Una Oracion Por Los Que Mueren - Stewart O'Nan

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  • Ttulo original: A Prayer for the Dying: ANovelStewart O'Nan, 1999Traduccin: Javier Fernndez CrdobaDiseo de portada: Raquel JaramilloImagen de portada: Composicin realizadacon una fotografa de la coleccin VanShaick y una imagen de Corbis/Bettman

    Editor digital: leandroePub base r1.0

  • Nunca podr decirse que midolor haya endurecido mitrato hacia los dems.

    GLENWAY WESCOTT

    No hay escapatoria entiempos de plaga. Debemosescoger entre amar u odiar aDios.

    ALBERT CAMUS

  • Captulo 1

    Es pleno verano y Amistad est ensilencio. Los hombres se afanan enlos relucientes campos. Los niosjuegan en los bosques, vadean losriachuelos y chapotean en losestanques. En el pueblo, las mujeresse detienen en el cargado ambientede los comercios, entretenidas ante

  • las variadas piezas de telas y lostoneles llenos de harina. El nicosonido es el tamborileo del tren demercancas hacia el sur, escupiendosus nubes de carbonilla sobre lascopas de los rboles, el traqueteode los vagones a un kilmetro dedistancia. Luego, el silencio; elzumbido de los insectos, la quietudde la tarde. Las vacas sacuden susorejas y rabos.

    As es como te gusta; los dassoleados y tranquilos. Todos dicen

  • que podran soportar algo de lluvia.Los pilones de serrn del molinoestn secos como la plvora, losgrandes montones de lea en elbosque se hornean peligrosamente,pero hay algo especial en estecalor, en la forma en la que ondeadesde el papel embreado, ahoga elsonido y envuelve el pueblo. Elinvierno estuvo repleto dechimeneas encendidas y caballoscongelados sobre el camino demadera, y la primavera fue dura,

  • con el beb, aunque Marta ya casise ha recuperado, con su frondosojardn y sus tomates como puos.Exceptuando la pelea por lacubertera entre Millie y ElsaSullivan, y el fallecimiento de laseora Goetz en la iglesia, no hastenido mucho trabajo ltimamente,lo cual te parece bien.

    No se trata de que te molesteganarte el pan, pero cuando la gentete necesita es porque, de una formau otra, alguien ha tenido mala

  • suerte. Ser enterrador es fcil; seragente de la ley es duro. Cuandojuntas ambas cosas puede serexcesivo, aunque eso ha ocurridotan solo una vez desde tu regreso. Ylo llevaste bastante bien, para elagrado de los Soderholm. Con sucabeza enterrada en la almohada ysu cabello tan peinado que nopodas ver dnde haba golpeado suhermano; y Eric, por su parte, se lotom muy bien, incluso acudi alfuneral con las esposas puestas y su

  • traje de los domingos. Loacompaaste hasta el atad paraque presentase sus ltimos respetos.

    No quise darle tan fuerte confes no muy arrepentido,todava enfadado con l.

    Haba sido por un perro. Arnielo tir al ro por encima de la presadel molino para ver si se ahogaba.No lo hizo, aunque ya erademasiado tarde para salvar aambos hermanos Soderholm. No fuems que una piedra plana, la cogiste

  • con una mano, sopesndola como unhuevo. Can y Abel: fue lo quepensaste, en recuerdo de la aficinde tu madre por las historias de laBiblia; entonces pensaste queaquello no encajaba. Tuvo que serun accidente; con dos buenos chicoscomo esos. Cuando se lo contaste aMarta, se ech a llorar.

    El oficial que llevaba el correoa caballo desde Madison sacudi sucabeza, como si fuera lo queesperaba del agonizante y viejo

  • poblado de minas de plomo que eraAmistad. Escudri los vacosmostradores en cuestin; elMarquette County Record y elBanco Principal de Wisconsin.Tenas a uno de los hermanosmetido en la celda y al otro sobreun enorme cubito en la fbrica dehielo, con serrn pegado a lamandbula. Tenas la piedra dentrode una caja para el queso y laconfesin del muchacho preparadapara que el oficial la llevase de

  • vuelta a la capital. Le sorprendi tugran trabajo con el crneo de Arnie.

    Haces algo ms? pregunt.

    Predicar de vez en cuando respondiste, tratando de no sonarinmodesto. No estaba interesado deverdad, solo bromeaba, as que note animaste a explicarle que piensasque las tres formas ya mencionadasde ensalzar y agradecer estepequeo paraso estnrelacionadas. No era ese tipo de

  • persona; se habra redo de ti. Otroslo hacen en el pueblo, algunos deforma burlona. No importa. Todosacudirn a ti algn da y saben queles hars un buen trabajo. Les dicesque es un compromiso, un honor.Amistad es mi pueblo, suelesdecir, y ellos creen que eresdemasiado serio, demasiadosentimental, un chalado. Creen quela guerra te hizo algn efecto. Puedeque as fuera, pero para bien,piensas. Ese tipo de habladuras no

  • hace disminuir tu aprecio por ellos.No solo es tu trabajo lo que te haceresponsable. Es tu pueblo, es tugente; incluso el Ermitao sentadoen su ajada cueva, quien arma untremendo jaleo cada vez quealguien se acerca.

    Hoy te mandan, o mejor dicho,el viejo Meyer te manda a supequeaja, Bitsi. Llega corriendo,levantando el polvo que le ensucialas medias.

    Sheriff Hansen! Sheriff

  • Hansen!Ests de pie sobre las

    escaleras, en el exterior, ignorandoel gran ejemplar bayo apostadojunto al abrevadero de Fenton. Esaes la nica parte de ti que admitesque es extraa; ya no te gusta tenercaballos cerca. Es comprensible,habiendo tenido que comerlosdurante el asedio, enterrarte en sucalidez, con sus tripas muertascomo manta, pero no se lo cuentas anadie, o tan solo a Marta, a quien

  • jams se le escapara. As es quenadie pregunta por qu montas enbicicleta o impulsas la vagoneta alo largo de los rales oxidados de lacompaa en las afueras. Losveteranos deben explicrselo a losnuevos inmigrantes; los noruegosllegan para unirse a la familia; lospolacos, tan fuera de lugar queparecen aturdidos, y los deCornualles, que ignoran el hecho deque ya no queda nada que extraer enlas minas.

  • Bitsi te patea la pierna, te tiradel hombro, demasiado exhaustapara decir nada.

    Pap dice que vayas. Papdice que vayas ya.

    Calma, calma le dices.Podra ser cualquier cosa; podrano ser nada. Las balas de paja dereserva del viejo Meyer lindan conla Colonia de la Sagrada Luz ydurante las ltimas semanas te hatenido levantado con historias depersonas que vagan por la noche

  • entre los rboles con velasencendidas. Es para preocuparse,estando todo tan seco, pero laverdadera queja de Meyer es sobrela Colonia en s misma. Es nueva;la mayora es gente de ciudad,liderada por un hombre llamadoChase. El lugar llega hasta lascolinas; Chase compr toda la viejapropiedad de los Nokes: lamansin, los terrenos, todo. Lagente dice que predica el fin de losdas. Dicen que oficia sus servicios

  • de noche, en las minas, que haceque sus discpulos compartan susesposas con l, que no come msque pan sin levadura, como si fueraun profeta del desierto, un fervienteestilita. Una vez topaste con l;pareca reservado, bien vestido, depalabras medidas. No ests segurode lo que piensas de l, un hechoque te hace sentir orgulloso. Es algoque te define, esa voluntad deescuchar todas las partes, amar atodo el mundo. Has dejado de creer

  • en la maldad. Es eso un pecado?Sabes lo que dira tu madre, pero lajusticia ha de ser imparcial, losmuertos merecen tu compasin. Tutrabajo es comprender, perdonar;no es una simple rutina.

    Te arrodillas junto a Bitsi paratenerla cara a cara.

    Ahora, habla despacio. Quocurre, cario?

    Pap dice que hay un hombremuerto.

    Alguien de la Colonia?

  • Pap lo encontr tras lacolmena. Tienes que venir.

    La acomodas en el manillar ypartes hacia all, tambalendote,pero consigues enderezar lamarcha. Todo est tan seco que loscaminos al fin se han quedadollanos, una bendicin despus delas capas de hielo o el barro deabril. Bitsi nunca ha subido antes auna bicicleta y se est riendo, consus blancos dedos aferrando elmanillar. Desciendes raudo por

  • campos de cebada alta e inmvil.Cruzas el tnel en sombras delpuente de Ender, para volver a salirbajo la cegadora luz del sol. A tuespalda, en el pueblo, un rastro devapor se eleva desde el molino ypermanece como la nata montada enel brillante cielo. La campana de laiglesia llama al medioda; el sonidoes grave y desganado bajo el calor.No corre ni una pizca de brisa, tansolo el canto de las invisiblescigarras y la sbita aparicin de

  • saltamontes. Una nube solitarianavega en el horizonte, como siflotase a la deriva.

    Los chicos de Meyer estn en eljardn, trabajando la tierra; gemeloscon monos a juego. Marcus yThaddeus. Gemelos. T lo estspasando lo suficientemente mal tansolo con Amelia, con sus clicosnocturnos. Doc Guterson dice quees normal, pero eso no es unconsuelo. Los chicos de Meyer sedetienen y sonren educadamente.

  • Cuando levantan sus sombreros depaja puedes ver el corte de subronceado, sus frentes blancascomo la cal.

    Sheriff saludan. Tuverdadero cargo es el de agente,pero solo Marta te llama de esaforma y nicamente en la cama.

    Chicos.Pap est en la parte de atrs

    dice uno, y miras al otro como sifuese su turno. Sonre expectante.Levantas tu sombrero, como

  • agradecimiento, y Bitsi te guahacia el lugar indicado.

    El viejo Meyer se encuentradetrs de la casa, vaciando panalesen un tarro. Lanza hacia atrs eltrozo esquilmado y una solitariaabeja se posa en su mejilla comouna lgrima. Seala con el goteantecuchillo hacia la lnea de rboles.

    All detrs hay un tipo jovenmuerto; no s quin es.

    Un vagabundo? preguntas,porque ha sido un ao duro, con un

  • montn de hombres viajando enbusca de trabajo.

    Podra ser. Por el uniforme,parece que haya estado en la guerra.

    Normalmente, eso es una pista;hay montones de hombres que jamsregresaron a su hogar. Seis aos yan andan montando y desmontandoel campamento, marchando alamanecer.

    Qu crees que ocurri? preguntas.

    Ni idea. No lo he mirado con

  • tanta atencin, solo vi que estabamuerto, est algo verde alrededorde la boca.

    A qu distancia est deaqu?

    Tan solo sigue recto diceel viejo Meyer, indicando con elcuchillo. Lo encontrars.

    Meyer est en lo cierto. Tras unminuto de penoso avance entre laszarzas, un fuerte hedor a grasaderretida te envuelve como elhumo. De una forma extraa, casi es

  • bienvenido; despus de levantar elasedio, tu regimiento recibi laorden de buscar bajas y este olortan familiar en mitad de un pantanode Kentucky significaba que algunamadre vera regresar a su hijo.

    Esto no es tan diferente. Elhombre que tienes delante de ti seencuentra tumbado boca abajo juntoa los restos de un fuego decampamento que ha durado toda lanoche; las piedras estn agrietadasy ennegrecidas. Los puos de su

  • uniforme de la Unin estntotalmente deshilachados, les faltanlos botones. No est verde, es msamarillo, pero sin duda es joven; detu edad, no ms de treinta, ylampio. No ves ninguna herida. Surostro est tan consumido, sus ojostan profundamente hundidos, quedurante un momento piensas enprisioneros, en inanicin, pero esorequiere das. Esto parece rpido,un minuto est sentado en el troncoy al siguiente se derrumba. Cay

  • hacia delante, inconsciente. Piensasen Eric Soderholm y su piedra, enel perro en el agua. Te preguntas siladr, si los chicos pudieron orlosobre las cascadas.

    Debajo de un helecho yace lamisma taza de hojalata que tintineceida a tu cintura durante tresaos. Tiene la misma chaqueta, elmismo cinturn, la misma gorra conla que llegaste a casa.

    Te agachas y olfateas la taza. Escaf. Te incorporas y miras a tu

  • alrededor, buscando el perol queus para hervirlo, buscando susenseres. Uno de sus bolsillos estsalido hacia fuera como unabandera blanca, as queinspeccionas los rboles, como siel asesino pudiera estarobservndote. Se march hacetiempo, es probable que ahora estfuera del condado. Enviars untelegrama a Shawano para decirle aBart Cox que les eche un ojo a losvagabundos. Bart fue a ver el

  • elefante[1] contigo y recibi unabala de rifle en el brazo en BloodyRun. El brazo se cur mal y segangren; Bart es todava un fuerade serie con el otro brazo. l erasargento y les tiene menos simpataque t a esos trotamundos; malditossean los hermanos de guerra. Perohay montones ah fuera, y la sangremisionera de tu madre te hiervecada vez que piensas en ellos.Viajan con frecuencia en parejas.Muy triste, este caso.

  • Probablemente pens que esehombre era su amigo.

    Que Dios tenga piedad rezas, entonces le das la vuelta. Nohay sangre en su mugrienta ropainterior; ni agujeros de bala, nipualadas entre las costillas. Suscutculas estn moradas, como silas hubiera tenido metidas en vino,y te preguntas cunto tiempo habrpasado. Tendrs que hablar conDoc y ver lo que dice. Metes lagorra y la taza en el interior de la

  • chaqueta, cruzas sus brazos sobre latripa, aunque no quieren moverse.As es como te ensearon en elejrcito; es ms cmodo para laespalda. Lo coges por los tobillos,te fijas en los finos tacones de susbotas militares, en el cuero partido.

    No hay una forma bonita dehacer esto, aunque intentas hacerlocon cuidado. Una vez que turegimiento estaba peinando unapradera, le rompiste la mandbula aun tipo por apoyar el cadver de un

  • rebelde contra una valla para hacerun chiste. Si hay algo que tustrabajos te han enseado es atomarte la muerte con seriedad, adarle el mismo respeto que al amor.

    No pasa nada tesorprendes dicindole al cadver. Te vamos a colocarapropiadamente, no te preocupes.

    Hablar con los muertos es unamala costumbre. Marta dice que leshablas ms a ellos que a los vivosy, aunque es una broma, puede que

  • sea verdad. A veces, en el stano,mantienes largas conversacionescon aquellos que reciben tu trabajo,respondiendo a tus propiaspreguntas mientras desangras susvenas, tratando de descubrir lo querealmente piensas sobre la justicia,el destino o el paraso. Tepreguntas si te ests volviendodemasiado serio, si estsenvejeciendo.

    Vamos bien? dices, y elhombre asiente cuando su cabeza

  • tropieza entre la maleza salvaje; tesientes mal por bromear con l. Teasustas. Es solo el uniforme, te dascuenta de que podras ser t.Cuando llegas a las colmenas tesientes abatido y ni siquiera la locaindustria de las abejas logra sacarteuna sonrisa.

    Meyer an est llenando el tarrocon cuajos de miel; el mango delcuchillo y sus finos guantes de pielde ciervo estn oscurecidos porello. Encarga a uno de los gemelos

  • que arrastre su carro entre loshierbajos y te ayude a subir almuerto detrs. Los muelles chillan.El muchacho hace un gesto de ascoante el olor e intenta no mirar elcuerpo. Parece estar incompleto sinsu hermano, disminuido. No sabesquin de ellos es, Marcus oThaddeus.

    Podemos cubrirlo con algo?preguntas, y no solo por respeto.Lo ltimo que necesitas es tener alos tipos del pueblo curioseando,

  • metindose en tus asuntos. Desdeque cerraron las minas, el cotilleose ha convertido en la mayorindustria de Amistad.

    El muchacho regresa con untrozo de arpillera que t mismocolocas sobre el cuerpo. l sube alasiento. El olor de los caballos teest afectando, hacindote pensaren el barro, en cmo se te encogael estmago cuando la artillerarebelde silbaba sobre tu cabeza.

    Llvalo directamente a casa

  • de Doc Guterson le ordenas.S, seor responde, an

    reacio a mirar hacia atrs, y sacudelas riendas para ponerse en marcha.El cadver brinca mientrasatraviesan el patio; sus taconesgolpean sobre el carro. La taza dehojalata tintinea, luego resbalahasta caer sobre la hierba con undestello. Bitsi sale corriendo entrela hierba, la recoge como si fueraun polluelo y te la entrega. El metalya ha empezado a calentarse. La

  • introduces en tu bolsillo y teencaminas hacia la bicicleta,aparcada a la sombra de losalerones del tejado. Quieres llegarantes al pueblo, y ya conoces a loschicos cuando sus padres les dejanel carro.

    Y bien? pregunta Meyer.Bueno, ya veremos.No s por qu tienen que

    venir aqu, no hay trabajo paraellos. Apuesto a que esta nochetengo que cargar la escopeta con

  • sal, seguro.Saca a los perros, eso

    solucionar el asunto. Dime, culde ellos es el que conduce el carro?

    Ese es Thaddeus.Algn problema con la

    Colonia?Ninguno, ltimamente est

    muy tranquila.Eso es bueno. No lo has

    tocado o movido por ah, verdad?preguntas, convencido de queMeyer no lo ha hecho, pero tu

  • trabajo es sospechar, pensar encosas en las que otros no lo haran.

    No seor. No quiero tenernada que ver con l, puedes apostarpor ello.

    De acuerdo dices, eintercambias una ltima tanda decortesas, le das las gracias a Bitsiy te marchas.

    El polvo se ha asentado sobrelos caminos y puedes ver lasmarcas dejadas por el carro deMeyer. Las golondrinas revolotean

  • sobre los campos, van de un poste aotro, llamndose. A cada pedalada,la taza del bolsillo te roza laentrepierna, molestndote. No tegusta que Meyer te haya llamadoseor. Ha tenido problemas dedinero, por eso recoge miel paravenderla en el pueblo. l nuncamatara a un hombre yprobablemente tampoco le robara,aunque si encontrase algo tirado enel suelo, sera capaz de recogerlo.Nunca habra sido as antes de que

  • Alma muriese, pero ahora mantienea los gemelos y a Bitsi por s solo yeso puede desesperar a un hombre.El mes pasado en Shawano, OlyMarsden perdi dos becerros y eljefe de estacin le dispar cuandotrataba de asaltar la terminal. Bartdijo que ni siquiera se tap la cara,simplemente acudi a la ventanillacon una escopeta como si aquelfuera su deber. El jefe de estacintena una carabina y agujere lanuez de Oly. As que all estaba, un

  • hombre que llevaba a sus hijas a losbailes de la parroquia,desangrndose hasta la muertesobre las tablas del andn; lospasajeros del tren del mediodacirculaban a su alrededor como sino existiera. No te gusta pensar deesa forma, as que te levantas sobrelos pedales, bajas la mano yrecolocas la taza para que deje deser una preocupacin.

    Por ley, el hombre estabaallanando una propiedad por lo que,

  • si Meyer hizo algo, estaba en suderecho. Pero eso es una argucia,no es realmente el sentido de la ley.Meyer no lo mat. Puede que leregistrase los bolsillos, que vaciasesu mochila sobre la hierba.Ciertamente no es honrado, pero esun crimen?

    Sacudes la cabeza paradescartar la idea. Un hombre hamuerto, no hay sitio para estassutiles distinciones. El asesinato essiempre algo sencillo.

  • Lees las seales en el polvoantes de ver el carro que avanza,con la arpillera cubriendo elcuerpo; Thaddeus contina sinmirar hacia atrs. Bajas el ala de tusombrero y encoges la cabeza paraevitar que el polvo te entre en losojos; se pega a tus pestaas yempolva tu chaqueta. Pedaleas confuerza para adelantarle, ignorando alos caballos; entonces, agitas lamano para saludar. En pocosminutos ni siquiera puedes verlo

  • detrs de ti; tan solo ves loscampos, la lnea de los rboles y elcielo.

    Es un da perfecto, pero ves alhombre tirado sobre el fuego, consu mejilla oscurecida por el carbn.Hablars con Doc; l lo resolver.Sabes que lo mejor es no pensardemasiado en estas cosas.

    Los Karmann comenzaron conel heno la semana pasada y mientraspasas por all, pensando en lasjudas verdes que Marta te prometi

  • esta maana, ves a una mujertumbada sobre los doradosrastrojos. Al principio crees que setrata de una trabajadora echandouna siesta, pero lleva puesta unacombinacin; su pelo brilla como lapaja seca. Est boca abajo, como tuamigo en el carro, as que aminoras,te apeas y saltas la acequiapensando que no es posible, dos enel mismo da.

    Antes incluso de alcanzarla, teentra el pnico mientras te

  • preguntas si han sido obra de unamisma persona, como aquellasnias pequeas que Bart encontren el depsito de agua del herrero.Ah s hubo maldad. Bart te mostrlas peculiaridades, las marcas ensus cuerpos y mientras teenorgullecas de haber visto cosaspeores, sabas que aquello no era laguerra, eran nios nada ms.Ayudaste a Bart a quemar elgranero del herrero y despus sucasa hasta los cimientos mientras el

  • pueblo entero miraba en silencio,como dolientes. Se trataba de unadistraccin; mientras Bart y tdabais cuenta de su propiedad, elmismo oficial que se encarg deEric Soderholm sacaba al herreropor la puerta trasera del juzgado.

    Mientras renqueas a travs delos rastrojos, te preguntas si elherrero ha podido escapar de laprisin de Mendota, si tendrs quemandar un telegrama a Bart paraque traiga a los perros. Y piensas

  • que haca un da muy bonito, conesa tranquilidad que tanto te gusta.Incluso ahora, los rboles estn encalma, columpindose al menorrastro de brisa antes de volver a suquietud.

    Cuando te acercas, alcanzas aver que es una mujer grande,madura. Es de la ciudad; puedesdeducirlo por el cors de gasa, lasmedias y los zapatos abotonados.Probablemente sea de la Colonia.De vez en cuando se escapan, se

  • van de juerga a los bares y t tienesque controlarlos. Escudrias elcampo buscando un rastro deKarmann o de sus chicos pero nohay nadie, tan solo un halcn quenavega entre las olas de fuego delda, trazando espirales en lasalturas.

    Sus piernas sangran, llenas dearaazos y sus medias estn rotas.Te arrodillas a sus pies paraexaminarla con ms atencin. Unode los hilos de sangre es fresco, an

  • est hmedo, y cuando acercas undedo para asegurarte, ella se vuelvey aparta tu mano de una patada.

    Retrocedes, buscandoautomticamente tu Colt, pero tumano nunca lo encuentra, ya que nopuedes dejar de mirarla.

    Ella se agita como si hubieraperdido los nervios, sacudiendo lacabeza de un lado a otro. Su cuelloest sucio, su pelo alborotado;como quien ha estado viviendo enel bosque. Te acuerdas de los

  • dientes que le faltan al Ermitao, desus retorcidas uas, y vuelves acubrir la culata de tu arma con tuchaqueta.

    Jess, jess, Jess gimotea. Jess, jess, jess.

    Seora! le dices.Seora.

    Tarda un rato pero setranquiliza, dejando caer su cabeza.

    Te amo, jess, te amo, jess.Es como si cantase, como siimplorase. Aprieta tanto los ojos,

  • que lloran, pero parece estar feliz. Amo a jess.

    Es un xtasis, puedes verlo cadajulio cuando llega el encuentroreligioso de la resurreccin, consus carretas pintadas con escenasbblicas, tan llamativas como lasdel circo. Siempre has pensado quetodo ese delirio era falso, un trucode escenario, una guinda para atraera los susceptibles, un intento dellenar el local. Conoces al tan biencomo el resto y no hay razn para

  • todo ese espectculo. Puede ser queella haya estado bebiendo.

    Seora insistes, y la cogespor el brazo.

    Te permite que la ayudes sindejar de murmurar: Jess es miSeor y mi Salvador, pero cuandotratas de llevarla de vuelta alcamino, ella libera su mueca y caeotra vez al suelo. Se retuerce sobreel heno, a tus pies.

    Por favor, seora! laregaas. Hace demasiado calor

  • para esto, demasiada locura. Ahoratendrs que llevar la vagoneta hacialos terrenos de Nokes, dirigirte a laColonia para ver a Chase.

    Te vuelves a mirar el camino yall est Thaddeus en el carro,levantando el polvo. Agitas ambosbrazos sobre tu cabeza y laminora, permitiendo que lapolvareda lo alcance.

    La mujer est otra vez tranquila,susurrando con la mirada perdida.Tose y expectora algo; una baba le

  • cuelga del mentn y t retrocedes,pensando que puede estar loca,rabiosa como un animal. Una vezviste a un cerdo enfermo arrancarlea un hombre un trozo de rodilla; lecaa una espuma verde de la boca.

    Vi a jess dice elladirigindose a ti por primera vez, ycrees que simplemente estenferma, que debe haber unasencilla razn detrs de todo esto. Vi a jess repite. Ahora esuna pregunta dirigida hacia ti, un

  • hecho que pareces estarcuestionando.

    S que lo vio respondes,porque es una estupidez discutir condementes. Le ofreces tu mano, ellala coge y vuelves a levantarla.

    Era tan hermoso. Me haestado esperando.

    Nos espera a todos ledices.

    S afirma. Cmo losabas?

    Lo conozco un poco.

  • El hermano Chase dice quenos salvar a todos, a los sanos y alos enfermos. Crees que esverdad? Se detiene y te mirafijamente, como si realmentepudieras saberlo.

    Desde luego contestas,todos seremos salvados. Y laconduces a travs del campo. No setrata de una mentira piadosa; creesverdaderamente en ello. De no seras, jams habras ocupado el lugardel reverendo Toomey, ni

  • predicaras desde su plpitodespus de que la dicesis hubieserequerido de su presencia enMadison. Dicono Hansen es comote llaman los domingos, y cuandollega el lunes, descubres que le hanpuesto un ojo morado al lechero, oque al ms joven de ellos lo hanrajado en un prostbulo deShaw ano. Todo es lo mismo ,piensas; como sheriff o dicono,intentas sacarles sus mejoresinstintos, lo mejor que hay en ellos.

  • Todos! dice riendo. Ah,Hermano, pero t no ests enfermo.

    No admites.Entonces es fcil creer.No ests de acuerdo con eso,

    pero te limitas a asentir. Elconcepto de la conversin en ellecho de muerte se te presenta comofalso, como un alivio para los quemueren. Es cuando te sientes msfeliz, cuando ests convencido de tupropia fuerza, el momento dehumillarte y hablar con Dios. Te

  • preguntas si eso es ser negligente ofantico. Sabes que Marta sepreocupa cuando exageras tu fe, asque has decidido rezar en tu oficinacuando la celda est vaca, con lafra y dura piedra bajo tus rodillas.No hay ninguna desesperacin enello, no es ms que es un consueloal que te acoges de vez en cuando,pero te has cansado de intentarexplicarlo. En realidad, no puedes.Es una sensacin de casi alcanzarun conocimiento, de acercarse a una

  • respuesta grandiosa y sencilla almismo tiempo. Pero no sabes cules esa respuesta. Es ms fcilocultarlo, mantenerlo en privado, yte avergenzas de ello. No confasen los que guardan secretos.

    Acompaas a la mujer haciaThaddeus, que os alcanza a mitaddel camino. l se aparta de ella contimidez e injustamente piensas quees demasiado aprensivo para sergranjero. Bitsi no tuvo ningnreparo al recoger aquella taza.

  • Has visto a jess? lepregunta ella.

    l te mira sin saber qu decir.No, seora responde

    indeciso.l s te ve replica ella,

    como si fuera una conversacinrazonable.

    Thaddeus te lanza una miradade impotencia.

    l nos ve a todos dices.Exacto asegura la mujer, y

    tose de nuevo con virulencia.

  • Parece haberse reanimado, peropodra ser temporal. Tambin lallevars a ver a Doc Guterson.

    El tiro est formado por dosgrandes caballos belgas, del tipoque usaban para remolcar loscaones. Se encuentran mascando;sus venosas panzas se sacuden paraapartar las moscas. Debido alcalor, el soldado ha empezado aapestar, y puedes sentir el pasadorezumando como el lodo.Recolocas el cuerpo bajo la

  • arpillera y cargas la bicicleta, luegomontas de un salto y ayudas a lamujer a que suba al carro. Thaddeusse alegra de ocupar de nuevo elasiento del conductor.

    Tratas de tapar el cadver de lavisin de la mujer, pero ella mirafijamente la arpillera y se frota lanariz con el dorso de la mano.Thaddeus chasquea las riendas y lasruedas rechinan sobre el camino. Tubicicleta est quieta, las botas delmuerto no dejan de dar golpes.

  • En el cielo lo olvidas todo dice ella. En el infierno te hacenrecordar.

    Piensas que no es as, sino msbien al revs.

    Es posible concedes.Todo el mundo huele, incluso

    los salvados. Mi Daniel ola.Tendimos nuestras manos hacia lpero era demasiado tarde.

    Estaba en la Colonia?El hermano Chase dijo que es

    pecado ir contra la voluntad de

  • Dios. Ahora creo que lo es. Locreo.

    Daniel era su marido? preguntas, pero su mirada estperdida en las praderas. LosWeitzel han salido a recoger heno,el benjamn est sobre la carretacon una horca. En pleno verano,recoge heno, trigo y grano. Ya casihan terminado, tan solo les resta unahilera por recoger. Os saludan, ysabes que en la sobremesa todo elpueblo estar hablando de ello,

  • especulando acerca de quin era lamujer o qu llevabas en la partetrasera del carro del viejo Meyer.Maana la gente se dejar caer porall, para ver si est metida en lacelda.

    Se lleva antes a los pequeoscomenta la mujer, y no puedesevitar pensar en Amelia.

    Lo siento mucho, seora dices, pensando que eso puedeexplicar, al menos en parte, sucomportamiento. Si es que es la

  • verdad.El cielo est lleno de bebs.S que lo est.Ella asiente y tose con fuerza;

    Thaddeus se vuelve un instante,como si hubiese olvidado que estsall. Oyes la campana de la iglesiadel pueblo dando la una. Ahoramismo Doc debera estarlevantndose de la siesta,descolgando su bata y palpando alas visitas en su consulta. Sercapaz de ayudarla.

  • El camino gira pegado al robajo una hilera de arbolillos. Elcalor hace cantar a las cigarras.Mientras pasas a travs de lapenumbra del puente de Ender, oyesa los nios chapoteando y riendodebajo; las vigas encierran el ecodel arrullo de las palomas y tvuelves a empujar bajo la arpillerauna de las botas del cadver. Otravez al sol. La mujer contemplaimpasible la nube de polvo que seeleva por detrs. El xtasis parece

  • haber pasado y ahora tiene unaspecto agostado, vaco y viejo. Elro escasea, sus orillas se quiebranen el barro y los juncos se pudren.Los belgas resuellan ante el olor.

    Pero en el pueblo el clima essuave, fresco. Tomis la ltimacurva antes de llegar a Amistad ylas casas de madera de tus vecinosse extienden a los lados, conaspecto decente tras sus vallas deestacas, con los robles por encimadel pasadizo. Miras hacia arriba y

  • las ramas pasan sobre tu cabeza,inclinadas, como si te bendijeran.Los carpinteros pan, invisibles.Bajo la sombra, el da vuelve aparecer tranquilo, pero es soloapariencia. Hay un hombre muerto yuna mujer enferma y angustiada.

    A pesar de todo, piensas, hayjudas verdes para cenar.Convencers a Marta para quecante mientras t tocas el armonioy, despus de que Amelia seduerma, os leeris el uno al otro del

  • libro de la seora Stowe hastaalcanzar el final del captulo. Unode vosotros bajar la luz de lalmpara y, en la oscuridad, la manode Marta se encontrar con la tuya.En la cama, necesitaris la colcha;te enroscars bajo ella. Eso es lobueno de vivir tan al norte; inclusocon el calor del verano, las nochesson frescas. Jacob, dir ella y tedesear dulces sueos. Y tumbadoall, a su lado, rezando en silenciotus oraciones, pensars, qu mundo

  • tan maravilloso, qu suerte tienes, yse lo agradecers a Dios, le harssaber lo feliz que eres por todo;incluso a pesar del calor, el polvo olas lgrimas de esa desquiciadamujer. Y entonces, incluso t tepreguntars cmo puedes tener tantaesperanza, y te maravillars de loimposible que resulta evitar que elcorazn se abra al mundo entero, atoda tu gente aqu, en Amistad,dormida bajo la luna del verano. Yslo en la oscuridad claudicars, te

  • rendirs ante tamaa bendicin, ypensars, s, maana ser un damejor.

    Puede que seas un idiota.Recuerdas lo que tu madre soladecir acerca del reverendoToomey: Un santo idiota siguesiendo un idiota. No es verdad,piensas, no del todo. Es curiosocmo nunca ests de acuerdo connada, mantienes guardada esaltima parte de ti mismo. Esprudencia o desconfianza? Y, le

  • importa eso a alguien salvo a ti?Los rboles dan paso a la calle

    principal; el clido sol cae sobre tupelo. Fenton ha salido con sudelantal; est sacudiendo unaalfombra, colgada sobre elpalenque, con una raqueta dealambre. Miras a la mujer; estmurmurando, encogindose dehombros, discutiendo sola. Layegua de Yancey Thigpen seencuentra atada en las afueras delestablo, por lo dems, hay silencio;

  • tan solo el vapor que se elevartmicamente desde el molino y ellejano zumbido de los serruchos.Thaddeus detiene el carro a laaltura de la placa de Doc. Loscaballos se quedan clavados; suscadenas tintinean y coges del brazoa la mujer.

    Gracias te dice mientrasbaja.

    Al otro lado de la calle, Fentonha dejado de golpear la alfombra.Le indicas a Thaddeus que vaya a la

  • puerta. Antes, se limpia las botas enel borde de la acera y t tearrepientes de haber pensado malde l. La campanilla suena yacompaas a la mujer al interior.

    La consulta de Doc est vaca yoscura, huele a violetas frescas deljardn de Irma. Ella adquiri losmuebles en Chicago y nadie quieresentarse en ellos. Incluso la mujerde ciudad est impresionada y sededica a inspeccionar el papelestampado de las paredes y los

  • dorados engranajes del reloj en sucampana de vidrio.

    Hola? preguntas.Un minuto solicita Doc

    desde detrs de las cortinas. Echaagua en un barreo y cierra degolpe un armario.

    Soy yo aclaras. Hetrado compaa.

    l aparta a un lado las cortinascomo si fuera un mago. Acaba delevantarse, menudo y pulcro con sutraje de rayas finas y su camisa

  • almidonada; su pelo estengominado y con la raya en medio;su bigote, encera do. La gente diceque se ha vuelto muy coqueto desdeque se cas, pero no son ms quecelos. Irma es de Milwaukee,profesora en una escuela estatalcorriente, y unas cuantas familias deaqu, con hijas ms guapas, anestn algo irritadas. Adems, lsiempre ha sido muy meticuloso;encarga sus zapatos por correo ycompra las camisas de diez en diez.

  • Oh, Dios mo exclama alver a la mujer y se acerca a ella. Esms alta que l. No nosencontramos muy bien, verdad?

    Ten cuidado le adviertesantes de contarle cmo laencontraste.

    Bien dice, ms interesadoen su cuello. Ya veo. No creoque eso vaya a ser un problema,verdad? le pregunta.

    No contesta ella, ausente;toda su ferocidad ha desaparecido

  • . Gracias.l levanta su barbilla para

    palparle la mandbula y adviertesun vendaje en su mano.

    Le preguntas.Una leve torpeza aclara,

    encogiendo los hombros. Mira aThaddeus y lo saluda con unasentimiento. El chico lecorresponde con otro, tmida yeducadamente, sujetando elsombrero con ambas manos. Porqu no trais aqu al otro? Esto

  • puede llevarme un rato.Thaddeus espera a que seas t

    quien se mueva, y de nuevo teexaspera su comportamiento.

    Habas olvidado el calor quehace, el fuerte sol. Fenton haregresado al interior; la yegua deYancey agita la cola para espantarlas moscas. Tratas de mantener laarpillera sobre el soldado, cargarcon l desde el carro como si fueraun saco; lo agarras bajo las axilas.El muchacho sigue ah, sin hacer

  • nada.chame una mano aqu, si no

    te importa le urges, sin muchaaspereza, y Thaddeus lo coge porlos tobillos.

    Caminas hacia atrs; tus taconesbuscan el borde de la acera parasubirlo. Te alegras de que no seaalguien ms gordo. Te acuerdas decuando inmovilizaste a la seoraGoetz sobre la mesa del stano, tedoblaste la rodilla y la maldijiste;luego, esa noche, rezaste para pedir

  • paciencia. Qu fue aquello quedijiste la semana pasada en tusermn? Que incluso el ms nimiotrabajo es una forma de alabanza?No te extraa que a Marta lepreocupe que termines en laColonia, bailando en cueros y conuna vela en cada mano.

    Abres la puerta con el hombro ysuena la campanilla.

    Esperad dice Doc yaparece tras la cortina con lacamisa arremangada. Bajadlo.

  • Aqu?Bajadlo os ordena, casi

    regandoos, y antes de que puedasmirarle, vuelve a decirlo. Alsuelo. Ahora.

    Qu ocurre? preguntas,pero ha apartado la arpillera y searrodilla sobre la cara del hombre,con sus ojos hundidos y la pielverdosa. Se inclina hacia l comoun amante, desliza una mano entresus dientes y tira de la mandbula.

    La lmpara apremia

  • mientras la seala, y t se laentregas. l aparta a un lado laabertura de cristal y la enciende; lasostiene sobre el rostro del hombre.Hay restos de cereal pegadosalrededor de sus labios. Los dedosde Doc buscan a tientas dentro desu boca, bajo la lengua, como sibuscara una joya escondida. Detrsde ti, Thaddeus est petrificado.

    Doc se incorpora y vuelve acerrar la lmpara.

    Llevadlo ah al lado y tratad

  • de no tocarlo demasiado.De qu se trata?Tan solo bajadlo al stano

    por ahora. Hablar contigo cuandoacabe con ella.

    Ha empeorado?Podra decirse as. Llevadlo

    abajo, por favor. Y aseguraos deque os lavis bien. Los dos.

    De acuerdo contestas, peroindeciso, para que comprenda queest actuando de una forma extraa.

    Recolocas la arpillera, coges al

  • soldado y vuelves a caminar haciaatrs, rozando el marco de lapuerta, midiendo los pasos todo elcamino hasta tu oficina, a una puertade distancia. Est abierta, ymientras maniobras hacia dentroves a Fenton sobre el hombro delmuchacho, curioseando desde elumbral de su local.

    Thaddeus mira alrededor de tuoficina, a la vaca estancia; con losrifles colocados en la pared y losviejos carteles. Est viviendo toda

  • una aventura; qu celoso se pondrMarcus. Y ahora lo conduces haciaabajo, a una habitacin sobre la quelos jvenes de Amistad cuchicheana menudo, y que los ms fanfarronesdicen conocer cuando se renen entorno a las mortecinas hogueras ensus acampadas.

    All no hay nada que ver; lasparedes de ladrillo, la mesa con lossurcos que llevan hasta un cubo,unos barriles de lquido, una sierrajunto a una pila de madera seca de

  • cedro, cortada en las tres medidashabituales. Tus herramientas estncolgadas ordenadamente en lostablones de madera, limpios ybrillantes bajo la luz de la lmpara.Para l, esto debe resultarespectral, tan fantstico como lacueva de Al Bab. Quierescontarle que es un trabajo, y no solouno necesario, sino que es unaltima oportunidad de cuidar a unapersona, de servir a sus familias.

    Dejas al soldado encima de la

  • mesa. Si estuvieras solo, loaseguraras con las correas ygiraras la manivela para que elconjunto se inclinase, pero el chicoya ha visto suficiente por hoy. Ledas las gracias y l sube lasescaleras.

    Hace fro ah abajo comenta, lavndose sobre elbarreo.

    Est as durante todo el ao.Quieres decirle que es un viejo

    truco. Hace cien aos los franceses

  • lo utilizaban para conservar suspieles en verano. Durante elinvierno guardas ah abajo a losmuertos de Amistad, con susatades esperando a que la tierra sedescongele para ser sepultados.Quieres hablarle de lasconversaciones que se mantienen,de las discusiones sobre temasolvidados hace tiempo. Quieresimpresionarle con las historias quetodos llevan en su interior, cmocada muerte empequeece Amistad,

  • especialmente con los jvenes quese marchan. Pero, una vez ms, yaha tenido bastante. Adems esjoven; no esperas que locomprenda. Una vez fuera, saca tubicicleta por un lado del carro y tle das las gracias una vez ms antesde que se marche.

    La yegua de Yancey ya no est,pero el ejemplar castao y elcarruaje de John Cole estnaparcados en el local de Fenton. Tedeslizas en casa de Doc como si

  • fueras a charlar con l.La consulta est vaca; oyes

    salpicar el agua en la parte de atrs.Eres t, Jacob? pregunta y

    t le contestas. Ser solo unminuto.

    Te sacudes el polvo del traseroantes de ocupar el sof de Irma. Tepreguntas lo que habr visto Doc.Normalmente, te lleva a la sala deexmenes y te explica cada detallecomo si fueras un estudiante. Puedeque fuera inanicin y que la mujer

  • lo mantuviera muy ocupado. No locrees, por la forma en la que elsoldado cay sobre la hoguera.Cuando los soldados pasan hambredurante demasiado tiempo, robancomida. Y no es propio de Doc elhacerse el jefe contigo. Dijo que teasegurases de lavarte bien. Esa esla parte difcil de ser agente;cuando se trata de Amistad, no tegustan los misterios. Te preocupasdemasiado. Es como los berrinchesde Amelia; quieres asegurarte de

  • que es algo normal, que por lamaana no la encontrars de colorazul e inmvil en su cuna.

    Doc aparece con su chaquetapuesta; le falta el vendaje. Tomaasiento tras su escritorio sinmirarte, se reclina y cruza laspiernas; un gesto de ciudad. Frunceel ceo, algo le est carcomiendo lamente y sabes que no debesinterrumpirle.

    Dices que los bolsillos deese tipo estaban hacia fuera?

  • pregunta.Probablemente fue su

    compaero de viaje. Por qu? Dequ se trata?

    Si no me equivoco responde, es difteria.

    Difteria repites, probandocon tus propios labios.

    Endeavor sufri una epidemiahace unos aos que contagi amedia ciudad. Y Montello tuvoaquel tifus que surgi del curtido depieles y mat a todas esas mujeres.

  • Tendrs que imponer unacuarentena y quemar las posesionesdel muerto. Pero eres bastanteignorante acerca de la enfermedaden s. Sabes que mata; eso basta.

    No te molestes enamortajarlo dice Doc. Tansolo ponlo bajo tierra. Y ten muchocuidado con cmo lo coges.

    Bien.Los dos os quedis ah sentados

    durante un minuto en la tibiahabitacin, reflexionando lo que

  • esto significa para Amistad. Tuspensamientos se niegan a enlazarse,a ir al unsono como las cigarrasdel exterior que cantan en losrboles.

    Supongo que lo mejor serque enve un mensaje por cablepara que Bart se entere afirmas,pero es una pregunta. Estsdeseando que Doc se eche atrs y tediga que podra estar en un error,que los sntomas de la mujerpodran ser cualquier cosa. La

  • difteria mata con rapidez, eso es lonico que sabes. Piensas en lo quedijo la mujer: Se lleva antes a lospequeos.

    S dice Doc, mediodistrado y suspira, admitiendo lafatalidad. Supongo que lo mejores que lo hagas.

  • Captulo 2

    Podemos marcharnos diceMarta por quinta vez esta noche.Estis en la cama, bajo la colcha,pero ninguno va a dormirse.Cogemos lo necesario y nos vamosa casa de la ta Bette.

    No podemos susurras.Nariz con nariz, a escasos

  • centmetros de distancia, con unmuslo metido entre sus rodillas.No puedo. Lo sabes.

    Lo s.Est tan decepcionada que te

    dan ganas de rendirte, y ella losabe. Se ha disculpado durante todala noche por haberte hecho sentirculpable, pero lo eres, y ella se hadisculpado, as que no tienesentido. No sabes discutir; es unadebilidad que tienes. Despus de laguerra, perdiste la voluntad de

  • lucha, el inters por imponer tupunto de vista en las cosas sinimportancia. Tu estrategia consisteen hacerla feliz, mantener la paz; alo peor, retirarte, admitir la culpa.Pero aqu no hay discusin posible.Tu deber parece estar claro. Laabrazas con ms fuerza, hueles lacalidez de su cuello, su sabor a unda de trabajo; el gusto a cerdo a lasal, preso en su pelo. Sus pechosson tiernos; gotean cuando Ameliallora.

  • Jacob, y si la llevo a casa deBette? De visita.

    Sabes lo que eso parecera?No me importa lo que

    parezca.No te importa? preguntas

    con franqueza, porque sabes queMarta no es egosta, que amaAmistad tanto como t.

    Me importa concede.Pero qu se supone que tengo quehacer? Quedarme en casa todo elda mientras t ests fuera? Y si te

  • contagiases? Entonces qu?Le dices que sabes cmo tratar

    a los muertos, que una vez que seextienda la enfermedad lanecesitars todava ms, perorecuerdas al soldado esta tarde,cmo forzaste sus rgidos brazospara que entrasen en la caja,cerraste la tapa y colocaste losclavos con tres golpes secos. Ledices que Doc sabe lo que esthaciendo; cur a Amelia cuandotuvo laringitis, verdad? Ella

  • suspira, inmvil, en la oscuridad ypercibes que tu argumento es serenoy lgico, mientras que el suyo loespolea el miedo maternal. Te dascuenta de que has errado porcompleto en el objeto de ladiscusin.

    Puedes irte si quieres. Dirque estis de visita.

    No contesta irritada apesar de haber ganado. Nosquedaremos.

    Te apartas y ruedas hasta que os

  • dais la espalda, pero te vuelves yencajas tus rodillas detrs de lassuyas. Ella coge tu mano y muerdeun nudillo como gesto de perdn.

    Tendr cuidado insistes.Estar con Doc.

    Lo s dice ella, pero sinconvencerse, y de nuevo se da lavuelta y acaricia tu frente con supelo. El debate podra seguirindefinidamente, rabiando ensilencio mientras cambiis deposicin, moldeando las

  • almohadas. Por ltimo, hay un largorato de silencio, su respiracin eslenta y suave; y entonces, desde lahabitacin de la nia llega un hipo yel sonido de un llanto como unasirena de Amelia cuando se sabedespierta. Marta suspira y abre sulado de la colcha; se tambalea haciala mecedora para calmarla. Esperasen la oscuridad, oyendo elbalanceo; despus el balbuceo deAmelia y, finalmente, la cancin deMarta sobre el oso que comi

  • demasiadas tartas de arndano.No recuerdas haberte quedado

    dormido, ni tus sueos, aunquesabes que fueron vvidos einquietantes; una casa condemasiadas puertas, inclinndosecomo un barco en alta mar. Tedespiertas de repente con la luz delsol y el olor a mantequilla fundida.Las persianas estn subidas peroMarta ha cerrado la puerta; su batacuelga de la percha. Fuera, el solbrilla; otro da perfecto, y tratas de

  • apartar los pensamientos del atadque enterraste en el descuidadopatio de la iglesia y de la mujer queDoc tiene encerrada en su oficina.

    Se reproduce con el calor,dijo l.

    Te quedas tumbado ycontemplas cmo la luz vuelve lashojas transparentes. No parece queeso pueda matar. La lluvia parecems indicada, los largos dasgrises, el fro.

    No hay tiempo para filosofar.

  • Sales de la cama y agarras unospantalones de peto limpios; viertesun poco de agua en el barreo y telavas la cara. Pasas unos segundosfrente al espejo para recortarte labarba con las tijeras de costura deMarta, levantas tu mentn ycontinas hasta que consigues elmismo estilo que llevaba el capitnde tu regimiento. Mientras teabotonas una camisa limpia piensasque, a tu manera, eres tan coquetocomo Doc. Pero eso es algo que

  • tambin acompaa a laresponsabilidad. Un oficial ofrece asus hombres un modelo depulcritud, orden, decoro; y unpueblo, al igual que un ejrcito,observa a sus lderes. Interrogas atu aseado gemelo del espejo.Realmente crees en ello o es unamera esperanza? Es propio de timantener la serenidad cuando elpnico te sera de mayor utilidad.

    Marta se asoma por la puerta ydice:

  • El desayuno.Por qu no me has

    despertado?Estabas cansado.Le das las gracias deseando que

    el asunto de anoche haya terminado,pero sabes que no es as.

    Abres la puerta y te llega elolor a tortitas de maz y salchichas.

    Es una estrategia; toda lasemana ha habido gachas de avena;y t tratas de engranar tusargumentos, la lnea que has de

  • marcar.Amelia se cuelga de los tobillos

    de Marta en la cocina. Marta laapacigua con la mueca de paja;Amelia le mordisquea la cabeza. Elcaf est sobre la mesa; muycaliente. La salchicha crepita en lasartn. Marta te est dando laespalda y t observas su codoseparando las tortitas de maz,voltendolas. Debe saber que ya estarde para cambiar las cosas. Y esla decisin acertada, lo ms

  • cristiano que se puede hacer.Ella coloca el plato delante de

    ti y se aparta para calibrar tusatisfaccin con su trabajo. Lamantequilla se funde. Estn ricas;los bordes crujientes, el centro unpoco blando. Asientes con la bocallena, sorbes un ardiente trago decaf para ayudarte a tragar. Puedeque la mujer sea un caso aislado, elsoldado sea su amante y el bosquesu lugar de encuentro nocturno. Estu miedo a decepcionar a Marta lo

  • que te hace conjeturar de estaforma. Le sonres y pinchas lasalchicha con el borde del tenedorhasta que la piel se separa; la partesy tomas otro bocado. Satisfecha,ella desata su delantal y se sienta atu lado.

    Vas a ir primero a casa deDoc?

    Te lleva un minuto tragar yentonces te baja al estmago condificultad.

    Es el jefe en este caso. Puede

  • que hoy la mujer se encuentremejor.

    Esperemos.Con estas cosas nunca se

    sabe dices, y podra ser verdad,no?

    Hablaste por fin con Bart?Ayer le mand un mensaje.Y qu dijo?Dijo: Buena suerte.Miras hacia abajo y lo nico

    que queda es un trozo de salchichay una blandengue cua de tortita. Lo

  • has devorado; te ocurre cuandoests nervioso o piensasdemasiado.

    Ms? pregunta Marta.No, gracias. Supongo que mi

    estmago se ha acostumbrado atomar solo avena.

    Pens que hoy querras algoms fuerte.

    As es contestas, pero solopara darle la razn. Te extraa quese haya rendido tan fcilmente. Demarcharse por la maana, podra

  • llegar a casa de Bette antes delanochecer. Terminas y ella se llevael plato a la cocina, donde tiene unhervidor al fuego. Vuelve a atarseel delantal, introduce los platos enun barreo de lata y vierte el aguacaliente sobre ellos; vuelve altrabajo como si fuera un da normal.Est ms tranquila que t, y piensasque es esa fe suya a la que aspiras,su inquebrantable conviccin lo quete atrajo de ella; no sus grandesmanos, su pelo o la forma en la que

  • su labio superior se allana en elcentro, volvindose exuberante derepente. Puede que esta noche lasaques al jardn para cantarle.

    Amelia se engancha de tu bota,puedes notar su pesada cabezareposando sobre el dedo gordo; larecoges asiendo con firmeza suclido y rechoncho cuello, sus ojosbrillan ensoadoramente, fijos enlos tuyos y ella balbucea. T lerespondes, le haces gestos con lacara y observas la suya cambiar,

  • insegura.Vas a ir a la Colonia?

    pregunta Marta desde el barreo.Creo que s. A ver a Chase.Ten cuidado ah fuera. Ese

    lugar podra estar completamenteinfectado por la forma en la queviven.

    Ser precavido.La campana de la iglesia toca

    las siete y media; te bebes el caf.Si el soldado fuera del pueblo,Cyril Lemke, el sacristn, hara

  • sonar la campana al amanecer, unavez por cada ao de su vida, peroes un forastero y el sol asciende ensilencio. El caf est fuerte.Quieres una segunda taza, pero esun lujo que hoy no te puedespermitir. Bajas al suelo a Amelia yella berrea, llora y chilla. Marta sevuelve y canturrea intentandocalmarla. Es lo peor de la maana;marcharse. Marta se encoge dehombros, no es culpa tuya. Losbebs lloran.

  • Te diriges al silencio deldormitorio, coges el cinturn delarma de la estantera y te locolocas; sacas el Colt de su funda ycompruebas el tambor, te asegurasde que las seis balas estn ah.Nunca las has necesitado, tan solocon aquel cerdo enloquecido querecibi las seis antes dedesplomarse, pero la gente esperaque seas hbil con un arma, y loeres. Los sbados practicas junto allago del Ermitao, cuya superficie

  • est teida de verde por lasuciedad, con delgadas botellas demedicamentos dispuestas sobre untronco. Carl Soderholm las guardapara ti en la farmacia. Es unejercicio sobre el que leste en unanovela barata del salvaje oeste,pero parece funcionar. El sbadopasado acertaste cinco de seis yfallaste una porque el mercancastoc su silbato justo cuandoapretabas el gatillo del ltimodisparo. Si tuvieras que quitarle a

  • alguien un cigarrillo de la bocacomo en el libro, probablemente loconseguiras en cuatro o cincointentos.

    En la cocina, Amelia ha dejadode llorar al fin, con su cabezaapoyada contra el pecho de Marta,quien oscila de un lado a otro sobreel mismo lugar. Sus cabellos tienenexactamente la misma tonalidad ytambin sus ojos; no hay rasgostuyos en el rostro de Amelia, y aveces te preguntas si te necesitan, si

  • realmente formas parte de ellas. Esuna inquietud fugaz, querpidamente se transforma enasombro ante lo afortunado queeres. En verdad, no eres merecedorde semejante cario.

    Besas a Marta en la frente,saboreando el jabn en su piel.

    Podis marcharos, si quieres.Estaremos bien dice ella,

    apartando la idea con un aspaviento. T eres quien necesita tenercuidado.

  • Lo tendr.Puedes ir a la tienda de

    Fenton por m? l sabr lo quequiero comprar.

    Lo har.Vuelves a besarla, entonces te

    alejas, casi sales de la casa, pero tedetienes junto a la puerta, como siquisieras darle una ltimaoportunidad.

    Vete te apremia, rindosede ti. He sido una tonta cobarde.

    Su sonrisa consigue algo ms

  • que perdonarte. Le encanta queests haciendo lo correcto. Cree enti. Por eso te ama: porque teimporta este pueblo, porque puedeestar segura de que hars lo que esmejor para todos. Pero una vez quecierras la puerta y sales al polvo dela calle, la sonrisa que le mostrastedesaparece de tu cara, y deseas quehubiera luchado con ms fuerza, quete hubiera detenido. Porque sabesque te has equivocado.

    Montas en bicicleta hasta el

  • pueblo. Ya hace calor, las sombrasde los robles se perfilan sobre elcamino, el polvo se pega a lasrelucientes adelfas. Antes de llegara los rboles que dan entrada alllano sin sombra de la calleprincipal, oyes el traqueteo de uncarro detrs de ti, los resoplidosdel tiro. Te apartas a la derechapara dejarlos pasar y, cuandoaparecen junto a tu hombro,compruebas que se trata de Chasecon sus mujeres en la parte de atrs,

  • sentadas sobre fardos de heno. Suropa es igual que la tuya; unacamisa almidonada, un pauelonegro, pantalones de peto y botas,pero es todo nuevo y le sienta comoun disfraz. Dinero de ciudad,dice todo el mundo, escupindolocomo si fuese una maldicin.

    Dicono te llama y agita sumano cordialmente y t asientes. Esun hombre grande, robusto como unleador canadiense, con el mismoencanto bonachn. En el ejrcito te

  • gustaba servir bajo las rdenes dehombres como l; los que acababancon su regimiento aniquilado eranpequeos borrachines.

    Las muj eres te ven y sonren.Algunas de las nuevas an llevanropas de ciudad, pero las pocas quereconoces lucen un sencillouniforme; blusa blanca ycombinacin negra; con suscabellos recogidos en un pauelocomo los menonitas. Siempre estnllegando nuevas. Se dice que

  • algunas de ellas no tienen hombres,lo que lleva a turbiasespeculaciones en las que no deseastomar parte. Te inunda supolvareda; despus se dispersa.

    Tan solo es martes, piensas.Suelen hacer su compra losmircoles; las mujeres se repartenpor el pueblo, pagan en efectivo,son tajantemente agradables. Puedeque no sea nada del otro mundo,pero tienes bien aprendida laleccin sobre cmo funciona

  • Amistad. Sabes cundo el mspequeo detalle est fuera de lugar,y hoy ests en guardia.

    Cuando llegas a la calleprincipal, tus sospechas seconvierten en realidad. El carrovaco de Chase est aparcado frentea la casa de Doc; los caballosatados de forma que no puedanbeber en el abrevadero. Te ven ymascan con impaciencia; como si,al igual que sabuesos, pudieranolfatear las referencias de tu miedo.

  • Apoyas tu bicicleta contra elpalenque y subes a la acera; sujetastu puerta, bien abierta, con laescupidera para que todo el mundosepa que has abierto. La celda estvaca; los rifles, sobre la pared.Llevas a cabo este inventario, mspor costumbre que por verdaderanecesidad. Tu escritorio estdespejado; el da de ayer, marcadoen el calendario de la pared. Elorden te tranquiliza, pero solo porun momento. Va a ser un da

  • ajetreado; cuando todo lo querealmente quieres hacer es pedalearpor el camino del ro y coger lavagoneta hacia el oeste, a lo largode la va de Montello, puede queacelerar en lo alto del tnel deCobb y sumergirte en el paisaje conel condado extendido a tu alrededorcomo en un mapa.

    Hoy no. Compruebas dos vecesel estante de las armas, entonces teencaminas a la puerta de al lado,preguntndote cmo podrs

  • defenderte contra la enfermedad.En la consulta, Chase se eleva

    sobre Doc. Parece demasiado alto ydespistado, como un oso que haentrado en una tienda, extraamentefuera de lugar. Doc titubea con unpisapapeles de metal; desliza elpulido disco sobre el papelabsorbente como si fuera un pen.Chase se aparta, camina en crculosfrotndose una ceja; parecepensativo. Los has interrumpido.

    Doc parece aliviado.

  • Le he estado contando alreverendo Chase las posiblesconsecuencias de la enfermedad.

    Soy consciente de lasconsecuencias dice Chase,tratando de ser correcto. Estamospreparados para cuidar de ella. Haytres enfermeras cualificadas entrenosotros.

    Ningn doctor?No.Y qu clase de cuarentena

    establecera?

  • La que usted sugiera.Una total afirma Doc.Bien acepta Chase, como

    si hubiera obtenido la peor partedel trato, pero estuviera contento dehaberlo cerrado. Quiere mostrarsetan corts como lo hace Doc.Puedo verla ahora?

    No lo estoy sugiriendo paraeste caso, sino para el siguiente queaparezca. Me gustara retener aqu ala seorita Flynn. Necesita undoctor.

  • Por cunto tiempo?Un da. Dos. Todo el tiempo

    que aguante con vida.Responde tan rpido que te

    preguntas si est siendo cruel apropsito. La noticia te hace mirara Chase. Durante un momento,perfilado junto al papel de paredestampado de Irma, con la cabezaagachada, parece fatigado,derrotado, pero entonces, seendereza con un esfuerzo y muestrauna apenada sonrisa.

  • Si no hay nada que hacer, nopodemos llevarla a casa?

    Me temo que es demasiadocontagioso contesta Doc, conautntica lstima.

    Comprendo.Por un instante, la consulta

    queda en silencio, exceptuando eltictac del reloj en su campana, ypuedes or los pjaros en elexterior. Una corriente de aire agitalos rboles como una ola, luego seaquietan dejando paso a las

  • cigarras. Te preguntas por qu estsatrapado en la habitacin con estosdos. No tienes nada que decir,aparte de que lo sientes.

    Lo dices. No parece suficiente,pero Chase te lo agradece.

    Si pudiera verla solicita, y por el tono queda claroque Doc podra negarse y l nodiscutira. No te sorprende que searazonable, susceptible de ceder suautoridad. El dolor lo destrozatodo, excepto la locura; es un

  • secreto de tu profesin que uno nodesea conocer. Otro secreto queacabas de descubrir: Chase estcuerdo. Las historias que cuenta lagente le hacen parecer un tirano, unextremista, y resulta reconfortantecomprobar que no son ciertas. Escomo Doc, piensas, es como t;solo intenta hacer lo mejor para surebao.

    Puedo permitirle una brevevisita, pero no quiero que seacerque demasiado. Doc espera a

  • que Chase asienta antes delevantarse y buscar una llave en elcajn central.

    Los sigues a travs de lascortinas hasta el final de la sala,pasando junto a los exquisitospaisajes y bodegones que Irmacompr en Milwaukee. Crees queChase est acostumbrado asemejante elegancia o quiz estdemasiado ocupado para notarlo, sumente est en otra parte,preocupada. Adviertes que ests

  • pensando solo en los retoques deIrma porque no deseas imaginar a lamujer; que estaras ms contento sino la vieras en absoluto.

    Seorita Flynn, fue como lallam. Piensas en la seora Goetzdesplomndose en el banco de laiglesia, con su cabeza rozando elescabel, rescatada del fro suelopor el pie de su vecino. Tearrodillaste y la viste morir; con suslabios tratando de formar unaltima palabra. Es duro perder a

  • alguien, ms aun cuando tu rebaoes escaso ya de inicio.

    Doc se inclina para girar lallave y el cierre se retira con unchasquido.

    No quiero que la toque advierte a Chase.

    Lo comprendo.Doc le hace pasar. T te

    entretienes con la alfombra persa,de nuevo preguntndote qu seespera que hagas. La fascinante yfresca luz estival que tanto te gusta

  • se filtra a travs de la ventana alfondo de la sala, proyectando unintermitente bosquejo de sombrassobre el suelo.

    Jess misericordioso diceChase, y oyes un sonoro golpe,como si se hubiera desmayado.

    Se encuentra de rodillas al piede la cama y, sin pretenderlorealmente, ves a la mujer.

    Su aspecto es como el delsoldado; sus ojos hundidos encuencas moradas, mejillas

  • arrugadas y esculidas. Sus pupilasse mueven pero ella no adviertevuestra presencia; danzan comosiguiendo el vuelo de una mosca.Doc le ha puesto en el cuello unacataplasma mentolada. Exhala unsilbido en cada aliento; sus labiosestn teidos como si hubieraestado bebiendo vino. Sobre lamesita de noche reposa una jofainade agua, tornada rosa por la sangre,y una pila de paos doblados.Chase inclina la cabeza y murmura

  • sobre sus manos entrelazadas, ydescubres que la escena te haarrastrado a la habitacin.

    Permaneces junto a Doc,contemplando rezar a Chase,deseando hacerlo t mismo, ycuando l alarga su mano hacia ellano hay nada que podis hacer alrespecto. Agacha su cabeza y besael dorso de su mano. Cuando ladevuelve a su sitio ves que lascutculas estn moradas, la sangrese asienta como si ya estuviese

  • muerta.Eso ha sido muy peligroso

    dice Doc en la consulta.Lo siento afirma Chase

    enjugndose los ojos con unpauelo. Se sienta en el sofbajando la cabeza. Ha estadollorando de forma intermitente,abrumado ante la visin de lamujer. Te ha contado cmo lafamilia de Lydia Flynn la ech decasa despus de perder su empleoen la fbrica, cmo se haba

  • convertido en una mujer fuerte, ycmo se haba encontrado unanoche vendiendo su cuerpo en laestacin de tren de Milwaukee. Susmanos estaban ennegrecidas debidoal holln de las vigas. Fue hace unosaos, dice l, y te preguntas cmopuede ser eso; no parece tener msde cuarenta. Piensas en los rumoresacerca de las mujeres de laColonia. Puede que haya algo deverdad en ellos. Eso hace queChase an te guste ms; su atencin

  • a los necesitados. O essentimentalismo?

    La campana de la iglesiaanuncia las nueve y Chase mirahacia arriba.

    Ser mejor que me vaya frunce el ceo y se rehace; seguarda el pauelo y se pone en pie. Me estarn esperando.

    Tiene razn. Afuera, lasmujeres estn subidas en la partetrasera del carro con sus sacos,bolsas y cajas, charlando. Han

  • hecho la compra de una semana enmenos de veinte minutos. Sueficiencia asusta a Marta; ella lascompara con las hormigas: sincerebro y hacendosas. MientrasChase monta, ellas rebuscan en susbolsos sacando billetes y puadosde monedas. La mujer ms cercanaa l lo recoge todo y se lo ofrece.Chase se levanta para meterlo en sucartera, entonces vuelve a sentarsey coge las riendas. Puedes ver elrastro de sudor seco del tiro, el

  • oscuro brillo donde su pelaje lo haabsorbido. El olor te haceretroceder.

    Maana vendr temprano informa a Doc. Si algo ocurriera,le agradecera que me locomunicase.

    Yo puedo ocuparme de esodices, contento de ser al fin dealguna ayuda.

    Se lo agradezco respondeChase y, antes de sacudir lasriendas, se agacha para estrechar la

  • mano de Doc primero, y luego latuya.

    Juntos, los veis partir.Ese hombre es un idiota

    grue Doc para s.A m me ha parecido sincero

    replicas y te sorprendes alencontrarte defendindolo.

    No me refiero a eso protesta Doc. Puede lloriqueartodo lo que quiera. Acabo dedecirle que no la toque y, qu es loque hace?

  • Solo es espontneo.Doc carraspea. Examina la

    palma de su mano, mirndose elcorte.

    Qu tal est?Mejor responde y la

    vuelve; mueve el pisapapeles conansiedad.

    Crees que lo hizo solo paraenfadarte.

    Podra ser. O por alguna otrarazn. Nunca se sabe con ese tipode gente.

  • Quieres oponerte, preguntarlequ quiere decir exactamente conese tipo de gente, pero elrazonamiento es antiguo; no tienesentido. Se refiere a la gente quepermite que su fe ocupe el lugar dela razn, gente que cree que estemundo es tan solo el preludio deotra vida ms gloriosa. Se refiere agente como t.

    La tarde pasa lentamente.Incluso en el interior, el aire esespeso y huele a polvo. Ests

  • sentado en tu escritorio, repartiendomanos de pquer red dog ajugadores imaginarios. Una abejacarpintera se afana con el marco dela nica ventana de la habitacin.Piensas en pasarte por la viejaestacin para pedirle a HarlowOrton que telegrafe a Bart y lepregunte si ha visto a tu vagabundo.Apostaras a que no. Esdespiadado, pero no puedesdesterrar la idea de que Meyer levaci los bolsillos al muerto. La

  • gente desespera y cae en el pecado.Pasas con un par de treses ydescubres que hubieras ganado.Barajas y repartes. ProbablementeMarta est en casa, preocupada porti. Puede que luego te des una vueltapor all. Pero no lo hars. Se esperaque ests aqu, y aqu ests.

    Aqu ests cuando MillieSullivan aparece en su carreta. Nisiquiera se baja.

    E s Clytie espeta,refirindose a que su vaca lechera

  • se ha vuelto a escapar. Clytie esrevoltosa y, como vigilante, tutrabajo es devolverla al corral.Haces esto por Millie una vez a lasemana; le has dicho que repare lacerca o la multars, aunque ellasabe que no lo hars. Solo estnElsa y ella, all en el camino deEndeavor; dos damas viudas que secasaron con dos hermanos. Notienen ningn parentesco, pero sepelean como familiares. La ltimavez tuviste que acudir porque Elsa

  • haba clavado un tenedor uncentmetro en el brazo de Millie,por algo que no supiste. Tratndosede Elsa, podra ser cualquier cosa;cree que hay demonios viviendo enlos bosques y nunca sale de casa.Acusa a Millie de ambicionar sudinero, de envenenarla lentamente.Hay rumores acerca de una bolsaescondida en un colchn, de tarrosllenos de dlares de plata en lasestanteras del stano. Son falsos;tan solo se trata de los habituales

  • cotilleos de sociedad. Lo nico queposeen es a Clytie, y ni siquierapueden mantenerla vigilada.

    Ir a buscarla respondes,pero Millie no te est escuchando.Ya est haciendo volver la carretaen mitad de la calle principal.Pateas a un lado la escupidera ycierras la puerta; luego subes a tubicicleta. Por la forma en la quemima a sus caballos, llegars antesque ella.

    Los humedales de arndanos

  • rojos situados al oeste del puebloestn secos, de color marrn. Lasliblulas cortan el aire con susbrillantes alas. Es agradable estaren movimiento y te levantas sobrelos pedales, compitiendo con unatngara escarlata, ganndole cuandose detiene en un poste, pero inclusomientras aminoras, dejndoterefrescar por la brisa, sabes queests intentando no pensar en elsoldado, en las espantosasposibilidades. Marta siempre te

  • reprocha tu tendencia a ignorar elms mnimo dolor, tus repentinos einoportunos brotes de alegra.Ahora crees que tiene razn. Aveces envidias la vida delErmitao, la simplicidad dehablarle tan solo a los patos, alagua o al cielo. Qu cmodo debeser no preocuparse, ignorar losproblemas de tu vecino. Es unalocura, cierto, pero tambin unalivio.

    Al llegar, la casa parece

  • desierta, como siempre. Afuera, losrosales crecen descuidados,enroscndose en el porche; lahierba est alta y espesa,amarillenta por el sol. Laszanahorias silvestres se hanentremezclado. Tendrs que hablarcon Fred Lembeck y convencerlo deque pase la guadaa por el patio.Miras por la ventana de Elsa, lascortinas estn echadas. Debe deestar en la cama. Tiene que hacercalor ah, bajo ese tejado de lata.

  • Aun as, es preferible estarencerrado en una habitacin malacondicionada que en el hospitalestatal. Fuiste una vez a Mendotapara capturar a una pacientefugitiva, una mujer con la mana deromper ventanas. Todavarecuerdas los chillidos, cmohacan eco en la roca; las heridas enlos tobillos de la mujer, hasta se lepoda ver el hueso. Millie hace bientenindola aqu.

    Apoyas tu bicicleta a la sombra

  • del lateral del porche, luegocaminas ms all de la via einspeccionas la cerca.

    Est rota de un lado a otro, lospostes cuelgan desclavados, losbordes de los listones estnastillados y pelados hasta elamarillo corazn de la madera.Parece como si alguien le hubieradado con un mazo, o ms de uno.Los chicos de Ramsay, piensas,recordando el pasado Halloween,cuando untaron la cerca con brea y

  • le prendieron fuego. Uno de lospostes est totalmente fuera de susitio; el agujero est lleno dehormigas. Qu fue lo que usaron?No ves ninguna marca de mazo. Hayun mechn de algo enganchado enuno de los listones. Pelo negro ycorto, como el de un perro. Msall hay otro pedazo y un charco desangre. Es triste, pero nodescartaras que los Ramsayhubieran torturado a la pobrebestia. Puedes ver sus huellas en el

  • camino y, a lo lejos, un retoopartido donde se abri paso haciael bosque.

    Millie llega en su carreta y tvuelves hacia la casa, zigzagueandoentre las endurecidas boigas deClytie. Las cigarras saltan. Suhuerto est marchito; lascucurbitceas enclenques,pudrindose en sus tallos. Miras alcielo lleno de esperanza; est tandespejado que es casi blanco, conel sol directamente encima. Sabes

  • que llovi hace unas semanas, perono puedes visualizarlo aqu; lasgotas inclinando las hojas, el barrilllenndose hasta arriba,derramndose.

    Cmo se mantiene tu pozo?preguntas a Millie.

    Soy cuidadosa con l responde, como si la hubierasacusado. Nunca te acostumbrars asu actitud defensiva, su rechazo averte como un amigo. T eres elnico que viene por aqu, quizs la

  • nica persona que ve en toda lasemana. Te agradara charlar,ponerla al da en los cotilleos; teinvitaras a pasar, prepararas unpoco de repostera al estilo de laseora Paulsen, parlotearas en elrecibidor.

    Se ha escapado por all seala Millie.

    La encontrar.Asegrese de ello, y

    encirrela en el establo cuando lohaga te ordena, y hace crujir la

  • escalera del porche al subir, conuna mano en la carcomidabarandilla. Su rudeza no es unanovedad, pero siempre estsesperanzado, siempre dispuesto aentrar en las vidas de las personas.Es la mejor parte de ser dicono, elcuidado pastoril. Tan solo vercmo la gente sobrelleva el da ada es suficiente para contrapesarlas duras realidades de tus otrostrabajos. Todos son el mismo, tegusta decir, pero no mientas, tienes

  • tus favoritos.Este no es uno de ellos. Clytie

    te recuerda a esos caballos a losque debes la vida, aquellos que turegimiento se comi crudos desdeel interior durante esas largassemanas, durmiendo entre susvacas costillas mientras las balasde los rebeldes silbaban toda lanoche. Clytie te hace pensar entodos los amigos annimos quetuviste que cargar en carros como sifueran trozos de carne, te hace

  • pensar en lo pequeo y dbil queeres. Te sientes ms cmodo conanimales ms pequeos que t;perros y gatos, animales capaces demostrar afecto, y eso es un fracaso,piensas. Tienes que abrazar a todacreacin, no solo las partes fciles.

    Cuelgas tu chaqueta sobre unposte, arrancas la parte superior delretoo para hacerte una vara yentras en el bosque. El rastro esclaro; hierba aplastada bajo huellasde pezuas y puntas de helecho

  • dobladas. Se est ms fresco en lasombra; el musgo mancha lostroncos de los rboles y hayparterres de lirios. Cortezaarrancada y otro mechn de pelo.Tratas de no restregarte con nada;llevas puesta una camisa nueva yMarta est cansada de que lasestropees.

    Encuentras una mancha desangre en un tronco y vuelves apensar en los Ramsay, en su aficinpor los tirachinas y en las ventanas

  • que has obligado a pagar a sumadre. Imaginas a Clytie con un ojotuerto, llorando chorros de sangre.Los nios no son crueles, sonsimplemente curiosos. Al igual quelos cientficos, lo nico que quierenes ver cmo funcionan las cosas,ver lo que pasa.

    Hay sangre en la hierba,cubriendo el rostro de unamargarita. Te detienes a escuchar,pensando que podra estar cerca.Pjaros que pan, ardillas que

  • corretean. Una rana croa. Nada.Sigues el rastro de las gotas a lo

    largo de un depsito de sedimentos,cruzas un anaranjado manto deagujas de pino. El sendero llega alos restos de un viejo campamento,un crculo de piedras, y piensas entu vagabundo. La madera aqu estcompletamente seca, los troncosconvertidos en pulpa seca.Cualquier otro verano, esto estarahmedo; el barro negro se pegaraen tus botas. Incluso los helechos

  • amarillean. Un rescoldo perdidodel mercancas de ltima horabastara para acabar con todo elbosque.

    Ms sangre. Oscuros charcos deella en el polvo; muestras brillantesen los frondosos arbolillos. Lasmoscas toman un ltimo trago antesde elevarse en el aire. Los Ramsaydeben haberle cortado la garganta.De nuevo, te recuerda a Kentucky,cuando buscabas a tus compaerosheridos, siguiendo los mismos

  • rastros sutiles. Procuras mantenertelimpio de sangre, protegiendo tuspantalones. La vara silba al hacerlagolpear.

    Delante de ti, detrs de unapequea elevacin, oyes un crujidode las ramas.

    Te detienes. Hay cuervos en losrboles. Un solitario y dulcegraznido. Luego, otra vez el crujido,un chasqueo, un choque de cuernos.

    Es ella; y sin pensarlo, inclusoantes de poder verla, das un rodeo

  • hacia la izquierda con la intencinde situarte detrs de ella, y aspoder conducirla de vuelta hacia elcamino. Te mantienes sobre lasuave alfombra de agujas de pino,tratando de no hacer ruido. Igualque en la guerra, la mitad de estetrabajo es la tctica. El choque decuernos suena con ms fuerza, comosi estuviera perdida o atrapada enun cepo. Te acercas y puedes orsus hmedos resoplidos; ha estadocorriendo. Te agachas; no quieres

  • asustarla y que vuelva a salircorriendo. Seguramente Doc tenecesite en el pueblo. Te preguntascmo le ir a la mujer de laColonia. Tienes tareas msimportantes que enmendar lastravesuras de los Ramsay.

    Alcanzas el borde de laelevacin. Ests tan cerca quepuedes olerla; el intenso perfumedel estircol. Su respiracin esahora ms pausada, resopla comoun fuelle. Clytie no es joven. Te

  • hace pensar en Doc, en que algnda tendrs que atenderlo, peroapartas el pensamiento antes de quellegue; antes de que puedasimaginarlo.

    Tendrs que peinarle el bigote,recortar los pelos de su nariz. Sertan cuidadoso como lo es l.

    Los cuernos chocan, y jurarasque la oyes gruir, igual que unhombre que estuviera levantandoalgo pesado. Luego un golpe seco yun batir de ramas. Jadeos y ms

  • gruidos.Muy bien dices y te pones

    en pie, con la vara en la mano,como si fuera a rendirse a lasarmas.

    Ella no se vuelve hacia ti. Lahan golpeado en la cabeza. Suhocico borbotea sangre; una rojabarba de espuma gotea de suslabios. La hierba a su alrededorest cubierta de sangre. Le tiemblanlas patas; se lo ha hecho ella sola.Sus ojos estn fijos en un rbol

  • situado a unos metros de ella; estastillado, la corteza arrancada yllena de sangre.

    Hey! exclamas, pero no tepresta atencin. Hey, Clytie!

    Retrocede; luego va haciadelante y arremete contra el tronco.Agacha la cabeza y lo golpea.

    La colisin suena como un dbilgolpe de hacha, retumba a travsdel vaco bosque. Las hojas seagitan; caen unas pocas. Sus cuartostraseros se balancean y ella se

  • tambalea, cayendo de lado sobre lahierba.

    Intenta levantarse, pero tieneuna pata atrapada bajo su propiopeso. La libera y est hecha dostrozos. La pezua se columpia bajola rodilla, como una caa de pescarrota. Se levanta sobre ella,temblorosa; la pata se rompe, deforma que el hueso se asoma. Cojeahacia atrs para embestir de nuevoal rbol; permanece inclinada. Lapiel de su pata es un colgajo negro.

  • Resopla. Sus fosas nasales expulsanburbujas de sangre.

    Ha enloquecido. No han sidolos Ramsay. Piensas en la mujer enel campo; en que la enfermedaddebe ir acompaada de algunaforma de locura. Es eso ladifteria? Tendrs que preguntarle aDoc.

    Clytie echa espumarajos, peroesta no es Clytie. Ahora deseas quehubieran sido los Ramsay. Sueltasla vara. Desabrochas la funda del

  • arma y compruebas el tambor.Tienes que acercarte un poco mspara tener un tiro fcil al corazn.En la cabeza salpica mucho; lo hasaprendido por haber tenido quehacerlo al menos dos veces en tuvida.

    Clytie jadea, tomando alientopara la prxima carga. Si tan solose cayera, piensas, pero sabes queno lo har. El rbol est tandestrozado como la cerca.

    Hey! llamas, y te alejas de

  • los cuernos.No se da la vuelta y caminas

    directamente hacia ella, con el armadelante de ti igual que un cetrodivino. Amartillas la pistola,sientes el gatillo presionando tudedo. Su cabeza es enorme, tiene lapiel rota y plida. Su ojo se mueve,fijndose en ti. La ves como a unciervo grande; su corazn seencuentra justo bajo el hombro.Disparas tres veces y an te estmirando; su gigantesco ojo centrado

  • en ti, acusndote.Te quedan tres balas ms.

    Mantienes la esperanza, siguesmantenindola; all, en el brillanteclaro; el sol se proyecta calentandoel dorso de tu mano. Pero ella sigueah respirando, atontada,preguntndose quin eres.

    Levantas el can apuntando asu ojo; el punto negro es tuobjetivo. Sopla una brisa entrevosotros y las sombras danzansobre su cara. Un solo disparo.

  • Ahora no te das cuenta, pero sabesque ms tarde vers esto como unacto de piedad. Ahora no ests tanseguro. Por qu agonizar? Es unaresponsabilidad, no una eleccin.Pero eliges. Una ms para ti,piensas; esta vacilacin es un lujoque el dolor del otro no se puedepermitir. Desechas el pensamiento,todava aferrado a algn sueo depureza, de inocencia, inclusomientras lo dejas escapar. Regresasde nuevo a este mundo. Haces lo

  • correcto.

  • Captulo 3

    Los das pasan y nada. El puebloest en silencio; a media semana escomo una hamaca en la que reposas.El condado entero est ocupadotrillando. No hay nadie en loscaminos, tan solo el lamento delmercancas de ltima hora. Puedesor el golpeo de las piedras en los

  • radios de tu bicicleta. Viertesqueroseno sobre Clytie, recitasunos prrafos bien escogidos y leacercas una lumbre; el humo seeleva sobre los abedules, las hojasse tornan plateadas.

    Hablas con Doc acerca de unacuarentena, pero no quiere quecunda el pnico. La mujer de laColonia empeora; sus murmullos secuelan en la sala, se filtran a travsde la cortina hacia la consulta en lapenumbra. Lydia Flynn, tiene que

  • apuntarte Doc. No puedes recordarsu nombre, tan solo sus ojosinquietos, sus palabras vacas yenloquecidas. Chase viene cadamaana y trae bizcochos y guisosque ella no puede comer. Doc no ledeja entrar en la habitacin, as quese sienta contigo, preocupado comoun padre primerizo, con susombrero sobre el regazo.

    Los das de verano son tanlargos como el viejo camino delcorreo, y el doble de secos. A la

  • hora del almuerzo irs a casa yvisitars a Marta. Barres la crcel,mantienes limpio el stano. Tesientas en tu escritorio y repartescartas, perdiendo manos contra timismo; sales a la acera y miras latarde. Coges tu bicicleta y vuelasentre los altos campos. Halcones,sol, color azul.

    La inquietud gira en tu interiorcomo una rueda. Cul es laconexin entre Clytie y elvagabundo? Y la mujer de la

  • Colonia? Cunto tiempo pasarhasta que llegue al pueblo? Acasopasar de largo cambiando dedireccin hacia los campos comoun tornado?

    Marta se queda dentro todo elda.

    Todos los dems estn fueraesgrime, sealando la ventana, ala calle bajo la sombra del roble.T no discutes; tan solo es unaqueja que quiere que asumas.

    Lo s respondes sin

  • explicar nada; das un bocado alpastel.

    Tampoco ella te pideexplicaciones; es vuestro temerososilencio combinado, teido deculpa. No deberas contarles atodos lo que va a pasar? Te escudasen Doc, en la idea del pnicoinnecesario, la histeria. No tardarmucho en ocurrir.

    Por la noche, Marta te quierepara ella, y por la maana, Ameliase engancha a tu pierna, monta en tu

  • rodilla entre risitas. Aparece unrepartidor y pega un cartel en unode los lados del puente de Ender;hay payasos traviesos y elefantescon una ceja levantada; loshermanos Ringling vendrn dentrode dos semanas. El County Recordespera que cambie el tiempo para latemporada del tomate. Marta sedespide con la mano mientras sujetala puerta; le has dicho que la cierreen cuanto salgas, pero cuando lohace, sientes una derrota, una

  • traicin de tu fe. Afuera, montandode camino al pueblo, te maravillasante la bondad de los rboles, lascolinas, la infinita creacindispuesta frente a ti, pero en elinterior de la crcel, con las botascruzadas sobre el escritorio, sabesque simplemente ests esperando.

    Vas a ver a Doc, confiando enque pueda calmarte, decirte queAmistad tiene suerte, que esta vez tehas librado. Su consulta estoscura, fresca como un almacn de

  • fruta.Espera y vers te dice.

    Espera y vers.Lo haces. Matas el tiempo con

    la vigilancia del ferrocarril,entonces impulsas la vagoneta hastael tnel de Cobb, asciendes elserpenteante sendero y permanecesen lo ms alto mirando al oeste; lasverdes praderas extendindosehacia un brumoso infinito. Elmercancas de ltima hora espuntual; exhala una griscea nube en

  • la distancia, tan lejana que nopuedes orla. Luego el bufido, elronco vapor. Es largo, tiene unmontn de vagones. Trigo. Loacompaas con la mirada hasta quese encuentra a tus pies; la colina seagita mientras se sumerge en eltnel; la nube de vapor pasa sobreti como una lluvia clida. Entoncesse marcha, silbando en la distancia;acaba por quedarse en silencio, essolo una sombra movindose haciael pueblo y el horizonte, bajando

  • hasta Shawano. Te preguntas si Bartha visto ya algn caso, esperas queno. Pero y si eso significara queAmistad no se ha contagiado?Jams cambiaras la felicidad dealguien por la tuya propia, nunca,pero y si tuvieras que elegir?

    No tienes que hacerlo. As quete aferras a eso mientras desciendesel zigzagueante sendero como sifuera alguna clase de sabidura,aunque sabes que es todo locontrario.

  • De vuelta en el pueblo, alguienha robado una navaja de la tienda.Fenton te muestra el aterciopeladohueco en la vitrina; est resentido,confuso. Hoy no ha entrado nadieexcepto una de las muj eres deChase y Harlow Orton, que hatrado un telegrama y no ha estadoall ms de un minuto, justo a sulado todo el rato.

    Cunto tiempo ha pasadodesde que desapareci? lepreguntas.

  • Fenton no recuerda cundo locomprob por ltima vez.

    De qu color era?Tena la incrustacin de perla

    negra. Es la mejor que tengo. Sequeda mirando las otras, como sipudieran desaparecer.

    Qu aspecto tena la mujer?Como el que tienen todas. Ya

    sabes.Joven o vieja?No lo s responde.

    Habr sido uno de esos Ramsay;

  • ayer estuvieron aqu causandoproblemas.

    Le dices que mantendrs losojos abiertos, aunque sabes quenunca la encontrars. Realmente,Fenton no est enfadado; estasprdidas son gajes del oficio.Adems, se lo ha montado bastantebien; construy el almacn dereserva despus de que su padre selo gastase casi todo en bebida. Tansolo necesita a alguien a quienprotestar, y ese eres t. Te tomas tu

  • tiempo y te aseguras de que seconsidera bien atendido; despus,en la crcel, dejas escapar unsuspiro. Estos das no parece queconsigas dejar nada hecho.

    Doc opina que lo ms probablees que la mujer no llegue aldomingo. Puede que tengas queentrar a decirle algo. Crees que eslo correcto. Irma an est enChicago; Doc le ha dicho que sequede all hasta que esto finalice.Mira profundamente el verdoso

  • lago del papel secante mientras loconfiesa.

    Hasta que finalice lecuestionas.

    Tan solo es lo razonable.Y lo es. Esa es la cuestin. Lo

    es.Ests mejor en casa. El cielo se

    cubre de nubes despus de la cena,y Marta y t sals detrs acontemplarlas. La besas; notas en sucuello una fragancia de flores. Teha echado de menos, all dentro

  • todo el da. Se disculpa por estartan irritable, pero la situacin esdifcil. Quiere or todo lo que hashecho, como si acabaras deregresar de una gran expedicin. Temantienes abrazado a ella y mirasal cielo, esperanzado. Sientes lanecesidad de contarle lo de Irma,pero no lo haces. La abrazas msfuerte. Las nubes se acumulan ychocan, oscuras en el centro,amenazantes. Las hojas se agitan,sobrevolando tu agostado jardn.

  • Has estado esperando la lluviadurante todo el mes. De llegarahora, danzaras en ella, rodarassobre la hierba mojada sacrificandotu ropa. Amelia est dormida y lanoche es tuya. Marta te besa confuerza, como sola hacerlo, y elviento arrecia.

    Jacob dice ella,hagmoslo ahora.

    S.Aqu no. Dentro.Aqu s insistes.

  • Jacob protesta de formaseductora. Aqu? Entonces tebaja la chaqueta por un hombro y sere, como si fuera idea suya.

    Sientes el frescor de la hierbaen tus brazos, la calidez de supalpitante estmago, y no hay nadams que puedas necesitar; solo esto,ella, ahora y siempre. Te incitaentre risas, luego te abraza alterminar; entregada, llorosa,contenta.

    Hace ms fresco al entrar la

  • noche. Quieres sentir las primerasgotas en tu espalda, comoconsecuencia inmediata de tu amor.Esta sequa tiene que acabar, lascosas han de mejorar para Amistad.No son vagos deseos, aunquetampoco desesperados an. No esel amor una forma de oracin y unacto de fe? El amor de Dios estpor encima del tuyo, o tu amorforma parte del de Dios. Bondad.Esperanza. Seguro que, comomnimo, la piedad existe. Marta te

  • besa en los prpados y es algoverdadero, crees en ello. Vuelves aestar enamorado de este mundo. Elviento sopla sobre ti, ruge en losrboles, pero por la maana elcielo es cegador, las hojas seaquietan y, una vez ms, comienzasla larga cadena de los das.

    El viernes, justo antes delalmuerzo, Cyril Lemke entracorriendo y te dice que hay fuego enel camino de Shawano.

    Puede que a un kilmetro del

  • puente de Ender. He visto el humodesde el campanario.

    Se queda ah, jadeando,exhausto tras su carrera cruzando elpueblo. Tiene las manos blancas decebo para pjaros y estretorciendo un trapo sucio. Cyril esun tipo simple, es mayor que Docpero lleva a un nio de nueve aosen su interior; se relame los labiosy parpadea como una paloma.

    La casa del viejo Meyer deduces.

  • No pude ver tan lejos. Esttemblando, excitado por el fuego.Qu vas a hacer?

    Supongo que ir a echar unvistazo. Quieres mostrartetranquilo ante l, incluso si elbosque est ardiendo. Ha habidorumores acerca de pirmanossueltos por ah. De un gran incendioen el norte que ha arrasado unaaldea de Winnebago, dejando sololos ejes de los carros y los arosmetlicos de los barreos. Treinta

  • muertos; y el rumor dice que lescortaron el cuello a los nios, quesus cuerpos no se haban quemado.

    Necesitas ayuda? seofrece Cyril. Puedo ayudarte abombear el agua. Y comienza acontar una historia para probar quees cierto.

    Es suficiente, Cy, sigue conlo tuyo. Casi es medioda.

    El trabajo de Cyril es hacersonar las horas; avisar al pueblopara el almuerzo, la cena o la

  • iglesia. Los nios se meten con l,llamndole Tonto Campana oTontn. Una vez viste al pequeoMartin Ramsay ir directamentehacia l y darle un puetazo en loshuevos; t corriste hasta all yagarraste al chico por la garganta,aunque ms tarde te avergonzaste dehacerle dao. Cyril se limit amantenerse en pie, desconcertado;entonces vomit.

    Ahora est ah pasmado,mirando el reloj y olvidando el

  • fuego. Le das las gracias y pasasjunto a l hasta la puerta, esperandoque coja la indirecta; y lo hace. Teobserva mientras te marchas en labicicleta y agita el trapoenrgicamente.

    No sabes lo que vas a hacer sise trata del bosque. Coger la bombade agua del molino, hacer que loshombres caven una zanja alrededordel fuego, mantenerlo alejado delpueblo. Mientras montas, norecuerdas en qu direccin sopla el

  • viento, ni siquiera si lo hay. Losrboles no dicen mucho, lo cual esbueno.

    En el puente de Ender puedesolerlo, entonces coronas la ltimacolina antes de la casa de Meyer yah est; no es el bosque sino uncobertizo; el secadero del viejoMeyer. El humo sube hasta lascopas de los rboles, y all girahacia el sur; unos pocos rescoldosvuelan con el viento. El techo delcobertizo ya se ha consumido; una

  • de las paredes est completamenteen llamas.

    El viejo Meyer y uno de losgemelos, Thaddeus, estn vaciandocubos sobre ella, llevndolos desdela bomba que hay al otro extremodel patio. Encuentras otro cubo yles ayudas con la palanca, para quesiempre tengan uno lleno. La bombachirra; el agua sale con fuerza yhace pesado el pistn. Elmecanismo que utilizaba turegimiento para enfriar los tubos de

  • los caones te transmita la mismasensacin; y ah est el mismo olora metal, ceniza mojada y airecaliente; y el mismo dolor en loshombros.

    Normalmente, en situacionescomo estas, te limitaras a dejarloarder, pero no este verano. Adems,Meyer est enfadado; combate elfuego como si fuera un enemigo,profiriendo sapos y culebras, con elrostro tan enrojecido como el de unborracho. Thaddeus revolotea con

  • presteza a travs de la hierba, sinmediar palabra. Padre e hijo,admiras; qu extrao. ltimamenteparece haber misterios por todaspartes como si, simplemente,acabaras de abrir los ojos.

    Tardis un buen rato, pero entrelos tres lo consegus. Contemplas ladevastacin mientras Meyer dapatadas a los escombros mojados,todava escupiendo improperios.Thaddeus est a tu lado, indiferente,tan paciente como un caballo de

  • tiro, y te vuelves hacia l. En esemismo instante te das cuenta de queno es Thaddeus; es demasiadotranquilo, demasiado reservado.

    T eres Marcus le dices.S, seor.Dnde est tu hermano?En cama. Se encuentra mal.No es excusa espeta Meyer

    pat