Viaje al confuso interior del mobbing

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1 Viaje al confuso interior del mobbing Fernando Ezquerra Lapetra

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El presente libro constituye un ensayo que pretende explicar de manera subjetiva y asequible los mecanismos del mobbing y las vivencias del que sufre el llamado acoso laboral. Se trata de un libro para leer por fragmentos, muy poco a poco.This book is an essay that intends to give an opinion and affordable mechanisms mobbing and the experiences of the sufferer. This is a book to read very slowly.

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Viaje al

confuso

interior del

mobbing

Fernando Ezquerra Lapetra

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Me sentaré a la espera de tu ansiada y divina llegada

(Epicuro)

A mi familia. A Santos y a Fede, in memoriam

A los que no se cansan de confiar en mí, mis amigos

A mis alumnos, con los que tanto he aprendido

El presente libro constituye un ensayo que pretende explicar de manera

subjetiva y asequible los mecanismos del mobbing y las vivencias del que sufre

el llamado acoso laboral. Se trata de un libro para leer por fragmentos, muy

poco a poco.

This book is an essay that intends to give an opinion and affordable

mechanisms mobbing and the experiences of the sufferer. This is a book to

read very slowly.

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Los inicios 1

En el mismo momento en el que el estómago se tensa y duele, se descubren

los nervios como única respuesta. Jamás nadie ha salido por sí mismo del

bramido de la persecución. ¿Dónde encontrar el aliento que hace falta cuando

descubres que estás siendo sometido a acoso? Oscuros son los pensamientos

de los hombres que intentan romper en pedazos tu manera única y ejemplar de

vivir; única porque has descubierto el valor singular de la propia existencia;

ejemplar porque todos somos modelos de conducta ante los ojos de los demás,

aunque no lo queramos.

Es en este instante, cuando la razón se paraliza, que el silencio hace

brotar los miedos desde lejanos lugares. Y vienen todos en masa, como si

nada ni nadie los pudiera ya detener. Estás tocado y tus emociones se

muestran blandas, demasiado esponjosas para poder responder con claridad a

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la avalancha de actuaciones que caen sobre ti en forma de malos instintos y

acusaciones.

Parece como si el tiempo huyese de ti. No sabes lo que estás viviendo,

pero lo peor de todo es que no aciertas a explicarte por qué te están haciendo

todo esto. Los demás se comportan como una manada de viejos lobos que te

acechan en silencio y buscan tu muerte. La muerte de todo lo que tú significas

en la vida. Y dudas. No quieres, pero no sabes explicarte los motivos de tus

dudas. Comienzas a hacerte preguntas, aparentemente sin sentido. ¿Por qué a

mí? ¿Qué he hecho yo? ¿De qué van? Y sólo descubres los impecables y

precisos dedos acusadores de la mentira.

Los sentimientos marchan a alimentarse de los recuerdos. Sólo ellos son

la tabla de salvación de tu naufragio interior. Estás solo. A lo sumo, si eres

afortunado, cuentas con dos o tres personas que no te abandonan, que siguen

a tu lado, que están dispuestas a hundirse contigo en el barro del acoso, por el

simple hecho de que confían en ti, en definitiva, de que te quieren.

La noche interior te golpea. Caminas y no eres capaz de distinguir los

motivos de tus pasos. Te intentas levantar de la cama y no sabes si merece la

pena hacerlo. Vas a trabajar y, al tener que atravesar la puerta, tus pies quieren

quedarse quietos, clavados en el umbral porque tienen miedo de entrar. Tu

cuerpo vacila, se arremolina sobre los caminos del miedo y teme esos

murmullos, esas nuevas conversaciones medio escondidas y, sobre todo, tu

cuerpo teme esos ojos llenos de rabia, ira y envidia.

Pero tú los miras. Y, al mirarlos, descubres la verdad. Sabes el porqué

de sus ataques. Descubres la única realidad, la ocultada, la causa primera y

eficiente que hace girar sus vidas y que los motiva a vivir, día a día, con la sola

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intención de destruirte. De repente y es así de sencillo, descubres la verdad:

los otros no aceptan tu coherencia, en definitiva, tu modelo de conducta.

Hasta ese momento, tú creías que intentar ser coherente en la vida era

lo más normal, lo cotidiano, lo habitual, lo que todo el mundo debe hacer, el

único imperativo moral, y te encuentras con que no es así. Descubres que hay

hombres que se mueven por los ácidos caminos de los sentimientos de la

destrucción del otro, de aquel que quiere ser él mismo, del que quiere caminar

por la vida con sencillez, poco a poco, como un viajero cargado con el solitario

equipaje de su propia memoria.

Y tú estás allá, abajo, solo, y no sabes moverte. Te mueves con la

lentitud torturada del que sabe que no puede caminar sobre la mentira.

Necesitas volver a respirar el aire con la intensidad humilde de tus pulmones,

pero el diafragma se opone y de nuevo tensa tu estómago con la fuerza de los

viejos tambores rituales y el estómago duele.

Querrías que todo fuese un sueño, una ilusión, una pesadilla; sin

embargo, el dolor tenso de tu estómago está vivo para recordarte que no es

así, que no es un sueño, que la dura realidad te espera detrás de esa puerta.

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La puerta 2

La puerta pesa y se endurece cada día más. Su certidumbre se extiende y la

mano tiembla, duele. El corazón querría que te negasen ya de una vez la

entrada para siempre y que te ordenasen volver a casa. Definitivamente, has

olvidado que sus cristales eran hasta hace poco los espejos matinales de tus

sonrisas; sin embargo, hoy sólo son los helados testigos de tus interrogantes.

Cada mañana los miras y cada mañana vacilas en los márgenes intensos de

sus preguntas, en definitiva, tus preguntas. ¿Qué hago aquí? ¿Merece la pena

tanto sufrimiento por un puñado de euros? Y tus recuerdos marchan y se

alimentan de nostalgias.

Querrías que la puerta se convirtiera en muro. Un muro denso y amargo

que te prohibiera pasar por todos los medios posibles e imaginados. No quieres

que se abra. Tienes miedo de tu rendición. Has avanzado como un animal que

no quiere despedirse de la vida. Pero está la puerta. Y detrás de la puerta, el

silencio. La humedad del vaho de tu aliento sobre los cristales de la puerta es

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la señal que, en un último acto reflejo, te dice que debes avanzar, que es

necesario que abras la puerta, aunque estás convencido de que la puerta se ha

convertido en la negación de tu existencia. Sin embargo, tu vida debe

continuar.

Te esperan en casa y las bocas no se alimentan solas. Este último

recurso de realidad alienta tu decisión y, una vez más, sin ganas y con mucho

miedo, la abres, desconociendo hacia dónde te llevará a partir de ese momento

tu destino. La puerta se abre, pero tu cuerpo permanece quieto, extático,

parapetado en su dolor, detrás de la extensión de tu brazo y la fuerza mecánica

de tu mano.

Abres y no llega la luz. Algunas sombras fluyen borrachas de polvo

delante de tus ojos. La mano tira de la puerta y de tu cuerpo nervioso. Entras y

las sombras habitan tus emociones. Estás de nuevo allí. Las paredes se

convierten en la región del olvido. Tú no puedes ser tú mismo. Tú no puedes

ser porque no puedes construir los mecanismos básicos que te permiten la

búsqueda de tu modelo de felicidad.

Tu manera individual de buscar y recolectar cada día instantes de

felicidad chiquitos, cotidianos, abarcables, queda afectada de tal forma que no

eres capaz de reconocer la realidad. Y tropiezas. Tropiezas con los objetos que

encuentras y de los que sabes al milímetro su colocación; pero, también

tropiezas contigo mismo. Vacilas. Te detienes. Sabes que delante se extiende

una escalera oscura que te conducirá irremediablemente a la fiesta del dolor.

Subes el primer tramo. Descansas. Subes el segundo tramo. Te

detienes en su descansillo. Respiras. Notas que tu aliento abre tu garganta por

dentro con una invisible lluvia de diminutos cristales. Sientes dolor. Te llevas

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las manos al cuello de la camisa. Intentas aflojar el nudo de la corbata. Duele.

¡Duele tanto respirar! ¡Duele tanto la vida!

Tomas fuerzas. Subes el tercer tramo, pero no descansas, continúas por

el cuarto y definitivo tramo de la escalera. Te detienes en el pasillo del primer

piso, delante de la última puerta, la que sabes que, paradójicamente, si no la

abres, te guardará y protegerá del acoso. Eres consciente de que, al cruzarla,

todo volverá a comenzar un día más. Estudias y preparas por enésima vez una

teatral sonrisa, la de la falsa educación y de la cortesía social.

Sin saber muy bien si te quedan motivos, cada mañana tu mano acaba

abriendo esa puerta, la puerta en la que tú dejarás de ser tú, y subes esa

escalera que, de antemano, sabes que te conducirá a tu misma negación. Y el

ritual se repite durante cinco días a la semana y durante cuatro o cinco

semanas al mes. Al final te espera la nómina, esa cantidad de euros que jamás

reflejará ni el valor objetivo de tu trabajo bien hecho, ni tu dolor.

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Descubrimientos 3

En esos momentos, descubres que es

precisamente por eso, porque intentas

trabajar bien, de forma correcta, por lo

que quieren destruirte. Has llegado al

núcleo duro de tu problema. Sufres

acoso, mobbing, pero es el acoso de

los maliciosos. Y te paras y dices:

“Volveré a abrir esta puerta y a subir

esa dichosa escalera y, una vez más,

sufriré la liturgia helada de la mentira”.

A pesar de todo esto, llega un

día en el que las cosas cambian y

todo te da lo mismo. Te quedas dando

vueltas sobre tus propios sentimientos

y no sabes cómo salir. Estás

dispuesto a que tu sangre no corra, a

que no circule por tus venas.

Desearías convertirte en un vegetal o,

mejor aún, en una piedra para

quedarte quieto, para evitar que, por

todos los medios y maneras posibles,

ni la envidia ni la mentira te hagan daño, te hieran. Sabes que sólo son

palabras, palabras que se clavan sobre tu vida para caer desde lo más alto del

absurdo sobre los profundos caminos de tu soledad.

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La mentira crece lentamente y tú no lo sabes, ni lo intuyes, pero las

sombras de la sospecha han navegado tanto que hasta tú mismo dudas de tu

propia verdad. Y te miras en el espejo derretido de tu abandono. Tu cuerpo se

siente viejo y no posee el tiempo. Tu memoria es una vagabunda que se sienta

a mendigar un pedazo de felicidad en la esquina abrasada del silencio. Sabes

que entrarás, que abrirás esa puerta y subirás esas escaleras y que nadie te

hablará palabras de honor y de verdad.

Lejos y extraños escuchas los latidos de tu corazón encogido. La sangre

se arremolina y da vueltas en tu estómago. Un estómago que, una vez más, se

convierte en el mensajero sin honor de tu dolor. Humedecidas dudas se

transforman en un gelatinoso sudor que te empapa de miedo las manos. Las

miras. Tus manos se queman en tu torturado cansancio. Al mirarlas, tus ojos se

incendian de la certidumbre de tu acoso.

Por fin ha brotado la palabra. Has descubierto el principio generador de

todas estas incertidumbres. Te están acosando como se persigue a un viejo

oso, solitario y herido, entre los rastros de la noche y de la nieve. Una vez más,

tu cuerpo tropieza y cae en los espacios amargos en los que se alimenta el

miedo.

La destrucción ha crecido delante de tus ojos y tu vida se ha convertido

en una ruina, en una sustancia que no se apoya en la materia, en una inmunda

espera de tu destrucción. Estás dispuesto a dejarte ir, a bajar a los abismos de

tus emociones y quedarte allí para siempre.

Te tan herido tanto que incluso no te importaría habitar para siempre en

las sombras rotas de la muerte. Y en ese momento, cuando todo es oscuridad,

cuando tu vida es una herida abierta y caliente, en ese último instante de

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lucidez y de cordura, viene a tu memoria la única respuesta posible: Tú

caminas bien. Tu vida tiene sentido. Y te detienes y te afirmas. Soy yo el que

vivo en mi mente. Y decides. Abriré la puerta y subiré la escalera y cada día

intentaré recoger los frutos de la coherencia. No podrán conmigo.

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Emociones 4

Como el animal que huye del sordo ruido de los disparos que el viento norte le

acerca, intuyes que debes reaccionar, volver al sonido habitual de tus pasos y

recuperar el ritmo sereno de tus emociones. En el silencio y el abandono del

cuerpo y de sus formas, algo dentro de ti resistió como una parra silvestre que

intenta enfilarse por entre las viejas piedras de una pared agreste en la que se

cuela y oculta la humedad del agua.

Si pudieras, marcharías, pero sabes que no debes hacerlo. Tu marcha

equivaldría a una huída y averiguas que el que huye una vez tendrá que estar

marchándose, a lo largo de su vida y de forma constante, de todo y de todos.

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Sabes que la verdad te acompaña y conoces la máxima de Aristóteles que te

confirma el sentido pleno de tu existencia: Somos lo que hacemos.

Tomas una decisión. Debes intentar detener tu caída por esta pendiente

colmada de mentiras y de envidias. Es necesario que recuperes tu equilibrio

interior y que luches por lo que tú siempre has creído. Vuelves a la quietud de

tus emociones. Detienes tu camino. Escuchas tu corazón y dejas que tus

pensamientos vuelvan a fluir con la serenidad dulce de los razonamientos

nobles, justos y éticos. En este preciso momento, cuando parecía que todo

estaba a punto de estallar, cuando creías que ya nada volvería a ser como

antes, descubres que tu conciencia está muy tranquila y ves que lo demás es

una farsa llena de mentiras y decides detener la fría cascada de la amargura

que habita de forma traidora en tus nervios.

Respiras. Respiras y vuelves a reencontrarte con la vida y, por fin,

comprendes que sólo en ella está tu salvación. En ella, claro está, y en tu

manera natural y personal de vivirla. Respiras. Respiras de nuevo y, al respirar,

notas otra vez que el aliento de la vida no te ha abandonado, pues siempre ha

estado ahí para que pudieses seguir respirando, y que la vida no te ha dejado,

por mucho que tú habías acabado pensando que estabas solo.

Y te detienes. Y te miras. Y te quieres otra vez, como cuando eras un

niño. Y decides que tu cuerpo vuelva a caminar por el noble camino de la

coherencia. Los otros pueden esperar. No han conseguido lo que pretendían.

Querían anularte, convertirte en un muerto en vida y no lo han conseguido. Tu

salud siempre te ha estado esperando dentro de tu propio corazón, siempre la

has tenido, no te ha abandonado jamás. Tu salud es tu forma coherente de

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intentar recolectar esos instantes de felicidad que cada día nos regala la vida

en las formas suaves de lo cotidiano. Y, al descubrirlo, decides.

Decides que ya es hora de hacer, en esta sociedad tecnológica y tan

eficientemente avanzada, un elogio de la coherencia y de las otras virtudes. Un

elogio que pretenda ser el reconocimiento de aquellos hombres y mujeres que

quieren ser eso, simplemente hombres y mujeres buscando las esencias de las

virtudes de la vida; en definitiva, aquellas viejas raíces culturales griegas que

por generaciones han estado guardadas en el tiempo.

Y al pensarlo, te das cuenta de que antes de reflexionar sobre la

coherencia y las otras virtudes, debes detenerte, escucharte por dentro y notar

el estallido de la vida. Después, después, ya llegarás a la conciencia y a la

erudita reflexión. Sin embargo, hoy sabes que es la propia vida, tu vida, la que

te ha sanado, la que te ha hecho fuerte, la que te ha concedido otra

oportunidad porque te necesita. Te necesita para que ayudes a los hombres a

pensar y vuelvan sus ojos y contemplen en lo que algunos de ellos se están

convirtiendo. Son los nuevos acusadores, los nuevos inquisidores, los nuevos

maestros de la mentira, el engaño, la envidia, la rabia y los celos.

Por fin posees una irremediable certeza. Te han acosado. Te han hecho

mobbing. Han intentado destruirte por todos los medios, pero no lo han logrado.

A pesar de esto, sabes que la lucha no ha terminado, que volverán a la carga,

que no debes estar desprevenido. Definitivamente, comprendes que tu acoso,

una vez comenzado, se ha transformado en una horrible cacería al hombre que

no se acabará nunca jamás.

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Los otros 5

Mientras te acosan, la vida se hace

encubridiza y se esconde por instinto.

En esos momentos, piensas que no hay

vida buena ni mala, sino, simplemente,

vida que actúa y obedece leyes

naturales. No recuerdas que la vida es

gratuita. Al final, puedes llegar a pensar

que en esta vida sólo se te han

encargado dos prioridades como

especie animal y que son estos dos

imperativos naturales los únicos que

tienes que cumplir. Debes sobrevivir

(también, claro está, al acoso) y debes

perpetuarte en la única inmortalidad

posible, la de la genética y la sangre.

Estás tan humillado que tu

comportamiento es muy distinto. Ya no

eres el hombre que fuiste. No recuerdas

los inicios de tu conciencia. Has perdido

toda noción social e individual y con

ellas también has extraviado tus dos

únicas y posibles preguntas humanas.

Por no saber, no sabes si se te han

caído del bolsillo o si, por el contrario, las has perdido por el camino. De tu

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memoria ha desaparecido cualquier mención específica sobre la verdad y

sobre la felicidad. Ya no te sientes el verdadero protagonista de tu existencia.

Has perdido las preguntas, pero también las fervientes respuestas

culturales que durante generaciones te habían dado. Ya no sabes si es mejor

que vuelvas a preguntarles a los mitos que tan bien conoces o si, por el

contrario, es preferible que una vez más te interrogues con la estructura lógica

de tu propio pensamiento.. El mobbing te viene grande. No entiendes cómo el

acoso pueda existir al margen de los pequeños secretos en los que se esconde

el vivir más humano. A veces, la vida, asomada a lo lejos, desde nuestra

posición de hombres acosados, estalla y te devuelve la memoria y tus

recuerdos.

Por mucho que con eficiencia y justicia seas ahora capaz de controlar tu

cuerpo, todavía recuerdas el dolor que experimentaste durante tres años cada

fin de semana. Con una precisión espartana, cada tarde del sábado, o la del

domingo, cuando tu cuerpo se relajaba en el hogar familiar, te visitaba el ritual

físico del acoso.

Sin saber muy bien cómo, empezaba todo. Primero, sentías un fuerte

pinchazo en la nuca; después, una leve señal nerviosa, invisible y casi

imperceptible, transformaba este primer pinchazo en un desconcertante mareo.

Tus ojos desenfocaban la realidad. Los muebles cambiaban de colores y de

formas. Las figuras de tus hijos y de tu mujer, que veían tu transformación

física, se quedaban borrosas en un segundo plano, sabiendo lo que te ocurría y

comprendiendo que de nuevo no podrían ayudarte. Tu piel se trasformaba. Te

convertías en una estatua amarillenta, toda ella empapada de agua, tu sudor.

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Un sudor que tú mismo notabas frío y que, además, siempre venía

acompañado de su inconfundible olor. Lo olías amargo, agrio y ácido.

El ritual de la acidez y del miedo no había hecho más que comenzar. El

cuerpo te avisaba y debías buscar el duro y frío suelo. Te estirabas. Tenías

miedo, mucho miedo. Perdías el equilibrio de la misma manera que el tallo del

trigo se dobla ante el aliento del cierzo. Todo giraba y se movía en una

borrachera fugaz y extraña de tus nervios.

El frío sudor iniciaba su camino de tristeza empapando tu nuca, para ir

bajando por tu espalda hasta alcanzar por detrás, con traición, tu estómago. En

ese preciso momento, el estómago se contraía con tanta fuerza que enviaba

cualquier resto de comida hacia tu boca. Antes de que llegasen los fragmentos

mal digeridos, tu garganta sentía el gusto furtivo de un vino amargo. Una

sensación de vinagre no aromatizado inundaba tu garganta y subía por tu

esófago décimas de segundo antes de que el oscuro y pegajoso vómito

circulase por tu boca. En un acto reflejo indescifrable, apretabas los dientes y

cerrabas tu boca para que el vómito no se te escapase.

Corriendo y nerviosa, tu mujer debía buscar cualquier cubo o recipiente

de plástico de cierto tamaño. En esas condiciones, era imposible llegar hasta el

cuarto de baño. Y el cubo, o el recipiente de plástico, era tu salvación. En él,

vertías los restos de la comida y también tus miedos.

Después, la liturgia física del acoso recorría el camino del miedo a la

inversa. Primero, dejabas de vomitar; a continuación, el estómago se

destensaba por sí mismo; más tarde, el frío sudor se evaporaba solo. Tu

cuerpo se desconectaba y te dormías, quince o veinte minutos, nada más.

Todo había pasado en una media hora.

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Te levantabas del suelo y comprobabas que ya no te mareabas. Todo

había trascurrido con tanta aparente normalidad que lo vivías como un

acontecimiento cotidiano más de una tarde del sábado o del domingo. A tu

memoria venía siempre la misma evidencia. Es fin de semana, ya llega el

lunes. Otra vez, a la misma rutina de los nervios y del miedo.

Aconsejado por tu familia, decides ir a los médicos. Te hacen todo tipo

de pruebas. Se asustan. Los síntomas son graves. Comienzan a realizarte toda

clase de exploraciones. Te observan los oídos, te hacen electros, te miran el

cerebro, chequean tu tráquea y tu laringe. No encuentran ninguna evidencia

física de una posible grave enfermedad. Pero un día, uno de ellos, revisando

las fechas de los mareos y vómitos, descubre que estas crisis se producen

siempre los fines de semana, jamás en los días laborales. Tú se lo confirmas. A

partir de ese momento, todos ellos llegan a una misma conclusión. El paciente

padece crisis psicosomáticas. Es el ambiente de trabajo envenenado la causa

inicial que las origina.

Los médicos te piden que seas valiente, que luches, que ellos ya saben

lo que tienes. Tu salud es de hierro, pero tu alma está afectada por una

dolencia, te acosan. Te aconsejan que leas libros con alto contenido espiritual.

Te haces fuerte y vuelves a tus antiguas y olvidadas lecturas. De nuevo

recurres a las antiguas lecturas y su canto a la vida. En un año largo e

interminable, parece que te curas de los síntomas. Dejas de pasar el calvario

de los fines de semana. Tu familia ya no se asusta, pero, tú sabes que el

acoso no se ha acabado ni se acabará jamás.

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Preguntas existenciales 6

La vida siempre revolotea en torno a nuestras emociones más primitivas y

sencillas. Volver a reencontrarte con esta verdad te hizo ser de nuevo libre.

Volviste a atreverte a mirar la vida con ojos vivaces y contemplaste feliz su

transparencia. Otra vez pensaste que la vida jamás debía asociarse a las

preguntas existenciales, pero que estas preguntas sólo existen en la vida. Este

fue el punto de arranque de tus reflexiones que hoy te quieren recordar que

sentir es una obligación y una presencia.

Nuestra cultura se ha abandonado en manos de la técnica y de su

tecnología, pero, lo peor de todo es que ha construido un nuevo dios, el dinero,

y unos nuevos mitos, vacíos de cualquier contenido existencial.

Y son precisamente los adoradores de este nuevo dios y los practicantes

de las nuevas formas míticas los que se han transformado en los nuevos

inquisidores, en los nuevos acusadores de los hombres y las mujeres que

quieren vivir la vida sobre los parámetros de la coherencia, en definitiva, de la

honestidad.

Escogiste el camino de la libertad y, con él, el de la reflexión. Volviste a

meditar pensamientos muy sencillos. A pesar de la opinión general y común de

los hombres, la vida puede existir sin los seres humanos; por el contrario, los

hombres no podemos existir sin la vida. Y te preguntaste. ¿Cómo educar a mis

hijos? ¿Debo recurrir a las viejas ideas? ¿Merecen la pena la coherencia y

todas las virtudes?

Caminaste en silencio muchos días, sabiendo desde el primer momento

que hoy es muy difícil, en una cultura tan tecnológicamente desarrollada como

la nuestra, reflexionar sobre el resplandor de la vida. Sin embargo, siempre has

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sido muy consciente del poder curativo de las palabras, puesto que, ya hace

algún tiempo, comprendiste que el único camino posible hacia la serenidad,

que proporciona la vivencia cotidiana de la felicidad, es el del gozo construido

por la coherencia y el resto de las viejas y nobles virtudes.

Te asustaste de las nuevas imágenes de comportamiento. Intuiste que,

desgraciadamente, no eran las imágenes de la vida. Sólo eran imágenes

expresadas en las nuevas redes eléctricas. Sabías que los nuevos valores

inundan los cerebros con rápidas sensaciones, a través de una lista de

pantallas cotidianas e identificables.

Tuviste miedo. No era fácil salir del acoso. Eras muy consciente. Te

asustaste. Lo sabías. Te dabas lástima a ti mismo. Observabas a tu alrededor.

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Los hombres miraban pantallas con devoción y ansia. Sin embargo, muchos de

ellos no eran capaces de tener asombro por la lluvia o el regreso del viento.

Eras un manojo de nervios que veías cómo la electricidad había irrumpido con

tanta fuerza en los cerebros de los hombres que les impedía distinguir los

matices de la luz del sol.

Quisiste volver a pensar sobre aquello que te hacía ser tú mismo, tu

sencillo caminar sobre la Tierra. Fuiste valiente y volviste a reflexionar sobre lo

cotidiano. No obstante, tenías claro que resulta extremadamente difícil hablar y

escribir sobre lo que es obvio, porque eso significa expresar lo que uno siente

de verdad cada vez que escucha los latidos de su corazón.

Algo empezó a cambiar. Por suerte, en cada nuevo amanecer, las

primeras luces te devolvían la esperanza y descubrías que la vida te había

regalado otro día. En ese preciso momento, intuías que todavía no estabas

tocando fondo.

Te quedabas quieto, inmóvil, esperando las respuestas proyectadas por

tu silencio. Durante largos meses, te habían hecho mobbing y creías que era

de justicia levantar tu voz para explicar tu manera singular de entender la vida.

Como un niño al que asustan los ladridos roncos de un perro, querías

detener el olvido en el que te estaban queriendo enterrar los otros, como si él

abandono fuese tu única y posible estructura de vida.

En esas ya lejanas mañanas, tus emociones querían volver a casa,

giraban en tu cabeza y avanzaban hacia la búsqueda de tus más íntimas

reflexiones. No podías rendirte. No podías dejar que hombres sin conciencia

crítica se lanzasen sobre tu coherencia y te destruyan. No era el momento de

analizar las razones. Comprendías que sus ataques tenían un claro objetivo:

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querían anularte creando círculos irracionales de soledad. En esos momentos,

tú no lo sabías, pero tu propia forma de ser y de vivir eran las causantes de tu

ruina. Estabas muy equivocado. Tú creías que era por tu conocimiento

auténtico, pero resulta que era por tu fracaso.

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Las palabras 7

¡Qué horas aquellas! ¡Qué días aquellos!. Sin embargo, cuando tu cuerpo

rezumaba tristeza, se produjo el milagro. Supiste que debías traspasar los

misterios de tu alma y regresar al camino de la libertad como un hábito, como

una costumbre natural. Y lo hiciste. De hecho, desde la libertad, que te rescató

de los bordes de la nada, volviste a replantearte los principios más importantes

de tu vida.

Eras consciente de que, seguramente, nadie volvería a acompañarte en

ese camino renacido, pero eso en esos momentos no te importaba. Tú habías

sido coherente y debías serlo hasta el final. Lo tenías claro. Si no lo hacías, los

otros habrían encontrado una justificación, un argumento sutil para decir: “Ya

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os lo decíamos nosotros, es como los demás, se deja comprar por unas

monedas, por unos miserables euros de más al mes.”

Habías bajado y habitado en el barro y en la escarcha de la destrucción,

pero querías salir y el primer principio de tu actuación era evidente: “No quiero

ni busco venganza, sólo justicia.” También conocías que todas estas palabras

no le interesaban a nadie. Por este motivo, decidiste volver a degustar tu

libertad.

Tomas una decisión. Tu libertad te hará fuerte, muy fuerte, tan fuerte que

los otros desconocerán que, con su acoso, te han devuelto tus recuerdos.

Parece que la vida ha vuelto. Sales de casa sin miedo a la puerta. Eres el de

antes y ya no eres un ser desmemoriado. Tú has advertido que la solución se

encuentra en tu libertad interior. Has vuelto de nuevo al mundo desde el

desvarío y el cansancio y sientes que hay algo sereno que no te ignora. Por fin,

no caminas a tientas y la situación ya no apaga tu voz.

Cuando caminas hacia el trabajo, te vas repitiendo a ti mismo que los

días no están destinados sólo para trabajar, sino también para vivirlos con la

dignidad necesaria del que sabe que sus palabras son el alimento en el que los

otros han generado el camino de su destrucción. Lo sabes muy bien. Has

comprendido que son precisamente esas mismas palabras las que dan sentido

y forma a tu vida. Tomas una decisión. Tú no debes cambiar. Son los otros, los

que te acosan, los que desearían que tus palabras se convirtieran en

espejismos de la nada.

Cuando tu soledad ya no es olvido, te preguntas qué tienen tus palabras

para que no las quieran y buscas, sin amargura, las respuestas a todos estos

interrogantes. Con el cerebro analizando muy lento todo lo sucedido en los

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últimos años, decides expresar tus palabras y encuentras que el gran problema

no son ellas en sí mismas, sino las ideas que expresan.

Lentamente, la inquietud desaparece porque has encontrado la

explicación de los ataques de los otros. Ahora conoces perfectamente el vacío

que se encierra en sus acusaciones. No tienen ni la más mínima causa lógica

para que puedan explicar por qué te escogieron como su víctima. Ahora estás

dispuesto a que no crezca más la mentira en forma de instintos agrios.

Todo se debe a tus ideas y te ríes, porque tú eres el primero en saber

que tus ideas no son de tu propiedad, sino que en ellas se ocultan las voces de

hombres que también resistieron a los juicios amargos de otros inquisidores.

Tú no has inventado nada, ni siquiera tu forma de expresar tus pensamientos

es original y nueva.

Pero, al llegar a este pensamiento, otra vez te visita el miedo. En este

momento, te detienes y sonríes. Solamente los ciegos de rabia, ira y envidia

son capaces de no ver que los hombres pasamos de generación en

generación, pero que la auténtica protagonista es la vida. Ella es la que nos ha

hecho capaces de crear el camino de nuestro propio destino. Ella nos ha

forjado en nuestra manera de ser. Los nuevos inquisidores creen que eres

diferente porque tienes ideas que no son iguales a las suyas.

¿Tan poco valor tiene hoy tu vida para que con palabras absolutas y

absurdas puedan los otros intentar exterminarte poco a poco? Nadie ha salido

en tu defensa. Tal vez, porque crean que, si lo hacen, ellos dejarán de estar a

bien con el que manda.

Tú eres consciente de que tu problema no es comparable al de tantos

hombres y mujeres que mueren cada día de hambre, pero también sabes que,

Page 26: Viaje al confuso interior del mobbing

26

si todos te olvidan brevemente, por unos cuantos días, tu existencia habrá

dejado de tener sentido y, entonces, los otros lo habrán conseguido. Otro

anónimo hombre más, de los que luchan cuerpo a cuerpo contra todas las

manifestaciones del integrismo, habrá dejado de existir.

Por eso, sabes que tu lucha es el canto de un anónimo hombre más que

ha sido y está siendo sometido a acoso, a mobbing. Hasta aquí has llegado. Te

plantas y desde tu libertad interior, la que los otros jamás controlarán, quieres

explicar las ideas que te condujeron a este chorreante misterio de silencio,

acoso y miedo.

Page 27: Viaje al confuso interior del mobbing

27

Recuerdos 8

Tu memoria es la de cualquier hombre o mujer que un día, allá por su

adolescencia, descubre en otro ser humano la

mirada de la coherencia. A partir de ese

momento, esos ojos se te quedan grabados para

siempre. La esperanza acaba de atravesar tu

alma. Por imitación, en definitiva, por educación,

has decidido ser tú mismo.

Optaste por ayudar a los otros hombres

para que juntos seáis capaces de ahuyentar sus

miedos de la vida. Por eso, en los momentos en

que el acoso era más feroz, decidiste que no

podías renunciar. Conocías muy bien lo que te

estaba ocurriendo. Probarás otra táctica. Tú

también serás anónimo. Vivirás tu vida laboral

apartado de todos, pero sin renunciar a la alegría

y a la esperanza.

Y así lo intentas durante una serie de

semanas hasta que los otros vuelven a decidir

que tú no encajas, que tu perfil está pasado de

moda, que no debes permanecer allí porque

cuestionas con tu mirada sus actuaciones

parciales y partidistas. Una vez más, te empiezan

a reprochar tu actuación como conciencia crítica

Page 28: Viaje al confuso interior del mobbing

28

en contra de su actuar. Con rabia, descubres que tu intento de vivir como un

trabajador anónimo tampoco ha funcionado. Te vuelven a plantar cara y te

dicen: “¿Quién te crees que eres tú? ¿Acaso te tienes por mejor que

nosotros?”.

Ahora adivinas muchas cosas. Los otros todavía no son capaces de

entender que, en un mundo tan tecnológicamente avanzado, lo único que

todavía no ha cambiado, en el corazón de los hombres ha sido la búsqueda

interior de la propia felicidad.

Creías que lo habías superado todo. Pero, volvieron a reducirte, a

convertirte en un vagabundo que pedía la caridad de sus emociones y de sus

costumbres. Tenías la vida defendida de cualquier nuevo interrogante, pero no

esperabas el ataque directo sobre tu memoria. Querían deshacerte, terminar

contigo a través del cansancio psicológico; pero algo en ti resistió, aguantó

como una raíz abierta que se aferra a la humedad de la lluvia. Golpe a golpe,

mentira a mentira, los otros planificaban un acoso. A veces, el mobbing era el

fruto del azar, de una pura imposición. Habían oído, les parecía que alguien

había dicho, cuentan que dijo... Acumulaban palabras y estrategias para

hundirte en el barro pegajoso de la tristeza y de la soledad. Su táctica consistía

en dejar posos ácidos en las conciencias de los que todavía creían en ti y

ponían en duda todo lo que ellos les explicaban como único criterio de verdad.

Page 29: Viaje al confuso interior del mobbing

29

Interrogantes 9

Sin embargo, todavía hoy no sabes muy bien el porqué, un día te plantas.

Quieres ir al encuentro de tu vieja conciencia. Tú estás seguro de tu caminar

lento. Y, en ese momento, recuerdas que el poder de tu salud reside

precisamente en la manera como te atrevas a mirarte ante un espejo.

A tu memoria, vuelven viejos principios, antiguos pensamientos que

llevas pegados a tu piel de la misma manera que el polvo se engancha a las

piedras en los caminos secos de tu memoria.

Han querido condenarte a la muerte de los sentimientos, las preguntas,

las emociones, los sentidos y las respuestas, pero, has aguantado. Lo tienes

claro. No debes someterte a los dictámenes de los otros.

Page 30: Viaje al confuso interior del mobbing

30

Ante ti está tu destino y el de tus hijos. ¿Qué legado debes dejarles?

Dudas.

Te han condenado a no transitar por el viejo camino de las emociones;

pues tú debes ser igual que los otros. De hecho, debes comportarte con el

código de los nuevos valores Una extraña sensación y ocultación de tu

memoria ha estado rondando tu cerebro. Durante meses, el miedo amasó

dudas y nervios. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo debo pensar? Estás tan

desorientado que no sabes hacia dónde dirigir tus pasos y a quién pedir ayuda.

Necesitas que al menos alguien sea capaz de escucharte hasta el final y que te

deje explicar las sustancias de las que están hechas tus ideas.

Sólo quieres una noble y sincera certidumbre que te indique que tú has

obrado bien y no la encuentras. Los demás no quieren problemas, o, al menos,

eso es lo que te dicen. Temen las represalias del jefe. Ellos también tienen

bocas que alimentar.

Page 31: Viaje al confuso interior del mobbing

31

La lentitud de tus reflejos te golpea y decides ir a buscar nuevos

horizontes. Una voz renacida eclosiona en tu memoria y te dice que esos

horizontes no están más allá de cualquier frontera, esos horizontes los tienes

en tu interior. Han estado siempre ahí. Son los que te han hecho palpitar, los

que han acompañado los latidos de tu corazón.

Precisamente, tu voz interior te conduce a tu conciencia de siempre,

rompiendo así todas las cadenas, tanto físicas como psicológicas, con las que

han intentado atarte y amordazarte. Ha sido ella la que te ha impedido

acercarte a las absurdas aguas del suicidio. Ella ha negado que tu cuerpo se

abalanzase sobre el vientre húmedo de la muerte. Ella y tus recuerdos íntimos,

impresos con el sagrado fuego de la exaltación de la vida.

Tú vienes de lejos, como tus ideas. No eres un ser humano nacido de la

nada. Tú eres fruto de tus ancestros y de la memoria cultural de Europa. No

quieres volver a caminar por las rutas de los desposeimientos de la memoria.

Los otros han intentado todo, pero desconocían la savia de la que se nutren tus

actuaciones. Tú no eres un hombre que quiere ocultar sus leyendas, sus mitos

y su tradición cultural. Desde que naciste, te han educado en las viejas virtudes

griegas y cristianas. Unas virtudes tan nobles que, con el paso de los siglos, se

han derramado por todas las capas sociales.

Unas virtudes con tanto sentido existencial que hasta se han esculpido

en las emociones primeras de los pastores, campesinos y pescadores de la

vieja Europa. Vuelves a mirar y te das cuenta de que hoy las virtudes residen

en la coherencia de las vidas de hombres y mujeres que no tendrán ningún

rótulo o placa en las calles, plazas o fuentes de sus pueblos o ciudades. No

obstante, tú tienes la certeza de que en sus ojos has visto los latidos frágiles,

Page 32: Viaje al confuso interior del mobbing

32

espesos y dulces de la felicidad. Y encuentras en las viejas enseñanzas el

anclaje definitivo que no te ha dejado marchar, que no te ha llevado hacia los

momentos en los que fermenta el suicidio. Tú eres uno más en la antigua

cadena de las generaciones humanas que han encontrado los cimientos de la

certidumbre y del amor humano en la vieja tradición cultural europea.

Page 33: Viaje al confuso interior del mobbing

33

Acción 10

Sin embargo, tú ya sabes que no eres una cosa y que ni tu vida ni la de ningún

hombre pueden ser cosificadas para otorgarle un valor. Tú no estás en venta.

Nadie te comprará, porque tú no mides la vida a través de los nuevos valores.

Has decidido que ya es hora de recordar todo esto.

Necesitas hacer algo. No estás de acuerdo. Conoces que, ahora, todos,

hombres y mujeres sin excepción, son educados en una cultura de los valores

positivos, creativos, estimuladores, igualitarios, con estética y juventud eterna,

que no provocan miedos, traumas ni frustraciones y que, como principal

fundamento, deben abstenerse de provocar dolor. Crees que es una cruel

trampa.

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34

De nuevo, sobre tu cuerpo, se produjo el latigazo del impulso psicológico

del miedo. Tú sabes que necesitas salir del extraño pozo en el que te han

precipitado, pues temes que vuelva el regusto ácido del vómito y la ruptura de

tu equilibrio interior a través de los densos mareos.

Si no llega a ser por esta conciencia intensa que se ha colado e

instalado definitivamente en tu alma, todavía hoy estarías creyendo que todos

los síntomas de enfermedad con los que te avisaba tu cuerpo provenían de una

causa interior y física. Pero fue esa conciencia tan distinta la que te hizo

entender que te encontrabas delante de una experiencia nueva; una nueva

manera de interpretar el desajuste con la naturaleza en el que actualmente vive

el hombre.

Todavía hoy, lo recuerdas. En esa angustiosa realidad, fue tu propio

cuerpo el que te habló. De hecho,

esa reciprocidad de las emociones

entre tu cuerpo y tu mente,

embarrancadas en estas nuevas

sensaciones de la conciencia, fue la

que te hizo intuir que algo nuevo y

extraño te estaba sucediendo.

Ahora, lo tenías claro. Las intensas

manifestaciones del dolor y del

miedo, que antaño experimentaba tu

cuerpo y no sabía analizar tu mente,

provenían de fuera, de más allá de

Page 35: Viaje al confuso interior del mobbing

35

los límites estables del único territorio y patria que posee un hombre: su

cuerpo, en definitiva, su vida.

Con su nueva escala de valores, los otros pretendían la anulación de

una forma de vida basada en querer ser uno mismo. Tu forma de vivir y de

explicarte eran incómodos porque se habían convertido sin quererlo, sin

proponértelo, sin buscarlo ni pretenderlo, en el improvisado espejo en el que se

veían reflejados los otros. Un espejo que no devolvía rostros y figuras. Un

espejo en el que se manifestaban los comportamientos de los otros y hería.

¿Cómo puede hacer todas estas cosas sin cobrar un euro de más? Algo

esconde. ¿Cómo puede tratar tan bien a los demás para que nadie se queje de

sus actuaciones? Algo esconde. ¿Cómo puede venir contento al trabajo,

cuando nosotros no lo hacemos? Algo esconde.

Lo descubriste. Cuando alguien tiene el privilegio de poder trabajar con

otro tipo de intenciones, por ejemplo, la de acumular experiencias y vivencias,

los otros, la mayoría de las veces, no lo entienden.

Afortunadamente, hoy, al repasar esos momentos, sonríes. En el fondo,

tú sólo querías recoger las necesarias destrezas que te permitiesen abandonar

la vida con una sonrisa en los labios. Pero, tuvo que que ser, precisamente,

ese acoso, esta cacería psicológica al hombre, ese mobbing absurdo, el que te

sacase de tu aparente serenidad y el que sacudiese los cimientos de tu vida

para que te dieses cuenta de que todavía tu vida estaba en construcción. No

podías abandonar.

Page 36: Viaje al confuso interior del mobbing

36

La búsqueda 11

Cuando alguien te dice: "Deja de comportarte así con nosotros y haz lo mismo

que nosotros", utilizando contra ti toda su rabia, sabes que, en ese preciso

instante, se ha hecho inevitable la incomprensión. Por eso, inmediatamente,

comprendes que debes intentar salir por todos los medios de la sombra del

acoso que los otros te están tejiendo y construyendo.

Para empezar a salir, en ese oscuro momento, buscas el aire y la luz del

sol como única forma de deslumbramiento. Hace tiempo que te enseñaron que

la serenidad primera de la naturaleza cautiva con fuerza eficaz los secretos del

alma de los hombres. Además, te mostraron que nadie tiene derecho a intentar

romper el equilibrio de los pasos que caminan intentando reproducir la armonía

de la naturaleza.

En esos absurdos momentos, cuando comprendes que la serenidad es

la primera fuerza que no debes perder, te sientes feliz. Desde el primer

Page 37: Viaje al confuso interior del mobbing

37

momento, has entendido que, si mantienes siempre y de forma clara esta

primera idea, nada se puede comparar a la tranquilidad que da la riqueza

emocional del hombre que vive su vida, día a día, como esperanza y

compromiso. Lo has tenido siempre claro. Algunos de los otros jamás lo han

entendido. Has intentado mostrarles que la serenidad nace y crece en el

interior del hombre cuando desaparece el yo, que siempre es mejor el trabajo

colectivo. En el fondo, siempre les has intentado hacer comprender que tú sólo

eras un eslabón más de la cadena de la vida. No lo han entendido. Tú sigues.

Nada ni nadie te descentra jamás en los recorridos indescifrables del tiempo.

Te conviertes así en un nuevo viajero de la historia. Lo sabes, tu serenidad

interior es tu mayor riqueza.

Es mágico el momento en el que descubres que, contra todo pronóstico,

la vida ha permanecido contigo desde el primer momento. Cada día de tu

acoso has podido sobrevivir de forma digna. Un día lo comprendes todo. La

serenidad siempre te ha mantenido firme con una serie de soluciones que te

han protegido de cualquiera de las voces del miedo.

Sonríes. Recuerdas claramente aquel día. Hacía calor. Era primavera.

Comprendiste que merecía la pena volver a pensar en tu serenidad. Sabías

que era la solución. Debías interiorizarla cada mañana. La necesitabas como

una sombra fresca para tu alma. Había que hacerlo. Debías practicar el ritual

de tu trascendencia, es decir, alcanzar el sosiego. Tenías derecho al equilibrio,

en definitiva, a tu paz interior. Y te planteaste un reto. Cada mañana, saldrías al

encuentro de la vida con la intención de volver a utilizar las fuentes silenciosas

de la esperanza.

Page 38: Viaje al confuso interior del mobbing

38

Futuro 12

¡Qué paradoja! Aquellos días, el mobbing te llevó a recordar antiguas

lecciones. En su origen, fue la búsqueda de la armonía con la naturaleza lo

que impulso a algunos hombres a buscar el equilibrio de las formas, las

acciones y las palabras como fuente de la perfección. Un equilibrio basado en

una pauta muy sencilla, la justa medida de todas las formas, de todas las

acciones y de todas las palabras.

Comprendieron que cada edificio, cada actuación, cada pensamiento, en

definitiva, el hombre mismo, tenía su propio equilibrio interior manifestado en la

perspectiva material de los edificios y las estatuas, en las proporciones

sinceras de los gestos y de las formas sociales y en los pensamientos creados

por las palabras humanas. Por eso, desde los primeros griegos, la serenidad

Page 39: Viaje al confuso interior del mobbing

39

siempre ha sido enemiga de la violencia, del ruido de los metales o de las

palabras que enloquecen.

Y palabras fueron las que casi te hicieron enloquecer. No entendías

nada. El acoso llegó a ser un muro. ¿Hacia dónde caminar? No racionalizabas

lo que te ocurría. ¿Nadie era capaz de ver que la vida era más sencilla?

Llorabas. Cada noche, llorabas. Sabías que la puerta te esperaba a la mañana

siguiente. No sólo la puerta, también las máscaras de todos aquellos que

querían sobrevivir al abuso del poder a cualquier precio, hasta el de dejar de

ser ellos mismos.

Lo tenías claro. Las cosas estaban cambiando a pasos agigantados en

el mundo del trabajo. Te decías: a partir de ahora, los hombres no lucharán ya

por una frontera cultural y social imaginada, sino por la realidad material de la

multinacional para la que trabajen. Después de muchos siglos, los hombres

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40

dejarán de identificarse por el nombre de un territorio, encerrado más o menos

en unas fronteras estables producto de su fantasía social y cultural, para pasar

a comprender que su existencia está ligada a la supervivencia de la empresa

multinacional para la que trabajan. Reflexionaste. Los jefes de las pequeñas y

medianas empresas, por imitación a lo que piensan que es el nuevo modelo de

los valores modernos, se creen también importantes señores feudales con el

derecho de vida y muerte sobre todos sus siervos, es decir, sus trabajadores.

Desde esta nueva perspectiva cultural, todos se comportan e imparten a

la antigua sus criterios de justicia: no te portes mal, no protestes, no emitas

juicios de valor, no luches por tus derechos, que te echo a la calle y te quedas

sin nómina y, después, ya se lo explicarás, si tienes agallas, a tu mujer y a tus

hijos.

Por eso, sobras. El acoso laboral tiene el precio de las pesadillas. Jamás

piensas que te pasará a ti. Hasta que ocurre. En esos momentos, sólo tienes el

recurso del vómito, el llanto, la soledad o el grito.

Page 41: Viaje al confuso interior del mobbing

41

Echabas en falta tus inicios en el mundo laboral. Cada día, esperabas el

preciso momento en el que te llegase el silencio más dulce. En el fondo,

buscabas el instante mágico y perfecto. Querías recordar con todas tus ganas

que merecía la pena vivir sólo por el hecho de vivir. Te repetías una y otra vez

que los afanes están bien, pero que no dejan de ser afanes. En aquellos

momentos, querías volver a ser afortunado. Todavía eras de los hombres a los

que les gustaba ponerse bajo la sombra protectora de un árbol y, en su

penumbra, intuir el equilibrio interior que toda la naturaleza posee. En el fondo,

como a cualquier persona, te gustaba sentirte protegido por tu propia vida, la

única que tenías y tienes.

.

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42

Gritos rotos 13

Recuerdas con dolor los días de los gritos rotos. ¡Qué cansada estaba tu

memoria! Tú sabías y comprendías que la vida era un encuentro y un camino

que tenías que recorrer siempre desde la autenticidad de tus emociones. Pero,

allí estaba cada mañana esa puerta para recordarte que no tenías ningún

derecho a buscar la justicia social y laboral.

Todavía hoy, el amanecer de todos los días crea un nuevo horizonte de

expectativas vitales en el que tu mirada humana quiere contemplar la vida

como una auténtica fiesta de los sentidos. No quieres renunciar a la sorpresa y

a la felicidad. Conoces que es difícil, pero no imposible. A pesar de las

secuelas que dejó en ti el mobbing, el atroz acoso laboral, y con las cuales

sigues viviendo, todavía crees con más fuerza en la esperanza. Y así vives hoy

tú la vida. Sabes que jamás debes renunciar a buscar los instantes humanos

Page 43: Viaje al confuso interior del mobbing

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de felicidad. Lo tienes muy claro. No hace falta nada más que la comida

suficiente y el respirar armonioso. En la actualidad, todavía es posible cuidar a

los otros desde la propia perspectiva de la memoria. Nadie que se tome la

molestia en comprobar esta forma de vida se hundirá en los caminos de los

celos, la ira y la envidia. Desde la sabiduría que disipa la intranquilidad de

nuestras emociones, todavía se puede saber escuchar el silencio como si todo

él fuera una eterna sinfonía de sensaciones. No todo está perdido.

Por muchos que, todavía hoy, sean los latigazos que reproduce el

mobbing cada mañana al despertarte, sabes que vivir desde la serenidad te

permite ser capaz de saber buscar, en cada momento, la sustancia primera de

la felicidad. Te repites una y otra vez que el hombre que, todavía, sea capaz de

saber gustar y beber agua fresca con sus manos no negará jamás que hay que

seguir luchando y estar atentos porque la vida nos olvida en un solo instante.

Por aquellos días, te empeñabas en defender que existía la posibilidad

de una actitud de vida noble y real. Sin embargo, hoy, como ocurría en aquellos

Page 44: Viaje al confuso interior del mobbing

44

tiempos, te continúan asustando las miradas de los otros. Notas que, cada vez,

nuestras miradas son menos cálidas. Todavía te asustan esos ojos poblados

de recelos que te recuerdan lo poco que se necesita para que a tu vida

regresen el dolor y la desesperación.

Al repasar tus ideas, tus labios realizan una mueca, mezcla de

desesperación e ironía. Recuerdas cómo regreso el miedo a tu vida cuando

descubriste que tus acusadores habían decidido que los extraños no eran sólo

los que venían de fuera. El extraño era siempre el otro, cualquier ser humano

que les interrogaba con sus cansados ojos en esos viajes a la deriva cargados

de silencio.

Lo realmente trágico fue descubrir que fue por tu falta de agresividad,

por no querer ser el primero en el sentido utilitario, práctico y moderno, por lo

que los otros practicaron el mobbing sobre ti. Nunca supieron entender tu

actitud ante la propia existencia y ante los demás. No entendieron tu falta de

agresividad y de competencia. Por eso, cada vez que hacías las cosas en

nombre de los demás, incluso en el suyo propio, los hundías más.

Tú habías aprendido que la serenidad es un canto a la vida. Eras

consciente de que sólo desde ella el hombre podía acometer su existencia

como un don, como el mejor de los regalos posibles. Pero, allí, estaban de

forma esporádica los vómitos para recordarte que no todo estaba acabado, que

el desequilibrio no estaba vencido. Tuviste que tomar una drástica decisión. Te

marcaste un primer objetivo. La aceptación de tu propio cuerpo sería la primera

tarea psicológica que tenías que volver a hacer para salir de nuevo al camino

de la conciencia personal.

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45

De repente, sin explicártelo muy bien, te encontraste más sereno, más

tranquilo. De tus ojos, huían las espesas formas de tu sufrimiento interior.

Volviste a recordar que no existe otro despertar interior tan asombroso como

este absoluto y ritual descubrimiento de la salud del cuerpo. Sabías que

saldrías del mobbing si eras capaz de volver a escuchar el latido interno de tu

cuerpo. Él no te había abandonado. Estaba esperando tu regreso a través de tu

propia conciencia. Lo habías intentado. Habías vuelto a perder. Pero, no habías

fracasado. Debías seguir luchando.

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46

Sosiego 14

Por eso, conocías que, desde el instante primero de tu conciencia

personal, te habían educado a saber distinguir los comportamientos sociales de

la propia vivencia del existir. En ese estado de soledad y acoso, fuiste

consciente de que jamás nadie es perfecto. Sólo querías recordarles que todos

tenemos el derecho a ser felices a nuestra manera. Esta fue la actitud inicial

que, en esta segunda época de lucha contra tu mobbing, alejó tus

pensamientos del pesimismo y del olvido.

Tú habías aprendido el camino de la serenidad porque otros te habían

educado. En esos momentos del segundo golpe amargo del acoso, fuiste

consciente de que, una vez que la aceptas, jamás puedes abandonar la

búsqueda de la serenidad. Sabías que, desde un primer momento, vivir desde

el equilibrio personal implica aceptar el compromiso de la justicia, porque sin la

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47

práctica de la justicia nunca podrá existir la serenidad en tu corazón. Te habían

educado a defender que sólo el ser humano que practica la justicia es capaz de

llegar a sentir los instantes en los que la razón se expresa en armonía con los

sentimientos. Lo conocías muy bien. No puede existir la serenidad sin esta

vivencia íntima de la conciencia tranquila. Lo volviste a intentar. Había que

levantarse. No tenías miedo de mirar a nadie a la cara. No bajabas los ojos, no

te humillabas, porque tú eras consciente de tu compromiso con las vivencias.

Cuando fuiste capaz de vivir la vida sin turbación, todo empezó a estar en

aparente calma. En esos momentos, fuiste capaz de entender que la

moderación de tu actuar no significaba un silencio cómplice en favor de las

injusticias laborales.

Por fin, empezaste a comprender por qué te sometían a mobbing.

Sabían que los aspectos sociales de tus formas de comportamiento eran el

claro exponente de tu vivencia íntima de la serenidad y eso les dolía. De hecho,

son las injusticias sobre los demás las principales causas turbadoras de los

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48

estados de ánimo de las personas que practican la lucha por la justicia social y

laboral. Pero, lo tenías muy claro. Cuando contemplas los desequilibrios

laborales, tú no puedes continuar sereno viendo cómo actúan con injusticia

sobre los demás. Aunque suene a quimera o fantasía, tú sabes que la

contemplación comprensiva y sincera del prójimo es lo más bello.

Volviste a pensar que la armonía laboral en las empresas se convierte

en una práctica sensata cuando es

fruto de la reflexión. Querías que todo

el mundo supiese que, en este modelo

de vida actual, no sirve pensar que se

deben realizar las actuaciones sobre

los demás buscando una recompensa,

una especie de intuición psicológica

gratificante. La justicia social y laboral

exige trabajo para encontrar sus

adecuadas formas. Eras consciente

de que sólo desde la verdadera

reflexión se produce la cordura y la

sensatez. Te afirmabas. Te decías

una y otra vez a ti mismo que la

vivencia de la empatía era una

responsabilidad íntima que abarcaba

todos los minutos de tu existencia.

Llegaste a reírte a carcajadas descontroladas cuando te diste cuenta de

que ese era el verdadero motivo del mobbing que ejercían algunos de los jefes

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49

modernos sobre sus trabajadores más cualificados. Esos jefes no admiten que

los hombres sean críticos con su trabajo, pues no llegan a explicarse por qué

no les están haciendo mil parabienes por su magnífico trabajo de dirección,

como sí realizan, de manera diaria y constante, los otros, sus maliciosos

cómplices en el acoso. Por lo general, estos modernos jefes se consideran los

mejores en los actuales valores sociales y económicos, despreciando siempre

el trabajo de sus predecesores.

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50

Resistir 15

Desde un primer momento que decides salir como sea, vuelves a descubrir que

la vida es un regalo, un don por el que tú no has pagado nada. De hecho, esta

gratuidad de la vida se convierte en la norma de comparación en la que tú te

basas para actuar con los demás.

Es precisamente este carácter altruista de la vida, que te ha regalado

estos inigualables años de conciencia personal, la base psicológica de tus

actuaciones. Has descubierto que los hombres no poseen entre sí una

diferente configuración, ya que todos nacen igualados por la existencia. El

aspecto de sus formas no es lo esencial.

Dudas, tú has descubierto y comprendido que no debes verlos ni

juzgarlos por separado. La belleza que resulta de este ejercicio de no querer

juzgar ni a tus acusadores no es nada convencional. De hecho, no se ajusta a

las normas sociales establecidas. En el fondo, sólo quieres subrayar tu

Page 51: Viaje al confuso interior del mobbing

51

identidad. Sabes que para ello cuentas con tu propia libertad interior y con la

reflexión consciente de tu existencia.

Nada te importa, sólo una evidencia: los otros te han sometido a

mobbing. Eso es lo que importa. Y lo más curioso del caso es que tú no eres

consciente de por qué tienen este comportamiento hacia ti. Te han querido

eliminar. Incluso han traído a otro trabajador para que ocupe tu lugar de

trabajo. Su propuesta es clara, eliminarte por el silencio.

Ahora, cuando lo piensas, eres muy consciente de que, en esos días,

comprendiste que el ser humano no puede estar bien consigo mismo sino

realiza este ejercicio inicial de la justicia que empieza por ser honesto consigo

mismo. El que ve las injusticias laborales no permanece quieto ante ellas.

Obligatoriamente, toma partido, ya sea haciendo como que no las ve, ya

denunciando la situación de injusticia que contempla.

Si adopta la primera postura, deja de practicar la coherencia y se

convierte en un cómplice silencioso de la situación de injusticia que está viendo

e incluso padeciendo, aunque él crea que no le afecta. Sólo el que adopta la

segunda postura sabe que el equilibrio psicológico es posible. Si contempla un

caso de mobbing, el trabajador jamás puede llevar una plena vida serena en su

casa ni en ningún sitio. Vaya donde vaya, lo quiera o no, la historia de ese

acoso laboral le acompaña. De hecho, más tarde o más temprano, tendrá que

acabar tomando partido.

Una vez se contemplan los estragos que provocan las situaciones de

desequilibrio laboral, sólo existen dos posibles actitudes para poder seguir

manteniendo la armonía emocional y laboral de todo el colectivo de

trabajadores. Tanto si eres la persona afectada como si eres un testigo de lo

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52

que está sucediendo, la primera de estas actitudes es la más difícil de

interpretar, ya que consiste en el alejamiento y el aislamiento del problema. La

segunda de estas actitudes también afecta tanto al acosado como a los

testigos y consiste en la resistencia activa ante la situación de mobbing.

Todavía, hoy, recuerdas una sencilla interrogación. ¿Qué hago? Fue,

por aquellos días, tu única pregunta existencial. Lo tenías claro. Sabías que el

problema más importante de todos consiste en la manera en la que nos han

educado para interpretar qué es una situación de injusticia.

Nos han preparado tan bien que las grandes injusticias creadas por la

política, la economía y los medios de comunicación nos hacen ser a todos más

solidarios e incluso hemos convertido a nuestros ejércitos en guardianes y

cumplidores de misiones humanitarias. Sin embargo, el trabajador, en esos

momentos, muchas veces, está solo.

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53

Y, la verdad, el truco social de la solidaridad funciona. Casi nadie se

plantea que lo que sucede en casa del vecino, o en la propia escalera del

bloque de pisos, o en el lugar de trabajo es también una dolorosa situación de

injusticia.

Aquí, es donde reside la fuerza y la astucia del mobbing. Las agresiones

de género y las diferentes manifestaciones de toda clase de violencia permiten

al menos media hora de programación televisiva al día.

Es en este contexto de ocultación y miedo en el que nace el acoso. Este

mobbing, esta persecución terrible y permanente en los centros de trabajo,

sobre un profesional. De hecho, es una realidad que la injusticia sobre una

persona, que quiere practicar el equilibrio emocional entre su modelo de vida y

su manera de trabajar, no tiene cabida en los medios de comunicación.

El mobbing está siempre tan bien ideado y planeado que el que acosa

cuenta siempre con el falso silencio de muchos de quienes lo contemplan,

hombres que se escudan diciendo que no es su problema o realizando injustos

juicios de valor y acusando al acosado, porque algo habrá hecho cuando lo

están tratando de esta manera.

Sin que las personas sean muy conscientes de ello, numéricamente

hablando, el mobbing en la actualidad es la primera fuente de injusticia en el

modelo cultural europeo. Con su práctica, se quieren anular a todos los

hombres y mujeres que se oponen a las nuevas maneras y técnicas de

practicar el desequilibrio social de forma cotidiana en los centros de trabajo.

Cuando un hombre o una mujer se convierten en una conciencia crítica

para los demás, de forma automática, deben ser anulados y expulsados. Los

otros no pueden aceptar que haya personas que invaliden las prácticas

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54

arbitrarias que han creado. Se debe salvaguardar la artificial tela de araña

social que han construido con el solo fin de perpetuar, a través de un ejercicio

de prácticas nada éticas, su manera de dirigir o de gobernar.

Y, en este actuar premeditado, el jefe arrastra a ciertos trabajadores

porque sabe que, a cambio de dejarles continuar con su manera de vivir y de

trabajar, se convertirán en unos fieles vasallos, unos aliados que le permitirán

destruir al hombre o a la mujer que le interesa.

Al atacado, sólo le queda un camino, resistir. La resistencia se convierte

así en su única arma de defensa.

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55

Invitación a la lectura 16

Desde el recuerdo, crees saber por qué te acosaban. Si tú te hubieses

mostrado ante la vida como ellos, no habría habido ningún problema. En el

fondo, todo se reducía a un problema, a una sencilla manera de actuar de

forma arbitraria.

Si resistes, el mobbing deja de ser una soledad que hiere y hace daño.

Si aguantas, se transforma en un aislamiento que te enriquece porque, en él, te

encuentras con lo mejor de ti mismo. De hecho, hasta eres capaz de espantar

los viejos fantasmas de tu propio pasado. Desde la distancia del que lo ha

superado, sabes que esta serena manera de enfrentarte con el acoso laboral

fue la que te proporcionó las suficientes fuerzas para querer trazar un nuevo

camino. Aprendiste bien. Te diste cuenta de que la salud de tu cuerpo

dependía del equilibrio interior de todos sus órganos y miembros. Por ese

Page 56: Viaje al confuso interior del mobbing

56

motivo, alcanzaste un momento en el que deseaste que tu alma volviese a ser

ella misma. Una vez más, llegaste al noble camino de los libros.

Te diste cuenta. Te salvaste por los pelos. Recordaste que la

salud del cuerpo es de suma importancia para poder vivir con coherencia.

Volviste a tener claro que tu salud se basaba en tu conciencia. A través de las

palabras que encontraste en los libros, te acordaste de principios antiguos. Te

levantaste. Volviste a tener claro que la relación directa entre lo que piensas y

sientes con tu manera de actuar era un criterio evidente de tu manera de

enfrentarte a la vida.

Page 57: Viaje al confuso interior del mobbing

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Gracias a tus lecturas, habías descubierto el camino de la mentira.

Fuiste muy consciente. Interiorizaste que el secreto de todo acoso laboral se

refugia en la calumnia. Para practicar bien el mobbing, una mentira se presenta

siempre como una estructura psicológica de verdad, cuando en realidad se

trata de todo lo contrario. No hay nada mejor para destruir a un trabajador que

crear mentiras sobre su vida. Aquí radica el centro inicial de las persecuciones

laborales. La mentira se crea como la verdad que anula la imagen pública de la

persona sometida al acoso. Cuando la mentira entra en la mente de las

personas que confiaban en su manera de ser, los otros han ganado. Cuando

los demás trabajadores empiezan a dudar, a vacilar delante de algunas de tus

actuaciones, lo han conseguido. El precio de la mentira es la soledad de la

persona que es sometida a acoso.

Cuando descubres que los otros lo han conseguido, que realmente estás

solo en el centro de trabajo, debes analizar los materiales con los que han

construido tu soledad. Toca ser valiente. Respirar por dentro. Mirar la fría cara

del aislamiento. Gritar si hace falta. Pero, jamás vacilar ni dudar de ti mismo.

En esos terribles momentos, sólo la serenidad te permite volver a mirarte por

dentro. Es necesario que te des cuenta de que tú has y estás actuando bien.

Reconoce el problema. Son los otros los que intentan manipular tu vida con la

sola intención de destruir tu caminar. En esta soledad interior bien edificada

radica tu única posibilidad de salvación. Esta fue la verdad encontrada en las

páginas de algunos libros que podríamos llamar de espiritualidad avanzada,

que no de religión, doctrina o catequesis. No había que sufrir como paso previo

al premio de otra vida. De hecho, si ésta existe, será compartida tanto por el

perseguido como por los acosadores.

Page 58: Viaje al confuso interior del mobbing

58

Sí, una vez más, algunos libros te ayudaron a descubrir que tu camino

era el correcto. En ese preciso instante, tu vida volvió a tomar un sentido

absoluto. Nada sería igual, pero estabas prevenido. Ahora, lo sabías. Después

de la primera vez que has sido sometido a mobbing, pueden volver a intentarlo

tantas veces como quieran. Han cruzado la línea. Ya no te respetan. Por este

motivo, descubriste que, en el instante más duro del mobbing, es tan

importante que el trabajador acosado encuentre el valor inicial de su propia

serenidad. Si en la primera lucha en soledad contra la mentira del acoso eres

capaz de hallar los secretos profundos que te impulsan a vivir, ya no tendrás

jamás más miedo del acoso. Sabes por qué lo realizan.

Sin embargo, la mentira deja siempre rastros amargos y posos de

envidia y celos. Los otros no cesarán jamás de intentarlo de nuevo. Si no te

han hundido a la primera, probarán en una segunda, una tercera, una cuarta

ocasión. Parece como si, en sus vidas, no tuviesen otra cosa mejor que hacer

que esperar tu caída y derrumbarte. Y es cierto.

Los otros abandonan todo, incluso sus obligaciones laborales, para

dedicarse en exclusiva a tu acoso. Saben que tienen el beneplácito de todo el

grupo que plantea tu mobbing. Es igual que no se dediquen a trabajar y que

incumplan sus funciones, en definitiva, que su vida sea un claro y vivo ejemplo

de la incoherencia. Lo importante es que lo consigan, que te derriben. El acoso

golpea siempre sobre la coherencia porque esta virtud es la cara real de lo que

tú eres. Los otros sólo están preocupados por lo que aparentan.

Page 59: Viaje al confuso interior del mobbing

59

Empatía 17

Recuerdas como lo tuviste claro. Le empatía es la primera estructura

psicológica que necesita el hombre o la mujer que sufre acoso. Tener empatía

significa saberte poner en el lugar del otro y, para poderte poner en su lugar, lo

primero que tienes que tener claro es que necesitas del mecanismo de

simpatía hacia el otro, el que tú no eres. Cuando una persona me es simpática,

soy capaz de ponerme en su piel y de perdonarle todo. A partir de ese

momento, también soy capaz de crear lazos de empatía hacia ella.

Desgraciadamente, el que sufre mobbing descubre que ya no se lleva

mirar con calma a los demás. Nadie parece querer contemplarlos como

prójimos. Los acosados se convierten en extraños. Al no producirse esta

primera aproximación psicológica, ya no es posible la empatía que debe

proporcionar el acceso a la tranquilidad.

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Para salir del mobbing se necesita de la compasión, del verdadero sentir

dolor por el que sufre penalidades o desgracias. No se puede ser al margen de

los problemas de los otros. Un lejano día, descubriste que ese era el camino

que llevaba más allá de todo acoso laboral. El otro deja de ser trabajador para

convertirse en tu igual. Su piel y su pensamiento son también tuyos. Debes

luchar por él. Eso es lo que espera toda persona que vive el interior confuso del

mobbing.

Lo tuviste claro. Si construir consiste en levantar cimientos, muros y

cubiertas que sean capaces de crear un espacio físico que nos proteja, la

empatía se hace imprescindible para proteger al que es acosado. Sin embargo,

miraste a tu alrededor y te asustaste. Te diste cuenta de que, hoy en día, el

modelo de verdad que presenta nuestra cultura no tiene una sola cara. En su

vivencia práctica, la verdad siempre acaba imponiéndose como una realidad

poliédrica, pues, en el modelo ético de los valores que se propone, tienen

cabida tantos criterios de verdad como personas que intentan vivirla.

Page 61: Viaje al confuso interior del mobbing

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Te costó. Pero, lo comprendiste. Cada vez que valoramos al que vive a

nuestro lado, estamos emitiendo un auténtico y real veredicto de valor sobre su

persona. Esta actuación cotidiana de la justicia es la que, todavía hoy y como

ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, permite distinguir, a simple vista y

sin miedo a equivocarnos, a los hombres y a las mujeres.

La persona que sufre mobbing sabe en todo momento que el valor

supremo e igualatorio de todo ser humano es su propia vida. Pero, su vida

pende de un hilo.

Y es aquí, en esta fórmula de equilibrio sobre la vida, en que el acoso

juega su batalla definitiva, en la que deja sus bajas más amargas. La persona

que sufre la persecución laboral no necesita las grandes leyes, como tampoco

necesita las pequeñas prescripciones. Necesita ser reconocido por los demás.

En el fondo, sabe que nadie le tiene que imponer que debe ser puntual,

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aseado, educado, etc., ya que ella reconoce siempre a los demás como sus

verdaderos interlocutores.

Estos son los auténticos cimientos del hombre, o la mujer, que quiere

salir a la vida desde la tortura más amarga del mundo laboral actual. Existen

días en los que la soledad puebla la mirada de nostalgias. Aparecen los

recuerdos y las indecisiones. ¿Por qué no marché a la primera? ¿Por qué no

me fui cuando me di cuenta de lo que me pasaba? ¿Por qué no me dejan en

paz? ¿Qué les he hecho yo? ¿Todavía no se dan cuenta de que no quiero

nada? ¿Todavía no se han enterado que no deseo sus puestos de trabajo? Me

están acosando sin sentido. Estoy solo. Todo se verbaliza. Todo. De nuevo, el

estómago se tensa y vuelves a caer. Una vez más, el vómito ha regresado.

Cuando creías que ya lo habías superado, el miedo regresa.

Page 63: Viaje al confuso interior del mobbing

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Etiquetas 18

En esas lecturas te contemplaste. Lo analizaste hasta en el último detalle. Ser

tú mismo implica llegar al reconocimiento más sencillo, el de la propia vida

como la única patria existencial de todos los seres humanos. Todo lo demás,

es decir, todas las etiquetas que se le quieran ir poniendo encima al hombre,

no dejan de ser más que el fruto histórico de unas determinadas fantasías

humanas, basadas en valores, normas y principios sociales y culturales que

determinados grupos de gentes han impuesto sobre los demás, muchas veces

a través del uso directo de la violencia.

Lo tuviste claro. Tu coherencia implicaba saberse igual al otro: tener un

solo corazón, dos pulmones, el mismo color de la sangre..., en definitiva, vivirse

igual en dignidad.

Todavía hoy, algunos días, la soledad vuelve a ser tu refugio. ¿Cómo

explicar que hubo momentos en los que no podías más? Te pesaban las

manos, los ojos y hasta los huesos. Si hubieses podido, si hubieses tenido

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valor, si hubieses sido decidido… Habría sido tan fácil. Sólo un empujón, sólo

un sorbo, sólo un nudo, sólo un rasguño y todo se habría acabado. No lo

hiciste. Hoy, te alegras. Haberlo hecho, hubiese significado reconocer que

habían ganado. Les hubieses dado el placer de la victoria. No era trigo limpio,

dirían. Él mismo lo acaba de confirmar con lo que ha hecho. No tenía la

conciencia clara. Por eso, se ha ido de la manera como lo ha hecho. Sí, era un

cobarde. No supo afrontar su culpa.

Por suerte para ti, no dejaste vencer al miedo. Supiste que no debías

hacerlo. La vida era y es tuya. Te pertenecía y te pertenece. No era ni es de

nadie más. Todavía hoy crees que debes luchas por ella hasta el final. De

hecho, en la actualidad, la mejor prueba de tu inocencia consiste en seguir

yendo a trabajar cada día como si no hubiese sucedido nada.

Hoy, lo sabes. No existen barreras naturales o artificiales que puedan

detener la práctica justa de la igualdad

laboral. Lo que es coherente y está de

acuerdo con la esencia del existir humano

lo es tanto aquí como en Buenos Aires y lo

que es incoherente y no deja de ser

muchas veces más que una práctica

arbitraria del desequilibrio laboral es

incoherente tanto en Alaska como aquí.

El hombre y la mujer que viven su vida sufriendo acoso laboral tienen

muy claro que la esencia más profunda del ser humano es una paradoja, ya

que todos somos iguales a pesar de nuestra aparente diversidad. A una

persona que sufre mobbing no le asusta el trabajo, sí su propia fragilidad.

Page 65: Viaje al confuso interior del mobbing

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Sólo el que detiene sus ojos con calma en la mirada de otro ser humano

sabe descubrir, como decía el poeta, que sus ojos no son ojos porque ven, sino

porque los ven. Esta es la afirmación más sencilla que permite salir del acoso

laboral: sin los demás, jamás yo podré salir. De hecho, no hay nada más

hermoso, ni más profundo, que saber que, gracias a que te contemplas en los

ojos de los demás, tú has llegado a interiorizarte y a descubrirte como singular

y único.

Sin los demás, todos nosotros jamás hubiésemos llegado a tener la

posibilidad de conocernos a nosotros mismos y esto si que es una clara

evidencia. Ante tal comprobación empírica, no caben mayores disertaciones.

Todas las diferencias existenciales y laborales, que los otros quieran hacer

sobre ti, no dejan de ser más que un producto de su imaginación o de la

fantasía del grupo al que pertenecen.

Pero, cuando los demás fallan, el desánimo es aterrador. Nadie quiere

mirar su corazón solitario. A tu alrededor, el vacío, las dudas, la desesperación

y el miedo. Vuelves a pensar. De nuevo, tengo que volver a abrir la puerta. No

tengo fuerzas. Estoy mejor aquí. ¿Y si pido la baja médica? Con cualquier

excusa me la darán. Además, conozco al médico. Es algo amigo de mi familia.

No se puede negar. Les debe favores a mis padres. Cuando el acoso se

enquista, el pensamiento se pierde por los laberintos amargos del desequilibrio

y del dolor. ¿Dónde está la vida?

Page 66: Viaje al confuso interior del mobbing

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Enseñanzas 19

En esos momentos, eres consciente de que sólo

quedan las enseñanzas y los viejos libros. Has

aprendido que nadie puede imponerte supuestos

valores igualitarios y de identidad.

Desde que descubres este pequeño misterio,

tu comportamiento con el resto de los seres humanos

se ajusta a su vivencia, porque, a partir de aquel

preciso día, decides que nunca jamás harás con los

demás, lo que están practicando contigo.

En este breve pensamiento, marcaste la línea

del inicio de la construcción de los pilares con los que

decidiste volver a asentar la noble casa de tu salud.

En definitiva, sabías que tenías que volver a

traspasar las únicas puertas posibles. Aquellas que

permiten el tránsito de las mejores y más nobles

emociones de nuestro rico y complejo mundo interior.

Conocías muy bien que las puertas son los huecos en los que el vacío parece

ganar a la solidez de la piedra; pero, que sin estos huecos estratégicos, tus

vivencias y tu conciencia, en definitiva, tu vida interior sería imposible.

Jamás olvidaste que de la misma manera que existen diferentes

modelos arquitectónicos, históricos y culturales en cuanto a las formas y a los

materiales utilizados en la construcción de los edificios y de las casas, así la

persona construye singulares modelos psicológicos y culturales de

personalidad. También conocías que de la misma manera como el hombre

Page 67: Viaje al confuso interior del mobbing

67

adorna por dentro sus edificios y casas de diversas y originales formas, pues

no se detiene en el aspecto exterior y no da por acabada una obra hasta que

consigue esta doble armonía, así también la persona decora de múltiples y

complejas estructuras sus pensamientos y emociones.

No habías escogido los rasgos básicos de tu temperamento, pero sí que

habías seleccionado los criterios éticos de tu carácter. Con tu actitud, les

querías transmitir un claro mensaje: soy de esta determinada manera, porque

me comporto así a la hora de actuar. En este preciso momento de la existencia

humana, es cuando más necesaria era para ti la presencia de un amigo.

¿Dónde encontrarlo?

En estas nuevas circunstancias personales, se hacía muy difícil intuir el

verdadero peso de la amistad. No obstante, sin ella, no se podía producir tu

auténtico equilibrio emocional. Necesitabas una justa adecuación entre tu

motivación y tu voluntad.

Reflexionaste sobre los modelos actuales. En nuestra sociedad, se

motiva al ser humano para que, cada vez más, consiga objetivos materiales y

físicos. Todo el modelo social se aguanta y está construido sobre la vivencia de

los elementos exteriores de la personalidad. Debes tener un cuerpo atractivo,

intentar mantenerlo siempre en forma y joven y, sobre todo, cubrir todas las

necesidades materiales propuestas por las diferentes formas económicas.

Esta manera de fomentar en el ser humano su construcción de la

personalidad, como si nuestro cuerpo tuviese que convertirse en una estatua

clásica o en una máquina perfecta, es el arquetipo que llega a todos.

Cuando estás dentro del abismo del acoso, tu idea sobre tu futuro ya no

es una vivencia íntima existencial. De hecho, en esos momentos inciertos,

Page 68: Viaje al confuso interior del mobbing

68

parece como que no existieran las preguntas sobre la felicidad emocional y el

futuro personal. Nada hay más absurdo que tener miedo a poner el despertador

por la noche. Todo tu mundo se concentra en aquellas manecillas. Te duelen

los nervios y el silencio de la madrugada. Cada vez tienes más claro que debes

volver a plantearte la huida. La vida ya no depende sólo de ti. Está tu familia.

Pero te sientes un náufrago. No eres un buen compañero de viaje para nadie.

Y lo decides. De esta semana, no paso.

Te quieren amaestrado, condenado a vivir de una manera establecida.

Te obligan a cumplir con determinados tipos de consignas. Lo que tengas que

hacer el día de mañana con tu vida no debe importarte. Deja que pase la

semana como lo tienes que hacer, como te indicamos nosotros. Es muy

sencillo. Serás feliz como nunca hasta ahora lo habías sido. Además, podrás

exhibirte y mostrarte ante los demás como el exponente máximo del grupo. Es

fácil. Inténtalo. Todo cambiará para ti cuando te conviertas en un prototipo

válido y en un modelo dentro de la empresa.

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69

En este nuevo contexto laboral, da la impresión de que ya no importan

los motivos primarios de tu existencia. Pero, te resistes. Eres muy consciente

de que sin voluntad propia, el ser humano se pierde en su hastío existencial.

Como consecuencia, se olvida de tomar las decisiones más adecuadas ante

sus emociones. Comprendes que si eliminan tu manera de ser, la esperanza,

que siempre tiene nombre, forma y vivencia de futuro, irá desapareciendo

progresivamente de tu vida.

Tú sabes muy bien que, sin la vivencia de la coherencia, el equilibrio

psicológico de un ser humano se destruye y aparecen las carencias afectivas y

emocionales. También has vivido en tu propia piel que, cuando los otros han

intuido tu verdad existencial, ha sido el preciso momento en el que han

buscado anularte por todos los medios.

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70

Conciencia personal 20

Y, aquí, estás. De nuevo, solo. Lo has leído. Lo recuerdas muy bien. Al

adquirir conciencia, el ser humano descubre la reciprocidad de la convivencia

social. Tú eres modelo de conducta social para el otro, como el otro lo es para

ti. Soy así, porque yo lo he escogido, pues nadie me ha impuesto ni me

impondrá jamás una determinada forma de vida. A través de la práctica de la

voluntad, decides salir definitivamente. No puedes más, pero debes intentarlo.

Tener una voluntad propia significa poseer la pretensión de regir desde

la propia libertad el posible destino de

tu vida. El que acepta el reto de la

voluntad propia lo hace porque ha

aprendido una sencilla verdad

universal: con toda seguridad y como

único criterio estable de verdad, la

vida es lo único con lo que, realmente, puede contar un ser humano y esto sólo

sucede mientras perdura en el tiempo.

El ser humano que ejercita su voluntad se da cuenta de la importancia

desnuda de la vida. La vida no necesita más etiquetas para darle su máxima

Page 71: Viaje al confuso interior del mobbing

71

importancia. No existen vidas de primera o de segunda, dependiendo del

trabajo que te ha tocado hacer. La vida es vida, y punto.

Ser coherente es mucho más que una manera de hablar, es una actitud

y forma de vida. Eso es lo que los otros vieron en ti. Todavía no han sido

capaces de descubrir que asumir el

camino de la coherencia no significa

creerte y saberte perfecto, al contrario.

Sólo la persona que vive la vida con

coherencia descubre que se equivoca

en su práctica muchas veces al día. La

virtud de la coherencia es un camino, no una finalidad.

El hombre necesita encontrar el sentido de la existencia humana como

su principal principio existencial. En

esos terribles días, descubriste que la

verdadera amistad se encuentra en la

mirada. Sin el contacto directo con el

otro, no puede existir la auténtica

felicidad humana. La amistad se cultiva en la presencia, porque en la lejanía

más absoluta se produce su progresivo abandono y ruptura.

¡Cómo lo recuerdas! El paso de los años y la vivencia de distintas

experiencias vitales hacen cambiar a los hombres.

Los amigos deben estar en contacto en la práctica

diaria de los mecanismos psicológicos. Si mi vida

toma otros caminos existenciales muy diferentes a

los del amigo, con el paso del tiempo podré decir que con él aprendí y viví

Page 72: Viaje al confuso interior del mobbing

72

algunos de los criterios de la virtud de la amistad, pero no podré garantizar que

hoy sea mi amigo. La virtud de la amistad se juega en la distancia corta. El

amigo no es un ser maravilloso, perfecto, una divinidad en la tierra. El amigo es

un ser humano como tú, con las mismas dificultades para saber definir y vivir

contigo los problemas existenciales.

Por aquellos días lo tuviste muy claro. La amistad necesita de un

interlocutor que se convierta en el espejo en el que se reflejan tu manera de

practicar la serenidad y la coherencia. Sin un amigo, la existencia humana no

tiene sentido. Sin embargo, también aprendiste que, en nuestro modelo

cultural, la amistad se está reduciendo a un concepto muy sutil. Mi amigo es el

que comparte conmigo el tiempo de ocio de los fines de semana. Con él, con la

persona que yo denomino amigo, soy capaz de compartir aventuras nocturnas,

juergas, borracheras y hasta sustancias sin tener la necesidad de coincidir con

él en un proyecto existencial. Pero, ¿por qué, ahora, en estos momentos, no

está a mi lado?

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73

El dolor te puso en tu sitio. Sin conciencia personal, la amistad no tiene

sentido. El amigo lo es con la plenitud de sus sentidos, emociones y

reflexiones, porque la amistad es un puro acto gratuito, un don fruto de la

libertad interior y de la reflexión propia.

El descubrimiento fue muy duro. Esta nueva visión actual de la amistad,

rebajada de todo contenido ético y desgastada emocionalmente, se encuentra

en la base de muchas de las manifestaciones del acoso. Te han realizado

mobbing contando con personas a las que tú denominabas amigos. Este ha

sido uno de tus errores. Estabas muy equivocado. La nueva dimensión social

de la amistad hace creer que se puede llegar a poseer amigos a las dos

semanas de compartir con ellos un horario laboral. Hay gente que piensa que

los compañeros de trabajo, por el simple hecho de serlo, son ya sus amigos. Y

confunden el trato de igual a igual con la amistad. Ser amigo de una persona

supone aceptar el compromiso de la vida interior. Y, cuando lo descubres,

duele.

Page 74: Viaje al confuso interior del mobbing

74

El amigo 21

Ahora, conoces algunas de las razones

de tu acoso. Dentro del mundo laboral

actual, existen personas que no

aceptan que se puedan aplicar las

vivencias interiores a las relaciones

personales sin que por eso se tenga

que ser amigo de todos, porque no

creen que sea posible la práctica de la

serenidad y de la coherencia al margen

del beneficio propio. Para estos

trabajadores y directivos, esta es la

nueva conciencia laboral y, por esta

razón, para ellos, los que trabajan

juntos deben tomar partido por una de

estas dos posturas sin posibilidad de

reconciliación: o formas parte corporativista del grupo, o quedas excluido y

marginado con todas sus consecuencias.

Cuando tú te alejas de forma deliberada del corporativismo, desde la

perspectiva de los otros, te has convertido en su enemigo. Los otros piensan

que, si quieren triunfar dentro de la estructura de la empresa, tu acoso se lo

pondrá muy fácil y les facilitará las cosas, pues están convencidos de que

también hay otros que están dispuestos a unírseles en la práctica de tu

mobbing. Tú no encajas, al no aceptar la práctica de la incoherencia y, además,

les haces sombra. Por este simple motivo, tienen que intentar anularte de todas

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75

las maneras posibles, aunque sea destruyéndote a través de la mentira. Están

dispuestos a hacer lo que haga falta con tal de llegar hasta arriba. Te utilizan y

basta.

Los otros creen que, si les ayudan en la práctica del mobbing, en un

futuro no muy lejano, tendrán más posibilidades de vivir una vida mejor, a

través de las nuevas propuestas del que consideran su nuevo amigo y que,

además, dan por seguro que será su nuevo jefe, pues piensan que, si ahora

están y permanecen a su lado, cuando él llegue arriba, nunca se olvidará de

ellos ni les fallará.

La estructura del acoso llega a deshacer tanto los mecanismos internos

de las relaciones personales que el acosado, en la mayoría de las ocasiones,

acaba descubriendo que en la empresa él nunca había contado con buenos

compañeros de trabajo y, todavía mucho menos, con verdaderos amigos.

Cuando esto ocurre, llega el momento del infierno. El caos absoluto se

adueña del perseguido. ¿Qué hago? ¿A quién recurro? No hay posibilidad de

huida. Sólo gritos interiores y algunas lágrimas. En esos amargos instantes, el

acosado descubre la cruda realidad. Sólo queda una posibilidad. No hay más

que una salida, la de la amistad. Tú sabes que, si tienes un amigo en el centro

de trabajo, este será sincero contigo y te dirá la verdad, aunque esta pueda

llegar a dolerte. El amigo no te engañará.

Paradójicamente, el amigo es el principal criterio objetivo de verdad para

el que sufre acoso. Si tienes un amigo, este te confirmará la realidad del acoso

y actuará en consecuencia. El amigo sufrirá también de acoso, porque se

pondrá a tu lado y, al hacerlo, los otros también le atacarán, ya que no pueden

permitir que tú tengas un valedor, alguien que salga en tu defensa y legitime tu

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76

forma de ser y actuar. Si te hacen acoso y tienes un amigo, el acoso es doble,

sobre ti y sobre tu amigo.

Ahora lo piensas con frialdad. Ha pasado el tiempo. Reflexionas y

sonríes. Sí, por fin, sonríes. El problema que esta visión de la amistad plantea

es muy sencillo. Si tú objetivamente sientes los zarpazos del acoso y nadie sale

en tu defensa de forma desinteresada, con la generosidad y el altruismo que

supone la amistad, llegas a comprender de forma brusca y dolorosa que estás

solo.

De esta manera, el acoso se convierte en un indicador objetivo de tu

vivencia de la amistad. Y si no tienes ni siquiera un solo amigo en el centro de

trabajo, esta premisa supone que alguna de las partes de tu recorrido por la

vida la has realizado de forma errónea. Hay trabajadores y trabajadoras que

llevan veinte, treinta y hasta cuarenta años en una misma empresa. El

trabajador que, en estas circunstancias, descubre que no tiene ni un solo

amigo, intuye que no camina bien, que algo está fallando. La tenencia de un

amigo se ha convertido en la prueba objetiva y real de tu noble y correcto

camino. Si no los hay, el acoso todavía deja secuelas más brutales.

Pero, si realizas estos pensamientos y descubres que en medio del

acoso tienes amigos, tus ideas, tus actuaciones y tus vivencias adquieren una

fuerza como hasta ahora nunca antes habían tenido. El amigo justifica la

verdad de tu camino. La manera de comportarse de tu amigo es la que te

indicará que tú estás entrando en la primera de las puertas sociales. Tu amigo

nunca te engañará, pero tampoco jamás te perdonará que le engañes. La

sinceridad en el trato y en la expresión de las emociones es el primer requisito

psicológico de la amistad. No me engañes y no te engañaré. Esta es la primera

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77

máxima ética de la virtud de la amistad. El amigo se ha convertido así en el

referente objetivo y real de tu caminar. Al hacerlo, también se constituye en el

espejo en el que se refleja la mentira del acoso. Tu amigo hace evidente la

mentira del acoso, del mobbing al que te están sometiendo.

Cuando tú miras a sus ojos y en ellos descubres un mensaje de

tranquilidad, un mensaje que te está diciendo que no te hundas, que sigas

viviendo de la manera que lo haces, que tu actuación es la correcta, encuentras

el sentido a tu vida y desaparece la soledad interior. El amigo hace social tu

vida y la llena de verdad. La verdadera amistad se convierte en el referente de

la persona que sufre acoso. El amigo acaba siendo el interlocutor que pone en

evidencia la práctica arbitraria que los otros están realizando sobre ti. El que

practica la virtud de la amistad sabe que ésta no es una pura especulación y no

naufraga en su vida interior.

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78

Cerebro complejo 22

¡Cuánto has aprendido de tu propia experiencia! Ahora, reflexionas. Piensas,

Tienes ideas. Las anotas. Vuelves sobre ellas. Las relees. Las corriges. En el

fondo, has aprendido una sencilla lección: la tranquilidad del que ha salido del

acoso se transmite a todos los que le rodean. De hecho, el que sobrevive, le da

más valor a su propia existencia y a la de los demás. Cuando sobrevivimos al

mobbing, en el amigo y los acosados encontramos la metáfora del cerebro

complejo. Si no la lleno de la conciencia de la realidad, mi mente no está del

todo completa. Pero, yo no la percibo en soledad.

El amigo es el que hace que mi percepción se llene de emociones y,

desde esta concreta perspectiva, mi mirada sobre el mundo toma una forma

determinada. Yo soy de la manera que soy gracias a las personas que he

conocido. Soy de esta manera, como podría ser de otra. Los demás se han

convertido también en educadores de mis emociones y, en este aspecto, la

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79

amistad es esencial, ya que es evidente que acabaré asumiendo un

determinado sentido de mi existencia desde el modelo de vida que comparta

con los amigos que he encontrado y elegido. La amistad se convierte en este

contexto en el referente primero de mi conciencia y en el espejo de mi

actuación ética.

Esta implicación de la vida del amigo en mi estructura mental se refleja

constantemente en todas mis actuaciones. Entre los amigos se produce

siempre una interacción de vida. En el momento de más apogeo de la

persecución laboral, el acosado descubre que la verdadera amistad no es un

factor temporal transitorio.

Para llegar a la verdadera amistad, se han tenido que realizar muy bien

sus cimientos, ya que la amistad exige estar libre antes de iniciar su recorrido.

La amistad no se propone, se encuentra en el camino de la conciencia. El

amigo se convierte en el paseante que comparte contigo el mismo tiempo. La

amistad es enemiga de todo sentimentalismo pegajoso y de toda vivencia fugaz

de la existencia. Aunque nazca sin saber jamás la duración, todo ser humano

es capaz de intuir cuándo ha llegado a su vida.

En este momento, la amistad nos acerca al concepto de la

intemporalidad. Con el amigo parece como si el tiempo no existiese, pues se

vuelve moldeable, elástico, relativo. Las conversaciones y la expresión de las

emociones se enlazan sin ningún tipo de continuidad espacial o temporal. Sin

embargo, cuando se produce mobbing, la amistad verdadera se instala de

forma mecánica en el presente. En estos momentos tan difíciles, comprendes

una sencilla regla de la vida: el amigo toma partido por el amigo. Y eres feliz.

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Pero no en todos los casos es así. De hecho, estos principios esenciales

de la amistad también son conocidos por los otros, por los que practican el

acoso, el mobbing sobre ti. Cuando los otros descubren que en el ambiente de

trabajo te has quedado solo, que se han ido tus amigos, o que no los has

tenido nunca, aprovechan para atacarte, para cargar con todas sus fuerzas

sobre ti, ya que son conscientes y saben que nadie te ayudará, que nadie

saldrá en tu defensa, que nadie te será leal y confiará en ti; en definitiva, que

nadie compartirá contigo el horrible y terrible dolor psicológico que provoca el

acoso. De hecho, el mobbing más atroz y despiadado se practica en estas

circunstancias. El hombre acosado está solo. No tiene el soporte de la amistad

en el mundo laboral. Los otros, como mucho, sólo son compañeros de trabajo a

los que no les importa nada de lo que le ocurra.

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Acosados 23

Lo has pensado bien. Has reflexionado. Crees que, por fin, lo has entendido.

Cuando se dan las condiciones, normalmente, el mobbing se practica sobre

dos tipos de personas: los débiles del grupo o los que sobresalen y destacan

por alguna cualidad.

El primer tipo de personas recibe un tipo de mobbing social, casi tribal,

ya que se convierten en el chivo expiatorio del grupo. En estos casos, parece

como si todo el grupo tuviese la tendencia innata de reírse y burlarse del más

débil. Además, de entrada, un débil es definido y aislado socialmente porque

jamás ha tenido, ni tiene ni tendrá amigos que lo defiendan del posible acoso y

de las agresiones físicas. Aparte del acoso psicológico, siempre y de forma

inevitable, se produce el ataque físico sobre los débiles. En ellos y siempre de

manera convincente, la violencia practica y muestra sus dos caras más

oscuras. El débil está solo y punto. Por esta causa, para los otros, su mobbing

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82

no tiene gracia, pues no pueden alardear de su supuesta inteligencia. Este tipo

de acoso tiene unas característica rituales y hasta sirve para demostrar a los

otros la importancia de vivir en grupo. Con el paso del tiempo, su práctica

cambia y se llega a ignorar la presencia física del mismo acosado. Es el que

está allí, el tonto, el que me sirve para reírme de él, utilizarlo siempre y

saberme más inteligente.

En este proceso de normalización del acoso social, los comportamientos

de agresión sobre este tipo de acosados llegan a vivirse con normalidad, como

una especie de rutina. Sin embargo, a pesar de que cada día el grupo

encuentra un motivo suficiente para reírse del tonto o del débil, de vez en

cuando, los otros, los acosadores, se enternecen y le muestran su lado más

simpático y compasivo, llegando a hacerle concesiones a través de pequeños

actos de ternura.

Los acosadores, en este momento, adoptan posiciones paternalistas y

consiguen que estos acosados pasen a sentirse y mostrarse agradecidos con

los que hasta en ese momento los estaban humillando y destrozando. Esta

transformación se produce de tal manera que incluso los hasta ahora acosados

deciden cruzar los límites de la mentira y participar de forma activa en el nuevo

mobbing que el grupo ha decidido iniciar, olvidándose de forma automática de

lo que ellos han estado sufriendo hasta el momento. Sin dudarlo por un

momento, se les unen, aun sabiendo que la nueva y artificial unión no es una

justa hermandad entre iguales.

En esta nueva fraternidad del odio, la mentira y los celos, los acosados

sociales siguen reconociendo implícitamente su debilidad en la intimidad, pero

saben que, si quieren sobrevivir, por fuerza tienen que unirse a las nuevas

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83

propuestas que les ofrecen los otros. En el fondo, su unión se produce con la

sola esperanza de poder huir algún día no muy lejano de su situación actual.

A partir de entonces, ellos también forman parte del grupo de los otros;

un grupo más numeroso que ahora ha decidido llevar a cabo la practica del

acoso sobre los que sobresalen en el trabajo a causa de su valía profesional y

personal. Con el paso de los años y en la mayoría de las ocasiones, este

primer tipo de acosados se une en la práctica del acoso al grupo de los otros.

El segundo grupo de personas sufre un mobbing más sutil, sucio y

brutal, ya que tiene una naturaleza personal. Los trabajadores que reciben este

tipo de acoso son rechazados, precisamente, por su forma de ser y por su valía

personal y laboral. Normalmente y en casi todas las ocasiones, esta segunda

clase de mobbing se produce en situaciones de indefensión psicológica,

cuando el grupo de acosadores intuye que el trabajador atacado se ha

quedado solo en la empresa, sin la presencia constante de, al menos, un

amigo. Es en este preciso momento cuando realizan su certero ataque. El

acosado personal está solo y creen que, seguramente, no tendrá las suficientes

fuerzas para defenderse, ya que todos ellos son un grupo que ha estado

tejiendo muy bien el sutil lienzo de las mentiras.

Con harta frecuencia, en esta segunda práctica, entre el grupo de los

despiadados acosadores se pueden llegar a encontrar los antiguos acosados

sociales, quienes han cambiado su antiguo papel y ejercen el de acusadores.

Los otros, los que realmente piensan y traman estas sutiles venganzas

laborales desde la sombra y de forma encubierta, actúan con actitudes muy

inteligentes, ya que, normalmente, llegan a convertirlos en los encargados de

montar las falsas pruebas de nuevo acoso.

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Estos improvisados acusadores creen que su participación en un

mobbing personal les librará definitivamente de su propio acoso. Por esta

hipotética, pero poderosa, razón, muchas veces, se convierten en la cara más

cruel y visible del acoso personal, pues piensan que deben ser los primeros en

actuar y aportar las pruebas con la sola intención de ser vistos por los otros y

los dejen en paz para siempre.

Cuando los acosados sociales cambian de forma efectiva su papel y se

convierten en activos acusadores, pasando a actuar sobre el acosado personal

de forma directa y consciente, su ataque es demoledor, brutal, despiadado,

pues no conocen ni ponen límites a la fuerza de sus ataques. Normalmente, los

acosados sociales son los peones de asalto del mobbing personal porque

reproducen por imitación los esquemas de destrucción psicológica que ellos

previamente han padecido. De esta manera y sin ninguna intención de negarlo

ni de esconderlo, se convierten en la cabeza visible del nuevo mobbing que

todo el grupo está asumiendo como un objetivo colectivo.

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Antídoto 24

Como aprendiste el día en el que decidiste abandonar para siempre el papel de

víctima, es en este contexto en el que la amistad se hace imprescindible y se

convierte en el antídoto contra la angustia. La amistad se transforma así en un

nuevo lenguaje íntimo que permite acallar las voces de los que planearon y

están ejecutando tu mobbing.

Cuando el amigo interviene, todas tus convicciones se hacen más

profundas. Él no te abandona y te deja a tu suerte. Si el acoso te parecía hasta

ahora una muerte lenta, de repente y como si su final se tratase de un producto

que tu pura intuición ha ido desgastando, reconoces que has sobrevivido

gracias a la presencia del amigo. La angustia, que habitaba de manera

desolada tu conciencia, empieza con lentitud a dejar de ponerte interrogantes.

Todos los fríos huecos y todas las sutiles oquedades, que se habían instalado

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86

en tu mente como si el acoso hubiese obstruido los paisajes del tiempo, se

llenan de colmada quietud y vuelven a tu memoria los antiguos e indestructibles

ecos de la serenidad y la coherencia. De hecho, has vuelto a comprobar que

podías resistir al abandono y al dolor. Nadie puede detener ni interrumpir el

camino de la verdadera amistad. Por mucho que los otros lo han intentado de

todas las maneras posibles, la presencia y la certidumbre de un amigo aleja de

ti cualquier tipo de duda sobre la vida.

Cuando se contempla la serenidad en la mirada de un amigo y cuando

en sus palabras descubres los mismos encendidos y nobles reflejos de la

compañía, el miedo al mobbing desaparece. Por el contrario, el problema del

acoso se convierte en enquistado, duro y helado dolor cuando en tu soledad y

abandono no encuentras la voz cálida de nadie. Cada día te alimentas de la

costumbre del miedo y el silencio se te atraganta de tal manera que en tu

memoria vuelve a florecer la tristeza.

El hombre o mujer sometido a mobbing, si tiene que sufrirlo en angustia,

miedo y soledad, no sirve para nada, se arrastra por el barro de sus emociones

como si su mente se hubiese convertido en un sucio y viejo establo en el que

los recuerdos se pudren junto al olvido y al abandono de todos sus

sentimientos. La duda se convierte en su único alimento y sus preguntas se

enredan en las raíces de las que se nutren los caminos de la autodestrucción.

Un hombre o mujer sometidos al acoso, si lo sufren, viven y padecen en la más

absoluta y fría soledad, tienen todos los números para convertirse en una cifra

más, en una estadística, en un nombre del que manará lentamente el silencio.

El mobbing se convierte así en la negación más rápida de la memoria.

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De hecho, aquellos días, descubriste que ante esa cruda realidad del

acoso, sólo contabas con tres posibilidades. La primera se basaba en

reconocer la habilidad de los otros en el acoso e intentar convivir con él

mientras pudieses intentando buscar una salida honrosa. La segunda consistía

en la claudicación, en aceptar que estabas siendo sometido a mobbing y que

debías hacer lo que los otros querían para sobrevivir como pudieses en el

ámbito laboral. En este caso, sabías que tendrías que llegar a asumir un cierto

papel de culpabilidad. Algo habré hecho para merecerme esto. La tercera y

última se basaba en dejarse ir, destruirse lentamente, iniciando un proceso que

le llevará desde la depresión al suicidio.

Aquellos días, aprendiste mucho de la vida. Sin un amigo que te

consuele y confirme tu modo ejemplar de vivir, el mobbing tiene efectos

devastadores sobre tu conciencia personal. La amistad se convierte así en un

principio ético de consolación.

El amigo es el que con su presencia llena y da sentido a la soledad de tu

existencia. El no te abandona. Tú sabes que él nunca saldrá huyendo, ni que

acrecentará tus dudas con su silencio. Si así lo hiciese, si te dejase solo o

callase ante las acusaciones habitadas por las mentiras de los otros, no sería

tu verdadero amigo. Con la presencia de los amigos, volvió a tu vida el sosiego

y, con él, el autodominio de tu existencia.

Ante esta situación comprometida del mobbing, el verdadero amigo sabe

que debe salir en tu defensa, aunque para hacerlo tenga que ejercer sobre los

demás todo el peso de la conciencia. El amigo es consciente de que para

ayudarte no sólo debe estar contigo, en definitiva, no dejarte ni abandonarte,

sino que también tiene la obligación de ayudarte a desmontar todas las

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88

mentiras sobre las que los otros fundamentan las falsas acusaciones de tu

acoso. Y es evidente que esta postura implica tener que tomar partido por ti.

La consolación que debe proporcionar el amigo no es pasiva, pues no se

basa en los criterios con los que la gente normalmente actúa, esas pautas de

comportamiento, que llegan a su máximo extremo de dramatismo y

teatralización cuando lloran por ti porque ya no estás, en definitiva, cuando has

muerto y ya no es posible hacer otra cosa por ti. La amistad no es un camino

que conduce a la última memoria de tu vida, interpretada como un silencio

desangrado, una soledad sin ningún amparo o una profunda quietud.

La auténtica consolación que debe proporcionar la verdadera y única

amistad es activa. El amigo te consuela a través de sus pensamientos, de sus

palabras, de sus gestos, pero no lo hace en la soledad de tu casa, sino que se

convierte en el heraldo de tu inocencia en las calles, en los comercios, en las

plazas, porque la consolación real que proporciona la amistad es pública.

De nada sirve un amigo que corra a visitarte en la soledad de la noche y

en el secretismo de tu casa, si, después, no es capaz de pregonar tu inocencia

y de detener, poner en evidencia y explicar los conceptos y las estructuras de

las mentiras que los otros han estado construyendo sobre ti.

Desde aquellos días, tú lo sabes muy bien. El seguro camino de la

amistad absoluta es público y se realiza en el natural equilibrio que se produce

entre la vivencia de la propia libertad y los ejercicios de reflexión de la

conciencia crítica. Tu amigo lo es porque él quiere, desde su propia libertad, y,

por eso, la defensa que haga de ti dependerá siempre del ejercicio innato de

reflexión de su propia conciencia. Por esta razón, si la verdad está de tu lado,

el amigo no te abandonará jamás.

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El consuelo 25

Por fin, aquellos días lo tuviste claro. La amistad es una consolación activa. El

amigo siempre tomará partido por ti, porque él también estará viviendo y

practicando el noble camino del compartir.

La amistad se convierte de esta manera en la realidad que vivifica la

conciencia del hombre. Mi amigo me permite vivirme de nuevo cada día y

sentirme a gusto en el mundo porque sé que no estoy solo. Esta visión común

de la existencia es la que acerca al hombre al misterio de la armonía con la

naturaleza. De hecho, en aquellos días del acoso, aprendiste que de la misma

manera que la naturaleza está dotada de ritmo y de armonía, debía ocurrir con

las relaciones humanas.

Interiorizaste bien. A partir de esa experiencia, nunca has olvidado

lecciones esenciales de la vida. Cuando encuentras un amigo de verdad, dejan

de existen patrias, territorios, lenguas, religiones, etnias e ideologías. Jamás

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90

has querido volver a olvidar que es el amigo el que te ayuda a edificar tu

personalidad en los cauces de la cordura. Sé que soy yo por la presencia activa

de mi amigo, te repites cada mañana antes de cruzar la puerta. Él me hace

sabedor de todo un mundo lleno de emociones. La amistad me aleja de la

locura. No estoy solo. No camino de forma desorientada.

Por eso, decidiste compartir todo lo que habías aprendido con tu

vivencia del mobbing. El amigo es el valedor psicológico de nuestra existencia.

Nuestra identidad es real, no es el fruto de un sueño, de un delirio o de una

paranoia. El amigo forma parte activa de nuestra identidad compartida. A través

de la amistad, nuestra identidad se hace eterna, pues sabemos que viviremos

en el amigo y que él vivirá en nosotros hasta la pérdida total de nuestra

identidad compartida, en definitiva, hasta el final de nuestras conciencias

únicas y singulares.

Pero llegar a asumir este principio de la identidad compartida no es una

tarea fácil. De hecho, no lo tuviste nada fácil. Cuando llegas a asumir el valor

real del amigo en tu propia existencia, descubres que no puedes construir tu

vida sobre la mentira. Además, también compruebas que no debes practicar

con él las emociones destructivas de la conciencia. El odio, la envidia, los

celos, etc., son pautas de conducta y mecanismos psicológicos extraños al

concepto mismo de la amistad. La identidad compartida que supone su práctica

implica que el amigo jamás será visto como un contrario a eliminar, como el

rival a vencer.

A partir del preciso momento en el que llegas a hacer evidente esta

sencilla intuición en tu corazón, sabes que no estás solo en la práctica de tu

conducta y que tu amigo te ayudará a encontrar el equilibrio necesario para

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91

vivir la experiencia humana de la felicidad, en definitiva, comprendes que él te

acompañará en el autodominio de tus emociones y en el control de sus

impulsos más primarios y destructivos. La angustia, enquistada en tu

conciencia y provocada por el miedo a la soledad que genera todo tipo de

acoso, desaparece para siempre de tu vocabulario.

Pero todo este proceso de búsqueda y posterior encuentro de la amistad

no se crea desde la nada, por pura intuición. Es verdad que, normalmente, su

camino se alimenta gracias a la verdad y que su certidumbre se robustece en el

recuerdo de la esperanza. Sin embargo, nadie de los que la practican a diario

se olvida jamás de que la amistad alcanza todo su sentido en las rutinas de sus

propios y cotidianos trabajos. La práctica y vivencia de esta virtud no están

exentas de las responsabilidades que su conocimiento comporta.

Los amigos tienen que crecer juntos y complementarse en los riesgos

compartidos. La amistad necesita de un gran esfuerzo para poder enfrentarse a

la obsesiva acumulación de los materiales del mobbing que los otros han

lanzado sobre ti. El acoso se ha construido como un siniestro juego que intenta

anular tu conciencia.

Contra esta avalancha de acusaciones, la amistad sólo puede ofrecerte

el triunfo sobre tu dolor, convirtiéndose en una presencia que cada día vuelve a

edificarse sobre los cimientos de la serenidad y de la coherencia.

Los trabajos de la amistad ayudan a edificar la identidad compartida y

asientan sus fundamentos en los mecanismos que permiten encontrar y

recolectar los instantes de la felicidad en lo cotidiano. El amigo no te ha

abandonado ni te abandonará, no está ni estará lejos de ti, no deja ni dejará

distancias, no abre ni abrirá brechas sobre tus dudas, porque siempre ha

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92

comprendido, lo mismo que tú siempre has sabido, que la amistad requiere de

esfuerzo, de voluntad y de compromiso.

Lo mismo que es difícil hallar hoy en día de un hombre que se atreva a

mirar de frente la dignidad de la vida, también parece imposible encontrar uno

que se mantenga fiel y que persevere con valentía en la memoria de la

amistad. No obstante, en los casos en que esto sí se produce, el amigo se

transforma en un valiente que lucha por ti contra los otros en condiciones de

desigualdad laboral y social, pues ha comprendido y comprende en todo

momento que la práctica de la amistad no termina jamás en el abandono.

A lo largo de todo el acoso, el amigo fiel es aquel que no sólo se encarga

de dejarnos claro que comparte nuestra manera de interpretar la vida, sino que

también acepta de forma natural que su identidad tiene unas estructuras y unas

perspectivas compartidas. En el fondo, cuando te acosan, en su presencia,

averiguas que su cotidiana valentía te ayuda a enfrentarte a la soledad y a la

tristeza.

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93

Naturaleza de la amistad 26

¡Qué días aquellos cuando lo asumiste! El acoso no existe para el que no está

solo en el puesto de trabajo. Lo comprendiste. No se edifica la identidad propia

sin el compromiso de una vivencia en común. Los trabajos que la amistad exige

no son de naturaleza física, pero se presentan como un conglomerado de

actitudes y principios éticos que permiten alejarnos de la idea de la injusticia.

Nadie que actúe de forma arbitraria sobre la vida de otro ser humano puede

llegar a entender correctamente de qué se trata la amistad. Tú, hoy, conoces

muy bien que su esencia propia se fundamenta en la práctica de la justicia.

El amigo no puede ser un hombre injusto y, por esta razón, no puede ser

arbitrario en su actuación personal. En un primer momento, intentará que todo

aquello que te diga se fundamente en las sólidas cimentaciones de la verdad.

Sabe que él no puede engañarte. No te dirá lo que tú quieres oír, sino que

intentará interpretar las inquietudes de tus certezas. La solidez psicológica de

sus argumentos se fundamenta precisamente en esto, en definitiva, en el

ejercicio de una justicia ética personal que te ayude a apartarte de los falsos

derroteros a los que te está conduciendo el mobbing.

El primer trabajo de la amistad consiste en liberarte de la opresión de tus

propias dudas. Tú no has hecho nada. Son los otros los que están actuando de

forma incorrecta. Los otros quieren dirigirte hacia abajo, hacia el abismo de tu

desequilibrio afectivo. Por eso, este primer trabajo consiste en recordarte cómo

las buenas acciones han arraigado en tu corazón. Las tienes dentro de ti,

intactas, forjadas en tu carácter y explicadas en tus ideas personales.

Los otros han salido a reducirte a la fuerza, pero el amigo sabe que su

primer deber consiste en recordarte la nobleza de tu propia conciencia. Tú no

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94

estás sucio por dentro, porque tú jamás has practicado ninguna de las mentiras

que se te atribuyen. El recuerdo de tu inocencia es el primer remedio que la

amistad proporciona de manera libre a tu alma.

Tu vida no está montada en la naturaleza del vacío de las emociones,

pues siempre ha estado capacitada para reconocer los impulsos naturales de

tu conciencia. Por esta causa, el regreso a la vivencia y a la práctica de tu

inocencia, que te brinda desde el primer momento el encuentro con el amigo,

no sólo te proporciona la curación de tu conciencia, sino que también te

devuelve la salud de tu cuerpo.

Este primer movimiento particular del regreso a la conciencia de tu

inocencia, no basta ni es suficiente por sí solo. La conciencia limpia se

demuestra en la práctica, en la coherencia del equilibrio entre tu manera de

pensar, tu manera de hablar y tu manera de hacer. Por este motivo, este primer

trabajo de la amistad pone de nuevo en movimiento tu vida. Ya no debes

quedarte quieto, alejado de la realidad por miedo a que te hagan más daño. El

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95

amigo ha confirmado con su presencia, actitudes y palabras lo que tú ya

sabías, pero sobre lo que dudabas. Todo este acoso viene determinado sólo

por el acontecer de las mentiras. La amistad se convierte en un movimiento

emocional regular y liberador del amargo peso de las dudas.

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96

Obligaciones 27

Lo guardas bien en tu memoria. El acoso te

había atrapado en una quietud tal que, durante

mucho tiempo, en ti se había producido la total

ausencia de tus sentimientos.

Al hacerte saber que él no te ha

abandonado jamás, que él siempre ha estado a

tu lado, el amigo te obliga a reaccionar, a salir

de ese letargo ácido de las emociones y a dirigir

de nuevo tu vida hacia el viejo y noble camino

de la vida atenta.

Poco a poco, van desapareciendo de ti

esos vértigos interiores que te dejaban quieto

en tus dudas y que alargaban innecesariamente

tu dolor en el vómito de cada fin de semana. Su

presencia hace posible que tú empieces a

analizar de forma reflexiva y crítica la naturaleza

del acoso al que estabas siendo sometido y que descubras su verdad.

Ahora, cuando ha pasado la embestida brutal, ya no tienes la necesidad

de seguir perdido en la irracionalidad de tus emociones. No debes buscar las

fuentes objetivas del acoso. Sabes que su propia estructura no tiene ninguna

explicación aparente. Se ha producido y, si te descuidas, seguirá

produciéndose sobre ti. Con esto te debe bastar. Con esto y con el

reconocimiento de que no estás solo. Tu amigo se ha volcado con valentía

sobre tu verdad, te ha apoyado. No sólo eso, te ha defendido, formaba y forma

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97

parte activa de tu conciencia compartida. Tú debes despertar y volver a

caminar. No debes dejar que los otros te sigan juzgando por el miedo. No estás

solo, la alegría de la presencia del amigo se ha convertido en una verdadera

experiencia de crítica sobre tu modelo de vida. Esta presencia garantiza y da

razones a tu manera de ser y de comportarte.

En un primer momento, la amistad ha procedido de forma pasiva, como

un puro acto de resistencia frente a los otros. Ahora, ahora es el momento de

salir juntos al camino de la verdad. Esta actuación directa del amigo contiene

un mensaje muy claro y fácil de interpretar por los otros, los que te están

acosando. Si practicas mobbing a mi amigo, también lo realizas sobre mí.

Cuando el amigo toma esta segunda decisión, el acoso tiende a

desaparecer. Este simple acto de tu defensa pública se convierte de forma

natural en el verdadero espejo en el que se reflejan las mentiras de tus

acosadores. Todo lo que tú padecías ha dejado de tener carácter imaginario.

Ya no son suposiciones tuyas porque, como quieren convencerte con mentiras

los otros, siempre ves cosas donde no las hay. La estructura interna del acoso

y el alcance de sus proporciones no están constituidas por el azar, ni son fruto

de tus suposiciones. Tu defensa pública ha conseguido detener, mostrar y

enseñar el objetivo inicial del acoso.

Esta convivencia activa del amigo enseguida comienza a recoger sus

primeros frutos, pues provoca que algunos de tus acosadores empiecen a

excusarse creando nuevas mentiras sobre lo que está sucediendo y sobre el

resto de acosadores, como si ellos no tuvieran nada que ver con lo que te está

sucediendo. En definitiva, como si la práctica de tu mobbing no fuera con ellos.

Incluso, los más inteligentes de todos ellos van más lejos e intentan escapar de

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98

su posible identificación de culpabilidad, dejando que la responsabilidad y la

culpa recaigan sobre los más débiles de todo el grupo de los acosadores.

Esta estrecha vinculación afectiva de la amistad es la que activa de

nuevo la riqueza de tu mundo interior. Gracias a la elemental defensa que de ti

ha hecho tu amigo con su sola presencia pública en tu acoso, tus nobles

interpretaciones sobre la vida se ponen de nuevo en marcha. Vuelves a tener

obligaciones y no debes descuidarlas.

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99

Confirmación 28

Lo aprendiste bien. Ahora, te toca a ti hacerlo. El último trabajo de la amistad

consiste en la confirmación de la causa inicial que ha permitido que el amigo

continúe contigo. El amigo no deja de practicar sobre ti la compañía

permanente. Con la amistad se produce una comunión de emociones con

fuertes implantaciones solidarias. El amigo no sólo te mira con simpatía y

practica sobre ti la empatía y la compasión, sino que también te acaba de

regalar el don de la consolación. Ahora sabes que siempre lo tendrás dispuesto

al diálogo, en definitiva, a practicar contigo el noble arte de la palabra

razonada.

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100

Precisamente, el amigo te ha proporcionado consolación porque te ha

aportado pruebas objetivas sobre la necesidad de que vuelvas a luchar por tu

vida con todas tus fuerzas. La amistad no se fundamenta en una base filosófica

abstracta y teórica, ni en tratados de psicología sobre la regulación de las

emociones. La amistad proporciona un modelo de conducta vivo que se

actualiza con cada situación y acontecimiento que hacen temblar el sentido

más natural de nuestras existencias.

Cuando descubres que el amigo no te ha fallado, que ha permanecido

fiel, dejas de ponerte interrogantes y la soledad se olvida de ser tu último

aliento. La amistad es el camino que te ha permitido romper el silencio interior

al que los otros te habían condenado. La angustia se aleja lentamente y la

calma vuelve a detenerse delante de tus ojos. Conocías la intensidad de la

esperanza, pero ahora sabes que la amistad te conducirá hacia la consolación

definitiva. Tu cuerpo vuelve a experimentar el sosiego y la vida del amigo se

convierte en el camino que te conduce a la seguridad y a la paz.

Cuando el amigo confirma tu camino, se produce el primer acercamiento

real a la justicia. La amistad ha salido al encuentro de tu serenidad y

coherencia y ha demostrado que tu vida es un canto a la sensatez.

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Justicia 29

Pero, también por aquellos días aprendiste una dura realidad. La justicia es la

entrada que permite al hombre realizar el equilibrio emocional en medio de los

otros. Sólo la justicia puede poner de manifiesto la estructura insana que

sostiene cualquier acoso. La justicia es una práctica que pone en su sitio a

todos, tanto a los acosadores como al acosado. El gran problema del hombre o

mujer que está siendo sometido a mobbing es el de confundir la práctica de la

justicia con la venganza.

Ya han pasado meses desde que aprendiste que la sensatez se

convierte en el primer principio ético en el que debe sustentarse la justicia. La

reparación de la verdad no nace nunca de las emociones negativas y

destructivas. De hecho, comprendiste que no podías quejarte de las injusticias

de los otros sobre ti y, ahora, pagarles con la misma moneda.

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102

Lo anotaste bien. Por todos estos motivos, es importante que no

te dejes llevar jamás por la propia inercia del acoso. Si te descuidas, sus

emociones destructivas pueden conducirte a tu envilecimiento, es decir, a

actuar sin ningún mecanismo psicológico fruto de la reflexión. El que cae en el

mobbing es capaz de querer practicar la venganza sobre los otros.

El acoso ha incendiado tu interior con un

fuego amargo que te aprisiona y te hace

esclavo de tus más bajos instintos. Es como

un movimiento sin retorno, espeso, brumoso,

una niebla llena de remolinos que provoca el

desgarramiento interior de todo lo mejor que

tú has conseguido ser. Tus pensamientos

pierden la noble dirección de las virtudes y

caminan y giran oblicuos sobre el odio, la rabia y la ira.

La angustia ha creado en ti una nueva forma de iluminación basada en

el odio y, en estos momento, ya no eres capaz de saber discernir el verdadero

camino que te conduce hacia la serenidad, el sosiego, la tranquilidad, en

definitiva, tu paz interior. El aspecto que va tomando en tus emociones la

respuesta con la que afrontas el acoso sufre tal enfriamiento que sobre ti se

produce la precipitación de lo más oscuro que tenías dentro. Sin ser consciente

de ello, tú también habías estado expuesto a una educación sentimental

basada en la destrucción de cualquier forma de empatía, compasión y

consolación. Has llegado al punto ciego de tu conciencia y, por esta razón, no

eres capaz de interpretar de forma justa la actuación que los otros están

teniendo sobre ti a través de la práctica del acoso.

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103

Cuando el odio se ha instalado de tal forma en ti que deseas la

venganza como la única forma de respuesta posible al mobbing, tu conciencia

se arremolina y no deja de dar vueltas sobre la manera como tus emociones

deben concentrarse y provocar la incertidumbre de tu memoria.

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104

El dolor 30

Por mucho que pase el tiempo, siempre hay algo que recuerdas. Jamás olvidas

el regusto ácido del dolor. De hecho, sin ser tú consciente, se ha enquistado

tanto en ti que se ha condensado en tu interior. En un primer momento, ha

producido tal cantidad de odio que éste se ha acumulado de forma oculta en

todos tus sentimientos. Más tarde, sin avisar, ha reventado. Lentamente, ha

comenzado a salir. Después, después se ha a manifestado de forma

inadecuada y pública en todas las actuaciones de tu vida.

Sin quererlo, sin buscarlo y, quizás, sin saberlo, te acabas convirtiendo

en un esclavo, en un prisionero del mismo movimiento autodestructivo al que

los otros sometieron tus emociones. Por esta razón, en ese preciso momento,

estás fuera de todo equilibrio, de toda explicación y de toda evidencia de la

práctica y vivencia de la serenidad de tu conciencia.

Pero, tu viaje al interior del dolor no ha sido en vano. Conoces que, por

estas causas, es menester que el hombre o la mujer, que han sido salvados

por la amistad de las garras del mobbing, sean los nuevos mensajeros de la

sensatez. Este principio psicológico de la sensatez sólo puede vivirse con

autenticidad, si se renuncia a la venganza. La sensatez se practica de forma

libre a través de la reflexión serena sobre tus propios pensamientos. El

alejamiento de tu dolor se convierte en el único camino posible para intentar

dar una respuesta justa a los otros, a los que han practicado el acoso sobre ti.

La respuesta a tu dolor no puede ser el declive de tu mundo interior, el

derrumbamiento de todo aquello en lo que tú siempre has creído y por lo que

tanto has luchado desde que eras un adolescente.

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105

Si quieres permanecer en un estado de turbación permanente que se

identifique con el actuar de los otros y prefieres quedarte en el punto ciego que

toda emoción puede llegar a tener, no podrás salir jamás hacia el encuentro de

la respuesta creativa basada en la práctica social de la justicia. La felicidad no

es una carga que debes conseguir al precio que sea.

No puedes actuar movido por el ejercicio de la propia contradicción. No

puedes quejarte del dolor que te infringen los otros, si después te conviertes en

el ejecutor sin piedad de tu venganza. La justicia se convierte así en tu principal

trabajo social y esta práctica ética no se debe basar sólo en tus criterios

subjetivos. El amigo te ha hecho experimentar de nuevo los secretos

fundamentales de la existencia humana, por lo tanto, no debes alejarte del

legado de las virtudes.

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106

Necesidades y respuestas 31

¡Cuánto aprendiste en este viaje interior! La amistad nos obliga a salir, a dar la

cara de forma pública, porque ya no es necesario buscar un lugar seguro, un

refugio en el que nos podamos esconder del cansancio de nuestra conciencia y

de la propia negación de nuestro olvido. Esta renovada libertad nos conduce

hacia el trabajo de la justicia primera, la que se manifiesta en los pactos

verbales de la serenidad, la que se practica sin la necesidad de ninguna ley, en

definitiva, la que se basa en las reglas jamás escritas del honor, pues nunca la

justicia ha sido enemiga de la coherencia.

Los requisitos esenciales de esta forma de justicia se basan en la

experiencia directa de tus emociones. La trama de este sistema de

compensación afectiva, emocional y de pensamiento no puede responder a los

requisitos irracionales de la venganza.

El hombre virtuoso no puede alejarse del método de vida que le

proporcionan las virtudes. Todos sus pensamientos de justicia deben operar

dentro de un sistema coherente. No se debe devolver la respuesta al acoso

según te convenga. La respuesta de esta justicia primera se debe basar en un

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107

obrar consecuente que tenga siempre presentes los pensamientos que

generan las virtudes.

En la práctica de la justicia no puedes utilizar materiales emocionales

diferentes a los que tú has reclamado mientras ha durado tu mobbing.

Una vez que el amigo ha confirmado tu

inocencia de forma pública, en el modelo

cultural actual, son cuatro las posibles

respuestas que un ser humano acosado

puede realizar a través del camino de la

justicia. La primera, como tú bien conoces en

tu propia piel, es directa y destructiva, pues

consiste en la simple venganza, hacer a los

otros lo que ellos han hecho con su acoso

sobre ti. La segunda se fundamenta en la

denuncia judicial. La tercera busca negociar una salida pactada. La cuarta y

última sueña con la restitución pública de tu honor. De entrada, ninguna de las

cuatro propuestas parece viable para alguien que ha sufrido o sufre mobbing.

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Han pasado los meses. De hecho, ya no te importa para nada que los

otros no den señales de cambio en su actitud respecto a ti. Lo que te importa

es trabajar sin ser atacado, pues quieres que tus sentimientos se tranquilicen.

Sin embargo, te gustaría que, por una vez, la vida fuese justa contigo.

Desde el principio, has intuido que los otros no te devolverán tu honor. En

definitiva, que los otros jamás serán los agentes de la restitución de tu

inocencia.

Ahora sabes que no estás solo. Por eso, empiezas a comprender que tu

vida no debe ser diferente a la que hacías mientras sufrías y padecías el acoso.

Esta continuación, en la aplicación y vivencia en la actualidad de los mismos

criterios objetivos y rigurosos de conducta que llevabas en los peores meses de

tu mobbing, es la clara y justa confirmación de que tu vivencia laboral era y

continúa siendo auténtica. De aquellos días, asumiste una dura lección. No

necesitas leyes escritas, sólo personas que sean capaces de un hablar y actuar

transparente. Ante este panorama, sólo te queda confeccionar una salida digna

de tu honor.

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Los silenciosos 32

Ahora, cuando han pasado los días, comprendes que has sido capaz de hacer

cambiar de actitud y de forma de pensar a los que parecían que no tomaban

partido, aquellos que se limitaban a mirar la situación, a los silenciosos. Sabes

que puedes abrir la puerta, ellos te sonreirán. Lo has conseguido.

Tu caminar imperturbable por el interior de la coherencia y de las otras

virtudes es lo que les ha acabado de convencer. Ahora tienen muy claro que tú

siempre has obrado bien y que los otros practicaban sobre ti un acoso sin pies

ni cabeza, un mobbing lleno de odio y ejecutado de forma arbitraria. Tú te has

mantenido fiel a tus principios, no has desajustado tus pensamientos de tus

ideas y estas de tu forma de actuar. Ante los ojos atónitos de los observadores

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de tu acoso, siempre se ha producido y mantenido el equilibrio mágico de tu

coherencia.

Por estas razones, desde el primer momento en el que fuiste consciente

del mobbing al que estabas siendo sometido y detuviste la destrucción física de

tu cuerpo, intuiste que tú no podías actuar de la misma manera sobre los otros,

tus acosadores. No es necesario obrar como los demás. De hecho, al final del

proceso, con tu modelo de conducta acabaste de demostrar a los demás que

no son necesarios ni el odio ni la venganza.

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Final 33

Ahora, lo ves todo tan claro. Te acosaron, pero, paradójicamente, tu mobbing

se convirtió en un vacío existencial que te condujo a desnudarte de todo lo

superfluo. Todos aquellos ropajes sociales

con que, sin saberlo, te habías ido

vistiendo creyendo que constituían tu

personalidad más profunda, cuando, en

realidad, tal vez, sólo buscabas estar a

salvo de los continuos ataques de los

otros. Al contemplarte solo, herido,

vencido socialmente ante el espejo de tu

propio camino, descubriste que tú

caminabas y caminas bien.

El mobbing te ha llevado al enfrentamiento más brutal con el disco duro

de tu personalidad. Ha hecho que tiemblen los cimientos más interiores de tu

manera de pensar, decir y hacer en el mundo. Parecía como si, en un primer

momento, te vinieses abajo como una simple casa de paja; pero, has

aguantado y lo has hecho porque tu interior estaba lleno de las verdades más

esenciales de la vida.

Por eso, sabes ahora que tus necesidades son escasas, no porque no

puedas tenerlas, sino porque tú las has escogido. Sin que los otros lo supieran,

te han vuelto a enfrentar con lo mejor de ti mismo y has sido capaz de seguir

las huellas interiores de tus propios pensamientos. A través del mobbing, los

otros te han enfrentado de nuevo con tus miedos y tú has sido capaz de volver

a encontrar lo esencial.

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El acoso quería que descubrieras que tus necesidades deben pertenecer

a las exigencias del ámbito social moderno y que, por ese motivo, porque no

hacías que tus necesidades fuesen sociales como las de los demás, te han

atacado. Los otros estaban tan preocupados por su escala social de valores

que se equivocaron. Creyeron que las obligaciones del hombre nacen de lo

social, cuando esta es una gran mentira. Tú sabes que las necesidades nacen

de los principios generales de la cultura y en el ámbito básico de la existencia.

El hombre que es capaz de mantener el equilibrio de su salud en el ámbito

cultural idóneo tiene muchas posibilidades de llegar a vivirse como un ser feliz

tanto en su vida privada como en su vida pública.

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En definitiva, el mobbing te ha conducido a reafirmarte en tu empeño de

ser siempre tú mismo. Eres muy consciente de que sólo hay una vida y eso te

gusta. Sabes que no volverás jamás a ella y eso no te asusta. Has

comprendido que sólo hay una manera de escapar de tantos miedos que te

han impuesto socialmente y esta manera pasa por vivir con autenticidad. No

tienes miedo a la muerte porque le has sacado y le estás sacando todo el

máximo partido a la vida.

Los otros con su acoso querían que olvidases este primer principio: tú

eres la vida. Y no lo han conseguido. Has salido reforzado, te has sanado por

dentro porque siempre has tenido en tu interior los principios básicos que

permiten la salud de tu vida. Además, reconoces que la vida está siendo muy

generosa contigo, ya que te regala cada día el don de la salud y el regalo de la

familia y de la amistad. Sabes que no necesitas nada más. Tus necesidades

son básicas y sonríes. Tú no quieres ser más que nadie, tampoco quieres ser

como alguien. Tú quieres ser tú mismo, pero, para conseguirlo, es urgente que

los otros, los que han practicado esta forma destructiva, basada en la mentira y

en la injuria sistemática, de la anulación de tu personalidad, comprueben que

no lo han conseguido.

Tú continúas estando en medio de ellos. Eres, como antes, un hombre

más, sencillo, pero irrepetible. Nadie te anulará. Nadie te destruirá porque no

son nadie para romper este equilibrio personal que nace de saberte único,

singular en el mundo. Tu orgullo no nace de la vanagloria. Tu orgullo nace de la

sencillez. Este hombre, este ser humano, soy yo y lo seré mientras viva.

No necesitas muchas cosas, pero sí algunas personas para saberte tú

mismo. Y las tienes. La vida te las ha regalado, tal vez porque tú las has sabido

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cuidar. Este es tu secreto. Tú has caminado por el noble camino de la vida

porque sabes que deja al hombre solo ante sí mismo, alejado de cualquier

sentido de la trascendencia, pero libre y a solas con su propio destino.

En un modelo cultural tan buscadamente individualista en el que se

prima una escala de valores arbitrarios y cambiantes, el saber que dentro de ti

permanecen las esencias primeras que el hombre convirtió en modelos de

conducta intemporales y sin fronteras ayuda a ser uno mismo.

El mobbing no ha conseguido hundirte en lo más bajo de tus instintos y

no ha podido agujerear tus emociones por las rutas de la envidia, el odio y los

celos. Tal vez, los otros nunca han sabido entenderte porque no se han tomado

la molestia de intentarlo.

Desgraciadamente, todavía hoy hay muchas personas que creen que

las mayorías siempre tienen más fuerza y razón y, al hacerlo, olvidan una

sencilla explicación. Sólo desde el conocimiento íntimo de tu soledad primera,

puedes intentar comprender al otro. Sólo desde la vivencia interior de tus

emociones, puedes intentar compartirlas con el otro.

El hombre que, a pesar de sus equivocaciones, siempre se levanta para

mirar a los hombres de cara y sin rencor, practica el noble arte de su

conciencia. Sólo la recta conciencia conduce a la vivencia exacta del noble y

viejo camino de la vida. Y, precisamente aquí, reside la última y definitiva

paradoja, ya que las únicas necesidades, que tiene el hombre con conciencia

crítica, son las vivencias de sus propios pensamientos. La idea se hace

necesidad cuando descubres que es la única manera segura que el ser

humano tiene para llegar a ser feliz.

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