#UnaDécadaGanadaEnTrabajo

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Carlos Tomada Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social El año 2003 fue un año que pasará a la historia como el del inicio de la recuperación de derechos. Fue el inicio de un proceso que restableció las instituciones laborales. Para continuar con este ejercicio de memoria, podemos agregar que había más deuda externa que producción nacional. Más fábricas cerradas que demanda interna y externa. Más trabajadores informales que posibilidades de jubilarse. Más reclamos de trabajo o de planes o de bolsones de comida que salariales. Más influencia de las corporaciones que políticas de Estado. Más atraso que futuro. Más incertidumbre que confianza. Más desilusión que esperanza. Esta fue la Argentina que encontramos. No sólo nosotros, desde el Gobierno, sino la que vivían todos los argentinos. Un país que había quedado devastado y a la deriva, producto de décadas en las que la economía se imponía a golpes de mercado sobre la política. Atrás quedaba la dictadura del 76 que torturó, persiguió y mató para sentar las bases de un proyecto para pocos. Atrás quedó aquella nación de la aventura neoliberal de los 90. O la Patria herida del desgobierno que desembocó en el trágico 2001. A caballo de las eternas promesas de goteo, de crecimiento, o de inserción en el mundo que nunca se cumplieron. El 25 de mayo de 2003 nació un nuevo gobierno. Un nuevo proyecto. Un nuevo país. Difícil de imaginar en esos momentos. Cuando Néstor Kirchner afirmó que no llegaba para dejar sus convicciones colgadas en la puerta de la Casa Rosada, muchos pensaron que se trataba de otra promesa, igual a las que tantas veces se habían escuchado. Otros creyeron que sólo era un sueño. O palabras vacías. Ilusiones. O fantasías. Pero no. Néstor no abandonó esas convicciones. Y Cristina tampoco. Es bueno recordar que –por aquel entonces– discutíamos cómo salir del infierno. Y hoy seguimos avanzando en la calidad del empleo y la distribución del ingreso. Hoy los jubilados no tienen que esperar más la decisión de ningún Gobierno de turno para un nuevo aumento porque por Ley se benefician con uno cada seis meses. Y ya a nadie más se le ocurrirá sacarle el 13%. Por eso también derogamos la Ley Banelco terminando con la flexibilidad como norte. Sí. Son antipáticas las comparaciones pero es bueno saber que hoy en un país de 40 millones de habitantes, hay casi doce millones que tienen derechos que antes de 2003 no tenían. Queda claro entonces que no fue un sueño trabajar para que el trabajo sea la fuerza de la inclusión y del crecimiento. Así lo vemos en cada uno de los cinco millones de nuevos puestos. Y en la protección que se hace del empleo. O en el descenso del trabajo no registrado que bajó de casi el 50 al 34%. O en el crecimien- to de los programas de capacitación que ya superan el millón seiscientos mil. Incluso en los miles de jóvenes a quienes estamos ayudando a prepararse para su ingreso al mercado laboral. Tampoco fueron palabras vacías las de trabajar para recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores. Hoy tenemos paritarias con una continuidad inédita.Y cada sector las discute, las negocia o las acuerda todos los años. O el Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil que estuvo cajoneado durante años y que llevó el nivel del Salario Mínimo a ser el mayor de América Latina.Y que exhibe un aumento de 1338%.Y también a los más de dos millones y medios de jubilados que pudieron hacerlo por una amplia moratoria que los incluyó en el sistema. Hoy podemos decir que no fue una ilusión la idea de incorporar a la Ley de Contrato de Trabajo a aquellos colectivos sociales que fueron discriminados durante años. Amplios universos de trabajadores que habían crecido tanto como su nivel de abandono. Nos estamos refiriendo a los peones rurales que hoy cuentan con el nuevo Estatuto del Trabajador Rural y con la cobertura social del RENATEA. Y también a la Ley de Trabajadoras de Casas Particulares. Una equiparación de derechos largamente postergada cuando en 1956 dieron marcha atrás a lo que había planteado Evita. No. No fue ni es una utopía la Asignación Universal por Hijo. Que, además del subsidio mensual, asegura la educación y la salud de tres millones y medio de niños. Chicos que también son protegidos con la Ley contra el Trabajo Infantil y su consecuente penalización. Porque ahora la explotación infantil no es una infracción. Es un delito. Nadie puede sostener, en este mayo, que eran fantasías cuando planteamos que el trabajo para ser considerado como tal tiene que ser digno. Decente. Que permita pensar en igualdad de oportunidades. En equidad de género. En avanzar contra la no discriminación. El camino está trazado. Así lo demuestran las acciones y políticas impulsadas todos los días. Los miles de acuerdos alcanzados en estos años. Y todos los conflictos resueltos. O la cantidad de nuevas asociaciones sindicales. Así lo expresa la ampliación del listado de enfermedades profesionales con cobertura obligatoria a partir de la nueva Ley de Accidentes Laborales. Y el control que se hace en todo el país para que se registre a los trabajadores. O la lucha contra el trabajo esclavo. Igual que la que se da contra la trata de personas o contra la violencia laboral. No resulta fácil para quien firma estas líneas no emocionarse con el repaso. Ni dejar de sentir legítimo orgullo. Sensaciones que, de todas maneras, no permiten olvidar lo que queda por hacer para eliminar los restos de precariedad laboral. Mientras haya un desocupado no se podrá bajar los brazos. Mientras haya un excluido no se debe dejar de luchar. Sabemos cómo. Tenemos con qué. Néstor fue el Presidente que hizo mucho más de lo que prometió. Y Cristina Fernández de Kirchner la que más le hizo frente a la avidez de las corporaciones. Han transcurrido diez años. 3653 días que cambiaron el rumbo de nuestro país. Una década ganada. Con mucho trabajo. Con diálogo. Para una Argentina con más Derechos, más Igualdad y más Patria.

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Carlos TomadaMinistro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social

El año 2003 fue un año que pasará a la historia como el del inicio de la recuperación de derechos. Fue el inicio de un proceso que restableció las instituciones laborales. Para continuar con este ejercicio de memoria, podemos agregar que había más deuda externa que producción nacional. Más fábricas cerradas que demanda interna y externa. Más trabajadores informales que posibilidades de jubilarse. Más reclamos de trabajo o de planes o de bolsones de comida que salariales. Más influencia de las corporaciones que políticas de Estado. Más atraso que futuro. Más incertidumbre que confianza. Más desilusión que esperanza.

Esta fue la Argentina que encontramos. No sólo nosotros, desde el Gobierno, sino la que vivían todos los argentinos. Un país que había quedado devastado y a la deriva, producto de décadas en las que la economía se imponía a golpes de mercado sobre la política. Atrás quedaba la dictadura del 76 que torturó, persiguió y mató para sentar las bases de un proyecto para pocos. Atrás quedó aquella nación de la aventura neoliberal de los 90. O la Patria herida del desgobierno que desembocó en el trágico 2001. A caballo de las eternas promesas de goteo, de crecimiento, o de inserción en el mundo que nunca se cumplieron.

El 25 de mayo de 2003 nació un nuevo gobierno. Un nuevo proyecto. Un nuevo país. Difícil de imaginar en esos momentos. Cuando Néstor Kirchner afirmó que no llegaba para dejar sus convicciones colgadas en la puerta de la Casa Rosada, muchos pensaron que se trataba de otra promesa, igual a las que tantas veces se habían escuchado. Otros creyeron que sólo era un sueño. O palabras vacías. Ilusiones. O fantasías. Pero no.

Néstor no abandonó esas convicciones. Y Cristina tampoco. Es bueno recordar que –por aquel entonces– discutíamos cómo salir del infierno. Y hoy seguimos avanzando en la calidad del empleo y la distribución del ingreso. Hoy los jubilados no tienen que esperar más la decisión de ningún Gobierno de turno para un nuevo aumento porque por Ley se benefician con uno cada seis meses. Y ya a nadie más se le ocurrirá sacarle el 13%. Por eso también derogamos la Ley Banelco terminando con la flexibilidad como norte. Sí. Son antipáticas las comparaciones pero es bueno saber que hoy en un país de 40 millones de habitantes, hay casi doce millones que tienen derechos que antes de 2003 no tenían.

Queda claro entonces que no fue un sueño trabajar para que el trabajo sea la fuerza de la inclusión y del crecimiento. Así lo vemos en cada uno de los cinco millones de nuevos puestos. Y en la protección que se hace del empleo. O en el descenso del trabajo no registrado que bajó de casi el 50 al 34%. O en el crecimien-to de los programas de capacitación que ya superan el millón seiscientos mil. Incluso en los miles de jóvenes a quienes estamos ayudando a prepararse para su ingreso al mercado laboral. Tampoco fueron palabras vacías las de trabajar para recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores. Hoy tenemos paritarias con una continuidad inédita. Y cada sector las discute, las negocia o las acuerda todos los años. O el Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil que estuvo cajoneado durante años y que llevó el nivel del Salario Mínimo a ser el mayor de América Latina. Y que exhibe un aumento de 1338%. Y también a los más de dos millones y medios de jubilados que pudieron hacerlo por una amplia moratoria que los incluyó en el sistema.

Hoy podemos decir que no fue una ilusión la idea de incorporar a la Ley de Contrato de Trabajo a aquellos colectivos sociales que fueron discriminados durante años. Amplios universos de trabajadores que habían crecido tanto como su nivel de abandono. Nos estamos refiriendo a los peones rurales que hoy cuentan con el nuevo Estatuto del Trabajador Rural y con la cobertura social del RENATEA. Y también a la Ley de Trabajadoras de Casas Particulares. Una equiparación de derechos largamente postergada cuando en 1956 dieron marcha atrás a lo que había planteado Evita. No. No fue ni es una utopía la Asignación Universal por Hijo. Que, además del subsidio mensual, asegura la educación y la salud de tres millones y medio de niños. Chicos que también son protegidos con la Ley contra el Trabajo Infantil y su consecuente penalización. Porque ahora la explotación infantil no es una infracción. Es un delito.

Nadie puede sostener, en este mayo, que eran fantasías cuando planteamos que el trabajo para ser considerado como tal tiene que ser digno. Decente. Que permita pensar en igualdad de oportunidades. En equidad de género. En avanzar contra la no discriminación. El camino está trazado. Así lo demuestran las acciones y políticas impulsadas todos los días. Los miles de acuerdos alcanzados en estos años. Y todos los conflictos resueltos. O la cantidad de nuevas asociaciones sindicales. Así lo expresa la ampliación del listado de enfermedades profesionales con cobertura obligatoria a partir de la nueva Ley de Accidentes Laborales. Y el control que se hace en todo el país para que se registre a los trabajadores. O la lucha contra el trabajo esclavo. Igual que la que se da contra la trata de personas o contra la violencia laboral.

No resulta fácil para quien firma estas líneas no emocionarse con el repaso. Ni dejar de sentir legítimo orgullo. Sensaciones que, de todas maneras, no permiten olvidar lo que queda por hacer para eliminar los restos de precariedad laboral. Mientras haya un desocupado no se podrá bajar los brazos. Mientras haya un excluido no se debe dejar de luchar. Sabemos cómo. Tenemos con qué. Néstor fue el Presidente que hizo mucho más de lo que prometió. Y Cristina Fernández de Kirchner la que más le hizo frente a la avidez de las corporaciones. Han transcurrido diez años. 3653 días que cambiaron el rumbo de nuestro país. Una década ganada. Con mucho trabajo. Con diálogo. Para una Argentina con más Derechos, más Igualdad y más Patria.