Yo Matare Monstruos Por Ti

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Yo mataré monstruos por ti

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    A Isabel, que fue maestra en matar a todos los monstruos que alguna vez se acercaron a m.

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    Cuntas veces me habr parado a mirar el cielo y, en l, casi

    siempre nubes.

    Al principio me aliviaba ver cielos despejados, sol radiante.

    Ahora disfruto ms de las nubes y, por suerte, tengo ms das

    de ellas al ao.

    Aunque parezca inaudito no debo de ser el nico que presta

    atencin a las nubes ms all de los profesionales que se

    dediquen a consultar satlites y ofrecer partes en informativos

    de televisin. A diferencia de ellos, a m no me importa si

    llover o nevar, si la marejada ser alta o baja. A m lo que

    me importa son ellas, por s solas, por s mismas.

    Me gustan tanto por muchas cosas.

    Una de ellas es su falta de rigidez. S, a diferencia de los

    humanos, las nubes no se mantienen firmes y slidas en

    ningn momento. Permanecen en constante movimiento,

    emulando al nio que algn da fuimos y siempre estaba

    pensando en salir de su cuerpo para convertirse en otro y,

    volar como un pjaro, nadar como un pez, correr como un

    tigre.

    Otra de las cosas que me fascinan de las nubes es su facilidad

    para cambiar de forma, para convertirse en cien caras

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    diferentes a lo largo de un da. En la de Marina, en la de Pedro,

    en la vuestra, en la ma.

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    Hace ya muchos aos que miro al cielo y veo nubes. Siempre

    me doy cuenta, al bajar mis ojos, de que debemos tener los

    pies en el suelo. Y veo gente a mi alrededor que as los tiene.

    En algunas ocasiones, miro alrededor, justo al bajar mi mirada

    del cielo, ese cielo en el que paso largas horas al da, y me

    tengo que frotar los ojos. Lo tengo que hacer porque no doy

    crdito. Es el suelo y, sin embargo, sigo viendo nubes.

    Ellos son nubes. Nubes blancas, en ocasiones transparentes

    que en su funcin de personas a tiempo parcial, no vacilan a la

    hora de decir las cosas claras, le duela a quien le duela, pese a

    sus seis aos. Nubes en movimiento que saltan de pas en pas

    en su imaginacin sin importarles idiomas, horarios, perezas

    ms aun, buscando nuevos idiomas, distintos horarios

    Movimiento.

    No son conscientes de ser nubes y yo, sabedor de ello, les

    miro a veces con una mezcla de extraeza y admiracin.

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    El aburrimiento

    Se aburre. Me mira a los ojos y me dice.

    - Fran. Me aburro. Estoy tremendamente aburrida.

    Ella ya acab la tarea preparada para el da de hoy. Tambin

    hizo los ejercicios extras que organic ayer, previendo que

    acabara pronto y, ms all, sabiendo que esa frase saldra de

    su boca.

    - ngela, haz un dibujo o plastilina.

    - Y juego? puedo hacer juego?

    - No, es muy pronto y sabes que con el juego se hace

    mucho ruido. Adems, tus compaeros no han

    terminado todava.

    Slo Natalia, Claudia y, a veces, Javier, suelen acabar tan

    rpido como ella. Algunos de ellos no slo acaban a la vez sino

    que incluso hacen los ejercicios ms limpios. Otros los hacen

    igual de bien aunque necesiten ms tiempo.

    ngela casi siempre los hace perfectos. Puntualmente, otros a

    los que no he hecho referencia tambin acaban rpido pero

    ellos no se aburren, ni siquiera me preguntan. Acaban, dejan

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    sus cuadernillos, el libro y la libreta sobre mi mesa y se ponen

    a dibujar o a jugar.

    Hace unos meses fui a mandar una carta certificada a la

    oficina de Correos del pueblo. Cuando llegu, el funcionario

    estaba all. Con sus cosas. Esper a que terminara la seora

    que estaba delante de m en la cola y cuando lleg mi turno,

    all estaba ella.

    Sobre la mesa de aquel tipo afable haban dos, quizs tres

    fotos de ngela. Era su padre.

    - Buenos das.

    - Buenos das respondi l, sin tener la menor idea de

    que quien estaba delante era el maestro de su hija.

    Nada achacable por mi parte. Era imposible que

    hubiera podido ir a conocerme alguien con un horario

    exacto al mo. De cualquier manera, puntualmente

    cada dos o tres semanas iba la madre de la nia al

    colegio para interesarse por su educacin.

    - No te aburres eh?

    - Perdn? Acostumbrado a burofaxes, correo

    certificado y dems, que alguien a quien no conoca le

    hablara en ese tono supongo que le desconcert.

    - Que no te aburres le repet, esta vez, clavando los

    ojos en las fotos que tena sobre su mesa de trabajo.

    - Ah! No, no! No te preocupes que no.

    - Soy Fran Piera, el maestro de ngela.

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    - Y Qu tal? Se porta bien?

    - Bueno, digamos que no para.

    - Qu me vas a contar! El ao pasado la llevamos a un

    especialista para que la evaluara y te puedes creer que

    a los diez minutos, la mocosa haba terminado. Se

    plant delante del psiclogo y le dijo: Bueno, ya? Es

    que me tengo que ir.

    As, con cinco aos es que me tengo que ir! No me lo

    poda creer.

    Cada maana realizo el mismo ritual en clase. Da tras da. Nos

    saludamos, cada cual cuenta algo que le paso el da anterior y

    despus comienzo la explicacin de los ejercicios que vamos a

    hacer. En el transcurso de esta, suelo hacer cantidad de

    preguntas para saber si entienden cuanto les explico y para

    cerciorarme de que tienen las ideas claras. Adems, les invito

    a que me expliquen cuanto saben del tema. Si alguna vez

    vieron un animal como el que estamos estudiando; si tienen

    abuelos y abuelas; si saben qu nmero de mes ocupa el de su

    cumpleaos en el calendario; si alguna vez vieron una

    amapola. En este ltimo tipo de asuntos, casi siempre es

    Gabriel el que me echa una mano.

    ngela siempre tiene una mano levantada. Es como si un

    resorte se activara justo antes de que yo termine de formular

    la pregunta. Y digo justo antes, porque rara es la vez que me

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    deja terminar. En alguna ocasin le dejo que responda, a

    veces acierta, otras falla aunque, en honor a la verdad, estas

    ltimas se queda muy cerca de la respuesta correcta.

    Cuando antes de empezar la pregunta le digo:

    - ngela, la boca cerrada.

    Ella me mira como si coactase su derecho a hablar, y as es. De

    vez en cuando cerceno su posibilidad de hablar para no

    negarle al resto el poder hacerlo.

    De todas las maneras, es imposible evitar que despus de que

    otro nio me responda, ella puntualice:

    - Claro porque si no fuera as

    Y prosiga en un anlisis exhaustivo de la respuesta.

    Ella no lo sabe. Ella no entiende lo bueno que es para un

    maestro tener a alguien hbil, alguien que demuestre al resto

    de compaeros que con su misma edad, se puede llegar al

    razonamiento que yo busco.

    De vez en cuando, la miro y le digo:

    - Te voy a llevar a Madrid.

    - Para qu? Me responde ella, sin levantar los ojos de

    aquello que se traiga entre manos.

    - Para hacer pelculas o anuncios de televisin.

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    Entonces levanta su cabeza, abre sus ojos y me mira. Al ver

    que los mos acompaan a mis labios en una sonrisa, ella

    vuelve a bajar los suyos reconociendo la irona de mi

    propuesta.

    Cuando llora, las lgrimas caen a borbotones por su cara.

    Lgrimas gordas, acompaadas de quejidos. Como si cualquier

    hecho insignificante hubiera desencadenado en ella una

    debacle. Luego, con un razonamiento breve o un abrazo de su

    compaera, tan rpido como se inici, finaliza el sofoco y

    vuelve a los juegos.

    Me aburro. Esa es su frase, sabedora de que mantener su

    atencin y tenerla ocupada toda la jornada es una utopa. Es

    imposible.

    Yo no me aburro con ella, ni su padre, ni su madre, ni siquiera

    su hermano pequeo, Daniel, que an no lo sabe, pero

    tampoco se aburrir cuando crezca.

    No slo no me aburro, sino que me canso. Aunque no lo

    suficiente como para que cuando llego a casa, me siento en el

    sof, enciendo el equipo de msica y recuerdo alguna de sus

    fechoras me haga sonrer.

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    Unos segundos de espera

    Diego apenas habla. Sin llegar al punto de Jos Luis, que

    aunque habla, no es muy a menudo, l suele mantenerse en

    silencio.

    Su madre, Herminia, antes de quedar embarazada del que

    ser el hermano de Diego, vino a clase a contarme algo que

    crea que poda ser la raz del problema.

    - Diego se atranca. Algunas veces tengo la sensacin de

    que no habla por vergenza. Que esa tartamudez le

    hace sentirse inferior al resto y prefiere permanecer en

    silencio antes que hacer lo que para l es un ridculo.

    La dificultad de Diego es diferente a la de Miguel y quizs algo

    similar a la de David, siempre salvando las distancias.

    A l le cuesta romper. Yo, antes de que Carmen, la orientadora

    del colegio, iniciara el proceso de evaluacin, me inform de

    qu poda ser aquello. Le pregunt a Vanesa, la maestra de

    audicin y lenguaje y ella me explic que segn mi

    descripcin, lo que podra sufrir Diego era una disfemia, un

    trastorno en la fluidez del habla.

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    Pocos das despus, Carmen se puso manos a la obra con el

    proceso de evaluacin. Paso previo e ineludible antes de

    proponer cualquier actuacin, ya sea un refuerzo o una

    adaptacin curricular.

    Lo primero que hizo fue pasarme un formulario. En l se

    podan leer preguntas bsicas como:

    Tiene vergenza al hablar en pblico? Permanece en

    silencio cuando se le pregunta? Habla distendidamente con

    sus compaeros? Repercute ese presunto problema en su

    rendimiento?...

    Cuando rele mis respuestas, justo antes de entregrselas

    pens que no haba nada raro. Ni vergenza, ni un silencio

    menor que el de algunos otros nios. No s qu pensara ella,

    no obstante, pas al segundo escaln de su trabajo;

    permanecer en mi aula durante una sesin para as observar a

    Diego in situ.

    Aquel da era inicio de Unidad. Quizs el da en que ms se

    dialoga hasta que llega el inicio de la siguiente Unidad.

    No s si fue por verla a ella, por la novedad o por cualquier

    otro detalle que se escapara a mi atencin, pero mientras que

    ngela y Javier siguieron con su particular resorte levantado

    permanentemente para tomar la palabra y otros nios lo

    hicieron intermitente e indistintamente. Diego habl como no

    sola hacerlo nunca.

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    Puede ser que algo en su interior le pusiera a prueba. Que

    tuviera que demostrar ante aquella extraa, que todo en l

    era normal.

    Al fin, Carmen lleg al tercero de los pasos de su trabajo con

    un nio. Tras su entrevista conmigo, el tutor, y la observacin

    directa, restaba una entrevista con el alumno.

    No encontr nada, ms all de una disfemia que requerira de

    un par de horas semanales con Vanesa.

    Algunas veces le digo:

    - Diego Cmo terminas tan tarde? es que te has

    entretenido?

    Y l me responde:

    - Fran, que me he ido con Vanesa!

    Lo cual quiere decir que no slo no termin tarde, sino que

    hizo el mismo trabajo que el resto de sus compaeros, en

    menos tiempo.

    El respeto que le tiene el grupo es insuperable, al igual que su

    caligrafa. Sus compaeros no slo no ven en l una

    deficiencia, sino que le admiran. El hecho de alargar ms una

    consonante hasta completar una frase, no hace sino prolongar

    ms la atencin de sus amigos por descubrir el resultado de

    sus intenciones.

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    l pertenece a ese extrao grupo de los lderes en silencio.

    Normalmente los cabecillas suelen tener gran personalidad y

    facilidad de palabra, sin embargo l, sin restarle nada a su

    personalidad, hace saltar esa palanca de sus compaeros, esa

    que provoca la admiracin, aun tardando ms que el resto en

    expresarse.

    De igual manera que esos futbolistas que sin ser mediticos,

    poseen una calidad que les hace diferentes; igual que polticos

    que permanecen a la sombra, siendo la base del xito de otros

    que, en ocasiones, slo muestran su cara y facilidad de

    palabra; igual que Investigadores que tras horas y horas de

    esfuerzo ante un microscopio realizan hallazgos; como

    escritores que a la luz de un flexo escriben novelas capaces de

    emocionar en ese grupo podra estar Diego el da de

    maana, sin que tardar ms o menos en acabar de pronunciar

    una palabra signifique ms que unos segundos de espera

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    El faro en la noche

    Hace aos, todos los barcos que se adentraran en la mar

    dependan de una luz. Todos saban que una marejada podra

    alejarlos lo suficiente de la orilla como para desorientarles.

    La mar era peligrosa. Su fuerza y su capacidad eran inmensas

    al lado de tripulantes y embarcaciones apenas provistas de

    motores y vveres.

    Los das podan hacerse largos y las noches tan oscuras sin una

    luna llena, que los marineros llegaban a creer estar en un fin

    del mundo. En el ocaso de una vida. Una vida que pareca no

    existir en horizontes lejanos, de no ser por el aleteo de peces

    bajo sus pies.

    Si bien es cierto que todos en la vida tenemos una funcin, un

    rol, no lo es menos que dentro de una clase todos los nios lo

    poseen.

    En tanto que sta, el aula, es una sociedad en miniatura, las

    funciones asignadas por el destino, como en la vida misma,

    van a parar a cada uno de los nios de acuerdo con su

    personalidad.

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    La de Patricia es muy fuerte. Ella es la lder. Suele arrastrar

    sobre todo a las nias, en tanto que en el colegio los hbitos

    de nios y nias estn muy diferenciados en cuanto a juegos

    Ella ordena a qu, quin, y cmo se juega.

    De entre el resto de personalidades se puede encontrar de

    todo. Existe la sumisin, la mayoritaria. Nias que, por inercia

    algunas, por desidia otras, siguen a pies juntillas a la pastora

    del rebao. Otras, lejos de seguir a una persona, van a su aire.

    Unas veces juegan solas. Otras veces se alan en parejas o en

    tros lejos de la influencia de Patricia. El tercero de los tipos es

    la guerrilla.

    Esta ltima, combate el poder establecido. Se adentra en el

    juego de la mayora para boicotearlo. El sabotaje puede ser

    puntual o continuo y se traduce en la eterna protesta ante el

    maestro vigilante de patio.

    En los nios es todo diferente. Sin sabotajes ni intromisiones.

    Simplemente unos juegan con baln (la mayora) y otros van a

    lo suyo sin importarle lo ms mnimo si la pelota entra o deja

    de entrar en la portera.

    Para Patricia cada media hora de recreo en el patio es una

    continuacin de su reinado en clase. Mantiene muchas

    relaciones, enfra otras y, sin aislar a nadie, se queda al

    margen de cualquier actividad si no es ella la protagonista.

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    Todo lo anterior no es en absoluto negativo. Existen nios

    que, al igual que los adultos, necesitan un gua. Un faro que

    les alumbre en sus relaciones con gente de su edad. Indecisos

    que no actan si no reciben ese empujn necesario. En clase

    casi todas las nias quieren estar con ella. A veces comparte

    su poder con parte de su gobierno.

    Cuando los marineros daban por terminadas sus capturas y se

    disponan para la vuelta a casa, todos y cada uno de ellos,

    aunque fuera en lo ms profundo de su ser y durante tan slo

    segundos, dudaba.

    Eran hombres expertos. Capaces de leer en el cielo cdigos

    que les diran sin necesidad de aparato alguno, si ese da

    llovera o hara viento. nicamente observando el avanzar de

    las nubes descubran secretos de la naturaleza.

    Llegado ese momento, el del retorno, un slo detalle sera

    vital para su existencia. Una luz.

    Una luz en la lejana les dira el camino a seguir. Un faro

    alumbrara su vuelta, les guiara como hace un padre tomando

    a su hija, con apenas un ao, ponindole los pies en el suelo,

    rodeados por los suyos, mientras le hace avanzar, colocndole

    pie tras pie a la vez que lo hace l. Dando pasos.

    Patricia es el faro de muchas nias de la clase. Es esa luz tan

    necesaria en la noche del ocano. Esa gua que aunque en

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    muchas ocasiones les hace tropezar, en otras muchas les da la

    felicidad con tan slo estar a su lado.

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    La Pasin de Ayoub

    Hemos llegado a clase igual que lo hacemos siempre despus

    de vacaciones. Con ruido, con ms barullo de lo normal. Todos

    los nios ansiosos por contar sus experiencias de Semana

    Santa.

    Ayoub no.

    En Munera, los nazarenos son capuchinos, tambin se estila

    repartir caramelos, algo impensable en procesiones del sur,

    pero muy habitual por estos lugares.

    A Ayoub le gustan los caramelos.

    Son pequeos, demasiado como para aguantar de pie las horas que puede durar una procesin. Aun as, todos tienen algn hermano, primo o padre que, o bien se disfraza como dicen ellos, o bien toca el tambor o la corneta. Ayoub no, aunque le gusta el sonido de los tambores al unsono y el despunte de las cornetas, afiladas entre la gravedad de los primeros. Lo estoy imaginando entre calles repletas de personas encapuchadas. l, imperturbable de la mano de sus padres, sin perder detalle.

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    Son poco ms de las nueve y cuarto cuando todos los abrigos estn colgados y las caras de los nios, por una vez sentados sin hacerse de rogar, delatan ansiedad. Todos quieren contar, explicar lo que han hecho en estas vacaciones, hablar de cirios, misas, capuchinos Ayoub no lo entiende. Aparecen las cofradas:

    - Yo soy del Cristo de Medinaceli. - Pues yo soy de San Juan.

    As van repitiendo hasta que las nombran todas. Ayoub a ninguna. La mayora no presta atencin, pero una minora s que le mira con extraeza. No lo hacen con ningn tipo de fobia, an son incluso pequeos para llenarse de prejuicios, pero tienen el suficiente uso de razn como para entender que ese nio de tez oscura, ojos marrones y nariz redondeada, no abre la boca. La mecha estaba ah, a punto, cuando una nia la enciende.

    - Y t no vas a misa? no te he visto?

    Es el momento, Ayoub no encuentra aliento y enrojece sus ojos como respuesta a preguntas que no puede responder con palabras, Hubieron una vez dos nios. Uno tena la piel, los ojos y la nariz como los tiene Ayoub y el otro era de piel rosada, ojos

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    claros y nariz afilada. Los dos eran muy amigos, y ambos crean que ms all de este mundo, ms all de la muerte haba algo. Los dos tenan fe. La fe es creer. Pensar que cuando morimos hay algo ms. Que existe un cielo donde alguien nos cuidar y podremos disfrutar de la compaa de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nuestros amigos durante cientos y cientos de aos, durante una eternidad. Sin miedo a morir porque, en el cielo, no existe el tiempo, no existe la muerte. Sin embargo y sin dejar de quererse como lo hacen los amigos, dndoselo todo el uno al otro, el nio de piel oscura y el de piel clara no pensaban exactamente igual. Mientras que uno hablaba de un dios llamado Jess, que naci en un pueblecito llamado Beln y al que hoy se le rinde culto especial en Jerusaln, donde se cree que creci. El otro hablaba de otro dios, uno llamado Al, que naci en la Meca, en un pas llamado Arabia y en el que ao tras ao se reunan cientos de miles de devotos, porque l orden que todo musulmn deba peregrinar al menos una vez en su vida hasta aquel lugar. Ayoub me sonre identificado con todo cuanto est oyendo, aunque algunas de las cosas no las entiende, tiene seis aos y an mucho por aprender. Existan infinidad de diferencias entre la religin que profesaba un nio y en la que crea el otro. Adems de sus orgenes, cada uno tena unas costumbres. Por un lado, los catlicos acudan regularmente a misa, un rato durante el cual escuchaban a un sacerdote leer el libro

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    que relata las aventuras de su dios; la Biblia. Lo hacan en edificios casi siempre muy antiguos, llenos de cuadros e imgenes similares a las de los pasos que se ven en Semana Santa, y a las que llamaban iglesias. En ellas, abundaban los bancos, donde la gente se sentaba la una al lado de la otra, tan cerca que en ocasiones se daban la mano para rezar juntos y en otras, se hacan cruces en la frente y en el pecho usando sus dedos. Ayoub mira fascinado. Pudiera parecer que toda esta unin se reduce slo al cristianismo, a la religin en la que crea el nio de piel clara, quizs por ser la religin elegida por el mayor nmero de personas en nuestro pas, pero nada ms lejos de la realidad. Al lado, muy cerca, tan slo separados por un estrecho trozo de tierra, exista un pas llamado Marruecos. Un lugar en el que la gran mayora de sus habitantes eran musulmanes. Muchos de ellos venan a nuestro lado como hermanos que tambin compartan esa unin por un dios. Ellos tambin tenan edificios especiales donde reunirse. Eran templos donde era necesario quitarse los zapatos para entrar. Una vez descalzos, no existan bancos donde sentarse porque no eran necesarios. Se llamaban mezquitas. En ellas, todos rezaban, unos al lado de los otros, arrodillados y en posicin orientada a La Meca. Seguan al hacer esto, las doctrinas que se podan leer en su libro sagrado, el Corn. Ayoub sonre, para a rengln seguido quedarse tan atento que parece haberse convertido en una estatua.

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    Hubo un tiempo en que las familias de los nios, sus antepasados, vivieron juntas, en Espaa. As, nuestro pas estaba lleno de mezquitas y cristianos, de musulmanes e iglesias. Todos vivan juntos. Realmente no eran tan diferentes. Ms all de un tono de piel, o una forma determinada de su cara, los dos crean en un dios, los dos acudan a mostrar su fe a un templo, los dos lean un libro sagrado y los dos tenan el mandamiento de cuidar de aquel que sufriera, alimentar al hambriento, amar al prjimo. El color de los ojos de Ayoub ya no es rojo, su boca apretada fruto de la tensin, ahora muestra una media sonrisa de alivio. Ninguno de sus veintids compaeros duda que Ayoub es uno ms, tan diferente a ellos como lo puede ser cualquier otro. Tan igual, como lo puede ser cualquier otro.

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    Cielos grises, campos verdes

    Al principio del curso me llam la atencin un artculo que

    sali en prensa. Segn ste, existan dos profesiones con una

    demanda por encima de las dems. Una de ellas era la de

    mdico.

    Pasados unos meses, toc tratar en clase la Unidad de las

    profesiones. En nuestro libro aparecan distintos trabajos y

    cuando hice el turno de preguntas obligado cada inicio,

    mediados y final de tema, todo se hizo tpicos.

    Un gran porcentaje de nios se decantaba por empleos

    atractivos y repetidos en el tiempo, como futbolistas y

    enfermeras. Otros queran ser astronautas, otras actrices,

    alguno dijo que quera ser maestro, sin que prcticamente

    ninguno tuviera el total convencimiento del esfuerzo que

    requera llegar a cumplir esos deseos. Sin que tan siquiera

    entendieran en qu consistan dichos trabajos.

    Gabriel siempre tiene el campo en la cabeza. Despus de un

    da de lluvia, l piensa en un roal al que va con su padre para

    coger setas de mil nombres que yo no escuch jams. Cuando

    llega la primavera se lanza en busca de collejas con las que me

    imagino haciendo a su madre deliciosas tortillas.

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    Cuando no es su padre, es su to Heraclio quien ejerce

    funciones de descubridor de un mundo a sus ojos. Estando

    con l, se lanz bajo un remolque en busca de ganado, sin

    calcular que su altura ya era demasiada como para meterse

    bajo el vehculo y salir sin agacharse:

    - Me hice una brecha grandisma! solt al acabar de

    contrmelo.

    En esta zona otrora eminentemente agrcola todos saben lo

    que es una cepa, slo l fue capaz de explicar con claridad y

    rapidez las diferencias entre una de estas y una parra.

    - La parra es alta y delgada, mientras que la cepa es

    pequea y ms alocada.

    Se refera con esto ltimo a la locura que muestra esa planta

    acosta del desorden de sus ramas, pmpanas y rastras. Tal

    cual, con esas palabras, con seis aos.

    Cuando escuch a todos los dems nombrar esas profesiones

    tan notorias, l call. No me atrevera a decir que por

    vergenza. Pero no dijo nada.

    Su felicidad hoy da radica en cruzarse por el campo con un

    conejo que se para ante l sin el miedo que mostrara ante un

    adulto, para despus corretear por entre campos que Gabriel

    conoce como la palma de su mano.

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    Quizs con un potencial como el que tiene, con la posibilidad

    que se atisba a su alcance, de ser maestro o mdico o lo que l

    quiera ser el da de maana, todo quede rezagado a un

    segundo plano por el poder que ejerce la naturaleza sobre l.

    Quizs la felicidad est rodeada de un rebao, con un perro

    paciente a su lado y la mirada clavada en un cielo que

    amenaza tormenta.

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    Detalles

    Javier se mantiene permanentemente atento a absolutamente

    todo. Es una mezcla de muchas personalidades, sin perder

    rasgos propios. En ella se puede apreciar la inquietud de

    ngela; suele terminar pronto y, como ella, posee un resorte

    que es su mano derecha para responder cualquier pregunta,

    por muy retrica que sea. En cuanto a esto ltimo, le gusta dar

    respuesta aun cuando est totalmente seguro de que no es la

    correcta. Muchas veces alarga palabras al hablar como si

    pretendiera ganar tiempo. Es tanto lo que quiere decir que se

    aturulla y no le sale nada. Luego enlaza una idea con otra

    armndose un lio considerable l y por consiguiente a m. Le

    digo que pare, que calle y piense. l sonre y comienza de

    nuevo acelerndose poco a poco; ocasionalmente responde

    sin levantar la cabeza, como a veces lo hace Pedro Jos; su

    furia no es como era la de Marina a principio de curso, aunque

    tambin tiene genio; si dentro de las nias, Patricia posee la

    voz cantante, en los nios l es el vocalista.

    Pero sobre todo, por encima de cualquier otro detalle, l es la

    pasin personificada por la vida. Por conocer, por explorar,

    por preguntar, por responder. Detalles que me dieron muestra

    de cuanto creo hay cientos.

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    A lo largo del curso, varias veces se han hecho recolectas de

    alimentos, de ropa o de medicamentos para personas

    desfavorecidas: Proyectos de Critas, Cruz Roja o en beneficio

    del pueblo saharaui. Cuando les expliqu la necesidad que

    estaba pasando ste ltimo, l comenz su discurso

    - Yo puedo llevrselo?

    - Qu? - respond yo sin entender muy bien.

    - Si Qu si puedo llevrselo yo al Sahara?

    - Y eso Cmo lo hars?

    - Yo s ir. Slo tendra que hablar con mi amigo Sidi para

    que me explicara bien dnde est.

    Era cierto que su amigo Sidi exista. Tambin ngela tena un

    amigo saharaui, Salem. Durante los meses de vacaciones son

    muchos los nios saharauis que vienen a pasar el verano en

    rgimen de acogida. Al menos durante ese tiempo se olvidan

    del hambre, de la sed, del viento del desierto, del aislamiento

    al que naciones sin pudor, sin rubor, les someten da a da

    dejndolos en un vacio. En un limbo con sombra de catstrofe

    que se avecina pronto, que nadie quiere ver.

    - Y cmo lo hars? Cmo llegaras hasta all? - le

    pregunt.

    - Ah!

    Me grit como si ese fuera el menor de los problemas, para

    luego finalizar:

  • 30

    - Mi madre me lleva con el coche.

    La puerta de nuestra clase siempre est abierta. Se sita justo

    en lo alto de una escalera y desde ella se puede observar a

    todo nio o adulto que pase por nuestro sector o por

    enfrente.

    Continuamente desfilan nios hacia los servicios, maestros

    hacia la fotocopiadora, conserjes con notificaciones.

    Los nios estn acostumbrados. No prestan atencin ms que

    al orden del da, y todo cuanto suceda fuera de nuestro

    mundo de pizarra, mesas y lpices les es indiferente. A todos

    menos a l.

    De que me quiero dar cuenta est braceando para saludar a

    M ngeles (la compaera de segundo curso) que tiene su

    aula justo enfrente de la nuestra, a la misma altura pero con

    una escalera de bajada y otra de subida por medio. M

    ngeles, siempre que pasa sabe que dos ojos le estn mirando

    de arriba a abajo, analizndola, sin perder detalle.

    Como es l. Alguien que se come la vida a bocados,

    analizndola, de arriba a abajo. Sin perder detalle.

  • 31

    Pedaladas de la vida

    Radio es una palabra con muchos significados.

    Jams olvidaremos conducir aquella bicicleta, lo recordaremos

    toda nuestra vida, aunque pasemos muchos aos sin hacerlo.

    Nos una al suelo por medio de dos ruedas. En ellas, cubiertas

    de caucho, y varillas metlicas en las que slo la mala suerte

    en forma de palo atravesado, nos haca caer sin remedio.

    Palos en sus radios.

    Los brazos de Andrea poseen msculos diminutos a su edad y

    pequeos huesos que vertebran su cuerpo. Tan dbiles que

    una simple cada puede ocasionar su rotura. El cbito y el

    radio.

    Aunque Andrea no es inquieta, aunque no son muchos los

    palos que han atravesado los radios de la bicicleta que es su

    vida, an no termina de manejarla sola, sin las ruedas

    auxiliares traseras que son sus padres.

    No son demasiadas las cadas que sufre, fruto de

    encontronazos con sus compaeros.

  • 32

    Algo tan insignificante, tan sencillo a primera vista como es

    una bicicleta se convierte en un antes y un despus en la vida

    de un nio.

    Todos recordamos cuando la cogimos por primera vez, quin

    nos acompaaba en ese momento.

    Casi siempre aparece en ese recuerdo una bicicleta con dos

    ruedas agregadas a la trasera, dndole la mayor estabilidad

    posible. Despus, en nuestra memoria, descubrimos a nuestro

    padre. Est detrs de nosotros, sujetando nuestra bici por el

    silln, mientras nosotros mantenemos el equilibrio a duras

    penas. Luego inicia una suave carrera sin soltarnos y nosotros,

    despistados, movemos primero sin cuidado el manillar y luego

    lo centramos. Tras unos instantes y sin parar de decir - no me

    sueltes!, repetidas veces, pap nos suelta con un impulso.

    Entonces sentimos una sensacin nica por novedosa a esa

    edad. La libertad.

    El sol da en nuestros ojos, la brisa acaricia nuestra cara y tras

    unos segundos, besamos el suelo.

    Andrea es una de las nias ms tranquilas de la clase. Aunque

    resulte extrao, no la he visto discutir jams. No ha venido a

    delatar el comportamiento de un compaero nunca. No

    amenaza, no insulta.

  • 33

    Suele hablar mucho con Esther, su compaera, pero lo hacen

    tan bajo que slo la continuidad, el hacerlo durante largo

    tiempo y coincidiendo con un silencio general (que rara vez

    ocurre), hace que pueda resultar molesto.

    Hace unos das vinieron a clase sus padres. No traa mochila,

    en su lugar, llevaba una media escayola en su brazo, atado a

    su cuerpo por medio de un pauelo al cuello. A su madre la

    conoca ya de reuniones de padres y evaluaciones. Con su

    padre haba coincidido apenas unos das antes tomando un

    caf.

    - Est la cosa mal. Muy mal. El trabajo empieza a

    escasear.

    Me dijo aquel da.

    - La nia se ha cado y al apoyar se ha partido el radio.

    Coment su madre.

    - Ests bien Andrea?

    Ella me miraba con una sonrisa en la cara, mientras mova su

    cabeza asintiendo.

    - Va a estar unos das en casa, mientras se recupera y

    queramos venir a decrtelo.

    - Muy bien, no os preocupis. Lo importante es que se

    mejore.

  • 34

    Efectivamente, unos das despus Andrea volvi con nosotros.

    El radio roto era el de su brazo izquierdo, lo cual no significaba

    ms que una molestia, nunca una traba insalvable dado que

    ella es diestra.

    Llegar un da en el que manejar a la perfeccin esa bici que

    es su vida. La dominar sin problemas mientras pedalea con

    soltura y velocidad.

    Ser ese el momento en que vendr la cada ms grande. Ah,

    a lo mejor no slo se romper un radio de la bicicleta, sino un

    radio propio. A lo peor, no ser del brazo sino un radio de esos

    que tambin estn en su cabeza y sirven para unir

    sentimientos. Mientras tanto, mientras llega ese inevitable

    momento por el que pasamos todos, ella continua

    alegrndonos a todos con su tranquilo pedalear. Sin prisas, sin

    frenar.

  • 35

    La mirada del otro, los ojos que todo lo ven

    Muchas veces se queda mirando. Hay otros nios que lo

    suelen hacer con la mirada perdida. Clavan sus ojos en el

    infinito cuando les ests hablando y aunque tu voz les llega, lo

    hace de manera vaga.

    Otras veces dejan su mirada olvidada sin necesidad de que les

    hables. La fijan en un punto desconocido y as dejan pasar los

    minutos hasta que de repente, sin llamarla, la recuperan.

    En ocasiones lo hacen mientras leen los ejercicios del libro. En

    estas, sus ojos permanecen inertes mientras que las letras

    comienzan a moverse, a bailar hasta convertirse en nebulosas.

    Luego el cansancio por no pestaear o la sequedad en su

    lagrimal, hace que vuelvan en s.

    Pasa continuamente. A ella es rara la vez que le curre.

    Normalmente los nios suelen sonrer por trivialidades. Lo

    hacen por nerviosismo, por lgica (si no hay nada que te

    preocupe, por qu no sonrer- pensarn-) por rutina.

    Ella es una nia seria. Supongo que ello implica ser

    responsable, lo nico seguro es que su cara, rara vez cambia.

    Atiende, trabaja. Regularmente bien, en ocasiones muy bien.

  • 36

    Pero no suele preguntar. Slo si le preguntas t a ella, te

    responde tomndose unos segundos para recapacitar su

    respuesta.

    No puedo ni quiero confundir. Ella no est enfadada, no s si

    mostrara enfado con el mundo, la severidad de sus facciones

    as lo podra indicar, pero yo creo que no.

    Los nios de seis aos suelen tener personalidades

    extrovertidas. Todos estn en el principio de un viaje,

    empiezan a ser conscientes de lo que hay ah fuera y los inicios

    de cualquier aventura siempre son motivadores. Afrontan un

    reto para el que no saben si estarn preparados. No saben que

    para hacer frente a una aventura similar, jams estarn

    preparados.

    Me da la sensacin de que lo que Paola hace es tomarse esos

    segundos, esa pausa para sopesar qu decir, qu hacer y as

    minimizar el riesgo.

    En un lugar y a una edad en la que la red est

    permanentemente puesta para evitar cadas, ella empieza con

    precocidad inusitada a baremar, a esperar qu puede conducir

    a un error y qu la llevar al xito. Qu podr ser un fracaso y

    qu ser recuperable.

    Muy de vez en cuando, ella baja del trapecio, quita los nudos

    de la red de seguridad e intenta volar sola, controlando el

    miedo. Pero sigue ah, no ha desaparecido del todo porque

  • 37

    Montse, su madre, siempre la recoloca, atando nudo a nudo

    hasta recomponerla sin que ella se d cuenta.

    Casi todos los nios suelen traerme regalos. Unos arrancan

    florecillas en primavera cuando vienen hacia la escuela, otros

    recogen hojas secas en otoo, alguno me deja una pia seca,

    aunque sin duda, los dibujos dedicados son la estrella en el

    Olimpo de lo que recibo.

    Hace unos das fue el cumpleaos de Paola. Se acerc y me

    dijo:

    - El sbado fue mi cumpleaos.

    Yo ya lo saba porque el viernes anterior me haba dicho que

    ese fin de semana cumplira aos.

    Alguna semana despus volvi a mi mesa y me regal una

    foto.

    La fotografa demuestra todo cuanto pienso. En ella aparece

    Paola con la mirada clavada en el objetivo. Seria, con una

    media sonrisa, pero seria pese a que seguro que quien se

    encargara de tomarla le repiti varias veces que riera. Seria

    pese a que seguro que era uno de los das ms felices del ao.

    Sergio, su compaero de clase aparece con los ojos clavados,

    esta vez, una tarta de chocolate es suficiente aliciente como

    para que su atencin en una foto quede relegada a un

    segundo plano, desaparezca. Lorena tiene sus ojos cerrados,

  • 38

    pero deja descubrir una mueca en su cara, una sonrisa

    muestra del disfrute de una fiesta. Su hermana Tamara, igual

    que Sergio, ha sucumbido ante la atraccin del chocolate.

    Y es que si bien nosotros nos comemos los dulces, ellos, el

    chocolate a la cabeza, parecen comerse nuestra atencin y

    acaparar nuestras miradas.

    Irene y Mara, nias de la otra clase y tambin amigas de

    Paola, se muestran relajada la primera, feliz la ltima.

    Y Paola est ah. Como si deseara dejar de ser el centro de

    atencin (seguro que no es as pero seguro que me lo parece)

    Volver a pasar a un segundo plano que le permita mantener su

    atencin en todo cuanto acontezca, en todo al que le ocurra.

    Seria, pausada, tranquila.

  • 39

    Molinos

    Los molinos siempre han sido algo que me ha fascinado.

    Esas antiguas norias, aprovechando el impulso del agua,

    fluyendo para poner en marcha sus pesadas aspas y no parar.

    Esos modernos ingenios, acogiendo vientos de levante para

    agitar equis sin cesar.

    Esther es un molino.

    ltimamente le ha dado por entrelazar sus manos, luego viene

    a mi mesa, tras mostrrselo a su amiga Andrea y me dice:

    - Mira Fran! t sabes hacerlo?

    Yo empiezo a retorcer mis dedos, juntando mis manos sin que

    por ningn lado salgan los dedos corazones que ella logra

    sacar por encima y por debajo.

    Luego deshace el nudo y me lo explica lentamente hasta que

    me sale. Javier no tarda, tras no perder detalle, en ensearnos

    otro truco a Esther y a m.

    Cuando no son trabadedos con sus manos, son trabalenguas

    con Paola. Las dos vienen y me cuentan un jeroglfico de

  • 40

    palabras, intentando decirlas al unsono sin conseguirlo, lo

    cual hace an ms difcil que lo entienda.

    Su cara de duendecillo viene hacia m moviendo dos coletas

    que le hiciera su mama. Viene con Lorena a contarme

    adivinanzas que rara vez acierto, chistes:

    - Qu es ms tonto que un tonto? Dos tontos.

    o a cantar canciones a las que terminan por unirse Marina y

    ngela.

    Esther es un molino. Una nia impredecible pero con la

    capacidad de absorber la energa de quien est a su alrededor.

    Igual que el molino se nutre del viento para moverse, ella te

    mira, con una media sonrisa que ensea sus dientes hoy

    oscuros, seguro que el da de maana blancos y perfectos.

    Para a rengln seguido, interiorizar cualquier concepto que t

    le expliques. Para coger tu mano hasta llegar a descubrir una

    suma, una resta, un mundo de letras y smbolos y luego

    sonrer. Como le coge su mano el molino al viento,

    agradecindole luego todo cuanto le da, mediante el alegre

    girar de sus aspas

  • 41

    La simplicidad de pensar

    Natalia siempre demanda ms. Pero nunca exige. No necesita

    de grandes alardes para sentirse atrada por un juego, una

    actividad. Como suele acabar con el pelotn de las avanzadas,

    tiene ms tiempo para jugar, pero algo la diferencia; un lpiz,

    un folio y colores, son suficiente para que se distraiga.

    Como a todos los nios de esta edad, los dientes se le

    comienzan a caer. A ella pareciera que tardan ms tiempo. Es

    como si siguiera el proceso de su dentadura da a da.

    Otros nios te llegan ya con el diente en la mano o un da te lo

    dicen y al siguiente ya se ha cado. Ella viene cada da a mi

    mesa para ensearme cmo se le mueve. Al da siguiente

    vuelve, y al siguiente, y al siguiente.

    Sin embargo una vez que se le ha cado, la mayora de las

    veces ni me lo dice.

    Es una nia sencilla, que mantiene su estatus de amiga del

    mundo sin necesidad de mostrar una fuerte personalidad, o

    una fuerza fsica. Alguien lo aclarara diciendo que es una nia

    que se hace querer.

  • 42

    Te suele mirar con sus ojos grandes y su sonrisa desdentada,

    las cuales siempre, bajo cualquier circunstancia, suelen ir

    acompaadas.

    En clase seguimos unas reglas de comportamiento, regidas por

    un sistema de puntuacin mediante estrellas. Para llevarlo a

    cabo, coloco a cada nio estrellas que pueden ser verdes,

    azules, amarillas y rojas. En l, las del primer color son las

    mejores y las del ltimo las que se lleva aquel que comete una

    fechora.

    Ella slo tiene una estrella roja, que brilla rodeada de catorce

    verdes.

    Cuando se la puse porque no par en toda la maana de

    hablar y levantarse de su sitio, pens que montara en llanto.

    De la misma manera que un alumno acostumbrado al

    sobresaliente suspende un da un examen.

    Puede parecer una estupidez, pero varios de los nios han

    entrado en llanto permanente por este sencillo detalle.

    Para ellos una estrella amarilla (regular) puede pasar, pero

    una roja es lo que para un adulto supondra que le abrieran un

    expediente o un borrn en su trayectoria laboral.

    Natalia simplemente dej de hablar aquel da. Ni llor, ni pidi

    explicaciones, ni se enfad. Admiti con su cambio de actitud

    que se haba comportado mal y debi entender que el hecho

  • 43

    de tener catorce buenos comportamientos era ms que

    suficiente como para preocuparse por uno malo.

    Parecen minucias sin importancia, pero son muchas las veces

    que observo a adultos perder los papeles y montar en clera

    (por las razones que sean. Personales o no.) Por estupideces.

    Natalia tiene seis aos y ya es consecuente con sus actos,

    consciente de ellos; ya comprende cundo ha de callar y

    admitir un error; cundo su buen comportamiento es

    recompensado y por suerte, es este el que se repite da tras

    da.

    Mientras otros, sobre todo adultos, me demuestran lo fcil

    que es hablar por hablar sin decir nada, ella me ensea que

    pensar las cosas no es tan sencillo como otros creen.

  • 44

    Pjaros en la cabeza

    Pedro tiene la cabeza llena de pjaros. Algunas veces esos

    canarios y gorriones que hay dentro, se convierten en loros y

    le hacen hablar sin necesidad de nadie. Tan slo con un trozo

    de plastilina en las manos, crea dos monigotes y les otorga la

    vida cambiando el tono de su voz para diferenciarlos.

    Se sienta delante de m. Le puse ah solo con la esperanza de

    que su distraccin no fuera tan continua. Creyendo que

    llamndole la atencin tan de cerca, tantas veces, terminara

    por centrarse. Pero tard en hacerlo.

    Todos, absolutamente todos los das me pregunta:

    - Viste el futbol? Viste el partido?

    Da igual si juega un equipo u otro, da igual si lo hace su

    preferido o lo hace la seleccin espaola. Su primer

    comentario siempre es ese.

    En el patio juegan siempre dos quipos, Sergio y Javier en uno y

    Diego, Miguel, Jos Julin y Pedro en el otro. Siempre los

    mismos.

    Al volver a clase s lo que me va a decir:

  • 45

    - He marcado X goles.

    Esa X no la dice l, l dice uno o dos o tres o el nmero que

    quiera inventar, unas veces cierto y otras no. El nmero vara

    segn lo inspirado que haya estado.

    l tiene que hablar. Lo necesita. Cuando estaba en una mesa

    doble, lo haca con su compaero de al lado, con el de detrs,

    con el de delante.

    Ahora que se sienta en una mesa individual aprovecha para

    hablar conmigo.

    - Pedro, mientras que no termines, no me preguntes, no

    me cuentes adivinanzas, no me hables de futbol.

    Cuando acabes, hablaremos de lo que t quieras, pero

    hasta entonces no.

    Le da igual. Acaba canturreando y trabajando, pero siempre

    con el sonido de su voz.

    Pese a no leer de manera fluida, posee una lectura

    comprensiva mejor que la de otros. Quizs sea porque lee

    despacio pero prestando atencin a cada una de las palabras

    que pronuncia silabeando.

    Justo al inicio del tercer trimestre, con la llegada de la mejora

    en el clima, me dijo que iba a ir a un parque de atracciones

    con sus padres.

  • 46

    Yo le dije:

    -Si no trabajas hablar con pap y, no s yo si te vas a ir!

    Me mir serio y luego se sonri, seguramente pensando:

    - T no eres as, no lo hars.

    Sin dar tiempo a cualquier otra cosa y quizs para quitarme de

    la cabeza ese absurdo pensamiento de dejarle sin atracciones,

    me pregunt:

    - Fran, t conocas a Lupita?

    Antes de poder decirle que en mi poca no haba Lunis, que yo

    soy algo mayor que ellos, tuve que retirar mi mirada para

    atender las necesidades de otro nio. Ms que suficiente para

    dar por zanjado el asunto de las atracciones y continuar con su

    cantinela hasta acabar la tarea.

  • 47

    La bubilla

    Durante este curso a Claudia le han puesto gafas. Obviamente,

    como todos hacen asiduamente con detalles que a los adultos

    no le mereceran atencin especial, ms aun si algo se sale de

    la rutina, vino y me lo cont.

    Esa rutina a la que me refiero fue rota por un hecho

    excepcional para ella; una visita al oftalmlogo, para ella, el

    oculista.

    Cuando le pregunt por la revisin, me lo explic.

    - Me han puesto una cosa que no s cmo se llama en el

    ojo y me han dicho que mirara a un sitio y leyera las

    letras que aparecan.

    Yo no pude dejar de pensarlo. Cmo leera. No me preocup

    por sus ojos, para eso ya estaba un especialista. Y si viera las

    letras correctamente pero no las reconociera, no las leyera?

    Mi preocupacin se centraba en la lectura. Mi inquietud

    desapareci al recordar que era Claudia.

  • 48

    Ella no tiene grandes problemas, sino los lgicos cuando todo

    cuanto se te presenta en un aula es nuevo o, a lo sumo,

    vagamente estudiado.

    En la Educacin Primaria se aprende por primera vez lo que

    ser un cambio ms agudo en la Educacin Secundaria.

    La cuerda se va soltando y cada vez ha de ser el alumno quien

    abra todos sus sentidos mientras el maestro va soltando y

    soltando.

    As, pasan de una cuerda atada muy de cerca, donde se vigila

    todo, a una algo menos rgida en Primaria y la desaparicin de

    la cuerda en los estudios universitarios. De esta manera,

    paulatinamente, pasando por el punto intermedio de la

    Secundaria.

    Todo eso termina en ocasiones en fracaso. No todos los nios

    poseen la capacidad de andar solos. En ocasiones, las menos,

    algunos nios con cuatro aos estaran preparados para dar el

    salto, mientras que en otras, algo ms frecuentes, nios de

    seis aos no son lo suficientemente maduros y demandan

    mayor cercana de la que se termina por dar en Primaria.

    Claudia no es alguien que tuviera problema alguno. Ella

    siempre ha estado en el trmino medio, ligeramente por

    encima.

  • 49

    Cuando la vi por primera vez pens que quizs no. De aspecto

    frgil, pequea, delgada, esconda todo lo contrario: Una

    personalidad arrebatadora.

    - Es como una bubilla me dijo alguien.

    Un pajarillo gil y despierto, imposible de atrapar, que destaca

    por su inteligencia y sus movimientos rpidos.

    Cuando la imagin ante el oculista, primero de todo la vi

    analizando cuanto hubiera a su alrededor; material, aparatos,

    silla, luces, personal

    Luego obedeciendo a las rdenes de aquel hombre, mientras

    su madre permaneca all para darle tranquilidad.

    Por ltimo, la veo sentada con algo en su ojo izquierdo

    primero, que le impide la visibilidad, propiciando as que

    proceda a utilizar slo el que le queda despejado. Luego al

    revs, el derecho tapado.

    En silencio. Hasta que aquel mdico le dijera:

    - Qu letra es esta?

    Ella, tras una pausa para pensar, vindola perfectamente y

    despus intentando vislumbrar ese trmino medio que existe

    entre el ver y el entender.

  • 50

    Observando con detenimiento aquella hache mayscula que

    ve perfectamente, pero se puede confundir con la eme.

    Existe gran facilidad cuando es un adulto quien ha de

    distinguir entre el ver o no ver, se presupone que entiende un

    lenguaje que lleva decodificando aos. Sin embargo cuando

    Claudia se sentara all, con su ligero bagaje de apenas meses

    leyendo, nicamente con enseanzas de su maestra en

    Infantil, sus padres aos atrs y el que me hubiera dado

    tiempo a m. Perdida ante una uve doble, una ge susceptible

    de nombrarla jota o una pe mayscula que en la lejana podra

    ser una ele minscula.

    Al final ningn problema ms all del de la visin.

    Ella domina los espacios de la misma forma que domina ese

    trmino medio que existe entre el ver y el entender.

    Ver un conocido y entender que es un amigo. Ver una luz y

    entender que es una amiga. Ver un peligro y no entender

    porqu aparece.

    El trmino medio, el total, no conozco a nadie que lo

    alcanzara.

  • 51

    El destino

    Siempre he credo que da ms miedo caerse si eres consciente

    de ello. Si sabes que va a suceder. Imaginndome delante de

    una zanja de dos metros, me dara pavor pensar que podra

    resbalar y caerme, mientras que si lo hago por un despiste,

    por un descuido, me hara dao, pero no sentira el miedo.

    Aquel lo recuerdo como un da duro. Un da en el que por

    momentos pas miedo.

    Jos Julin ha viajado en el transporte. Su padre trabaja en

    una aldea en el campo, no s en qu rgimen, no s si es

    propietario o asalariado. Realmente eso no es algo de mi

    incumbencia y no soy nada curioso en esos trminos. Su hijo

    viene cada da en el minibs que recoge a todos los nios de

    las aldeas cercanas y los trae hasta el colegio. Luego, se

    quedan en el comedor y dado que nuestra escuela es de los

    pocos centros que quedan en la provincia con jornada partida,

    al finalizar las clases de la tarde los vuelve a llevar hasta su

    casa.

    El periodo de tiempo que pasan en el comedor es variable

    segn qu comida tengamos ese da. Si toca tortilla de patatas

    y empanadillas, acaban muy pronto y salen antes a jugar. Si lo

  • 52

    que sirven son acelgas y pescado, la comida se dilata y puedes

    ver a los nios hacindose los despistados mirando un reloj,

    rezando para que el tiempo pase rpido, aunque no quede un

    momento para jugar luego.

    Aquel da no recuerdo qu comimos. Digo comimos porque

    aunque yo no salgo a jugar al terminar, tambin me quedo all

    a comer.

    Jos Julin, como lo hace siempre, corriendo tras una pelota,

    sin hacer el menor caso a una piedra que estaba all. Jugando

    bajo la mirada de Pili y su compaera, las cuidadoras.

    l corre y corre, mientras supongo yo, la roca espera y espera.

    Corre con la nica esperanza de llegar a ese baln antes que

    cualquier otro nio, rival en ese momento.

    No se sabe quin lleg antes, lo nico cierto es quien lleg

    antes hasta la piedra del suelo: la cabeza de Jos Julin.

    De las decenas de cadas que ocurren en los patios de un

    colegio, rara es la vez que se convierten en algo grave. Casi

    nunca pasan de contusiones o brechas, stas ltimas, ms

    aparatosas por el rojo de la sangre que las otras. Como mucho

    con un par de puntos en el Centro de Salud se soluciona, como

    poco, con algo de agua oxigenada y yodo.

  • 53

    Jos Julin no necesit nada de lo anterior. Cay con tan mala

    fortuna de golpearse la cabeza, con tal suerte que todo qued

    en un susto.

    l andando sobre una lnea recta. El primer paso lo da encima

    de sta, el segundo se va hacia la derecha. Vuelve a posar su

    pie en la lnea y el siguiente paso se sale por la izquierda.

    Cuando Pili lo ve, se echa a temblar. No pasaron ni diez

    minutos hasta que estuvo sentado delante del mdico del

    pueblo quien, al examinarlo y reconocerlo con los medios de

    una localidad de apenas cinco mil habitantes rpidamente lo

    deriv a la capital.

    Si el nio no tard ni diez minutos en estar en un Centro de

    Salud, sus padres estaban all a los veinte minutos. Como un

    manojo de nervios.

    Para cuando llegaron, Jos Julin haba recuperado totalmente

    la conciencia. Andaba erguido, pero no alcanzaba a explicarme

    lo sucedido. No recordaba absolutamente nada. Sus padres lo

    llevaron a Urgencias.

    Al da siguiente vinieron a verme. Todas las pruebas salieron

    bien, tan slo fue un traumatismo leve.

    Los nios reaccionan de manera diferente ante situaciones

    lmite. A Jos Julin no le vi realmente preocupado hasta que

    vio en los ojos de sus padres el miedo. Hasta que adivin en

  • 54

    sus miradas el miedo que alguien puede sentir cuando su ser

    ms querido est en peligro.

    Desde aquel da J. Julin no ha cambiado un pice su forma de

    ser. Reservado, poco hablador, integrado.

    No quiero imaginarme qu pudo pasar por las cabezas de los

    padres durante aquellos veinte minutos que separaban su

    aldea de la escuela.

    Slo multiplicando mis preocupaciones cuando me avisaron,

    puedo llegar a acercarme una nfima parte al sinvivir de ese

    trayecto.

    Hoy lo mejor que se puede hacer es contarlo. Contar que el

    destino nos tiene preparado un final a cada uno. En ocasiones

    finales que acontecen demasiado pronto. Otras, no llegan

    hasta pasados cien aos.

    Aquel podra haber sido el final de Jos Julin y de alguna

    manera, tambin de una parte de m, algo difcil de superar.

    Tambin habra sido el final de sus padres.

    Por suerte sigue aqu, igual que siempre, tras un baln.

  • 55

    La nube

    No est aqu. Ha llegado tarde a la clase, el ltimo, como casi

    siempre. Con los ojos hinchados como si apenas le hubiera

    dado tiempo a embutirse un vaso de leche antes de venir.

    Es casi el nico que cuelga su chaqueta fuera de la clase.

    Todos suelen pasar como torbellinos al aula y todos luego se

    toman su tiempo para sentarse en sus sitios.

    l no. l y Javier suelen colgar sus abrigos fuera aunque por

    diferentes motivos. Javier, que es puro nervio, lo hace para as

    ser el primero en sentarse y eso, unido a que su mesa est al

    lado de la puerta, le confiere la posibilidad de salir al recreo y

    a casa el primero.

    A Jos Lus le da igual. Le trae sin cuidado salir antes o

    despus. Quizs sea un hbito que cogi en Ed. Infantil, quizs

    le resulte ms cmodo. Todo menos pretender ser el centro

    de atencin.

    l no es extravagante. Aunque ese no es tampoco un

    problema de Javier. Su madre vino hace algunos meses para

    preguntarme si hablaba.

    - No s. La verdad es que no, no habla mucho.

  • 56

    Le respond yo, creyendo que su curiosidad era saber si su hijo

    molestaba. Ya se sabe que en Ed. Primaria, cuando se

    pregunta por habladores se suele confundir con

    alborotadores. Me equivoqu.

    - No. Que si habla. Que es que en Infantil, apenas deca

    palabra si no se la sacaban.

    Me respondi ella.

    En ese momento lo entend. J. Lus no es que no hable por no

    molestar. No lo hace por ningn tipo de miedo, respeto

    excesivo hacia mi persona, ni nada parecido. Jos Luis habla

    cuando tiene algo importante que decir. Quizs lo que diga no

    resulte importante para m o para cualquier otro que le oiga,

    pero para l es lo ms vital en ese momento.

    Normalmente en un aula donde se juntan veintitrs nios de

    seis aos, lo normal es que se hable, se grite y puntualmente

    se dialogue. Ellos no, ellos hablan, sobre todo dialogan y

    puntualmente gritan.

    Jos Luis normalmente calla, casi siempre dialoga y jams le

    he visto gritar.

    Cuando llamas a su atencin porque l no tiene ni idea de

    dnde est, te mira con los ojos abiertos y sin necesidad de

    abrir la boca te demuestra que le ha vuelto, que la ha

    encontrado.

  • 57

    Me hace entender da a da que no es necesario preguntar a

    todas horas para aprender, para ensear. Que en ocasiones

    con escuchar basta. Que el silencio es necesario y a la vez muy

    difcil de manejar.

    No todo el mundo, incluyendo a los adultos, sabe callar. Sabe

    utilizar esa pausa para mirar a alguien y sin decir una palabra,

    con un arqueo de cejas, entrecerrando los ojos, frunciendo el

    ceo, decir tanto como otro hara con mil palabras. l lo

    maneja a la perfeccin.

    Hace unos meses hizo un dibujo y me lo regal. No me habra

    sorprendido si no hubiera sido por dos razones.

    Una primera es que todos los nios suelen hacerlo. Pero l no

    lo haba hecho nunca.

    La segunda, lo que apareca en el dibujo.

    Se dibuj l y al lado, me dibuj a m (tan slo apreciable

    porque era un mueco algo ms grande que el que le

    representaba a l y porque en su cara puso unas gafas rojas,

    similares a las que yo uso a veces)

    El resto, lo tpico, hierba en la parte inferior, un sol en la parte

    superior y justo encima de los dos muecos; una nube.

    Nada del otro mundo. Nada que me hubiera hecho pensar, si

    no fuera porque, mientras que el sol era sencillo: un crculo

  • 58

    imperfecto, rodeado de rayas torcidas a modo de haces de luz.

    La nube no. Ella s que tena cara y era la de una perfecta y

    temible calavera. Pareca la cara de la muerte.

    Le llam y le pregunt.

    - Qu es esto Jos Luis?

    - Eso es el sol, estos somos t y yo y esto, la hierba.

    - Ah! Bien, bien le dije antes de proseguir- y esto?

    le pregunt a la vez que sealaba la nube.

    - Eso es una nube.

    Por un momento me estremec creyendo que era una

    interpretacin del miedo a la muerte. Y, si soy sincero, an

    pienso que as fue.

    Me mir serio durante cinco segundos, mientras yo segua

    sin poder dejar de mirar su dibujo. Luego, cuando levant

    mi mirada, l sonri y se dio media vuelta.

    No puedo escribir lo que sent. Es como si con una sonrisa

    y su silencio posterior me dijera:

    - Pues claro Fran. Es la muerte, es un miedo y t ests

    ah, en mi dibujo, a mi lado, porque confo en ti.

  • 59

    Zh rn zh min b zh xn

    A veces, cuando me enfado, ella me mira en silencio y activa

    un mecanismo en su interior. Es como un reloj que comienza

    su tic tac en el mismo momento en que alguien le levanta el

    tono de voz. Apenas unos segundos despus, ese reloj termina

    su cuenta atrs y baja una palanca conectada a sus ojos y a su

    boca, para dar rienda suelta a un llanto desmedido.

    En cuanto que alguien le razona la situacin, el reloj vuelve a

    ponerse en funcionamiento an ms rpido y sube la palanca

    de sus ojos para bajar esta vez la de sus labios y hacerle

    sonrer.

    Casi todo en el da a da de Lourdes es un tic tac. Sus peleas

    con Patricia por no dejarse dominar, su cario por Pedro Jos,

    a quien le une algo ms que el compaerismo. Sus ganas por

    ayudar a quien est a su lado, siempre que ella estime

    oportuno que dicha ayuda es necesaria.

    Ella mirndose al espejo, viendo reflejada en l, algo que

    quizs, aunque su madre estoy seguro que se haba sentado

    ante ella y se lo haba explicado antes, no haba notado.

    Lourdes vea como los prpados de esa nia que haba ante

    ella, dejaban caer lgrimas formando riachuelos diminutos por

  • 60

    sus mejillas. Despus de ir al bao y mirarse cara a cara con su

    realidad, estuvo frente a m.

    - Me han dicho china!

    Me grit a la cara, buscando en m un atisbo, un diminuto

    resquicio de comprensin ante tamaa ofensa. Ella me

    conoca, saba que lo que pasaba en el recreo a ojos de otro

    maestro encargado de su vigilancia, no me incumba. Tan slo

    ante hechos graves actuaba yo, y lo haca de forma comedida.

    Preguntando al compaero de turno por la incidencia

    ocurrida, la cual, por otra parte, rara vez pasaba de ser una

    niera acorde con los nueve aos del mayor alumno del patio

    y los seis del ms pequeo.

    Por eso ella, a la vez que me contaba con sofoco su

    desencuentro, saba que yo no era la solucin. Ella se

    desahogaba.

    - Mrame

    Le dije, para luego continuar.

    - T sabes que tus ojos no son como los de los dems.

    Los tuyos son rasgados. Negros. Preciosos. Y los de los

    otros nios son ms redondos. Tambin muy bonitos,

    pero ms redondos Dnde naciste t?

    - En China.

  • 61

    Me respondi, a medida que el resto de su cuerpo se iba

    tranquilizando a la vez que sus ojos.

    - Entonces porqu te vas a enfadar con ese nio porque

    te diga china. Tu sabes que eres de aqu, de Munera y

    adems, a diferencia de ese nio y de todos los dems,

    tambin eres de China Sabes a cuantos nios les

    gustara ser de de dos sitios? A todos nos gustara

    poder ser de dos sitios, o de tres, o de mil!

    Sigo pensando que lo que aquel nio le dijo no fue lo que a

    ella realmente le molest, sino ms bien el tono en que lo

    hizo. Fuera como fuese, en aquel momento lo consegu. Logr

    que, sobre todo ella, lo entendiera y diera carpetazo al asunto

    de la mejor manera que se puede hacer. Sonriendo, dndome

    un abrazo. Ms all, creo que aunque fuera por un momento,

    los otros veintids nios que estaban con los ojos como bhos

    y las bocas como mudos, miraron a Lourdes como lo haban

    hecho siempre antes y de igual manera que lo seguiran

    haciendo despus. Con la mayor normalidad del mundo.

    La querrn durante su vida por sus buenos actos. La abrazarn

    cuando tenga un problema, de igual modo que ella lo hace

    aunque no exista tal. Le gritarn cuando haga algo que a otro

    no le gusta. Pero no me queda la ms mnima duda de que

    ninguno de sus compaeros dejar de apreciarla por tener dos

    hermosos ojos aun ms redondos que los occidentales cuando

  • 62

    se sorprende y que le dejan en la oscuridad cuando los junta

    con una carcajada que suena a gloria.

  • 63

    La furia de Marina

    El comportamiento de un nio siempre es impredecible.

    Independientemente de la educacin que reciba en su casa,

    de la proteccin que le cubra de ataques, de la predisposicin

    de un maestro a ayudarle. Jams se es plenamente consciente

    de cmo va a reaccionar, de la proporcin de sus respuestas,

    de la magnitud de sus actos.

    Cuando Marina se ve amenazada siempre ataca. Lo hace sin

    vacilar, sin levantar una mano. Sabedora de que una madurez

    superior al resto con tan slo seis aos, la hace invulnerable.

    Pero nadie es invulnerable. Ni ella.

    La madurez no es sntoma de inteligencia.

    Ser inteligente implica saber que una accin desencadenar

    una reaccin. Que al tropezar una vez, se ha de ser consciente

    de que la piedra contina ah, imperturbable. Que no existe la

    opcin de moverla a patadas sin sufrir, que se ha de cambiar

    el rumbo, respetarla ah y retomar nuestro camino una vez

    rodeada.

    Ser maduro es tener la fuerza como para tropezar una y mil

    veces, hasta entender que no sers t quien mueva la piedra,

  • 64

    sino que hoy el agua crear grietas en su superficie, maana el

    viento la cubrir poco a poco de arena y tarde o temprano,

    pasars por encima sin necesidad de cambiar rumbo.

    Hasta mediado el curso, Marina estuvo sola. No pasaba da sin

    que alguien, alguno de sus compaeros se quejara de su furia.

    Furia mostrada olvidndose del turno para saltar la comba,

    inventando dolores inexistentes, mintiendo sobre rias en las

    que se vea involucrada.

    El tiempo pas y poco a poco Marina entendi que la madurez

    prematura provoca soledad y sta, la soledad, es universal,

    atemporal, el peor castigo para un nio o un adulto. As, su

    comportamiento una vez transcurridos unos meses, cambi.

    Termin por comprender una vez sola, que la roca segua ah,

    que sus pies le dolan de tanto golpear siempre tamaa

    consistencia, que agua y viento no podan sino debilitarla con

    el paso de una eternidad. Y se volvi inteligente.

    La rode, dio una vuelta mayor que la que habra dado

    cualquier otro.

    Tanto recorri que estuvo meses trazando una circunferencia

    que la llev a la estabilidad. Hasta donde hoy est. La fila de la

    comba donde sus compaeras le hablan mientras esperan su

    turno para saltar y rer. La salud que nunca le falt, salvo

    puntuales visitas al mdico, fruto de resfriados inoportunos.

    La verdad plena que inculca la inocencia de los seis aos.

  • 65

    Hoy la piedra sigue ah, sufriendo patadas de nios y adultos

    despistados. Marina sigue siendo muy madura para su edad,

    ahora, tambin es inteligente.

  • 66

    El dedo y la nariz

    Pedro Jos y Lourdes estuvieron poco tiempo juntos. No eran

    compatibles en la mesa doble de una clase. Se quieren tanto

    que terminan por perjudicarse. Existe una complicidad entre

    ellos que se vuelve en su contra. Si estuvieran uno al lado de

    la otra, l no dara todo lo que tiene porque sabra que la otra

    le ayudara. Ella, con tal de echarle una mano, terminara por

    inventar procedimientos que acabaran en resultados

    errneos. No avanzaran.

    As las cosas, tras la ruptura de lazos en clase, alguien me dice:

    - Pedro Jos est llorando.

    Cuando me acerco a su mesa, no lo hago para preguntarle la

    razn de su llanto. Ya la imagino. Aun as lo hago.

    - No s. Lloro porque no s.

    l tambin sabe que no es necesario que me lo diga. l sabe

    que yo lo s.

    Le prometo que si trabaja y se porta bien, les volver a colocar

    juntos.

    Hoy hace dos meses y ya no se acuerda.

  • 67

    Se siguen queriendo con locura, pero cada uno es consciente

    de que necesita su parcela. Su terreno para desarrollarse de la

    misma manera que un rbol en ciudad levanta las aceras. Igual

    que dos races juntas perjudican el crecimiento de arboles

    hermanos.

    Siempre me rio con l. Es la espontaneidad hecha criatura.

    Siempre responde a la pregunta que alguien lanza al aire con

    una frase tajante, salida de su inocencia. Luego levanta la

    mirada. Tanto lo hace, que sus ojos miran por encima de sus

    gafas. Ms de una y ms de mil veces he avanzado mi dedo

    ndice lentamente hacia su nariz. l, al principio, fijaba sus

    pupilas en aquello que se le acercaba despacio hasta quedarse

    bizco por segundos. Luego yo lo apoyaba en el puente de sus

    gafas, esas que van atadas a su cuello gracias a un cordn, y

    las deslizaba hacia arriba hasta colocarlas en la posicin en

    que cumplen su funcin, la de ayudarle a ver.

    Ahora ya no, cada vez que levanto mi ndice, l usa el suyo y

    las coloca.

    Rara vez se mete en los. Mientras otros juegan al futbol y

    discuten por patadas o goles, l corretea con su inseparable

    Lourdes o con su ntimo Jos Lus.

    Cuando hace algo mal, agacha su mirada, guarda silencio y

    aguanta la reprimenda. Casi nunca rompe a llorar, pero me da

    la sensacin de que mientras yo le hago ver lo que ha hecho

  • 68

    mal, l mismo se rie a s mismo, con la nobleza que le cubre

    desde que le conoc.

  • 69

    La careta

    Cuando lleg el primer da de clase hubo una nia, una sola

    nia que no entr a la clase.

    Los nios, sobre todo con la edad que ellos tienen, sufren el

    cambio ms radical que se puede dar en el ciclo de primaria de

    una escuela. Si bien el primer da escolar de su vida es un

    suplicio, no hay nada ms que ver el periodo de adaptacin

    estipulado en Educacin Infantil, el cambio de este ciclo al de

    primaria es igualmente brusco. A diferencia del de los ms

    pequeos, la adaptacin a Primaria no est pautada con la

    entrada de las madres al aula, sino que este cambio va

    marcado nicamente por el grado de madurez que posean.

    Para M ngeles aquel da no exista adaptacin alguna. Su

    madre la empujaba mientras ella lanzaba su cuerpo hacia

    atrs mientras lloraba sin dejar de mirarme como si yo,

    paradojas de la vida, fuera un monstruo.

    La verdad, no recuerdo si lleg a quedarse o por el contrario,

    tras tratar de convencerla; su madre primero, yo despus y

    ambos a la vez por ltimo, y fracasar rotundamente, se fue y

    volvi al da siguiente.

  • 70

    Ella no habla, al menos cuando la miro. Luego aprovecha

    cualquier momento para ponerse al corriente de cualquier

    suceso.

    Pese a ser menuda, cuando habla tiene una voz potente que

    no muestra porque suele ser vergonzosa y hacerlo entre

    dientes, yo lo noto cuando le hago leer en voz alta.

    Nuestro mtodo de lectura es sencillo. Un nio va leyendo un

    texto hasta que al final de una frase yo digo el nombre de

    otro, el cual prosigue con la lectura en el punto en que el

    anterior la dej. Si permanece callado tras orme decir su

    nombre es sntoma de que no estaba pendiente y yo, vuelvo a

    decir el nombre de un nio distinto. Rara vez ocurre que

    alguien se despiste dos veces. Les encanta leer.

    Cuando llega el turno de M ngeles, si cerrara los ojos y

    prestara atencin tan slo al tono de su voz, pensara que

    quien est leyendo es una nia al menos dos aos mayor que

    ella.

    Si le rio, ella me mira con la mano en la boca; si le hablo, ella

    me mira con la mano en la boca; si me enfado porque tiene la

    mano en la boca, ella la saca; si se pone a pensar, vuelve a

    meter su mano en la boca.

    De vez en cuando se muerde las uas, no siempre, a veces s.

    Me paso dicindoselo todo el da. Ella me mira, muestra una

    sonrisa pcara, la saca y en cuanto que pasan diez segundos

  • 71

    Uno de los das de carnaval se celebr una fiesta de disfraces

    en el patio de infantil. Nosotros salimos all a jugar. Como

    excepcin, pequeos y grandes, nios de tres aos y nios de

    seis y de hasta nueve aos jugaban juntos, los mayores iban

    disfrazados.

    M ngeles tom mi mano y no la solt durante el tiempo que

    all estuvimos, por ms que yo la animaba a jugar con el resto

    de sus compaeras, ella no me soltaba, Si yo intentaba

    zafarme, a los cinco segundos la tenia nuevamente aferrada a

    mi pierna. No era miedo, supongo que era inseguridad. La

    inseguridad que surge del desconocimiento. El no saber quin

    anda detrs de una careta. Como en la vida misma.

    Curiosidades de la vida que engrandecen este trabajo. Un ao,

    como con tu familia, como con tus amigos, ms aun con nios,

    es suficiente para demostrar si eres alguien de fiar, si mereces

    confianza o si por el contrario eres un maestro ms que se

    limitar a ensearle lecto-escritura y clculo.

    El primer da ella tuvo miedo. Miedo a la careta de aquel tipo

    que tena delante y no haba visto jams antes. Por eso no

    solt a su madre, se aferr a ella contra viento y marea, por

    ms que su madre intentara convencerla o lo intentara yo.

    Nadie en el mundo en aquel momento le habra dado la

    suficiente seguridad como para pasar a aquella clase. Ni

    siquiera el hecho de conocer a todos sus compaeros de la

  • 72

    anterior etapa, que ya estaban dentro contndose sus hazaas

    de verano.

    Tan slo unos meses despus, deb ensearle sin darme

    cuenta algo. Descubri que no exista ninguna careta sobre mi

    cara, que slo tengo una cara parcialmente cubierta por unas

    gafas rojas y otras veces por unas negras, y me crey un

    escudo con el que luchar contra cualquier extrao causante de

    su inseguridad.

  • 73

    La guerra del patio

    Todos los nios tienen un rasgo caracterstico. No slo en su

    personalidad, adems de su fsico, estn sus razonamientos, el

    tono de su voz. El tono de su voz.

    Hay cientos de aspectos que les hacen ser nicos e irrepetibles

    a la vez que parecidos en ocasiones a otros nios de su edad.

    Se dice con frecuencia que un nio es clavado a su padre o a

    su madre en la personalidad o en el fsico:

    - Igual de tozudo que su padre! Ha sacado la nariz de

    su madre!

    A veces a la inversa, otras veces se oye tal cual. Parecidos tan

    slo. Parecidos razonables.

    Sergio no es muy alto. Quizs sea el ms bajo de su clase y es

    posible que en unos aos, tras varios estirones acabe siendo

    un adulto de un metro noventa centmetros. Quin sabe.

    A da de hoy, su centro de gravedad bajo le permite ser un

    jugador rpido, gil en juegos de precisin. De hecho, en el

    patio l y su primo Javier solos, compiten contra otros cuatro

    compaeros y no suelen perder.

  • 74

    Cuando leemos, no suele estar muy atento. Si bien nunca ms

    de una vez. Siempre tengo que repetir su nombre para que

    lea, porque la primera nunca sabe por dnde vamos.

    A la hora de trabajar no tiene problemas, hace una caligrafa

    limpia aunque con letra pequea, acorde con el tamao de sus

    manos.

    Su voz es aguda, tanto que a veces, cuando habla alto, los

    fonemas que quiere pronunciar se juntan para parecer una

    voz blanca, como dira Jos Vctor, su maestro de msica. As

    me explic que llamaban a los nios con tonos agudos de voz

    dentro de los coros.

    Pocas veces se le ve llorar. Una de ellas fue por la impotencia.

    El hecho de no poder dar solucin a un problema. El asunto en

    cuestin fue una cada en el patio y la consecuencia, un roto

    en la tela de su chndal a la altura de su rodilla y del tamao

    de una moneda de cincuenta cntimos.

    No encontraba consuelo. Por ms que yo le dijera que aquello

    tena una fcil solucin, l no dejaba de llorar. Al da siguiente

    apareci sonriente por la puerta, como si aquella rodillera que

    su madre le haba cosido, fuera una medalla de

    excombatiente, de hroe de guerra. La guerra del patio.

  • 75

    Ganando el tiempo

    Lo primero que conoc de David, incluso antes de conocerle a

    l, fue que un da tuvo un accidente.

    Lo primero que me dijo la madre de David, incluso antes de

    presentarse, fue que su hijo tuvo un accidente.

    Fue un accidente de coche, no recuerdo muy bien si lleg a ser

    un atropello o l iba dentro del vehculo. La madre me puso

    sobre aviso por si notaba algn tipo de conducta extraa, por

    si notaba algn tipo de problema, para que lo tuviera en

    cuenta y dedujera que cualquier detalle fuera de lo normal,

    podra ser susceptible de secuela de aquel da en que la mala

    fortuna se cruz con l.

    David tiene el pelo algo anillado. Suele tener problemas al

    hablar. Una mezcla entre la suave tartamudez de Diego y la

    premura con que Javier quiere comerse el mundo diciendo

    ms de lo que puede y tardando ms en decir menos.

    No s si las nubes en las que l est permanentemente, son

    una secuela de aquel fatdico da, creo que no, pero me

    gustara que bajara ms a menudo de ah.

  • 76

    David tiene muchas similitudes con su amigo Pedro. Ambos

    juegan al ftbol en el recreo, del lado del mismo equipo y

    siempre contra Javier y Sergio. Los dos se sientan solos (el

    resto lo hace en pareja) uno a cada lado de mi mesa. Los dos

    pierden parte de ese magnfico potencial que atesoran,

    mirando las musaraas.

    David puede permanecer toda una maana mirando un lpiz

    sobre su mesa. Puede tirar entre tres y cuatro veces el estuche

    al suelo y puede acabar la tarea en mucho menos tiempo del

    que emplea normalmente.

    En su cabeza, mientras mantiene esa mirada perdida, puede

    que convierta en su mente a ese lpiz en un bravo guerrero en

    batalla permanente contra un ejrcito invasor que amenaza su

    reino o puede que ese lpiz sea un caballo que alce sus

    cuartos delanteros mientras relincha antes de lanzar un

    ataque contra bandidos enmascarados, o quizs ese lpiz sea

    l mismo mostrando sus dominios de las artes marciales

    aprendidas en Japn como buen samurai del lejano oriente.

    Puede ser que cada vez que yo le despierto para que vuelva al

    mundo real y mejore su letra, y coloque bien los sumandos o

    diferencie cepas de parras (con la ayuda de Gabriel) David

    crea que soy yo quien le hago perder el tiempo a l.

    As ser mientras yo sea su maestro, pero me mentira a

    mismo si no dijera que aunque deseo que aprenda, atienda y

    madure, que aunque me esfuerzo da tras da para que baje de

  • 77

    su nube y lo haga, a una parte de mi le gusta que pierda el

    tiempo en fantasas en las que l es el hroe, en las que l

    termina con el mal y con los enemigos del mundo.

  • 78

    La paciencia es esperar

    Miguel tiene una lengua de trapo. Habla sin pronunciar

    ninguna palabra por completo, ms all de monoslabos. Suele

    comerse consonantes en ocasiones, otras veces las suaviza

    tanto al pronunciarlas que apenas se oyen saliendo de su

    boca.

    Todo lo anterior unido a que junto con Sergio, es el menos

    alto de la clase, le confiere un aire de inocencia. Parece aun

    ms infantil de lo que en realidad es.

    Los nios ya le conocen. Quizs alguien que no le conociera,

    como era yo a principio de curso, creera que es un nio

    menos maduro de lo que en realidad es.

    De hecho, a la hora de trabajar no tiene limitacin alguna ms

    que el hecho de que al pronunciar errneamente, tampoco lo

    escribe bien.

    Cuando est triste, sus ojos se enrojecen. Tiene dos grandes

    ojos que parecen todava mayores al estar enmarcados por

    una cara normal en tamao aunque de apariencia pequea al

    lado de los otros. Sus rizos rubios se agitan cada vez que corre

  • 79

    tras un baln, dando pasitos cortos a la vez que agiles. Sin por

    ello dejar de disfrutar un pice de su pasin por los goles.

    En clase, su comportamiento es fcil de explicar. Su dificultad

    al hablar se refleja directamente a la hora de plasmarlo en un

    trozo de papel. Lo veo que se para a pensar.

    - La ninia guad su badn.

    As lo habra escrito, tras repetir estas palabras en su cabeza,

    despus de orme a m decir en un dictado:

    - La nia guard su baln.

    Cuando habl con su madre respecto a este asunto, descubr

    una preocupacin latente.

    - Mira, Miguel an no ha desarrollado esa madurez en

    su habla. La razn es natural y no existe nada raro mas

    all de aspectos fonolgicos, fsicos en definitiva, que

    se solucionarn con trabajo y tiempo. Seguro que en

    unos meses, quizs algn ao, llega un momento en

    que se desenvuelve con soltura tanto al hablar como al

    escribir. Hay que esperar y no dejar de trabajar con l.

    Este razonamiento optimista que yo le hice a Ascensin, la

    madre de Miguel, no sala de m.

  • 80

    Esas mismas palabras fueron las que pronunci Carmen, la

    orientadora del colegio, cuando yo le ped informacin sobre

    el nio.

    Dos fueron las pautas a seguir, y ambas, tanto la paciencia de

    esperar, de dejar pasar el tiempo hasta que Miguel diera el

    cien por cien de s mismo, como la de trabajar con l de

    manera individual, las ha llevado su madre a cabo con el

    mximo esfuerzo.

    Cuando le llamo la atencin porque, como tambin les pasa a

    otros, l la ha perdido, me mira en silencio, sin responder,

    sabedor de que todo cuanto le digo es cierto. Abre sus dos

    ojos claros al mximo para demostrarme lo pendiente que

    ahora est de todo cuanto sale de mi boca.

    Si algo tiene Miguel, entre cientos de virtudes, es su

    compaerismo. Podr realizar mejor o peor la tarea diaria que

    le encomiendo, como le ocurre al resto de sus compaeros en

    clase, pero en cuanto que l est por encima en el

    conocimiento de algo, no duda en tomar a su compaero del

    hombro y explicarle, ofrecerle todo cuanto tiene. Sin dudas,

    sin nimo de acabar antes, de lograr cualquier tipo de premio

    que yo pudiera otorgar. Lo primero es el de al lado y lo

    segundol.

  • 81

    La parte ms importante del xito

    M Josefa es la nia ms grande de la clase. No son dos

    centmetros ni tres, los que la separan de la estatura media

    del resto, sino, en algunos casos, ms de un palmo. Cuando se

    junta con Claudia o Sergio, que estn en una altura pendiente

    del estirn que darn en cuestin de tiempo, se aprecia an

    ms la diferencia.

    No est gorda, pero tiene unos mofletes que no le caben en la

    cara y te deslumbran cuando se enrojecen por el calor o

    porque te mira por debajo de su flequillo con vergenza.

    Cuando lleg el primer da y vi su nombre, le pregunt:

    - M Josefa Cmo quieres que te llame?

    Ingenuo de m. Pens que era un nombre tan de adulto, que

    ella me respondera:

    - Llmame Mari o Mara o M Jos.

    Su respuesta fue tajante.

    - M Josefa.

  • 82

    Y se qued mirndome sin entenderlo. Como si con la cara me

    dijera:

    - Vamos a ver, si me llamo M Josefa, cmo quieres que

    me llamen! Aitana?

    Yo me sonre, pensando en mi propia torpeza.

    Ella no es de las ms calladas, tampoco de las ms

    trabajadoras, pero en algo s que est por encima del resto. Es

    la ms disciplinada.

    La disciplina es, probablemente, una de las virtudes ms

    infravaloradas que puede tener una persona.

    Todo el mundo alaba a los genios. Seres tan sumamente

    inteligentes que prcticamente sin exigirse a s mismos,

    resuelven problemas dificilsimos. Sin el menor esfuerzo, dan

    con las claves que a otros les costara descifrar horas, a veces

    vidas enteras.

    Sin embargo, aquellos que son disciplinados, se sobreponen a

    cualquier contratiempo, propio o ajeno. Si no tienen tiempo,

    se organizan de tal manera que terminan por conseguirlo. Si

    fallan, lo vuelven a intentar, una y cien veces hasta que dan

    con la solucin. Si caen, se levantan como un muelle, a la

    espera de la siguiente cada.

  • 83

    Aunque la disciplina es una gran virtud, sera de necios pensar

    que con ella, por s sola, podramos lograr algo. Siendo lgicos,

    daramos con una teora aplastante:

    Un inteligente nada disciplinado llegara a algo? Seguramente

    si lo es mucho, seguro que s. Tambin posiblemente a la

    dcima parte de lo que pudiera conseguir, pero avanzara.

    Un disciplinado, nicamente por ello llegara a algo?

    seguramente no con ello como nica virtud.

    Precisamente ah, en el conocimiento de esa diferencia, radica

    el valor de M Josefa. El hecho de aunar una enorme

    disciplina, no exenta de inteligencia, le har el da de maana,

    si es capaz de mantener la primera y cultivar la segunda, llegar

    tan lejos como quiera en la vida.

    Mientras que ese momento llega, ella lee y relee las

    actividades sin parar ms que para ayudarle a J.Julin, su

    compaero, si ste tiene algn problema. De la misma manera

    que acepta que J.Julin le ayude a ella en la situacin

    contraria.

    El resto; ruidos, nios levantndose, prdidas de

    concentracinno entran en sus planes.

    Y una vez que termina su trabajo y se pone a dibujar o

    jugarbueno lo que haga una vez que termina, ya es harina

    de otro costal.

  • 84

    Piedras de un camino

    Uno puede andar por un lugar que conoce desde pequeo.

    Caminar por una senda que por muy peligrosa que sea, nunca

    lo es lo suficiente como para creerla as. Da igual que existan

    acantilados a ambos lados, podramos cruzarlo de principio a

    fin con los ojos vendados y las manos atadas. Sin embargo, si

    un da tropezamos y caemos, nunca lo volveremos a creer

    seguro. Iniciaremos da a da idntico recorrido, pero esta vez

    mirando cada una de las piedras, quizs buscando la que nos

    hizo tropezar.

    Una amiga me dijo una vez que quitara la piedra que le hizo

    caer, para luego seguir con naturalidad. Pero no es as, no

    actuamos as.

    Cuntas piedras puede llegar a tener un camino?

    Lorena es el silencio. Da igual que hable, lo hace tan despacio,

    tan bajo que no se nota.

    Durante el invierno, hasta ya entrada la primavera, sola dejar

    su mochila y colocarse detrs de m, junto al radiador, hasta

    que entraba en calor. Momento que, por otra parte, sola

    coincidir con el inicio de la explicacin diaria.

  • 85

    Sus ojos tienen una forma particular. Unos prpados

    ligeramente cados que le dan cierto aire de tristeza, hasta que

    los combina con una sonrisa que les hace tensarse y as,

    desaparecer cualquier atisbo de melancola.

    El camino que recorra Lorena en su vida estar lleno de

    piedras, como el de todos. Seguro que en ellas tropezar

    cientos de veces.

    Seguro que pensar en quitar esas rocas, como deca Elisa,

    una a una, hasta que luego entienda que no es la solucin.

    Pensar:

    - Cmo no la vi.

    Incluso estar rodeada de tantos amigos que mas de una vez

    se pondrn a quitar juntos todo obstculo que se interponga

    entre ella y el futuro.

    Sea como sea, sus ojos seguirn teniendo ese aire

    melanclico, hasta que alguien le haga sonrer y as, sin

    saberlo, desaparecer cualquier piedra que aparezca ante ella.

  • 86

  • 87

    No es difcil pensar cul es la peor de las pesadillas que yo

    pude tener cuando era nio. Mis miedos casi siempre se

    centraban en seres de otro mundo que amenazaban mi vida.

    Sin embargo, aunque a los ojos de los adultos no dejaran de