Warma Kuyay Otros

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“WARMA KUYAY” (Amor de niño) Noche de luna en la quebrada de Viseca. Pobre palomita, por donde has venido, buscando la arena, por Dios, por los suelos. -¡Justina! ¡Ay, Justina! En un terso lago canta la gaviota, memorias me deja de gratos recuerdos. -¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sauciyok’! -¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas! -¿Y el kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta! -¡Déjame, niño Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de vaquellas y hago temblar a los novillos de cada zurriago . Por eso Justina me quiere. La cholita se rió, mirando al Kutu; sus ojos chispeantes como dos luceros. -¡Ay Justinacha! -¡Zonzo, niño zonzo! –habló Gregoria, la cocinera. Caledonia, Pedrucha, Manuela, Anitacha… soltaron la risa, gritaron a carcajadas. -¡Niño zonzo! Se agarraron de las manos y empezaron a bailar en ronda, con la musiquita de julio el charanguero. Se volteaban a ratos, para mirarme, y reían. Yo me quedé fuera del círculo, avergonzado, vencido para siempre. Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas de“Chawala”. Los eucaliptos de la huerta sonaban con ruido largo e intenso: sus sombras se tendían hasta el otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más alta y miré desde allí la cabeza del “Chawala”: el cerro, medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las noches claras conversaban siempre dando la espalda al cerro. -¡Si te cayeras de pecho, tayta “Chawala”, nos moriríamos todos! Al medio del Witron Justina empezó otro canto: Flor de mayo, flor de mayo, flor de mayo, primavera, por qué no te libertaste de esa tu falsa prisionera. Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado, los indios se veían como estacas de tender cueros. -Ese puntito negro que está al medio de Justina, y yo la quiero, mi corazón tiembla cuando ella se ríe, llora cuando sus ojos miran al Kutu. ¿Por qué, pues, me muero por ese puntito negro? Los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero daba vueltas alrededor del círculo, dando ánimo, gritando como porto enamorado. Una paca-paca empezó a silbar desde un sauce que cabeceaba a la orilla del río; la voz del pájaro maldecido daba miedo. El charanguero corrió hasta el cerco del patio y lanzó pedradas al sauce; todos los cholos le siguieron. Al poco rato el pájaro voló y fue a posarse sobre los duraznales de la huerta; los cholos iban a perseguirle, pero don Froylán apareció en la puerta del Witron. -¿Largo! ¡A dormir! Los cholos se fueron en tropa hacia la tranca del corral; el Kutu se quedó solo en el patio. -¡A ese le quiere! Los indios de don Froylán se perdieron en la puerta del caserío de la hacienda y don Froylán entró al patio tras de ellos.

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WARMA KUYAY (Amor de nio)Noche de luna en la quebrada de Viseca.Pobre palomita, por donde has venido, buscando la arena, por Dios, por los suelos. -Justina! Ay, Justina! En untersolago canta la gaviota, memorias me deja de gratos recuerdos. -Justinay,te pareces a lastorcazasde Sauciyok! -Djame, nio, anda donde tus seoritas! -Y el kutu? Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta! -Djame, nio Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de vaquellas y hago temblar a los novillos de cadazurriago. Por eso Justina me quiere. La cholita se ri, mirando al Kutu; sus ojos chispeantes como dos luceros. -Ay Justinacha! -Zonzo, nio zonzo! habl Gregoria, la cocinera. Caledonia, Pedrucha, Manuela, Anitacha soltaron la risa, gritaron a carcajadas. -Nio zonzo! Se agarraron de las manos y empezaron a bailar en ronda, con la musiquita de julio el charanguero. Se volteaban a ratos, para mirarme, y rean. Yo me qued fuera del crculo, avergonzado, vencido para siempre. Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared pareca moverse, como las nubes que correteaban en las laderas deChawala. Los eucaliptos de lahuerta sonabancon ruido largo e intenso: sus sombras se tendan hasta el otro lado del ro. Llegu al pie del molino, sub a la pared ms alta y mir desde all la cabeza del Chawala: el cerro, medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedopor las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las nochesclaras conversaban siempre dando la espalda al cerro. -Si te cayeras de pecho,tayta Chawala, nos moriramos todos! Al medio delWitronJustina empez otro canto: Flor de mayo, flor de mayo, flor de mayo, primavera, por qu no te libertaste de esa tu falsa prisionera. Los cholos se haban parado en crculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmviles sobre el empedrado, los indios se vean como estacas de tender cueros. -Ese puntito negro que est al medio de Justina, y yo la quiero, mi corazn tiembla cuando ella se re, llora cuando sus ojos miran al Kutu. Por qu, pues, me muero por ese puntito negro? Los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero daba vueltas alrededor del crculo, dando nimo, gritando como porto enamorado. Unapaca-pacaempez a silbar desde un sauce que cabeceaba a la orilla del ro; la voz del pjaro maldecido daba miedo. El charanguero corri hasta el cerco del patio y lanz pedradas al sauce; todos los cholos le siguieron. Al poco rato el pjaro vol y fue a posarse sobre los duraznales de la huerta; los cholos iban a perseguirle, pero don Froyln apareci en la puerta del Witron. -Largo! A dormir! Los cholos se fueron en tropa hacia la tranca del corral; el Kutu se qued solo en el patio. -A ese le quiere! Los indios de don Froyln se perdieron en la puerta del casero de la hacienda y don Froyln entr al patio tras de ellos. -Nio Ernesto! llam el Kutu. Me baj al suelo de un salto y corr hacia l. -Vamos, nio. Subimos al callejn por el lavadero de metal que iba desmoronndose en un ngulo delWitrn; sobre el lavadero haba un tubo inmenso de fierro y varias ruedas, enmohecidas, que fueron de las minasdel padre de don Froyln. Kutu no hab nada hasta llegar a la casa de arriba. La hacienda era de don Froyln y de mi to; y el resto de la gente fueron al escarbe de papas y dorman en la chacra, a dos leguas de la hacienda. Subimos las gradas, sin mirarnos siquiera, entramos al corredor, y tendimos all nuestras camas para dormir alumbradospor la luna. El Kutu se ech callado; estaba triste y molesto. Yo me sent al lado del cholo. -Kutu! Te ha despachado Justina? -Don Froyln le ha abusado, nio Ernesto! -Mentira, Kutu, mentira! -Ayer no ms le ha forzado; en la toma de agua, cuando fue a baarse con los nios! -Mentira, Kutullay,mentira! Me abrac al cuello del cholo. Sent miedo; mi corazn pareca rajarse, me golpeaba. Empec a llorar, como si hubiera estado solo, abandonado en esa quebrada oscura. -Djate, nio! Yo, pues, soy endio, no puedo con el patrn. Otra vez, cuando seas abogau, vas a fregar a don Froyln.Me levant como a un becerro tierno y me ech sobre mi catre.-Durmete, nio! Ahora le voy a hablar a Justina para que te quiera. Te vas a dormir otro da con ella quieres, nio? Acaso? Justina tiene corazn para ti, pero eres muchacho todava; tienes miedo porque eres nio.Me arrodill sobre la cama, mir al Chawala que pareca terrible y fnebre en el silencio de la noche.-Kutu, cuando sea grande voy a matar a don Froyln!-Eso s, nio Ernesto! Eso s,maktasu!La voz gruesa del cholo son en el corredor como maullido del len que entraba hasta el casero en busca de chanchos. Kutu se par; estaba alegre, como si hubiera tumbado al puma ladrn.-Maana llega el patrn. Mejor esta noche vemos a Justina. El patrn seguro te hace dormir en su cuarto. Que se entre la luna para ir.Su alegra me dio rabia.-Y por qu no matas a don Froyln? Mtale con tu honda, Kutu desde el frente del ro, como si fuera puma ladrn.-Sus hijitos, nio! Son nueve! Pero cuando seas abogau ya estarn grandes.-Mentira, Kutu, mentira! Tienes miedo como mujer!-No sabes nada nio. Acaso no he visto? Tienes pena de los becerritos, pero a los hombres no los quieres.-Don Froyln! Es malo! Los que tienen hacienda son malos hacen llorar a los indios como t; se llevan lasvaquitas de los otros, o las matan de hambre en su corral! Kutu, don Froyln es peor que toro bravo! Mtale, no ms, Kutucha, aunque sea con galga, en el barranco de Capitana.-Endio no puedes nio! Endio no puede!Era cobarde! Tumbaba a los padrillos cerriles, haca temblar a los potros, rajaba a ltigos el lomo de los aradores, hondeaba desde lejos a las vaquillas de los potros cholos cuando encontraba a los potreros de mi to, pero era cobarde. Indio perdido!Lo mir de cerca; su nariz aplastada, sus ojos casi oblicuos, sus labios delgados, ennegrecidos por la coca. A este le quiere! Y ella era bonita, su cara rosada siempre estaba limpia, sus ojos negros quemaban, no era como las otras cholas, sus pestaas eran largas, su boca llamaba al amor y no me dejaba dormir. A los catorce aos yo la quera; sus pechitos parecan limones grandes, y me desesperaban. Pero ella era de Kutu, desde tiempo; de este cholo con cara de sapo. Pensaba en eso y mi pena se pareca mucho a la muerte. Y ahora? Don Froyln la haba forzado.-Mentira, Kutu! Ella misma, seguro ella misma!Un chorro de lgrimas salt de mis ojos. Otra vez el corazn me sacuda, como si tuviera ms fuerza que todo mi cuerpo.-Kutu! Mejor la mataremos los dos a ella quieres?El indio se asust. Me agarr la frente; estaba hmeda de sudor.-Verdad! As quieren losmistis.-Llvame donde Justina, Kutu! Eres mujer, no sirves para ella. Djala!-Cmo no, nio, para ti voy a dejar, para ti solito. Mira enWeyralase est apagando la luna.Los cerros ennegrecieron rpidamente, las estrellitas saltaron de todas partes del cielo; el viento silbaba en la oscuridad, golpendose sobre los duraznales y eucaliptos de la huerta; ms abajo, en el fondo de la quebrada, el ro grande cantaba con voz spera.Yo despreciaba al Kutu; sus ojos amarillos, chiquitos, cobardes, me hacan temblar de rabia. -Indio, murete mejor. O lrgate a Nazca! All te acabar laterciana, te enterrarn como a perro! Pero el novillero se agachaba no ms, humilde, y se iba alWitron, a los alfalfares, a la huerta de los becerros, y se vengaba en el cuerpo de los animales de don Froyln, al principio yo lo acompaaba. En las noches entrbamos, ocultndonos, al corral; escogamos los becerros ms finos, los ms delicados; Kutu se escupa las manos, empuaba duro el zurriago, y rajaba el lomo a los torillitos. Uno, dos, trescienzurriagazos; las cras se retorcan en el suelo, se tumbaban de espaldas, lloraban, y el indio segua encorvado, feroz. Y yo me sentaba en un rincn y gozaba. Yo gozaba. -De don Froyln es, no importa! Es de mi enemigo! Hablaba en voz alta para engaarme, para tapar el dolor que encoga mis labios e inundaba mi corazn. Pero ya en la cama, a solas, una pena negra, invencible, se apoderaba de mi alma, y lloraba dos, tres horas. Hasta que una noche mi corazn se hizo grande, se hinch. El llorar no bastaba; me vencan la desesperacin y el arrepentimiento. Salt de la cama, descalzo, corr hasta la puerta; despacito abr el cerrojo y pas al corredor. La luna ya haba salido; su luz blanca baaba la quebrada; los rboles rectos, silenciosos, estiraban sus brazos al cielo. De dos saltos baj al corredor y atraves corriendo el callejn empedrado, salt la pared del corral y llegu junto a los becerritos. Ah estaba Zarinacha, la vctima de esa noche, echadita sobre la bosta seca con el hocico en el suelo; pareca desmayada; me abrac a su cuello; la bes mil veces en su boca con olor a leche fresca, en sus ojos negros y grandes. -Ninacha, perdname! Perdname, mamaya!Junt mis manos y, de rodillas, me humill ante ella.-Ese perdido ha sido, hermanita, yo no. Ese Kutu, canalla, indio perro!La sal de las lgrimas sigui amargndome largo rato.Zarinacha me miraba seria, con su mirada humilde, dulce.-Yo te quiero, ninacha; yo te quiero! Y una ternura sin igual, pura, dulce, como la luz en esa quebrada madre, alumbr mi vida.A la maana siguiente encontr al indio en el alfalfar de Capitana. El cielo estaba limpio y alegre, los campos verdes llenos de frescura. El Kutu ya se iba, tempranito a buscar daos (9) en los potreros de mi to, para ensaarme contra ellos.-Kutu vete de aqu. En Visecas ya no sirves. Los comuneros se ren porque eres maula.Sus ojos opacos me miraron con cierto miedo.-Asesino tambin eres, Kutu! Un becerrito es como una criatura. Ya en Viseca no sirves, indio!-Yo no ms, acaso? T tambin. Pero mrale altayta Chawala: diez das ms atrs me voy a ir.Resentido, penoso como nunca, se larg a galope en el bayo de mi to.Dos semanas despus, Kutu pidi licencia y se fue. Mi ta llor por l, como si hubiera perdido un hijo. Kutu tena sangre de mujer; le temblaba a don Froyln, casi a todos los hombres les tema. Le quitaron su mujer y se fue a ocultar despus en los pueblos del interior, mezclndose con las comunidades de Sondando; Chacrilla Eres cobarde!Yo slo me qued junto a don Froyln, pero cerca de Justina, de mi Justinacha ingrata. Yo no fui desgraciado. A la orilla de ese ro espumoso, oyendo el canto de las torcazas y de lastuyas, yo viva sin esperanzas; pero ella estaba bajo el mismo cielo que yo, en esa misma quebrada que fue mi nido; contemplando sus ojos negros oyendo su risa, mirndola desde lejitos, era casi feliz, porque mi amor por Justina fue unWarma kuyay y yo crea tener derecho todava sobre ella; saba que tendra que ser de otro, de un hombre grande, que manejara ya zurriago, que echara ajos roncos y peleara a ltigos en los carnavales.Y como amaba a los animales, las fiestas indias, las cosechas, las siembras conmsica yjarawi, viva alegre en esa quebrada verde y llena de calor amoroso del sol. Hasta que un da me arrancaron de mi querencia para traerme a este bullicio, donde gentes que no quiero, que no comprendo.El Kutu en un extremo y yo en otro. l quiz habr olvidado: est en su elemento, en un pueblecito tranquilo, aunque maula, ser el mejor amansador de potrancas, y le respetarn los comuneros. Mientras yo, aqu vivo amargado y plido, como un animal de los llanos fros, llevado a la orilla del mar, sobre los arenales candentes y extraos. (Jos Mara Arguedas)

"El sueo del Pongo"Un hombrecito se encamin a la casa-hacienda de su patrn. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeo, de cuerpo miserable, de nimo dbil, todo lamentable; sus ropas viejas.El gran seor, patrn de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludo en el corredor de la residencia. Eres gente u otra cosa? - le pregunt delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio.Humillndose, el pongo contest. Atemorizado, con los ojos helados, se qued de pie. A ver! - dijo el patrn - por lo menos sabr lavar ollas, siquiera podr manejar la escoba, con esas sus manos que parece que no son nada. Llvate esta inmundicia! - orden al mandn de la hacienda.Arrodillndose, el pongo le bes las manos al patrn y, todo agachado, sigui al mandn hasta la cocina.El hombrecito tena el cuerpo pequeo, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre comn. Todo cuanto le ordenaban hacer lo haca bien. Pero haba un poco como de espanto en su rostro; algunos siervos se rean de verlo as, otros lo compadecan. "Hurfano de hurfanos; hijo del viento de la luna debe ser el fro de sus ojos, el corazn pura tristeza", haba dicho la mestiza cocinera, vindolo.El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; coma en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumpla. "S, papacito; s, mamacita", era cuanto sola decir.Quiz a causa de tener una cierta expresin de espanto, y por su ropa tan haraposa y acaso, tambin porque quera hablar, el patrn sinti un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunan para rezar el Ave Mara, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrn martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacuda como a un trozo de pellejo.Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, as, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara. Creo que eres perro. Ladra! - le deca.El hombrecito no poda ladrar.

Ponte en cuatro patas - le ordenaba entonces-El pongo obedeca, y daba unos pasos en cuatro pies.

Trota de costado, como perro - segua ordenndole el hacendado.El hombrecito saba correr imitando a los perros pequeos de la puna.El patrn rea de muy buena gana; la risa le sacuda todo el cuerpo.

Regresa! - le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.El pongo volva, corriendo de costadito. Llegaba fatigado.Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave Mara, despacio, como viento interior en el corazn. Alza las orejas ahora, vizcacha! Vizcacha eres! - mandaba el seor al cansado hombrecito. - Sintate en dos patas; empalma las manos.Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no poda alzar las orejas.Golpendolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrn derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor. Recemos el Padrenuestro - deca luego el patrn a sus indios, que esperaban en fila.El pongo se levantaba a pocos, y no poda rezar porque no estaba en el lugar que le corresponda ni ese lugar corresponda a nadie.En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigan al casero de la hacienda. Vete pancita! - sola ordenar, despus, el patrn al pongo.Y as, todos los das, el patrn haca revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a rerse, a fingir llanto. Lo entreg a la mofa de sus iguales, los colonos*.Pero... una tarde, a la hora del Ave Mara, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrn empez a mirar al pongo con sus densos ojos, se, ese hombrecito, habl muy claramente. Su rostro segua un poco espantado. Gran seor, dame tu licencia; padrecito mo, quiero hablarte - dijo.El patrn no oy lo que oa. Qu? T eres quien ha hablado u otro? - pregunt. Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte - repiti el pongo. Habla... si puedes - contest el hacendado. Padre mo, seor mo, corazn mo - empez a hablar el hombrecito -. So anoche que habamos muerto los dos juntos; juntos habamos muerto. Conmigo? T? Cuenta todo, indio - le dijo el gran patrn. Como ramos hombres muertos, seor mo, aparecimos desnudos. Los dos juntos; desnudos ante nuestro gran Padre San Francisco. Y despus? Habla! - orden el patrn, entre enojado e inquieto por la curiosidad. Vindonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examin con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qu distancia. A ti y a m nos examinaba, pensando, creo, el corazn de cada uno y lo que ramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, t enfrentabas esos ojos, padre mo. Y t? No puedo saber cmo estuve, gran seor. Yo no puedo saber lo que valgo. Bueno, sigue contando. Entonces, despus, nuestro Padre dijo con su boca: "De todos los ngeles, el ms hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompae otro ngel pequeo, que sea tambin el ms hermoso. Que el ngel pequeo traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de la miel de chancaca ms transparente". Y entonces? - pregunt el patrn.Los indios siervos oan, oan al pongo, con atencin sin cuenta pero temerosos. Dueo mo: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareci un ngel, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio. Detrs del ngel mayor marchaba otro pequeo, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traa en las manos una copa de oro. Y entonces? - repiti el patrn. "ngel mayor: cubre a este caballero con la miel que est en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre", diciendo, orden nuestro gran Padre. Y as, el ngel excelso, levantando la miel con sus manos, enluci tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresala, como si estuviera hecho de oro, transparente. As tena que ser - dijo el patrn, y luego pregunt: Y a ti? Cuando t brillabas en el cielo, nuestro Gran Padre San Francisco volvi a ordenar: "Que de todos los ngeles del cielo venga el de menos valer, el ms ordinario. Que ese ngel traiga en un tarro de gasolina excremento humano". Y entonces? Un ngel que ya no vala, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su sitio, lleg ante nuestro gran Padre; lleg bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. "Oye viejo - orden nuestro gran Padre a ese pobre ngel -, embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has trado; todo el cuerpo, de cualquier manera; cbrelo como puedas. Rpido!". Entonces, con sus manos nudosas, el ngel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubri, desigual, el cuerpo, as como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparec avergonzado, en la luz del cielo, apestando... As mismo tena que ser - afirm el patrn. - Contina! O todo concluye all? No, padrecito mo, seor mo. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro Gran padre San Francisco, l volvi a mirarnos, tambin nuevamente, ya a ti ya a m, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no s hasta qu honduras nos alcanz, juntando la noche con el da, el olvido con la memoria. Y luego dijo: "Todo cuanto los ngeles deban hacer con ustedes ya est hecho. Ahora lmanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo". El viejo ngel rejuveneci a esa misma hora; sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomend vigilar que su voluntad se cumpliera.(*) Indio que pertenece a la hacienda.

Los ros profundos

Los ros profundos(1956) es para muchos la sntesis ms perfecta del mundo andino y el espaol. Su autor, el escritor y antroplogo peruano Jos Mara Arguedas, concibe toda su literatura alrededor de un proyecto: un pas dividido entre dos culturas (la andina, de origen quechua, y la urbana, de races europeas) que deben integrarse en una relacin armnica de carcter mestizo. Y resulta ser en esta obra,Los ros profundos, donde mejor se plasman los grandes dilemas, angustias y esperanzas que ese proyecto plantea.Se trata de una novela de formacin articulada sobre dospilaresestructurales de dilatada tradicin literaria, como son, por un lado el motivo del viaje y por el otro el del hroe adolescente que protagoniza el trnsito de la infancia a la edad adulta. Ambos motivos son de fcil rastreo a lo largo de la literatura, tanto aislados como combinados, arrancados, desde la Biblia y la pica clsica, pasando por la picaresca hasta llegar a la literatura del siglo XX.El viaje de Ernesto, el protagonista de la novela, pasa por tres etapas. La cortaestanciaen Cuzco conforma la primera etapa del viaje inicitico de Ernesto; Cuzco es ciudad sagrada y centro del mundo en el que se unen cielo y tierra. La segunda etapa es el largo peregrinar del protagonista siguiendo los pasos de su padre por toda la geografa del Per. Laestanciaen Abancay constituye la tercera parte del viaje del protagonista; Abancay romper la idea del orden natural que Ernesto haba aprendido conlos indios, porque en esa ciudad aparecer materializado el mal. La ltima etapa del viaje de Ernesto consiste en la vuelta a emprender el camino que lo integra con las sierras, los ros y el pasado, pues ese ser, paradjicamente, su futuro. Son dos los narradores que relatan los diferentes captulos de la novela. Uno es el mismo protagonista que narra su historia interior, y el otro es el narrador que narra la historia global. Pero se trata de un narrador no del todo omnisciente, de una omnisciencia restringida que no cuenta ms all de lo que podra saber Ernesto.Se ha vuelto comn en la bibliografa sealar deficiencias en la organizacin deLos ros profundos, inclusive entre aquellos que enaltecen su esplendor esttico y la consideran la mejor novela de Arguedas. Pero lo cierto es que lo que menos le falta a esta novela es una estructura definida, ya que no slo dispone de una, sino de dos. Paralelo al deambular por el Per y al proceso de formacin de Ernesto, se halla un sistema de planos que, a veces interpuestos entre ellos, dan la clave al verdadero significado de la novela.En el primer plano se asemeja la biografa del autor conla vidade Ernesto, su alter ego en muchas de sus otras obras. Hijo de Vctor Manuel Arguedas Arellano (natural de Cusco) y de Victoria Altamirano Navarro, qued hurfano de madre cuando contaba tan slo con tres aos de edad. Sin embargo esta orfandad le facilit que estuviera al cuidado de los sirvientes indgenas, cuidado que se acrecent al casarse su padre con Gimanesa Arangoitia, con la cual jams congeni. Su padre, abogado errante, concedi la educacin de su hijo a su madrastra. Pero Arguedas logr escapar del martirio que significaba vivir en la hacienda de sta, refugindose durante dos aos en la hacienda de Viseca de su to Jos Manuel Perea. En la cercana comunidad indgena de Utek', Arguedas vivira la poca que recuerda como la ms feliz de su vida. Esta etapa nutri toda su existencia con imgenes idealizadas de integracin conla naturalezay una gran conciencia solidaridaria. Confiri al mundo andino rasgos de hogar, de vientre materno y proteccin paterna. Las figuras patriarcales de don Felipe Maywa y Victo Pusa condensaran en su memoria la plenitud humana y humanizante de Viseca y Utek' conforme se ve a lo largo deLos ros profundos. Esta visin mgica, unitaria y animista del universo absorbida desde la niez la integr en su obra como tema y materia de la narracin as como tambin elemento estilstico del lenguaje narrativo.El plano del pasado inca se halla en el reino de la memoria y est estrictamente atado al plano mgico-mtico, hasta el punto de confundirse. El escritor Clastro Klaren dice as: La magia es el medio gracias al cual el ser humano puede intentar comunicarse y comprender el mundo que lo rodea y que apenas entiende. EnLos ros profundosArguedas presenta una visin del universo como un todo interrelacionado y el acercamiento mgico a ese mundo consiste en intentar descubrir los caminos subterrneos que se mueven entre los seres, las cosas y los valores espirituales. Sin embargo esta percepcin integradora y pantesta no es compartida por todos los personajes de la novela, tan slo por el pueblo indgena y por Ernesto, el protagonista introducido por una infancia pasada en el ayllu y en su quebrada madre. Esta magia es para Ernesto su gua vital y la encuentra en la memoria de las piedras vrgenes del muro inca, de donde capta al palparlas con sus manos la ternura y solidaridad de sus antepasados; la magia se encuentra de igual modo en los ros, a los que otorga el papel de divinidad purificadora ya que es sangre que desciende de la sierra y trae consigo recuerdos de un pasado feliz. Esta magia tambin se apodera de su voz convirtindola en canto y de este modo pasa a formar parte del lenguaje del mundo. Es decir, aunque escrita en castellano,Los ros profundoses una novela pensada y cantada en quechua. El zumbayl, que en un primer momento puede no parecer relacionado con el pasado, representa en la novela la identidad profunda de la memoria,la naturalezay la msica. Se trata de un simple trompo, que acta como un objeto integrador que sirve para hacer funcionar los recuerdos ms recnditos. Para Ernesto es el instrumento ideal en cuanto que es capaz de captar la interrelacin existente entre los objetos. A la vez que evoca ala Naturalezaes objeto pacificador que purifica los espacios negativos.La dimensin al mismo tiempo histrica y mtica de la obra de Arguedas parece evidente. Pero la misma mirada que se fija en el pasado legendario evocando mitos de hace miles de aos, se fija tambin en el presente y mucho ms en un futuro histrico que reconcilie a los pueblos del Per, en el que proyecta siempre la memoria de los mitos y el recuerdo personal de su infancia. Este presente se hace visible en la revolucin de las chicheras, en el borracho que orina sobre el muro...As, la misin de Ernesto es la de recuperar el pasado y ser capaz de relacionarlo con el presente.Los ros profundoses una novela que se sustenta sobre una anttesis. Esta anttesis viene dada por dos grandes conceptos unidos al hombre desde su existencia: el Bien y el Mal. Este ha sido el aspecto ms estudiado de la obra, puesto que de aqu parten la caracterizacin y clasificacin de los personajes. Es interesante la clasificacin que establece Gladys Marn al respecto. Mantiene que el mundo del Colegio est marcado por los signos del bien y del mal y que se da a lo largo de la historia un proceso de transformacin que lleva a unos a la liberacin y a otro a la condenacin.Dentro de este tema se pueden marcar una serie dedirecciones: 1) los personajes que parten del mal para ir al bien: la opa Marcelina; 2) Los personajes que parten del bien para llegar al mal: Antero; 3) Los personajes que permanecen en sus respectivos universos: Lleras y Auco representando al mal, y Palacitos y Romero al bien, 4) los personajes que oscilan entre un mundo y el otro sin instalarse definitivamente en ninguno pero mostrando, al mismo tiempo, la forma de ser de ciertos grupos sociales del Per: el Padre Linares. Esta tipificacin establecida por Gladys Marn, tambin es aplicable al mbito exterior, donde lo principal seria el contraste entrelos indiossometidos (pongo y colonos) ylos indiosdignos (Felipe Maywa y Victo Pusa) producindose el paso de los colonos a la categora de la dignidad rebelde. Personajes que permanecen a una postura tica los hallamos en el padre Gabriel, de un lado, y al Viejo, del otro. Tanto en el colegio como fuera, Ernesto se sita siempre del lado del Bien.Ernesto entiende que para vencer al Mal por excelencia es necesaria la unin de las fuerzas mgicas que provienen de lo inca y lo cristiano; as se demuestra en la piedra en que se escupe una cruz de saliva. Pero que solamente el compromiso, y de aqu se extrae la conclusin del libro, es el que har posible este propsito. Ese compromiso es el mismo ro, los ros profundos que dan ttulo a la novela y que significan que la eleccin de los elementos que configuran el Bien implicar el rechazo de todos aquellos que determinan el Mal.Agradezco menormente a esta asignatura el haberme posibilitado conocer a Jos Mara Arguedas, del cual desconoca su existencia. No solo me he sentido cercana al mensaje revolucionario del libro, sino que de la manera ms racional ha sabido transmitirme un nuevo significado de la magia. Atrs he dejado la visin supersticiosa de sta. Las piedras, los ros, la voz cantada de la Naturaleza, la solidaridad y ternura de los indios de Utek' son las fuerzas que inciden en la razn de ser de Ernesto, puesto que entiende que l es un elemento ms de esa harmona csmica. Alejada del argumento de la novela, tengo que decir que esta obra ha ahondado como pocas, entre otras las cartas del jefe indio norteamericano Seattle, en mi propio cuestionamiento del mundo en el que vivo, motivo que se merecera muchas ms pginas al respecto. As, como Ernesto, como Arguedas, me hallo en el caudal de ese ro profundo, cantando la msica del zumbayl y palpando cada da ms las piedras de mi memoria.ArgumentoLa novela narra el proceso de maduracin de Ernesto, un muchacho de 14 aos quien debe enfrentar a las injusticias del mundo adulto del que empieza a formar parte y en el que debe elegir un camino. El relato empieza en elCuzco, ciudad a la que arriban Ernesto y su padre, Gabriel, un abogado itinerante, en busca de un pariente rico denominado El Viejo, con el propsito de solicitarle trabajo y amparo. Pero no tienen xito. Entonces reemprenden sus andanzas a lo largo de muchas ciudades y pueblos del sur peruano. En Abancay, Ernesto es matriculado como interno en un colegio religioso mientras su padre contina sus viajes en busca de trabajo. Ernesto tendr entonces que convivir con los alumnos del internado que son un microcosmos de la sociedad peruana y donde priman normas crueles y violentas. Ms adelante, ya fuera de los lmites del colegio, el amotinamiento de un grupo de chicheras exigiendo el reparto de la sal, y la entrada en masa de los colonos o campesinos indios a la ciudad que venan a pedir una misa para las vctimas de la epidemia detifo, originar en Ernesto una profunda toma de conciencia: elegir los valores de la liberacin en vez de la seguridad econmica. Con ello culmina una fase de su proceso de aprendizaje. La novela finaliza cuando Ernesto abandona Abancay y se dirige a una hacienda de propiedad de El Viejo, situada en el valle del Apurmac, a la espera del retorno de su padre.

TODAS LAS SANGRESArgumento:

La novela Todas las Sangres, trata de recalcar lo sucedido durante la transicin del pueblo indgena de San Pedro a una nueva era. Todo comienza con el suicidio del gran hacendado Don Andrs, a partir de ah uno de sus hijos, Fermn, tratar de encontrar un yacimiento de plata en su mina Aparkora con la ayuda de los colonos de su hermano, Bruno. Luego de encontrar su tan preciado yacimiento, su ingeniero Hernn Cabrejos lograr quitarle su mina para la compaa que trabajaba, la Whister and Bozart, a causa de esto el pueblo de San Pedro se ver afectado por el descubrimiento de esa mina. Fermn se retirara del pueblo para vivir y trabajar en Lima en el mercado pesquero, por mientras su hermano logra encontrar un heredero, pero luego de que muriera Cabrejos, quemen el pueblo, decide vengarse por lo que l haba causado (darle sus colonos a su hermano) y decide dejarle su hacienda La Providencia a su administrador Demetrio Rendn Wilka; mata a otro hacendado y hiere a su hermano, terminando en la crcel. Al final el pueblo queda vaco y destruido, el Zar (presidente de la Whister and Bozart) disfrutando de su nueva mina, Fermn recuperndose en Lima, Bruno en la crcel y el nuevo hacendado Demetrio muere defendiendo a los indios y a los colonos en la hacienda, demostrando que ya no les asusta ni la muerte ni a sangre.Resumen: La historia comienza con el gran hacendado Don Andrs Aragn de Peralta en el atrio de la Iglesia maldiciendo a sus hijos por todo lo que le haba pasado, luego de esto Anto, su criado, lo lleva a su casa donde Don Andrs se envenena y muere. Sus hijos Don Bruno y Don Fermn Aragn de Peralta conversan sobre el futuro en San Pedro, Don Bruno acepta entregarle sus colonos para que trabajen en la mina de su hermano, Aparkora, luego se enteran que su padre haba muerto. Mientras los hermanos conversan con los varayoks en la casa de su padre, encuentran la pistola que era de Don Andrs. Don Bruno rene a sus colonos y les informa que ahora trabajarn para su hermano, por mientras Don Fermn conversaba con el ingeniero Hernn Cabrejos sobre la mina, juntos van a arreglar la pistola de su padre a donde el platero Bellido. Cuenta la historia del indio Demetrio Rendn Wilka, de cmo lo maltrataron y azotaron en la escuela y que luego de viajar a Lima regresa modernizado. Don Fermn se rene con Cabrejos para conversar en su casa, ah el ingeniero conoce a su esposa del hacendado, Matilde; luego de que se vaya Cabrejos Fermn y su esposa conversan sobre lo peligroso que puede ser Don Bruno, y que Cabrejos o Demetrio los podran traicionar, a parte, ste tena un criado, Gregorio, junto con el van a visitar a la seorita Asunta, Gregorio estaba enamorada de ella. Cabrejos era un agente de la Whister and Bozart, que quera quitarle la mina a Don Fermn, por esto el ingeniero lea sus cartas, les pagaba a los dems para que lo delaten. Comienza el trabajo en la mina; Cabrejos haba hecho un plan para asustar a todos en la mina, Gregorio se sacrifica con una explosin en la mina haciendo huir a todos. Despus de todo el incidente se van dando cuenta que Cabrejos haba sido el autor de este plan, Hernn le cuenta a Fermn que la Whister ya se haba apoderado de la mina. Don Cisneros, Don Aquiles y Don Lucas (tres grandes hacendados, uno gordo y cholo, otro joven y el otro el viejo respectivamente), visitan a Bruno para reclamarle sus actos de buena fe contra sus colonos regalndoles tierra y aumentndoles el salario, Bruno no cambia de parecer; luego de que se van los hacendados, aparece Vicenta, una mestiza a la que Bruno haba ido a buscar a Santa Cruz, Bruno le pide que el hijo que lleva en el vientre sea su heredero y que lo cuidar. Aquiles le vende su hacienda a Cisneros, mientras tanto la matriarca de los Aragn de Peralta muere en agona, en el funeral Fermn una gran porcin de tierras y ganados a Anto por su valenta. Fermn y despide a Cabrejos y va a verlo, le pide que sean socios de la mina pero se rehsan Fermn se burla de l y se va furioso; por mientras, Bruno va junto a Carhuamayo y David Koto a Paraybamba y les regala unas tierras a todos el pueblo, pero stos le dicen que Cisneros les cobraba dinero, justo en ese momento llega el gordo hacendado y Bruno le pide que lo azote, lo tumban de su mula, lo desnudan y lo azotan. Bruno va a donde el subprefecto y aclara el incidente, pudiendo liberar al alcalde y a los varayoks. Fermn por fin haba encontrado la preciada plata en la mina, por esto tiene que viajar a Lima para aclarar los problemas con la Whister, pero al final Cabrejos lo llama ofrecindole el 20 % de las ganancias, Fermn se resigna a aceptar la oferta y se va con su cuado a visitar una empresa pesquera; cuando regresa a su residencia lo visitan unos sanpedrinos para informarle que ahora la hacienda La Esmeralda vale slo diez centavos el metro cuadrado. El Zar felicita a Cabrejos y les informa a todos que ahora es el dueo de la mina Aparkora. En San Pedro llegan el subprefecto y el juez para hacer cumplir el decreto, a la entrada balean y matan a Bellido y Asunta haba asesinado a Cabrejos en la residencia de la mina, por esto el socio de Cabrejos, el ingeniero Hidalgo renuncia. Los sanpedrinos queman la Iglesia y todo el pueblo rechazando el decreto. El ingeniero Hidalgo se une a Fermn, Anto se sacrifica con dinamita destruyendo los buldzeres que aplanaban el pueblo, por esta muerte Bruno se culpa por esto y por todo lo que ha pasado, le dice a Demetrio que si algo le pasa, que l sea el nuevo dueo de la hacienda y que proteja a Vicenta y a su hijo, luego de estas palabras va junto a Satuco Paukar a la casa del viejo Don Lucas, le dispara y lo mata; despus, va a donde su hermano hablan sobre lo sucedido y Bruno le apunta, Fermn huye, pero es alcanzado por algunas balas en la pierna y cae herido. Se lo llevan a Fermn a Lima para tratarlo mejor de sus heridas, en ese momento estaba hablando con Hidalgo, pero llega la polica y se lo lleva al ingeniero por ser el autor de la rebelin en la hacienda de Cisneros. Hidalgo se encuentra en la crcel con Bruno, pero el ingeniero es liberado pronto por su padre. Por mientras en la Providencia, Demetrio se converta en el dueo de la hacienda, acordado con Vicenta, que se iba con su hijo a un lugar seguro. Llegan policas a La Providencia y acusan a Demetrio de apoderarse de la hacienda, pero se niega y les dice que ahora los indios ya no le tienen miedo ni a la sangre ni a la muerte, luego de estas palabras y de la muerte de unos valientes indios, cae muerto por el capitn de la polica; en ese momento Bruno, Fermn, Matilde y el Zar sienten como si algo estuviera comenzando a despertar desde el subterrneo.