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VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VISIGODOS Si bien la presencia visigoda fue importante en la actual provincia va- llisoletana, no existen fuentes literarias que de forma directa mencionen esta región. No cabe duda, sin embargo, de que las angustiosas noticias, deparadas por Hidacio en su crónica sobre la situación de hambre, peste, devastaciones y otras calamidades' afectaron también a esta provincia, la cual, por su situación geográfica central, era proclive a ser propicio esce- nario para las correrías de los pueblos invasores. A partir del momento en que, concluido el bienio de las devastaciones (409-411), un nuevo orden quedara establecido en Hispania, primero con la ocupación de las diferentes regiones peninsulares por los pueblos ger- mánicos, y después -cuando algunos de ellos ya habían emigrado fuera del territorio peninsular o habían sido prácticamente exterminados por el Imperio con la ayuda de las armas visigodas- con la constitución de¡ rei- no suevo como entidad política relevante en Hispania, la zona vallisole- tana iba a quedar al margen de los enfrentamientos que habrían de pro- ducirse entre este pueblo del noroeste peninsular y el poder imperial, hasta que Eurico decidiera incorporar la Península al reino visigodo de Tolosa. Los años que van desde la muerte de Eurico a la derrota de las fuerzas visigodas ante los francos en Vouillé señalan la ocupación y estabilización del reino visigodo de Tolosa sobre buena parte del territorio peninsular. En estos momentos, salvo la zona noroccidental de la Penfnsula y las áreas cantábricas y vasconas, prácticamente independientes durante el período precedente, el resto de la Península Ibérica debió de estar bajo el dominio directo, o al menos bajo la influencia, del reino tolosano. Y será este territorio hispano, en principio mera área de influencia visigoda, el que a partir del último decenio del siglo V, se convierta en sede de ocu- pación definitiva por parte de este pueblo germano asentado hasta enton- ces en el actual mediodía francés. Sin entrar en el tema de una posible ocupación militar del territorio de Tierra de Campos - d e n t r o del cual se incluye la actual provincia va- llisoletana- en los tiempos del monarca Teodorico 11, con la finalidad de contener la expansión oriental de los suevos, la Crónica de Zaragoza ' HIDACIO, Continuatio Chronicorurn Hieronymianorum, ed. Th. MOMMSEN, MGH, Chron. Min. 11, Berlín, 1894, p. 17, 48.

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VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VISIGODOS

Si bien la presencia visigoda fue importante en la actual provincia va- llisoletana, no existen fuentes literarias que de forma directa mencionen esta región. No cabe duda, sin embargo, de que las angustiosas noticias, deparadas por Hidacio en su crónica sobre la situación de hambre, peste, devastaciones y otras calamidades' afectaron también a esta provincia, la cual, por su situación geográfica central, era proclive a ser propicio esce- nario para las correrías de los pueblos invasores.

A partir del momento en que, concluido el bienio de las devastaciones (409-411), un nuevo orden quedara establecido en Hispania, primero con la ocupación de las diferentes regiones peninsulares por los pueblos ger- mánicos, y después -cuando algunos de ellos ya habían emigrado fuera del territorio peninsular o habían sido prácticamente exterminados por el Imperio con la ayuda de las armas visigodas- con la constitución de¡ rei- no suevo como entidad política relevante en Hispania, la zona vallisole- tana iba a quedar al margen de los enfrentamientos que habrían de pro- ducirse entre este pueblo del noroeste peninsular y el poder imperial, hasta que Eurico decidiera incorporar la Península al reino visigodo de Tolosa.

Los años que van desde la muerte de Eurico a la derrota de las fuerzas visigodas ante los francos en Vouillé señalan la ocupación y estabilización del reino visigodo de Tolosa sobre buena parte del territorio peninsular. En estos momentos, salvo la zona noroccidental de la Penfnsula y las áreas cantábricas y vasconas, prácticamente independientes durante el período precedente, el resto de la Península Ibérica debió de estar bajo el dominio directo, o al menos bajo la influencia, del reino tolosano. Y será este territorio hispano, en principio mera área de influencia visigoda, el que a partir del último decenio del siglo V, se convierta en sede de ocu- pación definitiva por parte de este pueblo germano asentado hasta enton- ces en el actual mediodía francés.

Sin entrar en el tema de una posible ocupación militar del territorio de Tierra de Campos -den t ro del cual se incluye la actual provincia va- llisoletana- en los tiempos del monarca Teodorico 11, con la finalidad de contener la expansión oriental de los suevos, la Crónica de Zaragoza

' HIDACIO, Continuatio Chronicorurn Hieronymianorum, ed. Th. MOMMSEN, MGH, Chron. Min. 11, Berlín, 1894, p. 17, 48.

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ANGELES ALONSO ÁVILA

SAN

MEDINA DE RlOSECO

PENAFLOR SAN CEBRIAN DE KIRNIJA FUENSALDANA

Qg' CASTROVERDE

DE MAZOTE 0 WAMBA -0 X X VALLADOLID

DE 0 DE ARRIBA CASTRsZA S E A N C A S X TUDELA QUINTANILLA PADILLA DE

6.Q I

BOEClLLO # HERRERA

ROMAN D E HORNIJA r3

SERRADA

POLLOS P

CODIGO

ENTERRAMIENTOS

................ A) Enterramientos sueltos o

................................. B) Necrópolis

OBJETOS DE ADORNO

........................... A) Anillos-sortijas

B) Brazaletes-pulseras ..................... ()

C) Broches-hebillas-complementos ..... Q

.................... H) Pendientes-zarcillos e OBJETOS CERÁMICOS ............................... + OBJETOS DE VIDRIO ................................ + PIZARRAS ............................................. x RESTOS CONSTRUCTIVOS Y DECORATIVOS ..... X\

................................ Ú ~ L E S DE GUERRA

ÚTILES DE TRABAJO

8 ................................ o

Valladolid

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aporta noticias, relativas a los años 494 y 497, que hablan de una nueva penetración2.

Las migraciones góticas a tierras de Hispania dieron lugar a dos tipos de asentamiento, uno de carácter popular y otro de naturaleza aristocrá- tico-militar. El pueblo visigodo que llegó a Hispania desde finales del si- ;lo V era todavía un grupo popular con una serie de rasgos diferenciales -religión arriana, indumentaria, objetos de a d o r n e que dejaron una inequívoca constancia arqueológica. El poblamiento compacto y su religión arriana explican la existencia durante el siglo VI de cementerios propios, cuya localización se distribuye por un área que teniendo como centro la provincia de Segovia, se extiende por las regiones colindantes, dentro de las cuales Valladolid se halla incluido.

Sería entonces la zona norte de la Meseta Castellana la sede de aque- llos grupos populares godos dedicados a la agricultura, la ganadería o fi- nes semejantes, en tanto que los militares y la nobleza se establecerían en las grandes ciudades o permanecían en la Narbonense, por conservar esta provincia todavía su valor estratégico3.

El estudio de tales asentamientos se realiza fundamentalmente a tra- vés de los hallazgos arqueológicos de tipo industrial que han proporcio- nado estas necrópolis castellanas datadas en el siglo VI; es ésta la época en la que, los visigodos, aún no fusionados con la población hispanorro- mana, conservan unas artes industriales que, originadas en el tiempo en que el pueblo godo habitaba las regiones del sur de Rusia, se muestran en la Península Ibérica con todo su esplendor. Integran este conjunto ar- queológico caracterizado por su uso ornamental, de forma preferente los broches y placas de cinturón de tipo rectangular y las fíbulas, cuyo perío- do de vigencia concluye al final del siglo VI; al margen de estos objetos típicamente visigodos aparecen pendientes y zarcillos, brazaletes y co- llares.

En el siglo VII, cuando la unificación religiosa de la Península haya anulado el signo distintivo del arrianismo de un grupo determinado de población, y la desaparición de sus signos diferenciales propios como con- secuencia del intercambio de ideas y modas entre los distintos grupos étnicos integrantes de la sociedad hispana hagan más difíciles de identi- ficar las sepulturas de los individuos de raza gótica, otro factor parece

Chronicorum Caesaraugustanorum Reliquae, ed. Th. MOMMSEN, MGH, Chron. Min. 11, Berlín, 1894, p. 222 ad. a. 494; ad. a. 497.

W. REINHART, «Sobre el asentamiento de los visigodos en la Península», AEArq. 18, 59, 1945, p. 134.

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reflejar la permanencia de las poblaciones campesinas visigodas en la an- tigua región de las necrópolis, las sedes episcopales.

En un mapa eclesiástico que comprenda las diócesis de la Meseta Su- perior, se comprueba que en una amplia zona que incluye la extremidad noroeste de la Cartaginense y las tierras de la Lusitania, la proporción de obispos góticos, o al menos con nombre de origen gótico, es notablemen- te alta. Esta concentración de prelados no parece tener otra explicación que la permanencia en esta región de una población germánica de cam- pesinos para cuyas necesidades espirituales los prelados de su mismo ori- gen étnico serán los más idóneos4. Es cierto que la actual provincia va- llisoletana no contó con sede episcopal durante los tiempos visigodos, sin embargo, las necesidades espirituales de los godos asentados en este te- rritorio, fácilmente estarían cubiertas por los obispos de Segobia, Palentia u Oxoma, localidades donde se tiene constancia de silla episcopal.

Por tanto, en lo que a las fuentes literarias hace referencia, ya somos conscientes de un hecho, la ausencia en las mismas de toda referencia di- recta -aunque quizá no indirecta- a la actual provincia vallisoletana; será, sin embargo, ésta una circunstancia fácilmente comprensible si se tiene en cuenta la situación geogáfica de la provincia. En efecto, la capital del reino visigodo hispano, si bien durante la primera mitad del siglo VI fue itinerante, esta movilidad nunca recayó en las zonas septentrionales de la Península, y después, culminado ese período, cuando la progresiva unidad del reino iba dejando de ser una realidad sólo deseada, estuvo centrada en Toledo, ciudad relativamente distanciada de las tierras de Valladolid.

Sin embargo, los testimonios de tipo arqueológico no se muestran tan parcos a la hora de relatar la historia de nuestra provincia. Si los restos materiales localizados en ella son de varios tipos --enterramientos y ob- jetos diversos, tanto de adorno como de uso diario o extraordinario- las piezas de cerámica y un determinado tipo de puñal, son los que marcan la nota distintiva de la provincia.

Dentro de los enterramientos, las necrópolis, los cementerios integra- dos por diversas tumbas -ya que también se han hallado inhumaciones aisladas- son las que ofrecen un mayor interés, puesto que constituyen, a partir de los objetos en ellas encontrados, uno de los pilares básicos dentro del mundo visigodo, cuando se intenta establecer la cronología del período.

J. ORLANDIS, «El elemento germánico en la Iglesia española del siglo VII», AEM 3, 1966, p. 64.

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Dentro de estas necrópolis las piezas aparecidas pueden distribuirse en tres grandes secciones: por una parte, los objetos de adorno; por otra, los útiles de uso diario o extraordinario y, finalmente, los restos de- corativos, constructivos o arquitectónicos cuyo lugar de aparición no está limitado sólo a los trabajos arqueológicos de campo, sino también a su descubrimiento en construcciones posteriores como material reutilizado.

Diferencias apreciables existen en cuanto a la forma de enterramiento entre las necrópolis paleocristianas y las posteriores visigodas. Mientras que los hispanorromanos enterraban por lo general ya dentro de caja cu- bierta de tejas planas formando doble vertiente, ya dentro de ánforas si- guiendo la tradición romana o también en sepulcros de piedra decorados o no, los germanos enterraban bien directamente sobre el suelo, sobre parihuelas o dentro de ataúdes, como permiten deducir los fragmentos de hierro o las piezas completas del mismo metal, pertenecientes a clavos, agarraderas o bisagras. La disposición de las tumbas se hacía de forma or- denada formando calles más o menos paralelas, aunque también es frecuente encontrar cementerios sin ningún tipo de ordenación lineal. Dentro de las tumbas, las inhumaciones se han producido tanto de forma unitaria como de forma múltiple, apareciendo restos de diferentes esque- letos en una misma tumba, circunstancia ésta que habría de ponerse en relación con los sucesivos momentos en que hubieran tenido lugar los su- cesivos enterramientos5.

Por lo que hace referencia a los objetos de adorno hallados en estas necrópolis, los cementerios vallisoletanos de esta época ofrecen los si- guientes: anillos, brazaletes, broches y pendientes. En los siglos posterio- res al Imperio Romano, de igual modo que el uso del anillo se había ge- neralizado con la difusión del cristianismo las formas también habían ad- quirido nueva variedad; sin embargo, los numerosos anillos hallados en las necrópolis visigodas, los traídos por este pueblo de sus sedes de To- losa, presentan una calidad de material y una elaboración sencilla. Su eje- cución por lo general es pobre, y con la excepción de algunos de plata, casi todos son de bronce, con decoración sencilla, a veces tosca, o con al- gunas letras romanas que aparentemente significan abreviaturas de pala- bras invocatorias6.

P. PALOL, «Esencia del arte hispánico de época visigoda: Romanismo y Ger- manismo~, Settimane di Studio del Centro Italiano di studi sull'Alto Medioevo, Spole- to, 1956, 111: I Goti in Occidente, p. 81.

W. REINHART, «LOS anillos hispano-visigodos», AEArq. 20,68,1947, p. 178.

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Si los más sencillos objetos de adorno son los brazaletes, formados por grueso alambre de cobre o bronce, pocas veces de plata, sin adornos o con adornos lineales muy someros y con o sin enganche en sus extremos, los broches o placas de cinturón constituyen el conjunto decorativo más importante.

La cronología y tipología de los broches de cinturón que, sometida a diferentes interpretaciones, ha cristalizado en diversas clasificaciones re- lativas tanto a la periodización de la arqueología visigoda como a la da- tación de los propios broches, es la siguiente Tipo 1: correspondiente a los «A» y «B» de Gotze7 y Godo de Olalla8; Tipo 11: «C» de Gotze, Visigodo de Olalla y Germanovisigodo de Palol; Tipo 111: Bizantino de Zeiss9 y I- 11-111 de Palol. De los dos tipos que se aprecian en el grupo 1, uno de ellos, el correspondiente al denominado «A» de Gotze, está formado por una simple placa rectangular lisa en principio, con sólo los clavos de án- gulo para sujetarla al cuero. La placa está doblada en su parte anterior para sujetar la hebilla lisa y con aguja terminada en cabeza esquemática. Se decora toda la superficie fundida con adornos a bisel y espirales, re- cubriéndose la parte que corresponde a los clavillos del ángulo con apli- caciones circulares, ovales y almendradas con granates o vidrios.

El tipo «B» se compone de dos piezas, el marco -recuadro de bronce fundido profusamente decorado y con los clavillos de ángulo recubiertos por cabujones- y la lámina de metal, donde se fijan otros cinco cabujo- nes en el centro y en los ángulos; la hebilla es aproximadamente ovalada, y la aguja es fuerte, lisa y terminada en una cabeza de animal.

Los ejemplares del segundo grupo se distinguen de los correspondien- tes al primero en que su placa forma una verdadera caja que, parcial o to- talmente, va recubierta por unas celdillas rellenas de almandines, vidrios y otras materias. De este tipo se presentan numerosas variantes, siendo los ejemplares más representativos los aparecidos en las necrópolis de Herrera de Pisuerga y Castiltierra.

Dentro del tercer grupo Palol establece tres divisiones. Por una parte estaría el conjunto de piezas de procedencia u origen romano, cristiano o bizantino que, aunque halladas sobre todo en el litoral peninsular me- diterráneo, habrían sido fabricadas posteriormente en otros talleres del

' A. GOTZE, Gotische Schnallen, Berlín, 1907. J . MART~NEZ SANTA OLALLA, «Notas para un ensayo de sistematización de la

arqueología visigoda en España. Períodos godo y visigodo~, AEAArte 10, 1934, pp. 139-180.

H. ZEISS, «LOS elementos de las artes industriales visigodas~, Anuario de Prehistoria Madrileña, 1936, pp. 141-163.

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interior de la Península. Este conjunto está integrado por los broches de cinturón en forma de escudo, broches cordiformes calados y broches de pequeña placa rectangular. En segundo lugar, las imitaciones que hacen los visigodos de las piezas fabricadas por otros pueblos germánicos, bur- gundios o francos; son los broches de cinturón de placa rígida, calada y grabada. Otras veces la tendencia burgundia y franca se manifiesta en la aparición de la técnica del damasquinado de plata en broches de perfil liriforme mediterráneo. Un tercer conjunto estaría integrado por los broches de cinturón arriñonados de fabricación hispanovisigoda nacional -uno de cuyos talleres se asentaría en la Meseta Central- que presen- tan una decoración floral estilizada.

La forma normal de los pendientes que proceden de las necrópolis del siglo VI es la de aro con enganche en forma de bellota, a veces recubierta de plata, pero generalmente de bronce macizo o hueco; otras veces el glande adopta la forma de doble cono; o de un cuadrado o rectángulo que también puede ser macizo o hueco; o formando una pieza poliédrica, con o sin vidrios adheridos, y excepcionalmente, recubierta con plancha de oro. Menos frecuentes son los ejemplares con enganche de pieza en for- ma de carrete. Los que se forman por simple alambre de bronce con extremos curvados para enganchar, pueden presentar en el centro del aro un lazo formado por torsión sencilla; habiéndose igualmente encontrado alguna pieza en la que el aro se forma por trenzado de alambre de co- brelO.

La segunda de las grandes secciones en que cabe estructurar los hallazgos procedentes de las necrópolis de época visigoda está integrada tanto por los objetos de uso diario, como por aquellos cuyo uso no es ha- bitual. Dentro de los primeros cabría hablar de los útiles de trabajo y so- bre todo de las piezas cerámicas.

A diferencia de los útiles de ajuar doméstico, cuyo término únicamen- te abarcaría los objetos más estrechamente relacionados con el «menaje» de la cocina, los útiles de trabajo ofrecen una mayor diversidad motivada por sus relaciones con la ganadería, agricultura o actividades manuales di- versas vinculadas a la carpintería, cantería o herrería. Sierras, limas, te- nazas, barrenas, cinceles, martillos, leznas, etc., serán instrumentos que pertenecientes al último grupo de actividades citadas se hayan encontrado en las necrópolis de la provincia de Valladolid.

'O M. LOPEZ SERRANO, «Arte visigodo, artes decorativas», Historia de España di- rigida por R. Menéndez Pidal, 111, Madrid, 19763, p. 804.

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En relación con la cerámica, dado que el yacimiento de Piña de Es- gueva ha proporcionado un número de piezas representativo tanto del tipo de material como de la diferente tipología, se ha creído conveniente tratar de este tipo de hallazgo cuando en la carta arqueológica de la pro- vincia se hable de esta localidad. Sin embargo ahora sí es el momento de ocuparse del último conjunto de objetos también incluido dentro de los útiles de uso diario, las piezas de vidrio aparecidas en algunos yacimien- tos. Teniendo en cuenta, por una parte, que la invasión bárbara supuso la acentuación de la progresiva decadencia de la fabricación de vidrios en España y, por otra, la probabilidad de que fueran los antiguos hornos his- panorromanos los que continuaron abasteciendo la demanda de estos productos, es fácil deducir que la cronología de tales piezas no se halle delimitada con una total precisión; y esta inseguridad, que vendría ratificada incluso por la identidad de los modelos existentes en el Bajo Imperio y en la nueva época visigoda, se acrecienta incluso ante el des- conocimiento de si tales ejemplares fueron fabricados durante los siglos de dominación germánica o en el período inmediatamente anterior. Un hecho claro puede constatarse, sin embargo, y es que tanto en la pureza de líneas, como en la creación de nuevas formas, la calidad de los objetos de vidrio se había visto rebajada.

Las pizarras y los útiles de guerra integran el segundo grupo de los ob- jetos cuya particularidad vendría determinada por el uso no habitual de los mismos. Son las pizarras un tipo de hallazgo cuya área de localización abarca la zona comprendida desde Ciudad Rodrigo a Ávila, y desde Sa- lamanca al limite norte de la provincia de Cáceres. Los ejemplares apa- recidos en Asturias y Valladolid son los únicos que desbordan la zona mencionada. En ella, los yacimientos más destacables por el número de piezas aparecidas son los de Lerilla, Salvatierra de To;mes y Santibáñez de la Sierra en Salamanca y el de Diego Álvaro en Ávila. Dos de estos yacimientos, Lerilla y Diego Álvaro son los que han dado nombre a dos tipos diferentes de pizarras, las primeras llevan signos numéricos (y han recibido el nombre de geométricas) y las segundas escritura cursiva. El ejemplar aparecido en la localidad vallisoletana de Quintanilla de Arriba pertenece al grupo de las denominadas «tipo Lerilla» que, procedentes en general de una zona cercana a Ciudad Rodrigo -antiguo emplazamiento de un castro-, se hallan distribuidas en diferentes colecciones particula- res o públicas de Salamanca y Madrid1'.

" ' Salamanca: Seminario de Arqueología. La colección comprende 15 piezas de las que el Profesor D f ~ z y D f ~ z reproduce una de ellas en el trabajo: «Un document privé de I'Espagne wisigothique sur ardoise», Studi Medievali, 3.a serie, VI1 fasc. 1,

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La cronología de las pizarras, si bien ha resultado oscilante desde el momento en que tuvieron lugar los primeros hallazgos, actualmente su asignación a la época visigoda está fuera de toda duda gracias sobre todo a los estudios realizados por el Profesor Díaz y Díaz sobre una pizarra ha- llada en Diego Álvaro, cuyos caracteres paleográficos corresponden a la época mencionada12.

Aunque la finalidad de las pizarras también se ha visto sometida a discusión y este aspecto constituye uno de los más interesantes dentro del estudio de estas piezas, no es éste el momento de abordarlo en profun- didad, aunque todas las opiniones y conclusiones a este asunto relativas, pueden verse en los trabajos de los diferentes estudiosos del tema.

Si entre las armas ofensivas de época visigoda se encuentran la espa- da, el sable y la lanza, y entre las defensivas los escudos y las lanzas, una pieza de indudable interés y particularmente representativa de la provin- cia vallisoletana es el puñal-cuchillo denominado «tipo Simancaw por ser este yacimiento el lugar de donde procede el mayor número de ejempla- res. Presenta el mango fuerte y largo, de cobre, torneado en formas di- versas, terminado en glande y con una fuerte chapa de cobre para tope de su unión con la vaina. ]Ésta tiene su borde reforzado con un cerco tam- bién de cobre, y no se adapta exactamente a la forma de la hoja del cu- chillo sino que, por la parte correspondiente al filo, flexiona en una curva de forma decorativa. Guarneciendo la cubierta de la hoja en las caras pla- nas, una chapa de cobre repujada con dibujo cuadrangular, en cuyos cen- tros se ostentan estrellas de cuatro puntas o botones. En la parte superior de la vaina, sujeta con remache, va una pieza en cuyos extremos se en- garzan las anillas que servirían para sujetar el cuchillo, al ser éste colgado a la altura de la cintura13.

Por último, dentro de los restos arquitectónicos o decorativos que, proporcionados por las diferentes excavaciones o encontrados en la actua-

1966, p. 59; Colección del Sr. Serafín Tello, de esta importante colección únicamente 12 ejemplares, de los 98 que la formaban y que son de tipo Lerilla, se conservan en el Archivo Catedral de Ciudad Rodrigo.

Madrid: Colección del Profesor Gómez Moreno: «Documentación goda en piza- rra», BRAH 34, 141, 1954, pp. 55-58.

l2 M. C. D ~ A Z Y D~Az, «Sobre la posible data de pizarras salmantinas con signos numéricos», Zephyrus 12, 1961.

l3 P. PALOL, «Cuchillo hispanorromano del siglo IV d.c .» , BSAA 30, 1964, pp. 75-85. En su trabajo sobre la necrópolis visigoda de Simancas (BSAA 5, 1936-1939) Rivera Manescaii señala la importancia de estas piezas a las que considera genuina- mente visigodas y propias de la clase superior o guerrera.

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lidad formando parte de edificaciones posteriores a la época visigoda, es- tán sobre todo relacionados con la escultura, la provincia de Valladolid se encuentra entre las especialmente fructíferas por lo que a capiteles o a fragmentos de los mismos hace referencia.

Después de haber hecho un breve análisis de los restos materiales apa- recidos e n la zona vallisoletana, procede ahora pasar a la exposición de la carta arqueológica de la provincia.

En el pago denominado «La Peana», a unos 500 m. al norte del pueblo, y en una zona llana con suave declive hacia el este, una importante remoción de tierras que motivó la desaparición de gran número de sepulturas, puso al des- cubierto numerosos enterramiento~, algunos de ellos en sarcófagos de piedra. En ocasiones el lugar de la sepultura venía señalado por una estela de tipo dis- coidal, sin que se llegara a apreciar en ella ninguna decoración o labra inten- cionada, sólo una presentaba una cruz de brazos típicamente visigoda.

Del ajuar que pudieran tener las sepulturas deshechas solamente se encon- traron dos vasos de barro negruzco con asa y boca lobulada.

Se trata de una necrópolis que pudiera tener enterramientos datados a fines del siglo VI1 o en época inmediatamente posterior14.

ALMENARA DE ADAJA

Esta villa romana del siglo 111 o IV debió de abandonarse en el momento de las invasiones germánicas, si bien para ello no existe más dato que el ha- llazgo de un enterramiento posiblemente visigodo sin ajuar ni materiales cerá- micos15.

AMUSQUILLQ DE ESGUEVA

En el altozano llamado «El Catarro*, en la margen izquierda y a unos 200 metros del río Esgueva, apareció una necrópolis visigoda con características tí- picas de orientación y emplazamiento; las sepulturas están construidas de mu- retes de piedra, cubiertas con grandes losas y a una profundidad de algo más de un metro.

l4 G. NIETO GALLO, «Exploraciones arqueológicas en la provincia. La necrópolis visigoda de Alcazarén*, BSAA 12,40-42, 1945-46, pp. 149-151; P. PALOL-F. WATTEN- BERG, Carta arqueológica de España: Valladolid, Valladolid, 1974, p. 62; T. MANA- NES, Arqueología vallisoletana. La Tierra de Campos y el Sur del Duero, Valladolid, 1979, p. 100.

P. PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 63.

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El ajuar es poco rico y responde su hallazgo a dos diferentes momentos; en primer lugar, los trabajos de construcción de una carretera pusieron al descu- bierto numerosas sepulturas con objetos de los que sólo ha quedado una vasija de barro, trozos de anillo de cobre con una piedra y fragmentos de hebilla de cinturón. Posteriormente, en las excavaciones llevadas a cabo por Barrientos, apareció una vasija, una estela y una hebilla de cinturón de charnela den- tada16.

BOECILLO

En el lugar denominado «La Cotorra del Tío Ceferino» se descubrió un ya- cimiento que a causa de la pobreza del material, se hace difícil asignarle una cronología precisa, pero estableciéndose la época de repoblación, o más pro- bablemente la época visigoda, como enmarque c r o n ~ l ó g i c o ~ ~ .

CASTRILLO DE TEJERIEGO

En «el Palacio» fue localizada en 1932 una necrópolis visigodals.

CASTRODEZA

Una necrópolis visigoda, situada entre Wamba y Castrodeza, en el valle del Hornija fue descubierta por Rivera Manescau. Excavaciones iniciales dieron como resultado el hallazgo de varios anillos de cobre; sin embargo los trabajos de prospección no tuvieron continuidad19.

En 1975 el hallazgo de una sepultura de piedra caliza trapezoidal, con una cruz irregular de trazado poco esmerado y arcaico grabada en ella, motivó la excavación de una necrópolis en el término de «El Barriab. Los enterramien- tos, orientados al este, presentaban esqueletos colocados directamente sobre el suelo, paredes de piedra a los lados hasta la mitad superior del cuerpo,

l 6 J. BARRIENTOS, «Hallazgo de una necrópolis visigodan, BSSA 3, 1934-1935, pp. 415-416; P. PALOL-F. W A ~ N B E R G , Carta arqueológica de Valladolid, p. 66; J. SUPIOT, «Papeletas sobre orfebrería bárbara, 111: Hebillas de cinturón visigodas. He- billas de charnela dentada. Hebillas simples de oro», BSAA 3,s-9, 1934-1935, p. 363.

" S. RIVERA MANESCAU, «Peñaflor de Hornija (Valladolid)», NAH 3-4 1956, p. 9; P. PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 78.

Is S. RIVERA MANESCAU, «San Román de Hornija (Valladolid)», NAH 3-4, 1956, p. 9; P. PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 78.

l9 S. RIVERA MANESCAU, BSAA 1, p. 284; P. PALOL-F. WATTENBERG, Carta ar- queológica de Valladolid, p. 79.

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256 ÁNGELES ALONSO AVILA

y ausencia de ajuar. La cronología del yacimiento debe atribuirse a los siglos VI1 u VII120.

COGECES DE ~ S C A R

Situado en un altozano al noroeste del pueblo, junto al camino de San Mi- guel del Arroyo, el pago de «Santa Cruz», así denominado por haber existido en este lugar un monasterio de tal nombre, ofreció dos sepulturas orientadas al este, constituidas por una hilera de piedras clavadas perpendicularmente como delimitación del cadáver y unas losas grandes haciendo de cubierta. El ajuar estaba compuesto por dos jarros de pasta negra sin barnizar con la boca lobulada y completamente lisos.

La cronología de esta necrópolis presenta problemas que se resolverían en el momento de la excavación; sin embargo, cabría hablar de un período de lar- ga vigencia, época visigoda y de repoblación2'.

En el pago de «Valdeón» aparecieron en 1957 algunas sepulturas, quizá de época visigoda, conteniendo algún vaso ~ e r á m i c o ~ ~ .

GORDALIZA DE LA LOMA En el lugar denominado «Castillo Grande» aparecieron cerámicas incisas

que pudieran ser visigodas o m ~ z á r a b e s ~ ~ .

HERRERA CE DUERO

En la «Granja Conchiba» apareció una necrópolis con largo período de vi- gencia como se deduce por la superposición de tumbas. Aquí fue descubierta una olla globular de boca ancha y trebolada llevando asa al borde. La deco- ración se presenta en grupos de cuatro o cinco incisiones a peine, rectilíneas y finas, poco profundas, paralelas y muy juntas, desarrollándose en la parte media de la panza y del cuello24.

20 A. CABEZ~N MARTÍN, «Necrópo!is visigoda de Castroverde del Cerrato», B S A A 40-41, 1975, pp. 623-625.

21 R. MART~N VALLS, «Nuevas necrópolis altomedievales en la provincia de Va- lladolid», BSSA 39, 1963, pp. 254-256; P. PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 81; R. IZQUIERDO BENITO, «Cerámica de las necrópolis de época vi- sigoda del Museo Arqueológico Nacional», R A B M 80-3, 1977, p. 576; Idem, «Ensayo de una sistematización tipológica de la cerámica de necrópolis de época visigodan, R A B M 80-4, 1977, pp. 37-38.

22 P. PALOL-F. W A ~ N B E R G , Carta arqueológica de Valladolid, p. 9C. 23 Idem, pp. 91-92. 24 R. MART~N VALLS, Nuevas necrópolis altomedievales, p. 274; K . IZQUIERDO

BENITO, Ensayo de una sistematización, pp 839 y 846.

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MEDINA DE RIOSECO

En el pago de «El Hereje», junto a la carretera de Toro, es conocida la existencia de un yacimiento que ha proporcionado un jarro de boca lobulada de tipo visigodo, el cual formaría parte del ajuar funerario de una de las tum- bas de la necrópolis. El ejemplar, que es una olla globular de boca ancha y asa al borde, constituye la variante B del cuarto grupo de la sistematización de la cerámica visigoda de I z q ~ i e r d o ~ ~ .

PADILLA DE DUERO

En el pago de «Las Quintanas» y otros limítrofes como «Los Hoyos» y «Las Ruedas», aparecieron restos de diversas épocas, entre ellas, la csrrespon- diente a los tiempos visigodosZ6.

PENAFLOR DE HORNIJA

Se anotan yacimientos posiblemente visigodos en «El Tesico de las Mon- jas» y «San salvador^^'.

PINA DE ESGUEVA

En la finca de «Las Piqueras», situada a 3 km. al oeste de Piña de Esgueva, en la ribera izquierda del Esgueva apareció una necrópolis visigoda del siglo VII. Se extiende al pie de los tesos del valle, sobre una pequeña elevación cuyo declive mayor se orienta al este.

La necrópolis fue excavada por el Seminario de Arqueología y Arte de la Universidad de Valladolid en dos campañas sucesivas. Mientras que en la pri- mera se delimitó la necrópolis por el lado oeste, y tuvo como resultado la ex- cavación de cuarenta sepulturas, en la segunda pareció haberse entrado en el núcleo central de la misma, como pudo deducirse por la mayor abundancia y mejor alineación de las tumbas.

Existía diversidad en las formas de las sepulturas. Los sarcófagos de pie- dra, de una sola pieza, forma trapecial y losa labrada de cubierta, son más fre- cuentes en los enterramientos infantiles. Las fosas excavadas en la tierra y aquellas protegidas por murete de piedra, presentan igual sistema de cubrición a base de grandes piezas.

Aunque la orientación de los esqueletos se realizaba siempre hacia el este, el cementerio apareció sin demasiada ordenación en la disposición de los

25 R. MART~N VALLS, Nuevas necrópolis altomedievales, p. 274; R. IZQUIERDO BENITO, Ensayo de una sistematización, p. 846.

26 P. PALOL-F. WAT~ENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 110. '" S. RIVERA MANESCAU, Peñaflor de Hornija, p. 322.

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258 ÁNGELES ALONSO AVILA

sepulcros. Es de notar la reiteración sucesiva en el tiempo en cuanto al uso de la misma sepultura; cuando esto ocurre, los restos del enterramiento anterior o bien se amontonan a los pies de la inhumación nueva, o bien se les aísla me- diante una piedra colocada verticalmente cortando la sepultura en dos partes iguales.

En la primera campaña de excavación se hallaron restos de muros forman- do un recinto rectangular en cuyo interior se contenían vasos pertenecientes a gran número de enterramientos. Quizás pudiera tratarse de una pequeña ca- pilla sepulcral o bien de un recinto de la ne~rópol i s~~.

Pocas eran las sepulturas que contenían ajuar metálico; tres de ellas ofre- cieron broches de cinturón de cierto interés, aunque la nota peculiar de la ne- crópolis fueron los objetos cerámicos. Las hebillas de bronce o hierro, de placa rígida o charnela, se presentan lisas o decoradas con incisiones de motivos geo- métricos y animales. Anillos de sello grabados, con ensanchamiento en la par- te superior, o simplemente de anilla, pero todos de cobre, completan, junto con los anillos de plata adornados o no con cuentas de pasta vítrea u otros mo- tivos, las piezas de aderezo personal. También aparecieron clavos colocados siempre a la altura de los pies y pertenecientes al calzado, así como punzones de sección cuadrangular y base plana usados como herramienta de trabajo29, vaina de puñal de cobre adornada con líneas paralelas y fragmentos de hierro. Los ajuares de metal responden a los gustos hispánicos de la segunda mitad del siglo VII.

El ajuar cerámico es interesante por constituir un conjunto variado y rico tanto en su tipología como en su decoración. Dentro del barro se diferencian tres tipos: negro o gris negruzco, donde varía la calidad y la buena cocción es uniforme; rojo, de peor calidad que el anterior; y amarillo blanquecino, que aparece escasamente. Todos ellos llevan mezcla de arena debido más a la im- pureza de la pasta que al empleo de ella como desgrasante. La cocción no es uniforme, aunque generalmente suele ser imperfecta, y la factura es tosca.

En cuanto a las formas, pocos son los ejemplares de plato que se han en- contrado en las necrópolis de época visigoda, el único ejemplar decorado apa- reció en esta necrópol i~~~. Los ejemplares de boca ancha y globular y asa al borde ofrecen dos variedades al carecer unos de piquera y llevarlas otros co- locada verticalmente3'. La forma de cantimplora se caracteriza por tener

28 P. PALOL-F. W A ~ N B E R G , Carta arqueológica de Valladolid, p. 117. 29 J. PÉREZ-A. TOVAR-J. SUPIOT, «Segunda campana de excavaciones. La necró-

polis visigoda de Piña de Esguevan, BSAA 2-6, 1933-1934, p. 412. 30 R. IZQUIERDO BENITO, Ensayo de una sistematización, p. 844, forma 1. 31 Idem, p. 846, forma 4.

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VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VISIGODOS 259

el cuerpo circular y aplanado, lo que hace que la pieza no tenga mucha cabida; el cuello es alargado y de una zona arrancan las dos asas simétricas que llegan hasta la parte superior del cuerpo. Es característico que la parte baja presente una pequeña crestería saliente, lo que hace que la pieza no se pudiera man- tener en pie y hubiera de estar colgada. El ejemplar de esta forma hallado en la necrópolis estaba i ncomple t~~~ . También se encontró un ejemplar de olla globular de boca ancha sin asas33.

Pieza sujeta a terminología diferente34 es aquella que se caracteriza por te- ner el cuerpo horizontal y ligeramente cilíndrico, estrechándose en los extre- mos hasta cerrarse por completo en uno de ellos y formarse un pitorro en el otro; en la parte media del cuerpo, verticalmente, se levanta un cuello ensan- chándose para formar la boca, de cuyo borde arranca el asa hasta el extremo ce- rrado del cuerpo.

Forma cuyo único ejemplar se ha encontrado en Piña de Esgueva es un cazo o taza semiesférico con asa

Jarra piriforme o ligeramente globular, con cuello cilíndrico y poco desa- rrollado, boca estrecha formada por un pequeño labio de sección cuadrada y sin asas, es otro de los e j e m p l a r e ~ ~ ~ cuyo tipo experimenta cierta transforma- ción al ser decorado con molduras e incisiones y acoplarse un asa que en oca- siones ha desaparecido.

Los jarros, a veces con molduras y con asas unidas al cuello alargado, ofre- cen dos variantes, una de ellas, con forma cilíndrica o piriforme, presenta una moldura en la zona media del cuerpo de la cual arrancan las dos asas simétri- cas; la otra, con forma globular o bitroncocónica, puede o no llevar moldura, y la decoración -cuando la lleva- está formada por incisiones en la panza o se realiza a base de pintura38.

La forma de jarro piriforme, imitación de los jarritos de bronce litúrgicos, podría considerarse como la más típicamente visigoda. La forma predominan- te en estos jarritos es la piriforme, con un asa esbelta que arranca del borde

32 Idem, p. 847, forma 6/13. 33 Idem, p. 845, forma 3. 34 J. P~REZ-A. TOVAR-J. SUPIOT, Segunda campaña de excavación. La necrópolis

de Piña de Esgueva, 410. A esta forma se la denomina «vaso naviforme*, siendo su uso el de aceitera; G. NIETO GALLO, «LOS fondos visigodos del Museo Arqueológico de Valladolid», MMAP 3, 1942, p. 218: emplea el mismo término; R. IZQUIERDO BE- NITO, Ensayo de una sistematización, pp. 847-848, forma 7/15: la denomina ~cantim- plora».

35 R. IZQUIERDO BENITO, Ensayo de una sistematización, p. 848, forma 8. 36 Idem, p. 848-849, forma 10. 37 Idem, p. 849-850, forma 11. 38 Idem, p. 850-851, forma 12.

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hasta la mitad de la panza y la característica de llevar unos pequeños salientes en la parte alta y baja del asa. Los tres ejemplares de la necrópolis conservan los apéndices y el asa; uno de ellos, con línea muy esbelta y con pie, es el más semejante a los ejemplares de bronce39.

También se encontraron piezas de forma trebolada, asa al borde y golle- te4, y jarras de forma bitroncocónica sin asas, panza ensanchada sin cuello y pequeño pie al fondo4'.

La decoración de la cerámica es de tres tipos: incisa, de molduras y pin- tada; Dentro de la primera, siempre con dibujo g e ~ m é t r i c o ~ ~ , se presentan las variedades de incisiones a peine rectilíneas y horizontales, finas y poco pro- fundas. Se muestran en grupos de cuatro o cinco, paralelas y muy juntas, de- sarrollándose generalmente en la parte media de la panza y en el cuello; in- cisiones a peine onduladas y quebradas, no muy profundas y en grupos de tres o cuatro. Se sitúan en la parte alta de la panza y del cuello; alternancia de incisiones a peine rectilíneas y onduladas, dispuestas en grupos de cuatro o cinco y decorando la parte alta de la panza; incisiones verticales en la parte baja del cuello y de la panza; bandas formadas por dos incisiones paralelas cuyo interior se decora con puntos o bien con pequeñas incisiones paralelas distanciadas uniformemente. Se desarrollan en toda la superficie de la pieza.

En esta necrópolis apareció una pieza de barro amarillento con decoración pintada en negro. El geométrico motivo decorativo está formado por una se- rie de líneas verticales que, arrancando del cuello, llegan hasta el fondo de la pieza, y están cortadas por otras hori~ontales~~.

39 Idern, p. 852-853, forma 14. 40 Idern, p. 854-855, forma 15. 41 Zdem, p. 858, forma 18. 42 Todos los motivos decorativos incisos son geométricos, salvo un ejemplar de

esta necrópolis que presenta una decoración que pudiera ser un intento de motivo vegetal representando unas posibles hojas con sus nervios. La técnica es de incisión ancha y superficial, y pudiera estar ejecutada con los dedos.

43 J. PBREZ-A. TOVAR-J. SUPIOT, «Avance de estudio sobre la necrópolis visi- goda de Piña de Esgueva», BSAA 1 3, 1932-1933; Idern, Segunda campaíia de ex- cavación. La Necrópolis de Pifia de Esgueva; G. NIETO GALLO, Los fondos visigo- dos, pp. 216-219; R. MART~N VALLS, Nuevas necrópolis altomedievales, p. 253; P . PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueolágica de Valladolid, pp. 117-122; R. IZQUIER- DO BENITO, Ensayo de una sistematización, pp. 844-858.

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VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VISIGODOS

POLLOS

En 1931 se halló en esta localidad un capitel de caliza blanca del que no se puede dar una notificación precisa sobre su procedencia, ya que parece tratar- se de una pieza de acarreo. Es de sección cuadrada y presenta una decoración sencilla de hojas de acanto carnoso que ocupa la parte inferior de sus ángulos, entre los que se dispone un bulbo del que salen dos tallos que rematan en vo- luta~. El cimacio es posible que haya sido cortado, habiendo formado, capitel y cimacio, así como el collarino, una sola pieza aprovechada po~teriormente~~.

QUINTANILLA D E ARRIBA

En el pago denominado «El Valle», situado en el Iímife de Quintanilla de Arriba y Cogeces del Monte, apareció una pizarra de tipo Lerilla, de forma cuadrada y escritura de signos numéricos dispuestos en doce líneas y separados por una raya. Sumados los signos de cada línea dan un total de veinte, salvo una que sumaba veintiuno. Los signos numéricos, que son bastante regulares, si se les compara con los de las pizarras de este tipo, presentan frecuencia de

\ 1, V y X. En el dorso se aprecian señales que indican haber sido escrito tam- bién con signos numéricos posteriormente borrados45.

SAN CEBRIÁN DE MAZOTE

En el cementerio, y situado en la cabecera de la iglesia, existía un fuste de cbiumna de mármol blanco, muy deshecho, con labor esculpida de imbricacio- nes y algo parecido a estrías por el remate inferior, que por sus características parece v i ~ i g o d o ~ ~ .

SAN ROMÁN D E HORNIJA

En la iglesia donde según las fuentes isidorianas fueron enterrados los res- tos de Chindasvinto y su esposa Reciberga, junto al que fue monasterio fun- dado por San Fructuoso, se encontraron dos capiteles visigodos, idénticos en su forma y situados bajo el púlpito. Copian el orden conntio aunque sor? rudos en cuanto a su técnica, y llevan un collarino angosto. En ellos aparece una cara lisa y vertical, mutilación que pudo haber acontecido en el siglo X, cuando fue- ron reutilizados en otro edificio.

G. NIETO GALLO, LOS fondos visigodos, p. 215-216; M. RODR~GUEZ FERNÁN- DEZ, «El capitel visigodo de nuestro Seminario», BSAA 1, 3, 1932-1933, p. 225; P. PA- LOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 123.

45 F. REPRESA, «Una pizarra visigótica del tipo Lerillan, BSAA 42, 1976, pp. 452- 453.

46 M. GÓMEZ MORENO, Iglesias mozárabes. Arte espariol de los siglos IX a XI, Madrid, 1919, pp. 181-182.

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262 ANGELES ALONSO AVILA

En un patio posterior también fueron halladas columnas monolíticas con sus respectivos capiteles, cuya cronología es similar a la de las piezas anterior- mente mencionadas4'.

SERRADA En el término de <<Los Cotarros~, se halló un vaso de tipo v i s i g o d ~ ~ ~ .

En 1928 fue descubierto por el Sr. Rivera Manescau una necrópolis que dio como resultado el hallazgo de 145 enterramientos de los que solamente 52 po- seían ajuar, rico, cuando las sepulturas son modestas en cuanto a su construc- ción y más pobre cuando aquéllas ganan en terreno constructivo. Las primeras se construyen con escasas piedras, generalmente una de cabezal y otra a los pies. Las segundas van construidas con murete de piedra realizado a base de grandes bloques hincados a los que cubren otras grandes losas.

La forma normal de todas estas sepulturas es la rectangular apreciándose cinco tipos: fosa excavada simplemente en la tierra o en ocasiones cubierta con travesaños de madera. Ambas modalidades llevan una piedra sin labrar como apoyo de la cabeza, y otra a los pies limitando la sepultura; sepultura con cu- bierta de tégulas o ímbrices; sepultura excavada en la tierra y cubierta con lo- sas sin escuadrar; y sepultura en la que se ha construido una verdadera caja a base de piedras.

La orientación de las tumbas solía hacerse de oeste a este (algún caso se observó en sentido inverso), y cada una de ellas contenía normalmente una in- humación, aunque a veces se hayan realizado dos o tres enterramientos suce- sivos retirando a un lado los restos de los cadáveres anteriores.

El ajuar por lo general es pobre, pero presenta el interés de haber ofrecido piezas de la importancia del puíial-cuchillo de tipo Simancas.

Las hebillas aparecidas en ocho sepulturas, correspondientes en la primera publicación del Sr. Rivera Manescau a los números 36-46-49-52-102-104-133- 141, adoptan una gran variedad de formas, pero responden a dos tipos prin- cipales4', uno de formas curvas, la típica de riñón y otro de formas derivadas

47 M. G ~ M E Z MORENO, Iglesias mozárabes, p. 190; S . RIVERA MANESCAU, NAH 1-3, p. 323; P. PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 140.

P. PALOL-F. WAITENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 143. 49 F. NIETO GALLO, LOS fondos visigodos, p. 220: hace una clasificación más am-

plia de las hebillas hablando de tipos cuadrados, rectangulares, de ritión con base de aguja escutiforme y hebillas de placa.

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VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VISIGODOS 263

de aquélla y que responden a los números 102-104-14150 y otro de formas rec- tilíneas, cuadradas o rectangulares, números 4651-52-13352-136.

Otros objetos de cobre de aderezo personal son las sortijas, pulseras y bra- zaletes, algunos decorados con punteado; botones redondeados y alargados propios de correaje; chapas punteadas con cincel; pendientes; pasadores de cinturón y una fíbula anular con aguja diametral que se incluye dentro del gru- po que posee una clara tradición hispánica53.

Diferentes piezas de hierro, lanzas, hachas, una barrena, un formón, un cincel y una punta de flecha, se han hallado en otras sepulturas, pero carecen de sentido definitivo y su cronología sólo puede establecerse al ponerse en re- lación con otros conjuntos arqueológicos.

Los objetos cerámicos d o s vasijas con asa, un puchero, un recipiente lla- mado «puchero de mil», fuentes y platos54- presentan formas derivadas de lo romanos5, los relieves están desgastados y el barro se aprecia pulimentado cuando es rojo, mal cocido cuando es negro, y blanco. De este último tipo se halló un jarro con decoración pintada a base de motivos circulares en el cuello y líneas cruzadas en la panza56.

50 Muy interesante a juicio de Palo1 es la hebilla de esta sepultura, pues con su forma ligeramente curvada y su terminación en dos cabezas de animal afrontadas, en- tra dentro de las normas del llamado Spütantike, todavía previsigodo. Sin embargo también apunta el hecho de que en esta necrópolis aparecen algunas hebillas circula- res como los ejemplares más antiguos dentro de la tipología goda, P. PALOL, Cuchillo, p. 83.

5' Hebilla de cinturón cuadrada dentro de las formas tardorromanas y sin ejem- plares semejantes en lo visigodo, P. PALOL, Cuchillo, p. 76.

52 Hebilla semejante a las piezas de San Miguel del Arroyo y Hornillos, corres- pondiente a la forma tardorromana, no visigoda, como se deduce por una serie de de- talles tipológicos entre los que no es de poco interés la forma de sujeción a la correa mediante botones circulares anchos en la cara posterior de la placa. Sistema nunca usado por los visigodos y sí frecuente en todo lo romano, P. PALOL, Cuchillo, p. 82. " P. PALOL, Cuchillo, p. 76.

54 H. ZEISS, Die Grabfunde aus dem Spanischen Westgotenreich, Berlín-Leipzig, 1934, p. 184.

G. NIETO GALLO, LOS fondos visigodos, p. 221. 56 S. RIVERA MANESCAU, La necrópolis visigoda de Simancas, p. 14. Esta pieza

es considerada por el autor como la más típicamente visigoda por la similitud con la cerámica de Pifia de Esgueva y de Vega de Mar, aunque en el caso de Simancas el ejemplar sea más fino y acabado.

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264 ANGELES ALONSO AVILA

Igualmente han aparecido recipientes de vidrio con las paredes muy finas y el tono verdoso de las irisaciones típicas de la desc~mposición~~.

Por lo que hace referencia a la cronología del yacimiento las opiniones son diversas. Mientras que Rivera Manescau piensa que se trata de una necrópolis de la época visigoda avanzada, acaso ya ha entrado en el siglo VI15*, Zeiss la considerada del Bajo Imperio Romanos9, y Palo1 por su parte la engloba den- tro del grupo de necrópolis tardorrsmanas del Valle del Duero6", opinión que es compartida por Gratiniano Nieto al asignarle una cronología del siglo V6'.

TUDELA DE DUERO

En el lugar de «Soto Tovillan se encontró un yacimiento al que no se puede asignar una cronología precisa - s e duda entre la época tardorromana y alto- medieval- aunque quizá apuntarse hacia una época avanzada en función so- bre todo de los bordes y de la decoración de los fragmentos cerámicos. Sin em- bargo, y mientras no se adopte una postura concreta al respecto, cabría la po- sibilidad de que el yacimiento hallado en Tudela de Duero perteneciera a la época v i ~ i g o d a ~ ~ .

En la Granja José Antonio, situada en la margen derecha del río Pisuerga, se efectuaron excavaciones a cargo del Sr. Rivera Manescau y F. Wattenberg que dieron como resultado el hallazgo, entre otras piezas, de un fragmento de capitel tallado a bisel en piedra caliza, con hojas de acanto y doble sogueado entre los junquillos. La cronología de esta pieza parece poder establecerse en el siglo

En el Museo Arqueológico de Valladolid se conserva una pieza visigoda de tipo bizantino. Se trata de una pilastra, tenente de altar, con una pequeña ca- vidad en la parte superior, que serviría contener reliquias.

57 C. NIETO GALLO, LOS fondos visigodos, p. 221: los considera como supervi- vencia de tipo romano.

58 S. RIVERA MANESCAU, La necrópolis visigoda de Simancas, p. 15. 59 H. ZEISS, Die Grabfunde, p. 184.

P . PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 156. 61 G. NIETO GALLO, LOS fondos visigodos, p. 223. 62 T. MANANES, Arqueología vallisoletana, p. 119: «podemos clasificar este yaci-

miento únicamente como asentamiento tardorromano, o mejor, como un yacimiento ya medieval, quizá visigodo o altomedieval*.

63 AN~NIMO, «Nuevas necrópolis visigodas~, NAH 3-4, p. 323.

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VALLADOLID DURANTE LOS TIEMPOS VISIGODOS 265

La decoración se realiza a bisel. En la parte superior y por sus cuatro lados, un doble filo de hojas de acanto, dispuestas al modo corintio, aunque con au- sencia de volutas y caulículos, y estilizadas, dan paso a una serie de dibujos geométricos formados por aspas y separados entre sí por tres rayitas verticales. Viene después, en sus cuatro lados, una cruz grande de ápices curvos y desi- guales, en cuyo centro se aprecian dos círculos concéntricos. En la parte infe- rior se repite de nuevo el dibujo geométrico con la diferencia de que los trazos verticales, intercalados entre las aspas, son dos en lugar de tres. Una franja de rehundido separa las dos franjas de dibujos geométncos.

En cuanto a la técnica, se aprecian diferencias en el tratamiento de las ca- ras. En tanto una, que se supone la principal, es elaborada con mayor esmero, en las restantes se aprecia un mayor descuido, sobre todo en lo que se refiere a la superficialidad de la talla a bisel.

No se conserva la mesa de altar, la cual apoyaría horizontalmente sobre esta pilastra.

La pieza, que según Schlunk es obra importada a España'j4 o labrada por artistas extranjero^^^, presenta un claro influjo bizantino sobre todo en la dis- posición de las hojas de acanto, y su cronología es discutida, pues mientras que Schlunk considera esta pieza del siglo V 6 , González Tejerina6' y Pal01~~, la atribuyen al siglo VII, limitándose Nieto Gallo a decir que es un ejemplar vi- ~ i g o d o ~ ~ .

Con respecto a la opinión que de la visión del mapa cabría despren- derse en relación con el poblamiento de la provincia vallisoletana, cabría decir que posiblemente no responde del todo a la realidad, ya que del ele- vado número de yacimientos que en ella aparecen, no todos han sido ex- cavados de forma que se les pueda atribuir una cronología precisa; y es ésta una circunstancia que de forma particular afecta a las necrópolis de la provincia. Alcazarén, Castillo de Tejeriego, Castrodeza, Castroverde de Cerrato, Cogeces de fscar y Herrera de Duero son lugares de hallazgo que, si en ocasiones cayeron bajo la ambigua denominación de altomedie- vales a causa de la ausencia de resultados que hubieran podido proporcio-

M H. SCHLUNK, «Relaciones entre la Península Ibéricz y Bizancio durante la épo- ca visigoda~, AEArq. 18, 60, 1945, p. 193.

H. SCHLUNK, «Arte visigodo~, Ars Hispaniae, 11, Madrid, 1947, pp. 242-244. H. SCHLUNK, Relaciones, p. 193; Idem, Arte visigodo, pp. 242-244.

67 M. GONZALEZ TEJERINA, «El tenente del Museo Arqueológico de Valladolid». P. PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, pp. 217-218.

69 G. NIETO GALLO, LOS fondos visigodos, p. 215.

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nar excavaciones sistemáticas, en ellos han sido hallados objetos cuya cro- nología se enmarca dentro de la época visigoda.

Quizá esta imprecisión cronológica en algunos casos, unida a hipótesis tales como la de considerar esta zona incluida dentro del área fronteriza con el reino suevo, fuera uno de los motivos que ha hecho dudar a Palo1 de incluir la provincia vallisoletana dentro de la zona de asentamientos masivos visigodos70; Solana por su parte, basándose en la escasez de ma- teriales arqueológicos y de testimonios toponímicos7', se inclina también en favor de la rareza de dichos asentamientos en esta provincia.

No obstante, no sólo las necrópolis mencionadas, sino también otros yacimientos de similares características; la pizarra procedente de Quinta- nilla de Arriba; los restos arquitectónicos y decorativos hallados en San Román de Hornija, San Cebrián de Mazote, Pollos o Wamba; además de diferentes hallazgos de otro tipo, reflejan un asentamiento visigodo en nuestra provincia que, si en ocasiones se presenta como de nueva crea- ción, en otras aparece como continuación de un poblamiento datable ya en época anterior. Es éste el caso de Simancas, antig~aSeptimanca~~, o Piña de Esgueva, donde al parecer hubo un poblamiento hispanorromano no lejos del lugar donde fue localizada una necrópolis ~ i s i g o d a ~ ~ ; Pollos, en cuyo pago de «Clavillos», junto al río, apareció un núcleo de época im- perial sucesor de un poblado indígena74; Almenara de Adaja, con una gran villa de aproximadamente dos Has. de super f i~ ie~~; Castroverde, también con una villa romana del siglo IV76; F ~ e n s a l d a ñ a ~ ~ o la propia ciudad vallisoletana, en cuya Granja de Prado, llamado así por estar si- tuada a la orilla del arroyo de este nombre en la Granja de José Antonio, aparecieron restos constructivos de cronología visigoda, en el mismo solar ocupado antes por una villa romana, que, al igual que otras también lo- calizadas dentro del perímetro de la ciudad, está bajo el área de influen- cia de Septimanca.

70 P. PALOL, Castilla entre el Imperio Romano y el reino visigodo, Valladolid, p. 27 SS.

71 J. M. SOLANA, «Valladolid durante la antigüedad tardía*, Historia de Vallado- - lid, I: Prehistoria y Edad Antigua, Valladolid, 1977, pp. 131-132.

72 It. 453, 2. 73 P. PALOL-F. WATTENBERG, Carta arqueológica de Valladolid, p. 117. 74 Idem, pp. 122-123. 75 Idem, pp. 63-65. 76 Idem, p. 80. 77 Idem, p. 89.

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Cabría decir, por tanto, respecto a la situación de la provincia de Va- lladolid durante los siglos V al VI11 que, si la incidencia visigoda no fue todo lo importante que sería de esperar a causa de su situación en la zona de mayor asentamiento germánico, esto podría estar motivado sobre todo por la ausencia en la continuidad de las prospecciones arqueológicas den- tro de la provincia que, posiblemente, hubieran puesto de manifiesto esta realidad histórica patente en otras provincias.

Angeles ALONSO ÁVILA Universidad de Valladolid