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LA OR G AN IZAC IN DE LOS
ESTADOS N A C IO N A LES 1831-1880)
Hacia 1830, el proceso de emancipacin poltica de las
antiguas colonias de Espaa, salvo Cuba y P ue rto Rico , esta-
ba term inado. Pero lpro yecto integrador y un itario que era
consustancial al proceso tambin se diluye y comienza una
etapa de luchas caudillistas, guerras internas y conflictivos
cambios de poder, buscando formas de gobierno indepen-
diente del que no existan tradiciones ni experiencias.
Los sectores cuya insurgencia provoc la ruptura con
la metrpoli buscan asegurar su hegemona en las nuevas
repblicas, y garantizar las condiciones de su fortaleci-
miento como oligarquas criollas, agropecuarias funda-
mentalmente, y en menor grado mineras . Una de las
secuelas del rgim en co lonial fue la carencia de una tra d i-
cin gestionara de adm inistracin y g obie rno, lo que hiz o
que la vida republicana en estos pases se desarrollara a
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bandazos, entre la anarqua y el despot ismo. Salvo en
Chile y
e n
Brasi l por razones diferentes en ambos
casos, los aos qu e van desde 1830 a 1850 ap roxim ada -
mente, se caracterizan por la inestabil idad, tanto de los
gobiernos pretendidamente republ icanos como de las
naciones mismas que tratan de consti tuirse como entida-
des autnomas a partir de las artificiales divisiones polti-
co-administrativas establecidas en la colonia.
El proceso de const i tucin y estabi l izacin de las
estructuras nacionales, abarca el periodo que va desde
1830 disolucin de los pro ye cto s de integracin c on ti-
nen tal o subregionales) hasta 1880, aos m s, ao s m en os .
Y en este largo proc eso pue den d istinguirse dos m om en -
tos que, con algunos desfases, se cumplen en casi todos
los pases. Lo s prim ero s v einte aos, com o se ha dich o, se
caracterizan por las guerras civiles, enfrentamientos de
caudil los, anarqua y desgobierno; pero hacia mediados
de siglo, se empiezan a estabilizar las sociedades bajo el
control oligrquico, y una situacin favorable del comer-
cio internacional permite un incremento de los ingresos
de exportacin y un fortalecimiento econmico. Como
consecuencia de esto ltimo, a partir de 1850, la estabili-
zac in d e los estados nac ionales, afincada en el de sarro llo
de una economa de cult ivo y extractiva, profundamente
dependiente del comercio exterior, hizo que la anterior
depen dencia colonial se susti tuyera po r un a relativa inde-
pendencia poltica y un creciente fortalecimiento de los
lazos econmicos con Europa.
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Los proyectos que marcan la vida intelectual de esos
primeros aos llevan el sello dominante del l iberalismo
ideolgico en lo po ltico, y del rom anticism o en lo artsti-
co y literario. Es significativo que Andrs Bello, en 1842,
escribiera que en la literatura, los clsicos y romnticos
tienen cierta semejanza con lo que son en la poltica los
legitimistas y liberales.
Con pocas excepciones, los hombres de letras conser-
van la tradicin que surge en el periodo de la emancipa-
cin, y en las nuevas repblicas independientes se
m antiene n estrechamen te vinculados a la vida pblica y a
la accin pol t ica. Como seala Pedro Henrquez Urea,
en m edio d e la anarqua, los hom br es de letras estuvieron
tod os del lado de la justicia social, o al m enos del lado de
la organizacin poltica contra las fuerzas del desorden
Corrientes 114 .
Si bien es cierto que el sello general de esos primeros
decenios de este periodo de formacin de los estados
nacionales se articula al rom an ticism o, no es m eno s cierto
que este romanticismo tiene caractersticas difcilmente
reductibles sin violencia al romanticismo europeo. En pri-
m er lugar, p o r la fuerte v incu lacin con la vida pblica y la
poltica inm ediata qu e manten an sus ho m bre s d e letras. Y
en segundo lugar, porque no haba en Amrica una tradi-
cin clsica de modelos que enfrentar y de normas que
romp er. D e esta manera, el imp ulso libertario del ro m an ti-
cismo hispanoamericano fue ms inaugural que ruptural,
y tuvo un fuerte acento de identificacin nacional y un
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m arcado inters p o r los valores pro pio s. M s qu e anti cl-
sico fue an ti espaol, sob re t o d o en el sen tido de anti de s-
pot i smo.
Por ello, no es tan extrao que surgieran en Amrica
obras romnticas antes que en Espaa, o por lo menos,
con au tono m a respec to al pro ces o literario peninsular. Es
el caso ya mencionado de
Jicotencal
1826); y en esto s
ao s, el caso de Es teba n Eche verra 1805-1851), qu e en
1832 pub licaElvira o la novia del Plata. Si bien esta obra
como la otra, su antecesora en el romanticismo no
tuvo una gran acogida en el pblico, abre camino al reco-
noc im iento de su autor, que en 1837 da a con oce r su obra
li teraria ms importante, el relato en verso t i tulado
La
cautiva
en el que con la incorporacin del paisaje de la
pampa que l lama el desierto, el enfrentamiento
entre criollos e indios y la naturaleza salvaje, la temtica
naciona l se hace cen tro de la ob ra a diferencia de Elvira
en que estaba apenas forma lmente insinuada). E n E cheve -
rra se ilustra con bastante pr op ied ad la m ane ra nacional
y
especfica en qu e el rom an ticism o se manifiesta en A m r i-
ca, especialmente si consideramos que en 1839 escribe su
conocido re la to El matadero qu e no se pub l ica s ino
hasta
1871, y
que tambin por esos aos da a conocer,
prim ero en forma esquemtica en el peridico
El Inicia-
dor
de M onte video , enero de 1839, el texto doc trinario
que se conoce com o
Dogma socialista
1846).
El inters po r lo nacional y p o r la realidad casi ind ita
qu e iba desplegnd ose en las nuevas naciones de A m rica
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no es una preocu paci n p uram en te especulativa; est pr o -
fundamente relacionada con la necesidad de conocer,
comprender
org an izar la sociedad civil. Y hasta las acti-
vidades ms tradicionalmente desvinculadas de la funcio-
nalidad prctica com o la poesa, p o r ejemplo) o las qu e
obviamente parecieran dest inadas al esparcimiento y
recre o com o la inau guracin d e teatros y salas de espect-
culos), se articulaban a este proyecto de formar al ciuda-
dano, al agente civil y civilizado de las nuevas repblicas.
N o es pue s extrao que en el m u nd o d e las letras, la p ro -
duccin propiamente l i teraria, del modo como en nues-
tros das se entien de, fuera p ar te de una actividad m ay or y
englobante. Es as como el hombre de letras, adems de
estar creando una incipiente literatura nacional, reflexio-
naba y participab a activam ente en la form ulacin de ideas
y proyectos constitucionales, legislativos, educacionales,
etc.,co m o otra m anera de contribuir a la construccin de
las nuevas repblicas.
Sobre todo en la pr imera etapa de es te per iodo, la
f igura que mejor representa y resume en su ms al to
grado la funcin plena del hombre de letras es Andrs
Bello. Despus de un penoso aunque product ivo exi l io
en L on dr es desde 1810 hasta 1829), a m edia do s del ao
29 vuelve a Am rica, con tratado p o r el gob ierno d e Ch ile,
pas en el qu e perm ane ce hasta su mu erte 1865). Ch ile,
que haba vivido una etapa confusa y anrquica en el
dec enio anterior, a pa rtir de 1830 inicia u n proc eso d e
estabil izacin polt ica, apoyado en el sector econmico-
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social de la oligarqua terrateniente y encabezado en gran
m edida p or D iego Portales . Se const i tuye as u n gob ierno
fuerte, centralizado, pero al mismo tiempo despersonali-
za do no caudill ista), en el qu e se busca im p o n er la
impersonal idad de las leyes y ordenanzas por sobre la
voluntad e inters de los gobernantes y directivos
11
; la
C on stitu ci n de 1833, de pro long ada vigencia, a la qu e se
agrega en 1856 el Cdigo Civil, funciona como un marco
regu lado r y estabilizador de la vida ciudadana. Estas c on -
diciones pos ibilitan la ob ra de u n ho m br e del poten cial de
Andrs Bello. Su obra, amplia, variada y compleja, lo
sitan co m o un o de los intelectuales ms im po rtante s del
siglo XIX, y ella puede ilustrar en forma plena el proyec-
to que moviliza la vida cultural de ese periodo; si hay un
principio que pu eda englobar este pro ye cto dir amos que
todo l est en funcin del autoconocimiento identifica-
dor y de la organizacin y estabilizacin de la vida civil,
en los planos de la administracin, la educacin, las cien-
cias y las letras.
N o deja de ser significativo qu e las ob ras de Bello q ue
en esos aos tuvieron mayor t rascendencia americana
hayan sido el digo ivil iniciado en 1831 y pro m ulg a-
11
En esta organ izacin del aparato adm inistrativo, legislativo y
jurdico del estado chileno, aunque en un marco declaradamente repu-
blicano, se incorp oran m ucho s principios qu e eran pro pio s de la m ona r-
qua con stitucional d e Inglaterra; en esto n o deja de tener imp ortan cia la
part icipacin de M ariano Eg aa y de Andr s Bello, que haban vivido en
Londres y cono ca bien la experiencia poltica de ese pas.
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do en 1855)
12
y la
Gramtica de la lengua castellana para
el uso de los americanos
1847)
13
. El prim ero , destinado a
regular con nu evos criterios la sociedad civil, sustitu ye nd o
la legislacin espaola que segua siendo aplicada; y la
segunda, con el objeto de legitimar y normalizar el uso de
la lengua comn en las nuevas naciones.
Cabe sealar que esta preocupacin e inters por las
cuestiones relativas al derecho, al ordenamiento jurdico,
y a la lengua y las modalidades del castellano en Amri-
ca, no son privativos del singular talento y la visin de
Bello.
Si bien alcanzan en l una realizacin plena y
memorable, pueden considerarse como una marca espe-
cfica del quehacer de los intelectuales y hombres de
letras de este pe rio do . Sin pr ete nd er u n recu ento proli jo,
y solamente de paso, pueden recordarse obras como el
ragmento preliminar para el estudio del derecho
1837)
12
El C dig o Civil chileno, redactado p o r A. Bello, fue mod elo para
la organizacin legislativa de la sociedad civil en gran parte de los pases
hispanoamericanos, y es adaptado y/o usado como base para ordena-
mien tos similares en Co lom bia 1858), Ecua dor, U rug ua y 1868), M xi-
co 1879 y 1884), Nic arag ua, A rge ntin a, etc.
13
A pa rte de la num erosa s reediciones en Chile en vida del autor,
fue reimp resa en m uc ho s pases del con tinen te en Caracas, a iniciativa de
Juan Vicente Gonzlez, fue impresa por Vicente Espinal, en 1850); en
1853 se edita en Esp aa; en 1874 se hace en Bog ot la edicin an otad a d e
Rufino Jos C ue rvo . Las incontables ediciones en diversos pases la con -
vierten en referencia absoluta para la propiedad en el uso y para la ense-
anza del idioma en todo el m un do hispanoam ericano.
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y lasBases para la Constitucin de la Repblica Argenti-
na 1852) de Ju an B autista A lberd i; el antes citado Cdi-
go o Declaracin de principios...
1838; despu s
Dogma
socialista, 1946) de Esteban Echeverra; los Apuntamien-
tos para la introduccin de las ciencias morales y polticas
1840) y el Cdigo de moral fundado en la naturaleza
del hombre 1860) de Ju sto A rosem ena . Y en lo que res-
pecta a la preocupacin por la lengua, aparte de la ya
citada y otras nu m eros as ob ras de Bello, pu ed e reco rda r-
se el
Diccionario provincial ...) de voces y frases cubanas
1836) de Esteban Pichardo; el Prospecto del Dicciona-
rio m atr iz de la lengu a castellana 1850) y el Diccionario
de galicismos 1855) de Rafael M ara Baralt; las Apunta-
ciones crticas sobre el lenguaje bogotano 1867-1872) de
Rufino Jos C uerv o.
Un aspecto importante y a menudo descuidado en el
estudio de este pe riod o es el que corresp ond e a la pr eo -
cupacin por organizar y difundir los primeros reperto-
rios l i terarios, tanto nacionales como de conjunto. En
esos aos se publican las primeras antologas y los pri-
meros esbozos de historias l i terarias. Se trata de una
tarea estrecha m ente vinculada con el p ro ye ct o general y
englobante de autoconocimiento y afirmacin identif i-
cad ora en la orga nizacin de las repblicas ind epe nd ien-
tes.
En este orden, el esfuerzo ms sealado y valioso lo
con stituye la obra pionera , prolija y erudita de Ju an M ara
Gutirrez. Dentro de ella no puede dejar de mencionarse
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su Amrica Potica impresa en Valparaso en 1846
14
. Este
volumen es el primer intento sistemtico de reunir y dar a
conocer un muestrario significativo de la produccin lite-
raria en verso) de Hispanoa mrica. Lleva a manera de p r-
tico,inm ediatam ente despus de la nota de presentacin , el
texto completo de la Alocucin a la poesa de Andrs
Bello; como se ha sealado antes, este poema, de 1823,
pu ed e ser considerado u n verdad ero manifiesto de eman ci-
pac in y au ton om a literaria, de manera qu e el colocarlo en
sitio tan especial y privilegiado en esta primera antologa
15
es un ind icio revelador del carcter y la funcin que se p re -
tend e que sta cumpla. LaAmrica Potica constituye uno
de los repertorios ms interesantes y reveladores de las
letras del siglo X IX ; el qu e no h aya sido nun ca reed itado y
la dificultad de encontrar ejemplares de esta obra puede
14
En realidad, com o libro pro pia m ent e tal, y a pesar de la indica-
cin expresa de la portada, se imprimi en 1847, segn la nota final que
aparece en el volumen. El ttulo y los datos completos de esta obra de
difcil acceso son los siguientes:
Amrica Potica.
Coleccin escojida de
composiciones en verso, escritas por americanos en el presente siglo.
Parte Lrica. Valparaso: Im pre nta del Mer curio , 1846. La ltima pgina
foliada lleva el n m er o 823, y agrega una especie de colofn: La
Amri-
ca Potica se ha publicado en 43 entregas. Apareci la primera en el
mes de febrero de 1846 y la ltima a fines de jun io de 1847. C om pr en de
53 autores; 455 composiciones escojidas de estos y ms de 54.500 ver-
sos.
15
Pu esto q ue en el volu m en hay una seccin especial en qu e se
recogen los versos de Andrs Bello, este poema, colocado al inicio del
l ibro,
cump le una funcin distinta y mu cho m s imp ortante, com o defi-
nicin y tom a de posiciones respecto a la tarea que se emp rende .
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explicar el hecho de que no haya sido todava suficiente-
m ente valorada su imp ortanc ia po r la historiografa litera-
ria. A pa rte de su valor com o repertorio y com o test im onio
del pensamiento crtico literario de la poca, la obra pre-
senta algunas caractersticas interesan tes. E s revelador, p o r
ejemplo, que en la noticia inicial con que presenta a cada
uno de los 53 poetas, ordenados alfabticamente por sus
apellidos, n o se use nu nc a el gentilicio nacion al cub ano ,
chileno, argentino, mexicano, etc.), sino que simplemente
se indique el lugar de nacimiento. Tambin resulta intere-
sante observar que se incluyen en la muestra poetas de
C ub a y P ue rto R ico, a pesar de que estos pases eran toda-
va polticamente parte de la corona espaola. Por ltimo,
es digno de atencin el qu e en la presen tacin de Los E di-
tores p. V-IX ) se haga una reivindicacin de la poe sa en
las culturas prehispnicas y aborgenes, hecho singular y
hasta nov edoso en ese m om en to.
Ad em s de esta fundam ental ob ra de Ju an M ara
Gutirrez, en este periodo se publican en diversos pases
y con variados ttulos tambin) las primeras recopilacio-
nes y antologas que buscan establecer los antecedentes y
las bases iniciales de una literatu ra nacional
16
.
16
M enci n aparte corres pon dera a las antologas de la pro du cci n
literaria coetnea, con las que se busca dar a conocer y afirmar una iden-
tidad nacional y hasta una propuesta esttico-literaria. Pensamos, por
ejemplo, en el
guinaldo puertorriqueo
1843), prep arado p o r jvenes
escritores de la isla, y en el volumen que con el ttulo de
Biblioteca de
s ritor svenezolanos contemporneos
pub lica Jo s Mara Rojas en 1875.
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Los dos momentos que se pueden distinguir en este
periodo de organizacin de las repblicas como estados
nacionales podran ilustrarse tambin con dos obras que
figuran entre las ms im po rtante s pub licadas en esos ao s.
Me refiero alFacundo 1845) de D om ing o Fau stino Sar-
m iento y al Martn Fierro 1872) de Jos H ern n de z.
El prim er m om en to, en el qu e la anarqua y el caudillis-
mo no son sino dos expresiones de una misma realidad
social confusa y desorientada, da origen a una obra que
sin ser estrictamente literaria en trminos convencionales
mezcla de ensayo antropolgico y social, con descrip-
cin de ambientes y costumbres, reflexin ideolgica y
exposicin d e tesis polticas y program ticas se con side-
ra una pieza magistral de las letras del siglo X IX . N o s refe-
rimos a Civilizacin y barbarie Vida de Juan Facundo
Quiroga com o se titula en su prim era edicin , cono ci-
da con el no m bre abreviado deFacundo Expresin maes-
tra de la ideologa europeizante del liberalismo clasista y
del romanticismo, en Facundo se formaliza literariamente
la tesis, cara a la oligarqua ilustrada, de que la verdadera
causa de los males de Amrica se define por un conflicto
entre la civilizacin europea y la barbarie am ericana. Y que
los espacios en que se despliegan estos do s principios anti-
nmicos son la ciudad y el campo, respectivamente. Para
Sarmiento, la dicotoma se plantea en trminos irreducti-
bles, y las anheladas y necesarias metas del progreso, en
trminos d e ord en social, desarrollo del com ercio, la indu s-
tria y la educacin, slo sern posibles en la m edida en qu e
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la civilizacin someta a la barbarie. Esta tesis esque-
mtica y brutal de Sarmiento tuvo larga progenie, sobre
todo por la facilidad con que pudo ser asimilada por el
positivismo, entonces todava incipiente, que pudo darle
nuev os rasgos y argu m entos y prolo nga r su vigencia ideo-
lgica inclu so hasta bien avan zado el siglo X X .
A l publicarse el libro de Sarmiento, en plen o m om en to
de una sociedad corroda por luchas intestinas, los referen-
tes precisos de carcter local eran los blancos e ilustrados
oligarcas de Buenos Aires, por una parte, por otra, los
caudillos provincianos y los gauchos mestizos y montone-
ros.
C o n el pro ceso d e estabilizacin de la sociedad a rgenti-
na, despus de la derro ta de Jua n Man uel de Rosas 1852) y
especialmente a partir del triunfo de las tropas de Bartolo-
m Mitre y el fin del conflicto entre la Confederacin y
Bu enos A ires 1861), se consolida y desarrolla el pod er d e la
oligarqua agraria y ganadera. Bajo su hegem ona se busca la
unificacin del pas, y ya la dicotoma de Sarmiento no
pued e plantearse en los m ismos trmin os referenciales.
El segun do m om en to d e este pe riod o, en el que se con-
creta la estabilizacin de la vida social, por el carcter de
las econom as en desarrollo induce a un a reconsideracin
de la visin negativa del campo y la provincia, ya que el
nuevo proyecto implica, para afianzar la unidad nacional,
su integraci n al pro ce so , y la superacin de los prejuicios
excluyentes. El gaucho, en el esquema de Sarmiento,
representaba li teralme nte la barbarie negativa que se o po -
na a la civilizacin, al progreso, al orden. Pero en esta
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nueva etapa consolidativa y estabilizadora, su funcin era
fundamental para el desarrollo de la produccin, sobre
todo ganadera, un a de las ms fuertes bases de la econom a
nacional. Por eso empieza a reajustarse el esquema, y, sin
salirse del modelo maniqueo de civilizacin y barbarie,
se le empieza a considerar como un agente de la civiliza-
cin, del pro gre so , del do m ini o sob re el cam po y la tierra.
La obra en que adquiere su dimensin metafrica este
cam bio, n o de la antino m ia sino de sus referentes con cre-
tos,
esEl gaucho Martn Fierro 1872) de Jos H ern n de z,
uno de los libros ms ledos y difundidos en esos aos y
que se ha convertido en una verdadera epopeya nacional
en A rgentina. En esta obra, H ern n de z, sin ro m pe r con el
esquema de Sarm iento, coloca los trm inos civilizacin
versus barbarie) en una dimensin referencial ms cohe-
rente con la nueva realidad. El gaucho, que es blanco o
m estizo, emp ieza a vincularse a los valores pos itivos la
civilizacin, en trm ino s de Sarm iento ), y el factor an ta-
gn ico, la remo ra y el atraso, pasa a ser el ind io, trad icio-
nal po see do r de las tierras qu e ha y que civilizar. El
Martn-
Fierro obra, p o r o tra pa rte, de indu dab le maestra artsti-
ca, cumple la funcin de proyectar una imagen pica y
heroica del gaucho, idealizado adems como figura noble
y sencil la; es el hombre que hace producir el campo,
som etin do lo a la civilizacin, a pesar d e las adv ersidades,
inco m pren siones e injusticias. Esta idealizacin del gau-
cho va a parejas con la satanizacin del indio, el brba-
ro, reacio a la civilizacin, al cristianismo, a la cultura y
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leyes de los blancos. Como puede revelarlo ua lectura
atenta de la ob ra, llama la atencin que los mism os rasgos
y expresiones que se emplean para caracterizar la barba-
rie en el
Facundo
son los que se emplean para caracteri-
za r a los ind ios en elMartn Fierro
Al entrar en una etapa de estabilizacin las sociedades
y al irse, en may or o me no r grado , cons olidand o las rep-
blicas, la produccin literaria empieza a desprenderse de
funciones contingentes inm ediatas. Sobre to do a pa rtir d e
mediados del siglo se advierte la creciente presencia de
obras en las que se reivindica cierta auton om a de funcio-
namiento y la bsqueda de una condicin ms propia-
m ente l iteraria. El co stum brism o art culos, cuad ros y
relatos) establece una especie de zona de transicin entre
el entretenimiento y la cr t ica ms o menos amable de
tipos y comportamientos sociales; incluso en el teatro
ofrece una expresin bastante lograda, en las obras, por
ejemplo, de Manuel Ascencio Segura o de Felipe Pardo.
La prensa peridica posibilita tambin un tip o de literatu-
ra en las qu e la funcin de entrete ner se va privilegiando;
se fortalece en esos aos el folletn sentimental y de intri-
ga con u n eno rm e desarrollo en M xico, p o r ejem plo).
Ya en la segunda m itad del siglo la novela se ntim ental y
realista los dos eleme ntos integra dos ) m uestra n un p re -
sencia ma du ra del gnero , qu e se acrecienta con el tiem po .
De esos aos destacan Martn Rivas 1862) de A lb ert o
Blest Gana, y
Mara
1867) de Jo rg e Isaacs. H acia fines de
este pe riod o se pr od uc e u na especie de recuperacin de la
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temtica indgena, con obras cuya perspectiva sentimental
e idealizada no en tra en con tradic cin con los criterios
dominantes; ejemplos de esta propuesta pueden verse en
Cum and o los amores de dos salvajes 1871) de Ju an
Len Mera, y en Enriquillo 1878, 1882) de M anue l de
Jess Galvn.
Con todo, y a pesar de las varias muestras de obras
literarias que an hoy conservan su vigencia artstica, no
es sino hasta el periodo siguiente, despus de 1880, que la
produccin literaria empieza a tener un desarrollo relati-
vamente au tn om o, a formularse su pr op io pro ye cto
paralelo a los proyectos sociales, polticos y reivindicati-
vos que se plantean en las otras esferas de la vida social.
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