23.10.2013 Comunicado Con Esteban Tendré Agua y Drenaje Santiaga
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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE COLOMBIA
UNIVERSIDAD DEGLI STUDI DI SALERNO - ITALIA
Maestría en Ciencia Política
Tesis de Grado
LA CONCEPCIÓN Y LA PRAXIS POLÍTICA DE SIMÓN BOLÍVAR, EN RELACION
CON LA PAZ Y LA INTEGRACIÓN, COMO CONDICIÓN DE SOBERANÍA POLÍTICA
Y JUSTICIA SOCIAL
Realizado por:
Jorge Humberto Vargas Gutiérrez
E-mail: [email protected]
Tutor
Pablo Guadarrama González
Doctor en Filosofía
Bogotá, D.C., 7 de diciembre de 2016
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Agradecimientos
Muy en particular, al amigo, maestro y, hombre de nobles causas: Pablo Guadarrama
González.
Todos mis agradecimientos, pues con su humanismo, sencillez y gran inteligencia me
ha dado el apoyo académico, moral y político por abordar, analizar y, concluir a buen
puerto con el presente trabajo.
Por supuesto, tendré en la cuenta sus lecciones por hacer de la ciencia política un
campo del conocimiento extenso al servicio de los hombres, las naciones y,
especialmente, para la democracia colombiana que nos enorgullece a través de su
institucionalidad, haber civilizado el conflicto armado y social y negociar la paz, con la
insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP).
A las directivas, docentes y personal administrativo de la Universidad Católica de
Colombia y, de Degli Studi Di Salerno – Italia, igualmente, mis agradecimientos y, muy
especial, al profesor Antonio Scocozza, hombre sencillo y comprometido
intelectualmente con sus discípulos de la maestría: aprendí de él, que el estudio
disciplinado y permanente forma buenos hombres.
Para mi pequeña hija, Valen que añoro sea grande en ideales y por servir a la
humanidad, mi esposa Rossana, apoyos incondicionales en la tarea de superarme y
comprender, que no puedo dejar de estudiar: ¡Gracias!
Finalmente, a Melva -mi madre- quien me dio el impulso moral y el amor por sacar
avante la Maestría; finalmente, concluí los estudios y, ella, ya no está entre nosotros
(e.p.d.).
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Introducción
La investigación se justifica dada su profunda relación temática y afinidad conceptual
con la cuestión de la ciencia política, pues recordemos que la maestría lleva implícita
su línea profesional en Paz e Integración.
Se aspira a un aporte positivo –y, no con ello, queda concluido el debate sobre la
temática- contrario sensu, abrir espacios académicos a la argumentación de nuevos
horizontes acerca del indeleble pensamiento bolivariano, el cual ha de conducir
necesariamente al ejercicio dialéctico, plural e inacabado de la ciencia política, como
disciplina humana y de pensamiento transformador de la realidad y el entorno político,
en el tema fundamental de la “guerra independentista” que permitió el necesario y
dialéctico proceso de posibilitar la vigencia real de las categorías de Paz e Integración
a partir de la perspectiva teórica y praxis política bolivariana.
Ahora bien, el marco conceptual se enmarca en el ejercicio del poder político
monárquico y absoluto español, por un lado, y la guerra de Independencia nacional y
popular americanas, por otro, en el contexto de un conflicto armado y político-social de
naturaleza emancipadora o “guerra anticolonial”.
La guerra y la paz, la desintegración e integración social, la dependencia e
independencia, la hegemonía y la antihegemonía, la soberanía (autonomía y
heteronomía), la democracia y el autoritarismo, o nociones, como dignidad nacional y
colonialismo, entre otras, comprendidas en términos políticos-ideológicos nos llevan a
concluir que la propia ciencia política no solo dimensiona el contenido de tales
conceptos desde su arista epistémica, axiológica, ontológica e incluso, desde la
filosofía política y el derecho público, sino también, nos ayuda a estudiar y resolver
sistemática y civilizadamente grandes conflictos que son inherentes al ser humano, en
medio de ideologías, dogmas y, corrientes políticas, entre otras y, en particular el que
guarda relación con la temática de este trabajo investigativo.
De ahí, que la tesis se componga de dos capítulos. El primero guarda relación temática
con la categoría de la guerra versus la paz y se compone, sintéticamente: 1. Naturaleza
ideológica y política de la guerra independentista. 2. La concepción de paz y su
legitimidad derivada de la guerra independentista. 3. De la guerra independentista a la
dinámica republicana y, 4. Justicia social y Derechos Humanos, en la perspectiva de la
paz bolivariana.
Por su parte, el segundo se integra, así: 1. Concepción de integración desde una
perspectiva independentista. 2. La alternativa integracionista como condición de
soberanía política y nacional. 3. El internacionalismo político de Bolívar frente al
Congreso Anfictiónico y, 4. El reto político de consolidar la educación y lucha social: la
participación de la subalternidad.
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De otro lado, en lo relativo con la cuestión del estado del arte, precisemos que, acerca
del pensamiento político, ideológico y militar bolivariano, existe una variada y compleja
bibliografía, con fechas en el tiempo pasado y presente. En el tema objeto de tesis: La
Concepción y la praxis política de Simón Bolívar, en relación con la Paz y la
Integración, como condición de Soberanía Política y Justicia Social, respecto de la
cuestión de la paz, en particular, se realizó un detallado análisis, a través de diversos
autores nacionales e internacionales, máxime que este tópico no aparece ampliamente
abordado en especial por los estudiosos de la ciencia política; reiteramos, la mayor
parte de los trabajos e investigaciones guardan relación temática con la política, la
ideología, el Estado republicano y, el aspecto militar, entre otras, por parte del
Libertador.
Aun así, nos sirven de material de apoyo, por ej. La Carta de Jamaica, el Discurso de
Angostura y el Congreso Anfictiónico de Panamá, entre otros, referentes de orden
teórico-ideológico. Pero no menos, el uso que para los fines de la praxis política
hacemos de El Diario de Bucaramanga, la vida privada y pública del Libertador
“reconstruida” de primera mano por su asesor Luis Perú de Lacroix o, la reconocida
obra: Bolívar del historiador, Indalecio Liévano Aguirre, principalmente; per se, ayudan
a sustentar la temática de la “historiografía” de la Independencia nacional.
Nos interesa, pues fundamentalmente la cuestión la guerra de Independencia nacional
en punto con justificar la Paz y la Integración desde la perspectiva bolivariana. Todo lo
cual se hace partiendo de textos y/o documentos en físico sino también consultando la
internet, para ahondar en el análisis especial de la paz. En este último caso, nos sirve
de referente Temístocles Salazar profesor de historia venezolana en lo relativo con la
paz antihegemónica.
De otra parte, en punto con la categoría de la Integración, sí es más amplio y diverso el
material de consulta, tanto en documentos físicos como referenciados a través de la
internet. Igualmente, hacemos uso principalmente de la Carta de Jamaica y novedades
académicas en tal orden, como por ej. la obra de los profesores colombianos, Medófilo
Medina y Giovanni Molano: Bolívar. Los tiempos de la Carta de Jamaica. La integración
latinoamericana.
A la sazón y, con el fin que el problema no quede estricto orden teórico nos valemos, -
reiteramos- de la historiografía política para entender y, darle mayor sustento a la
praxis política.
En lo que respecta con el problema científico a resolver y, la correspondiente hipótesis
tenemos:
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Problema de investigación
¿Las categorías de Paz e Integración, al constituirse en una de las premisas o
precondiciones de orden político-social, en el ideario de Bolívar de qué manera
favorecieron o no legitimar y validar la soberanía política y la justicia social ante el
oprobioso Imperio español?
Hipótesis
La guerra independentista de Bolívar no se contradecía y, menos, es excluyente en
términos epistémicos y políticos-ideológicos con la categoría de la Paz del Libertador.
El objeto de esta guerra era alcanzar la paz como condición política y estratégica de la
Independencia americana y, posibilitar gradualmente la creación de una Patria Grande,
resultado de la Integración y unidad de las naciones emancipadas.
Al respecto, se utilizaron principalmente, tres variables cualitativas e interdependientes,
como son: La guerra revolucionaria y de emancipación Nacional, Justificación de la
aparente antinomia guerra-paz y, Los Subalternos una categoría social y política por
rescatar. Al final, se hizo uso lógico y metódico de estos tres elementos, con los cuales
se logra validar la respectiva hipótesis y, se da la solución correspondiente al problema
científico planteado.
Digamos igualmente, que una de las razones significantes en el orden de los fines
politológicos de la Investigación, se relaciona con la vigencia presente del pensamiento
y la acción práctica del Libertador en lo relacionado con las categorías de la Paz y la
Integración no solo a nivel de Colombia sino latinoamericano.
Por tanto, el asunto de la guerra versus la Paz y la Integración, cobran relevancia
desde el punto de vista de la forma de Gobierno republicana y de la democracia no solo
representativa sino participativa, para los momentos actuales de los grandes problemas
sociales y políticos de nuestra América y, también, no podemos dejar de reconocer el
aporte valioso que desde el punto de vista del Derecho Internacional Público realizó el
Libertador en punto básico con los principios de no injerencia y autodeterminación de
los pueblos soberanos.
Y no es menos, que se aborda y analiza en términos políticos la cuestión de la guerra,
que por más perversa o violenta que resulte o, se afirme, según Clausewitz que “es la
continuación de la política por otros medios”1, desde la concepción de Bolívar, no deja
de tener alguna validez ideológica y, por lo mismo, algunas razones prácticas como
para pensar que sirvió de referente ideológico-político para hacer y conseguir en
términos de aceptabilidad social y cultural la Paz y la Integración. Por más que puedan
constituirse ambas en utopías soñadoras, a la final, fueron decisivas para comprender
1 Clausewitz, C. Von, Arte y ciencia de la guerra, editorial Grijalbo S.A., México D.F., 1972, contraportada.
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razonablemente la “abolición” del viejo orden colonial y, el paso, civilizado y moderno
de las nuevas repúblicas demoliberales.
Finalmente, precisemos que a partir paradójicamente de la guerra de Independencia
nacional pudo llevarse a la práctica socio-política los ideales de justicia social y respeto
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano desde la perspectiva “abolicionista”
bolivariana de socavar la vieja y violenta política monárquica de la servidumbre y la
esclavitud.
Así las cosas, con desapego de cualquier concepción ideológica en extremo irracional
con los fines de la política, y sí desde una perspectiva en estricto orden humanista
como también reconociendo el valor de la república como institución política y estatal
que apareja un mínimo orden democrático, nos lleva, sin duda, a reivindicar para la
actualidad colombiana y latinoamericana la importancia de los nobles ideales de la Paz
y la Integración.
Se trata, pues de rescatar las máximas expuestas por los profesores Giuseppe
Cacciatore y Antonio Scocozza cuando acentúan la lógica y valor del pensamiento
bolivariano sobre las aristas indisolubles de su teoría político-filosófica del Estado
constitucional y lo práctico que resulta a la hora de adoptar la mejor decisión política en
procura de “conservar y defender” sus posturas democráticas y eliminar cualquier rasgo
de tiranía institucional:
“Por eso, cualquier aproximación a Bolívar que no tenga en cuenta la inseparable relación entre pensamiento filosófico-político, doctrina constitucional y acción práctico-revolucionaria está destinada a ser ideológicamente condicionada y, en el mejor de los casos, históricamente inadecuada”2.
Esperamos, así, de alguna manera contribuir con los espacios incondicionales de la crítica sana y, la contribución positiva en el plano socio-político a que estamos llamados los futuros politólogos.
¡Muchas gracias!
2 Cacciatore, Giuseppe y Scocozza, Antonio. El gran majadero de América. Simón Bolivar: Pensamiento político y constitucional. Universidad Católica de Colombia-Universitá Degli Studi di Salerno-Planeta. Bogotá. 2008. p.19
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Contenido Pág.
Introducción. ……………………………………………………………………………….... 3
Capítulo I
1. Naturaleza ideológica y política de la guerra independentista. …………………. 8
2. La concepción de paz y su legitimidad derivada de la guerra independentista20
3. De la guerra independentista a la dinámica republicana. ……………………….. 29
4. Justicia social y Derechos Humanos, en la perspectiva de la paz bolivariana..39
Capítulo II
1. Concepción de integración desde una perspectiva independentista. ………….48
2. La alternativa integracionista como condición de soberanía política
y nacional.……………………………………………………………………………………..52
3. El internacionalismo político de Bolívar frente al Congreso Anfictiónico. …....56
4. El reto político de consolidar la educación y lucha social: la participación de la
subalternidad. ………………………………………………………………………………..63
III. Medición y Validación de hipótesis. …………………………………………………78
Conclusiones. ………………………………………………………………………………..81
Bibliografía. …………………………………………………………………………………..85
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Capítulo I
1. Naturaleza ideológica y política de la guerra independentista
El colonialismo decimonónico, característico del Imperio español en suelo americano y
caribeño, tenía un trasfondo no solo ideológico sino principalmente político para
justificarse como instrumento fin, por medio de un gobierno absoluto y monárquico.
Este orden social, así como su institucionalidad político-burocrática y funcional
gravitaban en una especie de mando piramidal, en cuya cúspide aparecía la figura del
rey rigiendo desde la metrópoli a través de sus virreinatos y demás autoridades; todo
en extremo jerarquizado:
De ahí, que debajo de la figura principal del monarca, en orden descendente, el
Consejo de Indias, las audiencias de América, los virreyes, los cabildos y los tribunales
reales y una cadena de funcionarios políticos y fiscales que iban desde los capitanes
generales, los gobernadores y los corregidores, hasta los alcaldes, los escríbanos y los
alguaciles3.
Además, de tratarse de un régimen segregacionista tenía estrecho vínculo con la
Iglesia Católica como aparato hegemónico y representativo de cultura y doctrina oficial
del Estado, siendo a la vez maquinaria coercitiva bajo el uso de Tribunales de la Santa
Inquisición; era pues, lo propio y característico del Antiguo Régimen (Ancien régime).
“Todo lo cual, marcaba institucional y políticamente una clara sociedad divida entre
opresores y oprimidos, o igualmente, “ellos” y “nosotros”, una clase social “noble”
civilizada y, otra, “salvaje”, según la acentuada división que al respecto plantea el
Prócer Francisco José de Caldas a través de su Semanario del Nuevo Reyno de
Granada (num. 2, 10 de enero de 1808, pp. 10-11)”4.
La abolición material y, por tanto, el fin de esta estructura imperial, en términos de
autoridad o poder por dominación (Weber5) son las premisas que en mente del
Libertador buscaba articular a través de la teoría y la acción políticas, tendiente a la
consecución de su tesis emancipadora, para de esta manera lograr el reconocimiento y
avance progresivo de su movimiento independentista, cuyo objetivo central era
alcanzar la soberanía nacional y, la justicia social:
3 Jaramillo Uribe, Jaime, Manual de Historia de Colombia I, Instituto Colombiano de Cultura, I. La administración colonial, Bogotá, 1978, p. 351. 4 Todos los habitantes (cerca de tres millones incluso los bárbaros) de esta bella porción de la América se pueden dividir en salvajes, y en hombre civilizados. Los primeros son aquellas tribus errantes sin más artes que la caza y que la pesca, sin otras leyes que sus usos, que mantienen su independencia con su barbarie, y en quienes no se hallan otras virtudes que carecer de algunos vicios de los pueblos civilizados (…). Los segundos son los que unidos en sociedad viven bajo las leyes suaves y humanas del monarca español. Entre estos se distinguen tres razas de origen diferente el indio indígena del país, el europeo su conquistador, y el africano introducido después del descubrimiento del Nuevo Mundo. Citado por Mauricio Nieto Olarte. En: El gran libro del Bicentenario, editorial Planeta, Bogotá D.C. 2010. p. 42. 51.2.4. Max Weber y la dominación social. En: http://www.eumed.net/tesis-doctorales/2012/lsg/max_weber.html (Consultado, 25 de octubre de 2016).
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“¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse en calma! Trescientos años de calma, ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana; vacilar es perdernos”6.
Pero, ¿cómo resolver de fondo la cuestión inherente de la Independencia mientras persistían unas condiciones de dominación a perpetuidad por el Imperio?
Para Bolívar este estado de cosas hacía imposible sino inviable, cualquier estrategia
fundadora y más o menos sólida, por garantizar el ejercicio político de la soberanía
nacional en manos del pueblo, que, -según, el Libertador- no es ilimitada tras la
sucesión del Estado monárquico a un Estado-nación y, simultáneamente, la
refundación social del principio de justicia, que apuntara a legitimar uno más o menos
distributivo (en términos de lo justo o correcto, según Aristóteles). La alternativa
ideológica y política era cambiar el viejo modelo tiránico y, hacer realidad las
condiciones de una revolución nacional-liberadora tendiente a transformar socialmente
un nuevo estado de cosas en circunstancias de legitimidad política, liberal y
republicana; eran pues, las máximas bolivarianas.
No menos, en interés del pueblo y para el pueblo y, baja la consigna del Libertador:
“(…) Debemos triunfar por el camino de la revolución y no por otro”7.
Es decir, la opción ideológica y política no era otra que, recurrir a los métodos de la
violencia, en el entendido de tratarse de un mecanismo legítimo sino propio del derecho
natural por medio de la guerra revolucionaria anticolonial e irregular. Bolívar había
jurado desde temprana edad, combatir por la liberación de Suramérica8. No era de
dudar, que este acto lo hace, pensando que la vía pacífica no tenía ningún sentido,
más por el conocimiento que tenía, especialmente, de la Revolución inglesa y francesa,
como así lo hace ver en su Discurso de Angostura.
Como dijera en su momento Marx la violencia es la partera de la historia; de ahí, que
eliminar el régimen monárquico a la fuerza, generó necesariamente en Bolívar un
proceso dialéctico de transformación en la antigua sociedad y, el Estado hispánicos
hacia un modelo estatal moderno y radicado en la Nación soberana9.
6 Fragmento del discurso ante la Sociedad Patriótica, 4 de julio de 1811. En: Liévano A, Indalecio, Bolívar, editorial La Oveja Negra, Medellín, 1971, p. 78. 7 Shulgovski, Anatoli, Bolívar y la guerra de liberación. Ensayos políticos acerca de Simón Bolívar, Ediciones Anfictiónicas, Caracas, 2000, p. 23. 8 Fue un acto propio, realizado en el Monte Sacro (1805). 9 Resulta acertado lo que al respecto plantea Foucault acerca del nacimiento del Estado moderno, especialmente y, lo que implica el ejercicio del poder y su funcionamiento: Cabe recordar aquí los principios que animan los análisis de Foucault respecto al poder: 1. No se trata de elaborar una teoría del poder que dé cuenta de ¿qué es el poder?, sino una analítica del poder que aborde su funcionamiento y los mecanismos a través de los cuales se ejerce, 2. El poder es una relación de fuerzas; 3 El poder no se
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A la sazón, circunstancias materiales y determinantes de orden histórico y político,
condujeron para que El Libertador no hallara otra alternativa que recurrir a la vía
armada; él mismo, precisaría que “fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de
nuestros sucesos”10 y, por tanto, la misma guerra, la consideraba como un acta de
ciudadanía. Luego, de alguna manera debía mediar una justificante ideológica y praxis
política para que el proceso revolucionario bolivariano tuviera sentido y, esto, como
bien lo aborda el profesor Pablo Guadarrama:
“Es evidente que las formas ideológicas prevalecientes en los inicios de las luchas
independentistas latinoamericanas a principios del siglo XIX, recién influidas por las
ideas de la ilustración y las revoluciones burguesas del XVII y el XVIII en Europa y
Norteamérica, lógicamente tendrían muy arraigadas las manifestaciones propias del
humanismo abstracto típico de ese tipo de transformaciones donde los sectores
populares se verían de algún modo representados por una pujante burguesía frente a
los poderes feudales”11.
La guerra de Independencia, aparejaba como sus grandes paradigmas, según Bolívar
derivado de las virtudes republicanas, tanto la justicia material consistente en la
supresión gradual de las profundas diferencias de clases y, por lo mismo, la libertad
absoluta de los esclavos; fueron constantes políticas y máximas aspiraciones de
cambios sociales, dando muestras de un humanismo impregnado de justicia social a
favor de aquellos12.
La dinámica y la confrontación en que se desarrollan las acciones de guerra
independentista y, simultáneamente, el efecto reaccionario español, hacia cada vez
que esta fuera calificada por el mismo Bolívar, no solo como justa (Ius ad bellum) en
torno al empleo o uso de la fuerza y legítima en términos del Derecho Internacional de
Gentes (Ius gentium o Jus gentium13), sino también en la visión política del Libertador,
posee, sino que se ejerce. 4. No se irradia desde un centro, sino que es difuso y reticular recubriendo todo el campo social y 5. El poder es productivo, es decir, no reprime, ni silencia, sino que hace hablar, el poder produce discursos (saberes) y prácticas, sujetos y corporalidades. http://astrolabio.phipages.com/storage/.instance_19324/astrolabio_vol11.2_art_03.pdf (Consultado, 15 de septiembre de 2016). 10 Shulgovski, Anatoli, Op. Cit. p. 23. 11 Guadarrama, Pablo, Pensamiento filosófico latinoamericano. Humanismo, método e historia, Colección de Sur a Sur dirigida por Francisco Gómez y Antonio Scocozza, Editorial Planeta Colombia S.A. Bogotá D.C. 2014, tomo I. p. 280. 12 Por principios éticos y naturales, como un convencido reformador social, El Libertador inicialmente, declara la manumisión de sus propios esclavos. Luego, en carta de 1816 dirigida al General Arismendi expresamente alude a la libertad general de los mismos y, para 1819 en su mensaje al Congreso de Angostura: “(…) yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República”; Bolívar, S. Discurso de Angostura. En: Pensamiento Político de Simón Bolívar, biblioteca Bicentenario, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Bogotá, 2010, volumen 5 p. 78. 13 Era una constante en El Libertador, que la guerra revolucionaria se tornaba gradualmente justa, en términos políticos y jurídicos contra la monarquía absolutista española, a partir del Derecho Internacional de Gentes y, por medio de grandes publicistas, como Grocio y de Vattel, entre otros, lo cual no solo le daba un reconocimiento de legitimidad sino de humanismo a la declaratoria de su guerra irregular.
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al percibir que la lucha liberadora trascendía fuera de las fronteras locales, y ya no era
solo en términos militares contra España sino también en el orden sicológico y
mediático a través de sus amenazas, contra la potencia del Norte:
“Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si
todo el mundo la ofende”14.
Esa visión y uso de la guerra independentista comportaba, igualmente que tenía una
finalidad común: hacer de medio lícito y favorable para el logro final de un estado de
cosas en paz social y establemente e institucionalmente desde la perspectiva política
generar los espacios para consolidar un ambiente real de integración entre las nuevas
naciones.
Estas derivaciones necesarias de la confrontación ideológica y armada, como veremos
más adelante, nos ayudaran a darle sentido argumentativo y un entendimiento
razonable a la solución del presente trabajo.
Por ahora, pretendemos darle contexto y relevancia a la cuestión ideológica y política
sobre la que se sustentaba la guerra de liberación nacional, pues no se trató de
cualquier proceso emancipador, máxime cuando la confrontación de fuerzas en el
plano militar estricto sentido, no guardaba la misma proporción cuantitativa y cualitativa,
dado que, se trató de un conflicto entre beligerantes irregulares como sucedía, en el
caso de las fuerzas patriotas y, regulares en la situación del Estado monárquico
español. Mucho más, cuando el Imperio tuvo en práctica el no reconocimiento de
beligerantes al ejército patriota, salvo lo acontecido en los Tratados de Trujillo en el que
el Libertador fue reconocido como Presidente de la República.
También, en el marco de las ideas propias de la guerra independentista, cobra vigencia
permanente la concepción de un pensamiento moderno y amplio, ajeno de
dogmatismos, pero sí fundado en términos razonables y persuasivos con los ideales de
desalienación y emancipación del hombre americano en condiciones de dignidad e
integralidad15 y, libre de cualquier prejuicio de orden social o humano. Es lo propio del
carácter evolutivo y de formación continua en Bolívar.
Bolívar, contrario al desprestigio y la falsa opinión dada por el Imperio español acerca de su proyecto emancipador, con su formación de internacionalista público fue un promotor de este derecho: “En las guerras civiles es donde el derecho de gentes ha de ser más estricto y vigoroso”, según documento dirigido a sus Generales, Sucre, Briceño y Gabriel Pérez el 23 de noviembre de 1820. En: Arizmendi, P. Octavio y, Gómez, B. Carlos, Así pensaba Bolívar, Planeta Colombiana Editorial S.A., Bogotá, 2000, p. 125. Acerca de lo puntual del derecho de Gentes, tendremos la oportunidad de ahondar en el presente trabajo. 14 Esto se extrae, justamente de un documento enviado por Bolívar a Bautista Irving agente de los
Estados Unidos de América, el 7 de octubre de 1818. En:
https://martinher85.wordpress.com/tag/libertador-simon-bolivar-al-sr-irvine/ (Consultado, 15 de
septiembre de 2016). 15 Esta tesis resulta validada, a partir de lo planteado por el profesor Guadarrama: “El espíritu de la
ilustración le esclareció (a Bolívar) la visión lo suficiente para emprender su labor emancipatoria imbuida
del más arraigado humanismo, pero despojado de la mayor posible indumentaria de idealizaciones
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Tanto que él, como buen estratega supo mezclar la política y la guerra como
fenómenos estrictamente sociales, y en lo que denomina Clausewitz al referirse a la
guerra: “es la continuación de la política por otros medios”16. Y dado que, su adversario
el Imperio español, era para ese momento una gran potencia mundial, con una vasta
fuerza ideológica, militar y, política.
Al predicarse igualmente, que tanto la política como la guerra resultan inseparables
para Bolívar por las razones sociales y coyunturales conocidas, pudiéramos
dimensionar siguiendo aquella máxima, y conforme su tesis justificante de la guerra,
principalmente, de acuerdo con el Derecho internacional de gentes, que esta encuentra
su legitimación fundamental a partir del mismo Derecho natural.
Por lo menos, esa postura del Libertador, vendría a tener su mayor sustento, según
Foucault que decía: “la política y la guerra son inseparables, que la política es la misma
guerra, sólo que llevada a cabo con otro tipo de armas (el derecho) y que las relaciones
de poder en el interior de una sociedad son aquellas que se han establecido en la
guerra y por la guerra. El derecho no haría otra cosa que legitimar una relación entre
vencedores y vencidos como resultado de la guerra”17.
Incluso, también fue favorable a los intereses de la causa de Independencia la
decadencia sucesiva en términos de legitimidad y consolidación política en lo que
respecta con la crisis institucional de la monarquía y, a favor, de la consolidación
paulatina de la República como imaginario del realismo político bolivariano:
“La Monarquía española habilitó en América los cimientos de una cultura republicana.
La revolución de independencia quiso convertir en forma de gobierno lo que no era sino
un ethos cívico. El concepto de república sufrió entonces numerosas amalgamas y
tensiones con conceptos que lo ayudaron a definirse en ruptura con todo referente
monárquico: Guerra, federación, nación, ciudadanía, opinión pública, democracia,
etc.”18.
Ahora, dada la naturaleza ideológica y política del proceso bolivariano, y tratándose de
una guerra liberadora, o guerra de guerrilla como veremos, su legitimidad suponía
gradualmente levantar y consolidar la revolución que se movía como péndulo entre las
estériles, que lejos de coadyuvar podrían entorpecer su misión. Y para evitar todo tipo de
hiperbolizaciones sobre las “bondades naturales” del hombre, Bolívar situaba su propia persona como
objeto permanente de reflexión autocrítica. A través de ese autoanálisis y de la valoración frecuente y
compartida de los hombres con los cuales era necesario desarrollar aquella epopeya, partía del mismo
presupuesto que inspiró a Martí posteriormente, al considerar imprescindible hacer la revolución con los
hombres tal como son y no como deberían ser”. En: Guadarrama, Pablo, Op. Cit. p. 246. 16 Op. Cit., p. 31. 17 Castro-Gómez, Santiago, Historia de la gubernamentalidad. Razón de Estado, liberalismo y neoliberalismo en Miche Focault, Siglo del Hombre editores, Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, Universidad Sato Tomás, Bogotá, 2013, p. 124. 18 En Olano García, Hernán Alejandro. La Constitución de Bayona precursora del constitucionalismo Hispanoamericano. Ediciones Academia Colombia de Jurisprudencia Colección Portable, Bogotá D.C. 2014, p. 22.
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viejas estructuras coloniales y su necesaria sustitución, por una parte y, la expectativa
por consolidar un ambiente de paz estable y duradero basado en la justicia social, así
como, edificar estatalmente unas condiciones de madurez política y soberana, bajo un
marco de gobierno republicano, por otra.
Al hacer alusión al carácter revolucionario y auténtico del movimiento liberador, en
principio, implicaba siguiendo la tesis del profesor Pablo Guadarrama González
entender teleológicamente que, “la lucha por la independencia no podía, en modo
alguno, limitarse a un simple cambio en los protagonismos de las élites políticas de
dirección y de esto se percataron la mayor parte de los que impulsaron dicho proyecto
al considerar que debía ser un proceso revolucionario con los logros que estos pueden
alcanzar pero también con los peligros que siempre le acechan”19.
De otro lado, El Libertador concebía las razones y efectos del proceso revolucionario y,
especialmente, su carácter irreversible y, hasta cierto punto, inmanejable en algunas
circunstancias como sería en el aspecto de la libertad:
El impulso de esta revolución está dado, ya nadie lo puede contener y lo más que se
podrá conseguir es darle una buena dirección. El ejemplo de la libertad es seductor, y
el de la libertad doméstica es imperioso y arrebatador. Yo creo que sería muy útil
ilustrar la opinión de esos hombres alucinados por su propio interés y a quienes su
verdadero interés debe desengañar20.
“La revolución es un elemento que no se puede manejar. Es más indócil que el
viento”21.
Al fin de cuenta, la revolución como fenómeno social y dialéctico, puede considerarse
como la transformación violenta de un orden de cosas opresivo e injusto22. Pero, no es
menos que, como en el caso revolucionario bolivariano, este lleva imbuida la naturaleza
de una guerra civil con objetivos políticos claros y definidos en condiciones de ideales
de lucha, traduciéndose, sin duda, en aquellas “guerras de descolonización”, “(…)
desarrolladas con la intención de sustraer a un territorio de la soberanía ejercida sobre
el mismo por una metrópoli distante”23.
En aras de contar con una visión general acerca de la “guerra civil”, como un conflicto
cuyo ámbito o radio de operación, corresponde al desarrollado dentro de las fronteras
19 Guadarrama, Pablo, En Democracia y derechos humanos visión humanista desde América Latina, Penguin Random House Grupo Editorial, Bogotá D.C., 2016, tomo 1, p. 439. 20 Así lo exponía Bolívar al Vicepresidente Santander (mayo de 1820), en un momento en que el proceso revolucionario americano estaba ad portas de su consolidación final. En: Arizmendi Posada, Octavio y, Gómez Botero, Carlos. Así pensaba Bolívar. Las mejores frases del Libertador presentadas por temas. Planeta Colombiana Editorial S.A., Bogotá 2000, p. 244. 21 Op. Cit. ibídem. 22 www.servicioskoinonia.org/biblioteca/general/FreirePedagogiadelOprimido.pdf (Consultado, 15 de
septiembre de 2016) 23 Waldmann y Reinares, citados en: Vargas, Alejo, “Las Fuerzas Armadas en el conflicto colombiano, antecedentes y perspectivas”, Intermedio Editores, 2002, Bogotá D.C., p. 62.
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internas de un Estado, resulta pertinente consultar sus características en la América
Latina a mediados del siglo XIX, a través del Diccionario para el pueblo de Juan
Espinosa (editado en 1855): “en las guerras civiles, políticas o religiosas, se enardecen
más que en las de nación a nación las pasiones iracundas del hombre24”.
Por la importancia de la noción de “guerra civil” –y muy, a pesar que no es el objeto
central del trabajo-, sí es conveniente, traer a colación que esta presenta una
jerarquización en punto con su calificación y legitimidad: rebelión, insurgencia y,
beligerancia. Esta última, incluso, sería la que da el status para definir la “guerra civil”
como una guerra internacional a la luz del Derecho de Gentes y, según, Castren
consultado por Posada Carbó.
De ahí, que el concepto de guerra civil, no deja de restar importancia y connotación
política, un tanto similar con el de “revolución”; en uno y otro caso, está la participación
de la masa popular. Bolívar incluso, reconoce la magnanimidad de la Revolución
Francesa sino también su decaimiento. Luego, la guerra civil y la revolución son dos
conceptos indistintos a la hora del levantamiento en armas, pero muy comunes para
caracterizar y darle sentido político al proceso de liberación colonial.
Muy a pesar de la validez categórica, de contenido sustancial y, legitimidad desde el
punto de vista teórico y praxis político relativo con la guerra revolucionaria
suramericana, Bolívar como su máximo inspirador, fue objeto de severo
cuestionamiento en tal sentido, incluso, por el presidente James Monroe:
“El conflicto no presenta el aspecto de una rebelión o insurrección, sino más bien el de
una guerra civil entre partidos o bandos cuyas fuerzas están equilibradas y son mirados
sin preferencia (…)”25.
No resultaba sorprendente que la potencia del norte, estuviera atenta a los
acontecimientos sucesivos y favorables del proceso independentista y, por obvias
razones ya los Estados Unidos de Norte América comenzaban las prácticas políticas
neocoloniales sobre las naciones suramericanas por medio de la conocida Doctrina
Monroe: América para los americanos. En cierta medida, para el Libertador habiéndose
quitado el yugo español, la amenaza latente estribaba a futuro en los planes
imperialistas de este país e Inglaterra, principalmente; así, en medio del júbilo
bolivariano por la realización del Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826 (tal como
tendremos la oportunidad de analizar), el país del norte no fue invitado, cuestión que sí
contrarió el propio Vicepresidente Santander. 24 En: ¿Guerra Civil? El lenguaje del conflicto en Colombia, Posada, Carbó, Eduardo, Alfaomega Colombiana S.A., Bogotá D.C. 2001, p. 1 s.s. Y, precisa: “La costumbre aplica el nombre de guerra civil a toda guerra entre miembros de una misma sociedad política (…) si la guerra es entre un cuerpo de ciudadanos de un lado y el soberano y quienes les son leales del otro, nada más se necesita para que la insurrección adquiera el título de guerra civil… sino que los insurgentes tengan una causa para levantarse en armas”, en Emmerich de Vattel, “Civil War”. 25 Mensaje presidencial al Congreso americano (diciembre de 1817). Bolívar: Pensamiento precursor del antimperialismo, Pividal, Francisco. Premio Casa de las Américas 1977 (Ensayo), La Habana, 1977, p. 12.
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Por algo sentenció Bolívar, en una célebre frase para la historia política de las ideas:
“Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar de miseria a la
América en nombre de la libertad”26.
Pero, ese no era el único desprestigio que hacía referencia expresa a cualquier ideario
o movimiento pro-Independencia, más cuando -dijimos- el proceso revolucionario
bolivariano tenía sustrato y raigambre políticas a partir de los fundamentos ideológicos
de la Revolución francesa y la Revolución haitiana, entre otros:
“La historia del mundo nos dice que las conmociones de los pueblos han venido todas
a someterse a un orden fuerte y establece. Ud. Vio esa revolución de Francia, la más
grande cosa que ha tenido la vida humana, ese coloso de las seductoras ilusiones,
pues todo esto cayó en el término de ocho años de experiencias dolorosas”27.
Tanto así, que en medio de la campaña mediática y de presión sicológica, a más de
violencia física sobre cualquier oponente en términos de la dominación española (como
en el caso sui géneris, de José Antonio Galán, líder de la Revolución Comunera), el
régimen monárquico, hizo eco de la prensa local a nivel del virreinato de la Nueva
Granada, para poner en tela de juicio la colosal obra humana y política derivada
justamente de la Revolución Francesa:
Según, Renán Silva para el Papel periódico la Revolución es, de principio a fin, un
acontecimiento lamentable cuyo producto natural es la anarquía. La desaparición del
soberano no puede tener otro significado que el de la desaparición de todo orden,
siendo una situación que ha colocado a millares de almas en las más grande miseria y
confusión. Se trata de un “pueblo-niño” culpable de un enceguecimiento temporal en
medio del cual ha pasado por la guillotina a su Rey, y ahora tiene que proceder,
confundido, “sin saber cuál es el padre de la patria, y a quién debe ocurrir para el
remedio de sus necesidades”28.
Este par de circunstancias políticas y, un tanto de orden históricas, es decir, la postura
estadounidense y la perspectiva de la Revolución francesa, a manera de digresiones,
nos sirven para darle mayor sustento e importancia al proceso de Independencia
nacional en cabeza del Libertador siendo su principal líder.
26 "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad". CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL CORONEL PATRICIO CAMPBELL, FECHADA EN GUAYAQUIL, 5 DE AGOSTO DE 1829 http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/buscador/spip.php?article3309 (Consultado, 2 de diciembre de 2016)
27 Arizmendi Posada, Octavio y, Gómez Botero, Carlos, Op. Cit. p. 244. 28 La nota corresponde al extracto del periódico oficial: El Papel periódico Tomo IV Número 130 con fecha 21 de febrero de 1794. En: Prensa y Revolución a finales del Siglo VVIII, contribución a un análisis de la formación de la ideología de Independencia Nacional, Silva, Renán, colección bibliográfica Banco de la República, Bogotá 1988, p. 132.
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De ahí, que fácilmente dicho proceso sí tenía un auténtico sentido y rumbo en teoría y
praxis políticas, pues estaba fundado sobre la base fundamental de una abierta guerra
de güerilla29, que corresponde en su exacta medida política e ideológica con la obra
bolivariana que tenía inmersa, por un lado, paradójicamente una clara y definida
concepción de paz como así demostraremos y, por otro, siendo esta máxima una de
las finalidades de un gobierno republicano, liberal y constitucional inspirado por el
Libertador. Esta cuestión, hace razonar que tanto la paz como la guerra, siendo en
principio categorías antagónicas como podría inferirse, para el proceso de construcción
política del “sistema de Gobierno más perfecto”30, a la final, no entran y, menos, están
en una aparente antinomia: hacer la guerra de liberación es la base para redimir un
orden de cosas tentativamente en paz y con cierta estabilidad política. Este aspecto
fundamental, puede hallarse, entre otros documentos, principalmente en el Decreto de
Guerra a Muerte.
Aspectos en la vida propia republicana, como el caudillismo, las pugnas internas de
orden ideológico y partidista, en especial, con su Vicepresidente Santander –afín a un
sistema político tradicional y de castas- derivado del viejo establecimiento español, per
se, fueron una constante a lo largo de la gran obra revolucionaria del Libertador y, que
en cierta medida malograron los cometidos políticos de unas condiciones sociales y
29 Sobre el tema, usamos el texto de Carl Schmitt intitulado “Teoría del Guerrillero” Observaciones al Concepto de lo Político, traducido de la primera edición de 1963 por Denes Martos. Es pertinente, desde el punto de la Ciencia Política distinguir que el alzamiento en armas por parte de Bolívar jamás fue reconocido por el Imperio español, como un acto noble y, menos, dársele la categoría política de “rebelde o insurgente”, justamente, su tesón y magnanimidad de Prócer desdicen la tesis española, al punto de reconocerse en las nuevas Repúblicas americanas, con el título de hombre de Gloria y Libertador. Su carácter y visión de guerrillero nos hace entender que en la práctica emuló el guerrillero de la guerra de guerrillas española, una vez se alza el pueblo (español) en 1808 contra Napoleón, al ser destituido el Rey Fernando VII. Por tanto, en referencia al texto citado, la lucha de liberación nacional emprendida por El Libertador tiene pleno encuadre teórico y praxis político, con la máxima: El guerrillero lucha de modo irregular, tanto que (Bolívar) planifica y ejecuta una forma de organización jerarquizada, políticamente estructurada en términos de ideas o teorías y, militarmente disciplinada y pluralizada pues a la cabeza estaba El Libertador y todo su Estado Mayor, aunado que en sus filas milita desde hombres humildes e intelectuales, hasta la élite criolla pasando por individuos de raza blanca, negra, mestiza, uniéndose, incluso, militares extranjeros, como Perú de Lacroix, y otros más. En síntesis, se trata de una organización que deriva de su tiempo moderno, incluso, que en medio de altibajos en pleno siglo XIX logra abanderar nuevos movimientos emancipadores, un caso, particular el de José Martí en su lucha por la liberación nacional de Cuba, frente al Imperio español y, las nuevas amenazas de la potencia del Norte. 30 El planteamiento bolivariano buscando fundar un nuevo orden sociopolítico y, con este una nueva institucionalidad revolucionaria ajena de cualquier gobierno déspota y arbitrario, se consigna, a partir del Discurso de Angostura de 1819, en momentos en que el proceso emancipador prácticamente se hallaba en su máxima cumbre: “El sistema de Gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”. En: Pensamiento Político de Simón Bolívar. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Biblioteca Bicentenario volumen 5, Director de la Colección; Sierra, Mejía, Rubén, Bogotá D.C. 2010, p. 77.
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estatales en plena paz, pues, también era una de sus máximas: “la paz, mejor que la
guerra”31.
A la sazón, las categorías políticas de guerra y paz fueron una constante para equilibrar
y madurar cualitativamente el proceso revolucionario, pero también, sirvieron para
medir y rectificar las derrotas en términos militares y políticos.
Su concepción de paz, como veremos, originariamente, está sustentada en un marco
institucional y político, surgido en una identidad entre teoría y praxis políticas, que a la
final no es otra cosa que la traducción ideológica de una acertada razón de Estado32.
Muy a pesar, de la escasa cultura política imperante en el medio social, y en particular,
ex ante a la declaratoria oficial de Independencia, a partir de 1810 a nivel de las
colonias americanas, el auge y la corriente de esta, de ahí en adelante dieron vida en
forma paradoja a un mosaico de ideas políticas liberales y modernas, en señal de todo
un movimiento plural de manifestaciones en ese sentido: constituciones políticas,
centros de debate a nivel de órganos legislativos, declaraciones públicas a favor de la
democracia, el auge de la opinión pública y la prensa escrita, además, de la presencia
pública de un buen número de caudillos y, personajes reconocidos que, como Bolívar,
en palabras de su Maestro, Simón Rodríguez: “encabezó la guerra de independencia,
fundó la República y permaneció fiel a los ideales de libertad”33.
31 Arizmendi Posada, Octavio y, Gómez Botero, Carlos, Op. Cit. p. 208. 32Es pertinente, hacer uso del entendido de Razón de Estado, a partir, de su concepción por parte de Michel Foucault, en lo que significó en términos modernos, la “crisis” del Imperio español, es decir, en lo político, económico y militar, especialmente. De ahí, que las relaciones entre los Estados dejan de percibirse en términos de herencias dinásticas de territorios, para pasar a ser concebidas en términos de competencia: Ese paso de la rivalidad dinástica a la competencia de los Estados es sin duda una de las mutaciones más esenciales en la formas, tanto de lo que puede llamarse la vida política como en la historia de Occidente (…) La materia prima, el objeto y al mismo tiempo el principio de inteligibilidad de la razón política ya no sería el incremento de territorios, sino el crecimiento de las fuerzas del Estado. Castro-Gómez, Santiago, Op. Cit. p. 122 s.s. 33 biblioteca.clacso.edu.ar/Cuba/if-mctma/20110427093421/4.pdf (Consultado, 15 de septiembre de
2016). El 4 de abril de 1811 se expide la primera Constitución, denominada la Carta de Cundinamarca,
documento excepcional que recogió el querer de los miembros de la Junta Suprema creada luego del
grito de independencia del 20 de julio de 1810 de reclamar su ejercicio de la soberanía, deponer a las
autoridades y desconocer cualquiera, que no fuese la de Fernando VII, a quien juraron vasallaje y
ofrecieron asilo para gobernar desde Santa Fe, según, el académico Hernán Alejandro Olano G.
Además, se promulgó la Carta Política del Estado Tunja de 1811, entre otras. El surgimiento formal en
1811 y, a iniciativa de Bolívar de la Sociedad Patriótica: como centro de luces y de todos los intereses
revolucionarios. Asimismo, el cubano, Manuel del Socorro Rodríguez publica el primer periódico de la
Revolución de 1810 denominado La Constitución Feliz. En su único número (17 de agosto de 1810),
señala, entre otras cosas: descendió al abismo la horrenda esclavitud y bajó del cielo la dulce libertad;
amaneció la brillante aurora de la felicidad común y huyeron al ocaso… los negros espectros de la tiranía
y el despotismo. A iniciativa de El Libertador se formaliza el Decreto a Muerte contra españoles y
canarios (surgido en 1813) y, su Carta de Jamaica como documento público a manera de proclama y
referente político de guerra independentista; documentos que serán objeto de análisis en el presente
trabajo. Entre otros líderes pro independencia, encontramos, oportunamente, a Francisco Miranda y
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Por tanto, las categorías de Paz y, de Integración, al constituirse necesariamente en
procesos de desalienación y emancipación, para Bolívar representan en su conjunto
unas premisas que en últimas garantizaron en concreto la construcción política tanto de
la soberanía nacional y, la justicia social. La condición sine qua non para la Integración
residía en un estado de cosas en Paz y, a la vez, se tornaba restrictivo e inane tanto
desde el punto de vista teórico y praxis política desarrollar las categorías de la
soberanía y la justicia social, sin que de por medio la Paz y la Integración fueran una
realidad política inherentes con los ideales bolivarianos del republicanismo y liberalismo
político.
De ahí, resulta una paradoja reconocer que, la guerra de Independencia, aparejaba la
consecución material de unos fines sociales y políticos, como son la Paz y la
Integración de los Estados americanos. Era una concepción del pensamiento
humanista y demo-liberal bolivariano. Fueron de paso, la Paz y la Integración unas
causas constantes y con sentido altruista.
Digamos finalmente que, no es menos cierto que la guerra revolucionaria tuvo en
esencia un carácter ideológico y partidista en términos de una clara visión política, dado
que fue un lugar común el hecho que deponer el régimen colonial y, dar paso gradual a
uno republicano llevó implícito una permanente batalla de ideas tras legitimar, v. gr. que
el uso de las armas tenía un sentido más allá de la guerra por la guerra y, en la cual,
como dijimos, jugó papel preponderante las normas del Derecho Internacional de
Gentes34.
El propio Bolívar, bajo este sustento jurídico, predicaba que su guerra revolucionaria, la
hacía principalmente, por libertar a mi patria en un sentido altruista y de realismo
político, como también en estricto orden, revolucionario; y fue una cuestión, no fácil de
divulgar a través de proclamas y textos escritos (periódicos) no solo en el marco
espacial de la antigua América hispánica sino también al interior de la metrópoli35.
Era, pues, aquella reforma de la sociedad a iniciativa y dirección del Libertador y, que
nunca se había intentado según proféticas palabras del Maestro, Simón Rodríguez.
Antonio Nariño ambos firmes luchadores contra el absolutismo y, enemigos de los peligros del
federalismo. 34 En las guerras civiles es donde el derecho de gentes ha de ser más estricto y vigoroso, exponía
públicamente Bolívar a los Generales Sucre, Briceño y Gabriel Pérez, en documento de 23 de noviembre de 1820. En: Octavio Arizmendi Posada y, Carlos Gómez Botero, Op. Cit. p. 125. 35 El Decreto de Guerra a Muerte (1813), es según, nuestro concepto, quizá, la fuente ideológica primigenia y el núcleo político básico, para comprender el sentido emancipador de la guerra revolucionaria; fue la carta de navegación para que Bolívar ante el mundo de los imperios (incluido, el español, a quien va dirigido), hiciera conocer esa antítesis entre guerra emancipadora y tiranía y de contera, que aquella se justificaba “necesaria” pues, es la más primitiva y la más inexorable, en términos del derecho natural. Tanto que, Bolívar en el desarrollo estratégico de la confrontación armada, utiliza aquel documento para aclarar que la guerra no está dirigida exactamente contra la “Nación” española, pues su lucha es de paz a la nación española y guerra de exterminio a su gobierno actual.
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De otro lado, -dijimos- que los medios y métodos en que la metrópoli impone su política
violenta y de progresiva servidumbre sobre los pueblos americanos, más en la
coyuntura política próxima a la consolidación gradual del proceso independista (1810 y
años siguientes), hace que se torne en imperativo que el Libertador, desarrolle y ponga
en práctica su reconocido Decreto a Muerte.
Vale aclarar que cuando el Libertador presenta como alternativa política el uso legítimo
de la guerra no lo hace bajo el convencimiento invencible de ser un método ciego o, tal
vez, simplemente, vindicativo; no. Su guerra -dijimos- además de ser el acta de
ciudadanía de Venezuela, tiene por tanto un trasfondo que él mismo, señala como que
“la guerra es el compendio de todos los males, la tiranía es el compendio de todas las
guerras”36.
Una especie de razonamiento por analogía, muy bien construido desde el punto de
vista argumentativo y, principalmente a partir del discurso ideológico y político de
Bolívar.
Todo parece indicar que, de acuerdo con la evolución y degradación de la guerra por
parte del Imperio español, la reacción bolivariana no se hizo esperar y, por ende, se dio
una especie de Ley del Talión, como simple mecanismo de legítima defensa. No: más
que una cuestión de un aparente y arbitrario fuero interno u odio visceral contra
aquellas prácticas, la cuestión en términos políticos e ideológicos tiene un trasfondo
complejo, legítimo y, por tanto, necesario; (Bolívar) con su guerra a muerte, aspira en
efecto a sentenciar a los españoles como criminales ante el género humano (Cuevas
Cancino37). Y esto es producto, a juicio de El Libertador del desconocimiento
injustificado (por España) del derecho de Gentes (sobre el cual, dijimos, tiene asiento y
legitimidad la guerra de guerrillas bolivariana), lo que lleva implícito dos “crímenes”: que
han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones
y los tratados más solemnes (ídem).
Al respecto y, a pesar que no es tema del trabajo, es preciso indicar a manera
complementaria que, la “infracción” tanto a las capitulaciones como a los tratados,
guarda relación jurídica y hasta cierta forma política, con el episodio en el cual el prócer
Francisco de Miranda (1811) “capituló” de buena fe, en representación de la República
de Venezuela con el Imperio español y, este finalmente, lo engaña, y en definitiva, ser
entregado por Bolívar a la propia metrópoli.
36 Bolívar Internacionalista. Ensayo preliminar, Francisco Cuevas Cancino. En: Bolívar. Homenaje en el sesquicentenario de su fallecimiento. 1830-17 de diciembre-1980, Ediciones Tercer Mundo, Ediciones de las Américas Secretaría General Organización de los Estados Americanos, Bogotá, 1980, p. 20. 37 En consecuencia, y al regresar de Haití, en 1816, Bolívar proclamó inmediata y unilateralmente el fin de tan infausta guerra. “El derecho de la guerra (dijo) recobra todo su vigor… pues la guerra ha cambiado y con ella los motivos de odio”. En adelante, su política estribará en “cortar para siempre los abusos que introdujo la especie de guerra que nos vimos obligados a adoptar” en años anteriores, vencer a sus enemigos, no destruirlos, es desde entonces su apetencia (…). En: Cuevas, Cancino, Francisco, Op. Cit. p. 23.
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En Bolívar, todo hace pensar que existía una profunda y latente contradicción entre su
concepción teórica-normativa y, lo que desarrollaba en el ejercicio práctico de sus
acciones políticas y de liberación; no es así y, quizá es la perversa concepción
ideológica y política que se tiene acerca de este asunto, derivada especialmente, de la
animadversión por parte del gobierno estadounidense38, quien entre otras cosas, daba
apoyo militar al Imperio español en plena efervescencia del proceso emancipador.
La práctica de la guerra por parte del Libertador no solo tiene visos sui géneris a partir de su convencional ejercicio material y, conforme los lineamientos doctrinarios que hemos analizado, sino principalmente, cumplió a la final con su objetivo fundamental: hacer la revolución anticolonial y realizar una transformación social en la mentalidad de los pueblos y las naciones con tintes en principio, democráticos y republicanos. 2. La concepción de paz y su legitimidad derivada de la guerra independentista
Bolívar, en principio, con apego a los principios demoliberales y, en especial, con su
visión republicana de la sociedad y el Estado, su paradigma de una nueva Nación, es
firme en pensar y hacer realidad políticamente un estado de cosas en paz, en medio de
las vicisitudes del viejo sistema monárquico, cuestión que no resulta del todo fácil, ante
las diferencias y las confrontaciones ideológicas y caudillistas.
Aunado a lo anterior, desconfía en términos ideológicos y políticos, con el accionar
neocolonial de otras potencias extranjeras que en la realidad práctica apuntaban, sin
duda, a reemplazar la hegemonía española, como en el caso de los Estados Unidos de
Norte América y, la Gran Bretaña, entre otros.
En términos de conveniencia socio-política, la paz no era viable en el terreno práctico y
real, mientras persistiera el statu quo dominador español. Es al mismo tiempo, otra
máxima bolivariana, lo cual hace suponer que la guerra sigue siendo viable y legítima
en los términos conceptuales, explicados. Tanto que no se contradecía desde el punto
de vista teórico-práctico, al advertir con severidad: “Combatimos, pero siempre
38 Al respecto Bolívar, reprocha públicamente al delegado estadounidense Bautista Irving, a mediados de
1818, a través de comunicación epistolar, una vez las fuerzas patriotas retienen dos barcos de bandera
americana, intentando introducir armas a los realistas españoles en Venezuela, una vez estas se hallan
sitiadas: “(…) Dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres que por tres siglos han derramado
la mayor parte de la sangre americana (…) No son neutrales los que prestan armas y municiones de
boca y guerra a unas plazas sitiadas y legalmente bloqueadas”. Según, Waldo Frank la respuesta gringa
no se hizo esperar, calificando a Bolívar de “¡General charlatán y político truhán!” En:
https://issuu.com/willgo777/docs/escritos-anticolonistas-20-6-13-web (Consultado, 15 de septiembre de
2016).
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ofreciendo la paz”, palabras que dijo el Libertador en 181439, según, recopila el profesor
Temístocles Salazar.
De otra parte, el Libertador estratégicamente concebía que la guerra revolucionaria
irregular, posibilitaría que la paz estuviera condicionada a la cuestión de la guerra de
emancipación y, es un aspecto sustancial ya abordado. Se trataba en principio de una
paz sobre la base de la libertad y, ajena de cualquier rasgo de tiranía. Tanto que, si
para el Libertador su máximo sueño de gloria era el logro de la libertad, con mayor
razón lo podía catapultar haciendo de la paz igualmente un ideal privilegiado sobre el
que se inspiraba el reconocimiento a futuro de la República de Colombia, cuestión que
desde el punto de vista de la praxis política fue resaltada por Bolívar en el Diario de
Bucaramanga, documento aporte fundamental de la historiografía de la Independencia
nacional:
“Contesten, pues, a esto los que han criticado mi negociación y entrevista con el
general Morillo, y que no olviden que en las ofertas de paz que se hicieron hubo, sin
embargo, de parte de los negociadores colombianos, un sine qua non terminante por
principal base, es decir, el reconocimiento previo de la República; sine qua non que nos
dio dignidad y superioridad en la negociación”40.
Es un aspecto a destacar desde el punto de vista de la historiografía política de la
Independencia nacional; así vemos lo hace evidente el Diario de Bucaramanga (la vida
pública y privada de El Libertador), lo cual en cierta forma le da validez y la merecida
importancia a su praxis política en lo correspondiente con el asunto teórico de la “paz”.
No es menos cierto que, Bolívar no confluye a precisar o dar con exactitud una
definición más o menos literal respecto de la cuestión de la paz. Sin embargo, a partir
de unas categorías suyas de carácter ético, humano, ideológico y político, e incluso,
discursivo, podemos aproximarnos a una concepción amplia y rica en este tema, bajo
el entendido que resulta ser una paz con sentido descriptivo y plural, no menos,
unívoca y sistemática frente a una realidad social bastante compleja y crítica en la que
se busca que aquella por lo menos, sea una alternativa política en lo que hace,
principalmente, con la vigencia política de los Principios de soberanía nacional y justicia
social.
39 El historiador Temístocles Salazar: “La paz fue un objetivo político de Simón Bolívar”. En: http://prensa.ula.ve/2014/09/30/el-historiador-temistocles-salazar-la-paz-fue-un-objetivo-politico-de simon-bolivar (Consultado, 28/02/2016)
40 Es decir, desde el punto de vista de la teoría y la práctica políticas de la República, Bolívar condicionaba de cierta manera, su existencia con la lucha por la paz, al punto que de resultar esta negociada con el Imperio español, como así sucedió, siempre la República tendría prioridad y, así lo advirtió en lo que se denominó la paz concertada con el General Morillo (1820). De Lacroix, Luis Perú, Diario de Bucaramanga, vida pública y privada del Libertador Simón Bolívar, Editorial Bedout S.A., Medellín, 1974, p. 111.
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En este orden, la paz se traduce en términos generales con la visión de un gran
proyecto transformador, cierto lugar común y esperanzador de una utopía a lograr con
el paso del tiempo:
“La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto es
precioso en el mundo41”.
Agreguemos también que, fue el mismo Bolívar quien se autoproclama un pazómano y,
así se lo hacía saber al Vicepresidente Santander en términos públicos42.
En el tema de la paz, Francisco de Paula Santander no fue el más cercano y fiel
seguidor; sus diferencias con el Libertador se acentuaban en la medida en que aquél,
era amigo de conservar cierto statu quo y privilegios de castas de acuerdo con el uso y
costumbre monárquicos españoles. Un punto, desfavorable en términos ideológicos y
políticos con el macro proyecto de desalineación y emancipación bolivarianos. No
obstante, merece reconocerse que, Santander participó directamente en muchas
batallas pro Independencia.
Una visión así de paz, no era concebible en estos términos para Bolívar mientras
subsistiera cualquier rasgo político de despotismo y dependencia políticas, pues, según
el profesor Salazar, el General concebía, en principio, una paz antihegemónica, aquella
que pusiera a las nuevas repúblicas emergentes y libres del yugo español, ajenas,
incluso, de cualquier otra forma de dominación en relación directa con otros imperios
principalmente, estadounidense, inglés, francés y alemán:
“¿Por qué anti-hegemónica la paz? –interroga- “porque lograr la paz en América significaba enfrentar la hegemonía de las grandes potencias europeas de entonces. No luchaba por una paz subalterna para poner a la América emergente como nueva colonia de los imperios europeos hegemónicos (el inglés, el francés y el alemán), sino por una paz lograda por las armas pero consensuada (como decía Bolívar, ‘ansiada’) para alcanzar la plena hegemonía republicana en estas tierras”43.
Asimismo, precisemos en punto con reforzar la tesis bolivariana:
Bolívar llegó a decir que él era “un hijo de la guerra”. Sin embargo, advirtió el historiador, "la paz dominaba su espíritu, la paz había adquirido un objetivo político más angustioso que la guerra. Bolívar creyó en la paz y la buscó como objetivo político a través de la guerra como instrumento político"44.
41 En Documento dirigido al Vicepresidente Santander, 30 de octubre de 1823. En: Arizmendi, Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 207. 42 Resulta apropiado traer a colación: Yo siempre tengo una idea confortativa de paz y reconocimiento, como Ud. lo sabe, y aun se ha reído a mi costa de mi pazomanía. Documento dirigido al Vicepresidente Santander, 29 de abril de 1823. Ibídem. 43 Salazar, Temístocles, Ibídem. 44 Temístocles Salazar, Ibídem.
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Ahora bien, en punto fundamental con un entendimiento apropiado y no restrictivo que
nos lleve gradualmente a la comprensión en cuanto que, originalmente, en El
Libertador surgió y, pudo concretarse un ideario original de paz, a manera de máxima
aspiración de transformación social y revolucionaria, y por tanto, de consolidación
política y paulatina de la República, debemos partir, a manera de referente ideológico y
político del análisis y contexto de las viejas estructuras monárquicas españolas;
paradójicamente, la monarquía tiene su propia concepción de paz Hispánica como así
veremos más adelante.
Por tanto, en el ideario de Bolívar se consolida y proyecta una exacta “Teoría de la
Paz”, que abarca no solo el ámbito nacional sino internacional, pues su ideal de guerra
independentista y de unidad continental latinoamericana, implicaba necesariamente
que las naciones guardaran cierta ligazón a partir de un modelo de pax bolivariana
tendiente a romper en definitiva la estructura férrea del Antiguo Régimen (Ancien
régime), caracterizado, -dijimos- por la opresión y la guerra imperial.
Es decir, para el Libertador la paz implicaba necesariamente rechazar a cualquier
forma de dominación y/o explotación colonial y neocolonial. Se trataba, ni más ni
menos, de hacer realidad la guerra independentista en su máxima expresión ideológica
y política.
No es para menos, que una concepción de paz en la forma sustentada y, en un marco
institucional y político novedoso, surge de una identidad necesaria entre teoría y praxis
políticas, cuya derivación no es otra que el resultado dinámico entre las tesis
ideológicas-revolucionarias y el proceso de desalienación y emancipación, al que
aspiraba el proyecto bolivariano.
Sencillo, el nuevo orden constitucional y jurídico derivado necesariamente del
advenimiento del Estado republicano debía realizar un proceso natural de destrucción
más no de extinción voluntaria (en este caso, difícil de afianzar o pensar que se hiciera
por la propia España, motu proprio dada su naturaleza hegemónica y colonial), en
relación con el antiguo orden institucional y político propios del régimen absolutista; una
especie de símil entre lo que planteara Engels tras la caída del sistema estatal burgués
y el paso, de la revolución proletaria. La visión bolivariana no era simplemente, la de
mutar las viejas instituciones coloniales y, remover su administración política; la
cuestión iba más lejos: especialmente, darle la adecuada educación y participación a la
masa popular, tendientes a crear condiciones políticas favorables en procura de las
riendas que debían adoptar para el logro permanente de la soberanía nacional y, de
contera, abrir espacios para consolidar la vigencia de la justicia social y los derechos
humanos, entre otros asuntos de naturaleza humana, en punto con los ideales de la
Revolución americana y, francesa y demás antecedentes de orden fundamental y
sociopolítico.
La crisis del Estado español, derivada principalmente, por la invasión de sus fronteras
por parte de Napoleón Bonaparte exacerbó aquellas cuestiones y, no era para menos,
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simultáneamente que deviniera la crisis de la pax Hispánica, al interior de una sociedad
exclusiva y excluyente y, en la cual la mayoría de sus habitantes estaba sometida a un
estado inveterado y despectivo de ignorancia política y cultural, todo esto, por
supuesto, desde la visión y el ejercicio práctico del régimen de servidumbre impuesto
violentamente por el poder imperial.
Luego, su estabilidad política estaba fundada en buena medida y, a manera de prenda
de garantía a condición de la paz reinante al interior de sus propios dominios o
colonias. Era la propia paz del Imperio español, que veía venir su autodestrucción, a la
que se sumaba factores exógenos de orden social y político derivados de la propia
lucha independentista.
Aquella tesis radical por parte de Bolívar, sin duda, planteada y, lograda en términos de
su proceso revolucionario y transformador, resulta diciente a partir de una unidad
teórica y práctica en la cual va inmersa su estrategia sociopolítica de paz:
Simón Bolívar perteneció a esta tendencia revolucionaria-reformadora de la revolución
anticolonial. Hace tiempo se hicieron clásicas las palabras de Bolívar: “Nuestro partido
está tomado, retrogradar es debilidad y ruina para todos. Debemos triunfar por el
camino de la revolución y no por otro” 45.
En tal sentido, esta postura ideológica y de la praxis política bolivariana, guarda
contexto con lo planteado por el profesor, Guadarrama González, en tanto que: “La
tarea emancipadora de los próceres de la independencia y en especial de Bolívar no se
limitó a derrumbar los poderes políticos que subyugaban al hombre latinoamericano,
sino también otras fuerzas alienantes como la ignorancia que han enajenado al hombre
cuando este no posee los instrumentos adecuados para emanciparse de ellas”46.
Así, pues, el concepto bolivariano de paz no deja de ser coyunturalmente un
complemento para el logro de un proyecto político por medio del uso legítimo de la
violencia: la guerra independentista, se torna en un imperativo inexorable para un fin
pacifista. De ahí, que resulte oportuno equiparar esta estrategia de lucha liberadora,
con lo que Bertolt Brecht señalara con cierto tino: la guerra no excluye la paz.47
De ahí, al institucionalizarse política y jurídicamente la categoría de la paz, esta traduce
en términos de lo político y la política de Bolívar, más que una acertada razón de
Estado una política pública en vigencia del nuevo sistema republicano:
“Jamás será degradante ofrecer la paz bajo los principios consignados en la
declaratoria de la República de Venezuela, que debe ser la base de toda negociación,
45 Shulgovski, Anatoli, Op. Cit. p. 23. 46 Guadarrama, González, Pablo, Democracia y derechos humanos, visión humanista desde la América Latina, Penguin Random Grupo Editorial, Bogotá D.C., 2016, tomo I p. 449. 47 La guerra no excluye la paz. La guerra tiene sus momentos apacibles. Satisface todas las necesidades del hombre, comprendidas las pacíficas. Estamos organizados así, si no la guerra sería inviable. Frase del célebre dramaturgo y pensador alemán, Bertolt Brecht (1898-1956).
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primero, porque así está ordenado como ley de la república, y segundo, porque así lo
prescribe la naturaleza y la salvación de Colombia”48.
Agreguemos que, el Libertador en medio de su gran proyecto emancipador, tenía en
mente y, fue una de sus constantes en términos ideológicos y praxis políticos, poner en
ejercicio lo que denominó: la quimera de la perfección social.
La paz como postulado político no solo, per se, fue una de aquellas quimeras que hubo
de lograr –tanto que suscribió con España, el famoso Tratado de Trujillo de 1820-, sino
también le dio su propia identidad al tema de la paz una vez redefine la cuestión de la
razón de Estado, al perder en definitiva España, su poder hegemónico sobre sus
antiguas colonias americanas.
Al respecto, y tomando el curso de la historiografía de la Independencia, resaltemos lo
que en ejercicio de la praxis política fue corroborado como un hecho con cierto
contenido estratégico por el propio Libertador, en lo que se conoce como el Diario de
Bucaramanga:
Es pues, oportuno y, haciendo uso del recurso a las fuentes originales, traer a colación
una joya bibliográfica, quizá la más apegada a la reconstrucción de las cosas, en este
caso, reiteramos, El Diario de Bucaramanga relativo con la Vida pública y privada del
Libertador Simón Bolívar.
Es de suma importancia para la cuestión analizada, extraer aspectos “transcritos” por el
General, Luis Perú de Lacroix como empleado de Estado Mayor de Bolívar y con quien
habla, en primera persona:
“Entre las varias cosas que me contó S. E. las más notables son éstas: “Qué mal
han comprendido y juzgado algunas personas aquella célebre entrevista!, dijo el
Libertador; unos no han visto por mi parte ninguna mira política, ningún medio
diplomático, y sólo la han atribuido a mi amor propio, al orgullo y a la intención de
hacer la paz a cualquier precio y condiciones que impusiera España. ¡Qué
tontos o qué malvados son todos ellos! Jamás, al contrario, durante todo el curso
de mi vida pública, he desplegado más política, más ardid diplomático que en
aquella importante ocasión, y en esto puedo decirlo sin vanidad, creo que ganaba
también al general Morillo, así como lo había vencido en casi todas mis
operaciones militares.
Fuí a aquella entrevista con una superioridad en todo sobre el general español;
fui, además, armado de cabeza a píes; con mi política y mi diplomacia bien
cubiertas con una grande apariencia de franqueza, de buena fe, de confianza y de
amistad, pues es bien sabido que nada de esto podía tener yo para con el conde
de Cartagena, y que tampoco ninguno de aquellos sentimientos pudo inspirarme
48 Corresponde con una comunicación hecha por El Libertador, al General Soublette, el 19 de junio de 1802, fecha en la cual Bolívar ocupa el cargo de Presidente de Colombia. Octavio Arizmendi Posada, y Carlos Gómez Botero, Op. Cit. p. 207.
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en una entrevista de algunas horas. Apariencias de todo esto fue lo que hubo,
porque son de estilo y de convención tácita entre los diplomáticos; pero ni Morillo
ni yo fuimos engañados sobre aquellas demostraciones; sólo los imbéciles lo
fueron y lo están todavía.
El armisticio de seis meses que se celebró entonces y que tanto se ha
criticado, no fue para mí sino un pretexto para hacer ver al mundo que ya
Colombia trataba como de potencia a potencia con España; un pretexto
también para el importante tratado de regulación de la guerra que se firmó tal,
casi, como lo había redactado yo mismo; tratado santo, humano y político que
ponía fin a aquella horrible carnicería de matar a los vencidos, de no hacer
prisioneros de guerra, barbarie española que los patriotas se había visto en el
caso de adoptar en represalia, barbarie feroz que hacia retroceder la civilización,
que hacía del suelo colombiano un campo de caníbales y lo empapaba con
sangre inocente que hacía estremecer a toda la humanidad. Por otra parte, aquel
armisticio era provecho a la República y fatal a los españoles; su ejército no podía
aumentar sino disminuir durante dicha suspensión; el mío, por el contrario
aumentaba y tomaba mejor organización (…)”49.
Así, pues, digamos finalmente, que no hubo una aparente contradicción material del
pensamiento bolivariano, en relación con los Tratados: Bolívar –insistía-: Yo temo más
la paz que la guerra50; finalmente, tales Tratados de una u otra manera, desde el punto
de vista de su incidencia política, sirvieron para consolidar en definitiva la
Independencia y, dar paso, así fuera sobre un piso agrietado en términos de la nueva
realidad social y política, a repensar en la validez o no de aquella Pax Bolivariana.
Con todo, no era menos esperarse, el triunfo estratégico y político-militar por parte de
El Libertador, frente a los aludidos Tratados y, en especial, constituyéndose en un
acontecimiento histórico que catapultó, en definitiva, la Independencia americana frente
al Imperio Español.
En síntesis, podemos concretar la concepción de paz y su praxis política, en este
orden:
1. Para Bolívar, su proyecto, por un lado, equivalía a una máxima categoría de
Política Pública y, por otro, siendo un objetivo público, no era menos suponer
que, para alcanzarse como política institucional y republicana, había la
necesidad de justificar la guerra revolucionaria sino también que esta fuera
ganada en términos de unidad nacional y por supuesto, de estrategia político-
militar al Imperio español.
49 De LaCroix, Luis Perú. Diario de Bucaramanga, editorial Bedout S.A. décima edición, 1974, Medellín, p. 109 s.s. 50 Ludwig, Emil, Bolívar El caballero de la Gloria y de la Libertad. Editorial Losada, S.A., Buenos Aires, 1942, p. 212.
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Al final, para el Libertador la categoría de la paz era también una opción política de la
guerra revolucionaria y emancipadora, y de ahí, presupuesto ineludible para garantizar
paulatinamente el ejercicio teórico-práctico de los Principios de soberanía política y,
justicia social.
2. Resulta en extremo, una cuestión obvia de razonar, sin un avance mínimo de la
política de paz, los Principios de soberanía política y, la justicia social, se
tornarían proyectos inviables y poco alcanzables, pues la condición sine qua non
de aquella, no solo era que la guerra fuera el instrumento justificado por Bolívar
a través del Jus Gentium como ya se vio y también la alternativa política, para
consolidar en la práctica un estado de cosas soberano y con justicia.
No en vano, (Bolívar), planteaba a su Vicepresidente Santander: la paz, mejor que la
guerra. El Libertador, siempre fue consecuente con las dimensiones negativas,
devastadoras y, sangrientas de la guerra civil contra la monarquía española; tanto que
para 1813, en pleno escenario de insurrección patriota –con clara visión de buen
estratega y jefe revolucionario- planteaba estas contingencias:
“Bien sabéis, ciudadano general, que la guerra civil es la más devastadora y
sangrienta, y la que se trata, si por desgracia se verificase, traería males incalculables y
comprometería el honor y la seguridad de nuestro país”51.
Lo anterior, tiene su inferencia en la medida en que mientras estuviera vigente el poder
monárquico en condiciones ideológicas y absolutistas, de modo contrario, en El
Libertador existía mayor justificación para sustentar y declarar la opción de una paz
alcanzada a través de la guerra revolucionaria y de naturaleza “antihegemónica” frente
a los poderes monárquicos vigentes; por lo menos, no había otra alternativa desde el
punto de vista de su estrategia político-militar.
A la sazón, se tornó en un lugar común propio del proceso independentista que, la
categoría de paz, es para el Libertador, sinónimo de paradigma estructural del nuevo
poder político constitucional fundado sobre las bases de las teorías liberales y
republicanas. Además, a través de la teoría y la praxis política resulta razonable que se
tornara en un fin, con contenido metapolítico y, buscando así, consolidar la alternativa
estatal de los Principios de soberanía y justicia social.
3. De ahí, era entendible que la concepción de paz por parte de Bolívar resultaba
ser necesaria y políticamente un macro proyecto, fundado teórica y
políticamente sobre la base de la guerra de liberación y, en términos de refundar
tanto lo político como la política del Imperio español sobre sus antiguas colonias
en la América meridional, por más de tres siglos continuos.
51Así se lo hacía saber a su cercano colaborador y miembro del Estado Mayor del Ejército Libertador, General Santiago Mariño, en comunicación de 18 de noviembre de 1813. Octavio Arizmendi Posada, y Carlos Gómez Botero, Op. Cit. p. 125.
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Para el Libertador la categoría de la paz, no era un fin en sí mismo, se trataba de un
medio que diera lugar a la abolición del despotismo español y, abriera de inmediato las
condiciones para la constitución de un gobierno legítimo, justo y liberal del cual se
carecía producto principalmente de la anarquía, como lo bien lo señala en la propia
Carta de Jamaica.
Es cierto que, en este famoso documento de 1815 Bolívar, igualmente, hace un
diagnóstico acerca de la urgencia de conseguir la paz, lo cual era inherente con sus
ideales políticos por alcanzar la institución de la república, pues, los Americanos,
ansiosos de paz (…) preferirán las Repúblicas a los Reinos.
La tesis bolivariana de la paz, deviene de una vasta, compleja y rica formación en
términos antropocéntricos, dialécticos, filosóficos, jurídicos y, políticos; tanto que,
Bolívar no solo se nutre intelectualmente, de sus primeros maestros, Simón Rodríguez
y Andrés Bello, especialmente, sino también de los grandes pensadores clásicos y
modernos, Aristóteles, Rousseau, Montesquieu, Kant y Constant, entre, muchos
grandes publicista y pensadores.
4. Nos parece acertado señalar, que en la percepción y uso de la categoría de la
“Paz” (e igualmente, como veremos, respecto de la Integración bolivariana), en
buena medida tiene un sustrato kantiano, a partir de la filosofía Política de este
gran pensador. Bolívar y Kant como buenos hombres de esencia “humanista y
liberal”, tienen unos aspectos en común: la paz e integración de las Naciones
sobre una concepción ciudadana y moral nobles en un Estado Republicano.
Tanto que, para nuestro trabajo, la concepción de “paz” en Bolívar, guarda relación
ideológica y filosófica con la conspicua e inmortal obra: La Paz Perpetua (o eterna) del
propio Kant: “Ante el reto de la guerra Kant propone la necesidad de una liga de
naciones para promover la paz estable”52.
En suma, digamos, cómo a partir de la noción, uso y tradición del pensamiento político
bolivariano, esa máxima categoría de la paz, per se, se constituye en una realidad
epistémica esencial para fundar no solo el modelo de gobierno republicano en la
antigua América Hispánica y, especialmente, en el gran proyecto de unión colombiana
(Ecuador, Nueva Granada, Venezuela, entre otros), sino también que la concepción
ideológica y praxis política de la categoría de la paz, por parte de el Libertador, se
constituyó en una originaria teoría ex ante y ex post a la vigencia de la monarquía
española y su poder político en América del Sur, por ende, en una contribución a la
moderna Ciencia Política, como demostraremos en su momento.
Concluyamos, pues, que la Soberanía Política y la Justicia Social, como categorías a
refundar por Bolívar a partir del viejo modelo monárquico español, adquieren
favorablemente su legitimidad y validez con base en el fundamento teórico y praxis-
52 Rodrigo Ocampo. Cuadernos de filosofía política No. 2 Kant: Política, ciudadanía y progreso moral. Universidad del Valle, Facultad de Humanidades, Santiago de Cali, 2005, p. 9.
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dinámico de un concepto de Paz hecho a semejanza de los idearios republicanos y
liberales del Libertador, pues, reiteramos, aquella paz tiene un carácter
“antihegemónico”.
5. De otra parte, al tiempo que la libertad como derecho político y civil, declarado
ideológica y fundamentalmente a través de la Revolución francesa, en contravía
de los marcos absolutos del Antiguo Régimen (Ancien régime), paradójicamente,
en la América Hispana, resultaba inconcebible e inviable desde una perspectiva
político-jurídica de justicia social y, principalmente, decantada (la libertad como
derecho natural), a partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, puesto que, la inmensa población de las colonias americanas,
siguiendo el sustrato de la Carta de Jamaica: “estábamos en un grado todavía
más debajo de la servidumbre, y, por lo mismo con más dificultades para
elevarnos al goce de la libertad”53.
Por tanto, la Paz como categoría derivada del proceso emancipador socio-cultural, per
se, fue una cuestión determinante y, conclusiva en términos ideológicos y políticos,
para asegurar la vigencia del nuevo orden social Republicano y, posibilitar unas
condiciones mínimas desde la perspectiva soberana y popular, tendiente con la
“abolición” de los valores coloniales de la Pax Hispánica y hacia la construcción
político-institucional de una cultura demoliberal con la impronta original de una Pax
Bolivariana.
3. De la guerra independentista a la dinámica Republicana
El pensamiento bolivariano en buena parte, se refuerza ideológicamente con los aires
de progreso y, transformación sociopolítica imbuidos a partir del fenómeno de la
Ilustración y paralelo, con el ideario republicano; principalmente (Bolívar), podemos
afirmar tratarse de un discípulo de las conquistas de libertad, igualdad y, fraternidad
inspiradas en los acontecimientos históricos y revolucionarios de 1789; como tampoco,
desconoció los sucesos y repercusiones independistas surgidas, a partir de la
Revolución americana de 1776 y, de paso, un antecedente histórico y mayúsculo, como
resultó la gran crisis moderna del sistema político absolutista, fragmentado,
inicialmente, por medio de la Revolución inglesa del siglo XVII. Sin echar de menos el
impacto que a él, produjo los acontecimientos derivados de la Revolución haitiana de
fines del siglo XVIII; proceso con el cual tiene cierto contacto con uno de sus
principales líderes.
El presidente de esta nación, Alejandro Pétion condicionó su apoyo a la causa
emancipadora si Bolívar en su gran proyecto militar y político hacia viable eliminar
cualquier forma de esclavitud y, en particular, respecto de las comunidades negras. No
era para menos esperar, una respuesta negativa; el Libertador no podía concebir una
53 Medina, Medófilo y, Molano, Cruz, Giovanni, Bolívar Los tiempos de la Carta de Jamaica. La integración latinoamericana. Ediciones Aurora, Bogotá D.C. 2016, p. 77.
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nueva nación y, menos, una forma de gobierno republicano en las cuales sobreviviera
el estigma de la servidumbre y, las formas contrarias al derecho natural de la libertad y
la igualdad.
Ahora, si la concepción política-filosófica e ilustrada de la modernidad, repetimos, tiene
asidero en el imaginario y la práctica política de Bolívar, así, de manera simultánea e
ideológica cobró vigencia la acción teórica y la acción política en su planteamiento
discursivo republicano; por tanto, detengámonos al análisis de sus principales fuentes y
principios de orden filosófico-conceptual y, político:
El Libertador hacía referencia expresa de su espíritu y formación republicana, de una
manera sintética:
“Estoy resuelto a dar ejemplo de un gran republicanismo para que este mismo acto
sirva a otros de precepto”54.
Esta máxima, surgía en un momento coyuntural de madurez política e institucional de
la nueva Nación americana, tras la conformación constitucional de la Gran Colombia,
en pleno auge del proceso revolucionario y de consolidación independentista; es decir,
años atrás debió, no dudamos, venir madurando y perfeccionando este modelo de vida
institucional y sociopolítica; tesis, que resulta creíble como pasamos a demostrar.
En efecto, la Carta de Jamaica como documento fidedigno desde el punto de vista
histórico y político, siendo en palabras del profesor Medófilo Medina una especie de
observatorio central, de la vida latinoamericana en curso hacia el proceso de
Independencia nacional y; a nuestro entender, el reflejo diacrónico de la realidad del
Nuevo Mundo, ex ante y ex post del proceso colonizador y de dominio español, en el
cual se proscribe cualquier intento por perpetuar a futuro un modelo de gobierno
monárquico; la alternativa bajo una concepción ideológica liberal, no es otra que un
gobierno constitucional inspirado en la tradición republicana moderna (por ej. el de la
Unión americana o el Inglés, entre otros), que a juicio de Bolívar no resulta siendo el
más perfecto, pero sí, el más conveniente y útil, en cuanto estricto sentido, cumple con
el objeto de todo buen gobierno55:
54 En comunicación hecha a José María del Castillo, 16 de septiembre de 1821. En: Arizmendi, Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 242. 55 El Libertador en su Discurso de Angostura, enfatiza en tono vehemente: El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Sin embargo, siguiendo a Jaime Urueña Cervera: Hay que decir que esa frase no es fruto del genio bolivariano; la creatividad de Bolívar se manifiesta más bien en el proyecto de aplicar ese principio a su solución constitucional para Venezuela. En realidad, esa famosa máxima aparecía ya en varias constituciones de los siglos XVIII y XIX y había sido pronunciada por primera vez por John Adams en 1776. En Bolívar Republicano Fundamentos ideológicos e históricos de su pensamiento político. Ediciones Aurora, Bogotá D.C. 2004, p. 25-26. Las cursivas fuera de texto.
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El Libertador en su Discurso de Angostura, enfatiza en tono vehemente: El sistema de
gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor
suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política56.
Por tanto, La Carta de Jamaica, es categórica en advertir:
Mr. de Pradt ha divido sabiamente a la América en quince o diez y siete Estados,
independientes entre sí, gobernados por otros tantos Monarcas. Estoy de acuerdo en
cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diez y siete Naciones: en
cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirlo, es menos útil; así, no soy de la
opinión de la Monarquías Americanas. He aquí mis razones. El interés bien entendido de
una República, se suscribe en la esfera de su conservación, prosperidades y Gloria. No
ejerciendo la libertad el imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo
excita a los Republicanos a extender los términos de su Nación, en detrimento de sus
propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una Constitución
liberal.
Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan, venciéndolos, a menos que los
reduzcan a Colonias, Conquistas o Aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y
ejemplos tales están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas
republicanos: y, aun diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus
Ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso, en sí mismo o por sus dependencias,
al cabo viene en decadencia, y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los
principios que deben conservarla, y ocurre por último el despotismo. El distintivo de las
pequeñas Repúblicas, es la permanencia; el de las grandes, es varío, pero siempre se
inclina al Imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las
segundas, sólo Roma, se mantuvo algunos siglos; pero fue, porque era República la
Capital y no lo era el resto de sus dominios, que se gobernaban por Leyes e instituciones
diferentes.
Concluye, al sentenciar severa y críticamente las perversidades políticas del régimen
imperial y, de contera, exalta el espíritu ennoblecedor y de bienestar común, en que
está fundado institucional y políticamente el sistema de gobierno republicano:
Muy contraria es la política de un Rey cuya inclinación constante se dirige al aumento de
sus posesiones, Riquezas y facultades; con razón, porque su autoridad crece con estas
adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos, como a sus propios vasallos, que temen
en él un poder tan formidable, cuanto es su Imperio, que se conserva por medio de la
guerra y de las conquistas. Por estas razones, pienso que los Americanos, ansiosos de
paz, Ciencias, Artes, Comercio y Agricultura, preferirán las Repúblicas a los Reinos; y me
parece que estos deseos se conforman con las miras de la Europa57.
56 En: Pensamiento Político de Simón Bolívar. Op. Cit. p. 77. 57 Medina, Medófilo y, Molano, Cruz, Giovanni, Op. Cit. 86.
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Bolívar con su vasta capacidad inteligible y de por medio, recurriendo a cierta
perspicacia ideológica y política en su análisis y ponderación del sistema monárquico y
absoluto, sienta un juicio de valoración final, a favor de la república, y sin exagerar que
sea el modelo más acorde con la perfección ideal de una sociedad moderna, sí
pondera entre la Republica y la Monarquía un punto medio que lejos de sus extremos
ideológicos conducen simultáneamente –según, su cálculo de estratega político-
ideológico- al abuso del poder y, con esto, se puede caer precipitada y erróneamente
en la anarquía o tiranía:
No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser
demasiado perfecto, y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros:
por igual razón rehúso la monarquía mixta de la Aristocracia y democracia que tanta
fortuna y esplendor ha procurado a la Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las
Repúblicas y Monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en Anarquías
demagógicas o en Tiranías monócratas, busquemos un medio entre extremos opuestos
que nos conducirán a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor58.
A pesar que, Bolívar, trata de buscar la mejor clase de gobierno, incluso, al referirse no
solo a la democracia republicana, la Monarquía y, la Aristocracia, yendo justamente por
convicción política a la búsqueda gradual de un gobierno democrático; no es menos
cierto que, en el análisis y ponderación que hace en términos de conveniencia social y
política y, por consiguiente, en un orden moral, Santo Tomás de Aquino resulta
recomendando que la mejor forma de gobierno es la monárquica por ser la más natural
y más acorde a la paz, pero muy a pesar que el monarca no es el más perfecto desde
el punto de vista de sus atribuciones personales y políticas, resulta, recomendando,
aquella que resulta de la combinación y moderación de las tres59 mediante el ejercicio
de una constitución política mixta.
Finalmente, digamos que para Bolívar no es menos déspota, un gobierno demócrata
absoluto como el monárquico absolutista. Además, fue siempre de la idea acerca de la
inviabilidad de la monarquía al interior de la América hispana.
58 Ibídem, p. 86. 59 Suma Teológica I – II c. 105 art. 1 – 5. “La mejor Constitución en una ciudad o nación es aquella en
que uno es el depositario del poder y tiene la presidencia sobre todos, de tal suerte que algunos
participen de ese poder y, sin embargo, ese poder sea de todos, en cuanto que todos puedan ser
elegidos y todos toman parte de la elección. Tal es la buena constitución política en la que se juntan la
monarquía –por cuanto es uno el que preside a toda la nación-, la aristocracia –porque son muchos los
que participan en el ejercicio del poder- y la democracia, que es el poder del pueblo, por cuanto estos
que ejercen el poder pueden ser elegidos del pueblo y es el pueblo quien los elige”. En:
biblioteca.campusdominicano.org/1.pdf (Consultado, 15 de septiembre de 2016).
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Agreguemos de manera analógica: de la guerra resulta la paz y, de esta, deviene la
república; por tanto, de la guerra y la paz surge necesariamente la república.
De otra parte, a pesar, de su férrea defensa a favor de un régimen constitucional y
político republicano, Bolívar recurre por razones praxis políticas a institucionalizar un
gobierno provisorio de corte dictatorial, una vez formaliza la Constitución de Bolivia
(1826), tras la consolidación de la joven república y, en lo que se denomina “República
Bolívar”.
A nuestro juicio, ese comportamiento público y, de cierta manera inherente con su
profundo optimismo por la república, siguiendo a Indalecio Liévano Aguirre era propio
de las circunstancias y/o coyunturas un tanto anárquicas y desestabilizadoras por las
que atravesaba políticamente el nuevo Estado, a consecuencia de los variados
caudillismos y, la propia guerra interna por el poder político; tanto que Bolívar no se
autoproclama tal, o se atribuye motu proprio esa facultad; ella generó por conveniencia
política y previa autorización del respectivo Congreso de la República. Por tanto, no
desconoció a esta autoridad estatal. Luego, jamás puede calificarse prima facie, al
Libertador como un auténtico contradictor entre su concepción moderna de Estado
republicano y, su praxis política por elevarla constantemente.
La cuestión tiene visos propios con la defensa del republicanismo, y para nada con un
contenido netamente personalísimo.
En principio y, con el ánimo de juzgar un tanto de manera objetiva e imparcial con este
delicado asunto, echemos un vistazo a lo reconstruido a partir de la historiografía
política de la Independencia Nacional y, en singular, con lo narrado por Luis Perú de
Lacroix en su conspicua obra acerca de la vida pública y privada del Libertador,
intitulada El Diario de Bucaramanga. De alguna manera, refleja la praxis política
narrada de primera mano:
Muchas veces he oído al Libertador usar de este mismo lenguaje. S.E. ha reconocido, en
algunas ocasiones, la utilidad de la Dictadura en Colombia pero no por eso la quiere. La
juzgó necesaria, y aún indispensable cuando un enemigo poderoso y cruel ocupaba la
mayor parte del territorio, y cuando para independizarlo era preciso desplegar toda la
fuerza y los recursos de que era capaz el país, y cuando para reunirlos y ponerlos en
acción era menester la unidad, el vigor, la presteza y el poder; pero conseguida la
independencia, libre el suelo colombiano de enemigos exteriores, no quiere el Libertador
que los ciudadanos sean regidos por un gobierno dictatorial, sino por un Poder Ejecutivo
constitucional. En muchas ocasiones, S.E. ha manifestado con muy buena fe aquella
opinión, y varios ejemplos ilustres, tanto en Colombia como en el Perú, apoyan el hecho,
el modo de pensar y las miras del Libertador en este asunto. La historia no desmentirá a
S.E. sino que, antes bien, comprobará lo que acabo de decir60.
60 Op. Cit. p. 172. Subraya nuestra.
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De alguna manera, lo anterior, refleja la praxis política narrada de primera mano.
La República en la antigua Roma es una fiel reproducción desde el punto de vista
histórico y político de la imposición pro tempore de la “dictadura”, a manera de
autoridad suprema para sortear situaciones internas difíciles, especialmente, la guerra,
pero contando siempre con el aval del Senado.
Muchas han sido las posturas ideológicas, frente a tal fin: unas en el sentido de
“impulsar la revolución y hacerla tangible”, según Salcedo Bastardo. También, “en
interés de la realización de reformas sociales”, de acuerdo con Liévano Aguirre.
Incluso, que frente a los poderes extraordinarios, los mismos “no lo separaron del
pueblo sino que, por el contrario lo acercaron a él. Y finalmente, “Bolívar utilizó los
plenos poderes dictatoriales para realizar transformaciones sociales en beneficio del
pueblo trabajador”, concluye, el cubano Alberto Prieto61.
Por lo menos, el Libertador en la singular situación conocida, no se autoproclamó como
dictador y, tampoco, como el caso de Napoleón Bonaparte asumió rasgos de
emperador o de tirano político-militar, en una forma más o menos directa y abierta y
con una clara función estatal, interna como externa.
Además, esta postura de Jefe de Estado queda sin sustento, a partir de las siguientes
cuestiones pragmáticas, definidas previamente por Bolívar:
El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es el gobierno. (26.XI.1816)
El destino del ejército es guarnecer la frontera. ¡Dios nos preserve de que vuelva sus
armas contra los ciudadanos!, así se lee en el Proyecto de Constitución para Bolivia
(25.V.1826)62.
Incluso, los rasgos monárquicos de estas ideas se explican, probablemente, por el
hecho de que ante la debilidad de las jóvenes repúblicas y la aplicación no efectiva de
los principios democráticos, Bolívar llegó a la conclusión de que los países
latinoamericanos deberían aplicar algunos principios monárquicos nuevamente para
ser gobernables. Por eso no es correcto calificar la partida de estas ideas bolivarianas
como reaccionarias, a pesar de que crearon el peligro del nacimiento de regímenes
muy semejantes a una monarquía constitucional en vez de repúblicas democráticas63.
61 Shulgovski, Anatoli, Op. Cit. p. 85. 62 Kossok, Mandred, Ensayos políticos acerca de Simón Bolívar, ediciones Anfictiónicas, Caracas, 2000, p. 257. 63 Weingart, Sonia, Ensayos políticos acerca de Simón Bolívar, ediciones Anfictiónicas, Caracas, 2000, p. 294.
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De otro lado, siendo Antonio Nariño condiscípulo del mismo huracán revolucionario
bolivariano, no es menos suponer que, reivindique en principio, la voluntad popular por
medio del ejercicio de la democracia, soportada sobre la base de una Constitución64.
El Libertador en el mismo orden teórico y práctico revolucionarios que el del Prócer,
Nariño, está convencido que los pueblos americanos consoliden a manera de
paradigma constitucional, un modelo político jurídico que recoja las realidades de
América y, por tanto, sea la alternativa para reemplazar la vieja monarquía española
por medio de la democracia y, cuya vigencia real este regida a través del ejercicio del
poder político; fundada en la experiencia humana de los siglos y la razón moral de la
política. Además, regirse este sistema en constante equilibrio de sus organismos
funcionales, en principio, por medio de la división de poderes (en latín, trías política):
ejecutivo, legislativo y, judicial65, incluyendo un nuevo poder: el moral; este cuarto
poder Bolívar lo concebía en función de realizar la educación de los niños y del
cumplimiento de las reglas morales.
Con todo, se trata, en principio, pues, de la idea de los controles ideada por
Montesquieu y, en referencia directa al artículo 16 de la Declaración Francesa de
Derechos de 1789, al fijar que una comunidad sin división de poderes carece de
Constitución; se trató de evitar la concentración del poder en una sola persona y, así
garantizar la libertad de los ciudadanos.
Más allá de toda concepción política constitucional, en procura de la garantía de la
forma de gobierno Republicana, en Bolívar se afianza y consolida el sustrato ideológico
del Republicanismo, cuyo origen fundacional surge a partir del modelo liberal y político
inglés66:
64 El Pensador de América, como se conoce a Nariño, piensa en una Constitución que convoque las voluntades autónomas de la comunidad y extienda el bien común a los ciudadanos, bajo el imperio de la ley, la práctica de la justicia, la igualdad de derechos y oportunidades, quitando los privilegios, estableciendo la facultad de elegir y ser elegido, respetando los intereses comunes y seleccionando a los mejores dirigentes para preservar la salud del Estado, la prosperidad del pueblo y evitar al traficante del poder político que busca adquirir dominio, prestigio y riquezas. En José María Obando Garrido, Antonio Nariño Pensador de América La identidad de ser americano. Uniediciones Grupo Editorial Ibáñez, Bogotá D.C. 2012, p. 123. 65 Bolívar subrayó la necesidad de una división rigurosa entre ellos: “Nada es tan contrario a la armonía entre los Poderes como su mezcla”. En: Wingart, Sonia, Op. Cit. p. 288. 66 a. Liberalismo político inglés A mediados del siglo XVIII Inglaterra era ya el país capitalista más avanzado de Europa y del mundo. Con un gran capital acumulado, se aprestaba a obtener y consolidar su preeminencia industrial sobre el resto del planeta. En el campo de la producción fue el escenario donde se dio comienzo a la revolución industrial, que abriría enormes posibilidades de expansión al reinado del capitalismo industrial. En una primera fase las ideas liberales, tanto de contenido político como las de naturaleza económica, coincidirán en fortalecer una visión individualista de la sociedad y el principio de división mundial del trabajo entre países productores de materia primas y países manufactureros. El estado tiene como misión garantizar la seguridad de las libertades individuales, en especial las de contenido económico, y abstenerse de intervenir en el campo de las relaciones económicas: es el Estado gendarme, guardián de un régimen económico de laissez faire, laissez passer. Todo ello en inevitable consonancia con los
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El liberalismo protagonizó la gran contienda ideológica del siglo XIX, aquella que en nombre de la república y la libertad le llevó a combatir a los partidarios de la monarquía y el despotismo. Una consecuencia de este conflicto fue la victoria definitiva del principio democrático sobre el teocrático. En el caso de Inglaterra, donde la monarquía no es materia litigiosa porque desde finales del siglo XVII nadie discute su sometimiento a la Constitución y al Parlamento, las ideas liberales chocarán con los grupos conservadores de la sociedad y con su representación en las cámaras legislativas. El siglo XIX se desenvuelve en medio de una pugna entre dos posiciones liberales opuestas: por una parte están los liberales conservadores, no democráticos, que lucharon denodadamente contra cualquier forma de ampliación del derecho de voto, que en su opinión debía mantenerse como un privilegio de los propietarios. Por la otra están los liberales radicales, quienes dedicarán sus esfuerzos a la ampliación gradual de los derechos políticos, hasta llegar al sufragio universal. (Las dos alas del liberalismo europeo, las más conservadora y la más radical, están bien representadas, respectivamente, por los dos mayores escritores liberales del siglo pasado, Alexis de Tocqueville y John Stuart Mill)67.
No puede dejarse mencionar, que las dos vertientes principales del liberalismo en términos políticos, provienen, por un lado, de Inglaterra y, por otro, de Francia en pleno auge de los siglos XVIII y XIX respectivamente. Aquél, sistemático, cerebral y pragmático, derivado del enorme proceso industrial (inglés) y su papel hegemónico mundial, incluso, como potencia imperial y colonizadora. Este, derivado sistemática e ideológicamente de la Revolución francesa basado en unos principios románticos y emotivos y, tendiente a realizar aquellas máximas de Iibertad, igualdad, y fraternidad, una vez cae de manera violenta el feudalismo y absolutismo, como instituciones del Antiguo Régimen (Anciem régime). Así, pues, está lejos de pensarse y por ende, concluirse con cierto grado de certeza política que el pensamiento bolivariano está inmerso en una concepción “conservadora”: “A su turno, y este es el tema central del presente Ensayo “Conservatismo y revolución en el pensamiento latinoamericano tradicional”, el llamado Conservatismo desde sus orígenes históricos no representa una doctrina cuyo componente primordial sea el contenido de unas normas e instituciones sino la manera o método como éstas surgen
intereses económicos de la opulenta burguesía capitalista inglesa y con las necesidades de expansión del Imperio Británico. Tan solo en una segunda etapa, que está claramente delimitada por el advenimiento de las doctrinas de John Stuart Mill, el liberalismo se encontrará con el principio democrático y se identificará con la doctrina de la democracia representativa, la extensión del derecho del sufragio a sectores más amplios de la población y finalmente el sufragio universal. Augusto Hernández Becerra, Las ideas políticas en la historia. Universidad Externado de Colombia, Bogotá D.C. 2008, p. 276. 67 Hernández, Op. Cit. p. 275.
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a la realidad. (…) En términos modernos ello equivale a plantear las relaciones que existen entre las ideas y su aplicación práctica, o sea la unidad de teoría y praxis. Esta posición crítica característica del pensamiento Conservador surge en el siglo XVIII como reacción frente a las doctrinas y teorías revolucionarias que pretenden elaborar todo un esquema o modelo social partiendo de principios puramente racionales para los cuales pretende una validez universal”68. Es llamativo que los valores de la Independencia Nacional y, en especial, los relativos
con el pensamiento original bolivariano han sido objeto de uso por discursos
ideológicos y políticos, justamente con unos fines no muy claros, pero, sí tendenciosos;
en el caso de Bolívar haciéndose pasar por todo un visionario y luchador preclaro
“conservador”. Sin embargo, es pertinente persistir en que no es así y, ello podemos
aclarar desde la perspectiva de la historiografía política colombiana:
“Curiosamente los conservadores tan cercanos al espíritu español tomaron a los
prohombres de la independencia de España, prácticamente antiespañoles, como
sus modelos en el proceso de configuración de su propio panteón de héroes. El
conservatismo colombiano al tiempo que contribuía a la heroización de los
hombres de la independencia mantenía una fuerte dependencia del mundo y de la
cultura española. He aquí una aparente contradicción. De algo había que
agarrarse! Había pasado el holocausto de las guerras civiles, no estaba bien
recordarlas siquiera, menos repetirlas. Corrían los años del republicanismo, los
del primer centenario de la Independencia. Era necesario inventarse la patria,
meter a las nuevas generaciones en la maravilla de la invención, construir un
imaginario de la independencia que le permitiera a la república conservadora
permanecer legítima para continuar la dominación desde la síntesis liberal-
conservadora como fórmula de salvación. (…)
“Las fuentes del discurso conservador sobre Simón Bolívar
La fuente del discurso conservador sobre Bolívar y sobre la independencia venía
de la Iglesia, quien sabe desde cuándo! De allá sonaban los clarines de la
heroificación. En estos doctos maestros del sacerdocio tenían los derechistas los
arranques de la imitación. La provincia estaba llena de ellos, eran los maestros de
los niños y los consejeros de los adultos. La vida toda del poblado pasaba por
ellos y de ellos dependía. Era como si Colombia viviese su propia edad media: las
campanas sonaban para todo, lo mismo para el bautizo que para la muerte, era el
monopolio de la cultura, era la cultura bajo su dominio, era casi la cultura toda.
(…)
68 Laserna, Mario, Bolívar Un euro-americano frente a la Ilustración. Ediciones Tercer Mundo, Bogotá 1986, ps. 16-17 (sic).
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Así decía el padre Jordán (de Bolívar), quien no se detuvo en su santificación,
pero en la heroización que de él hizo estuvo presente la parábola divina de la
cristiandad. Dios, creador de pueblos y señor de los ejércitos, había suscitado a
Bolívar.
Evidentemente no se necesitaba a Bolívar como santo, que bien pudiera haberse
fabricado, veamos:
Oración al Libertador. Por falangista
Padre y Libertador! (…)”69.
Con todo, resulta cuestionable que el Libertador un prohombre “anticolonial” resulte en
cierta manera bajo la égida ideológica conservadora. Por lo menos, desde una
perspectiva un tanto liberal y política, hay cierta dinámica y coherencia entre su
discurso teórico y la acción práctica, así sean muchos los epítetos que digan lo
contrario o pongan en tela de juicio su colosal: la antigua América Hispana que hasta
entrado el siglo XIX y en medio de la ola europea modernista todavía conservaba el
lastre de tener el título de colonia ultramar de la vieja casta borbónica española, dio el
giro sorpresivo y revolucionario para constituir a obra y semejanza de Bolívar junto con
la emergente masa popular a quien (él) denomina, la subalternidad70, los primeros
Estados-Naciones fundados ideológica y políticamente sobre el modelo institucional y
de gobierno republicano.
Esta Institución política, es obra desarrollada originalmente, para la América por el
mismo Libertador. No era, en últimas, como bien lo afirmaba, el fruto para una
democracia perfecta; no es menos cierto que, Simón Bolívar creaba una institución: el
Presidente. La América Latina y no solamente los países bolivarianos la han
conservado y es, acaso, la institución fundamental del Derecho Público
Latinoamericano71.
Finalmente, precisemos que, la vigencia del republicanismo al interior de las nuevas
naciones, es parte fundamental de la misma guerra independentista que, como dijimos,
posibilitó la perspectiva de crear los espacios para configurar institucional y socialmente
69 Independencia: Historia Diversa. Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, 50 años del Departamento de Historia 1962-2012, Tovar, Zambrano, Bernardo Editor. Bogotá D.C. 2012, ps. 524, 526-527 (sic). 70 Los subalternos en el bicentenario de la Independencia (…) Y como lo refiere el mismo título, nuestro enfoque es subalterno, esto es, el centro de gravedad del análisis histórico-político es la praxis política de los grupos y las clases subalternas, aquellos que son el núcleo fundamental de un orden democrático fundado en la participación común (…) El Libertador, Simón Bolívar, desarrolló acciones insurgentes y constitucionales en defensa de la subalternidad: negros, indígenas, campesinos y plebeyos. Colección Gerardo Molina, Grupo de Investigación y Participación, Juan Carlos García Lozano, editor, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, 2013, N. 29, contraportada. 71 Vásquez, Carrizosa, Alfredo, El poder presidencial en Colombia, Enrique Dobry, Editor, Sociedad Ediciones Internacionales SRL, Bogotá 1979, p. 25.
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el ideal de paz bolivariano, en particular, y también derivada de la propia guerra de
liberación nacional, pudo devenir necesaria y políticamente el macro proyecto de la
unidad y la integración de las repúblicas.
4. Justicia social y Derechos Humanos, en la perspectiva de la paz bolivariana
Como ha quedado demostrado que, de la derivación lógica y política de la guerra
independentista se dieron las manifestaciones bolivarianas para concretar en el plano
de la praxis política el ideario de paz, también resulta apropiado desde una perspectiva
de desalienación y emancipación, afirmar que, la cuestión conexa en términos de la
realidad americana frente a la justicia social y los derechos humanos, es fruto positivo
y ampliamente favorable con el imaginario bolivariano de la paz.
El interés bolivariano por la clase popular y, más desfavorecida a nivel de la escala
social, tiene una doble connotación en términos del proceso independentista; por un
lado, siendo el grueso de la población local a los que denomina el Libertador como la
subalternidad: negros, indígenas, campesinos, plebeyos, pardos etc., se constituían en
el elemento esencial del ejército patriota, y por tanto según su premisas de campaña,
el ejército es el pueblo, tanto que, en el imaginario bolivariano, ese mismo ejército
sería el motor para lograr los cometidos institucionales y últimos de su política de paz,
derivada precisamente de su guerra independentista:
Yo no estoy animado del espíritu de conquista. Trato de conservar el ejército, porque
sin él no podré obtener una paz honrosa y duradera72
Y, por otro, en aras de acrecentar los niveles de equidad y justicia colectiva, se
tornaba meritorio sobre esa misma subalternidad imponer el fomento de la educación,
pues Bolívar buscaba, por un lado, llegar en máximo grado a las capas sociales más
desfavorecidas y, por otro, crear conciencia y espacios tendientes a promover una
política de igualdad en el plano material y racial y, por tanto, crear paulatinamente los
marcos de una efectiva justicia sobre la base de un nuevo orden Institucional y
democrático.
Con cierta ironía y realidad, el historiador Bernardo Tovar Zambrano ayuda
comprender esta cuestión, pues el ideario bolivariano de “vencer o morir”, concentró
aquella máxima derivada de la propia masa social, es decir, pasar de ser vasallos
fieles a ciudadanos insurgentes: el paradigma73.
Así, la extracción social de la masa popular, su activa participación en el movimiento
de Independencia y, por tanto, su permanente educación, a la final, llevarían a una
ecuación política única: la conquista de la justicia social y, la reivindicación permanente
de los Derechos Humanos. Ha sido, pues, lo propio y más pertinente de los grandes
movimientos emancipadores en la historia de la humanidad; ello lo atestigua, la propia
72 Arizmendi, Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 82. 73 Tovar, Zambrano, Bernardo, Op. Cit., p. 230.
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Revolución francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad como sus máximas conquistas
sociales y humanas.
Por tanto, la vigencia material de la igualdad civil y política entre las distintas capas
que componían el complejo tejido social de la América Hispánica y, de contera, la
abolición plena de la esclavitud, en punto con el ideario demoliberal, correspondían en
principio, con la mayúscula plataforma ideológica y de lucha político revolucionaria en
cabeza del Libertador.
El, conocía con sumo grado que, la nueva sociedad inspirada en los clásicos principios
liberales, suponía y hacía exigible de manera imperativa aquellos ideales provenientes
del derecho natural:
“Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está
sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los
hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos
deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos y todos no
lo son; todos deben poseer talentos y todos no los poseen (…)”74.
De ahí, se extrae que la igualdad material no tiene una cobertura absoluta y, por tanto,
socialmente, va a coexistir cierto grado de desigualdad por razones físicas y morales;
algo así, como que la igualdad política, surge de una máxima: iguales ante iguales, en
términos aristotélicos. Pero, no es menos que, el Libertador era de la convicción
ideológica y política que las leyes republicanas, habrían de corregir gradualmente
estas diferencias:
“De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad
más liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente
reconocido, no es lo menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a
los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes
corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la
educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia,
propiamente llamada política y social”75.
La consolidación del Estado-Nación que el mismo Libertador puso en ejecución,
permitió en principio, la diversidad y la tolerancia sociales, en punto con proscribir
gradualmente cualquier acción estatal preconcebida bajo las formas impropias de la
explotación, la segregación y, peor, el lastre despótico de la servidumbre:
“Es una inspiración eminentemente benéfica la reunión de todas las clases en un
Estado, en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propagación de la especie.
74 Discurso de Angostura. En Pensamiento Político de Simón Bolívar, Op. Cit. p. 77. 75 Ibídem. Subrayado nuestro.
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Por este solo paso se ha arrancado de raíz la cruel discordia. ¡Cuántos celos,
rivalidades, y odios se han evitado!”76.
Todo esto a juicio del Libertador supondría la vigencia más o menos real de un sistema
de gobierno más perfecto, el cual produciría mayor suma de felicidad posible, mayor
suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política, como bien lo advierte
y, busca hacerlo realidad en su Discurso de Angostura.
Son tres postulados fundamentales: el derecho a la felicidad, a la seguridad y, a unas
condiciones institucionales mínimas, para hacer posible la realización espiritual y
política del hombre común americano, frente a la nueva realidad social y republicana.
Por tanto, podemos afirmar que, el pensamiento bolivariano ante esos grandes
desafíos no tenía otra alternativa de orden ideológico y político que persistir en
imprimirle legitimidad a la guerra independentista tras la conquista final, de aquellas
transformaciones sociales y culturales. Era, pues, a la final una guerra de
Independencia fundamentada sobre y para la base social.
Haciendo reivindicación de las nuevas leyes políticas y sociales, ajenas de cualquier
dogma o concepción monárquica, Bolívar era consciente que sus Principios de justicia
social estaban inmersos bajo una concepción eminentemente humanista y, por tanto,
el principio tiránico de la exclusión social no tendría asidero al interior de las nuevas
instituciones políticas y jurídicas por él concebidas, como era, principalmente, el
sistema de gobierno republicano y democrático.
Ya vimos, Bolívar en medio de su creciente madurez y formación política y, por tanto,
como buen intelectual y caudillo formado en las finuras de la retórica (bajo la usanza
aristotélica de tratarse del arte del buen decir o dar buenas razones), plantea una tesis
radical y, sin duda, revolucionaria: ya estamos hartos de leyes y, especial, las dictadas
por el Imperio español.
La práctica consuetudinaria y normal, en ejercicio de una institucionalidad y, un sistema
político fundado en la tiranía y el despotismo, y que por tanto, necesariamente,
mantenía grandes diferencias desde el punto de vista de la Naturaleza, nacidas
precisamente a partir de un orden colonial y de servidumbre; la desigualdad social, era
por tanto, su máxima expresión ideológica, en medio de una sociedad bien
fragmentada, entre ibéricos y americanos, indígenas y otras identidades locales,
mientras que, restrictivamente, la igualdad y la equidad sociales, se equiparaban a
reconocer a una sociedad exclusiva y excluyente desde el punto de vista práctico del
propio poder. Luego, su estabilidad política estaba fundamentada y, con todo era
prenda de garantía bajo la condición sine qua non de la pax reinante al interior de sus
propios dominios o colonias.
76 Ibídem
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El equilibrio constante entre la fuerza de la desigualdad e igualdad, en exacto sentido
reflejan la continuidad de la institución colonial: su hegemonía política, como razón de
Estado.
De ahí, que no sea una especie de utopía que la metrópolis tenga su propia impronta:
la Pax Hispánica (paz española), sinónimo de la política exterior del Imperio español,
en procura permanente por mantener su statu quo.
Sin embargo, para el Libertador aquella paz española que no era otra cosa que el
reflejo de los “valores españoles”, debía contraponerle su propia Pax Bolivariana. Tal
vez, una de las máximas políticas en que se inspira, incluso, con un sentido ético-
humano, es proyectar en el tiempo y espacio, -reiteramos- la vigencia real y normal de
una igualdad legal y política que apunte más allá de un auténtico principio de justicia y,
debilite paulatinamente el viejo sistema imperial:
“Habiendo ya cumplido con la justicia, con la humanidad, cumplamos ahora con la
política, con la sociedad, allanando las dificultades que opone un sistema tan sencillo y
natural, más débil que el menor tropiezo lo trastorna, lo arruina”77.
Precisamente, la médula que oponía cualquier tipo de diversidad u heterogeneidad de
orden social, -según- Bolívar era la vigencia de un “sistema tan sencillo y natural” como
el propio español, incluso, fácil de trastornarse o arruinarse, dada su crítica involución y
asfixiante legitimidad pues, era normal que cedía paso a paso con el accionar militar y
político-ideológico proveniente del evolucionar definitivo de la Independencia78. De ahí,
no dudamos, la seguridad discursiva por parte del Libertador al aseverar: La diversidad
de origen requiere un pulso infinitamente firme, un tacto infinitamente delicado para
manejar esta sociedad heterogénea (…)79.
La madurez de índole política e institucional, posibilitaba un nuevo estado de cosas, en
relación con los temas puntuales de la justicia social y, la vigencia de un orden de
reconocimiento y respeto por los Derechos Humanos o en el mejor sentido jurídico de
la época; Los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Además, el pensamiento
bolivariano refleja, en particular, una concepción política y filosófica de su momento: la
razón, cuya luz está proyectada y caracterizada en la llamada modernidad, cuyo orden
está formado, en principio, por hombres libres e iguales entre sí.
¿Cómo comprender desde un ángulo de sentido común y estricta transformación
sociopolítica bolivarianos que la vigencia real de la justicia social y la promoción de los
Derechos Humanos al interior de las nuevas repúblicas, no tendrían operancia a partir
de un nuevo orden de cosas y, especialmente, en un medio sociopolítico más o menos
en paz?
77 Ibídem. 78 El Discurso de Angostura, prácticamente dio origen a la conformación de la Gran República de Colombia y, el nacimiento previo de la Ley Fundamental de Colombia (1819). 79 https://books.google.com.co/books?isbn=9588789168 (Consultado, 15 de septiembre de 2016).
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Recordemos que, el movimiento de la Ilustración se afianzó en el ideario de la igualdad,
la libertad, el progreso y la civilización. Harto, hemos planteado que estos no fueron
ajenos como tampoco desconocidos en vigencia del pensamiento y la acción política
del Libertador.
No resiste, pues ninguna justificación de naturaleza política y, social, como tampoco
moral, pretender (en Bolívar) que persista en las nuevas repúblicas, aquellos “valores
españoles”; de ahí la lógica que, se plantea como válida y legítima a manera de
alternativa es la de crear y consolidar unas mínimas condiciones de un nuevo orden
cuya estructura funcional e ideológica supere, principalmente, el antiguo modelo
inspirado en un poder tiránico: se trata de alternar y hacer viable a nivel institucional y
sociopolítico, la Pax Bolivariana:
“La Pax Bolivariana mantiene el pluralismo pero fortalece el poder de la comunidad
para garantizar a los débiles una debida participación en los beneficios colectivos. No
cree Bolívar, que la suma de egoísmos personales produce el bien colectivo; ni que el
ideal social sea una diaria lucha por establecer quién puede más. En otras palabras, no
acepta el mito moderno de la sociedad unidimensional de que las desigualdades deben
expresarse en una escala de méritos o de perfecciones, en una métrica de mérito, de la
belleza, de la disciplina o de la inteligencia. El problema es complejo y para nuestro
propósito basta con señalar que él forma la base y justificación del modelo social
bolivariano. Y que, además, no proviene del racionalismo de la Ilustración sino de un
intento de admitir la realidad como es, pero sin aplicarle valoración puritana como
ocurrió en la América del Norte”80.
Ahora bien, para los fines de sustentar la tesis alternativa de una Pax Bolivariana, es
pertinente, siguiendo a Mario Laserna conocer sus dimensiones de orden político,
ideológico y, praxis dinámica:
“Para reemplazar el desaparecido orden de la Pax Hispánica, Bolívar parte de cinco
premisas: 1. Carácter polirracial de América y desigualdades entre las razas, producto
de la naturaleza. 2. Grandes Recursos Naturales de América susceptibles de ser
puestos al servicio de sus habitantes y de la Humanidad entera. En esto la influencia de
Alexander von Humboldt tuvo gran peso. 3. Los seres humanos son educables si se
respetan sus inclinaciones y talentos naturales. El hecho de haber podido formar un
ejército con criollos, indios, mestizos, mulatos, negros y unos voluntarios europeos,
capaz de derrotar a veteranas y disciplinadas tropas españolas, le enseñó el valor de la
educación y la organización con disciplina y liderazgo. Esta experiencia, como es
lógico, la traslada a sus proyectos de la nueva Sociedad y el nuevo Estado. (…) 4. Esa
nueva sociedad se inspiraba en valores e ideas humanistas tanto de la Cultura Antigua
como de la Europa actual las cuales aún no se habían convertido en realidad, pues el
sentido de Imperio y Poder, desde los antiguos hasta Napoleón, obedecía a un
propósito de dominio y sujeción y no de Libertad y Dignidad del Hombre. Empero,
80 Laserna, Mario, Op. Cit. p. 60.
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“Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero son rarísimas
las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de la Libertad; más porque
son los Pueblos más bien que los Gobiernos los que arrastran tras sí la Tiranía… si
vuestra elección no está presidida por el gobierno tutelar de Venezuela que debe
inspiraros el acierto al escoger la naturaleza y la forma de Gobierno que vais a adoptar
para la felicidad del Pueblo, si no acertáis, repito, la Esclavitud será el término de
nuestra transformación”, amonesta en Angostura”81.
Digamos, finalmente que, la concepción de Pax Bolivariana lleva implícito, por un lado,
en términos sociológicos un harto contenido de humanismo social y, por otro, la
derivación lógica y mediata de esta tesis, gravita en el fundamento de una realidad
necesaria y existencial: Bolívar, teoriza y, persigue un accionar práctico de paz, en una
dimensión antropocéntrica, es decir, en función y fin del hombre concreto, levanta este
noble proyecto que no es otro que su búsqueda permanente de justicia y, la vigencia y
respeto de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
No dudamos, que para el Libertador la creación e historia de su Pax Bolivariana la
definen los hombres y, su conciencia bajo los axiomas de Libertad y Dignidad Humana;
necesariamente, los dictados del arbitrario y tiránico poder español, debían ceder y, por
tanto, dar paso a un nuevo orden de cosas en el que la dialéctica central no es otra
que, la acción práctica y política desde una perspectiva de poder político y estatal
reales.
Podemos, agregar, que el ejercicio político por realizar socialmente la Pax Bolivariana,
en principio, a través de una pluralidad de fuerzas nacionales, es la traducción
elemental del principio de autogobierno participación directa del pueblo por consolidar
un gobierno democrático y, dejar atrás la fuerza de una autoridad extranjera.
Tanto que, Bolívar en su Discurso de Angostura plantea una alternativa para el pueblo:
se consigue su felicidad a través de su emancipación frente al Imperio español o, se
persiste en su esclavitud permanente; algo así, como una especie de racionalidad de la
acción de la que alude Erich Fromm82. Esto es lo que precisa Laserna como condición
sine qua non para el surgimiento de una nueva estructura política y social:
81 Ibídem. 82 Bolívar capta esta cuestión coyuntural, más que un asunto de conciencia en medio de una sociedad
difusa y carente en su mayoría de cierta cultura política, como una piedra angular para justificar aún más su lucha frontal y revolucionaria contra la metrópolis, en el sentido de concebir la esclavitud como un acto irracional y tiránico, más cuando la Revolución Francesa se inspiró en los Principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, siendo un antecedente político y revolucionario del proceso bolivariano. Al respecto, digamos: El problema de la racionalidad de la acción –anticipado por sociólogos y filósofos- se presentó dramáticamente después de la primera guerra mundial con el surgimiento de tendencias que negaban las aspiraciones más arraigadas en la conciencia del hombre occidental. Esta explosión de irracionalidad cuyas expresiones han abarcado todos los aspectos de la cultura, se ha manifestado en el campo político como negación de la libertad. La cita, corresponde al clásico texto: El Miedo a la Libertad Fromm, Erich, en su Prefacio a la edición Castellana, editorial Paidós, Buenos Aires, pág. 15.
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El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad
posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política83.
Ahora, siguiendo este estado de cosas y, especial, la redifinición ideológica y política
de aquella paz hispánica Bolívar se anticipaba a la concurrencia futura de unas
condiciones, tal vez, anárquicas y desestabilizadoras para la nueva república, en el
sentido de resolverse de fondo y en términos estructurales la cuestión relativa con la
desigualdad material y, con mayor razón, la esclavitud. No era para menos, que el
Libertador en medio de su brillante inteligencia y perspicacia a la hora de adoptar sus
ideas, cuestionara para el año 1826:
“¿Quién contendrá a las clases oprimidas? La esclavitud romperá el fuego: cada color
querrá el dominio”84.
Por ende, en el tema puntual y crítico de los Derechos Humanos, respecto de la
libertad humana como derecho fundamental, cobra en Bolívar su mayor interés y
preocupación, pues, la sopesó sobre la base política de su práctica real y garantizada
institucionalmente como virtud natural de los hombres, y que debía ser mantenida por
la vía Republicana, como máxima “virtud”. De modo contrario, estas cuestiones propias
de la libertad humana y social son por naturaleza de la esencia de un orden político
tiránico85.
Digamos finalmente, que hay dos asuntos que desde el punto de vista de la
historiografía política de la Independencia Nacional y, por tanto, siendo el resultado
lógico de las políticas bolivarianas de emancipación nos ayudan a dar mejores
elementos de juicio, respecto del asunto objeto de análisis y, principalmente, con la
cuestión de la justicia social en el plano de la praxis política, así:
De una parte: “A fines de diciembre 1814 y después de azarosa navegación en
aquellos mares, vigilados constantemente por las naves españolas, Bolívar llegó a Los
Cayos de San Luis en Haití. Allí gobernaba entonces Alejandro Pétion, bajo cuya
influencia la antigua colonia francesa del Caribe había recobrado su libertad, proscrito
la esclavitud y erigido la República.
Gracias a la eficaz ayuda de antiguo amigo suyo, no bien llegó a Puerto Príncipe pudo
Bolívar entrevistarse con su mandatario, cuya benevolencia se ganó desde el primero
momento. (…)
En los días siguientes, las entrevistas se repitieron y Bolívar y Petión descubrieron en
ellas los muchos intereses comunes que vinculaban a sus respectivas causas. El
presidente comunicó al Libertador sus temores en el posible arraigo de los poderes
83 Una máxima bolivariana, cuya exposición corresponde exactamente al Discurso de Angostura (1819). En: Pensamiento Político de Simón Bolívar. Op. Cit. p. 77. 84 Bolívar, Simón, “Carta de Bolívar a Páez, 4 de agosto de 1826”, en Lynch, John, Las revoluciones hispanoamericanas (1808-1826), editorial Ariel, Barcelona, 1980, p. 34. 85 Para Bolívar: “(…) la práctica de la libertad no se sostiene sino con virtudes y que donde éstas reinan es impotente la tiranía”. En: Arizmendi, Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 170.
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metropolitanos de Europa en América y le expresó su interés por ayudar a los
venezolanos” y granadinos, siempre que la empresa de la emancipación se tradujera
en el término de la esclavitud de los negros en el Nuevo Mundo”86.
Fueron varios los actos y/o manifestaciones públicas e institucionales, por parte de
Bolívar para cumplir con este compromiso humanista:
No se puede ser libre y esclavo a la vez, sino violando a la vez las leyes naturales, las
leyes políticas y las leyes civiles87.
Yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi
vida y la vida de la república88.
Abolida la esclavitud en Venezuela, todos los hombres que antes eran esclavos se
presentarán al servicio para defender su libertad89.
Por otra, el Libertador expidió el Decreto del 5 de julio de 1820 el cual consagraba en
su artículo primero: “Se devolverán a los naturales, como propietarios legítimos, todas
las tierras que formaban los resguardos según títulos, cualquiera que sea el que
aleguen para poseerla los actuales tenedores”. Un año después, con la Ley del II de
octubre se ordena la repartición de los resguardos en pleno dominio a los indígenas90.
Estos hechos, sin duda, pueden confirmar la tesis bolivariana de reivindicarse en la
praxis política acerca de la importancia política e ideológica en lo que respecta con los
Principios de Justicia Social y Libertad humana, que están imbuidos en el amplio
dossier de los Derechos del Hombre y del Ciudadano o más modernamente, Derechos
Humanos o Fundamentales.
En este orden y, en punto con la metodología impresa para la demostración del
respectivo problema científico, por medio de la hipótesis planteada, es pertinente hacer
un par de reflexiones con el fin de ir convalidando progresiva y discursivamente “lo que
debe sustentarse” en términos cualitativos y, por razón del presente Capítulo:
De un lado, existe coherencia ideológica-política entre la teoría y la acción práctica
bolivariana en lo referente con la guerra independentista, su fundamentación
axiológica, su dinámica socio-humana y, finalmente, sus resultados praxis políticos tras
la conquista de un orden republicano y, por ende, la consecución material de la
Independencia Nacional de cinco Repúblicas. Es decir, la guerra en la perspectiva de
este fin fundamental e institucional, comienza a cobrar no solo validez sino legitimidad,
incluso, vimos cómo a partir del Derecho Natural y, por tanto de las Normas públicas
internacionales del Derecho de Gentes (Jus gentium) adquiere una finalidad política
“justa”.
86 Liévano, Aguirre, Indalecio, Op. Cit. P. 163 s.s. 87 Arizmendi, Posada, Octavio y, Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 83. 88 Ibídem. 89 Ibídem, p. 85. 90 Tovar, Zambrano, Bernardo. Op. Cit. p. 482.
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A la sazón, Bolívar en estricto sentido pudo calificar su lucha inicial de “anticolonial”
contra el sistema Imperial español y, posteriormente, con el avance sucesivo y
favorable de las cosas, enfila la propia guerra liberadora hacia el contexto de las
nuevas luchas ideológicas y políticas con efectos prácticos “neocoloniales”, surgidas a
partir justamente de la derrota político-militar del establecimiento español siguiendo la
tesis independentista del Libertador y, que dan paso hegemónico y simultáneo a
nuevos Imperios como el norteamericano y el inglés, especialmente.
Por otro lado, Bolívar siguiendo esa visión y uso legítimos de la “guerra” concibe y
desarrolla que más allá de su fin socio-político de naturaleza republicana y soberana, la
misma tenía una finalidad común: hacer de medio lícito y favorable para el logro final
de un estado de cosas en “Paz” socialmente e, institucionalmente desde la perspectiva
ideológica y política generar espacios en procura de consolidar y mantener tanto la
Integración y Unidad de las naciones suramericanas, como auténtica expresión de los
fines para los cuales se justificó e implementó la guerra de Independencia nacional.
Así las cosas, y en desarrollo de cada uno de los títulos que componen el presente
Capítulo pudimos demostrar la relación lógica, conceptual y práctica que existe
indisolublemente entre la teleología de la “guerra” anticolonial y, la finalidad republicana
de la “paz” concebida, igualmente, desde una arista política “antihegemónica”. Esta
categoría política es de la esencia ideológica y militar de la guerra en la medida en que
por medio de la Paz fue posible consolidar un orden social más o menos en
condiciones de justicia social y reivindicación de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano.
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Capítulo II
1. Concepción de Integración desde una perspectiva independentista
La guerra independentista, tal como hemos analizado, es resultado causal desde la
perspectiva ideológica y, política bolivariana, con los fines de una concepción de paz.
Pero, no es menos, que la cuestión institucional de la integración también, corresponde
en su exacta medida con la derivación propia de esa guerra emancipadora o liberadora.
José Carlos Mariátegui con tino había dicho que a Bolívar no solo le tocó hacer la
revolución, inicialmente, sino que, su paso siguiente sería buscar la integración; el
Libertador gozó de un pensamiento propio91.
La grandeza e intensidad del accionar político y militar por parte del Libertador, suponía
desde sus primeros momentos de lucha tener claro no solo la soberanía política sino la
unidad e integración de la América Hispana, un asunto con cierto aroma utópico más
no imposible de realizar pues como veremos en términos de su ideario político y
original Bolívar fue incisivo y permanente frente a estos postulados por medio de un
variado número de escritos, proclamas y discursos de orden privado y público.
Nos parece pertinente, echar mano especialmente de la Carta de Jamaica, por un lado,
y lo acontecido por medio del Congreso Anfictiónico de Panamá, por otro, para dar luz
a nuestro análisis respecto al tema, sin que esto sea óbice para abordar así sea
tangencialmente el mismo, todo desde una visión de contexto y, claro, de objetividad.
América (tomada desde la dimensión geopolítica que viene desde México hasta el sur
del continente, exactamente, la Patagonia), es para El Libertador, sencillamente, el
ideal para construir institucional y soberanamente lo que él ha denominado la Patria
Grande.
Y no es que tal visión futura, surja de un simple abordaje populista o, quizá de extirpe
caudillista; no. El estudio juicioso y ponderado hecho por Bolívar en relación con la
historia antigua y clásica e, incluso, moderna lo llevan a poner sus ojos e inteligencia en
cuatro naciones: Atenas, Roma, Inglaterra y, los Estados Unidos de América al punto
que exalta el papel de estas, en los destinos políticos de la humanidad y, en particular,
el aporte sustancial a los principios de la República y, la democracia:
“(…) son estas cuatro naciones las que más honran la raza humana por sus virtudes,
su libertad y su gloria”92.
91 En: https://www.aporrea.org/ideologia/a12502.html (Consultada: 3 de diciembre de 2016) 92 Corresponde con una nota remitida por Bolívar al director del periódico The Royal Gazette, el 28 de septiembre de 1815. En. Arizmendi, Posada Octavio y, Gómez, Botero Carlos. Op. Cit. p. 153.
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El documento, por excelencia, se reitera, para ir moldeando una concepción más o
menos exacta acerca de la Integración latinoamericana no es otro que, la Carta de
Jamaica (1815). La unión política e institucional de estos pueblos que pudiera llevar el
adjetivo de “sagrada” por su enorme importancia en los destinos nacionales, no está
definida en toda su exacta dimensión ideológica, política, ontológica o social. Se trata
pues de la tentativa de una nueva sociedad de Naciones que necesariamente, no
puede descartar una unidad en lo militar, dado el panorama coyuntural que viven los
pueblos americanos ante la amenaza neocolonial e imperialista.
Aun así, no deja de restar su significado frente a los destinos de las futuras naciones
americanas, desde una perspectiva práctica.
Al referirse de esta manera, corresponde en su exacta medida “a la caracterización
territorial que Bolívar hace de nuestro continente en la Carta de Jamaica y
comparándolo con la actualidad, rescatando información que Europa tenía sobre
nuestro continente en tiempos de Bolívar entendiendo también el territorio continental
políticamente hablando en términos temporales, ubicando en el escenario a los
intereses imperiales a partir de lo que significaba la monarquía y la colonia en el
territorio caracterizando a los pueblos del continente desde Bolívar y sus riquezas para
dar apertura a la idea de Patria Grande y reflexionando sobre la implicación de lo militar
en el proyecto político es que se realiza esta caracterización de la unidad bolivariana en
términos territoriales”93.
A la sazón, una descripción temática en la forma dicha, condensa, principalmente,
nociones como el territorio focalizado y dividido en los antiguos virreinatos94 que hacían
parte de los pueblos latinoamericanos, a manera de colonias y, sometidos al régimen
de servidumbre y opresión por parte del Imperio español.
Además, en el imaginario bolivariano visto, fácilmente podemos inferir un conjunto
adicional de ideas y/o nociones de naturaleza ideológica y política, v. gr. la monarquía,
93 Silva, Shameel, Thair, La idea de unidad continental en el pensamiento político de Simón Bolívar: Unidad bolivariana como proceso marco del cambio de época continental. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Departamento de Ciencia Política. Tesis de Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos, Bogotá 2015, p. 25. 94 El Virreinato de Nueva Granada, llamado también Virreinato de Santa Fe o Virreinato del Nuevo Reino de Granada, fue una división administrativa territorial establecida por la Corona española como resultado de su dominio en América. Creado por primera vez mediante Cédula Real por Felipe V en 1717 suspendido siete años después por problemas financieros, el virreinato fue restaurado en 1739, fecha desde la cual permaneció con diversas modificaciones en sus límites hasta 1810, cuando la revolución independentista lo sepultó en ruptura con el Imperio español. Reconquistado en 1815, fue nuevamente restaurado hasta 1819 cuando la Batalla de Boyacá selló su definitiva independencia. El Virreinato comprendió las Reales Audiencias de Santa Fe de Bogotá, Panamá, y Quito y parte del posterior territorio de la Capitanía General de Venezuela. Puesto en términos actuales, formaron parte del Virreinato las Repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, además de regiones del norte del Perú y Brasil, el oeste de Guyana y la costa Mosquitia de Nicaragua (…). En: 1810 Ni revolución ni Nación, Atehortúa, Cruz, Adolfo León, La Carreta Editores E.U. Bogotá 2010, p. 19.
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la colonia, la población local y las implicaciones y demás resultados de tipo militar
respecto del proceso político integracionista.
Por consiguiente, estos factores fundamentales y, otros (no menos influyentes, como la
educación y/o conciencia por parte de la subalternidad), acrecentaron la necesidad de
adoptar, principalmente, una vez consumada en definitiva y progresivamente, la
Independencia nacional de las varias Repúblicas suramericanas, el ideal de Integración
y unidad político-militar.
Lo que se percibe del torrente imaginario y de ideas sociológicas y políticas al respecto,
es que la razón de orden meta-político, para poder concretar y, por tanto, desarrollar en
la vida institucional americana la máxima de la unidad e integración, gravitaba sobre la
garantía de generarse en el orden social y político interno, unas condiciones mínimas
de emancipación e Independencia; aquella es el resultado lógico-causal de
desalienación en vía de realizarse materialmente esta, pues, la “emancipación” es más
o menos un proceso de realización del individuo en plena libertad, tendiente a su
desarrollo integral en sociedad y, como parte fundamental de los objetivos de la guerra
independentista bolivariana, en procura de un mundo distinto95.
La clave, pues, para dimensionar los alcances que desde el punto de vista práctico
generaría el proceso en cuestión, surgió, se reitera, con base en el proceso ideológico
y político de la Independencia. Sin embargo, Bolívar no se conformaba con arribar
simplemente a este macro propósito y, menos, concebía que el statu quo español de
buenas a primeras, se resignara o en el mejor de los casos aceptara tal asunto. La
experiencia del proceso bolivariano de liberación y/o emancipación, con posterioridad a
la primera década del siglo XIX dio la razón al mismo Libertador: la reconquista
española, a cargo del General Pablo Morillo no se hizo esperar y, menos, sus bárbaros
actos contra el movimiento patriota, sus dirigentes, militantes y población en general.
Por algo, las sabias palabras bolivarianas:
“Ud me dice que debemos cuidar de preferencia nuestra casa antes que la ajena; esto
no me parece respuesta, porque el enemigo no es casa ajena sino muy propia”96.
Esta tesis, no desdice la política imperial externa, dado que, la monarquía española
desde comienzos del siglo XIX tenía la experiencia social que en sus colonias
suramericanas acrecentaban su dinámica colectiva y política por hacer efectivo el
movimiento independentista -ya venía de verse, la Rebelión de los Comuneros bajo la
guía y acción del Prócer, José Antonio Galán y otros acontecimientos insurreccionales-
y, con mayor fuerza, cuando los ideales de unidad e integración latinoamericanos
95 Véase: Pablo Guadarrama G. Op. Cit. p. 436. 96 Corresponde con lo expresado por El Libertador a su Vicepresidente Santander (29 de septiembre de 1822). Arizmendi, Posada Octavio y, Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 153.
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venían aparejados con tal movimiento, incluso, desde fines del siglo XVIII a iniciativa y
obra del Prócer Francisco Miranda.
No era posible, pensar en un proceso activo de unidad e integración americanos,
retomados por Bolívar en la medida en que tuviera vida ideológica y política la colonia;
de modo contrario, aquel asunto justamente vino a tener un alto grado de madurez y
aceptación a nivel institucional y jurídico, al comenzar a decaer el período colonial. Y
esto resulta favorable a los intereses no solo de la futura República de Colombia sino
del movimiento unitario e integracionista en su conjunto, pues las ideas de la
Independencia y, con ella, de justicia social y reivindicación de los Derechos Humanos,
especialmente, la libertad humana adquiere ribetes de tratarse finalísticamente de unas
novedosas políticas públicas y constitucionales del nuevo orden social y político en el
plano externo.
Con todo, la lucha política y constante por la gesta emancipadora era presupuesto
categórico y necesario para apuntar a la realización progresiva de la unidad y la
integración.
Por supuesto, que la mirada europea y norteamericana no fueron ajenas con el proceso
materia de análisis; principalmente, Inglaterra y los Estados Unidos de América que
echaban los cimientos pre-capitalistas del nuevo orden imperialista moderno y, veían
de alguna manera menguados sus intereses económicos y políticos en la medida de
ver que las nuevas repúblicas suramericanas no solo lograban en términos
institucionales sino políticos sus respectivos procesos de Independencia nacional y, de
paso, surgía con fuerza la idea bolivariana de hacer posible un bloque continental
imbuido en lo que el propio Bolívar denominaría, la Patria Grande que, como veremos
en adelante, no solo contenía unos objetivos claros de naturaleza comunitaria,
económica, política e ideológica, pero no menos, de identidad y nacionalidad estricto
orden americanas, e incluso, de cooperación militar y pacífico, sino lo más relevante
desde el punto de vista del moderno Derecho Internacional Público, las bases futuras
de las actuales organizaciones multilaterales y, a manera de claro ejemplo, la UNASUR
y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) muy a pesar, de la
temporalidad y utópica realización de aquel gran proyecto latinoamericano.
Al fin de cuentas, esta mayúscula obra a imagen del Libertador vendría a constituirse
en un aporte a la modernidad y, en especial, a la soberanía y autonomía políticas de
las naciones americanas desde una perspectiva antihegemónica y pacífica siguiendo
los Principios del derecho público de los cuales hace uso el propio Bolívar tal como
veremos.
Pero, sin olvidarnos que tal proyección continental fue decisiva a la hora de hacer y,
concretar la guerra revolucionaria a la cabeza de Bolívar; de modo contrario, siquiera
pudiera hablarse tangencialmente de emancipación como tampoco de Independencia.
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Bolívar en tal sentido, era un simple visionario con cualidades propias de político, militar, estadista e internacionalista, no un profeta, pues recordemos cómo el profesor Medófilo Medina reconoce por razón de la construcción y mantenimiento de un proyecto en cuestión y, en singular sobre su insigne creador: “(…) Pero Bolívar era un genial político y militar, no un profeta”97. Digamos, finalmente, a guisa de conclusión que, el Libertador acuñó en nuestro sentir y desde la arista política internacional, el término de la integración y la unión “postcolonial” con un sentido auténtico y netamente “americano” pero no menos, “autónomo” en el ámbito espacial latinoamericano, lo cual generó que en la perspectiva contemporánea surjan otras categorías ideológicas y políticas, a partir de ese referente bolivariano: como la integración regional latinoamericana indica un período “postliberal” que abandona la economía y subraya la acción política, para otros investigadores es “post-hegemónico” frente a la prepotencia estadounidense98, entre otras.
2. La alternativa integracionista como condición de soberanía política y nacional
Se torna imperativo establecer el nexo causal existente entre lo significó el proceso
militar e independentista bolivariano y, su resultado sui géneris en la cuestión de la
“unión sagrada”. El Libertador, por un lado, buscaba de acuerdo con la Carta de
Jamaica la creación en la América hispana de un plexo de repúblicas liberales y
constitucionales y a futuro no muy lejano (dependiendo del curso más o menos
favorable del movimiento de liberación), llevar a cabo la conformación de Colombia
integrada y, unida a través de las diferentes naciones suramericanas.
Desde su inicio, las guerras de emancipación fueron concebidas como una empresa de
liberación continental para luego, una vez ganada la independencia, crear el sustrato
institucional de la “unión sagrada” que se había manifestado durante esas mismas
guerras. En otras palabras, la idea de unión regional fue un elemento constitutivo de los
procesos de independencia99.
El Nuevo Mundo en visión integral de Bolívar requiere proyectarse favorablemente en
el aspecto de su Independencia continental, la consecución de aspiraciones comunes,
como vendría a constituirse la lucha y reconocimiento permanente de la soberanía
política de las repúblicas y, con ahínco lograr aquella quimera sociopolítica de una
Patria Grande que siguiendo a Shameel Thair Silva es donde está el potencial de la
unidad bolivariana100.
No obstante, esta perspectiva de orden ideológico e institucional no resultaba fácil de
realizar en el imaginario de sustituir la antigua forma de Gobierno monárquica por la de
la Republica, pues digamos que el proceso de Integración y unidad regional se
97 Op. Cit. p. 42 98 Ibídem, ps. 60-61. 99 Ibídem, p. 48 100 Op. Cit. p. 59.
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constituía en uno de los referentes para condicionar la vigencia y garantía práctica de la
soberanía política y nacional. La bandera integracionista gravitaba, en torno, con el
ideal anti hegemónico de no guardar las nacientes repúblicas ninguna dependencia
estatal con las emergentes potencias neocoloniales, en este caso, los Estados Unidos
de Norte América e Inglaterra, entre otras, pues era ya un tremendo revés la
experiencia con la metrópoli española. Esta política de ninguna manera tiene un
trasfondo expansionista y, menos, dominador en la esfera geoestratégica
suramericana; simplemente, buscaba el respeto y el trato como naciones civilizadas
frente a las modernas normas del Derecho Internacional Público acuñadas por Hugo
Grocio y otros grandes publicistas.
De ahí, puede considerarse la Carta de Jamaica como la brújula cuyo destino, principal,
es afirmar la intención autónoma y política de las futuras naciones suramericanas; este
principio, para Bolívar debe ser garantizado de manera particular a través de lo que
denomina la Liga de las Naciones de América del Sur.
Aquí, conviene resaltar que siendo Bolívar un internacionalista especial, estuvo atento
a tener coincidencia entre su pensamiento y la acción práctica, en lo relativo con esa
puntual cuestión. Además, no se puede desconocer que la categoría de la paz en
condiciones antihegemónicas como fue analizada, también incidió favorablemente
desde el punto de vista de consolidar las mínimas condiciones para la realización real
de unos Estado soberanos y libres, pues en el Libertador existía claridad ideológica y
política en el sentido de ser independientes no solo de los grandes imperios europeos,
incluido, el español, sino también el norteamericano e inglés, por más de admirar sus
formas de organización políticos-institucionales.
De lo anterior, surge que no podía existir ninguna razón integracionista, como tampoco
de unidad, mientras su proyecto marco de consolidar repúblicas liberales y
constitucionales no respetaran el Principio de no intervención; es decir, este vendría a
ser el requisito sine qua non de la principal política exterior bolivariana, sin desconocer
otras, como la solución pacífica de las diferencias internacionales.
Veamos, en términos precisos cómo tal máxima pública de una u otra manera incidió
en la praxis política de las emergentes repúblicas y, en singular, con el fundamento y
respeto del Principio de soberanía política y nacional:
El artículo 6º del Tratado Adicional al de Unión, Liga y Confederación Perpetua, del 6
de julio de 1822, celebrado entre Colombia y Perú, reconoció implícitamente el
Principio de no Intervención en estos términos: “Este pacto de Unión, Liga y
Confederación Perpetua no interrumpirá en manera alguna el ejercicio de la soberanía
nacional de cada una de las partes contratantes, así por lo que mira a sus leyes y al
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establecimiento y forma de sus gobiernos respectivos, como con respecto a sus
relaciones con las demás naciones extranjeras”101.
En este orden, reconociendo la categoría internacionalista de Bolívar y, siguiendo los
postulados del Principio, en mención, cabe señalar que la figura jurídica internacional
del Principio de “autodeterminación” de los pueblos es consustancial con el de no
“intervención”. Es decir, la propia suerte de los pueblos suramericanos estaba sellada
ni más ni menos en el paradigma republicano, no había otra alternativa, que vendría a
ser la “autodeterminación” fundada, por obvias razones, en la conquista nacional de la
Independencia. Y por consecuencia, tal paradigma estaba garantizado en la premisa
jurídica e internacional de no intervenir potencias extranjeras en el fuero interno y
constitucional de cada nación libre.
Uno y otro Principio implicaban la vigencia y apego al derecho público internacional y,
no era un asunto fácil de manejar, máxime el temprano nacimiento de las nuevas
Repúblicas. Aun así, el Libertador supo guardar prudencia y tacto en este sentido,
como lo veremos.
Ahora bien, en punto con darle mayor refuerzo a la tesis bolivariana, bajo el entendido
que la no intervención se constituyó en una práctica positiva y regulada
constitucionalmente al interior de las repúblicas, lo cual en cierta medida contrarresta
aquella corriente reaccionaria que cataloga al Libertador como un caudillo casi similar a
Napoleón Bonaparte en términos hegemonistas y dictatoriales, podemos traer a
manera de argumento de autoridad:
Con justicia puede reclamar Bolívar, en nuestra América, la paternidad -en el plano de
las ideas- del principio de no intervención. Sus conceptos básicos se pueden resumir
en estas palabras suyas respecto a este tema:
“La legitimidad de un gobierno deben examinarla sus súbditos y no los extranjeros. Yo
no sé los títulos que tenga ningún extraño para pedir los títulos de nacimiento de
ningún gobierno”102.
Por otro lado, para el momento exacto en que el Libertador redacta su opúsculo relativo
a la Carta de Jamaica (1815), las potencias monárquicas, incluyendo la española,
Rusia, Prusia y Austria buscaban blindarse en términos de asegurar una paz
interregional y, por ende, se pone en marcha los acuerdos de la Santa Alianza103 en
101 Ruda, José María, Bolívar y el derecho internacional (ensayo). Bolívar. Homenaje en el sesquicentenario de su fallecimiento. 1830 -17 de diciembre- 1980, primera edición, ediciones de las Américas Secretaría General Organización de los Estados Americanos y Tercer Mundo, autores varios. Bogotá D.C. 1980 p. 33. 102 Ibídem, (según, el autor, la cita es retomada de Enrique Finot, Bolívar pacifista). 103 Su firma acontece en París, el 26 de septiembre de 1815, una vez es derrotado Napoleón Bonaparte; fue signado por las viejas monarquías de Austria, Rusia y Prusia y, principalmente, bajo una concepción cristiana, se plantean como estrategia política en sus relaciones internacionales, los principios de justicia, caridad y, paz. Es pues, lo contrario con los ideales demoliberales, máxime cuando la firme intención de
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punto con darle vigencia real al Antiguo Régimen (Ancien régime) y, la práctica
inveterada de los gobiernos monárquicos y absolutistas. Es un desafío, prácticamente,
al statu quo la reacción en tal sentido.
Aun así, Bolívar dimensiona las cosas y se proyecta en el tiempo, porque finalmente,
su constante ideario de lucha emancipadora, radica justamente en proscribir algún
rasgo del viejo régimen. No es menos, que lo complejo y difícil de un macro proyecto
anfictiónico llevaba inmerso un sinnúmero de adversidades, entre otras, los intereses
geopolíticos extranjeros a manos de los Estados Unidos de Norte América que a pesar
de haber reconocido la soberanía política de buena parte de las repúblicas
suramericanas, estaba en plan de hacer efectivo su gran política de la Doctrina Monroe
(1823): América para los americanos y, con cierto sabor hegemónico continental y libre
de cualquier política colonial europea.
Con todo, el paradigma fundamental integracionista y, por tanto, unitario tras una
efectiva confederación, radicaba sobre la necesaria base política de asegurar
indefectiblemente la Independencia y de manera simultánea, la soberanía políticas, en
tanto, el resultado de la lógica institucional y republicana fuera favorable, pues,
siguiendo a Indalecio Liévano Aguirre el pensamiento bolivariano apuntaba a “una
América unida en una gran confederación de naciones libres y guiada por aspiraciones
internacionales comunes”104.
Asimismo, es pertinente precisar que el pensamiento bolivariano reconocía que la
soberanía política se delegaba exclusivamente en el pueblo, como ente real y libre de
dominación extranjera, y bajo cuya tutela estaban regidos los destinos de la República;
tanto que, (la soberanía) como la justicia son categorías complementarias en términos
políticos: La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es su base y la
utilidad perfecta le pone término105.
Siendo La soberanía popular, el sustrato ideológico y político del republicanismo:
“Un gobierno Republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser
la Soberanía del Pueblo: la división de los poderes, la Libertad civil, la proscripción de
la Esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”106.
Esta concepción acerca de la categoría de la soberanía política, nos sirve de referente
para dimensionarla en su justa dimensión, en lo que respecta con el proceso de
integración y de unidad latinoamericana, pues parecería que aquella categoría desde la
arista bolivariana perdiera legitimidad sino principalmente validez en términos
republicanos, pero, al final es simple apariencia. Este juicio resulta del todo razonable,
estas potencias no era otra que, restablecer el Gobierno monárquico y absolutista español, a la cabeza de Fernando VII, como así sucedió. 104 Op. Cit. p. 157. 105 En referencia al Vicepresidente Santander, en documento de 31 de diciembre de 1822. Arizmendi Posada, Octavio y Gómez, Botero, Carlos, Op. Cit. p. 258. 106 Discurso de Angostura. En Pensamiento Político de Simón Bolívar, Op. Cit. p. 78.
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en la medida de suponer a partir de la liga suramericana que, tal vez, la idea de Bolívar
era formalizar política e institucionalmente todo un superestado o Estado único
derivado de su idea de solidaridad suramericana, fuese éste república o monarquía.
En este contexto, aclaremos que, se trató fue de lograr toda una comunidad de
naciones sobre la base del respeto y autonomía interna y, especialmente, conservar la
respectiva soberanía política de cada Nación, como tal. Era, por supuesto, reconocer la
dignidad de esa misma Nación.
La “Confederación de naciones” sería desde el punto de vista de la acción práctica y
política, la masa en general, y cada nación individualmente soberana vendría a
representar la suma de unidades territoriales y políticas.
“La intención de Bolívar era formar una verdadera Liga Americana, sociedad de
naciones hermanas, sociedad cuya fuerza federada se opondría a la santa Alianza.
Bolívar aspiraba a una unión voluntaria en América a diferencia de la unión impuesta
coercitivamente por la Santa Alianza a naciones pequeñas e indefensas”107.
Sí resulta, finalmente, correcto predicar que la alternativa de la integración y la unidad
de los pueblos por medio de una Liga Americana guarda estrecha y permanente
relación temática e institucional con los fines bolivarianos de la soberanía política y
nacional. No olvidemos que, así Bolívar lo demuestra por medio del Tratado adicional
de Unión, Liga y Confederación Perpetua celebrado entre Colombia y Perú (1822), en
la forma indicada.
3. El internacionalismo político de Bolívar frente al Congreso Anfictiónico
Antes de abordar en contexto las dimensiones e implicaciones de orden ideológico,
político y, práctico republicano en lo concerniente con la proyección y realización del
Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), a iniciativa y, dirección del Libertador,
conozcamos un tanto las calidades extraordinarias y grandes virtudes suyas, en lo que
concierne con la postura reconocida de internacionalista.
Resaltemos, por un parte, cómo en un ejercicio ponderado y serio, por demás con
desapego de cualquier dogma que la obra humana de Bolívar, fue el producto de su
ejercicio permanente entre la teoría y la acción políticas.
Además, en los asuntos de naturaleza internacional, es de resaltarse sus dotes de
estadista y gran político:
El Libertador, puede considerarse como un gran internacionalista, incluso, dijimos
acerca de su esencial aporte al Derecho Internacional Público en América,
107 Masur, Gerhard, Simón Bolívar. Biblioteca Bolivariana para el tercero milenio y Fundación para la Investigación y la Cultura FICA, Bogotá 2008, p. 505.
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especialmente, en lo concerniente con los Principios de no intervención y,
autodeterminación soberana de los pueblos.
Resulta acertado desde la óptica de la praxis política y, en singular, con apego a la
historiografía política del proceso independentista detenernos en Luis Perú De Lacroix
para de primera mano entender la dimensión auténtica del internacionalista, -según-
Bolívar para el desempeño mejor en la arena de la diplomacia y en su intención de
servicio a la República:
El jesuitismo, la hipocresía, la mala fe, el arte del engaño y de la mentira, que se llaman
vicios en la sociedad, son cualidades en política, y el mejor diplomático, el mejor hombre
de Estado es aquél que mejor saber ocultarlos y hacer uso de ellos, y la civilización, lejos
de extirpar estos males, no hace sino refinarlos más y más. La filosofía nos hace ver
todas aquellas verdades, nos hace gemir sobre tal depravación, pero también nos
consuela108.
Todas esas cualidades adversas a los intereses públicos, muy bien lo reconoce el
Libertador de una u otra manera debieron incidir para que su ambicioso y meritorio
proyecto de Unión no pudiera concretarse en la forma preconcebida por él; justamente,
el General Francisco de Paula Santander a pesar de lo reacio y entendible por parte de
Bolívar de no invitar a participar a los Estados Unidos de Norte América en el desarrollo
práctico del Congreso Anfictiónico de Panamá asumió motu proprio conducta diferente,
muy a pesar que el arribo al evento del delegado americano fue tardío. No en vano la
historiografía nacional, incluso, pone a Santander en el plano del panamericanismo
auspiciado y, promovido por la propia potencia del Norte y, al Estadista y General
Bolívar como el inspirador y abanderado del americanismo moderno; es pues, lo que
revela Liévano Aguirre:
Nuevamente, hagamos uso de la historiografía política independentista y
emancipadora, en lo que hace relación sustancial con el tema ideológico, en singular,
con la posición del Vicepresidente Santander:
El vicepresidente de Colombia, general Santander, hostil a toda organización de
proyecciones americanas -capaz de contrapesar las fuerzas regionales empeñadas en
acelerar el proceso de multiplicación de nacionalidades en América- en la imposibilidad
de oponerse abiertamente a la reunión del Congreso de Panamá, optó entonces por
convertir el Congreso no en la agrupación de aquellos países americanos que tenían una
misma posición democrática ante lo propósitos imperialistas de la Europa absolutista y
del mundo anglosajón, sino en una reunión de todos los países del hemisferio,
cualesquiera fueran sus inclinaciones políticas y sus intereses comerciales.
Que la multiplicidad de las tendencias encontradas que actuarían en el Congreso evitaría
la formación de una confederación política con poder para absorber a las vacilantes
108 Op. Cit. p. 131.
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nacionalidades americanas y serviría para destacar la importancia de los factores
regionalista en el Nuevo Mundo, fueron las razones que indujeron a Santander a poner en
marcha esta política, que constituye el verdadero antecedente del panamericanismo -
cuyo ingenioso iniciador fue Santander109 y no Bolívar-, política que aspiraba a propiciar
en América, a la sombra de la doctrina de Monroe, el triunfo de aquellas tendencias que
buscaban transformar las antiguas divisiones administrativas de la Colonia en estados
soberanos e independientes y evitar la formación, en las regiones centrales del
continente, de una gran confederación capaz de oponer adecuado contrapeso a las
formidables agrupaciones territoriales y humanas que comenzaban a formarse en los
extremos Norte y Sur del hemisferio110.
Vimos cómo el ideal bolivariano de la Integración y la unión ayudaron a consolidar y
asegurar en buena medida los niveles de autonomía y/o soberanía política al interior de
las nuevas naciones. De ahí, que frente a este aporte conviene analizar sus principales
bases y, en singular, el papel de reconocimiento internacional generado desde la
perspectiva de un mundo moderno y civilizado, como era la visión del Libertador.
No sin antes, lanzar un comprensible interrogante en punto con lo fundamental del
asunto: ¿para qué sirvió en términos definitivos del movimiento independentista la
convocatoria y realización de un evento de tal naturaleza política?
Precisemos que, Bolívar partiendo de la tesis de ser un político y Jefe de Estado con
alto nivel formativo en términos intelectuales, humanistas y militares comprendía
claramente, que el papel de los nuevos Estados suramericanos no podía imbuirse
simplemente en el marco ideológico y político republicano al interior de sus propias
fronteras. Es decir, que el ejercicio de lo político y su política simultáneamente no
debían quedar y, menos, desarrollarse en lo local, pues las amenazas a sus intereses
soberanos e institucionales eran latentes y bien complejas a causa del
intervencionismo monárquico e imperial, especialmente, europeo, y en un momento
coyuntural favorable para Bolívar de consolidar a comienzos de la segunda década del
siglo XIX las condiciones definitivas del movimiento de Independencia y libertad.
Recordemos, por el lado europeo las antiguas monarquías (incluida, la española,
francesa, inglesa, prusiana, etc.) no vacilaban en poner los ojos sobre las nuevas
Naciones soberanas por intermedio del bloqueo internacional de la Santa Alianza y, por
109 En estos términos el Vicepresidente Santander explicaba al Libertador la invitación a los Estados Unidos de Norte América al Congreso Anfictiónico de Panamá: Con respecto a los Estados Unidos -escribía- he creído conveniente invitarlos a la augusta Asamblea de Panamá en la firme convicción de que nuestros íntimos aliados no dejarán de ver con satisfacción el tomar parte en las deliberaciones con el interés que corresponde a unos amigos tan sinceros como ilustrados. Las instrucciones que con este motivo se han impartido a nuestro enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Washington, de que le acompaño copia, os impondrán extensamente de los principios que me han estimulado a tomar esta resolución. En: Liévano, Aguirre, Indalecio, Los Grandes Conflictos de Nuestra Historia, Intermedio Editores S.A.S. Bogotá 2015, T. 2. p. 634-635. 110 Liévano, Aguirre, Indalecio, Bolívar, p. 345-346.
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la parte del imperio norteamericano, se hacía sentir la reconocida Doctrina Monroe
(1823) y, todo su proyecto hegemónico y político dirigido hacia el sur de su frontera.
Al respecto, el pensamiento y la acción práctica bolivariana, en cierta manera
aleccionaban:
Esta lucha no puede ser parcial de ningún modo, porque en ella se cruzan intereses
inmensos, esparcidos en todo el mundo111.
Así, todo movimiento insurreccional o de índole social con ribetes “subversivos” que
pusiera en entredicho el statu quo imperial desde el punto de vista de su política
externa colonial o neocolonial, debía ser contrarrestado, hasta con el uso de la fuerza y
las armas.
De ahí, no era extraño que el Libertador fuera inteligente y, prevenido en este sentido;
la coyuntura ideológica y política del movimiento independentista y de liberación, era
bien sui géneris y delicada, pues no era fácil pensar en una plena lucha sobre la base
del sustrato popular en la medida de su arraigo y casi conformidad que se tenía de la
estructura monárquica y, su política violenta y de sometimiento; todo lo cual, sin duda,
generó algún miedo a la libertad haciendo parangón con el título de la obra de Erich
Fromm. En el aspecto modal de la conciencia y la lucha social, tendremos la
oportunidad de hacer el análisis correspondiente.
Bolívar era el más indicado para sortear estos aspectos, para él podrían tener alguna
incidencia negativa en el ascenso de su estrategia político-militar. La amenaza de la
Monarquía cualquiera fuera el Estado de su origen, no era por tanto, virtual sino real y,
era prioridad en Bolívar mostrar al mundo la capacidad y disposición de las nuevas
naciones de materializar un bloque de integración y unión, en contra de la injerencia
imperial y neocolonial; se trataba así, de crear condiciones objetivas de seguridad
política y solidaridad. De esta manera, el Libertador comenzaba a moldear la política
exterior de las nuevas repúblicas; no en vano, Gerhard Masur es enfático en reconocer:
“(…) podemos decir con toda propiedad que la política exterior sudamericana nació en
1826 y que su padre fue Simón Bolívar”112.
Pero, no menos, que siendo –reiteramos- el Libertador el internacionalista por vocación
y por tanto, un convencido pacifista, por antonomasia, buscaba en el marco del
Derecho Internacional Público moderno, afianzar no solo las relaciones públicas de las
nuevas naciones, sino principalmente, buscar cierto “equilibrio” de soberanía,
Independencia e identidad políticas frente al viejo mundo y la propia potencia del norte,
bajo el entendido de las transformaciones sociales, culturales, económicas y hasta de
111 Ibídem, p. 341. 112 Op. Cit. p. 502.
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una revolución étnica –en palabras, de Waldo Frank- para hacer ver al mundo en
general que la práctica inveterada de los viejos imperios de dividir a unos pueblos entre
periferia o metrópolis versus colonias, no resultaba lo más correcto en términos
políticos de la modernidad y el avance de la civilización.
En síntesis, el colosal proyecto bolivariano, en últimas convocando a la anfictiónica no
era otra cosa que la vigencia del republicanismo y liberalismo políticos; se trataba, de
una “segunda” revolución en marcha e imparable dado su estricto sentido ideológico,
metódico y, fundamentalmente, práctico, pues ni más ni menos apuntalaba a una
auténtica lucha de clases desde la perspectiva marxista: entre oprimidos y opresores,
la batalla entre los pueblos y los tronos113.
Bolívar con este comportamiento no dejaba abierta la posibilidad de tratarse de un
hombre de ideales conservadores o simplemente, un conformista de cambiar a partir de
la vieja estructura monárquica a sus dirigentes políticos o los conductores de la
institucionalidad; no.
El mérito como caudillo y líder auténtico revolucionario, radicaba en su vertical
coincidencia entre teoría y praxis políticas; Bolívar sabía dimensionar la combinación
entre la res pública y la política como ejercicios legítimos de los gobiernos
democráticos.
Igualmente, por medio de su Liga confederal aspiraba a que las cuestiones de la guerra
y la paz no fueran tema político indiferente y ponerse en discusión pública, en una
especie de “congreso abierto y democrático”; una mezcla entre utopía o realidad, pero,
con una gran dosis de realismo político, tal como venimos analizando. Al fin de
cuentas, todos estos asuntos hacían parte de la estructura y finalidad de la anfictiónica
y, de la necesidad urgente de concretarla en una coyuntura internacional suramericana bien
compleja por el tema neocolonial al que se enfrentaba.
Tanto que para ahondar en las razones de peso que lo llevan a tomar la política
internacional como ejercicio del poder político soberano, podemos consultar
necesariamente, la historiografía política y, a través de Luis Perú De La Croix conocer
de primera fuente:
(…) pero los hombres que dicen conocer la política, que se dicen hombres de Estado,
deben preverlo todo, deben saber obrar como tales, y probar con resultados que
efectivamente lo son, tales como se creen114.
De ahí, era un lugar común no ajeno al gran proyecto integracionista y unitario
bolivariano, cuestiones como:
113 Ibídem, p. 349. 114 Op. Cit. p. 34.
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“Por eso la Santa Alianza, a inspiración suya y de su aliado en esta política, el Zar de
Rusia, proclamó abiertamente -con la sola oposición de Inglaterra- el principio de
intervención, mediante el cual las potencias coaligadas se declaraban obligadas a
actuar, por las armas cuando fuera necesario, contra cualquier Estado donde triunfara
una insurrección contra el orden social, o ayudar a cualquier gobierno que padeciera
dentro de su territorio de un movimiento subversivo de tal índole. En desarrollo de esta
política, en el Congreso de Verona se ordenó a Francia restablecer, por medio de las
armas, el absolutismo de Fernando VII en España, y en aquellos días las cancillerías
europeas discutían ya la intervención militar francoespañola en América para
restablecer la autoridad de la monarquía en sus posiciones de Ultramar”115.
Es decir, la discusión en el plano teórico y praxis político que surgía a última hora en el
pensamiento democrático y liberal por parte del Libertador, se hallaba en la disyuntiva
de ceder ante la presión de las viejas y pesadas estructuras de poder monárquico o, de
modo contrario, hacer valer aún a costa de persistir en el uso legítimo del movimiento
armado e independentista, la vigencia de lo que él mismo llamó la paz americana y, de
contera, del sistema de gobierno republicano, máximas de su política liberadora e
internacional.
Bolívar jugó las cartas por esta última alternativa de índole ideológica-política y,
también de naturaleza militar, pues seguía convencido como buen estratega que
incluso, la consolidación y realización de la Unión de las Naciones americanas del sur,
tendrían el respaldo de un gran ejército latinoamericano. Era tal la fuerza y el espíritu
de una hegemonía política del proyecto de la Gran Colombia en América que incluso,
puso en entredicho la fuerza monárquica española y, en cierta forma logró “equilibrar”
las relaciones internacionales con sus antiguas colonias, dado el poder y auge de la
insurrección bolivariana, al punto que, la campaña española de la reconquista o
“pacificación” a manos del General Pablo Morillo había sido desastrosa en términos
militares y políticos, habiendo prescindido de persistir y marchar a su natal España.
Eran pues, los días finales de la Batalla de Ayacucho.
Al respecto, la historiografía política reconoce tal referente:
Eran los días en que el embajador de Francia en Madrid, M. Moustier, se dirigía al
ministro francés de Relaciones Exteriores, barón de Damas, en los siguientes términos:
“La consternación reina ya en todos los puertos con motivo de las hostilidades contra la
Regencia de Argelia y los perjuicios que causan los corsarios colombianos. En estos
puertos, más que en las ciudades del interior, gana prosélitos el sentimiento de que si
bajo semejantes disposiciones se presenta en las costas de España una escuadra
insurrecta americana, sería imposible contener el desbordamiento revolucionario”116.
115 Ibídem, ps. 342-343. 116 Ibídem, p. 350 (sic).
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Ahora bien, a pesar del fracaso de la anfictiónica en términos de una futura política
internacional en la forma prevista y proyectada por Bolívar quien se constituyó en el
mayor artífice117 y, no menos, la persistente injerencia imperial de Estados Unidos de
Norte América con su agresiva Doctrina Monroe, conviene resaltar dos aspectos
sociopolíticos que en cierta manera son rescatables desde el punto de vista de la
consolidación definitiva de la soberanía política y la justicia nacionales:
Por una parte, la guerra independentista y emancipadora, por tanto, el resultado
ideológico y político derivado de la misma, es decir, la paz y la integración legítimos en
términos de la República constitucional y liberal, permitieron que a través del Congreso
Anfictiónico de Panamá la causa de la soberanía y autonomía políticas principalmente,
tuviera reconocimiento sino legitimidad a la luz del Derecho Internacional Público:
La liga debía disponer de sus propios órganos institucionales, de carácter
supranacional, cuyas atribuciones políticas y grado de autonomía con respecto a las
partes fueran suficientes para que su evolución, en el transcurso del tiempo, se
efectuara en el sentido de ensanchar paulatinamente esa soberanía supranacional y no
de mantener, inmovilizadas, las soberanías locales de los Estados miembros. (…)
“Nuestras Repúblicas -le diría Bolívar a Unanue- se ligarán de tal que no parezcan en la calidad de naciones sino de hermanas, unidad por todos los vínculos que nos han estrechado en los siglos pasados, con la diferencia de que entonces obedecían a una sola tiranía y que ahora van a abrazar la misma libertad, con leyes diferentes y aun gobiernos diversos, pues cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de su soberanía según la voluntad de su conciencia”118. La historiografía política, conocida, por lo menos, revela el nexo causal entre teoría y praxis política en el ideario bolivariano de hacer de la soberanía y la autonomía políticas la fuente institucional de los nuevos Estados-naciones tras la vigencia de la forma de gobierno republicano y liberal.
De otra parte, la misma historiografía política nos ayuda a comprender la unidad
conceptual y de acción práctica, derivada del propio pensamiento bolivariano de
integración y unión respecto de una cuestión sociopolítica que no fue ajena a este. Se
117 (…) la unidad hispanoamericana en el contexto de nuestra lucha por la independencia en las primeras décadas del siglo XIX. Francisco Miranda, protolíder no solo de la independencia sino también de la unidad hispanoamericana con su proyecto de Unión Colombiana en el siglo XVIII, Bolívar y San Martín, los Libertadores de Suramérica, así como José Cecilio del Valle, Mariano Moreno, Bernardo Monteagudo y Juan Bautista Alberdi, entre los líderes independentistas más representativos expresan este camino de unidad que no se llegó a cumplir alcanzada la independencia política de España. Son el testimonio de un proyecto inconcluso y de una aspiración cuyo más grande esfuerzo fue sin lugar a dudas el impulsado por Bolívar con el Congreso de Panamá en 1826 (Rojas, s.f., págs.. 4-5). En: Silva, Shamel, Thair Op. Cit. p. 61. 118 Los Grandes Conflictos de Nuestra Historia, Op. Cit. p. 604-605.
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trata de la abolición de la esclavitud y, por demás, a futuro, la prevalencia de un civis
hispanoamericanus o en palabras de Liévano Aguirre el “gran nacionalismo
hispanoamericano” en lo que Bolívar denominó: Nuestra patria es América.
Continuando con la línea historiográfica, agreguemos:
“Él (Bolívar) aspiraba a que los Estados signatarios se comprometieran a conservar y
defender en sus respectivos territorios las instituciones democráticas y republicanas -
cuyas fórmulas concretas, desde luego, no tenían por qué ser idénticas a las ideadas
por las plutocracias protestantes anglosajonas-, y a abolir en Hispanoamérica la
esclavitud de los negros, como a desligarse totalmente de la trata internacional de
esclavos”119.
Al respecto, y tras la conquista bolivariana que a futuro se hizo realidad, es decir, la
proscripción de la esclavitud a nivel de Colombia, el Libertador fue enfático con los
delegados colombianos al Congreso al ordenar en sus instrucciones:
“6ª La abolición del tráfico de esclavos de África y declarar a los perpetradores de tan
horrible comercio incursos en el crimen de piratería convencional”120.
Con todo, la anfictiónica más que una cuestión de raigambre ideológica y política
inmersa en una esperanzadora utopía, cuyo mérito trasciende hacia el ejercicio y
evolución gradual de la política externa colombiana en ejercicio de su soberanía
nacional y, que por supuesto dejó su legado a nivel democrático y republicano a las
futuras Naciones suramericanas, no puede pasar por alto, como un acontecimiento hito
de dignidad frente a los grandes imperios europeos y anglosajones en la marcha contra
el colonialismo y neocolonialismo modernos; esa era la visión futura de Bolívar.
Con todo, la guerra independentista garantizó que el Libertador ante la Anfictiónica
fuera capaz en términos políticos y militares de “desafiar” a las grandes naciones
europeas y, en especial a la estadounidense, pues en carta dirigida a Santander desde
Arequipa expresa su inconformidad con la invitación enviada a Estados Unidos para
asistir al Congreso de Panamá121.
4. El reto político de consolidar la educación y lucha social: la participación de
la subalternidad
Hemos visto cómo las categorías de la Paz y, la Integración fueron una constante en la
dinámica del gran proyecto militar y político del Libertador. Incluso, cómo estas fluyen
dentro de una lógica que le da reconocimiento y categoría a la propia guerra
119 Ibídem, p. 610. 120 Bolívar, Op. Cit. 351. 121 Medina, Medófilo y Molano, Cruz, Giovanni, Op. Cit. p. 51.
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independentista, pues sin la mediación ideológica y práctica del conflicto en términos
emancipadores, no habría lugar al menos de manera indicaría a hacer referencia a la
abolición institucional y política del statu quo monárquico y, tampoco, a comprender
constitucional y racionalmente las dimensiones de un nuevo orden de cosas, inspirado
a partir de la realización político-institucional del gobierno republicano y liberal creado
por Bolívar.
En este orden y, dada la estrecha relación temática, de unidad conceptual y,
fundamentalmente de acción práctica por razón de los fines del presente trabajo,
resulta pertinente y oportuno abordar cuestiones como la educación, la lucha social y,
la participación de la llamada “subalternidad” para los fines ideológicos y políticos del
problema aquí planteado.
Se constituyen y, así se ha evidenciado como lugares comunes propios en el
Libertador, cuestiones, tales como:
De la solidaridad del continente;
De la necesidad de constituir grandes naciones, y no “gobiernitos” como él decía;
El destino democrático de estos pueblos;
Las normas del Derecho Internacional Americano que proclamó y en parte impuso
(asociación defensiva, arbitraje, uti possidetis122, fuerza al servicio de la paz, etc.);
La necesidad de gobiernos “tutelares”, no nihilistas ni absolutistas, no dictatoríos
ni anárquicos; su apoyo a la religión como fuerza social indeclinable;
Su claro sentido de las categorías de grandeza… perennemente actualizan su
nombre, y su espíritu mantienen en la cumbre123.
Todos estos aspectos en la evolución y perspectiva pre-independentista y, pos
independentista tienen validez y, sentido sociopolítico, pues a la final, fueron parte no
solo del imaginario sino del realismo políticos bolivarianos. Son asuntos que de una u
otra forma han sido justipreciados desde una perspectiva crítica e imparcial a lo largo
del trabajo.
Pero, no es menos que, en el caso concreto de las manifestaciones inherentes con la
educación, la lucha social y, la participación subalterna, per se, fueron manifestaciones
que coadyuvaron de una u otra manera a consolidar la conciencia social sino también
la legitimidad y necesidad políticas de la guerra en procura real de la soberanía política
122 En latín, "como poseéis". Se dice del principio jurídico, según el cual frente a una situación jurídica
dada se mantiene la situación (posesión) actual de los bienes hasta que recaiga resolución definitiva en
el conflicto. (Fuente: GARRONE, José A., Diccionario Jurídico, Tomo IV, Ed. LexisNexis, Buenos Aires,
2005, p. 738). http://www.significadolegal.com/2011/11/que-significa-uti-possidetis.html (Consultado, 2 de
noviembre de 2016) 123 Bolívar y la Cultura Iberoamericana. López de Mesa, Luis, edición conmemorativa del Centenario del nacimiento del profesor Luis López de Mesa, ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1984 p. 68.
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y la justicia social, pues estas categorías a la final son realizables por Bolívar mediando
entre otras condiciones, las variables sine qua non de la paz y la integración.
A la sazón, aspectos socioculturales y también de amplia difusión ideológica, como la
educación, la lucha y, la participación de la masa popular fueron el motor y la fuerza
insustituibles para concretar y finiquitar la guerra independentista y de liberación
Nacional. Es decir, de cierta manera la acción humana determinó y dio el respaldo
adecuado a la causa independentista, de modo contrario, se constituiría en simple
utopía o, tal vez, en meras tentativas, en lo que podemos denominar la cadena de
equivalencia, pues, como afirma Ernesto Laclau: “(…) en la emergencia del pueblo, no
hay nada de automático y siempre, entre otras posibilidades, puede fracasar en sus
objetivos”124.
Al fin de cuentas, lo que Bolívar busca es fomentar la necesidad de la unión pues de
modo contrario es perpetuar la esclavitud y la servidumbre frente a la ignominia y el
poder monárquico; tanto que fue un asunto de interés público y de constante
proselitismo suyo:
Nuestra división, y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud. Según lo predica
en el Manifiesto de Cartagena.
De tal suerte, que la ideología política del Libertador tenía para los fines expuestos
llevar a la práctica social y cultural, la educación, la lucha y, la participación popular
desde una visión democrática; la carencia de estos elementos -dijimos- sería letra
muerta y simple efecto persuasivo, dando cada vez más “legitimidad” al establecimiento
español.
Aclarando que el abordaje profundo de estas tres premisas requiere otros estadios de
análisis y amplio contexto discursivo, pretendemos, sin embargo, para la finalidad del
trabajo darle cierta consideración y valor puntuales a cada una bajo el entendido de
tratarse de elementos bolivarianos, acordes con su propia teoría de liberación, como a
continuación pasamos a explicitar.
1. La Educación
Llama la atención al respecto, que Bolívar en procura de garantizar espacios continuos
y permanentes de justicia social, y por demás, de conciencia colectiva, trató de inculcar
una particular educación integral, cuya naturaleza gravitaba en el supuesto que:
124 El populismo abortado: los significantes vacíos en el gobierno del General Gustavo Rojas Pinillas (Ensayo). Duque, Guillermo, Andrés. En: Revista, Trans-pasando Fronteras, Num. 4, Centro de Estudios Interdisciplinarios, Jurídicos, Sociales y Humanistas (CIES), facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Icesi, Cali 2013, p. 71.
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Renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte,
sino que quiere ser virtuoso125.
Y, simultáneamente, predica la necesidad pública e institucional de hacer viable la
educación moral (que guarda relación ideal con el Poder Moral, como complemento de
los tres poderes del Estado republicano), pues:
Meditando sobre el modo efectivo de “regenerar” el carácter y las costumbres que la
guerra y la tiranía nos han dejado, me he sentido con la audacia de inventar un poder,
sacado del fondo de la obscura antigüedad y de aquellas olvidadas leyes que
mantuvieron algún tiempo la virtud entre los griegos y los romanos126.
Este gran interés por educar las masas, tenía un grave antecedente social y cultural,
dado que, era un tema inveterado la carencia material de instrucción general mínimas,
tal como lo revela la historiografía política independentista a través del historiador y
político Nacional, José Manuel Restrepo127, partícipe del movimiento de Independencia
colombiano y, cercano colaborador del Libertador a quien, en especial, sirvió en su
gobierno como Ministro del Interior:
“La masa general de los Granadinos y Venezolanos estuvo sumida en la más
profunda “ignorancia” cerca de tres siglos, ó en todo el tiempo que los Españoles
dominaron estos países. Los Indios, los esclavos, los labradores y artesanos, es
decir los cuatro quintos de la población no aprendían á leer porque eran raras las
escuelas primarias, que solo se encontraban en algunas villas y ciudades
populosas. Acaso el gobierno español en todo el tiempo de su dominación no dotó
a una escuela de las rentas reales, pues aunque lo hizo de los bienes de los
jesuitas, estos habían sido fundaciones de los mismos pueblos. Las escuelas
primarias que existían fueron dotadas de los propios de los cabildos ó de
fundaciones que hacían los particulares para la educación de sus compatriotas.
No sabiendo leer ni escribir la masa de la población, sus conocimientos religiosos
se reducían al breve catecismo de Astete ó de Ripalda, que los padres enseñaban
á sus hijos, ó los curas a sus feligreses, y á las prácticas del culto esterior que
veian hacer desde niños.
125 Corresponde a un extracto del Discurso de Angostura, 15 de febrero de 1819. En: Así pensaba Bolívar, Op. Cit. 80. 126 Ibídem. 127 Constituyéndose la obra de Restrepo un testimonio histórico de primera mano, siguiendo lo reconstruido por De Lacroix, Luis Perú, en su Diario de Bucaramanga veamos cuál es el valor de aquel autor en lo relativo con la cuestión de la historiografía política del proceso independentista y su influencia ideológica para los fines del presente trabajo: “Restrepo, dijo S.E., es rico en pormenores históricos; posee una abundante colección de detalles, y no hace gracia de ninguno de ellos; los sucesos principales los refiere todos con exactitud cronológica, pero hay algunos errores de concepto y aún de la hecho en varios de sus relatos, particularmente cuando habla de operaciones militares o hace descripciones de batallas y campañas. Su estilo, sin ser propiamente el que conviene a la Historia, es animado y sostenido a veces, otras cae en lo difuso y fastidioso; pero su obra, en conjunto, constituye los anales históricos y cronológicos de Colombia”. Op. Cit. ps. 127-128.
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La moral estaba reducida á las máximas que oían predicar á sus curas en los
sermones parroquiales, y por tanto debían ser muy limitadas.
Los hijos de los propietarios más acomodados de los mercaderes, comerciantes y
empleados en el gobierno y administración de las rentas recibian mejor
educacion; pero estos mismos solo aprendian á leer, escribir y contar. Algunos
seguian tambien sus estudios en los colegios, y conforme á sus inclinaciones
adoptaban una de las carreras, las únicas que se presentaban en esta parte de la
América para los estudiantes, ó se hacian clérigos ó abogados”128.
A este penoso y, complicado panorama se exponía el Libertador en aras de la
promoción y masificación de la educación popular. Y más oprobioso resultaba que, la
“doctrina” católica-apostólica-romana, era “única y esclusiva” según, Restrepo. La
prédica oficial del establecimiento y, de paso, la “educación” de las élites criollas, pues:
“El arzobispo de Santafé don Jaime Martinez Compañon, español europeo, fue
uno de los que bajo un esterior de santidad influyó en que se adoptara esta
bárbara medida. En las juntas que hubo para arreglar los estudios sostuvo
tenazmente “que los criollos no debian aprender otra cosa que la doctrina cristiana
para que permanecieran sumisos.” Este solo rasgo le hace digno de la execracion
de los Americanos del sur”129.
El Tribunal de la Santa Inquisición, jugó su partida crucial en el retroceso o involución
del sistema educativo al interior de la colonia:
Después de la política mezquina del gobierno español que no permitia se
enseñaran cosas útiles, nada era tan opuesto á la difusion de las luces en la
Nueva-Granada y Venezuela como el tribunal de la inquisición. Este impedia que
entraran libros capaces de ilustrar á los pueblos sobre sus derechos y de disipar
la ignorancia y el fanatismo”130.
Esta situación sui géneris de incertidumbre, respecto de la educación y la ilustración, es
el fiel reflejo planteado por el Libertador precisamente al interior de la Carta de
Jamaica:
“La posición de los moradores del hemisferio Americano, ha sido, por siglos puramente
pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más
debajo de la servidumbre, y, por lo mismo con más dificultades para elevarnos al goce de
la libertad. (…)
128 Historia de la Revolución de la República Colombia, Editorial: Imprenta Nacional, Biblioteca de la
Presidencia de Colombia; Paris: Lib. Americana, 1927, Tomo Primero, ps. 79-80-81. Comillas fuera de
texto y omisión ortográfica de tildes propias de este.
En,http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/historia-de-la-revolucion-de-la-republica-de-colombia-
restrepo (Consultado, 20 de noviembre de 2016). 129 Ibídem, p. 85. 130 Ibídem, ps. 88-89.
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Los Americanos en el sistema Español, que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que
nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y
cuando más el de simples consumidores”131.
Esa condición especial de “siervos” tal como la describe Bolívar en cierta medida
coincide etimológicamente con el estado de “ignorancia” de las clases populares, en lo
concerniente con ideología política de la “independencia” y la “libertad”, pilares y
fundamentos conceptuales, filosóficos y, políticos del proceso de desalienación y/o
emancipación:
“Los cuatro quintos de la poblacion se componian de hombres ignorantes que no
sabian leer, ó que cuando mucho leian el ejercicio cotidiano : absolutamente
ignoraban el significado de las voces independencia y libertad , creyendo como
artículo de fe que la autoridad de los reyes venia del cielo, segun lo oían predicar
á sus curas todos los domingos, y teniendo al rey de España por un semidios á
quien debian obedecer só pena de pecado mortal (…)”132.
En términos generales, la masa en su mayoría, en medio del creciente estado de
ignorancia y ninguna educación, además, de su natural e irrestricta “obediencia” al
sistema colonial, no estaba preparada para la “revolución”. Bolívar hizo pública una
máxima, prácticamente en procura de la salud “moral” de la República:
Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción (…) el trabajo y
el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más
difícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices133.
Por tanto, para Bolívar la educación social era fundamental para pensar en el futuro de
la América; era pues, un problema de orden sociopolítico e incluso, de identidad
cultural:
Sabía (Bolívar) que sin educación no era posible emprender el camino del progreso y
que no era posible el bienestar material y espiritual de las masas latinoamericanas;
estaba consciente de que la educación, en última instancia, era tanto un problema
político como económico134.
Finalicemos, por una parte, el Libertador a través de su Discurso de Angostura planteó
a manera de Principios y por tanto, Políticas Públicas, cuatro cualidades para fortalecer
el proceso revolucionario y, de contera, la República liberal, donde tengan su imperio la
felicidad, la paz y la justicia135 como bien se plantea en aquél Discurso:
Educación, unidad interna, fortalecimiento de la milicia y estabilidad política para
romper definitivamente los grilletes de los pueblos otrora oprimidos por el yugo español. 131 Medina, Medófilo y Molano, Cruz, Giovanni, Op. Cit. p. 77-78. 132 Restrepo, José Manuel, Op. Cit. p. 119. 133 Benítez, José A., La Educación. Ensayos políticos acerca de Simón Bolívar, ediciones Anfictiónicas, Caracas, 2000, p. 321. 134 Ibídem. 135 En: Pensamiento Político de Simón Bolívar, Op. Cit. p. 87
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En esas cuatro aristas se concentra el pensamiento del Libertador, Simón Bolívar,
sintetizado en el Discurso de Angostura (…)136.
De otra parte:
Bolívar firmó alrededor de cuarenta decretos de esa naturaleza en su extensa obra
dedica a la educación, en su pensamiento la escuela debía ser un verdadero centro de
formación de hombres trabajadores y patriotas. Uno de esos decretos organiza el
sistema educativo en la recién creada república de Bolivia.
Dice: “Que el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo. Que esta
educación debe ser uniforme y general. Que los establecimientos de este género
deben ponerse de acuerdo con las leyes del Estado. Que la salud de una república
depende de la moral que por la educación adquieran los ciudadanos en su infancia”137.
Bolívar jamás perdió su noble mérito de hombre y líder de causas altruistas, en
especial, con la cuestión de la dignidad humana, sin duda, inherente con la educación
del nuevo hombre americano; es su lucha constante para romper con un curso ciego de
cosas dominantes, y la vigencia plena de: “El pensamiento moderno es un pensamiento
de emancipación, pero también de dominio”, como bien precisa Luis Villoro138.
Dijimos, que las categorías políticas de la paz y, la integración fueron una constante en
la guerra independentista, tal como expusimos. Con mayor razón la política pública y
moral de la educación social en mayor o menor intensidad fue decisiva para consolidar
aquellas gestas nacionales. El Libertador contó con unos grandes y valiosos maestros:
Simón Rodríguez y, Andrés Bello el llamado “libertador intelectual de América”, entre
otros.
Bien, recuerda al respecto el profesor López de Mesa las palabras de el Libertador en
su Discurso de Angostura:
“Tenemos que hacer hombres antes que leyes”139.
2. La lucha social y popular: la subalternidad
A partir de la vigencia moderna de los principios ilustrativos y, de contera, los
republicanos, a ultranza reprimidos por el sistema colonial español -como dijimos-,
Bolívar concibe la fundación institucional y político-jurídica de un Estado de Derecho
erigido sobre una concepción, en principio, antropocéntrica y liberal; como buen criollo
de pensamiento ilustrado, no era ajeno y menos indiferente con aquellos principios y
valores de esencia humanista. Era, pues, la búsqueda constante del gobierno más
favorecedor posible en términos de la mayor felicidad posible.
136 En: Agencia Venezolana de Noticias: m.avn.info.ve por Sánchez, Marianny, viernes Febrero 2013 – 08:40 AM. (Consultado, 20 de noviembre de 2016). 137 Benítez, José A., Op. Cit. p. 322. 138 El Pensamiento Moderno. Filosofía del Renacimiento, editorial Fondo de Cultura Económica, México D.F. 2011, p. 120. 139 Op. Cit. p. 46.
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Alcanzar este gran proceso social, implicaba, servirse de la guerra revolucionaria de
Independencia y, por tanto, legitimarla –como así lo planteó- como instrumento político
tendiente a la consecución de unos máximos fines institucionales e ideológicos: la Paz
y, la Integración.
Es parte de su abierta proclama de lucha contra la opresión milenaria, por parte del Imperio español sobre sus colonias del Nuevo Mundo. El tema de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y su impacto jurídico sobre la novísima institucionalidad republicana, recordemos, no era desconocido en Bolívar pues su traducción y circulación en la Nueva Granada fue valiosa obra de otro gran Prócer, Antonio Nariño a quien también se debe reivindicar el inicio de la gesta emancipadora, a fines del siglo XVIII:
“(…) Ya todos los seres que piensan han aprendido cuáles son los derechos del hombre y cuáles sus deberes; en qué consiste la excelencia de los gobiernos y en qué consisten sus vicios. Todos saben apreciar el valor intrínseco de las teorías especulativas de los filósofos y legisladores modernos”140.
Por tanto, la Ilustración como fenómeno revolucionario derivado fundamentalmente de
la razón y del Derecho Natural y, contrapuesto al poder político y religioso absolutista
vigente en varios Estados europeos, constituye en cierta manera, la base teórica del
republicanismo como ejercicio democrático y alterno de gobierno, sobre el que
descansa la tridivisión de poderes, el principio de soberanía popular y, el
reconocimiento expreso por la justicia social; sin duda, constituyen la base política de la
revolución bolivariana, en una especie de realismo político o hasta, por qué no, la
aspiración a un desafío utópico pero no imposible en las condiciones de un Imperio
español en constante crisis, especialmente en el plano económico y, político ideológico;
Inglaterra (a fines del siglo XVIII), por un lado, se constituye en primera potencia
económica y capitalista mundial, rivaliza por conquistar y monopolizar las colonias de
ultramar Hispánicas y por otro, para 1808 se produce la destitución violenta del rey
Fernando VII a manos de Napoleón Bonaparte acontecimiento que, tarda, incluso,
varios años con el ejercicio del poder político a manos de Luis Bonaparte.
A la sazón, y sin que para nada, en Bolívar dejen de existir otros sustentos y/o razones
de orden político e ideológico para tales fines revolucionarios, incluyendo, de carácter
sociocultural, que puedan servir igualmente de referentes en la construcción teórica y
práctica de su gran proceso emancipador, hemos puesto de presente que a través de
su máximo documento, La Carta de Jamaica, sintetiza cuestiones que en el plano
pragmático y en curso de su permanente lucha revolucionaria se ven reflejadas, como
el caso de la dignidad de los pueblos americanos, la opresión imperial, la justicia, la
soberanía estatal y, principalmente, la libertad e independencia nacionales. Principios,
135 Simón Bolívar: Discurso de Angostura. En: Pensamiento político de Simón Bolívar. Op. Cit. p. 80.
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que de una u otra manera Bolívar comienzan hacer sus banderas de lucha ideológica y
política en los albores de la campaña emancipadora y de Independencia,
principalmente, a través de la llamada Sociedad Patriótica pues, siguiendo la
historiografía política de Liévano Aguirre el Libertador reunido ante el Congreso
venezolano (2 de marzo 1811), se pone en ejercicio de su praxis política:
“Embriagado por su propia exaltación revolucionaria, se puso en píe en medio del tumulto
que caracterizaba esa noche el debate en la Sociedad Patriótica y con voz firme
demandó la palabra (…):
“No es que haya dos congresos -dijo con voz sonora que dominó los murmullos del salón-
¿Cómo fomentarán el cisma los que más conocen la necesidad de la unión? Lo que
queremos es que esa unión sea efectiva para animarnos a la gloriosa empresa de
nuestra libertad. Unirnos para reposar y dormir en los brazos de la apatía, ayer fue
mengua, hoy es traición”. (…)
¿Trescientos años de calma no bastan? ¿Se quieren otros trescientos todavía?
“La Sociedad Patriótica respeta como debe -dijo- al Congreso de la Nación; pero el
Congreso debe oír a la Sociedad Patriótica, centro de luces y de todos los intereses
revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana.
Vacilar es sucumbir. Propongo que una comisión del seno de este cuerpo lleve al
soberano Congreso estos sentimientos”.
La propuesta de Bolívar fue acogida con entusiasmo y la Sociedad Patriótica
acordó remitir al Congreso una exposición en tal sentido. Entregada ésta, el
Congreso pidió su concepto al Poder Ejecutivo y al recibirlo favorable el 4 de julio,
después de encendido debate sobre las facultades de sus miembros para hacer la
“declaración de independencia”, ella se efectuó el 7 de julio de 1811 en Acta
famosa, redactada por Roscio e Isnardi”141.
Se trata en últimas de reivindicar unos conceptos naturales que guardan
correspondencia con los principios políticos y valores jurídicos universales derivados de
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamados oficialmente
a través de la Revolución francesa de 1789 que sella buena parte del viejo régimen
feudal y absolutista.
Recordemos que, una de la más inveterada y arraigada práctica de la institucionalidad
colonial era precisamente, su tenacidad y ferocidad por conservar el statu quo y, ello se
demuestra a partir de los primeros brotes independentistas en Suramérica desde
comienzos del siglo XIX. El ejercicio de su violencia física, moral-religiosa y, política era
la regla.
141 En: Bolívar. Op. Cit. ps. 77-78.
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La lucha social inspirada por Bolívar, giró pues, en torno a dignificar la base social y, de
esta manera ganar la mayor parte en afinidad y apoyo popular a su proyecto
emancipador.
La heteronomía, desde una perspectiva americana y político-nacional y, en contraste,
una inveterada alienación, subyugación y la más vil práctica de servidumbre, en
ejercicio del poder y autoridad por dominación (como política colonial, según Max
Weber) en manos de la metrópoli española, habían llevado en un tono elocuente y
discursivo a sentenciarse ideológicamente, en la propia Carta de Jamaica142:
“La posición de los moradores del hemisferio Americano, ha sido, por siglos puramente
pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más
debajo de la servidumbre, y, por lo mismo con más dificultades para elevarnos al goce
de la libertad. Permítame V. estas consideraciones para aclarar la cuestión. Los
Estados son esclavos, por la naturaleza de su constitución, por el abuso de ella: luego,
un pueblo es esclavo, cuando el gobierno, por su esencia, o por sus vicios holla y
usurpa los derechos del Ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos
que la América, no solamente estaba privada de su libertad, sino también de la Tiranía
Activa o dominante”143.
De ahí, la lucha social y política bolivariana fue enmarcada de manera fundamental, en
“proscribir” cualquier manifestación de servidumbre y explotación del hombre por el
hombre. Además, las acentuadas diferencias de clases, no hacían fácil que tal asunto
se llevara a la práctica; máxime las pugnas y conflictos internos, entre sectores criollos
y políticos conservadores y, progresistas o reformadores (corriente esta, auspiciada por
el propio Bolívar).
Tampoco podemos soslayar la incidencia que en términos de la acción teórica y la
praxis política influyó sobre la personalidad y el carácter emancipador del Libertador, en
relación con la Revolución haitiana (1791-1804); después de la Revolución americana
es el segundo acontecimiento sociopolítico en el continente acaecido en el siglo XVIII,
convirtiendo a la pequeña isla de Haití en la primera república negra en independizarse
de la metrópolis francesa y, a la vez, traduciéndose en el referente ideológico y
142 En medio de la originalidad política de este valioso documento; el diagnóstico y la solución integral de las condiciones sociopolíticas coyunturales del Nuevo Mundo frente al Imperio hispano, nos lleva a traer a manera de argumento de autoridad: (…) este formidable documento político que, escrito por un pobre desterrado, sin medios ninguno para obrar ni casi para subsistir, describe con sin igual profundidad los problemas políticos del Nuevo Mundo (…) Su visión de una América unida en una gran confederación de naciones libres y guiadas por aspiraciones internacionales comunes, apunta en esta carta de Bolívar por primera vez, y ante ella el lector no sabe qué admirar más: si la grandeza del propósito o el contraste entre la magnitud del ideal soñado y las modestas y adversas condiciones en que se debatía quien tuvo el valor intelectual y moral de concebirlo. En Liévano, Aguirre, Indalecio. Ibídem p. 157. 143 Medina, Medófilo y Molano, Cruz, Giovanni, Op. Cit. p. 77.
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revolucionario anticolonial y antiesclavista144 que marcará cada vez, la fuerte línea de
lucha bolivariana frente al colonialismo y la tiranía.
Tanto que, uno de los compromisos de Bolívar con el presidente haitiano, Alejandro
Pétion quien facilita apoyo político y militar al proceso independentista nacional, es
hacer efectiva la libertad de los esclavos de raza negra145, implicando, pues redimir su
condición de sujetos de derechos, a partir, de la vigencia de un nuevo orden social y
político, en la perspectiva conocida.
Estos procesos reales con alto contenido político e ideológico, sirvieron al Libertador
como axiomas y experiencias dialécticas en procura de consolidar su fin metapolítico:
la Emancipación e Independencia de América. Se tornaba necesario y, por ende,
inexcusable la presencia activa y permanente de las masas populares a efectos de
hacer viable estos fines. Pero, no era menos que a pesar de la acentuada crítica social
del Libertador en el tema de la esclavitud de los negros y, la servidumbre en cabeza de
los indios, plantear de buenas a primeras la eliminación de estas prácticas coloniales,
no resultaba un proceso sencillo y de corta duración, pues de por medio persistía una
fuerte aristocracia y un acrecentado feudalismo que procuraba la vigencia del
establecimiento monárquico.
144 El Libertador –ya reseñamos- fue un luchador denodado por legalizar la abolición de la esclavitud
especialmente de raza negra; fue una política pública de Estado incluso, reconocida desde el punto de
vista de la normatividad positiva al interior de la Carta Política de 1821 o Constitución de Cúcuta o de la
Gran Colombia. El derecho fundamental de la libertad, en Bolívar tuvo eco desde lo teórico a la acción
práctica.
“El comienzo del fin de la esclavitud
Otra institución que cambió con la independencia fue la esclavitud. Y aquí hago eco de los que dicen que
en realidad cambió mucho. Es cierto que no fue abolida de manera tajante e inmediata. (…)
Por un lado estaban los que, como Simón Bolívar, creían que una república era incompatible con la
esclavitud, porque el ejemplo de la libertad era demasiado atractivo y privar a un solo grupo de este
derecho llevaría inevitablemente a un conflicto, una guerra o la anarquía. El caso de Haití era siempre el
referente para esta situación. Por otro lado, se presentó un gran cambio en el imaginario político. Nadie,
a partir de la independencia, podía defender la esclavitud como un sistema moral. La Constitución de
1821 logró una solución de compromiso entre las posiciones de quienes querían mantener la esclavitud y
de quienes querían abolirla, que fue la “libertad de vientres”, es decir la libertad de todos los hijos de
esclavos nacidos a partir de ese momento. Es cierto que los que nacían no podía gozar de su libertad
inmediatamente –tenían que esperar hasta cumplir dieciocho años-, pero se trataba, sin duda, de una
importante concesión. Hubo algunos que pidieron al Congreso Constituyente que no se les diera libertad
sino hasta cuando cumplieran cincuenta años de edad, pero esa propuesta no prosperó”. En: Lasso,
Marixa, El gran libro del Bicentenario, (autores varios) Juan Carlos Torres, compilador, Editorial Planeta
Colombiana S.A. Bogotá 2010, p. 277. 145 (…) El Libertador a fines de 1814 visita la República de Haití, contactando a su presidente: las entrevistas se repitieron y Bolívar y Pétion descubrieron en ellas los muchos intereses comunes que vinculaban a sus respectivas causas. El presidente comunicó al Libertador sus temores en el posible arraigo de los poderes metropolitanos de Europa en América y le expresó su interés por ayudar a los venezolanos y granadinos, siempre que la empresa de la emancipación se tradujera en el término de la esclavitud de los negros en el Nuevo Mundo. Liévano, A., Op. Cit. ps. 163-164.
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Para Bolívar la cuestión de la libertad se traducía, en nuestro criterio, por un lado, en un
fin social y, por otro, en un medio político de la guerra independentista. Tanto que, para
él se constituye un imperativo categórico, incluso, recurrir a la violencia legitimada en
principio, a partir, del Derecho Natural, para conseguir y conquistar la acción práctica
de la libertad. Era una cuestión de lógica, ante la no excepcional violencia
“reaccionaria” y desmedida por parte del statu quo español y toda la superestructura de
poder tanto político-militar y religioso, impartido este a través de los atroces Tribunales
de la Inquisición.
Asimismo, las pugnas y enfrentamientos en términos ideológicos y políticos fueron una
constante, e incluso, las insurrecciones, no se hicieron esperar, dado que en el
imaginario sociopolítico influían a manera de antecedente, los sucesos de la
Revolución de los Comuneros, la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano cuya vigencia cobró fuerza institucional a partir de la Revolución francesa y,
también, como dijimos favoreció el triunfo de la primera revolución étnica en la América
en el caso de Haití como ex colonia francesa, a fines de XVIII.
Eran, sin duda, desafíos para el Libertador y la clase criolla a la que pertenecía en
procura de cierta estabilidad social y, por ende, la unificación de la mayoría de la
población alrededor de sus intereses que no eran otros que la de garantizarse su
igualdad y libertad, y por tanto, su reconocimiento desde el punto de vista del ideario
liberal y republicano.
Es decir, la lucha social y la participación popular en los destinos de la Nueva nación o
Nuevo Régimen, eran sinónimos de profundas diferencias de clases y colores:
La igualdad, la libertad, y la independencia -decía a sus soldados- son nuestra divisa.
¿La humanidad no ha recobrado sus derechos por nuestras leyes? ¿Nuestras armas
no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La odiosa diferencia de clases y colores no
ha sido abolida para siempre?146
La crisis de la representatividad política en condiciones democráticas y de igualdad fue
un asunto que preocupó a Bolívar. Luego, su interés frente a esta complejo y delicado
asunto para la consolidación y destino de la República no era otro que, enfocar su
pensamiento para hacer efectiva la praxis política de los grupos y las clases
subalternas en el contexto de su participación común. La fragmentación caudillista-
ideológica desde el punto de vista político-militar, no fue lo mejor, a pesar de darle el
Libertador un trato tolerante, pero a veces severo dado su temor al anarquismo y de
paso, eventuales posturas tiránicas. De ahí, supo tener el referente social derivado de
la rebelión comunera (1781) que halló eco popular en el variado tejido colectivo; era
146 Benítez, José A., Op. Cit. p. 316.
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algo de lo que debía de aprenderse en la percepción del Libertador a pesar de la
perversa y violenta represión dada a sus miembros por la metrópolis europea.
“Simón Bolívar, desarrolló acciones insurgentes y constitucionales en defensa de la
subalternidad: negros, indígenas, campesinos y plebeyos”147. Se trataba de un nuevo
mundo por nacer derivado de los graves desequilibrios socioeconómicos, políticos y
culturales, otrora consolidados perversamente por el antiguo orden colonial y
monárquico y, cuya herencia dejaba a la república.
“Clases dirigentes débiles, económica y políticamente; masas turbulentas de mestizos,
indios, negros y “pardos” que odiaban a los blancos y ambicionaban sus propiedades y
privilegios tradicionales; profundas diferencias entre la psicología del habitante del llano
y el de la altiplanicie, y falta de la riqueza económica necesaria para buscar, en el
reparto más adecuado de ella, el aplazamiento de la guerra de clases y colores que
parecía destinada a consumir en corto tiempo la gran oportunidad de organizar en
América grandes estados nacionales, tales eran las circunstancias que reducían a las
comunidades americanas a situación semejante a la del mundo occidental en los
tiempos de la decadencia del imperio romano”148.
En tales circunstancias lo más fácil y perjudicial para la “salud” institucional y política de
la futura República, era un Estado de caos, anarquía e involución y, la creación de una
serie de naciones u organizaciones estatales de manera independiente y a cargo de
diferentes caudillos:
“Al desprenderse la América de la monarquía española -escribía Bolívar- se ha
encontrado semejante al imperio romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa
en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación
independiente conforme a su situación o sus intereses, pero con la diferencia que
aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros ni aún
conservamos los vestigios de lo que fue en otros tiempos”149.
Con todo, siguiendo el ideario y la acción práctica bolivariana la cuestión de su lucha
social y la participación popular a través de la subalternidad, no buscaban otra cosa
diferente a través de la guerra de Independencia y emancipación, hacer realidad
institucionalmente la soberanía popular y la igualdad política de las mayorías:
En Angostura, justamente, Bolívar es categórico en tal sentido:
147 Véase, Los subalternos en el bicentenario de la Independencia. Colección Gerardo Molina. Grupo de Investigación Presidencialismo y Participación. Juan Carlos García Lozano, Editor. Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá. Facultad de Derecho Ciencias Políticas y Sociales, Instituto Unidad de Investigaciones “Gerardo Molina”-Unijus. Bogotá 2013 No. 29, contraportada. 148 Liévano. Op. Cit. p. 203. 149 Ibídem.
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“Un gobierno republicano -diría a los legisladores- ha sido y debe ser el de Venezuela;
sus bases deben ser la soberanía del pueblo; la división de los poderes; la libertad civil,
la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios.
Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los
hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas”150.
Pero, no es menos que, la masa popular directa e indirectamente coadyuvó por medio
de la guerra independentista a crear y solidificar las condiciones necesarias y vitales
para conseguir unas condiciones favorables de paz e integración.
Nuevamente y, recurriendo a la historiografía política de Liévano Aguirre precisemos
que el Libertador aún de lo complejo y tortuoso de lograr la transición de un régimen
déspota y monárquico como el español a un régimen republicano y liberal (sobre la
base de su autoridad y legitimidad), supo no solo entender a través de su ideología
política la enorme capacidad de las mayorías sociales sino su potente participación en
los destinos de la Nueva nación en pos de su estabilidad política y constitucional:
Bolívar tenía la convicción intima, y en esto la historia americana no le desmentirá, de
que los odios de raza desencadenados por la guerra de la independencia
determinarían, al finalizar la contienda, el principio de sangrientas guerras civiles.
Quería, por lo mismo, bajo las normas de una perfecta igualdad política para todas las
razas, la organización de un ejecutivo con facultades suficientes para dominar la
magnitud de aquellos conflictos. “Fijemos nuestra atención -agregó- sobre esta
diferencia, y hallaremos que el equilibrio de los poderes debe distribuirse de dos
modos. En las repúblicas el Ejecutivo debe ser el más fuerte, porque todo conspira
contra él, en tanto que en las monarquías el más fuerte debe ser el legislador, porque
todo conspira en favor del monarca”151.
Con todo, podemos inferir que Bolívar logró realizar una perfecta ecuación social:
Supo contener lo incontenible. Ante la inconformidad y la explotación general derivadas
del propio sistema colonial le dio el manejo ideológico y político pertinentes en términos
de una guerra independentista y “anticolonial”: canalizar la subalternidad y, no permitir
su desborde o anarquía. La demostración más clara y perfecta se encuentra en el
progresivo avance por emancipar a esos mismos subalternos.
Agreguemos, respecto de la solución metodológica del problema objeto de la presente
investigación científica y, en punto con la validación de la respectiva hipótesis, tal como
hicimos en el capítulo anterior que, en principio, esta se halla sustentada y, por tanto,
en definitiva nos ayuda a resolver las causas y condiciones que produjeron aquel
fenómeno socio-político.
150 Ibídem, p. 203 (sic). 151 Ibídem, p. 206.
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De ahí, la categoría republicana de la Integración y la unidad de las naciones
suramericanas es la derivación sine qua non de la evolución y la dinámica propias de la
“guerra” independentista. Sin la materialización y resultados finales de esta, resultaría
improbable conseguir unos resultados futuros -aun de calificarse de una política
institucional utópica- la Integración y la unidad de los pueblos y naciones ubicados
geopolíticamente en la América del Sur.
La guerra de liberación nacional, fue ideada y desarrollada por Bolívar principalmente,
a partir de su obra cumbre: La Carta de Jamaica. Esta plantea en términos
epistemológicos y políticos que el régimen de opresión y servidumbre colonial no solo
resulta Contra naturam sino que es la práctica inveterada más contraria con la
“civilización” y modernidad de los pueblos del Nuevo Mundo.
Así, pues no era posible concebir y, menos pensar en la realización plena de la
Integración y unidad de los pueblos independizados por la acción práctica bolivariana,
mientras persistiera y tuviera vida política-institucional la Colonia, como régimen político
y estatal. Ese proceso integracionista y unitario comenzó a tener vida y consistencia
ideológica y política, incluso, militar entre otros fundamentos, cuando la “colonia” es
desmontada paulatina y profundamente con el accionar político-militar y las batallas de
ideas exteriorizadas por el Libertador mediando el uso de la fuerza y el apoyo de la
llamada “subalternidad”, es decir, la masa popular compuesta de negros, indios,
mulatos, pardos y, claro, los “criollos” de los que hacía parte en la escala social, el
mismo Bolívar.
Es decir, la guerra independentista, podemos concretar, inicialmente, llevó a cabo el
proceso político-militar y socio-cultural de la “revolución” emancipadora y, luego, dio
paso necesario al cometido estatal de la “Integración y la Unidad” de las nuevas
naciones americanas. Entonces, la intención clara de la “anfictiónica” nació y hasta
cierto punto tuvo vida política e ideológica, a partir, de Bolívar justificar y legitimar tal
como analizamos, la propia naturaleza de su “guerra”.
De otra parte, los fundamentos ideológicos y nacionalistas derivados de la misma
guerra, hacían suponer una auténtica y real dimensión de tipo “americano”. Por tanto,
no era concebible y, menos, aceptable que la Integración y la unidad tuviera visos o
posturas ideológicas-políticas promovidas a semejanza por ej. del “Panamericanismo”
promovido por los Estados Unidos de Norte América por medio de su política exterior
de la Doctrina Monroe. De ahí, es comprensible que la guerra independentista en
términos “ideológicos” y también, con la posibilidad de consolidar un gran ejército
americano, trascendiera de lo puramente “nacional” al plano “internacional” y,
permitiera con una auténtica política pública Republicana constituir lo que el Libertador
llamó la sagrada Patria Grande.
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III. Medición y validación de hipótesis
Desde la perspectiva politológica la guerra de Independencia nacional, como fenómeno
social, cultural e incluso, ideológico-militar, tuvo un efecto causal no solo transformador
desde el punto de vista del cambio de estructura institucional y política, sino
principalmente, sirvió de medio para posibilitar y conseguir gradualmente las categorías
de la Paz y, la Integración. De ahí, la guerra no excluye dialécticamente la paz y,
menos la Integración.
Es entonces que, la única hipótesis planteada parte de la premisa que a través de la
“guerra independentista” fue posible fáctica y políticamente que por medio de esta
acción humana y trasformadora bajo la dirección del Libertador se consiguiera la Paz y
la Integración las cuales se constituyeron en una de las “precondiciones” para darle
legitimidad y validez a los Principios de soberanía política y justicia social; caso en el
cual se articula o adecua con la solución del problema planteado.
Así, pues, la demostración de esa hipótesis, tiene sustento a partir de las siguientes
cuestiones y, por tanto, con sujeción metodológica en tres especiales variables
relacionadas entre sí a partir del fenómeno investigativo:
1. La guerra revolucionaria y de Emancipación Nacional
La dinámica social del colonialismo en América a partir de la fuerte estructura de poder
absoluto y monárquico por parte del Imperio español, en una cuestión inveterada y
permanente durante muchos años y “justificada” por una especie de política de dominio
por autoridad, no permitió su involución en términos institucionales y políticos y, menos,
su declive motu proprio ante la existencia material de algún fenómeno endógeno que
hiciera pensar, tal vez, en una crisis o la desaparición estatal del propio sistema; ni aún,
con la destitución del mismo rey, por parte de Napoleón Bonaparte el statu quo perdió
vigencia, pues su lucha interna contra este adversario logró fortalecerlo.
De ahí, Simón Bolívar y demás dirigentes del proceso independentista no tuvieron otra
alternativa para “abolir” el viejo sistema imperial, que allanarse a las vicisitudes y
contingencias de la guerra revolucionaria y emancipadora con un trasfondo teórico-
práctico “anticolonial”. La vía pacífica y, menos, la del diálogo por buscar algunos
cambios de orden socio-cultural y, político o morigerar en cierta medida la práctica de
“servidumbre” a la que estaba sometida la inmensa población de las antiguas colonias
hispánicas, no dieron resultado, como tampoco algún efecto persuasivo. Por el
contrario, el establecimiento español en un efecto propio de la física natural,
desencadena una fuerza de reacción violenta y, sofoca a manera de solución cualquier
intento de renovación o alternativa de cambio. No es sino, echar un vistazo a la manera
agresiva como se contuvo institucional y militarmente la Rebelión Comunera, por poner
un claro ejemplo nacional.
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En este orden, la guerra independentista adquiere visos de necesidad y legitimidad en
términos del Derecho Natural y del Derecho de Gentes (Jus Gentium). Bolívar, por
tanto, tiene la justificante para declarar y culminar su alzamiento armado y, por ende,
darle aval ideológico y político al proceso de Independencia nacional.
Ahora bien, tanto las categorías de la Paz y, la Integración, son una constante en el
Libertador y, requieren necesariamente para su consecución material y real de un
estado de cosas a nivel institucional y político muy distintas a lo que representa
estatalmente la colonia; es un imperativo abolir los viejos “valores” Hispánicos
traducidos en la Paz Hispánica y de dar paso inmediato a una paz de orden
republicana, liberal y constitucional, fundada sobre el presupuesto político de ser
“antihegemónica” y, simultáneamente que esta premisa sirva para que en condiciones
soberanas los nuevos Estados-nación erijan y construyan la integración bolivariana
sobre la base político-ideológico de una Comunidad de naciones.
Todo lo anterior, fue posible con fundamento teórico y práctico, a partir, de la guerra
independentista y de liberación.
2. Justificación de la aparente antinomia guerra-paz
Partiendo de la premisa que la guerra independentista es válida para unos fines de
transformación social, con más razón se puede inferir que no es contraria con los
objetivos políticos de la paz, es pues, la máxima bolivariana: la guerra no excluye la
paz. Incluso, culminado el proceso de Independencia y emancipación y habiendo
ciertas condiciones de paz interior, fue viable en condiciones político-sociales que el
Libertador desplegara su política estatal de integración.
Además, la guerra tenía un claro tinte político e institucional: fundar la República. Y
esta implicaba necesariamente reorganizar unas sociedades y unas naciones con
cierta seguridad y paz y, abrirse paso, en la visión bolivariana frente al mundo siendo
Estados libres y bajo condiciones propias del derecho público internacional, es decir, la
“autodeterminación” y no intervención fundamentos políticos-jurídicos para la
realización plena de la integración.
3. Los subalternos una categoría social y política por rescatar
Para hacer y dar los resultados logrados a través de la guerra independentista, que no
eran otros distintos que la consecución final de la Paz y, la Integración, muy a pesar de
ser grandes proyectos esperanzadores en el plano local e internacional y de cierta
manera cumplieron unos cometidos estatales e institucionales en términos del proyecto
emancipador, el Libertador suplió las fuerzas patriotas recurriendo a la masa popular, a
quien denominó la subalternidad, cuyo sustrato se componía de indios, negros,
mestizos, pardos, blancos, campesinos y plebe en general. Eran pues, según sus
palabras: el pueblo es el ejército.
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A la sazón, la guerra de Independencia liderada por Bolívar y un buen grupo de
“criollos” e intelectuales de origen americano y europeo, no podía iniciarse y, menos,
definirse en términos político-militares sin la necesaria presencia de la masa popular.
La inmensa mayoría de la población americana sometida al imperio de la servidumbre
y, la esclavitud coloniales fueron determinantes a la hora de justificarse una guerra con
fines teleológicas “anticoloniales”; no solo desde el punto de vista de su papel pasivo o
nulo al interior del medio social sino principalmente su interés ideológico y político
activo.
Por tanto, sin pueblo, no se justificaba la lucha emancipadora bolivariana. Y por ende,
no habría unas condiciones mínimas en Paz e Integración, como así ocurrió en la
perspectiva teórica y práctica del Libertador.
En los tres casos planteados, las variables, per se, guardan una estrecha relación
interdependiente, cualitativa y material con los fenómenos sociales y políticos de la paz
y la integración de las naciones emancipadas. Y todas permiten inferir que tienen un
elemento común y distintivo de naturaleza ideológica y política: la guerra
independentista.
De tal suerte, siendo estas variables herramientas metodológicas para los fines del
problema planteado, y en especial, al facilitar la demostración de la respectiva hipótesis
conocida no hay otra opción que entrar a validarla para la resolución científica e
inteligible de los fines perseguidos.
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4. Conclusiones generales
1. La presente investigación presenta un contenido especial y temático bien particular:
el ejercicio dinámico y cualificador de la guerra independentista a imagen del Libertador
Simón Bolívar.
Entre otros aspectos de fondo, tratando de desmitificar la creencia un tanto
generalizada no solo por la historiografía sino también por la ciencia política en el
entendido a veces invencible que, al hablar de la guerra en Bolívar es sinónimo
simplemente del desarrollo o la práctica de la política por otro medio lícito o ilícito
dependiendo de su justificación y/o necesidad o, incluso, de los intereses de todo orden
que se quieran presentar.
De ahí, para abordar en términos contextuales si es o no razonable darle sentido
común y, de contera, legitimar la guerra, es requisito sine qua non y obligado abordar
tal como se hizo, cuestiones de suma importancia desde la óptica de la politología
como resultan ser las categorías de la Paz y la Integración en y desde la visión del
Libertador, pues de modo contrario, podríamos caer en ciertos dogmas o ideas fáciles
de hacernos incurrir en la falsa creencia de tratarse de una guerra por la simple guerra.
Y más grave, poner a Bolívar en el imaginario de un héroe villano y, simplemente, el
guerrerista ansioso y abierto al mundo con ansías de desbordarse por el poder político.
Este no es el Libertador que se analiza en el presente trabajo y, menos emular.
2. Por tanto, desde nuestra perspectiva con clara señal de objetividad y, desapego a
posturas extremas en el orden ideológico y político asumimos la defensa del ideario
bolivariano a partir de una visión íntegramente constructiva y de aporte a la realidad
nacional e internacional, principalmente, cuando concluimos que la guerra
independentista tuvo y sigue teniendo un trasfondo político valioso en punto con la
vigencia y consolidación permanente de los ideales republicanos, liberales y
constitucionales. Tanto que a partir de nuestra investigación concluimos de igual
manera que paradójicamente en Bolívar la paz y la integración de las Naciones creadas
por él, son el resultado necesario de la guerra independentista.
3. De ahí, que siendo la Paz y, la Integración un par de categorías ideológicas y
políticas en el marco institucional y democrático, incluso, justificadas desde la óptica
teórica-argumentativa y pasando, por la acción práctica moderna, época en las que se
justipreció el contenido axiológico y humanista de aquellas categorías sociopolíticas,
hoy día en el mundo contemporáneo y crítico que atestiguamos, principalmente, desde
la perspectiva institucional y política sujeta a persistir en la desvaloración de la persona
humana a nombre de aparentes buenos fines de tipo cultural, social, económico y claro,
político, v. gr. los extremos a ultranza del consumismo y el neoliberalismo (o en el
mejor uso correcto de la acepción, los neoconservadurismos en auge) en términos
económicos y de políticas estatales o, la implosión o cierta crisis de los ideales de la
democracia y, por tanto, el auge de los populismos, a nivel principalmente, de América
Latina (pasando, claro está por los mismos Estados Unidos de Norte América), obligan
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constrictivamente, a que hagamos uso y poder de los Principios de la Paz y, la
Integración, como mecanismos alternativos y políticos de convivencia civilizada y,
búsqueda de alternativas mejores de bienestar para nuestras sociedades.
La Paz y, la Integración como aportes válidos a partir del ideario y la acción políticas
bolivarianas se constituyen en el imaginario actual del Derecho Internacional Público
como los máximos aportes que hizo el Bolívar estadista e internacionalista. Una y otra
categorías están imbuidas de unas máximas de realismo político: autodeterminación de
los pueblos, soberanía política y, principalmente, la vigencia de la Justicia Social y, el
respeto y promoción de los Derechos Humanos con independencia de cuál sea o no el
ideario político vigente.
4. Tanta la trascendencia política e ideológica de la Paz y, la Integración que a través
del proceso metodológico de investigación, logramos que en procura de demostrar la
única hipótesis planteada y sustentada, es decir, que la guerra independentista fue el
referente ideológico y político insustituible para arribar a la solución satisfactoria del
problema científico, pero, con la claridad que detrás de esta postura epistemológica,
pudimos hacer uso preciso y racional de tres variables comunes e interdependientes
que ayudan a darle mayor aporte argumentativo a los fines perseguidos: la guerra
emancipadora o de desalienación en términos humanistas, la convergencia teórica y
práctica entre la guerra independentista y uno de sus fines colectivos, como es la paz
social. Por tanto, no hallamos ninguna antinomia o contradicción sustancial pues,
digamos que, la categoría de la paz es consustancial a los fines de la guerra
emancipadora.
5. A partir de la vigencia real y práctica de las categorías de la Paz y, la Integración
entendidas desde una lógica y una razonabilidad estricto sensu democráticas e
inherentes con unas auténticas razones de Estado o, incluso, tanto como Políticas
Públicas estatales como resulta en el caso colombiano, justamente, a partir del nuevo
constitucionalismo de 1991 con la Carta Política, en su Preámbulo y Principios
Fundamentales152, no en vano precisamente del ideario y el pensamiento bolivariano, la
conformación y paulatino progreso de entidades jurídicas y políticas de orden
internacional como la UNASUR y la CELAC independiente cuál sea su base ideológica
y política, pues, incluso, como en el caso de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (ALBA), surgió justamente de las posiciones democráticas y liberales
del propio Bolívar.
Sin duda, la intención de nuestro trabajo es promocionar desde la posición académica
la vigencia y aparición de nuevas formas de integración a nivel latinoamericano, como
muestra no solo de su espíritu pacífico sino la vocación política del respeto en la unidad
152 Véase, por un lado, la cuestión relativa con el impulso de la integración de la comunidad latinoamericana y, por otro, los artículos 1º y s.s. en la cuestión del Estado Social del Derecho y, el reconocimiento y respeto de la dignidad humana y, la paz como derecho y obligación de orden constitucionales.
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continental, contra las posturas cada vez más recientes del neocapitalismo depredador
y asfixiante en términos de la dignidad humana y la vida misma.
6. No es absurdo señalar que el actual proceso de paz negociada entre el Gobierno del
Presidente Juan Manuel Santos y, la insurgencia de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), son el resultado de la vigencia del ideario y
la acción política bolivariana, en las precisas cuestiones de la Paz y, la Integración. Un
conflicto armado por más de cinco décadas sin cesar, cuyo testimonio hace inferir a
partir de la guerra política y social, a la final, las partes hacen consensos sobre los
aspectos fundamentales de la paz y, de contera, la posibilidad social que tanto las
fuerzas regulares y el Estado y comunidad en general, como la misma subversión
armada logren -como es lo proyectado- consolidar un estado de cosas en integración y
convivencia.
Este gran paso en la vida política y democrática colombiana, por supuesto, servirá de
referente político e institucional, para que a futuro las lecciones de la guerra
independentista y bolivariana, sirvan a la solución de nuevos y complicados conflictos
que no a dudarlo han de presentarse a nivel del continente americano, ante la creciente
andanada de políticas estatales que agravan y hacen más difíciles las condiciones
mínimas de justicia social y vigencia de los Derechos Humanos, por ej. la creciente y
descomunal ola de actos de corrupción política y políticas impositivas contrarias con el
bienestar general.
7. En este orden, al final del Capítulo I cuyo ámbito de análisis corresponde con la
categoría política de la Paz y, el Capítulo II relativo con el proceso ideológico de la
“Integración” en su respectivo orden, logramos ayudar a convalidar la respectiva
hipótesis, cuestión que por supuesto en términos metodológicos logra ser demostrada y
permite, resolver de fondo el fenómeno investigado por intermedio del acápite “III
Medición y Validación de Hipótesis”.
En relación con la categoría política de “Paz” y su unidad conceptual y política con la
guerra, expusimos discursivamente:
Pudimos demostrar la relación lógica, conceptual y práctica que existe indisolublemente
entre la teleología de la “guerra” anticolonial y, la finalidad republicana de la “Paz”
concebida, igualmente, desde una arista política “antihegemónica”. Esta categoría
política es de la esencia ideológica y militar de la guerra en la medida en que por medio
de la Paz fue posible consolidar un orden social más o menos en condiciones de
justicia social y reivindicación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
De ahí, que no resulte en una probable antinomia teorizar y poner en práctica conjunta
los fines socio-políticos de la guerra, en la forma demostrada y, la consecución final de
la política pública de la “Paz” bolivarianos, pues es un binomio inseparable y causalista;
es decir, para El Libertador la “Paz” estaba condicionada del evolucionar y triunfo final
de la “guerra” y, eso fue justamente lo que aconteció según, convalidamos, incluso, a
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partir de la praxis política expuesta a través de la “historiografía” política de la
Independencia nacional.
Precisemos, además, que por el lado de la política de “Integración” se expusieron entre
otras razones:
De otra parte, los fundamentos ideológicos y nacionalistas derivados de la misma
guerra, hacían suponer una auténtica y real dimensión de tipo “americano”. Por tanto,
no era concebible y, menos, aceptable que la Integración y la Unidad tuviera visos o
posturas ideológicas-políticas promovidas a semejanza por ej. del “Panamericanismo”
promovido por los Estados Unidos de Norte América por medio de su política exterior
de la Doctrina Monroe. De ahí, es comprensible que la guerra independentista en
términos “ideológicos” y también, con la posibilidad de consolidar un gran ejército
americano, trascendiera de lo puramente “nacional” al plano “internacional” y,
permitiera con una auténtica política pública Republicana constituir lo que el Libertador
llamó la sagrada Patria Grande.
Sin embargo, no logró su consolidación plena y definitiva. Pero, sí demostró la
“anfictiónica” que la guerra independentista en mayor medida decidió la suerte
“internacional” de las nuevas naciones desde la perspectiva del Derecho Internacional
Público del cual fue un gran conocedor y gestor el propio Libertador.
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