Utopía en la Universidad

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Ya sé que muchos opinan al respecto sobre cómo debería ser la educación en la actualidad. Aunque pienso que, más que educación, el sentimiento va dirigido hacia la igualdad en el mundo. Cuando sucedió la Revolución Francesa en el siglo XVIII y se plasmó para siempre el lema Libertad, Igualdad y Fraternidad, jamás se pensó que tres siglos más tarde el mundo estaría agonizando en un árido e inhóspito sentir de la raza humana. Es un hecho que han existido muchas carencias a lo largo de la historia de la humanidad, pero en esta ocasión he de hablar sólo sobre la educación. Quizá el punto de origen yace en otra revolución, pero esta vez en una que desde entonces ha hecho evolucionar al mundo hasta el día en como lo conocemos hoy y cómo podemos imaginarlo después: la Revolución Industrial. Es en este momento cuando se requiere enseñar, cuando es necesario que la persona aprenda, a hacer, a pensar, a reaccionar, a realizar su trabajo de la forma en que se requiere y para el fin que se desea. Desde este momento, hasta hoy, la educación ha cambiado, cambia y sin lugar a duda seguirá cambiando. ¿Pero cómo es que debiéramos aceptar este cambio?, bueno, creo que la respuesta está en función de lo que la educación es y/o puede ser. Para mi criterio, se puede concebir desde dos puntos de vista: como negocio o como función social. Posiblemente el negocio es la razón de ser número uno para desarrollar la educación. Aquel que sabe más, quiere ganar más por lo que sabe cuándo lo aplica, y si lo va a enseñar quiere ganar el doble. Es cierto, que el mundo actual gira entorno a un ámbito económico, quizá antes que el social y político, sin embargo la confianza que se deposita en el dinero no debiera ser más que la confianza entre las personas. Es triste pensar que en pleno siglo XXI se necesitan Q500 mil para poder terminar una carrera de estudios superior en cualquier universidad de prestigio, de esas que te enseñan y también te abren puertas para alcanzar tus “sueños”. Es más difícil aceptar que otros que pagan Q50 al año, ni siquiera alcanzar a terminar el ciclo escolar que inician a principios de año. Así es la vida. Pero no para algunos, para otros es factible pensar en una utopía, en una dimensión educativa diferente, en donde se gana por enseñar y ayudar a otros, no se enseña para ganar. Esta es la utopía que concibo, la que aguarda por una educación que cumpla la función social que este mundo necesita, que nuestro país necesita para salir adelante, que la humanidad necesita para subsistir durante otros ¿dos mil años? La escuela siempre ha sido considerada como el segundo hogar, pero ¿qué tipo de hogar es éste? Uno donde no se práctica la igualdad, donde hay discriminación, donde no se respetan las creencias religiosas, uno donde los hermanos pelean entre sí y los padres solo buscan satisfacer sus propios

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Ensayo sobre la Universidad que queremos

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Ya sé que muchos opinan al respecto sobre cómo debería ser la educación en la actualidad. Aunque pienso que, más que educación, el sentimiento va dirigido hacia la igualdad en el mundo. Cuando sucedió la Revolución Francesa en el siglo XVIII y se plasmó para siempre el lema Libertad, Igualdad y Fraternidad, jamás se pensó que tres siglos más tarde el mundo estaría agonizando en un árido e inhóspito sentir de la raza humana.

Es un hecho que han existido muchas carencias a lo largo de la historia de la humanidad, pero en esta ocasión he de hablar sólo sobre la educación. Quizá el punto de origen yace en otra revolución, pero esta vez en una que desde entonces ha hecho evolucionar al mundo hasta el día en como lo conocemos hoy y cómo podemos imaginarlo después: la Revolución Industrial.

Es en este momento cuando se requiere enseñar, cuando es necesario que la persona aprenda, a hacer, a pensar, a reaccionar, a realizar su trabajo de la forma en que se requiere y para el fin que se desea. Desde este momento, hasta hoy, la educación ha cambiado, cambia y sin lugar a duda seguirá cambiando.

¿Pero cómo es que debiéramos aceptar este cambio?, bueno, creo que la respuesta está en función de lo que la educación es y/o puede ser. Para mi criterio, se puede concebir desde dos puntos de vista: como negocio o como función social.

Posiblemente el negocio es la razón de ser número uno para desarrollar la educación. Aquel que sabe más, quiere ganar más por lo que sabe cuándo lo aplica, y si lo va a enseñar quiere ganar el doble. Es cierto, que el mundo actual gira entorno a un ámbito económico, quizá antes que el social y político, sin embargo la confianza que se deposita en el dinero no debiera ser más que la confianza entre las personas.

Es triste pensar que en pleno siglo XXI se necesitan Q500 mil para poder terminar una carrera de estudios superior en cualquier universidad de prestigio, de esas que te enseñan y también te abren puertas para alcanzar tus “sueños”. Es más difícil aceptar que otros que pagan Q50 al año, ni siquiera alcanzar a terminar el ciclo escolar que inician a principios de año. Así es la vida.

Pero no para algunos, para otros es factible pensar en una utopía, en una dimensión educativa diferente, en donde se gana por enseñar y ayudar a otros, no se enseña para ganar. Esta es la utopía que concibo, la que aguarda por una educación que cumpla la función social que este mundo necesita, que nuestro país necesita para salir adelante, que la humanidad necesita para subsistir durante otros ¿dos mil años?

La escuela siempre ha sido considerada como el segundo hogar, pero ¿qué tipo de hogar es éste? Uno donde no se práctica la igualdad, donde hay discriminación, donde no se respetan las creencias religiosas, uno donde los hermanos pelean entre sí y los padres solo buscan satisfacer sus propios

intereses, uno donde solo algunos quieren intentarlo y otro al lograrlo se olvidan de su orígenes.

La educación superior en mi departamento debiera ser sinónimo de oportunidad, luz para el desarrollo profesional diario, esperanza para las metas personales y familiares. Actualmente hay un vaivén de alumnos que no logran generar sentido de pertenencia a la educación, muestra de ello es que ni siquiera son capaces de respetar el uniforme que los representa. Se escucha a viva voz decir que algunos docentes venden sus materias y es aún más sorprendente que los alumnos cada día que pasa están más dispuestos a comprarlos. Esta es la realidad.

Si hablo a nivel de mi país, la situación es peor. Actualmente se ha diseñado un programa donde los padres de familia reciben un incentivo económico para permitir que sus hijos funjan como alumnos y se integren a la vida académica para ver si acaso, logran terminar sus tareas y alcanzan cierto grado de profesionalidad. Esto es un error.

Si el Estado pudiera hacer negocio con la educación, sin lugar a duda lo hiciera. Pero realizar una función social es la manera más fácil de subsanar culpas y deficiencias en otras áreas.

Sin embargo, la educación nacional puede cambiar, está cambiando. La educación actual debiera ser integradora y hacia ese camino se dirige. Se está convirtiendo en un mirador donde se puede observar a otras naciones y como están logrando superarse pese a enfrentarse los mismos problemas que nosotros. La educación que deseo es así.

De una manera u otra, es capaz de alcanzar metas. Es clara al diseñar competencias y lo es más cuando las desarrolla y las evalúa. La educación que anhelo es una educación, en todos su niveles pero especialmente superior, donde el docente se preocupe por su tarea, y el alumno también. Dónde exista una función social real, auténtica, a manera de crear un camino, susceptible de cambios para hacer de este mundo un lugar mejor para vivir.

La utopía de mi universidad, la que quiero, es aquella donde se puedan llevar problemas para solucionarlos, donde las respuestas a las más altas dudas y misterios de la humanidad se puedan descubrir. Dónde la educación no es un negocio, sino la base del desarrollo actual. Dónde las disciplinas converjan hacia el corazón humano y de allí emanen los resultados para normar una convivencia llena de valores y principios entre los estudiantes.

La educación superior que anhelo debe ser aquélla donde ser mejor es una opción y sobre todo, el mismo sentir de cada uno de los educandos y educadores. Opción que es posible y no una utopía en la actualidad.