Utoías juveniles: de la bohemia al Che · ... la extraordinaria incidencia de su imagen entre los...

54
UTOPÍAS JUVENILES DE LA BOHEMIA AL CHE

Transcript of Utoías juveniles: de la bohemia al Che · ... la extraordinaria incidencia de su imagen entre los...

UTOPÍAS JUVENILESDE LA BOHEMIA AL CHE

Hugo E. Biagini

UTOPÍAS JUVENILESDE LA BOHEMIA AL CHE

LEVIATAN

COLECCIONEL HILO DE ARIADNA

I.S.B.N. 987-514-036-8

LIBRO DE EDICION ARGENTINA- QUEDA HECHO EL DEPOSITOQUE PREVIENE LA LEY 11.723 -

© BY EDITORIAL LEVIATAN -CORDOBA 4773 - BUENOS AIRES -

IMPRESO EN LA ARGENTINA -PRINTED IN ARGENTINA

PRESENTACIÓN

Buena parte de los trabajos adjuntos han in-tegrado un libro inédito, Juventud, universidad,sociedad. Las utopías y el protagonismo estu-diantil, que fue seleccionado como finalista enel reñido certamen de Casa de las Américas(categoría ensayo 1998), con el siguiente pro-nunciamiento del jurado: “Por tratarse de un se-rio trabajo, analítico y bien fundamentado, acer-ca de la evolución del movimiento estudiantil”.

En el primer capítulo se plantean los grandestemas introductorios: utopismo y antiutopismo,entre el paraíso y la pesadilla terrenal, la juven-tud como portadora de ideales, la rebeldía uni-versitaria. Luego se encara la cuestión de la bo-hemia novecentista desde el miraje estético ydel enrolamiento social, como expresión de unacrisis en el orden burgués y el espíritu positivo.Emerge el discurso contestatario e iconoclastaque apunta a la renovación del hombre y la cul-tura, a la instauración de un mundo pleno ytransparente desde el territorio libre del café. Seconfigura así una nueva ideología, según lacual los jóvenes deben asumir los problemascomunitarios y establecer relaciones humanita-rias.

Con Romain Rolland y su incidencia en Ibe-roamérica se examina la huella impresa por unode los intelectuales que más predicamento al-canzó en la generación de 1918, quien llegó aser calificado como el más importante maestro

7

de las juventudes idealistas y como el primereuropeo notable que, habiendo roto la indiferen-cia hacia "los clamores lejanos", ha comprendi-do en toda su grandeza el vasto movimiento derebeldía y de unión emprendido en América La-tina. El texto se vincula estrechamente con unatemática de gran actualidad: las redes intelec-tuales y políticas.

Por último, en el ensayo sobre Ernesto Gue-vara, se aborda un asunto candente pero esca-samente investigado a fondo: la extraordinariaincidencia de su imagen entre los jóvenes ame-ricanos y europeos. Con tal motivo, se indaga elpensamiento, la obra, la acción y la personali-dad del líder revolucionario, sopesando talesaspectos en su relación con la mentada influen-cia a lo largo del tiempo, desde su muerte has-ta la fecha. Este trabajo obtuvo el primer premioen el concurso “La influencia del pensamientodel Che Guevara en América Latina”, organiza-do conjuntamente por las universidades de LaHabana y Buenos Aires.

El contenido de este volumen tuvo ocasiónde ser debatido en distintos foros especializa-dos: III Seminario Internacional de Ciencias So-ciales y Humanidades (Universidad de Santiagode Chile, Instituto de Estudios Avanzados); IICongreso Internacional de Filosofía y Culturadel Caribe (Instituto Veracruzano de Cultura); IICongreso Europeo de Latinoamericanistas(Universidad de Halle); VI Congreso SOLAR(Universidad de Toluca); Maestría en Pensa-miento Socio-Político y Filosófico (Universidadde Las Villas, Cuba); Instituto Universitario Orte-ga y Gasset (Madrid). Salvo en el capítulo-docu-mental sobre Rolland, en la presente versión se

han simplificado las notas y se han obviado lasampliaciones bibliográficas para facilitar la edi-ción. En el caso del Che Guevara se ha optadodirectamente por eliminar en esta ocasión la re -ferencia a las caudalosas fuentes empleadas.

8 9

UTOPISMO Y JUVENTUD

Según un discurso político abierta-mente represor, los idealismos, los sue-ños, las utopías o las simples propues-tas de cambio, constituyen manifesta-ciones de una conducta que viene a al-terar un orden, considerado a priori co-mo inalterable. Miles de jóvenes fueronexpulsados de las universidades lati-noamericanas por haber intentado elcamino de la utopía. Miles fueron asesi-nados por haber intentado ser con-gruentes con sus ideales.

ARTURO ANDRÉS ROIG

Reservas minimalistas

Las perspectivas del pensamiento utópicopara captar la realidad y guiar adecuadamenteel comportamiento humano han sido cuestion-adas desde posiciones muy disímiles. Ortodo-xias espiritualistas y positivistas, dogmáticastendencias liberales, marxianas y posmodernashan esgrimido un sinfín de argumentos para de-nostar esa forma mentis con mayor o menorenergía.

Entre las objeciones principales, se hace hin-capié en el ingenuo vacío y en el absurdo queencierran las utopías, junto a la imposibilidad desu instrumentación. Simultáneamente, dichasmanifestaciones suelen ser asociadas con acti-tudes evasivas o con personalidades enfermi-zas de carácter esquizoide. Por otra parte, se leimputa a la utopía un trasfondo irracional y auto-ritario, su propensión a manejar a la gente me-diante esquemas colectivistas de variadasorientaciones.

11

En definitiva, según tales versiones se apelaa leyendas como las de la Edad de Oro, el Pa-raíso Terrenal, la Atlántida y otras nocionesigualmente míticas —Revolución, Progreso,etc.— para incentivar los anhelos de vivir en unasociedad transparente y en una nación regene-rada, donde reina la abundancia y el bienestar,en medio de un eterno presente y sin apremiosangustiantes. El discurso utopista supondría elfin de la libertad y la individualidad hasta sumer-girse en un destino de pesadilla. Para los tradi-cionalistas, se halla en juego el desafío a Dios,con secuelas catastróficas equivalentes a lasque trajo consigo la Torre de Babel. Las antiuto-pías también sugieren un horizonte sombrío yfatal, según se refleja, v. gr., en el terreno litera-rio con Un mundo feliz, 1984, Fahrenheit 451, ocon obras menos conocidas como La pianola deKurt Vonnegut. En esta última novela aparecepintada la comunidad del porvenir conforme aun ordenamiento meritocrático donde no existeel hambre ni la oposición capital/trabajo pero seencuentra en cambio rígidamente dividido entreuna aristocracia de profesionales y un proleta-riado sin esperanzas.

Además, la cultura dominante y las corrientesen boga, fluctuando entre el neoeurocentrismo yla posmodernidad, aunque no llegan a procla-mar la desaparición de la utopía, prefieren eludirtodo planteamiento orientado en esa sospecho-sa dirección. La crisis de las utopías se verificano sólo en los países desarrollados sino tam-bién, sintomáticamente, en aquellas economíasdonde han sufrido un gran aumento las condi-ciones deficitarias de vida.

Ya al comenzar los ochenta, Bernard Wi-

lliams registraba con fina ironía la depreciaciónexperimentada por la variable utópica: “Estáahora de moda una simple interpretación ideoló-gica [...] que afirma que el intento mismo [...] porcrear un nuevo tipo de sociedad, más justo, másracional y más humano, conduce por sus pro-pios procesos e impulsos, y entre ellos sobre to-do la planificación, a su opuesto exacto: un or-den más represivo, más arbitrario, más estanda-rizado e inhumano”1.

El embate se halla dirigido contra nuestraAmérica Latina como una de las principalesfuentes de sueños, utopías y propuestas alter-nativas. Con resabios tecnocráticos, el chilenoJosé Joaquín Brunner desestima que la raciona-lidad pueda existir fuera de Occidente y del es-píritu capitalista. Para Brunner, suponer lo con-trario significa adoptar un pensamiento mágicopropio de los intelectuales que, cultivando unaestética macondista, se niegan a ver que la con-tradictoria cultura latinoamericana sólo adquieresentido dentro del orbe occidental y se incorpo-ra plenamente a la modernidad gracias a proce-dimientos extraideológicos como la industria ylos medios de comunicación electrónica —vehí-culos para una integración crítica de las masas.

12 13

1 Bernard Williams, Hacia el año 2000, Barcelona, Crítica,1984, p. 21.

Elogio a la utopía

Para calibrar apropiadamente un caudal tanintrincado como el que arrastra la tradición utó-pica, deben evitarse las aproximaciones reduc-cionistas. Nos hallamos ante uno de esos casosdonde conviene aplicar rigurosamente la norma-tiva básica que impera en el terreno de las defi-niciones: ni demasiada amplitud ni excesiva es-trechez.

Distintos autores han intentado estableceruna suerte de tipología para el análisis del pro -yecto utópico. Bronislaw Baczko se refiere a cin-co enfoques heterogéneos: a) como género lite-rario, las utopías noveladas; b) en tanto pensa-miento utópico stricto sensu; c) las prácticas lle-vadas a cabo por diversas comunidades; d) losmateriales simbólicos implícitos en las utopías;e) las utopías en su máximo momento de es-plendor. Otros expositores han optado por aludira las distopías o contrautopías, a las eutopías outopías positivas y, en tercer término, a las mix-topías, i. e., el modelo junto con su efectiviza-ción, una combinatoria entre lo académico y lopopular, la totalidad y el fragmento.

Obviando la utopía como género narrativo,como ámbito ilusorio, Arturo Roig y Estela Fer-nández perciben en el lenguaje cuatro funcionesutópicas: 1. de regulación crítica frente a lo realpara generar nuevas identidades; 2. de libera-ción del determinismo legal, como capacidadpara transformar lo dado; 3. de anticipación delfuturo, como ruptura de la ciclicidad; 4. de cons-titución de discursos contrahegemónicos. Asi-mismo, el propio Roig ha señalado una utopía

para sí —la sublevación de Túpac Amaru— yuna utopía para otro —el conquistador europeode América.

La dimensión de lo utópico es de tal magnitudque aparece inclusive en el discurso ideológico-clasista. Según ha mostrado Frederic Jamesonen sus Documentos de Cultura, todo discursocontiene una inclinación que, trascendiendo loexistente, apunta hacia el interés general. Lasformaciones utópicas no pueden entenderse sinrelacionarlas con las formaciones antiutópicas.Tampoco cabe sostener una oposición tal entreciencia y utopía que termine negando a ésta úl-tima toda validez objetiva. Se trata de dos nive-les de verdad dentro de un mismo vínculo dialéc-tico. Lo utópico no representa lo inaccesible, porafuera del tiempo y del espacio, sino lo que par-te precisamente de la historia. La topía no se ha-lla incontaminada de utopía.

Junto con algunas distinciones entre visión,impulso, imaginación y mecanismo utópicos, elmismo Jameson, con posterioridad, no vacila entomar claro partido por nuestro tema central:“Nada es hoy políticamente más importante quela cuestión de la utopía [...] No se si un resurgi-miento de las capacidades utópicas sería salu-dado como una causa o un síntoma de cambiocultural; pero confío en que, si comenzaran asurgir nuevas utopías, nuestra capacidad parala acción colectiva y la praxis también pareceráhaber comenzado a despertar otra vez”2.

En este contexto importa advertir en la uto-pía, más allá de su multivocidad y de sus imbri-caciones fácticas, un núcleo fundamental quepermite extraer oportunas derivaciones.

Puede trazarse una doble vertiente dentro de

14 15

2 Frederic Jameson, “Utopía de la postmodernidad”, Confi-nes, abril 1995, pp. 23-29.

los exégetas que reivindican el valor de la uto-pía. Por una parte, quienes se rehusan a conec-tar la impronta utópica con el posibilismo y elgradualismo. Para autores como Fred Polak,aquélla debe ser identificada con un cambio deestructura, con un radicalismo mental o intelec-tual que suponga llegar hasta las últimas conse-cuencias. Se trata también de un idealismo so-cial que se resiste a aceptar la miseria y los su-frimientos actuales como algo inevitable. Ade-más de atribuírsele al pensamiento utópico unacapacidad de renovación permanente, un talan-te siempre juvenil, se lo considera como el ha-cedor espiritual de todo socialismo y de toda éti-ca.

Fernando Ainsa y otros expertos en la mate-ria le han asignado a la utopía unos márgenesmás dilatados. Según el pensador uruguayo, lainquietud utópica, lejos de constituir una vía es-capista, trasunta generalmente un hondo com-promiso reflexivo ante la realidad circundante yha dado lugar a muchos adelantos sociales queen algún momento pudieron parecer meras en-soñaciones: igualdad de los sexos, ocio cons-tructivo, energías no contaminantes, planifica-ción urbana. Asimismo las utopías, por su mis-ma lógica interna, pueden equipararse al princi-pismo y al programatismo que conlleva todavanguardia.

Mientras que por un lado se le confiere a lautopía el papel de profeta de la alteridad absolu-ta y la comunidad perfecta, por otro se la cons-triñe a anunciar ideales menos remotos que sir-van para reducir conflictos y desigualdades,creando condiciones para la reforma social. Pe-se a esas innegables diferencias, sea que sólo

tomemos a la utopía bajo el miraje revoluciona-rio, sea que veamos únicamente en ella el corre -lato de la disidencia, los prolongados fracasosque siembran el camino hacia un orden de co-sas más justo y equitativo no llegan a borrar losinconmensurables adelantos que han inspiradoel pensamiento y la práctica utópicas.

Frente al auge de la Realpolitik, la apelaciónutópica permite afirmar ciertas metas que resul-tan sostenibles y respetables más allá de la co-yuntura actual. A pretensiones como la neocon-servadora —de acabar con la utopía o erigirseen su única expresión verdadera—, se le contra-pone hoy una prédica pluralista que excede loestrictamente partidario en la contienda social yen los espacios de poder para dar cabida a for-mas de autogestión, a acotadas experiencias li-bertarias y a diversos socialismos posibles.

En síntesis, la mejor variante para acceder alplexo mismo de la utopía consiste en tomar porel atajo metafórico y decir de ella, junto conJoan Manuel Serrat, que representa esa “cabal-gadura / que nos vuelve gigantes en miniatura”.

Caracterología

Si bien los jóvenes pueden ser apreciadoscomo los principales portadores de utopía, im-porta detenernos en ciertas caracterizacionesque insisten en brindar ese rasgo como perti-nente. Se soslayan pues aquí los significativosplanteos que priorizan las pautas diferenciales yremarcan el marco distintivo dentro del vasto

16 17

conglomerado juvenil, según los períodos histó-ricos, las diversas culturas, los estratos socia-les, los desarrollos nacionales o las divisionescronológicas que restringen la juventud al sim-ple paso de una edad a otra.

La estrecha afinidad entre el utopismo y la ju-ventud presupone una serie de atributos quesuelen vincularse con dicha etapa existencial.Más allá de que los jóvenes lleguen a coincidircon sus mayores en distintas alternativas y cir-cunstancias, más allá de los aspectos ambiguosque se reflejan en su modus vivendi, más allá dela casuística mundial ocasionalmente adversa,cabe resaltar una idiosincrasia acorde con lasbarreras generacionales.

En ese perfil relativamente singular aparecencomponentes como el inconformismo, la creati-vidad, el desprendimiento, la preferencia por laacción, el jugarse con osadía, etc. Las cualida-des mencionadas, además de haber facilitado laacuñación de frases como “de joven incendiarioy de adulto bombero”, han hecho que la juven-tud haya sido glorificada por su monto de heroi-cidad y al mismo tiempo se la haya detractadopor considerarla fuente de anarquía y perturba-ción.

De todas maneras, la preocupación específi-ca por el joven no viene de antigua data. Si bienel adolescente empieza a cobrar un sugestivorelieve en la novelística decimonónica y por en-tonces fueron muchos los jóvenes que impulsa-ron las sociedades secretas y los movimientosrevolucionarios en Europa y América, será re-cién durante el siglo XX cuando se hable del si-glo de la juventud. Se trata de un proceso quecorre paralelo a la desmitificación de esa invete-rada mirada cosificante que sólo tiene en cuen-

ta como par o como prójimo a un determinado ti-po humano y justifica tremendas exclusionesbasadas en el género (mujer, homosexual), elbío-psiquismo (enfermo, loco, retrasado), la reli-gión (infiel, hereje), la educación (analfabeto), laeconomía (pobre, trabajador manual), las etnias(no-blanco), la política (opositor), la población(mayorías-minorías, nativo-extranjero), la edad(niño, adolescente, joven, anciano).

En la década de 1890 se realizan las prime-ras investigaciones rigurosas en torno al efebo ya la adolescencia, v. gr., una indagación sobredoscientas biografías de distintas celebridades—Savonarola, Jefferson, Shelley, Tolstoi, Rous-seau, Andersen, Keats, Wagner et alia— parainferir las inclinaciones preponderantes que evi-denciaron durante su mocedad. Entre esas ten-dencias primordiales se detectó el anhelo porreformar la sociedad como la más reiterada. Elestadounidense Granville Stanley Hall, uno delos precursores de la psicología de la terceraedad, figura también como pionero de la hebo-logía, el estudio metódico de la juventud.

En esta parte del continente el modernismosobrevalora al joven, tesoro divino y humano a lavez, en detrimento de la cultura prosaica delbuen burgués. En el gravitante arielismo de Ro-dó, que retoma ciertos acentos renanianos, la ju-ventud, objeto de verdadera devoción, aparececomo un eslabón entre la utopía y lo real. Unaimagen mesiánica que impulsará a varias gene-raciones sucesivas.

Así, hacia los años treinta, según lo expresaCarlos Alberto Erro, el descontento juvenil llega-ría a constituir “un fenómeno tan innegable yuniversal como la atracción entre los cuerpos yla divisibilidad de la materia”. Para este autor, se

18 19

trata de una embestida sin defecciones contralos sistemas y valores vigentes que lleva a cabola juventud motorizada por una “orientación in-nata del espíritu hacia un mundo de valores so-brenaturales”. Además de haber sostenido “lamayoría de las empresas positivas verdadera-mente audaces y grandes”, los jóvenes se en-cuentran a veces ante situaciones “en que todoparece hacedero y próximo, en que la tierra setorna maleable”3.

Una de esas encrucijadas de máxima plasti-cidad mencionadas por Erro se iba a producir ul-teriormente, tres decenios más tarde, duranteaquéllo que se dio en llamar la generación de laprotesta, con el retroceso capitalista, cuandoparecía que el crónico sueño de una humanidadunida ya estaba a punto de culminar. Duranteese interregno, de ebullición utópica, florece lacomunidad de los jóvenes. Más que a un desa-fío o a un huracán juvenil se creyó asistir a unaauténtica Revolución Generacional que, a dife-rencia de todos los otros grandes cambios pre-cedentes, poseía dimensiones multinacionales.

Aún antes de verificarse los mayores picosde efervescencia juvenil, se aseguraba que nun-ca había existido una ruptura generacional, en-tre jóvenes y viejos, como la que estaba tenien-do lugar desde la posguerra de 1945. La juven-tud emergía como fuerza social e histórica, co-mo una nueva clase constituida, en modo simi-lar a lo que se había experimentado con el mo-vimiento femenino durante la Primera GuerraMundial. Dicho grado de independencia y el lo-gro de una ideología propia, junto a la obtenciónde reivindicaciones peculiares y a la formación

de organizaciones representativas, no fueronsiempre vistos como algo azaroso e improvisa-do sino que se los juzgó como el fruto de unalarga gestación temporal.

Más adelante, diversos episodios aportaríanotros signos afirmativos, por ejemplo, cuando laOrganización de las Naciones Unidas declara a1985 como el Año Internacional de la Juventud.Poco después (1988), se celebra en Guatemalala Conferencia Latinoamericana sobre Juventudy Derechos Humanos, donde se cuestiona laviolación de fueros que sufrían los jóvenes enestas latitudes, reclamándose para ellos, entremuchos otros asuntos, la facultad de asociarselibremente y poder vivir en su propio país sin serexiliado. Una indagatoria efectuada por aquellaépoca en el Paraguay a jóvenes de distinta ex-tracción social arroja escasos índices de actitu-des ligadas al individualismo, al autoritarismo yal conformismo.

Sin embargo, al margen de que en nuestrosdías pueda subsistir una contradicción mayor omenor entre adultos y jóvenes, estos últimos, enrelación con sus comprometidos congéneres delresto de la centuria, parecen sumidos en una pa-sividad absoluta, como si hubieran perdido nosólo su fe en la política sino hasta el mismo inte-rés general por las cosas. Una generación queha sido simbolizada con una estéril figura —la deBart Simpson— que por momentos abandona lanonchalance para ir armada al colegio y atacar alos docentes. Si difundidas canciones de protes-ta como las de Jim Morrison o Pink Floyd tradu-cían intenciones cuasi épicas y denunciaban losmuros opresores del sistema, las letras que se

20 21

3 Carlos Alberto Erro, Tiempo Lacerado, Buenos Aires, Sur,1936, pp. 223, 228, 225.

imponen ulteriormente testimonian designios in-significantes:

Yo no quiero cambiar el mundo.No pretendo una Nueva Inglaterra.Yo sólo busco otra chica distinta

Por consiguiente, cabe deducir que la actualgeneración posmodernista, como la denominaAgnes Heller desde otra estimativa, ha venidoincluso a desmentir uno de los caracteres con-sustanciales de la juventud: su proclividad haciala insurgencia. Con todo, no deben pasarse poralto los diversos problemas que pueden haberincidido en el condicionamiento de ese supues-to temple desmovilizador. Además de los efec-tos disgregadores de la represión y del afáncompetitivo implantado por el neoliberalismo, seencuentran las secuelas que ocasionan el de-sempleo masivo, la proletarización de las profe-siones, la crisis de la familia y la educación, ladrogadependencia, la delincuencia y la prostitu-ción, las migraciones, etc.

Como quiera que sea, no parece muy factiblela idea de una juventud ajena a esos grandesmovimientos sociales que, imbuidos por valio-sos propósitos y sentimientos utópicos, aspirana modificar las relaciones humanas para cons-truir una sociedad de personas. En semejantetarea, los estudiantes podrían escribir un capitu-lo acuciador.

El estudiantado

La imagen clásica sobre el estudiante tiendea resaltar su inmadurez, su desenfado y su arbi-trariedad. Una semblanza que se refleja enobras como La verdad sospechosa de JuanRuiz de Alarcón, quien, al referirse a los escola-res salmantinos, empleaba los siguientes ver-sos:

Sigue cada cual su gusto; hacen donaire del vicio,gala de la travesura, grandeza de la locura [...]Aquel hablar arrojado,mentir sin recato y modo,aquel jactarse de todoy hacerse en todo extremado.

Es también el retrato de una figura picarescaque vive frívolamente, como goliardo de la belleépoque, entregado al hedonismo y a los cultosdionisíacos, según lo han transmitido varias co-plas parisinas de este tenor:

Los señores estudiantesse van a la Chaumière para bailar allí el can cany la Robert Macaire.Siempre, siempre, siempretriunfan los amoresy yup, y yup, y yup.

22 23

No obstante, también ha circulado la estam-pa del estudiante como contrapartida del milita-rismo. Entre los múltiples testimonios, valga elcomentario que efectuó Pio Baroja cuando,mientras estudiaba medicina se lo intimó a pre -sentarse al servicio castrense so pena de serdeclarado prófugo: “Yo siempre he tenido un as-co profundo por el cuartel, por el rancho y porlos oficiales”4.

Esa última acepción se irá desenvolviendodurante el siglo XX. Un importante expositor dedicha postura, Walter Benjamin, adhiriendo alala radical del Movimiento de la Juventud, de-fendió una cultura juvenil autónoma y el derechoa la palabra de los estudiantes en las universi-dades. Al estallar la Primera Guerra Mundial,Benjamin se define como pacifista y antinacio-nalista. En ese ínterin tendrá una activa partici-pación en el debate universitario, llegando apresidir la Comunidad Estudiantil Berlinesa. Eljoven filósofo alemán pronuncia entonces unaconferencia donde sostuvo que la característicafundamental del estudiante reside en “la volun-tad contestataria”, en “someterse sólo a los prin-cipios” y en “autoconocerse sólo a través de lasideas”5.

Karl Mannheim, otro destacado intelectualcoetáneo, confesaría, en su ensayo Diagnósticode nuestro tiempo (1943), que por aquellos mis-mos años era bastante común la creencia en elcarácter innatamente progresista de la juventud,aunque, con el advenimiento del nazi-fascismo,quedó demostrada la naturaleza falaz de talconvicción, pues, mediante los movimientos ju-

veniles, se pudieron canalizar también las co-rrientes más reaccionarias.

Pese a esas voces de alerta, continuaría pre-valeciendo, en diversa medida, una visión opti-mista sobre los jóvenes y el estudiantado enparticular, tal como aparece en otros textos pu-blicados durante la Segunda Guerra. Así lo re-gistra un trabajo de quien fuera rector en Asun-ción del Paraguay: “Lo que se denomina ‘juven-tud’ en el lenguaje universitario, no coincide ne-cesariamente con el concepto de edad, o sea deuna época de la existencia física. Respondemás bien a un período de la vida en que todaslas cualidades anímicas están en pleno floreci-miento. El entusiasmo, la curiosidad intelectual,la voluntad, los sentimientos desinteresados, sedespliegan con gran energía en ese período yforman la base de una definitiva afirmación de lapersonalidad”6.

En cuanto al significado puntual de los movi-mientos y las oleadas estudiantiles en el mundo,sobresalen algunos estudios como los que em-prendieron Lewis Feuer y Orlando Albornoz al fi-nalizar los sesenta. El primero de ellos, con po-lé-mica taxonomía, ha subrayado la relevanciahistórica del conflicto intergeneracional, al puntode elevarlo a una Ley Universal. A diferencia dela lucha de clases, la contienda entre las gene-raciones, que deriva de profundas causas in-conscientes, posee un valor constante. Cadageneración, tomada en un sentido político-cultu-ral, nuclea a quienes tienen experiencias comu-nes, las mismas esperanzas y desilusiones. Losmovimientos estudiantiles encarnan por antono-

24 25

4 Pío Baroja, Juventud, egolatría, Buenos Aires, Losada,1949, p. 101.5 Walter Benjamin, La metafísica de la juventud. Barcelona,Paidós, 1993, p. 118.

6 Justo Prieto, Sentido social de la cultura universitaria, B.Aires, Plantié, 1942, p. 343.

masia dicha conflictividad —filiarquía versus ge-rontocracia—, ostentando el más generoso al-truismo junto a una elevada conciencia y solida-ridad generacional. Emergiendo por doquier co-mo el último foro libre de la humanidad, aquélloshan salido a sostener gobiernos constituciona-les o han promovido revoluciones sociales y de-rrocamientos de dictaduras. Movido por el im-pulso contra el orden establecido, todo movi-miento universitario, que comienza como círcu-lo de estudios antes de pasar a la acción, buscamantener una permanente actualización doctri-naria, produciéndose una curiosa convergenciade la bibliografía a la cual recurre el alumnadode todos partes.

Feuer intenta convalidar su esquema inter-pretativo para todos los casos que él examina, através de un millar de páginas, en sus libros Losmovimientos estudiantiles y El cuestionamientoestudiantil del establishment. Partiendo desdelos inicios del siglo XIX, el autor abarca universi-dades grandes y pequeñas, activistas de diver-sas disciplinas, países industrializados, tradicio-nales y en vías de desarrollo, regímenes capita-listas, socialistas y tercermundistas. Tanto suspremisas subyacentes como sus expresas con-clusiones distan de rescatar el fenómeno inves-tigado. Para Feuer, los movimientos estudianti-les están regidos por ingredientes destructivos yviolentos de orden patológico, por un nihilismoque conduce a la inmolación. Con su ideologíaalienada, se infiltran en todas las actividades uni-versitarias para politizarlas. El anticolonialismo yla misma búsqueda de alianzas con los sectoresdesvalidos (campesinos, obreros, étnicos o ex-tranjeros) trasuntan una identificación populista

para exculparse por el parricidio simbólico me-diante el reconocimiento de los oprimidos. Comosucedió antes con el proletariado, la generaciónjuvenil se convierte en la medida de todo —“nose puede confiar en nadie que tenga más de 30años”, era lema en Berkeley según Feuer. Sibien los estudiantes universitarios repudian co-rrectamente a los dirigentes, no han podido de-sembarazarse de sus orígenes burgueses o aris-tocráticos, mientras que los trabajadores renie-gan de la tesis sobre el privilegio generacional.

El rebuscado enfoque psicologista de Feuerinsinúa su trasfondo prejuicioso cuando se ocu-pa, v. gr., del movimiento latinoamericano, alcual descalifica por atribuirle tanto una tónicaantiintelectualista, un facilismo pedagógico y elpredominio de una burocracia sindical, como ac-titudes adversas hacia la democracia y los Esta-dos Unidos, que oficia de padre subrogado. Se-gún Feuer, el cogobierno ha servido en Américalatina para desahogar el resentimiento genera-cional contra los profesores y los exámenes,siendo alentado por los malos estudiantes paramantener la mediocridad y el bajo nivel acadé-mico. La autonomía ha significado allí ambiciónde poder y negación de la libertad universitaria,las prebendas de una élite intelectual y su inmu-nidad frente a la ley, el reducto para organizar laguerra de guerrillas.

Sin caer en tales condenas y tergiversacio-nes, Albornoz (Estudiantes y desarrollo político,Ideología y política en la universidad latinoame-ricana) no deja de juzgar al activismo estudiantilcomo subcultura peculiar, dotada de similarespatrones de conducta que pueden sistematizar-se hasta formular una teoría de ese movimiento,

26 27

entre cuyas características singulares figuran:no poseer armas ni fondos institucionales, care-cer de ideología propia y de militancia estable,contar con ocio y tiempo libre ante el aparatoproductivo, exhibir una gran concentración topo-gráfica, realizar una fuerte actividad crítica, te-ner un status marginal y transicional. El balancepara Latinoamérica difiere sustancialmente delencuadre anterior.

Para dicho sociólogo venezolano, durantemedio siglo, entre 1920 y 1970, el sector estu-diantil es el que más ha propalado, en sus ini-cios, los ideales de la democracia occidental y,después, la instalación del socialismo como víaalterna ante el fracaso capitalista. El estudianta-do y sus organizaciones, además de ser el gru-po ostensible de la oposición política, represen-ta una élite nacional frente a las filiaciones inter-nacionales que sustentan el clero y los militares.Pese a tener un rol limitado en las transformacio-nes básicas del país y aun dentro de la mismauniversidad, cumple el papel funcional de mante-ner encendida la protesta social en su diversasmanifestaciones ideológicas. Si bien no pasande constituir una mera ficción la invencibilidad yla esencia permanente del movimiento estudian-til, su compromiso generacional puede en cam-bio tomarse como un elemento perdurable, en elestilo de “lo que es bueno para nuestros padresno lo es para nosotros”. Ante la corrupción queevidencian las instituciones más encumbradas,se alza la repulsa moral del estudiantado latinoa-mericano, cuyo atractivo por una figura como ladel Che Guevara, en tanto revolucionario puro eincólume, se torna harto comprensible.

Hoy en día, quienes aún preservan cierta im-pronta juvenil no pueden menos que sorpren-derse al escuchar cómo distintos funcionariosdel poder, con pasado reformista, sostienen quela universidad del futuro debe responder a unproyecto desprovisto de utopía. A estos últimossólo les falta congratularse porque, gracias a sucomplicidad con una política salvajemente civili-zadora, han ido perdiendo vigencia cánticos co-mo los de Mario Benedetti que entonaban a vozen cuello cuando aún no habían sido seducidospor la tecnocracia:

los tiempos están cambiandoestán cambiando qué buenosiempre el mundo será anchopero ya no será ajeno.

28 29

LA REBELDÍA BOHEMIA

Rafael, el poeta del trabajo [...]exclamó con voz ronca: —Desearíasucumbir en la brecha, defendiendo

al débil contra el fuerte, y contra el déspotaal oprimido pueblo!

FRANCISCO VILLAESPESA

Los ingredientes

En el umbral del siglo XX despunta una crisiscultural de modelos junto a la irrupción de co-rrientes utópicas e idealismos colectivistas o so-lipsistas. Entre estas modalidades se encuentrael inconformismo de los jóvenes bohemios,quienes produjeron una relevante aportación ala causa del pensamiento alternativo, frente alpredominio de aquéllos que se guiaban por lafuerza o el destino manifiesto para avasallar alos demás. Una juventud que exigió la libertaden todo y, como se ha detallado, estuvo dis-puesta a embestir frontalmente “las mentiras, lainmoralidad, la mala administración de la políti-ca, la hipocresía, la pudibundez, el clericalismo,y también a hacerse portavoz de las reclamacio-nes del obrero”1.

Por ese entonces, el modernismo enaltece alos jóvenes, mientras condena al burgués,quien, para el primer Lugones se parecía a unanimal en el que la grasa preponderaba sobrelos sesos. En el arielismo se venera a la juven-

tud no sólo como correlato de la vida bohemia yla generosidad sino también como dotada de unliderazgo fundamental. Esta tónica vanguardistahabrá de penetrar reiteradamente en nuestrosmovimientos estudiantiles.

Los jóvenes modernistas y utopistas de la ge-neración de 1900 trasuntan la crisis que se pro-duce en las filas del ordenamiento burgués y delespíritu positivo, mediante un discurso contesta-tario que apunta a la renovación de la cultura oa la instauración de una sociedad plena y trans-parente, dotada como la americana de valorespropios. Soñaban con un hombre y un mundonuevos, con una nacionalidad ampliada que fue-se el testimonio de un estado de conciencia su-perior al de los instintos territoriales, donde serevalorizara el papel de la belleza y la autodeter-minación, de lo único y extraño. De allí que ha-yan sido menospreciados por considerárselosapátridas y descastados, neuróticos y bohe-mios, desaliñados parásitos sociales, pícaros ycínicos, artistas fracasados y decadentes, ham-pones y simuladores literarios, causantes deuna perversa pasión colectiva sostenida por elalcohol, la droga y el amor libre.

La elevación del artista a máximo hacedor dela realidad y a dador de su sentido provocó lareacción de autores positivistas como Max Nor-dau, quien, además de enjuiciar como degene-radas a las costumbres finiseculares, descalificócomo rayanas en la locura a casi todas las ex-presiones literarias, políticas y filosóficas de laépoca —según testimonia Gómez Carrillo enAlmas y cerebros, donde relata una entrevistacon el propio Nordau. Rubén Darío, en sus sem-

30 31

1 Iris Zavala, Estudio preliminar al libro de Alejandro Sawa,Iluminaciones en la sombra, Madrid, Alhambra, 1977, p.

blanzas sobre Los raros, también se refirió aNordau y a su evaluación de las variantes esté-ticas contemporáneas como formas de descom-posición intelectual y degradación espiritualque, por priorizar los resortes emotivos, supo-nen una conducta atávica y un atentado contrael mejoramiento científico de la raza. Concomi-tantemente, se encuentran los embates, libra -dos a ambos márgenes del Atlántico, contra la li-teratura y el arte en tanto ocupaciones pueriles,de perezosos e incapaces, tan condenadas adesaparecer como la versificación y las agitacio-nes revolucionarias. Por otro lado, Rodó efec-tuaría una calurosa defensa de los bohemios,un mote que

en labios del burgués espeso y acora-zado del fariseísmo equivale a una des-calificación [...] sean benevolentes parajuzgarlos los rígidos secuaces del acre-ditado señor Al-pie-de-la-letra. Entien-dan y perdonarán. “Bohemio” no es elque tiene la voluntad enervada y la ca-beza en desequilbrio. “Bohemio” es elque vive su juventud con un exceso deentusiasmo, que se le desborda del al-ma, por las cosas bellas y las cosas ra-ras y las acciones generosas, y con mu-cho de ese embrujamiento interiorque, en tiempos de acción y de heroís-mo, empujaba a las aventuras y las cru-zadas, pero que en tiempos de monóto-na prosa, sólo tiene salida en los simu-lacros de la imaginación, en las campa-ñas incruentas del arte, y en esa terriblevocación de las paradojas y las irreve-rencias, que, aun en los casos en que

son desatinadas e injustas, permane-cen siendo simpáticas, porque llevan elaroma de la juventud2.

Meca francesa y pandemónium hispano

En París, cabeza y corazón de la mundani-dad, se congregaron los bohemios de múltipleslenguas y nacionalidades, personajes margina-les que invaden el boulevard Saint Michel, agi-tan el ambiente con sus imprecaciones icono-clastas y contribuyen a forjar el espíritu del nue-vo siglo. Muchos son artistas veinteañeros queimpugnan como renegados a quienes trepabana las filas de la alta sociedad; otros tantos, inte-lectuales y políticos que, huyendo de distintaspersecuciones, acudían allí para poder expre-sarse sin mayores tapujos. El grado de privacio-nes materiales en el que vivían cabe inferirse deuna anécdota relatada por Dan Franck en su li-bro sobre Los bohemios: hubo un poeta tan ca-renciado que cuando la Academia francesa leofreció un sillón, preguntó si podía llevárselo asu casa...

Tales penurias no impidieron que se produje-ran diferentes formas de organización vecinal.El barrio de Montmartre fue declarado comunalibre e independiente de Francia, nombrándosecomo administrador al dibujante Jules Depaquit,precursor del dadaísmo. La idea de un zona de-clarativamente emancipada nos retrotrae a ex-periencias coloniales al estilo de los quilomboso palenques, esas viviendas inexpugnables en

32 33

2 J.E. Rodó, “Bohemia”, en El Mirador de Próspero, Madrid,Edit. América, 1920, pp. 32-33.

las que se refugiaban los esclavos cuando rom-pían sus cadenas. Dicha consigna rupturistatambién se enarbolaría a través de las numero-sas ocupaciones y levantamientos efectuadosdurante el siglo XX por el estudiantado en susdemandas reivindicativas o en expresiones deotros sectores postergados, como aquéllos queactualmente proclaman a las pateras —las pre-carias barcazas en las cuales la emigración nor-dafricana intenta acceder al suelo ibérico— co-mo territorio libre de España.

Entre las obras más sugerentes que trans-miten el enfoque latinoamericano sobre la vidabohemia y el clímax parisino hacia el Nove-cientos se hallan las impresiones de quienestuvieron ocasión de experimentar de cerca di-chos fenómenos singulares. Un ejemplo típicolo brinda el escritor guatemalteco Enrique Gó-mez Carrillo, quien ha caracterizado con sim-patía al prototipo del bohemio, como un joven,a menudo estudiante, que vive desarreglada-mente, en sórdidas boardillas y cafetines, conescaso dinero pero con muchas ilusiones, dis-frutando de plena libertad y camaradería, cons-treñido a comer más “raíces griegas o rimas ra-ras o ensueños dorados que gallinas trufadas yjamones en dulce”3. Además de sus amigosfraternos, los bohemios aparecen afectivamen-te unidos con las grisetas, esas musas instinti-vamente literarias en la calle y en el lecho que,en el caso de las cocottes, ofrecen belleza ysensibilidad como los artistas. Tales personajesfemeninos han huido de las jaulas paternas enbrazos de estudiantes, con los cuales compar-

ten el anatema estético contra el filisteísmo y laburguesía, a la que sólo le envidian su facilidadpara alimentarse diariamente. Los bohemios,que llegan a ser concebidos como una claseen sí misma, se cuentan por legiones entre lashuestes famélicas del estudiantado y de quie-nes escriben o pintan sin poder editar susobras ni vender sus cuadros.

En tal sentido, puede evocarse un significati-vo episodio epocal: la carta a la juventud, a losestudiantes del Barrio Latino, que Emilio Zola —-ese “Bautista de las grandes redenciones” se-gún Chocano— publica a fines de 1897 para re -pudiar el affaire Dreyfus, como poco después loharían los intelectuales que atacan dicho episo-dio de flagrante persecución racial y firman unmanifiesto que será la piedra fundamental de laintelligentsia combativa. A los jóvenes, Zola lesrecuerda su clásico amor por la libertad; su su-blevación contra la fuerza bruta, los poderosos yla injusticia; su rebeldía a favor de los humildes,los abandonados y los pueblos oprimidos; su in-diferencia hacia el acuerdo entre políticos anqui-losados y hacia la opinión del periodismo venal.También los exhorta a ser los constructores dela ciudad perfecta, en la cual puedan hacersereales todas las esperanzas:

¡Oh juventud, juventud! Te suplico, sue-ña en la gran tarea que te espera. Túeres el artesano futuro, tu vas a arrojarlos cimientos de este siglo próximo, quesegún nuestra profunda fe, resolverá losproblemas de la verdad y la equidad,planteadas por el siglo que termina. No-

34 35

3 Gómez Carrillo, Bohemia sentimental, París, Libr. America-na, 1902, p. viii.

sotros, los viejos, los mayores, te deja-mos el formidable aporte de nuestra in-vestigación, muchas contradicciones yoscuridades quizá, pero con seguridadel esfuerzo más apasionado que jamássiglo alguno haya hecho hacia la luz; losdocumentos más honestos y los mássólidos, los fundamentos mismos deese vasto edificio de la ciencia que túdebes continuar4.

El reconocimiento de la bohemia y de losnuevos valores en juego engendró un profundodesdén de la vanguardia intelectual latinoameri-cana hacia las rígidas actitudes hispanocéntri-cas. Gómez Carrillo se mofa de distintos perso-najes españoles que, reacios a toda innovacióny desde un estrecho nacionalismo xenófobo,procuran atribuirle una preponderancia absolutaa su propia cultura, mientras se pavonean de lavirilidad ibérica frente al pueblo francés, tan co-rrompido por la falta de parámetros éticos y reli-giosos que —según vaticinaban esos persona-jes— el fin de siglo iba a coincidir apocalíptica-mente con el fin de la misma estirpe gala.

Entre los que ostentan esa postura mani-quea, puede citarse a Juan Valera, quien, entre1896 y 1899, aplaude el florecimiento de la razaibérica y censura a los “refinados hispanoameri-canos”, cercanos al modernismo, por distintosmotivos: pecar de galomanía, celebrar las extra -vagancias culturales parisinas, idealizar a poe-tas como Verlaine u otorgarle un excesivo relie-

ve a autores como Poe e Ibsen; adherir a ten-dencias fatalistas y ateas, a “doctrinas contra -dictorias y disparatadas” como las de Renan,Taine o Nietzsche; olvidarse de la casta españo-la y empeñarse en hablar de América Latina envez de Hispanoamérica; no percibir que en Ma-drid se daban más espectáculos y fiestas que encualquier otra capital del mundo ni apreciar queen las principales ciudades de España existíancolegios religiosos donde se educaba a la juven-tud más lozana. Pese al suceso que tendría elestreno de La bohème en Madrid, durante la pri-mavera de 1898, Valera pasa por alto ese acon-tecimiento y llega a objetar la incorporación alcastellano de la palabra bohemio5.

De cualquier manera, como plantea ManuelAzaña, se trataba de una época memorable, deferoz contienda de la gente nueva contra los vie-jos, de ese fenómeno ineludible en que una ge-neración desaloja sin grandes miramientos a laanterior; cuando “circulaba por Madrid, melenu-da, enchisterada, escándalo de burgueses y se-ñoritos, insolente promesa de un mañana fecun-do, la magra humanidad de Valle Inclán”6, inte-grando la troupe de los bohemios —esas avesnocturnas o príncipes callejeros de andrajos yde rimas que, merodeando la Puerta del Sol,tantas veces morían sin dar con la letra para sucanción, sin vivir lo que soñaban pero soñandolo que escribían.

Si Francia representó para un líder como Ru-bén Darío la “Patria universal”, París fue para ély tantos otros el epicentro del arte y la ensoña-

36 37

4 Zola, Yo acuso, B. Aires, Leviatán, 1983.

5 Juan Valera, Ecos argentinos, B. Aires, Emecé, 1943.

6 Manuel Azaña, ¡Todavía el 98!, Madrid, Biblioteca Nueva,1997, pp. 171, 173.

ción. Gómez Carrillo, en Bohemia sentimental,ha interpretado el duro atractivo que la mismaciudad encerraba para un escritor sin recursos:

¿Que la vida del literato joven y pobreera muy triste? Sí; era muy triste, tristí-sima, desgarradora… ¿Que París, másque un ciudad era una vorágine que de-voraba las más fuertes complexiones yque enloquecía los más robustos cere-bros? […] Lo sabía y no lo podía reme-diar. Exaltado por la corriente vertigino-sa de la literatura, vivía sufriendo en suParís miserable, pero vivía. Fuera deParís, ni siquiera habría vivido; se ha-bría agostado, habría echado de menoshasta el dolor, hasta el hambre. No ha-bría podido, materialmente no habríapodido vivir lejos del boulevard. Estabaloco y París era su manicomio. Despuésde París, sólo una ciudad parecíale ha-bitable: la inmensa, la obscura, la atra-yente ciudad del suicidio7.

La Atenas platense

Un emplazamiento ideal para ejercer susideas lo va descubrir el propio Darío en el llama-do París americano, la ciudad de Buenos Airesque, a fines de siglo, constituía la principal capi-tal del hemisferio sur y la segunda en el orbe la-tino, por su crecimiento económico y su recepti-vidad socio-cultural. Dentro del ámbito porteño,

los clubes selectos estaban siendo sustituidospor democráticos cafés, donde, en medio dechanzas y fumadas, se reaccionaba contra unasociedad veleidosa, con el “secreto imán” de labohemia —al decir de Ingenieros— que perse-guía, entre otros anhelos, un cambio más justopara el continente americano.

En esa fascinante urbe cosmopolita, Darío seincorpora al grupo del Ateneo, donde, con el ele-mento más juvenil, oriundo de distintos paíseslatinoamericanos y europeos, alborotó la atmós-fera “con proclamaciones de libertad mental”frente “al anquilosamiento académico” y “al dog-matismo hispano”8. Como lo resume más tardeel mismo Darío: “Y escribimos canciones bellas/ de libertad y de lirismo / y nos coronamos deestrellas / y nos salvamos del abismo”. En unacervecería porteña, Aues’s Keller, el poeta nica-ragüense redacta casi todas los pasajes de Pro-sas Profanas y su famoso responso a Verlaine;en mesas donde

Se mezclaban todas las clases y las ra-zas y bullía una Babel de idiomasentre el ruido de platos y de tazassobre las oscuras mesas de roble9.

El espacio de los cafés —junto a la plaza pú-blica, periódicos, piezas y comedores estudian-tiles, fábricas, escuelas libertarias— constituíauna genuina universidad popular: miniparlamen-tos —guetto de escritores, casa de quienesno tienen grandes casas— desde los cuales se

38 39

7 Gómez Carrillo, op .cit., pp. 12-13.

8 Darío, Autobiografía, Barcelona, Maucci, 1905, p. 151.

9 Ernesto Palacio, en L. Galtier, Carlos de Soussens y labohemia porteña, B. Aires, ECA, 1973, p. 51.

cuestionaba el orden imperante. Uno de los es-tablecimientos más conocidos fue rebautizadocomo el Café de Los Inmortales, donde sóloeran verificables las indigestiones literarias y porello se adoptó dicha denominación, pues sólobajo un estado transmaterial podrían mantener-se vivos sus habitués. Un sitio donde se preco-nizaba que llegar a los 30 años suponía la clau-dicación de todo entusiasmo existencial. A labohemia que allí concurría se le adjudicaba unadoble incapacidad: incapacidad para subvenir aldiario sustento y para prestarse al acomodo, lagenuflexión y la obsecuencia. En él cabía escu-char planteos como los siguientes: “Debemosser rebeldes porque componemos la juventudargentina de transición [...] estamos en la tandaen que vamos entreverados los criollos con losgringos [...] Y nuestra juventud ha de ser la quedefina la diferencia que hay entre un hijo de pa-pá y un muchacho de trabajo”10.

Asentado en el Plata, Darío le sale al cruce alantifrancesismo de los puristas españoles comoUnamuno: “con París, que tanto preocupa al se-ñor de Unamuno, tenemos las más frecuentes ymejores relaciones. Las últimas obras de Dau-det y de Zola han sido publicadas por La Naciónal mismo tiempo que aparecían en París [...] Co-mo somos fáciles para el viaje y podemos viajar,París recibe nuestras frecuentes visitas y nosquita el dinero encantadoramente. Y así, siendocomo somos un pueblo industrioso, bien puedehaber quien, en ese minúsculo grupo, procureen el centro de tal pueblo adorar la belleza a tra -

vés de los cristales de su capricho”11. De parecido tenor resultan las objeciones de

Ugarte a Ramiro de Maeztu, porque éste carga-ba a su vez contra los escritores latinoamerica-nos por supuestos desvíos de la lengua y la na-cionalidad españolas. Para Ugarte no había quelevantar murallas chinas ni sostener “ingenuida-des patrióticas” que el nuevo siglo “de fraterni-dad y luz comienza a relegar a los museos dearqueología”. Si España había ejercido otrora suascendiente cultural, el mismo fue luego ocupa-do por Francia, sin que pudiera reprochársele alos hispanoamericanos la ineluctable adopcióndel espíritu de los tiempos12.

La declaración de propósitos que formuló Da-río junto con Ricardo Jaimes Freyre, como di-rectores de la Revista de América (1894), pue-de tomarse como una ilustrativa plataforma doc-trinaria de los planteles modernistas. Con esapublicación sus fundadores intentaron:

Ser el órgano de la generación nuevaque en América profesa el culto del artepuro, y desea y busca la perfecciónideal, ser el vínculo que haga una yfuerte idea Americana en la universalcomunión artística [...] Levantar oficial-mente la bandera de la peregrinaciónestética que hoy hace con visible es-fuerzo la juventud de la América Latina,a los Santos Lugares del Arte, y a losdesconocidos orientes del ensueño [...]Luchar porque prevalezca el amor y ladivina belleza, tan combatido hoy por in-vasoras tendencias utilitarias. Servir en

40 41

10 José A. Saldías, La inolvidable bohemia porteña, B. Ai-res, Freeland, 1969, p. 43.

11 Darío, op. cit., p. 175.

12 Ugarte, “El francesismo de los hispanoamericanos”, Re-vista Moderna, mayo 1903.

el Nuevo Mundo y en la ciudad másgrande y práctica de la América Latina,a la aristocracia intelectual de las repú-blicas de lengua española

Pese a los avances culturales que reportarontales objetivos, teñidos de esteticismo, a vecesse adoptó un cariz elitista que alejaría al intelec-tual de la gente y la cosa pública, como puededesprenderse, v. gr., de la lectura de obras co-mo El Pensamiento de América de Luis Berisso.Si bien este último trabajó mucho para que serelacionara entre sí la joven intelectualidad his-panoamericana y su libro aportó a dicha finali-dad, en él se trasluce un inveterado menospre-cio hacia el hombre común, hacia las “plebeye-rías republicanas” y hacia la política, visualizadacomo “rémora de los pueblos”.

¿Aristocratismo o redentorismo?

El mentado elitismo de la bohemia puede serrefrendado bajo distintas perspectivas: desdequienes objetan el atrincheramiento en la torrede marfil o la idealización del poeta como nuevadeidad, hasta las acusaciones a los bohemiospor erigirse en una orden de elegidos, de reyesrotosos cuyos harapos filtraban densos rayos desoberbia y desprecio a las mediocridades. Noobstante, tampoco pueden forzarse las interpre-taciones y caer en el simplismo de reducir la bo-hemia a un mero apéndice funcional de la oligar-

quía; a una excentricidad que se permitió la pro-pia burguesía —nunca puesta verdaderamentea prueba por el ataque de los bohemios, quie-nes no lograrían sustraerse a su misma extrac-ción social ni superar la antítesis entre rebeldíay aceptación.

Importa pues establecer una serie de distin-ciones fundamentales. Por un lado, el contextoen el que se mueve la problemática bohemianos remite al siglo XIX, donde se consolidan lasrelaciones capitalistas de producción, en lascuales el escritor debe abandonar los mecenaz-gos, profesionalizarse y convertirse en un gene-rador de mercancías con valor de cambio o pe-recer de inanición. De allí deviene un proletaria-do artístico e intelectual que no siempre alcanzaa insertarse en la industria cultural o se rehusaa formar parte de un engranaje triturador, de-nunciando al sistema alienante en cuestión.

Por otro lado, según Aznar Soler, correspon-de diferenciar entre dandismo y auténtica bohe-mia. El primero hace referencia a la golfemia, auna bohemia galante, festiva o dorada; apuntaal intelectual aburguesado que pasa a una clasesuperior y adopta la frívola existencia de los se-ñoritos. La segunda actitud supone un radicalis-mo cultural, una utopía de la insurgencia, consus fraternizaciones tabernarias y su fe titánicaen la voluntad. Se trata de la bohemia negra,heroica o santa; del artista proletarizado que losburgueses —el homo oeconomicus— intuyencomo peligroso y potencialmente revolucionario.Es el escritor politizado que combate en las ba-rricadas junto con los trabajadores, una tribu li-teraria proscrita que cuestiona la religión y la

42 43

propiedad o defiende la emancipación femeninay el amor libre. La misma bandera autonómicadel arte por el arte llegaría a representar aquí ungrueso proyectil contra la axiología mercantilburguesa. Ya Arnold Hauser, al analizar la bohe-mia francesa, distaba de conceptuarla comouna expresión uniforme y definida: mientras queen sus inicios románticos puede ser vinculada ala extravagancia y al espíritu de contradicción,con el naturalismo y el impresionismo surge unabohemia militante que no sólo se opone franca-mente a la burguesía sino también a la mismacivilización europea en su conjunto.

Entrecruzamiento de siglos con su heterogé-neo tropel de ensoñadores, desde los liberalesde izquierda, ácratas, socialistas, krausistas ynihilistas hasta los decadentes y modernistas,no todos tributarios de la bohemia. Así, AmadoNervo, en 1896, se expide contra ella —consi-derándola un microbio urbano que enferma a lajuventud— y pretende salvaguardar la imagenprofesional del creador: “Al abrigo de una habi-tación decente, aseada, bien oliente, en amenavecindad con sana y nutritiva pitanza, con librosescogidos y con algunos billetes de Banco en elcajón del escritorio, se trabaja mejor. De ahí sa-len las obras de arte [...] Ya que el mundo nosacusa de no ser prácticos, probémosle hasta laevidencia que lo somos: que usamos camisalimpia, que tomamos baños de ducha, que co-memos bien y que hemos suprimido, por exóti-

ca, la melena”13.El poeta venezolano Andrés Mata, desde la

Revista Azul, refleja en cambio una actitud másgeneralizada cuando alude a los bohemios co-mo los expósitos que albergan otro mundo en elcerebro y que

en la lucha serán de los primerosque convertidos en tribunos se alcena defender la dignidad del pueblo;que hagan vibrar al golpe de la prensael hosanna de todos los derechos [...]que con las armas en balanza acudana batallar por el nativo suelo;que desmoronen tronos y Bastillas; que derrumben cadalsos y conventos;que en industrias, que en artes y que

/en cienciasgocen de la invención el privilegio14

Alcides Greca, un reformista que estudió enla localidad argentina de La Plata, donde secreó la primera ciudad universitaria moderna deAmérica Latina, efectúa uno de los más encen-didos ensayos sobre la bohemia en su libro Lau-reles del pantano, publicado hacia 1915. Paradicho autor, la auténtica personalidad del bohe-mio responde a una caracterología permanente,más allá de la fortuna y las contingencias tem-porales: se nace con el alma bohemia como senace perro. Estamos ante una tipología cuya di-námica esencial proviene de la pugna entre

44 45

13 A. Nervo, “La bohemia”, Obras Completas, tomo I, Méxi-co, Aguilar, 1991, pp. 572-573.

14 A. Mata, “Grito bohemio”, Revista Azul, 29 marzo 1896.

idealistas y el medio circundante que se remon-ta a la misma prehistoria. El bohemio resulta enconsecuencia:

• una prolongación del trovero y el estudiantemedieval;

• una raza inmortal y gloriosa -la de Darío, Sil-va, Manuel Acuña et al.- que desparramó suingenio y su locura por la Indoamérica desnu-da;

• líricos como Carriego y Fernández Espirocantando en tabernas y en conventillos paraalentar a la plebe;

• el pensador contra aquellos que succionan alos pobres consumidores;

• el único ser masculino capaz de sentirse pro-genitor de todos los desgraciados y por ellosufrir más que una madre;

• el que luce sus melenas soñadoras y sopor-ta estoicamente las burlas mientras se mue-re de hambre con la cabeza en alto.

Así, según Greca, bohemios no son ni lospoetas de academia ni los literatos de campanu-da oratoria, porque, rodeados de sibaritismoscircunstanciales, no pertenecen a la familia delos inadaptados ni concurren a los fondines paranutrirse de miseria y mitigar los gemidos agóni-cos de quienes naufragan en la vida. ¿No pare-ce perfilado aquí un bohemio literario por exce-lencia, apodado Almafuerte, ese poeta platensede la chusma, con todas sus privaciones y suempeño quijotesco?

En resumidas cuentas, el enfrentamiento delbohemio con el burgués debe sumarse y sope-

sarse junto con las críticas al capitalismo que,por distintos motivos, venía sustentando tanto laizquierda como la derecha. Imágenes equivalen-tes harían asimilar la situación de esos sectoresbohemios a los del proletariado, condicionandouna nueva ideología, el juvenilismo, según lacual le corresponde a los jóvenes asumir los pro-blemas sociales y ejercer un cambio de estructu-ras que conduzca al establecimiento de relacio-nes humanitarias.

46 47

ROMAIN ROLLANDENTRE NOSOTROS

En Córdoba, en Buenos Aires, en La Plata, en Li-ma, en Montevideo, en Santiago de Chile, en laHabana, en Bogotá, en México, los estudiantesde las viejas universidades abrazaron la rebelióncontra el pasado. Estos acontecimientos los pre-vió Romain Rolland cuando puso sus esperanzasen América y amó su porvenir como suyo y sintióque sus hijos menores deberían sacrificarse enbien de la suerte común

REVISTA DE F ILOSOFÍA (enero 1928)

Se procura dilucidar la sugestiva presenciade Romain Rolland en nuestro continente a tra -vés de indicadores como la difusión y el análisisde su obra, su catapulta de mensajes y llama-mientos, los contactos grupales o personales ylos diversos homenajes en torno suyo que lo lle-varon a ser declarado como la conciencia máslibre y clara del mundo occidental, máximomaestro del idealismo, amigo de la causa lati-noamericana y, según afirmó Haya de la Torre,como el primer europeo que ha comprendido entoda su grandeza el vasto movimiento de rebel-día y de unión realizado por nuestras juventu-des.

Principismo

El escritor francés Romain Rolland represen-ta un eslabón fundamental en la configuración

del pensamiento y la sensibilidad juvenilista, aambos lados del Atlántico. Su marco teórico ge-neral y sus actitudes existenciales lo emparen-tan con el vitalismo, el voluntarismo, el pacifis-mo y, según Stefan Zweig, con una suerte deidealismo trágico o heroico1. Paralelamente, sedestaca su fustigamiento a la opresión, su com-promiso con la integración de las naciones y, enespecial, su ardua brega por la unión europea.

A fines de 1914, Rolland, criticando el triunfode destructivas pasiones nacionales, difunde elManifiesto de los Amigos de la Unidad Moral deEuropa que lanzaron intelectuales catalanes co-mo Eugenio D’Ors. Dos años más tarde, en car-ta a una revista neoyorquina de vanguardia, TheSeven Arts, mientras exhorta a las nuevas gene-raciones americanas a soslayar los modelos im-portados y a erigirse en portavoz de las clasespopulares, se pronuncia por un paradigma de hu-manidad universal que facilite el intercambio es-piritual de las culturas del Viejo y el Nuevo Mun-do con las antiguas civilizaciones asiáticas envías de reaparición2.

También simpatizó Rolland con la RevoluciónRusa y con la lucha de liberación llevada a ca-bo en la India por Mahatma Gandhi, cuyo accio-nar se ocupó de sostener tempranamente enOccidente.

48 49

1 S. Zweig, Romain Rolland (B. Aires, Claridad, 1942) p.247. Una edición anterior, con diferentes contenidos y elmismo título en Sgo. de Chile, Ed. Cultura, 1934.

2 Ambas piezas citadas fueron incluidas, respectivamente,en dos libros donde se recolectaron artículos de Rolland:Por encima de la contienda (1915) y Los precursores(1919), los cuales integrarían con posterioridad un sólo vo-lumen traducido como El espíritu libre (B. Aires, Hachette,1956).

El Tratado de Paz de Versalles fue impugnadopor Rolland en su Declaración de Independen-cia del Espíritu, elaborada de acuerdo conGeorg Nicolai y con la adhesión de un vasto es-pectro universitario (Gorki, Barbusse, Croce, Ta -gore, Natorp, Bertrand Russell, Waldo Frank,Herman Hesse, Upton Sinclair et al.), donde seconcluía lo siguiente: “No conocemos pueblos.Conocemos el pueblo -único, universal- el Pue-blo que sufre, lucha, cae y se levanta, y quesiempre avanza por el pesado camino, empapa-do con su sangre; el pueblo de todos los hom-bres, todos igualmente hermanos nuestros”3.

Si bien se le asigna a la producción conjuntade Romain Rolland un enorme predicamentosobre las juventudes del siglo XX, puede esti-marse a su novela Juan Cristóbal, editada entre1904 y 1912, como la obra de mayor impactogeneracional y con la que se hizo acreedor alpremio Nobel. Allí, su protagonista principal, unartista puro —el arquetipo humano— se enfren-ta a los prejuicios y convenciones de la época, ala mediocridad generalizada, a la incapacidadpara vivir creativamente y sin las mentiras urdi-das por la religión, la moral y el Estado. Una es-pecie de ley natural induce a cada nueva gene-ración a desplazar a la precedente, a quienes sehicieron conservadores. Al joven y al adolescen-te les compite una misión desenmascaradora:

• saltar por encima de la tapia, • hacer tabla rasa de lo consagrado, • negar y vomitarlo todo, • agruparse en ligas democráticas,

• cerrarse a las modas y a la frivolidad, • armarse de una cultura sólida y armoniosa, • combatir la aplicación diabólica de la ciencia

al exterminio de la civilización, • cuestionar los derechos sagrados de la pro-

piedad, • poder privarse de todo salvo de amar,• ver al progreso como un adelanto problemá-

tico que sacrifica el bien ajeno, • reaccionar contra las injusticias mundanas y

el malestar social.

La supuesta ley generacional iría perdiendovigencia tras acontecimientos como los de laGran Guerra y la revolución soviética, para ce-derle paso a los valores en común de las diver-sas generaciones. En el mismo Rolland, jugaránun papel decisivo el peso de la fraternidad juntoa su enemigo: el odio y el orgullo patrioteros.Hacia 1925, aquél interpretaba: “Con Christop-he llamé a la lucha a las generaciones jóvenesy la esperanza presidió hasta el año fúnebre queselló el destino de Occidente: 1914, que segó amis jóvenes hermanos, a mis hijos espirituales,a la Europa en flor” 4. Sin embargo, nuestro au-tor persiste en concebir a la juventud como ne-xo indispensable entre el pensamiento y la ac-ción, como una energía que puede superar losdevastadores intelectualismos elitistas.

50 51

3 El espíritu libre (ed.cit.), p. 279.

4 R. Rolland, Obras escogidas (México, Aguilar, 1966) p.1133. Sobre la aludida concepción de la juventud por par-te de Rolland, véase su Juan Cristóbal (B. Aires, Hachette,1952) especialmente vol. I, pp. 592, 599, 605-606, 618,680 y vol. II, pp. 653, 659, 671, 691, 791.

Recepción inicial

Más allá de las perspectivas eurocéntricas oamericanistas, que acentúan la influencia ultra -marina o el ascendiente vernáculo en la génesisde nuestros movimientos culturales —como elmodernismo o la Reforma Universitaria—, limi-témonos a una tarea previa: verificar la resonan-cia de una figura como la de Romain Rolland enla intelligentzia y las juventudes de América La-tina.

Si nos atuviéramos precisamente a los patro -nes europeos originarios comprobaríamos quedicha proyección resulta casi nula. Hacia finesde 1921, cuando Jean Bonnerot —bibliotecariode la Sorbona— publica su libro sobre Rolland,no aparece allí ninguna contribución latinoame-ricana entre el centenar de artículos y folletosque se dan a conocer en torno al mismo5. Sinembargo, para ese entonces, además de haber-se traducido diversas obras al castellano delpropio Rolland desde comienzos de siglo6, nofaltan los trabajos que difundían y resaltabansus ideas, en particular, desde la prensa de iz-quierda y los órganos conectados al movimien-to reformista organizado que acababa de emer-ger en la Argentina.

Ya en 1915, una revista de la importancia deNosotros planteaba el imperativo de popularizarlas obras de Rolland —por ser “lo mejor que ha

producido la prensa francesa en los últimos 30años” y para “propagar la libertad del espíritu enel mundo”— mediante la publicación de unaconferencia —pronunciada en la Universidad deGinebra, reproducida por una revista estudiantil(Stella), traducida y prologada por Mariano Ba-rrenechea— en la cual se terminaba aduciendo:

El entusiasmo guía al mundo: amar va-le más que permanecer insensible. Ha-ce 25 o 30 años que el pesimismo rei-naba en el mundo [y la literatura]. Hace8 o 10 años se ha operado un cambioprofundo en la vida espiritual: los queconocen la juventud que estudia y tra-baja pueden afirmarlo con alegría. JuanCristóbal expresa las aspiraciones denuestra generación y servirá de guía ala que viene tras de nosotros7.

Dicho vocero respalda la prédica rollandiana-por el acercamiento entre los intelectuales y porla liberación del saber frente a las demandas ofi-ciales- como una manifestación que, al igualque la del grupo Clarté, deberá trascender fe-cundamente en muchos lugares. Se compara aRolland con Almafuerte y se califica su JuanCristóbal como una obra generacional que sim-boliza “la biblia moderna del esfuerzo humano”8.Roberto Giusti, codirector de Nosotros, rescatalas denuncias antibelicistas de Rolland, su de-

52 53

5 J. Bonnerot, Romain Rolland. Sa vie, son oeuvre. (París,Carnet-Critique, 1921).6 Cfr., v.gr., Catálogo general de la librería española e hispa-noamericana, (Madrid, Cámaras Oficiales del Libro, 1951),vol. 5.

7 Max Hochstaetter, “Ensayo sobre la obra de Romain Ro-lland”, Nosotros (B.Aires), 69, enero 1915, p. 56.

8 Ibidem, 122, julio 1919, p. 364 y Pedro B. Franco, “Haciala libertad espiritual”, ibid., 124, set. 1919. Gabriela Mistralha escrito que Juan Cristobal es el libro más grande de suépoca. Algunas reservas sobre Rolland, por su sentimen-talismo quietista, en Alfredo Costigliolo, “Glosas al quijotis-mo”, ibid., 139, dic. 1920, pp. 524, 532-533.

fensa de la Revolución rusa y de los mártires dela nueva fe internacionalista: Jean Jaurés, Car-los Liebknecht, Rosa Luxemburgo y otros 9.

Por su parte, la Revista de Filosofía, Cultura,Ciencias y Educación, cuyo contenido solía re-señarse en publicaciones europeas, también sehace eco de las reivindicaciones efectuadas porRomain Rolland de la Revolución rusa —ante losataques que ésta sufría a dos años de su gesta-ción—, del grupo Claridad y de la Internacionaldel Pensamiento, mientras que una pluma gra-vitante como la de José Ingenieros, fundador deesa publicación, refrenda tales posturas en dis-tintas colaboraciones y las traslada a uno de suslibros más significativos: Los tiempos nuevos,para anunciar la inauguración de otra era histó-rica que, gracias al impulso de los ideales socia-listas, podía ser más relevante para la humani-dad que el cristianismo, el Renacimiento y laRevolución Francesa10. Diversas piezas firma-das por Rolland aparecerán incluidas, entre1919 y 1920, en Documentos del Progreso, unaserie propiciada por el flamante Partido Comu-nista de la Argentina11. Al igual que dirigentes

reformistas argentinos de primerísima línea, co-mo Deodoro Roca y Ripa Alberdi, que rendíantributo en sus arengas a la lucidez de Rolland ya la liga mundial de pacifismo y solidaridad12, lajuventud contestataria del Uruguay haría otrotanto a través de la revista Ariel y su nuclea-miento homólogo, fundado en Montevideo por elcentro de estudiantes bajo el mismo nombre ro -doniano en 1917. Apelando a análoga líneaidealista, un discurso de Carlos Quijano aseve-raba: “Somos la nueva generación en marcha[...] Con nuestras manos [...] hemos de hacer enestas tierras de América el milagro de amor y re-dención de la humanidad”13. Una tónica concep-tual similar la brindaban a su vez revistas perte-necientes a la federación estudiantil chilena co-mo Juventud (1911-1922) y Claridad (1920-1945), la cual contó con varias versiones homòn-imas en otros países latinoamericanos14.

Más allá de los confines sudamericanos, sur-gían voces semejantes e idénticos reclamos.Mientras que en Costa Rica, una tribuna de lamagnitud del Repertorio Americano, exaltaba elespíritu del núcleo Claridad y sus postulaciones

54 55

9 Artículo publicado por Giusti primero en Claridad (BA,1920) y luego en su libro Crítica y polémica (B. Aires,Agencia General de Librería, 1924) con el título: “Los pre-cursores: Romain Rolland”.

10 R. Rolland, “La Revolución rusa”, Revista de Filosofía(BA), marzo 1920; J. Ingenieros, “Los ideales del grupo¡Claridad!”, ibid., enero 1920, “La reforma educacional enRusia”, ibid., julio 1920.

11 Entre agosto de 1919 y set. 1920, en dichos Documen-tos se publican varias notas de Rolland y una carta de Gor-ki a RR (números 2, 4, 7, 8, 11 y 28). Con anterioridad, elperiódico comunista La Internacional había divulgado pri-migeniamente (Nº 1, 6 agosto 1917) la opinión de Rollandsobre los levantamientos en Rusia. Otras tribunas socialis-tas, de orientación universitaria, utilizarían las ideas de Ro-

lland para sus editoriales, por ejemplo, Insurrexit, 4, 9 dic.1920. El hecho de que la reforma educativa impulsada porla revolución soviética tendiera a la enseñanza de los gran-des paladines humanos, indujo a Máximo Gorki a pedirle aRolland una adaptación didáctica de su biografía sobreBeethoven -tal como se comenta tras el triunfo reformistaen la Universidad de La Plata (Cf. Boletín del Centro de Es-tudiantes de Ciencias de la Educación, 1, 1920, p. 9).

12 D. Roca, “La universidad y el espíritu libre” (1920), en LaReforma Universitaria (B. Aires, FUBA, 1926, t. I; H. RipaAlberdi, Obras (La Plata, Grupo de Estudiantes Renova-ción, 1925) p. 108.

13 Citado por Gerardo Caetano y José Pedro Rilla en El jo-ven Quijano (Montevideo, Edics. de La Banda Oriental,s.d.) p. 35.

renovadoras en un mundo injusto15, desde Méxi-co, hacia 1920, una personalidad de la talla deVasconcelos, —rector por entonces de laUNAM— propugnaba la lectura de las obras deRomain Rolland —junto a las de Galdós y Tols-toi— porque el primero suministraba “una expli-cación de todos los problemas contemporáneosconforme a un criterio de rebosante generosi-dad” y porque en aquéllas “se advierte el impul-so de las fuerzas éticas y de las fuerzas socia-les”16.

El afianzamiento

Durante la década de 1920 no sólo se regis-tra una mayor atracción hacia Romain Rollandsino que puede observarse un principio de co-nocimiento mutuo entre dicho intelectual y elprogresismo latinoamericano. Por una parte, seauspicia la edición o el comentario de sus obrasque reflejaban tanto el sacrificio de una genera-ción al Moloch de la guerra y el heroísmo del au-tor al resistirse a ella como su ataque a la moralcatólica y su defensa de la libertad sexual17. Porotra, se establece un vínculo estrecho con la ju-ventud en distintos frentes y en una doble direc-ción: del grupo Clarté y del propio Rolland haciaestas latitudes y de nuestros universitarios haciaellos. Los primeros, apelando a los “libres cama-radas americanos”, a nuestros “trabajadores delpensamiento” —artistas, escritores, estudian-tes— para aunarse en una renovación espiritualy axiológica frente a la explotación, el parasitis-mo y las ideas erróneas; a crear secciones loca-les confederadas para propalar los comunesprincipios solidarios; a alistarse en el combatemundial entre las convicciones liberales y lareacción; a defender el establecimiento de facul-tades humanistas en todas las universidadescomo apoyatura para ese mismo combate1 8. Por

56 57

14 Entre otras: Claridad: Argentina (1920, 1925, 1926-1941); Guatemala (1921-1922); Perú (1923-1924); Uru-guay (1928). De las citadas publicaciones chilenas, ver Ju-ventud, números de octubre y dic. 1919.

15 Repertorio Americano, 15 enero y 1 dic. 1920; 3 marzo y15 abril 1921.

16 J. Vasconcelos, El Universal, 31 julio 1920; en la antolo-gía de Lía García Verástegui, La gestión de Vasconceloscomo Rector de la Universidad (México, Unam, 1984) p.35.

17 La serie antológica Los pensadores (28, 19 set. 1922) sa-ca la Vida de Beethoven. La editorial Pax de Buenos Airespublica el Clerambault, con versión de Giusti y Manuel Gál-vez, hace traducir Los precursores y proyecta la salida delRomain Rolland de Pierre Jouve. Cfr., p. ej., comentarios aobras de Rolland por Guglielmini, Suárez Calimano y Gius-ti en Nosotros, nº 141 (1921), 161 (1922), 172 (1923), 223(1927).

su lado, nuestros reformistas le envían sus ma-teriales y recaban colaboraciones de Rolland, alcual citan y publican con frecuencia u obtienenla contratación de figuras muy cercanas al mis-mo, como fue el caso rotundo de Jorge Nicolai,quien, perseguido en Europa por su credo paci-fista, se incorpora a la enseñanza en la cuna dela insurgencia estudiantil: la universidad cordo-besa19.

Alfredo Palacios, que presidía la Unión Lati-noamericana —con sede en la redacción de larevista Nosotros—, en una carta a Gabriela Mis-tral, donde le hablaba de la importancia del mo-vimiento juvenil reformista, no vaciló en calificara Rollandcomo “el irreductible [...], el más poten-te y audaz removedor del alma latina”20. Algunosperuanos notables —Haya de la Torre, Mariáte-gui y Basadre— suman sus voces al reconoci-miento continental de Rolland, al cual destacanpor diferentes razones: por su labor de manco-munión intelectual, por su menosprecio a un or-

den crepuscular, por su pesimismo ante la reali-dad y su optimismo frente al ideal, por su aper-tura escénica a las masas, por referirse conamor a la misión de la América indo-íbera y porconvertirse en un verdadero conductor. Más es-pecíficamente:

La influencia del pensamiento de Ro-main Rolland sobre nuestras primerasreacciones es innegable. En los días dela “revolución estudiantil” ¿quién de en-tre nosotros no ha oído resonar en losdebates agitados de nuestras asam-bleas juveniles, el nombre del autor deJuan Cristóbal? ¿Quién de entre noso-tros no ha sentido el orgullo de ver lan-zar contra nuestra generación los mis-mos insultos con que la histeria nacio-nalista intentó enlodar a Romain Ro-lland? Pocas obras y sobre todo pocasvidas europeas se hallan tan cerca de lainsurrección de lajuventud latinoameri-cana [...] Romain Rolland es el gran

58 59

18 El Mensaje a los intelectuales y estudiantes de la Améri-ca Latina de Barbusse y Anatole France fue reproducidopor diversos órganos de nuestro continente, entre los másimportantes: Rev. de Filosofía, mayo 1921, que lo toma deuna publicación efectuada por la Federación UniversitariaArgentina. Entre otros intercambios relevantes, ver “Ro-main Rolland y la juventud de América” y “RR se dirige algrupo de estudiantes Renovación”, en Valoraciones (años1923 y 1924) “Mensaje de RR a la juventud ibero-america-na”, Estudiantina (1926), donde Rolland alude a su en-cuentro en Europa con un dirigente como Saúl Taborda oanuncia el viaje de Tagore por América.

19 A su llegada a la Argentina, se publica un folleto con tra-bajos alusivos de Alfonso Bernard y el propio Rolland: Ni-colai y el pensamiento social contemporáneo (B. Aires, Mi-nerva, c. 1922). Anteriormente, ya había salido el texto deRolland como Un gran europeo: Nicolai (1917), vertido porel traductor del primero, Atilio Chiappori. Sobre Nicolai, ver

trabajo de Clara Jalif de Bertranou en H. Biagini (comp.) Elmovimiento positivista argentino (B.Aires, Editorial de Bel-grano, 1985).

20 A. Palacios, “A Gabriela Mistral”, Sagitario (La Plata), ju-nio 1925. Para el vínculo Rolland-Mistral, cfr. la nota de es-ta última, “Con Romain Rolland”, reproducida en Reperto-rio Americano, 15 feb. 1926, o la carta a Palacios de RR,donde éste, además de alentar la unión de los jóvenesiberoamericanos, emite un juicio sobre el futuro que con-verge con un discurso usual entre las filas reformistas:“Nuestro Dios es el porvenir...pletórico de esplendor y deinfinitas fuerzas”, Estudiantina, 1926, p. 104.

amigo de nuestra causa (su mejor amigo en la Europa preocupa-da e indiferente)21

El propio Mariátegui aludió a otro aspecto deRolland que aumentaba su gravitación por eseentonces, cuando, pensando quizá en las em-patías de este último con personajes comoGandhi o Tagore, lo caracterizó como el Mahat-ma de Occidente. Con los estudios y las aproxi-maciones de Rolland a la cultura hindú se re -fuerza una tónica místico-teosófico-orientalistaque desde principios de siglo venía procurandoacercarse al pensamiento de la India22.

El jubileo internacional de Romain Rolland,cuando llega a los sesenta años de edad, trans-curre en medio de una serie de homenajes en elexterior. El más representativo de ellos —-orga-nizado por Gorki, Duhamel y Zweig para quienmejor y más valientemente “ha traducido las as-piraciones de la nueva humanidad”—, fue aquelen el que participan, junto con representantesde todas partes, connotados luchadores y escri-tores hispanoamericanos como Fernando de losRíos, Salvador de Madariaga, Unamuno, Hayade la Torre, Manuel Gálvez y Carlos Amaya,quienes subrayan el papel socrático desempe-

ñado por Rolland, su conciencia libre, su auste-ridad y honradez intelectual frente a los falsosrevolucionarios, moralistas retóricos y profesio-nales de las ideas. Describen a nuestro autorcomo el primer gran europeo que ha comprendi-do en toda su grandeza el movimiento de rebel-día emprendido por la juventud iberoamericana,así como la amenaza imperialista sobre nues-tros pueblos y la necesidad de que éstos aban-donasen el chovinismo separatista. Vasconce-los, que había recibido una carta de Rollanddonde saludaba a la nueva generación, testimo-nia allí su agradecimiento, en nombre de los lec-tores pobres de México e Hispanoamérica, porhaber obsequiado Rolland sus derechos de au-tor sobre la edición popular que efectuó laUNAM de sus famosas biografías ejemplares(Beethoven, Miguel Angel, Tolstoi) y que se re -partieron gratuitamente por todo el continente23.

En el plano doméstico, otro volumen celebra-torio fue encarado por una revista de los alum-nos del Colegio Nacional de La Plata, Estudian-tina, donde Rolland es considerado como el pro -feta de una época sin profetas, como sintetiza-dor de excelsas inquietudes contrarias a unpragmatismo lucrativo y cortesano, como el másgrande maestro de las juventudes idealistas.

60 61

21 Haya de la Torre, “RR y la nueva generación Latino-Ame-ricana”, Sagitario, 6, agosto 1926, pp. 405 y 406; Jorge Ba-sadre, “Semblanza de RR”, Rev. de Filosofía, nov. 1925 yJosé Carlos Mariátegui, “RR”, ibid., set. 1926.

22 Mariátegui, ibid., p. 320. Cfr. también artículo de VictoriaOcampo, “El Mahatma Gandhi a través de RR” que se re-produjo en Repertorio Americano, 2 junio 1924, o del mis-mo Rolland, “El mensaje de la India”, Valoraciones, enero1925.

23 Liber Amicorum Romain Rolland (Zurich, Rotapfel,1926). Dichas biografías tuvieron un buen comienzo en elmundo hispanoamericano, con la traducción llevada a ca-bo por Juan Ramón Jiménez y publicada por la célebreResidencia de Estudiantes en Madrid. La referida versiónmexicana fue editada más tarde, hacia 1923. En unas car-tas intercambiadas entre Vasconcelos y RR, éste afirmabaque, pese a la dominación anglo-sajona —ante la cual almundo le correspondía reaccionar vigorosamente—, “hoyen la humanidad todo se liga, todo se relaciona, todo debeser sinfonía”: Valoraciones, 3, abril 1924, 263ss.

Adhirieron a ese homenaje —que incluía ilustra -ciones y páginas escogidas de Rolland— o co-laboraron entre otros: Juana de Ibarborou, Car-los Sánchez Viamonte, Luis Heysen, FernandoMárquez Miranda, Carlos Bianchi, Andrés Rin-guelet y Guillermo Korn 24.

En esos años, Miguel Ángel Asturias y otroslatinoamericanos visitan personalmente a Ro-lland y lo invitan a un mitin parisino en favor dela acción desplegada por Sandino en Nicara-gua, con cuya lucha se solidarizó, pese a hallar-se en esa época embargado por la doctrinagandhiana de la no violencia25. Además, juntocon Barbusse y Einstein, encabeza la iniciativade crear un comité internacional contra la ola debarbarie fascista y el terror blanco26. Asimismo,vuelve a tomar partido por la Rusia soviéticafrente a sus enemigos —“el ‘orden moral’ bur-gués y el imperialismo de los negocios”—, puesa pesar de los crímenes y la censura, en aque-lla subsiste “la miserable esperanza del

porvenir humano” y una serie incontrastable deadelantos característicos de un mundo nuevo:

• los progresos gigantescos en la formación dela razón popular y en el trabajo organizado;

• la protección de la infancia y el dedicar a laenseñanza una quinta parte del presupuestonacional;

• la fiebre laboriosa que arde en los estudian-tes, en los profesores, en la ciencia de esepaís y el apoyo estatal que reciben sus inves-tigaciones (mientras Francia deja a sus sa-bios en las boardillas)27.

Con todo, cabe advertir diversos reparos a al-gunas actitudes de Rolland provenientes de losmismos sectores progresistas que lo exaltaban.Observaciones que cuestionan ciertas inclina-ciones rollandianas: por condenar en abstractolas guerras sin denunciar a la sociedad que lasdesencadena, por repudiar al nacionalismo sinreparar en la realidad histórica de las patrias yen sus aspectos más plausibles, por soslayarlos problemas políticos y económicos que exi-gen una acción positiva y que no cabe reducir auna cuestión de conciencia —donde basta conpredicar el ideal sin necesidad de realizarlo—,por mantener un pensamiento social que no dis-tingue entre lo probable y lo que debería ser, porla dificultad de ejercer una transformación totaldel mundo, en suponer que los hombres se ha-llan en condiciones de crear su fe libremente, o,en resumidas cuentas:

62 63

24 Estudiantina, febrero 1927. Entre otros números dedica-dos a RR: Repertorio Americano, 4 diciembre 1926, que in-cluye un trabajo de Haya de la Torre, “RR y la América la-tina”, donde aquel reitera la influencia provocada por Ro-lland en los cambios culturales y educacionales en el con-tinente. La misma publicación costarricense (18-10-1930)insertará una colaboración de Haya, “Lo que opina RR so-bre los destinos de A. Latina”, donde Rolland ataca al im-perialismo yanqui y al superpatriotismo de los latinoameri-canos.

25 Más datos, en el prólogo del mismo Asturias al libro deFedro Guillén, León Tolstoy, RR, Martin Luther King (Méxi-co, sin pie impr., 1974).

26 “Barbusse, Rolland y Einstein contra el fascismo”, Rev.de Filosofía, julio 1927. 27 “RR contesta a dos escritores rusos”, ibid., marzo 1928.

Admirar y respetar a Romain Rollandpor su inmenso amor de justicia y su fir-me estoicismo, no debe ser sinónimo deproclamar y defender sus tesis, pues,todo aquel que comprenda en su autén-tico sentido el valor de la jornada a em-prender, coincidirá en que la posiciónúnica de la juventud, mientras haya in-justicias que combatir, es de franca be-ligerancia. Hablar de paz, de no violen-cia, ante una injusticia es muy dulce ybondadoso; pero también es muy inge-nuo. Nuestro grito en América Latinatiene que ser de guerra contra los malesde dentro y de fuera porque él nos trae-rá la anunciación de una América justay solidaria28.

La vía consagratoria

Hacia los años treinta se puede inferir, preci-samente, una mayor politización por parte deRolland en sus embates contra el nazi-fascismoy en su sostenido aval al férreo régimen que se

estaba cristalizando en la Unión Soviética.Dicha radicalización se ha visto proyectada y

respaldada, por ejemplo, en nuestro medio, através de publicaciones como Claridad o de plu-mas influyentes como las de Aníbal Ponce. Enlas columnas de Claridad, asumida desde elsubtítulo como Tribuna del Pensamiento Iz-quierdista, aparecen una veintena de colabora-ciones rollandianas29. En ellas, Rolland, con di-recto estilo admonitorio, va tomando partidofrente a la gama de aconteceres cruciales quesucedían en una época de creciente antagonis-mo mundial.

Allí ocupa un capítulo importante la Revolu-ción rusa, a la cual Rolland defiende no sólo alcumplirse los festejos de su décimo aniversariosino también en etapas tan sombrías como la delas purgas ulteriores, cuando viaja a Moscú pa-ra frecuentar a los estudiantes, a Máximo Gorkiy al mismo Stalin, cuyo espíritu revanchista mi-nimiza así como sus ataques al culto religioso.Desilusionado por la ausencia de pueblo en Oc-cidente, Rolland cree hallarlo “en la inmensa vi-da despertada en las profundidades de laURSS”, condenando tanto “las mentiras de lapolítica y los crímenes de la civilización” como

64 65

28 “RR un libre y noble aliado de nuestra generación”, Es-tudiantina, febr. 1927, p. 88; Basadre, op.cit., pp. 434-435;Mariátegui, op.cit., p. 320.

29 Claridad (BA): “Mensaje de RR a la juventud idealista deA. Latina”, 142, 15-9-1927; “RR saluda a Rusia en el X ani-versario de la revolución”, 149, 24-12-27; “La respuesta delAsia a Tolstoi”, 167, 22-9-28; “Un exponente del pensa-miento revolucionario contemporáneo” (Nº dedicado aRR),188, 1929; “Europa ensánchate, o mueres”, 231, 23-5-31; “Carta a M. Gorki. Saludo de un amigo francés” (endoble versión al español): 234, 11-7-31 y 238, 14-11-1931;“Adios al pasado”, 246, 11-6-1932; “Rolland y Barbusse: el

Congreso Mundial contra la Guerra”, 250, 23-7-32; “Contrael fascismo, un llamado a la juventud”, 269, 30-9-33; “Car-ta a un clérigo sobre la Rusia soviética”, 297, enero 1936;“El mensaje de RR”, 299, marzo 1936; Gorki: “De hombrea hombre: RR”; 302, 1936; “Mensaje al pueblo argentino”,304, agosto 1936; “Carta sobre André Gide”, 311, marzo1937; “No desesperéis, judíos”, 333-334, marzo 1939. Vertambién nota de RR, “A propósito del fascismo alemán”,transcrita en Nosotros, abril 1933. Estos trabajos son utili-zados subsiguientemente. Sobre la revista citada, ver elestudio de Florencia Ferreira, Claridad y el internacionalis-mo americano (B. Aires, Edit. Claridad, 1998).

las democracias del momento, que identificacon los imperios y sometidas a malsanos intere -ses contrarrevolucionarios. Denunciando la trai-ción de los intelectuales, que prefieren asociar-se a quienes sujetan las cadenas de los pueblosen vez de ayudarlos a quitarse sus mordazas,Rolland efectúa una doble apuesta:

— por una generación que acabe con la pu-trefacta ideología burguesa para “dejar sitio alos retoños jóvenes y vigorosos de un mundonuevo”,

—para que se ensanche “el foso entre el co-loso del Capitalismo internacional y el otro gi-gante: la Unión de los Trabajadores Proletarios”. Esa divisoria tajante de aguas lo había conduci-do “fatalmente” al lado de la URSS.

En síntesis, acorde con su propia declara-ción: “Por una parte, mantengo la esperanza deconstruir una Burg del espíritu internacional, sinfronteras, sobre los cimientos del individualismolibre, lúcido e intrépido. Por otra parte, la agujade la brújula marca el Norte, el fin hacia el cualmarchan las vanguardias de Europa, los heroi-cos revolucionarios de la URSS, la reconstruc-ción social y moral de la Humanidad”.

Al mismo tiempo, en nombre de quienes seoponen al terrorismo, Rolland enfila sus bateríascontra el hitlerismo, esa peste grisácea que rá-pidamente había sobrepasado, en exceso y vio-lencias, a la peste negra del fascismo italiano,coartando las libertades y los derechos sobrelos que descansaba la civilización moderna. Sibien considera al sionismo como una varianteultranacionalista, combate el antisemitismo ydestaca la grandeza del pueblo judío, al cual le

pide que tenga confianza en el triunfo definitivode la justicia proclamado por los profetas y los li-bros sagrados. Asimismo, Claridad transmite elapoyo que brindó la Unión Latinoamericana deEstudiantes a la campaña de Rolland y Barbus-se en favor del Congreso Mundial Contra laGuerra, junto a la exhortación efectuada por lamisma ULAE a las organizaciones afines paraque hicieran sentir su protesta en ese foro y pa-ra que la rebeldía tradicional de los estudiantesde América latina se levantase unánime paracondenar la guerra.

Rolland recurre a uno de sus géneros favori-tos, la carta-mensaje, para dirigirse a los argen-tinos —vía Ernesto Giudice, secretario generaldel comité antifascista en nuestro país presididopor Sánchez Viamonte, José Peco y Julio No-ble— y proponerles una acción conjunta frente adiversas carencias y acechanzas:

La Sociedad de las Naciones se hamostrado como el instrumento de lasgrandes potencias [...] no será lo quedebe ser, un instrumento de justicia ypacificación, sino cuando sean los pue-blos [...] los que la organicen [...]Que el pueblo argentino -de cualquierraza que sea- siga el ejemplo de aque-llos pueblos de Europa y Asia que sehan puesto a luchar resueltamente porun frente popular, a fin de imponer suvoluntad a su gobierno y librarse del do-minio del imperialismo, generador deguerras de conquistas, de rivalidades yde naciones de fascismos bárbaros. Nohay razas enemigas ni pueblos enemi-gos, hay ideologías opuestas: la ideolo-gía de los “elegidos” que frecuentemen-

66 67

te recubre la simple rapacidad de gru-pos egoístas que hablando de patriotis-mo, están siempre listos para vender lapatria en beneficio propio; y la ideologíade la fraternidad, de la internacional,que quiere borrar las fronteras, abolir laguerra y las rivalidades; instaurar por finla justicia y la paz.Nosotros somos, todos, destacamentosdel mismo ejército: nuestra causa co-mún es la misma. Y nuestro enemigo esel mismo. Unámonos. Nosotros vence-remos!

También rescatamos un acto público —paraevocar a Rolland ante su septuagésimo aniver-sario— que se celebra en Montevideo, donde eldirigente marxista uruguayo Emilio Frugoni su-braya las distintas cualidades del homenajeado:unir la razón y la fe, la especulación y la acción;apartarse de groseros materialismos y espiritua-lismos; sus grandes alas de idealidad y amor; supenetrante exploración del alma humana y delsentido inmanente de la vida universal; su men-saje vibrante, como latigazo, contra despotis-mos e iniquidades, que las multitudes oprimidasacogen esperanzadamente30.

Aníbal Ponce ha interpretado de un modo di-símil la evolución ideológica de Rolland y su re-percusión en el movimiento estudiantil. Inicial-mente, al adherir gustosamente al citado núme-

ro-homenaje que efectuó la revista Estudiantina,Ponce reconoce su magisterio entre “los hom-bres que entramos a la Juventud con el horrorde la guerra”, como un apóstol dotado de “talímpetu generoso, tal calor de humanidad, quenadie sabría negarle la simpatía del corazón”31.Más tarde, el mismo Ponce, en un acto conme-morativo de la Reforma Universitaria (Córdoba15 julio 1935), toma distancia frente al idealismorollandiano y a su correlativo enfoque genera-cional:

nuestro buen Juan Cristóbal, que hacediecisiete años se lanzó a la conquistade la Universidad señorial, llevaba en elcorazón ilusiones sin medida, y en el es-píritu las doctrinas más dispares [...]Creía que la juventud tenía un valor ensí; que la historia era un choque perpe-tuo entre generaciones [...] y que basta-ba por lo tanto desalojar de los claustrosa los envejecidos y arrojar del gobiernoa los mediocres, para que empezára-mos a vivir “la hora americana” [...] Des-dichada teoría y candorosa fatuidad alas que debió en buena parte su derro-ta [que] le hizo entrar por los ojos el cru-do dramatismo de la realidad contem-poránea. En las prisiones y en el destie-rro comenzó a sospechar que las luchasde clase son las que dirigen la historia32.

68 69

30 Claridad, 299 (1936), op.cit. Hacia la misma fecha y en lamisma ciudad de Montevideo una ex militante estudiantil,Luisa Luisi, redacta un largo trabajo, en torno a la concilia-ción rollandiana de la mística occidental y oriental, que se-rá publicado por Nosotros en junio de 1936.

31 Estudiantina, febrero 1927, p. 122

32 A. Ponce, “Condiciones para la universidad libre”, en susObras Completas IV (B. Aires, Cartago, 1974) p. 539.

Pocos meses después, en el Colegio Libre deEstudios Superiores, Ponce imparte el curso“De Erasmo a Romain Rolland”, el cual se deri-va en un libro que procura publicar ante el cen-tenario de Erasmo y el jubileo de Rolland. Allí seprofundiza la crítica a la óptica elitista que ésteretomó de Renan, a su negación de la complejaconflictividad humana, a sus inflexiones esteti-cistas, a sus apuestas por la libertad abstracta,etc. Sin embargo, Ponce aplaude el giro signifi-cativo que efectúa Rolland cuando adquiereconciencia de los prejuicios educativos que loatenazan y pasa del humanismo burgués al pro-letario: “En ningún otro escritor contemporáneonos es dado seguir mejor que en Romain Ro-lland ese largo proceso que él mismo ha llama-do la agonía de ‘una obstinada ilusión’ [...] enuna Inteligencia que se cierne por arriba de lascosas [...] Desde el instante lejano en que laguerra lo lanza a defender entre las nubes laCiudad del Espíritu que él creía amenazada,hasta el día de hoy en que marcha orgulloso en-tre las filas de la revolución proletaria, RR hacambiado desde la base a la cumbre su concep-ción del mundo y de la vida”33.

Se trataba de una imagen de Rolland que enparte venía a coincidir con la que tiempo atrás

había sostenido León Trotsky cuando descalifi-caba al primero por imputarle una mentalidad in-decisa, excesivamente contemplativa, altanera,oscilante, egoísta y moralizante34; imagen hostilque, para Trotsky, va a recrudecer cuando el“predicador suizo” (RR) intente seguir abogandopor la política estalinista35. Otros, como el chile-no Enrique Espinoza, se sorprenden por el su-puesto cambio de quien los había dirigido desdela época estudiantil, entre el Rolland que en1934 rechaza —junto a Malraux— la expul-sión de Trotsky en Francia y su silencio ante lasejecuciones sumarias en Rusia36.

No obstante, el prestigio intelectual de Ro-lland y hasta su reubicación ideológica —com-partida por numerosos intelectuales de la hora—continuarían recibiendo múltiples halagos. Des-de Cuba, Alberto Delgado Montejo, en un largoartículo, lo describe como uno de los escritoresfranceses más gloriosos y universales, como unpermanente sembrador de inquietudes que, trascomprobar lo inútil de la no violencia, da el vuel-co esperado: su conversión al comunismo37. Asi-mismo, se resalta el artículo “Necesidad de la re-volución”, aparecido en la revista Europe conmotivo de la gesta de 1789, donde RR asegura:“La Revolución del 89 ha sido detenida a medio

70 71

33 A. Ponce, O. Completas III (ed.cit.), pp. 497ss.

34 “RR y Walt Whitman juzgados por Trotsky”, Nosotros,nov. 1922, p. 424.

35 “León Trotsky le contesta a RR”, Repertorio Americano,21-5-1936.

36 E. Espinoza, “Trotsky y RR”, ibid.

37 A. Delgado Montejo, “Figura y ejemplo de RR”, Reperto-

rio Americano, 25-7-1936. Juan Ingalinella, un joven diri-gente comunista, romperá con un compañero trotskista si-guiendo el ejemplo de Juan Cristobal que se había pelea-do con su mejor amigo para preservar los ideales. Por otrolado, Ingalinella relata en sus cartas los sacrificios mone-tarios que realizó para concretar una vieja aspiración:“comprar la colección completa de Juan Cristóbal de RR”,citado por Bernardo Kleiner en 20 años de movimiento re-formista. (B. Aires, Platina, 1964) pp. 356, 358.

camino. Es preciso que vuelva a emprender sumarcha hasta que sus grandes promesas se ha-yan cumplido” 38.

A la muerte de Rolland, al término de la IIGuerra Mundial, una publicación juvenil tucuma-na resuelve consagrarle un número entero, su-brayando la importancia de sus mensajes frentea la barbarie autoritaria, su exaltación de lasgrandes energías individuales y colectivas, sucreencia en la revolución social y en la transfor-mación del orden burgués, su empeño para quepredominasen los valores de la paz, la democra-cia y la cooperación39.

La propagación latinoamericana del pensa-miento de Romain Rolland, interrumpido tras suconfinamiento por los nazis en un campo deconcentración y su casi inmediato fallecimiento,es retomada a través de sendos volúmenes quepublica Eugen Relgis en el Uruguay. El ensayis-ta rumano, reconocido heredero personal delideario rollandiano —en sus vertientes humani-tarias y pacifistas—, edita en su primera entregauna documentación primordial: las respuestasque Rolland le había enviado tras una entrevis-ta que mantuvo con él en su casa de Villeneuve,junto a la correspondencia y a las polémicas quesostuvieron ambos entre 1928 y 1940; amen dediversos estudios bio-bibliográficos ad hoc del

propio Relgis40. El segundo trabajo, de cortemás sistemático, se refiere incidentalmente a al-gunos temas que nos tocan de cerca, como elabandono del paneuropeísmo por parte de Ro-lland, su profunda percepción sobre la comúncaracterología identitaria de las naciones, sudescubrimiento de la América indolatina y deldespertar de sus pueblos disputados por el im-perialismo británico y estadounidense, la pléya-de de cartas y mensajes que dirigió a este con-tinente41.

También en el Río de La Plata verá la luz otrode los libros orgánicos que se ha dado a cono-cer en Latinoamérica acerca de nuestro escritor.En él, Bernardo Ezequiel Koremblit examinafrondosamente el cosmopolitismo rollandiano,sus distintas facetas redentoristas o su llama-miento a los jóvenes para amalgamar el pensa-miento con la acción. Un capítulo sugerente tra -za una curiosa comparación entre el tolstoianoRomain Rolland y el krausista Hipólito Yrigoyen,con sus anhelos de autonomía y neutralidad,con su similar repudio al inicuo Tratado de Ver-sailles y a la incompetencia de la Liga de las Na-ciones42. Tras los estudios de mayor aliento entorno a Romain Rolland, en Mé-

72 73

38 “Europe dedica un número a la Revolución Francesa”,Nosotros, agosto 1939, p. 415.39 Víspera, 3, feb. 1945. 40 E. Relgis, Romain Rolland (Montevideo, Ed. Humanidad,1951) 202 págs.

41 E. Relgis, El hombre libre frente a la barbarie totalitaria.Un caso de conciencia: RR. Separata de los Anales de laUniversidad (Montevideo) 168, 1954, 160 págs.

42 B. E. Koremblit, RR. Humanismo, combate y sociedad.(B. Aires, Argos, 1953) 463 págs. En la misma época, Ko-remblit prologa el Diario de los años de guerra, 1914-1919de RR (B. Aires, Hachette, c. 1954). Posteriormente, otroargentino, Eduardo Rosenzvaig, se ocupa con largeza dela posición de RR ante la I contienda mundial, en Los inte-lectuales frente a la guerra y la paz. Europa occidental1914-1919 (B. Aires, Leviatán, 1985). El mismo grupo edi-torial se adelantó a publicar del propio Rolland, en una ver-sión directa del original que había aparecido un año antes

xico aparecen los paralelos con figuras mundia-les como Tolstoi y Luther King o con filósofos ibe-roamericanos de la talla de Unamuno y Vascon-celos 43.

Fuera del ámbito erudito y académico, la pre -sencia de Rolland se prolonga en las lecturasque emprende Fidel Castro durante la prisiónque le impuso la dictadura de Batista por suasalto al Cuartel del Moncada, donde aquél in-trodujo y disfrutó de los “sedantes e inspiradostomos de Juan Cristóbal”, debiendo fabricarseuna lamparita de aceite para poder leerlos por lanoche44. Salvando distancias, ¿cómo evitar losparangones y el cálcu-lo de incidencias entre la visión de la juventud

propuesta por Rolland y la que enarbolaría pro -gramáticamente el Che Guevara medio siglomás tarde, habida cuenta que el primero se ade-lantó en caracterizar a los jóvenes como aque-llas personas que llegan a estremecerse hastael delirio cada vez que se comete una injusticiaen cualquier rincón del mundo...?

74 75

en francés, Por la revolución, la paz (B. Aires, Siglo XX,1936, 177 pp.) y editó varias veces su libro sobre Gandhi;mientras que en Chile se produjo un idéntico fenómeno desimultaneidad con otro texto retrospectivo de RR, Quinceaños de combate (Santiago, Ercilla, 1936), traducido porCiro Alegría.

(43) C. Deambrois-Martins, Rolland, Unamuno, Vasconce-los. (México, Finisterre, 1969); F. Guillén, op.cit. ut supra,n. 25. En el centenario del nacimiento de Rolland, evocán-dose su concepción del arte social al servicio del hombrey del progreso moral, se comparó el Juan Cristóbal conotras grandes sagas como las de Balzac y Zola: RicardoGiusti, “RR rabelesiano”, Cuadernos Americanos, oct.1966. Sobre Rolland a los 50 años de su muerte, ver Ser-gio Chiáppori, “El alma encantada”, La Prensa. Cultura, 31dic. 1994.

(44) F. Castro, Nada podrá detener la marcha de la historia(La Habana, Editora Política, 1985) p. 83 y “Fidel Castro re-lató anécdotas...”, La República (Montevideo) 9 nov, 1998,p. 29.

EL CHE GUEVARACOMO PARADIGMA

Jamás fue viejo, nunca dijo palabras que no fue-ran muchachas palabras. Sus acciones

eran y son, audacia adolescente. Su madurez,de pensamiento y hecho, son arrojo de juventud

LEOPOLDO AYALA

mira a esos jóvenes estudiantes con cara de po-lizones, recorrer palmo a palmo la tierra americana,

en barco mercante, en lancha, a pie, en tren enmarcha huyendo.

Míralos realizar todos los oficios del hombre, transportadores de mercancías, hombreadores

de bolsas, fregadores de platos,disfrazados de aventureros, de deportistas, de

mendigos,mira al mayor de fotógrafo ambulante en México,

fijando en la placa implacable los rostros máshumildes, los anónimos rostros de su pueblo,

mira al menudo negociante que en realidad es-taba reconociendo la tierra y los hombres por los

que iba a morirFINA GARCÍA MARRUZ

Se intenta establecer aquí las motivacionesque han llevado a la juventud mundial a experi-mentar una atracción singularísima hacia la figu-ra de Ernesto Guevara. Con tal motivo, se enca-ran los presumibles rasgos temperamentales ylas filiaciones ideológicas que pueden emanarde una personalidad tan polifacética como la delChe para producir una incidencia semejante.Asimismo, se analiza la repercusión que tuvo en

su momento el asesinato del Comandante Gue-vara y la especial resonancia que provocó el ha-llazgo de sus restos en la actualidad. Tambiénse rastrea la visión que el propio Guevara tuvosobre los jóvenes en sí mismos y sobre sus pro-pios años formativos. Por último, se brinda unbalance crítico-interpretativo de su significacióngeneral.

Si bien el presente enfoque se halla centradoen la juventud universitaria o con un alto gradode politización, no puede desestimarse un sen-tido súmamente representativo para la tradiciónlatinoamericana: entender el concepto de juven-tud no sólo en términos etarios sino en su multi-significación: como espíritu combativo y esfor-zado, como rebeldía contra la injusticia y a favorde los excluidos.

Genio y figura

Es hora de preguntarse frontalmente por lafascinación que experimentan los jóvenes dedistintas latitudes y condiciones hacia ErnestoGuevara. ¿Qué pautas ideológicas y cuáles ras-gos distintivos deben tomarse en cuenta parauna personalidad tan compleja como la suya?¿Podrá obedecer dicho influjo a una extraña al-quimia que, con los heterogéneos seres idealesdisparados por la escuela y los medios, terminócomponiendo un arquetipo peculiar que llegó atrastocar el broncíneo firmamento de la historiaoficial?

76 77

Si repasamos los personajes y los símilescon que, por distintas razones, fue parangonadala silueta del Che, sobresale —seguramente asu pesar— una gruesa aureola de procerato.Así se lo apoda el Ulises o el Clausewitz del Ter-cer Mundo y el Cid Campeador de los condena-dos de la tierra. Desde el tronco indígena, seríael continuador de Cuauhtémoc y Túpac Amaru;un nuevo Viracocha que transforma las piedrasen guerreros y los guerreros en piedra. Tambiénse lo ha identificado con una larga legión de no-tables: desde Francisco de Asís, Bartolomé delas Casas, Hidalgo, Morelos, Bolívar, Sucre, Ga-ribaldi, Zapata, Sandino y Albert Schweitzer,hasta semicompatriotas suyos como los cuba-nos Martí y Maceo o argentinos como San Mar-tín, Gardel y Fangio juntos. Entre ellos se en-cuentran quienes, al estilo del Che, reúnen laexcelencia adicional de haber perecido en com-bate y a temprana edad. Tampoco faltó la divini-zación de ese caballero Bayardo, de ese MartínFierro caribeño, de ese Quijote de alegre estam-pa —ufanado en sentir bajo sus talones el cos-tillar de Rocinante que siempre lo impulsaba ha-cia otros desafíos—, cuando a su muerte fue te-nido como un Cristo laico o, Marechal dixit para-fraseando al gravitante Dios aristotélico, comoun motor inmóvil que organizaría el ritmo de lasfuturas batallas.

Existen diversos rasgos del Che que permi-ten mancomunar conciencias juveniles: desdesu independencia personal o su conducta ínte-gra y austera hasta su disposición para el sacri-ficio y los renunciamientos. Por otra parte, el re -chazo al formalismo, a la figuración y a las pre-rrogativas, junto con la vocación de servicio, la

versatilidad laboral y deportiva, la sostenidacontracción al estudio pluridisciplinario, vancompletando la tabla axiológica. Su descomunalcapacidad para el trabajo ha sido testimoniadahasta por los adversarios de la revolución cuba-na como Heberto Padilla. Un precoz lema sinte-tizador, el “piernas fuertes y estómago de faquir”(carta a su madre, Guatemala 28-7-54). ¿No esacaso el hombre universal, de mentalidad y mi-rada penetrantes, de acción decidida, queaguardaban tantos millones de desposeídos yque veneraron los campesinos durante su cam-paña libertadora en la gran Antilla: “viene a qui-tarnos de encima las desgracias, el hambre, elchurre y la miseria” .

Otro apartado para el heroísmo ejemplar, pa-ra los “cuatro pares de cojones” con los cualesse dotaba a ese “estratega del carajo” que, consu asma abismal a cuestas, produjo hazañas yproezas sin alarde, retando al peligro desde laprimera línea de fuego, en regiones ignotas,contra fuerzas militares desbordantes, restañan-do las heridas de los prisioneros y exigiendo unestricto fair play para con ellos: “La vida de esehombre no tiene precio. Les aseguro que supensamiento estaba en el espacio antes de quelos rusos y los yanquis pusieran el pie en la Lu-na” (apreciaciones del Che ante el soldado ene-migo según relato de Benigno Alarcón sobre laexpedición boliviana).

Entre las filiaciones políticas más cautivantespara el sector generacional en cuestión se hallala profesión de fe latinoamericana y antiimperia-lista, frente al gran enemigo del género humanoy al gendarme mundial de la represión, tal comocalificó Guevara a los Estados Unidos en su

78 79

mensaje a la Tricontinental y en su resonante in-tervención ante la Asamblea General de las Na-ciones Unidas, cuando, con similar expresión ala utilizada por los reformistas cordobeses en sumanifiesto inaugural, sostuvo que iba a llamar alas cosas por su nombre. Paralelamente, emer-ge su desprecio a la burocracia —gubernativa,partidaria, sindical— por distanciarse de la gen-te; su oposición a los dogmas, a la persecuciónideológica y al quietismo de izquierda. Por últi-mo, su marxismo crítico y su internacionalismoobrero; su prédica y sus conceptos sobre el re -volucionario en tanto tipo antropológico supe-rior, sobre la necesidad de transformar tanto a lasociedad como al individuo y sobre el reflejo vis-ceral de indignación que deben producir las in-justicias. Segunda autosíntesis: “luminosa [lu-ciente] fe en el futuro socialista” (carta a su tíaBeatriz, diciembre 1953, desde “los dominios dela United Fruit” en Costa Rica).

Parte de ese ideario fue mamado por Ernes-to Guevara desde su nacimiento, producido envísperas del décimo aniversario de la ReformaUniversitaria. Sus primeros años transcurrieronen una atmósfera familiar impregnada por el an-timilitarismo, el repudio al clericalismo y a lasdistintas variantes del fascismo vernáculo o exó-geno. En ese ambiente confluían, predominan-temente, la intransigencia radical, el socialismodemocrático y el propio movimiento reformista.Ernesto encabeza un grupo de la Federación deEstudiantes Secundarios (FES), enfrentada conorganizaciones filo-nazis como la Alianza Liber-tadora Nacionalista y a similares actitudes comolas que sostenía el peronismo cuando predicabaque matar un estudiante era hacer obra patrióti-

ca. También se lo verá movilizarse en favor deun joven alumno, Mario Bravo, secuestrado porla policía peronista y, desde el exterior, defendera los universitarios guatemaltecos que Perónmantuvo encarcelados bajo penosas condicio-nes. Entre tantas versiones, se ha recogido unasobre la evaluación que habrían hecho ciertosprofesores del Guevara adolescente:

Aprovecha hasta la más mínima oca-sión para atacar a la Iglesia católica; tie-ne ideas marxistas y es en clase el ca-becilla de los izquierdistas. Es un alum-no excepcional. Parece un adulto, secomporta como si fuera mayor de lo quees. Una personalidad relevante pero ca-prichosa, indisciplinada. Se proponemetas que están muy por encima de susposibilidades (A.V., Querido Che)

Otra apreciación le adjudica el haber aceleradosu carrera de medicina, rindiendo muchos exá-menes en un tiempo record, para evitar el estu-dio obligatorio de la asignatura Educación Justi-cialista que Perón impondría en 1953 como re-quisito para graduarse.

Un fuerte predicamento concitó en él la cau-sa de los republicanos españoles, con quienesestuvo conectado íntimamente desde pequeño,a través de un tío que combate en el frente lealy de diversos refugiados que se instalan en Cór-doba. Más tarde, un oficial del exilio ibérico leimparte entrenamiento militar en México junto alos jóvenes castristas con quienes luego se em-barca para derrocar la dictadura de FulgencioBatista. Ya en tierra cubana, integra sus huestesde Sierra Maestra otro veterano de la Guerra Ci-

80 81

vil y, siendo Ministro de Industrias del gobiernorevolucionario, rinde homenaje al valeroso ge-neral republicano Enrique Líster, mientras evocala feroz contienda librada en España contra lossectores progresistas que se enfrentaron iner-mes “contra la barbarie fascista” y recibe leccio-nes de economía de Anastasio Mansilla, hijo deexiliados hispanos a la URSS. A su muerte, Ma-ría Teresa León, en nombre de esa misma Es-paña peregrina —la de los harapos pero la fren-te en alto— emplearía un tono bien elocuente:“Yo traigo la pena [...] de todos los exiliados deEspaña, y el dolor de los que se quedaron allácon la mirada vuelta hacia la libertad, el dolor dela juventud española que no dobla las rodillas yque había visto en el Che Guevara a un héroedel rabioso tiempo presente de nuestra AméricaLatina [...]. Murió en su ley, próximo a la Améri-ca más pobre, más abandonada, despojada detodo, menos de su esperanza” —tras habersecaracterizado él mismo como ibero-americanopara su ingreso a Bolivia.

Quizás de todo ello —y de su amistad conexpulsados de autocracias latinoamericanasque aplastaron a varias generaciones bajo elaval del Tío Sam— logre explicarse la posturade Guevara y el eco despertado entre la juven-tud. De ahí su rechazo a los caudillos populistasy a la politiquería de los “partiditos” que nuncaterminan por cortar amarras ni colmar las expec-tativas de la población; de ahí su negativa a ha-cer los cambios indispensables con residuosmalolientes —las armas melladas del capital— ysu opción por la terapia intensiva, cuya viabili-

dad podía acreditarse mediante la experienciacubana en ascenso, que implanta la primera re-volución socialista en un continente donde lainstauración de tal sistema se juzgaba comouna empresa quimérica, sobre todo ante lasmismas puertas del coloso norteño, con lo cualse dio pie a la convicción de que podía conver-tirse la Cordillera de los Andes en la SierraMaestra del hemisferio. De ahí también su repu-dio al gatopardismo y su escepticismo frente a laalternativa transformadora de las burguesíascriollas en América latina, de las medias tintasdel aprismo, de la salida a la boliviana de PazEstenssoro o hasta del importante fenómenoencabezado por Arévalo y Arbens en Guatema-la, de la Revolución Mexicana, del Chile de Ibá-ñez y del mismo “engendro peroneano”, ante lasvacilaciones evidenciadas por tales modalida-des políticas para respaldarse francamente enel apoyo popular y para neutralizar los embatesimperialistas.

En el último caso, se planteó una alianza cir-cunstancial con el peronismo en tanto fenómenode masas, ya que el mismo Perón en un tiempopropició desde el llano la vía insurrecta, adhiriótácticamente al castrismo —para pedirle ayudafinanciera— y conceptuó al Che como un hom-bre extraordinario —para aprovecharse de sugran arraigo epocal. En definitiva, Perón recha-za la invitación de instalarse en Cuba para diri-gir desde allí su propio movimiento, opta por serun niño entre mimado y terrible del franquismo,repudia las formaciones juveniles que antes ha-bía alentado y que terminan inmolándose en su

82 83

nombre, e inspira una organización parapolicialde ultraderecha que eliminaría a sus mismospartidarios: la Triple A. Todo ello tras haber pre-sentado Perón a su primer gobierno como unbastión anticomunista y haberse ligado con fu-nestos personajes como el propio Batista, quiena su caída fue alojado por Trujillo en la residen-cia donde el dictador dominicano había hospe-dado poco antes al mismo caudillo justicialista.

Juvenilismo y revolución

Cabe rememorar la travesía iniciática deGuevara por nuestro continente, antes y des-pués de recibirse de médico, con la ocasionalcompañía de su amigo Alberto Granado, quienhabía sido un miembro muy activo de la Federa-ción Universitaria cordobesa, mientras que elmismo Che integró una agrupación análoga du-rante su pasaje por el colegio secundario. Ade-más de emprender el camino trashumante de labohemia, se sensibilizó frente al padecimientode nuestros pueblos y adquirió una acendradaconciencia americanista. Tuvo varios encuen-tros sugestivos: en la Universidad de San Mar-cos, donde percibió un fermento revolucionario;en Ecuador, con alumnos platenses; con diri-gentes estudiantiles en Panamá que habíanasistido a un congreso gremial en Río de Janei-ro; con jóvenes pertenecientes a distintas co-rrientes partidarias en una pensión de Venezue-la. Con activistas en Colombia que ocupan la

universidad y lo protegen de la policía brava deLaureano Gómez, cuando se desencadena elbogotazo y Fidel Castro participa allí de unevento estudiantil —a cuyo movimiento 26 deJulio se integrará en suelo mexicano para inter-venir en la epopeya de Sierra Maestra. Simultá-neamente, su amistad en Guatemala con exilia-dos de diversos países —entre ellos cubanospartícipes del Asalto al Moncada y que le ponenel afectuoso sobrenombre del Che—, así comosu intervención en la Alianza de la Juventud De-mocrática y su militancia en las jóvenes briga-das que defendieron al aludido gobierno de Ar-bens.

Por otra parte, se encuentra no sólo la noto-ria impronta juvenil que ostentaron los líderesdel ejército rebelde en Cuba sino también el ta-lante adolescente de quienes combatieron en laescuadra del Comandante Guevara, integradaen sus inicios por una masa virtual de analfabe-tos, a los cuales el propio Che les enseñó la lec-to-escritura y les inculcó el amor por la historia ylas letras. Dicha columna fue luego reforzadapor la entusiasta incorporación de estudiantesuniversitarios. Así como las primeras camadasreformistas de 1918 se sintieron prolongadoresde la gesta emancipadora, los guerrilleros delChe también se han presentado como herede-ros de las luchas por la Independencia. Un hijodel patriarca de la Reforma —Deodoro Roca—(en cuyo sótano se reunía la vanguardia intelec-tual cordobesa que llegó a frecuentar el propioGuevara) fue compañero de colegio de éste úl-timo y solía visitarlo en Cuba. Se cuenta quecuando el Che hablaba sobre la Argentina, una

84 85

de sus principales inquietudes se dirigía hacia eldevenir del movimiento universitario.

Cabe acotar que en Cuba el enfrentamientocon España durante el siglo pasado y a renglónseguido con los Estados Unidos estuvo protago-nizado por muchos estudiantes y egresados uni-versitarios. El pensamiento martiano y el mar-xismo se entremezclan en la década de 1920con la aparición del movimiento reformista y conla labor de Julio Antonio Mella, fundador de lasUniversidades Populares, de la Liga Antiimpe-rialista de las Américas y del Partido Comunista.El propio Mella organiza el Primer Congreso Na-cional de Estudiantes (1923), en el cual los uni-versitarios cubanos se pronuncian contra elneocolonialismo y las oligarquías nativas. Lasactas del encuentro quedaron encabezadas conun apotegma —“Todo tiempo futuro tiene queser mejor”— teñido de reminiscencias a lo JoséIngenieros, quien había sido honrado durante suvisita a La Habana en 1915 y ejerció una graninfluencia entre los intelectuales isleños. Paraaquel entonces se crea la Confederación de Es-tudiantes Cubanos, en cuya declaración de pro-pósitos anunciaba “luchar por los mismos princi-pios que, enunciados por la juventud cordobesaen 1918, llevaron a renovar las universidadesargentinas por el único medio posible, por el sa-grado medio de la agitación revolucionaria, ydespués de iluminar el continente indo-america-no, prendieron en este país, donde llevaron a lalucha a una juventud sana y consciente”.

Más tarde, Fidel Castro, dirigente en la Es-cuela de Derecho y en el Comité Pro Democra-cia Dominicana, participa de la expedición con-

tra Trujillo hacia 1947. Un año después, Fidelpropicia en La Habana el Congreso de Estu-diantes Latinoamericanos que se expide contrael hegemonismo yanqui y las tiranías continen-tales, liderando el primer alzamiento contra Ba-tista en 1953 junto a quienes, como él mismo,integraron la llamada Generación del Centena-rio. Su ideario prendería entre los jóvenes uni-versitarios cubanos, quienes, comandados porel presidente de su Federación y máximo con-ductor del Directorio Revolucionario, José Anto-nio Echeverría, constituyeron la fuerza social or-gánica que opuso una resistencia inmediata a ladictadura, hasta lanzarse a la lucha armada jun-to a la clase obrera y decretar un paro universi-tario indefinido que sólo se levantó tras el éxitode la revolución (1957-1959). La Revolución Cu-bana, el suceso más importante que aparece enla escena latinoamericana después de la II Gue-rra Mundial, estimula las expectativas socialis-tas y repercute sobre todo el movimiento estu-diantil, incrementando el activismo y la militan-cia partidaria de los universitarios.

El Che representó la posibilidad de plasmarun mundo mejor, el sueño de toda una genera-ción —Rudi Dutshke, adalid del mayo francés,llamaría a su hijo Hosea Che— y de la cubanaen particular —juramentada en ser como el re-belde por antonomasia que tanto rabió por lajusticia, encarnando con ello una de la tenden-cias básicas más reiteradas de la juventud: eldeseo de reformar la sociedad.

¿Qué visión tenía el propio Guevara de losjóvenes en sí mismos? Afloran aquí sus metáfo-ras de la juventud como arcilla fundamental y

86 87

antorcha encendida que —guiada por el sentidodel deber social, la repulsa a los atropellos y alas disputas fronterizas— construirá el hombrenuevo del siglo XXI. Más allá de consignas y pa-ternalismos, la preceptiva revolucionaria exigedel joven que, sin considerarse el único centrodel universo socialista, sea responsablementecreador y lleve la delantera en todo; que sobre-pase los eslogans superficiales, la visión capita-lista del trabajo como una carga espantosa yhasta el mismo marxismo escolástico; que pue-da cumplir con el trabajo voluntario que el mismoChe introdujo en Cuba y contribuir tanto a la al-fabetización del país como a cortar caña, reco-ger café o apilar ladrillos; que tenga la aptitudpara identificarse en carne propia con los proble-mas de la humanidad, que sienta que cuando seveja a alguien se está afectando la dignidad detodos y que se emocione cuando en cualquierrincón del mundo se alce una nueva bandera delibertad; que sepa que los condicionamientos ob-jetivos no subsumen enteramente a los valoresmorales ni al papel de la voluntad. “Tenía una vi-sión humanista de la sociedad —asegura Urba-no Tamayo—, no sólo pensaba en liberar a lospueblos oprimidos, sino que soñaba con una so-ciedad más solidaria, no esclava de las ganan-cias”.

Deberá sobrepasarse el enfoque limitado dela autonomía universitaria propuesta por la tradi-ción reformista. Aunque el Che festeja la granbatalla sostenida por los levantamientos del die-ciocho en la provincia de su infancia como unaconquista noble y necesaria frente a los gobier-nos conservadores, impugna las distorsionesproducidas en ese movimiento por diferentes

sujetos: los reaccionarios, los supersabios quetraicionan a su ciencia y a su pueblo, los perso-najes hipócritas y peligrosos escudados en unlenguaje democrático. Para Guevara, la autono-mía bien entendida cabe esgrimirla como salva-guarda ante el ingreso irrestricto de personal ar-mado en el recinto universitario, pero no puedejustificarse a ultranza el encierro de los claustroscomo si se tratara de una fortaleza inexpugna-ble, de un Estado dentro de otro, para disponera su antojo de los fondos públicos y fijar la currí-cula por su exclusiva cuenta al margen del inte-rés nacional. Faltan a sus deberes revoluciona-rios para con los obreros y campesinos los sec-tores estudiantiles que conceptúan como la peorpalabra del mundo la intervención en la univer-sidad aunque ésta provenga de un gobierno au-ténticamente popular. La reforma de la universi-dad tendrá que actualizarse y marchar sincróni-camente con las reformas en materia agraria yfiscal, formando los técnicos y profesionales querequiera el desarrollo industrial de un país tandependiente en ese rubro y sin apelar forzosa-mente al asesoramiento externo. Ello implicarála reorientación vocacional, la pérdida de privile-gios para una clase y el derecho a la cultura pa-ra las capas marginadas, en suma: una univer-sidad que se tiña de color negro y de mulato.Las tesis del Che, que había recibido el Docto-rado Honoris Causa en Pedagogía de la Univer-sidad Central de Las Villas a fines de 1959, se-rían incorporadas a la ley universitaria promul-gada el 10 de enero de 1962 en homenaje alaniversario de la muerte de Mella.

Apenas iniciado el proceso revolucionario, elmismo Che contribuye a crear la Asociación de

88 89

Jóvenes Rebeldes (AJR) y, en un homenaje alos estudiantes cubanos de medicina fusiladosen 1871 por los españoles, recordaría a la ju-ventud que en distintas épocas ofrendó su vidapara que se abrieran las puertas de la universi-dad “a todo aquel que quiera estudiar para per-feccionarse [...] no para medrar con sus conoci-mientos nuevos, sino para ponerlos al serviciode la sociedad y para saldar esa pequeña deu-da que cada uno de nosotros tenemos con lasociedad que nos cría, que nos viste y que noseduca”. Hacia 1962, Guevara se ocupa de en-trenar militarmente a numerosos estudiantes la-tinoamericanos que visitaban Cuba, entre ellosun hermano de su primera mujer, Ricardo Ga-dea, que había seguido periodismo en la Univer-sidad de La Plata y que luego participa en elproceso revolucionario peruano. También pre-paró para la acción guerrillera a universitariosnicaragüenses como Carlos Fonseca y TomásBorge que, al retornar a su país, forman el Fren-te Sandinista de Liberación Nacional.

¿El ídolo caído?

Pese a que muchas agencias noticiosas pro-curaron difundir una imagen de derrota, seña-lando la extinción física e intelectual de una me-todología errónea, el asesinato del Che Gueva-ra conmovió a la opinión pública mundial y serealizaron, con mayor o menor impedimento,numerosas protestas y homenajes, mientras suporte legendario siguió creciendo como fuente

de inspiración para las empresas reivindicato-rias más dispares, hasta que llegó a hablarse deuna era guevarista iniciada a partir de su muer-te. El diario Le Monde hizo referencias al primerciudadano del Tercer Mundo y al ardiente defen-sor de los pueblos oprimidos. La editorial La-rousse lanzó una encuesta para renovar su fa-mosa enciclopedia y el Che resultó electo comola más importante personalidad mundial a serincluida entre sus páginas. Se escribieron cen-tenares de artículos y miles de versos, entonán-dose canciones y esgrimiéndose consignas pordoquier, en contraposición al hecho consumado—tras suponerse que la CIA había fraguado sumuerte o que en la célebre batea donde yació elcuerpo del Che se había colocado un muñecopara engañar a la gente. Véanse dos indicado-res textuales de ese arsenal alusivo:

Ustedes no han matado a nadie: han re-sucitado a un hombre. Y a algo más.Hasta el 8 de octubre se podía dudarque haya seres capaces de pelear porlos otros, hacer una revolución, alcan-zar el poder, abandonarlo todo y co-menzar de nuevo: renunciar a lo tempo-ral (Abelardo Castillo)

un nuevo fantasmade carne y hueso

recorrería el mundo,instalando su tienda en medio de la frentede todos los hombres.

(Jaime Valdivieso)

90 91

También se aseguraba que emanaría enton-ces la redención por la sangre y la insurgencia,que no era cierto que se hubiese acabado conuna estirpe metálica como la del Che ni con elemblema perenne de libertad, que sólo se ulti-ma a quienes vacilan ante el reclamo de lucharmachete en mano. Aquél continuaba existiendoy reencarnándose cada vez que un pueblo de-cía basta, cuando la fe inflama las hogueras y labrisa se torna vendaval, en la luz del sojuzgadoy en la humillación desagraviada. El mismo vol-vería siempre con sus verdades renovadas has-ta que se divisara el triunfo final. Si mataron alChe Guevara, que viviese pues la Revolución.Hasta llegó a proponerse morir como él, para vi-vir como él había muerto, para vivir como él vi-vía.

Una vasta ficción literaria planteó la existen-cia de un aparato electrónico operando como ra -dar espiritual para detectar a los enemigos de lapoesía en el continente y para captar mensajestelegráficos ultrasecretos que los presidentespro-yanquis habrían dirigido al Pentágono nibien supieron de la muerte de Guevara. Entreesas extensas comunicaciones aparecían térmi-nos como los siguientes:

Recuerda que desde 1959 obran poderde CIA huellas del agitador panamerica-no. Stop. Hemos pedido Barrientos evi-te remisión cuerpo Guevara a país natal.Stop. Temor compartido por todo mi ga-binete y por alto Estado Mayor argentinoque funerales guerrillero provoquen mo-tines incontrolables en Rosario, BuenosAires, Córdoba. Stop. Pondría en peligroexistencia misma de mi gobierno.Stop

[...]. Ofrecemos un millón pesos a quiencapture vivo o muerto ejemplo Che quese dirige a Rosario. Stop. Policía secre-ta argentina en colaboración con agen-tes engalonados CIA vigila casa cada jo-ven argentino para evitar que alma Cheencuentre hospitalidad segura en supaís —General Juan Carlos Onganía

mosca Che-Che que infesta los bos-ques de mi patria es un agente de pro-pagación del despertar guerrillero. Stop.Muchachos ya picados se arrojan sobreel primer soldado que encuentran paraquitarle el fusil con audacia sin prece-dentes. Stop. Me indican que una joven-cita de dieciséis años picada desarmóella sola una patrulla y pudo cargar conlas armas hasta la selva. Stop. Ruegolaboratorios Pentágono o CIA prepararcon toda urgencia vacuna antichechepara inocular a toda población juvenilParaguay. Stop. único medio conjuraren embrión terrible epidemia enferme-dad castrocomunista capaz de contami-nar desde Paraguay a toda la juventudsana latinoamericana. Stop. Peligroazote Che-Che se propaga por todo elTercer Mundo. Stop. Aguardamos conansiedad instrucciones. Stop. ArribaAmérica. Stop. Viva el primer demócra-ta del Occidente libre. Stop. —-GeneralAlfredo Stroessner

Quien constituía hasta hace poco un asom-broso sobreviviente de la primera oleada refor-mista, Arnaldo Orfila Reynal, tras recordar suencuentro con Ernesto Guevara, efectuó estebalance personal: “la muerte del Che ha hecho

92 93

renacer en mí un cierto orgullo nacionalista: laArgentina, derrotada desde tantas décadas;aquél país vacío de grandeza, de pronto le ofre -ce al mundo un ejemplar humano que no es fá-cil hallar entre los hombres de todas las tierras yde todos los tiempos. Aquella pobre patria nues-tra se engrandece ahora, se purifica ahora desus miserias, de su pequeña y oscura existenciacontemporánea. La vida y la muerte del Che en-trarán en nuestra historia, le darán una luz nue-va y encenderán en ese pueblo alientos y espe-ranzas que han de salvar nuestro futuro”. Orfilahabía conocido a Guevara en la revista mexica-na Humanidades y le facilitó la lectura de El Ca-pital —¿en la edición del Fondo de Cultura diri-gido por el propio Orfila?.

A fines de 1995, en la misma Bolivia, dondeel Che halló su muerte, el periodismo reflejó cru -damente la permanencia del mito tras la bús-queda de sus restos materiales. Así se habló enla prensa local del imperativo renacimiento deuna insignia mundial de virtud y transparenciapolítica que venía a medirse con el mercantilis-mo y la corruptela que campeaba en todas par-tes. De una impronta de recta consecuencia queprocuran imitar amplios segmentos juveniles;que los mismos soldados bolivianos habían sidoadiestrados por expertos yanquis; que la luchasangrienta de los guerrilleros —entre los cualesse hallaban varios ex dirigentes juveniles comoSuárez Gayol— también había sido emprendidacontra el yugo español por patriotas que, comoaquéllos, procedían de diversos territorios o na-cionalidades. Que al Che no se le quiso haceruna tumba para evitar que surgiera un santo lai-

co de los pobres.Sin embargo, terminó por generarse el efec-

to originalmente indeseado. Así como en Cubala efigie del Che se yuxtapone a la imagen deSan Lázaro —el santo milagrero y sincréticomás venerado en la isla—, en Bolivia el retratodel Che aparece en la casa de los pobladores,otros adoran a San Ernesto de la Higuera —alCristo de la Sierra— y solicitan misas por él, pi-diéndole un poco de sus energías para sobrevi-vir. Vallegrande, junto a los caminos que toma-ron los combatientes de Ñancahuazú, se haconvertido en sitio de peregrinación para viaje-ros de los cinco continentes, quienes cubren susparedes con inscripciones que evocan al Che(“vivo como nunca te quisieron”), en torno alcual se ha creado allí un museo y una fundaciónpara el estudio de su obra y su época. Se orga-nizó una caravana estudiantil internacional quemarchó hacia La Higuera en dos columnas: unapartió de México, recorrió Centroamérica y seunió en el punto de llegada con la otra delega-ción proveniente de Montevideo. Durante su so-lidaria visita a Vallegrande, una ex primera da-ma francesa, Danielle Mitterand expresó: “Losjóvenes de hoy que asisten a este homenajepueden ser los hombres nuevos de los que ha-blaba el Che”.

Antes de que pudieran localizarse los restosdel Che, algunos participantes de la represióndecían que el sólo hecho de revelar la ubicaciónde su cadáver representaba una traición a la pa-tria. Su cuerpo fue reclamado desde la Argenti-na y Cuba, donde ya Castro, en enero de 1968,había ofrecido en vano la libertad de cien con-

94 95

trarrevolucionarios, elegidos por la CIA y el Pen-tágono a cambio de los restos del dirigente gue-rrillero, eliminado con la injerencia de la mismaCIA —ese organismo que contribuyó a derribartantos gobiernos legítimos en nuestra América.Los bolivianos prefirieron que permaneciese enel sitio del exterminio, considerando una profa-nación las excavaciones encaradas por un gru-po de expertos rodeados por una amplísima di-vulgación mediática. Tras una búsqueda deesos disputados restos mortales cercana a losdos años, la figura del Che creció inconmensu-rablemente. Los médicos del hospital dondeaquéllos fueron analizados, en medio de ofren-das florales antes de su repatriación a Cuba, ex-presarían su admiración profesional: “A nuestrocolega, comandante Che Guevara, nuestro ho-menaje póstumo”. Un sector castrense quecombatió a los guerrilleros ha objetado el tratoprivilegiado para con ellos, alegando que nadiereconocía su propia acción patriótica al repelerla invasión, que el ejército boliviano esperabacosechar mucho prestigio por la victoria y queen realidad había sido el Che quien se vio pro-yectado hacia la gloria como un mito intangible.

Entre tanto, se intentó demostrar que quieneshabían intervenido en el crimen de Guevara loestaban pagando con su propia vida o con otrasdesgracias personales. Mientras que muchoscampesinos que delataron la presencia de losguerrilleros confiesan que se los había presiona-do asegurándoles que aquéllos iban a violar asus mujeres, los rangers que capturaron al Chehoy admiten también su equivocación: “El doctorestaba haciendo obra gigante —aseguran— pe-ro nadie lo comprendió. Ahora estamos arrepen-

tidos”. El Ministro de Gobierno boliviano, AntonioArguedas, se refugió en Chile, hizo llegar el diariodel Che a Cuba y transmitió la entereza que éste,herido y prisionero, mantuvo hasta el último ins-tante del fusilazo —en un país donde no existíaen su constitución ni la pena de muerte ni el deli-to de guerrilla. Poco después, el coronel AntonioPrado, detenido y dado de baja por proponer en-tre sus camaradas un brindis por el ComandanteErnesto Guevara —“un hombre leal y consecuen-te con sus ideales”—, sería reintegrado a lasFuerzas Armadas de Bolivia porque otros oficia-les se solidarizaron con él.

Los ritos de expiación reparatoria fueron ade-lantados por el propio estudiantado boliviano.Poco antes de la ejecución del Che, los estu-diantes convocan a un Cabildo Abierto, en juliode 1967, donde proclaman a las universidadescomo zonas libres de Bolivia y denuncian a losgenerales Barrientos y Ovando como enemigosdel pueblo, por masacrar a los mineros que do-naron un día de sus magros jornales a los gue-rrilleros guevarianos. Mientras que en La Paz setoma por asalto el Ministerio de Educación, enSucre se había apedreado la Prefectura, cayen-do varios estudiantes heridos. Producido el fusi-lamiento a quemarropa del Che y la mutilaciónde su cuerpo, la misma organización estudiantillo nombra símbolo de la juventud mundial, ciu-dadano y patriota de Bolivia, reclamando que sele otorgara la ciudadanía oficial post mortem. Unaño después, en el XVIII Congreso NacionalUniversitario, celebrado en Potosí, se resuelvedeclarar al Comandante Ernesto Che Guevara“Héroe Máximo de las Luchas Revolucionariasde los Pueblos Latinoamericanos”. Al cumplirse

96 97

el décimo aniversario de su fallecimiento, el XXCongreso Universitario propuso que el 8 de oc-tubre fuese establecido como Día del Guerrille-ro Heroico. Dos años más tarde los estudiantesbolivianos erigen en La Higuera una estatua delChe con los brazos abiertos al estilo de un re-dentor.

En otros países, como Ecuador, se colocatempranamente el nombre de Ernesto Guevaraa diversos recintos universitarios. Hacia diciem-bre de 1967 la Federación Universitaria Argenti-na efectúa un congreso clandestino bajo la pre -sidencia honoraria del mismo Guevara y con laasistencia de delegaciones especiales de Brasil,Chile y Uruguay. Varios escritos del Che fueronleídos como textos sagrados por la juventud delos sesenta, entre ellos, el “Discurso de Argel”,la carta de adiós a Fidel y “El socialismo y elhombre en Cuba” una pieza que, según se hainterpretado, posee un valor equivalente, comoprograma continental, a la Carta de Jamaica deBolívar y a Nuestra América de Martí. Su autorpasaría a erigirse en “la mayor ilusión” de esemismo fenómeno generacional, según lo ha ad-mitido recientemente uno de sus máximos por-tavoces, Daniel Cohn Bendit:

El 9 de octubre de 1967, nos enteramosde la muerte del Che Guevara en la jun-gla boliviana.La revolución latinoamericana perdíaese día a su combatiente más prestigio-so, pero también ese día nacía un mito.El retrato de este hombre fue enarbola-do por los manifestantes en París y enBerlín, en Roma o en Río de Janeiro.

Su rostro, ligeramente melancólico, de-coró innumerables habitaciones de es-tudiantes.Se convirtió para toda una generaciónen el símbolo del guerrillero constructorde una sociedad nueva, y su famososlogan “Creemos uno, dos, tres Viet-nams” fue una especie de Credo paranosotros.

En los propios Estados Unidos, los estudian-tes progresistas, junto con el movimiento negro,se apropian también de su figura, durante lasmanifestaciones por los derechos civiles y con-tra la guerra de Vietnam. Una encuesta realiza-da allí hacia 1968 reveló que el Che era el per-sonaje con el cual más se identificaban los jóve-nes universitarios de ese país. En Bogotá, losestudiantes le cambian el nombre del libertadorSantander por el del Che Guevara a la plaza si-tuada en el campus universitario. La tradicionalUniversidad de San Carlos en Guatemala osten-ta dos grandes murales del Che: uno estampa-do en la Biblioteca Central durante el trigésimoaniversario de su desaparición y el otro, al cos-tado del edificio de Ciencia Política, a poco deocurrido el deceso.

Hoy parece replantearse aquel antiguo fer-vor, mediatizado con la tendencia del establish-ment por convertir en mercancía hasta persona-lidades como las del Che Guevara, tan ajenas alo insustancial y al espíritu posesivo. Una para-fernalia de productos comerciales apelan a sunombre o a su imagen: cervezas, billetes y mo-nedas, sellos y postales, boinas y camperas, pa-ñuelos y cintillas, esquíes y bolsos, llaveros y re -

98 99

lojes, ceniceros y encendedores, tazas y lapice-ras, etc. Otro tanto ocurre con los conjuntos mu-sicales, con tatuajes y pancartas, con exposicio-nes hasta en el Louvre, con videos y casetes entorno suyo. Pese a los fuertes tabúes y a la dia-bolización que se había hecho del Che en supaís natal, miles de jóvenes propician cursos ycátedras por doquier destinadas a examinar lasideas de Guevara, mientras la corrupción y eldesempleo conduce a la gente a obstruir las ru -tas camineras portando su efigie —análoga-mente a como se la había levantado ante los go-biernos neoconservadores de Berlusconi y Ba-lladur en Italia y Francia, o frente a las operati-vos militares contra los indios mayas de Chia-pas, que habían integrado a antiguos líderes es-tudiantiles sobrevivientes de Tlatelolco. Hastaun acérrimo enemigo de la Revolución Cubanacomo Carlos Menem, procurándose un réditoelectoral, hizo imprimir 500.000 estampillas conla cara del Che, el doble de la tirada que seefectuó para Evita, alegándose que con ello se“recuerda a un argentino notable, que cambióparte de la historia contemporánea de América,hoy convertido en símbolo de idealismo paramuchas personas alrededor del mundo”.

Por todos lados se celebraron encuentros pa-ra conmemorar el trigésimo aniversario de sumuerte, pululando las fotografías y las musculo-sas con el Che; al punto de que un grafito inge-nioso le hace decir: “Volveré y no seré póster”,mientras que el titular de un periódico parafraseacon el “Dos, tres, muchos Che”. También cabeobservar su rostro barbado en el tatuaje de dis-pares personajes populares como Maradona o

Tyson, en el despliegue de banderas efectuadoen las canchas de fútbol y en espectáculos mul-titudinarios —más allá de los tumultuosos festi-vales internacionales celebrados especialmenteen su honor con lemas como el de “Estás en to-das partes”. Se anuncian a la vez decenas depelículas y se ofrecen muchos libros nuevos quevienen a sumarse al centenar de biografías quese han publicado desde 1968, superando conello la atención que pudo prestársele a cualquierotra personalidad del siglo XX. En Internet elChe ocupa miles de páginas Web, con una mul-titud de visitantes que a veces también acuden aese simbólico espacio para llamar la atenciónsobre candentes violaciones a los derechos hu-manos. El título de un CD francés coincide conel de una tapa de Newsweek y resume sugesti-vamente todo lo expresado: “El Che vive”. Secalcula que su imagen ha generado más cancio-nes que ningún otro personaje histórico (c. 135piezas y 87 intérpretes); una imagen que, alen-tada por la creencia de Guevara en la soberaníacomo atributo fundamental del pueblo trabaja-dor, se agiganta con el nuevo impulso que cobrael espíritu autogestionario y los movimientos so-ciales como el del mismo estudiantado o el delos campesinos sin tierra brasileños, quienes es-tudian las ideas de Martí, Paulo Freire y el Che,cuyo nombre han enarbolado para colocarlo alfrente de sus columnas.

Más allá de la validez que puede atribuírselea algunas de esas encontradas facetas de acce-der al Che, su aceptación resulta aún hoy mu-cho mayor entre los jóvenes que durante su de-saparición, cuando v.gr. un estudio efectuado

100 101

por Armand y Michele Mattelart hacia 1968 so-bre distintos segmentos de la juventud chilenaarrojaba serias diferencias apreciativas: mien-tras que los estudiantes lamentaban y repudia-ban mayoritariamente la eliminación de “un granidealista” y de “un gallo valioso”, no podía detec-tarse igual inclinación en la juventud trabajadoraque, reflejando acaso la opinión de los mediosmasivos y la moral establecida, condenaba laguerrilla y veía como un hecho positivo la ma-tanza del Che.

Es como si se estuviera remontando la ima-gen que imperaba hasta hace poco durante laprimacía del desencanto o del giro conservador,hacia 1992, cuando un periódico madrileño co-mo El País consagraba varias páginas para de-mostrar que, a los 25 años de la muerte del granlíder revolucionario, ya nadie más lo tenía encuenta, que todos se habían convertido al posi-bilismo y abandonaban el “desvarío” guevarista,que el mito romántico había fenecido hasta tro -carse en “incómodo fetiche arrinconado en eltrastero o en el cubo de la basura”.

En ese cambio general de actitudes no pue-de desestimarse el trasfondo de principismo yeticidad que ha terminado por desprenderse deltemple guevariano, facilitando el reencuentro ola identificación juvenil con dichos caracteres;más allá de que, como ha afirmado su amiga Ti -ta Infante, el perfil de Ernesto, resulte “demasia-do cálido para tallarlo en piedra”.

En suma, que el Che ya había dejado de seraquél “incomprendido paladín de la libertad” —como él mismo se definiera— o un “estrafalariofantasma del desierto” —según calificó al granloco manchego su admirado poeta León Felipe.

Muchas personas continuarían pensando, comoel Indio Naborí, que “sus restos no son restos”sino “las raíces de una idea pura” o que, comosostuvo Fidel Castro en el discurso pronunciadodurante su sepultura definitiva en Santa Clara:“Más grande será su figura cuanta más injusti-cia, más explotación, más desigualdad, más de-sempleo, más pobreza, hambre y miseria impe-ren en la sociedad humana”. Abel Posse ha re -creado desde la ficción un elocuente diálogocon altos oficiales cubanos donde éstos se refie-ren al profundo atractivo de participar en lascampañas guevarianas aún para quienes teníanmucho que perder:

—Usted preguntó, amigo, sobre porqué se lo seguía. Realmente es unaadecuada pregunta. Nunca hablaba detriunfo, sino de la misión revolucionaria.Hablaba que el combate de América lle-varía “diez o quince años”, ¿se da cuen-ta? Sin embago dejábamos la familia, lacomodidad de estar en el gobierno, deser un “revolucionario histórico”, aplau-dido en las escuelas, ¡respetable! Eramuy triste no poder seguir con él, aun-que uno estuviese muy bien en Cuba.Uno tenía que irse de la Bodeguita delMedio a comer rata otra vez. ¡A tomar-se el orín, a desangrarse en diarreas! Elde Bolivia era un pequeño grupo, y fíje-se, para que usted tenga idea de la“mística de Guevara”: se anotaron paraBolivia cuatro miembros del ComitéCentral, dos viceministros y dos muy al-tos funcionarios [...] Piénsese que no esfácil dejar la pax burocrática.

102 103

En conclusión

Ciertamente, no todo resulta tan florido. Porel contrario, han abundado los exabruptos y losdescalificativos de la prensa amarilla y de pode-rosos intereses que pintan al Che como unconspirador siniestro, como un mercenario van-dálico, en la típica versión hollywoodense deldesatado bandolero sudamericano. Los integris-tas católicos denuncian la reavivación de mitossubversivos en una sociedad infectada por laRevolución Anticristiana y por uno de sus máxi-mos exponentes: el Che Guevara, un dementeapátrida, apóstol demoníaco de la violencia y elterror que, criado en una disolvente atmósferafamiliar, terminaría gozando con la antropofagiaafricana. Tanto las derechas como el viejo PC —que llegó a ver en el Che a un agente de laCIA— han remarcado su aventurerismo por en-cima de cualquier filiación eventual. Sin embar-go, otro símbolo juvenil, Herbert Marcuse, teóri-co del movimiento estudiantil de los sesenta, hapuesto las cosas en su sitio, al sostener que“Guevara no era solamente la aventura. Era laalianza de la aventura con la política revolucio-naria. Si la revolución no contiene un poco deaventura de nada vale”.

Otro tipo de estimativa podría partir de las crí-ticas que Guevara se hizo a sí mismo, a vecesen términos de autoexigencia. Por ejemplo, supreocupación por no haber recurrido siempre alcamino adecuado en materia guerrillera, a dife-rencia de lo que hizo Camilo Cienfuegos en talsentido, o su arrepentimiento por mostrar un ob-sesivo apuro por la industrialización y por susti-

tuir todas las importaciones cubanas de golpe.Asimismo, el propio Che se ha inculpado porafirmar, en forma mecanicista, que el estudian-tado de los países que no han accedido al so-cialismo carecen de una ideología verdadera-mente revolucionaria por pertenecer a estratosajenos al proletariado, hasta llegar finalmente alpunto de asignarle a la juventud una potenciali-dad supraclasista.

No siempre con idéntica seriedad, se ha he-cho hincapié en otras limitaciones específicas,fruto también de la misma sensibilidad y clímaxepocales. Entre ellas, una falta de matices parapercibir la realidad, cierto maniqueísmo volunta-rista, la excesiva temeridad, anteponer la luchaarmada sobre la labor política hasta inducir elexterminio generacional, el menosprecio a la ca-pacidad militar de los ejércitos profesionales, lateoría foquista, los errores estratégicos en elCongo y Bolivia, una excesiva confianza en loslevantamientos y estallidos que podían producir-se en distintos países de nuestro continente, laidealización del campesinado, las ingenuas sim-patías iniciales hacia el estalinismo y el autorita-rismo soviético, la momentánea confianza enPerón como líder revolucionario, la compulsivauniversalización del paredón, la subestimaciónde la resistencia urbana frente a Batista, el des-precio hacia los incentivos materiales, la extre -ma dureza en el trato, las escasas dotes orato-rias, los hábitos poco higiénicos, o, dentro delpresente encuadre, la aspiración por convertir alos jóvenes en hacedores de una “sociedad per-fecta”.

Pese a las admisibles reservas más o menosdescontextualizadas y salvo que se presuponga

104 105

como está de moda el naufragio de las salidasalternativas, no podrá omitirse para una proble-matizadora revigorización de la utopía a uno desus exponentes más connotados: Ernesto CheGuevara; cuando hasta el propio Parlamentoeuropeo, además de condenar enérgicamenteel bloqueo contra Cuba, ha venido a reconocerla importancia histórica de su figura.

INDICE

Presentación .................................................. 7

Utopismo y juventud ................................. 11-Reservas minimalistas ................................ 11-Elogio a la utopía ......................................... 14-Caracterología ............................................. 17-El estudiantado ............................................ 23

La rebeldía bohemia .................................. 30-Los ingredientes .......................................... 30-Meca francesa y pandemónium hispano ..... 33-La Atenas platense ...................................... 38-¿Aristocracia o redención? .......................... 42

Romain Rolland entre nosotros ................ 48-Principismo .................................................. 48-Recepción inicial .......................................... 52-El afianzamiento .......................................... 57-La vía consagratoria .................................... 64

El Che como paradigma ............................. 76-Genio y figura .............................................. 77-Juvenilismo y revolución ............................ 84-¿El ídolo caído? ........................................... 90-En conclusión ............................................ 104

106

Este libro se terminó deimprimir en CYAN S.R.L.Potosí 4471, Cap. Fed,

Tel.:4982-4426, en el mes deabril de 2000.