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Viernes 1 de octubre de 2010 Teresa del Niño Jesús EVANGELIO Lucas 10, 13-16 13 ¡Ay de ti, Corozain; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que en vosotras, hace tiempo que se habrían arrepentido vestidas de saco y sentadas en ceniza. 14 Por eso, el juicio le será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. 15 Y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo. 16 Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a mí; y quien me rechaza a mi, rechaza al que me ha enviado. COMENTARIOS I vv. 13-16. «¡Ay de ti Corozain..., Betsaida..., Cafarnaún!». Jesús contrasta tres ciudades de Galilea con Sodoma, Tiro y Sidón, tres ciudades paganas. Se trata de dos descripciones completas (tres nombres), a la par que reales (nombres propios), de dos situaciones antagónicas. Con esta sentencia Jesús prevé ya que la respuesta de los paganos será muy superior a la del pueblo escogido. No siempre los hombres religiosos y observantes son el mejor terreno de cultivo para la experiencia del reino. II El texto de hoy nos pone de relieve el aspecto conflictivo de la misión cristiana: de la misma manera que Jesús se encontró con el rechazo, la hostilidad; de igual modo le ocurrirá a los que han decidido seguirle en el aquí y el ahora de la historia de la humanidad, y hacen vigente su proyecto liberador. En el contexto inmediato lucano, la mención de Corozaín y Betsaida es la advertencia dirigida a las comunidades para que respondieran favorablemente a la palabra de Dios y no imitaran las respuestas de algunas

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Viernes 1 de octubre de 2010Teresa del Niño Jesús

EVANGELIOLucas 10, 13-16

13¡Ay de ti, Corozain; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que en vosotras, hace tiempo que se habrían arrepentido vestidas de saco y sentadas en ceniza. 14Por eso, el juicio le será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. 15Y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo.

16Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a mí; y quien me rechaza a mi, rechaza al que me ha enviado.

COMENTARIOS

I

vv. 13-16. «¡Ay de ti Corozain..., Betsaida..., Cafarnaún!». Jesús contrasta tres ciudades de Galilea con Sodoma, Tiro y Sidón, tres ciudades paganas. Se trata de dos descripciones completas (tres nombres), a la par que reales (nombres propios), de dos situaciones antagónicas. Con esta sentencia Jesús prevé ya que la respuesta de los paganos será muy superior a la del pueblo escogido. No siempre los hombres religiosos y observantes son el mejor terreno de cultivo para la experiencia del reino.

II

El texto de hoy nos pone de relieve el aspecto conflictivo de la misión cristiana: de la misma manera que Jesús se encontró con el rechazo, la hostilidad; de igual modo le ocurrirá a los que han decidido seguirle en el aquí y el ahora de la historia de la humanidad, y hacen vigente su proyecto liberador. En el contexto inmediato lucano, la mención de Corozaín y Betsaida es la advertencia dirigida a las comunidades para que respondieran favorablemente a la palabra de Dios y no imitaran las respuestas de algunas ciudades de Galilea ante la misión de Jesús. De fondo, el evangelista quiere mostrarnos una enseñanza pedagógica para la misión del cristiano hoy: la gran dificultad de lograr una genuina respuesta creyente y creíble es la de esperar “milagros” para manifestar maduramente su fe. La respuesta a la palabra de Dios manifestada en Jesús no debe estar supeditada a acciones deslumbrantes, sino a la convicción sensata y hondamente arraigada en el corazón de las comunidades creyentes que manifiestan su plena certeza sobre el designio salvífico de Dios en la historia por medio de la evangelización y del trabajo por la justicia, la paz y la integridad de la creación.

Sábado 2 de octubre de 2010Santos Ángeles Custodios

EVANGELIO

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Lucas 10, 17-24

17Los setenta regresaron muy contentos y le dijeron:-Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre.18El les contestó:-¡Ya veía yo que Satanás caería del cielo como un rayo! 19Yo os he dado la

potestad de pisar serpientes y escorpiones y todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá haceros daño. 20Sin embargo, no sea vuestra alegría que se os someten los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros nombres están escritos en el cielo.

21En aquel preciso momento, exultante con el gozo del Espíritu Santo, exclamó:

-¡Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque si has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla! Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido eso bien. 22Mi Padre me lo ha entregado todo: quién es el Hijo, lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre, lo sabe sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

23 Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:-¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! 24Porque os digo que

muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros y no lo oyeron.

COMENTARIOS

I

LA ALEGRÍA POR UN TRABAJO BIEN HECHO«Los Setenta regresaron muy contentos» (10, 17a). El retorno de los Doce no

fue alegre. Los Setenta, despreciados por los judíos por el mero hecho de ser samaritanos, han experimentado la alegría que brota de una tarea bien hecha. «Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre» (10, 17b). Se dan cuenta de que han liberado a mucha gente de falsas ideologías, de todo aquello que los fanatizaba y nos les permitía ser hombres libres. Y esto, a pesar de que no se ha dicho -a diferencia de los Doce- que Jesús les hubiese dado «poder y autoridad sobre toda clase de demonios» (cf. 9,1). Sólo libera quien es verdaderamente libre. Jesús interpreta la liberación producida por los Setenta como el principio del fin de los adversarios del plan de Dios, personificados por el adversario por antonomasia: « ¡Ya veía yo que Satanás caería del cielo como un rayo! » (10,18). Los Doce, ávidos de venganza contra los samaritanos, le habían propuesto: «Señor, si quieres, decimos que caiga un rayo y los aniquile» (9,54). Jesús los conminó como si estuviesen endemoniados (9,55). La escala de valores del «mundo», como «sistema» de dominación y de poder, toma posesión del hombre invirtiendo los planes del designio de Dios. Las consecuencias están a la vista: hambre, miseria, paro, guerras, droga, malversación de fondos, terrorismo, inseguridad ciudadana... Mientras no se produzca un cambio radical de valores, no haremos más que ponerle remiendos.

Para designar los principios falsos de la sociedad, Jesús emplea términos seculares: «serpientes y escorpiones», «el ejército enemigo». A pesar del veneno y del poder destructor que almacenan, «nada podrá haceros daño», puesto que «os he dado potestad para pisotearlos» (10,19). No hay bomba atómica o de neutrones que pueda neutralizar el empuje de una teología realmente liberadora.

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«Sin embargo, no sea vuestra alegría que se os sometan los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros nombres están escritos en el cielo» (10,20). Jesús no quiere ninguna especie de dependencia ni de complacencia: la alegría ha de consistir en la experiencia interior de sentirse hijos amados de Dios. Todo aquello que es externo, se puede contabilizar... y esfumarse. Lo que sale de dentro, configura y realiza la persona.

JESUS PRORRUMPE EN UN CANTICO DE ALABANZA«En aquel preciso momento, con la alegría del Espíritu Santo, Jesús

exclamó...» (10,2 la). A pesar de ser Jesús un hombre alegre y feliz, que comía y bebía con todos, y no un asceta por el estilo de Juan Bautista, solamente aquí se transparenta su alegría. Se trata de uno de los procedimientos literarios más bellos e intencionados: el autor quiere dar el máximo relieve posible a los hechos que han ocurrido por primera vez. Finalmente, hay un grupo de discípulos que ha sido capaz de expulsar las falsas ideologías que encadenaban a la gente. Jesús está en sintonía con los Setenta. A través de la misión bien hecha, llevada a cabo por estos personajes anónimos, y de la reacción exultante de Jesús, Lucas anticipa cómo será la misión ideal: abierta, universal, liberadora. «Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra» (10,21b). Jesús deja transparentar su experiencia de Dios, «Padre», y prorrumpe en un canto de alabanza porque ya no hay dicotomía entre el plan de Dios («cielo») y su realización concreta («tierra»). Este plan se ha ocultado a los «sabios y entendidos», los letrados o maestros de la Ley (cf. 5.17.21.30; 7,30), y a los que se tienen por «justos» (cf. 5,32), pues sus intereses mezquinos hacen que sus conocimientos científicos no sean útiles a la comunidad -su influencia se deja sentir incluso en los discípulos israelitas, los Doce, seguros de si mismos y de sus instituciones religiosa-, y se ha revelado a los «pequeños», a los Setenta, despreciados por su origen étnico y religioso, pero con capacidad para comprender las líneas maestras del designio de Dios. Son hombres sin fachada.

Jesús cierra la acción de gracias como la había iniciado: «Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien» (10,21c). Estamos cansados de repetir que los planes de Dios no van parejos con los nuestros, pero lo decimos en otro sentido. Los «nuestros» son los planes de la sociedad en la que nos encontramos inmersos: pretendemos eficacia, salud, pesetas, quisiéramos figurar como la única religión verdadera, ser respetados por los poderosos, aparecer en los medios de comunicación... Jesús tiene otros valores, valores que han comprendido los sencillos, los pequeños, los que ya están al servicio de los demás, los que no tienen aspiraciones y están abiertos a todos.

De la acción de gracias Jesús pasa a una revelación que habría firmado el propio evangelista Juan: «Mi Padre me lo ha entregado todo, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (10,22). Jesús tiene conciencia de conocer a fondo el plan de Dios. Ha tomado conciencia de ello en el Jordán, cuando se abrió el cielo de par en par, bajó el Espíritu Santo sobre él y la voz del Padre lo manifestó como su Hijo amado: «Hijo mío eres tú, yo hoy te he engendrado» (cf. 3,21-22). La comunidad de Espíritu entre el Padre y el Hijo explica esta relación de intimidad, que, por primera vez, Jesús revela a sus íntimos. Sólo conoce al Padre aquel que recibe el Espíritu de Jesús y experimenta así el amor del Padre. El conocimiento que el estudio de la Ley, la Escritura, procuraba a los «sabios y entendidos» no es verdadero conocimiento. Estaba falto del conocimiento por experiencia que sólo puede procurar el Espíritu de Jesús.

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JESUS PROPONE A LOS DOCE EL MODELO YA ALCANZADO POR LOS SETENTA

A continuación Jesús muestra a los Doce, los discípulos procedentes del judaísmo, este plan ya inicialmente realizado por los Setenta: «Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis"» (10,23). «Volverse» constituye una marca típica del evangelista para indicar un cambio de ciento ochenta grados en la actitud de Jesús respecto a un determinado personaje o colectividad, motivado por un hecho nuevo que se acaba de producir (c£ 7,9.44; 9,55; 10,23; 14,25; 22,61; 23,28); «tomar aparte» indica, además, que un grupo determinado tiene necesidad de una lección particular, en vista de la resistencia que ofrece a su proyecto (cf. 9, 10b; 10,23). Jesús muestra a los Doce cuales son los frutos de una misión bien ejecutada. También ellos deben alegrarse, sin reservas, porque la utopía del reino es viable.

Si nos planteamos realizar el reino de Dios sin contar con los medios humanos y con toda sencillez, comprobaremos que funciona. Hacía años y más años que se esperaba este momento. «Profetas», hombres que intuyeron cuál era el plan de Dios sobre el hombre, y «reyes», los principales responsables del pueblo de Israel, «desearon ver lo que vosotros veis», a saber: lo que los Setenta ya han llevado a cabo, «y no lo vieron», puesto que el plan de Dios no se había aún encarnado en un hombre de carne y hueso; «y oír lo que oís vosotros», ese estallido de gozo y alegría, «y no lo oyeron», pues no había nadie que se lo proclamase. El éxito del reino en Samaria, la región medio pagana, es prenda de universalidad. Se está cumpliendo la promesa del reino mesiánico (Sal 2,8; 72,10-11; Dn 4,44; 7,27). Es la respuesta de Jesús a la segunda tentación (cf. Lc 4,6-7): la universalidad del reino mesiánico no se logrará mediante el dominio ni por la ostentación de poder y de gloria, sino liberando a los hombres del yugo que los agobia.

II

El regreso de los setenta y dos discípulos es una experiencia enmarcada por la alegría y el gozo de haber cumplido con la misión otorgada por el Maestro y las consecuencias de la misma: la misión realizada por el mismo Jesús y sus enviados ha destruido el poder de las fuerzas del mal. En otras palabras, el seguimiento valiente y la evangelización sin espectáculo, de toda persona que se adhiere al proyecto de Dios, es el testimonio que va en contra de todo tipo de opresión y de cualquier forma de dominio que destruya la dignidad del ser humano. Por tanto, el sentido de la misión de los setenta y dos sigue presente hoy: mostrar que Dios sigue escribiendo en el libro de la Vida los nombres de aquellos hombres y mujeres que están de acuerdo con su designio salvífico, y que sigue derramando sus dones sobre la comunidad creyente, comunidad de pobres y marginados, que han sabido comprender las exigencias del discipulado. La fe en Jesús nos exige a nosotros sus discípulos que sigamos optando a favor de los más pequeños, que vivamos con alegría y gozo, y que mostremos en nuestro acontecer cotidiano la acción humanizadora del Espíritu.

El famoso «ángel de la guarda» o ángel custodio fue una manera de «reificar» (dar realidad) y «personificar» (imaginar como «persona») al cuidado o atención que Dios tiene hacia cada uno de nosotros. Era la forma más espontánea, más fácil y más inteligible para explicar o presentar esa convicción. La convicción, en sí misma, es buena, y legítima. Pero el recurso pedagógico de «reificar y personificar» ese «cuidado divino», es ya otra cosa. Es comprensible que se diera así en los tiempos pasados -y tal

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vez no podía ser de otra manera-, pero es igualmente comprensible que ya no puede seguir siendo así. «No hay que multiplicar los entes sin necesidad», decía un adagio escolástico clásico. No hay por qué «personificar» el cuidado que Dios nos tiene (hablando en lenguaje teísta): basta con aceptarlo y corresponder a él. Hoy no podemos creer en un «segundo piso» superior donde habitarían los seres espirituales celestiales... El mundo es el mundo, tal como lo vamos conociendo cada día mejor, y un sentido de prudencia y realismo nos exige ceñirnos a él, abandonando imaginaciones, por muy ontológicas, piadosas que puedan parecer.

Dicho esto, cabe la posibilidad de recuperar una «segunda ingenuidad», por la que podemos seguir hablando de los ángeles de la guarda, pero sabiendo ya de qué hablamos y qué tipo de lenguaje adoptamos para ello.

Domingo 3 de octubre de 201027º domingo de tiempo ordinarioFrancisco de Borja

VIGESIMO SEPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4Salmo responsorial: 94, 1-2. 6-7. 8-9Segunda lectura: 2 Tim 1, 6-8. 13-14

EVANGELIOLucas 17, 5-10

5Los apóstoles le pidieron al Señor:-Auméntanos la fe. 6El Señor contestó:-Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, le diríais a esa morera:

"quítate de ahí y tírate al mar", y os obedecería.7Pero suponed que un siervo vuestro trabaja de labrador o de pastor. Cuando

vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "Pasa corriendo a la mesa"? 8No, le decís:

"Prepárame de cenar, ponte el delantal y sírveme mientras yo como; luego comerás tú". 9¿Tenéis que estar agradecidos al siervo porque hace lo que se le manda? 10Pues vosotros lo mismo: cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".

COMENTARIOS

I

«Los apóstoles le pidieron al Señor: -Auméntanos la fe. El Señor contestó: -Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, le diríais a esa morera: 'Arráncate y tírate al mar', y os obedecería» (Lc 17,5-6).

Fe como un grano de mostaza, pequeña semilla del tamaño de una cabeza de alfiler. Con tan mínima cantidad de fe bastaría para hacer lo imposible: arrancar de

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cuajo con una orden una morera y plantarla en el mar. Un mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios.

Mateo, en su evangelio, lo pone más difícil todavía: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría» (Mt 17,20). Algunos comentaristas dicen que Jesús se refería al monte santo de Jerusalén, donde se encontraba el templo con su sistema religioso reaccionario, inamovible, legalista, opresor del pueblo, en connivencia con los poderes políticos. Con un mínimo de fe bastaría, según Jesús, para trasladar ese monte, para cambiar ese sistema.

Miro a mi alrededor, a los cristianos, y pienso que algo no funciona. Tantos cristianos, tantos católicos, tantos colegios religiosos... Y me pregunto: ¿Cuántos creyentes? ¿Tienen fe los cristianos, los sacerdotes y religiosos, los obispos? ¿Tenemos fe? ¿O tenemos una serie de creencias, un largo y complicado credo a recitar de memoria que en poco atañe a la vida? Un credo denso e ininteligible en muchos de sus artículos, con un lenguaje perteneciente al pasado: 'Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, no creado, engendrado, de la misma naturaleza que el Padre...'

Las palabras de Jesús siguen resonando: « Si tuvierais fe como un grano de mostaza... » O lo que es igual: si siguierais mi camino, si vivierais según el evangelio, tendríais la fuerza de Dios para cambiar el sistema mundano.

Sigo mirando a mi alrededor, y veo una Iglesia apegada a sus privilegios, que se codea con los poderes fácticos, que depende económicamente del Estado, capaz de echarle un pulso al poder político y vencer, identificada con la derecha o el centro, defensora a ultranza de su estatuto de religión priotitaria.

Me vuelvo al evangelio y releo sus páginas: «Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que Dios será tu riqueza, y anda, sígueme a mí» (Lc 18,22). «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero este hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Lc 9,58). «No andéis agobiados pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir» (Lc 12,22). «Los reyes de las naciones las dominan y los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada de eso; al contrario, el más grande entre vosotros iguálese al más joven y el que dirige al que sirve» (Lc 22,25-26).

Pobres, libres, sin seguridades, sin poder, como Jesús. Sólo tiene fe quien se adhiere a este estilo de vida evangélico. Quien no, tiene creencias que para casi nada sirven. Y así no se puede cambiar el sistema.

II

DON Y RESPONSABILIDADLa fe es don de Dios, pero también es tarea; es un regalo de vida y de libertad

que está permanentemente ofrecido a todo el que lo quiera aceptar. Pero hay que ir a buscarlo allí donde está el Dios de la libertad y vida, y para ello hay que abandonar a los dioses del miedo y la esclavitud. Esa es nuestra responsabilidad.

PELIGRO DE ESCANDALOLa parábola del rico y el pobre Lázaro, que comentábamos el domingo

pasado, constituye la denuncia de una doctrina escandalosa (escandalizar no es «asombrar», sino poner a uno en peligro de hacer las cosas mal) que llevaba a la gente sencilla a considerar qué nada se podía hacer para vencer el sufrimiento y la

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injusticia, puesto que, según ellos, las cosas eran como eran porque así lo quería Dios; ya se encargaría el Señor de compensar en la otra vida a los que lo pasaran mal en ésta. Esta enseñanza provocaba escándalo porque llevaba a la gente a adoptar una actitud contraria a la voluntad de Dios, cómplice, conformista y resignada ante la injusticia. Jesús se lamenta ante sus discípulos por la facilidad con que prende esta doctrina en la gente sencilla. «Es inevitable que sucedan esos escándalos...», al mismo tiempo, lanza una seria advertencia contra los que la enseñan: «... pero ¡ay del que los provoca! Más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Andaos con cuidado» (Lc 17,1-3a). Jesús dirige este aviso a sus discípulos, en especial a los de origen judío, quienes, dominados durante mucho tiempo por las doctrinas fariseas, eran más propensos a permitir que las mismas influyeran en su manera de pensar, actuar y hablar.

AUMENTANOS LA FELos apóstoles le pidieron al Señor:Auméntanos la fe.

El único medio eficaz de evitar ese peligro es la fe, que, ya lo sabemos, no es sólo aceptar una serie de verdades teóricas, sino ponerse de parte de Jesús en su conflicto con la injusticia del mundo, el pecado, y en la tarea de realizar el proyecto que los evangelios llaman el reino de Dios: convertir este mundo en un mundo de hermanos.

Esta fe es don gratuito de Dios, que permanentemente ofrece al hombre su vida, que, aceptada por éste, se convierte en capacidad de amor y de entrega. Pero, por otro lado, la aceptación de este don tiene que ser una decisión personal, libre y responsable. Dentro de este segundo aspecto se incluye, como condición previa, el romper con todo -ideas y comportamientos- cuanto sea incompatible con un Dios que quiere ser Padre de todos aquellos que estén dispuestos a vivir como hermanos.

Este compromiso asusta, sobre todo a quienes no están acostumbrados al ejercicio de la libertad, y lo mismo que al encontrarse frente a una situación de injusticia lo más fácil es descargar en Dios nuestra responsabilidad (Dios lo ha hecho así; nosotros sólo podemos acatar su voluntad), de la misma manera, al saber que Dios quiere que el hombre sea libre también de/ante de El, el miedo se apodera de los que aún no han dejado de ser esclavos y, aferrándose a un Dios que sólo exige sumisión y obediencia, prefieren seguir siendo un pobre siervo.

POBRES SIERVOSPero suponer que un siervo vuestro... ¿Tenéis que estar agradecidos al siervo porque

hace lo que se le manda? Pues vosotros lo mismo: cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

Jesús ve este miedo en la petición de los discípulos. Por eso su respuesta resulta dura: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza... » Y sus palabras sólo como un reproche se pueden entender en el contexto del evangelio. No es posible que Jesús, a los mismos que les había dicho: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo... » (Lc 6,35), diga ahora: «Cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer"».

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A los discípulos les resultaba difícil confiar que pudiera cambiar el mundo y ser desarraigada la injusticia de la sociedad humana, les costaba trabajo creer que la fuerza del amor pudiera acabar de raíz con el sufrimiento del pobre Lázaro; era más fácil esperar a la otra vida... Por eso, al escuchar la parábola, le piden a Jesús: «Auméntanos la fe». Pero Jesús no se la podía aumentar: eran ellos los que debían dar los pasos necesarios para llegar a ella. Su fe no era ni siquiera «como un grano de mostaza»; porque aún no habían puesto la condición previa a la fe, no habían roto con sus antiguas ideas sobre Dios y sobre el mundo, todavía no se habían atrevido a aceptar que Dios es Padre y no amo. Estaban todavía en la tierra de la esclavitud y tenían miedo de ponerse en camino en busca de la tierra prometida. Como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo (Lc 15,25-32; véase comentario núm. 13), no se atrevían a ser hijos, no se atrevían a ser libres... Así no podían ser agentes de liberación.

III

Mientras «los apóstoles» sigan creyendo que su fuerza radica en los medios humanos y su eficacia depende de la observancia religiosa, tendrá validez para ellos la triste comprobación de Jesús: «Pues vosotros lo mismo: cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado», la observancia minuciosa de la Ley, «decid: "No somos más que unos simples criados, hemos hecho lo que teníamos que hacer"» (17,10). Es curioso que muchos, entendiendo mal este dicho irónico de Jesús, se identifican con estos «criados», ignorando que son «hijos» de Dios.

JESUS INICIA LA TRAVESIA QUE CULMINARA EN EL CALVARIO«Sucedió que, yendo camino de Jerusalén, también él, Jesús, se puso a atravesar por entre Samaria y Galilea» (17,11). Nuevo escenario: la tierra de nadie, como quien dice, que discurre 'por entre Samaria' (región intermedia, heterodoxa) 'y Galilea' (re-gión del Norte), camino de 'Jerusalén' (capital de la Judea, región del Sur, designada con el nombre sacro, en representación de la institución judía política y religiosa). La expresión 'también él' es anafórica, es decir, hace referencia a otro personaje que, como Jesús, inició una 'travesía' que ha quedado grabada en la memoria de los oyentes. Lucas emplea con frecuencia esta expresión. Recordad la escena de Marta y María: «Sucedió que, mientras ellos (los discípulos) hacían camino, también él, Jesús, entró en una aldea» (10,38). Jesús inicia, pues, una nueva travesía histórica en dirección a 'Jerusalén', la capital y punto neurálgico de la tierra prometida. (De hecho, la 'travesía' culminará en el templo, con la denuncia de la institución religiosa del judaísmo: 19,45-46.) Es probable que Lucas haga referencia ya sea al paso del mar Rojo, por obra de Moisés (Ex 14), ya sea a la travesía del Jordán, antes de entrar en la tierra prometida, por obra de Josué (= Jesús, en griego: Jos 3): en una y otra travesía se subraya un 'atravesar por entre' dos cosas. Según eso, Jesús emprendería ahora la última 'travesía' en el marco del 'camino' que lo llevará al futuro de la tierra prometida, 'Jerusalén'/el templo. Según se ha dicho al comienzo de este 'camino', Jesús se encamina hacia allí con el fin de encararse con la institución judía y denunciar la mentalidad idólatra de Israel.

LA «ALDEA», FIGURA DE LA MENTALIDAD CERRADAY NACIONALISTA

La travesía, por lo que dice el texto, la inicia Jesús solo: «Yendo camino de Jerusalén, también él se puso a atravesar... » (17,11). Evidentemente, se trata de un artificio literario. Lo menos que se puede decir es que Lucas quiere centrar la atención

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sobre la persona de Jesús. (Una función semejante a la de los focos en un escenario.) Pero hay más. En el versículo siguiente se insiste en este singular: «Y al entrar él en una aldea, le salieron al encuentro diez individuos leprosos» (17, la). Por lo que se ve, los discípulos, que hasta ahora lo acompañaban durante el viaje, se han escabullido.

Lo bueno del caso es que, en la secuencia siguiente, serán mencionados al lado de los fariseos, encontrándose ambos grupos en la misma 'aldea' que los 'leprosos', pues no hay nueva composición de lugar y, por tanto, no hay cambio de escenario. Sorprende que los 'leprosos', figura de los marginados por la teocracia de Israel, no vivan fuera de la 'aldea'; al contrario, desde allí 'salieron al encuentro' de Jesús y «se pararon a lo lejos», delimitando escrupulosamente la esfera de la vida, en que se mueve Jesús, de la suya, llena de impureza y de muerte. Como habitantes que son de esta 'aldea', participan de su mentalidad: en oposición a la 'ciudad', la 'aldea' es en el lenguaje figurado de los evangelistas el reducto de la ideología nacionalista y fanática de Israel.

Por otro lado, a pesar de habitar en la 'aldea', propiamente no son considerados ciudadanos, sino que se les mantiene marginados en el ghetto de los 'leprosos', por alguna razón que tiene que ver con la mentalidad allí imperante. Finalmente, el término 'aldea' está precedido de un indefinido, «cierta aldea», típica forma de dar representatividad a un personaje individual o colectivo. La «lepra» está íntimamente relacionada con esta 'aldea' indeterminada en la que 'entra' Jesús (v. 12a) y de la que los invita a salir (v. 14a) y, al volver el samaritano (v. 15), a irse de allí definitivamente (v. 19b).

SAMARITANO Y LEPROSO, DOBLEMENTE MARGINADOMás adelante Lucas nos dará a conocer la diversa condición de los diez 'leprosos'

(un nuevo artificio literario, destinado a crear 'suspense'). Así, del único de los diez que regresa, puntualizará: «y éste era samaritano» (17,16b); y más adelante: «¿No ha habido quien vuelva para agradecérselo a Dios, excepto este extranjero?» (17,18). Esto quiere decir que los otros nueve eran 'galileos' (¡la 'aldea' se encuentra 'entre Samaria y Galilea'!) y 'auctóctonos', de raza judía. El grito que lanzan a Jesús es muy revelador: «¡Jesús, jefe, ten compasión de nosotros!» (17,13). Lucas es el único evangelista que emplea el término «jefe/caudillo» (seis veces: 5,5; 8,24.45; 9,33.49 y aquí); hasta ahora siempre lo ha puesto en boca de los discípulos, quienes, por otro lado, evitan llamarlo «maestro» cuando se dirigen a Jesús. Nótese que los 'diez leprosos' quedan 'limpios' (lit. 'libres de impureza') al salir precisamente de la aldea. Jesús no los toca, ni los libra directamente del yugo de la impureza: cf. 5,13). Eso corrobora que la impureza los afecta porque condividen la mentalidad que allí impera, mientras que al salir se ven libres de ella. Decir de un 'samaritano' que es un 'leproso' no tendría nada de extraño: lo es, por su condición de heterodoxo, a los ojos de los judíos. Decirlo de un 'galileo' significa que, por su mal comportamiento, ha quedado moralmente manchado e impuro a los ojos de los judíos ortodoxos.

Por otro lado, el grupo constituido por los diez leprosos es un grupo mixto (9 galileos + 1 samaritano), unidos todos ellos por una misma 'suerte': ser 'leprosos' a los ojos de la institución religiosa. A partir del momento en que todos ellos aceptan some-terse a las reglas del juego de la institución judía («Id a presentaros a los sacerdotes», 17,14a, tal como prescribía la Ley), dejan de ser marginados («Mientras iban de camino, quedaron limpios», 17,14b). Los nueve 'galileos' continúan haciendo camino hacia Jerusalén, con el fin de 'presentarse a los sacerdotes': la institución judía les abrirá de nuevo las puertas y los reintegrará al pueblo de Israel. El 'samaritano', en cambio, se ha quitado de encima una marginación, la moral, pero le queda la étnica. Por esto es capaz de darse cuenta de que Jesús es el único que lo puede liberar definitivamente de toda

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mancha o impureza legal, ya que simplemente no cree en nada de todo esto: «Uno de ellos, dándose cuenta de que había quedado curado, se volvió alabando a Dios a grandes voces y se echó a sus pies rostro a tierra, dándole las gracias: éste era samaritano» (17,15-16).

«LEPROSO» DISCIPULO QUE SIGUE CREYENDOEN LA VALIDEZ DE LA LEY

Todos esos trazos que hemos aducido sólo tienen una explicación plausible: los 'diez leprosos' que, a pesar de comulgar con la mentalidad de la 'aldea', son considerados 'impuros', representan el grupo de los discípulos de Jesús. Estos, por más que le hayan prestado su adhesión personal, siguen creyendo en la validez de la Ley de lo puro e impuro y, en el fondo, en las prerrogativas de Israel, apoyadas por la Ley, a manera de Constitución de un pueblo teocrático. El hecho de sentirse 'leprosos' hace que puedan convivir juntos en la marginación judíos y samaritanos. Tienen una Ley común (el Pentateuco), si bien no la observan al pie de la letra, a diferencia de los judíos ortodoxos. La mayoría («nueve») seguirá aferrada a la mentalidad nacionalista de Israel; pero una pequeña parte («uno», «samaritano», «extranjero») se ha distanciado definitivamente de ella y ha comprendido cuál era el alcance de su compromiso con Jesús al saltarse olímpicamente la Ley a la que hasta ahora se sentía obligado, pero que, al no poder observarla, lo declaraba impuro, «leproso».

Los discípulos israelitas han quedado puros por el mero hecho de haberse reintegrado a la institución, convencidos de que Jesús compartía aún los principios constitutivos de Israel (lo han visto entrar en la 'aldea' y les ha ordenado 'presentarse a los sacerdotes') Como quiera que suspiraban por ser reconocidos, lo han interpretado como mejor les convenía. Jesús pretendía que se liberasen ellos mismos de las ataduras que los retenían, como 'leprosos', dentro de la 'aldea'; que no viviesen divididos, dándole la adhesión a él y compartiendo al mismo tiempo la mentalidad de la institución que él iba a denunciar. Pero en vano. No pudieron seguir en el camino que lo conducía al fracaso en Jerusalén y se quedaron atrapados en la aldea. Ahora bien: los judíos ortodoxos les pasaron factura y los marginaron. Momentáneamente han quedado limpios, pero volverán a las andadas. Hasta que no se den cuenta, como el samaritano, de que la única forma de evitar toda clase de 'lepra' es dejar de creer en la Ley que divide el mundo en sagrado y profano, puro e impuro, buenos y malos, observantes y pecadores, no se zafarán de la poderosa y omnipresente influencia de la institución judía.

EL «LEPROSO» SE HA CURADO EL SOLOLa última frase de la pequeña secuencia no hace sino remachar el clavo. Esta

secuencia tiene dos partes: en la primera (vv. 12- 14a) son presentados los diez leprosos como un conjunto; en la segunda (vv. 14b- 19) se centra la atención en el de origen samaritano. Este representa, dentro del grupo de discípulos, la fracción de creyentes que, por su pasado, no ha comulgado nunca del todo con la institución y que, por tanto, a pesar de las presiones ambientales, conseguirá distanciarse de ella: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado» (17,19). Estaba postrado en la 'aldea', por haber creído por unos momentos en la validez de la Ley: Jesús lo invita a levantarse; permanecía allí inmovilizado, incapaz de seguir a Jesús hacia Jerusalén: Jesús lo invita a salir, a hacer también él su éxodo personal; estaba enfermo, con el corazón dividido por su doble adhesión, a Jesús y a su pasado nacional: su adhesión total a Jesús lo ha salvado ahora definitivamente.

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IV

Ofrecemos en primer lugar un comentario bíblico tradicionalEl profeta Habacuc nos pone en el contexto del diálogo entre el profeta y Dios,

donde el primero toma la iniciativa y pregunta a Dios por la raíz del mal y el sufrimiento que lo rodea. La injusticia, la violencia y la desigualdad parecen convertirse en la única forma de vivir de la sociedad en muchos momentos, no sólo de la historia del pueblo de Dios, sino también de la historia de la humanidad. La queja del profeta es clara: no hay justicia; se vive en una violación sistemática de los derechos básicos provocados por la anomia y la confusión de su tiempo. Sin embargo, la respuesta del Señor, ante la situación, no se hace esperar. El Dios de la historia y la creación hace un llamado al “justo” a la fidelidad y a la confianza. Dios se encuentra con el ser humano en la justicia, en la resistencia pacífica y en la esperanza del ser humano en él.

En la segunda carta a Timoteo el autor nos presenta de dónde procede el ser apóstoles del Señor: del plan divino de la salvación de Dios. Los creyentes hoy estamos exigidos a tomar conciencia que hemos recibido del Señor el don de la fe, de la fortaleza y de la caridad; por tanto, este don recibido demanda una respuesta oportuna. Ante la situación tan compleja, adversa y confusa de nuestra situación mundial, los carismas del Espíritu del resucitado se nos dan para dirigir a la comunidad humana con valentía y dar testimonio de la liberación y salvación del Señor. Dichos dones recibidos de la gracia de Dios, son también, tarea humana, y necesitan ser cultivados e incrementados constantemente para evitar caer en el absurdo y la desesperanza.

En el texto de Lucas vemos a los discípulos, conscientes de su poca fe, de su incapacidad para dar su adhesión plena a Jesús y a su mensaje. Por eso le piden que les aumente la fe. Jesús constata en realidad que tienen una fe más pequeña que un grano de mostaza, semilla del tamaño de una cabeza de alfiler. No dan ni siquiera el mínimo, pues con tan mínima cantidad de fe bastaría para hacer lo imposible: arrancar de cuajo con sólo una orden una morera y tirarla al mar. Este mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios.

La morera, como la higuera, son símbolos de fecundidad en Israel. La higuera con muchas hojas, de bella apariencia, pero sin higos, es símbolo de la infecundidad de la institución judía, que no da su adhesión a Jesús. Los discípulos tienen fe, pero poca. Con fe, como un grano de mostaza, estarían en condiciones de “arrancar la morera (símbolo de Israel) y tirarla al mar”. Con este lenguaje figurado indica Jesús cuál es la tarea del discípulo: romper con la institución judía, basada en el cumplimiento de la ley y eliminar el sistema de injusticia que representa esa institución con su templo-cueva de bandidos, al frente. Con un mínimo de fe bastaría para cambiar ese sistema.

Miro a mi alrededor y pienso que algo no funciona. Tantos cristianos, tantos católicos, tantos colegios religiosos... Y me pregunto: ¿Cuántos creyentes? ¿Tienen fe los cristianos, los sacerdotes y religiosos, los obispos? ¿Tenemos fe? ¿O tenemos una serie de creencias, un largo y complicado credo que recitamos de memoria y que poco atañe a la vida?

Las palabras de Jesús siguen resonando hoy. “Si tuvierais fe como un grano de mostaza...” O lo que es igual: si siguierais mi camino, si vivierais según el evangelio, tendríais la fuerza de Dios para cambiar el sistema.

Sigo mirando a mi alrededor y veo una iglesia apegada a sus privilegios, que se codea con los poderes fácticos, que depende en muchos países económicamente del estado, capaz de echarle un pulso al poder político y vencer, identificada con frecuencia

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con la derecha o el centro, defensora a ultranza de su estatuto de religión verdadera y prioritaria.

Me vuelvo al evangelio y releo sus páginas: “Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que Dios será tu riqueza, y anda sígueme a mí” (Lc 18,22). “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero este hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Lc 9,58). “No andéis agobiados pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir” (Lc 12,22). “Los reyes de las naciones las dominan y los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada de eso; al contrario, el más grande entre vosotros iguálese al más joven y el que dirige al que sirve” (Lc 22,25-26).

Pobres, libres, sin seguridades, sin poder, como Jesús. Sólo tiene fe quien se adhiere a este estilo de vida evangélico. Quien no, tiene creencias que para casi nada sirven. Y así no se puede cambiar ni el sistema religioso ni siquiera el mundano.

Tal vez tengamos que reconocer que somos “siervos inútiles”, pues no andamos en el sistema de la fe, sino en el del cumplimiento de las obras de la ley, como los fariseos, que, al final, de su trabajo tienen que considerarse “siervos inútiles”, pero no “hijos de Dios” que es a lo que estamos llamados a ser, como ciudadanos del reino.

El evangelio de hoy no está recogido en la serie «Un tal Jesús», pero en ella puede encontrarse varios episodios relacionados con el contenido de ese evangelio: www.untaljesus.net

Y añadimos un comentario crítico.La palabra «fe» es polisémica, tiene significados múltiples, que dependen del

contexto de su uso. En el evangelio que hoy leemos, es claro que aparece como sinónimo de coraje, decisión, convicción de entrega... y «esa fe» es la que mueve montañas... o traslada moreras, no necesariamente con una eficacia «sobrenatural», sino a veces simplemente psicológica.

No hay que confundir ese significado de la palabra «fe» con aquel otro que se nos inculcó en el catecismo infantil: «fe es creer en lo que no se ve», significado dominante en el imaginario cristiano tradicional. Confundir estos significados de la palabra nos lleva a pensar que lo que Dios nos estaría pidiendo como prueba máxima en nuestra vida, sería una especie de «fideísmo», un creer lo que no se ve, un aceptar sin pruebas lo que nos dice la religión, un saltar continuamente por encima de nuestra razón o de lo que hoy nos dice la ciencia, para «creer» o dar por cierto prioritariamente lo que dice nuestra religión (doctrina, dogmas, catecismo, magisterio...).

Obviamente, esta confusión, tan frecuente, es una distorsión del cristianismo, y de la religión misma, en lo que tiene de más básico. ¿Es que Dios puede jugar al escondite con la humanidad? Es que, supuestamente, la «prueba máxima» exigida por Dios al ser humano en esta vida, sería creer en su existencia, una existencia deliberadamente auto-ocultada para probarnos? Ésa es en definitiva la síntesis de la concepción cristiana de la existencia, la que hemos vivido durante casi dos milenios. Y está todavía presente en el imaginario de muchas personas, personas que se mantienen cristianas, y personas que no aguantaron la sensación de incredibilidad que esta visión clásica les suscita.

Es hora de matizar bien el sentido de las palabras claves que el evangelio y la Biblia en general nos presenta. No podemos leerlo hoy entendiéndolo como se entendía en el seno del viejo paradigma que todo lo entendía como obra de un Dios que habría decidido crear al ser humano en esta vida pidiéndole caprichosamente «creer en lo que no se ve»... Ese «gran relato cristiano», incluso esa imagen de Dios, no resisten la

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calidad crítica de nuestra visión de hoy. No podemos creer en un Dios así. Y no podemos creer (es decir: nos resulta increíble, ininteligible, inverosímil incluso), no podemos aceptar una tal cosmovisión cristiana.

Dios no juega al escondite, ni nos obliga a jugar ese juego. Es seguro que a Dios le agrada que nos tomemos la vida en serio, y que busquemos con ahínco la verdad, y nos apoyemos en la ciencia, y hagamos continuamente hipótesis (provisionales hasta que encontremos otras mejores y más plausibles), sin aceptar pensar que en el centro del significado de nuestra existencia humana estuviéramos llamados simplemente a «creer lo que no se ve», ciega e infantilmente.

La actitud de fe a la que Jesús nos llama hoy es la del coraje de combatir la oscuridad, la valentía de buscar la verdad, y el valor para asumir, «visto lo que podemos ver», una decisión interpretativa sobre el mundo y lo que no se puede ver. Todo lo contrario de una actitud infantil, ciega, cobarde, alienante... Cuando nos recomienda una actitud de fe, lo que Jesús nos pide una actitud valiente de coraje, de atrevernos a tomar una decisión interpretativa de la existencia, a partir de lo poco o mucho que dan de sí nuestras actuales condiciones de conocimiento.

Para la revisión de vida-El justo vivirá por la fe... ¿Puedo decir yo lo mismo de mí mismo? ¿Es

la fe el principio que realmente orienta mi vida? ¿Soy en verdad una persona "de fe", de coraje, de valor?

-¿He hecho lo que tenía que hacer? ¿Se me debe agradecer lo que he hecho? ¿Tengo simplicidad de corazón, o necesito continuamente estar recibiendo alabanzas o gratitud de los demás?

Para la reunión de grupoSi el justo vivirá por la fe... analicemos: qué porcentaje de nuestra propia vida

estamos conduciéndola así por una decisión personal ante el misterio de la existencia, de forma que si perdiéramos esa fe inmediatamente nos conduciríamos de otro modo? Si ese porcentaje es pequeño, significa que no es muy grande el coraje de mi fe.

En qué situaciones del mundo de hoy el cristiano consecuente debería ir a contracorriente, fiado en su fe y no en lo que es usual en la sociedad actual?

Para la oración de los fielesPara que sea la fe el principio que organice, anime e impulse nuestra vida,

roguemos al Señor. Para que vivamos nuestro cristianismo como un seguimiento de Jesús: creer

como él, afrontar la vida y la historia como él, ser en verdad discípulos suyos...Para que demos nuestra contribución al Reino de Dios con entusiasmo, con

pasión y, a la vez, con complicidad y humildad, conscientes de que ese trabajo es simplemente "lo que debemos hacer"...

Para que el Señor nos dé la humildad de los que "hacen lo que deben" sin sentirse importantes ni dignos de agradecimiento...

Para que sean muchos los jóvenes que, con simplicidad y humildad, se sientan llamados a un servicio total y desinteresado...

Oración comunitaria Dios, Padre Nuestro, que en Jesús nos has mostrado el camino heroico

del servicio y la entrega sin ostentación ni exigencias; haz que nosotros, con motivos mucho mayores, seamos humildes, sencillos y fraternales, sin reclamar nunca honores, reconocimientos ni agradecimientos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

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Oh Dios, Misterio insondable que nos rodea y envuelve, dentro del cual nos movemos sin poder captarlo ni observarlo desde fuera, como «ob-jeto»... Aceptamos agradecidos esta participación, este ser parte del todo del misterio. Asumimos con gozo nuestra condición, y renovamos con coraje nuestra decisión de vivir lo más coherentemente posible con nuestra propia condición divina, en la que nos has dado la gracia de participar. Acoge nuestro gozo, y esta manera personalizada de expresártelo. Tú que vives y haces vivir, porque eres la misma Vida-Energía sin principio ni fin. Amén.

Lunes 4 de octubre de 2010San Francisco de Asís

EVANGELIOLucas 10, 25-37

25En esto se levantó un jurista y le preguntó para ponerlo a prueba:-Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?26ÉL le dijo:-¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas?27Este contestó:-"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas

tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo".28El le dijo:-Bien contestado. Haz eso y tendrás vida.29Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:-Y ¿quién es mi prójimo?30Tomando pie de la pregunta, dijo Jesús:-Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos; lo

desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto. 31Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 32Lo mismo hizo un clérigo que llegó a aquel sitio;- al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 33Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, al verlo; se conmovió, 34se acercó a él y le vendó las heridas echándoles aceite y vino; luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. 35Al día siguiente sacó dos denarios de plata y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más te lo daré a la vuelta". 36¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?

37El jurista contestó:-El que tuvo compasión de él.Jesús le dijo.-Pues anda, haz tú lo mismo.

COMENTARIOS

I

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HACER EL BIEN AL PROJIMO, SEGURO DE VIDA ETERNAJesús no debía hablar demasiado de la otra vida, de la «vida eterna», cuando

tanto un jurista o maestro de la ley como un dirigente de Israel le formulan la misma pregunta: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» (10,25; 18,18), para ponerlo a prueba, es decir, para atraparlo con la pregunta, el primero, y para adularlo, es decir, para ganárselo para la clase rica, el segundo. Quienes no quieren comprometerse con el hermano necesitado hablan siempre de la vida eterna. Es como una droga que los aliena de los deberes con la vida presente. Y no solamente hablan de ella, sino que quieren imponer este lenguaje, el lenguaje común a todas las religiones, que brota de lo más profundo del hombre, pero que necesita ser clarificado por el mensaje liberador y comprometido de Jesús. El jurista está molesto porque Jesús no habla a la gente de lo que él cree esencial para un buen judío y que es el centro de su religión: los diez mandamientos, contenidos en las dos tablas de la Ley de Moisés. Se trata de la Ley fundamental de Israel, como lo es la Constitución para las naciones modernas. Siendo, sin embargo, Israel una teocracia, Constitución es igual a Ley de Dios.

Jesús no se deja atrapar. Ni siquiera se digna recitarla. Hace que sea el propio jurista quien se dé la respuesta: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas?» (10,26). La recitación del Shema Israel (= «Escucha, Israel») es perfecta, como quien recita el Credo. El jurista no se ha contentado con recitar largo y tendido el encabezamiento solemne del Deuteronomio: «Amarás al Señor tu Dios...» (Dt 6,5), sino que ha añadido una breve referencia al prójimo (segunda tabla de la Ley), sacada del Levítico: «Y a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18). No basta con recitar de memoria y con los labios, es preciso ponerlo en práctica. Quien cumple la Ley tiene garantizada la vida eterna. Pero, entonces, ¿qué ha venido a hacer Jesús si no ha venido a hablarnos de la otra vida? La respuesta la reserva Lucas para el final de la estructura, cuando, en la perícopa gemela, un dirigente de Israel le formulará la misma pregunta. Pero no anticipemos. Primero es preciso asimilar las enseñanzas que encierran las secuencias que componen esa gran estructura.

LOS HOMBRES RELIGIOSOS PASAN DE LARGOLa secuencia que ahora examinamos tiene forma de tríptico. Acabamos de ver

la hoja izquierda. En el centro se encuentra la parábola. En la hoja derecha, la enseñanza o «moraleja». El jurista que quería atrapar a Jesús se ha quedado atrapado en su propia trampa («queriendo justificarse»): ha recitado demasiado bien los mandamientos. Jesús lo ha invitado a «hacer», y cuando se trata de «hacer» no hay más remedio que tener en cuenta al prójimo. El jurista pretende escurrirse: «Y ¿quién es mi prójimo?» (10,29), como quien dice: Esto es muy difícil de saber. Jesús le propone una parábola.

El centro de la parábola es «un hombre». Lucas ha escogido el término «hombre», y no otro de los muchos posibles, y lo acompaña del indefinido «un/cierto»: este individuo personifica la humanidad y, en concreto, la qué está de vuelta en sentido figurado: «un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó» (10,30b). «Bajar de Jerusalén», siendo «Jerusalén» el término sacro empleado para designar la institución judía y, en especial, su centro, el templo, tiene sentido negativo. El alejamiento del templo se paga muy caro; puede significar la pérdida de la propia vida, desde el punto de vista judío. Lucas lo expresa en imágenes: «lo asaltaron unos bandidos, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto» (10,30c). Se explica, ahora, que bajando por aquel camino (no se dice que bajen de ¡Jerusalén!) un sacerdote del templo y un levita o clérigo perteneciente a la misma alcurnia, uno y otro den un rodeo y pasen de largo (vv. 31-32). Su comentario

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sería unánime: Le está bien empleado, por abandonar las prácticas religiosas..., él se lo ha buscado!

LA COMPASION DE LOS QUE EXPERIMENTAN LA MARGINACIONLucas hace coincidir fortuitamente (explicitado en el texto) tres individuos

que representan a otros tantos estamentos: los dos primeros están estrechamente vinculados al templo, mientras que el tercero, un samaritano, representa al pueblo más odiado por un judío religioso. En los dos primeros hay coincidencia con el desgraciado, pero sólo material: «Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote...; igualmente un clérigo, que llegó a aquel lugar...»; el tercero va derecho: «Pero un samaritano, que hacía su camino, llegó adonde estaba el hombre» (10,33). Hay una clara oposición entre el templo, que es el lugar por excelencia donde reside Dios, para un judío, y «aquel lugar» donde se encuentra el hombre que ha abandonado la institución. El samaritano está ya habituado a la maldición de los judíos. profieren contra quienes abandonan la Ley y el templo: es un excomulgado. Va directamente «adonde estaba el hombre», como si hubiese olido la desgracia que ha caído sobre el hombre que ha abandonado la religión. Se compadece de él, y no sólo lo cuida personalmente, sino que se preocupa de que luego otros se ocupen de él (10,34-35).

EL PROJIMO SE CREA HACIÉNDOSE UNO MISMO PROJIMO«¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»

(10,36). El jurista quería escurrirse de amar al prójimo con la excusa de que es muy difícil de individualizar quién es y dónde se encuentra. Jesús le responde que el prójimo no se pasea por la calle, no lleva ningún distintivo: uno mismo se hace prójimo cuando se acerca a los más necesitados, cuando toma partido por el hombre a quien han pisoteado sus derechos y que ha sido reducido a una condición infrahumana... El sama-ritano, marginado él también por su condición religiosa heterodoxa, es capaz de sentir compasión por los proscritos por la institución oficial. No indaga en absoluto. Pasa a la acción y se vuelca haciendo el bien. El jurista no se atreve a pronunciar la palabra maldita («el samaritano») y responde: «El que tuvo compasión de él.» Jesús remacha el clavo: «Pues anda, haz tú lo mismo» (10,37). Quien se compromete con su prójimo tiene la vida eterna asegurada.

II

Lucas en este texto nos muestra dos caras de una misma moneda. Por una, da una enseñanza magistral sobre la misericordia hacia los más necesitados; por otra, anuncia que los no judíos pueden también observar la enseñanza divina y obtener la vida eterna, los samaritanos. Estas dos caras van en consonancia con el programa narrativo del evangelio: devolver la vista a los ciegos y liberar a los oprimidos (Lc 4, 16…).En este sentido Las dos preguntas fundamentales del texto, ¿cómo obtener la vida eterna? y ¿quién es mi prójimo?, hechas por un jurista, dan la posibilidad a Jesús de seguir poniendo las bases del verdadero discipulado. Las respuestas de Jesús, indican cuáles han de ser las exigencias del verdadero discípulo: ser humildes, sabios y verdaderos prójimos con el que sufre la injusticia. Por tanto, la vida eterna pasa ineludiblemente por el mandato del amor, que tiene que ver con la práctica de la solidaridad, la misericordia y la justicia. En definitiva, el verdadero amor del prójimo no se define por parámetros de raza, etnia, religión o color, sino por el horizonte del

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discipulado: el reino de la justicia, la igualdad y la misericordia divinas. ¿Eres capaz de llevar a cabo tales exigencias?

Francisco de Asís es un santo del todo singular. Destaca diríamos casi que con luz propia en la legión de los santos. Y es el santo que ha sido aclamado universalmente como el patrón de la ecología. Lynn White, el famoso profesor de historia medieval que hacia los años 60 del siglo pasado lanzó la tesis de que el cristianismo es «la religión más antropocéntrica» (cfr. Agenda Latinoamericana’’1010, en su archivo digital (servicioskoinonia.org/agenda/archivo), lo propuso como patrón de la ecología por ser la figura más ecológica dentro de esa religión tan «antropocéntrica» (es decir, tan sometedora de la naturaleza al servicio de los intereses del ser humano).

En estos tiempos de calentamiento planetario ya indiscutido, y de inminencia de catástrofes que, curiosamente, parecieran no atemorizarnos, la actitud de «reverencia y cuidado de la Creación» que vivió tan intensamente Francisco de Asís, es un modelo en el que no deberíamos dejar de insistir.

Martes 5 de octubre de 2010Flor

EVANGELIOLucas 10, 38-42

38Mientras iban de camino entró también él en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa. 39Ésta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar - sus palabras. 40Marta, en cambio, se dispersaba en múltiples tareas. Se le plantó delante y le dijo:

-Señor, ¿no se te da nada de que mi hermana me deje sola con el servicio? Dile que me eche una mano.

41Pero el Señor le contestó:-Marta, Marta, andas preocupada e inquieta con tantas cosas: 42sólo una es

necesaria. Sí, María ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará.

COMENTARIOS

I

MARTA Y MARIA, ¿VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA?Cuando nos disponemos a leer la Escritura no vamos con una mente

transparente. La memoria hace de las suyas. Proyectamos nuestro reticulado mental sobre los textos y los prejuzgamos. ¡ Oh si pudiésemos borrar de la memoria la interpretación tradicional del paradigma de «Marta y María» como dos concreciones complementarias, «la vida activa y la contemplativa»! ¡ El plato nos lo han servido siempre así! El encabezamiento sitúa la perícopa en el «camino» que Jesús ha emprendido hacia Jerusalén para cantar las cuarenta a la institución: «Sucedió que, mientras ellos iban de camino, también él entró en una aldea» (10,38a). Jesús (« él ») -mientras los discípulos («ellos») iban de camino- entra en una aldea («aldea» = reducto de fanatismo, símbolo de una mentalidad cerrada, donde predomina una determinada ideología común a todos los que habitan allí). La aldea, a diferencia de

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Marta y María, no lleva nombre. Se subraya así el realismo de la situación descrita a través de Marta y María, personajes reales (llevan nombre), en detrimento de una hipotética concreción histórica. Sólo Jesús entra en ella. Lucas puntualiza que algún personaje o colectividad había hecho antes algo parecido: «también él entró en una aldea». Una vez conozcamos el contenido de la perícopa, será posible identificar esta situación del pasado.

«Cierta mujer, de nombre Marta, lo recibió en su casa» (10,38b). Marta es un personaje representativo («cierta») y real («de nombre Marta»). A diferencia de los samaritanos, que no 'recibieron' a Jesús porque los discípulos los habían indispuesto con él, Marta lo 'recibe' como discípula que es. Después veremos cómo. Tiene una casa, de su propiedad («en su casa»): siendo «casa» una expresión para designar la familia, Marta domina como señora («Marta» significa en arameo «señora») la comunidad o familia que, conjuntamente con María ('dos' -mínima expresión comunitaria- y 'hermanas' -relaciones de intimidad y afectivas-), representa.

Por eso Lucas no ha hecho entrar a los discípulos (representación masculina) en esta aldea, para describir así el grupo de Jesús desde la vertiente femenina. Tampoco aquí la comunidad será homogénea. Saber relacionar es el secreto de una comprensión más profunda.

EL LIDERAZGO DEL CELOSO OBSERVANTEPero Marta no tiene solamente una casa o familia en abstracto; tiene también

una hermana: «y ésta tenía una hermana llamada María» (10,39a). De María se precisa que «se sentó a los pies del Señor y se puso a escuchar sus palabras» (10,39b): 'sentada' como un discípulo ante el maestro, escuchando con atención el mensaje de Jesús. De Marta no se ha dicho con qué disposiciones lo ha recibido. Ahora Lucas puntualiza: «Marta, en cambio, se afanaba con todo el trajín (gr. diakonia)» (10,40a). De por sí, la diakonia, es decir, el servicio hecho a los demás, no es negativa; todo depende de cómo se haga. En el presente contexto es negativa y equivale al «trajín» de la casa, según la letra, y, según el espíritu, al «cumplimiento del deber» llevado a su máxima expresión. El acento está puesto en el hacer porque está mandado por la Ley, mientras que en el caso de María está puesto en escuchar la novedad del mensaje de Jesús. Marta está tan segura de sí misma y tan predispuesta a juzgar la conducta de los demás, como toda persona observante, que no se arredra ante la situa-ción y planta cara a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con el servicio?» (10,40b). El celo de buena cumplidora de la Ley la impele a involucrar al «Señor», para que ponga más interés y use de su ascendente para hacer observar la Ley, y a que «su» hermana se deje de cuentos y la cumpla. «Dile que me eche una mano» (1 0,40c). El imperativo traiciona el ascendente que ella se ha arrogado sobre Jesús. En lugar del «mensaje», ¡ lo que Jesús debe inculcarle es la Ley! ¡Todo es de su posesión! Y es que la Ley despierta en el que la cumple el instinto de posesión.

LA HERENCIA DEL REINOJesús responde al regaño de Marta con una severa advertencia: « ¡Marta, Marta,

te inquietas y te pones nerviosa por tantas cosas...! Sólo una es necesaria» (10,41-42a). Marta anda de cabeza: lo quiere dominar todo, es esclava de las muchas necesidades que crea la casa. Poniéndolo en clave legalista, Marta, que es partidaria de la observancia minuciosa de la Ley, quiere ser fiel en los más mínimos detalles y no puede dar abasto a las múltiples imposiciones que la institución va creando. Para Jesús todo es secundario, a excepción de la escucha atenta del mensaje. El que escucha, acoge; y quien acoge el mensaje, lo acoge a él. «María, en efecto, ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará» (10,42b). Marta había escogido la parte que le ofrecía más

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seguridades, la herencia del Antiguo Testamento compendiada en la Ley mosaica; María que se encontraba también en la aldea-, «la parte mejor», que nadie le podrá quitar, puesto que no se expresa en símbolos externos, como son casa, tierras, observancia legal, etc. Jesús, como antiguamente Josué (= Jesús, en griego), ha entrado «también él en una aldea», camino de la Tierra Prometida, que tiene como meta Jerusalén. Mientras Marta ha tomado posesión de la tierra («tenía una casa»), como las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, que heredaron territorios de la Transjordania (cf. Nm 32; Jos 13), María, igual que la tribu de Leví, tiene al Señor como única heredad (cf. Jos 13,14). Vive materialmente en la «aldea», pero sin comulgar en la ideología que allí predomina.

II

El evangelista Lucas nos presenta el alcance histórico del discipulado: el seguir a Jesús es abierto para hombres y mujeres. Este es el sentido profundo del texto que leemos hoy. En él se destaca la universalidad de la misión de Jesús. Es lógico que si miramos este pasaje fuera de su contexto podemos llegar a consideraciones anacrónicas, injustas y no evangélicas. Jesús está actuando radicalmente en contra todo legalismo destructor de la integralidad humana, se muestra en total libertad para deslegitimar tres normas cultuales de su tiempo: Jesús se encuentra solo con mujeres que no pertenecen a su familia; una mujer le muestra su hospitalidad; Jesús enseña a una mujer en su propia casa. Las actitudes contraculturales de Jesús están configurando las exigencias que implica seguirlo: formar una comunidad donde cada ser humano que la conforma, tenga su lugar y tarea; una comunidad creyente y creíble que ponga en práctica la solidaridad, la hospitalidad y el servicio que dignifique; una comunidad discipular con los oídos bien atentos a la escucha y al servicio de la palabra de Dios manifestada en la historia; una comunidad eclesial, que reconozca el discipulado activo de toda persona; en definitiva, un discipulado sin actitudes patriarcales, excluyentes, ni misóginas.

Miércoles 6 de octubre de 2010Bruno

EVANGELIOLucas 11, 1-4

11 1Una vez estaba él orando en cierto lugar; al terminar, uno de sus discípulos le pidió:

-Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó á sus discípulos.2El les dijo:-Cuando oréis, decid:"Padre,proclámese ese nombre tuyo, llegue tu reinado; 3nuestro pan del mañana dánoslo cada día4y perdónanos nuestros pecados,que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro,y no nos dejes ceder a la tentación".

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COMENTARIOS

I

UNA NUEVA MANERA DE ORARUna nueva secuencia perfectamente marcada por a) el nuevo escenario

(cambio de decorado): «Y sucedió que, mientras él se encontraba orando en cierto lugar» (11,la); h) unos nuevos personajes Jesús y los discípulos) «al terminar, uno de sus discípulos le pidió» (1l,lb), y c) una nueva temática (la oración): «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos» (11,lc). Los discípulos no han participado en la oración de Jesús («mientras él se encontraba orando»), pero sienten la necesidad de tener unas formas de orar parecidas a las del Bautista («enséñanos a orar, como Juan...») Este ya había hecho escuela; Jesús todavía no. Quieren unas formas rígidas, que llenen las horas del día y de la noche, que den solidez e identidad al grupo que se está constituyendo. La oración de Jesús, o no la han comprendido o no la comparten (no le piden que les enseñe a orar como él lo hace). Quieren aprender unas formas como las que Juan enseñó a sus discípulos. Jesús contrasta esta forma de orar ritualizada con una oración de compromiso personal: «Cuando oréis, decid: "Padre..." » (11 ,2 a). Inaugura una forma de orar inaudita. La oración judía oficial se realizaba en el templo, el lugar por excelencia; Jesús convierte el sitio donde se encuentra en «lugar» adecuado para la oración («mientras él se encontraba orando en cierto lugar»). Por primera vez hay quien se dirige a Dios con confianza filial: «Abba» (en arameo, «Padre»). Jesús introduce un cambio profundo en la relación del hombre con Dios. Todas las religiones, incluyendo la religión judía (Antiguo Testamento), rezan a un Dios lejano, al que tratan de aplacar. Jesús sustituye la verticalidad por la horizontalidad: ¡Dios es Padre! A diferencia de Mateo («Padre nuestro»), Lucas no pone el acento en el aspecto comunitario. En la primera parte de la secuencia el centro es el Padre, en contraste con el Dios del Antiguo Testamento.

LA ORACION DE LOS HIJOS DE DIOS«Que se proclame que ese nombre tuyo es santo» (11,2b). Que las «buenas

obras» de la comunidad hagan que la humanidad proclame su santidad (en vez de la blasfemia). «Que llegue tu reinado» (11,2c). Quiere que el reinado de Dios, del que la comunidad ya tiene experiencia, se extienda a todo hombre y que ésta lo haga presente con su estilo de vida. «Nuestro pan del mañana dánoslo cada día» (11,3). Que lo que parecía reservado para el mañana (mentalidad escatológica), se anticipe ya ahora (el banquete mesiánico en relación con la Eucaristía). Hablar de «la otra vida» es propio de todas las religiones. Jesús habla de hoy: el reino de Dios tiene que ir construyéndose «cada día». «Perdónanos nuestros pecados, que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro» (11,4a). Respecto al hermano no hay «pecado»: hay una «deuda». La comunidad se anticipa en el perdón / amor al prójimo para forzar el perdón de Dios. «Y no nos dejes ceder a la tentación» (11,4b). La comunidad no ha de ceder a las pretensiones nacionalistas y religiosas del Tentador. Es el peligro que la amenazará en todo momento. Jesús superó todas las pruebas (tres) en el desierto; la comunidad pide poder hacer otro tanto en el desierto de la sociedad sin ceder al providencialismo irresponsable o a la ambición de gloria y poder.

II

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P El padrenuestro es la síntesis de toda la vida cristiana. Es la síntesis de todo el programa de la vida y obra de Jesús. Toda la praxis de la vida de Jesús tuvo como referentes fundamentales, lo siguiente: hacer la voluntad del Padre, que consiste en construir su reino en medio de la humanidad ajusticiada y afligida, para que de esta manera sea santificado por todos el nombre de Dios, y todas las personas que hacemos parte de esta humanidad podamos gozar de una vida digna y en abundancia, donde luchemos con pasión lo que necesitamos para vivir y trascender (el alimento), donde podamos crear unos principios fundamentales de convivencia humana verdaderamente solidaria y no violenta (reconciliación) y donde superemos todas pretensiones totalitarias, ideologizantes y egoístas (tentaciones históricas), para que podamos liberarnos de todo aquello que nos hace menos seres humanos (la violencia personal, institucional y de Estado). Esta oración personal y personalizante; comunitaria y creadora de comunidad, es una oración que hoy exige, al ser recitada y hecha vida, actitudes de confianza filial en el proyecto del Padre, su reino y reinado; y de apuesta por la causa humana, la humanización y la vida en dignidad de todos los hijos de Dios.

San Bruno, fundador y patrón de la Cartuja, nos significa un tipo de espiritualidad que encuentra a Dios en oposición al mundo: mejor retirarse del mundo, mejor reducir al máximo nuestro compromiso con él para poder atender al máximo a «los bienes de arriba», como dirían con lenguaje dualista las cartas de san Pablo.

Aunque reconozcamos que también hoy hay vocaciones para todo, de todos los tipos, la espiritualidad mayoritaria de los fieles ha cambiado de paradigma, en relación con el paradigma antiguo y medieval dualizante que oponía cielo y tierra, vida en el mundo y vida espiritual, materia y espíritu. Desde un nuevo paradigma, nosotros no vemos a Dios «ahí arriba», ni «ahí afuera», ni «más allá del mundo», sino aquí, adentro, en nuestro mundo. Lo que persiguió san Bruno fundando la Cartuja, se puede conseguir en nuestro propio mundo moderno. Se puede ser cartujo en la ajetreada vida moderna más actualizada. Basta con educar los ojos y el corazón.

Jueves 7 de octubre de 2010Nuestra Señora del Rosario

EVANGELIOLucas 11, 5-13

5Y añadió: -Suponed que uno de vosotros tiene un amigo, y que llega a mitad de la noche

diciendo: "Amigo, préstame tres panes, 6que un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle". 7Y que, desde dentro, el otro le responde: "Déjame en paz; la puerta está ya cerrada, los niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a dártelos". 80s digo que, si no se levanta a dárselos por ser amigo suyo; al menos por su impertinencia se levantará a darle lo que necesita.

9Por mi parte, os digo yo: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; 10porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren. 11¿Quién de vosotros que sea padre, si su hijo le pide pescado, en vez de pescado le va a ofrecer una culebra? 12o, si le pide un huevo, ¿le va a ofrecer un alacrán? 13Pues si vosotros, aun si sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden!

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COMENTARIOS

I

INSISTENCIA EN LA ORACIONCOMO TOMA DE CONCIENCIA COMUNITARIA

La segunda parte de la secuencia contiene una parábola. Dios es comparado a un «amigo» a quien otro amigo acude de noche, a una hora intempestiva, para pedirle unos panes. Gracias a la insistencia, aquél terminará por dárselos. También Dios, dice Jesús, hará lo mismo. Hay que «pedir», «buscar», «llamar», con la seguridad de que «se recibe lo que se pide», que «se encuentra lo que se busca», que «se abren las puertas cuando se llama» (11,9-10). Triple búsqueda, insistencia total. A continuación se pone una serie de ejemplos entresacados de la vida cotidiana. Para concluir con una frase lapidaria: «Pues si vosotros, aun si sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden! »(11,13). A diferencia de Mateo (Mt 7,11: «dará cosas buenas»), Lucas explicita que el don por excelencia es «el Espíritu Santo». La comunidad no tiene que pedir cosas materiales: es necesario que concentre su oración en el don del Espíritu, la fuerza de que Dios dispone para llevar a cabo el proyecto de comunidad fraterna que propugna Jesús.

II

El evangelio de hoy nos pone de cara a la necesidad de perseverar en la oración. La invitación que hace Dios a la persona humana es clara: tomar conciencia de la misericordia y disposición de Él para responder a las demandas de sus hijos en el arduo proyecto de seguir posibilitando su reinando en el mundo de los seres humanos. Dios ha prometido en su designio salvífico que dará cosas buenas a los discípulos de su hijo Jesús. Por tanto, como respuesta a la oración de la comunidad creyente, que desea vivir, orar, practicar y compartir el mismo destino del Mesías, Dios les otorga los dones del Espíritu Santo: valentía, fortaleza, testimonio, capacidad de servicio, perseverancia, para hacer del evangelio una realidad viva y eficaz. Las palabras de Jesús nos enfocan en lo realmente importante en nuestra vida de oración: la búsqueda incesante e incansable del “reino de Dios y su justicia”. Esta búsqueda, nos exige que, desde nuestras aspiraciones, desde nuestros más profundos proyectos compartidos, cultivemos una verdadera relación con Dios, su padre, manifestado en él, sin olvidarnos que dicha relación no puede estar separada de la misericordia con los demás seres humanos que se relacionan con Él.

A pesar de que el rosario parezca un elemento piadoso tan caracterizadamente católico romano, y a pesar incluso de que en los oscuros tiempos tardo-medievales fuera tomado como signo de la ayuda de María a las tropas cristianas contra los musulmanes (batalla de Lepanto), los estudios dicen que en realidad el rosario fue “fundado por Santo Domingo (de Guzmán)”, sino que fue “importado” en la época de las cruzadas, en el contacto (¡bélico!) de los cristianos con los musulmanes, que tienen una práctica piadosa semejante. Y dice la antropología histórico-cultural que los musulmanes lo tomaron a su vez del Asia Central, probablemente de un uso hindú, y que el hinduismo también lo llevó a Japón...

Es decir, el rosario no es tan católico, o el catolicismo no es tan original, porque, como todas las religiones, ha sido elaborado (o sea, se ha desarrollado y ha

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evolucionado) bajo la ley común del sincretismo. Todas las religiones han aprendido de otras. El ser humano es el mismo en todas ellas, y los vacíos y aspiraciones que tiene en todas las religiones son las mismas, por lo que las respuestas de unas religiones valen para otras, con las simples acomodaciones necesarias. Buena lección la de la antropología cultural, para reforzar lo que ya nos ha dicho la teología del pluralismo religioso: que todas las religiones cumplen la misma función -aunque sean bien diferentes- y que todas pueden aprender críticamente de las otras.

Viernes 8 de octubre de 2010María de Begoña

EVANGELIOLucas 11, 15-26

14Estaba Jesús echando un demonio que dejaba mudo y, apenas salió el demonio, el mudo habló. Las multitudes quedaron admiradas, 15pero algunos de ellos dijeron:

-Echa los demonios con poder de Belcebú, el jefe de los demonios.16Otros, para tentarlo, le exigían una señal que viniera del cielo.17El, calando sus intenciones, les dijo:-Todo reino dividido queda asolado y se derrumba casa tras casa. 18Pues si

también Satanás se ha dividido, ¿cómo va a mantenerse en pie su reino? ..., ya que decís que yo echo los demonios con poder de Belcebú. 19Ahora, si yo echo los demonios con poder de Belcebú, vuestros adeptos, ¿con poder de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestro jueces. 20En cambio, si yo echo los demonios con la fuerza de Dios, señal de que el reinado de Dios ha llegado hasta vosotros.

21Mientras el fuerte bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. 22Pero cuando otro más fuerte que él lo asalta y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte el botín. 23El que no está conmigo, está contra mi; y el que no reúne conmigo, dispersa.

24Cuándo al espíritu inmundo lo echan de un hombre, va recorriendo lugares áridos buscando un alojamiento; al no encontrarlo, dice: "Me vuelvo a mi casa, de donde me echaron". 25Al llegar se la encuentra barrida y arreglada. 26Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.

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I

NO BASTA CON LIBERAR:LA ALTERNATIVA DEL REINO DE DIOS

Jesús responde ante todo en los vv. 14-26 a la primera objeción: «El, calando sus intenciones, les dijo» (11,17a). Los objetores -nos enteramos ahora- no se han atrevido a formularle directamente sus críticas («Echa los demonios con poder de Belcebú, el jefe de los demonios», 11,15). Jesús los desenmascara: «Todo reino dividido queda asolado y se derrumba casa tras casa. Pues si también Satanás se ha

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dividido, ¿cómo va a mantenerse en pie su reino?..., ya que decís que yo expulso los demonios con poder de Belcebú» (11,17b-18). Se han limitado a esparcir sus blasfemias entre la multitud, intentando controlar la situación que se les escapa de las manos. Inmediatamente Jesús contraataca: «Ahora bien, si yo expulso los demonios con poder de Belcebú, vuestros adeptos, ¿con poder de quién los expulsan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces» (11,19). Los judíos tenían también sus exorcistas, y éstos lo hacían sinceramente. También ellos proclamaban que era necesario liberar a la gente de falsas ideologías. Pero los dirigentes estaban convencidos de que sólo ellos actuaban en nombre de Dios. Como siempre, se toma el nombre de Dios en vano cuando se quiere asegurar la situación de privilegio.

«En cambio, si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, es señal de que el reinado de Dios ha llegado hasta vosotros» (11,20). Jesús invierte los términos: la liberación del endemoniado es la señal mesiánica por excelencia de la llegada del reinado de Dios. «El dedo de Dios» es la fuerza de Dios causante de una plaga en Egipto, que endureció al Faraón (cf. Ex 8,15). La acción liberadora de Jesús ya no se ejerce por medio de plagas, sino directamente sobre el hombre atenazado por una ideología que lo incapacita para oír y hablar.

LA NEUTRALIDAD ES IMPOSIBLELa gente, una vez liberada, se ha vaciado de la ideología que los había

poseído. Pero si uno no se llena hasta rebosar del mensaje del Evangelio, queda a merced de una ideología adversaria al plan de Dios, que se habrá reforzado en la lucha para hacer frente a los mensajes de liberación: «Mientras que el fuerte, bien armado, guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le arrebata las armas en que confiaba y después reparte el botín. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no reúne conmigo, dispersa» (11,21-23). «El fuerte» es figura de Satanás, el Adversario de Dios, que se ha instalado en la institución religiosa judía («el palacio» designa en 22,55 la mansión del sumo sacerdote, detentador del poder religioso). Jesús es «el más fuerte», en su calidad de «Mesías»/Ungido con la Fuerza de Dios, el Espíritu Santo (cf. 3,16). El es el único que ha sido acreditado por Dios para hablar y actuar en su nombre. Jesús se propone desmantelar la institución judía. Hay que tomar partido por uno u otro; quien no se asocia a él, actuando como él actúa, se declara su enemigo. Jesús va reuniendo el trigo en el granero (cf. 3,17), configurando la comunidad del reino; quien no colabora en esta tarea, pone obstáculos a esta cosecha.

Si la persona liberada, empero, no le da su adhesión y quiere mantenerse como espectador en su neutralidad, su fin será mucho peor que antes: «Cuando el espíritu inmundo es expulsado de un hombre, va recorriendo lugares áridos buscando un aloja-miento; y, al no encontrarlo, dice: "Me vuelvo a mi casa, de donde me expulsaron." Al llegar se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí; y el fin de aquel hombre resulta peor que el principio» (11,24-26). Se presagia el triste fin del pueblo de Dios sometido de nuevo a sus dirigentes, por no haber dado su plena adhesión a Jesús: acabará pidiendo su muerte, instigado por ellos, cuando Pilato lo convoque para que se pronuncie a favor de Jesús (cf. 23,13-23).

II

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Para comprender la vida Jesús no podemos obviar lo que significaron para él los conflictos, dado que dichas situaciones límites de su misión nos descubren el sentido genuino de su proyecto. El evangelista Lucas nos presenta la confrontación entre algunas autoridades del Templo y Jesús. La discusión no consiste en saber si Jesús hace o no exorcismos. Lo que se pone en cuestión es la raíz del poder de Jesús y de sus discípulos para hacer lo que hacen. La novedad de las acciones de Jesús radican no en que haya podido exorcizar o no, sino en que su praxis está fundamentada en el Dios que ha liberado a su pueblo de la opresión de la esclavitud y que ese designio es continuado por él con sus acciones liberadoras. Por tanto, el verdadero discípulo es aquel que en el seguimiento radical del Maestro, su causa y destino, toma conciencia de no caer en las lógicas del mal, de la injusticia y de la deshumanización. La victoria de Dios sobre el maligno mediante la vida de Jesús no nos quita responsabilidad para responder a la proclamación del reinado de Dios. Es necesario tomar una decisión a favor o en contra de Jesús, sin ambigüedades.

Sábado 9 de octubre de 2010Dionisio / Luis Beltrán

EVANGELIOLucas 11, 27-28

27Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud alzó la voz y le dijo:

-¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!28Pero él repuso:-Mejor: ¡dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!

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I

NADA DE PRIVILEGIOS; HAY QUE PONER EN PRACTICALA ALTERNATIVA DEL REINO

En el centro del tríptico (b: vv. 27-28) encontramos la aclamación de una mujer que representa al resto de Israel: « ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!» (11,27). Se trata de la pequeña parte del pueblo que se escapa de la destruc-ción y constituye el núcleo del pueblo salvado por Dios, según el lenguaje profético. Son los que con sinceridad siguen creyendo en los privilegios históricos de Israel. Pero Jesús no va en absoluto en esta dirección. El proclama una sociedad alternativa, en la que todo hombre tenga cabida: «Pero él repuso: "Mejor: ¡dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!"» (11,28). No hay fronteras de ascendencia de sangre para Jesús. Para entrar a formar parte de la comunidad del reino es suficiente -¡como quien no dice nada!- 'escuchar el mensaje' que él proclama y 'ponerlo en práctica'. Dicho y hecho. Este es el núcleo de toda la secuencia. Quien hace fructificar en hechos palpables y experiencias reales lo que ha escuchado, éste es verdaderamente "dichoso".

II

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La consumación del proyecto de Jesús tiene como fundamento la creación y conformación de una comunidad humana con referentes de fe y testimonio claros: la escucha atenta de la Palabra y su puesta en práctica. La comunidad de los seguidores de Jesús, no puede estar unidad y relacionada solo mediante lazos afectivos, sino que más bien, debe estar cohesionada mediante las relaciones de fe que nacen de la necesidad de responder fielmente a la proclamación que Jesús ha hecho de la Palabra del Padre. La exigencia del discipulado es la escucha y el servicio de la Palabra de Dios hecha carne y vida en su Hijo, en quién somos hijos. Mantenerse en la escucha de la palabra es la posibilidad de la comunidad creyente para ir en contra de todo tipo de egoísmos, de actitudes totalitarias y de tendencias a hacer pactos con el mal. La alegría de esta mujer debe llevarnos al sentido que ella también estaba buscando: a saber que el verdadero discípulo tiene que “estar con” Jesús y compartir el mismo destino que él. Se es bienaventurado del reino por hacer de la palabra de Dios no una ideología o demagogia, sino una realidad salvífica y liberadora para el ser humano.

Domingo 10 de octubre de 201028º domingo de tiempo ordinarioFrancisco de Borja

VIGESIMO OCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: 2Reyes 5, 14-17

Salmo responsorial: 97, 1.2-3ab.3cd-4Segunda lectura: 2 Timoteo 2, 8-13

EVANGELIOLucas 17, 11-19

11Yendo camino de Jerusalén, también Jesús atravesó por entre Samaria y Galilea. 12Cuando iba a entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos 13y le dijeron a voces:

-¡Jesús, jefe, ten compasión de nosotros!14Al verlos les dijo:-Id a presentaros a los sacerdotes.Mientras iban de camino, quedaron limpios. 15Uno de ellos, viendo que se

había curado, se volvió alabando a Dios a grandes voces 16y se echó a sus pies rostro a tierra, dándole las gracias; éste era samaritano. 17Jesús preguntó:

-¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18¿No ha habido quien vuelva para dar gloria a Dios, excepto este extranjero?

19y le dijo:-Levántate, vete, tu fe te ha salvado.

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I

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UNA LECCION MAGISTRALEntre samaritanos y judíos -habitantes del centro y sur de Israel,

respectivamente- existía una antigua enemistad, una fuerte rivalidad que se remontaba al año 721 a. C. Este año, el emperador Sargón II tomó militarmente la ciudad de Samaria y deportó a Asiria (hoy Iraq) la mano de obra cualificada, poblando la región conquistada con colonos asirios (2 Re 17). Con el correr del tiempo, éstos se mezclaron con la población de Samaria, dando origen a una raza mixta que, naturalmente, mezcló también las creencias.

Por esta razón, Samaria era considerada por los judíos una región heterodoxa, población de sangre mezclada y de religión sincretista. Llamar a alguien 'samaritano' era, para los judíos del sur, uno de los mayores insultos.

Esta era la situación en tiempos de Jesús, judío de nacimiento, «cuando yendo camino de Jerusalén, atravesó por entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron hacia él diez leprosos, que se pararon a lo lejos y le dijeron a gritos: -Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros. »

Los leprosos vivían fuera de las poblaciones; si habitaban dentro, residían en barrios aislados del resto de la población, no pudiendo entrar en contacto con ella ni asistir a las ceremonias religiosas. El libro del Levítico prescribe cómo habían de comportarse los leprosos o enfermos de la piel: «El que ha sido declarado enfermo de afección cutánea andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: Impuro, impuro! Mientras le dure la afección seguirá impuro. Vivirá apartado y tendrá su morada fuera del campamento» (Lv 13, 45-46). El concepto de lepra en la Biblia dista mucho de la acepción que la medicina moderna da a esta palabra, tratán-dose en muchos casos de enfermedades curables de la piel.

«Al verlos Jesús, les dijo: -Id a presentaros a los sacerdotes. Cuando iban de camino, los leprosos quedaron limpios.» Una de las funciones del sacerdote era diagnosticar ciertas enfermedades, que, por ser contagiosas, exigían que el enfermo se retirara por un tiempo de la vida pública. Una vez curado éste, debía presentarse al sacerdote para que le diera una especie de certificado de curación que le permitiera reinsertarse en la sociedad.

Pero el relato evangélico no termina con la curación de los diez leprosos. «Uno de ellos, notando que estaba curado, se volvió alabando a Dios a voces, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias; era un samaritano. Jesús le preguntó: -¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien vuelva para agradecérselo a Dios excepto este extranjero? Y le dijo: -Levántate, vete, tu fe te ha salvado» (Lc 17,11-17).

Pienso que lo sucedido sentaría muy mal a los judíos. Quienes se las daban de religiosos, de puros y de santos demostraron con su comportamiento el olvido de Dios que tenían y la falta de educación, que impide ser agradecidos. Sólo un samaritano, el oficialmente heterodoxo, el hereje, el excomulgado, el despreciado, el marginado, volvió a dar gracias. Sólo éste pertenecía al pueblo de Dios; los otros, por muy judíos que fuesen, quedaron descalificados. Una lección magistral...

II

DON Y AGRADECIMIENTODon y responsabilidad eso decíamos que es la fe; la responsabilidad se expresa en el

compromiso con el proyecto de Jesús; al don corresponde el agradecimiento.

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POBRES SIERVOSLa religiosidad farisea, tan combatida en los evangelios, basaba la relación del

hombre con Dios en dos pilares fundamentales: la obediencia ciega y el mérito. El hombre debía someterse totalmente a Dios, igual que un esclavo a su amo. Y la manera de hacerlo era acatar la voluntad de Dios, manifestada en la Ley de Moisés y en las innumerables tradiciones y costumbres que habían acabado por tener más importancia que la misma ley escrita. Los fariseos renunciaban a todo lo que pudiera considerarse libertad, capacidad de iniciativa, creatividad... Pero no era la suya una renuncia desinteresada:

se comportaban como pobres siervos, pero, al terminar su tarea, su actitud no era la de quienes habían hecho lo que tenían que hacer; al contrario, en seguida pasaban factura:

puesto que ellos cumplían con su obligación, Dios -pensaban- estaba obligado a darles el premio que se habían merecido.

Todo estaba claro en las relaciones del hombre con Dios: el hombre cumplía fielmente sus obligaciones y exigía de Dios los correspondientes derechos. La salvación (salud, prosperidad y vida eterna) quedaba reducida a un intercambio mer-cantil.

DIEZ IMPUROS, UNO SAMARITANOYendo camino de Jerusalén, también Jesús atravesó por entre Samaria y Galilea.

Cuando iba a entrar en una aldea le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y le dijeron a voces:

-¡Jesús, jefe, ten compasión de nosotros!Al verlos les dijo:-Id a presentaros a los sacerdotes.

Entendidas así las cosas, las desgracias y enfermedades, especialmente las de apariencia más repugnante, como la lepra, se consideraban como un castigo que Dios imponía al individuo por sus pecados. En relación con los leprosos había incluso una legislación específica que les prohibía cualquier contacto con el resto de las personas, obligándolos a vivir fuera de pueblos y ciudades, y no sólo para evitar el contagio de la enfermedad, sino porque eran impuros y pensaban que la impureza (situación en la que el hombre no puede presentarse ante Dios ni participar de ninguna ceremonia religiosa) se contagiaba con el menor contacto (Lv 13,45-46). Lógicamente, tampoco había lugar para la compasión: la enfermedad que sufrían era el merecido castigo de sus propios pecados.

Pero había un grupo que, aunque no tuvieran ningún signo externo de impureza, era el más despreciado y odiado por los fariseos: los samaritanos, herejes y renegados, separados de la recta ortodoxia de la religión judía y que se atrevían a dar culto al Dios de Israel en un teínplo distinto al de Jerusalén. Cuando quisieron ofender a Jesús con los peores insultos no le dijeron otra cosa que «endemoniado» y «samaritano» Gn 8,48).

SALVACION GRATUITA, FE AGRADECIDADiez leprosos se acercaron a Jesús pidiéndole la salud. Jesús los manda a los

sacerdotes para que obtengan un documento que certifique que están sanos y que les permitirá reintegrarse ala vida social (Lv 13 ,6.13.17.34).Ellos emprenden la marcha y...: «Mientras iban de camino, quedaron limpios».

La mayoría, nueve, parece que siguieron hacia Jerusalén a presentarse a los sacerdotes obedeciendo a la ley y al mandato de Jesús, convencidos seguramente de

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que su obediencia era lo que les había devuelto la salud. Uno solo se vuelve. Ha sentido en su propio cuerpo la acción de Dios y experimenta la salud recién recobrada y la posibilidad de volver a relacionarse con normalidad con sus semejantes como un don de amor gratuito. Y la alegría de saberse objeto del amor de Dios se transforma en alabanza y gratitud: «Uno de ellos, viendo que se había curado, se volvió alabando a Dios a grandes voces y se echó a sus pies rostro a tierra, dándole las gracias». Jesús no le pide cuentas por su desobediencia; al contrario, lo pone como ejemplo... a pesar de que «éste era samaritano». Era el que tenía menos méritos; pero descubrió en el Hombre Jesús la presencia de Dios, y se abrió a ese Dios adaptando ante El una actitud de agradecida libertad. Y ésta, dice Jesús, es la postura acertada: «Levántate, vete, tu fe te ha salvado».

Así completa la respuesta a la petición que le habían hecho sus discípulos: «Auméntanos la fe» (Lc 17,5).

Ante el Padre, dice Jesús, ni servilismo, ni concurso de méritos, sino experiencia de amor gratuito y una doble confianza: confianza como seguridad en la fuerza salvadora de ese amor; amor gratuito de Dios que se expresa en el agradecimiento y lleva al compromiso con el proyecto de Jesús, y confianza como familiaridad que se manifiesta en la libertad -atreverse a vivir como hijos- y en el también gratuito amor fraterno comprometerse a vivir como hermanos.

III

JESUS INICIA LA TRAVESIA QUE CULMINARA EN EL CALVARIO«Sucedió que, yendo camino de Jerusalén, también él, Jesús, se puso a atravesar por entre Samaria y Galilea» (17,11). Nuevo escenario: la tierra de nadie, como quien dice, que discurre 'por entre Samaria' (región intermedia, heterodoxa) 'y Galilea' (re-gión del Norte), camino de 'Jerusalén' (capital de la Judea, región del Sur, designada con el nombre sacro, en representación de la institución judía política y religiosa). La expresión 'también él' es anafórica, es decir, hace referencia a otro personaje que, como Jesús, inició una 'travesía' que ha quedado grabada en la memoria de los oyentes. Lucas emplea con frecuencia esta expresión. Recordad la escena de Marta y María: «Sucedió que, mientras ellos (los discípulos) hacían camino, también él, Jesús, entró en una aldea» (10,38). Jesús inicia, pues, una nueva travesía histórica en dirección a 'Jerusalén', la capital y punto neurálgico de la tierra prometida. (De hecho, la 'travesía' culminará en el templo, con la denuncia de la institución religiosa del judaísmo: 19,45-46.) Es probable que Lucas haga referencia ya sea al paso del mar Rojo, por obra de Moisés (Ex 14), ya sea a la travesía del Jordán, antes de entrar en la tierra prometida, por obra de Josué (= Jesús, en griego: Jos 3): en una y otra travesía se subraya un 'atravesar por entre' dos cosas. Según eso, Jesús emprendería ahora la última 'travesía' en el marco del 'camino' que lo llevará al futuro de la tierra prometida, 'Jerusalén'/el templo. Según se ha dicho al comienzo de este 'camino', Jesús se encamina hacia allí con el fin de encararse con la institución judía y denunciar la mentalidad idólatra de Israel.

LA «ALDEA», FIGURA DE LA MENTALIDAD CERRADAY NACIONALISTA

La travesía, por lo que dice el texto, la inicia Jesús solo: «Yendo camino de Jerusalén, también él se puso a atravesar... » (17,11). Evidentemente, se trata de un artificio literario. Lo menos que se puede decir es que Lucas quiere centrar la atención

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sobre la persona de Jesús. (Una función semejante a la de los focos en un escenario.) Pero hay más. En el versículo siguiente se insiste en este singular: «Y al entrar él en una aldea, le salieron al encuentro diez individuos leprosos» (17, la). Por lo que se ve, los discípulos, que hasta ahora lo acompañaban durante el viaje, se han escabullido.

Lo bueno del caso es que, en la secuencia siguiente, serán mencionados al lado de los fariseos, encontrándose ambos grupos en la misma 'aldea' que los 'leprosos', pues no hay nueva composición de lugar y, por tanto, no hay cambio de escenario. Sorprende que los 'leprosos', figura de los marginados por la teocracia de Israel, no vivan fuera de la 'aldea'; al contrario, desde allí 'salieron al encuentro' de Jesús y «se pararon a lo lejos», delimitando escrupulosamente la esfera de la vida, en que se mueve Jesús, de la suya, llena de impureza y de muerte. Como habitantes que son de esta 'aldea', participan de su mentalidad: en oposición a la 'ciudad', la 'aldea' es en el lenguaje figurado de los evangelistas el reducto de la ideología nacionalista y fanática de Israel.

Por otro lado, a pesar de habitar en la 'aldea', propiamente no son considerados ciudadanos, sino que se les mantiene marginados en el ghetto de los 'leprosos', por alguna razón que tiene que ver con la mentalidad allí imperante. Finalmente, el término 'aldea' está precedido de un indefinido, «cierta aldea», típica forma de dar representatividad a un personaje individual o colectivo. La «lepra» está íntimamente relacionada con esta 'aldea' indeterminada en la que 'entra' Jesús (v. 12a) y de la que los invita a salir (v. 14a) y, al volver el samaritano (v. 15), a irse de allí definitivamente (v. 19b).

SAMARITANO Y LEPROSO, DOBLEMENTE MARGINADOMás adelante Lucas nos dará a conocer la diversa condición de los diez 'leprosos'

(un nuevo artificio literario, destinado a crear 'suspense'). Así, del único de los diez que regresa, puntualizará: «y éste era samaritano» (17,16b); y más adelante: «¿No ha habido quien vuelva para agradecérselo a Dios, excepto este extranjero?» (17,18). Esto quiere decir que los otros nueve eran 'galileos' (¡la 'aldea' se encuentra 'entre Samaria y Galilea'!) y 'auctóctonos', de raza judía. El grito que lanzan a Jesús es muy revelador: «¡Jesús, jefe, ten compasión de nosotros!» (17,13). Lucas es el único evangelista que emplea el término «jefe/caudillo» (seis veces: 5,5; 8,24.45; 9,33.49 y aquí); hasta ahora siempre lo ha puesto en boca de los discípulos, quienes, por otro lado, evitan llamarlo «maestro» cuando se dirigen a Jesús. Nótese que los 'diez leprosos' quedan 'limpios' (lit. 'libres de impureza') al salir precisamente de la aldea. Jesús no los toca, ni los libra directamente del yugo de la impureza: cf. 5,13). Eso corrobora que la impureza los afecta porque condividen la mentalidad que allí impera, mientras que al salir se ven libres de ella. Decir de un 'samaritano' que es un 'leproso' no tendría nada de extraño: lo es, por su condición de heterodoxo, a los ojos de los judíos. Decirlo de un 'galileo' significa que, por su mal comportamiento, ha quedado moralmente manchado e impuro a los ojos de los judíos ortodoxos.

Por otro lado, el grupo constituido por los diez leprosos es un grupo mixto (9 galileos + 1 samaritano), unidos todos ellos por una misma 'suerte': ser 'leprosos' a los ojos de la institución religiosa. A partir del momento en que todos ellos aceptan some-terse a las reglas del juego de la institución judía («Id a presentaros a los sacerdotes», 17,14a, tal como prescribía la Ley), dejan de ser marginados («Mientras iban de camino, quedaron limpios», 17,14b). Los nueve 'galileos' continúan haciendo camino hacia Jerusalén, con el fin de 'presentarse a los sacerdotes': la institución judía les abrirá de nuevo las puertas y los reintegrará al pueblo de Israel. El 'samaritano', en cambio, se ha quitado de encima una marginación, la moral, pero le queda la étnica. Por esto es capaz de darse cuenta de que Jesús es el único que lo puede liberar definitivamente de toda

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mancha o impureza legal, ya que simplemente no cree en nada de todo esto: «Uno de ellos, dándose cuenta de que había quedado curado, se volvió alabando a Dios a grandes voces y se echó a sus pies rostro a tierra, dándole las gracias: éste era samaritano» (17,15-16).

«LEPROSO» DISCIPULO QUE SIGUE CREYENDOEN LA VALIDEZ DE LA LEY

Todos esos trazos que hemos aducido sólo tienen una explicación plausible: los 'diez leprosos' que, a pesar de comulgar con la mentalidad de la 'aldea', son considerados 'impuros', representan el grupo de los discípulos de Jesús. Estos, por más que le hayan prestado su adhesión personal, siguen creyendo en la validez de la Ley de lo puro e impuro y, en el fondo, en las prerrogativas de Israel, apoyadas por la Ley, a manera de Constitución de un pueblo teocrático. El hecho de sentirse 'leprosos' hace que puedan convivir juntos en la marginación judíos y samaritanos. Tienen una Ley común (el Pentateuco), si bien no la observan al pie de la letra, a diferencia de los judíos ortodoxos. La mayoría («nueve») seguirá aferrada a la mentalidad nacionalista de Israel; pero una pequeña parte («uno», «samaritano», «extranjero») se ha distanciado definitivamente de ella y ha comprendido cuál era el alcance de su compromiso con Jesús al saltarse olímpicamente la Ley a la que hasta ahora se sentía obligado, pero que, al no poder observarla, lo declaraba impuro, «leproso».

Los discípulos israelitas han quedado puros por el mero hecho de haberse reintegrado a la institución, convencidos de que Jesús compartía aún los principios constitutivos de Israel (lo han visto entrar en la 'aldea' y les ha ordenado 'presentarse a los sacerdotes') Como quiera que suspiraban por ser reconocidos, lo han interpretado como mejor les convenía. Jesús pretendía que se liberasen ellos mismos de las ataduras que los retenían, como 'leprosos', dentro de la 'aldea'; que no viviesen divididos, dándole la adhesión a él y compartiendo al mismo tiempo la mentalidad de la institución que él iba a denunciar. Pero en vano. No pudieron seguir en el camino que lo conducía al fracaso en Jerusalén y se quedaron atrapados en la aldea. Ahora bien: los judíos ortodoxos les pasaron factura y los marginaron. Momentáneamente han quedado limpios, pero volverán a las andadas. Hasta que no se den cuenta, como el samaritano, de que la única forma de evitar toda clase de 'lepra' es dejar de creer en la Ley que divide el mundo en sagrado y profano, puro e impuro, buenos y malos, observantes y pecadores, no se zafarán de la poderosa y omnipresente influencia de la institución judía.

EL «LEPROSO» SE HA CURADO EL SOLOLa última frase de la pequeña secuencia no hace sino remachar el clavo. Esta

secuencia tiene dos partes: en la primera (vv. 12- 14a) son presentados los diez leprosos como un conjunto; en la segunda (vv. 14b- 19) se centra la atención en el de origen samaritano. Este representa, dentro del grupo de discípulos, la fracción de creyentes que, por su pasado, no ha comulgado nunca del todo con la institución y que, por tanto, a pesar de las presiones ambientales, conseguirá distanciarse de ella: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado» (17,19). Estaba postrado en la 'aldea', por haber creído por unos momentos en la validez de la Ley: Jesús lo invita a levantarse; permanecía allí inmovilizado, incapaz de seguir a Jesús hacia Jerusalén: Jesús lo invita a salir, a hacer también él su éxodo personal; estaba enfermo, con el corazón dividido por su doble adhesión, a Jesús y a su pasado nacional: su adhesión total a Jesús lo ha salvado ahora definitivamente.

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IV

Después de un comentario tradicional, añadimos un comentario crítico.Entre samaritanos y judíos –habitantes del centro y sur de Israel

respectivamente- existía una antigua enemistad, una fuerte rivalidad que se remontaba al año 721 a.C. en el que el emperador Sargón II tomó militarmente la ciudad de Samaría y deportó a Asiria la mano de obra cualificada, poblando la región conquistada con colonos asirios, como nos cuenta el segundo libro de los Reyes (cap. 17). Con el correr del tiempo, éstos unieron su sangre con la de la población de Samaría, dando origen a una raza mixta que, naturalmente, mezcló también las creencias. "Quien come pan con un samaritano es como quien come carne de cerdo (animal prohibido en la dieta judía)", dice la Misná (Shab 8.10). La relación entre judíos y samaritanos había experimentado en los días de Jesús una especial dureza, después de que éstos, bajo el procurador Coponio (6-9 p.C.), hubiesen profanado los pórticos del templo y el santuario esparciendo durante la noche huesos humanos, como refiere el historiador Flavio Josefo en su obra Antigüedades Judías (18,29s); entre ambos grupos dominaba un odio irreconciliable desde que se separaron de la comunidad judía y construyeron su propio templo sobre el monte Garitzín (en el siglo IV a.C., lo más tarde). Hacia el s. II a.C., el libro del Eclesiástico (50,25-26) dice: “Dos naciones aborrezco y la tercera no es pueblo: los habitantes de Seir y Filistea, y el pueblo necio que habita en Siquém (Samaría)”. La palabra "samaritano" constituía una grave injuria en boca de un judío. Según Jn 8,48 los dirigentes dicen a Jesús en forma de insulto: ¿No tenemos razón en decir que eres un samaritano y que estás loco?

Esta era la situación en tiempos de Jesús, judío de nacimiento, cuando tiene lugar la escena del evangelio de hoy. Los leprosos vivían fuera de las poblaciones; si habitaban dentro, residían en barrios aislados del resto de la población, no pudiendo entrar en contacto con ella, ni asistir a las ceremonias religiosas. El libro del Levítico prescribe cómo habían de comportarse éstos: “El que ha sido declarado enfermo de afección cutánea andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡Impuro, impuro! Mientras le dure la afección seguirá impuro. Vivirá apartado y tendrá su morada fuera del campamento” (Lv 13, 45-46). El concepto de lepra en la Biblia dista mucho de la acepción que la medicina moderna da a esta palabra, tratándose en muchos casos de enfermedades curables de la piel.

Jesús, al ver a los diez leprosos, los envía a presentarse a los sacerdotes, cuya función, entre otras, era en principio la de diagnosticar ciertas enfermedades, que, por ser contagiosas, exigían que el enfermo se retirara por un tiempo de la vida pública. Una vez curados, debían presentarse al sacerdote para que le diera una especie de certificado de curación que le permitiese reinsertarse en la sociedad. Pero el relato evangélico no termina con la curación de los diez leprosos, pues anota que uno de ellos, precisamente un samaritano, se volvió a Jesús para darle las gracias.

Por lo demás algo parecido había sucedido ya en el libro de los Reyes, donde Naamán, general del ejército del rey sirio, aquejado de una enfermedad de la piel, fue a ver al profeta de Samaría, Eliseo, para que lo librase de su enfermedad. Eliseo, en lugar de recibirlo, le dijo que fuese a bañarse siete veces en el Jordán y quedaría limpio. Naamán, aunque contrariado por no haber sido recibido por el profeta, hizo lo que éste le dijo y quedó limpio. Cuando se vio limpio, a pesar de no pertenecer al pueblo judío, se volvió al profeta para hacerle un regalo, reconociendo al Dios de Israel, como verdadero Dios, capaz de dar vida. Este Dios, además, se manifiesta en Jesús como el siempre fiel a pesar de la infidelidad humana.

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Lo sucedido al leproso del evangelio sentaría muy mal a los judíos. De los diez leprosos, nueve eran judíos y uno samaritano. Éste, cuando vio que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Estar a los pies de Jesús es la postura del discípulo que aprende del maestro. Los otros nueve, que eran judíos, demostraron con su comportamiento el olvido de Dios que tenían y la falta de educación, que impide ser agradecidos. Sólo un samaritano -oficialmente heterodoxo, hereje, excomulgado, despreciado, marginado-, volvió a dar gracias. Sólo éste pasó a formar parte de la comunidad de seguidores de Jesús; los otros quedaron descalificados.

Tal vez, los cristianos, estemos demasiado convencidos de que sólo los de dentro, los de la comunidad, «los de la parroquia», o «los católicos»... somos los que adoptamos los mejores comportamientos. Con frecuencia hay gente mucho mejor fuera de nuestras iglesias, y en otras iglesias, en otras religiones, incluso entre quienes dicen que «no creen». En el evangelio de hoy es precisamente uno venido de fuera, despreciado por los de dentro, el único que sabe reconocer el don recibido de Dios, dando una lección magistral a quienes no supieron agradecer. Aprendamos la lección del samaritano.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 89 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Los leprosos de Jenín». El guión del capítulo, y su comentario, puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1400089 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap89b.mp3

Añadimos un comentario crítico-teológico.Utilizar en la liturgia relatos bíblicos sobre la realización de milagros y, por

tanto, tomarlos como plataforma sobre la que montar una reflexión cristiana que oriente nuestra vida actual, resulta problemático por varios conceptos. En primer lugar porque hoy dudamos seriamente de su veracidad histórica, incluso de la de muchos de los milagros atribuidos a Jesús. Pero también y sobre todo porque, aunque fueran muchos menos los milagros que los expertos bíblicos consideran «históricos», los milagros en sí mismos resultan incomprensibles para la mentalidad moderna posterior a Newton, en la que se abandona la visión precientífica de un mundo con un segundo piso superior desde el que los dioses vigilan e intervienen alterando el orden natural de las cosas. En la mentalidad moderna, los relatos religiosos sobre milagros tienen algo en común con la literatura de ficción.

Sólo simbólicamente -más allá pues o al margen de la historicidad o de la ficción- puede extraerse algún mensaje provechoso sobre el relato de la curación de Naamán (leyéndolo entero, no en el extracto que toma la liturgia de este domingo). Y otro tanto ocurre con el relato de hoy de la curación de los leprosos: fuera del valor ejemplarizante del agradecimiento precisamente del samaritano, poco nos aporta ver a Jesús haciendo ese tipo de milagros, que incluso nos lo alejan de la realidad de su entera y perfecta humanidad.

Lo cual sugiere lo que tantos están diciendo: ¿no es necesaria otra selección litúrgica de textos bíblicos en el actual ordenamiento del año litúrgico? Es cierto que la actual, que no tiene todavía cincuenta años, mejoró en mucho la anterior; pero los tiempos cambian -y nosotros con ellos-, y cunde la sensación de que la actual selección necesita una actualización importante. No se tratará sólo de seleccionar textos bíblicos mejores, sino de ampliar los criterios de selección (¿sólo textos bíblicos?), de superar la uniformidad obligatoria (¿todos en la Iglesia cada domingo y cada día con los mismos textos?), de utilizar inteligentemente la liturgia también como vehículo de formación

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(con una ordenación sistemática que permita un desarrollo orgánico teológico, por ejemplo), de abrir la posibilidad de una liturgia experimental con símbolos y lenguajes nuevos (para los muchísimos s-bre todo jóvenes- que ya no tienen la mínima tolerancia a la simbología litúrgica actual), de abrir la posibilidad al enriquecimiento inter-religioso de formas de cultivo de la espiritualidad...

Si nadie lo dice, si nadie da voz al malestar que se percibe al respecto, seguiremos indefinidamente como estamos. Nosotros queremos decirlo; por lo menos decirlo. En todo caso, una forma de colaborar a hacerlo saber a quien corresponde, es la de tomarse la libertad de cambiarlos, allá donde las condiciones de la comunidad lo permiten y lo aconsejan. El orden litúrgico es para la comunidad, y no ésta para aquél.

Los diez leprosos (Pedro Casaldáliga)

Eran diez leprosos. Era esa infinita legión que sobrevive a la vera de nuestra desatención.

Te esperan y nos esperaen ellos Tu compasión. Hecha la cuenta sincera, ¿cuántos somos?, ¿cuántos son?

Leproso Tú y compañía, carta de ciudadaníanunca os acaban de dar.

¿Qué Francisco aún os besa? ¿Qué Clara os sienta a la mesa? ¿Qué Iglesia os hace de hogar?

Para la revisión de vida-¿Tengo personas en el círculo en que me muevo -o más allá- a las que he

marcado para mí con una señal de segregación o marginación?-¿Vivo en actitud de acción de gracias?

Para la reunión de grupoNaamán no quería poner en práctica lo que el profeta le había mandado para

curarse, porque le parecía demasiado simple; él esperaba algo más complicado, incluso espectacular... ¿Ocurre esto hoy día también?

¿Quiénes son las personas más pobres y marginadas (los actuales "leprosos") del entorno en que vivimos? Describir los actitudes concretas con las que se les margina.

¿Cuál es nuestra proyección concreta hacia estas personas marginadas?

Para la oración de los fielesPara que descubramos los motivos que tenemos para vivir en "continua acción

de gracias", roguemos al Señor

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Por los modernos "leprosos", los que la sociedad evita... para que nuestra fe rompa con esa imposición social y demos testimonio de una fraternidad que salta fronteras y separaciones...

Para que, como Jesús, estemos atentos a recibir la sorpresa de la gratitud del extranjero, del pagano, del no creyente... y para que nosotros mismos seamos siempre agradecidos...

Para que los cristianos defiendan el derecho de los pobres a buscar mejores condiciones de vida fuera de sus fronteras, cuando a los capitales de sus países nunca se les opuso resistencia para su fuga, y cuando el mercado libre proclama la igualdad de oportunidades...

Para que, como recomienda Pablo a Timoteo, "hagamos memoria permanente de Jesús", y hagamos memoria también de quienes le siguieron fielmente, especialmente de los mártires de estas últimas décadas...

Para que prolonguemos nuestra "eucaristía" (nuestra "acción de gracias") durante toda la semana que comenzamos...

Oración comunitaria Dios Padre Nuestro, que en Jesús nos has mostrado tu voluntad de que se

rompan las barreras y fronteras que nos separan, de que los "leprosos" de todos los tiempos sean curados y se integren a la comunidad; danos una actitud abierta y acogedora como la suya, que destruya los efectos de la marginación y nos ayude a construir una ciudad humana para todos, de hijos de Dios, hermanos y hermanas sin distinción. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Oh Dios, Misterio inefable de Vida y Plenitud, al que nos acercamos reverentemente, cada domingo, en comunidad, para volver a la profundidad de nuestro ser, a nuestro centro espiritual y realimentar nuestra capacidad de vivir y de amar. Empápanos de tu energía, transfórmanos con tu presencia, y llena con tu entusiasmo nuestros deseos silenciados. Tú que vives y haces vivir, , porque eres la misma Vida-Energía sin principio ni fin. Amén.

Lunes 11 de octubre de 2010Soledad / Beato Juan XXIII

EVANGELIOLucas 11, 29-32

29Las multitudes se apiñaban a su alrededor, y él se puso a decir:-Esta generación es una generación perversa. Pide una señal, y señal no se le

dará excepto la señal de Jonás. 30Porque, igual que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, así va a serlo también el Hijo del hombre para esta generación. 31En el juicio, la reina del Sur se pondrá en pie para carearse con esta generación y hará que la condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y hay más que Salomón aquí. 32En el juicio, los habitantes de Nínive se alzarán a carearse con esta generación y harán que la condenen, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí.

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COMENTARIOS

I

LA UNICA SEÑAL: JESUS Y SU MENSAJE, COMO LA DE JONASEn la tablilla de la derecha (c: vv. 29-32) Jesús pasa a responder a la segunda

cuestión («Otros, para tentarlo, le exigían una señal que viniera del cielo», 11,16). Al ver que la gente iba tomando partido a su favor (11,29a), se pone a denunciar la perversidad de los que se aprovechan de la gente que se acaba de liberar y que lo quieren comprometer también a él a lanzarse ciegamente a una empresa que llevaría el pueblo a un fracaso estrepitoso. De falsos mesías ha habido ya una colección. Son los que incitan el pueblo a tomar las armas en nombre de Dios («le exigen una señal que viniera del cielo»). Reclaman una señal espectacular, una intervención contundente de Dios en la historia. Jesús les sale con algo imprevisto. En lugar de una señal irrebatible y prodigiosa, provocada por un deus ex machina que interviene en los asuntos humanos imponiendo su poder a diestra y siniestra con una «santa cruzada», les anticipa que su señal será el fracaso del Hombre, su muerte, en manos de los poderosos y explotadores del hombre.

Con una analogía, «la señal de Jonás», y dos ejemplos, «la reina del Sur» y «los ninivitas», Jesús responde de manera categórica a los que, en lugar de escuchar el mensaje, se dedican a comprometer la empresa de Dios entre los hombres: «Porque de la misma manera que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive», invitándolos a la conversión, «así va a serlo también el Hombre para esta generación. La reina del Sur se pondrá en pie en el juicio para carearse con esta generación y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y hay más que Salomón aquí. Los habitantes de Nínive se alzarán en el juicio para carearse con esta generación y harán que la condenen, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí» (11,30-32). 'Escuchar' la sabiduría de su mensaje, superior a la de Jonás, es la invitación que dirige Jesús, el Hombre por antonomasia, a todo hombre de buena voluntad: notad que los dos ejemplos han sido tomados intencionadamente a partir de personajes ajenos a la promesa hecha a Israel. Se han invertido los términos: los dirigentes religiosos y los responsables políticos de Israel serán condenados por el testimonio de extranjeros, considerados por ellos como depravados e incrédulos.

II

El texto de Lucas quiere mostrar la importancia de la proclamación de la Palabra de Dios hecha por Jonás, que se encuentra en sintonía con la exigencia de mantenerse en la constante escucha de la palabra divina proclamada y puesta en práctica por Jesús. En este sentido, la discusión que ha tenido Jesús sobre el origen y el poder de su autoridad no puede estar fundamentada en señales mágicas como esperan sus oyentes. Es más, el paralelismo entre Jesús y Jonás tiene un sentido más profundo: ambos fueron enviados para anunciar el juicio de Dios que provoca la necesidad histórica del arrepentimiento y la conversión. Sólo que en este caso la misión de Jesús es superior a la de Jonás y a la de Salomón. La novedad de Jesús está en que por la consumación del proyecto del Padre con su vida, Dios extenderá su liberación a la humanidad de manera imparcial. Jesús es el modelo por excelencia para que hombres y mujeres construyan una fe madura y con criterios no alienantes. La vida y misión de Jesús tienen que ser

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experimentadas hoy por aquellos y aquellas que en medio de todo son capaces de descubrir la presencia del reino en sus vidas.

Martes 12 de octubre de 2010Nuestra Señora del Pilar

EVANGELIOLucas 11, 37-41

37Apenas terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. El entró y se recostó a la mesa. 38El fariseo se extrañó al ver que no hacía abluciones antes de comer, 39y el Señor le dijo:

-De modo que vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades. 40¡Insensatos! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? 41En vez de eso, dad lo que tenéis en limosnas y así lo tendréis limpio todo.

COMENTARIOS

I

JESUS DESENMASCARA A LOS OBSERVANTES«Apenas terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa» (11,37a). Un

fariseo se ha sentido aludido por las respuestas de Jesús y lo invita a su casa para aclarar las cosas. O sea, que los fariseos, representados por éste («un cierto fariseo», personaje representativo) -así como los juristas, como se verá seguidamente-, no solamente estaban presentes, sino que eran los objetores que trataban de descalificarlo. No se precisa ser demasiado listo para colegir que la invitación encerraba segundas intenciones. La inquisición está al acecho. Les faltan pruebas irrefutables sobre su manera libre de proceder al margen de la Ley. «Se extraña», como 'se extrañaron' las multitudes (v. 14), al ver que Jesús no observa los rituales socio-religiosos. Ellos, los representantes de la Ley y de la ortodoxia, que proclamaban que el reinado de Dios se instauraría el día en que nadie dejase de observar los preceptos más insignificantes de la Ley (de esta manera se habían asegurado el poder de manejar el cotarro), no pueden sufrir que Jesús, en su casa, solar patrio de la ortodoxia, se salte el precepto de purificarse antes de comer (11,38). Se han montado una sociedad dividida en puros e impuros, ricos y pobres, buenos y malos..., ladrones y policías.

II

Jesús acepta la invitación del maestro de la ley con una intención más profunda que la de simplemente comer con él. El beneplácito de Jesús apunta a la transformación de la vida del fariseo. La motivación es salvífica: provocar un cambio radical y alternativo en la vida de los que se encuentran con él. Para Jesús, las purificaciones rituales, las limosnas, la ofrenda meticulosa, los discursos arrogantes, el afán de ocupar los primeros puestos, son actitudes que no llegan al sentido de lo que es el verdadero

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seguimiento. Lo que interesa es como la persona desde dentro va volcando su vida hacia la implantación del reino y del reinado de Dios en las realidades sociales, políticas, culturales y religiosas de la humanidad. En definitiva, lo realmente importante y lo que clarifica el interior de la persona no son las práctica rituales o las prácticas de la misericordia vacías, sino la ruptura de todos aquellos límites que no permiten la ayuda del marginado, del empobrecido, del ajusticiado. Arriesguémonos a romper con todas aquellas leyes que con apariencia de “palabra divina” nos deshumanizan, alienan nuestra conciencia y nos hacen perder el horizonte del reino: la humanización y dignificación de todo ser humano.

Miércoles 13 de octubre de 2010Eduardo

EVANGELIOLucas 11, 42-46

42Pero, ¡ay de vosotros, fariseos! Pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda verdura, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. ¡Esto había que practicar!, y aquello ..., no descuidarlo.

43¡Ay de vosotros, fariseos, que gustáis de los primeros asientos en las sinagogas y de las reverencias por la calle!

44¡Ay de vosotros!, porque sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo.

45lntervino un jurista y le dijo:-Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.46Jesús le replicó:-¡Ay de vosotros también, juristas, que abrumáis a la gente con cargas

insoportables, mientras vosotros ni las rozáis con un dedo!

COMENTARIOS

I

¡AY, AY, AY...!Tres «ayes»: la cosa es muy grave. Primero denuncia a los fariseos (vv. 42-44),

después a los juristas. Estos, representados por «cierto jurista», se sienten ofendidos por las palabras que Jesús acaba de dirigir a sus colegas de religión y de observancia («jurista», griego nomikos, casa con «ley», griego nomos). Juntamos las denuncias: «pasáis por alto la justicia y el amor de Dios» (11,42); «os gustan los asientos de honor y las reverencias» (11,43); «abrumáis a la gente con cargas insoportables» (11,46).

II

Las invectivas de Jesús contra algunos fariseos y doctores de la Ley no tienen como intencionalidad destruir las enseñanzas de la Torá, dado que la fe en Jesús no se opone a lo esencial de la fe hebrea. Lo que si rechazó y criticó fuertemente Jesús fue la hipocresía y la manipulación que conlleva un cumplimiento rigorista, sólo aparente, sin

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una auténtica relación con el amor al otro, la compasión con el que sufre, la misericordia con el empobrecido y la adhesión al designio salvador y liberador de Dios para la humanidad. Este es el sentido profundo del por qué de los ayes de Jesús: el reproche del olvido de los mandamientos fundamentales de la fe hebrea: amar a Dios y al prójimo. Mostrar a un Dios legalista, inhumano, vigilante y retributivo dista mucho del carácter del Dios del Reino, de la justicia y de la misericordia; de ese Dios de la Alianza que inscribe su enseñanza en el corazón del creyente y que autocomunica su ternura infinita al ser humano. La comunidad eclesial, cuestionada por el mensaje de Jesús hoy, está llamada a cuestionar sus más profundas motivaciones y actitudes, cuestionándose en sus visos de hipocresía, vanidad, envidia y posiciones absolutas.

Jueves 14 de octubre de 2010Calixto

EVANGELIOLucas 11, 47-53

47¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! 48Así dais testimonio de lo que hicieron vuestros padres y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. 49Por eso dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles; a unos los matarán, a otros los perseguirán", 50para que a esta generación se le pida cuenta de la sangre de los profetas derramada desde que empezó el mundo; 51desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo digo: Se le pedirá cuenta a esta generación.

52¡Ay de vosotros, juristas, porque os habéis guardado la llave del saber! Vosotros no habéis entrado y a los que iban a entrar se lo habéis impedido.

53Al salir de allí, los letrados y fariseos empezaron a acosarlo sin piedad y a tirarle de la lengua sobre muchas, 54estando al acecho para cogerlo en algo con sus propias palabras.

COMENTARIOS

I

«¡Os habéis guardado la llave del saber!» (o sea, que también ellos tenían la llave); «vosotros no habéis entrado, y a los que iban a entrar se lo habéis impedido» (11,52). ¡Quien sea cofrade que tome su vela! No es de maravillar que a partir de ahora se pongan de acuerdo y estén al acecho «para cogerlo en algo con sus propias palabras!» (11,53). El se lo ha buscado. Más claro, agua.

II

Jesús prosigue la diatriba contra los funcionarios del Templo y los maestros de la Ley en el marco de una cena en casa de un fariseo. Jesús revela su posición contra aquellos que han puesto la Ley como única y absoluta, olvidándose de la realidad de las

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personas. Estos ayes de Jesús van en contra de todo ese sinfín de preceptos en los que se hacían consistir la justicia y la piedad farisaica. Por ello la crítica de Jesús es certera: no se puede hacer de la ley un absoluto sin perjudicar las conciencias humanas, sin tergiversar o desfigurar la legítima imagen del Dios de la justicia, la vida y la verdad, así como tampoco se puede poner por encima de la persona humana sin hacer de él un ser deshumanizado y deshumanizante. Es preciso, para hacer del discipulado de Jesús un seguimiento más humano y evangélico, no creernos los autosuficientes, los poseedores de la verdad absoluta. No podemos confundir la verdadera relación con el Dios misericordioso con el mero cumplimiento frío de leyes y normas magisteriales. La relación fundante con el Evangelio pasa ineludiblemente por la construcción de una comunidad de iguales y desde la libertad y la compasión de Dios.

Viernes 15 de octubre de 2010Teresa de Ávila

EVANGELIOLucas 12, 1-7

12 1Entretanto, miles y miles de personas se habían aglomerado hasta pisarse unos a otros. Jesús empezó- a hablar, dirigiéndose en primer lugar a los discípulos:

-Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 2Pero nada hay encubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse; 3porque lo que dijisteis de noche se escuchará en pleno día, y lo que dijisteis al oído se pregonará desde las azoteas.

4Os digo a vosotros, mis amigos: No temáis a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer más. 5Os voy a indicar a quién tenéis que temer: Temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar al quemadero. Sí, os lo digo, a ése temedle. 6¿No se venden cinco gorriones por cuatro cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo de ellos está olvidado por Dios. 7Es más, hasta los pelos de vuestra cabeza están todos contados. No tengáis miedo: valéis más que todos los gorriones juntos.

COMENTARIOS

I

MIEDO E HIPOCRESIA, LAS ARMAS DEL SISTEMASorprende que Jesús comience la instrucción dirigida a los discípulos

previniéndolos contra los postulados de la ideología farisaica: «Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con la hipocresía» (12, 1b). En el grupo de Jesús, por lo que se ve, se ha infiltrado la mentalidad que él acaba de denunciar en los fariseos y letrados: la hipocresía. A lo largo del Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles nos enteraremos de que el fariseísmo constituyó la gran tentación de los discípulos, primero, y de la iglesia de Jerusalén, después. A Lucas le preocupa sobremanera este problema, porque el peligro es todavía real en el seno de sus comunidades. ¿No sigue siéndolo hoy todavía? Es difícil describirlo sin incurrir en una caricatura. La mejor descripción es la que ha hecho de él Jesús al denunciar a los fariseos: de la observancia de la Ley han hecho el trampolín para alcanzar una situación de

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privilegio. Ellos son los puros, los justos, los santones. En lugar de ponerse al servicio del pueblo, se sirven de él para conservar su posición social. Los zelotas se encuentran en el extremo opuesto. El aviso de Jesús todavía tiene vigencia, y más hoy día, en que todo se sabe y todo se divulga (12,2-3). La única forma de no caer en él es renunciando a toda clase de privilegios dentro de la sociedad, civil o religiosa. En la comunidad cristiana únicamente puede haber servicios. Cuando uno pretende sacarles provecho, pierden toda su eficacia.

Jesús tiene mucho aguante con los discípulos. Por eso aprovecha cualquier ocasión propicia para instruirlos y hacerlos reflexionar. Los valores a los que uno piensa haber renunciado se disfrazan bajo capa de observancia, pero continúan actuando como fermento contrario a la levadura del reino. Los más importantes son el dinero y el poder (la otra cara de la moneda): la eficacia justifica el primero; la estabilidad, el segundo. De esta manera todo funciona, pero ¡a qué precio!Para que sean libres, Jesús insiste en que no deben tener miedo de nadie ni de nada (12,4-7). Si tenemos miedo, ya estamos atrapados. Lo dice ahora, cuando todos saben que está materialmente cercado por sus adversarios. Pero no lo pueden atrapar por dentro. A quien tiene poder para destruiros por dentro, dice, es a quien «tenéis que temer» (12,5): no se trata de demonios o de extraterrestres, sino de aquellos que personifican los valores de la sociedad y no pararán hasta que os atrapen con toda clase de lisonjas, hasta que os convenzan de que no hay alternativa posible al modelo de sociedad que ellos propugnan. El modelo en que se mueve Jesús es el de la creación: quiere suscitar en ellos la confianza de que Dios sigue trabajando en la realización de su plan (vv. 6-7)

II

Lucas polemiza una vez más contra los legalismos de su comunidad, cuyas exigencias no son coherentes con la enseñanza divina. La multitud que asiste para escuchar a Jesús no es garantía de la coherencia y práctica de la palabra de Dios. Sin lugar a dudas, los espectáculos multitudinarios apuntan más a la propaganda mediática, a los populismos y los ideologismos históricos que a la verdadera adhesión libre y consciente al proyecto del reino y el reinado de Dios. Los discípulos de Jesús debemos estar atentos a no contaminarnos con la levadura de la hipocresía y la mediocridad que tergiversan las enseñanzas del Maestro. La hipocresía no es evangélica, es una distorsión que se erige a sí misma como modelo de perfección haciendo que olvidemos que la voluntad de Dios no es narcisismo o engreimiento personal o comunitario, sino más bien, la ardua tarea del servicio solidario y alternativo a los más pequeños del reino. Tenemos que ser fieles a Dios, a su amistad y palabra manifestada en Jesús. Dios es quien tiene la soberanía sobre nuestra vida y proyecto, por tanto, es necesario poner nuestra confianza y valentía en Aquél que es el Señor de la creación y de la historia.

Sábado 16 de octubre de 2010Eduviges / Margarita Mª Alacoque

EVANGELIOLucas 12, 8-12

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8Y os digo que si uno, quienquiera que sea, se pronuncia por mí ante los hombres, también el Hombre se pronunciará por él ante los ángeles de Dios. 9Pero si uno me niega ante los hombres, será negado él ante los ángeles de Dios. 10A todo el que diga algo contra el Hombre, se le podrá perdonar; pero el que insulte al Espíritu Santo no tendrá perdón.

11Y cuando os hagan comparecer en las sinagogas y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o de qué os vais a defender o de lo que vais a decir; 12porque lo que tenéis que decir os lo enseñará el Espíritu Santo en aquel mismo momento.

COMENTARIOS

I

No hay disociación entre cielo y tierra. El plan de Dios es el plan del hombre, que él encarna: «Y os digo que si uno, quienquiera que sea, se pronuncia por mí ante los hombres, también el Hombre se pronunciará por él ante los ángeles de Dios» (12,8). No dice: 'en los periódicos' o 'por la televisión'. Dios tiene otro canal: el hombre. A quien comete una injusticia contra el hombre, se le puede perdonar, pero quien se sirve de la fuerza del nombre de Dios para ir contra el hombre, no tiene perdón. Ha malgastado la energía del Espíritu, y ya no tiene recambio. No se trata de una 'blasfemia' de palabra, sino de hecho (12,10).

Cierra esta serie de avisos con una nueva advertencia: «No os preocupéis de cómo o de qué os vais a defender o de lo que vais a decir» (12,11). No hagáis apologías personales o del grupo o estamento ante las autoridades civiles o religiosas. (Lucas está pensando en la retahíla de apologías a que Pablo se verá abocado: cf. Hch 22,1; 24,10; 26,1-2.24.) Quien se defiende es porque tiene miedo de perder las propias seguridades, porque se siente identificado con una determinada estructura. Es el punto flaco por donde os pueden atrapar y reconducir al redil de las falsas seguridades. «Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir» (Lc 12,12). La profecía es diametralmente opuesta a la apología. La apología se basa en medios humanos, y se puede contradecir; la profecía es irrebati-ble. La única 'solución' es eliminar al profeta. Jesús es el Profeta por excelencia: a pesar de que lo eliminaron, él sigue presente en la comunidad que celebra su memorial en la eucaristía y continúa moviendo hombres y mujeres y hablando a través de ellos. Son los 'profetas' modernos. Los que en vez de 'preocuparse' por defender su posición social, se ponen sin más al servicio del hombre y lo liberan.

II

La recompensa del discipulado es valiosa: los seguidores de Jesús que sean fieles a Jesús, el Maestro, recibirán su apoyo como Hijo del Hombre ante las adversidades. Los seguidores y amigos de Jesús no deben tener miedo, dado que la asistencia de Dios se hace manifiesta donándoles la libertad y valentía interior a través del Espíritu Santo. De tal manera que la tarea de los discípulos no es luchar contra los que no creen en Jesús, sino dar testimonio creíble de su presencia entre la humanidad. Sin embargo, es necesario apostar y luchar por el proyecto que Jesús amó y llevó hasta las últimas consecuencias. La actitud crítica de Jesús contra los que se creen dueños del

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poder radica en la hostilidad contra la fuerza liberadora y salvadora de Dios, su Espíritu. Jesús desenmascara toda pretensión de seguimiento ambiguo, incoherente; de un seguimiento que no crea en la posibilidad de que el reinado de Dios se construya en este mundo totalmente otro por medio de principios tan fundamentales como el de la justicia, la dignidad y el reconocimiento de los derechos y deberes humanos. Es preciso tomar conciencia que hacerse discípulo de Jesús implica necesariamente asumir el conflicto, compartir su causa y destino.

Domingo 17 de octubre de 201029º domingo de tiempo ordinarioIgnacio de Antioquía

VIGESIMO NOVENO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: Exodo 17, 8-13

Salmo responsorial: 120, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8Segunda lectura: 2 Timoteo 3, 14-4, 2

EVANGELIOLucas 18, 1-8

18 1Para explicarles que tenían que orar siempre y no desanimarse, les propuso esta parábola:

2-En una ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre. 3En la misma ciudad había una viuda que iba a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario". 4Por bastante tiempo no quiso, pero después pensó: "Yo no temo a Dios ni respeto a hombre, 5pero esa viuda me está amargando la vida; le voy a hacer justicia, para que no venga continuamente a darme esta paliza".

6Y el Señor añadió:-Fijaos en lo que dice el juez injusto; 7pues Dios ¿no reivindicará a sus

elegidos, si ellos le gritan día y noche, o les dará largas? 8Os digo que los reivindicará sin tardar. Pero cuando llegue el Hombre, ¿qué?, ¿va a encontrar esa fe en la tierra?

COMENTARIOS

I

COMO LA VIUDAJesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en

su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello deben ser constantes en la oración como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída.

Como todas las parábolas, ésta tiene también un final feliz, no tan feliz como la vida misma. Porque, ¿cuánta gente muere sin que se le haga justicia, a pesar de haber estado de por vida suplicando al Dios del cielo? ¿Cuántos mártires esperaron en vano la intervención divina en el momento de su ajusticiamiento? ¿Cuántos pobres luchan por sobrevivir sin que nadie les haga justicia? ¿Cuántos creyentes se preguntan

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hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e injusticia legalizada el Dios todopoderoso y justiciero? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor esas guerras tan sangrientas y crueles, la demencial carrera de armamentos, el derroche de recursos para la destrucción del medio ambiente, la existencia de un tercer mundo que desfallece de hambre, la consolidación de los des-niveles de vida entre países y ciudadanos?

En medio de tanto sufrimiento, al creyente le resulta cada vez más difícil orar, entrar en diálogo con ese Dios a quien Jesús llama 'papá' ('abbá'), para pedirle que 'venga a nosotros tu reino'. Desde la noche oscura de este mundo, desde la injusticia estructural, resulta cada día más duro creer en ese Dios presentado como omnipresente y omnipotente, justiciero y vengador del opresor.

O tal vez haya que cancelar para siempre esa imagen de Dios a la que dan poca base las páginas evangélicas. Porque, leyéndolas, da la impresión de que Dios no es ni omnipotente ni impasible -al menos no ejerce-, sino débil, sufriente, 'padeciente'; el Dios cristiano se revela más en el dar la vida que en el imponer una determinada conducta a los humanos; marcha en la lucha reprimida y frustrada de sus pobres, y no a la cabeza de los poderosos.

El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su marcha hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, debe insistir en la oración, debe pedirle fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en un mundo donde dominan otros señores. Sólo la oración lo mantendrá en esperanza.

Hasta tanto se implante ese reinado divino, la situación del cristiano en este mundo se parecerá a la descrita por Pablo en la carta a los Corintios: «Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; paseamos continuamente en nuestro cuerpo el suplicio de Jesús, para que también la vida de Jesús se transparente en nuestro cuerpo; es decir, que a nosotros, que tenemos la vida, continuamente nos entregan a la muerte por causa de Jesús... » (2 Cor 4,8-10).

El cristiano no anda dejado de la mano de Dios. Por la oración sabe que Dios está con él. Incluso la ausencia de Dios, sentida y sufrida, es ya para él un modo de presencia.

II

¿PARA QUE TANTO REZAR?¿Y qué es rezar? ¿Pedirle a Dios lo que El ya sabe? No. La oración del cristiano es,

sobre todo, confesión de fe cierta y expresión de nuestro firme deseo de que se implante la justicia de Dios en este mundo. Y aceptación libre y agradecida de la vida y el amor del Padre.

¿ES NECESARIO REZAR?Para explicarles que tenían que orar siempre y no desanimarse les propuso esta

parábola.

Jesús, en este mismo evangelio de Lucas, deja claro que Dios conoce las necesidades de los hombres y se preocupa de que sean satisfechas: «No estéis con el alma en un hilo, buscando qué comer o qué beber. Son los paganos del mundo entero quienes ponen su afán en esas cosas, pero ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de ellas». Pero entonces, si Dios sabe lo que necesitamos y asegura que nos lo va a dar, ¿para qué sirve la oración?, ¿para qué tanto rezar?

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Jesús, sin embargo, insiste en que hay que rezar -y él mismo oraba a menudo (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28s; 11,1; 22,32; 22,39-46)- y que hay que hacerlo sin desanimarse. ¿Entonces...? Quizá lo que nos pasa es que no sabemos qué es lo que hay que pedir en la oración: a veces lo que presentamos ante Dios son nuestras necesidades individuales, nuestros pequeños problemas y hasta nuestros pequeños o grandes egoísmos.

YA NO BASTA CON REZAR

Jesús dio a sus discípulos un modelo de oración, el Padre Nuestro (Lc 11,1-13), según el cual lo que hay que pedir a Dios es que se realice un proyecto de humanidad: «llegue tu reinado», pedir que baje el cielo a la tierra. Ese es el objeto de la verdadera oración cristiana. No obstante, la pregunta que hacíamos antes sigue sin respuesta: ¿para qué pedirle a Dios que haga lo que El ya quiere hacer?

No basta con pedirle a Dios que reine sobre esta tierra: debemos comprometernos en que ese proyecto se realice: «buscar que El reine, y eso se os dará por añadidura» (Lc 12,31), y en la medida en que se vaya realizando, irán encon-trando respuesta nuestras justas aspiraciones; todo lo demás, la añadidura, será fruto de la justicia que se establezca cuando los hombres acepten que Dios reine sobre ellos, es decir, que las relaciones humanas se organicen de acuerdo con la voluntad de Dios. La oración debe apoyarse en el compromiso: la petición «llegue tu reinado» ha obtenido ya una primera respuesta: «buscad que yo reine».

¿VA A ENCONTRAR ESA FE?

La atención de la parábola que Jesús propone a sus discípulos no está centrada en el juez injusto, que, por supuesto, no es figura de Dios. Dios, al contrario que el juez, está impaciente por hacer justicia a sus elegidos: El es el primero que quiere que se sacie el hambre de los pobres y se apague la sed de justicia de los perseguidos, que recobren la libertad los oprimidos y alcancen el éxito los que trabajan por la paz. El es el primero que quiere ver a los hombres felices, y como Padre que es, desea más que nadie que los hombres sean sus hijos y vivan como hermanos. Y con El, el Hombre Jesús, su Hijo, presente en la tierra para hacer saber a la humanidad entera que a Dios le urge poner su vida a disposición de todo el que quiera aceptarla, pero que... sólo puede reinar sobre los que libremente lo aceptan como rey, sólo puede ser Padre de los que quieran vivir como hijos suyos y que, por tanto, toda su urgencia está en nuestras manos: que su proyecto se realice depende de que nosotros lo aceptemos, de que nosotros creamos y confiemos en El.

La parábola se centra en la fe de aquella viuda, que confiaba firmemente en alcanzar la justicia a la que tenía derecho. Este es el sentido de la oración: no tanto recordarle a Dios lo que El ya sabe, sino confirmar nuestra fe y nuestra esperanza de que se realice su proyecto. Y rezamos no para que Dios se acuerde de nosotros, sino para que nosotros no nos olvidemos de que El quiere ser Padre nuestro. Rezar, pues, no es simplemente pedir.

Rezar es creer. Creer que la justicia de Dios es la verdadera justicia y la única solución definitiva a los problemas del hombre, y creer que es posible esa justicia. Rezar es confesar y confirmar nuestra fe.

Rezar es esperar. Pero no con los brazos cruzados, sino empujando con toda nuestra fuerza para que se abrevie la espera. Rezar es decirle al Padre que nos ha contagiado su urgencia.

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Rezar es amar. Agradecer a Dios la vida que nos ofrece y el amor que nos muestra, decirle que aceptamos esa vida y que queremos corresponder a su amor trabajando por la felicidad de toda la humanidad. La oración es respuesta de amor y de solidaridad a un Dios solidario de los hombres.

«Pero cuando llegue el Hombre, ¿qué?, ¿va a encontrar esa fe en la tierra?»

III

DIOS ESCUCHA EL GRITO DE LOS OPRIMIDOSEn este pasaje, Lucas trata nuevamente del tema de la oración, subrayando la

insistencia en ella a base de la analogía del juez y la viuda. Esta es figura del estamento más desamparado, describe la situación límite del pueblo que exige justicia a sus dirigentes, a pesar de que éstos, representados por el juez injusto, se la hayan negado sistemáticamente. No obstante, el pueblo no ceja en la petición, referida en esta ocasión a la justicia/reivindicación, en conexión con la llegada del reinado de Dios. La insistencia vence la resistencia del juez injusto.

Jesús se sirve de esta analogía para invitar a los discípulos a afrontar la situación presente. Si la oración insistente de la viuda ha acorralado al juez y lo ha obligado a dictar una sentencia justa, con cuanta más razón «Dios ¿no hará justicia a sus elegidos si ellos le gritan día y noche?» (18,7). «Los elegidos» son el Israel mesiánico; hoy día, la comunidad cristiana. «Gritar día y noche» es el grito de los oprimidos por el sistema injusto, que claman por un cambio radical de las estructuras. La oración hace tomar conciencia de las propias posibilidades y de la acción liberadora de Dios en la historia. Si bien las circunstancias históricas han cambiado, la injusticia sigue estando presente en nuestra sociedad. El cambio social es posible..., siempre que contemos con la acción del Espíritu Santo (cf. 11,13). Jesús duda de que los suyos, los Doce, sientan este deseo de justicia (18,7b). La «llegada del Hombre» (18,8) constituía para Jesús el momento de la reivindicación, la destrucción de Jerusalén (cf. 17,30). Los Doce no tendrán «esta fe», puesto que no han roto todavía radicalmente con la institución judía. ¿La tenemos nosotros hoy? ¿Hemos hecho esta ruptura radical con los falsos valores de la sociedad injusta, que malgasta todo en armamentos y dilapida los bienes de la creación?

IV

Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello deberían ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. Su constancia, rayana en la pesadez, llevó al juez a hacer justicia a la viuda, liberándose de este modo de ser importunado por ella.

Esta parábola del evangelio tiene un final feliz, como tantas otras, aunque así no suele suceder siempre en la vida. Porque, ¿cuánta gente muere sin que se le haga justicia, a pesar de haber estado de por vida suplicando al Dios del cielo? ¿Cuántos mártires esperaron en vano la intervención divina en el momento de su ajusticiamiento? ¿Cuántos pobres luchan por sobrevivir sin que nadie les haga justicia? ¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor esas guerras tan sangrientas y crueles, el demencial armamento militar,

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el derroche de recursos que destruyen el medio ambiente, el hambre, la desigualdad creciente entre países y entre ciudadanos?

En medio de tanto sufrimiento, al creyente le resulta cada vez más difícil orar, entrar en diálogo con ese Dios a quien Jesús llama “padre”, para pedirle que “venga a nosotros tu reinado”. Desde la noche oscura de ese mundo, desde la injusticia estructural, resulta cada día más duro creer en ese Dios presentado como omnipresente y omnipotente, justiciero y vengador del opresor.

O tal vez haya que cancelar para siempre esa imagen de Dios a la que dan poca base las páginas evangélicas. Porque, leyéndolas, da la impresión de que Dios no es ni omnipotente ni impasible –al menos no ejerce-, sino débil, sufriente, “padeciente”; el Dios cristiano se revela más dando la vida que imponiendo una determinada conducta a los humanos; marcha en la lucha reprimida y frustrada de sus pobres, y no a la cabeza de los poderosos.

El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en un mundo donde dominan otros señores. Sólo la oración lo mantendrá en esperanza.

No andamos dejados de la mano de Dios. Por la oración sabemos que Dios está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad. Moisés tuvo esa experiencia. Mientras oraba, con las manos elevadas en lo alto del monte, Josué ganaba en la batalla; cuando las bajaba, esto es, cuando dejaba de orar, los amalecitas, sus adversarios, vencían. Los compañeros de Moisés, conscientes de la eficacia de la oración, le ayudaron a no desfallecer, sosteniéndole los brazos para que no dejase de orar. Y así estuvo –con los brazos alzados, esto es, orando insistentemente-, hasta que Josué venció a los amalecitas. De modo ingenuo se resalta en este texto la importancia de permanecer en oración, de insistir ante Dios.

En la segunda lectura Pablo también recomienda a Timoteo ser constante, permaneciendo en lo aprendido en las Sagradas Escrituras, de donde se obtiene la verdadera sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. El encuentro del cristiano con Dios debe realizarse a través de la Escritura, útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la virtud. De este modo estaremos equipados para realizar toda obra buena. El cristiano debe proclamar esta palabra, insistiendo a tiempo y a destiempo, reprendiendo y reprochando a quien no la tenga en cuenta, exhortando a todos, con paciencia y con la finalidad de instruir en el verdadero camino que se nos muestra en ella.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 74 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «El juez y las viudas». El guión del capítulo, y su comentario, puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1400074 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap74b.mp3

A quienes tienen una mentalidad moderna, en la que ya no imaginamos a Dios como un alguien que está «ahí afuera» y «ahí arriba» manejando los acontecimientos de este mundo, la oración clásica de petición se les ha ido transformando en su sentido. En un primer momento damos menos valor a la oración de petición: descubrimos su carácter egoísta, y su intención de «utilizar a Dios», «servirse» de él más que de servirle. Llega un momento en que asimilamos esta situación de estar en el mundo sin un «Dios tapa-agujeros» y le vemos menos sentido a estar recurriendo a él a cada instante. Vamos tratando de asumir este estar en el mundo «etsi Deus non daretur»

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(Grotius), como si dios no existiera. O, como dijo Bonhoeffer: nos sentimos llamados a vivir ante Dios pero sin dios, un dios que quiere nuestra responsabilización adulta.

La oración continúa teniendo sentido, obviamente, pero otro sentido que el de andar estableciendo transacciones («yo te doy para que tú me des») con el «dios de ahí arriba» que puede mejorarnos la salud o facilitarnos alguna dificultad del camino removiendo los obstáculos. La oración es otra cosa, para otra finalidad, y sigue siendo bien necesaria, como la respiración.

Con una «segunda ingenuidad», cabe permitirnos una forma leve (light) de oración de petición, aquella en la que sabemos que no pretendemos realmente una «transacción» con Dios, ni ponerlo de nuestro lado (influirle, hacerle cambiar de actitud), sino simplemente permitirnos expresarnos ante Dios y ante nosotros mismos nuestras inquietudes, como un desahogo personal, como un modo de colocar nuestras preocupaciones en el contexto de la voluntad de Dios y de consolidar nuestra búsqueda de buscar esa voluntad.

Sobre la oración de petición y su necesaria reconsideración, ya se ha escrito bastante y lo hemos estudiado bien. Lo que nos toca ahora es irnos haciendo más y más consecuentes.

Para la revisión de vidaComo la viuda del evangelio, ¿soy una persona perseverante, convencida,

que sabe lo que quiere y no vacila, que quiere lo que debe querer y en ello se realiza? ¿Sería yo capaz de pasar una situación difícil... sin pedirle a Dios que

intervenga, aceptando lo que sé de que Dios no es un tapa-agujeros para mis debilidades o de las dificultades que se me presentan en la vida?

“A Dios rogando y con el mazo dando”: ¿es lo que hago yo?

Para la reunión de grupoHacer una reunión de estudio en torno al tema de la oración de petición.

Comenzar con nuestras propias experiencias. Seguir con una iluminación teológica que puede preparar alguien. Continuar con un diálogo o debate. Extraer algunas conclusiones.

La viuda también representa a las personas sencillas del pueblo que, a pesar de su pequeñez e indefensión, encuentran en su fe fuerza para defender sus derechos, que son derechos de los pobres, y como tales, derechos de Dios... ¿Cómo se podría leer la parábola en este sentido, en un tiempo como el que vivimos de “globalización” y de “mundialización del derecho”?

Para la oración de los fielesPor todos los cristianos, para que creamos siempre en el valor de la oración, sin

tener que identificarla con un recurso mágico o un remedio fácil para nuestros problemas, roguemos al Señor.

Por todos los que claman a Dios desde situaciones insoportables de marginación a las que el sistema económico actual los ha lanzado en las últimas décadas, para que comprendan que Dios quiere tanto su oración como su compromiso organizativo, social y político ("a Dios rogando y con el mazo dando")...

Por todos los cristianos que participan en la administración de la "cosa pública", para que den ejemplo de celo por el bien común, frente a la ola de corrupción, falta de ética y el individualismo que invade nuestra sociedad...

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Por los cristianos que participan en la administración de la justicia, para que comprendan que antes que cualquier otra cosa, lo que Dios espera de ellos es un testimonio cabal de integridad y honradez...

Para que la sociedad acierte a superar esta situación de desencanto y pesimismo, de individualismo y pasividad, de “fin de la historia” y ausencia de utopías... y para que los cristianos hagamos gala de la fuerza inquebrantable que la fe tiene para hacernos sostener nuestros brazos en alto...

Oración comunitariaOh Dios, Padre de misericordia, que miras con entrañas de Madre el

sufrimiento de tus hijos e hijas: confiamos a tu corazón la esperanza y la resistencia de todos nuestros hermanos y hermanas que reclaman insistentemente una justicia que no saben de dónde les llegará, y te pedimos nos des un corazón como el tuyo, para que armados de fe y de coraje, resistamos la tentación de la desesperanza y permanezcamos firmes junto a Ti en tu proyecto de crear un Mundo Nuevo, más digno de Ti y de nosotros tus criaturas. Por nuestro Señor Jesucristo...

Oh Dios, misterio inabarcable, que nos has hecho parte del movimiento caótico de una Realidad global en la que nada se destruye y todo se transforma, en una sucesión permanente no exenta de dolor y muerte que generan nueva vida, nuevas complejidades, y nuevas auto-organizaciones sobre las inevitables y siempre recurrentes caídas en el caos... Permítenos contemplar receptivos el misterio de la creatividad siempre triunfante de la vida sobre el dolor y la muerte, confiados en la bondad global que transpira el Universo y que nos habla de ti, su Realidad suprema...

Lunes 18 de octubre de 2010Lucas evangelista

EVANGELIOLucas 10, 1-9

10 1Después de esto el Señor designó a otros setenta y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 2Y les dijo:

-La mies es abundante y los braceros pocos; por eso, rogad al Señor de la mies que mande braceros a su mies. 3¡En marcha! Mirad que os envío como corderos entre lobos. 4No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no os paréis a saludar por el camino. 5Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: "Paz a esta casa"; 6si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros. 7Quedaos en esa casa, comed y bebed de lo que tengan, que el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.

8Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, 9curad a los enfermos que haya y decidles: "Está cerca de vosotros el reinado de Dios".

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I

ELECCION Y MISION DE LOS SETENTA«Después de esto, el Señor designó a otros Setenta» (10, la). En paralelo con la

elección y misión de los Doce, Lucas, y solamente él, narra la designación y la misión de los Setenta. Puede muy bien afirmarse que esta segunda llamada es una creación de Lucas. Los evangelistas son muy libres no sólo en la elección de los materiales, sino en la creación de nuevas situaciones, escenas o discursos, con tal de adaptar el anuncio del mensaje a la nueva situación que viven sus comunidades, al tiempo que reflejan los problemas del presente. No redactan una crónica, con noticias como las que nos sirven los periódicos, la radio o la televisión. Quieren comunicar una «buena noticia» (¡de malas noticias ya tenemos bastantes!), una noticia que les ha afectado profundamente y que se ha traducido en una experiencia de vida. Por eso Lucas, una vez que ha sido proclamada la buena noticia de Jesús a hombres que no tenían nada que ver con el judaísmo y ha encontrado entre los paganos una acogida sin igual, trata de averiguar los motivos que han producido ese impacto situando la escena -mediante el procedimiento literario del doblete- en el tiempo de Jesús. Se anticipa así la respuesta que éste habría dado, si hubiese estado presente, ante aquella situación completamente nueva. En el fondo, es una muestra fehaciente de la conciencia que tiene la comunidad de que Jesús está vivo y de que sigue hablándole, como decía san Ignacio, el obispo de Siria, a los cristianos de Efeso: «Vosotros no hagáis caso a nadie más que a Jesús Mesías, que sigue hablándoos realmente» (Ef 6,2).

Valiéndose de la misión de los Doce (6,13) como de paradigma, Lucas redacta ahora una nueva bajo el signo de la universalidad, a fin de dar perfiles definidos a la nueva llamada de discípulos que acaba de realizar en territorio samaritano (9,57-62). La misión de los Doce, tanto en territorio judío (9,1-10) como en territorio samaritano (9,52-53) -si bien, como es obvio, por razones opuestas-, ha sido un verdadero fracaso. Jesús, sin embargo, no se desanima. «Después de esto», de la llamada de nuevos discípulos (tres también -cf 5,1-11-, pero anónimos), «designó el Señor a otros Setenta», además de los Doce. Mientras aquéllos ejemplificaban el nuevo Israel (las doce tribus), los setenta tenían que representar la nueva humanidad (según el cómputo judío, las naciones paganas eran en número de setenta). «El Señor» hace referencia al Resucitado. (La variante «Setenta y dos», contenida en numerosos manuscritos y adoptada por muchos traductores, constituye un intento de reconducir la apertura a la universalidad, esbozada en el número «siete/setenta», al recinto de Israel, delimitado por un múltiplo de «doce» [6 x 12 = 72].)

LA MISION DE LOS SETENTA, UN EXITO SIN PRECEDENTESJesús los envía «de dos en dos» (10,1b), formando un grupo o comunidad, con el

fin de que muestren con hechos lo que anuncian de palabra. «La mies es abundante y los braceros pocos» (10,2a). La cosecha se prevé abundante, el reinado de Dios empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, hay de sobra: ésta es la experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta explicaciones ni estadísticas: la presencia de la comunidad se ha de notar por los frutos abundantes que produce. Faltan braceros, personas que coordinen las múltiples y variadas actividades de los miembros de la comunidad, animadores y responsables, para que los más necesitados participen de los bienes que sobreabunden. Restringir el sentido de «braceros» a sacerdotes, religiosos o misioneros es empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es necesario que haya gente,

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seglares o no, que tengan sentido de comunidad, que velen para que no se pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La comunidad ha de pedir que el Señor «mande braceros a su mies» (10,2b). Pedir es tomar conciencia de las grandes necesidades que nos rodean y poner los medios necesarios, quiere decir confiar en que, si se está en la línea del plan de Dios, no puede haber paro entre las comunidades del reino.

EL RIESGO DE SER ENVIADO«¡Id! Mirad que os envío como corderos entre lobos» (10,3). Toda comunidad

debe ser esencialmente misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea su escala de valores, usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo de procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres. «No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias» (10,4a). Como en la misión de los Doce, Jesús insiste en que los enviados no confíen en los medios humanos. Han de compartir techo y mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente (vv. 5-9a). La buena noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado a vosotros el reinado de Dios» (10,9b). Empieza un orden nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en otra situación. El proceso, empero, es irreversible. La comunidad ya tiene experiencia de ello.

II

Hoy es la fiesta del evangelista Lucas. En realidad es poco lo que se conoce de los autores de los evangelios. Tales “autores” no escribieron para hacer una crónica, sino para dar a conocer a una persona: Jesús de Nazaret. Los evangelios no fueron escritos de manera inmediata por los discípulos del Jesús histórico, sino que se hicieron escritura por la necesidad de generaciones posteriores que vieron la importancia de conservar el testimonio de los primeros discípulos y discípulas de Jesús. De este proyecto salvífico hace parte el evangelista Lucas, autor del evangelio que lleva su nombre, de quien se dice que era médico sirio y que posteriormente acompañó a Pablo en algunos de sus viajes misioneros (2 Tim 4, 11). Es autor también del libro de los Hechos de los Apóstoles, que es la continuación narrativa y teológica de su evangelio. El programa narrativo y teológico del evangelio estriba en que Jesús, el Señor, enseñó a destruir el poder del mal a partir de la creación de una comunidad convertida, socialmente comprometida, que lo confesara como el Hijo de Dios que vino a devolver la vista a los ciegos y a liberar a los oprimidos de la humanidad. Programa que desplegó el Libro de los Hechos de los Apóstoles.

Martes 19 de octubre de 2010Pablo de la Cruz / Pedro de Alcántara

EVANGELIOLucas 12, 35-38

35Tened el delantal puesto y encendidos los candiles; 36pareceos a los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para, cuando llegue, abrirle en cuanto

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llame. 37¡Dichosos esos siervos si el señor al llegar los encuentra despiertos! Os aseguro que él se pondrá el delantal, los hará recostarse y les irá sirviendo uno a uno. 38Si llega entrada la noche o incluso de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos!

COMENTARIOS

I

EL DOBLE EMBOLO DE LA ANTIGUA GASOLINERA:CONFIANZA O PREOCUPACION

El desprendimiento no se produce de golpe ni de una vez por todas. De la misma manera, la confianza no se compra sino que se gana. En la medida en que el cristiano experimenta que dar no es perder, se va vaciando de preocupaciones materiales y va llenándose de confianza en el presente de Dios (el futuro para Dios no existe, como tampoco el pasado): «Porque donde tengáis vuestra riqueza, tendréis el corazón» (12,34). Hay quien la tiene en un banco o una caja, en posesiones o en acciones; hay quien la tiene en Dios, porque la ha depositado en los pobres: no hay ladrón ni atracador que pueda robar al que «vende sus bienes y lo da en limosna» (12,33). El que vendrá como un ladrón, en cambio, es el Hombre Jesús... en la persona que menos te esperas y cuando menos lo pienses (12,35-40).

II

El discipulado debe caracterizarse por el trabajo, la celebración, la atención y la vigilancia. La tarea de hacernos seguidores de Jesús no es para aletargarla o guardarla, sino para ponerla en ejercicio continuo. No podemos ser discípulos anticuados y estáticos, sino que nuestra vida de seguidores de Jesús, está exigida a ser dinámica, alegre y despierta. Jesús declara dichoso al discípulo que haga realidad la labor de hacer que la palabra de Dios dignifique, poniendo todo su empeño y esfuerzo en la construcción de una comunidad humana más justa y solidaria; comunidad que luche por el proyecto del reinado de Dios. Celebración y trabajo; compromiso y constancia son las notas distintivas del discípulo de Jesús que participa plenamente de la mesa y la fiesta del Señor. Por eso, tenemos que esmerarnos por preparar la venida del Señor, sea cual sea el tiempo de la misma. Dicha venida tiene que estar precedida por la utopía liberadora y esperanzadora de reconocernos como una comunidad de iguales en dignidad que lucha no por el despotismo, la pereza, la mediocridad ni el abuso, sino más bien por el ejercicio de la autoridad que es esencialmente servicio. Tenemos que ser peregrinos alegres del reino y no fugitivos aburridos de la historia.

Miércoles 20 de octubre de 2010Irene / Laura / Adelina

EVANGELIOLucas 12, 39-48

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39Esto ya lo comprendéis, que si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no le dejaría abrir un boquete en su casa. 40Estad también vosotros preparados, pues, cuando menos lo penséis, llegará el Hombre.

41Pedro le preguntó:-Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos en general?42El Señor prosiguió:-Conque, ¿dónde está ese administrador fiel y sensato a quien el señor va a

encargar de su servidumbre para que les reparta la ración a su debido tiempo? 43¡Dichoso ese siervo si el amo al llegar lo encuentra cumpliendo con su encargo! 44Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. 45Pero si ese siervo se dice: "Mi señor tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, 46el día que menos se lo espera y a la hora que no ha previsto llegará el señor de ese siervo y cortará con él, asignándole la suerte de los infieles. 47El siervo ese que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las cosas o no las hace como su señor desea, recibirá muchos palos; 48en cambio, el que no conoce, pero hace algo que merece palos, recibirá pocos. Al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá; al que mucho se le ha confiado, más se le pedirá.

COMENTARIOS

I

BUENOS Y MALOS ADMINISTRADORESLos administradores de la comunidad, cualquiera que sea su procedencia,

deben ponerse al servicio de los demás y prestar ayuda para que en la comunidad no falte nada (12,42). Jesús declara «dichoso» al «administrador fiel y sensato» a quien «el Señor -término característico del Resucitado-, cuando llegue, lo encuentre cumpliendo con su encargo». El que haga esto, como lo hace Jesús, llega al mismo nivel que su Señor (cf v. 37). «Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes» (12,44). El primer encargo que le ha confiado ha sido el servicio de la mesa y de la despensa: la distribución equitativa de los bienes de los pobres; si cumple bien ese primer encargo, le confiará la administración de los bienes espi-rituales de la comunidad. Mediante la parábola de los «administradores» Lucas anticipa y prepara el tema de la administración de los bienes de toda índole de la comunidad creyente que desarrollará en el libro de los Hechos.

Por el contrario, si el administrador actúa con autoritarismo y con aires de grandeza y de poder, como hacen los que ejercen autoridad sobre los demás (cf. 22,25-26), «el Señor cortará con él y le asignará la suerte de los infieles» (12,45-46). Es de notar la dureza del lenguaje de Jesús con el grupo de discípulos procedentes del judaísmo. A la falta de libertad interna que aún padecen por no haber renunciado a la ideología autoritaria judía, corresponde un lenguaje propio de esclavos: «El siervo ese que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las cosas o no las hace como su señor desea, recibirá muchos palos» (12,47), muchos más que los infieles que «desconocen su designio, pero hacen algo que merece palos» (12,48a). La razón es obvia: «Al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá; al que mucho se le ha confiado, más se le pedirá» (12,48b). La responsabilidad va pareja con los dones recibidos.

II

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Este texto está formado por tres partes relacionadas entre sí. En la primera se nos habla de la reiterada advertencia de Jesús a sus discípulos de estar preparados y atentos para la venida del Hijo del Hombre. Es necesario para estos tiempos convulsionados de hoy estar en una actitud que le dé sentido a nuestra experiencia de fe: hay que estar alertas a las mociones del Espíritu en la historia. Tenemos que tener la agudeza evangélica necesaria para comprender los sentidos de la revelación de Dios en la comunidad humana. La segunda parte del texto nos pone de cara con la ingenuidad del dirigente de la comunidad: las palabras que dices, Jesús, ¿son para nosotros o para todos? La respuesta de Jesús es clara y tajante: tanto ayer como hoy, estamos llamados a ser dirigentes fieles, responsables, sin perder el carácter liberador, profético y salvífico del servicio coherente con el Evangelio. Por último, el texto despliega el telón teológico, con una invitación concreta: la administración responsable de los bienes recibidos no importando si son muchos o pocos. En definitiva, el sentido del texto en su totalidad, apunta a la conducción responsable de la comunidad cristiana por parte de sus animadores.

Jueves 21 de octubre de 2010Úrsula / Viator / Hilarión

EVANGELIOLucas 12, 49-53

49Fuego he venido a lanzar a la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido! 50Pero tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla. 51¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino división. 52Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; 53se dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra.

COMENTARIOS

I

La secuencia relativa a la instrucción de los discípulos concluye con una serie de sentencias: «Fuego he venido a lanzar sobre la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido!» (12,49). El fuego que trae Jesús no es un fuego destructor ni de juicio (contra la expectación de Juan Bautista, cf. 3,9.16.17), sino el fuego del Espíritu (cf. Hch 2,3), fuerza de vida que él infunde en la historia y que causa división entre los hombres. La reacción de la sociedad no se hará esperar: «Pero tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla» (Lc 12,50). La sociedad reaccionará dándole muerte («ser sumergido por las aguas»), pero él sabe muy bien que la plena efusión del Espíritu será fruto de su muerte, llevando a término así su obra (cf. 23,46 y Hch 2,33). «¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino división. Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; se dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra»

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(Lc 12,51-53). Jesús viene a romper la falsa paz del orden establecido (cf. Miq 7,6). El juicio lo hace la actitud misma que la persona adopte ante el mensaje. Los vínculos que crea la adhesión a Jesús son más fuertes que los de sangre.

II

El mensaje del evangelio hoy está caracterizado por una riqueza simbólica: fuego, bautismo y guerra. El fuego del que habla Jesús indica la acción de Dios por clarificar las conciencias de sus hijos y posibilitarles sabiduría para distinguir entre lo infame y lo verdaderamente auténtico. La alusión de Jesús sobre “pasar por un bautismo” hace referencia a la pasión y al martirio, realidades ineludibles de su misión. La mención de la guerra nos señala que aun en medio de situaciones violentas Jesús llama a la reconciliación y al perdón. En este sentido, la paz no puede conseguirse a cualquier costo. Su intención no es apoyar el orden establecido de la opresión, sino exigirnos una opción: o estamos de parte del Reino de Dios, o con los poderosos. Seguir a Jesús, con estas exigencias, implica tomar una decisión que nos debe llevar a opciones radicales. La obediencia de Jesús a la voluntad de Padre, que lo llevó a transitar por los áridos caminos del conflicto, la pasión y el martirio, demandan maduración a sus discípulos, profetas y apóstoles para estar en constante discernimiento de los signos del reino de Dios en la historia, desnudando y denunciando los signos catastróficos de los imperios opresores.

Viernes 22 de octubre de 2010María Salomé / Sara

EVANGELIOLucas 12, 54-59

54Y añadió para las multitudes:-Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón

tenemos", y así sucede. 55Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. 56¡Hipócritas!, si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar el momento presente? 57y ¿por qué no juzgáis vosotros mismos lo que se debe hacer? 58Por ejemplo, cuando vas con tu contrincante a ver al magistrado, haz lo posible por librarte de él mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. 59Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo.

COMENTARIOS

I

ES NECESARIO INTERPRETAR CORRECTAMENTELOS SIGNOS DEL TIEMPO PRESENTE

El comienzo de este texto es una invitación al discernimiento: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: 'Chaparrón tenemos', y así sucede. Cuando sopla el viento del sur, decís: 'Hará bochorno', y lo hace. ¡Hipócritas!, si

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sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar el momento presente?» (12,54b-56). El lenguaje de Jesús no tiene nada de religioso; todos los motivos que emplea son profanos, sacados de la vida.

Las multitudes esperaban un caudillo poderoso, rodeado de atributos divinos. Esperaban de él señales eficaces, una intervención masiva por parte de Dios y de su Mesías en la historia del pueblo. Jesús los tilda de hipócritas. La hipocresía era el fermento o levadura de los dirigentes religiosos (cf. 12,1). Las multitudes oprimidas habían oído decir que Jesús hacía frente al sistema teocrático de Israel y habían ido en su busca para convertirlo en su líder. Esto les impedía interpretar correctamente los signos claros y transparentes que les iba dando: el Mesías no ha venido a hacer la revolución, para que otros se aprovechen de la subversión de la sociedad. El ha invertido, en efecto, la escala de valores de la sociedad, pero ha condicionado su plena realización al cambio profundo de la mentalidad de cada uno: «Y ¿por qué no juzgáis vosotros mismos lo que se debe hacer?» (12,57). Es necesario hacer las paces con el contrincante, eliminando todo lo que te enemista con el hermano. Y no esperar que te lo haga el magistrado, y éste te arrastre ante el juez, que te entregue al alguacil y te meta en la cárcel. Entonces tendrás que pagar hasta el último céntimo (cf vv.. 58-59). No se puede jugar con dos barajas: Dios tiene siempre las cartas boca arriba.

II

Los interlocutores de Jesús, en especial algunos maestros de la Ley, no aceptan su mensaje porque son unos hipócritas. Y la multitud que también lo escucha no acepta, por su hipocresía también, el momento principal de la historia de la salvación, el kairos. Jesús manifiesta su decepción porque muchos que lo siguen son capaces de leer los signos de los tiempos climáticos y meteorológicos, pero son incapaces de ver los signos del reino y del reinado de Dios en la historia. Muchas veces desgastamos nuestra inteligencia en asuntos que tienen que ver con la vida humana, pero que distan mucho de ser fundamentales para la construcción de una sociedad y un mundo más justo, alternativo y solidario. La exigencia de Jesús apunta más a la necesidad de poner todas nuestras capacidades y cualidades para hacer de esta humanidad verdadera morada de Dios. Hoy tenemos que experimentar a Dios en la historia de una manera distinta: trabajar en el cumplimiento de su voluntad libremente; en esa misma libertad que me permite ser escogido por Él. No podemos dejar de experimentar la presencia liberadora y salvífica de Dios en la realidad histórica, en la vida de la comunidad, en la vida de los seres humanos.

Sábado 23 de octubre de 2010Remigio / Juan Capistrano

EVANGELIOLucas 13, 1-9

13 1En aquella ocasión algunos de los presentes le contaron que Pilato había mezclado la sangre de unos galileos con la de las víctimas que ofrecían. 2Jesús les contestó:

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-¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás, por la suerte que han sufrido? 30s digo que no; y, si no os enmendáis, todos vosotros pereceréis también. 4Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? 5Os digo que no; y, si no os enmendáis, todos pereceréis también.

6Y añadió esta parábola:-Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, fue a buscar fruto en ella

y no lo encontró. 7Entonces dijo al viñador:-Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo

encuentro. Córtala. ¿Para qué, además, va a esquilmar la tierra?8Pero el viñador le contestó;-Señor, déjala todavía este año; entretanto yo cavaré alrededor y le echaré

estiércol; 9si en adelante diera fruto..., si no, la cortas.

COMENTARIOS

I

NO HAY ESCAPATORIA PARA NADIELa maldad de los fariseos se hace patente en la mala fe con que lo informan.

Vienen a decirle: 'Tú y tu gente acabaréis tan mal como aquellos galileos, ya que sois galileos y os comportáis como ellos.' Ellos ya han emitido su veredicto: son unos pecadores. Jesús, no obstante, jamás condena a ningún zelota o fanático nacionalista, a pesar de que él morirá como un zelota más: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos porque acabaron así? Os digo que no; y si no os enmendáis, todos vosotros pereceréis también» (13,2-3). Ahora es Jesús quien les advierte severamente: «Vosotros no sois menos pecadores que aquéllos y pereceréis igualmente si no os enmendáis a fondo.» Todos tenemos necesidad de cambiar de conducta; de no ser así perderemos la oportunidad de vivir para siempre.

Acto seguido pasa a la carga y los pone en evidencia: «Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y si no os enmendáis, pereceréis también todos vosotros» (13,4-5). Informe contra informe. A los que le habían recordado, como galileo que era y presuntamente zelota, el castigo ejemplar infligido por Pilato a unos nacionalistas galileos, Jesús les recuerda, como jerosolimitanos que son, la muerte por accidente de unos conciudadanos suyos, accidente que ellos consideraban en su casuística como un castigo de Dios. No son menos culpables que aquella pobre gente que ellos han inculpado sin motivo.

PARABOLA DE LA COMUNIDAD ESTERILLa secuencia concluye con la conocida parábola de la higuera estéril, figura de

Israel. Es necesario que nos la apliquemos nosotros, individualmente y, sobre todo, como comunidad cristiana o iglesia. Una iglesia, una comunidad que no dé frutos no tiene razón de ser, por mucha hojarasca que ostente. ¿Nuevamente Jerusalén? Pero todo tiene un límite: «hace tres años... déjala aún este año» (13,7-8), un período completo. Jesús suplica por su pueblo y por cada comunidad cristiana. Y se compromete con ella: «entre tanto yo la cavaré y le echaré estiércol» (13,8). Siempre espera, contra toda esperanza: «si en adelante diera fruto... » (13 ,9a). Resuena la buena noticia del ángel Gabriel a María: «y la que decían que era estéril está ya de seis meses; para Dios no hay

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nada imposible» (1,36-37). Isabel personificaba el estamento religioso, causa de esterilidad. «¡Si no, la cortas!» (13,9b).

II

El texto lucano está compuesto por dos partes. La primera es una exhortación al arrepentimiento y a la conversión. La segunda es una parábola que nos habla de la compasión tan exigida en el seguimiento de Jesús, y de la crítica a un discipulado pasivo, timorato e improductivo. El evangelista Lucas nos pone de cara con una de las actitudes fundamentales del discipulado cristiano: el arrepentimiento y la consiguiente reconciliación, mostrándonos que Jesús es compasivo y misericordioso, pero no blandengue ni mucho menos alcahuete. De fondo, lo que Jesús propone es un cambio de mentalidad que lleve al ser humano a transformar las bases de sus relaciones personales, interpersonales y comunitarias, haciéndolas relaciones en resistencia no violenta, justas y generadoras de vida digna. En este sentido, la parábola de la higuera viene a dar la profundidad que necesita el discípulo de poder luchar contra las adversidades y conflictos que se presentan en el seguimiento, exigiéndole la tarea de poder dar frutos nacidos de la semilla del evangelio. Aunque dichos frutos requieren de tiempo y de condiciones apropiadas para madurar, todo tiene un límite. La productividad de la palabra de Dios se pondrá de manifiesto cuando demos abundantes frutos de solidaridad y fraternidad.

Domingo 24 de octubre de 201030º domingo de tiempo ordinarioSan Antonio María Claret

TRIGÉSIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: Eclesiástico 35, 12-14. 16-18

Salmo responsorial: 33, 2-3. 7-18. 19 y 23Segunda lectura: 2ª Timoteo 4, 6-8. 16-18

EVANGELIOLucas 18, 9-14

9Refiriéndose a algunos que estaban plenamente convencidos de estar a bien con Dios y despreciaban a los demás, añadió esta parábola:

10-Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo, el otro recaudador. 11E1 fariseo se plantó y se puso a orar para sus adentros: «Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese recaudador. 12Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano». 13E1 recaudador, en cambio, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; se daba golpes de pecho diciendo:

«¡Dios mío, ten piedad de este pecador!»14Os digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque a todo el

que se encumbra, lo abajarán, y al que se abaja, lo encumbrarán.

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COMENTARIOS

I

DOS HOMBRES'Un fariseo'. La palabra 'fariseo' deriva, según la opinión más común, del

verbo arameo parash, que significa 'separar'; de donde equivale a 'separado' o 'separatista'. Según esta opinión, los fariseos eran gente que se separaba de la masa del pueblo judío y se distinguía por su observación minuciosa de la Ley.

Pero esta hipótesis no responde exactamente a la realidad, pues los fariseos no huían de la gente, sino todo lo contrario: su meta era hacer asequible y atractiva la práctica de la Torá o Ley de Moisés al mayor número posible de gente. Para con-seguir este objetivo habían creado una larga y complicada casuística en torno a la Ley de Moisés con la finalidad de eximir al pueblo de las duras exigencias de ésta, facilitando de este modo su cumplimiento.

El procedimiento, llevado a la exageración, había convertido la observancia de la Ley en una 'carga insoportable' para el pueblo. Jesús atacó duramente a los fariseos porque su enorme influencia sobre la conciencia del pueblo sencillo constituía el obstáculo más serio para la implantación del evangelio, cuya finalidad era liberar al pueblo de la opresión de la Ley, reduciendo todos sus innumerables mandatos a dos: amor a Dios y al prójimo.

Para quienes acepten esta hipótesis, 'fariseo' se deriva de perushi (persianizante), por la gran afinidad entre las doctrinas fariseas sobre el más allá y la religión persa.

- Un recaudador. Llamado comúnmente 'publicano' (en griego: telônês derivado de telos: impuesto). Con esta palabra se alude en los evangelios no al jefe de aduanas, sino a un pequeño subalterno judío, cobrador de impuestos. Los publicanos o recaudadores eran despreciados y tenidos por pecadores públicos por sus vínculos con el poder romano ocupante y por sus frecuentes abusos en el cobro de impuestos. De ahí que cualquier judío observante se mantuviera alejado de ellos. Jesús no se atuvo a esa práctica: uno de sus discípulos, Mateo, era recaudador; recaudadores y prostitutas formaban parte de su compañía.

Un fariseo y un recaudador son los protagonistas de esta parábola del evangelio. El fariseo oraba de pie, como era costumbre hacerlo en la época, no por soberbia. Era sincero al confesar no ser ladrón, ni injusto, ni adúltero. Cumplía la Ley más de lo que la Ley misma prescribía: ayunaba dos veces por semana (sólo era obligatorio ayunar el día de la expiación o Yom Kippur); pagaba el diezmo de todo lo que ganaba (sólo estaba mandado pagar el diezmo de los frutos principales). Era un piadoso judío.

El recaudador, por el contrario, no tenía nada de qué enorgullecerse, al parecer. Reconocía su propia indigencia delante de Dios, ante quien no cabe otra postura.

Paradójicamente, en la parábola queda mal el piadoso y bien el malo. Dios condena la altanería de quienes, por sus buenas obras, miran a los demás por encima del hombro. El engreimiento molesta a Dios y daña la convivencia humana.

II

LOS AMIGOS DE DIOS

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¿Quiénes son los amigos de Dios? ¿Los buenos? ¿Los que cumplen las leyes y las normas? ¿Los piadosos? Puede que sí; pero con algunas condiciones: que sientan necesidad de esa amistad, que la acepten como un regalo, que no desprecien a quienes no son como ellos, que no se crean los únicos amigos de Dios.

PARABOLA CON DEDICATORIAAl introducir esta parábola, Lucas quiere dejar claro que va dirigida a

desenmascarar a los fariseos, y por una razón muy precisa: «Refiriéndose a algunos que estaban plenamente convencidos de estar a bien con Dios y despreciaban a los demás, añadió... » Si a alguno le extraña que Jesús discuta tanto con los fariseos, en esta dedicatoria encontrará algunas de las principales razones de esta permanente polémica. Pero, además, la insistencia de los evangelistas en algún tema significa que, en las comunidades a las que se dirigen, tal cuestión es importante. Lo que significa que o en el mismo grupo de los discípulos de Jesús, o en las comunidades para las que los evangelistas escriben, la influencia de las doctrinas y las actitudes de los fariseos era un peligro que acechaba de cerca.

Y no olvidemos que el evangelio tiene un valor permanente; en donde se den circunstancias semejantes, sigue siendo válida hoy la dedicatoria de esta parábola. En cualquier caso, debe quedar claro que Jesús no ataca a las personas individualmente consideradas; son las actitudes fariseas lo que el evangelio combate.

LOS FARISEOSDos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo el otro recaudador. El fariseo se plantó y se

puso a orar para sus adentros: «Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o

adúltero; ni tampoco como ese recaudador. Ayuno dos veces por semana y pago diezmo de todo lo

que gano».

La parábola destaca tres características de los fariseos.La primera es su autosuficiencia: «estaban plenamente convencidos de estar a

bien con Dios». Se consideran «los buenos». Se sienten seguros, «plenamente convencidos», y se atribuyen a sí mismos el mérito de su santidad, que consideran fruto de su propio esfuerzo. Ellos -no los demás, ni siquiera Dios- son el centro del cosmos. Los demás deben compararse con ellos para saber si están haciendo las cosas como Dios quiere: «Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás... »Ni siquiera la ley es el punto central de referencia del fariseo: él va más allá, paga todos sus impuestos al templo y ayuna con más frecuencia de lo que está mandado -en la Biblia sólo se manda ayudar el día de la expiación (Nm 29,7; véase Hch 27,9) y en alguna época probablemente otros cuatro días más (Zac 7,3-5; 8,19)-: «Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano».

La segunda característica es consecuencia de la primera: «...y despreciaban a los demás». Lógico. Si ellos con su propio esfuerzo han logrado llegar a perfección tan alta, los demás, que siguen hundidos en el fango del pecado, son totalmente culpables de su situación y, por tanto, despreciables. Quizá ésta es una de las características de los fariseos que menos casan con el mensaje de Jesús. El propone a los hombres que se quieran, que amen incluso a sus enemigos (Lc 6,27-38), y los fariseos excluyen de su amor no ya a sus enemigos, sino a todos los que no son, no

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piensan o no actúan como ellos. Y según ellos, todos éstos deben quedar también excluidos del amor de Dios.

La tercera característica es reducir la relación con Dios a un intercambio mercantil. Más que dar gracias a Dios, el fariseo le pasa factura. Si él, por sus propios méritos, ha llegado a ser tan bueno, Dios no tiene más remedio que pagarle por su esfuerzo. Quiere convertir a Dios en su deudor.

LOS AMIGOS DE DIOSEl recaudador, en cambio, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo;

se daba golpes de pecho diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de este pecador!»

El cobrador de impuestos reconoce su limitación, su pecado. Sólo se atreve a pedir perdón. Su confianza está en Dios, sólo en Dios. No intenta disimular sus errores comparándose con otros más pecadores que él (que sin duda los había). Se limita a invocar la misericordia de Dios, a rogarle que le dé gratis su amor: « ¡Dios mío, ten piedad de este pecador! » No se atreve a prometerle nada, ni siquiera que se va a enmendar; pero en su actitud se refleja el deseo de cambiar de vida y la necesidad que tiene de que Dios le ayude a realizar este cambio.

Os digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque a todo el que se

encumbra, lo abajarán, y al que se abaja, lo encumbrarán.

La conclusión de la parábola sorprendería a cualquier observador imparcial: al recaudador, que en realidad se quedaba con lo que no era suyo, Dios lo acepta como amigo; el fariseo, que se pasaba en el cumplimiento de la ley, no consigue la amistad con Dios. Y es que Dios ve el corazón. Y el fariseo lo tenía de piedra, como las tablas de su ley. El había excluido el amor de sus relaciones con Dios, con quien negocia, y de sus relaciones con los demás, a quienes desprecia. El cobrador de impuestos era consciente de su falta de amor. Pero siente la falta. Por eso Dios lo rehabilita, le concede su amistad y lo capacita para amar. Y es que sólo el ansia de amar (que incluye el reconocimiento de que no se ama lo suficiente), nos puede poner a bien con Dios. Porque el deseo de amar es deseo de Dios.

III

LA ORACION DEL RECAUDADOR SE CORRESPONDE CON LA DE JESUS

Esta escena de Lucas contrapone la oración arrogante del fariseo a la sencilla y confiada del recaudador de impuestos. Jesús se dirige a los discípulos, algunos de los cuales comparten la mentalidad farisaica (cf. 16,15). El fariseo, satisfecho de su condición de hombre pretendidamente «justo», no pide nada a Dios. Su acción de gracias está vacía de contenido, es un monólogo de autocomplacencia. Es Dios quien le tendría que estar agradecido por su fidelidad de hombre observante. Forma una casta aparte (18,11: «no soy como los demás hombres») y juzga severamente el com-portamiento del recaudador. Cumple con sus obligaciones religiosas (18,12), sin ninguna clase de compromiso con el prójimo. Su figura contrasta con la figura del

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recaudador: la oración de éste es una petición, reconociendo su condición de pecador (18,13). Su petición confiada obtendrá la misericordia de Dios, mientras que la acción de gracias arrogante del fariseo, que cree que se lo merece todo por sus obras, será rechazada (18,14). Lucas contrasta la figura del creyente seguro de sí mismo con la del marginado religiosamente hablando que confía en el amor/misericordia de Dios. En medio hay un amplio abanico de opciones. ¿Hacia qué polo nos orientamos?

IV

La mayor parte de las parábolas de Jesús tienen como telón de fondo la vida de las aldeas de Galilea y refleja distintas experiencias de vida del campesinado. Solamente unas pocas se salen de este marco. Una de éstas es la del fariseo y el recaudador que se sitúa en contexto urbano y, más en concreto, en la ciudad de Jerusalén: en el recinto del templo, el lugar propicio para obtener la purificación y redención de los pecados.

La influencia y atracción del templo para los judíos se extendía incluso más allá de las fronteras de Palestina, como lo mostraba claramente la obligación del pago del impuesto al templo por parte de los judíos que no vivían en Palestina. Pagar ese impuesto se había convertido en tiempos de Jesús en un acto de devoción hacia el templo, porque éste hacía posible que los judíos mantuviesen una relación saludable con Dios.

En tiempos de Jesús, el cobro de impuestos no lo hacían los romanos directamente, sino indirectamente, adjudicando puestos de arbitrios y aduanas a los mejores postores, que solían ser gente de las élites urbanas o aristocracia. Estas élites, sin embargo, no regentaban las aduanas, sino que, a su vez, dejaban la gestión de las mismas a gente sencilla, que recibía a cambio un salario de subsistencia. Los recaudadores de impuestos practicaban sistemáticamente el pillaje y la extorsión de los campesinos. Debido a esto, el pueblo tenía hacia estos cobradores de impuestos la más fuerte hostilidad, por ser colaboracionistas con el poder romano. La población los odiaba y los consideraba ladrones. Tan desprestigiados estaban que se pensaba que ni siquiera podían obtener el arrepentimiento de sus pecados, pues para ello tendrían que restituir todos los bienes extorsionados, más una quinta parte, tarea prácticamente imposible al trabajar siempre con público diferente. Esto hace pensar que el recaudador de la parábola era un blanco fácil de los ataques del fariseo, pues era pobre, socialmente vulnerable, virtualmente sin pudor y sin honor, o lo que es igual, un paria considerado extorsionador y estafador.

En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese recaudador, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás).

El fariseo además ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que gana. Hace incluso más de lo que está mandado en la Torá. Pero su oración no es tan inocente. Lo que parecen tres clases diferentes de pecadores a las que él alude (ladrón, injusto, pecador) se puede entender como tres modos de describir al recaudador. El recaudador, sin embargo, reconoce con gestos y palabras que es pecador y en esto consiste su oración.

El mensaje de la parábola es sorprendente, pues subvierte el orden establecido por el sistema religioso judío: hay quien, como el fariseo, cree estar dentro y está fuera, y hay quien se cree excluido y está dentro.

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En el relato se ha presentado al fariseo como un justo y ahora se dice que este justo no es reconocido; debe haber algo en él que resulte inaceptable a los ojos de Dios. Sin embargo, el recaudador, al que se nombra con un “ese” despectivo, no es en modo alguno despreciable. ¿Qué pecado ha cometido el fariseo? Tal vez solamente uno: mirar despectivamente al recaudador y a los pecadores que él representa. El fariseo se separa del recaudador y lo excluye del favor de Dios.

Dios, justificando al pecador sin condiciones, adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que el fariseo le atribuía con tanta seguridad. El error del fariseo es el de ser “un justo que no es bueno con los demás”, mientras que Dios acoge graciosamente incluso al pecador. Esta parábola proclama, por tanto, la misericordia como valor fundamental del reino de Dios. Con su comportamiento el recaudador rompe todas las expectativas y esquemas, desafía la pretensión del fariseo y del templo con sus medios redentores y reclama ser oído por Dios, ya que no lo era por el sistema del templo y por la teología oficial, representada por el fariseo.

Si la interpretación de la parábola es ésta, entonces se puede vislumbrar por qué Jesús fue estigmatizado como amigo de recaudadores y de pecadores y por qué fue crucificado finalmente por las élites de Jerusalén con la ayuda de los romanos y el pueblo.

En esta parábola se cumple lo que leemos en la primera lectura del libro del Eclesiástico: “Dios no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido, no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja”. Dios está con los que el sistema ha dejado fuera. Como estuvo con Pablo de Tarso, como se lee en la segunda lectura, que, a pesar de no haber tenido quien lo defendiera, sentía que el Señor estaba a su lado, dándole fuerzas.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 80 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «El piadoso y el granuja». El guión del capítulo, y su comentario, puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1400080 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap80b.mp3

Para la revisión de vida- Analicemos : ¿cómo es mi manera de tratar con Dios?- ¿Cómo hago oración? ¿Me creo mejor que los demás? - ¿Tengo conciencia de mi ser pecador? ¿Soy humilde ante Dios y ante

los hermanos?- ¿Abro mi corazón al amor gratuito de Dios?

Para la reunión de grupo¿Qué actitudes "farisaicas" conocemos: en el mundo, en la Iglesia, en nuestro

país, en nuestro ambiente...?¿Qué es lo esencial del "fariseísmo"? ¿Por qué es contrario al Evangelio?¿Tenemos algo también nosotros de ello? ¿Cómo podríamos evitarlo? ¿Qué

podemos hacer para comprometernos en la superación del fariseísmo en la sociedad y en la Iglesia?

«Dios no es parcial contra el pobre»... Ser «neutral entre ricos y pobres», ¿es la actitud de Dios? ¿Se puede ser neutral en la lucha de clases (o el “conflicto de intereses sociales”)? ¿Se puede vivir una vida en plenitud sin definirse ante los pobres y desheredados?

Buena ocasión para estudiar de nuevo en el grupo la «opción por los pobres». En la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología (http://servicioskoinonia.org/relat)

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y en la biblioteca de Koinonía (http://servicioskoinonia.org/biblioteca) hay artículos y libros sobre el tema.

Para la oración de los fielesPara que el Señor nos dé a todos el conocimiento íntimo de nuestras limitaciones

y de nuestros pecados, de forma que nunca despreciemos a los demás, roguemos al Señor.

Para que seamos humildes, "andando en la verdad", sin enorgullecernos ni infravalorarnos,

Para que nuestras comunidades sean ejemplo de relaciones fraternas maduras, donde cada uno ponga todos sus dones al servicio de los demás y todos valoren los dones -pequeños o grandes- que Dios dio incluso al más pequeño de los hermanos...

Para que la Iglesia dé al el mundo el ejemplo de ser una comunidad en cuyo seno sus miembros no buscan el poder ni el arribismo, sino el servicio desinteresado y humilde...

Para que la comunidad cristiana, siempre esté del lado de los pobres, tomando partido incondicionalmente por la Justicia y por los «injusticiados»...

Oración comunitariaDios Padre Nuestro, cuyo Hijo se encarnó en nuestro linaje humano

despojándose de sus títulos de gloria y pasando por "uno de tantos": enséñanos a caminar tras sus huellas, poniendo nuestro corazón sinceramente en la verdadera gloria: el dar nuestra vida humildemente en el amor y el servicio. Así te lo pedimos gracias al ejemplo que nos dio Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina, y lucha y camina con nosotros, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Dios, Padre-Madre nuestro, Amor sin límites, totalmente parcializado hacia la Justicia, en favor de los injusticiados, de todos aquellos que sufren la explotación o marginación, excluidos de la fraternidad-sororidad. Haznos apasionados luchadores por la Utopía-Reino del «otro mundo posible» que nos anunció Jesús, e imitadores radicales de su opción por los pobres. Nosotros te lo pedimos apoyados en Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

Lunes 25 de octubre de 2010Crisanto / Daría / Olga

EVANGELIOLucas 13, 10-17

10Estaba enseñando un sábado en una de las sinagogas. "Había allí una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un espíritu y andaba encorvada, sin poderse enderezar del todo. 12Al verla, Jesús la llamó y le dijo:

-Mujer, quedas libre de tu enfermedad. 13y le aplicó las manos. En el acto se puso derecha y empezó a alabar a Dios.

14lntervino el jefe de sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, y le dijo a la gente:

-Hay seis días de trabajo: venid esos días a que os curen, y no el día de precepto.15Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo:

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-¡Hipócritas! Cualquiera de vosotros ¿no des ata del pesebre al buey o al burro el día de precepto y lo lleva a abrevar? 16y a ésta, que es hija de Abrahán y que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no había que soltarla de su cadena en día de precepto?

17Según iba diciendo esto se abochornaban sus adversarios, mientras toda la gente se alegraba de tantas magníficas cosas como hacía.

COMENTARIOS

I

JESUS ENDEREZA AL HOMBRE: LA MUJER ENCORVADAHasta ahora Jesús hablaba a los discípulos y a las multitudes que acudían a él;

ahora busca el lugar donde la gente se congrega, la sinagoga. El día de reunión, el sábado, connotaba a la vez el precepto del reposo, con la prohibición absoluta de cualquier clase de trabajo. La intención de Jesús no era de provocar a nadie, sino de enseñar: «Y mirad, una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un espíritu y andaba encorvada, sin poderse enderezar del todo» (13,11). ¿Qué hace en la sinagoga una mujer encorvada? ¿Por qué 'hacia dieciocho años'? Los rasgos con que es presentada sirven para una descripción del público sinagogal personificado por está 'mujer', puesta de relieve por la expresión «mirad». (Notad, en efecto, cómo el responsable de la sinagoga se dirigirá más adelante a «la multitud» invitándola, en plural, a 'hacerse curar' los días laborables.) El «espíritu de debilidad» (lit.) que le ha causado ese estado de postración es la enseñanza sinagogal sobre el precepto sabático. Jesús la libera con su enseñanza, «una nueva manera de enseñar, con autoridad» (cf. Mc 1,27; Lc 4,32): «Mujer, quedas libre de tu enfermedad» (13,12). Al aplicarle las manos, Jesús inaugura la teología de la liberación integral del hombre, remodelando la criatura y enderezando otra vez al rey de la creación.

La acumulación de preceptos, fruto de la casuística que emanaba de la Ley mosaica, representada aquí por el «precepto sabático», había reducido el espacio de libertad y pesaba como una losa sobre las espaldas de la gente, incapacitando al hombre de andar con la cabeza erguida. La cifra «dieciocho años», que se repite más adelante en boca de Jesús: «que Satanás ató hace ya dieciocho años» (13,16b), está íntimamente relacionada con el «sábado» (= día séptimo). Así lo evidencia la interpretación que formula «el jefe de sinagoga» a «la gente», «indignado porque Jesús había curado en sábado»: «Hay seis días en que se debe trabajar: venid, pues, esos días a que os curen, y no el sábado» (13,14b). Dieciocho es múltiplo de seis, y el número seis, los 'seis días laborables', recuerda los días de la creación y, en concreto, el sexto, el de la creación del hombre. Dios descansó el 'sábado'; también el hombre lo tiene que observar, argumentaban los representantes de la Ley. Desde el momento en que el Código sacerdotal (Gn 1,26-31) fijó «el día sexto» como el día de la creación del hombre, éste queda 'encorvado', 'sin poderse enderezar del todo', bajo el peso de la Ley del precepto sabático, día en que, según dicho Código (2,1-3), Dios 'reposó'.

EL HOMBRE ERGUIDOLa sumisión religiosa, representada por la mujer encorvada, era el principal

impedimento con que tropezaba Jesús en el momento de enseñar. Era necesario primero liberar al hombre de toda imposición, sobre todo cuando ésta le ha sido formulada como de derecho divino (el «se debe» con que calificaba el 'trabajar en

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días laborables' el jefe de sinagoga era expresión, según el Código sacerdotal, del designio de Dios). Jesús califica de «hipócritas» a los responsables religiosos. Cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al asno y lo lleva a abrevar aunque sea en sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no había que desatarla de esta atadura el día del precepto sabático?» (13,15-16). El hombre no ha levantado cabeza desde el día de su creación, o mejor dicho, desde el día en que «Satanás», el adversario por antonomasia del plan de Dios, impuso bajo pena de pecado mortal la institución del 'sábado'. La historia lamentablemente se repite. (¿Hay mucha diferencia entre precepto dominical o 'sabático'?) Es más fácil hacer y deshacer con gente aborregada, que actuar por miedo al castigo, que con gente libre.

Jesús 'desata' a esta 'hija de Abrahán' (cf. 8,42.48.49) de las «ataduras» religiosas (como si se tratase de un animal) que le impedían disfrutar de la plena condición humana, devolviendo su dignidad al hombre, por encima del resto de la creación ('el buey o el asno'), a fin de que éste pueda escuchar con la cabeza bien alta la enseñanza sobre el reino que le impartirá de inmediato.

II

Este bello pasaje, exclusivo del evangelista Lucas, nos muestra el significado del reino de Dios aconteciendo en la realidad humana. El reino y el reinado son exclusivos de Dios y los pobres. La mujer encorvada de la que nos habla el evangelio, esta “pequeña” del reino que responde al poder de Dios en su vida alabándolo, muestra que la acción salvífica de Dios manifestada en Jesús a través de la curación de esta mujer, está en oposición a los dirigentes religiosos, cuya visión sobre cuándo y cómo puede actuar Dios les restringe su enfoque ante la presencia del reino y la exigencia de transformar su vida en función de la salvación y liberación humanas. La acción misericordiosa de Jesús es cumplir y llevar a plenitud el designio salvífico manifestado a los profetas del Antiguo Testamento: devolver la vista a los ciegos, liberar a los cautivos de la opresión del mal y poner en práctica la misericordia divina, superando las barreras de las leyes que oprimen al ser humano. Jesús nos exige hoy el reconocimiento de la libertad y la soberanía de Dios en nuestras vidas para que esta actitud nos posibilite una entrega al servicio de la solidaridad y la justicia del Reino.

Martes 26 de octubre de 2010Darío / Evaristo

EVANGELIOLucas 13, 18-21

18Continuó:-¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé? 19Se parece al

grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros anidaron en sus ramas.

20E insistió:

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-¿Con que compararé el reino de Dios? 21Se parece a la levadura que metió una mujer en medio quintal de harina, y todo acabó por fermentar.

COMENTARIOS

I

EL REINO DE DIOS ENTRE LA CASA Y EL HUERTOContradiciendo los aires de grandeza de la enseñanza sinagogal (léase la

parábola de Ezequiel 17: «Cogeré una guía del cogollo del cedro alto y encumbrado. Lo plantaré en el monte encumbrado de Israel, se pondrá frondoso, echará frutos y llegará a ser un cedro magnífico. Anidarán en él toda clase de pájaros...»), Jesús, después de referirse indirectamente a este pasaje («¿A qué se parece el reino de Dios?»), compara el reino de Dios con «un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto: creció, se hizo un árbol y los pájaros anidaron en sus ramas» (Lc 13,19). En lugar de continuidad («el cedro» era figura de Israel; «la guía del cogollo» la habían arrancado los babilonios, deportando una parte del pueblo; el profeta hablaba de la restauración de Israel), propone algo completamente nuevo, «un grano de mostaza», e insignificante. Quienquiera que aspire a ver el reino de Dios / la Iglesia encumbrado y ufano, que se impone por la fuerza de sus instituciones, el hechizo de las estadísticas, la eficacia de sus miembros, se ha equivocado de época: vive todavía en el Antiguo Testamento. Jesús habla otro lenguaje: «un árbol más grande que todas las hortalizas» (cf. Mc 4,32). Recordad que toda la enseñanza de Jesús sobre el reino de Dios se condensa en dos parábolas: la primera, en que se relativizan las esperanzas mesiánicas de Israel como centro de las naciones, redimensionándolo todo dentro del pequeño espacio del «huerto», las relaciones humanas cotidianas, y la segunda, que veremos en seguida, en la que se explica cuál debe ser la forma de inserción en la sociedad civil.

La parábola que tiene como protagonista a un «hombre» va seguida de la que tiene como protagonista a una «mujer»: la pareja humana es la base de la nueva comunidad. Al «huerto» corresponde ahora la «casa»: «¿Con qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer metió en medio quintal de harina; todo acabó por fermentar» (13,20-21). «Medio quintal de harina» representa toda la masa. Esta «levadura» (= doctrina) se opone a la de los fariseos (= la hipocresía: cf 12,1). El reino de Dios ha de incidir profundamente en la sociedad, pero no a base de la fuerza, el poder, la eficacia, el número, sino como «la levadura», desde dentro, desde una posición escondida, apenas visible, pero con gran capacidad de penetración y de vivificación de las estructuras sociales. Es la fuerza del Espíritu, que se despliega ahora a través de los miembros de la comunidad, la que transforma orgánicamente las relaciones humanas. No se nota tanto por su presencia masiva e imponente como por su vitalidad y fuerza de cambio.

Estas dos parábolas nos invitan a invertir las notas mediante las cuales la iglesia debe hacerse 'notar' entre los hombres. No es el campanario más alto ni el conjunto arquitectónico más maravilloso, no es la capacidad de convocatoria ni la presencia masiva en los medios de comunicación; no son las notas externas que causan admiración: es la presencia diaria que da sentido a la vida, la capacidad de transformación, la penetración capilar en las estructuras humanas, la fuerza del Espíritu capaz de hacer fermentar toda la comunidad, como la levadura, para que ésta alcance los niveles de servicio y de compromiso que requieren las ineludibles

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necesidades de los más marginados. El núcleo central de la enseñanza de Jesús queda formulado, así, con los rasgos más sencillos y menos altisonantes. Como todo aquello que es importante, según la nueva escala de valores del Evangelio.

II

Indudablemente el reino de Dios crece y se construye en la vida de los seres humanos a pesar de las oposiciones a su irrupción en la humanidad. El tema de estas parábolas es el del crecimiento progresivo de la acción del reinado de Dios. La comparación que hace Jesús del reino con dos realidades que forman parte de la vida cotidiana de su tiempo tiene un sentido profundo concreto: nos muestran el significado y el arraigo que tiene Jesús por mostrar su entrega y pasión al proyecto del Padre. Él nos da a conocer su convicción sobre el camino que ha de tomar para la implantación del reinado de Dios; esta implantación tiene que comenzar desde lo más pequeño, desde lo imperceptible. El reinado de Dios está abierto y debe constituirse en la realidad histórica con los que no cuentan, con lo ilegales, con los que la sociedad y los sistemas políticos y religiosos van desechando, considerándolos el “basurero” de la humanidad. Estas parábolas nos enseñan hoy a sus discípulos que tomando conciencia de la presencia suya en nosotros, tenemos que seguir haciéndole frente a la violenta oposición a los signos del reino en la vida de los seres humanos más débiles y empobrecidos.

Miércoles 27 de octubre de 2010Gustavo

EVANGELIOLucas 13, 22-30

22Camino de la ciudad de Jerusalén enseñaba en los pueblos y aldeas que iba atravesando. 23Uno le preguntó:

-Señor, ¿son pocos los que se salvan?Jesús les dio esta respuesta:24-Forcejead para abriros paso por la puerta estrecha, porque os digo que

muchos van a intentar entrar y no podrán. 25Una vez que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, por mucho que llaméis a la puerta desde fuera diciendo: "Señor, ábrenos", él os replicará: "No sé quiénes sois". 26Entonces os pondréis a decirle: "Si hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas"; 27pero él os responderá: "No sé quiénes sois; ¡lejos de mí todos los que practicáis la injusticia! " 28Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. 29Y también de oriente y occidente, del norte y del sur, habrá quienes vengan a sentarse en el banquete del reino de Dios.

30Y así hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.

COMENTARIOS

I

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UNOS CONVIDADOS INESPERADOS EN EL BANQUETE DEL REINOEl pasaje está introducido por una interpelación: «¿Señor, son pocos los que se

salvan?» (13,23). ¿'Se salvará' sólo el resto de Israel? ¿Hará causa común Jesús con los que se han distanciado de las instituciones judías y se han refugiado en el desierto (un ejemplo conocido: la comunidad de Qumrán), a la espera de una intervención espectacular de Dios a favor de este resto de escogidos? Según la respuesta de Jesús, no hay israelitas privilegiados, ni siquiera el resto de Israel, que se ha constituido como núcleo del pueblo salvado por Dios: «Forcejead para abriros paso por la puerta estrecha, porque os digo que van a intentar entrar y no podrán» (13,24). Estos 'mu-chos' se corresponden, ciertamente, con los 'pocos' de la pregunta, pero el alcance de la respuesta es totalmente otro. La 'puerta estrecha' es la entrada en la comunidad que Jesús propugna. No entrará en ella ninguno de los que «practican la injusticia» (13,27), por mucho que hayan convivido con él y hayan escuchado su enseñanza. Se han acabado las prerrogativas nacionales, incluso las del pueblo de Dios («No sé quiénes sois, ni de dónde sois»: 13,25.27). Solamente entrarán los que hayan seguido su enseñanza, pertenezcan a Israel («cuando veáis a Abrahán, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios»: 13,28) o no («Y también de oriente y occidente, del norte y del sur, habrá quienes vendrán a sentarse en el banquete del reino de Dios»: 13,29). También nosotros, si no cambiamos de mentalidad y 'practicamos la justicia', nos podríamos encontrar 'fuera'.

II

Jesús exhorta a sus interlocutores para que se esfuercen en tomar conciencia de las exigencias que implica seguirlo: capacidad de transformar la vida mediante el arrepentimiento y la reconciliación, total fidelidad a él y a su proyecto y optar por la puerta estrecha, por el camino de la salvación del ser humano. No basta realmente beber y comer ocasionalmente con Jesús; hay que compartir su vida y destino, cuyo símbolo es la comunión de la mesa con los humildes y sencillos. Es decir, el reino de Dios es para Jesús un banquete donde todos nos reconozcamos como seres humanos con dignidad, con derechos y deberes; hombres y mujeres que vayan más allá de las fronteras del color, la raza, religión, color político o nación y que abran las puertas del reino a toda persona. Indudablemente quienes no quieren compartir el proyecto y destino de Jesús, no participan de su banquete de justicia, la solidaridad y la salvación. Y es que la salvación no es un asunto de exclusión de los malos, los extranjeros, los huérfanos, las viudas, los pecadores, los ancianos y los niños. La salvación es una buena noticia para todos, y los más afligidos, excluidos y marginados tiene su lugar predilecto.

Jueves 28 de octubre de 2010Simón y Judas, apóstoles

EVANGELIOLucas 6, 12-19

12Por aquel entonces salió Jesús, fue al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios. 13Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos, eligió a doce de ellos

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y los nombró apóstoles: 14a Simón, al que además dio el nombre de Pedro, y Andrés su hermano, a Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, 15Mateo y Tomás, Santiago de Alfeo y Simón el llamado Fanático, 16Judas de Santiago y Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor: 17aBajó con ellos y se detuvo en un llano, con gran número de discípulos suyos.

l7bUna gran muchedumbre del pueblo, procedente de todo el país judío, incluida Jerusalén, y de la costa de Tiro y Sidón, 18que habían ido a oírlo y a quedar sanos de sus enfermedades, y también los atormentados por espíritus inmundos, se curaban; 19y toda la multitud trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los sanaba a todos.

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I

LOS DOCE Y LOS OTROS DISCÍPULOS:JESUS CAMBIA DE PLANES

La elección de los Doce no se hace a la ligera, sino que viene precedida de una prolongada oración de Jesús, dialogando con Dios sobre cuál sería la respuesta más en consonancia con el rechazo de que había sido objeto por parte de los dirigentes de Israel: «Por aquel entonces salió Jesús, fue al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios» (6,12).

Literalmente se habla de una salida/éxodo de Jesús en dirección al monte, y se subraya la oración ininterrumpida que elevó a Dios en aquel lugar. Lucas hace referencia a la oración de Jesús en los momentos más decisivos de su vida. La «noche» es indicio de la perplejidad que lo invade; el «monte», hacia el cual ha «salido» él solo (desde allí convocará a los discípulos), expresa en términos figurados el lugar/estado anímico más adecuado para un encuentro con Dios, mientras que la «oración» es medio de clarificación, a fin de que Dios dé luz verde al cambio de planes que se ve obligado a introducir.

«Cuando se hizo de día», indicio de que la oración ha obtenido resultados positivos -no se pueden tomar decisiones mientras a uno lo envuelve la tiniebla-, «llamó a sus discípulos, eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles» (6,13). La correlación «noche/día» no se ha de interpretar necesariamente de una noche/día puntuales: podría muy bien hacer referencia a un periodo de tiempo más o menos largo, durante el cual Jesús quedó sumido en la más profunda perplejidad al sentirse rechazado por sus connacionales.

«DOCE APOSTOLES»: UN GRUPO ABIERTO, NO UNA COMUNIDAD RELIGIOSA MAS

La elección de los «doce» tiene como función dar una nueva configuración al grupo de discípulos israelitas (6, 13b): «Llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos», es decir, los escogió entre los miembros del grupo israelita, el más ortodoxo, para que representaran el nuevo Israel. Jesús, sin embargo, pretende desde un principio que el rasgo distintivo y más específico del nuevo grupo sea la misión: «los nombró apóstoles», es decir, «enviados» o «misioneros» (6, 13c). No quiere crear un grupo cerrado sobre sí mismo, al estilo de las comunidades bautistas, esenias o fariseas (cf. 5,33-35), sino un grupo abierto que invite a todos a formar parte de él.

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Con la elección del nuevo Israel, Jesús da por definitivamente caducado el antiguo Israel. Los doce nombres propios están todos unidos por la conjunción «y», sin establecer ninguna jerarquía ni grupúsculo en el interior del grupo. Hay dos «Simones»: uno, «al que Jesús dio el nombre de Pedro» por su proverbial terquedad en la defensa de las propias opiniones («Kepha», arameo; «Petros», griego; «Piedra», castellano; diverso de «So'ar», arameo; «Petra», griego; «Roca», castellano), y otro, «el llamado Fanático» («Kananaios», Mc 3,18; Mt 10,2, arameo; «zelotes», griego), simpatizante del movimiento de resistencia judía contra los romanos; igualmente, hay dos «Judas»: «el de Santiago» y «el Iscariote, que llegó a ser un traidor». La homonimia relaciona íntimamente estas dos parejas: la presencia de dos «Judas» en la lista lucana anticipa que no todo el judaísmo (por derivación de «Judas») «traicionará» al Mesías. Además, el primero y el último de la lista engloban a todos los demás: las negaciones de «Pedro» y la traición de «Judas» afectarán de una u otra manera a todo el grupo. En la presentación del nuevo Israel, Lucas deja ya entrever que éste resultará un fracaso.

Jesús no los hizo pasar por el cedazo al llamarlos (léase noviciado, tiempo de prueba, etc.), ni ha escogido de entre ellos a los más religiosos y sumisos. Aquí hay de todo, como representación que son de la sociedad israelita. No los ha escogido en calidad de doce lideres de la nueva comunidad, sino para que proclamen con su comportamiento la alternativa de sociedad que quiere proponer a Israel, primero, y, por extensión, a toda la humanidad. No les da -ni les dará jamás- regla alguna: Los escoge para enviarlos a proclamar la buena noticia que hasta ahora encarnaba él solo. Cuando los Once voten a Matías como duodécimo miembro del colegio apostólico, sin contar con el discernimiento que les habría deparado el Espíritu (si hubiesen esperado la fiesta inminente de Pentecostés, no lo habrían hecho), restaurarán la materialidad del grupo truncada por la defección de Judas (Hch 1,15-26), pero este nuevo Israel de imitación no secundará el empuje del Espíritu Santo a predicar la buena noticia por todo el mundo y se encerrará en el pueblo judío. La apertura al paganismo la encauzará Pedro mucho más tarde, no sin resistirse antes, con todas sus fuerzas, en representación de los «apóstoles».

La secuencia original del texto subraya el paso de la esfera divina, «el monte», al plano del hombre: «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles - ... -, bajó con ellos y se detuvo en un llano, con gran número de discípulos suyos» (6,13-17a). Estos últimos, contradistintos de los de origen israelita (v. 13), representan el sector no israelita de los seguidores de Jesús.

PRESENTACION A ISRAEL DEL PROGRAMA DEL REINOActo seguido Lucas presenta el auditorio: «Una gran muchedumbre del pueblo,

procedente de todo el país judío, incluida Jerusalén, y de la costa de Tiro y Sidón, que habían ido a oírlo y a quedar sanos de sus enfermedades, y también los atormentados por espíritus inmundos, se curaban; y toda la multitud trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los sanaba a todos» (6, 17b- 19). También el auditorio es compuesto: están presentes en él tanto las tribus establecidas en la tierra prometida como las que viven en la diáspora (representada por «Tiro y Sidón»).

Las multitudes habían acudido con una doble intención: oír al Maestro de Israel y hacerse curar de sus males.

Antes de hablarles, Jesús, con la «fuerza» del Espíritu, les restituye la integridad humana. Mezclados con ellas, están los poseídos por «espíritus inmundos», los fanatizados por una ideología que se ha posesionado de ellos y les ha arrebatado la capacidad de pensar y actuar como hombres libres: son los que actúan por consignas -como los que con un mando a distancia explosionan un coche bomba-, sin preocuparse

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para nada de si los demás son personas; éstos no compartían ninguna de las dos intenciones señaladas; más bien habían venido a ver si podían aprovecharse de la presencia masiva de Israel para pronunciarse contra los romanos. Jesús los libera de sus ideologías destructoras.

Enfermos física y psíquicamente continúa habiendo, tantos o más que en los tiempos de Jesús.

II

El evangelio, en consonancia con la fiesta de los apóstoles Simón y Judas, nos narra la elección de los doce apóstoles. La designación de estas personas comunes, pescadores, campesinos, comerciantes e incluso de algunos que ejercían profesiones consideradas pecaminosas, procede de Dios. Es la conformación del nuevo pueblo de Dios que ya no sólo se circunscribe a Israel sino que se abre a todos los pueblos, a toda la humanidad. Para el evangelista Lucas, por ende, los Doce se convierten en el vínculo de continuidad entre la proclamación del Reino por Jesús y la predicación de la palabra del Padre Dios por la comunidad eclesial, por la Iglesia. La función de la elección hecha por Dios a través de Jesús no sólo persigue una finalidad de acompañamiento del Maestro o de disfrutar su enseñanza, sino más bien y principalmente era, el compromiso de realizar una misión, de asumir el proyecto al que él invita. Tenemos que tomar conciencia de la llamada de Dios para aprender a vivir como discípulos, y volcarnos hacia la construcción del Reino y la consiguiente transformación del mundo. Este es quizá el sentido profundo de celebrar hoy la fiesta de Simón y Judas Tadeo.

Viernes 29 de octubre de 2010Narciso

EVANGELIOLucas 14, 1-6

14 1Un día de precepto fue a comer a casa de uno de los jefes fariseos, y ellos lo estaban acechando.

2Jesús se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía 3y, dirigiéndose a los juristas y fariseos, preguntó:

-¿Está o no permitido curar en día de precepto?4Ellos se quedaron callados. Jesús cogió al enfermo, lo curó y lo despidió. 5Y

a ellos les dijo:-Si a uno de vosotros se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca en

seguida aunque sea día de precepto?6Y se quedaron sin respuesta.

COMENTARIOS

I

¿QUE PINTA UN HIDROPICO EN UN BANQUETE?

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De manera figurada Lucas enlaza esta escena con la de la sinagoga del capítulo anterior (13,10-16): una comida después del servicio sinagogal; al «jefe de sinagoga» (13,14) corresponde aquí «uno de los jefes fariseos»; «casa» y «sinagoga» son correlativos; el «sábado», como día de reposo estrictísimo y, por extensión, como representación material de la Ley, preside ambas escenas. El público de la sinagoga estaba representado allí por una «jorobada»; aquí los convidados a este festín sabático están encarnados por un «hidrópico»: «Y, mirad, un hombre enfermo de hidropesía estaba delante de él» (14,2). Los focos del escenario se concentran sobre este hombre que, de pronto, se encuentra «delante de» Jesús: es la trampa que le han tendido los fariseos para que caiga en ella. La «jorobada» describía al público de la sinagoga abrumado y doblegado bajo el pesado e insoportable yugo de la enseñanza sinagogal de cariz legalista e intimidatorio; el «hidrópico», a los convidados ávidos... de honores y recompensas, es decir, a los oyentes que no se interesan por la enseñanza propiamente dicha («comer pan»), porque están «hinchados» por una serie de valores, que los alienan del todo («de aspecto acuoso» = «hidrópico») y que, según se verá después, los llevarán a excusarse uno tras otro de participar en el banquete del reino. La enseñanza impartida en la sinagoga doblega; la impartida en casa del fariseo hincha: una y otra son de tipo moralizante, centradas en la observancia de la Ley. La mujer encorvada y el hombre hidrópico son una caricatura del pueblo subyugado. Toda enseñanza que no «alimenta», aliena y oprime: la enseñanza de Jesús restaura la persona humana restituyéndole la capacidad de asimilar por sí misma los contenidos que le propone.

LA ACCION LIBERADORA DEL HOMBRENO SE PUEDE CONTRADECIR

A pesar de la estricta prohibición contenida en el reposo sabático, Jesús libera al hombre enfermo de hidropesía, o lo que viene a ser lo mismo, saltándose la Ley a la torera, cura al hombre y lo despide (14,4b). La imagen del «buey y el asno» esgrimida por Jesús contra sus adversarios es la misma que la de la escena de la jorobada: allí el tema dominante era «la atadura» de la Ley y las acciones contrapuestas de «atar» (Satanás/sinagoga) - «desatar» (Jesús) (13,12.15.16 [3x]); aquí es el tema del «pozo» y la acción de «caer en el pozo» (= trampa/imposiciones de los fariseos) - «sacar del pozo» (= despedida/liberaciones de Jesús) (14,5). Ante la disyuntiva «buey-asno» - «hombre», «sus adversarios se avergonzaban» (13,17), «se callaron» (14,4a), «se que-daron sin respuesta» (14,6). Toda institución tiende a erigirse en fin por sí misma y a subyugar a las personas imponiendo más y más leyes. Para Jesús todo tiene que ponerse al servicio del hombre, ya que éste es «señor del sábado». Una vez que ha enderezado a la mujer y despedido/liberado al hombre, podrá instruirlos sobre el banquete del reino. Si la gente primero no se libera, todo lo que escuchen lo entenderán al revés y continua-rán siendo manipulados por sus líderes.

II

Este es un relato original del evangelio de Lucas. El anfitrión de Jesús es uno de los jefes de los fariseos, y al frente de ellos se encuentra un hidrópico, un enfermo cuyo cuerpo retiene demasiado líquido, con los consiguientes problemas de hinchazón y mala circulación, causados por un alto consumo de sodio. Pues bien, en el contexto de esta curación en sábado se da una discusión entre Jesús y sus oponentes que nos muestra el sentido profundo del texto. Las pregunta realizada por Jesús, ¿se puede curar en sábado, o no?, y el cuestionamiento hecho a los fariseos de no actuar con misericordia, revelan que Jesús es “Señor del sábado” y que defiende la realización de las obras del reino en

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cualquier situación. Jesús se convierte una vez más en modelo para todo cristiano de actuar con libertad y sentido crítico en la misión de Dios. No podemos hoy, sus discípulos, sucumbir ante las presiones de la ley obviando lo realmente importante: la persona, su dignidad y el proyecto del Padre: su reinado en medio de la humanidad afligida, en resistencia pacífica y con esperanzas de salvación y liberación humanas.

Sábado 30 de octubre de 2010Alonso Rodríguez

EVANGELIOLucas 14, 1.7-11

14 1Un día de precepto fue a comer a casa de uno de los jefes fariseos, y ellos lo estaban acechando.

7Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso estas máximas:

8-Cuando alguien te convide a una boda, no te sientes en el primer puesto, que a lo mejor han convidado a otro de más categoría que tú; 9se acercará el que os invitó a ti y a él y te dirá: "Déjale el puesto a éste". Entonces, avergonzado, tendrás que ir bajando hasta el último puesto. 10Al revés, cuando te conviden, ve a sentarte en el último puesto, para que, cuando se acerque el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba". Así quedarás muy bien ante los demás comensales. 11Porque a todo el que se encumbra, lo abajarán, y al que se abaja, lo encumbrarán.

COMENTARIOS

I

LOS MARGINADOS SOCIALES CONVIDADOS AL REINOExactamente igual que en capítulo anterior (13,18-21), Lucas presenta ahora dos

parábolas. En una y otra, el pasaje condensa los rasgos esenciales de la enseñanza de Jesús sobre los contravalores del reino: allí, a base de las imágenes del grano de mostaza (hombre/campo) y de la levadura (mujer/casa); aquí, a base de consejos relativos al convidado («Cuando alguien te convide... Al contrario, cuando te conviden»: vv. 7-11) y al anfitrión («Cuando des una comida o una cena... Al contrario, cuando des un banquete», vv. 12-14).

Los valores de la sociedad humana (designada con la imagen de un banquete sabático) son puestos en evidencia por los «convidados que escogían los primeros puestos» (14,7); los contravalores de la comunidad de Jesús, en cambio, por el consejo que da él: «Al contrario, cuando te conviden, ve a sentarte en el último puesto» (14,10). Jesús invierte totalmente la escala de valores de la sociedad: «A todo el que se encumbra, lo abajarán, y al que se abaja, lo encumbrarán» (14,11). No pone en cuestión la imagen del banquete, sino las normas que lo rigen. Toda sociedad es clasista: «No te sientes en el primer puesto, que a lo mejor ha convidado a otro de más categoría que tú» (14,8). Jesús quiere constituir una sociedad de iguales a partir de una base que se promocione progresivamente: «Amigo, sube más arriba» (14,10).

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II

En esta narración Lucas nos pone en la tónica con uno de los temas vitales de la comunidad de su tiempo: el del prestigio y el honor de ocupar los primeros puestos. En la mesa de los fariseos hay disputas por esos primeros puestos. Todos los invitados los desean. ¡Los primeros en ocuparlos son los distinguidos, los supuestos elegidos! ¡Ocupar los últimos puestos, es una vergüenza! Se muestra en este escenario, en el contexto de la mesa y de la comida, el reflejo de la estratificación y exclusión social del tiempo de Jesús. Sin embargo, en la mesa del reino de Dios los invitados buscan el último puesto. En la mesa de Jesús los últimos suben y los primeros deben estar dispuestos a bajar de manera que se llegue a conformar una mesa en la equidad, donde no haya jerarquías opresoras y delimitadoras de la dignidad humana. Los invitados a la mesa del reino, es al banquete abierta a todos, en especial, a los más pobres, necesitados, los marginados, los considerados los “últimos”. El verdadero honor y prestigio evangélicos del discípulo de Jesús tiene que pasar por el permanente servicio desinteresado a los demás. Estos son los rostros y las coordenadas del reino.

Domingo 31 de octubre de 201031º domingo de tiempo ordinarioQuintín

TRIGESIMO PRIMERO DE TIEMPO ORDINARIOPrimera lectura: Sabiduría 11, 22-12, 2

Salmo responsorial: 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14Segunda lectura: 2ª Tesalonicenses 1, 11-2, 2

EVANGELIOLucas 19, 1-10

19 1Entró en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. 2En esto, un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y además rico, 3trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Entonces se adelantó corriendo y, para verlo, se subió a una higuera, porque iba a pasar por allí. 5Al llegar a aquel sitio, levantó Jesús la vista y le dijo:

-Zaqueo, baja en seguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa.6Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. 7Al ver aquello, se pusieron

todos a criticarlo diciendo:-¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!8Zaqueo se puso en pie y dirigiéndose al Señor le dijo:-La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien he

extorsionado dinero, se lo restituiré cuatro veces.9Jesús le contesto:-Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abrahán.

10Porque el Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo.

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COMENTARIOS

I

SE BUSCA'Se busca' es el encabezamiento de un conocido cartel de los años setenta, que

representaba el rostro de Jesús, de quien se hacía esta descripción: 'Amigo de vagos y maleantes; demagogo provocador del pueblo; compañero de borrachos y gente de mal vivir; fuera de la ley; agitador político; elemento subversivo para el orden constituido'. El texto terminaba ofreciendo una recompensa por su captura.

Este cartel resultó incómodo no sólo a los cristianos, sino también a muchos ciudadanos de bien, que lo consideraron 'una falta de respeto, una provocación e incluso, en su caso, una presentación blasfema de Jesús'. La reacción de esta gente nos transporta a la sociedad en que vivió Jesús. También entonces su persona y su comportamiento despertaban semejante reacción. Por una sencilla razón: Jesús no sólo dirigía su mensaje a los marginados de la sociedad judía, sino que hacía de ellos el centro de su misión; más aun, se les asemejaba haciéndose uno de ellos.

No es de extrañar, por tanto, que el cartel resultase también incómodo a la Iglesia, cuyos objetivos pastorales prioritarios no son los marginados, y cuyo internacional-catolicismo no ha arraigado ni en las masas obreras ni en las capas infe-riores de la sociedad. Por eso, no está de más volver la mirada hacia los inicios del movimiento cristiano y redescubrir que la imagen de Jesús que ofrecía aquel cartel no era tan descaminada como se pretendía. Destacaba uno de los rasgos más acusados de la personalidad del Maestro: su solidaridad con los marginados. Veamos un ejemplo, entre tantos, sacado del evangelio de Lucas: «Entró Jesús en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. En esto un hombre, llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y muy rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era de baja estatura. Para verlo se adelantó corriendo y se subió a una higuera, porque tenía que pasar por allí. Al llegar a aquel sitio, levantó Jesús la vista y le dijo: -Zaqueo, baja en seguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa. El bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver aquello murmuraban todos: -¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador! Zaqueo se puso en pie y le dijo al Señor: -Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien le he sacado dinero se lo restituiré cuatro veces. Jesús le contestó: -Hoy ha llegado la salvación a esta casa; pues también él es hijo de Abrahán. Porque este hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo» (Lc 19,1-10).

La misión de Jesús consistía en 'buscar lo perdido para salvarlo'. 'Lo perdido', en este caso, era Zaqueo, cuyo nombre, derivado del hebreo zacah~ significa 'puro, íntegro, justo'. Ironías de la vida, pues nadie lo consideraba tal. Zaqueo era jefe de recaudadores, judío colaboracionista con los romanos; cobraba impuestos que Roma destinaba, al parecer, al fomento del culto a los ídolos. Los recaudadores tenían merecida fama de ladrones, pues cobraban, por lo general, más de lo que estaba tasado, enriqueciéndose de este modo.

El hecho de que Zaqueo fuese considerado pecador, por ladrón y colaboracionista, no impidió a Jesús entrar en su casa a comer con él. En el transcurso de aquel encuentro, Zaqueo sintió deseos de cambiar: se comprometió a dar la mitad de sus bienes a los pobres -el máximo de la espontánea limosna estaba fijado por los rabinos en el quinto del haber-y a devolver el cuádruplo de lo robado -el libro del Levítico prescribía sólo la obligación de devolver el 20 por 100, una quinta parte-. Zaqueo se comprometió mucho más de lo que las leyes exigían.

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La práctica de Jesús de dirigirse a los marginados de la religión oficial o de la sociedad (recaudadores, leprosos, enfermos, prostitutas, ladrones) no fue infructuosa, como lo muestra el caso de Zaqueo. El precio de esta práctica lo pagó Jesús al ser considerado uno más de ellos. Otro gallo le cantaría a la Iglesia si se decidiera, de una vez para siempre, a cambiar de táctica, centrando sus objetivos pastorales en los marginados. Sólo así podría ser fiel a la misión de Jesús, que vino a salvar lo perdido, pues «no necesitan médico los sanos, sino los enfermos» (Lc 5,32).

II

¿JUSTICIA O VIDA ETERNA?¿Cuál debe ser nuestra principal preocupación? ¿Establecer la justicia en el mundo

o asegurarnos la vida eterna? Lucas nos habla de dos personajes ricos los dos: uno preocupado por la vida eterna, no quiso seguir a Jesús; el otro, que buscó con interés a Jesús, empezó a practicar la justicia al encontrarse con él Y a esa práctica Jesús la llamó «salvación».

EL RICO Y EL CAMELLOPoco antes del evangelio de este domingo cuenta Lucas (18,18-29) el episodio de aquel hombre rico que se acercó a Jesús y le preguntó qué tenía que hacer para entrar en la vida eterna. Jesús le respondió recordándole los mandamientos que se referían al comportamiento con el prójimo, y puesto que los había cumplido todos desde su juventud el camino hacia la vida eterna estaba, pues, libre-, Jesús lo invitó a preocuparse de este mundo y de esta vida uniéndose a él; pero para ello tenía que cumplir una condición: «... vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que tendrás en Dios tu riqueza, y anda, sígueme a mí» (Lc 18,22).

Aquel hombre era cumplidor de la ley, como correspondía a un dirigente del pueblo (Lucas dice que era un magistrado), pero no aceptó la invitación de Jesús: su interés se centraba en la otra vida) y Jesús lo invitaba a colaborar en la transforma-ción de esta vida contribuyendo a la felicidad de todos los hombres. Pero él no necesitaba que nada cambiara «porque era riquísimo» (Lc 18,23).

Fue entonces cuando Jesús dijo que la riqueza era un obstáculo prácticamente insalvable para entrar en el reino de Dios: « ¡ Con qué dificultad entran en el reino de Dios los que tienen el dinero! Porque es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios» (Lc 18,24-25).

ZAQUEO SE SALVOZaqueo no podía decir que había cumplido todos los mandamientos desde su

juventud; como él mismo reconoce, era un ladrón, había extorsionado a la gente. Pero no debía de estar demasiado contento consigo mismo, a pesar de que era rico y tenía un cargo, «jefe de recaudadores», que le aseguraba que su riqueza no iba a dejar de crecer.

Su interés por conocer a Jesús parece que era sincero, porque en seguida empieza a dar los pasos necesarios para superar esos obstáculos. Lo primero que hace es salirse de en medio de la masa, quedándose solo ante su decisión. Conocer a Jesús y, sobre todo, seguirlo, debe ser consecuencia de una opción realizada con plena responsabilidad: «Si uno quiere venirse conmigo...» (Lc 14,26), había dicho Jesús a las «grandes multitudes» que lo acompañaban camino de Jerusalén.

Para superar el problema de su estatura, Zaqueo se sube a un árbol. Pero Jesús le manda bajar: para ir con él nunca fue un problemas el ser pequeño; y se va a comer

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a casa de aquel ladrón, con gran escándalo de toda la gente: « ¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!», decían.

Zaqueo, tras la experiencia de su encuentro con Jesús, se pone de pie y decide hacerse todavía más pequeño, renunciando a abusar de los demás, rompiendo con la injusticia y repartiendo sus riquezas: «Zaqueo se puso en pie, y dirigiéndose al Señor, le dijo: La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien he extorsionado dinero, se lo restituiré cuatro veces».

Y ¿POR QUE AHORA NO?Jesús, al ver la reacción de Zaqueo, declaró algo que sorprendería a muchas

almas piadosas hoy día: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa». A lo que allí acaba de ocurrir Jesús lo llama «salvación». Una salvación ya presente, una salvación que se refiere a esta vida, una salvación que, a los ojos de los ricos de este mundo, es una ruina. Pero una salvación que, desde ese mismo instante, empezaba a ser compartida por los que habían sido empobrecidos por la injusticia que Zaqueo había practicado y de la que acababa de salvarse.

Parece que las cosas han cambiado. A nadie, con excepción quizá de algunos extremistas radicales, le resulta incompatible la riqueza y el seguimiento de Jesús. Hoy parece que la más estricta ortodoxia se inclina a preocuparse preferentemente por la vida eterna. ¿Y ahora...? ¿Cómo es que hay ricos que dicen que son seguidores de Jesús sin dejar de ser ricos? ¿Cómo es que a nadie le extraña que los injustos se encuentren con Jesús en la eucaristía, por ejemplo, y sigan siendo injustos? Y si Jesús llamó salvación a la práctica del amor y de la justicia social, ¿por qué hoy, cuando se dice «salvación», se entiende siempre y solamente «vida eterna»?

III

ZAQUEO, EL ARCHIRRECAUDADOR DE IMPUESTOS,BLANCO DE TODOS LOS DESPRECIOS

En el marco de una sociedad teocrática como la de Israel, invadida por una nación extranjera y obligada a pagar pesadísimos impuestos de guerra, la figura del «recaudador», aunque fuese de nacionalidad judía, era el símbolo del renegado y mer-cenario al servicio del poder despótico de Roma. Zaqueo, nombre propio, señal de realismo histórico, presentado como «jefe de recaudadores de impuestos» y «rico» (19,2), polariza en su persona todas las iras de la sociedad israelita, puesto que se había enriquecido a costa de la miseria del pueblo sometido. Por eso se recalca que «era bajo de estatura»: no tenía la altura adecuada para poder ver a Jesús. Con todo, «quería ver quién era Jesús, pero no podía hacerlo a causa de la multitud» (19,3). Un «ver» parecido se había constatado a propósito de Herodes (9,9, cf. 23,8). Pero, a diferencia de Herodes, no espera a que se lo traigan, sino que «se adelantó corriendo (forma semítica de expresar las ganas de realizar algo), se subió a una higuera (símbolo de Israel, del que había sido excomulgado), para verlo (la repetición del tema subraya el interés y la finalidad), porque Jesús iba a pasar por allí» (19,4). Con una serie de rasgos, Lucas nos ha descrito la calidad del personaje y sus intenciones.

LA «TRAICION» DE RAAB, LA PROSTITUTA /DE ZAQUEO, EL ARCHIRRECAUDADOR

Para interpretar esta escena nos hemos de guiar por el pasaje de Josué 6, según la versión griega de los Setenta. Raab, la prostituta, y Zaqueo, el archirrecaudador, son figura (femenina y masculina) del hombre marginado por una determinada sociedad.

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Josué (en griego, «Jesús») / Jesús, al entrar en Jericó, «salvan» respectivamente a Raab y su familia (Jos 6,17.23.25) / y a Zaqueo, en representación de todos los marginados israelitas (Lc 19,9-10). Las marcas que relacionan estos dos pasajes son muy indicativas, pero difíciles de traducir a nuestras categorías. Raab dio alojamiento a los emisarios/espías de Josué, y salvó así su vida y la de toda su familia; Zaqueo dará acogida a Jesús. Uno y otro son considerados traidores por sus respectivas sociedades. La «traición» de Zaqueo recaerá sobre Jesús, como veremos en seguida, y se volverá contra él en la traición de Judas, «uno de los Doce», que encarna - como indica su nombre: «Judas/judaísmo» - los valores nacionales del pueblo judío (22,3s).

ZAQUEO, QUE SE ENCARAMA AL TEMPLO,ENCUENTRA LA SALVACION EN SU CASA

Lucas es un maestro en el arte de relacionar escenas. El texto prosigue: «Cuando (Jesús) llegó a aquel lugar...» (19,5a). «El lugar», con artículo (aquí lo lleva), siempre dice relación en los evangelios con el templo, el Lugar por excelencia. (Los lugares altos son siempre los emplazamientos escogidos para edificar ermitas, iglesias o templos.) Zaqueo, el excomulgado, se ha encaramado al punto más alto de la institución religiosa, convencido de que desde allí podrá ver a Jesús, a quien él todavía identifica con lo bueno y mejor de la sociedad religiosa, de la cual se ha automarginado por intereses personales y crematísticos. En el libro de Josué hay una expresión que puede iluminar la presente: «El general del ejército (lit. "el archiestratega", a comparar con el "archirrecaudador") del Señor dijo a Josué: "Desátate las sandalias de tus pies, porque el lugar sobre el que te encuentras es santo" » (Jos 5,15). Pero, para Jesús, «el lugar» ya ha dejado de ser «santo». (De hecho, está subiendo a Jerusalén para enfrentarse con él.) Por eso le dice: «Zaqueo, baja en seguida (no fuera que equivocadamente se afianzase en la institución religiosa a la que se había encaramado), porque hoy (el presente salvífico) tengo que (la forma griega impersonal connota el designio divino) alojarme en tu casa» (19,5). Jesús contrapone «el lugar» a «la casa»: empieza a vislumbrarse la futura «casa» de la comunidad de salvados provenientes del paganismo, de quienes el «archirrecaudador» es figura representativa en el Evangelio. «El bajó en seguida (obedece puntualmente: la repetición subraya la presteza con que se aleja de la institución) y lo recibió muy contento» (19,6). La alegría es señal aquí de estar en línea con el proyecto de Dios sobre el hombre. Las caras tristes son reveladoras. La presencia de Jesús conlleva siempre alegría en la comunidad que lo acoge.

CRÍTICA DE LOS INSTALADOS AL PROYECTO LIBERADORDE JESUS

La historia -por lo visto- se repite. «Al ver aquello, todos se pusieron a criticarlo diciendo: "¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!"» (19,7). El hombre no les importa; lo que les importa es que sea un descreído (hoy diríamos un ateo) y que Jesús haya entrado en contacto con él: se ha convertido en impuro porque, en el diálogo con él, se ha imbuido de sus categorías y manera de pensar. No es la primera vez que se lo echan en cara, sino la tercera (cf. 5,30, caso de Leví, y 15,2, cuando «se le iban acercando todos los recaudadores y descreídos»). Y a la tercera... Lo que es muy indicativo es que aquí se diga con énfasis que sean «todos» los que se ponen a censurar a Jesús: la primera vez los criticadores eran los fariseos y sus letrados/teólogos del sistema, y el reproche lo dirigían a los discípulos de Jesús con idénticas censuras (5,30); la segunda eran «tanto los fariseos como los letrados» los que censuraban, y el reproche iba dirigido indirectamente a Jesús: «Este (despectivo) acoge a los pecadores (descreídos) y come con ellos» (15,2); la tercera, en cambio, son «todos», sin más precisiones.

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¿Quiénes son esos «todos»? Evidentemente que detrás se ocultan los defensores acérrimos del sistema. Pero ¿y los discípulos? ¿Acaso también éstos se habrían dejado imbuir por el sistema, haciendo frente común con ellos contra el archienemigo de la patria? Es muy posible, ya que Lucas, en realidad, ha hecho entrar en Jericó solamente a Jesús. (Los demás, por lo que se ve, ya estaban allí.) La crítica que les dirigieron al principio (5,30) habría hecho mella en ellos finalmente. Dentro de ese tríptico imaginario, los relatos de Leví y Zaqueo constituirían las tablillas laterales, mientras que en el centro se encontrarían «todos los recaudadores y descreídos», que habrían dado pie a la parábola central (véase 15,3: «Entonces les expuso esta parábola», en singular, a saber: las analogías de la oveja perdida y de la moneda o dracma perdida y la parábola propiamente dicha de los dos hijos, el joven/pródigo y el mayor/esquivo). Así todo quedaba atado y bien atado.

LA RAZON DE SER DE LA QUINTA COLUMNAYa hemos visto antes que Raab y Zaqueo son personajes paralelos: la mujer

representaba la quinta columna dentro del territorio del enemigo, puesto que ayudó a Israel a conquistar la ciudad; aquí es Zaqueo. Ahora veremos cuál es la contribución que presta a Jesús, el nuevo Josué, en la «conquista» de la sociedad: «Zaqueo se puso en pie y, dirigiéndose al Señor, le dijo: "He aquí que la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si he estafado algo a alguien, se lo restituiré cuatro veces"» (19,8). La decisión de Zaqueo sobrepasa con mucho lo que estaba prescrito en el Levítico (véase Lv 5,20-26) para reparar un fraude. Cumple de sobra lo que Juan Bautista exigía a los recaudadores que se le acercaban para bautizarse: «No exijáis más de lo que tenéis establecido» (Lc 3,12-13). Zaqueo está dispuesto a luchar por una sociedad más justa, él que era el símbolo personificado de toda injusticia. En el fondo, esto no gusta a los teólogos del sistema judío, porque, a la larga, si no a rascarse el bolsillo, a lo que no están dispuestos, se verán obligados a recoger velas, en la medida en que se les escape el poder de las manos, cifrado como siempre en el dinero. La quinta columna es, pues, el super-rico que, en lugar de venderse por dinero, como había hecho hasta entonces (se entiende que se le compare con la prostituta), está dispuesto a servirse del injusto dinero para ganarse a los pobres. Dentro de la fortaleza de los ricos, que tienen sus bancos a manera de torre de homenaje... al dios Dinero, y su apartheid amurallado, a fin de no oír el clamor de los miserables, bien aconsejados por sus propios predicadores moralizantes, se ha abierto una brecha, que a la larga destruirá el sistema. Entre tanto, demos vueltas y más vueltas y toquemos trompetas, pues, desde el sistema, hay quienes promueven la justicia y están a punto de entregarnos la ciudad.

TODOS LOS QUE PROMUEVEN LA JUSTICIA ESTAN SALVADOSJesús le contestó: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es

hijo de Abrahán» (19,9). Jesús no le propone renunciar a todos sus bienes ni lo invita a seguirlo para hacerse discípulo suyo, como había hecho con el recaudador Leví (5,27) y con el magistrado rico (18,22). Por un lado, se subraya nuevamente (repetición de la palabra «hoy») que la salvación ya es un hecho en esta comunidad humana representada por Zaqueo; por otro, es restituido al linaje universal de Abrahán, del cual había sido excluido. Una nueva paradoja: ahora resulta que los excluidos/sometidos a la institución (Zaqueo/la mujer encorvada) son «hijo»/«hija de Abrahán» (19,9/13,16), mientras que los que alardeaban de «tener por padre a Abrahán» (3,8a), tuvieron que escuchar de boca de Juan Bautista: «Os digo que de estas piedras Dios es capaz de sacarle hijos a Abrahán» (3,8b). Las «piedras» deben ser aquellos a quienes ellos, los seguros y observantes, tienen por pecadores/descreídos, encorvados/sometidos a su albedrío. La

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reintegración de Zaqueo a la casa de Israel recuerda de cerca la conclusión de la escena de Raab: «Josué perdonó la vida a Raab, la prostituta, y a toda su familia paterna, y vivió en medio de Israel hasta el día de hoy» (Jos 6,25).

La última frase: «Porque el Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo» (19,10), es la clave que traba el tríptico imaginario antes citado. De hecho, en términos equivalentes, la encontramos en las tres tablillas (Leví: 5,32; centro: 15,7.10.24.32; Zaqueo: 19,10). Ahora bien: mientras que Leví fue invitado por Jesús a integrarse en su comunidad, la comunidad del reino, y Zaqueo ha sido reintegrado a la casa de Israel, de los recaudadores y descreídos que se acercaban en masa a Jesús en el centro de ese tríptico no se dice explícitamente ni una cosa ni otra. Es cierto que la parábola y las dos analogías que la preceden hablan de un encuentro/retorno de lo que estaba muerto/perdido, pero Lucas deja abierto, intencionadamente, el relato. Será en el libro de los Hechos donde retomará la temática de ese relato central, con el fin de ejemplarizar con nombres y apellidos la entrada /encuentro/retorno de los paganos a la comunidad cristiana, lo que provocará -como era de esperar y, desgraciadamente, habrá que seguir esperando- la reacción fanática de los que se tienen por justos/puros/observantes (cf. Hch 11,2s; 15,1.5).

Jesús, el Hombre, viene a buscar al hombre con el fin de salvarlo de la situación de autodestrucción en que él mismo se había sumergido, después de que haya experimentado en su propia carne la marginación a que lo ha conducido la falsa escala de valores de la sociedad.

IV

La primera lectura es una bella oración meditativa sobre Dios, que nos posibilita hacer unas reflexiones menos habituales.

Solemos hablar a y escuchar hablar sobre Dios como algo ya sabido, como algo que, por definición, no puede necesitar replanteamiento. Ello ha empezado a cambiar, a la altura de la crisis que atraviesan las religiones, ante la constatada «crisis de Dios» (Gotteskreise, Juan Bautista Metz), crisis que ya nadie considera coyuntural o pasajera, sino epocal. Algo muy profundo está cambiando en la cultura y en la conciencia humana, que hace que ese concepto central que ha brillado con luz propia en el centro del firmamento mental de la humanidad durante los últimos milenios, el de Dios, se opaque y entre en lo que ya Martín Buber llamó el «eclipse de Dios».

La lectura de hoy del libro de la Sabiduría habla muy correctamente a Dios, y no lo presenta con ninguno de los rasgos menos éticamente adecuados, de los que hemos tenido que purificar tantas veces la imagen de Dios. No; este texto presenta una bella e impecable imagen de Dios... sólo que sigue no deja de utilizar un lenguaje «teísta».

La palabra «Dios» viene del deus latino, que a su vez viene del theos griego. Aunque el concepto tiene orígenes más antiguos, para nuestra cultura occidental fueron ellos, los filósofos griegos, quienes lo configuraron definitivamente. Siempre que decimos dios estamos evocando el theos griego. No importa que a veces queramos matizar la palabra; la palabra está ocupada, y su concepto asociado está registrado en el subconsciente colectivo, como un tipo de divinidad que está «ahí afuera, ahí arriba», en una especie de segundo piso celestial, desde donde puede intervenir en nuestro mundo, para revelarse, para actuar, para reaccionar... en función de su manera de ser, concebida muy antropomórficamente (los dioses piensan, aman, deciden, se ofenden, se

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arrepienten, perdonan... como nosotros, que al fin y al cabo estaríamos hechos «a su imagen y semejanza» -¿y viceversa?-).

Concebir la razón y el misterio supremos de la Realidad en forma de theos (en sentido genérico), eso es lo que llamamos «teísmo». Es un «modelo» de representación del Misterio, el mismo que hemos llamado Dios. Con mucha frecuencia ese «modelo» conceptual nos ha resultado transparente, no hemos sido conscientes de su mediación. Nos parecía como que nuestro hablar de Dios evocaba automáticamente su descripción directa, en vez de caer en la cuenta de que simplemente utilizábamos un modelo (theos), y que al Misterio que denominábamos con ese nombre, se le puede concebir con otros modelos sumamente diferentes. Podríamos, en efecto, pensar -y amar- no teístamente... Hay religiones no teístas. El judeo-cristianismo ha tenido una expresión teísta constante en la historia, pero hoy sabemos que aunque el modelo teísta nos haya acompañado de modo permanente, no es esencial ni resulta inseparable.

Más aún. La evolución de la espiritualidad -sin descartar el influjo de otras religiones- hace sentir a muchos cristianos un no disimulado malestar ante el uso y abuso del teísmo en nuestra tradición. Son cada vez más los que abogan por colocar al teísmo en su sitio, en una consideración simplemente mediacional: es una mediación, con sus ventajas y sus dificultades. Las dificultades no son pocas, y son crecientes en nuestra sociedad de mentalidad crítica; no faltan teólogos que postulan su superación. La alternativa al teísmo no es el ateísmo, obviamente, sino el pos-teísmo: una consideración y una (no-)representación de la Divinidad más allá del modelo del teísmo...

El tema es profundo y desafiante. Merece la pena prestarle atención, para no quedarnos en «la fe del carbonero», la fe acrítica, repetitiva y fundamentalista. (John Shelby SPONG es un obispo-teólogo anglicano -casi desconocido en el ámbito latino- que está escribiendo bastante sobre el tema; véase Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, en la colección Tiempo Axial, http://tiempoaxial.org; también la Agenda Latinoamericana’2011, dedicada este año al tema de la religión, aborda en varios artículos el tema del teísmo y la necesidad de renovar las imágenes de Dios).

En el evangelio de hoy, Jesús nos enseña hoy que el Padre–Dios no deja de ser el mismo, siempre compasivo perdonador, amigo de la vida, siempre saliendo al encuentro de sus hijos y construyendo con ellos una relación nueva de amor. Las lecturas de este domingo son una preciosa descripción de este comportamiento de Dios con la persona humana. Nos dicen que Dios ama entrañablemente todo lo que existe, porque su aliento de vida está en todas las cosas.

El episodio de la conversión de Zaqueo se encuentra en el itinerario o “camino” de Jesús hacia Jerusalén y sólo lo encontramos narrado por el evangelio de Lucas. En él pone de manifiesto el evangelista, una vez más, algunas de las características más destacadas de su teología: la misericordia de Dios hacia los pecadores, la necesidad del arrepentimiento, la exigencia de renunciar a los bienes, el interés de Jesús por rescatar lo que está “perdido”. Este evangelio es una ocasión excelente para recordar que éstos son los temas que se destacan en el material particular de la tradición lucana y que resaltan la predilección de Jesús por los pobres, marginados y excluidos.

El relato nos muestra la pedagogía de Dios, en la persona de Jesús, hacia aquellos que actúan mal. Dios es paciente y compasivo, lento a la ira y rico en misericordia, corrige lentamente, respeta los ritmos y siempre busca la vida y la reconciliación. En este sentido, Dios es definido como “el amigo de la vida”, y buscando ésta, su auténtica gloria, sale hacia el pecador y lo corrige, le brinda su amor y lo salva.

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Muy seguramente nosotros, por nuestra incapacidad de acoger y perdonar, no hubiéramos considerado a Zaqueo como un hijo bienaventurado de Dios, como no lo consideraron sus paisanos que murmuraron contra Jesús diciendo: “Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador”. Decididamente, Jesús y sus coetáneos creían en un Dios diferente. Por eso pensaban también de forma diferente. Para el judaísmo de la época el perdón era cuestión de ritos de purificación hechos en el templo con la mediación del sacerdote, era un puro cumplimiento; para Jesús la oferta del perdón se realiza por medio del Hijo del hombre, ya no en el templo sino en cualquier casa, y con ese perdón se ofrece también la liberación total de lo que oprime al ser humano.

Por eso, la actitud de Jesús es sorprendente, sale al encuentro de Zaqueo y le regala su amor: lo mira, le habla, desea hospedarse en su casa, quiere compartir su propia miseria y su pecado (robo, fraude, corrupción) y ser acogido en su libertad para la conversión.

La actitud de Jesús es la que produce la conversión que se realiza en la libertad. Todo lo que le pasa a Zaqueo es fruto del amor de Dios que actúa en su hijo Jesús, es la manifestación de la misericordia y la compasión de Dios que perdona y da la fuerza para cambiar. De esta manera la vida se reconstruye y me puedo liberar de todas las ataduras que me esclavizan, puedo entregarlo todo, sin miedos y sin restricciones.

Con esta actitud, Zaqueo se constituye en prototipo de discípulo, porque nos muestra de qué manera la conversión influye en nuestra relación con los bienes materiales; y en segundo lugar nos recuerda las exigencias que conlleva seguir a Jesús hasta el final. Aquí la salvación que llega en la persona de Jesús opera un cambio radical de vida.

No dudemos que Jesús nos está llamando también a nosotros a la conversión, nos está invitando a que cambiemos radicalmente nuestra vida. No se lo neguemos, no se lo impidamos. El Señor nos propone unirnos a El, ser sus discípulos y a ejemplo de Zaqueo ser capaces de despojarnos de todo lo que no nos permite vivir auténticamente como cristianos. Esta misma experiencia es la de muchos otros testigos de Jesús que, mirados por El, se convirtieron, renació su dignidad, y recuperaron la vida. Aceptemos la mirada de Jesús, dejemos que El se tropiece con nosotros en el camino e invitémoslo a nuestra casa para que El pueda sanar nuestras heridas y reconfortar nuestro corazón. No tengamos miedo, dejémonos seducir por el Señor, por el maestro, para confesar nuestras mentiras, arrepentirnos, expresar nuestra necesidad de ser justos, devolver lo que le hemos quitado al otro... No dudemos, Jesús nos dará la fuerza de su perdón. El Señor está con nosotros para que experimentemos su amor. El ya nos ha perdonado, por eso es posible la conversión.

El caso de Zaqueo puede ser iluminador para el tema de la opción por los pobres. En la polémica oficial contra esta opción que sacaron a la luz la teología y la espiritualidad latinoamericanas, se insistió mucho en que no podría tratarse sino de una opción «preferencial», no de una «opción por los pobres» sin más, porque sin aquel adjetivo podría entenderse como una opción «exclusiva o excluyente»... Pero el adjetivo «preferencial» rebaja y diluye la esencia de la opción por los pobres, porque quien opta por los pobres preferencialmente, se entiende que opta también por los ricos, aunque sea menos preferencialmente... Una opción preferencial es una opción que no acaba de optar, que no quiere definirse, que no toma partido, que «se queda encima del muro», como dice la expresión brasileña...

Jesús opta por los pobres, mira la vida desde su óptica, es uno de los pobres, y comparte con ellos su causa. Evidentemente, no excluye a las personas ricas, y ése es el caso de Zaqueo. Pero Jesús no es neutral en el tema de riqueza-pobreza. Su encuentro con Zaqueo no deja a éste indiferente: Jesús lo desafía a pronunciarse, incluso

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económicamente. Jesús no excluye a Zaqueo, ni a ninguna otra persona rica, pero «sí excluye el modo de vida de los ricos», exigiéndoles la justicia y el amor. La opción por los pobres no excluye a ninguna persona (¡al contrario, desearía alcanzar y cambiar a todos los que no asumen la causa de los pobres!). Lo que excluye es la forma de vida de los ricos, la opresión y la injusticia. Buen tema éste para enfocar la homilía sobre la opción por los pobres.

[Cfr J.M. VIGIL, La opción por los pobres es opción por la justicia, y no es preferencial. Para un reencuadramiento teológico-sistemático de la opción por los pobres, RELaT 371 (servicioskoinonia.org/relat/371.htm). Y VIGIL (coord.), Sobre la opción por los pobres, disponible en la biblioteca de Koinonia: servicioskoinonia.org/biblioteca

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 87 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «En la rama de un sicómoro». El guión del capítulo, y su comentario, puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1400087 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap87b.mp3

Para la revisión de vidaNuestra experiencia de fe no puede quedarse en un reconocimiento frío y

estático de Dios. La fe nos debe llevar a la conversión, a mejorar nuestra vida y nuestras actitudes, a concretar nuestra vivencia cristiana en obras, en generosidad, en solidaridad y en servicio a los demás. Cada uno de nosotros y cada comunidad ha de revisar su práctica de la misericordia -a la luz de Jesús- buscando testificar con la vida y las palabras la Novedad del Reino. Un paso ineludible es la constante "experiencia personal" de la misericordia del Padre; mendigarla, gustarla, compartirla... ¿Cómo experimento en mi vida la misericordia de Dios? ¿Qué significa convertirse?

Para la reunión de grupoAdoptar el libro de John Shelby Spong, Un cristianismo nuevo para un mundo

nuevo (Abya Yala, Quito, Ecuador, colección «Tiempo axial»), como guión de estudio comunitario sobre su propuesta de superación del teísmo.

La Agenda Latinoamericana’2011 presenta un breve estudio titulado: “Creer o no creer en Dios, ya no es la cuestión. El teísmo, un modelo útil pero no absoluto para ‘imaginar’ a Dios”. Tomarlo como materia de debate y formación (http://latinoamericana.org).

En el trabajo que realizamos como grupo o como comunidad. ¿quiénes están siendo los destinatarios del anuncio y la práctica de la misericordia? ¿quiénes deben serlo en primer lugar, viendo los destinatarios preferenciales del anuncio y la práctica de Jesús?.

Nuestra vida, ¿está llena de aquella compasión y amistad que nos hace llorar con quien llora y compartir la alegría del que se siente gozoso, o bien se limita simplemente a “solucionar problemas”?

Para la oración de los fielesPor cada uno de nosotros, para que encontremos en el camino de nuestra vida la

presencia de Jesús que nos invita al cambio y la conversión.Por los empobrecidos, excluidos y marginados de nuestra sociedad, para que

encuentren manos solidarias que les ayuden a buscar propuestas de cambio y transformación de su realidad.

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Por los sacerdotes, religiosos y religiosas, para que se decidan efectivamente a buscar estilos de vida más austeros como signo y compromiso con los pobres.

Por toda la comunidad, para que en la Iglesia encuentre una casa donde vivir el perdón y la reconciliación.

Por los que tienen la tarea y la responsabilidad de gobernar las naciones y manejar los recursos económicos, para que sean transparentes, honestos y leales en el compromiso que el pueblo ha puesto en sus manos.

Oración comunitariaTe damos gracias Señor porque en Jesús nos has manifestado tu rostro

amoroso de Padre Misericordioso. Te pedimos que nos ayudes a cambiar y a transformar nuestras vidas asumiendo actitudes verdaderas de conversión que se expresen en Justicia, Solidaridad y Amor con nuestros hermanos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro...

Misterio infinito, forma sin forma, presencia sin figura, que superas todas las formas y modelos de conocimiento, y también toda nuestra capacidad de imaginar y de pensar... Te evocamos presente en esa desasosegada ausencia siempre inasequible a nuestro deseo más profundo de encuentro y de unión. Respetamos tu distancia, y sentimos tu intimidad más íntima que nuestra propia conciencia. Te sabemos transcendente, hacia la inmanencia más profunda, no desde arriba, sino aquí abajo, no hacia afuera, sino hacia el totalmente adentro. Y para más hablarte sin manipular tu imagen, te hablaremos y contemplaremos en silencio...