NEOLIBERALISMO MONETARISTA. La hegemonía del capital.
Héctor Castaño Salas
Editorial Félix Varela. La Habana
2006
Índice
PRIMERA PARTE
Surgimiento, evolución y fundamentos del proyecto neoliberal.
Capítulo 1. Cambio del patrón de acumulación y redistribución del poder hegemónico
en la posguerra.
- El modelo de acumulación de posguerra.
- El reordenamiento del modelo de acumulación.
- Cambios en las relaciones monetarias y financieras Internacionales.
- Globalización y redistribución del poder hegemónico capitalista.
- El nuevo papel de la hegemonía monetaria y financiera.
Capítulo 2. La evolución del proyecto neoliberal en la práctica.
- Etapa fundacional y ortodoxia originaria.
- Los experimentos neoliberales del cono sur.
- La etapa estatal: la ofensiva neoliberal en el poder.
- Neoconservadurismo y manipulación de la democracia.
- La deuda externa.
- Los ajustes estructurales.
- El Consenso de Washington.
- La nueva política social del neoliberalismo: El ajuste estructural con cara humana.
Capítulo 3. El pensamiento político y social neoliberal.
- La ideología del mercado.
- La visión político-social neoliberal.
- “Public Choice” y estado mínimo: Buchanan, Tullock y Nozick.
- Neoconservadurismo.
SEGUNDA PARTE.
Antecedentes teórico-metodológicos del Monetarismo.
Capítulo 4. El enfoque metodológico.
- Positivismo y el giro empiricista de la macroeconomía.
- El Racionalismo Crítico de Popper.
- El debate sobre el realismo de los supuestos y la perspectiva marshalliana.
- El “F-Twist” metodológico.
- Valoración crítica general.
Capítulo 5. El Sistema Neoclásico.
- Introducción.
- Bases epistemológicas y metodológicas.
- Ideas y características básicas del enfoque neoclásico.
- La “teoría del valor” marginalista.
- Libre competencia y determinación de los precios.
- Mercado de trabajo.
- Valoración final.
Capítulo 6. Evolución premonetarista de la Teoría Cuantitativa del Dinero.
- Los orígenes.
- David Ricardo y la controversia de los metales preciosos.
- El enfoque de las transacciones de Fisher.
- El enfoque del balance de efectivo de Cambridge.
- La reformulación de Wicksell.
- Cuestionamientos convencionales a la ortodoxia cuantitativista.
- Keynes: del “Tract” al “Treatise”.
- Keynes: la “General Theory”.
TERCERA PARTE.
La teoría y la política monetarista.
Capítulo 7. La reformulación cuantitativista monetarista.
- Introducción.
- La renta permanente.
- La estabilidad de la demanda monetaria I (1956).
- La estabilidad de la demanda monetaria II (1959-1970).
- El marco teórico del enfoque monetario.
- El mecanismo de transmisión.
- La tasa de interés en el mecanismo de transmisión.
Capítulo 8. La Tasa “Natural” de Desempleo.
- La Curva de Phillips.
- La reformulación de la Curva de Phillips: La Hipótesis de la Tasa Natural de
Desempleo.
Capítulo 9. La política económica monetarista.
- Recomendaciones de política monetaria.
- Aplicación de la política monetaria.
- La internacionalización financiera y la política monetaria.
- Recomendaciones de política fiscal.
- La contextualización crítica de la política económica.
Capítulo 10. El Neomonetarismo: La Nueva Macroeconomía Clásica.
- Introducción.
- Evolución de la Nueva Macroeconomía Clásica.
- La Hipótesis de las Expectativas Racionales.
- La función de oferta agregada y la proposición de inefectividad.
- El Ciclo Económico.
- Aplicación del modelo neomonetarista.
- Consideraciones generales.
Capítulo 11. El dinero y la inflación desde una perspectiva crítica.
- La crítica al Monetarismo.
- El dinero y la inflación en Marx.
- Desarrollos críticos actuales sobre el dinero y la inflación.
Bibliografía.
Introducción.
Recordando a Michel Foucault, Néstor Kohan (2003) plantea que los discursos no flotan en
el aire, no existe un acceso inmediato a la verdad, sino que los discursos están en
confrontación permanente, por lo que es obligado preguntar a toda propuesta en el ámbito
de las ciencias sociales acerca de en nombre de quien se habla y desde donde se habla.
Preguntas que rompen la inmediatez del sentido común, la ingenuidad de pretender una
posición cientificista universal o técnica pura, sin nombres ni apellidos, sin sujetos, sin
historia, sin ética, sin valores, sin política, sin luchas, sino desde una perspectiva
exactamente opuesta. Una perspectiva que significa la experiencia históricamente
construida como sentido común de la hegemonía del capital.
La experiencia del paradigma funcional al capitalismo al erigirse en sentido común como
expresión de la hegemonía prevaleciente, ha mostrado su habilidad para mediatizar la
critica al neoliberalismo. Así el énfasis en la condena al pensamiento único desde
posiciones anti-neoliberales, ha dejado intacto en buena parte de la crítica lo esencial: la
perpetuación del sistema capitalista y de la hegemonía estadounidense. Es decir, se elimina
todo análisis referido a la contradicción básica capital-trabajo, y por ende, a la explotación
y las contradicciones de clase, al enfrentamiento contra el imperialismo como forma
histórica del capital. Se produce un vaciamiento de toda la carga crítica dirigida a denunciar
al proyecto neoliberal como representación de importantes transformaciones de las
relaciones sociales a escala mundial y dentro de los propios estados nación, que reflejan un
cambio en la correlación de fuerzas que de manera brutal se ha dirigido en beneficio del
capital, específicamente de su fracción hegemónica, el gran capital financiero internacional
junto a las élites políticas del capitalismo avanzado bajo el liderazgo norteamericano.
En el campo de las ciencias económicas, el neoliberalismo-monetarista ha sido divulgado,
debatido y confrontado, como una teoría estrictamente económica. Sin embargo, la
expresión más viva de la eficacia del pensamiento tecnocrático neoliberal radica en la
"naturalización de las relaciones sociales. No se debe subestimar por tanto, como referente
teórico y práctico de un modelo civilizatorio basado en las cambiantes formas de la
hegemonía imperialista, noción de acuerdo a la cual, la sociedad liberal se constituye en el
único orden social posible. Modelo civilizatorio único, globalizado y universal.
El eje central de la ofensiva neoliberal apuntó a contrarrestar la crisis de rentabilidad del
capital de los años sesenta y setenta del siglo pasado, por lo que tiene como objetivo
estratégico asegurar el crecimiento de las ganancias y la acumulación. Se trata en esencia,
de un proceso de expansión e intensificación de la explotación. Pero se aspira además, a su
naturalización, a conseguir que el explotado considere normal su situación, a que la misma
sea vista como el único camino posible e incluso deseable. El capital requiere escamotear
culturalmente el proceso explotador naturalizando el desempleo, la pobreza y la
informalidad. El capital se lanzó en una ofensiva contra el estado de bienestar y sus formas
en los países subdesarrollados “desarrollistas”, que habían intentado crear ciertas
compensaciones que restaban capacidad de apropiación de plusvalía al capital. Así el
sistema capitalista recurrió a la manipulación del consenso social y a la represión abierta
para afirmar su política como la única posible a través de la monopolización de los medios
de comunicación que combinan la sobreinformación y desinformación. En definitiva estos
medios de comunicación son empresas capitalistas que contribuyen al proceso de
producción del sentido común neoliberal necesario para la naturalización del sistema de
explotación
De esta forma, se sentaron las bases de un pensamiento único en política económica a nivel
de gobiernos y en el estudio de la realidad en las universidades y centros de investigación.
Se identificó a la teoría económica con el “mainstream” de la ortodoxia neoclásica,
reducida a mera econometría, a relaciones de variables numéricas sin referencia a sujetos
sociales e históricos concretos. Constituyó en definitiva, una ofensiva política e ideológica
global de colonización desde los puestos de dirección y organización del orden mundial
imperialista hacia la conformación de un nuevo consenso acerca de lo “económicamente
correcto”.
Dentro del ámbito del pensamiento crítico se hizo patente la limitación de la investigación
teórico-económica para aprehender las formas reales de ejercicio de la hegemonía
capitalista neoliberal, de ahí su incapacidad para interpretar y adelantarse a los
acontecimientos de la realidad. Por el contrario, estas formas mas concretas han sido
perfectamente asumidas por los teóricos de esa misma práctica hegemónica como
Friedman, Lucas, Fukuyama y Huntington, entre los mas visibles. La fuerza de sus
planteamientos radica en la capacidad instrumentalizadora de sus análisis acerca de la
hegemonía estadounidense, de la que son intérpretes y voceros. Es precisamente a través
del ejercicio de la hegemonía económica, política, militar, y cultural norteamericana de
donde proviene la fuerza de sus discursos y por tanto, su indiscutible peso teórico y
práctico.
Esta fuerza hegemónica del pensamiento neoliberal, ha sido subestimada dentro del campo
de la economía, al limitarse su análisis a las cortas miras de la subsistencia competitiva de
determinadas escuelas del pensamiento económico. Así, el Monetarismo y su variante de la
Nueva Macroeconomía Clásica, han sido concebidos como limitados reductos teóricos ya
"pasados de moda", y es que la gran mayoría de los economistas comparten con ingenuo
entusiasmo su incapacidad para la construcción del necesario marco de referencia para la
crítica cultural de la economía. Esto significa que la economía, no es solamente una mera
entidad material, tal como se constata en las limitaciones de la crítica anti-neoliberal del
poskeynesianismo. Es ante todo, una producción cultural, una forma de producir sujetos
humanos y órdenes sociales de un determinado tipo. Se trata no sólo de la reestructuración
de la economía en correspondencia con las exigencias del nuevo patrón de acumulación,
sino también, la redefinición de la legitimidad política del discurso hegemónico de un
modelo civilizatorio.
La propuesta contenida en este análisis crítico del neoliberalismo-monetarista apunta en el
sentido de constatar la existencia de un pulso desigual en la colonización del pensamiento
económico, sobre todo en los países subdesarrollados, sometidos a las orientaciones
"científicas" que implican posiciones ideológicas basadas en el énfasis cuantificador
positivista. Partiendo de la interpretación materialista de la historia, en este libro se sostiene
que la verdad se encuentra en invertir la relación entre lo ideal y lo material: no fue el
pensamiento neoliberal el que propició la transformación de las relaciones sociales, fueron
las transformaciones materiales de las relaciones sociales la que dotaron de poder a tales
ideas. El proceso que constituyó el avance arrollador del neoliberalismo a partir de las
décadas de los setenta y los ochenta del siglo pasado, no fue impulsado por la generación
de reglas, normas y principios en un área de problemas dada, sino por las poderosas fuerzas
materiales de la transnacionalización productiva que operan bajo el régimen hegemónico de
las finanzas privadas internacionales, nada alejadas de los intereses económicos de los
principales países capitalistas, con los Estados Unidos a la cabeza.
El cambio a nivel mundial de las relaciones institucionales entre el mercado y el estado, y
entre las empresas y los mercados, no ha sido resultado del proyecto neoliberal ni tampoco
es el efecto de la aplicación de las recetas de la ortodoxia monetarista. Se trata de un
cambio que se fundamenta en su base por una configuración mucho más compleja, que se
identifica como un proceso subyacente de cambios históricos estructurales en la propia
naturaleza del capitalismo. Son estos cambios los que han posibilitado el éxito ideológico
del neoliberalismo y no al revés, aunque no por ello, este último ha dejado de desempeñar
un papel activo de primer orden.
Siguiendo a Therborn (2003), se trata de la emergencia de una nueva etapa del capitalismo
competitivo en la que se distinguen un nuevo papel y una nueva dinámica en los mercados,
esta nueva etapa del capitalismo determina los parámetros de actuación para las fuerzas
políticas del capitalismo actual. El neoliberalismo emerge entonces, como una corriente
particular, dentro de los parámetros de este capitalismo competitivo. Este enfoque enfatiza
los cambios estructurales e institucionales en desarrollo en el capitalismo, sin limitar al
neoliberalismo como la consecuencia de un proyecto ideológico y político determinado.
Esto no menoscaba en lo absoluto, el papel determinante de ciertas fuerzas políticas e
ideológicas, que sin lugar a dudas han contribuido a la catalización de estos cambios y a su
continuidad actual. Por eso, hay que reconocer el significado del triunfo de un proyecto
político e ideocultural de recomposición reaccionaría del capitalismo que representa a
importantes fracciones del capital estadounidense e internacional, dirigido a lograr un
enorme impacto reordenador a nivel global.
El discurso propio de la teoría neoliberal monetarista se basa en las apariencias, se
constituye y teoriza a partir de ellas. Sin embargo, el análisis científico en el campo de la
economía se hace necesario por la distancia que media entre la apariencia y la esencia y por
tanto, para salvar dicha distancia y establecer sus determinaciones y mediaciones. Aunque
se presente como tal, lo inmediato no es contradictorio con lo esencial, salvo para el
pensamiento precientífico. Lo característico del propio reflejo teórico del capitalismo en su
estado actual, es la inmediatez y formalización de las formas y modos político-estatales. La
inmediatez de estas formas sólo es contradictoria en apariencia con las relaciones de
producción. De hecho, el inmediatismo se desprende de la especificidad de las formas de la
esfera de la circulación y del estado. Como las relaciones de producción no se ven
inmediatamente, la tarea de la ciencia consiste en descubrirlas tras los fenómenos.
Consecuentemente con lo anterior, este libro trata entonces de cuestionar la aceptación
acrítica de las teorías y métodos de la economía convencional, más inclinada hacia la
preeminencia de las formas sobre el contenido, de las técnicas sobre el fondo de los
problemas y de las matemáticas sobre las ideas económicas. Frente a una actitud
complaciente y mimética hacia la macroeconomía, este proyecto ha asumido una posición
conscientemente crítica ante la necesidad de someter a su análisis su presentación
convencional, a la manera de un bloque analítico coherente como sistema axiomático
puramente formal, o sea, como juego de relaciones entre signos cuyo contenido consiste en
su modelización con un referente empírico determinado. Como todos sus signos
relacionales no entran en contradicción entre sí, no se anulan recíprocamente. Modelización
carente por tanto, de su condicionamiento histórico y objetivo, de su carácter ideológico,
político y geoeconómico.
En la actualidad, pudiera pensarse en el agotamiento y fracaso definitivo del
neoliberalismo, sin embargo el discurso centrado en la noción estática de los "equilibrios
macroeconómicos", insertado dentro de la insistente "cultura de la estabilidad" generada
desde los centros académicos de punta anglosajones al amparo del "Consenso de
Washington", otorga prioridad explícita a toda medida que pueda generar "confianza" al
capital internacional. El escenario socio-político e ideocultural del capitalismo avanzado,
continúa abriendo paso a las afirmaciones de vigorosa confianza en las virtudes del
mercado para resolver los problemas existentes. El mercado continúa siendo el que puede y
debe orientar la evolución de la sociedad desde afuera de la misma.
Tal como señala Jorge Schvarzer (1999: 64), los cambios que arrinconaron al pensamiento
"progresista", se consolidaron a lo largo de más de dos décadas. Su avance respondió en
parte, como resultado de largas confrontaciones ideológicas, pero las mismas no se pueden
descontextualizar del efecto provocado por ciertas transformaciones en el funcionamiento
de la economía, tanto en el ámbito internacional como en nuestro continente. Estos cambios
modificaron la estructura de poder en la economía y en la sociedad hasta repercutir en el
ámbito de las ideas.
Estos desplazamientos teóricos y cambios prácticos condicionan los nuevos desafíos para el
pensamiento económico en América Latina, pero también suponen un reto creativo para la
construcción de una macroeconomía alternativa para nuestro país. Nuestro análisis no va
dirigido en contra de la estabilidad monetaria ni de una dirección económica competente
técnicamente. Se trata de enriquecer los temas de la estabilización monetaria y de la
macroeconomía en general, pero no desde un reduccionismo técnico-analítico, sino
presuponiendo el reconocimiento del contexto estructural de los cambios que constituyen
su referente socio-político e ideocultural. Desenmascarar como detrás de los disfraces
técnicos que caracterizan la rutina académica de reputadas universidades y centros de
formación en economía por todo el mundo, se diseña en el fondo una justificación
ideológica que oculta el carácter contradictorio y complejo del conocimiento de las
relaciones sociales de producción capitalistas. Produciendo consecuentemente, un
profesional inerme y sumiso ante la funcionalidad reproductiva del sistema.
Lo que está en juego es mucho más que un simple problema académico o un ejercicio
teórico. El neoliberalismo continúa significando no solo la exacerbación del alcance
ideológico y político de la teoría monetarista, sino que propone la reconstrucción de una
concepción fundacional de la sociedad capitalista como única concepción global del
mundo. Se trata de un conjunto coherente de ideas que abarcan diferentes aspectos como
valores, creencias y tradiciones de la esfera cultural, política y económica, conformando
una unidad de legitimación que penetra en diferentes estamentos de la sociedad, actuando
como mecanismo de acatamiento social y preparando el terreno de las relaciones sociales.
Dado lo anterior, el análisis crítico del neoliberalismo y del monetarismo sobrepasa los
límites de su contenido analítico instrumental, que propugna la apología sin freno del
mercado como fórmula ideal y única de asignación de los recursos y su visión tecnomorfa
sobre la naturaleza individualista de los seres humanos.
El análisis crítico del neoliberalismo monetarista se ha desarrollado en diversos ámbitos: en
el de la epistemología y la metodología la ciencia, en el terreno de la teoría y la política
económica, en la vida política y social, alrededor del mundo y dentro de las fronteras
domésticas de los estado-nación del capitalismo avanzado y de los países desarrollados.
Cuanto más omnipresentes son sus efectos, más difícil es la aprehensión de la totalidad de
sus procesos constituyentes. Una voluminosa cantidad de literatura académica ha
proporcionado una descripción consensuada de su fisonomía, pero la gran mayoría, desde
perspectivas reduccionistas a partir de determinados campos de estudio.
Lo anterior reclama la integración de diferentes disciplinas de las ciencias sociales. La
dinámica real del proceso neoliberal, parece funcionar en zonas que caen entre los campos
cubiertos por distintas disciplinas académicas. Por lo tanto, los estudios en este libro han
requerido el franquear las fronteras convencionales entre las mismas, obligándonos a una
labor investigativa transdisciplinaria referida a los ámbitos de la epistemología y la
metodología económica, la crítica de la economía política y la teoría macroeconómica
convencional, la teoría socio-política, y por supuesto, la historia del pensamiento
económico, verdadero eje vertebrador de todo el orden expositivo final.
Por último, esta introducción quedaría incompleta si no declarase que sin el apoyo y el
compromiso solidario de Carlos Ricoy, de la Universidad de Santiago de Compostela,
quien nos facilitó no solo el acceso a la mayor parte de las fuentes bibliográficas utilizadas,
sino que posibilitó durante los últimos tres años condiciones de trabajo y tiempo para la
investigación, este libro que ahora presentamos, NEOLIBERALISMO MONETARISTA.
LA HEGEMONÍA DEL CAPITAL, no hubiera tenido feliz culminación. A él en primer
lugar, queremos agradecer su compromiso militante con el pensamiento crítico y junto a él,
la ayuda (y paciencia) generosa de Salomé García con quien también he contraído
impagable deuda de gratitud. No podría tampoco ignorar a mis compañeros del
Departamento de Desarrollo Económico de la Facultad de Economía de la Universidad de
la Habana, particularmente a los integrantes de la Cátedra de Pensamiento Económico y
muy especialmente a mi maestro, Rolando Ruiz Valiente, y a "mi equipo" de Pensamiento
Macroeconómico Actual. Todos ellos me han aportado mucho para la realización de este
proyecto y me han dado sobre todo, un necesario sentido de pertenencia desde el cual
oriento la brújula de mi pensamiento tercamente crítico.
La Habana-Santiago de Compostela, diciembre de 2005.
Capítulo 1. Cambio del modelo de acumulación y redistribución de poder hegemónico
en la posguerra.
Una buena parte de los estudios que en el campo de las teorías económicas se vienen
desarrollando en los últimos tiempos, asumen las formas idealistas del conocimiento sobre
sus diversos objetos de estudio, limitando su análisis crítico, cuando lo hay, al propio
discurso internalista teorico-práctico sin considerar que la realidad social es determinante
en la construcción de las diversas formas de la conciencia social, concretamente, en su
superestructura política e ideológica. Así se niega de hecho todo condicionamiento a partir
del contexto socio-político desplegado alrededor de determinadas condiciones de
producción y reproducción capitalista, o sea, en la propia dinámica de la acumulación del
capital y del conflicto de clases que emana de la misma.
El modelo de acumulación de posguerra.
La Segunda Guerra Mundial significó un desastre productivo, comercial, financiero y
monetario para casi todos los países, con la notable excepción de los Estados Unidos, quien
se convirtió en el principal abastecedor material de insumos a los países aliados. Esta
guerra marcó la conclusión de un modelo de acumulación agotado y el advenimiento de
uno nuevo que abriría un período de sostenida expansión económica. La guerra asimismo,
significó la continuidad del sometimiento de los países subdesarrollados a una minoría de
países avanzados, entre los que se destacaría a partir de este momento, la consolidación de
la hegemonía norteamericana.
Después de 1945 se asiste pues a un nuevo patrón de acumulación capitalista basado en una
forma de organización productiva a partir de la producción en masa dirigida a un mercado
anónimo compuesto por un público pasivo en cuanto a calidad del producto y ávido de
consumo. En el modelo de acumulación que emerge se introducen significativos cambios
con relación al pasado (Palazuelos et al, 1990:36-38). La estructura económica, tanto desde
el punto de vista de sus características productivas, como en la circulación y el consumo, se
ve alterada. Se efectuaron cambios en la división internacional del trabajo, afectándose las
relaciones entre los países del capitalismo avanzado y los países subdesarrollados, al
tiempo que surgen nuevos organismos económicos internacionales y se amplían las
funciones del estado en el conjunto de la regulación social.
Dentro de la esfera de la producción ocurre una amplia renovación tecnológica y
energética, lo cual facilita una producción crecientemente automatizada a gran escala. La
organización fordista del trabajo alteró significativos aspectos del proceso de trabajo y de la
relación laboral. En la circulación y el consumo se asiste a importantes modificaciones en
los transportes y las comunicaciones, en las redes de distribución y comercialización, en el
crédito y la financiación, en el modo de consumo, etc.
La intervención del estado en la regulación del proceso económico pasa a constituir un
componente básico en la dinámica de la acumulación. A nivel del capitalismo avanzado
esta última no se desarrolla únicamente dentro de las formaciones capitalistas centrales,
sino que pasa al escenario internacional dentro de un esquema de división internacional del
trabajo sobre la base de la internacionalización del capital productivo y las finanzas, la
amplitud de la gestión de las empresas transnacionales y la hegemonía del capital
norteamericano. Los países subdesarrollados por su parte, encontraron grandes obstáculos
para viabilizar la industrialización necesaria para lograr capacidad autónoma de
acumulación y crecimiento económico.
Para los Estados Unidos, potencia que emerge poderosa y victoriosa de la guerra, esta
última representó una oportunidad inesperada de salir de la crisis de los años treinta y de
acelerar la modernización de su sistema productivo con la generalización del sistema
fordista ya esbozado en la década de los años veinte. En la posguerra, todo el sistema
capitalista, comenzando por su porción más avanzada representada por Europa y Japón,
quedó atado detrás de los Estados Unidos a partir de la evolución de la interpenetración de
la acumulación capitalista a escala mundial.
Desde los primeros momentos de la Segunda Guerra Mundial, los planificadores
estadounidenses estuvieron conscientes de que estarían en capacidad de organizar gran
parte del mundo y naturalmente, intentaron explotar estas oportunidades. Desde 1939 hasta
1945, el Consejo de Relaciones Exteriores, que nucleaba a los círculos empresariales y
financieros con proyección internacional, y a los planificadores de alto nivel del
Departamento de Estado, dirigió extensos estudios sobre la situación del mundo en la
posguerra. Todos ellos esbozaron una economía mundial integrada que satisfaría las
necesidades de la economía estadounidense sin modificar la distribución interna del poder,
la riqueza, la propiedad y el control. Los planificadores buscaban la “seguridad nacional”,
pero en el sentido expansivo ya señalado, el cual poco tenía que ver con la seguridad de la
nación (Chomsky, 1996:110-111).
El enfoque que prevaleció en el reordenamiento monetario-financiero a nivel internacional
recogió las tesis defendidas por los Estados Unidos, quienes junto a los 44 gobiernos
participantes en la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas celebrada
en 1944 en Bretton Woods, crearon el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento, luego denominado Banco Internacional de
Reconstrucción y Desarrollo, o simplemente Banco Mundial.
La posición hegemónica norteamericana se puso de manifiesto desde un principio con la
estructura monetaria surgida posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial. El
funcionamiento y la estructura del FMI reflejaban las nuevas relaciones internacionales del
poder que los Estados Unidos comenzarían a ejercer desde una posición central dentro del
sistema.
Durante la década de 1950 el sistema monetario internacional funcionó con suficiente
fluidez, bajo el liderazgo de los Estados Unidos, quienes lograron subordinar al resto de los
países capitalistas dentro de un mecanismo compensador que sostuvo un cierto equilibrio
entre la oferta y la demanda de dólares en los mercados internacionales. La demanda de
dólares se basaba en la dependencia del resto de las naciones de la economía
norteamericana bajo condiciones de neta superioridad de su aparato productivo, el cual
había salido no sólo indemne del conflicto mundial, sino ampliamente fortalecido.
En esta fase fordista se produce un compromiso histórico capital- trabajo, puesto en
práctica por el Welfare State social- demócrata del capitalismo avanzado. Las formas
particulares de esta fase, esbozada en los Estados Unidos a partir de la década de 1930, no
se generalizarían en Europa sino hasta 1945, para finalmente agotarse a finales de los años
sesenta. Sin duda alguna, la conclusión de la guerra y el despliegue de una larga etapa de
recuperación y auge económico, actuaron como factor de moderación política de los
movimientos reivindicativos en los países capitalistas desarrollados. En ellos, las masas
trabajadoras vieron mejorar sus condiciones de vida y la acción del estado posibilitó cierta
redistribución social. Así, sin que implicara por supuesto ningún peligro grave para el orden
económico y político capitalista, se desarrolló cierta institucionalización de la lucha política
y sindical encausada cuidadosamente a través de canales y márgenes de negociación,
llegando incluso al gobierno partidos socialistas o social- demócratas. Todo lo anterior se
enmarcó en la consolidación de regímenes parlamentarios y de diferentes formas de estado
que institucionalizaron las democracias constitucionales burguesas.
La distribución de la riqueza se realizaba a través de acuerdos colectivos, en donde capital y
trabajo convenían el aumento de la productividad y la intensidad del trabajo a costa de
salarios y utilidades crecientes. Los principales partidos políticos y sindicatos eran la base
del desarrollo de la lucha por la distribución de la riqueza social, conjuntamente con la
mediación del estado. La legitimación del estado se aseguraba, por una parte, por una
política de bienestar social contentiva de seguro de desempleo, educación y salud gratuitos,
transporte subsidiado, etc. y por el otro, mediante una política de subsidio a la acumulación
privada del capital.
No obstante, el sistema de regulación del período fordista fue profundamente quebrantado y
dirigido hacia su declive fatal a partir de la interpenetración creciente de los sistemas
productivos en el capitalismo avanzado. Está interpenetración aniquiló la eficacia de las
políticas macroeconómicas tradicionales y sometió al sistema en su conjunto a los
imperativos del mercado mundial. Posterior a la Segunda Guerra Mundial había comenzado
una extensión de los mercados, principalmente el mercado mundial de mercancías. Se trata
de una nueva apertura del comercio mundial bajo la hegemonía y la presión del modelo
norteamericano. El mercado sufrió una significativa expansión, generándose una tendencia
al aumento de la competencia, esto se evidenció empíricamente con el crecimiento más
rápido del comercio mundial sobre la producción.
A su vez, dentro del sistema monetario internacional aparecen determinados problemas, por
una parte, a los Estados Unidos les es imposible lograr un superávit en su balanza comercial
y en los ingresos de las inversiones capaz de compensar el exceso de dólares en circulación
fuera de sus fronteras. La demanda internacional de dólares no fue suficiente para absorber
el aumento de la circulación internacional del dólar. A lo largo de la década de los sesenta
se van reduciendo los excedentes de la balanza comercial, ya para finales de la década se
presenta un déficit creciente considerable, lo cual supone el deterioro del factor que había
sido el contrapeso de las salidas de capital financiero. Se produce la pérdida de la
competitividad norteamericana frente a otros países, principalmente Alemania y Japón.
El aumento de la cotización del dólar encareció las exportaciones norteamericanas y
abarató las importaciones. Otros mercados como el europeo, adquirieron mejores
condiciones de rentabilidad. Esto facilitó las inversiones directas y los préstamos al
exterior. A su vez, la guerra de Vietnam y el sostenimiento de su red de bases militares por
todo el mundo supuso gigantescos gastos para la economía norteamericana.
En general, durante el proceso de quiebra del modelo acumulación estructurado al terminar
la Segunda Guerra Mundial en los países capitalistas centrales, se produjeron cambios en
las bases del aparato productivo. Estos cambios se concretaron en la desaceleración de la
expansión tecnológica, en él quiebre de la organización del trabajo fordista a partir de sus
límites técnicos y sociales, y por último, con los “shocks” del mercado del petróleo quedó
quebrantado el esquema de abastecimiento y consumo energético.
El desarrollo tecnológico de la posguerra había constituido un momento fundamental de la
dinámica de acumulación que emergió con la paz obtenida a partir de 1945. El mismo
influyó sobre la industrialización de los procesos científicos, sobre la relaciones
intraestructurales y las condiciones de la jerarquización productiva a escala doméstica y
mundial y sobre los niveles de productividad alcanzados.
A lo largo de los años sesenta se fue desarrollando la quiebra del fordismo no sólo como
organización del proceso técnico del trabajo, sino además como modo de relación salarial
con la productividad que reflejaba las relaciones establecidas en las negociaciones
colectivas para gestionar el mercado de trabajo. Esto tuvo que ver con los límites técnicos
del sistema organizativo y con la posición de los trabajadores frente al mismo. Se produjo
así una disminución en el incremento de la productividad que afectó las condiciones de
rentabilidad de las empresas, los salarios, la inflación, la demanda de consumo, etc.
Al disminuir las ganancias el capital productivo se vio obligado a tomar cada vez mas
préstamos para enfrentar su rentabilidad decreciente. A su vez, las ganancias de las
empresas comenzaron a colocarse en los mercados monetarios, tanto por los riesgos en los
mercados productivos como por las más elevadas ganancias financieras.De esta forma el
capital tendió a ser suspendido del ciclo productivo y colocado en los circuitos financieros.
De esta manera las deprimidas tasas de acumulación y de rentabilidad coincidían con una
rápida acumulación monetaria. El divorcio creciente entre la acumulación monetaria y la
acumulación productiva creó una espiral de deudas, expresada en una sobreexpansión del
sistema de crédito, corridas especulativas, problemas de endeudamiento y mercados
financieros turbulentos (Gigliani, 2005: 131-132).
De acuerdo a Gigliani, la acumulación de capital en la forma de dinero (D...D) es un
acumulación de capital que está suspendida de la explotación directa del trabajo en la esfera
de la producción. Se produce por tanto, una contradicción entre una lenta explotación del
trabajo y por tanto una lenta expropiación de la plusvalía, con relación a la creciente
acumulación del dinero. Dicho de otra manera, la acumulación de la riqueza en forma
monetaria es una acumulación de créditos monetarios contra una plusvalía que todavía no
fue extraída del trabajo. Es una hipoteca sobre la plusvalía futura.
La reproducción del capital sustentada en el crédito condujo a una situación en la que los
gobiernos se volvieron incapaces de emplear la inflación como una forma de erosionar el
salario real y de devaluar la deuda pública según las recetas neokeynesianas. Esto se debió,
como se verá posteriormente, al nuevo contexto de desregulación del mercado internacional
de capitales, con tipo de cambio flexibles.
Finalmente, los impactos de los shocks” petroleros afectaron la factura comercial de las
economías de Europa y Japón que eran grandes importadoras del petróleo árabe, restando
capacidad competitiva frente a la capacidad comercial estadounidense. Los Estados Unidos
obtuvieron de hecho una revalorización de su pozos petroleros, así como de otras fuentes
energéticas disponibles, permitiendoseles introducir la energía nuclear casi monopolizada
por empresas norteamericanas. Para los Estados Unidos el impacto negativo del “shock”
fue limitado ya que podía lograr su autoabastecimiento con sus fuentes domésticas o con la
importación de petróleo mexicano, país no perteneciente a la OPEP.
También durante la década de 1960, con la desaceleración de la expansión tecnológica y los
límites de la organización del trabajo, se produce una ralentización de los ritmos de
crecimiento en la productividad del trabajo. En correspondencia con los patrones fordistas,
el nivel de salarios tendría que ralentizar su crecimiento para adaptarse a los cambios en la
productividad.
A partir de las recesiones de 1967 y de 1969-70 aparecen en los países capitalistas
desarrollados problemas como el estancamiento, la inflación y el desempleo, que se dejaron
sentir de manera continua en la década de 1970. Antes del primer “shock” petrolero, la
recuperación de los años 1972- 73 fue sólo de carácter parcial, en un marco de crisis en el
sistema monetario, en el comercio y las finanzas y en el sector industrial de las economías
avanzadas. La desaceleración fue particularmente aguda en el sector industrial, mientras
que de forma paralela disminuía el crecimiento de la demanda interna, especialmente de la
inversión.
La tasa de incremento del desempleo aumentó en todas las economías capitalistas
desarrolladas, aunque con marcadas diferencias a favor de Alemania y Japón en
comparación con los Estados Unidos, Canadá e Italia. A su vez la inflación se elevó tanto
en Europa como en los Estados Unidos. Se acuñó el término estanflación para referirse a la
situación de los Estados Unidos y del Reino Unido en donde el estancamiento y el
desempleo confluían junto a la inflación. Con la excepción de Japón, la tasa de ganancia
fue reduciendose al igual que el comercio internacional, el cual redujo su tasa de
crecimiento de manera significativa.
La aparición de la estanflación desatada abiertamente a partir del derrumbe de 1974,
constituyó un fenómeno nuevo, ya que hasta entonces lo que caracterizaba a las crisis era la
reducción del nivel de precios y no su elevación. Este nuevo fenómeno comenzó a corroer
la expresión de valor de la moneda como garantía de la valorización del capital, de los
intereses de la fracción hegemónica de capital financiero, cuyos activos adoptan formas
monetarias o cuasi- monetarias, y de los grandes países acreedores exportadores de capital.
En el terreno de la circulación monetaria se produjeron una serie de devaluaciones de
monedas de varios países industrializados. El presidente de los Estados Unidos Richard
Nixon termina con la convertibilidad dólar- oro sellando él quiebre del sistema de Bretton
Woods, dejando a las fluctuaciones del mercado como regulador básico del orden
monetario. También los movimientos de capitales reflejaron significativas sacudidas,
produciéndose en 1970 una importante caída de las cotizaciones en Wall Street.
En definitiva, las manifestaciones de la crisis se profundizaron y generalizaron en el
período entre 1967 y 1971, extendiéndose por todo el conjunto de los países capitalistas
desarrollados. Los problemas se originaban partiendo o bien de desequilibrios internos del
proceso productivo y circulatorio o bien del propio proceso de internacionalización de
capital. Los límites en el proceso de acumulación anunciaban ya desde este segundo lustro
de los sesenta, el agotamiento del crecimiento económico sostenido por el modelo de la
posguerra. Se abrió una etapa de franco cuestionamiento de las estructuras económicas
establecidas, los organismos encargados de regular las monedas, el intercambio comercial y
las finanzas, así como de la misma hegemonía geoeconómica norteamericana que había
prevalecido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El reordenamiento del modelo de acumulación.
La característica predominante de la economía mundial desde los finales del siglo veinte, es
el desarrollo de un capitalismo mayoritariamente rentista y parasitario (Chesnais, 1996:234-
235), cuyo funcionamiento obedece a las necesidades propias de nuevas formas de
descentralización de capital- dinero. El poder de este capital-dinero es defendido por las
principales instituciones financieras internacionales y los principales estados nación del
capitalismo avanzado.
Se trata de una nueva fase del proceso de internacionalización del capital que implica
significativos cambios cualitativos en las relaciones de fuerza entre el capital y el trabajo y
entre el capital y el estado en su forma de “welfare state”. La necesidad histórica de aceptar
por parte de la clase dominante la intervención masiva estatal en la economía y realizar una
redistribución del ingreso en favor de las mayorías, reconoce darles a los trabajadores
asalariados una serie de derechos, garantías y protección, lo que había conformado un
entorno de relaciones sociales, leyes y reglamentaciones a la libre acción del capital. A
partir de la situación agudizada a través de la crisis de la década de 1970, el capital trató por
todos los medios, si bien al comienzo de forma desigual según los diferentes contextos y
modos de regulación nacionales, de refundar un marco de expansión a su antojo, que le
posibilitara una mayor capacidad de movimiento en el plano internacional.
La superación del agotamiento del llamado modelo de acumulación fordista supuso la
flexibilización- desregulación del mercado de trabajo. Esta crisis, al suponer la
desverticalización productiva y su sustitución por unidades productivas menores y más
flexibles y el desmantelamiento de buena parte del aparato burocrático del estado, conlleva
a nuevas formas de organización y control de los procesos de trabajo y nuevas relaciones
entre capital y trabajo. En lo que respecta a la compra y venta de la fuerza de trabajo, se
pasa a acuerdos descentralizados, sin la mediación de sindicatos de masas, en la
negociación de nuevos sistemas de pago más complejos e individualizados.
Se trata de lo que en palabras de Francois Chesnais (1996:233-234) constituye un régimen
de acumulación mundial nuevo, cuyo funcionamiento está en función de los intereses del
capital privado altamente concentrado, capital tanto en la producción de mercancías y de
servicios, como en forma de dinero. Dicho régimen de acumulación sería resultado de una
nueva fase en el proceso de internacionalización de capital. A nivel de los países centrales
del capitalismo avanzado, sus mecanismos económicos parecen no estar orientados hacia la
acumulación basada en la forma de inversiones generadoras de nuevas capacidades, sino
por el contrario, prevalece un tipo de capitalización rentista.
Para enfrentar el agotamiento de éste patrón de acumulación fue necesario reestructurar los
procesos productivos a través del desarrollo de tecnologías que permitieran una producción
flexible capaz de adaptarse a las nuevas exigencias del mercado. Si en el anterior modelo de
acumulación fordista la oferta crecía más que la demanda, a partir de los 70 tendría que
adaptarse a la demanda, de forma que la producción se haría según las necesidades del
mercado, lo cual establecía nuevas formas en la organización productiva. Comenzó la
obsolescencia de las grandes empresas productoras desde la materia prima hasta el producto
final, a partir de una estructura verticalizada, con grandes redes burocráticas y costos de
producción y administración de personal. En su lugar, se van imponiendo estructuras de
producción posfordistas más flexibles que responden con eficiencia y agilidad a las
necesidades del mercado, ofreciendo productos personalizados y a bajo costo.
Junto a la sustitución de las estructuras verticalizadas de la producción fordista, aparece un
tipo de trabajador altamente calificado y especializado. Se hizo necesario desregular las
estructuras de negociación de compra y venta de la fuerza de trabajo. Esto supuso aplastar
la resistencia de los sindicatos, opuestos al desmantelamiento de sus estructuras de
negociación, al mismo tiempo que la eliminación de todo tipo de obstáculos que impedían
la libre negociación entre el trabajo y el capital. La mayor parte de la estructura del
denominado estado de bienestar tendría que ser sustituida por otra. Se puso en marcha todo
una política encaminada al desmantelamiento de las anteriores estructuras de negociación
de compra y venta de la fuerza de trabajo. En general, la crisis del patrón de acumulación
exigía una fragmentación económica, social y política en correspondencia con la necesidad
de un nuevo patrón de acumulación.
El reordenamiento capitalista mundial se manifestó en un reforzamiento del poder
económico de los principales países del capitalismo avanzado. Esto conllevó al tránsito
hacia una nueva era industrial basada en modos productivos con cambios tecnológicos
innovadores y muy flexibles. Junto al dominio de esta dinámica tecnológica, estos países
han desplegado procesos de mayor concentración de los flujos internacionales de comercio
y capitales.
El análisis del núcleo central de la crisis obligó a considerar el importante proceso de
reestructuración tecnológica industrial operado en los principales países capitalistas
desarrollados, vinculado al nivel de contradicciones y rivalidades propias del proceso
acumulación de capital, tanto a escala nacional como internacional. Este proceso de
reestructuración de la acumulación capitalista central, paralelo a la internacionalización del
capital productivo y financiero, alteraron el conjunto de las relaciones internacionales y la
división internacional del trabajo, que conectaron desigualmente a los países y regiones
centrales y periféricas.
Posterior al proceso de industrialización, que culmina en los países del capitalismo
avanzado a finales de los años sesenta, comenzó un proceso de desindustrialización
relativa, lo que ha sido denominado como el surgimiento de la economía posindustrial, la
cual implicó una nueva relación entre los mercados y las empresas. Menos los servicios
sociales y los públicos, los servicios privados comienzan a efectuarse en pequeñas
empresas más dependientes del mercado y de la demanda. Se introducen nuevas
tecnologías de funcionamiento electrónico y computarizado mas flexibles en la producción,
lo que conllevó a una mayor adaptabilidad a las demandas del mercado. Este proceso
significó un impacto en la dinámica macroeconómica del capitalismo avanzado, al
modificar las relaciones de poder entre las empresas individuales y el poder del mercado
(Therborn,2003:33).
Esta marcada tendencia hacia la agotamiento de la dinámica de la acumulación capitalista a
partir de la década de 1970, convirtió al cambio tecnológico producido, caracterizado como
núcleo de la recuperación (flexibilidad) capitalista, en parte importante de la respuesta que
el sistema proporciona ante el reto de la superación de la crisis.
En los años setenta tienen lugar cambios en las modalidades de inversión y en la estructura
de numerosas grandes empresas industriales. Ante la necesidad de aumentar los beneficios
en un contexto de caída de la tasa de ganancia en los países capitalistas industrializados y
de aumento de la competencia, ante las posibilidades creadas por los avances en las
comunicaciones y en el procesamiento de datos, se crean filiales-talleres que asumen el
desarrollo de partes del proceso productivo, ensamblándose el producto final de manera
centralizada. Cada fragmento del proceso productivo se localizará donde su costo absoluto
sea menor.
Además se desarrollan redes de filiales especializadas con medios de producción flexibles
gracias al cambio tecnológico que introduce una nueva generación de medios de
producción capaces de ser reconfigurados rapidamente para la realización de distintas
tareas, lo que posibilita pasar a la producción de diferentes modelos y obtener altas
productividades con costos menores de cada producto, dirigidos para el mercado mundial.
El proceso de producción pasa a desarrollarse en diversos espacios nacionales y donde el
mercado es ahora el mundial. Esto facilita la rearticulación del bloque dominante a partir de
la alianza del gran capital financiero y el gran capital productivo internacionalizado. La
estrategia norteamericana estuvo enfocada no solo a priorizar una transferencia de
excedente del capital productivo hacia el capital financiero, lo cual habría provocado una
oposición del capital productivo en alianza con la clase obrera, sino tambien a una ofensiva
neoliberal del capital contra el trabajo. La rearticulación del gran capital financiero y el
gran capital productivo se produce a partir de una transformación en la posición estructural
del segundo en las economías nacionales.
Lo anterior se da a través del hecho de que la circulación internacional de mercancías debe
superar las barreras aduaneras a nivel de los diferentes países. Esto lleva a las fracciones del
capital industrial que venden una proporción significativa de su producción en el exterior, a
presionar a sus gobiernos a que produzcan la apertura económica en los restantes estados.
La internacionalización del proceso productivo provoca el establecimiento de un régimen
de comercio lo mas liberalizado posible. Las exigencias de las diferentes fraccione del
capital internacionalizado terminan configurando una política que tiende a la estructuración
de un mercado mundial capitalista unificado en torno a la capacidad de maniobra de estas
fracciones y con mínimas interferencias de los estados.
Se produce una nueva expansión del mercado mundial capitalista, en donde los estados van
a priorizar la reproducción de la fuerza de trabajo de manera de atraer la mayor cantidad
posible de capital transnacional y de propiciar el desarrollo de las condiciones de operación
del capital en cuanto a la infraestructura, regulaciones legales para preservar la propiedad,
estructura fiscal favorable, etc, abandonando su antiguo papel de proteger e impulsar la
reproducción ampliada del capital que opera en su territorio. Dado que para el capital se
propicia total libertad de movimiento y no asi para la fuerza de trabajo, se produce una
caída en el promedio de los salarios, un acrecentamiento en la concentración del ingreso y
en las desigualdades regionales y nacionales. La restructuración del mercado mundial en
función del capital transnacional tiene que ser el resultado de la acción de los estados.
Estos, controlados por el bloque dominante que detenta el poder, dependen en gran medida
de “su capital” internacionalizado, por lo que al impulsar el gran capital transnacional una
política común, esta será asumida por el conjunto de los grandes estados capitalistas.
La combinación de los cambios tecnológicos y de carácter organizativo produjeron
importantes modificaciones en el modo de producción. Siguiendo a Monreal (1990:96-97),
estos son los siguientes:
1. Las corporaciones transnacionales junto a los países capitalistas desarrollados reforzaron
su dominio sobre la producción y el mercado de los nuevos productos y servicios,
controlaron el proceso de difusión de la nueva tecnologías, estableciendo la dirección y
condiciones de su avance.
2. Se aceleraron los procesos de concentración y centralización del capital como parte de la
reestructuración de la economía capitalista.
3. Dinamización y flexibilización de la integración global transnacionalizada de la
producción y los servicios. Aumento del grado de la eficiencia con que pueden ser
separados en tiempo y espacio las distintas etapas de un proceso dado, para posteriormente
integrarse en un producto final en cualquier lugar del planeta.
4. La producción capitalista actual no requiere de una masa permanente de fuerza de trabajo
a nivel internacional, sino de un llamado “grupo central” funcionalmente flexible y
adaptable a los cambios tecnológicos, y de un “grupo periférico” numéricamente flexible
para su ajuste a los cambios del mercado.
5. Reforzamiento de una escala jerarquizada de la producción a nivel mundial, en donde los
principales países capitalistas desarrollados monopolizan las tecnologías más avanzadas. Al
mismo tiempo se produce un desplazamiento de actividades sin modificarse su carácter
jerárquico ni las diferencias cualitativas entre los distintos niveles.
6. Reducción del peso de los salarios en el costo total, abaratándose la producción en los
países capitalistas desarrollados.
Por otra parte, el desarrollo paralelo de la crisis estructural ha tenido como respuesta por
parte del capital las políticas económicas neoliberales implementadas a nivel mundial.
Siendo la crisis global, ha generado una determinada respuesta global del capital. El
neoliberalismo ha facilitado la flexibilidad y el ajuste temporal del sistema capitalista ante
la crisis, a través de la mayor capacidad y acción de los componentes mayores
representados por los monopolios y los más dinámicos, es decir, la esfera financiera de
capital. “Independientemente de sus modalidades específicas, la aplicación generalizada del
liberalismo económico a nivel internacional ha posibilitado en el fondo una convergencia
en todos los ordenamientos internos que de hecho facilita enormemente el carácter cada vez
más transnacionalizado de la acumulación capitalista contemporánea y el reordenamiento
económico internacional a ella asociado ( Monreal, 1990:98).
El capitalismo en su funcionamiento requiere de la intervención de una autoridad que
representa el capital globalmente considerado. De ahí la imposibilidad de separar al estado
del capitalismo. Las políticas del capital y del estado que actúa como representante de
dicho capital, tienen una lógica propia, expresada por estadios. Dicha lógica es la que
explica porque la expansión del capital genera empleo o desempleo en ciertos momentos.
No obstante, dicha lógica no es la expresión de abstractas “leyes del mercado”, sino la
exigencia necesaria del beneficio del capital que se expresa en determinadas condiciones
históricas. El incremento del desempleo de las últimas décadas no ha sido provocado por el
mercado, sino por las estrategias del capital. Para el estado capitalista, el desempleo es un
instrumento necesario para la destrucción de los logros del movimiento obrero. Así
también, en la periferia del sistema capitalista, la pobreza y la distribución desigual de los
ingresos no constituyen efectos negativos causados por errores en la implementación de
determinadas políticas, sino resultado de la propia lógica del sistema (Amin, 1999:31).
La anterior valoración exige reflexionar si las políticas de la posguerra hasta el presente,
apoyaron la expansión capitalista o bien lograron que se abarcara las condiciones impuestas
por las relaciones sociales específicas de una fase de prosperidad que comprendería desde
el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970 y otra fase de crisis iniciada a
mediados de los 70.
La repercusión de este proceso sobre los países subdesarrollados ha constituido uno de los
objetivos básicos de la transnacionalización del capital. Ha sido precisamente la
organización de un proceso productivo a escala mundial basándose en su posesionamiento a
nivel nacional allí donde su costo es menor, lo que posibilitó la recuperación de la tasa de
ganancia a través de la ofensiva neoliberal contra el trabajo sustentada en la competencia de
los trabajadores con niveles de salarios diferentes y la ampliación del ejercito industrial de
reserva allí donde es mayor la resistencia al deterioro de las condiciones de vida y de
trabajo. Se produjo así el quiebre del modo de acumulación anterior en la periferia centrado
en la ampliación del mercado interno y el intento de diversificar su estructura productiva, y
su sustitución por un modelo basado en las exportaciones, que no es nuevo. Este
esencialmente, fue el imperante hasta la crisis de 1929-1933, aunque para muchos se
mantuvo hasta el presente, lo que conllevó a una simplificación de la estructura económica
de las regiones de cada país que lograron su inserción en el mercado mundial, una elevada
concentración del ingreso, depauperación de las condiciones de vida y de trabajo y una
extrema dependencia de la demanda externa.
Cambios en las relaciones monetarias y financieras internacionales.
Se podría afirmar junto a Gowan ( 2000:30-33 ) que la relación entre el sistema productivo
y el sistema financiero constituye una relación en la que el primero es determinante, pero el
segundo es dominante. El primero es determinante porque produce la corriente de valor a
partir de la cual los capitalistas que actúan en los mercados financieros obtienen sus
beneficios, directa o indirectamente. A su vez, el sector financiero es dominante, porque
canaliza los ahorros pasados y el nuevo dinero crediticio ficticio, y determinando quien
obtendrá los flujos financieros y quién no. A pesar que las relaciones de poder reales entre
los dos sectores están en parte determinados por el ciclo económico, las relaciones de poder
entre ambos, están significativamente marcadas a nivel de las relaciones sociales de
producción. El estado, mediante un proceso muy politizado, favorecerá los intereses del
capital dinero o bien del capital productivo, y entre el capital dinero y los restantes
componentes del sistema crediticio. El estado a su vez, también tomará decisiones acerca
de la estructura interna y de las interacciones producidas dentro del propio polo del capital
que actúa en los mercados financieros.
A partir de lo referido en el párrafo anterior, surge otra distinción muy significativa entre
las carencias y los ritmos de los dos tipos de flujos financieros conectados a estos dos tipos
de circuitos. Dentro de los mercados financieros existe una tendencia a lograr rápidos
rendimientos y a mantener el capital de la forma más líquida posible. Dentro del capital
productivo se intenta establecer circuitos a más largo plazo, particularmente en lo referido a
los fondos para la inversión en capital fijo, que rendirá su máximo valor sólo al cabo de
muchos años. La tendencia del primer grupo es a generar flujos de “dinero caliente”, muy
sensibles a cambios en su entorno, mientras que el segundo tiende a generar flujos fríos y
largos, que tienden a ser sólidos ante cambios en su entorno.
Por otra parte, dentro del sector productivo, se encuentra la relación entre capital y trabajo,
fundamental con relación al funcionamiento del sistema capitalista real. También la
relación entre el capital que actúa en los mercados financieros y el sector productivo, es
otra relación social fundamental para entender los conflictos actuales dentro de las
sociedades capitalistas, lo que requiere de tomar en cuenta estas relaciones sociales entre el
sector financiero y el resto de la sociedad.
Si bien el final de la Segunda Guerra Mundial prevalecían las fuerzas que favorecían al
sector productivo, a partir de la década de 1970 se produce la resurrección del sector
financiero, transformándose no sólo las relaciones de poder institucional entre el capital
dinero y el capital productivo, sino el propio papel del estado y las relaciones entre las
clases a través de toda la sociedad.
La comprensión de este problema, requiere la consideración acerca de que las cuestiones de
diseño social e institucional no se resuelven exclusivamente a escala nacional. Por el
contrario, se trata también de una actividad del sistema interestatal, dado que los fondos
pueden moverse con mayor o menor libertad de una zona monetaria nacional a otra, ya que
el polo del capital que actúa en los mercados financieros sólo desempeña su papel cuando
actúa como dinero y cuando los agentes económicos privados pueden convertir las monedas
de unos estados en las monedas de otros, por lo que las relaciones financieras domésticas
pueden afectarse por poderosas influencias provenientes de los sectores financieros de otros
estados capitalistas.
El neoliberalismo reflejó la transformación de las relaciones entre el polo del capital dinero
y el sector productivo de los capitalismos nacionales a partir de los años 70, sin embargo,
esta transformación se ha producido en conexión con los profundos cambios en las
relaciones monetarias y financieras internacionales.
Lo anterior hace necesario destacar la interrelación entre las transformaciones generales del
capitalismo a nivel mundial con los cambios ocurridos en el escenario financiero
internacional desde una perspectiva histórica que abarca desde finales de los años 60 e
inicios de los 70 del siglo pasado hasta la actualidad. Con la declinación del ritmo de
crecimiento de los países capitalistas avanzados, se fue transformando la estructura
financiera internacional entre la banca privada principalmente y las economías
subdesarrolladas demandantes de créditos externos.
Primeramente se produjo el debilitamiento de las economías capitalistas avanzadas entre
1968 y 1971 conjuntamente con la ruptura del mercado del oro en 1971. Como sintetiza
Jorge Schvarzer ( 1999:66 ), la hegemonía del capital financiero sobre el funcionamiento
del sistema se manifestó en importantes cambios que ocurrieron en el sistema monetario
financiero de los países capitalistas centrales en la década de los 70 del pasado siglo. El
primer punto de quiebre de este avance puede ubicarse en la decisión del presidente Nixon
de suprimir la convertibilidad del dólar en oro. Esa medida generó una desconfianza inédita
en el dólar y una fiebre alcista de los mercados de materias primas que culminó en la subida
de los precios del petróleo.
Samir Amín ( 1999 ) sostiene que si durante un período determinado se sostuvo la
estabilidad de los tipos de cambio, esto no correspondió a la adecuación del sistema de
Bretton Woods, sino al poder económico de Estados Unidos. Poder que fue reforzado por la
convertibilidad del oro al dólar y por los controles sobre los movimientos de capitales en
Europa, mantenidos hasta que finalizó la reconstrucción europea y que este continente
estuvo en condiciones de abrirse al exterior. Este movimiento propició el declive relativo de
los Estados Unidos y el sistema mundial pasó de la escasez a una excesiva disponibilidad
de dólares. Con el comienzo de la crisis con la erosión de las bases de la prosperidad de
posguerra a finales de los años 60 antes de la crisis del petróleo de 1973, se produce el
colapso de la oportunidad para la inversión productiva. El déficit norteamericano, que
conllevaba que el mercado dispusiera de un exceso de dólares, junto a la crisis de inversión
productiva, provocó una masa de capital flotante que obligó en 1973 que optar por tipos de
cambio flotantes fuera perfectamente racional, pues posibilitó que la gigantesca masa de
capital flotante encontrara su salida en la especulación financiera. Sin apertura financiera y
sin tipos de cambio flotantes, sostiene Amín ( 1999:36 ), el peso letal que suponía esa masa
dinero habría agravado la crisis.
Con el paulatino desarrollo del mercado de eurodólares, que respondía a la preocupación
soviética de obtener rédito de sus reservas sin tener que depositarlas en los Estados Unidos.
Se trata de un mercado autorizado en Londres desde los años cincuenta, en el que los
bancos operan en moneda extranjera y quedan excluidos de las reglamentaciones del banco
central. Los bancos privados actuarían por tanto sin la exigencia de constituir reservas
obligatorias. La oferta de dólares en este mercado provenía de las instituciones y empresas
norteamericanas y de las reservas en dólares de los bancos centrales. La demanda en dicho
mercado se constituye en buena medida respondiendo al financiamiento privado de los
desequilibrios externos, el cual se eleva cuando se produce un rápido desarrollo del déficit
de la balanza de capitales de Estados Unidos durante la segunda mitad de los años sesenta,
y este se incrementa aun mas con la subida del precio del petróleo en 1973.
Así, durante la década de 1970 se inicia el sistema de paridades flexibles y de tasas de
interés fluctuantes dentro del mercado financiero internacional, en el cual los organismos
multilaterales pierden el control sobre el proceso de privatización de los circuitos
financieros externos de los países subdesarrollados. Esto constituyó un catalizador de las
potencialidades especulativas y flexibilizó la expansión monetaria de los países capitalistas
desarrollados, principalmente los Estados Unidos. En estos años el euromercado presenció
un crecimiento sustancial de sus operaciones, en las cuales fueron dominantes las filiales de
la gran banca norteamericana, liberadas de las restricciones para acometer operaciones
internacionales desde su propio territorio nacional. El euromercado se relaciona con la
movilización de grandes masas de recursos monetarios a bajo costo y con altas ganancias,
resultado de los movimientos de las grandes empresas transnacionales comerciales y
financieras. En estos años los principales países capitalistas implementaron políticas
económicas restrictivas y proteccionistas mientras se asistirá a una caída de los índices de
rentabilidad empresarial, los cuales significaron una disminución del ritmo de crecimiento
económico y del comercio.
Frente al yen japonés y el marco alemán, el tipo de cambio del dólar sufrió una
devaluación, reflejando el intento de la economía norteamericana de frenar su pérdida de
competitividad comercial externa. De manera paralela se produce una disminución de la
demanda de fondos de inversión junto al mantenimiento de la inflación en los países de la
OECD, lo que provocó un exceso de liquidez internacional controlada por la banca privada.
Con el fenómeno de la afluencia de los petrodólares, este proceso desembocó en el aumento
de la oferta de recursos financieros. Es la excesiva disponibilidad de recursos por parte de
la banca privada transnacional, en momentos en que prevalecían circunstancias recesivas en
los países capitalistas desarrollados, lo que propició el otorgamiento de préstamos en
condiciones relativamente poco restrictivas en cuanto a costos y plazos hacia los países
subdesarrollados.
El sistema de crédito había subordinado a la moneda. Las formas monetarias eran
sustancialmente formas de crédito y el conjunto de la circulación del capital y de las
mercancías atravesaba al sistema financiero. Bajo estas condiciones, el sistema financiero
se constituye en medio destacado de descentralización y desvalorización del capital. El
impetuoso crecimiento de los recursos por parte de la banca transnacional tiene una
importante fuente de ganancias en los países subdesarrollados, en las inversiones en los
países desarrollados y en los ingresos de los trabajadores y otros grupos sociales. Una de las
condiciones para qué estas ganancias puedan generarse de manera creciente, es la mayor
penetración de los sistema financieros de los estados nación por el capital financiero
internacional.
Se produce así una impactante expansión de los mercados financieros internacionales que
comenzó con el déficit público de los Estados Unidos financiando la guerra de Vietnam.
Mediante las innovaciones tecnológicas en los negocios y la gestión financiera, los
mercados financieros han llegado a enormes proporciones de su riqueza y recursos. Los
mismos se caracterizan por ser mercados muy competitivos y por su profundo cambio
producido en la relación entre los mercados y los estados nacionales. Estos últimos han
llegado a empequeñecerse dentro de éste mercado financiero mundial, lo cual los ha hecho
muy dependientes de la confianza que en ellos depositan dichos mercados para poder
implementar sus políticas. Ésta fuerza ha estimulado la onda de las privatizaciones, que
también ha conllevado a un profundo cambio en las relaciones de fuerza entre los mercados
y los estados.
El proceso de transnacionalización económica ayudó a conformar un sistema mundial
“globalizado” cada vez más centralizado en torno al núcleo financiero hegemónico
internacional. Se patentizó así la tendencia hacia la autonomía relativa del capital financiero
en el sistema capitalista mundial. Si en el pasado, las finanzas internacionales se movian en
función de los procesos productivos o de comercio, a partir de los años setenta la autonomía
creciente de los flujos financieros con relación a los flujos económicos reales fue
considerable. Unido a esto está el hecho del mantenimiento a partir de esta década, de una
altísima permisibilidad financiera en cuanto al acceso al crédito externo por parte de
algunos países subdesarrollados hacia la banca privada internacional.
En lo anterior se manifestó la percepción de un mayor riesgo de las colocaciones de la
banca privada internacional en América Latina, paralelamente a la puesta en marcha de
nuevas disposiciones legales para regularla en los Estados Unidos, que apuntan a
internacionalizar aún más a la gran banca privada internacional lídereada por la gran banca
estadounidense.
La liberalización de los cambios de moneda junto a la de los mercados financieros, generó
una gran movilidad del capital con una visión de muy corto plazo en la búsqueda de
beneficios. Desde la crisis del sistema de Bretton Woods, el 88% de todas las transacciones
financieras a escala mundial han sido de tipo especulativo, contrastando con la
correspondiente a las anteriores, las cuales en un 90% correspondieron a transacciones
comerciales y de inversiones productivas. Dicha liberalización de los sistemas de cambio
de moneda, al igual que la movilidad de capitales, creó un clima financiero inestable y
favorecedor de la especulación no productiva. Se produce cada día una movilidad de
capitales financieros mayor que las reservas monetarias de los principales países
capitalistas pertenecientes al Grupo de los Siete. Este mercado de capitales financieros dicta
la pauta del comportamiento monetarios de los países, penalizando a aquellos países que se
desvían de lo que se consideran como comportamientos” racionales y maduros”. De allí que
se convierta en un objetivo básico de los gobiernos el ser aceptado por estos mercados (
Navarro,2000:158 ).
Durante la década de 1980 se producen cambios en las tendencias de algunos indicadores
monetarios y dentro del sistema financiero internacional con la liberalización del mercado
bancario norteamericano. Estos cambios se inician con la nueva administración republicana
de Ronald Reagan que revaluó el dólar y mantuvo tasas de interés reales positivas por
encima del 4% anual. Esto posibilitó paliar el financiamiento del aumento del déficit fiscal
y del déficit externo en cuenta corriente. Con la oleada de préstamos domésticos y externos,
el crecimiento y la productividad de la economía norteamericana se recuperaron pero a
costa del acrecentamiento de la deuda global norteamericana junto a un número
significativo de quiebras y fusiones empresariales y bancarias.
La banca transnacional dirigió sus operaciones hacia las condiciones más rentables que
ofrecía el mercado norteamericano, lo que significó la afectación radical de sus flujos hacia
los países subdesarrollados, encontrando en los movimientos de los indicadores monetarios
y financieros internacionales, oportunidades especulativas altamente lucrativas. Fueron los
grandes bancos norteamericanos, los que liderearon estas operaciones en el nuevo contexto
de la desregulación financiera internacional. Fueron precisamente los abultados y crecientes
flujos financieros provenientes de todo el mundo hacia los altos niveles de rentabilidad y
poder adquisitivo sobrevaluado del dólar, los que crearon las condiciones financieras que
permitieron a la economía estadounidense impulsar y liderar aceleradamente su estrategia
de avance tecnológico.
Globalización y redistribución del poder hegemónico capitalista.
En la configuración del proceso globalizador los estados continúan teniendo un papel
fundamental. Problemas atribuidos a la globalización, pasan por una intervención política a
nivel de cada estado. Cuando se asiste a la implementación de políticas impopulares de
carácter neoliberal, justificada como las únicas posibles debido a la globalización, estamos
ante una posición ideológica en función de los grupos económicos y clases sociales que
controlan las instituciones y representan la hegemonía política del proceso de
internacionalización del capital.
Esta hegemonía presenta múltiples facetas y opera a distintos niveles complementarios, que
no pueden reducirse a “eficiencia económica” o a “competitividad” en el mercado mundial,
ni el dominio monetario y financiero es el único instrumento que debe ser considerado.
El concepto de hegemonía es fundamental para la crítica del capitalismo al referirse al
contexto de las relaciones de poder desde el punto de vista de las actividades que resultan
esenciales para la reproducción del sistema capitalista, cuyo control implica el
mantenimiento del liderazgo económico a nivel internacional.
La recuperación del concepto de hegemonía resulta fundamental para explicar la situación
actual. La hegemonía es una construcción social que tiene en la coerción en el consenso sus
medios generales de acción. Poe hegemonía mundial se entiende la capacidad de
determinados agentes sociales para convertir su proyecto de organización de la sociedad en
el proyecto generalmente aceptado. La hegemonía esta constituida por tres dimensiones
principales: la político-militar, la económica y la cultural (Ornelas, 2002).
Lo anterior posibilita evitar los enfoques reduccionistas no sólo de la economía
convencional, sino también de buena parte de la producción teórica crítica, que tienden a no
considerar la importancia de las relaciones poder en sus análisis de los procesos
económicos.
Por lo general, el campo de la crítica de la economía política se sitúa general,emte en un
terreno teórico abstracto limitado a captar las determinaciones económicas del proceso de
acumulación de capital. Pero tanto los cuerpos conceptuales como los diferentes temas, son
incapaces de romper con la esencia epistemológica del pensamiento neoliberal. Esta
limitación para desarrollar un pensamiento crítico desde perspectivas epistemológicas y
metodológicas, distintas a la del pensamiento dominante, lleva a asumir temas
fundamentales donde las relaciones de poder y las formas y contenidos de la hegemonía
están ausentes.
Analizar el sistema capitalista, como un sistema de organización y dominación social, es un
paso fundamental para trascender sus propios fundamentos, por lo que se hace
indispensable comprender las modalidades de dominación políticas del capitalismo y las
estrategias de control y uso de los territorios, no solo como territorios físicos, sino también
culturales.
La formulación del concepto de hegemonía presupone la inclusión de los aspectos
cualitativos del conflicto de poder que subyace en las relaciones económicas
internacionales capitalistas. Explica los procesos multidimensionales (dotación de recursos
económico- financieros, relaciones políticas y militares y la dimensión cultural) mediante
los cuales se ejerce el accionar de un agente (o coalición de agentes) sobre la misión
socialmente aceptada, y por tanto, dominante. En este sentido hacemos nuestra la definición
de hegemonía como la capacidad de las coaliciones formadas por empresas y sus estados de
determinar las tendencias generales de reproducción de la sociedad capitalista en escala
mundial ( Ornelas, 2005:4).
Resulta imprescindible en tal sentido, rescatar las superación de la fetichización de las
relaciones sociales. De manera tradicional, la hegemonía ha sido conceptualizada como
medida de "relaciones objetivas" referidas a la potencia militar o económica de las
naciones, dando como resultado una visión cosificada de la misma bajo la forma de una
correlación de fuerzas. En éste sentido "es central la idea de "visión del mundo" como
expresión de un complejo de relaciones sociales, que trasciende la correlación de fuerzas, e
incorpora la existencia de sujetos con proyectos de sociedad que se disputan la hegemonía"
(Ornelas, 2005:5).
Para Gramsci, la clase burguesa consolida su gobierno a través de un proceso de hegemonía
ideológica, de la movilización del consentimiento espontáneo a través del funcionamiento
de las instituciones de la sociedad civil. La hegemonía se proyecta como conjunto de
actividades prácticas, teorías, visión del mundo, mediante las cuales la clase en el poder
ejerce su dominación, intentando reproducir en diferentes planos, político, ideológico,
económico, militar, la perpetuación de las relaciones de producción capitalistas y la
dominación de clase del estado burgués.
En el estadio actual del patrón de acumulación prevaleciente, el estado burgués, como
esfera donde se organiza el poder de clase mediante la coordinación de las diferentes
fracciones en un bloque de poder, ha logrado producir un consenso a través de formas
selectivas de conocimiento social modelando la práctica de la ideología y la política
neoliberal. Estas tienen como fin, garantizar las condiciones para la continuidad de la
acumulación de capital y el mantenimiento de las relaciones capitalistas de producción en
función de las nuevas condiciones históricas creadas en la década de los años setenta del
siglo pasado.
Compartimos el análisis que plantea lo insuficiente de la argumentación acerca del declive
de la hegemonía norteamericana referida únicamente a las relaciones económicas, que
reducen el capitalismo estadounidense al ámbito de lo nacional. "Los desequilibrios
macroeconómicos también pueden ser leídos como indicadores de una posición de fuerza
de los agentes dominantes de ese país, especialmente en lo que toca a una capacidad de
endeudamiento casi ilimitada y al papel del dólar como dinero mundial. En todo caso, aún
cuando ésa posición de fuerza se erosiona crecientemente, tales desequilibrios atañen mas
al bienestar de la población y a la rentabilidad de los pequeños y medianos entes
económicos, que a las bases productivas y a las fuentes de beneficios de las grandes
corporaciones" (Ornelas, 2005: 6).
La ignorancia de lo político explica que el debate acerca de las ventajas y desventajas de la
internacionalización y regionalización de la actividad económica, sea poco productiva si no
se considera que, quien y como se las controla.
Hay que tomar en cuenta que el capitalismo da lugar a tendencias antagónicas, en donde el
equilibrio de fuerzas existentes en una coyuntura histórica particular, determina la dirección
final del sistema. Por eso, la acción superestructural interventora del estado dispone de un
gran potencial para regular los resultados. Sin embargo, a pesar de lo anterior, Marx
distinguía entre la tendencia dominante y las diversas tendencias subordinadas
contrapuestas, estas últimas, operando dentro de los límites establecidos por la primera.
Como la tendencia dominante surge de la misma naturaleza del sistema, las tendencias
subordinadas se canalizan en una dirección determinada. Lo cual no significa que no
puedan funcionar perfectamente cómo tendencias opuestas dentro de ciertos límites. Por
tanto, la intervención estatal tiene un potencial limitado dado su subordinación a la
dinámica intrínseca del sistema.
El análisis científico que subyace en este acercamiento, parte de concebir al estado como
uno de los momentos o manifestaciones de la contradicción fundamental entre la
socialización del proceso de trabajo y la apropiación privada de los medios de producción y
del producto del trabajo. Tal como ha sido retomado por el pensamiento crítico, constituye
la forma última de la contradicción que aparece desde el primer capítulo de El Capital entre
valor y valor de uso, por lo que se puede afirmar que todo El Capital consiste en estudiar
sus metamorfosis. En la génesis dialéctica de la forma valor se explica la génesis de la
norma política o de la forma estado ( Lojkine, 1979:78 ). El ejercicio del estado “por
encima de las clases” no es más que un aspecto de la misma relación dialéctica entre la base
económica y su superestructura, entre las relaciones de producción y las formas
enmascaradas y autonomizadas de la política engendrada por esta.
El análisis del estado supone el análisis de las clases sociales. En el plan de Marx viene
después del análisis dedicado al crédito a nivel del tercer tomo de El Capital. Es
precisamente en el análisis del crédito donde aparece por primera vez la determinación
social del estado como forma desarrollada de la producción capitalista, como condensación
del conjunto de relaciones de producción. La intervención del estado aparece como la
forma más desarrollada de la socialización capitalista, después de la sociedad por acciones
y el monopolio.
El estado es una relación social interclasista que supone la relación entre las clases
fundamentales, principalmente entre el capital y el trabajo, con sus respectivos sectores y
fracciones. Se trata entonces, de una relación de poder entre fuerzas que se antagonizan en
su proceso de reproducción social. El estado capitalista incluye una complejidad mayor que
la de fungir como capitalista colectivo, pues su papel no se limita a constituir un elemento
esencial para el proceso de valorización capitalista, no sólo en cuanto a que la reproducción
de la sociedad capitalista requiere de un tipo de dominación-explotación, sino que supone
su inserción en la totalidad del tejido social, como relación social específica de poder
(gobierno), expresando formas y características teóricamente definidas de correlación de
fuerzas entre las clases sociales y sus fracciones (hegemonía). La forma gobierno-
hegemonía expresa la correlación de fuerzas que en la sociedad se manifiestan no sólo en el
campo de la lucha internacional capitalista, sino sobre todo, en la confrontación capital-
trabajo.
El estado capitalista representa una forma social entre otras, de la regulación de la
economía capitalista, para oponerse o regular, dentro de los límites de la envoltura
capitalista, a la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. El mismo expresa la unidad
interna propia del poder de la clase o fracción hegemónica. No obstante, la especificidad de
que la dominación de clase sea capitalista es la preponderancia de la coerción económica,
en lugar de la "extra económica" directa a través de la política y el poder militar. Sin
embargo, según Ellen Melksins Wood (2003:) esto no significa que el capitalismo en la
fase imperialista pueda prescindir de la misma, no solamente porque su propia historia
viene marcada por la conquista y la opresión colonial, sino porque incluso en su forma más
madura requiere del apoyo extraeconómico para mantener la propia coerción económica.
"La dificultad radica en que el papel de la fuerza extra económica, tanto en el imperialismo
capitalista como en el dominio capitalista de clases, es oscuro porque por lo general no
ópera mediante la intervención directa en la relación entre capital y trabajo, ni entre los
estados imperiales y los subordinados, sino de un modo más indirecto, mediante el apoyo al
sistema de compulsiones económicas, el sistema de propiedad (y de carencia de propiedad)
y la operación de los mercados" ( Melksins, 2003:).
Se trata de comprender las especificidades del poder capitalista y la naturaleza de la
relación entre fuerza económica y "extraeconómica" en el capitalismo. El poder económico
del capital no existe sin la ayuda de la fuerza extraeconómica del estado. En la actualidad,
con la globalización, lejos de que el poder del capital haya reducido la relevancia del
estado, este último es específicamente relevante para su forma global actual. La forma
política de la globalización no es un estado global, en su lugar, se erige un sistema global
de diferentes estados a partir de una compleja relación entre el poder económico expansivo
del capital y el alcance más ilimitado de la fuerza extraeconómica que lo sostiene.
Tomando en cuenta el aporte de Ana María Ezcurra ( 2000:224-225 ), la globalización
neoliberal refleja la gestión internacional y la concentración de significativas franjas del
capital, lo que a su vez, implicó transformaciones importantes en la estructura política
mundial. En particular, provocando restricciones del poder y capacidad de los estados-
nación. Sin embargo, los estados-nación del capitalismo desarrollado continúan siendo
actores principales en el terreno internacional. Si bien el crecimiento de agentes
trasnacionales disminuye su capacidad, al mismo tiempo, en un movimiento de signo
contrario, el programa neoliberal también induce a una significativa redistribución de poder
que favorece a dichos estados en perjuicio de los de los países subdesarrollados. A esto hay
que añadir el derrumbe del socialismo estatal europeo, que reforzó ese poder debido a la
desaparición de contrapesos mundiales.
Este fortalecimiento del poder de los estados-nación del capitalismo avanzado incide en los
mercados internacionales mediante una deliberada intervención en su funcionamiento,
especialmente con el afianzamiento de una franca colaboración estratégica con las
respectivas empresas transnacionales.
Entonces, apunta Ana María Ezcurra, habría que poner en entredicho las perspectivas de
análisis que sobrevaloran las restricciones que la globalización económica y el capital
transnacional imponen a los estados centro del capitalismo desarrollado, enfoques
contentivos de una devaluación del papel de los estados del capitalismo avanzado y, en
general de lo político, en la actual fase de acumulación global de significativas fracciones
del capital. Los mismos no consideran la existencia de un proyecto y una cosmovisión
neoliberal defendida por actores específicos, minimizando así el papel decisivo de ciertos
aparatos estatales y multilaterales. Citando a Carlos Vilas ( 1995), Ezcurra añade que las
nuevas modalidades de acumulación capitalista requiere de una mayor intervención del
estado y el apoyo de políticas públicas. Las nuevas modalidades de acumulación de capital
sustituyen a otras, apoyándose las intervenciones en factores extraeconómicos, así, las
fuerzas dominantes en el mercado devienen en intereses de gobierno e incluso en objetivos
nacionales.
Debido a ello, el análisis en el plano de la economía mundial hay que entenderlo como una
constitución de una realidad multideterminada y compleja, ubicándola como parte
constitutiva de un sistema de dominación y resistencia. El peso de la hegemonía de Estados
Unidos, que es el referente insoslayable de cualquier intento de reorganización social, esta
construida como un sistema integrado de relaciones militares, económicas, políticas y
culturales, de tal magnitud, que es imposible entender la dinámica mundial de las últimas
décadas sin tomar en cuenta esta hegemonía como punto básico en el inicio del análisis. Sin
esto, cualquier intento de comprensión de la globalización y de los problemas del mundo
contemporáneo corre el riesgo de volverse parcial, de convertirse en un saber inocuo.
El nuevo régimen monetario financiero impuesto dentro de la globalización, no ha sido
solamente consecuencia espontánea de procesos orgánicos económicos y tecnológicos, sino
también un resultado político, de decisiones políticas tomadas por lo sucesivos gobiernos
de un estado: Estados Unidos. El rediseño y gestión de las relaciones monetarias y
financieras internacionales a lo largo de las tres últimas décadas del pasado siglo, han
constituido parte esencial de los mecanismos que han interconectado la dinámica de la
globalización neoliberal en correspondencia con intereses políticos muy precisos.
Como señala Melksins (2003:) el comienzo formal del nuevo orden imperialista data de la
Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos no sólo consolidaron su supremacía militar,
sino también su hegemonía económica a través del sistema de Bretton Woods. A través del
mismo se persiguieron diversos objetivos económicos y financieros en términos favorables
a los intereses del gobierno y el capital estadounidense mediante la reconstrucción de las
economías europeas y el "desarrollo" del tercer mundo. Sin embargo, con el agotamiento de
las condiciones iniciadas con la posguerra y el cambio de sus requerimientos, se
transformaron también las reglas de la economía mundial en función de las nuevas
necesidades del capital estadounidense, lo que supuso el reemplazo del antiguo sistema de
Bretton Woods en la década de los años setenta.
Esto fue el inicio de lo que Ellen Melksins Wood llama "la larga inflexión descendente" de
las economías occidentales hasta principios de la década de los 90. Tras las décadas de
crecimiento sostenido y ascenso de la productividad, la economía estadounidense entró en
un prolongado periodo de decreciente rentabilidad al mismo tiempo que Japón y Alemania
se convirtieron en fuertes competidores.
La respuesta fue el denominado proceso de globalización, la internacionalización del
capital y la depredadora especulación financiera. Siguiendo a Melksins (2003:) "esto fue,
entre otras cosas, una respuesta no a los éxitos, sino a los fracasos del capitalismo. Los
Estados Unidos usaron su control de las redes financieras y comerciales para posponer el
día de la justicia a su propio capital interno, permitiendoseles que desplazaran la carga a
otra parte, aliviando los movimientos del excedente de capital para qué acudiese a buscar
lucro donde quiera que pudiera hallarse, en una orgía de especulación financiera".
Aunque el tipo de control de la economía global impuesto por los Estados Unidos es
incapaz de resolver las contradicciones de la "economía de mercado", está siendo usado
para obligar a otras economías a servir los intereses del poder hegemónico norteamericano
ante las fluctuantes necesidades de su propio capital interno por la vía del mando de la
deuda externa, las reglas del comercio internacional, la ayuda exterior y el funcionamiento
de la totalidad del sistema financiero. La globalización representa por tanto, el control
cuidadoso de las condiciones del intercambio en función del capital imperial
estadounidense.
Las relaciones monetarias y financieras internacionales no son el resultado de decisiones
estrictamente técnico-económicas, sino fundamentalmente de decisiones políticas de los
estados dominantes del capitalismo avanzado. Los estudios sobre la globalización y el
neoliberalismo que prescinden de analizar la dimensión política del régimen monetario
internacional en vigor desde 1973 omiten rasgos básicos de su dinámica. Este régimen
monetario internacional no sólo ha operado como “régimen económico” internacional, sino
fundamentalmente como instrumento potencial de acción política susceptible de modificar
condiciones económicas y como instrumento al servicio de una política de dominación (
Gowan, 2000:20-21 ).
La globalización apunta hacia un proceso de transformación, cuyos orígenes y
consecuencias son más complejos, debido a sus múltiples dimensiones no económicas. En
tal sentido, se muestra como una realidad no solo económica, sino política y cultural. Así,
el neoliberalismo reflejaría la transformación de los entornos nacionales de los estados
mediante el desplazamiento de las relaciones sociales internas dentro de los estados en
función de los intereses de acreedores y rentistas, de la subordinación de los sectores
productivos a los financieros y la afectación del poder y la seguridad de la gran mayoría de
la población trabajadora.
La transformación del entorno exterior de los estados reflejaría el proceso de globalización,
que ha conllevado la apertura de la economía de los países subdesarrollados a la entrada de
los productos, empresas, flujos y agentes financieros provenientes del capitalismo
avanzado, lo que ha implicado la dependencia de las políticas públicas a las decisiones
generadas en su mayoría en los Estados Unidos, aunque también en otros principales
centros capitalistas. Los dos procesos se alimentan recíprocamente: el neoliberalismo como
desplazamiento de las relaciones sociales de poder nacionales, refuerza a los estratos
favorables a la globalización, y viceversa. Ambos cambios favorecen la expansión
transnacional de la hegemonía política económica norteamericana, al facilitar posibilidades
para los agentes y mercados financieros estadounidenses y a sus multinacionales.
Independientemente que la expansión de la globalización y el neoliberalismo es anterior a
la caída del socialismo en Europa oriental, durante los años 90 las administraciones
norteamericanas han aspirado a radicalizar y generalizar éstas tendencias. Ésta estrategia de
hegemonía geoeconómica y geopolítica ha sido conducida tanto de forma bilateral como
multilateral, a través de los programas de las organizaciones multilaterales, convertidas en
instrumentos de la misma. Según Gowan (2000:12-13), en detrimento a la mayoría de las
interpretaciones de distinto signo ideológico que conceptualizan los procesos vinculados
con la globalización a partir del desarrollo de fuerzas tecnológicas y económicas
minimizando el análisis de los intereses y los recursos políticos de las élites estatales y
empresariales estadounidenses, el proceso de globalización es comprendido a partir del
enorme poder político del estado y del capital norteamericano gracias al tipo particular de
sistema monetario internacional y al régimen financiero internacional asociado con este,
construido por el gobierno estadounidense a partir de los restos del sistema de Bretton
Woods. La inteligibilidad del proceso de globalización, así como las transformaciones
domésticas neoliberales asociadas a este, parten del papel del actual régimen monetario
financiero como poderoso instrumento de acción política para modificar la realidad
económica al servicio de las sucesivas administraciones norteamericanas.
En este sentido es necesario destacar que las denominadas corporaciones "transnacionales"
por lo general poseen una base, junto con los accionistas dominantes y las juntas directivas,
en estados nacionales específicos. Una cosa es que haya aumentado el alcance y la
velocidad de los movimientos de capital, especialmente los relacionados con las nuevas
tecnologías de información y comunicación, y otra muy distinta hablar de que el mercado
global esté realmente integrado. Los salarios, los precios y las condiciones de trabajo
continúan siendo muy diversas. En un mercado verdaderamente integrado, los
competidores se acercarían a algún promedio social común de productividad y costos del
trabajo para sobrevivir en condiciones de competencia de precios. Sin embargo, los
movimientos globales de capital han requerido no sólo de su libre acceso a la fuerza de
trabajo, a los recursos y los mercados fuera de sus fronteras, sino también a la protección
frente a los movimientos en sentido opuesto. Y es el estado nacional precisamente el que
realiza el delicado acto de equilibrista entre la apertura al capital global y la disuasión de un
tipo y grado de integración que nivelaría las condiciones sociales de los trabajadores en
todo el mundo. Además de los peligros de problemas sociales internos, existe la inevitable
contradicción entre dos necesidades constantes del capital: la de disminuir los costos del
trabajo y la de ampliar el consumo, que requiere cierta capacidad de gasto de la población (
Melksins, 2003:).
Siguiendo a Melksins (2003:) se destaca el hecho de que gran parte de la crítica de la
globalización se ha caracterizado como un proceso dominado por las corporaciones
transnacionales, asumiéndose que en el presente los servicios tradicionalmente realizados
por el estado nacional ahora son realizados por algún tipo de estado global para dichas
transnacionales. En ausencia de tal estado, la labor política del capital global la realizarían
instituciones como la OMC, el FMI, el Banco Mundial o el G-8. Los movimientos
antiglobalización toman como blanco a estas organizaciones supranacionales como
expresión política del capital global, de la misma manera que antaño el estado nacional
representó tradicionalmente al capital nacional. Sin embargo, pudiera ser que de alguna
forma, esta fuerza "antiglobalización" pudiera estar basándose en falsas premisas. La idea
de que las transnacionales son la fuente última de los males de la globalización y de que el
poder del capital global se representa políticamente en instituciones supranacionales como
la OMC, puede basarse en la suposición de que el capitalismo global se comporta como lo
hace porque es "global" o "neoliberal", en vez de porque sea capitalista. Al convertirse en
tarea principal la oposición a los instrumentos neoliberales de alcance global del capital, se
obvia el desafío principal al propio sistema capitalista, del cual constituyen su expresión
funcional.
Incluso existe la suposición de que mientras más global se haga la economía capitalista,
más global será la organización política del capital, volviéndose irrelevante el estado
nacional. El enfrentamiento debiera entonces dirigirse más allá del estado nacional, en
dirección de las instituciones globales donde radicaría el verdadero poder del capital global.
En realidad, no deja de ser cierto el enorme impacto de las corporaciones transnacionales, y
de que la OMC y el FMI y el Banco Mundial estén en función del capital global. Sin
embargo, del mismo modo que la globalización no es una economía mundial
verdaderamente integrada, tampoco es un sistema de estados nacionales en decadencia. El
estado por el contrario, permanece en el centro vital del nuevo sistema global. Continúa
teniendo un papel esencial en la creación y mantenimiento de las condiciones de
acumulación de capital, sin que ninguna otra institución cual agencia transnacional haya
podido reemplazar su gestión administrativa y coercitiva del orden social, las relaciones de
propiedad, la estabilidad, etcétera. El estado, sobretodo en las metrópolis centrales pero
también en las naciones subordinadas, continúa ofreciendo las condiciones básicas para la
acumulación de capital global y para las empresas locales. Es el estado el que ha creado las
condiciones que han permitido al capital global sobrevivir a nivel mundial.
No hay que confundir por tanto, la retirada del estado neoliberal de sus funciones del
bienestar y redistribuidor social, de las funciones socio-políticas administrativas y
coercitivas que sostienen al sistema de propiedad y ofrecen el tipo de regularidad y orden
legal requerido por las condiciones básicas de acumulación del capital. Resultando que la
forma política de la globalización no es un estado global, su esencia es una economía global
administrada por un sistema global de múltiples estados dentro de una compleja relación de
dominio y subordinación, lo que ha requerido en última instancia la hegemonía de un solo
poder hegemónico, en donde adquiere un papel específico el uso de la fuerza militar bajo el
marco de una ideología sistemática de guerra sin fin. Así, resulta que la preponderancia de
la dominación económica bajo los imperativos del mercado manejados por las principales
potencias capitalistas dominantes no ha eliminado en lo absoluto la necesidad de la fuerza
militar. Los imperativos del mercado tienen que hacerse cumplir mediante el poder
extraeconómico. El mundo de la globalización continúa hoy más que nunca siendo un
sistema de múltiples estados nacionales.
Así por ejemplo, el poder disciplinario del FMI ejemplifica la contradicción entre
estructuras de poder que aparentan ser internacionalizadas y universalizadas, y los procesos
de participación, representación y legitimación que continúan basándose en los aparatos
estatales. Se trata de una globalización de estructuras de poder que está fomentando una
comunidad política transnacional con múltiples procesos de toma de decisión autoritarios
que trascienden las fronteras nacionales pero que al mismo tiempo están basados en la
existencia de la multiplicidad de estados nacionales.
El FMI y el Banco Mundial apelan al condicionamiento de políticas con un alto
componente homogenizador a nivel planetario a través de la imposición de los ajustes
estructurales. Así, el Banco Mundial transformó su gestión tradicional. Hasta la década de
1980 el Banco Mundial financiaba proyectos específicos independientemente del marco de
políticas, pero a inicios de la década comenzó a colaborar con el FMI en la implementación
de los programas de ajuste, desplazando el centro de atención de los anteriores proyectos
particulares hacia un intento de supuesta reconstrucción integral de las economías
latinoamericanas y del Caribe. Sólo en los denominados “préstamos de ajuste estructural”
(Structural Adjustment Loans, SAL) aplicados a partir de 1982, cuando estalló la crisis por
el pago de la deuda externa, el Banco Mundial comenzó a condicionar sus créditos, lo que
el FMI venía haciendo desde hacía ya mucho tiempo, surge así lo que se llamó la
“condicionalidad cruzada”, la cual conllevó a que la disponibilidad de los recursos del
Banco Mundial y del FMI, dependiera del acatamiento y cumplimiento de los compromisos
establecidos con ambas instituciones. De esta manera se forzó el ajuste en la región, pero
variando el componente persuasivo o coactivo en función de la capacidad de resistencia de
cada país negociador.
Ambas instituciones del sistema de Bretton Woods no se limitan a la prescripción de
políticas, sino además al diseño, gestión y evaluación en detalle y por etapas de programas
y proyectos en una escala inédita. Esto significó un mayor ingerencismo en la gestión
política interna de los países deudores. En la región, la deuda externa posibilitó cambios en
las relaciones de dependencia. Se constató una especie de transnacionalización de
decisiones que conllevó a una transferencia de cierto grado de poder político desde los
países deudores hacia las agencias multilaterales controladas principalmente por los
Estados Unidos. Esto trascendió al proceso de menoscabo de soberanía producido por el
acrecentamiento de la gestión de las empresas transnacionales, convirtiéndose en una
limitación de la soberanía por el poder de órganos controlados por los principales estados
capitalistas desarrollados. Se califica esto del despuntar de una transnacionalización política
subordinada. Subordinación no sólo externa, sino también interna hacia los grupos
económicos locales más concentrados. Esto significó una subordinación de los gobiernos y
de una parte significativa de la dirección política de los países latinoamericanos. Los
gobiernos se convierten en gerentes de políticas de facturación internacional, y los partidos
políticos asumirán la legitimación de lo paquetes de medidas.
Este proceso significó el afianzamiento de la hegemonía mundial del programa neoliberal,
asentado sobre una estrategia de poder mundial bajo la dirección norteamericana contentiva
de una extraordinaria capacidad de coaccionar acuerdos mediante la manipulación de
debilidades. Se confrontaran así cambios en la distribución del poder y en su propio
carácter, incrementándose lo que ha sido llamado el “poder blando” (Soft Power), que
complementaría a la coerción tradicional del “poder duro” (Hard Power) de carácter
económico militar. El primero se expresaría en la capacidad de cooptación, es decir, de
hacer que los paises deudores “quieran” hacer lo que quieren los Estados Unidos y los
gobiernos del capitalismo avanzado.
Con el fin de la guerra fría se inició una etapa de disputa por la hegemonía global entre
Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, donde a partir de la acumulación de la
capacidad militar, economico-financiera y política, pero especialmente ideológica y
cultural, Estados Unidos se mantuvo en la cúspide de la dominación del sistema mundial.
Algunos datos de la realidad habian hecho suponer una declinación del poderío
estadounidense ya que a comienzos de los noventa Estados Unidos había vuelto a perder
tereno frente a sus competidores. Sin embargo a lo largo de los noventa los Estados Unidos
mantienen una expansión económica y reafirman su poderío militar y cultural, mas allá de
la crisis recesiva sufrida durante parte de la misma y del intento de articulación
transnacional europeo con su moneda única. Con la reaparición de la generación de la
demanda efectiva desde el estado, intentando alejar los elementos mas visibles de la crisis
hacia el interior de la sociedad norteamericana, lograron crear mejores condiciones para la
disputa hegemónica.
Durante la década de los noventa, las empresas estadounidenses habían logrado reconstruir
su liderazgo en la producción de tecnologías, y en general en el campo de la producción
material. Su presencia en la banca mundial es definitiva y en la actualidad controla el
núcleo de las actividades bancarias del mundo. La supremacía tecnológica, comercial y
bancaria, se acompaña del abierto reforzamiento del poderío militar que conlleva a la
subordinación de los ejércitos del mundo a las directrices del Departamento de Defensa
estadounidense.
En los ámbitos estratégicos de la competencia (nuevas tecnologías, telecomunicaciones,
banca, industria petrolera), la disputa entre las empresas transnacionales se ha saldado a
favor de las que tienen a Estados Unidos como su territorio de origen. Esta posición de
fuerza es fundamental para la construcción de la hegemonía estadounidense. Durante estos
años, las estrategias de las empresas norteamericanas representaron la vertiente dominante
en la construcción de la hegemonía mundial a través de la liberalización de los mercados.
Se asistió a la “triadización” de las relaciones mundiales que mediatizó la lucha mundial
por la hegemonía. Bajo la administración Clinton , Estados Unidos vivió una significativa
transformación económica y social que legitimó el proyecto de dominación de las
transnacionales norteamericanas. La iniciativa estratégica de defensa de Reagan (guerra de
las estrellas), había dado paso desde los años ochenta a la construcción de las autopistas de
la información y el ascenso de los gigantes de la “nueva economía”.
Tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, el estado norteamericano bajo la
administración de George W. Bush, ha adoptado un papel prioritario en la construcción de
la hegemonía mundial bajo el discurso político-militar de la “lucha por la civilización
occidental” y de la “justicia infinita”. De suerte que los atentados abrieron una coyuntura
favorable para el repunte de los enfoques militaristas y de expansión territorial.
En América Latina esto se expresó en nuevas formas de agresión y de subordinación
económica, política y cultural en diferentes variantes. Desde la continuación del bloqueo a
Cuba hasta el Plan Colombia y el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Estos
dos últimos son complementos de una estrategia de subordinación de los estados del
continente a la política de Washington en su disputa con la Unión Europea y Japón
(Gambina,2002).
Estados Unidos no ha dejado de conformar un mercado mundial capitalista en
correspondencia con el capital transnacionalizado en su conjunto y reforzar su hegemonía
económica, política e ideocultural mediante su alianza con este y con la transformación de
la relación de fuerzas existentes dentro del bloque dominante y entre este y los sectores
subordinados. Su estrategia se basa en el peso estructural de su economía y su capital. Esto
implica que persiguiendo intereses nacionales, lideree una nueva ofensiva del capital
transnacionalizado con el objetivo de abrir aun mas los mercados de los países
subdesarrollados y del extinto campo socialista europeo, acelerando la transformación de
sus estructuras economico-sociales.
El nuevo papel de la hegemonía monetaria y financiera norteamericana.
El estado o los estados más importantes del capitalismo avanzado, juegan un papel central
en los asuntos monetarios y financieros internacionales. La causa de que lo anterior no se
refleje en gran parte de la literatura sobre finanzas internacionales, obedece a las
limitaciones ideológicas arraigadas por la división del trabajo profesional y académico
existente entre las ciencias políticas y económicas. Como bien señala Gowan (2000:52),”
éstas anteojeras son evidentes en aquellas definiciones de globalización que sostienen que
se trata meramente de una fuerza técnico-económica, no sólo ajena a los controles político-
estatales, sino incluso opuesta a estos”.
Estas anteojeras de las que habla Peter Gowan, están reforzadas por la asimétrica influencia
político-estatal sobre el sistema monetario financiero internacional, la cual ha sido ejercida
principalmente por un único estado. Si bien bajo el sistema de Bretton Woods, existía algo
parecido a una autoridad global sobre la base de acuerdos cooperativos, en donde el oro
funcionaba como el anclaje monetario supranacional y el FMI y los bancos centrales
pretendían gestionar los flujos monetarios y financieros internacionales. Quedaba claro la
influencia de los Estados Unidos por su peso dentro del FMI, sin embargo, su campo de
acción estaba limitado por las reglas supranacionales del sistema multilateral establecido.
El sistema de Bretón Woods daba un poder asimétrico a los países superavitarios, de los
cuales el mayor de ellos en aquel momento eran los Estados Unidos. No obstante, a partir
de 1947 comienza la guerra fría y la prioridad de la política exterior norteamericana,
ejemplificada por el Plan Marshall, pasó a ser la reconstrucción y el desarrollo acelerado de
los países dentro de la órbita capitalista en el nuevo contexto geopolítico creado. Este factor
geopolítico influyó sobre la forma en que los Estados Unidos operasen el sistema monetario
y financiero internacional, permitiendo la recuperación de las economías capitalistas,
sobretodo en Europa y Asia, para defender al “mundo libre” de la “amenaza del
comunismo”.
Durante las dos primeras décadas de la posguerra, las altas rasas de crecimiento y bajas de
desempleo no conllevaron a la agudización del conflicto distributivo ni a la inflación.
Además del régimen de cambio nominal fijo, otro factor importante en la estabilidad de los
precios a nivel internacional fue el control sobre el petróleo del Medio Oriente, que
permitió precios nominales internacionales del petróleo en dólares prácticamente estables
hasta 1970 (Serrano, 2004).
En este ambiente de relativa estabilidad, tanto la tendencia de los precios en dólares de los
“commodities” negociados en los mercados internacionales, como los índices de precios de
las exportaciones mundiales en general, medidos en dólares, quedaron prácticamente
estables en términos nominales por mas de veinte años. En este período , las tasas de interés
nominales norteamericanas, seguidas por la de otros países, se mantuvieron bastante
estables, lo que contribuyó a la estabilidad de los márgenes de ganancia de las empresas,
dado que las tasas de interés de largo plazo, sea por los costos financieros o por el costo de
oportunidad del capital productivo, constituían una influencia positiva sobre las tasas de
ganancia del sector productivo.
Durante el período de hegemonía del patrón de acumulación desarrollado con la posguerra,
se había desarrollado un conjunto de medios de pago y de instituciones de intermediación
financiera dentro de un mercado cada vez más internacional. Este sistema financiero
internacional obedecía a la dinámica internacionalizadora de dicha acumulación y de la
cada vez más fortalecida integración de los capitales.
Esta internacionalización del proceso económico había implicado la expansión del
comercio exterior, de los flujos de financiación internacional y de las inversiones
extranjeras directas realizada por las empresas transnacionales. El dilema entre la
regulación nacional y el libre desenvolvimiento del capital internacional terminó en favor
de la segunda opción.
Aparecen así, nuevos instrumentos y posibilidades de financiación internacional. El sector
bancario fue adquiriendo un mayor protagonismo en el proceso de acumulación, dentro de
un entorno de crecimiento económico intensivo en la utilización de recursos financieros.
Dada la posición hegemónica norteamericana, los Estados Unidos se situaron como
banquero mundial, otorgandosele al dólar el rango de principal divisa internacional. La
política económica de este país afectó decisivamente el comportamiento de los mercados
financieros internacionales, tomando en cuenta además que el dólar se había convertido en
la principal divisa utilizada dentro de sistema financiero internacional. Dentro de este, se
hace necesario mencionar el despliegue de numerosos organismos de intermediación
financiera que, precisaron los instrumentos financieros para la gestión de recursos. Quienes
canalizaron la mayor parte de la oferta internacional de dólares fueron los bancos privados
en el período posbélico.
Cuando en 1971 se anunció la supresión de la convertibilidad del dólar el oro y el
incremento del proteccionismo comercial con una sobretasa del 10% sobre las
importaciones norteamericanas, se intentaba el reequilibrio comercial por la vía de la
revaluación de las divisas fuertes sin necesidad de modificar la relación dólar-oro, aunque
sin convertibilidad. Posteriormente se tuvo que aceptar una devaluación limitada del dólar.
Así se llega al acuerdo adoptado por el Instituto Smithsoniano de Washington entre las
principales economías capitalistas, el cual se basaba en una devaluación del dólar, una
revaluación de otras monedas como el marco y el yen y un mayor margen de la banda de
fluctuación entre las monedas. No obstante, el proceso continuó deteriorándose. El
deterioro comercial norteamericano continuo profundizándose, junto al aumento de la
especulación monetaria, en un marco donde los gobiernos tomaban decisiones cada vez
más unilaterales buscando mejores posiciones para sus respectivas monedas.
Durante los años sesenta fueron acumulándose déficits en la balanza de pagos
norteamericana cada vez mayores. No obstante, como el dólar era la moneda clave del
sistema, los déficits eran pagados en gran parte en dólares y no en oro. En este sentido, el
déficit norteamericano en la balanza de pagos era bastante diferente al déficit de los demás
países, porque era causado por una salida de capital de largo plazo en dólares que se
transformaba en una entrada de capital de corto plazo en dólares. El problema era que la
proporción entre las reservas en activos denominadas en dólares en el mundo y el stock de
oro guardado por los Estados Unidos era cada vez mayor.
Se produjeron así dos restricciones ligadas a la necesidad de mantener la convertibilidad del
oro para los Estados Unidos. En primer lugar, peligraba la garantía de la aceptación
internacional del dólar en su papel de moneda clave si aumentaba la deuda externa líquida
estadounidense con otros países, la cual podía ser convertible en oro por los bancos
centrales de estos últimos. La segunda restricción era la necesidad de mantener fijo el
precio oficial del oro en dólares, lo que impedía a los Estados Unidos tomar la iniciativa de
desvalorizar o valorizar el dólar en relación a las monedas de los demás países. El problema
era que estas restricciones colocaban a los Estados Unidos en una contradicción. De una
parte, la estrategia geopolítica de la guerra fría y la recuperación de la competitividad
europea y japonesa estaba reduciendo progresivamente los superavits comerciales y de
cuenta corriente norteamericanos, pero para mantener el papel de moneda internacional del
dólar era necesario evitar los déficits en cuenta corriente. Al mismo tiempo, la manera de
mejorar la competitividad externa norteamericana sería a través de una desvalorización del
dólar, lo cual amenazaría su papel como moneda internacional.
En este contexto es importante señalar que la alternativa de seguir políticas
macroeconómicas contraccionistas para garantizar el mantenimiento de la tasa de cambio
nominal nunca fue considerada por el gobierno norteamericano, pues entraba en
contradicción con sus prioridades de política doméstica e internacional, y significaría una
inaceptable admisión de una restricción externa a su crecimiento y a sus políticas
económicas en general.
Es cierto que la declaración de no convertibilidad del dólar en 1971 evidencia la debilidad
de la moneda estadounidense como un activo de reserva y refleja asimismo los crecientes
déficits que emanaron de la última fase de la guerra de Viet Nam sobre la economía
norteamericana. Así, en lugar de la corrección de los desequilibrios de balanza de pagos
mediante la limitación del gasto público y permitiendo cierto grado de recesión programada
para disminuir la inflación, se violentaron las reglas establecidas del sistema de Bretton
Woods y el 15 de agosto de 1971 el presidente Nixon anunció de manera unilateral, que a
partir de entonces el dólar no sería convertible en oro, esto provocó que los dólares que
poseían los países del mundo se devaluaran. A partir de entonces, la ofensiva del dólar, y su
significado en el ámbito financiero y monetario mundial, estaría asociado en lo esencial, a
las decisiones de política económica de los propios Estados Unidos.
Si bien esto indica la dimensión de la crisis del sistema monetario internacional, la
desmonetización del oro aceleró la expansión de las reservas monetarias internacionales y
la transnacionalización del sistema financiero, trasladando el eje del sistema financiero
hacia las condiciones de la expansión de los mercados internacionales de crédito con claro
epicentro en las nuevas estructuras bancarias.
Este sistema se había basado anteriormente en la convertibilidad fija del dólar en oro,
manteniendo paridades fijas del resto de las monedas con relación al dólar y haciendo que
el nivel de liquidez internacional dependiera del comportamiento de la balanza de pagos
norteamericana. El dólar había quedado como principal moneda de reserva y de pago, su
demanda internacional garantizaba la estabilidad de su valor y su inmediata conversión en
oro. Todo el sistema expresaba la posición de supremacía productiva, financiera y
tecnológica con la que emerge victoriosa de la Segunda Guerra Mundial la nueva potencia
imperial: los Estados Unidos.
La oferta internacional de dólares dependía del déficit de la balanza de pagos
norteamericana, sopesado por la expansión internacional del capital estadounidense a través
de inversiones directas, préstamos, y otra salida de dólares. El límite razonable del déficit
exterior estaba delimitado por el saldo positivo de la balanza de mercancías y servicios
dada la capacidad comercial y la obtención de beneficios por los créditos y préstamos
concedidos, las transferencias tecnológicas y los beneficios de las inversiones directas entre
otras actividades. Los Estados Unidos podrían financiar su déficit con la moneda que
exclusivamente ellos tenían el derecho de emitir.
A finales de los años sesenta se produce la quiebra del patrón cambió oro al continuar
creciendo el déficit y producirse todo una serie de desajustes monetarios negativos,
mientras que por otra parte, las grandes empresas transnacionales presionaban sobre su
operación en los mercados internacionales en condiciones de completa libertad para sus
movimientos monetarios y financieros.
Tal como señala Enrique Arceo (2002) la respuesta norteamericana fue la destrucción del
sistema monetario y financiero establecido en Bretton Woods, que se caracterizaba por ser
un sistema de cambios esencialmente fijos en relación con el dólar a una tasa de 35 dólares
la onza de oro. Con la eliminación de la convertibilidad del dólar, se pudo devaluar al
mismo con el objetivo de recuperar en parte la capacidad competitiva. Posteriormente se
lograría la derogación del control de movimientos internacionales de capital, control que
era considerado una pieza clave para evitar que los intereses del capital productivo
quedasen sujetos a las exigencias del capital financiero.
A partir de lo anterior, la crisis del sistema monetario internacional a principio de la década
de 1970 ha sido tradicionalmente considerada como reflejo de la debilidad del capitalismo
norteamericano, al producirse la ruptura del orden monetario defendido por los Estados
Unidos. No obstante, Gowan (2000:37-44) sostiene que la ruptura del sistema de Bretton
Woods fue parte de una estrategia de restauración de la dominación de los capitales
norteamericanos a través de la conversión del sistema monetario internacional en un
régimen patrón-dólar. Ante el desafío de sus principales rivales europeos y del Japón en los
mercados de bienes, la administración Nixon buscaba romper un conjunto de acuerdos
institucionales que limitaban la dominación estadounidense en la política monetaria
internacional. Dos momentos decisivos de este contexto, fueron: el primero, la decisión de
Nixon de cortar el vínculo entre el dólar y el oro en agosto de 1971. El segundo, el alza de
los precios del petróleo en 1973, y la forma en que los principales países occidentales
manejaron financieramente dicho aumento.
A partir de un contexto de crecimiento acelerado de la economía norteamericana y mundial,
aumento de la inflación en los Estados Unidos, tasas de interés de corto plazo bajas en
dólares y creciente capacidad de creación de crédito en el circuito offshore de eurodólares,
el fin de la convertibilidad del dólar llevó a una verdadera explosión de precios en dólares
de las materias primas en los mercados internacionales a partir de 1972. Esto marcó el
inicio de una gran volatilidad en los mercados de “commodities” internacionales como
resultado del nuevo régimen de cambios fluctuantes.
A partir de 1972 la OPEP había comenzado a presionar por un reajuste del precio del
petróleo, produciéndose reajustes de cerca del 50 por ciento del precio internacional del
petróleo de 1971 1973. En agosto de este año, como parte de su política de seguridad
energética, los Estados Unidos congelaron el precio del petróleo doméstico producido en
los pozos ya existentes con el objetivo de evitar su explotación predatoria, al mismo tiempo
que liberaban el precio del petróleo venido de los nuevos pozos con el objetivo reestimular
la inversión en estos últimos. Simultáneamente. Para evitar el desabastecimiento de su
economía en una situación internacional tensa, el gobierno norteamericano abolió las cotas
oficiales de importación de petróleo, lo que aumentó mas la demanda de petróleo importado
de los países de la OPEP. La guerra de Yon Kippur fue el detonador del gran aumento del
precio internacional del petróleo que se cuadriplicó en 1973. Queda claro que la magnitud
del efecto de la crisis del petróleo obedeció a la política macroeconómica expansiva
norteamericana, especialmente a su nueva política de seguridad energética , la cual priorizó
la ampliación de las reservas internas y la garantía del abastecimiento de los Estados
Unidos (en el fondo, la preservación de la rentabilidad de la industria petrolífera interna
norteamericana). Estas prioridades fueron mantenidas a despecho de los evidentes costos de
esta política, que incluía el aumento de la inflación en los Estados Unidos y el resto del
mundo, la transferencia de renta a los países árabes, parte de las cuales fue para las
multinacionales norteamericanas, y especialmente, las grandes dificultades en las balanzas
de pagos creadas a los demas países industrializados competidores, que a diferencia de los
Estados Unidos, no emitían los dólares necesarios para pagar a la OPEP. Estos problemas
con los precios de los commodities y del petróleo conllevaron a la desaceleración del
crecimiento de la economía mundial.
Ya desde los años sesenta, dentro de los propios Estados Unidos había crecido el apoyo al
establecimiento de un patrón monetario basado exclusivamente en el dólar. Lo cual
colocaría la dirección de la política monetaria mundial en manos norteamericanas, lo que
produciría una asimetría de poder desfavorable para la CEE y Japón.
Con el establecimiento del patrón dólar, numerosos países se vieron imposibilitados de
mantener tipos de cambio fijo entre sus monedas y el dólar, lo cual convenía a la
administración estadounidense, dado que se forzaría una apreciación de dicha monedas. Por
otra parte, la misma administración Nixon se había propuesto lograr un nuevo papel para
los grandes bancos privados norteamericanos en las relaciones financieras internacionales
en detrimento de la influencia de los bancos centrales de otros países. Esto se lograría a
través del control sobre los enormes dividendos de la oferta internacional del petróleo.
El aumento de los precios del petróleo produciría un aumento de los beneficios en dólares
de los países productores del mismo, los cuales no podrían absorber los fondos
multimillonarios generados. Al mismo tiempo, el aumento de los precios del petróleo
estimularían los déficits comerciales de numerosos países al aumentar los costes de las
importaciones del petróleo. Así quedaba claro un cuadro de reciclaje de los petrodólares
desde el golfo, a través de los sistemas bancarios occidentales dirigidos por bancos
estadounidenses hacia los países no productores de petróleo.
Ante la posición de Japón y de los países europeos de canalizar los excedentes de los países
petroleros hacia donde existen problemas de balanza comercial mediante el FMI, los
Estados Unidos eliminan sus controles a la entrada y salida de capitales, lo cual posibilitó la
participación de todos los bancos norteamericanos en el reciclaje de los petrodólares y no
solo de los eurodólares. Los grandes bancos norteamericanos asumen el liderazgo en el
reciclaje de los petrodólares a través de los intermediarios financieros privados.
La gran mayoría de los gobiernos de las potencias capitalistas deseaba mantener un control
sobre los movimientos financieros privados internacionales a partir de sus respectivos
bancos centrales. No obstante, los Estados Unidos lograron lo que deseaban por medio de
acciones unilaterales, complementando el reciclaje de los petrodólares con la abolición en
1974 de sus propias restricciones sobre los controles de capital, es decir, sobre la entrada y
salida de flujos de fondos de su territorio. Para esto se aprovecharon del papel internacional
de la City de Londres en las operaciones financieras privadas internacionales de todo tipo.
El papel de la City como centro financiero desregulado, dependía mucho de la política
estadounidense que permitiría a los bancos norteamericanos operar al margen de las
regulaciones bancarias internas de Estados Unidos al establecerse en Londres.
El nuevo papel para las finanzas privadas en las relaciones monetarias internacionales era
cualitativamente diferente al de los movimientos del capital privado bajo el sistema de
Bretton Woods. Con la liberalización de los mercados financieros privados, las finanzas
privadas internacionales se colocaron en el centro del funcionamiento del nuevo sistema
monetario internacional y comenzaron a actuar a una escala cualitativamente diferente con
relación al régimen de Bretton Woods.
Los Estados Unidos lograron capacidad suficiente para condicionar la política económica
de los demás países capitalistas desarrollados. En el plano monetario financiero se hizo
evidente el liderazgo de la gran banca privada norteamericana, así como el control
norteamericano sobre el FMI y el Banco Mundial, y el condicionamiento en toda la
economía mundial a partir de las decisiones establecidas por la política monetaria de los
Estados Unidos y la fijación de las tasas de interés internacionales. Su propósito es
desarrollar una densa red de interdependencia bajo su hegemonía, de manera que dificulte
cualquier opción que intente transformaciones alternativas o que pretenda romper con el
sistema financiero y económico impuesto. Queda claro que los Estados Unidos adecuaron
los ajustes neoliberales al enfoque estratégico global en correspondencia con sus “intereses
de seguridad”.
Según señala Gowan (2000:42-44), la estrategia de Nixon al promover la liberalización de
los mercados financieros internacionales buscaba evitar que los Estados Unidos
sucumbieran a sus debilidades económicas y fortalecieron su poder político, a partir del
criterio de que un mercado financiero internacional liberalizado preservaría la privilegiada
posición financiera global norteamericana y la función internacional clave del dólar. Así, el
fundamento de la economía norteamericana se estaba desplazando del dominio directo
sobre los estados a otra forma de dominio basadas en el mercado.
El significado del auge de las finanzas privadas internacionales respecto a las relaciones
monetarias internacionales entre estados consiste en que el mismo alteró las bases sobre la
que los gobiernos mantenían la estabilidad de sus propias monedas. Con el anterior sistema
de Bretton Woods, la base de la estabilidad cambiaria estaba vinculada a la estabilidad de la
balanza comercial y a la actitud del FMI y de los bancos centrales de las principales
potencias capitalistas con relación a los gobiernos con problemas en su balanza comercial.
Los estados con superávit por cuenta corriente gracias al comercio de bienes y ganancias
procedentes de beneficios y dividendos de sus compañías en el exterior o de participaciones
de empresas extranjeras, tenían monedas fuertes y estables. Si un país controla un déficit
por cuenta corriente, tendría que emplear sus divisas para defender su moneda o convencer
al FMI y a otros gobiernos para recibir su ayuda.
A partir del nuevo sistema, los estados con superávit por cuenta corriente estaban aún en
una situación más fuerte. Pero lo más significativo consistiría en que la base efectiva de la
estabilidad de la moneda dependería de la credibilidad del estado en los mercados
financieros internacionales privados. En el sistema anterior, éstos en gran medida quedaban
excluidos por la intervención dentro del sistema monetario internacional.
El nuevo sistema funcionaría dependiendo de dos mecanismos centrales: el dólar y los
mercados financieros internacionales, cada vez más centrados en los Estados Unidos. El
gobierno norteamericano alcanzó mayor influencia sobre las relaciones monetarias y
financieras internacionales que la que tenía con el anterior sistema de Bretton Woods. Toda
gestión de un país determinado sobre sus relaciones monetarias internacionales dependería
de la situación dentro de los mercados financieros angloamericanos, los que a su vez
podrían transformarse por las acciones y palabras del Departamento del Tesoro o de la
Junta de la Reserva Federal Estadounidense.
Los efectos fundamentales de la liberación de los sistemas bancarios privados
angloamericanos consistieron, en primer lugar, en la colocación repentina de los bancos
privados en el centro de las finanzas internacionales, desplazando a los bancos centrales, lo
que propició la dominación internacional de los sistemas y agentes financieros
angloamericanos. Segundo, posibilitó la supervisión pública de los agentes financieros.
Tercero, mayor vulnerabilidad de los tipos de cambio y los sistemas financieros de otros
países, principalmente los subdesarrollados, a la evolución de los mercados financieros
angloamericanos, y por último, generó grandes presiones competitivas dentro de los
sistemas bancarios de los países de la OECD, logrando que el gobierno norteamericano
influyese sobre los tipos de presiones competitivas y las formas de regulación internacional
de los mercados financieros que existirían en el futuro.
No se puede perder de vista el significado político de este proceso sobre las finanzas
internacionales, dado que los sistemas financieros son partes fundamentales de cualquier
sistema capitalista, vinculados a las funciones centrales de control de los estados
capitalistas. Estos estados, mediante el control de los flujos financieros, ejercen gran parte
de su influencia política sobre la sociedad. El reforzamiento de los vínculos entre los
Estados Unidos con los sistemas financieros nacionales provocaría que los mismos
tenderían a escapar del control ejercido por sus propios estados. Ante una crisis de un
sistema financiero nacional, el estado norteamericano podría abrir todo el sistema
capitalista del estado en crisis para qué se reconvirtiera en función de los intereses del
capitalismo estadounidense.
Relacionado con lo anterior, habría que considerar dentro de la dinámica de la estructura
económica mundial, la recuperación de las funciones de la hegemonía por parte de los
Estados Unidos en el sistema capitalista mundial posterior a la progresiva declinación que
conoció hasta los años setenta y ochenta. A finales de la década de 1970, la economía
norteamericana presentaba una difícil situación tanto a nivel doméstico como internacional.
El crecimiento se había reducido, había un repunte de inflación, alto desempleo y aumenta
el desequilibrio comercial con un dólar más debilitado. Después del “shock” petrolero de
1973 las economías capitalistas rivales, principalmente Japón y Alemania, mostraban
mayor capacidad de crecimiento y mejor equilibrio macroeconómico. En estas condiciones,
se produjeron una serie de fenómenos comerciales, monetarios y energéticos que resultaron
en una ralentización en la reactivación de las economías rivales y un reasentamiento de la
hegemonía norteamericana. Destacan en este sentido la adopción por parte de la Reserva
Federal de una serie de disposiciones tendientes a lograr un alza en las tasas de interés del
mercado estadounidense que afectó al resto de las economías.
El impacto alcista logrado buscaba incentivar la entrada de capitales extranjeros para
financiar la actividad económica doméstica, mientras que además se afectaban las
posibilidades de crecimiento de las economías rivales. Así, la economía norteamericana,
que tradicionalmente suministraba capitales al mundo, invirtió ese comportamiento,
pasando a reflejar superávits en su balanza de capitales con la entrada neta de capitales. El
dólar se revaluó frente al resto de las monedas. La elevación del dólar y las tasas de interés
ofrecieron a los capitales disponibles perspectivas de beneficios elevadas, succionando
ahorro mundial hacia los Estados Unidos.
Este crecimiento de la esfera financiera que se aceleró a partir de los años 80, no se
comprende fuera de las contradicciones y los obstáculos anteriores de la economía mundial
capitalista. Siguiendo a Chesnais (1996:255-257), a partir de las ganancias no repatriadas,
pero también no invertidas en la producción, obtenidas principalmente por las empresas
transnacionales norteamericanas, el mercado de los eurodólares había tenido su
lanzamiento durante la década de los setenta. El reciclaje de los petrodólares, operados en
este mercado, posibilitó al capitalismo avanzado recuperarse de la recesión de 1974-1975,
aumentando en poco tiempo sus exportaciones. Sobretodo propició, a finales de los setenta,
el surgimiento de la deuda externa. Las transferencias financieras viabilizaras por las
instituciones financieras internacionales controladas por los países capitalistas avanzados,
jugaron un papel central para la consolidación de su capacidad financiera.
Este enfoque rentista, basado más en la apropiación que en la creación de riquezas, contó
con la generación de nuevas formas de centralización del capital-dinero, diferentes a las de
los bancos y sin su relativo disciplinamiento. El crecimiento de los grandes fondos de retiro
y de los fondos comunes de inversión y de administración de carteras de títulos (Mutual
Funds), produjeron nuevas instituciones con un extraordinario manejo de enormes masas
financieras que buscaban su valorización bajo formas puramente financieras. Se buscaba la
mayor rentabilidad junto al máximo de movilidad y de flexibilidad.
Así, los grandes operadores financieros, a partir de sus nuevas capacidades y con la
experiencia ganada en el mercado de los eurodólares, buscaron ante todo recuperar la
libertad total de movimientos perdida fundamentalmente en las décadas de 1930-1940.
Lograron influenciar sobre los gobiernos más dispuestos a satisfacerlos, como el de
Margaret Thatcher con su liberalización total de los movimientos de capital en 1979, y el
gobierno norteamericano de Reagan, con una amplia gama de medidas de desregulación,
desintermediación y liberalización monetarias y financieras. Este proceso, como apunta
Chesnais, fue coronado con la elección de Paul Volcker para la conducción del Sistema de
Reserva Federal para impulsar una política monetaria restrictiva, en paralelo con una
política presupuestal basada en la venta de bonos del tesoro en el mercado de obligaciones
a partir de la garantía ofrecida al capital financiero, poseedor de obligaciones y de
sostenimiento de tasas de interés reales positivas, acompañado a su vez, con la disminución
de los salarios y flexibilidad del trabajo. “La época de la economía global financiera y
rentista había nacido” ( Chesnais,1996:256).
Con la designación de Paul Volcker al frente de la Reserva Federal se producirá un cambio
radical al plantear la elevación de la tasa de interés lo suficiente como fuera necesario para
restaurar el valor del dólar. El objetivo no solo era combatir la inflación y restituir el valor
del dólar, sino aumentar la rentabilidad del capital en su conjunto; detener la “eutanasia de
los rentistas”; eliminar las bajas tasas de interés que expandir excesivamente el crédito y
estimulan la inflación; favorecer el ahorro y la asignación de los recursos mediante la
desregulación de los mercados; y finalmente restablecer a Nueva Cork como centro de las
finanzas internacionales e invertir los flujos financieros entre los Estados Unidos y el resto
del mundo. Se inicia un proceso de liberalización financiera que se profundizará y
extenderá al resto del mundo. Esta política refleja una visión que asigna al mercado
financiero, un papel preponderante en la asignación de los recursos e identifica la
liberalización de los mercados financieros con los interese de Estados Unidos. Se produce
así la respuesta de este país a la reducción de su precio relativo en la producción y el
comercio mundial, consistente en lo fundamental en la creación de un nuevo sistema
basado en la desregulación de los mercados financieros y los tipos de cambio flexibles. En
este nuevo sistema de desregulación, o sea, sustraído del control de los restantes estados,
las paridades están condicionadas por la política monetaria y fiscal de la potencia
hegemónica y el gran capital financiero recupera un lugar central dentro del bloque de clase
dominante. Estados Unidos deviene en el centro de atracción del ahorro mundial, lo cual le
posibilita absorber recursos de todo el mundo.
Con la decisión de estabilizar el sistema, Volcker desistió de coordinar la política de la FED
en conjunto con los estados nación aliados a los Estados Unidos, ante la insistencia de estos
de efectuar cambios en lo que hoy se suele llamar la “nueva arquitectura financiera
internacional” con el objetivo de reducir el papel asimétrico del dólar (Serrano, 2004). Con
la elevación unilateral de la tasa de interés norteamericana, dentro del contexto de las
repercusiones del segundo shock del petróleo de 1979, se acabó lanzando a la economía
mundial a una gran recesión en paralelo con la inauguración de un período de valorización
del dólar que duró hasta 1985, pero que forzó a los competidores industrializados a desistir
de cuestionar la dominación del dólar en Europa y en el mundo.
Es necesario destacar que el aumento de las tasas de interés no provocó una reducción de
los márgenes de ganancias líquidas. O sea, descontados los pagos de intereses, de las
empresas estadounidenses, debido a que el aumento de los márgenes brutos de ganancias
fueron suficientes para que la variable de ajuste fuesen los salarios reales de los
trabajadores. Esto respondió a la ofensiva neoliberal inaugurada por Ronald Reagan que
significo un ataque frontal a la clase trabajadora, al movimiento sindical y a las fuerzas
progresistas en general. Reagan confrontó y debilitó de manera directa a los sindicatos y
terminó con las políticas de rentas de Carter e hizo avanzar el proceso de desregulación
industrial. Esta última, en nombre de la promoción de la “competencia y la innovación”,
incentivó fusiones y adquisiciones de empresas que fueron “restructuradas” con nuevas
administraciones, abandonándose contratos y acuerdos hechos con trabajadores
sindicalizados. La desregulación, en un contexto de dólar valorizado, estimuló un proceso
de relocalización industrial de las cadenas productivas en donde sus partes de mas
intensidad de utilización de trabajo no calificado fueron transferidas para determinados
países subdesarrollados.
De esta manera, el poder de negociación de los trabajadores norteamericanos sufrió un duro
golpe, en el marco de la reestructuración industrial, de una creciente competencia externa y
de las amenazas de las empresas de profundizar su deslocalización. La tasa de desempleo
llegó a niveles record jamás vistos desde la crisis de 1929-1933. Esto posibilitó que los
salarios reales se mantuvieran por debajo de los niveles de productividad, no solo en los
Estados Unidos, sino en general en los principales países del capitalismo avanzado. Estos
cambios distributivos mostraron que la nueva era de tasas de interés reales elevadas no
causó un conflicto permanente entre el capital productivo y el capital financiero, ya que fue
realizada conjuntamente con una drástica ofensiva contra el poder de negociación del
trabajo en relación con el capital en general.
Se produce la apertura y liberalización internas de los sistemas monetarios y bancarios y de
los mercados financieros nacionales, que como apunta Chesnais, se trataba de la
liberalización monetaria y financiera, la liberalización de los mercados financieros
nacionales y la desintermediación. Procesos interrelacionados entre sí, puesto que la
liberalización interna entre las diferentes funciones financieras y diferentes mercados (de
cambios, de créditos, de acciones y obligaciones) y la interpenetración externa de los
mercados monetarios y financieros nacionales y su integración subordinada a los mercados
globalizados, configuraron un espacio verdaderamente mundial bajo la jerarquía del núcleo
financiero norteamericano, dominante sobre la mayoría de los sistemas nacionales. De esta
forma, grandes volúmenes concentrados de capital-dinero lograron amplia libertad para su
valorización a través de diversas operaciones de inversión de fondos y de préstamos a corto
y largo plazos, así como también mediante operaciones desarrolladas en el interior de la
esfera financiera que aportaron beneficios financieros “puros”. La integración financiera
global recibió además el efecto de la creación de diversas formas nuevas de inversión de los
“nuevos productos financieros” en la medida que la eliminación de los anteriores controles
domésticos abrieron el camino a las “innovaciones financieras”. Este proceso demandaba la
implementación práctica de un proyecto político y económico funcional a la hegemonía del
capital a nivel mundial.
Capítulo 2. La evolución del proyecto neoliberal en la práctica.
Etapa fundacional y ortodoxia originaria.
Sintetizando la contribución de Ezcurra ( 2000:198-200 ), se puede caracterizar al
neoliberalismo como conjunto de procesos y estrategias irreductibles al ámbito económico,
y que desde la década de los 80 del siglo pasado alcanzó una propagación de alcance
mundial y presentó una evolución que hasta la actualidad continúa preservando los rasgos
distintivos esenciales de la ortodoxia fundacional.
Esta evolución parte de lo que ha sido denominada como la etapa fundacional que comenzó
en 1947, la cual se prolongó aproximadamente por tres décadas, en medio de las cuales se
sentaron las bases de un cuerpo doctrinario sistemático y coherente en el cual se asienta la
ortodoxia neoliberal originaria. Su texto de origen fue “Camino de servidumbre” de
Friedrich V. Hayek, publicado en 1944, en donde se realiza un ataque contra la limitación
de los mecanismos de mercado por parte del estado. El mismo constituyó una reacción
teórica y política contra del estado intervencionista y de bienestar. Se trata de un vehemente
ataque contra toda limitación de los mecanismos del mercado por parte del estado,
calificada como amenaza a la libertad económica y política. En 1947, Hayek funda la
Sociedad de Mont Péllerin ( Suiza ), la cual sirvió de embrión al desarrollo de la
sistematización de la tesis claves del neoliberalismo.
A la fundación de esta sociedad asistieron Karl Popper, Lionel Robbins, Ludwig Von
Mises, Milton Friedman, Walter Euken, Michael Polanyi y un número significativo de
figuras del liberalismo del siglo veinte. La Sociedad de Mont Péllerin se dedicaría con
verdadera vocación misionera a la propagación del ideario neoliberal. La misma efectuaría
reuniones internacionales cada dos años con el propósito de combatir al keynesianismo y
preparar las bases de la refundación de un capitalismo duro y sin reglas para el avance
hegemónico del capital.
La tesis neoliberales surgen en lo económico del pensamiento neoclásico, que como se
sabe, parten del postulado de que el mercado constituye el marco idóneo y más eficaz para
la asignación de recursos y la satisfacción de necesidades, frente a las ideas neo
keynesianas que serían asumidas por la generalidad del entramado político a partir del fin
de la Segunda Guerra Mundial.
Este neoliberalismo fundacional impugna al estado de bienestar, y en particular, al estado
como redistribuidor en beneficio de las clases y capas más desfavorecidas de la sociedad.
Se critican los intentos de reformar la fijación de recursos por el mecanismo de libre
mercado, de ahí la defensa de un estado mínimo.
A partir de la tesis redimensionadora del estado en su vínculo con el aparato económico
capitalista, el neoliberalismo conformó una agenda de políticas con cuatro ideas- fuerza
claves:
A) La promoción de un máximo de crecimiento económico de libre mercado.
B) Un aumento de la tasa de ganancia de capital privado.
C) Una reducción de los costos salariales mediante una disminución en el costo de la fuerza
de trabajo.
D) Contención del gasto público social.
Como afirma Ezcurra ( 2000:212 ), el neoliberalismo en su etapa fundacional desarrolló un
concepto de desarrollo propio del capitalismo cuya idea básica es que el crecimiento
económico y el progreso técnico actúan en función del principio dominante del modo de
producción capitalista, que es la expansión de la producción y de la acumulación privada
con el fin de acrecentar los beneficios de las élites hegemónicas de los países capitalistas
desarrollados. El sujeto de la acumulación sería el capital privado en función de la
maximización de la tasa ganancia.
Como corolario, la fuerza de trabajo queda reducida a la condición de instrumento
necesario para el progreso de las fuerzas productivas, es decir, medios en función de un fin
superior: el crecimiento económico. Se promueve así la reducción máxima de los costos
salariales tendiéndose a comprimir el valor de la fuerza de trabajo. Los trabajadores son
percibidos como consumidores mínimos, lo que se contraponía diametralmente a las
políticas salariales negociadas bajo el “welfare state”, que estimulaba el consumo masivo
mediante una masa de trabajadores solventes y beneficiarios de una redistribución del
ingreso vía el aumento de los gastos sociales en el presupuesto.
El neoliberalismo desde su etapa fundacional va a suponer una regresión a costa del factor
trabajo con la finalidad de elevar la ganancia del capital. Esta ofensiva del capital contra el
trabajo tuvo un carácter integral, dado que fue acompañada por la afectación de los costos
indirectos del trabajo y por ende, de la carga fiscal impositiva, de ahí que el programa
contuviese el recorte del gasto público social.
Citando a Perry Anderson, Ezcurra apunta que el pensamiento neoliberal postulaba una
“nueva y saludable desigualdad”, concebida como un valor positivo para dinamizar la
acumulación privada. Esto conllevó al planteamiento de quebrar el poder de los sindicatos y
del movimiento obrero con sus presiones reivindicativas sobre los salarios y el estado.
No obstante, a partir de la posguerra y durante los primeros veinte años posteriores a la
culminación de la misma con un auge económico sin precedentes, los gobiernos de los
principales países del capitalismo desarrollado implementaron políticas de inspiración
neokeynesiana y se estructuró un significativo consenso político alrededor del estado de
bienestar. El neoliberalismo en esta etapa, no logró convertirse en el pensum predominante
de la hegemonía política del capitalismo avanzado, que continuó apostando por las recetas
de inspiración keynesiana. Se limitó a su fortalecimiento doctrinario en el plano académico
en determinados reductos universitarios, por autores de profunda raigambre neoclásica, que
nunca se plegaron ante el avance arrollador de la síntesis neoclásica –keynesiana.
Al producirse el agotamiento del modelo económico de posguerra cayendo los países del
capitalismo avanzado en una profunda recesión, combinando inéditamente, bajas tasas de
crecimiento con altas tasas de inflación, se produce un vacío teórico que fue llenado por el
ideario neoliberal- monetarista. Según el diagnóstico de Hayek, las causas de la crisis se
encontraban en el excesivo poder de los sindicatos y del movimiento obrero en general, el
cual había socavado las bases de la acumulación privada, a través de sus presiones
reivindicativas sobre los salarios y sobre el estado para que aumentase los gastos sociales.
Ambos procesos, según el diagnóstico neoliberal, habían destruido los niveles necesarios de
beneficios de las empresas y desencadenado procesos inflacionarios que culminarían en una
crisis generalizada de las economías de mercado. El remedio, por tanto, no podía ser otro
que implantar un estado fuerte para quebrar el poder de los sindicatos, o sea, fomentar el
ejército industrial de reserva unido al control del dinero, al mismo tiempo que se
gestionaría una contracción significativa de los gastos sociales y de la gestión económica
estatal. Así, una “ nueva y saludable” desigualdad volvería a dinamizar las economías
avanzadas afectadas por la estanflación.
Los experimentos neoliberales del Cono Sur.
A partir del golpe de estado contra el gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende en
Chile durante 1973, seguido por las dictaduras militares uruguaya y Argentina ( 1974 y
1976), se conformaron una especie de experimentos neoliberales que constituyeron la
avanzada monetarista con una visión reduccionista de los problemas económicos
excluyente de cualquier tipo de preocupación social. La violencia de la represión militar fue
necesaria para la implementación y profundización del modelo económico lo cual
estableció una diferencia importante con relación a la aplicación neoliberal monetarista en
los países del capitalismo central como sería más tarde las experiencias de los EE.UU. y del
Reino Unido.
Chile se convirtió en uno de los primeros laboratorios de la propuesta neoliberales a partir
del sangriento golpe de estado de Pinochet. Allí comenzaron sus prácticas los “Chicago
Boys”, economistas tecnócratas preparados con las ideas de Friedman y Harberger que
iniciaron un programa de estabilización y ajustes estructurales.
Una de las características más relevantes de los programas de estabilización a partir de la
triple experiencia del cono sur latinoamericano, ha sido su radicalización y voluntad
reestructuradora. Tanto Chile, como Uruguay y Argentina, a pesar de sus respectivas
especificidades nacionales, compartieron rasgos de radicalización político- económica.
Independientemente del diferente grado en que incorporaron elementos no ortodoxos al
conjunto concreto de medidas de factura neoliberal monetarista, los tres países
constituyeron experimentos de laboratorio con un alto nivel de aplicación del modelo
aperturista propuesto.
García Menéndez ( 1989:207-208 ) advierte que estos tres países presentaron numerosas
diferencias estructurales: tamaño, grado de industrialización, capacidad y diversificación
exportadora, peso sectorial relativo, etc. al mismo tiempo, los tres tendrían distintas
características acerca de la ejecución del programa de estabilización adoptado: rigor y ritmo
del ajuste, restricciones internas, condicionantes sociopolíticos y filiación filosófico-
económica justificadora de cada fase de los experimentos neoliberales. Sin embargo, a
pesar de la existencia de cualquier singularidad nacional, se muestran rasgos de forma y
contenido de comulgación con el credo neoliberal monetarista dominante, lo cual permite
una presentación conjunta del modelo.
Como primer elemento común se sitúa la justificación a partir de una situación caótica
previa a la adopción del modelo, ya fuera por la evolución histórica o las condiciones
inmediatas provocadas por la política económica de la Unidad Popular en Chile, la
decadencia de los últimos gobiernos peronistas en Argentina o la progresiva
desestabilización en Uruguay. Sin embargo, este “desorden” no concitaría una respuesta de
corto plazo de tipo coyuntural, sino que por el contrario, las nuevas autoridades económicas
que auspician el modelo aperturista ven en el caos, la consecuencia de una larga
acumulación de errores que habían alejado a cada país de la “racionalidad económica”.
Esto provocó recomendaciones de política económica dirigidas a enfrentar problemas de
magnitud cualitativamente superior, por lo que el modelo se dirigió hacia la reprivatización
y la transnacionalización. En consecuencia, el patrón de acumulación propuesto se asentara
en cuatro momentos fundamentales: apertura económica, liberación de mercados, nuevas
pautas de concentración de la renta y la riqueza y privatización de las actividades. Con
relación a cada uno de los mismos, García Menéndez refiere las siguientes matizaciones:
1. El nuevo modelo cuestiona el tipo de crecimiento desarrollado en América Latina,
proponiendo una mayor racionalidad económica que asigne los recursos en función de la
estrategia de ventajas comparativas reveladas por el sistema de precios internacional. Por
tanto, se procede a la apertura del mercado de bienes y el mercado financiero a la esfera
internacional, convirtiendo a estas economías en “tomadoras de precios”.
2. El único centro regulador será el mercado, por lo que debe contar con las máximas
facilidades otorgadas por la apertura para la recepción de señales (precios) internacionales y
con la máxima libertad requerida para qué no distorsione las “señales” internas.
3. La minimización estatal en actividades productivas y redistributivas, basándose en el
enfoque subsidiario, lo que determinará las pautas de distribución y concentración del
ingreso y la riqueza acorde con el mercado. Es decir, la distribución y concentración del
ingreso será una consecuencia lógica de la “eficacia relativa” de cada agente económico
individualizado, y no del “poder relativo” de cada clase social o del influjo redistributivo
del estado.
4. Por último, el enfoque subsidiario adoptado es extremo. No sólo impidió la beligerancia
estatal en la redistribución, sino que exigió la reprivatización de las actividades productivas
y asistenciales encomendadas al estado por el modelo anterior, limitando el activismo
estatal a las tareas reproductivas que signifique un beneficio para el sector privado, desde la
infraestructura viaria hasta la represión social.
La existencia de una abundante y rica literatura crítica acerca de la perversidad de estos
experimentos y sus evidentes costos sociales, abrevian el examen de la evolución del
modelo y posibilitan avanzar sobre el mismo, sin caer en repeticiones innecesarias.
La etapa estatal: la ofensiva neoliberal en el poder.
Durante los años 70, la mayoría de los gobiernos de la OECD intentaron aplicar las recetas
de la síntesis neoclásica-keynesiana para aplacar infructuosamente los efectos de la crisis.
Pero ya al final de la década, en 1979 fue elegido el gobierno conservador de Margaret
Thatcher en el Reino Unido, y un año más tarde, Ronald Reagan llega a la presidencia de
los EE.UU.
Los triunfos de la Thatcher y de Reagan marcaron la apoteosis neoliberal desde los inicios
de la década de los 80. Al convertirse en el dogma dominante en los Estados Unidos y el
Reino Unido ( Borón, 2003b:58 ), el neoliberalismo logró una gravitación en el sistema
mundial pocas veces vista en la historia. Este proceso de derechización del clima ideológico
y político abrió el espacio a la teoría neoclásica, y con ella, a sus “gurúes” dispuestos a
aplicar, en todas partes y en cualquier circunstancia, la misma receta codificada que más
tarde sería conocida como el Consenso de Washington.
En 1982, Kohl derrota en la RFA a Helmut Schmidt. En 1983, Dinamarca, modelo de
estado de bienestar escandinavo, cae bajo el control de una coalición de derecha. Casi todos
los países del norte de Europa Occidental, menos Suecia y Austria, tuvieron un viraje hacia
la derecha como aumento del poder de atracción del neoliberalismo político, que consolidó
el predominio de una nueva derecha en Europa y los EE.UU.. A su vez en el sur de Europa,
llegaban al poder gobiernos de centro- izquierda como Mitterrand en Francia, Felipe
González en España, Soares en Portugal, Craxi en Italia, Papandreu en Grecia, los cuales
según señala Perry Anderson ( 2003:20-21 ), todos se presentaban como una alternativa
progresista que contrastaba con la línea derechista Reagan-Thatcher y los demás gobiernos
del norte de Europa. Mitterrand y Papandreu, intentaron realizar una política de deflación y
redistribución, pleno empleo y protección social, pero el proyecto fracasó, y a la altura de
1982 y 1983 el gobierno socialista francés se vio forzado por lo mercados financieros
internacionales a cambiar su rumbo y debe orientarse hacia un camino más próximo al
neoliberalismo, priorizando la estabilidad monetaria, la contención en el presupuesto,
concesiones fiscales al empresariado capitalista y el abandono de la política de pleno
empleo. Por su parte, en España el gobierno de Felipe González en ningún momento trató
de realizar una política redistributiva de matriz keynesiana. Por el contrario, desarrolló una
política económica próxima al monetarismo y al capital financiero, favorable a la
privatización y serena cuando el desempleo alcanzó el récord europeo del 20% de la
población económicamente activa.
Para Anderson estas experiencias evidenciaron la hegemonía neoliberal en el ámbito
ideológico. Aunque desde el inicio, fueron sólo los gobiernos de derecha los que
implementaron las políticas neoliberales, posteriormente aquello gobiernos
autoproclamados de centro izquierda siguieron el mismo camino. La propia
socialdemocracia europea incorporó en su programa las ideas defendidas por los gobiernos
neoliberales. Durante la década de 1980 casi la totalidad de los países de la OECD
presentaban un perfil político que señalaba el apogeo de la hegemonía neoliberal en el
capitalismo avanzado.
Según ha sido destacado ( Ezcurra,2000:199 ) durante este período el neoliberalismo sufrió
su primera fase de transformación desarrollando un programa de política económica
relativamente uniforme y de alcance mundial que, en América Latina y en Europa oriental,
se concretó en los denominados ajustes estructurales, los cuales independientemente de sus
particularidades nacionales, mantienen un diseño común.” En los ochenta el mercado
mundial pasó a ser considerado como principal mecanismo en la asignación de recursos.
Como corolario, se produjo un agudo sobre acento en la búsqueda de competitividad
(externa). Ello exacerbó la política de disminuir el costo de la fuerza de trabajo y los
salarios. El trabajo, pues, retrocedió al papel de una mera mercancía comprada al menor
precio posible. Se trata entonces, de una bandera ortodoxa que persiste en los ochenta,
aunque agudizada; y que continuó hasta el presente, nuevamente intensificada (con los
programas de flexibilización laboral). El resultado es una descomunal redefinición de poder
entre el capital y el trabajo como un fruto y característica crucial del capitalismo en su etapa
neoliberal”( Ezcurra,2000:199-200 ).
En los EE.UU. en 1981 se aprueba el programa para la recuperación industrial de la
administración Reagan, el cual supuso un drástico reajuste económico sobre la base de que
la causa fundamental de la crisis económica norteamericana radicaba en la intervención del
estado en la economía, a través de la política fiscal en la recaudación y el gasto, de la
política monetaria en la expansión de la oferta monetaria, y del sistema de regulación de los
precios, la producción, el comercio y los sectores sociales, que han limitado la actividad del
empresariado privado. A partir de este diagnóstico, la política económica de Reagan
incluyó cuatro aspectos fundamentales: reducción del crecimiento del gasto público, menos
de los de defensa; reducción de las tasas fiscales, reforma de la política de regulación y por
último, una política monetaria contractiva.
La aplicación de este programa provocaría tres efectos importantes en la economía
norteamericana:1) incremento del déficit fiscal dada la rigidez a la baja de los gastos
corrientes, incremento del gasto militar y la caída de los ingresos por la reforma impositiva,
2) incremento de las tasas de interés a causa de la política monetaria restrictiva, lo que
significó una elevación también de las tasas de los países desarrollados para frenar la salida
masiva de sus capitales. Para lo países subdesarrollados supuso el inmenso incremento del
servicio de la deuda externa, y 3) crecientes déficit comercial, destacandose el significativo
volumen de las importaciones mundiales destinado al mercado norteamericano.
Ya desde octubre de 1979, bajo la dirección de Paul Volcker, la Reserva Federal había
anunciado que en el futuro harían la fijación de objetivos sobre agregados monetarios,
pareciendo que el monetarismo había prevalecido. No obstante, tres años más tarde, la
Reserva Federal anunció que abandonaba sus objetivos monetarios, desde entonces ha
repetido lo mismo y los objetivos han atraído gradualmente menos la atención. Si la
Reserva Federal fue monetarista en sentido estricto, lo fue durante menos de tres años (
Krugman,1998:103 ). Siguiendo a Krugman, hacia finales de 1982, la inflación
norteamericana estaba disminuyendo, pero la recesión parecía en peligro de descontrolarse.
La crisis de la deuda del tercer mundo despertó temores de un caos financiero. La Reserva
Federal volvió a una política activa y discrecional. Se aprobó el control monetario y la
economía comenzó una paulatina recuperación. Desde entonces, la Reserva Federal ha
tratado de afinar sus intervenciones manejando la oferta monetaria. Cuando teme un
resurgimiento de la inflación la retiene, y cuando la recuperación parece decaer, la aumenta.
La tasa de crecimiento monetaria ha variado sustancialmente. Posterior al abandono de los
objetivos, Friedman previó una desastrosa aceleración de la inflación o una severa recesión
como consecuencia de la inestabilidad monetaria, lo que no fue así.
En los países de la OECD la tarea prioritaria del programa neoliberal fue detener el
crecimiento inflacionario de los años 70. En este sentido se logró disminuir la inflación del
8,8% al 5,2 % entre los años 70 y 80 y esta tendencia a la baja continuó en los años 90, en
éste sentido su éxito fue innegable. Perry Anderson ( 2003:21-23 ) reconoce éxitos
objetivos del programa en los países de capitalismo avanzado a partir de revertir el sentido
del comportamiento de los precios hacia un proceso deflacionario como condición para la
recuperación de las ganancias. En los años setenta la tasa de ganancia de la industria de lo
países miembros de la OECD había disminuido alrededor del 4,2%, mientras que la década
de 1980 aumentó el 4,7%. La razón esgrimida de dicho cambio fue la derrota del
movimiento sindical, manifestado en la caída significativa del número de huelgas en los
años 80 y en la evidente contención de los salarios. Esto se debió en buena medida a lo que
se considera el tercer éxito del neoliberalismo, que fue el crecimiento de las tasas de
desempleo como mecanismo “natural” y necesario en una economía de mercado eficiente.
Así, la tasa media de desempleo en lo países de la OECD se duplicó, pasando un promedio
de 4% en los años setenta, al doble en los años 80. Por último, apunta Anderson, otro
objetivo importante del programa neoliberal que alcanzó un resultado satisfactorio según
sus propios intereses, fue el aumento del grado de desigualdad en el conjunto de lo países
de la OECD: la tributación de los salarios más altos cayó un 20% a mediados de la década
de 1980 mientras que los valores de la bolsa se cuadriplicaron más rápidamente que los
salarios.
Si bien en cuanto a deflación, ganancias, desempleo y salarios el programa neoliberal
obtuvo éxitos, dichas medidas representaban medios para alcanzar la reanimación del
capitalismo avanzado a través de la recuperación de altas tasas de crecimiento estables, tal
como existían antes de la crisis de los años 70. Sin embargo, no fue así, no se produjo
ningún destaque significativo en la tasa media de crecimiento, la cual se mantuvo baja en lo
países de la OECD. A pesar de las condiciones creadas en favor del capital, la tasa de
acumulación, es decir, la inversión efectiva en los equipamientos productivos apenas creció
en la década de 1980 y fue inferior en relación a sus niveles en los años 70. Para lo países
de capitalismo avanzado el incremento anual fue de 5,5% de los años sesenta, 3.6% en los
70 y 2,9 % en los años 80.
Para Anderson, a pesar de haberse logrado la recuperación de las ganancias esto no condujo
a una recuperación de la inversión debido al proceso de desregulación financiera que creó
condiciones más propicias para la inversión especulativa que la productiva. Durante la
década de 1980 se produjo una efervescencia en los mercados cambiarios internacionales
produciéndose un incremento vertiginoso del peso de las operaciones especulativas.
Por otra parte, a pesar de las medidas tomadas intentandose contener el gasto social, el peso
del estado de bienestar no disminuyó significativamente. Si bien el crecimiento de la
proporción del PNB consumido por el estado ha sido notablemente desacelerado, su
proporción absoluta no disminuyó, sino todo lo contrario, aumentó durante la década de
1980 de un 46% a un 48% del PNB medio de los países de la OECD ( Anderson,2003:22 ).
Esto se debió al aumento del gasto social con el desempleo y al aumento demográfico de
los jubilados lo que produjo el incremento del monto de las pensiones.
Como se verá posteriormente, significativos sectores del capitalismo latinoamericano
asociados con el capital transnacional lograron imponer un proyecto político
profundamente reaccionario con el pretexto de “modernizar” la economía y de “sanear” el
aparato estatal, pero en realidad persiguió una transformación privatizadora y
desnacionalizadora hacia una mayor libertad de los mecanismos de mercado. Este proyecto
sólo benefició en lo fundamental, al capital transnacional y a sus aliados en la región,
reforzando la miseria y explotación de las mayorías populares latinoamericanas. Los
efectos este proceso desde el punto de vista del desarrollo fueron nefastos para América
Latina. Sin embargo, sus resultados fueron justificados bajo el argumento de constituir un
costo necesario para el establecimiento de una economía eficiente y productiva.
Neoconservadurismo y manipulación de la democracia.
Con la administración Reagan el neoliberalismo sufrió una rearticulación con el
pensamiento neoconservador, en un proceso de reorganización ideológica que produce,
como vuelve a apuntar Ezcurra ( 2000:200 ) una nueva síntesis con dos aspectos básicos:
A) El ensamble del ideario neoliberal con valores típicamente neoconservadores,
consolidándose como un proyecto de social integral que sobrepasó lo económico y se
proyectó hacia lo político. Se produce una transformación global de la sociedad que se
intensificó en los años 90.
B) Se desarrolló una firme voluntad internacionalista de carácter neoconservador, la cual
promovió la propagación mundial del programa como un intento de homogenización de
alcance internacional. La misma se convirtió en una prioridad explícita de la política
exterior de Reagan bajo la denominación de “democratización global”. Ésta fue retomado
por la administración de Bush padre, y posteriormente asumida por el gobierno demócrata
de William Clinton, bajo el título de “Alianza Global por la Democracia” . Por tanto, se
está en presencia de una estrategia externa norteamericana con un significativo consenso
bipartidario.
Se puede concluir que desde los ochenta se ha proyectado un programa neoliberal
conservador de factura norteamericana, contentivo de un proyecto social integral y mundial
que alcanzó una amplia expansión hasta el presente. A pesar de los innegables costos que
han tenido que soportar los sectores sociales mayoritarios, no sólo importante sectores
poblacionales del primer mundo, sino sobretodo de América Latina y del resto del mundo
subdesarrollado, que se han manifestado en el triunfo democrático de gobiernos que han
declarado su vocación antineoliberal, aún se mantiene la preeminencia alcanzada por el
neoliberalismo en lo ideológico a nivel de los grupos expresan la hegemonía política de
gran capital.
Durante la administración Reagan el neoconservadurismo se desarrolló como un
movimiento heterogéneo conformado con diversas fracciones internas como los
denominados neoconservadores, y la Nueva Derecha, los primeros una corriente de
intelectuales que produjo un pensamiento sistemático que desarrollo tareas de influencia
ideológica, el cual será objeto de análisis mas adelante; y los segundos, otro movimiento
muy conservador que implicó una alianza entre diversas organizaciones sociales con
determinadas reivindicaciones específicas, lo que posibilitó una base de masas en los
Estados Unidos, alrededor del concepto de “capitalismo democrático”: idea clave que
refleja un extendido consenso en el país a partir de la relación necesaria entre el capitalismo
y la democracia liberal con una matriz antiintervencionista adversa al estado del bienestar.
Dicha “democratización global” se constituyó en materia de seguridad. La misma es
considerada como decisiva en el balance de poder internacional, por lo que se inserta en
una lógica de defensa a largo plazo para los Estados Unidos. Esta democracia global en
código de seguridad se proyectó en América Latina a través de la denominada “visión
democrática de la seguridad”, un producto de la administración Reagan desarrollado por el
pentágono y el Departamento de Estado, y continuado por la administración Bush padre.
Esta vuelta de tuerca hacia un repunte de los afanes “democratizadores” en América Latina
y el Caribe obedeció a un reanálisis de la visión neoconservadora, que desde una actitud
benevolente con las dictaduras militares, pasó al cuestionamiento de la pertinencia de una
tolerancia hacia los autoritarismos que debilitaban la legitimidad gubernamental y
estimulaban la “subversión”, la cual podría construir alianzas en favor de verdaderas
reivindicaciones democráticas. Las dictaduras, ayer sostenidas como necesarias para frenar
el cuestionamiento del statu quo, en lo delante pasan a ser cuestionadas por su fertilización
del enemigo. El terrorismo estatal de la Doctrina de la Seguridad Nacional deja de tener el
apoyo del gobierno norteamericano y se pasa a una fase de seguridad regiónal basada en la
“democracia política”.
Con el colapso de la Unión Soviética y del socialismo de estado europeo a finales de la
década de 1980, lo que conllevó a un cambio radical en el balance global del poder y a la
celebración de una “revolución democrática global” con un capitalismo democrático en
clave neoliberal sin aparentemente ninguna alternativa ideológica, se produce el argumento
de Francis Fukuyama. Con la tesis sobre el “fin de historia” ( Fukuyama,1992 ) se anuncia
la terminación de la evolución ideológica de la humanidad con el triunfo del liberalismo
político y económico mediante la realización como idea de la democracia liberal. Se estaría
produciendo según Fukuyama, una victoria en el plano ideológico y conceptual que más
tarde o temprano terminaría con su realización total a nivel global.
Sin embargo, como bien señala Ezcurra ( 2000:218-220 ), aunque en su momento, se
interpretó el pensamiento de Fukuyama como una manifestación de la racionalidad
neoconservadora de la administración Bush padre, esto significó una comprensión errónea
de la misma. En tal sentido cabe apuntar que “el fin de historia” suscitó dentro de los
conservadores una reacción adversa ante un “finalismo” que estructuraba un discurso
complaciente que devaluaba los riesgos de seguridad en la posguerra fría, los cuales
continúan siendo una tesis fundamental del pensamiento estratégico dominante en las
administraciones norteamericanas hasta el presente. Si bien la denominada “revolución
democrática global” se consideraba un éxito de la “guerra de ideas”, esto no necesariamente
significaba una “victoria final”, por lo que habría que continuar impulsando un activismo
político en función del fortalecimiento del capitalismo democrático neoliberal a escala
mundial.
Con la administración demócrata de William Clinton la “democratización global” fue
relanzada bajo el rubro de” alianza global para la democracia”. Se continuó de forma
ininterrumpida con la expansión del capitalismo dentro de la visión neoliberal con énfasis
en la apertura en el orden internacional hacia el libre flujo del comercio y las inversiones.
Se hizo evidente que la “irradiación internacional del modelo pasó a la agenda del estado
norteamericano como un eje de política exterior amparado por un considerable consenso
bipartidario, lo que le confiere solidez y estabilidad a largo plazo”( Ezcurra,2000:220 ).
Se concluye que desde los inicios de la década de 1980 se asiste a la construcción y
expansión de un programa neoliberal conservador producido fundamentalmente en los
Estados Unidos, que conlleva el intento de homogenización a nivel mundial de un proyecto
de social neoliberal integral y mundial.
Sin lugar a dudas, a partir de los años ochenta el neoliberalismo adquirió una difusión
internacional estimulado por las administraciones Reagan-Bush. Partidos y movimientos
que tradicionalmente habían sostenido paradigmas de desarrollo basados en la intervención
del estado, como numerosos gobiernos socialdemócratas europeos, tales los casos de
España, Francia, Grecia, Italia y Portugal, y en América Latina, como el peronismo en la
Argentina y del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, evidenciaron un
proceso de reconversión ideológica, que en la práctica demostró la hegemonía ideológica
del neoliberalismo. Con el “desmerengamiento” del mal llamado socialismo real en la
Europa oriental se produce una nueva carga ofensiva neoliberal aún más fundamentalista
que la sostenida en occidente. Esta generalizada expansión neoliberal construyó una
fortalecida hegemonía ideológica a nivel de las élites dirigentes y en escala mundial. Se
expandió un nuevo “sentido común” basado en el fetiche del mercado, en la rentabilidad a
toda costa y en el logro de la mayor competitividad, sustituto del generado por el estado
benefactor y el intervencionismo de raigambre keynesiana.
La deuda externa.
El principio del fin del sistema monetario internacional de Bretton Woods, el alza de los
precios del petróleo y la coyuntura desfavorable del comercio internacional, aceleraron y
ahondaron el proceso de endeudamiento, relacionado con el conjunto de restricciones
monetarias y crediticias de los programas de estabilización condicionado por el FMI para la
América Latina.
El empuje de la liquidez internacional que saturó los mercados de capitales obligó a
propagar las funciones de marketing bancario en detrimento de las funciones de análisis de
cada caso y de cada solicitud de préstamo. El crédito internacional paso de una situación de
recursos escasos a otra de mercancía vendible en un contexto altamente competitivo.
La expansión de los bancos privados, principalmente norteamericanos, desplazó a los
organismos multilaterales, FMI y Banco Mundial, en la rectoría del suministro de créditos a
los países subdesarrollados. Este perfil privado de la deuda externa vino acompañado de un
determinado grado de liberalidad para el otorgamiento de créditos.
Al bajar las tasas de interés era fuerte el incentivo para endeudarse. Las tasas de interés
eran bajas y la liquidez abundante, y tanto prestamistas como prestatarios tenían sus
expectativas fundadas en la continuación de la inflación, lo que conduciría a mayores
incrementos de los ingresos por exportaciones y reduciría la carga real de la deuda externa.
Los países deudores embarcaron su política económica dentro de una racionalidad
económica sólo válida momentáneamente, sin darse cuenta que todo el entorno
macroeconómico podía ser transformado a través de decisiones políticas sobre el precio del
dólar y las tasas de interés tomadas por el gobierno norteamericano y transmitidas a toda la
economía mundial mediante su control sobre el nuevo modelo monetario- financiero
internacional.
La interpretación neoliberal acerca de la crisis de la deuda latinoamericana fundamenta la
existencia de la misma por la quiebra de las antiguas estrategias estatalistas de acumulación
mediante la sustitución de importaciones. Éste diagnóstico omite los fracasos de los
gobiernos del area en el ajuste de la política macroeconómica ante el impacto del aumento
del precio del petróleo y el caos orquestado por el nuevo sistema monetario- financiero
internacional de la década de 1970. Éste fracaso macroeconómico táctico fomento crisis
monetarias y financieras que posibilitaron al gobierno norteamericano imponer un nuevo
modelo estratégico neoliberal sobre estos países. Éste modelo neoliberal, era en esencia un
conjunto de propuestas acordes con los requerimientos de los bancos estadounidenses para
que se les pagasen sus préstamos.
La concentración de la deuda en los países más ricos de América Latina está asociada con
el nuevo papel de la banca privada a costa de la banca multilateral. Dicha concentración fue
manejada por los gestores norteamericanos, al punto que más del 66% de la deuda privada
de todos los países subdesarrollados no exportadores de petróleo se debía a bancos
estadounidenses.
No fue casual que éste proceso se realizara en el marco de la políticas monetaristas y
estrategias de apertura reestructuradoras. El modelo ortodoxo ofrecía una justificación
teórica que adecuó la ilusión de oferta de crédito externo ilimitada. Los “policy makers”
latinoamericanos, comprometidos con el neoliberalismo monetarista, ignoraron la
información incómoda que avisaba acerca de la quiebra del modelo aperturista y sobre los
riesgos contraídos.
Como es conocido, el incremento de los pagos por el servicio de la deuda está ligado al
aumento de las tasas de interés internacionales, elemento central en la política económica
de la administración Reagan como medio de captar el ahorro externo que permite financiar
el monumental déficit público y comercial de los Estados Unidos, así como su
reestructuración tecnológica e industrial frente a sus competidores alemanes y japoneses,
logrando con esto, además, la revalorización del dólar en los mercados financieros
internacionales.
Con la crisis de la deuda el Fondo Monetario Internacional pasa a desempeñar el papel de
garante ante los bancos acreedores de la disciplina adoptada por los deudores en la
aplicación de la política de ajuste conducente a la recuperación de la solvencia. En este
contexto, todo acuerdo de refinanciación como países deudores socios del FMI ha sido
precedido de un contrato de préstamo “stand by” otorgado por esta entidad, en el que se
establece un conjunto de medidas de política económica en función del ajuste de las
economías deudoras.
Por tanto, de la relativa marginación en el proceso de financiación en el que estaba situado
el FMI durante la etapa de bonanza bancaria, le sucedió un nuevo protagonismo como
supervisor de la ortodoxia neoliberal tendiente a dotar a los países deudores de la
recuperación de la capacidad de pago necesaria. El proceso de privatización de la deuda a
principios de los 70 concuerda con el fin del ciclo expansivo de la economía del
capitalismo avanzado, y los grandes bancos se ven obligados a buscar nuevos clientes,
ofreciendo su dinero más barato y fácil que las agencias multilaterales. La demanda de
crédito proveniente de los países subdesarrollados se desbordó, fundamentalmente en el
primer lustro de los 70, para absorber el pago del petróleo a los nuevos precios. La
naturaleza de este proceso marginó al FMI como proveedor multilateral. Pero la banca
privada, en la medida que aumentó la demanda y el suministro de recursos, comenzó a
aplicar parecidas restricciones fondomonetaristas en atención prioritaria del servicio de la
deuda. En este momento de riesgo para los acreedores, el FMI fue redescubierto para que
pusiera en funcionamiento su ortodoxia monetaria en lo que sería la subsiguiente etapa del
proceso de endeudamiento, la de garantizar la recuperación del capital a los agentes
prestamistas.
Se origina el llamado “club de acreedores” capitaneado por la banca de Bretton Woods, es
decir, el FMI y el Banco Mundial. Según Borón ( 2003b:62 ), más allá del desempeño de
sus funciones “técnicas”, el Banco Mundial y el FMI se han constituido en un gigantesco
“think tank” del neoliberalismo. Más de 10.000 economistas y unos pocos centenares de
cientistas sociales trabajan, acopiando datos y realizando estudios de todo tipo que
constituirán la base para las recomendaciones de los “policy makers” de ambas
instituciones, y sobretodo, para sustentar el discurso neoliberal de sus representantes,
prodigando un halo de cientificidad tecnocrática en función de las presiones que ejercen
sobre los gobiernos.
Durante los años 80, la era en que Ronald Reagan y Margaret Thatcher promovieron
políticas neoliberales para los Estados Unidos y el Reino Unido, el FMI y el Banco
Mundial se convirtieron en lo que Stiglitz llamó “instituciones misioneras” (
Stiglitz,2002:37 ), a través de las cuales el ideario neoliberal fue impuesto sobre los países
subdesarrollados que necesitaron de sus préstamos y subvenciones.
Consecuente con su interpretación ortodoxa con respecto a las medidas que receta, el FMI
ve las causas de la inflación y del desequilibrio externo, en el manejo equivocado de la
política económica, específicamente en el manejo interno de la economía. Toda la
terapéutica ha sido sustancialmente la búsqueda del problema en el orden interno a través
de la restricción de la demanda interna. Esta formulación técnicamente restrictiva patentiza
un definido trasfondo ideológico. Se trata del determinismo cortoplacista de la banca
privada internacional, quién es la inspiradora de las recomendaciones para el aseguramiento
de que el equilibrio externo permite atender el servicio de la deuda por encima del
desarrollo interno de la economía nacional de cada país.
El Secretario del Tesoro de Reagan, James Baker, apreció la crisis de la deuda como
oportunidad para utilizar los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial,
como agencias promotoras de los intereses norteamericanos. El Plan Baker de ajuste
estructural lanzado en 1985 sería contentivo de las nuevas funciones internacionales del
FMI y el Banco Mundial. Al defender la integridad del sistema financiero, el FMI defendía
la gestión norteamericana del nuevo sistema financiero. Al reestructurar a las diferentes
economías domésticas para qué pagasen sus deudas, el Banco Mundial las estaba adaptando
al mismo sistema internacional centrado en los Estados Unidos. Es a partir de las
necesidades del sistema que se entienden las medidas neoliberales de devaluación, la
estrategia exportadora, las medidas de paliar los déficits presupuestarios, y la búsqueda de
divisas en la cuenta de capital mediante un proceso de privatización apoyado por el capital
extranjero y la atracción de flujos de monedas fuertes gracias a la liberalización de la
cuenta de capital.
En realidad el Plan Baker fue la respuesta neoliberal del gobierno de Estados Unidos al
problema de la deuda externa y los reclamos de los países deudores por un nuevo orden
económico internacional. En esencia dicha propuesta representaba una sobredosis de
neoliberalismo como requerimiento para los países endeudados, a los que se les proponía
seguir los lineamientos de los intereses hegemónicos a nivel internacional. A cambio de
poner a disposición de las principales naciones endeudadas la cantidad de 29 mil millones
de dólares, se sometía a dichos países a un riguroso ajuste y liberalización comercial. Según
la fórmula de “crecer y pagar”. El plan replanteaba la relación entre las instituciones
multilaterales, la banca trasnacional y los países endeudados subdesarrollados pretendiendo
impulsar a la banca trasnacional a destinar parte de sus recursos financieros dentro de una
perspectiva de crecimiento y solvencia de los países endeudados, apoyados por el FMI y el
Banco Mundial, en función en última instancia de lograr la profundización de las
estructuras capitalistas de mercado en los países sometidos a la deuda.
A partir de la transferencia neta de recursos financieros de la región hacia el exterior, junto
a las presiones para liberalizar los controles a la inversión extranjera directa, el comercio y
los servicios en general, se presionaba el comprometímiento político de los gobiernos
latinoamericanos en la ruta de la profundización del capitalismo bajo la influencia de las
decisiones de la política económica adoptada por Washington. El discurso contentivo del
Plan Baker no era otro que el de la continuidad del proyecto hegemónico estadounidense de
convertirse en el líder tecnológico, financiero, militar y espiritual del capitalismo del futuro.
Los Ajustes Estructurales.
A partir del problema de la deuda externa los países de la región latinoamericana se vieron
forzados a recurrir al FMI y al Banco Mundial con vistas a obtener su aprobación para
negociar en el comité de gestión con la banca privada y con los gobiernos representados en
el Club de París. Estas negociaciones dirigidas por estos organismos multilaterales
implicaron programas de estabilización y ajuste. Se crea así el escenario para la
interrelación de los enfoques iniciales del FMI y el Banco Mundial. El primero se perfiló
hacia la reducción de los desequilibrios externos y fiscales, lo cual posteriormente consistió
en los programas de estabilización antiinflacionarios, por su parte el Banco Mundial
desarrolló programas con el fin de reestructurar el estado y el mercado. Ambos enfoques se
conjugaron en el ajuste estructural con el objetivo de reestructurar la economía y la
sociedad en función del capital internacional. El mercado internacional pasa a constituirse
en el nuevo ordenador de la economía y la sociedad.
Con una aparente gran cantidad de lógica y de sentido común, de todos aquellos que saben
que para distribuir algo, primero hay que elaborarlo, se postula primero el esfuerzo en crear
la riqueza, ya que sin su existencia y posesión no se puede repartir. Detrás de esta “teoría
del pastelero”, se encuentra una concepción política de la distribución de la renta.
Supuestamente se busca incrementar la tasa de utilidad, lo que en clave crítica sería la ley
fundamental del capitalismo, el aumento de una mayor tasa de plusvalía para lograr el
ahorro necesario para financiar nuevas inversiones que generarían un crecimiento del
producto que beneficiaría a la sociedad en general.
Lo anterior se oferta como la base lógica del ajuste económico. Sólo recuperando el
crecimiento se podría pasar después a su redistribución. La simpleza de éste mensaje
intenta ocultar que todo sistema de producción genera riqueza asociada a alguna
distribución de la misma, vía utilidades o salarios, de la renta o de las pensiones. Esta
distribución, como señala Acosta ( 2000:302-303 ) incide en las decisiones productivas. Lo
que el ajuste neoliberal provoca es una mayor concentración del excedente a partir de crear
las condiciones básicas del financiamiento de un proceso de acumulación diferente.
Para lograr la reinserción de las economías subdesarrolladas en el mercado mundial, se
incentivó la reprimarización de las economías del área recurriendo entusiasmadamente a la
alta renta diferencial de las ventajas comparativas naturales con bajo perfil tecnológico. De
forma paralela se fomentó la desindustrialización y la terciarización mediante un creciente
sector informal, junto a la necesidad de hacer competitiva la fuerza de trabajo a través de
una programada depreciación del poder adquisitivo de los salarios.
El alcance del ajuste estructural hay que comprenderlo dentro del marco de las políticas
aplicadas, la que conllevaron a la desgravación arancelaria, liberalización de los precios y
del sistema bancario y financiero, privatización de empresas estatales y de los servicios
públicos, reducción del gasto y redimensión del estado creciendo la mercantilización de
múltiples de sus actividades y flexibilización laboral. Estas políticas manifestaban el
objetivo de incrementar los niveles de la reserva monetaria internacional, disminuir la
inflación, controlar el tipo de cambio, disminuir los déficits del sector público y mejorar los
balances externos. Pero el objetivo implícito, menos conocido, fue la consolidación de una
nueva modalidad de acumulación.
Tal como ha sido reconocido ( Sanchez y Solis, 1986:13 ), a nivel de los objetivos y
finalidades de los programas de ajuste, existen dos planos cuya conexión no se evidencia de
forma manifiesta. Por una parte, los objetivos declarados están centrados en la corrección
de los desequilibrios monetarios-financieros crecientes, como hipotética condición previa
para la recuperación del ritmo de crecimiento y de los niveles de ocupación. Sin embargo,
por otra parte, encontramos objetivos subyacentes, no declarados, que apuntan hacia una
recomposición efectiva de las bases de la acumulación y del dominio capitalista, cuyos
parámetros principales serían los de un fuerte proceso de concentración de la propiedad y
del ingreso, y de un endurecimiento de las condiciones de reproducción y de utilización de
la fuerza trabajo. Así, determinadas orientaciones específicas aparecen bajo otro cariz
cuando se analizan bajo el perfil de la recomposición capitalista en donde los intereses de
las economías latinoamericanas y los del capital local no necesariamente coinciden con los
del capital productivo y financiero internacional.
Al nivel de las políticas económicas domésticas de los países latinoamericanos, sus
objetivos estaban dirigidos a la creación de condiciones de confianza, fundamentalmente
del capital financiero, medida importante para lograr la atracción de recursos que aseguren
el pago del servicio de la deuda externa. Resultado de dicha supeditación al capital
financiero, se relevó la atención de la esfera productiva, influenciado por los efectos de la
política monetaria contraccionista. La preocupación prioritaria de los gobiernos pasa a ser
la generación de los superavits comerciales que contribuyan al pago del servicio de la
deuda.
Desde el inicio de los ochenta, las políticas neoliberales han instrumentalizado la
adecuación de los países subdesarrollados a la necesidad del capital financiero
internacional, lo que ha conllevado a un aperturismo externo como mecanismo para el
aseguramiento de elevados superávits comerciales con la finalidad de sufragar el servicio
de los intereses de la deuda externa, junto a la libre remisión de ganancias de las empresas
transnacionales a sus centros matrices . Esta masiva transferencia de recursos sirvió para
financiar la revolución tecnológica- organizativa producida en los países del capitalismo
avanzado encabezados por los Estados Unidos. Este país reestructuró su economía
basándose en que su funcionamiento se caracteriza por una dimensión internacional muy
definida que ha supuesto una reestructuración del la economía mundial con disímiles
efectos sobre los países subdesarrollados en función del mayor o menor nivel de
dependencia de la economía norteamericana. Así, la estabilización y el ajuste no están
proyectados simplemente para la reducción de la inflación o a la incentivación del
crecimiento económico de los países subdesarrollados, sino básicamente en
correspondencia con los intereses de la economía del capitalismo central.
Las políticas de ajuste intentaron reducir los persistentes déficits de la cuenta corriente de la
balanza pagos, mientras que los programas de estabilización supuestamente persiguen
reducir el ritmo del aumento de la inflación.La reducción de las importaciones con el fin de
limitar el déficit comercial, conllevó un impacto recesivo sobre el nivel de la actividad
económica interna, y de la misma forma, las políticas estabilizadoras o de control de la
inflación, al mantener las tasas de interés elevadas con la finalidad de disminuir la cantidad
de dinero en manos del público, y así intentar frenar la presión de la demanda sobre los
precios, produjeron desvios del ahorro hacia las aplicaciones especulativas en detrimento de
la inversión productiva, lo cual también produce efectos recesivos, prolongando el
estancamiento y las manifestaciones de la crisis.
Estos programas de ajuste son el resultado de las limitaciones impuestas por la
transformación del capitalismo avanzado hacia los países subdesarrollados principalmente.
Son aceptados en la región como respuesta inevitable ante la imposibilidad de obtener
recursos financieros externos que compensen los que a través de distintos mecanismos son
transferidos desde el subcontinente hacia el exterior.
Como ya ha sostenido Samir Amín ( 1999:28 ), el programa de ajuste estructural consiste
en un simple y universal programa de actuación aplicado inicialmente a los países
subdesarrollados que se encontraban en crisis, a los que se obligó a “ajustarse”
unilateralmente a las nuevas condiciones. A fines de la década de 1980, dichos programas
se habían extendido a varios países socialistas de Europa Oriental para “viabilizar” su
reconversión hacia el capitalismo. Del mismo no es necesario ahondar en sus numerosas y
bien fundadas empíricamente críticas a través de una abundante literatura basada en
estudios específicos de experiencias nacionales, de modo que resultaría repetitivo
rememorar estos estudios. De sobra se conocen sus efectos sobre el incremento del
desempleo, el descenso de la remuneración salarial, el deterioro de los servicios sociales, la
disminución de la capacidad productiva, el crecimiento del endeudamiento externo, etc.
Siguiendo con Amín, se llega a dos conclusiones importantes: la primera, las políticas
establecidas por las instituciones internacionales obedecen a estrategias adoptadas por los
países del G-7, lo que constituye la causa del brutal empobrecimiento de las mayorías
populares en el sur y en el este. La segunda conclusión, es que estas políticas no
proporcionaron solución alguna a la crisis, por el contrario, agravaron su desarrollo.
El eje básico de los ajustes estructurales era la restitución de un crecimiento económico alto
y sostenido. Los mismos irían acompañados de duras políticas de estabilización. Así, en el
corto plazo, se prioriza la meta de la preservación de los equilibrios macroeconómicos,
especialmente en materia de presiones inflacionarias y de las cuentas fiscales y externas. A
su vez, se producen reformas estructurales que se proyectan hacia una profunda
reorganización del estado de la sociedad orientada hacia la libre operatividad de los
mercados. De una parte se estimuló la reducción del estado mediante políticas de
privatización de empresas estatales, la desregulación de los mercados internos y la
contracción del gasto público social.
En el plano externo, se promueve que el sostenimiento del crecimiento recaiga en la
inserción competitiva en los mercados internacionales, dándoles a las exportaciones el
papel protagónico. El mercado mundial sería el principal mecanismo de asignación de
recursos. El corolario en materia de política sería la apertura radical de las economías
domésticas al capital transnacional, lo que conllevó a procesos de liberalización comercial
y financiera y de estimulo a las inversiones extranjeras directas. Todo esto, como se planteó
al inicio, bajo una intensiva búsqueda de competitividad externa, que implicó deprimir el
valor de la fuerza trabajo mediante políticas salariales restrictivas.
Como componentes fundamentales del paquete de las políticas de ajuste estructural se
encuentran:
1. Medidas anti- inflacionarias y de disminución del gasto público.
2. Una apertura económica como la política de liberalización del comercio y de los flujos
de capital.
3. La desregulación de las actividades del sector privado.
4. Privatización de los medios de producción.
5. Redimensionamiento y modernización del estado.
A nivel estructural, los impactos del programa de ajuste estructural están asociados con las
clases sociales fundamentales en la sociedad capitalista. Su estructura básica está formada
por la relación capital- trabajo. Con relación a la clase capitalista, el proceso conllevó a un
acrecentamiento de la concentración y centralización de capitales, produciéndose
numerosas fusiones sobre todo en el capital organizado transnacionalmente.
A su vez, la clase media recibió un impacto profundo que provocó una tendencia
descendente de la misma y la quiebra y bancarrotas de sus empresas bajo un acentuado
endeudamiento bancario. La clase media sufrió un proceso de proletarización o
subproletarización, este último fue más característico en formaciones sociales en el campo
de los países subdesarrollados, manifestándose en la necesidad de los pequeños productores
de recurrir al trabajo asalariado transformándose en jornaleros, etc. en no pocas ocasiones
este proceso conllevó a un empobrecimiento que reflejó su descenso como clase. Éste
proceso fue diferenciado aunque generalizado, siendo posible identificarlo en casi todos los
países del mundo con grados y ritmos diferentes. En el campo, en la sociedad rural, a través
de la apertura, la liberalización de las importaciones, caída de los precios y de crédito,
eliminación de los subsidios, etc., esta clase fue abatida por la política neoliberal.
No obstante todo lo apuntado anteriormente, fue la clase trabajadora en sus distintos
sectores, la que sin duda fue más golpeada por la política neoliberal representando un alto
costo social como punto crítico del modelo. En diferentes países la clase trabajadora vió
transformada su relación con el capital, su estructura interna y sus formas y condiciones de
trabajo. A inicios de la década de los 80, la clase trabajadora en numerosos países
presentaba como componente básico a los obreros y trabajadores asalariados en general en
las industrias básicas y pesada y el sector público, quienes tras años de luchas y conquistas
alcanzadas habían reivindicado su derecho a condiciones de trabajo dignas. Los
trabajadores habían logrado representar una significativa fuerza social acumulada y
organizada. Pero a finales de la década de los 90, como resultado de la ofensiva neoliberal,
esta clase se encontraba dividida y reducido su sector tradicional. Se convirtió en una clase
trabajadora sometida a condiciones de inseguridad económica y social, de precariedad
laboral, desarticulada y remunerada por debajo de su valor, sujeta a condiciones laborales y
formas de empleos inferiores, provocándose el crecimiento de un enorme ejército de
reserva en condiciones de acrecentada explotación de la misma. Las condiciones de estos
cambios, así como sus formas, son variadas de país a país, pero se pueden encontrar lo
mismo en el capitalismo avanzado que en la periferia subdesarrollada.
Esta reestructuración del “factor trabajo” va a constituir el centro del ajuste,
transformándose la participación del trabajo y del capital en los recursos productivos y en el
ingreso generado por ellos Veltmeyer y Petras ( 2000:383 ) señalan que el cambio se ha
materializado en:
1. Un descenso en el valor real del salario, reflejándose en el salario mínimo legalmente
prescrito.
2. Sustitución del trabajo de jornada completa y bien remunerada en el sector industrial y
público por un trabajo en el sector de servicios, irregular, de jornada incompleta y mal
remunerado.
3. Crecimiento de la economía informal no regulada por el estado.
4. Un incremento del desempleo y del número de trabajadores sujetos a diversas formas de
inseguridad laboral y de subempleo.
5. Debilitamiento, desarticulación y hasta represión de la clase obrera y sus organizaciones,
lo que ha significado una afectación en su capacidad negociadora de contratos colectivos,
mantenimiento de su nivel salarial y de su capacidad para mejorar sus niveles de empleo.
6. Extensión y profundización de la pobreza.
Los resultados de los programas de reestructuración del FMI- Banco Mundial no son
automáticos, dependen de los enfrentamientos políticos nacionales entre grupos sociales
cuya resolución depende de la estructura política del estado y del equilibrio existente entre
las fuerzas políticas en el momento de la crisis. Es por esto que pese a los esfuerzos del
FMI-BM para imponer un paquete idéntico aplicable a todos los países, los resultados
variarán de un estado a otro.
A pesar de los deseos del FMI por declarar lo contrario, la mayoría de las investigaciones (
Veltmeyer y Petras,2000b:454 ), incluyendo algunas realizadas por el propio FMI,
demuestran la no correlación positiva entre los ajustes y el crecimiento económico. Lo que
si ha sido objeto de consenso es el establecimiento de un equilibrio macroeconómico,
particularmente en lo concerniente a la inflación galopante en América Latina. En lo
referido al crecimiento económico la cuestión no está tan clara, aunque los países de Asia
oriental crecieron de forma muy rápida, lo hicieron sin ajustes y políticas neoliberales
alguna, mientras que por el contrario, la mayoría constituida por países latinoamericanos y
del África subsahariana han padecido una reducción significativa de sus tasas de
crecimiento bajo los ajustes neoliberales.
La formación y camino hacia el poder y la riqueza de una clase se ha materializado en un
grupo de propietarios de los medios de producción globales y controladores de las
instituciones y las instancias del poder económico, lo que se ha conformado en paralelo con
la producción y expansión de la ideología neoliberal, diseñada para enmascarar los
beneficios que reporta el capital financiero el proceso global de ajuste y acumulación. Así,
la realidad es encubierta por la retórica que intenta desviar la atención de las normas que el
Banco Mundial y el FMI han conformado como medios para cumplir su agenda. Los
términos como “estabilizar”,” liberalizar”, y alentar reformas económicas institucionales,
constituyen el maquillaje utilizado para trasmitir una imagen económica neutral que
promueva emotivamente cierto interés por el bienestar social. Henry Veltmeyer y James
Petras ( 2000:386 ) ejemplifican esto cuando ponen como ejemplo el término “reforma”,
que significa “enmendar, remendar, mejorar por un cambio de forma o eliminación de
fallas o, cambiar de forma mejorada, finalizar un mal imponiendo un mejor método o curso
de acción”, que son cualidades deseables. Así también “liberalismo” implica bondad y
conveniencia del acto de liberarse de algo coercitivo: el mercado de la intervención estatal,
al empresario de la regulación del estado y de la burocracia, a la sociedad del control estatal
respecto de la distribución de los recursos. A su vez, “estabilización” evoca la imagen de
una meta deseable: alivio de una perturbación temporal dentro de un estado saludable y
normal de la economía, de las relaciones y asuntos políticos y sociales. El más cuestionable
de éstos términos es el de “ajuste estructural”, el cual implica un cúmulo de actividades y
de resultados deseados. Para vender este término se ha requerido de una rápida y extensa
campaña a través de los medios masivos de comunicación que se han constituido en soporte
de una potente propaganda que sugiere un deseable y necesario conjunto de cambios.
En realidad, la lógica del sistema requiere por tanto, centrarse en realidad en la” gestión” de
la crisis más que terminar con ella, algo que el sistema es incapaz de hacer. Las políticas de
ajuste neoliberales impuestas al tercer mundo y al anterior bloque de países socialistas
europeos, han sido proyectadas hacia la gestión de la crisis y no de su solución. Toda la
interpretación crítica acerca de los errores derivados de seguir el recetario neoliberal, no
toma en cuenta que no se trata de errores o aberraciones en continuar el enfoque ortodoxo.
El FMI no intentó prevenir el excesivo endeudamiento en los años setenta porque la deuda
era muy útil como instrumento para gestionar la crisis y la superabundancia de capital
desocupado producida. De ahí que la lógica del ajuste requiere la prevalencia de la libre
circulación de capitales, aún si esto provoca demandas de contracción debido a las
reducciones en salarios y gasto social, la liberalización de los precios y eliminación de los
subsidios, devaluaciones, etc.
Por otra parte, las altas tasas de interés tampoco constituyeron un error. Por el contrario, es
la forma más eficaz de garantizar un retorno aceptable para el capital flotante, considerando
la exigencia de garantías del capital respecto a los riesgos de cambios que implica el
sistema flexible establecido. Se trata de un conjunto coherente de políticas para gestionar la
crisis.
Concluye Amín que la culpa no corresponden ni al FMI ni al resto del sistema de Bretton
Woods. “Cuando el sistema entró en crisis, el sistema de Bretton Woods se colapsó. La
opción que se escogió para afrontar la nueva situación (monedas flotantes, altos tipos de
interés y liberalización de los flujos de capital) ha permitido, hasta el momento, una gestión
eficaz de la crisis, desde el punto de vista del capital. Al mismo tiempo, permite a Estados
Unidos prolongar su hegemonía, manteniendo el papel internacional del dólar a falta de una
alternativa, y de su déficit mediante préstamos forzados concedidos por sus socios. Dicha
acción está lejos de ser irracional, concuerda perfectamente con los intereses
estadounidenses al contribuir al costoso mantenimiento de la posición militar hegemónica
del país. Existe una notable analogía entre la situación actual y lo que sucedió cuando el
Reino Unido perdió su posición económica dominante. Inglaterra dejó de ser la potencia
industrial más eficiente hacia 1880, pero el patrón libra esterlina sobrevivió durante el largo
proceso de decadencia del país, es decir, hasta 1931” ( Amín, 1999:37 ).
Es difícil coincidir con la valoración del ajuste en términos de su inutilidad o de que sus
nefastas consecuencias fueron indeseadas. Calificar a los años 80 como “una década
perdida” constituye una simplificación de la realidad, tal como suscribe Acosta ( 2000:309-
310 ), “la crisis, como sabemos, no afectó a todos por igual”, y continúa en tal sentido,”
este ajuste podrá ser considerado como éxitoso para quienes han resultado ganadores en
esta modalidad de acumulación que fomenta la exportación primaria o submanufacturera
para el mercado internacional, al tiempo que crea las condiciones para el parasitismo
especulativo y el consumismo. Basta mencionar a aquellos grupos financieros que, en estos
años de crecientes dificultades para la mayoría de la población, lograron ampliar sus niveles
de riqueza y por cierto su participación en la renta nacional, alcanzando simultáneamente
un mayor poder político. Concretamente se podría incluir a los exportadores tradicionales y
nuevos de productos primarios; a los importadores, beneficiarios de la apertura y aun a
aquellos industriales que vincularon sus empresas al comercio importador; a los banqueros
y financistas, beneficiarios de la liberalización financiera; a por supuesto, los especuladores
de bienes o papeles financieros (incluidos aquellos que negocian los pagarés de la deuda
externa). Aquí también aparecen los productores de bienes no transables (por ejemplo los
constructores para los sectores acomodados y sus actividades productivas) y aquellos que
participan de los excedentes generados por los anteriores, como pueden ser los tecnócratas,
los asesores, los empleados de las empresas suministradoras de servicios y naturalmente los
intermediarios del capital internacional”.
Tal como lo señala Gigliani (2005: 127-129), la característica destacable en la década de
los 90 y comienzos del siglo presente consiste en que los ajustes implementados por
algunos países latinoamericanos, Cardoso-Lula en Brasil, Duhalde-Kirchner en la
Argentina y Batlle-Vazquez en Uruguay, han reorganizado la economía de manera tal que
la transferencia del excedente a los países avanzados se realice sin inestabilidad financiera.
El salario real se ha convertido en la variable relevante para alcanzar las "metas" fiscales.
Estos gobiernos han logrado "lubricar" el ajuste con el objetivo de facilitar los pagos
externos y de manera paralela, crear a los capitalistas transnacionalizados locales
condiciones más favorables de rentabilidad, dada por la caída de salario real y por la
perspectiva de una reinserción en el sistema financiero mundial.
El ajuste ha diferenciado la balanza de capitales del sector público de la del privado. El
gobierno se convierte en deudor internacional y se compromete con el FMI y con los
acreedores privados, a cancelar los pagos con transferencia al exterior. Como resultado se
tiene una balanza de capitales negativa lo que ha obligado a generar superávits fiscales, lo
cual no ocurre con la balanza de capitales privada, porque el pago efectivo de la deuda
pública y el visto bueno del FMI crean condiciones para retorno de los fondos del exterior
en un contexto de liquidez en la economía mundial.
Este aspecto "positivo" del ajuste de Kirchner es destacado por los economistas ortodoxos.
Para los capitalistas, lo relevante es el monto neto de las transferencias ni en un retorno,
Tultitlán Mussolini en al exterior y ello se garantiza en la medida en que el gobierno
desarrolle políticas que aseguren que va a continuar pagando la deuda externa y que
permiten el retorno de los capitales al país. Esto hará que, a pesar de que el gobierno
continúa pagando, los capitalistas locales volverán a beneficiarse con un flujo positivo de
capitales del exterior.
La exigencia de los acreedores internacionales y del FMI de que los países deudores
cancelen el capital y los intereses, sin recurrir a los mercados externos de crédito, determina
que la garantía del pago efectivo de la deuda dependa de la generación de un ahorro
interno. Este debe ser transferido, lo cual depende de una más efectiva explotación de la
fuerza de trabajo productiva. Es así como el logro y el mantenimiento de superávits fiscales
exige que el gobierno establezca políticas de distribución del ingreso en perjuicio de los
trabajadores asalariados y de que ajusten la oferta de dinero.
La política de austeridad buscan ajustar el peso de la deuda con relación a la acumulación
productiva del capital y garantizar los derechos de los acreedores, mediante el control de la
parte del gasto público que iría hacia los trabajadores. El "ajuste", como bien destaca
Gigliani, es algo más que un término técnico para describir el control de la deuda pública
significa una política de dinero duro, el reemplazo de la respuesta inflacionaria a cualquier
intento de lucha de la clase obrera, por una regla de austeridad estatal que acepte al
desempleo como una manera de contener la inflación. El ajuste significa la generación
permanente de superávits de balanza comercial a través del incremento de los ingresos de la
exportación. En definitiva implica una política de reemplazar los déficits por las finanzas
sólidas, conteniendo la inflación y tratando de establecer un vínculo entre la expansión de
la oferta monetaria y la actividad productiva.
El Consenso de Washington.
En 1990, John Williamson del Institute for Internacional Economics, confeccionó un
inventario que identificaba las principales reformas implementadas en América latina, al
cual denominó “Consenso de Washington”. En el mismo se aludía al papel de los Estados
Unidos y del FMI y el Banco Mundial, cuyas sedes centrales se encuentran precisamente en
la ciudad de Washington, en el diseño y lanzamiento de un proyecto con signo neoliberal,
no meramente económico, sino también político, a partir del papel de los aparatos del
estado, nacionales y multilaterales, que confluyen en un programa común consensuado.
Dicho “consenso” parte del diagnóstico que la causa más profunda de la inestabilidad y la
falta de crecimiento, así como del sobre- endeudamiento externo de la región están en la
estrategia de desarrollo a partir de la posguerra, la cual concedió un papel fundamental a la
industrialización sustitutiva de importaciones impulsada por el intervencionismo estatal
como motor del crecimiento. La causa de la crisis de la deuda externa radicaría en las
políticas económicas de los propios gobiernos latinoamericanos. Consecuentemente, las
propuestas del Consenso de Washington están dirigidas a transformar las características
estructurales e institucionales de la región, sustituyéndola por una basada en el mercado y
la apertura hacia el exterior ( Acosta,2000:308-309 ).
En la base del “consenso” se hallan determinados intereses identificados con las acciones
altamente concentradas del capital transnacional que actuaban a escala mundial. De ahí que
en correspondencia con el programa neoliberal, se centrara en la liberalización de los
mercados mundiales productivos, comerciales y financieros. El Consenso de Washington,
entre el FMI, el Banco Mundial y el Tesoro de los Estados Unidos, sobre la políticas
“correctas” para los países desarrollados, se basó en la sacralización de libre mercado según
el credo neoliberal, promoviendo la austeridad fiscal, la privatización y la liberalización de
los mercados durante ( Stiglitz ,2002:81 ).
En enero de 1993, el Institute for Internacional Economics, reunió a un grupo de
especialistas en torno a un documento escrito por John Williamson en un seminario
internacional cuyo tema fue “The Political Economy of Policy Reform”. En el mismo,
ejecutivos del gobierno, de los bancos multilaterales y empresas privadas junto con algunos
académicos, discutieron con representantes de 11 países de Asia, África y América Latina,
lo que pudieran considerarse como las circunstancias más favorables y las reglas de acción
que podrían ayudar a obtener el apoyo político que posibilitara realizar exitosamente el
programa de estabilización de reforma económica que Williamson había denominado
“Consenso de Washington”.
Se trataba de un plan único de ajuste de las economías subdesarrolladas y de Europa
oriental aprobados por el FMI y por el BIRD en más de 60 países de todo el mundo,
conformandor de una estrategia de homogeneización de la políticas económicas
neoliberales. Se supone que fueran aplicadas en países con equipos de tecnócratas bien
estructurados, por los que Williamson los llamó “technopols”, que significa que son
economistas del capacitados en el perfecto manejo macroeconómico neoliberal para su
implementación política en sus respectivos países. La propuesta consistía en un programa
secuencial en tres etapas: la primera, referida a la estabilización macroeconómica,
priorizando un superávit fiscal primario que conllevaba la revisión de las relaciones fiscales
intergubernamentales y la reestructuración de los sistemas de seguridad social pública; la
segunda, contemplaba las reformas estructurales, o sea, la liberalización financiera y
comercial, la desregulación de los mercados y privatización de empresas estatales; y la
tercera etapa, que conllevaría al retorno de las inversiones y el crecimiento económico.
Las evaluaciones nada optimistas tanto del FMI como del BIRD en los años 90 destacaron
la importancia del " factor político " para el éxito del programa económico. Esta
preocupación de los gestores del Consenso de Washington es la que explica la realización
del seminario. Williamson, a partir del reconocimiento de los negativos efectos económicos
y sociales de las medidas de austeridad y liberalización y por tanto, el peligro de la
inestabilidad política a partir de dichas circunstancias, sugiere varias tácticas para lograr la
aceptación de los desastres sociales del programa neoliberal, como algo transitorio y
necesario en nombre de un bien mayor para el largo plazo. Se trataba en definitiva de la
formación de una coalición de poder suficientemente fuerte para asumir el control de
gobiernos sustentados por mayorías parlamentarias para darle " credibilidad " a los analistas
de riesgo de las grandes empresas de consultoría financiera, responsables en última
instancia, de la dirección en que se mueven los capitales " globalizados " ( Fiori, 1973:222-
223 ).
La nueva política social del neoliberalismo: el ajuste estructural con cara humana.
Ante la amenaza del crecimiento del desencanto social, y con la posibilidad de su
movilización en contra no sólo de la política neoliberal, sino del sistema capitalista que la
sustenta, comenzaron a producirse a finales de los años 80 expresiones de temor ante el
peligro de inestabilidad política de los regímenes neoliberales y el sistema subyacente. Esta
preocupación ha provocado una reacción revaluadora por parte de las mismas instituciones
que han diseñado y expandido la implementación de estas políticas: el Banco Mundial junto
a otras instituciones financieras internacionales y regionales. Esta reacción dio como
resultado la elaboración de un nuevo paradigma de desarrollo y un modelo económico que
tuvo expresión más cabal en los informes a partir de 1991 sobre desarrollo mundial del
Banco Mundial y del BID ( World Bank, 1991 ). El nuevo modelo asumido contó con los
siguientes componentes básicos:
1. Énfasis en la participación de lo supuestos beneficiarios de la política y los proyectos de
desarrollo, particularmente los pobres y las mujeres.
2. La descentralización de la toma de decisiones, compartiendolas con las instituciones de
poder local, es decir, los gobiernos y las ONGs, con la implementación de los proyectos
requeridos.
3. Priorizar los problemas de la pobreza extrema, mitigándola mediante proyectos
financiados por un fondo especial de inversión social.
4. Políticas específicas con relación a la salud, la educación y el empleo y en ciertos casos
el fomento de microempresas, con el objetivo de incorporar a las mujeres al proceso de
desarrollo, asegurando su participación activa.
5. Reformas estructurales y una reorientación institucional capaz de favorecer una política
social nueva y un proceso de desarrollo social.
La incorporación de la mujer obedece a un razonamiento económico dada su posición
crítica en relación al proceso de producción y la reproducción. En cuanto a los pobres, sin
duda los más afectados por las políticas de ajuste, se evidenciaba la necesidad de aliviar sus
condiciones por razones declaradamente económicas y sociales, pero en realidad políticas.
A su vez él concepto de " participación " tiene que ver más que nada con la asociación con
organizaciones locales, o sea, gobiernos locales y ONGs que intermedian en las relaciones
con las organizaciones de la comunidad de base, para que puedan participar en los
programas y proyectos de gobierno.
La esencia del nuevo modelo es una política social neoliberal que logre dar una cara
humana, una dimensión social que sustituya la política social tradicional que formaba parte
del estado del bienestar. Esta nueva política social se basaba en una restricción de los gastos
del estado y una fuerte aportación de las instituciones financieras multilaterales enfocada
hacia las comunidades con las más altas tasas de marginalidad y pobreza. Las evaluaciones
realizadas de los programas basados en la nueva política social han demostrado que sólo en
el caso de Chile se logró un leve impacto positivo, pero en ningún otro caso. En Chile esta
política ha tenido poco impacto ante la magnitud de la pobreza, pero ha tenido un éxito en
el número de clasificados " en condiciones de extrema pobreza ", se considera no obstante,
que esta política no ataca el fondo del problema. Una parte del éxito está en la capacidad
del régimen de elevar el fondo de inversión social sobre la base de la modernización del
sistema de impuestos y el sistema de pensiones, mecanismos principales para la elevación
de la tasa de ahorro nacional en Chile, la más alta del continente. En otros casos, como el
muy publicitado de México, la nueva política social no ha tenido ningún impacto social
positivo.
Como señalan Veltmeyer y Petras ( 2000: 459 ), el modelo de desarrollo que impone el
FMI, aparenta no sostenerse en el neoliberalismo, dado que su política no depende sólo de
la mano invisible del mercado, sino también de la visible del estado, y además, de la tercera
mano de la " solidaridad entre los ricos y los pobres ". En lo referido al mercado y al
estado, conciben sus roles en una forma más que dudosa, otorgando más importancia al
estado que la considerada dentro del modelo neoliberal ortodoxo. En esta nueva situación,
se forma una aproximación teórica y política a los postulados neoestructuralistas de la
Cepal, que en su formulación evidenciaba un interés por fomentar un diálogo y una
aproximación a los postulados neoliberales. El punto más crítico del nuevo modelo del "
liberalismo social " es el planteamiento de una relación de solidaridad entre los ricos,
beneficiarios sin lugar a dudas del proceso, y los pobres, las víctimas de sus costes.
Esta política del liberalismo social se basa en el " desarrollo humano " definido y medido
en base a un aumento de la capacidad de la sociedad en dar más oportunidades a sus
miembros y más libertad en la realización de su potencialidad. El concepto fue elaborado
por el PNUD como base de su informe anual desde 1990. Sus premisas se encuentran en el
pensamiento y proyecto de cambio social de los pensadores de la ilustración del siglo
XVIII: libertad del individuo como ser dotado de diversas potencialidades impedidas de
desarrollarse por las restricciones del estado y de la estructura de la sociedad; igualdad para
crear condiciones que fomentaran una comunidad de individuos libres y en condiciones
iguales; y la justicia social, muy ligada a la idea de la igualdad. Con vistas a darle
institucionalidad a este concepto y así crear las condiciones necesarias para realizarlo, las
instituciones financieras multilaterales, encabezada por el Banco Mundial y las agencias de
las Naciones Unidas, como el PNUD, han promovido no sólo una política nacional de
ajuste estructural sino una política de descentralización en la que su esencia radica en su
colaboración con instituciones locales como los gobiernos municipales y ONGs que sirven
de mediadoras entre los gobiernos centrales y las organizaciones de base en las
comunidades. Las ONGs en su papel de mediadoras, muchas veces han debilitado las
organizaciones de base en la comunidad que han tenido que recurrir a ellas para acceder a
los recursos del gobierno central.
Lo anterior constituye un área de debates teóricos y respuestas políticas puesto que se han
evidenciado contextos políticos nacionales en donde las ONGs han sido convertidas, en su
mayoría, en instrumentos de política del gobierno, agencias mediadoras que en la práctica
incidieron en la desmovilización del enfrentamiento anti-neoliberal.
Esta estrategia elaborada por los economistas del Banco Mundial y del PNUD conllevó a
no enfrentar el fenómeno de la pobreza de forma integral y profunda, sino focalizandola en
las comunidades de extrema marginalidad y necesidad, al mismo tiempo que indujo a la
privatización de los programas de bienestar social (seguridad social, salud y educación)
reduciendo los gastos sociales del estado.
La pobreza es percibida como un riesgo para la sustentabilidad política del programa
neoliberal que puede dar lugar según destaca Ezcurra ( 2000:202-206 ) a una erosión del
consenso social mínimo necesario, una generalización de conflictos distributivos que
pueden llegar a la violencia y a la aparición de alternativas o " movimientos anti-reforma".
En definitiva, se percibe la persistencia de la agudización de riesgos para el mantenimiento
de la hegemonía del programa neoliberal-conservador. El Banco Mundial asumió el
liderazgo, publicando su famoso Informe sobre el Desarrollo Mundial en el que declara su
propósito de reducir la pobreza como la máxima prioridad de la política internacional y de
la gestión del propio banco. Tal jerarquización se extendió a la comunidad de donantes bajo
la influencia del Banco Mundial a partir de su poder financiero, su potencial analítico y su
capacidad de formulación y condicionamiento de políticas. Asi el Banco Interamericano de
Desarrollo ( BID ) bajo presiones de Estados Unidos y con la supervisión directa del Banco
Mundial, se convirtió en el principal órgano financiero o bilateral del área en lo referido a
la cantidad de fondos movilizados.
Se asiste de esta manera, a partir de la última década del pasado siglo, a la jerarquización de
la pobreza y del deterioro social en general. Adquieren importancia conceptos como
desarrollo humano y desarrollo social retomados a partir de ahora por la banca multilateral.
Sin embargo, lo relevante para la valoración de tal "renovación" en el pensum neoliberal es
determinar cómo se define el problema como tal, es decir, cuál es su diagnóstico causal y
que se propone para solucionarlo dentro de la agenda de políticas.
Así se implementa un régimen neoliberal de políticas sociales diseñado en su mayor parte
por el Banco Mundial con un patrón distributivo muy restringido cuyo principio directriz es
la fiscalización. Esta consiste en la selección y reducción de los destinatarios de las
prestaciones sociales que brindará el estado. Se produce una concentración de fondos en un
volumen menor de receptores lo que disminuye los costos fiscales, acotándose el gasto
público social. En definitiva aunque se recupera el gasto público como canal distributivo, se
busca refrenarlo y conducirlo a las franjas de pobreza extrema.
Es incuestionable que se ha producido una revisión de la visión en cuanto al papel de los
ajustes estructurales en el origen, o sea, como factor causal del acrecentamiento de la
pobreza en la América Latina. La institucionalidad financiera encabezada por el Banco
Mundial admite que los ajustes suelen provocar "efectos desfavorables" en los pobres, y en
general, en los trabajadores. No obstante, se enfatiza en el aseguramiento de que se trata de
resultados transitorios. Esto significa que en el mediano plazo las "reformas de mercado"
lograran disminuir la pobreza. De lo que se deduce como corolario en materia de políticas,
la ratificación de los aspectos fundamentales del programa, al cual se le añadirán ciertas
correcciones.
En tal sentido se asiste a una revalorización del papel del estado como la mayor
intervención pública con fines distributivos. No obstante, la misma se realiza en paralelo
con la generalización de criterios y mecanismos de mercado en el estado, incluso en
servicios públicos como la educación y la salud. Se trata de una intervención
mercantilizada, que en realidad da lugar a un pensamiento transaccional en donde continúa
predominando el dogmatismo neoliberal originario del mercado como óptimo social.
Lo que ha sido calificado como carácter transitorio carece de todo fundamento empírico. En
realidad, se trata de la ratificación de la tesis teórica que estructura el programa neoliberal:
el mercado como óptimo mecanismo de asignación de recursos y satisfacción de
necesidades. Por tanto, se evidencia la racionalidad dogmática que en definitiva, provoca el
acrecentamiento del deterioro social. La evolución de los principales indicadores sociales
en la región ha sido persistentemente negativa, sobre todo se muestra coincidente con el
período de implantación del programa neoliberal en sus distintas fases a partir de los años
ochenta.
La prolongación, nada cortoplacista ni transitoria, del retroceso social latinoamericano
permite sostener como hipótesis diagnóstica alternativa, fundada empíricamente y no en
ninguna tesis dogmática, que el retroceso social en América Latina constituye un impacto
negativo de largo plazo, no transitorio. Constituye por tanto, un efecto estructural inherente
al programa neoliberal. Por tanto, se precisa una reorientación o visión alternativa del
desarrollo que tenga un alcance que sobrepase los limitados presupuestos de
"humanización" del ajuste, así como la agregación de lo social al programa básico
neoliberal.
Paradójicamente, desde la década de los noventa, el mismo Banco Mundial y el BID, junto
al FMI, han ejercido continuamente presiones en favor de una desregulación del mercado
de trabajo a través de una reforma integral de la legislación laboral. El objetivo es una
flexibilización profunda ( Ezcurra, 2000:246-248 ):
A) En la contratación, con la ayuda del empleo temporario a través de la remoción de las
restricciones vigentes en los contratos por hora, a término, a prueba, etc.
B) En el régimen de despidos, especialmente mediante la ampliación del espectro de
despidos justificados y la rebaja de las indemnizaciones y los costos empresariales.
C) En los salarios, con el estímulo de remuneraciones individualizadas según los niveles de
productividad.
D) En los "costos no salariales" mediante la limitación de las contribuciones patronales a la
seguridad social como jubilación, salud, accidentes de trabajo, desempleo, etc.
E) En la jornada laboral, a través de la disminución o eliminación de los recargos por horas
extra, trabajó nocturno o días feriados.
La flexibilización del mercado laboral se convierte así en la vía básica para la creación de
empleo. Esto significa que se trata de legitimar esta ofensiva contra el trabajo en nombre de
beneficiar al mismo. Sin embargo, la flexibilización más que producir puestos de trabajo, lo
que hace efectivamente es disminuir el costo de la fuerza de trabajo, una idea fuerza del
neoliberalismo desde su origen. Por esto, se busca el acrecentamiento de la tasa de ganancia
del capital privado, otra idea-fuerza clave neoliberal. Se conforma así una política
proyectada a redimensionar la intervención del estado en la fijación del precio de la fuerza
de trabajo mediante el cuestionamiento y desmantelamiento a fondo de su protección.
Esta regresión de las conquistas del trabajo se materializa así en el declive del costo laboral
a través de la proliferación de la precariedad de la relación salarial, la cual será inestable,
con menor o nula protección social, bajas retribuciones y aumento de las cargas de trabajo.
Se intenta la eliminación de la estabilidad laboral mediante contratos temporales sin
ninguna seguridad social.
El programa neoliberal en definitiva fomenta el excedente de mano de obra junto a una
exclusión estructural que atenta contra todo crecimiento económico con mayor nivel de
ocupación. A través de la política de flexibilización se avanza hacia la restauración de una
lógica mercantil que cercena los resguardos jurídico del trabajo propio del estado del
bienestar. El resultado es la precarización de los trabajadores asalariados, proceso no
privativo de los países subdesarrollados, sino que se verifica también en el capitalismo
avanzado.
Capítulo 3. El pensamiento político y social neoliberal.
El neoliberalismo constituye un proyecto, no la expresión necesaria de determinaciones
históricas inexorables ( Ezcurra, 2000: 201), su propagación mundial responde a la
dinámica de determinadas estructuras económicas y políticas. Éstas no son más que los
aparatos estatales de los países del capitalismo desarrollado, y en primer lugar, el de los
Estados Unidos, a través de la doble vía de su estrategia exterior y mediante las
instituciones económico-financieras internacionales. Estas últimas están constituidas
principalmente por las agencias de Bretton Woods, como son el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. Ambos, organismos multilaterales en los que sus
miembros son estados con grandes diferenciaciones de sus capacidades resolutivas en
proporción al capital comprometido.
No se revela nada nuevo con la afirmación del rol decisivo en las definiciones de políticas y
la toma de decisiones que mantienen los estados centrales del capitalismo desarrollado, por
lo que se reafirma la crisis del redimensionamiento, y no la negación, del papel otorgado a
la intervención estatal dentro del proyecto político neoliberal.
Sin embargo, en el mundo subdesarrollado, y formando parte de él, en la América Latina,
se produce el condicionamiento de políticas mediante la acción del FMI y del Banco
Mundial, que apelan a la misma como instrumento para la efectiva formulación e
implantación del programa neoliberal. En el subcontinente se produce la injerencia
constante en las cuestiones internas de los países deudores. La agenda de políticas
pertenecientes a los distintos modelos domésticos de sociedad, no son el resultado de la
acción pública de los gobiernos ni de la presión social de los ciudadanos y partidos
políticos. La gobernabilidad queda limitada por el condicionamiento de políticas
importadas desde los centros del capital financiero internacional que venden una ideología
funcional a las élites que ejercen la hegemonía del capital sobre el trabajo.
La ideología del mercado.
El liberalismo no fue el método natural según el cual funcionarían los mercados, sino
precisamente, esa fue la tarea a realizar.
Una clarificación metodológica acerca de este problema se encuentra en "Sociedad civil y
hegemonía" de Jorge Luis Acanda (2002: 77-80). En su análisis acerca de la modernidad y
del capitalismo, Acanda retomando a Karl Polanyi y a Michael Mann, relaciona lo
económico con lo político a partir del surgimiento y desarrollo del mercado capitalista de
manera no espontánea ni natural, sino precisamente a partir del papel esencial desempeñado
por el estado, el cual mediante su intervención establece las condiciones necesarias para un
mercado nacional dentro del contexto histórico conformado por cambios económicos,
políticos y culturales propios del advenimiento del nuevo modo de producción capitalista.
Acanda recalca el proceso acerca de que la liberación del individuo y de la propiedad con
relación a toda determinación no económica expresa un proceso de artificialización de las
relaciones humanas, producida desde el poder y sus nuevas relaciones con el nuevo orden
capitalista. La aparición del capitalismo supuso la mercantilización de la fuerza de trabajo y
la tierra, y esto se logra desde la esfera de lo político y del estado. La autonomización de lo
económico como resultado de acciones de carácter político despoja a la economía
capitalista de todo carácter natural y esclarece desde el punto de vista metodológico la
relación de las leyes de la economía capitalista a partir de su imposición y sentido político
como condición de su funcionamiento.
A partir de lo anterior, se comprende que la nueva propuesta neoliberal constituyó un
contraataque en toda la línea frente al avance de las políticas económicas neokeynesianas,
el "welfare state" y el repunte de la intervención del estado en la economía como expresión
de los requerimientos impuestos por las contradicciones del capitalismo. No se trataba,
como una apresurada crítica ha planteado, de una negación de la necesidad y puesta en
práctica de la intervención estatal en la economía, sino de reevaluar su grado, su "correcta"
dosificación de los problemas económicos del "que, cómo y para quien" producir ante la
concentración, centralización y distribución de la renta. Como lo expresa con claridad
García Menéndez (2000b: 35), la eficaz asignación de los recursos desde la óptica de la
economía positiva plantea la no viabilidad económica de la planificación junto al carácter
armonioso del mecanismo de precios en el mercado. Así, la eficacia en la asignación de los
recursos productivos y los servicios en el ámbito de la oferta se basa en la imposibilidad de
aumentar la producción de uno o más bienes a costa de la reducción de otro u otros. Por su
parte, desde la demanda, la eficacia en la asignación de bienes se dará cuando ya fijada
previamente el nivel de renta y riqueza de los demandantes, no se podrá aumentar la
posición de alguno de los mismos sino es empeorando la posición de algún otro. Oferentes
y demandantes se situarán en curvas de transformación y en cajas de Edgeworth, para
respectivamente, lograr combinaciones de asignación eficaz de recursos y de asignación
eficaz de bienes.
El "qué" producir lo determinará la demanda en el mercado, el "cómo" lo hará la
competencia estimulando a la producción y el progreso económico e imponiendo los
precios más próximos al coste marginal, el "para quien" será determinado por la
distribución de la renta y la riqueza, que para los neoliberales, es asumido como un dato
desigual e inequitativo.
La economía competitiva neoliberal parte de los precios de equilibrio impuestos por una
competencia que nada tiene de perfecta ni de neutral, puesto que ciertos agentes tienen
suficiente capacidad para moverlos en cierta dirección, y beneficiar a aquellos con más
poder. Se acepta el status quo de un inequitativo punto de partida, de una desigual
distribución de la renta y riqueza heredada históricamente.
La premisa de la armonía social en su forma actual refinada señala que cada individuo
recibe una dotación inicial de "factores", tierra, trabajo, etc, y los intercambia por otros de
manera que su utilidad se eleve al máximo. El sistema es estable y se reproduce a si mismo.
No hay conflicto, no hay clases sociales, no hay explotación, no hay imperialismo. Estos
son conceptos "cargados de ideología", difíciles de cuantificar para elaborar un análisis
exacto positivo. El imperialismo no puede ser estudiado, no es un término "científico" ni
puede "definirse operativamente". Las palabras abstractas carecen de sentido. Si no
sabemos que es el imperialismo. ¿Cómo podremos luchar contra el? La mano invisible ha
vaciado el mercado. El mecanismo del intercambio se materializa en la ideología política de
la sociedad capitalista occidental.
Lechner (1982: 34) resume el fundamento liberal en tres puntos:
1. La autonomía individual: concibe la naturaleza humana como necesidades ilimitadas, por
lo que la libertad consiste en satisfacerlas acumulando riquezas sin restricciones. La
libertad es una libertad del individuo. Es una libertad negativa: la ausencia de coacción
externa.
2. El mercado como integración: la sociedad es el conjunto de intercambios. Es una
asociación entre propietarios privados donde el interés general es realizado por el mercado.
La "mano invisible" del mercado asegura que cada cual al perseguir su interés particular
contribuya sin proponérselo al bien común de todos.
3. La autoridad impersonal: si la libertad individual se realiza en la acumulación de riqueza
y si el mercado realiza la integración social de los individuos autónomos, el estado es sólo
un artificio contractual para garantizar la propiedad privada. Es necesario pues, una
autoridad que defienda el orden establecido.
Para el neoliberalismo el mercado es la autoridad social en última instancia, el mercado
controla socialmente a las masas restableciendo la responsabilidad individual, o sea,
diferenciando y atomizando la masa uniforme de los más débiles, a los que no hay que
facilitar la lucha por la vida mediante la previsión estatal. Las luchas de las masas han
obligado a una progresiva ampliación del ámbito político a través de una mayor
democratización que, según este discurso neoliberal, habría destruido las bases económicas
y los fundamentos morales de la libertad (burguesa). La democratización exige un
desarrollo de los servicios públicos de salud, vivienda, educación, seguridad social que
pueden ser financiados solamente "mediante una expropiación fiscal" de las clases
superiores.
La utopía liberal renace a raíz de los problemas que levantan los intentos de regular y
compensar las fallas mercado. El desarrollo capitalista está acompañado de una creciente
organización nacional-estatal de la estructura productiva (proteccionismo, legislación
social). Este proceso entra en crisis con la internacionalización del capital. Las dificultades
para compatibilizar las exigencias del orden político como pleno empleo, seguridad social,
redistribución de ingresos, con los requisitos del capital privado, como alta tasa de
acumulación y productividad, libre disposición sobre inversiones, baja carga tributaria, son
visualizadas cómo responsabilidad del estado. El neoliberalismo imputa los problemas
actuales más a una crisis del estado que a una crisis del capitalismo. Lechner precisa que a
tal percepción contribuye una izquierda que, por un lado, adoptó las políticas keynesianas
y, por otro lado, no reflexionó esa disposición política; es decir, una izquierda sin política
económica y sin teoría política. Es sobre éste trasfondo histórico que el anti-estatismo
neoliberal pudo ganar elecciones.
Se produce así una vuelta a ideas que retoman especial impulso a partir de los años 80 del
siglo pasado. Se propaga la reducción de la intervención estatal, profundizándose el proceso
de privatización de la actividad económica bajo el supuesto de la ineficiencia intrínseca del
sector estatal, al que se recomienda limitar el gasto gubernamental. Se asume que el sector
privado puede destinar los ingresos a fines de mayor rentabilidad, por lo que deben
limitarse los impuestos. El mercado y sólo este es capaz de lograr la óptima asignación de
recursos mediante la desregulación de sectores económicos graves.
Borón (2003b: 47) concuerda con el desplazamiento del centro de gravedad de la relación
estado-mercado en dirección al segundo en el marco latinoamericano. Según el a la crisis
estructural del estado, dada su regresividad tributaria, la irracionalidad del gasto, la sangría
de la deuda externa y la hipertrofia burocrática, habría que añadirles el discurso ideológico
autoincriminatorio que caracteriza al estado con la ineficiencia, la corrupción y el
despilfarro, mientras que se sublima con la eficiencia, la probidad y la austeridad al capital
privado. "Estas imágenes dicotonómicas de "lo público" y lo "privado" no resisten el menor
análisis, aunque sea por el hecho elemental de que la otra carga de la corrupción y la
ineficiencia del "estatismo" es el empresario privado que corrompe al funcionario estatal"...
"toda la insensatez fue justificada por una ideología crudamente "privatista" que,
incentivada por los tecnócratas ligados a las instituciones financieras internacionales,
sostiene que todo lo que hace el estado es malo, ineficiente y corrupto; y que todo lo que
hace el sector privado es bueno, eficiente y virtuoso" ( Borón, 2003b: 48-51).
La estrategia de dominación de la burguesía, articulada en los diferentes países con las
fracciones hegemónicas del capital trasnacional, ha sido facilitada por el retroceso del
movimiento obrero en todo el mundo, lo cual ha precipitado la ofensiva sin precedentes que
a través de las desregulaciónes, liberalizaciones, aperturas indiscriminadas de los mercados,
y las privatizaciones mediante las cuales los capitalistas controlaron las empresas estatales
y los servicios públicos más rentables, han determinado la preponderancia del mercado y el
retroceso del estado.
Acanda (2002: 126-127) puntualiza la diferencia entre lo que constituye el discurso liberal,
lo que dice ser, y el orden social que representa, es decir, lo que es realmente. Se trata de
contrastar la interpretación liberal del estado con la esencia objetiva del estado liberal. La
declaración de la no intervención del estado en la economía se deduce del supuesto carácter
natural del orden económico capitalista. Pero, como ya se vio, el mercado capitalista surge
y se amplía con la intervención permanente del poder político. El verdadero objetivo del
liberalismo no es tanto que el estado no intervenga en la economía, como que se subordine
a la lógica del funcionamiento del mercado capitalista. Toda intervención del estado que
facilite los intereses de la burguesía será legítima, aún vulnerando los principios de la libre
oferta y la demanda.
Para imposibilitar todo tipo de medidas redistributivas, se trata de desmantelar los servicios
públicos de manera que queden en el vacío las demandas sociales. Hay que destruir el
"estatismo" para que las masas no puedan escapar a la disciplina del mercado. No sólo se
privatizan las empresas económicas en manos del estado. También se traspasan los
servicios públicos a la "iniciativa privada": la previsión social, los sistemas de salud,
educación y vivienda social tienen que autofinanciase o son entregados a capitales
privados. Privatizar significa que el principio de la responsabilidad colectiva es
reemplazado por el principio de la rentabilidad privada.
Se requiere entonces un gobierno fuerte que imponga y haga respetar las leyes del mercado
y que se resista a las demandas populares, que no se deje doblegar por los intereses
organizados de los desposeídos. El autoritarismo político no es contrario al liberalismo
económico. Tal gobierno fuerte no interventor tendría además la ventaja de aparentar una
neutralidad social por encima de las clases, pues se asume que las leyes del mercado
evitarían tener que decidir entre intereses materiales contrapuestos. Sólo el mercado
nacional y mundial decide finalmente quiénes y cómo sobreviven. Sobreviven "los
mejores" y el mercado define "lo mejor". Se trata de una visión darwinista donde la
economía aparece como sistema preconstituido y natural dotado de un sentido intrínseco y
necesario en donde las formas de la producción material se reducirían a la aplicación
inevitable de un principio prefijado: el cálculo formal ( Lechner, 1980: 60-62).
Es por lo anterior que todos los pronunciamientos acerca de la sociedad se reducen a los
individuos privatizados que se buscan a sí mismos. No se reconoce la existencia de la clase
social, ni que los orígenes de clase pueden influir sobre el desarrollo de un individuo, ni que
los intereses de las distintas clases pueden ser contradictorios, quizás irreconciliables. Si
bien en la sociología y en la ciencia política académicas se volvió respetable desde hace
mucho tiempo el concepto de clase social, la economía convencional neoliberal aún se
aferra a la aberración epistemológica del Robinson Crusoe. Una concepción del consumidor
o productor soberano que guía la economía mientras eleva su satisfacción al máximo, no
tiene antecedente ni consecuente. Es un dato ¿humano? definitivamente aislado, en
equilibrio estable excepto por los golpes de las fuerzas violentas que lo desplazan de una
dirección a otra. Autoimpuesto en el espacio elemental, gira simétricamente sobre su propio
eje hasta que el paralelogramo de fuerzas le cae encima, y a partir de ése momento sigue la
línea de la resultante: cuando la fuerza del efecto se agota el hombre queda en reposo. No
se sugiere ni remotamente que la mediación social produzca necesidades y deseos, que el
consumidor sea posiblemente un producto en masa del sistema ( Hunt y Schwartz, 1977:
11-12).
La visión político-social neoliberal.
Friedrich August Von Hayek ha sido sin duda el autor mas destacado en la construcción de
la filosofía polìtica neoliberal. Hayek se apoya en las ideas de David Hume, quien en el
siglo XVII había desarrollado una crítica desde posiciones empiristas a la concepción del
“estado de naturaleza” de Hobbes y del “contrato social” de Locke, enfoques que se verán
mas adelante. Para Hume el verdadero origen del estado es la violencia, y el mantenimiento
del mismo se basa en buena medida en la costumbre creada y en los altos costes de la
desobediencia. En definitiva para Hume el estado existe porque es útil pues establece
ciertas reglas del juego que facilitan armonizar los diversos intereses.
El discurso de Hayek se fundamenta en la existencia de una supuesta selección evolutiva
que proporcionaría la comprensión de la formación de un orden en las relaciones humanas.
Para esto distingue entre taxis, orden creado, y cosmos, orden espontáneo. Este último es el
objetivo de su desarrollo teórico. Frente a la “fatal arrogancia” de los objetivos del
socialismo, que según el tratan de ordenar la sociedad como una organización (taxis),
antepone la “evolución cultural” de las normas e instituciones que generan un “orden
espontáneo”, donde unicamente la libertad y el bienestar material pueden ser alcanzados.
Según Hayek la evolución cultural, que se diferencia de la evolución biológica
principalmente en que la primera se funda totalmente en la selección grupal, selecciona
grupos cuya eficacia constituye el criterio permanente de selección. Es decir, que la
evolución cultural favorecerá a aquellas agrupaciones humanas que se adaptan mejor al
entorno. Una de las características de esta evolución es la ausencia de un plan o dirección
consciente de cualquier tipo, solo existen ciertas reglas, entendidas como guías para la
acción exitosa.
Los argumentos utilizados por Hayek para defender la “sociedad libre” capitalista son
auténticamente darwinistas. Se defiende la libertad como instrumento para la multiplicación
de la especie, identificando el valor ético con el éxito evolutivo llegando a parecer que la
expansión de la especie humana es algo similar a un imperativo biológico. Se deben asumir
acriticamente y pasivamente las tradiciones heredadas – conservadurismo – si han
sobrevivido al tiempo y haber demostrado su adaptación al entorno. Solo los mejores
adaptados sobrevivirán y desplazaran al resto. Se trata de la justificación del capitalismo
desde una perspectiva evolucionista como fundamento de la filosofía neoliberal. Su rechazo
de la libertad desde bases iusnaturalistas hacen que la justifique desde una óptica
utilitarista: la ley que ha garantizado la libertad negativa ( no coacción estatal ) ha logrado
el “orden espontáneo” mas acabado, la civilización occidental capitalista.
Para conocer y valorar el contenido político-social neoliberal no se puede acudir solamente
al pensamiento de Hayek, a pesar de su enorme influencia fundante. No hay dudas de que el
rechazo de este a toda decisión colectiva sobre la reproducción material de la sociedad jugó
un papel ideológico de primer orden. Para el la acumulación y distribución de la riqueza
social habría de seguir un curso natural y espontáneo a través del mercado. Los postulados
de valores materiales como igualdad y justicia son condenados como discriminación, es
decir, como interferencia en el libre juego del mercado. Si la libertad individual es el único
principio moral, sólo el mercado asegura reglas de conducta justa.
Sin embargo para la América Latina en general no ha sido a través del austríaco Friedrich
A. Von Hayek, sino del estadounidense Milton Friedman de quien se ha recibido la más
contundente expresión del pensamiento político y social neoliberal. Para conocer la
propuesta friedmaniana al respecto hay que acudir a tres de sus obras principales:
"Capitalism and Freedom" de 1962, "Free to Choose" de 1979 y "The Tyranny of Status
Quo" de 1983. Estos libros contienen sus tesis fundamentales y la esencia de todo este
pensamiento. Principalmente la primera en el tiempo y la más importante en contenido,
pues en la misma se hayan las ideas básicas que posteriormente han significado
aportaciones para la elaboración de la visión total del proyecto político neoliberal.
Para Friedman, el desarrollo de todo estudio teórico está encaminado a la solución de
problemas reales. Toda política debe ser congruente con la resolución de un problema
básico de cuya solución va a depender el conjunto de medidas a tomar: la coordinación de
todos los individuos que buscan cada uno su fin propio.
Para solucionar éste problema va a considerar dos premisas, que serán los parámetros para
juzgar los logros y dificultades del sistema de organización económico-político y social
propuesto, estas premisas son el individualismo y el imperativo de la libertad.
Estos supuestos son los cimientos sobre los que se construye todo el discurso de la política
económica, así como los criterios de valoración del modo de organizar la sociedad y sus
relaciones socioeconómicas. Así, la sociedad capitalista se representa como la organización
que posibilita al individuo el mayor campo de acción posible. De ahí que el papel del
estado se limite al establecimiento de ese campo de acción, la formulación y cumplimiento
de las reglas de funcionamiento y la defensa contra las amenazas exteriores e interiores.
Cuando Friedman se refiere al campo de acción, no hace más que asumir al mercado
capitalista, como se vio en el apartado anterior, en su forma más pura y ahistórica. El
mercado se basa en consecuencia, en dos presupuestos: la propiedad privada y la
cooperación voluntaria, que supone que toda transacción u operación comercial se va a
realizar sin coacción de ningún tipo, es decir, del modo más voluntario y libre posible.
Para entender la defensa de estas ideas hay que tomar en cuenta que Friedman se considera
a si mismo un liberal pero no del que venía desarrollándose en lo político en los Estados
Unidos y que expresaba la aceptación de la intervención del estado y cierta proyección
dirigida hacia una sociedad del bienestar más distributiva e igualitaria como respuesta del
sistema ante la presión de las masas trabajadoras, sobre todo a partir de la crisis de 1929.
Muy por el contrario, Friedman se identifica con el liberalismo que comenzó a gestarse a
fines del siglo XVIII y comienzos del XIX y que se concretó en el programa político del
partido británico de los "whig".
Los ideales de los "whig" ingleses cristalizaron en el movimiento liberal europeo en el que
se inspiraron los fundadores de los Estados Unidos para redactar su carta constitucional.
Los elementos centrales de la tradición intelectual del liberalismo se concretaron con el
gobierno de los "whig", un gobierno parlamentario con énfasis en la libertad de asociación
y la propiedad privada. La orientación que tiene esta doctrina es fundamentalmente política,
pero se extiende a diferentes aspectos del hombre y de la sociedad, porque el liberalismo no
se limita a ser un conjunto de proposiciones políticas, económicas, sino que asume una
concepción completa sobre el hombre, la sociedad, las relaciones económicas, sociales,
políticas, etc.
Dentro del liberalismo destaca como uno de sus elementos fundamentales el
individualismo, por el que se destaca la primacía de lo individual frente a lo social. En el
mismo se afirma que sólo los individuos tienen existencia real y sentido de sí mismos, por
tanto, todo constructo social o político tiene que tener como valor referente y significado al
individuo.
Esta concepción del individuo despliega dos proposiciones. La primera es que el
perfeccionamiento del hombre se concibe desde una perspectiva exclusivamente
individualista. El individuo agota la existencia real, por lo que no puede haber nada fuera
de él con valor en sí mismo. El conjunto de metas y fines que determinarán su vida, sus
valores, sólo pueden concebirse desde la propia individualidad y no tienen, por tanto, por
qué coincidir con los demás. El bien común deja de tener consistencia propia, pasando a
formularse como la suma de los bienes individuales de los individuos que forman la
sociedad, a esta determinación individual de las metas se une la confianza en que el hombre
es capaz de estructurar su vida para alcanzarlas siempre que se le deje actuar. La mejor
política es la que se le deje hacer: la doctrina del laissez-faire. Por tanto, se postula la
defensa a ultranza de la libertad, que pasa a ser entendida como la ausencia de coacción
para obrar en todas las actividades del individuo.
La segunda proposición consiste en que las relaciones entre los hombres adquieren un
planteamiento individualista. Si no hay nada real fuera del individuo, la organización social
no se puede fundamentar desde la propia sociedad. La sociedad se concibe siempre referida
al interés individual. Si el interés se despliega en lo económico, la razón de ser de la
sociedad ser reduce a fomentar la eficacia económica como consecuencia de la división del
trabajo.
A pesar de la confianza que se tenía en el individuo, se admitía la existencia del gobierno
como aparato de coacción necesario para facilitar la protección de los derechos
individuales. Esta tesis, básica del liberalismo político se debe a Hobbes.
El fundamento de la sociedad es contractualista, se basa en el contrato entre las partes. Los
individuos como seres aislados radicalmente distintos en cuanto a lo fines, tienen todos los
mismos derechos ante la ley, la cual refrenda que mientras persigan sus objetivos
personales, cuya referencia es el propio sujeto, nadie puede entrometerse en sus planes.
Este es el fundamento de la pretendida neutralidad estatal, que formulada por Hobbes,
aprueba la legitimidad del gobierno para actuar en lo referente al orden público, pero sin
entrometerse en la autonomía del individuo. Si bien Hobbes formuló los principios básicos
del liberalismo va a ser Locke el que amplíe el contenido de los derechos del individuo,
incluyendo el derecho a la propiedad privada.
Por tanto, desde la perspectiva liberal, el individualismo fundamenta el carácter contractual
de la sociedad, la neutralidad del estado, la autonomía moral, la propiedad privada y la
doctrina económica del laissez-faire.
Sin embargo, para Friedman, en su evolución el liberalismo ha sufrido una adulteración por
el desarrollo del socialismo, lo que ha conllevado a que en el siglo XX se interprete al
liberalismo, al menos en los EE.UU., asociado al bienestar y a la igualdad y a favor de la
intervención estatal. Según Friedman la corriente liberal ha experimentado una evolución
que ha renegado del principio básico de la libertad del mercado por el logro en la actualidad
del bienestar de la mayoría. Según él, poco a poco se ha ido considerando este aumento del
bienestar no como un subproducto de la desaparición de las trabas, sino como un fin en sí
mismo y el liberalismo adulterado se fue concibiendo como la acción del estado que
equivocadamente conduce hacia ese bienestar de la mayoría.
Friedman se adscribe rotundamente a la concepción original en la que se prioriza la defensa
de la libertad individual frente al logro de un mayor bienestar social, para el esta es la
esencia del capitalismo, entendido como sistema de libre empresa y privada, que opera sin
compulsión alguna.
Lo único que hay que lograr es la información necesaria para qué esta coordinación se haga
extensible a todos los individuos de la sociedad. Por tanto, la cuestión a resolver es la de
que cada individuo tenga acceso a la información pertinente y que la use eficazmente. El
mecanismo que posibilita que esta información sea asequible a todos es el sistema de
precios. Mediante los precios, los individuos, como agentes económicos, disponen de la
suficiente información para tomar decisiones racionales y optimizadoras. Según Friedman,
este es el mérito del sistema de precios destacado por primera vez por Adam Smith.
Para Smith el hombre nace con determinadas "motivaciones naturales", entre las cuales está
el egoísmo económico, el sentido de la propiedad y la necesidad de cambiar bienes entre sí.
La satisfacción del egoísmo, lejos de constituir un valor negativo, representa por el
contrario el logro del bienestar social, ya que para lograrlo había que satisfacer el egoísmo
de los demás. Existía por tanto una especie de "mano invisible" (el mercado), que sin que
nadie se lo propusiera lograba la armonía a nivel de toda la sociedad.
Así pues, lo único que según Friedman hay que lograr, es el flujo de la información
necesaria para qué esta coordinación o "mano invisible" se haga extensible a todos los
individuos de la sociedad. Por tanto, la cuestión a resolver es la de que cada individuo tenga
acceso a la información pertinente y que la use eficazmente. El mecanismo que posibilita
que esta información sea asequible a todos es el sistema de precios. Mediante los precios,
los individuos, como agentes económicos, disponen de la suficiente información para tomar
decisiones racionales y optimizadoras. Según Friedman, consecuentemente con Smith en su
referencia a la "mano invisible", esto es lo que posibilita la "libertad de elegir".
Para que esto sea posible, los precios han de cumplir tres funciones básicas:
1. Transmitir información. Esta función es el centro básico de la importancia de los precios,
ya que a través de éstos se tiene información sobre la oferta y la demanda de todos los
productos, de los gustos de los consumidores, de las disponibilidades de recursos, de todo
aquello relevante para la compra o venta de un bien.
2. Estimulación de la adopción de métodos de producción menos costosos que inducen a
emplear los recursos disponibles para los empleos mejor remunerados. Esto permite al
productor buscar la mejor combinación y distribución de sus recursos para obtener el
máximo de beneficio, teniendo en cuenta el precio máximo al que la gente está dispuesta a
comprar ese producto. Cuando ese precio sea igual al coste marginal de producir una nueva
unidad, se parará la producción.
3. Distribuir la renta, determinando quien obtiene las distintas cantidades de cada producto.
Para que los precios distribuyan la renta y está distribución incentive, es necesaria la
propiedad privada de los medios de producción, porque si el beneficio de esa operación no
va a repercutir en el dinero obtenido por los agentes económicos, su motivación para
amoldar el comportamiento según la información transmitida por los precios desaparece.
Al igual que en la relación democracia-capitalismo, Friedman no logra articular
coherentemente la relación libertad-igualdad porque no cuestiona el origen y la naturaleza
de la propiedad, a la cual consideró un valor político supremo. El neoliberalismo asume la
evolución política del liberalismo clásico, que si bien por una parte, generalizó a través del
sufragio universal, una extensión cuantitativa del voto, por la otra conservó la calidad de
aquellos votos que representaban la propiedad y los intereses de los propietarios. El
liberalismo empezó como doctrina de emancipación de la clase media y se transformó
después de 1789 en un método de disciplina para la clase trabajadora. La libertad
contractual que buscaba emancipó a los propietarios de sus cadenas, pero en el logro de ésta
libertad, está contenida la esclavitud de quienes sólo podían vender su fuerza de trabajo.
Friedman considera válida la escuela neoliberal del "Public Choice" y su teoría de los
derechos de la propiedad, la que será objeto de análisis a continuación. La misma defiende
la existencia de un preciso derecho de propiedad sobre los objetos de transacción en el
mercado, lográndose la consecución de la libertad económica y política. Esto posibilita dos
cosas de suma importancia apologética: la primera, el carácter beneficioso de la propiedad
para la existencia de la libertad, y la segunda, la justificación del origen histórico de la
propiedad y del estado que tiene la obligación de protegerla.
De esta manera, el enfoque subsidiario del estado promueve el retorno a las restricciones de
las funciones del estado. Si a partir de la crisis de 1929-1933, el estado en la economía
occidental rebasó sus propios límites, esto no sucedió respondiendo a su carácter necesario
sostiene Friedman, sino a la incomprensión de la opinión pública y de los economistas
respecto a la verdadera realidad de la crisis (Friedman, 1980: 106). Es por esto que según
él, el retorno a la restricción del estado modelará el conjunto idóneo de funciones estatales
que no distorsionarán el mercado: mantener el orden y la ley, definir los derechos de
propiedad y las reglas de la economía, hacer cumplir los contratos, fomentar la competencia
y promover un adecuado sistema monetario (García Menéndez, 1989: 116).
La crítica sobre la trampa del status quo enfilada hacia la política social del estado refleja
en realidad el miedo a la pérdida del verdadero status quo de la clase burguesa ante la
amenaza de la incompatibilidad histórica entre democracia y capitalismo.
Así, para el neoliberalismo la democracia es un fin secundario y prescindible en cuanto el
estado garantice la libertad económica mediante otros mecanismos. Es la libertad
económica la que constituye un fin en sí mismo a la que debe someterse cualquier otra
meta, que deberá ser siempre una extensión de la primera.
La ofensiva ideológica que supuso la implementación del proyecto neoliberal representó
una reacción contra los principios de la soberanía popular y contra toda voluntad de
emancipación social. Ésta ofensiva vislumbró la vinculación de democracia y socialismo
como una amenaza a la "libertad burguesa contra la democracia roja". Pinochet,
inaugurando el 11 de marzo de 1981 su "período constitucional", relaciona a su manera,
pero correctamente, voluntad colectiva, reproducción material de la sociedad y una ética de
responsabilidad social, "¡el gobierno no acepta presiones de nadie! Los años de demagogia
favorecieron al estatismo socializante, cuyas concepciones doctrinarias provenían de una
profunda desconfianza frente al ejercicio práctico de la libertad personal y de la
consiguiente herencia en la supuesta necesidad de someter la acción económica y social de
los individuos a toda suerte de controles y regulaciones estatales que, lejos de disminuir,
iban aumentando inexorable y desmesuradamente. Fueron ésas décadas de demagogia y
estatismo socialista lo que erosionó nuestra vida política, económica y social y preparó la
embestida del marxismo para intentar directamente transformar a Chile en un país
comunista" ( Lechner, 1982: 27).
El ataque contra la demagogia, el estatismo y el marxismo apunta a la política misma,
Lechner señala como el objetivo neoliberal, según el propio título de Hayek, es "la
contención del poder y el derrocamiento de la política". Es decir, contra la voluntad de los
hombres de decidir sobre sus condiciones materiales de vida y asumir la responsabilidad
por la vida de todos es combatida, al igual que la decisión colectiva y consciente sobre el
proceso reproducción material. De eso tratan la democracia y el socialismo. Hayek y sus
discípulos latinoamericanos, al contrario, abogan por la subordinación de todas las
relaciones sociales a las "leyes del mercado", universo totalitario al que nadie debiera
sustraerse.
En su trabajo "El proyecto neoconservador y la democracia", Norbert Lechner (1982)
presenta el discurso neoliberal a través de la valoración crítica de un texto de Arturo
Fontaine, ex director del periódico El Mercurio, real "intelectual orgánico" de la derecha
chilena, titulado " Mas allá del Leviatán", el cual muestra sin sofisticaciones los principios
político-ideológicos generales del proyecto neoliberal. En el mismo se postula el principio
de la libertad individual concebida como ausencia de coacción arbitraria ajena. Esta noción
de libertad negativa, como ya fue planteado anteriormente, sería sofocada por la
intervención estatal, de ahí que el mercado sería el medio adecuado para lograr la libertad
deseada. Para lograr el funcionamiento pleno del mercado hay que erradicar la "tentación
estatista" a través de la mercantilización de toda relación social.
La política queda reducida a una "autoridad vigorosa que crea el ordenamiento objetivo".
Se trata de una libertad económica privada que no habría que confundir con la participación
democrática en la elección del gobierno y en el control de la administración del país. Tal
libertad política sería secundaria. Como sostiene el maestro Hayek, "un pueblo libre no es
necesariamente un pueblo de hombres libres"... "la libertad, como espontaneidad y ausencia
de coacción, no significa, pues, ni poder ni riqueza ni bienestar de ausencia de mal o de
injusticia. Podemos ser libres y continuar siendo desgraciados. La libertad no impide
morirse de hambre ni incurrir en dolorosas equivocaciones ni correr riesgos mortales" (
Fontaine, 1980: 127).
Así, contra la responsabilidad social de una igualitarismo afeminado se proclama en tono
nietzcheano la grandeza patética del más fuerte: un orden macho. Muriéndose de hambre,
incurriendo en dolorosas equivocaciones, corriendo riesgos mortales se va forjando el
hombre libre. A través del dolor y la muerte el capitalismo occidental revitaliza su
superioridad, ya que el discurso neoliberal sostiene que el bien proviene del dolor, la vida
surge de la muerte. La democracia con sus consignas de justicia e igualdad promete la vida,
pero trae la muerte. Por lo tanto, habría que matar esas falsas promesas de vida. Es matando
que se vive: unos viven mediante la muerte de otros. Éste discurso condensa perfectamente
la quintaesencia del capitalismo.
Como se puede apreciar, el individuo, configuró el a priori de la representación ideal de la
sociedad del liberalismo, lo cual le posibilitó la despersonalización del problema del poder
(Acanda, 2002: 102), la legitimidad del poder implicará su abstracción. Así se originó una
visión del estado y el poder que los representa desvinculados de todo nexo concreto con
intereses con grupos específicos, apareciendo sólo en función de la conservación del orden
social. Esto constituirá la nueva forma teórica de lo político para la construcción del estado
burgués reducido al mantenimiento del orden en general para el libre desarrollo del
individuo. Cómo puntualiza Acanda, orden e individuo son pensados en una relación de
reciprocidad resultado de la necesidad de la ideología liberal de una antropología de
carácter individualista y abstracta.
De ahí la conexión entre el proyecto político-social y sus presupuestos epistemológicos. El
primero encuentra sus fundamentos en los segundos. Estos últimos consisten en el
distanciamiento del pensamiento respecto del ser, la constitución del sujeto en una relación
de frontalidad con relación al objeto. El objeto comprendido no como expresión de un
sistema de relaciones sociales, sino como cosificación contrapuesta e independiente del
sujeto. Según Acanda esta concepción cosificada de la sociedad está condicionada por las
exigencias de la implantación y desarrollo del sistema capitalista. Éste requiere de la
liberación de la propiedad de toda vinculación personal, política y social. Hay que hacer de
la propiedad una cosa objeto de derecho, mercancía de libre circulación que establezca las
relaciones entre los hombres. Las relaciones humanas se transformarán en relaciones entre
cosas y entre sujetos abstractos de derechos. Esta visión es contentiva de una concepción
del objeto que conlleva necesariamente una interpretación abstracta del sujeto. El
individualismo abstracto conforma otro presupuesto epistemológico básico del liberalismo.
Lo anterior conforma una comprensión de la subjetividad como extrañamiento del sujeto
con relación al objeto a partir de una visión del individuo como ente libre y por encima de
todo condicionamiento material. Para Acanda (2002: 106) del individualismo abstracto y de
la visión cosificada de la sociedad se desprende otro presupuesto epistemológico del
liberalismo: pensar toda la experiencia social en términos duales. Sus conceptos se
constituyen en torno a parejas aparentemente antinómicas: individuo y estado, libertad y
autoridad, sujeto y objeto, etc. Para el funcionamiento del capitalismo se produce la
escisión del sujeto y del mundo en dos esferas pensadas como contrapuestas, la pública y la
privada, la economía y la política. De todas estas contraposiciones la más importante es la
separación del estado con respecto a la sociedad. La misma proporciona la clave del modo
liberal de entender no sólo lo político, sino la propia existencia de la sociedad.
La separación entre el estado y la sociedad identificaba al mercado como la entidad
socializadora por excelencia. El estado sería presentado como una instancia instrumental
garante del orden natural que legitima el desarrollo de las relaciones económicas
capitalistas. Además, el objetivo fundacional declarado del liberalismo, fue el
aseguramiento de la libertad del individuo en contra del despotismo y la arbitrariedad, de
ahí la idea del estado de derecho limitado, que no exceda su función de guardián del orden
capitalista establecido.
Pero al referirse a la libertad, se trata en realidad de la libertad del propietario,
produciéndose un desplazamiento de sentido que conserva una importante implicación
conceptual con relación a la interpretación del individuo. Resultando que el individualismo
abstracto liberal se refiere a una interpretación del individuo como propietario. El individuo
es tal porque es propietario, posee la necesidad de poseer, su esencia se traduce en su
relación de posesión con los objetos. Reduce toda la variedad y complejidad de las
relaciones humanas a relaciones de posesión. Entonces, la libertad y la propiedad resultan
inseparables para el liberalismo. Sin propiedad no puede haber libertad. El hombre nace
con una serie de atributos o motivaciones que lo llevan al deseo de propiedad, y como
propietario, establece sus relaciones con otros propietarios. Se trata de una libertad natural.
La imagen idealizada del burgués se convierte en prototipo del individuo como realización
natural de su esencia como propietario. Y de ahí, que toda la actividad económica se
conciba entre productores-propietarios libres.
Siguiendo a Acanda (2002: 111-112), se trata de una interpretación especulativa del
hombre, de la propiedad y de la sociedad. Para explicar a cada uno de los tres y sus
interrelaciones, se acude a una visión ahistórica, y por tanto natural. El individuo, la
existencia de la propiedad privada, el ordenamiento político, la libertad, todos son
fenómenos naturales.
Según esta conceptualización el egoísmo económico del que hablaba Adam Smith es una
condición absoluta, no un producto histórico. También se lo identifica con el interés propio
y con la propiedad privada. El egoísmo, expresión de la propiedad privada se concibe como
una condición indispensable. De esta forma, se supone a la propiedad privada como
atributo esencial de la naturaleza humana. La idea de que el egoísmo del homo
oeconomicus es en última instancia el factor decisivo en las interacciones humanas en el
terreno de la economía es común al enfoque liberal.
Por su parte, Marx niega que el hombre sea en esencia un ser egoísta, porque no acepta que
la naturaleza humana sea fija. En su visión, el hombre no es por naturaleza egoísta ni
altruista. Su propia actividad lo hace lo que es en un momento dado. Toda manifestación
compleja de la vida humana se explica por referencia final a un principio dinámico, la
actividad misma. Esto se enfrenta con las concepciones liberales que trataban de d anuncian
educir las distintas características de la forma dada de la sociedad capitalista, incluyendo la
propiedad privada, a partir de una concepción estática supuesta de manera arbitraria de una
naturaleza humana fija. Según Marx, la propiedad privada y sus consecuencias humanas
deben explicarse históricamente, no suponerse ni deducirse a partir de un supuesto o
cualidad abstracta inherente al individuo singular. Sólo puede existir en las relaciones de
los individuos entre sí en correspondencia con un determinado condicionamiento histórico.
“Public Choice” y Estado Mínimo: Buchanan, Tullock y Nozick.
La visión político-social neoliberal tiene diversas fuentes y variantes. El origen de este
pensamiento es anterior a las ideas desarrolladas por Hume, en tanto estuvieron
estrechamente vinculadas a la evolución de las interpretaciones “contractualistas” del
estado. La racionalización de la sociedad facilitó el camino al desarrollo del capitalismo y
de su forma estado dentro de una visión naturalista de los fenómenos. Por tanto, el orden
social debía reconstruirse basándose en leyes naturales que serían extraídas del uso de la
razón. La interpretación científica de la sociedad debería de construir axiomas de
comportamiento, para mediante un proceso lógico deductivo, reconstruir las instituciones
sociales.
Un lugar destacado de esta forma de proceder lo constituyó la explicación deductiva desde
sus propios axiomas o principios incontrovertibles en el ámbito de la reflexión filosófica y
política ofrecida por Thomas Hobbes en la mitad del siglo XVII. Hobbes parte de su
convicción de que dada la naturaleza humana, no existe ninguna seguridad de que las
personas se sometan a las leyes de la naturaleza, lo cual lo lleva a presentar al estado o
“Leviatán” como la institución necesaria para resolver el problema del orden social.
Hobbes parte de la existencia natural de impulsos hedonistas, subjetivos, en el individuo, o
sea, que el nexo causal de todo lo humano comienza en la definición del interés por parte de
los hombres por satisfacer su propia carga compulsiva, y por otra parte, de la configuración
de instrumentos para satisfacerlos a través del poder. Ambos elementos constituyen el
basamento de su construcción analítica del estado. Dado que los hombres siguen sus
“compulsiones naturales”, tenderían a su propia destrucción y sometimiento mutuo dentro
de un “estado de la naturaleza” que los enfrentaría a un estado de guerra permanente. Su
propia racionalidad les llevaría a comprender que cooperar (paz) les sería mas beneficioso
que competir (guerra). Por tanto, la razón sugiere normas de paz basándose en las cuales los
hombres pueden llegar a un acuerdo. Esta sería la base del contrato social o pacto que
crearía al estado político como institución de carácter irrevocable e incondicional, lo cual
conllevaría a la creación de un gobierno fuerte y estable que evite las guerras civiles y
garantice los derechos de propiedad y las libertades para la libre contratación. Su obra
ofrece una forma de absolutismo que se concilia con las aspiraciones de la nueva burguesía
pujante en la Inglaterra de su época.
En la actualidad, desde la perspectiva de la teoría neoclásica, las ideas contractualistas
hobbesianas constituyen una especie de teoría económica del estado, cuya idea central es
que el estado surge para resolver un problema de producción de la “ley y el orden”. Así, la
llamada Teoría de la Elección Pública (Public Choice) desarrollada básicamente por el
Premio Nobel James Buchanan y Gordon Tullock, ha constituido la corriente que dentro de
la economía convencional mas ha contribuido al estudio del estado. Se trata de una
derivación de la teoría económica neoclásica aplicada a la ciencia política. Al igual que la
teoría neoclásica, los postulados básicos de la conducta de la elección son los referidos al
hombre considerado como un ser egoísta, racional y maximizador de la utilidad.
Los postulados metodológicos básicos de esta escuela son por tanto el individualismo
metodológico y la conducta racional guiada por el propio interés subjetivo,
instrumentalizados dentro del enfoque macroeconómico de la teoría neoclásica y llevados a
un proceso de adopción al terreno de la política. Al igual que su precedente histórico
constituido por la interpretación contractualista hobbesiana, la teoría de Buchanan, recogida
en lo fundamental en su obra “The Limits of Liberty” (1975), concibe el pacto entre los
individuos como la solución óptima para poner fin al estado de naturaleza, el cual se
caracteriza por la inexistencia de vínculos jurídicos entre los componentes del grupo, por lo
que resulta una nueva presencia de vínculos jurídicos garantizados por la existencia de una
autoridad investida de la potestad de asegurar el cumplimiento y respeto a los términos del
contrato, incluso mediante el uso de la fuerza.
Así, el contrato social constituye una ficción ahistórica con la que se pretende racionalizar
el debate sobre la necesidad y justificación del derecho burgués, pues en definitiva, será un
derecho que tratará de disminuir las externalidades negativas de las relaciones sociales a
través de los derechos de propiedad que emanarían de un simple “equilibrio natural”. El
estado se convierte en árbitro y juez por encima de las clases y su única función consiste en
que se cumplan los términos del contrato. En el fondo la construcción de la Public Choice
persigue la defensa del estado neoliberal como crítica de la “expansión desmedida”
emanada del estado de bienestar.
Si el pensamiento de Hobbes esta presente en la escuela del Public Choice de Buchanan y
Tullock, el de John Locke (1690) no tiene menos actualidad en el campo de la filosofía
política a través de la justificación del estado minímo y de la “mano invisible” del mercado
realizada por Robert Nozick.
Al contrario de Hobbes, John Locke tuvo una visión antropológica positiva: el ser humano
es naturalmente bueno, por lo que se pregunta por que existe el estado (gobierno civil), y
mas concretamente, en que circunstancias es legítimo que exista. Su respuesta es que debe
existir si es útil a los ciudadanos y protege los “derechos naturales” de los mismos. A partir
de un estado de naturaleza original en el que los hombres se encuentran en igualdad
“natural”, es necesario la existencia de leyes que guíen la convivencia, no deducidas de la
razón del autointerés como en Hobbes, sino de unas leyes morales dado que se trata de
seres humanos. La clave detrás de las mismas se encuentra en el derecho de propiedad,
considerado el derecho natural básico.
Locke plantea que la desigualdad es el producto de la mayor laboriosidad y juicio de los
que han acumulado, por lo que los hombres adquieren posesiones en proporciones
diferentes, así como también que el dinero da la oportunidad de seguir conservando dichas
posesiones y aumentarlas. El corolario queda claro: la propiedad no es amoral pues esta en
correspondencia con la ley natural. La productividad innata a los hombres a través de una
economía monetizada ha dado como resultado al capitalismo, con su inevitable y justificada
desigualdad. Esta última es el germen de la discordia por lo que se constituye la sociedad
política (el estado) para que proteja a la “propiedad”. Locke expresa la apología de la
legitimidad del nuevo orden capitalista y de los nuevos sujetos, la burguesía: el hombre es
libre para acumular y el gobierno esta para crear la seguridad para las actividades privadas
de cada uno.
La explicación de Locke es ahistórica. Se trata de un constructo o esquema lógico que le
sirve para reivindicar la libertad y la propiedad desigualmente repartida. No busca en la
historia la corroboración acerca de si la adquisición de la propiedad se ha ajustado a las
leyes de la naturaleza. Da por hecho que la propiedad se ha adquirido de manera legítima y
que el estado se creó para evitar la inseguridad. Marx en su capítulo XXV del primer tomo
de El Capital señala como “esta acumulación originaria viene a desempeñar en economía
política el mismo papel que desempeña en teología el pecado original (…) los orígenes de
la primitiva acumulación pretende explicarse relatándonos como una anécdota del pasado.
En tiempos muy remotos – se nos dice – había, de una parte, una minoría trabajadora,
inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra un tropel de descamisados, haraganes, que
derrochaban cuanto tenían y mas (…) la historia del pecado original económico nos revela
por que hay gente que no necesita sudar para comer. No importa. Así se explica que
mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por no tener nada que
vender mas que su pellejo. De este pecado original arranca la pobreza de la gran mayoría
(…) sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, la
esclavización, el robo y el asesinato; la violencia, en una palabra”. Marx nos recuerda que
la esencia de este proceso estuvo marcada por la separación violenta de los medios de
producción de los productores directos. Que son creadas determinadas circunstancias
concretas para la polarización del mercado a partir de la existencia, por un lado, de los
propietarios de los medios de producción y dinero, y por el otro, de los propietarios “libres”
de fuerza de trabajo, como condiciones fundamentales de la producción capitalista.
La liberación del individuo y la propiedad con respecto a toda determinación política es
expresión de un proceso de artificialización de las relaciones humanas, que poco tiene que
ver con un proceso natural y espontáneo, sino que fue el producto histórico de decisiones y
voluntades provenientes desde el poder que finalizó con la mercantilización de la vida y la
naturaleza. Esto fue posible desde la esfera de lo político y del estado. La autonomización
de lo económico proviene del poder político, se trata de un proceso de gran artificialidad
(no natural) y de sentido político (Acanda, 2002).
El pensamiento de Locke esta presente en la justificación del estado minímo realizada en la
actualidad por Robert Nozick en su libro “Anarchy, State and Utopia”, donde realiza una
exploración filosófica sobre los derechos individuales y el estado con evidentes ecos
lockianos. La definición del espacio que dejan al estado los derechos individuales
inalienables es su gran objetivo declarado, intentando justificar la legitimidad de un estado
mínimo (minimal state), limitado a las funciones de protección civil y la ejecutoriedad de
los contratos. Nozick descalifica como ilegítimo todo estado que exceda estas funciones
minímas, negando toda justificación a la justicia distributiva que exigiría aumentar la
acción estatal. Frente a esto, desarrolla su “Entitlement Theory” o teoría de los derechos
adquiridos por justo título que enfrentará a la teoría marxista de la explotación por el
capital. Para esto Nozick recurre a la ficción del estado de naturaleza de Locke, el que
contiene la existencia de unos derechos naturales (vida, libertad, posesiones) anteriores a la
sociedad civil e inmanentes a la naturaleza humana, llegando a la conclusión que la “mano
invisible” del mercado conlleva a crear el estado minímo.
Neoconservadurismo.
Si bien el llamado neoliberalismo de mercado de Hayek y Friedman, desde el punto de vista
de su filosofía política afirma que se dirige hacia el logro de la libertad del individuo frente
a las decisiones colectivas en el marco del mercado capitalista, habría que considerar
además, tal como ya fue planteado anteriormente, el papel jugado por el
neoconservadurismo en cuanto a su enfoque de los aspectos culturales, morales y
religiosos.
Efectivamente, se trata de una corriente enfocada sobre todo a los aspectos morales y
culturales en la crítica al Welfare State de la segunda posguerra. A pesar de que incluye
autores que en si mismos constituyen un universo de análisis particular, es posible
encontrar postulados o axiomas básicos generales que permitan referirse a un grupo de
intelectuales norteamericanos que provienen en su mayoría del seno del propio movimiento
intelectual liberal (en el sentido estadounidense) bajo el rótulo de “neoconservadores”.
Dentro de este se suelen ubicar a autores como Nisbet, Bell, Kristol, Clazer, Lipset,
Kirkpatrick, Podhoretz, Wilson y Banfield entre otros.
Antes de producirse su arrepentimiento desde posiciones de centro izquierda hacia el
neoconservadurismo, algunos de estos autores, fundamentalmente Daniel Bell y Lipset,
compartían a inicios de los años sesenta la teoría del fin de las ideologías. El discurso
básico de la misma consistía en que las propuestas y los ideales con pretensiones
universalistas se habían diluido en la evolución pragmática de las sociedades. Plantean que
para el mundo occidental, principalmente en los Estados Unidos, para el final de la década
de los años cincuenta se viene dando un proceso de desilusión ideológica, de reducción de
las tensiones por la disminución de la fuerza de los conflictos ideológicos. Se critica la
interpretación materialista de la historia, a la que se le contrapone una teoría funcionalista
de la sociedad industrial, de acuerdo a la cual toda sociedad avanzada funciona bajo los
imperativos de la tecnología y la economía. Se postula la caducidad de las grandes teorías
emancipatorias y el agotamiento de las energías utópicas. Según sus análisis, los crecientes
niveles de producción alcanzados con la recuperación económica de la posguerra, habían
suavizado la desigualdad económica pues fue aprovechada para una intervención social del
estado en una acción que trató eficazmente de eliminar la miseria social. Las tensiones
sociales y los conflictos ideológicos estarían siendo sustituidos por la resolución técnica de
los problemas económicos y sociales. Por tanto, el consenso democrático, posible en la
sociedad de la abundancia, había sustituido el vigor ideológico.
Sin embargo la complacencia y la confianza en el modelo del estado benefactor, pronto fue
sustituido con su rechazo mas abierto. Este repliegue conservador encuentra sus causas en
los problemas económicos, los conflictos sociales y los cambios culturales que se
desarrollaron a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Ante el agotamiento y
las insuficiencias reguladoras de la macroeconomía neokeynesiana para enfrentar los
compromisos sociales, se desarrolló un enfoque conservador dirigido hacia la
transformación cultural de los años sesenta. El ataque neoconservador se concentró en la
crítica del hedonismo como ideología social.
Ante la efervescencia ideológica de esos años, se reaccionó con la renuncia de las antiguas
posiciones socialdemócratas. Sus ideas estaban dirigidas a neutralizar las fuerzas
contestatarias de sectores de la sociedad norteamericana. En consecuencia, se culpa al
“Welfare State” de la crisis existente, al posibilitar la extensión de las demandas sociales,
dificultando la legitimación del estado y del sistema capitalista. Se trata entonces de
recuperar esta legitimación del sistema, o sea, había que desplegar una contraofensiva en
defensa del capitalismo, cuestionando el carácter de su estructuración social del estado y
reconstituyendo su legitimidad a través del reforzamiento de su estructura institucional y
valorativa. Lo anterior se haría a través del rescate de los valores tradicionales del sistema
puritano: responsabilidad, frugalidad, laboriosidad, etc.
Su crítica hacia la ingobernabilidad del sistema se compone de tres líneas básicas: en
primer lugar, la impotencia del estado para responder a la multiplicidad y tipo de
expectativas generadas en la ciudadanía por el proteccionismo del estado benefactor. En
segundo lugar, la crisis de la autoridad del estado debido a esa insatisfacción de la demanda
social, se produce una pérdida de la capacidad de dirección de las instituciones del estado.
Por último, existencia de una crisis moral y espiritual ante la desaparición de los valores de
fundamentación y disciplinarios que antes lograban el consenso de la hegemonía capitalista.
La acción intervencionista y protectora del estado benefactor había llegado a niveles
insustentables. Se había llegado así a un sistema económico estatal macrocéfalo, con
agentes e instituciones agigantados e inoperantes. El estado de las finanzas públicas
mostraba un desequilibrio en los gastos con relación a los ingresos. El aumento del sector
público se interpretaba como realizado a costa de la reducción de la capacidad inversora
privada. Los costos del agigantado estado social habían provocado la debilidad de la
capacidad inversionista, el estancamiento económico y el desempleo (Bell, 1976;Kristol,
1972).
Para los neoconservadores, el problema de la ingobernabilidad radica en la pérdida relativa
de la capacidad de dirección por parte del estado. Según Daniel Bell (1976: 220-224) se ha
producido el acrecentamiento de un conjunto mas amplio de derechos – políticos, civiles y
sociales, que rebasan la antigua demanda de igualdad económica, y antes los cuales, la
crisis financiera y la irresponsabilidad política del estado benefactor no puede satisfacer.
Ante esta incapacidad e irresponsabilidad del sistema político, se profundiza la
desconfianza en el mecanismo de la representatividad política, del que depende la
legitimidad estatal.
Las causas de la crisis y la decadencia económica no puede reducirse según los
neoconservadores, a factores estrictamente económicos. En el substrato cultural es donde
habría que encontrar las razones de la situación creada. Es en las transformaciones
culturales de los años sesenta donde radican las causas que han generado la crisis
economico-social a partir de los años setenta hasta la actualidad. Según este diagnóstico, se
ha producido la pérdida de los valores tradicionales que han servido de sustento al
desarrollo capitalista y al sistema democrático. Para Irving Kristol (1972) se ha producido
una expansión de un hedonismo irrestricto que ha contaminado la estructura social. Se ha
reblandecido la moral protestante de la gratificación postergada frente a una
autosatisfacción ilimitada. El estado benefactor ha agrandado la crisis de valores al debilitar
la disciplina social al propiciar un irresponsable aumento de la demanda. El proteccionismo
habría debilitado la familia y las instituciones religiosas, las cuales se han visto sustituidas
por la búsqueda de un mayor consumo público y privado.
Se señala que la decadencia moral tiene su base original en los intelectuales. Son estos los
culpables de que se produzca un antagonismo radical en la cultura con respecto a los
valores de la civilización (capitalista) que la sustenta. Cuanto mas cultivada es una persona,
mas descontenta se encuentra no solo ante la realidad, sino en relación con su idealidad. Se
trata de la expansión del espíritu anti-burgués que comenzó con el Romanticismo del siglo
XIX entre los artistas e intelectuales, y sus planteamientos contra las convenciones de la
sociedad burguesa. Al vincularse estas ideas con la política, terminan en la subversión del
“stablishment”. El problema no esta en lo que piensan en si los intelectuales, sino la
influencia que han adquirido en el estado de bienestar. Piensan que con el trasfondo de la
utopía socialista han atraído a la juventud y a grandes sectores generando indisciplina y
actitudes improductivas.
Daniel Bell no comparte la idea simplista de ver la causalidad de la crisis a partir de la
cultura y su efecto en la gobernabilidad del sistema. El problema radica según el en la
propia dinámica del desarrollo del sistema capitalista. En “The Cultural Contradictions of
Capitalism” (1976) señala que el propio desarrollo capitalista ha socavado los propios
valores, que según el, sustentan al mismo. Si en un principio las restricciones puritanas y la
ética protestante habían servido de frenos para limitar la acumulación suntuaria ( pero no la
acumulación de capital, eje del sistema), al ser apartada la ética protestante, solo quedó el
hedonismo cultural, la idea del placer como modo de vida y justificación cultural, o moral,
del capitalismo. Y esto ha conllevado a la demanda creciente de consumo y a su
desplazamiento al ámbito de la política, pensionando la relación entre deseos y recursos. La
tendencia será hacia un agigantamiento burocrático ineficaz, verdadero Leviatán
cuestionado por los subsidios y reclamaciones de la sociedad.
La ”terapia” que habría que aplicar para solucionar el problema de la ingobernabilidad se
resume en tres componentes: primero, disminución de la sobrecarga del sistema; segundo,
la atemperización del nivel democrático de legitimación y de la práctica de los principios
democráticos; y tercero, la reactivación de los factores disciplinarios como amortiguadores
tradicionales del conflicto social. Se trata de aliviar al gobierno de las demandas privadas,
reencontrándose con los postulados neoliberales. Se receta el “laissez-faire” y la
privatización de las empresas estatales y la desreglamentación del mercado laboral, el
recorte de las prestaciones sociales y la cobertura del estado benefactor contra el
desempleo, asi como la privatización de los servicios públicos. La libre competencia y el
mercado constituirían el mecanismo de crecimiento económico y propiciarían
paralelamente la contracción del poder de un estado agigantado a costa del sector privado.
Todas las reclamaciones de la sociedad se desviarían del estado hacia el terreno del
mercado. Se produciría la “despolitización” de las demandas sociales. El mercado
dispersaría la responsabilidad, cuando se produce una decisión a través de las múltiples
elecciones de millones de consumidores individuales, ninguna persona o grupo puede ser
acusado por esas decisiones, mientras que las decisiones públicas si son visibles y se sabe a
quien acusar.
El Neoconservadurismo apela a la regeneración moral frente a la ingobernabilidad del
sistema. Habría que recuperar el “espíritu del capitalismo”. Unir el interés propio con una
base moral trascendente, restableciendo la legitimidad cultural del capitalismo basándose
en las concepciones religiosas judeo-cristianas. Para unir la posible contradicción entre la
búsqueda del enriquecimiento con la solidaridad cristiana se apela a la “mano invisible” de
Smith. El capitalismo sería entonces un sistema que extrae de sus tendencias pecaminosas
el mayor bien posible. Se trata de un sistema diseñado para pecadores, en la esperanza de
lograr el máximo grado del bien moral que los individuos son capaces de generar.
Capítulo 4. El enfoque metodológico.
Positivismo y el giro empiricista de la macroeconomía.
Desde el punto de vista de la crítica a la filosofía de la ciencia convencional (Castaño,
2002: 52-54), la definición de líneas de demarcación epistemológicas dentro de la tradición
positivista que distinguieran con precisión entre ciencia y pseudociencia o metafísica tiene
un sentido ideológico no explicitado abiertamente. A partir de la construcción de un modelo
de ciencia unitario, abstracto y fetichizado, con una sola racionalidad, una sola ciencia, y
separado de las condiciones históricas de su producción, se podría demarcar los
científicamente auténtico de lo inauténtico. La unidad positivista de la ciencia divide y
excluye toda ciencia que represente un cuestionamiento a las fuerzas hegemónicas que
legitiman el orden establecido. De ahí el aliento de una formación y práctica profesional
instrumentalizada y tecnocrática que aparenta ser parte de un proceso institucionalizado
neutro. La ciencia no sólo sería el medio para hacer predicciones sino también el
instrumento de su autolegitimación. Mientras mayor fuera el rigor epistemológico, mayor
sería el rigor de un ejercicio profesional reducido a la recogida y procesamiento de datos,
verificación fenoménica de las hipótesis y proyección instrumental de sus resultados
predictivos.
Esta racionalidad instrumental "éticamente neutral" derivada del concepto "legítimo" de
ciencia, se limitó a desarrollar habilidades que ajustaran medios a fines dentro de una
valoración técnica de la eficiencia optimizadora. Dicha concepción creó las bases para una
ideología de carácter tecnoburocrático que defendía una gestión social aplicada por
expertos y técnicos que utilizarían una formalización matemática aplicada a la
administración de la sociedad segmentada en disciplinas independientes, cual objetos
parciales marginados de su contexto sociohistórico. De ahí la eliminación de todo el
cuestionamiento reflexivo y crítico desarrollado. El sistema capitalista sólo debe ser
concebido científicamente para una manipulación instrumental de control y explotación
eficiente de sus recursos humanos y naturales. La aplicación técnica derivada de lo teórico,
marginaba toda conceptualización crítica de sus propias teorizaciones.
Cuando se logra interpretar la realidad más allá de los hechos de la empiria, se posibilita el
estudio concreto del concepto de "hecho" considerando el fundamento social que le da
origen. Es cierto que el avance del pensamiento alrededor de los hechos a partir de la
realidad dada ha permitido el sometimiento de la naturaleza al hombre, pero también el
ocultamiento de su carácter histórico y social, de su naturaleza esencial.
Lukács (1982: 207), ve en los hechos la tendencia inmovilista y estática del pensamiento
cosificado. Para él, la esencia de la evolución capitalista, hecha extraña al hombre,
inmovilizada y reducida a cosa impenetrable, se cristaliza en el hecho bajo una forma que
hace de esa inmovilidad y esa enajenación el fundamento más evidente de la aprehensión
del mundo.
"Frente a la inmovilidad de esos "hechos", todo movimiento aparece como un simple
movimiento en su nivel, toda tendencia a modificarlos como un principio solamente
subjetivo (deseos, juicios de valor, deber ser, etc.). Cuando esta prioridad metodológica de
los "hechos" ha sido quebrantada, cuando el carácter de procesos de todo fenómeno ha sido
reconocido, se puede al fin comprender que lo que se suelen llamar "hechos" consisten mas
bien en procesos. Se puede comprender entonces que los hechos no son justamente otra
cosa que partes, momentos, del proceso de conjunto, separados, artificialmente aislados e
inmovilizados. Al mismo tiempo se comprende también porque el proceso de conjunto, en
el cual la esencia del proceso se afirma sin falsificación y cuya esencia no es oscurecida por
ninguna inmovilidad, representa con relación a los hechos, la realidad superior y auténtica.
Y se comprende al mismo tiempo porque el pensamiento burgués cosificado debía
necesariamente que hacer de esos "hechos" su máximo fetiche teórico y práctico. Esta
facticidad petrificada, donde todo se inmoviliza en "magnitud fija", donde la realidad del
momento está presente en una inmutabilidad total y absurda, hace toda comprensión, aún
de esta realidad inmediata, metodológicamente imposible" (Lukács, 1982: 207-208).
La realidad captada no será más que la ilusión objetiva, la apariencia empírica del mundo
de la superficie bajo el prisma de la falsa armonía social y de la ilusoria coherencia del
aparato de dominación capitalista, el cual al sistema social existente, sólo le entrega sus
instrumentos epistemológicos de ajuste. Al limitarse a la ilusión objetiva, avala el sistema.
La simple descripción de la realidad fortalecerá el conocimiento de la realidad dominante y
se perpetuará su legitimidad. La simple descripción de los hechos significa prescribir el
comportamiento que predica el sistema.
Como ha sido analizado previamente (Castaño, 2002: 211-217), a partir de la obra de
Keynes se constituye un marco para la elaboración de una teoría explicativa del
funcionamiento de los conjuntos económicos complejos. Se logra una nueva percepción
sobre la actividad económica como sistema global. Éste marco se constituye como marco
macroeconómico, en cuyo desarrollo influyeron los cambios profundos que sufre la
metodología de la disciplina y su asimilación generalizada por los economistas formados en
su gran mayoría, por la ortodoxia neoclásica.
Es por lo anterior que la principal preocupación de los macroeconomistas es la regulación
de la actividad económica, aspirándose a corregir la evolución espontánea del sistema
económico, cuando éste conlleva resultados insatisfactorios. Está claro que en el
capitalismo el estado nunca ha estado de espaldas a la esfera económica. Lo que va
cambiando son las formas, modos, fines, principios y reglas de esta intervención, así como
la retórica que la envuelve para legitimarla (Barceló, 1998: 215).
Se acortó así la distancia entre el "stablishment" académico y el mundo de los negocios y
de la gestión política de gobierno, lo que significó una mayor reconocimiento del interés
práctico de sus aportes y en la creación y ampliación de servicios de estudios económicos
en diversas instituciones. El crecimiento de una tecnocracia, que de manera simultánea
desarrolló trabajos académicos y el asesoramiento y la consultoría pública o privada,
produjo un cambio en las elaboraciones teóricas hacia un mayor pragmatismo.
Del anterior interés en deducir y formalizar las supuestas leyes universales de la
racionalidad económica, tan significativas para la teoría neoclásica, se pasó al estudio del
comportamiento de ciertos agregados en busca de su predicción y manejo. Se sustituyó el
método analítico deductivo desarrollado por los marginalistas por un empirismo más
práctico. Así, el mismo uso de las matemáticas sufrió un cambio de enfoque, desde las
formalizaciones abstractas que pretendían explicar el equilibrio general walrasiano, se pasó
hacia la producción de modelos macroeconómicos diseñados para hacerlos cuantificables y
predictivos. De la aspiración inicial por explicar de los primeros autores neoclásicos, se
pasó a la más simple y práctica de predecir.
Se abandonaron las preocupaciones originarias neoclásicas de construir una ciencia logico-
deductible a partir de unos axiomas que definían lo económico y los supuestos del
comportamiento en el "homo oeconomicus". Lo que en lo adelante importaría para buscar
una teoría serían sus resultados empíricamente observables y no sus supuestos. Éste nuevo
enfoque tuvo en Milton Friedman su principal portavoz. Friedman invirtió la justificación
de la validez de los resultados en independencia del grado de evidencia y aceptación de los
supuestos que permitirán acceder a aquellos por vía de la lógica, planteando por el
contrario, que debería ser sólo la eficacia alcanzada en la predicción la que justificara el uso
de los medios empleados. Lo único que importaba era si las teorías formuladas ofrecían o
no predicciónes aceptables.
Bajo la influencia positivista, la macroeconomía distinguiría entre proposiciones positivas y
proposiciones normativas. Los términos mismos no están libres de ambigüedad.
"Normativo" se entiende frecuentemente en sentido amplio, incluyendo cualquier
aplicación del conocimiento económico positivo para llegar a decisiones políticas. Cuando
se traspasa la investigación positiva, llegándose a la conclusión de que se debe hacer tal y
tal cosa, el trabajo tiene entonces un carácter normativo. Esta división pretendía hacer de la
macroeconomía un baluarte de objetividad avalado por el peso de la contratación empírica.
Limitarse a esa racionalidad instrumental y tratar de reducir a ella el quehacer científico, es
la mejor manera de perpetuar el status quo en el que se desenvuelve la macroeconomía. La
justificación de racionalidades parciales y de los usos instrumentales de la teoría
macroeconómica, sin considerar las contradicciones ocultas a las que puede llegar,
evidencia el carácter conservador de la misma como visión conformista de una realidad
compleja. La burocracia que participa en la conducción macroeconómica recepciona y
acepta sus resultados parciales, plenos de interminables detalles formales y empíricos, que
dejan incólumes los principios del orden que sustentan. El aparato conceptual de la
macroeconomía produce evidencias empíricas domesticadas que jamás permitirán
impugnar al sistema económico capitalista en la que basa sus razonamientos. La
hipérbolización del carácter objetivo de las pruebas empíricas y de lo "positivo" de su
enfoque formal la hace considerarse a sí misma con ínfulas doctorales, como economía
positiva independiente de cualquier posición ideológica o juicio valorativo, cuando en
realidad, el sistema de positividades viene dado por un aparato conceptual cargado de
ideología.
El Racionalismo Crítico de Popper.
Tal como ha sido señalado (Blaug, 1985: 832), "más que cualquier otro filósofo de la
ciencia, Popper ha ejercido una gran influencia sobre la economía moderna. No es que
muchos economistas lean a Popper. Por el contrario, leen a Friedman, pero Friedman es
simplemente Popper con un giro aplicado a la economía". No hay duda que la comprensión
de la metodología económica desarrollada por Friedman requiere del análisis crítico del
papel desempeñado por el racionalismo crítico de Karl Popper en cuanto a la construcción
de un discurso de continuidad y ruptura hacia las ideas fundamentales de la filosofía de la
ciencia. Su obra principal es "Logik der Forschung" (La Lógica de la Investigación
Científica) publicada en 1931, y tardíamente traducida al inglés en 1959. En la misma
Popper critica el principio de verificabilidad neopositivista y en su lugar sostuvo el
principio de la falsabilidad como criterio de hipótesis verdaderamente científica.
"Toda crítica racional es la crítica a la afirmación de que una teoría es verdadera y capaz de
resolver los problemas para cuya solución se concibió. Por tanto, no sustituyo la cuestión
de si una teoría es verdadera por la cuestión que si es mejor que otra. Más bien, sustituyo la
cuestión de sí podemos presentar razones válidas (razones positivas) a favor de la verdad de
una teoría por la cuestión de sí podemos presentar razones válidas (razones críticas) contra
su afirmación de que es verdadera o contra la verdad de sus rivales"... "toda crítica es un
intento de refutar la teoría criticada: es decir, demostrar que no es verdadera" (Popper,
1985: 64- 65).
Una de las referencias críticas de Popper frente al positivismo, constituye su proposición de
que la ciencia avanza por el establecimiento de conjeturas audaces y refutaciones críticas, y
no como lo sostiene el positivismo, mediante los intentos repetidos de confirmar hipótesis.
La base empírica que se utiliza para someter a prueba las diferentes teorías, puede ser
objeto de modificación y su aceptación es siempre provisional. Al no haber una
observación pura de los hechos, las hipótesis deben ser siempre previas a la observación.
Por lo que propone frente al método inductivo, el método deductivo contrastable, según el
cual una hipótesis científica debe ser formulada con carácter previo a su contrastación.
Otro de los aspectos que es necesario destacar es el referido al lugar que le concede Popper
al carácter predictivo de la ciencia. Las predicciones tienen una importancia fundamental
para él con relación a la contrastación de las teorías explicativas. Así, redujo los criterios
tradicionales de la filosofía de la ciencia del siglo XIX en cuanto a las condiciones que
habrían de cumplir las teorías científicas para su aceptación y en su lugar destacó la
relevancia práctica de sus implicaciones, es decir, su exigencia general de producir
predicciones falsables.
En su análisis sobre las predicciones en Popper, Blaug (1993: 23) destaca que a pesar de
que el propio Popper niegue que las explicaciones científicas sean simplemente "pases" que
permiten inferir predicciones ("inference tickets"), insiste de todas formas en que las
explicaciones científicas sólo pueden evaluarse por las implicaciones que proporcionan.
Así, la falsación de las predicciones de una explicación teórica se da gracias a la existencia
de fenómenos observables que serían compatibles con la explicación en cuestión. La
confirmación de una teoría, o como Popper prefiere decir, que esté bien corroborada,
depende de que la misma resista la falsación y que pueda predecir exitosamente de forma
tal que ninguna de las teorías alternativas lo pueda realizar.
Sin embargo, esta metodología "falsacionista" resulta ser una concepción simplista del
problema de la contrastación en la investigación de la macroeconomía convencional, por
tres razones importantes:
1. Al confrontar las teorías con los hechos, el método de la falsación no desempeñó un
papel neutral. Pueden existir muchos métodos de contrastación de complejidad variable, en
donde la respuesta depende tanto del método utilizado como de la hipótesis y los datos
confrontados. El mismo debate keynesiano-monetarista ha provocado la refinación de
diversos métodos.
2. Existe el problema de que una teoría macroeconómica no genera sólo hipótesis
singulares. Una teoría surge cómo un paquete completo con algunas proposiciones básicas
a priori que no son contrastables. En términos lakatosianos se diría que se trata de un
programa de investigación compuesto por un núcleo duro inverificable rodeado por un
cinturón protector de explicaciones derivadas del núcleo que contienen un conjunto de
hipótesis expuestas a su contrastación formal. La importancia de considerar a una teoría
como un "programa" radica en que proporciona un entendimiento de por qué cuando se
rechaza una hipótesis singular, no desaparece el programa, sino que se mantienen un
número de alternativas abiertas que sostienen la permanencia de la teoría. En la
contrastación de una teoría no hay ninguna confrontación estática y definitiva "fuera de
toda duda". Las batallas teóricas y sus resultados se asemejan más al tipo de confrontación
prolongada tipo guerra de guerrillas.
3. Las proposiciones de la teoría económica convencional se refieren a configuraciones de
equilibrio: estáticas o dinámicas de estado estable. Los datos manejados dependen del
tiempo. Así los precios, las cantidades, el ingreso, el empleo, están conformados en ciertas
fechas. La teoría sugiere que éstas variables deben de guardar entre sí ciertas relaciones de
equilibrio, pero esto no significa que este equilibrio deba existir en todo momento, ya que
la teoría se verá seguramente refutada por los datos. Por eso se plantea la distinción entre el
corto y largo plazos, suponiéndose que los pronósticos del equilibrio sólo se corresponden
con el largo plazo. Pero el largo plazo de la teoría económica no es un tiempo preciso
medido en determinada cantidad de años. Es el tiempo en el que se realizan todos los
ajustes ante una perturbación inicial. Sólo puede convertirse en un tiempo de calendario si
se añade la prevención "ceteris paribus", es decir, "si no cambia nada más entre tanto", se
requerirán tantos períodos (meses, años, décadas) para el logro del ajuste total. Esto explica
la complicación que tienen tanto la medición de los retrasos del ajuste, como la
contrastación de los datos de equilibrio a partir de los datos reales.
El debate sobre el realismo de los supuestos y la perspectiva marshalliana.
Como ha sido analizado previamente (Castaño, 2002: 138-145), el intento de construir un
nuevo marco interpretativo hacia la búsqueda de una explicación diferente acerca de los
fenómenos asociados al mercado y al nuevo enfoque del valor, fue simplificándose de
manera paradigmática hacia la consecución de tareas predictivas. De la deducción y
formalización de principios universales de la economía, desarrollado por la teoría
neoclásica de finales del siglo XIX y principios del XX, se pasó al análisis del
comportamiento de determinados agregados con vista a lograr su predicción y manejo
político. Esto significó la sustitución del método analítico deductivo por una proyección
empírica más funcional acorde con los requerimientos del control macroeconómico
requerido por los cambios manifestados dentro del mecanismo económico capitalista. La
formalización matemática acerca del equilibrio estático dentro del marco general
walrasiano y parcial marshalliano, evolucionó hacia la construcción de modelos
macroeconómicos cuantificables y predictivos.
En este contexto se ubica el trabajo militante y comprometido de Milton Friedman con una
de las más transparentes tradiciones orales del paradigma neoclásico. Su enfoque
metodológico respondió a la necesidad de recomponer la fundamentación lógica de la
ortodoxia, que requería del abandono de un deductivismo ya incapacitado de responder al
giro operativo de la economía convencional y proponer en su lugar un enfoque empirista
más cercano al complejo accionar de una economía, que ya había mostrado mayores
exigencias hacia una práctica profesional más adaptable y flexible ante los problemas.
En sus primeros años en la Universidad de Chicago, junto a su interés por el papel del
dinero en la política económica, Friedman focaliza su atención sobre la metodología
científica de la economía. Sus estudios, aunque pocos, lograron una gran influencia dentro
de la comunidad científica de la economía convencional.
Su proyección metodológica hacia la economía como ciencia no se dirigía hacia
determinadas cuestiones metodológicas en sí mismas, analizadas exclusivamente dentro del
plano epistemológico o metodológico. Su abordaje de la metodología se realiza en el
contexto de debates particulares sobre problemas económicos concretos enfocados en
función de su aplicación práctica.
Sin lugar a dudas, lo que será la asimilación positivista del nuevo giro metodológico de
Friedman respondía al incremento del compromiso tecnocrático asumido por la comunidad
de los economistas convencionales principalmente en los Estados Unidos. La comunidad
académica, el mundo de la consultoría y los nuevos servicios profesionales para el accionar
político económico del estado y las empresas privadas, conformaron un complejo
tecnocrático de cortas miras instrumentales. La economía convencional requería el aval de
la contrastación empírica, la cual hiperbolizaría su pretendido carácter objetivo y neutral.
Esta objetividad resultaría muy funcional a las clases y grupos dominantes empleadores de
los equipos de científicos-funcionarios de mentalidad burocrática. Estos proporcionarían las
justificaciones técnicas y las argumentaciones objetivas ante las medidas opresoras y el
carácter esencialmente explotador del sistema.
El análisis marginalista contenido dentro de la teoría neoclásica se basaba en el supuesto de
que las empresas maximizan el beneficio como si calcularan los costes marginales
mínimos. Frente a este supuesto, en 1946 Richard A. Lester realizó un estudio basado en un
cuestionario que envió a distintos empresarios, con preguntas sobre la influencia que tenían
determinados factores a la hora de determinar el empleo y otras variables. Las conclusiones
a las que llega es que la mayoría de los encuestados son profundos desconocedores de la
teoría marginalista. Los resultados de este estudio cuestionaban cualquier intento de
analizar el comportamiento empresarial en cortos períodos de tiempo sobre las curvas
marginales. Se dudaba de la validez de la teoría marginalista convencional y sobre los
supuestos en los que descansaba. Posteriormente aparecieron artículos de Machlup, Stigler,
Oliver y otros en los que se calificaba a este supuesto absolutamente irrealista, ya que los
agentes económicos no efectuaban los razonamientos y cálculos necesarios para hallar los
valores marginales mínimos y por tanto no se podía asumir que las empresas adoptaran un
comportamiento maximizador. La posible salida del problema es que los agentes
económicos maximizaran sin saber muy bien como, de modo inconsciente, pero esto era
incompatible con la concepción del "homo oeconomicus" como sujeto racional.
Este debate se desarrolló paralelamente a la exigencia de que los supuestos tuvieran una
contrapartida empírica, por lo que el ataque contra la teoría marginalista apuntaba hacia el
núcleo duro del enfoque neoclásico. Las exigencias de realismo y contrastabilidad de los
supuestos fue enfrentada por Friedman sobre la base de su argumento sobre la falsa idea de
que las hipótesis deben ser contratadas por el realismo de sus supuestos,
independientemente de lo acertado de sus predicciones.
Así, ante el aumento de la evidencia y de las críticas hacia los supuestos en lo que se basaba
la construcción neoclásica, la ortodoxia establecida recurre a la respuesta instrumentalista,
como cortina epistemológica que oculte la separación de los nexos lógicos entre las ideas y
la acción de la teoría. En este contexto Friedman adopta una metodología defensiva, cuyo
principal objetivo será la protección de la economía positiva de raíz neoclásica de las
crecientes críticas dirigidas contra él irrealismo de sus supuestos (Blaug, 1993: 98).
Para Friedman el problema es elaborar una teoría que se formule a través de meras
correlaciones temporales o espurias sin ningún interés en lograr una explicación. Su énfasis
en la predicción le lleva a preferir las correlaciones que predigan acertadamente sobre las
explicaciones causales. No importa que los antecedentes o supuestos sean falsos, lo
importante es que den lugar a predicciones verdaderas. Tampoco se puede descalificar una
teoría como falsa cuando no acierta, ya que se puede recurrir al argumento de que no es
"adecuada" a un problema concreto. Lo verdadero o falso sobre una proposición no es
relevante para el, no es la cualidad lo que hace interesante una teoría. Si una teoría acierta
en sus predicciones está justificada sin necesidad de demostrar que sea verdadera desde un
punto de vista lógico, epistemológico u ontológico.
Desde el punto de vista metodológico, Friedman asume la defensa de la concepción
marshalliana de la ciencia en contraposición al análisis walrasiano: el análisis de Marshall
consistía en el estudio de las circunstancias de cada problema concreto para su mayor
conocimiento y poder decidir qué es lo más conveniente de hacer. El análisis walrasiano es
más totalizador y más coherente con la consideración de la interdependencia general del
sistema económico, lo que implica un desarrollo teórico más formalizado.
"Desde la perspectiva marshalliana, la teoría es, en las propias palabras de Marshall, "una
máquina para descubrir la verdad concreta". Aquí, "la teoría económica... tiene dos papeles
que están mezclados entre sí: proporcionar métodos sistemáticos y organizados de razonar
acerca de los problemas económicos, basados en hechos reales, sobre la forma en que
actúan las causas. En ambos papeles, la teoría se comprueba por su valor para explicar los
hechos, para predecir las consecuencias de los cambios que sufra el ambiente económico.
La abstracción, la universalidad, la elegancia matemática son elementos secundarios que a
su vez deben juzgarse por la prueba de la aplicación"…”desde una perspectiva walrasiana,
la abstracción, la universalidad y la elegancia matemática se han convertido, hasta cierto
punto, en fines en sí mismos, en criterios para juzgar la teoría económica. Los hechos deben
describirse, no explicarse. La teoría debe ser comprobada por la precisión de sus supuestos,
en cuanto descripciones fotográficas de la realidad, no por la corrección de las predicciones
que se pueden derivar de ella (Friedman, 1953: 91).
Friedman al asumir el criterio metodológico marshalliano introduce un planteamiento
bastante determinante: que la validez de una teoría debe ser juzgada en relación al éxito en
la comprensión del problema para el que fue elaborada. Por lo que la elegancia y la
generalidad del equilibrio general que los seguidores de Walras le atribuyen a su sistema
tiene una importancia secundaria y estarán en función de una mayor comprensión de los
problemas reales.
Estas diferentes posiciones metodológicas confluyen en el debate durante la década de 1940
entre la exactitud descriptiva que sostenía la defensa de supuestos realistas y modelos
suficientemente formalizados encuadrados en el equilibrio general de Walras, y por otra
parte, la pertinencia analítica del análisis marshalliano de equilibrio parcial que dejaba al
éxito de las implicaciones de la teoría llevar el peso de la prueba, independientemente del
grado de realismo que tuvieran los supuestos.
Este debate entre la metodologías walrasiana y la marshalliana se vio incrementado por el
debate entre el nuevo método económico para el análisis del ciclo económico que estaba
entrando con fuerza en el dominio científico y el método científico empleado en la Oficina
Nacional de Investigación Económica (NBER) por Friedman.
El primer modelo económico en gran escala de la economía norteamericana se debe a Jan
Timbergen en 1939. En el mismo este utilizó una estructura de equilibrio general con un
enfoque absolutamente causal, donde se unía la teoría formal estadística con la teoría
formal económica en una instrumentación econométrica. Friedman se enfrentó a éste
proceder a partir de su formación en el NBER y a su aplicación de la estructura
marshalliana para el análisis del ciclo económico. Según él, la ruta más segura para conocer
los fenómenos de la dinámica del ciclo económico era el análisis empírico de los sectores
individuales de la economía, a diferencia de Timbergen que desarrolló un análisis
completamente matemático como un paso indispensable para el conocimiento, tal como lo
había realizado Walras. Como resultado de este debate, Friedman salió convencido de la
necesidad de descomponer los problemas en partes, prestando atención a problemas
concretos, por lo que la conservación y la medición eran más importantes que la elegancia
matemática y la generalidad. La última prueba de las teorías era su capacidad para predecir
datos que no se habían empleado en la génesis de las hipótesis.
El "F-twist" metodológico.
A partir de la publicación de "Essay on the Methology of Positive Economics" (1953) el
enfoque metodológico de Friedman se convirtió en el más difundido y aceptado por
diversas generaciones de economistas, que de esta forma, sin tener conciencia la mayoría
de ello, recepcionaron la metodología de Popper aplicada vía Friedman a la economía
convencional. De hecho la metodología de Friedman ha sido considerada la mayor
influencia metodológica que ha intentado relacionar la economía positiva con la filosofía de
la ciencia positivista y popperiana (Hausman, 1992: 18).
Friedman comienza distinguiendo la economía positiva y la economía normativa al
describir el objeto de su ensayo: el enfoque metodológico que subyace en la construcción
de la "ciencia positiva precisa" tal como la reclamaba John Neville Keynes, en particular el
problema de la decisión acerca de si una hipótesis o teoría propuesta forma parte de la
sistematización del conocimiento referido a lo que es (Friedman, 1953: 211). Friedman deja
claro desde el primer momento su aceptación del enfoque axiológico sostenido por la
tradición británica de la economía ortodoxa, especialmente por Keynes y Robbins en
cuanto a la independencia de la economía positiva de toda posición ética o valorativa.
"La economía positiva es en principio, independiente de cualquier posición ética o
cualesquiera juicios normativos. Como dice Keynes, se refiere a "lo que es" no a lo "que
debería ser". Su tarea reside en suministrar un sistema de generalizaciones que pueda
utilizarse para hacer predicciones correctas acerca de las consecuencias de cualquier
cambio en las circunstancias. Su funcionamiento ha de ser juzgado por la precisión, alcance
y conformidad de las predicciones que suministra con la experiencia. En resumen, la
economía positiva es, o puede ser, una ciencia "objetiva" precisamente en el mismo sentido
que cualquiera de las ciencias físicas" (Friedman, 1953: 211).
Lo anterior no significa que Friedman participe de un enfoque absoluto en la división entre
la economía positiva y la normativa, sino todo lo contrario. Para él, la cuestión científica
sobre lo que se cree que es cierto y su fundamentación, dentro de los límites de la economía
positiva, es aplicable al enfoque político de los resultados deseados y la manera de lograrlos
bajo las propuestas de la economía normativa (Friedman, 1979:IX). Para él, el contenido de
la ciencia positiva viene determinado por el desarrollo de una hipótesis o teoría que
suministren predicciones válidas y con sentido acerca de fenómenos aún no observados.
Esto se lograría mediante:1) un lenguaje que proporcionaría el uso de métodos de
razonamientos sistemáticos y organizados y 2) un conjunto de hipótesis diseñadas para
abstraer ciertos rasgos de una realidad compleja que constituye la evidencia empírica acerca
de la forma de actuar de las causas. De hecho, Friedman asume el análisis económico
positivo como un medio para la construcción de instrumentos para ser utilizados
directamente en el análisis de problemas prácticos como la predicción de las consecuencias
de los cambios de los fenómenos económicos. La teoría o hipótesis se juzga por el poder de
sus predicciones sobre la clase de fenómenos que intenta explicar (Friedman, 1953: 213).
"La evidencia empírica no puede probar nunca una hipótesis; únicamente puede dejar de
desaprobarla, que es lo que generalmente queremos decir, de forma un tanto inexacta,
cuando afirmamos que la hipótesis ha sido confirmada por la experiencia" (Friedman, 1953:
214).
Para Friedman no constituye una deficiencia de los modelos de la competencia perfecta, ni
una ventaja de los modelos de la competencia imperfecta, el que los primeros se basen en
supuestos menos realistas con relación a los segundos. Lo único importante es que cumplan
su función de servir de pronósticos al comportamiento futuro de determinados fenómenos.
Friedman está convencido de que no es posible tener un debate un establecer de manera
absoluta la certeza en la ciencia ya que la evidencia a favor o en contra de las hipótesis
nunca puede lograrse de forma totalmente objetiva. De hecho, está convencido de que el
programa neoclásico de investigación ha superado la mayoría de las pruebas a las que ha
sido sometido. La competencia supone un mecanismo darwiniano de supervivencia que al
final produce los mismos resultados que se tendrían bajo el supuesto de que todos los
consumidores maximizasen su utilidad y todas las empresas maximizasen sus beneficios.
Lo importante entonces, es que el modelo neoclásico predice de forma adecuada
independientemente del alejamiento de sus supuestos con los hechos. Lo que cuenta es la
evidencia de las incontables aplicaciones de dichas hipótesis a problemas específicos para
su continuado uso y aceptación durante un largo periodo de tiempo, aunque en su ensayo,
no aporta ejemplos de dichas incontables aplicaciones (Blaug, 1993: 101).
Así sostiene que el problema importante acerca de los supuestos de una teoría no consiste
en su realismo descriptivo, si no en sí constituyen aproximaciones suficientemente
aceptables para la eficacia de la teoría, lo cual consiste en la realización de predicciones
ajustadas. Lo importante no es el realismo de los supuestos sino la construcción de una
teoría que suponga que si lo fuera, a través de la cláusula del "has if..." dentro de un plano
hipotético y simplificado que posibilitara la verificación de las hipótesis por medio de sus
implicaciones predictivas.
Esta conservación de los supuestos fundamentales neoclásicos ante las dificultades
presentadas por su no correspondencia con la realidad objetiva y la argumentación
friedmaniana que fundamenta su utilización, se conoce como "the F-twist" o la "contorsión
F". La misma consiste en suponer que las premisas se comportaran "como si" la realidad
correspondiera a lo planteado. Se conserva así, la premisa neoclásica acerca del
comportamiento racional del empresario que maximiza sus ganancias, utilizando
información completa. Friedman se percata de que este supuestos no son tan evidentes con
la experiencia. Pero la "contorsión F" funciona como un artilugio metodológico que
determina la construcción teórica pasada en que las firmas se comportaran "como si"
buscaran maximizar sus rendimientos y tuvieran un conocimiento completo de todos los
datos necesarios. Cualquier duda sobre la evidencia de las premisas es inoperante: lo sean o
no, los hechos sucederán como si los supuestos de los que se parte fueran ciertos. Toda
ficción será válida porque es útil para fortalecer un enfoque teórico basado en axiomas no
evidentes, pero presentado en formulaciones lógicas coherentes en un marco ahistórico y no
social. Es decir, si la predicción de una teoría resultó ser verdadera, se concluye que la
teoría es verdadera "como si" sus supuestos fueran verdaderos. Si la teoría "funciona", sirve
cualquier supuesto como su base analítica.
Para Blaug (1993: 104) la propuesta friedmaniana de que las preocupaciones metodológicas
deben dirigirse únicamente hacia las implicaciones sin tocar otras partes de la teoría,
obedece a la reacción de la ortodoxia contra un siglo de "bombardeo crítico" iniciado por la
Escuela Histórica Alemana. En el fondo, de lo que se trata es de la preservación y defensa
del núcleo de la economía positiva. La inmensa mayoría de los integrantes del enfoque
ortodoxo de la misma aceptarán, junto a Friedman, que no importa el realismo de los
supuestos. Desde las posiciones positivistas, la veracidad de los enunciados sintéticos se
formulan inductivamente mediante la comparación de sus implicaciones con la experiencia.
Lo importante es verificar estas implicaciones de las hipótesis predictivas y obviar la
relevancia de las bases axiomaticas sobre las que se edifica la teoría. Para Friedman los
aspectos analíticos de la teoría cumplen sólo la tarea de archivos facilitadores que no
determinan la elección de unas hipótesis con relación a otras. Lo importante es que éstas
formen parte de una teoría general aplicable a una diversidad amplia de fenómenos y cuyas
implicaciones sean capaces de ser refutadas pero no lo hayan sido hasta el presente bajo
una diversidad mayor de circunstancias. Se escoge la teoría más abstracta, elegante y
general que funcione pragmaticamente desde el punto de vista predictivo.
El giro metodológico de Friedman apaciguó la polémica sobre las bases fundacionales de la
teoría neoclásica, que cuestionaba la validez de los postulados originales de la ortodoxia, de
los que se deducirían las construcciones formalizadas de la economía convencional. El
instrumentalismo significó una "solución" pragmatica del programa ante el problema de la
relación entre las dificultades de la teoría científica y el mundo real como tal. El
instrumentalismo diferencia entre los conceptos teóricos y los conceptos aplicables a
situaciones observables. Los primeros son ficciones útiles que facilitan los cálculos
necesarios, mientras que los segundos son descripciones observables sobre la realidad
fenoménica.
La ciencia económica se ve así reducida a un conjunto de teorías en función de su
capacidad de predecir fenómenos observables, abandonando su función explicativa y
transformadora y su papel en la dirección y sistematización del material empírico en
función de la búsqueda de la verdad como objetivo último del trabajo investigativo. La
teoría se va a limitar a la conformación de resúmenes formalizados de escogidas
generalizaciones empíricas, a la enunciación de correlaciones y tendencias de determinadas
variables observadas para conformar un pragmatismo predictivo de corto alcance sobre
supuestos tales, como la racionalidad de los agentes económicos, la competencia perfecta,
la maximización de los beneficios, el conocimiento perfecto, etc.
Valoración crítica general.
A partir del reconocimiento de que la correlación espuria puede ocurrir, el análisis
metodológico requiere la consideración de la cuestión de la "correlación" por oposición a la
"causación". Suponiendo eliminada la correlación espuria, queda el problema de cuándo se
puede afirmar que una variable X (la oferta monetaria) causa una variable Y (el ingreso
nominal o el nivel de los precios). Habría que ver lo que la teoría económica convencional
considera como la determinación de la causalidad.
Dentro de la metodología instrumentalista friedmaniana, "causal" significa que contiene
información que ayuda a pronosticar mejor una variable en el contexto de un mecanismo de
transmisión de los cambios ocurridos en el conjunto de variables predeterminadas a los
cambios ocurridos en las variables endógenas.
En la década de 1960 había desacuerdo acerca de las teorías pero no acerca de los
procedimientos de verificación, sin embargo con el avance de las técnicas econométricas
una década después el desacuerdo se refiere a las teorías y a los procedimientos para la
verificación de los pronósticos de teorías rivales. Se rechaza la teoría tanto como la
metodología económica utilizada.
Diferencias así son extensibles a la historia de otras ciencias, lo cual produce dificultades
para la obtención de un consenso sobre la información suministrada por una base de datos
comunes. Estas diferencias se observan en el debate acerca de la relación dinero-ingreso a
principio de los años 70. Como se verá más adelante, Friedman sostiene que los cambios en
la cantidad de dinero determinan de forma consistente el ingreso nominal en el sentido que
los picos de M (cambio de M) ocurren cerca de 16 meses antes que el pico de la actividad
económica general.
Sin embargo, en un artículo titulado "Money and Income:Post hoc ergo propter hoc?"
(1970), Tobin construyó dos modelos muy simples, uno "ultrakeynesiano" y el otro
"friedmaniano". Luego derivó una relación entre el cambio de la cantidad de dinero M y el
nivel de ingreso Y. En este artículo, Tobin desarrolla un ingenioso método de construcción
de un modelo teórico que incluye un determinado mecanismo de transmisión para generar
pronósticos acerca de los retrasos de sus variables. Tobin demuestra que a partir de cierto
manejo acerca de las relaciones causales entre dos variables, todos los datos observados por
Friedman son consistentes con las implicaciones cronológicas del modelo
"ultrakeynesiano", lo que significó un llamado de alerta acerca de las limitaciones de la
modelación económica para qué la aceptación de determinados resultados dependan o no de
la aceptación de una determinada base teórica.
En el modelo "ultrakeynesiano", el gasto en inversión era la variable exógena que cambiaba
autónomamente de manera cíclica. En el modelo "friedmaniano", la tasa de crecimiento de
la cantidad de dinero se tomó como la variable exógena que cambiaba en forma cíclica.
Con esta estructura, Tobin demostró que en el modelo "ultrakeynesiano", en donde las
autoridades monetarias adaptaban la oferta monetaria según las necesidades de la economía
(fluctuaciones del inversión y de la demanda de dinero), se observó la pauta de retrasos que
Friedman había planteado, o sea, la tasa de cambio de dinero se adelanta al ingreso por un
poco menos de medio ciclo. El modelo de Friedman no produjo tales pronósticos, el
crecimiento del ingreso se adelantaba al crecimiento de la cantidad de dinero.
Si se analizan con detenimiento las tesis de Friedman y, sobretodo, las ocasiones en las que
las diferentes comprobaciones no han confirmado las hipótesis, se destaca como en ninguna
de esas ocasiones se ha producido el rechazo de sus teorías, sino que siempre considera que
esa prueba tiene que ser "corroborada y refinada". Por el contrario, cuando los datos
empíricos confirman sus tesis, considera que han quedado suficientemente aseguradas y
aceptadas, es decir, que la contratación ha sido suficiente. Son numerosas las críticas que
sostienen que Friedman no contrasta para rechazar, como harían los falsacionistas
consecuentes como Popper, sino que lo hase para confirmar que su hipótesis está en el
camino de la verdad o para corregir la posible desviación que tenga.
La política económica recomendada por Friedman, como se verá posteriormente, no es
consecuente con su propio método científico, ya que no siempre acompaña sus recetas con
un análisis predictivo de sus consecuencias, y cuando lo realiza, no están avaladas por el
éxito. Su argumentación proviene del recurso a valores normativos provenientes del credo
neoliberal.
A pesar de que exime a sus propuestas del acompañamiento de predicciones exitosas,
utiliza frecuentemente este argumento para combatir las propuestas de sus rivales.
Se supone la existencia de un "policy maker" desideológizado, experto en medios y no en
fines políticos. Este "ocultador" de ideología manifiesta como capacidad técnica de experto
lo que en realidad es una ideología apologética del orden social capitalista. En el fondo se
trata de un mito tecnomorfo que hace vender los servicios profesionales, basándose en una
fe fundamentalista que legitima su misión tecnocrática.
Friedman emplea argumentos normativos para resolver cuestiones que pensaba que
quedaban resueltas con argumentos exclusivamente positivos. Como parte como premisa
básica, de su visión individualista para determinar el objetivo y fin de toda acción social,
considera que la misma no supone una intromisión de lo normativo con lo positivo, sino
que es un principio universal en el que están de acuerdo todas las personas y por tanto, no
tiene por qué adulterar los resultados positivos, dada su condición de premisa básica.
Así vemos, como su visión ideológica determina su modo de entender la ciencia,
concretamente su teoría del conocimiento, es decir, el modo de acercarse a la realidad por
vía cognoscitiva, lo que a su vez condiciona su metodología científica.
El individualismo postulado por Friedman niega lo universal tanto en el plano ontológico
como en el cognoscitivo. Esto impide el uso de la inducción como el paso de lo singular a
lo universal. Pero si niega la existencia de algo universal y permanente en los fenómenos
singulares, carece de la capacidad de dar el salto a través de la intuición que le permita
captar, de la observación de un conjunto de objetos o sucesos individuales, la esencia
común, que daría lugar a la formulación de una hipótesis.
Friedman rechaza la inducción porque la concibe como enumeración, o sea, al no aceptar
las esencias, el único modo de llegar a algo general que permita establecer una hipótesis
sería por medio de la observación de todos los casos de los fenómenos objeto de estudio, y
esto es imposible cuando los fenómenos son incontables. El modo por el que asciende
Friedman de lo singular a la formulación de la hipótesis es la aducción, que descansa en
una intuición no lógica, una sospecha o corazonada, cuyo fin no es captar la esencia, sino
poder formular una hipótesis tentativa que luego pueda ser contrastada con la experiencia,
para saber si el razonamiento era acertado. Por tanto, la verdad para Friedman viene dada
por el análisis de sus consecuencias, por el éxito de sus resultados.
Esta verdad es supuestamente garantizada por sus comprobaciones, que van creando un
clima de opinión favorable entre los científicos hacia esa teoría, lográndose poco a poco el
acuerdo dentro de la comunidad científica. La verdad no llega a alcanzarse, sino lo que se
logra es un acuerdo entre los economistas, un consenso lejos de ser una verdad definitiva.
A continuación se expresarán algunas consideraciones sobre el método de Marx aportadas
por Néstor Kohan en su libro "Marx en su (tercer) mundo" (2003: 104-113), que permitirán
una contrastación con el enfoque metodológico de Friedman, reubicándolo como momento
subordinado al método dialéctico. En éste sentido se destaca como la construcción de
conceptos científicos no es equivalente a la reproducción cognoscitiva de la realidad social.
El pensamiento científico, del cual formaría parte supuestamente el enfoque metodológico
friedmaniano, ofrece una representación aparentemente plena de la realidad. Sin embargo,
se trata de una representación que en sus inicios, aún los elementos no están articulados ni
ordenados, por lo que se ve limitado su alcance para explicar la realidad en forma
científica. Este comienzo del análisis aún no ha separado los elementos y aspectos
principales y esenciales de lo que son accidentales y secundarios. Aún está mezclada con
elementos del sentido común mediado por la hegemonía cultural de quienes detentan y
ejercen el poder.
La tradición neopositivista y popperiana, de la cual forma parte el instrumentalismo
pragmático de Friedman, establece la necesidad de inaugurar un proceso de análisis que
separa, desagrega y fija cada uno de los elementos de la representación intuitiva y confusa
anteriormente descrita. Se proporciona así ciertas determinaciones simples y generales a
partir de las cuales se definirán los conceptos o categorías. Esta selección de estos
elementos e hipótesis se hace desde una perspectiva político conservadora. La
consideración por tanto de las categorías analíticas y empíricas friedmanianas, propias de la
ortodoxia neoclásica, no es independiente de la ideología neoliberal. Estas primeras
definiciones o categorías analíticas tienen desde una perspectiva dialéctica, el carácter de
abstractas, en tanto se encuentran desligadas de un conjunto de relaciones dentro de las
cuales adquiere su sentido. Esto sucede hasta que dichas definiciones simples y abstractas
sean integradas en una totalidad conceptual construida concreta con relación a las
determinaciones simples del nivel anterior.
Desde la perspectiva metodológica de la crítica de la economía política, de la totalidad
conceptual construida se pueden extraer nuevas categorías y conceptos científicos, ya no
tan abstractos y genéricos como los propios de la representación inmediata ya señalada
anteriormente, sino con una densidad más concreta y específica, lo que les proporcionará
mayor poder explicativo. El modo de exposición y validación consistirá en la ordenación de
las categorías desde las más simples y abstactas hasta las más concretas y explicativas. Esta
ordenación, como bien apunta Kohan, no es para nada independiente de los objetivos
políticos de quien la realiza. Con estas categorías ordenadas a partir de la primera totalidad
conceptual construida, que se proyecta hacia la construcción de totalidades cada vez más
concretas, complejas y abarcadoras e incorporando las categorías explicativas más
específicas, se tiende a construir una explicación de la totalidad más concreta en el ámbito
no sólo económico, sino también político y social.
Sin embargo, en este punto del análisis se hace necesario distinguir entre todo este enfoque
dentro del mundo conceptual que construye las categorías y conceptos científicos y la
propia economía real producida y mediada por la praxis histórico-social.
Capítulo 5. El Sistema Neoclásico.
introducción.
Tal como ha sido señalado por Néstor Kohan ( 2003:93-94 ), la teoría de Marx prioriza en
su explicación de los procesos sociales las condiciones materiales de existencia del hombre
en sociedad y sus actividades productivas en el nivel histórico- social. No se trata de un
realismo ingenuo que postule la primacía del mundo objetivo existente independientemente
del sujeto. Si fuera así, el objeto de El Capital sería el estudio de la relación del ser humano
con la naturaleza objetiva-material pensada a partir de la centralidad de la categoría de
fuerzas productivas. Según Kohan, quien intente leerlo de esta manera, se le escapará el
objetivo perseguido por Marx, quien había elegido como subtítulo explicativo de su magna
obra, "La crítica de la economía política". Esta crítica se despliega al nivel de la
determinación de las formas sociales que adopta la praxis humana. Sólo a partir de la
separación metodológica que realiza Marx entre "materia" y "forma social" de la actividad
humana y de sus productos objetivados, es como puede realizar la crítica de la confusión
ahistoricista en la que cae la economía política. En todo El Capital se reitera que el ámbito
de su sistema categorial no se encuentra en el terreno material sino en el social.
Es en el tratamiento de las formas sociales, diferentes a las formas materiales, en donde
reside la crítica de la economía política neoclásica, base analítica del neoliberalismo
monetarista. La misma prescinde de tal diferencia y subordina las primeras a las segundas,
por lo que obtienen formas de producción ahistóricas, que por lo tanto legitiman la
"eternidad" del modo de producción capitalista y de sus relaciones sociales.
Con la llegada del individualismo metodológico, toda visión socio- histórica del
capitalismo desapareció del pensamiento burgués, bloqueando el uso de cualquier
herramienta analítica basada en conceptos de clases sociales y contradicciones internas del
sistema capitalista. A partir de su posicionamiento alrededor del concepto de utilidad, la
realidad se redujo a una interacción entre "hombres económicos", rompiéndose el puente
entre la teoría del valor y la explotación, y a través de este, una determinada relación
económica y política.
El discurso neoclásico obtuvo el reconocimiento oficial de las autoridades políticas
burguesas al final del siglo XIX. De inmediato, proliferaron la creación de cátedras
académicas para la enseñanza de la "economics", convirtiéndose la teoría neoclásica en el
pensamiento institucional y, por tanto, en la ortodoxia oficial con rango de ciencia única
para la explicación del funcionamiento de la economía en equilibrio. Por una parte se hizo
predominante la enseñanza de equilibrio general walrasiano, o bien, predominaba la
enseñanza del equilibrio parcial marshalliano. Ambos enfoques libres de conflictos
sociales, enmarcados dentro de la competencia perfecta en donde empresas con
características similares eran incapaces de condicionar la formación de los precios.
No obstante, la realidad económica y social de la época imponía tercamente un
cuestionamiento frontal a la coherencia del discurso formal. Los conflictos sociales y las
intensas y largas crisis padecidas en las décadas de los setenta y los ochenta en los
principales países europeos en donde el capitalismo se desarrollaba, ponían en duda la
certeza del reflejo formalizado construido por el marginalismo. Las formas de la
competencia eran afectadas con el surgimiento del capitalismo monopolista que alteró el
funcionamiento de los mercados de bienes y factores. Las empresas monopolistas a través
de su comportamiento agresivo reforzaban sus ventajas competitivas, lo que provocaba el
aumento de sus escalas de producción con el consiguiente incremento de sus rendimientos a
escala crecientes. El comercio internacional se desenvolvía asimétricamente a partir del tipo
de mercancía comercializada y de los estados- nación participantes. Varios países como
Estados Unidos y Alemania habían logrado un inusitado desarrollo industrial sosteniendo
decisivas prácticas casi proteccionistas.
Mientras el capitalismo de libre competencia fenecía ante el empuje del capitalismo
monopolista, cuestionando los postulados, los argumentos y las conclusiones del discurso
neoclásico, éste permaneció en su sitial kuhniano de "ciencia normal". Así continuó
difundiéndose entre los académicos, los empresarios y los políticos, una concepción del
mercado como si este realmente coincidiera con los atributos ideales de los postulados
axiomáticos sostenidos por el enfoque neoclásico. De esta manera, la teoría neoclásica
ejerció un dominio intelectual basado, más que en su capacidad de reflejar la compleja
realidad económica y social, en su solidez lógica y en la rigurosidad de su formalización. El
cálculo diferencial parecía otorgar un carácter irrefutable a las teorías o por lo menos le
daba suficiente consistencia lógica. A partir de sus presupuestos de partida, se desarrollaban
diferentes argumentos que derivaban en conclusiones incuestionables, ya que sólo mediante
un proceso lógico formal se justificaba el uso del procedimiento teórico.
La teoría de Marx ya había establecido científicamente la crítica de la economía política
burguesa, tanto clásica como vulgar, y por ende, del propio sistema capitalista, lo que
suscitaba su rechazo y necesidad de generar una alternativa apologética al orden social y
político existente. Lo anterior se facilitaba por la existencia de una comunidad académica
caracterizada por su notable voluntad conservadora. Sobran los comentarios en relación a
como Walras, quien en carta a su hijo, le comenta, "algo que encuentro perfectamente
satisfactorio en el plan de tu trabajo es tu intención - que apruebo desde cualquier punto de
vista- de mantenerte en los límites más inofensivos respecto a los señores propietarios. Hay
que dedicarse a la economía política como uno se dedicaría a la acústica o a la mecánica (
Screpanti y Zamagni, 1997;165 ).
En consecuencia, el nuevo discurso académico sería del agrado de los empresarios
capitalistas y de los gobiernos conservadores europeos de la segunda mitad del siglo XIX.
Era el apoyo a un discurso que justificaba con argumentos "científicos neutrales" problemas
como la desigualdad de la distribución de la renta en cada país, el intercambio desigual del
comercio internacional o lo inconveniente de limitar la actuación de las grandes empresas
monopolistas en los mercados ( Palazuelos, 2000:54 ).
Bases epistemológicas y metodológicas.
Aunque en realidad mediante la actividad consciente se satisfacen las necesidades físicas
básicas y se genera un modo de existencia específicamente humano, se trata de un proceso
de automediación en donde el hombre, por la actividad productiva, elabora un mundo de
objetos y se produce a sí mismo. Sin embargo, en el capitalismo se interpone en este
proceso de autodesarrollo un conjunto de barreras artificiales, el mundo de objetos e
instituciones que el mismo hombre ha producido, se cosifica, se vuelve ajeno y externo a él.
Se habla entonces de tendencias de precios, reconociéndose el movimiento autónomo de los
objetos en un mundo gobernado por la producción de bienes, en donde el producto controla
al productor y los objetos son más poderosos que los hombres. Los objetos materiales útiles
se han convertido en bienes, es decir, son objetos de utilidad producidos para el intercambio
en un mercado autónomo. En este estado de cosas, las relaciones humanas se subordinan a
las relaciones existentes entre los objetos externos. Las relaciones cuantitativas producidas
por el intercambio asumen el aspecto de una realidad natural inmutable.
Cuando el mundo de los bienes ha logrado su independencia y ha sujetado a los
productores, éstos llegan a mirar a ése mundo en forma similar a su contemplación de esa
naturaleza misma a la que deben adaptarse. El orden social se reduce a lo natural. El
hombre se siente como una cosa que ha de utilizarse con éxito en el mercado. Su objetivo
es venderse con éxito en el mercado. Su imagen de sí mismo no deriva de su actividad
como individuo pensante y consciente, sino de su papel socioeconómico, como una
abstracción, alienado de su naturaleza real. Su sentido de valor depende de su éxito, de que
pueda venderse en los mejores términos. La teoría neoclásica es la formulación algebraica
de esta ética, una aritmética históricamente limitada de precios, donde las relaciones
sociales básicas se toman como dadas, se aceptan y se suponen válidas eternamente.
Palazuelos ( 2000:164-165 ) sostiene que todo éste análisis acontece en un mundo abstracto
ideado a imagen y semejanza de la física mecánica. Mundo despojado de las características
reales del sistema capitalista, el cual estaría supuestamente corregido por relaciones de
causalidad lineal y dotado de un orden estático que permanece siempre en equilibrio. Se
trata de un mundo económico en el que sus elementos se pueden descomponer en unidades
atomizadas de manera que la mera agregación de las partes individuales posibilita la
reconstrucción de su totalidad. El propósito del análisis consiste en argumentar cuál es la
mejor asignación de los bienes y recursos entre los agentes que deciden su artificio de
acuerdo a los criterios del "margen", mediante un sistema de precios que permite lograr
situaciones óptimas para los consumidores y los productores. Las demás variables
permanecen constantes, las decisiones de oferta y demanda están necesariamente en
correspondencia y la economía está en equilibrio. Cualquier perturbación del mismo,
generaría una modificación de los precios que reajustaría las decisiones adoptadas, de
forma que la economía será reconducida hacia una nueva situación equilibrio.
Es así como se asiste a un tipo de análisis que niega los contenidos sustantivos económicos
desarrollados por el pensamiento clásico. La preocupación por el excedente y por su
dinámica del crecimiento queda velada por un enfoque en donde la riqueza se considera un
stock ya determinado. Los problemas determinantes asociados al proceso de acumulación
de capital analizados dentro y fuera del proceso de producción son sustituidos por el
comportamiento de los precios en la fase del intercambio.
Éste enfoque se fundamenta epistemologicamente a través del modelo de la mecánica
clásica que conlleva la idea de equilibrio, en el que las fuerzas naturales tratan de establecer
en las relaciones económicas un equilibrio cuyo apoyo es la competencia perfecta. Se
supone que la economía presenta una condición innata hacia el equilibrio y que las
alteraciones al mismo se corrigen mediante los automatismos del propio mercado. Mediante
la movilidad absoluta de los recursos productivos, la flexibilidad total de los precios y la
existencia de una información completa de todos los agentes, se supone la existencia de la
competencia perfecta.
Se trata de un enfoque que metodológicamente cumple con las propiedades lógicas pero no
con las propiedades empíricas de un modelo. Su sistema axiomático está formado por un
conjunto de enunciados a priori desvinculados de la realidad objeto de estudio. En
consecuencia, los teoremas que son deducidos a partir de dicho sistema axiomático a través
de la aplicación rigurosa del método deductivo, son enunciados verdaderos sólo en el
sentido de la lógica formal, son consecuencias lógicas de las proposiciones iniciales o
axiomas. Pero los mismos no pretenden satisfacer las propiedades empíricas, lo que
convierte a éste enfoque en un ejercicio intelectual con grandes deficiencias desde el punto
de vista científico. El rigor lógico de esta construcción intelectual es inobjetable. Sin
embargo, esta coherente construcción realizada por los economistas neoclásicos es en
realidad un bien estructurado entretejido de ideas primitivas, supuestos, especulaciones y
teoremas que se desvanece por su flagrante contradicción con la compleja y total realidad
capitalista ( Dagum, 1978:13-15).
Se parte de tres simplificaciones para lograr construir todo el andamiaje teórico neoclásico.
La primera es que las unidades básicas de análisis son individuales, todo comportamiento
colectivo es reducido a una mera agregación cuantitativa. En segundo lugar, estas unidades
individuales básicas mantienen comportamientos racionales fundados en la maximización
de su bienestar, obtenida mediante una función de utilidad en el caso del consumidor y una
función de producción en el caso del empresario, y tercero, el resto de los elementos son
exógenos al modelo, tales como el marco político- institucional, la dotación de recursos y
su distribución, etc.
Como sostiene Palazuelos (2000: 109) la modificación de estos supuestos cuestiona el
conjunto del discurso, el cual está formulado como si se tratara de la mecánica celeste
newtoniana extendida al universo económico. Se concibe un conjunto de planetas
constituidos por los hogares que maximizan su utilidad y otro conjunto formado por las
empresas que maximizan sus ganancias. Los componentes de cada uno de estos conjuntos
mantienen relaciones de causalidad lineal dentro de un equilibrio estático. Si son
vulnerados los supuestos de quietud mecánica, se pierde el sistema de referencias. Así
ocurriría si se dejan de considerar axiomas centrales como: a) la concepción del mercado
smithiana (la mano invisible); b) el comportamiento maximizador de los consumidores y
productores, y c) la desconexión histórica y social de los fenómenos económicos.
La mayoría de los manuales de microeconomía utilizados comienzan descubriendo un
sistema económico en que: a) las elecciones de los consumidores en el mercado se
determinan por un ordenamiento subjetivo coherente de preferencias; b) las decisiones
relativas a la gama de bienes que deben producirse y la forma como haya de producirse
están gobernadas sólo por el deseo de los productores de aumentar las ganancias al
máximo, y c) compradores y vendedores se enfrentan entre si en un mercado tan grande que
ningún comprador o vendedor individual puede afectar el precio del mercado mediante sus
propias compras o ventas ( Hunt, 1997: 181). Posteriormente a partir de determinados
axiomas relativos a la naturaleza de los ordenamientos de la preferencias de los
consumidores y a las relaciones técnicas entre insumos y productos, deductivamente se
llega la conclusión de que el sistema económico asignará sus recursos en forma tal que todo
cambio posible que pudiera mejorar la situación de una persona, sólo podría lograrse
empeorando la situación de alguna otra. En definitiva, los recursos se asignarían
eficientemente de forma que, dados los gustos y la distribución del ingreso existentes, sería
imposible aumentar el valor agregado mediante una reasignación.
Se demostraría que la economía capitalista competitiva satisface el criterio de eficiencia
económica óptima. Esta doctrina se convierte en la afirmación, siguiendo a Hunt, de que el
capitalismo de "Laissez Faire" representa el mejor de todos los mundos posibles.
Al abstraer los fenómenos del intercambio de las relaciones productivas y de las
instituciones de propiedad y de clase de que son expresión, la teoría neoclásica llega a
generalizaciones válidas para cualquier tipo de economía de intercambio. De las relaciones
generales de un mercado abstracto se pasa a las relaciones que prevalecerán necesariamente
en cualquier situación donde medios escasos con usos alternativos sirvan a fines dados. No
se trata que está tenue definición carezca de elementos del mundo real, pero sus
proposiciones resultantes se encuentran lejos de ser imperativas para los problemas del
mundo real.
En una sociedad de clases las ideas abstractas construidas a partir de lo dado tienden a
asumir un carácter fetichista, es decir, que pasan a describir la sociedad y la economía real
en forma invertida. No obstante son tratadas como constitutivas de la esencia real de la
sociedad contemporánea y no como su reflejo abstracto y parcial. Pudiera considerarse lo
inocuo de semejante abstracción de determinados aspectos de las relaciones de intercambio
para poder analizarlas de forma aislada de las relaciones sociales de producción. Pero a la
realidad cuando se hace esta abstracción, se le es concebida una existencia independiente
como si representara su esencia y no una faceta contingente de la misma. La abstracción
adquiere un carácter fetichista.
No se trata únicamente del tratamiento de las relaciones de intercambio haciendo
abstracción de las relaciones sociales de producción y presentando a las primeras como
dominantes de las segundas, sino que el tratamiento de las relaciones de intercambio a nivel
del mercado son tratadas en su aspecto subjetivo, en términos de su reflejo mental en el
terreno de los deseos y elecciones individuales, suponiéndose que la célula básica de la
economía es el individuo, con un comportamiento estandarizado al margen de toda
contextualización histórico- social específica.
Este tipo de enfoque postula que la contradicción fundamental de la existencia del hombre
surge de la insaciabilidad de las necesidades humanas ante la limitada disponibilidad de los
recursos físicos. La insaciable codicia capitalista se transforma en una cualidad de la
naturaleza humana de carácter eterno, por tanto, el capitalismo es presentado como el
conjunto de normas sociales que automáticamente permite la libre expresión de dichos
instintos o motivaciones humanas. Y todavía más, como representación de la situación
institucional eternamente óptima.
El agente de la racionalidad estará representado por el homo oeconomicus, el cual es un tipo
ideal de sujeto calculador extremo, interesado solamente en objetivos económicos como
únicos móviles de su accionar. Este maximizará la utilidad dado que es un elector
calculador que ejecutará acciones como resultado de un determinado nivel de información
sobre las alternativas posibles. Este homo oeconomicus como sujeto microanalítico
reducido a los lineamientos de un modelo de conducta orientada al máximo de satisfacción
con el mínimo costo o esfuerzo, es un sujeto esquemáticamente ahistórico, desprovisto de
preocupaciones no económicas y aislado del ambiente social.
Ideas y características básicas del enfoque neoclásico.
Entre los fundamentos del sistema neoclásico se encuentra un conjunto de ideas, muchas de
las cuales provienen de sus predecesores del pensamiento económico vulgar como
Bentham, Mandeville, Say, Cournot y Von Thunen. También dentro de la economía
política clásica, paralelamente a su aporte científico iniciador del análisis en la esfera de la
producción, se manifestaron importantes ideas vulgares que fueron asumidas como propias
por el enfoque neoclásico. Entre los autores más representativos de esta tendencia destaca
sin ninguna duda, Adam Smith. A continuación se presenta una formulación sintética del
conjunto de ideas ( Ramirez, 1996:78-81 ) que sustentan el sistema neoclásico con sus
autores, y que han continuado constituyendo la base analítica del neoliberalismo
monetarista.
1. La economía de mercado (o de intercambio) es la forma natural de existencia de las
sociedades humanas ( Smith, 1776).
2. El funcionamiento del mercado está sujeto a leyes naturales e inmutables ( Smith, 1776).
3. El mercado constituye un sistema dentro del cual el libre desarrollo de las fuerzas
naturales, garantiza la interdependencia entre los agentes económicos individuales y el
conjunto del organismo social ( Smith, 1776).
4. La prosperidad del sistema económico y el bienestar de la sociedad en su conjunto
descansa en la "autopreferencia individual" ( Bentham, 1786) y en la acción de los
individuos orientada a su satisfacción personal ( Smith, 1776).
5. Todos los individuos por medio del intercambio obtienen ventajas relativas ( Smith,
1776).
6. Conducidos por el móvil del interés privado, el conjunto de los individuos pone en
marcha el mecanismo regulador del mercado (mano invisible) que regula la oferta y la
demanda de productos del sistema económico ( Smith, 1776).
7. Los recursos con que cuenta una sociedad son escasos y por lo general, en plazos breves
de tiempo, están dados y fijos ( Say, 1803).
8. El objetivo de la economía como ciencia consiste en asignar racionalmente los recursos
escasos, entre los fines alternativos deseables ( Robbins, 1932).
9. La adecuada asignación de los recursos, para ser racional, es decir, científica, exige el
desarrollo de conocimientos teóricos de aplicación práctica ( Robbins, 1932). El uso de los
instrumentos teóricos en el análisis económico es lo que posibilita su sistematización (
Cournot, 1838) y permite distinguir el conocimiento científico del no científico ( Robbins,
1932).
10. Los fines a que se han de destinar los recursos escasos no son objeto de estudio de la
ciencia económica, lo cual se delega a la ética, ni tampoco la elección de esos fines (
Robbins, 1932). Tales elecciones dependen de las decisiones subjetivas de los hombres. El
consumidor es el soberano del mercado ( Marshall, 1890).
11 los individuos, agentes económicos individuales ( Marshall, 1890), eligen o toman
decisiones racionales: homo oeconomicus ( Bentham, 1786).
12. La racionalidad del homo oeconomicus está determinada por su naturaleza hedonista :
regulada por el principio del máximo placer- utilidad y el mínimo dolor- desutilidad (
Bentham, 1786).
13. Los individuos satisfacen sus necesidades por medio del consumo de bienes materiales
y servicios. La cualidad de los bienes de satisfacer necesidades les hace útiles, y en la
utilidad descansa su valor económico o precio ( Galiano,1750; Bentham,1786; Say,1803).
14. La utilidad de los bienes decrece (aún tratándose de bienes homogeneos) a medida que
la naturaleza humana satisface su necesidad de ellos o se harta ( Bentham,1786;
Gossen,1854 ). Cada decremento de la utilidad, debida al consumo de una unidad adicional
de un bien, es denominada "marginal" ( Dupuit, 1848; Menger, 1871), "final" ( Jevons,
1871 ), "incremental" o "cuotal" ( Wicksteed, 1914).
15. El grado, nivel o intensidad de la utilidad adquirida por el consumo de los bienes o
servicios, es una magnitud medible por ejemplo en dinero ( Bentham, 1786) o en unidades
abstractas como el "útil" ( Jevons, 1871). Puede sin embargo, prescindirse de su medición
en el análisis económico y limitarse a ordenarla según sus niveles ( Pareto, 1906).
16. Supuesto un monto fijo de bienes en el mercado, el precio del producto igualará el valor
de la utilidad (marginal) de la última unidad consumida. Supuesto fijo el precio de los
bienes en el mercado, el consumidor los demandará hasta que la última unidad comparada
le retribuya una unidad (marginal) igual al precio ( Jevons, 1871).
17. El costo de producción de los bienes es en la suma de los precios de mercado de cada
uno de los servicios productivos o factores de producción (salarios del trabajo, ganancias
y/o interés del capital, renta de la tierra) ( Say, 1803; Smith, 1776).
18. El uso continuado de unidades sucesivas de un factor variable (trabajo) aplicado sobre
un factor fijo (tierra), puede inducir rendimientos no proporcionales (crecientes o
decrecientes), pero más tarde o más temprano la productividad del factor variable terminará
por ser decreciente (Ricardo, 1817; Von Thunen, 1826; Bohm-Bawerk,18 ).
19. Los precios de los factores productivos (precios de alquiler) se fijan en los mercados
competitivos a un nivel en el que dichos precios son iguales al valor (precio) de los
productos o bienes producidos multiplicados por el número de unidades producidas - valor
de la productividad marginal ( Clark, ; Marshall, 1890).
20. El precio de los factores productivos, asi determinados, constituye la parte del valor del
producto generado que corresponde a dicho factor en estricto acuerdo a su contribución a
esa producción. En condiciones ideales (competencia perfecta), el valor- precio del
producto generado es igual a la suma de los precios de los factores productivos ( Clark y
Wicksteed).
21. El valor precio de los bienes y servicios y de los factores productivos, es la señal
reguladora del mercado. Productores y consumidores ajustan el volumen de su producción
y su consumo guiados por la señal (las variaciones de los precios), de tal manera que
establecen acuerdos por tanteos hasta alcanzar el precio de mercado ( Smith, 1776) o el
precio de equilibrio en el mercado parcial (Marshall, 1890).
22. El conjunto de equilibrio en los mercados parciales, tanto de productos como de
factores productivos, no son incompatibles en el sistema considerado como un todo (
Walras, 1874).
23. La suma de los precios de los bienes producidos (oferta), iguala a la suma de los pagos
de los factores (demanda), a un nivel de precios relativos tal que la economía se encuentra
en equilibrio general. Ello supone un flujo circular de bienes y servicios en condiciones
estáticas ( Walras, 1874).
24. El hecho de que toda oferta cree su propia demanda garantiza el equilibrio general en
todos los mercados por la vía de los flujos circulares, e imposibilita la existencia de la
crisis. El atesoramiento carece de importancia ( Say, 1803).
25. Es un equilibrio general estable aquella situación en la que los bienes producidos e
intercambiados es tal, que si dicha distribución se altera para beneficiar a alguna persona, el
cambio necesariamente perjudica a otra, situación óptima a la que conducen las leyes de la
concurrencia ( Pareto, 1906).
26. El dinero, integrado al sistema general, sólo funge como unidad de medida y carece de
efectos en la esfera real de la economía ( Walras, 1874).
27. Cambios en la cantidad de dinero supondrán cambios en el nivel de precios (Marshall,
1890; Fisher, 1911).
A partir de las ideas-base anteriores puede establecerse un conjunto de características
generales ( Fernández et al,2003 ) para el sistema neoclásico:
1. El enfoque principal se concentra en lo microeconómico.
2. Se establece un marco de libre competencia, información perfecta y transparencia total
del mercado, en donde los agentes se comportan de manera racional y coherente con el
objetivo de maximizar beneficios o utilidades, según sean productores o consumidores.
3. La preocupación fundamental recae en los problemas económicos a largo plazo, tomando
en cuenta que el sistema económico capitalista está determinado básicamente por factores
reales y no por factores monetarios.
4. Se trata de un enfoque en donde la determinación fundamental de sistema viene por el
lado de la oferta, dado que son las fuerzas de la misma las necesarias y suficientes para
alcanzar el equilibrio con pleno empleo. Aceptación de la Ley de Say. Esto es, sólo
transitoriamente se producirán insuficiencias de demanda. Esta ley sólo sostiene una
tendencia, por lo que no excluye la posibilidad temporal de un exceso general de
producción, pero que sería automáticamente eliminado, por lo que a largo plazo, la
economía se desarrollará en correspondencia con el crecimiento del ahorro.
5. Aceptación de la Ley de Walras, por lo que se producirá una tendencia automática del
mercado hacia el equilibrio.
6. Flexibilidad total de precios, tasas de interés y salarios, tanto al alza como a la baja.
7. La cosmovisión neoclásica establece un mundo de expectativas ciertas y estáticas.
8. A partir de la flexibilidad de salarios y unas funciones de oferta y demanda de trabajo en
los mercados de libre competencia, el desempleo sólo será voluntario y temporal.
9. La teoría monetaria se basa en la teoría cuantitativa del dinero. En donde el dinero, al
menos a largo plazo, es neutral. Se establece la dicotomía entre la economía real y la
monetaria. No obstante, algunos autores reconocen que a corto plazo, determinadas
perturbaciones monetarias pueden afectar el sector real de la economía.
10. La demanda monetaria se caracteriza por responder básicamente al motivo
transacciones, aunque algunos autores del enfoque de Cambridge comenzaron a considerar
el motivo especulación. Es decir, el dinero se demanda básicamente como medio de pago y
no como activo financiero líquido demanda es en términos de saldos reales, no en forma de
saldos monetarios. En general, la demanda monetaria es estable. Como la tasa de interés es
el coste de oportunidad del dinero y como éste es un activo no rentable, la influencia de la
tasa de interés carece de importancia.
11. La tasa de interés es el premio a la abstinencia, al no consumir , por lo que se considera
que los agentes trasladan parte de sus recursos del consumo a la inversión.
12. A partir del supuesto del pleno empleo, todo incremento de la inversión se produce a
costa de una disminución del consumo, por lo que la tasa de interés es el premio por
lograrlo. Así, la tasa de interés de equilibrio iguala la oferta de ahorro (función creciente del
mismo) y la demanda de inversión (función decreciente de la misma). Es el simple
resultado de factores económicos en cuyo funcionamiento no influye de forma significativa.
13. Oposición a cualquier tipo de política económica activa por parte del gobierno. Sólo la
política monetaria podría ser importante, dado que del correcto manejo de la oferta
monetaria, dada la estabilidad de su demanda, se controla la inflación.
La "teoría del valor" marginalista.
Todas las determinaciones del equilibrio del cambista y del productor, conforman la
fundamentación de una supuesta teoría del valor que no es más que la explicación de las
circunstancias que regulan las razones del cambio entre mercancías destinadas al consumo.
En realidad esta teoría se abstrae de la producción capitalista, limitándose a ser una simple
conexión entre las leyes del cambio y de la producción, de la manera particular en que, por
ejemplo, Jevons asume a esta última. Lo importante en éste enfoque es la posibilidad de
aplicar el cálculo de las variaciones con un fin estrictamente oportunista: el demostrar una
conexión formal entre leyes inferidas y aquella parte de la economía política que es
susceptible de enunciaciones en términos matemáticos, a partir de la premisa general acerca
de la naturaleza humana y desarrollando el cálculo diferencial. Esto conlleva a una
sistematización en un esquema riguroso desde el punto de vista formal, que asegura el
carácter de conclusiones necesariamente verdaderas, en concordancia con la concepción de
la economía política como ciencia lógica y matemática.
Al partirse de las preferencias del individuo dentro de la teoría de la elección, aparece el
concepto de utilidad como indicador del nivel de satisfacción de las necesidades. Dada la
ordenación de las preferencias, se produce una función de utilidad. Desde el punto de vista
matemático a resultado conveniente hablar de utilidad y de funciones de utilidad, dada la
función clave que desempeña el concepto de maximización en la teoría marginalista. El
comportamiento económico se reduce a un intento de maximizar algo. La empresa
maximiza los beneficios y los consumidores la utilidad. La función de utilidad sólo tiene
que ver con medios y no con fines porque estos últimos están fuera del objeto de la teoría
económica. La racionalidad afectará sólo a la instrumentación de los fines y no a los fines
mismos.
Lo anterior advierte acerca de qué no hay que dejarse engañar por los enunciados formales
que la propia teoría marginalista propone en su producción teórica. Cuando se propone una
teoría del consumo, seguida de una teoría de la producción, en la primera se exponen las
"leyes de intercambio de los bienes". Estas se establecen considerando dados el stock de
bienes y los gustos de los consumidores, y de relaciones que definen el equilibrio según la
igualdad de las utilidades marginales de los bienes ponderados por sus precios, que se
deducen a su vez del principio de maximización de la utilidad. En relación con la teoría de
la producción, sus leyes se establecen considerando dados el stock de factores y de técnicas
disponibles, y partiendo de relaciones que definen el equilibrio a partir de la igualdad de las
productividades marginales de los factores ponderados por sus precios, que se deducen del
principio de minimización del coste.
En éste enfoque no hay ningún elemento analítico que indique en relación con la teoría del
consumo, que la producción es un fenómeno distinto del cambio. Los problemas de la
producción son una generalización de las leyes del cambio, como si se tratara de un cambio
en un mercado particular, el de los servicios de los factores de producción, sometido a las
mismas determinaciones que cualquier otro cambio, de lo que resulta que las leyes del
cambio constituirán las leyes de la demanda de productos y que las leyes de la producción
serán las leyes de la demanda de factores, o sea, las leyes de la oferta de los productos. Por
tanto, la causa de la tergiversación de la noción de producción es su concepción como un
cambio, que deviene de la negación de la noción de producto excedente como categoría de
la teoría de la producción, cuyo verdadero ámbito es precisamente la formación y nivel del
producto antes de ser una categoría de la teoría de la distribución ( Benetti, 1978: 117).
Por otra parte, la teoría de la productividad marginal desempeña un papel fundamental en la
asignación óptima de los recursos, al resolver el problema de la combinación óptima de los
factores de la producción disponibles, y en función de sus usos alternativos. Está óptima
asignación de recursos es una relación respecto a los valores de uso.
Así pues, la "teoría de la producción" queda reducida a una fundamentación que parte de
suponer que todos los factores son homogéneos, divisibles y sustituibles entre sí en
cualquier cantidad, dado que sólo bajo tales premisas se puede utilizar funciones
homogéneas de primer grado. Se establecen así funciones de producción continuas y
diferenciables, donde las productividades marginales de los factores se obtienen como
primeras derivadas parciales, positivas y decrecientes. Al mismo tiempo se supone que los
rendimientos a escala son constantes y que la elasticidad de sustitución de los factores es
igual a la unidad.
Lo anterior se deriva del planteamiento del equilibrio en términos de oferta y demanda en el
mercado de los factores. Para la teoría marginalista el precio de venta de los servicios
productivos es el que determina su precio de coste. El precio de los servicios productivos se
establece en el mercado de estos servicios según la oferta de los propietarios de la tierra, de
los trabajadores y de los capitalistas y de la demanda de los empresarios. Esta demanda
depende a su vez de los precios de los productos. Si el precio de equilibrio de los productos
determina el precio de equilibrio de los servicios productivos, como remuneración de lo
factores, no puede haber ninguna diferencia cuantitativa entre el valor producido y el valor
de los elementos requeridos para la producción.
¿Contiene la teoría de la utilidad marginal algún elemento racional? Dejando a un lado
momentáneamente el análisis crítico del concepto de utilidad, sin lugar a dudas que el uso
del análisis marginal, diferencial, en la investigación económica constituye un aporte
teórico de singular importancia. En el mismo se pueden encontrar ciertos elementos de una
teoría moderna de una óptima asignación de recursos. No obstante, la economía subjetiva
prioriza el comportamiento del consumidor en la maximización de la satisfacción de sus
necesidades como la causa final del fenómeno económico, de ahí que el peso de la relación
sujeto-bien económico, y consiguiente punto de partida del análisis basado en la escala de
necesidades del individuo, constituye la clave del entendimiento de todo fenómeno socio
económico. Sin embargo, las necesidades de los consumidores son significativas en la
formación de precios solamente si las mismas se constituyen en demanda efectiva. De ahí
que todo análisis basado en la intensidad de las necesidades del consumidor individual no
considera el definido marco social en el que el hombre desarrolla su actividad económica.
Es precisamente el carácter de este marco socio económico y la posición que dentro del
mismo posee el sujeto de la que depende su relación con los bienes. Incluso si en la
estructura de la demanda de los individuos se reflejara la escala de sus necesidades, esto no
constituye la causa final de una estructura de demanda determinada. Detrás de la misma
existen leyes determinantes que gobiernan las necesidades de los diferentes estratos
sociales de los cuales el individuo es un miembro. Son precisamente estas leyes de las que
el análisis científico debe partir. La Segunda Ley de Gossen no proporciona ninguna
información acerca de estas leyes que determina la estructura de la demanda por la sencilla
razón que la misma es construida basada en un principio general totalmente independiente
de toda posición social del sujeto.
Toda conceptualización basada en las necesidades como causalidad final es incapaz de
responder a la pregunta del propio surgimiento de nuevas necesidades. Marx por su parte,
revela la relación entre producción y consumo destacando que la primera no existe sin la
segunda, no tendría ningún sentido. Lo genuino de un producto se concreta en su consumo,
y el consumo y su reproducción de necesidades, estimula la producción. Los fundadores de
la teoría marginalista solamente consideraron este último componente de la relación,
abstrayéndose del otro componente de la interdependencia, la provisión de los bienes de
consumo por la producción y como está determina la forma del consumo y sus nuevas
necesidades. La producción no solamente produce un objeto para el sujeto, sino también el
sujeto para el objeto. El consumo es una fase de la producción.
Marx señala que en el consumo los productos se convierten en objetos de disfrute, de
apropiación individual, pero precisamente porque previamente los productos han sido
creados para satisfacer las necesidades humanas. "La producción facilita los objetos que
responden a las necesidades ; la distribución los reparte según las leyes sociales; el cambio
reparte de nuevo lo que ya está distribuido según la necesidad individual; y finalmente, en
el consumo, el producto desaparece del movimiento social, se convierte directamente en
objeto y servidor de la necesidad individual y la satisface con el disfrute. La producción
aparece así como punto inicial; el consumo como punto final"... "en la producción el sujeto
se objetiva; en el consumo, el sujeto se subjetiva" ( Marx, 1966: 243).
En un sistema teórico basado en la satisfacción de la necesidades de los consumidores
individuales, las categorías económicas que expresan las relaciones sociales de producción
están ausentes. Para la teoría neoclásica el precio constituye una especie de manifestación
del enjuiciamiento de la utilidad social. Pero partiendo de reconocimiento que el fin último
de la producción es la satisfacción de las necesidades en todo sistema social, no se puede
llegar a la conclusión que el análisis económico debe de partir de las necesidades, sin
revelar la forma social de la interrelación entre producción y necesidades correspondientes
al sistema económico bajo consideración, para determinar el mecanismo económico a
través del cual estas necesidades influencian sobre la producción bajo dicho sistema
económico. Desde la forma social de la interrelación entre producción y necesidades, el
mecanismo económico trasmite el impacto de las necesidades en correspondencia con el
sistema económico. Este no puede ser deducido de la relación entre el consumidor y los
bienes escasos independientemente del sistema social en que el mismo vive.
Por otra parte, no solamente la determinación social es fundamental metodológicamente
para comprender la relación del consumidor con los bienes escasos a los que tiene acceso,
tal como lo representa la teoría de la utilidad marginal. Esta relación requiere además de un
condicionamiento histórico. En la manera en que es presentada tal teorización, el
consumidor desarrolla concientemente un uso óptimo de sus recursos en el consumo,
cambio y producción. Al igual que el empresario capitalista, el consumidor despliega un
comportamiento "optimizador" en circunstancias ahistóricas en las que las relaciones de
producción capitalistas no existen, pues son sustituidas por el individualismo metodológico
de la economía de Robinson Crusoe.
En su libro “History of Modern Non-Marxian Economics” ( 1985 ) Antal Matyas,
consecuentemente con su perspectiva crítica, plantea que en una economía capitalista la
base de la relación producción-consumo es el motivo ganancia. El capitalista para
maximizar su ganancia ajusta su proceso de producción en función de la demanda existente.
Pero el motivo ganancia no puede ser deducido de algún tipo de abstracta actitud
psicológica del consumidor, es por el contrario, el producto de la estructura de una sociedad
históricamente determinada. El capitalista desea más y más ganancias no porque desea
consumir más, sino estimulado por un acrecentamiento de su riqueza, de la cual necesita
utilizar una parte de su plusvalía para asegurar la generación de más plusvalía ( Matyas,
1985: 45).
Libre competencia y determinación de los precios.
La producción capitalista constituye una forma de vida social sobre la base de trabajos
privados individuales, regulados por la obtención de ganancias de quienes emplean y
utilizan dichos trabajos para obtener un producto. Los trabajos individuales deben producir
una ganancia para el capitalista que los controla, pero para lograr que sean viables en un
sentido social deben producir los medios y las condiciones para su reproducción. Este
trabajo privado, que se realiza sin tener en cuenta la reproducción social, tiene que estar
articulado dentro de la división social del trabajo. Pero esta articulación nada tiene que ver
con la ficción de un omnisapiente subastador walrasiano que abre el camino hacia el
equilibrio general, por el contrario, es por medio de un proceso real de errores y
discrepancias alrededor de objetivos móviles y cambiantes que se produce una regulación
de carácter turbulento. Es sólo por medio de un proceso de regulación turbulenta y no
mediante una situación estática de equilibrio como se realiza la necesaria distribución del
tiempo de trabajo social.
La competencia entre capitales en el interior de una industria obliga a vender los productos
similares a precios casi iguales. La imposición de un determinado precio común de venta
hace que la competencia intrarramal tienda a diferenciar las tasas y los márgenes de
ganancia.
A su vez, al nivel de determinación siguiente correspondiente a la competencia interramal,
se forman los precios de producción. Aqui son determinantes los flujos de capital buscando
maximizar su tasa de ganancia, lo que alterará las relaciones entre la oferta y la demanda de
cada industria de manera que anularán las diferencias existentes entre las tasas de
ganancias. Así se producirán excesos que en determinados momentos, crearan nuevas
restricciones en un proceso sucesivo que nunca producirá equilibrio. El resultado es un
cuadro muy diferente al equilibrio general de competencia perfecta.
Para que la abstracción científica sea lo que Marx llama una "abstracción determinante", la
misma debe ser la extracción de la más simple caracterización de algún aspecto de la
realidad. En la teoría neoclásica, las abstracciones tienden a ser idealizaciones, no
tipificaciones. La noción marxista de competencia define un proceso, no un estado.
Describe un proceso destructivo y antagónico, no una fantasía de equilibrio.
Marx se refiere a la reproducción de la contradicción móvil que representa la producción
capitalista de mercancías, un proceso de reproducción y regulación tendencial en el que
discrepancias y errores producen otros de una clase opuesta. La competencia capitalista es
competencia de capitales, una especie de disputa entre capitales individuales por capturar la
más grande porción posible del mercado, suplantando y excluyendo a los competidores del
mercado. Todo esto muy lejos del análisis del equilibrio de competencia perfecta,
contendiente no sólo de un alto grado de idealización de la realidad capitalista, sino de una
sistemática e ideológica tergiversación de la misma.
"El concepto de competencia perfecta es la piedra angular de la visión de un capitalismo
perfecto", así sintetiza Anwar Shaikh ( 1990:87 ) el manejo de la noción de competencia
perfecta en la economía neoclásica, situándola en el marco de una tradición anti-clásica y
anti-marxista fórmulada para defender las virtudes del capitalismo y para escapar de la
ansiedad de la teoría del valor-trabajo.
Resulta fundamental para la concepción neoclásica su definición de competencia perfecta
como una situación en la que cada firma actua como si no tuviera la intención ni la
capacidad para influir en la formación de precios. Cada "agente" asumiría el papel de un
"tomador de precios". Siguiendo a Shaikh, para justificar este marco conceptual hay que
realizar varios supuestos, el primero es suponer que cada firma siempre fija los precios de
su producción al precio de mercado corriente o esperado. Sus ventas potenciales varían
según su volumen de producción y al comparar las ventas potenciales con los
correspondientes costos estimados, la firma calcula el volumen de producción que
maximizará sus ganancias totales.
La firma resulta entonces que no es sólo un maximizador de ganancia, sino un maximizador
pasivo de ganancia, que se supone nunca busca bajar sus precios para atacar a sus rivales.
Por el contrario, de manera pacífica vende todo lo que puede al precio de mercado: es un
tomador de precios de manera que todo antagonismo queda excluido en los supuestos del
análisis. Pero como la producción de la firma puede llegar a alcanzar tal peso en el mercado
global que pueda afectar el precio de mercado a través de su impacto sobre la oferta total
del mercado, se hace necesario suponer que cada firma es infinitesimal en relación con el
mercado total y productora por consiguiente, de una porción infinitesimal del producto
infinitamente divisible. La firma no sólo será pacífica, sino además impotente.
Lo anterior sería sólo el punto de partida. Estos supuestos acerca de la divisibilidad infinita
de los insumos y los productos excluyen cualquier noción de concentración y centralización
de capitales como parte orgánica de la competencia. En todo caso, violaría el requerimiento
de que cada firma permanezca y sea infinitesimal.
Aún más, añade Shaikh, pues dentro de un equilibrio perfectamente competitivo de largo
plazo se supone para cada firma la misma tasa de ganancia que para el resto. Como a causa
de la divisibilidad infinita de insumos y productos de cada firma infinitesimalmente
pequeña, cada capital individual es prácticamente un átomo en un fluido global en donde
cada uno tiene perfecto conocimiento de todos los eventos pasados, presentes y futuros,
relevantes para sus decisiones. Así, se afirmaría que todos los trabajos privados e
independientes, terminan en una articulación inmediata de la división social del trabajo, es
decir, en equilibrio general. De esta manera sean ahora la anarquía de la producción
capitalista, la necesidad del articulación forzosa del trabajo, etc. Un equilibrio
perfectamente competitivo deja afuera todas las contradicciones inherentes a la mercancías
y al capital, la concentración y centralización, así como la rivalidad y colisión entre firmas.
Todo esto a partir de concebir los supuestos "apropiados" que hacen al modelo tan
"perfecto".
Lo que escamotea el análisis microeconómico neoclásico acerca del mercado es que
consiste en un mecanismo de asignación de recursos que produce asignaciones
técnicamente eficientes sólo bajo supuestos muy restrictivos, en donde se pueden tratar
como dos temas independientes el de la eficiencia técnica y el de la distribución de la renta.
De manera rigurosa el mercado no asigna de una de forma eficaz cuando existen
externalidades, ni bienes públicos, ni rendimientos crecientes de escala, ni cuando existen
determinados tipos de costes de información y transacción. Por otra parte, las propiedades
de estabilidad del mercado competitivo son muy débiles, no garantizando que los ajustes
ante situaciones dinámicas cambiantes sean eficientes, ni en caso de serlo, rápidas. La
docencia ortodoxa elude explicar esta concepción "delicada" del funcionamiento del
mercado, dejando de considerar que sus presupuestos no corresponden con los mecanismos
reales en donde operan las relaciones económicas ( Palazuelos, 2000:113 ).
En palabras de Carlos Ricoy ( 1994:896-897 ), "el enfoque convencional de la economía
del equilibrio se caracteriza por la determinación conjunta de precios y cantidades"... "los
datos fundamentales del análisis son las dotaciones iniciales de recursos (factores)
productivos, las preferencias de los agentes y la tecnología de producción; en lo que se
refiere a las preferencias y a la tecnología, el elemento esencial a considerar lo constituyen
las propiedades formales de las mismas en términos de las posibilidades de sustitución
entre bienes, entre factores, y entre bienes y factores. Suponiendo, para simplificar, que los
factores se ofrecen inelasticamente en su totalidad, a partir de la optimización de las
preferencias por parte de los consumidores y del beneficio por parte de las empresas,
sujetas ambas a la respectiva restricción presupuestaria (definidas en términos de la
cantidad y de los precios de los bienes y de los factores, junto con la posibilidades
tecnológicas de producción en el caso de la maximización del beneficio por parte de las
empresas), se obtienen las respectivas funciones de demanda y oferta de bienes y de
demanda de factores; sobre esta base, en equilibrio, se determinan conjuntamente los
precios, las cantidades y la distribución de la renta (la cual depende de la valoración de los
factores productivos); los precios de los bienes y de los servicios de lo factores así
determinados aseguran la igualdad entre las cantidades demandadas y producidas de los
bienes y entre las cantidades demandadas de factores (requeridas para la producción) y las
dotaciones iniciales (cantidades ofrecidas) de cada uno de ellos; en este sentido, el
equilibrio supone el pleno empleo de los mismos. En última instancia, la consecución del
equilibrio se basa en las posibilidades tecnológicas de sustitución entre factores en la
producción; con respecto a estas últimas, es necesario suponer que la intensidad en el uso
de lo factores es distinta en la producción de los diversos bienes; sobre esta base, y a través
de la maximización de los beneficios, se llega a la determinación de funciones de demanda
bien comportadas de factores- que muestran una relación inversa entre su intensidad de uso
y sus precios relativos; así, como consecuencia de la sustitución, el juego de los precios
relativos asegura que, en equilibrio, las cantidades demandadas de factores se igualan a las
respectivas cantidades ofrecidas (a las dotaciones iniciales). En el análisis en términos
agregados, el equilibrio del mercado de trabajo resulta en un salario real que asegura el
pleno empleo de la fuerza de trabajo; al mismo tiempo, el equilibrio entre el ahorro y la
inversión se alcanza a través de las variaciones del tipo de interés; a este respecto, el
elemento central del análisis es la noción de una demanda de inversión decreciente con el
tipo de interés, la cual, en última instancia, se deriva de la demanda del factor capital que de
nuevo, muestra una relación inversa entre la intensidad de uso del mismo y el tipo de
interés".
El concepto de competencia perfecta correspondería a un estado ideal de la economía
capitalista, se trata de una teoría de la determinación de los precios bajo un régimen
hipotético de libre competencia absoluta. Como diría el propio Walras, se estudia el
modelo, no el mundo. Para la teoría neoclásica el capitalismo de libre competencia no
constituye una etapa histórica del desarrollo del capitalismo desaparecida con el desarrollo
de los monopolios. Desde su perspectiva, el capitalismo de competencia semeja una
realidad atrofiada a la cual sería necesario regresar para que todo funcionara óptimamente.
Esta realidad tendría entonces un carácter de "norma" que funciona como ideal. De ahí que
la libre competencia como ideal por realizar se presenta como una estructura normativa,
como una estructura que es necesario sostener para alcanzar el óptimo funcionamiento
económico y social. Por supuesto que este óptimo sólo es reconsiderado dentro del marco
de sistema capitalista, determinado por la desigualdad estructural de la propiedad de los
medios de producción y del capital que define las relaciones entre capitalistas y
trabajadores.
Toda la conceptualización acerca de la racionalidad de la libre competencia se enfrenta a
dos tipos de problemas a los cuales no puede responder la teoría neoclásica. Problemas que
según Maurice Godelier ( 1968:52-53 ) quedaron suspendidos en el vacío interno de la
incapacidad de responderse. El primero trata sobre ¿cómo surgió el sistema capitalista y
desapareció la etapa de la libre competencia a pesar de la mano invisible racional que
conducía el sistema más o menos automáticamente hacia el óptimo? El otro consiste en
¿cómo fundamentar la desigualdad de la propiedad del capital?
Para pasar por encima de estas cuestiones que conllevan todo una visión histórica y
dialéctica de la economía política, la salida neoliberal es postular con relación a la segunda
pregunta, que la desigualdad de la propiedad es positiva e incluso la mejor posible,
justificando la existencia de la desigualdad estructural. Así entonces, queda allanado el
camino para evitar una explicación científica y responder a la primera pregunta. El sistema
capitalista existe porque era el mejor y es el mejor porque existe. Se trata al final de
cuentas, de una elección ideológica que establece una especie de "ideal" incontestable.
Este modelo de "intercambio competitivo" presenta tasas de cambio de equilibrio de los
distintos bienes establecidas en aquellos niveles para los cuales los mercados "se vacían", o
sea, para los cuales los agentes tienen la posibilidad de intercambiar y obtener "un
incremento de la utilidad adicional, dadas sus dotaciones iniciales de bienes. Este tipo de
conceptualización coincide en apariencia con el análisis de la producción mercantil simple
desde el punto de vista de los consumidores del valor de uso de la mercancía, bajo el
movimiento M-D-M. Desde este último punto de vista, Marx puntualiza que este tipo de
intercambio supone una operación en la que ambas partes ganan ( Ricoy, 1994:90 ). Y es
que la teoría neoclásica se desarrolló como una construcción teórica que intentaba refundar
a la ciencia económica, haciendo tabla rasa de las hipótesis clásicas y marxistas.
Esta voluntad militante de arrasar con todo lo anterior, provocó en el marxismo un rechazo
de los análisis marginalistas. Sin embargo, Godelier ( 1968:224-225 ) sostiene la hipótesis
de que estas teorías no se excluyen totalmente sino que pueden combinarse y ampliar la
teoría marxista del valor y de los precios. Para que el marginalismo no fuera una alternativa
teórica excluyente se necesitaría distinguir a partir del análisis crítico, lo que creian
explicar los marginalistas de lo que explicaban efectivamente, a través de aislar en un
conjunto de proposiciones teóricas las que se derivan realmente de la ciencia y las que se
derivan de la ideología. Según esta perspectiva, los marginalistas creyeron construir una
teoría del valor cuando en realidad desarrollaron elementos de una teoría de los precios.
Aunque el marxismo contiene la única teoría del valor posible y proporciona por tanto, el
fundamento científico de una teoría de los precios, se requiere para su desarrollo, de una
integración de numerosos análisis marginalistas relativos a la formación de los precios. La
base de esta idea está en la distinción marxiana entre proceso de formación del valor y
proceso de realización del valor.
De esta forma Marx brinda la posibilidad de un análisis científico de los sujetos
económicos reales y de su comportamiento dentro de relaciones sociales históricamente
determinadas, evidenciando el carácter especulativo del individualismo metodológico sobre
el sujeto económico.
El papel de la oferta y la demanda debe ser retomado dentro de la teoría marxista del valor
y de los precios, no se trata de verdaderas alternativas teóricas en cuanto el marginalismo y
el enfoque neoclásico representan vastas construcciones ideológicas que intentan evitar el
cuestionamiento de si tema capitalista, pero si bien el enfoque marxista proporciona la base
teórica completa que permite recoger y procesar todos los elementos racionales de la
investigación marginalista y desarrollarlos, para esto el marxismo tiene que desarrollarse a
sí mismo, más allá de donde Marx se detuvo voluntariamente en El Capital, hacia las
nuevas formas de la competencia y las nuevas formas de gestión empresarial y estatal.
Godelier ( 1968:cap. I ) desarrolla un análisis sugerente en este sentido, que aporta a la
comprensión del debate entre los dos paradigmas económicos fundamentales de hoy. En
consecuencia, se considerarán a continuación algunos de sus puntos de vista.
Marx de manera voluntaria no desarrolla en El Capital toda la complejidad del accionar de
la oferta y la demanda a nivel de la competencia, ya que el movimiento real de la misma no
estaba contemplado dentro de un análisis que se proponía el estudio de la organización
interna del sistema capitalista de producción en su media ideal. Marx llega sólo a esbozar
su análisis porque estaba consciente de que lejos de constituir un punto de partida simple,
constituye un punto de llegada complejo del análisis económico, consciente de que su
análisis científico presupone la existencia de diversas clases y subclases entre las que se
reparte la renta total de la sociedad, de las que parte la demanda, y por tanto, la necesidad
de penetrar primero la estructura del proceso capitalista de producción. Pero además, Marx
está consciente de que en el plano de la competencia en el mercado se manifiesta un
proceso de inversión que disimula las formas esenciales y ocultas de las relaciones
económicas capitalistas.
Para Marx el proceso de formación de los precios no es el proceso de formación del valor,
sino el de la realización del valor, en donde efectivamente intervienen la oferta y la
demanda. Aquí, en la venta de las mercancías, se produce la formación de los precios, que
parece depender de la medida de las necesidades sociales y de las preferencias individuales.
Por tanto el análisis presenta un movimiento aparente que sugiere una línea discursiva que
va del consumo a la producción como si fuera el movimiento real de la formación del valor,
cuando en realidad es un aspecto real del movimiento de formación de los precios y de la
realización del valor. El mismo requiere, para lograr su verdadero alcance científico, partir
previamente del proceso de formación de valor, dentro de una teoría de la producción y la
distribución que esclarezca la determinación establecida a partir de la relación social entre
la clase capitalista y la clase obrera y su diferente acceso a los medios de producción, esto
implica la desigualdad en el acceso al producto social dadas las proporciones existentes
entre plusvalía y salario y las diferentes partes en las que se descompone la plusvalía.
Sólo sobre la base del análisis anterior, se conformaría la posibilidad de negar la
conceptualización especulativa marginalista y el rescate de los elementos de una teoría de
los precios que debe ser asumida críticamente como una explicación efectiva diferente a lo
que el propio paradigma neoclásico creyó explicar cómo teoría del valor subjetivo. La
posibilidad de desarrollar la teoría marxista del valor y de los precios, está en asumir el reto
representado por la inversión y el ocultamiento bajo las formas visibles de la práctica, del
movimiento aparente del sistema capitalista a través de la conciencia espontánea de los
agentes de la producción, y del análisis teórico que lo reflejó. Se debe tener en cuenta que
en la teoría marxista, la oferta y la demanda desempeñaron un papel determinante en la
explicación de las diferencias de los precios del mercado y la tendencia a reducir las
mismas por medio de la competencia y las fluctuaciones de los precios ( Marx, 1973:cap. X
). El centro de estas fluctuaciones lo constituye el valor de mercado, la oferta y la demanda
se explican en base a la teoría del valor.
Mercado de trabajo.
La teoría neoclásica postula que la producción de bienes y servicios tiende a permanecer en
aquel punto en que los recursos disponibles están en plena ocupación. Dada la supuesta
existencia de la Ley de Say que garantiza la inexistencia de límites a la producción por el
lado de la demanda, esta siempre sería suficiente para sostener el pleno empleo. Como el
pleno empleo es parte de un orden natural en la economía, la política económica sería
innecesaria como reguladora de la producción y el nivel de ocupación.
El modelo neoclásico de determinación del ingreso y el nivel de empleo puede expresarse
mediante la siguiente figura . La parte de arriba representa un mercado de trabajo en el que
concurren una oferta de trabajo (L ) y una demanda de fuerza de trabajo (L ) en el que se
determina un precio para las mismas en términos de salario real. Estas funciones tienen las
formas convencionales de un mercado competitivo. La curva de demanda tiene una relación
inversa con el salario real reflejando el principio de los rendimientos marginales
decrecientes del trabajo y el de maximización de la ganancia empresarial, lo cual implica la
igualación del salario real con la productividad marginal del factor trabajo. A su vez, la
oferta de trabajo se conforma en términos de trabajadores que maximizan una función de
bienestar cuyos argumentos son el ingreso derivado del trabajo y los usos alternativos del
tiempo disponible, o sea, los trabajadores estarán dispuestos a trabajar una mayor porción
de su tiempo cuanto más alta sea su remuneración, esto es, el salario real. La oferta de
trabajo es por tanto, una función creciente del salario real.
La parte inferior de la gráfica expresa la determinación del nivel de producción (Y)
correspondiente al nivel de empleo ya anteriormente en determinado en el mercado de
trabajo. Esto se conoce como función de producción de corto plazo. En la misma se supone
que el volumen de capital, recursos naturales y tecnología están dados (corto plazo), y que
las variaciones de la producción son el resultado de las variaciones en el nivel de empleo.
Existe por lo tanto una relación positiva entre empleo y producción aunque, dado el
principio de los rendimientos decrecientes del trabajo, los incrementos de producción
atribuibles al aumento del empleo son menores a medida que aumenta el número de
trabajadores ocupados. El nivel de empleo y de producción así determinado, es un punto de
pleno empleo y de equilibrio. En este equilibrio no hay ninguna tendencia inherente al
cambio. Cualquier desviación del mismo, se reestablecería automáticamente por las fuerzas
de la oferta y la demanda.
Valoración final.
Como ha sido señalado ( Castaño, 2002:186-189 ) los límites del enfoque neoclásico, es
decir, el plano del análisis asumido, representa sin dudas una característica metodológica de
especial significación. La estructura de eslabones y dependencias causales sufrieron un
cambio significativo en relación al análisis clásico. El sistema de variables económicas y su
área de determinación fueron circunscritos al mercado, o al conjunto de mercados
interconectados que constituye la esfera del cambio. En el análisis clásico, sobre todo en el
de Ricardo, así como en un sentido más definido, también en Marx, existía un sentido de la
exposición en el cual la distribución era anterior al cambio, o sea, que sólo se podía llegar a
las relaciones de precio o a los valores de cambio después de haber sido postulado el
principio que afecta a la distribución del producto total. Los determinantes de la
distribución estaban ubicados en las condiciones de producción, que en el caso de Marx se
expresaban en las relaciones sociales de producción, introducidas desde fuera del mercado
a partir de un fundamento histórico- social. En cambio, el enfoque neoclásico redujo el
problema de la distribución a la formación de los precios de los insumos por un proceso de
mercado, que de manera simultánea determinaba el sistema interconectado de productos e
insumos. La distribución no sólo quedaba determinada desde el mercado o el proceso de
cambio sino que lo estaba en la forma de precios derivados de bienes intermedios o factores
productivos dados, o sea, que esta determinación provenía del mercado de productos
finales, y desde allí, de la estructura e intensidad de la demanda de los consumidores (
Dobb, 1973:189 ).
Dicho enfoque desvió la atención que se ponía sobre los costos en la producción y por lo
tanto en las condiciones de la misma, hacia la demanda y el consumo final, centrandose
sobre lo que emergía de la línea de producción para contribuir a la satisfacción de los
deseos y necesidades de los consumidores. De este cambio de atención derivó un prejuicio
individualista sobre el análisis microeconómico de la conducta y la acción individual en el
mercado, que dio lugar a que fuera descrita en términos de un cambio hacia una "teoría
subjetiva del valor".
Desde una perspectiva crítica Lukács (1982: 129- 130) había señalado como la propia
división del trabajo capitalista disloca todo proceso orgánicamente unitario de lo social,
descomponiendolo en sus elementos y funciones parciales racional y artificialmente
aisladas, para que sean ejecutadas de manera racional por cierta especialización autónoma
que tenderá a evolucionar según la lógica de su especialidad. Para Lukács esta tendencia se
incrementará al aumentar la división del trabajo y su racionalización, ya que mientras más
se desarrolla esta, más se refuerzan los intereses profesionales de los especialistas
portavoces de dichas tendencias. Esta especialización hace desaparecer toda concepción de
la totalidad, perdiéndose la captación de los momentos en su unidad y conformándose un
sistema formalmente cerrado de leyes parciales especiales, por el cual el mundo que se
halla fuera de su dominio y el objeto que se tiene por conocer, pasen por imperceptibles
desde el punto de vista metodológico.
En lo referente a la economía política, Lukács plantea que dado lo señalado anteriormente
"sería un error creer que se pueda franquear ésta barrera mediante ciertos modos de pensar
la cuestión, como por ejemplo, el de la teoría de la utilidad marginal; tratando de partir de
actuaciones subjetivas en el mercado, y no de las leyes objetivas de la producción y del
movimiento de las mercancías, leyes que determinan al propio mercado y a los modos
subjetivos de actuación en el mercado, no se hace otra cosa que relegar la cuestión
planteada a niveles aún más derivados, más cosificados, sin suprimir el carácter formal del
método que elimina por principio los materiales concretos. El acto de cambio en su
generalidad formal, que es el hecho fundamental precisamente para la teoría de la utilidad
marginal, suprime el valor de uso en tanto que valor de uso y crea esa relación de igualdad
abstracta entre materiales concretamente desiguales y hasta inigualables de dónde nace esa
barrera. Así el sujeto del cambio es tan abstracto, formal y cosificado como su objeto y los
límites de este método abstracto y formal se manifiestan justamente en la finalidad que se
propone alcanzar: un sistema de leyes abstractas al cual la teoría de la utilidad marginal,
pone en el centro de todo, exactamente como lo había hecho la economía clásica. La
abstracción formal de este sistema de leyes transforma incesantemente la economía en un
sistema parcial cerrado que, por una parte no es capaz ni de penetrar en su propio sustrato
material, ni de encontrar, partiendo de allí, la vía hacia el conocimiento de la totalidad
social, y que por otra parte, por tanto, capta esa materia como una cosa dada, inmutable y
eterna. De este modo, la ciencia queda privada de la posibilidad de comprender el
nacimiento y la desaparición, el carácter social de su propia materia, así como también el
carácter social de las tomas de posición posible respecto de sí misma y respecto de su
propio sistema de formas" ( Lukács,1982:130-131 ).
Una modificación radical desde el punto de vista planteado es imposible en el terreno de la
sociedad burguesa. Su evolución filosófica sigue teniendo como tendencia fundamental la
de considerar los resultados y los métodos de las ciencias particulares, como cosas dadas, y
se limita a la tarea de justificar el fundamento de la validez de los conceptos así formados.
Esta filosofía asume la constitución formalista de los conceptos de las ciencias particulares
en un substrato inmutable dado, sin cuestionar la cosificación que es la base de ese
formalismo. Sólo entonces, mediante la crítica de dicho mundo cosificado como el único
posible y conceptualmente captable, es que se llegaría a un enfoque verdaderamente
científico de los problemas, a las cuestiones que versan sobre el nacimiento y la
desaparición, sobre la esencia real y el sustrato de esas formas. Al limitarse, la teoría
económica neoclásica a estudiar las condiciones de posibilidad de la validez de las formas
en las que se manifiesta el ser que es el fundamento, se requiere entonces de su apropiación
crítica en función del cuestionamiento y transformación de la propias estructuras
capitalistas que pretendió eternizar.
Al plantearse que el cometido propio de la economía era el cálculo del máximo
condicionado o como lo señaló Robbins, el aspecto del comportamiento que surge como
consecuencia de la escasez de medios para lograr fines dados ( Robbins, 1944 ), se quitó a
la economía su preocupación por los fines en función del prejuicio analítico de un mayor
interés por la estructura lógica, lo que ha dado como resultado el que el enfoque neoclásico
excluyera muchas cuestiones significativas en el campo del economía política.
El reconocimiento de los aportes neoclásicos tiene que basarse en la comprensión de que
esta conceptualización económica no es neutra, sino que constituye una ideología
disimulada en un sistema de conceptos aparentemente neutrales, cuantificables y
operativos. Lo anterior debe tomarse en cuenta partiendo del reconocimiento de que la
teoría neoclásica se ha construido de manera abstracta como un cálculo de ventajas y
desventajas netas, susceptibles de expresión cuantitativa en términos de precios y costos del
mercado en donde cada sujeto se consideraría lógicamente aislado de los demás e incapaz
de imponérseles, tomando como canal de información básico al sistema de precios en
condiciones de competencia pura y perfecta. Ésta manipulación analítica aceptada y
expresada matemáticamente para el mundo físico, proviene de formas de pensamiento
favorables para los detentadores del poder económico cuya conservación permiten. Se
desvía así la atención de los fenómenos cuya comprensión sería peligrosa para el orden
social establecido, el cual responde a quienes lejos de las condiciones idealmente
conceptualizadas, manipulan el mercado muy diferentemente por cierto de la obediencia al
precio que expresaría la soberanía de todos los sujetos capaces de hacer elecciones eficaces.
El mercado no "nace" ni subsiste sin operaciones fuera del mercado. Este no es, como
señala Marx, un punto de partida simple sino un punto de llegada complejo. Una
interpretación unilateral reducida al plano fenoménico del mercado, sólo se justifica
ideológicamente en la negación de la comprensión del funcionamiento real de la sociedad
capitalista. La exclusión de todo análisis y toda crítica del mercado a través de su
enmarcamiento abstracto ajeno a la consideración de lo social, limita al final al propio
conocimiento del mercado, pues éste no es inteligible fuera del modo de producción en que
funciona. No se puede comprender al mercado si se rechaza el escrutinio de todo lo que sea
anterior a la oferta, a la demanda y a lo precios formados en el mismo.
Sólo a partir de aceptar la integridad del núcleo duro epistemológico del marginalismo,
sería posible aceptar el significado económico de las funciones agregadas de la teoría
neoclásica. Su aplicación constituye un acto de imaginación pues la visión del
comportamiento de la realidad económica que se sostiene es de carácter estático. El
equilibrio obtenido se deriva de supuestos irreales de partida. La utilización del cálculo
diferencial para trabajar con funciones lineales impone restricciones inadmisibles acerca de
unas relaciones absolutamente mecánicas entre las variables decisivas.
La economía dista de la visión simplista de un sistema de precios relativos del equilibrio
relacionados en una combinación óptima de recursos escasos y factores productivos.
Tampoco ópera en ella una lógica de comportamiento del consumidor que maximiza su
utilidad y por supuesto, en nada garantiza que el logro del interés individual en un marco de
libre competencia conduzca a la satisfacción del bienestar colectivo de la sociedad.
Siguiendo a Godelier ( 1968:57-60 ) en el trazado de un balance de conjunto del enfoque
neoclásico del funcionamiento del capitalismo, se llega al criterio de su incapacidad para
establecer la necesidad histórica de este sistema. Por definición, una situación es óptima
cuando no se puede añadir o restar un elemento sin producir un resultado menor. Se trata de
una situación límite, lo cual justifica el uso de los procedimientos del cálculo del margen.
La tasa de utilidad, eliminando las complicaciones derivadas de la amortización, la
obsolescencia de este capital, etc. es la relación del valor agregado al monto del capital
invertido. El precio es una tasa de cambio que depende de la oferta y la demanda de un
mercado competitivo. Todo ocurre de manera tal como si la oferta y la demanda
determinarán el valor de las mercancías, como si junto a los demás factores, el trabajo fuera
un factor más y como si el capital rindiera utilidad. El mecanismo económico no supone
ninguna explotación de los trabajadores. Los conceptos comunes de la economía se remiten
a la práctica de los negocios y no revelan ningún tipo de explotación. Mayor eficacia
apologética sería imposible de obtener. Se trata de una teoría ideológica del funcionamiento
capitalista, pero no obstante, no carece de cierto reflejo de la realidad. La utilidad es
"realmente" el valor agregado que se aporta al capital invertido y la oferta y la demanda
determinan realmente una parte del mecanismo de la formación de los precios.
Dado que la oferta y la demanda desempeñan un papel real en la formación de lo precios, el
enfoque marginalista parece aportar el principio general de la explicación del valor y de los
precios. Sin embargo, para Godelier esta teoría es una falsa alternativa como teoría
científica general acerca del valor y los precios. Se trata de una vasta construcción
ideológica que mediante la teoría marginalista del ingreso de los factores de la producción
propone la existencia de un estado óptimo de bienestar que satisface a todos.
A partir de lo anterior, debe existir entonces una teoría que plantee el papel de la oferta y la
demanda sin hacer de las preferencias de los consumidores el fundamento del valor de las
mercancías, y explicar los diversos elementos del capital sobre la tasa de utilidad,
excluyendo la teoría del ingreso de los factores.
Según Shaikh ( 1990:67 ) el análisis de Marx es muy superior en toda su estructura al
limitado espacio conceptual de la teoría neoclásica, cuya mayor debilidad se encuentra en
su formalismo basado en conceptos cuyas raíces ideológicas generan sus conclusiones
básicas. No se trata sin embargo, de rechazar a dicha economía en sus formas original o
adaptada, por el contrario, se reconoce que parte de sus contribuciones pueden ser
utilizadas pero a partir de una apropiación crítica de su conocimiento que evidencie el
carácter vulgar de los conceptos camuflados en ella.
Capítulo 6. Evolución premonetarista de la teoría cuantitativa del dinero.
La teoría cuantitativa del dinero, desde el punto de vista de la economía convencional
neoclásica, básicamente es una teoría acerca del nivel de los precios. Sostiene en términos
muy simples, que los precios varían proporcionalmente con la cantidad de dinero y que en
consecuencia, la cantidad de dinero determina el nivel de los precios. Cuanto mayor sea la
oferta de dinero tanto más bajo será su "valor", lo que es lo mismo que decir que más
elevado será el nivel de los precios de los bienes y los servicios. El "valor" del dinero queda
determinado, al igual que el de cualquier otro bien, por la oferta y la demanda, pero con la
particularidad de que el dinero no se demanda por sí mismo, sino por las cosas que se
podrían comprar con el. La demanda de dinero no era otra cosa que la oferta de bienes
disponibles. Si esta última responde a la constancia de las condiciones de pleno empleo, la
demanda dinero es constante, por lo que el nivel de precios varían a proporcionalmente con
la oferta monetaria.
Se descarta así la posibilidad de que los cambios de la cantidad de dinero pudieran afectar a
la demanda real de bienes y servicios, e implícitamente, a la demanda dinero. El dinero sólo
determinaba el nivel de precios al que se realizarían las transacciones, pero no el nivel de
estas, el cual estaría fijado en forma independiente por el sector real de la economía.
De manera fundamental estos son los elementos que de una manera u otra han sido
reformulados de diversas maneras hasta llegar a la versión cuantitativista monetarista
actual. A continuación se realizará una revisión crítica de carácter histórico-analítica de los
momentos más importantes que han caracterizado la evolución de la teoría cuantitativa del
dinero.
Los orígenes.
Como es conocido, el mercantilismo limitó su objeto de estudio a la esfera de la circulación
y dejó fuera de su análisis cualquier consideración correspondiente a la esfera productiva,
en razón de que fue el capital comercial, la primera modalidad libre de existencia del
capital como tal. Su análisis del funcionamiento de estas primeras manifestaciones del
capitalismo explicaban los cambios en el nivel absoluto y relativo de precios como un
fenómeno que obedece exclusivamente a la ley de la oferta y la demanda. En el siglo XVI y
mediados del siglo XVII, el capitalismo se hallaba en su etapa comercial. El estudio de los
mercantilistas de los fenómenos económicos se basaba en criterios prácticos con la
intención de sacar provecho de ellos. Dado que aún la etapa del desarrollo manufacturero
no se había desarrollado, los beneficios de la nueva burguesía comercial provenían de
lograr una diferencia entre el precio de compra, fundamentalmente de los productos
coloniales, y el precio de venta en el mercado europeo.
La primera interpretación de la teoría cuantitativa tiene como principales representantes a
Bodín y Davanzati. Los mismos presenciaron la revolución de los precios que tuvo lugar en
Europa tras el descubrimiento de América. A partir de que el proceso inflacionario
coincidía con la llegada de los flujos de metal precioso de América hacia Europa, se afirmó
que la superabundancia de metales preciosos era la causa de la subida de precios. Al
aumentar la cantidad de metálico en circulación, el valor de cambio de la moneda
disminuye, es decir, el nivel absoluto de precios de las mercancías aumenta. Su análisis se
limitó al principio de la oferta y la demanda. Así salía a la luz la primera versión
cuántitativista, un incremento de la cantidad de moneda incrementa los precios de las
mercancías.
Posteriormente, en el período de 1620 a 1750 se interrumpe el flujo de oro y plata
proveniente de América y el fenómeno inflacionario deja de constituir el centro de
atención, en su lugar, se colocaba la escasa disponibilidad de moneda para financiar el
comercio. Al interrumpirse los flujos de oro y plata, el apoderamiento de metales preciosos
por parte de los principales estados nacionales europeos estaba limitado a un juego de suma
cero, donde unos ganarían lo que otros tendrían que perder.
Las prescripciones de política serían en consecuencia obstaculizar la salida de metales
preciosos prohibiendo la exportación de oro y plata, aumentar el poder adquisitivo de las
monedas extranjeras en el territorio nacional, obligar a las empresas nacionales a pagar sus
importaciones con mercancías prohibiéndoles la exportación de moneda, adquirir en el
exterior importaciones como un importe menor al de las mercancías exportadas, etc. El
razonamiento que se hallaba sosteniendo estas medidas de política económica consistía en
qué un superávit en el balance comercial de un país conllevaría a un incremento en la
cantidad de moneda circulante y un incremento en la producción doméstica. Esta confianza
por parte de los mercantilistas acerca de la determinación del nivel de actividad por parte de
la cantidad de moneda, hacía que recomendasen al monarca que no atesorase, ya que la
reducción de la masa de circulante inhibiría la actividad económica. Los mecanismos de
transmisión entre la cantidad de metálico circulante y el nivel de actividad consistían; uno,
en el impulso que la liquidez le da al consumo; y el otro, en que el aumento de la
circulación monetaria afectaría la tasa de interés, lo cual abarataría el crédito y por tanto se
estimularía el comercio.
En definitiva los mercantilistas limitaban el proceso de formación de precios a la ley de la
oferta y la demanda. Cuanta más moneda hubiese en circulación mayor sería el nivel
absoluto de precios, intuían qué un aumento en la cantidad de circulante es semejante a un
cambio en la unidad de cuenta. Pero al tratarse de circulante metálico, los precios reflejan
otro proceso que no se produce en el mercado, sino en el proceso de transformación
técnico-material de las mercancías. Cuando se produce el descubrimiento de nuevas
técnicas productivas y de ricas minas americanas, esto significó una ganancia extraordinaria
para el capital asociado a la extracción y procesamiento de los metales preciosos, lo cual
generó un desplazamiento de recursos hacia las nuevas áreas de explotación, aumentando la
producción y disminuyendo el precio de mercado. La reducción en el precio de producción
de los metales preciosos disminuyó el precio de producción relativo del oro y la plata
respecto al resto de las mercancías, por lo que a un precio menor correspondía un mayor
nivel de demanda para dichos metales.
Dentro de los mercantilistas, Thomas Mun había advertido ya en 1630, que una entrada de
metales preciosos elevan los precios internos. "Todos los hombres aceptan que la
abundancia de dinero en un reino encarece los bienes nacionales". Sin embargo, si partimos
de la conocida ecuación de intercambio, M.V=P.T, la cual se analizará posteriormente, en
donde la cantidad de dinero (M), multiplicada por el número de veces que cambia de manos
en un periodo de tiempo dado (V), es idénticamente igual al volumen total del comercio
(T), multiplicado por los precios medios de estos bienes (P), el hecho es que los
mercantilistas enfatizaron el efecto de M sobre T antes que sobre P. La teoría cuantitativa
de los siglos XVII y XVIII se centraría en la proposición de que el dinero estimulaba al
comercio. Para los mercantilistas el dinero aceleraba el comercio al aumentar la velocidad
de circulación de los bienes. Se creía que a un aumento de la oferta monetaria se asociaba
un aumento de la demanda monetaria, de forma tal que el volumen del comercio, y no los
precios, aumentaría con el incremento de los metales preciosos.
En la década de 1690, John Locke señaló que los precios varían en una proporción
correspondiente a la cantidad de dinero en circulación, entendiendo que la cantidad de
dinero incluye la rapidez de su circulación. Así, el valor del dinero varía inversamente a su
cantidad y destacando la función del dinero como medio de cambio.
Cuatro décadas mas tarde, Cantillon escribió su "Essay on the Nature of Comerce in
General" pero que no fue publicado hasta 1755. En el, Cantillon, uno de los más destacados
antecesores de Smith, destacó la importancia del análisis monetario al demostrar que un
aumento de la cantidad de dinero produce un efecto sobre los precios y los ingresos en
dependencia de la forma en que se inyecte el efectivo en economía. Para Cantillon, Locke
se había dado cuenta que el dinero encarece todo, pero no como lo hace. Para él, el reto
teórico consistía en saber en qué forma y en que proporción un aumento del dinero eleva
los precios. En consecuencia, describe la manera en que un incremento de la producción de
las minas de oro británicas afecta primero los ingresos de dicha industria, después el gasto
en bienes de consumo, y posteriormente, el precio de los alimentos, lo que aumentará los
beneficios de los agricultores y disminuye los salarios reales. Esto produce una presión
hacia arriba sobre los salarios monetarios y nuevos ciclos de aumento de los gastos y de los
precios. Para Cantillon, no sólo P aumenta en proporción a M, sino que se modificará la
estructura de los precios, en dependencia de quienes serán los beneficiarios iniciales del
nuevo dinero y de su demanda relativa de bienes.
Con los trabajos de David Hume (1752) se logra un giro fundamental en la teoría monetaria
a partir del mecanismo flujo monetario-precios. En los marcos de una economía nacional
cerrada al comercio exterior, la teoría monetaria de Hume señala que un aumento en la
cantidad de moneda circulante tendrá como único efecto un aumento proporcional en el
nivel absoluto de precios. Para Hume la moneda posee un "valor ficticio", significa esto, en
contraposición con lo que será el precio natural de Smith, que el precio relativo de la
moneda respecto a las mercancías no gravita alrededor de un precio natural. Hay que tomar
en cuenta, que la moneda empírica en la época de Hume no es el papel moneda, sino
moneda metálica, que posee un precio de producción determinado. El argumento de Hume
denunciaba la esterilidad de las políticas mercantilistas. Dado que un superávit comercial
implicaría una entrada de moneda al circuito monetario nacional, al aumentar el nivel
absoluto de precios internos se reduciría la competitividad de la producción doméstica,
generándose las condiciones que restablecerían el equilibrio de la balanza comercial.
"Durante los siglos XVI y XVII, los precios de las mercancías en Europa subieron a medida
que aumentaba la masa de oro y plata importada de América; luego los precios de las
mercancías de cada país están determinadas por la masa de oro y plata que en el existe. Esta
era la primera "consecuencia necesaria" de Hume" (Marx, 1966: 198).
Esta interpretación parte del supuesto que las mercancías entran en el proceso de
circulación sin precios, y el oro y la plata sin valor. Esto quiere decir que para Hume el
precio de las mercancías y la capacidad adquisitiva del dinero nacen de la proporción
cuantitativa en que se encuentran en el mercado la masa de mercancías y la cantidad de
dinero. El oro y la plata recibieron valor en la medida que funcionan como dinero. Si el oro
y la plata reciben su valor por su función como dinero, y si el nivel que es el valor está dado
por la proporción de sus cantidades con relación a la masa de mercancías, también se le
atribuiría lo mismo a sus medios de circulación de dinero papel. Así se comienza a negar
las leyes objetivas del valor del dinero. Si el valor del trabajo no es inmanente al oro y la
plata y por el contrario el valor de los mismos depende de su relación cuantitativa con la
masa de mercancías, pasaría lo mismo posteriormente con los medios de circulación de
dinero papel.
Si por el contrario, se parte de reconocer al valor trabajo materializado en las mercancías,
éstas al entrar en el proceso de circulación ya tienen una suma determinada de precios. Será
sólo entonces cuando la competencia a nivel del mercado o sea, la acción de la oferta y la
demanda, la que concretará la magnitud de los precios. El dinero por su parte, como metal
monetario entra en la circulación con un valor trabajo determinado.
Hume formuló lo que posteriormente en la economía convencional actual se llamaría el
postulado de la homogeneidad: si la cantidad de dinero existente se duplicara, los precios
acabarían por duplicarse.De esta manera Hume establece la proposición cuantitativista
básica y además bosquejó un mecanismo de transmisión que señala que un aumento del
dinero genera un aumento de los precios de los bienes por la vía de su efecto sobre los
salarios, el insumo de mano de obra y la productividad. Según Hume un aumento de dinero
aumenta el empleo al salario prevaleciente. El efecto de las mayores compras de los
trabajadores a los precios antiguos alienta a los agricultores a producir más y al mismo
tiempo pueden comprar más a los comerciantes. Si se sigue el camino del dinero por toda la
comunidad, vemos que los efectos inmediatos de un aumento del mismo son favorables
para el empleo, pero posteriormente los precios aumentarán gradualmente, hasta que
alcanzan una nueva proporción con la cantidad de oro que hay en el reino.
De acuerdo a lo anterior, Hume reconoció la posibilidad de que un aumento de la oferta
monetaria produjera efectos reales significativos, aunque momentáneos. Para él, el aumento
de los precios provocado por el aumento de la moneda en circulación, se transmitiría de
forma gradual por distintos sectores de la economía. En este proceso de transmisión, los
aumentos de los gastos pueden provocar, junto a los aumentos de los precios, una
expansión de la producción y el empleo.
"Dadas ciertas condiciones, un aumento o disminución en la cantidad, sea del dinero
metálico circulante, sea de los signos de valor circulantes, parece cobrar uniformemente
sobre los precios de las mercancías. Si hay alza o baja del valor del oro o de la plata en que
están evaluados los valores de cambio de las mercancías como precios, éstos suben o bajan
porque ha variado su medida de valor y circula más o menos oro o plata, en calidad de
moneda, porque ha habido alza o baja de los precios. El fenómeno visible es la variación de
los precios- quedando el mismo valor de cambio de las mercancías-, como aumento o
disminución de la cantidad de medios de circulación. Y si, por otra parte, la cantidad de
signos de valor circulantes baja o asciende de su nivel necesario, vuelven a él
violentamente, obligados por la baja o el alza de los precios de las mercancías. En los dos
casos parece que la misma causa ha producido el mismo efecto, y Hume se atiene a esta
apariencia" (Marx, 1966: 194-195).
Lo anterior lo plantea Marx tomando como punto de partida el de las formas sociales del
trabajo. Éste horizonte analítico por un lado define a la mercancías como punto de partida
de la explicación del capitalismo lo que implica resaltar el espacio social necesario para
comprender al capital como forma y proceso social, lo cual se inicia con la exposición del
modo de apropiación social históricamente determinado de los productos del trabajo. Por
otra parte, este análisis supone el reconocimiento de una socialidad cosificada dado que el
proceso de socialización en la sociedad mercantil es mediado por los objetos, o sea, asume
un carácter fetichista.
Así, la teoría de la mercancía, como punto de partida, implica asumir el hecho de que la
sociedad capitalista es una forma específica de la sociedad mercantil, lo cual genera un
conjunto de implicaciones fundamentales para comprender la inserción de la concepción de
Marx acerca de la moneda en el mundo mercantil capitalista. En consecuencia, Marx
introduce la moneda como derivación de las relaciones entre mercancías, o sea, a posteriori,
como resultado lógico e histórico de la expresión del valor de las mismas. La moneda se
explica en y por el mundo mercantil. Este último surge de la atomización privada. Es decir,
el vínculo de unidad parte de la separación y fragmentación de los individuos. El
intercambio en el espacio de conexión de lo privado con lo social, constituye la validación
de los individuos como individuos sociales. La circulación mercantil no es neutra ya que se
establece a través de la confrontación de los sujetos sociales. La constitución de los sujetos
mercantiles como sujetos sociales es el proceso de recomposición de los sujetos separados,
la unidad del proceso en su conjunto. La socialidad mercantil es el resultado de la
homogenización y diferenciación de los individuos en su confrontación. El valor como
relación social es la forma específica de constitución de los sujetos económicos.
A partir de lo anterior, para Marx el problema monetario parte de la determinación de la
forma moneda como la forma social que adopta el vínculo de validación de lo privado en lo
social. La moneda queda entonces asumida como un factor fundamental para explicar la
sociedad mercantil. Éste enfoque se opone a la teoría cuantitativa que parte de postular
como el problema monetario central la determinación del nivel general de los precios a
partir de la cantidad de dinero, concibiendo a la moneda como un instrumento neutro dentro
de una óptica funcionalista de la misma. Esto es, la define a partir de sus funciones
(Gutiérrez, 1989: 62-63).
El enfoque de Marx de la teoría del dinero requiere comenzar señalando el doble carácter
de la mercancía como valor de uso y valor de cambio, lo cual conlleva a examinar la
dualidad implícita en la noción de valor de cambio que, a su vez, condujo a la distinción
entre el valor, la causa intrínseca del valor de cambio, y el presidente dinero, que es la
expresión de este valor en términos de un equivalente general (oro). Para que las
mercancías sean iguales en valor a cierta cantidad de oro, es decir, para que tengan precios
en dinero, deben ya tener un valor pues el dinero no da valor, simplemente lo mide (Shaikh,
1990: 188-193).
Los factores que determinan el valor de una mercancía en el intercambio, también
determinan su precio en dinero. Esto factores son la cantidad y la distribución del tiempo de
trabajo social. Si la distribución del trabajo social hace que la producción de mercancías
corresponde a las diferentes necesidades sociales, la oferta será igual a la demanda, y el
precio en dinero de una mercancía será igual a su precio regulador, a los precios directos,
suponiendose él cambio en proporción a los valores: los precios de producción, en su nivel
más alto de análisis. En estos casos, la cantidad de tiempo de trabajo determinan estos
precios reguladores.
A su vez, si la distribución del trabajo no se corresponde con las diferentes necesidades
sociales, el precio de mercado de una mercancía se alejará de su precio regulador,
produciéndose un cambio en la distribución del trabajo social para reducir la discrepancia
entre los precios de mercado y los precios reguladores. Dejando fuera del análisis los
fluctuantes precios de mercado se considera sólo los precios reguladores. En un año la
suma de lo precios de todas las mercancías producidas debe equivaler al número de
monedas en circulación multiplicado por la velocidad de circulación, lo cual según indica el
mismo Marx, constituye una tautología.
Desde el punto de vista teórico, se parte del supuesto de que los precios reguladores son
precios directos. El precio de cualquier mercancía es su valor relativo al del oro, por lo que
la suma de los precios de todas las mercancías producidas en un año está dada por su valor
total relativo al valor del oro. Representando por TP a la suma de los precios, TW la suma
de los valores y WG el valor de una unidad de oro.
En esta ecuación, apunta Shaikh (1990: 189), la suma de los precios reguladores es la
expresión de la suma de los valores de las mercancías. Si la velocidad de circulación es k,
la cantidad de oro G en la forma de monedas necesarias como medio de circulación será:
La causalidad vendría dada por la suma de los valores de las mercancías producidas en un
periodo dado que determinaría la suma de sus precios en dinero, y esto junto a la velocidad
de circulación determina el número de monedas de oro necesarias para la circulación de
mercancías. La velocidad de circulación del dinero es en realidad la tasa a la cual las
mercancías entran y salen de la circulación. Pero como el dinero queda en circulación y la
mercancías entran para ser vendidas y salen cuando son consumidas, es el dinero el que
parece causar, en vez de medir, el movimiento de la mercancía (Shaikh, 1990: 189).
WG
TWTP
WG
TW
kk
TPG
1
Todas las relaciones que anteceden fueron derivadas basadas en precios directos, pero no se
alteran al pasarse a precios de producción ya que tienen la misma suma que los precios
directos. Es decir, suponiendose precios directos o precios de producción, la suma de los
precios iguala a la suma de los valores, dividida entre el valor de la onza de oro. La
cantidad necesaria de oro es igual en ambos casos
Cuando la cantidad de monedas de oro excede un número necesario tomará la forma de
monedas ociosas o en exceso. A medida que tanto la producción de mercancías como el
sistema bancario se desarrollan y extienden, el atesoramiento se va concentrando en los
bancos en estas condiciones, los excesos o deficiencias de dinero en oro en relación con la
necesidad de la circulación, se manifiestan como incrementos o decrementos de las reservas
de los bancos. Para el banco, un excedente de reservas bancarias sobre el mínimo requerido
legalmente es una oferta de capital bancario ocioso, capital-dinero que está dejando de
percibir ganancias para el banco un aumento de las reservas de los bancos conlleva por lo
general a una disminución de la tasa de interés ya que el banco trata de convertir sus
reservas en capital. Por el contrario, una disminución de las reservas por debajo del mínimo
legal conduce a un aumento de la tasa de interés. En lugar de elevar los precios, el efecto
inmediato de un excedente de dinero en oro es bajar la tasa de interés.
Para Marx, aunque un incremento de la falta de oro pueda conducir a un aumento de la
demanda efectiva y temporalmente pudiera aumentar los precios de algunas mercancías,
eventualmente debe conducir a una expansión de la producción para satisfacer la nueva
demanda. Cuando crece la producción, bajan los precios hasta que recuperan sus niveles
originales. Así, la suma de los precios de todas las mercancías saldrá incrementado, no
porque el nivel de precios haya aumentado, sino porque la masa de mercancías es mayor.
Por tanto, en la medida en que un incremento puro en la oferta de oro produzca un
incremento de la demanda efectiva, también producirá un aumento en la necesidad de
monedas de oro para la circulación.
David Ricardo y la “Controversia de los Metales Preciosos”.
Las ideas cuantitativistas de Hume no fueron condicionadas por alguna crisis monetaria
inmediata. Ya había ocurrido la prolongada subida de los precios de los siglos XVI y XVII,
pero a mediados del siglo XVIII no existía un contexto específico que lo condicionara a
formular la teoría cuantitativa. Sin embargo, décadas mas tarde a partir de los hechos que
siguieron a la suspensión de la convertibilidad de los billetes del Banco de Inglaterra en
1797, al inicio de las guerras napoleónicas, Ricardo reflexionó acerca de la depreciación del
papel moneda que fue acompañada por la elevación del precio del cereal. La inflación
provocó una importante controversia que determinó la formación de un comité en el
parlamento que en 1809 publicó su famoso Informe Monetario. En este contexto Ricardo
delineó la teoría cuantitativa del dinero en una forma más rigurosa.
Ricardo había cerrado filas con los partidarios del oro, planteando que el Banco de
Inglaterra había realizado una emisión de billetes excesiva y que ésta era la causa de la
inflación o "la depreciación de los billetes". Su plan estaba dirigido a nacionalizar al Banco
como reconocimiento de la necesidad de contar con una política monetaria decidida y en
manos de una autoridad central. Por su parte, los directores del Banco sostuvieron la
imposibilidad de una emisión excesiva de papel moneda, aún cuando, como era el caso,
fuese inconvertible, mientras solo se emitiesen billetes nuevos para descontar el papel
comercial garantizado a corto plazo. Según ellos, el deterioro de los términos de
intercambio en contra de Inglaterra no era causado por la inflación monetaria, sino por el
estado de la balanza de pagos.
El contexto histórico en el que se desarrolló la “Controversia de los Metales Preciosos” fue
la guerra contra la Francia napoleónica que había obligado al Banco de Inglaterra a la
suspensión de pagos con metales preciosos, es decir, el Banco estaba autorizado a negarse a
pagar sus billetes en oro. La inconvertibilidad coincidió con el estado de guerra que
implicaba grandes préstamos por parte del gobierno a sus aliados, lo cual coincidió con una
racha de malas cosechas que provocaron grandes importaciones de cereal con los
consiguientes efectos sobre la balanza de pagos y el aumento gradual de los precios.
Dentro de la controversia se encontraba como una de sus partes contendientes, la
“bullionista”, que fue la posición asumida por los principales economistas identificados con
el “laissez-faire”. Sus dos mas destacados representantes fueron Henry Thornton y David
Ricardo. Para Ricardo la esencia del problema era lo que se denominaba como el precio del
oro y el de la acuñación. Se trataba de la depreciación de la moneda provocada por el
exceso de emisiones de billetes del Banco de Inglaterra debido a la inconvertibilidad. Según
Ricardo, el cambio de la libra esterlina con las divisas europeas había permanecido por
debajo de la paridad determinada por el precio de acuñación del oro, provocado por el
exceso de emisiones del Banco de Inglaterra.
Para Ricardo si se considera la acción del mercado, es decir, si la oferta de una mercancía
excede su demanda, el precio de mercado de la misma bajará o sea, se cambiará por una
cantidad menor de mercancías. Aplicando esto al dinero, llega a la proposición que cuando
la cantidad de monedas de oro excede la demanda de la misma, el "precio" del oro baja.
Como el oro es dinero, no puede tener precio en dinero, pero como se puede utilizar para
comprar cualquier mercancía en el mercado, se puede decir que las restantes cantidades de
las diferentes mercancías que se pueden comprar con el, constituyen sus múltiples "precios
mercancías". Así de acuerdo con la teoría cuantitativa del dinero sostiene que cuando la
cantidad de monedas de oro excede los requerimientos de la circulación, todos los precios
mercancía del oro bajarán. Como eso significa que el oro comprará menos de cada
mercancía, es lo mismo que afirmar que todos los precios en dinero subirán.
Si el oro fuera producido dentro de un país extranjero, decir que el "precio" del oro en
Inglaterra ha bajado, es igual a decir que su poder de compra de otras mercancías han
disminuido. El oro tendrá poderes de compra diferentes según los distintos países y saldrá
de Inglaterra hacia los países donde su precio sea más alto, el efecto será disminuir la
cantidad de dinero en Inglaterra y así subirá el "precio" del oro hacia su nivel natural. De
esta manera, los flujos internacionales de oro conducirán, más o menos, el mismo poder de
compra del dinero (oro) en todos los países. A esto se llama la doctrina de la "paridad del
poder de compra" (Shaikh, 1990: 181).
Si la moneda fuera convertible, razonaban los “bullionistas”, no pudiera existir una
divergencia entre el precio de mercado y el precio de acuñación del oro, ya que los
comerciantes convertirían las libras esterlinas en lingotes para venderlo en el mercado. Así,
la oferta de oro en el mercado se modificaría eliminando cualquier “premio” por su precio.
Paralelamente, se eliminaría automáticamente, mediante su conversión en oro, cualquier
exceso de circulación monetaria. Para Ricardo y los “bullionistas”, la existencia de un
“premio” permanente del oro en régimen de inconvertibilidad, constituía una prueba de un
exceso en la emisión por parte del Banco de Inglaterra.
Ricardo sostuvo que todos los aumentos de precios son el resultado del exceso de la
cantidad de dinero. Si existían aumentos en los precios, el Banco de Inglaterra debió de
haber emitido un exceso de papel moneda:post hoc, ergo propter hoc.
Es en base a los razonamientos anteriores que los bullionistas rechazaron el “Restriction
Act” como una intromisión del gobierno dentro del sector privado, puesto que el Banco de
Inglaterra lo era. El “Bullion Committee” presentó un informe optando por el retorno a la
inconvertibilidad, sin embargo, en la práctica los hechos se desarrollaron de manera
diferente a como lo postulaba la teoría cuantitativa.
Fue a partir de los análisis de los problemas reales, como habían sido las guerras contra
Napoleón, que habían requerido un suministro de recursos financieros por parte del Banco
de Inglaterra, así como el alto costo de los suministros de materias primas aunado a las
malas cosechas, lo que había constituido la base del análisis de los “anti-bullionistas”,
como William Pitt, ministro de hacienda y Charles Bosanquet, Robert Torrens y Robert
Malthus. Los “anti-bullionistas” sostenían que la depreciación del cambio se debía a esos
factores exógenos excepcionales por lo que la convertibilidad permitiría equilibrar la
balanza de pagos , pero a costa de producir efectos aun mas perjudiciales que el mal que
quería curar. Cualquier política restrictiva deflacionaria por parte del Banco provocaría un
drástico descenso de la producción y del empleo. Lo que ante la coyuntura política tan
comprometida, era impensable.
Con relación a la inflación, los “anti-bullionistas” consideraban que la causalidad se
desarrolla de los precios a la oferta monetaria, y no al revés. La inflación vendría de la
economía real. Para ellos el crédito ofrecido por el Banco de Inglaterra solo se hacía en
función de nuevas transacciones, de forma que el stock de moneda en circulación estaría
siempre en función de las necesidades de las transacciones.
Sin lugar a dudas, la influencia metodológica de Ricardo se dejó sentir hasta la
especulación puramente lógica y deductiva de la tradición neoclásica de finales del siglo
XIX, que a pesar de significar un cambio radical en el objeto de estudio de la ciencia
económica, continuó la tradición deductivista iniciada por Ricardo (Castaño, 2002: 99).
Pero su influencia no se limitó al ámbito metodológico. Ricardo formó las opiniones de su
generación y las de generaciones posteriores sobre los efectos del dinero en la actividad
económica. En su teoría, la determinación de la producción a corto plazo es irrelevante, su
interés se concentra en el largo plazo en donde los problemas de los cambios nominales en
el valor de la producción se separan de los problemas de los cambios reales.
Ricardo estableció así, las bases de la futura dicotomía neoclásica entre los aspectos reales
y los aspectos monetarios de la economía. Los factores reales determinan la producción real
y el dinero sólo afecta a lo monetario, se convierte en un velo. Ésta dicotomía, junto a su
énfasis en el equilibrio a largo plazo, desestima la secuencia de Hume, de variaciones en el
esfuerzo, el empleo y la producción, y en su lugar, postula que todo aumento de la cantidad
de dinero, produce un aumento equiproporcional de los precios. El mecanismo de
transmisión no tiene importancia pues sólo le interesa la influencia final del dinero sobre
los precios: su efecto de equilibrio a largo plazo.
Los planteamientos monetarios de Ricardo significaron un triunfo completo para la teoría
cuantitativa del dinero durante más de cien años. Se eclipsó totalmente toda concepción que
intentara encontrar en la producción o en el lado de la oferta de bienes, factores que
incidirían determinantemente sobre la inflación. De ésta manera se vió entorpecido por
parte de la economía convencional el análisis de numerosos casos de inflación inducidos
por causas no monetarias.La influencia cuantitativista de Ricardo sobre la política
monetaria en Inglaterra fue decisiva durante el período de 125 años que va de 1815 a la
Segunda Guerra Mundial, la economía británica se vio sometida al primero de sus períodos
deflacionarios siguiendo las recomendaciones de Ricardo a partir de 1815, acompañados
por la pasividad de los gobiernos, convertida en ortodoxia oficial.
Años mas tarde, se reeditó la polémica anterior entre los representantes de la denominada
“Currency School” y la “Banking School”. Fue precisamente la primera, la que puede
considerarse predecesora del Monetarismo, al basarse en los postulados cuantitativistas y
recomendar un control estricto y reglamentado de la oferta monetaria con el objetivo de que
sus fluctuaciones no produjesen crisis de convertibilidad de la moneda que repercutiesen en
problemas económicos.
Por otra parte la “Banking School” negaba la posibilidad de una emisión excesiva de papel
moneda convertible porque las necesidades del comercio determinaban automáticamente el
volumen de los billetes emitidos. Esta interpretación anti cuantitativista significaba la no
necesidad de un control legal sobre el circulante mientras existiera la convertibilidad.
Además se sostenía la imposibilidad de controlar la oferta monetaria mediante el control de
los billetes del banco solamente como planteaba la “Currency School”, dada la existencia
de los depósitos bancarios ,letras de cambio y otras formas de crédito sustitutas de los
billetes de banco.
El enfoque de las transacciones de Fisher.
A pesar de la aceptación explícita a las recomendaciones cuantitativistas de Ricardo, era
evidente la falta de correspondencia entre los resultados de la teoría y los hechos de la
observación, destacada por la crítica que le hace Keynes (1976: 32-34) en donde señala "su
marcada incapacidad para el pronóstico científico" desde las nuevas coordenadas
empiricistas en la que se movía el autor de la "Teoría General". Un significativo paso en
esta dirección fue la formalización, hecha por Irving Fisher de la proposición ricardiana en
una formulación matemática adecuada para su verificación estadística. Fisher estaba
perfectamente capacitado para ésta tarea, en su doble condición de teórico económico del
dinero y las tasas de interés, y como uno de los fundadores de la teoría estadística de los
números índices. En su libro "The Purchasing Power of Money" de 1911, formula la
famosa ecuación de cambio o de las transacciones.
M . V = P . T ( )
Donde (M) es la cantidad de dinero, (V) es su velocidad de circulación, (P) es el nivel
general de los precios, y (T) es un índice del volumen del comercio.
Su denominación obedece a que señala que el gasto total expresado en términos
monetarios, es equivalente con el valor monetario de todas la mercancías transadas, es
decir, que lo pagado por los compradores es igual a lo cobrado por los vendedores. A nivel
agregado, el valor de las compras es igual a la cantidad media de dinero en circulación,
multiplicada por el número medio de veces en que la moneda cambia de manos durante un
cierto periodo de tiempo, mientras que el valor de las ventas corresponde al número de
operaciones efectuadas durante el periodo de tiempo considerado, multiplicada por su
precio medio.
En este enfoque subyacen tres hipótesis básicas (Fernández et al, 2003: 5-8):1. Los cambios
de V y T son independientes de los cambios de M. 2. V y T se suponen constantes al menos
en el corto plazo. 3. M produce efectos sobre P. De esta manera,V y T pueden considerarse
constantes al no verse influidas por M a corto plazo. A su vez esta formulación implica que
el sentido de la causalidad va de M a P. Se pretende así construir una teoría del "valor real
del dinero" a partir de que el mismo varía de forma inversa a su cantidad de dinero, es
decir:
Según Fisher (1920: 74-78) en el corto plazo el volumen de transacciones se considera
constantes al depender de cuatro tipos de factores muy estables: primero, los que afectan a
los empresarios, entre los que están la distribución geográfica de los recursos naturales, la
división del trabajo, la acumulación de capital y el conocimiento de las técnicas de
producción. En segundo lugar, los que afectan a los consumidores, como la extensión y la
diferenciación de los gustos. Tercero, los que afectan simultáneamente a empresarios y
consumidores, como es la libertad de comercio, facilidades del transporte, el sistema
monetario de bancario y la confianza empresarial. Por último, el grado de integración de la
economía que conformará la cantidad de transacciones necesarias para que los bienes
lleguen a los consumidores.
Dado que la teoría neoclásica asume la existencia de pleno empleo, los factores
anteriormente mencionados se consideran estables, por lo que T será constante para el corto
plazo, y sólo se modificará a largo plazo cuando sean significativos el aumento de la
población y de las innovaciones técnicas que incrementen la productividad. A su vez, la
constancia de V vendrá dada porque los factores que influyen sobre la misma sólo cambian
esporadicamente a mediano y largo plazo. Estos son la frecuencia y regularidad de los
cobros de los pagos, los hábitos de los agentes en el uso de los cheques, el atesoramiento y
sobriedad sobre el crédito comercial. También considera la densidad de población y la
rapidez de los transportes. Además, como los agentes demandan dinero para realizar su
PM “Valor real del dinero”
transacciones, dado que el volumen de estas es constante a corto plazo, el dinero necesario
para las mismas circulará a una velocidad también constante.
La ecuación está basada en la lógica que debe existir entre la totalidad de las ventas o
compras y su contrapartida monetaria equivalente. Estas transacciones considerarán en lo
fundamental bienes y servicios de reciente producción, pero además compras y ventas de
bienes durables o de títulos de bienes existentes como la tierra y la maquinaria. En
resumen, Fisher incluye dentro de las transacciones la compra o venta de riqueza, tanto
inmuebles como productos básicos; propiedades, en los que incluye bonos, hipotecas,
pagarés, letras de cambio, y finalmente servicios, o sea, inmuebles alquilados, muebles
alquilados, trabajadores contratados.
Su planteamiento teórico básico consistía en sostener que si se duplicaba la cantidad de
dinero se duplicarán los depósitos de cheques en la misma proporción, no afectándose
apreciablemente la velocidad de dinero o de los depósitos o el volumen del comercio, por lo
que de manera necesaria y matemática se duplicarán los precios. Esto quiere decir que el
efecto normal de un aumento de la cantidad de dinero es un aumento proporcional del nivel
general de los precios.
De esta manera Fisher defendió la dicotomía clásica y separó la determinación de la
producción real de cualquier influencia del dinero, aunque sin descartar por completo los
efectos de los cambios de precios a corto plazo.
Según Desai (19 : 53) la contribución de Fisher a la teoría cuantitativa del dinero ha sido la
formalización de las ideas básicas cuantitativistas de la teoría clásica. No es la constancia
de V, sino su independencia de M, P y T, lo que resulta fundamental para la interpretación
causal de la ecuación de cambio. También la misma deja claro que el volumen de T no se
relaciona con la cantidad de dinero ofertada. La misma reitera la importancia de la
dicotomía clásica: el dinero no influye sobre la determinación del producto real, sino
solamente en la determinación del nivel absoluto de los precios.
Fisher se dio cuenta de que su ecuación era una identidad contable y por tanto, una
perogrullada. Pero la utilizó para afirmar la proporcionalidad existente entre los aumentos
de M y los aumentos de P, que bajo determinados supuestos, se convirtió en una expresión
matemática. Pero en realidad, lo importante no recaía en su formulación matemática en sí,
sino en la edificación del efecto de saldos reales a partir de la estabilidad del equilibrio
monetario. Para Fisher, un aumento de las tenencias monetarias de los individuos altera la
relación óptima entre los saldos en efectivo y los gastos de los individuos. En términos
walrasianos, una mayor cantidad de dinero al nivel de precios existente, genera un exceso
de oferta de saldos monetarios en manos de los individuos. Así, estos intentan reducir su
exceso de saldos monetarios aumentando los gastos. Si el producto permanece invariable,
como suponía Fisher, el aumento de la demanda dinero elevará los precios hasta que
alcancen la misma proporción que el aumento del dinero. De esta forma se alcanza un
nuevo equilibrio porque los saldos monetarios de los individuos han regresado a su nivel
óptimo. Como se verá posteriormente, este análisis fue retomado por Friedman y constituyó
uno de los ejes vertebradores de su reformulación cuantitativista.
Fisher nunca demostró la utilización del exceso de saldos monetarios o en efectivo, con la
adquisición de valores, elevándose de esta forma la cotización de dichos valores y
disminuyendo el interés. Es decir, no demostró nunca como un aumento monetario podría
producir indirectamente un aumento del producto a través de una tasa de interés más baja.
Otro elemento que será retomado por Friedman es el denominado "efecto Fisher", a partir
del estudio de este autor sobre las ramificaciones de la inflación real y la inflación esperada
y sus interacciones con las tasas de interés nominales y la demanda de saldos monetarios
reales. Fisher considera que la demanda de saldos monetarios reales puede expresarse de la
siguiente manera:
Donde (Md), la demanda de saldos monetarios reales, es una función de (y), la renta un
ingreso real, y de (i), la tasa de interés nominal. La demanda monetaria es la recíproca de la
velocidad de circulación monetaria. Fisher descubrió el proceso a través del cual se
determina la tasa nominal de interés como el coste de oportunidad de la tenencia monetaria.
Fisher estableció que la tasa de interés nominal es el producto de los factores: primero, la
tasa de interés real, que refleja las fuerzas subyacentes en el endeudamiento y en el
préstamo, y segundo, la tasa de inflación esperada en un momento de tiempo determinado.
En un contexto de equilibrio global, es decir, con tasa de inflación constante, la tasa de
inflación real es igual a la tasa de inflación esperada:
Donde (i) es la tasa de interés nominal, (r) es la tasa de interés real y es la tasa de inflación
esperada. Generalmente cuando la tasa de inflación esperada es igual a la tasa de inflación
real, la tasa nominal de interés es igual a la tasa real.
La lógica de Fisher funciona así. Si la tasa nominal de interés se consigue por los
prestamistas como suma de la tasa real más la inflación esperada durante el transcurso del
periodo del préstamo, como una tasa de inflación esperada del cinco por ciento y una tasa
de inflación real del 4 por ciento, los prestamistas no estarían dispuestos a prestar fondos a
menos del nueve por ciento. Si ex post, la tasa de inflación real, pasa a ser del diez por
ciento, el prestatario ha obtenido fondos a un tipo de interés real negativo y los prestamistas
lo ajustarán en los sucesivos periodos..
Fisher ejerció sin lugar a dudas una influencia muy marcada sobre el monetarismo de
Chicago. Fue el que inició el análisis sobre el papel de las expectativas en la subida de los
precios, y por otra parte desarrolló la diferenciación entre las tasas de interés nominales y
reales.
),( iyFM d
*)( PpriE
El enfoque del balance de efectivo de Cambridge.
Desde finales del siglo XIX se habían producido determinados esfuerzos por evitar la
inconsistencia entre el corto y el largo plazo que daba lugar a cierta imprecisión en las
ideas, ya que de otro modo los cambios de la producción observables a corto plazo
entrarían en contradicción con la teoría económica aplicable al largo plazo. En este sentido
Alfred Marshall jugó un papel importante en la formulación de la teoría cuantitativa para el
corto plazo. Para él, la ecuación del cambio era adecuada para el largo plazo, pero para el
corto plazo propuso el enfoque del balance de efectivo. Es así como desarrollar un análisis
microeconómico de las causas por las que se posee dinero y de la cantidad de estas
tenencias. Relacionó los saldos en efectivo mantenidos por los agentes con su ingreso,
riqueza y propiedad. Señaló que se mantenía por los mismos un saldos de efectivo que era
una fracción estable del valor nominal de una de estas magnitudes o de las tres.
Posteriormente planteo que la gente mantiene en efectivo un décimo de su ingreso anual y
la quincuagésima parte de su propiedad. Como efectivo entendía las monedas y billetes, no
los depósitos bancarios.
Marshall estableció una relación entre los motivos de tener dinero y la conveniencia y el
deseo de aprovechar los cambios esperados en los precios. Pensaba que el análisis del
saldos de efectivo era más adecuado para relacionar las fluctuaciones de los precios con los
cambios de la oferta monetaria a corto plazo. Marshall no formuló nunca la ecuación del
balance de efectivo en términos matemáticos, fueron sus alumnos de Cambridge quienes
formularon de varias maneras sus ideas, principalmente Pigou, Keynes y Robertson. Fue
precisamente este último quien desarrolló la ecuación de Cambridge que ha trascendido
hasta el presente:
M = k . P . y ( )
Donde (M) es la cantidad de dinero, (P) es el nivel de precios, (y) el ingreso nacional real y
(k) es una relación de proporción o fracción de los activos que se mantiene en dinero. Si (k)
es constante, se sigue que un cambio de (M) generará un cambio proporcional en (P) y (y).
La (k) de Cambridge es el recíproco de la velocidad de circulación del dinero (V), la cual
consta en la ecuación de Fisher como se vio anteriormente.
Los supuestos básicos detrás de la ecuación de Cambridge son: a) la oferta monetaria es
exógena; b) el sector privado demanda cierta cantidad de moneda estable, lo que hace que
la velocidad del dinero o no varía; y c) el ingreso real es constante pues la economía se
encuentra funcionando con pleno empleo. Si aumenta la oferta monetaria, ceteris paribus
dado que la economía se considera estacionaría, no hay progreso técnico ni crecimiento
demográfico, se supone la estabilidad de (k) e (y), por lo que los precios aumentan en la
misma proporción.
Esta ecuación ( ) puede verse como una reformulación de ( ) donde (k) es el recíproco de
(V), y (y) es sólo otro nombre de (T). Estas dos formulaciones se relacionan también en el
corto y el largo plazos en formas separadas. Por tanto, el mismo nivel de ingreso real puede
generar diferentes niveles de transacciones en dependencia de diversos factores como la
frecuencia de los pagos en salarios, la celebración de contratos, el grado de integración
vertical de la economía, etcétera. En general se ha trabajado muy poco para establecer
alguna corrección entre (y) y (T).
Según la versión de Cambridge, los individuos mantienen una fracción constante de sus
activos en forma de dinero para facilitar las compras inminentes. Si los individuos se
encuentran con el doble del dinero que necesitan como disponible inmediato, gastan el
exceso comprando bienes o activos. Este aumento del gasto hace que los precios se
dupliquen y de esta forma vuelve el valor de los saldos de caja a su nivel deseado. La
demanda de saldos reales se iguala con la nueva oferta de dinero mediante un ajuste del
nivel de precios. Nada cambia excepto el "valor" del dinero.
Para este enfoque, cuyo interés se centraba en los factores determinantes de la demanda de
dinero, el mismo no constituidas solamente un medio de cambio, sino también un activo
financiero, según la conducta de los agentes en los mercados monetarios, que quieran
conservar su saldos de caja.
De esta manera, se supone que el enfoque de Fisher no consideraba la cantidad de moneda
que los agentes económicos desean mantener, simplemente determinaba la cantidad de
moneda que se conserva en la economía, dado que se necesitaría moneda para efectuar
transacciones. Por su parte, el enfoque de Cambridge consideraría explícitamente los
deseos de los agentes, concentrando así el análisis en la elección individual. Aunque la
reformulación cuantitativista en la obra de los autores de Cambridge siguió un camino
distinto al de Fisher, comienza en una forma parecida y concluye con resultados similares.
Según el enfoque de Cambridge, la moneda es conservada por los servicios que ofrece.
Además de representar un poder de compra inmediatamente realizable, permite comparar
en condiciones favorables y prevenir contra contingencias en el futuro. Pero los otros
bienes que se pueden adquirir con la moneda también ofrecen servicios. El individuo ha de
evaluar los servicios proporcionados por los distintos bienes y los beneficios que ofrece el
dinero para decidir qué proporción de bienes y moneda desea. Es por esto que la cantidad
de moneda que un individuo decide conservar depende de los beneficios que ofrece retener
la moneda frente a los costos de oportunidad. También dependen de las expectativas que
tenga el individuo y de los recursos totales de las personas. Para cada situación de la
economía hay entonces alguna fracción del ingreso que se desearía conservar en forma
monetaria.
Para Friedman (1981: 21) la ecuación de los saldos en efectivo destaca las variables que
afectan a la utilidad del dinero como activo: los costos y rendimientos de la tenencia de
moneda en lugar de otros activos, la incertidumbre del futuro, etcétera. Es decir, lo
importante de la misma es que destaca la función que desempeña el dinero en efectivo en
una cartera. Friedman se apoyó en esta versión para construir la suya acerca de la demanda
monetaria como se verá posteriormente.
A pesar de que tanto la versión de Fisher como la de Cambridge se enmarcan dentro de las
hipótesis generales de comportamiento del modelo neoclásico, en donde los agentes son
racionales y competitivos y toman sus decisiones maximizando la utilidad y el beneficio en
condiciones de competencia perfecta y transparencia total, ambas no presentan solamente
diferentes formalizaciónes, sino también distintas direcciones. En el enfoque de Fisher se
asume una sola vertiente del mercado monetario, la oferta monetaria, desde una perspectiva
más macroeconómica. En la versión de Cambridge aparecen (M) y (k), por lo que se
considera los efectos de los cambios en las tasas de interés sobre los precios mediante su
impacto sobre la demanda dinero. Al enfocarse más hacia la cantidad de dinero que los
agentes desean tener en su cartera, su énfasis es más microeconómico.
La reformulación de Wicksell.
El desplazamiento del interés hacia el problema del mecanismo a través del cual los
cambios en la cantidad de dinero llegaban a influir en los precios en la manera que predecía
la teoría cuantitativa, trajo consigo el planteamiento natural de un problema que era
corolario del anterior: el problema de las condiciones monetarias apropiadas para garantizar
la neutralidad a corto plazo del dinero. Esta fase de la evolución de la teoría monetaria, que
dominó en todo el período inmediatamente anterior a la Teoría General de Keynes, puede
identificarse con la concentración de la teoría en el problema de las condiciones del
equilibrio monetario
El economista sueco Knut Wicksell en su reformulación de la teoría cuantitativa presentó el
efecto de los saldos en efectivo reales como un mecanismo equilibrador que asegura la
estabilidad cuando se producen perturbaciones monetarias. Para Wicksell un aumento de la
oferta monetaria, provoca un exceso de saldos en efectivo. Para contrarrestar esto, se
produce un aumento de la demanda de bienes y servicios, la que lógicamente, provocará un
crecimiento del nivel de los precios, hasta el nivel en que los saldos en efectivo se
consideran adecuados.
El paso decisivo de Wicksell en la teoría monetaria prekeynesiana fue el de pasar de un
concepto del dinero mercancía a un sistema de crédito puro, elaborando un mecanismo
según el cual los cambios en la cantidad de moneda influyan en las tasas de interés que, a
su vez, afectaban los flujos de inversión y de ahorro. Sin embargo, al igual que otros
autores cuantitativistas, Wicksell mantuvo la dicotomía entre teoría "real" y la "monetaria"
al tratar la oferta como un dato exógeno. Las condiciones wicksellianas de equilibrio
monetario se pueden resumir brevemente en los principios alternativos de la igualdad ex
ante entre el ahorro y la inversión, de la igualdad entre las tasas de interés nominales y las
reales, y de la estabilidad del nivel de precios.
Su punto de partida era la teoría cuantitativa del dinero, entendida bajo la proposición de
que en el largo plazo el nivel de precios tiende a ser proporcional a la cantidad de moneda.
Su objetivo era explicar como ambos, la cantidad de moneda y los precios se moverían de
un nivel de equilibrio a otro. Éste movimiento interequilibrios es su famoso proceso
acumulativo. Los desajustes en la tasa de interés fue la clave de la hipótesis de la
explicación. Para el, la tasa de interés de mercado denota el valor actual de la tasa real de
interés, mientras que la tasa natural de interés está referida al valor de equilibrio de la
misma variable.
Wicksell consideró a los cambios en la tasa de interés como el principal factor inmediato
causante de la inflación, y no a las variaciones en la oferta monetaria como postulaba el
enfoque cuantitativista ortodoxo. Proponía en este sentido, que en la explicación del nivel
general de precios de los bienes y servicios, el análisis debería recaer sobre la oferta y
demanda global de bienes y servicios, en lugar de la oferta y demanda de dinero, como lo
venía siendo el enfoque tradicional cuantitativista neoclásico. En consecuencia, señalaba
que el ingreso nacional se destina una parte a consumo y otra parte a ahorro. Por su parte, la
demanda global estaba constituida por la demanda de bienes de consumo y demanda de
bienes de inversión. De esta forma, el equilibrio se produciría cuando el ingreso o renta no
consumido, es decir, el ahorro se convierta en inversión gracias a la flexibilidad de la tasa
de interés.
Y = C + S ( )
D = C + I ( )
S = I ( )
En su estudio de la tasa de interés, Wicksell considera dos conceptos sobre la misma: tasa
de interés monetaria y tasa de interés real o natural. La primera es la establecida entre la
oferta y la demanda de créditos. Constituye el precio que pagan los prestatarios a las
entidades de crédito. La segunda sería el rendimiento del capital empleado en una situación
estática en donde la tecnología y los recursos se consideran constantes. Si la tasa de interés
monetaria es inferior a la real, se tiende al aumento de los precios ya que aumentaría la
demanda de créditos al incrementarse el rendimiento del capital utilizado con relación a su
coste. Como la medición de la tasa de interés real en un proceso dinámico presenta
problemas, dado que presupone la tecnología y los recursos constantes, Wicksell colocó en
su lugar el concepto de tasas de interés natural. Como se verá posteriormente, éste enfoque
será retomado por Friedman, reconociendo este su influencia para su análisis de la tasa
natural de desempleo.
La tasa de interés natural expresaría la igualdad de la oferta de ahorro como función
creciente de la tasa de interés y la demanda de inversión como función decreciente de la
misma, tal como se aparecía en el gráfico . En el mismo (rn) es la tasa de interés natural y
(rm) la tasa de interés monetaria.
Cuando las tasas natural y monetaria coinciden, se produce el equilibrio en la economía,
pero cuando la tasa de interés monetaria está por debajo de la natural producto de un
incremento en la oferta monetaria que disminuye el coste de los préstamos bancarios para
eliminar dicho exceso, se producen dos efectos: uno es la tendencia a disminuir el ahorro
planeado al caer la tasa de interés, aumentando la demanda de bienes de consumo; y por
otra parte, aumentan las oportunidades de beneficio de los empresarios al no producirse
cambios en la tasa de interés natural, por lo que aumenta la demanda de préstamos para
inversiones planeadas.
Dado que Wicksell dentro de la aceptación del marco neoclásico, presupone el pleno
empleo, con la no utilización de recursos para la inversión aumentaría los precios y así se
recuperaría la equivalencia entre las tasas de interés monetaria y natural. Se produce así una
inflación de demanda a partir del exceso de demanda de inversión sobre la oferta de ahorro.
Como se aprecia, a pesar de la propuesta wickselliana de un diferente mecanismo en donde
la oferta monetaria no actúa de forma directa sobre el nivel de precios, sino indirectamente
a través de la tasa de interés, no obstante se mantienen los presupuestos cuantitativistas
básicos, al proponer como causa fundamental de los cambios en las tasas de interés a la
oferta monetaria. Estos cambios en las tasas de interés, impactan sobre las decisiones de
ahorro e inversión, y dado el carácter constante de la oferta en condiciones de pleno
empleo, estas decisiones son la causa inmediata de la inflación. Esta al final del proceso
influiría de nuevo sobre la tasa de interés monetaria y se produciría una vuelta al equilibrio
inicial.
r
rn
rm
S=I I,S
I
S
rm = rn
I = S } ΔM→rm(rm ‹ rn)→ { ∆I
S→∆C } → ∆D → ∆P- ∆rm (Ỹ)
Tanto Fisher como Wicksell estaban conscientes del mecanismo equilibrador de la teoría
cuantitativa, mediante el cual actúa un aumento de la cantidad de dinero sobre los precios,
de forma que implica la identidad de Say. Ambos consideraban la distinción fundamental
existente entre los saldos monetarios activos y pasivos, entre el dinero como medio de
cambio y el dinero como un almacén de valor. Si bien para la economía política clásica
británica, el énfasis se concentró en las implicaciones a largo plazo de la teoría cuantitativa,
con la teoría neoclásica la característica más notable fue la insistencia en los problemas a
corto plazo ( Blaug, 1985: 757).
Cuestionamientos convencionales a la ortodoxia cuantitativista.
Durante más de 100 años el enfoque cuantitativista del dinero había gozado de un
reconocimiento absoluto, la formulación fisheriana en términos algebraicos de 1911 parecía
constituir el remate exitoso de toda una tradición clásico-neoclásica en materia monetaria.
A pesar de las contrastantes teorías del valor sustentadas por Ricardo y Walras, ambos
creían en la capacidad del mecanismo de mercado para obtener resultados de equilibrio en
los diferentes sectores de la economía. Se suponía que mediante la flexibilidad del
mecanismo de precios y la movilidad perfecta de los recursos, sin ninguna intervención
estatal, se lograría automáticamente el equilibrio del mercado. Además, tanto del
pensamiento clásico como el neoclásico compartían la supuesta dicotomía entre el sector
real y el monetario. La teoría cuantitativa del dinero sólo fijaría el nivel absoluto de los
precios materializando dicha dicotomía.
A principios de la década de 1930 existía una significativa actividad científica en el terreno
de la teoría monetaria ( Desai, 1989: 66). Las obras de Robertson, Keynes, Hayek, Myrdal
y otros autores habían comenzado a integrar la teoría monetaria de los precios y la teoría de
la producción. La integración del dinero, la producción y los precios en un marco teórico
dinámico era el objetivo declarado de Keynes, Hayek y Myrdal. El marco teórico de la
teoría cuantitativa del dinero, en las versiones Fisher-Marshall, se vio superado, si no
rechazado.
La literatura historiográfica ha afirmado repetidamente que fue la revolución keynesiana, o
sea, la publicación de "The General Theory of Employment, Interest and Money" y su éxito
en convencer a la mayoría de la comunidad de economistas, de una nueva concepción del
ingreso y el empleo, lo que provocó la caída de la teoría cuantitativista. Sin embargo, la
teoría cuantitativa del dinero estaba declinando antes de la revolución keynesiana pues ya
se había evidenciado que era teóricamente inadecuada y mecánica o simplista como marco
para la comprensión del papel del dinero en la economía. Tanto en Keynes, como en
Myrdal y Hayek, se dan los primeros intentos hacia la construcción de una teoría monetaria
más compleja que la herencia de la teoría cuantitativa del siglo XIX. Una teoría monetaria
que estuviera vinculada a los problemas de la producción y la acumulación en un ambiente
de incertidumbre.
Con el amenazante entorno de una severa deflación, que para Europa ocurrió en el período
de 1924-1938 y para los Estados Unidos en el de 1929-1938, se intensificó la búsqueda de
explicaciones alternativas. Hayek con "Prices and Production", Myrdal con "Monetary
Equilibrium", y antes que todos, Robertson con "Banking Policy and the Price Level", y por
supuesto Keynes con "The Treatise on Money". Todos exploraron superiores marcos
teóricos para la explicación del bajo nivel de la actividad económica europea. Sus estudios
marcaban las conexiones entre el dinero, el ahorro y la inversión bajo el denominador
común del rechazo a la teoría cuantitativa del dinero en cualquiera de sus variantes, la
fisheriana o la marshalliana. Tanto Hayek, Myrdal como Keynes estudiaron el papel del
dinero con relación a la producción y la acumulación, considerando las causas de la
fluctuaciones cíclicas en los cambios ocurridos en la confianza empresarial y en las
condiciones monetarias.
Para Myrdal la teoría monetaria neoclásica estaba construida con conceptos apropiados
para una economía de trueque estacionaria, por lo que trató de conformar un enfoque
teórico para una economía monetaria donde las magnitudes ex ante difirieran de las
magnitudes ex post, y donde las expectativas fuesen una influencia fundamental sobre la
inversión.
Aunque Myrdal logró avanzar en la construcción de una teoría monetaria fuera de los
lineamientos neoclásicos, su libro tuvo muy poco efecto sobre el trabajo posterior. En
cambio Hayek representa un caso muy interesante, pues a pesar de que se le ha considerado
como uno de los grandes defensores del neoliberalismo monetarista, resulta paradójico
advertir que es muy categórico en su crítica a la teoría cuantitativa del dinero. En su libro
critica los esfuerzos de Fisher por formalizar la teoría cuantitativa, negando además que
categorías tales como la cantidad total de dinero, el nivel general de todos los precios y la
cantidad total de la producción tengan alguna influencia sobre las decisiones de los
individuos. Tal como lo señala Desai (1989: 65), en cierto sentido está diciendo, en
términos modernos, que la teoría cuantitativa es una visión macroeconómica sin ningún
fundamento microeconómico.
Para Hayek la teoría cuantitativa es sólo una rudimentaria etapa inicial de la teoría
monetaria. El desarrollo de la teoría monetaria no va precisamente dentro de sus limitados
recursos analíticos, sino cuando la teoría ha tratado de encontrar el mecanismo más
complejo por el cual se relaciona el dinero con las diversas categorías de la actividad
económica. Hayek desarrolló el argumento de que no es la oferta de crédito como tal, sino
su distribución entre los productores de bienes de capital y los productores de bienes de
consumo, lo que provoca lo que en términos de Marx sería una falta de proporción entre los
dos sectores de la economía. Lo decisivo según él, es el efecto del dinero sobre la estructura
de la producción, en particular el alargamiento del período de producción, lo que puede
explicar la inflación de los precios de los bienes de consumo, el retraso existente entre los
salarios monetarios y los precios cuando se inicia el ciclo del crédito, y el desplome final
del auge causado por la expansión del crédito.
Según Hayek el sistema walrasiano era incapaz de explicar el continuo desempleo. Según él
mismo, en un marco de salarios y precios flexibles, se supone que los mercados se vacían y
se reestablecería el equilibrio en el caso de que alguna causa exógena lo perturbara. Hayek
identificó la incapacidad del sistema walrasiano para lograr una explicación de los ciclos
económicos dada la ausencia del dinero dentro del modelo de Walras. Éste modelo
conforma una economía de trueque en donde los precios relativos determinan en el
resultado de equilibrio. El dinero no desempeña ningún papel esencial y no puede hacerlo
ya que dado que la incertidumbre está completamente ausente del modelo, pueden ser
previstos todos los ingresos y todos los pagos sin necesidad de que alguien mantenga saldos
monetarios.
Keynes: del "Tract" al "Treatise".
Sin lugar a dudas habría que establecer criterios diferenciadores en lo referido a las ideas de
Keynes en materia monetaria, en tanto las mismas sufrieron significativas modificaciones.
Hay un Keynes netamente cuantitativista en su "Tract on Money Reform" (1923), que a su
vez evoluciona "wicksellianamente" en "A Treatise on Money" (1930), en donde se
distancia del tratamiento ortodoxo de la teoría cuantitativa. Finalmente habría que marcar la
diferencia de ambas etapas anteriores con el Keynes de la "Teoría General" de 1936.
En él "Tract" Keynes comulga con el tratamiento ortodoxo del dinero como neutral a largo
plazo y facilitador del cambio de bienes transables, el mismo posibilita la expresión
nominal de las variables económicas reales. Para él, a partir de las características del
sistema capitalista, la inestabilidad en el valor del dinero afecta tanto al ahorro como a la
inversión, por lo que el gobierno debe de implementar una política monetaria estabilizadora
que evite cualquier proceso inflacionario. La inflación tendría su causas por los cambios en
la oferta monetaria, especialmente mediante la expansión del crédito. Es por esto que
recomienda una activa política monetaria aplicada discrecionalmente con el objetivo de
afectar la tasa de interés bancaria y así estabilizar el valor del dinero, mediante el control de
la oferta monetaria y el coeficiente de activos líquidos mínimos que deben de mantener los
bancos.
"A Treatise on Money" constituía la obra más relevante de Keynes sólo eclipsada años más
tarde por la "Teoría General". Se puede concebir como la etapa de transición entre él
"Tract" de 1923 y la "Teoría General" de 1936. En esta obra Keynes desarrolló un análisis
monetario que de alguna manera reflejaba la insatisfacción con la versión cuantitativista de
Marshall. En la misma profundizó en la distinción realizada por Robertson entre el nivel de
precios considerado en la ecuación del saldo de efectivo de Cambridge y el nivel de precios
implicado en la ecuación del cambio de Fisher. Al Marshall destacar las raíces conductistas
de la tenencia de dinero, se produce cierta insatisfacción con el mito de un solo consumidor
cuyo supuesto comportamiento se reflejaba en (k). Se había planteado que los
consumidores y los empresarios capitalistas tenían motivaciones diferentes para mantener
los saldos monetarios, lo que implicaría una (k) diferente. En él "Treatise" Keynes
desarrolló esta diferenciación de los saldos monetarios por tipo de poseedor de dinero.
Para el Keynes del "Treatise", el dinero no se guarda por sí mismo, sino para comprar
bienes. Así, le da el nombre del poder de compra del dinero para esta medida a la que
también denomina el patrón de consumo (Pc). Una medida alternativa se refiere a lo que
denomina el poder de trabajo del dinero según el patrón de ingresos (Pi). Según Keynes, ni
el nivel de precios de la ecuación de Marshall ni el nivel de precios de la ecuación de Fisher
miden el patrón del consumo y el patrón del trabajo. Keynes menciona al respecto el patrón
del saldo en efectivo y el patrón de las transacciones en efectivo.
Según Keynes estas diferencias entre distintas medidas de los precios significan que la
relación que existe entre el dinero y la inflación no es simple ni siquiera a un alto nivel de
agregación. Si los salarios monetarios aumentan más rápidamente que la productividad,
implica una disminución en el poder laboral del dinero (un aumento del Pt) o sea, lo que
Keynes llama la inflación del ingreso. El aumento de los precios de los bienes de consumo
constituye para Keynes la inflación de los bienes, o la inflación a secas. Keynes llama
inflación de capital al aumento de los precios de los bienes de capital que de inmediato no
preocupa a los consumidores, pero es importante para la distribución del ingreso.
Al establecer estas distinciones se observa el punto en que la inflación no afecta a todos los
bienes y a todos los individuos por igual, como parece desprenderse de las versiones
cuantitativistas de Fisher y de Marshall. Para Keynes, la inflación tiene implicaciones
distributivas, y aunque el dinero fuese la única causa de la inflación, se necesita saber quién
es el receptor del dinero adicional para saber cuáles precios se elevarán primero y cómo se
verán afectados.
El establecimiento de las identidades o ecuaciónes que vinculan la rotación del dinero con
la rotación de los bienes y servicios que se cambian por dinero, no agota para Keynes el
interés científico de la teoría monetaria. Según él, la verdadera tarea de tal teoría es la de
tratar el problema en términos dinámicos, considerando los diferentes elementos que
intervienen de manera tal que se descubra el proceso causal por el cual se determina el nivel
de precios y el método de transición de una posición de equilibrio a otra. La dificultad que
él encontraba, ya desde que escribió su "Treatise", consistía en las limitaciones analíticas de
la teoría cuantitativa del dinero. Esta servía para establecer las identidades que pueden
formularse conectando diferentes factores monetarios, pero sin capacidad de separar e
identificar los factores a través de los cuales opera el proceso causal monetario durante un
período de cambio.
Cuando Keynes escribe él "Treatise" no se sentía marginado de la tradición cuantitativista.
Por el contrario, intentaba enriquecer la tradición de Cambridge. No obstante, llega a la
idea revolucionaria de que la ecuación del balance en efectivo y la ecuación del cambio son
inútiles para el análisis del efecto del dinero sobre los precios fuera del equilibrio. Sólo son
apropiadas bajo la condición de equilibrio, es decir, cuando existe pleno empleo en la
utilización de los factores productivos, la igualdad en el ahorro e inversión, y el público no
espera que suban ni bajen los precios de los valores.
Una representación del modelo contenido en él "Treatise" (Fernández et al, 2003: 40-41)
consistiría en el siguiente sistema de ecuaciónes.
Y = E + B ( )
O = C + K ( )
S = E + PC ( )
I = P´+ K ( )
( )
En donde (Y) es el ingreso o renta nacional; (E) la remuneración de los factores de
producción; (B) los beneficios imprevistos o extraordinarios; (O) la producción global; (C)
los bienes de consumo; (K) los bienes de capital; (S) el ahorro; (P) el índice de precios de
los bienes de consumo; (PC) los gastos de consumo; (I) la inversión; (P´) el índice de
precios de los bienes inversión; (P´K´) el gasto en bienes inversión y ( ) el nivel general de
precios.
Si se despeja el valor de (PC) en la ecuación ( ) y se sustituye en la ecuación ( ), y se hace
lo mismo con (P´ K) en la ( ), se tiene
( )
Lo que es lo mismo a
( )
De esta manera los cambios de los precios se deben, por una parte, a un aumento de la
remuneración de los factores por encima de la producción efectuada (E / O), lo que
significaría una inflación de costes, o por otra parte, a la discrepancia entre el ahorro e
inversión en relación con la producción generada (I – S/ O), lo que sería una inflación de
demanda.
En él "Treatise" el enfoque keynesiano sobre las fluctuaciones de los niveles de precio son
sumarizados por Carlo Panico (1998: 113-114) en tres proposiciones:
1) La inestabilidad de las decisiones de inversión constituye la base de la fluctuaciones
económicas.
2) La ocurrencia de estas fluctuaciones no requieren necesariamente de ninguna activa
operación del sistema bancario.
3) El sistema bancario tiene la capacidad de controlar estas fluctuaciones a través de su
poder para afectar la tasa de interés, aunque de manera limitada por la situación monetaria
internacional.
Las fluctuaciones en los niveles de precios obedecen principalmente a cambios en los
precios de demanda de los bienes de consumo. Keynes destaca el rol jugado por la
O
KPPC '
O
ISE
O
SI
O
E
incertidumbre, el riesgo y las expectativas sobre la alta inestabilidad de las decisiones sobre
la inversión.
Cómo se podrá apreciar, aunque no de manera directa, sino mediante su efecto sobre la tasa
de interés a través de las decisiones de la ahorro e inversión, Keynes sigue planteando que
en última instancia, es el incremento de la oferta monetaria lo que produce la inflación,
aunque eso sí, a través de un mecanismo más complejo. El aumento de la oferta monetaria
de manera indirecta actúa sobre los precios de la ecuación ( ) al emplearse en el pago de
una mayor remuneración de los factores de producción, es decir, un aumento de ( E / O). A
su vez, aumentarían las reservas bancarias por lo que disminuiría la tasa de interés de
mercado, concediéndose más préstamos. La tasa de interés de mercado quedaría por debajo
de la tasa natural y así (I – S)> 0, produciendo una efecto adicional sobre los precios.
Queda evidenciado la aceptación del enfoque de Wicksell en cuanto a la tasa de interés de
mercado y la natural. Ésta última responde al sector real de la economía a través de la
igualdad entre el ahorro e inversión, dependerá del comportamiento del sistema bancario en
cuanto a su falta de créditos y al comportamiento de la demanda de recursos financieros de
los agentes económicos.
Es de destacar que a diferencia del enfoque cuantitativista que considera a la oferta
monetaria una variable exógena, Keynes postula la endogeneidad de la misma. Para él la
emisión monetaria estaría en función de la actividad económica, brindando a los
empresarios la satisfacción de las peticiones emanadas por el sector real de la economía.
Para Keynes entonces, el objetivo de la política monetaria sería alcanzar la igualdad entre el
ahorro que le inversión, estabilizando el nivel general de los precios, y de esta forma, ( I – S
/ O) sería 0.
El periodo que va del "Treatise on Money" hasta la "General Theory" refleja un
significativo cambio en la actitud de Keynes hacia el enfoque tradicional neoclásico de la
teoría del dinero y sus vínculos con la teoría del sector real. En el mismo Keynes desarrolló
una actitud crítica hacia esta teoría e intentó revertir la tradicional relación causal entre las
variables monetarias y reales, estableciendo el análisis teórico acerca del impacto de los
factores monetarios sobre el nivel del output y la distribución del ingreso a través de la
determinación de la tasa de interés (Panico, 1998: 102).
Carlo Panico (1998: 107-111) puntualiza sobre las limitaciones del análisis keynesiano
contentivo de la crítica a la teoría marginalista del valor y la distribución, lo que significó
un indiscutible debilitamiento de su posición. En su "Treatise", las variables monetarias y
reales continúan tratadas de la misma manera que en la aproximación tradicional
marginalista. A su vez, los aspectos principales referidos al análisis de la inversión y de la
preferencia por la liquidez, presentados en la "Teoría General," fueron introducidos ya en él
"Treatise". Por último, la observación de los acontecimientos económicos asociados a la
crisis que comenzó en 1929, cambiaron en Keynes su punto de vista acerca de la relación
entre la variables monetarias y reales. Sin embargo, del estudio del "Treatise" deriva la
conclusión de que a este nivel del desarrollo de su pensamiento económico, Keynes aún
permanece dentro de la sombra neoclásica, en donde las tasas reales de beneficios están
determinadas sobre la base de la demanda sobre la oferta de los factores de producción. Las
tasas de equilibrio real de los beneficios están determinadas simultáneamente con el nivel
de output de la economía, el cual se encuentra a nivel de pleno empleo, en donde en
condiciones de equilibrio, la demanda de cada factor es equivalente a su oferta.
Keynes: la "General Theory".
El período que va del "Treatise" a la Teoría General se caracteriza por una intensiva
búsqueda de una nueva estructura de análisis y por significativos cambios de punto de vista
acerca del enfoque neoclásico ortodoxo. El área de mayor reconsideración con respecto al
enfoque neoclásico fue la relación entre la teoría monetaria y la teoría del valor,
distribución y producción, es decir, entre las variables monetarias y reales.
Siguiendo a Panico, a partir de 1932, en plena crisis, Keynes comenzó un abandono gradual
de la teoría neoclásica, negando la existencia de un mecanismo de ajuste en el mercado del
cual emane una tendencia de largo plazo hacia el pleno empleo. Así, durante los años
previos a la publicación de la "Teoría General", Keynes elaboró una nueva aproximación
teórica teniendo como punto analítico central al principio de la demanda efectiva. Esta
teorización consistió en una nueva aproximación hacia los problemas monetarios, lo cual
implicó el abandono de la idea de una tasa "natural" de interés y de una política monetaria
neutral de aquí se derivó la necesidad de un nuevo tratamiento de la tasa de interés como
expresión de la preferencia por la liquidez. Este enfoque priorizó el papel jugado por la
política de las autoridades monetarias y el análisis de la demanda monetaria.
Con la "Teoría General", Keynes cuestiona a la Ley de Say y por tanto, la tendencia
automática del sistema al equilibrio con pleno empleo como sustento teórico del enfoque
neoclásico de la teoría cuantitativa del dinero. Además, en su análisis de la demanda
monetaria, incluye el motivo especulación, destacando el papel del dinero no sólo como
medio de pago sino también como forma de mantener la riqueza, como activo financiero.
De esta manera convierte a la tasa de interés en una variable fundamental que, a contrapelo
de la visión dicotonómica cuantitativista, establece el enlace entre el sector monetario y el
sector real del economía. Es decir, propone la sensibilidad de la demanda de dinero a la tasa
de interés. Además, como se verá a continuación, señala que a niveles bajos la tasa de
interés sería perfectamente elástica. El análisis de la tasa de interés como precio del dinero,
y particularmente, su propuesta acerca de un motivo especulativo para demandarlo, se basó
en la existencia de una diferencia entre el nivel normal y el nivel corriente actual de la tasa
de interés.
Keynes rechaza la concepción neoclásica acerca de la neutralidad del dinero, con sus
implicaciones sobre la estabilidad de la demanda monetaria y la flexibilidad de los precios,
sobretodo con relación a la tasa de interés y al salario. De hecho, se trata del
cuestionamiento de la proposición neoclásica acerca del estabilidad de la economía
capitalista y del equilibrio con pleno empleo.
Específicamente dentro de su teoría monetaria, el estudio de la demanda de dinero realizada
por Keynes en su "Teoría General", ha sido suficientemente explicitado por la literatura
especializada por lo que no será necesario abundar sobre el particular. Como se conoce,
Keynes distingue tres motivos por los que la comunidad demandaría dinero: motivo
transacciones, motivo precaución y motivo especulación. Como ya se señaló previamente al
reseñar el enfoque de Cambridge, los motivos transacción y precaución fueron
considerados por la reformulación cuantitativista neoclásica. Los agentes particulares y las
empresas demandarían dinero para cubrir los desfases entre ingresos y gastos y así facilitar
la cantidad de transacciones a efectuar. Al mismo tiempo, la desconfianza ante las
contingencias imprevistas, así como las oportunidades de compras ventajosas, demandan
una protección en términos de una disponibilidad de liquidez capaz de proporcionar cierto
nivel de seguridad ante un contexto de incertidumbre en el mercado.
Para Keynes, la cantidad de depósitos para satisfacer los motivos transacción y precaución
(sea L1) es, como primera aproximación, independiente de la cantidad retenida para
satisfacer el motivo especulación (sea L2). La primera depende sobretodo del nivel de
ingreso monetario, la segunda es a su vez función de la tasa de interés o de las expectativas
que conciernen a la tasa futura. Si en un momento todos los agentes económicos no retienen
en el mismo tiempo los depósitos sujetos a especulación, es porque sus previsiones respecto
a la tasa futura de interés son diferentes. La demanda total de moneda (M) puede entonces
expresarse así:
M = L1 (Y) + L2 (i) ( )
En L1, (Y) es el ingreso nominal. L2 es una función decreciente de (r), y su valor es variable
en la medida de que las expectativas del público, con relación a las tasas futuras de interés
se modifiquen. Keynes sugiere la posibilidad de que la tasa de interés caiga aún nivel donde
la preferencia por la liquidez es absoluta. Entonces, quien sea prefiere retener depósitos en
lugar de recurrir a activos financieros cuyo rendimiento se vuelve casi nulo.
Sin duda, el motivo especulación constituye una innovación con respecto a las
reformulaciones cuantitativistas neoclásicas. Keynes compara la tenencia de dinero con la
tenencia de un único activo, los bonos del tesoro, que son títulos de renta fija y con una tasa
de interés nominal dada. Al existir incertidumbre sobre la cotización futura de los bonos,
cuyo precio es inverso a la tasa de interés efectiva esto hace que los agentes deseen dinero
en forma líquida para especular. Keynes planteaba la existencia de una tasa de interés
considerada normal a largo plazo por los inversores. Si la tasa de interés actual era superior
a la normal, se esperaba que bajase, y viceversa. Por tanto, mientras más baja fuese la tasa
de interés, más se supondría que subiese en el futuro y mayor sería la demanda monetaria.
Es por esto, que la demanda monetaria por motivo especulación podría expresarse como
una función inversa de la tasa de interés actual.
( )
Cuanto más bajas sean las tasas de interés mayor la probabilidad de un alza de las mismas,
por lo que aumentaría la demanda de dinero por especulación. La curva que relaciona dicha
demanda con la tasa de interés, la denominada función de preferencia por la liquidez, será
infinitamente elástica. Entonces, todo aumento de la cantidad de dinero implicará un
aumento de la demanda del mismo, pero sin provocar más descenso en la tasa de interés.
)(1)( rLMdr
Aquí se produce la denominada "trampa de la liquidez" keynesiana. En la misma, todo
aumento monetario no producirá variaciones en la renta monetaria.
La trampa de la liquidez, tal como se aprecia en el gráfico ( ), es aquel nivel mínimo de la
tasa de interés correspondiente con el inicio de una preferencia por la liquidez totalmente
elástica, de forma que todo aumento adicional de la oferta monetaria no producirá ningún
tipo de impacto expansivo al no bajar más la tasa de interés.
A diferencia del desglose wickselliano entre la tasa de interés natural y monetaria realizado
en su "Treatise", en la "Teoría General" sólo contempla una tasa de interés como precio del
dinero, resultado de la confluencia entre la oferta y la demanda monetaria a la que
denominó preferencia por la liquidez. Esta concepción de la tasa de interés como un
fenómeno monetario, contrasta con el enfoque neoclásico preponderante en su época, que la
consideraba como "premio" por la abstención del consumo. Para Keynes la tasa de interés
es el "precio del dinero". Al producirse cambios entre la oferta y la demanda monetaria,
arranca un proceso de ajuste que produce cambios en las variables reales por su efecto
sobre la inversión, que como componente de la demanda efectiva, actúa sobre el ingreso y
el nivel de empleo. Por tanto la tasa de interés condiciona la inversión, que a su vez, por el
efecto multiplicador y por ser un componente de la demanda global, influencia sobre la
demanda efectiva y por ende, sobre la producción y el ingreso. Resultando que las
autoridades al hacer variar la masa monetaria, tienen la posibilidad por medio de la tasa de
interés, de estimular el producto final o ingreso. La moneda entonces no es neutral como en
la teoría cuantitativa ortodoxa.
Para Keynes es la tasa de interés a largo plazo la que verdaderamente ejerce una mayor
influencia sobre la inversión. El control sobre la misma presenta dificultades significativas
que limitan el impacto efectivo de la política monetaria: en primer lugar se hace muy difícil
una quiebra de la estabilidad de la tasa de interés a largo plazo como consecuencia de
i
i0
i1
M
M S 1 M S 0
M d
cambios en la preferencia por la liquidez, ya que una reducción drástica en la tasa de interés
provoca en los agentes que prefieran mantener liquidez en vez de poseer otros activos. La
autoridad monetaria ve limitada su capacidad de controlar efectivamente esta variable. Es la
situación que refleja la trampa de la liquidez. En segundo lugar, la actividad controladora
de los bancos centrales, que en su época, una buena parte eran de propiedad privada y por
tanto, priorizaban la obtención de beneficios, era muy limitada. Los mismos no se
caracterizaban precisamente por realizar operaciones significativas de compraventa de
títulos con vencimiento a largo plazo para alterar las tasas a largo plazo que podrían
implicarles significativas pérdidas de capital.
A pesar de estas dificultades, Keynes consideraba que una firme política monetaria podría
ejercer su efecto sobre los agentes económicos y lograr reducir la tasa de interés a largo
plazo, por lo que concebía una importante capacidad instrumental a la misma, al lograr
niveles que estimularían una cuantía óptima de la inversión privada.
Keynes tiene la intención de determinar la tasa de interés "promedio" sobre la base de
consideraciones esencialmente monetarias. Esta tasa promedio dependería de lo que la
"opinión común" prevaleciente en el mercado mantiene como expectativa. Según Panico
(1998: 128-129) dentro del análisis keynesiano sobre la tasa de interés se pueden apreciar
dos pasos. El primero deriva de la estructura del mercado de dinero y los diferentes
componentes de la oferta y la demanda de dinero. El segundo paso por su parte, tiene que
ver con los factores que afectan la opinión común acerca de su futuro valor.
La descripción de la estructura del mercado de dinero conlleva a la concepción de que la
oferta monetaria está regulada directamente por la autoridad monetaria. La preferencia por
la liquidez está contenida dentro del análisis de los diferentes componentes de la demanda
de dinero y las causas de sus variaciones. Al igual que en él "Treatise", el análisis de la
preferencia de la liquidez juega un papel básico en la determinación de la tasa de interés de
mercado y en la explicación de cómo suceden los cambios en el mercado de dinero. Según
Keynes, la demanda de dinero para la especulación, la cual es fundamental como causantes
de los cambios en el mercado de la tasa de interés dada su alta variabilidad, no tendrá una
definida relación cuantitativa como una tasa de interés dada. Lo que importa no es el nivel
absoluto de la misma sino el grado de su divergencia de lo que se considera como un nivel
"seguro" de interés. Para Keynes es muy importante la alta inestabilidad de la demanda
monetaria por los motivos especulación y precaución.
El segundo paso contenido en la "Teoría General" en cuanto al análisis de la tasa de interés,
está relacionado con los factores que afectan la "opinión común" y la tasa de interés
"segura". La tasa de interés no solamente depende de la política corriente de la autoridad
monetaria, sino también de las expectativas del mercado con vistas a la política futura a
seguir. Según Keynes, cuando el público siente que la política monetaria corriente no puede
ser sostenida y requiere ser cambiada para el futuro, esta política no puede determinar la
tasa de interés promedio, al no ser que esta política logre manipular el cambio de la opinión
pública.
Keynes no se limitó a considerar solamente las expectativas derivadas del movimiento de
los precios de los bonos, sino que contempló las expectativas económicas generales,
fundamentalmente en situaciones de crisis, las cuales incidirían sobre un aumento de la
preferencia por la liquidez y de ahí que aumente la demanda monetaria por el motivo
especulación.
Es decir, en situación de crisis, con una alta preferencia por la liquidez y por tanto, alta tasa
de interés, una política monetaria expansiva sería incapaz pues no produciría una
disminución de la tasa de interés que estimularía a la inversión real, sino que por el
contrario, incidirían en un aumento en la retención monetaria por parte de la comunidad.
Si lugar a dudas Keynes rompe con importantes axiomas neoclásicos que cumplían la
función de supuestos básicos de la reformulación cuantitativista. En primer lugar, con el
supuesto de pleno empleo, por lo que un aumento de la oferta monetaria no sólo implicaría
un aumento del nivel general de precios, sino también, provocaría un aumento sobre
variables reales vía tasa de interés, como la inversión, componente de la demanda efectiva y
por tanto, el nivel del producto real y del empleo.
Por otra parte, Keynes consideraba que la velocidad de circulación del dinero (V), dependía
de factores como el carácter de la organización bancaria e industrial, los hábitos sociales en
el uso de cheques o acceso al crédito, la distribución de la renta entre los distintos grupos
socioeconómicos, el coste de mantener efectivo y el nivel de producción o de renta. Estos
factores influenciaban de manera de imposibilitar la constancia a corto plazo de la
velocidad de circulación del dinero.
Según Friedman, Keynes le asesta dos golpes mortales a la teoría cuantitativa. En primer
lugar, afirma que la velocidad es inestable en respuesta a la variaciones experimentadas en
el dinero. En segundo lugar, acepta situaciones en la que la demanda dinero por motivo
especulación se vuelve totalmente elástica a los cambios en la cantidad de dinero, de modo
que éstos son absorbidos casi por completo en los saldos especulativos
∆M
∆P
r ∆I ∆DE ∆Y ∆L
Capítulo 7. La reformulación cuantitativista monetarista.
Introducción.
Parece ser que el término "monetarismo" fue acuñado originalmente por Karl Brunner al
referirse a la existencia de una contrarrevolución sobre la teoría y la política económica
keynesiana. Se trató de un movimiento académico surgido a finales de la década de 1940 en
la Facultad de Economía de la Universidad de Chicago, en donde existía un baluarte
antikeynesiano solidificado a través de una "tradición oral" propia en la enseñanza de la
economía. Esta tradición oral de Chicago tuvo durante los años veinte y treinta del siglo
pasado a la trilogía de Frank H. Knight, Jacob Viner y Henry Simons como sus más
importantes portavoces, trilogía que sería sustituida en los años cincuenta por la formada
por Milton Friedman, George Stigler y Allen Wallis.
Sin lugar a dudas, Milton Friedman, quien se reconoce heredero de dicha tradición, es
quien encabeza el liderazgo de este enfoque en las décadas de los cincuenta, los sesenta y
los setenta, junto a A. Schwartz, D. Meiselman, H. Johnson, R. Mundell, A. Meltzer, K.
Brunner, D. Laidler, E. Phelps y otros.
El origen de las ideas monetaristas responde a la evolución de la teoría cuantitativa del
dinero, considerada en el capítulo anterior. El monetarismo no constituye un enfoque
monolítico de ideas compartidas por todos sus representantes, por el contrario, dentro del
mismo existen diversas corrientes dentro de las cuales la encabezada por Friedman,
asociada a Chicago, es la de mayor trascendencia e impacto a nivel internacional, pero de
ninguna manera monopoliza un enfoque sometido a diversas interpretaciones que han
originado distintos "monetarismos".
El monetarismo es un concepto proteico (Félix, 1984: 11). Aún cuando se supone que se
debiera aplicar de manera universal a todas las economías capitalistas, sus formas
específicas de construcción teórica y del contenido de su paquete de políticas, cambian con
el tiempo y lugar de aplicación. Su flexibilidad proteica refleja reinterpretaciones de
algunos de sus principios básicos para responder por fallos en su aplicación y por
circunstancias institucionales cambiantes. La renuencia para descartar sus dogmas básicos
está basada en sus predilecciones ideológicas neoliberales. Sobre pasan de esta manera su
expresa proyección de constituir una teoría sobre la inflación, puede y debe ser
comprendida entonces, como un intento de restablecimiento de un "intraparadigma"
macroeconómico alternativo al keynesiano.
La primera etapa del desarrollo del monetarismo se centró en la redefinición de la teoría
cuantitativa del dinero a partir fundamentalmente, del enfoque de Milton Friedman, quien
desde 1946 era profesor de economía en la Universidad de Chicago hasta su jubilación en
1977, a partir de entonces, fue jefe de investigaciones asociado de la Hoover Institution.
Contrariamente al punto de vista de los primeros neokeynesianos, Friedman sostenían que
la demanda de dinero era estable. En contra del argumento de la trampa de la liquidez,
Friedman sostuvo que la elasticidad interés de la demanda dinero no era infinita, sino más
bien escasa. La cantidad de dinero sería entonces la principal influencia sobre el nivel de la
actividad económica. Para comprender el alcance de esta posición monetarista, se debe
partir de la conceptualización acerca del papel del dinero por parte de la Síntesis
Neoclásica-keynesiana.
Durante los primeros años de la posguerra ( 1945-1950), muchos de los primeros teóricos
neokeynesianos subestimaban la importancia del dinero y la efectividad de la política
monetaria como herramienta de estabilización, sobre la base de criterios empíricos sobre las
pendientes de las curvas IS-LM, que como se conoce, son importantes para la
determinación de la eficacia relativa de la política monetaria y fiscal. Bajo la influencia de
la experiencia de la crisis de 1929-1933, sostenían que la función LM era bastante plana y
que la función IS era bastante inclinada, configuración que caracterizaría las condiciones de
la crisis de los años treinta. La misma manifestó bajos niveles de ingreso y de tasas de
interés. Con una baja tasa de interés, la elasticidad de la demanda dinero sería alta,
asemejándose a la situación keynesiana de la trampa de la liquidez, en donde la curva LM
se vuelve plana. Por otra parte, se creía que en condiciones de depresión, la inversión sería
relativamente inelástica, conformando una curva IS muy inclinada. Durante la crisis la tasa
de utilización de la planta y del equipo existente fue muy baja. Con tal excedente de
capacidad instalada, se argumentó la improbabilidad de que la inversión respondiera de
forma activa a los cambios de la tasa de interés.
La figura ilustra la configuración IS-LM que evidencia la ineficacia de un aumento de la
cantidad de dinero que desplaza la curva de LM0 a LM1 .Al encontrarse el punto de
equilibrio en él sector relativamente más horizontal, un cambio en la oferta monetaria tiene
un efecto reducido en la disminución de la tasa de interés, el primer eslabón de la cadena
que conecta el dinero con el ingreso en el modelo keynesiano. A su vez, con una curva IS
inclinada, una caída de la tasa de interés no aumentaría significativamente la inversión. Esta
combinación de una supuesta elasticidad interés alta de la demanda dinero y una elasticidad
interés baja de la demanda de producción, provocó la conclusión neokeynesiana de que no
era relevante la cantidad de dinero.
Contrariamente a lo anterior, Friedman argumentó que la elasticidad de la demanda dinero
no era infinita sino más bien escasa la cantidad de dinero, lejos de carecer de relevancia,
constituye la influencia más importante del nivel de actividad económica. Así, el análisis
LM0
LM1
IS0
y0 y1
r0
r1
r
y
monetarista de la demanda monetaria es más complejo y elaborado que el de sus
predecesores, aunque sus conclusiones con relación a las causas de la inflación no difieren
de las postuladas por la teoría cuantitativa tradicional. Se trata de un estudio de los factores
que determinan la cantidad de dinero que la comunidad de agentes privados desea
mantener.
Friedman parte de una premisa básica de la teoría del capital neoclásica: que la renta es el
rendimiento del capital esto significa que el concepto de renta o ingreso que Friedman
utiliza en su construcción de la teoría cuantitativa no es el que utilizó Keynes en su modelo
ingreso-gasto. En su lugar, Friedman denominó renta permanente a su medida de la renta,
lo que equivale a decir que trató al ingreso como valor actual descontado de una corriente
de pagos que deriva de un stock de riqueza existente, incluyendo la riqueza humana.
La renta permanente.
Dentro del modelo keynesiano el estudio de la función consumo tuvo como objeto
determinar que suma se gastará en consumir cuando el nivel de empleo alcanza cierta
magnitud. El estudio de la propensión a consumir conduce al análisis del consumo como
función de la cantidad del ingreso, de las circunstancias objetivas que lo acompañan y de
las necesidades subjetivas e inclinaciones psicológicas de los individuos. Keynes plantea
que una cualidad de la propensión a consumir es su estabilidad, la misma no se manifiesta
como constancia sino como un comportamiento derivado de una ley psicológica
fundamental que "consiste en que los hombres están dispuestos, por regla general y en
promedio, a aumentar su consumo a medida que su ingreso crece, aunque no tanto como el
crecimiento de su ingreso" (Keynes, 197: 93).
La relación funcional que establece la influencia del ingreso real corriente sobre el
consumo es denominada “funcion consumo”.
( )
la formula sugiere que el consumo es la variable dependiente y que el ingreso la
dependiente. Lo cual es inconcebible desde el punto de vista neoclásico. En el análisis
neoclásico, el consumo, el empleo, la oferta de capital y el ingreso están determinados de
manera simultanea de acuerdo con las preferencias individuales y los precios. El consumo y
el ingreso están conectados por los medios de la restricción presupuestaria, lo cual no
presupone ninguna relación de causalidad del ingreso sobre el consumo.
Aunque la fórmula sugiere que el ingreso real es la única variable sobre el consumo real,
esto no es exactamente lo que el propio Keynes consideró. En realidad, la función consumo
expresa que el ingreso real, es la única variable importante en el corto plazo.
Implícitamente, la función consumo contiene muchas mas variables, el propio Keynes
consideró mas de dos decenas de las mismas en los capítulos 8 y 10 de su “Teoría General”.
Uno de esos factores fue precisamente la tasa de interés, la cual juega un papel importante
en la teoría neoclásica en cuanto a la decisión consumir versus ahorrar.
Otro elemento que es necesario destacar en la función consumo keynesiana con vistas a la
interpretación friedmaniana de la renta permanente, es que el consumo depende del ingreso
real corriente, no del pasado ni de los ingresos esperados en el futuro.
A partir de esta función, Keynes construye la propensión marginal a consumir, la cual
establece el incremento aproximado del consumo a partir de un incremento del ingreso, lo
cual se define:
( )
de acuerdo a la ley psicológica fundamental, la propensión marginal a consumir es mayor
que cero y menor que la unidad:
( )
Suponiéndose una función consumo lineal, la misma pudiera representarse así:
La conceptualización keynesiana de la función consumo dio lugar a diversas formas de
entender e integrar teóricamente la misma dentro de la versión estándar de la
macroeconomía convencional. La función consumo ha sido considerada como un eslabón
teórico que permite determinar el ingreso de equilibrio.
A diferencia del análisis keynesiano, Friedman cuestiona que la función consumo dependa
del nivel del renta corriente. Según Keynes, la función consumo consiste en una relación lo
suficientemente estable como para servir de base al multiplicador del gasto autónomo, a
través del cual un incremento en este en el nivel macroeconómico generaba un considerable
incremento de la demanda agregada. La regularidad y la predicción de la función consumo
era central para la efectividad de la política fiscal keynesiana. Sin embargo, Friedman va a
relacionar su demanda de dinero con la renta permanente más que con la renta actual. El
fundamento teórico de esto está contenido en "A Theory of the Consumption Function"
(1957) en donde introduce su concepto de la renta permanente, basada en la teoría del
capital de Irving Fisher, de acuerdo con la cual la renta es el rendimiento de la riqueza y
ésta es el valor actual de las rentas futuras esperadas.
Esta tesis adquirió posteriormente una gran importancia en la fundamentación de la
estabilidad de la demanda de dinero. A diferencia de los keynesianos, que sostenían que la
demanda de dinero se alteraría sustancialmente con los cambios en el ingreso, Friedman
sostuvo que el dinero se demanda porque tiene varios servicios de modo que la demanda se
ajusta al ingreso permanente en lugar de al ingreso real, y el comportamiento de la demanda
de dinero es estable con respecto a este ingreso permanente.
En su libro Friedman cuestiona una de las proposiciones fundamentales emanadas de la
"Teoría General" de Keynes. Para este, las economías domésticas aumentaban su gasto en
consumo en una cantidad menor que el incremento en su renta corriente. Friedman presentó
series temporales de datos de familias que intentaban demostrar que el consumo corriente
no estaba muy correlacionado con la renta corriente, y que el porcentaje de renta ahorrada
tampoco aumentaba con la renta, y finalmente, que el ratio de ahorro en los Estados Unidos
desde 1899 había sido relativamente constante, a pesar de producirse un aumento de la
renta real. Así, a través de su Teoría de la Función Consumo Friedman procede a la
elaboración de un estudio empírico que intentaba demostrar que la relación entre consumo
e ingreso había permanecido prácticamente constante a lo largo de las primeras cuatro
décadas del siglo XX, a pesar del considerable aumento del ingreso.
Desde el punto de vista teórico, Friedman consideró que los factores que podrían tener una
incidencia importante en el consumo son la renta permanente y la tasa de interés. De forma
más precisa, el consumo permanente depende de la renta permanente y de la tasa de interés.
Cuando se refiere a la renta consideraba al ingreso que el consumidor tiene planeado
percibir, o sea, su ingreso planeado o su ingreso permanente. Se plantea analíticamente una
formulación del problema del consumo en términos de maximización de la utilidad
condicionada al valor actual de una corriente de ingreso futuro. Se considera que el
consumo corriente registra gastos en bienes duraderos que realmente serán consumidos en
el curso de varios períodos de tiempo, es por eso, que el consumo permanente hace
referencia al flujo real de bienes y servicios que se planean consumir en un periodo dado.
Friedman define la función consumo de la siguiente forma:
Cp = k ( i, u ) Yp ( )
Donde el consumo permanente es una función k del ingreso permanente Yp determinada
por la tasa de interés y por los otros factores que influyen en la preferencia de los
individuos en el tiempo expresados en la variable u.
Como se puede apreciar, a diferencia de Keynes, la construcción de la función consumo por
parte de Friedman se hace desde la perspectiva analítica de la microeconomía neoclásica,
ya que desarrolla su estudio a partir de los determinantes de la conducta del consumidor.
Así, se arriba a una función para un solo consumidor, para posteriormente conformar una
función agregada simplemente sumando las funciones de consumo de todos los individuos
de una comunidad. En correspondencia con su proyección neoclásica, supone que el agente
tiene un conocimiento pleno del futuro, por lo que puede decidir con certeza la distribución
de los gastos de consumo en el tiempo. Incluso al introducir la incertidumbre en el análisis,
no considera que la misma altere en lo esencial a la función dado que estima que la misma
se convierte en un motivo más para conservar riqueza que sería la de disponer de una
reserva para casos de emergencia. De esta forma, Friedman completa la definición de la
fórmula de la función consumo de la siguiente manera:
Cp = k ( i, u, w ) Yp ( )
Donde w representa la proporción entre la forma de riqueza que obedece a las situaciones
de emergencia como riqueza no humana, y la renta permanente. Se distingue entre el
consumo de bienes inmediatos y el correspondiente para los bienes de uso duraderos. La
función del gasto en consumo a largo plazo para los bienes no duraderos está determinada
por la riqueza real neta agregada del sector privado que se divide en riqueza humana, que
no es más que el conjunto de aportaciones o renta de factores y que está representada en la
función de consumo por la renta disponible del sector privado, y por la riqueza no humana,
integrada por el dinero, títulos de la deuda pública, activos reales, etc. A partir de su
concepción del consumo y la renta permanente, Friedman deduce que el consumo y la renta
corriente están determinados por los mismos:
C = Cp + Ct ( )
Y = Yp + Yt ( )
Donde Ct y Yt representan los componentes transitorios del consumo y del ingreso.
Para Friedman y el monetarismo en general, la verdadera función de consumo es la de largo
plazo y no la de corto plazo, tal como la había planteado Keynes en su Teoría General. El
consumo no estaría determinado por el nivel de ingreso de la coyuntura presente, sino por
el ingreso medio anticipado para una cierta secuencia temporal, lo que representa el ingreso
o renta permanente. Ésta renta permanente se define para un período t como una media
ponderada de las rentas obtenidas en n períodos anteriores:
Donde β representa la ponderación de la renta actual y las rentas anteriores que determinan
la renta permanente.
Tal como lo plantea Victoria Chick (1973: 36-37), el concepto de ingreso o renta
permanente se refiere a los estimados de la gente de sus ingresos prospectivos. O sea, la
tasa de retorno de su propio capital humano. Si el ingreso corriente fuera año por año, el
mismo constituye una pobre guía para las decisiones intertemporales, consumo y ahorro. El
punto básico para el ahorro es lograr mantener un consumo estable independientemente de
las fluctuaciones del ingreso.
nt
n
tTTPt YYYYY )1(...)1()1( 2
2
1
La propiedad importante para Friedman es que el ingreso permanente (Ypt) fluctúe menos
que el ingreso corriente (Yt), la discrepancia entre ambos es denominada "ingreso
transitorio", que representaría las fluctuaciones inesperadas alrededor del ingreso
prospectivo "verdadero". Si la demanda monetaria es, entre otras variables, función del
ingreso permanente, la misma sería más estable que si fuera función del ingreso corriente.
Como se verá posteriormente, en el análisis de la demanda monetaria es fundamental para
establecer su relativa estabilidad, su dependencia de la renta permanente, lo cual refleja la
evolución de la renta normal a largo plazo, que por término medio es anticipada. De esta
forma, las decisiones con relación a la demanda monetaria no se orientan por los cambios
coyunturales de la renta efectiva, sino por la renta permanente.
La relación entre ambos tipos de renta, efectiva y permanente se representa en la figura . En
la misma se aprecia la función de demanda monetaria para un tipo de interés dado (i1), tanto
en función de la renta efectiva observada (y) como en la de la renta permanente (yP). En el
punto A ambas rentas coinciden (yP = y0). Se supone que una situación recesiva disminuye
la renta corriente hasta y1, cayendo la demanda monetaria hasta Y1, situación representada
en el punto B. Sin embargo la hipótesis de la renta permanente señala que el punto C
representa el equilibrio verdadero. En el mismo, la renta permanente (yP1) disminuyó
menos que la renta efectiva. Contrariamente, en una fase expansiva, si la renta efectiva
aumenta hasta y2, la renta permanente permanece solo hasta YP2, elevándose la demanda
monetaria hasta Md
2 (Fernández et al, 1999: 137-138).
Desde el punto de vista de la macroeconomía convencional el punto de partida de la
conceptualización de la función consumo de Friedman no solamente difería del análisis
keynesiano, sino sobre todo, las implicaciones del estudio sobre el consumo y la renta
permanente se enfrentaba a la lógica keynesiana de la correlación entre el crecimiento del
ingreso y el crecimiento del consumo, lo cual establecía la mayor proporción del ahorro
md
md2
md0
md1 B C
A
D
Y1 YP
Y2 Yp2 Yp0=Y0 YP1 Y1
Md=a+b(i1)Y
Md=Ka+b(i1)YP
asociado a ese ingreso. Esta proporción creciente de ahorro determinaba para Keynes la
necesidad de encontrar nuevas oportunidades de inversión para lograr estimular la demanda
efectiva y que aumente el ingreso y el nivel de empleo.
Al estar la función consumo determinada fundamentalmente por un módulo a largo plazo
de renta permanente más que por lo ingresos corrientes, se tendría una estimación más baja
de la propensión marginal a consumir con cargo a la renta corriente, lo que daría lugar a un
multiplicador de inversión más bajo y en definitiva a la conformación de una visión del
sistema económico más estable en cuanto a movimientos cíclicos, diferente a la visión de
inestabilidad intrínseca del sistema dentro del modelo keynesiano.
Dentro del enfoque de la Síntesis Neoclásica-keynesiana, que marcó cierta interpretación de
la herencia keynesiana de forma sistematizada dentro de la macroeconomía convencional,
el multiplicador de inversión explica cómo se establecerá el equilibrio cuando hay cambios
en la inversión. La determinación del ingreso de equilibrio, se entendía como aquel que se
iguala con el gasto. Requiere que el consumo y la inversión sean iguales a la suma del
consumo y el ahorro, por lo que se deduce que el ahorro es igual a la inversión si el ingreso
está en equilibrio. El análisis del ingreso muestra que un aumento de la inversión aumentará
k veces (multiplicador) el ingreso nacional. Este efecto amplificado de la inversión sobre el
ingreso se denomina la teoría del multiplicador, que no es más que el coeficiente numérico
que indica la magnitud del aumento del ingreso producido por cada aumento de la
inversión.
( )
El cual se encuentra vinculado a la propensión marginal a consumir:
( )
Por tanto, el cuestionamiento de la función consumo keynesiana es a su vez un
cuestionamiento de la idea y el papel que Keynes da al multiplicador, ya que si se le
considera con un efecto debilitado, se rompe como uno de los eslabones más importantes
de los mecanismos de transmisión de la inestabilidad del sistema capitalista inherente a la
inversión. Se trata de un cuestionamiento a fondo, tanto de la función consumo como del
multiplicador de inversión, como eslabones que permiten explicar y describir cómo se
propaga la inestabilidad de la inversión en el ingreso y el consumo. Friedman comienza así
a cuestionar los eslabones de la cadena keynesiana que explican las fluctuaciones del
sistema, preparando el terreno para restablecer la teoría cuantitativa del dinero como
fundamento de la determinación del ingreso.
En su artículo The Demand for Money: some Theoretical and Empirical Results de 1959,
Friedman extiende su hipótesis sobre el consumo desarrollada en 1957 hacia la demanda
monetaria, convirtiendo a ésta última en una función no dependiente del ingreso corriente
sino del ingreso permanente (Yp).
La estabilidad de la demanda monetaria I (1956).
La reformulación de la teoría cuantitativa del dinero no podría resurgir como si no hubiese
sucedido nada en la teoría económica desde los tiempos de Marshall y Fisher. Ya Keynes
había producido una teoría del ingreso y el empleo agregados, lo cual había cambiado la
naturaleza y el alcance de la teoría monetaria. A partir de la formulación de la curva de la
demanda dinero realizada por Hicks dentro de su sistema IS-LM, Friedman desarrolló la
teoría cuantitativa del dinero como teoría de la demanda dinero frente a la relación
keynesiana de la preferencia por la liquidez. En su "The Quantity Theory of Money:A
Restatement" (1956) sostiene que la teoría cuantitativa del dinero es en primera instancia
una teoría de la demanda dinero, no de la producción, ni del ingreso monetario, ni del nivel
de precios (Friedman, 1969: 52).
Para 1956 esta aseveración representó un cambio significativo en la concepción de la teoría
cuantitativa del dinero. Ya se analizó, que para Fisher, la misma era una teoría del nivel
agregado de los precios que intentaba aportar la ecuación que faltaba dentro un sistema
walrasiano. Sin embargo posteriormente Keynes ya había establecido que la demanda
dinero a nivel agregado constituía una significativa e importante relación macroeconómica.
Al reformular la teoría cuantitativa del dinero a partir de las formalizaciones Marshall-
Fisher, Friedman la redefine en función de la demanda dinero pero incorporandola dentro
de la macroeconomía establecida, aunque como una interpretación alternativa al modelo
keynesiano. Queda claro que el impacto de la "Teoría General" de Keynes hacía necesario
el desplazamiento de la teoría cuantitativa hacia una relación agregada macroeconómica, en
donde se relacionaban el ingreso nominal y los precios con la demanda dinero. Pero
mientras que el enfoque macroeconómico keynesiano de la demanda dinero consideraba al
dinero un agente pasivo en la determinación del ingreso, Friedman lo convirtió en una
variable activa.
Para Friedman la esencia de su reformulación de la teoría cuantitativa consiste en la
estabilidad de la demanda dinero (Kaldor, 1982: 9). Esto implica que también la velocidad
de circulación del dinero es estable, dado que ésta no es más que el ingreso de la demanda
dinero.
Esta función de demanda dinero es presentada como una decisión de cartera con respecto a
activos alternativos, tal como ya lo había hecho Keynes. Friedman por tanto, no ignoro el
análisis keynesiano de la demanda dinero. Las personas conservarían una cartera o
selección de diferentes activos, tales como bienes, bonos, acciones y otras inversiones, pero
como cada persona tendrá un grado diferente de riesgo y tendrá un rendimiento distinto,
cada una tendrá que reunir una combinación diferente de activos acorde con su tolerancia al
riesgo y los rendimientos deseados. Aunque el dinero ocioso no represente un ingreso en
efectivo, si se lo proporciona en un sentido general, al estar disponible en caso de que se
presente una buena oportunidad, pudiendo amortiguar los desembolsos necesarios pero
imprevistos.
Por tanto, los factores que pueden influir en que cantidad de dinero se quiere conservar, o
sea, la demanda dinero, dependerían de los futuros niveles de precios, los rendimientos de
activos alternativos, la riqueza total de la persona, sus gustos, sus ingresos y otros factores
reales. Para Friedman, la mayoría de ellos no variarán significativamente, por lo que la
función de demanda dinero es relativamente estable, siendo muy reducida su elasticidad
con respecto al interés y desapareciendo la posibilidad de la trampa de la liquidez.
Este papel preponderante de la demanda dinero defendido por Friedman se hizo en dos
formas: primero, la afirmación de que la función de la demanda dinero es empíricamente
estable; segundo, el reconocimiento de la demanda dinero como una teoría de la
determinación del ingreso. Con relación al primer paso, la determinación de la estabilidad
en forma empírica se hizo en sentido econométrico. En relación con la utilización de la
demanda dinero como una teoría de la determinación del ingreso, se hizo sosteniendo que
la oferta dinero se determina de forma autónoma, es decir, que constituye una variable
exógena en correspondencia con los criterios a seguir por la política monetaria.
Para Friedman el análisis de Keynes sobre la preferencia por la liquidez, contribuyó a la
aprobación de la teoría cuantitativa en términos de demanda de depósitos en vez de en
términos de transacciones. Se propone así reubicar la demanda de moneda en el marco de la
teoría neoclásica de la utilidad.
Según él, la moneda es sólo una de las formas con la cual un individuo puede retener la
riqueza. En consecuencia con la teoría de la elección del consumidor, la demanda de
moneda, como la de cualquier otro activo, depende de tres factores:1. La riqueza total; 2.
Los precios y las utilidades respectivas de las diferentes formas esta riqueza; y 3. Los
gustos y preferencias de los individuos.
En relación con el primer tipo de consideraciones, Friedman entiende a la riqueza como la
restricción relevante. Dentro de la riqueza, incluye además de los bienes físicos (W), la
riqueza humana (h), y los diferentes rendimientos ( ). La riqueza humana puede ser
considerada como el valor actual del flujo de ingreso futuro que proviene del trabajo.
Cuanta mayor educación y capacitación reciba un individuo, mayor riqueza humana
poseerá y mayor será el valor actual de su ingreso futuro. El ingreso es considerado como el
rendimiento de la riqueza y la riqueza como el valor presente del ingreso. Friedman
reconoce las dificultades de incluir la riqueza humana en una función de demanda, al
considerar imperfecta su sustitución con la riqueza no humana. Incorpora entonces el
cociente entre la riqueza humana y la no humana como argumento en la función. Cuanto
mayor sea la proporción de la riqueza humana en el total, mayor será la demanda monetaria
para compensar la imperfecta sustitución entre la riqueza humana y no humana.El segundo
tipo de consideraciones que tiene en cuenta se refiere a la tasa esperada del nivel de precios
(1/p dp/dt,), si esta tasa es positiva, cuanto mayor resulte menor será la demanda dinero.El
tercer tipo de factores que se considera incluye los gustos y preferencias (u).
La consideraciones anteriores se pueden resumir en la siguiente función de demanda
monetaria:
( )
Al determinarse la estabilidad de la función demanda dinero, un aumento de la oferta
monetaria no produce un aumento directo proporcional del nivel general de precios, sino
que la variable que mide el impacto de dicho aumento es el ingreso nominal (Y), sin
determinarse con exactitud en qué medida se incrementan sus componentes: los precios (p)
y el ingreso real (y). Esto se conoce como "la ecuación perdida de Friedman".
Los cambios de la oferta monetaria, a corto plazo provocan efectos en el ingreso real y en
los precios, aunque como un determinado nivel de desconocimiento acerca de en qué
medida afectarán al primero o a los segundos a largo plazo. Los efectos sobre el nivel de
ingreso real y en otras variables reales, desaparecerán, permaneciendo solo los provocados
sobre la tasa de inflación. Las variables reales estarían así determinadas por fenómenos
"extramonetarios" como la naturaleza del sistema económico, las cualidades de la
población, el estado de la tecnología, los recursos naturales disponibles, etc. El impacto a
largo plazo de la oferta monetaria se ejerce sobre las magnitudes nominales, especialmente
sobre el nivel de precios.
El problema en cuestión es que tanto el incremento del ingreso nominal consiste, en un
incremento del ingreso real o en un incremento de los precios. O dicho de otra manera,
resultará una política monetaria expansiva en un crecimiento del output o de la inflación.
Este aspecto crucial no queda resuelto en esta etapa del análisis de Friedman. Hasta este
nivel de su trabajo, suponía habitualmente que el ingreso real está determinado de alguna
manera por el sistema walrasiano y que la expansión monetaria produciría
fundamentalmente crecimiento del nivel de precios, aunque para ciertas circunstancias se
admitía efectos reales en la política monetaria. El impacto de la política monetaria sobre las
magnitudes reales, tendrá que esperar a un análisis posterior.
La reformulación de Friedman se plasma en una teoría del ingreso nominal, en donde los
cambios del mismo “reflejan” los cambios de la cantidad nominal del dinero sin decir nada
acerca de la parte que se refleja en la producción real o en los precios (Friedman, 1969: 62).
M = Y = P. y ( )
Como bien ha sido destacado por Desai(1989: 97), el término “reflejan” indica la
ambigüedad del idioma inglés ¿”Reflejar” significa causar o no especifica la dirección de la
causalidad entre M y Y y sólo establece una correlación?
),1
,,,,,( dT
dp
piEibimhwf
P
M
ΔM ΔY
Δy
ΔP
(Real)
(Nom)
El “Restatement” de 1956 representó el primer paso hacia una rehabilitación de la teoría
cuantitativa del dinero. Friedman la reformuló como una función de la demanda dinero en
lugar de una relación directa entre el dinero y los precios ( Marshall-Fisher). No obstante,
Friedman estaba consciente de que esto no bastaba para destruir el modelo keynesiano.
Friedman desarrolló su ofensiva en el terreno econometrico-empírico, desplazando la teoría
cuantitativa hacia la argumentación empírica de la estabilidad de la función de la demanda
de dinero. Indicó tres aspectos como fundamentales en su defensa cuantitativista:
1. La estabilidad y la importancia de la función demanda dinero. Fue aquí, como ya se
afirmó, en donde se desarrolló el debate durante los diez años siguientes. Friedman
concentró su ataque a partir de su “Restatement” sosteniendo la hipótesis empírica de que la
demanda dinero no sólo es muy estable, sino más estable que la función de consumo
keynesiana que constituía la relación alternativa. Esta afirmación constituirá como se verá
posteriormente, la siguiente etapa del debate.
2. La independencia de los factores que afectan la demanda y la oferta dinero. El sistema
IS-LM de la síntesis neoclásica-neokeynesiana aceptaba la exogeneidad la oferta monetaria.
Pero existía un debate que databa del siglo XIX acerca de que la oferta monetaria esté
determinada o no por la demanda.
3. La forma de función de demanda de dinero como ya se explicó, descarta la trampa de la
liquidez keynesiana , o sea, se niega que en alguna parte la demanda de saldos reales
respecto a la tasa de interés se volviera infinitamente elástica.
Si comparamos lo anterior con la teoría de la demanda dinero keynesiana, la cual estaba
basada en tres motivos: transacciones, precaución y especulación, tenemos que Keynes
además del papel del dinero en las transacciones, enfatizaba en su papel como activo. En
este sentido asumió el supuesto simplificador de que los diferentes activos eran lo
suficientemente homogéneos como para incluirlos dentro de la categoría de "bonos". Según
Keynes las personas distribuyeron su riqueza entre dinero y bonos en independencia del
nivel de ingreso y del nivel de la tasa de interés:
Friedman por su parte, como se ha visto, reemplaza a la tasa de interés keynesiana por
diferentes tasas de interés, aunque esta diferencia es la de menor significado. En segundo
lugar las dos aproximaciones emplearán diferentes conceptos del ingreso: ingreso
permanente en Friedman e ingreso corriente en Keynes. La demanda monetaria en Keynes
está sujeta a cambios espontáneos en correspondencia con variaciones del ingreso corriente.
En Friedman en cambio, no sucede esto, ya que la demanda monetaria depende del ingreso
permanente, por lo que la función de demanda monetaria de Friedman es más estable que la
keynesiana. Para Keynes la demanda monetaria era inestable independencia de los cambios
de la confianza pública en la economía. Detrás de este argumento se encuentran diferencias
importantes en las cosmovisiones neoclásica y keynesiana en cuanto al comportamiento
agregado de los agentes en el mercado. En tercer lugar, la tasa de inflación es determinante
en la ecuación de Friedman, lo que para el constituye un novedoso elemento dinámico en
comparación con el análisis keynesiano, en donde tiene un menor peso. Por otra parte,
Keynes propone una diferenciación de los componentes de la demanda monetaria en
función de las necesidades de saldos para distintos motivos. Friedman por su parte reconoce
que el dinero representa diferentes motivos pero no considera necesario segmentar su
demanda según los diferentes cursos del mismo.
No obstante estas diferencias, la teoría de la demanda dinero de Friedman toma en
consideración el análisis de Keynes del papel del dinero como activo, a diferencia de las
reformulaciones cuantitativistas neoclásicas que sólo consideraban su papel como medio
para efectuar transacciones.
No obstante lo anterior, en el fondo, el análisis de Friedman constituye un reflejo de la
influencia de Irving Fisher. Si bien es cierto que la demanda de dinero de Friedman es una
derivación de Keynes, no es menos cierto que esta reformulación incorporaba la importante
distinción fisheriana entre tasas de interés reales y nominales, al igual que la influencia de
las expectativas de inflación, y esta es una característica que separa totalmente la derivación
analítica de la demanda dinero de Friedman respecto a la de Keynes.
Como señala Bhaduri (1990: 146) en la formulación cuantitativista friedmaniana se
presentan graves ambigüedades. En primer lugar se supone que la demanda monetaria
responda a la concepción ortodoxa de la racionalidad microeconómica en donde cada
agente económico maximizar el ingreso derivado de su acervo de riqueza. No obstante, en
ninguna parte se indica explícitamente como se agregan las decisiones de todos los agentes
para construir la función desde el punto de vista macroeconómico. No queda claro que las
funciones de demanda monetaria individuales puedan simplemente sumarse sin tomar en
cuenta los cambios en las distintas posiciones de los agentes de deudor a posiciones de
acreedor, ya que se trata de una economía en donde el dinero crediticio se trata como una
forma de pasivo. En definitiva, se construye una especificación macroeconómica a la cual
no se llega desde un modelo explícito de maximización en lo individual, consecuente con el
enfoque neoclásico, que desde esa perspectiva, produce la agregación del comportamiento
de los diferentes agentes.
En consonancia con sus propios presupuestos metodológicos instrumentalistas, la prueba de
un hipótesis está en su uso, en probar su validez empírica. Sin embargo la ecuación ( )
contiene muchas variables que no son observables y que no pueden ser manejadas
directamente. Se ha argumentado que dichas variables no pueden observarse
estadísticamente y son muy difíciles de estimar. Por otra parte, la sensibilidad de la
demanda monetaria a la tasa de interés y la estabilidad de la velocidad de circulación, no
cuentan con el suficiente respaldo empírico. Múltiples trabajos empíricos cuestionan que la
velocidad de circulación sea estable.
La estabilidad de la demanda monetaria II (1959-1970).
El siguiente paso de Friedman en su desafío a la teoría keynesiana consistió en la
estimación de una función de demanda dinero. La misma se publicó bajo el título de "The
Demand for Money: some Theoretical and Empirical Results" (1959) esta línea de trabajo
continuó hasta conformar después de varios años de investigación junto con David
Meiselman y Anna Schwartz, un estudio de la historia monetaria de la economía
norteamericana (Friedman y Schwartz, 1963).
En su artículo de 1959 Friedman llegó a dos conclusiones fundamentales:
1. Dada la estabilidad a largo plazo de la velocidad del ingreso, todas las variaciones en la
oferta monetaria a corto plazo se convertirán en cambios del ingreso medio, más bien que
del ingreso permanente. Cuando ocurra esto, la demanda dinero aumentaría y los nuevos
aumentos del ingreso no serían sostenibles sin nuevos aumentos de la oferta monetaria. Lo
cual significaba que el efecto multiplicador de un cambio de M sobre Y es mayor que el
multiplicador de la inversión keynesiano.
2. La política monetaria actúa sobre el ingreso directamente a través de los cambios de la
oferta monetaria, y no indirectamente como planteaba Keynes, por la vía del interés, la
inversión, la demanda efectiva y el ingreso.
Ambas conclusiones implican que los multiplicadores monetarios son mayores que los
multiplicadores de inversión a corto plazo, y que el mecanismo de transmisión de la política
monetaria es más sencillo que el de la política fiscal.
Friedman reforzó estas afirmaciones durante esta etapa por dos vías: primero, en Chicago
trabajó con David Meiselman y junto publicaron The Relative Stability of Monetary
Velocity and the Investment Multiplier in the U.S. 1897-1958 (1963), donde argumentaron
que la velocidad del dinero es más estable que el multiplicador de la inversión keynesiano.
Usando series de datos del periodo analizado, calcularon la correlación entre el gasto en
consumo y las reservas monetarias y, por otra parte, la correlación entre el gasto en
consumo y el gasto en inversión, concluyendo que la correlación con el dinero era más
fuerte, por lo que éste es mejor guía para controlar la renta que la inversión.
En colaboración con Anna J. Schwartz se responsabilizó con hacer un estudio para la
NBER sobre el papel del dinero en el ciclo económico. Friedman trató de comprobar
empíricamente las predicciones de su reformulación cuantitativista con los datos que
aportaba el pasado en los Estados Unidos. Aunque el plan inicial debía tener una duración
de tres años, se prolongó durante tres décadas dando lugar a una buena cantidad de
publicaciones entre las que se destaca "A Monetary History of the United Status, 1867-
1960" (1963).
Su libro acerca de la historia monetaria de los Estados Unidos, escrito junto a Anna
Shwartz, contiene un estudio de la experiencia monetaria de dicho país durante nueve
décadas como apoyo empírico al papel de la oferta monetaria y su relación con el ingreso y
los precios, justificando así la reformulación de la teoría cuantitativa del dinero. En la
misma se documenta una interpretación de determinados hechos económicos en los Estados
Unidos, en particular de la crisis de 1929-1933. En este sentido se plantea que la crisis se
produjo como resultado de una política monetaria equivocada. Ante un descenso en un
tercio de la cantidad de dinero en sólo cuatro años, la Reserva Federal no suministró la
liquidez necesaria al sistema bancario, no actuando como prestamista de última instancia en
correspondencia con la función por la que fue creada. Para Friedman (1992: 17) la
interpretación equivocada de la crisis fue lo que destruyó la credibilidad de la teoría
cuantitativa del dinero. Según el, la supuesta demostración de la ineficacia de la política
monetaria para enfrentar la caída de la actividad económica a partir de la destrucción de la
credibilidad de la teoría cuantitativa del dinero, se basó en un análisis equivocado, que en
realidad constituye una contrastación acerca de la efectividad de la política monetaria, no
una demostración de su impotencia.
En este estudio, tomando como referencia los promedios de 18 ciclos económicos en los
Estados Unidos, los máximos de las tasas de variación del stock de moneda preceden a los
máximos de la actividad económica durante más o menos seis meses. Friedman y Schwartz
señalaron de acuerdo a su interpretación, que la demanda de moneda no determina el stock
nominal de moneda, es decir, la oferta de moneda, sino que por el contrario, ésta sólo
depende del Banco Central.
El resultado de esta investigación se puede sintetizar en la conclusión de que las grandes
inestabilidades de los Estados Unidos, han sido producidas, o por lo menos intensificadas,
por la inestabilidad monetaria. Esta ha surgido generalmente por la intervención
gubernamental o por la controversia acerca de lo que la política monetaria gubernamental
debía ser. Por tanto, reducen a la incapacidad del gobierno en conformar una estructura
monetaria estable como el factor responsable de las inflaciones y depresiones sufridas en
los Estados Unidos.
"La Reserva Federal estaba en condiciones de impedir la caída en la cantidad de dinero y
producir un aumento de la misma. No es que la política monetaria había sido puesta a
prueba y fracasó. No se intentó ponerla en práctica. O, viéndolo desde un punto de vista
alternativo, se la había puesto a prueba en forma perversa. Se la había utilizado para
imponer una deflación increíble a la economía norteamericana y al resto del mundo"
(Friedman, 1992: 22).
En una conferencia pronunciada en Gran Bretaña en 1970 titulada "La contrarrevolución en
teoría monetaria" expone en once puntos una visión de conjunto acerca de su propuesta
monetaria:
1. Siempre existe una relación, aunque no exacta, entre la tasa de aumento del dinero y la
tasa de crecimiento del ingreso nominal.
2. Ésta relación no es evidente porque las variaciones del dinero necesitan cierto tiempo
para influir en el ingreso.
3. Este tiempo produce los llamados "lags" (retrasos). La cantidad de dinero tarda de seis a
nueve meses en actúar sobre el ingreso.
4. La variación de la tasa de crecimiento del ingreso nominal influye primero sobre el
volumen de la producción, y sólo afectará a los precios cuando se produzca el salto entre el
nivel de producción efectiva y el potencial.
5. El efecto sobre los precios se hace notar otros seis o nueve meses después del efecto del
ingreso en la producción.
6. Aún teniendo en cuenta el retraso, la relación entre el crecimiento del dinero y el efecto
en el ingreso y en los precios no es perfecta.
7. A corto plazo, la variación del dinero influye primeramente sobre la producción y a largo
plazo principalmente sobre los precios, lo que ocurra con la producción dependerá de los
factores reales.
8. La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario. Se produce cuando la
cantidad de dinero aumenta más rápidamente que la producción real de bienes y servicios.
9. El gasto público sólo es inflacionario si se financia creando dinero. La política fiscal en
sí misma, carece de importancia a efectos de la inflación.
10. La cantidad de dinero afecta al ingreso a través de las tasas de interés y de los precios
de los activos.
11. La cantidad de dinero influye en las tasas de interés primero en un sentido y luego en el
contrario, por lo que las tasas de interés no son una guía fiable. El objetivo de la política
monetaria debe ser la cantidad de dinero y no la tasa de interés.
En esta conferencia alerta sobre algunas dificultades que hay que considerar en la
implementación de la política monetaria. Dado que los cambios en la cantidad de dinero
tienen un gran efecto, pueden ser un importante desestabilizador, y como su relación con el
ingreso no es exacta, es preferible que aumenten de una manera constante. Así, propone la
aplicación de una política de regla fija de crecimiento de la oferta monetaria en la que su
objetivo no sea la tasa de interés, sino la oferta monetaria creciente constante.
Con relación a las técnicas utilizadas en la medición y contrastación de la teoría monetarista
en esta fase del trabajo desarrollado por Friedman, se puede observar que si una
proposición teórica que sostiene la existencia de una relación entre dos variables Y y X, por
ejemplo,Y es el nivel de los precios y X la cantidad de dinero, para confirmar que tal
proposición es válida hay que precisarla aún más, por ejemplo:a) existe una asociación
entre los movimientos de Y y los de X. b) existe una relación causal entre Y y X, donde X
es la causa y Y es el efecto.
El enunciado (a)sólo afirma que existe una correlación entre Y y X, pero el enunciado (b)
va más allá y sostiene que existe una relación causal entreY y X. Si aplicamos esto a la
propuesta de Friedman sobre la demanda de dinero, vemos que plantea la existencia de una
correlación entre la cantidad de dinero en términos nominales o reales y el ingreso nacional
en términos monetarios o reales.
Esta afirmación de la correlación sería aceptable, ya que dos variables pueden avanzar
juntas a causa de la influencia común de un tercer elemento, (z), de modo que la correlación
sólo afirmaría que tales variables están asociadas en sus movimientos. Sin embargo,
Friedman sostiene algo más fuerte que la correlación. Para él, la relación de corto plazo
existente entre los niveles del dinero y el ingreso es mucho más débil que en el largo plazo.
Pero lo significativo es su afirmación de que los cambios de la oferta monetaria preceden a
los cambios del ingreso real y de los precios. Por lo tanto, lo que está afirmando es que
existe una correlación entre los cambios de la cantidad de dinero pasada y el nivel de
ingreso nominal corriente.
Sin embargo, las pruebas de Friedman sobre los retrasos prolongados y variables entre estas
variables fueron refutadas por John Karenken y Robert Solow (1963), los cuales analizaron
los datos utilizados por Friedman. Karenken y Solow niegan que estos datos sobre los
puntos de inflexión del ciclo constituye una prueba de la relación causal que debiera
prevenir, como lo pretendía Friedman, contra el uso de la política monetaria. Para ellos la
pauta observada en el ciclo económico general y el oferta monetaria y sus incrementos, es
compatible con muchas hipótesis acerca de que los hechos hayan ocurrido de la forma en
que lo hicieron. Para estos autores puede crearse de manera artificial una relación de
adelanto y retraso entre el cambio de una variable y el nivel de otra, aunque no exista tal
relación. Según ellos, la oferta monetaria el nivel de actividad se mueven aproximadamente
de forma simultánea, pero cuando midieron los cambios de M y de la producción industrial
como sustituto de la producción real, encontraron que la correlación era mucho más baja
que lo indicado por los datos de Friedman. Este último no presentó ninguna respuesta a esta
crítica. Su afirmación acerca de los retrasos extensos y variables se siguió repitiendo y
difundiéndose.
El método usado por Friedman fue criticado también por Ando y Modigliani (1965) como
un procedimiento de verificación deliberadamente manipulado para sesgar los resultados a
favor del multiplicador monetario. Esto condujo a la acusación de que la función consumo
implícita en Friedman-Meiselman estaba mal especificada. Ando y Modigliani corrigieron
los resultados y cuestionaron la afirmación de la mayor estabilidad del multiplicador
monetario. La crítica de ambos nunca fue desafiada.
A través del uso de criterios econométricos para comparar su teoría con la keynesiana,
Friedman utilizó procedimientos muy sesgados dentro de un modelo muy restrictivo, sin
verificar éstas restricciones, por lo que una deficiente especificación de las variables influye
sobre los resultados de sus pruebas. El objetivo de Friedman era colocar su modelo como
un rival serio de la economía keynesiana y lograr la adhesión de la comunidad científica y
de la administración en los Estados Unidos. Poco importó cuando completamente
equivocadas han resultado las conclusiones de las propuestas de los primeros años sesenta.
Como ha ocurrido antes y después, el debate entre keynesianos y monetaristas no resolvió
la discusión.
El marco teórico del enfoque monetario.
El uso de las técnicas de análisis de los ciclos y los métodos adoptados en el NBER, los
cuales son los asumidos por Friedman, fueron duramente cuestionados por los
revolucionarios de la econometría. Así, Tjalling Koopmans crítica la tendencia a
reemplazar en las explicaciones científicas, las conexiones causales por funciones
matemáticas.
A partir de la crítica de Koopmans de inmediato comenzó una abundante y documentada
avalancha de cuestionamientos contra la fundamentación científica empleada por Friedman,
en las que éste analiza una masa de datos sin ninguna referencia a una estructura teórica. Se
argumentó que el proceso de transmisión monetaria se presenta como una caja negra en la
que parece que el dinero es mágico y donde no se da ninguna explicación de su papel
causal, solamente correlaciones espurias, razonamiento bautizado como post hoc ergo
propter hoc (después de esto, luego por esto).
En este sentido se cuestionó la justificación teórica del uso de las tasas de cambio de las
reservas monetarias como la medida básica del dinero, así como el análisis empírico de la
velocidad del dinero "como si" las tasas de interés no produjecen efectos. Friedman y Anna
Schwartz fueron acusados de exagerar el papel de los errores de la Reserva Federal durante
la crisis de 1929-1933, pasando por alto a su vez los efectos de una caída en la calidad del
crédito en la segunda mitad de la década de 1920. También fueron criticadas las
conclusiones de Friedman y Schwartz sobre los "lags" en la política monetaria como
insostenibles, tanto lógica como empíricamente, ya que establecen lazos causales basándose
en el análisis ex post de unos datos como si la prioridad temporal implicara prioridad
causal.
La crítica más importante en esta época fue la de Tobin en su artículo” Money and Income:
post hoc ergo propter hoc?” (1970) donde se afirma que la evidencia en la que se basa
Friedman para establecer la relación causal entre el dinero y el ingreso es puramente
factual, y por tanto, no fundamenta nada. El argumento “después de esto, luego por esto”no
sigue las reglas de la lógica, es una falacia lógica. Tobin cuestiona el uso que hace
Friedman de la evidencia temporal como la demostración de la causalidad del dinero sin
una justificación teórica.
En parte, las críticas dirigidas contra Friedman obedecieron a su empleo de una
metodología marshalliana en momentos en que imperaba el análisis neowalrasiano del
modelo IS-LM de Hicks.Friedman desde el punto de vista metodológico, como ya se había
señalado anteriormente, era más marshalliano que walrasiano. Consideraba que los
problemas tenían que analizarse por sus partes constitutivas, priorizandose la atención a los
casos concretos y colocando a la observación y a la medición por encima de la elegancia y
la coherencia matemática y del enfoque global de los modelos. La prueba última de los
modelos sería su capacidad de predicción de datos nuevos y no el refinamiento teórico. La
comunidad académica estaba dominada por el análisis neowalrasiano, que postulaba un
fuerte énfasis en la especificación teórica detallada como un modo de avance y de guía del
análisis empírico, identificando la elegancia matemática con la precisión científica. Como
la obra de Friedman no contenía ningún modelo teórico general explícito de las relaciones
causa-efecto, le fue criticado la ausencia de un modelo construido antes de ser medido y
estimado.
Todas estas críticas produjeron un debate acerca del marco teórico del enfoque monetario
de Friedman. Este debate se desarrolló en varios simposios organizados por publicaciones e
instituciones académicas. En respuesta a dichas críticas, Friedman proporcionó los
fundamentos teóricos a todo su trabajo sobre el dinero en su “A Theoretical Framework for
Monetary Análisis” que fue editado por primera vez en 1970. Aunque Friedman había
presentado anteriormente su enfoque teórico general en el “Restatement...” de 1956, se
demandaba un enunciado más formal y completo, en el que Friedman analizara los canales
a través de los cuales el dinero influye en el ingreso y en el gasto, y comparar si su enfoque
monetarista de la teoría cuantitativa del dinero con el enfoque de la síntesis neoclásico-
keynesiana que dominaba la enseñanza de la macroeconomía en los Estados Unidos.
Un año después añadió otro artículo como complemento al primero, titulado “A Monetary
Theory of Nominal Income” (1971). Ambos trabajos fueron entonces reeditados y
difundidos en uno solo dando lugar a la versión ampliamente difundida del “A Theorical
Framework “. Sobre esta edición se le propuso a cinco economistas (Karl Brunner y Allan
Meltzer, James Tobin, Paul Davidson y Don Patinkin) comentarios sobre el mismo. El
resultado fue un debate en el que no quedó claro que el enfoque monetarista de Friedman
alcanzara la justificación aludida. Al final la opinión generalizada era que el monetarismo
de Friedman no tenía una fundamentación teórica. Lo cierto es que independientemente de
este debate, sobre lo que no hay duda es de su enorme influencia dentro de la comunidad
académica y fuera de ella en los medios masivos de comunicación y en varios gobiernos
durante los años 70 y 80, acerca del papel del dinero y de la importancia de la política
monetaria.
Su marco teórico comienza con una presentación, primero, de la ecuación de Fisher para las
transacciones, M V = P T; segundo, la modalidad de dicha ecuación que se basa en el
ingreso, M V = P y, y por último, de la ecuación de Cambridge para los saldos en efectivo
M = k P y con la que Friedman afirma tener la máxima afinidad.
Como ya ha sido planteado, Friedman partió de la versión de los saldos en efectivo
vinculada al aparato general marshalliano de la demanda y la oferta. Así,considera a esta
ecuación como una función de la demanda de dinero, “en la que P y y del segundo miembro
son dos de las variables en que estriba la demanda de dinero, y en la que k simboliza todas
las demás variables, de suerte que no se deberá considerar como una constante numérica,
sino como algo que es en sí mismo una fusión de otras variables más (Friedman, 1981: 22).
Friedman hace un resumen de los elementos fundamentales de la “Teoría General” de
Keynes en versión Chicago resaltandose en forma especial la tendencia de los keynesianos
a considerar el nivel de precios como fijo.los elementos del análisis keynesiano y de la
teoría cuantitativa del dinero son incluidos en un “modelo común simple”contentivo de
siete variables y sólo seis ecuaciones, por lo que cada enfoque resolverá a su manera la
ecuación faltante. La teoría keynesiana simple fijaría el nivel de precios y la teoría
cuantitativa simple fijaría el nivel de producción real. Friedman añade un tercer enfoque
que representaría su “teoría monetaria simple del ingreso nominal”, la cual fijaría la
diferencia entre la tasa real prevista de interés y la tasa secular real del crecimiento de la
producción.
Friedman (1982: 40-41) presenta así un modelo agregado sumamente simplificado de una
economía, que abarcaría los casos especiales de la teoría cuantitativa del dinero y del
enfoque keynesiano de ingresos y gastos. En el mismo hace abstracción del comercio
exterior, suponiendo que la economía es cerrada, y del papel fiscal del gobierno, por lo que
también supone que no hay ni gasto público ni ingreso público. Este modelo se presenta por
medio de seis ecuaciones:
Las tres primeras ecuaciones describen el reajuste de los flujos de ahorro e inversión, y las
tres restantes la masa monetaria demandada y ofertada. La ecuación ( ) es una función
consumo en función del ingreso y de la tasa de interés. En aras de la sencillez, Friedman
omite la riqueza.la ecuación ( ) es una función de inversión en función de la tasa de interés,
en concordancia con la eficacia marginal del capital keynesiana. La ecuación ( ) constituye
la identidad del ingreso o la igualación o ajuste entre el ahorro e inversión. La ecuación ( )
es la función de la demanda nominal monetaria, o en términos keynesianos, la función de la
preferencia por la liquidez, en función del ingreso real y de la tasa de interés. Aquí también
en aras de la sencillez, Friedman omite la riqueza. La ecuación ( ) es la función de la oferta
monetaria nominal. Para hacer congruente con la literatura incluye a la tasa de interés,
aunque Friedman aclara que pudiera expresarse como una variable exógena determinada
por las autoridades monetarias. Finalmente la ecuación ( ) es la contrapartida a la ( ), y es
una ecuación de ajuste del mercado monetario que especifica que la demanda monetaria es
igual a la oferta monetaria.
Según propone Friedman, “estas seis ecuaciones serían aceptadas por igual por los
partidarios de la teoría cuantitativa y los de la del ingreso y gasto. A este nivel de
abstracción no hay ninguna diferencia entre las dos. Sin embargo, aunque hay seis
ecuaciones, son siete incógnitas: C, I, Y, r, P, Md, Ms. Falta una ecuación” (1982: 42). Por
lo que la condición que habría que añadir marcaría la diferencia entre la teoría cuantitativa
y la del ingreso-gasto.
La teoría cuantitativa simple añade la ecuación
( )
que significa que el ingreso real es determinado fuera del sistema, a partir del enfoque
walrasianodel equilibrio general, lo que significa aceptar el supuesto neoclásico del pleno
empleo.así se reduce el sistema global simple a un conjunto de seis ecuaciones
determinantes de seis incógnitas.
MM
M
M
sd
s
d
rh
rP
YLP
P
I
P
CY
P
S
P
I
P
C
P
U
rgP
I
rp
wf
P
C
,.
,
yyP
Yo
La teoría del ingreso-gasto simple añade la ecuación
( )
es decir, que el nivel de precios se determina fuera deL sistema, lo que de nuevo reduce el
sistema a seis ecuaciones de seis incógnitas. Esto lo hace incorporando un fundamento
histórico-institucional de precios rígidos sometidos además al poder de negociación con el
trabajo.
Tanto en uno como en el otro enfoque, se ofrecen soluciones lógico-abstractas sobre la base
de supuestos extremos a priori. Para la teoría cuantitativista, la invariabilidad del volumen
de producción dado el pleno empleo en la utilización de los recursos. Para la teoría
keynesiana, la invariabilidad de los precios.
A partir de esta presentación del modelo global simple Friedman utiliza la teoría
cuantitativa para derivar una teoría del ingreso nominal,más que de los precios o del
ingreso real. En este nuevo modelo los cambios consisten en lo siguiente: en la ecuación( )
el ingreso real es sustituido por el nominal, dando lugar a la siguiente ecuación ( ); se
retoman las ecuaciones ( ) y ( ) y se agrega la ecuación ( ) que determina la tasa de interés a
partir de las ideas de Keynes y Fisher, las cuatro ecuaciones del modelo del ingreso
nominal quedan de la siguiente manera:
La ecuación ( ) parte de suponer que la elasticidad de la demanda monetaria con respecto al
ingreso real es igual a la unidad. Esto permite eliminar los precios y el ingreso real de las
ecuaciones del sector monetario. Según Friedman, desde el punto de vista empírico la
elasticidad de la demanda monetaria con respecto al ingreso no es muy distante de la
unidad, posiblemente sea mayor que la unidad pero no mayor que 2.0.
Por otra parte, la ecuación ( ) es el resultado de la distinción de Fisherentre la tasa nominal
de interés r y la tasa real de interés . Así, para Fisher:
( )
En la misma, (1/P)(dP/dt) es la variación porcentual del nivel de precios y es la tasa real de
interés realizada.Friedman designa valores “permanentes” o “previstos”, lo que indica
añadiendo un asterisco, por lo que es la tasa real permanente o prevista, así:
dt
dY
Y
lr
rh
rlY
k
MM
M
M
o
sd
s
d.
dt
dP
ppr
1
( )
Que se puede escribir de la siguiente forma
Donde y equivalea la tasa permanente o anticipada de crecimiento del
ingreso real, o sea a su tendencia.
Suponiendo que
( )
O sea, que la diferencia entre la tasa real interésprevista y la tasa prevista de crecimiento
real está determinada fuera del sistema, lo que constituye un supuesto parecido a los de
pleno empleo y precios rígidos de la teoría cuantitativa simple y de la teoría keynesiana
simple de ingreso-gasto. Por lo que la ecuación ( ) queda como:
( )
Donde [(1/Y) (dY/dt)]* es la tasa permanente o prevista de crecimiento del ingreso
nominal, que constituye una variable predeterminada por una “historia anterior” del ingreso
en una tendencia de largo plazo, en base a la experiencia pasada o a consideraciones ajenas
al modelo (Friedman, 1982: 48). Este modelo del ingreso nominal contiene los elementos
fundamentales de la reformulación cuantitativista de Friedman: la función neoclásica de la
demanda monetaria basada en la necesidad de saldos de caja y la magnitud del ingreso
monetario. En segundo lugar, la exogeneidad de la oferta monetaria. Por último, el
mecanismo de la tasa de interés en dependencia de los cambios en el nivel de los precios.
Para Friedman queda claro que este modelo no dice nada sobre los factores que determinan
las proporciones en que a corto plazo, una variación del ingreso nominal se divide en
variación de precios y variación del producto (Friedman, 1982: 52).
El mecanismo de transmisión.
Independientemente del estado actual de elaboración de la teoría de la política monetaria,
así como de los numerosos "canales de transmisión" de los impulsos monetarios que
afectan el ingreso y el gasto, de manera sintética pudieran reducirse dichas teorías a dos
*1
*
dt
dP
ppr
*1
**
*1
*1
*
dt
dY
Ygpr
dt
dy
Ydt
dY
Ypr
*//1* dtdYyg
dt
dY
Yr k
10
visiones básicas: el mecanismo neoclásico de los "efectos directos" y el mecanismo
keynesiano del canal del costo del capital ( Chick, 1973: 17).
La concepción moderna del mecanismo neoclásico, del que se deriva el friedmaniano,
consiste en que la oferta monetaria afecta directamente las decisiones de gasto del sector
privado. Esta teoría sugiere que el nivel de output es mantenido, exceptuando alguna
fluctuación temporal, a un nivel determinado por el pleno empleo de los recursos. Salarios
y precios, y por tanto, los salarios reales, son asumidos como muy flexibles, lo que significa
que se ajustan rápidamente vaciando los mercados de bienes y de trabajo. Se asume que el
producto está determinado a un nivel dado. Esto por supuesto que es una simplificación
extrema del argumento, pero lo básico queda en la afirmación de que la política monetaria
afecta el ingreso nominal directamente.
Por su parte el mecanismo de transmisión keynesiano plantea que un incremento de la
oferta monetaria, a través de la preferencia por la liquidez, reduce el costo del crédito,
estimulando la inversión, lo que a través del mecanismo del multiplicador de inversión,
acrecentará el ingreso. Esquemáticamente este mecanismo de transmisión constituye la
siguiente relación:
Este mecanismo está reflejado en la "Teoría General", "el efecto primario de un cambio en
la cantidad de dinero sobre el volumen de la demanda efectiva se ejerce a través de su
influencia sobre la tasa de interés" (Keynes, 2003: 286).
Ambos mecanismos de transmisión representan una clara dicotomía. El dinero no produce
un efecto directo sobre el ingreso (mecanismo keynesiano) y no existe ningún efecto a
través de la tasa de interés (mecanismo neoclásico). Ambos mecanismos de transmisión
dependen críticamente de la especificación de la función de la demanda monetaria. Dado el
supuesto compartido de que la oferta monetaria es exógena, las variables que conforman la
función de la demanda monetaria son aquellas que ajustan si el mercado retorna al
equilibrio. Es entonces necesario para el mecanismo neoclásico que el ingreso forme parte
de la función demanda monetaria y que para el mecanismo keynesiano la tasa de interés lo
sea de la demanda monetaria (Chick, 1973: 25).
En el enfoque monetarista la tasa de interés no constituye un elemento clave que sirva de
vínculo entre el sector real y el sector monetario, como en efecto lo había sido en el modelo
keynesiano. El énfasis dentro del mecanismo de transmisión cae sobre las modificaciones
de la estructura del balance de cartera que incluye el conjunto de activos acumulados como
dinero, obligaciones, capital real, bienes de consumo duradero, etc. El impulso inicial para
estos cambios sobre la estructura de los activos, corresponde a la reserva de dinero. Por el
contrario, Keynes concedía un papel central a la eficacia marginal del capital y a las
inversiones sobre las fluctuaciones del proceso económico, lo que es cuestionado por el
análisis de Friedman que concede al factor monetario el rol fundamental del
comportamiento real de la economía.
YIVM
Otra diferencia entre keynesianos y monetaristas con relación al mecanismo de transmisión,
consiste en el espectro de activos considerados. Cuando un monetarista observa un
incremento de la oferta monetaria, las tenencias de monedas del público se han
incrementado en relación con las tenencias de valores y activos reales de todo tipo. En
consecuencia, el público sale de esos saldos excesivos comprando títulos, bienes de capital
y bienes de consumo. Para un keynesiano, sin embargo, el tratamiento característico del
aumento de la oferta monetaria se proyecta como si éste afectara fundamentalmente a la
inversión y no al consumo. Hay dos razones para esto. En primer lugar, al mirar hacia la
tasa de interés la interpretación keynesiana destaca que el aumento del stock de moneda
reduce las tasas de interés por lo que se produce un menor costo de la toma de préstamos y
así se estimula la inversión. En segundo lugar, frecuentemente se utiliza el supuesto
simplificador según el cual la propensión a consumir (C / Y) no es afectada directamente
por la tasa de interés, de modo que un aumento de la cantidad de moneda afecta únicamente
a la inversión.
Dentro del debate sostenido entre ambas escuelas se asume por ambas partes la llamada
"teoría de la selección de carteras" según la cual los agentes económicos mantienen en su
cartera o patrimonio activos de naturaleza distinta, como pueden ser bienes reales o activos
financieros, cada uno con un determinado grado de liquidez, de rentabilidad y de riesgo. En
cada momento, los agentes tendrán una composición de su cartera de activos que
considerarán óptima en función de sus valores, rendimientos y también de sus propias
preferencias, por lo que si su patrimonio se separara por algún motivo de esa composición
óptima, los agentes comprarían y venderían distintos activos hasta volver a dicho óptimo.
Tomando en cuenta la argumentación de Fisher acerca de que la tasa nominal de interés era
igual a la suma de la tasa real interés y la tasa de inflación esperada, se asume una manera
particular de formación de las expectativas: las expectativas adaptativas. Las cuales se
forman sobre la base de la experiencia de inflaciones anteriores, pesando más la experiencia
sobre los precios del pasado reciente que la experiencia relativa a un pasado más distante..
Si la tasa nominal de interés es en parte una función de las expectativas de precios y por
otra parte, la demanda de saldos en efectivo es, a su vez, una función de la tasa nominal de
interés. Tasas nominales de interés más altas significan mayores costes de oportunidad de la
tenencia de dinero, lo que conlleva una disminución de la demanda de saldos en efectivo, y
viceversa.
Friedman puede dar una explicación simplificada de la inflación utilizando las expectativas
adaptativas, el efecto Fisher y su función de demanda de dinero modificada. Esta
modificación sería incluir sólo el ingreso corriente, es decir, no al permanente, y las tasas
de interés nominales.
En correspondencia con lo anterior, Friedman supone:
1. Una tasa constante del aumento de la oferta monetaria realizada por el Banco Central.
2. Las tasas de inflación esperadas y la tasa de inflación real son iguales y equivalentes a la
tasa constante de aumento de la oferta monetaria.
3. La tasa de interés nominal es igual a la tasa de interés real más la inflación, que es
constante.
4. Las tenencias reales y deseadas de saldos en efectivo son iguales.
5. La renta real crece a una tasa constante.
A partir de estos supuestos, se plantea un aumento de la tasa de oferta monetaria por parte
del Banco Central. Esto provoca un aumento de los saldos reales en efectivo de los
individuos y las empresas, por encima de sus niveles deseados, y la disminución inicial de
la tasa nominal de interés, ya que los fondos prestables han aumentado, reduciendo
temporalmente la tasa real de interés (efecto Wicksell) el exceso de saldos en efectivo lleva
a un aumento del gasto en bienes, valores y todos los demás activos. Los precios reales
comienzan a subir, debido al aumento del gasto nominal. Después de un tiempo, las
expectativas se adaptan a los aumentos de precios, haciendo que la tasa nominal de interés,
que inicialmente baja, vuelva a subir. El proceso no concluye hasta que:
1. La nueva tasa de inflación es igual a la nueva tasa de oferta monetaria.
2. La tasa de interés nominal ha aumentado en una cantidad igual a la diferencia entre la
vieja y la nueva tasa de inflación.
3. Los saldos reales en efectivo son de nuevo iguales a los saldos en efectivo pasados.
4. La tasa de interés real se restablece a su nivel anterior.
Observerse que el nivel de saldos en efectivo nuevo será realmente menor que el que existía
antes del aumento de la oferta monetaria, dado que se produjo un aumento de la tasa
nominal de interés, lo que significa un coste menor de la tenencia monetaria.
"Lo que importa en último término a quienes tienen dinero es la cantidad real, y no la
cantidad nominal, y que hay una cantidad real de dinero bastante definida que la gente
desea tener en cualquier circunstancia. Supongamos que casualmente la cantidad nominal
que el público tiene en determinado momento, corresponde a precios corrientes, a una
cantidad real mayor de la que desean tener. En ese caso, los individuos tratarán de
deshacerse de lo que consideran como un exceso de saldos en efectivo; tratarán de
desembolsar para comprar valores, bienes y servicios, o liquidar sus deudas, o como
regalos, una suma mayor de la que estén recibiendo de las fuentes correspondientes. Sin
embargo, no pueden lograrlo en cuanto grupo. Los gastos de una persona son los ingresos
de otra"... "el intento de hacerlo produce importantes efectos. Si los ingresos pueden
cambiar libremente, el intento de gastar más hará que aumente el volumen de gastos e
ingresos, expresados en unidades nominales, a consecuencia de lo cual la demanda hace
que aumente los precios y también, tal vez, la producción" (Friedman, 1981: 14-15).
Para Friedman, los cambios de los precios y del ingreso nominal pueden ser producidos, o
bien por cambios de los saldos reales el público desea tener, es decir, por variaciones en la
demanda monetaria, o por cambios de los saldos nominales existentes a los que se tiene
acceso como resultado de variaciones de la oferta nominal monetaria. Dado que a nivel
empírico la demanda monetaria es relativamente estable y sus cambios reales tienden a
efectuarse lenta y gradualmente, queda claro la conclusión de que los cambios de los
precios y del ingreso nominal son de resultado única y exclusivamente de los cambios del
oferta nominal monetaria por parte del Banco Central.
"Una tasa de crecimiento monetario aumentada, sea producida a través de operaciones a
mercado abierto o de otras maneras, aumenta la cantidad de efectivo que la gente y las
empresas tienen en relación a otras formas de capital. Los tenedores del efectivo ahora
excedente tratarán de ajustar sus carteras con otros activos. Pero los gastos de un individuo
son los ingresos de otro individuo. Toda la gente no pueden cambiar la cantidad de efectivo
que tienen todos-sólo las autoridades monetarias pueden hacer eso-. Sin embargo, a medida
que la gente intenta cambiar sus balances de efectivo, el efecto se va extendiendo de un
activo a otro. Esto tiende a aumentar los precios de los activos y a reducir las tasas de
interés, lo que alienta el gasto para producir nuevos activos y también alienta el gasto en
servicios corrientes empresas de en la compra de activos existentes. Así es como el efecto
inicial sobre los balances se traduce en un efecto sobre el ingreso y el gasto" (Friedman,
1992: 30).
En este mecanismo juega un papel básico la estabilidad de la demanda de saldos de caja,
consecuencia de la tradición cuantitativista de Cambridge que sostenía una correlación
constante entre la reserva monetaria y el nivel de ingreso. Sólo la política del Banco Central
mediante cambios inesperados de la emisión monetaria, lograría perturbar la estabilidad del
balance de cartera y desencadenar un proceso de fluctuaciones en el sector real de la
economía. Esto obedece a que los agentes reaccionarían reorganizando su estructura de
activos y obligaciones, lo que provocaría un proceso de compras y ventas en el mercado
alterándose los precios de los activos y las tasas de beneficio que producen. Se producirán
cambios en los gastos de consumo e inversión y por tanto del producto final.
Como se puede apreciar, la oferta monetaria no es un factor importante en la afectación de
los cambios en las magnitudes reales. Estos últimos responden a la naturaleza del sistema
económico, las cualidades de la población, el estado de la tecnología, las disponibilidades
de recursos naturales, etc. Son estos y no la política monetarias los determinantes de la
riqueza real. El verdadero impacto a largo plazo de la oferta monetaria se proyecta sobre las
magnitudes nominales, sobre el nivel general de precios.
Por tanto, para Friedman “la única y exclusiva” causa de la inflación, reside en la expansión
de la oferta monetaria debido al manejo discrecional de la política monetaria por parte del
banco central. La inflación queda reducida a un problema provocado por un elemento
“exógeno” al correcto funcionamiento del modelo, que reflejaría, en clave neoclásica. El
eficiente funcionamiento del mercado. Se trata de una “patología” ajena al sistema,
resultado de un mal manejo de la política monetaria expansiva de inspiración keynesiana.
Para Amit Bhaduri (1990: 151-156) el mecanismo de transmisión monetarista se reduce a
un ajuste simultáneo en todos los principales mercados de activos. Parece sugerirse que los
agentes económicos ante un aumento de la oferta monetaria, reaccionan demandando, al
mismo tiempo, más activos físicos, financieros y capital humano. Sin embargo, el punto de
partida de este razonamiento es falso, porque no incorporará el aspecto básico de la
creación de dinero crediticio. Aceptando incluso que los agentes económicos, al disponer
de más dinero, puedan simultáneamente demandar más activos físicos y más activos
financieros, se parte de la falsa premisa de que los agentes reciben dinero de la nada. En
cualquier economía capitalista el dinero fiduciario o crediticio representa siempre un pasivo
del sector financiero. Su incremento sólo puede darse por medio de las instituciones
financieras y por tanto, todo argumento acerca de un aumento de la oferta monetaria debe
partir del mercado de los activos financieros, o sea del proceso de creación de pasivos en
respuesta a la demanda por parte del público. Dado que la teoría cuantitativa se reduce a
señalar que la demanda de dinero está regida por el ingreso nominal y no ofrece esquema
alguno para determinar a ésta variable, no puede explicar cómo responde la oferta de dinero
crediticio a la demanda mediante ajustes en el mercado de activos financieros.
La tasa de interés en el mecanismo de transmisión.
Ante un aumento de la oferta monetaria se produce una evolución de las tasas de interés
que aparentemente coincide con lo planteado por Keynes, pero con posterioridad, las tasas
suben incluso por encima de su nivel inicial. Esta evolución se produce a través de tres
efectos: liquidez, renta y anticipación de los precios (Fisher).
"El impacto inicial de incrementar la cantidad de dinero a tiempo más rápido que lo que se
ha incrementado en el pasado consiste en hacer más bajos los tipos de interés por un
periodo”.
Pero éste es solamente el principio del proceso, no el final. El tiempo más rápido de
aumento de la oferta monetaria estimulará el gasto, tanto por medio del impacto que sobre
la inversión causan los más bajos tipos de interés de mercado como por medio del impacto
sobre otro complemento del gasto y, de ese modo, sobre los precios relativos de los saldos
en efectivo más altos. Pero como el gasto de una persona constituye la renta de otra. La
elevación de la renta elevara la preferencia de liquidez y la demanda de préstamos; puede
también elevar los precios, que reducirán la cantidad real de dinero. Estos tres efectos
invertirán la presión inicial descendente sobre los tipos de interés bastante pronto, digamos,
en menos de un año. Justamente, tenderán, tras un intervalo un poco prolongado, digamos
de uno o dos años, a devolver los tipos de interés al nivel que de otro modo hubieran
tenido"... "un tipo más elevado de expansión monetaria corresponde a un nivel de tipos de
interés más elevado, no más bajo que el que de otra manera hubiera predominado. Este
efecto se producirá si se permite que el tipo más elevados de aumento del oferta monetaria
produzca precios en alza, y que el público espere que los precios continúen elevándose. En
tal caso los prestatarios estarán dispuestos a pagar y los prestamistas pedirán tipos de
interés más elevados, según ya Irving Fisher señaló hace varias décadas” (Friedman, 1969:
102).
La evolución de la tasa de interés se produce por tanto, inicialmente a través del efecto
liquidez. Este se produce al aumentar la oferta monetaria, produciéndose cambios en el
balance de cartera de los agentes buscando una composición óptima, y produciéndose un
aumento de las cotizaciones (precios) de ciertos activos y por tanto reducciones de sus tasas
de rendimiento efectivo. Se trata de la fase inicial de la alteración del balance de cartera
como resultado de un aumento de la masa monetaria. El excedente monetario por encima
de su nivel "habitualmente estable", provoca en los agentes una compra a partir de sus
saldos de caja alterados, de valores, lo que eleva su precio y consiguientemente, disminuye
la tasa de interés real.
Posteriormente, en lo que se conoce como efecto renta, se produce al disminuir la tasa de
interés, una reactivación de la inversión y vía multiplicador, del ingreso, que aumentan la
demanda monetaria, lo que provoca un aumento de la tasa de interés. Es decir al bajar la
tasa de interés se producen un crecimiento del ingreso, lo que provoca una mayor demanda
de capital de préstamo, por lo que las tasas de interés recuperan su nivel inicial.
Finalmente, el efecto anticipación de los precios o Fisher se produce basado en la diferencia
existente entre las tasas reales y las nominales de interés que viene dada por el crecimiento
de la tasa de inflación. Al aumentar la oferta monetaria se producen expectativas
inflacionistas, y los prestamistas, al esperar una mayor inflación, subirán sus tasas de
interés nominales para protegerse de la pérdida del valor real que le inflación supone.
Éste efecto se inspira en la consideración de Fisher acerca de la tasa de interés nominal de
mercado que contempla la tasa real, determinada por los factores del oferta y la demanda de
capital, y la "prima" que depende del ritmo esperado en la modificación de los precios.
Según Fisher, mientras lo precios suben, los acreedores tienden a calcular las pérdidas por
la devaluación del monto básico de la deuda. Mientras que cuando lo precios se mantienen
estables, la "prima" de la debe comprarse por lo que coincidirán la tasa real y la nominal del
interés.Cómo se observa, el aumento de la tasa de interés al alterarse el equilibro monetario,
está vinculado a la modificación de los precios. El aumento del ingreso vendrá acompañado
por el aumento los precios. Esto generará expectativas sobre su posterior elevación por lo
que los acreedores se protegerán agregando un por ciento de aumento los precios para el
período por el que fue otorgado el crédito.
Por lo tanto, solo en una primera fase, la tasa de interés se comportaría tal como lo habría
prescrito Keynes ante un aumento de la oferta monetaria. Pero este efecto inicial sería
contrarrestado por el efecto renta que aumentaría la demanda monetaria y por tanto,
aumentaría la tasa de interés recuperándose al nivel del punto de partida inicial. Finalmente,
el proceso inflacionario generaría expectativas en los agentes, que indexarían el reembolso
de sus prestamos por lo que aumentaría aún mas la tasa de interés.
Capítulo 8. La Tasa "Natural" de desempleo.
La Curva de Phillips.
En 1958 A. W. Phillips publica el resultado de una investigación acerca de una
investigación empírica acerca de la relación entre el desempleo y la tasa de cambio de los
salarios monetarios con el título de “The Relation Between Unemployment and the Rate of
Change of Money Wages in the United Kingdom, 1861-1957”. Con este trabajo Phillips
revolucionó el campo de investigación acerca de la relación entre los salarios y el
desempleo. Su ejecución econométrica le otorgó reconocimiento instantáneo dentro de una
comunidad científica que ya estaba recurriendo a la econometría en una escala significativa.
Su contribución había llegado en un momento oportuno. La Síntesis Neoclásica-keynesiana
carecía de una teoría macroeconómica de la inflación y Phillips le había encontrado una
relación empírica estable, que aparentaba ser aplicable a cerca de todo un siglo. Esta
relación vinculaba al desempleo con los salarios monetarios y parecía reconocer cierta
rigidez de los salarios monetarios hacia abajo, tal como había supuesto Keynes
originalmente. Se trataba de la confirmación empírica de un importante supuesto teórico.
La finalidad de su artículo era "comprobar si la evidencia estadística apoya la hipótesis de
que la variación de los salarios monetarios en el Reino Unido puede explicarse por el nivel
de paro y el ritmo de
variación del mismo" (Phillips, 1982: 257). Para lograrlo, se basó en datos que cubrían el
período 1861-1957 y con métodos estadísticos, ajustó una curva de datos, que
posteriormente sería conocida como "Curva de Phillips".
Phillips descubrió que en el Reino Unido, para el período de 1861 a 1913, existió una
correlación negativa entre la variación de los salarios monetarios y la tasa de desempleo.
Sobre la base de la evidencia empírica, llegó a la conclusión de que esta relación para el
período 1913-1957 podía llegar a explicarse por medio de la misma función que había sido
estimada para el período 1861-1913. De acuerdo a esta función, la tasa de crecimiento de
los salarios monetarios decrece a la par que se incrementa la tasa de desempleo. La forma
de la curva original de Phillips tiene dos propiedades que la caracterizan: primero, los
salarios permanecen estacionarios cuando la tasa desempleo es del cinco y medio por
ciento. Segundo, existe un circuito cíclico con dirección contraria a la de las manecillas del
reloj, o sea, los salarios monetarios crecen más de prisa cuando la tasa de desempleo
disminuye, y un poco más despacio cuando dicha tasa aumenta, en relación a lo que se
hubiera estimado al considerar la curva aisladamente.
El elemento original de la investigación de Phillips no fue el establecimiento de una
correlación negativa entre las tasas de crecimiento de los salarios monetarios y del
desempleo, sino su proposición de que dicha relación fuera estable. Fue esta supuesta
estabilidad de la relación lo que causó que el trabajo de Phillips se convirtiera en el centro
de la difusión macroeconómica durante los primeros años sesenta. De esta supuesta
estabilidad de la curva en el largo plazo se sostenía que las autoridades de política
económica tenían la posibilidad de colocar a la economía en un determinado punto de la
curva y mantenerlo mediante un correcto manejo de la demanda agregada.
En la figura a cada valor de la tasa de desempleo, le corresponden dos valores de la tasa de
salarios monetarios. A la tasa de desempleo or le corresponden dos puntos: la tasa de
inflación salarial rb, que ocurre cuando la tasa de desempleo está descendiendo, es decir,
cuando la demanda de trabajo se encuentra en ascenso, y la tasa de salarios ra, que sucede
cuando la tasa de desempleo está aumentando, es decir, cuando la demanda de trabajo está
μ
W
5,5 %
A
B
R μ 5,5%
W
disminuyendo. La tasa de crecimiento de los salarios monetarios depende por tanto, no
solamente de la tasa de desempleo, sino además de sus variaciones, que pueden presentarse
con cierta aproximación por
Por tanto la curva de Phillips puede expresarse como
( )
Se supone que el único punto en el que no se produce presión para que cambie del
desempleo es donde la oferta de trabajo sea igual a la demanda de trabajo. Sin embargo este
punto de equilibrio en el mercado de trabajo no tiene por qué ocurrir a una tasa nula del
desempleo. De acuerdo con los datos de Phillips, el equilibrio en el mercado de trabajo se
da a una tasa del desempleo de entre cinco y seis por ciento. Posteriormente a la
publicación del trabajo de Phillips se ha sostenido que la igualdad entre oferta y demanda
de trabajo sólo indica que existen tantas vacantes como número de desempleados, que no
están en condición de desempleo friccional o voluntario, dado que tanto el empresario
como el trabajador carecen de información completa e instantánea acerca de las
condiciones de las respectivas demandas y ofertas existentes en el mercado.
A partir de la publicación de su artículo se desarrolló una gran cantidad de investigaciones
tanto a nivel teórico como en el plano de la contrastación empírica. La relación de Phillips
llegó a convertirse en un punto de reflexión fundamental de la macroeconomía
convencional. En un principio la curva de Phillips, era una relación empírica, una medición
sin teoría, lo que dada su validez e importancia fue interpretada teóricamente. Una de las
interpretaciones que tuvo mayor relevancia fue la de R. G. Lipsey en 1960, el que la
concibió como un modelo de exceso de demanda. Lipsey derivó la curva de Phillips de la
correlación entre oferta y demanda en un mercado de trabajo único. A diferencia de la
teoría neoclásica del mercado de trabajo, en donde la oferta y la demanda de trabajo son
funciones del salario real, Lipsey utilizó el salario monetario.
En ese mismo año de 1960, Paul Samuelson y Robert Solow reformularon la curva de
Phillips de manera que tuviera un mayor impacto para la instrumentación de la política
económica. Primeramente, a través de su modificación de forma tal que reflejara la relación
entre la tasa de desempleo y la tasa de inflación, esta segunda en sustitución de la tasa de
cambio de los salarios monetarios. En segundo lugar, se instó a las autoridades de política
económica a considerar a la curva de Phillips como un instrumento para la formulación de
combinaciones de objetivos de desempleo e inflación.
Samuelson y Solow postularon una curva de Phillips aproximadamente igual para los
Estados Unidos y para el Reino Unido e interpretaron los precios y los salarios
relacionando los precios con el costo laboral. Así, realizaron un estudio como el de Phillips
para la situación en los Estados Unidos, sustituyendo la relación entre los salarios
dt
d
)/,( dtdhw
dww
monetarios y el desempleo por la relación precio-desempleo, ya que la tasa salarial es un
componente básico de los costos, por lo que salarios y precios tienden a moverse juntos.
Para el caso de los Estados Unidos, si se deseaba la estabilidad de precios debía aceptarse
una tasa de desempleo alrededor del cinco y medio por ciento. Para reducir la tasa de
desempleo al tres por ciento sólo podía lograrse si se estaba dispuesto a aceptar una tasa de
inflación del cuatro y medio por ciento aproximadamente.
A partir del comportamiento marginal del precio se asume que la tasa de inflación es igual a
la diferencia entre las tasas de crecimiento del salario monetario y la productividad del
trabajo. Se supone así que la curva de Phillips se puede representar como:
( )
Lo que significa que él por ciento de la tasa de cambio de los salarios monetarios (w)
depende de la tasa prevista de inflación ( ), del grado de presión de la demanda medido
por y de la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo ( ). A partir de la ecuación
( ) se obtiene la curva de Phillips modificada Samuelson y Solow:
( )
Con esta ecuación, la tasa de inflación está determinada por la tasa prevista de inflación,
por la presión de la demanda sobre el mercado de trabajo ( ), y por el término (
) que indica la parte del crecimiento en la productividad del trabajo que no es transferida a
los trabajadores en forma de aumento en los salarios monetarios. Cuanto mayor sea éste
componente de la productividad del trabajo, menor será la tasa de inflación. Por tanto, la
curva de Phillips se desplazará hacia abajo y hacia el origen.
En razón de la consideración de la curva de Phillips como una relación técnica que
posibilita su utilización como instrumento de política económica, cada punto de la curva
puede considerarse como una posible propuesta o alternativa de política económica. Tal
como se representa en la figura ( ), entre los puntos a y b existe una correlación entre las
tasas de inflación y de desempleo; si por ejemplo, se supone que durante un largo periodo
de tiempo los precios se han elevado a una tasa del cuatro por ciento anual y un
mantenimiento de la tasa de desempleo alrededor del siete y medio por ciento. Si el
gobierno trata de reducir el desempleo, lo va a hacer a través de una política expansiva de la
demanda mediante un aumento del déficit presupuestario financiado mediante un aumento
en la oferta monetaria. Esto se basa en la capacidad del multiplicador de empleo defendido
por Keynes. Pero el efecto multiplicador si bien tiene un efecto real, también lo tiene
inflacionario.
1* buw
10;0 b
*1u
)1(* 1 bu
1bu )1(
Ya desde principios de los años 60, la mayoría de los economistas, casi todos bajo la
bandera de la Síntesis Neoclásica-Neokeynesiana consideraban a la curva de Phillips como
el eslabón perdido en el modelo keynesiano. Con la misma, se lograba una teoría de la
inflación que podía integrarse al marco IS-LM para completar el modelo neokeynesiano. Su
formulación tuvo implicaciones inmediatas para la política económica. Parecía que se
podrían conjurar todos los demonios a la vez, el empleo y la estabilidad de los precios
aparentemente estaban al alcance instrumental de los hacedores de políticas económicas.
La reformulación de la Curva de Phillips: La Hipótesis de la Tasa Natural de
Desempleo.
Desde principios de los años 70 del siglo pasado, el fenómeno inflacionario no estuvo
acompañado de reducciones en el nivel de desempleo, tal como lo planteaba la curva de
Phillips. Según la aceptación de la misma, los hacedores de la política económica podrían
escoger determinada combinación de valores y calibrar los instrumentos de política
neokeynesiana correspondientemente. Si esto fuese posible, dada la interpretación a corto
plazo de la curva de Phillips, se tendría una situación opuesta a la proposición ya efectuada
por Friedman, acerca de los límites de la política económica. Consecuentemente se hubiera
demostrado que la política discrecional podría ser efectiva, al mismo tiempo que
racionalizaba un estado de inflación permanente y moderada.
Es por lo anterior, que el ataque de Friedman y de Edmund Phelps contra la curva de
Phillips no debe verse sólo como un ejercicio técnico aislado, sino como parte de sus
intentos de construir una alternativa total al modelo keynesiano. Su ataque llegaba al
corazón de la Síntesis Neoclásica-Neokeynesiana.
En su discurso presidencial de 1968 a la "American Economic Association", titulado "The
Role of Monetary Policy", argumentó que la relación de Phillips a largo plazo era vertical
en correspondencia con una determinada tasa natural de desempleo. Esto es, a largo plazo,
cualquier tasa de expansión monetaria y de inflación tiene poco o nada que ver con la tasa
natural de desempleo.
μ 7,5 3 0
π
B
A 4
8
Según la concepción de Friedman, la tasa natural de desempleo está determinada por las
condiciones reales que influyen en la oferta y demanda en el mercado de trabajo. Estos
factores incluirían todos los acuerdos institucionales, tales como el grado de sindicalización
de los trabajadores, las leyes de salarios mínimos, la proporción de mujeres en la fuerza de
trabajo, el nivel de educación del trabajador, etcétera.
La curva de Phillips se había justificado en general como una expresión de la forma en que
la demanda excedente en el mercado de trabajo conduciría a un cambio en el precio del
trabajo, pero a fin de ser una versión consistente de la relación de la demanda excedente-
cambio de precio de un modelo walrasiano de equilibrio general, este precio tendría que ser
un precio relativo y no un precio absoluto. Si la curva de Phillips refleja el comportamiento
de la oferta de fuerza de trabajo, Friedman insistía en que la oferta de trabajo es una función
del salario real y no del salario monetario. O sea, el poder de compra del salario es lo que
importa a los trabajadores, y a los empresarios su coste real, en lugar de los cambios
nominales de los salarios.
Para Friedman (1992: 83-88), aunque el análisis de Phillips pueda parecer muy persuasivo
y obvio, es totalmente falaz al pasar la oferta y la demanda de trabajo como función de la
tasa de salario nominal y no del salario real. Friedman considera que el punto de vista de
Phillips se basa en las curvas usuales de oferta y demanda tal como se ilustra en la siguiente
figura.
En el punto de intersección o, el mercado está en equilibrio a la tasa salarial ((Wm)o), con
la cantidad de trabajo empleado (Lo) igual a la demanda de trabajo. El desempleo es o, sólo
existiría desempleo friccional o voluntario. En este punto no habría según Phillips ninguna
presión hacia arriba sobre los salarios. Sin embargo, en el punto f, donde la demanda de
trabajo es mayor que la oferta, hay desempleo, los salarios están en ((Wm)F), por debajo del
nivel de equilibrio, y habrá sobre ellos una presión hacia arriba. En el punto m hay
desempleo, el nivel de salario ((Wm)M) está por encima del nivel de equilibrio de la tasa
salarial y presiona hacia abajo. Cuanto mayor sea la discrepancia entre la demanda de
M LS
O
F LD
LF L Lo LM
(Wm)F
(Wm)o
(Wm)M
Wm
trabajo y la oferta, tanto mayor será la presión y en consecuencia, tanto más rápido subirán
o bajarán los precios.
Phillips traduce este análisis a una relación observable calculando el nivel de desempleo en
un eje, y la tasa de cambio de los salarios en el tiempo, en el otro.
En la gráfica representa la tasa de cambio de los salarios en el tiempo y U es el nivel
de desempleo. El punto corresponde al punto Uo. El desempleo está a su nivel "natural", por
lo que los salarios están estables. El punto f corresponde al "exceso" de empleo de modo
que los salarios están subiendo mientras el punto m corresponde al desempleo, de modo
que los salarios caen.
Este análisis de Phillips, según la versión de Friedman, es falaz ya que el eje vertical en la
figura debiera referirse no a la tasa de salarios nominales sino a la tasa de salarios reales.
Según Friedman, Phillips no estableció la diferencia entre salarios nominales y reales por el
clima intelectual influenciado por la revolución keynesiana. "Desde este punto de vista, el
elemento esencial de la revolución keynesiana era el supuesto de que los precios son muy
rígidos en relación a la producción" (Friedman, 1992: 87) y por tanto un cambio en la
demanda se reflejaría casi por completo en la producción y el nivel de empleo y muy poco
en los precios. La manera simple de interpretar a Phillips es que en consecuencia, va a
considerar los cambios en los salarios nominales como iguales a los cambios en los salarios
reales.
Siguiendo el análisis que realiza Friedman sobre la curva de Phillips, no era de manera
simple como se debió de interpretar a Phillips, pues lo que afirmaba era un poco más
complejo. Consistía en que los cambios esperados en los salarios nominales eran iguales a
los cambios esperados en los salarios reales. Pero en correspondencia con Keynes, se podía
suponer que los salarios reales ex post podrían ser alterados por una inflación "no
esperada". Todo el argumento keynesiano en favor de una política de pleno empleo surgiría
del supuesto de que era posible conseguir que los trabajadores, al menos en la década de
dt
dS
S
I
Tasa mayor que la “natural”
M
UM
UO
UF
F
Tasa menor que la “natural”
(“exceso de empleo)
O
U
1930 cuando Keynes escribió la "Teoría General", aceptaran salarios reales más bajos
producidos por la inflación, a un nivel que no aceptarían en la forma de una reducción
directa de los salarios nominales.
Por tanto, a partir de lo anterior, Friedman destaca que esto implica una aguda distinción
entre salarios nominales y reales esperados y salarios nominales y reales efectivos.
Los resultados de este análisis se derivan de dos elementos analíticos fundamentales. El
primero es la reintroducción de un mercado de trabajo competitivo con una oferta de
trabajo como función positiva del salario real esperado. Por eso la desviación de la tasa de
desempleo con relación a su nivel natural será una función de la diferencia entre el ritmo
esperado de crecimiento del nivel de precios y su ritmo de crecimiento efectivo. En
segundo lugar, que los individuos forman y corrigen sus expectativas atendiendo a las tasas
pasadas de inflación y a los errores de previsión cometidos en el pasado, por lo que el nivel
de precios esperados en un período es un promedio ponderado de las tasas pasadas de
inflación y en el que el pasado más reciente tiene mayor importancia que el más lejano.
El contraste fundamental de la interpretación Phelps-Friedman con relación a las
formulaciones precedentes, tanto a la de Lipsey como a la de Samuelson-Solow, es que las
dos últimas no toman en cuenta el papel que juegan las expectativas inflacionarias. Las
inferencias de política económica que se derivan del análisis de Phillips, implicaban la
inexistencia de estas expectativas. Al lograrse el punto deseado desde el punto de vista
político, la estabilidad de largo plazo de la curva sugería que esta situación podía
mantenerse indefinidamente a través de una correcta administración de la demanda. Sin
embargo para Friedman, cuando se reconoce la existencia de un determinado nivel de
inflación, los oferentes de trabajo revisan sus expectativas de precios hacia el alza y
corrigen su comportamiento en el mercado de trabajo. La curva de Phillips acorde con la
nueva expectativa inflacionaria ya no es la original, sino una nueva que se encuentra a su
derecha y hacia arriba esto es, existiría una curva de Phillips para cada nivel de precios
esperados.
Las expectativas inflacionarias se basan en la hipótesis de las expectativas adaptativas, la
cual supone, tal como se planteó anteriormente, que la tasa esperada de inflación está
determinada por las tasas de inflación experimentadas en el pasado, de forma que los
individuos extrapolan la inflación esperada en el futuro. Estas representan la suma
ponderada de observaciones de las tasas de crecimiento de los precios en el pasado. Por
tanto, la curva de Phillips se explica sólo por el rezago en la captación de la inflación
efectiva por parte del público, los errores en la subestimación de la inflación real ( )
explican el "trade-off" entre inflación y desempleo en el corto plazo.
A partir de esto el rescate del análisis monetario dentro de la tradición cuantitativista
conllevó a destacar la distinción entre salarios nominales y salarios reales, y al posterior
análisis empírico que desarrolló un conjunto de datos que comenzaron a cuestionar la
aplicación de la curva de Phillips a diferentes contextos, Friedman reformula la curva de
Phillips, esta reinterpretación es un intento de rescatar el punto de vista de la curva de
Phillips a partir de la distinción entre corto plazo y largo plazo. Friedman (1992: 89)
PPE
sostiene que "tanto los empleadores potenciales como los empleados potenciales tienen en
mente un contrato de empleo implícito o explícito para cubrir un período relativamente
largo, ambos tienen que adivinar por anticipado que salario real corresponderá a un
determinado salario nominal. Por tanto, ambos deben formarse una visión sobre el nivel de
precios futuros. Por tanto, la tasa del salario real que aparece en el eje vertical en el
diagrama de la curva de oferta y demanda no es el salario real actual sino el salario real
esperado".
"Los trabajadores contemplan la situación de manera diferente. Para ellos lo importante es
el poder adquisitivo de su salario, no con respecto al bien que producen, sino a los bienes
en general tanto ellos como los empresarios que los contratan adaptan sus estimaciones con
retraso al movimiento general de los precios porque les resulta más difícil conseguir
información acerca de este último extremo que respecto a las alteraciones que se produzcan
en el precio del bien que ellos elaboran. El resultado es que un alza en los salarios
nominales, percibida por los trabajadores como un aumento en los salarios reales, puede
provocar una mayor oferta de trabajo; y que a su vez, los empresarios, interpretándola como
un descenso del salario real, se apresten a incrementar la oferta de empleo" (Friedman,
1985: 24-25).
Tomando como referencia la figura , una manera de poner lo anterior en los términos de la
curva de Phillips es expresando en el eje vertical, no el cambio en los salarios nominales,
sino la tasa esperada de cambios en los precios:
Que representa la tasa de cambio de precios anticipados, se sustrae de la tasa de cambio de
los salarios nominales
dt
dP
P
1
dt
dW
Wm
M1
Se supone para comenzar, que la economía está en el punto UO, con precios y salarios
estables. Se supone que se produce una expansión monetaria que provoca un crecimiento de
la demanda nominal agregada, lo que a su vez produce un aumento de precios y salarios a
una tasa, por ejemplo, del dos por ciento anual. Siempre siguiendo a Friedman, los
trabajadores inicialmente interpretaran esto como un aumento de sus salarios reales y por
tanto estarán dispuestos a ofrecer más trabajo, es decir, cae el desempleo. Los empleadores
pueden tener las mismas expectativas que los trabajadores con respecto al nivel general de
precios, pero están más directamente interesados en los precios de los productos que están
produciendo y mucho mejor informados acerca de esto. Inicialmente interpretaran un
aumento en la demanda y el precio de su producto, como un aumento en su precio relativo
lo que implica una caída en la tasas de salario real que deben pagar, medida en términos de
su producto. Por tanto estarán dispuestos a contratar más trabajo, el resultado combinado es
un movimiento al punto f que corresponde a "exceso" de empleo, con los salarios subiendo
a un dos por ciento anual.
Pero al transcurrir un cierto período de tiempo, digamos al expirar el tiempo del contrato de
trabajo, los empleados se dan cuenta que la inflación ha rebasado sus expectativas, por lo
que para la nueva negociación de sus contratos de trabajo elevan su estimación de la tasa de
inflación esperada. Ante esta nueva situación, se vuelve al punto , así sólo para el corto
plazo se produce el "trade-off" entre inflación y desempleo, pero ninguno para el largo
plazo.
Según Friedman, lo que importa para el desempleo no es la inflación en general, sino la
inflación no anticipada, es decir, no esperada. Solamente esta puede conducir
"temporalmente" a una disminución del desempleo porque solamente esta produce un
cambio en el salario real. Este cambio es temporal porque los trabajadores todavía no saben
si ése aumento de precios es general o particular de un mercado (sufren ilusión monetaria),
por tanto, su negociación sobre los salarios está sesgada por expectativas inciertas que
provocarán que su salarios reales bajen más de lo esperado.
O UF
F
UO
UM
M
U
En términos del mecanismo de transmisión, la lógica del Friedman se expresaría a partir del
supuesto de que el nivel general de precios (P) ha permanecido estable por un determinado
período de tiempo y que la tasa de desempleo consistente con el equilibrio de las tasas de
salario real (UN) es de x por ciento, se asume que se decide por parte del gobierno reducir el
nivel de desempleo por debajo de (UN) mediante una política monetaria expansiva. Al
incrementar el Banco Central la tasa de crecimiento de la oferta monetaria, se produce un
aumento de los saldos en efectivo en casa, o sea, las tenencias líquidas nominales por
encima del nivel deseado por la gente, lo cual tiende a reducir la tasa de interés, y se
estimula el gasto y el ingreso agregado. Este estímulo a la actividad económica reducirá por
el momento el nivel de desempleo por debajo del x por ciento correspondiente a la tasa
natural. Esto es así, porque el cambio inesperado en la demanda agregada normalmente
aumentará el precio de venta de los productos más rápidamente que el precio de los factores
de la producción.
Friedman es muy insistente en que la disminución en el desempleo sólo es posible a través
de una reducción en el salario real pero tan pronto los trabajadores se percaten de que los
precios han subido por encima de sus expectativas en las que se basaron para negociar sus
contratos, comenzarán a demandar un alza de los salarios nominales. Dado que existe un
exceso de demanda de trabajo, los salarios reales tenderán a subir a su nivel original, lo cual
aumentará el desempleo a su tasa natural. Si el gobierno insiste en su intento de reducción
del desempleo, tendría que hacerlo aumentando aún más la oferta monetaria lo que
induciría a un mayor crecimiento de los precios.
Según Friedman, el deseo de mantener permanentemente una tasa de desempleo por debajo
de su tasa natural, implicaría tener que preservar la diferencia entre la tasa efectiva de
inflación y la tasa esperada de inflación. Esto sólo se podría lograr, a través de una
aceleración de la inflación real lo suficientemente rápida para que las expectativas
inflacionarias siempre se mantengan por debajo de la inflación real. Esto se denominó la
tesis "aceleracionista". Todo el argumento se resume en que el "trade-off" negativo de
Phillips es un fenómeno de corto plazo y la única relación compatible con la formación de
expectativas acertadas sería una línea vertical o semi vertical que marca la tasa natural de
desempleo para el largo plazo.
Esta hipótesis fue llamada la "Hipotesis de la Tasa Natural de Desempleo". El término "la
tasa natural" ha sido según Friedman, malinterpretado. No se refiere a un mínimo
irreductible de desempleo. Sino que se refiere por el contrario, a la tasa de empleo que es
coherente con las condiciones "reales" existentes en el mercado laboral.
La hipótesis está basada en el concepto de Wicksell de "tasa natural", que postula la
imposibilidad de reducir o incrementar la tasa de desempleo real en el mercado
permanentemente con relación a su tasa "natural". De acuerdo a esta definición la tasa
natural de desempleo no es constante ni inmutable. Por el contrario, está influenciada por la
política económica con relación a una tasa legal mínima de salarios, los costos de búsqueda
de nuevos empleos, la movilidad laboral, las innovaciones tecnológicas y otros factores
vinculados a la fuerza de trabajo y a los mercados de capital. La introducción de este
concepto por Friedman, quien fue precedido como ya se vió, por Wicksell, obedeció a su
intención de separar las fuerzas reales de las fuerzas monetarias en la tasa de mercado de
desempleo. La desviación de la tasa de mercado con relación a la tasa natural de desempleo
obedece a los cambios inesperados en la tasa de inflación. La única manera de mantener la
tasa de mercado por debajo de la tasa natural es impulsando al alza la tasa de inflación.
La versión simple de la hipótesis de la tasa natural de desempleo puede representarse como:
Donde Ut es la tasa de mercado de desempleo, U*t es la tasa natural de desempleo, es la
tasa de inflación, y es la tasa esperada de inflación formada en el pasado t-1. La
desviación de la tasa de mercado con relación a la tasa natural de desempleo está
determinada en términos de los errores en las expectativas, .
"La tasa natural de desempleo, en otras palabras, es el nivel que fundamentaría el sistema
walrasiano de ecuaciones de equilibrio general, con tal de que encaje en el las efectivas
características estructurales de los mercados de mano de obra y bienes" (Friedman, 1969:
103).
Obsérvese que la reducción temporal en el desempleo, así como el retorno al nivel
"natural", está modelada como enteramente voluntaria. Los cambios en el desempleo son la
consecuencia de respuestas voluntarias a los cambios en el salario real. Este tratamiento del
desempleo y los cambios en el mismo como enteramente voluntarios, es un talón de
Aquiles para los modelos de la hipótesis de la tasa natural desempleo. Otra implicación de
estos modelos sumamente cuestionable es que los intentos de reducir el desempleo por
debajo de su tasa natural se apoyan en el engaño, ya que su éxito tiene en cuenta las malas
interpretaciones por parte de la fuerza de trabajo del verdadero salario real.
Toda la polémica entre keynesianos y monetaristas relativa a la naturaleza de la relación
entre la inflación y el desempleo, y en cuanto a la posibilidad de la participación de la
política económica en la fijación y logros de objetivos, está limitada dentro del mismo
plano del análisis al que el estudio del mecanismo económico capitalista está circunscrito
por parte de la teoría macroeconómica. Tanto la inflación como el desempleo son
fenómenos económicos y sociales muy complejos, por lo que su comprensión requiere de la
consideración de otros constructos teóricos que sobrepasan a los enunciados
convencionales utilizados por defensores y críticos de la curva de Phillips. La elaboración
de modelos econométricos que aportan datos de la existencia o inexistencia de esta
relación, no satisfacen los requerimientos de un enfoque totalizador sobre la misma. Si
Friedman tuviera la razón, y la explicación de la relación de la inflación y el desempleo
obedece a una incapacidad estructural para aumentar la planta productiva y la generación
de empleos, el continuar con el limitado ejercicio sobre las ecuaciones de salarios y precios
que tratan de encontrar una correspondencia econométrica entre estas, es evadir la matriz
fundamental del problema.
Etttt UU *
0
t
Et
Ett
El sentido de la mayoría de las aportaciones contenidas en la literatura macroeconómica
actual va en la dirección de encontrar relaciones empíricas que se ajusten a lo buscado. Se
destacan unánimemente por la falta de imaginación para incursionar en la exploración de
explicaciones alternativas en las cuales la inflación y el desempleo se enmarquen en un
enfoque más abarcador y profundo contentivo de las relaciones causales que afloran
superficialmente a nivel del mecanismo económico capitalista.
Dentro del ámbito del modo de producción capitalista, la creación y acumulación de
plusvalía, motivo propulsor del funcionamiento del sistema, hace que el aumento de los
salarios, en la medida en que supone una reducción del tiempo de trabajo no pagado, y por
tanto de la plusvalía creada no pueda alcanzar un punto que constituya una amenaza para el
propio sistema. En consecuencia, tal como lo plantea Carlos Ricoy (1994: 216-217), debe
de ceñirse a ciertos límites que están dados por las variaciones periódicas del "ejército
industrial de reserva" de los trabajadores desempleados. Las mismas están determinadas
por la propia dinámica de la pasada acumulación. Así, el salario normal o permanente está
determinado según los requerimientos propios de la reproducción y expansión del capital.
Con el discurso de 1967, Friedman inició un nuevo ataque al núcleo del modelo keynesiano
contentivo de una política de manejo de la demanda que opera sobre el empleo en la
medida que sea capaz de actuar sobre los salarios, y por tanto, sobre la ganancia. El
estímulo sobre las ganancias (demanda efectiva como maximización de esperanzas sobre la
obtención de las mismas) sería capaz según Keynes de convencer a los empresarios de que
ocupen a los desempleados. Lo que plantea Friedman por el contrario, en esencia, es que la
administración de la demanda no es capaz de alterar el nivel "natural" del desempleo. Si
bien el manejo monetario pueda actuar sobre el nivel de precios, el ajuste de las
expectativas de los trabajadores implicará cambios sobre el nivel de los salarios nominales,
evitando la caída de salario real y el aumento de las ganancias.
El avance del monetarismo y de la teoría neoclásica en general, no obedeció a ningún
adelanto científico impresionante. Habría que encontrar las claves de su éxito, en la síntesis
de su discurso: el precio de cualquier mercancía, y de la fuerza de trabajo en especial, se
rige por las condiciones de la oferta y la demanda, y no hay nada que deba hacer el estado
para cambiar esta situación. Esta defensa del mercado, es la respuesta intelectual de
amplios sectores de la burguesía, ante el peligroso cambio en la correlación de fuerzas en la
sociedad capitalista posterior a la crisis de 1929-1933 y de la Segunda Guerra Mundial.
Esto es, el fortalecimiento de la capacidad de resistencia de los trabajadores para defender
el poder adquisitivo de sus salarios. La administración de la relación salario-ganancia
mediante el manejo keynesiano de la demanda agregada, que suponía que vía inflación
podría asegurarse la afectación de los salarios reales, demostró sus limitaciones ante la
organización y resistencia de los trabajadores. Se imponía un reordenamiento disciplinario
para enfrentar abiertamente a los trabajadores con el desempleo con el objetivo de fracturar
su capacidad de resistencia. El neoliberalismo monetarista no es un ataque al estado
interventor, es la defensa de la fuerza del mercado, que es la fuerza del desempleo. El
fantasma del ejército industrial de reserva como necesidad inexcusable de la acumulación
capitalista, sería el árbitro absoluto de la relación salario-ganancia. No sería entonces contra
el fantasma de Keynes en quien recae el exorcismo neoliberal, sino contra el de Marx.
El pensamiento crítico entonces, no puede limitarse al análisis causal de la inflación en los
términos reduccionistas que lo limitan a la existencia de un exceso en la oferta monetaria.
El crecimiento inflacionario es un resultado también de un conflicto redistributivo que
refleja una relación estructural propia del régimen capitalista: resulta de la existencia de dos
grupos sociales que, en un momento dado, entran en choque. Estos grupos se encuentran en
una posición social totalmente asimétrica. Uno de ellos, fija los precios y al definirlos,
define la tasa de ganancia. Fija los salarios necesarios para garantizar dicha tasa de
ganancia. La aceleración de la inflación se deriva de la exacerbación de este conflicto
distributivo en el que se penaliza, necesariamente, a los trabajadores mediante una
reducción progresiva de la capacidad de compra de sus salarios.
Las relaciones antagónicas constituyen una contradicción básica de la sociedad dividida en
clases y esto se refleja tanto en el control que ejercen los capitalistas en el proceso
productivo como en la puja entre capitalistas y trabajadores por la apropiación de la
plusvalía. El conflicto está presente en una serie de aspectos de la vida económica, tales
como en la selección de las técnicas de producción a ser empleadas, en la duración e
intensidad de la jornada de trabajo y en la distribución del ingreso. Todos estos factores
influyen sobre el comportamiento de los salarios y los precios.
Gigliani (1994) incorpora el análisis realizado por Bob Rowthorn (1977) acerca de la
manera en que la puja distributiva afecta la tasa de inflación en una economía capitalista
avanzada. Esto lo hace a través de un modelo formalizado en el cual los capitalistas pueden
incrementar sus ganancias a expensas de los trabajadores recurriendo al aumento de sus
precios. El trabajo de Rowthorn introduce por primera vez entre los autores marxistas, el
tratamiento de las expectativas inflacionarias y la curva de Phillips.
Para Rowthorn resulta importante considerar todos los factores de orden político,
ideológico y económico que puedan influir sobre la relación de fuerzas entre los capitalistas
y los trabajadores. Así, la demanda agregada constituye un regulador del conflicto y es
capaz de disciplinar a ambas partes y delimitar sus aspiraciones. Tal como lo advirtió Marx,
la existencia de un amplio ejército industrial de reserva determina que la capacidad de lucha
de los trabajadores se vea debilitada. Debido a ello, la participación salarial en el ingreso
está relacionada con las condiciones de la demanda en el mercado de trabajo. De igual
manera, si existe capacidad ociosa, las empresas llevarán a cabo una política de precios
muy cautelosa, para impedir ser desplazadas por sus competidores. La participación en las
ganancias dependerá de la capacidad utilizada.
Es importante destacar que estas relaciones entre el capital y el trabajo deben ser también
analizadas en el largo plazo. En esta perspectiva, tales relaciones dependen de las técnicas
de producción empleadas y pueden ser alteradas por los capitalistas a través de la
introducción de técnicas ahorradoras de mano de obra y de la reorganización del proceso
productivo.
Rowthorn señala que las condiciones en el mercado de trabajo y en la producción están
estrechamente asociadas, de manera que la reserva laboral disminuye cuando la capacidad
ociosa de las fábricas se reduce. En consecuencia, el poder de negociación de obreros y
capitalistas varía en sentido inverso al desempleo.
Al vincular de esta forma la tasa de inflación y el desempleo, se presenta una versión de la
curva de Phillips diferente a la original y a la reformulada por Friedman. En la versión de
Rowthorn, al caer el desempleo, la demanda agregada se fortalece y ello induce a que los
capitalistas y trabajadores intenten aumentar su participación en el ingreso. De esta forma
se inicia un conflicto redistributivo que desata un aumento de la tasa de inflación.
Pudiera concebirse un nivel de desempleo coincidente con una situación donde no hay
aspiraciones para alterar la distribución del ingreso. Sin embargo esto no representa el nivel
"natural" de desempleo de Friedman. En el esquema propuesto por Rowthorn los
trabajadores están en condiciones de cambiar el reparto existente a su favor, si pujan
vigorosamente por salarios más elevados, aún cuando el costo de esta lucha sea un aumento
de la inflación. De igual forma, los capitalistas pueden agrandar su participación si ponen
en práctica una política de ganancias agresiva. Ambas formas de redistribución tienen
efectos inflacionarios.
Para obtener una redistribución en favor de las ganancias, la inflación que provoquen los
capitalistas debe ser más elevada que la tasa de inflación prevista en las negociaciones
salariales. Cuando los precios crecen lentamente, como ocurría en las décadas de 1950 y
1960, los contratos salariales no contienen demasiadas previsiones sobre la inflación futura.
En estos casos, resulta sencillo para los capitalistas llevar adelante una política agresiva de
ganancias. En períodos de alta inflación, en cambio, los trabajadores procurarán
resguardarse más efectivamente de los aumentos futuros de precios.
Basándose en la hipótesis del conflicto distributivo, Bresser Pereira y Nakano (1989)
consideran que la experiencia de América Latina en la década de 1980 demostró que la
combinación de desempleo e inflación crecientes puede ser un fenómeno perdurable. En
aquellos países sometidos al ajuste del FMI, cuando el desempleo y la capacidad ociosa
pasan de cierto nivel, los capitalistas incrementan el margen de ganancias sobre sus costos
con el fin de compensar la pérdida de ventas. Resulta así una "inflexión" de la curva de
Phillips que adopta una pendiente positiva, como se muestra en el siguiente gráfico.
El gráfico refleja como a medida que se acelera la inflación el desempleo aumenta. Más allá
del nivel de desempleo D1, los oligopolios aumentan sucesivamente los márgenes de
ganancia, de manera que la curva de Phillips sufre desplazamientos. A medida que el
desempleo aumenta de a , y , la curva de Phillips se desplaza hacia arriba y a la derecha,
desde la curva I, a las curvas II, III, y IV. En este caso, la inflación en vez de sufrir una
reducción a lo largo de la curva original, sigue la trayectoria de los puntos A, B, C y D,
como si la curva sufriera una "inflexión", tal como lo muestra la línea punteada.
La retórica ortodoxa postula frente a este caso la restricción monetaria. Sin embargo, esta
política es usada para reducir el poder de lucha de los trabajadores y reducir el salario real,
por eso, los planes de estabilización ortodoxos típicamente reducen la producción, mientras
que la inflación continúa impulsada por la puja distributiva.
Un segundo aspecto es la distinción entre inflación inercial y la originada en el conflicto.
Los trabajadores buscan indexar sus convenios laborales a fin de preservar su salario real
cuando los precios se disparan. En este caso, se abre un proceso de inflación inercial porque
los incrementos de precios del período anterior son proyectados hacia el período siguiente.
En cambio, la inflación tendrá su origen en el conflicto si los trabajadores deciden pugnar
por un aumento del salario real.
Esta distinción quiere destacar que las expectativas sólo toman en cuenta un aspecto de la
dinámica inflacionaria cuyo origen se encuentra en el conflicto entre clases. Desde una
visión crítica, los problemas económicos no pueden ser planteados en términos puramente
técnicos por cuanto, son inherentes al proceso de acumulación capitalista. Esto muestra la
invalidez de convertir cuestiones teóricas en cuestiones técnicas, como por ejemplo reducir
la inflación distributiva a un problema de expectativas, propiciando como hace el
monetarismo, mejores sistemas de información que perfeccionan la formación de esas
expectativas sobre la inflación futura como solución a un problema estructural.
I II III IV
A
B
C
D “Inflexión” de la
curva de Phillips
U1 U2 U3 U
Curva de Phillips “inversa”
P
Capítulo 9. La Política Económica Monetarista.
Recomendaciones de política monetaria.
A pesar de que la reformulación de la teoría cuantitativa del dinero convertía a la moneda
en un determinante activo del ingreso nacional, las conclusiones de la política económica
no conllevaban a una actuación discrecional por parte de las autoridades monetarias (Banco
Central). En un informe que Friedman presentó en 1958 al Comité Económico Conjunto
del Congreso de los Estados Unidos, con el título de "The Supply of Money, and Changes
in Prices and Output", Friedman se basó en la relación a corto plazo existente entre la oferta
monetaria y el ingreso nominal y los precios. Sus conclusiones se resumen en tres
apartados: la causalidad, los retrasos y los límites de la calibración.
Con relación a la causalidad, señaló que la dirección de la influencia entre la oferta
monetaria, el ingreso y los precios es menos clara y más compleja para el corto plazo. Los
cambios de la cantidad de moneda son una consecuencia y una causa independiente de los
cambios ocurridos en el ingreso y en los precios, aunque una vez que ocurran producirán a
su vez nuevos efectos sobre el ingreso y los precios. Esto complica la relación existente
entre la oferta monetaria y los precios, pero no la invierte.
Con relación al segundo aspecto, la tasa de cambio de la oferta monetaria muestra ciclos
bien delimitados que se asemejan a los ciclos de la actividad económica en general y los
preceden por un largo intervalo. En promedio la tasa de cambio de la oferta monetaria ha
alcanzado su pico entre 16 y 12 meses antes que la actividad económica. Ésta cronología
varía considerablemente de un ciclo a otro. Desde 1907, el período más breve en que el
pico monetario precedió al del ciclo económico duró 13 meses y el más largo duró 24
meses. Desde el punto de vista de la efectividad de la política monetaria que trate de
controlar discrecionalmente la actividad económica, los retrasos son perturbadoramente
grandes.
Por último, la variación de la cronología significa que hay un margen significativo en la
relación precisa existente entre los cambios en la oferta monetaria y los cambios de los
precios en periodos cortos, ya que existen otros factores que producen estas variaciones.
Dado el estado actual del conocimiento macroeconómico, existe un límite muy definido
para cualquier posibilidad de sintonización fina (fine tunning) del nivel general de presos
mediante la oferta monetaria. A partir de éstas tres consideraciones Friedman concluye con
una recomendación de política monetaria en razón de una regla de crecimiento de la oferta
monetaria de un 3 a un 5 por ciento anual. Para él, toda política monetaria discrecional que
se proponga adaptar el crecimiento de la oferta monetaria en correspondencia con los
cambios de la actividad económica sería desestabilizadora en última instancia. Debe existir
una autoridad monetaria "fuerte" que se resista a las presiones políticas de "todo tipo".
Para los monetaristas en general, el indicador de la política monetaria es una variable que
mide el "empuje", es decir, la dirección y magnitud, de la política monetaria. Debe ser, por
lo tanto, una variable que esté expresamente controlada por el Banco Central. Debe
disponerse de información precisa sobre ella, siendo necesario que tenga una alta
correlación con las variables objetivos. Para los monetaristas el stock monetario es el
indicador esencial de la política monetaria. En este sentido eligen una medida de las
reservas totales, como la fracción de la base monetaria constituida por las reservas de los
bancos, ajustadas por cambios en las reservas exigidas o en las reservas no tomadas en
préstamo. Estas variables están bajo control del Banco Central, son medidas con precisión y
tienen fuertes efectos sobre el stock monetario, la variable objetivo de los monetaristas. Por
tanto, la elección de una medida de la base monetaria como indicador de política monetaria
obedece a que consideran que la base monetaria ajustada por los cambios en las reservas
exigidas es el mejor indicador de futuros cambios en la cantidad de moneda.
Los neokeynesianos por su lado, de manera general, utilizan la tasa de interés de corto
plazo como su indicador preferido, la que pudiera relacionarse a la tasa de interés de largo
plazo. Esta diferencia tiene cierta relación con los diferentes mecanismos de transmisión
utilizados, porque los neokeynesianos están mirando la tasa de interés mientras los
monetaristas utilizan el stock de moneda.
Para Friedman en cambio, las relaciones entre el dinero y el rendimiento de activos (tasas
de interés) son más bajas que entre el dinero y el ingreso nominal (Friedman, 1992: 31). En
consecuencia la Reserva Federal en enero de 1970 cambió la definición de su política
basada en las condiciones de la tasa de interés, para basarse en el agregado monetario, es
decir, la cantidad de dinero.
Ya desde el análisis empírico realizado en su "historia monetaria" de 1963, Friedman
consideró que los cambios monetarios impactan a la demanda agregada y al ingreso
nominal con cierto retraso y que, además, la estructura de este retraso, la manera como se
distribuyen estos efectos a lo largo del tiempo, han tenido una gran variabilidad. La
longitud y variabilidad de retraso descalifica las políticas monetarias anti cíclicas
neokeynesianas ya que las hace impredecibles en el corto plazo. De esta forma, una medida
monetaria expansionista diseñada para contrarrestar una disminución de la demanda
agregada podría tener sus efectos cuando la economía hubiese aumentado su nivel de
actividad. La medida por tanto, hubiera sido prociclica en vez de anticiclíca y contribuiría a
ampliar la fluctuación en lugar de reducirla. Las políticas monetarias anticíclicas, dada su
impredecibilidad, tendrían resultados aleatorios y podría ocasionar perturbaciones
adicionales.
"Algunos monetaristas concluyen que los cambios deliberados de las autoridades en la tasa
de crecimiento monetario pueden ser útiles para contrarrestar otras fuerzas que llevan a la
inestabilidad, siempre que sean graduales y tomen en cuenta los retrasos que se producen.
Son partidarios del ajuste fino y de utilizar cambios en la cantidad de dinero como
instrumentos políticos. Otros monetaristas, entre los que me incluyo, concluyen que nuestra
actual comprensión de la relación entre el dinero, los precios y la producción es tan pobres,
que hay un margen tan amplio en estas relaciones, que tales cambios discrecionales hacen
más daño que bien. Creemos que una política automática bajo la cual la cantidad de dinero
crezca a una tasa estable-mes tras mes, año tras año,-provee un marco monetario estable
para el crecimiento económico, sin ser en sí misma una fuente de inestabilidad y
perturbación" (Friedman, 1992: 31).
Así, para Friedman, dado que existen desfases entre el aumento del oferta monetaria y el
curso del ingreso nacional, se produce un amplio margen de holgura que marca una
ausencia de correspondencia mecánica biunívoca entre ambos fenómenos. Ésta es la razón
de recomendar una política monetaria cuasi automática en los Estados Unidos, bajo la cual
la oferta monetaria crecería a una tasa estable del 4 al 5 por ciento anual, la misma variará
de país a país (Friedman, 1992: 32).
La propuesta de Friedman, se tradujo en términos de la polémica entre monetaristas y
neokeynesianos, en la controversia "reglas vs. discrecionalidad", pero, la expresión
"discrecionalidad" en realidad no describe bien el enfoque neokeynesiano presentando un
sesgo a favor del monetarismo. En realidad, la política sobre la demanda agregada de corte
neokeynesiano no consistía en ningún manejo arbitrario como lo sugiere el término
"discrecional". Por el contrario, esta política también sigue una regla que consiste en
expandir la demanda cuando el crecimiento del empleo o del producto están por debajo de
un nivel determinado y contraerla cuando el crecimiento de esas variables presiona hacia
arriba al nivel de precios. Por tanto, se trata de una regla que vincula la tasa de expansión
de la demanda agregada y la oferta monetaria con el valor pasado de alguna variable clave
como el empleo o el producto.
Como ya se vio anteriormente, el debate reglas vs. discrecionalidad se remonta a la
controversia que en el siglo XIX mantuvieron en el Reino Unido los partidarios de la
Currency School y de la Banking School. Desde entonces hasta el presente, la discusión se
ha ido renovando continuamente sin que se haya llegado a un acuerdo definitivo acerca de
la superioridad de las reglas sobre la discrecionalidad en la conducción de la política
monetaria. Parece ser que a partir del terreno ganado por el monetarismo a partir de los
años 70 del siglo pasado y sobre todo, de su continuación doctrinaria por la Nueva
Macroeconomía Clásica, como se verá posteriormente, la cual logró influenciar a buena
parte del "stablishment" monetario-financiero, se considera en la actualidad una nueva
propuesta en el debate. Se trata de un concepto de regla propio de un moderno programa de
investigación macroeconómica en el que adquiere importancia la noción de regla como
respuesta sistemáticamente flexible de los instrumentos de política monetaria al estado de la
economía. Es decir, se examina el papel que desempeñan las reglas consideradas no un
procedimiento mecánico simplista, sino políticas sistemáticas, elaboradas de acuerdo a un
plan y no de forma contingente e improvisada. Este programa ha sido desarrollado por J. B.
Taylor en la Universidad de Stanford y aplicado en primera instancia al comportamiento de
la Reserva Federal estadounidense (Erias y Sanchez, 1998: 19).
Tratando de definir lo más posible lo que significa una política monetarista a través de
algunos de sus componentes básicos, pudieran señalarse los siguientes:
1. Énfasis en la regulación del crecimiento de la cantidad de moneda.
2. Las metas deben ser cuantitativas.
3. La tasa de crecimiento de la oferta monetaria fijada puede ser constante, aunque no
necesariamente, puede ser un tanto por ciento.
4. Se anuncian por adelantado las metas para cada año.
5. La política prioriza exclusivamente la restricción del crecimiento monetario, aunque
también puede estar en combinación con otras políticas macroeconómicas, como la política
de ingresos.
6. Una política monetarista pura no tratara de fijar las tasas de interés.
Como sostiene Carlo Panico (1998: 192) en base al enfoque analítico de Sraffa, existe un
enlace directo entre las políticas monetarias y los problemas de la distribución del ingreso.
Las intervenciones monetarias no son sólo medios técnicos para lograr la estabilización de
la economía. Las mismas afectan por igual, a través de su influencia sobre el costo de
producción y los precios de las mercancías, las divisiones o partes distributiva hasta de los
diferentes grupos sociales, tales como los banqueros, los capitalistas industriales y los
trabajadores.
Con relación a la exogeneidad de la oferta monetaria, Nicholas Kaldor (1982: 45) sostuvo
las limitaciones de la teoría cuantitativa del dinero y de la exogeneidad del dinero
apoyándose en un estudio cuantitativo de los datos de muchos países de la OECD. Kaldor
les imputa tres proposiciones al monetarismo:
1. Que la economía se autorregula por el mecanismo de mercado; la hipótesis smithiana de
la mano invisible, del equilibrio walrasiano o de la hipótesis de la tasa natural de
desempleo.
2. Que no existen diferencias entre una economía de dinero efectivo y una economía de
dinero crediticio.
3. Que el control eficaz del crecimiento del oferta monetaria ejercerá por sí mismo un
efecto descendente sobre los precios.
Se considera que la proposición 1 ha sido suficientemente tratada, por lo que se verán la 2 y
la 3. La principal contribución de Kaldor es el argumento de que en una economía en que
funciona el dinero crediticio, dado que el dinero es creado por los bancos en respuesta a las
demandas de préstamos de agentes privados, la oferta monetaria está determinada por la
demanda. Por lo que, mientras que en una economía de dinero efectivo puede existir la
imposición de una oferta excedente involuntariamente, en una economía de dinero
crediticio, solicitan préstamos voluntarios los individuos, por lo que los bancos pueden
crear dinero. Si hubiese un excedente, y dado que los préstamos son costosos, los
individuos retirarán el exceso pagando sus deudas en dinero. La oferta de dinero está
determinada por la demanda y por tanto es endógena. Esto corresponde a la dificultad de
definición del dinero. La proliferación de las definiciones del dinero: M1, M2, M3, etc.
ilustra el hecho de que el dinero definido en sus diferentes términos, es sólo parte de la
liquidez en general. Kaldor destaca que la posición del Informe Radcliffe es la correcta.
Esto significa las limitaciones de un banco central para controlar directamente la oferta
monetaria.
Para Kaldor el Banco Central no tiene control directo sobre la cantidad de dinero mantenida
por el público en forma de depósitos en los bancos. El poder del Banco Central de manera
directa reside en la determinación de las tasas de interés cortas, mediante el anuncio de una
tasa de préstamo mínima (tasa de redescuento), o indirectamente, mediante la influencia de
las operaciones de mercado abierto sobre las tasas del mercado de dinero. En ausencia de
controles cuantitativos sobre las actividades de préstamos de los bancos, sólo podrán influir
sobre la tasa de cambio del volumen de los depósitos bancarios mantenidos por el público a
través de los cambios realizados en las tasas de interés, cuyos efectos no son precisos. Por
lo tanto, en el caso del dinero crediticio, por oposición al dinero en especie, no es cierto que
el nivel del gasto en bienes y servicios aumente como resultado de un aumento en la
cantidad de dinero bancario. Por el contrario, es una elevación del nivel del gasto lo que
exige un aumento de la cantidad de dinero bancario. Por lo que, en una economía de dinero
crediticio, la cadena causal entre el dinero y los ingresos, o entre el dinero y los precios, es
la contraria a la postulada por la teoría cuantitativa del dinero.
Friedman por su parte, insistió en la necesidad del establecimiento de reglas que regulen la
vida en sociedad de los individuos. De aquí que las decisiones sobre política monetaria
tomadas por los representantes políticos del estado no supongan coerción al suponerse que
son el resultado del juego democrático en una sociedad libre. Al justificar la regla de
crecimiento monetario Friedman aduce que de esta forma se limita el poder de los políticos
de crear dinero y evitar la discrecionalidad en sus decisiones, ya que la discrecionalidad es
una amenaza al poder estar basada en factores extraeconómicos.
De esta forma, su sistema encajaría en un esquema neoliberal, donde supuestamente los
ciudadanos eligen al gobierno, que a su vez adopta una regla monetaria. Pero de esta forma
se hacen evidentes dos objeciones a éste planteamiento: en primer lugar, la implantación de
la regla quiere eliminar la discrecionalidad, pero la propia decisión política de fijar una
regla surge de un grupo de personas que no pueden actuar de otro modo que no sea
discrecional al tratar de determinar qué regla se aplicará. En segundo lugar, cuando la regla
ha quedado establecida, por definición no se puede cambiar, lo que introduce un elemento
importante de coerción, ya que a partir de entonces, los ciudadanos no pueden ejercer
presión sobre la política monetaria.
Por tanto, para evitar la discrecionalidad cae en un sistema que descansa en la
discrecionalidad, y para defender la "libertad" cae en un sistema que reduce la libertad,
sometiendo todo el comportamiento monetario al sometimiento de una regla inamovible.
De esta forma el establecimiento de la regla fija implica que Friedman caiga en los mismos
errores que pretende evitar. El razonamiento de Friedman para defender la medida de la
regla fija de crecimiento de la oferta monetaria, implica contradicciones y no se ajusta a su
marco metodológico de acompañar esta propuesta con un análisis de las consecuencias, ya
que no realiza predicciones acertadas y no rectifica al comprobar el error, tampoco estudia
detalladamente las circunstancias, ya que introduce una regla validada previamente para
todos los casos.
Aplicación de la política monetaria.
Las simulaciones de políticas realizadas por los constructores de modelos de la teoría
econometrica distan mucho de ser trasplantadas directamente a la política económica
efectiva. Cuando se simulan determinadas relaciones de causalidad entre dos variables, el
constructor de modelos está realizando un ejercicio en el papel a fin de persuadir a los
hacedores de políticas de que atribuyan mayor importancia a cierta recomendación política
en lugar de otra. Los economistas y los econometristas, incluso en el nivel más alto de
miembros del Consejo de Asesores Económicos del gobierno de los Estados Unidos o de
principal asesor económico de la Tesorería del Reino Unido, sólo aportan uno de los
muchos componentes que determinan la realización efectiva de las políticas económicas.
En este proceso de elaboración de las políticas intervienen otros factores, desde el cabildeo
y los grupos de presión dentro de sistema de partidos políticos hasta la percepción política
que tenga el gobierno de su fuerza electoral.
El consejo de asesores económicos del gobierno de los Estados Unidos genera memorandos
o "piezas para pensar", en los cuales se exponen los problemas para centrar la atención
sobre un asunto determinado. Preparan a su vez, un conjunto de criterios para evaluar qué
tipo de medidas serán las más útiles para los "intereses nacionales" de los Estados Unidos,
proponiendo un esquema de priorización de las medidas a tomar las cuales serán analizadas
por el consejo económico nacional (NEC), coordinador de la política económica que
"equilibra" sus criterios con las presiones políticas reflejadas en las diversas agencias del
gobierno, para finalmente presentarlas al presidente del gobierno para su decisión final.
En la teoría económica convencional, sobre todo en la macroeconomía, la defensa de los
argumentos teóricos no puede resolverse como una discusión meramente técnica. Los
resultados técnicos dependen de la aceptación de cierta base teórica. En la discusión entre
neokeynesianos y monetaristas acerca del vaciamiento automático o no del mercado de
fuerza de trabajo, al tomarse por parte de Friedman una hipótesis a priori que
posteriormente se somete a una comprobación empírica, sus resultados técnicos van a ser
congruentes con el supuesto ya establecido de que los mercados se vacían. De esa premisa
se sigue que no hay desempleo involuntario, que la expansión fiscal no puede generar
beneficios netos, etc. Pero a su vez los argumentos teóricos están condicionados por una
determinada visión político-ideológica de carácter neoliberal.
Desde una perspectiva histórica, el "laissez faire" prevaleció en la práctica de la política
durante el siglo XIX a partir de la débil organización de los trabajadores, sin derecho al
voto y con un acceso muy limitado al estado. Esto posibilitó que el estado olvidara
impunemente el curso cíclico y secular del desempleo. La ampliación del voto, de los
derechos políticos conquistados a través de la presión y el enfrentamiento, debilitó el
ejercicio del "laissez faire". La hegemonía política se hizo sensible a la nueva situación,
agravada con la crisis de 1929-1933. Correspondió a la habilidad de Keynes la proposición
de una conciliación, aunque no fuera para el largo plazo, del mercado económico con la
democracia burguesa.
A partir de la segunda posguerra los niveles de empleo y crecimiento productivo se
mantuvieron por más de dos décadas en un nivel sin precedente. Sin embargo, la situación
del mercado de trabajo, las políticas de expansión de la demanda y la democracia política
constituyeron una combinación explosiva. La tasa de ganancia declinó en la mayoría de los
países capitalistas. Cuando se produce el alza de los precios, se crea el catalizador que
convirtió la inflación moderada de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, en la
hiperinflación de principios de los setenta. Los teóricos del "laissez faire" vieron su
oportunidad y la aprovecharon.
Pero una política neoliberal monetarista sólo puede funcionar si un gobierno logra
permanecer inmune frente a la presión popular, como ocurría en el siglo XIX. Es necesario
un relativamente largo período de mayor desempleo para qué tal política alcance su
verdadera meta de alterar el balance del poder entre el trabajo y el capital. La mayoría de
los economistas vinculados al gobierno y partícipes en diversa medida de las propuestas de
la política económica a partir de las administraciones de Margaret Thatcher y Ronald
Reagan, constantemente hicieron proclamaciones empíricas en apoyo al monetarismo. Así
se produjeron las afirmaciones en el sentido de que el desempleo se deriva de las demandas
salariales inflacionarias o de que la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario.
Estas afirmaciones se basaron supuestamente en los "hechos". Por supuesto, esto no es
verdad. Fueron pronósticos empíricamente contrastables de una teoría particular que
expresaba una determinada interpretación socio-política, es decir, derivados de la
interpretación de los datos en manos de los monetaristas.
Para estos, la política monetaria hace un énfasis extraordinario en la reducción de la
inflación mediante la reducción de la oferta monetaria. Propone la posposición de la
preocupación sobre los desastrosos efectos sobre el desempleo mediante la invocación de
las expectativas a largo plazo o a los espejismos del "laissez faire" que trata todo desempleo
como voluntario. La teoría ganó un apoyo indiscutido, sobre todo en las décadas de 1970 y
1980, a pesar de los esfuerzos realizados en señalar las fallas teóricas y empíricas de su
discurso. El atractivo del monetarismo ha estado dirigido hacia el reforzamiento de la
hegemonía política conservadora. Utiliza la reducción de la inflación por la vía del control
monetario para crear en el mercado de trabajo una situación regresiva en la que se debilite
de manera permanente la fuerza de los trabajadores para moderar sus demandas salariales
reales, y así restablecer la rentabilidad del capital. La reducción de la inflación por la vía
del control de la oferta monetaria incrementa el desempleo con la esperanza de reducir los
salarios reales. Tal política tuvo que confrontar y conformar, y aún lo hace, la realidad
política.
En los Estados Unidos en particular, aunque hubo una amplia difusión y aceptación del
monetarismo durante los años setenta, no se pueda afirmar de manera rotunda que se haya
adoptado una política monetarista completa. Esto se debe en parte a la coparticipación del
ejecutivo, el congreso y el sistema de Reserva Federal en la elaboración de la política
económica. Aunque el sistema de la Reserva Federal adoptó una postura "más monetarista"
en estos años en relación a la década anterior, sólo en 1979 anunció públicamente la
fijación de metas cuantitativas para la oferta monetaria. Y el ejecutivo nunca estuvo
firmemente comprometido con la posición monetarista hasta la toma de posesión de la
nueva administración republicana de Reagan en enero de 1981.
Todo parece indicar que la arrancada en la aplicación de esta política se produjo en 1979
cuando el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker convoca una reunión secreta del
órgano decisorio del Banco Central, el Comité de Mercado Abierto, a la que habría de
seguir otra con los miembros de la junta. En dicha reunión se aprobó un paquete de
restricciones. Se elevó la tasa de descuento un punto porcentual más hasta un máximo
histórico del 12 por ciento, se impusieron coeficientes de caja especiales sobre el
crecimiento de los depósitos a plazo comerciales y, lo más importante de todo, se
anunciaron importantes cambios en las técnicas operativas para controlar el crecimiento del
oferta monetaria. El anterior seguimiento por parte del Sistema de Reserva Federal de las
tasas de interés a corto plazo, en concreto, la tasa de los fondos federales, que es el precio al
que los bonos estadounidenses se prestan entre si un día para otro, fue abandonado por un
control más directo de la oferta monetaria a través del seguimiento de las reservas
bancarias. En total, la Reserva Federal pasó de controlar el precio de la moneda (la tasa de
interés), a controlar su cantidad.
Sin embargo, aunque Volcker y su equipo estaban sin duda, influenciados por el cambio de
opinión qué Friedman y los monetaristas habían provocado entre la comunidad científica de
los economistas, los banqueros y los medios de comunicación, no acababan de abrazar
completamente el monetarismo. El Sistema de Reserva Federal seguiría permitiendo un
cierto margen de maniobra en términos del crecimiento de la oferta monetaria, al tener
como objetivo un rango en lugar de un valor único. Sin embargo, el hombre que habría de
suceder a Volcker en la Reserva Federal, Alan Greenspan, comentó que si la Reserva
Federal pretendía en serio controlar la oferta monetaria exclusivamente y abandonar todo
control sobre la tasa de interés, lo que se aproxima a la política monetarista, sería el cambio
de política monetaria más revolucionario en la historia del Banco Central norteamericano.
Lo cierto es que a partir de 1979 la Reserva Federal había puesto en marcha un proceso de
nuevas técnicas que significaron cambios en los sistemas de control monetario que
iniciaron un efecto de arrastre que ganó fuerza entre los gobernadores de banco centrales en
los años ochenta. En su gran mayoría, tanto en Europa como en América Latina, decidieron
que la estabilidad de los precios por medio del control estricto de la oferta monetaria era el
principal objetivo de la política monetaria.
El análisis de la propuesta principal de política monetaria monetarista, la regla de
crecimiento constante del dinero, desde el punto de vista de sus propias prescripciones
metodológicas, que imponen la formulación de predicciones y su comparación exitosa con
la realidad, hizo que la misma no pisara terreno firme. Las predicciones de la relación entre
el crecimiento del dinero y el nivel de los precios, falló en repetidas ocasiones. Sus
estimaciones de la relación entre el producto nacional bruto real y la tasa de inflación
realizadas para el período 1969-1971 no se ajustaron a lo que realmente sucedió, y su
respuesta al reconocer su error fue aumentar el lag de 12 a 24 meses (Friedman, 1972). Las
predicciones sobre el cambio de los precios en relación al petróleo durante los años setenta
volvieron a fallar, al igual que la estimaciones sobre los precios de 1981 a 1985.
En lo referido a la determinación de la tasa natural de desempleo en donde se equilibrarían
los precios y el desempleo, Friedman sostuvo que no se tuvo un suficiente conocimiento
para saber exactamente cuál sería, lo que evidentemente lo convierte en un violador de sus
propias reglas metodológicas. Por otra parte, su estudio sobre la influencia del dinero en los
ciclos no se basa en proyecciones futuras, sino en hechos históricos vistos
retrospectivamente. Lo cual no está acorde con la utilidad de su teoría económica según su
propia metodología que se basaba en la predicción del futuro.
Ante sus predicciones equivocadas y omitidas, Friedman alegó que no se disponía de
suficiente conocimiento para hacer predicciones seguras sobre la relación entre el dinero y
la inflación, por lo que toda política discrecional del gobierno sería inapropiada.
Paralelamente a la imposibilidad de hacer predicciones, buscó explicaciones ex post,
seleccionando ejemplos históricos que sirviera de evidencia empírica. No obstante para
Friedman es especialmente importante la realización de las predicciones, por lo que es
metodológicamente inconsecuente el adoptar políticas económicas que intentan evitar
malas experiencias del pasado sin la base predictiva que el mismo exige a otros.
La Internacionalización Financiera y la Política Económica.
Sin lugar a dudas, los nuevos mercados financieros, como los mercados de derivados, y los
rápidos cambios en el sistema financiero plantean muchos problemas a los responsables de
la política monetaria. Al reducirse el papel de los bancos en el sistema, en los Estados
Unidos la cuota de participación de los bancos en el conjunto de los activos de los
intermediarios financieros cayó entre 1980 y 1990 desde un 37 por ciento hasta un 27 por
ciento, el impacto de las técnicas de los bancos centrales para el control de los flujos de
crédito se redujo. En la actualidad, el peso que debe reconocerse a los objetivos de la
política monetaria y en qué medida los bancos centrales deberían utilizar su propio juicio en
lugar de seguir reglas fijas, es objeto de un amplio debate.
Aunque comenzó en la década de los setenta del siglo XX, fue sobre todo a lo largo de la
década de los ochenta, cuando el diseño de las políticas monetarias de los principales países
capitalistas fue caracterizado por la práctica generalizada dentro de estrategias con
objetivos intermedios en términos de agregados monetarios. En los años 90, los procesos de
innovación financiera, la desregulación de los mercados financieros internos y la
integración creciente de los mercados de capitales, tanto entre los diferentes segmentos
nacionales, como a nivel internacional, provocaron cambios importantes en el contexto
financiero en el que se desarrolla la política monetaria. En este nuevo contexto, el
seguimiento de los objetivos intermedios de los agregados monetarios resulta insuficiente,
como objetivo exclusivo de la política monetaria a corto y mediano plazo. Al mismo
tiempo, los condicionantes de estrategias sobre los acuerdos de fijación del tipo de cambio
han visto ampliarse sus dificultades, a partir de que la erradicación creciente de las trabas a
la circulación de capitales a nivel internacional a tendido a disminuir el margen de
autonomía de la políticas monetarias nacionales, sobre todo en los países subdesarrollados,
y a convertir a los mercados cambiarios más proclives a la inestabilidad.
Erias y Sánchez (1998: 24-25) destacan que en el análisis de deficiencias de las políticas
macroeconómicas en general y monetaria en particular, ocupan un lugar destacado los
mercados financieros. Es precisamente en el sector financiero donde la interdependencia de
la globalización precisa el entorno en el que se desenvuelve un volumen impresionante de
transacciones financieras. En dicho entorno, cada vez mayores stocks de información son
administrados por gestores de cartera profesionales, siendo el corolario de este fenómeno
una susceptibilidad y volatilidad creciente en este tipo de mercados.
Los mercados financieros han adquirido una dinámica propia que implica una altísima
velocidad de reacción, paralelamente a una desvinculación cada vez mayor de la economía
real. Las transacciones financieras se efectúan a nivel mundial, volviéndose incontrolables,
lo que conduce a la limitación de las políticas económicas nacionales. La
internacionalización de las decisiones de inversión financiera implica que estas políticas
pueden quedar subordinadas al capital transnacional, mientras que las políticas de los
principales países que ejercen la hegemonía económica y política repercutirán
considerablemente sobre los precios que se sigan en dichos mercados financieros. Todo ello
implica que la política económica está sujeta a una permanente tutela y control por parte de
los "mercados".
La velocidad conque los mercados financieros experimentaron cambios estructurales,
innovaciones y reglamentaciones, afectó la eficacia de las políticas monetarias domésticas
en muchos países, haciendo menos predecibles sus resultados.
Para captar el alcance económico y político de las relaciones entre los mercados financieros
y la política monetaria hay que tomar en consideración las profundas transformaciones que
se han operado en los sistemas financieros de los países desarrollados. Transformaciones
que han afectado a mercados, instituciones e instrumentos. Estos cambios estructurales han
condicionado la evolución del diseño y formulación de las estrategias de política monetaria.
La dimensión adquirida por la globalización reflejó relevantes cambios estructurales en
cuanto a la liberalización de los movimientos internacionales de capitales que posibilitaron
el traslado de elevadas masas de capital de unos mercados a otros de forma muy rápida.
Esta agilidad en el traslado del capital tiene su correlato tecnológico en los espectaculares
avances en los sistemas de comunicación y tecnologías de procesamiento, almacenamiento
y transmisión de datos e informaciones. Estos han posibilitado el surgimiento de
innovaciones financieras caracterizadas por sofisticados productos y complejas técnicas de
análisis y gestión de carteras.
Sin embargo, el despliegue de toda la carga tecnológica que posibilita la movilidad
internacional de capitales a corto plazo y la creciente integración financiera internacional,
ha estado facilitada por la políticas de desregulación financiera de carácter neoliberal,
consistentes básicamente en la eliminación de controles sobre movimientos de capitales
transfronterizos y de límites sobre el tipo de interés.
La situación de los propios objetivos de la política económica en general, han sido alterados
por la globalización. Los mercados financieros bajo los efectos de la libre movilidad del
capital, penalizan las actuaciones de política económica que según sus criterios, no gozan
de la suficiente credibilidad. Para qué estas políticas sean creíbles, tienen que ser
"temporalmente consistentes", es decir, para cada situación determinada, la actuación
política implementada tiene que ser la "óptima". De ahí, que sólo las políticas que
garantizan la estabilidad de los mercados financieros son las que poseen su visto bueno
aprobatorio y tienen mayor viabilidad a través del entorno externo.
En concreto, por una parte predomina la estabilidad de los precios, objetivo al que deben de
subordinarse los restantes. Por otra parte, el alejamiento de la reducción del déficit público
implicaría el castigo inmediato por parte de los "mercados", los cuales hacen pagar una
prima de riesgo mayor sobre las tasas de interés. El margen de maniobra que poseen los
responsables de gestionar la políticas económicas domésticas se reduce en función de
priorizar la estabilidad macroeconómica, en un marco delimitado por la profundización del
proceso de liberalización y de desregulación económicas, que posibilita la mayor
potencialidad de acción por parte de la fuerzas del mercado en su afán de mejorar la
competitividad. Eufemismo que encubre la rentabilidad del capital que aprovecha las
nuevas condiciones impuestas para incrementar la explotación de la fuerza de trabajo ante
los cambios del patrón de acumulación.
Hasta principios de la década de 1980 en la mayoría de las economías desarrolladas
capitalistas se pensaba que existía un vínculo predecible entre el agregado monetario
elegido como objetivo intermedio de la política monetaria y los cambios en el ingreso
nominal. Sin embargo, la eclosión de innovaciones financieras a partir de mediados de los
años ochenta y la volatilidad de los precios de activos tales como divisas, títulos de deuda y
acciones, tendieron a reducir la estabilidad de la relación entre grandes agregados
monetarios y el PIB. El avance de la globalización financiera hizo que los mecanismos de
transmisión monetaria fueran cada vez menos predecibles, afectando negativamente a la
eficacia de la política monetaria. Debido a que la velocidad de circulación de los agregados
monetarios se volvió impredecible, sus tasas de crecimiento perdieron atractivo como
objetivos intermedios de la política monetaria y pasaron a ser un indicador más para la
autoridad monetaria, al igual que lo que pueden ser el crecimiento salarial o la variación en
el precio de las materias primas por ejemplo.
La estructura del sistema financiero se convierte así en un elemento crucial en la elección
del agregado monetario para la estrategia monetaria del Banco Central (Erias y Sánchez,
1998: 121-123). Esto es así porque la predictibilidad de la relación entre el PIB y las
distintas definiciones monetarias y de crédito depende de la estabilidad de las funciones de
ahorro, inversión y demanda monetaria.
Con estas consideraciones se trata de destacar que los cambios estructurales operados en los
mercados financieros afectan la estabilidad de la función de la demanda de dinero y alteran
el mecanismo de transmisión monetaria a través del cual las tasas de interés inciden sobre
la economía real. Estas consecuencias son el resultado en gran parte del avance en el
proceso de globalización de los mercados financieros, del crecimiento de los derivados
financieros y de la eliminación de las barreras que tradicionalmente separaban a
instituciones financieras y no financieras. Los avances tecnológicos en las comunicaciones
y el procesamiento de datos junto al proceso de desregulación han dado lugar a nuevas
formas de mantener la riqueza con un alto grado de liquidez.
Un gran impacto ha tenido la creciente integración y globalización internacional de los
mercados financieros sobre la capacidad y el margen de maniobra de la política monetaria y
sobre la eficacia de ésta. Esto ha determinado en parte la limitación del alcance de la teoría
monetarista que está basada en una visión convencional donde los bancos centrales definían
su curso de acción a partir de los datos que manejaban y basándose en el sistema de
relaciones postuladas por la teoría económica neoclásica y en su experiencia práctica. Con
sus actuaciones trataban de incidir sobre la marcha de la economía, siendo el primer
eslabón, el sistema bancario y los mercados monetarios. Dicho eslabón funcionaba como
mecanismo más o menos complejo que transmitía los impulsos monetarios del Banco
Central al resto de la economía, sin producir ninguna reacción imprevista por sí solo. Esta
visión en el presente es prácticamente un anacronismo. Los mercados financieros han
adquirido una dinámica autónoma que puede reforzar la estabilidad monetaria pero en
ocasiones actúa contra ella (Padoa-Schioppa, 1996). La interacción entre los bancos
centrales y los mercados financieros, que suelen tener un carácter estratégico, es un aspecto
esencial en la implementación de las políticas monetarias.
La desregulación financiera internacional indujo a cambios importantes en la política
económica en general, al someterla a una exposición permanente al juicio de los mercados
financieros. En este nuevo contexto se producen pérdidas de soberanía de las políticas
macroeconómicas nacionales. Sin embargo, si bien la teoría monetaria de Friedman y los
monetaristas estaba anclada dentro de una concepción implícita que presenta a la política
macroeconómica como un ejercicio de regulación análogo al control ingenieril del
funcionamiento de un complejo mecanismo, no es menos cierto que cumplió y cumple con
la conformación de un nuevo "referente teórico" que refleja la recomposición hegemónica
del capitalismo financiero.
Toda la preocupación expresada por los gestores financieros está en correspondencia con lo
principios neoliberales y monetaristas en general. Por esto su proyección para priorizar la
desinflación, el control de las finanzas públicas, la reducción fiscal, la disciplina salarial, la
mejora de la competitividad vía precios, el mantenimiento del equilibrio externo, etc. Los
mercados financieros acaban imponiendo una visión de la política económica
antikeynesiana, subestimando el problema del empleo, que deja de ocupar un lugar
prioritario en la escala jerárquica de objetivos de política económica del capital financiero
internacional.
En un mundo donde las expectativas inflacionarias y las numerosas causalidades
macroeconómicas imposibilitan un cuerpo teórico inequívoco que permita determinar de
forma clara y cierta la orientación de la política económica, de lo que se deriva una
incertidumbre en cuanto a las normas de políticas posibles en beneficio de los intereses del
capital financiero, el monetarismo representó la base metodológica para la creación de
dicho "referente teórico".
Un "referente teórico" sería el conjunto de enunciados que constituye el cuerpo de doctrina
que resume el funcionamiento de la economía al cual se adhieren la mayor parte la opinión
pública económica. El surgimiento, consolidación y la transformación de los contenidos
abstractos que configuran dicho referente se entiende perfectamente si se tienen en cuenta
cuáles son sus soportes político-institucionales: aparatos del estado que emiten el discurso
oficial de política económica, círculos académicos que legitiman dicho discurso
otorgándole la condición de "científico", instituciones de formación de élites
administrativas y políticas, organismos y acuerdos internacionales (FMI, ALCA, etc.) que
refuerzan su hegemonía dándole un carácter universal y medios especializados que lo hacen
llegar tanto a la comunidad financiera como al gran público, cuya aprobación legitimadora
no se puede ignorar.
La función primordial del "referente teórico" es hacer converger las representaciones de la
sociedad en una visión del mundo compartida. Es por lo tanto el conjunto de discursos que,
transmitido por los canales institucionales adecuados, establecen el carácter hegemónico e
incontestable de un modelo de funcionamiento de la economía que se acabará convirtiendo
en la norma de referencia en la valoración de lo que es una "buena" política económica.
Arias y Sánchez señalan en este sentido, que la formulación de los principios que inspiran
el funcionamiento de las relaciones entre variables económicas conduce a la prescripción de
la norma que se debe de seguir "para que todo vaya bien". Así pues, ante la complejidad de
la realidad económica, el referente ofrece un conjunto de representaciones que permite
emitir juicios de valor sobre lo que es bueno y lo que es malo y que orienten a los "agentes"
que se mueven en un entorno indeterminado.
Si a esto se añade la capacidad de los agentes del capital financiero posesionados en los
principales países capitalistas, para reaccionar en función de sus expectativas sobre el
comportamiento futuro de variables económicas relevantes, es inevitable que estos sometan
a las políticas económicas de los gobiernos subordinados a una especie de evaluación
continua y penalicen de forma rápida y contundente aquellas que no consideren correctas.
La disponibilidad en las pantallas electrónicas de un flujo continuo de información
económica, financiera e incluso política, junto a la rapidez con la que los operadores
traducen la nueva información en decisiones de compra y venta de una amplia gama de
productos financieros, resulta en una mayor capacidad de reacción de los "mercados", que
terminan ejerciendo un control activo sobre la políticas económicas nacionales.
La instrumentación de políticas económicas por parte de los gobiernos subordinados a los
países del capitalismo avanzado, a través de los organismos multilaterales que no se
atengan a los intereses de los grandes operadores internacionales en los mercados
financieros, están condenados a generar decisiones que pueden frustrar la consecución de
los objetivos conformados en un principio para la política económica. Sin necesidad de
llegar a este extremo, en el mejor de los casos probablemente obliguen a un
replanteamiento, reorientación o rectificación de dicha política. De aquí se deduce que los
procesos de transformación operados en los mercados financieros y su creciente integración
conduce a la perdida en la autonomía de las políticas económicas nacionales,
principalmente de los países subdesarrollados.
La desregulación financiera de la década de 1980 colocó en manos del capital financiero
controlado en primer lugar por los Estados Unidos la tutela de la política económica en
grandes zonas económicas del mundo, situando a numerosos gobiernos ante la disyuntiva
de satisfacer las exigencias de la ortodoxia neoliberal en vigor, o de incurrir en fuertes
penalizaciones a través de ajustes cambiarios, inviabilidad de los sistemas de tipo de
cambio fijos, aumento de la volatilidad de los precios de los activos financieros, etc. El gran
capital financiero, a través del alto grado de liberalización financiera de los mercados
castigaron a aquellos países que no formularon objetivos claros de estabilidad en
concordancia con las recetas neoliberal monetaristas. En este contexto de integración
financiera los "mercados" juzgarán la política monetaria atendiendo al objetivo que persiga,
y efectuará un seguimiento continuado de la política macroeconómica, fundamentalmente
de la política fiscal, también en correspondencia con el disciplinamiento fiscal monetarista.
Por otra parte, los operadores en los mercados financieros no pierden de vista en ningún
momento los resultados alcanzados por el Banco Central y hacen llegar "consejos" a esta
institución por dos vías: primero, sus opiniones acerca del comportamiento de las
autoridades monetarias. Concretamente, somete a una evaluación continua la política
monetaria. Estos criterios llegan inmediatamente a la mesa del despacho del gobernador del
Banco Central gracias a los modernos sistemas de comunicación. Segundo, los precios de
los activos financieros que se constituyen en señales de un sistema que se retroalimenta en
el cual los "mercados", primero, recomiendan (predicen) lo que los bancos centrales
deberían hacer (haran) y luego recompensan si se siguen sus indicaciones al pie la letra.
Con la globalización el mecanismo de transmisión monetaria se vuelve más complejo, los
impulsos monetarios se difunden por una más amplia gama de mercados, los canales de
transmisión son más difíciles de identificar y la estimación de los efectos de las acciones
discrecionales es más complicada. Para la eficacia de la política monetaria lo más
importante no es el aumento del número de canales de transmisión, lo realmente
significativo es el "sesgo" cada vez mayor introducido por las expectativas de los mercados.
Desde el punto de vista de la naturaleza del mecanismo de transmisión de la política
monetaria, dicho sesgo tiene dos implicaciones fundamentales: primero, la transmisión del
impacto de la política monetaria se produce a través de los efectos confianza. Una
desviación discrecional de una clara política antiinflacionista es penalizada con la salida de
capitales. Segundo, las expectativas inciertas se traducen en una alta volatilidad en los
precios de los activos.
Los bancos centrales optan por instrumentos orientados hacia el mercado y por
procedimientos que permitan una política monetaria con una alta calidad en la
"señalización" de las intenciones ortodoxas del Banco Central.
Para comprender la naturaleza del capital financiero y los límites que impone a la soberanía
de la política monetaria nacionales de la periferia capitalista, hay que tener en cuenta que en
los mercados financieros actuales existe un reducido número de participantes con el tamaño
suficiente para condicionar la evolución de aquellos. Los gestores de las grandes carteras
están en permanente contacto, intercambian sus puntos de vista y pueden actuar de forma
coordinada. El peso hegemónico en las finanzas internacionales de este grupo es de tal
magnitud que no sólo permite desafiar a los bancos centrales de determinados países, sino
que también se pronuncian sobre determinados procesos de carácter político económico e
incluso tienen capacidad de alterar el curso de estos. La reciente trayectoria de la políticas
monetarias de algunos gobiernos de centro-izquierda en la América Latina patentizan lo
anterior.
Recomendaciones de Política Fiscal.
Según la macroeconomía convencional, la misma se encamina hacia la consecución de tres
objetivos a través de la política macroeconómica, supuestamente de manera independiente
de la visión teórica que la determine: alto empleo, precios estables y un rápido crecimiento
económico, los cuales definen lo que se considera eficiencia económica. Las diferencias
estriba en cómo llegar a ellos, en algunos casos la búsqueda de estos objetivos implica una
desigual distribución del ingreso, lo que provoca un conflicto de fines entre el dualismo
eficiencia-equidad.Este dualismo está detrás del debate acerca de la política fiscal. Si priva
el objetivo de la eficiencia sobre el de equidad, la justificación del papel del estado va a ser
totalmente distinta del que sería a la inversa.
Friedman inicia un debate contra la política fiscal de inspiración neokeynesiana. Las
diferencias radicaban fundamentalmente en el ámbito político y filosófico más que en
problemas técnicos, en donde la valoración por parte de Friedman del legado de Keynes es
mucho más positiva (Friedman, 1988: 26), aunque cuestionó también algunos problemas
técnicos.
El procedimiento keynesiano de estimular la demanda tenía en sentido general dos pasos: el
primero era un incremento de la renta producido por un aumento del gasto autónomo
público o por una disminución de los impuestos, que estimulara el consumo privado.
Segundo, se corrige la subida de la tasa de interés provocada por la financiación del déficit
presupuestario a través de un aumento del oferta monetaria.
Friedman critica ambos pasos. En primer lugar plantea que un aumento del gasto público se
realiza a costa del sector privado a través de los impuestos, por lo que se producirán
cambios en la nueva composición del gasto pero sin variación en el volumen del mismo. En
segundo lugar, si el déficit presupuestario se financia a través de la emisión de créditos, la
subida de las tasas de interés neutralizará el efecto final, y la pretensión de equilibrar la tasa
de interés a través del aumento del oferta monetaria es un error técnico al no diferenciar los
términos reales de los nominales, que provoca ignorar el efecto del "overshooting", el que
consiste, en una dinámica de ajuste entre el dinero y la inflación en correspondencia con la
existencia de expectativas adaptativas, que al producirse un cambio en la tasa de expansión
monetaria, la tasa de inflación inicialmente cambia más que proporcionalmente. Esto tiende
a negar el rol de la demanda dinero de amortiguar los cambios monetarios.
Asumiendo una perspectiva desde sus antecedentes en el pensamiento económico
contemporáneo y partiendo de su concepción alrededor de la existencia del pleno empleo,
la teoría neoclásica sostenía que los cambios en la política fiscal eran intrascendentes para
la determinación de la producción y el empleo. La política de gastos e ingresos del estado
sólo puede alterar la composición del producto y del empleo total entre el sector privado y
el público, desplazando recursos productivos de un sector a otro. La política fiscal en sí
misma es estéril, dado que un déficit presupuestario es equivalente a un aumento en la tasa
de impuestos en el futuro, lo cual conduce a una disminución del gasto en consumo que
neutralizará el impacto del déficit sobre el gasto agregado. A su vez, la velocidad de
circulación del dinero al ser estable, supone que sólo los cambios monetarios son capaces
de modificar la demanda agregada.
Sin embargo, para Keynes lo que caracteriza a la economía capitalista no es el pleno
empleo, ni la velocidad de circulación del dinero es estable, ni el déficit público es
necesariamente una promesa de mayores impuestos ya que puede incentivar la producción
y ésta a su vez, generar mayores ingresos sin cambios en la tasa impositiva.
Aunque en realidad en su "Teoría General" no le dedicó mucho espacio a la política fiscal,
de su esquema conceptual se concluye que la política fiscal no sólo constituía un valioso
instrumento de regulación de la demanda agregada, sino también que, en determinadas
circunstancias, podía ser más eficiente que el instrumento monetario para tal propósito.
Estas circunstancias son, en primer lugar, cuando los cambios monetarios son neutralizados
por un desplazamiento en la preferencia por la liquidez de manera que la tasa de interés se
mantiene invariable (trampa de la liquidez). Y en segundo lugar, cuando la inversión es
insensible a los cambios de la tasa de interés. Estas dos posibilidades de bloqueo del
mecanismo monetario hicieron que Keynes fuera escéptico con relación al éxito de una
política puramente monetaria.
Para Keynes un aumento del gasto público que no sea acompañado por una elevación
correspondiente de los impuestos, o lo que es técnicamente igual, una disminución de
impuesto no acompañaba por un descenso de los gastos públicos, produce una expansión de
la demanda agregada. Esto significa que es la expansión del déficit fiscal lo que conduce a
una ampliación de la demanda global y de la actividad económica. Por su parte, una política
monetaria expansiva ópera reduciendo la tasa de interés, lo que estimula la inversión, la
demanda efectiva y el aumento del empleo y la producción.
El monetarismo por su parte, retomando las posiciones de la teoría neoclásica, planteó que
el déficit del sector público por sí solo, no tiene relación con la demanda agregada. La clave
del problema no es el déficit en sí mismo, sino su forma de financiamiento. Si la
financiación del déficit se hace mediante préstamos del público, entonces no habrá
incremento de la demanda agregada, ya que la expansión de la demanda como resultado de
un aumento del gasto público o de la disminución de impuestos, es contrarrestado por la
disminución de la demanda ocasionada por el descenso de la inversión privada.
La otra alternativa es financiar el déficit con préstamos del Banco Central a través de un
aumento de la emisión monetaria. En este caso, si se produciría una expansión de la
demanda debido a que las variaciones fiscales, como el aumento del gasto público o
disminución de los impuestos, no estarían anuladas por la disminución de la inversión
privada. Sin embargo, la ampliación de la demanda no sería atribuible a la política fiscal
sino a la política monetaria que permitió el aumento de la oferta monetaria. Por tanto, para
el monetarismo, si no se hubiese producido ningún cambio fiscal y se hubiese aumentado la
oferta monetaria por medio de operaciones de mercado abierto, préstamos de reservas a los
bancos o disminución del encaje sobre depósitos, el resultado sobre la demanda agregada
habría sido el mismo. Es decir, para el monetarismo, la política fiscal sólo produce cambios
en la demanda agregada, sólo si van acompañados de cambios monetarios. Sólo la política
monetaria es importante.
Para los monetaristas, los impulsos fiscales no afectan el ingreso de forma duradera, pero
pueden eventualmente, influenciarlo en el corto plazo. En efecto, consideran que los gastos
del gobierno financiados por el préstamo público o los impuestos, sólo sustituyen un
volumen aproximadamente igual al de los gastos privados en consumo e inversión, por lo
que la producción y el ingresos sufren una modificación mínima.
Después del análisis técnico acerca de la ineficacia de las políticas de estimular la demanda
si no entran en juego a la vez medidas monetarias, Friedman aportó estudios empíricos que
aunque no fueron definitivos acerca de la superioridad de la política monetaria sobre la
fiscal, lograron que dentro de la comunidad científica y en el gobierno, se inclinará la
balanza hacia el reconocimiento de la mayor eficacia de la política monetaria.
En este sentido Friedman contó con los estudios realizados por el Banco de la Reserva
Federal de San Luis sobre la determinación de que política es más poderosa, predecible y
rápida. Además de sus propios trabajos en los que compara la inflación registrada en
Estados Unidos durante tres períodos en tiempo de guerra con la idea de dilucidar si los
movimientos de los precios se explican mejor con los indicadores monetarios o con los
fiscales. También el trabajo que realizó con David Meiselman comparando los poderes
predictivos de los modelos monetario y fiscal y por último la revisión de la historia
monetaria de los Estados Unidos en colaboración con Anna Schwartz. Todos los trabajos
tienden a sostener que las medidas fiscales sólo producen un efecto leve y temporal en la
economía, al no ser que vayan acompañadas de cambios monetarios. En sentido general
todos apuntaban a hacer creer que los cambios monetarios son más fiables que los fiscales.
Desde el punto de vista político, Friedman se oponía al planteamiento keynesiano sobre el
papel activo ejercido por el gobierno en el ejercicio de la política económica en la búsqueda
de un mayor nivel de bienestar y equidad funcional a los intereses de la élite en el poder del
sistema capitalista. Todo esto desvirtuaba el núcleo de la filosofía política neoliberal acerca
del papel del individuo (homo oeconomicus), el "laissez faire", etc., como ya fue analizado
anteriormente.
En contraposición a la justificación teórica que ofrece el sistema keynesiano y a su respaldo
político ofrecido por el "New Deal", Friedman consideró que el mismo conllevó a un gasto
estatal demasiado elevado y que el déficit se debería reducir limitando el gasto más que
aumentando los impuestos. El "New Deal"posibilitó la puesta en práctica de numerosos
programas en distintos campos de la vida social y económica genéricamente resumidos con
el término de "Welfare State". Su quiebra expresó el cuestionamiento de un estilo de
asistencia e intervención del estado en la vida económica y social y supuso la ruptura de la
ambigua alianza entre el trabajo y el capital en el logro de objetivos aparentemente
compatibles.
Friedman consideró que el método más efectivo para contraer el gasto del gobierno es a
través de una enmienda constitucional, que asi estaría por encima de cualquier presión
política. Esta propuesta ha sido la guerra que Friedman ha librado durante muchos años. En
1975 entró a formar parte del NTLC (National Tax Limitation Committee) que buscaba la
adopción de limitaciones constitucionales al gasto, con la idea de crear un estado de
opinión con suficiente fuerza para entrar en el Congreso de Estados Unidos. Su
planteamiento era la reducción del gasto a toda costa. Por dos veces, en 1982 con Reagan y
en 1994 con Clinton, se quedó a un solo voto de ser aprobado.
Friedman sostiene que la misión del mercado es la asignación eficiente de los recursos, y en
la medida en que realiza esta labor, también lleva a cabo una distribución de la renta. Lo
que Friedman no admite es que una vez ejecutada esta distribución, se redistribuía la renta
por medio de la política fiscal, procedimiento que es ajeno a las "leyes del mercado".
Sobre la base anterior, se proponen en consecuencia toda una serie de medidas fiscales que
gravitan en la visión neoliberal acerca de la condición del hombre como ser que asume
riesgos en sus decisiones, lo que sustenta a su vez la justificación de la no intervención
estatal en favor de la igualdad de oportunidades y de la distribución de renta final como un
pago a esos riesgos asumidos. Así se proponen la eliminación de los impuestos progresivos
por un impuesto fijo, el desmantelamiento de la seguridad social y en su lugar la
privatización de las pensiones de jubilación y la eliminación de los seguros de desempleo
los que serán sustituidos por impuestos negativos. Eliminación de los subsidios a la sanidad
sustituyéndose por seguros privados. La eliminación de los subsidios a la vivienda
sustituyéndose por los impuestos negativos. Eliminación de los subsidios a la educación
pública sustituidos por "cheques educativos" para los pobres. El eliminación de los
subsidios a la educación superior sustituyéndose por la privatización de la misma y un
sistema de "créditos educativos" para los pobres.
La argumentación de estas propuestas no se ha basado primordialmente en la teoría
económica. La economía positiva no le ha aportado razones convincentes en favor de
determinada política, lo cual le ha obligado a asumir valores normativos en
correspondencia con el credo neoliberal para obtener argumentos persuasivos en favor de
dichas propuestas.
Para que las razones positivas tengan el carácter científico necesario según los presupuestos
metodológicos del propio Friedman, éstas tienen que estar acompañadas de predicciones
estadísticas que garanticen las conclusiones alcanzadas. Pero Friedman no logra aportar
ningún basamento empírico. Sus procedimiento ha sido el de recurrir a ejemplos pasados
que supuestamente le proporcionan un conocimiento de las regularidades empíricas, pero
sin un estudio de las consecuencias efectivas que ocasionaría la aplicación de esta
propuestas.
Sin entrar a hacer valoraciones sobre el carácter reaccionario y retrógrado de tales medidas,
en lo que significan de retroceso de las conquistas alcanzadas por las grandes mayorías de
la sociedad, y siguiendo los presupuestos metodológicos de la propia economía
convencional, es correcto señalar que en el campo de las medidas de bienestar social no se
han tenido en cuenta los problemas de información asimétrica que impiden que la
información de que se dispone en el mercado no es perfecta ni aproximada, por lo que el
riesgo se convierte en incertidumbre y ante esta es imposible defenderse con seguros. La
imposibilidad de cubrir las múltiples contingencias que pueden ocurrir justificaría por sí
sola la existencia del sistema público.
La escasez de estudios empíricos en el debate de las pensiones de jubilación y subsidios al
desempleo y en general a los distintos subsidios, en donde no existen estudios de las
condiciones antes y después de las medidas a aplicar, ni sobre la multitud de factores reales,
invalida la efectividad de la propuesta neoliberal según sus propios presupuestos
metodológicos.
Ante el dualismo entre la eficiencia y equidad, al no poder llevar el argumento de la
eficiencia hasta sus últimas consecuencias desde el punto de vista empírico, Friedman da
mayor relevancia al plano normativo de la política fiscal. Pero, al eliminar la equidad en el
sentido de la redistribución de la renta, reduciendo la igualdad de oportunidades ("free to
choose"), justifica lo injustificable con los supuestos de la primacía de la libertad individual
y su concepción del juego en el hombre como tomador de riesgos en el marco del
mecanismo de mercado para lograr la eficiencia económica, es decir, el capitalismo salvaje.
En la literatura crítica acerca del monetarismo, al abordarse el análisis crítico de la
implementación de las recomendaciones de la política fiscal, abundan las caricaturas
simplificadas acerca del proceso de elaboración de esta política, asumida por el enfoque
normativo monetarista, como si fuera un problema de "control óptimo" como si se tratara
de un procedimiento técnico afín con la ingeniería. En esta caricatura, se subestima la
capacidad analítica neoliberal monetarista y se pretende mecanizarla rudimentariamente
como si verdaderamente sólo intentará lograr la optimización de una función sujeta a un
conjunto de restricciones que vienen dadas por la disponibilidad de recursos y las
posibilidades de la tecnología. Creyendo ingenuamente en la versión tecnocrática de la
solución del problema como si consistiera en la maximización condicionada de la función
de un óptimo de primer orden alcanzable en un mundo ideal en el que los mercados son
perfectamente competitivos, se le hace el juego al supuesto neoliberal de que las decisiones
se toman con el objeto de resolver un problema de elección. La autoridad económica queda
entonces contemplada como una especie de "planificador social" que máximiza una función
del bienestar social perfectamente definida: la estabilidad monetaria, que, además, coincidía
con la función de utilidad del "agente representativo de la economía", es decir, para un
contexto socio-económico de homos oeconomicus perfectamente racionales.
Resulta obvio que tal simplificación, es por lo menos, poco realista. Pero lo peor de tal
esquema caricaturesco, es que impide reconocer que la formulación e instrumentación de la
política fiscal monetarista se hace por autoridades económicas perfectamente conscientes
de su doble condición de agentes económicos y políticos, conocedores e intérpretes de
múltiples condicionamientos que derivan de contextos sociales, políticos y culturales
específicos.
Para dar cuenta de los efectos que se derivan de dichos contextos en función de los
intereses de los grupos hegemónicos que en última instancia, definen la "función objetivo"
a conseguir, es imprescindible, y así lo hacen, tener presente la naturaleza estratégica de las
relaciones que se establecen entre los actores de la escena político-económica. En este
sentido, la implementación de la política fiscal es planteada dentro de la interacción
estratégica entre las fracciones y grupos que mantienen la hegemonía política, es decir, el
conjunto de sujetos que constituyen si no la totalidad, al menos los sectores económicos,
financieros y políticos con capacidad de gestionar la economía nacional dentro de la visión
estratégica neoliberal. Es por estas razones que se requiere contextualizar desde una
perspectiva de clase, los determinantes que inciden sobre la construcción de la política
económica.
La contextualización crítica de la política económica.
A partir de la incomprensión de muchos economistas de los más variados tintes
ideológicos, de los que no se excluyen una parte de la corriente crítica, sobre la naturaleza
social, es decir, de clase, del estado y de su papel en la economía, existe una creencia
bastante generalizada a circunscribir las soluciones de la política económica a un nivel
puramente conceptual e instrumental, dentro del marco de una racionalidad económica
abstracta o como resultado de decisiones de expertos de gobierno cual suponemos "gurúes"
de la conducción económica.
Desde el punto de vista de la macroeconomía convencional, la política económica se reduce
al estudio del conjunto de objetivos a alcanzar en un determinado período de tiempo, así
como al análisis de los diferentes instrumentos necesarios para lograrlos. Se discuten en
este sentido objetivos a corto plazo como son la estabilidad de precios, pleno empleo y
equilibrio de la balanza de pagos, y objetivos a largo plazo, como es el crecimiento
económico.
Es obvio que existen evidentes insuficiencias en el tratamiento teórico y metodológico
sobre el tema de la política económica, al circunscribirlo al limitado plano del análisis al
que se ha reducido por lo general a través del manejo tradicional de la macroeconomía
convencional. La bibliografía sobre el tema se remite a delimitaciones convencionales y a
un manejo categoríal aceptado por definición, cuya difusión y aplicación parece haberlas
eximido de todo cuestionamiento crítico, el cual esta ausente en la base conceptual de la
producción de conocimientos de política económica.
Lo anterior evidencia la limitación y la deficiencia que implica asumir acríticamente la
versión analítica de la política económica de la macroeconomía convencional, que
desarrolla exclusivamente su contenido económico. El limitado contenido economicista que
caracteriza este enfoque, parte de la convicción de que la política económica es una
cuestión básica y estrictamente "técnica". Según esta interpretación, el análisis de la política
económica carece de la posibilidad de abstraer de sí misma elementos teóricos científicos
como fundamento de las decisiones. Simplemente la política económica se conceptualiza
como un conjunto de practicas que entrañan juicios de valor según el "deber ser" de las
acciones que se adoptan. Así, la interferencia de elementos ideológicos a través del manejo
de valores, creencias y preferencias, falsea el carácter clasista de la política económica,
brindándose una imagen de aparente neutralidad de la misma, en donde las decisiones
parecen funcionar en la práctica como resultado de un proceso de prueba y error, de
racionalidad.
En los términos en que es presentada la elaboración de la política económica, no posibilita
su análisis objetivo, sino que habría que entenderla exclusivamente tal como lo desean los
"hacedores" de la misma. Ésta tendría entonces un carácter normativo y sería considerada
como un arte o una simple técnica, que encubriría su carácter de representación ideológica
ocultadora de las contradicciones económicas del sistema y por tanto de la necesidad de
fortalecer las relaciones dominantes que la caracterizan. Desde este punto de vista, la
concepción de la política económica como técnica, conjunto de instrumentos o arte de
tomar decisiones, sólo sirve a la clase burguesa cuya ideología es dominante y que está
interesada en desconocer las leyes que determinan la reproducción del capital y el papel
regulador del estado al respecto.
El análisis crítico de la política económica significa reconocer que su objeto está inscrito en
el campo científico que trata de determinar las leyes y tendencias emanadas del estudio
histórico y materialista del desarrollo capitalista. Desde la perspectiva de la crítica de la
economía política, los elementos técnico-instrumentales aportados por la macroeconomía
convencional no constituyen fuentes primarias ni los límites para el tratamiento científico
de la política económica, sino formas de manipular y justificar una realidad histórica en la
cual el poder se asocia en última instancia a la necesidad de la reproducción del sistema. El
poder no es un dato ni se puede relativizar su ejercicio a un simple manejo instrumental en
función de fines económicos. Por el contrario, hay que condicionarlo en su relación con las
estructuras sociales y políticas en que descansa.
Hay que tomar en cuenta que durante el período de entreguerras se había producido la crisis
más profunda de la historia del capitalismo, expresión de la crisis del mecanismo
económico capitalista y de su transformación cualitativa. En este período, la regulación
macroeconómica a través de los instrumentos de la política económica se transformó en una
necesidad para el manejo de las proporciones globales. De hecho, en realidad se trata de la
regulación monopólista estatal de la economía capitalista desarrollada sobre la base de las
relaciones monopólistas de estado, que elevan la importancia de la política económica,
como elemento del mecanismo que expresa las tendencias del desarrollo del factor
subjetivo en el proceso de regulación (Rodríguez, 1991: 175-176).
Dentro del proceso de regulación económica la intervención del factor subjetivo no resta
objetividad a la acción de las leyes económicas. Lo subjetivo se transforma en consciente
en el capitalismo monopolista, por lo que se introducen elementos de dominio del hombre
sobre sus relaciones de producción. La regulación, expresión de la influencia mutua entre lo
objetivo y lo subjetivo no significa una contradicción con el carácter objetivo del
mecanismo económico. Lo subjetivo, consciente o no, es siempre un reflejo de la acción
objetiva de las leyes económicas. El desarrollo del proceso de regulación económica se
produce desde la regulación espontánea a la regulación consciente, a través de formas que
van expresando el acrecentamiento de la influencia del factor subjetivo en dicho proceso.
La política económica y las formas económico-organizativas que derivan de la misma,
pueden convertirse, dado un determinado grado de madurez del mecanismo en un factor
decisivo.
Sin embargo, como bien ya ha sido apuntado (Lichenztejn, 1986: 121-122), la elaboración
y concreción de la política económica no es un proceso mecánico ni su racionalidad está
acotada por una visión sólo de enfoques y estructuras de poder. Diferentes problemas y
conflictos gravitan sobre las definiciones que conforman el debate sobre la viabilidad
política. Por esto, la valoración de las experiencias de política económica constituye una
tarea compleja, pues entran en ella factores que relacionan los planos económicos y
políticos de las relaciones sociales. Siendo así, la política económica expresa una relación
determinada entre el estado y los procesos económicos y entre el estado y la fuerzas
sociales de clases, o sea, debemos considerarla en el plano de la inclusión del estado en el
proceso mismo de producción y circulación de mercancías y además, como expresión de
determinadas correlaciones de clases que tienen dentro del estado canales de manifestación
(Solís y Sánchez, 1986: 35).
Es necesario tomar en cuenta esta doble determinación: la derivación del propio proceso
económico y del lugar que ocupa el estado en el mismo, y por otra, como resultado de la
interacción de fuerzas en la esfera política que se relacionan desigualmente y de forma
contradictoria entre ellas mismas y de ellas para con el estado. La política económica se nos
presenta así no como un proceso lineal, funcional, instrumentalizado y exento de
contradicciones, sino como resultado de las modalidades de la acumulación de capital y de
la dominación política de clases. Sólo así se lograría comprender la acción del estado no
solamente como relación existente entre la esfera económica y la esfera política, sino
también en su inserción de la economía del país en el sistema capitalista mundial (Solís y
Sánchez, 1986: 36).
La comprensión de la política económica no puede entonces hacerse sobre una frontera
difusa entre lo económico y lo político sino que requiere una correspondencia precisa entre
ambos planos de las relaciones sociales. El significado último de esta articulación se
comprende según los objetivos perseguidos. Ante todo hay que reivindicar la índole
económica de dichos objetivos. El tomar en cuenta de que la instancia política se mueve
con referencia a la solución de una problemática económica, es una afirmación esencial. La
política económica como esfera específica de conocimientos debe interpretarse partiendo de
un accionar dirigido a corregir o reforzar el funcionamiento económico.
Por supuesto, que esto no contradice el hecho de que la misma política económica hay que
entenderla como la formulación de decisiones emanadas desde el poder político constituido,
cuya máxima expresión es el estado. Por lo cual sus objetivos económicos están
estrechamente relacionados con la defensa de la unidad estructural en la que se basa ése
poder. Es decir, al propender al logro de determinados objetivos económicos, la política
económica está fijando al mismo tiempo precisos objetivos políticos. Sus propósitos se
comprenden no sólo por su papel atenuador de ciertos problemas económicos, lo cual sería
su aspecto u objetivo económico explícito, sino también por su papel de salvaguardar la
cohesión política de la estructura del poder burgués, lo cual sería su aspecto u objetivo
político implícito.
Capítulo 10. El Neomonetarismo: La Nueva Macroeconomía Clásica.
Introducción.
El desarrollo intenso de los procesos estanflacionarios durante la crisis de los años setenta y
el consiguiente agotamiento del análisis de la síntesis neoclásica-keynesiana, demandaron
la reconceptualización fundamental de los conceptos teóricos alrededor del comportamiento
de los participantes en el proceso económico. Una de las características más importantes del
desarrollo de la teoría macroeconómica durante estos años, se centró en el papel de las
expectativas inflacionarias. La consideración de las expectativas de dichos participantes
alcanzó particular relevancia a partir de las condiciones de saltos bruscos de la coyuntura y
de grandes variaciones de precios y tasas de interés en un marco de aumento de la
inestabilidad de la economía capitalista.
Según Keynes, los cambios en la intuición de los agentes económicos en relación con el
futuro constituyen una causa importante de los desequilibrios producidos dentro de un
sistema de mercado. Para la síntesis neoclásica-keynesiana, la ilusión monetaria de los
trabajadores explicaba los movimientos en el nivel de empleo, sucediendo una relación
inversa entre la tasa de desempleo y la tasa de inflación, o sea, la curva de Phillips.
En contra del anterior argumento, el monetarismo plantea que tales desequilibrios son
privativos fundamentalmente del corto plazo, para el largo plazo, en la medida que los
agentes recaban más información, corrigen sus expectativas y el sistema vuelve al
equilibrio. Así, Friedman sustentó que la curva de Phillips era válida sólo para el corto
plazo y que para el largo plazo desaparecía la ilusión monetaria.
Basándose en una hipótesis sobre el comportamiento de las expectativas, planteada a
inicios de la década de los años 60, una serie de economistas cercanos a la ortodoxia
monetarista, señalaron que los agentes económicos utilizarían la información existente de
manera óptima, en correspondencia con la lógica del enfoque neoclásico más depurado.
Para los mismos, los desequilibrios económicos fundamentales no pueden explicarse ni
siquiera para el corto plazo a partir de la ilusión monetaria de los trabajadores. Los
desequilibrios de corto plazo deben explicarse en base a una fundamentación
microeconómica dentro del marco del sistema de mercado considerado. La denominación
utilizada por ellos mismos, contentiva de una fuerte carga definitoria fue la de Nueva
Macroeconomía Clásica.
El adjetivo "nueva" indica que no se trata pura y simplemente de una vuelta atrás, aunque
tampoco una ruptura con el monetarismo. Por el contrario, la ambición explícita de estos
neomonetaristas era proporcionar fundamentos teóricos más sólidos a las propuestas y
políticas económicas avanzadas por Henry Simons, Milton Friedman y los monetaristas de
Chicago. Con la designación de "macroeconomía", los representantes de este enfoque
desean expresar que los agentes económicos en sus modelos toman en consideración todas
las condiciones que gravitan sobre su acción optimizadora en la elaboración de sus
expectativas. Por la parte del término "clásica", se desea constatar que se trata de la
continuidad con el enfoque basado en la teoría "neoclásica". Su denominación por tanto,
obedece a una voluntad de renovación sobre la base de perfeccionar la formalización del
enfoque duro de la teoría neoclásica, a través de la defensa a ultranza del equilibrio
económico y el vaciado de los mercados.
La misma ha sido considerada como la "segunda ola" de la contrarrevolución monetarista, o
sea, una variante más radical del monetarismo ( Matyas, 1985: 569). En este sentido
también ha sido utilizado el término "neomonetarismo" ( Screpanti y Zamagni, 1997: 326)
por su vinculación explícita al monetarismo tradicional, del cual sólo lo distinguen su
mayor refinamiento del planteamiento teórico y metodológico y su mayor extremismo en
política económica.
Su máximo representante, Robert Lucas, insistió en introducir "el dinero dentro de un
modelo dinámico neoclásico de modo que sea posible restablecer en términos actuales la
teoría cuantitativa del dinero, de la inflación y del interés" (Lucas, 1988: 87). Así pues, la
Nueva Macroeconomía Clásica no constituye un enfoque teórico y político económico
desconectado de la trayectoria del pensamiento económico moderno, sino que por el
contrario, está insertada en la tradición del liberalismo y el neoliberalismo económico,
suponiendo una vuelta renovada, "nueva", y aún más radical, al núcleo duro de la ortodoxia
neoclásica, pasando por el camino intermedio del monetarismo. Los nuevos
macroeconomistas clásicos parten del pensamiento neoclásico y su derivación monetarista,
conformando una de las más formalizadas conceptualizaciones económicas del
neoliberalismo de finales del siglo XX.
La Nueva Macroeconomía Clásica se ha constituido en una escuela de pensamiento
económico con diversos campos de estudio en áreas como la teoría de la política monetaria,
la modelización del ciclo de los negocios, la formalización de las predicciones económicas,
los microfundamentos del análisis macroeconómico, etc. Al intentar definir los principios
básicos en que se sustenta este enfoque teórico, Usabiaga y Ókean (1994: 55-56) constatan
que cubren un amplio espectro que va desde el ámbito metodológico hasta el terreno
instrumental o aplicado. Según su consideración, partiendo de los aspectos más genéricos y
concluyendo por los más instrumentales, pudiera contarse con lo siguiente principios:
1. Existencia de agentes optimizadores. Casi todos los aportes de este enfoque se basan en
funciones microeconómicas que reflejan soluciones optimizadoras por parte de agentes
individuales, las cuales constituyen los microfundamentos de la macroeconomía. "Los
desarrollos recientes más interesantes de la teoría macroeconómica consisten, desde mi
punto de vista, en la reincorporación de problemas de carácter agregado, tales como la
inflación y el ciclo económico al marco general de la teoría "microeconómica". Si estos
desarrollos tuviesen éxito el término "macroeconomía" dejaría de utilizarse y el calificativo
"micro" pasaría a convertirse en algo superfluo" (Lucas, 1988: 123).
2. Los agentes responden a factores reales al tomar sus decisiones económicas reales. Las
decisiones económicas en el sector real sobre el ahorro, el consumo, la inversión, etc., se
basan únicamente en factores no monetarios, o sea, en valores deflactados de las variables
pertinentes, sin ilusión monetaria.
3. La construcción de los modelos se basa en condiciones de equilibrio en las que se
produce el vaciamiento continuo de los mercados.
4. Contiene un enfoque optimizador en el ámbito de las predicciones, formalizado a través
de la hipótesis de las expectativas racionales de Muth. Supone que los agentes realizan
predicciones óptimas según la información disponible, sin aceptar la posibilidad de errores
de predicción sistemáticos.
5. Papel determinante de las señales de precios en el desempeño económico.
6. Supuesto de información imperfecta o incompleta. Ejemplo de esto lo constituye la
"economía de islas" de Lucas, donde los agentes tienen limitado el acceso a la información
acerca del nivel de precios a los de su propio mercado.
7. Aceptación de la hipótesis de la tasa natural de desempleo de Friedman y Phelps, pero a
través de la versión más radical de Lucas, según la cual el desempleo no puede mantenerse
ni a largo ni a corto plazo inferior a la tasa natural por motivo de medidas de política
económica de control de la demanda agregada anticipadas por los agentes económicos.
8. Consideración de la función de oferta de Lucas, la cual relaciona el output agregado con
la "sorpresa" de precios.
9. Existencia de un mercado de trabajo con flexibilidad salarial, agentes con elevada
capacidad de sustitución intertemporal entre ocio y trabajo, y desempleo voluntario.
En sentido general, la base fundamental de la Nueva Macroeconomía Clásica consiste en la
hipótesis de las expectativas racionales, la cual supone la optimización neoclásica en el
ámbito de la predicción económica. La misma se realizaría a través de agentes que
mediante el acceso y uso de la información necesaria, realizarían predicciones ajustadas. La
instrumentación de las expectativas racionales se presenta como un avance en la
modelización de las predicciones económicas con relación a los modelos de expectativas
extrapolativas y adaptativas dentro de la modalidad autorregresiva, que fueron empleados
profusamente en los años 50 y 60 del siglo pasado. A pesar de las dificultades que ha tenido
la hipótesis de las expectativas racionales por su falta de respaldo empírico, los nuevos
campos de investigación que ha sugerido y los resultados a que ha conducido dentro de la
modelización macroeconómica, la han mantenido como pivote básico del sostenimiento del
programa neomonetarista.
Al presuponerse un marco de flexibilización máxima de las relaciones de mercado, se
considera que el sistema económico alcanza para cada momento dado una utilización
óptima de todos los recursos económicos, en plena correspondencia y fidelidad absoluta a
los principios del análisis neoclásico. Se supone que el mercado establece el equilibrio entre
oferta y demanda y que las oscilaciones cíclicas de la actividad económica son producidas
por los atrasos estables en la percepción de la información. Entre las pocas variables
económicas importantes que no están regidas directamente por las fuerzas del mercado, se
encuentra la oferta monetaria. De ello se deriva, en conjunción con las tesis neoclásicas,
que es precisamente los cambios en la oferta monetaria el factor que puede provocar, no
sólo la dinámica de los precios, sino también cambios en la economía real. Para la Nueva
Macroeconomía Clásica, una de las principales deficiencias en la antigua versión del
análisis neoclásico consiste en que el "hueco negro" entre la esfera de la circulación
monetaria y los procesos que operan en el sector real del economía.
Las acciones de los agentes en el proceso económico están subordinadas a la maximización
de la funciones individuales de utilidad dentro del marco de un sistema de precios flexibles,
utilizado como una de las principales fuentes de información. La evolución de la economía
se manifiesta como oscilaciones continuas en torno a cierto punto de equilibrio. Se supone
que cada uno de los participantes dispone no sólo de esta información, sino de todos los
conocimientos relativos a alteraciones posteriores de la única variable exógena del sistema,
la oferta monetaria. Al utilizarse de una forma racional toda esta información, se podrá
pronosticar las variaciones posteriores de los precios, sin cometer errores sistemáticos.
Cuando las variaciones de los precios esperados sirven de meta de orientación para todas
las operaciones económicas acometidas, el cambio de la oferta monetaria no podrá influir
en la dinámica de las variables reales.
Esta hipótesis fue un subproducto del análisis microeconómico realizado por Charles C.
Holt, Franco Modigliani, Herbert Simon y por supuesto, John Muth, quienes intentaban
explicar las causas de que muchos agentes no parecían optimizar de acuerdo a las
prescripciones neoclásicas. Sus trabajos trataban de explicar a través de modelos dinámicos
lo que Simon denominaba como el comportamiento "satisficente", o sea, la causa de que el
comportamiento de las empresas no correspondía a los modelos microeconómicos. En este
sentido Muth apuntaba lo siguiente, "se argumenta en ocasiones que el supuesto de la
racionalidad en la economía conduce a teorías incoherentes, o inadecuadas para explicar,
los fenómenos observados, especialmente los cambios con el tiempo... nuestra hipótesis se
basa exactamente en el punto de vista opuesto: que los modelos económicos dinámicos no
presuponen suficiente racionalidad ( Muth, 1961: 316).
A partir del supuesto de "racionalidad dinámica", Muth cambio el desequilibrio en
equilibrio. Al igual que los teóricos neoclásicos utilizaron la racionalidad para asegurar la
óptimalidad individual estática o para asegurar que los agentes se mueven hacia la
tangencia de su línea de presupuesto y curva indiferencia, Muth la utilizó para expresar la
óptima calidad individual "dinámica", para colocar al agente en la curva de indiferencia
intertemporal. Si los agentes se ajustaran óptimamente en dependencia de la información
disponible, se encontrarían en la vía del ajuste óptimo.
La Nueva Macroeconomía Clásica define un universo económico en el cual el mercado es
concebido como una instancia socialmente eficiente. Los mercados son siempre "cleared" y
los agentes actúan de manera racional. Pueden aparecer imperfecciones en la información,
por lo que los agentes económicos no conseguen tener a través de los precios, la totalidad
de la información disponible. Esto se traduce en imperfecciones de mercado, las cuales son
definidas como desvios en relación a los resultados del modelo walrasiano.
En el ámbito neoclásico, la información permite conocer las condiciones vigentes en el
mercado. En el sistema walrasiano tradicional, el precio constituye una señal para divulgar
de forma gratuita, la totalidad de la información referente al mercado para el conjunto de
los agentes económicos. Sin embargo, la Nueva Macroeconomía Clásica estudia los
procesos de optimización en situaciones de información incompleta. El precio en este caso,
no resume la totalidad de la información disponible del mercado por lo que parte de la
información va a adquirir un costo.
Dentro de modelo walrasiano de equilibrio general, los precios transmiten gratuitamente la
totalidad de la información en el marco de un proceso centralizado en el cual existe una
flexibilidad perfecta e instantánea de los precios, por lo que el comportamiento racional de
los agentes permite alcanzar una situación socialmente eficiente: el óptimo de Pareto. A
partir de estos presupuestos alejados de la realidad capitalista, la información es un bien
libre que el mercado ofrece a través de la señal dada por los precios. El proceso de la
competencia neoclásica es centralizado a través de los precios de equilibrio determinados
ex ante por él "subastador walrasiano", lo cual permite alcanzar, instantáneamente, una
situación en la cual la oferta es igual a la demanda.
El programa de investigación de la Nueva Macroeconomía Clásica presenta como
característica relevante su uniformidad ( Usabiaga y O¨kean, 1994: 159-160). Esta escuela
posee claros perfiles con una uniformidad geográfica, temporal, en sus autores y en la
esencia de sus análisis. Desde el punto de vista geográfico, dos universidades
estadounidenses constituyen los núcleos generadores de sus proposiciones básicas: la
Universidad Carnegie-Mellon, donde surge el embrión de esta escuela, y la Universidad de
Chicago, en la que se consolida, dando lugar a que la Nueva Macroeconomía Clásica pueda
considerarse formando parte de la tradición monetarista de Chicago, no sólo por los
vínculos profesionales de sus principales autores, sino sobre todo por sus recetas de política
económica, bastante compatibles con las del monetarismo de Chicago.
Se parte de una situación de equilibrio permanente de los distintos mercados de un sistema
económico, sobrepasando en este sentido, al equilibrio neoclásico. Este último se limitaba a
suponer la existencia de un mecanismo autorregulador automático que promueve la
tendencia automática al equilibrio, pudiendo incluso existir situaciones de desequilibrio que
tenderían a autocorregirse. Por el contrario, los nuevos macroeconomistas clásicos creen en
una situación de equilibrio simultáneo continuo en los diferentes mercados, en cuyo marco
se producirá la maximización de la utilidad y el beneficio. Todos los agentes económicos
optimizarían dadas sus restricciones y sus expectativas racionales sobre el futuro. Los
individuos maximizarían su satisfacción y las empresas maximizarían sus beneficios en un
entorno de ilimitada flexibilidad de precios y salarios.
Queda claro el carácter apologético de semejantes enunciados en su referencia a una libre
competencia que rara vez existe en la situación real, y en donde por el contrario, se
soslayan las demandas no materializadas, las operaciones realizadas a precios distintos a los
de equilibrio, la acumulación de stocks empresariales y todo una serie de casos de
desequilibrio que evidencian más que un reflejo interpretativo de la realidad, un intento de
construir un referente teórico normativo de muy definido perfil ideológico. La hipótesis del
equilibrio continuo de los mercados, como se verá posteriormente, violenta los principios
de verificación empírica positiva sobre los cuales supuestamente se basa, en un mundo de
constantes desequilibrios, desempleo estructural, insuficiente demanda, etc.
Evolución de la Nueva Macroeconomía Clásica.
La Nueva Macroeconomía Clásica surge en los primeros años de la década de 1970, en el
ámbito de algunas universidades norteamericanas como ya se afirmó, aunque también se
extendió por el Reino Unido y en la actualidad se divulga ampliamente al conformar parte
del enfoque macroeconómico convencional. La misma se ha convertido en objeto de
atención no sólo en el ámbito académico, sino que logró penetrar en ciertos círculos
políticos que expresan los intereses de importantes fracciones hegemónicas defensoras del
neoliberalismo, inspirando en cierta manera las políticas económicas de las
administraciones Reagan y Thatcher.
Sin lugar a dudas que en los orígenes de la Nueva Macroeconomía Clásica, alcanza un
lugar esencial y fundacional, la aportación realizada en 1960 y 1961 por J. Muth, el cual se
basó en un significativo artículo de Modigliani y Grunberg de 1954 titulado "The
Predictability of Social Events", en el que se definen a las "predicciones públicas correctas"
como aquellas que se cumplen en el presente, a pesar de su efecto "feedback" sobre la
realidad actual dadas las reacciones de los agentes a las propias predicciones.
Fue Muth quien creó el concepto de expectativas racionales dentro de un modelo de
formación de predicciones que marcó la diferencia con los modelos básicos de expectativas
adaptativas. En dos artículos, el primero titulado "Optimal Properties of Exponentially
Weighted Forecasts" (1960), y el segundo, "Rational Expectations and the Theory of Price
Movements" (1961) introduce la hipótesis relativa a que las expectativas de los agentes
económicos son esencialmente las mismas que las predicciones resultantes de usar la teoría
económica. Señala desde el interior de un marco integral de racionalidad, que se pueden
analizar imperfecciones, como puede ser la ausencia de información completa, sin
necesidad de sacrificar la racionalidad global del sistema.
Se supone que los agentes económicos utilizan de forma eficiente la información de que
disponen. Esto significa que la distribución subjetiva de probabilidad de la gente,
condicionado por la información a la que tiene exceso, coincide con la distribución de
probabilidad objetiva, condicionada por el nivel de información. Es decir, si los agentes
económicos cometen errores en el proceso de formación de sus expectativas, estos errores
se deben a las limitaciones o deficiencias de información propias de los agentes, pero no
pueden explicarse imputándole ineficacia al método utilizado para analizar tal información.
Esta concepción relativa a que los trabajadores, al transcurrir un tiempo determinado,
corrigen sus expectativas, por lo cual en el largo plazo no existe una ilusión monetaria,
representaba una forma embrionaria de formación de expectativas, que llevó a autores
como Lucas, Sargent y Wallace al desarrollo del concepto de la función de la oferta
sorpresa. Esta implica la necesidad de distinguir entre los cambios inesperados en la oferta
monetaria y los planes monetarios. Las sorpresas pueden afectar el nivel del producto, no
así los planes. Se supone que los agentes prevén los aumentos futuros en la oferta
monetaria, no confundiéndolos con incrementos reales en los precios, y por tanto, no
responde con aumentos del producto, se producen sólo aumentos en el precio nominal.
El refuerzo de la ofensiva del pensamiento neoclásico vía monetarismo, conllevó a la
promoción del interés sobre algunos de los postulados en que se basaban los modelos de
funcionamiento de la economía, específicamente en el papel de los esquemas de formación
de las expectativas económicas. Durante toda una década se mantuvieron en la sombra sin
lograr ningún impacto sobre la teoría económica, hasta que inicios de los años setenta la
obra de Robert E. Lucas jugó un papel fundamental en la creación y desarrollo de lo que
actualmente se conoce como Nueva Macroeconomía Clásica. Sus contribuciones
constituyen obligada referencia dentro de todas las versiones y ramas de dicho enfoque
teórico: la proposición de inefectividad y su contrastación empírica, la macroeconometría y
la evaluación de las medidas de política económica, así como los modelos del ciclo de los
negocios, los cuales han consolidado una corriente de pensamiento macroeconómico que
hasta el presente continúa representando una matriz generadora de nuevos campos y
aplicaciones en diferentes aspectos del análisis macroeconómico.
La proposición de inefectividad puede considerarse la principal prescripción política de la
Nueva Macroeconomía Clásica, la cual destaca la inefectividad de las políticas
discrecionales de inspiración keynesiana para mantener el output y el nivel de empleo por
encima de sus niveles "naturales". Al estudiar las consecuencias para la política económica
de las expectativas racionales, Lucas fortaleció la concepción monetarista acerca de la
neutralidad del dinero llevándola incluso hasta el corto plazo, al mismo tiempo que
cuestionó la efectividad de la política económica de estabilización del gobierno. Para
Lucas, la hipótesis de las expectativas racionales constituye la forma apropiada de formular
la hipótesis de la tasa natural desempleo de Friedman-Phelps (Lucas, 1985: 283).
También en la modelización del ciclo económico Lucas abrió una nueva brecha
investigativa. En 1975 elaboró un modelo de ciclo monetario basado en la noción de
equilibrio diferente a la modelización convencional. Posteriormente en 1982, Kydland y
Prescott desarrollaron otra vía con la modelización del ciclo real, la cual fue objeto de
múltiples aportes dentro del enfoque de la nueva macroeconomía clásica.
Tal como se planteo al inicio del capítulo, la mayoría significativa de los fundadores y
principales exponentes de la Nueva Macroeconomía Clásica han guardado una estrecha
relación con dos universidades norteamericanas: Chicago y Carnegie-Mellon. Muth fue
profesor de Carnegie-Mellon a finales de los años cincuenta y principios de los 60 del siglo
pasado. Lucas, sin dudas el principal exponente de la Nueva Macroeconomía Clásica,
obtiene su doctorado en la Universidad de Chicago en 1964, durante su estadía en Chicago,
Friedman ejerció una importante influencia en su formación, por lo que desde muy
temprano determinados problemas derivados del enfoque monetarista, como la hipótesis de
la tasa natural desempleo desarrollada a finales de la década de 1960, fueron asumidos
dentro del cuerpo teórico de la Nueva Macroeconomía Clásica. Posterior a su doctorado,
Lucas estuvo más de una década en la Universidad de Carnegie-Mellon, de dónde saldrán
las principales tesis de la nueva escuela. En esos momentos Meltzer ejercía un destacado
liderazgo en dicha universidad en defensa del pensamiento monetarista de Chicago. En
Carnegie-Mellon, Lucas sostuvo unA importante colaboración con Rapping y Prescott, la
cual dio como resultado las colaboraciones de Lucas y Rapping al tratamiento del mercado
de trabajo y de Lucas y Prescott a la introducción de las expectativas racionales. Tanto
Rapping como Prescott también estuvieron vinculados a la Universidad de Chicago.
Otro importante representante de la Nueva Macroeconomía Clásica, Thomas J. Sargent,
también pasó un tiempo en Carnegie-Mellon y en Chicago, hasta que se trasladó a la
Universidad de Minessota y al Banco de la Reserva Federal de Minneapolis. Sargent realizó
importantes trabajos sobre las expectativas racionales junto con Wallace, quien había
obtenido su doctorado en Chicago, y con el que produjo significativos aportes en
macroeconomía. El otro importante autor que completa el cuarteto fundacional básico de la
Nueva Macroeconomía Clásica, Robert Barro, fue también profesor en Chicago y
curiosamente, se constata que además de sus enfoques del equilibrio dentro de esta escuela,
proviene de la tradición de los modelos de desequilibrio económico junto a Grossman con
quien trabajó a inicios de los setenta.
Dentro de los precedentes de reconocida importancia en lo que más tarde se conformaría
como el enfoque de los neomonetaristas, se encuentra el modelo de mercado de trabajo de
Lucas y Rapping de 1969. Este fue concebido empleando expectativas adaptativas, pero
constituyó una contribución significativa para el desarrollo del mercado de trabajo de los
"nuevos clásicos" y de la función de oferta de Lucas.
Otro antecedente significativo fue la concepción neoclásica de un modelo de equilibrio
general compuesto de mercados atomizados, tal como fueron visualizados por Edmund
Phelps, a la manera de un conjunto de islas entre las cuales el flujo de información es
dificultoso. La pluralidad de "mercados-islas" atomizados provocaría imperfecciones en la
transmisión de la información y por tanto fluctuaciones amplias en el empleo, compatibles
con las características neoclásicas de la tasa natural desempleo y de igualdad de oferta y
demanda en todos los mercados.
Aúnque Muth había producido su concepción de expectativas racionales en 1961, y de que
Phelps y Friedman desarrollaron su hipótesis de tasa natural de desempleo entre 1967 y
1968, no es hasta la primera mitad de los años setenta cuando de ambas
conceptualizaciónes, enmarcadas en un contexto de equilibrio general neoclásico,
comienzan a extraerse resultados relevantes dentro del enfoque de la Nueva
Macroeconomía Clásica, como intento de constituirse en un nuevo paradigma frente al
debilitado consenso neokeynesiano.
A pesar de que parte de la literatura a asumido de manera un tanto simplificada los vínculos
entre ambas escuelas, en el sentido de que la Nueva Macroeconomía Clásica es considerada
además como una variante del monetarismo, es inocultable el hecho básico de que la misma
parte del análisis de los factores dinámicos más significativos en los cambios de la esfera
monetaria. Más concretamente, supone que todos los participantes del sistema económico
pueden captar de forma inmediata las informaciones sobre la dinámica de los precios
relativos de algunos bienes y servicios, lo que concuerda con la visión macroeconómica
monetarista.
Así, la Nueva Macroeconomía Clásica hereda el modo de abordar el manejo óptimo de la
política monetaria del enfoque monetarista de Chicago. Según destacan Usabiaga y O¨kean
(1994: 135.000.139), Tobin le da a la Nueva Macroeconomía Clásica la denominación de
Monetarismo II en relación a lo que sería entonces el Monetarismo I de Friedman y sus
seguidores, al considerar un lugar común las prescripciones políticas de ambos enfoques.
Tambien Hahn, por la comulgación de los presupuestos teóricos monetaristas y Solow, se
pronuncian por establecer una línea monetarista común entre dichas escuelas, que convierte
a la Nueva Macroeconomía Clásica en una versión renovadora del monetarismo tradicional.
No obstante, puede constatarse que además de ciertas semejanzas y aspectos de
acercamiento, existen importantes diferencias.
Entre las primeras se puede destacar la distinción compartida en sus análisis entre
cantidades nominales y reales; la introducción en sus modelos de la tasa natural desempleo,
la exclusiva relevancia atribuida a los factores reales en la toma de decisiones económicas
reales, la concepción acerca de lo que constituye una posición de equilibrio y una
aproximación hacia el manejo de la política monetaria a través de un crecimiento constante
y reducido de la oferta monetaria.
Por la parte de las discrepancias y siguiendo a Usabiaga y O¨kean, desde una perspectiva
metodológica, ambas escuelas coinciden en la naturaleza de la economía como sistema
interdependiente complejo según el núcleo duro de la teoría neoclásica. Sin embargo,
Friedman considera que sólo es válido el método marshalliano de análisis por partes según
los problemas específicos a enfrentar para producir resultados fructíferos concretos. La
Nueva Macroeconomía Clásica se proyecta más hacia el método walrasiano, ya que
concibe que sólo a través de la completa y total especificación del problema de
optimización por parte de la totalidad de los agentes, se pueden obtener resultados seguros.
Los monetaristas postulan una teoría del proceso inflacionario con un dinero neutral a largo
plazo, mientras que los nuevos macroeconómistas clásicos conciben el dinero neutral tanto
a largo como a corto plazo a través de la proposición de inefectividad, como se verá mas
adelante. Además, en lo relacionado al "trade-off" inflación-desempleo, los monetaristas
desarrollan la curva de Phillips "ampliada con expectativas", en la que aceptan la existencia
de un "trade-off" a corto plazo. La Nueva Macroeconomía Clásica introduce por su parte la
función oferta de Lucas, en la que la posibilidad de un "trade-off" ventajoso desaparece.
A su vez, desde el ámbito de las predicciones, los monetaristas consideran que las
expectativas se adaptan lentamente, las cuales van corrigiendo los errores cometidos en los
periodos precedentes y que no explotan eficientemente toda la información disponible,
incluso en los años sesenta, las expectativas contempladas eran las adaptativas. Friedman
había asumido las expectativas adaptativas de Philip Cagan, las cuales se forman a través
de la extrapolación mecánica de la experiencia pasada lo que posibilitaba el que los agentes
económicos se dejen engañar sistemáticamente debido a los errores de previsión
sistemáticos. Lucas en su lugar, adoptó la hipótesis de las expectativas racionales.
A pesar de que tanto el Monetarismo como la Nueva Macroeconomía Clásica se refieren en
sus análisis a la existencia de agentes económicos consistentes y optimizadores, existen
diversos matices entre ambos enfoques que denotan diferencias en la consideración de estos
conceptos. En el tema del ciclo de los negocios, los monetaristas sólo argumentan que ante
un shock monetario la economía pasa de un equilibrio a largo plazo a otro, sin profundizar
en el proceso de ajuste entre ambos equilibrios. Por su parte, la Nueva Macroeconomía
Clásica si ha desarrollado varias líneas de trabajo dentro de su enfoque de equilibrio del
ciclo económico.
La Hipótesis de las Expectativas Racionales.
Es inobjetable el reconocimiento de la influencia que tienen las expectativas sobre
determinados comportamientos y manifestaciones de los diversos participantes dentro del
plano del análisis de la macroeconomía convencional. Una significativa cantidad de
relaciones macroeconómicas se hallan conectadas con la influencia del valor esperado de
ciertas variables, como pueden ser las expectativas inflacionarias, las previsiones sobre la
tasa de interés, tipo de cambio, la renta esperada, etc. Las decisiones sobre si ahorrar o
consumir en el presente o no y cuánto, requiere tomar en cuenta la futura tasa de inflación,
las tasas de interés esperadas, los cambios previsibles en la política económica y las
expectativas sobre los ingresos futuros.
La inclusión dentro de relaciones funcionales pertenecientes a un modelo macroeconómico
de las expectativas, hace que su funcionamiento y sus implicaciones de política económica
dependan de la propia conceptualización y utilización por los participantes en dicho
modelo. La mayoría de las decisiones económicas significativas suponen un determinado
horizonte temporal que implica la realización de previsiones sobre los valores que
adoptarán las mismas en el futuro.
Antes de la aparición de la hipótesis de las expectativas racionales, la cual supuso la
introducción a ultranza del enfoque optimizador neoclásico en el análisis de las
predicciones económicas, tuvieron lugar determinadas contribuciones acerca del
tratamiento de las mismas. Pero aunque a lo largo de la historia del pensamiento
económico- Locke, Marshall, Keynes, Hicks, etc, hicieron avanzar el análisis de las
predicciones económicas, en el terreno de su formalización, los dos modelos de formación
de expectativas más representativos que anteceden a las expectativas racionales son el de
"expectativas extrapolativas" de Allan Meltzer y el de "expectativas adaptativas" de Cagan
y Nerlove (Usabiaga y O¨kean, 1994: 69-70).
El modelo de expectativas extrapolativas de Meltzer supone que la predicción extrapolativa
de una variable es igual al valor efectivo de la misma en el periodo anterior más o menos
una proporción del cambio de su valor entre los dos últimos periodos. Las mismas pudieran
expresarse de la siguiente forma:
( )
Donde constituye la expectativa de la variable P para el período t realizada con la
información disponible en el período t-1. y son los valores observados de la
variable para los periodos t-1 y t-2. El coeficiente es un coeficiente de expectativas cuyo
valor positivo, negativo o nulo, señalará el sentido de la tendencia.
Por su parte en el modelo de expectativas adaptativas, los agentes revisan o ajustan sus
expectativas futuras considerando los errores cometidos en el pasado, así, la fórmula
empleada para movilizar las expectativas actuales de inflación contienen un promedio
PPaPPE tttTt 2111
Et 1
Pt 1 Pt 2
ponderado de las expectativas formadas en periodos anteriores y la tasa de inflación en el
periodo anterior, lo cual se puede representar del siguiente modo:
( )
También usualmente se representa así, sea t-1XE
t el valor en el tiempo t de la variable x que
esperan los individuos que forman expectativas al final del tiempo t-1. La hipótesis de las
expectativas adaptativas sostiene que:
( )
Si se tiene cierta predicción basada en información disponible al final del tiempo
t-2, los agentes examinan ex post con que grado de eficacia predice este pronóstico del
valor real de y revisan su predicción para x un periodo después en el tiempo t mediante
cierta fracción del error pronosticado en el tiempo t-1. Las expectativas adaptativas pueden
estimarse a partir de los valores históricos de la serie económica de que se trate, mediante
operaciones matemáticas simples.
El marco en que por primera vez se introdujeron las expectativas adaptativas, fue uno de
ciclos suaves, alrededor de una tendencia de crecimiento estable. Tanto el nivel de precios
como la tasa de desempleo eran relativamente estables durante las décadas de 1950 y 1960.
En esta situación, era más razonable suponer que el comportamiento se rija por la tendencia
y no por fluctuaciones menores cuando el patrón cíclico es más pronunciado.
Ambos modelos se consideran autorregresivos pues realizan las predicciones de las
variables en función de sus valores pasados. Se prescinde así de toda información que no
sea proporcionada por los valores pasados de la variable a predecir.
Las expectativas adaptativas implican suponer que los agentes económicos adaptarían sus
expectativas según la experiencia reciente y que aprenderán de los errores cometidos en la
misma. En la medida en que van transcurriendo los diferentes períodos de tiempo se ajustan
o "adaptan" las expectativas sobre una variable en correspondencia con la experiencia de su
evolución.
En un contexto de continua aceleración del aumento de los precios, las expectativas
adaptativas se atrasan cada vez más en relación con el aumento real de los precios. Por lo
que la intensificación de los procesos inflacionarios a partir del segundo lustro de los años
60 y principios de los 70 del siglo pasado, constituyó una de las razones de la exitosa
difusión del nuevo esquema teórico de las expectativas racionales.
Puede hacerse una comparación entre la naturaleza retrospectiva de las expectativas
adaptativas y la naturaleza futurista de las expectativas racionales. En el modelo de la
síntesis neoclásica-keynesiana las expectativas son retrospectivas, o sea, ven hacia atrás, ya
que la expectativa de una variable, como el nivel de precios, se ajusta al comportamiento
pasado de la variable. Por su parte, según la Nueva Macroeconomía Clásica, los agentes
PPPPttt
tt
Et 111
XXXXEttt
Ett
Et
t12112
1
10
Xt tt 12
Xtt 1
económicos utilizan toda información pertinente y evalúan la implicación de la misma en el
comportamiento futuro de una variable como el nivel de precios.
A diferencia de los modelos autorregresivos, como el extrapolativo y el adaptativo, donde
la información relevante procede de los valores pasados de la variable a predecir, las
expectativas racionales suponen que el agente presta atención a toda información,
incluyendo a esos valores pasados, que puedan mejorar la predicción.
El supuesto de expectativas racionales considera que la información disponible de los
agentes se refiere a la estructura de la economía y que a partir de la misma se basan para
hacer predicciones. Los agentes forman sus expectativas de las variables económicas en
base a las predicciones cuantitativas de la teoría económica. Esto significa que mediante el
supuesto de expectativas racionales, las expectativas son consistentes con el modelo teórico
neoclásico que explica el comportamiento de la economía.
Este concepto de expectativas racionales fructificó en una masa considerable de
economistas dispuestos a desarrollar los principios de maximización que constituyen la
base de los esquemas tradicionales de equilibrio general. Todo el aparato analítico de
expectativas racionales facilitó la interpretación del avance teórico de múltiples modelos en
torno al equilibrio macroeconómico neoclásico. Desde el mismo comienzo, se avanza
considerando el concepto de agente económico ( homo oeconomicus) al que le es extraño
cualquier tipo de preferencias, hábitos o compromisos estables asumidos de antemano. Los
acontecimientos ocurridos en el pasado año desempeñan determinado papel en la formación
de sus estimaciones mientras que se supone que el este ocupado permanentemente en la
recogida y procesamiento de las informaciones relativas a los acontecimientos futuros.
Lo anterior parte de la suposición sobre el carácter no contradictorio de las expectativas, lo
cual sería congruente con los postulados neoclásicos acerca de la conducta económica.
Partiéndose de estos principios, el valor esperado de una determinada variable económica
puede formalizarse en forma de expectativa matemática, de manera que los valores de las
probabilidades que figuran en la expresión obtenida no dependan de las particularidades
subjetivas del individuo, sino del conjunto de informaciones acumuladas hasta el momento
presente. Si se reduce el elemento de incertidumbre, la hipótesis se refiere al conocimiento
de la previsión suficientemente exacta.
Es importante en este sentido apuntar que en los modelos teóricos de expectativas
racionales aparece como principio fundamental de funcionamiento del sistema económico,
la existencia de precios flexibles y de equilibrio instantáneo entre la oferta y la demanda de
los mercados. Se supone que todos los mercados se caracterizan permanentemente por un
estado de equilibrio que permite en la construcción de modelos, la utilización del aparato
técnico de la teoría neoclásica. Este enfoque postulaba que las evaluaciones subjetivas de
los acontecimientos económicos futuros podían utilizar de una manera eficiente el máximo
de información existente.
La hipótesis en sí, permite que se incluya información actual no incorporada en la serie
histórica, dentro del modelo utilizado para reproducir el proceso formativo de expectativas
de los agentes económicos. A partir de la información actual existente, se sostiene la
anticipación de valores futuros de la serie económica que se trate, los cuales pueden
derivarse a partir de sus valores históricos. Se presupone que estos agentes poseen el mismo
nivel de información y que formulan expectativas correctas en relación con los valores
futuros de la variable económicas.
Pueden considerarse dos versiones en la formulación de las expectativas racionales, la
"débil" y la "fuerte". La primera sugiere que los agentes forman sus expectativas
considerando toda información disponible que supone vale la pena analizar. La versión
fuerte supone en cambio un marco de predicciones óptimas dentro de la información
disponible. Se trata en definitiva, de un modelo estocástico, en donde los agentes
económicos no poseen toda la información necesaria para tomar la decisión, pero utilizan
toda la información accesible en una forma óptima.
La teoría económica que sirve de soporte a las expectativas racionales, sólo podía construir
modelos que posibilitaran deducir algunos efectos de la economía real. De esta concepción
general acerca del carácter de la teoría económica deriva que la teoría no consiste en un
conjunto de afirmaciones con relación a la evolución real del economía, sino ante todo, un
dispositivo de instrucciones, formuladas de forma clara de manera que permita construir un
sistema paralelo de analogías, o sea, una imitación mecánica del sistema económico. En
consecuencia, los nuevos macroeconómistas clásicos se centran sobre los principios de
edificación de los modelos teóricos de funcionamiento de la economía. No es significativo
entonces, comulgando con el "giro metodológico" del "F-Twist" friedmaniano, exigir que
los supuestos iniciales que constituyen la base del modelo de imitación tengan un carácter
realista.
La expectativa o anticipación del valor futuro de una variable se denomina racional si es
igual a su esperanza matemática condicionada a todas las informaciones a las que se tiene
acceso y que sean pertinentes en el momento en el que se realiza. Esta condición racional
pudiera expresarse de la siguiente manera:
( )
Donde recoge las variables que proporcionan información. Este enfoque presupone que
las personas utilizan de manera inteligente la información disponible, conociendo las
relaciones que unen las variables observadas con lo que se trata de predecir. Lo mismo
sucede con el cálculo del patrón de respuesta sistemática de los hacedores de política. Así,
si la economía, de la cual forman parte la conducta de los responsables de formular las
políticas, hubiera sido estable y hubiera sufrido poco cambio durante un largo periodo, no
sería irracional creer que los agentes económicos llegaran a conocer las relaciones
implícitas que rigen las variables de política. Pero los keynesianos, sostiene Richard Froyen
(1997: 285) afirman que el modelo de equilibrio no es realista a largo plazo. A corto plazo,
el costo de la recopilación y procesamiento de la información puede ser lo suficientemente
alto como para que los oferentes de mano de obra no consideren que valga la pena buscar
demasiados datos y sobretodo más allá del comportamiento anterior de los precios.
¿?1
t
tE
t
PEP
1t
La Nueva Macroeconomía Clásica, de manera falaz introduce la posibilidad de que "los
agentes económicos" poseen el mismo nivel informativo que el gobierno para formar sus
expectativas. Pero en realidad ni tiene acceso al modelo económico, ni a la información
estadística, etc. la mayor capacidad informativa de los gobiernos se da por sus posibilidades
de ocultar información y por las economías de escala que se percibe al ser ellos quienes
controlan la elaboración de adquisición de tal información. En realidad se produce el
desconocimiento por parte de los agentes económicos de la estructura de la economía dada
la falta de información, tanto estadística como del funcionamiento del sistema.
La hipótesis en sí, como ya se afirmó, representa una aplicación del concepto de "homo
oeconomicus", cuyo irrealismo ha sido fuertemente criticado. Muth, en plena sintonía con
el "F-Twist" friedmaniano, asume la idea acerca de que la falta de realismo de las hipótesis
carece de importancia, dado que lo significativo es que posibilitaran deducir resultados
contrastables empíricamente. Para Muth, es posible construir un modelo "como si "en el
mismo los agentes tuviesen un conocimiento perfecto de la economía. Consecuentemente,
las previsiones subjetivas de los agentes económicos coincidían con los valores reales de
las variables, por lo que la incertidumbre en relación al futuro desaparece.
Lawrence Boland (1984:cap.4) insiste en la ausencia de discusión acerca de la teoría del
conocimiento que sirve de soporte al concepto de expectativas racionales. En tal sentido
apunta que los modelos que emplean la hipótesis de las expectativas racionales están
basados implícitamente en un enfoque inductivista del aprendizaje. Para Boland los teóricos
neoclásicos en general, que representan el "mainstream" en el que se incluye a la Nueva
Macroeconomía Clásica, no pretenden alcanzar un conocimiento verdadero absoluto basado
en fundamentos inductivos. Se conforman en su lugar, con alcanzar un determinado grado
de probabilidad que se acerque a 1.00, mientras más cerca de 1.00 mejor será el
conocimiento. Acorde con la teoría inductivista del conocimiento, los individuos aprenden
coleccionando hechos suficientes que induzcan una teoría verdadera capaz de explicar el
fenómeno sustentado en los mismos. En la actualidad, una versión convencionalista de la
teoría inductivista del aprendizaje reconoce la imposibilidad de recolectar suficientes
hechos para probar de manera absoluta cualquier explicación, lo más que se puede lograr es
maximizar la cantidad de hechos, lo cual se ilustraría en el siguiente diagrama en el cual la
curva indica una función de posibilidades de aprendizaje inductivo. Representando en una
función monotonicamente creciente que aumenta de forma creciente, de manera que se
aproxima asintoticamente a la línea horizontal que representa la probabilidad de 1.00.
A partir de este análisis, se establece una analogía con la función de utilidad de la teoría de
la demanda, en la cual la probabilidad juega el rol de la utilidad y la información
desempeña el papel del bien consumido: cuando el consumidor maximiza sus utilidad, esto
no significa que se alcanza el máximo absoluto, sino solamente el nivel más alto de utilidad
que el consumidor puede asumir. Así, la hipótesis de las expectativas racionales, no asume
la obtención del máximo absoluto de la probabilidad del conocimiento, sino la de los
beneficios y costos de incrementar la probabilidad.
Esto se ilustra ( Boland, 1985: 72-73) con el diagrama . En el mismo la óptima cantidad de
información será obtenida cuando el beneficio marginal (la pendiente de la curva de
beneficios) coincide con el costo marginal (la pendiente de la curva de costo). Esto es, la
óptima cantidad de información recolectada significa solamente la cantidad de información
donde los beneficios netos son maximizados.
0.00
Función de posibilidades de
Aprendizaje inductivo
Medida de
probabilidad
1.00
Información recolectada
sobre el tiempo de
aprendizaje inductivista
En definitiva, en buena medida, la atención ganada por la hipótesis de las expectativas
racionales obedece a ser congruente con la tradición neoclásica que asume que todo agente
adquiere información suficiente hasta el punto en que es económicamente factible a partir
de la adquisición del conocimiento sobre la base del costo de oportunidad.
La Función de Oferta Agregada y la Proposición de Inefectividad.
La función de oferta agregada constituye uno de los principios fundamentales de la Nueva
Macroeconomía Clásica, a partir de la tasa natural desempleo, por lo que relaciona la
producción real con el nivel general de precios en la medida en que el segundo difiera de su
valor esperado. De esta fusión depende la proposición de inefectividad de las políticas
estabilizadoras sistemáticas sostenida por los nuevos macroeconomistas clásicos. Fue en
1972 a través de dos artículos, "Econometric Testing of the Natural Date Hipothesis" y
"Expectations and the Neutrality of Money" cuando Lucas introduce esta concepción hoy
reconocida en todos los manuales de macroeconomía. La misma es concebida dentro de un
modelo donde los mercados se vacían y donde la curva de Phillips es resultado de la
información imperfecta o incompleta acerca del nivel de precios agregado.
La función de oferta de Lucas plantea que los mercados están físicamente separados, en
correspondencia con su "economía de islas", distinguiéndose entre disturbios agregados que
afectan al nivel de precios agregado y disturbios relativos, referidos al precio de un
determinado mercado. Se supone que los disturbios relativos son en promedio cero y que
los agentes de cada mercado sólo conocen el precio nominal efectivo de su mercado cuando
toman sus decisiones.
Estos agentes en un determinado mercado sólo conocen el precio de su mercado, pero son
incapaces de calcular el precio relativo sin alguna estimación del nivel de precios agregado.
Se trata de un problema de "extracción de señal". Se supone que los agentes actúan con una
costos
beneficios
0,00
Beneficio
óptimo
Máximo posible de beneficios
Cantidad de información
Adquisición conocimiento racional
estimación del nivel de precios agregado en forma de promedio ponderado del nivel de
precios agregado esperado y de los precios que son observados efectivamente en sus
mercados. Se deduce así que el precio relativo estimado que incide directamente en la
decisión de producción de los agentes, aumenta con el precio observado en ese mercado,
dado un determinado nivel de precios agregado esperado. Al considerar todos los mercados,
el output agregado es una función creciente del nivel de precios absoluto en relación con el
nivel de precios agregado esperado. Para obtener esta función desde el punto de vista
analítico habría que partir de la interpretación de Lucas de la curva de Phillips ampliada
con las expectativas:
( )
En esta expresión la tasa efectiva de desempleo (U) sólo será inferior a la tasa natural ( )
si la inflación efectiva (P) se mantiene por encima de la inflación esperada (t-1 ), lo cual
no podría suceder si las expectativas son racionales como sostiene Lucas, salvo la
existencia de perturbaciones aleatorias impredecibles.
Dado lo anterior, la expresión de la función de oferta agregada quedaría de la siguiente
forma:
( )
Donde ( ) constituye el nivel "natural" de producción correspondiente a la tasa natural
desempleo ( ). En esta expresión se observa, ahora con referencia a la producción y no
al desempleo, que el valor efectivo sólo será diferente del "natural" si la inflación efectiva
es distinta de la esperada.
Resulta útil establecer un breve análisis comparativo de esta función oferta agregada de la
Nueva Macroeconomía Clásica, con relación a las formalizaciónes neoclásica, keynesiana y
monetarista que la anteceden (Fernández et al, 1999: 180-183).
La teoría neoclásica expresa la función oferta agregada como una línea vertical al nivel de
producción de pleno empleo (YF) de equilibrio del mercado de trabajo, tal como se expresa
en la figura ( ), si el precio sube, baja el salario real y aumenta la demanda de trabajo por
parte de los empresarios. Dado que los trabajadores ofrecen todo el trabajo al antiguo
salario real, algunos decidirán no trabajar al nuevo e inferior salario real y no aumentará la
oferta de empleo. Con esto la demanda de trabajo será mayor que la oferta. Este exceso
continuará hasta que el salario nominal aumente en la misma medida que los precios, por lo
***
PPUU EN
)0
U N*
*
PE
*
1
**
PPYYEtttNt
)0(
Y N*
U N*
que se volverá al antiguo salario real y así, al equilibrio en el mercado de trabajo y a la
producción (YF).
La función oferta keynesiana usualmente se refleja mostrando una parte de la pendiente
positiva por debajo de pleno empleo, en la que al subir los precios y disminuir los salarios
reales, aumenta la demanda de trabajo. Como hay desocupación, las empresas contratarían
más trabajadores desocupados aumentando la producción hasta llegar al pleno empleo ( ) en
la que la curva se hace vertical semejante a la situación neoclásica.
El monetarismo por su parte, distingue entre el corto y largo plazo. En el largo plazo, el
sector real de la economía no depende de la acción monetaria pues el dinero es neutral,
siguiendo la tradición cuantitativista del dinero. Sin embargo, a corto plazo, cambios en la
oferta monetaria sí producen efectos reales significativos. Por lo anterior, la oferta agregada
se representa como una recta vertical para el largo plazo, mientras que para el corto plazo
como una línea creciente, resultado de expectativas equivocadas dada la ilusión monetaria
por parte de los trabajadores. En el punto A se supone que la economía está en equilibrio.
Una política monetaria expansiva aumentaría la demanda agregada, la cual se desplazaría
de D a D´ con dos posibilidades: a) si el desplazamiento es correctamente anticipado, el
equilibrio pasaría inmediatamente al punto C, y b) si no es anticipado, iría a B y luego a C
cuando se descubriera el error.
Siempre siguiendo a Fernández et al, las distintas pendientes de la función oferta agregada
expresan las diferencias entre estas corrientes de pensamiento económico, reflejando
fundamentalmente distintas concepciones sobre el funcionamiento del mercado de trabajo.
Para los neoclásicos siempre se mantiene vertical; para los keynesianos primero es
creciente y luego vertical; para los monetaristas tiene pendiente positiva a corto plazo y
resultando vertical al largo plazo; y para los nuevos macroeconomistás clásicos siempre es
vertical, excepto con cambios no anticipados en la demanda, en cuyo caso la función
tendría pendiente positiva a corto plazo.
En dependencia al papel atribuido a la política monetaria en el marco de la Nueva
Macroeconomía Clásica, así como en las pautas referidas al manejo óptimo de los
instrumentos monetarios, se ha desarrollado lo que se denomina la proposición de
inefectividad. La misma constituye la principal prescripción de política económica de la
Nueva Macroeconomía Clásica, aunque tal es la centralidad del análisis monetario de la
misma, que pudiera hablarse de inefectividad de la política monetaria o neutralidad
monetaria. Básicamente el planteamiento de dicha proposición supone la inefectividad de la
política económica discrecional, por lo que se postula un manejo de política económica a
través de reglas de amplio conocimiento por los agentes, que evite una incertidumbre
innecesaria.
P
Yf Yt Yf
Yt
Yt
(a) Formulación clásica
Y
Yt
(b) Formulación keynesiana
P
Pt
Ptt
P
SLP
SCP
D’
D’’ A
B
C
Y’
Y
D’
D
St
St’
S
A
B
C
(c) Formulación monetarista (d) Formulación de la nueva
macroeconomía clásica
S
S
Según la Nueva Macroeconomía Clásica, el mercado de trabajo presenta determinadas
características, que inciden en la conformación y diseño de la proposición de inefectividad.
Entre las mismas se destacan la existencia de salarios flexibles que vacían los mercados,
supuesto que también se aplica al mercado de bienes y servicios. Dentro de la
macroeconomía convencional se han producido numerosas líneas de investigación que han
cuestionado el supuesto de flexibilidad de salarios y precios y el vaciado continuo de los
mercados, cuestionando a fondo uno de los fundamentos reconocidos por la Nueva
Macroeconomía Clásica.
Otro concepto importante dentro de esta concepción del mercado de trabajo lo constituye la
hipótesis de elevada sustituibilidad intertemporal entre ocio y trabajo a partir de las ideas de
Lucas y Rapping. Según la misma, los trabajadores eligen determinadas combinaciones de
ocio-trabajo para el período corriente y los siguientes, combinaciones que presuponen una
alta sustituibilidad entre el ocio presente y el futuro de los agentes.
Finalmente habría que considerar la concepción de desempleo voluntario sustentada por los
nuevos macroeconomistas clásicos basada en el ofrecimiento por parte del trabajador de
cierta cantidad de trabajo que determina su combinación óptima de ocio y consumo, a partir
de sus consideraciones acerca de las condiciones del presente como de sus predicciones
acerca del futuro. Según Lucas todo desempleo presenta un componente involuntario y otro
voluntario, este último viene dado por el supuesto de que siempre podría encontrarse "algún
tipo" de trabajo. Esto significa que quien no trabaja lo que está haciendo es esperar por una
mejor oferta en el futuro, eligiendo ocio en el presente frente a trabajo a partir de las
condiciones reales del mercado de trabajo. Se considera que cuando el trabajador reduzca lo
suficiente sus demandas salariales o de condiciones laborales, podría encontrar algún
empleo.
"No es útil considerar la política económica -las estrategias seguidas por el gobierno, el otro
"jugador" que participa en este juego- solamente en términos de las decisiones actuales. Los
agentes privados tomaran en consideración necesariamente la forma en que se llevarán
adelante las políticas fiscales y monetarias que se instrumenten en el futuro" (Lucas, 1988:
119-120).
Se afirma por tanto, que la parte predecible de la oferta monetaria no debería afectar a la
producción, ni al empleo, ni a ninguna variable real de la economía. Solamente cambios no
anticipados de la oferta monetaria pueden afectar a la producción. No existen diferencias de
comportamiento de la producción y del empleo entre una política activa y otra de regla de
crecimiento monetario constante. El nivel de precios se afectará por la parte anticipada y no
anticipada de la oferta monetaria, pero sólo los movimientos no anticipados pueden afectar
al output.
Esta proposición se basa en un modelo simple propuesto por Sargent y Wallace presentado
en su artículo "Rational Expectations and the Theory of Economic Policy" (1976). A
continuación presentaremos una versión más didáctica de la misma a partir de la
elaboración de Sheffrin (1985: 52-57).
El modelo presenta tres componentes: una función de demanda agregada, una función de
oferta agregada y una regla de oferta monetaria. La demanda agregada supone una política
fiscal constante, por lo que la única variable de política económica que afectará la demanda
será la política monetaria, expresada en la reformulación de la teoría cuantitativa del dinero
a través de la ecuación de cambio escrita en forma logaritmica:
( )
Donde (Mt) es el logaritmo de la oferta monetaria, (Vt) el logaritmo de la velocidad
constante del dinero, (Pt) el logaritmo del nivel de precios y (Yt) el logaritmo de la
producción real.
La función oferta agregada está basada en la "ecuación de oferta de Lucas" ya analizada. La
producción se desviará de su nivel de pleno empleo (Yt) sólo cuando los precios corrientes
sean diferentes de los anticipados. En logaritmos la ecuación de oferta de Lucas se
expresaría así:
( )
Donde ( ) es la producción de pleno empleo, ( ) es el logaritmo del nivel de precios
esperados en el tiempo t-1. Si el nivel de precios corrientes es mayor al nivel de precios
anticipados, los productores pensaran que parte de este exceso obedece a un incremento de
su precio relativo y la producción se situará por encima de su tendencia. Si el nivel de
precios estaría por debajo del nivel anticipado, los productores creerán, en parte, que los
precios relativos han disminuido y la producción caerá.
yPVM tttt
)( 11 PPyy EttNt
yN P
Ett 1
S (t-1Pe
t)
D (Mt)
P
yP y
Como se aprecia en la figura , la curva de demanda agregada es decreciente, ya que con un
stock monetario dado, precios más altos deben conducir a un output más bajo para
mantener la demanda nominal constante. La curva de oferta agregada para un determinado
nivel de precios esperados, tiene pendiente positiva, ya que a mayores niveles de precios, la
brecha entre precios corrientes y esperados aumenta, provocando niveles de producción
mayores. Si las expectativas de los precios no cambiasen al aumentar la oferta monetaria, la
producción y los precios aumentarían como se ve en la figura . Este resultado corresponde
al de la mayoría de los modelos macroeconómicos, pero el mismo no es consistente con las
expectativas racionales.
Con expectativas racionales, las expectativas de los precios no están predeterminadas, sino
que responden a los movimientos anticipados en la oferta monetaria. Siguiendo a Sheffrin,
para ilustrar esto se utiliza una regla monetaria empleada por las autoridades monetarias
expresada como:
( )
Donde la oferta monetaria en el período t es una función del nivel de producción del último
período más un shock aleatorio ( ) impredecible. La proporción del stock monetario
basado en la producción del último período ( ) es conocida por los agentes y puede
ser interpretada como una política de "feedback", ya que dependen de los valores pasados
de las variables observadas. La proposición de invariabilidad establece que el parámetro (
), fijado por las autoridades, no afecta al comportamiento de la producción. Sólo la parte
no anticipada del stock monetario ( ) provocará las desviaciones del output de su nivel de
pleno empleo.
Este resultado se podrá apreciar en la figura . En la misma los agentes racionales no
esperarán que el nivel de precios permanezca en Po. Al suponerse que adivinan que los
EyM ttt 1
,
E t
yt 1
,
E t
S (t-1Pe
t)
D’
D0
y yP
P
precios aumentaran al igual que el incremento de la oferta monetaria, o sea, la distancia
vertical que va de Do a Dl. En la medida que van cambiando sus expectativas de precios, la
curva de oferta agregada se desplazará de So a S
l . El nivel de precios corrientes será P
l,
siendo correctas las expectativas de los agentes. La producción permanece en Yp mientras
que los precios suben al igual que se espera que aumenta la oferta monetaria. Los aumentos
anticipados en la oferta monetaria no producirán ningún efecto sobre la producción, sólo
sobre los precios.
Las expectativas racionales de los precios se determinan dentro del modelo de acuerdo a la
evolución de la oferta monetaria, lo que se expresaría así:
( )
Se sostiene que la expectativa del nivel de precios ( ) corresponde a la esperanza
matemática del nivel de precios, dada la estructura del modelo y la información disponible.
La expectativa de los precios queda como una variable endógena, o sea, determinada dentro
de modelo.
"Hay varios elementos clave en este análisis. El primer rasgo fundamental es la neutralidad
del dinero anticipado en el modelo. Es decir, un cambio anticipado en el stock monetario
solo afectará a las magnitudes nominales (precios), pero no a las variables reales como la
producción. A su vez, los cambios anticipados en los precios no afectarán a ninguna
variable real. El segundo aspecto fundamental es la ecuación de oferta de Lucas: los precios
son plenamente flexibles y el output se desviará del pleno empleo sólo cuando los precios
difieren de sus niveles anticipados. En ausencia de cualquier sorpresa en el nivel de precios,
la economía permanecerá en el nivel de pleno empleo. El elemento final del análisis
concierne a la información disponible de los productores individuales. En estos modelos
simples se supone que los individuos poseen información local más que información de
carácter económico global" ( Sheffrin, 1985: 57 y 57-58).
IPEP ttEtt 11 /
Do
Dl
So
Sl
y
P
Pl
Po
Queda claro la influencia de la hipótesis de la tasa natural de desempleo y de las
prescripciones de política monetaria basada en reglas fijas versus a las discrecionales,
propias del monetarismo ortodoxo, como determinantes para la elaboración de la
proposición de inefectividad. Reconociendo la hipótesis de la tasa natural, la Nueva
Macroeconomía Clásica considera la existencia de un nivel de producción de equilibrio
dado. Sólo la confusión de los agentes a partir de su información incompleta, les podría
inducir a ofrecer una combinación errada ocio-trabajo, lo cual incidiría sobre el nivel del
producto a partir de la función de oferta de Lucas (Barro, 1976: 2-3).
A diferencia del planteamiento monetarista, todos los agentes son optimizadores incluso en
el área de sus predicciones gracias a la existencia de expectativas racionales, por lo que
reconocerán la confusión generada por el empleo de cualquier "sorpresa" monetaria por
parte del gobierno que intenta elevar el nivel del producto por encima de su tasa natural. De
esta manera, los mismos agentes realizaran ciertas medidas correctoras. A su vez, otra
diferencia con Chicago, es que el Monetarismo se basa en expectativas adaptativas y por
tanto los agentes se deberían sorprender sistemáticamente. Con las expectativas racionales,
los sujetos aprenderán a no confundirse en un marco de inestabilidad monetaria. Se apuesta
entonces por un manejo de política económica basado en reglas conocidas y preanunciadas
que reduzcan la incertidumbre de los agentes.
Aparte de las críticas realizadas a la difícilmente sustentable hipótesis de precios-salarios
flexibles, y a la propia hipótesis de expectativas racionales, la proposición de inefectividad
ha sido criticada debido a su planteamiento acerca de que solamente los movimientos
impredecibles de la demanda agregada son capaces de desviar el output de su nivel natural.
Si esto fuera así, cabría esperar oscilaciones enfáticamente erráticas del output en torno al
hipotético nivel natural, sin embargo, empíricamente esto no ha sido así. Por el contrario, el
output agregado de las economías ha presentado ciertas correlaciones seriales.
En general, tal como resaltan Usabiaga y O´kean (1994: 103), las críticas esgrimidas dentro
de la propia macroeconomía convencional alrededor de los análisis empíricos acerca de la
proposición de inefectividad, han contribuido a la pérdida de confianza en dicha
proposición. Tras las objeciones incontestadas que la evidencia empírica ha puesto delante
de tal proposición de inefectividad, se concluye con un cuestionamiento a fondo acerca de
la veracidad y pertinencia de tal propuesta.
El Ciclo Económico.
Para los nuevos macroeconomistas clásicos los ciclos económicos son explicados a partir
de causas monetarias o reales, pero siempre como comportamientos racionales de agentes
económicos capaces de predecir el futuro y a adaptarse a este, confundiendo las señales o
informaciones recibidas. Las premisas básicas del ciclo económico son:1) todos los
participantes del proceso económico utilizan de la mejor manera posible la información
económica a su disposición; 2) la economía se encuentra en estado de equilibrio. Para cada
momento dado, coinciden la oferta y la demanda; 3) el modelo tiene un carácter estocástico,
supone que cada participante dispone de insuficiente información no sólo respecto a los
acontecimientos futuros, sino también sobre la situación actual.
El comienzo de este tipo de análisis realizado por la Nueva Macroeconomía Clásica se dio
mediante la colaboración entre Lucas y Rapping acerca de la determinación del empleo
agregado y los salarios en la economía norteamericana (Lucas, 1985: 2). Han sido
precisamente los modelos de ciclo de los negocios generados por la Nueva Macroeconomía
Clásica una de sus vertientes más productivas. La misma contiene la descripción de las
fluctuaciones económicas como equilibrios competitivos. Los modelos de ciclo de la Nueva
Macroeconomía Clásica son en lo fundamental de dos tipos: los ciclos monetarios y los
ciclos reales.
El ciclo monetario es un modelo de ciclo correspondiente al ámbito monetario que sirve de
guía en la modelización del ciclo económico. Según el modelo de Lucas, la economía está
compuesta por un determinado número de productores y consumidores que observan el
precio corriente de su producto. Este, junto con los niveles anteriores de precio y las tasas
de interés, son los medios de los que disponen los agentes para inferir el nivel general de
precios corriente. A partir de la proposición de inefectividad y en el marco de la esfera
monetaria, los cambios no anticipados en la cantidad monetaria tienen efectos reales, y
constituyen la fuente de fluctuaciones o "ruido monetario".
A su vez, el modelo parte del supuesto de información imperfecta o incompleta, con esta la
confusión entre precios relativos y generales no se produciría. Si aumentara la demanda, los
productores con su información imperfecta, calculan que proporción es debida a la
variación de la estructura de la demanda en favor de su producto y cuál debida a un
incremento inflacionario de la cantidad de dinero agregado.
Para Lucas, los shocks de oferta monetaria positivos harán que los "agentes racionales"
interpreten el incremento de la demanda como si fuera originado por el aumento del stock
monetario, volviendo de manera gradual el nivel del producto y el empleo a sus niveles
naturales. Esta adaptación gradual se debe a que los productores se enfrentan a un problema
de extracción de señal debido a la información deficiente con que cuentan, por lo que se
confunden durante cortos períodos dado el "ruido monetario". Como las predicciones de los
agentes son racionales, los períodos de confusión son menores comparados con los que se
produciría de utilizarse otro modelo alternativo de formación de predicciones no racionales.
A su vez, dado que un aumento inesperado de la oferta monetaria estimula el output, los
productores estiman que la demanda futura aumentará por encima de su tendencia
corriente, por lo que supondrán también que las tasas de interés sobre el capital real
tenderán a subir. Esto conduciría a estimular la inversión corriente por lo que las variables
reales se desviarían respecto a su tasa natural, ya que dicha inversión corriente aumentaría
la capacidad productiva futura.
Como se puede apreciar, en este modelo son las perturbaciones monetarias las que
desencadenan el ciclo económico, en la articulación de este último, un papel fundamental lo
juega la confusión de los agentes entre movimientos generales y relativos del precio dada
su información imperfecta y la inversión, al extenderse en el tiempo los efectos iniciales
originados por los movimientos del nivel general de precios.
En estos modelos desempeñan un papel destacado los atrasos de la información a través de
los canales del sistema económico. Pueden ocurrir errores o atrasos en la percepción de la
información relativa a la política monetaria aplicada por el Banco Central, y
consecuentemente, pueden producirse errores en la percepción de la información contenida
en la dinámica de los precios.
Ya Friedman y Phelps, a través de la hipótesis de la tasa natural de desempleo, ofrecieron la
interpretación monetarista del origen del efecto en el corto plazo de la expansión monetaria
sobre la producción y el empleo. Como ya se vio anteriormente, los participantes en el
proceso son inducidos inicialmente a errores por el aumento de los precios de los bienes y
servicios que venden. Durante un cierto periodo de tiempo, estos interpretan el aumento
absoluto del nivel de precios como un aumento del precio relativo, por lo que responden
aumentando la oferta de sus productos o servicios hasta que las ilusiones desaparecen y el
sistema regresa a su estado natural de equilibrio.
Se trata, en otras palabras, de un aumento no esperado en la cantidad de moneda, lo cual
provocaría un incremento en el nivel general de precios que de manera errónea pudiera
interpretarse por los "agentes económicos racionales", que si bien observan que aumenta el
precio del producto que venden en el mercado, carecen de información sobre los demas,
como un aumento del precio relativo de su mercado, por lo que aumentarían su oferta. Ya
que todos los agentes incurrirían en el mismo error, la producción aumentará cada vez que
el nivel de precios en un momento dado sea superior al esperado sobre la base de la
información anterior. Es decir, sería la información incompleta sobre la cantidad monetaria
y el nivel general de precios lo que haría que el dinero no fuera neutral y que sus
variaciones cuantitativas produzcan confusiones temporales entre los precios relativos y
absolutos que conlleven a ajustes en la producción y el empleo durante períodos
suficientemente prolongados como para constituir auges y depresiones.
A tal efecto, la política monetaria adecuada vendría a ser una regida por unas reglas claras y
conocidas por los agentes que evitara todo "ruido monetario". La política de regla fija
monetarista propugnada por Friedman, un crecimiento reducido de la oferta monetaria
anunciado y constante, eliminaría según los nuevos macroeconomistas clásicos las
fluctuaciones cíclicas.
En los modelos de ciclo real se considera que los ciclos son endémicos y que se mantienen
incluso con una oferta monetaria creciente a una tasa constante, a partir de que se estima
que el origen de las fluctuaciones cíclicas son los shocks en la economía real. Fue
precisamente el modelo de Kydland y Prescott el iniciador de los estudios en este campo, el
mismo es una variación del modelo de crecimiento neoclásico en el que se consideran
principalmente shocks reales de variaciones en la tecnología. Al asumirse que la
información sobre los shocks es incompleta, se producen problemas de extracción de señal
por parte de los agentes, con lo que serán la causa de fluctuaciones cíclicas.
En los mismos se sostiene que las fluctuaciones en la producción y el empleo obedecen a
diferentes perturbaciones reales y no como resultado de las acciones de política monetaria,
ni siquiera de las no anticipadas, sobre las variables económicas reales. Entre estas
perturbaciones reales están los shocks en la oferta o en la productividad a partir de crisis
energéticas, por nuevos métodos de producción, por aumentos del gasto público, cambios
en la tecnología y en las preferencias, etc. El mecanismo de propagación más común es la
sustitución intertemporal del ocio, que significa que los agentes trabajan más en tiempos de
auge dado que la oferta de trabajo tiene una alta elasticidad hacia las variaciones temporales
de los salarios.
Como se puede apreciar, el enfoque de la Nueva Macroeconomía Clásica acerca del ciclo
de los negocios, plantea que las fluctuaciones económicas sólo obedecen a deficiencias de
información o bien a distorsiones ajenas al mercado, que se corrigen cuando cesan esas
deficiencias y distorsiones de manera que los agentes recuperan la fluidez de información.
La racionalidad de ese comportamiento autorregulador disipa todo rastro de incertidumbre
económica, dado que los agentes computan las probabilidades de decisión y eligen con base
a la máxima racionalidad (Palazuelos, 2000: 107). El foco de interés que debería
concentrarse en los fenómenos económicos que tienen lugar en torno al proceso de
acumulación de capital y su relación con la producción capitalista se eclipsa, y la atención
se circunscribe al comportamiento de los precios en la fase de intercambio y al papel de la
información sobre las expectativas de los mismos.
Aplicación del modelo neomonetarista.
La Nueva Macroeconomía Clásica ha constituido un programa de acción política de gran
significado. Muchas de sus temáticas han pasado a formar parte del manejo convencional
de la política económica. Entre estos cabe señalar la distinción entre políticas anticipadas y
no anticipadas, la consideración de una comunidad formada por agentes racionales que
anticipan las políticas estabilizadoras, el cuestionamiento a la simulación de diferentes
medidas de política económica a través de la crítica de Lucas, el papel concedido a la
consistencia o credibilidad para el éxito de la política económica, etc. Estos aspectos
desarrollados por la Nueva Macroeconomía Clásica constituyen un soporte teórico en
diversas áreas que adolecían, según los criterios de la economía convencional, de una
insuficiente formalización en el marco del análisis neoclásico.
Dentro de la Nueva Macroeconomía Clásica se asistió a una proliferación de líneas de
investigaciones en las que pareció constatarse un esfuerzo en la elaboración y
fundamentación científica de sus hipótesis y predicciones contrastables dentro del marco
positivista y popperiano. Ha sido muy destacado el esfuerzo en la contratación empírica de
sus principales implicaciones de política económica. Sin embargo no deja de sorprender el
papel central en el enfoque de los "nuevos clásicos" que tienen un conjunto de
proposiciones emanadas del marco teórico neoclásico que de manera muy deficiente han
soportado su contratación empírica.
En el aspecto de la hipótesis de expectativas racionales, no se ha prestado demasiada
atención a su contratación empírica, como bien ha sido señalado (Usabiaga y O¨kean, 1994:
152). Los tests directos sobre dicha hipótesis, así como los contrastes realizados sobre la
proposición de inefectividad de la política monetaria, han evidenciado problemas empíricos
en elementos esenciales de esta escuela, llegando a considerar innecesaria la contrastación
aislada de la hipótesis de expectativas racionales, pues la conciben irrefutable, lo que en
clave lakatosiana sería, el núcleo duro de su programa de investigación. La defensa de esta
posición viene dada mediante el argumento de que esta hipótesis permite desarrollar
modelos explicativos cuyas predicciones son verificadas por la realidad. Por su parte
también con relación a la proposición central de la política económica de la Nueva
Macroeconomía Clásica, es decir, la proposición de inefectividad, no ha sido la misma
respaldada por la mayoría de los análisis empíricos. A pesar de estas dificultades a partir de
la refutación de estos elementos claves de este tipo de modelización, no se ha producido
dentro de dicho paradigma, la reelaboración de los mismos ni el abandono de tales
hipótesis.
La Nueva Macroeconomía Clásica se ha mostrado poco interesada en el trabajo empírico
acerca de la formación de las expectativas y de cómo cambian. Para sus defensores, se trata
de expectativas racionales, no porque así se haya probado sino porque así debe ser, si el
agente optimizador que toma decisiones actúa como se supone debe hacerlo el homo
oeconomicus.
Si se supone, como lo hace la mecánica cuántica, que el comportamiento de los electrones
individuales es aleatorio, no interesará el trabajo de laboratorio que trace las rutas de los
átomos individuales ni los esfuerzos realizados para pronosticar las rutas futuras de átomos
individuales, ni el descubrimiento de un mecanismo para tratar de controlar las rutas de
átomos individuales: todo sería un desperdicio de tiempo. Pero, lo interesante es que antes
de que pueda justificarse esta conclusión, deberá probarse empíricamente que el
comportamiento económico individual se realiza igual al de un electrón en la mecánica
cuántica. Los físicos después de todo, tienen suficientes comprobaciones empíricas para
sustentar la teoría de la mecánica cuántica. Pero por el contrario, para los defensores de las
expectativas racionales, las expectativas existentes deben aceptarse simplemente como una
de las características dentro de las cuales ópera el sistema económico. Estas expectativas se
convierten en una formalización en función de reanimar una visión con marcados perfiles
neoclásicos sobre la economía (Thurow, 1988: 180).
Cómo apunta Sheffrin (1985: 190-192), el plan económico del presidente Reagan,
consistente en rebajas impositivas sobre las personas y las empresas, además de una
reforma legislativa y de una reducción sostenida de la tasa de crecimiento monetario,
resultaba en una combinación de política fiscal y de control monetario, que fue considerada
conducente a una colisión entre ambas políticas, dando lugar a altas tasas de interés y a una
reducción del crecimiento. Ante tal panorama se produce una divergencia acentuada entre
las predicciones de la administración y las predicciones más convencionales reacias a las
expectativas racionales.
La Oficina de Administración y Presupuesto habría contratado a John Rutledge, del
Claremont Economic Institute, para aplicar un modelo desarrollado por el para obtener
predicciones para la administración. El modelo contenía la combinación de políticas
fiscales de reducción de impuestos y políticas monetarias contractivas y su resultado no era
inflacionista. La política monetaria contractiva reduciría las estimaciones de las tasas de
inflación futuras del sector privado de forma que se produjese una desinflación poco
dolorosa. Las disminuciones de los impuestos relanzarían los ahorros, la inversión y el
crecimiento sin alimentar la inflación. La inflación estaría determinada por las expectativas
inflacionistas que podrían ser directamente alteradas por una comprometida restricción
monetaria.
Esta versión de un modelo con expectativas racionales jugaría un papel importante en el
prestigio del plan económico de Reagan, y en general de toda la plataforma económica del
Partido Republicano. Sin embargo la prensa y la mayoría del sector privado no estaban
convencidos con este nuevo proyecto económico. Detrás del modelo de Claremont no
existía ninguna reputación oficial y no había sido sometido a ningún examen académico. La
prensa reflejó esto y se mostró escéptica ante tales predicciones. Estas predicciones
tampoco fueron respaldadas por los principales representantes teóricos de la Nueva
Macroeconomía Clásica. Lucas se mostró "pesimista" con respecto a que la teoría de las
expectativas racionales pudiera ser utilizada para desarrollar predicciones matemáticamente
cuantificables.
Al final, la administración Reagan retiró sus predicciones originales. El presidente del
Consejo de Asesores Económicos del presidente Reagan, Murray Weidenbaum, estableció
un compromiso dentro de la administración para cambiar las predicciones utilizadas en el
presupuesto.
Consideraciones generales.
La hipótesis de expectativas racionales constituye en definitiva un método matemático que
incorpora las expectativas en los modelos económicos. No se trata de un principio o
postulado de comportamiento humano real. No obstante, el neomonetarismo ha desplegado
una vasta ofensiva retórica apelando a un refinamiento lógico formal que ha deslumbrado a
buena parte de una comunidad académica educada en una visión reduccionista y
tecnocrática de la economía en el marco de la ofensiva neoliberal. Su eficacia se ha visto
potenciada por el triunfo conservador a través de los gobiernos de Margaret Thatcher y
Ronald Reagan, que conformaron el marco idóneo para la recepción del ideario neoclásico
en su más novisíma expresión.
La metodología que subyace al análisis de las expectativas racionales no es nueva y, de
hecho, es completamente consistente con el análisis tradicional del equilibrio general. Al
nivel político, las implicaciones para la política económica en lo referido a la inefectividad
de la intervención del gobierno en la economía, fueron muy atractivas para la nueva
derecha.
Sin embargo, la razón principal del éxito del neomonetarismo, al menos en lo referente a
los ambientes académicos, hay que buscarla en el papel que ha desempeñado el desarrollo
de la ofensiva neoliberal monetarista. En la evolución de esta tradición, la Nueva
Macroeconomía Clásica ha representado el punto final de llegada. El propio Lucas ha
reconocido que la hipótesis de las expectativas racionales ha constituido un refuerzo a las
recomendaciones de política de Milton Friedman (Lucas, 1985:1).El desarrollo de los
modelos de espectativas racionales refrendaron las principales posiciones monetaristas de
Chicago.
A partir de lo anterior, una política monetaria sistemática y por lo tanto anticipada, no
tendría ningún efecto real, incluso a corto plazo. Este análisis parecía formular la
prescripción intuitiva ya adelantada por Friedman de que la autoridad monetaria podría
adoptar una tasa estable y predecible del crecimiento monetario en lugar de intentar
cualquier ajuste fino. También logró proporcionar un apoyo teórico a la alocución
presidencial de Friedman de 1968 ante la Asociación Económica Estadounidense, en la que
debatía la capacidad de la política monetaria para afectar a variables reales. Además,
explicó la curva de Phillips vertical en la que el desempleo es independiente de las tasas de
inflación esperadas, aunque exhiba alguna correlación ex post con la inflación real, y por
último, justifica la afirmación de Irving Fisher en el sentido de que un aumento en la tasa de
inflación esperada aumentará las tasas de interés nominal en la misma cantidad sin alterar
las tasas de interés real esperadas ( Begg, 1989: 124).
Los nuevos clásicos han aceptado el referente teórico fundamental neoclásico referido al
equilibrio económico general walrasiano, además de una serie de convicciones de no poca
importancia, como la de que Keynes no tendría carta de ciudadanía en un mundo de precios
flexibles e individuos racionales. Ya el primer monetarismo había derribado algunas
puertas, mostrando, por una parte, las necesarias implicaciones de la hipótesis "flex-price"
en términos de predominio de la oferta (respecto a la demanda efectiva) a la hora de
determinar las propiedades del equilibrio general; y por otra, el carácter "natural" de tales
propiedades. Los neomonetaristas han aceptado ambas implicaciones teóricas del viejo
monetarismo. Y lo que han añadido-completando de este modo, el distanciamiento respecto
a Keynes - es la hipótesis de las expectativas racionales, la única plausible, según sus
propios presupuestos, en un mundo en el que los sujetos son perfectamente racionales (en el
sentido neoclásico), y los mercados, perfectamente competitivos. Así, partiendo de las
lejanas premisas "keynesianas" de la síntesis neoclásica-keynesiana, no se podía llegar más
que a las lógicas últimas conclusiones de la Nueva Macroeconomía Clásica. Y la única
diferencia real entre los padres y los hijos parece finalmente reducirse sólo al distinto
campo de ingenuidad, con el que se puede creer en el realismo de la hipótesis "flex-price"
(Screpanti y Zamagni, 1997: 330-331).
La mayoría de las formulaciones de la Nueva Macroeconomía Clásica parten de un mundo
donde los problemas detectados por Keynes que constituyeron el marco de su "Teoría
General", son dejados de lado de manera apriorista. Dado que se asume un estado de
continuo equilibrio walrasiano incluso para el corto plazo, con oferta y demanda siempre en
equilibrio a los precios corrientes y con expectativas racionales, no se puede presentar, por
definición, "desocupación involuntaria" keynesiana, por lo que tampoco tendría razón de
existir la política económica de estimulación de la demanda.
Las fluctuaciones del desempleo son atribuidas solamente a "problemas de información",
no a que el sistema pueda situarse en un punto distinto al de equilibrio. Un mundo en el que
los mercados se vacían y los agentes económicos prevén el futuro y son racionales,
corresponde a un entorno prekeynesiano general. Keynes superó con su crítica este tipo de
análisis basados en supuestos totalmente alejados de la realidad, de ahí su posición con
relación al comportamiento irracional del sector privado y su escepticismo acerca del
funcionamiento del mercado. Según James Tobin, los modelos de expectativas racionales
no son más que una versión sofisticada de las nociones prekeynesianas basadas en una fe
que los hacía cerrar los ojos a los acontecimientos que ellos sabían que a priori no podían
estar ocurriendo... Keynes podría decir que esto era así cuando el llegó ( Sheffrin, 1985:
79).
Como señaló en su momento Luigi Spaventa (1986: 18), la tradición keynesiana al ligar la
inflación a la dinámica salarial, plantea el dilema entre estabilidad y empleo, que demanda
así la moderación de los reclamos salariales. Sin embargo, la Nueva Macroeconomía
Clásica aparenta anunciar buenas noticias: no puede atribuirse ninguna responsabilidad a
los trabajadores por la inflación, pues ésta depende sólo del crecimiento de la oferta
monetaria. El nivel de empleo es independiente del desenvolvimiento del nivel nominal del
producto y solamente es determinado por la productividad y por las preferencias
intertemporales de los trabajadores. ¿Constituirá esto un regalo a los opositores a la política
de ingresos?, se pregunta Spaventa, si, pero se trata en realidad de un regalo envenenado.
La contrapartida de la libertad salarial es la conceptualización de la Nueva Macroeconomía
Clásica de la inexistencia de un problema de empleo. Toda política económica que trate de
interferir el "equilibrio natural" del mercado de trabajo, como toda mercancía libremente
demandada y libremente ofertada, resultara no sólo inútil, sino contraproducente.
Por otra parte,en términos empíricos se presentan ciertas dificultades para la explicación de
los parámetros de la Nueva Macroeconomía Clásica. La larga duración del ciclo económico
hace difícil digerir la creencia de que tal fenómeno ocurre sólo por la información
equivocada. Pudiera ser que algunos agentes pudieran percibir erradamente los cambios de
los precios agregados como si fueran cambios de los precios relativos, por ejemplo, todos
los precios y salarios aumentan por igual, pero los empresarios sólo aprecian erradamente
mayores salarios y por esto despiden trabajadores. También pudiera ser que cambios
transitorios de los precios fueran vistos como cambios permanentes, como pudiera ser que
una baja de la demanda de un producto a corto plazo sea tomada como una baja
permanente, y se cierren las instalaciones productivas. Sin embargo, a pesar de los casos
anteriores, todos los agentes económicos no pudieran cometer tales errores en forma
sistemática. Y si así lo hicieran, los errores serían corregidos con una relativa rapidez. El
problema es que el desempleo es demasiado persistente para que sea interpretado como
resultado de una información equivocada. Según Thurow (1988: 174- 175), sería razonable
cuestionarse el que todos los agentes pudieran haber estado sistemáticamente mal
informados durante los doce años de la gran depresión.
El hecho de que el neomonetarismo es constantemente objeto de refutaciones por parte de
la investigación empírica no es tan significativo como los problemas mucho más graves de
carácter teórico. Los nuevos clásicos definen la economía en forma tautológica, y no
aceptan ninguna prueba que vaya en contra porque tal prueba no puede existir. Cómo
reseñan Screpanti y Zamagni (1997: 329- 330) el propio concepto de racionalidad de las
expectativas sirve básicamente para reducir a un riesgo calculable los efectos que el futuro
imprevisible puede causar en el presente. Simplemente se niega la existencia de este
problema a través de la suposición difícil de digerir de que los agentes pueden introducir en
su cálculo toda la multiplicidad de acontecimientos posibles.
Otro problema en la misma dirección se refiere a la hipótesis de la naturaleza estacionaría
del equilibrio hacia el que convergería la economía a partir de la acción de los agentes
económicos racionales. Siguiendo a Screpanti y Zamagni, el modelo teórico sobre el que se
forman las expectativas racionales debe representar una economía con una estructura
bastante persistente, que justifique la formación de expectativas sobre la evaluación de
variables "fundamentales". Se supone además que sólo existe un modelo correcto de la
economía. Dado que el equilibrio dependería de las expectativas, deberían existir tantos
equilibrios, como expectativas capaces de autorrealizarse.
En la mayoría de los planteamientos de la Nueva Macroeconomía Clásica se manifiesta la
tendencia a transformar sus postulados básicos en axiomas reales y verdaderos
independientemente de su oposición abierta a los hechos observados. Se minimizan los
resultados adversos en pruebas de contratación empírica, sustituyendose por pruebas
lógicas que contienen los mismos presupuestos neoclásicos que sus teorías, de forma que se
convierten en ejercicios de auto comprobación de su consistencia lógica y de su
refinamiento matemático al margen de las realidades económicas. Estas formulaciones han
ido alcanzando un grado de formalización cada vez más elevado, posibilitando la
elaboración de una arquitectura ornamental de tan brillantes contornos formales como
falaces contenidos, en una singular combinación de axiomas endebles e irreales con
sofisticados instrumentos matemáticos.
Basándose en la idea del equilibrio walrasiano, presupone la existencia de fuerzas
económicas naturales que establecen un equilibrio cuyo punto de apoyo es la competencia
perfecta. De esta manera, se hacen sus preposiciones en forma axiomatica y estableciendo
parámetros de distinto tipo de acción para construir una teoría intemporal
descontextualizada de su marco histórico y social. Así, la economía estaría compuesta por
individuos-tipo con comportamientos estandarizados, al margen de contextos histórico-
sociales específicos. Se trata del despliegue de la construcción intelectual del equilibrio
walrasiano, cuyo desarrollo ignora los problemas y las categorías económicas que no son
manipulables por los procedimientos matemáticos empleados en su formalización. Como
señala Palazuelos (2000: 111) tal forma de proceder desfigura el conocimiento de la
realidad al considerar únicamente dichos elementos matematizables, con la pretensión de
que el mero hecho de expresar los resultados a través de ese lenguaje formal proporciona
una teoría universalmente válida.
Se supone por tanto, que la economía presenta una condición innata hacia el equilibrio, en
donde las posibles alteraciones del mismo son externas al mercado y se corrigen a través
del automatismo del mismo. Supone la movilidad de los recursos productivos, la
flexibilidad total de los precios y la existencia de suficiente información por parte de
productores y consumidores.
Lo anterior conlleva a la aceptación del falaz proceso del "subastador" walrasiano, que
siempre estaría operando para todas las transacciones realizadas a precios de equilibrio.
Así, sólo bajo este marco ideal de una economía de libre mercado, de operación eficiente
del mecanismo de precios relativos y de estabilidad del sector privado, puede suponerse la
existencia del aparato teórico basado en las expectativas racionales. Toda política de
estabilización encauzada por el gobierno que intentara incidir sobre el ciclo económico
quedaría descartada de antemano ante la acción del mercado con precios perfectamente
flexibles. Cualquier desequilibrio accidental quedaría rápidamente neutralizado por las
decisiones racionales de los agentes que tomarían sus decisiones basadas en funciones de
oferta y demanda conocidas dado un nivel de información acerca de la situación del
mercado, gracias a la construcción y manejo racional por parte de los agentes económicos
de sus expectativas de inflación. Toda esperada tasa de crecimiento monetario será
inmediatamente transformada en su correspondiente incremento de los salarios nominales y
del nivel de precios.
La incertidumbre es concebida como un no completamiento de la información con respecto
al futuro. El tiempo económico es por naturaleza irreversible. Los mecanismos económicos
y sociales son intrínsecamente históricos, no es posible prever el futuro, cuantificarlo a
partir de un cálculo en términos de probabilidades acerca de los eventos futuros. No es
posible prever, a partir de las informaciones disponibles, el estado de los mercados futuros.
El mundo económico y social es no ergódico.
Según los teóricos de las expectativas racionales, en situaciones de información imperfecta,
los agentes continúan siendo racionales, igualando el costo marginal y la utilidad marginal
de la información. Este análisis es reductor por el hecho de considerar, implícitamente, la
información como dada para el conjunto de los agentes económicos. Si, al contrario, se
define la información como signo objeto de modalidades diferenciadas de recepción, no es
posible aplicar el concepto de racionalidad a la adquisición de información. No es posible,
tomando en cuenta la incertidumbre debido a su complejidad, evaluar su utilidad ex ante ,
no siendo posible maximizar el comportamiento relativo a la compra de la información. La
racionalidad del agente económico es limitada por la incertidumbre relacionada con el
conocimiento a disposición del agente.
Existe un problema lógico asociado con la hipótesis del comportamiento maximizador
cuando se aplica este a la recopilación de información. Se pretende que los individuos
igualen el costo marginal de adquirir información con el beneficio marginal a derivarse de
la misma información. Pero, ¿cómo es posible conocer el beneficio marginal de la
información, hasta saber cuáles es esa información? Se sostiene que la inmensa masa de
simples trabajadores, poseen exactamente la misma información con respecto al proceso
inflacionario que los hacedores de la política monetaria. En tal sentido sería mucho más
realista asumir que el público no tiene un acceso total al modelo económico y a la completa
información acerca de la operación del proceso económico suficiente para realizar las
acertadas previsiones que supone el modelo de las expectativas racionales. El nivel superior
de información por parte de las autoridades monetarias con relación al público en general,
sin entrar a analizar los diferentes niveles de información acorde con los segmentos del
mismo, se manifiesta de dos maneras. Por una parte existe la posibilidad de que las
autoridades deliberadamente no transmitan la información requerida hacia el público.
Mientras que por otra parte puede ocurrir que la centralización de concentrar e interpretar la
información en función de hacer economías de escala, las autoridades adquieran
determinadas ventajas sobre la descentralización de las informaciones manejadas por los
sujetos económicos individuales. En ambos casos, las autoridades monetarias pueden
provocar efectos reales en el corto plazo mediante una activa política monetaria ya que en
tales circunstancias la acción monetaria no poder ser prevista "racionalmente".
Las señales emitidas por el sistema de precios son, por naturaleza, imperfectas y parciales:
imperfectas, por el hecho de que los diferentes agentes no tienen el mismo acceso a la
información (asimetría de la información); parciales, por el hecho de que no son nada
transparentes. Por otra parte, un mercado constituye un punto de llegada complejo y no
puede ser analizado independientemente de las instituciones y demás relaciones sociales
que lo sustentan. El tipo de regulación que lo caracteriza depende de ciertas instituciones
históricamente determinadas. A medida que el mercado deja de ser considerado una
instancia universal socialmente eficiente y autorregulado, no puede asegurar sus
condiciones de reproducción sin la existencia de ciertas instituciones sociales.
El mercado no poder ser concebido como una instancia autorreguladora, el mismo no tiene
condiciones suficientes para ofrecer informaciones sobre el valor futuro de las variables
económicas claves. Los procesos de estabilización consisten en disminuir la inestabilidad
propia del juego del mercado, creando mecanismos de regulación macroeconómica y de
coordinación mesoeconómica.
Capítulo 11. El Dinero y la Inflación desde una perspectiva crítica.
La crítica al monetarismo.
La perspectiva analítica de la que parte el Monetarismo es el análisis del equilibrio general,
por lo que las proposiciones de su teoría monetaria se derivan de la aplicación de las
mismas técnicas de análisis de una economía de intercambio cuyo rasgo distintivo es la
ausencia de producción. Las cantidades de bienes disponibles constituyen un dato, su
distribución inicial es arbitraria y el problema fundamental es el de su redistribución óptima
entre los agentes. Si los agentes se encuentran en una posición inicial que no coincide con
su posición óptima, entran en el mercado como compradores para obtener una cantidad
superior a la que poseen, o a la inversa, como vendedores. Todo parte de éste análisis
microeconómico que muestra la redistribución de los bienes por la acción de los mercados.
El paso a la macroeconomía se encuentra en este comienzo.
Asumiendo un método de análisis dialéctico para el análisis crítico de la economía
convencional en general, se podría situar al monetarismo en el plano de la unilateralidad del
análisis económico y no solamente en el del error absoluto. Esto posibilitaría el poder
reconocer la parte de racionalidad que encierran fragmentos de verdad en su discurso
económico, aunque de manera unilateral. Esto último en el sentido de absolutizar lo
relativo, de tomar la parte por el todo, el momento por la totalidad. Significa analizar
críticamente un enfoque teórico inmerso en un marco ideológico neoliberal en el que dentro
de su oscuro fondo de la "sin razón", se podrán rescatar determinados argumentos
racionales, sin por ello disminuir la crítica de los mismos.
A partir de un análisis histórico-analítico de las principales tesis monetaristas, queda claro
que las mismas constituyen una representación deformante de las manifestaciones externas
de los procesos reales de la reproducción capitalista. Lo anterior no significa que debe
subestimarse su parcial aporte cognoscitivo en el plano de las analogías externas avaladas
por cálculos estadísticos superficiales que en aspectos puntuales describen ciertos
comportamientos monetario-financieros. Por supuesto, no podía ser de otra forma, ni
Friedman ni los monetaristas pretenden aproximarse a los verdaderos procesos de creación
del valor y del valor de uso de las mercancías sobre la base real de la explotación del
trabajo asalariado, ni a la comprensión de la circulación del capital social en sus diferentes
formas, así como del intercambio entre las dos subdivisiones de la producción social en su
composición material y de valor. Sus derroteros teóricos son otros, lo cual les posibilita
abstraerse de las relaciones causales que determinan la estratificación de clases y la
creciente desigualdad social, así como de las diversas formas capitalistas de explotación y
sojuzgamiento de las grandes masas desposeías. Sin embargo, no por lo anterior, dejan de
reflejarlas en el deformante plano de sus manifestaciones externas.
Las ideas monetarias convencionales carecen de un alcance científico decisivo al situarse
en el marco de una limitada concepción del dinero que desconoce su significación como
relación social. Todo el análisis especializado oscila entre una determinación "exógena" y
una determinación "endógena" de la oferta monetaria. Tampoco es válida la inversión del
problema de la oferta, y partir de la demanda monetaria como condición determinante, ya
que de esta forma, se continúa dentro del marco analítico de la oferta y la demanda y se
vuelve a encontrar nuevamente la dualidad de lo exógeno y lo endógeno.
Consecuentemente con lo anteriormente expresado, Guillermo Gigliani (1994; 2005)
desarrolla un análisis crítico de los problemas monetarios contemporáneos que
consideramos imprescindible para la deconstrucción del discurso monetarista. En
consecuencia incorporaremos algunas de sus ideas fundamentales al respecto.
El enfoque que prioriza la consideración exógena de la oferta monetaria considera que los
bancos comerciales deben contar con reservas excedentes, y por tanto, con depósitos,
suficientes para el otorgamiento de préstamos al sector privado. En el proceso de creación
monetaria, la causalidad parte de las reservas (base monetaria) hacia la oferta de dinero,
siendo la base una variable exógena que estaría bajo el control del Banco Central.
Por su parte el enfoque endógeno asume que el factor determinante es la demanda de
préstamos, por lo que se produciría una causalidad inversa que iría desde el crédito hacia la
base monetaria, la cantidad de dinero existente sería un resultado de las necesidades del
proceso de producción, o sea de su nivel de actividad. En correspondencia con la
interpretación crítica del monetarismo cuantitativista y asumiendo la ausencia de cambios
significativos en la velocidad de circulación del dinero, la oferta monetaria respondería a
los cambios en el ingreso nominal.
En su trabajo titulado "The Scourge of Monetarism", (1982: 42-43), Kaldor deja sentado
que las proposiciones monetaristas están conformadas en correspondencia con una
economía imaginaria, tal como la postulada por Walras en su modelo de equilibrio general,
en el que se asume que existen un número finito de bienes intercambiados en mercados
perfectos. Bajo las condiciones de la competencia perfecta en donde uno de los bienes sirve
como dinero (oro o plata), su uso como dinero crea una demanda adicional dado que tanto
productores como consumidores desean mantener determinado nivel de dinero efectivo en
relación a su ingreso. Y dado que en un mercado perfecto cada bien (incluyendo el dinero)
está sometido a su realización bajo un precio "vaciador del mercado" en donde se equilibra
su oferta y demanda, un aumento en el precio de un bien solamente puede ocurrir como
resultado de un exceso de demanda, y viceversa, una caída en el precio del "bien dinero"
significa la existencia de un exceso de oferta de ese bien, que bajo estos supuestos, viene a
ser lo mismo que un exceso de demanda para todos los otros bienes. En equilibrio el
"valor" del dinero se determina en el punto de equilibrio de los balances monetarios
efectivos de todos los participantes.
En la cuarta edición de su libro (1900), Walras añadió lo que representa la esencia de su
posición monetarista: dado que los sustitutos del dinero de diversas clases existen en una
proporción fija y constante con relación al dinero real (oro o plata), la oferta de dinero es
exógena. Y como la economía walrasiana funciona con plena y eficiente utilización de
recursos escasos: 1) un aumento en el nivel del precio sólo puede ocurrir por un exceso de
demanda de los bienes en general, 2) este exceso de demanda solamente surge, dada la
estabilidad de la demanda de balances de dinero efectivo del público, cuando la oferta de
dinero se incrementa más rápidamente que la oferta de bienes en general, y de ahí que el
valor del bien-dinero caiga en relación a los demás.
Sin embargo desde una perspectiva crítica se tiene que "la oferta y la demanda pueden
explicar el intercambio de mercancías y hacer inteligibles las curvas de los precios
funcionales y luego, previos tanteos, el precio del equilibrio; pero éste aparato analítico no
sirve para la moneda. En efecto: ésta, desde que se encuentra en los saldos, aún antes que se
abra al mercado, tiene que tener un poder adquisitivo realizado previamente y que, por
ende, no puede ser resultado del mercado en el que se forman los precios de equilibrio, si
este poder de compra no es otra cosa que la inversa del nivel de los precios de las
mercancías, giramos en redondo. Desembarazada del peso inicial del valor objetivo, la
moneda no puede encontrar el sustituto de aquel en las determinaciones del mercado, del
que ella misma es un dato previo. La indeterminación inicial de su valor acarrea la
indeterminación económica de la cantidad nominal de moneda, y el que se recurra a una
determinación política" ( Brunhoff, 1975: 43).
Como bien señala De Brunhoff, el concepto de moneda de la economía convencional, se
adopta, no se lo construye: la oferta monetaria no se define inicialmente ni en sus
funciones, ni en la forma en que se integra dentro de sistema económico, solamente se la
define en relación con el sistema de emisión, como moneda emitida por el Banco Central.
Aparece así como si se tratase simplemente de un problema técnico, interno del mecanismo
de eimisión, y por tanto, que las funciones de la oferta monetaria careciesen de importancia
teórica.
El carácter particular de la oferta monetaria, como variable originariamente dependiente de
la producción de valor, no se capta como tal al reflejar la mutación de una mercancía en
moneda. Esta aparece como negación de las determinaciones de la producción bajo la
forma cuantitativa de la proliferación arbitraria de los medios de pago. La moneda, que
posee un valor objetivo en la producción, de donde procede el papel de patrón que puede
desempeñar el oro, tiene un valor relativo a su cantidad en la circulación. De aquí procede
el carácter mecánico y voluntarista de la regulación de las emisiones bancarias. Esto
obedece a que las transacciones en relación con la moneda, son concebidas como cambios
de bienes, y no como circulación de mercancías que incluye relaciones monetarias
específicas. Las transacciones se realizan como si se tratara de una confrontación inmediata
de los bienes en donde la moneda sólo serviría para desplazarlos de un punto a otro. El
papel de la moneda se reduce a la facilitación de la simultaneidad del intercambio.
La cantidad de moneda nominal aparece como un dato exógeno del sistema de intercambio
dependiente de un órgano emisor exterior, el Banco Central, exógeno a las relaciones
económicas. La relación de la demanda monetaria frente a la cantidad dada de moneda
responde a la forma cómo nacen y se pagan en los mercados ciertos movimientos que
producen insuficiencias o excesos de la oferta en el juego del equilibrio de los mercados. Ni
la oferta ni la demanda monetaria aparecen como relaciones socioeconómicas particulares,
pues están referidas a una concepción economicista que es incapaz de incluir una reflexión
acerca del significado de las formas del intercambio de valores.
Analizando el papel que le corresponde a la interpretación monetarista que reformula la
ecuación cuantitativa del dinero, la relación dinero-precios debe ser analizada en el marco
dinámico de la reproducción capitalista, la cual se ve alterada permanentemente por
desequilibrios de oferta y de demanda. Estos desequilibrios pueden originarse tanto en una
caída de la demanda efectiva, debida, por ejemplo, a una insuficiencia del poder de compra,
como en la contracción del valor monetario de la producción, que podría resultar de la
mejor tecnología empleada. En ambos casos se está en presencia de una discrepancia entre
la masa de crédito que se generó en la economía y el valor final de la producción:
Brecha = flujo del crédito - flujo del valor de producción
Esta brecha entre el flujo financiero y el flujo productivo no sólo es causada por una
expansión exógena de la oferta monetaria como sostienen los monetaristas, que en
condiciones de pleno empleo originaría una inflación de demanda. Además de ello, ésta
discrepancia se origina en términos de la economía convencional, en la disminución de la
demanda efectiva por la reducción ex post del valor de la producción, motivada esta última
por las mejoras tecnológicas. Una y otra situación determinan que el valor monetario de las
mercancías producidas sea inferior al de las deudas contraídas para financiar su producción.
El monetarismo como se ha visto, ignora este tipo de causaciones y postula que la inflación
proviene única y exclusivamente de un aumento de la oferta monetaria. La política
monetaria "neutral" monetarista se reduce a una mera consideración de problemas
estadísticos y de tasas de crecimiento de la oferta monetaria, ignorando que la misma es una
de las responsabilidades del estado que no puede ser analizada de forma aislada. No existe
en realidad una estricta función técnico-económica o política del estado, sino una función
global de cohesión, legitimación y reproducción de sistema. Así, la inflación no puede
limitarse a ser explicada como una cuestión de tasas anuales del nivel de precios o una
circunstancia patológica de la economía capitalista, sino como un fenómeno inherente al
sistema.
Como ya se analizó, la visión exógena de la oferta monetaria tuvo su mayor florecimiento a
través de las ideas de Milton Friedman y de otros autores monetaristas. El Bundesbank
alemán fue la institución que durante 1976-1988 perseveró en mayor medida en la
aplicación de las metas cuantitativas. Sin embargo el avance de la internacionalización
financiera tornó muy difícil el manejo de la cantidad de dinero. En la actualidad la idea de
que el Banco Central pueda controlar los agregados monetarios ha sido abandonada por la
mayor parte de la teoría ortodoxa. Incluso la política de los bancos centrales no intenta
establecer metas cuantitativas sobre los agregados monetarios, como era común en la
primera mitad de los años 80, en su lugar, se ocupa de la fijación de una tasa de interés de
corto plazo. La dificultad de los gobiernos en implementar estrategias de control
monetaristas responde a la naturaleza endógena del dinero y al carácter inestable de la
demanda monetaria. Independientemente de que la teoría ortodoxa no reconozca la
naturaleza endógena del dinero, las políticas de abandonar el control de los agregados
monetarios y de fijar la tasa de interés del mercado se corresponde más con una explicación
endógena del dinero que con explicación exógena del mismo.
En la fijación de la política monetaria, los bancos centrales han perdido confianza en su
capacidad de controlar los agregados monetarios con el fin de mantener la estabilidad de
precios. En su lugar, esas políticas se basan en la fijación de una tasa de interés de corto
plazo a fin de regular la demanda agregada y de esta forma, influir sobre la tasa de
inflación. Éste la razón por la cual muchos modelos macroeconómicos tienden a basarse en
la curva IS y no en la curva LM. Esta última es expresión de una oferta monetaria exógena.
Se reconoce que el Banco Central es incapaz de controlar la cantidad de base o de oferta
monetaria ni tampoco puede intervenir sobre la reserva de los bancos comerciales de una
forma discrecional. Para la política monetaria actual, la ecuación cuantitativa del dinero,
que expresa que en el largo plazo, el control de la cantidad dinero garantiza la estabilidad
los precios, es algo que no puede ser llevado a la práctica.
Sin embargo, no obstante lo anterior, las concepciones monetaristas a pesar de haber
perdido terreno y de que se haya renunciado en buena medida al enfoque de una oferta
monetaria exógena, el instrumental de políticas propiciadas por la ortodoxia no ha perdido
terreno y esto se expresa a través de rechazo de las políticas fiscales y de poner el énfasis en
el manejo monetario.
Muchas interpretaciones marxistas consideran que el Banco Central ejerce un control sobre
el mercado del dinero, tanto sobre las tasas de interés como sobre la base monetaria, aunque
ese control esté sujeto a limitaciones. Se afirma que el gobierno no tiene un manejo directo
sobre las tasas de interés que se forman en los mercados de capitales no bancarios, también
se hace referencia al carácter imperfecto de la regulación del Banco Central. Esto obedece a
dos causas fundamentales: 1) a la complejidad de los mercados del dinero y a su relativa
segmentación; 2) a las innovaciones financieras que se suceden en forma continua. Se
considera que las instituciones monetarias son muy complejas y que se van transformando a
lo largo del tiempo, las mismas comprenden una gran pirámide de bancos y de otros
intermediarios financieros, mientras que, las empresas influyen sobre el nivel de las
transacciones a través del uso de cantidades flexibles de crédito comercial. Esto es sin
contar el fuerte impacto de las relaciones financieras externas.
Gigliani cita a Altvater acerca de que el Banco Central es una institución que puede obtener
parcialmente una regulación exógena del dinero, de la tasa de interés y del tipo de cambio.
Esto puede hacerlo de manera parcial, ya que existe una interconexión entre la tasa de
interés y la tasa de ganancia lo cual implica que el dinero y su precio están influidos
además por la dinámica endógena del sistema capitalista. Esto hace que el dinero sea
endógeno y que la tasa de interés se define en principio por las fuerzas del mercado.
No obstante lo planteado anteriormente, en el análisis de la capacidad del gobierno de
manejar la oferta monetaria, habría que establecer la distinción de que tipo de países están
siendo considerados. En los países del capitalismo avanzado, éste un asunto complejo, ya
que sus sistemas se han visto a partir de los noventa, sometidos a tendencias especulativas y
en ocasiones a crisis financieras y de balanza de pagos. Mientras que en los países
dependientes sometidos a crisis fiscales, bancarias o de deuda externa, la regulación que
lleva a cabo el Banco Central puede llegar a ser muy limitada, sobre todo en aquellos que
tienen un alto grado de "dolarización". En este tipo de economías, los déficits fiscales y las
fugas de capitales suelen tener un carácter permanente y determinan que la oferta de dinero
quede fuera del control efectivo del gobierno. Esta volatilidad dificulta la programación de
la oferta monetaria del Banco Central, no obstante ser muy "oportuna" para establecer los
frenos monetarios capaces de controlar los precios y los salarios, tal como lo exigen los
planes de ajuste del FMI.
El dinero y la inflación en Marx.
A partir de lo anterior, al concebirse el análisis de la moneda en términos de oferta y
demanda, todo queda dentro de un esquema analítico que impide comprender los
fenómenos de creación monetaria bajo el término oferta. La concepción general de una
economía monetaria determina el uso del enfoque de oferta y demanda de moneda,
asumiendo la separación entre sistema monetario y la economía. Al definirse a la oferta
monetaria como cantidad exógena, la misma presenta el carácter de un fenómeno no
económico.
Con el análisis de Marx, se parte de una economía mercantil que necesariamente es una
economía monetaria, a diferencia de una economía real a la que se agregaría la moneda. El
problema básico no sería el de la confrontación entre la oferta monetaria con su demanda,
sino el de la formación de la moneda como relación socioeconómica específica que expresa
la manera en que la estructura del intercambio se relaciona con cierto tipo de producción. El
uso generalizado de una moneda es inseparable en sus inicios de la producción de
mercancías. Se trata de una relación puramente económica que implica la acción de la ley
del valor, que garantizaría el carácter socialmente necesario del trabajo efectuado. Moneda
y mercancías constituyen dos polos complementarios y antagónicos del intercambio de
equivalentes. La mercancía tiene que cambiarse por moneda para quedar socialmente
realizada. Sólo mediante su conversión en moneda, una mercancía puede cambiarse por
otra mercancía equivalente (M-D- M).
Cuando se sale de la abstracción de la producción mercantil y se consideran las relaciones
de producción capitalistas, la moneda no refleja la estructura de la producción ya que sólo
se remite al intercambio de equivalentes. Al aparecer en el plano superficial de la esfera de
la circulación de las mercancías como la relación del dinero que es valorizado y convertido
en capital (D-M-D), se hace necesario encontrar en la producción y no en el intercambio, el
origen de la acumulación y de la transformación de D en D. Queda así oculta la relación
entre una estructura del intercambio y un tipo de producción, por lo que se hace necesario
el análisis que posibilite definir las condiciones sociales del uso de la moneda, de lo
contrario, la moneda disimularía su propio carácter de relación social, ocultando así sus
verdaderas condiciones de formación y utilización.
La inversión consistente en la sustitución del predominio de la oferta por el de la demanda
de moneda, no resuelve el problema de la condición económica de la moneda, ya que deja
el problema planteado en términos de oferta y demanda. De Brunhoff (1975: 168-169)
propone desplazar este tipo de análisis hacia el de las condiciones en las que se forma la
moneda. El objetivo de este análisis, de inspiración marxista, no será el de demostrar la
primacía de la demanda de moneda nominal, independientemente que la concepción de
Marx es cercana a la de la Banking School, en oposición al cuantitativismo de Ricardo.
Marx le atribuye en este sentido a la demanda un papel regulador de la cantidad de moneda
que circula pero lo hace sólo después de haber analizado la determinación de la forma
moneda con relación a la circulación de mercancías y a la ley del valor. Su análisis no parte
de la oferta, ni de la demanda monetaria, porque estas nociones no permiten construir un
concepto teórico de moneda.
Tal como apunta Gigliani (2005: 160-165), en la teoría monetaria de Marx, el oro, como
mercancía producida, adquiere el status de dinero y equivalente general. En el tomo I de El
Capital señala como la génesis del equivalente general constituyó un fenómeno espontáneo
y descentralizado que acompaña el desarrollo de la forma mercancía. El dinero constituye
un vínculo entre la mercancía, el valor y la explotación del trabajo. A partir de esto, Marx
desarrolló una teoría del dinero capaz de dar cuenta de una gran cantidad de fenómenos
monetarios de su tiempo, tales como la circulación del papel moneda, las leyes que
relacionan el dinero con el nivel de precios de las mercancías, el atesoramiento y el papel
de crédito. De esta manera, la teoría marxista del dinero constituye un marco que posibilita
la comprensión de los procesos económicos sobre bases más profundas que la neoclásica.
Con relación a la concepción del dinero como equivalente general, para Marx el sistema
capitalista se caracteriza por el hecho de que la unidad de producción y las unidades de
consumo actúan en forma separada. Esta disociación requiere un momento de asociación,
que pueda reconocer los objetos útiles producidos, como objetos socialmente útiles y así,
que los trabajos llevados a cabo en forma independiente sean trabajos sociales. El
intercambio es ese ámbito de encuentro, en el cual la producción y el consumo se enfrentan.
Pero para que pueda tener lugar este intercambio, los objetos útiles, que son el producto de
la actividad humana, deben ser reducidos a una forma unitaria y el valor es él común
denominador. Por lo tanto, el sistema capitalista de producción requiere que la actividad
humana y los objetos útiles adoptan la forma del valor. En tanto no se validen como tales,
no tienen existencia desde el punto de vista social.
De esta manera el dinero como una forma del valor, es el resultado de la necesidad de
expresar y validar los productos del trabajo privado como trabajo social. Las mercancías se
validan sólo cuando se ven relacionadas con la mercancía que sirve de "equivalente
universal", el intercambio exitoso con el dinero constituye la "realización" del valor y así se
reconoce el trabajo privado como parte del trabajo social general.
Al adquirir esa forma de valor, los objetos útiles se desdoblan en valores del uso y valores
de cambio y se constituyen en mercancías. El valor tiene una dimensión social de carácter
abstracto y general, que se concreta en el dinero. Dado que el valor es un común
denominador, tiene que medir las unidades heterogéneas. La primera condición de la
existencia del dinero es que sea una medida del valor. Además, dado que también va más
allá del intercambio accidental, también necesariamente es un almacén de valor. La
segunda condición de existencia del dinero como medida de valor es que sea medio de
circulación. Así, el dinero como medio de circulación refuerza la función de medida del
valor. Estas tres funciones, medida de valor, almacén de valor y medio de circulación,
determinan al dinero como el equivalente general de una economía.
Por otra parte, el análisis del dinero de Marx parte de explicar su génesis a partir de las
contradicciones de la mercancía. El dinero no es introducido desde afuera de lo económico,
sino que surge de las mismas relaciones sociales. En este sentido Marx criticó la
concepción puramente "física" del valor de Ricardo, que no tomó en cuenta la cuestión de
la objetivación del valor o cosificación, que es propia de la forma mercancía. Marx plantea
que el trabajo humano como tal sólo existe de manera subjetiva, como actividad, y que de
ninguna manera es universal e idéntico a si mismo. Es por esto que en el momento del
intercambio de la mercancía no se pueden comparar trabajos humanos vivos sino trabajos
muertos, objetivados ,es por esto que el trabajo abstracto debe asumir una forma objetiva
distinta de sí misma, que es el dinero. Para que el valor pueda ser una propiedad de la
mercancía, o sea, de la cosa que se independiza hasta cierto punto del productor, es
necesario que ese valor se exprese a través de una relación entre las cosas.
Lo anterior obedece a dos razones: 1) el valor no es una propiedad natural de la mercancía,
sino social, la mercancía no puede expresar esta propiedad con su propia forma natural. 2)
porque constituye una relación cosificada que debe expresarse como relación entre las
cosas. Así, el trabajo privado contenido en la mercancía deviene trabajo social, pero no
como trabajo vivo, sino en cuanto trabajo objetivado. Para que esto suceda, el contenido del
valor, el tiempo de trabajo, necesita la forma del valor. La forma mercantil relativa necesita
encontrar en el mercado, la forma equivalente.
Siguiendo a Gigliani, para Marx el surgimiento del dinero obedece a ésta necesidad de
superar temporalmente, la contradicción básica de la producción mercantil, la que existe
entre la producción bajo la forma privada y su contenido social, ya que sólo si la mercancía
encuentra su equivalente, o sea, si el trabajo invertido se objetiva como propiedad de la
mercancía, el trabajo privado deviene en trabajo social. Es a través de la metamorfosis de la
mercancía en dinero que el tiempo de trabajo invertido en la producción se valida como
tiempo social. Se trata de una relación cosificada no evidente al control consciente de los
hombres. En su lugar, será el lenguaje de las mercancías, el mundo cosificado, el que se
hará evidente para los hombres.
Por tanto, el dinero para Marx no puede explicarse a través de convenciones o instituciones,
sino a través de la misma dialéctica de la mercancía. Aúnque reconoce que las instancias
legales y políticas tienen incidencia en las formas del dinero, son las leyes económicas
subyacentes que le dan su origen, las determinantes, es por esto que la concepción de Marx
sobre la génesis y la naturaleza del dinero conduce a un doble rechazo. Primero, niega que
la mercancía-dinero sea una mercancía más, un simple "numerario", al estilo Walras.
Segundo, también niega que el dinero sea un mero signo, algo que nace de una convención,
es por esto que la referencia a la mercancía no puede desaparecer, aúnque sea reemplazada
por signos de sí misma.
En la época de Marx, durante la vigencia del patrón oro, se registró la circulación de papel
moneda, es decir, de signos de valor que representan al equivalente general y que tienen el
carácter de convertibles. Al ser emitidas estas monedas por los gobiernos, recibieron su
valor del dinero mercancía a través del estándar de precio, que define la unidad de dinero
estatal como una cantidad de la mercancía dinero. Por ejemplo, el congreso norteamericano
en 1790 definió al dólar como la vigésima parte de una onza de oro.
La convertibilidad efectiva del dinero, a través de un mercado libre entre el dinero y el oro,
la tasa de conversión (el estándar de precio), aseguraba que el precio monetario de las
mercancías reflejara su precio en oro. El nivel de precios nominales estaría determinado por
la cantidad de tiempo de trabajo necesario contenidos en las mercancías y en el oro. Esto
significa que el nivel de precios es independiente de la cantidad de dinero de circulación.
Para Marx la cantidad de dinero en circulación está determinada por la suma de los precios
nominales junto con la velocidad del dinero. Se trata de una visión endogenista en donde la
cantidad de dinero en circulación se debe ajustar a la suma de los precios nominales, es
decir, a las necesidades de circulación, a través del atesoramiento y de cambios en la
velocidad de circulación del dinero. Esto constituye la base de la crítica de Marx a la teoría
cuantitativa del dinero postulada por Ricardo y por Hume. Marx plantea que el error
fundamental de los cuantitativistas es que consideran al dinero sólo como medio de
circulación y omiten otras importantes funciones, tales como medio de atesoramiento y de
unidad de valor.
Marx destaca el vínculo entre el ciclo productivo y las necesidades de crédito. Esta
concepción se distancia de la teoría cuantitativa, a partir de que son las exigencias de la
producción las que determinan la cantidad de dinero a ser creado. Es decir, la relación
causal en Marx corre desde el lado de la actividad económica hacia el dinero y no a la
inversa. Además, Marx identifica uno de los mayores problemas con que se enfrentan los
defensores de la versión exógena del dinero, el cual es la inestabilidad de la demanda
dinero. Al explicar Marx el papel que juega el atesoramiento, al retirar dinero de la
circulación en los momentos de menor actividad económica y, el desatesoramiento, al
inyectarlo en las fases de expansión, deja claro que la demanda de dinero no es estable sino
que se mueve en consonancia con el ciclo económico. Por tanto, no sólo la oferta de dinero
tiene una naturaleza endógena, sino que además, su demanda no es estable. Finalmente, al
desarrollar su análisis sobre el sistema bancario a nivel del tomo III, refleja el papel que
juega el dinero y el crédito en impulsar la acumulación en capital circulante y en capital
fijo. Muestra como el financiamiento tiene lugar no sólo a través de los préstamos entre
capitalistas superavitarios en flujos líquidos y capitalistas deficitarios que necesitan un
fondo para producir, sino también como va surgiendo el sistema bancario como circuito
especializado del crédito que concentra los ahorros de la sociedad en gran escala y los pone
a disposición de los industriales para apoyar el circuito del capital.
Así, el análisis monetario en Marx forma parte de una concepción teórica del capitalismo
que ve al ciclo y al crecimiento como rasgos endógenos de este sistema. La tasa de
ganancia es la variable que determina la expansión de la producción y de la inversión, y por
lo tanto, regula la demanda efectiva y el crecimiento. De acuerdo a su enfoque, la
interacción entre los sectores reales y financieros muestra que el crédito impulsa a la
acumulación y paralelamente, constituye un amortiguador endógeno que la limita. Si por
una parte el crédito facilita la expansión de la economía, a partir de un determinado
momento actúa como un freno para la misma. Marx ya había planteado que las relaciones
crediticias pueden verse muy poco confrontadas con la obtención de valor en la producción.
Esto tiene una gran vigencia en la actualidad cuando los capitales monetarios dejaron de
estar vinculados al financiamiento de las actividades del capital productivo y se orientaron
más hacia los mercados financieros, a la búsqueda de rendimientos más altos y rápidos que
los que podían obtenerse en los mercados de la producción. Esta disociación entre la
acumulación monetaria y la acumulación productiva se profundizó a partir de los años
setenta del siglo pasado con las crisis financieras recurrentes en muchos países.
Desarrollos críticos actuales sobre el dinero y la inflación.
Marx había teorizado con el objetivo de entender y modificar el mundo en que se
desenvolvía. Su teoría del dinero constituyó un elemento importante en el entendimiento de
la manera en que las economías capitalistas se reproducen a sí mismas. Gigliani (2005:
175-176) recalca el hecho de que para mucha gente puede resultar desorientador el que la
derivación de la mercancía-dinero de su teoría no corresponda con la realidad actual
capitalista, por lo que cabría preguntarse si es errónea su teoría del dinero en algún aspecto
fundamental. En tal sentido plantea que Duncan Foley contesta esta interrogante
sosteniendo la coherencia lógica del argumento de Marx, en el sentido de que el dinero
"debe" ser una mercancía. Pero una cosa es afirmar el carácter lógico de la derivación del
equivalente universal a partir de la mercancía, y otra distinta es no ver que ya esto no se
corresponde con la realidad. Quizás una alternativa sería suponer que se atraviesa un
período histórico en el cual la teoría del dinero-mercancía está suspendida. En este sentido,
habría que reconocer que el método de Marx no tiene ningún carácter axiomático, por lo
que cuando muestra que el dinero, como expresión independiente del valor de cambio, es
inherente a la forma mercancía, está argumentando algo que ocurre en la realidad.
Si entendemos el surgimiento de una mercancía particular producida como el equivalente
general, como un estado en la evolución histórica de la forma dinero, se podría comprender
este proceso de evolución continúa en la actualidad. Los desarrollos a través de los cuales
las funciones del dinero fueron transferidas a un capital ficticio que toma la forma de una
deuda estatal, están firmemente relacionados con la forma de crédito y de papel dinero
inconvertible, que la teoría de Marx explica exitosamente. En la medida en que el crédito
estatal es intercambiado satisfactoriamente con mercancías producidas, aunque ese crédito
no sea una mercancía producida, no hay una inconsistencia formal en considerarlo como
forma socialmente aceptada de equivalente general en el marco de su teoría de las formas
de valor.
Lo anterior preserva la integridad de la teoría de Marx y la extiende para comprender las
nuevas instituciones históricas. Si bien es cierto que deja un cabo teórico suelto, al no
considerar al precio de producción del dinero-mercancía como determinante de la expresión
monetaria del tiempo de trabajo, pero aún en la teoría del dinero-mercancía este
determinante opera sólo gradualmente en el largo plazo.
Por otra parte, este enfoque presenta un panorama del sistema monetario, en donde una de
las monedas toma la funciones de moneda mundial, en lugar de que sea la mercancía-dinero
la que funcione como tal. El predominio de una moneda nacional ya era un rasgo del
funcionamiento del patrón oro en el período 1870-1914. El enfoque de Foley aborda los
problemas de la contemporaneidad a través de una extensión de la teoría de Marx que
considera una nueva forma del equivalente general socialmente aceptado, al igual que la
teoría del crédito de Marx extendía su teoría del dinero para considerar nuevas formas de
medios de circulación y de medios de pagos. El sentido real de la teoría marxista del dinero
es comprender la naturaleza de las instituciones monetarias y la forma en que ellas expresan
las relaciones de clase en una escala mundial.
Por supuesto que el sistema monetario actual presenta una situación diferente a la descrita
por Marx, en tanto el dinero nacional ha dejado de ser convertible en oro. Se ha producido
una disociación entre el equivalente general y la mercancía. Esto ha complicado la
explicación del valor del dinero en términos del oro, esto es, de una mercancía. A su vez, es
importante considerar que el surgimiento de divisas sin contrapartida metálica se verifica en
un contexto mundial jerarquizado y desigual. Si bien las naciones del capitalismo avanzado
se desenvuelven con monedas que cumplen todas las funciones del dinero, en los países
subdesarrollados las crisis monetarias constituyen un problema crónico, con su secuela en
la pérdida efectiva de las funciones del dinero nacional.
Por supuesto que a lo largo del siglo XX se produjeron modificaciones del sistema
monetario que para nada pudieron ser anticipadas por Marx. Las monedas nacionales
dejaron de ser convertibles en oro, y por tanto el dinero dejó de estar fijado en términos de
oro. Ésta disociación determinó que desapareciera toda conexión entre el oro y los precios
de la mercancías. Se trata de un proceso gradual que se extendió a lo largo de casi seis
décadas, desde 1914 hasta 1971. Pero esta evolución ha tenido la suficiente consolidación
como para poder pensar que el oro dejó de ser un elemento que regula las oscilaciones de
los precios nominales de las mercancías y el stock de dinero y de crédito que existen en
cada país. Este cambio produjo nuevas situaciones, tales como la aplicación de políticas de
los bancos centrales que han revestido diversa naturaleza a lo largo del tiempo. Estos
cambios en el funcionamiento monetario que han dado lugar a un cambio en cuanto a la
naturaleza del dinero, pues la circulación del dinero mercancía, o del dinero convertible, ha
sido sustituida por un dinero creado por el Banco Central, han conllevado a que muchos
autores que constatan la desaparición del vínculo institucional entre el dinero y el oro,
lleguen al criterio de la imposibilidad de una teoría marxista del valor de la moneda
nacional en términos de la mercancía. Esto ha sido considerado un vacío teórico muy
importante en un mundo en el cual las luchas en torno a la inflación y al valor de las
monedas nacionales juegan un rol central en la política económica.
Gigliani (2005) considera que en el estado actual del debate hay una coincidencia, el oro ya
no es más el equivalente general. Pero, a partir de este acuerdo se abren dos corrientes
principales: una propone avanzar en la explicación de los fenómenos monetarios de las
economías modernas, a pesar del reconocimiento de la existencia de ese "vacío teórico" que
todavía no ha sido cubierto. Se llega a plantear la no existencia de una explicación del
"valor del dinero" basada en la teoría del valor trabajo. El otro tipo de respuesta, reexamina
la teoría del dinero-mercancía de El Capital proponiendo nuevas soluciones.
Siguiendo a Ferran Brunet (1987) la inflación entendida como cambio en la expresión
monetaria de los precios de las mercancías, como depreciación del signo de valor, es un
fenómeno resultado de determinaciones que superan las capacidades políticas del estado o
del Banco Central. Por el contrario, resulta de circunstancias y tendencias que rigen la
producción capitalista contemporánea y que poseen un significado especial en lo referido a
la valorización del capital. Esto significa que la inflación resulta de circunstancias no
estrictamente monetarias, resultado de las formas y tendencias de la producción, circulación
y valorización capitalistas.
Las monedas, como signos de valor circulantes, se deprecian en proporción a la cantidad
que exceden en relación a las necesidades de la circulación mercantil. Ésta cantidad
depende del valor de la producción mercantil y de las circunstancias de su circulación como
son el crédito y otras prácticas financieras. Los depósitos y la emisión y circulación de
crédito bancario, así como la emisión secundaria de signos de valor, multiplica los signos
de valor convertibles en signos de valor circulantes.
Por su parte el crédito posibilita la separación entre el cobro y el pago de la circulación de
mercancías. La emisión y circulación del crédito permiten anticipar y sancionar unos
precios potencialmente distintos y superiores a aquellos que corresponden al movimiento
de la productividad de la fuerza de trabajo, al valor y a la capitalización. Tendencias de la
producción capitalista como el descenso de los precios, las dificultades de circulación y
valorización por el alza de la capitalización, se traducen en virtud del sistema financiero en
precios constantes o al alza y en la obtención de un flujo de dinero que permita la
realización de las mercancías y la valorización del capital. La independencia lograda por la
emisión y circulación de signos de valor en relación con la producción y circulación
capitalista de mercancías hace que la emisión secundaria de signos de valor permita la
emisión y circulación de crédito y a la emisión y circulación de títulos, superar los límites
que la valorización del capital interpone a la circulación mercantil, siempre que la
diferencia entre el movimiento de los precios y el movimiento de su expresión monetaria
tenga el soporte de la emisión primaria de signos de valor de curso forzoso.
Es el estado quien realiza la emisión primaria de signos de valor, regula indirectamente la
emisión secundaria y la circulación de moneda, de crédito y de títulos, sin embargo su
poder termina en el momento de la emisión. Posteriormente, los signos de valor emitidos se
desprecian según su exceso en correspondencia con las necesidades de la circulación
mercantil. Al producirse la desvalorización de los signos de valor en los que se cuenta y
valoriza al capital, éste se desvaloriza.
Las tensiones inflacionistas desencadenadas en los años setenta fueron conceptualizadas a
través de los planteamientos de raíz keynesiana o monetarista. Los primeros se centraron en
la existencia de una exceso de demanda efectiva, y los segundos por medio de una exceso
de la oferta monetaria en circulación. Ambos enfoques se centraban en las presiones por el
lado de la demanda, o por el lado de la oferta, existía una referencia directa a la inflación de
costes como resultado del aumento de los salarios y de los precios de las materias primas.
Sin negar el papel que puedan haber jugado en el arranque de la inflación dichos elementos,
habría que considerar la existencia de elementos estructurales propios del modelo
acumulación que durante estas décadas incidieron sobre el nivel de precios (Palazuelos et
al, 1988:cap. 3). Siguiendo éste enfoque, los elementos para contemplar serían:
1) El predominio de las estructuras monopolistas.
2) El intento de recuperación ficticia de la tasa de ganancia.
3) La crisis del sistema monetario internacional.
4) El papel de la política monetaria en el proceso acumulación.
5) La financiación del déficit público.
Con relación al primer aspecto, las grandes empresas actúan con un amplio margen de
ganancia a través del sobreprecio aplicado a partir de su control sobre los mercados. Esto
les posibilita trasladar a los precios los posibles incrementos en los costes de producción y
en los gastos de circulación.
Por su parte, el segundo elemento refleja el descenso de las tasas de productividad y de
rentabilidad a partir de la desaceleración tecnológica, de la quiebra de la organización
fordista del trabajo y de la competencia internacional. Con la disminución de las ganancias,
las empresas utilizan la elevación de los precios como mecanismo compensatorio.
Con la crisis del sistema monetario internacional a partir de las nuevas condiciones creadas
como el crecimiento acelerado de los mercados de capitales, los movimientos de la
transnacionalización financiera, la elevación de los precios del petróleo y el aumento del
déficit de la balanza por cuenta corriente de los Estados Unidos, se produce el descontrol
sobre la liquidez monetaria y la transmisión de tensiones inflacionarias. Este exceso de
liquidez internacional carecía de la correspondiente contraparte en el crecimiento de la
producción.
Como cuarto elemento se plantea el efecto de las políticas monetarias, pero a diferencia del
limitado análisis monetarista que se reduce al problema de la oferta monetaria en sí misma
sin trascender las razones que subyacen a la misma, se señala que los sistemas monetarios,
liberados de todo patrón metálico y con formas puramente nominales, estaban capacitados
para crear moneda y créditos de forma ilimitada por encima de la dinámica del crecimiento
de la economía real.
Por último, el crecimiento acelerado de los déficits públicos obligó a la emisión de deuda
pública por parte de los gobiernos y a acudir a los créditos de los bancos centrales, lo que
determinó movimientos de creación de moneda.
Como se concluye (Palazuelos et al, 1988: 126), estos elementos estructurales eclocionaron
al reducirse el ritmo de crecimiento del PIB y de la productividad. De forma adicional, el
alza de los precios de las materias primas aceleró el proceso a partir de 1973 si bien la
inflación aparenta ser un proceso de la circulación que refleja el desfase entre la creación de
liquidez y el crecimiento de la producción, en realidad constituye una manifestación de la
quiebra del modelo acumulación.
En un trabajo publicado en 1994, Gigliani pasa revista a una serie de análisis sobre la
inflación desde diversas perspectivas del pensamiento crítico. Mucho de lo que a
continuación se considera, toma en cuenta los criterios de distintos autores considerados
por Gigliani, por lo que se referenciarán de forma particular a medida que correspondan
con los argumentos expuestos.
Gigliani (1994) destaca que a pesar de que Marx no consideró a la moneda inconvertible en
su análisis de la economía capitalista, omisión que puede justificarse tomando en cuenta
que en el momento en que escribía El Capital, el circulante estaba basado en el oro, esto no
absolutiza a no utilizar la posibilidad analítica de acercamiento al fenómeno inflacionario a
partir de Marx. Las emisiones inflacionarias de papel moneda convertible se vuelven a la
larga incontrolables, porque entrañan el peligro de un colapso total de los pagos extranjeros
debido a la desaparición de las reservas de oro. Un descenso del valor del oro, como el que
ocurrió en los siglos XVI y XIX, puede conducir a un aumento del nivel de precios. No
obstante, el inicio de la inflación permanente recién se contempla en el siglo XX. En este
sentido, los planteamientos de Marx sobre el dinero, y su interrelación con el proceso de
acumulación y reproducción del sistema, demanda un análisis y una extensión que los haga
corresponder con los complejos procesos monetarios contemporáneos.
En la economía, el dinero y la inflación están directamente vinculados tanto al desarrollo
del proceso de reproducción como sus contradicciones. Bajo determinadas condiciones, la
intensificación de esas contradicciones puede conducir a una inflación acumulativa y, en
caso límite, a la hiperinflación. La inflación en este sentido no obedece "a una sola y
exclusiva causa", sino que es el resultado de un conjunto de causas. Teniendo presente el
referente de Marx, la inflación como fenómeno macroeconómico, está vinculado a la
dinámica de la acumulación y al estado del conflicto social.
Gigliani considera que entre sus causas habría que contemplar de manera general, por lo
menos los siguientes momentos interrelacionados e insoslayables no considerados dentro
del enfoque monetarista:
1) La endogéneidad de la oferta monetaria.
2) El papel del crédito.
3) La inestabilidad financiera.
La oferta monetaria endógena.
En contraposición a las tesis monetaristas que asocian la política monetaria expansiva a las
necesidades del sector público, por lo que el origen de la inflación radica en el
sobredimensionamiento de las actividades estatales y en su monetización espuria, se plantea
( De Vroey, 1984) una interpretación que presta atención a la creación de crédito dirigido al
sector privado, es decir, a la emisión monetaria destinada a refinanciar las pérdidas privadas
que pudieran haberse generado.
Partiendo de las condiciones imperantes a partir de la segunda posguerra, con la
implementación de políticas económicas emanadas de un acrecentamiento del papel del
estado y sus instituciones en la regulación consciente de la reproducción del capital social,
se desarrolla un régimen de acumulación intensiva. En éste marco, además del salario
mínimo, el gasto social, las negociaciones colectivas, se cuenta la extensión del crédito a
los empresarios con la finalidad de garantizar la demanda efectiva. Bajo la sombra del
pensamiento keynesiano, se produce una relación muy estrecha entre régimen de
acumulación intensivo, la emisión de papel moneda y la tendencia a la inflación
permanente.
Para explicar cómo se lleva cabo la inyección del crédito, se parte del supuesto de una
oferta monetaria endógena, en total desacuerdo con la interpretación friedmaniana sobre la
exogeneidad de la misma ( Kaldor, 1982. Moore, 1988). De acuerdo a esto, el aumento de
la cantidad de dinero tiene lugar con el otorgamiento de nuevos préstamos de los bancos en
base a sus reservas excedentes o a la transformación de sus tenencias de títulos públicos
para financiar al sector privado. El carácter "endógeno" de la oferta monetaria no elimina el
reconocimiento del papel del Banco Central, sino que enfatiza que la expansión monetaria
es llevada a cabo por los bancos para satisfacer las necesidades de fondos del proceso
capitalista de producción.
La endogeneidad de la oferta monetaria siempre se cumple, incluso en aquellos casos en
que los bancos exceden su capacidad prestable porque el Banco Central se ve obligado a
convalidar esa expansión mediante el suministro de redescuento para evitar que la solidez
del sistema financiero se vea debilitada. Por tanto, de acuerdo con este punto de vista,
existe la posibilidad de que se registre un incremento del crédito aún cuando el Banco
Central no lo haya decidido. En otros términos, la oferta crediticia puede ser expansiva con
independencia de que el Banco Central desee encarar una política monetaria "acomodante".
No obstante, esta concepción de la endogeneidad propuesta por Kaldor y Moore y adoptada
por De Vroey, está sujeta a una objeción. Si bien es cierto que en una economía moderna
los bancos pueden expandir sus préstamos aunque no reciban depósitos adicionales, ello no
podría ocurrir indefinidamente sin el aval de las autoridades monetarias dispuestas a
auxiliarlas mediante el redescuento. Más aún, el gobierno tiene la posibilidad de alterar
sustancialmente el funcionamiento del sistema bancario. Este límite a la "endogeneidad"
conduce a pensar en un régimen crediticio que extienda una ampliación del crédito para
continuar la reproducción ampliada como una oferta monetaria endógena, pero que
requiere, más allá de cierto margen, del visto bueno de las autoridades monetarias. Al
respecto Victoria Chick (1983, cap. 12) señala que la oferta monetaria no puede ser
considerada ni completamente "endógena" ni completamente "exógena.
El papel del crédito.
De acuerdo a Marx, el valor del capital existe en tres formas: dinero, producción y
mercancías y el proceso de acumulación puede ser entendido como el movimiento del
capital, o como las dificultades que registra ese movimiento, a lo largo de estas tres formas.
Así, el proceso de intercambio representa un movimiento entre el capital dinero (D) y el
capital mercancías (M) y el proceso de producción (P) representa una transformación de los
imputs (M) en un producto que encierra un valor expandido (M). La integración de estos
movimientos del capital constituye el ciclo completo del capital y las continuidades y
discontinuidades de estos movimientos reflejan los ciclos y las crisis de la acumulación.
Marx analiza la fórmula general del capital industrial, a través de la secuencia capital-
dinero, capital-mercancías y capital productivo:
D - M - P ( C,V ) - M - D
De acuerdo a este ciclo, el capital dinero permite a los capitalistas la adquisición de
insumos (capital mercancías) destinado a la producción. En el siguiente paso, se lleva cabo
el proceso productivo, en el que tiene lugar la creación de plusvalía. El capital mercancías
así materializado ( output ) M, incorpora un mayor valor que el M inicial. La última etapa
consiste en la realización, esto es, en la venta de las mercancías para obtener un capital
dinero D aumentado con respecto al D inicial.
Loranger (1989) incorpora el ciclo del crédito ( D* ) que antecede al del capital dinero y
que debe autoliquidarse al final del proceso productivo.
D* - D - M - P ( C,V ) - M - D - D*
Basándose en un trabajo de Duncan Foley (1982) en donde éste presenta un modelo
matemático del ciclo de rotación del capital industrial incorporando el capital crediticio,
Loranger introduce explícitamente el circuito del crédito ( D* ), distinto del circuito del
capital dinero y como una existencia relativamente autónoma. En el modelo, las
dificultades del proceso acumulación originadas en la realización de las mercancías pueden
ser superadas estableciendo la hipótesis de un crecimiento continuo de las deudas.
Así, el funcionamiento del sistema crediticio permite remover la restricción financiera
existente al comienzo del proceso productivo y trasladarla a su finalización, bajo la forma
de una deuda que normalmente debe autoliquidarse con el valor generado mediante ese
ciclo productivo. O sea, los préstamos permiten que pueda tener lugar una nueva inversión
sin un aumento equivalente del ahorro (capital dinero), debido al acceso a un sistema
bancario que proporciona un poder de compra. Al integrar el crédito en el ciclo completo
del capital, se avanza en la formulación de una teoría monetaria de la producción que el
propio Marx esbozó en el tomo II.
En el tomo II de El Capital, las tres formas del capital son en gran medida sucesivas, pero
también coexistentes. El capital dinero no puede meramente preceder o seguir al capital
productivo, sino que tiene que existir a su lado. El paso adelante dado por Marx en los
esquemas de la reproducción consiste en que la marcha del proceso productivo depende de
que se verifiquen ciertas proporciones tanto de los valores de cambio (ingresos), como de
los valores de uso (mercancías). Esto implica que el proceso de rotación del capital se
manifiesta como un movimiento dual basado en el flujo dual continuado: un flujo de
valores materiales generados en la producción y un flujo de dinero ( Mandel, 1985: 98-
107).
Al considerarse los préstamos bancarios para inversión o capital de giro, el costo financiero
entra directamente en la determinación del nivel de precios. De ésta forma se pueden
identificar diversas presiones inflacionarias que actúan conjunta o separadamente: a) el
aumento de las deudas contraídas por las empresas para financiar su producción o para
facilitar las ventas, b) el alza de las tasas de interés del sistema financiero y c) el incremento
de los precios nominales que pueden decidir los capitalistas cuando experimentan una
subida de sus costos financieros, es decir, los capitalistas fijarán sus precios aplicando un
margen sobre sus costos variables. Todos éstos efectos suelen pasar desapercibidos para la
teoría monetarista.
La inestabilidad financiera.
En el tomo III de El Capital, Marx señala las tendencias a la especulación y la inestabilidad
que tiene lugar en el sistema crediticio en las fases de auge del ciclo económico. Durante la
expansión, los préstamos bancarios les permiten a los capitalistas financiar sus inversiones
a cuenta de los resultados futuros de la producción. La existencia de altas tasas de
ganancias en las distintas ramas impulsan a los capitalistas a incurrir en sobreinversiones.
El crédito constituye un instrumento que estimula la confianza de los empresarios y sus
"excesos de producción y especulación" que ocurren mientras dura la prosperidad.
Cuando se agota el auge y se acumula la producción sin vender, los capitalistas empiezan a
percibir una escasez de fondos que hasta entonces habían fluido normalmente desde el
sistema financiero. De esta forma, a la caída de la tasa de ganancias se le suma el alza de la
tasa de interés, reforzándose las condiciones de la crisis. Es así como el sistema financiero,
cuyo objetivo era facilitar la producción, tiende a acentuar las contradicciones cuando
surgen las dificultades de venta. Asimismo, empiezan a acumularse en la economía masas
de prestamos que revisten el carácter de un "capital ficticio" porque fueron extendidos para
financiar una producción que no llegó a concretarse o que no pudo venderse en el mercado.
Tales préstamos y sus intereses suponen una pesada carga sobre los capitalistas que
afrontan la caída de sus ventas. Es así como el sistema de créditos se independiza del
proceso de reproducción, imponiendo una pesada carga sobre el capital industrial.
En Marx, estos ciclos de endeudamiento-iliquidez terminan en una crisis de deflación. Ello
es así porque en el capitalismo de libre competencia los bancos centrales no extendían
créditos suplementarios para amortiguar la recesión y las quiebras. En tales condiciones, el
capital dinero se mantenía intacto aunque ello significara la destrucción (desvalorización)
de una parte de capital físico.
Loranger, basándose en las ideas de Hyman Minsky, plantea que las relaciones
contradictorias entre sistema crediticio y la reproducción ampliada da lugar en la
actualidad, a procesos de inestabilidad financiera y de alza inflacionaria ( Minsky, 1984:
199-218). Según Minsky, el financiamiento crediticio extendido a los capitalistas para
facilitar la producción y las ventas puede conducir a ciclos de endeudamiento que, a partir
de cierto límite, determinen la insolvencia de las empresas y la crisis del sistema bancario.
Así, cuando el endeudamiento alcanza determinado nivel, los ingresos corrientes que se
originan en la producción no son suficientes para cubrir los vencimientos de capital e
intereses de las empresas, e incluso en ocasiones no alcanzan para pagar ni siquiera los
intereses devengados.
Este aumento de la masa del crédito sin una contrapartida equivalente de la producción, o
sea, un aumento de lo que Marx denominó el "capital ficticio", puede provocar caídas de
empresas insolventes y la necesidad de que el Banco Central auxilie a los bancos
comerciales para evitar que algunos de éstos puedan quebrar. Así, se crea una presión
ascendente sobre el nivel de precios de la economía.
Nos obstante, estos ciclos de endeudamiento e inflación, en los que la deuda tiende a
hacerse autónoma respecto al sistema productivo, son interrumpidos cuando los propios
bancos toman la decisión de restringir los créditos al percibir el aumento excesivo de sus
riesgos. Es así como sobrevienen períodos de contracción del financiamiento que se
manifiestan en caídas de la producción y en quiebras, en lo que puede persistir el alza de los
precios.
Bibliografía
Acanda, J. L. (2002) Sociedad civil y hegemonía. Centro de Investigación y Desarrollo de
la Cultura Cubana Juan Marinello. La Habana.
Acosta, A. (2000) Apuntes para una economía política del ajuste neoliberal. En J. R. García
(coord.) En la encrucijada del neoliberalismo. IEPALA Editorial. Madrid.
Alford, R. y R. Friedland. (1985) Powers of Theory. Capitalism, the State and Democracy.
Cambridge University Press. Cambridge.
Allen, F. y D. Gale (2000) Comparing Financial Systems. MIT Press. Cambridge,
Massachusetts.
Amable, B. (2003) The Diversity of Modern Capitalism. Oxford University Press. Oxford.
Amato, J. D. y S. Gerlach. (2002) Inflation Targeting in Emerging Market and Transition
Economies. European Economic Review. 46(15). April.
Amín, S. (1995) La nueva organización capitalista mundial vista desde el sur. Editorial
Anthropos. Barcelona.
Amin, S. (1999) El capitalismo en la era de la globalización. Ediciones Paidós. Barcelona.
Anderson, P. (1996) El despliegue del neoliberalismo y sus lecciones para la izquierda.
Pasos. N. 66. Julio-Agosto.
Anderson, P. (2003) Neoliberalismo: un balance provisorio. En E. Sader y P. Gentili.
(comps.) La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social. Editorial de
Ciencias Sociales. La Habana.
Ando, A. y F. Modigliani (1965) Velocity and Investment multiplier. American Economic
Review. September.
Arceo, E. (2002) Hegemonía estadounidense, internacionalización financiera y productiva,
y nuevo pacto colonial. En A. G. Ceceña y E. Sader. La guerra Infinita. Hegemonía y terror
mundial. CLACSO. Buenos Aires.
Arrighi, G. y B. J. Silver. (2001) Caos y orden en el sistema mundo- moderno Ediciones
AKAL. Madrid.
Ashford, D. (1986) The Emergence of the Welfare State. Basil Blackwell. Oxford.
Attfield, C. L. F., D. Demery y N. W. Duck. (1991) Rational Expectations in
Macroeconomics. An Introduction to the Theory and Evidence. Blackwell. Oxford.
Barro, R. J. (1976) Rational Expectations and the Role of Monetary Policy. Journal of
Monetary Economics. 2.
Beaud, M. y G. Dostaler. (2000) O pensamiento economico de Keynes aos nossos dias.
Ediçoes Afrontamento. Porto.
Begg, D. K. H.(1989) La revolución de las expectativas racionales en la macroeconomía.
Fondo de Cultura Económica. México.
Bell, D. (1996) The Cultural Contradictions of Capitalism. Basic Books. New York.
Benetti, C. (1978) Valor y distribución. Editorial Saltes. Madrid.
Bhaduri, A. (1990) Macroeconomia. Fondo de Cultura Económica. México.
Bigg, R. (1990) Cambridge and the Monetary Theory of Production. The Collapse of
Marshallian Macroeconomics. MacMillan. New York.
Blaug, M. (1985) Teoría económica en retrospección. Fondo de Cultura Económica.
México.
Blaug, M. (1993) The Methodology of Economics. Cambridge University Press.
Cambridge.
Bonefeld, M. (1995) Monetarism and crisis. En M. Bonefeld y J. Holloway (eds.) Global
Capital, National State and the Politics of Money. MacMillan. London.
Borón, A. (2003) Estado, capitalismo y democracia en América Latina. CLACSO. Buenos
Aires.
Borón, A. (2003) La sociedad civil despues del diluvio neoliberal. En E. Sader y P. Gentili.
(comps.) La trama del neoliberalismo. Mercado , crisis y exclusión social. Editorial de
Ciencias Sociales. La Habana.
Borón, A. (2003) Prefacio a la segunda edición en lengua castellana. En E. Sader y P.
Gentili. (comps.) La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social. Editorial
de Ciencias Sociales. La Habana.
Bresser Pereira, L. y Y. Nakano. (1989) La teoría de la inercia inflacionaria. Fondo de
Cultura Económica. México.
Brunet, F. (1987) Economía política del estado capitalista. Edunsa. Barcelona.
Brunner, K. (1968) The Role of Money and Monetary Policy. Federal Reserve Bank of St.
Louis Review. Vol. 30. July.
Buchanan, A, (1985) Ethics, Efficiency and Market. Rowman and Allanheld. New Jersey.
Buchanan, J. M. (1985) The Limits of Liberty. Between Anarchy and Leviatan. Chicago
University Press. Chicago.
Buchanan, J. M. y G. Tullock. (1962) The Calculus of Consent: Logical Foundations Rent-
seeking Society. Texan A & M University Press.
Buchanan, J. M. y W. C. Bush. (1974) Political Contraints on Contractual Redistribution.
American Economic Review. 64.
Bullard, J. y K. Mitra. (2002) Learning About Monetary Policy Rules. Journal of Monetary
Economics. 49(6) September.
Caldwell, B. (2003) Hayek´s Challenge: An Intellectual Biography of F. A. Hayek.
Chicago University Press. Chicago.
Caputo, O. (2001) La economía de Estados Unidos y de América Latina en las últimas
décadas. Periferias de Ciencias Sociales. N. 9.Buenos Aires. Noviembre.
Castaño, H. (2002) Entender la economía. Una perspectiva epistemológica y metodológica.
Editorial Félix Varela. La Habana.
Ceceña, A. G. y E. Sader. (2002) Hegemonías y emancipaciones. Desafíos al pensamiento
libertario. En A. G. Ceceña y E. Sader. La guerra infinita. Hegemonía y terror mundial.
CLACSO. Buenos Aires.
Chalmers, J. (2000) Blowback: the Costs and Consecuences of American Empire.
Metropolitan Books. New York.
Chesnais, F. (1996) La “globalización” y el estado del capitalismo a finales de siglo.
Investigación Económica. N. 215. Vol. LVI. Enero-marzo.
Chick, V. (1979) The Theory of Monetary Policy. Basil Blackwell. Oxford.
Chick, V. (1983) Macroeconomics After Keynes. A Reconsideration of the General
Theory. The MIT Press. Cambridge Massachusetts.
Chomsky, N. (1996) El nuevo orden mundial (y el viejo). Grijalbo Mondadori. Barcelona.
Dabos, M. y E. Demaestri. (1988) Demanda de dinero. Una síntesis de contribuciones
teóricas. Banco Central de la República Argentina. N. 58 . Enero.
Dagum, C. (1990) Metodología y crítica económica. Fondo de Cultura Económica. México.
Davis, J. B. (2003) The Theory of the Individual in Economics: Identity and Value.
Routledge. London.
De Brunhoff, S. (1973) La concepción monetaria de Marx. Ediciones del siglo. Buenos
Aires.
De Brunhoff, S. (1975) La oferta de moneda. Editoria Tiempo Contemporaneo. Buenos
Aires.
De Cecco, M. (1974) Money and the Empire: The International Gold Standard. 1890-1914.
Oxford University Press. Oxford.
De Vroey, M. (1984) Inflation: A Non-monetarist Monetary Interpretation. Cambridge
Journal of Economics. Vol. 8. N. 4 December.
Dean, J. (1994) La disolución del consenso keynesiano. F.C.E.-U.B.A. Mimeo.
Deane, M. y R. Pringle. (1996) Bancos Centrales. Escuela de Finanzas Aplicadas. Madrid.
Del Bufalo, E. (2002) El comportamiento económico ¿declinación o consolidación de la
hegemonía estadounidense? La reestructuración neoliberal y la globalización. En A. G.
Ceceña y E. Sader. La guerra infinita. Hegemonía y terror mundial. CLACSO. Buenos
Aires.
Delong, J. y B. Eichengreen. (2001) Between Meltdown and Moral Hazard: the
International Monetary and Financial Policies of the Clinton Administration. NBER
Working Paper. N. 8443. August.
Desai, M. (1989) El Monetarismo a prueba. Fondo de Cultura Económica. México.
Dobb, M. (1973) Theories of Value and Distribution since Adam Smith. Cambridge
University Press. Cambridge.
Dooley, M., D. Folkerts-Landau y P. Garber. (2003) An Essay on the Revived Bretton
Woods System. NBER Working Paper. N.9971. September.
Dow, S. (1985) Macroeconomic Thought: A Methodological Approach. Blackwell. Oxford.
Drazen, A. (2000) Political Economy in Macroeconomics. Princenton University Press.
Princenton.
Duarte, A. (1997) Política macroeconómica: introducción, debates y opciones. Editorial
AC. Madrid.
Ebbinghaus, B. y P. Manow (eds.)(2002) Comparing Welfare Capitalism: Social Policy and
Political Economy in Europe, Japan and the U.S.A. Routledge. London.
Ekelund, R. B. y F. Hebert (1992) Historia de la teoría económica y de su método.
McGraw-Hill. Madrid
Erias, J. y J. M. Sanchez. (1998) Política monetaria y política fiscal. Ediciones Pirámide.
Madrid.
Espinosa, A. (1989) Crisis, estado y dominación. En P. Lopez (coord.) Economía política y
crisis. UNAM. México.
Ezcurra, A. M. (2000) ¿Qué es el neoliberalismo? En J. R. García (coord.) En la
encrucijada del neoliberalismo. IEPALA Editorial. Madrid.
Falk, R. (2000) The Quest for Human Governance in an Era of Globalization. En D. Kalb et
al. (ed.) The End of Globalization, Bringing Society back in. Rowland & Littlefield.
Lanzan.
Félix, D. (1984) El monetarismo latinoamericano en crisis. Investigación Económica. 170.
Octubre-diciembre.
Fernandez, A. et al. (2003) Política Monetaria I y II. Enfoques alternativos. Thompson
Editores. Madrid.
Fernández, J. A. y J. Uxó. (1999) Fundamentos y papel actual de la política económica.
Ediciones Pirámide. Madrid.
Fisher, I. (1973) A Statistical Relation Between Unemployment and Prices Changes.
Reimprimida con el título: I Discovered the Phillips Curve. Journal of Political Economy.
March-April.
Folderer, B. y S. Homburg. (1992) Macroeconomics and New Macroeconomics. Springer-
Verlag. New York.
Foley, D. (1982) Realization and Accumulation in a Marxian Model of the Circuit of
Capital. Journal of Economic Theory. 28.
Fontaine, A. (1980) Mas allá del Leviatán. En Libertad y Leviatán. Centro de Estudios
Públicos. Santiago de Chile. Diciembre.
Friedman, M. (1953) The Methodology of Positive Economics. En M. Friedman. Essay in
Positive Economics. University of Chicago Press. Chicago.
Friedman, M. (1958) The Supply of Money and Changes in Prices and Output. En M.
Friedman (1969) The Optimun Quantity of Money and other Essays. MacMillan. London.
Friedman, M. (1959) The Demand for Money: Some Theoretical and Empirical Results.
Journal of Political Economy. August.
Friedman, M. (1966) Capitalismo y libertad. Editorial Rialp. Madrid.
Friedman, M. (1969) El papel de la política monetaria. Información Comercial. Enero.
Friedman, M. (1969) The Optimun Quantity of Money and other Essays. MacMillan.
London.
Friedman, M. (1970) A Theoretical Framework for Monetary Analisis. Journal of Political
Economy. March/April.
Friedman, M. (1972) Have Monetary Policies Failed? American Economic Review, Papers
and Proceedings. 62. May.
Friedman, M. (1980) Libertad de elegir. Grijalbo. Barcelona.
Friedman, M. (1981) Un marco teórico para el análisis monetario. En M. Friedman et al. El
marco monetario de Milton Friedman. Un debate con sus críticos. Premia Editora. México.
Friedman, M. (1985) La tiranía del Status Quo. Ariel. Barcelona.
Friedman, M. (1985) Paro e Inflación. (Lectura Nóbel). F.C.E.-U.B.A. Buenos Aires.
Mimeo.
Friedman, M. (1988) John Maynard Keynes. Working Papers in Economics. The Hoover
Institution. Stanford University. March.
Friedman, M. (1992) La economía monetarista. Editorial Gedisa. Barcelona.
Friedman, M. y A. Schwartz (1963) A Monetary History of the United States 1867-1960.
Princenton University Press. Princenton.
Friedman, M. y D. Meiselman (1963) The Relative Stability of Monetary Velocity and the
Investment Multiplier in the United States. 1867-1958. En Commission on Money and
Credit. Stabilization Policies. Englewood Cliffs. New Jersey.
Friedman, Milton. (1968) The Role of Monetary Police. American Economic Review. 58.
March.
Friedman. M. (1956) The Quantity Theory of Money: A Restatement. En M. Friedman
(1969) The Optimun Quantity of Money and other Essays. MacMillan. London.
Frisch, H. (1988) Teorías de la inflación. Alianza Editorial. Madrid.
Froyen, R. (1996) Macroeconomía. Teorías y políticas. Prentice-Hall
Fukuyama, F. (1992) El fin de la historia y el último hombre. Planeta. Madrid.
Gambina, J. C. (2002) Los rumbos del capitalismo, la hegemonía de Estados Unidos y las
perspectivas de la clase trabajadora. En A. G. Ceceña y E. Sader. La guerra infinita.
Hegemonía y terror mundial. CLACSO. Buenos Aires.
Gamez, C. y J. L. Torres (1997) Teoría monetaria internacional. McGraw-Hill. Madrid.
García, J. R. (1989) Política económica y deuda externa en América Latina. IEPALA
Editorial. Madrid.
García, J. R. (2000) Derrumbe del liberalismo clásico y la encrucijada neoliberal. En J. R.
García. (coord.) En la encrucijada del neoliberalismo. IEPALA Editorial. Madrid.
García, J. R. (coord.) (2000) En la encrucijada del neoliberalismo. IEPALA Editorial.
Madrid.
Gigliani, G. (1994) Las teorías marxistas de la inflación. F.C.E.-U.B.A. Buenos Aires.
Mimeo.
Gigliani, G. ( ) La oferta de dinero. Mimeo.
Godelier, M. (1968) Racionalidad e irracionalidad en la economía. Instituto del Libro. La
Habana.
Gowan, P. (2000) La apuesta por la globalización. La geoeconomía y la geopolítica del
imperialismo euro-estadounidense. Ediciones AKAL. Madrid.
Gray, J. (1984) Hayek on Liberty. Blackwell. Oxford.
Guerrero, D. (2000) Macroeconomía y crisis mundial. Trotta. Madrid.
Guitian, M. y J. Muns. (1998) La cultura de la estabilidad y el Consenso de Washington.
Colección de Estudios e Informes. N. 15. La Caixa. Barcelona.
Gutierrez, A. (1989) Crisis y moneda en Marx. En P. Lopez (coord.) Economía política y
crisis. UNAM. México.
Haba, E. (2000) Entre tecnócratas y wishful thinkers. En J. R. García. (coord.) En la
encrucijada del neoliberalismo. IEPALA Editorial. Madrid.
Hartley, J. E., K. D. Hoover y K. D. Salyer. The Limits of Business Cycle Research:
Assessing the Real Business Cycle Model. Oxford Review of Economic Policy. Vol.13.
N.3.
Hayek, F. A. (1976) El camino de la servidumbre. Alianza Editorial. Madrid.
Hayek, F. A. (1988) The Fatal Conceit. The Errors of Socialism. The University of Chicago
Press. Chicago.
Heilbroner, R. y W. Milberg. (1995) The Crisis of Vision in Modern Economic Thought.
The Press Syndicate of the University of Cambridge. New York.
Hernandez, M. A. (1985) Algunas consideraciones sobre la existencia de la Curva de
Phillips. Análisis Económico. Vol. IV. N. 6 enero-junio.
Herscovici, A. (2000) Informaçao, Mercado e regulaçao macroeconomica. Revista de
Sociedade Brasileira de Economia Politica. N.7. Dezembro.
Humphrey, T. M. (1993) Money Banking and Inflation: Essays in the History of Monetary
Thought. Edward Elgar. Aldershot.
Hunt, E. K. (1977) Escolasticismo económico e ideología capitalista. En E. K. Hunt y J. G.
Schwartz. (comps) Crítica de la teoría económica. Fondo de Cultura Económica. México.
Hunt, E. K. y J. G. Schwartz. (comps.) (1977) Crítica de la teoría económica. Fondo de
Cultura Económica. México.
Inter-American Development Bank and the United Nations Development Program. (1993).
Reforma social y pobreza. IDB and UNDP. New York.
Kaldor, N. (1980) Essays on Economic Policy I. Duckworth. London.
Kaldor, N. (1982) The Scourge of Monetarism. Oxford University Press. Oxford.
Karenken, J. y R. M. Solow. (1963) Lags in Monetary Policy. En Comisión on Money and
Credit. Stabilization Policies. Englewood Cliffs. New Jersey.
Katouzian, H. (1982) Ideología y método en economía. H. Blume Ediciones. Madrid.
Keynes, J.M. (1971) Economic Consecuences of Mr. Churchill. En The Collected Writings
of John Maynard Keynes. Vol. IX. MacMillan. London.
Keynes, J. M. (1971) a Tract on Monetary Reform. En The Collected Writings of John
Maynard Keynes. Vol. IV. MacMillan. London
Keynes, J. M. (2004) La Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo de
Cultura Económica. México.
Kohan, N. (2003) Marx en su (tercer) mundo. Hacia un socialismo no colonizado. Centro
de Investigación de la Cultura Cubana Juan Marinello. La Habana.
Kristol, I. (1972) On the Democratic Idea in America. Harper & Row. New York.
Krugman, P. (1998) La era de las expectativas limitadas. Editorial Ariel. Barcelona.
Laidler, D. ( 1989) Radcliffe, the Quantity Theory and Monetarism. En D. Cobham, R.
Harrington y G. Ziz (eds.) Money, Trade and Payments: Essays in Honour of D. J.
Coppock. Manchester University Press. Manchester.
Laidler, D. (1981) Monetarism: An Interpretation and an Assessment. Economic Journal.
March.
Laidler, D. (1990) The Legacy of the Monetarist Controversy. Federal Reserve Bank of St.
Louis. Quaterly Review. March/April.
Laidler, D. (1993) Hawtrey, Harvard and the Origins of Chicago Tradition. Journal of
Political Economy. 101(6).
Laidler, D. (2004) Macroeconomics in Retrospect. Edward Elgar. Cheltenham.
Landreth, H. y D. C. Colander. (2000) Historia del pensamiento económico. Compañía
Editorial Continental. México.
Lasa, A. J. (1984) Monetarismo versus Keynesianismo:El debate sobre la efectividad de la
política económica. Análisis Económico. Vol. III. N. 2. Julio-diciembre.
Lechner, N. (1982) El proyecto neoconservador y la democracia. En D. Camacho et al.
Autoritarismo y alternativas populares en América Latina. Ediciones FLACSO. San José.
Leriche, C. y E. Quintana. (2000) Los programas de ajuste latinoamericanos bajo la
perspectiva de la transformación del capitalismo a nivel mundial. En J. R. García. (coord)
En la encrucijada del neoliberalismo. IEPALA Editorial. Madrid.
Levy, N. (1996) El debate sobre la dicotomía real monetaria de la escuela neoclásica y sus
implicaciones para la política monetaria y fiscal. Investigación Económica. N. 215. Vol.
LVI. Enero-marzo.
Lichtensztejn, S. (1980) Notas sobre el capital financiero en América Latina. Economía de
América Latina. N. 4. Marzo.
Liquitaya, J. D. (1992) La curva de Phillips y la eficacia de las políticas de administración
de la demanda. Ensayos sobre teoría económica. Universidad Autónoma Metropolitana.
México.
Lojkine, J. (1979) El marxismo, el estado y la cuestión urbana. Siglo veintiuno editores.
México.
Loranger, J. (1989) A Reexamination of the Marxian Circuit of Capital: A New Look at
Inflation. Review of Radical Political Economics. Vol. 21.
Lucas, R. E, (1975) An Equilibrium Model of the Business Cycle. Journal of Political
Economy. 83.
Lucas, R. E. (1972) Expectations and the Neutrality of Money. Journal of Economic
Theory. 4.
Lucas, R. E. (1985) Studies in Business-Cycle Theory. The MIT Press. Cambridge
Massachussets.
Lucas, R. E. (1988) Modelos de ciclos económicos. Alianza Editorial. Madrid.
Lucas, R.E. y Sargent, T.J. (1981) Rational Expectations and Economic Practice. George
Allen and Unwin. London.
Lukács, G. (1982) Historia y conciencia de clases. Editorial de Ciencias Sociales. La
Habana.
Mäki, U. (2002) Fact and Fiction in Economics. Cambridge University Press. Cambridge.
Mandel, E. (1980) El capitalismo tardío. Ediciones Era. México.
Mandel, E. (1985) El Capital. Cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx.
Siglo XXI. México.
Marx, C. (1966) Contribución a la crítica de la economía política. Editora Política. La
Habana.
Marx, C. (1973) El Capital. Tomos I, II y III. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.
Matyas, A. (1985) History of modern non-marxian economics. MacMillan. London.
Mayer, T. (1978) The Structure of Monetarism. Norton. New York.
McCandless, G. T. (1991) Teoría macroeconómica. Prentice-Hall Internacional.
Hertfordshire.
Messner, D. (2001) Globalización y gobernabilidad global. Nueva Sociedad. Noviembre-
Diciembre.
Mézsaros, I. (1977) Estructura conceptual de la teoría marxista de la enajenación. En E. K.
Hunt y J. G. Schwartz. (comps.) Crítica de la teoría económica. Fondo de Cultura
Económica. México.
Mileikovski, A. G. (1977) Economía Política no marxista actual. Editorial Progreso.
Moscu.
Minsky, H. (1984) Los procesos financieros capitalistas y la inestabilidad del capitalismo.
Investigación Económica. Enero-marzo.
Monreal. P. (1990) Estados Unidos-América Latina: una agenda económica para el nuevo
siglo. Cuadernos de Nuestra América. Vol. VII. N. 14. Enero-junio.
Moore, B. J. (1988) The Endogenous Money Supply. Journal of Post-Keynesian
Economics. Spring.
Mueller, D. C. (1979) Public Choice. Cambridge University Press. Cambridge.
Muth, J. (1961) Rational Expectations and the Theory of Price Movements. Econometrica.
N. 29. July.
Navarro, V. (2000) Globalización económica, poder político y estado del bienestar.
Editorial Ariel. Barcelona.
Nelson, E. (2004) The Great Inflation of the seventies: What really Happened? Federal
Reserve Bank of St. Louis. Working Paper. January.
Newman, P., M. Milgate y J. Eatwell. (1992) The New Palgrave Dictionary of Money and
Finance. The MacMillan Press. London.
Nisbet, R. (1995) Conservadurismo. Alianza Editorial. Madrid.
Nobay, A. y H. G. Johnson. (1977) El monetarismo desde una perspectiva teorico-histórica.
ICE. Octubre.
Novack, G. (1978) Pragmatism versus Marxism. Pathfinder Press. New York.
Novak, M. (1982) The Spirit of Democratic Capitalism. Simon & Schuter. New York.
Obregón, C. F. (1989) Controversias macroeconómicas contemporaneas. Editorial Trillas.
México.
Ornelas, R. (2002) Las empresas transnacionales y el liderazgo económico mundial.
Balance y perspectivas. En A. G. Ceceña y E. Sader. La guerra infinita. Hegemonía y terror
mundial. CLACSO. Buenos Aires.
Osadtchaia, I. M. et al. (1988) Teorias económicas no marxistas en las décadas de los 70 y
80. Problemas y contradicciones. Editorial Progreso. Moscú.
Pados-Schioppa, T. (1996) Styles of Monetary Management. Bank of Japan. Monetary and
Economic Studies. Vol. 14. n. 1.
Palazuelos, E. (2000) Contenido y método de la economía. Ediciones AKAL. Madrid.
Palazuelos, E. et al. (1988) Dinámica capitalista y crisis actual. Ediciones AKAL. Madrid.
Palazuelos, E. et al. (1990) Estructura económica capitalista internacional: el modelo de
acumulación de posguerra. Ediciones AKAL. Madrid.
Panico, C. (1988) Interest and Profit in the Theories of Value and Distribution. MacMillan
Press. London.
Peacock, A. (1992) Public Choice Analisis in Historical Perspective. Cambridge University
Press. Cambridge.
Petras, J. y H. Veltmeyer. (2001) Globalization Unmasked: Imperialism in the 21st Century.
Zed Books. London.
Phillips, A. W. (1982) La relación entre el desempleo y la tasa de cambio de los salaries
monetarios en el Reino Unido, 1862-1957. En Mueller, M. G. Lecturas de Macroeconomía.
Editorial Continental. México.
Popper, K. R. (1985) La lógica de la investigación científica. Tecnos. Madrid.
Purvis, D. D. (1980) Monetarism, a Review Article of Stein (1976) . Canadian Journal of
Economics. February.
Quintana, E. (1985) La función consumo y el multiplicador: una revisión general de la
polémica. Análisis Económico. Vol. IV. N. 6 enero-junio.
Ramirez, L. ( ) Notas para el estudio del desarrollo histórico del pensamiento económico
neoclásico.
Rayack, E. (1987) Not so Free to Choose: The Political Economy of Milton Friedman and
Ronald Reagan. Praeger. New York.
Ricoy, C. (1994) Valor, división del trabajo, progreso técnico y demanda efectiva: el
principio de causalidad acumulativa y el “enfoque del excedente”. Tesis de doctorado.
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Universidad de Santiago de
Compostela.
Robbins, L. (1994) Ensayo sobre la naturaleza de la ciencia económica. Fondo de Cultura
Económica. México.
Rosenberg, A. (2000) Darwinism in Philosophy and Social Science and Policy. Cambridge
University Press. Cambridge.
Rowthorn, B. (1977) Conflict, Inflation and Money. Cambridge Journal of Economics. I.
Sader, E. (2001) Hegemonía y contra-hegemonía para otro mundo posible. En J. Seoane y
E. Taddei (comps.) Resistencias Mundiales. CLACSO. Buenos Aires.
Saint-Paul, G. (2001) The Political Economy of Labour Market Institutions. Oxford
University Press. Oxford.
Samuelson, P. y R. Solow (1974) Aspectos análiticos de la política antiinflacionista. En
Mueller, M. G. (ed.) Lecturas de macroeconomía. CECSA. México.
Sanchez, H. y J. L. Solis. (1986) ¿Ajuste o reanimación?:Los dilemas de la política
económica en la actual crisis. Economía de América Latina. CIDE. N.14.
Sargent, T. J. (1973) Rational Expectations, the Real Rate of Interest and the Natural Rate
of Unemployment. Brookings Papers on Economic Activity. N.2 .
Sargent, T. y N. Wallace (1976) Rational Expectations and the Theory of Economic Policy.
Journal of Monetary Economics. 2.
Sargent. T. J. (1986) Rational Expectations and Inflation. Harper & Row Publishers. New
York.
Schmidt, V. (2002) The Futures of European Capitalism. Oxford University Press. Oxford.
Schulmeister, S. (2000) Globalization Whithout Global Money: The Double Role of the
Dollar as Natural Currency and World Currency. Journal of Post-Keynesian Economics.
22(3).
Schvarzer, J. (1999) Finanzas, globalización económica, ideología y ajuste. Enoikos. N. 15.
Año VIII. Agosto.
Screpanti, E. y S. Zamagni. (1997) Panorama de historia de pensamiento económico.
Editorial Ariel. Barcelona.
Serrano, F. (2004) Relaçoes de poder e a politica macroeconomica Americana, de Bretton
Woods ao padrao dólar flexible. Paper. Rio de Janeiro. Septiembre.
Shaik, A. (1990) Valor, acumulación y crisis. Ensayos de economía política. Tercer Mundo
Editores. Bogotá.
Sheffrin, S. M. (1985) Expectativas racionales. Alianza Editorial. Madrid.
Sijben, J. J. (1980) Rational Expectations and Monetary Policy. Sijthoff & Noordhoff.
Alphen aan den Rijn.
Smithin, J. (2003) Controversias in Monetary Economics. Edward Elgar. Cheltenham.
Solow, R. M. (1980) On Theories of Unemployment. American Economic Review. 70.
Spaventa, L. (1986) Un giro de ciento ochenta grados en la teoría económica. Cuadernos de
Economía Política. N.2. Vol. I. Universidad Nacional de Luján.
Stadnichenko, A. (1975) La crisis del sistema monetario del capitalismo. Editorial Progreso
. Moscú.
Stiglitz, J. E. (2002) El malestar en la globalización. Taurus. Madrid.
Summers, L. H. (1986) Some Skeptical Observations on Real Business Cycle Theory.
Federal Reserve Bank of Minneapolis. Quaterly Review. Fall.
Therborn, G. (2003) La crisis y el futuro del capitalismo. En E. Sader y P. Gentili. (comps.)
La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social. Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana.
Thurow, L. C. (1988) Corrientes peligrosas. El estado de la ciencia económica. Fondo de
Cultura Económica. México.
Titmus, R. M. (1974) Essays on the Welfare State. Unwin University Books. London.
Tobin, J. (1970) Money and Income: Post hoc ergo propter hoc? American Economic
Review. June.
Tullock, G. (1974) The Social Dilemma. The Economics of War and Revolution. Center for
Study of Public Choice. Virginia.
Turnovsky, S. J. (1984) Rational Expectations and the Theory of Macroeconomic Policy:
An Exposition of some of the Issues. Journal of Economic Education. Winter.
Usabiaga, C. y J. M. O`Kean. (1994) La nueva macroeconomía clásica. Una aproximación
metodológica al pensamiento económico. Ediciones Pirámide. Madrid.
Veltmeyer, H. y A. O´Malley. (2001) Transcending Neoliberalism: Community Based
Development. Kumarian Press. West Hartford.
Veltmeyer, H. y J. Petras. (2000) El Banco Mundial y la clase trabajadora en el entorno
neoliberal: el informe del desarrollo mundial como un “manifiesto capitalista”. En J. R.
García. (coord.) En la encrucijada del neoliberalismo. IEPALA Editorial. Madrid.
Veltmeyer, H. y J. Petras. (2000) Frente al neoliberalismo: la búsqueda de un desarrollo
alternativo. En J. R. García . (coord.) En la encrucijada del neoliberalismo. IEPALA
Editorial. Madrid.
Vercelli, A. (1987) Keynes dopo Lucas. I fundamenti della macroeconomia. La Nuova
Italia Scientifica. Roma.
Vilas, C. (1995) Despues del ajuste: la política social entre el estado y el mercado. En C.
Vilas (coord.) Estado y políticas sociales después del ajuste. Debates y alternativas.
UNAM/Nueva Sociedad. México.
Villarreal, R. (1984) La contrarrevolución monetarista. Ediciones Océano. México.
Wallace, T. (2003) NGO Dilemmas: Trojan Horses for Global Neoliberalism?. Merlin
Press. London.
Walsh, C. E. (2002) Monetary Theory and Policy. The MIT Press. Cambridge,
Massachusetts.
Walter, E. (1993) World Power and World Money Harvester. Wheatsheaf. London.
Williamson, J. (1993) Democracy and the Washington Consensus. World Development.
Vol. 21. N. 8 August.
World Bank. (1991) World Development Report. Oxford Unversity Press. Oxford.
Zurita, J. (1996) La curva de Phillips y el modelo clásico-estocástico de Lucas. En C. E.
Leriche (ed.) Lecturas sobre métodos y enfoques de la economía. Universidad Autónoma
Metropolitana-Azcapotzalco. México.
Top Related