VIGOR A PUNTA DE TRANSGRESIONES€¦ · bres de negocios adictos al sadomasoquismo y a las...

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de Ai, una estudiante avenida a prostituta en aquel Tokio desenfrenado que, ignorando la fragilidad de su burbuja económica, cultivaba un hedonismo deca- dente que pagaría caro durante la recesión de los no- venta. En aquel ambiente de “riqueza sin dignidad”, como uno de los personajes lo describe, Ai complacía las depravaciones de oficinistas frustrados y hom- bres de negocios adictos al sadomasoquismo y a las fantasías que implicaban la humillación sexual de la mujer. Atrapada en ese laberinto de perdición y de- seando recuperar el amor de Satoh, la tímida joven recurre a una adivinadora, quien le aconseja portar un anillo de topacio, elemento que da el título origi- nal a la historia. La adaptación cinematográfica de Tokyo deca- dence fue estrenada en 1992, con música del genial Ryuichi Sakamoto y una participación especial de la excéntrica artista visual Yayoi Kuzama. La película fue prohibida en países como Australia y Corea del Sur y exhibida con escenas recortadas en América y Europa. VIGOR A PUNTA DE TRANSGRESIONES Si bien el apellido Murakami es idolatrado o deses- timado en el mundo por vía del imaginativamente poderoso Haruki, la cruda obra de Ryu tiene una importancia capital en la literatura nipona moderna que, dicho sea de paso, también debe su actual vigor a la influencia de múltiples expresiones narrativas, una de ellas: el manga (la escritora Banana Yoshimo- to, figura de una nueva especie de boom, ha referido como una de sus mayores influencias a la ‘ mangakaHagio Moto). La impactante novela Battle Royale, de Kōshun Takami y convertida en filme de culto por Kinji Fukasaku o las emotivamente violentas pelí- culas de Takeshi Kitano y Sion Sono, son también herencia y ejemplo de un estilo labrado a punta de transgresiones que, no obstante su dinamismo, con- serva un inexorable rasgo de la genética narrativa japonesa: la fascinación por el paisaje, la descripción poética de la naturaleza circundante. Y, así, en medio de toda esa atmósfera, entre el fragor de ciudades nocturnas con destellos de neón, aparecen incrustados esos personajes tan violen- tos como taciturnos, abandonados a una existencia transparente y errante, como si ellos mismos fueran hojas de álamo revoloteando, marchitas, tras una ventana sin lluvia. Twitter: @manuserrato SIGLO NUEVO 77

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Page 1: VIGOR A PUNTA DE TRANSGRESIONES€¦ · bres de negocios adictos al sadomasoquismo y a las fantasías que implicaban la humillación sexual de la mujer. Atrapada en ese laberinto

de Ai, una estudiante avenida a prostituta en aquel Tokio desenfrenado que, ignorando la fragilidad de su burbuja económica, cultivaba un hedonismo deca-dente que pagaría caro durante la recesión de los no-venta. En aquel ambiente de “riqueza sin dignidad”, como uno de los personajes lo describe, Ai complacía las depravaciones de ofi cinistas frustrados y hom-bres de negocios adictos al sadomasoquismo y a las fantasías que implicaban la humillación sexual de la mujer. Atrapada en ese laberinto de perdición y de-seando recuperar el amor de Satoh, la tímida joven recurre a una adivinadora, quien le aconseja portar un anillo de topacio, elemento que da el título origi-nal a la historia.

La adaptación cinematográfi ca de Tokyo deca-dence fue estrenada en 1992, con música del genial Ryuichi Sakamoto y una participación especial de la excéntrica artista visual Yayoi Kuzama. La película fue prohibida en países como Australia y Corea del Sur y exhibida con escenas recortadas en América y Europa.

VIGOR A PUNTA DE TRANSGRESIONES

Si bien el apellido Murakami es idolatrado o deses-timado en el mundo por vía del imaginativamente poderoso Haruki, la cruda obra de Ryu tiene una importancia capital en la literatura nipona moderna que, dicho sea de paso, también debe su actual vigor a la infl uencia de múltiples expresiones narrativas, una de ellas: el manga (la escritora Banana Yoshimo-to, fi gura de una nueva especie de boom, ha referido como una de sus mayores infl uencias a la ‘mangaka’ Hagio Moto). La impactante novela Battle Royale, de Kōshun Takami y convertida en fi lme de culto por Kinji Fukasaku o las emotivamente violentas pelí-culas de Takeshi Kitano y Sion Sono, son también herencia y ejemplo de un estilo labrado a punta de transgresiones que, no obstante su dinamismo, con-serva un inexorable rasgo de la genética narrativa japonesa: la fascinación por el paisaje, la descripción poética de la naturaleza circundante.

Y, así, en medio de toda esa atmósfera, entre el fragor de ciudades nocturnas con destellos de neón, aparecen incrustados esos personajes tan violen-tos como taciturnos, abandonados a una existencia transparente y errante, como si ellos mismos fueran hojas de álamo revoloteando, marchitas, tras una ventana sin lluvia. Twitter: @manuserrato

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