Voces de Bahía Portete - Javeriana

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1 Voces de Bahía Portete La masacre 12 años después Melissa Ramírez Cotes Director: Mario Morales Trabajo de grado para optar por el título de Comunicador Social Pontificia Universidad Javeriana Facultad Comunicación y Lenguaje Departamento de Comunicación Bogotá 2016

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Voces de Bahía Portete

La masacre 12 años después

Melissa Ramírez Cotes

Director: Mario Morales

Trabajo de grado para optar por el título de Comunicador Social

Pontificia Universidad Javeriana

Facultad Comunicación y Lenguaje

Departamento de Comunicación

Bogotá

2016

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La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos

por los alumnos en sus trabajos de grado, sólo velará porque no se

publique nada contrario al dogma y la moral católicos y porque el

trabajo no contenga ataques y polémicas puramente personales,

antes bien, se vean en ellas el anhelo de buscar la verdad y la

justicia”.

Reglamento de la Pontificia Universidad Javeriana Artículo 23.

Resolución No. 13 de 1964.

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PTG-E-3

Referencia: Formato Resumen del Trabajo de Grado

FORMATO RESUMEN DEL TRABAJO DE GRADO CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Este formato tiene por objeto recoger la información pertinente sobre los Trabajos de Grado que se

presentan para sustentación, con el fin de contar con un material de consulta para profesores y estudiantes.

Es indispensable que el Resumen contemple el mayor número de datos posibles en forma clara y concisa.

FICHA TÉCNICA DEL TRABAJO

Autor (es): Nombres y Apellidos completos en orden alfabético)

Nombre(s): Melissa Beatriz Apellido(s): Ramírez Cotes

Campo profesional: Comunicación Social/ Periodismo

Asesor del Trabajo: Mario Morales

Título del Trabajo de Grado: Voces de Bahía Portete: La masacre 12 años después

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Tema central: Reconstrucción de Bahía Portete a partir de las víctimas

Subtemas afines: Conflicto armado, desplazamiento, violencia, reconstrucción

Fecha de presentación: Mes: Mayo Año: 2016 Páginas:

II. RESEÑA DEL TRABAJO DE GRADO

1. Objetivo o propósito central del trabajo:

El objetivo de este trabajo es mostrar las voces de personas que fueron víctimas y testigos de

la masacre de Bahía Portete. A través de periodismo escrito, describo lo que fueron las causas

que llevaron al hecho, los intereses de las Autoridades Unidas de Colombia en este territorio

de la Alta Guajira; además de como se ha reconstruido la población luego de tener que migrar

debido a la violencia.

2. Contenido (Transcriba el título de cada uno de los capítulos del Trabajo)

Introducción

2.0 Justificación

3.0 Estado del arte

4.0 Marco histórico

5.0 Marco conceptual

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6.0 Metodología

7.0 Objetivos

8.0 Productos: Narrando la reconstrucción

8.1 Reportaje ‘Aquellos días terroríficos en Bahía Portete’

8.2 Crónica ‘La mujer que nunca volvió’

8.3 Crónica ‘El que luchó contra los paramilitares’

8.4 Crónica ‘El exconcejal que debió exiliarse’

8.5 Crónica ‘El profesor que no suele hablar de aquel día’

9.0 Conclusiones

10.0 Bibliografía

(Parcial. En su totalidad se encuentra al final del trabajo) Barrera, E. (2011) Estética de lo atroz.

Psicohistoria de la violencia política en Colombia: de los pájaros azules a las águilas negras.

Bogotá: Corporación Cátedra Libre Ignacio Martín-Baró

Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación. (2010) La masacre de Bahía Portete: Mujeres

wayuu en la mira. Bogotá: Taurus.

Consejo Superior de la Judicatura Sala Administrativa Unidad de Desarrollo y Análisis Estadística.

(1999) Bases para la organización de jueces de paz en Colombia. Bogotá. Consejo Superior de la

Judicatura.

Correa, H. (2005) Cuando la sal corrompe: Wayuu, estado y empresarios en las salinas de Manaure,

1970-2004. Bogotá: Centro de Estudios de la Realidad Colombiana

Daza, V. (2003) La Guajira el tortuoso camino a la legalidad. Bogotá. Dirección Nacional de

Estupefacientes: Naciones Unidas, Oficina contra la droga y el delito.

Duncan Gustavo. (2005) Narcotráfico en Colombia: Economía y Violencia. Bogotá. Fundación

Seguridad y Democracia.

Ferry, S. (2012) Violentología: Un manual del conflicto armado colombiano. Bogotá: Ícono

Editorial.

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3. Autores principales (Breve descripción de los principales autores referenciados)

Autores enfocados en el conflicto armado colombiano y el narcotráfico, Marco Palacios,

Gustavo Duncan, María Teresa Ronderos…

4. Conceptos clave (Enuncie de tres a seis conceptos clave que identifiquen el Trabajo).

Conflicto armado, desplazamiento forzado, feminicidio.

5. Proceso metodológico. (Tipo de trabajo, procedimientos, herramientas empleadas para alcanzar

el objetivo).

Viajé a Bahía Portete en busca de personas que estuvieran dispuestas a hablar de la masacre.

Tomé fotografías del sitio para mostrar la actualidad del lugar. Consulté distintos teóricos que

hablaran acerca del conflicto armado colombiano, y medios de comunicación que hablaran de

la masacre.

6. Reseña del Trabajo (Escriba dos o tres párrafos que, a su juicio, sinteticen el Trabajo).

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Por medio de una investigación periodística, donde desarrollé entrevistas a las víctimas, hice este

trabajo. Mi intención también era entrevistar a funcionarios de esa época y de la actualidad, pero

ninguno accedió a dar entrevistas. Las fotografías fueron parte importante del proceso, ya que son

una prueba de que el pueblo es solo ruinas.

Busqué expresar las palabras de las víctimas y testigos de un modo narrativo, que logré por medio

del reportaje y las crónicas. Para hacer el reportaje consulté distintos medios nacionales e

internacionales que mostraran los sucesos que llevaron al hecho en sí, y las consecuencias. En

cuanto a las crónicas, cada una fue basada en un personaje distinto.

III. PRODUCCIONES TÉCNICAS O MULTIMEDIALES

1. Formato (Video, material escrito, audio, multimedia).

2. Duración audiovisual (minutos):

Número de casetes de vídeo:

Número de disquetes:

Número de fotografías:

Número de diapositivas:

3. Material impreso Tipo: Número de páginas:

4. Descripción del contenido

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Agradecimientos

A Dios. Te debo todo, Padre Celestial. Gracias por Tu amor loco que me mantiene cuerda.

A mis padres, jamás podré pagarles todo lo que han hecho por mí, los amo.

A Mario Morales, no hubiera podido hacer esto sin él, siempre estaré agradecida.

A los habitantes de Bahía Portete. No han sido olvidados.

A aquellas personas que me dieron alojamiento, minutos de su tiempo, palabras de ánimo,

horas de internet y mucha paciencia.

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Índice

1.0 Introducción……………………………………………………….……….…………..12

2.0 Justificación………………………………………………………….…...………….....13

3.0 Estado del arte………………………………………………………….….…...………19

4.0 Marco histórico…………………………………………………………………..…….25

5.0 Marco conceptual……………………………………………………….……..……….34

6.0 Metodología…………………………………………………………………...……….47

7.0 Objetivos………………………………………………………………………...……..48

8.0 Productos: Narrando la reconstrucción………………………………………………..49

8.1 Reportaje ‘Aquellos días terroríficos en Bahía Portete’…………………………...…49

8.2 Crónica ‘La mujer que nunca volvió’………………………………………………...63

8.3 Crónica ‘El que luchó contra los paramilitares’………………………………………70

8.4 Crónica ‘El exconcejal que debió exiliarse’…………………………………………..76

8.5 Crónica ‘El profesor que no suele hablar de aquel día’………………………………86

9.0 Conclusiones……………………………………………………………………….…..94

10.0 Bibliografía…………………………………………………………………………...97

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Introducción

Este trabajo de grado se basa en una investigación periodística narrativa acerca de la

reconstrucción de Bahía Portete, corregimiento de Uribia, al norte de La Guajira, luego de

la masacre. Esta sucedió en abril de 2004, hecho que desplazó gran parte de la población,

dejó destruida la poca infraestructura que había y que marcó a sus habitantes de por vida,

cambiando la historia del corregimiento.

Todos los afectados fueron indígenas wayuú, así que este trabajo se enfoca en cómo su

cultura tomó este suceso, cuáles fueron las formas de interpretarlo, asumirlo y volver a ver

a Bahía Portete como su hogar. Se abarcan temas que han estado presentes fuertemente al

norte de La Guajira como el narcotráfico y el contrabando, delitos que llevaron a que fuera

posible la masacre y posteriormente a la migración de personas a otros pueblos y a

Venezuela.

Durante más de 50 años ha existido conflicto armado en Colombia; el país ha buscado

reconstruirse, mediante tratados de paz y políticas públicas, pero la reconstrucción ha sido

larga y debido a la cantidad de víctimas y años que lleva el conflicto aún queda camino por

recorrer. La Guajira, como el resto de los departamentos del país, ha sido víctima del

conflicto. No es conocido como uno de los departamentos más afectados debido al conflicto

interno, pero por el hecho de que tiene frontera con el César y el Magdalena, ha sido

inminente la llegada de grupos armados. Otro factor fue el gran territorio con salida al mar

que posee La Guajira, ideal para trabajar con narcotráfico y contrabando.

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Justificación

Durante más de 50 años ha existido conflicto armado en Colombia; el país ha buscado

reconstruirse, mediante tratados de paz y políticas públicas, pero la reconstrucción ha sido

larga y debido a la cantidad de víctimas y años que lleva el conflicto aún queda camino por

recorrer. La Guajira, como el resto de los departamentos del país, ha sido víctima del

conflicto. No es conocido como uno de los departamentos más afectados debido al conflicto

interno, pero por el hecho de que tiene frontera con el César y el Magdalena, ha sido

inminente la llegada de grupos armados. Otro factor fue el gran territorio con salida al mar

que posee La Guajira, ideal para trabajar con narcotráfico y contrabando.

La Guajira se divide en Alta, Media y Baja Guajira. Esto se debe a un aspecto geográfico

(norte, mitad y sur). La Alta Guajira es la más desértica y la de más difícil acceso, debido a

que no tiene carreteras, así como tampoco servicios básicos como agua dulce, electricidad o

gas natural. De igual forma, los indígenas wayuú que habitan allá mantienen sus

costumbres prácticamente intactas.

En la zona norte del departamento se encuentra el corregimiento de Bahía Portete, que

como su nombre lo indica, es una bahía. Pertenece al municipio de Uribia, pero queda a

aproximadamente cuatro horas de camino. En sus cercanías fue construido un puerto

marítimo por el Cerrejón, que fue nombrado Puerto Bolívar, actualmente el más grande de

Colombia. Fue hecho para el envío y recibimiento de carbón y distintas cargas pesadas.

La soledad de esas tierras, el acceso por el puerto y la falta de ley hicieron que la Alta

Guajira fuera el escenario perfecto para el narcotráfico y el contrabando. Estos fueron causa

y consecuencia de la creación de mafias guajiras y la llegada de grupos armados

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provenientes del Magdalena, Cesar y el sur de La Guajira. En la actualidad el contrabando

de gasolina, drogas e incluso productos de la canasta familiar, es un hecho y problema con

el cual las autoridades en La Guajira aún luchan día a día. Esto es parte importante de la

economía del departamento.

Por su parte El Cerrejón ha manejado todos las reglas impuestas por el Estado para la

explotación de carbón, pero los medios han llegado a preguntarse el destino de las regalías.

Las críticas a esta multinacional también han llegado debido a los cambios ambientales

durante la última década, los cuales han sido notorios, y teniendo en cuenta que Bahía

Portete es el lugar donde se encuentra situado el puerto para exportación de carbón, el

pueblo no cuenta con los servicios que necesita, la mayoría de los habitantes de la bahía no

obtuvieron educación para ser conscientes de la magnitud de un plan como ese y sus

consecuencias.

El 18 de abril 2004 sucedió el atentado contra los wayúus más grande de los últimos años,

la Masacre de Bahía Portete. Este hecho dejó un saldo de seis muertos, cuatro de ellos

mujeres, y más de 600 personas desplazadas hacia Venezuela. Fue perpetrado por

paramilitares del Frente Contrainsurgencia Wayuu del Bloque Norte de las Autodefensas

Unidas de Colombia (AUC).

El hecho tuvo antecedentes: la llegada de los paramilitares al pueblo, aterrorizando a los

habitantes, tomándose la ley y la justicia por sus propias manos y amenazando a los líderes,

generalmente mujeres, que posteriormente fueron asesinadas. La tragedia por supuesto fue

noticia, pero los medios principales prontamente dejaron de informar. Las investigaciones

profundas fueron realizadas años después por periodistas independientes y personas

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interesadas en el tema. Se destaca el libro publicado por el Grupo de Memoria Histórica de

la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación.

Ese libro publicado en 2010 muestra una profunda investigación sobre este suceso, los

precedentes, la reconstrucción de la masacre en sí y los años posteriores a esta tragedia.

Durante los últimos años ha habido distintos cambios políticos en el departamento y en

Uribia. En 2013 el gobernador de La Guajira, Francisco ‘Kiko’ Gómez, fue detenido por la

Policía y posteriormente trasladado a Bogotá para ser juzgado. Se le acusaba de ser el autor

intelectual de varios homicidios, de tener vínculos con paramilitares y demás delitos.

Debido a esto se hicieron elecciones atípicas a gobernador en 2014.

Poco se ha analizado con respecto a esos cambios al momento de la reconstrucción

posterior a la masacre, no solo en infraestructura sino social y psicológicamente de sus

habitantes, las consecuencias vistas desde la cultura wayuú, qué significa el territorio de

Bahía Portete para ellos y cómo ha continuado la vida de los habitantes incluso ahora. El

hecho involucró principalmente a mujeres, la cultura wayúu es un matriarcado, por lo cual

la masacre debió ser analizada desde ese punto simbólico y cultural, posiblemente como un

feminicidio. El asesinato de una mujer es uno de los actos más repudiables en la cultura

wayúu, ya que las mujeres son vistas siempre fuera del conflicto, son las encargadas de

recoger y enterrar a quienes han muerto de forma violenta. Nadie tiene derecho a

violentarlas. En la cultura wayúu están los palabreros que generalmente son hombres, pero

las mujeres son las intermediarias entre los indígenas y los aríjunas (personas no indígenas).

Por otro lado, cientos de víctimas se fueron a Venezuela, país cuya situación ha cambiado

drásticamente durante la última década. Poco se sabe qué sucedió al respecto a esas

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personas desplazadas, cómo los recibieron, qué beneficios otorgó el país vecino, y si luego

de la muerte del presidente Hugo Chávez (que gozaba de gran simpatía entre los wayúus

tanto de Colombia cono Venezuela) algo cambió para ellos.

Los indígenas sentían gran simpatía por Hugo Chávez debido a que en Venezuela, los

wayúus contaban con servicios totalmente gratis de salud, ventajas ventajas en alimentación

y servicios públicos. Chávez implementó los procesos necesarios para que legalmente los

indígenas wayúu de Colombia también tuvieran los beneficios que los de Venezuela.

Todas las víctimas de este suceso fueron wayúus, pero de igual forma en las filas de las

AUC se encontraban indígenas de esta étnica también, quienes luego de la disolvencia de

este grupo paramilitar continúan ejerciendo con bacrim y otros grupos que trabajan con

contrabando.

Con respecto a las creencias wayúus no se tiene mucha información con respecto a qué

clase de rituales hicieron posteriores a la masacre algún tipo de homenaje a las víctimas

anualmente, o de qué forman honran la memoria de las personas asesinadas o que tuvieron

que migrar. Los paramilitares usaron una simbología atroz en la excesiva violencia sexual

que mostraron los cadáveres, los mensajes anteriores al suceso, y el terror infringido al

pueblo incluso luego de los asesinatos. Por ejemplo profanar el cementerio, lugar con un

significado sagrado e inmarcesible para los wayúus.

Por lo general La Guajira no es un departamento donde predomine el conflicto armado, tal

vez en la zona sur (Baja Guajira), ya que tiene frontera con Magdalena y Cesar,

departamentos donde el conflicto armado es más común. En la Alta Guajira el

paramilitarismo en sí no tiene más de 15 años, y solo fue hasta el momento de la masacre

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que se hizo notar enormemente en esa zona del departamento. Debido al difícil acceso y

otros factores no hay mucha información con respecto a qué ha pasado durante los últimos

10 años con la economía y la política en Bahía Portete.

Se considera que es importante que un trabajo de grado se ocupe de indagar acerca de la

masacre de Bahía Portete debido a que fue un suceso poco informado por los medios de

comunicación nacionales. Por lo general los medios se enfocan en las noticias de las

ciudades principales. Esta masacre puede abarcar un trabajo de investigación tan

significativo como un trabajo de grado, ya que se haría un énfasis en los wayuús como

cultura, visto desde la sociología. Además el país necesita seguir enfocándose en cada

aspecto del conflicto.

Este trabajo aporta al campo de estudio de la comunicación, servir como ente comunicativo

entre la sociedad y una población víctima del conflicto armado, que ha estado en proceso de

reconstrucción durante la última década. Una investigación de este suceso conllevaría hacer

hincapié en asuntos sociológicos, políticos y culturales, éste último aspecto encaminado a la

cultura wayuú y su proceso de reconstrucción visto desde sus creencias étnicas.

En cuanto al campo del periodismo esta investigación aporta un estudio ligado a la

denuncia, narración y a la memoria que conlleva hablar de la reconstrucción tras una

masacre, darles voz a las víctimas. Mostrarles que no han sido olvidadas, que a través de

este trabajo dedicado a ellos, pueden tener una fuente de memoria donde se muestre el

suceso y la reconstrucción. Los medios poco tocan las noticias que suceden en provincias, y

claramente hace 12 años lo hacían menos. Toda la población de Bahía Portete es indígena,

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así que un aporte importante es mostrar a las minorías étnicas con relación al conflicto

armado, a través de reportajes y crónicas.

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Estado del arte

Tendencias temáticas, teóricas, conceptuales, metodológicas y de análisis en los escritos

acerca de violencia en La Guajira

La península de La Guajira es considerada uno de los departamentos con mayor riqueza

natural en Colombia; además, debido a su posición geográfica es un lugar atractivo para

distintos intereses económicos y políticos.

El daño al medioambiente ha sido recurrente debido a la riqueza en cuanto a sal marina,

carbón, gas natural, entre otros. Manaure es el principal espacio de extracción de sal en el

departamento; los indígenas wayuu la han sacado de forma artesanal desde hace siglos,

pero últimamente se han involucrado distintas empresas en ese asunto, considerando la

extracción artesanal como ‘ilegal’.

De esto se habla en el libro Cuando la sal se corrompe…: Wayuu, Estado y empresarios en

las salinas de Manaure 1970-2004, el cual cuenta con Hernán Darío Correa como

compilador, allí se concluyó que el territorio wayuu está firmemente ligado al desarrollo,

considerándose parte fundamental de la existencia de esta etnia, su comportamiento social y

cultural. Todo esto da pie para un acercamiento al entorno natural y ambiental, así como las

leyes naturales de estos indígenas y las diferencias con las leyes colombianas.

Aunque la sal es parte importante de la economía guajira, el carbón podría considerarse la

mayor fuente de ingresos y egresos. Esta es una minería masiva y como tal ha causado

graves consecuencias en el medioambiente. El libro Bajo el manto del carbón: Pueblos

multinacionales en las minas de El Cerrejón, Colombia hace énfasis en ello. Analizando

distintos monitores del aire en comunidades cercanas a las minas de El Cerrejón, se

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demostró que existe una enorme cantidad de polución en el aire causada por la minería.

Estos provocan problemas de salud en la población, lo que se suma al hecho de que es un

territorio con problemas de pobreza y desempleo, lo cual ha ocasionado quejas y

migraciones.

En el libro Calidad de vida y salud: un diagnóstico de la zona de influencia de Cerrejón se

enfatizó en este tema. Allí se concluyó que hay una precariedad también en la situación

alimentaria, sumado a otros factores como una limitada capacidad de respuesta de los

servicios de salud correctivos y preventivos, que es consecuencia de poco acceso a

información clara y convincente en cuanto a autorizaciones y demás procesos de salud.

Todo este asunto con El Cerrejón ha interesado a diversos estudiantes, que han plasmado

sus investigaciones en trabajos de grado. Un ejemplo de esto es Julián Rivera, estudiante de

la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad

Javeriana, quien a finales de 2011 entregó su tesis titulada Analisis del impacto medio

ambiental de El Cerrejón a partir de sus informes GRI: 2005-2009, en esta concluyó que la

empresa construyó sus stakeholders (grupos o individuos quienes pueden estar o ser

afectados por el resultado de los objetivos de la organización) “a partir de su relación con la

cadena de producción, las demandas que se crearon alrededor de esa relación y las

respuestas que la empresa dio para lograr el desarrollo de su actividad y de sus objetivos

empresariales. En este punto, no solo El Cerrejón creó stakeholders como parte del

reconocimiento de otros actores dentro y alrededor de la actividad minera sino que estos lo

han validado como un interlocutor valido para la toma de decisiones que puede afectarlos”.

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Los diversos estudios hechos a las consecuencias ecológicas causadas por El Cerrejón

empezaron hace muchos años, pero hay otro aspecto de esta multinacional que comenzó a

ser analizado hace relativamente poco, que es la apropiación de la principal corriente

hidrográfica de La Guajira, el río Ranchería.

A principios de 2014, Grace Acosta, estudiante de Comunicación Social de la Pontificia

Universidad Javeriana, presentó como trabajo de grado Iiwo’uyaa, la primavera wayuu:

Movimiento social en defensa del río Ranchería. Este escrito concluyó que aunque esta

multinacional prometió al momento de su instalación un enorme y estable progreso para el

departamento, se han visualizado problemáticas en cuanto a las regalías. En cuanto al río,

comunidades indígenas y distintos sectores sociales no han dejado de poner trabas para que

Cerrejón no les ‘robe’ el río.

Aunque esta empresa ha causado diversos prejuicios, un asunto problemático en La Guajira

es la borrosa línea que separa los conceptos de legalidad e ilegalidad. En eso se basa el libro

de 2003, La Guajira: tortuoso camino a la legalidad. Se menciona la inherente relación de

muchísimos guajiros con el contrabando, ese que es parte de la historia comercial y social

del departamento, trayendo homicidios y narcotráfico.

Otro texto que aborda esta problemática es Etnicidad, conflicto social y cultura fronteriza

en La Guajira (1700-1850). Allí se habló acerca de la historia que llevó a La Guajira,

especialmente en zona fronteriza y marítima. El comercio dio pie para un crecimiento entre

la relación de los indígenas wayuu y los ‘alíjunas’ (personas ‘blancas’). Todo esto propició

un proceso de “reconstrucción ética”, que se convirtió en la cultura fronteriza.

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Conclusiones similares se encuentran en Poligamia y contrabando: Nociones de legalidad y

legitimidad en la frontera guajira, Siglo XX. Se estudia una realidad más reciente, pero que

no dista mucho del siglo XIX. La Guajira, y claramente aún más su espacio fronterizo, se

encuentra aislada de los centros de poder y distintas autoridades nacionales. Otros aspectos

negativos son “el ‘compadrazgo’ entendido como un sistema de reciprocidad de favores, el

patronazgo o clientelismo, los intereses económicos, políticos, de clase y/o amistad”, los

cuales han mantenido viva la ‘legal ilegalidad’ en esta zona que ademas por ser una

península y compartir frontera con Venezuela, es considerada buena para los

contrabandistas por su posición geográfica estratégica.

La etnia wayuu siempre tuvo relación con todas estas problemáticas, especialmente por

asuntos territoriales entre wayuu y ‘blancos’. Actualmente continúan algunos incidentes,

pero no tanto como en las últimas décadas del siglo XX. De ello se escribió en la tesis de

grado de Historia de la estudiante Camila Santamaría de la Javeriana.

“En el proceso de constitución del Resguardo de la Alta y Media Guajira, se dieron intensos

conflictos entre el Estado, multinacionales e indígenas, interesados los primeros en la

modernización de Colombia, lo que los llevó a tolerar e impulsar el desarrollo de grandes

proyectos en La Guajira: el Cerrejón y las Salinas de Manaure. A su vez no se pueden

ignorar los conflictos que se presentaron con los colonizadores particulares, y las tensiones

menores con los proyectos turísticos y ambientales” (pág. 110), concluyó la historiadora en

Narraciones jurídicas y conflictos territoriales en la Alta y Media Guajira: El proceso de

reconocimiento de los derechos territoriales de los indígenas wayuu de 1960 a 1990.

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Todos estos aspectos en esa atmósfera de ilegalidad se hicieron deseables, ya que

facilitaban poder y dinero, por lo cual surgieron guerras familiares. Una de las más

recordadas es la de los Cárdenas y los Valdeblánquez, tanto así que se escribió un libro

acerca de esto (La guerra de los Cárdenas y los Valdeblánquez: Un conflicto mestizo en La

Guajira).

Este sangriento hecho, que sucedió en la bonanza marimbera lleva a comprender como se

manejan los conflictos familiares, la cultura guajira, de igual forma como fue el desarrollo

de la exportación de la marihuana y sus consecuencias sociales.

Cuando La Guajira creyó que los actos de extrema violencia habían cesado, en la alta

Guajira se perpetró una masacre contra los indígenas wayuu, específicamente en Bahía

Portete. La mayoría de las víctimas fueron lideresas.

El Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación

ha sido el autor del libro más completo acerca de este suceso, titulado La Masacre de Bahía

Portete: Mujeres wayuu en la mira. En general, esta investigación era sobre lo sucedido, las

causas y consecuencias, pero hizo mención especial al rol de la mujer en la cultura wayuu,

y como víctima en la masacre.

“La masacre de Bahía Portete en perspectiva de memoria histórica desentraña un caso de

violencia étnica y sexual en medio de un conjunto de tensiones locales y ligadas al conflicto

armado en la región, en el cual la agresión fue orientada especialmente contra las mujeres y

estuvo relacionada con su posición dentro de esa comunidad. El rol de la mujer como inter-

mediadora, vocera o resistente en el ámbito público las hizo más vulnerables al ataque de

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los paramilitares que tenían la pretensión de ocupación y dominio territorial” (pág. 213),

escribe en las conclusiones.

Recientemente se publicó Enemistad política y diferencia sexual en la masacre de Bahía

Portete: Retos al concepto de lo político de Carl Schmitt, allí se profundizó más en cuanto a

teorías sociales, inclinadas al feminismo. Allí se concluye en el deber pensar en la historia

(y por ende también los actos de violencia) desde un punto de vista que comprenda la

experiencia de las mujeres en su relación social con los hombres.

Para este ensayo consulté varias tesis de grado, libros y artículos de revistas académicas.

Considero que los temas que más se trataron fueron la violencia ecológica, la cultura de

ilegalidad en La Guajira y la masacre de Bahía Portete, como suceso violento relevante de

los últimos años, el cual da pie para estudiar temáticas como la justicia, la reconstrucción y

la defensa de los derechos de las mujeres.

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Marco histórico

El nacimiento del paramilitarismo

Los grupos paramilitares surgieron como respuesta a las guerrillas de ideología comunista.

En 1959, durante la Revolución Cubana, el gobierno estadounidense sintió la necesidad de

prevenir nacientes revueltas marxistas en Latinoamérica. Colombia fue uno de los países

donde en 1962 un equipo perteneciente al ejército de Estados Unidos especializado en

guerras irregulares llegó para asesorar al ejército colombiano. Estos recomendaron crear

grupos armados conformados por civiles con el fin de realizar actividades de defensa contra

defensores de las ideologías comunistas. En 1968 se dio autorización al Ministerio de

Defensa para entregar armas a los mencionados grupos. Según datos oficiales, hasta 2012,

han sido causantes de muertes de más de 140.000 civiles.

Con todo el poder que tenían, no fue difícil para estos grupos incursionar en el narcotráfico,

por lo cual al inició a principios de la década de los 80, las autodenominadas ‘autodefensas’

además de combatir a las guerrilleras y servir como seguridad para algunos mafiosos y

narcotraficantes, también se dedicaban a sembrar y exportar cocaína. El 3 de diciembre de

1981 fueron lanzados panfletos desde el aire en Cali. Estos anunciaban el nacimiento de

Muerte a Secuestradores (MAS), creado por Pablo Escobar y conformado por más

narcotraficantes.

La creación de este grupo se debió a que la guerrilla del M-19 secuestró a Martha Nieves

Ochoa, familiar del narcotraficante Fabio Ochoa, perteneciente al Cartel de Medellín. Sus

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‘colegas’ se reunieron y por medio de una serie de asesinatos presionaron al grupo

guerrillero a soltar a la persona secuestrada.1

A partir de entonces los paramilitares no se detuvieron, siguieron luchando contra los

crecientes grupos guerrilleros, formando sus Bloques en distintas regiones del país. El

terror fue aumentando entre los civiles, constantes víctimas de las AUC y testigos de

masacres como la de El Salado, Ciénaga Grande, Bahía Portete, entre otras.

Se ha estudiado mucho la violencia (y la comunicación que conlleva) de los grupos

paramilitares, se habla de los actos terroríficos de estas poderosas tropas, cuya excusa para

su sangrienta lucha con las FARC, “se apodera del ambiente social como estética colectiva,

como ideología que invade y afilia a los desprevenidos, aquellos que no han tenido la

oportunidad de acceder al pensamiento crítico y/o a la organización social alternativa. Por

ello se desarrolla una paradójica ‘ética de la crueldad’.”. (Barrero, 2011, pag. 9)

Aunque el Estado afirma que no tiene ningún vínculo con el paramilitarismo, distintos

autores afirman que ha sido una de las peores decisiones tomadas por el Gobierno, y que su

crecimiento fue gracias a este. “Frente a concepciones que le atribuyen al paramilitarismo

la responsabilidad de ser una de las causas más importantes de la violencia en la Colombia

de las últimas décadas, e incluso la de ser una simple herramienta de un Estado débil o

inexistente para imponer la represión social y política, este trabajo intenta explicar al

paramilitarismo como la consecuencia de una trayectoria en el campo…” (Koessl, 2015,

Pág. 19)

1 Ferry, S (2012) Violentología: Un manual del conflicto colombiano. Bogotá: Ícono Editorial.

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Koessl ha definido a los paramilitares como una “mancha de aceite con lógica

depredadora”; ademas sugiere que el énfasis ya no es en el ambito político, “sino en un

terreno nuevo y no muy bien definido que tiene que ver con los recursos y su apropiación:

las regalías del petróleo y del carbón, la tierra, los recursos de salud, entre otros”.

Las AUC se hacían mayores en territorios colombianos donde el Estado no tuviera el total

control. James Robinson, quien escribió parte de la introducción del libro Guerras

Recicladas de María Teresa Ronderos hace referencia a ello. “María Teresa delinea el

surgimiento del paramilitarismo en el litoral Pacífico de Nariño, las llanuras caribeñas del

Cesar y la región del Catatumbo en la frontera con Venezuela, todas ellas partes de la

Colombia periférica.” (Ronderos, 2015. Pág. 18)

Debido a ventajas como la salida al mar, la ‘ética ilegal’ de la costa caribe colombiana,

tierras aptas para la agricultura, los paramilitares pusieron sus ojos en el norte de Colombia,

especialmente en los departamentos de Magdalena, Cesar y Córdoba.

En el libro de Ronderos se explica por qué estos grupos tomaron fuerza en esos lugares.

“En estos sitios el paramilitarismo floreció porque practicamente no había un Estado que lo

detuviera. El poco que había negociaba e incluso colaboraba con él, y era fácilmente

penetrable. El paramilitarismo surgió gracias a que en el vacío de autoridad de la periferia

colombiana siempre ha habido oportunidad e incentivo de organizarse y usar la violencia

para dominar y adquirir riqueza.” (Ronderos. Pág. 18)

Los paramilitares en la costa Caribe

En la región Caribe, el poderío de las AUC era manejado por Salvatore Mancuso, quien

trabajaba principalmente en su zona, Urabá y Córdoba. Con el deseo de expandir más el

28

dominio de los paramilitares en la región, el cordobés buscó alguien que le sirviera de

aliado, Rodrigo Tovar Pupo. “En 1996 Salvatore Mancuso reclutó a Tovar para que lo

ayudara a expandir el poder de las AUC a los departamentos norteños del Magdalena y

Cesar. Tovar adoptó el nombre de guerra Jorge 40 y se hizo comandante del recién creado

Bloque Norte. Trece años más tarde, las autoridades han documentado 333 masacres

cometidas por este bloque”. (Ferry, 2012, pag. 74)

Jorge 40 pronto obtuvo el dominio de esas zonas. Los departamentos de Magdalena y Cesar

se caracterizan por tener buenas tierras para el cultivo, además de enormes selvas; ambos

aspectos eran de valor para los narcoparamilitares. La Guajira era el departamento al

oriente y norte del Magdalena y Cesar, respectivamente; y aunque es conocida por sus

bastos desiertos, la zona sur es muy fértil y en poco tiempo fue ocupada por los

paramilitares que habitaban a sus departamentos vecinos, que prontamente descubrieron

que la zona desértica tenía sus ventajas.

Debido a la riqueza natural de La Guajira y su ubicación geográfica, el departamento ha

sido de gran interés para el narcoparamilitarismo. En la historia guajira está plasmada la

‘bonanza marimbera’, que es como fue llamada una época fuerte en la década de los 80,

donde el tráfico de marihuana y otras drogas ilícitas enriqueció a varios en el departamento

y la región.

“…con la bonanza llegó también la violencia. La tasa de criminalidad de La Guajira fue de

92 por 100 mil habitantes entre 1975 y 1982 mientras que en el mismo periodo fue de 20

para Bogotá y de 41 para Antioquia. Luego, entre 1975 y 1995 fue de 80 por 100 mil

habitantes, mientras para Bogota fue de 39 y para Antioquia 109”. (Daza, 2003. Pag. 6)

29

Uno de los aspectos ligados al conflicto armado en Colombia es el contrabando. En el caso

de La Guajira y el César, productos como la gasolina y alimentos son ingresados

ilegalmente por la frontera de Venezuela. Además teniendo en cuenta que La Guajira es

una península, el acceso al mar no es difícil, lo cual facilita el tráfico. Para gran parte de la

población guajira, el contrabando de gasolina y distintos productos sigue siendo algo tan

común que incluso para muchos es considerado ‘normal’, sin entender el concepto ilegal de

este.

“…El territorio guajiro, sus habitantes y las practicas que en él tienen lugar se han visto

escindidas en dos polos opuestos: el de La Guajira legal y legítima, espacio conformado

desde los valores y prácticas económicas y socioculturales asociadas al Estado legal, los

saberes técnicos y las instituciones del poder dominante —la familia nuclear, el comercio

legalizo, las economías de enclave como la explotación carbonífera de El Cerrejón, etc.-; y

el de La Guajira ilegal e ilegítima, espacio vivido que bajo esa lógica corresponde a lugares

y prácticas arraigadas que entonces aparecen como opuestas a tales valores e ideales –el

contrabando, las mafias, las familias extensas –y/o poligámicas-, y la venganza, entre otros-

.” (Orsini, 2007, Pag. XVIII)

En La Guajira el asunto de la legalidad es borroso, y todo está enfocado en un asunto

cultural. Por ejemplo, el contrabando ha sido tan común desde hace varias décadas, que ya

es algo ‘legal’ para muchos guajiros. “El gas sigue brotando a borbotones de pozos que se

arropan bajo el increíble azul del mar guajiro y el carbón se agolpa veloz en los vagones de

un tren que lo arrastra recto, como una flecha, de la mina a cielo abierto de El Cerrejón

hasta Puerto Bolívar, pero los beneficios de sus regalías no se aprecian por ninguna parte de

la península. El tráfico de drogas, que parecía una historia pintoresca de ‘marimberos’

30

dejada atrás hace muchos años, reaparece con fuerza en el escenario, entroncado con el

contrabando y con arabes de Maicao.” (Dirección Nacional de Estupefacientes, 2003, pag.

6)

Sin duda hay regiones donde el conflicto armado es más fuerte. Esto se puede deber a

asuntos geográficos que faciliten la guerra, en cuanto a ocultarse se trata, o de transportar

sustancias. En general las regiones y departamentos con conflicto armado se caracterizan

por un exceso de corrupción.

“Las fallas de gobernabilidad municipal pueden acentuar la permeabilidad local al conflicto

armado: los municipios más asediados presentan fallas como corrupción, deslegitimación,

escasa injerencia y poca inversión en seguridad; dispersión normativa y participación

ciudadana fragmentada; suministro de bienes públicos por parte de los grupos armados;

fragmentación territorial y debilidad de la instancia intermedia (departamental) y, falta de

coordinación de esta con el Estado y con el municipio. También forman parte del conflicto

interno el aparato financiero que sostiene económicamente a los grupos armados ilegales,

construido sobre las rentas que dejan el secuestro, la extorsión y el clientelismo armado

sobre regalías…” (Neira, 2013. Pag. 116.)

El conflicto armado continuó con una presencia fuerte pero discreta en el territorio guajiro.

Uno de los momentos más impactantes es los últimos 15 años con respecto a violencia y

conflicto en el departamento fue la masacre de Bahía Portete, perpetrada por paramilitares,

y donde la mayoría de las víctimas fueron mujeres wayuu, lo cual significó un golpe bajo

para esta comunidad que está basada en un matriarcado.

La masacre de Bahía Portete

31

Con el interés de dominar el territorio a su favor en cuanto a contrabando, tráfico de drogas

y armas, Jorge 40, líder del Bloque Norte de las AUC, ordenó la masacre en Bahía Portete.

Esta iba dirigida a dirigentes wayuu mujeres, que se opusieron a la presencia de

paramilitares en la zona y que además denunciaron esto ante las autoridades en Uribia.

Este feminicidio fue hecho con el fin de hacerle entender a los indígenas de la zona que

ellos no respetarían su ley que impide involucrar a las mujeres en cualquier acto violento.

“Lo sucedido en Bahía Portete nos pone frente a múltiples tipos de relación entre mujeres y

guerra: el de las mujeres amenazadas y perseguidas por sus roles de liderazgo en sus

comunidades; el de las mujeres como víctimas que lloran y sufren, y que ven, algunas con

resignación y otras desafiantes, cómo se trastocan sus vidas; las mujeres que resisten,

protestan y se organizan contra la guerra; así como las mujeres, enroladas de manera directa

o indirecta en las filas paramilitares.” (Comisión Nacional de Reparación y Reconstrucción,

2010, pág. 15)

A principios de siglo los paramilitares empezaron a invadir Bahía Portete, atraídos por las

ventajas geograficas de este espacio. “El puerto de Bahía Portete se mostraba ante los

paramilitares como un a escenario provechoso para comerciar drogas y armas y para,

además, recibir ganancias adicionales al obtener el monopolio sobre las actividades

comerciales que los wayuús habían llevado a cabo por años y que les proporcionaban

amplios beneficios monetarios”. (Martínez, 2015, pag. 14)

Hubo mucha especulación en cuanto a las razones que llevaron a los paramilitares a ese

asesinato masivo. “A fines de la década de los noventa, cuando el país tuvo noticias de la

expansión de los paramilitares en La Guajira, la opinión pública se enfrentó a diferentes

32

versiones, que afirmaban que las amenazas y las muertes eran fruto de la lucha interna entre

distintas parcialidades wayuu, de los carteles de la droga, de los paramilitares contra la

guerrilla, de la guerrilla contra los narcos, del Ejército contra alguno de los anteriores, o de

las irregularidades de una guerra que ya de por sí era irregular.” (Antipoda)

La masacre durante los diálogos

En 2002 se inició un proceso que buscaba la desmovilización y rebajas de penas para las

Autoridades Unidas de Colombia. Un año después se llega a un acuerdo con el grupo

terrorista. “Así, en el año 2003, se firma el llamado Acuerdo de Santa Fe de Ralito, que le

ofrece importantes ventajas a los paramilitares que decidan dejar las armas. El respaldo

jurídico de la Ley de Justicia y Paz debía dar las garantías jurídicas —y políticas— a este

acuerdo.” (Koessl, 2015, pag. 153)

“Esta disposición de dialogar con el paramilitarismo no sorprendió mucho. Al fin y al cabo,

el presidente Uribe debía su elección, en buena medida, al apoyo de los paramilitares,

quienes habían hecho campaña para él en sus zonas de influencia”. (Zelik, 2015, pag. 129)

Zelik afirma que a la familia Uribe siempre se le ha relacionado con narcotráfico y

paramilitarismo, así como también se asegura que tenían lazos de amistad con Pablo

Escobar y el clan Ochoa.

Este trabajo de grado se basa en la masacre de Bahía Portete, cuyos procesos legales en

busca de justicia han sido largos. Incluso varios años después de lo sucedido, no había Ley

de Víctimas, ni decretos de reparación, o alguna garantía de no repetición. La ley wayuu, la

Ley de Justicia y Paz y distintos organismos internacionales estuvieron involucrados en

busca de la verdad, justicia y reconstrucción.

33

“La masacre de Bahía Portete, como evento critico de una sucesión de violencias y

violaciones de los derechos humanos de las mujeres, organizaciones sociales y los pueblos

indígenas de La Guajira, constituye una afrenta moral, cultural y política de proporciones

mayores. La violencia letal y los repertorios de terror desplegados por los agentes armados

sumados a las omisiones del Estado y a la ineficiente y lenta respuesta institucional

ocasionaron daños de múltiples niveles y características sobre las familias víctimas y el

pueblo Wayuu en su conjunto.” (Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, 2010,

pág. 197)

El proceso de captura y enjuiciamiento de las cabecillas del Bloque Norte fue largo. Tres

años después de la masacre fue extraditado Chema Bala, uno de los perpetradores de la

masacre, por tráfico de estupefacientes. Su destino fue Estados Unidos, al igual que el de su

jefe Jorge 40 fue extraditado a Estados Unidos un año después, por el delito de

narcotrafico, donde podría esperar hasta 40 años de prisión. Por su parte, alias ‘Pablo’, un

hombre importante en el Bloque Norte de las AUC y otro de los responsables de las

muertes fue condenado en Riohacha, La Guajira, a 26 años de prisión en 2011.

El ejercicio de memoria, verdad y justicia continúa firme. La reconstrucción material ha

avanzado; además, Bahía Portete fue declarado Parque Nacional Natural en diciembre de

2014. El proceso más largo y complejo ha sido la reconstrucción moral, inmaterial y

cultural.

34

Marco conceptual

Los conflictos armados siempre han sido parte de la sociedad humana, inherentes a la

política y sus ideologías. No se sabe con exactitud cuánto tiempo lleva, pero por su parte

Colombia lleva más de medio siglo de conflicto armado. Ha sido una guerra incesante, y

distintos gobiernos han intentado buscar la paz, la reconstrucción y la reconciliación social.

En este trabajo escribiré acerca de la masacre de Bahía Portete, producida por la presencia

paramilitar en La Guajira.

El nacimiento del conflicto armado en Colombia

<<La guerra —dijo Clausewitz— tiene su propio lenguaje pero no su propia lógica.>>

“Podemos ampliar ligeramente esta metafora añadiendo que el lenguaje es cruelmente

descarnado pero la lógica a la que sirve puede darle en ocasiones algún valor social

redentor. En todo caso, Clausewitz está expresando aquí la idea singular más importante de

toda la estrategia. Es la expresada en la pregunta que el mariscal Ferdinand Foch solía

formular: De quois’agit-il? (“¿De qué se trata?”)”. (Bernard, 1978, pág. 13).

Nada de esto ha sido fácil, ya que la reconstrucción tanto material como psicológicay social

ha estado compuesta de largos y complicados procesos. Con el tiempo el conflicto armado

en Colombia ha dejado de ser un asunto de ideologías políticas y sociales, y los distintos

grupos insurgentes se han visto ligados con el narcotráfico, bandas criminales y distintos

tipos de ataques a civiles.

Fueron diversas las causas que hace más de un siglo empezaron a generar violencia

propagada en Colombia: “Dados el atraso tecnológico, el bajo nivel del producto por

habitante y la corrosiva concentración de la riqueza, la geografía resultó ser un obstáculo

35

formidable en el camino a la prosperidad y la democracia. Los costos de transporte

robustecieron regiones y comarcas adormecidas, autosuficientes, desconectadas entre sí,

como en la época colonial. Éste fue un impedimento más apremiante en cuanto las clases

empresariales advirtieron a comienzos del siglo XX las ventajas de operar en el ámbito de

un mercado nacional y las clases políticas enfrentaron el problema de cómo integrar

nacionalmente los electorados, en un país en el que se acentuaban las brechas entre la

ciudad y el campo. La desigualdad socio-étnica, que probablemente se ahondó a lo largo

del siglo XIX, produjo efectos económicos y políticos.” (Palacios, 1995, pag 14)

La violencia siempre ha sido por distintos motivos políticos y sociales. Desde la década de

los 40 se convirtió en un asunto que involucraba mas a la población civil: “Desde la

segunda mitad del siglo XX, los colombianos hemos sido testigos de tres manifestaciones

de violencia impactantes por sus dimensiones políticas y por la magnitud de sus secuelas

sociales. La primera (…), la Violencia, fue un enfrentamiento entre liberales y

conservadores, ocurrido entre 1946 y 1965, que dejó como saldo más de 190.000 víctimas,

sobre todo campesinos (…). La segunda de estas manifestaciones fueron las violencias de

los años ochenta. A diferencia de la época de la Violencia, (…) los móviles políticos no

fueron los únicos responsables del caos. (…) En esta época, nos encontramos frente a las

estructuras del crimen organizado, responsables de los altos niveles de homicidios en el

país, en especial en las zonas urbanas. Estas estructuras criminales lograron permear varios

sectores de la sociedad y de la institucionalidad. La tercera de estas manifestaciones

corresponde a lo que los expertos llaman el conflicto armado.” (Jaramillo, 2014, pag. 23)

Hace más de 30 años, las ideologías en cuanto a conflicto armado y política empezaron a

cambiar. “A fines de la década del setenta se comenzaba a advertir en el contexto

36

sociopolítico el desgaste del modelo político frentenacionalista, la insatisfacción social con

respecto al hermetismo del esquema diseñado por los dos partidos tradicionales y las

manifestaciones sociales orientadas a confrontar al Estado. Además de esto, en el interior

de las fuerzas armadas se veía con preocupación el ascenso de los movimientos guerrilleros

y la intensidad de algunos movimientos de protesta social, dentro de los cuales se había

destacado el paro nacional de 1977. Durante el período 1978-1982 se presentó una

creciente polarización de la coyuntura sociopolítica.” (Consejo Superior de la Judicatura

Sala Administrativa Unidad de Desarrollo y Análisis Estadística. (1999, Pág. 21)

El país no solo vive una guerra civil, sino que este conflicto ha sido más largo de lo que

alguna vez se pensó que sería. La guerra se puede considerar un asunto de interés para el

Estado por encima de los intereses de la construcción de nación.

La guerra y la paz como un rentable negocio

Aunque el Ejército colombiano ha tenido grandes ‘logros’ durante la guerra, como lo son

los asesinatos a cabecillas de los grupos armados insurgentes, distintos teóricos consideran

que si el fin es el final de la guerra, esta no es la manera de lograrlo.

“Reconocer que la violencia ha estado presente en toda la historia de la humanidad, no me

conduce a admitir que estamos condenados a ser violentos. Soy un convencido de que

podemos inventar los instrumentos para crear las condiciones que nos posibiliten vivir en

armonía. La historia se ha encargado de mostrarnos que a través de la dinámica de la guerra

solo obtenemos victorias transitorias para cualquiera de los bandos, pero que finalmente

todos padecemos sus terribles consecuencias expresadas en pérdidas de vidas y sobre todo

en la pérdida de la tranquilidad y el derecho a construir los sueños.” (Patiño, 1998, pag. 17).

37

En el último siglo ha habido distintas movilizaciones del pueblo y del gobierno pidiendo el

fin de la guerra, generalmente muy mediáticas, incluidas marchas, conciertos y demás

eventos. “Ha emergido un movimiento por la paz en Colombia. Este acontecimiento es un

importante paso hacia la paz en el país. Miles de personas a lo largo de un país, que está

aún fragmentado regionalmente, se han movilizado contra la guerra en una forma que es

relativamente poco contestataria. Este proceso tiende a retraerse cuando el Estado irrumpe

ofreciendo algún tipo de “paz”, como en el caso de la zona de despeje organizada entre el

gobierno de Pastrana y las FARC a finales de los noventa.” (Serrano, 2013, pag. 19)

Durante todo el tiempo de conflicto armado el gobierno ha intentado buscar una solución.

Ante todo ha querido acabar con los grupos insurgentes a través de planes militares y

guerra, pero al darse cuenta que ese ha sido el plan durante sesenta años y aún no hay paz,

los últimos presidentes han buscado sus elecciones prometiendo paz, o por lo menos

diálogos con algunos de los grupos armados insurgentes.

Hace más de 30 años, Latinoamérica empezó a buscar la paz por medio de diálogos. La

búsqueda de esta ha sido casi tan larga como las guerras internas, por lo menos en el caso

de Colombia, que a comienzos de los años ochenta debió enfrentarse al narcotráfico, que

empezaba a crecer con fuerza en el país. La finalidad de los gobernantes era buscar una

salida al conflicto por medio de acuerdos, idea que antecedió por muchos años a la

búsqueda de paz por diálogos en Centroamérica. El dinero utilizado para defensa en el país

ha sido una de las mayores carteras, por lo cual desde 1982 hasta el presente, la paz

constituyó una de las promesas comunes en asuntos electorales.

38

Colombia ha sido un claro ejemplo de narcotráfico y grupos armados no están separados,

tanto las guerrillas como los paramilitares han obtenido gran parte de su capital por medio

del tráfico ilegal de drogas. Esto se puede ver en el proceso de paz que actualmente se

maneja con el gobierno colombiano en La Habana, el narcotráfico es un punto importante.

El conflicto armado ha tenido logros como la extradición de paramilitares y el diálogo

actual con las FARC, el narcotráfico continúa vivo, aunque con mayor control que en los

80 y 90. “La producción, el trafico y el consumo de drogas ilícitas continúan siendo uno de

los principales problemas del mundo actual. Desde su detección y reconocimiento hace

varias décadas por parte de la comunidad de naciones, y a pesar de la voluntad política de

luchar frontalmente por su erradicación, el mercado de estas ha aumentado, sus

mecanismos de producción son más eficientes y sus conexiones con diferentes formas de

actividades criminales, entre ellas el terrorismo, se hacen cada vez mas fuertes.” (Duncan,

2005, pág. 7)

La paz no es considerada una meta fácil. Su complejidad ha sido estudiada a profundidad,

debido a las consecuencias que traería este cambio para una sociedad que lleva años en la

violencia, como Colombia. “La investigación que usa como lente la paz mueve y aumenta

el campo de inquietudes sobre la violencia y la guerra. Hay otros lentes “disciplinados” que

también resaltan aspectos importantes de ese campo; los académicos de los estudios de paz

también tienen una base disciplinar y una predisposición. Sin embargo, estos reconocen que

la compresión del aspecto destructivo de las interacciones humanas requiere la capacidad

de mirar más allá de los nichos del conocimiento. Tales nichos, por un lado, ofrecen rigor y

profundidad, y son un soporte fundamental del conocimiento humano. Pero por otro lado

pueden oscurecer conexiones entre conocimientos e inhibir líneas de investigación

39

importantes no solo para la comprensión, sino también para la transformación de las

condiciones de violencia y guerra.” (Serrano, 2013, pag 16) Algo que dificultad la anhelada

paz, es que esa guerra ha sido llevada al gobierno, a la política, convirtiéndose en un

problema complejo.

El gobierno y el conflicto

Grupos de ideología marxista y otros de extrema derecha luchan en las selvas y en las

ciudades, y llevan sutilmente esa guerra a grandes estatutos de poder. Así como los grupos

insurgentes no están separados del narcotráfico, tampoco lo están del Estado y la formación

de éste.

En junio de 2008, la Fiscalía General de la Nación estaba investigando 264 funcionarios

públicos, 83 de ellos eran congresistas; el motivo eran presuntos vínculos con los

paramilitares. En abril de 2010, ya eran 400 políticos de elección popular los que estaban

bajo el ojo de la Fiscalía, 102 de estos eran congresistas.

El concepto humanista de democracia queda a un lado en el conflicto armado colombiano,

los derechos humanos han sido violentados, la economía se ha mantenido en un constante

atraso.

“En su último informe sobre Colombia, presentado ante el Consejo de Derechos Humanos

en abril de 2007, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos,

LouiseArbour, señaló que el conflicto armado interno sigue siendo “uno de los principales

factores que afectan la ida de los colombianos, perturban la institucionalidad democrática

de Colombia, y dificultan el desarrollo socioeconómico del país.” También señaló que ese

40

conflicto es “una de las causas mas importantes de las violaciones de los derechos humanos

y de las infracciones del derecho internacional humanitario”.” (Valencia, 2007, pag 11.)

Tanto tiempo de conflicto ha hecho que la sociedad colombiana naciera y creciera en

búsqueda de una ideología con respecto a la guerra, una posición. El país no solo atraviesa

uno de los conflictos armados internos más largos de la historia contemporánea, sino

también uno que es complejo. Años de luchas entre el Estado y grupos armados

insurgentes, hace que los colombianos, e incluso extranjeros, se sientan involucrados de

algún modo, resignados a una guerra inmarcesible, viendo pocas esperanzas en una paz

posible. La población no tiene mucha confianza en el actual proceso de paz, debido a los

fracasos habidos en los gobiernos pasados de buscar una salida al conflicto, además de

algunas objeciones del gobierno con ciertos puntos plantados en La Habana, el secuestro de

un alto funcionario del ejército y posteriormente la masacre de 11 soldados, cuando se

suponía que había cese al fuego bilateral. El presidente Juan Manuel Santos levantó el cese

al fuego, pero decidió no desistir de los diálogos del proceso de paz. Partidos de oposición

como el Centro Democrático hicieron una marcha el 2 de abril de 2016, mostrando su

rechazo a los diálogos que se han estado realizando.

Los colombianos y el Estado están conscientes de que una firma en La Habana no

solucionará por completo los problemas que tiene la nación. Aún está el ELN y las bacrim,

sin contar la corrupción, el contrabando y el narcotráfico. Además es poco probable que las

firmas de unos cuantos mandatarios pueda detener algunos intereses personales de aquellos

que luchan, tanto del Ejército Nacional como de los integrantes de las FARC.

41

“El conflicto armado colombiano, como la mayoría de las actuales guerras en el mundo,

continúa desdibujándose puesto que la población civil es la más afectada; los civiles no son

solo las víctimas, sino el objetivo, el blanco de las diferentes estrategias de las partes

enfrentadas para aterrorizarlos. Colombia no alcanzará la paz mientras los combatientes no

posean un concepto de lo que resulta honorable o no para un hombre armado, mientras no

tengan un código de pertenencia ni una ética de responsabilidad. Como lo expresaba Kant,

la guerra produce mas gente malvada que la que elimina.” (Valencia, 2013, pag. 13)

La guerra alrededor de lo legal

A pesar de ser guerra, de buscar la muerte, de celebrar las muertes del oponente, existe el

Derecho Internacional Humanitario que busca que en estos enfrentamientos las muertes no

sean excesivamente tortuosas. Es un poco irónico porque al final de cuentas es guerra, pero

siempre se le intenta buscar el lado irónicamente heroico.

“La guerra civil —decía Blas Pascal— es la peor cosa que le puede sucedes a un país.

Además de ser un horror moral, representa el mayor fracaso de una comunidad política.

Uso la expresión ·horror moral” porque me parece apropiada para calificar el tipo de

extremo de padecimientos que provocan las guerras y porque es consistente con una

perspectiva normativa, sensible a las intuiciones más básicas de la arquitectura moral que

los individuos en general, se presume, compartimos. Sin embargo, la preocupación moral

ante la guerra no impide ignorar ni su “gramatica” (Clausewitz) ni su lógica (Schmitt).”

(Uribe, 2013, pág. 29)

42

Uno de los aspectos que más dificulta el proceso de paz, es las diferencias ideológicas que

el Estado tiene con los grupos insurgentes, además de los delitos cometidos que son

infracciones al derecho internacional humanitario, al menos desde la visión del Estado.

“La compresión del derecho humanitario es totalmente diferente para cada uno de los

actores armados. El gobierno dice que existe un claro compromiso con el derecho

humanitario, el Ejército colombiano dice respetar las normas humanitarias, los fiscales y los

jueces dicen aplicar dichas normas, algunos grupos paramilitares decían que estaban

dispuestos a una supervisión del cumplimiento del derecho humanitario, el Ejército de

Liberación Nacional (ELN) manifestó durante varios años su interés en suscribir un

acuerdo para humanizar la guerra, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia,

Ejército del Pueblo (FARC-EP) dicen que no les es aplicable el derecho humanitario

porque no son un Estado…” (Valencia, 2013, pag. 14)

La justicia como finalidad de la paz

Las causas de los más de 50 años de conflicto son diversas. Aunque se ha intentado con

diálogos de paz, las leyes colombianas tendrán que realizar cambios para que el actual

proceso de paz pueda seguir en pie.

“Uno de los campos de actuación del Psicólogo Jurídico de mayor importancia hoy en día

en el campo del Derecho es justamente el de la resolución de conflictos. La naturaleza

propia de la Psicología como desde diversas perspectivas. Es por ello, que la relación

Psicología y Ley para algunos es innegable en este sentido, aunque en ocasiones difieran en

los momentos o escenarios en los que esta relación se manifiesta. Si bien es cierto que el

43

conflicto es connatural al hombre, también es cierto que la ley en ocasiones se convierte en

un componente que dificulta su adecuada solución.”(Díaz, 2013, pag.)

Inevitablemente el pueblo, la política y el conflicto armado siempre estarán ligados,

algunos como víctimas, otros como victimarios. Por otro lado, no es común ver una región

o departamento que no esté dividido ideológicamente en asuntos de conflicto.

“Ni las hostilidades entre las Fuerzas Armadas y las guerrillas, y ni siquiera la violencia

entre los grupos paramilitares y las diversas organizaciones de izquierda implican que en

Colombia esté en vías de producirse una polarización social y política del conjunto de la

sociedad, salvo en algunas regiones. La mayoría de la población parece asistir, como

espectadora imponente, a un fenómeno que desborda con mucho los límites de una

confrontación política. Desde 1985, la violencia propiamente política es responsable de la

muerte de 700 militantes de la Unión Patriótica (UP), partido legal próximo al Partido

Comunista y a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)…” (Pécaut,

2001, pág. 23)

Así como un proceso de paz es largo, puede incluso abarcar distintos gobiernos, el post

conflicto también puede llegar a ser bastante extenso y complicado, a pesar del apoyo

mostrado por distintas entidades y gobiernos. JudyCheng-Hopkings afirma que “ayudar a

Estados y sociedades a recuperarse luego de un conflicto y a establecer las bases para una

paz sostenible es una de las funciones centrales de la Organización de las Naciones Unidas

(ONU). Por esta razón, la Oficina de apoyo para la Consolidación de la Paz de la ONU

(PBSO, por su sigla en inglés),junto con los otros dos pilares de la arquitectura de Naciones

Unidas para la construcción de paz —la Comisión de Consolidación de la Paz (PBC, por su

44

sigla en inglés) y el Fondo para la Consolidación de la Paz (PBC, por su sigla en inglés)—,

fueron creados para ayudar a preservar la paz en países en conflicto mediante la

congregación de apoyo internacional para los esfuerzos nacionales de construcción de paz.”

(Rettberg (compiladora), 2012, pág. XXIII).

Se ha contado con distintos teóricos quienes buscan exponer los posibles caminos a una

construcción de paz en Colombia, no refiriéndose precisamente al conflicto armado, sino

incluso a la delincuencia común en las principales ciudades de Colombia, que en parte son

bandas criminales, conformadas por paramilitares ‘retirados’.

“Los trabajos de Adam Baird y Fernando Serrano llaman la atención sobre cómo la

juventud, en particular los hombres jóvenes en el caso de Baird, y los temas de diversidad

sexual y de género, en el caso de Serrano, son entendidos por aquellos que buscan construir

y actuar por la paz. En el caso de Baird, nos damos cuenta de importantes tránsitos en el

trabajo con jóvenes a medida que las organizaciones de la sociedad civil empiezan a

desempacar los sentidos los sentidos de la idea de “juventud” y a considerar a los jóvenes

que viven en zonas empobrecidas de Medellín como agentes potenciales de iniciativas no

violentas de cambio. El paso hacia la paz que Baird identifica es un cambio de la

estigmatización de los jóvenes como fuente de violencia…” (Patiño, 1998, pag. 17.)

La violencia en Colombia, especialmente el conflicto armado, ha sido también investigada

por diversas comisiones nacionales, quienes consideran que llegar al postconflicto es un

camino muy complejo, ya que hay distintos intereses, ideologías y procesos. “Las

comisiones de estudio sobre la violencia que han tenido lugar en Colombia han estado a

medio camino entre las comisiones de la verdad y las comisiones extrajudiciales. En

45

estricto sentido, ninguna de estas iniciativas ha sido causa y efecto de una transición del

conflicto al postconflicto o de una salida negociada a la guerra. Por comisiones de la

verdad, entendemos a los andamiajes institucionales que reúnen al menos cinco

condiciones: clarificación y reconocimiento de la verdad, privilegio de las víctimas,

contribución a la justicia, esbozo de la responsabilidad institucional y fomento de la

reconciliación…” (Jaramillo, 2014, pag. 27)

De igual forma en el presente siglo los distintos gobiernos han intentado buscar la manera

de cesar por completo el conflicto armado. Pastrana Arango intentó buscar la paz con las

FARC a través de diálogos, posteriormente Álvaro Uribe Vélez promovió la ley de Justicia

y Paz, que buscaba facilitar la extradición de los paramilitares. Desde el 2008, el gobierno

colombiano decidió finalmente extraditar a las cabezas de las AUC, con el argumento de

que no habían dejado de delinquir, seguían haciéndolo desde sus lugares de reclusión. Esta

decisión, aunque fue aplaudida por la sociedad, dejó inconclusa los procesos de reparación

a víctimas. El artículo 35 de la Constitución Política prohibía la extradición de

colombianos, pero fue modificado en 1997, con el fin de facilitar las condenas de los

narcotraficantes.

Por su parte, el actual presidente, Juan Manuel Santos, buscó su reelección usando el

proceso de paz como su mayor estrategia. Uno de sus argumentos era sostener que en la

guerra se gastaba muchísimo dinero que podría ser invertido en salud o educación. La

realidad es que para nadie es un secreto que el gobierno colombiano se gasta muchos

millones en el asunto militar, armas, entrenamientos, medios de transporte entre otros.

46

“El conflicto armado en Colombia ha impuesto costos económicos sobre el país y la

población por más de cincuenta años. Si bien durante los últimos años se han llevado a

cabo estudios para cuantificar algunos de estos costos, los esfuerzos han sido aislados y se

han publicado en un lenguaje académico que restringe su difusión y discusión. Conocer y

cuantificar los costos del conflicto es fundamental para identificar políticas públicas que los

mitiguen y reduzcan, durante y después del fin del mismo. Esto, además de contribuir a

diseñar procesos de restitución adecuados para las víctimas de la violencia, permitirá al país

dinamizar su desarrollo económico y distribuir de manera más equitativa sus beneficio.”

(Arias, 2014, Pág. 19) El proceso de paz no ha dejado de ser polémico especialmente

cuando se habla de las víctimas, en ese caso no deja de sonar las palabras justicia,

reconstrucción y reconciliación.

47

Metodología

Mi tesis se basa en un trabajo periodístico investigativo y narrativo que muestra la historia

del paramilitarismo en la Alta Guajira, las causas y las consecuencias del conflicto armado,

haciendo hincapié en la reconstrucción de Bahía Portete luego de la masacre.

Las entrevistas fueron realizadas a los habitantes de Bahía Portete, familiares de las

personas asesinadas y desplazados a Venezuela, así como testigos de los hechos. En cuanto

a datos y noticias, estos fueron extraídos de informes y medios de comunicación. Tomé

fotografías donde se muestra el estado actual del pueblo luego de la tragedia. Escribí un

reportaje y cuatro crónicas, que narran lo sucedido desde distintas perspectivas.

Intenté conseguir una entrevista con alguien de Parques Nacionales Naturales de Colombia,

pero fue denegada. De igual forma, con el alcalde de Uribia en la época de la masacre.

48

Objetivos

OBJETIVO GENERAL:

• Realizar una investigación acerca del desarrollo y reconstrucción de Bahía Portete

durante los últimos 12 años, es decir, posterior a la masacre perpetrada por paramilitares.

Esto, a través de las voces de las víctimas. Plasmar lo encontrado en un reportaje y en

crónicas.

OBJETIVOS SECUNDARIOS:

• Indagar la situación del puerto y de sus habitantes, posterior de la masacre.

• Investigar qué proporcionó el gobierno tanto de Colombia como de Venezuela

luego de la tragedia.

• Determinar el impacto de la tragedia para los wayuus, visto desde lo político, social

y cultural.

• Indagar acerca de los motivos que llevaron a los habitantes de Bahía Portete a

quedarse en los sitios a donde partieron luego de la masacre, o por el contrario, a volver.

• Comparar la situación actual con la que vivían antes de la masacre.

• Indagar acerca de iniciativas o procesos puntuales que se hicieron a partir de la

masacre.

49

Narrando la reconstrucción

En este capítulo se encuentran los resultados de la investigación. Por medio de un reportaje

de investigación, muestro los hechos que sucedieron antes, cómo ven los medios de

comunicación los sucesos posteriores de reconstrucción y memoria. En cuanto a las

crónicas, están basadas en personajes que entrevisté y cuentan cómo vivieron los fatídicos

hechos.

Visité Bahía Portete por primera vez en febrero. No conocía el lugar, por lo cual cuando

llegué allí me sorprendió ver una playa con ruinas. “Allí es Bahía Portete”, me señaló un

pescador. Nadie volvió a vivir allá, sino en los alrededores, y justo por esos lugares fue que

conseguí personas dispuestas a hablar. Tomé fotografías a los sitios que los habitantes me

permitieron e inicié este trabajo.

Reportaje

La masacre que cambió la vida de una comunidad entera

AQUELLOS DÍAS TERRORÍFICOS EN BAHÍA PORTETE…

En una pequeña población del norte de La Guajira, la tragedia fue tan grande que 12 años

después, muchos de los que lograron huir no han regresado.

La noche del 17 de abril de 2004 parecía más tranquila que de costumbre. Los sonidos eran

típicos de una época tranquila que para ese entonces parecía lejana. Se escuchaba el sonido

rítmico de las olas del mar empujadas por el viento al chocar contra la bahía, niños jugando

50

en la desértica arena y personas conversando alrededor de una fogata y bajo un pequeño

atisbo de una luna casi nueva.

Ese ambiente que vivía Bahía Portete no era tan ideal, porque las conversaciones se

basaban en algo que había pasado el día 8 de ese mismo mes, cuando hombres wayuu

pertenecientes a la comunidad realizaron una emboscada a un grupo de paramilitares con el

fin de matarlos, o por lo menos aterrorizarlos lo suficiente para que no volvieran por el

pueblo.

—No sé qué locura tenían en la cabeza. —Comenta Adán Epiayú, pescador de Portete—

Era obvio que las cosas no iban a mejorar, que las consecuencias serían peores.

El Bloque Norte de las Autoridades Unidas de Colombia se había tomado Portete desde

principios de siglo, desde allí solían enviar drogas y todo tipo de contrabando. Además

acabaron con grandes cabezas guajiras del narcotráfico y la mafia colombiana.

—Mataron a Luis Ángel y Lisando Gonzalez… —cuenta Anita Pushaina, artesana y

comerciante de la zona— Mataron a Mario, ¡a Mario!

Ni siquiera es necesario que ella mencione su apellido para saber que se refería al poderoso

capo Mario Cotes. La sorpresa en su voz se debía a que él era un mafioso con enorme

seguridad militar, además era aliado de los paramilitares.

—Yo nunca vi por allá al tal Jorge 40, los que mandaban a los paracos eran Pablo y Chema

Bala. Chema Bala atentaba contra su propia gente… Él era wayuu, pero era un diablo, y

trajo al otro diablo, ‘Pablo’. Pablo dormía en los cementerios… —afirma Fermina Ipuana,

ex habitante de Portete, ahora vive en el Cabo de la Vela.

51

El verdadero nombre de Chema Bala era José Barros Ipuana. Su padre era Simón Barros,

conocido como Simón Bala, un reconocido contrabandista que trabajaba en los puertos

artesanales de Bahía Portete desde la década de los setenta. Ahora su hijo se dedicaba a

pasearse con un grupo de aproximadamente 30 paramilitares que aterrorizaban a la

población.

Por eso, aquella tranquila noche del 17 de abril, uno de los temas era la inevitable

emboscada provocada por el miedo, la rabia y los deseos de venganza y respeto de los

hombres de Portete. Adán Epiayú cuenta que a él no le pidieron ayuda para la emboscada

porque solo tenía 13 años. “Llevaban tantos días planeandola que es increíble que los uchí

no se hubieran enterado de algún lado, además fueron más de 20 personas los que hicieron

eso”.

A pesar de lo que afirma Adán, no todos aseguran haberse enterado sino hasta que

consumaron el hecho. Los responsables de la emboscadas cavaron una zanja que taparon

con arena, redes de pesca y yotojoro , con el fin de que cuando pasara el carro con los

integrantes de las AUC este se quedara atascado y los wayuu pudieran atacarlos. El plan

salió casi como ellos lo desearon, pero todos los paramilitares huyeron, dejando el cuerpo

de un compañero que quedó muerto tras el ataque.

Era inevitable que ese fuera el tema principal de conversación aquella noche quieta en la

bahía, la misma noche que los paramilitares se juntaron en la finca Los Paraujanos de

Carraipía a recibir órdenes de Jorge 40, Pablo y Chema Bala para provocar una masacre

que los habitantes de Portete jamás olvidarán.

52

Los que hablaron

José Gregorio Álvarez Andrade, alias ‘Pedro 16’, uno de los paramilitares participantes del

hecho dio declaraciones acerca de lo sucedido. Afirmó que un sargento del Ejército,

específicamente del Batallón Cartagena de Riohacha, a quien simplemente conocían como

‘Felipe’ (no se sabe si es su nombre real o un alias) fue el encargado de transportar desde

Carraipia hasta la ranchería de ‘Chema Bala’ en Portete a quienes ejecutarían la masacre y

sus armamentos. Eran dos carros, uno de ellos del Ejército Nacional, según cuenta la

investigación realizada por el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión de Reparación y

Reconciliación.

La población de Bahía Portete estaba a merced de los asesinos que venían en camino.

Ningún ápice de moral los iba a detener, ninguna mano se opondría a la lucha. Sandra

Guerrero, periodista de El Heraldo, escribió en el artículo ‘Bahía Portete: Diez años sin

retorno, sin reparación y sin verdad’ que días antes de la masacre los militares del ejército

que estaban en la zona, proporcionados por el Batallón Cartagena de Riohacha, habían sido

retirados del lugar. Estos estarían en la inauguración del Parque Eólico Jepirrachi para

prestar seguridad al entonces presidente Álvaro Uribe (que estaba en diálogo con las AUC

en Ralito), el cual ese día anunciaría un proyecto de desarrollo turístico en el departamento.

El desamparo era total.

Aproximadamente a las 7:00 a.m del 18 de abril los paramilitares llegaron a Bahía Portete,

en cinco carros. Era un estimado de 50 hombres, algunos cargaban armas, algunos estaban

vestidos de civil otros de camuflado, pero todos tenían en un común un fin: violentar.

53

Alias ‘Pedro 16’ aseguró que lo que se iba a hacer, que era contrarrestar el accionar de ‘Los

Cococonitos’, los indígenas le habían hecho una emboscada a las AUC y, según Álvarez,

matado a dos de su grupo. ‘Pedro 16’ contó que comenzaron el operativo aproximadamente

a las 5:00 a.m, adentrándose en las rancherías donde podían estar los responsables de la

emboscada, ya que no los tenían ubicados con exactitud. Las AUC contaban con un

indígena que era el traductor entre ‘Pablo’ y los habitantes de Portete.

Otras de las declaraciones del paramilitar Álvarez Andrade, fueron recolectadas por Verdad

Abierta, donde agregó: “Llevabamos 5 carros. Llegamos como a cinco o seis rancherías y

entrabamos a la fuerza, incluso se quemaron chozas y hubo gente desplazada. Se golpeaba a

las personas y se torturaban”. Los habitantes de Portete narran lo mismo, pero con el dolor

y la rabia de por medio. Nadie se esperaba eso.

Bahía Portete cuenta con más de cinco puertos artesanales. La principal actividad de sus habitantes es la pesca.

54

—Llegaron temprano. El sol apenas empezaba a salir, no fue a propósito esa hora. —cuenta

con lágrimas en los ojos José Uriana, pescador ex habitante de Portete, reside ahora en

Mayapo. — Ellos sabían que a esas horas todos los hombres nos íbamos a pescar o hacer

otras labores, como pastorear chivos. Las mujeres se quedaban en la casa con los pelaítos.

En la cultura wayuu, las mujeres no asesinan, ni son asesinadas. Esa fue la forma del

Bloque Norte de las AUC de expresar que no cumpliría ninguna regla, ni mostrarían ética o

compasión. Los wayuus se han caracterizado por ser una etnia que prefiere el diálogo a la

violencia. Sus mujeres suelen pasearse tranquilas en lugares solitarios porque son

conscientes que no se encuentran en peligro. Cuando hay luchas ellas son las encargadas de

recoger los cadáveres de sus familiares, sin que nadie se atreva a violentarlas.

74% de 2.505 masacres perpetradas entre 1982 y 2007 fueron exclusivamente hombres, el

25,7% restante son mixtas. Pero de este último grupo 83,3% de las masacres registran entre

una y dos mujeres. Estas cifras fueron investigadas por el Grupo de Memoria Histórica

fueron compartidas en su informe acerca de la masacre de El Salado. La masacre de Bahía

Portete sorprende porque se trata de cuatro mujeres asesinadas.

Los paramilitares no pudieron pensar en una forma más cruel para vengarse de los hombres

que les habían hecho la emboscada que matar a las mujeres de su territorio. Algo

irreversible, imperdonable. Algo que los indígenas jamás temieron porque al ser un

matriarcado, pensaron que los paramilitares no llegarían tan lejos.

Días de víctimas y victimarios

No hubo ley que ellos respetaran. Los indígenas debieron haberse sentido advertidos.

Cuando un año antes de la masacre integrantes de las AUC asesinaron a dos policías

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pertenecientes a la Dirección de Impuestos y Aduanas de Colombia (DIAN). Según cuenta

el Grupo de Memoria Histórica, aquel 26 de abril de 2003, siete paramilitares llegaron a la

cantina Santa Ana ubicada en Puerto Nuevo, la cual está a un tiempo en auto de veinte

minutos de Bahía Portete (geográficamente está más cerca, pero como la carretera es

destapada y rocosa se tarda mucho en ir). Estos hombres venían con los dos policías, con

los que posteriormente se sentaron a consumir licor. No pasó mucho tiempo cuando se

presentó un cruce de armas de fuego, que acabó con la vida de los dos oficiales, Luis

Eduardo Perdomo Cortés y Wilson Antonio Barbosa Rincón.

A pesar de que lo sucedido fue noticia en todo el departamento, el paramilitarismo continuó

vivo en la Alta Guajira. En septiembre de 2003, los paramilitares asesinaron a Nicolás

Barros, medio hermano de ‘Chema Bala’. Durante la investigación para este reportaje,

varias de las personas entrevistadas, aseguraron que ‘Chema’ entregó a su hermano por una

denuncia que este realizó acerca de la presencia de las Autoridades Unidas de Colombia en

Bahía Portete.

—Nicolás denunció la presencia de las AUC con los policías. —Comentó Rolan Fince,

exconcejal de Uribia— Por eso su hermano lo entregó a los ‘paracos’ para que lo mataran.

Un mes después de esos asesinatos fueron capturados José Fernández Barros, José Correa,

Yavany Sierra, Alex Daza y Óscar Mejía, acusados de ser los homicidas de los dos policías

de la Dirección de Impuestos y Aduanas (DIAN). Además por tentativa de homicidio a

Luis Eduardo Valiente Molano, el cual era otro policía de la institución, además por hurto

calificado y agravado. Con esto, el Estado empieza a involucrarse en todo el asunto de los

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paramilitares en Portete. Por su parte, la Dirección de Investigación Criminal o Interpol

(DIJIN) buscaban hablar con el mayor número de testigos para aclarar los hechos.

Publicaciones internacionales como Weekly News Uptade On The Americas Issue, escrito

por el Nicaragua Solidarity Network Of Greater New York, reportaron asesinatos previos a

la masacre, como lo sucedido el 1 de febrero de 2004, cuando mataron de un disparo en la

espalda a Rolan Everths Fince y le propinaron un balazo a su hermano Reyes, el cual logró

sobrevivir. Después de eso hubo dos muertos más, una mujer que solía hospedar a los

hombres de la Dian. La otra víctima fue Alberto Everths, quien dio declaraciones a quienes

investigaban las muertes de los policías.

—Eso fue la tapa. –comenta Clara Fince, comerciante y ex habitante de Portete, vive en

Uribia. – Nos dio dolor, pero teníamos mucho miedo. Débora vino con algunos de sus

familiares a inspeccionar los cuerpos de sus primos. Unos días después la llamo Pablo, le

dijo que se quedara callada o formaba un mierdero acá en Portete.

El miedo era el denominador común de todos, o casi todos, porque luego de lo sucedido fue

que a varios hombres del territorio se les ocurrió lo de la emboscada que causó la furia de

los paramilitares y las matanzas de esa horrible mañana de abril.

—Esos malditos destrozaron varias tumbas del cementerio. Esa mañana se sentían los

gritos, los disparos. Yo estaba haciendo café y no supe que hacer, si acercarme o huir. Al

final huí, huimos todos. — cuenta con lágrimas de odio y dolor Adelaida Epiayú, artesana,

vive en Maicao, ex habitante de Portete. — Si no huíamos nos matarían a todos.

“Mas de 500 personas tuvimos que irnos, caminar por varios días entre el desierto y los

manglares”, comenta Anita Pushaina. Otros de los desplazados partieron a Uribia, Maicao,

57

Manaure y Riohacha, pero la mayoría encontraron refugio, apoyo y protección humanitaria

en Venezuela.

Actos retorcidos

Lo sucedido se considera un método de los paramilitares para reafirmar su autoridad militar

en el territorio wayuu, especialmente por el puerto, que proporcionaba la ventaja de sacar e

ingresar drogas y otros productos de contrabando. La Guajira, a diferencia de sus vecinos

Magdalena y Cesar no tenía enorme presencia paramilitar en su territorio, había mayor

presencia de grupos guerrilleros.

El pueblo sigue en completa ruina. Nadie ha vuelto a vivir en los lugares que fueron destruidos.

La estrategia de ocupación del territorio por parte de las Autoridades Unidas de Colombia

llevó confrontaciones con las distintas guerrillas que ocupaban el sur del departamento

(Farc, ELN, EPL). La Baja Guajira es una zona donde los grupos armados suelen estar

debido a su geografía selvática, a diferencia del desierto de la Alta Guajira.

58

Con la masacre eliminan a las lideresas, por ser mujeres y por su trabajo con la comunidad,

pero estos actos además buscaban crear verdadero terror en la población, lo que hizo que

migraran y nadie se atreviera a enfrentar a los paramilitares, según el libro Enemistad

política y diferencia sexual en la masacre de Bahía Portete. En el país es común el

desplazamiento a causa del conflicto armado, pero en la cultura de los wayuus el territorio

es parte primordial de su ser, lo conocen, no necesitan escrituras de este, pues interpretan su

cementerio como tal.

Las víctimas fueron identificadas posteriormente como Rosa, Margoth y Diana Fince, las

dos primeras eran líderes reconocidas en el territorio. También fueron asesinados dosn

jóvenes: Reina Fince y Rubén Epinayú. La otra víctima no fue identificada, ya que solo se

encontró un brazo calcinado.

La primera asesinada fue Margoth Fince Epinayú, lideresa de 70 años, a la cual le

propinaron un disparo en el rostro. Ella era una de las fundadoras de la Asociación Indígena

de Autoridades Tradicionales: Akotchikrrawa. Era maestra, intermediaba entre su

comunidad y los alíjunas (blancos), preservaba la tradición oral y se oponía totalmente a

una alianza entre la comunidad y los grupos paramilitares en la zona, según cuenta La Silla

Vacía en su artículo Las mujeres de Bahía Portete: entre la memoria del pasado y la

reinvención del presente.

Luego de dejar tirado el cuerpo de Margoth en público, los integrantes de las AUC

buscaron a Rosa Fince Uriana, quien tampoco estaba de acuerdo con la alianza. La

encontraron junto a su sobrina Reina y su hermana Diana, allí fueron transportadas a una

loma donde Rosa fue decapitada, además cortaron sus senos.

59

Aún hay personas desaparecidas, no se han encontrado cuerpos o algo que pueda dar

indicios acerca de lo sucedido. El reporte del Grupo de Memoria Histórica sobre la masacre

de Portete asegura que el día de los hechos, a pocos metros de la casa de Margoth, los

paramilitares incendiaron una camioneta que era propiedad de Vicente Gutiérrez, el hijo de

Margoth. De acuerdo con las declaraciones de algunos familiares y de sus padres, en este

vehículo se encontraban dos niñas de siete y cinco años, hijas de Vicente Gutiérrez y

Lorenza Epinayú. Lo sucedido con estas niñas hasta el momento es un misterio.

El hecho de que las mujeres fueran abusadas y torturadas públicamente, (además no se

intentó ocultar los cuerpos posteriormente) busca entregar un mensaje acerca del poder de

los paramilitares y de lo que son capaz, gritarle a los hombres wayuu “asesinamos a sus

mujeres en su territorio”. Uno de los papeles del hombre wayuu es proteger a su familia, es

un trabajo impuesto por la cultura. La masacre además sirve de advertencia a otras

comunidades costeras en cuanto a las consecuencias que podría tener resistirse de algún

modo a la dominación de sus territorios.

—Nunca va a ser fácil hablar de esto. Es horrible, Ocha la encontramos sin cabeza, a la

señora Margoth le dispararon, no respetaron que fuera una anciana. Diana era mi amiga,

Rubén y Reina era unos pelaítos. Ese día nos dimos cuenta hasta donde llega la maldad de

la gente. — afirma Beatriz Pushaina, habitante de Portete. — Había soldados ahí, nosotros

los vimos. Lo que más dolor me da es que esto fue apoyado por la ley. Una cosa de estas no

pasan sin autorización de la ley…

El abandono y la injusticia

60

No solo Beatriz culpa a ‘la ley’, refiriéndose al gobierno colombiano. Durante este

reportaje, muchos de los entrevistados aseguran que mucha gente poderosa en Uribia sabía

que la masacre pasaría, muchos apoyaban a los paramilitares. Sus afirmaciones se deben a

que las autoridades de Bahía Portete fueron a Uribia el 15 de abril, es decir tres días antes

de la masacre buscaron ayuda de los entes del Gobierno como la Procuraduría General de la

Nación, el Ministerio de Defensa y la Defensoría del Pueblo, argumentando que sus vidas

corrían peligro y solicitando presencia de la Fuerza Pública. Lamentablemente, estos gritos

de ayuda fueron ignorados.

En la zona donde se realizó la masacre, además de que nadie vive allí, tampoco suelen pescar en esa parte de la bahía.

Después de matar personas inocentes, destruir casas y la escuelita y profanar el cementerio,

los paramilitares tomaron camino hacia el cerro de La Teta, donde se encontraba una base

militar perteneciente al Batallón Cartagena, bajo la orden del sargento viceprimero Luis

Cano Rodríguez, quien fue sustituido el 7 de abril de 2004 por el teniente Yesid Alfredo

Pulido Caicedo, según la investigación del Grupo de Memoria Histórica.

61

En Portete aún hay llantos por sus muertos, por las injusticias, la humillación. Ya no

sienten esta bahía como suya. Aún los persiguen los recuerdos de la sangre derramada y los

cuerpos en descomposición.

—Tres días después de la matanza, ‘Pablo’ llamó. — comenta una mujer que prefiere la

reserva de su nombre. — Pidió que solo mujeres fueran a recoger los cuerpos, de todos

modos así sería, por nuestras costumbres. Nos transportamos desde la ranchería Medía

Luna, donde nos habíamos desplazado, fuimos cinco. Lloré todo el día, todas

lloramos…Regresamos en la madrugada.

Fue un impacto terrible para aquellas mujeres recoger los cuerpos de sus familiares, ver

destruido todo lo que construyeron como pueblo, los animales caminando por lo que era un

sitio fantasma… Encontraron a varios habitantes encerrados en sus casas, no habían salido

a tomar agua ni a comer. Tenían miedo, pero apenas sintieron voces conocidas salieron. Las

mujeres enterraron los cuerpos.

Desde la conquista de los españoles, al pueblo wayuu jamás le había tocado migrar de esta

forma, siempre luchaba contra cualquier intruso, negociaba con los alíjunas. El territorio

jamás dejará de ser algo sagrado para ellos, la tierra donde está enterrada sus cordones

umbilicales, donde nacieron los bisabuelos de sus abuelos, sus hijos, sus animales, donde

aprendieron a pescar, a tejer, a leer y a escribir fue profanada. Muchos no vuelven por

miedo a los paramilitares, otros por miedo a los espíritus… Yoruja…

—Algunos han vuelto, otros no podemos. Tú que eres periodistas sabes que por ahí todavía

hay muchas drogas, a cada rato cogen a gente con drogas, y tarde o temprano volverán los

paracos, la guerrila…o quien sea. Mejor no volver. — afirma Fermina Ipuana. Los

62

habitantes de Bahía Portete saben que los organizadores de la masacre están pagando largas

condenas, pero eso no les da tranquilidad.

Según Adan Epieyú “sabemos que Chema Bala y Pablo estan presos, pero ya qué…

Nuestros muertos no volverán a vivir. El presidente estuvo aquí y habló de seguridad y dejó

unos soldados por aca, que esto va a ser un parque… Ojala no se repita, ojala de verdad

estemos seguros para la nueva generación y los que van a volver, si vuelven…”

*Algunos nombres fueron cambiados.

63

Crónica

El gobierno de su país no le dio el apoyo idóneo.

LA MUJER QUE NUNCA VOLVIÓ

Ante el terror de ver a sus seres queridos asesinados, una mujer de Portete adoptó la

nacionalidad venezolana. Sigue allá a pesar de la crisis.

La temperatura en Maicao estaba en 36º. Se escuchaban gritos de “¡Riohacha, Uribia,

Paraguachón, Maracaibo!” Ese ‘terminal de transportes’ en aquel pueblo era un sitio que

reflejaba la ideología de lo ilegal en La Guajira. La frontera estaba cerrada desde que el

presidente Nicolás Maduro dio la orden en septiembre de 2015, pero allí estaban los

conductores afirmando que te iban a llevar a Maracaibo, capital del estado Zulia, en

Venezuela, y así sería.

Para nadie era un secreto que existían trochas por donde pasaban los carros todos los días

cargados de gasolina y alimentos, que se vendían a la luz del día. ‘Vitrina comercial de

Colombia’, así era conocida la meca del contrabando, Maicao.

Un carro color vinotinto se detuvo junto a una de las aceras del ‘terminal’, de allí bajó

Enriqueta Uriana, cargaba una mochila y una bolsa de plástico grueso. Miró a su alrededor

la caótica vida del municipio a donde había llegado, que no deja de sorprender un poco a

los que son forasteros. No pasó desapercibida una vaca que pasa a medio metro de ella.

Es una mujer de tez morena, ojos oscuros y con menos de 1.60 de estatura. Vestía una

manta wayuu color lila. Tenía una expresión sería en su rostro, que parecía tatuada en este.

64

— ¿Eres la sobrina de ‘la negra’? —me preguntó en forma de saludo, con un marcado

acento venezolano.

Se presentó amablemente, aunque su mirada no dejaba de mostrar algo de desconfianza.

Era normal.

—Quiero almorzar antes. — habló. Ese antes era antes de hablar de aquel día donde tuvo

que dejar su tierra, sus animales, su casa y huir ante una masacre a un país diferente al

suyo.

Los recuerdos

Enriqueta caminó en silencio hacia un estrecho restaurante sin nombre ubicado junto a la

Plaza Simón Bolívar, lugar emblemático del comercio en Maicao, ya que es donde en

mesas de madera se ubican por lo menos 50 personas a cambiar bolívares por pesos. Así,

tan informalmente.

Uriana mantiene su silencio mientras come, solo interrumpido una vez para comentar lo

mucho que le gusta comer carne roja, ya que en Venezuela se ha vuelto muy escasa y de

dudosa procedencia.

Al salir de allí se sienta en una de las sillas del parque, me mira fijamente por unos

segundos y pregunta: “¿Qué es lo que quieres saber?” Es imposible juzgar su seriedad, su

desconfianza, su dificultad para sonreírle a una extraña como yo. Luego de la primera

pregunta empieza a contar acerca de su vida.

Cuando los paramilitares se adueñaron de Bahía Portete, pueblo donde ella nació y creció,

Enriqueta no se imaginó que podría llegar a suceder algo tan devastador. “Al momento que

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los uchí llegaron a Portete, muchos no sentimos que iba a ser algo diferente a los narcos que

siempre han merodeado esa zona” explica. Pero sí lo fue; a diferencia de aquellos hombres

que envían o reciben su mercancía en los puertos artesanales y posteriormente se van, los

paramilitares hicieron de Portete su casa.

Los paramilitares solían ingresar en la escuela a atemorizar a los estudiantes y profesores. El día de la masacre, esta fue violentada.

—Le gritaban a la gente todo el tiempo. — la mirada de ‘Queta’ salta de la grabadora a mis

ojos. — Lo hacían y le apuntaban a la cara con esas escopetonas que cargaban, nos exigían

pescado gratis, como si ese no fuera el fruto de trabajo duro…

Uriana vuelve a mirar a su alrededor; el mismo ambiente común de Maicao, parece un

pueblo que nunca para, trabajo y movimiento todo el tiempo. Repentinamente, cerca de

nosotras pasa un grupo de musulmanes. Son dos mujeres jóvenes y un hombre, ellas usan

coloridos hiyabs y se ven igual de alegres que esos colores. Queta las mira y una vez que ya

van lejos comenta:

66

—Uno ve las noticias y los ‘turcos’ son los terroristas, los locos, pero eso no es verdad.

Ellos llevan años viviendo tranquilos aquí en Maicao. Cuando los paracos llegaron a

Portete hubieran enviado su droga y ya, pero no, ellos tenían que desterrarnos.

Al decir la última palabra la voz se le quebró, pero mantuvo su mirada y actitud fuerte.

Tenía razón en cuanto a los musulmanes de Maicao; así como este pueblo caliente era la

‘meca’ del contrabando, también era una pequeña ‘meca’ para los libaneses. Llegaron en la

década de los 80 atraídos por el ambiente comercial, se mezclaron perfectamente con las

costumbres guajiras y construyeron la mezquita de Omar Ibn Al-Jattab, una de las más

grandes de Latinoamérica.

El desierto manchado de sangre

“Si de algún modo los paramilitares hubieran renunciado a sus costumbres violentas, si tan

solo se hubieran dedicado a enviar droga y ya, hubieran ignorado a la comunidad, y la

comunidad hubiera intentado ignorarlos a ellos. Los de las AUC contaban con mucho

dinero, ninguno de ellos tenía que obligar a los habitantes de Portete a dar pescados,

ninguno de ellos debía intimidar a los docentes y estudiantes de la escuela, pero la violencia

es aquello que define a los ‘paracos’”, afirma ‘Queta’.

Uriana, además asegura, que era de ilusos creer que un grupo de asesinos pudiera cambiar

algo de su comportamiento ante una comunidad indígena, era un grupo que intimidaba con

su lenguaje de muerte, no solo mataban, sino que torturaban; y esa tortura sirvió como

mensaje para todos. La masacre fue la venganza de los ‘uchí’ por una emboscada realizada

por algunos hombres indígenas, con el fin de hacer que los paramilitares se fueran. Como

resultado, dejó a un paramilitar muerto.

67

—Yo no supe de esa emboscada hasta que pasó. Desde ahí me empecé a asustar. Sabía que

se venía algo horrible… — los ojos de Queta parecen visitar nuevamente el pasado, volver

a ver a sus muertos, a recoger sus cuerpos y luego huir a un país que no era suyo, no solo

para no volver más a vivir en Portete, sino ni siquiera en Colombia.

Aquel 18 de abril de 2004, aproximadamente a las 7 de la mañana, Enriqueta Uriana se

encontraba preparando el desayuno de sus dos hijos, el cual sería pescado seco y arepas,

cuando escuchó unos gritos. Ella admite que apenas escuchó eso sospechó de que se

trataba, sabía que era por los ‘paracos’.

—Aquellos gritos de mujeres aún retumban en mi cabeza, a unas las estaban matando, otras

solo estaban muy asustadas, como yo. No lo pensé dos veces y tomé a mis hijos y corrí,

corrí lejos de esos gritos. — cuenta Uriana.

Queta caminó por varias horas por el desierto, con sus dos hijos de 11 y 13 años. Los cactus

y las lagartijas eran los únicos otros seres con vida que ellos veían, lo que les hacía pensar

que eran los únicos sobrevivientes. El abrasador sol guajiro caía sobre sus cabezas, estaban

cansados, hambrientos, pensando en Ramón, su esposo y padre que había salido a pescar

muy temprano.

—Creí que me iba a morir, mis dos pelaítos y yo. Llegamos a una ranchería al mediodía,

cuando la gente de allí nos vio cerca corrieron y nos dieron agua y comida, pero nos

rogaron que nos fuéramos, que ellos no se querían meter en problemas con los uchí.

Antes de que el sol cayera llegaron a Media Luna, una ranchería. Uriana se sintió aliviada,

allí se encontraba su esposo y mucha gente de Bahía Portete, pero comenta que jamás en su

vida había llorado tanto. Sabía que ese momento de su vida era el inicio de algo muy duro.

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Tres días después de la masacre fue a recoger el cuerpo en descomposición de su tía

Margoth, asunto del que prefirió no hablar.

Alias ‘Pablo’, se comunicó con una de las líderes de Portete que se encontraba en Media

Luna, para darles ‘permiso’ de que fueran a recoger a sus muertos. Una de esas mujeres fue

Queta.

—Lo único que sé es que es algo horrible, a nadie le debería pasar eso. Jamás. En carro

llegamos hasta Venezuela, donde el ejército y la Cruz Roja de allá nos prestaron ayuda.

Siempre le estaré agradecida a ese país, que hizo lo que Colombia no hizo.

La Alta Guajira es una tierra sola, seca y sin ley.

Enriqueta cuenta que allá le tocó empezar de nuevo. A través de las lágrimas y los

recuerdos, sí; pero jamás se arrepentirá de no haber vuelto a Portete. Tiene familia en

Maicao y los visita rara vez. “Si voy alla, no tendré paz. Hay demasiados recuerdos

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horribles, estas cosas nunca se terminan de superar”, dice, suspira y agrega “No quiero

seguir hablando”. Asiento y apago la grabadora.

Me sonrió por primera vez desde que nos conocimos y se despidió con un “saludos de tu

tía, cuídate mucho”, se pone de pie y se pierde en la multitud de Maicao, sin mirar a atrás.

Sospeché que no sabía hacia donde caminaba, pero consideré que los recuerdos le

provocaron un deseo de estar sola, o de volver a Venezuela en ese mismo instante.

70

Crónica

Para recuperar su vida tranquila de pescador debió tomar las armas

EL QUE LUCHÓ CONTRA LOS PARAMILITARES

Un hombre de la Alta Guajira, cuando era adolescente se enfrentó a los intrusos, aunque

las cosas no salieron como él lo deseaba.

—Pescar es de lo que vivimos, pero es incluso mucho más importante. Comemos de esto y

nuestros ancestros nos enseñaron todos los misterios del mar, por eso le tememos, lo

respetamos — comenta Abraham Uriana mientras empuja su lancha de vuelta a la playa.

El agua del mar es totalmente transparente. La arena de la playa está compuesta de

diminutas piedras y conchas filosas, las cuales brillan bajo el fuerte sol del mediodía, típico

de marzo.

—Solemos trabajar todo el día. De 6:00 a.m a 4:30 p.m — dice. Es un hombre de 26 años,

de 1.70 y piel morena. Se ve feliz con el resultado de ese día. Tiene distintos tipos de

animales en su lancha, pargos, sierras, langostas, camarones y una raya mediana.

Toma toda su pesca mientras camina hacia su casa. Vive a unos 10 minutos a pie de Puerto

Nuevo, con su esposa y sus dos hijos. Suele vender su pesca en La Gran Vía, a unos 20

minutos en auto de su casa. Aunque muchas veces los vende en los lugares cercanos a su

casa. Aquel 29 de marzo de 2016, a diferencia de todos los días, iba a laborar solo hasta el

mediodía.

71

— ¿De verdad quieres hablar de la masacre? ¿Hoy que es un día tan feliz? — pregunta con

esa sonrisa permanente.

El día era ‘feliz’ porque jugaba la Selección Colombia.

***

Debido a lugares turísticos cercanos como el Cabo de la Vela, la pesca es un gran negocio en la zona.

María, Rubiela y Anselmo, la esposa y los hijos de Abraham, también están emocionados

por el partido. El niño tiene una camiseta no original de la Selección, con el dorsal 9 de

Falcao. Estan comiendo ‘boquita roja’ frita, como es conocido un pez que suele ser

abundante y que su nombre describe su principal característica.

Abraham conoció a María en Maicao, ella nació allá. Él, por su parte, migró a ese pueblo

cuando en Bahía Portete, ocurrió la masacre. Rubiela y Anselmo, nacieron hace cinco y tres

años respectivamente. Según su padre, en un lugar “sin miedo, sin odios que puedan

matarla”.

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El joven pescador cuenta que nació en Portete. Su padre también tiene el mismo oficio que

él, su mamá es artesana y vende carbón. Toda la vida vio como distintos narcotraficantes

enviaban y recibían cargamentos en los puertos artesanales. Es algo a lo que nunca se

acostumbró, pero sí se resignó, asumiendo que los poderosos solo se irían cuando quisieran.

A principios de siglo todo cambio.

“Chema Bala, hombre nativo de estas tierras, wayuu como nosotros, trajo a los ‘paracos’.

Esa gente fue el acabose, también mandaban drogas, pero además eran groseros, déspotas.

Llegaban y le exigían a mi papá que les diera el pescado, mientras lo apuntaban con un

arma. En todas las tiendas y restaurantes llegaban exigiendo comida. Ellos eran la ley, y

querían hacernos sus esclavos”, dice.

Con el tiempo no podían trabajar tranquilos, ni siquiera dormir tranquilos. De noche se

escuchaban disparos. El terror se hizo mayor cuando asesinaron a los dos policías de la

Dian, en una tienda que era propiedad de familiares de Abraham.

—Teníamos miedo, no sabíamos qué hacer. Como la muerte de esos policías se regó por

toda la Alta Guajira, pensábamos que se irían, pero no fue así. Aquí seguían ultrajando a

todos. Unos meses después mataron a Arturo Epinayú y a Nicolás Barros, hermano de

Chema. El mismo Chema lo entregó. — mientras habla destapa la Coca Cola de un litro

que sobró del almuerzo, se sirve un poco y lo bebe con una expresión amarga en el rostro,

como si se tratara de whisky, como si estuviera hablando de sus recuerdos más oscuros, tal

vez así lo es. Eso fue tan solo meses antes de la masacre.

Abraham afirma que los paramilitares continuaron en Bahía Portete, como si nada.

Hombres habitantes del sector para ese entonces empezaron a dialogar y buscar la forma de

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sacar a aquellas personas de sus tierras. El padre de Abraham era uno de ellos. Por lo

menos 25 hombres de Portete y sus alrededores entre los 20 y 45 años adquirieron armas de

largo alcance de forma ilegal en Venezuela, que pudieron ingresar a Colombia fácilmente

por la frontera del desierto.

“Nosotros no éramos los malos, eran ellos. Teníamos que defendernos, porque si no nos

iban a acabar. En febrero de 2004 mataron a una mujer y a dos primos míos, Alberto y

Rolan Everths Fince. Lloramos mucho, sentimos odio, por eso decidimos acabar con ellos

de una vez”.

Se planeó una emboscada. El 8 de abril de 2004 a partir de las 4:00 p.m, varios hombres de

Portete iniciaron a cavar una zanja, que sería cubierta con lona, yotojoro, redes de pesca y

arena. A las 9:00 p.m pasó por el sitio una Toyota Copetrana, que se quedó atascada, los

indígenas dispararon y huyeron, al igual que los integrantes de las AUC.

—Ellos huyeron, nosotros también. Todo el mundo salió corriendo asustado. Se

escondieron a pesar de que ese día había mucha luz, era luna llena. Nos fuimos a dormir a

nuestras casas, al día siguiente no fuimos a trabajar, ya que volvimos antes de que saliera el

sol a donde estaba la Copetrana abandonada, esperando que los paracos volvieran, pero no

volvieron. Estuvieron quietos por una semana, luego sí vino lo peor. — suspira y se queda

mirando la diminuta mesa de madera, luego sus ojos se iluminan por un momento antes de

ponerse de pie y marcharse. — Ya va a empezar el partido.

Un día de luz y un día de sombra

Con toda su familia, Abraham se sienta en una de las tres mesas de madera que hay en la

tienda Puerto Nuevo a ver el partido. Todos los presentes parecen embelesados mientras

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observan el pequeño televisor y escuchan la rápida narración de Javier Fernández de Gol

Caracol. Celebran cada jugada que pudo terminar el gol y el buen partido en general que

estaba haciendo la Selección. Gritan cada gol como si estuvieran en la final de Rusia 2018.

Hay mucha felicidad en el ambiente, mucha euforia, pero apenas se acaba el partido,

Abraham vuelve con su familia a su casa.

En el camino me cuenta sobre la masacre. Como aquella mañana se fue a pescar con su

papá, hablaban de que posiblemente los paramilitares no volverían nunca, de que tal vez los

asustaron lo suficiente y Portete volvería a ser aquel pueblo imperfecto, pero sin miedo. No

pasó mucho cuando escucharon disparos y gritos. Por un segundo pensaron que lo más

seguro era remar hasta altamar, pero decidieron volver solo para ver un montón de gente

huyendo despavorida en medio de balazos y sangre.

“Todos huimos caminando en el desierto durante horas, solo hasta que llegamos a Media

Luna vinos a mi mamá y a mi hermana. Pensábamos que estaban muertas, pues no las

vimos en el pueblo. Allá nos enteramos de las muertes, incluida la de mi tía Rosa. Se

metieron con las mujeres, sabiendo que son algo sagrado”.

Sus palabras me recordaron a lo que dijo Rafael Arpushana, reconocido palabrebro wayuu.

“Nada justifica el asesinato de una mujer en la cultura wayuu, es la peor venganza, lo mas

bajo, lo más cruel. Lo que pasó en Portete es algo que no deja de sorprender y seguirá

siendo algo de qué hablar”.

—Sabíamos que era una lucha perdida. Así que mis papás, mi hermana y yo nos fuimos a

Maicao, a vivir del contrabando. A veces íbamos a Manaure, tenemos familia allá y

pescábamos. Solo hace cinco años volvimos por acá, por lo menos ya no hay paracos.

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La vida en Maicao no resultó fácil. Era una familia acostumbrada a vivir de la pesca, en un

pueblo silencioso como Portete. El constante ruido de los carros, las calles siempre

inundadas de gente, e incluso la comida, fueron cambios drásticos para Abraham.

“Cuando volví a Bahía Porte con mi familia fui tan feliz, nada se compara con eso. Me

demoré mucho en Maicao, varios de mis familiares me decían que volviera, que ya no

había peligro. Yo sabía que Jorge 40 y Chema Bala ya estaban presos y muy lejos, pero aun

así, no me nacía volver”, cuenta.

Muchos de las personas que se fueron luego de la masacre no ven a Bahía Portete como ‘su

tierra’. Le duele la sangre derramada. Carlos Guerra, abogado wayuu que realizó su tesis de

pregrado acerca de la justicia transicional basándose en la masacre, da su punto de vista

sobre esto: “Lo sucedido afectó los derechos en el territorio, eso en la cultura wayuu es

intocable. El Gobierno intentó llevar ‘víctimas’ para mostrar un supuesto retorno, desde la

cosmovisión indígena eso fue completo irrespeto, afortunadamente ese ‘retorno’ no tuvo

éxito”.

Uriana no imagina ninguna circunstancia que le haga dejar su pueblo en un futuro, por lo

menos si este le sigue dando la calma que tiene. Sabe que hay luchas por territorios, sabe

que aún hay narcotraficantes cerca, pero no quiere volver a huir. Aun así, entiende

perfectamente a esos que decidieron jamás regresar.

*Nombre del personaje ha sido cambiado.

76

Crónica testimonial

Perdió a sus familiares y fue amenazado de muerte

EL EXCONCEJAL QUE DEBIÓ EXILIARSE

Para este hombre la lucha por la paz en Bahía Portete continúa. Un trabajo incesante por

la tierra que ama.

‘Los Cerritos’, Riohacha, es un barrio remoto y rural de la capital guajira. A diferencia de

lo que su nombre podría sugerir, de tierra plana, de aspecto rural, sin pavimentar. También

tiene ese contraste rico, donde conviven indígenas wayuus conviven con finqueros que

llegan a adquirir esos terrenos fértiles.

“Por alla vive Rolan Fince”, no obtuve mas información que esa para dirigirme hacia alla,

ni una calle, ni una carrera, ni una descripción de la casa. Esta es mediana, construida en

cemento en medio de aproximadamente media hectárea de tierra. Hay plantaciones de

plátano y varias ovejas pastando en las cercanías.

Cuando llegamos, uno de sus hijos salió a recibirnos y preguntó por nuestros nombres. Mi

madre, quien conoce a Fince, respondió. El joven entró y salió con tres sillas, las cuales

ubicó bajo un enorme árbol de mango, su padre salió un minuto después, vestía una

pantaloneta de beige y una camiseta de algodón amarilla. Es un hombre de alrededor de

1.70 de estatura, piel morena, poco pelo y 52 años de edad. Saludó cordialmente y se sentó

en la silla libre.

Le comenté mi interés por escuchar de su experiencia en cuanto a la masacre de Bahía

Portete. Rolan fue concejal de Uribia por muchos años, fue partidario de la lucha contra los

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paramilitares en la Alta Guajira, lo cual llevó al asesinato de sus familiares, amenazas hacia

él y posteriormente su exilio por un tiempo a Venezuela. Él comienza a contar su historia

desde el final….

“Bahía Portete ahora es un Parque Nacional Natural. A mí me gusta ser claro con la gente,

allá hay una división interna en la comunidad. Nosotros veíamos trabajando desde hace un

par de años luego de la masacre para lo de la declaración de Parque, pero entre la misma

familia algunos quieren ser más vivos que otros. Si uno pasa por Portete ahora no hay nada,

es una ruina total…”

Fince fue el primer representante legal de la Asociación Indígena de Autoridades

Tradicionales, Akotchijirrawa, según comenta creada en 1994. Nació y creció en Bahía

Portete y fue concejal tres veces del municipio de Uribia. Afirma que los habitantes de la

zona rural de Uribia le pidieron que aspirara a la alcaldía, pero afirmó que no lo haría,

siendo consciente de que no podría ganarle en las urnas a ‘la mafia’.

“Ellos no dejarían que alguien representando a la gente pobre suba al poder”, asegura con

su español mezclado con wayuunaiki. Luego añade “El alcalde en esa época era Marcelino

Gómez, él se prestó mucho para todo lo que sucedió en Portete y en toda la Alta Guajira.

No voy a decir que los ayudó, sino que no se paró como alcalde, él tenía que ser un hombre

fuerte, mandar al ejército y a la policía. Los paramilitares allá eran libres, además el mismo

ejército ayudó a los paramilitares a masacrar a la gente, lo sé porque soy líder de alla”.

Tres días antes de la masacre, Rolan recibió una llamada de sus familiares en Portete,

donde le decían que estaban esperando lo peor debido a la presencia de los paramilitares.

Inmediatamente llamó al teniente coronel Wilson Neyhid Chawez, para solicitar apoyo. La

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persona que respondió le dijo que llamara en cinco minutos, ya que él se encontraba en una

reunión. La segunda vez que llamó le respondieron de forma amenazante “Mi coronel no te

va a contestar, haz el favor de no molestar más. Sabemos quién eres, te tenemos ubicado.”

Colgó apenas escuchó eso.

Los poderosos de ahora

Letrero en la entrada de Bahía Portete.

“Supe que no teníamos formas de defendernos, el mismo ejército estaba con eso, son los

mismos”, agrega antes de recibir tres tazas de café para los presentes. “José María Barros

Ipuana ‘Chema Bala’, fue quien llevó a los paramilitares alla en 1996 y quien fortaleció el

negocio del narcotráfico. En toda La Guajira se sabe que aún se sigue trabajando con

drogas en esa zona, por eso para mí la declaración de Parque no ha servido para nada, solo

ha beneficiado a un grupo de personas, pero no a toda la comunidad”.

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Esas personas a las cuales Fince se refiere a supuestas autoridades agrupadas que dieron el

sí definitivo al proyecto de Parque Natural en Portete, encabezadas por Débora y Telemina

Barros. Rolan asegura que muchos indígenas no tienen los conocimientos suficientes en

cuanto a lo que significa la declaración de Parque, muchos se aprovechan de eso, por eso no

cree que todo eso termine bien.

“Débora y Telemina son sobrinas mías, pero esas mujeres con la plata se han vuelto

prepotentes, nos están haciendo la guerra. Han recibido mucho dinero del gobierno

supuestamente para ayudar a Portete, pero allá es una ruina y ellas ahora viven en

mansiones y andan en carros lujosos y blindados”.

Conocí a Telemina Barros en mi primera visita a Bahía Portete, la cual fue el 29 de febrero

de 2016, me sentí afortunada cuando me dijeron que ella se encontraba cerca, ya que sentía

que sería una gran fuente para mi trabajo de grado. Yo estaba sentada en la casa de su tío

Vicente y alguien fue a comunicarse con ella a una ranchería cercana. Una media hora

después una preciosa camioneta gris se detuvo cerca, pero no le presté atención. No pasó

mucho tiempo para que una niña se me acercara y me dijera que Telemina estaba en la

camioneta esperándome.

Fui hasta allá. Barros estaba sentada en el asiento del copiloto, el carro estaba encendido, la

ventana estaba abajo. Vestía una manta wayuu colorida y una pañoleta de tonalidades

similares y enormes gafas oscuras. El carro era conducido por un hombre moreno, por sus

rasgos no parecía wayuu. En los tres asientos de atrás había tres hombres wayuu, también

tenían la ventana abajo y me miraban fijamente.

80

Le conté a Telemina acerca de mi trabajo de grado, parecían tener algo de afán, ya que no

apagaron el auto, me dio su número y me dijo que la llamara cuando volviera a Riohacha.

Sentí que su actitud fue muy seria, muy distante, pero intenté comprenderla, varios de sus

familiares fueron masacrados doce años antes. Partí hacia el Cabo de la Vela, donde pasaría

esa noche, el carro de ella iba unos metros más adelante. En esa zona hay muchos niños con

cuerdas para detener los autos y pedir dinero, a quienes les habíamos dado alimentos en el

viaje de ida, por lo cual ellos no levantaban las cuerdas al ver el carro donde yo me

transportaba.

Al tenernos cerca, debido a que íbamos a buena velocidad, el conductor/guardaespaldas se

detuvo, se bajó y nos hizo señas con los brazos, como quien dice “¿qué es lo que quieren?”,

lo ignoramos y seguimos hacia el Cabo de la Vela. Cuando vieron que no teníamos ningún

interés continuaron tras de nosotros. Estaban muy prevenidos… Al llegar a Riohacha la

llamé. Nunca pasó al teléfono, nunca respondió los mensajes de Whatsapp que leyó. Decidí

no insistir más.

Las críticas de su tío me hicieron recordar toda esa situación. El contraste de su lujoso auto

con las ruinas de Portete, que al parecer no habían sido tocadas desde esos días oscuros en

abril de 2004. ¿Qué había de diferente? Un letrero pintado donde se hablaba de la

declaración, dos soldados de pie junto a este. Nada más.

Todo esto es como una traición para Rolan, lo cual le recuerda el hecho de que varios de los

victimarios eran personas de la zona. “No quiero justificarlos, pero por hambre y necesidad

muchos resultaron uniéndose a los ‘paracos’, hasta para matar. El miedo y la presión, ni

aunque quisieran dejar eso, no se les iba a permitir.” Rolan dice que las AUC fueron una

81

plaga difícil de desaparecer, ‘Chema Bala’ tenía mucho poder y aunque desde finales de la

década de los 90 empezó un conflicto interno en Portete para hacerlo ir, su unión con los

paramilitares lo hizo imposible. “Chema era tan wayuu, tan de la Alta Guajira, que no

hablaba ni siquiera bien español”.

Con expresión de desprecio en su mirada, el exconcejal habla del famoso ‘Chema Bala’.

“El comercio de Maicao era manejado en su mayoría por él, recibía contrabando y drogas

en los muelles artesanales de Portete, junto a Marcos Ibarra Epiayú. Chema imponía su

voluntad, desconociendo derechos territoriales, él se creía el jefe de todo el mundo. Era tan

malo que entregó a un hermano suyo. Nicolas Barros, para que los ‘paracos’ lo mataran,

porque el pelao no estaba de acuerdo con la presencia de paramilitares en Portete.”

Según cuenta Fince, Nicolás fue a Uribia y denunció la presencia paramilitar ante la policía,

los cuales se comunicaron con Chema Bala y le informaron acerca de esto. “Él llegó a

Portete junto con su amigo Arturo Epinayú, a los cinco minutos los capturó las AUC y les

pasaron un carro por encima”.

El dolor de la derrota

Rolan fue el líder de Akotchijirrawa en el primer año. Luego, por sugerencia de las demás

autoridades, renunció para aspirar al concejo de Uribia. Afirma que se sintió esperanzado,

ya que pudo llegar a ese lugar sin recursos económicos y ganarle las elecciones a la

hermana de Chema Bala. Durante los años que estuvo en el concejo (terminó en 2007),

Fince impulsó un convenio llamado Glicerio Tomás Pana, en honor al escritor wayuu, que

buscaba fortalecer la educación en Uribia, de allí también salió un acuerdo con Icetex para

préstamos estudiantiles a la comunidad indígena de la Alta Guajira.

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Aparte de trabajar en el asunto educativo, se construyeron albercas para recolección de

agua, limpieza de jagüeyes, cerramientos y más de doscientas unidades sanitarias, se

mejoró la estructura de un pequeño centro de salud. “Ahora todo lo que quedan son ruinas y

escombros… Tú lo viste”, fija su mirada con tristeza en el fondo de la taza de café, que

ahora se encuentra vacía.

La masacre cambió la vida de Rolan. Muchas de las cosas por las cuales trabajó para la

zona rural de Uribia fueron destruidas. El dolor más grande viene por el hecho de haber

perdido a sus familiares, especialmente a su hermana mayor, Rosa Fince Uriana. Además

de la indignación que le causa la forma en como sus amigos y familia debieron huir para

salvar sus vidas.

“Cómo sea se fueron, como sea se salvaron, no tenían otra opción. Caminaron día y noche

por el desierto, el ejército colombiano los ignoró, solo el venezolano les prestó atención.

Cuando cruzaron la frontera llegó la Defensoría del Pueblo del Estado Zulia, encabezada

por Noelí Pocater, visitaron a los migrantes y consultaron las razones de su huida. Allá los

medios sí informaron, aca no”, afirma.

Los de la mencionada entidad conversaron con ellos, les proporcionaron ayuda básica como

alimentación y alojamiento por un tiempo. Posteriormente aquellas personas buscaron la

manera de volver a empezar en Venezuela. Para ese entonces, el ser indígena,

proporcionaba la doble nacionalidad, ya que los wayuu consideraban la frontera como una

invención que los dividió.

En agosto de 2004, el entonces vicepresidente Francisco Santos junto a la Red de

Solidaridad Social de la Presidencia de la República encabezó un retorno de las víctimas a

83

Portete. Rolan consideró esto un montaje “Vino gente de Manaure, Maicao… Eso fue un

negocio. No había gente de Portete en ese supuesto retorno”. El exconcejal no niega que se

haya enviado ayuda desde los altos estatutos de poder, pero que al llegar a La Guajira los

gobernantes locales suelen apropiarse de ello.

Luego de la masacre Fince fue perseguido y amenazado, por lo cual debió irse a Venezuela

por cinco meses. “Me fui a Caracas, ya que desde alla se hablaban desde las cancillerías,

para poder denunciar todo esto. Me fui solo, mi esposa y mis hijos se quedaron acá. Allá

conocí un coronel wayuu de la Guardia Venezolana, llamado José Antonio Uriana, nos

ayudó y me dio hospedaje. Hubo apoyo económico del Ministerio de Defensa Venezolano,

pagaban los transportes, entre otras cosas”.

Rolan retornó a Colombia antes de que Chema Bala fuera capturado, sentía miedo pero era

consciente de que Uribia lo necesitaba. Volvió y se posicionó en su puesto de concejal,

consciente del peligro que aún corría. Días antes de su retorno asesinaron en Dilia Epinayú,

esposa de su tía. Ella también había estado en Venezuela y había regresado.

“La gente no creía que yo iba a volver, porque sabían que me podían matar, decían que yo

entregaría mi credencial. Pedí protección del Estado, aunque no me gusta estar con escoltas.

Había muchos de los que habían votado por mí, también los simpatizantes de Chema.

También estaba Margarita Pimienta, la nueva jefa de asuntos indígenas. Di mi discurso

donde hablé de la masacre y la búsqueda de justicia que yo apoyaría”.

La memoria y lo que viene

Portete era una comunidad unida en los meses posteriores a la masacre, pero ha sido

inevitable un quiebre con el asunto de la declaración de Parque. “En cuanto a eso lo

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primero que se hizo fue una consulta previa, para ese entonces había unión en Portete.

Pensamos que era mejor darle la tierra al Estado a que los paramilitares se apropiaran de

ella, pero se aprovecharon de la buena fe que tenía la comunidad de ceder eso al gobierno.

Solo unos pocos se estan beneficiando”.

A pesar de todo lo sucedido, Fince asegura que aman a Portete, que la lucha jamás cesará,

por lo cual el Parque es solo la porción playera, el territorio sigue siendo de ellos, porque

sus ancestros se los heredaron, porque allí estan sus muertos y sus recuerdos. “El turismo es

bienvenido, sabemos que sera de beneficio para muchos, artesanos, pescadores… Sé que

actualmente en la alcaldía de Uribia se está trabajando para mejorar la vida de quienes han

vuelto y de los que volverán. Queremos una garantía de no repetición, esperamos cuerpos

policiales en la zona, o el ejército…”

Rolan pide no olvidar lo sucedido, porque considera que eso también es parte del perdón y

de iniciar de nuevo. Por lo cual, desde el primer aniversario de la masacre se realiza cada

año el evento conmemorativo Yanama, donde se recuerdan los hechos y se habla de lo que

sigue para Portete como sociedad. Anteriormente la cantidad de asistentes era notable, y

este año también lo fue pero no por ser muchos, sino pocos.

“Nadie asistió, antes iban hasta 100 personas o más, este año no fueron ni 10. Y sí, fui de

los que le sugirió a mucha gente que no fuera. Las personas que son líderes ahora no han

hecho nada por la comunidad. Sé que incluso han fingido atentados con el fin de obtener

seguridad del gobierno”, cuenta Rolan.

El retorno es inevitable, por lo menos en unos tres años la población volverá a aumentar,

según palabras de Fince. “Se ha atrasado por los mismos líderes, las cosas lamentablemente

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están en sus manos. Porque Santos vino acá el 20 de diciembre de 2014 y le dijo a la

doctora Paula Gaviria, directora de la Unidad de Víctimas que acelerara el proceso…”.

El exconcejal vive tranquilo entre Riohacha, Uribia y Portete. Vive de sus cultivos, su cría

de ovejas y trabajos de pesca que hace en Portete. Pero jamás se ha alejado de la política de

Uribia; siempre habla con el pueblo y los gobernantes, quienes lo mantienen al tanto de

todo. Su mayor esperanza es ver nuevamente al pueblo de su infancia, una tierra pacífica de

pescadores, por la cual según sus palabras “no dejaré de luchar”.

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Crónica

Cuando un viaje de predicación se convierte en una pesadilla

EL PROFESOR QUE NO HABLABA DE AQUEL DÍA

Con el fin de despejar la mente por unos días, un docente wayuu treintañero aceptó ser

conductor por una semana. Continúa arrepentido.

“Resolved vuestras diferencias y reducid vuestros armamentos, para que el fardo de

vuestros gastos se vea aligerado, y vuestras mentes y corazones logren tranquilizarse. Curad

las disensiones que os dividen, y no necesitaréis valeros de armas, salvo para lo que

requiere la protección de vuestras ciudades y territorios”.

Jaime Eduardo Mejía recordó mucho esas sabias palabras de Bahau’llah aquel 18 de abril

de 2004. Ese día, aproximadamente a las 7:00 a.m, un grupo de más de 25 paramilitares

ingresó a Bahía Portete, en la Alta Guajira. A esa misma hora Jaime iba conduciendo una

camioneta pick-up con cuatro personas abordo y un mecánico en la parte trasera. Salieron

de Riohacha con el plan de quedarse en la zona norte de La Guajira, por lo menos una

semana.

Es un hombre de aproximadamente 1.75 de estatura, de contextura gruesa, moreno y de

cabellos oscuros. A pesar de sus 49 años, no se le ve un atisbo de canas. “Sí, estuve ahí”,

responde con amargura cada vez que se le pregunta por aquel día; amargura que contrasta

un poco con su personalidad bromista.

“Fui en una comisión de la Fe Baha’í, a enseñar sobre esta. Me eligieron como chofer,

nadie estaba dispuesto a ir. Yo no conocía por allá, pero como me llamaba la atención fui.

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Yo no tenía ni idea de que por allá habían paramilitares, porque si lo hubiera sabido no

hubiera ido”, cuenta Jaime antes de tomar un sorbo de su chicha de maíz.

La Fe Baha’í es una religión que cuenta con un pequeño grupo de seguidores en La Guajira,

debido a Habib Resvani, un iraní que llegó a La Guajira a principios de la década de los 60,

y que además de enseñar acerca de la mencionada religión, fundó muchas escuelas para

enseñar a leer y escribir a niños wayuu. Habib murió en enero de 2016, a los 89 años. Fue

sepultado en el cementerio de la familia de Jaime, ya que mantenía una gran amistad con

Felicia Arpushana, la madre de este.

Bahía Portete era el primer pueblo que Jaime y sus acompañantes recorrerían. “Llegamos

como a las 11 de la mañana, íbamos a visitar Bahía Portete, Puerto Estrella, Nazareth y

Siapana. Cuando entramos y vimos todo lo que estaba sucediendo, quisimos devolvernos

pero los paramilitares no nos dejaron. Estaban vestidos militarmente...”

Jaime cuenta que los ‘paracos’ apenas vieron el carro lo apuntaron. Este estaba rodeado y

los posibles atacantes se encontraban a menos de 20 metros del vehículo. Tenían miedo,

pero aunque les pareció extraño, siguieron pensando que aquellas personas eran soldados.

No comprendían por qué les apuntaban. El movimiento de la camioneta era el que guiaba a

los cañones de las armas que cargaban los supuestos soldados.

“¿Por qué los soldados por aquí estan tan prevenidos? ¿Por qué tan pilosos?” Eso era lo que

Jaime se preguntaba. Cuando subieron a uno de los enormes cerros, desde donde se puede

ver la preciosa bahía, los paramilitares detuvieron el auto. “Bajese, hijueputa”, fue lo que

uno de ellos le dijo, mientras lo apuntaba. Vieron que en su brazo tenía una insignia que

decía AUC.

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—Gracias a Dios que nos encontramos con la ley porque esta es una zona muy peligrosa.

— eso fue lo que dijo una de las mujeres que iba en el carro con Jaime, estrategia que

funcionó para que bajaran los cañones. En ese momento todos los tripulantes del carro

sabían que estaban en peligro.

Actualmente Jaime tiene una vida tranquila. Podría considerarse un típico hombre wayuu,

con sus 6 esposas y 26 hijos, con su trabajo como profesor de música tradicional wayuu a

estudiantes de bachillerato del colegio rural El Paraíso, a solo 6 kilómetros de donde él

vive. En su memoria solo hay dos momentos donde sintió verdadero temor: Aquella noche

de 2009 en la cual le dispararon para robarle la moto y aquella vez cuando llegó a Bahía

Portete.

Ese día, el paramilitar que los detuvo les preguntó para donde iban y a qué. Le respondieron

que se dirigían a Nazareth para hablar de la Fe Baha’i. “Bueno, ¡piérdanse! Rapido, pilas”,

eso respondió. A pesar del temblor de sus manos, Jaime decidió continuar manejando, pero

fueron detenidos inmediatamente por otro paramilitar, que parecía de mayor rango que el

primero, el cual se comunicó por radio con otros insurgentes.

“Aquí hay un personal que va en el camino y va hacia donde nosotros vamos, y en la

misma dirección”, dijo. La respuesta obtenía fue “Mandenlos y utilícenlos de carnada”, a

través del walkie-talkie. Los dejaron seguir sin más. Jaime cuenta que si hubiera sido su

decisión, sencillamente hubiera acelerado lo más rápido posible en ese desierto que era

desconocido para él, lo importante era ir lejos.

Jaime condujo lejos de allí. “Yo era el simple chófer, la que mandaba era la señora Cecilia

Iguarán, la guía, pero le sugerí que mejor buscáramos la forma de salir de allí. Ella estaba

89

muy tensa, lloraba y temblaba. Apenas abrí mi boca para dar esa sugerencia, otra vez se

enciman, aparecieron mas ‘paracos’. Estaban en todos lados, estabamos rodeados”, cuenta.

Los integrantes de las AUC no los volvieron a detener esta vez, sus armas solo los

apuntaban a la distancia. Cristina le ordenó a Jaime que se detuviera en un casa, donde

vivía una vieja amiga de esta. La dueña de la vivienda se encontraba discutiendo con

paramilitares, era una mujer de aproximadamente 60 años. Gritaba y lloraba y en cuestión

de minutos empezó a convulsionar.

Los paramilitares se llevaron objetos de valor inmaterial para los wayuus.

“Nosotros intentamos ayudarla. Ella había ocultado las llaves de su casa y se negaba a

decirle a los ‘paracos’ donde estaban. Estos tomaron sus motosierras y abrieron todas las

puertas, las cortaron”, narra Jaime, por un par de segundos imita el sonido de esos

instrumentos, sin dejar aquella mirada penumbrosa de sus recuerdos.

La opción de ser valiente

90

En la casa de la mujer había por lo menos tres galones de gasolina. Los paramilitares le

avisaron a sus superiores el hecho y estos les respondió: “Bueno, esa gasolina ya es de

nosotros, nos pertenece”. Los integrantes de las AUC después de eso se fueron.

Una de las personas que también iban viajando con Jaime, era su prima Melvis Arpushana,

una artesana de la comunidad. Para ese entonces, solo tenía 23 años, pensó que ese viaje

sería una buena experiencia, donde conocería hermosas playas y gente agradable, pero se

convirtió en una historia de terror sangrienta, que a pocas personas suele contar.

Ella cuenta que los paramilitares estaban buscando a los hijos de la mujer para matarlos.

Estos habían huido hace rato y aunque ellos insistieron, ella firmemente se negó a irse. Le

dolía dejar su casa y sus pertenencias. Melvis le insistió que entonces ahora se fuera con

ellos, pero ella solo dijo “No me importa, ya mis hijos huyeron. Ya yo estoy vieja, si me

quieren matar que me maten”.

“Por el camino no dejabamos de ver a los ‘paracos’, estaban metidos entre el desierto.

Parecía Afganistán. Lo más horrible que vi y que jamás podré olvidar fue a un hombre

decapitado. Solo estaba su cabeza, esta sobre un cactus que la sangre ya había pintado de

rojo y parecía estar hirviéndose por la temperatura del sol”, añade Jaime.

Para ese entonces, ya todo el mundo temía lo peor. En aquel carro había desesperación y

llanto. Melvis cuenta que se encontraron a un anciano en el camino, el cual estaba buscando

información acerca de su nieto, raptado el día anterior por las AUC. Más adelante, se

encontraron a una persona que le comentó al abuelo haber visto a un jovencito asesinado

bajo una pila de cactus.

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Llegaron a una ranchería llamada Wawariwa, que quedaba como a 25 minutos en carro,

donde les comentaron acerca del hombre decapitado que habían visto; ellos respondieron

entre lágrimas que eso mismo le habían hecho anteriormente a una niña, a quien primero

ahorcaron colgándola de un árbol. Mientras Jaime cuenta eso, me dice algo que muchas

personas me dijeron en todo el proceso de este trabajo de grado…

“Son mas, son muchos más muertos de lo que los libros dicen ser, solamente que no fue

solo en Portete, sino en rancherías aledañas. Fue una verdadera masacre, como la Alta

Guajira es tan grande y las rancherías están tan separadas, ellos hacían su maldad y seguían

hacia otras rancherías, y como en esa época no había celulares no había forma de avisar…”

afirma.

Nada de soldados, ni uno solo. El desierto era reinado por los uchí, palabra wayuú que

significa ‘pajaro’ y es usada para referirse a los paramilitares. Tan solo un grupo de wayuus

cargados con FN Fal buscaba defender esas tierras. Jaime los vio y notó que muchos eran

jóvenes, casi tanto como sus estudiantes y muchos de sus hijos.

Él le contó acerca de todo esto a su familia, pero comenta que no es un tema que suele tocar

con sus estudiantes, excepto si la conversación los guía allí. Eso sí, opina que debería haber

una clase donde se enseñe sobre este tipo de sucesos, ya que hacen parte de la historia

reciente de los wayuu.

“Con todo eso, yo empecé a llorar. La niña que decapitaron era pariente de Marilyn, mi

primera esposa. Además, se llevaron una contra que había pasado por seis generaciones,

por eso fue que los mataron y los enjuiciaron a todos, porque ellos se llevaron eso sin hacer

ningún ritual”, asegura el docente.

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Una contra es el objeto material más sagrado para un indígena wayuu. No se vende, no se

presta, no cualquiera puede manipularlo e incluso verlo. Es revelada en sueños, su

ubicación y su ritual. Se hereda por línea materna y posee un tamaño de aproximadamente

un centímetro. Según las creencias wayuu, la persona que lo hurte pagará las consecuencias

que los ancestros del verdadero dueño podrán en su destino.

Según Marilyn, el clan Epinayú, dueño de esa contra, entiende las razones por las cuales los

integrantes de las AUC hicieron eso. “La contra no vale un peso, es una cosa diminuta,

puede ser una piedra, una planta… Ellos se lo llevaron porque sabían que tiene un

significado importante y valioso para nosotros. Estaban metidas en varias capas de madera

de calabaza, para que si por alguna razón caían al agua, no se hundirían”.

En cuanto a cosas que sí poseen un valor económico, fueron saqueadas casas que tenían

collares de tumas, las cuales son piedras preciosas para los wayuu, además de que son

escasas. Estos collares se usan muchas veces como moneda de pago y trueque. Junto a los

chinchorros, suelen ser uno de los regalos mas preciados que se pueden hacer. “Mi abuelo

me contó que se llevaron tinajas repletas de tumas”, agrega Marilyn.

Fueron tres días los que Jaime y sus acompañantes duraron por la Alta Guajira. Hablar de

las enseñanzas de Baha’ullah era el plan principal, pero sencillamente esos días solo

buscaban la forma de salir de allí por algún lugar donde no se encontraran a los de las

AUC.

Dormían en rancherías, todas tenían en común sus habitantes aterrorizados. Él conducía de

noche en medio de un desierto que no conocía, esperando que los paramilitares no los

vieran, porque cuando conducía de día siempre era detenido para hacerles preguntas.

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Además, según cuenta Melvis, se llevaban siempre parte de sus provisiones, como frutas,

queso y agua.

Cuando finalmente lograron llegar a Uribia, les dijeron a las autoridades lo sucedido, pero

estos los silenciaron con un simple: “Esas son cosas de wayuu, no nos vamos a meter”.

Tanto Jaime como Melvis entendieron que vivían en un mundo que no siempre era justo,

que estaba lleno de feas sorpresas y que varias veces los gritos de auxilio eran silenciados

con balas.

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Conclusiones

Realizar un trabajo de investigación periodística basándome principalmente en las palabras

de víctimas y testigos hizo que pudiera ver este suceso más allá de un asunto de conflicto

armado. No fue una guerra entre paramilitares y guerrilleros, fue un ataque a un pueblo

indefenso, y considero que así es como debe verse. Este trabajo me llevó a distintas

conclusiones.

Conclusiones desde lo periodístico:

A diferencia de Venezuela, Colombia es un país donde las noticias con respecto al conflicto

armado son pan de cada día. Este fue definitivamente uno de los motivos por lo cual la

masacre de Bahía Portete fue ignorada por muchos días. Como periodista critico eso, la

invisibilidad en la cual sumieron al pueblo wayuu y la incomprensión a sus costumbres y

tradiciones. No fue una guerra, no fueron luchas entre clanes, fue un ataque mordaz de un

grupo paramilitar, con intereses de narcotráfico. Considero que debieron hablar con las

víctimas. Desde el periodismo, el asunto se simplificó, lo cual es un error enorme que se

puede cometer en la profesión.

Mi conclusión es que esos sucesos deberían volverse a mirar, el silencio hace culpable a la

sociedad, y los periodistas deben romperlo, no dejar de indagar, de descubrir nuevas

historias a través de las víctimas de la tragedia. Este fue un trabajo de memoria, relato y

visibilización y reconstrucción. Las víctimas necesitan hablar y los periodistas indagar y

preguntar.

Conclusiones desde lo académico:

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El marco conceptual de este trabajo de grado aborda la guerra como un aspecto que ha

estado ligado a la historia colombiana por más de un siglo. De igual forma, las maneras que

el Gobierno ha intentado acabar con esta. Llegué a la conclusión de lo complicado que

puede ser el asunto; nadie puede cantar victoria en cuanto a la encarcelación de jefes

paramilitares, teniendo en cuenta que el paramilitarismo continúa vivo como una ideología

de extrema derecha, ademas de que luego de la ‘desmovilización’ llegaron las bacrim.

El paramilitarismo iba ligado en este caso con un interés de dominar la bahía para el

narcotráfico. Como conclusión de este trabajo, puedo decir que sin duda uno de los puntos

del actual proceso de paz que mayor relevancia tienen es cuando se habla de narcotráfico.

El conflicto armado en Colombia ya está ligado a este delito, por lo cual debe ser estudiado

para buscar la mejor solución en cuanto a la lucha con las drogas, en la cual el Gobierno

invierte mucho dinero y aún no se ve la solución. Igual que con la guerra.

La academia debe mirar las periferias, como La Guajira, ya que desde allí se puede hacer

un estudio profundo de la comunicación, desde la cultura y la sociedad, y como la guerra ha

afectado.

Conclusiones desde lo social:

La sociedad guajira no era del todo consciente de la presencia paramilitar en La Guajira.

Narcotráfico, sí. Contrabando, sí. Las noticias hablaban del poderío de este grupo en los

vecinos Magdalena y César. Al momento de lo sucedido la sorpresa fue grande, todos

creyeron que se trataba de un conflicto entre indígenas. ¿Qué podrían hacer los

paramilitares en medio del desierto? La pregunta se fue respondiendo con el tiempo, con las

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noticias de la migración y los servicios sociales en Venezuela. Los nombres de los

culpables empezaron a sonar.

El contrabando como parte de la cultura guajira siguió viéndose como algo totalmente

legal, hasta el presente. Este delito ha sido parte del desarrollo económico del

departamento, incluso se ha convertido en algo atractivo para los libaneses migrantes y

personas de otra región, que llegan a La Guajira a ejercer ese ‘oficio’.

Conclusiones desde lo cultural:

La noticia de la masacre llegó a muchos oídos de los indígenas wayuus de Colombia y

Venezuela, que a diferencia de los ‘blancos’ se sintieron impactados y conmovidos por la

situación. La masacre fue un feminicidio, para esta étnia no hay nada más sagrado que la

vida de una mujer. Las mujeres no deben ser violentadas de ningún modo, ni involucradas

en ningún conflicto entre familias. Esto los paramilitares lo sabían, por eso las líderes de

Portete fueron el blanco perfecto para eso.

Eso le dio a entender a los indígenas que los paramilitares no respetarían ninguna ley

wayuu, lo cual los obligó a dejar su territorio, el cual también consideran sagrado. La tierra

se hereda, jamás se vende, la escritura es el cementerio de sus ancestros. Actualmente los

indígenas de Portete luchan por proteger su territorio, por ende dieron el ‘sí’ a que fuera

Parque Nacional Natural, en busca de seguridad.

Concluyo que para la cultura, los asesinatos y la migración fueron un golpe a sus creencias,

costumbres y valores. La reconstrucción a ese golpe sigue en proceso, ya que muchos

sienten que luego de lo sucedido, la tierra dejó de ser suya.

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Conclusiones desde lo personal:

Todavía queda mucho por sanar. Mucho por resolver entre los mismos indígenas, entre el

gobierno y mucho que cumplir. La declaración de Parque Nacional Natural debe mostrar

que hay una intención de reconstrucción y reconciliación, una garantía de no repetición.

Muchas personas aún no hablan de lo sucedido, aún hay temor y rabia. Portete continúa

siendo un pueblo en ruinas luego de 12 años. Los años que vienen son los que definiran si

la masacre sigue marcada en la historia y persiguiendo el presente de los habitantes, o si a

partir de esta la sociedad de ese pueblo pueda entender sus derechos y volver a

reconstruirse moralmente.

Recuerdo aquel día de 2012, cuando estaba en clases de Teorías actuales de la

comunicación, y la profesora Claudia Pilar García, me hizo un comentario acerca de la

masacre. Yo no sabía nada, no tenía idea del hecho, a pesar de ser indígena wayuu y de

haber vivido toda mi vida en La Guajira, por eso decidí darle visibilidad al suceso. Esa fue

mi misión al momento de hacer este trabajo, mostrar el hecho de que se cometió un

feminicidio por un grupo terrorista, lo cual causó desplazamiento y desinterés del gobierno

y los medios.

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