Upanishads [Artículo ABC]

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7/25/2019 Upanishads [Artículo ABC] http://slidepdf.com/reader/full/upanishads-articulo-abc 1/1 B C Cultural UP NISH DS Edición y  traducción  de  aniel  de Palma. Siruela. Madrid 1995.  169  páginas 1 750  pesetas A editorial Siruela, en su reciente colección «El ár bol del Paraiso-, nos  utili forman parte de los textos máyana» y «Mahábhárata» y  algu  cui ar a la verdad no reco shads» (1973), así como la anteriores, pasa a formar en nues serio también en nuestro  sím bolos de la India») o la funda ción hace apenas dos años, de la Sociedad de Estudios índicos y Orientales (SEIO). El libro, en cuya portada po demos contemplar el Sri Yantra, símbolo destacado en la tradi ción tántrica, presenta también un prólogo de Raimon Panikkar, como breve introducción a la lectura de las «Upanishads». En él se nos invita a una lectura me ditativa, pues «la lectura de este libro requiere una disposición especial y una preparación aní mica adecuada». Y es que leer las «Upanishads» supone aso marse a una cultura y un pensa miento, a una cosmovisión muy distinta de aquella en la que es tamos situados los occidentales modernos e ilustrados, o quizá ya posmodernos. De ahí que quien ignora ante qué género de literatura se halla no debe extra ñarse si la lectura de, por ejem plo la «Cándogya Upanishad», la primera de las aquí traducidas y una de las más antiguas y más extensas, le resulta desconcer tante por el clima ritualista-sacri ficial y el pensamiento analógico a veces con impresión de rela ciones etimológicas más bien arbitrarias y tenga que mostrar paciencia hasta llegar, ya bien avanzado el libro, a la revelación iniciática en la que Uddálaka Aruni, uno de los rishis (sabios- poetas-videntes) upanishádicos, transmite a su hijo Svetaketu (quizá de modo no sólo verbal) la sabiduría acumulada de su experiencia yóguica:  « Tráeme un fruto de esa higuera Aquí está,  venerable Pártelo Lo he partido, venerable ¿Qué ves allí? Estas pequeñas semillas, venerable Por favor, parte una de ellas La he partido, venera ble ¿Qué ves allí? Nada, ve nerable [El padre] le dijo: Ese principio sutil que no percibes, querido, es ese principio sutil de donde surge esta gran higuera. Créeme, querido. Esa esencia sutil es el átman de todo esto. Esa es la verdad, ése es el át man de todo esto. Esa es la ver dad ése es el átman. Tú eres eso Svetaketu » (6, 12, 1-3). La identidad del átman y el brahmán,  del fondo de nuestra subjetividad y del fundamento de todas las cosas, esta es una de las intuiciones upanis- hádicas centrales. Traducirlo como el alma y Dios no estaría exento de problemas, pues el significado de tales términos no es plenamente equivalente y además precipita sobre nuestro pensar todas las connotacio nes de la tradición griega y ju- deo-cristiana en la que nuestra cultura se ha desarrollado. Las «Upanishads» apuntan quizá hacia la posibilidad de otro modo de pensar, acaso ba sado en otra dimensión de la experiencia mística, para la cual suponen una invitación. Como insiste R. Panikkar, las «Upanishad» no son cuestión de información sino de transforma ción. Y es que «las Upanishad no enseñan un conocimiento conceptual, sino que simple mente revelan a quien deja re- velarse, desvelarse, en el doble sentido profundo del verbo cas tellano: le caen los velos de la ignorancia (avidyá) y permanece desvelado, despierto. El lector tiene en sus manos páginas so bre las que meditar». Además de la citada, la presente obra nos ofrece la traducción de otras tres de las más célebres «Lipanishads»: «Katha», «Svetás- vatara» e «Isha». El conocimiento por identificación con el Abso luto,  el yoga como práctica y ac titud que nos encamina a la rea lización y la plenitud, la doctrina de la reencarnación, la concep ción no sólo impersonal sino igualmente personal del Abso luto, el esbozo de una apertura a la Gracia (prásáda) y otros  tan tos temas propios del hinduismo despuntan ya en estas obras fruto no tanto de una reflexión racional como de una intuición místico-espiritual. Vicente MERLO CIUDADANÍA  SOCML E N la década de los 90 el mer cado de la ética política anda prácticamente saturado de teorías sobre la democracia y sobre la  justi cia y tal vez por eso acoge con en tusiasmo un producto tan antiguo y a la vez tan nuevo como es el de las teorías sobre la ciudadanía. Proliferan los estudios sobre la ciudadanía na cional,  sobre la trasnacional, en el caso de comunidades como la Unión Europea, y también sobre la ciuda danía cosmopolita. En todos campea la pregunta: ¿qué significa ser ciuda dano y por qué es importante serio? La caracterización que ha venido a convertirse en canónica es la que ofreció Thomas H. Marshall en 1949, al decir que es ciudadano aquel al que se le reconocen en una comuni dad derechos  civiles  (libertades),  p o líticos  (participación en la cosa pú blica) y sedales  (derechos económi cos sociales y culturales). Sólo aquel al que se respetan estos dere chos se siente miembro de una co munidad;  en caso contrario, se siente marginado. Por eso entendió Marshall que el Estado del bienestar es el que mejor protege la  dudada- nla sodal porque se basa en una in tuición tan justa como que hay deter minados bienes sociales de una rele vancia tal para la vida de las personas que no pueden quedar en manos del mercado. Un «Estado de justicia» ha de empeñarse en procu- rarios a todos aquellos que consi dera «sus ciudadanos». Hoy el estado del bienestar se en cuentra en crisis y no parecen los paí ses que gozaron de él muy dispues tos a proteger los derechos sociales de sus miembros. Pero en ese caso es que no les reconocen realmente como sus ciudadanos. ¿Qué hacer? Al menos recordar que no son los Estados solamente, sino las socieda des las que han de ser justas. Que no cabe atribuir sólo al Estado la res ponsabilidad por la justicia, sino que también la sociedad civil ha de  asu mir sus responsabilidades. Por eso va siendo tiempo de convertir la  ciu dadanía social  pasiva  de Marshall, lo que se ha llamado el «derecho a te ner derechos», en ciudadanía social activa: el ánimo de asumir responsa bilidades. Porque sin sociedad civil justa no hay países justos. Adela CORTINA 59 ural (Madrid) - 22/12/1995, Página 59 ight (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los nidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los ctos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

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7/25/2019 Upanishads [Artículo ABC]

http://slidepdf.com/reader/full/upanishads-articulo-abc 1/1

B C Cultural

U P N I S H D S

Edición

 y

 traducción

 de

  aniel

 de Palma. Siruela. Madrid 1995.   1 6 9   páginas 1 7 5 0

  pesetas

A editorial Siruela, en su

reciente colección «El ár

bo l de l Para iso - , nos

 utili

forman parte de los textos

máyana» y «Mahábhárata» y

  algu

  cui

ar a la verdad no reco

shads» (197 3), así como la

anteriores, pasa a formar

en nues

ser io también en n uest ro

 sím

bolos de la India») o la funda

ción hace apenas dos años, de

la Sociedad de Estudios índicos

y Orientales (SEIO).

El libro, en cuya portada po

demos contemplar el Sri Yantra,

símbolo destacado en la tradi

ción tántrica, presenta también

un prólogo de Raimon Panikkar,

como breve in t roducción a la

lectura de las «Upanishads». En

él se nos invita a una lectura me

ditativa, pues «la lectura de este

libro requiere una disposición

especial y una preparación aní

mica adecuada». Y es que leer

las «Upanishads» supone aso

marse a una cultura y un pensa

miento, a una cosmovisión muy

distinta de aquella en la que es

tamos situados los occidentales

modernos e ilustrados, o quizá

ya posmodernos. De ahí que

quien ignora ante qué género de

literatura se halla no debe extra

ñarse si la lectura de, por ejem

p l o la «Cándogya Upanishad»,

la primera de las aquí traducidas

y una de las más antiguas y más

extensas, le resulta desconcer

tante por el clima ritualista-sacri

ficial y el pensamiento analógico

a veces con impresión de rela

ciones et imológicas más bien

arbitrarias y tenga que mostrar

paciencia hasta llegar, ya bien

avanzado el libro, a la revelación

iniciát ica en la que Uddálaka

Aruni,

  uno de los rishis (sabios-

poetas-videntes) upanishádicos,

transmite a su hijo Svetaketu

(quizá de modo no sólo verbal)

la sabiduría acumulada de su

experiencia yóguica:  « Tráeme

un fruto de esa higuera Aquí

está,  venerable Pártelo Lo he

part ido, venerable ¿Qué ves

allí?

Estas pequeñas semillas,

venerable Por favor, parte una

de ellas La he partido, venera

b l e

¿Qué ves allí? Nada, ve

nerable [El padre] le dijo: Ese

principio sutil que no percibes,

querido, es ese principio sutil de

donde surge esta gran higuera.

Créeme, querido. Esa esencia

sutil es el átman de todo esto.

Esa es la verdad, ése es el át

man de todo esto. Esa es la ver

d a d

ése es el átman. Tú eres

e s o

Svetaketu » (6, 12, 1-3).

La identidad del átman y el

brahmán,

  del fondo de nuestra

subjetividad y del fundamento

de todas las cosas, esta es

una de las intuiciones upanis-

hádicas centrales. Traducir lo

como el alma y Dios no estaría

exento de problemas, pues el

significado de tales términos no

es plenamente equivalente y

además precipita sobre nuestro

pensar todas las connotacio

nes de la tradición griega y ju-

deo-cristiana en la que nuestra

cultura se ha desarrollado. Las

«Upanishads» apuntan quizá

hacia la pos ib i l idad de ot ro

modo de pensar , acaso ba

sado en otra dimensión de la

experiencia m ística, para la cual

suponen una invitación.

Como insiste R. Panikkar, las

«Upanishad» no son cuestión de

información sino de transforma

ción.  Y es que «las Upanishad

no enseñan un conocimiento

conceptual , s ino que s imple

mente revelan a quien deja re-

velarse, desvelarse, en el doble

sentido profundo del verbo cas

tellano: le caen los velos de la

ignorancia (avidyá) y permanece

desvelado, despierto. El lector

tiene en sus manos páginas so

bre las que meditar». Además

de la citada, la presente obra

nos o f rece la t r adu cc ió n de

otras tres de las más célebres

«Lipanishads»: «Katha», «Svetás-

vatara» e «Isha». El conocimiento

por identif icación con el Abso

luto,

 el yoga como práctica y ac

titud que nos encamina a la rea

lización y la plenitud, la doctrina

de la reencarnación, la concep

ción no sólo impersonal sino

igualmente personal del Abso

luto,

 el esbozo de una apertura a

la Gracia (prásáda) y otros

  tan

tos temas propios del hinduismo

despuntan ya en estas obras

fruto no tanto de una reflexión

racional como de una intuición

místico-espiritual.

Vicente MERLO

C I U D A D A N Í A

  S O C M L

E

N la década de los 90 el mer

cado de la ética política anda

prácticamente saturado de teorías

sobre la democracia y sobre la  justi

c i a

y tal vez por eso acoge con en

tusiasmo un produc to tan antiguo y a

la vez tan nuevo como es el de las

teorías sobre la ciudadanía. P roliferan

los estudios sobre la ciudadanía na

cional,

 sobre la trasnacional, en el

caso de comunidades como la Unión

Europea, y también sobre la ciuda

danía cosmopolita. En todos cam pea

la pregunta: ¿qué significa ser ciuda

dano y por qué es importante serio?

La caracterización que ha venido a

convertirse en canónica es la que

ofreció Thomas H. Marshall en 1949,

al decir que es ciudadano aquel al

que se le reconocen en una comuni

dad derechos

 civiles

  (libertades),

 p o

líticos

 (participación en la cosa pú

blica) y

 sedales

 (derechos económi

c o s

sociales y culturales). Sólo

aquel al que se respetan estos dere

chos se siente miembro de una co

munidad;

 en caso contrario, se

siente marginado. Por eso entendió

Marshall que el Estado del bienestar

es el que mejor protege la

 dudada-

nla sodal

porque se basa en una in

tuición tan justa como que hay deter

minados bienes sociales de una rele

vancia tal para la vida de las

personas que no pueden quedar en

manos del mercado. Un «Estado de

justicia» ha de empeñarse en procu-

rarios a todos aquellos que co nsi

dera «sus ciudadanos».

Hoy el estado del bienestar se en

cuentra en crisis y no parecen los paí

ses que gozaron de él muy dispues

tos a proteger los derechos sociales

de sus miembros. Pero en ese caso

es que no les reconocen realmente

como sus ciudadanos. ¿Qué hacer?

Al menos recordar que no son los

Estados

 solamente, sino las

 socieda

d e s las que han de ser justas. Que

no cabe atribuir sólo al Estado la res

ponsabilidad por la justicia, sino que

también la sociedad civil ha de

 asu

mir sus responsabilidades. Por eso

va siendo tiempo de convertir la  ciu

dadanía social

 pasiva

 de Marshall, lo

que se ha llamado el «derecho a te

ner derechos», en ciudadanía social

activa: el ánimo de asumir responsa

bilidades. Porque sin sociedad civil

justa no hay países justos.

Adela CORTINA

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ural (Madrid) - 22/12/1995, Página 59ight (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de losnidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposiciónresúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losctos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.