HERVÉ TULLET PREMIO 2011
NOTAS DE PASO
ROJO DE TÍTULO
DE DIABLO EN PORTADA TRUMAN CAPOTE
JULIO 2011 ME LLAMO ROJO. […] Me gusta que me apliquen en las
escenas de batalla donde la sangre se abre como una flor, en el
caftán del mejor literato cuando jóvenes hermosos y poetas se
reúnen en el campo para beber vino y escuchar música, en las alas
de los ángeles, en los labios de las mujeres, en las heridas de los
muertos y en las cabezas cortadas cubiertas de sangre. Puedo oír
vuestra pregunta: Entonces, ¿en qué con- siste ser un color? El
color es el tacto del ojo, la música de los sordos, una palabra en
la oscuridad. Como desde hace de- cenas de miles de años he estado
escuchando lo que hablaban las almas, como si fuera el susurro del
viento, de libro en libro y de objeto en objeto, puedo afirmar que
mi caricia se parece a la de los ángeles. Parte de mí llama a
vuestros ojos desde aquí; esa es mi parte seria; la otra se vuelve
alada en el aire con vuestras miradas; esa es mi parte ligera. ¡Qué
feliz me siento de ser el rojo! Soy fogoso y fuer- te; sé que llamo
la atención y que no podéis resisti- ros a mí. […] No temo a los
demás colores, ni a las sombras, ni a la multitud, ni a la soledad.
¡Qué hermoso es llenar con mi fuego triunfante una superficie que
me está esperando! Allí donde me extiendo, brillan los ojos, se
refuerzan las pasiones, se elevan las cejas y se aceleran los
corazones. […] Aparezco en cualquier parte. La vida comienza
conmigo, todo regresa a mí, creedme. Guardad silencio y escuchar
cómo me convertí en un rojo tan prodigioso. Un maestro ilustrador
que entendía de pigmentos machacó en un mortero con sus propias
manos las mejores cochinillas rojas secas llegadas del lugar más
cálido de la India hasta conver- tirlas en un polvo muy fino.
Preparó una mezcla con cinco dracmas de aquel polvo, un dracma de
planta jabonera y medio dracma de venturina, echó tres cuartillos
de agua en una cazuela y puso a hervir la jabonera, luego añadió la
venturina y lo mezcló todo bien. Dejó hervir la mezcla […] echó el
polvo rojo a la cazuela y lo mezcló bien con uno de los limpios y
delicados palillos que usaba para tal menester. Ahora iba a
convertirme en un auténtico rojo, pero mi con- sistencia era tan
importante. […] Pasaron varios días y yo permanecí allí, en la ca-
zuela, sin mezclarme con nada. […] En medio de aquel silencio
medité lo que significaba ser rojo. En cierta ocasión, en una
ciudad de los persas, mien- tras un aprendiz me aplicaba con un
pincel […] pude oír una discusión entre dos maestros ciegos:
—Nosotros, que hemos acabado quedándonos cie- gos, como es natural
[…], podemos recordar qué tipo de color era el rojo, qué sensación
producía. […]—Si lo tocáramos con la punta de un dedo sería entre
el hierro y el cobre. Si lo cogiéramos en la mano, quemaría. Si lo
probáramos tendría un sabor pleno como de carne salada. Si nos lo
lleváramos a la boca, nos la llenaría. Si lo oliéramos, olería a
caballo. Si oliera como una flor se parecería a una margarita, no a
una rosa. El apuesto aprendiz me aplicó lentamente sobre el
cobertizo de la silla del caballo. Es una sensación tan agradable
introducirme con mi plenitud, mi fuerza y mi vitalidad en el blanco
y negro de una hermosas ilustración, que cuando el pincel de pelo
de gato me extiende sobre el papel siento un cosquilleo de alegría.
Y así, al darle color, es como si le ordenara al mundo “Existe” y
el mundo toma mi color de san- gre. El que no ve puede negarlo,
pero estoy en todas partes.
Extracto del libro Me llamo rojo de Orhan Pamuk, Editorial
DEBOLSILLO.
No. 27 Tema: ROJO
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NERD PLUS MI ROJO FAVORITO P.5 Por Bernardo Fernández, BEF
ESTE MES EL COLOR DE LA PENUMBRA P.6 Por Fernando Yacamán
Neri
ESE COLOR EXHIBICIONISTA Y BURLÓN P.8 Por Rogelio Flores
PIRÓMANOS P.10 Por Julián Robles
DIABLOS, DIABLEROS Y DIABLITOS P.12 Por Alberto Constanza
ENTREVISTA A JUAN GABRIEL VÁSQUEZ Premio Alfaguara 2011 P.14 Por
Jorge Vázquez Ángeles
VICENTE ROJO Puntos Rojos P.16 Por Bernardo Fernández, BEF
EXPEDIENTE SECRETO EL LIBRO ROJO P.20 Por Sir Reed A. Lot
ARTE FOTOGRAFÍA EN ROJO P.23 Por Staff Leemás
CINE EL COLOR DE LA FRONTERA P.25 Por Erick Estrada
¡NIÑOS A LEER! ENTREVISTA A HERVÉ TULLET P.28 Por Rodrigo
Morlesin
INSOMNIO LAMENTO ROJO P.30 Por Diego Rabasa
+ NOTAS DE PASO
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incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la
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Secretaría de Gobernación.
POR BERNARDO FERNÁNDEZ, BEF
Probablemente no exista color con carga simbólica tan fuerte como
el rojo. De ese color es la sangre. Rojas, se dice, son las
pasiones inflamadas. Quizá su vinculación con la concupiscencia
tenga su origen en el enrojecimiento de los labios asocia- do con
la fertilidad que experimentan muchas mujeres. Por ello la
invención del lápiz labial, para simularlo. Ani- males teníamos que
ser.
Teñir de ese color el título de un libro siempre puede ser
riesgoso. Tal fuerza tiene que manejarse con cuidado, pero no pocas
veces se le ha ligado a buenas obras.
Está por ejemplo el caso del cuento La muerte de la más- cara roja,
de Edgar Allan Poe, uno de los gigantes de la literatura
anglosajona, triple padre del horror, el género policiaco y la
ciencia ficción. En él, un grupo de nobles se encierra en un
castillo queriendo eludir la peste que azota la comarca, sólo para
descubrir aterrados que la muerte se cuela a una de sus fiestas
pantagruélicas.
Recientemente la escritora norteamericana Suzy McKee Charnas
escribió un brillante cuento-homenaje a esta historia de Poe. Lo
tituló Lowland Sea y está incluido en la antología Poe de Ellen
Datlow, conmemorativa del bicentenario del borracho favorito de
Baltimore, hasta donde sé aún no traducida al castellano.
Entre los clásicos están también El rojo y el negro, de Stendhal,
La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne y La roja insignia del
valor, la desgarradora novela sobre la guerra civil norteamericana
de Stephen Crane. Y más cercana a nosotros, Cosecha roja,
electrizante historia policiaca de Dashiell Hammett, autor también
del céle- bre Halcón maltés.
A principios de los años noventa, Kim Stanley Robinson, es- critor
californiano de ciencia ficción (a quien tuve el gusto de
entrevistar para esta publicación) publicó su Trilogía mar- ciana,
que inicia con Marte rojo, épica historia de los prime- ros colonos
terrestres en nuestro planeta vecino. Escrita con gran rigor
científico pero también con la sensibilidad de un poeta, la
trilogía que se completa con Marte verde, Marte azul y el libro
complementario de cuentos Los marcianos —todas publicadas por
Minotauro —es una de las más bellas obras de la ciencia ficción
contemporánea (niños, dejen de leer a Isaac Asimov y compren los
libros de Stan).
Mi tocayo Bernardo Esquinca publicó hace algunos años Belleza roja,
inquietante novela alrededor de un fotógrafo de nota roja y una
clínica de cirugías estéticas.
El cine nos ha dado grandes cintas tituladas en rojo: Rojo
amanecer, La caza de Octubre rojo, Al rojo vivo, Red, Trois
couleures: Rouge, Dragón rojo, La delgada línea roja y hasta una
reciente versión de Caperucita roja, en- tre decenas de cintas (no
de todos los colores, porque son rojas, pero sí de todos los
sabores).
Durante años, el término rojo fue sinónimo de comunista y por lo
tanto, en muchos círculos, de ser alguien peligroso. En realidad
creo que casi todos los rojos que vivían fuera de la Unión
Soviética eran más soñadores que nocivos. Alguna vez escuché decir
que lo único que la mayoría de los norteamericanos sabían del
comunismo era que no les gustaba.
Ello bastó para desatar la caza de brujas de los años 50 en nuestro
vecino país. Ser rojo era poco menos que ser agen- te del
anticristo. Curioso, ahora que lo pienso también lo infernal y
diabólico se asocia con ese color.
Tenemos al equipo de los Diablos rojos y a los Red Hot Chi- lli
Peppers. Al poeta Gonzalo Rojas y al pintor Vicente Rojo (al que
entrevisté para este mismo número). A las actrices María y Helena
Rojo. A El libro rojo de Mao; al ejército rojo ruso, creado por
León Trotsky; a las brigadas rojas italianas; a la nociva marea
roja; a la Pimpinela escarlata, padre de toda la estirpe moderna de
justicieros enmascarados; el mole rojo; al refresco Mundet rojo
(que nunca he sabido a qué sabe, acaso simplemente a rojo); a
Arturo César Rojas, escritor mexicano de ciencia ficción, a las
enchiladas rojas y a la siempre infravalorada lencería roja.
Pero mi rojo favorito es de todos los tiempos Pepe Rojo, amigo
escritor que ha publicado los libros Yonque, Punto cero y
recientemente Interrupciones, talentoso narrador y lúcido ensayista
que ha cumplido el papel de ser mi gurú personal sin que nunca le
haya pedido permiso. Él es tam- bién autor de Ruido gris, el cuento
de ciencia ficción mexi- cana más leído y conocido en los Estados
Unidos. ¿Cómo no adorar a este sujeto? Lo siento, tendrán que
disculpar ustedes que use un me- dio impreso como esta revista para
decirle a Pepe que lo quiero y admiro. +
NERD PLUS5 LA COLUMNA DE BEF Novelista y dibujante de cómics.
Incluyó el cuento Ruido gris de Pepe Rojo en su antología Los
viajeros: 25 años de ciencia ficción mexicana (SM, 2010).
Mi rojo favoritoMi rojo favorito
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POR FERNANDO YACAMÁN NERI
Algunos especialistas afirman que el rojo es el primer color que
vemos al nacer. Color destellante estudiado por la ciencia y el
arte. Kandinsky decía que el rojo es el color que atrae al espec-
tador; para no adentrarnos en teorías, simplemente basta con-
testar la siguiente pregunta: ¿Qué grado de sensualidad puede
llegar a adquirir una mujer con los labios pintados de rojo? En los
años veinte, Coco Chanel lanzó al mercado el primer pinta- labios
de este color; su éxito causó furor entre la mayoría de las
mujeres. Desde ese entonces se creó uno de los estereoti- pos más
emblemáticos del siglo XX, vigente hasta nuestros días. Gentlemen
prefer blondies, sí, tal vez en el mundo occidental la mayoría de
los hombres prefieren mujeres rubias con bocas rojas porque
destellan ambición, seguridad y peligro.
El rojo se emplea a nivel mundial para señalar peligro: en el trán-
sito de vehículos, en la industria, la mercadotecnia, etc. En el
mar, por ejemplo, donde las banderas se incorporan para adver- tir
lo intenso de las marejadas. Es el color que predomina en el
infierno y el más usado para representar al diablo.
Como hemos visto, el rojo puede tener distintas connotaciones y
formas de distinguirse ante sus ciento cinco tonos percibidos por
el ojo humano; lo han utilizado revolucionarios, científicos o
artistas, y algunos literatos, como el premio Nobel Orhan Pamuk en
su libro Me llamo rojo, novela formada por pequeños capítu- los (Me
llamo Negro, Me llamo Asesino, Me llamo Ester, entre otros).
Justamente en Me llamo Rojo, la sangre cobra voz propia para
describirnos hechos y argumentos filosóficos relacionados con las
connotaciones que denota este color. Cada capítulo está escrito en
primera persona, en voz de diferentes personajes que van
construyendo de forma entretejida el relato. La historia está
EL CUADERNO ROJO Paul Auster
ANAGRAMA
CORREGIDOR
ubicada en el Estambul del siglo XVI, bajo las creencias islámi-
cas más ortodoxas. El conflicto radica en que el sultán otomano
convoca a cuatro ilustradores para realizar un libro compuesto por
una serie de pinturas hechas a base de las más nuevas técni- cas
occidentales que daban como resultado imágenes realistas nunca
antes logradas. La imagen del sultán encabezará el libro, motivo de
escándalo por las creencias de la época. En ese en- tonces una
pintura era símbolo de inmortalidad y, para los cre- yentes,
resultaba una blasfemia al parecerles una comparación con Dios.
Estos sucesos provocan el asesinato de uno de los ilustradores y es
aquí donde aparece el personaje Soy Negro, que se abocará a
encontrar al culpable del crimen; el lector se verá inmerso en la
búsqueda del asesino y de otras historias que incumben enredos
amorosos, asuntos filosóficos y políticos. Es una novela de alguna
manera inclasificable por la variedad de temas que Pamuk aborda con
maestría.
El rojo también señala a la locura. Un ejemplo es el libro La
Hierba Roja, escrito por el multifacético y controversial Boris
Vian, donde el ingeniero Wolf, con la ayuda del mecánico Lazu- li,
construye una máquina capaz de transportarlos a diferentes momentos
de su vida. En esta novela encontramos escenarios y personajes
ligados al surrealismo, que explorarán miedos, ca- rencias y
obsesiones, quizá del mismo autor, ya que la crítica lo consideró
desde su publicación en 1950 como el trabajo más autobiográfico de
Vian.
En el caso de Paul Auster, el color rojo aparentemente sólo es un
accidente de los hechos extraordinarios que se relatan. El
protagonista en El cuaderno rojo relata una serie de historias que
enuncian lo trascendente que puede causar en apariencia lo
intrascendente; las pequeñas acciones que consiguen cam- biar el
rumbo de toda una vida o, incluso, acabarla. Por todo lo enunciado
en el principio, estoy seguro que este libro no pudo llamarse “el
libro rosa” o “el libro negro”. Tenía que ser rojo, por- que la
naturaleza de las historias lo exige.
De la misma manera sucede con Lo Rojo y lo Negro de Stendhal. La
historia, titulada en un principio Julien, se ubica en la Francia
del siglo XIX. Narra la vida de Julien, quien nace dentro de una
familia humilde. Sin embargo, él posee otras inquietudes, siente
deseos de superación, tanto intelectual como económica. Ante esta
búsqueda, el lector descubrirá una sociedad fragmentada en la que
Julien, para alcanzar su objetivo, tendrá que mentir y actuar ante
los demás a merced de su conveniencia. El título del libro cambió,
quizás por los elementos históricos y políticos que se manejan
dentro de la trama. El rojo puede sugerir el color de los uniformes
del ejército así como los aspectos políticos que Stendhal incorpora
en la trama dentro de la novela.
La lista de autores que han decidido encabezar alguna de sus
propuestas literarias con el color rojo es extensa. Aquí aparecen
cuatro. En orden de aparición: un rojo multifacético, un rojo al
borde de la locura, un rojo por “accidente”, un rojo que destella
ambición.
Quizás el rojo sólo sea un adjetivo transformado en un pretexto
para ver o marcar esa parte de nuestra naturaleza que tanto nos
seduce y nos aterra. Aunque su misterio es evidente, también se
dice que el rojo es el último color que se ve antes de morir. +
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LA HIERBA ROJA Boris Vian,
TUSQUETS
EN PORTADA CON ROJO DE SANGRE8
POR ROGELIO FLORES
Un foco que se enciende en el tablero de un auto cuando el
combustible está a punto de agotarse y conduces en la carrete- ra,
quizá con alguien siguiéndote. Eso es la sangre. Su aparición, por
discreta que sea, todo lo cambia. Ya nada será igual una vez que
asome para teñir las cosas de ese color exhibicionista y bur- lón
que se pretende elegante y oscuro, y sin embargo, es salvaje,
vulgar y maldito.
La sangre deja manchas en el alma, manchas que no se quitan a menos
que seas un psicópata con repelente a la culpa. Nunca aparece fuera
de un cuerpo por medios naturales. Entre ella y el mundo siempre
hay un mediador; alguien que da un puñetazo, blande un arma blanca
o jala el gatillo de una pistola. Entonces irrumpe el líquido tibio
y pegajoso que ofende y deja asentado: aquí se ejecutó un
crimen.
La literatura del crimen, más que testigos, nos hace cómplices.
Apela a nuestro mirón más perverso. Fascinación, miedo u horror, al
asistir a un crimen literario algo nos impide intervenir y devo-
ramos las páginas, y cuando decidimos cerrar el libro ya es dema-
siado tarde, ya somos partícipes. Nuestro morbo nos ha llevado a
tatuarnos escenas de muerte en la memoria.
Nadie que haya leído A sangre fría de Truman Capote, podría olvidar
cómo es asesinada la familia Clutter, ni gustaría de co- mentarlo a
detalle. Los lectores de Capote se centrarían en su maestría
narrativa y su investigación, pero no en los hechos que llevaron a
los criminales Richard Hickock y Perry Smith (dos po- bres diablos,
ciertamente) a vivir un infierno de culpas que sólo terminaría con
su dilatada ejecución.
Algo similar sucede con James Ellroy. Abrir sus libros es abrir una
puerta del infierno. Imposible soslayar que el origen de toda su
obra es el brutal asesinato de su madre, jamás resuelto. Él parece
no querer olvidarlo. Da la impresión que lo mantiene presente
siempre. Incluso se percibe un deseo de hacernos vivir a sus lec-
tores ese dolor, ese horror… pero también su fascinación por la
locura homicida. Las historias de Ellroy sólo pueden ser fruto de
la mente de un genio o de un bastardo sin alma. Prueba de ello,
Sangre vagabunda, episodio delirante de la historia moderna de los
Estados Unidos, los años sesenta, caldo de cultivo de la Guerra
Fría. Conspiración, paranoia, drogas, política, corrupción. Todo
elemento perturbador aparece como moneda corriente en una nación
donde el poder ha intoxicado a sus miembros, más aún, a su cúpula,
a sus líderes. Mismos que dejan florecer asesi- nos a sueldo y con
placa para matar sin culpa y jalar gatillos como quien dispara
flashes fotográficos en una fiesta hollywoodense, dejando correr la
sangre, minando existencias, manteniendo un orden inhumano:
sirviendo al poder.
Ahí es donde radica la semilla del crimen, en el poder. Detrás de
los asesinatos de A sangre fría y Sangre vagabunda está el poder, y
no sólo el político o económico, sino el más animal: ese susurro
diabólico que te dice: puedes hacerlo. De ahí nace la mo- ral del
asesino, de quien cruza la puerta y abre el grifo del cual mana
sangre inocente.
La literatura del crimen, además de cómplices, también nos hace
justicieros al inocularnos la semilla del ajuste de cuentas. En
Deu- da de sangre, de Michael Connelly, atestiguamos la necesidad
por hacer justicia, aun a costa de la vida misma. En una metáfora
perversa del autor –a su vez discípulo de Ellroy–, Terry McCaleb,
un ex agente del FBI, sobreviviente a un trasplante, emprende una
cacería para atrapar al asesino de su ángel guardián, la mujer que,
ya muerta, le donó el corazón que lo mantiene vivo. Lo ante- rior,
con la muerte pisándole los talones.
Douglas Preston y Lincoln Child, en Pantano de sangre, narran la
pesquisa del erudito y elegante agente del FBI, Aloysius Pender-
gast (personaje de culto, por cierto, protagonista de una decena de
novelas), quien a doce años de ser viudo descubre que todo ese
tiempo tuvo en sus narices un indicio que apunta a que la muerte de
su mujer no fue accidente, y sí un homicidio, lo que le mueve a
indagar en el caso más personal de su carrera, mismo que le lleva
de Nuevo Orleans a África, así como a perder su clá- sica
compostura. De nuevo la sangre derramada que no obtuvo justicia se
hace presente. Como ya se dijo, la sangre deja man- chas que no se
quitan.
Viajes que inician con una investigación; una periodística, tres
detectivescas, espirales descendentes a lo más oscuro de la mente y
el alma, todos motivados por la sangre derramada y sus
consecuencias. Encarar el crimen, ya como reportaje en el caso de
Capote o bien en el género negro con el despiadado James Ellroy,
Micheal Connelly y la dupla Preston&Child (cuya rúbrica parece
sacada de la puerta de un despacho de detectives) nos arrastra a
ese punto donde la locura es un cable y nosotros los equilibristas
que caminan con los ojos vendados. Libros donde la sangre impera
–desde su título– con toda su carga de infortunio y aviso de todo
lo que se desatará, como el foco que se enciende en el tablero de
un auto, cuando el combustible está a punto de agotarse y te
siguen, y de nada vale pisar el acelerador como un loco. Eso es la
sangre, y su color, el rojo que se torna en negro, ese color
exhibicionista y burlón. + Tr
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y Lincoln Child PLAZA Y JANÉS
A SANGRE FRÍA Truman Capote
ANAGRAMA
ESTE MES CON ROJO DE FUEGO10
POR JULIÁN ROBLES
El fuego es una de las armas más peligrosas que existen cuan- do es
manipulado por seres sin escrúpulos. Especialmente un escritor. Si
no pregúntenle a Nerón, que desde que Suetonio le endilgó en Vidas
de los Césares el sambenito de haber sido cul- pable del incendio
de Roma, aún dos milenios después cada vez que un pobre diablo
rasga los fósforos y amenaza con prender la casa de sus suegros
vuelve a figurar colmado de descrédito el nombre del
emperador.
Así pues, el más famoso pirómano de la historia es un invento de la
literatura. No hay razones para creer que fuera de otro modo. El
fuego ejerce un encanto al que pocos autores se han resistido. ¿Por
qué? Si tienen la cabeza vacía y treinta segundos de ocio, observen
la danza del oxígeno en combustión hasta que se consuma ya sea el
tiempo dispuesto o la flama del cerillo. Al final bailarán también
una que otra neurona dentro del cráneo y habremos descubierto un
poco más de nosotros mismos. Ahora bien, si medio minuto es
insuficiente para controlar la fascinación por las llamas, siempre
habrá la oportunidad de poner a arder la imaginación con un libro,
aunque también exista el riesgo de salir quemados por andar
metiendo las manos al fuego.
Pirómano, de Robert Bloch, puede aliviarnos de la obsesión. Au- tor
de culto en la novela negra e inmortalizado gracias a la adap-
tación al cine de Psicosis, por la cual legiones de cinéfilos le
están agradecidos, Bloch asegura que todos somos pirómanos en po-
tencia, sólo basta que alguien encienda la mecha para explotar.
Como Philip Dempster, su álter ego, la delicada línea que nos se-
para de tales psicópatas es reconocer que podríamos serlo. Casi
todos los pirómanos niegan que lo sean; incluso se lo niegan a
sí
mismos, puntualiza el personaje en uno de los mejores capítulos del
libro, antes de que los vicios típicos del género desenmara- ñen la
trama en un desenlace que apaga las fugaces llamaradas de genio que
alumbran muchas de sus páginas.
Es probable que Bloch no hubiera tenido tiempo de leer, pues fue
publicada casi al mismo tiempo, la obra maestra de Yukio Mishima,
El pabellón de oro, quizás el mejor relato de un incen- diario,
pero Stephen King contó con veinte largos años para aprender del
gran narrador japonés antes de abordar el tema en Ojos de fuego,
publicada en 1980. Mezcla de piromanía, complot político y relato
de terror, la versión de King es una de esas his- torias que
merecen el nefando elogio de decir que el lector una vez que
empieza ya no puede detenerse. Y es que no hay nada en ella que
merezca un instante de introspección, el argumento es demasiado
enredado para explicarse en unas cuantas líneas, y podríamos
ahorrarnos muchas más si encontráramos en la tele- visión algún día
la película donde una imberbe Drew Barrymore usa sus poderes
sobrenaturales para chamuscar las cosas horri- bles que encuentra a
su paso.
Caso muy distinto al de la exitosa e irreverente novela de Brock
Clarke, El club de los pirómanos para incendiar casas de escrito-
res, cuyo único pecado es la mala traducción del título. Aquí es
imposible no interrumpir la lectura y desfogar una flamante car-
cajada cada vez que el protagonista nos deleita con sus ocurren-
cias y continuas metidas de pata. Pirómano accidental y hombre de
pocas luces, este entrañable personaje difícilmente apagará su
flama en la hoguera de las vanidades donde brillan los inolvi-
dables antihéroes de la narrativa estadounidense. Sam Pulsifer y su
creador deberían formar parte ya de los clásicos de la picares- ca
norteamericana, junto a Toole, Salinger & Cía. Su humor nos
abrasa desde las primeras frases donde la chispa del ingenio se
esparce en una reacción en cadena y tras mantenernos en ascuas nos
achicharra de risa hasta el final y más allá, pues el colofón es
una entrevista imaginaria entre el autor y su inolvidable criatura,
no tan divertida pero sí reveladora, como las teas que sobreviven a
la deflagración.
Existe la posibilidad, claro está, de que usted sea un amante de
los reallity shows, abomine la ficción y prefiera libros sin menti-
ras; el tipo de persona que cree que la piromanía es un proble- ma
que sólo atañe a los psiquiatras y bomberos. En tal caso, hay un
libro imprescindible que lo mantendrá alejado de ese mundo
inexistente y licencioso de los narradores: El fuego, mitos, ritos
y realidades, editado por Anthropos. En él hallará un edificante
estudio lleno de estadísticas sobre las fogatas forestales en An-
dalucía; un aleccionador ensayo acerca de los ritos incendiarios de
los himba, nativos de Angola y Namibia; o apelará al naciona- lismo
para desentrañar la cosmovisión ígnea de la cultura otomí. Tercer
tomo de una colección dedicada a recopilar las conferen- cias
dictadas en los Coloquios Internacionales organizados por el Centro
de Investigaciones Etnológicas de Granada, a principio de los
noventa, el libro está consagrado al fuego (los otros tres
mamotretos hablan del agua, la tierra y el aire) y seguramente lo
mantendrá con la mente libre para no pensar nunca jamás en esa
rojiza energía capaz de volvernos locos o suicidas. + St
ep he
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eg a
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DeBOLSILLO
PARA INCENDIAR... Brock Clarke
POR ALBERTO CONSTANZA
De todas las imágenes que han tratado de representar al Diablo,
definitivamente la que más me gusta es aquella donde aparece rojo
hasta la cola, cargando un tridente, de barba, cornudo, con una
pata de gallo y otra de cabra: su estampa de la Lotería mexi- cana.
La imagen es el resultado de un laborioso ensamblaje que con el
transcurrir del tiempo, cristianos y católicos fueron cons-
truyendo hasta obtener un monstruo abominable y de cuidado a ojos
del público medieval, tan susceptible al temor de Dios y, por ende,
al señor de las tinieblas. De Fauno arrebataron los cuernos, la
barba, las patas y la cola; su sulfurosa esencia se ex- trajo del
hogar de los Titanes griegos; el color está inspirado en Seth, el
dios rojo egipcio que habita el desierto. La fiesta para adorarlo
se llama aquelarre, palabra de origen vasco, especie de orgía que
se practica, de preferencia, en cuevas, montañas o lugares
apartados.
En México la palabra diablo remite a dos conceptos diametral- mente
opuestos: un pobre diablo es aquella persona que lleva una
existencia pusilánime; ser un diablo, por el contrario, define a
una persona audaz y veloz, invencible, de mente maquiavélica.
Mefistófeles, sin duda, encaja en esta última categoría. En Fausto,
obra cumbre de Goethe y de la literatura universal, el doctor del
mismo nombre, a pesar de haber estudiado filosofía, jurispruden-
cia, medicina y hasta teología, no ha obtenido el conocimiento
necesario para transformar a los hombres, ni posee bienes ni di-
nero, leitmotiv de los pactos demoniacos. En resumen: se trata de
un pobre diablo que vende su alma a Mefistófeles, quien en realidad
ha apostado con Dios a que será capaz de quedarse con el alma de
Fausto.
Todo lo contrario ocurre en El diablo enamorado, de Jaques Ca-
zzotte, obra publicada en 1772, y una de las favoritas de Jorge
Luis Borges. El capitán Alvaro (así, sin acento), por no quedar mal
con sus compañeros de armas —uno de ellos le dice cómo llamar al
oscuro— convoca al diablo a que se manifieste. Una enorme y
monstruosa cabeza de camello aparece; el joven disimula su temor y
le exige al engendro que cobre una forma más amable a su vista. Se
transforma en perro, en paje, en una famosa arpista y, una vez en
el dormitorio del capitán, en Biondetta, una mujer hermosa, de
formas delicadas y sensualidad radiante. Biondetta se humilla hasta
lo inimaginable por el amor del capitán: se con- vierte en una
pobre diabla. Alvaro deberá decidir si el amor que le manifiesta
Biondetta es verdadero, o sólo una estrategia para apoderarse de su
alma.
Una tradición castellana habla de un grupo de demonios que, si bien
no son tan inofensivos, les gusta más hacer bromas y cau- sar
enredos entre los humanos. Son, para aproximarlos a nuestra
tradición, el equivalente a los diablos de las pastorelas, la sal y
la pimienta de esas representaciones. El diablo cojuelo escrito por
Luis Vélez de Guevara en 1614, recoge a este personaje sin igual.
Una noche, en las inmediaciones del Prado (que aún no era museo),
el licenciado Cleofás Leandro Pérez Zambullo huye por los tejados
madrileños evitando el brazo de la justicia, tras un en- redo en
una taberna. El licenciado se esconde en el laboratorio de un
astrólogo y libera al diablo cojuelo que, prisionero dentro de un
frasco, le promete llevarlo por los aires madrileños para después
visitar las casas que el licenciado elija. Se trata de una pequeña
joya de la picaresca española, que pone de relieve la hipocresía y
doble moral de una sociedad al borde de la crisis. El diablo se
llama cojuelo porque a la caída de los ángeles durante la rebelión
de Lucifer contra Dios, los diablos cayeron encima de éste,
lastimándole una pata.
F. G. Haghenbeck ha incursionado también en esta larga tra- dición
de mostrar al diablo no como un concepto del mal o de los bajos
instintos de la humanidad, sino como un personaje de carne y hueso.
En El diablo me obligó, Elvis Infante, habitante del barrio rudo de
East Side, barrio de Los Ángeles, es un co- nocido cazador de
diablos, un diablero, que lo mismo los atrapa en las cuevas
talibanescas de Afganistán, que en las mansiones más lujosas de
Beverly Hills. Haciendo uso de una imaginación sin límite,
Haghenbeck aborda una historia que no es de terror o suspenso, sino
del cinismo humano; la maldad del hombre deja sin aliento hasta a
los más terribles seres del averno.
A quienes interese saber más acerca de la metáfora que supo- ne la
caída de Lucifer, en Realidad daimónica Patrick Harpur explica la
naturaleza de los dáimones, palabra griega cuya mala traducción se
convirtió en diablo o demonio. Debido a su carga “maligna” o poco
conveniente para la iglesia y la ciencia, respec- tivamente, los
seres feéricos fueron desterrados para siempre de la vida del
hombre.
Ya sea bajo la forma de demonios, hadas, duendes, chahuistles o
alienígenas, el mundo daimónico nos aguarda donde menos lo
esperamos: a la vuelta de la esquina o detrás de un profundo y
plácido sueño. + Ah
í v a
REALIDAD DAIMÓNICA
POR JORGE VÁZQUEZ ÁNGELES
A Juan Gabriel Vásquez, ganador del XIV Premio Alfaguara de novela
2011, se lo ve tranquilo y fresco, a pesar de que las rondas de
entrevistas no han cesado desde hace dos días. A mitad de la
carrera de Derecho descubrió que quería estudiar otra cosa. Terminó
con las leyes y se dio tiempo para doctorarse en su pasión: la
literatura. De hablar pausado, cuando se le comenta que debimos
haber realizado esta charla en un billar —sitio más afín al
espíritu de El ruido de las cosas al caer—, acepta con agrado la
propuesta, que declina porque aún lo aguardan otros medios y
periodistas.
Cuéntanos un poco la historia de El ruido de las cosas al caer. Es
la historia de Antonio Yamara, joven profesor de derecho que un
día, en el centro de Bogotá, conoce a Ricardo Laverde. A Yamara le
parece que guarda un secreto; se va volviendo su amigo y descubre
que es un piloto retirado que acaba de salir de la cárcel. Ricardo
Laverde es asesinado en presencia de Yamara quien, además, recibe
una bala perdida durante el atentado. A partir de ahí, la novela es
la investigación de la vida de este hombre muerto, para entender
por qué lo mataron, por qué sucedió todo esto que a Yamara ha
afectado de manera colateral pero decisivamente. Se convierte, así,
en una reflexión sobre lo que fue para mi generación, la generación
de Antonio Yamara, ser contemporánea del negocio del narcotráfico.
Mi generación, que vive la declaratoria de guerra contra las drogas
que hizo Nixon; yo soy del 73, año en que nace la DEA. La novela
trata de explorar las consecuencias de cómo nos marcó a nosotros,
que no tuvimos nin- guna relación directa con el negocio; cómo eso
que sucedía afuera se metió en nuestras vidas privadas y cambió la
forma en que nos relacionamos íntimamente, cambió nuestra forma de
amar, de tener hijos, de ser hijos.
El título de la novela trasciende al libro mismo, ¿cómo se te
ocurrió? El título se refiere inicialmente a un avión. Los
personajes descubren la caja negra de un avión que se ha caído y la
escuchan: ese es inicialmente el ruido de las cosas al caer. Muy
pronto el título fue incorporando otros significados, volviéndose
símbolo y metáfora de más cosas. Me di cuenta que la novela,
simbólicamente, comenzaba a hablar de otras cosas que se caen, como
las relaciones del personaje, su matrimonio, la relación con su
hija, su relación con Ricardo Laverde —un hombre al que apenas ha
llegado a conside- rar su amigo—, y finalmente lo que se cae es el
país. El ruido de las cosas al caer fue lo
EL RUIDO DE LAS COSAS AL CAER Juan Gabriel Vásquez
ALFAGUARA
que sentimos los bogotanos durante esa década en que el país estuvo
todo el tiempo al borde del abismo, cayendo una y otra vez después
de cada bomba, después de cada político asesinado, después de cada
toque de queda. Ese título sobre aviones que se caen se me ocurrió
durante un vuelo entre Buenos Aires y Barcelona.
¿Por qué el tema de la aviación es tan importante en El ruido de
las cosas al caer? El tema se fue imponiendo poco a poco a lo largo
de muchos años. La novela está construida sobre una serie de
documentos distin- tos, uno de ellos es la grabación de una caja
negra de un vuelo que se estrelló en Colombia en 1995, que yo
encontré en 1998. En diez años fui encontrando más documentos sobre
accidentes aéreos, o sobre el oficio de los pilotos; hallé, por
ejemplo, testimonios direc- tos y documentos escritos sobre un
accidente ocurrido en Colom- bia en 1938, cuando un veterano de la
guerra contra Perú se estre- lló durante unas maniobras de
exhibición. El siglo comienza para Colombia con aviadores que son
héroes, y termina con aviadores que son el símbolo del negocio
terrible que nos ha llevado al borde del abismo. Si uno cuenta la
historia de Colombia a través de los aviones, se traza una parábola
que va del heroísmo a la ignominia, del respeto hacia los pilotos
de la guerra contra Perú al desprecio y la condena pública que a
final del siglo reciben quienes han esta- do ligados al negocio del
narcotráfico. Me gustó mucho descubrir ese hilo conductor ligado a
la aviación.
¿Cómo eran tus días de trabajo al momento de escribir El ruido de
las cosas al caer? Eran días de muchos viajes. He estado viajando
mucho los últimos tres o cuatro años, y me he acostumbrado a
trabajar mientras es- toy de viaje. Antes no podía hacerlo, pero
las circunstancias me han obligado a aprovechar esos tiempos que se
me han vuelto ma- ravillosos, a bordo de trenes o aviones; son
momentos de una so- ledad muy intensa, donde hay muy pocas que
hacer sino trabajar. Esta novela se escribió de viaje. Se escribió
con rutinas que varia- ban mucho, pero una manía constante fue la
lectura de las mismas páginas de dos novelas, antes de sentarme a
escribir mi historia, la historia de Antonio Yamara y Ricardo
Laverde: El gran Gatsby de Fitzgerald y La vida breve de Juan
Carlos Onetti. Misteriosa- mente esas páginas me servían como
claves para dar el tono de la partitura que yo iba a tocar.
¿El premio Alfaguara te supone algún tipo de presión para tus
proyectos futuros? No, ninguna. El premio no implica ningún cambio
de proyecto por- que no hay proyecto. Sé más o menos qué tipo de
escritor soy o quiero ser. No sé cuál es el siguiente libro, no sé
cuál es mi siguien- te historia porque no las escojo
conscientemente, no soy un escri- tor de temas. Un personaje se
queda conmigo muchos años y en algún momento se hace absolutamente
necesario que cuente su historia. ¿Quién ese personaje? No lo sé
nunca con anticipación, es el lado instintivo, inconsciente de la
escritura de novelas. Uno no escoge la historia que va a contar,
sino que la historia lo escoge a uno de alguna manera. ¿Qué le
dirías a los lectores para que lean El ruido de las co- sas al
caer? Tengo una buena razón para invitarlos a leer la novela.
Misteriosa- mente esta novela ha terminado hablando de lo que está
vivién- dose en México hoy en día. La novela también tenía algo qué
de- cirles a los lectores peruanos, que vivieron las épocas de
Sendero Luminoso, o los lectores españoles que vivieron diversos
tipos de terrorismo los últimos años. En el fondo estas sociedades
han compartido las mismas emociones. Mi novela habla sobre las emo-
ciones que son consecuencia de estos hechos externos: el miedo, la
ansiedad de no poder proteger a quienes quieres, por perder control
sobre tu vida. He descubierto en México que la situación actual se
corresponde muy de cerca con las emociones que ex- ploro en mi
novela, y por eso espero que la novela les traiga a los lectores
mexicanos una información nueva, fresca, una revelación sobre lo
que les está pasando. + Ju
an G
ab rie
EXTRACTO 15
[…] Para encontrar a la más célebre asesina en serie de la historia
hay que regresar en el tiempo al menos cuatrocientos cincuenta
años. Fue en plena Edad Media cuando la historia registró a una mu-
jer cuya crueldad y locura la convirtieron en una leyenda negra,
capaz de inspirar uno de los mitos más inverosímiles pero
espeluznantes del último medio milenio en Europa. […] Después de
todo, a lo largo de sus cincuenta y cuatro años de existencia, la
famosa condesa sangrienta del antiguo reino de Hungría mató, con su
grupo de colaboradores que la seguían como a una suerte de deidad
terrenal, a más de seiscientas personas, sobre todo mujeres
jóvenes. […] Porque a Báthory no sólo le interesaba el ejercicio de
la crueldad; le interesaba también el contacto con lo más oscuro de
las ciencias ocultas. Era, en toda la extensión de la palabra, una
bruja. Y no sólo eso: si hacemos caso a la leyenda, Báthory era
hematófaga: un vampiro.
[…]Desde muy chica se sintió atraída por la ciencia en todas sus
versiones, incluido, fatalmente, el ocultismo. […] A los quince
años de edad, como se hacía en aquel tiempo, Elizabeth fue dada en
matrimonio al conde Ferenc Nádasdy, un aristócrata mayor que ella,
conocido como “El caballero negro”, famoso por su carácter
violento. Tras el enlace, Nádasdy y su joven mujer se mudaron al
imponente castillo de Zeyte, en los Cárpatos. Al poco tiempo, el
conde dejó a Elizabeth en su nuevo hogar y partió a la guerra, como
comandante de los ejércitos húngaros para luchar contra las fuerzas
turcas. […] Encargada de administrar el castillo y las propiedades
de su esposo, se volvió una mujer temible, organizando la defensa
territorial de la región. Fue justo entonces cuando algo comenzó a
trastornar a Elizabeth Báthory.
[…] De acuerdo con algunas versiones, fue en aquel momento cuando
Elizabeth entró en contacto con una figura misteriosa. Algunos lo
identifican como su sirviente más cercano, otros como un campesino
de la región. […] Sabedora de su inmenso poder, la joven mujer
comenzó a buscar ideales peligrosos como la inmortalidad y la
omnipotencia a través de acciones profundamente inquietan- tes.
Elizabeth Báthory empezó a perder la razón.
[…] Cuenta la leyenda que una tarde, mientras era peinada y
arreglada por su séquito de jóvenes sir- vientas (todas ellas
mujeres virginales) Elizabeth Báthory perdió la paciencia y
abofeteó a una de las chicas que la rodeaban. El golpe fue tan
severo que la pobre peinadora comenzó a sangrar. Las go- tas rojas
cayeron sobre la mano de la condesa Báthory. Y entonces, de manera
inexplicable, la mujer tuvo una idea. El color escarlata, pensó la
condesa, le devolvía la juventud y la lozanía a su pálida piel. La
sangre de la sirvienta virginal era la respuesta a su angustia más
grande: la haría rejuvenecer. […] Cuenta la historia que el primer
asesinato cometido por Elizabeth Báthory y su séquito fue el de la
sirvienta que, con su sangre, había desatado la locura de la
condesa húngara. Báthory ordenó la ejecución de la mujer y, en un
acto macabro, exigió que su sangre llenara una tina en la que
después se bañó, soñando con recobrar la juventud. […] La presa
favorita —y quizá única— de la condesa Báthory fueron jóvenes
vírgenes. Para conseguir víctimas adecuadas, ideó un plan.
Establecería una suerte de falsa academia de etiqueta aristócrata
donde recibiría a las campesinas de la región con el pretexto de
querer enseñarles los modales más finos. Una vez ahí, calculaba
Elizabeth, sería mucho más sencillo quitarles la vida. […] De
acuerdo con los testimonios de la época, Elizabeth Báthory
asesinaba a las jóvenes una por una, usando su sangre como líquido
de baño….] Al poco tiempo, la condesa empezó a canibalizar los
cuerpos de las chicas, ganándose fama de vampira y antropófaga. A
lo largo de ocho años, Báthory mató ella misma u ordenó el
asesinato de cerca de seiscientas jóve- nes mujeres que habían ido
a su castillo para encontrar mejores modos y hallaron, en cambio,
la más cruel tortura. Al poco tiempo, debido a la voracidad asesina
de Báthory, los pueblos aledaños se ha- bían quedado ya sin mujeres
jóvenes de origen humilde. Desesperada, decidió ofrecer los
servicios de su academia a las hijas de las familias más
acomodadas. Era un riesgo enorme, pero la condesa había perdido la
razón. Y fue esa circunstancia la que, al final, terminaría con su
reinado de terror. +
A propósito del color ROJO, León Krauze (1975) nos ofrece en
Historias perdidas, su más reciente libro, el relato de la Condesa
Sangrienta, quien bañó de sangre, literalmente, sus dominios en el
antiguo reino de Hungría. El libro se ocupa, además, de grandes
personajes como Alejandro Magno, Tutankamon, Aleister Crowley o
Eliot Ness.
HISTORIAS PERDIDAS León Krauze AGUILAR
La Condesa sangrientaLa Condesa sangrienta
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POR BERNARDO FERNANDEZ, BEF
No existe polígrafo menos inquieto y más ubicuo en la cultura
mexicana que Vicente Rojo. Pintor, grabador, diseñador gráfi- co,
editor, escultor, entre muchos otros oficios, este catalán llegó a
nuestro país en 1949 para reunirse con su padre, repu- blicano
refugiado. Bien pronto se insertó en las filas de nuestra cultura,
para formar parte de la llamada Generación de la rup- tura. Desde
entonces ha trabajado incansablemente, lo mismo pintando lienzos
enormes que diseñando libros, creando es- culturas monumentales o
grabados y diseñando innumerables proyectos editoriales. El maestro
nos recibe en su estudio de Coyoacán, proyectado por Felipe Leal y
cuya fachada bien podría ser uno de sus cua- dros, para conversar
entre otras cosas sobre su libro Puntos sus- pensivos, escenas de
un autorretrato, recientemente publicado por Era y El Colegio
Nacional, donde hace una retrospectiva de su obra pictórica a lo
largo de más de medio siglo.
Frente a este hombre multitalentoso se agolpan las pre- guntas. La
primera que se antoja pertinente es: ¿Cómo se define a sí mismo? Yo
considero haber trabajado siempre en la difusión de la cul- tura.
Lo mismo como diseñador, que lo he hecho siempre en el campo
editorial, que como pintor, aunque para mí ambas carre- ras han
seguido caminos paralelos. Incluso diría que opuestos pero que en
su propia oposición resultan compatibles.
El diseño gráfico lo he trabajado siempre con la precisión de que
tenía que cumplir un objetivo. En cambio mi trabajo como pintor,
escultor y grabador lo he hecho con absoluta libertad.
El maestro abunda sobre su trabajo como diseñador, en el que nunca
ha tenido que trabajar para satisfacer a un cliente. Yo nunca he
presentado dos proyectos para una portada de li- bro, siempre he
hecho una que ha pasado. Eso no quiere decir que hayan sido buenas,
yo he sabido tiempo después que tal escritor dijo que qué horror de
portada le había hecho.
Háblenos sobre su cercanía con la literatura a través de su tra-
bajo editorial para Era (de la que fue cofundador): He tenido muy
buenos compañeros en esa labor; comenzamos Era hace 51 años, éramos
un grupo de amigos, amistades que prácticamente se mantienen hasta
la fecha. (En aquel momen- to) era necesario crear una editorial
independiente con carac- terísticas propias que pudiera cumplir con
su trabajo sin que hubiera más compromisos que con la calidad
editorial.
Acerca de lo que el lector puede encontrar en Puntos suspen- sivos,
Rojo responde: En este libro partí de unas palabras que tuve que
decir cuando ingresé al Colegio Nacional, que eran diez notas
autobiográfi- cas. Desde entonces, hace ya muchos años, pensé que
esas no- tas podían crecer. Sobre todo porque podía tenía la
facilidad de recurrir a entrevistas de prensa que me han hecho. El
resultado del libro es la respuesta a muchas preguntas como éstas
que me estás haciendo. Recurrí a cosas que había dicho y que hoy en
día me parece que tienen algún sentido. Está presentado como un
autorretrato porque pienso que toda obra hecha por un creador, si
es que me pueden considerar así, recurre a su vida, teniendo en
cuenta que las vidas siempre están relaciona- das a grupos
sociales, en mi caso a grupos de amigos que han sido siempre mi
apoyo.
Cuando se le pregunta, cayendo en el lugar común, cuáles son sus
influencias, contesta sin dudar: Todas. Me sería muy difícil
poderlo resumir.
El entrevistador insiste en que al menos comparta para nuestros
lectores qué libro descansa en su cabecera en este momento. Estoy
leyendo la última novela de Pamuk, El museo de la inocen- cia. Yo
comencé a leer a Pamuk mucho antes de que le dieran el Nobel y es
un escritor que me atrae mucho, porque cuando habla de Turquía
tengo la impresión de que también está ha- blando de México.
¿Te queda algo por hacer, alguna inquietud por satisfacer?, le
pregunto para cerrar la conversación. Certero y elegante, el
maestro dice: Seguir trabajando, no me queda de otra. Es lo que he
hecho siempre. Es lo que me queda por hacer. + Vi
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Orhan Pamuk MONDADORI
Puntos rojos
Más que una sustancia, el plástico es la idea misma de su
transformación infi- nita; es, como su nombre vulgar lo indica, la
ubicuidad hecha visible. En esto radica, justamente, su calidad de
materia milagrosa: el milagro siempre aparece como una conversión
brusca de la naturaleza. El plástico queda impregnado de este
asombro; es más la huella que el objeto de un movimiento. Y como el
mo- vimiento, en este caso, es poco menos que infinito, al
transformar los cristales originales en una multitud de objetos
cada vez más sorprendentes, el plástico resulta un espectáculo a
descifrar: el espectáculo de sus resultados. Roland Barthes
Mitologías, Siglo XXI Editores. +
POR STAFF LEEMÁS
FIELL
EL CONCEPTO17 Hacia donde miremos estamos rodeados de objetos de
plástico: sillas, monitores, teclados, etc. El plástico nos
acompaña hasta en los más mínimos detalles de nuestra vida. De
Plastic Dreams hemos seleccionado las siguientes piezas clásicas,
todas de color ROJO.
Sueño PlasticoSueño Plástico
FRASE NAPALM MARK TWAIN 1835-191018
LAS PALA- BRAS SON SÓLO FUE- GO PINTADO, UNA MIRADA ES EL FUEGO
MISMO.
EXPEDIENTE SECRETO 20
POR SIR REED A. LOT
Muchos años antes de dedicarme al arte de la investiga- ción
privada, tuve otros oficios, entre ellos el de empleado del Union
Bank. Y como parte de mi trabajo debía ver, oír y callar. De ese
modo me metí en este extraño El libro rojo.
El banco en cuestión se encuentra en Suiza. Yo hacía de todo, desde
llenar formatos hasta recibir a los clientes más importantes. Un
día llegaron dos hombres que deseaban hablar con el director para
tratar un asunto muy importan- te. Los llevé a su oficina y luego
de sentarse frente al escri- torio de mi jefe, comenzaron a
explicarle que la maleta que traían consigo contenía un valioso
libro; un ejemplar único, afirmaron.
Y no es que sea yo metiche, pero la conversación estaba tan
interesante que sin querer me quedé más de media hora escuchando la
historia, oculto detrás de un archivero.
El libro en cuestión era un ejem- plar escrito e ilustrado a mano
por el famoso maestro del sicoanálisis Carl Gustav Jung. Para ser
franco, ahí fue donde comencé a interesar- me por los secretos de
la mente hu- mana; con el tiempo, esa curiosidad me condujo a mi
oficio actual.
Salí de mi escondite con cierta precipitación cuando mi jefe les
pidió que me buscaran afuera para llenar los formatos
correspondientes. Como pude me escabullí, aunque no pude evitar
ponerme rojo como tomate. Llené los formatos y les asigne un
espacio en la bóveda climati- zada, de altísima seguridad. Claves,
llave, papeles, todo es- taba entregado y el libro, que medía unos
treinta por cua- renta centímetros, estaba a punto de reservar sus
letras y conocimiento a la oscuridad. Pensé que la oscuridad,
además de negra, es muda, y esta era una oportunidad única.
Haciendo gala de mi desfachatez más descarada les pregunté: ¿Me
dejaría echarle un ojo al libro? Ya me esta- ba arrepintiendo,
cuando uno de ellos dijo: “Claro, pero póngase unos guantes…”
Del botiquín del baño saqué unos guantes y regresé a la bóveda. Con
cierto temor toqué la suave piel roja que cubría la portada; su
lomo tenía letras de oro que destellaban con la poca luz de la
bóveda y en ellas se podía leer: Liber Novus. Ahora dicen que se
llama el Libro rojo, pero a mí me gusta llamarlo por su nom- bre
original.
Mientras pasaba sus páginas, me sentía como uno de esos
exploradores que descubren una pirámide con todo y momia. En eso,
Andreas, uno de los hombres, dijo: “Mi abuelo decía que este libro
era el resultado de su confrontación con el inconsciente. En
reali-
dad es el resultado del rompimiento que mi abuelo tuvo con Freud.
Usted es uno de los pocos que lo ha visto, me sobran dedos de la
mano al contarlos”. Sentí cómo se comprimía mi estómago. Estaba
atónito; sin haber conocido a Jung, las imágenes del libro me
absorbían, me intrigaban sus ángeles y sus demonios, la caligrafía
de los textos. El libro era una rara joya por sí mismo, dijera lo
que dijera. Había cierta energía encerrada en sus páginas que era
imposible pasar de largo, como si palpitara, como si su cubierta
fuese un corazón ham- briento por hablar, por revelar sus secretos.
Tuve el privile- gio y la enorme fortuna de conocer El libro
rojo.
Pasó el tiempo, renuncié al banco. Los años que siguieron a mi
experiencia con Liber
Novus los dediqué al estudio de Jung, y no es que sea un
especialista, pero esa
experiencia transformó mi manera de ver el mundo y, sobre todo, a
las de- más personas.
Hace un par de años uno de mis con- tactos mencionó que había
mucho
interés en que se publicara el libro. La familia de Jung se negaba
una y otra
vez argumentando que se trataba de un documento personal. Los
rumores aumen-
taron. Se decía que W.W. Norton & Company, editorial
independiente de Estados Unidos, había
firmado un acuerdo con la familia; se aseguraba, tam- bién, que el
libro lo editaría una famosa casa alemana de libros de arte. De
paso en Suiza, aproveché para investigar un poco. Un viejo amigo
que aún trabajaba en el banco, me comentó que el libro estaba a
punto de salir de su encierro. Me dispuse a seguirle los pasos. Mis
pistas me llevaron hasta el Instituto C.G. Jung, en Alemania, sitio
donde el libro sería digitalizado para su posterior
publicación.
Logré colarme al instituto diciendo que iba de parte de Peter y
Andreas Jung. No creí que frase tan barata diera resultado, pero lo
hizo.
Pude contemplar el proceso para hacer las fotos de cada una de las
371 páginas que contiene. El lugar era como un quirófano; el
paciente aguardaba inmóvil en la mesa de operaciones. Cada página,
una a una, fue puesta bajo una potente lámpara para ser
fotografiada. En ese lugar se encontraban, entre otras personas,
Jim Mairs, editor de W.W. Norton Company; Sonu Shamdasani, editor
del li- bro; Larry Vigon, el director de arte; la familia Jung; el
equipo de DigitalFusion, quienes se encargaban de di- gitalizar el
libro con la mejor tecnología, y un par de pe- riodistas del New
York Times. Lo que no sabían es que entre las sombras estaba yo,
rindiéndole tributo a este viejo amigo que por fin salía a la luz.
El santo grial de la sicología hablaría como testigo de las
profundida- des del pensamiento de Carl Gustav Jung, una de las
grandes mentes del siglo XX y pilar del sicoanálisis. +
EL LIBRO ROJO Carl Gustav Jung
MALBA
Pi nt
ur a
or ig
in al
d e
C ar
Algunos títulos relacionados con el tema de este número. ROJO
LA REVOLUCIÓN CULTURAL CHINA Roderick MacFarquhar y Michael
Schoenhals
CRÍTICA La revolución cultural china es uno de los grandes
acontecimien- tos de la historia del siglo XX; pero ha sido
también, hasta hoy, uno de los peores comprendidos. A lo largo de
una década, de 1966 a 1976, la vida entera de China se vio
conmocionada por la revuelta de millones de jóvenes “guardias
rojos”, que, siguiendo la consig- na de “derribar todo lo viejo”
que les había dado Mao, protago- nizaron unos años de terror,
destrucción y muerte, con los que no lograron al cabo crear el
mundo nuevo que soñaban, sino que,
paradójicamente, pusieron los fundamentos de la China actual.
DIABLO GUARDIÁN Xavier Velasco ALFAGUARA
Violetta tiene quince años cuando cruza la frontera con más de cien
mil dólares robados a sus padres, asimismo excelentes amigos de lo
ajeno. Azarosamente desembarcada en Nueva York, sobrevive du- rante
cuatro años a todo tren, gastando varios kilogramos de dinero
malhabido. Para mantener ese ritmo, acelerado todavía más por el
polvo blanco que introduce por su nariz en cantidades generosas, se
enseña a enganchar hombres en lobbies de hoteles lujosos. No sabe,
ni le interesa, la cantidad de leyes, límites y preceptos a
los
que pasa por encima.
TRES COLORES: ROJO Salvador Montalt
PAIDÓS Con una exploración pletórica de las posibilidades
expresivas del lenguaje cinematográfico, Tres colores: Rojo (1994)
culmina la tra- yectoria cinematográfica del director polaco
Krzysztof Kieslowski e indaga sobre la vigencia de la fraternidad
en la sociedad con- temporánea. A partir de las relaciones entre
diferentes persona- jes, propone un juego con el espectador para
levantar la máscara de las apariencias, hallar la verdad de lo real
y aun abrir nuestra percepción hacia lo que escapa a la comprensión
real del mundo
como una manera de superar nuestra oscura existencia.
TODOS LOS FUEGOS EL FUEGO Julio Cortázar
PUNTO DE LECTURA Todos los fuegos el fuego (1966) ofrece ocho
muestras rotundas de la plenitud creadora que alcanzan los cuentos
de Cortázar. Desde la exasperada metáfora de las relaciones humanas
que es “La autopista del sur” hasta la maestría de “El otro cielo”,
Cortá- zar vuelve a abrir nuevos caminos con relatos que son
referencia obligada para sus lectores y para los amantes del cuento
en gene- ral. “La salud de los enfermos”, “Reunión”, “La señorita
Cora”, “La isla a mediodía”, “Instrucciones para John Howell”,
“Todos los fue- gos el fuego”: una fiesta de la inteligencia, de la
pasión y del genio.
EL DINERO DEL DIABLO Pedro Ángel Palou
PLANETA Una serie de asesinatos en las recámaras del Vaticano, sin
aparente vinculación, oculta sus razones en un lejano pasado. Las
respuestas podrían esconderse en las intrigas palaciegas de 1929,
cuando crece el poder de la Santa Sede a la sombra de Mussolini y
Hitler, y en las extrañas circunstancias del final de Pío XI y su
sucesión por Pío XII. Las muertes acontecen a gran velocidad
mientras el padre Gonzaga, experimentado detective, llega desde
Oriente Próximo para investi-
gar los crímenes; le acompaña Shoval, una enigmática forense
israelí.
EL SARI ROJO Javier Moro SEIX BARRAL En 1965, Sonia Maino, una
estudiante italiana de 19 años, conoce en Cambridge a un joven
indio llamado Rajiv Gandhi. Ella es hija de una familia humilde de
los alrededores de Turín; él pertenece a la estirpe más poderosa de
la India. Es el principio de una historia de amor que ni siquiera
la muerte será capaz de romper. Por amor, la italiana abandona su
mundo y su pasado para fundirse con su nuevo país, la India
prodigiosa que adora a veinte millones de di- vinidades, que habla
ochocientos idiomas y que vota a quinientos partidos
políticos.
LA ESQUINA DE LOS OJOS ROJOS Rafael Ramírez Heredia ALFAGUARA En el
escenario de un barrio bravo, zona de narcos y judiciales,
ladrones, sicarios, alcohólicos y confidentes, pero también de
obreros, comerciantes, gente como nosotros, todos buscan la pro-
tección de la Santa Muerte poniendo cruces en memoria de sus
muertos en el altar de la Esquina de los Ojos Muertos. Ahí se teje
un drama iniciado por el asesinato de una adolescente; su madre
jura tomar venganza y va por ella... pero en el camino entra en su
corazón un hombre solitario cuyo trabajo es bucear en el drenaje
profundo para reparar averías.
LOS DISCÍPULOS DEL DIABLO Anthony Read OCEANO El meteórico ascenso
al poder de Hitler, el férreo control ideoló- gico que impuso en
Alemania, su popularidad frente a las masas y la eficaz maquinaria
bélica que puso en marcha constituyen as- pectos de un proceso cuyo
éxito dependió, en buena medida, del trabajo realizado por su
círculo íntimo. Éste estuvo formado por militares y burócratas que,
seducidos por la personalidad de su Führer, le profesaron una
lealtad casi fanática. Sin embargo, aun- que todos ellos compartían
las ambiciones y sueños de grandeza de Hitler nunca formaron un
grupo unido...
PÁLIDO FUEGO Vladimir Nabokov ANAGRAMA Nos hallamos ante una obra
maestra, un «tour de force», una no- vela originalísima,
desconcertante y diabólicamente divertida, que figura entre las
preferidas de su propio autor y en la que refulge, de forma
inigualable, su alambicada ironía y su mortífero humor. Páli- do
fuego se presenta como la edición póstuma de un largo poema escrito
por John Shade, gloria de las letras norteamericanas, poco antes de
ser asesinado. En efecto, la novela consta del susodicho poema, más
un prólogo, un voluminosísimo corpus de notas y un índice comentado
del editor, el profesor Charles Kinbote.
SEDA ROJA Qiu Xialong TUSQUETS Un asesino en serie acecha a las
jóvenes de Shanghai. Sus críme- nes han creado gran revuelo en la
prensa y entre los ciudadanos, sobre todo porque suele abandonar
los cadáveres de sus víctimas enfundados en un vestido muy
llamativo, rojo y de estilo mandarín. Precisamente cuando el caso
empieza a cobrar dimensiones alar- mantes, Chen Cao, el inspector
jefe del Departamento de Policía de Shanghai, está de permiso. Pero
en el momento en que el asesino ataca directamente al equipo de
investigadores del Departamento, a Chen no le queda más remedio que
volver al trabajo y participar.
Lee+
ARTE 23
Frédéric Chaubin, quien confiesa que su libro CCCP Cosmic Communist
Constructions Photographed fue producto de la casualidad. Tras
hallar en un puesto callejero en Tibilisi un viejo almanaque que
reseñaba 70 años de arquitectura de la Georgia soviética, descubrió
que muy cerca de ahí se encon- traban dos obras destacadas: el
museo de Arqueología de Tibilisi y el Ministerio de Autopistas de
Georgia. Sin perder tiempo, Chaubin fue a sacarles
fotografías.
En un viaje posterior a Lituania, descubrió que decenas de ar-
quitectos anónimos habían producido obras eminentemente regionales
con un toque comunista. No se trataba de los delirios neoclásicos
trasnochados y de mal gusto de Josef Stalin, sino de una revolución
cuyos ecos, sea por la barrera de la para en- tonces existente
cortina de hierro o por la indiferencia de occi- dente, tardaron en
escucharse. No existe razón alguna para no aproximarse al Este,
donde experimentaremos atracción, vértigo y asombro por lo audaz e
inverosímil de la arquitectura de las Construcciones Comunistas
Cósmicas. El libro fue elegido como el mejor del año, durante el
Festival In- ternacional del Libro de Arte y del Cine de Perpiñán,
Francia. +
EL KITSCH La resurrección de la carne en siete colores
espectaculares ¡Oferta de temporada!
A Lourdes Grobet le interesa esa búsqueda pese a todo de la
estética deslumbrante que suele llamarse kitsch. Y su acercamiento
es el justo en la medida en que no se burla, no patrocina, no
exhibe a contracorriente la superioridad de su criterio. Lo que
hace, y con habilidad extrema, es acopiar los testimonios de la
estética que surge entre perros de la cerámi- ca ostentosa,
smokings de fantasía y sinceridad abrumadora (los trajes de la
etiqueta “rigurosa” no son mejores y son más insinceros),
cromatismo enloquecido que impulsa la destruc- ción de quien lo
contempla (no se convierte en piedra, porque no hay Medusa, pero ya
sólo confía en lo estrepitoso).
[…] En la fascinación de Grobet por el kitsch se despejan las
brumas del enigma: en tratándose del kitsch, ninguna imagen es
nueva y, tampoco, ninguna imagen es vieja. El kitsch no tiene edad
porque, por así decirlo, es la dinamitación del buen gusto a costa
de los reconocimientos del porvenir. Carlos Monsiváis +
ESPECTACULAR DE LUCHA LIBRE Lourdes Grobet TRILCE
Dos libros de fotografías en Rojo: uno sobre arquitectura
soviética; el otro, de la espectacular lucha libre mexicana llena
de sangre y leotardos colorados.
CONSTRUCCIONES COMUNISTAS CÓSMICAS ESPECTACULAR DE LUCHA
LIBRE
PARA VER Y ESCUCHAR
PEPE MORÁN PP Morán HARP ITURRIBARIA Con toda la sapiencia y
experiencia musical que el apellido Morán tiene por respaldo,
aparece ésta pro- ducción donde con su piano hace un jazz exquisito
de principio a fin.
VARIOS Tango VIP, grandes varones del tango DRAGORA El tango con
más de 100 años de historia, es uno de los géneros preferido a
nivel mundial, en esta pro- ducción, nuevas voces más que revivir
lo le dan un nuevo enfoque y de paso confirman la trascendencia del
mismo.
ADELE 21 EMI MUSIC Sin duda una de las grandes y muy agradables
sorpresas en el mundo del pop en inglés, no cuenta con las gran-
des producciones o apariciones en revistas, sólo con una buena voz
y un estupendo acompañamiento mu- sical hacen de Adele, un disco
por demás agradables.
LADY GAGA Born this way UNIVERSAL MUSIC Después de una exitosa gira
que incluyó nuestro país, la figura más exitosa del pop actual
ataca de nuevo con un disco que, además de alcanzar ventas millo-
narias, será un agasajo para los millones de fans que tiene
alrededor del mundo.
ALONDRA DE LA PARRA Travieso carmesí SONY MUSIC Natalia Lafourcade,
Ely Guerra y Denise Gutiérrez alias Lo Blondo, se ponen a las
órdenes de Alondra De La Parra para darnos unas excelsas versiones
a grandes clásicos del bolero; una verdadera delicia so- nora que
no es suficiente con escucharla una sola vez.
ALEXANDRA Dir. Alexander Sokurov ART HOUSE MOVIES
Del director de El arca rusa, Alexander Sokourov, Palma de oro del
festival de Cannes. Cuando muera, estoy seguro de que iré al
paraíso porque he pasado la vida en el infierno república de
Chechenia… la actualidad. Las tropas rusas toman posición. Ale-
ksandra Nikolarvna es una anciana que llega a visitar a su nieto,
uno de los mejores oficiales de su unidad. Pasará unos días ahí
y
descubrirá un nuevo mundo.
LA CULPA LA TIENE FIDEL Dir. Jilie Gavras
MUNDO EN DVD Para Anna de 9 años, la vida se desarrollo apacible y
conforta- blemente entre su escuela religiosa y la casa de sus
padres, Ma- rie y Fernando. La única sombra en ese cuadro ideal es
un tío allá en España, que lucha contra Franco, un comunista del
cual no se debe hablar. La detención y la muerte de este tío, el
viaje a Chile y muchos eventos de los que Anna no percibe la
impor-
tancia pero que transformarán profundamente a sus padres.
LAS CATARATAS Dir. Peter greenaway
CINE, VIDEO Y T.V. Ópera prima de Peter Greenaway, The falls
representa un suceso para el cine de vanguardia. (Con música de
Michael Nyman, Brian Eno y Pink Floyd). En un futuro cercano, la
huma- nidad se ve afectada por el fenómeno: SDV (suceso descono-
cido violento), consistente en la modificación y mutación de las
características morfológico-psicológicas de los seres humanos,
hacia la taxonomía aviaria. Aparentemente benéficas, algunas de
estas modificaciones -en su mayoría repentinas, violentas e
intermitentes- , a la larga se traducían en tragedias para
los
directamente afectados por el fenómeno.
LA SERPIENTE Dir. Eric Barbier OPTIMA FILMS
Vincent Mandel fotógrafo y padre de familia en proceso de di-
vorcio, ve su vida hundirse a causa de una mala jugada hecha por un
antiguo compañero de clase, Joseph Plender. Asesina- to, secuestro
y chantaje, pondrán a Vincent en un verdadero infierno… sólo le
queda una esperanza, ganarle al perder en su
propio juego.
EL ESPEJO Dir. Andréi Tarkovsky
PRODUCCIONES MEXICANAS DISCOGRÁFICAS. Poética o
cinematográficamente hablando (aquí poesía y cine son sinónimos),
este film de Andréi Tarkovsky nos habla del pasado de la nueva
Rusia a través de la vivencia de un padre joven que va a morir. La
película tiene como eje a la joven Na- talia y su hijo;
simultáneamente, a la madre del padre cuyo espejo vuelve a
duplicarse en las jóvenes generaciones que no tardan en cargar con
el pasado. Poéticamente, las imáge- nes del presente, crean pasajes
en el tiempo, del presente al
pasado y del color hacia el blanco y negro.
PARA VER DVD CD
Y ESCUCHAR
Es el color al que se le tiene miedo. Sin embargo, es el color que
el toro embiste. Es el color del torrente sanguíneo. Es el color
que hace que todo se detenga. La intensidad y la guerra se pintan
de ese mismo color. Lo sublime y lo corriente se hermanan a través
de él. No es de extrañar que en el cine ocurra lo mismo: desde los
proyectos serie B hasta los encuadres más estilizados utilizan al
rojo como eje rector y como punto culminante. Las películas menos
celebradas y las que cuidan cada milímetro del encuadre, marcan sus
fronteras con una línea roja.
Pensemos en Edgar Allan Poe. Su apellido estará siempre manchado
del color de la sangre en sus relatos. Uno de ellos, La muerte de
la máscara roja, nos sirve como referencia en este momento. El
relato —de una sutileza tan grande que disfraza una orgía mortal
como si se tratara de una celebra- ción a la vida— inspiró a Roger
Corman para filmar una versión bastante libre, del mismo nombre, en
1964. Vincent Price, que este año habría cumplido 100 años de edad,
es el protagonista. La cinta es un acercamiento a una psicodelia
realmente vanguardista. Una figura esquelética desfila entre los
participantes de una orgía del fin del mundo y se dirige
cansadamente al orquestador de esta decadente celebración, el
príncipe Próspero (Vincent Pride), quien afirma haber firmado un
pacto con el Demonio para salvarse de la peste. Tras las murallas
de su castillo, dice, sólo los elegidos se salvarán.
La Muerte, llamativamente vestida de rojo, desfila por los salones
azul, violeta, amarillo y verde. Cuando entra al salón negro, su
figura destaca de forma tan poderosa que el malvado y cruel
Próspero se da cuenta que luchar contra ella es inútil: no le
quedan más segundos de vida. El final de la cinta es fiel al estilo
de Roger Corman: barato y con una narración siniestramente banal,
que resume el triunfo del rojo como el rostro de la muerte, como la
frontera que no será salvada.
En El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante (1989), dirigida
por Peter Greenaway, aparecen otras habitaciones de color: una
blanca (el baño), una verde (la cocina), una roja (un comedor gi-
gantesco) y un callejón azul. Se trata de una de las propuestas
cinematográficas más estilizadas y sarcásticas de fines del siglo
pasado; hay un manejo y significado de los colores que es al mismo
tiempo barroco y elemental.
Estas habitaciones no verán pasar a la muerte en traje rojo y, sin
embargo, dibujarán el rostro me- nos humano de quien camine por
ellas. En el enorme comedor —la habitación roja— se gestan las
ideas más violentas, más descarnadas, menos felices de la historia.
La esposa del dueño del restau- rante, el cocinero, el ladrón y sus
súbditos, elaborarán una complicada figura geométrica en la que el
sexo y la muerte alcanzan su punto de ebullición en ese famoso
salón rojo, donde todos se unen en un sangriento festín.
En esa habitación ocurren las humillaciones, los enamoramientos sin
palabras, los insultos y una escena final en la que, igual que en
la historia contada por Roger Corman, el color rojo envuelve y
acentúa a la vez una cúspide repleta de humor negro,
deshumanización, venganza, deseo y place- res ocultos. El rojo es
también para Greenaway la señal inequívoca de que la violencia y el
deseo no pueden ir más lejos, no mientras queramos mantenernos
cuerdos. +
POR ERICK ESTRADA
CINE LA COLUMNA DE ERICK ESTRADA Director editorial del portal
dedicado al cine www.cinegarage.com
EL COCINERO, EL LADRÓN, SU ESPOSA Y SU AMANTE Peter Greenaway
DVD
Y ESCUCHAR 25
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Y ESCUCHAR
LOS +VENDIDOS
LEONORA Elena Poniatowska
SEIX BARRAL Elena Poniatowska gana el premio Biblioteca Breve 2011
con una biografía ficcionada de Leonora Carrington. Elena Ponia-
towska sumerge al lector en el París vanguardista de entre- guerras
de la mano de Leonora Carrington, una indomable pintora
surrealista, amante de Max Ernst y compañera artís- tica de Pablo
Picasso y André Breton. Una vida de película, o al menos, de
momento, de novela. Arte, pasión, creatividad y
desenfreno de la mano de dos grandes mujeres.
1Q84 1 Y 2 Haruki Murakami
TUSQUETS En japonés, la letra q y el número 9 son homófonos, los
dos se pro- nuncian Kyú, de manera que 1q84 es, sin serlo, 1984,
una fecha de ecos Orwellianos. Esa variación en la grafía refleja
la sutil alteración del mundo en que la habitan los personajes de
esta novela, que es, también sin serlo, el Japón de 1984. En ese
mundo en apariencia normal y reconocible se mueven Aomame, una
mujer independien- te, instructora en un gimnasio, y Tengo, un
profesor de matemáti- cas. Ambos rondan los treinta años, ambos
llevan vidas solitarias y ambos perciben a su modo leves desajustes
en su entorno, que los
conducirán de manera inexorable a un destino común.
AGUA PARA ELEFANTES Sara Gruen
ALFAGUARA Cuando el joven Jacob pierde todo, su familia y su
futuro, y el mundo entero parece al borde del abismo en los
difíciles años treinta, se aventura en un circo ambulante para
trabajar como veterinario. Transcurren años de penuria y crueldad,
pero tam- bién de ensueño y plenitud, pues Jacob encuentra en el
des- lumbrante espectáculo de los hermanos Banzini la amistad,
al
amor de su vida y a la traviesa elefanta Rosie.
LA ELEGANCIA DEL ERIZO Muriel Barbery.
BOOKET Una novela original y optimista. Un cautivador himno a la
vida en el número 7 de la Rue Grenelle, un inmueble burgués de
parís, nada es lo que parece. Paloma, una solitaria niña de doce
años, y Renée, la inteligente portera, esconden un secreto. La
llegada de un hom- bre misterioso propiciará el encuentro de estas
dos almas gemelas. Juntas descubrirán la belleza de las pequeñas
cosas, invocarán la
magia de los placeres efímeros e inventarán un mundo mejor.
TOKIO BLUES Haruki Murakami
TUSQUETS Una historia de amor triangular que se convierte en el
relato de una educación sentimental pero también de las pérdidas
que im- plica toda maduración. Toru Watanabe, un ejecutivo de 37
años, escucha casualmente mientras aterriza en un aeropuerto euro-
peo, una vieja canción de los Beatles, y la música le hace retro-
ceder a su juventud, al turbulento Tokio de finales de los
sesenta.
FICCIÓN NO FICCIÓN LOS SUSPIRANTES 2012: LOS PRECANDIDATOS DE CARNE
Y HUESO Jorge Zepeda Patterson. EDICIONES TEMAS DE HOY Para repetir
el ejercicio de marketing político que hicieron para las elecciones
de 2006, Jorge Zepeda Patterson convocó a las mejores plumas
periodísticas para analizar la ahora tradicional pasarela de Los
suspirantes a la presidencia de México en 2012. El resultado es un
libro certero y documentado, en el cual su coordinador invita a
“zambullirse en los hechos, dichos, obras, milagros e infamias de
es- tas 13 personas. Una de ellas será el próximo presidente.
Conózcalo”.
PEQUEÑO CERDO CAPITALISTA Sofía Macias AGUILAR ¿Realmente quieres
sacarle el mejor provecho a tu dinero? No im- porta si eres músico,
poeta y loco; doctor en ciencias ocultas, bo- hemio, activista,
amante de la naturaleza, cirujano, arquitecto de tu propios
destino, floricultor, psicoanalista… no importa si no tie- nes idea
de finanzas personales, tienes grandes nociones o crees que eres un
experto. Con Pequeño cerdo capitalista tendrás las herramientas más
efectivas para saber ahorrar, invertir y repartir de la mejor
manera tus ingresos.
MAÑANA O PASADO Jorge G. Castañeda AGUILAR Actualmente el rostro
enigmático de México presenta hondas cicatrices y un gesto que va
del escepticismo a la ironía, del resen- timiento al desprecio.
¿Cómo pueden descifrarse las inquietudes de ese semblante? ¿Qué
estigmas conservan los mexicanos, a qué mitos se aferran? ¿Qué
fracturas hay tras la guerra del narcotrá- fico, la vorágine
migratoria y el descrédito de sus gobiernos, de sus aparatos de
justicia y sus instituciones? Jorge g. Castañeda entrega en mañana
o pasado.
LOS SEÑORES DEL NARCO Anabel Hernández GRIJALBO Descubra la
historia del círculo de protección y complicidad del Cha- po
Guzmán. ¿Quién estuvo detrás del avionazo donde perdió la vida Juan
Camilo Mouriño? ¿Nacho Coronel fue abatido por el ejército o sólo
se retiró del narcotráfico y continúa vivo? Es una descarnada
crónica sobre las alarmantes complicidades de los altos círculos
polí- ticos, policíacos, militares y empresariales con el crimen
organizado. Anabel Hernández tuvo acceso no sólo a una vasta
documentación, inédita hasta hoy, sino a testimonios de
autoridades, expertos en el tema y personas involucradas con los
principales cárteles.
LEER LA MENTE Jorge Volpi ALFAGUARA ¿Qué pasa en mi cerebro cuando
leo una novela o un cuento? ¿Cómo y cuando aparecieron? ¿Que parte
de la mente inventa las anécdotas felices o los desenlaces
trágicos? ¿Por qué sufrimos o go- zamos con los personajes de los
relatos y de qué forma nosotros, los lectores, nos transformamos en
esos personajes? ¿No es acaso el yo nuestra mayor invención? En
este brillante y provocador ensayo, Jorge Volpi destierra la vieja
idea de la ficción como entretenimiento y sostiene, por el
contrario, que las novelas y los cuentos han sido esenciales para
la evolución de la especie humana.
Para el hombre arcaico la sangre y el aliento son las fuerzas
dinámicas que hacen posible la vida. Estas dos fuerzas confluyen de
tal manera que llegan a confundirse y a significar casi lo mismo.
Probablemente esta idea se remonte al Neolítico, si bien aparece ya
plenamente formada en Babilonia, donde el hombre es representado
por un cuerpo y un espíritu creados a partir de una arcilla
mezclada con la sangre de un dios. Siglos más tarde, la iglesia
romana se pronunciará en términos inequívocos: la sangre es el
asiento del alma. De ahí la prohibición de alimentarse con ella,
pues «la vida de la carne está en la sangre» (Lev. XVII
11-14).
En la tradición hebraica, de donde procede esta creencia, el alma
está unida a la sangre por- que en ella residen las energías
vitales. De ahí el tabú por el cual Yahvé prohíbe a sus fieles
tomarla. Así, la sangre, como receptáculo de la vida, asume el
poder sagrado de prolongarla. Y con e