban. Uno era primero ale-

mán y se identificaba como tal, por más que fuera alemán, de confesión judía.

Para darle un ejemplo: en 1914, al iniciarse la Primer Guerra Mundial, mi padre se encontraba en

la Argentina como tantos jóvenes alemanes en aquella época, que recorrían el mundo. Pero al estallar la

guerra él no tuvo mejor idea que ir al Consulado para reportarse. Abortó su visita, se embarcó y … ter-

minó el viaje en un campo de detención inglés, en la Isle of Man, en el Mar de Irlanda. Recién después

de la guerra pudo volver a Alemania.

-Alemania es caracterizada muchas veces como la patria de los pensadores, de los filósofos, de los

“Dichter und Denker”. ¿Cómo se explica un intelectual como usted que esa cultura terminara cayendo

en lo más profundo de la barbarie humana?

-Hay muchas explicaciones. Pero, ninguna es convincente.

Para mí, esto sólo prueba que en todos nosotros hay una fuerza

del bien y, otra, del mal, que aflora bajo las condiciones propicias.

-¿Cuáles fueron esas condiciones en el

caso alemán?

-Hitler fue un desequilibrado mental, pero

muchas grandes empresas lo apoyaron; al igual

que los anticomunistas, trataron de aprove-

charse de él. Luego logró hacerse de millones

Pág. anterior: la amenaza nacio-nalsocialista se hizo sentir encada vez más rincones de la rea-lidad alemana con la llegada deHitler al poder. (Foto: gentilezaHoracio Coppola).

Derecha: el escritor RobertoSchopflocher durante la entrevis-ta (Foto: Nico Pérez)

El éxodo de losjudíos alemanes

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de seguidores. Eso fue contagioso.También hubo razones externas: la humillación sufrida después de la

Primera Guerra, el desempleo y la crisis económica que sobrevinieron a fines de los años 20.También hay

que recordar que no todos los alemanes eran filósofos, así como no todos los alemanes de aquellos años

participaron de la locura. Es lo mismo que en el caso de la Argentina durante la última dictadura, cuando

muchos desviaron la mirada para no tener que ver lo obvio.

-Aún así, la pregunta se justifica: ¿Por qué el seguimiento a Hitler fue tan masivo, por qué llegó a

tantos en vez de a unos pocos?

-El antisemitismo no era nada nuevo para esa época. Pogromos ya los había habido en Europa desde la

Edad Media. Se hacía eco de ese odio en los chistes populares de los gentiles, en los proverbios, en las prédi-

cas de la Iglesia. Incluso los cuentos para niños lo contemplaban, según lo demuestran algunos cuentos de

los Hermanos Grimm. Como lo describiera alguna vez el escritor Heinrich Heine: los actos de antisemitismo

eran como molestas picaduras de mosquitos en una cálida noche de verano. Formaba parte de la vida.

-¿Cómo se percató de ello?

-Fue a principio de los años 30, cuando aparecieron los primeros carteles rojos en las paredes, en las

calles, que llamaban a los actos nacionalsocialistas y advertían: “Juden unerwünscht” (Judíos: indesea-

dos). Eso molestaba.

-¿Molestaba…?

-Si, porque uno sabía que había círculos en los que los judíos no eran bienvenidos. Pero no era

–todavía– nada existencial. Era como en Hamburgo, que no estaba bien visto ser católico (la ciudad de

Hamburgo, se caracterizaba por ser de confesión mayoritariamente luterana-protestante; nota de red.)

-¿Qué otros recuerdos le vienen a la mente cuando piensa en esos años?

-La inscripción con letras de alquitrán en un puente: “Deutschland erwache, Jude verkrache!”

(¡Alemania, despierta; Judío revienta!).También me acuerdo muy bien de aquel 30 de enero de 1933,

cuando en la radio transmitieron la asunción de Hitler como Canciller y Jefe del Gobierno alemán.Yo

tenía nueve años. Obviamente no entendía muy bien lo que pasaba. Pero sí tengo muy presente la cara de

mis padres durante la transmisión. Estaban preocupados, y eso se veía.

A los pocos meses, el 30 de abril, hubo un boicot a los negocios judíos. Ante cada tienda afecta-

da, había hombres vestidos con el uniforme marrón pardo. Les decían a los transeúntes: “Alemanes:

no compren a judíos”. Ahí fue cuando empecé a sentir, que lo que estaba pasando, estaba dirigido

directamente contra mí.

-¿Se notaba ya entonces que el ambiente iba empeorando, que habría más violencia?

-Hay un gran quiebre en lo que respecta a la persecución y a la emigración judía. Esa línea divisoria

fue la así denominada “Noche de los Cristales”, la noche de los pogromos, cuando los seguidores de

Hitler atacaron y quemaron sinagogas en toda Alemania y condujeron a un gran número de judíos a los

campos de concentración. Hasta esa fecha muchos afectados se autoengañaban, pensaban que la situa-

ción se calmaría. Mi propia abuela, ingenuamente, llegó a decir: “Si Hitler supiera lo que está pasando,

seguro que haría algo para parar esta locura.”Y eso era la opinión de una persona que había tenido una

educación bastante rudimentaria. Pero, reflejaba la percepción de una gran parte de la sociedad. Los que

emigraron antes de esa noche, pudieron llevarse algunas de sus pertenencias. Después de 1938, emigrar

significaba muchas veces irse prácticamente con lo puesto.

-¿Cuáles eran las opciones? ¿Palestina?

-En nuestro círculo más bien no. El sionismo todavía no era un concepto tan popular por entonces.

Además, los ingleses habían restringido el ingreso de los inmigrantes judíos a la región. No, la idea era

trasladarse a algún país limítrofe con Alemania o emigrar a los Estados Unidos. De radicarse en otro

continente, como América Latina, Nueva Zelanda o Australia todavía no se hablaba. Eso vino más tarde,

cuando la mayoría de los países cerraron más y más sus fronteras.

-¿Por qué tuvo que ocurrir un progromo como el de la Noche de los Cristales para que la emigración

se convirtiera en un éxodo?

-Dejar todo atrás, todo lo que uno construyó a lo largo de una vida, no es nada fácil. Hay mucho de

material en ello, pero también mucho de lo emocional. Dejar atrás a la propia cultura, el idioma con el

que uno había crecido, la escuela, el negocio, la posición, los amigos, era y es algo muy difícil.

-¿Los actos de persecución eran tan imperceptibles?

-No se trataba de una persecución letal en ese entonces. Desde 1933 era más bien un tema de res-

tricciones, de sustracción de los medios de vida, que fueron en aumento a partir del 9 de noviembre de

1938. Por entonces, –nosotros ya habíamos salido del país–, se prohibió a los judíos la entrada a lugares

públicos como los parques o los cines. Después se les negó el uso del tranvía.Ya más tarde el Estado les

sacó el teléfono y les exigió también la entrega de los aparatos de radio. Finalmente, se les echó de sus

Ambas páginas: con miradaargentina: el fotógrafo HoracioCoppola es uno de los másreconocidos en su arte en laArgentina y en Europa. Vivió enAlemania a principios de losaños 30. Participó allí delmovimiento artístico de laBauhaus. Pero aprovechótambién su estadía paradocumentar la cara de la otraAlemania, que estaba al margende la política.(Foto: gentileza H. Coppola)

“Hay que recordar, que no todoslos alemanes de aquellos añosparticiparon de la locura”,recuerda Roberto Schopflocher.

9392

casas. Muchos se autotranquilizaban con el argumento que el resto de las naciones, “el mundo

civilizado”, no iba a permitirlo. Se equivocaron: la suerte de los judíos no le interesaba en lo más míni-

mo. Por otro lado, tampoco era tan fácil encontrar un país dispuesto a recibir al emigrante.

-¿A qué se refiere?

-Como lo expresó en su momento el dirigente sionista Jaim Weizmann: el mundo se dividía entre los

países que se querían sacar a los judíos de encima y aquellos otros, que no los querían dejar entrar.

-¿Volvamos a la diferencia de haber salido antes o después de 1938: Se nota todavía?

-Hoy ya no tanto. Pero, sí existen todavía casos de aquéllos que cortaron con Alemania y no la quie-

ren volver a pisar nunca más. Es comprensible. Resulta muy difícil olvidar cómo, cuándo y dónde le

arrancaron al padre, la madre, los abuelos para llevarlos a las cámaras de gas. El caso de mi familia era

diferente. Nos salvamos a tiempo, a diferencia del tercio de alemanes judíos que fueron asesinados.

-¿Qué sintió cuando su padre dijo: “Nos vamos a la Argentina.”? ¿Era como irse a la luna?

-No para nada.Yo sabía dónde estaba la Argentina por unos parientes que teníamos aquí. Pero,

también entre mis amigos se tenía una cierta idea de qué eran los países de la región.

-¿Qué lugar ocupaba la Argentina entre los destinos de emigración de su entorno cuando ustedes

se fueron de Alemania?

-Para darle una idea: en su momento, la Argentina recibía más refugiados judíos per cápita que los

Estados Unidos: Las estadísticas indican que, en total, emigraron a la Argentina entre 35.000 y 45.000

judíos alemanes. No hay que olvidar, que a medida que el tiempo pasaba se hacía más difícil entrar.

-¿Por qué?

-Si uno quería inmigrar tenía que ser “llamado” por un pariente cercano que ya viviera aquí. Eso

significaba que su hijo, hermano etc., que debía residir desde hace más de dos años en el país, debía ges-

tionar ante el Ministerio de Relaciones Exteriores un permiso, denominado, precisamente, llamada. Por

su parte, la Asociación Filantrópica Israelita (AFI) trataba de obtener permisos de desembarque para

candidatos sin parientes, procurándoles un empleo, por modesto que fuera, para demostrar su utilidad

para el país. Además, mantenía una chacra de entrenamiento en Río Negro para enseñar a jóvenes solte-

ros el oficio de fruticultores. Estando aún en Alemania, muchos judíos trataban de aprender algún oficio

útil para ganarse la vida en la nueva patria.

-¿Uno no podía ir entonces a un puerto, comprar un pasaje y embarcarse para venir?

-Para nada. Usted precisaba un visado, que le otorgaba el Cónsul argentino de la ciudad desde la

cual partía el barco.Y este sólo se lo daba si usted podía presentar la llamada.

-¿Cómo fue la llegada? Qué impresión le causó Buenos Aires?

-Lo que me impresionó fue la amplitud del entorno. Aquí, por primera vez en mi vida, vi palmeras.

Por otra parte, en la casa de mi tío, donde mi hermano y yo vivimos durante el primer año, todavía se

respiraba ese aire de la burguesía liberal que habíamos conocido. Mi tía era oriunda de la ciudad de

Hamburgo, no era judía.

-¿Cuando llegaron, pensaron que su estadía en la Argentina duraría un tiempo y después volverían

a Alemania?

-No. Estaba claro que no volveríamos a Alemania.

-¿Eso era común entre aquéllos que venían desde allá?

-Diría que, en gran parte, sí. La norma era poder empezar de nuevo, en una nueva sociedad a la que

había que integrarse. Enviar a los chicos a la escuela, ir a la universidad. Era algo muy común.Yo, por

ejemplo, estudié Agronomía en Córdoba; mi hermano se recibió de Doctor en Química.

-¿Y en el caso de aquéllos que llegaron después de 1938?

-Todo fue mucho más difícil. Hasta el año 1936 no era tan complicado encontrar aquí trabajo en el

oficio propio, a no ser que uno fuera médico o abogado. Se encontraban puestos para contador, agente de

seguro, profesor de idioma. Pero, -¡Después…!- algunos que eran abogados llegaron a cargar sus maleti-

nes con salchichas, cigarros o corbatas que vendían de casa en casa. Eso, obviamente, no era la regla.

Pero sí existía.

Nosotros todavía pudimos traer libros, cuadros, muebles y artículos domésticos. Pero, los que vinie-

ron después del 1938 sólo tuvieron permiso para llevar consigo modestas valijas y el equivalente a diez

Marcos alemanes. El intento de esconder más le podía significar a uno –en el caso de ser descubierto–

ser enviado a los campos de concentración.

-¿Con qué ayuda podían contar los emigrantes al llegar, más allá de sus propios medios o de familiares?

-El principal centro que los recibía era, justamente, la AFI, que había sido fundada por judíos ger-

manohablantes en 1933 para ayudar y darse apoyo mutuo.

-¿Existía algún contacto entre los judíos alemanes refugiados y el resto de la comunidad alemana

residente en la Argentina?

-Hubo excelentes relaciones con aquellos alemanes no judíos, que eran de ideas liberales, que no

tenían prejuicios: con la gente del Colegio Pestalozzi, por ejemplo, del Argentinisches Tageblatt, con los

círculos antifascistas del Vorwärts. Pero, naturalmente, no con los nazis declarados.

-¿Hubo tensión entre los dos grupos de alemanes judíos y no judíos?

-Para nada. Ni los nazis tenían demasiado interés en mezclarse con los judíos, ni viceversa. Por otro

lado, no se olvide que, por ejemplo, las escuelas alemanas, en su mayoría, fueron gleichgeschaltet. Eso sig-

nificaba que debían enseñar y responder en base a las consignas que llegaban desde la Alemania de Hitler.

Muchos alemanes que residían aquí, lejos del Reich, eran más nacionalistas que los de Alemania. La razón

es obvia: la distancia no les dejó ver muchas de las cosas, que los que vivían allí sí pudieron ver.

Era una tarde de diciembre de 1939. Apenas unos meses antes

Alemania había iniciado lo que se convertiría en la Segunda Guerra

Mundial del siglo XX. Y en la desembocadura del Río de la Plata, a

pocos kilómetros de Montevideo y de las costas argentinas, esa tarde, la del 19 de diciembre, ya se

cerraba uno de los capítulos más dramáticos de la contienda. El acorazado de bolsillo Admiral Graf

Spee se hundía, mientras la mayor parte de su tripulación viajaba ilesa hacia Buenos Aires. Se llamaba

“de bolsillo” a los acorazados que Alemania había construido ajustándose a las severas restricciones

impuestas por el Tratado de Versalles.

El suceso no sólo traería toda la crudeza de la guerra hasta la región del Plata, sino que signaría la

relación bilateral entre argentinos y alemanes, que volvía a pasar por aguas turbulentas.

El comandante del Graf Spee, el capitán de navío Hans Langsdorff, había ordenado en la mañana la

autodestrucción del buque de 186 metros de eslora y 21,6 metros de manga. Langsdorff entendía que no

tenía escapatoria ante la flotilla de navíos británicos integrada por los destructores HMS Ajax, Achilles y

Cumberland, que lo esperaban en la desembocadura del río para terminar la faena que habían iniciado

pocos días antes en las aguas del Atlántico. Junto con otro buque, el HMS Exeter, los británicos habían

enfrentado al Graf Spee para que no siguiera adelante con su misión de búsqueda y destrucción de los

buques mercantes de bandera inglesa.

En efecto: el Spee había salido el 21 de agosto del puerto alemán de Wilhelmshaven, y su misión era

hostigar a la marina mercantil británica en el Atlántico Sur. Cinco meses después había hundido nueve

barcos de carga, pero no pudo finalmente con la flotilla de buques de guerra británicos, que se le enfren-

taron el 13 de diciembre. La batalla había dejado al Spee con 39 muertos,

59 heridos y graves daños en su sistema de dirección y –lo que era mucho

peor, pero se supo sólo sesenta años después– en el sofisticado sistema

de suministro de combustible. Con el fin de intentar reparar el acoraza-

do, el comandante alemán había buscado refugio

en el puerto neutral más cercano con las condi-

ciones necesarias: Montevideo.

Las reglas de guerra de la época exigían

que cualquier parte beligerante abandonara el

refugio neutral a las 24 horas. Los uruguayos

le concedieron al Spee un plazo de 72 horas.

El comandante alemán aprovechó para liberar

a los prisioneros de guerra que le quedaban

de sus enfrentamientos con barcos mercanti-

El último viaje delacorazado Graf Spee

Pág. anterior: el acorazado GrafSpee se hunde en el Río de laPlata, el 19 de diciembre de1939. El Capitán Hans Langsdorffhabía ordenado la autodestruc-ción para que el barco no cayeraen manos británicas. (Foto:colección privada)

Derecha: una muestra de agrade-cimiento de marineros del GrafSpee hacia la población germa-no-argentina. (Foto: gentilezaFam. Heinlein)

El barco que prefirió hundirse

9796

les y para enterrar a sus muertos en el cementerio de la capital

uruguaya. Queda la anécdota de Langsdorff rindiendo su home-

naje con el saludo naval internacional, al tiempo que todo el

resto de la tripulación lo hacía con el brazo derecho en alto, el

saludo impuesto por el régimen nacionalsocialista.

Al entierro humano le siguió la destrucción del Graf Spee,

decidida tras una consulta con Berlín. La razón debía buscarse

en el temor de que el buque cayera en manos británicas si la

tripulación se internaba en Uruguay. Los uruguayos ya se incli-

naban hacia el bando de los aliados en contrapunto con sus

vecinos argentinos, que en 1939 se mostraban más cercanos a

las naciones del eje.

Una vez hundido su barco, con su tripulación internada en

un campo para refugiados en la Argentina y los documentos del

navío entregados en la delegación alemana en Buenos Aires,

Hans Langsdorff se suicidó. Fue el 19 de diciembre, en un hotel

céntrico de la capital argentina. Entre los posibles motivos del

suicidio está el deseo de cumplir con aquella ley no escrita, que

dice que un comandante está atado a la suerte de su barco.

Algunos entendieron, además, que Langsdorff quiso realizar

con su muerte un acto de protesta contra el régimen nazi que

comandaba a su país.

Más allá de su contexto dramático, el hundimiento del

Graf Spee representó para muchos de los casi mil marinos

alemanes del acorazado de bolsillo la oportunidad de iniciar

una nueva vida. Aplicados y capacitados en diversos rubros

que la creciente economía argentina necesitaba, muchos se

instalaron cerca de sus centros de internación como Bahía

Blanca o Villa General Belgrano. Gran parte de los 135

marineros enviados a esta pequeña aldea cordobesa se asen-

taron definitivamente allí.

Así ha quedado escrito en la historia de Villa General

Belgrano, que a fines de los años 30 todavía era conocida como

Villa Calamuchita y aspiraba a convertirse en un nuevo modelo

de desarrollo agrícola, en base a los planes del agricultor Paul

Friedrich Heintze. Éste había llegado en 1929 al pueblo con la

idea de poner en práctica su ideal de cooperativas agrícolas y

forestales al estilo alemán. Con sus conocimientos técnicos los

marinos alemanes incentivaron el desarrollo del pueblo.

El acorazado de bolsillo había partido el 21 de agostode 1939 de Wilhelmshaven hacia el Atlántico Sur. Pocodespués se inició la Segunda Guerra Mundial.(Foto: AGN)

El Graf Spee ante las costas uruguayas. (Foto: gentileza Fam. Gollhardt)

No mucho más tarde la colonia cambió de nombre para adoptar el actual. Hoy Villa General

Belgrano es uno de los centros turísticos y cerveceros más característicos de la región, con una pobla-

ción estable de 6.000 habitantes.

Pero el último capítulo en la leyenda del Graf Spee todavía no se ha escrito. La discusión iniciada en

2004 sobre los derechos para rescatar los restos del navío del lecho del Río de la Plata aún sigue vigente.

Para los sobrevivientes y para los familiares de los tripulantes sería un sacrilegio. El barco, dicen, debería

ser considerado un cementerio marino y tendría que quedar tal como está, intangible. Para otros, sus restos

podrían dar testimonio invaluable de una época pasada.

99

Asombro, sorpresa, incredulidad, incluso temor. Las sensaciones de Fritz

Dung deben haber sido variadas aquel día de 1950. Sólo cinco años des-

pués del final de la guerra, un representante oficial de la Argentina lo

acababa de saludar con un orgulloso: “Wir hier alle Nazis” (sic).

Era evidente que el miembro de la comitiva oficial no se daba cuenta de la gravedad de sus palabras. “Su

concepción de lo que es hoy Alemania es un tanto particular…”, registró Dung en sus memorias al evocar el

traspié del funcionario argentino durante el primer encuentro oficial para activar las interrumpidas relaciones

bilaterales entre la Argentina y la República Federal de Alemania (RFA).

Dung pertenecía a la delegación liderada por el ministro alemán Carl Spiecker. Este había sido enviado

a América Latina por el gobierno del Canciller Federal Konrad Adenauer para sondear la posibilidad de

reiniciar el intercambio diplomático con los países de la región. El interés alemán venía impulsado por la

necesidad de reactivar el acceso a importantes fuentes de abastecimiento para la población de un país en

ruinas. En la Argentina esperaba un capítulo irresuelto que pesaría sobre las relaciones bilaterales: las

negociaciones sobre la devolución del patrimonio alemán.

Después de declararle la guerra al régimen de Hitler y a Japón el 27 de marzo de 1945, el gobierno

argentino, presidido por el General Edelmiro Farrell, se había incautado de todos los bienes de origen ale-

mán en el país. El conjunto de la “propiedad enemiga” (Feindeigentum) incluía edificios, empresas y fábri-

cas, pero también escuelas, clubes y otras instituciones comunitarias de la colectividad alemana. Se estima

que la medida les había cerrado las puertas a cerca de 30.000 miembros activos de entidades deportivas y

sociales. Al mismo tiempo, un total de 16.000 alumnos de escuelas alemanas en todo el país había quedado

sin lugar para estudiar. Una de las pocas excepciones fue el Colegio Pestalozzi. La razón era la abierta opo-

sición que había tenido respecto del régimen nacionalsocialista.

Entre los últimos bienes expropiados por vía del Decreto 7032 estuvo la propia Embajada Alemana.

Hasta la capitulación del Tercer Reich, seis semanas más tarde, sus tareas fueron cumplidas por la

Embajada de Suiza.

Para administrar el patrimonio del que se había incautado, el gobierno argentino creó un órgano especial: el

Consejo de Administración, que luego se transformó en la Junta de Vigilancia y Disposición Final de la Propiedad

Enemiga. Ésta debía liquidar, administrar y/o disolver el patrimonio ajeno. En el peor de los casos -la liquidación-

la propiedad, el edificio o la empresa debían ser rematados al mejor postor.

Según el trabajo de la investigadora Silvia Kroyer, realizado en base a informa-

ción del archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, la medida

contra la propiedad privada alemana alcanzó a 139 empresas. De ellas, un total de

68 fueron confiscadas. El resto figura como intervenido. Hasta el día de hoy se dis-

cute el valor del patrimonio alemán expropiado. No obstante, los historiadores con-

La reapertura de las relaciones bilateralesdespués de la guerra

El difícil nuevo comienzo

Pag. anterior: El Presidente JuanDomingo Perón izó personal-mente la bandera alemana, eldía en el que la RepúblicaFederal de Alemania abría suEmbajada en Buenos Aires, en1952. (Foto: Min. Fed. deRelaciones Exteriores)

100

cuerdan que debe haber superado ampliamente los 540 millones de dólares. Este había sido el valor de las

inversiones alemanas en la Argentina antes de comenzar la guerra, en 1938.

La medida no era un capricho argentino.Tenía su razón de ser en el documento final de la conferencia

celebrada en Chapultepec, México. Allí, con el liderazgo de los Estados Unidos, los Estados americanos fir-

mantes habían aceptado la estrategia común de expropiar los bienes de las comunidades de las naciones del

Eje en sus respectivos países.

En 1948 la Junta dio por terminada su intervención. Para entonces, cien empresas de capital alemán

habían sido embargadas, y dos bancos habían sido cerrados. La misma suerte corrieron las empresas de

seguros más importantes que funcionaban en el país, sin contar la expropiación de la mayoría de las escue-

las y asociaciones alemanas. A ello se sumaba un sinfín de propiedades intelectuales, marcas y patentes.

Sólo algunas empresas se habían salvado. Eran las que al inicio de la guerra, y en previsión de lo que ven-

dría, habían traspasado su propiedad a terceros. Así lo habían hecho el grupo Siemens, la fabricante de

acero Thyssen y la IG Farben: transfirieron la titularidad de sus acciones a empresas radicadas en Suiza.

Desprovista de su base económica e intelectual, gran parte de la comunidad alemana dejó de tener peso

en la vida social argentina. La poca esperanza que albergaban algunos se debía a que en 1946 había asu-

mido un nuevo presidente en la Argentina. Su relación cercana a la cultura alemana era de conocimiento

público. Su nombre: Juan Domingo Perón.

Por simpatía o cálculo político, el nuevo mandatario se había resistido a la presión de los Estados Unidos y

Gran Bretaña para que se desarticulara el patrimonio germano. En el caso de las empresas, Perón permitió que

éstas mantuvieran su unidad, pero bajo administración argentina. Como tal representaban un valor de negocia-

ción importante al iniciarse los contactos oficiales entre la Argentina y la joven República Federal de Alemania.

El propio Perón se encargó de subrayar su interés por reabrir la relación con aquel país, al que le debía

gran parte de su educación profesional. Acompañado por todo su gabinete, el mandatario argentino asistió al

acto oficial de reapertura de la Embajada Alemana en 1952. Allí Perón no se privó de izar la bandera alema-

na durante el acto oficial, como lo muestran las imágenes de aquel día. Sin embargo, el buen ánimo reflejado

en los calurosos abrazos entre el General y el primer Embajador alemán, Hermann Terdenge, no se canalizó en

una solución rápida de la incógnita sobre qué pasaría con el patrimonio alemán expropiado.

Esa solución requirió, entre otras cosas, de la insistencia de un Ministro de Economía que más tarde

sería Jefe de Gobierno, Ludwig Erhard. Durante su visita oficial del año 1954, el Ministro, conocido por sus

modos campechanos y directos, le recordó al Presidente argentino que la paciencia de la nueva Alemania

en esta cuestión no podía ser eterna. Aún así, el capítulo tardaría todavía veinte años en cerrarse.

Un papel particular cumplió para ello una organización privada sin fines de lucro: la Federación de

Asociaciones Argentino-Germanas (FAAG). Impulsada por ex-alumnos de las inactivas escuelas alemanas,

a partir de 1955, con 120 miembros, la organización encauzó en una acción conjunta los reclamos de

todas las entidades privadas de la comunidad alemana. El argumento central de los abogados Roberto

Brücklmaier y Eduardo Dürnhöfer era que el Estado argentino no había estado en su derecho en lo que

respecta a las expropiaciones, porque tanto en gran parte de las empresas como de las escuelas, clubes y

asociaciones habían afectado a personas jurídicas argentinas. Uno no podía expropiarse a sí mismo, argu-

mentaban los expertos.

En el marco de una actividad cultural y deportiva que, a cinco años de la guerra, volvía a nacer, los

reclamos se intensificaron. Un ejemplo lo daba la educación alemana. Desprovista de los edificios escolares,

las familias contrataban a los maestros directamente para que les dieran clases a sus hijos en sus casas.

“Algunos que tenían garajes grandes, reunían cinco o diez chicos. Y allí se daba clase”, recuerda Rodolfo

Hepe, el vicepresidente de la FAAG, que hoy agrupa a cerca de 300 instituciones y entidades.

El primer objetivo de la Federación fue organizar las distintas actividades diseminadas en los centros

urbanos de la Argentina, para conformar un frente de reclamo conjunto por los bienes incautados. Nada

fácil en una época que no conocía ni el e-mail ni la telefonía celular. A mediados del siglo XX ni siquiera el

teléfono fijo era de uso tan simple y extendido como hoy.

Los representantes de la FAAG tuvieron que servirse de restaurantes, bares y casas particulares.

“También de clubes amigos, que les prestaban las instalaciones. No había otros lugares donde encontrarse.

Nuestros edificios estaban cerrados”, cuenta Hepe.

Un ejemplo de esta cooperación, que trascendió a las divisiones políticas de la época, lo protagonizó el

Club de Remo Teutonia.Tras su incautación, la entidad pudo ser reabierta dos años después gracias a la

acción conjunta de otras doce entidades deportivas de Tigre. Lideradas por el Buenos Aires Rowing Club,

éstas solicitaron al Estado argentino que no mezclara política con deporte. Para cuando el Teutonia pudo

retomar su actividad en 1947, restaba aún la devolución de 200 clubes y asociaciones. La última institu-

ción restituída fue en 1961 la sede original del Colegio Goethe, ubicada en el barrio de Belgrano.

Para los representantes alemanes el proceso significó por largo tiempo la necesidad de hacerse presen-

tes día tras día ante las autoridades argentinas, que tenían potestad sobre cada caso. Allí se reconfirmaban

la autenticidad de los reclamos y la autoridad de los solicitantes. Había que ir al Ministerio del Interior, a

la Cancillería y al Ministerio de Educación.

Un obstáculo no menor fue la falta de edificios aptos para que funcionaran en ellos dependencias públi-

cas, particularmente en la Capital Federal. Eso hacía interesante para cualquier administración proveerse

de las instalaciones adecuadas. Otro freno fueron los frecuentes cambios en la cúpula del poder argentino.

La caída de Perón significó también el fin de la estrecha relación entre la Casa Rosada y la Embajada.

Durante el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu, conocido por su postura anglófila, la resolución de la

cuestión quedó postergada. Fue sólo durante la

administración de su sucesor, Arturo Frondizi,

cuando se logró avanzar decisivamente hacia

la devolución de las últimas propiedades.Todos

los reclamos de restitución se habían hecho

antes de finalizar el año 1956. Los últimos

fueron resueltos en 1967.

En 1954, el entonces Ministro de Economía alemán,Ludwig Erhard, le solicitó a Juan D. Perón una rápi-da solución para el problema del patrimonio ale-mán incautado al final de la guerra. (Foto: AGN)

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El maestro de Ulm

“Form follows function”, el famoso axioma creado por el arquitecto estadou-

nidense Louis Sullivan, sirve también para trazar la trayectoria de quien es considerado como uno de

los grandes pensadores del diseño internacional,Tomás Maldonado. Pero cabe recordar además que

fue este diseñador argentino, quien en la década de 1950 le abrió a su disciplina las puertas hacia un

mundo en pleno renacimiento: el arte y el diseño en la Alemania de posguerra.

Tomás Maldonado (Buenos Aires, 1922) se incorporó en 1954 a la Hochschule für Gestaltung

(HfG) en la ciudad de Ulm. La hoy legendaria casa de estudios había sido creada tres años antes a

instancias de un grupo de jóvenes en torno a Inge Aicher-Scholl, la hermana de Sophie y Hans Scholl,

quienes en 1943 personificaron uno de los más dramáticos y dignos ejemplos de resistencia contra el

régimen nacionalsocialista. Financiada tanto por el Gobierno alemán como por la administración esta-

dounidense y donaciones privadas, la Hochschule für Gestaltung apuntaba a la formación de una

generación de artistas y académicos integrales. Cuando Maldonado decidió aceptar la propuesta, la

HfG era así poco más que un proyecto ambicioso en un país todavía marcado por la guerra.

Por aquel entonces, el argentino era un reconocido artista. En Buenos Aires había integrado el

grupo fundador de la Asociación Arte Concreto-Invención, había editado la revista de arte, arquitec-

tura, diseño industrial y tipografía Nueva Visión.

No obstante, Maldonado no dudó cuando el director de la HfG, Max Bill, lo invitó a incorporarse

al cuerpo estable de docentes y, finalmente, se radicó en Ulm. Al poco tiempo el diseñador argentino

se había convertido en uno de los motores de la institución.

Junto a sus colegas Otto (Otl) Aicher, Hans Gugelot y Walter Zeischegg, Maldonado aceptó el des-

afío de la época y elaboró un nuevo concepto de programa para la escuela. Max Bill, antiguo alumno

de la Bauhaus, defendía un modelo pedagógico, que ubicaba al diseño en el universo del arte. Los

jóvenes rebeldes, en cambio, entendían que el acento debía estar primordialmente en los aspectos téc-

nicos y en el proceso del diseño. Propugnaban un modelo proyectual.Tomás Maldonado fue el princi-

pal teórico del concepto, según el cual el uso, la función y la eficiencia debían regular el proceso crea-

tivo. La controversia culminó con la renuncia de Max Bill. En los años siguientes la Hochschule für

Gestaltung se convirtió en uno de los centros europeos más destacados en diseño industrial y gráfico.

Tomás Maldonado integró la HfG durante 12 años y fue su rector en los últimos dos años. A prin-

cipios de la década de 1970 se radicó en Italia, donde enseñó en el Politécnico de Milán y, posterior-

mente, en la Universidad de Bologna. Además, fue profesor invitado del Royal College of Art de

Londres y de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos.

Desde entonces,“el maestro de Ulm”, como lo llaman cariñosamente sus discípulos

y amigos, se convirtió en uno de los grandes pensadores del diseño.Tomás Maldonado

vive actualmente en Italia. A los 85 años de edad se lo reconoce como un teórico, que

contribuyó a dar forma al mundo del diseño tal como lo conocemos hoy en día.

Tomás Maldonado

Pag. anterior: Max Bill (izq.) y Tomás Maldonado en Ulm.(Foto: Hans Conrad / Ifa / gentileza MNBA)