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EDITORIAL

BUBILLEANDO

- Torre

- Plaza

- Parque

- In memoriam

- Los nacidos en el 56:

MOMENTOS Y LUGARES MÁGICOS:

Soco Toribio, Tina Ibáñez, Rebeca Ortega

EL ANUARIO DE GUADILLA: 1959

DE LA CAJA DE ZAPATOS

BUBILLOS AL HABLA: con el Sr. Antonio, el

cartero

PINCELADAS DE NUESTRA HISTORIA BUBILLA -2- : Javier Ortega

DE LA FUENTE A LA MAR

BREVERÍAS

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El prolongado período de pandemia nos ha venido privando con mayor o menor intensidad de un conjunto de

valores y dimensiones que integran nuestra constitución como persona. Me refiero en estos momentos a las limitaciones

impuestas por la necesidad de protección y subsistencia en el aspecto de las relaciones interpersonales, bien afecten

éstas a las familiares, a las de trato de amistad o a las de los diversos grupos en los que habitualmente y en momentos

normales de la vida han constituido el ámbito que ha presidido nuestras preocupaciones, ilusiones e inquietudes.

El conjunto de la sociedad ha sido especialmente sensible a este efecto de los estragos del virus en su seno y de

las medidas diversas que las autoridades nacionales, regionales o locales se han visto y se están obligadas a tomar. Ello

ha generado y sigue generando manifestaciones de todos los colores, razonadas en ocasiones y en otras, fruto de las

emociones y actitudes irracionales.

Así las cosas, corremos el riesgo de pensar en estos tiempos que existen únicamente los mundos de las vacunas

, mascarillas y determinadas limitaciones o los actos que contravienen la normativa variada con la que las autoridades

intentan poner una barrera a la Covid 19. Pero en el mundo mundial han sucedido durante la pandemia otros muchos y

graves acontecimientos y no estaría demás que de vez en cuando les dedicáramos siquiera unos minutos de atención.

O ¿es que nadie recuerda los últimos enfrentamientos entre Israel y Palestina, con la tremenda secuela de

destrucciones, heridos y muertos? Situación no muy diferente a ésta es la que hallamos en Yemen, uno de tantos países

de Africa, víctima de los enfrentamientos entre facciones. Otro tanto constatamos en varios países de América Latina,

agravada su situación social y económica por la maldita pandemia. Debemos también tener presentes a los miles de

personas que obligadas a abandonar sus lugares naturales de nacimiento y desarrollo, víctimas también de las

hambrunas, las situaciones de violencia o las extremadas inclemencias de la climatología. Y en este último aspecto,

diríamos que la propia naturaleza ha venido a aliarse con la pandemia, dando rienda suelta a sus “jinetes del apocalipsis”,

léanse las desorbitadas temperaturas de Canadá y EEUU en contraste con la frecuencia y voracidad de los huracanes o

las inundaciones en lugares donde “es la primera vez que sucede en muchos años”.

Esta situación de catástrofe y epidemia mundiales tal vez pueda abordarse también, pensando que puede ofrecer

su lado de esperanza y no precisamente por aquello de “mal de muchos…”, sino por tratarse de un mal de todos, pues

afecta a toda la humanidad. Hay, por tanto, una advertencia y una llamada implícita a la solidaridad y a que las soluciones

alcancen indistintamente a todos. De lo contrario, siguen pendientes, como espada de Damocles, situaciones y

acontecimientos como los que acabamos de mencionar. Nuestra condena desde estas líneas a quienes están “sacando

tajada” en estos tiempos difíciles, contribuyendo con ello a acrecentar la creciente distancia entre los pocos que poseen

mucho y los muchos que poseen cada vez menos.

Terminamos estas reflexiones del editorial con una palabra sobre el presente número.

Cuando parecía que las cosas se ponían cuesta arriba para que el 112 de VILLAMAR viera la luz, han aparecido

como por ensalmo las respuestas a nuestras llamadas. Y, como en un concierto de piano a cuatro manos, hemos podido

tejer el entramado de este número con todas ellas. Especial mención merece la contribución de Alvaro Ruiz, quien se ha

encargado de diseñar por su cuenta el capítulo de “de la fuente a la mar”.

A todos ellos y ellas, nuestro sincero agradecimiento desde estas páginas. Y a cuantos nos siguen y nos leen,

les deseamos disfruten de un verano de tranquilidad, reposo y reposición de energías.

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¿ Os acordáis de aquellos tiempos en los que la cigüeña formaba parte de la

biodiversidad de la geografía bubilla? Los arreglos que por entonces

precisaba ya la torre acabaron con la vecindad cigüeñil;y la imagen, que

hábilmente captó Constan Agüí, se convirtió en testigo mudo del pasado.

Hoy nuestra torre vuelve a presentar signos de

deterioro y necesidades urgentes de reparación

¿ Quiso la autora de esta foto insinuar que

nuestra torre está fulminada por “el rayo

vengador” del Zeus clásico o se trata más

bien de un rayo de esperanza que se posa

sobre ella y nos llama a su restauración?

Nuestra torre enferma

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Nuestra plaza está triste

Cielo azul, nubes blancas y grises asoman sobre los tejados de las casas en cada una de las fotos. Pero en la primera aún quedaba la fila de los árboles que con sus ramas entrelazadas, daban vida y sombra veraniega a nuestra plaza. Hoy está triste, como en cueros y anoréxica, privada de su faja verde y protectora. ¿Habrá lugar para una tercera foto diferente?

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Nuestro aplauso a la imaginación y

al buen gusto

El parque se ha animado con los colores vivos de las bicis,

primorosamente adornadas por las hábiles manos de Luisa, y a

juego con las bandas que en estos años han venido luciendo la

mayor parte de los árboles.

La iniciativa de Luisa alcanzó un hueco en el Diario de Burgos,

quien publicó en sus páginas la foto como ejemplo de iniciativa

y buen gusto, cosas ambas que también aplaudimos desde aquí.

LOS NACIDOS EN EL 56

1.- José María de Roba Benito, hijo de Evencio y Casilda 2.- María Soledad García Ortega, hija de Orencio y Sofía 3.- Raquel Miguel Rojo, hija de Florencio y Josefa 4.- Elena Ibáñez García, hija de Máximo y Piedad 5.- María Iluminada Toribio Rey, hija de Antonio y Aurelia 6.- María Milagros Ruiz Pérez, hija de Avelino y María Milagros 7.- Nemesio Barriuso Toribio, hijo de Zósimo y Evelia 8.- Domicio Fuentes Toribio, hijo de Honorato y Virgilia 9.- María Blanca González García, hija de Eutiquiano y María Candelas 10.-Mercedes García Castilla, hija de Vita y Adriana 11.-Luis García Castilla, hijo de Vita y Adriana

Al no haber recibido ninguna reclamación de irregularidad u

olvido en la lista de homenajeados, que este año corresponde

a los nacidos en el 56, repetimos la relación publicada con

carácter provisional en el número anterior

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DEDICATORIA A UN TITÁN

Abuelo, todo sin ti, se me hace tan raro… siento algo que no sé describir, totalmente inefable. ¿Cómo

expresar en unas cuantas líneas el amor tan verdadero que nos has

brindado durante estos años? Lo único que en estos momentos puedo

describir es el nudo en la garganta que tengo al dedicarte esto: horrible…

Abuelo, te has ido sin previo aviso, en la cama, durmiendo, ¿qué

más se puede pedir?... Me quedo con la tranquilidad de que has sido un

hombre que ha vivido como siempre quiso: luchando por lo suyo, como

incansable que eras; un hombre valiente de sobra, pero sobre todo,

admirable por las grandes hazañas logradas durante tu vida, por tu

coraje y la forma que tenías de afrontar los problemas y adversidades,

siempre un referente para tus hijos y nietos por tu manera de vivir.

Siguiendo tu camino, recto, sin mirar a los lados, pero tampoco

dejándonos solos.

Ojalá un diez por ciento de lo que tú has sido, algún día lo haré

lo mejor que pueda.

Eres admirable, abuelo, en todas y cada una de las cosas que tu

ser tiene y representa. Lo siento por no haberme acercado por última vez,

como debería haber sido…

En este momento es voluntad de Dios separarnos en la tierra.

Ojalá algún día podamos reencontrarnos de nuevo en el cielo.

Tu recuerdo y sacrificio pervivirá en toda una generación familiar. Nos esforzamos y nos centraremos

en preservar tu recuerdo; y, sobre todo, nunca olvidar. Gracias, abuelo. Descansa en paz. Te queremos.

Mario Quintana

Terracota realizada por Paco,

representando a la Virgen de Villamar

IN MEMORIAM

En este apartado, algunas de las personas que se nos han ido en esta última temporada son revividas

por el cariño, el calor de los suyos y la palabra

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ÚLTIMA CARTA DE AMOR

Lupe, Lupita, Upe, Guadalupe, mujer, mamá, hermana, cuñada, vecina… había muchas maneras de llamarte para cada uno de nosotros. Lo hacíamos de maneras diferentes, todas ellas para designar a la misma persona, a ti mamá. De sobra sabéis cómo era ella, pero queremos recordarlo. Lupe era una mujer muy trabajadora, consiguió junto a nuestro padre lo que hoy tenemos. Gracias a su esfuerzo nos inculcó los valores de que en la vida para ganarse las cosas hay que currárselo. En su trabajo se implicaba tanto que los clientes pasaron a convertirse en amigos, siempre con buen humor y una sonrisa te servía el café y alguna tontería te soltaba para que empezases bien la mañana. Tenía un carisma desbordante, gracias a ello ha tenido muchos amigos, algunos se han convertido en más que eso, en familia de la que se elige y a las pruebas me remito ¿te has dado cuenta de la cantidad de gente que ha venido a verte? Siempre amiga de sus amigos sabía escuchar y trataba de ayudar en lo que podía. Buena consejera y conciliadora. Tanto que te daba ánimos a quienes lo estaban pasando mal en ese momento, llegándose a olvidar de lo que ella tenía, preocupándose porque tú estuvieras bien; porque ella contestaba que estaba bien, siempre decía que bien… Dime, ¿acaso eso no lo hace un buen amigo?

Espléndida como ninguna, cuando estabas a su lado no te faltaba una cervecita, un buen picoteo, un plato de comida en cualquier lugar del mundo: que se lo pregunten a mis tíos cuando llevó caracoles a Alemania. Gracias por todo madre, nos has enseñado a ser honrados, generosos y buenas personas. Como hermana, ella no solo adoptó el papel de hermana mayor, con perdón Marta, adoptó el de matriarca de la familia. Siempre organizando las comidas familiares, siempre ocupándose de los trámites de los abuelos; sin que nadie se lo pidiera, ella cogía las riendas y para adelante. Muy cabezona como los Andrés, pero servicial para los suyos, como la que más. Le faltaba tiempo para ir a su querido pueblo, Guadilla ,y estar la primera para que cuando el resto llegara ya estaría todo organizado y así poder ir a tomar el vermú al bar. Como esposa, eso tendría que decirle a mi padre, todos hemos visto y sentido que 1 + 1 hacen uno muy especial. Cariñosa con el hombre de su vida, el más guapo como ella le llamaba. Su gran amor. Si el amor verdadero existe es

porque lo vemos cada día en vosotros. Gracias por enseñarnos a amar. Nuestro padre siempre ha estado al lado de ella, estos años más que nunca, llegaba a casa después de trabajar y todavía tenía fuerzas para hacerle un masaje en las piernas al día. Os aseguro que nuestra madre tenía la piel que muchas desearíamos: es suave e hidratada. Y todo gracias a ti, papá, que con cariño y mimo la has cuidado. Gracias por estar con ella en todo momento bueno y malo. Habéis luchado codo con codo; eres sin duda su mayor apoyo, su otra mitad. Decirte que no estás solo ¿Ves cuántas personas han venido acompañarnos? Todo gracias a mamá y a ti, mirad qué legado habéis conseguido. ¡Qué orgullo de familia! Si todas estas cosas os parecen poco, imaginaros como madre. Madre no hay más que una; y lo siento, pero ella era la mejor del mundo. Siempre apoyándonos incondicionalmente, motivándonos a seguir nuestros sueños y metas. Amiga. Cuidándonos y dándonos todo el cariño y repitiéndonos siempre “que te quiero” y “se feliz”. Siempre buscando nuestra felicidad para conseguirla por nosotros mismos y eso es porque ella era muy feliz y quiere que seamos igual de felices, nos hacía mucho hincapié; así que Alfon, vamos a hacerla caso.

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Valiente, guerrera, incansable, luchadora, orgullosa de ver la mujer que eres, sin duda, con tu hacer y paso por la vida nos has dado la mayor y mejor lección de vida. Sé que eres un referente para muchas personas, no solo para nosotros. Cada vez que miremos tu recordatorio con tu sonrisa nos transmitirás la fuerza y el valor que necesitamos para ciertos momentos de la vida, y créeme, Lupita de mis amores, que eso no lo hace cualquiera. Vas a dejar un gran vacío porque eres una gran persona y a la vez ese vacío estará lleno de amor y cariño. Por eso es que tu luz y tu magia nos guíe por el camino de la vida. Nuestra madre dejó escritas unas inquietudes un día antes de ingresar por última vez en el hospital y vamos a compartirlas con vosotros. “Hola, quiero empezar a escribir un poco mis peripecias de vida. Hace cinco años me diagnosticaron cáncer de mama, y bueno, difícil la situación, pero lo he llevado siempre con mucha fuerza positiva y tirando para adelante, sin mirar atrás como se dice. He vuelto a recaer, pero esta vez es un poco más complicado. Metástasis en peritoneo y ganglionar estadio IV y llevo un año de quimio tras quimio, pero ninguna parece ser que lo para. Hasta que he empezado una nueva que es la que me estoy dando ahora y yo tengo todas mis esperanzas y fe de que me lo va a frenar un poco. Todas son duras, pero ésta es una bomba: entonces me baja las defensas, estoy cansada, agotada, y lo peor de todo es que anímicamente también estoy bajo mínimos. No quiero llegar a esta situación y entonces he pensado que me vendrá bien escribirlo y plasmar en papel mis sentimientos.” Como veis, nunca se ha rendido, nunca se ha cansado de luchar y así se refleja en su escrito. A veces se gana y otras se pierde en esta enfermedad, pero creo que todos hemos ganado gracias a la huella que nos dejas. Te queremos mamá, mujer, hermana, cuñada, vecina, Lupe, Lupita, Upe, Guadalupe. Alfonso padre, Alfonso hijo y Beatriz

Hola a todos y todas l@s bubillos y bubillas,

Algunos/as ya sabéis que mi padre falleció el pasado 1 de

junio. Quienes le conocíais sabéis muy bien cómo era él: una

persona sencilla, cercana, buena….. entre otros muchos

calificativos; y por supuesto, profundo amante de su pueblo.

Adoraba Guadilla. Habitualmente decía: “yo soy BUBILLO”.

Había que verle: se henchía de orgullo al decirlo.

Nos contaba muchas vivencias, anécdotas y recuerdos de su

infancia y juventud vividas en Guadilla. Yo espero que nunca

se me olviden y recordar todas y cada una de ellas durante

toda mi vida.

Mi padre nos ha dejado, pero sé que permanecerá para siempre en nuestro recuerdo y en el de tod@s vosotr@s.

Muchas gracias y ¡VIVAN LOS y LAS BUBILLOS Y BUBILLAS!

Sonia Barriuso

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DE SOCO TORIBIO REY

Hola bubill@s:

Quiero contaros hoy algunos de los recuerdos que guardo sobre Guadilla, no solo en mi memoria sino también

en mi corazón.

No tengo un lugar mágico de mi pueblo, pero sí una serie de remembranzas sobre momentos y sensaciones que

por alguna razón inexplicable no se han borrado con el paso de los años; y casi todas ellas, relacionadas con las

vacaciones de verano que mi familia pasaba en Guadilla de Villamar.

Por ejemplo, me acuerdo mucho cuando mi ama nos preparaba a mis hermanos y a mí una deliciosa merienda

consistente en una rebanada de pan sobre la que echaba un poco de vino y un poco de azúcar, que nos sabía a gloria.

Era la necesaria recompensa que nos hacía falta para reponer fuerzas después de haber pasado toda la tarde corriendo

y jugando con los otros niños del pueblo.. Con tan rico manjar en la mano y con cuidado de que no se cayera, hacía con

mis primas y hermanas una pequeña excursión por el caminito donde mi abuelo Marino tenía la bodega. Paralelo al

camino existía un pequeño riachuelo, en el que metíamos los pies mientras comíamos nuestra deliciosa rebanada de

vino y azúcar.

También me acuerdo mucho cuando mis padres nos daban la “paga” e íbamos donde la taberna de la señora

Concha a comprar algún chuche o uno de esos helados caseros que se elaboraban tras echar refresco de naranja, limón

o cola a la cubitera del congelador. Para agarrarlos y chupetearlos bastaba con un palillo que se ponía antes de su

congelación, a modo de palo de helado.

Pero, si hay algo que recuerdo y casi hasta huelo solo con cerrar los ojos, son las sopas de ajo que mi abuela

Josefa nos hacía. Todavía la estoy viendo cuando nos las ponía al fuego de la cocina, que era bajita, en esos cuencos de

barro tan característicos y nos las churruscaba todo alrededor. Nunca las he comido tan ricas como aquéllas.

REMEMORANDO LA NIÑEZ

Reconozco que me estoy haciendo mayor, y una de las cosas que me lo están mostrando son mis recuerdos de cuando era niña.

Recuerdo el sonido de las campanas tocando en la procesión del Corpus.

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Era una procesión especial para los niños y más para las niñas, ya que teníamos algún trabajito que hacer.

La víspera recorríamos todas las huertas que tenían flores, llenábamos el cestillo de pétalos para el día siguiente.

Llegaba el momento de la procesión. Los mozos llevaban el palio, el sacerdote se colocaba debajo de éste, con la Custodia y a los lados dos o cuatro niñas tirando pétalos al Santísimo.

Se salía de la iglesia y se encontraba la plaza engalanada de plantas, ramas de los árboles, arcos hechos con las ramas… A los pocos pasos se encontraba el primer altar. Consistía en una mesa adornada con los mejores manteles de las vecinas y la parte de arriba para formar como un retablo, las colchas, las más bonitas, todo blanquísimo, con las flores rojas sujetas con un alfiler.

Quedaba precioso, no recuerdo si eran dos o tres altares. Mientras tanto, las campanas no cesaban de tocar. En los altares hacía un descanso el párroco para dar la bendición con el Santísimo.

De esta procesión en concreto, me acuerdo mucho.

Recuerdo también el mes de mayo dedicado a la Virgen. Para la escuela, llevar flores todos los días, los domingos, en la iglesia, declamar versos. Aquellos versos que aprendíamos de memoria.

Desde luego que fue bonito. Nos enseñaron a respetar las costumbres, respetarnos nosotros en los juegos, en el trato a los mayores,...

Recuerdo no tener nada y no me faltaba de nada. Éramos felices a la manera de aquellos tiempos. Tina Ibáñez

LA INFANCIA, LUGAR MAGICO

Rebeca Ortega

No hay lugar más mágico que la infancia, y allí me encuentro ahora, rodeada de aperos, una

mañana de verano, en una era en época de trilla. El olor a sequedad y mies, el tacto tosco de viento y el

movimiento circular y repetitivo del trillo, da paso a un tiempo infinito, cargado de nubes y chocolate, a leche de

vaca con nata y caramelo de Pinedo.

La bicicleta, ahora abandonada en el suelo a su suerte, está cubierta de polvo del camino que baja

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desde el depósito. El perro, en la sombra, jadea su carrera y yo pido paso a subirme, por un rato, en el tiovivo

del trillo, que para mí no es trabajo, sino una invitación para salir de la monotonía en una mañana cálida de

verano. Una vuelta, dos, los ojos cegados de tamo, la tos seca de alergia. El perro me mira sereno con

sus ojos oblicuos desde la sombra. Espera que baje pronto y vayamos a buscar a casa igual un cusco de pan,

un pellejo de chorizo o alguna sobra del desayuno. Bajo de un salto, perdiendo el equilibrio, y caigo de culo

sobre las nías blandas de la trilla. Me levanto y corro hacia la bici. El perro dormita y le llamo ¡ Sultán! y sube

las orejas atento, mientras se levanta y me sigue por el camino hacia las tojas.

La mañana va calentando, y la bici, que solo frena si pongo el pie sobre la rueda, a veces suena rasposa

en las pedaladas, como un mantra perenne que me acompaña durante todo el verano.

De camino a casa otros perros ladran, otras bicis suenan, y otros niños gritan en la plaza, correteando

alrededor de un camión que con la música a todo volumen vende las cosas más insólitas. Baldes de zinc,

zapatillas con puntera de goma, cestas de mimbre, toallas, fregonas y escobas, que bailan en la plaza al ritmo

de la canción del verano.

Ya en casa, mi abuela cocina en la económica con la olla de barro, y sin llamar, entra el cartero, que

viene con cartas de América y la pensión en pesetas. Mi abuela sonríe. En la cabeza un pañuelo negro que le

tapa las canas y sobre la bata un mandil. Siempre huele a adobo y queso, a trigo y lavanda, a despedidas, a

rosarios y a baraja.

Anuario de Guadilla de Villamar año 1959

Localidad con Ayuntamiento de 446 habitantes. Dista 16 Km. del Partido Judicial y 48 de la capital. La estación de ferrocarril es Herrera de

Pisuerga a 20 Km. Celebra su fiesta patronal el 3 de Mayo. Produce cereales, vinos y madera de olmo. Su altitud sobre el nivel del mar es de

856 metros. Alcalde: D. Florentino Ibáñez. Secretario: D. Victoriano Rodríguez. Juez Municipal: D. Vicente Ruiz. Fiscal: D. Restituto Renedo. Maestros: Dña. Mª del Pilar Rincón y D. Germán Cantarino. Correos: D. Antonio Pérez. Párroco: D. Fermín Rilova. Delegado de la Confederación Nacional deSindicatos: D. Leonardo Peláez. Maestros albañiles: D. Adrián Fernández y D. Raimundo Manrique. Cantinas: D. Aurelio García y D. Julián Quintano. Export. Cereales: D. Justo García, D. Francisco Martínez y D. Marino Rey. Electricista: D: Raimundo Manrique. Estanco: D. Julián Quintano. Ganaderos: D. Fortunato Andrés, D. Elías Manrique y D. Marino Rey. Herrería: D. Marcelino López. Datos sacados del Anuario Nacional del año 1959.

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En las casas de Guadilla de los años 50 no había álbumes ni cuadernos para coleccionar fotos,

porque tampoco había muchas fotos que coleccionar… Pero casi siempre teníamos una caja de

zapatos, a la que iban a parar las contadas fotos de la familia, los recordatorios y algunas estampas

de Primera Comunión. Abran, abran su caja de zapatos y hágannos llegar las fotos de otros tiempos.

Esta será otra manera bonita de comunicarnos l@s bubill@s.

¿Recuerdan a estos muchachos metidos en un silo celta descubierto años ha en Villamar? Todavía andan por ahí, haciendo agujeros.

No faltaba alegría en las faenas de la era, pero tampoco bocas que alimentar

¡Ay…la alegría de disponer de una moto…! Siempre había alguien a quien llevar de “paquete”. Y nunca mejor dicho, señor cartero-

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ENTREVISTA AL SR., ANTONIO PEREZ MONEDERO, cartero de Guadilla

Antonio, ¿En qué año empezó a ejercer como cartero de Guadilla y cuántos años estuvo desempeñando este servicio público? Empecé el 1 de abril de 1953 y estuve ejerciendo mi profesión durante treinta y seis años, hasta que me jubilé en septiembre de 1989 ¿Recuerda a quién sustituyó en este oficio? Sí. Anterior a mí estuvo el Sr. Vicenciano García, quien también fue cartero de Guadilla durante veinticinco años.

¿En cuántos pueblos de la zona sirvió como cartero? Empecé teniendo primero Guadilla, Tagarrosa y Santa María. A los doce años me quitaron estos dos últimos y me añadieron el servicio de Quintanilla, Barrio de San Felices y Cañizar de Amaya. Posteriormente me agregaron Sotovellanos; y dos años antes de jubilarme, tenía que ir los sábados a Salazar, Cuevas y Amaya únicamente para repartir el

diario de Burgos..

Todavía somos bastantes las personas que guardamos en nuestra mente el recuerdo de alguien que, hace ya muchos años, ejerció de cartero en Guadilla : un hombre afable, sencillo y servicial, llamado Antonio, y de quien hemos tenido noticias que aún vive con una calidad de vida más que aceptable. Así nos lo atestiguan José Manuel Santos, párroco que lo fue de Guadilla, y Félix Miguel, quienes se pasaron una tarde en animada conversación con él. Gracias a ellos tenemos hoy la alegría y el honor de tener al Sr. Antonio entre los invitados de nuestras ya tradicionales entrevistas. En ellas nos hablará de sus recuerdos y experiencias como cartero de nuestro pueblo; cosas que afloran a su memoria juvenil de noventa y siete años de rodaje por la vida y con la ilusión de que cuando cumpla los cien, será nombrado “bubillo de honor”. Basados en esta esperanza, le damos cabida hoy en el apartado de nuestra revista, “bubillos al habla”.

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Le recordamos en sus últimos tiempos desplazándose en un Citroën azul claro. ¿Utilizó desde sus comienzos este medio de locomoción? El primer coche que tuve fue un “dos caballos”, en 1965-66. Luego, un Citroën Dyan-6 y al final, un Renault-5. Pero empecé haciendo deslazándome en bici, cuando los caminos eran muy malos. En 1959 compré una moto, que dejaba donde

Marcelino, el herrero, antes de ponerme en camino a Tagarrosa y Santa María. Muchas veces, en los días malos, la Sra. Carmen, la madre de Marcelino, encendía unas ulagas y unos palos y así me calentaba un poco antes de salir. ¡Qué buena era la Sra. Carmen! También pasaba algunas veces frente a casa del Sr. Paulino y le pedía una manta con la que protegerme del frío, pues no había ninguna mata, salvo una, allá a la raya de Tagarrosa.. Otras veces, si llovía, era el Sr. José de la Fuente, el caminero, quien me prestaba su paraguas. ¡Qué mal lo pasaba para ir a aquellos pueblos! Un día me caí en el arroyo para ir a Tagarrosa. Menos mal que me agarré a una rama; si no, allá me voy al agua. Otro, me caí también con la Guzzi: habían puesto un madero y ¡qué mal lo pasé! También tuve un un accidente con el coche, yendo de Salazar de Amaya. A Quintanilla iba con frecuencia en moto cuando D. Fermín, el párroco, lo hacía montado en un macho. También íbamos y veníamos juntos D. Pablo, el

médico y yo, pues él dejaba su coche en Guadilla. En Puentes de Amaya, que entonces tenía unos diez vecinos, no hice el servicio de cartero, aunque sí que estuve cuando tenía unos veinte años y luego, cuando trabajé para la Caja. Venían tres o cuatro vecinos a mi casa a ingresar dinero en la Caja, que luego marcharon a Zaragoza y eran los que metían más dinero. ¿Cómo recuerda la Guadilla de entonces? ¿Percibía diferencias entre los pueblos a los que atendía? Guadilla era lo mejor para mí y a los que más quería; era como si se tratara de una familia. Conocía a todos los vecinos y guardo recuerdo de tanta gente… Al primero que conocí fue al Sr. Mamerto, que tenía noventa años, el padre de Avelino y de Vicente, que vivía allí, en el barrio de los Renedos. He tenido ocasión de volver hace tres años y, ¡menuda diferencia de cuando yo iba en aquella época!: aquello era una choza, sobre todo en invierno y a veces no podía pasar el arroyo, allí donde el Sr. Donato y tenía que volverme para seguir repartiendo en las casas de la plaza, junto a la iglesia…¡Ay, qué mal lo pasaba! Me acuerdo cuando metieron el agua, que no se podía ir por las calles. Pero la gente de Guadilla era muy buena y yo iba todos los días a gusto al pueblo. A Tagarrosa y Santa María iba solo tres días en semana, pues al hecho de haber pocas cartas, se unía el malísimo estado de los caminos. A veces era mejor ir por las linderas. Ya le digo que conocía a mucha gente de Guadilla , a varios maestros y maestras:. Llegué a conocer al primer maestro, aquel Colino, a quien saludé el día de la función, cuando estaba con los confiteros echando al bote. Recuerdo también a otros que vinieron luego, entre ellos a D. Amancio y a D. José Lozano, que cuando se marchó

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estuvo de director de la Caja de Ahorros del Circulo. Me acuerdo también de otros muchos vecinos del pueblo: de Eulogio, que me invitaba todos los días a tomar un vino. Yo no quería y le decía:” Eulogio, que no puedo entrar a tomar un vino estando de servicio”. Allí me encontraba muchos días con el tío Donato, el pasiego y con el padre de D. Angel, a los que Félix, el hijo de Joaquín, les llamaba “los tres astronautas” . A Anastasio Terciado no lo encontré nunca en el camino, aunque sí lo veía los domingos por Sotresgudo, acompañado de Leonardo, el hermano de Honorio. A Anastasio lo tuve varios días bien alojado y mantenido a cuerpo de rey en mi casa, mientras me estuvo cavando dos majuelos que tenía. Para que no se me olvide, aquí tengo anotadas otras personas, como el Sr. Crescenciano, que en el año 56 todavía me recordó que estuvo en Sotresgudo justo el día en que me casé, el siete de febrero de 1949. No nos conocíamos entonces; pero él bien se acordaba de aquello. La Sra. Angela, que llamábamos la señora pita; me acuerdo un día de mucho frío, a la vuelta de Tagarrosa me dijo :”¡ Ay hijo, hijo. Espérate un poco, te voy a sacar un choricillo antes de ponerte en camino”. Con Heliodoro me pasó una faena con un contrato de trigo. Resulta que había ido a la comarcal y un sábado por la tarde perdió el contrato. El domingo por la mañana fue a mi casa: “¡ ay, ay, Atonio, que he perdido el contrato”! y justo, mi mujer había visto que un hombre de Quintanilla recogía un papel, que iba volando por la calle y se lo metió en el bolsillo. Así que cuando vino a casa, le digo: “mañana, lunes, vamos a ir prontito a Quintanilla con la Guardia Civil, donde ese tío”. Heliodoro no se lo creía y mi mujer, porfiando: “que sí, que era un contrato” Fuimos a Quintanilla y resultó que era

verdad. ¡Fíjate, que había vendido todo el trigo…! y la Luisa, bien que se acordará. De Honorato también recuerdo una anécdota que él contaba. Fue un chiguito a comprar un azadón a la ferretería y el dependiente le preguntó:”¿cómo le quieres, grande o pequeño”? “Grande- le respondió - , que es para mi abuelo” ¡ Ay, qué risa cuando lo contaba!

No sólo repartía la correspondencia, sino que también recogía la que se generaba en Guadilla. ¿Se escribían muchas cartas en el pueblo? Muchas cartas se escribían entonces; como quiera que había tanta gente fuera ya… Llegamos a poner dos buzones: uno en la plaza y otro, donde Marcelino. Una vez me entretuve a hablar con él en la fragua y ya me volvía para Sotresgudo, cuando caí en la cuenta: “¡ Cagüen, si me he pasado…! ¿Nunca le recriminaron que no llegase alguna carta? Nunca. Sólo me pasó una vez con el hermano de Honorato, Luciano, aquel que vivía en la parte de Lérida, en la frontera y que le enviaba todos los años la lotería. Al parecer, un año no le llegó a Honorato; pero no sé el motivo. Su llegada era doblemente esperada en bastantes casas: por un lado, traía cartas con noticias de los hijos y miembros de las familias que en su día tuvieron que emigrar. Por otro, acercaba los ahorrillos de

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pensiones y haberes familiares en el banco. ¿Le manifestaban las personas sus alegrías en esos momentos? Pues sí. Tenía que hacer de todo: repartía el dinero de las pensiones, de los contratos; y así evitaba los paseos inútiles de la gente a Sotresgudo. Guadilla era el pueblo donde había más movimiento, pues era el que más vecinos tenía. Cuando iban con los carros, se ponían fácilmente veinte o treinta carros en la comarcal. Luego ya vinieron los tractores…

En sus tiempos de cartero también aparecieron las huchas infantiles. ¡ qué era aquello exactamente? Era una cartilla que la Caja abría a los niños de la escuela con cinco pesetas de donativo. Temiño y yo íbamos por las escuelas abriendo esas cartillas, en as que los niños podían ingresar algún dinerillo cada mes. Los maestros y maestras nos entregaban esos dineros y se lo metíamos en sus cartillas. Cuando a los catorce años dejaban la escuela, la cartilla pasaba a ordinaria y ya no sé cómo fueron desapareciendo; algunas sería con eso del “gasto de mantenimiento”, como llaman ahora. Cuéntenos algunas “historietas de un cartero de pueblo” y experiencias personales por las que sin duda pasó. Ya he contado que tenía que hacer de todo. Además de las cartas , el diario y las

cartillas, les llevaba también al veterinario las muestras de las matanzas de cerdos y de vacas. Había entonces en Guadilla unas matanzas de vacas de miedo. Emiliano, el hijo del Sr. José Ibáñez, mataba por entonces. Encontrarte con algunos era motivo de alegría. Un día, viniendo de Tagarrosa pasé por donde Florencio y les vi a todos sentados a la mesa. ¡Qué alegría me dio verlos así, como que serían los apóstoles! También recuerdo al Sr. Crescencio, el mejor jugador de mus de Guadilla. Cada vez que le entregaba una carta me daba una peseta. Con él recuerdo al Sr. Elías y a los que iban a jugar en casa de D. Fermín algunas tardes del domingo. Tampoco se me olvida el día que me quitaron la moto, obra de un hijo de Avelino y el del Sr. Lorenzo . Menos mal que apareció al día siguiente, aunque bastante escacharrada. Una vez jubilado ¿ha tenido contactos con “bubillos” residentes en Burgos? Sí, con frecuencia me encuentro personas de Guadilla. Un día me dio alguien por la espalda y me dice:¿Qué pasa, Antonio? Me volví y reconocí a uno de los de Paco el pasiego. ¿Tú quién eres Moisés o Manolo? De Moisés me acordaba bien. También encuentro muy a menudo a la hija de Teodoro, que estaba con mi chica Mari Carmen, a la hija de Heliodoro, que me conoce enseguida. Y, cómo no, a los que vienen a echar la partida: Félix, Amador, Carlos… ¿Qué le parece la evolución que han experimentado los pueblos de la zona? Guadilla ha cambiado mucho. Entonces la gente era muy buena y muy cristiana y nunca he tenido una palabra de más con nadie. Les he hecho también muchos favores, de lo que estoy satisfecho. He conocido a mucha gente, cuando había

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las dos cantinas y luego las que siguieron: Aurelio, Eulogio, el teleclub, Fernando, el de la Juliana y luego la Soles.El de Luis no sé si lo he conocido. De todos guardo un buen recuerdo. Me invitaban a las fiestas de Guadilla. Quiero mencionar también al alcalde de entonces, el Sr. Florentino: en su tiempo inauguraron la escuela de las niñas.

Si volviera a nacer ¿sería cartero otra vez? Sí, si sería como en los últimos años, en que iba tranquilamente en coche. La revista VILLAMAR y con ella todos los bubillos, le agradecemos sinceramente su testimonio y sus palabras amables, a la par que le desean lo mejor en su vida de jubilado. Y ¡ANIMO, POR LOS CIEN AÑOS!

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Las Rogativas, hoy

En los Principios y Orientaciones del Directorio sobre la Piedad Popular del Concilio

Vaticano II se dictamina que "la fecha de la procesión de rogativas la establezca la Conferencia Episcopal

de cada país" y define este tipo de procesiones como de "súplicas públicas de la bendición de Dios sobre los campos y sobre el trabajo del hombre, que tienen un carácter penitencial".

No recuerdo que después del Concilio Vaticano II se hayan realizado en Guadilla ni las rogativas

mayores ni las menores. Los toques de oraciones

Empecemos por las campanas. Cada una tuvo su nombre: María, la

de la izquierda y Ana la de la derecha .

En el lado sur y con una sola tronera, estaba un campanil que

llamaban Joaquín. Me contaba el Sr. Crescencio Rojo que un día de fiesta

lo volteaban los mozos con tanta fuerza que se cayó a la calle. No volvieron

a colocarlo en su sitio. Recuerdo que estuvo muchos años junto al altar de San Isidro y lo fundieron, años

más tarde, para arreglar a la campana María.

En la cara este se encuentran los esquilones, llamados José y Jesús. Las otras dos troneras nunca

tuvieron campanas.

Creo que José y Jesús tienen aún, pintado en rojo, su nombre. Como os habréis dado cuenta eran los

nombres de la Sagrada Familia. Joaquín y Ana, padres de María, y María y José, padres de Jesús.

Eran varios los toques de campanas a cargo del campanero, a lo largo del año. Estaban: el de fiestas,

el del viático, el del Corpus, el de boda, el de concejo, el de agonías, el de quema… Pero el común de

todos los días del año era el toque de Oraciones. Su fin era recordar a nuestros difuntos y pedir por las

cosechas. El toque, aunque era todo seguido, se dividía en tres partes:

1º Con el esquilón José se tocaban 9 campanadas en grupos de tres. Era el toque que llamaban de agonía.

2º Ya con las campanas María y Ana se tocaba un solo clamor. 3º Seguido del clamor iba un tentenublo.

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4º Un volteo del esquilón José.

Los toques de oraciones, a lo largo del día eran tres:

* El de Maitines, que se tocaba hacia la 7 de la mañana. En verano a las 3 de la noche, ya que servía a la vez

de aviso a los labradores para ir a acarrear.

* El del Ángelus, que se tocaba a las 12 del mediodía.

* El de Oraciones, que se tocaba al anochecer.

El campanero, por hacer este servicio, cobraba un sueldo, generalmente en trigo. Como ya habéis leído, en

el año 1752, cobraba 7 fanegas de trigo al año.

Al morir una persona se tocaban los llamados clamores: si el finado era un niño se llamaba “toque a gloria”,

que era un solo clamor pero con los esquilones. Si era una mujer, dos clamores, ya con las campanas. Si

era un hombre, tres clamores. Si era un clérigo, cura, cuatro clamores. Si era el obispo de la diócesis, cinco

clamores.Y si era el Papa, seis clamores.

Un recuerdo cariñoso a los campaneros del siglo XX:

Cristóbal Pérez: padre de la Sra. Inés Pérez. Dionisio Ortega: mi padre. José Benito: padre del Sr.

Honorio. Honorio Benito y Marciano, su hijo

Todo pasa, y en el campanario siguen, casi siempre mudas, las campanas y

esquilones.

Ya no hay conjuros, ni letanías ni toque de oraciones. Ni niños en el campo cuidando

las vacas en el verano.

¡Que tocan a mediodía chiguitos! ¡Vamos a comer!, por aquello que "esquilón panza

arriba, puchero panza abajo".

Y en los anocheceres, cuando jugábamos en la plaza rondando los cien niños,

sonaban de nuevo las campanas tocando a oraciones ¡Hasta mañana!, nos decíamos unos

a otros y nos desperdigábamos por las callejuelas cada uno a su redil.

Recuerdo que nuestros padres, a los toques de oraciones, se quitaban la gorra y

rezaban el Ángelus, susurrando unas Avemarías.

Los Maitines nunca les oí tocar. Los niños dormíamos felices, sin preocuparnos si

las cosechas eran buenas o no, en esa paz y alegría que da la felicidad.

Un saludo.

Javier Ortega González

Dionisio Ortega

Honorio Benito

Marciano Benito

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** Ni “SO” que se pare, ni “ARRE” que se espante

** Caga más un buey que cien golondrinos

** Habló el buey y dijo “mu”

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“ “”222222

“ SOMOS…” Somos agua. Somos una gota en el mar. Somos mar. Somos aire. Somos aliento que respira. Somos espíritu que inspira y expira. Somos Vida Somos tierra. Somos cosmos. Somos polvo de estrellas. Somos misterio admirable Somos amor. Somos unidad. Somos comunión. Somos hermanos y hermanas. Somos humanidad. Somos divinidad. Somos dios. Somos

Deme Orte