Vida de los esclavos negros en Venezuela.docx

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Acosta Saignes, Miguel; Vida de los esclavos negros en Venezuela (…) Tú lo sabes, hay quienes temen a la historia. A ello no son ajenas las “escuelas” y las “teorías” que la excluyen o la declaran en crisis, desde hace más de cinco décadas, pero la proscripción comenzó desde la obra de Augusto Compte y sus epígonos. ¶ Ella –la historia– ha de pagar hoy día los platos rotos. Ya no sirve para reproducir sin más el sistema capitalista nacido hace unos cinco siglos, reforzado por el colonialismo, esclavista por demás. Por eso entre otras razones trascendentes, saludo a quien como tú no le teme, aún más, la llama y la enriquece. [pag. 8/DSC_0172] [Prologo a la obra] La antropología, cultural o social, no puede rescindir de la historia, de la verdadera historia, la que se basa en los documentos y en las investigaciones pacientes de los archivos. Los problemas afro-americanos, en particular, no pueden entenderse si no se remonta uno a su pasado; hay que conocer las tribus importadas, las variaciones de los contingentes étnicos según las épocas; hay que percibir cómo se desarrollaron los procesos de adaptación de una sociedad nueva, las sujeciones sufridas en el régimen esclavista, para comprender mejor os efectos que esas sujeciones han implicado en la desaparición, la metamorfosis o la supervivencia de tal o cual rasgo cultural… Y es así como el doctor Acosta Saignes, antes de abordar la etnología actual de los venezolanos de color, se ha trasformado en su historiador. [pag. 11/DSC_0174] Asimismo, remontándose desde los individuos, a la institución y al sistema social de la esclavitud, el doctor Acosta Saignes nos permite, en las últimas páginas de su libro, vislumbrar algunas de las razones que condenaban el “sistema”. Pus la liberación de los negros encadenados y la supresión del trabajo servil no fueron el fruto, exquisito, de una política de buenos sentimientos, sino la consecuencia del desarrollo del capitalismo industrial y, a la vez, de la ineficiencia de la esclavitud como sistema de producción frente al sistema del asalariado. (…) [pag. 12/DSC_0175]

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Miguel Acosta Saignes crea un libro extraordinario y sacamos algunos extractos para su analisis

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Acosta Saignes, Miguel; Vida de los esclavos negros en Venezuela() T lo sabes, hay quienes temen a la historia. A ello no son ajenas las escuelas y las teoras que la excluyen o la declaran en crisis, desde hace ms de cinco dcadas, pero la proscripcin comenz desde la obra de Augusto Compte y sus epgonos. Ella la historia ha de pagar hoy da los platos rotos. Ya no sirve para reproducir sin ms el sistema capitalista nacido hace unos cinco siglos, reforzado por el colonialismo, esclavista por dems. Por eso entre otras razones trascendentes, saludo a quien como t no le teme, an ms, la llama y la enriquece. [pag. 8/DSC_0172] [Prologo a la obra]La antropologa, cultural o social, no puede rescindir de la historia, de la verdadera historia, la que se basa en los documentos y en las investigaciones pacientes de los archivos. Los problemas afro-americanos, en particular, no pueden entenderse si no se remonta uno a su pasado; hay que conocer las tribus importadas, las variaciones de los contingentes tnicos segn las pocas; hay que percibir cmo se desarrollaron los procesos de adaptacin de una sociedad nueva, las sujeciones sufridas en el rgimen esclavista, para comprender mejor os efectos que esas sujeciones han implicado en la desaparicin, la metamorfosis o la supervivencia de tal o cual rasgo cultural Y es as como el doctor Acosta Saignes, antes de abordar la etnologa actual de los venezolanos de color, se ha trasformado en su historiador. [pag. 11/DSC_0174]Asimismo, remontndose desde los individuos, a la institucin y al sistema social de la esclavitud, el doctor Acosta Saignes nos permite, en las ltimas pginas de su libro, vislumbrar algunas de las razones que condenaban el sistema. Pus la liberacin de los negros encadenados y la supresin del trabajo servil no fueron el fruto, exquisito, de una poltica de buenos sentimientos, sino la consecuencia del desarrollo del capitalismo industrial y, a la vez, de la ineficiencia de la esclavitud como sistema de produccin frente al sistema del asalariado. () [pag. 12/DSC_0175][pag. 215/DSC_0178] [SUMAMENTE IMPORTANTE E ILEGIBLE]() Los Comisarios del Santo Oficio tenan, en tales limitaciones, gran papel. En 1771, por ejemplo, don Benito Cebran de la Cuadra, cura de la iglesia parroquial de Guanare y Comisario del Santo Oficio, diriga a los curas una comunicacin cuyo contenido deban leer a los fieles. Ofensas a Dios N. S. Jesucristo y daos espirituales de la Repblica afirmaba que por experiencia lo son comedidas, entremeses, coloquios y pandorgas, bailes, fandangos y danzas, de la calidad que fueren, rosaros pblicos de un sitio a otro en los campos y despoblados y arrabales y romeras en las casas particulares y algunas de las imgenes de santos que les suelen adornar, juego de tteres y pruebas, con pretexto de destreza, altares por temporadas del ao, en casas particulares, con ttulo de devocin, algn santo de que celebra la iglesia y velorio de prvulos difuntos, en todo lo cual hay concursos, de mujeres y hombres [] solicitaciones deshonestas, celos impuros raptos de mujeres, adulterios, incestos, fornicaciones, desafos, quimeras y otras consecuencias perniciosas [] mando [] ni de noche ni de da se hagan en los poblados de indios comedias, entremeses, coloquios y pandorgas, y slo se permita se hagan de da en esta ciudad y [pag. 216/DSC_0179]dems pueblos de la vicara que no sean de indios [] media hora antes de anochecer [] se hayan de presentar dichas farsas al seor superintendente eclesistico de este Obispado, o en esta vicara ara su reconocimiento, expurgacin y aprobacin. Que de ningn modo se hagan de noche ni de da bailes, fandangos, ni danzas de la especie que fueren en los arrabales desta dicha ciudad, ni en los de los pueblos, ni en los campos o despoblados y slo se permitan de da en esta ciudad y dems pueblos desta jurisdiccin eclesistica, con la precisa condicin que sean decentes, no se den las manos, ni abracen los hombres con las mujeres, ni stas a aquellos, ni que el canto o msica que de ordinario hay en ellos sea honesta y no de amores profanos y deshonestidades []. Concluirse media hora antes de anochecer (Arch. Gral. Nac. Seccin Gobernacin y Capitana General: XXXV, 2; LIV, 395; LV, 206.) Aunque no se nombra all a los esclavos, su presencia queda implcita: ellos eran quienes actuaban en los arrabales y en los campos despoblados, como los indios, bailaban en cuanta ocasin podan. Muy interesante resulta el conocer las ideas de aquel prroco sobre las fiestas populares. Sus quimeras no eran sino las conversaciones sobre libertad que por entonces comenzaban a escucharse entre los esclavos e indgenas. Durante las tres ltimas dcadas del siglo XVIII encontramos grandes esfuerzos, por eso, para evitar en lo posible reuniones, para limitar las reacciones de los diversos estratos sociales, para aislar a los esclavos. () [pag. 217/DSC_0180]() Si bien se modificaron en las ciudades, como ya hemos visto, las fiestas populares, en los campos continuaron vivas las fiestas de S. Juan, de S. Benito y de otros santos a quienes veneraban los esclavos, no como miembros del santoral catlico, sino como deidades cacapes de dar agua o sol, descanso y esperanza, inspiraciones y resistencia. Desde la regin donde se encuentran los lmites entre los Estados Miranda y Anzotegui, hasta el Estado Yaracuy, como una sola unidad, veneraban todos a S. Juan. El 24 de junio sonaban los tambores en su honor, como si fuese una deidad africana. Beba aguardiente con sus esclavos, parrandeaba con sus negros. Cumacos y minas, tambores redondos y curbetas, todos retumbaban desde Cpira hasta Farriar. Gritos, lamentos, peticiones, gemidos, voces agradecidas, iban toda la noche hacia la deidad mixta. Se volva no un santo, sino un Dios, capaz de dispensarlo todo: el alimento y la salud, la buena lluvia y el sol a tiempo; l ligereza para la huida y la resistencia ante la ira de los amos; la oportunidad de embriagarse, para olvidar las penas inmediatas y aorar un pasado confuso y la fortaleza para soportar las miserias hasta el da de la huida a un cumbe. Los africanos y sus descendientes celebraban, sin saberlo, remotos rituales de solsticios. De las profundidades del tiempo vena la devocin, antes slo un modo de expresar lazos con la Naturaleza, transformados en Amrica en sntomas de rebelda, en visin brumosa de otros tiempos futuros, mejores. Nunca los esclavos rezaron a S. Juan como tal S. Juan. El fue, para los negros, simbiosis de antiguas deidades tremendas y encarnacin esperanzada de los propios anhelos. Y sus fiestas sirvieron para mantener la solidaridad, para [pag. 218/DSC_0181]encender en la Noche Buena propia la cadena de un sentimiento colectivo a travs de medio pas. En el Occidente fue S. Benito. Con sus Chimbngueles, con tambores distintos, se le honr, no en junio sino a fines de ao. Por sobre las fiestas pascuales, regocijo de las clases acomodadas, sus devotos bailaban esde las tierras bajas del lago de Maracaibo hasta las cumbres merideas y valles trujillanos. Cantaban coplas, pagaban promesas, hacan sonar extraar flautas con la nariz, realizaban prolongadas romeras al son de los tambores chimbngueles. Tambin all se estremecan las colectividades al unsono. Tanto, que llegaron a impresionar a sectores no esclavos, extendiendo el culto. Todas estas fiestas tuvieron el sentido de conservar la conciencia de la solidaridad. Los amos, sabedores de cmo la resistencia humana tiene un lmite, no se atrevan a impedir en los campos y los pueblos tales festejos. Incluso aadan ciertas apariencias de libertad, pues durante algunas horas hacan concebir a los negros a ilusin de mandar, o de que sus santos eran tan poderosos que sobrepasaban la autoridad de los amos. Restos de ceremonias con tal sentido se han conservado en Venezuela. En 1956 pudimos presenciar durante una noche y parte de un da, entra, conducido en andas, en la crcel y liberta a quienes hayan sido apresados durante su fiesta. Los gobernantes de ese ao cumplan el antiguo rito, el cual tenda a mantener en los esclavos el convencimiento de que S. Benito era ms poderoso que los terratenientes esclavistas. Con lo cual, a la postre, S. Benito resultaba contribuyendo a la resignacin de quienes tanto le reverenciaban y agradecan. En muchas ciudades desaparecieron, a fuerza de prohibiciones, los bailes y toques de tambor de los esclavos y negros libres. Nadie podra imaginar a los Chimbngueles sonando en Caracas a mediados del siglo XVIII, cuando hoy slo se les encuentra en el Occidente de la Repblica. O que en Carora se escucharan alguna vez los tambores africanos. En 1795 deba obtenerse en esta ciudad riguroso permiso. () [pag. 219/DSC_0182]Los esclavos trasladaron a Amrica muchos de los modos de sus fiestas. Respecto d algunas venezolanas, oigamos a don Fernando Ortiz. Al tratar sobre cuanto los africanos trajeron y conservaron, escribe: Quiz debamos referirnos aqu a ciertos bailes de muecos, ejecutados en Amrica, que acaso pueden atribuirse a tradiciones africanas, si bien no es de excluirse alguna influencia europea derivada de las procesiones catlicas y de las imgenes que en ellas son conducidas por los devotos. Acaso el ms tpico de esos bailes es el que en 1948 presenciamos en Caracas, o sea la antigua comparsa o baile de S. Pedro, que se celebraba cada ao en Guatire. () (Ortz: 1951; I, 412) [pag. 220/DSC_0183]A pesar de prohibiciones, reglamentos, admoniciones y castigos, los esclavos defendieron siempre su msica y sus cantos, que hoy enriquecen a travs de sus descendientes, el folklore venezolano, Humbolt, en 1799, anotaba en Cuman: Cuando al bajar por el ro nos aproximamos a las plantaciones o charas, vimos los alegres fuegos encendidos por los negros. Elevbase un humo tenue y ondulante hacia la cima de las palmeras, dando un color rojizo al disco de la luna. Era un domingo por la noche y los esclavos bailaban al son ruidoso y montono de la guitarra. Los pueblos de frica [] poseen en su carcter un fondo inagotable de movilidad y regocijo. Despus que se han entregado a penosos trabajos durante la semana, prefiere el esclavo en los das de fiesta, mejor que un prolongado sueo, la msica y la danza. Cuidmonos de vituperar esta mezcla de indolencia y ligereza que mitiga los males de una vida llena de privaciones y dolor (Humbolt: 1941; I 426) Ya a comienzos del siglo XVII, como vimos a propsito de una resolucin del Cabildo de Caracas, existan cofradas de esclavos. Estas organizaciones estaban rgidamente reglamentadas y las hubo de los diversos estamentos de la sociedad colonial. () [pag. 221/DSC_0184]Esas Constituciones del Obispo Baos y Sotomayor, aprobadas en 1698, muestran cun rgidas eran las disposiciones acerca de las cofradas, como naturalmente deba ocurrir en sociedad estructurada legalmente en forma de castas, con discriminaciones de todo tipo y en la cual se miraba con desconfianza cualquier tipo de agrupacin que no estuviese estrictamente regulada por el Estado. [pag. 222/DSC_0185]No solamente se establecan, en las Constituciones de Baos y Sotomayor, dunamentos generales. En otro captulo se estampaba una verdadera reglamentacin para el funcionamiento de las cofradas: Mandamos estableca que en todas las juntas y congregaciones que hicieran cualesquier cofradas y hermandades para elegir Mayordomo y dems oficiales, asista el Vicario Eclesistico, acompaado del Notario, y que se elija Mayordomo y Oficiales segn las constituciones que tuvieren y que stas se lean antes de entrar a elecciones, por el Notario, para que sepan lo que pueden y deben hacer. En cada un ao se han de hacer dichas juntas y se ha de nombrar Mayordomo. Y siendo conveniente y en evidente utilidad de las cofradas, podrn elegir el Mayordomo que acab, por otro ao no ms, estando conformes la mayor parte de votos y no en otra amnera. Y mandamos que las dichas elecciones y juntas que se celebraren, se hagan con amor de paz, amor de caridad, sin mover ruidos ni hablar palabras descompuestas. Y pareciendo a la hermandad expulsar a alguno, o algunos de ella, por ser de naturales inquietos, y que turben la paz de los dems, nos den cuenta de ello con nuestro Vicario, para que proveamos el remedio conveniente. Todos los aos se tome en cuenta a los Mayordomos que acabaron de serlo, auqnue ellos sean nuevamente reelectos para el siguiente ao; y para ello damos nuestra comisin a los vicarios, a cada uno en su distrito y jurisdiccin. Y cobren y hagan cobrar, por la disposicin del derecho cualesquier cantidades de dinero, que por parte de las cofradas se hiciere alcance a los Mayordomos, reservando como reservamos, a Nos y a los Visitadores que nombremos, la revista y aprobacin de dichas cuentas. Mandamos que las cuentas que dieren los mayordomos de las cofradas y hermandades, por ante cualquier jueces nuestros, no se les pase en cuenta a dichos Mayordomos los gastos que por vanidad y ostentacin profana hubieren hecho de los bienes de dichas cofradas, contra lo mandado y establecido por las constituciones; porque conforme a ellas, deben distribuirse las limosnas en bien y utilidad de [pag. 223/DSC_0186]dichas cofradas. Permitimos y damos licencia para que los Mayordomos y Diputados de las cofradas y hermandades que en la Semana Santa sacaren procesin pblica por las calles, que puedan pedir, y pidan, un da de Semana Santa, por toda la ciudad, limoslas, para ayudar del gasto de cera y dems costos que hacen en ella. Y as mismo, Jueves Santo, a las puertas de las Iglesias, donde estn erigidas y fundadas; y entre ao, en el da que Nos a cada uno sealaremos y nuestros vicarios sealaren en su Distrito y jurisdiccin. Ningn Mayordomo de cofradas, ni otra persona, a cuyo cargo estuviere el celebrar fiestas votivas, u otras, en cualquier manera, pueda, de su propia autoridad, convidar, ni sealar predicadores, para predicar en dichas fiestas en esta ciudad de Caracas sin que primero preceda licencia nuestra, o de nuestro Provisor y en las dems de Obispado, la de los Vicarios o Curas, por su ausencia. (Vase nuestro trabajo Las cofradas negras y el folklore). () Recordaremos aqu algunas caractersticas de la cofrada de S. Juan Bautista, pues estuvo constituida por esclavos y negros libres Taris. Fue fundada en 1611 y funcionaba en la iglesia de S. Mauricio. Se compona de dos clases de hermanos: tributarios y redimidos. Los primeros pagaban ocho reales por el asiento y cuatro cada ao, en junio y noviembre. Los otros, redimidos, pagaban una sola vez siete pesos cuatro reales y la cofrada se obligaba a darles atad y a realizar diversos oficios religiosos a su muerte, as como a acompaar solemnemente el entierro. El reglamento estableca, adems, asistencia en caso de enfermedad. En la Constitucin n. 15 se estatua: Se ordena que cuando hu- [pag. 224/DSC_0187]biese algn hermano enfermo de peligro, si fuere pobre, sean obligados los hermanos a asistirle de noche y para ello se le encarga al Mayordomo cite dos hermanos o hermanas que le asistan cada noche y se les suplica y ruega no se excusen de ejercitar obra tan piados. (Vase nuestro trabajo Las cofradas negras y el folklore, para referencias sobre los libros del Archivo Nacional donde hemos encontrado las reglamentaciones de las cofradas de Caracas.) La estricta reglamentacin a que eran sometidas las cofradas impidieron toda actividad que no fuese religiosa. No parece que ninguna haya intervenido nunca para lograr aminoramiento de penas, mejor tratamiento de los esclavos o siquiera traspaso de unos dueos a otros. Las cofradas quedaban tcitamente bajo la jurisdiccin de otras leyes ms generales que las Constituciones por las cuales se rega su funcionamiento. Por eso los esclavos escapaban a los cumbes, se volvan cimarrones o estaban prestos a alzamientos y asonadas. Slo en ocasiones de violencia funcionaban los lazos de solidaridad que la situacin social por s creaba, pero eran obstaculizados por toda clase de leyes y reglamentos o encauzados en forma inofensiva y domesticadora, como en las cofradas. [pag. 225/DSC_0188]Para los comienzos del siglo XIX estimaba Humboldt el total de esclavos en la Provincia de Venezuela, en unos 60.000. () Frecuentes disposiciones reales se refirieron, desde los principios mismos de la colonizacin, a los cimarrones o a los sitios donde se refugiaban y estructuraban comunidades, a veces muy importantes. Tales comunidades se llamaron generalmente cumbes en nuestro pas. Tambin parecen haber llevado el nombre de quilombos, quiz por influencia brasilea. [pag. 263/DSC_0190]En diversos lugares de Amrica existan para fines del siglo XVII comunidades de negros cimarrones que haban adquirido a veces gran estabilidad. Veamos por va de ejemplo la resolucin del Rey dirigida a la Audiencia de Santa Fe de Bogot el 13 de julio de 1686: Presidente y Oidores de mi Audiencia Real de la ciudad de Santa Fe en el Nuevo Reino de Granada. Fray Flix Carlos de Bonilla, de la orden de San Agustn, hijo que dice ser de la provincia de Gracia de ese Nuevo Reino, me ha representado se halla con noticia individual de que unos negros que habr ms de sesenta aos que se huyeron del trabajo de su esclavitud, se retiraron a unos montes distantes treinta leguas ms o menos del ro de la Magdalena, nico paso para todo ese reino, donde viven poblados en forma, habindose multiplicado tanto que se asegura habr ms de tres mil almas, y que desean reducirse a mi servicio y pagar tributos, dndoles por libres, y admitindoles por vasallos mos, sin que otro alguno tenga intervencin con sus personas si no fueren los ministros que se les pudieren para la administracin de justicia, y que por ser cristianos desean tener sacerdote que los instruya en la santa fe catlica y administre los santos sacramentos, suplicndome que en consideracin dello y porque viven dichos negros sin reconocer dueo, fuere servido de mandar se les conceda libertad El Rey ordenaba a continuacin que estudiase la Audiencia de Bogot el asunto y resolviese segn tuviere a bien. (Konetzke: 1958, II, 782). [pag. 277/DSC_0204]En 1696 se fundaron tres pueblos cuyos habitantes haban residido en cumbes a lo largo del ro Tocuyo. Eran tanto negros como indios y fueron reducidos por los misioneros Ambrosio de Baza y Luis de Orgiba. Desde entonces fue frecuente que los misioneros entrasen a pacificar los cumbes de negros como desde el siglo XVI haban penetrado en las comunidades indgenas. Los tres pueblos fundados con esa poblacin mixta fueron San Miguel, Chiquinquir y Arago del Ro Tocuyo. En 1695, un ao antes, se haba establecido Ro Tocuyo, con los mismos orgenes. (Lodares: 1929, I, 115.) A comienzos del siglo XVIII, en 1702, el Rey envi una Cdula con amplias recomendaciones para que fuesen separados, si se lograban reducir, los negros y pardos que andaban como cimarrones. La Real Cdula determinaba: Mi Gobernador y Capitn General de Caracas Fr. Marcelino de San Vicente, Prefecto de las Misiones de los Llanos, me ha representado que siendo as que consta que en doscientas leguas no hay ms que catorce pueblos de espaoles, resultando este corto nmero de haber muchos negros, mulatos y pardos por los montes, haciendo una vida escandalosa, ms reprobada que la de los mismos gentiles, cometiendo gravsimas ofensas de Dios sin seal exterior de la religin catlica, pues viven y mueren como brbaros en los montes, han propuesto [] se mande poblar y reducir la vida regular y poltica, excepto los que tuviesen haciendas formales []. Propone como medio de realizar la empresa, que d orden a su religin y a las otras que quisieren tomar parte y emplearse en predicar misiones por toda la provincia, en conformidad por lo que m resuelto en Cdula [pag. 278/DSC_0205]de 21 de mayo de 1677, encargando a las religiones la doctrina de los pueblos, en el nterin que haya clrigos que las sirvan [] He resuelto ordenaros y mandaros que sea el primer cuidado el reducir y poblar con separaciones de naciones, a los que estuvieren en la conformidad mencionada, viviendo brbaramente en los montes, y que a este fin apliquis todas las providencias necesarias, dando las rdenes convenientes a todos los ministros de vuestra jurisdiccin para que cada uno ejecute lo que toque a su territorio (Lodares: 1929, I, 168) () () Don Jos Olavarriaga, en su famoso informe, declaraba: El negro tratado con ms benignidad se hace soberbio y se alza contra su amo al menor castigo que el hacen, lo que le induce a huir, o muchas veces a matar a su amo o su mayordomo () [pag. 279/DSC_0206]Aunque no nos hemos detenido a estudiar minuciosamente las relaciones de los indgenas con los negros, basta lo expuesto para conocer sus estrechas alianzas durante todo el perodo colonial, cmo influyeron los africanos en los terrgenas, cmo stos a su vez tuvieron mltiples influencias sobre aquellos. Se cruzaron numerosamente desde el punto de vista fsico, conviviendo en haciendas, cumbes y comunidades indgenas. Desde luego este mestizaje carece de importancia. El cruce fundamental fue el de culturas, el de actitudes ante los colonizadores, el de una intensa transculturizacin que fundi los rasgos fundamentales del pueblo venezolano. Nuestro viaje por cumbes, rochelas, palenques y patucos nos muestra un hecho nunca sealado por los historiadores. Los africanos fueron fundadores de muchos pueblos. Algunos pasaron a la Repblica con el simple nombre de Cumbe o Combo, otros desaparecieron, muchos continuaron como centros poblados con nuevos nombres o con nombres antiguos. El captulo histrico de los cimarrones muestra cun intensa fue la participacin de los africanos y sus descendientes en la formacin fundamental del pas. Junto con los indgenas constituyeron los sectores productivos en haciendas, trapiches, hatos; solos o con aqullos, fundaron pueblos, penetraron en las selvas, crearon comunidades a veces muy estables queda perfectamente claro que al iniciarse el siglo de la Independencia no comenzaba el cruce de indgenas y negros en ningn sentido. La fragua social haba funcionado por siglos. [pag. 294/DSC_0221]Hemos visto a algunos hombres libres cultivando tierras donde todava podan conseguirlas. No ocurra as en el centro de la Repblica, donde trabajaban, en 1768, por dos medios: O se acogan al amparo de comunidades indgenas que haban conservado sus tierras, o realizaban arreglos con dueos de latifundios para que les permitiesen cultivar a cambio de un determinado pago, seguramente en frutos, pues hemos visto era muy aguda la escasez de circulante. [hay una fuente para esta cita, pero no aparece en el libro, hay que ubicarla] Es decir, vivan en las reas caroreas las personas libres, como agricultores rudimentarios, cuya alimentacin deba completarse con labores de recoleccin y caza, como corresponde a toda etapa de escaso rendimiento agrcola. Preferan seguramente tal modo de vida porque significaba libertad. No resultaba muy placentero el rgimen de servidumbre naciente junto al esclavista. [cita pero no aparece en el libro, hay que buscarla]. [pag. 330/DSC_0224]Los datos aportados por las fuentes revelan que en el Distrito de Coro, en las ltimas dcadas del siglo XVIII, las relaciones esclavistas de produccin comenzaban a ser sustituidas progresivamente por relaciones feudales de produccin, fenmeno impulsado por el desarrollo de fuerzas productivas, que permite constatar los primeros sntomas de la crisis del rgimen esclavista de produccin, por lo menos en aquella regin. Somos cautelosos para considerar que esta hiptesis pueda extenderse a todo el territorio venezolano, aunque tambin en los valles de Aragua se observaban los mismos sntomas en aquella fecha. Los latifundistas corianos permitan a sus esclavos que hicieran conucos en el resto de sus propiedades y al cabo se vea rodeada la labranza del seor de otras ms cortas, cultivadas por aquellos sobre la base de pagar renta diaria en trabajo personal y en especie [cita que no aparece en el libro, buscar] Para nosotros, sin duda, la conclusin de Brito Figueroa es extensible a todo el territorio. Recordemos, para Oriente, el caso del negro de Cabo Verde, Jos Francisco, quien lleg en busca de lugares cedidos a terrazgo. Veamos otros casos. En el informe de Berstegui sobre el cultivo del tabaco, en 1778, se deca: Cada particular o vecino de estos que poseen las tierras [de Guanare y Barinas] mantiene en las propias suyas treinta o ms de estas especie de labradores, permitindoles a cada uno cultiven un pedazo de terreno, que su alquiler lo pagan en jornales o frutos de los mismos que cogen en aquella hacienda [cita que no aparece en el libro, buscar]. Humboldt y Depons informaron tambin sobre el particular. El primero nos dice que los negros libertos trabajan como la gente libre por jornal, y respecto de los valles de Aragua explica: La casa del propietario, colocada en un montculo de 15 a 20 toesas de elevacin, est circunada por las chozas de los negros, de los cuales, los que estn casados, proveen por s mismos a su subsistencia. Se les asigna aqu, como en todos los valles de Aragua, una parcela de terreno cultivable. En sta intervienen los sbados y domingos, nicos das libres de la semana. Poseen gallinas y aun a veces cerdo. El amo ensalza la dicha d ellos, como en el Norte de Europa gustan los seores de ensalzar el bienestar de los campesinos adscritos a la gleba Y Depons dice e los amos: Todos dejan a sus esclavos cubiertos de harapos y no les dan ms alimentos que los productos de una parcela de tierra que le entregan con este objeto Lo [pag. 331/DSC_0225]Desde luego no todos buscaban la misma solucin a los problemas de escasa produccin que el rgimen esclavista planteaba. Y podemos sin duda sealar dos grandes tendencias: la de los propietarios criollos, ejemplificados en el relato de Humboldt, referente a los valles de Aragua, y la de los espaoles, quienes preferiran un incremento del esclavismo, como se revela en los informes de varios personajes con misin oficial. Una relacin annima, de 1787, titulada Noticias de Maracaibo y Barinas, recomendaba otros mtodos, como el de la intensificacin de las importaciones de esclavos y la reduccin de indgenas, de quienes sugera se sometiesen a una verdadera esclavitud, por al hablar de los negros aade: cuya falta se pudiera suplir con los muchos indios brbaros que hay en aquella provincia. Para el informante, la nica solucin estaba en la esclavitud: Al surtir de negros con abundancia y a precios cmodos toda nuestra Amrica, que por ahora bastar con diez mil anualmente, es uno de los medios precisos que han de hacer florecer nuestra agricultura en aquellos reinos [cita no aparece en el libro, buscarla]. [pag. 332/DSC_0226]Claramente se distingue, con lo expuesto, cmo por varias vas el rgimen esclavista predominante comenzaba a crear de su propio seno otro de servidumbre. Desde aquel lejano antecedente, cuando la compaa negrera de Inglaterra decidi dedicar negros al cultivo, para la manutencin de los propios esclavos y de los amos, hasta las parcelas cedidas a los esclavos casados en los valles de Aragua, y desde la instalacin en tierras propias de libertos y pardos hasta la existencia de jornaleros libres en las haciendas, se distingue claramente un lento comienzo del cambio de la mano esclava por los inicios de la servidumbre, de la cesin de tierras a gente libre para obtener la renta producto y la renta trabajo de los cultivadores, a quienes se pagaba, en cambio, cuando trabajaban a jornal, en gneros y comestibles. Podemos conocer as el origen del sistema social que, en lo fundamental, habra de prolongarse en Venezuela, despus de la cesacin de la esclavitud, en 1854, hasta la mitad del siglo XX. Debemos tratar de comprender el significado de aquel cambio, para entender a cabalidad no slo la estructura social de la primera dcada del XIX, sino hasta qu punto la necesidad de introducir modificaciones en el rgimen [pag. 334/DSC_0028]esclavista, las iniciales encomiendas, contribuyeron a las contradicciones expresadas en la guerra nacional de independencia. Sealaremos aqu un requisito indispensable para la comprensin de los fenmenos coloniales, antes de examinar la estructura socia venezolana de las ltimas dcadas del siglo XVIII y primera del XIX: la obvia, y hasta ahora no practicada necesidad de divisin de la poca colonial en perodos con caractersticas propias. Como es bien sabido, la historia de Venezuela se ha trazado sobre el esquema de perodos seculares. Todo el mundo acepta como cosa averiguada que basta con dividir nuestra historia por siglos y se habla del XVI, del XVIII y del XVIII como si, por arte de magia histrica, cada uno de ellos encerrase una total unidad econmico-social y cultural. Esto, a pesar de algunas obras de investigacin de sealada importancia, como la Economa colonial de Arcila Faras, en la cual se corrigieron muchos lugares comunes, pero cuyos datos no han sido todava completados, naturalmente, con otros directos de los archivos, examinados analticamente, en relacin a las diversas etapas productivas por las cuales pas la sociedad venezolana. [cita que no aparece en el libro, buscarla]. No pretendemos establecer aqu los perodos adecuados, mas resulta indispensable un acuerdo entre historiadores, socilogos, antroplogos y economistas para eliminar las vagas generalizaciones acerca del perodo colonial. Nos importa advertir al lector, pues las consideraciones que hemos venido realizando llevan fecha y la estructura social aqu discutida no es de ninguna manera extensible a otras anteriores a 1750. Como se ha visto, cada uno de los aspectos histricos relativos a la esclavitud, a los cuales nos hemos referido, estn claramente basados en documentos fechados. No podra hacerse una excepcin con la estructura social. Nos referimos ahora slo a la de la segunda parte del siglo XVIII y primera del XIX, pues caracterizaciones como las de Bag, Irazbal, Brito Figueroa y otros autores se han referido tcitamente a esta poca, pero a veces con expresiones excesivamente generalizadoras. No podemos hablar de una estructura social nica desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, sin considerar la instauracin de la Encomienda, sus transformaciones, su reemplazo por un rgimen esclavista que lleg a madurar, las modificaciones sufridas por ste y las formas de organizacin econmico-social existentes alrededor de 1800. [sigue, pero no se tomaron las fotos, hay que buscarlo]. [pag. 335/DSC_0229]Dejamos aqu el tema. Hemos visto llegar a los esclavos y huir para convertirse en cimarrones; nacer en barcos, cumbes, y campos y minas y morir en sentinas, castigos y explotaciones; los imos explorar el territorio, descubrir y poblar; los encontramos con la produccin colonial a su cargo, desde las perlas hasta el cacao y el ail; sufrieron y cantaron sus viejas canciones africanas; aoraron y miraron tambin al futuro; se alzaron y fueron vencidos innumerables veces, pero otra vez se alzaron y contribuyeron a la Independencia. Los abandonamos en los albores del siglo XIX. Se habr de escribir la historia que con sus manos continuaron haciendo dese 1800 hasta 1854. Ser tarea e otros das o de otros autores. Ahora conocemos a los esclavos de tres siglos mejor. No en forma fragmentaria, ni a travs de relatos idlicos, sino con el espejo irrefutable de los documentos, algunos escritos por sus propias manos. Quedan planteados muchos problemas, hiptesis, atisbos. Ser tarea de muchos historiadores, antroplogos y socilogos, plantear nuevas cuestiones y solucionarlas todas con el trabajo conjunto, en esfuerzo incesante que recuerde la inagotable energa de nuestros protagonistas en esta investigacin. [pag. Indeterminada/DSC_:0230]