Varios Autores - Los Origenes de La Biblia

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Los orígenes de la Biblia ¿Dónde, cuándo y cómo nació la Biblia? SAN PABLO

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Los orgenes de la BibliaDnde, cundo y cmo naci la Biblia?

SAN PABLO

Los orgenes de la Biblia

J. BRIEND, W. M. SCHNIEDEWIND, P. GIBERT, A. PAUL, T. RMER, R JOANNES, P. BORDREUIL, R BRIQUEL CHATONNET, J. MLEZE-MODRZEJEWSKI, M. HARL, C. DOGNIEZ, M.-R H. COUSIN, D. MARGUERAT Y J. ZUMSTEIN. BASLEZ,

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SAN PABLO 2011 (Protasio Gmez, 11-lS. 28027 Madrid) Tel.91742S113-Fax91742S723 secretaria.edit(2>sanpablo.es www.sanpablo.es Bayard, Pars 2007 Ttulo original: Aux origines de la Bible Traducido por Salvador Pea Martn Distribucin: SAN PABLO. Divisin Comercial Resina, 1.28021 Madrid Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050 ventas(3)sanpablo.es ISBN: 978-84-285-3775-9 Depsito legal: M. 14.704-2011 Impreso en Artes Grficas GarVi. 28970 Humanes (fvladrid) Printed in Spain. Impreso en Espaa

Prlogo

Con los orgenes de la Biblia ocurre como con los orgenes del mundo, de la tierra o del hombre: el fin del recorrido es el misterio. Se suceden las hiptesis, las teoras conviven. Expertos sabios y entusiastas luchan, sin descanso, por traspasar los lmites de lo desconocido. Una poderosa y fascinante analoga se impone: la Biblia comienza, precisamente, con el relato de los orgenes del mundo, de la tierra y del hombre. Por su estructura y apariencia, la Biblia se presenta como el doble, como el reflejo del cosmos en un cuerpo de escritura; la percibimos, as, como la proyeccin grfica del universo donde evoluciona la Tierra, cuya faz puebla un ilustrado ser que se autoproclama hombre. Y concluye con una fastuosa rplica que conduce al lector a los fantasmas ya concluidos de las realidades primordiales: el Apocalipsis o Revelacin. Sobre el rea literaria de ese grandioso intervalo que se despliega entre el Alfa, y la Omega, tenemos el Testamento llamado Nuevo a continuacin del que llamamos Antiguo, que hemos de entender continuado y finalizado en aquel, en el Nuevo. Esto es lo que los eruditos medievales acabaran llamando en griego latinizado Biblia, trmino que tardara en imponerse, pero que as ha quedado, no menos inmortal que el objeto nico que designa.

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De manera natural y con autntica pasin, el ser humano corre tras el origen de aquello que condiciona y produce la vida, la transmite y, sobre todo, la explica. De manera an ms natural, el ser humano indaga en el origen de aquello que dice y describe el origen. Ascender hacia ese objeto abre el camino hacia las palabras. En la expresin primigenia de los valores infinitos, el ser humano est seguro - o al menos as lo cree- de que ver los sugestivos rayos de una luz que penetra hasta los arcanos orgenes. Son estos los efectos indeseables de una tendencia innata en el hombre a deleitarse en la propia contemplacin? O, por el contrario, se trata de un anhelo sano y fecundo de acceder a un avistamiento de lo absoluto, de acercarse al principio mismo de la vida? Pues no dudemos de que es una cosa y otra, gracias a un nexo dialctico cuya sorprendente virtud es la de ayudar a vivir y, ms todava, a tener esperanza. Parece ser una necesidad congnita en el ser humano la de ascender hasta la arqueologa de su propia existencia y, an ms, hasta la eternidad que la funda y la autentifica. Es as como a la postre inventa o descubre a Dios, incluso aunque slo sea para negarlo. Ahora bien, ir hacia el origen no equivale a lanzarse hacia el fin, hacia el ms all, en un impulso que aguijonea la espera y estimula la esperanza? La clave del libro del Apocalipsis, en efecto, puede perfectamente hallarse en el Gnesis. De manera que la Biblia es un modelo y una fuente, una mediacin y una ruta. Cuerpo y alma a la vez, ofrece un paradigma para la lectura de lo que est vivo. A partir de ah, son mltiples las preguntas que cualquiera de nosotros se plantea, las mismas que los ms avezados expertos formulan para contestarlas. Preguntas como las siguientes: dnde, cundo y cmo naci la Biblia? Sobre qu elementos se han forjado su propia gnesis, su escritura inicial, sus textos ms antiguos?

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Qu exista, pues, en el principio, ya como embrin? En qu marco histrico se pusieron los cimientos del edificio literario que es la Biblia? Cules eran la materia y la forma de sus primeras piedras? Y, aqu, una vez ms, como ocurre con el mundo, con la Tierra y con el hombre, se suceden las hiptesis, conviven las teoras. Lo cierto es que no hay una sola respuesta en cada caso, sino varias. Esto es lo que muestra, con datos, sabidura y convicciones, la primera parte de la presente obra. Pero la Biblia, tanto en sus comienzos como ms tarde, es un texto. Y, cuando hablamos de un texto, nos referimos a una realidad singular, desarrollada y autnoma; a la superficie limitada en la que se organizan los signos, incluidos los vacos semnticos o los silencios elocuentes; al espacio portador y productor de sentido; al objeto annimo que ah est para que lo leamos, lo reproduzcamos o lo copiemos, a veces para corregirlo, a menudo para estudiarlo y comentarlo y, si se da el caso, traducirlo. De manera sucesiva el texto es a la vez el fruto y el objeto de la produccin y de la comunicacin, de la significacin y de la interpretacin. En s mismo es materia fecunda de analogas con el tejido vivo, pero en la medida en que este condiciona la palabra y la emite. El texto es al mismo tiempo palabra enunciada y reserva de palabra, memoria ya adquirida y memoria por llegar. Combina la anamnesis con la profeca. Y tambin est la propia materia del texto, que comprende las palabras en que se agrupan las letras, y las frases en que se articulan las palabras. Todo esto, en un sistema de funciones sociales que se denomina lengua. Pero, adems, el texto de la Biblia es literario. Lo cual significa que nos hallamos ante una escritura especfica, dotada de rasgos propios, magnificada, donde creacin y produccin, arte y tcnica conjugan sus virtudes y multiplican sus efectos. Tanto en

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poesa como en prosa, la escritura abraza necesariamente unas determinadas formas, unos gneros concretos, que los contemporneos saben identificar y reconocer. Dichas formas y gneros exigen, adems, que la lengua sea tambin literaria. De esto se sigue una nueva serie de preguntas. Qu antiguos modelos refleja la primera escritura bblica? A qu formas o gneros literarios rinde homenaje? Qu lengua fue la suya, con qu alfabeto y qu grafa? En qu medida result esa lengua enriquecida, labrada e incluso transformada en su cometido literario? En qu poca y en qu contexto vio la luz esta produccin? El segundo conjunto de estudios ofrece respuestas, que acompaan o completan a las anteriores, en torno a la gnesis de la Biblia. Pero el hecho bblico no se limita al texto. La Biblia es un libro compuesto de libros, e hizo falta tiempo, siglos, hasta un milenio para que llegase a existir. Aunque libro, de todos modos, hubo enseguida: primero un libro, luego varios y, un da, el Libro de los libros. Observemos que el libro es un producto de escritura cerrado y condicionado, instituido y transmisible. El libro es al cuerpo humano lo que el texto es a la piel; se presenta como el cuerpo del texto, o mejor, de un texto, a un tiempo volumen social y soporte fsico de este. Como tal, es un objeto literario, orgnico y clasificable, fcilmente identificable y con frecuencia firmado. Un conjunto de informacin y de mensajes, escritos sobre rollos, ms tarde en las pginas de un coex, el ancestro del libro moderno, y, por ltimo, un volumen de esa poblacin accesible y clasificada que llamamos biblioteca. Un da llegar al mercado, porque lo que se vende y se compra es el libro, y no el texto. El libro, sfer en hebreo y biblos en griego, es una institucin milenaria. En la Antigedad se designaba as a todo documento literario presentado como tal, con indepen-

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dencia de su extensin, de manera que libros eran, por ejemplo, un relato o una carta. Y el libro vino a ser un factor decisivo en la fijacin de las tradiciones orales de Israel; siendo, como era, una institucin noble, dio carta definitiva de naturaleza a dichas tradiciones. Esto fue determinante para los orgenes de la Biblia; as, al menos, se sugiere varias veces a lo largo de la presente obra. Pero aqu surge otro problema: la relacin de lo oral con lo escrito, que, desde luego, dista de ser sencilla. Pues, acaso no es cierto que, en cierta medida, la accin de escribir influye sobre la creacin oral, y que esta ejerce asimismo su influencia sobre la creacin escrita? Dicho de otro modo, lo que realmente ocurre es que una sustituye a la otra? Si as es, en efecto, bajo qu condiciones y segn qu modalidades? Si, por el contrario, no es eso lo que ocurre, entonces, qu nexo se establece entre las dos modalidades de creacin, la oral y la escrita? Este es un problema real, enunciado diestra y claramente en una de las contribuciones que siguen.***

La segunda vertiente de la obra que el lector tiene en sus manos adopta como eje un origen de la Biblia diferente y nuevo, a saber, la publicacin de la biografa o Ley de Moiss en lengua griega, durante el siglo III a.C, en el marco de la poltica cultural de los Ptolomeos o Lgidas en Alejandra. Era la poca en que se fund la clebre biblioteca en el orbe mtico del Museo o recinto de las Musas. En dicha biblioteca se haca acopio de obras griegas, clasificadas segn unas tablas que convertan, por eso mismo, a algunas de ellas en modelos literarios y lingsticos. As fue como se form el canon de los grandes autores, encabezados por

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Homero, que seran objeto de ediciones crticas. Este dinamismo cultural era una novedad en la historia, y puede explicar en parte la versin griega de la Ley de Moiss. Fuera como fuese, esta pasaba a formar parte de la reserva literaria de la suntuosa e irradiante ciudad. Los judaioi, representados en Alejandra en nmero no desdeable, reciban, gracias a ese hecho de orden filolgico, los beneficios polticos del poder y del prestigio en la majestuosa metrpoli, que era griega en todos sus aspectos. Para ellos era un noble factor de integracin, no slo en la cultura, sino tambin en la organizacin de la ciudad, ya que el nomos o ley se presentaba como nomothesia, constitucin. Una nueva era comenzaba gracias a este bien literario de singulares virtudes, para el que se abra el espacio de Occidente, a la sazn griego. Muy pronto vinieron a unirse otros escritos al corpus helenizado de los libros de Moiss, entre ellos los que forman la serie de los Profetas. Aquel hecho de traduccin constituy un autntico acontecimiento, sin precedentes en el mundo de la cultura. El griego, lengua del pensamiento, se impona en esa poca como idioma universal en los inmensos territorios conquistados por Alejandro. En teora al menos, era lengua poco apta para la traduccin. Los griegos carecan por completo de un lxico adecuado para aquella tarea, as que hubo que inventarlo, y esa fue la labor de los pensadores, fillogos o exegetas que integraban el grupo judeo-griego de Alejandra, entre ellos un eminente comentarista de la Ley, Filn, que se uni a la tarea. En lugar de inventar palabras nuevas, los integrantes de aquel grupo desplazaron el sentido de trminos ya existentes. As, hermeneia, hasta entonces expresin, significacin o interpretacin, pas a querer decir traduccin, siendo interpretatio su equivalente latino. La produccin de las graphi, o Escrituras en griego, despert

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buen nmero de vocaciones literarias entre los judeo-griegos de Alejandra, que escribieron mucho, siempre con el mayor respeto hacia sus tradiciones sagradas, pero ahora -y esto supona una novedad- en griego y a la manera de los griegos. Podemos imaginar cmo era la biblioteca con la que contaban Filn y otros en la poca en que vivi Jess de Nazaret. En ella estaba presente, desde luego, la Ley de Moiss en su versin griega; pero tambin libros profticos, salmos y otros escritos ms o menos homologados como libros santos, comentarios judos de las Escrituras, alegricos, sobre todo, y otros, considerados precursores o concurrentes. Adems, los lectores tenan a su disposicin obras filosficas, as como escritos poticos, lo que inclua piezas dramticas en verso de origen judeo-griego. Se trata de obras redactadas desde los comienzos del siglo II a.C. hasta la primera mitad del siglo I cristiano. Aunque eran judos y estaban comprometidos en la realizacin de una obra juda, los autores de estos escritos se esforzaban por adoptar los procedimientos de redaccin y las formas literarias de los clsicos griegos, incluida la mtrica de Homero para la poesa. Esto demuestra que contaban con las grandes obras de la Antigedad griega, tanto las ms distantes en el tiempo como las ms recientes. Entendemos que la lite de los judos que vivan en Alejandra tena acceso a la biblioteca. Paralelamente, si bien de manera endogmica, se fueron constituyendo en la tierra de Jud otras bibliotecas, integradas en su mayor parte por libros en hebreo, la lengua casi sagrada de la Ley. Los cerca de novecientos rollos hallados en las once grutas que rodean las ruinas de Qumrn son testimonio elocuente de ello. Se trata, por lo comn, de obras bblicas y de textos inspirados, de cerca o de lejos, por la Ley y los profetas, algunos de ellos en arameo, la lengua popular.

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El conjunto de la rica, e incluso muy rica, literatura judeohelnica, con la Biblia griega en su centro, fue acogido y utilizado por los primeros tericos del cristianismo, autores de los textos ms antiguos, todos ellos en griego. Esto supuso para los cristianos el poder contar con una cultura a priori. Y de ah extrajo la nueva religin el vocabulario y las frmulas necesarias para la expresin de su doctrina. Pablo de Tarso, l mismo formado en esa cultura ms o menos institucionalizada, cuya riqueza y diversidad se reflejan en los manuscritos del mar Muerto, es el precoz y destacado representante de ese proceso. Tanto para la exposicin de la doctrina como para los ritos -bao de iniciacin y comida sacrificial-, la comunidad recurra a las Escrituras, que se lean y se interpretaban en funcin de la enseanza de que se tratase o de la cuestin planteada. Junto con otros textos de origen judeo-griego, las Escrituras dotaban de una antigedad innegable al Evangelio que los nuevos cristianos anunciaban y celebraban. La interpretacin, creadora, que contribuy a fijar tradiciones y conocimiento en torno a Jess, proclamado Cristo e Hijo de Dios, desemboc en la redaccin de una serie de relatos y mensajes procedentes del iniciador o fundador, pero tambin de colaboradores prximos a l. Todo esto pas a formar parte del culto y, elaborado con mayor o menor rapidez en cadenas de tradicin, se transmiti de un lugar a otro, y ms tarde de una generacin a la siguiente. La proliferacin y la migracin eran la regla. Y fue as como comenzaron a redactarse directamente textos cristianos. Se formaron, en efecto, colecciones: cartas primero, y ms tarde libros que reflejaban a su manera las formas o gneros propios de la produccin literaria de aquel tiempo, grecorromana en esencia. En un principio, ninguno de los escritos de este nuevo flujo recibi la designacin de Escritura. Elpri-

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mero en dar el paso fue Ireneo, obispo de Lyon, en torno al ao 180. No obstante, desde los primeros tiempos, algunos de estos escritos eran vistos como algo aparte de los dems, considerados ellos mismos modelos y fuentes de proposiciones doctrinales y de expresiones litrgicas. Fue tambin alfinaldel siglo II cuando las dos secciones que componen la Biblia, el Antiguo y el Nuevo Testamento, recibieron su nombre y, por ende, quedaron instituidas como tales. La mayora de los estudios de la segunda parte, cada uno a su manera, trata de estos asuntos; nos llevan desde la produccin literaria de Alejandra a la constitucin de las Escrituras cristianas sobre la base del cuerpo helnico de libros santos conocido como Biblia de los Setenta. Las cartas de Pablo y el evangelio de Juan reciben atencin privilegiada.ANDR PAUL,

biblista e historiador (Pars)

I. Los debates sobre los orgenes de la redaccin de la Biblia

Los incesantes replanteamientos sobre los orgenes del texto bblicoJACQUES BRIEND*

Que la redaccin de la Biblia conoci varias etapas es algo que en la actualidad nadie pone en duda. Pero, cules fueron esas etapas? Cmo se articularon? Y cul fue el momento crucial de la formacin de la Tora? Del mtodo llamado histrico-crtico, elaborado desde comienzos del siglo XX, a los estudios literarios o semiticos, ms recientes, son numerosos los tiles que han hecho posible el escrutinio del Libro y la propuesta de hiptesis sobre su elaboracin. Para Jacques Briend, testigo destacado de los ltimos avances en la ciencia bblica, cada uno de los libros de la Biblia es fruto de reescrituras sucesivas que, sin embargo, preservan algunos elementos arcaicos. El Mundo de la Biblia": Se pueden distinguir y datar las fases ms importantes de redaccin de la Biblia? Jacques Briend: Para muchos, la historicidad de la Biblia es ya algo reconocido, admitido como tal. Con frecuencia el relato bblico es an visto por algunos como una crnica lineal, redactada al hilo de los acontecimientos que se van contando. Sin em* Profesor honorario del Instituto Catlico de Pars. ** N. del E.: El Mundo de la Biblia (M. B.) hace referencia al ttulo de la coleccin en la que fue publicado este libro en su edicin original francesa.

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bargo, numerosos descubrimientos de textos mesopotmicos, desde mediados del siglo XIX, acabaron por desacreditar esta visin simplista. El momento de mayor resonancia lo constituy seguramente la conferencia que Georges Smith pronunci en Londres, en 1872, para dar cuenta del descubrimiento de una tableta cuneiforme que recoga una narracin del diluvio anterior al relato bblico (cf ms abajo). El gran pblico descubra as que en la Biblia haban influido otras culturas y que su redaccin se produjo en numerosas fases. A partir de esta toma de conciencia se elabor lo que acabara llamndose mtodo histrico-crtico, que consiste en relacionar cada texto con la poca de su redaccin, en someterlo a una criba para restablecer el ncleo original. Se llega as a la teora documental, que afecta esencialmente al Pentateuco, y que se comenz a elaborar en Alemania, entre los protestantes. En Francia los exegetas recurrieron a ella a partir de la encclica de Po XII, Divino afflante Spiritu, promulgada en 1943, que permita a los catlicos avanzar por ese camino. M. B.: Y en qu consiste exactamente la teora documental? /. B.: Para resumir, y refirindome a la poca indicada, podemos decir que los investigadores distinguan en el Pentateuco cuatro documentos primitivos subyacentes, que se habran fundido en distintos momentos de la historia bblica para desembocar finalmente en el texto que conocemos. En primer lugar tendramos el documento yavista, una narracin elaborada durante el siglo X, o acaso el IX antes de nuestra era, en el reino de Jud, y que emplea, ya desde el relato de la Creacin, el nombre de Yav; en segundo lugar, se habla del documento elohsta,

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procedente del Israel del Norte, en el que Dios recibe el nombre de Elohm. Estas dos fuentes acabaran juntndose, en un momento dado, lo ms seguro a finales del siglo VIII. El fondo del Pentateuco, en un tercer momento, se habra aadido en el siglo VII, y ms tarde, despus del Exilio, el conjunto debi de completarse con un documento de procedencia sacerdotal, que contena principalmente leyes. M. B.: En qu estado se haya esta teora en la actualidad? /. B.: Ha evolucionado muchsimo. A partir de 1970 se suscitaron dudas sobre la realidad de la fuente elohsta y la dificultad de distinguirla del documento yavista, cuya identificacin resultaba ya delicada. En consecuencia, y en lo que respecta al Pentateuco, los especialistas no ven ahora ms que dos documentos reconocibles: el deuteronmico y el sacerdotal. Y, desde luego, que lleguemos alguna vez a encontrar los textos que los han precedido es poco menos que una quimera... El anlisis se centra en el Pentateuco porque es en estos textos donde se plantea la cuestin de la poca de una primera redaccin y, en consecuencia, de las reescrituras subsiguientes. Cmo y cundo qued fijada la Tora juda, que ya se consideraba como un todo en tiempos de Jess? Dicha fijacin se lleva a cabo al regreso del Exilio, bajo la forma de un conjunto no slo de leyes sino tambin de relatos que serva de referencia. Los textos legislativos del Pentateuco (Levtico, Nmeros y Deuteronomio) se cuentan entre los ms estudiados porque hay una lgica cronolgica en la elaboracin de las leyes. Es, de hecho, posible hallar la mdula primitiva de la legislacin siguiendo a la inversa el hilo de su evolucin. Hemos de tener en

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cuenta que los escribas tenan la costumbre de aadir textos para poner una cuestin al da, pero sin suprimir lo que ya estaba escrito; proceder este que nos resulta desconcertante a nosotros, los modernos. Los Libros profticos as como los Escritos (los que conocemos como Libros histricos, sapienciales y poticos) son posteriores y ms fciles de datar, incluso aunque, gracias al mtodo histrico-crtico, sepamos, desde el siglo XIX, que en el Libro de Isaas (en torno al 740-700 a.C.) intervino una mano de un deutero-Isaas o segundo Isaas (hacia el 550) e incluso de un tercer Isaas (siglo IV a.C.). De igual manera, todo el libro de Ezequiel no puede datar de la poca en que vivi este profeta (entre el 592 y el 571 antes de nuestra era). Pero, en suma, hay menos problemas y resulta ms fcil recomponer la evolucin de estos libros. M. B.: No ha habido polmicas? /. B.: S, claro que s. A partir de la dcada de los sesenta del pasado siglo XX algunos especialistas consideran que, a fuerza de tanto buscar el texto original oculto, se han pasado por alto las indicaciones que proporciona el texto con el que contamos. Fue as como empezaron a desarrollarse diversos tipos de anlisis literarios que analizan la Biblia por medio de procedimientos diferentes de la historia del texto. De este modo, el estudio retrico sigue el modelo establecido para los textos griegos o latinos, por ms que el texto bblico, que es semtico en su lengua, obedezca a una lgica diferente. Ms tarde, otros exegetas han centrado su atencin en los recursos narrativos, en los relatos, en su forma teraria. Es lo que se llama anlisis narrativo. La semitica,

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por ltimo, permite a los lingistas estudiar la complejidad del trastexto. M. B.: Qu opinin le merece la tesis que Israel Finkelstein retoma en su libro La Biblia desenterrada (Siglo XXI, Madrid 2003), segn la cual lo esencial de la escritura de la Biblia datara de la poca del reyjosas (639-609 a.C.)? /. B.: Eso es concederle un papel demasiado importante a Josas. Si este pudo redescubrir, o encontrar, la Ley, tal como se afirma en la Biblia (2Re 23,2-16), es que ya exista, verdad? La tesis ms corriente consiste en afirmar que as era, que ya exista, probablemente en tiempos de su bisabuelo, Ezequas, una primera redaccin de un corpus de leyes, que Josas decide retomar. En el relato bblico del descubrimiento del rollo del Templo los sacerdotes le llevan el documento al rey y se lo leen, pues necesitan la autoridad real; lo cual confirma la autenticidad de lo narrado, que no pudo tener lugar ms que antes del exilio en Babilonia, en el 597, cuando la monarqua rega an Jud. M. B.: As pues, usted no cree, como otros investigadores, que todo se redact despus del Exilio? /. B.: Desde luego que no. Si abogamos por una redaccin posterior al Exilio, no hay manera de entender al judaismo antiguo. Si los israelitas hubiesen iniciado su destierro sin equipaje, se habran asimilado a los babilonios y ninguno de ellos hubiera vuelto a Israel al cabo de cincuenta aos. Es cierto que, como todos los inmigrados, acabaron por tomar prestados elementos de la cultura del vencedor, pero, al mismo tiempo, supieron adaptar su religin a las nuevas condiciones que el exilio les impona.

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Sea como fuese, resulta evidente que muchas cosas cambiaron cuando los judos regresaron del Exilio. Volvieron a utilizar el Templo, si bien con nuevos ritos, y la posicin de los sacerdotes se reafirm al tiempo que la realeza desapareca como tal. Con todo, es preciso reconocer que esos sacerdotes revisaron el Pentateuco, y este, en consecuencia, adopt su forma actual, probablemente durante un perodo de aos comprendidos entre el 450 y el 400 a.C. M. B.: La experiencia del Exilio dio, entonces, al traste con un conjunto de textos que ya exista? /. B.: S, tanto con textos como con prcticas. Un buen ejemplo lo ofrece el libro del Levtico, que describe el ritual de los sacrificios (Lev 1-7): se trata de un texto muy bien construido, organizado a partir de una jerarqua de los sacrificios. Necesariamente tuvo que ser redactado por sacerdotes despus del Exilio. No cabe duda, sin embargo, de que la prctica de los sacrificios exista antes de este. Ahora bien, se contaba desde la poca de los reyes con un texto primitivo? La prctica estaba ya codificada por escrito? Es difcil precisarlo. Verdaderamente, no podemos asegurar que los restos de prcticas ancestrales que se detectan en ese texto indiquen que hubo una versin escrita ms antigua. Pero, sobre todo, hay que admitir que en cada uno de los libros de la Biblia coexisten elementos muy antiguos junto con otros mucho ms recientes. As, por ejemplo, el origen de la fiesta de la Pascua o Psaj es sin duda muy antiguo. Se trata de una fiesta de primavera que sigue el modelo de las que celebran las tribus de pastores, mientras que otras fiestas judas -como la de

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Shavuot, Fiesta de las primicias, y la de Sukkot o Fiesta del tabernculo, que marca el final de la siega- son celebraciones agrcolas de origen sin duda cananeo. No obstante, la Pascua aparece reforzada en los calendarios del Levtico (Lev 23,5) y de los Nmeros (Nm 28,16-17) con posterioridad al Exilio. Este rito ancestral, celebrado con sencillez en el marco de la familia, fue a todas luces reactivado durante el Exilio, poca durante la cual los desterrados no podan ofrecer sacrificios puesto que el Templo estaba destruido... As que dicho ritual fue codificado despus del retorno a Jerusaln. M. B.: Pero pueden recuperarse de la Biblia, a pesar de todo, datos histricos para el perodo de la monarqua? /. B.: Yo recalco siempre que, si bien hay elementos indudablemente histricos en los relatos del Pentateuco, nada de ello puede entenderse al pie de la letra. As, la toma de Jeric por Josu no es en absoluto una narracin histrica de batalla, sino un texto litrgico guerrero, lo que es muy distinto. Los gestos de Sal o de David contienen recuerdos, rastros, por as decirlo. O pensemos, por ejemplo y asimismo, en los relatos de alianzas con pueblos que no tendran influencia alguna en lo que sigue, y, que, en consecuencia, slo se explican en un determinado contexto histrico. Esos rastros se han conservado tal cual; los escribas no tuvieron, despus del Exilio, motivo alguno para modificarlos. Un ejemplo ms: por qu, en un contexto histrico caracterizado por la falta de rey, esto es, al regreso de Babilonia, habran tenido que molestarse los judos en cantar las glorias de la monarqua? La uncin que el gran sacerdote recibe, al volver del Exilio, no se invent para l; es, por el contrario, la

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uncin real transferida al sacerdote. Hay, en suma, una transmisin que contina an despus del Exilio. Nuestro gran problema consiste en que no sabemos a travs de qu procesos fueron memorizados, conservados y reinterpretados, durante y despus del Exilio, los archivos, las crnicas, las leyendas, los versos. M. B.: De manera que la Biblia no se ha limitado a copiar y pegar un fragmento con otro... /. B.: Por supuesto que no! Srvanos como ilustracin los primeros captulos del Gnesis. Ciertamente nos encontramos ante dos textos. Pero su punto de vista es diferente, no dicen lo mismo ni se sirven de los mismos medios. El ms reciente (Gen l) ofrece una visin csmica de la Creacin que progresa sistemticamente hasta el hombre. El ms arcaico (Gen 2) sita, por el contrario, la Creacin en un mundo agrcola casi paradisaco donde el hombre y la mujer son modelados en arcilla. Por otro lado, ambos textos acusan la influencia mesopotmica. Pero el redactor del ms reciente conoce perfectamente el texto ms antiguo y trata de completarlo. Con ello da prueba de una voluntad manifiesta de composicin literaria. Y tambin de creatividad: el Gnesis es, en efecto, en el mundo oriental, el nico relato de creacin donde la luz es lo que primero se crea. La tradicin mesopotmica, pues, se pone al servicio de una tradicin distinta. Palabras recogidas por Sophie Laurant

La tesis de una escritura en la poca de los reyesWlLLIAM M . SCHNIEDEWIND*

Nuestros conocimientos arqueolgicos e histricos indican que la sociedad de los reinos de Jud y de Israel se alfabetiz a partir del siglo VIII a.C. y que fue entonces cuando comenz a extenderse la escritura. Gracias a esta textualizacin se explica el que la mayor parte de los libros de la Biblia estuviese ya redactada antes del Exilio. No obstante, un segundo gran perodo de formalizacin textual comenz ms tarde, a partir del siglo III a.C, bajo el dominio griego. El Israel primitivo era, segn los expertos, una sociedad oral compuesta de pastores y campesinos que slo llegaban a procurarse lo estrictamente necesario para subsistir. La cuestin es, pues, cmo es que una comunidad pastoral y agrcola lleg a anotar por escrito la palabra y a concederle autoridad a ese escrito?; cmo y por qu se divulg la escritura fuera de los crculos cerrados constituidos por los escribas reales y sacerdotales, llegando hasta los profanos? Esa diseminacin de la escritura hebrea por la Palestina antigua fue lo que democratiz la palabra escrita y le permiti adquirir autoridad religiosa en el libro que en la actualidad llamamos la Biblia. Cuando la Biblia se convirti* Profesor de Estudios Bblicos en la Universidad de California.

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en libro, la palabra escrita suplant a la palabra viva del maestro. La antigua sociedad israelita se textualiz, y esa textualizacin supuso uno de los momentos decisivos en la historia de la humanidad, a saber: el paso de una cultura oral a otra escrita. Tenemos tendencia a leer la Biblia desde nuestro punto de vista, a concebirla como si hubiese surgido de un mundo habitado por los textos, los libros y los autores. Sin embargo, la Biblia se escribi antes de que aparecieran los libros. El gran especialista francs Henry-Jean Martin ha puesto de manifiesto, en su libro Historia y poderes de lo escrito (Trea, Madrid 1999), lo mucho que ha evolucionado a lo largo de la historia el papel social de la escritura. A pesar de ello, los anlisis modernos de la literatura bblica dependen demasiado de nuestra perspectiva social moderna. Sirvindome de los avances ms recientes en el dominio de la arqueologa de Palestina y apoyndome en las ideas eje de la antropologa lingstica, he llegado a conclusiones muy distintas sobre las razones que llevaron a la notacin escrita de la Biblia, as como sobre la poca en que esto comenz a suceder. En la antigua Palestina el dominio tcnico de la copia de manuscritos estaba poco extendido y resultaba muy costoso; lo controlaba el gobierno y lo aplicaban los sacerdotes. La escritura era un don de los dioses. Ms que para hacer cannica la prctica religiosa, serva para inspirar miedo. La escritura, tocada de lo sobrenatural, confera poder y era por ello coto cerrado de las lites polticas y religiosas. En virtud de sus propiedades mgicas, desempeaba una funcin muy precisa en el ritual religioso (cf Nm 5,23) y en los mitos (cf x 32,32-33). Gracias a las inscripciones antiguas, sabemos que la escritura no estaba necesariamente ligada a la existencia de Estados muy desarrollados como era el caso del Egipto antiguo o de Mesopotamia.

La tesis de una escritura en la poca de los reyes

Tenemos, por ejemplo, noticia de que cada una de las pequeas ciudades-estado de Cana tena, a finales del segundo milenio a.C, su propio escriba. En la regin egipcia de Tell el-Amarna se descubrieron restos de la correspondencia que, a lo largo del siglo XIV a.C, mantuvieron esas entidades marginales con los grandes faraones del Imperio Nuevo. En 2005 sali a la luz, en Tel Zayit (Israel) un abecedario proto-hebreo, es decir, las letras del alfabeto en su orden tradicional, que podemos datar en el siglo X a.C. E Israel Finkelstein descubri otro abecedario, este del siglo XI, en el curso de las excavaciones, por l dirigidas, en el emplazamiento de una antigua localidad conocida actualmente como Izbet Sartah. Por otro lado, el clebre calendario de Gezer fue probablemente redactado sobre una tablilla de caliza muy blanda para que el texto pudiera araarse en el marco de ritos de carcter sobrenatural. El uso de este tipo de inscripciones en ceremonias religiosas muestra, en efecto, hasta qu punto se crea en el poder mgico de la escritura. Otras, como la inscripcin real de comienzos del siglo IX y procedente del pequeo reino de Moab (en la Jordania actual), o la de Tell Dan, se realizaron para exhibirlas. Las colocaban, por orden de reyes y otros mandatarios, en lugares elevados, no para que nadie las leyera, sino slo para que la gente las viera. Un rey daba muestras de su podero por el modo en que controlaba y manipulaba la escritura. Si bien esta acab por liberarse de usos tan restrictivos.

La invencin del alfabeto La invencin del alfabeto fue un momento clave en la historia de la escritura, pero no bast para hacer que esta traspasara los mu-

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ros de los palacios y los templos. Segn los recientes descubrimientos efectuados en Wadi el-Hol, en Egipto, el primer alfabeto datara de en torno al ao 2000 a.C. Todo apunta a que fueron la urbanizacin y la globalizacin de la sociedad las que hicieron posible que la escritura dejase de ser patrimonio exclusivo de las lites religiosas y letradas, y empezara a ser conocida por soldados, mercaderes y hasta obreros comunes. El comienzo de dicha globalizacin lo marc, en el siglo VIII a.C, el ascenso del Imperio asirio, el cual estimul decididamente la urbanizacin, pues esta favoreca su plan de explotacin econmica de un territorio en plena expansin. Creo que el perodo de composicin de los textos bblicos tuvo lugar entre los siglos VIII y VI a.C. Segn las fuentes arqueolgicas, las condiciones sociales y polticas que permitan la propagacin de la escritura en el antiguo Israel concurrieron a finales del siglo VIII y persistieron hasta el fin de la monarqua. Esto es lo que sealan igualmente Niel Silberman e Israel Finkelstein en su libro La Biblia desenterrada (Siglo XXI, Madrid 2003). Ellos, sin embargo, restringen este perodo de auge de las letras al reinado de Josas (639-609 a.C.) y suscriben la opinin convencional, que sita la produccin literaria en los perodos persa y helenstico (por ms que la arqueologa pruebe lo contrario). De hecho, el florecimiento de la produccin literaria en el antiguo Israel data al menos del reinado de Ezequas (715-687 a.C). La expansin del Imperio asirio vino acompaada, como ya he indicado, de un impulso urbanizador que alcanz a la antigua Palestina. La escritura pas entonces a ser elemento crucial en una economa cada vez ms compleja y globalizada; su papel se acrecent a medida que se desarrolla la burocracia urbana en Jerusaln. Adems, la escritura se convirti en una herramienta

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ideolgica cuya funcin era mostrar el poder y la importancia del rey. A finales del siglo VIII, tanto en Mesopotamia como en Egipto, los soberanos coleccionaban libros antiguos. El faran Shabaka (716-702 a.C.) localiza y preserva ciertos libros del Templo, y Senaquerib (705-681 a.C.) crea la gran biblioteca cuneiforme asiria de Nnive. Por otro lado, la escritura estuvo estrechamente ligada a la urbanizacin del Estado judo a finales del siglo VIII. Algunas fuentes arqueolgicas y otras inscripciones dan a entender que la escritura se extendi entre todos los estratos de la sociedad juda en torno al siglo VII a.C, lo cual revolucion su cometido social. Precisamente las reformas emprendidas por el rey Josas a finales del siglo VII son el resultado de esta profunda transformacin. La escritura se convirti entonces en instrumento al servicio de los reformadores religiosos, que fueron los primeros en proclamar la autoridad de la palabra escrita. Esta nueva funcin se manifiesta abiertamente en el Deuteronomio y en toda la historia deuteronmica, y alcanza su punto lgido con las reformas religiosas del rey Josas, fundadas sobre el descubrimiento de la palabra escrita y las prescripciones que esta genera (2Re 22-23). Adems y como es lgico, dicha modificacin en el cometido de la escritura importun a los grupos interesados en preservar la autoridad de la tradicin oral o de la palabra proftica (cfJer 8,7-9). La codificacin textual del judaismo antiguo entra el desplazamiento desde lo oral hacia lo alfabetizado. Al mismo tiempo, el que la cultura pasara a ponerse por escrito gener tensin entre la tradicin oral y los textos escritos. El ascenso de estos hacia una posicin de autoridad en la monarqua juda ms reciente fue, as, acompaado de una crtica de la palabra escrita por parte de aquellos para quienes resultaba ventajoso proteger

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la autoridad del maestro, de la comunidad y de la tradicin orales. Y esta tensin entre lo oral y lo escrito, entre el maestro y el texto, prosigui y se acrecent a lo largo de la poca del segundo Templo, as como durante el perodo formativo del judaismo y del cristianismo. El lenguaje mismo de la escritura se fue modificando a medida que la sociedad se familiarizaba con lo escrito. Resulta, as, revelador el que la palabra hebrea tora, que, en su origen significaba enseanza, instruccin, acabase por hacer referencia a un texto escrito, la Tora de Moiss en el perodo del segundo Templo. Aunque la composicin de la Biblia prosiguiera durante el Exilio, lo cierto es que esta poca fue poco propicia para el florecimiento de la literatura. El destierro a Babilonia, de hecho, priv a la tierra de Israel de una parte numerosa de sus habitantes, hasta un 80% segn los estudios arqueolgicos. Habr que esperar al perodo helenstico para que la regin recupere una tasa normal de ocupacin, que, en la poca indicada, era principalmente rural. En cuanto a Babilonia, y excepcin hecha de la familia real, la situacin de los exiliados no era ms halagea. Cuesta creer que los judos que trabajaban en las canteras del canal de Babilonia pudieran llegar a escribir o a prestarle atencin a la literatura. El rey de Jerusaln, Joaqun, y las personas ms cercanas a l, fueron llevados a Babilonia, donde, al parecer, habitaron un palacio al sur de la ciudad, esplndidamente provedos por los reyes babilnicos. Segn parece, la familia real, que no dej de reivindicar para s el trono de Jerusaln (contra las pretensiones de Sedecas), tena acceso a los libros de la biblioteca real y la del Templo, y promovan y publicaban textos que favorecan sus reivindicaciones y confirmaban su posicin. La influencia de la dinasta se dej sentir hasta el fin del siglo VI a.C. (cf Zac, Ag,

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Esd 1-6), pero el papel que represent en la formacin bblica acab con Zorobabel hacia finales del siglo VI. Palestina, y sobre todo la regin de las colinas que rodean Jerusaln, sigui despoblndose y empobrecindose durante los siglos V y IV a.C. Fue un perodo sombro para Jerusaln y la provincia persa de Yehud. Los especialistas de antao lo desconocan casi todo de aquella poca. Pero la arqueologa ha ido, poco a poco, llenando el vaco con el bosquejo de una penosa situacin general en la regin, lo que deja pocas dudas acerca de su escasa capacidad para desarrollar una literatura brillante.

Autores rameos El aprendizaje de la lengua y de la escritura supone asimismo una dificultad para quienes afirman que la mayor parte de la Biblia se habra compuesto durante el perodo persa. La lengua es de una importancia capital para la identidad cultural y tnica; sin embargo, los judos pasaron del hebreo al arameo durante este perodo; y no dejaron de privilegiar a este ltimo ms tarde, durante las pocas persa, helenstica y romana, comenzando por adoptar su alfabeto. Pues, en efecto, el alfabeto que hoy llamamos hebreo es, en realidad, arameo y coincide con el empleado a lo largo del perodo del segundo Templo. Hubo, eso s, movimientos nacionalistas para restablecer el uso del alfabeto hebreo, sobre todo durante las revueltas de los macabeos y de Bar Kojba, pero el arameo acab por triunfar. No es, as, de extraar que, mientras que se han hallado centenares de inscripciones arameas de la poca persa en Palestina, prcticamente no sabemos de ninguna en hebreo. Sacerdotes judos como Esdras y funcio-

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narios como Nehemas recibieron formacin en las escuelas persas y, por ende, en arameo. Resulta, pues, poco chocante que los pocos libros que habran sido escritos durante el perodo persa (Esdras, Nehemas, Crnicas) reflejen la formacin aramea de sus autores. Se contaba con muy poca infraestructura para la enseanza del hebreo, aunque es cierto que la educacin en arameo pudo contribuir a la conservacin e incluso a la edicin de textos hebreos clsicos. Pues, de hecho, una gran parte de la literatura bblica era sin duda muy anterior a este sombro perodo. Por otro lado, los sacerdotes se hicieron con la direccin de la comunidad juda en el curso del perodo persa y se comprometieron en la preservacin y edicin de los textos bblicos, textos de los que las lites habran de servirse para justificar su autoridad poltica y religiosa (cf Neh 8). El perodo helenstico, por su parte, se tradujo en la repoblacin y la nueva prosperidad de Palestina. El fin del Imperio persa y el surgimiento del helenismo impulsaron el renacimiento de las escuelas judas y del hebreo. Libros como los de Ester, Daniel y acaso el Qphlet son probablemente de composicin helenstica. Otros escritos judos, como el Libro de Henoc, se redactaron en arameo. No es casualidad el que los ms antiguos manuscritos bblicos del mar Muerto daten de este perodo. En Jerusaln se crearon algunas escuelas judas, como la muy conocida de Ben Sir, y los textos sagrados judos empezaron a traducirse al griego. El judaismo, adems, comenz a interesarse tambin, bajo influencia del helenismo, por los autores de las Escrituras; y as, mientras que las obras clsicas del Antiguo Testamento no tienen autores, sino personajes, bajo la influencia del helenismo, la tradicin juda comenz de manera natural a experimentar la necesidad de que sus textos tuvieran autores.

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Toda esa tensin entre la autoridad de la tradicin oral y la palabra escrita se prolong a lo largo del perodo del segundo Templo en el seno de los distintos grupos judos. La gestin de la biblioteca del Templo y de los textos sagrados estaba reservada a la aristocracia sacerdotal, cuya autoridad era temida por los partidarios de la tradicin oral. En contraposicin, para otros grupos, como los fariseos, donde los sacerdotes eran minora, la tradicin oral y el maestro seguan teniendo autoridad. En este aspecto es llamativo que la lnea de transmisin oral expuesta en la Mishnat Avot no incluya a ningn sacerdote. El cristianismo primitivo y el judaismo rabnico, surgidos de clases no clericales, lucharon contra esta tensin entre el texto sagrado y la autoridad de la tradicin oral en el perodo que sigui a la destruccin del Templo. Aunque reconocan la autoridad de las Escrituras, defendan igualmente la correspondiente a la tradicin oral y la palabra viva del maestro. El cristianismo, con todo, asumi enseguida el uso del manuscrito, lo cual debi de permitir que las Escrituras adquiriesen autoridad en la Iglesia primitiva. El judaismo, por su parte, tard un tiempo en adoptarlo y, an hoy en da, es un rollo de la Tora lo que se guarda en el arca de las sinagogas. A fin de cuentas, tambin el judaismo poda adornar su tradicin oral con un texto escrito. Con todo, una poderosa ideologa de lo oral habra de perdurar en el judaismo rabnico, por ms que la Tora oral y las tabletas escritas estuviesen incluidas ambas en una sola Tora preexistente, que estaba con Dios en el momento mismo de la creacin del mundo.

Los primeros indicios histricosPlERRE GlBERT*

La historia de Israel plantea a los investigadores una doble cuestin: en primer lugar, cul es el valor de los hechos, los acontecimientos y los personajes que van apareciendo a lo largo de la Biblia, desde el Gnesis hasta el Segundo libro de los Reyes, es decir, desde el origen del universo (Gen 1,1 ss.) hasta la liberacin del rey Joaqun, exiliado en Babilonia, en torno al ao 555 antes de nuestra era. Y, en segundo lugar, en qu momento comenz a escribirse esa historia, habida cuenta de que una historia no se redacta jams a partir del inicio que ella misma propone. Dicho de otro modo, si toda historia de un pueblo entraa una existencia y una conciencia suficientes de este, tales que le permitan contar sus orgenes y elaborar un cuadro de conjunto de su genealoga, cundo podemos datar el comienzo de la redaccin de la historia de Israel? Esta datacin, la correspondiente al inicio de la escritura histrica en Israel, depende de dos tipos de razones: unas tienen que ver con el estado de nuestros conocimientos y con la crtica histrica, que a menudo promueve cierta sospecha acerca de lo veraces o plausibles que son los hechos transmitidos; las otras,* Exegeta y director de la revista Recherches de Science religieuse (Pars).

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relativas al inicio de la escritura de una historia, se fundan en una metodologa universal. En el primer caso, las razones son tpicas de la cultura moderna, que, al cabo de dos o tres siglos, ha puesto efectivamente en duda el contenido histrico del conjunto bblico. Mientras que, en el segundo caso, se trata de una cuestin que siempre se ha planteado a la humanidad desde el momento en que se escribe la historia; vale, pues, tanto para los redactores bblicos como para nosotros en la actualidad.

Crtica histrica y cuestin de mtodo Si aceptamos que la historia, adems de ser del orden de la memoria, es tambin del orden de la comprensin y, por tanto, de la explicacin, habremos de reconocer que la cuestin del punto de partida de su escritura pone ante nosotros importantes motivos que justifican nuestro inters por el asunto. Dejando a un lado la historia de los orgenes, esto es, los once primeros captulos del Gnesis, que no afectan solamente a Israel, son dos los momentos que, a todas luces, se imponen como fundamentales, ambos de peso, tanto en el tiempo como en el espacio: la poca de los Patriarcas (Gen 12-50) y los hechos del Sina (x 19ss.), junto con los acontecimientos inmediatos en cada caso. Estos dos momentos, con independencia de su respectiva riqueza informativa, entraan, para que pudieran aparecer y desplegarse en su pertinencia fundadora, una experiencia y una conciencia suficientes por parte de Israel en un momento necesariamente posterior. Y es precisamente este momento el que permite y exige que se pueda dar cuenta de tiempos establecidos como originales, fundadores y, al mismo tiempo, garantes de la legitimidad

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de su existencia. Tales tiempos originales y fundadores deban, en efecto, facilitarle a Israel las respuestas a preguntas como: de dnde vienes y quines son tus ancestros?; quin es ese que, ubicado en los orgenes, te permite hoy vivir en la unidad de una nacin?; cules son, en consecuencia, tus leyes? As las cosas, se impone dar el siguiente paso: ir directamente al momento ms remoto de conciencia y de conocimiento de s mismo por parte de Israel, momento que ofrecer las mejores garantas para una historia, para una escritura, para cumplir con su doble cometido de explicar y ofrecer la memoria ms rica posible.

La investigacin de la primera historiografa Durante las ltimas dcadas parece haberse creado cierto consenso tanto acerca del retorno del Exilio, que se produjo despus del ao 530, es decir, en la poca de la dominacin persa de los siglos V y IV, como en lo que respecta a la influencia helenstica, que se dio principalmente a partir del siglo III, siempre a.C. De hecho, es innegable que Israel dispona ya, a la sazn, de documentos y libros importantes y significativos, que permiten cierto grado de comparatismo con las culturas extranjeras pero vecinas, de las cuales no es descabellado pensar que pudo haber tomado prstamos (cosmogonas, corpus legislativos o histricos, etc.), aun manteniendo su propia originalidad. Estas pocas tardas ofrecen, sin asomo de duda, garantas tanto de verosimilitud como de objetividad. Incluso aunque admitamos que ese esfuerzo de informacin y de sntesis pudo prolongarse hasta los mismos albores de la era cristiana, lo cierto

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es que un buen nmero de indicios contenidos en el texto bblico juegan a favor de esos dos momentos, que fueron histrica, teolgica y literariamente importantes para Israel y que culminan, digmoslo as, en la historiografa llamada deuteronmica. Pero quedarse en ello slo, es decir, suponer que, aparte de algunas migajas, nada podemos captar de los siglos precedentes, es demasiado fcil y, en cierta medida, hasta ilusorio. Pues, aun a riesgo de decir una perogrullada, es necesario recordar que no puede haber sntesis, ni tampoco conciencia y conocimiento de s, ms que a partir de datos suficientes que no slo permitan tales sntesis y juegos de conciencia y conocimiento, sino que los hagan necesarios. De manera que no podemos limitar los tiempos pre-exlicos a la penumbra dudosa de una historia casi por completo legendaria. Sin embargo, aqu nos topamos con una nueva dificultad: qu momento puede ser satisfactorio en una bsqueda histrica digna de ese nombre? Durante el ltimo siglo transcurrido se han excluido, sucesivamente, la historia de los Patriarcas, demasiado anteriores a la escritura hebrea y a la conciencia de Israel para que este hubiese podido invocarlos, y, por las mismas razones, la historia del xodo; lo cual no significa en absoluto que la totalidad de estas historias dependa de la pura ficcin, como si se tratase de un cuento o de una novela. Pero de lo que aqu se trata es de dar cuenta de sntesis histricas que estimulen capacidades historiogrficas de un Israel lo bastante avanzado en esta historia, lo que no era el caso en tiempo de los patriarcas ni de Moiss. En los aos de entreguerras, sobre todo en Francia, pudo verse como transicional el perodo de los jueces, a menudo presentado como el verdadero comienzo de la historia de Israel. Y la toponimia contenida en el libro de los Jueces, la designacin

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de los santuarios ofrecen efectivamente comienzos, dispersos desde luego, pero lo bastante importantes y claros como para satisfacer esta exigencia. De hecho, los momentos implicados por estos relatos son precisamente demasiado dispersos como para que no sean otra cosa que migajas de tradiciones, incluso aunque supongamos que en ese momento se inaugur una escritura de leyendas de santuario. Por otra parte, los relatos, que nos han llegado en sus ltimas sntesis, delatan el anacronismo de una ortodoxia monotesta ms propia de las sntesis que de los momentos que pretendidamente estn narrando. Como ms segura y, a la vez, ms amplia se impone, pues, la primera historia de reyes, la de Sal y, sobre todo, la de David, en los dos libros de Samuel, con el importante complemento de la historia de Salomn (IRe 1-11). Dado que toda institucin monrquica exige documentos (legislativos, administrativos...) y mantiene por ello un cuerpo de escribas, podemos concluir que la monarqua de David y ms an la de Salomn debi de contar con estos medios historiogrficos seguros. Pero, no es todo demasiado perfecto? Tenemos que reconocer que esta historia tard demasiado tiempo en contarse e incluye casi todo lo que caba esperar y era de desear para el surgimiento de una monarqua a la sazn indispensable de cara a la cohesin de un pueblo y, en consecuencia, a que este tomase conciencia de s mismo. Hay, en efecto, y por ms que no debamos excluir tradiciones genuinamente histricas, un despliegue de datos que de algn modo pretenden explicar demasiado, al dar cuenta ya sea de los motivos del fracaso de la monarqua, ya sea de los fundamentos de su legitimidad. As que, en cierto modo, en el arte consumado del relato, el afn de explicar llega a un punto que suscita la

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sospecha de que, ms all del momento histrico, hay otro momento, el que corresponde al del propio acto de narrar, y de que la narracin responde a motivos relacionados con las propias exigencias de la explicacin.

Un momento banal? Segn este razonamiento, o, mejor dicho, segn esta cadena de razonamientos, entre la excesiva plenitud de una sntesis tarda y la correspondiente a los momentos fundacionales, llegamos sin ms remedio a un momento intermedio, que corre el riesgo de ser particularmente mediocre. Los siglos VIII y VII, en la divisin misma de los dos reinos, el del Norte y el del Sur, el de Israel y el de Jud, tienen la ventaja de presentar una realidad a la vez nacional, poltica, cultural y religiosa que no puede en principio jactarse de momentos gloriosos, sino ms bien banalmente cotidianos, los cuales exigen tanto el funcionamiento habitual de las naciones como un mnimo de instituciones y de huellas escritas. Pero sobre todo, y he aqu un hecho nico en la historia, surgen entonces documentos originales, recogidos en un primer momento de manera muy dispersa, los escritos de los primeros profetas, Amos, Oseas, Miqueas... Cualquiera que sea el tratamiento que los libros de estos hayan podido recibir de la sucesin de redactores que acometieron la labor de sntesis y, sobre todo, de su adaptacin ms o menos anacrnica, el hecho es que ofrecen sin duda una parte del testimonio material de la poca. Por otro lado, que el drama de la cada de Samara en el 721, el cual puso fin al reino del Norte, pudiera, paradjicamente, contribuir a que los

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escribas de ambos reinos tomasen conciencia de esta realidad nacional que, en su precariedad y ruina, requera una explicacin, una justificacin, depende, seguramente y en muy buena medida, de la propia reflexin de los profetas. Dicha cada, asimismo, trazaba una marca en el pequeo mundo internacional de la poca e inscriba a Jerusaln en ese mundo, lo cual acabara, a su vez, debilitndola. En este momento, tanto en el Norte como en el Sur, la actividad escrituraria, a la vez normal y necesaria, daba lugar a un mnimo de documentos, legislativos y administrativos en primer lugar, pero tambin religiosos, como lo prueban los profetas, y acaso ya historiogrficos, pero en todo caso llamados a convertirse en fuentes de historia. Conviene, por supuesto, no magnificar la importancia de estos documentos, que estn en la actualidad como sumergidos en la masa textual del conjunto que va del Gnesis a los libros de los Reyes, y que se encuadran en la categora de historiarecuento tpica de los anales de la poca, donde los acontecimientos quedaban consignados de manera bastante seca y exenta de recursos; de hecho, son varias las anotaciones de los libros de los Reyes que traicionan este origen. Retomadas un da en el marco de una historiografa razonada a partir de las exigencias de la explicacin, y segn los criterios teolgicos inspirados de los profetas, tales anotaciones fundaran esta historia que precisamente exiga explicaciones, desarrollos, as como remotos orgenes fundacionales, en el Sina y luego con los patriarcas. De esta manera, la historiografa de Israel, al igual que todas las dems, se fundara no en remotos orgenes ni en la sola inminencia de un fin presentido, sino en esos tiempos a la vez estables y frgiles que permitan las primeras escrituras, al

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tiempo que las exigan ya. Los siglos VIII y VII ofrecan, tanto al Norte como al Sur, esos tiempos, aunque an estuviesen lejos de la autoconciencia y el conocimiento propio por parte de Israel, de donde deriva la historia que podemos leer hoy.

Existe la tradicin oral?PlERRE GlBERT*

Muy a menudo omos hablar de tradicin oral a propsito de los escritos bblicos. Recientemente todava, tal o cual obra de divulgacin sobre la Biblia ofrece como conocimiento adquirido, pero sin demostrarlo, el que los acontecimientos contados haban sido ya y durante generaciones transmitidos oralmente. Hace tiempo que los historiadores han puesto de manifiesto la imposibilidad de esta tesis que, sin embargo, no cesa de resurgir. Se recurre con frecuencia a la tradicin oral para explicar por qu los relatos de la poca de los patriarcas o de los reinados de David y Salomn se escribieron tardamente, nada menos que entre tres y doce siglos despus de las fechas en que se supone que habran tenido lugar los hechos narrados. En lugar de aceptar que se ponga en tela de juicio -o, al menos, que se matice- la historicidad de tales relatos fundacionales, hay toda una corriente de pensamiento, bastante moderna, que cree haber encontrado una respuesta sencilla: estos relatos se habran transmitido de boca a boca durante decenas de generaciones... Sin embargo, ya a mediados del siglo XVIII, uno de los padres* Exegeta y director de la revista Recherches de Science religieuse (Pars).

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fundadores de la exgesis moderna, Jean Astruc, refutaba esta explicacin a propsito de las tradiciones del Gnesis: Quienes piensan que el conocimiento de hechos anteriores pudo ser transmitido a Moiss... por una tradicin puramente oral, es decir, boca a boca..., se aprovechan de la larga vida de los patriarcas para sostener que dicha tradicin oral pudo transmitirse desde Adn hasta Moiss gracias a la intervencin de un nmero muy escaso de personas... Pretenden de ese modo que la tradicin fue sencilla y segura, que no tuvo que pasar por un nmero excesivo de manos, en las cuales habra podido oscurecerse, debilitarse, alterarse. No obstante, y por escaso que fuera el nmero de aquellos a travs de quienes los hechos habran llegado, de mano en mano, hasta Moiss, cuesta mucho persuadirse de que, tratndose de una tradicin varias veces repetida, pudieran los sucesivos transmisores recordar con precisin la topografa del Paraso terrestre..., la edad de cada Patriarca, el momento exacto en que cada uno de ellos fue padre y muri.... Ante todo, el recurso a la oralidad es ajeno a lo que la Escritura afirma de s misma. Israel y las primeras generaciones de cristianos, aunque sepamos que Dios ha hablado muchas veces y en diversas formas a nuestros padres por medio de los profetas (Heb 1,1), han tenido la certeza de que todo lo que leemos nos ha llegado por escrito. Es preciso, en efecto, comenzar por leer lo escrito, para as aprender o recordar lo que una vez se dijo. En todo caso, el uso de trminos y expresiones como la Escritura y las Escrituras en el Nuevo Testamento, presentadas bajo la autoridad de Moiss y los Profetas, est muy lejos de abonar la tesis de lo oral, pues no slo hubo, en efecto, una escritura material, sino que en ningn momento se habla de lo oral como medio de conservacin de lo que fue, eso s, dicho

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en un principio, al menos en parte, y mucho menos de lo que fue inicialmente escrito. Al respecto de este asunto, es hora ya de tener en cuenta los trabajos que, desde hace varias dcadas, arrojan luz sobre la naturaleza y las condiciones de las transmisiones orales, sea en culturas de oralidad o de escritura, para hacerse una idea cabal de lo que implican unas y otras, en s mismas y en sus relaciones. Que la palabra es lo primero, y por tanto anterior a todo aprendizaje de la escritura, se desprende tanto de la sensatez cotidiana como de la experiencia histrica. Nuestras queridas cabecitas rubias o morenas nos lo recuerdan cada da, aunque, a partir de los seis aos, tengan que sudar ante la pizarra o la hoja en blanco. Pero de ah a deducir la omnipotencia de lo oral va un trecho demasiado largo. Se habla, a este respecto, de culturas orales, africanas u ocenicas principalmente, a menos que incluyamos tambin los cuentos y leyendas de nuestras abuelas, tan europeas ellas. Ahora bien, desde hace varias dcadas, etnlogos y antroplogos nos ofrecen los frutos de sus observaciones. Recordemos, en primer lugar, los trabajos de Albert Bates Lord, quien, en los aos sesenta y setenta del pasado siglo XX, y a partir del estudio de los bardos yugoslavos, estableci las condiciones que deban darse para que hubiese tradicin oral: hacen falta ritmos y rimas, estereotipos bien definidos y un gusto por la repeticin que faciliten la labor de la memoria, as como una determinada extensin de secuencias recitativas o declamatorias; todo lo cual, digmoslo ya, falta en la literatura bblica, con algunas excepciones muy breves. Pero es el maestro en la materia, Jack Goody quien, en su obra La domesticacin del pensamiento salvaje (Akal, Madrid 1985), y

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