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1 25 de Octubre de 2014 ¿Un Obispo español martirizado en 1939? PEREGRINACIÓN A PONT DE MOLINS EN EL 75 ANIVERSARIO DEL MARTIRIO DEL BEATO OBISPO ANSELMO POLANCO Y SU VICARIO BEATO FELIPE RIPOLL Podría sorprender a algún desinformado que en 2014, trascurridos ya 78 años desde aquel trágico verano de 1936, en un pueblecito de Gerona a pocos Kms. de la frontera con Francia, se conmemore este año el 75 º aniversario del martirio de uno de los 12 obispos españoles sacrificados en España por odio a la fe en la persecución religiosa del pasado siglo XX, y se preguntaría extrañado: si se nos ha dicho que las matanzas fueron consecuencia del alzamiento militar de julio de 1936, ¿tres años después, en 1939, todavía se mataba a obispos? Quienes no gustan de hablar de persecución religiosa y sus mártires, sino sólo de “víctimas más o menos inocentes de la guerra” han impuesto su versión de que en los hechos hay que distinguir dos etapas diferenciadas: la mayoritaria, durante el segundo semestre de 1936 y primero de 1937, y la residual posterior. Estos minimizadores no pueden menos de reconocer los asesinatos de sacerdotes y seglares católicos durante los primeros meses tras el inicio de la guerra, pero los achacan a justa indignación popular contra el alzamiento militar y los católicos tenidos por “fascistas”. Se habría producido un vacío de autoridad en el que revolucionarios “incontrolados” se apoderaron de la calle cometiendo múltiples desmanes. Pero afirman que en una segunda etapa -a partir de 1937 -, una vez recuperado el control del orden público por la legalidad republicana, habrían cesado prácticamente tales violencias y crímenes por motivos religiosos, estimando irrelevantes los casos aislados de persecución. Pero estos historiadores de las “dos etapas” olvidan otras dos; una previa y otra posterior. Rehúyen recordar la persecución previa que se originó en 1931 con la quema de iglesias, se oficializó en su fase legal en 1932 con la legislación anticatólica, y desembocó ya en fase sangrienta en octubre de 1934, en un alzamiento, no militar sino revolucionario, contra la autoridad republicana, cuando no existía vacío de poder. Reliquia de los Beatos Anselmo Polanco y Felipe Ripoll que se venera en la iglesia parroquial de Pont de Molins.

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25 de Octubre de 2014

¿Un Obispo español martirizado en 1939?

PEREGRINACIÓN A PONT DE MOLINS EN EL 75 ANIVERSARIO DEL

MARTIRIO DEL BEATO OBISPO ANSELMO POLANCO Y SU VICARIO

BEATO FELIPE RIPOLL

Podría sorprender a algún desinformado que en 2014, trascurridos ya 78 años desde aquel trágico verano de 1936, en un pueblecito de Gerona a pocos Kms. de la frontera con Francia, se conmemore este año el 75 º aniversario del martirio de uno de los 12 obispos españoles sacrificados en España por odio a la fe en la persecución religiosa del pasado siglo XX, y se preguntaría extrañado: si se nos ha dicho que las

matanzas fueron consecuencia del alzamiento militar de julio de 1936, ¿tres años después, en 1939, todavía se mataba a obispos?

Quienes no gustan de hablar de persecución religiosa y sus mártires, sino sólo de “víctimas más o menos inocentes de la guerra” han impuesto su versión de que en los hechos hay que distinguir dos etapas diferenciadas: la mayoritaria, durante el segundo semestre de 1936 y primero de 1937, y la residual posterior. Estos minimizadores no pueden menos de reconocer los asesinatos de sacerdotes y seglares católicos durante los primeros meses tras el inicio de la guerra, pero los achacan a justa indignación popular contra el alzamiento militar y los católicos tenidos por “fascistas”.

Se habría producido un vacío de autoridad en el que revolucionarios “incontrolados” se apoderaron de la calle cometiendo múltiples desmanes. Pero afirman que en una segunda etapa -a partir de 1937 -, una vez recuperado el control del orden público por la legalidad republicana, habrían cesado prácticamente tales violencias y crímenes por motivos religiosos, estimando irrelevantes los casos aislados de persecución. Pero estos historiadores de las “dos etapas” olvidan otras dos; una previa y otra posterior.

Rehúyen recordar la persecución previa que se originó en 1931 con la quema de iglesias, se oficializó en su fase legal en 1932 con la legislación anticatólica, y desembocó ya en fase sangrienta en octubre de 1934, en un alzamiento, no militar sino revolucionario, contra la autoridad republicana, cuando no existía vacío de poder.

Reliquia de los Beatos Anselmo Polanco y

Felipe Ripoll que se venera en la iglesia

parroquial de Pont de Molins.

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Si en octubre de 1934 en Cataluña fracasó la revolución al no secundarla los anarquistas, en las escasas horas de vigencia del proclamado Estat Català, en la cuenca del Llobregat fue asesinado y arrastrado por las calles de Navás el cadáver de su celoso párroco Mn. Josep Morta, y en Asturias, donde la revolución triunfó, fueron asesinados en Turón por odio a la fe once Hermanos de las Escuelas Cristianas dedicados a la enseñanza de los hijos de los mineros, con su capellán pasionista, que han sido no sólo beatificados, sino los primeros en ser canonizados como mártires de la persecución española en siglo XX por la Iglesia católica.

Cuadro del pintor Manuel García-Martín

A quienes presentan la persecución religiosa como reacción popular frente al alzamiento

militar les descoloca hablar de los santos y beatos mártires de 1934, y a quienes justifican los excesos acaecidos en el verano y otoño del año 1936 como daños inevitables de una situación descontrolada, les incomoda constatar en la etapa que tildan de persecución residual, los miles de mártires sacrificados durante los dos últimos años de guerra, cuando los “incontrolados” anarquistas de la FAI y los “troskistas” del Poum habían sido sometidos a represivo control, y la vida o muerte de los católicos era responsabilidad directa de las autoridades republicanas. Por ello evitan hablar de los mártires inmolados en 1937 y 1938 en las checas estalinistas y en las prisiones del SIM, en tiempos en que el presidente Azaña predicaba “Paz, piedad y perdón”.

Obvian también recordar que en el primer trimestre de 1939, ya perdida la guerra,

muchos mártires fueron sacrificados por orden de mandos del ejército republicano en

retirada. Tal es el caso de los beatos mártires Anselmo Polanco y su vicario episcopal

Felipe Ripoll, que desde que en diciembre de 1937 en la toma de la sede de su diócesis

de Teruel fueron evacuados por la Cruz Roja, se les mantuvo encarcelados en Valencia y

Barcelona sin juicio alguno junto a los militares, para presentar al obispo como su

cómplice, estando sus personas y vidas siempre bajo la responsabilidad de las

autoridades de la República

Lápida en “Can Boach” de Pont de Molins, desde la que fue llevado al martirio el Beato Anselmo Polanco

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Cuando a finales de enero de 1939 las tropas nacionales se acercaban a Barcelona, el

Gobierno republicano en su retirada a Francia ordenó que el obispo y demás prisioneros

de Teruel fueran conducidos como rehenes para un posible canje.

“Can Boach” en Pont de Molins última prisión del

Beato Polanco

Trasladados a través de Ripoll,

Capdevánol y San Juan de las Abadesas

hasta el pequeño pueblo de Pont de

Molins, a los pies de los pirineos, los

encerraron en “Can Boach” desde cuyas

ventanas veían la nieve que

mostraba la inmediata frontera

francesa, y con ella la libertad. Los

oficiales del cuerpo de prisiones durante

tantos meses de custodia les habían cobrado afecto, y ante la desbandada general

quisieron liberarles, pero llegó orden de Vicente Rojo de que «el Obispo de Teruel y

demás personalidades de relieve fueran llevadas a Valencia desde Rosas», órdenes que

no se cumplieron.

En su huida hacia Francia a finales de enero de 1939 las columnas de las Brigadas de Lister fueron dejando por el camino un reguero de muertes entre prisioneros, emboscados, rezagados y desertores capturados. Al amanecer del 7 de febrero, una de sus columnas al mando del coronel Trigo fusilaba en Vilasacra a 24 enfermeros, farmacéuticos y personal civil que atendían el hospital de Bañolas. Seguidamente a las 10 de la mañana el jefe de columna de la Brigada Lister capitán Pedro Díaz llegaba a Pont de Molins con 40 de sus hombres y obligaba al teniente de guardia Ángel Giménez a entregarle los prisioneros evacuados de Teruel.

El 7 de febrero de 1939, atados de dos en dos, los 43 prisioneros, entre ellos el Obispo Polanco, su Vicario general y el Canónigo de Abarracín Javier García Blasco, son llevados en camión en tres viajes al cercano barranco de de can Tretze, donde fueron ametrallados y precipitados al fondo del torrente.

Torrente de “Can Treze” donde fueron arrojados y quemados los cuerpos de los ametrallados moribundos.

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Derramaron sobe los cuerpos moribundos dos bidones de gasolina y les prendieron fuego. Diez días después, el pastor Pedro de “Can Salelles” topaba con medio

centenar de cuerpos quemados.

Religiosos agustinos en los años 50

En el lugar del sacrificio se erigió en 1941 un altar y monumento presidido por una recia blanca cruz de piedra. Con la llegada de la paz se extendió por toda España la fama de santidad del Obispo Polanco, pero a partir de los años 60, y en especial tras la transición, su memoria se fue desvaneciendo.

El 1 de octubre de 1995 el Papa Juan Pablo II beatificaba como mártires al Obispo Anselmo Polanco y a su Vicario Felipe Ripoll, primicias de los 198 sacerdotes que en la diócesis de Gerona fueron inmolados por odio a la fe.

Estampa distribuida por la

Postulación de la Causa

del hoy Beato Anselmo

Polanco

Pero ello no fue óbice para que algunos de quienes debieran perpetuar su recuerdo no opusieran mayor obstáculo a que los herederos de sus verdugos prosiguieran su tarea de desmantelar materialmente el monumento y moralmente su significado.

Pero fieles devotos convocados por Don Francisco Picas, y miembros de Hispania Martyr desde su fundación, se han convocado cada año en el lugar de la inmolación para glorificación de los ya beatos mártires Polanco y Ripoll en súplica de su intercesión por el mantenimiento de la fe católica en España. En los últimos años, en vísperas de la peregrinación se

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profanaba el monumento con destrozos e infames pintadas que D. Francisco Picas ordenaba reparar y limpiar. Buena muestra es esta foto de 2009.

En la peregrinación del año 2010 la ignominia dio nuevo paso, adhiriendo al monumento una placa de metacrilato en la que desvergonzadamente se glorificaba un asesinato que se calificaba como gesta, y se ensalzaba no a las 42 víctimas indefensas ametralladas sin juicio alguno, sino la heroicidad de su verdugo; en ella se leía:

“IN MEMORIAM PEDRO DÍAZ

Comandante Jefe de la columna de las Brigadas de Lister

Que el 7 de febrero de 1939, pasadas las 10

horas de la mañana, en cumplimiento del deber y

fiel al Gobierno constituido, ejecutó mediante

juicio sumarísimo a 42 facciosos, entre ellos al

fanático padre Polanco, Obispo de Teruel… Su

gesta en circunstancias difíciles, vista con la

perspectiva del tiempo, realza su figura... Dios

sabrá recompensar su heroísmo. Pont de Molins

a 7 de febrero de 2010.”

Placa con la vindicación del verdugo Pedro Díaz, rota al ser

arrancada.

En 2011 se limpió y restauró el

monumento presidido por su blanca

cruz de piedra ante la que el recordado

Hno. Federico Plumed, Vicepresidente

de Hispania Martyr, tras el rezo del

Viacrucis, leyó un emotivo manifiesto

conmemorativo y rezó un responso.

En el verano de 2012 un gran incendio iniciado en la frontera arrasó millares de hectáreas del Ampurdan, quedando en la zona sólo indemne el monumento martirial, resplandeciente en un entorno de desolación calcinada que reflejaba el ambiente moral imperante.

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El 6 de julio de 2013, al llegar al monumento, los peregrinos vimos con dolor que la gran cruz de mármol que lo presidía había sido derribada y fue preciso improvisar otra de madera que la sustituyera.

Restos de la cruz originaria derribada por los herederos morales de

los verdugos de nuestros

mártires

Padre e hijo colocan la cruz de

madera junto a la base

truncada de la originaria cruz

de piedra,

Dª Anna M. Picas Genis, bajo la cruz de madera, recitando esta su

inspirada poesía de desagravio.

Creu enlairada Al cim de la vall de pedra picada, avui ets a terra,

a cops de magall. El foc resistires en l’estiu fatal.

Nova Creu de fusta alcem triunfant.

El bé sobre el mal.

La fe d’aquells màrtirs és guia y mirall.

Els que et picolaren segur tornaran.

Com bons cristians, al peu de la vall

demanem al Pare; Senyor! – Perdona´ls! No saben què es fan!

(Cruz encumbrada en la cima del valle, Cruz de piedra picada, que

resististe al fuego en trágico verano, hoy te ves derribada a golpes

de mazo. Triunfantes te alzamos, nueva Cruz de madera, del bien

sobre el mal. La fe de sus mártires es nuestro espejo y guía.

Quienes la demolieron, tornarán, seguro. Como buenos cristianos, a sus pies, en el valle, pedimos al

Padre: ¡Señor! perdónales, ¡no saben lo que hacen!)

El pasado 25 de Octubre de 2014 se convocaba a conmemorar el 75º aniversario del

martirio de los Beatos Polanco y Ripoll

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PONT DE MOLINS 2014

¡75 ANIVERSARIO!

11,30 horas: Rezo penitencial siguiendo el camino del barranco de “Can Tretze” que los Beatos

Polanco y Ripoll, con otras 41 víctimas, recorrieron atados hasta el lugar de sacrificio

13 horas: Santa Misa en el Santuario de la Mare de Deu de Terrades, Patrona del Ampurdán.

14,30 horas: Almuerzo en el restaurante del Santuario. Reserva de plazas: Hispania Martyr,

Tel. 934672284. Gerona: D. Francisco de A. Picas.

Viaje Autocar desde Barcelona: Salida 8,45 de Diputacion/Enrique Granados

Un grupo de peregrinos ante el monumento D. Père Sureda Secretario de Hispania Martyr

Mossen Caldes, postulador de la causa diocesana de

beatificación de los mártires de Gerona con D. Francisco de

A. Picas, Presidente honorario de Regina Martyrum.

El capellán del Santuario de la Mare de Deu de Terrades, patrona del Ampurdan, en su homilía a los

peregrinos.

Mare de Deu de la Salut, Regina Martyrum, ora pro nobis