Una joven bella, rica, y muy hermosa, hastiada del cortejo ... · Capítulo I. Una muchacha...

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Una joven bella, rica, y muy hermosa, hastiada del cortejo de sus amigossolteros y de las fiestas y viajes interminables de la aristocracia inglesa,planea una aventura a caballo a través del desierto argelino.Con todas susesperanzas puestas en este viaje,Diana no sabe que elmismo cambiará suvida para siempre. Lejos está de saber que dos días después conocerá aAhmedBenHassan,quienharádeella,arroganteyaltanera,unamujermuydiferente.

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EdithMaudeHull

ElÁrabe

ePubr1.0Titivillus24.03.2019

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EdithMaudeHull,1919Traducción:DesconocidoEditordigital:TitivillusePubbaser2.0

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Índicedecontenido

Cubierta

ElÁrabe

CapítuloI.Unamuchachaextraña

CapítuloII.Ellugardelosdemonios

CapítuloIIISolaeneldesierto

CapítuloIV.Endondemandaelsheik

CapítuloV.Bajolasestrellasrelucientes

CapítuloVI.Uncaráctersombríoyextraño

CapítuloVII.Laemboscada

CapítuloVIII.Elsheikladrón

CapítuloIX.Lavidadeunsheik

CapítuloX.Amoreneldesierto

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CapítuloIUnamuchachaextraña

—¿Vaaentraraverelbaile,ladyConway?—De ninguna manera. Desapruebo totalmente la expedición que se

organiza con este baile.Al contemplar una gira así, sola en el desierto, sinningún acompañante o sirviente de su propio sexo, con solo camelleros ysirvientes indígenas,DianaMayoobra conuna temeridady falta dedecorodestinadasaarrojarunborrónnosolosobresureputación,sinotambiénsobreel prestigio de su país.Me ruborizo al pensarlo. Nosotros, los ingleses, nopodemos descuidar nuestra conducta en el extranjero. No hay ocasión, porinsignificante que sea, que no la aprovechen nuestros vecinos continentalesparaarrojarnospiedras,yestaoportunidaddistamuchodeserinsignificante.Eselcasomásdisparatadodelocuraquehayajamásoído.

—¡Vamos,ladyConway!Noestangrave.Ciertamenteesalgofueradeloconvencionaly…este…,probablementenodeltodoprudente,perorecuerdelaeducaciónpococorrientedemissMayo…

—Noolvidosueducaciónpococorriente—interrumpióladyConway—.Ha sido deplorable. Pero nada puede excusar esta escapada escandalosa.Conocí a su madre hace muchos años y consideré mi deber reconvenir aDianayasuhermano,perosirAubreyestáencerradodentrodeunmurodecomplacencia egoísta que solo unpicopodría penetrar. Según él, losMayoestán por encima de toda crítica, y la reputación de su hermana es cosaexclusivamente de ella. En cuanto a la muchacha, parecía francamente nocomprender la gravedad de su posición, y estuvo sumamente frívola y nopoco mal educada. Me lavo las manos de todo el asunto, y no daré miaprobacióna la fiestadeestanocheapareciendoenella.Yaheadvertidoalgerente que, si el ruido continúa después de una hora razonable, dejaré elhotelmañana.

Y, arrebujándose en su Chal de noche, con un ligero estremecimiento,ladyConwayatravesómajestuosamentelaampliagaleríadelBiskraHotel.

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Los dos hombres, que se hallaban de pie junto a la puerta de acceso alsalóndebailedelhotel,semiraronsonriendo.

—Meparece que así es como se originan los escándalos—dijo uno deellos,conmarcadoacentonorteamericano.

—¡Quéescándaloniquédiablos!ElnombredeDianaMayonuncasehavisto ni siquiera rozado por el escándalo. La conozco desde que era unacriatura,yesunbichobastanteraroporcierto.¡Queeldiabloselleveaesavieja!SeríacapazdedestruirlareputacióndelarcángelGabrielsibajaraalaTierra,ynodigamosladeunasimplecriaturahumana.

—No es una muchacha muy humana precisamente —dijo riéndose elnorteamericano—. Con seguridad estaba destinada a ser unmuchacho y lacambiaron a últimomomento. Parece un jovencito con faldas, un jovencitoendemoniadamente bonito… y endemoniadamente altanero —agregóriéndose—. La escuché esta mañana en el jardín haciendo picadillo a unoficialfrancés.

Elinglésserio.—Estaríahaciéndoleelamor,supongo.Algoqueellanocomprendeyno

tolera.Eselsermásfríodelmundo,sinningunaideaenlacabezafueradeldeporte y los viajes. Inteligente, sin embargo, y valiente… No creo queconozcaelsignificadodelapalabratemor.

»Hayalgoraroenlafamilia,¿noescierto?Oíaalguienquecharlabadeesolaotranoche.Elpadreestabalocoysesaltólatapadelossesos,segúnmedijeron.

Elinglésseencogiódehombros.—Puedellamarlelocosiquiere—dijopausadamente—.Vivocercadelos

Mayoen Inglaterray conozco lahistoria.Sir JohnMayoestaba enamoradoapasionadamentedesumujer;despuésdeveinteañosdematrimonioseguíansiendoamantes.Entoncesnacióestamuchachaylamadremurió.Doshorasdespués su marido se suicidó, dejando la criatura solo al cuidado de suhermano, que entonces tenía apenas diecinueve años, y era tan perezoso yegoísta como ahora. El problema de criar y educar a una niña significabademasiadamolestia,asíquesolucionó ladificultad tratándolacomosi fueraunvarón.Elresultadoesloqueve.

Seacercaronmásalapuertaabierta,mirandoalsalóniluminadoyllenode gente que charlaba alegremente. Sobre un estrado algo levantado en unextremo del salón, los anfitriones recibían a sus invitados. Hermano yhermana eran singularmente distintos.SirAubreyMayo era alto y delgado,acentuándose más la palidez de su rostro al contrastar con la negrura del

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cabellobiencepilladoysusespesosbigotes.Manteníaunaactitudmezcladecortesía innata y lánguido aburrimiento. Parecía demasiado cansado hastapara mantener en su lugar el monóculo que usaba, porque se le caíacontinuamente.Porcontraste,lamuchachaqueestabaasuladoparecíallenadevida.Erasolodemedianaestaturaysumamenteesbelta,suposturaerguidaledabaelportesueltoyvigorosodeunjovenatlético,conlapequeñacabezaalzadaorgullosamente.Subocadespectivaylabarbillafirmemostrabanunadeterminación obstinada, y los ojos azul oscuro eran extraordinariamentelímpidosyfijos.Laspestañaslargasyrizosasquelossombreaban,ylascejasoscuras,contrastabanconsusespesosyrizadoscabellosdorados,quellevabarecortadosyapretujadosalrededordelasorejas.

—El resultado es digno de ser visto —dijo el norteamericano conadmiración,alreferirsealaúltimaobservacióndesucompañero.

Otrohombremásjovenseunióaellos.—Hola,Arbuthnot. Llegas tarde. La divinidad está ya rodeada por diez

filasdepresuntoscompañerosdebaile.Unfuerteruborcubrióelrostrodeljoven,quesacudiólacabezaconaire

irritado.—Me detuvo lady Conway…, ¡esa vieja venenosa! Tenía mucho que

hablardemissMayoysugira.Deberíanamordazarla.Creíque ibaaseguirhablando toda la noche, y al final me escapé. De todas maneras, estoy deacuerdoconellaenunpunto.¿PorquénopuedeesabestiaperezosadeMayoacompañarasuhermana?

Ningunopareciópoderdarlelarespuesta.Laorquestahabíaempezadoatocaryelpisoestabacubiertodeparejasalegresybulliciosas.

SirAubreyMayosehabíaapartadoysuhermanaquedódepie,rodeadadevarios jóvenesqueesperabanprogramaenmano;pero ella los alejó conunasonrisayunaresueltasacudidadecabeza.

—Parecequeestoseanima—dijoelnorteamericano.—¿Vaaprobarsuerte?—lepreguntóelmayordelosdosingleses.Elnorteamericanomordióelextremodeuncigarroconunaligerasonrisa

enloslabios.—Nopienso.Esajovenaltaneramerechazócomobailaríncuandorecién

nos conocíamos. No la censuro—añadió con risa un poco embarazada—,perosusinceridadextremaaúnduele.Medijo,con todaclaridad,queno leinteresaba un norteamericano que no sabía montar a caballo ni bailar. Leindiqué,muydelicadamente, que en losEstadosUnidoshabía unas cuantas

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oportunidadesparaloshombresapartedearrearhaciendasydebailarenloscabarets;peromecortóconunamirada,yyomeesfumé.

»Dentro de un rato jugaré al bridge con sir Complacencia Egoísta; esoestámuchomás de acuerdo conmis gustos.No es unamala persona en elfondo, siunopuedepasarpor alto sus rarezas,yesunsportman.Megustajugarensucompañía.Leimportauncominoperderoganar.

—Esonoimportacuandose tieneunacuentacorrientedel tamañode lasuya—dijoArbuthnot—.Personalmenteencuentroelbailemásentretenidoymenoscaro.Voyaentraryacorrerelalburconnuestraanfitriona.

Susojossevolvieronanimadamentehaciaelextremodelsalónendondela joven estaba sola, de pie, erguida y esbelta, con los tupidos y brillantesrizosqueenmarcabansupequeñorostro,hermosoyaltivo,doradosporlaluz.Contemplabaalosbailarinesconunaexpresiónausenteenlosojos,comosisuspensamientosestuvieranlejosdelanimadosalóndebaile.

ElnorteamericanoempujóaArbuthnotconunarisita.—Vaya y quémese las alas. Cuando la bella cruel haya terminado de

pisotearlo,llegaréyopararecogerlosrestos.Pero,encambio,sisutemeridadencuentraeléxitoquemerece,podremoscelebrarloadecuadamentemástarde—ytomandodelbrazoasuamigolollevóhastalasaladejuego.

Arbuthnot cruzó la puerta y avanzó lentamente pegado a la pared delsalón, esquivando a los bailarines y abriéndose paso a través de grupos dehombres y mujeres de todas las nacionalidades, que conversabananimadamente. Llegó al fin al estrado en el cual aún se encontraba DianaMayoysubióhastallegarasulado.

—Estoessuerte,missMayo—dijo,conunaseguridadqueestabalejosdesentir—.¿Tengorealmentelabuenafortunadeencontrarlasinpareja?

Sevolvióellalentamente,conunaligeraarrugaenelentrecejo,comosisullegadafuerainoportunaeinterrumpieraelhilodesuspensamientos,peroenseguidasonriófrancamente.

—Dije que no bailaría hasta que todo el mundo hubiera empezado—contestócontonomásbiendeduda,mirandoelsalónabarrotado.

—Todoelmundoestábailando.Hacumplidonoblementeconsudeber.Nopierdaestebaile—laexhortó,persuasivo.

Dudóella,dándosegolpecitosenlosdientesconellápizdelprograma.—He rechazado a un montón de hombres —dijo, con un gesto y

enseguidaserio—.Vamos,soyconocidapormismalosmodales.Estenoserámásqueotropecado.

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Arbuthnot bailaba bien, pero con la joven en sus brazos parecía haberperdido el habla. Giraron alrededor del salón varias veces y luego sedetuvieron junto a un ventanal abierto y salieron al jardín del hotel, parasentarseenunsillóndepajabajounchillónfaroljaponés.Laorquestaseguíatocando,yporelmomentoel jardínestabavacío, iluminadodébilmenteporlos faroles coloreados colgados de las palmeras y las luces titilantes queseñalabanlostortuosossenderos.

Arbuthnotseinclinóhaciaadelante,conlasrodillasentrelasmanos.—Creoqueustedeslabailarinamásperfectaqueheconocido—dijocon

vozalgoentrecortada.—Es muy fácil bailar si se tiene un oído musical y se ha tenido la

costumbredeentrenarelcuerpoparaquehagaloqueunoquiere.Pocagentepareceestaracostumbradaahacerquesusmiembroslesobedezcan.Losmíosmeobedecendesdequeeraunacriatura—agregócontonoreposado.

LoinesperadodelarespuestasirvióparaenmudeceraArbuthnotduranteunosminutos,ylamuchachaqueestabaasuladonoparecíatenerapuroporquebrarelsilencio.Elbailehabíaterminadoyelvacíojardínseviopobladodegenteduranteunrato.Luegolosbailarinesvolvieronalhotelalempezaratocarnuevamentelaorquesta.

—Seestábienaquíeneljardín—dijotentativamenteArbuthnot.Lelatíaelcorazónconextraordinaria rapidezyensusojos,queestabanfijosen lasrodillas,seacentuabaunamiradaansiosa.

—¿Quieredecirquepretendeseguirsentadoconmigoduranteestebaile?—replicólajovenconunafranquezajuvenilquelodesconcertóligeramente.

Alzóellaelprogramaalaluzdelfarol.—PrometíestapiezaaArthurConway.Nospeleamoscadavezquenos

encontramos.Nopuedopensarporquéme lapidió, reniegademímásaúnquesumadre…,esaviejatanentrometida.Estaráencantadodequedarlibre.Y no quiero bailar esta noche. ¡Espero el día de mañana con tantoentusiasmo! Me quedaré a hablar con usted, pero tiene que darme uncigarrilloparaconservarmedebuenhumor.

Aélletemblóligeramentelamanoalofrecerleelfósforoencendido.—¿Estádecididaarealizaresagira?Ellalomirósorprendida.—¿Porquéno?Hacealgúntiempoqueestoyarreglándolotodo.¿Porqué

habríadecambiardeideaaúltimomomento?—¿Porquéladejasuhermanoirsola?¿Porquénovaconusted?Oh,no

tengo ningún derecho a preguntarlo, pero lo pregunto —exclamó convehemencia.

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Seencogióelladehombros,conunarisita.—AubreyqueríairalosEstadosUnidos.Yoqueríahacerunaexcursión

por el desierto. Disputamos durante dos días enteros hasta medianoche, yluegollegamosaunarreglo.YotendríamigirayAubreyiríaaNuevaYork;yparademostrarsu fraternalapreciopormigraciosapromesadeseguirloalosEstadosUnidossinfaltaaltérminodeunmes,haconsentidoenhonrarmicaravana con su presencia en su primera etapa y en despedirme con subendición. Le molestó enormemente que no pudiera ordenarme ir con él,siendoestalaprimeravezennuestrosvagabundeosquesusgustosylosmíosnosehaninclinadoenlamismadirección.Alcancélamayoríadeedadhaceunosmeses,yenadelantepuedohacerloquequiera.Noesquehayahechootracosa—admitióconotrarisa—,porquelosdeseosdeAubreyhansidolosmíoshastaahora.

—¡Pero por unmes! ¿Qué diferencia podría haber para él?—preguntóArbuthnotasombrado.

—AsíesAubrey—replicómissMayosecamente.—No es seguro ese viaje —persistió Arbuthnot. Ella sacudió

descuidadamentelacenizadelcigarro.—No estoy de acuerdo con usted. No sé por qué todo el mundo está

preocupándose tanto. Otras mujeres han viajado por territorios muchomássalvajesqueeldesierto.

Él la miró con curiosidad. Parecía ella ignorar totalmente que en sujuventudybellezaresidíatodoelpeligrodelaexpedición.Cayóenlaexcusamásfácil.

—Parece reinar intranquilidad entre algunas de las tribus. Últimamentehancirculadomultitudderumores—dijoconseriedad.

Hizoellaunligerogestodeimpaciencia.—Oh, eso es lo que siempre le dicen a uno cuando le quieren poner

obstáculos en el camino. Las autoridades ya me han puesto ese fantasmadelante. Pedí hechos concretos y solome dieron generalidades. Pregunté siteníanpoderparaprohibirmigira.Medijeronqueno,peromeaconsejaronrepetidamente que no la intentara. Dije que iría, a menos que el gobiernofrancésmedetuviera…¿Porquéno?No tengomiedo.Noadmitoquehayanadadequétenermiedo.Nocreounapalabrasobre la intranquilidaddelastribus.Losárabessiempreestánmoviéndosedeunladoparaotro,¿noesasí?

»Tengounexcelenteconductordecaravanas,delquerespondenhastalasautoridades,yestaréarmada.Soyperfectamentecapazdecuidarme.Sétiraryestoy acostumbrada a acampar al aire libre.Además, he dadomi palabra a

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AubreydequeestaréenOrandentrodeunmes,ynopuedoirmuylejosenesetiempo.

Habíaunacentoobstinadoensuvoz,ycuandocesódehablarpermanecióél en silencio, consumido por la ansiedad, obsesionado por su belleza yatormentadoporeldeseodedecírselo.Luegosevolviórepentinamentehaciaella,almismotiempoqueseponíamuypálido.

—Miss Mayo… Diana…, aplace esta excursión solo unos días yconcédameelderechodeirconusted.Laamo.Laquieroporesposamásqueanadaenestatierra.Noserésiempreunsubalternopobre.Unodeestosdíasestaré en condiciones de darle una posición digna de usted; no, ningunapodríaserlo,peroporlomenosunaquenomeavergüenceofrecerle.Somosmuybuenos amigos; ustedme conoce perfectamente.Elmundo ha sido unlugardiferenteparamídesdequeustedentróenél.Nopuedosepararmedesupersona.Estáustedenmipensamientonocheydía.Laamo;ladeseo.¡Diosmío,Diana!¡Unabellezacomolasuyaenloquecealoshombres!

—¿Eslabelleza todoloquequiereunhombreensumujer?—preguntóella, con una especie de fría extrañeza en su voz—. La inteligencia y uncuerposanomeparecencosasmuchomássensatas.

—Pero cuando una mujer tiene las tres cosas, como las tiene usted,Diana… —susurró él ardientemente, cubriendo con sus manos las finasmanosdeella,quedescansabanensuregazo.

Pero con una fuerza que parecía imposible, dado su pequeño tamaño,DianaMayolaslibródesuapretón.

—Basta,porfavor.Losiento.Hemossidobuenosamigosynuncasemeocurrióquepudierahaberotracosa.Nuncapenséquepudieraamarme.Nuncapenséenusteddeesamanera.Noloentiendo.Nuncaheamadoanadieenmivida.Mi hermano y yo nos hemos toleradomutuamente, pero nunca huboafecto alguno entre nosotros. Póngase en el lugar deAubrey. Imagínese unjovendediecinueveaños,conunanaturalezafríayreservada,cargandoconelcuidadodeunahermanareciénnacida,puestaensusmanossinquererloniesperarlo.¿Eraprobablequepudierasentiralgúnafectohaciamí?Yonuncaloquise.Nacíconlamismanaturalezafría.Fuicriadacomounmuchachoymi educación fue dura. La emoción y el afecto han sido eliminados demivida.Sencillamentedesconozcosusignificado.Noquierosaberlo.Estoymuycontenta con mi vida. El matrimonio para la mujer significa el fin de laindependencia.

»Nuncaheobedecidoanadie;noquiero ensayar el experimento.Sientomuchohaberlecausadodaño.Hasidousteduncamaradaespléndido,peroese

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ladodelavidanoexisteparamí.Sihubierapensadoporunminutoquemiamistadibaacausarledañonolehubieradejadollegaralaintimidad,peronoloimaginéporqueesuntemaenelquenuncapienso.Unhombreparamíessolamenteuncompañeroconelcualsalgoacaballo,oacazar,oapescar,uncamarada,yesoestodo.Diosmehizomujer.¿Porqué?,SoloÉllosabe.

Suvozpausadaytranquilasedetuvo.Habíahabidoenellauntonodefríasinceridad queArbuthnot no pudomenos de reconocer. Sentía todo cuantohabíadicho,puesnohabíadichomásquelaverdad.Sureputaciónindiferenteante la admiración, y su actitud invariable hacia los hombres eran tanconocidascomosuvalorintrépidoysuobstinadadeterminación.

ConsirAubreyMayoseconducíacomounhermanomenor,ycomotalrecibíaasusamigos.Erapopular,inclusoentrelasmadresdehijascasaderas,porque a pesar de su fortuna y belleza, sus notorias rarezas la hacían másinsignificantecomorivalqueotrasjóvenesmásfeasymenosbiendotadas.

Arbuthnot continuó sentado en silencio. Era poco probable, pensóamargamente, que tuviera éxito donde habían fracasado otros hombres yalgunosmejoresqueél.Habíasidounestúpidoensucumbiralatentación;laconocíasobradamenteparasaberdeantemanocuálibaasersurespuesta.Eltemor verdaderamente real por su seguridad, que le había inspirado laexpedición, su proximidad en elmisterio de la noche oriental, las luces, lamúsica,todosehabíacombinadoparahacerbrotardesuslabiospalabrasqueenotromomentonuncahubieraproferido.Laamaba,laamaríasiempre,massabíaquesuamoreratansinesperanzacomoimperecedero.Peroellaqueríacomoamigosahombresquefueranhombres,asíquedebíapasarconvalentíaesetragoamargo.

—¿Puedo seguir siendo su camarada, Diana? —preguntó con voztranquila.

Ellalomiróunmomento,peroalaluztenuedelosfaroleslosojosdeélpermanecieron firmes bajo los de ella, y entonces le tendió la mano confranqueza.

—Encantada—ledijocontonosincero—.Tengomultituddeconocidos,pero muy pocos amigos. Siempre estamos viajando Aubrey y yo, y nuncatenemosocasióndehaceramistades.RaravezpermanecemostantotiempoenalgúnlugarcomohemosestadoenBiskra.EnInglaterranosconsideranmuymalos vecinos; ¡estamos tan poco allí!Generalmente vamos a casa por tresmeses en invierno para las cacerías, pero el resto del año erramos por lasuperficiedelglobo.

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Mantuvoéllosfinosdedosdelamuchachaapretadosenlossuyosporunmomento,ahogandounlocodeseodellevárselosaloslabios,cosaquesabíahubiera sido fatal para su amistad, y luego los soltó.Miss Mayo continuósentada a su lado tranquilamente. Lo sucedido no la había desazonado enformaalguna.Lehabía tomado literalmente la palabray lo trataba comoalcamaradaqueélhabíapedidoser.Nose leocurríaquepodía librarlodesupresencia,comotampocoqueestapodíaserembarazosa.Ymientrasseguíansentadosensilencio,lospensamientosdeellaperdidoseneldesiertoylosdeélllenosdevanosanhelosyrecuerdosmelancólicos,sealzólavozgravedeunhombreenlacalmadelanoche.

—ManospálidasqueaméjuntoalShalimar.¿Dóndeestáisahora?¿Quiénhacaídobajovuestrohechizo—cantabaconunavozapasionadayvibrantede barítono? Cantaba en inglés, y sin embargo, la suave transición casiimperceptibledenotaanotaeraextrañamentepoco inglesa.DianaMayoseinclinó hacia adelante, con la cabeza erguida, escuchando atentamente conojos brillantes. La voz parecía surgir de las espesas sombras al fondo deljardín,otalvezvinierademáslejos,delcamino,másalládelcercodecactos.El hombre cantaba despacio, deteniendo su acariciante voz en las palabras,dejandomorir el último verso clara y suavemente hasta desvanecerse, casiimperceptible,enelsilencio.

Porunmomentoreinólacalmatotal;luegoDianaseechóhaciaatrás,conunpequeñosuspiro.

—LacancióndeCachemira.MehacerecordarlaIndia.Laoícantaraunhombreenestepaíselañopasado,peronoasí.¡Quévozmaravillosa!¿Quiénserá?

Arbuthnotlamiróconcuriosidad,sorprendidoanteelrepentinoacentodeinterésquedescubrióensuspalabrasyladesusadaanimacióndesurostro.

—Usteddicequenoexistelaemociónensunaturaleza,ysinembargolacancióndeesehombredesconocidolahaconmovidoprofundamente.¿Cómoconciliaambascosas?—lepreguntó,casiconrabia.

—¿Laapreciacióndelohermosoesemoción?—preguntóellaalzandolosojos—.Conseguridad,no.Lamúsica,elarte,lanaturaleza,todolohermosomeatrae.Peronohaynadaemocionaleneso.Essolamentequeprefierolascosas hermosas a las feas. Por ese motivo hasta los vestidos bonitos megustan—agregóriéndose.

—UstedeslamujermejorvestidaenBiskra—admitióél—.¿Peronoesesounaconcesiónalossentimientosfemeninosqueusteddesprecia?

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—Nada de eso. Interesarse en la ropa no es un vicio exclusivamentefemenino.Me gustan los vestidos bonitos. Paso algún tiempo pensando encombinaciones de colores que vayan bien con mi cabello horrible, pero leaseguroquemimodistatieneunavidamástranquilaqueelsastredeAubrey.

Guardó ella silencio, esperando que el cantor no se hubiera marchado,pero no se oía sonido alguno, salvo el chirrido de una cigarra cercana. Sevolvióenelasiento,mirandoenladireccióndedondevenía.

—Escuche. ¡Qué animalito simpático! Es lo primero que trato de oírcuandollegoaPortSaid.SignificaelOrienteparamí.

—¡Bicharracosenloquecedores!—dijoArbuthnotirritado.—Van a ser unos bicharracosmuy amigosmíos en las próximas cuatro

semanas…Ustednosabeloqueestaexcursiónsignificaparamí.Megustanlos lugares salvajes. Los momentos más felices de mi vida los he pasadoacampandoenAméricaylaIndia,ysiemprehedeseadoconocereldesiertomásqueningúnotrolugar.Vaaserunmesdepuraalegría.Voyasentirmeenormementefeliz.

Se incorporó con una risa de intenso placer, y se volvió a mediasesperando aArbuthnot. Este se puso en pie demala gana y permaneció ensilencioasuladoduranteunosmomentos.

—Diana, quisiera que me dejara besarla solo una vez —exclamó contristeza.

Ella levantó la vista rápidamente, con un destello de ira en sus ojos, ysacudiólacabeza.

—No.Esonoestáenelconvenio.Nohesidobesadaenmivida.Esunadelascosasquenocomprendo.

Echóaandarsinprisahaciaelhotel,yélmarchóasu ladopensandosihabríaperdidolaamistaddelajoven.Peroenlagaleríaellasedetuvoydijoconeltonodefrancacamaraderíaconquesiemprelehabíahablado:

—¿Loveréporlamañana?Élcomprendió.Nodebíadehaberningunanuevaalusiónaloquehabía

pasadoentreellos.Elofrecimientodeamistadsemantenía,perosoloenlostérminosconvenidos.Serehizo.

—Sí. Nos hemos combinado una docena de nosotros para servirle deescolta, acompañándola los primeros kilómetros, y despedirla en formaadecuada.

Hizoellaungestosonrientedeprotesta.—Serán necesarias cuatro semanas de soledad para contrarrestar la

presunción que voy a adquirir—dijo ligeramente, al entrar en el salón de

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baile.

Unas horasmás tarde, Diana entró en su dormitorio y, encendiendo la luzeléctrica, arrojó los guantes y el carné de baile en una silla. La habitaciónestaba vacía porque la doncella había sufrido una vértigo al oír que debíaacompañarasuamaaldesierto,y tuvoqueserenviadaaParísparaesperarallísuregreso.Habíapartidoesedía llevándose lamayorpartedelequipajepesado.

Dianasedetuvoenelcentrodelahabitaciónycontemplólospreparativospara la partida de la mañana siguiente, con una pequeña sonrisa desatisfacción. Todo estaba en orden; los arreglos finales habían quedadoconcluidos unos días antes. La caravana de camellos con el equipo delcampamentodebíasalirdeBiskraunashorasantesdelafijadaporlosMayopara partir con Mustafá Alí, el guía que las autoridades francesas habíanrecomendado de mala gana. Las dos grandes valijas que Diana llevabaconsigo estaban abiertas, con todo preparado, solo en espera de las últimascosasnecesarias,yalladodeellaselbaúldecamarote,delqueseencargaríasir Aubrey, para dejarlo en París a su paso por allí. En una chaise longueestabasutrajedemontar,listoparalamañana.Susonrisaseacentuóalmirarlospantalonesbiencortadosylasbotasdemontarmarrones.Eralaropaquehabíausadolamayorpartedesuvida,yconlaqueseencontrabamuchomáscómoda que con los vestidos bonitos de los cuales se había reído conArbuthnot.

Sealegrabadequehubieraterminadoelbaile;noeraunejercicioqueleatrajera.Solopensabaenlainminentegira.Estirólosbrazosconunarisitadefelicidad:«Eslagranvida,yvaaempezardenuevomañanaporlamañana».Cruzó hasta la mesa tocador y, apoyando los codos en ella, se miró en elespejodirigiendounasonrisaamistosaalaimagenreflejada.Afaltadeotroconfidentesiemprehabíahabladoconsigomisma,sinpensarenlabellezadelrostroqueledevolvíalamiradadesdeelespejo.

Elúnicocomentarioquesehacíaavecessobresuaspectoeradesearquesucabellonofueradeuntonotanmonótono.

Secontemplóahoraconunasomodecuriosidad.«Quisierasaberporquémesientotanespecialmentefelizestanoche.DebeserporquehemosestadomuchotiempoenBiskra.Hasidomuyagradable,peroempezabaasentirmemuyaburrida».Seriodenuevoytomósurelojparadarlecuerda.Unadesuspeculiaridadeseranousarjoyasdeningunaclase.Hastaelrelojquesosteníaenlamanoteníaunalisacorreadecuero.

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Sedesvistiólentamente,yconcadamovimientosesintiómásdesvelada.Despuésdeponerseunafinarobedechambresobresupijamayencenderuncigarrillo,salióalaampliabalaustradaquedabaasudormitorio.Elaposentoestabaenelsegundopiso,yfrenteasuventanasealzabaunodelospilaresesculpidos que sostenían el balcón ubicado sobre su cabeza. Miró a losjardines,abajo.Erafácilsubir,pensóconunasonrisajuvenil…;muchomásfácil que muchas de las ascensiones que había realizado cuando sentíaimperiosamente la necesidad de una escapada solitaria; los sirvientesindígenas tenían la desconcertante costumbre de echarse a dormir encualquierlugarenquelosvencieraelsueño,ynohacíamuchoquesehabíadescolgadodesubalcónparacaerdellenosobreunamasahumanadurmienteque había despertado a medio hotel con sus aullidos. Se inclinó sobre elantepecho, tratando de mirar en la galería situada debajo, y le pareciódiscernirunropajeblanco.Miródenuevoyestavezsealzósobreelanchobordedelabaranda.Sentándosecómodamente,conlaespaldaapoyadaenlacolumna, miró por encima de los jardines hacia la noche, tarareandosuavementelacancióndeCachemiraquehabíaoídopocoantes.

La luna llena estaba alta, y su luz fría y brillante llenaba el jardín deespesassombras.Contemplóalgunas,queinclusoparecíanmoverse,comosiellugarestuvieraanimadoporfigurasquesearrastraranprecipitadamente,ysedivirtiósiguiéndolashastalapalmeraoelcactoquelasoriginaba.Una,enparticular, resultó ser la sombra de una grotesca estatua de plomo, medioocultaporunarbustoenflor.Olvidandolahoraylasventanasabiertasasualrededor,prorrumpióenunacarcajada,interrumpidaporlaaparicióndeunafigura,vistademaneradifusaatravésdelenrejadoquedividíasubalcóndelpróximo,yelsonidodeunavozirritada.

—Poramordelcielo,Diana,dejaqueduermanlosdemás,sitúnopuedeshacerlo.

—Loque,bieninterpretado,esdejardormirasirAubreyMayo—replicóella, riendo—.Mi querido muchacho, duerme si quieres, pero no sé cómopuedeshacerloenunanochecomoesta.¿Hasvistoalgunavezunalunatanmaravillosa?

—¡Oh,aldemonioconlaluna!—No te enojespor eso.Vuelve a la camayno laverás.Peroyovoya

seguirsentadaaquí.—¡Diana,noseasidiota!Tevasadormir,caerásaljardínytedesnucarás.—Tantpispourmoi.Tantmieuxpourtoi—dijoella,alegremente—.Te

hedejado todocuantoposeoenelmundo,queridohermano. ¿Puede irmás

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lejoselcariño?Volvió amirar al jardín. Era una nochemaravillosa,misteriosa, con el

misterioinexplicablequeexistesiempreenlasnochesorientales,enlasqueelsilenciosoloesrotoporelmonótonochirriardelascigarras.LosaromasdelOrientesealzabanasualrededor;parecíanmásperceptiblesdenochequededía.Con frecuencia en su casa había permanecido en el pequeñobalcóndepiedradelahabitaciónaspirandolosaromasdelanoche:elolorpenetrantedelatierradespuésdelalluvia,elaromadelospinospróximosalacasa.

Fueronlosoloresexcitantesdelanochelosqueprimerolaimpulsaron,demuyniña,adescolgarsedesubalcón,aferrándosea lasgruesasraícesde lahiedra,paraerrar conunadeliciosa sensacióndeculpabilidadporelparqueiluminadoporlalunayavecesporelsombríobosquevecino.Siempreestuvototalmentedesprovistademiedo.

Su niñez había sido extraña. No hubo parientes cercanos que seinteresaran en la niña huérfana que había quedado confiada a los tiernoscuidadosdeunhermanocercadeveinteañosmayor,horrorizadoantelacargaquelehabíasidoimpuesta.Interesadoensímismoyenlibertaddesaciarelansiadeviajarqueloconsumía,habíaeludidolaresponsabilidaddelamaneramásfácilposible.Durantelosprimerosañosdesuvidalacriaturahabíasidodejadaenmanosdeniñerasysirvientesque lamimaronsindiscriminación.Luego,cuandoaúneramuypequeña,sirAubreyMayoregresódeunalargagiray,estableciéndoseporunpardeaños,seocupódelaeducaciónfuturadesuhermana,quetuvocomopatrónsupropiacrianza.Vestidaytratadacomoun muchacho aprendió a montar a caballo, a tirar y pescar, no comodiversiones,sinoseriamente,afindepodermástardeocuparunlugarcomocompañeradelhombrecuyosúnicosintereseseranesos.Suairedefatigaerafingido.En realidad teníaunaconstitucióndehierro,ysu intencióneraqueDiana llegaraa ser igual.Coneseobjetivo, la criodemaneraespartana,nohaciendo ninguna concesión al sexo o al temperamento, y nada obvió paralograrelresultadodeseado.

La muchacha había respondido bizarramente, dedicándose en cuerpo yalmaalavidaarduayfatigosaquelehabíanplaneado.Losúnicosobstáculosqueleimpedíandisfrutarperfectamentedeestaexistenciaeranlasleccionesnecesarias que debía recibir, aunque hasta estas podían haber sido peores.Todas las mañanas iba a caballo a través del parque hasta la rectoría paraestudiarunpardehorasconelrector,cuyocorazónestabamásenelestabloqueen suparroquia,ycuya reputacióneramayorcazandozorrosqueenel

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púlpito. Susmétodos eran ásperos, pero ella era inteligente, y adquirió unacantidadasombrosadeconocimientosdelamásdiversaíndole.

Perosueducaciónquedóinterrumpida,enformaabrupta,cuandocumpliólosquinceañosyllegóalarectoríaunmuchachote,quehabíasidoenviadoalmusculoso rector como último recurso por su desesperado padre. Estedescubriórápidamenteloqueaquellos,entrequienessehabíacriado,apenasnotaban:queDianaMayo,conlasropasymodalesdeunmuchacho,eraenrealidadunajovendehermosurapococomún.

Coneldesenfadoacostumbradoensutipo,habíaaprovechadolaprimeraoportunidad para decírselo, acompañando la confesión con una tentativa delograr el beso que hasta entonces su buena presencia siempre habíaconseguido. Pero esta muchacha era muchacha solo por un accidente denacimiento;másrápidaconsusmanos,muchomejorentrenadaqueél,yconlafuerzanaturalacrecentadaporunarabiafuriosaleennegreciólosojosantesdequesedieracuentadeloquepasaba,ycuandoelrectoraparecióanteellos,atraídoporelalboroto,Dianadabavueltasalrededordeélcomoungallodepeleaenfurecido.

Lo que ella dejó lo terminó el maestro, y luego, sin aliento e irritado,cruzóelparqueconlajovenyanuncióenpocaspalabrasasirAubrey,quiendaba la casualidad que estaba en casa en una de sus raras visitas, que sualumna era demasiado crecida y bonita para continuar sus estudios en larectoría.Luegosedespidiótandeprisacomohabíallegado,dejandoquesirAubreysolucionaraelnuevoproblemadeDiana.Y,lomismoqueantes,fueresuelto de la manera más cómoda posible. En lo físico era perfectamentecapaz de desempeñar el papel para el cual siempre la había preparado;mentalmentesuponíaquesabíatodoloqueeranecesarioqueellasupiese,y,decualquierforma,elviajarensíeraunaeducación,ymuchomejorquelaquepodíaaprenderseenloslibros.Así,Dianainicióincesantesviajesconsuhermano, y en quince días la vieja vida había quedado atrás. Estoscontinuaron durante los últimos seis años; años de cambio perpetuo, deexcitaciónydepeligros.

Pensó en todo eso, sentada en la ancha balaustrada del balcón, con lacabeza reclinada contra la columna en que se apoyaba. «Ha sido una vidaespléndida», pensó. «Y mañana…, hoy, empieza la parte más perfecta».Bostezó, sintiendo repentinamente un sueño desesperado. Volvió a lahabitación,ydejandolasventanasabiertasdeparenpar,yarrojandolarobede chambre, se echó en la cama y se quedó dormida casi antes de que sucabezatocaralaalmohada.

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Debió de ser una hora más tarde cuando se despertó de repente,completamentedespabilada.Permaneció inmóvil,mirandocon cautela entresusespesaspestañas.Elcuartoestababañadoporlaluzdelaluna,noseveíanada,peroellaexperimentabalasensacióndequehabíaotrapresenciaenlahabitación ademásde la suya; había tenidounavisión semiconsciente en elmomentodedespertar,deunalgovago,quehabíaparecidodesvanecerseporlaventana.Alabrirsepasolarealidadactualdeesepensamientoatravésdelsueñoqueembotabasumente,yconvertirseenunasugerenciaconcreta,saltóde la cama y corrió al balcón.Estaba vacío. Se inclinó sobre el antepecho,escuchandoatentamente,peronopudovernioírnada.Intrigada,volvióalahabitaciónyencendiólasluces.Nadaparecíafaltar:surelojestabadondelohabíadejado,sobreeltocador,yalparecernadiehabíatocadolasvalijas.Allado de la cama se hallaba el revólver con culata de marfil que siemprellevaba, tal como ella lo había puesto. Miró de nuevo alrededor de lahabitación, frunciendoel ceño.«Debedehaber sidoun sueño», sedijo conairededuda.«Peromepareciómuyreal.Parecíaalto,blancoysólido,y losentíallí».

Esperóunmomentoodos,luegoseencogiódehombros,apagólaslucesy se metió en la cama. Sus nervios eran admirables, y cinco minutos mástardeestabanuevamentedormida.

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CapítuloIIEllugardelosdemonios

Ladespedidaprometidafueentusiasta.Losarregloshechosparalaexcursiónresultaronperfectos;nohuboningún tropiezo.Elguía,MustafáAlí,parecíacapazyeficiente,retirándosecuandonoselenecesitabayrespondiendoconcortésdignidadcuandoseledirigíalapalabra.EldíahabíasidoparaDianaelsummumdelplacerfísico.Hacíaunahoraquehabíanllegadoaloasisdondepasarían la primera noche y encontraron el campamento establecido ya, lastiendas de campaña alzadas y todo tan ordenado que sir Aubrey no pudocriticar nada; hasta Stephens, su sirviente, que lo había acompañado en susviajes desde queDiana era una criatura, y que era tan difícil de complacercomosuamoenlacuestióndecampamentos,nopudohallarfaltaalguna.

Dianacontemplósupequeña tiendadecampañaconentera satisfacción.Era mucho menor que la que habitualmente utilizaba, ridículamente máspequeñasisecomparabaconlaque tuvoen laIndiaelañoanterior,consubañoseparadoysucuartodevestir.Lossirvienteshabíanabundadotambiénen la India. Aquí el servicio prometía ser inadecuado, pero en esta gira sehabía encaprichado en dejar a un lado las comodidades a que estabaacostumbradaconsirAubrey,paravivirenformarelativamenteprimitiva.Elestrechocatredecampaña,elbañodezinc, lapequeñamesaplegableysusdos valijas parecían ocupar todo el espacio disponible. Pero tomó a risa laincomodidadapesardehabersalpicadoelcatrealbañarse,ydequeeljabóncayódentrodeunadesusbotas.Habíacambiadosu trajedemontarporunvestidoceñidodesedaverdejade,queterminabaencimadesusfinostobillos,conunescotebajoquerevelabaelblancobrillantedesupechojuvenil.Saliódelatiendaysequedóquietaunmomento,cambiandounasonrisadivertidaconStephens,quedabavueltasasuladoconairedubitativo,unojopuestoenella y el otro en su amo. Se había retrasado, y a sirAubrey le gustaba serpuntualparalacomida.Esteestabaechadoenunasilla,conlospiespuestosencimadeotra.

Dianaagitóundedoconairedeadvertencia.

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—¡Vuela,Stephens,ytraelasopa!Siestáfríasevaaarmarunescándalo.Caminó hasta el borde de la lona, que había sido tendida en el suelo

delante de las tiendas, y contempló extasiada la escena que la rodeaba,brillándole de entusiasmo los ojos al mirar lentamente alrededor delcampamentoenclavadoeneloasis:losgruposdepalmeras,eldesiertoquesedifundíaondulante,peroqueparecíallanoalaluzdelanochecer,hastallegaralascolinasdistantesquesemejabanunamanchaoscuradestacándoseenelhorizonte.Respiróprofundamente.Eraeldesierto,porfin,eldesiertoporelcualhabíasuspiradotodasuvida.Hastaestemomentonohabíasabidocuánintensahabíasidoesaansia.Seencontrabaextrañamentecómoda,comosilaenorme y silenciosa extensión la hubiera estado esperando como la habíaestado esperando ella, y ahora que había llegado, le diera la bienvenidasuavemente, con el débil rumor de la arena y el misterioso encanto de susuperficiecambiantequeparecíallamarla.

Lavozdesuhermano,detrásdeella,lahizovolveratierraderepente.—Has tardado un tiempo endemoniado. Volvió ella a la mesa con una

débilsonrisa.—Tú no puedes quejarte, Aubrey. Tienes a Stephens para afeitarte y

lavartelasmanos,perograciasaesaidiotadeMarieyotengoquehacérmelotodo.

SirAubreyretirólospiesdelasegundasilla,arrojóelcigarroy,ajustandosu monóculo con más agresividad que la habitual, la miró con aire dedesaprobación.

—¿PiensasarreglarteasítodaslasnochesparaagradaraMustafáAlíyaloscamelleros?

—No pienso invitar al dignoMustafá a comer conmigo, y no tengo lacostumbrede«arreglarme»comotanagradablementelohasexpresado,paradargustoanadie.Sicreesquemevistoenelcampamentoparaagradarte,miquerido Aubrey, te engañas. Lo hago enteramente por mi gusto. Esaexploradora que conocimos enLondres, el primer año que empecé a viajarcontigo, me explicó el verdadero valor moral y físico de ponerse ropascómodasybonitasdespuésdepasarundíaduroenpantalonesybotas.Tútecambiastambién.¿Cuálesladiferencia?

—La diferencia está en que no hay necesidad de que te hagas másatractivadeloqueeres—dijoélconsequedad.

—¿Desde cuándo se te ha ocurrido que soy atrayente? Debes de estardelirando,Aubrey—replicóella,tamborileandoimpacienteconlosdedosenlamesa.

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—No eludas la cuestión. Sabes perfectamente bien que eres bonita,demasiadobonitaparaseguiradelanteconesteasuntoabsurdo.

—¿Quieresdecirme,porfavor,quéinsinúas?—preguntóellasinalzarlavoz. Pero los ojos azul oscuro fijos en el rostro de su hermano se ibanoscureciendomásalmirarlo.

—He estado pensando mucho hoy, Diana. Esta gira que te proponesrealizaresimposible.

—¿No es un poco tarde para haberlo descubierto ahora?—interrumpióellaconsarcasmo,peroélignorólainterrupción.

—Debes darte cuenta, ahora que estás frente a la situación, de que esimposible.Nosepuedenisiquierapensarenquetodoelmespróximopuedasvagarcompletamentesolaporeldesiertoconestosmalditosnegros.Aunquemi tutoría sobre ti terminó en septiembre último, aún tengo ciertasobligaciones morales con respecto a tu persona. A pesar de que ha sidoconvenienteeducartecomoaunmuchachoyconsiderartecomounhermanomenoren lugardeunahermana,nopodemosolvidarqueeresunamujer,yunamujermuy joven.Hay ciertas cosas que una joven no puede hacer. Sihubieras sido elmuchachoqueyo siempredeseéque fueses el asunto seríacompletamente diferente, pero no lo eres, y todo esto es imposible…,completamenteimposible—habíaimpacienciaensuvoz.

Dianaencendióuncigarrillolentamente,ysevolvióensuasientoconunarisaseca.

—Si no hubiera vivido contigo toda mi vida, Aubrey, me sentiríarealmente impresionada por tu solicitud fraternal, creería en tu sinceridad.Peroséqueno te impulsa laansiedadpor loquemepuedasuceder,sino lopocoqueteagradaviajarsolo.Hasllegadoadependerdemíparaahorrarteciertasmolestiase inconvenientesquesiempreocurrenviajando.Fuistemáshonesto enBiskra cuando te opusiste ami excursión sin dar explicaciones.¿Porquéhasesperadohastaestanocheparaexponermeesasrazones?

—Porque pensé que aquí, al menos, tendrías suficiente sentido comúnpara verlas. En Biskra era imposible discutir contigo. Tú hiciste tuspreparativoscontramisdeseos.Salídeallíconvencidodequeaquítedaríascuenta de la imposibilidad del asunto, y que por timisma lo verías.Diana,abandonaestagiraabsurda.

—Noloharé.—Tengobuenasganasdeobligarteahacerlo.—Nopuedes.Soydueñademisactos.Notienesningúnderechosobremí.

Notienesnisiquieraeldeunafectofraternalordinario,porquenuncamelo

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hasdado,asíquenopuedesesperarlodemí.Notenemosningunanecesidaddeenfrentarnos.Nopiensodiscutirmás.NovolveréaBiskra.

—Sitienesmiedodequeseríandeti…—empezóélirónicamente,peroellalointerrumpióenelacto.

—No tengomiedodeque se ríandemí.Solamente los cobardes temeneso,yyonosoycobarde.

—¡Diana,escucharazones!—¡Aubrey, he dicho mi última palabra! Nada alterará mi decisión de

efectuarestagira.Tusargumentosnomeconvencen,porqueteconozco.Enel fondo de tus reproches está tu propia conveniencia y no la mía. No loniegues,nopuedes,porqueescierto.

Seenfrentabanatravésdelamesita.ElrostrodeSirAubreyseencendiódeira,ysumonóculocayóchocandoconagudotintineocontraunbotóndelchaleco.

—¡Eres un maldito diablito obstinado! —dijo con furia. Ella lo mirófijamente,suslabiosdespectivosestabantanfirmescomolosdeél.

—Soyloquemehashecho—dijolentamente—.¿Porquéenojarteconelresultado?Túmehas educado haciéndome ignorar las restricciones propiasdemisexo.Todamividamehasdadounejemplodeegoísmoyobstinación.¿Puedesextrañartedequemehayaaprovechadodeél?Mehashechotanduracomotú,yahorafingessorprenderteanteladecisiónquetuenseñanzamehaimpuesto.Eres ilógico.Esculpa tuyaynomía.Forzosamente teníamosquechocar algúndía.Ha sucedido antesde loque esperaba, eso es todo.Hastaahoramisinclinacioneshancoincididoconlastuyas,peroestepareceserelpuntodondeseseparannuestroscaminos.Comoterecordéantes,soydueñademisactosynotoleraréningunainjerenciaenellos.Teruegocomprendaseso claramente, Aubrey. No quiero disputar más. Me uniré a ti en NuevaYork, como te he prometido. No tengo la costumbre de quebrantar mispromesas, peromi vida es solomía, y haré de ella exactamente lo que yoquiera y no lo que quiera ningún otro. Haré lo que me parezca, cuándo ycómomeparezca,ynoobedeceréotravoluntad.LosojosdesirAubrey seentrecerraronderepente.

—¡Entonces espero, por el cielo, que un día caigas en manos de unhombrequetehagaobedecer!—exclamóiracundo.Suslabiosdesdeñosossefruncieronmásaún.

—¡Yentonces,queelcieloseapiadedeél!—replicósarcásticamente,ysedirigióasutienda.

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Por una sola vez su irritación se trocó en diversión. Había sido algo,despuésdetodo,provocarlairadelperezosoAubrey.Conocíaexactamentelaíndole del agravio que había estado alimentando en contra de ella en lasúltimas semanas pasadas en Biskra. Aunque viajaba perpetuamente y confrecuencia por lugares remotos y desolados, lo hacía con el máximo decomodidadesyelmínimode inconveniencias.No semolestabapornada,ylas inevitablesdificultadesque sepresentabancaían sobre loshombrosmásjóvenesymenosexperimentadosdeDiana.Ellasiempresupolacomodidadquerepresentabaparaél.Esposiblequetuvieraalgunossentimientoslatentesrespectoalopocorecomendabledelaconductadeella,esposiblequeinclusoexperimentara algunos remordimientos de conciencia acerca de la forma enquelahabíaeducado,peroloquemásleinquietabaerapensarensupropiacomodidad. Eso lo sabía ella, y saberlo no contribuía a fomentar ningúnsentimiento más amable hacia él. Siempre había sido y continuaría siendosumamenteegoísta.Todasuvidajuntoshabíasidoencauzadadeacuerdoconsuconvenienciaynoconladeella.

Sabía también por qué él deseaba especialmente su compañía en losEstadosUnidos.Eraunaexpedicióndecaza,peronodelaíndoledelasquehabitualmenteestabanacostumbrados;eraunaesposaynolacazamayor loque hacía atravesar el océano a sir Aubrey en esta ocasión. Había estadoocupandosuespíritu,desdehacíaalgúntiempo,conunanecesidadinevitableynodeltodoplacentera.Lasmujeresloaburrían,ylaideadelmatrimonioledesagradaba, pero era indispensable un hijo que lo sucediera —un MayodebíadeserseguidoporotroMayo—.Eraesencialunherederoparalagranpropiedadquelafamiliahabíaconservadodurantecientosdeaños.Ningunamujer había llegado a atraerlo; pero, de todas las conocidas, lasnorteamericanas eran las quemenos lo irritaban, y por eso se dirigía a losEstadosUnidosenbuscadeunaesposa.

SeproponíaalquilarunacasaenNuevaYorkporunosmesesymástardeotraenNewport,yparaelloconsiderabaindispensablelacompañíadeDiana.Le ahorraría infinidad de molestias, ya que todos los preparativos podíanquedar en susmanos y las de Stephens.Habiendo decidido hacer una cosaque consideraba como un sacrificio en el altar de la familia, su deseo erahacerloloantesposible,ylaalteracióndesusplanes,causadaporDiana,lohabíaexasperado.Porprimeravezhabíanchocadosusvoluntades,yella seencogió de hombros impacientemente al recordarlo. Un poco más y laconversaciónhubieradegeneradoenunadisputavulgar.

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ApartóaAubreyysuegoísmoresueltamentedesumente.Hacíamuchocalorypermaneciómuyquieta,enelestrechocatre,deseandonohabersidotan rígida respectoa suanchura,ypensandosialgúnmovimiento repentinodurante lanocheno laprecipitaríaenelbañoqueestabaal lado.Pensóconpena en un punkah y luego sonrió despectiva. «¡Sibarita! —murmurósoñolienta—.Necesitasunascuantasincomodidades».

Se mostró casi agresivamente alegre a la mañana siguiente, durante eldesayuno, y el tiempo que permanecieron en el oasis, después de haberpartido los camelleros portadores de los equipajes. Sir Aubrey estabasilencioso y malhumorado, y ella charló la mayor parte del tiempo conStephens, que vigilaba la colocación de las vituallas en la canasta delalmuerzo que la acompañaría, a cargo del hombre que había sido elegidocomo su sirviente personal, y que esperaba con Mustafá Alí y unos diezhombres,paramarcharacaballoconella.

Llegó elmomento de partir. Stephens se ocupaba del caballo que debíamontarDiana.

—¿Está todo bien, Stephens? ¿Estás conforme?No te pongas tan serio.Mehubiera gustadoque vinieras para cuidarme, pero noha podido ser.SirAubreyestaríaperdidosinti.

LaideadeunagirasinStephenslepareciórepentinamentetrascendentalylasonrisaqueledirigiófuemásseriadeloqueellahubieraquerido.Volvióalladodesuhermano,queseretorcíafuriosamentelosbigotes.

—Nocreoquevalga lapenaesperarmás.Noquerrásapurartemuchoydesearás estar en Biskra a tiempo para la cena —dijo con la mayorindiferenciaquepudo.

Élsevolvióhaciaella.—Diana,noesaúndemasiadotardeparacambiardeidea.Abandonaesta

locura.Por vez primera hubo un acento genuino de ansiedad e su voz yDiana

vaciló,perofuesolounmomento.Luegomiróconunasonrisagrave.—¿Debocaerentusbrazosdiciendo:«Llévamedevuelta,queridotutor;

meportarébien»?,o¿debopostrarmetuspiesygolpearmicabezacontratusbotas y gemir?, (el idioma del país: «oír es obedecer»). No seas ridículoAubrey. No puedes esperar que cambie de idea a último momento. Esperfectamente seguro. Mustafá Alí se encargará de que todo marche bien.Tiene que cuidar su reputación en Biskra. Sabe la recomendación que ledieronlasautoridades;noesprobablequequieraperder.Decualquierforma,

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puedo cuidarme, gracias a tu educación. No me avergüenza decir que meenvanezcodebienquesétirar.Hastatúadmitesquedoycréditoaenseñanza.

Conunaalegrecarcajadasacóelrevólvermontadomarfil,y,apuntandoaunarocachataquesehallabaciertadistancia,disparó.

Era una tiradora de revólver extraordinariamente buena, pero esta vezpareció haber errado.No había ninguna señal en la piedra.Diana se quedómirandoestúpidamente,conlafrentefruncidayunairedeperplejidad.Luegomiróasuhermanoynuevamentealrevólverqueempuñaba.

SirAubreyprofirióunjuramento.—¡Diana!—exclamófurioso—.¿Quéjactanciainsensataesesta?Ellanolehizocaso.Seguíamirandolasuperficielisalaroca.—No lo entiendo. ¿Cómohepodidoerrar?Es tangrande,de comouna

casa—murmuró con aire pensativo, y a nuevamente el revólver. Pero sirAubreylatomóporlamuñeca.

—Por amor de Dios, no te hagas la tonta otra vez. Has rebajado tuprestigiobastanteya—dijoenvozbaja, conunaojeadaalgrupodeárabesqueloscontemplaba.

Dianavolvióelarmaasulugardemalagana.—Noloentiendo—dijodenuevo—.Debeserlaluz.Montóyaproximó

sucaballoasirAubrey,tendiéndolelamano.—Adiós, Aubrey. Espérame un mes después de tu llegada. Te

cablegrafiaré desde Cherburgo. ¡Buena suerte! Llegaré a tiempo para sermadrina—añadió riéndosey, conuna inclinacióndecabezaaMustafáAlí,enderezósucaballohaciaelsur.

Durantelargotiempocabalgóensilencio.LadisputaconAubreylehabíadejadomalsaborenlaboca.Sabíaqueloqueestabahaciendoestabafueradelo convencional, pero había sido educada para no serlo. Ni siquiera habíapensado por un momento, al planear su gira, en posibles críticas; le habíaasombrado y divertido la sensación que causó su proyectada excursión. Lapublicidad que había originado la molestó intensamente; miraba condesprecioque lagentenopudieraocuparsede suspropiosasuntos,dejandoque ella se arreglara con los suyos. Pero queAubrey se uniera a la críticageneralypresentaraunavolte-facetancompletaalasopinionesquesiemprehabíasostenido,eraalgoqueescapabaasucomprensión.Estabafuriosaconélyeldespreciosemezclabaconlafuria.Eraincompatibleconlaactitudquehabíamantenidotodasuvidahaciaella,yeldescubrimientodesucambiodeideaslahabíadejadomásdecididaquenuncaaadherirseasusconvicciones

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profundamente arraigadas. Aubrey era responsable de ellas, él las habíainculcado,ysiahorapreferíaabandonarlas,eracosasuya.

Por su parte, no veía razón alguna para variar los principios según loscualeshabía sidoeducada.SiAubrey realmentecreíaqueexistíapeligroenestaexpedición,podíahabersesacrificadoporunavezacompañándola.ComohabíadichoJimArbuthnoterasolamenteunmes,peroelegoísmodeAubreyno le permitía hacer esa concesión, de la misma manera que la propiaobstinacióndeDiananolepermitíaceder.Eraesperardemasiado.¡Yestoerael desierto! Era la expedición que había soñado durante años. No podíaabandonarla.

Laideadelpeligrolahizoreír.¿Cómopodíacausarledañoalgunacosaeneldesierto?Siemprelahabíaatraído.Nohabíanadaextrañoenlaescenaquela rodeaba.Laregión leparecíaextrañamente familiar.Elsolardienteen loaltodelcielosinnubes,elairerecalentadoqueascendíadelsueloreseco,lassiluetas de unas palmeras en unminúsculo oasis eran como recuerdos queveía de nuevo con una sensación de alegría,más completa y profunda quecualquierotraconocidaantes.Sesentíaradiante,feliz:felizensujuventudyvigor,ensuperfectoestadofísico,felizconsucapacidadparadisfrutardelavida, feliz con el contacto del fuerte y nervioso caballo entre sus rodillas,radiante con su nueva autoridad. Lo había esperado con tanta ansia, y larealidadestabaresultandoserinfinitamentemejorqueloanticipado.

Y durante todo un mes esta felicidad perfecta sería suya. Pensó conimpaciencia en su promesa a Aubrey. Abandonar la alegre libertad deldesiertoporlavulgaridaddelavidasocialnorteamericanaleparecíaabsurdo.La idea de las semanas en Nueva York era francamente tediosa; Newportsería algomenosmalo, porque habría compensaciones. La única esperanzaeraqueAubreyencontraraprontolaesposaquebuscabaylarelevaradeunaobligaciónque ibaa ser sumamente fatigosa.Aubreycontabaconellaynoestaríabiendecepcionarlo;tendríaquecumplirsupromesa,perosealegraríaeldíaenqueterminara.

ElcasamientodeAubreyconcluiríadefinitivamenteconlaposibilidaddenuevosdesacuerdosentreellos.PensóvagamenteencómoseríalafuturaladyMayo,peronosintiómuchalástimaporella.Lasmuchachasnorteamericanas,en general, sabíanmuy bien cómo defenderse.Acarició su caballo con unaligera sonrisa. Aubrey y su posible esposa le parecían singularmente pocoatractivos junto al vivo interés delmomento.Una caravana, que había sidovisible desde hacía mucho tiempo viniendo hacia ellos, se aproximaba, yDiana frenó para contemplar la larga fila de camellos que pasaban

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balanceándoseconlentoandar.Losgrandesanimales,consupasodesdeñosoy largos cuellos ondulantes, nunca dejaban de interesarla. Era una grancaravana;losfardosenloslomosdelosanimalesparecíanpesados,yademásde losmercaderesmontadosencamellosdesillasyuna turbaabigarradadeacompañantes—algunosmontadosenasnosescuálidosyotrosapie—,habíaunaguardiaarmadadejinetes.

Tardó algún tiempo en pasar. Una o dos bestias llevaban figurasacurrucadas, envueltas enmultitudde ropas informes, queDiana sabía eranmujeres. El contraste entre estas y ella era casi ridículo. Se sentía ahogadasolodemirarlas.Pensóencuálseríasuvidasialgunavezserebelabancontrala rutina y las restricciones que se les imponían, si alguna vez ansiaban lalibertadqueellaestabadisfrutandoplenamente,osilacostumbreyelhábitoerantanfuertesquenoteníanningúnpensamientoapartedelaestrechavidaquellevaban.

El pensamiento de esas vidas la llenaba de aversión. La idea delmatrimonio —aún en su forma más elevada, teniendo por base laconsideración y la toleranciamutuas— le repugnaba. Pensaba en él con unestremecimiento de absoluta repulsión. ParaAubrey era desagradable, peropara su temperamento frío y reservado era una cosa horrible y repugnante.Quelasmujerespudieransometersealaintimidaddegradanteylaexistenciallena de trabas de la vida de casadas, la llenaba de desdeñosa admiración.Quedarsometidairrevocablementealavoluntadyeldeseodeunhombrequetendría el derecho de exigir obediencia en todo lo que constituía elmatrimonio, y la fuerza de hacer cumplir esas exigencias, le causabarepulsión.Paraunamujeroccidentalerayamalo,peropara lasmujeresdelOriente, simples esclavas de las pasiones de los hombres que eran suspropietarios,sinconsideraciones,sinsertenidasencuenta,reducidasalniveldeanimales,esesolopensamientolahizotemblarydejócaerpesadamentesumanosobreelcuellodelcaballo.

El nervioso animal arrancó bruscamente y ella lo dejó ir, llamando aMustafáAlíalpasaralgalopejuntoaél.Elguíahabíasalidoalencuentrodelacaravanaydesmontó,conversandoanimadamenteconeljefedelaguardiaarmada.Acausadelospensamientosquehabíaprovocado,estahabíaperdidotodointerésparaDiana.Queríaalejarsedeella,olvidarla,ysiguióalgalopesin tener en cuenta su escolta, que lomismoque el guía, sehabíadetenidoparahablarcon losmercaderes.ElcaballodeDianaeravelozypasóalgúntiempoantesdequesucomitivalaalcanzara.Habíaunaexpresióndedisgusto

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enelrostrodeMustafáAlícuandosevolvióellaaloírlosdetrásylehizoseñadequesepusieraasulado.

—¿Noleinteresalacaravanaamademoiselle?—preguntóconcuriosidad.—No —replicó ella secamente, y le preguntó algunos detalles

relacionadosconsuexpedición.El hombre hablaba un francés correcto, y después de suministrar la

informaciónrequerida,relatóanécdotasrelacionadascongenteconocidaalaquehabíaguiadoeneldesierto.

Diana lo observaba interesada. Parecía ser de edadmadura, aunque eradifíciladivinarlo,porquelatupidabarbapuntiagudaquelecubríalabocayelmentónlohacíaparecermayordeloqueenrealidadera.Esabarbahabíasidosu única desventaja desde el punto de vista de Diana, quien acostumbrabajuzgar a los hombres por sus bocas. Los ojos eranmuestras de un carácterpocodignodeconfianzaenunoriental,porquegeneralmentevacilabanantelosdeuneuropeo.LosdeMustafáAlívacilabanahorabajosumirada,yseleocurrió que no le habían parecido tan escurridizos en Biskra cuando locontrató. Pero no le atribuyó ninguna importancia a la idea, y la desechó,comomuchomenos interesanteque lagrandiferenciaexistenteen la formade montar de ambos. El estribo exageradamente corto la hubiera hechoacalambrarsehorriblemente.Señalóeldetalleconunarisadivertidayllevóalhombre a hablar de sus caballos. El que montaba Diana era un animalexcepcionalmentebueno,yhabíasidounodelosfavoritosdelguíacuandoselopresentóparaqueellaloinspeccionara.Fueentusiastaensuselogios,perovolublementevagoensusantecedentes,loquedejóaDianaconlaconvicciónde que el animal había sido robado, o si no, adquirido en alguna formairregular,yqueseríaunafaltade tactoseguirhaciendomásaveriguaciones.Después de todo no era asunto de ella.Bastaba que su gira fuera realizadasobreuncaballoqueeraunplacermontar,ycuyoscaprichosprometíanhacerinteresantea loquedeotra formapodríahaber sidomonótono.AlgunosdeloscaballosquehabíavistoenBiskraeranverdaderascalamidades.

Hizo preguntas aMustafá Alí sobre el territorio que estaban cruzando,pero no parecía tener mucha información interesante, o lo que se le hacíaimportanteaéleratrivialparaella,ycontinuamentevolvíaalaconversaciónsobre Biskra, de la que ella estaba harta, o sobreOran, que no conocía enabsoluto.

La llegadaalpequeñooasisdondeelguía sugiriópodríahacerseel altodelmediodía, fueoportuna.Diana saltóa tierray, arrojando losguantes, seestiró.Elcalorsehacíasentircabalgandobajoelsolardiente,yeldescanso

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resultaríareparador.Teníaunapetitorealmentesaludableyvigilóconinteréscómoseatendíasualmuerzo.Seríalaúltimavezqueerapreparadocontantogusto.Stephenseraunverdaderoartistaconunacanastadepicnic.Echaríademenosalsirviente.

Terminórápidamentesualmuerzo,yluego,apoyadalaespaldacontraunapalmera, un cigarrillo en los labios y las manos cruzadas alrededor de lasrodillas, se abandonó satisfecha, contemplando el desierto. El silencio delmediodía parecía reinar sobre todo. Ni un soplo de viento agitaba laspalmeras;unlagarto,sobreunarocacercadeella,eralaúnicacosavivientequealcanzabaaver.Echóunaojeadaporencimadelhombro.Loshombres,consusgrandescapascubriendolacabeza,dormíano,porlomenos,parecíandormir; solo Mustafá Alí estaba de pie, en el borde del oasis, mirandofijamenteenladirecciónquedebíanseguirmástarde.

Diana arrojó el extremo del cigarrillo al lagarto y se rio de su huidaprecipitada.No teníadeseosdeseguirelejemplodesuescoltaechándoseadormir. Se sentía demasiado feliz para perder un minuto de diversión,malgastándolo en un descanso que no necesitaba. Estaba perfectamentecontenta y satisfecha consigo misma y con sus perspectivas. No tenía lamenorpreocupaciónopensamiento.Nohabíanadaquedesearacambiar.Suvidasiemprehabíasidofeliz;habíaextraídohastalaúltimaonzadeplacerdecada momento. Que su felicidad era debida a la fortuna, que le habíapermitidodedicarsealosdeportesylosviajes,queconstituíanlasumatotaldesusdeseos,nuncaselehabíaocurrido.Nohabíaentradoensucabezaqueelmayorplacerenlavidaeraposiblesoloporqueeralosuficientementericacomoparacomprarlosmediosdesatisfacerlo.Nopensabaenlariquezamásdeloquepensabaensubelleza.Losasuntosrelacionadosconsumayoríadeedad,cuandolagranfortunaquelefueradejadaporelpadrepasósinreservasa susmanos, había sido una necesidadmolesta. Esta fue cumplida lo antesposible,contanpocaatenciónalosdetallescomopermitióelviejoabogadode la familia,yuna faltade interésevidenciadaeneldescuidado rasgoqueestampóencadadocumentoquelefuepresentadoparafirmar.Eldineroensínoeranada,solamenteunmedioparaconseguirunfin.Nisiquierasehabíadado cuenta de lo mucho que se había gastado en las continuas y lujosasexpedicioneshechasconsirAubrey;susgustosparticulareseransencillosyaparte del costoso equipo, que era indispensable para sus excursionescinegéticas,noeraextravagante.Lalargalistadecifras,tanaburridadurantelashorastediosasquehabíapasadoconelabogado,lamentandocadasegundodelahermosamañanadeseptiembrequedebiódesperdiciarenlabiblioteca

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cuandoestabadeseandoencontrarsealairelibre,nohabíansignificadonadaparaella,salvoqueenadelante,cuandonecesitaraalgo,tendríaquetomarselamolestiadeescribirpersonalmenteenuntrozoabsurdodepapel,enlugardedejarelasuntoenmanosdesuhermano,comohabíahechohastaentonces.

Habíaentendidoaduraspenasysehabíasentidosumamenteembarazadapor las felicitaciones formales y pedantescas con que el abogado habíaterminado su exposición. No comprendía que fuera motivo decongratulaciones.Todoello leparecíaestúpidoypocointeresante.Nosabíanadade lavida real,ymenosaúnde los lazosy relacionesordinariasde lavidafamiliar.LaeducaciónfríaypococariñosadeAubreylahabíaapartadodetodoafecto;habíacrecidodesconociéndolo.Elamornoexistíaparaella;seapartaba instintivamente hasta del pensamiento de la pasión con el mismodesagradoquelohacíadelasuciedadfísica.

Eldespertarunaemoción,quenocomprendía,enciertoshombreshabíasidounamolestiacadavezmásintolerableconlarepetición.Losodiabayseodiaba a símisma imparcialmente.Nunca había sido tan amable y humanacon ninguno de ellos como lo fuera con Jim Arbuthnot, y eso solamenteporquesesentíatanradiantementefelizesanochequenisiquieraelrecuerdodesagradable de que era una mujer deseada por un hombre, fue capaz deinterrumpir su dicha. Pero no era necesario insistir ahora en molestias orecuerdostanenojosos.

Dianahundiólostalonesenlatierrablandaconunligeroestremecimientodesatisfacción;aquíseveríalibredetodoloquepudieraperturbarsuperfectogocedelavida.Enestelugarnohabíanadaquepudieraecharleaperdersubuen humor.Mientras meditaba dejó caer la cabeza, y durante los últimosminutos sus ojos permanecieron fijos en sus polvorientas botas demontar.Peroahoralevantólavista,mirandoasualrededorencantada.Eraeldíamásfelizdesuvida.HabíaolvidadoladiscusiónconAubrey.Habíaalejadodesumentelacadenadeideassugeridasporelpasodelacaravana.Noexistíanadadiscordantequealteraralaperfectaarmoníadesuespíritu.

Una sombra a su lado la hizo volver la cabeza. Mustafá Alí saludóamablemente.

—Eshoradepartir,mademoiselle.Diana lo miró sorprendida y luego echó una ojeada por encima del

hombro a la escolta. Los hombres ya estaban montados. La sonrisadesapareciódesusojos.MustafáAlíeraelguía,peroellaeraeljefedeestaexpedición; si su guía no se había dado cuenta de ello, tendría que hacerloahora.Miróelreloj.

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—Haytiempodesobra—dijocontonofrío.MustafáAlísaludódenuevo.—Hay una larga jornada hasta el oasis donde debemos acampar esta

noche—insistióapresuradamente.Diana cruzó una botamarrón sobre la otra y, recogiendo un puñado de

arenaenlapalmadelamano,ladejóresbalarlentamenteentresusdedos.—Entonces podemos marchar con más rapidez —dijo pausadamente,

mirandolaspartículasquebrillabanalsol.MustafáAlíhizoungestodeimpacienciaypersistióconterquedad:—Mademoiselleharíabienensalirahora—dijo.Dianaalzólavistacon

un chispazo de ira en los ojos. Bajo los modales suaves y las sencillaspalabras del hombre, un acento autoritario se había deslizado en su voz.Permaneció ella completamente inmóvil, jugando con la arena, y bajo sumiradaaltaneralosojosdelguíavacilaronyseapartaron.

—Saldremoscuandomeparezca,MustafáAlí—dijoconbrusquedad—.Ustedpodrádarórdenesasushombres,pero recibiráórdenesmías.Ledirécuándoquieromarchar.Puederetirarse.

Vaciló él aún, balanceándose, sin decidirse, hacia delante y hacia atrás.Dianagolpeóconlosdedoselhombrodelárabe,comoselohabíavistohaceraunoficialfrancésenBiskra.

—¡Hedichoqueseretire!—repitiósecamente.No se fijó para verlo partir y tampocomiró hacia atrás para saber qué

órdenesdabaaloshombres.Nuevamentemiróelreloj.Talvezfueratarde,talvezlajornadahastaelcampamentoresultaramás

larga de lo que pensaba; pero Mustafá Alí tenía que aprender su lección,aunquecabalgaranhastamedianocheparallegaraloasis.Deseabaquecayeralanocheantesdeque llegarana sudestino.EnBiskrahabíaparticipadoenunoodospicnicsalaluzdelalunayelencantodelasnochesdeldesiertoselehabíaidoalacabeza.Estamarchaenterrenodesconocido,alejándosedelamultitudruidosaycharlatanaquehabríaechadoaperderlacalmaperfectadelanoche,seríainfinitamentemásagradable.Exhalóunligerosuspirodepesaralpensarenella.Realmentenoerapráctica.Aunque ibaaesperarcercadeunahoramásparahacersentirsuautoridadaMustafáAlí,luegotendríaqueapurarse para llegar al campamento antes de que cayera la noche. Loshombresnoestabanacostumbradosasuformadeseryellanoloestabaalade ellos. Esta noche no contaría con la ayuda de Stephens; tendría quedependerdesímismaparaordenartodoasugusto,yeramásfácilhacerloalaluzdeldía.Unahoranoharíamuchadiferencia.Loscaballosestabanbiendescansados y podrían ir más deprisa sin sufrir nada. Miraba el reloj de

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tiempo en tiempo, con una sonrisa divertida, pero reprimió la tentación demirar cómo lo tomaba Mustafá Alí, porque su acto podía ser visto y malinterpretado.

Cuando llegó elmomento se puso de pie ymarchó lentamente hacia elgrupodeárabes.Elguíateníaunaexpresiónsombríaenelrostro,peroellanolehizocaso,ycuandoiniciaronlamarchalollamónuevamenteasuladoconuna referencia a Biskra que provocó un torrente de palabras. Era el últimolugardelcualqueríaellaoírhablar,peroeraunosobrelosqueélhablabamásy sabía que no era prudente dejarlo guardar silencio. Su mal humor seevaporaría con el sonido de su voz. Siguió galopando en silencio, ocupadaconsuspropiospensamientos,sinprestaratenciónalanarraciónquesonabaasuladoysindarsecuentadecuándocesó.

Habíaestadoenlociertorespectoa loscaballos.Respondíansinningúnesfuerzoaparentealpasomásrápidoquelesexigió.ElquemontabaDianasemovíaconungalopelargoysuavequeeralaperfeccióndelmovimiento.

Llevabanvariashorasdemarchacuandollegaronalprimeroasisavistadodesde que dejaron aquel en que habían hecho el alto del mediodía. Dianafrenósucaballoparamirarlo,porqueeradeunabellezapococomúndebidoala forma en que estaban dispuestos sus grupos de palmeras y frondososarbustos. Algunas palomas se arrullaban suavemente, escondidas entre lashojas de los árboles, con unamelancolía quejumbrosa que parecía estar deacuerdo con ese lugar desierto. Al lado del pozo, formando un triángulo,estaban las que fueran tres palmeras particularmente hermosas, pero habíansidocortadasaunosseismetrosdelsueloylostroncosaparecíandesnudosyconaspectodesolado.Dianasequitósupesadocascoy loarrojóalhombrequelaseguía.Sequedómirandoaloasis,mientraslalevebrisaquesehabíalevantado agitaba sus espesos y cortos cabellos y refrescaba su cabezaacalorada.Lastristesnotasdelaspalomasylaspalmerasmutiladassugeríanvagamenteunatragediaydabanallugarunairedemisterioqueleagradaba.

SevolvióanimadamentehaciaMustafáAlí.—¿Porquénodispusoqueelcampamentoseestablecieraaquí?Hubiera

sidounajornadasuficientementelarga.Elhombreseagitóensumonturamesándose labarbaconaire inquieto,

desviandolamiradadeDianayfijándolasenlosárbolesrotos.—Ningún hombre descansa aquí, mademoiselle. Es el lugar de los

demonios. La maldición de Alá ha caído sobre él—murmuró, tocando sucaballo con los talones y haciéndolo caracolear; una indirecta que Dianaignoró.

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—Megusta—insistió ella obstinadamente.Hizo él un gesto rápido conlosdedos.

—Estámaldito.Lamuerteacechaalladodeesaspalmerastruncas—dijo,mirándolaconcuriosidad.Alzóellalacabezaconunasonrisarepentina.

—Parausted,talvez,peronoparamí.LamaldicióndeAlácaesolosobreaquellos que la temen. Pero ya que tienemiedo,MustafáAlí, vámonos—lanzóuna ligeracarcajadayMustafáAlíespoleósalvajementesucaballoalseguirla.

Elterrenoanteellaseextendíaconlaclaridaddistintaqueprecedealsolponiente.Siguiómarchandohastaempezarapensarsirealmenteseharíadenocheantesdellegarasudestino.Habíanavanzadomástiempoyconmayorrapidezdeloquehubieracreído,yparecíararoquenohubieranalcanzadoloscamellosquetransportabanelequipaje.Miróelrelojfrunciendoelentrecejo.

—¿Dónde está la caravana,MustafáAlí?—dijo—.Noveo señal de unoasisylaoscuridadseaproxima.

—Si mademoiselle hubiera partido antes… —dijo él con tonomalhumorado.

—Si hubiera partido antes igualmente sería demasiado lejos. Mañanadispondremoslascosasdeotramanera—replicóconfirmeza.

—Mañana…—gruñóélentredientes.Dianalomiróconfijeza.—¿Quéhadicho?—Sellevólamanoalafrentemecánicamente.—Mañana dispondrá Alá—murmuró con tono piadoso. Tembló en los

labiosdeDianaunarespuestaenérgica,perosuatenciónpasódesumolestoguía a una colección de puntos negros a lo lejos, en el desierto. Estabandemasiado distantes para que pudiera verlos claramente, pero los señaló,mirándolosconatención.

—¡Mire!—exclamó—.¿Esaeslacaravana?—¡Como Alá disponga! —contestó él más piadosamente que antes,

haciendodesearaDiana,conunarepentinasensacióndeirritación,quedejaraderelegarsuresponsabilidadenladivinidadytomaraunpocomásdeinteréspersonalenlaperdidacomitiva.

Lospuntosnegrossemovíanconrapidezatravésdelallanura.ProntovioDianaquenoestabanalcanzandoa los lentoscamellossinoaunabandadejinetesqueavanzabanveloceshaciaellos.Nohabíanvistoanadiedesdequepasaran a la caravana de mercaderes por la mañana, pero para Diana losárabesqueseacercabaneranmásinteresantesaún.ViomuchasvecesentrarysalirdeBiskraaestosgruposdeviajeros,peroeranpequeñasagrupacionesdecabileños que frecuentaban la ciudad, y nunca un cuerpo tan grande de

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jinetes.Tampocoloshabíavistocomoahora,atonoconelpanoramasalvajey pintoresco que los rodeaba. Era imposible contar cuántos eran, porquecabalgabanenformacióncerrada.Elvientoinflabasusgrandescapasblancas,haciendo que parecieran gigantescos.Una intensa excitación se apoderó deDiana. Era como pasar a otro buque en un mar hasta ese momento vacío.Parecían agregar un toque necesario a la sombría soledad de la escena quehabía empezado a ser algo atemorizadora. Tal vez tuviera hambre, tal vezestaba fatigada o a lo mejor estaba molesta por las malas disposicionesadoptadasporelguía,peroantesde laaparicióndelos jinetesárabesDianahabíaestadoexperimentandounasensacióndeopresión,comosilasilenciosadesolación del desierto pesara fuertemente sobre ella, pero el cuerpo dehombresycaballosquesemovíanrápidoscambió totalmenteelaspectodellugar. Una atmósfera de vida y acción pareció reemplazar el silenciosoestancamientoquehabíareinadoantesdesullegada.

La distancia entre los dos grupos pronto disminuyó. Diana, fija suatenciónenlosjinetesqueavanzabanrápidamente,galopódelantedesuguíaconlosojosbrillantes.Ahoraestabansuficientementecercaparaverquesuscaballos eran hermosos y que cada hombre montaba con magnificencia.También estaban armados, sosteniendo los fusiles delante de ellos y noterciadosalaespaldacomohabíavistoenBiskra.Pasaronmuycerca,soloaunosmetros,encuadrocerrado,indicandolasapretadasfilasunainstrucciónydisciplinainesperadas.Niunacabezasevolvióensudirecciónalpasarynodisminuyeronelpaso.Inquietopor laproximidaddelosanimalesalgalope,sucaballoseencabritóimpaciente,peroDianalodominó,volviéndoseenlasilla para ver pasar a los árabes, y respirando aceleradamente a causa de laexcitación.

—¿Quéson?—gritóaMustafáAlí,quesehabíaquedadoalgodetrásdeella. Pero él también estaba contemplando a los jinetes y no pareció oír lapregunta.

Suescoltasehabíaquedadoaúnmáslejosqueelguía.Dianacontemplóabsorta el cuadro compacto que se movía rápidamente: era un hermosoespectáculo. Enseguida profirió una exclamación de sorpresa. Los jineteshabíanllegadoaponersealniveldelosmásrezagadosdesupropiogrupo,yjustoalpasarlossepararonrepentinamente.Diananohubieracreídoposibleque pudieran detenerse tan en seco y en formación tan cerrada cuandomarchabanaesavelocidad.La tremenda tensiónen las riendashizoque loscaballossesentaransobresuscuartostraseros.

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Elcuadrocerradoseabrióyextendióenunalargafiladedoshombresenfondo, dando vuelta detrás del último escolta de Mustafá Alí. Luego,volvieron con mayor rapidez aún de la que habían llevado al pasar ydescribieron un amplio círculo alrededor de Diana y sus acompañantes.Azoradaporestamaniobra,lamujerloscontemplósinsaberaquéatenerse,tratando de calmar a su caballo,medio loco de nerviosismo. Por dos vecesgaloparon alrededor de su pequeña banda, con sus largas capas flotando yagitando los fusiles al aire.Dianaya estaba impaciente.Era un espectáculosumamente interesante, pero pasaba el tiempo y la luz se extinguía. Lehubiera alegrado que la exhibición hubiera tenido lugar más temprano,cuando quedara tiempo para disfrutar de ella. Nuevamente se volvió haciaMustafáAlíparasugerirlequeseríamejortratardeseguirviaje,peroestesehabíaalejadomásdeellayledabalaespalda.Luchóconsunerviosocaballo,tratandodehacerledarvuelta,cuandounarepentinadescargadefusilería lasobresaltó,haciendoencabritarseviolentamentealabestia.

Enseguida se rio. Ese sería el final de la exhibición, el saludo dedespedida,ladéchargedemousqueteriequetantoamabanlosárabes.Apartóla mirada de su recalcitrante caballo para verlos marchar y la risa seextinguió.

Noeraunsaludodedespedida.Losfusilesquedisparabanlosárabesnoapuntabanalcielo,sinodirectamenteaellayasuescolta.Ymientrasmiraba,conojosasombrados, incapazdehacernadaconsucaballoencabritado, losárabesdeMustafáAlífueronborradosdesuvista,cortadosporunabandadeárabesqueseinterpusoentreellos.Elescoltaestabaechadosobreelcuellodesu caballo, que permaneció quieto enmedio de la confusión general.Muypronto,sonóotradescargayelguíacayólentamentedelasillaalsuelo,yalmismo tiempoelcaballodeDianaarrancóconunsaltoviolentoquecasi ladesmontó.

Hastaqueempezaronatirarnohabíacruzadoporsumentelaideadequelosárabespudieranserhostiles.

Supuso que solo estaban haciendo alarde de su habilidad con la aficióninfantil a la ostentación característica en ellos. Las autoridades francesashabíantenidorazóndespuésdetodo.Elprimersentimientodelajovenfuededesprecioporunaadministraciónquehacíaposibleunatentadodeesaespecietancercadelacivilización.Elsegundo,defugazdiversiónalpensarcómoseburlaríadeAubrey.Peroladiversiónpasóaldarsecuentadelagravedaddelataque.Porprimeravezseleocurrióquelacaídadesuguíasehabíadebidoaunaheridaynoaltemorqueenelprimermomento,condisgusto,leatribuyó.

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Pero pensó furiosa que nadie había ofrecido resistencia.Tiró irritada de lasriendas,peroelcaballo,desbocado,continuósualocadacarrera.

Supropiasituaciónlaponíafuriosa.Mustafáestabaherido,sushombresrodeados y ella era arrastrada ignominiosamente por un caballo sin control.¡Sisolopudierahacerdarvueltaalmalditoanimal!Seríasolounacuestiónderescate,deesoestabasegura.Debíadevolvercomofueraalladodelosotrosyconcertarlascondiciones.

Constituíaunamolestia,desdeluego,perodespuésdetodoañadíaciertosaborasugira.Seríaunaexperiencia.Erasolamenteunatraco.Nocreíaquelos árabes hubieran, incluso, pensado dañar a nadie, sino que estabanexcitados y algún tiro perdido encontró un blanco inesperado. EstabandemasiadocercadeBiskraparaqueexistieraverdaderopeligro, sedijoa símisma, tirando aún de las riendas. No quería admitir que existiera ningúnriesgo, aunque su corazón latía en forma desconocida hasta entonces.Enseguida,mientrastirabaineficazmentedelasriendas,oyódetrásdeellaunsilbido agudo y prolongado. El caballo alzó las orejas, y notó que su pasodisminuía. Instintivamentemiróhaciaatrás.Unárabesolitariogalopabatrasella y almirar se dio cuenta de que iba ganando terreno. Eso apartó de sumentetodaideadedeteneraldesbocadoanimal,yenlugardeesoleclavólasespuelasensusflancos.Habíaunairesiniestrodedeterminaciónenlaformaenquelaseguíaelhombre;estabatratandodecapturarla.

Diana apretó fuertemente los labios y en sus ojos firmes se dibujó unaexpresión decidida. Una cosa era volver voluntariamente para llegar a unarregloconloshombresquehabíanatacadoasugrupoyotra,completamentedistinta, ser cazada deliberadamente a través del desierto por un bandoleroárabe.Sumentónobstinadoparecía casi cuadrado.Luego la sombradeunasonrisapasóporsusojosylehizocurvarloslabios.Eseeraundíaenqueseamontonabannuevasexperienciassobreella.Muchasveceshabíapensadoencuáleseran los sentimientosdeunacriaturaperseguida.Ahoraparecíaestarencaminodedescubrirlo.Siemprehabíamantenidofirmementequeelzorrodisfrutabade lacaza tantocomo la jauría;hacía faltademostrarlo,peroellaestaba dispuesta a hacer correr de firme a ese perro. Sabía montar y elasustadoanimalparecíacontaraúnconenergíasabundantes.

Se inclinó, recostada sobre el cuello, con una carcajada de desafío,alentando y espoleando alternativamente al animal. Pero pronto cambió suestadodeánimo.Fruncióelceñoansiosamentealmirarlosúltimosrayosdelsolponiente.Muyprontoseríadenoche.Nopodíaseguirgalopandoatravésdelanocheconeseárabemolestopisándolelostalones.

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Diana empezó a irritarse. En el terreno llano que la rodeaba no habíaaccidentesnaturalesquepudieranservirdeescondite.Noparecíaquedarotrorecursoqueeldeadmitirsuderrotaydetenerse…sipodía.Laideadetratarde eludirlo y de regresar por su propia voluntad fue desechada en el actocomoinútil.Habíavistolosuficienteensucortaojeadasobrelastácticasdelosárabescuandosecruzaronconella,parasaberqueestabafrenteaunjinetecumplidoenuncaballoperfectamenteenseñado,yquesuideanuncapodríatener éxito. Pero, al mismo tiempo, sabía que jamás cedería a ese árabeparticularquelaseguía.Antesqueesoseguiríagalopandohastacaer,ohastaquecayeraelcaballo.

Seoyónuevamenteelsilbido,yapesardesucontinuoespoleo,labestiadisminuyó supaso.Sintió una inspiración repentina.Tal vez el caballo quemontaba fuera la causa de todo el disgusto.Ciertamente el silbido le habíahechomoderar sucarrera;eraevidenteque respondíaaunaseñalconocida.Laresistenciadelguíaadardetallessobrelaadquisicióndelcaballovolvióasu mente. No cabían muchas dudas. El animal indudablemente había sidorobadoypertenecíaoeraconocidoporelgrupodeárabesconquesehabíaencontrado.

La ingenuidad que demostraba al exhibir un corcel robado a través deldesierto,corriendoelriesgodeencontrarasudueño, lahizosonreírapesarde su disgusto; pero no fue una sonrisa agradable, pues sus pensamientosfuerondelalazánasuactualpropietario.LasumadelasfaltasdeMustafáAlíestabaacrecentándoserápidamente.Peroesoeracosadesuescoltaynosuya,puesellahabíapagadoporelcaballoparacabalgaratravésdeldesiertoynoparaserdetenidaporbandidos.Estabaperdiendorápidamentelapaciencia.

Acicateó al caballo, pero este se detenía perceptiblemente. Echó otraojeadaatrás.Elárabeestabacercadeella;másdeloquehabíacreído.Tuvounavisiónmomentáneadeunagranfigurablanca,ojosnegrospenetrantesydientesblancosbrillantes.Unarabiaincontrolableseapoderódesupersona.Sin pensar en las consecuencias, sin pensar en otra cosa salvo en un deseosalvajedelibrarsedesuperseguidor,impulsadaporunalocurarepentinaquepareciósurgirenellayquenopudodominar,empuñóelrevólverydisparódosveces,delleno,enelrostrodelhombrequelaseguía.Estenisiquierasemovió,yprorrumpióenunacarcajada.

Alsonidodelarisa,labocadeDianasequedórepentinamentesecayuntemblorfríorecorriósuespinadorsal.Sintióunasensaciónextrañaquejamásexperimentara hasta entonces.Había errado nuevamente, lomismo que esamañana. No sabía cómo; era inexplicable, pero era algo que le hizo

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experimentar una sensación de impotencia. Dejó caer el inútil revólver,tratandoenvanodeacelerarlacarreradelcaballo,peroelespléndidoalazánquemontabaelárabeibaacercándoseasuladocentímetroacentímetro.Noqueríavolversedenuevo,peromirandodeladopodíaversucabezapequeña,conlasorejastendidasylosojosinyectadosdesangreydemalignaexpresióna nivel de su codo. Por unminuto o dos siguió así; luego, con un impulsorepentino, el caballo se adelantó, y al pasar se aproximóa ella; entonces elhombre, alzándose en los estribos e inclinándose, la estrechó en sus brazospoderososy,conunasacudida,laarrancódelasillaylapusodelantedeél,sobresupropiocorcel.

El movimiento fue tan rápido que la tomó desprevenida e incapaz deresistir. Por un instante quedó aturdida, luego recuperó el sentido y luchósalvajemente,peroahogadaentrelosgruesosplieguesdelasvestimentasdelárabe,contraloscualesestabaaplastadosurostro,ysostenidaenunapretónque parecía ir sofocándola lentamente, todos sus esfuerzos eran fútiles. Elbrazoduroymusculosoquelarodeabalahacíasufrirconintensidad,parecíaque sus costillas se iban a romper bajo la presión, le era casi imposiblerespirarporelestrechocontactodesucuerpo.Eraextraordinariamentefuertepara una muchacha, pero contra esa fuerza acerada que la dominaba eraimpotente.Duranteun rato la sensacióndesu incapacidadyeldolorque lecausabacualquierresistenciaalbrazoquelaestrechabalahicieronquedarsequieta.Notóqueelárabefrenabasucaballo,sintióvolversealalazángirandosobresuspatastraserasyluegosalirnuevamentealgalope.

No sabía qué pensar. Era incapaz de coordinar coherentemente ningúnpensamiento. Lo que había sucedido era tan inesperado, tan absurdo, queningunaconclusiónparecíaadecuada.Solosesentíallenaderabia;unarabiaciega,violenta,contraelhombrequesehabíaatrevidoatocarla,quesehabíaatrevido a ponerle las manos encima, y esas manos eran las manos de unindígena.Unestremecimientoderepulsiónlerecorrióelcuerpo.Seahogabadefuria,de rabiaydedisgusto.La ignominiadesusuerteheríasuorgullo.Habíasidoalcanzadayarrancadadelasillacomosisetrataradeunmuñeco,yobligadaasoportarlaproximidaddelcuerpoodiosodelhombreylafuerzadesusbrazos.Nadiesehabíaatrevidoatocarlaantes.Nadiesehabíaatrevidoatratarlacomoeratratadaahora.

¿Cómoibaaterminar?¿Adóndeiban?Conlacaratapada,habíaperdidotodosentidodeladirección.Noteníaideadehaciaquépuntosehabíavueltoel caballo al girar tan repentinamente. Iba galopando veloz, con saltosdesconcertantesqueindicabantemperamentoonervios,peroelhombrequelo

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montabanoparecíaalterarselomásmínimoporlaconductadelanimal.Podíasentirlobalanceándosefácilmenteenlasilla,yni lospeoressaltoslehacíanaflojarelbrazoquelasujetaba.

Pero gradualmente, mientras continuaba inmóvil, la presión sobre sucuerpo fue disminuyendo ligeramente y pudo volver un poco la cabezabuscando el aire cuya falta casi la desmayaba, pero no lo suficiente parapermitirle ver lo que pasaba a su alrededor. Aspiró ansiosamente la frescaatmósfera.Aunquenopodíaver sabíaquehabía llegado lanoche, lanochequeesperabaantesdellegarasudestino,peroqueahoraleparecíahorrible.Lasnuevasfuerzasqueledioelaireacicatearonelvalorqueaúnlequedaba.Dio repentinamenteunsaltodesesperado, tratandode librarsedelbrazoqueahora la rodeaba casi flojamente, hiriendo el flanco del alazán con susespuelashastahacerloalzarseperpendicularmente,resoplandotembloroso.

Peroconunrápidomovimientoelárabelaestrechónuevamente,mientrasella seguía luchando con furia. Tenía ambos brazos alrededor de ella ydominabaalcaballoconlapresióndelasrodillas.

«Doucement,doucement», oyó ella indistintamente la voz baja y suave,porque de nuevo le estaba él apretando estrechamente la cabeza contra sucuerpo,ynosabíasilaspalabraserandirigidasaellaoalcaballo.Luchóporalzarelrostro,porescapardelapretón,haciendofuerzahastaqueélhablódenuevo.

—¡Quédate quieta, estúpida!—gruñó, y conmanos brutales la obligó aobedecerlo hasta hacerla pensar si le dejaría un solo hueso intacto en elcuerpo.

Lamantuvoasíhastaque fue imposible toda resistencia.Buscandoaire,cedióalafuerzaqueladominabaycesódeluchar.Elhombrepareciódarsecuenta intuitivamente de que estaba vencida, y dedicó toda su atención alcaballo,conlamismarisadivertidaquehabíahechoqueellaexperimentaraesaextrañasensacióndeimpotenciacuandoerrósusdostiros.Elmalestarlahabía dejado perpleja entonces, pero aumentó ahora con una horribleintensidad,hastaquesediocuentadequesentíamiedoporprimeravezensuvida;untemorextrañocontraelcualluchabadesesperadamente,peroqueibaganando terreno en ella con una fuerza que minaba su energía y le hacíaperderlacabeza.Nosedesmayó,perotodaellaparecióquedarinsensiblealdarsecuentarepentinamentedelohorrorosodesusituación.

DespuésdeesoDianaperdiólanocióndeltiempo,comoyahabíaperdidotodosentidodeladirección.Nosabíasieranminutosuhoraslosquepasaronmientras seguían galopando rápidamente a través de la noche. No sabía si

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estabansolososilabandadeárabesaquepertenecíaestehombrecabalgabaconellos,sinhacerruidosobreelterrenoblando.¿Quéleshabíasucedidoasuguíaysushombres?¿Habíansidoasesinadosydejadosdondecayeron,otambién ellos eran llevados contra su voluntad a alguna oscura región deldesierto?PeroporelmomentolasuertedeMustafáAlíysuscompañerosnolainquietabademasiado;nohabíandesempeñadounpapelmuyvalerosoenelbreveencuentro,y supropia situación le llenaba lamenteconexclusióndetodolodemás.

La sensación de temor iba aumentando en ella. Quiso desecharla ydespreciarla. Trató de convencerse de que no existía, pero estaba ahí,torturándola con su novedad. Nunca esperó algo así. Nunca pensó en unacontingencia que originara tal situación. Su valor se estaba despedazandofrentealhorrorqueveíaanteella,cosaestaquesiemprelehabíaparecidounaposibilidadremota,quejamáspodríatocarla,peroqueahorasecerníasobreella, imponiéndole la realidad hasta hacerla temblar y brotar de su frentegruesasgotasdesudor.

Elárabecambiódepostura,abruptamente,peroellasealegródelcambioporquelibrósucabezadelossofocantesplieguesdesusvestiduras.Novolvióahablar,exceptuandounavezenqueelalazándiounaviolentaespantadayélmurmuróalgoentredientes.

Perosusatisfaccióndurópoco.Unosminutosdespuéselbrazoseapretóalrededorde ellaunavezmásy le envolvió la cabeza conunplieguede lacapa,cegándola.

Y entonces comprendió. El caballo fue detenido casi con la mismabrusquedadquelahabíaasombradocuandovioporprimeravezlacomitiva.Sesintióestrechadaentrelosbrazosdelárabe,quienladejabaresbalardelasilla; había voces a su alrededor… confusas, ininteligibles; luego seextinguieronmientras sentíaqueél la llevabaunospasos.Lapusodepieyluegolequitólaenvolturadelacabeza.Laluzqueiluminabaelambientelepareció deslumbradora, en contraste con la oscuridad anterior. Confusa, secubrió los ojos con lasmanosunosmomentosy luegomiró lentamente.Seencontraba en una tienda de campaña de grandes dimensiones y techoelevado, brillantemente iluminada por dos lámparas. Pero ella no prestóatenciónallugar;susojosestabanfijosenelhombrequelahabíallevadoallí.Habíaechadoaunladolapesadacapaqueloenvolvíadelacabezaalospiesy sehallaba ante ella, altoyde anchoshombros, vestido con ropasblancasflotantes,conunafajabordadaennegroyplataqueledabavariasvueltasalacinturaydelacualasomabalaculatadeunrevólver.

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LosojosdeDianalorecorrieronlentamentehastadescansarensurostromoreno,bienafeitadoyensucrespacabelleracastañarecortada.Eralacaramás hermosa y más cruel que jamás hubiera visto. Su mirada fue atraídainstintivamentehacialadeél.Laestabamirandoconojosfierosyardientesque recorrían su figura hasta hacerle sentir que la desnudaba de las ropasjuveniles que cubrían sus esbeltos miembros, dejando el hermoso cuerpoebúrneodescubiertobajosumiradaapasionada.

Dioellaunpasoatrás,temblorosa,cerrandolassolapasdesuchaquetademontar sobre el pecho con manos febriles, obedeciendo a un impulso queapenasentendía.

—¿Quiéneres?—preguntóconvozronca.—SoyelsheikAhmedBenHassan.El nombreno tenía ningún significado.Nunca lo había oído.Ella había

habladoimpensadamenteenfrancésyenfrancéslehabíareplicadoél.—¿Porquémehastraídoaquí?—preguntó,luchandocontraelmiedoque

seibahaciendomásterribleacadamomento.Repitióéllaspalabrasconunalentasonrisa.—¿Porquétehetraídoaquí?BonDieu!¿Noeressuficientementemujer

parasaberlo?Dioellaotropasoatrás,unaoleadadesangrecubriósurostro,yseretiró

inmediatamente,dejándolomáspálidoqueantes.Susojossebajaronantelallamaqueardíaenlosdeél.

—No sé lo que quieres decir —murmuró débilmente, con labiostemblorosos.

—Creo que lo sabes—se rio él, y su risa la atemorizó más que todocuanto hasta entonces había dicho. Se acercó a ella y aunque apenas podíatenerse de pie trató desesperadamente de eludirlo, pero con unmovimientorápidoéllatomóentresusbrazos.

El terrorhizopresadeella,un terrordeagoníaqueestremeciósualma,comojamáshubieraimaginado.Lallamadeldeseoqueardíaenlosojosdelhombre la hacía sentirse asqueada y a punto de desmayarse. Su cuerpopalpitabaconunpresentimientoquelaespantaba.Comprendiósupropósitoycon horror sintió el fuego devorador de su mirada ardiente y el violentoabrazoque iba estrechandomásymás susmiembros temblorosos contra elcuerpopalpitantedelárabe.Sedebatiódesesperadamenteenlosbrazosquelaaplastaban en un acceso repentino de pasión posesiva. Vio su cabezainclinarsesobreellalentamente,susojosardieronconintensidad,y,sinpodermoverse,soportóelprimerbesoquehabíarecibido.Elcontactodeloslabios

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abrasadores, el cerco de los brazos, la estrecha unión a su cuerpo cálido yfuerte,laprivarondeodassusfuerzas,detodoelpoderderesistencia.

Conunfuertesollozocerrólosojosabrumados;labocaardienteapretadacontra la suya era como un narcótico, llevándola casi a la insensibilidad.Vagamente sintióque laalzabaensusbrazos,con los labiosaúncontra lossuyos,ylallevaba,atravésdelatienda,aunaposentocontiguoseparadoporcortinas. Allí la dejó sobre unos suaves cojines. «No me hagas esperardemasiado»,susurró,yladejó.Ylaspalabrasdichasleprodujeronunchoquequepareciógalvanizarsusnerviosanestesiadosdándolenuevasfuerzas.Saltóconlosojosdesorbitados,lasmanosapretadasfrenéticamentesobreelpecho;luego, con un grito de amargura, se dejó caer al suelo con los brazosextendidosatravésdelamplioylujosolecho.¡Noeracierto!¡Nopodíaser…estacosahorriblequeleestabasucediendoaella…,aella,aDianaMayo!Eraunsueño,unapesadillamonstruosaquepasaríaylaliberaríadeestaagonía.

Estremeciéndose, levantó la cabeza.El extraño aposento osciló ante susojos.¡SantoDios!Noeraunsueño.Erareal,eraunhechodelcualnopodíaescapar. Estaba acorralada, impotente, indefensa, y detrás de las pesadascortinas, cerca de ella, se encontraba el hombre esperando tomar lo queconsiderabasuyo.Podíallegarencualquiermomento;laidealahizohundirsemáscontraelsuelo, temblando,sinpoderdominarse.Suvalor,que lehabíapermitido hacer frente a peligros y hasta a la muerte sin estremecerse, laabandonó. Era inevitable; no podía esperar ayuda ni misericordia. Habíasentidoesafuerzaarrolladoraantelacualeraimpotente.Resistiría,peroseríainútil; lucharía, pero en vano.Dentro de la tienda estaba sola, en su poder,comoun animal enjaulado; afuera, el lugar estaba lleno de compañeros delhombre.Noteníaadóndeir,noteníaaquiénpedirayuda.Laseguridaddelcumplimientodeloquetemíalaaplastabaconsucerteza.Todaposibilidaddeacción había desaparecido. No le quedaba más que esperar y sufrir en elcompletoderrumbemoralquelaabrumaba,mayoraúnporsutemperamentopeculiar.Teníaelcuerpodoloridoporelapretóndesusfuertesbrazos,teníalos labios lastimados por sus besos salvajes. Crispó las manos angustiada.«¡SantoDios!»,sollozóconlágrimasardientesquequemaronsusmejillas.

Yconesaspalabrasaúnen los labios llegóél, silencioso,hastasu lado.Poniéndole lasmanos en los hombros, la obligó a ponerse de pie. Sus ojosardían fieramente, su boca severa partida en una sonrisa cruel, su vozprofunday lenta,mitad irritada,mitad impacientementedivertida:«¿Tendréqueservaletademásdeamante?».

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CapítuloIIISolaeneldesierto

Los cálidos rayos de sol inundaban la tienda cuandoDiana se despertó delprofundo sueño causado por un agotamiento que casi había llegado a lainsensibilidad, y se despertó con un recuerdo inmediato y completo. Unarápidamiradatemerosaalrededordelamplioaposentolediolaseguridaddeestar sola. Se sentó lentamente, con la mirada ensombrecida por el dolor,mirandoindiferenteellujosodecoradodelaposento.Teníalosojossecos,nolequedabanlágrimas.Selehabíanacabadocuandosearrastróalospiesdelárabeimplorandolamisericordiaqueélnoleconcedió.Habíaresistidohastaque la lucha desigual la dejó agotada e impotente en sus brazos, hasta quetodo su cuerpo no fue más que un dolor lacerante causado por las manosbrutales que la obligaron a someterse—hasta que su espíritu valeroso fueaplastadopor supropia impotenciay el extraño temorqueelhombrehabíadespertadoenella—,acaerderodillas.Yelrecuerdodesusruegosabyectosyllorosassúplicaslallenabadevergüenza.Seodiabaasímismaconamargodesprecio.Suvalorsehabíaquebrado;hastasuorgullolehabíafallado.

Cruzó las manos sobre las rodillas y escondió el rostro entre ellas.«¡Cobarde!¡Cobarde!»,murmurófuriosa.¿Porquénolohabíadespreciado?¿O por qué no había sufrido todo lo que le había hecho en silencio? Lehubieragustadomenosquelosruegosfrenéticosquesoloprovocaronlarisaquelaestremecíaconsolooírla.Seestremecióahora.«Creíqueeravaliente»,murmuróentrecortadamente.«Solosoyunacobarde».

Porúltimo,alzófinalmentelacabezaymiróasualrededor.Elaposentoeraunamezclacuriosadelujoorientalycomodidadeuropea.Lasuntuosidaddel mobiliario indicaba sutilmente alguien acostumbrado a satisfacer suscaprichos: todoelambienteeravoluptuoso,yDianasesintiómolestaporlaimpresión que le causaba, sin saber exactamente elmotivo.No había nadaque chocara artísticamente, las ricas colgaduras armonizaban entre ellas, nohabía incongruenciasmanifiestas,comohabíavistoenresidencias indígenas

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en la India. Y todo aquello en que posaba la mirada le hacía sentirimplacablementesuhorriblesituación.

Lascosasdeélestabanportodaspartes.Enunamesitamuypequeña,contapa de latón que estaba junto a la cama, se hallaba el cigarrillo a medioconsumir que llevaba en los labios cuando entró. La almohada junto a ellatenía la impresión de su cabeza. La miró con una expresión de horrorcrecienteensusojos,hastaquesintióuntemblorincontrolableyseechóenellechoahogandoungrito.Entoncessearrebujóentre lassuavesalmohadasyloscobertoresdesedacomosipudieranservirledeprotección.Volvióavivirtodos los momentos de la noche pasada, hasta creer que se volvía loca, yfinalmente,agotada,sequedódormida.

Era mediodía cuando volvió a despertar. Esta vez no estaba sola. Unamuchachaárabepermanecíasentadaenlaalfombraasulado,contemplándolaconsuavesojospardosenlosquesedescubríauninterésabsorto.AlsentarseDiana,ellasepusodepie,ylasaludó,conunatímidasonrisa.

—Soy Zilah, para servir a madame —dijo en francés chapurreado,ofreciéndole una robe de chambre que Diana reconoció admirada como lasuya.

Miró detrás de ella. Sus valijas estaban cerca, abiertas y parcialmentedesempacadas. Los camellos portadores de los equipajes habían sidocapturadosprimero,entonces.Porlomenosselepermitiríausarsuspropiascosas. Un chispazo de ira brilló en sus cansados ojos y se volvió con unapreguntaformuladasecamente,perolamuchachaárabesacudiólacabezasincomprenderla,yretrocedióconojosdesusto,guardandosilencioatodassusotras interrogantes con la boca fruncida como un niño asustado.Evidentementesoloentendíaamediasloqueledecíanynopodíacontestarloque no comprendía, por eso se volvió con evidente alivio cuando la jovendejódepreguntar.AtravesólatiendayapartóunacortinaquedabaaccesoauncuartodebañomayorymuchomejorequipadoqueelquetuvoDianaenlatienda de la India y que, hasta ese momento, le había parecido la últimapalabraencomodidadylujo.

Aunquelosconocimientosdefrancésdelasirvientafueranlimitados,susmanoseransuficientementehábiles,perosuignoranciadelascomplicacionesde la toilette de una mujer europea era evidente y provocaba en ella unacarcajada infantil que se transformaba rápidamente en una gravedadasombrosacuandoeramirada.LoquemenosteníaDianaeranganasdereírse,peronopudomenosdesonreírdevezencuandodesuscómicoserrores.

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La indígena, con sus grandes ojos asombrados, su francés tímido yvacilanteysucuriosidadinfantil,enunaformainexplicableledevolvióalamujer el dominiode símisma.Suorgullo sevolvió a afirmar, suprimiendorígidamente todaseñalde sentimientooemociónquepudiera serobservadaporlosojossuaveseinquisitivosfijosenella.

Elbañocalientehizodesaparecereldolordesusmiembrosydevolvióelcolor a su rostro y a sus labios. Se lavó también la cabeza, frotando losbrillantesrizosparasecarlosconvigorfurioso, tratandoasíde librarsede lacontaminaciónqueparecíahaberlasaturado.Sinembargo,lasropascontralascuales había estado apretada eran impecables, y lasmanos que la sujetaronestabanperfectamentelimpias,inclusohastalasbiencuidadasuñas.

Volvió al dormitorio para hallar a Zilah de rodillas observando sureducido pero variado guardarropa con asombro, tocando los vestidos denocheconmanostímidasyofreciendofinalmenteaDianalafaldade tweedquehabíasidoguardadaconsusotrascosasparaelviajedespuésdellegaraOran. Pero Diana la dejó a un lado y señaló el traje de montar que habíallevadoeldíaanterior.Conélsesentíamáscapazdehacerfrentealoqueleesperara;losrecuerdosunidosaélparecíandarlefuerzamoral;vistiéndolosesentiría nuevamente ella:Diana elmuchacho, no el tembloroso ejemplar defeminidadquehabíanacidoentrelágrimasydolorlanocheantes.Semordióloslabiosalcolocarselaslargasbotasdemontar.

Despidió finalmente a la muchacha y observó que evitaba pasar alaposentovecino,desapareciendo,encambio,porlascortinasquellevabanalcuarto de baño. ¿Quería decir eso que en la habitación exterior estabaesperando el sheik árabe? La idea desvaneció el dominio de sí misma quehabía recuperadoy lahizosentarsedébilmenteenelbordedel lechocon lacabezaoculta entre lasmanos. ¿Estaría allí?Sus preguntas a la sirvienta sehabíanreferidosolamentealasituacióndelcampamentoadondehabíasidollevada y también a la suerte de la caravana; del hombre no había podidodecidirseahablar.

Elextrañotemorquelehabíainspiradolallenabaderabiayhumillación.Laideadevolveraverloleproducíaunavergüenzainenarrable.Perodominóla agitación que amenazaba rebasar todos los límites, ayudada nuevamenteporsuorgullo.Eramejorhacerfrentealoinevitableporsupropiavoluntadquenoserobligada,quisieraono.Porqueahoraconocíalafuerzadelserquelahabíaraptado,sabíaquefísicamenteeraimpotenteanteél.Alzólacabezayescuchó.Reinabacompletosilencioenlahabitaciónvecina.Talvezlefuerapermitido un nuevo respiro. «¡Cobarde!», murmuró de nuevo

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despectivamenteyatravesóelaposento.Peroalllegaralascortinassedetuvounmomento;luego,congestodecidido,lasapartóypasó.

Ellugarparecíaestarvacío.Peroalcruzarlaespesaalfombraelcorazónpareciósaltarledelpecho,porquevioaunhombreparadodepieenlapuertaexterior.Estabadeespaldasaella,perounmomentodespuésvioquelafigurabajayesbelta,en ropaseuropeasdehiloblanco,noseparecíaalaltoárabequehabíaesperadover.Creyóquesuspasoseransilenciosos,peroelhombrese volvió con una ligera inclinación. Era un francés típico con un rostroalargado, vivaz, bien afeitado, cabello negro liso y ojos oscuros inquietos.Teníalaspiernasalgoarqueadasyelcuerpoligeramenteinclinado;suaspectoeraeldeun jockeycon losmodalesdeunsirvientebieneducado.Dianaseruborizóbajosumirada,peroélbajólosojosalinstante.

—Madame estará sin duda dispuesta a almorzar—hablaba con rapidez,pero tenía la voz grave y agradable. Sus movimientos eran tan rápidos ysuaves como la voz, y como en un sueño Diana se halló, unos momentosdespués,anteunalmuerzoperfectamentepreparadoyservido.Elhombresemantenía junto a ella con solicitud, atendiendo a sus deseos con manosdiestras y ojos atentos que anticipaban todas sus necesidades. Ella estabaaturdida y débil por falta de alimento.Todoparecía irreal. Por elmomentosolo podía permanecer sentada dejándose servir por el francés de pasosilencioso y voz suave que resultaba un miembro curioso del personaldomésticodeunjefeárabe.

—Monseñorruegaloexcusehastalanoche.Volveráalahoradecenar—murmurómientrasleservíauncouscous.Dianamirósincomprender.

—¿Monseñor?—Miamo.Elsheik.Ellaseruborizóysetornóduralaexpresióndesurostro.¡Hipócritabestia

oriental que «rogaba ser excusado»! Rehusó secamente el último plato, ymientras el sirviente lo llevaba, puso los codos en la mesa y descansó sudoloridacabezaenlasmanos.Estedoloreraunadelasnuevasexperienciasque la habían abrumado desde el día anterior. El sufrimiento en cualquierformaeraunacosanuevaparaella,ysuodiohaciaelhombreque lahabíahechosufriraumentabacadavezquerespiraba.

Elfrancésvolvióconcaféycigarrillos.Leencendióunfósforo.—Monseñorcomealasocho.¿Aquéhoraquieremadametomarelté?—

preguntó,mientraslimpiabayplegabalamesa.Dianaahogólarespuestasarcásticaquesubióasuslabios.Eltonosuavey

deferente del hombre, al mismo tiempo que se negaba a ver nada

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extraordinario en su presencia en el campamento de su amo, era casi másdifícil de soportar queuna flagrante impertinencia.Con esta hubiera sabidocómoresponder;peroaquelleproducíaunasensacióndeimpotencia,comosiuna red la fuera encerrando gradualmente en sus mallas apretadas queparecían des tinadas a ahogar su existencia. Contuvo con brusquedad susdesvaríos.Nodebíapensarsiqueríamanteneralgúndominiosobresímisma.Lediounacontestación indiferentey levolvió la espalda.Cuandovolvióamirar se había marchado, y exhaló un suspiro de alivio. Había estadoconteniéndosebajosusojosvigilanteshastaquelasensaciónderepresiónsehizointolerable.

Respiró con más libertad ahora que se había ido, alzando la cabeza eirguiendoloshombrosconunaenérgicadecisióndedominareltemorquelaavergonzaba. La curiosidad natural había estado luchando con sus otrasemociones, y cedió ahora a ella para tratar de desviar el curso de suspensamientos. Recorrió el vasto aposento. La noche anterior no habíaobservado nada de lo que la rodeaba, pues sus ojos habían estado fijossolamenteenelhombrequedominabatodo.

Aquí también había un mobiliario tan lujoso como en el dormitorio.Conocía lo suficiente para apreciar que las alfombras y colgaduras eranexquisitas; aquellas eran persas y estas de un grueso material negro conpesados bordados de plata. El mueble principal de la estancia era un grandivánoscuro,cubiertodegrandescojinesforradosdesedanegramate.Alpiedeél,extendidasobre lasalfombraspersas,habíadosgrandespielesdeosonegro,con lascabezasdisecadasunaal ladode laotra.Enelextremode latienda se destacaba una pequeña puerta y una minúscula mesa escritorioportátil. Había uno o dos taburetes moriscos cubiertos con una abigarradacolección de marfiles, y cigarreras de oro y plata, y bibelots, y contra eltabique que separaba los dos aposentos estaba adosado un viejo arcón demaderacuriosamentetallado.Aunqueelmobiliarioeraescasoyhacíaparecerla tiendamásespaciosade loque realmenteera, toda lahabitación teníaunaire de bárbaro esplendor. Las sombrías colgaduras que brillaban con susrecamados de plata, le dieron a Diana la impresión de un efecto teatralestudiado, un fondo contra el cual debían contrastar más vivamente lasblancas vestiduras del árabe ceñidas por la faja negra y plata que le habíavistoarrolladaalacintura.Habíauntrazodevanidadentodoslosindígenas,pensó despectivamente e hizo un gesto desdeñoso con los labios. Sin dudaagradabaalavanidaddeestellevarlacombinacióndecoloresdesutienda,inclusoensusropas,yposarenloscojinesnegrosdellujosodiván.Profirió

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una ligera exclamación de desagrado y se apartó con desdén de la suaveseduccióndelampliolecho.

Cruzó la tienda hasta la pequeña biblioteca y se arrodilló a su lado concuriosidad. ¿Qué leía un árabe francófilo? Probablemente novelas quearmonizaranconlaatmósferaquevagamentepresentíaenelambientequelarodeaba. Pero no eran novelas lo que llenaban la biblioteca. Eran libros dedeportes y deviajes, convarios volúmenes sobre cirugía veterinaria.Todosestabanenfrancésyhabíansidoutilizadosfrecuentemente,llevandomuchosde ellos notasmarginales escritas a lápiz en árabe.Un estante estaba llenoenteramentecon lasobrasdeunhombre,unciertovizcondeRaouldeSaintHubert. Con excepción de una novela, que Diana solamente hojeóapresuradamente,eran todos librosdeviajes.Por laspocaspalabrasescritasenlastapasdecadaunopudoverquetodoshabíansidoenviadosalsheikporelpropioautor;unodeellos incluso, estabadedicado:Amiamigo,AhmedBenHassan,sheikdeldesierto.

Volvió a colocar los libros en su lugar con una expresión de duda.Hubieradeseado,conunasensaciónquenopodíaanalizar,quehubieransidolo que se había imaginado. La evidencia de educación y de gustos noimaginados en el hombre a quien pertenecían la agitaban. Era un detalleinesperado en la personalidad del árabe, vagamente inquietante, porquesugeríaposibilidadesquenohubieranexistidoenunindígenacorriente,ounocubiertosolosuperficialmenteconunacapadecivilización.Parecíavolverseinfinitamente más siniestro, infinitamente más horrible. Miró su reloj conrepentinaaprensión.Eldíaestabatranscurriendoconrapidez.Prontollegaría.Larespiraciónselevolvióentrecortadaylaslágrimasinundaronsusojos.

—¡Nodebo!¡Nodebo!—murmuróconunaespeciededesesperación—.Sivuelvoa llorarmevolveré loca—reprimióel llanto,ycruzandohastaelgrandivánnegroquehabíadespreciadoantes,sedejócaerentrelosblandoscojines.Estabacansadayledolíapersistentementelacabeza.

Estaba dormida cuando el sirviente le trajo el té, pero se incorporósobresaltadacuandopusolabandejaenuntabureteasulado.

—Es el té demadame. Si quiere tener la bondad de decir si está a sugusto…—dijo ansioso, como si toda su felicidad estuviera contenida en laminúsculateteraquecontemplabaconairededuda.

Diana reconocióqueera sinceroensusesfuerzosporagradarla,peroenese momento solo le parecía una humillación más. Deseaba gritar:«¡Márchese!», comoun estudiante enojado, pero logródarle la información

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quedeseaba,yponiendocigarrillosyfósforosasuladoelsirvienteseretiróconunapequeñasonrisadesatisfacción.

El ansiade respirar aire frescoyeldeseodever aqué lugarhabía sidollevada, se hicieron irresistibles al acercarse la noche. Fue hasta la puertaabierta.Delantedeellaseextendíaungrantoldosostenidoporlanzas.Salióde su sombraymiróalrededorconcuriosidad.Eraunenormeoasis,mayorqueningunodelosquehabíavisto.Delantedelatiendahabíaungranespacioabiertoconunaespesafranjadepalmerasmásallá.Elrestodelcampamentosehallabadetrásdelatiendadeljefe.

El lugar estaba lleno de hombres y caballos. A lo lejos había algunoscamellos, pero los primeros atrajeron la atención de Diana. Los había pordoquier, algunosatados,otros sueltos,otros siendoejercitadosenmanosdepeones.Ocasionalmentecruzabansuvistaárabesmontadosenlasafuerasdeloasis.Asualrededorhabíagruposdehombresentregadosadiversas tareas.Losquepasabancercadeellalasaludaban,peronolehacíanmáscaso.

UnaextrañaexpresiónsedibujóenlosojosdeDiana.Estoerarealmenteeldesierto,eldesiertocomonuncahabíaesperadoverlo,comopocospodíanesperar verlo. ¡Pero a qué costo! Se estremeció y luego se volvió al oír unruido repentino cerca de ella. Un furioso alazán, que mordía y relinchaba,pasaba cerca de la tienda sujetado a duras penas por dos hombres que seaferraban, gritando, a su cabeza. Iba a pelo, pero Diana lo reconocióinmediatamente. La breve ojeada que había echado a su cabeza pequeña yferoz cuando pasó junto a su codo la noche antes, estaba grabada en sumemoriaparasiempre.Sedetuvofrenteaella,negándoseaavanzar,conlasorejas pegadas a la cabeza, temblándole todo el cuerpo, y tirandocontinuamentemordiscosalosdospeones,quenoparecíanpoderdominarlo.Derepentesealzósobrelaspatastraserasysuscruelesdientesbrillaroncasien lacaradeunode loshombres,quienfue tomadodesprevenidoysedejócaeralsuelo,rodandolejosconunaullidoqueprovocóunacarcajadageneralenungrupodeárabesquesehabían juntadoparacontemplar lashabitualesexcentricidades vespertinas del alazán. El sirviente francés, que llegaba dedetrásde la tienda,sedetuvoahablaralhombremientrasse incorporaba,ydiounmanotazoa lacabezadel caballo,volviéndose luegoaDianacon suagradablesonrisa.

—HasidollamadoapropiadamenteShaitan,madame,porqueciertamenteestá poseído por un demonio —dijo, señalando al animal que en esemomento,conunsaltoviolento,seescapódeloshombresquelosujetabanysedirigióhaciaelbordedeloasisseguidoporlosárabes.

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—Loshombresmontadosloagarrarán—añadióriéndose,enrespuestaalaexclamacióndeDiana.

—¿Estádivirtiéndoseoesrealmenteresabioso?—preguntóella.—Puro resabio,madame.Hamatadoa treshombres.Diana lomirócon

airedeincredulidad,porquesutonoeracasualysugestonoindicabaningúnsentimientoextraordinario.

—Debía de ser sacrificado—dijo indignada. El hombre se encogió dehombros.

—Monseñor le tiene afición —dijo con calma. Y, por tanto, comomonseñor le tenía afición, el salvaje animal estaba rodeado de todos loscuidadosparaquesudueñosedivirtiera.Evidentementelavidadesupueblomiserablevalíaparaélmenosqueuncaballofavorito.Sonabacompatibleconlainflexibilidadqueellamismahabíaexperimentado.Loquenocreyeraayer,hoy parecía terriblemente digno de crédito. El valor que el alivio de suausencia le había devuelto iba desvaneciéndose rápidamente, tanto como seibahundiendoenelhorizonteelgloborojoquebrillabaenelcielo.Desechósus temerosos pensamientos para mirar a varios caballos más que eranllevadosalotroladodelcampamento.

—Loscaballosparecenmagníficos.Perosondemásalzadaquelosotroscaballosárabesquehevistoantes.

—Pertenecen a una raza especial, madame —replicó el francés—. Latribu ha sido famosa por ellos durante generaciones. Los caballos demonseñorsonconocidosentodoslosestadosdeBerberíayhastaenFrancia—añadió,notándoseensuvozunligeroacentodeorgullo.

Diana lomiróreflexivamente.Habíaensuspalabrasuna inflexión,cadavezquemencionabaasuamo,queindicabaunafectoquenopodíaatribuiralbrutocuyosmalostratosaúnestabasufriendo.Perosuspensamientosfueroninterrumpidosenformaabrupta.

—Ahíestámonseñor—dijoelsirviente.Habló como si ella también debiera alegrarse de su llegada. ¿Podría el

valet imaginar por un momento que ella se encontraba allí por su propiavoluntad? ¿O era todo ello parte de la hipocresía en que parecía hallarseenvuelta?

Echó una ojeada al jinete, quien atravesaba en esemomento la faja deárbolesquebordeabaeloasis,yun sudorhelado lahizoestremecersede lacabezaalospies.Serefugióbajoeltoldo,dentrodelafrescuradelatienda,rabiando contra el temor que no podía dominar. Pero justo en la puerta semantuvofirme;nisutemorpodíahacerlairmásallá.Laencontraríaahí,no

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refugiadaenelaposentointeriorcomounanimaltembloroso,acurrucadoenel rincón más lejano de la jaula. Por lo menos, aún le quedaba suficienteorgulloparaeso.

Desdeelrefugiodelatiendacontemplólallegadadelatropaalespacioabiertodelantedeella.Elcaballoquemontabaelsheikeranegroazabache,yDianadesviólamiradadelapielsatinadadelhermosoanimalalasvestidurasblancasdelhombreconiracundodesprecio.

«¡Blancoynegro!»,murmuróentresusdientesapretados.Luego,cuandodesmontó, se desvanecieron todos sus pensamientos, salvo el terror que leinspiraba. Esperó sin aliento, sintiendo un verdadero dolor físico por lasaceleradaspalpitacionesdesucorazón.

Élsedemoróacariciandoalhermosocaballonegro,yaundespuésdequefue llevado se quedómirándolo y hablando con un árabe joven y alto quehabíallegadoconél.Finalmente,diolavueltayseencaminóalatienda.Sedetuvoenlapuertaparahablaralfrancés.Eraunafigurapintorescaybárbara,conampliasvestidurasyunagrancapablanca;elperfildesuenjutorostrosedestacaba contra el cielo vespertino y la postura altanera de su cabeza,acentuada por la actitud en que se había detenido, lo hacía parecer másarrogante y dominador. Movía las manos al hablar, con gestos rápidos yexpresivos;perosuvozeralentaysuave,deuntonomusicalgrave,aunqueindudablemente autoritaria a pesar de su suavidad. Señalaba con la manotendidafirmementealgoqueestabamásalládelalíneadevisióndeella,yalvolverse para entrar en la tienda se rio, y, Diana se estremecióinvoluntariamente.

Enseguidaentróy la jovenseapartódeélconlosojosbajos.Noqueríamirarlo; no quería encontrar su mirada. Su presencia era una ofensa, lavergüenza laabrasaba.Todas las fibrasde su serprotestabancontraaquellaproximidad.Deseabaconfuriaquemuriera.Temblabafebrilmenteyseapretóel labio tembloroso entre los dientes para sujetarlo; los rizos rojizos sepegaban húmedos contra su frente. El rápido latir del corazón le agitabatempestuosamenteelpecho,perosemantuvoerguidaconorgullo.

Cruzóéllatiendaconpasolargoysilencioso.—EsperoqueGastón tehabráatendidodebidamenteydado todo loque

hayas deseado—dijo como por casualidad, inclinándose sobre una mesitaparaencenderuncigarrillo.

La frialdad de sus palabras y susmodales fueron como una ducha fría.Había estado preparada para cualquier cosa menos para esa tranquilaindiferencia,enunasituaciónqueeraintolerable.Sutonoindicabalaexcusa

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derutinadeldueñodecasaanteunaausenciainevitable.Eltemordiopasoalafuria,sucuerposeirguióyselecrisparonlasmanos.

—¿No es hora ya de que esto termine? ¿No has hecho ya bastante?—exclamófuriosa—.¿Porquéhascometidoesteultraje?

Una fina columna de humo ascendió hacia ella, como si la mano quesosteníaelcigarrillosehubieramovidoensudirecciónconunodelosgestosquehabíaobservadoafuera,peronohuborespuesta.Susilenciolaenfurecióylehizoperdertodanocióndeprudencia.

—¿Crees que podrás guardarme aquí, estúpido? ¿Que puedodesvanecerme en el desierto y que no se tendrá en cuentami desaparición;quenoserealizaráninvestigaciones?

—Nohabráinvestigaciónalguna—contestóélconcalma.Hundióellaeltacodesubotaenlaespesaalfombra.

—Habrá investigaciones—dijo furiosa—.No soyunanulidad tal comoparaqueno sehaganadacuando senotemi falta.Las autoridades inglesasharánqueelgobierno francésencuentreal responsable,y tendrásquepagarporloquehashecho.

Se rio él, con esa risita irónica que la hacía experimentar la mismasensaciónfríadetemorquehabíasentidoeldíaanterior.

—El gobierno francés no tiene jurisdicción sobremí.No estoy sujeto aella. Soy un jefe independiente, mi propio dueño. No reconozco a ningúngobierno.Mitribumeobedeceamíysoloamí.

Sus dedos temblorosos hallaron el pañuelo que buscaban y se secó elsudorquelehumedecíalaspalmasdelasmanos.

—Cuando me echen de menos… —empezó desesperada, tratando demantenerunafrentealtiva,peroestabaperdiendosuseguridad.

—Cuando te echen de menos habrá pasado tanto tiempo que serádemasiadotarde—replicósecamente.

—¡Demasiadotarde!¿Quéquieresdecir?—Tus propios planes impedirán toda posibilidad de una investigación

durantealgúntiempo—hizounapausaydetrásdeellaDianaleoyóencenderotro fósforo.Esepequeño incidentebanalcasihizoestallarsusnervios,quehabían llegado almáximo de tensión. Se llevó lasmanos a la cabeza paratratardesuavizarloslatidosdesussienes—.ContratasteunacaravanaacargodeMustafáAlí—continuóél con lamismacalma—paraviajarduranteunmes por el desierto. Saliste deBiskra, pero tu intención era al final de esetiempodirigirtehaciaelnorte,hastaOran,paradespedirallíalacaravana.DeallícruzaríasaMarsellayluegoaCherburgo,dondeteembarcaríasparalos

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EstadosUnidosafindejuntartecontuhermano,quienyahamarchadohaciaesepaís.

Ella escuchaba sin respirar con un temor creciente. Esa voz tranquila ycasual, que detallaba su itinerario con la seguridad de un conocimientoperfecto,lallenabadeunterrorqueledabaganasdeempezaragritar.Vacilósobresuspies,conlosojosfijosen laextensión ilimitadadeldesiertoydelcielo salpicadodeoro,visibles a travésde la aperturade la tienda,peronoveíanilaarenaondulante,nielrojoesplendordelsolponiente.

—¿Cómo sabes… todo… eso? —murmuró con labios resecos ytemblorosos.

—Quise saberlo. Fue muy fácil —la respuesta fue dada al descuido ynuevamente la fina columnadehumo subióhasta su rostro.Otra vez sintióquelainvadíalaira.

—¿Esdineroloquequieres?¿Meretienesparapedirrescate?—Perosuvoz desdeñosa vaciló y se extinguió con la última palabra, no siendonecesariosusilencioparaconvencerladequenosetratabadedinero.Habíahablado solamentepara tratar de sofocar el convencimiento interiorque ibaaumentando a pesar de sus esfuerzos por ahogarlo. Tenía las manosestrechamenteentrelazadasysusojosseguíanmirandosinverlamaravillosapuestadesol.Sesentíaaturdida,sinesperanza,lomismoqueunfugitivoquehaentradoenuncallejónsinsalida,acosadoportodaspartes;noparecíatenersalida, no había ninguna posibilidad de escape. Sus manos se crisparonconvulsivamente y un fuerte temblor la sacudió. Pero en medio de ladesesperaciónpercibióundébilrayodeesperanza.

—MustafáAlíoalgunodeloshombresdelacaravanatalvezhayandadoya la alarma en Biskra…, si no los has… asesinado a todos —murmuróentrecortadamente.

—No los he asesinado—replicó él secamente—, pero Mustafá Alí nodarálaalarmaenBiskra.

—¿Porqué?—Tratódeguardarsilencio,peroseleescapólapreguntayesperó rígida su respuesta.Por sumentedesfilaron relatos de la implacablecrueldad árabe. ¿Cuál había sido la suerte del infortunado conductor decaravanas?Losojosselecerraronyseleresecólagarganta.

—Nohubonecesidaddeningúnasesinato—continuóélsarcásticamente—.Cuandolleguesaconocermemejorcomprenderásquenodejolascosasalazar.TodaslascosasdependendelavoluntaddeAlá,alabadoseasunombre.¡Magnífico! Pero conviene recordar queÉl no siempre se preocupa por losasuntosdeloshombresyhayquedisponerlascosasbien.Sihubieradejado

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este asunto al azar, fácilmente hubiera podido haber, como sugieres,asesinatos…, aunque no los llamamos asesinatos en el desierto. Fue muysencillo. Voyons! Tú pagaste bien a Mustafá Alí para que te guiara en eldesierto.Yo lepaguémejorparaque te trajeraamí.Lepagué losuficientepara que se alejara de buen grado de Biskra, en donde podrían formularlepreguntas incómodas,aotraesferadetrabajoendondenoesconocidoyendondepuedecrearseunanuevareputacióncomoconductordecaravanas.

Hubootrosilencioyellasellevólasmanosalagarganta.Nohabíasidoun asunto casual entonces, una reunión accidental que el jefe árabe habíaaprovechado,sinounultrajeorganizadoqueplaneócuidadosamentedesdeelprimermomento.Habíasidoengañadadesdeelprincipio.Chirriólosdientesderabia.Suguíasuaveysumisolahabíaestadollevandotodoeltiempo,noenladirecciónquehabíasidotrazadaenBiskra,sinohaciaelhombrequelohabía comprado para que la traicionara. Los ojos falsos deMustafáAlí, sudeseodehacerlasalirdeloasisendondehabíandescansadoalmediodía,sutono,quedabanexplicados.Habíarepresentadobienelpapel.Elúltimotoque—laheridaimaginariaquelohabíahechocaerlentamentedelasilla—habíasidounaobramaestra,reflexionóconamargura.Nohabíasidoomitidonadaparaquelatentativatuvieraéxito.Elcaballoquelehabíandadoparasuusoera, sin duda alguna, del sheik, educado para obedecer su silbido. Inclusohabíanmanipuladosurevólver.Nohabíaerradoeltirocomocreyó.Recordóelruido,lavisiónfugazquetuvoenelhoteldeBiskra.Fuealguien,MustafáAlí o unode sushombres, quien entró en su cuartoy cambió las balas porcartuchos de fogueo.También había sido considerada la posibilidad de queAubrey cambiara de idea y la acompañara, porque el sheik había tomadoprecaucionescontralaresistenciaqueindudablementehubierahalladoconelgrannúmerodeacompañantesque llevó;una fuerzasuficientementegrandecomoparafrustrarcualquiertentativadeoposiciónalataque.

Laredqueantes lehabíaparecidosentirestrechándoseen tornosuyo laenvolvíaahoraenformainexplicable,oprimiéndolamásymás,asfixiándola.Respiró ansiosa. El sol poniente pareció saltar repentinamente del cielo;enseguidaserecuperóconuntremendoesfuerzo.

—¿Por qué has hecho esto? —murmuró débilmente. Luego, por unmomento, se le paralizó el corazón, dilatándosele los ojos. Él se le habíaacercadopordetrás,yellaesperótemblorosahastaquelaestrechócontrasucuerpo, aplastándola contra él, y obligándola a echar hacia atrás la cabezasobresubrazo.

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—Porque tequería.PorqueundíaenBiskra,hacecuatrosemanas, teviporunos instantes, losuficienteparasaberque tequería.Yyo tomo loquequiero.Túmehicisteeljuegoalorganizarlagiraporeldesierto.Elrestofuefácil.

Había cerrado ella los ojos, temblándole las largas y oscuras pestañassobresuspálidasmejillasparanoverleelrostro,perosintióquelaestrechabaaún más, y luego, sus besos ardientes sobre sus labios. Se resistiófuriosamente,peroeraimpotenteensusbrazosyélseriosuave,mientraslebesabaapasionadamente los labios,elcabelloy losojos.Luegopermaneciócompletamente inmóvil,peroellasentíael fuerte latirdesucorazón juntoasusmejillas y comprendióvagamente la pasiónque en él había despertado.Experimentósutremendafuerzaysediocuenta,porloquelehabíadicho,dequeno reconocíaotra leyquesuvoluntadyqueestabadispuestoa llegaracualquier límite por cumplirla. Sabía ella que su vida estaba en aquellasmanos, que podría quebrarla como una caña entre sus dedos afilados, y sesintiólamentablementedébilyatemorizada.Estabaporcompletoensupoderyasucapricho…,alcaprichodeunárabeimplacable.

Cedióde repente,quedándose inmóvilensusbrazos.Había llegadoa ladegradaciónmás profunda; no podía hacerle nada peor, de lo que le habíahecho.Porelmomentonopodíalucharmás,estabatotalmenteagotada.

Unmudo sentimiento de desesperación se apoderó de ella y con él unasensacióndeirrealidad,comosisetrataradeunahorriblepesadilladelaqueseibaadespertar,porquelarealidadparecíaimposible,laescenademasiadoteatral.Elhombremismoeraunmisterio.Nopodíaconciliarsupersonayelambientebárbaroenquevivíacon laspruebasde refinamientoyeducacióncontenidas en los volúmenes de su biblioteca. Le llamaba la atención lorefinado del decorado; era raro encontrarlo en un lugar así.Una docena deincongruencias que había observado durante el día acudieron a su mente,hasta que la cabeza le empezó a dar vueltas. Desechó esos pensamientosfatigosamente; estaba demasiado cansada para pensar, demasiado agotadamentalyfísicamente.Yconladesesperación,unaespeciedeindiferenciaseapoderódeella.Habíasufridotantoqueyanadaleimportaba.

Losfuertesbrazosquelarodeabanseestrecharonlentamente.—Mírame—dijoélconlavozsuaveypausadaqueparecíahabitualyque

contrastabaextrañamenteconelfrancésprecisoycortadoquehablaba.Ellaseestremecióysusoscuraspestañasseagitaron.—Mírame—suvozeraigualmentepausada,igualmentesuave,peroahora

teníaunainflexióninconfundible.

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Veinticuatro horas antes, Diana Mayo ignoraba el significado de lapalabramiedo,yjamásensuvidahabíaobedecidoanadiecontrasuvoluntad,peroenveinticuatrohorashabíavividoañosdeemociones.Porprimeravezhabía enfrentado su voluntad con otra más fuerte, por primera vez habíaencontradounaarroganciamayoryunadeterminaciónmásfirmequelasuya.Porprimeravezhabíaconocidoaunhombrequenosehabíainclinadoantesusdeseosyaquienunamiradanohabíapodidotransformarenunesclavo.Enpocashorashabíaaprendidoaconocerelmiedo,unmiedoterriblequelaenfermabadeaprensión,yestabaaprendiendoaobedecer.

Obedienteahora,seobligóaalzarlamiradahastaencontrarseconladeél,yunruborvergonzosocubriólentamentesusmejillas.Aquellosojososcurosyapasionados laabrasabancomouna llamaardiente.Susbrazoserancomobandas de fuego que la quemaban. Su contacto era una tortura. Impotente,como una fierecilla acosada, estaba apoyada en su pecho, sin aliento,temblorosa, con los ojos desmesuradamente abiertos, fijos en él, contra suvoluntad. Fascinada, no podía apartarlo, y la imagen del rostro moreno yhermosoconojoschispeantes,labocafinaycruelyelfuertementónparecíanimprimirseafuegoensumente.Emanabadelhombreelsuavearomadeuntabacoturcopococomún,que laenvolvía.Habíanotadoelmismoaromaeldíaanteriorcuando la llevabaensusbrazosdurante la locamarchaa travésdeldesierto.

Deprontoéllamirósonriendo.—BonDieu!¿Sabeslohermosaqueeres?—murmuró.Peroelsonidode

su voz pareció haber quebrado un hechizo que la había hecho enmudecer.Luchónuevamenteporliberarse.

—¡Déjame!—gritó,yloqueellarogabaeralacompletainmunidad,peroélapropósitohizocomosinolacomprendiera.Lapasiónseborródesusojosydiolugaraunchispazodeburla.

—Hay tiempo de sobra.Gastón es un sirviente sumamente discreto. Looiremoscuandovenga—dijoconunarisasuave.

Peroellainsistióconelvalordeladesesperación.—¿Cuándomedejarásmarchar?Conunaexclamacióndeimpacienciala

apartó él bruscamentede su lado, ydirigiéndose al diván se echó sobre loscojines, encendió otro cigarrillo y tomó una revista que se hallaba en untaburetequeestabaasulado.

Semordióellaloslabiosparaahogarlossollozoshistéricosquesubíanasugarganta,dándoseánimoconlasmanoscrispadas,ylosiguió.

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—Tienes que decírmelo. Tengo que saberlo. ¿Cuándo me dejarásmarchar?

Volvióélunapáginadeliberadamenteytirólacenizadelcigarrilloantesde contestarle. Una expresión sombría se dibujó en su rostro y sus ojos larecorrierondelacabezaalospiesenunlentoescrutinioquelahizotemblar.

—Cuando me canse de ti —le dijo fríamente. Se estremeció ellaviolentamente y dándose la vuelta con un gemido, se dirigió a tropezoneshaciaelaposentointerior,peroalllegaralascortinassuvozladetuvo.Habíaechadoaunladolarevistayestabarecostadoeneldiván.Tendidoindolente,conlasmanoscruzadasdetrásdelacabeza.

—Parecesunmuchachoencantador—dijoconunadébilsonrisa—,peronofueunmuchacholoquevienBiskra.¿Entiendes?

Detrásdelacortinasedetuvounmomento,temblandodelacabezaalospies,conelrostroocultoentrelasmanos.¡Sí!Habíacomprendidodesobra.Eraunaordendealguienqueestabadispuestoahacerseobedecer,dehacersemásatractivacontodoloqueimplicabaalosojosdelhombrequelateníaensupoderyquelamirabacomoningúnotrosehabíaatrevidoamirarla,conunaire de crítica calculadora que la hacía sentir agudamente consciente de susexo,ypadecercomounaesclavaexpuestaalaventaenunmercadopúblico.

Debía quitarse el traje masculino que parecía darle valor y cambiarlo,para,satisfacerelcaprichodelsalvajeenelaposentocontiguo,porelvestidofemenino que revelaba más íntimamente las líneas esbeltas de su figura eintensificabalabellezapococomúndesurostro.

Se dirigió con paso lento a la mesa tocador y miró con sentimiento alrostropálidoyojosfatigadosqueledevolvíalamiradaenelespejo.Parecíael rostro de una persona extraña. Recordó las palabras de Aubrey con unahorriblesensacióndeironía.Estanochenosevestíaparadarsegusto.Ensurostrosehabíanfijadolíneasrígidasysusojosparecíancasinegrosderabia,perodetrásdeesarabiaacechabaeltemor.Cadaruidoquellegabadelcuartovecinolasobresaltaba.Susdedos,húmedosdesudor,parecíancasiincapacesdeobedecerla.Loodiaba,seodiabaasímisma,odiabalabellezaquehabíaacarreado ese horror sobre ella. Se hubiera rebelado de atreverse, peroinstintivamente seapresuró;el temor lahabíaempujadoyahastaesepunto.Perocuandoestuvolistanosemoviódelamesa.Elpánicolahabíaobligadoaapresurarse,peroelorgullo,aúnvivo,nolepermitíaobedecermásalládelmiedo.

Levantólosojosnuevamentealespejo,mirandoiracundaalpálidoreflejo,y la antigua obstinación se mezclaba con el nuevo dolor que los llenaba.

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¿Teníaquesoportarsumiradaburlonaconmejillasblancascomounasábanayunamiradacomoladeunperroazotado?¿Nolequedabanisiquieravalorsuficienteparaocultarel temorque la llenabadedespreciohaciasímisma?Laoladeiraquelainvadióhizovolverelcolorasurostro,yseinclinómáscerca del espejo, con un murmullo de satisfacción que se interrumpió derepente,mientrassusdedosseaferrabanalbordedelamesayellacontinuabamirandoelreflejonodesupropiorostro,sinodelasvestimentasblancasqueaparecieron detrás de su cabeza, borrando la visión limitada que tenía delaposento.

El sheik estaba detrás de ella. Había llegado con el peculiar pasosilenciosodeantes.Lahizodarsevueltaparamirarla,yellaseencogióbajosumiradadeadmiración,apartándosedeéltodoloquesubrazolepermitió.Sujetándolaconunamano,letomóelmentónconlaotraylehizolevantarlacabezaconunaligerasonrisa,atiempoqueledecía:

—No tengas tantomiedo.No quiero nadamás terrible que un poco dejabónyagua.Supongoquehastaunárabepuedelavarselasmanos.

Suvozburlonaylaalusiónaltemorlahirieron,peronoquisocontestarley, conunacarcajadayunencogimientodehombros, ladejó libre,mientrastomabaunanavajadeafeitardelamesaysedirigíaalcuartodebaño.

Con las mejillas encendidas, Diana huyó a la habitación exterior. Susmodalesnohubieransidomásindiferentessiellahubierasidosumujerdesdehacíaunadocenadeaños.

Lo esperó agitada por un tumulto de emociones, pero con la llegada deGastónylacena,élvolvióalaactituddehuéspedcortésydesapasionadoquehabía asumido a su llegada. Se había retrasado unos minutos y le pidiódisculpasconairegraveal sentarse frenteaella.Mantuvo lamismaactituddurante la cena y, consciente del sirviente,Diana se forzó a contestar a suamenaconversación.

Habló principalmente del desierto y del deporte que ofrecía, como sihubieraestudiadolosgustosdeellayelegidoeltemaparaagradarla.Hablababien;loquedecíaerainteresanteymostrabaunconocimientocompletodelamateria. En cualquier otra ocasión Diana hubiera escuchado fascinada yabsorta, pero ahora la voz suave, pausada y culta únicamente parecíaaumentarlaincongruenciadelasituación.Elpapeldeinvitadavoluntariaquela forzabaaadoptar eracasimásde loquepodía tolerar,y lanecesidaddepermanecersentadaycontestarleestaballevándolaallímitedesuresistencia.Ytodoeltiemposedabacuentadesuconstantevigilancia.

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A su pesar, con frecuencia fijaba lamirada furtiva en el rostro de él, ysiempre sus ojos oscuros y ardientes la miraban con una fijeza que laexcitaba,hastahacerlarecordarunarepresentaciónvistaenuncircodeViena,en donde una domadora de leones había concluido una pruebaextraordinariamenteatrevidacomiendoenlajauladelosfelinos,rodeadadefieras rugientes, muy distintas de los animales adormilados y medionarcotizadosquehabitualmenteseexhiben.InteresadaenlasfierashabíaidoaverlasjuntoconAubreyy,despuésdelafunción,mientrasacariciabaaunoscachorros de león que le habían traído para que los viera, conversó con ladomadora, una muchacha poco mayor que ella. Se había mostrado muyreservada,hastaquevioporeltonoamistosodeDianaquesuspreguntaseranoriginadasporverdaderointerésynoporsimplecuriosidad.Entoncescambiódeactitudconrapidezsorprendente,aceptandoloscigarrillosqueleofrecíalainesperada amiga y llevándola a ver sus leones especiales que habían sidoencerradosdurantelanoche.Dianapaseódeunladoparaotropordelantedelasestrechasjaulas,mirandoalosgrandesanimales,inquietosaúndespuésdela función, y frotando sumejilla contra la suave cabecita del cachorro queteníaenbrazos,sonriendoaloírsuronroneo.

—¿No tiene nunca miedo?—preguntó de repente—, no de la funcióncorriente,sinodeeseúltimonúmero,cuandocomesolaentreellos.

Lamuchacha se encogiódehombros, arrojandounanubedehumoa lacaradelcachorro,ysusojosseencontraronconlosdeDianaporencimadelcuerpoamarillodelcachorro.

—No se saborea gran cosa —contestó lacónicamente. Y lo mismo lesucedíaaDiana.Habíacomidomecánicamentetodoloquelehabíanpuestodelante, pero no había saboreado nada. Su mente estaba ocupada por unpensamientoqueexcluíatodolodemás:ocultardelosojosescrutadoresquela vigilaban incesantemente el temor que aumentaba por momentos. Habíaobservadounacosadurantelacomida.Elsirvientesolamenteleservíaaellaelvinoblancofrancésquehabíatraído.Susojosseposaronenelvasovacíodelsheik,yencontrandosumiradaélsonrió,conunaligerainclinación.

—Perdóname. No tomo vino. Es mi única virtud —añadió, con unchispazorepentinoensusojosquehizoqueseretiraratodalasangredelasmejillasyquefijaralosojosenelplato.

Habíaolvidadoqueeraárabe.La cena le pareció interminable y, sin embargo, deseaba que nunca

acabara.Mientraselsirvienteestabaenlahabitaciónsesentíasegura,perolaideadequeteníaquemarcharsehizoquelasacudierauntemblorfrío.Junto

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con el café entró un perro de caza persa, que casi derribó al francés a laentradaalquererpasarantesqueélpor lapuerta.Echósulargocuerpogrisencimade las rodillas del sheik conungemidodeplacer y luegovolvió lacabeza para gruñir a Diana. Pero el gruñido se extinguió rápidamente, ybajándose se le acercó con aire curioso, mirándola un momento y luegofrotandosucabezacontraella.

Elsheikserio.—Esoesunhonor.Kopectienepocosamigos—dijo.Ellanocontestó.La

respuestanaturalcasiseguroprovocaríaunaréplicaqueellanodeseaba,asíque permaneció silenciosa, acariciando la piel áspera del perro, con lasensacióndequeelcorazónseleibavolviendolentamentedeplomo.Demoróel café hasta que no le quedó ningún pretexto posible para continuar en lamesa,yentoncessepusodepieconunsuspiroentrecortado.

Elsheikhabíaseguidosentadoensilenciodespuésdehaberterminadosucaféunbuenratoantes.Nohizoningúncomentariocuandoellaselevantó,ysedirigióalgrandiván,seguidoporelperro,quehabíavueltoasuladotanprontosemovió.

Dianaseintrodujoenlapequeñabiblioteca,aprovechandolaoportunidadque ofrecía de continuar callada, y tomó un libro al azar. No sabía lo queestabamirandoynoleimportaba.Únicamentedeseabafervientementequeladejaran sola, que continuara el repentino acceso de silencio en que habíacaídoél.

Cercadeella,Gastónestaba recogiendo lamesa,yal terminarhizounapausaparahablarasuamo.Dianaoyólaspalabraslepetitsheik,peroelrestofueenárabeeininteligibleparaella.Elsheikfruncióelceñoconungestodemalhumor,luegoasintióconlacabezayelsirvientesaliódelatienda.

Unos instantes después una voz que no había escuchado antes la hizolevantarlacabeza.

El joven árabe que había llegado a caballo conmonseñor estaba de piejunto al diván. Los ojos fieros que vigilaban todos sus movimientos seencontraronconlosdeella,yelcigarrilloseñalóaljoven.

—Mi tenienteYusef,unhijodeldesiertoconel almadeun flaneur.Sucuerpoestáaquíamilado,perosucorazónsehallaenlostrottoirsdeArgel.

Eljovenaltoserioysaludóconunaprofundainclinación,luegoseirguióarrogantehastaqueunapalabrasecadelsheiklerecordósumisión;suactitudse transformó rápidamente en una deferencia cuyo significado no perdióDiana. El árabe podía condescender con su gente si lo deseaba, pero losmanteníaconriendacorta.Miróaltenientemientrashablabaconsujefe.Era

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alto y esbelto como una muchacha, con un aire de lánguida indolenciaevidentementeestudiado,porqueloibaperdiendomientrashablaba.Surostroera notablemente hermoso, salvándose del afeminamiento solo por su firmementón.Eraevidentequesedabacuentadesubuenapresencia,perotambiénerapatentequetemíaasujefe,y lasnoticiasdequeeraportadornohabíansidogratas.

A través de sus espesas pestañas Diana los contempló interesada. Elhombre más joven, voluble, gesticulante, a veces casi servil. El sheiksilencioso,salvoalgunapalabraocasional,elceñofuertementefruncidoyelrostrocadavezmássombrío.Porfin,conungestodeimpaciencia,sepusodepieysalieronjuntos,seguidosporelperro.Lamuchachasesentóenlaespesaalfombrajuntoalabiblioteca.Porunmomentoestabanuevamentesola,libredelosojosvigilantesqueparecíanestarabrasándolatodoeltiempo,libredesuodiadaproximidad.Dejócaerlacabezaentrelasrodillasconungemidodefatiga.Poruninstantenonecesitabacontenerlaoladedolorquelainvadía.Estaba cansada espiritual y materialmente, agotada por la emoción que lahabíasacudidohastasaberquenoleimportabaloquesucedieraenelfuturo.La Diana de ayer había muerto, y su nueva personalidad era extraña ydesconocida. No confiaba en sí misma; temía le faltara capacidad paramantenerlaluchaquehabíaresueltolibrar.Laantiguapersonalidadvalerosanunca le había fallado, pero esta nueva personalidad temerosa y cobarde lallenabaderecelo.Habíadesaparecidolaconfianzaensímisma.Eldesprecioque sentía por su persona era inenarrable.Con la fuerza que le quedabanopodíavencereltemorquesehabíaapoderadodeellaenformatancompleta.Lo único que esperaba era ocultarlo para negarle por lo menos esasatisfacción.Sehabíaarrastradoasuspiesunavezyesolohabíadivertido.¡Serio!Preferíamorirantesdevolveraofrecerleunespectáculosemejante.Jamásolvidaríasufaltadevalor;éllorecordaríasiempreytambiénella;peropodíaexpiarlasiconservabasusfuerzas.Yrogóqueasífuerahastaqueseleescapóunsollozoysusmanossecrisparonsobresusrodillas.

Echóhaciaatráselcabellode lafrenteconunfuertesuspiroymiróporencimadelhombrolaestanciavacía.Habíacambiadodesdelamañanaenlaforma indefinible en que cambia una habitación extraña después de unashorasdehabitarla.Sipudieradejarlaahoraynovolveraverlamásensuvida,noolvidaríaniunsolodetalle.Suscaracterísticassehabíanestampadoensumente de forma tan familiar, como si las horas pasadas allí hubieran sidoaños.Yayereranañosatrás,cuandolapobreestúpidaquehabíasidoDianaMayocayóciegamenteenlatrampadelaquesutancacareadaindependencia

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no había podido salvarla. Había pagado por la decisión de ignorar lasrestricciones impuestas a su sexo, y el pago no había concluido aún. Sucuerpofatigadoseestremecióalpensarenlaluchaquedebíarecomenzartanpronto. ¡Si solo la dejara tranquila hasta que esa fatiga abrumadora, que lareducía a la impotencia, disminuyera!Oyó su voz en la puerta y sus dedoshelados se cerraron sobreel libroquehabía resbaladoal suelo.Las espesasalfombras apagaban el ruido de los movimientos, pero ella se dio cuentainstintivamentedequehabíaentrado,yvueltoaldiván.Sabíaque laestabamirando.Podía sentir sus ojos fijos en ella y se estremecióbajo sumirada.Esperó,temblando,aqueélhablaraosemoviera.Susmétodosdetorturaerandiversos,pensóconamargura.Detrásdelatiendaestababatiendountom-tom,yelritmoirregularparecíamartillardentrodesucabeza,torturándolahastadarledeseosdegritar.

—Venaquí…,Diana.Se estremeció sobresaltada, reconociendo apenas en el primermomento

su nombre pronunciado al estilo francés, y luego se ruborizó irritada sincontestaromoverse.Eramuypocacosaparaquelaagitaradespuésdetodoloquehabíapasado,peroelempleodesunombrehizollamearlairaquehabíasido casi ahogada por el temor. El tono de propiedad en la voz habíadespertadotodasutenacidadinnata.Noerasuyaparaobedecerasullamado.Lo que quería tendría que tomarlo; jamás lo daría ella voluntariamente. Sesentó con las manos entrelazadas fuertemente sobre su regazo, respirandoaceleradamenteylosojosensombrecidosporlaaprensión.

—Venaquí—repitióélconsequedad.Siguióellasinhacerlecaso,perosurostroseibaponiendosumamentepálido.

—Noestoy acostumbrado aque seandesobedecidasmisórdenes—dijoporfin,muydespacio.

—Y yo no estoy acostumbrada a obedecer órdenes —replicó ellaenérgicamente,aunqueletemblabanloslabios.

—Aprenderás—elacentosiniestrodesuvozcasibarrióelvalorqueaúnlequedaba.

Seacurrucó,respirandoentrecortadamente,sobreelpiso,sintiendoqueelmismo terror que la había dominado la noche anterior la iba invadiendoirresistiblemente,paralizándola.Elsonidodeltom-tomibaenaumento…¿Oerasoloelgolpearensucerebro?Conungritoahogadosepusoenpiedeunsalto y huyó, retrocediendo, hasta que uno de los costados de la tienda ladetuvo, y allí quedó con los brazos extendidos, aferrada a las colgadurasnegrasyplateadas,hastaqueéllaalcanzó.

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Inclinándose, soltó sus manos de las pesadas colgaduras y las uniólentamentesobresupechoconunaligerasonrisa.

—Ven—murmuró,devorándolaconsusojosapasionados.Luchóellacontralafascinaciónqueladominaba,resistiendoensilencio

conloslabiosapretados,hastaqueéllaestrechópalpitanteensusbrazos.—Tonta—ledijo,acentuandosusonrisa—.Mejoryoquemishombres.

Lafrasequebrósusilencio.—¡Oh,bestia!¡Bestia!—gimió,hastaquesusbesoslasilenciaron.

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CapítuloIVEndondemandaelsheik

«¡Unmes!¡Treintayundías!¡SantoDios!Solotreintayundías.ParecetodaunavidaysolohaceunmesquesalídeBiskra.¡Unmes!¡Unmes!».

Diana se echóde bruces, sepultando la cabeza en los cojines del diván,apartando de su vista el lujo bárbaro del ambiente y temblandoconvulsivamente. No lloraba. El colapso completo de la primera noche nohabíavueltoarepetirse.Confrecuenciahabíanasomadoasusojoslágrimasde vergüenza y rabia, pero no las había dejado brotar. No quería dar a suraptorlasatisfaccióndesaberquepodíahacerlallorar.Suorgulloseresistíaamorir. Sumente volvía a recordar los días y noches de angustia, el choqueperpetuo de voluntad contra voluntad, la obediencia a la que había sidoforzadaduranteesemesdehorror.Unmesdeexperimentartalamarguraquese maravillaba ella misma de que aún le quedara valor de rebelarse. Porprimeravezensuvidahabíatenidoqueobedecer.Porprimeravezlahabíanhechosentirlainferioridaddesusexo.Elhábitodeañossehabíaderrumbadoante la experiencia. La situación hipotética en que se habíamantenido conrespectoaAubreyysusamigosnoeratoleradaaquí,endondeacadainstanteselehacíasentirintensamentequeeraunamujer,obligadaasometerseatodolo que su sexo la exponía, obligada a soportar todo cuanto él quisieraimponerle:unobjeto,unaesclavaobligadaaobedecersusórdenes,asoportarsu agrado y desagrado, sacudida hasta las raíces mismas de su ser con eltrastornodesusconviccionesy laviolencia implacableperpetradacontrasutemperamentofríoysensual.

Esahumillaciónquemabasucorazónorgulloso.Éleradespiadadoensuarrogancia,despiadadoensudesdénorientalporlamujersojuzgada.Eraunárabe,paraelcualnoexistían lossentimientos femeninos.Lahabía tomadoparasuplacerylaconservabaparadarsegusto,paraquelodivirtieraensusmomentosdedescanso.

Para Diana, antes de llegar a África, la vida de un sheik árabe en eldesierto había sido una cosa sumamente vaga. Elmismo término sheik era

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elástico. En Biskra le habíanmostrado sheiks que regateaban para alquilarcamellos tiñososyburroscubiertosdellagas,pararealizarviajesal interior.Sumismoeinfielconductordecaravanassehacíallamarasí.Perohabíaoídohablar también de otros sheiks diferentes que vivían lejos, a través de lascandentes arenas; jefes poderosos con numerosos súbditos, que se parecíanmás a los árabes de su imaginación y de cuyas vidas tenía una ideasumamente vaga. Cuando no estaban ocupados en matar a sus vecinos losimaginabapasandodíasenterosbajo la influenciadenarcóticos,aletargadossensualmente. Las fotografías que había visto en general fueron de viejosobesossentadosencuclillasalaentradadesustiendas,atendidosporhordasdesirvientesycontemplandolánguidamente,conairedemortalaburrimiento,aalgúnmiserableesclavoqueeraazotadohastamorir.

Nohabíaestadopreparadaparalaincesanteactividaddelhombredelcualera prisionera. Su vida era dura, azarosa y atareada. Sus días estabanplenamenteocupados, enparte con losmagníficos caballos que criabay enparteconasuntosde la tribuque loalejabandelcampamentohorasenteras.En una o dos oportunidades había estado ausente la noche entera y habíaregresado al amanecer con todas las señales de haber galopado de firme.Algunos días ella salía a caballo en su compañía, pero cuando él no teníatiempooganas laacompañabaelvalet francés.Unhermosocaballo tordillodepurasangrellamadoSilverStarhabíasidoreservadoparasuuso,yavecessobreellomodelbriosoanimalpodíaolvidarporunrato.Losmomentosdedescansoeranmenosfrecuentesdeloquehubieranpodidoser,yeraporlasnochescuandoGastónseretirabaysequedabasolaconelsheik,cuandounamanoheladaparecíaestrujarsucorazón.Y,segúnelhumorquetuviera,éllehacíacasoolaignoraba.Exigíaunaobedienciaimplícitaasumenorcaprichocon la tiranía inconsciente de una persona que había estado siempreacostumbrada a mandar. Gobernaba a sus indisciplinados súbditosdespóticamente,yeraevidentequealmismotiempoloqueríanylotemían.HabíavistoellainclusoasutenienteYusefamilanarseantesuceño,queellahabíaaprendidoatemer.

«Lostratascomoperros», ledijounavez.«¿Notienesmiedodequeundíaselevantencontratiyteasesinen?».

Yél sehabía limitadoaencogersedehombrosya reírse,con lamismarisasuavequenuncadejabadehacerlaestremecer.

Laúnicapersona cuyoafectonoparecíamezcladoconotro sentimientocontradictorioeraelvaletfrancés,Gastón.

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Loquemás la afectaba era la completa indiferencia del sheik a todo loque no fuera su voluntad, su egoísmo oriental. Trataba sus súplicas einvectivas con la misma indiferencia. Los paroxismos de loca furia que laatacaban periódicamente no lo impresionaban. Los acogía con unencogimientodehombrosdesdeñososo la contemplaba con fría curiosidad,mostrandoloslabiosabiertosenunasonrisacruel,comosiladiseccióndesuslacerados sentimientos lo divirtiera, hasta que su paciencia se agotaba, yentonces,conunmovimientorápidoqueellanuncapodíaeludir,susmanoslaaferraban y lamiraba. Solamente eso, pero sujeta por sus dedos afilados ybajo la mirada de sus ojos oscuros y ardientes, los suyos se bajaban y laspalabrasseextinguíanensuslabios.Teníamiedofísicodeél,yseodiabayloodiabaporeltemorqueleinspiraba.Sufuerzaeraanormal,ydetrásdeellaestaba el desprecio de la ley y el absolutismo que le permitían dar riendasueltaasusimpulsossalvajes.Ensusmanosteníapoderdevidaomuerte.

Unos pocos días después de haberse apoderado de ella, lo había vistocastigar a un sirviente. No supo cuál había sido la falta cometida por elhombre, pero el castigo le pareció fuera de toda proporción imaginable, yhabía mirado fascinada de horror, hasta que él arrojó el látigo, y sin unaojeada al bulto sanguinolento, acurrucado en el suelo con sugestivainmovilidad, se volvió despreocupadamente a la tienda. El espectáculo lahabíaenfermadoysiemprelaperseguía.Suinsensibilidadlahorrorizabamásaúnquesucrueldad.Loodiabacontodalafuerzadesunaturalezaorgullosayapasionada.Loodiabatodavíamásporsuhermosorostroysucuerpoflexibleymusculoso.La única virtud que poseía a sus ojos era la carencia total devanidad, cosa que se veía obligada a admitir de mala gana. Era tan pococonscientedesímismocomoelanimalsalvajeconelcuallocomparaba.

«Esigualauntigre»,murmuróentreloscojinesconunestremecimiento,«Una fiera hermosa, cruel e implacable». Recordó a un tigre que habíamatado el invierno anterior en la India. Después de horas de fatigosa eincómoda espera en el machan, el hermoso animal se había deslizadosilencioso entre los matorrales y había salido al claro. Avanzó a mitad decaminodelárboldondeellaestabaencaramadaysedetuvoaescuchar;yelpasolargoysuelto,laactitudaltivadelacabezaerguida,elgestocrueldeloslabiosy los ojos feroces chispeantes a la luzde la luna, eran idénticos a laexpresión y postura del hombre que era su mío. Entonces había sidoadmiración sin temor, y había vacilado ante la idea de destruircaprichosamenteunacosatanperfecta,hastaquelapresióndelosdedosdesushikari en el brazo la volvió a la realidad y le hizo recordar que «la cosa

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perfecta» había devorado a una mujer la semana anterior. Pero ahora eramiedoconunaadmiraciónaregañadientesporlaquesedespreciaba.

Unamano que se posó en su hombro la hizo incorporarse sobresaltada,con un grito. Habitualmente dominaba mejor sus nervios, pero las espesasalfombrasapagabantodoslosruidos,yellanolohabíaesperadotanpronto.Había salido al amanecer y regresado mucho después de la hora habitual,despuésestuvoechandounasiestatardíaenelaposentovecino.

Irritada consigo misma, se mordió los labios y apartó de un golpe loscabellos de la frente. Él se dejó caer en el diván a su lado y encendió elinevitablecigarrillo;fumabacontinuamentemientrasnoestabaacaballo.Lomirócondisimulo.Sehabíarecostadoconlacabezaechadahaciaatrásenloscojines, soplando, descuidado, sortijas de humo y mirando cómo eranarrastradashacialapuertaabierta.Alratobostezóysevolvióhacialamujer.

—Zilahesmuydescuidada.Insísteleenqueguardetusbotasynodejetusropas tiradas en el suelo. Hoy había un escorpión en el baño —dijoperezosamente,estirandosuslargaspiernas.

Ella se ruborizó intensamente, como siempre le ocurría cuando él hacíaalguna referencia casual a la intimidad de sus vidas. Esa indiferencia laasustaba, pues ese descuido implicaba la continuidad de un estado que lallenabadevergüenza.Suactitudinvariablementesugeríaunaduracióndesusrelaciones que la dejaba anonadada, con una especie de desesperaciónimpotente.Sesentíatansegurodesímismo,tansegurodeposeerla.

Sintióquelasangrelesubíaahoraalrostro,cubriéndolohastalasraícesdesuscabellosycoloreandosufinocuello,ysellevólasmanosalacaraparaocultarla a sus ojos. Exhaló un suspiro de alivio cuando entró Gastón,trayendounapequeñabandejacondostazasafiligranadasdecafé.

—Hetraídocafé;eltédemadamesehaacabado—murmurócontonodeprofundaaflicción,yconungestoquesugeríaunacalamidadnacional.

Habíallevadoellaenlagiratésuficienteparaqueleduraraunmes.Eraotroalfilerazo,otrorecuerdo.Apretólosdientes,moviendoirritadalacabezay se encontrómirando un par de ojos burlones y, como siempre, los suyoscedieron.

Gastón dijo unas palabras en árabe a su amo, y el sheik sorbió el caféhirvientey salió conpremura.Elvalet semoviódentrode la tienda con suhabitual habilidad silenciosa, recogiendo colillas de cigarrillos y fósforosapagados,yarreglando lahabitaciónconunsentidopeculiarmente suyodelorden.Dianalocontemplabacasifastidiada.¿Eralainfluenciadeldesiertoloquehacíaquelosmovimientosdetodosesoshombresfueranfelinos,oestaba

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el sirviente copiando consciente o inconscientemente a su amo? Con unimpulso repentino de irritabilidad infantil sintió el deseo de romper algo y,conmanoimpetuosa,hizovolarlapequeñamesaincrustadaconlabandejaylas tazas de café. Se avergonzó del impulso antes de que cayeran ymiró aGastón cuando limpiaba los restos con ojos ansiosos. ¿Qué le pasaba? Elgenioequilibradodequesejactaba,ylosnerviosquehabíansidosuorgullosehabíandesvanecidoenelúltimomes.Silosnervioslefallabantotalmente,¿quéseríadeella?¿Quéharía?

Gastónsemarchóyellamiróalrededordelatiendaconexpresióndefieraacosada.Noparecíahaberescapatoriaposibledeunasituaciónangustiosaquecasirebasabaloquepodíasoportar.

Habíaunasalidaenlaquehabíapensadoconfrecuencia,yhabíabuscadomuchasvecescon laesperanzadehallarelmedio.Peroel sheik también lohabíapensadoy tomadoprecauciones.Undía leparecióquepodría realizarsu deseo desesperado, y solo vaciló unmomento al extender lamano paraempuñarel revólverquehabíasidodejadosobreunamesa,peroalcerrarsesus dedos sobre la culata una mano musculosa atenazó la suya. Él habíaentrado conpaso silenciosoy llegado a su lado sinque sediera cuenta.Lehabíaquitadoelarmaensilencio,conlosojosfijosenlosdeella,ylaabriómostrándoleelcargadorvacío.

—¿Crees que soy completamente estúpido?—le preguntó sin lamenorexpresión en su voz. Y desde entonces había estado bajo una vigilanciaincesanteydiscretaqueno lehabíadejadoocasióndeponer enpráctica suterribleresolución.Escondióelrostroentrelasmanos.«¡Oh,Diosmío!¿Noterminaráestojamás?¿Nopodrénuncaalejarmedeél?».

Sepusoenpiedeunsaltoyempezóacaminarconagitaciónalrededordela tienda, con las manos cruzadas a la espalda, la cabeza erguida ycomprimidos los labios. Su respiración era entrecortada como si hubieraestadocorriendoyensusojoshabíaunamiradalejana,vacía.

Gradualmenterecuperóeldominiodesímismaylaexcitaciónnerviosaseextinguió, dejándola sumamente fatigada, cosa mucho mejor que el vacíosilencioso de la gran tienda. Un ruido afuera la atrajo y salió a la puerta,debajodeltoldo.

Cercadeella,elsheikconGastónyYusefestabancontemplandounpotrosindomar,contenidocondificultadpordosotreshombresqueseaferrabantenazmenteaélapesardesusesfuerzosporescaparse,ymásalláhabíaunsemicírculodeárabes,algunosmontadosyotrosapie,quedejabanunamplioespacio libre entre ellos y la tienda. Todos estaban intensamente excitados,

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hablando,gesticulandoygirandoalrededordelcírculoexteriorqueformaban.Diana se apoyó en una de las lanzas que sujetaban el toldo y contempló laescenaconcreciente interés.Este campamentoestabamuchoskilómetrosalsurdelquehabíasidollevadalaprimeravez,yquehabíasidolevantadounosdías después de su captura. La escena era maravillosa, las lejanas colinasborrosasalaluzdelatarde,losjinetesmoviéndosecontinuamentedeunladopara otro, los racimos de palmeras detrás de la tienda, la turba de figurasbárbaras con sus pintorescas vestimentas blancas, y en medio de todo, elhermosoysalvajeanimal,enloquecidoporelruido,coceandoymordiendoalos hombres que lo sujetaban. Después de un momento el sheik alzó unamanoyunhombreseseparódelamultitudparlanchinaparaaproximarseaélhaciendounareverencia.Elárabedijounaspalabras,yconotrosaludoyunasonrisadiolavueltayseacercóalgrupoagitadodelcentrodelapista.

Diana se incorporó interesada. Iban adomar al enloquecidopotrillo.Yahabíasidoensillado.Varioshombresseadelantaronalacarrera,yentreelloselanimalfuesujetadoalafuerzaporunmomento;solounmomento,perolosuficienteparaelhombre,quesaltócomounrelámpagosobresulomo.Losotrosseapartaron,huyendodelalcancedesus terriblescascos.Sorprendidoporunmomento,anteelpesoalcualnoestabaacostumbrado,elpotrillosedetuvoyluegosealzóverticalmentehastadarleaDianalaimpresióndequeibaacaerdeespaldasaplastandoaljineteaferradoaél.Perofinalmentebajóyporunosinstantesfuecasiimposibleseguirsusmovimientosespasmódicos,mientras trataba de librarse de su domador. El final llegó rápido. Con unaviolentasacudidadetodosucuerpolanzóporencimadelacabezaalárabe,que cayó con un golpe sordo y quedó inmóvil,mientras los demás, que lohabían estado conteniendo, se abalanzaban sobre él y lo sujetaban antes dequesedieracuentadesulibertad.

Diana miró hacia el caído; un pequeño grupo se había reunido a sualrededor,ysucorazónlatiómásaprisaalpensarqueestabamuerto.Muertotan rápidamente y solo un minuto antes había estado lleno de vida y deenergía. La muerte no significaba nada para esos salvajes, pensó conamargura,mientras contemplaba cómo el cuerpo inanimado era llevadopordosotreshombresquediscutíanviolentamentesobresucarga.Miróalsheik.Parecía completamente despreocupado, y ni siquiera miró en dirección alaccidentado.Porelcontrario,serioy,volviéndoseaYusef,lepusolamanoenelhombroyseñalóconlacabezaalpotrillo.

Diana lanzóunaexclamación.Noperdonabaanadie. Ibaahacerqueeljovencorriera sualburcomo lohabíacorridoeldomador.Sabíaellaqueel

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teniente montaba bien, como lo hacían todos los súbditos de Ahmed BenHassan,yque susmodales lánguidoseran solounaafectación,peroera tanjoveny alegre, y el riesgoparecía enorme.Habíavistomuchasveces antesdomar potros, pero nunca uno tan salvaje como aquel. Sin embargo, eraevidentequeYusefaceptabaencantadolaoportunidad.Conunacarcajadaporrespuesta, avanzó arrogante, siendo acogido ruidosamente por los hombres.SehizolomismoqueantesyYusefmontódeunsaltoenlasilla.Estavez,enlugar de alzarse, el asustado animal corría hacia adelante tratandoalocadamentedeescapar,peroloshombresmontados,cerrándoleelpaso,lovolvieronallevaralcentrodelapista.Entoncestornóasusprimerastácticascon una rapidez excesiva para el agraciado joven que lomontaba y, pocosminutos después, fue despedido pesadamente. Con un agudo relincho elpotrillo se lanzó sobreél con labocaabiertayYusef alzóelbrazohasta lacara.Pero loshombres lo alcanzarona tiempo, arrastrandoal animalpor lafuerza.Yusefsepusodepietambaleándosey,cojeando,marchóalastiendassituadasdetrás.Diananolopudoverbienporlamultitudquelorodeaba.

Nuevamentemiróalsheikyrechinólosdientes.Sehabíainclinadoparaencender un cigarrillo con un fósforo que le ofrecía Gastón, y ambos seacercaron al caballo. El animal estaba ahora completamente enloquecido ycada vez era más difícil sujetarlo. Se aproximaron a los peones que sedebatían y gritaban, y un segundo después Diana vio a Gastón sentadofirmementeenlasilla.Elhombrecitomontabamagníficamenteyofrecióunaresistenciamás largaque losotros,peroal final le tocóel turnoypasóporencimadelacabezadelcorcel.Cayósobrelasmanosylasrodillas,ysepusode pie en un instante, en medio de fuertes risotadas. Riéndose él también,volvió al lado de Ahmed, encogiéndose de hombros y con las manosextendidasenungestoelocuente.Hablaronlosdosunmomento,demasiadobajoparaqueDianaoyera,yenseguidaAhmedBenHassanvolvióotravezalcentrode lapista.La respiracióndeDiana seaceleró.Adivinó su intenciónantesdeque llegaraalpotrillo,yavanzóunospasos saliendodedebajodeltoldo, yendo junto a Gastón que estaba vendándose con el pañuelo unadesgarraduraenlamano.

—¿Va a intentar montar monseñor? —preguntó con voz algoentrecortada.Gastónledirigióunamiradarápida.

—¿Intentar,madame?—replicóconvozrara—.Sí,lovaaintentar.Nuevamente fueocupada la sillavacíayun silencio curioso reinóen la

multitud.Dianamiróconojosbrillantesyduros,mientraselcorazónlelatíacon fuerza. Deseaba apasionadamente que la bestia lo matara, y al mismo

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tiempo, ilógicamente,queríaverlodominaralenfurecidoanimal.El instintodeportivoenellareconocíayrespondíaalaluchaqueseestabadesarrollandoante sus ojos. Lo odiaba y deseaba que muriera, pero se veía obligada aadmirarlamaravillosademostracióndeequitaciónqueestabacontemplando.Elsheiksemanteníafirmecomounarocaytodoslosesfuerzosquehacíaelanimalpordesmontarlofracasaban.Elpotrilloluchabalocamente,lanzándosecon furia hacia delante y atrás, deteniéndose en seco con la esperanza dedesmontaral jinete,ygirandohastaparecer imposiblequesemantuvieradepie. Luego empezó a encabritarse, verticalmente, agitando sus patasdelanteras en el aire, cadavezmás alto; a continuación sedejaba caer paraempezarotravezsinunmomentoderespiro.

DianaoyósilbarentredientesaGastón:—¡Mire,madame!—gritóderepente.Dianavioqueelsheikechabaunarápidaojeadadetrásdesí,ycuandoel

potrilloseencabritódenuevo,casiperpendicular,conuntiróndeliberadolohizocaerdeespaldas,saltandolimpiamenteconuntremendoesfuerzoenelmomentoenqueelcaballosegolpeabacontraelsuelo.

Estabamontadodenuevocasiantesdequeelaturdidopotro sehubierapuestodepie.YentoncesempezóunaescenaqueDianajamásolvidaría.Eralaluchafinalquedebíaterminarconladerrotadelhombreodelcaballo,yelsheikhabíadecididoquefueraladelúltimo.Elcastigofueejemplarparaelindómitoanimal.Enélsemezclóelsalvajismoyladeterminacióndelhombrecontra la loca determinación del caballo. Fue una horrible demostración defuerzabrutaycrueldadimplacable.Dianacasiseenfermódehorrordesdeelprincipio;queríaapartarse,perosusojossefijabanfascinadosenlabatalla.Elsilencio que había caído sobre la multitud se había trocado en rugidos deexcitación, y los hombres se adelantaban ansiosos, para retrocederprecipitadamente cuando los cascos del animal relampagueaban demasiadocerca.

Diana temblaba entera, y sus manos se crispaban y aflojaban mientrasmiraba al hombre que parecía formar parte del caballo que montaba. ¿Noterminaríanunca?Ahoranoleimportabacuáldelosdosmataríaalotro,contaldequecesase.Laresistenciadelhombreparecíasimplebravata.ApretóelbrazodeGastónconunamanocompletamentemojadaensudor.

—¡Eshorrible!—exclamóconacentodeodio.—Esnecesario—replicóélconcalma.—Nadapuedejustificareso—gritóellaapasionadamente.

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—Perdón,madame.Tienequeaprender.Estamañanamatóaunhombre,lodesmontóyluegolotrituró.Dianaescondiólacaraentrelasmanos.

—No puedo soportarlo—dijo dolorosamente. Unosminutosmás tarde,Gastónchasqueólalenguacontralosdientes.

—¿Ve,madame?, ya está—dijo con voz suave. Levantó ella la vista,atemorizada. El sheik estaba de pie en tierra junto al potrillo que setambaleaba con los flancos agitadosy la cabeza chata, chorreando sangreyespuma.Y justo cuandomiró ella, vaciló y se desplomó agotado.La gentecorriódetodaspartesyGastónsedirigióalladodesuamo,quedominabaalamultitudquelorodeaba.

Dianasevolvióconunaexclamacióndedisgusto.Erayabastantehaberpresenciadounademostracióndetalbrutalidad;peroerademasiadocontinuarallí para presenciar cómo lo aclamaban sus salvajes camaradas por sucrueldad.

Se dirigió lentamente a la tienda, alterada por el espectáculo que habíacontemplado, y permaneció indecisa al lado del diván. La sensación dedesamparo que había experimentado con tanta frecuencia la invadió confuerzarenovada.Noteníaadóndeirparaalejarsedeél,ningunaprivacidad,ningún respiro. Día y noche tenía que soportar su presencia, sin ningunaesperanzadepoderescapar.Cerrólosojos,presaderepentinaangustia,peroseirguióaloírsuvozafuera.

Entróriéndose,sosteniendouncigarrilloenlamanomanchadadesangre,mientras que con la otra se secaba el sudor de la frente, dejando en ellahuellasrojizas.Seapartóella,mirándoloconojosqueechabanchispas.

—¡Eresunbruto,unabestia,undemonio!¡Teodio!—gritóconfuria.Porunmomentounaexpresiónviolentasedibujóenelrostrodelárabe,

peroenseguidasevolvióareír.—Odiamesiquieres,mabelle,peroódiamebien.Detestolamediocridad

—dijoentonodechanza,mientraspasabaalaotrahabitación.Diana cayó en el diván. Nunca se había sentido tan desesperada e

indefensa. Se quedó con la mirada fija al frente, temblando, mientrasrecordaba la escena que acababa de contemplar, al mismo tiempo que susdedosestrujabannerviosamentelosplieguesverdejadedesuvestidodeseda.Rogabaconansiaquealgúnpoderadormecierasussentimientosyembotarasucapacidaddesufrir.AlverentraraGastónlomiróconexpresióndura.Éltambién había aprobado lo que hizo el sheik, y también hubiera hecho lomismodehaberpodido.Erantodosiguales.

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—¿Hamuertoelhombrequecayóprimero?—preguntóenformabrusca,conalgodesuantiguaaltivezenlavoz.

—¡Oh, no, madame! Ha sufrido una conmoción, pero quedaráperfectamente.Estosárabestienenlacabezadura.

—¿YYusef?Gastónsesonrió.—Elpetitsheiktienerotalaclavícula.Noesnada.Unosdíasdedescanso

paraquelomimenensuharén,yvoilá!—¿Suharén?—repitióDiana,sorprendida—.¿Escasado?—Maisoui,madame.Tienedosmujeres.AloírlaexclamacióndeDiana,

seencogiódehombroscomoexcusándose.—¿Qué voulez-vous?Es la costumbre del país—dijo en tono tolerante,

conelairedeadmitirunhechotristeconlamejorgraciaposible.Las costumbres del país eran un tema peligroso, y Diana lo cambió

apresuradamente.—¿Dóndeaprendisteamontar;Gastón?—EnunstuddecarrerasenAuteuil,madame,cuandoeraunmuchacho.

Despuésservícincoañosenlacaballeríafrancesa.Yporúltimo,entréaservirconmonseñor.

—¿Ycuántotiempohasestadoconél?—Quinceaños,madame.—Quince años —repitió ella pensativa—. ¿Quince años aquí, en el

desierto?—Aquí y en otros lados, madame —contestó él más lacónico que de

costumbre, y con un murmullo de excusa y salió del aposento, Diana sereclinó en los cojines exhalando un débil suspiro. Gastón no tenía por quétemerqueellahubieraestadotratandodesonsacarlelossecretosdesuamo.Aúnnohabía caído tanbajo.Elmisteriodelhombrecuyocamino sehabíacruzado con el suyo, en forma tan terrible, parecía aumentar en lugar dedisminuiramedidaquepasabael tiempo.¿Quépoder teníaparaatraerseelafectodesussalvajessúbditosydelpequeñoexsoldadodecaballeríafrancés?Fruncióelceñoperplejaytodavíaestabapensandoenesocuandovolvióél.Inmaculado y bien arreglado, era muy distinto del salvaje de cabellosrevueltosymanchadosdesangredemediahoraantes.Ledirigióunamiradanerviosa recordando su estallido, pero vio que no estaba irritado. Teníaaspectograve,peroesagravedadparecíaconcentradaenélmismo,mientrassepasabasuavementelosdedosporsubarbilla.HabíavistohacerlomismoaAubreycentenaresdeveces.Occidentalesuorientales,loshombreseranmuyparecidos. Esperó que hablara pero fue en vano. Era presa de uno de esos

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accesosdetaciturnidadalosqueellasehabíaacostumbrado.Avecespasabanhoras en que él sencillamente la ignoraba por completo. La cena fuesilenciosa. Habló una vez a Gastón, pero lo hizo en árabe, y el sirvientereplicóúnicamenteconunainclinacióndeasentimiento.DespuésdehabersemarchadoGastón,nohablódurantelargorato,sinoquesesentóeneldiván,alparecerabsortoensuspensamientos.

Inquieta, Diana fue de un lado para otro en la tienda, examinandodistraídamente objetos que conocía dememoria, y hojeando las páginas derevistas francesasquehabía leídounadocenadeveces.Habitualmentedabagracias a Dios por esos accesos de silencio, pero esta noche, con veleidadfemenina, quería que hablara. Tenía los nervios alterados y el silencio laoprimía.Unaodosveceslomiródesoslayo,perosuaspectoerainabordable.Sin embargo, cuando la llamó, deseó que hubiera continuado callado. Fuelentamente hacia él. Se sentía demasiado enervada para resistir esta noche.¿Dequéserviría?,pensócontristeza,forzosamenteterminaríaenunaderrota,comosiempre.Lahizosentarseasulado,eneldiván,yantesdequeellasedieracuentadeloqueélhacía,lepasóporlacabezaunlargocollardejade.Porunmomentocontemplóellaatónitalamaravillosajoya,casiúnicaporlapurezadesucolorylatallamagníficadelostrozoscuadradosuniformesdequeestabacompuesto,yluego,conungritosordo,seloarrancóyloarrojóalsuelo.

—¿Cómoteatreves?—exclamó.—¿Notegusta?—lepreguntóélconsuvozgraveypausada,alzandolas

cejasconsorpresarealofingida—.Sinembargo,hacejuegocontuvestido—y tocó ligeramente con sus dedos alargados los pliegues de seda verde quecubrían la curva juvenil de su seno.Miró una caja abierta llena de piedrasbrillantesqueestabasobreuntabureteasulado—.Lasperlassondemasiadofrías y los diamantes demasiado vulgares para ti —dijo lentamente—. Nodeberías usar más que jade. Es el color del cielo del anochecer contra lapuestadelsoldetucabello.

Nunca le había hablado así ni empleado ese tono de voz. Susmétodoshabíansidomásviolentosquetiernos.Ledirigióunarápidamiradaalrostro,peronosupoquépensar.Ensusojosnohabíaamor,nisiquieradeseo,sinounagentilezainusitada.

—Tal vez preferirías los diamantes y las perlas —continuó, señalandodesdeñosamentelacaja.

—No,no,¡losodio!¡Loodiotodo!Nousarétusjoyas.Notienesderechoapensarquesoyesetipodemujer—gritóhistéricamente.

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—¿Notegustan?BonDieu!Ningunadelasotrasmujereslasrechazó.Porelcontrario,nuncalesparecíanbastantes—añadióriéndose.

Dianalevantólavistaconairesorprendido,yconunaexpresióndehorrorcrecienteensusojos.

—¿Otrasmujeres?—repitió.—Nocreerásquehassidolaprimera,supongo—manifestóélconbrutal

sinceridad—.Nomemires así.No fueron como tú, vinieron amí de buengrado…,demasiadodebuengrado. ¡Alá! ¡Cómomeaburrían!Mecansédeellasantesdequeellassecansarandemí.

Secubrióellalosojosconlamano,conunsollozo,tratandodeapartarsedeél.Nuncahabíapensadoeneso;noselehabíaocurrido,eraunadetantas,una de una serie de amantes tomadas y dejadas a capricho. Se retorció devergüenza.

—¡Oh, me haces daño! —murmuró muy bajo, pero enseguida la iraextinguiótodootrosentimiento.

Él había aflojado el brazo con que la rodeaba y ella lo aprovechó paralibrarseyponerseenpiedeunsalto.

—Teodio,¿entiendes?¡Teodio!¡Teodio!Élencendiócalmosamenteuncigarrilloantesdecontestaryadoptóunaposturamáscómodaeneldiván.

—Ya me lo dijiste esta tarde —dijo por fin con frialdad—, y con larepeticióntufrasesevuelvemenosconvincente,machérie!

Su furia se disipó. Estaba demasiado cansada para irritarse. Se sentíahumilladaydolorida,yelhombrequeteníadelanteposeíaelpoderdeherirla,pero ella estaba a su merced y esta noche no podía luchar. Se despejó elcabellodelafrenteconunhondosuspiroymiróalsheiktendidoeneldiván,la fuerza aceradade susmiembrospotentes aún en esa actitud indolente enque estaba acostado, su hermoso rostromoreno, inescrutable como siempreparaella,ylasensacióndeimpotencialaenvolvióconfuerzarenovada,yconella,elsentimientodesudebilidadantelafuerzadeél,obligándolaahablar.

—¿Nunca has sentido lástima por alguien más débil que tú? ¿No hasperdonadonadanianadieentodatuvida?¿Notienesentunaturalezanadamás que crueldad? ¿Son todos los árabes como tú? —dijo con vozentrecortada—.¿Elamornuncatehahechosiquieramisericordioso?

Lamiróélconunaásperarisotadaysacudiólacabeza.—¿Elamor?Connaispas!Sí,loconozco—agregóburlonamente—.Amo

miscaballos.—Cuandonolosmatas—replicóella.

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—Biencorregido.Cuandonolosmato.Habíaalgoensuvozquelahizosentirseaudaz,quelahizosentireldeseodeherirlo.

—Si no das amor a las…mujeres que traes aquí, ¿les das amor a lasmujeres de tu harén? Supongo que tendrás uno en algún lado, ¿no? —lodesafiócongestoytonodesdeñoso,peroalhablarsediocuentadequesolosehabíaheridoellamismaylevacilólavoz.

Extendió él la mano de repente y la atrajo nuevamente a sus brazos,riéndose.

—Ysilotengo,¿tienescelos?Ysilasnochesquehepasadolejosdetilashubierapasadoenmiharén…,¿quédirías,entonces?

—¡Entonces,queAlápongaenelcorazóndeunadetusmujereslaideadeenvenenarte,paraquenuncavuelvas!—dijoellaconfuria.

—¡Alá! Tan hermosa y tan sanguinaria—dijo él con fingido reproche.Enseguida lehizovolver lacarahaciaél,sonriendoconairedivertidoasusojos irritados—.No tengo harén y, gracias aAlá, tampoco esposas, chérie.¿Tegustaeso?

—¿Qué me importa? Me tiene sin cuidado —replicó ella, nerviosa,ruborizándosevivamente.

Laestrechóélmás,mirandoalfondodesusojos,reteniéndolelamiradacomo podía hacerlo cuando quería, a pesar de los esfuerzos de ella porapartarla,conunpodermagnéticoirresistible.

—Haréqueteimporte.¿Quieresquehagaquemeames?Puedohacerquelasmujeresmeamencuandoyoquiero.

Sepusoellasumamentepálidayletemblaronlospárpados.Sabíaqueél sedivertía,quesussentimientos lodejabancompletamente

indiferente,queno le importabaqueella loodiarao loamara,peroeraunanuevaformadetorturamásdetestablequetodaslasanteriores.Laenfurecíaquepudierainclusosugerirqueellapodíallegaraamarlo,quepodíallegaramirarlodeotraformaquenofueracomounsalvajebrutalquehabíacometidoun horrible ultraje. Que pudiera compararla con las otras mujeres de quehablabalasublevaba,sesentíadegradadaymancilladacomonunca,apesardehabercreídoquehabíallegadoalamásbajahumillación.

Levolvióelcoloralrostro.—¡Preferiríaquememataras!—exclamóamargamente.—Yyotambién—contestóélconsequedad—,porquesimeamarasme

aburriríasy tendríaquedejartemarchar.Mientrasqueasí—serioburlón—nolamentolacasualidadquemellevóaBiskraesedía.

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La soltó y se puso en pie bostezando, mientras la miraba con aire deaprobacióncuandocruzabalatienda.Lasolturadesufigurajuvenilyelairedesafiantedesucabezalerecordabanaunodesuscaballosderaza.Eratanhermosayariscacomoellos.Yasícomodomabaaestos, ladomaríaaella.Estaba ya casi domada, pero no del todo, y, ¡por Alá!, tenía que serlototalmente. Al volverse, su pie chocó con el collar de jade caído sobre laalfombradonde ella lo había arrojado.Lo recogióy la llamó.Ella volvió aregañadientes,conexpresiónderebeldíaenlosojos.

—No—fueapenasalgomásqueunsusurro.—Lovasausarparaagradarme—continuóélconelmismotonosuave,y

laodiadaexpresióndeburlaasomóensusojos—,paraagradaramiespírituartístico.Tengounespírituartístico,aunquesoloseaunárabe.

—¡Noloharé!Laburladesapareciódesusojoscomounrelámpago,ydejóellugarala

ferocidadhabitual;ensufrentesemarcólatantemidaarruga.—Diana,¡obedéceme!Apretóellalosdientesmordiéndoseellabioinferiorhastaqueunhilode

sangremanchósublancura.Sigritaraoamenazaracomohabitualmentehacecualquierhombreirritadoestabaseguradequepodríadesafiarlomástiempo,perolarabiafríaquelocaracterizabasiempreerainfinitamentemássiniestray la paralizaba con su fuerza silenciosa. Nunca le había oído alzar la vozcuandoestabairritadoniapurarsutonolentoysuavehabitual,perosenotabauna inflexión en la voz y asomaba una expresión a sus ojos mucho másterrible que cualquier explosión. Había visto retroceder a sus hombrescuando,estandocercadeél,apenashabíapodidoescucharloquedecía.Habíavistoacallarconunamiradaunadisputaquehabíasurgidodemasiadocercade su tienda. Y ahora había esa inflexión en su voz y esa expresión en sumirada…

Erainútilresistirmás.Eltemorqueleinspirabaeraunaagonía.Tendríaqueobedecer,comofinalmentesiempreél laobligabaahacerlo.Apartó losojosdelamiradaimperiosa,conelpechoagitadoytemblorosoelmentón,yextendiendo la mano tomó el collar. Pero el frío de la joya en su pechopareció reavivar el valor que aún no había muerto dentro de ella. Alzó lacabeza,seleencendieronlasmejillasyabrióloslabios,peroéllatomóensusbrazosylecolocólamanosobrelaboca.

—Yalosé,yalosé—dijoconfrialdad—.Soyunbruto,unabestiayundemonio. No necesitas decírmelo de nuevo. Empieza a ser aburrido —ledeslizó unamano hasta el hombro, apretando con sus dedos su brazo bien

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torneadoydelicado—.¿Hastacuándovasaluchar?¿Noseríamásprudente,despuésdeloquehasvistohoy,reconocerquesoyelamo?

—¿Quieresdecirquemetrataríascomotratastealpotrilloestatarde?—murmuróella,atraídossusojosirresistiblementeporlosdeél,apesardesusesfuerzos.

—Quierodecirquedebesdartecuentadequemivoluntadesley.—¿Ysino?—Adivinóélmásqueoyólaspalabras.—Entoncesteloenseñaréycreoqueloaprenderás…pronto.Seestremecióellaentresusbrazos.Eraunaamenaza,peronosabíahasta

quépuntodebíatomarlaliteralmente.Denuevotodosloshorriblesdetallesdela tarde pasaron como un relámpago por su mente. Cuando él castigaba,castigabasinmisericordia.¿Hastaquépuntollegaría?Lasnormasárabesnoeran las mismas de los hombres entre los cuales ella había vivido. Lasituacióndeunamujereneldesiertoerasumamenteprecaria.Habíavecesenqueseolvidabaporcompletodequeéleraunárabe,hastaquealgunacosa,comoahora, se lo recordaba en forma inconfundible.Eraun árabe, y comomujernopodíaesperarningunamisericordiadesusmanos.¡Susmanos!Miródesoslayo,porunsegundo, losdedosqueoprimíansuhombroy losviodenuevomanchadosdesangre,losviocrispadossobreellátigo.Conocíayaporamarga experiencia el férreo apretón de esos dedos afilados y la fuerzairresistible de sus brazos. Su imaginación se echó a volar. Lo que habíasufrido ya no sería nada comparado con lo que sufriría. El recuerdo de lafigurapostraday sanguinolentadel sirvientequehabíaazotadosealzóanteella. Y mientras combatía consigo misma, vacilando aún en el apasionadodeseodehacerquesuvoluntadenérgicaysuespírituvalientetriunfaransobresu cobarde cuerpo de mujer, que instintivamente quería escapar de todatorturafísica,elbrazodeélseestrechóalrededordesucuerpoysintióellalosfuertes músculos haciendo presión sobre sus hombros y su suave cuellodesnudo, indicando la fuerza latente a su lado. Levantó lentamente la vistahaciaél.

Suexpresiónnohabíacambiado, la frenteseguíafruncidaynosehabíasuavizadosumirada.Laslíneascruelesdelabocapermanecíanylaexpresiónfelinadesucaraeramásmarcadaquenunca.Noamenazabaenvano;habíadicholoquesentía.

—Seríamejorquememataras—ledijocontonolastimoso.—Esoseríamiderrota—replicóélconfrialdad—.Nuncamatouncaballo

hastahaberdemostrado,sinlugaradudaalguna,quepuedodomarlo.Contigono he tenido tal prueba. Puedo domarte y lo haré. Pero tú debes elegir, y

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elegirestanoche,simevasaobedecerdebuengradoosidebolograryoquelohagas.Hesidomuypaciente…—agregó,conunasonrisararaensurostro—,peromipacienciasehaagotado.Eligepronto.

Insensiblemente la fueestrechandomáscontraélhastaquesubrazofuecomo una banda flexible de acero alrededor de ella, y pensó, con unestremecimiento,enlosanillosdeunagranserpienteestrechándosealrededordesuvíctima.Hizounesfuerzofinalpordominarse,peroentreellayelanchopecho tan próximo le parecía ver la cabeza de un caballo, caída en agonía,fluyendo sangre y espuma de su boca lacerada, los flancos agitándoselastimosamente, entonces se tambaleó sobre el hombre que la sujetaba. Eltemorfísicovenciósuespíritu.Nopodíasoportarmás.

—Te obedeceré—murmuró pesadamente. Le tomó elmentón entre susdedosylelevantóviolentamentelacabeza,mirándolacontantafijezaqueleparecióaellaqueleestabamirandohastaelalma.Desapareciólaarrugadesuentrecejo,perolaexpresióndeferocidadseguíaensusojos.

—¡Está bien! —dijo por fin—. Has sido prudente —agregó con tonosignificativo.Leechólacabezamáshaciaatrás,inclinandoladeélhastaquesuslabioscasitocaronlosdeella.Seestremeciólamujerinvoluntariamente,apareciendo en sus ojos una expresión angustiada. Entonces él sonrióirónicamente—.¿Odiastantomisbesos?

Tragóellasalivaconvulsivamente.—Yaquenoeresamable,porlomenoseressincera—ydiciendoesola

soltóysediovuelta.Llegó ella hasta la cortina que dividía las dos habitaciones, latiéndole

alocadamente el corazón, mareada por la tensión que había soportado. Sedetuvo unmomento y volvió la vista hacia él, asombrada de su temeridad.Habíaabiertolaentradadelatiendayestabaenlapuertamirandolanoche.El aroma del tabaco peculiar que usaba llegó hasta ella arrastrado por lacorrientede lapuerta.¿Llegaríaalgunavezacomprenderlo?Estanoche,enlugar de imponer simplemente su voluntad, le había hecho elegir parasalvarla,habíaprobadosudeterminaciónysudominiosobreella.Yconlasúltimas palabras, la suavidad inesperada había aparecido nuevamente en suvoz,ylas líneascruelesdesubocasehabíansuavizadotransformándoseenunasonrisadivertida.Esarápidatransicióndelaferocidadalaamabilidaderaloquenopodíaellacaptar.Esanaturalezacomplejarebasabasucomprensión.Haría por comprenderlo, pero sabía que nunca conocería el fondo de supersonalidad. Solo estaba segura de que por alguna razón propia la habíaperdonado,ylotemíamásquenunca.

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CapítuloVBajolasestrellasrelucientes

Bajo el toldo de la tienda,Diana estaba esperando aGastón y los caballos,colocándose nerviosamente sus guantes de montar. Había llegado al límitemáximodeexcitación.AhmedBenHassansehabíamarchadoeldíaantesyno era seguro si volvería esa noche o la siguiente, pues respondió convaguedadsobreeltiempoqueestaríaausente.

Sehabíaregistradounconstanteiryvenirentresussúbditos;mensajerosque llegabana caballo, exhaustos, a todashorasdel díayde lanoche, y elsheikhabíaparecidoinusualmentepreocupado.Nohabíadadoningunarazónrelativa a la extraordinaria actividad de su gente y ella no se lo habíapreguntado.

En las cuatro semanas transcurridas desde que le prometiera obedienciahabía estado muy silenciosa. El miedo y el odio hacia él aumentabandiariamente.Aprendió a ahogar los salvajes accesos de rabia y las palabrasiracundas que subían a sus labios.Aprendió a obedecer; una obediencia demalgradodadaconlabioscomprimidosyojosdesafiantes,perodada,yconunsilencioquelasorprendíaaellamisma.Díatrasdíahabíaseguidolarutinahabitual, muda, a menos que él le hablara; y con su atención ocupada enasuntosmásalládelascuatroparedesdelatienda;élnohabíanotadoonolehabíainteresadonotarsusilencio.Últimamentelahabíadejadomuchosola;habíasalidoacaballoconélcasiadiariohastalasemanaúltima,enquehabíaanunciado secamente que, por el momento, las cabalgatas debían seracortadas y queGastón la acompañaría. No ofreció ninguna explicación niella la pidió.Había querido ver en eso otro acto de tiranía impuesto por elhombrecuyoejercicioarbitrariodelpodersobreellaytácitaposesióndesupersonalasublevabancontinuamente.

Ybajo lasombríasumisiónardíauna furiasalvajede rebelión.Buscabafebrilmenteelmediodehuir,yahoralaausenciadelsheikparecíaofrecerlelaoportunidadesperada.Enlasoledaddelanocheanteriorhabíadadovueltas,impacientedeunladoparaelotrodelancholecho,tratandoenvanodehallar

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algúnmediodeaprovecharsu libertadrelativaparaescaparse.SeguropodíahallaralgunaformadeeludirlavigilanciadeGastón.

Laexcitaciónlahabíamantenidodespiertalamitaddelanoche,yporlamañanahizoungranesfuerzoparaocultarsuagitaciónyaparecerigualquede costumbre. Incluso había tenido miedo de pedir los caballos antes, portemordeque el valet sospechara algúnmotivoocultodetrásde esepedido.Despuésdesupetitdéjeunerhabíapaseadocomolocadentrodelatienda,sinpodersentarse,temiendoqueencualquiermomentoseprodujeralavueltadelsheikysefrustraransusesperanzas.

Miró de nuevo dentro de la habitación y sintió un estremecimiento alrecorrerconsusojosellujosodecoradoylosdiferentesobjetosquesehabíanvuelto tan curiosamente familiares en los dos últimosmeses. El inesperadomobiliario y la personalidad del hombre quedarían siempre en su recuerdocomounenigmaquenuncapodríaresolver.Habíatantodeinexplicableenélyensumododevivir.Respiróhondamenteysalióconpremuraalaluzdelsol.

LoscaballosestabanesperandoyGastónseencontrabaasulado,prestoasostenerle el estribo. Acarició el belfo suave del hermoso tordillo y le diounas palmadas en su cuello satinado, con una mano que temblabaligeramente.Amabaalcaballoyhoyibaaserelmediodesalvarla.Respondióel corcel a sus caricias frotándole la nariz contra su brazo y relinchandosuavemente. Con una mirada final a la gran tienda doble y al resto delcampamento,montóyechóaandarsinotramiradahaciaatrás.

Tenía que ejercer un control rígido sobre sí misma. Anhelaba lanzar aSilver Star a galope tendido para desprenderse de Gastón, pero estaba aúndemasiado cerca del campamento.Debía ser paciente y poner unos cuantoskilómetros entre ella y la posibilidad de una persecución antes de intentarnada.Unatentativaprematurasoloserviríaparaquetodalahordasalieraensu búsqueda pisándole los talones. Volvió a su mente el recuerdo de lapromesa que había hecho al hombre del cual huía. Le había prometidoobediencia,peronohabíaprometidonointentarescapar,yaunsi lohubierahechoningunapromesaarrancadaporeltemoreraválida.

Continuólamarcha,aungalopetranquilo,mientraspasabanporsumenteplantrasplanparaserrechazadoscomoimpracticables.SilverStarprotestabacontinuamentecontraesepasomoderado,sacudiendolacabezaytascandoelfreno.Nollevabacuentadeltiempo,solonotabaquetranscurríaconrapidezyquesialgoibaahacerdebíahacerloloantesposible.PeroGastón,quevenía

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unospasosdetrásdeella,sedabacuentaperfectamentedelahoraymirandovariasveceselrelojsepusoalladodeellamurmurandounaexcusa:

—Perdón,madame,perosehacetarde—ylemostróelrelojdepulsera.Diana miró mecánicamente su muñeca y recordó en ese momento que

habíarotoelsuyoeldíaantes.Frenóy,echandohaciaatráselcasco,sesecólafrenteacalorada.Alhacerloselevantóunafuertebrisa,esecuriosovientoquenaceymuerecontantarapidezeneldesierto.Entoncesseleocurrióunaidea.Noeramuybrillanteperopodíadarresultado.EchóunaojeadaaGastónquemirabaendirecciónopuesta;alzandolamanohizoondearsupañuelounmomentoenlabrisayluegolosoltó.Elairelollevóaalgunadistanciayelladiounligerogritoyasiólabridadelcaballodelvalet.

—¡Oh, Gastón, mi pañuelo! —exclamó y señaló el lugar donde seencontraba el pequeño trozo de batista, destacando su blancura sobre unaroca.

Conunacómicaexclamacióndepesarelvaletechópiea tierraycorrióporlaarena.

Esperóellahastaqueestuvobienlejos,sentada,rígida,conojosbrillantesy latiéndole violentamente el corazón, y enseguida, quitándose el casco, lodejó caer con estrépito sobre los cuartos traseros del caballo del sirviente,espantándoloendirecciónal campamento,y luego,volviendoaSilverStar,tomóhaciaelnorte,sordaalosgritosdeGastón.

Loca de excitación y libre para poder correr como quería, por fin, sucaballogalopabaconrapidezyelvientosilbabaenlosoídosdeDiana.Noseocupóde la suertedelpequeño francésquehabíadejadoapie tan lejosdelcampamento.Porelmomentonisiquierapensabaenél,nopensabamásqueensímisma.Latretahabíadadoresultadoporsumismasencillez.Estabaenlibertadynoleimportabaningunaotracosa.Noteníaplanesniideaacercadeloque ibaahacerohaciadóndedebía ir, salvodeque seguiríamarchandohacia el norte. Abrigaba vagas esperanzas de encontrarse con árabesamistosos que, con la promesa de una recompensa, la llevaran a lacivilización.

La mayoría de ellos podían hablar algo de francés, y para lo demástendríanqueservirsusescasosconocimientosdeestalengua.

Sabía que era una locura intentar cruzar el desierto sola, pero no leimportaba.Eralibre.Estabademasiadoexcitadaparapensarcoherentemente.Sereíaygritabacomolocaysudemenciasecomunicóaltordilloqueibaalacarrera.Dianasabíaquesehabíadesbocado,quenopodíadetenerloaunquequisiera,peronodeseabahacerlo…,cuantomásrápidomejor.Ala largase

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cansaría, pero mientras tanto lo dejaba hacer lo que quisiera. Estabaaumentando rápidamente la distancia entre ella y el campamento que habíasido una prisión, entre ella y el bruto que se había atrevido a hacer lo quehabíahecho.

Alpensarenelsheiksintióqueladominabaeltemor.¿Siocurrieraalgo?¿Silavolvieraacapturar?Seestremecióyungritoescapódesuslabios,perologródominarseenelacto.Seestabaportandocomounaidiotadespreciable;eraimposible.Pasaríanhoras,yseríaotrodíacuandodieranlaalarma;élnosabría en qué dirección había ido. Tendría muchos kilómetros de ventajamontada en uno de los caballos más veloces del campamento. Trató dealejarlo de su espíritu. Se había escapado de él y de su crueldad; era unapesadillaquesedisipabaconrapidez.Sentiríalosefectosparasiempre;nadavolvería a ser igual denuevo, perohabríandesaparecido el diario temor, ladiaria contaminación, la sensación impotente de tortura, la vergüenza de lasumisión que la había llenado de un violento odio a símisma, tan intenso,como el odio apasionado contra el hombre que la obligó a someterse a suvoluntad.Eserecuerdoviviríaparasiempreenella.Lahabíatransformadoenunacosavil.Leardieronlasmejillasalpensarloyseestremeciórecordandotodoloquesoportó.Habíallegadoalomásbajoyllevaríalascicatricestodalavida.LamuchachatriunfantedeBiskrasehabíaconvertidoenunamujerdespuésdeunaamargayhumillanteexperiencia..

El paso eramenos violento ahora.SilverStar iba con el galope firme eincansablepor el que eran famosos los caballosdeAhmedBenHassan.Labrisa se había extinguido con lamisma rapidez con que se levantó y hacíamucho calor. Diana miró a su alrededor con ojos brillantes. Todo parecíadistinto.Desde el primermomento había amado el desierto, pero detrás detodo y mezclado con todo se había encontrado la sensación de temor, lacontinuarestricción,lasumisiónperpetuaaloscaprichosdesuraptor,quelohabíadominadotodo.

Pero ahora había cambiado el panorama. Amaba la llanura ondulante eilimitada que se extendía ante ella, y a medida que el tordillo subía, cadaondulacióndel terrenoaumentabasu interés.¿Quépodríahaberdetrásde lasiguiente? Durante una hora o más la marcha se convirtió en una serie desubidas y bajadas en monótona sucesión, y luego el desierto nuevamentevolvió a ser llano y pudo ver amayor distancia.Aunos tres kilómetros dedondeseencontraba,veíaunaspalmerasapiñadas,yDianasevolvióenesadirección.Probablementeindicabanunpozoyerahoradedescansar.Eraunoasis minúsculo que hizo surgir en ella ciertos temores sobre el pozo que

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habíaesperadohallar.Perohabíauno,muyenfangado,ysepusoalimpiarlolomejorquepudoparaapagarsusedyladeSilverStar,queestabatratandofrenéticamente de llegar al agua. Fue un trabajo agotador, pero consiguiósaciaraltordillo,ydespuésdeaflojarlelacincha,seacostóenelsuelo,alasombra. Encendió un cigarrillo y quedó echada de espalda con los ojoscubiertosporelcasco.

Porprimeravez,despuésdehabersealejadodeGastón,empezóapensarseriamente.Loquehabíahechoeraunalocura.Noteníacomidaniaguaparaellanipara el caballo, soloDios sabíadóndepodría estar elpróximopozo.Estaba sola enuna región incivilizada, entreunpueblo salvaje, sinningunaprotección. Podría tropezar con árabes amigos o no. Podría llegar a uncampamento, o podría errar días enteros sin ver a nadie, en cuyo caso sehallabaenpeligroinminentedemorirdehambreysed.¿Quéharíaalllegarlanoche? Con un grito se puso en pie de un salto. ¿Qué podría hacer?Miróalrededordelpequeñooasisconojossobresaltados,alasescasaspalmerasyarbustos, el pozodestruidoy el caballo tordillo que aúnolía su brocal. Porprimeraveztuvomiedo;estabasolayrodeadaporelespaciosinlímites,ysesintióinsignificante.Miróalcielodespejadoysuinmensidadazullaespantó.

Peroenseguidasedesvanecióelpánicorepentinoaquehabíacedidoysuvalorsereanimódegolpe.Eraaúnmediodíaycualquiercosapodríasucederentreentoncesylacaídadelanoche.Soloestabaseguradeunacosa:nosearrepentíadelohecho.DetrásdeellaestabaAhmedBenHassan,yanteellaestabaposiblemente lamuerte,y lamuerteerapreferible.Otravezsesintiócompletamente tranquila y volvió a la sombra. Debía descansar una o doshorasparaescapardelcalor intenso.Sediovueltabocaabajoconlacabezaentre losbrazosy tratódedormir,peroestabademasiadoexcitadayprontoabandonó la idea.Ademáspodíaquedarsedormidademasiado ratoyperderuntiempoprecioso.Seestiróenelblandosuelodesperezándose,encantadadelasombraquelaponíaalabrigodelsolardiente.Eltordillo,cansadodevagarentrelosmatorralesydeolerlabocadelpozo,seleacercóempujándolaconelbelfo.Ellaleaproximólacabezaasucara.Erauncaballocariñoso;seleacercó,relinchandosuavemente,ylamiróconojosgrandesyexpresivos.

«Notengonadaquedarte,pobreviejo», ledijoellapesarosa,besándoloen la nariz y apartándolo.Miró nuevamente al cielo; en lo alto se veía unpuntoblancoqueparecíaflotar,unbuitrequevolabalentamente.¡Talvezenunas horas estuviera picoteando sus huesos! ¡Cielo santo! ¿Por qué se leocurríanesasideas?¿Nolequedabanadadelvalorquehabíasidosusegundanaturaleza?Si sedejabadominarpor losnervioseramejorqueno realizara

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ningún esfuerzo más, sino que se dejara morir cuanto antes. Con dedostemblorosostomóotrocigarrillo;elfumarlacalmaría.Ysinembargo,vacilóantesdeencenderlo; lequedabanmuypocosy talvezsunecesidadpudieraser mayor después. Pero con una risa nerviosa abrió la fina cigarrera yencendióunfósforo.

Denuevosevolvióaecharenunaposturacómoda.Sentíaasualrededorlosinnumerablesruidosdébilescaracterísticosdeldesierto;elzumbidodelosinsectos,elsusurrodelaarenayelcrujidodeunarama,sonidosquehubieransido incomprensibles una semana antes. Durante unos minutos atrajo suatenciónunaarañadelaarenaycontemplósuactividadconcrecienteinterés.Pocoapocounasensacióndesoporseapoderódeellayderepentenotóqueelaireestaba impregnadodel aromadel tabacoque siempreacompañabaalsheik. Estaba fumando uno de sus cigarrillos. Siempre la había afectadofuertementelainfluenciadelosolores,yahoraelaromaextraordinariamentepenetrante del tabaco del árabe le hizo recordar todo lo que había estadotratandodeolvidar.Conungemidoloarrojólejosyocultó lacaraentre losbrazos.

El pasado volvió a surgir y desfilar por sumente. En lamemoria se leagolparon incidentes, recuerdos de galopes desenfrenados a través deldesierto junto al hombre que, a pesar de odiarlo, provocaba su admiración,recuerdos donde lo veía enseñando a los caballos que amaba,montándoloscomouncentauro,recuerdosdeélentresushombres,recuerdosrelacionadosmás íntimamenteconella,desuhumorvariable,susrápidas transicionesdeunacrueldadsalvajeaunaamabilidadasombrosa,delaintoleranciabrutalalaconsideraciónrepentina.Huboocasionesenquelahabíainteresadoapesarsuyo, y había olvidado la situación en que se encontraban uno respecto alotro,escuchandosuvozgraveypausada,hastaqueunapalabraoungestoselo hacía recordar vivamente. Recuerdos de momentos en que ella habíaluchado contra sus caricias, y él se había burlado de su impotencia con suenorme fuerza, en que había yacido en sus brazos sin aliento y agotada,helada demiedo y tratando de eludir sus besos ardientes. Le había temidocomonuncacreyóqueeraposibletemer.Tratódeapartarlo,haciendotodoloposible por alejarlo de sumente, dando vueltas de un lado para otro en lablandaarenamientrasluchabaconlaobsesiónqueladominaba.Loveíatodoel tiempoclaramente, comosi estuvieraallídelantedeella. ¿Laperseguiríasiempre, como un fantasma? ¿El recuerdo del hermoso rostro moreno laperseguiríasiempreconsusojosardientesysubocacruel?Hundiómásaúnlacara entre los brazos, pero la visión persistió hasta que con un grito se

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incorporóconelpechoagitadoylosojosdesorbitados,rígida,mirandohaciaelsurconunafijezadesesperadaquelehizodolerlavista.Lasensacióndesupresenciahabíasidoterriblementereal.Sedejócaersuavementealsueloconunarisahistéricaycongestofatigadosedespejóelcabellodelafrente.

Silver Star, al poner de repente el belfo sobre su hombro, la hizoincorporarsedenuevosobresaltada,conelcorazónlatiéndoleviolentamente.«Estoynerviosa»,murmuró,mirandoasualrededorconunestremecimiento.«Mevolverélocasimequedoaquímuchomás».

El pequeño oasis que había visto con tanta alegría se había vueltorepugnanteyestabaimpacienteporalejarsedeallí.Montódeunsalto,yconelmovimientorápidodelcaballorecuperólacalmayvolvióaanimarse.

Desechó lasensacióndeaprensiónquesehabíaapoderadodeellaysustemores nerviosos se extinguieron. Un sentimiento temerario, parecido a laexcitacióndelamañana,lainvadióyespoleóaltordilloque,respondiendoala voz y sintiendo apenas su peso, siguió galopando incansablemente.Alrededor reinaba el silencio y una soledad estupendos. El vasto desiertoinspirabatemor.Latardeibapasando;yasesentíamásfresco.

DiananohabíavistoningúnsignodevidahumanadesdequesesepararadeGastónhorasantes,yuna ligerasensacióndeansiedadagitósucorazón.Habíavistovariasveceshuellasdecaravanasyvueltoconaversiónlacara,alver huesos blanqueados por el sol de camellos muertos. Observó algunoschacales y una vez, a su paso, una hiena se había alejado torpemente entreunasrocas.

Eldesiertollanohabíadesaparecidoyestabaahoragalopandoentreunascolinas de poca altura, que le daban la impresión de estar apartándola delbuencamino.Seguiabaporelsolponiente,quetransformabaelcieloenunmantocarmíndorado,perolasvueltasintrincadasentrelascolinasrocosaslaconfundían. El largo y estrecho desfiladero parecía estar encerrándola,amenazándolaportodaspartes,yestabadesesperadaporhallarlasalidaaeselaberintocuando,aldarvueltaaunacurvaparticularmenteaguda, las rocasdesaparecieron de repente y salió a terreno abierto. Exhaló un suspiro dealivioyanimóalegrementeconlavozalalazán,peroalmirarhaciadelanteseleextinguiólavozyfrenódegolpe,almismotiempoqueseleacelerabanlaspalpitacionesdelcorazón.

Atravésdeldesierto,aproximadamenteakilómetroymediodedistancia,vioaungrupodeárabesquesedirigíanhaciaella.Eranunoscincuenta,ysujefe montaba un gran caballo negro a alguna distancia delante de susacompañantes. En la atmósfera diáfana parecían estar más cerca de lo que

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realmenteseencontraban.Noeraesoloqueelladeseaba.Habíaesperadodarcon algún campamento donde hubieran mujeres o alguna caravana demercaderes, cuyas constantes comunicaciones con las ciudades les hubierahechocomprenderlaimportanciadellevarlaalacivilizaciónsinsufrirningúndaño.Estabandadeguerreros,porquepodíaverclaramentesusfusilesysuformacióncerradayordenada,noteníanadadepacíficaylallenabadetemor.Solamentesepodíaesperarlopeordeloscabileñossalvajeseindisciplinados.Habíahuidodeunasuertehorribleparacaerenotraqueseríadiezvecespeor.

Su rostropalidecióyapretó losdientesdesesperada.Los sereshumanosporloscualeshabíarogadoeranunaamenazamortal,yahorarogaba,conelmismofervor,quepasaransinobservarla.Talveznofuerademasiadotarde,tal vez no la hubieran visto todavía y pudiera escapar y esconderse en lasencrucijadasdeldesfiladero.HizoretrocedermásaSilverStardentrode lassombrasdelasrocas,peroalhacerlosediocuentadequehabíasidovista.Eljefesevolvióenlasilla,alzólamanoporencimadesucabeza,yconungritosalvaje, enmedio de una nube de polvo y arena, los hombres frenaron susbestiashaciéndolas sentarse sobre suscuartos traseros,mientrasélgalopabasolohaciaella.EnelmismomomentounamanoheladaestrujóelcorazóndeDianayungemidoseescapódesuslabios.Noeraposibleconfundirlo,comotampoco al caballo negro que montaba. Por un momento se tambaleó conrepentina debilidad y luego, con un tremendo esfuerzo, logró restablecersehaciendo dar vuelta a su caballo, obligándolo a volver por el camino queacababadedejar.DetrásdeellagalopabaAhmedBenHassanespoleandoalagranbestianegra,comonuncalohicierahastaentonces.

Con el rostropálidoy los ojos desencajados,Diana iba echada sobre elcuello del tordillo, ymontando como jamás lo hiciera. Con total abandonoexigiótodalavelocidadposibledelcaballo,sinfijarseenelcaminoásperoypeligroso.Talvezpudieraeludirasuperseguidorentrelossenderostortuososde las colinas. Eso era lo único que importaba. Mejor una caída mala ydesnucarsequevolveracaerensusmanos.

Presa de pánico, sentía deseos de gritar y se mordió los labios paracontenerelalaridoquepugnabaporsalirdesugarganta.Noseatrevíaamiraratrás, sino directamente delante de ella, cabalgando con toda su ciencia,ayudandoaltordilloatomarcurvaspeligrosaseinclinándosecadavezmásenlasillaparafacilitarlelacarrera.

En su terror había olvidado el escaso trecho en que se extendían lascolinasdesde el punto enquehabía entrado en ellas, y ciegamente tomóelsenderoporelcualhabíallegado,dejandoasuderechalacadenaprincipaly

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saliendoaldesiertoabiertoenelladosurdelasierra.Ahorasoloquedabalavelocidaddesucaballoparasalvarla,¿yporcuántotiempopodíacontarconella? Luego, con un ligero rayo de esperanza, recordó que el sheik estabamontandoaHalcón,hermanodeltordillo,ysabíaqueningunodeelloshabíapodidoganaralotro.Ellahabíagalopadofuertetodoeldía,peroeraprobablequeAhmedBenHassanlohubierahechomásfuerteaún,nuncamimabaasuscaballos y su peso era considerablemente mayor que el de ella. ¿No seríaposible que Silver Star, que llevaba la cargamás liviana, sacara ventaja alHalcón?Eraunaposibilidad.Trataríadesacarlepartido,perojamáscedería.Latranspiraciónlebañabalacarayrespirabacondificultad.Depronto,unosminutosdespuésdehaberdejadodetráslascolinas,oyólavozprofundadelsheikclaramenteatravésdelespacioquelosseparaba.

—Sinotedetienes,matarétucaballo.Tedoyunminuto.Se tambaleó ella en la silla, aferrándose a las crines del tordillo para

afirmarseyporunmomentocerrólosojos,peronovacilóuninstante.Nosedetendría;nadaenelmundo laharíadetenerseahora.Únicamente, como loconocía,sacólospiesdelosestribos.Habíadichoquetiraríayloharía,ysieltordillo hacía un movimiento extraño o se desviaba un milímetroprobablemente recibiría ella la bala destinada al caballo. ¡Mejor eso! ¡Sí,hastaesoeramejor!

SilverStarcontinuóalacarrerayelminutoparecióunaeternidad.Luego,aúnantesdequeoyeraeltiro,diounsaltoenelaireysedesplomó.Dianafuedespedida de la silla y cayó sobre la arena blanda. Por unmomento quedóaturdida por el golpe, luego se puso de pie tambaleándose y volviótrastabillando hasta el postrado animal, que coceaba desesperadamentehaciendoesfuerzoporlevantarse.Ycuandollegabaasulado,elcaballonegrollegótambién,deteniéndosedegolpeyalzándosecasiverticalmente.

El sheik saltó de la silla y corrió hacia ella. La tomó de la cintura y laarrojó a un lado. Ella quedó inmóvil donde había caído, estremeciéndoseinvoluntariamente. Había sido derrotada y con la extinción de su únicaesperanzasedesvanecióelúltimorestodevalor.Cedióaunterroravasalladory se sintió totalmente acobardada. Todas sus facultades quedaron anuladas,absorbidasporlaúnicafuerzadominante,eltemorasuspalabrasyelmiedoalcontactodesusmanos.OyóunsegundotiroysediocuentadequehabíapuestofinalossufrimientosdeSilverStar,yluego,unossegundosdespués,sintiósuvozalladodeella.Sepusodepietitubeando,apartándosedeél.

—¿PorquéestásaquíydóndeestáGastón?

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Con voz ahogada le contó todo. ¿Qué importaba? Si trataba de guardarsilencio,laobligaríaahablar.

Nohizoélcomentarioalguno,ytrayendomáscercaaHalcónlaalzósinmiramientos a la silla.Montando detrás, arrancó inmediatamente el caballoconsuhabitualgalopetendido.Diananoofreciólamenorresistencia;parecíahaberseapoderadodeellaunaapatíacompleta.NomiróelcuerpodeSilverStar,nomirónada,aferradaalasillaconlamiradafijahaciadelante,sinver.Había perdido el casco al caer y lo dejó, contenta de verse aliviada de lapresión sobre su dolorida cabeza. El colapso mental la había afectadofísicamente y necesitó un verdadero esfuerzo de voluntad para mantenersesentada.Notardaríanenunirsea losjinetesquelosestabanesperando,ysuorgulloleexigíaconcentrartodaslasenergíasparaevitarmostrardebilidad.

AhmedBenHassan no volvió por el desfiladero.Tomóun sendero queDianahabíapasadoporaltoyquebordeabalascolinas.Unamediahoramástardelatropaseencontróconellos,puesllegabaapasolentoenladireccióncontraria.Ellanoalzólavistacuandoseacercaron,perooyólavozdetenorde Yusef que llamaba al sheik, quien contestó secamente mientras loshombresformabandetrásdeellos.

De vuelta por el terreno, que había atravesado en forma tan distinta,comprendió que había sido una locura desde el primer momento. Debíahabersedadocuentadequenuncahabría tenidoéxito,dequenuncapodríallegar sola a la civilización. Fue una tonta al pensar que podía lograrlo.Lacasualidadquelahabíahechocaerdenuevoenpoderdelsheik,podíaconlamismafacilidadhaberlahechocaerenlasmanosdecualquierotroárabe.Lasuertehabía favorecidoaAhmedBenHassande lamismamaneraqueella,sinsaberlo,habíaidoacaerensusmanoscuandolacapturóporvezprimera.El destino estaba con él. Era inútil tratar de luchar en su contra. Tenía lamente confusa y llena de pensamientos indescifrables, de ideas extrañas ycontradictoriasquepasabanlocamenteporsuespíritu.Nolascomprendía,nitratabadehacerlo.Elesfuerzodepensarleprovocabadolordecabeza.Sentíauna gran inquietud, un dolor sordo en su corazón y una terrible depresión,totalmente apartedel temor al sheik.Dejóde tratar depensar; solamente lepreocupabaconservarelequilibrio.

Alzólacabezaporprimeravezycontemplóelcielomagnífico.Elsolcasise había puesto, descendiendo como una bola de fuego líquido, y elfirmamento, a ambos lados, era una orgía de oro y carmín. El verde máspálido que cubría el cielo se desvanecía en un azul vivo que ibaoscureciéndoseamedidaqueseextinguíalagloriadelapuestadelastro.Las

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palmerasdispersasylascolinaslejanassedestacabanconfuerterelieve.Erauna región de maravillosa belleza, y el corazón de Diana dio un vuelcorepentino al darse cuenta de que volvía a todo eso. Se inclinaba fatigada,incapazdeseguirsentadaderecha,yunaodosveceschocópesadamenteconelhombrequemontabadetrásdeella.

Su proximidad había dejado de repugnarle; pensó en eso con unasensaciónsordadeextrañeza.Inclusohastaexperimentabaalivioalpensarenla fuerza tancercanaaella.Susojosse fijaronen lasmanos,queaparecíanmorenasymusculosasbajolosplieguesdelasblancasvestimentas.Conocíalafuerzadeloslargosyafiladosdedos,quepodíanserbiensuavescuandoélquería. Sus ojos se llenaron repentinamente de lágrimas, pero logrócontenerlas.

Deseabadesesperadamentellorar.Unaoladeterriblesoledadseapoderóde su alma, una sensación de desolación y un anhelo extraño eincomprensible… no sabía por qué. Al desvanecerse la puesta del sol yaumentar rápidamente la oscuridad se levantó un viento frío, y comenzó atemblardevezencuando,vencidacadavezmásporlafatiga.Habíacaídoenuncompletoolvido,cuandofuedespertadaporunasacudidaquelahizocaerviolentamente sobre el sheik, pero estaba demasiado cansada para darsecuentadeotracosaquenofueraquesehabíandetenidoporalgoyquehabíapalmerascercadeella.Sintióqueeraalzadayenvueltaenunacapa,yluegonorecordónadamás.

Se despertó poco a poco, sacudiendo gradualmente una modorrapersistente. Estaba cansada aún, pero había desaparecido la fatigadesesperada,yexperimentabaunasensacióndebienestaryseguridad.Elairefrescodelanochesoplabaensurostro,disipandosusueño.Sediocuentadeque había caído la noche y de que seguían galopando hacia el sur. Unosinstantesmás tardeseencontrabacompletamentedespiertayvioqueestabarecostadaatravésdelasilladelantedeAhmed,quelasosteníaconsubrazo.Descansaba la cabeza encimade su corazóny podía sentir el latido regularbajosusmejillas.Tibiamenteenvueltaenlacapaysostenidafirmementeporsu brazo fuerte, al principio se contentó con abandonarse a la sensación dedescanso físico. Era suficiente por el momento estar recostada con losmúsculosflojos,sentirelsoploacariciadordelvientoenlacara,notenerquehacerningúnesfuerzo,ydisfrutarelgaloperápidoyfácildeHalcónmientraslosllevabaalosdosatravésdelanoche.

¡Losdos!Sobresaltabaelpensarlo,sediocuentaclaraentoncesdequiéneraelbrazoquelarodeabaysobreelpechodequiéndescansabalacabeza.

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Su corazón latió con repentina violencia. ¿Qué le sucedía? ¿Por qué no seapartaba de la presión de aquel brazo y del contacto del cuerpo cálido yfuerte?¿Quélehabíaocurrido?Yderepentesupo…supoqueloamaba,quelo había amado desde hacía tiempo, incluso cuando creyó que lo odiaba ycuandohabíahuidodeél.Sabíaahoraporquésurostrolahabíaperseguidoen el pequeño oasis al mediodía: era el amor que la llamabainconscientemente. Toda la confusiónmental que la había asaltado cuandoemprendieron el regreso, los pensamientos contradictorios y emocionesencontradas,teníanexplicaciónahora.Peroporfinlosabía,yconocíaelamorque la llenaba,unamorsin límites, apasionado,quecasi laasustabaconsuinmensidadyconlafuerzarepentinaquesehabíaapoderadodeella.Porfinhabíallegadoelamorquehabíadespreciadocontantafuria.Loshombresquelaamaronnohabíantenidoelpoderdetocarla,nohabíadadoamoranadie;creyóquenopodíaamar,queestabadesprovistadetodoafectonaturalyquejamás sabría lo que significaba este sentimiento. Pero lo sabía ahora… unamorconunaentregatancompletacomojamáshubieraconcebido.

Sucorazónsehabíaentregadoparasiemprealfierohombredeldesierto,que era tan distinto de todos los demás que conociera; un salvaje quedespreciabatodaley,quelahabíatomadoparasatisfaceruncaprichopasajeroyquelahabíatratadoconimplacablecrueldad.Eraunbruto,peroloamaba,loamabaporsumismabrutalidadysoberbiafuerzaanimal.¡Yeraunárabe!Un hombre de diferente raza y color, un nativo; Aubrey lo clasificaría sinhacer distinciones como un «condenado negro». No le importaba. Nosignificaba ninguna diferencia. Un año antes, incluso unas pocas semanasatrás,sehubieraestremecidoderepulsiónantelasolaideadequeunindígenapudiera tan siquiera tocarla, pero todoesohabía sidobarridoynoeranadafrentealamorquellenabadeformatancompletasucorazón.Noleimportabaque fuera un árabe, no le importaba lo que fuera, era el hombre a quienamaba. Se sentía delirante, loca de felicidad. Estaba apoyada sobre sucorazón, y el contacto del brazo del amado le producía un júbiloindescriptible.Sesentíaperfectamentecontenta;porelmomentotodalavidasereducíaaloquelarodeabadeinmediatoyexperimentabaeldeseoinfantildequepudieranseguircabalgandoasíparasiempre,hastalaeternidad.

Era una noche brillante. Las estrellas resplandecían en la negrura delcielo, y la luz de la luna llena era sorprendentemente clara y blanca. Losaullidosdiscordantesdeunamanadadechacalesseoyeronaescasadistancia,quebrando lacalmaperfecta.Loshombresgalopabanguardandounsilencioinusitado,aunqueocasionalmenteseoyeraunaexclamaciónenvozbajaoel

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ruidosordodelosarneses.Unavezalguienhizofuegoaunanimalnocturnoquesaltócasidebajodelaspatasdesucaballo.Peroelsheikdiounaviolentavoz demandopor encimadel hombro y no hubomás tiros.Diana se agitóligeramente,moviendolacabezaparapoderverlacaradeél,quesedelineabaconclaridada la luzbrillantede la lunayacentuabaalgunosdesus rasgos,dejando el resto en la sombra. Lo miró con respiración acelerada. Mirabafijamentehaciadelante,ensusojosbrillabalaluzfría,fruncíalascejasdelaformaacostumbrada.Elmentónfirme,tanpróximoalacaradeella,parecíadestacarsemásquedecostumbre.

Lasintiómoverseybajólavista.Porunmomentomiróelladirectamentea sus ojos, y luego con unmurmullo sordo e inarticulado escondió la caracontra su pecho. El árabe no dijo nada, pero movió un poco su cuerpoestrechándolamásenlacurvadesubrazo.

Eramuytardecuandollegaronalcampamento.Brillabanlucesdentrodela tienda y en todas partes. Pronto fueron rodeados por una multitud deexcitadoscabileñosysirvientes.Apesardeladurajornada,Halcónempezóadarcorvetas,sucostumbreinvariablealdetenerse,quenadapodíaquebrantar.Aunapalabradelsheik,doshombres losujetaronpor lacabezamientrasélpasaba a Diana a los brazos tendidos de Yusef. Se sentía ella dolorida ymareada,yeljovenlaacompañóhastalapuertadelatienda,luegovolvióadesaparecerentrelamultituddehombresycaballos.

Diana se dejó caer fatigada en el diván, cubriéndose el rostro con lasmanos.Temblabade fatigay aprensión. ¿Qué iría a hacerle?Se formuló lapreguntaunayotravez,conlabiosmudosytemblorosos,rogandoalcielolediera valor y preparándose para hacerle frente. Por fin oyó su voz y,levantando la mirada, lo vio en la puerta. Estaba de espalda a ella y dabaórdenesavarioshombresquepermanecíanasualrededor,porquepodíaoírsusvoces.Pocodespués,mediadocenadepequeñosgrupossalieronacaballoen diferentes direcciones. Por unos momentos más se quedó hablando conYusefyluegoentró.Alverlo,Dianaseencogióentreloscojines,peroélnose fijóen la joven,yencendiendouncigarrilloempezóapaseardeun ladoparaotrodelatienda.Ellanoseatrevióahablarle;laexpresióndesurostroeraterrible.

Dosárabesdepasosilencioso trajeronunacenapreparadaconpremura.Fue una comida horrible. Él no habló ni dio muestra alguna de haberseenteradodequeellaestabapresente.Diananohabíaprobadobocadoentodoel día, más la comida casi se le atragantó y apenas pudo pasarla, pero seesforzó por comer algo. Pareció interminable hasta que los sirvientes

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finalmenteseretiraron,despuésdetraerdostacitasincrustadasenorodecafénativo. Ella lo tomó con dificultad. El sheik había reanudado su paseoagitado, fumando cigarrillo tras cigarrillo en interminable sucesión.El pasomonótonohería losnerviosdeDianahastahacerlaestremecercadavezquepasaba delante de ella, y, acurrucada en el diván, lo contemplabacontinuamente,fascinadaytemerosa.

Él no lamiró una sola vez.De tiempo en tiempomiraba el reloj en sumuñeca y cada vez su expresión eramás sombría. ¡Si tan solo hablara! Susilencioerapeorquetodocuantopudieradecir.¿Quéibaahacer?Eracapazdecualquier cosa.El suspensoerauna tortura.Sintióhúmedas lasmanosydiountirónalcuelloabiertodesublusademontar,sintiendoquesesofocaba.

Dosveces entróYusef adar informes,y la segundavezel sheikvolviólentamentede lapuertaendondehabíaestadohablandoconél,ysedetuvofrenteaDiana,mirándolaconexpresiónextraña.

Ella extendió las manos instintivamente, encogiéndose más entre loscojinesyconsumiradavacilandobajoladeél.

—¿Qué vas a hacerme? —murmuró involuntariamente. Él la miró sincontestarleduranteunrato,comoparaprolongar la torturaquesufría,yunaexpresióncruelasomóasusojos.

—EsodependedeloquelesucedaaGastón—dijoporfin.—¿Gastón?—repitióella,contonoalejado.Habíaolvidadoalvalet;con

todoloocurridodesdelamañanahabíaolvidadohastasumismaexistencia.—Sí,Gastón—dijoélcontonosevero—.Nopareceshaberpensadoenlo

quepudierasucederle.Ellaseincorporólentamente,conunaexpresióndeextrañezaenelrostro.—¿Quépuedesucederle?—preguntó.Apartóélelcierredelapuertayseñalóalastinieblas.—AllíenelsudoesteviveunviejosheikcuyonombreesIbrahimOmar.

Su tribu y lamía han sido enemigas durante generaciones.Últimamente heoídoquesehaestadoaventurandomáscercadeloquejamásseatrevió.Meodia,ylacapturademisirvientepersonalseríaunasuertemuchomayorquetodocuantoélpodríahaberesperado.

Dejócaerelcierreyempezóapaseardeun ladoparaotronuevamente.Había un tono siniestro en su voz, que hizo comprender repentinamente aDiana el peligro que corría el pequeño francés.AhmedBenHassan no erahombre de alarmarse fácilmente por nadie.Que sentía ansiedad porGastónera evidente, y conociéndolo como ella lo conocía, su ansiedad suponía unpeligrobien real.Habíaoídocosas antesde salir deBiskra, desdeentonces

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habíaestadoviviendoenuncampamentoárabe,yconocíaalgodeladiabólicacrueldadyfríaindiferenciaanteelsufrimientodeestaraza.Horriblescuadrosmentales,condetallesespantosos,invadíanahorasuespíritu.Seestremeció.

—¿Quéleharían?—preguntóconvoztemblorosa.Elsheiksedetuvoasulado.Lacrueldadseintensificóensumirada.

—¿Quieresquetedigaloqueleharían?Profirióellaungritoyseechólasmanosalacabeza,cubriéndoselacara.

—¡Oh,porfavor,no!—gimió.Sacudióéllacenizadelcigarrillo.—¡Bah!—dijodespectivamente—.Eresmuydelicada.Sesintióenferma

alcomprenderloquepodíasucederaGastónacausadesuacción.Nosentíaningunaanimosidadpersonalcontraél.Porelcontrario,leteníasimpatía;nohabía pensado en el hombre, cuando espantó su caballo y lo dejó a pie tanlejosdelcampamento.Lohabíamiradoúnicamentecomoauncarcelero,eldelegadodesuamo.

Lapresenciapróximadeesesheikhostilexplicabamuchascosasqueellanohabíacomprendido;eldeseoevidentedeGastóndurantesupaseodenoirmás allá de cierta distancia, la actividad especial que había reinadoúltimamenteentrelossúbditosmásinmediatosdeAhmed,ylavelocidadyelsilencioquehabíansidomantenidosduranteeldesenfrenadogalopeatravésdeldesiertoesanoche.Habíaconocidotodoeltiempoelafectoevidentedelárabeporsusirvientefrancésyeraconfirmadoahoraporlaansiedadquenose tomaba el trabajo de disimular, tan distinta de su habitual y completaindiferenciaanteelsufrimientooelpeligro.

Lo miró pensativa. Había aún facetas que no conocía de su extrañocarácter. ¿Llegaría ella alguna vez a comprender siquieramedianamente sucompleja personalidad?Con ojos húmedos seguía con anhelo la figura altamientras iba y venía por la tienda. Sus pies no hacían ruido en las tupidasalfombrasysemovíaconesepasolargoyelegantequesiemprelerecordabaelcaminardeunanimalsalvaje.Mientraslocontemplabaansiabaexpresarsuamorreciéndescubierto.¡Sipudieradecírselo!¡Sitansolotuvieraelderechodeiraélyborrarconsusbesoslaslíneascruelesdesuboca!Peronolotenía.Había que esperar hasta que la llamara, hasta que él quisiera fijarse en lamujer que había tomado por placer, hasta que lo más bajo del hombre lanecesitaradenuevo.Eraunárabeyparaunárabelamujereraunaesclava,ycomoesclavadebíadarlotodosinpedirnada.

Cuando volviera a ella de nuevo, el júbilo que experimentaría en suabrazoseríaunaagoníaporelamorquenohabríaallí.Susbesossinamorlaquemaríany lapasióndesusbrazosseríaunescarnio.¿Perovolveríaaella

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algunavez?SilesucedíaalgoaGastón,siloquehabíasugeridoseconvertíaen realidad y el sirviente caía víctima del feudo sangriento entre las dostribus,¿quéocurriría?Sabíaqueseríavengadoterriblementey¿cuálseríasuparte? Pensó sombríamente si él la mataría y cómo. Si los dedos largos yafiladosconsufuerzaférrealaahogaríanyllevómecánicamentelasmanosalagarganta.Élsedetuvocercaparaencenderunnuevocigarrillo,yellatratóde tomar ánimo para hablarle deGastón cuando fue abierto el cierre de latiendayelpropiovaletaparecióenlaentrada.

—Monseñor…—balbuceó,yconambasmanosextendidasy laspalmashaciaarriba,hizoungestodesúplica.

Elsheikalargólassuyasytomóporelhombroalsirviente.—¡Gastón!Enfin,monami!—dijopausadamente,peroensuvozgrave

habíaunacentoquenuncahabíaoídoDianahastaentonces.Porunmomentoamboshombressemiraron,yluegoAhmedBenHassan

serioconalivio.—LoadoseaAlá,elMisericordioso,elCompasivo—murmuró.—¡Loadoseasunombre!—replicóconsuavidadGastón.Enseguidasus

ojos recorrieron la tienda hasta fijarse en Diana, y en ellos no habíaresentimientosinosolamenteansiedad.

—Madame…—vaciló,peroelsheiklointerrumpiósecamente.—Madame está perfectamente bien —dijo, y lo empujó con suavidad

hacia lapuertaconunaspocaspalabraspronunciadas rápidamenteenárabe.Se quedó algún tiempo, después de haberse retirado Gastón, mirando lanoche, y cuando volvió a entrar tardó mucho más de lo acostumbrado encerrarlatienda.

Dianasequedódepie,vacilante.Estabaagotadaysusbotasdemontarleparecían de plomo.Teníamiedo demarchar y teníamiedo de quedarse. Élparecía estar ignorándola a propósito. El alivio causado por la vuelta deGastón era enorme, pero ella tenía que darle cuenta aún de su tentativa defuga.Queélnohubieratocadoeltemaporelmomentonosignificabanada;lo conocía demasiado bien. Y además estaba Silver Star, el mejor de susmagníficos caballos; tenía aún que pagar su muerte. La tensión que habíasoportadodesde lamañanaeraenorme,nopodíaaguantarlamuchomás.Susilencio la enervabahasta sentir que susnervios ibana estallar.Él sehabíadirigidoalamesaescritorioyestabaarrancandolaenvolturadeunacajadebalas para volver a cargar el revólver.La pequeña operación pareció tardarsiglos.Cadaclicseparadoleprodujounsobresalto.Susmanossecrisparony

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pasólalenguaporloslabiosresecos.Siélnoqueríahablarloharíaella,nopodíamás.

—SientolodeSilverStar—balbuceó,ysuvozsonóroncayextrañaparaella misma. Él no contestó, limitándose a encogerse de hombros mientrascolocaba la última bala en el tambor. El gesto y la actitud indiferente laexasperaron—.Mejor,mehubierasmatado—dijoconamargura.

—Talvezhubierassidomás fácilde reemplazar.Haymujeresdesobra,peroSilverStareracasiúnico—replicóélconrapidez,yellaseestremecióantelabrutalidaddesutono.

Unasonrisatristesedibujóensuboca.—Y,sinembargo,distemuertea tucaballoparaconseguirmedenuevo

—dijoconvozapenasaudible.Sevolvióélconunjuramento.—¡Estúpida! ¿Me conoces tan poco aún? ¿Crees que dejaré que se

interpongaalgoentremisdeseosyloquequiero?¿Creesquehuyendodemíharásquetedeseemenos?¡PorAlá!Tehubieraencontradoaunquehubierashuido a Francia. Lo mío lo conservo hasta que me canso… ¡y no me hecansadodetiaún!—laatrajohaciaélmirándolaapasionadamente,yporunmomentosurostrofueeldeundemonio—.¿Cómotecastigaré?—sintióelestremecimientoqueesperabaenellayserioalverlaapartarsedeélyocultarelrostroentrelasmanos.Laobligóaalzarlacabezacondedosimplacables—. ¿Qué es lo que más odias…, mis besos?—Y con otra risa burlona leaplastóloslabiosconlossuyosenunbesolargoysofocante.

Luego la dejó ir de repente.Lamuchacha, ciega y vacilante, retrocediótambaleándose.Lasujetóalverlaoscilary la tomóensusbrazos.DejóellacaerlacabezasobresushombrosylaexpresióndelrostrodeAhmedcambióal ver su faz convulsa. La llevó al aposento vecino y la depositó sobre ellecho, tardandoenapartar lasmanosdela joven.Porunmomentosequedómirando con ojos ardientes la figura esbelta de adolescente que yacía en lacama,extinguiéndoseasílaferocidaddesurostro.

—Tencuidadodenovolveradespertareldemonioenmí,mabelle—dijocontonosombrío.

Una vez sola, Diana sepultó la cara en la almohada con un gemido deangustia.Unashorasantes,eneldesierto,bajolasestrellasresplandecientes,cuandoporprimeravezsupolaverdad,creyóserfeliz,perosabíaahoraquesinsuamorjamássabríaloqueeralafelicidad.Habíasentidolaamarguradesus besos sin amor y sabía que iba a conocer una amargura mayor, y seestremecíaalpensarenloqueseríasuvidaconél.

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«¡Loamo!¡Loamo!¡Yquierosuamormásqueanadaenelcieloy latierra!».

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CapítuloVIUncaráctersombríoyextraño

Diana estaba sentada en el diván del living room demorándose ante sudesayuno,conunatazadecaféenlamanoyladoradacabezareclinadasobreuna revista que tenía sobre las rodillas. Era una revista francesa de fechareciente, dejada unos días atrás por un holandés que estaba realizando unaexcursiónporeldesiertoyquehabía solicitadohospitalidadporunanoche.Diana no pudo verlo, y solo después de que el viajero hubo cenado en sutienda,el sheik leenvióelhabitualmensajeampuloso,queapesardeestarredactadoconpalabrasmelosas,equivalíaprácticamenteaunaordendequesepresentaraatomarcafé.

Fueron atendidos por sirvientes indígenas solamente, y quien lo recibiófue un árabe sin ninguna influencia occidental usando su idioma, que elholandés hablaba con fluidez. Este puso a su disposición su persona, sussirvientesysusbienes,conlainsinceridadorientalqueelviajeroyaconocía.Elholandés,porsuparte,devolvióelcumplidoconlasfrasesritualesqueelárabeesperaba.

Enunaodosocasiones,mientrasconversaban,unavozapagadademujerhabía llegado a oídos del holandés a través de las espesas cortinas, peroconocíademasiadobienelterrenoquepisabaparadejarasomarensurostroningunaexpresiónquelodelatara,ysonrióirónicamenteparasusadentrosalpensar en el cambio que se operaría en el rostro severo de su grave eimpasibleanfitriónsiélhicieraalgunapreguntaindiscreta.Eraunhombredeedadydebuencorazón,ynopudomenosdepensarenelcastigoquesufriríalamuchachadelahabitacióncontiguaporhaberdejadooírsuvoz.Semarchóalamañanasiguientesinhabervistodenuevoalsheik,escoltadoduranteunpequeñotrechoporYusefyunoscuantoshombres.

Dianaleíaconavidez.Cualquierlecturanuevaeraparaellaalgoprecioso.Parecíaunmuchachoesbeltoconsucamisademontarysuspantalonesbiencortados,conunapiernadebajodeellaylaotrabalanceándosecontraellado

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del diván. Terminó apresuradamente su café y después de encender uncigarrillosereclinóconunsuspirodesatisfacción,absortaensurevista.

Habíantranscurridodosmesesdesdesulocafuga,desdesuescapatoriaenbuscadelalibertad,quehabíaterminadotrágicamenteparaelhermosoSilverStar y en forma tan inesperada para ella. Había vivido semanas de intensafelicidadmezcladaconagudosufrimiento,porquelaalegríaperfectadeestarconélseveíadisminuidaporelanheloapasionadodesuamor.Hastaloquela rodeabahabía adquiridounnuevo aspecto, porque su felicidad coloreabatodo.Ellujoorientaldelatiendaysumobiliarionoleparecíayateatral,sinoelmarco natural para elmagnífico ejemplar de virilidad que se rodeaba detodo un ambiente amado por los nativos. Pero ella nunca había podidodeterminarsieraparasatisfacersusgustosoparaimpresionarasussúbditos.Lasbellezasy los atractivosdeldesierto sehabíanmultiplicadocienveces.Los salvajes cabileños con sus costumbres primitivas y su fiereza, habíandejadodedisgustarla,ylavidalibreconsuejercicioconstanteysimplerutinaera cada vez más apreciada por ella. El campamento fue trasladado variasveces—siempre hacia el sur— y cada cambio había sido fuente demayorinterés.

Ydesdelanocheenquelahabíallevadodevueltahabíasidoamableconella;muchomásamabledeloquehubierapodidoimaginar.Nohabíavueltoareferirseasufugaoalamuertedelcaballoquetantovaloraba;enesohabíasidogeneroso.Terminadoelepisodionoqueríavolveramencionarlo.Peronohabíaenélnadamásqueamabilidad.Lapasiónqueasomabafrecuentementeen sus ojos oscuros no era el amor que ella ambicionaba, era solo el deseodespertadoporsufísicofueradelocomún,ysutotaldiferenciaconlasotrasmujeresquehabíanpasadoporsusmanos.Elrecuerdoperpetuodeesasotrasle producía siempre una vergüenza que solo era superada por su ardienteamor,yunosceloslocosquelatorturabancondudasytemores,undemoniosiemprepresentequelerecordabaelpasado,cuandonoeraellalaqueestabaensusbrazos,nisuslabioslosquerecibíansusbesos.Elconocimientodequelosbesosqueanhelabahabíansidocompartidosporlesautres,eraunaheridaabiertaquenoqueríacicatrizar.

Trató de no recordar el pasado. Sabía que era una tonta si esperaba laabstinencia de un monje en el fuerte y viril hombre del desierto. Y teníamiedodelporvenir.Loqueríaparaella sola,queríasuamorexclusivo,yelquefueraunárabeconinstintosorientaleslallenabacontinuamentedetemor,temordelfuturoenelcualnuncaseatrevíaapensar,temordequepasarasudeseotransitorio.Loamabatanapasionadamente,enformatancompleta,que

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fuera de él no existía nada. Era elmundo entero. Se entregaba a él alegre,triunfal,comodaría tambiénsuvidaporélsi fueranecesario.Perosehabíaobligado a ocultar el amor, a entregarse apáticamente a sus caricias, y aocultarelansiaquelaposeía.Teníamiedodequeeldescubrimientodequeella lo amabapudieraocasionar eldesastreque temía.En sumenteestabangrabadaslaspalabrasqueélempleóunavez:«Simeamasesmeaburriríasytendríaquedejartemarchar».

Yocultabacuidadosamentesusentimientodentrodelcorazón.Eradifícil,y le dolía ocultárselo y fingir indiferencia. Era difícil recordar que debíaaparentar repugnanciacuandoestabadeseandoentregarse sin reservas.Dejócaerelextremodelcigarrillodentrodelatazadecaféyvolvióunapágina,yalhacerlolevantóderepentelavista,dejandocaerlarevistaalsuelo.Cercade la tienda lamisma voz grave y vibrante de barítono estaba cantando lacancióndeamordeCachemira,quehabíaoídolaúltimanocheenBiskra.Sesentórígida,conunaexpresióndecrecienteextrañezaensusojos.

«ManospálidasqueaméjuntoalShaliman.¿Dóndeestáisahora?¿Quiényacebajovuestrohechizo?».

Lavozseaproximóyentróél,cantandoaún,yseacercóaella.«Manospálidas,deuñasrosadas»,cantóinclinándosedelantedeellayalzándolelosdedosasuslabios,peroellalosretiróviolentamenteantesdequelosbesara.

—¿Sabesinglés?—lepreguntó,dirigiéndoleunamiradaescrutadora.Élsetendióeneldiván,asulado.—¿Porquecantounacancióninglesa?—replicóenfrancés—.La,la!Una

vezenParísoíaunmuchachoespañolquecantabaCarmenyquenosabíaunapalabradefrancésfueradelapartitura.Lahabíaaprendidocomounloro,de la misma manera que yo aprendo tus canciones inglesas —añadiósonriendo.

Ellalocontemplómientrasencendíauncigarrilloyfrunciópensativalascejas.

—¿Fuiste tú el que cantabadelantedel hotel esanoche enBiskra?—lepreguntófinalmente,máscomoafirmaciónquecomopregunta.

—Unohacelocurasaveces,sobretodoconlalunallena—replicóélentonodebroma.

—¿Y fuiste tú el que entró enmi dormitorio y cambió las balas demirevólver?

La rodeó con su brazo, atrayéndola a su lado, y le alzó la cabeza parapodermirarlaalosojos.

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—¿Creesquehubierapermitidoqueotrapersonaentraraentuhabitacióndenoche?¿Yo,unárabe,cuandotequeríaparamí?

—¿Estabastanseguro?Serioélsuavemente,comosilaideadequealgunodesusplanespudiera

fracasar le divirtiera infinitamente, y la pasión latente ardió en sus ojososcuros. La atrajo con ansia, como si la proximidad de su cuerpo esbeltohubiera encendido el fuego que dormía en él. Ella resistió la presión de subrazo,desviandolacabeza.

—¿Siemprefría?—lereprochó—.Bésame,trocitodehielo.Ella ansiaba hacerlo, y casi le destrozaba el corazón perseverar en sus

esfuerzos por rechazarlo. Entonces sintió un deseo loco de decirle que loamaba, poner fin de una vez por todas al cúmulo de dudas y temores queestabanminandosusfuerzas,yatenersealasconsecuencias.Perolachispadeesperanza que vivía en su corazón le daba ánimo, y ahogó las palabrasardientesquepugnabanporsalir, forzandounaexpresiónde indiferenciaensusojosyungestoderebeldíaenloslabios.

Fruncióéllentamentelascejas.—¿Siempre desobediente? Dijiste que me obedecerías. Odio a los

ingleses,perocreíaquesupalabra…Lo interrumpió ella con un gesto rápido, y volviendo su cara hacia el

hombreporprimeravezlobesóvoluntariamente,rozandosumejilla tostadaconlabiosfríosyrápidos.Serioéldesdeñosamente.

—BonDieu!¿Elsolardientedeldesiertonotehaenseñadonadamejor?¿Hasaprendidotanpocodemí?¿Oesqueelclimavildetudetestablepaísteha helado tan completamente que nada puede derretirte? ¿O es que hay enInglaterraquientieneelpoderdetrocartedeestatuaenmujer?—añadiócontonoderabia.

Eldolorquelecausaronesaspalabrashizoqueellaseestrujaralasmanos.—Nohaynadie—murmuró—,peroyo…nosientoasí…—Serámejorqueaprendas—dijoélconvozronca—.Estoycansadode

tener un témpano enmis brazos—yestrechándola fuertemente le cubrió elrostrodebesosardientesyfuriosos.

Y por primera vez ella se le entregó totalmente, aferrándoseapasionadamente a él, y devolviéndole beso por beso con un abandonoabsolutodetodaresistencia.

Por fin la dejó ir, agitada y sin aliento, y se puso en pie de un salto,pasándoseunamanoporlosojos.

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—Te me subes a la cabeza, Diana —le dijo con una risa rabiosa, yencogiéndosedehombrossedirigióhaciaelarcóndondeguardabalasarmas,yabriéndolo,tomóunrevólveryempezóalimpiarlo.

Ellalomiróazorada.¿Quéhabíaqueridodecir?¿Cómopodíaconciliarloquehabíadicho con loque le había aconsejado antes? ¿Era completamenteincoherente? ¿Quería, después de todo, tener la satisfacción de saber quehabía logrado hacerse amar por ella; de disfrutar del poder que tenía sobreella?¿Leinteresabatorturarsucorazónconunrefinamientodecrueldadquetomabatodosindarnada?¿Queríaverlaarrastrarseabyectamenteasuspiesparatenerelplacerderechazarladespectivo,odeseabasimplementequesussentidosrespondieranasuardientetemperamentooriental?

Sintióquesurostrosecubríadevergüenzayrubor.Conocíalanaturalezaardiente que se ocultaba bajo el rostro impasible y sabía el control que seimponíaasímismo,sabíatambiénqueesedominiopodíaquebrarseenformaabrupta.No era fácil gobernar a sus salvajes súbditos, y comprendíaque eldescansoquebuscabadentrodesu tiendasignificabaparaélmásde loquejamásadmitiría,talvezmásdeloqueélmismosabía.Elodioyeldesdénconque ella lo había rechazado, lo habían provocado y divertido, pero a vecestambiénlohabíanirritado.

Era muy humano, y debió haber momentos en que preferiría unacompañera voluntaria antes que una prisionera rebelde. Se le escapó unsuspiro al mirarlo. Era tan fuerte, tan vigoroso, tan intensamente lleno devida.Ibaasermuydifícilanticiparseasuscaprichosysometerseasuhumor.Volvióasuspirar.Si tansolopudierahacerlofelizyconservarloasí.Setiródelossueltosrizosconlascejasfruncidas,ungestoqueeraunrecuerdodesusdíasdeniñez,cuandosolía tirarse frenéticamentedesus rubioscabelloscadavezquequeríasolucionaralgunadificultadinfantil.

Derepentesepusoderodillassobreloscojinesdeldiván.—¿Por qué odias tanto a los ingleses, monseñor?—Desde hacía algún

tiempo había adoptado casi inconscientemente la forma en que hablabaGastón;confrecuenciaeraincómodonodarleunnombre,ynoqueríadarleelsuyo;eltítulolesentaba.

Alzó él la vista de su trabajo y, juntando las piezas, las llevó hasta eldiván.

—Enciéndemeuncigarrillo,chérie, tengolasmanosocupadas—ledijo,sincontestarasupregunta.

Obedecióellaconunarisita.—Nomehascontestado.

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Continuó él puliendo la pequeña arma en susmanos durante un tiempoantesdehablar.

—MapetiteDiana,tuslabiossondeunrojoadorableytuvozesmúsicaenmisoídos,peroyoodiolaspreguntas.Meaburrenhastalaexasperación—dijoporfinyempezóatarareardenuevolacancióndeamordeCachemira.

Loconocíaelladesobraparasaberquenotodaslaspreguntasleaburrían,sinoquedebíahabertocadoalgúnpuntorelacionadoconunpasadoignoradoporellayque loafectaba,yparaprobarqueestabaen locierto lehizootrapregunta.

—¿Porquécantas?Nuncatehabíaoídocantarhastaahora.Éllamiróconunasonrisadivertidaantesutenacidad.

—¡Curiosa!Cantoporqueestoycontento.Porquevienemimejoramigo.—¡Tuamigo!—Sí,¡porAlá!Elmejoramigoquejamástuvounhombre.RaouldeSaint

Hubert.Dirigió ella una mirada a la biblioteca con un gesto de la cabeza y él

asintió.—¿Vieneaquí?—preguntóella,convozenlaquesenotabalaimpresión

quelehabíacausadolanoticia.Fruncióéllascejas,molestoporsutono.—¿Porquéno?—dijosecamente.—Por nada —murmuró ella, volviendo a hundirse entre los cojines y

recogiendolarevistadelsuelo.Lallegadadeunextraño—uneuropeo—eraunasorpresa,perosabíaqueelsheikteníalosojospuestosenellaydecidiónodarmuestradesentimientoalgunoensupresencia—.¿Aquéhoraestaráslisto para salir a caballo?—le preguntó con tono indiferente, simulandounbostezo,mientrashojeabalarevista.

—Hoynopuedosalircontigo.VoyaesperaraRaouldeSaintHubert.Sucorreollegóhacesolounahora.Hacedosañosquenoloveo.

Diana se levantó del diván y fue hasta la entrada. Un destacamento loesperabaya,y juntoa la tiendaShaitanestabamordiendoycorcoveandoenlas manos de los peones. Miró de mal talante las orejas chatas y los ojoschispeantes del hermoso y salvaje animal. Lo habría montado sin temor siAhmed se lo hubiera permitido, pero se sentía nerviosa cada vez que elhombre lomontaba. Solamente él podía dominarlo, pero aunque sabía queteníauncontrolperfectosobreelcaballo,nuncadesechabaesasensacióndenerviosismo, una sensación que la antiguaDiana jamás experimentó, y quehoylaimpulsabaadesearquefueracualquierotrocaballomenosShaitanelqueloesperaba.

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Volviódespacioalladodelárabe.—Meva a doler la cabeza simequedo adentro todo el día. ¿Nopuede

acompañarmeGastón?—le preguntó temerosa, sin atreverse amirarlo a lacara. No le había permitido montar a caballo más que con él desde sutentativadefuga,ylasvecesquehabíatratadodesugerirlequelepermitierareanudarsussalidasconelvalethabíarecibidounaprontanegativa.Vacilóélahora, y Diana, temiendo que fuera a negarse de nuevo, levantó lamiradatímidamente—.Porfavor,monseñor—murmuróconhumildad.

Ahmedlamiróunmomentocongestomásadustoquedecostumbre.—¿Vasaescapartedenuevo?—lepreguntósecamente.Selellenaronlos

ojosdelágrimasyvolviólacabezaparaesconderlas.—No,nomeescaparéotravez—dijo,envozmuybaja.—Muy bien, se lo diré. Estará encantado, le bonGastón. Es tu esclavo

fiel,apesardetujugarreta.Tieneunhermosocarácter,lepauvrediable.Noesunárabe,¿eh,pequeñaDiana?—lasonrisaburlonahabíavueltoasusojosallevantarlelacabezaconsuhabitualmodoimperioso.Luego,conrepentinaseriedad, le tendió el revólver que había estado limpiando—. Quiero quellevesestosiempre.IbrahimOmarandaaúnporlasvecindades.

—Pero…—balbuceóella,mirándoloextrañada.Comprendióélloquelamujerpensaba,yseinclinódándoleunbeso.—Confíoenti—ledijoconvoztranquilaysalió.Losiguióellahastala

puerta,conel revólveren lamano,y loviomontaryalejarse.Eraun jinetesoberbio y sus ojos brillaban al contemplarlo.Volvió a entrar en la tienda,pusoelrevólverenlafundaqueélhabíadejadoenuntaburete,ytomándolo,juntoconlanoveladeSaintHubertquehabíasacadodelabiblioteca,bajoelbrazo,entróeneldormitorio,llamandoaZilahparaquelaayudaraaquitarseeltrajedemontar.Luego,searrojósobreellechoparapasarcómodamentelamañanaytratardeimaginarsealautorporellibroquehabíaescrito.

Loodiabaporanticipado;teníacelosdeélydesullegada.Laternuraquerepentinamentehabíademostradoelsheikhizonacerenellaunaesperanzaenlaqueapenas se atrevía apensar. ¿No seríaposiblequeelpoderquehabíaejercido sobre otros hombres lo comenzara a sentir sobre él, a pesar de losmesesenquehabíasidoindiferenteatodocuantonofueralasimpleatracciónfísicaque ella ejercía? ¿No sería posible quede esa atracción surgiera algomáselevadoymejorqueeldeseoprimitivoquehabíadespertado?Apesardeseroriental,¿noseríacapazdeunafectoprofundoyduradero?Podríahaberllegadoaamarlasinohubieravenidounainfluenciaextrañaainterrumpirlarutinaenquesehabíaconvertidotaníntimamenteunapartedesuvida.Esos

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otros episodios a losquehabía aludidode forma tan ligera fueroncosasdedíasosemanas,ynodemesescomoconella.

Podría haber llegado a quererla de no haber sido por la llegada de estefrancés.ArrojóellibrodeSaintHubertalotroextremodelahabitaciónenunaccesoderabiafemeninayescondiólacabezaentrelasmanos.Debíadeserodioso…,¡unegoístaafectadoyvanidoso!Habíaconocidoavariosescritoresfranceses, y lo imaginaba despectivamente. Sus libros eran sin dudainteresantes. Tanto peor sería proporcionalmente jactancioso. La novelarevelabaun temperamentoapasionadoyemotivoqueprometíacomplicar lasituación si se dignaba mirarla favorablemente. Solo el pensarlo la hacíaestremecerse.Yeraevidentequeibaaverla;elsheiknohabíadadoórdenesensentidocontrario.No ibaaser igualqueenelcasodelviajeroholandés,cuando las órdenes perentorias deAhmedBenHassan le habían hecho verque pertenecía a un árabe, y había experimentado por primera vez lasensacióndeunamujermantenidaenreclusión.

Lasemocionesde lamañanay ladesilusióndelproyectadopaseo, juntoconeldesalientoproducidoporelinesperadovisitante,sehabíancombinadoparaagitarlafuertemente,produciéndoleunestadofebrildetorturamentaleinfelicidad. Terminó durmiéndose durante varias horas. Zilah la despertótocándola tímidamente en el brazo y le anunció el almuerzo. Diana seincorporó,frotándoselosojos,acaloradayadormiladaaún.Sequedómirandounmomento sin comprender a lamuchacha árabe, y luego la hizo retirarseimperiosamente y sepultó la cabeza en la almohada nuevamente. ¡Elalmuerzo,cuandoseleestabadestrozandoelcorazón!

Teniendo en cuenta al representante de su señor, a quien miraba contemor,ZilahsequedóconunainsistenciatímidahastaqueDianaseincorporóiracundayleordenóretirarseconuntonodevozquenuncahabíausadoconlapequeñasirvienta.Zilahhuyóprecipitadamente,yyadespierta,Dianapusolos pies en el suelo y con los codos sobre las rodillas descansó la frenteacalorada sobre lasmanos. Se sentíamareada, le dolía la cabeza y tenía labocareseca.Selevantócondesgano,ydirigiéndosealamesatocador,estudiósurostroenelespejoyfruncióelceñoalverla imagenreflejada.Nuncasehabía sentido orgullosa de su belleza; le había parecido una cosa sintrascendencia,yahoraquenohabíapodidodespertarelamorquequeríaenAhmedBenHassan,casilaodiaba.

«¿Vasatenerfiebreoestássimplementedemalhumor?»,sepreguntóenvoz alta, y el sonidode suvoz la hizo reír a pesar de la pesadumbre en sucorazón.Fuealbañoyseempapóelrostroconaguafría.Cuandovolvió,una

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Zilahatemorizadaestabacolocandounapequeñafuentesobreunamesacontapadebroncealladodellecho.

—Monsieur Gastón —balbuceó, casi llorando. Diana miró la bandejaarregladaconelcuidadocaracterísticodelvalet francésy luegoal relojqueestabaen lamesaal ladodeella.Sediocuentaqueeraunahoramás tardeque la acostumbrada para el almuerzo y que después de todo tenía muchoapetito.SumiradafueatraídaporuntrozodepapelquehabíaenlabandejaytomándololeyóloescritoconlaletraclarayminúsculadeGastón:

«¿Aquéhoradeseasaliracaballomadame?».El sirviente, evidentemente, no tenía la intención de abandonar el

programade la tardesin luchar.Sonrióellaalponerunacifraal finalde lanotayfuehastalacortinaqueseparabalashabitaciones.

—¡Gastón!—llamó.—¡Madame!Lepasóelpapelensilencioatravésdelacortinayvolvióasualmuerzo.

Cuando hizo retirarse a Zilah con la bandeja vacía recogió el libro delvizcondedeSaintHubertdelsuelo,adondelohabíaarrojadoytratódeleerlodesapasionadamente.Volvió a la página del título y estudió atentamente ladedicatoriaescritaa lápiz:SouvenirdeRaoul.Noparecía laescrituradeunhombre de espíritu estrecho; pero los rasgos caligráficos no querían decirnada, alegó ella obstinadamente para sí. Aubrey, que era la esencia delegoísmo,teníaunahermosaletra,yunavezunexpertoledijoquesuescrituradenotabaunamorgenerosoporsussemejantes,unadeducciónquenohabíadespertadoningúnentusiasmoenelbaronetyhabíahechoreíracarcajadasasuhermana.

Volvió las páginas leyendo una que otra frase, olvidando finalmente alautorinteresadaporellibro.Eraunrelatomaravillosodelamorylafidelidaddeunhombre,yDianalodejó,porúltimo,aunladoconunamargosuspiro.Esascosaspasabanasísoloen los libros.En lavidarealsucedíanenformamuydiferente.Miróalrededordelahabitaciónconexpresióndedolorenlosojos, a lamezcla de sus cosas y las deAhmed: los artículos de la toilette,confundidos con los cepillos y navajas de afeitar en lamesa de tocador, yluego a la almohada junto a la suya donde descansaba su cabeza todas lasnoches. Se inclinó y la besó con la respiración entrecortada. «Ahmed. ¡Oh,monseñor!», murmuró tiernamente. Luego, sacudiendo con impaciencia lacabezaseincorporóycalzólasbotasdemontar.Seencajóhastaloshombrosunsombreroblandodefieltroyrecogióelrevólverquelehabíadadoelsheik.

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Quedóunmomentomirándolo,conunasonrisapeculiar,antesdeceñírseloasufinacintura.

ElrostrodeGastónseiluminóconverdaderoplacercuandoseaproximóalos caballos. Había experimentado un embarazomomentáneo al salir de latienda,pensandoenlaúltimavezquehabíagalopadoconél,perosabíadesdeelmomento en que había vuelto aquella noche que no le guardaba ningúnresentimiento, y la expresión de sumirada, y las palabras que balbuceó alsheikindicaronqueeltemorquehabíaexperimentadoporellanohabíasidopor lo que pudiera haberle ocurrido en el desierto, sino por lo que podríasucederleenlasmanosdesuamo.

El caballo que montaba ahora era completamente blanco, no tan velozcomoSilverStarymuymañero.Le llamabanelBailarín,por sucostumbrenerviosa de bailar sobre las patas traseras al arrancar y detenerse, como uncaballodecirco.Eradifícildemontar,yseapartóaltratarDianadeponerelpieenelestribo.PeroellaconsiguiósubirporfinyparacuandoelBailarínterminósuexhibicióndehauteécole,Gastónestabamontadotambién.

—Despuésdemontarestecaballome tengoconfianzaparaentrarenunconcursohípico—dijoellariéndose,ytocóalanimalconlostalones.

Primordialmentenecesitabaellaejercicio,unduroejercicio físicoque lacansara y ocupara sumente impidiéndole pensar, y el caballo quemontaballenaba ambas necesidades. Tenía que vigilarlo todo el tiempo. Lo puso agalopeyelairejuntoalmovimientohicieronquesedesvanecierasudolordecabeza,yunaespeciedejúbiloseapoderódesuser,haciéndolasentirsecasifeliz. Al cabo de un rato frenó la bestia e hizo señas a Gastón de que seaproximara.

—Háblame de ese vizconde deSaintHubert que llega. Supongo que loconoces,habiendoestadotantotiempoconmonseñor.

Gastónsonrió.—Lo he conocido antes que a monseñor. Yo nací en la propiedad del

señor conde de Saint Hubert, el padre del señor vizconde. Mi hermanomellizo,Henriyyoentramosenelstuddelseñorconde,ydespuésdehaberservidoenlacaballería,Henriseempleócomovaletdelseñorvizcondeyyomeempleéconmonseñor.

Dianasequitóelsombreroysesecólafrentepensativa.QuinceañosatrásAhmeddebíadetenerunosveinte.¿Porquéunjefeárabedeesaedad,odecualquieredad,sepermitíaunaanomalíatalcomounvaletfrancés,otambiénporquéunvaletfrancésentrabaalserviciodeunsheikárabeexiliándoseeneldesierto?Encualquiersentidoquesevierasurgíaelmisteriodelhombrea

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quiénamaba.Empezóapensarenuncírculovicioso…,porquéteníaelsheikunsirvienteeuropeooporquéno,hastadesistirenimpotenteconfusión.

Se volvió aGastón, con la intención de hacerlemás preguntas sobre elvisitantey,manteniendoaBailaríntodoloquietoquepodía,quedómirandoalvaletcon losojosmuyabiertosyexpresión interrogante,abanicándoseelrostro acaloradoconel sombrero.Gastón, cuyocaballopermanecía inmóvilcomounaroca,sesecabalafrente.Dianadecidiónohacerlemáspreguntas.El francés naturalmente, sería completamente parcial al haber nacido ycrecido a la sombra de la familia, y después de todo prefería juzgar por símismaalvisitante.Solosepermitióotrapregunta:

—¿LafamiliadeSaintHubertesdelaantiguaolanuevanobleza?—De laantigua,madame—replicóGastóncon rapidez.Dianahizoque

sunerviosacabalgadurasepusieraalladodesucompañero.Mástranquila,yponiendo sus riendas y el sombrero en manos de Gastón, desmontó y fuecaminando un corto trecho hasta la cima de una pequeña prominencia. Sesentó en lo alto, dando la espalda a los caballos, y con las manos en lasrodillas.Todoloquelallegadadeestehombredesconocidosignificabaparaellavinodegolpea sumente.Eraevidente,unhombreque semovíaenelmundo, sumundo, ya que aparentemente viajabamucho y su padre era losuficientemente rico para sostener un stud de caballos de carreras comodistracción, y que pertenecía a la clase cada vezmás reducida deanciennenoblesse.

¿Cómo podía soportar encontrarse con uno de su misma clase en lasituaciónqueestaba?¿Ellaquehabíasido laorgullosaDianaMayoyahoraera…laqueridadeunsheikárabe?Ocultóelrostroentresusrodillasconunestremecimiento.Lapruebaque leesperaba laheríaenelcorazóncomounpuñal.ElorgulloqueaúnnohabíamatadoAhmedBenHassansesublevóylallenó de humillación y vergüenza, la vergüenza que aún quemaba su almacomounhierrocandente,deformatalquehabíamomentosenquenopodíasoportarnilapresenciadelhombrequelahabíaconvertidoenlaqueera,yapesar de lo que le amaba, pretextando tener fiebre, rogaba ser dejada sola.Ciertoesqueélnuncaaccedíaaestosruegos,sinoquelaatraíaasuladoconunarisaburlonaqueaúnteníaelpoderdeherirla.

Laideadeloqueseríaparaellaconocerasuamigoprobablementenosele había ocurrido, o, de haber sido así, no le habría causado ningunaimpresiónylahabíadesechadocomonegligente.

Eracuestióndepuntosdevista,pensóellamelancólicamente;elpuntodevista desde el cuál él miraba las cosas difería fundamentalmente del suyo;

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racial y temperamentalmente estaban en mundos apartes. Para él ella erasolamentelamujertenidaencautiverio,unacosasinimportancia.

Siguiósentadasinmoverseduranteunrato,conlacaraoculta,hastaqueunatosdiscretadeGastónleadvirtióqueeltiempovolaba.Volviólentamentehacialoscaballosconlacarapálidayloslabiosapretados.Tuvoladificultadhabitualparamontar,ysusnerviosen tensiónlehicieronimpacientarseconlasmañas de Bailarín, y frenarlo de un golpe, haciendo que se encabritarapeligrosamente.

—Cuidado,madame—gritóGastón,contonodeadvertencia.—Es a quién…, ¿a mí o al caballo de monseñor? —replicó ella con

amargura, e ignorando su sombrero, que Gastón le ofrecía con mirada dereproche, espoleó violentamente al caballo, haciéndolo partir a galopetendido.Habíaquepasarelmaltrago,asíquecuantoantesmejor.YdetrásdeellaGastón,porprimeravezensus largosañosdeservicio,maldijoalamoporelcualhubieradadolavidaalegremente.

Los nervios del caballo, como los suyos, estaban a punto de estallar ytiraba con violencia, oscureciéndose su cuello satinado con el sudor.Dianatenía que recurrir a toda su habilidad para dominarlo y empezó a pensar sicuando llegaran al campamento podría detenerlo. Llegó a lo alto de unaondulación que estaba a poca distancia de las tiendas y, con aprensión, diounavuelta a las riendaspara evitar que se le deslizaran entre los dedos.Alacercarsevioalsheikdepie,fueradelatienda,conunhombrealtoydelgadoa su lado.Solopudoecharunaojeadaaunoscabellososcurosycrespos,yuna barba corta, al pasar a todo galope sin poder contener aBailarín. Perojusto después de cruzar la tienda, con las riendas cortándole la mano,consiguióhacerledarvuelta.

Unpar de peones, saltaron a la cabeza del caballo, pero a causa de sustácticas peculiares no lo alcanzaron, y empezó a corcovear a su gusto, congran rabia de Diana, hasta que cesó de divertirse y se dejó agarrar. Lamuchachanohabíahechonadaporcontenerlounavezqueconsiguióhacerledarvuelta.Sielcaballoqueríaportarsecomoloco,ellanoestabadispuestaaparecer ridícula luchando con él cuando sabía que era inútil. Resoplaba ycaracoleabaenmanosdelospeonesy,soltandolasbridas,Dianasequitólosguantes y quedó sentada un momento frotándose las manos. Enseguida seadelantó Ahmed y ella se deslizó a tierra. Antes de mirarlo se volvió yagarrandolacabezadeBailarín,logolpeóirritadaenlanarizconsusgruesosguantesdemontarycontemplócómolollevaban,dandosaltosyprotestando,

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tironeando nerviosamente de las riendas, hasta que la voz de Ahmed BenHassanlahizovolverse.

—Diana,elvizcondedeSaintHubertesperasertepresentado.Se irguió ella y el color que había invadido sus mejillas volvió a

desvanecerse.Lentamentealzólavistahaciaelhombrequeestabadelantedeella y su mirada se encontró con los ojos más comprensivos que jamáshubieran visto los suyos. La mirada se mantuvo solo durante un instante;enseguidaélseinclinóconunmurmulloconvencionalapenasperceptible.

Susilenciolediovalor.—Señor—dijoconfrialdadenrespuestaasusaludo,yluegosevolvióal

sheik sin volver a mirarlo—, Bailarín se ha portado abominablemente.¡Gastón,misombrero,porfavor!Gracias—ydesapareciódentrodelatiendasinvolveramiraranadie.

Era tarde,perosedemoróenelbañoysepusodemalaganaelvestidoverdequepreferíaelsheik;unaconcesiónporlacualsedespreciaba.Teníaenlasmanoselcollardejadecuandoentróél.

Lahizovolverseconaspereza, tomándolapor loshombros,y lapresiónimplacabledesusdedosfueindiciosuficiente,sinlaexpresiónsombríadesucara,dequeestabairritado.

—Noeresmuycordialconmiinvitado—ledijo.—¿Esnecesarioquelaesclavaseacordialconlosamigosdesuamo?—

replicóellaconvozahogada.—Loquesenecesitaesobedienciaamisdeseos—dijoélconaspereza.—¿Yestudeseoqueagradeaestefrancés?—Loes.—Siyofueraunamujerdeturaza…—empezóellaamargamente,peroél

lainterrumpió.—Sifuerasunamujerdemipropiarazanohabríadiscusión—dijoélcon

frialdad—.No serías para los ojos de ningún otro hombre, salvo losmíos.Pero como no lo eres…—se interrumpió con un gesto enigmático de sucabeza.

—Comonolosoyeresmenosmisericordiosoquesi lofuera—exclamóelladolorida—.Casidesearíaserunamujerárabe.

—Lodudo—dijoélceñudo—.Difícilmenteseríadetuagradolavidadeunamujerárabe.Enseñamosobedienciaanuestrasmujeresconellátigo.

—¿Por qué has cambiado así desde esta mañana —murmuró ella—,cuandomedijistequenoconfiabasenningúnotroparasubiramibalcóndel

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hotelfueradeti?¿Noerestanárabeahoracomoentonces?¿Mehevueltodetanpocovalorparatiqueyanisiquieraestásceloso?

—Puedoconfiarenmiamigoy…nomepropongocompartirteconél—dijobrutalmente.

Seencogióellacomosilahubieragolpeadoyescondióelrostroentrelasmanos con un grito ahogado. Sus dedos la tomaron cruelmente de loshombros.

—¿Harásloquequiera?—Poreltonodesuvoznoeraunapreguntasinounaorden.

—Nopuedohacerotracosa—murmuróelladébilmente.Dejócaeréllosbrazosysevolvióparasalirdelahabitación,perolajovenlodetuvo.

—¡Monseñor!¿Notienescompasión?¿Noquieresevitarmeestaprueba?Hizoélungestonegativo.

—Estásexagerando—dijoconimpaciencia,apartándolelamano.—Siquisierassercompasivoestavez…—lerogóellasinaliento,peroél

lainterrumpiósecamenteconunfuriosojuramento.—¿Sí?—repitió—.¿Quieresponermecondiciones?¿Tequeda tantopor

aprenderaún?Lo miró con un suspiro fatigado. El cambio de talante que se había

propuestovigilarsiempresehabíaproducidorepentinamenteenélylahabíatomado desprevenida. La amabilidad de lamañana se había desvanecido yvolvió a convertirse en el déspota tiránico y arbitrario de dosmeses atrás.Comprendía que tenía la culpa. Lo conocía sobradamente. No tolerabaninguna contrariedad a sus deseos.Había aprendido lo fútil de enfrentar suvoluntad con la de él. Era el amo en ese campamento cuyas órdenes, pordifícilesquefueran,debíansercumplidas.

Laatencióndelhombre sehabía concentradoenunauñaquebraday sevolvió a la mesa tocador buscando una lima. Lo siguió ella con la miradacontemplándolo mientras se arreglaba cuidadosamente el desperfecto.Muchasveces,entrelasmuchascosasqueladesorientaban,habíapensadoenel cuidadominuciosode susbien atendidasmanos.La luzde la lámpara ledaba de lleno en la cara, y sintió un dolor sordo en el corazón almirarlo.Exigía una obediencia implícita y solo unas horas antes había resuelto ellasometersesinreservas,habiendofalladoenelprimerintento.

Lapruebaqueélprecisabadesuobedienciaeradura,ylaviolentaba,peroeramuchomásduroverlaexpresióndeiraquehabíaprovocadoenelrostrodelhombreaquienamaba.Durantedosmesesdelocafelicidadhabíaestadoausente el gesto ceñudoque aprendió a temeryno sehabíadirigido contra

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ella.Losojosardientessololahabíanmiradoconbondadodiversión.Podíasoportarlo todo menos que continuara su desagrado. Ningún sacrificio erademasiadograndepara lograr su perdón.Nopodía soportar su ira.Ansiabatandesesperadamente la felicidad,y lo amabaen forma tanapasionada, tancompleta, que de buen grado cedía totalmente ante su voluntad. Si solopudiera volver a tener al hombre de las últimas semanas, si no lo hubierairritado demasiado. Estaba postrada a sus pies, totalmente domada por fin,todasuvoluntadaltivayfieraabsorbidaporelamorquelaconsumíaconunaintensidad atormentadora. El amor era un amargo dolor, una tortura casiinsoportable, una felicidad que se burlaba de ella con su vaciedad, unadesolaciónquelaatormentabaconvisionesdeloquehubierapodidoser.Fuedespacioasuladoyélsevolvióenformaabrupta.

—¿Ybien?—Suvozeraduraeinflexible,ysusojosrelucíancomolosdeuntigre.

Ellaapretólosdientesparacontenerelantiguotemorquelaparalizaba.—Haréloquequieras.Harétodoloquequieras,perosébuenoconmigo,

Ahmed—murmurótitubeando.Nuncalohabíallamadoporsunombrehastaentonces;nisiquierasehabía

dado cuenta de que lo había hecho, pero al oírlo una expresión curiosa sedibujóenelrostrodeél,ylaatrajoasusbrazosconmanostanacariciadorascomocrueleshabíansidoantes.

Elladejóquelealzaralacarahastalasuyaymiróconvalentíasusojosescrutadores. Reteniendo su mirada con la fascinación que podía ejercercuando él quería, leyó en el rostro de Diana su entrega definitiva, ycomprendió que al mismo tiempo que le había gustado retenerla, la habíaamoldadoenteramenteasuvoluntad.Unaexpresiónextrañaasomóasusojosmientraslarecorríalentamenteconlamirada.Parecíaunfrágilmimbreensusbrazos,quepodíaaplastarsinesfuerzo,ysinembargo,durantecuatromesesle había resistido, haciendo frente a su voluntad con un valor que lo habíaadmirado a pesar de exasperarlo. Sabía que le temía, había visto asomar elterror a sus ojos en losmomentos en que luchabamás. Su resistencia y suodio,quelohabíanpicadoporcontrasteconlaadulaciónrastreraaquehabíaestadoacostumbradoyquelehartabahastalasaciedad,habíanprovocadoenél la resolución fija de llegar a dominarla.Antes de que se cansara de ellatendría que someterse totalmente a su voluntad. Y esta noche sabía que lalucha había concluido, que nunca más volvería a oponérsele, que en susmanos era ahora barro para moldearlo como quisiera. Y la convicción dehaber ganado no le producía una sensación de triunfo; en su lugar, un

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sentimientovagoeindefinidodeirritaciónseapoderódeél,haciéndolojurarentredientes.Lasatisfacciónquehabíaesperadoconsutriunfonoexistía,yel inesperadodescontentoque lehabía invadidoparecía inexplicable.No lopodíacomprender,yvolvióamirarla conundejode impaciencia.Eramuyhermosa,pensó,conunaextrañaynuevaapreciacióndelabellezadequesehabíaapropiado,ymuyfemeninaconel suaveyajustadovestidoverde.Lafigura esbelta y adolescente que cabalgaba con él tenía un encanto propio,peroera lamujer laquehacía circular tempestuosamente la sangre ardienteporsusvenasylatirsucorazóncomolatíaenesemomento.Susojososcurosse detuvieron unmomento en sus dorados rizos, en los ojos sombreados eimplorantesyenelcuellodesnudo,sorprendentementeblancocontraelverdejadedelvestido.Enseguidalaapartódesulado.

—Bien —dijo suavemente—, depéche-toi. Ella lo contempló, mientraspasabaentrelascortinas,conunlargoytrémulosuspiro.Estabapagandounprecio alto por su felicidad, pero hubiera pagado de buen grado uno máselevado. Nada importaba ahora que ya no estaba irritado. Sabía lo quesignificaba su sumisión total; era el fin de toda individualidad, unaabnegacióncompleta,unaentregaabsoluta a susdeseos, sus caprichosy sugenio.Yestabacontentadequefueraasí,suamorestabadispuesto^soportartodoloqueélleexigiera.Nadaquepudierahacerpodríaalterareso,ynadaharía que confesara su amor. Se lo había ocultado y continuaríaocultándoselo… costara lo que costara. Aunque él no la amaba, aún ladeseaba;lohabíaleídoensusojoshacíacincominutos,ysesentíafelizconeso.

Derepentemiróhaciaelespejoysedesnudóloshombros.Observó,conunamueca, lasmarcas de sus dedos sobre la piel delicada, luego cerró losojos conun ligero suspiroyocultóprecipitadamente el brazomarcado, conlos labios temblorosos. Pero no lo censuraba, ella había tenido la culpa;conocíasugenioyélnosedabacuentadesufuerza.

—Si me matara no podría matar mi amor—murmuró con una sonrisalastimosa.

Loshombreslaestabanesperandoyconunmurmullodedisculpaporsuretrasoocupósulugar.Elsheikysuinvitadoreanudaronlaconversaciónquesu entrada había interrumpido. Reinaba la mayor confusión en lospensamientos de Diana. Se sentía como si estuviera en un sueño loco,imposible.Unsheikárabe,unexploradorfrancésyellahaciendodedueñadecasa convencional enmedio de la falta de convenciónmás irregular.Miróalrededordelatiendaquesehabíavueltotanfamiliar,tanquerida.Leparecía

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diferenteestanoche,comosi la llegadadelextrañohubiera introducidounaatmósfera distinta. Se había acostumbrado tanto a la rutina impuesta, quehastaelsirvientedelvizcondedepie,detrásdesuamo,leparecíaextraño.Elparecidodelhombreconsuhermanomellizoeranotable,laúnicadiferenciaeraquemientrasGastón tenía lacaraafeitada,el labio superiordeHenri loadornaba un bigote oscuro bien recortado. El servicio era como siempreperfecto,rápidoysilencioso.

Miró disimuladamente al sheik. Había en su rostro una expresión quenunca había visto, y en su voz se escuchaba alguna inflexión diferente,inclusodel tonoquehabíaoído cuandovolvióGastón lanochede su fuga.Aquelhabíasidoelalivioyelafectodeunhombrehaciaunsirvientevalioso.Este era el profundo afecto de un hombre al amigo escogido, el amor quesobrepasabaalamorporlasmujeres.Yloscelosquehabíaexperimentadoporlamañanaaumentaron incontrolablemente.Miró al francésque concentrabatoda su atención, pero en su rostro pálido e inteligente, semioculto por labarba,novioseñalesdelegoístavanidosoyfatuoquehabíaimaginado,ysuvoz,tangravecomolademonseñor,peromásanimada,noeralavozdeunhombre exageradamente satisfecho o pagado de sí mismo. Al mirarlo, susojos se encontraron con los de él.Una sonrisa extraordinariamente dulce yalgomelancólicailuminósurostro.

—¿Puedo permitirme admirar las dotes de equitación de madame? —preguntóhaciendounaligerainclinación.

Dianase ruborizó ligeramentey retorciónerviosaelcollarde jadeentresusdedos.

—Nofuenada—dijoconunasonrisatímidaqueleprovocó,apesarsuyo,el individuosimpático—.Bailarín solohacediabluras,peronoconmaldad.Perohayquesujetarsefuerte.Hubierasidohumillanteprecipitarmealospiesde un extraño. Monseñor no hubiera aprobado esa concesión a laspeculiaridadesdeBailarín.Esunaeducaciónmontarsuscorceles,caballero.

—Es un esfuerzo para los nervios cabalgar junto a algunos de ellos—observóelvizconde.

Diana se rio divertida. El hombre cuya llegada había odiado estabafacilitándoleenormementelaterribleprueba.

—Simpatizoconusted.¿SeportómuymalShaitan?—SielseñordeSaintHubertestá tratandodesugerirtequesufrede los

nervios, Diana —interrumpió el sheik, con una carcajada—, no te dejesengañar.Noloconoces.

SaintHubertsevolvióaélconunasonrisa.

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—Et toi, Ahmed, ¿eh? ¿Recuerdas…?—Y se sumergió en una ola dereminiscenciasqueduróhastaelfinaldelacomida.

El vizconde había traído un montón de diarios y revistas, y Diana seacurrucóeneldivánconunoscuantos,ávidadenoticias,peroalirleyendo,su interés fue desvaneciéndose. Después de cuatro meses de completoaislamientoeradifícilretomarloshilosdelosacontecimientosrecientes, lasalusioneseran incomprensiblesy las controversiasparecíanno tenerobjeto.Lossucesosdelmundoresultabaninsignificantesalladodelagranaventuraque la arrastraba irresistiblemente, cuyo fin no podía ver y en el que no seatrevíaapensar.Lospusoaun ladodescuidadamenteyconservósobre susrodillassolounarevistaquelesirviódepretextoparasusilencio.

AlentrarGastónconelcafé,elvizcondeloacogióconunaalegrerisa.—¡Enfin,Gastón,despuésdedosañoselnéctardelosdiosesdenuevo!

Entremiscosashayunamáquinanuevaparati,monami,siemprequehayasobrevivido al embalaje deHenri—tomó una taza de café paraDiana y lapusoenuntaburetealladodeella.

—Ahmedseenvanecedequevengoaverloaél,madame.Nadadeeso.VengoatomarelcafédeGastón.Sehavueltoproverbialesainfusión.Cadavezquevengoloproveodeunnuevoaparatoparahacerlo.Elúltimoesunamaravilladeingenio.Perdóneme,voyatomarloconlareverenciaqueinspira.Esunrito,madame,ynounasatisfaccióngastronómica.

Unavezmás losojoscomprensivosmirarondirectamentea lossuyos,ysu rostro se cubrióde rubormientras inclinaba la cabezadenuevo sobre larevista.Sabíainstintivamentequeestabatratandodeayudarla,diciendocosasbanales con un tacto que ignoraba su situación equívoca. Le estabaagradecida,perohastasucaballerosidadlahería.Loobservóentresusespesaspestañas mientras volvía a sentarse al lado del sheik, rechazando loscigarrillos que le mostraba su anfitrión con un gesto de disgusto y unaalusión,enbroma,aun«paladarpervertido»,mientrasbuscabalossuyos.Elodio que había estado dispuesta a ofrecerle se había extinguido durante lacomida; solo quedaban los celos, y aún estos habían perdido su intensidadprimeraparatrocarseenunaenvidiaquehizosubirunsollozoasugarganta.Le envidiaba la luz que hacía brillar en los ojos oscuros del árabe, leenvidiabalaentonacióndelavozgraveypausadaquehacíasurgirenquienamaba.Volviósusojosalsheik.Estabarecostadoenelasiento,conlasmanoscruzadasdetrásdelanuca,hablandoconuncigarrilloenloslabios.Suactitudhaciasuamigoeuropeoeraladeunigual,elacentoaltaneroeimperiosoquese notaba cuando se dirigía a sus súbditos había desaparecido, y una

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contradicción categórica de Saint Hubert solo provocó una carcajada y ungestodeasentimiento.

Mientrashablabansentados,elcontrasteentreamboshombressemarcabafuertemente.Alladodelafiguradelgadayenjutaylacarapálidadelfrancés,que le daba un aspecto delicado, el sheik parecía un animal magnífico ensoberbio estado, y su tranquilo reposo acentuaba los gestos rápidos ynerviososdelvizconde.Bajolaproteccióndesusespesaspestañas,Dianaloscontemplaba sinqueellos sedierancuenta.Susvoces sealzabanybajabancontinuamente; parecían tener mucho que decirse, y hablabanindiferentementeenfrancésyárabe,deformaquemuchodeloquedecíaneraincomprensibleparaella.Sealegrabadequefueraasí,noqueríaenterarsedeloqueestabanconversando.Parecíacomosihubieranolvidadosupresenciacon la charla acumulada de dos años. Estaba contenta de que la dejaranapartada, encantada por la rara oportunidad, porque cuando estaban solostenía miedo de mirarlo mucho, por temor a que sus ojos traicionaran susecreto.

Peroahoralomirabasinserobservada,conansiaapasionada.EstabatanabsortaquenovioentraraGastónhastaquepareciósurgirrepentinamentedelanada,alladodesuamo.Murmuróalgoenvozbajayelsheiksepusodepie,volviéndoseaSaintHubert:

—Dificultades con uno de los caballos. ¿Quieres venir? Tal vez teinterese.

Salieron juntos dejándola sola, y ella se fue al aposento interior.Mediahoradespuésvolvieronypermanecieronhablandounosminutosmás.Luegoelvizcondebostezóysacóelrelojconunasonrisa.Elárabeloacompañóasutiendaysesentóalbordedellechodecampañadesuinvitado.SaintHubertdespidióaHenriconunsignodecabezayseempezóadesvestirensilencio.Parecía haber perdido las ganas de hablar y de reírse, y frunció el ceñomientrassearrancabalosvestidosconnerviosairritabilidad.

Elsheiklocontemplóunratoyluegosequitóelcigarrillodelabocaconunadébilsonrisa.

—Etbien!Raoul,dilo—dijopausadamente.SaintHubert sevolvióconrapidez.

—Podíashaberleevitadoesto—exclamó.—¿Qué?—¿Qué?¡SantoDios,hombre!¡Mipresencia!Elsheikarrojólacenizade

sucigarrilloconungestodeindiferencia.

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—Tucorreosedemoró,reciénllegóestamañana.Erademasiadotardeyaparahacerotroarreglo.

Saint Hubert dio una vuelta rápida de un lado a otro de la tienda y sedetuvo delante del sheik con las manos hundidas en los bolsillos y loshombrosalzadoshastacasitocarlasorejas.

—Esabominable—exclamó—.Haidodemasiadolejos,Ahmed.Elsheikseriocínicamente.

—¿Quépuedes esperar deun salvaje?Cuandoun árabeve a unamujerquequiere,latoma.Nohagomásqueseguirlascostumbresdemipueblo.

SaintHubertchasqueólalenguaconimpaciencia.—¡Tupueblo…!¿Quépueblo?—preguntóenvozbaja.Elárabesepusoenpiedeunsaltoconlosojoschispeantes,ydejócaer

pesadamentelamanoenelhombrodeSaintHubert.—¡Calla, Raoul! ¡Ni siquiera a ti! —exclamó apasionadamente, para

interrumpirseenformaabruptamientraslairaseborródesurostro.Sesentóde nuevo tranquilo, con una risa burlona—. ¿A qué se debe este accesorepentinodemoralidad,monami?Sabescomosoyy lavidaque llevo.Hasvistoantesmujeresenmicampamento.

SaintHubertrechazólaobservaciónconungestodesdeñosodelamano.—Nohaycomparación.Losabestanbiencomoyo—dijosucintamente.

Sedirigióalamesaendondehabíansidocolocadossusenseresdetocador,yempezóaquitarselosgemelosdelacamisa—.Esinglesa,conseguridadesaesunarazónsuficiente.

—Mepidesqueperdoneaunamujerporqueesinglesa,¿amí?MibuenRaoul,mehacegracia—replicóelsheik.

—¿Endóndelaviste?—preguntóconcuriosidadSaintHubert.—En lascallesdeBiskra,durantecincominutos,hacecuatromeses.El

vizcondesevolvióconrapidez.—¿Laamas?—dijo.El sheik exhaló una larga y fina bocanada de humo azulado y la

contemplóascenderhacialoaltodelatienda.—¿Heamadoalgunavezaunamujer?Yestamujeresinglesa—dijocon

unavoztanduracomoelacero.—Si la amaras no te importaría su nacionalidad. El árabe escupió

despectivamenteelextremodesucigarrillo.—¡PorAlá!Surazamalditasemeatraviesaenlagarganta.Peroesa…—

Seencogióimpacientementedehombrosyselevantódellechodondehabíaestadosentado.

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—Déjalamarcharentonces—dijoSaintHubertrápidamente—.YopuedoconducirlaaBiskra.

Ahmed sevolvió lentamentehacia él, a tiempoquebrillaba en susojosunallamadecelosferoces.

—¿Tehahechizado también a ti? ¿Laquierespara ti,Raoul?—Suvozeratanpausadacomosiempre,perohabíaenellaunainflexiónpeligrosa.

SaintHubertalzólosbrazosenungestodedesesperación.—¡Ahmed!¿Estás loco?¿Despuésde todosestosañosvasadisgustarte

conmigo con un pretexto así? Bon Dieu! ¿Por quién me tomas? Nos hansucedidodemasiadascosasjuntosennuestrasvidasparadejarqueunamujerseinterpongaentrenosotros.¿Quéesunamujerocualquierpersonaparamíenloqueatiserefiere?Esunmotivocompletamentediferenteporloquetehagoesapregunta,porloquetepidoquedejesmarcharaesamuchacha.

—Perdóname,Raoul.Ya conocesmigenio endemoniado—murmuró elsheik,yporunmomentosumanoseapoyóenelbrazodeSaintHubert.

—Nomehasrespondido,Ahmed.Élsevolvió.—Estácontenta—dijoevasivamente.—Esvaliente—corrigiósignificativamenteelvizconde.—Comotúdices,esvaliente—asintióelsheik,sinlamenorexpresiónen

suvoz.—Buenasangre…—dijoconsuavidadSaintHubert.—¿Cómo sabes que es de buena sangre? —dijo el árabe volviéndose

impetuosamente.—Esperfectamenteevidente—replicóconsequedadSaintHubert.—Noesesoloquequieresdecir.¿Quésabes?Elvizcondeseencogióde

hombrosyyendohastasuvalijasacódeellaunperiódicoilustradoinglés,yabriéndoloenlapáginacentralseloentregóensilencio.

Ahmed Ben Hassan se acercó más a la lámpara de forma que su luzcayera directamente sobre el periódico que tenía en las manos. Había dosgrandesfotografíasdecuerpoenterodeDiana,unaenvestidodenocheylaotra como la había visto por primera vez el vizconde, con pantalones ychaquetacortademontar,conelsombreroyellátigoasuspiesyenlamanolabridadelcaballoqueestabajuntoaella.

Bajolasfotografíasdecía:

¿DóndeestáDianaMayo?

MissDianaMayo,cuyaprolongadaausenciaeneldesiertoestácausandoansiedadaungrancírculodesusamistades,salióde

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Biskra bajo la guía de un respetable conductor de caravanashace cuatromeses, con la intención de viajar cuatro semanaspor el desierto y de volver a Oran. Desde su primercampamentonosehasabidonadadeellaodesucaravana.Haaumentadoesaansiedadelhechodequese informaque reinaconsiderableagitaciónentrelastribusdelaregiónhaciadondese dirigía. Su hermano, sir AubreyMayo, quien se encuentradetenido en Estados Unidos a consecuencia de un accidente,estáenconstantecomunicacióncablegráficaconlasautoridadesfrancesas.MissMayoesunadeportista conocidayhaviajadomucho.

Durante largo tiempo Ahmed estudió las fotografías en silencio, luego,conlentadeliberación,arrancólapáginadelperiódicoylaarrolló.

—Contupermiso—dijotranquilamenteylasostuvosobrelallamadelalámparaqueestabajuntoalacama.Lamantuvoasíhastaqueelpapelardióporcompletoensusmanosyluegosacudiólascenizasdesuslargosdedos—.¿HavistoHenriesto?

—Indiscutiblemente,Henri lee todosmis diarios—replicóSaintHubertconundejodeimpaciencia.

—Entonces Henri puede callarse la boca —dijo descuidadamente,buscandoenlosplieguesdesufajalacigarrerayencendiendootrocigarrilloconaparentedespreocupación.

—¿Quévasahacer?—dijoSaintHubertconinsistencia.—¿Yo?¡Nada!Lasautoridadesfrancesastienendemasiadosasuntosentre

susmanosyaprecianmucholoscaballosdeAhmedBenHassanpararealizarinvestigacionesenmidirección.Ademásno,sonresponsables.MademoiselleMayo fue advertida del riesgo que corría antes de salir de Biskra. Eligiócorrerelriesgo,etvoilá!

—¿Nadateharácambiardeparecer?—Noacostumbroacambiardeparecer.Túlosabes.Yademás,¿porqué

habríadehacerlo?Comotehedichoantes,estácontenta.SaintHubertlomirófijamentealacara.—¡Contenta!Acobardadaesunapalabramásexacta,Ahmed.Elsheikseriosuavemente.—Me adulas, Raoul. No hablemosmás del asunto. Es un contratiempo

desafortunadoylamentoquetedesazone—dijoligeramente;enseguida,conuncambiorepentinodetono,posólasmanossobreloshombrosdelvizconde—. Pero esto no puede influir enmodo alguno sobre nuestra amistad,mon

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ami; es una cosa demasiado grande para quebrarse por una diferencia deopinión.Túeresunnoblefrancés,yyo…—yserioamargamente—.Yosoyunárabeincivilizado.Nopodemosverlascosasdelamismamanera.

—Podrías,perono loquieres,Ahmed—replicóelvizconde,conacentodepena—.Noesdignode ti—hizounapausay luegovolvióa levantar lavista con una sonrisa torcida y un encogimiento de hombros en señal dederrota—.Nadapodráinterponerseentrenosotros,Ahmed.Puedonoestardeacuerdo contigo, pero no puedo borrar los recuerdos de los últimos veinteaños.

Unosminutosmás tardeel sheik lodejóysalió.Atravesó lentamente lacorta distancia entre las tiendas, deteniéndose a hablar con un centinela, yluegohaciendounapausaalaentradadelasuyaparacontemplarlasestrellas.El perro persa que siempre dormía atravesado en la entrada se desperezó ylevantándose le puso la nariz húmeda en la mano. El hombre acariciódistraídamente al enorme animal, palmeando mecánicamente la cabezahirsuta,sinapenasdarsecuentadeloqueestabahaciendo.

Una gran agitación, completamente extraña a su naturaleza, se habíaposesionadodeél.SehabíadadocuentadesdehacíaalgúntiempodequelallegadadeRaouldeSaintHuberthabíapuestoel toquefinalaunestadodeespíritu que era incapaz de comprender. Nunca pensaba en sí mismo, nicriticabaoanalizabasuscaprichosofantasíaspasajeras.Todasuvidahabíatomado lo que quería; nada que hubiera visto con ojos codiciosos le habíasido negado. Su riqueza le había permitido comprar todo cuanto deseó. Sugenio apasionado había sido característico, incluso de niño, pero esosextrañosaccesosdeirritabilidadirrazonableerannuevosybuscabaenvanolacausa. Con ojos penetrantes miró en la oscuridad hacia el sur. ¿Sería laproximidaddesuenemigohereditario,quesehabíaatrevidoaacercarsemásque nunca a los límites del territorio que Ahmed Ben Hassan considerabacomo propio, lo que originaba esa gran inquietud? Se rio despectivamente.Nadapodíacausarlemayorplacerquellegarachocarconelhombreaquiendesde niño le habían enseñado a odiar.Mientras IbrahimOmar permanecíadentrodesuterritorio,AhmedBenHassanseguíatranquiloyconteníaasusfierossúbditos,cuyosojossevolvíanansiosamentehacialaregiónquepodíaser disputada, pero que el sheik ladrón rebasara una pulgada la frontera yvendríalaguerra,ylaguerrahastaqueunodelosdosjefesoamboshubieranmuerto.Ysimoríaél,quenoteníaunhijoquelesucediera,laenormetribusedividiría en numerosas familias por falta de un jefe que los mantuviera

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unidos, y el gobierno francés, si podía, tendría que hacerse cargo del vastodistritoquehabíagobernadodespóticamente.

Sevolvióareír.No,noeraIbrahimOmarquienlointranquilizaba.Apartóal perro y entró en la tienda. El diván donde había estado sentada Dianaestabacubiertoderevistasydiarios,lahuelladesuesbeltocuerpoaúnseveíaenlosmuellescojines,yunminúsculopañuelobordeadodeencajeasomabadebajo de uno de ellos. Lo recogió y lo miró con curiosidad; su frente sécontrajolentamentehastaquesurostroadquiriólahabitualexpresiónceñuda.Volviósusojosardienteshacialascortinasqueseparabanlosaposentos.LaspalabrasdeSaintHubertresonabanensusoídos.«¡Inglesa!»,murmurócomounterriblejuramento.«Ylahagosufrircomojuréloharíaconcualquieradeesarazamalditasicaíaenmismanos. ¡Alámisericordioso!¿Porquésientotanpocoplacer?».

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CapítuloVIILaemboscada

Dianaentróenellivingroomunamañana,alrededordeunasemanadespuésde la llegada del vizconde de Saint Hubert. Había esperado encontrar lahabitacióndesierta, porque el sheik se había levantado al amanecer yhabíamarchado en una de sus expediciones distantes que se habían vuelto tanfrecuentes, y creía que su amigo lo había acompañado, pero al abrir lascortinas entre las dos habitaciones vio al francés sentado ante el pequeñoescritorio, rodeadodepapeles y escribiendo rápidamente.A su alrededor elsuelo estaba cubierto de cuartillas manuscritas. Era la primera vez que seencontrabansolosyellavacilóconrepentinatimidez.

PeroSaintHuberthabíaoídoelrumordelascolgadurasysepusodepieconlacortésinclinaciónqueproclamabasunacionalidad.

—Perdón,madame. ¿La molesto? Dígame si estorbo. Temo haber sidomuydesordenado—añadió,conunarisadeexcusa,ymirandoelmontóndehojasllenasdeunaescrituraapretadaquecubríalaalfombra.

Dianaavanzólentamente,sintiendoqueunleveruborcubríasurostro.—Creíquehabíasalidoustedconmonseñor—dijo.—Teníaquehaceruntrabajo…,algunasnotasquetranscribirantesdeque

olvidara lo que querían decir; tengomuymala letra.Además la semana hasidodura,asíquepedíundíadevacaciones.¿Puedoquedarme?¿Estáustedseguradequenolaincomodo?

Sus ojos compasivos y la deferencia en su voz hicieron queinesperadamente se lehicieraunnudoen lagarganta.Lehizoseñasdequesiguieratrabajandoysalió.

Detrás de la tienda el rumor habitual del campamento llenaba laatmósfera.Ungrupodeárabes,acortadistancia,estabacontemplandoaunodelosdomadoreseducaraunpotrillo,criticandoruidosamenteyofreciendotoda clase de consejos, sin amilanarse por la indiferencia con que eranrecibidos.Otrospasabanocupadosenlasdiversastareasrelacionadasconelcampamento, coneldesdénorientalpor el tiempo,quedejabaparamañana

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todocuantoposiblementepudieraserrelegadohoy.Cercadeella,unodelosancianos,más rígidoen susconviccionesque lamayoríade los súbditosdeAhmedBenHassan,estabaplácidamenteentregadoasusrezos,postrándoseycumpliendo su ritual con la sublime indiferencia hacia los demás delmahometanodevoto.

Fueradesupropiatienda,elvaletyHenriestabansentadosalsol,Gastónsobreunbaldepuestobocaabajo, limpiandounfusil,ysuhermanotendidoen el suelo espantando perezosamente las moscas con el paño que habíaestado sacando brillo a las botas demontar del vizconde. Ambos hombreshablabanrápidamenteconfrecuentesestallidosdealegrerisa.Elperropersaestabaechadoasuspies.AlzólacabezaalaparecerDianaylevantándoseseacercó lentamente a ella para ponérsele en dos patas, colocándole lasdelanterassobreloshombrosyhaciendotorpesesfuerzosporlamerlelacara.Ellalohizobajarcondificultad,inclinándoseparabesarlelapeludacabeza.

Miró la mujer a lo lejos, a través del desierto, más allá de las últimaspalmeras, el oasis. Había una ligera bruma que reverberaba con el calor yesfumabalasiluetadelascolinasdistantes.Unasuavebrisalehizosentirconmásintensidadeloloracredeloscamellos,yelcrujidodelaparejodelpozoquesonabanomuylejos.

Diana exhaló un suspiro. Todo era tan familiar. Le parecía no haberconocido otra vida fuera de esta existencia nómada. Los años anteriores sehabíanconvertidoenunaespeciedevagorecuerdo; laépocaenqueviajabaincesantemente con su hermano alrededor del mundo parecía muy remota.Habíaexistidoentonces,llenandosuvidaconeldeporte,inconscientedealgoquefaltabaensunaturaleza,yahoraporfinestabaviva,yelcorazóndecuyaexistencia había dudado ardía y latía con una pasión que la estabaconsumiendo.Susojos recorrieronnostálgicamente el campamento conunaluzmuytiernaenellos.Todocuantoveíaestabarelacionadoconelhombrequeeradueñodeello.Sesentíaorgullosadeél,orgullosadesusmagníficasdotes físicas, orgullosa de la autoridad que ejercía sobre sus turbulentossúbditos, orgullosa con el orgullo de la mujer primitiva por el hombredominantequegobernabaasussemejantesconlafuerzayeltemor.

El anciano árabe había concluido sus oraciones y se puso de piesaludándola.Todoslosmiembrosdelatributeníanunasonrisaparaellayseapartaban de su camino para lograr un gesto de saludo. Balbuceó unaspalabrasenárabe imperfectoenrespuestaasu largoyfloridosaludo,yconunarisatímidaseretiróprecipitadamentealatienda.

Sedetuvoalladodelvizconde.

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—¿Esotranovela?—lepreguntócontimidez,indicandolacrecientepilademanuscritos.

Sevolvióél en la silla,ydescansandounbrazoenel respaldomientrasjugabaconlaplumafuente,ledirigióunasonrisamientrasellaseacurrucabaeneldivánconKopec,quelahabíaseguidodentrodelatienda.

—No,madame.Esalgomásserioestavez.Eslahistoriadeestatributancuriosa de Ahmed. Son diferentes en muchos aspectos de los árabescorrientes.Hansidounarazaapartedurantegeneracionesytienencreenciasycostumbres peculiarmente propias. Usted, por ejemplo, habrá observado laausenciaentreellosde lasestrictasprácticasreligiosasquerigenentreotrosmahometanos.LatribudeAhmedBenHassanadoraenprimerlugarysobretodoasusheik,luegoalosfamososcaballosquelehandadorenombre,yporúltimo,soloporúltimo,aAlá.

—¿Esmonseñormahometano?SaintHubertseencogiódehombros.—Cree en Dios —dijo evasivamente, volviendo a su tarea. Diana lo

estudió concuriosidadmientras trabajaba.Se sonrió al pensar en la imagenmentalquesehabíatrazadodeSaintHubertantesdesullegada,ylacomparócon el hombre real que estaba ante sus ojos. Durante la semana que habíaestadoenelcampamentosehabíaatraídosusimpatíayganadosuconfianzacon el encanto comprensivo de sus modales. Había sorteado una situacióndifícilconunadelicadezaysavoirfairequesehabíanganadosugratitud.Lehabía ahorrado cien humillaciones con un tacto tan espontáneo comodisimulado.Y entre ellos existía el lazo del cariño que sentían porAhmedBenHassan,esteextrañojefedeunatribuextraña.¿Cuálhabíasidoelorigendelaamistadentreestosdoshombrestandistintos,unaamistadqueparecíadatardelosdíasdesuinfancia?Lapreguntalaintrigabaymeditósobreella,recostadaeneldiván,mientrasacariciabalacabezadelperroquedescansabasobresusrodillas.

Elvizcondeescribiócon rapidezdurantealgún tiempoy luegoarrojó laplumasobrelamesaconunaexclamacióndealivio,reuniólashojasdispersasenelsueloycolocándolasenunmontónordenadosobre lamesa,sevolviónuevamenteenlasilla.Contemplólafiguraesbeltadelajoven,recostadaconlaactitudinconscientementegraciosadeunacriaturasobreloscojines,conlacara inclinadasobre lacabezagrisyásperadelperro,y sintióunaemocióninesperada que lo agitaba. La pronta simpatía que había despertado en éldesde el primer momento se había transformado en un sentimiento másprofundo, y con él un deseo caballeresco de protegerla, un ansia de

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interponerse entre ella y el desastre que se cernía inevitablemente sobre supersona.

NotóDianasumiradafijayalzólavista.—¿Haconcluidoeltrabajo?—Es todo lo que puedo hacer por elmomento.Henri debe descifrar el

resto;sientepasiónpor los jeroglíficos.Esunapersonaqueno tieneprecio;nopodríaarreglarmesinél.Abusabademícuandoéramosniños…,almenosasí lo creía yo. Él lo llamaba «divertir al señor vizconde», y durante losúltimos quince años me ha tiranizado a su gusto—se rio y chasqueó susdedosaKopec,quegimióyvolviólosojosensudirección,perosinalzarlacabezadelasrodillasdeDiana.

Hubo una pausa y la muchacha continuó acariciando distraídamente lacabezadelcan.

—Heleídosuslibros…,todoslosquetieneaquímonseñor—dijoporfin,alzandolavistaconairegrave.

Hizoélunapequeñainclinaciónacompañadadeunaspalabrasqueellanopudoentender.

—Sunovelamegustó—continuóacariciandosiemprealperro,comosilaproximidad del corpulento animal le diera ánimo—. Por regla general lasnovelasmeaburren,lostemasdequetratannomehaninteresado,peroestamehaconmovido.Esnovedosa,magnífica,pero…¿esreal?

Había hablado desapasionadamente, con la sinceridad juvenilcaracterística en ella, no cumplimentando a un autor por una obramaestra,sinoexponiendounacosasencillamente,talcomoleparecía.

SaintHubertseinclinósobreelrespaldodelasilla.—¿Enquésentido…real?—preguntó.Ellalomiródirectamente.—¿Cree usted que realmente existe un hombre tal como usted lo ha

pintado…,unhombrequepuedasertantierno,tangeneroso,tanfielcomosuhéroe?

Saint Hubert desvió la vista y volviendo a tomar la pluma empezó adibujar distraídamente círculos y trazos sin significado alguno en el papelsecante, encogiéndose lentamente de hombros.El desprecio en la vozde lajovenyeldolorquesedibujórepentinamenteensusojoslehicierondaño.

—¿Conoce a un hombre así, o es simplemente un producto de suimaginación?—insistió.

Terminóélundiagramacomplicadoenlahojadepapelsecanteantesdecontestar.

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—Conozcoaunhombreque,dadasciertascircunstancias,tienetodaslasdotesparallegaraserlomismo—dijofinalmenteconvozapagada.

Ellaserioconamargura.—Entoncesustedtienemássuertequeyo.Notengomuchosaños,peroen

loscincoúltimosheconocidomuchoshombresdediversasnacionalidades,ynoheencontradoaunoque,engradoalguno,seasemejealpreuxchevalierde su libro. Los hombres que han tocadomás íntimamentemi vida no hanconocido el significado de la palabra ternura, y jamás han tenido unpensamientoqueno fuera solopara ellos.Ustedha sidomás afortunadoensusrelaciones.

El rostro del vizconde se cubrió de un fuerte rubor, y continuócontemplandolaplumaquesosteníaentresusdedos.

—Las mujeres hermosas, madame —dijo con voz pausada—,desgraciadamenteprovocanenalgunoshombrestodocuantohaydemásbajoy vil en sus naturalezas. Ningún hombre sabe hasta qué nivel de infamiapuededescenderbajolainfluenciadeunatentaciónrepentina.

—¡Y la mujer paga!—exclamó Diana con vehemencia—. Paga por labellezaconqueDioslahamaldecido…,labellezaquepuedeodiarella;pagahastaquedesapareceesabelleza.¿Cuánto?

Seinterrumpióenformaabrupta,mordiéndoselos labios.Movidaporelsentimiento de simpatía que inconscientemente se había ido adueñando deelladurantelaúltimasemana,quebrantólarepresiónimpuestaasímismaysedejóirmáslejosdeloquepensaba.Temíalasconfidenciasquesuactitudcasiparecíaexigirdeella.Elorgullole impedíaaceptar lacompasiónaquecasihabíacedidosusoledad.

—Perdóneme—dijo con frialdad—,mis ideas no pueden interesarle enformaalguna.

—Por el contrario, usted me interesa profundamente —corrigió él conrapidez.

Notóella la ligeradiferencia en suspalabrasy se riomás amargamentequeantes.

—¿Como qué? ¿Un sujeto para vivisección? Póngase su delantal paraoperar y traiga sin demora sus instrumentos. La víctima está lista. Seré«material»parasupróximolibro.

—¡Madame!Sehabíapuestoenpiedeunsalto,ylomiródolorosamente,tendiéndole

lamanoconinstantáneoarrepentimiento.

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—¡Oh, perdóneme! No debía haber dicho eso; no lo merecía. Ha sidousted…bueno,yseloagradezco.Perdonemigrosería.Debeserelcalor…;lavuelveirritableauna,¿noescierto?

Ignoró él su lastimoso subterfugio y alzó los dedos temblorosos a suslabios.

—Si quiere honrarme con su amistad —le dijo, con un dejo decaballerosidadquefrecuentementepodíaobservarseenél—,mividaestáasuservicio.

Peroalhablarcambióeltonodesuvoz.Elcontactoconsusdedosfríoslehizoexperimentarunasensacióntanintensaqueporunmomentolodominó.

Dejóellasumanoentrelasdeél,yporunosmomentoseludiósumiradaycontemplólaásperacabezaquedescansabaensuregazo.Luegolomiróconfranqueza.

—Su ofrecimiento es algo muy valioso para que lo desdeñe. Si ustedquiere ser mi amigo, así como es el amigo de monseñor… —Su voz seextinguió,volviólacabeza,ysusmanostemblaronligeramente.

Sintióélunsobresaltoyapretóconfuerzainvoluntariamentelamanoquetenía estrechada entre las suyas, al oír esas palabras. «¡El amigo demonseñor!».Sediocuentadequeenlosúltimosmomentoshabíaolvidadoalsheik, había olvidado todo, arrebatado por una intensa emoción que loasombraba por ser inesperada, salvo la hermosura e impotencia de la jovenque estaba a su lado. Le daba vueltas la cabeza; su calma, su lealtad, susprimeros sentimientosde compasióndesapasionadahabíandadopaso aunaagitación extrema que lo arrastraba desenfrenadamente y amenazabadominarlo. El corazón le latía furioso y apretó los dientes, tratando derecuperarsuhabitualsangrefría.EltemperamentoemotivoqueDianahabíaadivinado al leer la novela había surgido de golpe, barriendo la rígidarepresióndeaños.Lasangrelatíaensusoídosmientrastratabadedominarse,decontenerlalocuraquesehabíaapoderadodeél.

Cerró losojosal sufrirelchoquedeesa revelación; losabrióahoray lamiróvacilante,casicontemor,estrechandolamanodeellaentrelassuyaseinclinándose hacia la mujer, atraído irresistiblemente por el carisma de suproximidad. La vio a través de una niebla que se fue despejandogradualmente, vio que no se había dado cuenta de la emoción que habíadespertadoenélyque,conscientesolodesusimpatía,habíadejadolamanoentrelassuyascomolahubieradejadoenlasdeunhermano.Estabainclinadasobreelperro,tocándolecasilacabezaconsurostro,yalmirarSaintHubert,una lágrima cayó sobre el cuello áspero y gris de Kopec. Ella lo había

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olvidado, había olvidado incluso que estaba a su lado; era el únicopensamientoquellenabasumente.

Conunesfuerzo inmenso logró recobrar el dominiode símismo.Teníaque vencer como fuera esta locura repentina.La lealtad que había estado apunto de vacilar volvió a imponerse y se apoderó de él un sentimiento dedisgusto consigomismo.Había estado a punto de traicionar al hombre quehabíasidoparaél,duranteveinteaños,másqueunhermano.Ellapertenecíaasu amigo y ahora no tenía ni siquiera el derecho de discutir la ética de suposesiónporelsheik.

Lacalmaquehabíaperdidovolvió.Laheridasecuraríaaunquetalvezlasintiera siempre, pero era suficientemente fuerte para ocultar su existencia,incluso a los ojos celosos que lo habían vigilado incesantemente desde suestallidoenlanochedesullegada.

Diariamente se había dado cuenta de ellos. Esamismamañana Ahmedhabíahechotodaclasedeesfuerzos,fueradeunaordendirecta,parainducirloaqueloacompañaraenlaexpediciónquelohabíahechosalirtantemprano.Segurodesímismoahora,alzólosdedosdeellaasuslabios,nuevamenteconreverencia, con una especie de renunciación en su beso, y la soltósuavemente.Sevolvióconunsuspiroahogadoyunapunzadaenelcorazónalverlacompletamenteabsorta,y,alhacerlo,Henrientrócorriendo.

—¡Señorvizconde!¿Quierevenir?Hahabidounaccidente.ConungritoqueSaintHubertjamáspodríaolvidarDianasaltódeldiván,

conunapalidezmortal,ysuslabiosdibujaronlapalabraAhmed,aunquenosalió ningún sonido de ellos. Temblaba de pies a cabeza y el vizconde larodeóinstintivamenteconsubrazo.Ellaseapoyó,peroélsediocuentaconamargacertidumbre,dequeelapoyodeunamesaounasillahubierasidolomismoparaDiana.

—¿Quéocurre,Henri?—dijovivamente,conun ligeromovimientoquelohizointerponerseentreDianaysusirviente.

—Uno de los hombres, señor vizconde. Le estalló el fusil y tiene unamanodestrozada.

SaintHubert señaló secamente la puerta con la cabeza y se volvió paraatender a la joven.Esta se dejó caer en el diván y abrazando la cabeza delperrohundiólacaraensucuello.

—Perdóneme—murmuró,ahogandosuvozenlosgrisesyásperospelos—.Ha sido una estupidez, pero hoymonta a ese bruto de Shaitan y estoysiemprenerviosa.Porfavor,iréenseguida.

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Salió él sin decir una palabra. Las anécdotas que había oído de DianaMayo,alpasarporBiskra,nohablabandenervios,ysurostroseensombreciómientrascorríaatravésdelcampamento.

Diana permaneció completamente inmóvil después de haberse ido él,hasta que cesó su temblor nervioso yKopec liberó la cabeza y le lamió elrostroconungruñidoinquieto.

Se pasó lamano por los ojos con un suspiro de alivio y salió a la luzbrillantedelsolconelperrodetrás.

Elclamorruidosodevocesexcitadaslaguiohastalaescenadelaccidente,y la multitud abrió sus filas para dejarla pasar. El herido estaba sentado,soportandoestoicamentelacuraquelehacíaSaintHubert,conunaexpresiónde interés en su rostro. En respuesta a la sonrisa y palabras de aliento deDianasesonrióavergonzado,haciendogirarsushermososojos.

SaintHubertlevantórápidamentelacabeza.—Noesunespectáculoagradable—dijocontonodeduda.—No me importa. Deje que tenga esto —dijo ella con calma,

remangándose la blusa y tomando una palangana manchada de sangre demanosdeHenri.

SaintHubertledirigióotraojeada,maravillándosedesuvozfirmeybuencolor,alpensarenlajovenpálidaquesehabíaaferradotemblandoaéldiezminutos antes. Seguía conservando el valor indomable que siempre habíaposeído; era solamente cuando algo afectaba a Ahmed que se imponía lanuevaDiana,conlaansiedadcobardedelamor.

Contempló interesada la habilidad con que el vizconde trataba lamanomutilada.Habíaunaprecisiónensusmovimientosyunasuavidadeneltactoqueindicabanconocimientosypráctica.

—¿Esustedmédico?—lepreguntó.—Sí—contestó,sinlevantarlavista—.Estudiémedicinaypasétodoslos

exámenesnecesarios.Esindispensablecuandounoviajacomolohagoyo.TomóunasvendasqueHenriteníapreparadasyDianapasólapalangana

queyanohacíafaltaaGastón.Volvióamiraralárabe,cuyorostroimpasiblenomostrabaseñalalgunadequeexperimentaradolor.

—¿Creesquesufremucho?—preguntóalvalet.Esteserioyseencogiódehombros.—Menos de lo que sufriría yo,madame. Lo que realmente le duele es

pensar enquédirámonseñor cuandooigaqueSelim fue lo suficientementeestúpidoparacomprarunfusilinútilaunodelossirvientesdelholandésque

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pasóporaquílasemanapasada—yañadióunascuantaspalabrasdebromaenárabequehicieronqueelheridolevantaralavistaconunamueca.

SaintHubert terminó de ajustar las vendas y se incorporo secándose elsudordelafrente.

—¿Quedarábienahora?—preguntóDianaconansiedad.—Creo que sí.Ha perdido el pulgar, pero pienso que pueda salvarle el

restodelamano.Lopiensoobservarcuidadosamente,peroestoshombresdeAhmedestánentanbuenestadofísicoquenocreoquehayacomplicaciones.

—Voyadarunavueltaacaballo—dijoDianavolviéndose—.Esunpocotarde,perotengotiempo.¿Quierevenir?

Era una tentación y vaciló, mientras reunía los instrumentos que habíaestadousando,perovenciólaprudencia.

—Me gustaría hacerlo, pero tengo que vigilar a Selim —dijopausadamente, aprovechando la excusa plausible que se le ofrecía. Laencontrómástardedelantedela tiendacuandoibaasaliryesperómientrasmontaba.

—Simeretraso,nomeespere.DígaleaHenriquelesirvaelalmuerzo—gritóentreloscorcoveosdeBailarín.

Laviomarchar,conGastónunospasosdetrásyseguidosporunaescoltadeseishombresqueelsheikúltimamentehabíainsistidoquelosacompañara.La presencia continua de esos hombres a sus talones la irritaba demaneraconsiderable. Los locos galopes que tanto amaba eran completamentediferentesconelpensamientodelaguardiaarmadadetrásdesí.Parecíaquelamolestaraycoartarasudiversión.Lasoledaddesusexcursioneshabíasidoparaellasumayorencanto;sehabíaacostumbradoaGastón,peroencambio,notaba intensamente los seis pares de ojos que vigilaban todos susmovimientos.No comprendía tal necesidad.Nunca había visto nada en susexcursiones que justificara la orden de Ahmed. El oasis no estaba sobreningunarutadecaravana,ysialgunavezhabíavistoárabesaalgunadistanciadel campamento, siempre resultaron ser hombres de Ahmed Ben Hassan.Había pensado en discutirlo con él, pero le había faltado valor. Su actituddesde la llegada de Saint Hubert había sido extremadamente fría…, casirepelente.

Las semanas de felicidad transcurridas antes habían transformado laintimidadentreellosencasiunsentimientodecamaradería.Eramáshumano,másoccidental,másconsideradoquenunca,yeltemorqueleproducíahabíaestadoadormilado.Podríahabérselodichoentonces.Perodesdelamañanadela llegada deRaoul, cuando el fervor inesperado de su abrazo había hecho

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renacer la esperanza que casi había muerto dentro de ella, cambiócompletamente,mostrandounafríareservaquelahelaba.Suscariciasfuerondescuidadas y poco frecuentes, y su indiferencia tan grande que la habíahechopensarcondolorsilallamadesupasiónnoseestabaextinguiendoysiesto no sería el fin. Sin embargo, a pesar de su indiferencia, se había dadocuenta, lo mismo que Saint Hubert, de la vigilancia de los ojosconstantementecelososquelaseguíanconfieroescrutinio.Perolachispadeesperanza que aún animaba el conocimiento de esos celos no era losuficientemente fuerte para superar la barrera que esa nueva actitud habíalevantadoentreellos.Noseatrevíaahoraapedirleningúnfavor.

El corazón se le contrajo al pensar en su indiferencia. La hería tanto…Estamañanalahabíadejadosinunapalabraalmarchar,yestabaávidadesusbesos.Seencontrabaacostumbradaasusaccesostaciturnos,perosucorazónansiaba un reconocimiento tangible. El amor, que se había negado a sentirdurante tanto tiempo, sehabía convertido enuna fuerzaque, predominandosobretodo,fueapoderándosedeellairresistiblemente.

Elafectoacumulado,quepor faltadeunasalidahabíaestadocontenidodentrodelajoven,habíarototodaslasbarreras,yelamorquedabaalhombrealquesehabíaentregado,erainconmensurable;unamordeinfinitaternuraysinningúnegoísmo,unamorque lavolvíaextrañamentehumilde.Lehabíacedidotodo,ladominabatotalmente.Suvoluntadimperiosahabíacejadoantela mayor decisión de él, y su dominio sobre ella había provocado unsentimiento que ansiaba una recompensa. Solo vivía para él y con laesperanzadesuamor,engolfadaenlapasiónquelaesclavizaba.Suentreganohabíasidocomún.Ladebilidadfemeninaquehabíadespreciadoycontralacualhabíaluchadotriunfóinesperadamentesobreellaenformahumillantepor lo completa. El sexo había intervenido anulando todas sus nocionespreconcebidas. Los instintos femeninos que bajo la enseñanza de Aubreyhabían sido reprimidos, en contacto con la pujante virilidad y personalidadatrayentedelsheik,surgieronalasuperficieconfuerzasorprendente.

Hoyestabacasidesesperada.Suindiferenciadelamañanalahabíaheridoprofundamenteysurgíaenellaunaoladerebelión.Noqueríaserdesechadasinlucharporsuamor.Leardieronlasmejillasalpensarenelpapelqueseestaba atribuyendo. Sería mejor que «esas otras», que aún la hacíanestremecerse.Perodesechóresueltamentesurepugnancia,alzandolacabezaconsuantiguogestoaltivoeirguiéndoseenlasillaconloslabiosfruncidos.Habíasoportadotantoya,quetambiénpodíasoportarestenuevoultrajeasussentimientos.Teníaquelograrsucariñoacualquierprecio.Aunqueodiaralos

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medios, haría que la amara. Peromientras pensaba en ello, en sumente seinsinuóladudadequefueracapazdeteneréxito,torturándolaconrecuerdosinsidiosos.

AhmedBenHassannoeraunserordinarioparasucumbiralafascinacióndeunamujer.Ellahabíaexperimentadolaobstinacióndelhombreyconocíalainflexibilidaddesunaturaleza.Sudeterminacióneraunarocacontralacualsehabíaestrelladomuchasvecespornoconocersufuerza.Porunmomentodesesperó,peroluegolevolvióelvalordisipandolasdudasquelaasaltaban,ymanteniendolaesperanzaqueaúnvivíaensucorazón.Unadébilytrémulasonrisaasomóasuslabiosylevantandolavista,volviósuspensamientosalmomentopresenteconunesfuerzo.

Al empezar la excursión habían pasado a varios centinelas, inmóvilessobreloscaballosimpacientes,quehabíanlevantadosusfusilesensaludoalverlapasar,yunaodosvecesGastónleshabíagritadounapreguntamientrasgalopabadetrásdeella.Peroenlaúltimahoranohabíanvistoaninguno.Elterreno era ondulante ahora, con declives pronunciados que imposibilitabanveradistancia.

GastónespoleósucaballoponiéndosealladodeDiana.—¿Quieremadame tener labondadderegresar?—dijo respetuosamente

—.Estarde,ynoestamossegurosentreestascolinas.Nosepuedeverquiénseacercaytengomiedo.

—¿Miedo,Gastón?—replicóellariendo.—Por usted,madame—contestó él con gravedad. Frenó ella aBailarín

mientras hablaba, pero era demasiado tarde. En elmomentomismo en quevolvía lacabezadelcaballo,parecieronsurgirárabespor todoslados.Antesdequesedieracuentadeloquesucedía,suescoltapasóatodogalopeygiródetrásdeellahaciendofuegocontra lahordadehombresqueseabalanzabasobreambos.ConungemidoGastónletomólariendayhostigóaloscaballosdevueltapor ladirecciónenquehabíanvenido.El ruidoeraensordecedor,mezclándose los roncos gritos de los árabes con el continuo crepitar de losfusiles.Lasbalasempezaronasilbarasualrededor.

GastónsepusolasriendasbajolasrodillasyconunamanoenlabridadeBailarínysurevólverenlaotra,galopómirandohaciaatrás,porencimadelhombro.Dianatambiénmiróasusespaldasymecánicamentelosdedosselecrisparon sobre el arma brillante que el sheik le había dado la semanaanterior.Vioconrepentinodesalientoquelosseishombresqueformabansuescolta eran rechazadosporunnúmero superiorque los rodeabanpor todaspartes.Dosdeelloshabíancaídoyaylosrestantesestabanapiey,mientras

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miraba, desaparecieron entre lamasa de hombres que cayó sobre ellos. AlmismotiempoungrupodeunosveintejinetessedestacódelcuerpoprincipalygalopótrasellayGastón.

—Tenemosquehaceralgo.Hayqueayudarlos.Nopodemosdejarlosasí—exclamó,tomandoaGastóndelbrazoyempuñandoelrevólver.

—No,no,madame,es imposible,sonciencontraseis.Tienequepensarenusted.Siga,madame.PoramordeDios,siga.Talveznossalvemos—lesoltólabridaysequedóatrás,interponiéndoseentreellaylosárabesquelosperseguían.

Unosgritosfuriososyunalluviadebalasquepasaronasuladohicieronque Diana volviera la cabeza al mismo tiempo que se acurrucaba sobre lasilla. Se dio cuenta de la táctica de Gastón y contuvo deliberadamente sucaballo.

—Noirédelante.Tienequeiramilado—gritó,estremeciéndosealpasarunabalajuntoaella.

—Mon Dieu! ¿Por qué se detiene? ¿Cree que podré presentarme antemonseñor si le sucede algo a usted,madame?—Replicó furiosoGastón—.Hagaloqueledigo.¡Siga!—Ladeferenciahabíadesaparecido,borradaporeltemorqueenronquecíasuvoz.

Miróhaciaatrásysurostropalideció.Nosentíamiedoporél,peronoseatrevía ni siquiera a pensar en lamuchacha que iba a su lado.Habían sidoatrapados por hombres de Ibrahim Omar, y maldecía su locura al haberpermitido que Diana llegara tan lejos. Sin embargo, había parecidoperfectamente seguro. Los informes de los exploradores habían probadoúltimamentequeel sheik ladrón respetabahastaentonces la línea fronterizaentreambosterritorios.Estadebíadeserunaincursióndepruebaquetuvounéxito inesperado. El cebo era demasiado tentador para que cesara lapersecución.Lamujerblanca,últimocaprichodeAhmedBenHassan,y susirviente,quesesabíavalorabatanto,seríanunapresaquenodejaríanescapartanfácilmente.Aélleesperabaprobablementeeltormento,conseguridadlamuerte,¡yparaella…!

Apretólosdientesalmirarlayelsudorlebañólacara.Lamataríaélantesdequellegaraaeso.Ymientraslamirabavolvióellalacabezayencontrósusojosdesesperadosporunmomento,ysuslabiossonriendovalientemente.Sehabía abstenido hasta ese momento de tirar, tratando de reservar lasmuniciones como último recurso, pero vio que no podía demorar más.Empezóahacerfuegopausadamenteyconcalma,eligiendocuidadosamentesus hombres. Era una esperanza remota, pero conteniendo a los primeros

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aunquesolofueraunosinstantes,talvezpodríaganartiempo.Laprecisióndesu puntería, tal vez contuviera la carga hasta que salieran del terrenoondulante al desierto abierto, en donde el ruido del tiroteo probablementellegaraaalgunosdeloscentinelasavanzados,hastaqueestuvierandemasiadocerca del campamento del sheik para que pudiera continuar la persecución.Las balas silbaban continuamente a su alrededor, pero los hombres que lasdisparabanno eran los tiradores cuidadosamente entrenadosdeAhmedBenHassan.ApesardeesoGastónsabíaquelasituacióneracasidesesperada.Encualquier momento una bala podía alcanzar a cualquiera de los dos. Susperseguidores parecieron también haber adivinado sus pensamientos y seabrieron en una línea amplia e irregular, maniobrando continuamente,haciendo imposible un tiro certero, al mismo tiempo que exigían un pasoterriblea suscaballos, tratandode flanquearlos.Dianaestaba tirandoahora.Elpensamientodelaextincióndesuescoltaydelpeligroquelosamenazaba,aellayaGastón,venciólarepugnanciaquehabíaexperimentadoenelprimermomento,yhastatuvouninstanteenelquesesorprendiódesupropiacalma.Noteníamiedo,lamuertedeloshombresdeAhmedlahabíaenfurecido,conunarabiafuriosayvengativaquelahacíaverrojoylallenabadeldeseodecontestar de la misma manera. Hacía fuego rápidamente, vaciando surevólver; y acababa de volver a cargarlo con mano firme cuando Bailaríntropezó,serestableciódandounospasos,peroluegosedesplomólentamente,de costado, arrojando sangre por la boca. Diana cayó de pie y un instantedespuésGastónestabaasulado,colocándoladetrásdeél,protegiéndolaconsu cuerpo y haciendo fuego serenamente sobre los árabes que seaproximaban.

Lamismasensacióndeirrealidadqueyahabíaexperimentadounavez,elprimer día en el campamento de Ahmed, se apoderó de ella. El profundosilencio—porquelosárabeshabíandejadodetirar—laarenacandenteysecaconelairecalientequesealzabacomounabrumadesusuperficiesusurrante,el cielo azul oscuro sin nubes encima de su cabeza, la banda de jinetesamenazadoresquegirabacadavezmáscerca,Bailarínmuerto,conelcaballodeGastóninmóvilalladodesucompañeropostrado,yfinalmenteelhombrequeestaba juntoaella,valientey fielhastael fin; todoparecía fantásticoeirreal.

Veíaelespectáculodesapasionadamente,comosifueraunaespectadorayno una participante en la escena. Pero eso solo fue por un momento;enseguida la realidad de la situación se volvió a imponer claramente.Cualquierminuto podía significar lamuerte de uno o de los dos, y con un

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movimiento instintivoseaproximómásalvalet.Ambosguardabansilencio,nohabíanadaquedecir.Lamanoizquierdadelfrancéssecerrósobrelasuyaenrespuestaalallamadainvoluntariadecamaraderíaqueellahabíahecho,ylasintiócontraersealabrirleunabalaunsurcoenlafrente,cegándoloporuninstanteconlasangrequecaíasobresusojos.Lesoltólamanoparapasarseelbrazoporlaheriday,alhacerlo,losárabesrenovaronrepentinamentesusgritosycargaronsobreellos.

GastónsevolviórápidamenteyDianaleyósupropósitoenelhorrorquesepintabaensusojos.Alzólacabezaconunligerogestodeasentimientoylamismasonrisaintrépidaensuslabiospálidos.

—Porfavor—murmuró—,¡pronto!Unespasmocruzóporsurostro.—Vuelvalacabeza—murmuródesesperadamente—.Nopuedohacerlosi

usted…Se oyó una descarga y con un quejido se desplomó contra ella. Por un

momentoreinóunatremendaconfusión.Depie,alladodelcuerpodeGastóndisparósuúltimotiroyluegoarrojóelrevólveralacaradeunhombrequeseabalanzó para apoderarse de ella. Se volvió con desesperación tratando dealcanzarelcaballodelvalet,perohabíasidorodeadayduranteunsegundosemantuvo acorralada, con las manos crispadas y apretados los dientes,desafiando los rostrossalvajesque la rodeabanyseechabansobreella,conojosqueechabanchispas,enfrentándolos.Enseguidasintióungolpeviolentoenlacabeza,leparecióqueelsuelocedíabajosuspies,todoennegrecióantesusojosycayósinsentido,sinexhalarungemido.

Yaentrada la tarde,SaintHubertseguíaescribiendodentrode la tienda.Henrihabíadescifradolasnotasqueconfundieronasuamoporlamañana,yelvizcondeaprovechabalasoledadparaterminareltrabajoatrasado.Sehabíaolvidado del tiempo, se había olvidado también de sorprenderse ante laprolongadaausenciadeDiana, absorto en el tema interesante enque estabaocupado,sindarsecuentadelsignificadodesudemoraenvolver.Ahmedlehabíahabladodelaproximidaddesuenemigotradicional,peroSaintHubertnosepercatódelocercaquesehabíaaventuradoelsheikladrón.

Estaba demasiado absorto para enterarse del ruido habitual en elcampamento que anunciaba la llegada del amigo, y levantó la vistasobresaltadocuandoAhmedBenHassanentró.Losojososcurosrecorrieronsombríamentelatienda,ysindecirpalabraentróenlahabitacióninterior.Unmomentodespuésvolvió.

—¿DóndeestáDiana?SaintHubertsepusodepie,extrañadoporsutono.Miróelreloj.

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—Salióadarunpaseoacaballoestamañana.Dieu!Noteníaideadequefueratantarde.

—¡Estamañana…!¿Ynohavueltoaún?—repitiólentamenteelsheik—.¿Aquéhoradelamañana?

—Creoquealrededordelasdiez—replicóSaintHubertconinquietud—.Noestoyseguro;nomiré lahora.Hubounaccidenteyellasedemoróparamirarcómovendabaaunode tus imprudentesmuchachosquehabíaestadojugandoconunfusildefectuoso.

Elsheiksedirigióalapuerta.—¿Llevabaunaescolta?—preguntósecamente.—Sí.El rostro de Ahmed Ben Hassan se endureció y su ceño se frunció

sombríamente. ¿Habría estado engañándolo todas esas semanas… fingiendouna satisfacción que no sentía, adormeciendo sus sospechas para poderaprovechar otra oportunidad de escapar? Por un momento su rostro seensombreció,peroluegodesechólaidea.Confiabaenella.Solounasemanaantes le había dado su palabra, y sabía que no era capaz de mentirle. Yademás, la cosa era imposible, Gastón jamás volvería a ser tomado pordescuido y estaban también los seis hombres de la guardia. Jamás podríaescapardelavigilanciadesietehombres.Peroloquemáspesabaparaéleralaconfianzaqueletenía.Nuncahabíaconfiadoenunamujerhastaentonces,pero esta era diferente. Las otras que habían pasado tan ligeras, ni siquierahabían dejado un recuerdo detrás; se habían desvanecido en un completoaburrimiento.Nuncahabíaexistidomotivoparaconfiarodesconfiardeellas,oparaqueimportarasi llegabanoseiban.Lasaciedadhabíallegadoconlaposesiónyconellalaindiferencia.

Perolaemociónquelabellezapococomúnylaesbeltajuventuddeestamuchachadespertabaenélnohabíadisminuidodurantelosmesesquehabíaestado viviendo en el campamento. Sus diversas actitudes, su antagonismo,sus accesos de rabia furiosa y, finalmente, su entrega inesperada, habíanmantenido vivo su interés. Se había acostumbrado a ella. Había llegado aanticiparconunplacervago,indefinido,elregresodesuslargasexpedicionespara ver la exquisita figura acurrucada entre los cojines del gran diván. Supresencia parecía impregnar toda la tienda, cambiándola por completo. Sehabía vuelto necesaria para él, como jamás hubiera creído que una mujerpudiera serlo. Y con el cambio que introdujo en su campamento se habíaproducidotambiénuncambioensupersona.

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Porprimeravezhabía surgidouna sombraentre ély elhombreaquienconsiderabasuamigodesdeque, siendounmuchachodequinceaños,cayóbajosuinfluencia.SedabacuentaquedesdelanochedelallegadadeRaoulhabíaestadodominadoporunoscelosinsensatos.Confiabaenlastendenciasoccidentales que le indicaban cómo llevar esa situación difícil, pero suorientalismo innato había surgido a través de la capa superficial. Estabaceloso de cada palabra y cadamirada que dirigía Saint Hubert. Su orgullohabía evitado una ruptura abierta con el vizconde esa mañana, pero habíamarchadollenodeunarabiafríaquefinalmentelohabíahechovolverantesde lo que pensaba, galopando con una temeridad visible incluso para sushombres. La vista de Raoul sentado, solo, absorto en su trabajo, habíadisipadoenpartesussospechas,yhabíaentradoenlaotrahabitaciónconunsentimiento de expectativa que se transformó en un frío repentino al verlavacía.El aposentodesocupado lehabíahechover en formaabrupta todo loquelajovensignificabaparaél.Unaansiedadlatenteasomóasusojos.

Salióbajoeltoldoydiounaspalmadas.Unsirvientecontestóalllamadocasi inmediatamente. Dictó una orden y esperó con las manos entre lospliegues de la faja y mordiendo un cigarrillo que se había olvidado deencender.SaintHubertseunióaél.

—¿Quépiensas?—lepreguntóconciertatimidez.—Noséquépensar—replicósombríamente.—¿Perohayverdaderopeligro?—Siempre existe peligro en el desierto, particularmente cuando ese

demonio anda suelto—señaló al sur con un movimiento impaciente de lacabeza.

—¡SantoDios!Nosupondrás…—exclamóSaintHubert.Peroelsheikselimitó a encogerse de hombros y se volvió aYusef, que había llegado conmediadocenadehombres.Hubounrápidocambiodepreguntasyrespuestas,algunas órdenes breves y los hombres marcharon rápidos en distintasdirecciones, mientras Ahmed Ben Hassan se volvía nuevamente a SaintHubert.

—Fueronvistospor tresde laspatrullasmeridionalesestamañana,peronaturalmentenoeraasuntodeningunodeellosaveriguarsihabíanvueltoono. Saldré inmediatamente… en unos diez minutos. ¿Vendrás conmigo?¡Magnífico! He enviado a buscar refuerzos que nos seguirán si no hemosregresadodentrodedocehoras—suvoz carecía de expresión, y solamenteRaoul de Saint Hubert, que lo conocía desde la adolescencia, podía

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comprenderelsignificadodelasombraquepasóporsurostroalvolveralatienda.

Porunmomentovacilóelvizconde,perosediocuentadequenisiquieraél eradeseadodentrode la tiendavacía,y sintió la sensaciónmitad tristeymitadamargadequelaperfectaamistadyconfianzaquehabíaexistidoentreellosduranteveinte añosnuncavolvería a ser igual, el sentimientodepenaante el cambio inevitable, la sensación de ser relegado personalmente.EnseguidaeltemorporlasuertedeDianaalejótodaotraconsideraciónysedirigióasualojamientoconelcorazónapesadumbrado.

CuandovolvióunosminutosmástardeseguidoporHenri,elcampamentohabíasufridounatransformación.Conlarapidezdeladisciplinaperfecta,loscien hombres que habían sido escogidos para ir a la expedición estaban yaesperando, cadaunoal ladode su caballo,y el sheik, tranquilo e impasiblecomodecostumbre,vigilabaladistribucióndemuniciones.Unpeónpaseabalentamente aHalcón, yYusef, cuyos ojos sombríos habían estado fijos conairede reprocheensu jefeporhacerlecargodelmandode los refuerzosencasodeque fuerannecesarios, fuehastaély lequitó labridapara llevarelcaballoalsheik.MientrassosteníaelestribopudoverSaintHubertqueseguíaargumentando con insistencia poco usual, solicitando permiso paraacompañarlos. Pero el sheik sacudió la cabeza y el joven se apartómalhumoradoparaeludirloscascosdeHalcónalencabritarse.

AhmedBenHassanhizoseñaaSaintHubertdequesepusieraasulado,y en silencio la cabalgata arrancó con un galope rápido. El silencioimpresionóaRaoul,queestabaacostumbradoalclamoreousualdelosárabes,y afectó su temperamento sensible, como si fuera un presagio siniestro. Labandasilenciosa,derostrossombríos,galopandoenformacióncerradadetrásdeellos,sugeríaalgomásqueunaexpedicióndesocorro.

La tradición de valor temerario y eficiencia combativa organizada, quehabía hecho conocer y temer a la tribu durante generaciones, había sidomantenidasiempre,bajoladireccióndelosdosúltimostitularesdelnombrehereditariohastaungrado tanelevado,queningunaotrasehabíaatrevidoadisputar su supremacía, y durantemuchos años su capacidad combativa nohabíasidoprobada.

Hasta IbrahimOmar había heredado un feudo. Solo una vez durante lavida del último Ahmed Ben Hassan se había atrevido a salir en conflictoabierto,yelrecuerdodelmismohabíaduradohastaesemomento.Sehabíanproducidoysiempreseproduciríanescaramuzassuficientesparamanteneralos miembros de las tribus en un estado de perpetua espera, y para esto

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AhmedBenHassan conservaba la rígidadisciplinaque reinaba en su tribu,insistiendo en el elevado nivel que la había hecho famosa. La tarea que supredecesorhabíaheredadodesupadre,elactualAhmedBenHassanlahabíacontinuado y mejorado con autocrática perseverancia. El amor innato a lalucha había sido cuidadosamente fomentado en la tribu, y las armas queposeíanerandelúltimomodelo.Raoulsabíaconperfectacertezaqueparaloshombresescogidosquelesseguían,estaexpediciónsignificabasolamenteunacosa: la guerra que habían esperado toda su vida, precipitada ahora por unaccidentequelesdabaaunpuñadodeelloslaoportunidadquecentenaresdesuscompañerosestabanansiando,unaoportunidadque loshacíaseguirconjúbiloasujefe,sinpreocuparsedequelosrefuerzosquehabíansidopedidosllegaranono a tiempo.Lo reducidode sunúmero eraunmotivodeplacermásqueotracosa.Sivencían,aelloscorresponderíalagloriadeltriunfo;sieran aniquilados, tendrían la honra de morir con el jefe a quien adoraban,porqueningunodeellosdudabadequeAhmedBenHassannosobreviviríaasuguardia,laflordesutribu,loshombrescuidadosamenteescogidosdeentrecuyasfilaserasiempreelegidasuescoltapersonal.Conellosaplastaríaasuenemigohereditario,oconellosmoriría.

Elbrevecrepúsculohabíapasadoyunabrillante lunaresplandecíaenloaltodelcielo,iluminandolaregiónconunaluzblancaydiáfana.Encualquierotro momento, la belleza de la escena, el encanto de la noche oriental, elgalopedesenfrenadoconesabandadefierosguerreroshubieranemocionadoprofundamente a Saint Hubert. Su temperamento artístico y su absolutaintrepidez y amor a la aventura se hubieran combinado para hacer de laexpediciónunaexperienciainteresante,quenohubieradejadopasarporaltodebuengrado.Perosumotivo,elpeligroenqueseencontrabalamuchachade la que estaba enamorado, cambiaba totalmente el aspecto del asunto,dándoleunagravedadyunsuspensoquellenabadetemorsucorazón.

Ysieso leocurríaaél¿quéseríaparaelhombreque ibaasu lado?LapreguntaqueAhmedBenHassanhabía contestadonegativamente en formatandesdeñosaunasemanaantes,habíasidocontestadaenformadistintaporlaexpresiónquehabíapasadorápidamenteporsurostroestanoche.Nohabíaabiertoloslabiosdesdequepartieron,ySaintHubertnosehabíaanimadoaquebrarelsilencio.

Salieron del terreno llano, y ahora estaban entre la serie de colmasondulantes, cuyas cimas se destacaban con color blanco plateado a la luzbrillante de la luna, y las cañadas llenas de sombras oscuras, como negrosestanques de aguas profundas y tranquilas. Y en el fondo de una de esas

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cañadas, el sheik se detuvo repentinamente con una exclamación sorda ysibilante.

Una figura blanca yacía boca abajo y con los brazos extendidos en laarena, casi a los pies de Halcón; al aproximarse ellos dos formas largas yrastreras desaparecieron en la noche. El sheik y Henri llegaronsimultáneamente al cuerpo y Saint Hubert casi almismo tiempo que ellos.Esteúltimohizounrápidoexamenalcaídoquenoeramásqueelvalet.

La bala que aturdió a Gastón había resbalado, dejando una profundaherida, y otras que lo alcanzaron al mismo tiempo le habían atravesado elhombro, rompiéndole la clavícula y causándole además cortes que habíansangrado profusamente. Marchó tambaleándose más de kilómetro y medioantes de volver a desmayarse a causa de la pérdida de sangre. Bajo loscuidadosdeSaintHubertvolvióensíylevantólavistaturbadahaciaelsheik,arrodilladoasulado.

—Monseñor…, madame… Ibrahim Omar…—murmuró débilmente, yvolvióaperderelconocimiento.

Por un instante los ojos del sheik se encontraron con los de Raoul yenseguidasepusodepie.

—Tardalomenosposible—dijo,yvolvióalladodesucaballo.Seapoyócontra Halcón, sus dedos buscaron mecánicamente y encendieron uncigarrillo, y se quedó con los ojos fijos, sin ver el grupo que rodeaba aGastón.LaspalabrasentrecortadasdelvalethabíanconfirmadoeltemorquetrataradedesechardesdequedescubriólaausenciadeDiana.

Solohabía visto a IbrahimOmarunavez, cuandodiez años atrás habíaido con el anciano Ahmed Ben Hassan a una reunión de los jefes máspoderososenArgel,convocadabajolosauspiciosdelgobiernofrancés,paraconferenciarsobreunacomplicadacuestióndelímitesquehabíaamenazadocon un levantamiento entre las tribus, hecho este perjudicial para losprotectoresnominalesdelpaís,quienestemíanserimpotentesparasofocarlo.

Lohabíairritadotenerqueencontraseconsuenemigohereditarioenpiede igualdad, y solamente la influencia moderadora del anciano sheik, queexigía una obediencia ciega, incluso a su heredero, había evitado unacatástrofequepodríahaber anulado la reuniónycausado infinitamentemáscomplicacionesqueladisputafronterizaoriginal.Peronuncahabíaolvidadoal sheik ladrón, y el recuerdo de su rostro depravado y congestionado y sucuerpotosco,demovimientostorpes,sealzóclaramenteahoraensuespíritu.

IbrahimOmaryladelicadacriaturaquetanpocohabíaapreciado.¡Diana!Sus dientesmordieron rabiosamente el cigarrillo. Los celos insensatos y la

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irritaciónprovocadaporlafrancacríticadeSaintHuberthabíanrecaídosobrelacausainocente.Ella,ynoSaintHubert,habíasoportadolosefectosdesuira.Conlacrueldadinnatadesunaturaleza,lehabíacausadounplacersutilobservarelasombro,alternadocontemor,quehabíavueltoadibujarseenlosojosazuloscuroquedurantedosmeseshabíanmiradoalossuyosconfrancaconfianza. Le había hecho sentir intensamente su desagrado. Anoche nadamás, cuando su falta de consideración e irritabilidad injustificada la habíanhechoestremecersevariasvecesdurantelanoche,despuésdehaberseretiradoSaintHubertasutienda,levantólavistaparaencontrarsusojosfijosenlosde él conuna expresiónque, en suhumorpeligroso,había excitado toda labrutalidad de que era capaz y le había hecho experimentar el deseo detorturarla.Elmudoreprocheensumiradalohabíaexasperado,despertandoelgenioendemoniadoquehabíacontenidodurantetodalasemanaanterior.

Sin embargo, cuando la tuvo impotente en sus brazos, temblorosa yapartándose de ese abrazo que no era una caricia, sino simplemente eldesahogodesuira,elreprocheensusojosvacilantessetransformóenmudasúplica,elplacerquehabíaanticipadoensutemornohabíaaparecido,cosaque le irritó más aún. El desesperado latir de su corazón, su respiraciónsollozanteyentrecortada,elconocimientodelpoderquesobresítenía,noledieron ningún beneplácito y la había apartado maldiciéndola salvajemente,hastaquehuyóalaotrahabitacióntapándoselosoídosparaahogarelsonidodesuvoz lentaydeliberada.Yestamismamañana lahabíadejadosinunapalabra o un gesto que hubiera borrado el suceso de la noche pasada. Nohabíapensadohacerlo,suintenciónhabíasidovolverasuladoantesdepartir,pero la negativa a acompañarle de Saint Hubert ahogó el sentimiento máscariñosoqueloimpulsaba,ysurabiahabíaestalladonuevamente.

¿Yahora?Elansiade tenerlaensusbrazos,deborrarconsusbesos laslágrimas de sus ojos y hacerle volver el color a sus labios pálidos, era casiinsoportable. Daría su vida por apartar hasta una sombra de su camino, yahoraestabaenmanosdeIbrahimOmar.Esaideaytodoloqueimplicabaerauna tortura, pero no se le escapaba signo alguno del infierno que estabasoportando. La demora le parecía interminable y volvió a montar, con laesperanza de que la espera le pareciera menor con el cuerpo inquieto ynerviosodeHalcón entre sus rodillas, porque aunque el caballo se quedabatranquiloconsuamoal lado,corcoveabacontinuamenteante laespera,unavezmontadoelsheik,ylanecesidaddecalmarloerapreferiblealainaccióncompleta.

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SaintHubertsepusoenpieporfin,ydejandoatrásaHenriyadosárabesaquienesselesencomendóquellevaranalheridoalcampamento,elgaloperápidohaciaelsurfuereanudado.Marchóadelante,sobreelterrenoonduladoalolargodelcualhabíacaminadoatropezonesGastón,enceguecidoydébilpor lapérdidadesangreyeldolordelasheridas.PasóelcuerpomuertodeBailarín, de un blanco fantasmal a la luz de la luna, caído algo alejado delsemicírculo de árabes, que probaba la certera puntería de Gastón cuandoDianayélhabíanofrecidosuúltimaresistencia.

Elárabenohizosignoalgunoynodisminuyóelviolentogalope,salvandoloscuerposcaídosqueyacíanensucaminoconsolounestremecimientoderepugnanciayresoplidodedisgusto.Siempreadelante,pasandolosmontonesde ropas caídas que señalaban significativamente el camino, evitándoloscuando la luna los iluminaba y saltando por encima de ellos en lashondonadas,endondeelcaballodeRaoulunaveztropezóyestuvoapuntoderodaryelvizcondeoyóelcrujidodelcráneodelmuertobajosuscascos..

El aullidodistantede los chacales era cadavezmáspróximo,hastaquedespuésdeculminarunalargacuestaydescenderaunahondonada,queerasuficientemente larga y ancha para ser plenamente iluminada por la luna,llegaron al lugar en donde había sido tendida la emboscada. Ahmed BenHassansabíaqueentreelmontóndecadáveresycaballosestabanloscuerposde sus hombres. Tal vez entre las figuras inmóviles y los chacales, cuyohorribleaullarhabíanoído,yquehabíanescapado,hubieraalgunoconvidasuficienteparadarnoticias.Unodesuspropioshombresquehablaríadebuengrado o uno de los de Ibrahim Omar, a quien haría hablar. Sus labios separtieronenungestodecrueldad.

El silencio que había reinado entre sus acompañantes se interrumpió derepente mientras buscaban apresurados entre los muertos. El sheik esperóimpasible,silenciosoentrelassordasimprecacionesyamenazasdevenganzasdesussúbditosalllegaralladodelosrestosdelosseishombresquehabíansido la escolta de Diana, acuchillados y mutilados hasta hacerlos casiirreconocibles.Perofueélquienobservóquelaúltimafigurahorribleseagitóligeramente al ser depositada en el suelo, y fue aquel rostro, que se habíatornado extraordinariamente suave, lo que el árabemoribundo vio con ojosquesenublabanrápidamente.Elhombresonrióconlasonrisafelizdeunniñoque ha logrado una recompensa inesperada, alzó penosamente su mano engestodesaludoyluegoseñalóhaciaelsur.

El sheik estrechó los dedos insensibles del hombre, y con un esfuerzopostrero el árabe se llevó lamano de su jefe a la frente y se desplomó sin

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vida.

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CapítuloVIIIElsheikladrón

Lenta y penosamente, entre oleadas de terribles náuseas y con el rumor deaguasprofundasensusoídos,Dianafuerecobrandoelconocimiento.Ledolíahorriblemente la cabeza y sentía sus miembros acalambrados y llenos decontusiones.Eldolorfísicoembotabasumemoriayenelprimermomentoelpensamiento estaba confundido con el sufrimiento corporal. Perogradualmente se fue despejando la niebla de sumente y lamemoria volviópocoapoco.Recordóincidentesfragmentariosdeloquehabíasucedidoantesdecaerenelolvidodelqueacababadesalir.Gastón,elhorrorylaresoluciónensusojos,eltemorconvulsivodesuslabiosalmirarladefrenteenelúltimomomento,supropiotemor—nodelamuerteinminente,sinodequelefueraarrebatada la salvación que ofrecía—.Luego, antes de que el valet pudierallevaracabosuactodesupremadevoción,habíallegadolalluviadebalasyhabíacaídosobreella,saturandoconlasangre,quemanabadelasheridas,suchaquetadehilo,yrodandoasuspies.Recordabavagamentelasfigurasqueseabalanzaronsobreella,yluegonadamás.

Tenía cerrados los ojos aún; le pesaban los párpados como si fueran deplomo y el esfuerzo necesario para abrirlos sobrepasaba sus fuerzas.«Gastón», murmuró débilmente, y extendió la mano. Pero en lugar de sucuerpoodelaarenasecayardientequesusdedoshabíanesperadoencontrar,se cerraron sobre muelles cojines. Con el choque que esto le produjo seincorporódegolpe,conlosojosmuyabiertos,perodébilymareadavolvióacaer, cubriéndose lacaracon lamanopara tapar la luzqueheríacomounadagasusórbitasdoloridas.

Duranteunratopermanecióinmóvil,luchandocontraladebilidadquelavencía,ypocoapocofuepasandolahorriblenáuseaycedióelagudodolordecabeza,quedandosolounamolestiasorda.Eldeseodesaberdóndeestabayquéhabíasucedidolahizoolvidarsucuerpomagullado.Apartóligeramenteelbrazodesusojosparapoderver,ymirócautelosamentepor laspestañasentrecerradas,cubriéndosecon lamangade lachaqueta.Estabaacostadaen

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unapila de almohadones enun rincóndeunapequeña tienda, queno teníaningún otro mobiliario salvo la alfombra que cubría el piso. En un rincónopuestodelaestancia,unamujerárabeestabaacurrucadasobreunpequeñobrasero, y sentía el olorpenetrantedel cafénativo.Volvió a cerrar losojosconunestremecimiento.Debíadeestarenelcampamentodel sheik ladrón,IbrahimOmar.

Permaneció inmóvil, acostada entre los almohadones y mordiendo lamanga de su chaqueta para ahogar el gemido que pugnaba por salir de suslabios. Se le anudó la garganta al pensar en Gastón. En aquellos últimosmomentostodaslasdesigualdadesdeclasehabíansidobarridasporalpeligrocomún:habíansidosolamenteunhombreyunamujerensuúltimomomento.Recordaba cómo, cuando ella se arrimó a él, su mano había buscado yestrechadolasuya,comunicándolevalorysimpatía.Habíahechotodocuantopudo, había escudado el cuerpo de ella con el suyo, y debieron capturarlapasando por encima de su figura exánime. Había probado su fidelidadsacrificandolavidaporsalvaraljuguetedesuamo.Gastóncasiseguramentehabía muerto, pero ella estaba viva y debía de conservar su energía paracuando la necesitara. Reprimió la emoción y con un esfuerzo dominó elviolento temblordesusmiembros.Sesentó lentamente,mirandoa lamujerárabe,quealoírlamoversesevolvióparamirarla.

Instantáneamente comprendió Diana que no debía esperar ayuda nicompasión de ella. Era unamujer agraciada que debió ser bonita de joven,pero no había ningún signo de suavidad en su cara sombría y sus ojosvengativos.Dianasintióquelapatenteamenazaenlaexpresióndelamujererainspiradaporodiopersonaly lamolestiaqueleocasionabasupresenciaen la tienda.Y esa sensación fue el acicate necesario para el valor que ibarecobrandorápidamente.Lamirócontodalaaltivezdequeeracapaz;habíadescubierto su poder entre los nativos de la India el año anterior, y en eldesierto solamentehabíaunárabecuyosojosnocedíanante losdeella;uninstante después, murmurando sordamente, la mujer volvió a ocuparse delcafé.

LosmúsculosdeDianasedistendieronyse reclinócómodamente sobreloscojines;elpequeñochoquedevoluntades lehabíadevuelto laconfianzaensímisma.Movióunamanoquerozólamangadesuchaqueta,retirándolamanchadaypegajosa,entoncessediocuenta,porvezprimera,quelamangaytodounladoestabanempapadosensangre.Searrancólachaquetaconunestremecimiento y la arrojó lejos de ella, borrando la mancha roja de susmanosconunaespeciedehorror.

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Dentrodelatiendahacíauncalorintensoysenotabaunolorpenetranteyuntuoso,eminentementenativo,quenuncahabía sentidoen las tiendasbienventiladas, escrupulosamente limpias de Ahmed Ben Hassan. Sus labiossensibles se torcieron en unamueca de disgusto, rebelándose su delicadezainnata.Elcaloragravabalasedardientequequemabasugarganta.Sepusodepie lentamente y con infinita precaución, para evitar ningún movimientobruscoquepudierahacerlevolverelmartilleoensucabeza;perolosefectosdelgolpeseibandesvaneciendoyaunquelecontinuabandoliendolassienes,noeramásqueeso,ylasensacióndemareohabíadesaparecidoporcompleto.Cruzólatiendahastadondeestabalamujerárabe.

—Dameunpocodeagua—ledijoen francés,pero lamujer sacudió lacabezasinlevantarlavista.

Diana repitió su pedido en árabe, una de las pocas frases que sabía sinvacilar.Estavezlamujerseincorporóprecipitadamenteyletendióunatazadecafé.

Dianaodiabaeselíquidoespesoydulzónperonoteníaotroremedioqueconformarse hasta conseguir el agua que deseaba, y extendió lamano paratomarlataza.Perosusojosencontraronlosdelaotrafijosenella,yalgoensu mirada malévola la hizo detenerse. Atravesó su espíritu una repentinasospecha. El café contenía un narcótico. No sabía qué cosa, aparte de laexpresión de la mujer, le hizo pensar eso, pero estaba segura de noequivocarse.Apartóimpacientelataza.

—No.Caféno.Agua—dijoconfirmeza.Antesdequesedieracuentadeloquesucedía,laindígenalaestrechócon

un brazo fornido y le quiso llevar por la fuerza la taza a los labios. Esoconfirmó las sospechasdeDianay la rabiaque seapoderódeellaaumentósusfuerzas.Lamujererarobusta,perolajoveneramásfuerteyágil.Tirólatazaalsuelo,derramandosucontenidoyconesfuerzoapartólasmanosquese aferraban a ella, arrojando a lamujer al suelo, haciéndola rodar hasta elbrasero, que se volcó, provocando la caída de cafeteras y tazas sobre laalfombra.Lamujerseincorporóderodillasyempezóaapagarlasbrasas,almismotiempoqueexhalabagritotrasgritoconunavozagudaypenetrante.Y, en respuesta a sus lamentos,unacortinaenuncostadode la tienda,queDiananohabíaobservado,fueechadaaunladoyentróunnubiogigantesco.SeñalandoconlamanoextendidaquetemblabaderabiaaDiana,lamujerlallenódeinjurias,acentuandocadafraseconlosalaridosquehabíanatraídoalnubio.

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Diananopodíaentendernadadeloquedecía,perosusgestosexpresivosrelatabanconsuficienteclaridadlahistoriadelalucha.Elnubioescuchóconunaampliasonrisaquemostrabasusblancosdientesysacudió lacabezaenrespuestaaalgúnpedidoexigidoconunpuñoacusador.Recogiólasúltimasbrasasquehabíancaídosobre laalfombra, frotando los trozoschamuscadoshasta apagarlos totalmente, y luego se volvió para salir del aposento. PeroDianalollamó.Diounpasoadelante,altalacabezaylomirófijamente.

—¡Tráemeagua!—dijo imperiosamente.Señaló él al caféque lamujernuevamenteestabahaciendo,conlaespaldavueltaaellos,peroDianagolpeóelsueloconelpie.

—¡Agua!¡Tráemeagua!—dijodenuevomásimperiosamentequeantes.Conunasonrisamásamplia,elnegrohizoungestodeasentimientoysalió,volviendounosinstantesdespuésconunpellejodeagua.

Elpensarensuestadolahizovacilarunmomento,perosolouno.Teníademasiada sed para fijarse en minucias. Recogió una de las tazas de cafélimpiasquehabíancaídoasuspies,laenjuagóvariasvecesyluegobebió.Elaguaestabacalienteyteníaungustoligeramentesalobre,perolanecesitabademasiadoparatenerloencuenta.Apesarleestartibia,aliviólasensacióndesequedad y sofocación que experimentaba en su garganta y la refrescó. Elnubiovolvióasalir,dejandoalamujersiempreacurrucadasobreelbrasero.

Dianavolvióalosalmohadonesysedejócaerenellosdebuenagana.Losucedidoen losúltimosmomentos lahabíacansadomásde loquecreía, letemblaban las piernas sintió alivio. Pero su valor se había acrecentado degoleselhechodequefuerafísicamentemásfuertequelamujerquelehabíasidopuestaparacustodiarlaytambiénhabersehechoobedecerporelnegro,habían tenido un gran efecto moral sobre ella, contribuyendo a restablecerconfianzaensímisma.

Su situación era tremenda, pero abrigaba grandes esperanzas. El quedesde que recuperara el conocimiento solo, hubiera visto a la mujer y alnubio, parecía indicar que Ibrahim Omar estaba ausente del campamento;desechó como poco probable el pensamiento de que tal vez estuvierademorandoapropósitoelmomentode inspeccionar lacautivaconelobjetodeprolongarsu torturamental.No locreía tan inteligente.Ysuausencia ledaba más valor. ¡Si solo se prolongara hasta que llegara Ahmed! Estabasegura de que vendría el sheik, su fe en él era ilimitada. ¡Si solo llegara atiempo!Habíapasadomuchotiempodesdequecayeronenlaemboscada.Esohabíaocurridoaliniciodelatarde.Ahoralalámparaencendidaleindicabaleeradenoche,peronosabíalahora.Selehabíarotoelrelojunosmesesantes

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ynoteníamediosnisiquieradeadivinarla,perosuponíaquehacíaratoquehabía caído la noche.Y a estas horas, su ausencia, la deGastón y la de laescoltayahabríasidodescubierta.Élsabríaelpeligroenleseencontrabayvendríaasocorrerla.Deesonodudaba.

Aunquehubieracambiadotanextrañamenteenlosúltimosdías,aunquelamaravillosa bondad de los dos últimos meses se hubiera convertidonuevamenteenindiferencia,nodudaba.Aunquehubierapasadoeldeseoysuindiferenciafueratangrandequeyanolanecesitaramás,suscelosorientalesquetanprofundamentelodominabanjamáspermitiríanqueselaarrebatarantanfácilmentedesusmanos.Podríadejarlacuandoélquisiera,peronadiesela quitaría impunemente. Su intuición demujer había sentido los celos quehabían actuado sobre él durante los días poco felices transcurridos desde lallegada de Saint Hubert. Unos celos inexplicables, que no tenían base nijustificaciónperoporcuyacausahabíasufridoella.

Lo había sabido la noche anterior cuando se había estremecido bajo sulenguasarcástica,ymástardecuandoSaintHubertloshabíadejadoysumalhumor había estallado repentinamente. Estaba pagando ella la tensióndesacostumbradaquehabía impuestoélasussentimientos.Susmaldicioneslehabíancorroídoelcorazónyhuyódeélparaahogarelinstintocobardequele impulsaba a confesarle su amor y a implorar su misericordia. Habíapermanecidodespierta,conestremecidaaprensión,esperándolo;perocuando,despuésdecercadedoshoras,entróconelcigarrillohabitualentresuslabios,la indiferenciahabíaocupadoel lugardelarabia,ylahabíaignorado,enlaformaqueellahabíallegadoaacostumbrarseaserignorada.Muchodespuésde haber visto por su respiración regular que se había dormido, habíacontinuado con los ojos abiertos a su lado, aferrándose a la felicidad quepodía estar a su alcance, tratando de contentarse con su proximidad. Y laindiferenciadelanochesemantuvocuandosalióalamanecer.Pero,apesarde eso vendría, aunque no fuera más que por los celos que lo dominabaninexorablemente.

¡Vendría!¡Vendría!Selorepetíaparasusadentroscomosiesaspalabrasle dieran valor. No permitiría que le sucediera nada. Cada momento queIbrahimOmarcontinuabaalejadodel campamentoeraun tiempoganado,ycadamomentoAhmed estaríamás cerca. La inversión del papel que habíadesempeñadoensuvidahizoasomarunasonrisatrémulaasuslabios.Ahorarogabacondesesperaciónquellegaraelhombreaquien,unassemanasantes,había odiado por la forma brutal en que la había raptado. Representaba laseguridad,lasalvación,todocuantohacíaalavidadignadeservivida.

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Unruidorepentinoyelsonidodevocesdehombresenelaposentovecinolahizoponersedepieconelsenoagitadoylasmanoscrispadas.Perolavozagudaygutural,quepredominabasobrelasotrasvoces,aniquilólaesperanzaque había nacido en ella por su completa desemejanza con el tono grave ysuaveporelquesuspiraba. ¡IbrahimOmar! ¡Había llegadoprimero!Apretólosdientes conun suspiro entrecortado, preparándosepara la pruebaque leesperaba.

La mujer árabe se volvió para mirarla nuevamente con una sonrisaburlona llena de significación. Pero aparte de esa fugazmirada desdeñosa,Diananohizoningúncasodeella.Permaneciórígida,golpeandonerviosaconel pie en lamuelle alfombra.Notó que le habían quitado las espuelas y lafundavacíadelrevólvermientrasestabasinconocimiento,yconeseextrañodesdoblamiento que aparta a una cadena de pensamientos del centro deimportancia aun en unmomento supremo, pensó, con unmalhumor que lepareciófútil,porquélohabríanhecho.

Lasvoces en lahabitaciónvecina continuaron,hastahacerque la jovencasi rogara que llegara el momento que estaba esperando; el suspenso erapeorquelapruebaparalacualestabatratandodedarseánimo.Llegóporfin.Lacortinafueapartadadenuevoyentróelmismonegrogigantescoquehabíavistoantes.Sedirigióhaciaellay su respiraciónsilbó repentinamenteentresusdientesapretados,peroantesdequellegaraaellafueinterceptadoporlamujerárabe,quelecerróelpasoyconojoschispeantesygestosapasionadosle dirigió un torrente de palabras furiosas en voz baja. El nubio se volvióimpaciente,apartándoladesucaminoy,al llegaral ladodeDiana,extendiósumanocomosi fueraa tomarladelbrazo,peroelladiounpasoatrásconojosrelampagueantesyungestoqueélobedeció.

Elcorazónlelatíaconfuerza,perosedominaba.Solamenteletemblabanlas manos, y sus dedos se abrían y cerraban espasmódicamente, entonces,para esconderlos los introdujo en los bolsillos de sus pantalones. Se dirigiólentamente hasta la cortina e hizo seña al nubio de que la apartara, ymáslentamenteaúnpasóalotroaposento.Eraapenasunpocomayorqueelquehabíadejadoycasitandesnudo,peroapenasnotóesosdetalles,porquetodasuatenciónseconcretóenlafiguracentraldellugar.

Ibrahim Omar, el sheik ladrón, descansaba su voluminosa figura sobreunapiladealmohadones,teniendoasuladounpequeñotabureteincrustadoen el que había café y detrás de él, de pie, inmóviles como si fueran debronce,otrosdosnegros tanparecidosalquehabía llamado,quesemejabanreproduccionesdelmismomodelo.

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Diana se detuvo en la entrada; luego, con la cabeza erguida y pasoelástico, atravesópausadamente las espesas alfombrasy separódelantedeljefe,mirándolodefrenteconungestoaltaneroenloslabiosyojosinsolentes,semicerrados.

Todos sus instintos se rebelaban contra la calma que ella se habíaimpuesto.Teníaganasdegritar yde tratar deganar la entradaque suponíaestabadetrásdeella,yaprovechar laoscuridadexterior.Perosabíaqueaúnenelcasodequellegaraalairelibre,nuncapodríaalejarsemásdeunospasosde la tienda. Su mejor recurso era mantener ese aire arrogante, que era loúnico que le impedía ceder a sus temores. Debía dar la impresión deintrepidez, aunqueelmiedoestuviera invadiendo sucorazón.Detrásdeunamáscaradeindiferenciasusojosveladosvigilabanatentamentealjefe.

Este era, realmente, el árabeque sehabía imaginado, esa figura toscaytorperecostadaentrecojineschillones,conrostrohinchadoyferoz,surcadopor todas las marcas del vicio, labios gruesos y sensuales entreabiertosmostrandodientesrotosyamarillentos,ojoshundidoseinyectadosensangreconunaexpresiónenellosquelaobligóarecurriratodasuresoluciónparasoportarla,unaexpresióndemaldadtanbestialqueelhorrorqueleprodujoladejóbañadaenunsudorfrío.

Su aspecto era de descuido, las ropas, de fino tejido, estaban llena demanchas y arrugas, y las manos gruesas extendidas sobre las rodillasmostrabantalsuciedad,queseveíaapesardelapieloscura.EltorperostroseiluminóconunchispazodesatisfacciónmaliciosaalacercárseleDiana,yensusgruesoslabiosaparecióunasonrisamaligna.Entonces,inclinandoalgoelcuerpo hacia adelante, lo descansó pesadamente en las manos que estabansobresusrodillas,ycomenzóaestudiara la jovencon lamirada,hastaquesusojosfueronaposarseensurostro.

—AsíqueereslamujerblancademihermanoAhmedBenHassan—dijolentamente, en un francés atroz, con una repentina inflexión feroz alpronunciar el nombre de su enemigo—. ¡Ahmed Ben Hassan! ¡Que Aláqueme su alma en el infierno!—agregó con rabia, escupiendo desdeñoso.Volvió a recostarse en los almohadones con un gruñido y bebió caféruidosamente.

Diana fijó sus ojos en él y, bajo su firme mirada, pareció encontrarseinquietorecorriéndolaincesantementeconsusojosinflamados,mientrasunadesusmanosjugueteabaconlaempuñaduratalladadeunpuñalquellevabaen la faja.Al fin lodominó la exasperación, e inclinándosedenuevohaciaadelantelehizoseñadequeseacercaramás.Vacilóella,yenesemomento

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seoyóunrumordecolgadurasdetrás,ylamujerárabedelaposentointerior,eludiendo al negro que se había adelantado para contenerla, se arrojó a lospies de IbrahimOmar, aferrándose a sus rodillas con un ronco gemido.DegolpeDianacomprendióelsignificadodelodioquehabíabrilladoenlosojosdelaindígenaunratoantes.Ellaeraunarival,cuyallegada,paracompartirlos favores de su señor, había despertado todos los celos en la favoritareinante.Unaoleadadedisgustosemezclóaltemorquelatorturaba.Alzólacabeza irritada, luchandocontrael terrorcreciente,yporunmomentocerrólos ojos. Cuando volvió amirar, lamujer seguía acurrucada a los pies delviejoárabe,imploranteyllorosa.

IbrahimOmarlacontemplóconcuriosidad,suslabioscontraídosenunasonrisamalévolaquedejabaaldescubiertosusdientesennegrecidos,yluegolaapartóviolentamenteconunabofetadaenlaboca.Perolamujerseaferrómásaél,conrostrodesesperadobrotándoledeloslabiosunhilodesangre,yconunroncogruñidoqueparecióelrugidosordodeunabestiasalvaje,eljefeladrón la tomó de la garganta y la sostuvo así un momento, mientras ellaagitabalasmanos,impotentecontrasuférreoapretón.Luegolentamentesacóel largopuñalde losampliosplieguesdesufajaycon lamisma lentitud lohundió en el pecho de lamujer.Con indiferencia salvaje, antes de soltarla,limpió cuidadosamente el arma manchada de sangre en su vestido, y porúltimovolvió a colocarla en su lugar,mientras arrojaba el cuerpoque rodósobrelaalfombraentreDianayél.

Seprodujoun silencioen lahabitacióny la jovennotócercadeellaunruidosordoyrítmico,parecidoal tictacdeunrelojgrande,ysediocuenta,conasombro,queerael latidodesucorazón.Parecíahaberseconvertidoenuna estatua petrificada por el horror de los últimosmomentos. Sus ojos nopodíanapartarsedelafiguraqueyacíainmóvilenlaalfombradelantedeella,con la herida abierta en el pecho quemanaba sangremanchando las ropasoscurasdelamujerycorriendolentamentehastalaalfombra.Estabaaturdiday por su mente cruzaron raros pensamientos. Era una pena, pensóestúpidamente, que la sangre estropeara la alfombra. Era una hermosaalfombra y pensó lo que habría costado enBiskra…,probablementemenosqueenLondres.Luegoolvidólaalfombraalposarsumiradasobreelrostrodelamujer.Teníalabocaabiertayelhilodesangreseestabasecando,perofueron losojosdesencajados,conexpresióndeagoníaaún, losquehicieronvolverse abruptamente a Diana. Pareció despertarse de repente paracomprender a plenitud lo que había sucedido y el peligro en que seencontraba.

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Sesintió físicamenteenfermaporunmomento,perose sobrepuso.Muydespacio fue levantando la cabezay encontrando losojosde IbrahimOmarfijosenella,lomiródefrenteporencimadelcadáverdelamujery…¡serio!Fueesoounalarido.Losrizosempapadosensudorselepegabanalafrenteypensó si alguna vez se le aflojarían los dedos crispados. No debía hacerningúnsigno,nodebíagritarnidesmayarse, teníaqueconservareldominiodesímismahastaquellegaraAhmed.«¡0h,Diosmío,mándalopronto!».Larisa vaciló histéricamente y se mordió el labio. Tenía que hacer algo quedistrajera su atención de aquella horrible figura inmóvil a sus pies. Casiinconscientemente tomó la cigarrera que llevaba en el bolsillo y la sacó,apartando sus ojos del horrible espectáculo, y escogiendo un cigarrillo loencendió lentamente,arrojóel fósforoprendidoaúna laalfombra,entre lospiesdelnegroqueestabacercadeella.Estenosehabíamovidodesdequenopudo impedir la entrada de la mujer, y los dos apostados detrás de losalmohadoneshabíanpermanecidoinmóviles,siguiendoapenasconsumiradala tragedia que se habíadesarrolladodelante de ellos.Auna señal del jefe,avanzaron y se llevaron el cadáver de la mujer. Uno volvió un momentodespuéstrayendomáscaféyluegosedesvaneciósilenciosamente.

EntoncesIbrahimOmarseinclinóhaciaadelanteconunamuecahorribleeindicóaDianaqueseacercara,dandounaspalmadasenloscojinesalladodeél.Dominando la repugnanciaque la llenaba, se sentó tratandode fingirdespreocupación.Laproximidaddelhombreledabanáuseas.Olíaasudor,agrasa, y a caballos mal cuidados, el hedor penetrante de los sucios. Suspensamientosvolvieronalotroárabe,cuyascostumbressehabíavistoforzadaaconocertaníntimamente.Recordandotodoloquehabíaoídodelagentedeldesierto, se había sorprendido al ver el cuidadominucioso que tenía de supersona,susbañosfrecuentes,lalimpiezainmaculadadesusropas,elaspectosaludablequetenía,eldébilylimpioolorajabónmezcladoconelaromadeltabacoturcoquesiempreloacompañaba.

Elcontrasteerahorrendo.Rechazó el café que le ofrecía con la cabeza, no haciendo caso de su

gruñido de protesta, sin tan siquiera entenderlo porque él había hablado enárabe.Aldejarcaerelextremodelcigarrilloconcasilasensacióndeperderunancladesalvación—porqueporlomenoshabíaevitadoquetemblaransusojos—,sugruesamanolatomódelacinturaylaatrajohaciaél.

—¿Cuántosfusilestrajoelfrancésaesehijodelastinieblas?—dijoconvozáspera.

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Volvió ella la cabeza, sorprendida, y encontró sus ojos inyectados ensangrefijosenella,conairemitaddeamenaza,mitaddeadmiración,yvolvióaapartarlamiradaprecipitadamente..

—Nolosé—respondió.Leapretóéllamuñeca.—¿CuántoshombresteníaAhmedBenHassanenelcampamentoadonde

tellevó?—Nolosé.—¡No lo sé! ¡No lo sé! —repitió él con una carcajada salvaje—. Lo

sabráscuandohayaterminadocontigo.Leapretólamuñecahastahacerlaretorcersededolor,yvolviólacabeza

paraquenopudieraversurostro.Enrápidasucesiónlehizopreguntatraspreguntareferentesalsheikysu

tribu, pero Diana guardó silencio, con la cabeza desviada y fruncidos loslabios.Nosabríaporellanadaquepudieracausardañoalhombrequeamaba,aunque la torturara, aunque tuvieraquepagar su silenciocon lavida, comoprobablementesucedería.Seestremecióinvoluntariamente.«¿Quieresquetedigaloqueleharían?».PodíaoírlavozdelsheiktanclaramentecomoenlanochequelepreguntócuálseríalasuertedeGastónenlasmanosdeIbrahimOmar. Podía oír el horrible significado que había puesto en esas palabras,podíaverlaterriblesonrisaquelasacompañó.Larespiraciónselehizomásagitada, pero seguía firme su valor. Se aferraba con desesperación a laesperanzaquelasostenía.Ahmedteníaquellegaratiempo.Ahogólasdudastorturantesquelemurmurabanquetalveznuncalahallaría,quepodríallegardemasiado tarde, que cuando llegara podía ya estar fuera del alcance deldeseodeunhombre.IbrahimOmarcesósuinterrogatorio.

—Hablarás más tarde —dijo significativamente y bebió más café. Suspalabras reavivaron los pensamientos torturantes que había sofocado. Almismo tiempo la imaginación le conjuraba los cuadros espantosos que lahabían aterrado cuando los había aplicado a Gastón, pero ahora era ella lafigura central de todos los horrores que se imaginaba, hasta que el temblorquetratabadereprimirlasacudiódelacabezaalospies,yapretólosdientesparaevitarquecastañetearan.

IbrahimOmar seguía sujetándola, y unmomento después, con horriblerepugnancia,sintió lasmanosdeélquepasabanporencimadesubrazo,sucuelloy luego recorrían las suavescurvasdesuesbeltocuerpo.Porúltimo,conunainterjecciónahogada,laobligóamirarlodefrente.

—¿Qué estás esperando? ¿Crees que Ahmed Ben Hassan va a venir?¡Pobre tonta! Ya te ha olvidado. Hay muchas mujeres blancas en Argel y

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Oran que puede comprar con su oro y su cara diabólica. Los amores deAhmed Ben Hassan son tan numerosos como las estrellas. Pasan como elvientoeneldesierto,unhálitoardiente…yseacabó.Novendrá,ysilohacenoteencontrará,porquedentrodeunahoranoshabremosmarchado.

Dianaseretorcióentresusbrazos.Lasodiosaspalabraspronunciadasenpésimo francés con voz gutural y el rostro vicioso iluminado por laadmiraciónquebrillaba en susojos inyectados en sangre, eranunahorriblepesadilla.Conuntiróndesesperadoconsiguióliberarseyhuyóatravésdelatienda,dominadafinalmenteporelpánico.Peroensuprecipitacióntropezó,yconunarapidezqueparecíaincompatibleconsuaspectotorpe,IbrahimOmarlasiguióparalaluchafinal.

—Unahora,mipequeñagacela,unahora…—dijoroncamentetomándolaentre sus brazos. La llevó luchando hasta el diván. Allí hizo una pausa yDiana permaneció inmóvil, reservando sus fuerzas.A continuación el sheikladróninclinósucarasobreladeella.

Conungrito la joven echó su cabeza aun ladoy tratóde apartarsedelabrazo,luchandoconlafuerzadelalocura.Resistíacomounhombre,conunrápidopensamientodegratitudalaformaenquelahabíaeducadoAubrey,yretorciéndosecomoposeídaconsiguió librarsedesusmanoshastaponer lospiesenelsuelo.Peroélnolasoltaba;lavolvióaatraerhaciasí,mientrasellaresistíafuriosa,y ledesgarró lafinablusa,dejandoaldescubiertosublancopecho. Con la respiración entrecortada siguió lamujer luchando hasta que,poco a poco, sus brazos la volvieron a rodear.Apoyó ella lasmanos en elpecho del hombre, teniéndolo a distancia, hasta que le pareció que susmúsculos se iban a quebrar, pero el peso de él la iba haciendo caer poco apocosobreloscojinesdeldiván.Sentíasualientocálidoenlacarayelolornauseabundodesusropas.Comprendióquesedebilitabasuresistencia,queelcorazónlelatíapenosamentecasisofocándola.Seibadesvaneciendolafuerzadesusbrazos…,unmomentomásyquedaríaagotada.

Sucerebroseestabaembotando,como lohizocuandoelhombreque latenía en susmanos había asesinado a lamujer ante sus ojos. Si tan solo lamatara ahora. La muerte sería fácil comparada con esto. El débil rayo deesperanzaque,aúnteníacasisehabíaextinguido.Ahmednohabíallegado,yen su agonía, pensar en él era una nueva tortura. Las palabras burlonas deIbrahimOmarnohabíanquebrantadosufe.Llegaría,perollegaríademasiadotarde.Nunca sabría que ella lo había amado. ¡SantoDios, cómo lo amaba!¡Ahmed!¡Ahmed!Yconesegritoinaudiblelosúltimosrestosdesufuerzasedesvanecieroninstantáneamenteycayóbajoeljefe.Laobligóélaponersede

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rodillasyconlamanoaferrandobrutalmentesuscabellosleechóhaciaatrásla cabeza.Había una expresión de locura en sus ojos y sus labios echabanespumarajos al sacar el puñal de la faja y apoyar su filoso borde en lagarganta de ella. Diana no hizo ningún movimiento, y después de unmomento,elhombrelodejócaerconunarisahorrible.

—No,después—dijo,alzándolasinqueellaresistiera.LaarrojósobreloscojinesyporunmomentosintióDianasusmanosenelcuerpo.

Seoyóafuerauntumultorepentinoycrepitardefusiles.Luego,enunaltodelfuego,seescuchólavozdelsheikquegritaba:«¡Diana!¡Diana!».

Suvozysuproximidadledieronnuevasfuerzas.SeincorporódeunsaltoapesardelasmanosdeIbrahimOmarquelasujetaban.«¡Ahmed!»,gritóunavez, luego la mano del jefe cubrió su boca, pero frenética se la mordióhundiéndole los dientes hasta el hueso, y en elmomento en que la retirabagritódenuevo:«¡Ahmed!».

Peroparecía imposibleque aquellavozpudiera ser oídapor encimadelruidoendemoniadofueradelatienda,ynopudollamarlomás,porqueconunrugidoderabiaeljefelatomóporlagargantacomohabíahechoconlamujerárabe.Y lomismo que aquella susmanos trataron en vano de arrancar losdedos que la ahogaban. Sofocada y asfixiada por el dolor intenso en sugarganta,leparecióqueleestallabanlospulmones,lasangrelegolpeabaenlos oídos con el ruido ensordecedor de las olas y la habitación se ibaoscureciendoantesusojos.Losbrazoscayeronimpotentesasuscostadosyseledoblaronlasrodillas.Lasosteníaenpie,soloporlagarganta.Elruidoensusoídosaumentó,latiendaibadesvaneciéndoseenlastinieblas.Vagamente,sinningunaemoción, sedio cuentadeque la estabamatandoyoyó suvozcomosillegarademuylejos.

—NolanguidecerásmuchotiempoenHawiyatsintuamante.Prontoteloenviaré.

Estaba casi inconsciente, pero oyóque la voz sarcástica se quebraba degolpe,ylapresiónmortalensugargantaseaflojóaltomarlarápidamenteeljefe por los hombros doloridos, apartándola y poniéndola delante de él.Levantarlacabezaeraunaagoníayelesfuerzohizovolverlaespesanieblaquehabíadisminuidoalsentirlibresugarganta,perosedespejódenuevolosuficienteparalograrver,atravésdeunabrumaborrosa,lasiluetadelaaltafiguraqueestabafrenteaella,depie,alladodelaentrada.EraAhmedBenHassan.

Hubouna pausa, un silencio que contrastó extrañamente con el tumultoexterior, y Diana, semiinconsciente, se extrañó de que el sheik no hiciera

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nada, de que no usara el revólver que empuñaba. Luego, con lentitud,comprendióquenoseatrevíaadisparar,porqueel jefe lasosteníacomounescudovivientedelantedeél,refugiándosedetrásdeloúnicoquepodíaevitarquesuamanteusaralainfaliblepuntería.Cautelosamente,IbrahimOmarfueretrocediendo,manteniéndolaaellasiempredelantedeél,esperandoganarelaposento interior. Pero con la sorpresa de la aparición repentina de suenemigo,calculómal laposicióndeldivány tropezócontraélperdiendoelequilibrio,soloporunmomento,perolosuficienteparadaralhombre,cuyorevólver lo cubría, la oportunidadquedeseaba.Con el frío cañón contra sufrente, lasmanos del jefe ladrón soltaron aDiana, y ella se deslizó débil ytemblorosaalaalfombra,agarrándoseladoloridagargantaygimiendoporelesfuerzoquedebíadehacerpararespirar.

Porunmomentolosdoshombressemiraronalosojos,eIbrahimOmartuvo la certeza de su muerte. Con el fatalismo de su credo no ofrecióresistenciaalaferrarseasugargantalamanoizquierdadelsheik,mientrasenel rostro de este se dibujaba una terrible sonrisa. Era más rápido usar elrevólver, pero de la misma manera que había sufrido Diana moriría sutorturador.Todoelsalvajismodesunaturalezasalióalasuperficie.Apartedela lastimosa figura que respiraba entrecortadamente en el suelo a sus pies,estabaelrecuerdodelosseiscuerposmutilados,susfielessúbditos,hombresde sumisma edad, que habían llegado junto con él a la virilidad, hombresescogidosdesuguardiapersonalquehabíanestadoíntimamenterelacionadoscontodasuvida,yquelohabíanservidocondevociónyresueltaobediencia.Esos y otros que, de tiempo en tiempo, habían caído víctimas del odio deIbrahimOmarcontra suenemigomáspoderoso.Elhombreculpablede susmuertes estaba por fin en sus manos, el hombre cuya existencia era unaamenazaycuyavidaeraunaofensa,decuyasañagazashabíasidoadvertidodesdeniñoporelancianoAhmedBenHassan,quienlelegóelodiótribalalarazade lacualera jefe IbrahimOmar,ycuyasúltimaspalabrashabíansidoparadesearquesusucesorexterminaraalenemigohereditario.

Peromuchomásintensoquelossentimientosinspiradosporelodiotribal,oelrecuerdodelapromesahechacincoañosatrásalladodellechodemuertedelancianosheik,oinclusoquelamuertedesuscompañeros,eraeldeseodematar con suspropiasmanos al hombrequehabía torturadoa lamujerqueamaba. El conocimiento del peligro que corría, lo hizo cabalgardesenfrenadamente a través de la noche en su ayuda y el verla impotente,agonizante,enlasmanosdeljefeladrón,lohabíahechosentirseinvadidoporun acceso de locura que solamente podía curar el placer furioso dematar.

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Antesdequeescucharaelclamordelnuevoamorensucorazón,antesdequeestrecharaentresusbrazoslafiguradelaamadaquetantoansiaba,teníaquedestruiralhombrequehabíacometidoinnumerablesasesinatosyqueporfinhabíacaídoensusmanos.

Lasonrisaseacentuóensuslabiosysusdedosaumentaronlentamentelapresiónsobrelapresa.Peroalsentirelapretónasfixianteensugarganta,sedespertó nuevamente en Ibrahim Omar el amor a la vida y resistiófuriosamente.Acurrucadaenelsuelo,Dianacontemplabalasdoscorpulentasfigurastrabadasencombatemortal,conojosdilatadosyllenosdetemor,conlasmanos aún en su dolorida garganta. IbrahimOmar luchaba por su vida,conociendosupropiafuerza,peroconvencidotambiénqueeramayorladesuadversario.

Elsheikretirólasmanosdelagargantadesuenemigo,yrodeándoloconambos brazos, maniobró hasta colocarlo en la posición que quería, deespaldasaldiván.Luego,conuna tretade luchador,aplicóunazancadillaaIbrahimehizocaersuenormecuerposobre losalmohadones,conlarodillapuestasobresupechoylasmanosenlagarganta.Así,yconlaterriblesonrisasiempre en los labios, lo fue ahogando lentamente, hasta que el cuerpo delmoribundo se arqueó y retorció en los últimos espasmos de la agonía, y lasangre brotó de su nariz y su boca, derramándose sobre las manos que looprimíancomounastenazas.

LosojosdeDiananosesepararonuninstantedelrostrodelsheik.Sentíaquelainvadíaelantiguomiedoparalizador,ahogandoirresistiblementeporelmomentohastaelamorquesentíaporél.Lohabíavistoenmomentoscrueles,hastasalvajes,peronuncanadasehabíasiquieraaproximadoa laexpresiónde horrible placer que se dibujaba en su rostro ahora.Era la revelación delhombre real una vez quitada la fina capa de civilización, dejando solo alsalvaje primitivo dominado por la sed de sangre.Y teníamiedo, un horrorconvulsivo,delasmanosimplacables,tintasensangre,quelatocarían,delabocasonrienteycruelquebesaríalasuyaydelaluzasesinaquebrillabaensus ojos feroces. Pero por elmiserable agonizante que estaba expiando suscrímenesnosentíaningunalástima;noeradignodelamenorcompasión.LohabíavistoasesinarporcaprichoysabíacuálhubierasidosupropiasuertedenollegarAhmedBenHassan.Ylaretribuciónhabíasidorápida.Elsheikeramásmisericordiosoconélqueloquehabíasidoeljefeladrónconmuchos…unosmomentosdeagoníaenlugardehorasdetortura.

Elruidofueradelatiendaibaenaumentoaldesarrollarselabatallaensudirección,yunaodosvecesalgunabalapasóatravésdelcortinaje.Unaque

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llegó más cerca que las otras hizo volver la cabeza a Diana y vio lo queAhmed Ben Hassan, absorto en el cumplimiento de su horrible tarea, nisiquiera había pensado: tres corpulentos negros y media docena de árabeshabían entrado silenciosos desde el aposento interior. Por una vez, en laexcitación del momento, el sheik se había descuidado y había sidosorprendido.

Unaexpresiónangustiadasedibujóensusojos.El temorqueAhmedleinspiraba fue borrado por el que sintió por él. Trató de advertirle, pero sugargantanopodíaproferirsonidoalgunoysearrastrómáscercahastatocarlo.Dejó caer al jefe muerto sobre los cojines dispersos y levantó la vistarápidamente; en el mismo momento, los hombres de Ibrahim Omar seadelantaron.Sindecirunapalabralaempujódetrásdeldiványsevolvióparahacerles frente. Ante su revólver retrocedieron un momento, pero loscorpulentosnubiosqueveníandetráshicieronavanzara losárabes.Disparótres veces y uno de los negros y dos nativos cayeron, pero los restantes searrojaronsobreélyDiana lovio rodeado.Su fuerzaeraanormal,yduranteunosminutoslamasahumanaoscilódeunladoparaotro.Lajovenestabadepietambaleándosemareada,imposibilitadadeprestarleayuda,paralizadaporeltemor.Enseguida,porencimadelclamordentroyfueradelatienda,oyólavoz de Saint Hubert que gritaba, y con un grito que pareció desgarrar sutorturadagargantalollamó.Elsheiklohabíaoídotambién,yconunesfuerzodesesperadoselibródesusenemigosporunmomento,perounodelosnubiosestabaa suespalday,enel instanteenqueSaintHubertyungrupodesushombres irrumpían en la tienda, dejó caer un pesado garrote con terriblefuerzasobrelacabezadeAhmedBenHassan.Aldesplomarseelárabe,otrolehundióunanchopuñalenlaespalda.

Duranteunosminutosmássiguiólaluchaporencimadelcuerpopostradodelsheik.Dianatratódellegarhastaél,débilyatropezones,empujadadeunlado para otro por los hombres que luchaban desesperados, hasta que unamanoenérgicalasujetóylahizoaunlado.Seresistiócontraelbrazoqueladetenía,peroeradeunodeloshombresdeAhmed,ycedióenelmomentoenque se apoderaba de ella una creciente debilidad.Borrosamente vio aSaintHubertabrirsepasohastallegaralladodesuamigoyenseguidasedesmayó,perosoloporunosmomentos.CuandoabriólosojosSaintHubertseguíaderodillasalladodesuamado,ylatiendaestaballenademiembrosdelatribuqueaguardabanenestoico silencio.Elcampamentode IbrahimOmarhabíasido aniquilado, pero los hombres de Ahmed Ben Hassan solo tenían ojosparalafigurainconscientedesujefecaído.

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SaintHubertlevantórápidamentelavistaalllegarDianaasulado.—¿Está usted bien? —le preguntó con tono de ansiedad, pero ella no

contestó.¿Quéimportabaloquelesucedieraaella?—¿Vaamorir?—dijoroncamente,porqueelhablarlecausabaundolor

terrible.—Nolosé,perodebemosmarcharnosdeaquí.Necesitomásinstrumental

delquehetraído,ysomosdemasiadopocosparaquedarnosycorrerelriesgode un posible ataque si hay más hombres de Ibrahim Omar por lasproximidades.

Dianacontemplócontemoralherido.—¿Peroelviajeacaballo…,lassacudidas…?—susurró.—Hayquecorrereseriesgo—replicóSaintHubertenformaabrupta.Diananuncarecordóconclaridadlalargayterriblejornadaderegresoal

campamentodeAhmedBenHassan.Fueunaagoníadetemoryaprensión,deesperarcadamomentoalgunapalabraoexclamacióndelrobustoárabequienlo sostenía o de Saint Hubert, que iba montado al lado, que indicara sumuerte,ydealiviosmomentáneosdeltemoryvagosdestellosdeesperanzaamedidaquepasaban losminutosyelanuncioque temíano llegaba.Enunaoportunidad,unadetenciónrepentinaparecióqueparalizabaloslatidosdesucorazón, pero había sido solamente para dar un momento de descanso alcorpulento árabe, cuyas fuerzas estaban siendo empleadas hasta el límitesosteniendoelpesoinertedelsheik,peroquesenegabaacedereseprivilegioaningúnotro.Momentosdesemiinconsciencia,enquesetambaleabacontraelbrazodelindígenavigilantequeibaasulado,ysumurmuradaexhortación:«¡Alá! ¡Alá!»hizoque sus labioselevaran tambiénuna súplicaalDiosqueambosadorabanenformatandiferente.Noteníaquemorir.Diosnoseríatancruel.

De tiempoen tiempoSaintHubert lehablaba,yel tranquilovalordesuvoz serenaba sus nervios destrozados.Al pasar el lugar de la emboscada lehablódeGastón.Fueahídondelaprimerabandaquelosesperabalosrecibió,advertida de su llegada por un par de árabes a quienes el vizconde habíaenviadopordelanteconlanoticia.

Estabaamaneciendocuandoarribaronalcampamento.Dianavioalpasarfilasdehombresqueguardabanunsilenciofueradelohabitual,agrupadosalladodelatienda,perotodassusfacultadesestabanconcentradasenlalargaeinerte figura que era descendida cuidadosamente del sudoroso caballo. Lollevaronalatiendaylocolocaronsobreeldiván,alladodelcualHenrihabíapuestoyatodoslosinstrumentosquepodíanecesitarsuseñor.

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MientrasSaintHuberthacíasalircondificultaddelatiendaaloshombresdelsheik,Dianasequedójuntoaldiványlocontempló.Estabaempapadoensangre que había traspasado los vendajes de emergencia, y todo su cuerpoevidenciaba la terrible lucha que se había desarrollado antes de recibir elgolpe que lo derribó. Una mano ensangrentada colgaba tocando casi laalfombra.Dianalatomóentrelassuyas,yelcontactodelosdedosinsensibleshizoqueunsollozosubieraasugarganta.Semordióloslabiosparadetenersutemblormientrascolocabalamanosobrelosalmohadones.SaintHubertseacercóaellaarremangándosesignificativamentelacamisa.

—Diana,yaha soportadoustedbastante—dijocon suavidad—.VayaadescansarmientrasyohagoloquepuedoporAhmed.Iréavisitarlatanprontohayaconcluido.

Ellalevantólavistaenérgicamente.—Nosemolesteendecirmequemevayaporquenoloharé.Tengoque

ayudarloypuedohacerlo.Mevolverélocasinomedejahaceralgo.¡Mire!Mismanosestánperfectamentefirmes.

Lasextendiómientrashablaba,ySaintHubertcedió.Ladebilidadquelahizorefugiarsetemblorosaensusbrazoseldíaanteriorhabíasidoprovocadaporeltemorelpeligroquepudieracorrerelhombrequeamaba,perofrentealaverdaderanecesidad,elvalor,queerapartedesunaturaleza,nolefallaba.Saint Hubert no le hizo nuevas exhortaciones, sino que se puso a trabajarinmediatamente.Ydurantetodoeltiempohorriblequesiguió,ellanotitubeó.Sucaraeradeunapalidezmortalysusojosestabancercadosporprofundasojeras,perolasmanosnotemblaronysuvozsemantuvofirmeybaja.

Sufrió.La terribleheridaquehabía causadoel puñaldel ubio era comouna herida en su corazón. Se estremeció como si le hubiera dolido a ellacuando los dedos flexibles diestros de Saint Hubert tocaron la cabezamagullada el sheik. Y cuando terminó y Raoul se volvió para lavarse lasmanos, se dejó caer de rodillas junto a él. ¿Viviría? El valor que la habíasostenidohastaentoncesnolealcanzóparapreguntárselonuevamenteaSaintHubert, y unas palabras murmuradas por Henri a las que el vizconde solorespondió con un encogimiento de hombros, habían silenciado las quepugnabanporsalirdesuslabios.Lomiróconojosangustiados.

Solo unas pocas horas antes había llegado en su ayuda con toda lamagnificenciadesuvigor.Contemplóloslargosmiembrosqueahoraestabantaninmóviles,tanterribleysugestivamenteinmóviles,ysuslabiostemblarondenuevo,perolosojosdolientessiguieronsecos.Nopodíallorar,únicamentela garganta le seguía doliendo continuamente. Se inclinó sobre él

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murmurandosunombre,yderepenteseapoderódeellaunansiadetocarlo,deconvencersedequenoestabamuerto.MiróporencimadelhombroaSaintHubert,peroestehabíaidoalaentradaahablarconYusef,yestababajoeltoldo. Se inclinó más sobre el hombre inconsciente; tenía los labiosentreabiertosyhabíadesaparecidolaseveridadhabitualdesuboca.

—¡Oh, Ahmed, querido mío!—murmuró entrecortadamente, y lo besócon labios que temblaban sobre los suyos inertes. Luego, por unmomento,puso la dorada cabeza junto a la de él cubierta de vendas, pero cuando elvizconde volvió, la encontró arrodillada en la misma postura que la habíadejado,estrechandoentrelasmanosunadelasdelsheikyconelrostroocultoentreloscojines.

SaintHubertlepusolamanoenelhombro.—Diana—le dijo—, se está torturando innecesariamente. No podemos

saberporalgúntiempocómoleirá.Tratededormirunashoras;novaaganarnada quedándose aquí.Henri y yo vigilaremos.Yo la llamaré si hay algúncambio;ledoymipalabradehonor.

Sacudióellalacabezasinlevantarlavista.—Nopuedomarcharme.Nopodríadormir.SaintHubertnoinsistió.—Estábien—dijo—,perosisevaaquedartienequequitarselasbotasde

montaryvestiralgomáscómodoqueesaropa.Comprendió ella que tenía razón y lo obedeció. No pudo menos que

admitir una sensación de alivio después de haberse lavado la cabeza y lagarganta,ypuestounafinabatadesedaen lugardel trajedemontar rotoymanchado.

Henriestabasirviendocafécuandovolvió,ySaintHubertsedirigióhaciaellaconunatazaenlamano.

—Hagael favorde tomarlo.Leharábien—dijo,conuna ligera sonrisaquenosereflejabaensusojosansiosos.

Latomódistraída,ybebiendoelcafédeuntragovolviódenuevoalladodeldiván,sentándoseenelsuelo,enelmismolugardondeanteshabíaestadoarrodillada. El sheik yacía en idéntica postura. Durante unos instantes locontempló,luegosusojossecerraronvencidosporelsueñoysucabezacayósobreloscojines.Conunamelancólicasonrisadesatisfacción,SaintHubertlaalzóenlosbrazosylallevóaldormitorio,vacilandoantesdedejarlaenellecho. ¿No tendría derecho a disfrutar de un momento en su vida? Nuncavolveríaatenerladichatorturantedetenerlaasí,nuncavolveríaaestrecharlasobresucorazónqueclamabaporellaconlamismalocapasiónquelohabíaarrebatadoeldíaanterior.Contemplóconansialacarapálidaquedescansaba

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sobre su brazo y sus rasgos se contrajeron al ver las marcas crueles quedesfigurabanlablancuradelcuellodelicado.Elamorquehabíaansiadotodasuvida, quehabíabuscadoenvanoenmuchospaíses, lehabía llegadoporfin,perodemasiadotarde.Lahermosamujerque teníaensusbrazosnoerapara él. Era a Ahmed a quien amaba, a Ahmed, que había reconocido tantardíamenteelpreciosodonqueella lehabíadado,Ahmedaquiénéldebíasalvar del sombrío espectro que se cernía tan cerca, para que la luz quebrillabaen losojosvioláceosdeellanoseextinguieraen las tinieblasde ladesesperación.

Y sin embargo, mientras la miraba con ojos llenos de angustia sinesperanza, un demonio susurraba dentro de él, tentándolo. Conocía a suamigomejor que nadie. ¿Qué posibilidad de ser feliz podía tener cualquiermujerconunhombrecomoAhmedBenHassan,amerceddesunaturalezasalvajeysuhumorapasionadoyvariable?¿Existíaalgunarazónparasuponerqueeseamortanrepentinosobreviviríacuandolarecobrara?Paraéltodaslascosas deseadas habían dejado de tener valor después de poseídas. Con suadquisición había llegado el desinterés. El placer de la persecución sedesvanecíaconlaconquista.¿Tendríaesta infortunadamuchacha,quehabíaderrochadotantoamoralospiesdelhombrequelahabíatratadobrutalmente,mejor suerte en susmanos? Las posibilidades eran pocas.Ahmed, una vezrecuperada su fuerza, sería el hombre de siempre, implacable, cruel, sincompasión.

EldeseoqueexperimentabaSaintHubertysuapasionadotemperamentogalo, loestaban impulsando,comolohabíanhechoeldíaantes.Elansiadeahorrarletodosufrimientoeraintensa,eso,ysuamor,impelidoporelacicatedesudeseo.Uninstantedespuésseestremecióyloinvadióungrantemordesímismo.Ahmed era su amigo. ¿Quién era él para juzgarlo?Por lomenospodía ser sincero consigomismo, podía admitir la verdad.Ambicionaba loque no era suyo, y disimulaba su envidia con una hipocresía que ahora leparecía despreciable. El contacto con el cuerpo que estrechaba entre susbrazosleparecióderepenteunaprofanación,ylodepositósuavementesobreelbajolecho,cubriéndoloconlalivianamanta,yluegovolviólentamentealotroaposento.

Despidió aHenri y se sentó junto al diván, conuna sensaciónde fatigaquenoerafísica.Nadasemovíaen lagran tienda.Reinabaunsilencioqueparecía lleno de presagios, una calma sombría que crispaba los nervios yaexcesivamente tensosdeSaintHubert.Necesitaba todasu tranquilidad,ysedominóresueltamente.

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Durante un tiempo, Ahmed Ben Hassan continuó inmóvil y luego, alamaneceryentrarenlatiendalosprimerosrayosdesol,seagitóinquietoyempezóamurmurar febrilmenteenárabey francésmezclados.Alprincipiosus palabras fueron casi ininteligibles, y salían a borbotones, perogradualmente la voz se le hizo más lenta y de sus labios salieron frasesvacilantes, cortadas, pero claras.Y a su lado, con el rostro oculto entre lasmanos,Raoul deSaintHubert diogracias aDios fervorosamentepor haberahorrado aDiana la nueva tortura de escuchar la revelación de los últimoscuatromeses.

Las primeras palabras fueron en árabe, luego la voz pausada y suavesiguióenfrancés,tanpurocomoeldelmismovizconde.

«Doshorasalsurdeloasisconlastrespalmerastruncasjuntoalpozo…Quédatequieta,estúpida,esinútilqueluches.Nopuedesescapar,notedejarémarchar…¿Por qué te he traído aquí? ¿Me preguntas por qué?MonDieu!¿Noeressuficientementemujerparasaberlo?No,noteperdonaré.Dameloquequierodebuengradoyserébuenocontigo,peroresístetey,¡porAlá!,tecostarácaro…Séquemeodias,yamelohasdicho.¡Haréquemequieras…!¿Todavía desobediente? ¿Cuándo aprenderás que soy el amo…?Nome hecansadodetiaún,preciosa,garçonmanqué.Dicesqueestáacobardada;yotedigo que está contenta…, contenta de dar todo lo que le pido… Durantecuatromesesmeharesistido.¿Porquénomedaningunasatisfacciónhaberladomadopor fin?¿Porqué ladeseo todavía?Es inglesay lahehechopagarpormiodioaesarazamaldita.Lahetorturadoparamantenermipromesa,ytodavía la deseo… ¡Diana, Diana, qué hermosa eres…! ¿Qué demonio mehaceodiaraRaouldespuésdeveinteaños?Anochenohizomásquehablarle,ycuandoélsefuelamaldijehastaquevielterrorensusojos.Meteme.¿Porquémehadeimportarsiellaloquiere…?Sabíaquenodormíacuandomefuiaacostar.Lasentítemblaramilado…TeníadeseosdemataraRaoulcuandonoquisovenirconmigo,ysinohubierasidoporesohubieravueltoaella…¡Alá,quélargohasidoeldía…!¿Habrásidolargoparaella?¿Sesonreiráotemblará cuando yo llegue…? ¿Dónde está Diana…? ¡Diana, Diana, cómopodía saber yo que significabas tanto paramí…!Diana, Diana,mi sol. Latiendaestáoscurayfríasinti…¡IbrahimOmar!¡EsedemonioyDiana!¡Oh,Alá!Dametiempoparallegarasulado…Comoaúllanloschacales…Mira,Raoul, allí están las tiendas… Diana, ¿dónde estás…?Gran Dieu! ¡La haestado torturando…! ¿Sabías que vendría, ma bien aimée? Espera unosinstantesmientraslomato,yluegopodréestrecharteenmisbrazos.Dieu!Si

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supieras cuánto te amo…Diana,Diana, todo sehavueltonegro.NopuedoverteDiana,Diana…».

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CapítuloIXLavidadeunsheik

Era de noche cuandoDiana abrió los ojos, adormilados y pesados, con ungusto amargo en la boca a consecuencia de los efectos de la droga que lehabíadadoSaintHubert.

Todas sus cosas estaban preparadas para cuando se despertara con lospequeños toques que caracterizaban a Zilah, pero la muchacha árabe noestaba visible. La lámpara se mantenía encendida y Diana volviólánguidamentelacabeza,aúnsemidormida,paramirarelreloj.Lacampanilladeldespertadorsonósieteveces,yrecordandodegolpeselevantódeunsalto.Más de doce horas habían transcurrido desde que se arrodilló junto a éldespuésdetomarelcaféquelehabíadadoRaoul.Comprendióloquehabíahechoy tratódesentiragradecimiento,peroelpensamientode loquepodíahabersucedidoduranteesasdocehorasqueellahabíadormidocomounleñoerahorrible.

Sevistióconapresuramientofebrilyfuealahabitaciónexterior.Estaballenadeárabes,amuchosdeloscualesnoreconocióysediocuentadequedebían pertenecer a los refuerzos que había mandado llamar Ahmed BenHassan.Dosdeellos,queporsuaspectodebíanserjefesdemenorcategoría,hablaban en voz baja con Saint Hubert, que parecía agotado. Los demásestaban agrupados alrededor del diván, mirando al sheik todavía sinconocimiento.Laagitaciónyeldeliriode lamañanahabíanpasadoyahoraun sopor de muerte lo envolvía todo. Junto a él estaba Yusef, cuyo airearrogantehabitualsehabíatransformadoenunaactituddeprofundopesar,ysus ojos, que estaban fijos en el rostro de Ahmed Ben Hassan, tenían lamismaexpresiónquelosdeunperroapaleado.

GradualmentelatiendasefuevaciandohastaquedarsolamenteYusef,yporúltimo,aunquedemalagana,tambiénéllaabandonó,deteniéndoseenlaentradaparahablarconSaintHubert,queacababadedespedirsede losdosjefes.

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ElvizcondevolviótrayendounasillaparaDianaylahizosentarseenellaconsuaveimperio.

—Siéntese—ledijocasiconaspereza—.Pareceunfantasma.Ellalomiróconairedereproche.

—Ustedpusounadrogaenelcafé,Raoul.Sihubieramuertohoymientrasyodormía,creoquenuncapodríaperdonárselo.

—Miqueridaniña—ledijoSaintHubertcontonograve—,ustednosedacuentade locercaqueestabadeuncolapso.Sinolahubierahechodormir,seríantres,enlugardedos,lospacientesaatender.

—Soyunadesagradecida—murmuróellaconunasonrisatrémula.Saint Hubert acercó una silla y se dejó caer en ella exhausto. Estaba

cansadísimo;latensióndelasúltimasveinticuatrohorashabíasidotremenda.Abrigabael temor,que rápidamenteseestaba transformandoenconvicción,dequesusconocimientosnoibanabastarparasalvarlavidadesuamigo,yademás de esa ansiedad y del cansancio físico, había librado una violentaluchaconsigomismo todoeldía,arrancandodesucorazón laenvidiay loscelos que lo llenaban, y escondiendo su amor como un tesoro secreto quedebía permanecer oculto para siempre. Su afecto por Ahmed Ben Hassanhabíatriunfadoenlapruebamásdifícilquepodíahabérseleimpuesto,yhabíasalido de ella fortalecido y refinado, eliminando todo vestigio de egoísmo.Fuelaluchamásduradesuvida,peroyahabíaconcluidoytodalaamarguradesapareció, dejando solo un deseo inmenso de que Diana fuera feliz,eliminandootropensamiento.Lequedabaunconsuelo;noseríasimplementeinútil.Ellanecesitabasuayudaysusimpatía,ysoloporesosecontentaba.

Lacontemplóatravésdeldiványelcambioquehabíaexperimentadoenlasúltimashoras lo impresionópenosamente.Lavivacidadcaracterísticaenellahabíadesaparecido.Lafiguraesbeltacaídaindolentementeenlasilla,lacarapálidaconnuevossufrimientosdibujadosenellaysusojospreñadosdemudaangustia, eranpropiosdeunamujerhecha.Yaunque lemolestaba elcambio, hubiera preferido que fueramás completo. El freno que imponía asussentimientosnoeranatural.Nohacíapreguntasynoderramabalágrimas.Hubierapodidosoportarambascosasmejorquelasilenciosaangustiadesucara. Temía las consecuencias de la emoción que estaba reprimiendo tanrígidamente.

Hubounlargosilencio.Henri entró una vez yDiana se incorporó para preguntar porGastón y

luegovolvió a caer en su silenciosavigilancia.Suspiróunavez, un largoytrémulo suspiro que casi destrozó el corazón de SaintHubert. Se levantó y

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tomó lamuñecadel sheikentresusdedos,ycuandovolvióadejar lamanoinsensible,ellaseinclinómáscercaylacubrióconlasuya.

—Sumanoestangrandeparaserdeunárabe—dijoconsuavidad,comosiinconscientementehubieraexpresadoenvozaltasupensamiento.

—No es árabe —replicó Saint Hubert, con vehemencia repentina eimpaciente—.Esinglés.

Dianalevantólavistaconunaexpresióndeasombroensusojos.—Noloentiendo—balbuceó—.Siodiaalosingleses.—Quand meme, es el hijo de un par inglés. Su madre era española;

muchasde lasantiguas familiasnoblesespañolas tienensangremoraensusvenas; sus características vuelven a salir aún después de siglos. Así hasucedidoconAhmedylavidaeneldesiertolashaacentuado.¿Nuncalehahabladodeél?

Ellasacudiónegativamentelacabeza.—Aveceshepensado…—dijoconairereflexivo—.Meparecíadiferente

de los demás, y ha habido tantas cosas que no podía comprender. Perotambiénhabíavecesqueparecíaunárabepuro—agregóconvozmásbajayunestremecimientoinvoluntario.

—Usted debía saberlo—dijo Saint Hubert—. ¡Sí!—continuó con vozfirme,alverqueellatratabadeinterrumpirlo—.Tieneustedtodoelderecho.Eso explicará muchas cosas. Yo asumo la responsabilidad. Su padre es elcondedeGlencaryll.

—Sí,yoloconozco—dijoDianaasombrada—.Eraamigodemipadre.Lovihacesolounosmeses,cuandoAubreyyyonosdetuvimosenParís.Esunancianodeaspectotanmagnífico,tanfieroytriste.Oh,ahoraséporquéeseceñohorribledeAhmedmeparecíatanfamiliar.LordGlencaryllfrunceelceñoigual.EselfamosoceñodelosCaryll.Perosigosincomprender—susojos sedesviarondeSaintHubert alhombre inconscienteeneldiványvolvieronalprimeroconexpresióninquieta.

—Esmejor que le cuente toda la historia—dijo Raoul, dejándose caernuevamenteenlasilla:

»Hacetreintayseisañosmipadre,queeraunviajeroimpenitentecomoyo,estabapasandounatemporadaaquíeneldesiertoconsuamigoelsheikAhmedBenHassan.Unconocimientopasajeroentabladounosañosantesporla compra de unos caballos, se había transformado en una amistad íntima,poco frecuente entre un francés y un árabe. El sheik era un hombreextraordinario,muyilustrado,confuertestendenciaseuropeas.Enrealidadnosimpatizaba mucho con la administración francesa en la forma en que era

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llevadaenArgel,peronoloafectabalosuficientecomoparaquecrearaunasituacióndifícil.Elterritorioqueconsiderabacomosuyoestabamuyalsur,ymanteníaasunumerosaydispersa tribuenunordendemasiadobuenoparaquepudierahaberalgunainjerencia.Erasolteroy lasmujeresdesurazanoparecíanatraerle.Estabadedicadoa su tribuy suscaballos.Mipadrehabíallegadoparaunavisitadevariosmeses;mimadrehabíamuertorecientementeyélqueríaalejarsedetodocuantoletraíasurecuerdo.

»Unanoche,apocodesu llegadaalcampamento,ungrupodehombresdelsheikquehabíanestadoausentesunosdíasenelnorteporencargodesujefe, llegó trayendo con ellos a una mujer que hallaron vagando por eldesierto.Nosabíancómohabíallegadoallíodedóndevenía.Habíanestadomás próximos a la civilización que al campamento deAhmedBenHassancuando la encontraron, pero con la tendencia indígena de eludir todaresponsabilidad,creyeronquecorrespondíaaljefeynoaellosdecidirloquesedebía hacer con ella.Lamujer nopodía decir nadade símismaporque,debidoalosefectosdelsoloaotrascausas,temporalmente,habíaperdidolarazón.Fuellevadaalatiendadeunodelosjefes,cuyamujerseencargódecuidarla.

»Durantealgunosdíassedudódesurestablecimiento,ysuestadoseveíaagravadoporqueestabaapuntodesermadre.Recobróelsentidodespuésdecierto tiempo,peronadapodía inducirla ahablarde ella, y laspreguntas leproducían un terrible acceso de llanto histérico, que era perjudicial para susalud.Parecíamás tranquila cuando se le dejaba sola, pero aun entonces lasobresaltabaelmenorruidoylamujerdeljefeinformóquesepasabahorasenlacamallorandosilenciosamente.Eramuyjoven,alparecerdediecinueveoveinteaños.Porsuacento,mipadredescubrióqueeraespañola,peroellano admitía nada, ni siquiera su nacionalidad. A su debido tiempo nació elhijo.

SaintHubertsedetuvounmomentoyseñalóconlacabezaalsheik.»Aundespuésdehabernacidoelniño,senegóahablardeella.Enesose

mantenía firme como una roca; en todo lo demás resultaba la criaturamásfrágilydulceimaginable.Erapequeñayesbelta,conunaabundanteysuavecabellera y hermosos ojos oscuros que parecían los de una gacelaatemorizada. He oído a mi padre describirla muchas veces, y he visto eldibujoalaacuarelaquehizodeella—eraunbuenaficionado—,Ahmedlotieneguardadoenalgúnsitio.

»Estuvoapuntodemoriralnacerelniñoyjamásrecobrócompletamentesus fuerzas. No se quejaba ni nunca hablaba de su persona, y parecía

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perfectamentecontentamientraselpequeñoestuvieraa su lado.Ellamismaeraunacriaturaenmuchascosas.Nuncaseleocurrió,alparecer,quehubieraalgoraroensuprolongadaresidenciaenelcampamentodelsheik.Teníaunatienday sirvientespropiosy lamujerdel jefe laadoraba, comoel restodelcampamento. Había un elemento de misterio en su llegada que habíaimpresionadoalossupersticiososárabes,yelniñoeraconsideradocomoalgomás que humano, y adorado por toda la tribu. El mismo sheik, que nuncahabíamiradodosvecesaunamujerensuvida, lecobróunafectoespecial.Mipadredicequenuncavioaunhombretanlocamenteenamoradocomoloestaba Ahmed Ben Hassan de la muchacha blanca que había entrado, demaneratanextraña,ensuvida.Leimplorórepetidamentequesecasaraconél, y hastami padre, que siente horror hacia losmatrimoniosmixtos, tuvoforzosamente que admitir que cualquier mujer pudo haber sido feliz conAhmedBenHassan.Ellanoqueríaconsentir,aunquenodabarazónalgunadesunegativa,yelmisterioquelarodeabacontinuósiendotaninsolubledurantelosdosañosqueviviódespuésdelnacimientodelniño,comolohabíasidoeldíadesullegada.

»Cuandofalleció,mipadreestabadenuevodevisitaenelcampamento.Ella sabía que se estaba muriendo y unos días antes del fin les contó suhistorialastimosa.EralaúnicahijadeunadelascasasmásnoblesdeEspaña,tan pobres como nobles y fue casada cuando tenía diecisiete años con lordGlencaryll,quelahabíavistoconsuspadresenNiza.Fueobligadaacasarsesin consultar su voluntad, y aunque llegó a amar a su marido, siempre lotemía.Tenía ungenio tremendoque se excitaba fácilmente y, en esos días,bebía periódicamente más de lo que convenía, y bajo la influencia de labebidasecomportabamáscomoundemonioquecomounhombre.Ella,muyjoven,nohacíamuchasveces lascosasbienporfaltadeexperiencia.Éleramuyexigenteynosabíadisculparsujuventudeinexperiencia,asíquesuvidaera una larga tortura.Y a pesar de eso, lo amaba.Aún cuando lo contaba,insistíaenqueeraculpasuya,que losdisgustossedebieronasuestupidez,pasandoporaltolabrutalidaddesumarido;enrealidad,nofueporella,sinopor las averiguaciones que realizó después de su muerte, que mi padre seenteróloquehabíasidosuvida.

»Parece ser que lord Glencaryll la llevó a Argel y deseaba hacer unaexcursiónporeldesierto.Habíaestadobebiendomuchoyellanoseatrevióafrustrar sus planes negándose a acompañarlo, ni siquiera por lo poco quefaltaba para el nacimiento de su hijo. Así que lo acompañó, y una nochesucedióalgo…,ellanoquisodecirqué,peromipadrecuentaquenuncavio

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una expresión tal de terror en el rostro de unamujermientras relataba esapartedelahistoria.Fueraloquefuese,esperóellahastaquetodosestuvierondormidosenelcampamentoyluegoseescapóaldesierto,locadeterror,sinningúnpensamientofueradeuninstintociegodefugaquelaimpulsó,presadepánico,ahacerfrenteacualquierpeligroantesquequedarseasoportarlavidamiserablede laquehuía.Recordabahabermarchadoprecipitadamente,aterrorizada por cada sonido y cada sombra, atemorizada incluso por lasestrellasresplandecientesqueparecíanvigilarlayseñalarelcaminoquehabíatomado, hasta que la fatiga embotó sumente y no recordó nadamás hastadespertar en la tienda del jefe. Había tenido miedo de decir quien era portemor a que la enviaran de vuelta con sumarido.Y al nacer la criatura sedecidió, más que nunca, a guardar su secreto para evitar que el muchachosufrieraloqueellahabíasoportado;nopodíapermitirsequecayeraenmanosdelpadreparaquedarasumerced,cuandolosfrecuentesaccesosalcohólicoslotransformabanenverdaderomonstruodecrueldad.Hizojuraramipadreyal sheik que hasta que el muchacho no llegara a la edad viril no darían aconocer su existencia a lordGlencaryll.Escribió a sumaridouna cartaqueentregó a mi padre, junto con su anillo de casamiento que tenía unainscripciónadentroyunaminiaturadeGlencaryllque,habíausadosiempreocultaalavistadelosdemás.

»Semostrómuyarrepentidaconelsheik,rogándolequelaperdonaraporeldolorque lehabíacausadoyporhaberleocultadoquenoera libre.Amólealmente a su marido hasta el fin, pero en los últimos días de su vida elcariñodelsheikpareciódespertarciertaternuraensucorazón.Sesentíamásfeliz cuandoél estaba a su ladoymurió en susbrazos, con losbesosde élsobresuslabios.LedejóalhijoencustodiayAhmedBenHassanloadoptóformalmenteylohizosuheredero,dándolesunombre,elnombrehereditarioqueelsheikdelatribuhausadodurantegeneraciones.Supalabraeraleyparael pueblo, y nadie pensó en oponerse a sus deseos; además, el niño eraconsiderado como afortunado, y su elección como sucesor fue acogida conentusiasmounánime.Todoelamorapasionadoqueelsheikhabíasentidoporlamadre,fuetransferidoalhijo.LoidolatrabayelmuchachocreciócreyendoqueAhmedBenHassanerasupadre.

»Con los rasgos que había heredado de la familia materna y con laeducación en el desierto, parecía, como ahora, árabe puro. Cuando tuvoquince años, mi padre indujo al sheik a que lo enviara a París para sereducado.Dadassustendenciaseuropeas,éltambiénloquería,peronohabíapodido decidirse a separarse del muchacho antes, y resultó un tremendo

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esfuerzoparaéldejarlomarchar.Fueentoncescuandoloviporprimeravez.Yo tenía dieciocho años y acababa de empezarmi instrucciónmilitar, perocomo mi regimiento estaba en París, podía estar mucho en casa. Era unmuchachomuybienparecidoysumamentevivaz.Loshombresmaduranmuypronto en el desierto, y enmuchos aspectos eramayor que yo, a pesar dellevarle tres años. Pero, naturalmente, en otras cosas era un niño. Tenía ungenio endiabladoy resistía cualquier freno a sus inclinacionesnaturalmenterebeldes. Odiaba las restricciones que era necesario imponerle y la vidaestrechadelaciudad.Habíaestadoacostumbradoahacersucaprichoencasitodo y a la adulación constante de los miembros de la tribu, y no estabadispuestoaprestaranadiemáslaobedienciaquedebuengradodabaalsheik.Hubomomentossumamentetempestuosos,ynuncaadmirétantoamipadrecomoalverlomanejaraaqueljovensalvaje.Susescapadasdabanconstantesdolores de cabeza y sus beaux yeux lo complicaron en innumerablesconflictos.Laúnicaamenazaquelohacíaentrarenveredaeraladeenviarloal sheik como castigo. Prometía corregirse y se iba alBois a desahogar suenergíasuperfinaenloscaballosdemipadre…hastaqueestallabadenuevo.Pero, a pesar de su genio y sus diableries, era muy simpático y todos lequerían.

»Después de estar un año con nosotros en París, mi padre, teniendosiempre en cuenta suverdaderanacionalidad, lo enviópordos años conuntutor a Inglaterra, en donde yo había estado.El tutor era un hombre único,acostumbrado a tratar con muchachos excepcionales, y Ahmed progresómuchoconél.Noquierodecirquetrabajóconardor;esoloeludíahábilmenteypasabalamayorpartedeltiempocazandoytirando.Loúnicoqueestudiócon seriedad fue cirugía veterinaria, cosa que sabíamos le sería útil para lacría de sus caballos, y que el tutor tuvo suficiente sentido común parainculcarle.Luego,alterminareltiempoplanificadoconeltutor,volvióaestarcon nosotros otro año. Cada verano había vuelto al desierto para susvacaciones,yencadaocasiónelsheiklohabíadejadomarchardepeorgana.Siempre temía que el llamado de la civilización fuera demasiado atractivoparasuhijoadoptivo,especialmenteal ircreciendo,peroaunqueAhmedsehabía transformado, y del muchacho salvaje del desierto que primerohabíamosconocido,habíasurgidounhombrerefinadoquehablabafrancéseinglés con la misma fluidez que el árabe, con medios suficientes paradivertirse comomejor le gustara—porque el sheik eramuy rico y le dabadineroamanosllenas—,secretamenteestabasiempreansiandoverlahoradevolver al desierto, aunque en el último año que estuvo con nosotros fue

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obsequiadoycortejadoenunaformaquehubierahechoperderlacabezaalamayorpartedelagente.

»Eraeldesierto,nolacivilización,loqueleatraíaconmásfuerza.Amabaesavidayadorabaalhombrequecreíaerasupadre.SerhijoyherederodeAhmed Ben Hassan le parecía el pináculo más alto que podía alcanzar laambicióndeunhombre.Acogíaconlaindiferenciamásperfectalaadulacióny los halagos que provocaban su dinero y su buena presencia. Mi padrerecibía mucho y Ahmed se puso de moda —era llamado le bel árabe, ydisfrutó de un succés fou que lo aburría al parecer—, y al terminar el año,habiendopedidopermisoalsheikpararegresar,sesacudióelpolvodeParísdesuszapatosyvolvióaldesierto.Yoloacompañé.FuemiprimeravisitaylaprimeravezqueviaAhmedenprince.No lehabíavistonuncamásquecon ropas europeas y sufrí un verdadero choque cuando subí a cubierta lamañanaquellegábamosaOranymeencontréconunárabegenuinoquemeesperaba. Las vestiduras y un cambio completo de aire y expresión queparecían acompañarlas, lo alteraban curiosamente y apenas lo reconocí.Algunosdesushombresloestabanesperandoenelmuelleysuexcitacióneraextraordinaria.Medicuenta,porladeferenciayatencióndelosfuncionariosfrancesesconAhmed,delaposiciónquesehabíalabradoelancianosheik,ydelaaltaestimaenqueeratenido.

»Pasamos el resto del día tomando disposiciones para que el equipajeconsiderable que había traído fuera llevado por la caravana de camellosenviadaconeseobjeto,ytambiénocupadosenalgunosasuntosdelsheikenOran.Pernoctamosenunavilla,en lasafuerasde laciudad,pertenecienteaun anciano árabe que nos recibió con esplendor y que pasó la veladafelicitando a Ahmed por haber escapado de los odiosos franceses —sininmutarselomásmínimocuandoeste le indicóquehabíaunodiosofrancéspresente,porquemeseñalóconungestoquesignificabaqueminacionalidaderadebidaalamalasuerteynoamiculpa—,yhaciéndoleverlanecesidaddequeadquirierainmediatamenteunaesposaodosyseestablecieraparaelbien de la tribu, todo estomientras tomábamos café, escuchando lamúsicaindígena más monótona y contemplando danzas exóticas primitivas. Habíaunabailarina particularmente bien formadaque el anciano tratabade lograrquecompraraAhmed.Élhizounsimulacroderegatearporella,noporqueleinteresararealmente,sinoparaverquéefectocausabaenelanciano.Peroyomeneguéapresenciarlaventa,ycomolaatmósferameestabamareando,meescapéadormirylodejéregateandoaún.

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»Salimosalamañanasiguientetempranoyaunospocoskilómetrosdelaciudad se nos unió un fuerte destacamento de acompañantes. La excitacióndeldíaanteriorserepitióenmuchomayorescala.Fueunanuevaexperienciaparamíydifícilmentepuedodescribirmissensacionesenmediodeaquellahorda aullante de hombres que galopaban locamente a nuestro alrededor,disparandosusfusileshastaqueapenasparecíaposiblequenoocurrieraalgúnaccidente. Lo quemásme impresionó fue la actitud deAhmed. Lo recibiótodo como cosa que le correspondía, y cuando le pareció suficiente lo hizocesar con una autoridad perentoria que fue obedecida instantáneamente, ypidió perdón por el comportamiento exuberante de sus muchachos. Era unAhmednuevoparamí;elmuchachoquehabíaconocidodurantecuatroañosparecía haberse transformado de repente en un hombre queme hizo sentirmuy joven. En Francia yo había desempeñado naturalmente el papel dehermano mayor, pero aquí Ahmed estaba en su propio terreno y parecíaprobablequelospapelesseinvirtieran.

»Lallegadaalcampamentodelsheikfuetodocuantoelmásextravaganteproductorescénicohubierapodidodesear.Aunquehabíaoídomencionarloami padre y a Ahmed, no estaba preparado para el esplendor con que serodeaba el sheik. Con el lujo oriental semezclabanmuchos complementoseuropeos que aumentaban considerablemente la comodidad de la vida decampamento. El encuentro entre el padre y Ahmed fue realmenteconmovedor.Paséunatemporadamuyfelizymefuiconpena.Elencantodeldesiertoseapoderódemíentoncesynomehaabandonadomás.Pero teníaquevolveramisestudiosdemedicina.DejéaAhmedabsortoen suvidaymuchomásfelizdeloquelehabíavistoenParís.Teníaentoncesdiecinueveaños, y cuando arribó a los veintiuno mi padre tuvo que encargarse de ladesagradablemisión de cumplir los últimos deseos de sumadre.Escribió alordGlencaryllpidiéndolequesetrasladaraaParísporasuntosrelacionadosconsuextintaesposay,duranteelcursodeunaentrevistasumamentepenosa,le hizo saber todo. Con la carta que la pobremuchacha había escrito a sumarido,conelanillodeesponsalesyelrelicario,juntoaldibujoquemipadrehabíahechodeella,laspruebaseranconcluyentes.

»Lord Glencaryll se abatió por completo. Admitió que su esposa habíaestadoplenamentejustificadaaldejarlo,notratódeexcusarselomásmínimo.Serefiriócontodafranquezaalamaldiciónquelohabíatenidoesclavizadoyque lo había hecho irresponsable de sus actos cuando se hallaba bajo suinfluencia.Nuncasupoloquesucedióaquellanocheterrible,perolatragediade la separación de su esposa lo había curado por completo. Había hecho

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todos los esfuerzos posibles por encontrarla y transcurrieron muchos añosantesdequeabandonara todaesperanza.La llorabaamargamenteyadorabasurecuerdo.Eraimposiblenotenerle lástima,porquehabíaexpiadosufaltacon una angustia que pocos hombres habrán podido experimentar. Elpensamientodetenerunhijoydequeesteeradeellacasiloabrumaba.Habíadeseadoardientementeunherederoy,alcreerquenoteníadescendientes,alpensar que su título y su antiguo nombre, del que se sentíamuy orgulloso,tuvieraqueextinguirseconél, lehabíacausadoungranpesar.SualegríaalenterarsedelaexistenciadeAhmedfuepatética,loconsumíalaimpacienciaesperandosu llegada.Nose lehabíadichonadaalmuchacho temiendoquelordGlencaryllresultaradifícildeconvenceryelasuntosecomplicara,perosuprontaaceptacióndeloshechosysudeseoardientedeveralhijohicieroninnecesariatodanuevademoraymipadremandóllamaraAhmed.

»El anciano sheik lo dejó marchar ignorando lo que iba a suceder.Siempre había temido elmomento en que su hijo adoptivo tuviera que serenteradodesuverdaderoorigen,pormiedodeperderlo,celosodetenerquecompartirsuafectoyresistiendoelderechodecualquierasobreélporencimadelsuyo.Yporeso,laúnicavezquedemostrófaltadevalormoral,envióaAhmedaParíssinningunaexplicación,dejandoamipadrelatareadehacerleconocer la verdad.Nunca olvidaré ese día. Se había arreglado que primerofueraenteradoAhmedyqueluegoseencontraranpadreehijo.Eljovenllegóporlamañanaatiempodedesayunaryluegofuimosalestudiodemipadre,yallíéllecontótodalahistoriaconelmayortactoposible.

»Ahmedestabadepiejuntoalaventana.Nodijounasolapalabradurantetodo el tiempo que se narró la historia, y cuando concluyó se quedócompletamente inmóvil unos instantes, con el rostro casi gris bajo la pieltostada, con los ojos fijos en los de mi padre, y luego su genio diabólicoestallóderepente.Fueunaescenaterrible.MaldijoalordGlencaryllconunasarta de blasfemias en unamezcla de francés y árabe que hizo que se noshelaralasangreenlasvenas.Maldijoatodoslosingleses.MaldijoamipadreporhaberseatrevidoaenviarloaInglaterra.Memaldijoamíporhabersidocómplice. La única persona a quien perdonó fue al sheik; que después detodo,estabatancomplicadocomonosotros,peronolomencionósiquiera.Senegóaver a supadre, senegóa reconocerque lo fuera, ydejó la casa esatarde y París esa noche, y volvió directamente al desierto, llevándose aGastón,quehabía acordadocon él, algún tiempoantes, entrar a su serviciotanprontoterminarasutrabajoenlacaballería.UnacartaqueleescribiólordGlencaryll,dirigidaalvizcondeCaryll,sutítulodecortesía,solicitándolepor

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lomenosunaentrevista,yquenosdioparaquese lahiciéramos llegar, fuedevueltasinabrirconlasiguienteleyendaenelsobre:Inconnu.AhmedBenHassan.

»Ydesdeesedíasuodioalosingleseshasidounamonomanía,ynuncaha hablado una palabra en inglés. Posteriormente, cuando solíamos viajarjuntos,laformaevidenteenqueloseludíaeraavecesmolestayembarazosa,ymuchasveceshe tenidoque representar la farsade traducirleal francésoárabeobservacioneshechasporcompañerosdeviajeingleses;eso,cuandosedignabatenerencuentalasobservaciones,algonofrecuente.Desdeeldíaqueconociólaverdaddesuorigennolovolvimosaverhastadosañosdespués.Entonceselancianosheiknospidióquelovisitáramos.Fuimosconalgunostemores acerca de la forma en que nos recibiría Ahmed, pero nos acogiócomosinadahubieraocurrido.Ignorótodoelepisodioynuncasehavueltoareferiraél.Esunincidentecerrado.Elsheiknosadvirtióquelehabíadichoquecualquierreferenciaalmismoseríalarupturadetodaslasrelacionesconnosotros. Pero Ahmedmismo había cambiado en una forma indescriptible.Todas las cualidades atrayentes que lo habían hecho tan popular en Paríshabían desaparecido y se convirtió en el hombre cruel e implacable que hasido desde entonces. El único afecto que quedaba en él lo dio a su padreadoptivo,aquienadoraba.Más tardevolvimosanuestraantiguaamistad,ysiemprehasidobuenoconGastón,perofueradeesastresexcepcionesnohatenidoconsideracionesconnadieyconnada.Esmiamigo,loquiero,ynoleestoydiciendonadaqueyonosepa.

SaintHubertseinterrumpióymiróconansiedadaDiana,peroellanosemoviónibuscósumirada.Estabasentadaconsumanoestrechandotodavíaladelsheikylaotracubriendosurostro,yelvizcondecontinuó:

—Es tan fácil juzgar y tan difícil comprender las tentaciones de losdemás.LaposicióndeAhmedhasidosiemprecuriosa.Hatenidotentacionesextraordinariasconlosmediosparapodersatisfacerlas.

Hubounapausamáslarga,peroDianasiguiósinmoversenihablar.—La maldición de Ismael había caído sobre mí para entonces y me

dediquéaerrarcontinuamente.AvecesAhmedmeacompañó;hemosmatadocazamayorjuntosenlamayorpartedelglobo.UnascuantasvecessequedóconnosotrosenParís,peronuncamucho tiempo; siempreansiabavolveraldesierto. Hace cinco años murió el anciano sheik; era un hombreexcepcionalmente fuerteyhubieravividomuchosañosmásanoserporunaccidentequeleprodujounaparálisisyacausadelcualfallecióunosmesesdespués.LadevocióndeAhmeddurantesuenfermedadfuemaravillosa.No

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loabandonóunmomento,ydesdequeasumiólajefaturadelatribuhavividocontinuamente entre su pueblo, absorbido por ellos y sus caballos,continuando las tradiciones que le fueron transmitidas por su predecesor ydedicando su vida a la tribu. Son como niños, excitables, apasionados ytestarudos y nunca se ha atrevido a dejarlos solos demasiado tiempo,especialmente con la amenaza de IbrahimOmar siempre latente. Nunca hapodidobuscardescansomáslejosdeArgeluOran.

SaintHubertsedetuvoenformaabrupta,maldiciéndoseporestúpidosintacto. No podía dejar de comprender ella el significado de esas visitas aaquellas alegres y viciosas ciudades. La referencia era obvia. Sus palabrasimprudentes no harían más que aumentar su dolor. Su espíritu sensible seapartaría de la contaminación que implicaban. Si Ahmed tenía que morir,sufriría ella bastante sin necesidad de hacerle ver la indignidad del hombreque amaba. Echó hacia atrás la silla, impaciente, y se dirigió a la puertaabierta.Sintióqueellaqueríaquedarsesola.Dianalomirómarcharyluegosedejócaerderodillasjuntoaldiván.

Había comprendido el significado de las palabras pronunciadasdescuidadamenteporRaoulylahabíanheridoprofundamente,peronoeraundolor nuevo. Él se lo había dicho hacía meses, cruda y brutalmente, sinocultarniatenuarnada.Apretósumejillacontralamanoquesostenía.Nolocensuraba, solo podía amarlo, no importaba cuál hubiera sido su vida. EllaamabaaAhmedtalcomoera.Susdefectosysusvicioserantanpartedeélcomo su físico soberbio o sus cambios de humor a los que tan difícil eraacostumbrarse.Nuncalohabíaconocidodeotramanera.Parecíaestaraparte,fueradelasconvencionesusualesqueregíanparaloshombrescorrientes.Lasnormas usuales no parecían compatibles con el hombre salvaje del desiertoque dictaba su propia ley y seguía su propio precedente, desafiando losdictadossocialesydespreciandolascríticas.Elcarácterviolentoyaltivoyelgenioapasionadoquehabíaheredado,laposicióndejefaturadespóticaenquehabíasidoeducado,laadulacióndesussúbditosylavidasalvajedeldesierto,libre de toda restricción, se habían combinado para producir la orgullosaindependenciaquenoqueríasometersealasreglasordinariasdelavida.Nopodíapensarenélcomoinglés.Elsimpleaccidentedesunacimientoeraunfactorquecarecíadepeso.Erayseríasiempreunárabedeldesierto.

¡Siviviera!¡Teníaquevivir!Nopodíamorirasí,consumagníficovigoryvalorintrépidoextinguidosporungolpetraicioneroquenosehabíaatrevidoa hacerle frente—a pesar de la superioridad numérica abrumadora—, sinoquelehabíasidoasestadopordetrás,ungolpecobarde.Teníaquesobrevivir,

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aunqueello significara lamuertede sus esperanzasde felicidad; esonoeranadacomparadoconsuvida.Loamabalosuficienteparasacrificarcualquiercosaporél.Porquenomurieraeracapazdesoportar,incluso,serapartadadesuvida.Soloél importaba, suexistenciaera todo.Era tan joven, tan fuerte,tandignodelavida.Teníatantoporquévivir.Eraesencialparasugente;lonecesitaban.

Enlosdíasenqueelmundoerajoven,losdioseseranbuenos,escuchabanlasplegariasdelosamantesinfortunadosyaceptabanlavidaqueeraofrecidaen lugar del ser amado cuya existencia era reclamada. Si tan solo Diosquisieraescucharlaahora.Sitansoloquisieraaceptarsuvidaacambiodeladeél.¡Sí…!¡Sí…!

Sus dedos se deslizaron ligeramente a través del pecho del hombre,temerosainclusodequesutactotiernopudieraherirsuscarnesmaltrechas,ylomirólargayansiosamente.Elencrespadocabellocastañoestabaocultoporlas vendas que, resaltando su blancura contra la piel tostada, cubrían lamagullada cabeza. Sus ojos cerrados, con largas y espesas pestañasescondiendo la expresión feroz habitual que brillaba en ellos, y ladesaparición de las líneas duras que surcaban su cara, le hacían parecersingularmentejoven.Eseaspectojuvenilhabíapodidonotarloconfrecuenciacuando estaba dormido, y lo había contemplado pensando en cómo habríasido elAhmedmuchacho, antes de convertirse en el hombre implacable encuyasmanoshabíasufridotanto.

Yahoraelconocimientodesuadolescenciaselohacíamásqueridoaúnqueantes.¿Quéclasedehombrehubierasidosilamadrehubieravividoparasuavizarlo con su bondad? ¡Pobre madre, impotente y frágil…! Y, sinembargo,suficientementefuerteparasalvaralhijodelpeligroquetemía,peropagandoel preciode esa fuerza con suvida, contentadeque él estuviera asalvo.

Dianapensóensupropiamadremuriendoenlosbrazosdeunesposoquelaadoraba,yluegoenlamuchachitaespañolaextinguiéndose,unaextrañaentierra extraña, clamando su corazón por el marido a quien aún amaba,volviéndose, para buscar alivio en la agonía, hacia el amante que habíarehusado,buscandoconsueloensusbrazos.Unoscelosrepentinosdelasdosmujeresmuertaslasacudieron.Ellashabíansidoamadas;¿porquénopodíaseramadaella?¿Cuálerasufallaparaqueélnolaquisiera?Otroshombreslohabíanhecho,perosuamoreratodoloqueansiabaenestemundo.Sentirsusbrazosalrededordeellasolounavezconamorensucontacto,versusojos

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apasionadosiluminadossolounavezconlaluzporlacualoraba.Exhalóuntrémulosuspiro.«Ahmed,monbelárabe»,murmurónostálgicamente.

Sepusodepie.Teníamiedodeperderlaserenidad,decederaltemorylaansiedadquelaconsumían.Sevolvióinstintivamenteenbuscadelaayudaysimpatía que necesitaba y se reunió con Saint Hubert debajo del toldo.Habitualmente losmiembrosde la tribuevitaban laproximidadde la tiendadel sheik; hasta el centinela de guardia estaba apostado a cierta distancia,Kopec, recostado a través de la entrada, era suficiente vigilancia. Pero estanoche el espacio estaba abarrotado de hombres, algunos acurrucados en elsueloencírculos,otrosreunidosenanimadaconversación,yalolejos,entrelaspalmeras,vioocasionalmentelassiluetasdenativosacaballo.Yusefylosjefes subalternos que estaban bajo sus órdenes no querían correr ningúnriesgo;nohabríaoportunidaddeunataqueporsorpresa.

—Debe de estar usted muy cansado, Raoul —le dijo, tomándolo delbrazo, porque necesitaba casi tanto apoyo físico como mental. El francocontactohizoqueélsintieraunestremecimiento,peroloreprimióypusosumanosobrelosdedosheladosdeella.

—Nodebopensarenesoaún.Mástardetalvezpuedadescansarunpoco,Henri puede vigilar; es casi tan buen médico como yo, ¡el incomparableHenri! Ahmed y yo siempre hemos disputado acerca de los méritosrespectivosdenuestrossirvientes.

Sintióque lamanodeella se lecrispabasobreelbrazoalmencionarelnombredelsheikyescuchóelsuspiroahogadoquesofocó.Permanecieronensilenciounratocontemplandolosgruposdeindígenas.UnopróximoseabrióyunintegranteseacercóaSaintHuberthaciéndoleunapregunta.

—Loshombresestáninquietos—dijoRaoulcuandoelárabevolvióasuscompañeroscontodoelconsueloqueelvizcondepudodarle—.Suafectoesmuy intenso. Ahmed es un Dios para ellos. Su ansiedad se manifiesta dedistintamanera.Yusef, queha estadoocupadoen sus tareas lamayorpartedeldía,sehavueltoalareligión,yporprimeravezenlavida,haidoarecitarsusoracionesconelpiadosoAbdul,puescreequeesmásprobablequeAláescuchesusruegossivanhastaelcieloencompañíadelosdelbeato.

LospensamientosdeDianavolvieronalrelatoquelehabíacontadoSaintHubert.

—¿SabelordGlencaryllqueustedveaAhmed?—lepreguntó.—Oh, sí.Mi padre y él se hicieron grandes amigos. Con frecuencia se

queda con nosotros en París. Somos un lazo entre Glencaryll y Ahmed.Siempreestáansiosoportenernoticiassuyas,yaúnseaferraalaesperanza

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dequealgúndíaceda.Nuncahavueltoahacerotra tentativapara reanudarlas relacionesconsuhijoporquesabequesería inútil.Sihadehaberalgúnrapprochement entre ellos, la iniciativa tiene que partir deAhmed.Casi sehanencontradoaccidentalmenteunaodosvecesyGlencarylllohavistounavez.Fueenlaópera.EstabapasandounosmesesenParísyteníaunpalco.Yohabía ido desde el nuestro al otro lado de la sala, para saludarlo. Estabanvarias personas con él y yo me encontraba a su lado hablando. Ahmedacababadeentrarenelpalcodeenfrenteycontemplabalasala.Algolehabíamolestado y estaba frunciendo el ceño. La semejanza era inconfundible.Glencaryll exhaló una especie de gemido y se tambaleó contramí. «¡SantoDios!¿Quiénesese?»,dijo,ynocreoquesediocuentadequehablabaenaltavoz.

»Unodelosqueestabaasuladomiróenladirecciónqueélmirabayserio. “Ese es el hombre salvaje del desierto de los Saint Hubert. Tiene unaspectoferoz,¿noesverdad?Lasmujereslollamanlebelárabe.Ciertamentelleva las ropas europeas con más elegancia que la mayor parte de losindígenas.Dicenquesienteunodiopeculiarcontralosingleses,asíqueevitesu encuentro, Glencaryll, si no quiere ser estrangulado o que le corten elcuelloocualquieraquesealaformademuertequeeseindividuoestilaensupaísnatal.Raoulpuededarletodalaclasededetallessobreél”.

»No hubo necesidad alguna de que yo lo hiciera. Afortunadamente larepresentaciónempezó,seapagaronlaslucesyyologrépersuadirlodequeseretiraraantesdefinalizarlafunción.

Dianasintióunligeroestremecimiento.Experimentabaensucorazónunagransimpatíahaciaelsolitarioanciano,deseandounareconciliación,aunquelosabía imposible.Aél tambiénse lehabíadestrozadoelcorazóncontra lavoluntadinflexibledeAhmedBenHassan.

Tembló otra vez y volvió a la tienda con Raoul de Saint Hubert. Sedetuvieronjuntoaldiványpermanecieronlargoratoensilencio.LuegoDianalevantólentamentelacabezaymiróalrostrodeRaoulyélleyólaangustiosapreguntaensusojos.

—Nolosé—dijocondulzura—.TodoestáenmanosdeAlá.

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CapítuloXAmoreneldesierto

Lanocheeracadavezmáscalurosay laatmósferamássofocante.Envueltaenunfinoquimonodeseda,Dianaestabaacostadasinmoverseenelampliolecho de la habitación interior, rodeada de almohadas para que la luz delpequeñovelador,queestabaasulado,cayerasobreellibroquesostenía,peronoleía.

Era el último libro de Raoul, que este había llevado consigo, pero nopodíaconcentrarsuatenciónenél,ylodejódistraídamentesobresusrodillasmientrassuspensamientosvolabanmuylejos.Habíantranscurridotresmesesdesde la noche en que Saint Hubert casi abandonó la esperanza de podersalvar la vida del sheik; una noche que había sido seguida por días deincertidumbre que redujeron a una sombra la figura vigorosa de Diana, yhabíandejadoenRaoulmarcasquejamásseborrarían.Perograciasasugranvigoryespléndidaconstitución,elsheiksehabíarestablecido,ydespuésdelas primeras semanas su convalecencia había sido rápida. Cuando pasó elterriblemiedodequepudieramorir,habíasidoparaellaunadicha inmensapoder cuidarlo. Con la decisión de vivir para el momento que se habíaimpuesto,borródesumentetodoloquenofueraelplacerdeestarcercadeély de atenderlo. Fue una atención sumamente silenciosa, porque el árabe sepasaba horas enteras con los ojos cerrados sin hablar, y algo que no podíavencer la hacía permanecer silenciosa en su presencia cuando se quedabansolos.Solounavezserefirióa laemboscada.Al inclinarsesobresucuerpopara prestarle un pequeño servicio, los dedos del hombre se cerrarondébilmente sobre sus muñecas y sus ojos, con escrutadora aprensión, sefijaronenlosdeellaporprimeravezdesdelanocheenquehuyódesulado,perseguidaporsusmaldiciones.

—¿Llegué… a tiempo?—susurró, titubeando, y al asentir ella con lasmejillasarreboladasylosojosbajos,volviólacabezasinañadirpalabra,perounestremecimiento,quesudebilidadleimpidióreprimir,losacudió.

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Sin embargo la felicidad de cuidarlo pasómuy rápidamente. Amedidaqueseibafortaleciendoselascompusodeformaqueraravezsequedabaasolasconellaeinsistíaenquesalieraacaballodosvecespordía,avecesconSaintHubert,avecesconHenri,manifestandoconclaridadquepreferíaestarsoloo en compañía deGastón, quienya empezaba a hacer suvidanormal.Mástardetambiénestuvomuyocupadoconlosjefessubalternosqueveníandelosdistintoscampamentos,yamedidaquepasaronlosdíasseviomásymásexcluidadetanpreciosaintimidad.EstabamuchoencompañíadeRaoulde Saint Hubert. Todo lo que habían pasado juntos los había unidoestrechamente, y Diana pensaba con frecuencia cómo hubiera sido suadolescenciasilahubierapasadobajosututelaenlugardeladesirAubreyMayo.Elafectofraternalquenuncasintióporsuhermanoselodabaahoraaél, y con el firme dominio de sí mismo, que no había vuelto a perder, elvizconde aceptaba el papel de hermanomayor impuesto inconscientementeporella.

Eradifícilaveces,yhabíadíasenquetemíalospaseosdiariosacaballo,enquelatensióneracasiinsoportable,yempezóahablartentativamentedereanudarsusviajes,perosiempreelsheikinsistíaenquesequedara.

El restablecimiento definitivo de Ahmed Ben Hassan fue rápido, y elcampamentono tardóenvolvera lavidanormal.Los refuerzosvolvieronaloscampamentosdedondehabíansidollamados.Yanoerannecesarios.Latribude IbrahimOmar,muerto su jefe, sehabíadisueltoydispersadoenelsur; no tenían ya un sheik que los mantuviera unidos y ninguno de loslugartenientesdeaquelera losuficientementefuerteparavolverareunirlos,pues Ibrahimnohabíapermitidoqueningúnmiembrode su tribualcanzarapoder o riquezas suficientes para convertirse en un rival; así, se habíandivididoennumerosasbandaspequeñas,carentesdecohesión.

Alcumplir lapromesahechaasupredecesor,AhmedBenHassanhabíalibrado al desierto de una amenaza que se había cernido sobre él durantemuchosaños.

LasrelacionesentreelsheikySaintHuberthabíanvueltoaloquefueronlanochedelallegadadeRaoul,antesdequesusfrancascríticasdespertaranelmalhumor deAhmed y encendieran sus celos. El recuerdo de la semanamiserablequeprecedieraalaincursiónhabíasidoborradoportodoloquelasiguió.Ningunasombrapodíavolverainterponerseentreellos,yaqueRaoul,voluntariamente,sehabíaapartadosacrificando laposibilidaddealcanzar lafelicidadenfavordesuamigo.

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Y con su restablecimiento completo, la actitud del árabe hacia Dianahabíavueltoalafríareservaquelahabíaheladoantes;unareservatancortéscomoindiferente.LaevitabatodoloposibleylapresenciacontinuadeSaintHuberthabíasidounabarreraentreellos.Enformainsostenibleperoeficaz,sehabíaarregladoparaqueRaoulnuncalosdejarasolos.Aunquela incluíaenlaconversacióngeneral,raravezlehablabadirectamente,yconfrecuenciaellaloencontróobservándolaconsusfierosojosllenosdeunaexpresiónqueladesorientaba,ycadavezqueellalomirabaruborizada,sufrentesecontraíacon el característico fruncimiento del ceño. Durante las comidas, Raoulimpedíaquedecayeralaconversación,consumotactoyelocuentespalabrasqueabarcabandiversostemas.

Por la noche ambos hombres se absorbían en planear el nuevo libro deSaint Hubert, para cuyos detalles estaba utilizando los conocimientos delsheik,ymuchodespuésdedejarlosDianaseguíaoyendolasdosvoces,ambasgraves y musicales, pero más rápida y enfática la de Raoul, quecontinuamenteascendíaybajabadetono,hastaqueporfinesteseretirabaasu tienda y entrabaGastón, tan silencioso y suave al hablar como su amo.Habitualmente el sheik lo despedía por la noche, pero desde su herida, elvalet, tan pronto como se restableció, había estado atendiéndolo. Algunasnochessequedabahablandoyotraselsheiklodespedíaalospocosminutoscon una o dos palabras secas, y Diana hundía su rostro en la almohadaretorciéndose en su desesperada soledad, loca de ansias por los brazosrobustosqueantestemieraylosbesosqueantesodiaba.Desdequelotrajeronheridohabíadormidoélenelaposentoexterior,ydandovueltasfebrilmenteenlosmuellesalmohadonesdelampliolecho,queocupabasolaDiana,habíasufridolamayorhumillaciónquehubieraconocidohastaentonces.Nuncalahabíaamadoperoahoranisiquiera ladeseaba.Nosignificabanadaparaél;no la necesitaba. Se quedaba despierta horas enteras escuchando condesaliento el tintineo de la campana del pequeño despertador, sintiéndoseaplastada por la sensación de inutilidad. Su indiferencia la humillabaamargamente. Las horas de soledad en la habitación tan íntimamenteasociadasaélestabanllenasdetorturantesrecuerdos.Ensudormiragitado,sussueñoseranagoníasdelascualessedespertabaconelcuerpotemblorosoyentrecortadalarespiracióny,aldesvelarse,sumanoseextendíabuscándolohastaquevolvíaelrecuerdodelacruelrealidad.

Durante el día también se había encontrado solamucho tiempo, porquetanprontocomoelsheiksesintiósuficientementefuerteparasostenerseenlasilla, los dos hombres, todos los días, habían hecho largas excursiones,

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visitandoloscampamentosdistantesyhaciendoquevolvieranalasmanosdeAhmed Ben Hassan todos los asuntos que fue necesario relegar a sussubordinados.

PorúltimoRaoulanuncióquesuvisitanopodíaprolongarsemásyquedebíareanudarelviajeaMarruecos.PensabairhastaOranydeallíaTángerenunbarcodecabotaje,parareunirseallíconlacaravanaquelollevaríaensu expediciónporMarruecos.Unavez tomada sudecisión, había aceleradotodoslospreparativosdemarchaconunaprisaquecasidabalaimpresióndeunahuida.

Para Diana su partida significaba precipitar una crisis que no podíaaplazarsemuchomás.Lasituaciónseestabavolviendoinsostenible.Sehabíadespedidodeél lanocheantes.Nuncahabíaadivinadoelamorquelehabíainspirado,yleextrañólatristezadesumiradaysudesacostumbradafaltadepalabras.Élhabíaqueridodecirmuchoy¡habíadichotanpoco!Nodebíaelladeadivinarlonuncani tampocoAhmed,por loquecontinuódesempeñandosupapelhastaelúltimomomento.Soloqueesanoche,despuésdehaberlosdejadoella,lasvocesseescucharonenlahabitaciónvecinadurantemuypocorato.YalamanecerélyAhmedBenHassansalieron.Diananodormía; losoyómarcharycasideseóquevolvieraRaoul,porqueconsupresenciaelvagotemorquelaasaltabaparecíamásalejado.Elcampamentolepareciósolitarioyeldíalarguísimo.

Había salido a caballo conGastón y luego comió rápidamente; y desdeentonceshabíaestadoesperandolavueltadelsheik.¿Dequéhumorvolvería?DesdequeRaoulanunciósupartidahabíaestadomás taciturnoy reservadoquedecostumbre.

El libro que tenía en susmanos se deslizó finalmente al suelo y ella lodejó allí sin hacer caso. La tranquilidad habitual del desierto parecía estanoche mayor que de costumbre —casi siniestra— y el silencio era tanprofundo que el relincho repentino de un caballo a poca distancia lasobresaltóhaciendoqueelcorazónlelatieralocamente.Enlasprimerashorasdelanocheuntom-tomhabíaestadosonandopersistenteenelcampamento,yluego se escuchó el agudo sonido de una flauta indígena en monótonacadencia;peroestabaacostumbradaaesossonidos;seoíantodaslasnochesyantes que irritarla la calmaban, y cuando cesaron, el silencio se intensificóhastaunpuntotalquehubieraacogidoencantadacualquierruido.Estanochesusnerviosestabanexasperados.Estabainquietayexcitadaysumenteerauncaos.

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Nuevamente se encontraba sola a su merced. ¿Cuál sería su actitud?Crispó las manos sobre las rodillas. A veces se quedaba casi sin respirar,esforzándose por oír elmenor sonido que significara su vuelta.Deseaba supresenciaapasionadamenteyalmismotiempoteníamiedo.Habíacambiadotanto que a veces tenía la curiosa sensación de que era un extraño quienvolvíaaella.Sinembargo,almismotiempotemíasullegadaylaansiabaconuna combinación singular de emociones. Con mirada inquieta recorrió lahabitaciónendondehabíasufridotantoyhabíasidotanfeliz.Nuncaestuvotan nerviosa antes, pero esta noche su imaginación se había desbordado.Había una electricidad en la atmósfera que actuaba sobre sus nerviossobreexcitados.Elpequeñoveladorarrojabauncírculodeluzsobreellecho,pero el resto de la habitación quedaba en una penumbra, y los oscurosrinconesparecíanllenosdenuevassombrasextrañasqueibanyvenían.Lascolgadurasyobjetosqueleeranfamiliaresadoptabanformasfantásticasquecontemplabaconnerviosismo,hastaqueporúltimosepasólamanopor losojos con una risa de irritada impaciencia. ¿Estaría el amor, que la habíacambiado tan completamente, trasformándola también en una cobarde?¿Había perdido el sentido común a causa de la intensa emoción que laembargaba?

Comprendíaperfectamenteelcambioquesehabíaoperadoenella.Nuncase hizo ilusiones acerca de sí misma, y nunca intentó reprimir la voluntadobstinada y el orgullo que la había caracterizado. Pensaba en eso concuriosidadalrecorrermentalmentelosúltimosmesesquecambiaronsuvidaentera. La última locura que tan caro había pagado fue el resultado de unadeterminaciónarrogantedehacersuvoluntadencontradetodaslasprotestasytodoslosconsejos.Yconunaarroganciayunadeterminaciónmayoresquela suya,AhmedBenHassan lahabíadomadocomodomaba losmagníficoscaballos quemontaba. Había sido brutal e implacable, sinmedias tintas, ylogró suobediencia completa.Recordó cómo lohabía temidoyodiado conapasionada intensidad, hasta que el odio fue borrado por un amor tambiénapasionadoeintenso.Nosabíaporquéloquería,nuncahabíapodidoanalizarlapasiónque ladominabacon tanta fuerza,peroenel fondodesucorazónestaba convencida que ahora iba mucho más allá de su belleza física ysoberbio vigor animal.Lo amaba ciegamente con un sentimiento que habíaaniquiladosuorgulloylahacíacaerasuspiesconhumildeobediencia.Todala pasión latente en su corazón durante años se la había dado a él. Lepertenecíaencuerpoyalma.

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Y el cambio registrado en su interior se evidenciaba en su rostro; laexpresiónaltaneradelosojossehabíatrocadoenunatiernamelancolía,conun curioso chispazo de expectativa que brillaba en ellos continuamente; supequeña boca rebelde había perdido el gesto desdeñoso. Y con el cambiocompletoensuexpresióneraahoramuchomáshermosaqueantes.Perojuntocon su amor estaba el temor de él, que había experimentado desde lasprimerashorasdesucautiverio,elmiedofísicoquenuncahabíaperdido,nisiquiera durante las semanas dichosas que precedieron la llegada de SaintHubert, y el temor mayor que siempre la acompañaba y que a veces laimpulsaba, con ojos desencajados, a recorrer agitada la tienda como siquisieraescapardelasombracernidasobreella:eltemoralmomentoenquese cansara de ella. Ese pensamiento la desgarraba, y ahora, como siempre,tratódedesecharlo,perocontinuabapersiguiéndolapersistentementecomounespectrosombrío.Siemprelatorturabalamismaidea:nolahabíatomadoporamor.No lehabíaanimadootromotivoqueuncaprichopasajero.Lahabíavisto, la había deseado y la había tomado, y una vez en su poder lo habíadivertidoconvertirlaensujuguete.Ellasedabacuentadetodoeso.Yhabíasido sincero, nunca pretendió amarla.Con frecuencia, cuando se le ocurría,podíaseramable,comoenesasúltimassemanas,pero laamabilidadnoeraamor,ynuncahabíavistoencenderseensusojoslaluzqueellaansiaba.Suscariciashabíansidoapasionadasodescuidadassegúnsuhumor.

Ella no sabía que la amaba. No había estado con él durante las largashorasdesudelirio,ynohabíaoídoloqueescuchóRaouldeSaintHubert.Ydesde su recuperación la actitud de alejamiento había aumentado su temor.Soloparecíahaberunainterpretacióndesusilencioydelaformaestudiadayobvia en que la evitaba. El capricho pasajero había pasado.Era como si lapasiónfugazquehabíasentidohaciaellahubierasidoarrastradaconlasangreque se derramó de la terrible herida recibida. Estaba cansado de ella ybuscando la manera de desembarazarse de su presencia. Vagamente sentíaque lo había sabido desde hacía varias semanas, pero esta noche era laprimeravezquehabíatenidoelvalordeserfrancaconsigomisma.Debíadeserasí.Todoloindicaba:lacuriosaexpresiónquehabíavistoensusojosysuceñoconstantemente fruncido loconfirmaban.Conungemidosecubrió losojoscon lasmanos.Sehabíacansadode supresenciayparaella elmundohabíaterminado.Elinstintodelucharporsuamor,quehabíasidotanfuerteeldíaenqueIbrahimOmarlacapturó,habíamuertoconlamuertedetodassus esperanzas. Su espíritu estaba quebrantado. Sabía que su voluntad era

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impotentefrentealadeél,yconelfatalismoaprendidoeneldesierto,aceptóloinevitableconunasensacióndefinitivadedesaliento.

Pensó desolada en lo que sería de ella. No parecía tener muchaimportancia.Nadaimportabaahoraquenoeraquerida.Lavidaantiguaestabamuylejos,enotromundoynuncavolveríaaella,ynoleimportaba,puesleresultabaajena.Habíasidosoloaquíeneldesierto,enlosbrazosdeAhmedBen Hassan, donde había vivido, donde había aprendido lo que la vidarealmentesignificaba,dondedespertóalafelicidadyaldolor.

Elfuturosepresentabavacíoyamenazadorantesusojos,peroapartóesepensamientoconun fuerte sollozodedesesperación.Suspensamientos solose concentraban en él. ¿Cómo podría soportar la vida sin su presencia?Tristementepensóporquénoloodiabaporhaberlaconvertidoenloqueera.Peronadadeloquehicierapodíamatarahoraelamorquelehabíainspirado.Y nunca lo lamentaría. Siempre tendría el recuerdo de la dicha fugaz quehabíaconocido;alpasarlosañoseserecuerdoseríasuúnicosostén.Aunensu corazón no le hacía ningún reproche, no había amargura en su dolor.Siempre había sabido que llegaría este momento, aunque había tratado deignorarlo,alejándoloresueltamentedesumente.Nuncalehabíadadomotivoparaesperarotracosa.Nohabíaningún lazoentreellosque losunieramásestrechamente.

¡Sihubierapodidotenerellalapromesadeunhijo!Apesardeestarsola,sus mejillas se encendieron y ocultó el rostro entre las almohadas con untrémulosollozo.Unhijoquefuerasuyoydeél,unniñoconlosmismosojososcuros apasionados, el mismo cabello castaño crespo, el mismo cuerpoesbelto,quecrecierahastasertanaltoyfuerte,tanvalienteeintrépidocomosupadre.Conseguridadlaamaríaentonces.Conseguridadelrecuerdodelahistoria trágicadesumadreleharíasercompasivoconlamadredesuhijo.Pero no esperaba esa compasión. Se recostó sacudida por un ansiadesenfrenada y una tempestad de amargas lágrimas, deseando verseestrechadaensusbrazos,consumidaporeldeseo.Lapenaacumuladadurantesemanas, que ella había sabido reprimir se desbordó. Nadie podía oír lossollozosdesgarradoresque la sacudieron entera.Podía abandonar el controlque se había impuesto y que había parecido estar transformándola poco apoco en una piedra. Podía entregarse a la emoción que, reprimida, habíallegado a sofocarla y había oprimido su frente como una banda de hierrocandentequeconsumía sucerebro.Las lágrimasnoacudíancon facilidadasusojos.Nohabíalloradodesdeaquellaprimeranocheenque,temiendoalgopeorque lamuerte, sehabíaarrastradoa suspies, implorandomisericordia.

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Nohabía lloradodurante lashoras terriblesqueestuvoenpoderdeIbrahimOmar,nidurantelosdíasenqueRaouldeSaintHuberthabíaluchadoporlavidadesuamigo.Peroestanochenopodíacontener las lágrimasquehabíadespreciado toda su vida. Torturada por emociones contradictorias, amorinsatisfecho, temore incertidumbre, totalmenteenervada,cediófinalmentealossentimientosqueyanopodíacontener.Echadaenelampliolecho,conlacaraocultaentrelasalmohadas,lloróhastaquenolequedaronmáslágrimas,hastaque lossollozosangustiadosseextinguieronenel silencioysequedóinmóvil,agotada.

Luchó consigo misma. La debilidad a que había cedido tenía que servencida. Sabía que, sin ninguna posibilidad de duda, su llegada sellaría sudestino, cualquiera que este debiera ser. Debía esperar hasta entonces. Unlargo suspiro entrecortado sacudió todo su cuerpo. «¡Ahmed! ¡Ahmed BenHassan!»,murmurólentamente,deteniéndoseconmelancólicaternuraenesaspalabras. Apretó más la cara contra la almohada, con las manos cruzadassobrelacabezayporlargoratopermaneciósinmoverse.

Elcaloreraintensoypormomentosparecíafaltarelaireenlatienda.Laatmósferadentrode lahabitaciónera sofocantey,conungemido,Dianasesentó,apartandosupesadacabelleradelafrentehúmeda,ysecubrióelrostroencendido con las manos. Una cigarra inició un canto agudo cerca,manteniéndoloconenloquecedorapersistencia.Deprontoasumenteacudióelpensamientodesugente,elantiguohogarenInglaterra,lafamiliadecuyohonor sus antecesores habían sido tan altivamente celosos. Hasta Aubrey,perezosoyegoístacomoera,valorabaelhonordelafamiliaporsobretodaslascosasde la tierra;yahoraella, laorgullosaDianaMayo,queconocíaaldetalle lahistoriadesu raza,quesehabíavanagloriadode la larga líneadehombres rectos y mujeres castas, no agradecía que en su degradación nohubierasufridounavergüenzamayor.Juntoasuamortodolodemásquedabareducidoa lanada.Élera suvida, llenabasuhorizonte.Elmismohonorseperdíaenlapasiónabsorbentedesuamor.Élselohabíaquitadoyellaestabacontentadequeyacieraasuspies.Lahabíarebajado,ellaerasujuguete,sudiversión, esperando ser echadade su lado.Se estremeciódenuevoymiróalrededordelatiendaquehabíacompartidoconélconunaamargasonrisayojosdesolados.

Despuésdeella…,¿quién?Elcruelpensamientopersistía.Ladesgarrabanunoscelosfuriosos,primitivos,undeseodemataralamujerdesconocidaqueinevitablementelasucedería,undeseoqueaumentóhastahorrorizarladesus

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propiossentimientos,yseencogió,tapándoselosoídosconlasmanosparanoescucharlavozinsidiosaqueparecíaestarrealmentemurmurandoasulado.

El perro persa, en la habitación vecina, se había quejado intranquilo detiempo en tiempo, y ahora pasó a través de las cortinas y cruzó la espesaalfombra. Apoyó la cabeza peluda sobre sus rodillas gimiendolastimosamenteymirándolaalrostro.Ycuandoellalehizocaso,sepusoendos patas y se echó, arrimando el húmedo hocico a sumejilla. Le tomó lacabezaentrelasmanosyfrotósurostrocontraelpeloáspero,conunsuavemurmullo.Hastaelperroeraunconsueloensusoledad,yambosesperabanálamo.

Finalmente lo hizo bajar y tomándolo del collar pasó con él a la otrahabitación.Unalámparasolitariaardíaconllamatenue.Fuehastalapuertayapartó la cortina, y una figura de escasa corpulencia, vestida de blanco, sealzódelantedeella.

—¿Erestú,Gastón?—preguntóinvoluntariamente,aunquesabíaqueerainnecesaria la pregunta, yaque él siempredormía atravesado ante la puertacuandoelsheikestabafuera.

—Avotreservice,madame.Duranteunosminutosnohabló,yGastónpermaneciósilenciosoasulado.

Debía haber recordado que estaba allí. Nunca se encontrabamuy lejos delsonido de su voz cuando ella se quedaba sola en el campamento. Siempreestabaesperando,discretamente,listoparacumplirconsuspedidos,einclusoa anticiparlos.Alverlo a su lado recordó la ocasión enquehabían luchadocodoacodo,eclipsadatodadiferenciadeposiciónanteelpeligrocomún.Elsirvientehabíadesaparecidoanteelhombre,yunhombrequeteníaelvalorde hacer lo que él había intentado, cuando se puso frente a ella en lo quepareció su último momento, con el revólver en una mano que no habíatemblado, un hombre a cuyo lado y por cuya mano se hubiera sentidoorgullosademorir.Eranhombresesoshabitantesdeldesierto,tantolosamoscomolossirvientes;hombresresistentes,hombresdeacción,acostumbradosalas privaciones, imbuidos de un valor magnífico, seres espléndidamentevigorosos. No había nada afeminado o decadente en los nativos de que serodeabaAhmedBenHassan.

DianasiemprehabíasentidosimpatíaporGastón;lehabíaconmovidosuactitudinvariablementerespetuosaquenunca,porunamiradaounapalabra,habíadadolaimpresióndequesedieracuentadesuverdaderasituaciónenelcampamentodelamo.Erasolícitosinseroficioso,familiarsinningunatrazadeimpertinencia.EralaprimeraexperienciaqueteníaDianadeunaclasede

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sirvientes que aúnqueda enFrancia, sobrevivientes a la época anterior a larevolución,queseidentificancompletamenteconlafamiliaaquesirven,yenel caso de Gastón ese interés en su amo era fortalecido por experienciascompartidasypeligroscomunes,quelosuníanconlazosquenuncapodríanserquebrantadosyquehabíanelevadosusrelacionesaunplanomásaltoqueel de simple amo y sirviente. Esas relaciones fueron al principio fuente deperpetuaextrañezaparaDiana,educadaenlaatmósferarígidadelaresidenciade su hermano, en donde el egoísmo deAubrey no daba oportunidad paranada que no fuera el servicio convencional, y en sus viajes, en que lossirvientespersonalesdebíandesercambiadosconfrecuencia.AúnStephensera,alosojosdesuhermano,unasimplemáquina.

Muypocodespuésdehabersido llevadaalcampamentodeAhmedBenHassan, sediocuentadequeel afectoque teníaGastónal sheikhabía sidoextendido a ella, pero desde la noche de la incursión la había adoradofrancamente.

Corría muy poco aire afuera. Escudriñó en la oscuridad, pero era muytenuelaluzdelalunaencuartomenguante,ynopudovernada.Seadelantóunospasosfueradel toldoparamirara lasestrellasqueresplandecíanen loalto. ¡Las había contemplado tantas veces estando en los brazos deAhmedBen Hassan!; se habían convertido en parte integrante de las apasionadasnoches orientales. Él las amaba y las contemplaba incansablemente,enseñándola a reconocerlas y contándole innumerables leyendas árabesrelacionadasconellas,sentadobajoeltoldomientraspasabanlashoras,hastaquepocoapocosuvozse ibaapagandoensusoídos,ymuchodespuésdedormirse seguía él inmóvil, mirando al cielo y fumando cigarrillo trascigarrillo. ¿Volvería ella a contemplarlas de nuevo brillando en la negruraazuladadelcielo,conelcuerporodeadoporsubrazoyelfirmelatidodesucorazónbajolamejilla?Sintióunespasmodedolor.¿Volveríaalgoaserlomismodenuevo?Todohabía cambiadodesde la llegadadeRaouldeSaintHubert.Unsuspirodesmayadoseescapódesuslabios.

—¿Madamesesientecansada?—murmuróunavozrespetuosaasuoído.Dianasesobresaltó.Habíaolvidadoalvalet.—Hacetantocalor…,dentrodelatiendaerasofocante—dijoevasiva.La devoción de Gastón era de un tipo que necesitaba ser demostrada

prácticamente.—Madameveutducafé?—sugirió.Erasupanaceauniversal,peroenese

momentopareciócasigrotesco.

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Diana sintió un deseo histérico de reírse que casi se transformó enlágrimas,perosecontuvo.

—No,esdemasiadotarde.—Lo traigo en unmomento—insistió persuasivo Gastón, no deseando

perderlasatisfaccióndeservirla.—No,Gastón,meponemuynerviosa—dijoamablemente.Gastónexhaló

un suspiro perfectamente trágico. Sus nervios eran de acero y su capacidadilimitadaparaabsorbergrandescantidadesdecafé.

—Une limonade? —insistió esperanzado. Lo dejó ella que trajera elrefrescomáspordarleelgustoquepordesearlo.

—Monseñorseharetrasado—dijolentamente,fijandosusojosdenuevoenlaoscuridad.

—Ya llegará—dijoGastón confiado—.Kopec está inquieto…, siempreseponeasícuandovaallegarmonseñor.

Miróellaunmomentopensativaa la formavagadelperroechadoa lospiesdelvalet,yluego,conunaúltimamiradaalasestrellasbrillantes,volvióaentraren la tienda.Todossus temoresnerviosossehabíandesvanecidoalhablarconGastón,encarnacióndelsentidocomúnpráctico;antes,cuandoseapoderódeellauntemortanirracional,habíaolvidadoqueestabaalalcancedesuvoz, fielydevota.Recogióel librocaído,yrecostándosedenuevoseforzóaleer,peroapesardequesusojosseguíanlaslíneasmecánicamentenoentendía la narración, y todo el tiempo su oído estaba atento a percibir elmenorsonidoqueanunciarasullegada.

Finalmentelosintió.Solounasugerenciaalprincipio…,unaondacaptadaporsumenteatenta,unaintuición,yseincorporórígidadeexpectativa,conlos labios entreabiertos, los ojos dilatados, respirando apenas, escuchandoávidamente. Y cuando llegó fue repentinamente, porque en la oscuridad lapequeña banda de jinetes era invisible hasta estar en el campamento, y loscascosdeloscaballosnohacíanruido.Laagitacióncausadaporsuarriboseextinguiórápida.Porunmomentohubounaconfusióndevoces,untintineodearneses,unodeloscaballosrelinchó,yluegoenelsilencioquesiguiólooyóentrarenlatienda.

El corazón le latía con violencia sofocante. Hubo un murmullo deconversación: la voz grave del sheik y los tonos rápidos y animados deGastón contestándole; luego el sirviente salió con premura. Penosamenteconsciente de todos los sonidos, esperó inmóvil, susmanos crispadas en elblancocolchónhastaacalambrárselelosdedos,respirandoentrecortadamenteal tratardecontenerelpenoso latirdesucorazón.Apesardelcalorunfrío

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repentino invadió su cuerpo, que se estremecía con violencia de vez encuando.Teníaelrostromuyblanco,hastasuslabioshabíanperdidoelcolor,y sus ojos, fijos en la cortina que separaba las habitaciones, brillabanfebrilmente. Con su íntimo conocimiento, cadamovimiento en el aposentocontiguoeratanperceptiblecomosiloestuvieraviendo.Estabaélcaminandode un lado para otro, como había caminado la noche en que la suerte deGastónestabaen labalanza,comolohacíasiemprequemeditabaalgo,yelaromadesucigarrillollenabalahabitación.

Una vez se detuvo cerca de la cortina, y sintió ella que el corazón lesaltabadentrodelpecho,perodespuésdeunmomentovolvióaalejarse.Sedetuvodenuevoenelrincónopuestodelatienda,yeldébilclicmetálicoleindicó que estaba cargando el revólver.Oyó como lo dejaba sobre lamesaescritorio,yluegoreanudósupaseo.Talagitaciónlainquietaba.Habíaestadoenlasilladesdelasprimeraslucesdelalba,ySaintHubertlehabíaadvertidoque se cuidara todavía durante unas semanas. Era una imprudencia que nodescansaracuandoseleofrecíalaoportunidad.¡Teníatanpococuidadodesupersona!Exhalóellaun ligerosuspiroy la luzdesusojosse transformóenuna ansiedad semimaternal. A pesar de su vigor renovado y sus rientesprotestasantelasadvertenciasdeRaoul,unidasaunademostraciónfísicaquehabía sido sumamente concluyente, nopodía ellaolvidarque lohabíavistoyacerimpotentecomounacriatura,demasiadodébilhastaparaalzarlamano.Nadapodríaborrareserecuerdodesumente,ynadaalteraríaelhechodequeensudebilidad,élhabíadependidodeella.Lehabíasidonecesariaentonces.Habíasidounadichaefímera.

Por finoyócrujireldivánbajosupeso,peronohastadespuésdehabervuelto Gastón con la cena.Mientras comía habló, y sus primeras palabrasprovocaronunaexclamacióndedesalientoenelfrancés,quefueronahogadascon una excusa murmurada, y luego Diana se dio cuenta de que habíanentradootrosenlahabitación.Hablóélacadaunoporturno,yellareconociólavozclaraymásbienagudadeYusefquediscutíaconeltaciturnojefedecamelleros, cuyo áspero tono y modales estaban de acuerdo con losmalhumoradosanimalesqueconducía,hastaqueunapalabradeAhmedBenHassan hizo guardar silencio a ambos. Había otros dos que recibieron susórdenesconsoloungruñidodeasentimiento.

Enseguidasalieron,peroYusefsequedó,hablandoconvolubilidad,mitaden árabe, mitad en francés, pero cayendo más y más en el idioma local amedida que aumentaba su excitación. Aún en medio de sus tribulaciones,Dianasonrióligeramentealpensarenél.Seloimaginabadecuclillasdelante

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del sheik, perfumado e inmaculado, girando los hermosos ojos, agitandocontinuamente las finasmanos, y su rostro iluminado por un entusiasmo yadoración juveniles. Finalmente se fue también él y solo quedó Gastón,ocupado con la cafetiére, que era su último juguete. El aroma del caféhirviendo llenó la tienda. Se imaginaba ella los hábiles dedos del sirvientemanipulando el frágil artefacto de vidrio y plata. Podía oír el tintineode lacucharita al remover en la porcelana, el ruido del café al servirlo, el débilsonidodelatazaalsercolocadasobrelamesaconincrustaciones.¿Porquéestaba bebiendoAhmed café francés cuando se quejaba siempre de que lomantenía despierto? De noche tenía la costumbre de tomar la infusiónindígena.Conseguridadnecesitabadormirestanoche.Habíasidoeldíamásduro que pasara desde su enfermedad. Por unos momentos más Gastónanduvo en la otra habitación, y por los ruidos Diana adivinó que estabacolocandoenunabandejalasdiversascosasquedebíanserretiradas.Luegoseoyósuvoz,másfuertequeantes,diciendo:

—Monseigneurdésired’autrechose?El sheikdebiódehacerunaseñalnegativaporquenohuboningunarespuestaaudible.

—Bonsoir,monseñor.—Bonsoir,Gastón.Dianarespiróconrapidez.Mientrasestabaaúnelhombreenelaposento

contiguo, el momento que esperaba le pareció no llegar nunca. Y ahoradeseabaquenosehubiera ido.Estabaentreellay…¿qué?PorprimeravezdesdelallegadadeSaintHubertestabasolaconél,realmentesola.Sololosseparabaunacortina,unacortinaqueellanopodíaatravesar.Deseabairasulado,peronoseatrevía.

Se encontraba entre el amor y el temor, y por el momento el temorprevalecía. Se estremeció y subió un sollozo a su garganta al recordar otranoche, durante esos dos meses de felicidad, que estaban transformándoserápidamente en algoparecidoaun sueñomaravilloso, enquehabía llegadotarde.DespuésdehabermarchadoGastón,ellahabíaidoasulado,rosadayconlosojosbrillantesdesueño,yéllahabíasentadoensusrodillasylehabíahecho tomar el café indígena que ella detestaba, riéndose alegre ante sumuecadedisgusto.Y, tendiéndolaensusbrazoscon lacabezadescansandoensushombros, lehabíacontado todos los incidentesde lavisitaquehabíahecho ese día a uno de los otros campamentos, y de sus hombres y suscaballospasócasi insensiblementeahablardedetalles relacionadosconsusplanesparaelfuturo,queenrealidaderanconfidenciasíntimasdeunmaridoa unamujer que es también una camarada. Lamezcla de dolor y placer al

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pensarlolehabíahechoestremecerse;yélsehabíapuestodepie,declarandoqueteníafrío,yalzándolahastajuntarsumejilla,lavolvióallevaralaotrahabitación.

Pero lo que había hecho entonces era imposible ahora. Parecía tanextraño,tandiferentedelhombrequeellacreyóhaberllegadoacomprender.Estabadesorientada.Sesentía terriblementecansada,condolordecabezayconfundidaconlosterriblesproblemasdelfuturo.Noseatrevíaapensarmás.Solo quería descansar en sus brazos y desahogar el corazón junto al de él.Ansiaba con desesperación sentir el contacto de sus manos, y sufríahorriblemente.

Se dejó caer de rodillas, hundiendo el rostro en el lecho. «¡Oh, Dios!¡Damesuamor!»,murmurórepetidamenteendesoladasúplica,hastaqueelrecuerdodelanocheenque,mesesatrás,enlamismaposturahabíarogadoquelamaldicióndeDioscayerasobreél,lahizoestremecerse.

«¡Oh,Diosquerido!Nolopensaba.Nosabía…Nomehagascaso,¡nolopensaba!». Ahogó los sollozos que subían a su garganta hundiendomás elrostroenloscobertoresdeseda.

Reinabasilencioenelaposentocontiguoconexcepcióndelraspardeunfósforoqueseoíaconmonótonaregularidad.Ysiempreelaromapeculiardesutabacoquepasabaatravésdelaspesadascortinas,haciéndolarecordarmilcosasasociadasaeseperfume.¿Porquénoveníaélssulado?¿Sabíacómolaestaba torturando? ¿Era tan indiferente que no le importaba lo que ellasufriera? ¿Pensaba alguna vez en ella, para preguntarse si sufría o no? Etemor del porvenir la asaltó nuevamente con fuerza abrumadora. Laincertidumbre la estabamatando.Alzó la cabeza ymiró el reloj que estabajuntoalvelador.

Hacía una hora que Gastón se había retirado. Otra hora de espera lavolvería loca. Podía soportar cualquier cosí menos este suspenso. Habíallegadoallímitedesuresistencia.Sepusodepietitubeando,apretandomáselfinoquimonoalrededordelcuerpo.Peroaunentonceslefaltóresolución,conmiedo de que se cumplieran sus temores no tenía valor para precipitarvoluntariamentesusuerteSeaferrabaaloquelequedabatodavía.Teníalosojos fijosenel reloj,contemplandocómolasmanecillasgiraban lentamentealrededordelaesfera.Pasódespaciouncuartodehoraqueparecióuncuartodesiglo,yDianapasómecánicamente lamanopor losojosparadespejarereflejodeslumbrantede laesferablancadeporcelanaconsu largominuteronegro. No se oía ahora sonido alguno en la otra habitación. El silencio la

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estaba enloqueciendo Estaba desesperada, tenía que saber, nada podía serpeorquelaagoníaqueestabasoportando.

Apretó los dientes y cruzando el aposento pasó silenciosa entre lascortinas.Luego retrocediócon lasmanos sobre laboca.Él estaba inclinadohacia adelante en el diván con los codos sobre las rodillas y el rostroescondidoentrelasmanos.Yhabíavueltoaellacomounextraño,despojadode las vestiduras flotantes que parecían parte esencial de su persona; unafigura desconocida con camisa de seda, pantalones y botas marrones demontar,cubiertasaúndepolvodelalargacabalgata.Sobrelaalfombraestabauna fina chaqueta de tweed; debió haberla arrojado después de haberseretiradoGastón,porqueelvalet,consuinnatoamoralorden,jamáslahubieradejadotiradaenelsuelo.

Lo miró ansiosa y sus ojos recorrieron su figura, deteniéndose en lacabezainclinada.Laluzdelalámparabrillabaensuespesacabelleracrespahaciéndolaparecerdebruñidobronce.Sehabíaapoderadodeellaunanuevatimidezquelahacíatemblar;peroelamorledioánimoysedirigióasulado;suspiesdesnudos,silenciosossobrelasalfombras.

—¡Ahmed!—susurró.Levantóéllentamentelacabezaylamiró,ylaexpresiónensurostrola

hizocorreraarrodillarseasulado,tomándoleconambasmanoslapecheradelacamisa.

—¡Ahmed! ¿Qué pasa…? ¿Sufres…? ¿Tu herida…?—exclamó con lavozllenadeansiedad.

La tomó él de las manos y levantándose la hizo ponerse de pie consuavidad.Luego,lacontemplóconunaexpresiónextraña.Despuésseseparódeellasindecirunapalabra,yapartólacortinaquecerrabalaentrada,paraquedarinmóvilenlapuertacontemplandolanoche.Susiluetasedestacabaenlaoscuridadyparecíaextrañamentealtayesbelta.

AlosojosatemorizadosdeDianaasomóunchispazodeperplejidadysellevólasmanosalagarganta.

—¿Quésucede?,—murmuródenuevo,entrecortadamente.—SalimosmañanaparaOran—replicóél.Suvozerasorda,desfigurada;

yconunligerosobresaltoDianacomprendióqueestabahablandoeninglés.Cerrólosojosysetambaleó,sintiendoqueledabavueltaslacabeza.—¿Memandasdevuelta?—balbuceó.Hubounapausaantesqueélcontestara:«Sí».El secomonosílabo fue como un latigazo. Se tambaleó al oírlo, con la

respiraciónentrecortadaydesencajadoslosojos.

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—¿Porqué?—dijo.Élnocontestó,yunintensoruborcubriórepentinamenteelrostrodeella.

Se acercó más al hombre, agitado el pecho y tratando de hablar, pero sugarganta estaba reseca y sus labios temblaban de tal manera que no podíaproferirpalabra.

—¿Es porque te has cansado demí—murmuró por fin, roncamente—,comomedijistequetecansarías,comotecansastede…esasotrasmujeres?

Él no contestó, pero se estremeció, y sus manos que pendían a ambosladosdelcuerposecrisparonconlentitud.

Diana se cubrió losojos conunamanopara apartarlode suvista.Se lepartíaelcorazónysuangustialaimpulsabaaarrastrarseasuspies,perounrestodeorgulloseloimpidió.

Hablóélporfin,conlamismavozmonótonaeincolora:—Tellevaréhastalaprimeraestacióndeferrocarrildeldesiertoantesde

Oran,endondepodrástomareltren.Portupropiobiennodebohacermevercontigo allí, pues soy conocido en ese lugar. Si por cualquier casualidadfueras reconocida o llegara a saberse tu identidad, puedes decir que porrazones que solo a ti te incumben extendiste tu gira, que se extraviaron tusmensajes, cualquier cosa.Perono es probableque eso suceda.SonmuchoslosviajerosquepasanporOran.Gastónpuedeencargarsedearreglartetodaslas cosas.Te llevará aMarsella, y si lo necesitaras, irá contigo hastaParís,CherburgooLondres…,comoquieras.Biensabesquepuedestenerconfianzaabsolutaenél.Cuandoyanolonecesites,volveráamilado.No…,noquieromolestartemás.Nodebestemerquevuelvaamezclarmeentuvida.Puedesolvidarestosmeseseneldesiertoyalárabeincivilizadoquecruzótucamino.Elmantenermealejadodetieslaúnicareparaciónquepuedoofrecerte.

Alzó ella la cabeza.Los celos, el amory el orgulloque luchaban en suinteriorcasilasofocaban.

—¿Por qué no dices la verdad?—exclamó desesperada—. ¿Por qué nodices loque realmentepiensas…,queyano te interesomás,que tedivirtiótomarmeytorturarmeparasatisfacertucapricho,peroqueelcaprichoyahapasado?Yanotediviertesmás.Tehascansadoyentoncestelibrasdemícontodaslasprecauciones.¿Creesquelaverdadpuedeherirme?Nadadeloquepuedas hacer puede herirme ya. Me has convertido en lo que soy porsatisfacer tu placer, y ahora también porque es tu voluntadme echas a unlado…¿Cuántasvecespor año llevaGastón lasqueridasque abandonasdevueltaaFrancia?—Suvozsequebróenunahorriblecarcajada.

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Sevolvióélrápidamenteylaestrechóenlosbrazos,apretándolafuriosocontraél;sinrecordarsufuerza,echandofuegoporlosojos.

—¡Dios!¿Creesqueesfácilparamídejarte ir,paraquemehagasestosreproches?¿Creesquenohesufrido,quenoestoysufriendoahora?¿Nosabesqueelenviartedevueltameestáarrancandoelcorazónderaíz?Mividavaaseruninfiernosintupresencia.¿Creesquenomehedadocuentadelobrutoquehesido?Notequeríacuandomeapoderédeti;solóqueríasatisfacerlabestiaquellevodentro,ymealegrédequefuerasinglesa,quepudierahacertesufrircomouningléshizosufriramimadre,tantoodiabaesaraza.Creoquehe estado loco toda mi vida… hasta ahora. Creí que no te quería hasta lanocheque supeque IbrahimOmar tehabía raptado,yentonces supeque sialgo te sucedía se extinguiría la luz demi vida, y que solo esperaría a darmuerteaIbrahimOmarantesdematarmeyo.

Susbrazoserancomo tenazasque le causabandolorpero leparecíanelcielo, y se estrechó contra él sin poder hablar, con el corazón latiéndolelocamente.Éllamirólargayprofundamentealosojos,ylaluzquevio—laluzque tantohabíadeseado—lahizo temblar.Sucabezamorenase inclinómásymás,ysuslabiosestabanapuntodetocarlosdeella,cuandoseechóhaciaatrás,yelamorensusojossetransformóendolor.

—No debo besarte —dijo sordamente, al apartarla de su lado consuavidad—.Nocreoquetendríavalorparadejartemarcharsilohiciera.Nopensétocarte—seapartódeellaconungestodefatiga.

Eltemorvolvióaasomaralosojosdeella.—Noquieroirme—murmuródébilmente.Sedetuvoéljuntoalamesita

escritorioytomóelrevólverquehabíacargadoantes,abriéndolodistraídoyhaciendogirareltamborentresusdedos,yluegovolvióadejarloenelmismositio.

—Nocomprendes.Nohayotroremedio—dijoconamargura.—Si realmente me amas, no me dejarías marchar —gritó ella con un

sollozo.—¿Siteamo?—repitióélconunarisasarcástica—.¡Sí,teamo!Porque

teamotantoesporloquepuedohacerlo.Siteamaraunpocomenosdejaríaquetequedarasycorrieraselriesgo.

Extendióellalasmanosengestodesúplica.—¡Quieroquedarme,Ahmed! ¡Te amo!—exclamódesesperada, porque

conocíasuobstinación,yveíadesvanecerselaposibilidaddeserfeliz.Élnosemoviónilamiróysuscejassefruncieronformandolaprofunda

arrugaquetantotemía.

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—No sabes lo que estás diciendo. No sabes lo que eso significaría—replicó con voz en la que había reprimido toda expresión—. Si te casarasconmigo tendrías que vivir para siempre aquí, en el desierto. No puedoabandonaramipuebloysoy…demasiadoárabeparadejarteirsola.Noseríauna vida para ti. Crees que me amas ahora, aunque solo Dios sabe cómopuedeshacerlodespuésdeloquehehechocontigo,perollegaríaunmomentoenquedescubriríasquetuamorpormínocompensabatuvidaaquí.Además,no se puede pensar en que te cases conmigo. Sabes lo que soy y lo quesiempre he sido. Sabes qué clase de vida he llevado; el recuerdo seinterpondría siempreentrenosotros;nuncaolvidarías,nuncapodríasconfiarenmí.Yaunsipudieras,porcaridad,perdonaryolvidar,sabesquenoesfácilvivir conmigo. Conoces mi genio endemoniado; no te he perdonado en elpasado y podría no perdonarte en el porvenir. ¿Crees que podría soportarverteodiándomeañotrasaño?Creesquesoycruelahora,peroyopiensoenloquemás te conviene en el futuro.Algúndíapensarásbiendemíporquetuvelafuerzadevoluntaddedejartemarchar.Erestanjoven;tuvidareciénempieza.Eressuficientementefuerteparaalejardetuespírituelrecuerdodeestos últimos meses…, para olvidar el pasado y vivir solo para el futuro.Nadietieneporquéenterarse.Notienesquetemerportu…reputación.Todose olvida en el silencio del desierto, Mustafá Alí está a centenares dekilómetrosdeaquí,peronotanlejoscomoparaqueseatrevaahablar,yamishombresnohayquetenerlosencuenta;hablanoguardansilenciosegúnyolodesee.SoloquedaRaoulynohayquepensarenél;mehahechosabercuálessuopiniónsinambages.Debesdevolveratupaís,atugente,atuvida,enlaquenotengocabidaniparticipación,yprontotodoestoteparecerásolamenteunmalsueño.

Tenía la frente perlada de sudor y susmanos se habían crispado con elesfuerzoquehacía,peroellateníalacabezaocultaentrelaspalmasynoviola tortura dibujada en su rostro, solo oyó su voz suave decretandoinexorablemente su suerte y apartándola de la felicidad con tono tranquilo,casiindiferente.

Seestremecióconvulsivamente.—¡Ahmed!¡Nopuedoirme!—gimió.Éllevantólavistadegolpe,conel

rostrolívidoylearrancólasmanosdelrostro.—¡SantoDios!Quieres decir… que yo…, que tú estás…—tartamudeó

roncamente,mirándolaconelterrorretratadoensusojos.Ella adivinó lo que quería decir y el rubor cubrió sus mejillas. La

tentación de mentirle y dejar las consecuencias para el futuro fue casi

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irresistible.Unapequeñapalabrayestaríaensusbrazos,pero¿ydespués…?El temor a ese después fue lo que la hizo guardar silencio. El color fuedesapareciendolentamentedesurostroysacudiónegativamentelacabeza.

Soltóélsusmuñecasconunsuspirodealivioysesecóelsudordelrostro.Luego le puso la mano en el hombro y la empujó suavemente hacia elaposentointerior.Porunmomento,ellaseresistió,conlosojosdesencajados,desesperada, buscando los suyos, pero él rehuía la mirada, y tenía la bocafruncidaenaquelgestoduroqueconocíatanbien.Entoncesconungritosearrojó sobre su pecho, escondiendo la cara contra él, y con los brazosalrededordesucuello.

—¡Ahmed!¡Ahmed!Meestásmatando.Nopuedovivirsinti.Teamoyte deseo… solo a ti. No tengomiedo a la soledad del desierto, lo quemeasustaeslasoledaddelmundofueradelrefugiodetusbrazos.Nomeasustaloquepuedashacerme.Nuncavivíhastaque túmeenseñaste loqueera lavida, aquí en el desierto.Nopuedovolver ami antigua existencia,Ahmed.Tenpiedaddemí.Nomeapartesdemiúnicaposibilidaddeserfeliz,nomealejes de ti. Sé que me amas… ¡Lo sé! ¡Lo sé! Y porque lo sé no meavergüenza rogarte que seas clemente. No me queda ningún orgullo overgüenza. ¡Ahmed! ¡Háblame!Nopuedo soportar tu silencio…¡Oh! ¡Erescruel,cruel!

Unespasmocruzóel rostrodel sheik, pero sus labios se fruncieron conmásfirmezayseparósusmanoscondedosinflexibles.

—Nuncahesidootracosa—dijoamargamente—,peroprefieroquemecreasunbrutoahoraynoquelleguesamaldecireldíaquemeconociste.Sigocreyendo que lejos de mí tienes más probabilidades de ser dichosa queconmigo,yportufelicidadestoydispuestoasacrificarlotodo—dejócaersusmanosy sevolvióbruscamente,yendodenuevoa la entrada,paramirar laoscuridad—. Vete a descansar —dijo con suavidad, pero era una orden apesardeladulzuradesuvoz.

Retrocedió ella temblando, con expresión desolada en el rostro y ladesesperaciónretratadaensusojos,loconocíaysabíaqueaquelloeraelfin.Nadaquebrantaríasuresolución.Lomiróconlabiostemblorososatravésdeun velo de lágrimas, lo contempló con fijeza desesperada tratando de fijarindeleblemente la imagen querida en su corazón. Aquella cabeza amada,erguidatanorgullosamentesobrelosanchoshombros,losmiembroslargosyfuertes,elcuerpoesbeltoyelegante.Eraunplacermirarlo.Unhombreentrelos hombres. ¡Monseñor! ¡Monseñor! Mon maítre et seigneur. ¡No! Novolveríaaseresomás.

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Un torrente de lágrimas la cegó y dio unos pasos hacia atrás vacilante,tropezandoconelpequeñoescritorio.Conunamanoloagarróparaafirmarseysusdedostocaronelrevólverqueélhabíadejadoallí.Elcontactoconelfríometalleprodujounescalofríoqueparecióherirsucorazón.Sequedórígida,con los ojos desencajados fijos en la figura que estaba en la puerta;empuñandoelarmafuertementeconunamanoyconlaotraaferrandolabatadesedasobresupecho.Sumenteseechóavolarfebril;soloquedabanunaspocas horas antes de que llegara lamañana, antes delmomento amargo enquedebíadejaratrásloslugaresquehabíanllegadoaserletanqueridos,quehabíansidosuhogarcomonuncalofueraelviejocastillodeInglaterra.Pensóenlalargajornadahaciaelnorte,ladolorosaprolongacióndesusufrimientoaliracaballoalladodeél,loscampamentosnocturnosenlosquesehallaríasoladentrodelapequeñatiendadeviaje,yluegolaseparacióndefinitivaenla estación, cuando tendría que verlo volver grupas a la cabeza de sushombresydesaparecerdesuvida.Entoncesellaesforzaríasuvistaa travésdel polvo y la arena para echar la última ojeada a la figuramontada en elfogosocaballonegro.

SeríaHalcón,pensóderepente.HoyhabíamontadoaShaitan,ysiempreusaba a uno de los dos para los viajes largos. Era Halcón el que habíamontadoeldíaenquequisobuscarlalibertadyelquehabíallevadoladoblecarga en la jornada de regreso en que encontró su dicha.El contraste entreaquelviaje,enquedescansósatisfechasobresufuertebrazo,yelque ibaarealizar al día siguiente, era terriblemente doloroso. Se mordió los labiostemblorosos,susdedosapretaronlaculatadelrevólveryunaluzdesesperadabrilló en sus tristes ojos. Nunca podría soportarlo. ¿Para qué sufrir esahorrible tortura? ¿Qué era la vida sin él…?Nada,menos que nada.Nuncapodría entregarse a otro hombre. No le hacía falta a nadie. Aubrey no lanecesitaba realmente; su egoísmo lo envolvía en una complacencia que lesatisfacíaplenamente.Undía,porperpetuar la familia, secasaría…, talvezestuvieracasadoya,sihabíapodidoencontrarenEstadosUnidosunamujercapazdeaceptar suegoísmo juntoconsuviejonombrey susbienes.Podíaellahacerdesuvidaloquequisierayanadieperjudicaríasudesaparición.Esmás, Aubrey se beneficiaría considerablemente. ¿Y él…? Veía su figuraborrosaatravésdelaslágrimasquellenabansusojos.

Lentamente alzó el arma de la mesa con dedos firmes y adelantó concautela lamano.Miróel revólverporunmomentodesapasionadamente.Nosentía miedo. Solo notaba una fatiga abrumadora, un deseo de lograr undescanso que hiciera cesar el dolor que roía su pecho y el martilleo en su

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cabeza… Un relámpago y todo habría terminado, todas sus penas sedesvanecerían…¿Pero,seríaasí?Untemordelmásallálainvadió.¿Ysielsufrimientoseprolongaba?Peroeltemorsedisipóconlamismarapidezconquehabíasurgido,porqueconélvinoelrecuerdodequeenaquelmundodesombras encontraría a alguien que la comprendería: su padre, que se habíasuicidado,locodedesesperación,cuandomuriólamadrealnacerella.

Alzóresueltamenteelrevólverasusien.Nohabíahabidoningúnsonidoquedelataraloqueestabasucediendoasu

espalda,peroesesentidoespecial,elconocimientodelpeligroinminentequeestá desarrollado en el hombre criado en el desierto, advirtió al sheik. Sevolviócomounrayoysalvódeunsaltoelespacioquelosseparaba,asiéndolelamanoenelmomentoenqueapretabaelgatillo,ylabalapasósinhacerledañoaunapulgadadesucabeza.Conelrostrolívidolearrebatóelarmaylaarrojólejos,enlaoscuridad.

Por un momento se miraron a los ojos en silencio, y luego, con ungemido, se deslizó ella de entre sus manos y cayó a sus pies presa de unterrible accesode llanto.Ahmed se inclinó conuna exclamación sorday laalzóen losbrazos,sosteniendoelcuerpoesbeltoy temblorosoconvigorosaternura, oprimiendo su cabeza contra él, con su mejilla entre los doradosrizos.

—¡PorDios!,criatura,nolloresasí.Puedosoportarcualquiercosamenoseso—exclamóentrecortadamente.

Pero los terribles sollozos continuaban, y con temor la estrechóconvulsivamentecontrasucuerpo,llenandodebesossubrillantecabellera.

—Diane,Diane—murmuró implorante, volviendo ausar el francésqueparecíamuchomásnatural en él—.Monamour,mabienaimée.Nepleurapas,jet’enprie.Jet’aime.Jet’adore.Turesterasprésdemoi,touteámoi.

Ella parecía semiinconsciente, incapaz de contener la emoción que,desbordada, la abrumaba.Yacía inerte contra él, desgarrada por los fuertessollozos que la sacudían. Sus labios firmes temblaron al mirar su obra.Alzándolaensusbrazoslallevóhastaeldiván,yelpesodelcuerposuaveyesbelto hizo que la sangre circulara vertiginosamente por sus venas. Ladepositó allí y cayó de rodillas a su lado, murmurando palabras de amorapasionado.

Pocoapocofuepasandoelterribletemblor,lossollozosentrecortadosseextinguieron y quedó inmóvil, tan inmóvil y pálida, que el hombre tuvomiedo. Trató de levantarse para ir a buscar algún cordial, pero al primermovimientoellaloretuvo,apretándosemásaél.

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—Noquieronadamásqueati—murmuróconvozcasiinaudible.Su brazo se apretó alrededor de ella y le hizo volver el rostro hacia él.

Tenía ella los ojos cerrados y las húmedas pestañas destacaban su negrurasobrelaspálidasmejillas.Suslabioslarozaronconternura.

—Diana,¿novasamirarmemás?—Suvozeracasihumilde.LosojosdeDianaseestremecieronunmomentoyluegoseabrieronpoco

apoco,mirandoalossuyosconunvestigiodetemorenellos.—¿No vas a despedirme?—murmuró suplicante. Un sollozo se escapó

delpechodeélybesóconfierezasuslabiostemblorosos.—¡Nunca!—dijoconviolencia—.Jamásdejaréahoraquetevayas.¡Dios

mío! Si supieras cómo te deseaba. Si supieras lo que me costaba dejartemarchar.RuegaaDiosquesepahacertefeliz.Conoceslopeordemí,pobrecriatura:tendrásundemoniopormarido.

ElcolorvolviólentamentealrostrodeDianayunaligerasonrisatrémulacurvó sus labios. Deslizó los brazos alrededor del cuello de Ahmed yhaciéndolebajarlacabezalemurmuróaloído:

—Notengomiedoanadacontusbrazosalrededordemí,miamantedeldesierto.¡Ahmed!¡Monseñor!

FIN

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EDITHMAUDEHULL(tambiénconocidacomoEMHullyEdithM.Hull)(1880-1947)fueunanovelistabritánicamásconocidaporserlaautoradelanovelarománticaElÁrabe,queseconvirtióenunbestsellerinternacionalen1921.

EMHull era el seudónimo deEdithMaudeWinstanley, nacidaHenderson.Comenzó a escribir en la década de 1910, mientras que su marido estabaausentesirviendoenlaPrimeraGuerraMundialElÁrabe,suprimerlibro,sepublicóporprimeravezenInglaterraen1919yrápidamenteseconvirtióenunéxitointernacional,colocándoselosdiezlibrosmásvendidosdelosaños1921y1922.

ElÁrabe,deHull,vendiórápidamentemásde1,2millonesdecopiasentodoelmundo.Las ventas se incrementaron aúnmás cuandoParamount estrenóuna versión cinematográfica en 1921, interpretada por Rodolfo Valentino,inmortalizadocomoelmayoramantedelahistoriadelcinemudo.

Siguióescribiendoenlosaños1930y1925.ElhijodelÁrabetambiénfueungranéxito,al igualquelaversióncinematográfica,quetambiénprotagonizóValentino.

Fallecióalos66añosenelcondadodeDuffield,Derbyshire,el11defebrerode1947.

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Suslibros:

TheSheik,1919ShadowoftheEast,1921SonoftheSheik,1925CampingintheSahara,1926TheLionTamer,1928TheCaptiveoftheSahara,1931TheForestofTerribleThings(tituloenUSA:JungleCaptive),1939

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