Vientos de Venturia Me Arrastran y Me Queman La Garganta..."Tierras Ignotas" relato III
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Tierras Ignotas
Mormegil miraba al mar desde la barandilla del torreón de popa de la galera galbadita. Elfrío viento cargado de salitre le reconfortaba el cuerpo y le hacia sentirse feliz. El constante
cargar de la proa sobre el creciente oleaje arrancaba quejumbrosos gemidos de los cientos
de tablas apilados a martillazos por los armadores de la ínsula marenostrense y el exageradoespolón de acero que sobresalía de la quilla no ayudaba a repartir la presión que tenia que
soportar el mascaron de proa, al romper con fuerza sobre las olas empujadas por los
furiosos vientos tan comunes en aquellos primeros y helados compases de año. El diacono
de la guerra levanto la vista hasta que topo con los cegadores rayos de aquel sol que sehacia tan extraño entre la inmensidad gris y tormentosa que les rodeaba. Concluyo que
serian sobre las 12 del mediodía y que el cónsul galbadita ya se habría levantado para dar
instrucciones de que le fueran preparando su “frugal” comida. Habían aguantado durantetres jornadas enteras la vanidad de aquel loco y cobarde ser, que abrumado por su propia
desesperación de salvar el pellejo no se daba cuenta de las miradas de contenida crueldad
que posaban sobre él aquellos 4 misteriosos individuos que venían de los lindes y que
consiguieron acabar con la guarnición del castillo y su propia guardia personal. Barahir continuaba siendo quien mas deseaba que aquella hora llegase. Había departido por
adelantado con el burócrata imperial solo para certificar su locura, ya que cuando el leal
soldado informo a su superior, de rango y procedencia, este no dudo en encarcelarle paraque la inestable situación del imperio siguiese oculta a los ojos de todas las naciones que
habían delegado su protección en ella. Cientos de galeras habían partido de incontables
puertos de todo el Mare Nostrum, según creía la gente, para intervenir en un alzamientoarmado dentro de la isla. Lo que nadie de aquellas pobres personas sabia era que la
todopoderosa Galbadia se replegaba para salvar el pellejo poniendo el mar y su poderío
naval como barrera mientras abandonaba a su suerte a cientos de miles de personas quedurante siglos habían confiado su seguridad al senado insular. El lanoi había visto ya que
poco importaba el sacrificio de todos sus compañeros en Puerta Pretoria pero seguía
manteniendo una vaga esperanza en lo mas hondo de su corazón de la capacidad dereacción del ejercito imperial. Su fortuito encuentro con el cónsul de Skankel, acabó por
enterrar todas las esperanzas de una inmediata reincorporación a la vida castrense y una
pronta reacción militar en forma de ofensiva.
Cuando Mormegil bajo del puente por la estrecha escalinata y se interno dentro de las paredes que formaban el torreón de popa Barahir ya ocupaba un honorífico puesto al lado
del consumido cónsul. Sus miradas se cruzaron por unos instantes y el clérigo volvió sobre
sus pasos para verificar que Maix y Gwydeon habían conseguido ladear e incorporar adecuadamente a estribor el pequeño botecito de dos remos que chapoteaba
inconsistentemente a escasos 10 metros del pabellón de popa, que antaño, enarbolase
orgullosa el águila imperial. El santón dirigió entonces la mirada a la tripulación quecomenzaba a desplegar las dos velas de tingladillo sobre la cubierta de la agarrotada nave.
Estaba claro que sin brazos esclavos que bogasen en la bodega inferior, las temibles galeras
imperiales perdían mucho de su poder destructivo. Aun así Maix, en calidad de rey, ofrecía
desinteresadamente una moneda de oro por día remado a los escasos 30 marineros quehabían partido de Skankel con ellos, aunque aquella jornada había ofrecido dos para que no
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Tierras Ignotas
hubiera demasiada gente holgazaneando en cubierta que pudiera presenciar losacontecimientos que a un gesto suyo, se iban a suceder uno tras otro. Desde el umbral de la
edificación en forma de torre del mascaron de popa, Mormegil asintió con la cabeza y el
nervudo soldado cogió del brazo al delgado cónsul obligándolo a salir de su refugio antesde que hubiera tocado siquiera la primera de las uvas del racimo que sostenía sobre la boca.
El demente dignatario no acertó a decir nada inteligible en el corto trayecto del castillo a la
esclusa de carga de la primera bodega del navío, ni siquiera acertó a soltar por la sorpresa el
conglomerado de fruta que sostenía con la mano siniestra. Se presento encorvado,tembloroso y visiblemente confundido ante la imponente y por otra parte, diametralmente
opuesta presencia de Maix. El cónsul daba autentica lastima y Maix se vio tentado a dar
marcha atrás con el plan, pero la mascara granítica del soldado lanoi era imperturbable ydecidida.
- ¡Muestra un poco de hombría! Todo un cónsul aterido como si fuera una rata que acaba de
salir del agua…Estas ante un rey ¡Ríndele honores como se merece!- Al cónsul le costaba
reaccionar y apunto estuvo el lanoi de cargar su funesta ira en forma de una patada en lasrodillas, pero cuando este ya comenzaba a elevar la pierna para descargar el doloroso
puntapié, el personaje de la túnica cobro algo razón y llevado por años de ocasiones
protocolarias represento un cuidado saludo llevando la mano derecha al pecho y alargandoa su vez la de las uvas hacia el cielo mientras se inclinaba elegantemente hacia delante.
- Que todas las luces de Galbadia se iluminen para recibir al gran rey de los enanos y que
los ángeles del cielo arrojen rosas doradas del cielo hasta que cubran todo el mar de uno aotro confín. Aun tardaremos un par de días en llegar a la bahía de Pharos, pero los dioses
me han asegurado una placida mar hasta entonces así que no temáis por nada. La
tripulación es experta y no os ocurrirá nada majestad.- Siento tener que comunicaros que no os vamos a poder acompañar hasta vuestra flamante
capital. Nos necesitan en otra ciudad y habréis de continuar solo vuestro viaje. Os deseamos
la mejor de las suertes, saludad al senado de mi parte.- El enano se adelanto hasta la posición del lánguido y ojeroso galbadita y le mostró con una de las manos su nueva
embarcación mientras que con la otra lo empujaba disimuladamente hacia la borda. Cuando
el cónsul asomo su atormentada cabeza por la balaustrada de la nave quiso volverse hacia
atrás pero un puntiagudo objeto araño dolorosamente su espalda y el morado racimo deuvas se precipito a las saladas y revueltas aguas.
- ¡Abajo!- El amargo tono de voz de Barahir no admitía replicas y la espada que enfundaba
su mano menos aun, pero aun así el dignatario imperial consiguió liberar de la compungidagarganta un par de lastimeras suplicas. Si de Maix o de Mormegil hubiese dependido,
habrían cedido de inmediato al patetismo y ruegos del infame galbadita, pero la
determinación del alto soldado lanoi era imparable pesase a quien pesase. En cambioGwydeon, pudo observar el clérigo, se mostraba incluso divertido con la dramática
situación. Fue entonces, mientras descendía por la escala, cuando el cónsul comenzó a
llorar, pero la fuerza de su apagado llanto pronto se perdió entre el batir de las olas sobre el
cascarón armado de madera. Soltaron amarras y la fuerza del viento sobre las recién izadasvelas triangulares alejo con velocidad la embarcación del frágil cascarón con forma de nuez
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Tierras Ignotas
que unos segundos mas tarde se había consumido hasta convertirse en un diminuto puntonegro en mitad de una eternidad de olas y nubarrones negros a punto de estallar.
Mormegil volvió a mirar al cielo esperando encontrar de nuevo el sol, pero este ya había
desparecido entre las densas nubes. En silencio, levanto una callada oración al cielo.