Area intermedia COLOMBIA.
http://www.banrepcultural.org/museo-del-oro
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“Bien tiene esta gente entendimiento de
pensar que hay en el hombre más que
cuerpo mortal; no entienden tampoco
que sea ánima, sino alguna
transformación que ellos piensan y
creen que los cuerpos todos han de
resucitar”
Pedro Cieza de León, 1533
Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol ni
luna, ni gente, ni animales, ni plantas. Sólo el mar estaba
en todas partes. El mar era la Madre. Ella era agua y agua
por todas partes, y ella era río, laguna, quebrada y mar, y
así ella estaba en todas partes. Así, primero sólo estaba la
Madre. Se llamaba Gaulchovang. La Madre no era gente ni
nada ni cosa alguna. Ella era aluna. Ella era espíritu de lo
que iba a venir y ella era pensamiento y memoria. Así la
Madre existió solo en aluna, en el mundo más bajo, en la
última profundidad, sola…”
Mitología kogui.
Muisca: la gente y el oro en la Cordillera
Oriental Desde el 600 d.C. la Cordillera Oriental fue gradualmente
ocupada por diversos pueblos de la familia lingüística
chibcha, originaria de Centroamérica. Los europeos
encontraron en 1536 a los muiscas, guanes, laches,
chitareros y otros grupos que mantenían relaciones
económicas, rituales y simbólicas y se reconocían como
parientes cercanos. Pectorales de hombres-ave y
múcuras de cerámica indican esa visión compartida del
mundo.
La vida de los chibchas estaba profundamente imbuida de
preceptos religiosos. Los sacerdotes, llamados jeques,
inhalaban un alucinógeno para comunicarse con seres
míticos, y reestablecían el equilibrio del universo por
medio de ofrendas de figuras de hombres, mujeres, seres
asexuados y escenas, multitud de animales y objetos
cotidianos, que depositaban en ofrendatarios con formas
humanas, animales, fálicas o de bohío. Incluso durante la
Colonia, los cuerpos de personajes importantes fueron
preservados como momias y colocados en cuevas
profundas, envueltos en varias capas de mantas, redes y
pieles, con figuras votivas.
Muisca en la exposición del
Museo del Oro
En los altiplanos, vertientes y valles interandinos de la
Cordillera Oriental la arqueología ha trazado 15.000 años
de historia. Durante diez milenios los grupos humanos se
dedicaron a la caza y la recolección. Luego, hace cerca
de 5.000 años, cambiaron gradualmente su forma de
subsistencia, adoptando la agricultura y la alfarería.
Desde el 600 d.C. la región fue ocupada en oleadas
sucesivas por pueblos de la familia lingüística chibcha
procedentes de Centroamérica. Los europeos, que
llegaron en 1536, encontraron en territorios contiguos a
los muiscas, guanes, laches, chitareros y otros grupos.
Estos se parecían por tener un origen común y hablar
lenguas de la familia lingüística chibcha. Aunque su forma
de vida no fue idéntica, usaron e intercambiaron objetos
semejantes que expresaban una visión compartida del
mundo, como las múcuras o jarras y los pectorales de
hombres-ave.
Los caciques de las vertientes occidentales de la
cordillera usaron atuendos compuestos en su mayoría por
grandes piezas laminares.
Hacia 1500 la economía estaba basada en la agricultura,
la explotación de sal y esmeraldas y la producción de
hojas de coca, cerámica y orfebrería. Estos productos se
intercambiaban o eran acumulados por los caciques para
sostener a la gente en épocas de crisis.
Los pueblos agrícolas calculaban la época de siembras y
cosechas mediante la observación del movimiento de los
astros. En la región se construyeron alineamientos y
círculos de columnas y de bloques de piedra que sirvieron
como observatorios astronómicos.
Los orfebres fundieron piezas idénticas en oro y cobre,
mediante el uso de matrices de piedra que permitían
hacer los modelos de cera en serie.
LOS CACIQUES
Las ofrendas jugaron un papel fundamental dentro del
sistema de prácticas religiosas de las antiguas
sociedades de la Cordillera Oriental. A través de ellas
buscaron mantener el equilibrio del mundo.
Ofrendas de oro, madera, cuentas de piedra, artefactos
de concha y hueso, uñas, pelo, semen, sangre, tabaco,
coca y otras sustancias alucinógenas; bebidas, comidas,
plantas y hierbas; textiles, vasijas de cerámica, canastos,
cristales de cuarzo, carbón y un gran número de
esmeraldas fueron objetos que encarnaron a través de su
materia y forma, algunos de los principios básicos del
amplio sistema de oposiciones alrededor del cual se
organizaba el cosmos para estas poblaciones.
Principios que tomaban vida cuando los objetos eran
depositados en lugares sagrados como lagos, ríos,
cuevas, terrazas agrícolas, cimas de montañas o colinas,
plantas de viviendas, templos y tumbas. Allí acudían los
jeques a depositar aquellas ofrendas que, a través de su
conocimiento y sus actos adivinatorios, en su concepto
poseían las facultades que se requerían para enfrentarse
a aquellos fenómenos naturales o eventos sociales que
les afectaban, y que eran consecuencia de las
alteraciones del equilibrio cósmico dual.
Vida religiosa y ofrendas
Objetos como los tunjos o santillos, que eran figurinas de
oro y tumbaga con forma humana o animal, o de objetos
de uso personal y cotidiano, o escenas de vida, eran
entregados por lo general en parejas o grupos. Las dos
figuras encarnan una pareja de opuestos, como el
hombre y la mujer.
Sin embargo, esta liberación de las fuerzas de los objetos
no se conseguía solamente con la entrega de las figuras
de manos del jeque en aquellos lugares sagrados. La
comunicación con el mundo inmaterial era bastante más
compleja, y de la precisión del proceso en su totalidad
dependían los beneficios que se pudiesen obtener. Ésta
se llevaba a cabo en momentos determinados por uno o
varios jeques en ceremonias conformadas por rezos,
cantos y bailes que eran escogidos por estos sacerdotes
según las necesidades de la ofrenda.
Vida religiosa y ofrendas
A partir del estudio de la iconografía y las técnicas de
manufactura de las piezas de orfebrería de la Cordillera
Oriental, se determinó la existencia de tres estilos
diferentes que parecen corresponder a diferentes áreas
de influencia, diversos contextos de uso y posiblemente
épocas distintas en el desarrollo de la industria
metalúrgica.
Los tres estilos
El primero de estos estilos, asociado con los objetos del
área central de la Cordillera, se conoce con el nombre de
Muisca nuclear. Está conformado por piezas utilizadas por
los señores principales y para ofrenda, y corresponde a
figuras votivas; collares con formas geométricas,
zoomorfas y antropomorfas; aplicaciones para textil;
brazaletes; bandejas para yopo; narigueras rectangulares;
entre otras funciones. Son piezas predominantemente
fundidas utilizando la técnica de la cera perdida. Aunque
algunos de los diseños son geométricos, el tema
predominante fueron las aves y la figura humana con ojos
y boca en forma de ‘grano de café’.
MUISCA NUCLEAR
Por otra parte, los objetos que se encuentran bajo el estilo
conocido como Occidental complejo, hallados en las
vertientes occidentales y suroccidentales de la cordillera,
tienen una iconografía más recargada, influenciada por
las formas y los diseños de los pueblos que se ubicaron
en la región Quimbaya y Tolima. Son piezas
antropomorfas con ojos semicerrados y elaborados
tocados con espirales; colgantes de orejera cónicos y
troncocónicos, y pectorales acorazonados.
OCCIDENTAL COMPLEJO
Finalmente, el tercer estilo, conocido bajo el nombre de
Martillado simple, se relaciona con objetos más simples y
sencillos encontrados en el área de Santander y hechos a
partir de la técnica del martillado. Son narigueras,
orejeras en forma de anillo, o semilunares y circulares
como algunos colgantes y pectorales, entre otros.
MARTILLADO SIMPLE
El noroccidente de la Sierra Nevada de Santa
Marta, al norte de Colombia, fue habitado desde el
año 200 d.C. hasta la Conquista por agricultores y
artesanos de la piedra y el metal que
aprovecharon los recursos disponibles desde el
mar hasta las nieves perpetuas. Inicialmente
asentados en el litoral, se expandieron luego
hacia las zonas altas donde construyeron
ciudades de piedra. Su historia prehispánica
comprende los períodos Nahuange y Tairona.
Actualmente habitan allí los koguis, wiwas, ikas y
kankuamos.
TAIRONA
Durante el período Tairona los destinos de las sociedades
que poblaban la Sierra Nevada de Santa Marta eran
regidos por una poderosa élite de chamanes que
manifestaban tener el control sobre las fuerzas esenciales
de la naturaleza, el ordenamiento del cosmos y sobre las
acciones humanas.
Eran los encargados de velar por el bienestar material y
espiritual de la comunidad, atribución que les confería
poder político e ideológico capaz de movilizar ejércitos,
convocar la realización de grandes obras públicas,
controlar la producción agrícola, las redes de intercambio
y comercio y realizar multitudinarias ceremonias, entre
otras potestades
Una poderosa élite de
chamanes
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