Una aproximación a la acuarela / Jose Pablo Ureña
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Tomar posición
No hay una interpretación ni una única forma de acercarse a un fenómeno artístico como la acuarela. La diversidad de sentido domina sobre cualquier posibilidad. Pero cualquier decisión puede ser un paso en falso, un camino ingenuo de repetición de aproximaciones gastadas. Ninguna técnica artística inventada y probada incansablemente por el ser humano merece ser tomada a la ligera y la acuarela no es la excepción.
Sin embargo, en el contexto del arte costarricense, que no ha reflexionado suficiente sobre sí mismo, tomar posición es una necesidad que debe asumirse en todo
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momento. Ante cualquier fenómeno artístico debe generarse una interpretación y una forma personal de entenderlo, sin que esto restrinja ni limite sus posibilidades.
Lo que se quiere resaltar es, en el caso de la acuarela, la importancia de desarrollar una postura definida sobre esta técnica. De lo contrario, se podría caer en el error de practicar la pintura inocentemente. El conocimiento práctico, teórico e histórico, es lo que puede salvaguardar a cualquiera de acabar en un despropósito artístico.
Lamentablemente, los artistas que han trabajado la acuarela en Costa Rica no han dejado por escrito sus apreciaciones de manera seria y sistemática. En lo personal, resulta inconcebible que ciertas personas hayan dedicado tanto tiempo y energía a
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dicha tarea, y que no se preocuparan por describir a profundidad su experiencia.
Ante esta situación, queda la inquietud por teorizar la práctica de la acuarela. La estrategia a la que se ha recurrido es pintar y escribir simultáneamente. La acuarela inaugura a través de este breve ensayo una serie de aproximaciones que tratan sobre las características fundamentales de diversas técnicas artísticas.
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Nociones sobre la acuarela
La acuarela es una técnica que lleva siglos empleándose bajo una tradición muy rica y vasta. En términos prácticos, como materiales no ha cambiado desde que surgió y se puede pensar que no cambiará, pero el sentido y la mirada de quien trabaja la acuarela podrían revelar maneras distintas de entenderla.
Se suele afirmar constantemente que la acuarela ofrece libertad1 y soltura al artista,
1 Desde mi punto de vista cualquier técnica da libertades, lo que permite refutar cualquier defensa de la acuarela como una técnica más libre que las otras. Como se trata de una valoración subjetiva, prefiero desapegarme de esa idea y evitar valorar las diferentes técnicas de pintura por su grado de “libertad”.
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y también se le asocia con el término frescura. La técnica favorece estos tres aspectos, pero esto no implica que expresen específicamente una caracterización de la acuarela. Incluso, estos rasgos podrían prejuiciar la valoración que se tenga de esta, pues se les ha asumido, erróneamente, como diferenciadores.
Por otro lado, la transparencia y la luminosidad, que frecuentemente se mencionan en los libros y en boca de los pintores, se pueden considerar aspectos inherentes de la acuarela. Las razones para esta afirmación quedarán claras más adelante.
A continuación, se expone una propuesta sobre las características básicas de esta técnica, basada en la tradición de la pintura
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occidental, pero sobre todo en la experiencia personal.
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Características y condiciones fundamentales de la acuarela
1. La dilución. Sin agua no existe la acuarela.
La dilución de la pintura es su condición necesaria, sin esta no es eficaz, no respira. Gracias al agua cobra potencia e intensidad, pero también puede llegar al límite de su anulación y volverse imperceptible. No obstante, la capacidad de la pintura para disiparse en el agua no la ahoga.
Quizás la dilución es la característica que se reconoce de primero. El ojo de quien pinta va y viene sobre la aguada en la superficie plana del papel, reconociendo cualidades que permiten al cuerpo experimentar sensaciones
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ligadas a este material. La propia dilución, sin necesidad de ningún otro artificio, es capaz de generar niveles de profundidad y de espacio para quien la percibe. El ejercicio de pintar un cuadro se torna en algo más que ver a través de una ventana2.
El agua, líquido vital para la técnica, es el vehículo que distribuye y sedimenta el pigmento. Si la acuarela no fuera soluble en agua, todos sus demás atributos se perderían. Pero el agua debe esfumarse luego de ser primordial. La dilución es la condición más importante de la acuarela,
2 Una ventana posiciona al espectador en un espacio distinto al de su objeto de interés. Es un umbral que no permite compenetrarse completamente con lo mirado. En otro sentido, se dice que una pintura es una ventana cuando aporta solo un fragmento de la realidad sensible, proceso figurativo basado en la visión y la imitación.
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pero lo que interesa es el residuo producto de la evaporación, la desaparición del líquido y la sequedad del pigmento sobre el papel.
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2. El blanco. El axis mundi de la acuarela.
No es posible percibir toda la potencia lumínica de una acuarela si no se abandona una zona al blanco, el papel intacto, el centro simbólico. La confrontación entre el área pintada y la no pintada le agrega sentido3 a una técnica de pintura luminosa. La acuarela es un juego entre papel y pintura, luz y sombra. Se trata entonces, de un mecanismo que remite siempre a nociones de espacio.
El blanco del papel, este campo vacío y a la vez vital, carga con un sinfín de
3 Es posible realizar una acuarela y cubrir toda la superficie de pigmento anulando el blanco del papel, sin que esto implique que la acuarela pierda validez. Sin embargo, la fuerza lumínica se reduce.
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posibilidades del color en la acuarela. El potencial cromático se intensifica cuando se cuenta con el luminoso espacio del blanco, reflejo de toda la luz posible y, en consecuencia, contrastante. Esto también responde a una percepción diferente del color en una técnica de pintura por capas.
Todo el trabajo de pintura gira en función de este campo intacto, el axis mundi de la acuarela. Resulta paradójico y estimulante que el pincel no pueda transitar en esta área. El pintor debe abstenerse y someterse a su perímetro, es decir, dejarse vencer para darle forma a este centro simbólico. No obstante, puede jugar a desarmarlo y reintegrarlo, y si es necesario, a destruirlo.
El blanco está tan grabado en la mente del acuarelista que se convierte en una figura
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omnipresente que lo condiciona. Este vacío, el cual pertenece al papel, aún cuando es un artificio provocado por la pintura sobre una superficie bidimensional, carga con todo un sentido de plenitud espacial.
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3. La transparencia de capas. El espacio profundo de la acuarela.
La transparencia favorece la propiedad háptica4 de la visión en una acuarela. La sobreposición de varias capas diluidas produce una sensación muy particular de espacio que otros recursos de la pintura no alcanzan. Genera niveles de profundidad en los que la mirada puede sentirse inmersa, como si tocara en la lejanía o si se enfrascara en un espacio extenso y cercano al mismo tiempo.
4 La palabra “háptico” hace referencia al tacto, en este caso se refiere a la capacidad y sensación de “tocar con los ojos” o percibir una materialidad a través del sentido de la vista.
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Las capas de pintura, también conocidas como veladuras, al sobreponerse, acumulan más pigmento, tanto así que una mancha de pintura puede ser tan espesa que renuncie a la transparencia, y se convierta en un elemento pesado y oscuro visualmente. Es a partir de los contrastes entre la saturación o la ausencia de pigmento, que el espectador puede realizar una interpretación espacial de lo que considera pleno o vacío, con toda la gama de intervalos intermedios.
Tanto las transparencias como el blanco del papel, potencian la luminosidad e intensidad del color. En este sentido muchos especialistas en acuarela (sobre todo los más puristas) y tradiciones pictóricas como la ilustración botánica y la acuarela oriental promueven el uso de capas muy
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transparentes de pintura, las cuales luego de varias sobreposiciones alcanzan el color deseado. Es decir, el camino más directo en la elaboración de un color no es necesariamente el óptimo, más bien la acumulación sutil de luz y color en una acuarela, la suma de las veladuras, es lo que favorece una sensación cromática más intensa.
Sin embargo, el agua puede ser engañosa respecto a la intensidad del color. Mientras la aguada de pintura no se haya evaporado, el pigmento está suspendido en el agua, la cual genera una sensación de color más fuerte que al tener la pintura seca, compenetrada con el papel y rodeada de aire. Por eso, al preparar una capa transparente el control del agua es fundamental, pero al final de cuentas la relación de la acuarela con el aire es lo que importa.
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4. El desequilibrio. Lo seco y lo húmedo como agentes lúdicos de la acuarela.
Es obvio que no todas las acuarelas se pintan de la misma manera, habrán tantas estrategias como personas que practican la técnica, sin embargo, el tránsito de la humedad a la sequedad genera desequilibrios constantes hasta en los métodos más controlados y rigurosos. Es una condición de la que no se puede escapar.
El acto de pintar conlleva a mantener una tensión o una relación entre los tratamientos de la acuarela, y es ahí donde el artista puede jugar a tomarse todas las libertades que
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desee5, se trata de ganar o perder el equilibrio. Confrontar la acuarela en el tránsito de lo húmedo a lo seco es comprender que, en ese corto intervalo, la influencia del pintor sobre el material debe ser mínima.
Las estrategias para dominar los juegos entre lo seco y lo húmedo, el accidente y el cambio, la evaporación constante del agua, el choque de humedades diferentes, la densidad, la transparencia o la opacidad de un pigmento, la mezcla involuntaria, la dilución de un gesto, la pausa en el movimiento de la mano, la continuidad de una pincelada, etc., son
5 Pienso que es necesario establecer una especie de juego entre los recursos que ofrece una técnica. Si bien lo que más interesa en una obra de arte es el objeto de estudio, la técnica es el medio por el cual se representa este, por lo tanto, es una gran condicionante. La técnica también debe estar en el centro de la cuestión.
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todos tratamientos a los que puede estar sometida la acuarela y que pueden practicarse lúdicamente.
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5. La pintura involuntaria. El pincel hace lo suficiente con lo mínimo.
La acuarela prácticamente se pinta sola. Parece imposible creer esto cuando se insiste tanto en la dificultad que conlleva la técnica, pero es justamente eso lo que cuesta reconocer, el pintor tiene que “dejar ser”6 a la acuarela. En realidad, con las herramientas adecuadas se puede ejercer el control necesario sobre la pintura, se trata entonces de una cuestión de profundidad en el método.
6 Dejar ser: conocer las cualidades de un material para luego respetarlas mientras se manipula. La expresión del pintor se rige entonces por la lógica material de la acuarela.
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No es necesario insistir sobre la superficie del papel, el pincel simplemente actúa como un agente que direcciona y regula el agua teñida de pigmento (de hecho, un pincel es una herramienta que puede contener mucha agua y al mismo tiempo liberarla). Si esto se comprende, el movimiento de la mano con el pincel es mínimo y sintético, lo cual quiere decir que se le da a la acuarela una dosis de libertad muy alta, dejando que esta reaccione según su propia lógica.
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6. La inmediatez. La lógica temporal de la acuarela.
En la acuarela los segundos y minutos se suprimen, el tiempo se vuelve más abstracto, podría decirse que se diluye. Se deja llevar por los ritmos de la pintura, pero, sobre todo, del agua y del papel, afectados por un sentido de inmediatez, de rigurosa administración. No obstante, aunque el papel, el agua, y el tiempo son elementos que le dan carácter a la acuarela, son en sentido estrictos autónomos a la materia pictórica.
El papel es esa superficie absorbente que contiene a la acuarela y se rige según la lógica de su fabricación y constitución. Por otro lado, las condiciones del ambiente en
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los trópicos provocan que el agua se evapore con relativa rapidez. Ambos componentes pueden generar transformaciones repentinas, involuntarias y accidentales.
Muchos recursos de la acuarela no permiten las pausas en el proceso de pintar, condición que emociona y desespera, por ejemplo, cuando se realiza una degradación de color. La inmediatez exige de la mano y la mente del artista un alto grado de concentración, así como paciencia y control anímico. Sin embargo, no todo es instantáneo, la rapidez con que se obtiene un resultado al pintar, contrasta con la lentitud que se requiere en otras ocasiones, tal es el caso de la elaboración de un color específico a partir de muchas veladuras. Este método demanda cálculo, precisión y organización en la
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dilución de las capas de pintura, así como respetar los tiempos de secado de la pintura.
La acuarela también puede exigir pausas que conducen a la reflexión. La premura y la espera marcan ritmos de pensamiento, los cuales permiten que la mente se organice de acuerdo con la lógica de la acuarela. Nuevamente, el material sirve de guía a las acciones de quien pinta.
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7. La liviandad. El peso extra de la acuarela.
Basta tener el pincel en la mano y deslizarlo con pintura sobre la superficie del papel para entender la liviandad de la acuarela. No es solo una cuestión de fluidez propia del agua, va más allá, tiene que ver con la capacidad de interpelar al cuerpo, como si se emulara la experiencia de flotar en una gran masa de agua.
En una acuarela el proceso de secado es una pérdida de sustancia, pues el agua se evapora y se pierde en el aire. Sobre el papel permanece la pintura liviana, transparente y delgada7. La liviandad de la pintura hace que
7 ¿Cómo se podría medir, desde los procesos típicos de un pintor, el peso extra de la acuarela sobre el papel?
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esta parezca flotar. El espesor de las capas de acuarela parece insignificante, tan sutil como una sombra.
Aunque la acuarela aparenta flotar sobre el papel, en realidad se compenetra con este y se convierten en una misma materia. Desde este punto de vista, resulta inaceptable concebir la pintura y el soporte como elementos separados una vez que se han compenetrado.
El papel genera gran parte de lo que se observa en una obra a la acuarela, de él depende que se pueda ejercer control sobre la pintura. De hecho, la fluidez de una mancha resulta en gran parte de las características del papel. A este respecto cabe mencionar la importancia de trabajar con papeles
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adecuados, según propósitos específicos8, de lo contrario se estaría subestimando el potencial y las capacidades de un material tan diverso y versátil.
8 Cada tipo de papel condiciona la acuarela de maneras muy específicas. Hay que ser conscientes de esto y ha-cer una elección de acuerdo a un objetivo claro. Entre las características del papel están: el gramaje, la resis-tencia, la porosidad, el tipo de fibra, la blancura, la esta-bilidad, la rigidez, entre otras. El artista debería sentirse atraído por estas cualidades e interpretarlas a partir de su propia sensibilidad, y entonces jugar a comprender las dimensiones de su planitud.
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A modo de conclusión
La acuarela es paradójica, se hace una cosa para lograr otra. En ese sentido, conviene “dejarla ser”, primero conocerla y luego desarrollar una sensibilidad que le dé al pintor no más que el lugar justo en el proceso de pintado. Compenetrarse con una lógica que ya conlleva sus desequilibrios, coloca al pintor en una posición en constante movimiento y sin una zona segura desde la cual trabajar. El placer de la técnica estriba en reconocer este hecho.
La caracterización detallada en estas páginas puede tener diversas dimensiones que es necesario seguir experimentando, ya que este es un ejercicio apoyado en la
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práctica personal de la acuarela. No es más que un documento de mi pensamiento en un momento específico de mi práctica de la pintura.
Esa lista de 7 características o condiciones de la acuarela han sido motivo de reflexión durante casi dos años de trabajo, en los que he realizado abordajes muy diferentes a la pintura. Aunque parezca poco lo escrito, la intención ha sido observar las ideas que han permanecido a lo largo de ese tiempo y describir mis apreciaciones de la manera más sencilla posible.
Pienso que la acuarela debe ser teorizada desde otros puntos de vista y por más personas. La discusión entre las nuevas posibilidades, si es que las hay, y la tradición tan vasta que tiene la pintura sólo puede enriquecerla cada vez más.
Una aproximación a la acuarela de José Pablo Ureña Rodríguez, se terminó de imprimir en el mes de Abril de 2016, como parte del programa ALTER
ACADEMIA de Fundación Teorética.
Esta primera edición de 30 ejemplares es una producción de Ediciones 1390, bajo la supervisión
de Adrian Flores Sancho.