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Revista Chilena de Antropologa N 13. 1995-1 996 , 99-1 36
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad dc. Chile. Santiago , Chile
Arica en las rutas de trfico de Potos:
Algunas cons iderac iones sobre la sociedad
andina del siglo
XVIII
Murio A. Rivera
Los caminos que hoy llevan de los puertos del Pacfico al Altiplano Boliviano
cumplen funciones muy similares a las vas terrestres que funcionaban en los
siglos de la colonia, cuando Arica, tambin conocido como el puerto de La
Plata. serva de entrada al azogue que provena del Per y salida de La Plata
que era producida en Potos.
Hoy da, las distancias modernas, 20 minutos en avin de La Paz a Arica,
8 horas en automotor, a una distancia de
400
kilmetros, corresponden grose-
ramente a los 2 o ms das que una recua demoraba en unir ambos puntos en
los siglos
XVII
o
xvirr.
Por ese entonces, este trayecto se realizaba con los
mismos propsitos que hoy, es decir, circulacin de bienes. La nocin de estas
rutas tienen su origen en la poca prehispnica, cuando caravanas de
llameros
recorran el espacio andino, poniendo en contacto diversos entornos ecolgi-
cos y etnias. Tanto el conocimiento del camino como la administracin del
mismo y su mantencin, as como las caractersticas de la dinmica de las
caravanas y los bienes que circulaban, cumplan un rol muy especfico en la
organizacin social y poltica andina. La base ideolgica que constituye parte
fundamental de esta organizacin nos permite aventurar la hiptesis que estas
rutas a larga distancia englobaban todo el mundo perteneciente al entorno
circumlacustre de Titicaca, aun en tiempos preTiwanaku. Anteriormente Ri-
vera, 1985), hemos sealado la importancia del agua en la ideologa andina, y
'Una versin prelirniar fue prep arada para Sim posiu ni: l Si qlo xv en los Andes , organizado por el
Cen tro Bartolorn de L as Cabas y realizado rri Chantilly, Francia. abril de 1993.
**Field Museum of Natural History. Chicago. USA.
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M A R I 0 A. RIVERA
como la red de conductos acuateros interconectados da base al mito de
Tarapac o Tunupa, vinculando las tierras ridas del desierto de Atacama al
centro mitolgico titicaca. Recientemente hemos recuperado nuevas eviden-
cias de sitios correspondientes al desarrollo Alto Ramrez en pleno desierto,
en donde el rol del agua en la iconografa de personajes que navegan en balsas.
y asociacin de canales de distribucin interna y otras obras acuferas en
establecimientos aldeanos tempranos confirma la vigencia mitolgica de Tu-
nupa y la participacin incluyente del territorio costero al Titicaca.
Como se ver ms adelante, la funcin de las rutas dependa directamente
del desarrollo sociopoltico vigente. Por ejemplo. durante la vigencia de
Tiwanaku y los Desarrollos Regionales en los perodos medios e intermedio
tardo 400 a 1.300 d. C.), las rutas mantenan una vinculacin efectiva entre
las distintas etnias, reconocindose como entidades de envergadura mayor
producto del trabajo colaborativo en las que diferentes etnias cooperaban. Es
decir, las rutas constituan obras de servicio mutuo y por tanto de carcter
neutro: que facilitaban la comunicacin. Con la expansin incaica, las rutas
continan ejerciendo un servicio de utilidad pero se les implanta una adminis-
tracin diferente, centralizada y jerarquizada. Con la dominacin hispnica, la
Corona introduce nociones mercantilista en cuanto a la forma y fondo de los
bienes que circulan, lo que afecta la administracin de las vas y la organiza-
cin de los agentes comunicadores, especialmente recuas y llameros.
El presente trabajo constituye una visin preliminar de las rutas desde los
puertos del Pacfico al Altiplano, durante el siglo xviir. Representa parte de un
proyecto mayor aun en desarrollo, por medio del cual nos proponemos estu-
diar las rutas prehispnicas de largo alcance con el objetivo de conocer el papel
que han jugado en la transformacin de la sociedad andina hasta el presente.
Para ello estudiamos las rutas en poca prehispnica para ver su desarrollo y
evolucin a travs del tiempo, y, especialmente, su rol, en la conformacin de
la sociedad. En seguida, el rol del Incanato y por contraste, las rutas con la
dominacin espaola, para concluir con el rol de las rutas en la sociedad
andina presente. Partimos de la base que las rutas han servido de agente
multifactico a la sociedad andina para su adaptacin a las cambiantes reali-
dades que comienza a vivir a partir del siglo xrv, y ms dramticamente
durante el perodo colonial hispnico y en el presente siglo. De all que nos
interese conocer cmo han sido reutilizados sitios preincaicos, as como
tambos incaicos distribuidos en una red de comunicaciones, y de esta forma,
recuperar informacin til que nos permita comprender la funcionalidad y
valor de las propias instalaciones. Este propsito tambin tiene que ver con mi
propio inters por la arqueologa, la etnohistoria y la geografa, disciplinas
stas que de esta forma colaboran en el estudio de una hiptesis comn.
De tal forma que presentamos aqu una primera aproximacin de este
problema, que consiste en cmo entender el valor de las rutas respecto de las
organizaciones sociopolticas en desarrollo de las comunidades andinas.
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Platt 1987:2
16 ,
por ejemplo, ha argumentado anteriormente la validez
de la hiptesis sobre la internacin del mercado en las comunidades andinas
como una estrategia indgena para subsistir, manteniendo el orden bsico
interno. Esta visin contrasta con la de una simple imposicin colonial y tiene
su rplica en la forma en que contina utilizando la va de Arica a travs de
uno de los ltimos envos de azogue en el siglo xvrrr. Interesante de considerar
aqu son las distancias, las recuas
y
su organizacin para llevar a efecto la
actividad de ameraje, adems del sentido empresarial que adquiere. Para
comprender cmo se efectuaba el traslado de tanto volumen de mercadera,
nos referiremos a continuacin al movimiento caravanero prehispnico
y
su
relacin con sitios arqueolgicos incaicos, para, finalmente entregar algunas
conclusiones sobre esta investigacin inicial.
POTOSI, UANCAVLICAARICA:
IR UITO D E LA PLATA EL AZOGUE
Tien en estas minas sus esculas o cat7iino.s desd e la sup erfic ie a la profundidad,
i por all suben los indios lus piedras en hombros, del metal que otros
trompaeros han de speg ado a punta de barreta. en cota ma s, que son costales
de pellejos u m od o de zurrones; i en l legando arriba, ponen la carga que sacan
de un a vez en mon tones dgerentes: a cada un o de stos llatnan mita, i al lugar
don de los van a senta ndo , c~ritzch~i. e estas ca ncha s se lleva el me tal a los
injenios, carg ado e n carne ros de la tierra. Injenios son ciertas m qu itza.~ e
niadera cuyas ruedas, llevadas de golpe del agua, levantan unos tnazos
grandes, que por su orde n vuelven a t~ 7 e r obre el metal i le niirelen hasta
hacerle polvo; este polvo o harinas .se v~7n oniendo en ho yos cuad rado s que
llam an cajon es, all les echan uz ogue i otras mezclas c.onvenientes para que de
la lei, esto es de .~p lie gu e a plata, i aquella piedra o tierra con q ue na ci
inco rpora da; i para conseg ir irlo mas brevetnente se ayu dan del ,fuego i calo r
que les enca min an por ciertos biritrones, aun que ya se tiene por mejo r valerse
del sol;
i
cu ~i nd o or las p ru ~ h a s otiocen que t iene es tado, lo echan en unus
tinas co mo tnedia s pipas, i alli lo van luvatzdo den tro de la tina a jirerzri de
brazos,
OI I
l r t ~molinete qu e es a la traza de rodezno. Sulese escusar parte del
trabajo valindose del aguti para rodar el molinete. i cuan do se hace asi lo
llatnrrn lavad ero. L avad o el ttietal, sacan la plrita i azogue en u na pella. p n et ~l a
en rrn anjeo (aspe cto de lienzo t osc o), tuercen, golpean hasta que de spide el
aglr~ i algo de azogire; luego lo meten en mo ldes i tornan a golpearla hasta que
toma jbrma de pia; sta ponen en irn harnillo de barro que llaman de sazog a-
deras, 1 , fuerza de juego le van qiritando tle todo punto al azog ue, cayendo
atajo en irn barreo de agua que l l~ lm an ilque: de all sale la pia algo
,qranujada. asientan la plata con un nlartillo. con que qu eda a caba da esta obra
has ta hacerla barras en sa ~u r la .
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M A R I 0 A . R I VE R A
As describe el virrey Mendoza, Marqus de Montesclaros, el trabajo de la
plata y el azogue en P otos a comienzos del siglo xvrr (Dagnino, V. 1909:82).
Potos fue descubierto en 1545
y
segn don Lam berto Sierra, tesorero de
Potos a fines del siglo x v r i , lleg a producir 1.647.901 O16 pesos con tabliza-
dos hasta el ao 1800. Segn docum ento 1795 (legajo 75 de Hac ienda, Sala 9 ,
C. 1A.8 N.6, Archivo Nacin Argentina), la mita de Potos produjo en las
cinco provincias sigu ientes que la integraban tributos hacia 1780 de:
Porco 34.6 89 7
Chayanta 50.445
4
Chichas y Tarija
17.983
6 314
Lipes 3.532
Atacama 6.429
En 1564 se descubren las minas de azogue en G uacanvlica, sur del Per.
El virrey Marqus de M ontesclaros describe as el proceso de extraccin:
Srrle de la min a, en tierra piedra ; quebrntcilu en pedazos tnrn ud os, i derrtro
de costtrlrs. .sobre carner os d e la tierra , lo lzacen bajar- sus d ueo s
L
a.siento
do nd e tienen fundicio n i horno s de dge ren tes manera s. Los cornurres i que
me jor h an pro bado , qu e l lam ar de jabecus, sor1 Icrrgos i an gosto s, no rnas ctltos
que a L cintura, descubiertos por arriba en
rr
haz: dentro de l hueco i~an
metid as iinris ollas d e barro llenas de me tal, crtbiertas co n otra s vasijas de lo
mismo, que Ilciman caperuzas. Danles fuego por el lado, veitlticuatro lzoras i
rnas; srveles de Ieia yerba co m o paja que Ilrin~rirl cho
y
que nace silvestre en
las tierra s fras. Cu an do ya por el tino conocer1 hci do do la lei, lo dejan en friar,
i destapando las ollas hallrrrz algun azogue que llev el humo al cielo de 1a.s
caperuzas,
i
el resto .saccrn lavando poco a poco la tierrcrs de cada olla, i lo
echan en los vlques iidr iado s, con lo c ~ ia l e perfeccioncr unti cosa tan
impo rtante qu e .sin ella nlal pudira mos gozcir de la pi.sta i del oro que por su
medio 170,s viene a la irlano i posesicn . (Dagnino, 1909:86).
El transporte del azogue se haca en llamos desde Guancavlica hasta Chin-
cha, desde aqu en barco hasta Arica, y luego. nuevamente en llamos hasta
Potos. A su vez, desde Potosi se acarreaba la plata que d eba ser embarc ada
en Arica con destino a las Cajas Reales en Espaa. A pesar que las llamas
fueron reemplazadas por mulas a fines del siglo
xvr,
su costo y dificultad para
criarlas, haca m as expe dito el transporte en llamas, que siempre fue preferido.
A partir de 1657. segn memorndum de Juan Bautista Sen z Navarrete
(docu men to 149, Charcas 29-9, Archivo General de Indias) el transporte del
azogue a Potos se hizo por B uenos Aires, considerando que G uancavlica ya
no produca cantidades im portantes y el azogue deba viajar distancias m ayo-
res desde E uropa, lo que abarataba los costos de transporte. Otra razn para
este cambio de rutas la ofrece el citado Vicente C aete y Dom nguez, aducien-
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ARlCA
EN
LAS RUTAS DE TRFICO DE POTOSI:
ALGUNAS
CONSIDERAClONES
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do que Arica y Tarapac no entran en la composicin de la provincia de Potos
y que Arica adems conforme parte de la Audiencia de Lima y del Virreinato
del Per, lo que hace ms difcil el control de traslado de mercancas de valor.
Con el virreinato de La Plata, creado en 1776, la audiencia de Charcas
completa pas a su dominio y por tanto Caete y Domnguez arga que el
traslado de azogue poda ser mejor controlado.
Mientras, Arica como ciudad y puerto comienza a activarse a partir del
ltimo tercio del siglo xvi. Pero es realmente durante el xvii y la primera mitad
del siglo xvrrr donde se desarrolla como plaza comercial importante. Sin
embargo, las pestes y lo malsano del clima, plagado de malaria hasta entrado
el siglo xx, constituyen una dificultad insalvable para el desarrollo econmico
y social de esta regin. Las reclamaciones interpuestas por los oficiales de la
Real Caja al virrey en 161 son un plido reflejo del descontento por servir en
estas comarcas. Brevemente citemos parte de esta reclamacin interpuesta por
Agustn de Torres y Juan Bautista de Ureta, el
23
de mayo del citado ao, y
consignada en Dagnino
1
909:47-48 .
Au nq ue en ulgu nus ocu sio/le s c.ndri u n o (le noso tros en purricidar hem os
dicho a
V .
E-rcelenciu cuntti e s Iu mise riu y cortedud [le los sularios rie
t iuestros oficios i cun truhujosumer~te asamos con el los . la demasiada
rlecesidad no s obligrr signific ar a
V .
Excelenciu que ochoc,ientos pesos
r~lsu-cidos que ca do un o trriemos al uiio n o es suficiente puru xusteiltnrse
riz esta tierra el hombre trz(is hilmilde de ella: pues, como es notorio, este
lugar es e l mas caro, ir~cirzodo del mus de .~ t~ hr id ou enfermo temple de
todo el reino ...
... a estu Ctdu viene a purur i se de ~ p u c h u e ellu toda /u pluru de las de
Potosi, O ruro, La P UZ tlemtrs partes de clrribu, i (i q ~ lie reciben i beneficiun
r0do.s los cizogues que por cwentu de Su Majestad vierien de los Reinos (le
Cilstillu i d e Guancuilr'liccr, estnilrio nu estr o carg o el trujiti de el los, que so lo
esto ltimo e s de rr~trs rcrbujo i riesgo que pued e ha be r en ninguna otra Cu ja,
i en que SL IMujestud
es
mili .s er ~i do . enlus de que , ciunyue lcts rentas de e ste
partido n o son [ un cuuntiosns com o las del Callao i Limu. tienen lu misinu
ocrlpacion i son urios rrzismos jr'iieros i da n r l mi sm o cui da do , i sol o no hu i
c.obrctnrri rie trib uto s de indios. S in qu e purezcu exa jera cio n, podemo s certifi-
(.ur t V. E.rcelenciu, que por solo v ili r eti Arica , cualqu ieru homb re hon rado
nierece m uc ho premio, pcies rlet,las de las coiltinuas er~ ferine dad es riesgos de
tul v id ~i ,iene otrcls tun mcrlus cu lidu des que excelen a lo peor del Re ino, i en
suma se viile entre marineros, venteros i arrieros; rn considerucion de lo cua l
i de que siempre hetnos acudido al servicio de Su Majestad i de
V .
Excelencia
en to das los cosas i cuso s que se ha11 ofrecido i h ~ i n studo u nuestro curgo
con m uchu puntuulidad .
Huelgan comentarios para justificar la presencia de Anca en el trajn del
azogue y el embarque de La Plata, a
no ser por su excelente posicin geogr-
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fica. Cabe destacar, sin embargo, que tal accin de los oficiales reales se
restringi en todo momento a sus funciones en Arica propiamente tal, sin
incursionar en el temtorio que iba ms all de los lmites de la ciudad. El
verdadero trajn desde y hacia Arica fue dejado en manos de seores andinos
que, como veremos, organizaban estos traslados como verdaderas empresas.
En la administracin de las rutas y la organizacin del sistema de traslado de
bienes y mercaderas, especialmente plata y azogue, era muy importante tener
clara conciencia de las distancias entre los puntos claves as como el tiempo
que se demora en cubrirlos. Esto, ms los riesgos y recursos que cada entorno
en particular poda ofrecer, constituan experiencias propias de aquellos con-
tados seores andinos que se atrevan a montar semejantes expediciones.
De Buenos Aires a Potos se contabilizaba una distancia de 450 leguas y
en 150 leguas por lo menos no pasan carretas) y de Potos a Arica hay 112
leguas. Doc. 149-Charcas, AGI). Sumamente instructivo en este aspecto es la
carta geogrfica levantada por don Pedro Vicente Caete y Domnguez, quien
fuera Gobernador Interino de Potos en 1787 Caete y Domnguez 1791)
1952, Larran 1974). Siguiendo esta carta, figuran las siguientes distancias:
San Pedro
Atacama a Potos: 139 leguas
siguiendo el derrotero:
San Pedro a Chiu Chiu: 18 leguas
Chiu Chiu a Santa Brbara: 12 leguas
Santa Brbara a Polapi: 8 leguas
Polapi a Tapaquilchas Lpez): 19
Tapaquilchas a Visacachillas: 8 leguas
Viscachillas a Alota: 7 leguas
Alota a Ro Grande: 15
Ro Grande a Amachuma: 16
Amachuma a Agua de Castilla: 9
Agua de Castilla a Cordillera de los Frailes: 10
C. de los Frailes a Porco: 8
Porco a Potos: 9 Total: 139 leguas)
Este camino, sealado en el mapa de Caete y Domnguez Charcas 694,
Ref.
160, AGI) vase mapa 1) desciende hasta el puerto de Cobija, en la costa del
Pacfico confrontar con mapa de Cobija, carta 156, Charcas 438 AGI, de
fecha 16 de Dic.-1785, levantado por Josef Agustn de Arze, con ocasin de
la visita de los Indios de los Partidos de Lpez y Atacama, y reconocimiento
del puerto de Cobija por orden de don Juan del Pino Manrique en informe al
Marqus de Sonora Hidalgo 1983, Bittmann 1983) vase mapa 2).
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En carta de Antonio Romero de Tejada dirigida al Sr. Director General de
los Reales Rutas de Correos, fechada el 26 de mayo de 1798 Correos 464
AGI) se sealan las distancias oficiales por ordenanza sobre incorporacin a
la renta de correos de las conducciones de azogues y caudales en los dominios
del Per y ro de La Plata. Desde
Buenos Aires a Jujuy: 410 leguas
Jujuy a Potos: 132 leguas
Potos a Oruro: 62 leguas
Oruro a La Paz: 48 leguas.
En nota del Marqus de Loreto, virrey de La Plata al Gobernador Intendente
de La Paz, fechada en Buenos Aires 2 de febrero de 1789 Hacienda Legajo
53, ANA), se sealan las siguientes distancias:
Arica a Oruro: 110 leguas
Arica a La Paz: 95 leguas
Arica a Chucuito: 125 leguas
Arica a Carangas: 55 leguas
Arica a Sajama: 36 leguas
Arica a Guanta en Lluta): 7 leguas.
Nuevamente, esta informacin se puede complementar con el mapa de Caete
mapa 1). En ste se indica el camino de Potos a Arica como una ruta directa
que une Potos con Porco, cordillera de los Frailes, Ullaga, Paria, Salinas de
Garci Mendoza hasta entroncar con los altos de Arica. A su vez, Dagnino
seala que este camino entroncaba en Caquena y Parinacota, en el altiplano
ariqueo Dagnino 1909: 112). Para llegar a estos puntos, se puede subir a lo
largo del valle de Lluta, o bien por Azapa slo hasta Chilispaya y Livlcar.
Tanto Azapa como Lluta ofrecen buenos pastos y clima benigno, hasta Jami-
raya en Putre, a tres mil quinientos metros de altura por el valle de Lluta. De
all se asciende hasta la laguna de Chungar a los pies de Parinacota para
cruzar en tierras de Carangas bifurcndose el camino uno hacia Oruro, otro
hacia Potos. Una tercera va de mucha frecuencia, una el valle de Tacana y
la quebrada del Tacora hacia Oruno, Garci Mendoza y Potos. Fue conocida
como la va de La Paz Dagnino 1909: 12-113).
LA
O R G A N I Z A C I ~ N
E
U N
TRASI ADO
D E
A Z O G U E DESDE
ARICA
N
EL
SIGLO
X V l I l
A continuacin nos referiremos a uno de los ltimos envos de azogue que
utiliz el puerto de Arica en su desplazamiento hacia Potos, reviviendo las
antiguas rutas caravaneras. Este azogue, que en este caso particular fue
elaborado en Alemania, deba haber entrado originalmente por Montevideo,
siguiendo las rutas que se utilizaron durante todo el siglo xviir y parte del siglo
anterior, desde la creacin del virreinato de La Plata vase mapas 3 y 4).
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PvIARIO
A RIVERA
M P
Carta Grogrdfica que contiene
los
partidos que comprende
la
provinciii de Potos, ao
787
Los mapas sealados son muy instructivos pues muestran que hacia
mediados del siglo xvii i la ruta B uenos A ires-Salta-Potos rep resentab a toda-
va innum erables peligros deb ido a las contin uas revueltas de indios infieles
y la escasa poblacin hispana asentada en la regin y que dificultaba las
comunicaciones.
As. los mapas 4-A y B m uestran el ro de La Plata, Paraguay y atluentes.
Fueron levantados por el gobernador de Tucum n
D.
Joaqun de Espinosa en
1759 y enviado al Gobernador de Potos D. Ventura Saltelices. Indica muy
bien el avance de las expediciones desde Salta a Asuncin y de C orrientes
Salta. El siguiente mapa es com plementario del primero, y puede ob servarse
con m s detalle los nombres de las poblaciones m encionadas en el anterior. El
mapa
3 en ca m bio, corresponde a una relacin geogrfica de las provincins
de las gobernaciones del ro de La Plata. Tucumn y Paraguay, pero incluye
tambin Chile. Bolivia y sur del Per. Fue confeccionada en 1685 por el
cosn-igrafo mayor del virreinato de L ima , y com para m uy bien am bas rutas,
la oriental, a lo largo del ro de La Plata hasta Salta y Potos, y la ruta
occidental. desde A nc a a Potos. La distancia es efectivamente m ucho ms
corta y. adem s, constitua A nc a una ruta n-is segura don de haba ms
experiencia en el traslado de bienes.
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M P
Dr i r i~ i rc . ic ' i~ i i ie l ~ iue r i ole Cobi j i i
En el Arch ivo de la Nacin Argentina se encuentra un expediente coinple-
to relativo a las incidencias del otorgamiento del traslado del azogue desde
Arica al altiplano, asunto que originalmente se le haba propuesto a don S imn
Nez, natural de Sica Sica, en el traslado de 2.000 quintales de azogue
proveniente de Espaa ANA -Hacienda Leg.
53 .
El ao 1788, Juan de Dios
Valles
y
Requesens. com erciante de Cdiz
y
due o del barco Nuestra Seora
del Rosario, propone e ntrar por A rica. Su solicitud es ap robad a por el presi-
dente d e la Audiencia del Contrata y po r el rey. El valor del flete fue tasado en
6 pesos por cada quintal, haciendo un total de 12.000. El 29 de agosto del
mismo ao don Antonio Valds comunica al Superintendente General
y
Sub deleg ado de Azogues y Min as en B uenos Aires sobre la decisin del viaje.
Leguas Flet em ula Quintale~ lcarga Fletelquintal
--
A
Arica-Oruro
1 1
1 4 a 15
Arica-La Paz
95
13
3
42
213
Anca-Chucuito
125 18 3
6
Arica-Carangas
5
5
12 4
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M P
Caria Geogrfica de las proviiicias de la Gohernacionei del ro de La Plata, Tucurnn y P~irguay
Adjunto a esta nota, el Marqus de Loreto enva una relacin al gobernador
intendente de La P az en qu e se expresan los fletes por la distancia a servir:
La carga de azogue, segn instrucciones se compona de 1.333 cajones de 1
112 quin tal y un quinta l sobra nte, haciendo el total de 2.00 0 quinta les, para ser
distribuida de la siguiente manera:
200 cajones a la Tesorera de Carangas
100 cajones a la Tesorera de La Paz
60 0 cajones a la Tesorera de C hucuito
433 cajones a la Tesorera de Oruro.
S e pagara la siguiente refaccin al asentista:
Desde Potos a Oruro
Desde Potos a Carangas
:
112
Desde Potos a La Paz 1
Desde Potos a Chuc uito: 2
Ante el pedido de la Real Hacienda transmitida a las instancias limeas y
paceias por el virrey de
a
Plata Marqus de Loreto, el escribano de S.M.
Crispn de Vera y A rao cita a La Junta de Gobierno d e Real Hacienda e n abril
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M A P A
4 A
Plano de
I i
entrada general al Cha co 759
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M A R I 0 A R IVER A
MAPA
4-B
Map a geogrfico del terreno que ocupan los fuertes de las fronteras dc S alta. luju y y
o
dems descubier-
to en la jornada que
izo
en 1759 el Gobernado r de Tucumn D. Joaqun de Espinosa.
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de
1789
para tratar el modo ms cmodo y econmico para dar cumpli-
miento a las disposiciones del virrey de La Plata acerca del recibo, reparti-
cin
y
conduccin de los 2.000 quintales de azogue, distribucin
y
caloracin de los maitos, asegurar el crecido nmero de badanas para
reforzar los maitos en su transporte (Acta reunin Junta Gobierno de Real
Hacienda, 20 abril 1789 Hacienda Legajo 53 expediente 1.360 ANA). La
Junta decide adems la contratacin del minero de Sica Sica don Simn
Nez para la conduccin de esta partida segn se ha expresasdo anterior-
mente. Cuando ste sabe de la designacin enva carta de contestacin a la
Junta donde fija sus condiciones.
e11 cu an to a fletes , para .satisfac.er a lo s arriero.\ y para m a yo r segur ida d
eti las respect ivas distancias q ue hall de cam inar las 400 0 badan as o maitos
de aTogue , ha de ser indispensable e l reconocimiento d e cada una d e e l las
al tiemp o de recibirlas, sacarlas de los barri l i tos bien aco mo dad as, ya por
estar f lojas S U S am arr as, ycr porq ue esta cotlform e el t iemp o el mism o
mater ial quema
o pudre lrls badanillas.
o
se ubieretl v ar ad o contrrr la
maderrr o algu n clavo, pue5to cabe toda precaucion, don de ocur ren cont i-
nuo s va ivenes. y no pocas ca.sual idades,
v
ya po rque n o es posible volverla^
ac om od ar en los mismo5 barri l i tos que qu edan int i les e inseri , ibles: se
manda acomodar necesar iamente , y se,qtz prct ica, cad a ma ito e n una
badana que resista, y precaucione los inc~onvenientesque se dejan ver.
procurando el que cad a un a se i laya atando con los cord eles a propsi to de
acarreo , despues de mojado , , a roda fu ~ r z a e dos hombres , e indus tr ia de
ciento estaq ui l las que d aba n manejrrr.
Desput s de t oda e s ta t na t~ iobraque depende de as i s tenc ia personal y
conocimiento por men or , as para e l acom odo con la hum edad y las
con dicion es de los cajon es que ha n de catninar a srrber: de 3 en m airos por
terc io, ya se deja \ ,er son ne ces aria s
666
mulas co n mas una que conduzca
los do s maitos qu e sobrati : 40 00 badanrrs t i les, y reforzadas, qu e co m o va
dicho han de seril ir para resguarda r el gi ro de cada uno d e aquel los nlaitos
e demandelas que se graduen de r
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14/32
112
MA RI0 A RIVERA
constan te las contravenciones que se acarre an por la decidia de aquellos, y
aun por las i rrupciones que cometen , cuand o no t ienen quienes les impidan
y
sujete.
Es cuanto puedo informar a U S en el particular median te la prctica que teng o
e.rperimentadu p or lo que he visto; y sucedi conm igo en ocasin que fue de
orden de US u recibir en el mism o puerto los azogue s que arribaron en el ao
pasado de 1786 . Paz 14 M u y 1789. S imn Nez .
Doce das ms tarde le escriba Francisco Javier de Santelizes desde la Paz
ofrecindose para hacer la conduccin
y
reparto del azogue en las siguientes
condiciones:
l . es condicin quese m e ha de satisfacer; a razn de 8 pesos, por la
conduccin d e cada quintal, dndosetne la mitad de su total.
l tetn que se me han de dar, adem s de los 8 la refaccin que fuese de
costumbre.
1te1n que seria de m i cargo satisfacer todos los costos
y
gastos que se
impendan en la recepcin del material, su acomodo, y resguardos necesarios,
como igualmente las 4500 badan as, ma s o menos que se necesitan, los cordeles
de acarretto, la madera para la refaccin de los cajon es, que llegaran a ser
mu cho s entre 1334 que se consideran de ban venir. Los clavos, los oficiales de
carpintera que debe c onducir todo desde otras distancias, porno haber estas
proporciones en Arica. Y asim ism o los fletes, rnozos que m e ayuden,
la
r~ianutencin ia,
y
de ellos, cuya cuenta por m enor adem as debe ser impo rtu-
na, no es po.rible se prevea, sino se exp erimentan las ocurrencias b astante
indisl~ensab les omo rem ediadas unicamente a todo costo de dinero, y gentes
en unos lugares remotos, y de escasezes tan notoria.
l t e n ~ que todos los utensilios de las se haga n cuales ellas sean de bad anas, y
cajones, quedarrz en las m ism as casas a favor de S.M . parci q ue se vendan de
segundas. Por tanto a U S pido y suplico se sirva hacerm e por presentado en
el grado que va referido,
?>
conceptuase la susperioridad de US y fuere mas
conforme al Real servicio . Francisco X. de Sante1i:es Paz 26 de M ay o de
1789.
Los ministros de la Real Hacienda contestaron afirmativamente los pedidos de
Francisco Xavier de Santelizes. En carta de Crespo-Llano firmada el 8 de junio
de 1789 en Paz se menciona la cantidad de
5.502
pesos en total por concepto
de flete.
considerados todos sus destinos, distribuidos entre los 2000 quintales de
azogue, pues la propuesta habla de $ 8 por quintal, descontando los gastos. El
costo de cada c nula hasta dest ino es de $ 2 4 , considerando adems $ 1 2 par
quintal en los azogues de Curangas, $ 1 1 por a Paz, por Oruro , y $ 6 por
Chr~ cuito, ero
a
Chucuito van 600 cajotzes, a Oruro, 433, hecho el conjunto
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ARICA EN LAS RUTAS
DE
TRF ICO [)E POTOSI. AL-CiUNAS CONS IDERA CION ES
..
113
q ue ~ )a g a d o sodos los,flrtes de todos ellos en sus destinos, solo queda apura
reparo
y
acomodo
5502.
Por lo tanto,
y
de ser tal, se le adjudique por ser
conveniente .
Santelizes contest el 20 de junio que, para mejor arreglo de las refacciones
en el transporte del azogue propone hacerse cargo de las conducciones de
dicho azogue bajo la propuesta equitativa que se le debe aguardar por va
refaccin, hasta las casas de Chucuito el 2 de quintales, hasta La Paz el 196,
a Oruro el 1/2 , y Carangas el 1 . El mismo Crepo-Llano oficia al
Gobernador Intendente sobre el porcentaje aplicado a la distancia Arica-Oruro
y La Paz, manifestando que es la misma distancia por lo que el porcentaje debe
ser el mismo, es decir, de 1%.
As las negociaciones, se ordena se extienda la escritura correspondiente
de contrato en favor de Santelizes, para que, extendida la fianza, reciba en el
puerto de Arica 2.000 quintales de azogue y conducirlos, de acuerdo a
instruccin del virrey:
600 cajones a Chucuito
4
cajones a Oruro
200 cajones a Carangas
100 cajones a Paz.
Dicho traslado se hara a razn de 8 por quintal. y una refaccin de 2 por
merma en los azogues destinados a Chucuito, y 1% por los restantes, y
con la cotzdicin que se le hn de contribiiir por delante
4
por cada quintal,
que rs la mitad tle los estipulados,
y
el resto se le ha de entregar por los
Ministros d e Las C ajas recibidoras, precedida la cuenta de cada entrega que
haga con .su respectiva refaccirn y abono de media libra de tasa en cada bolla
o maito, y dejando en los resprc.tivas cas as a beneficio de S.M . los cajones y
utensilios. El plazo de conduc cin y entrega es de cuatro meses contados desde
su recepcin en Arica, considerundo q ue se harn varios viajes porque no hay
recucis .~ i~ficie nte.sara trans porta rlos de uncr ida . (Escritura otorgada por el
Teniente Coronel de ejrcito Dn. Protacio de Azmentia a Francisco Xavier
de Santelizes, Paz Real Contadura General 29 de junio de 1789).
Es interesante hacer notar que hasta aqu. la organizacin y procedimiento
para tan importante traslado de azogue funcionaba de acuerdo a la burocracia
de la Corona, adecundose en algunos aspectos a las dificultades propias de la
regin. Pero, era de preverse que la ruta del trfico de azogue por Buenos Aires
no iba a cancelarse tan livianamente. En efecto, en la documentacin anexa se
encuentran alegatos en favor de mantener la conduccin del azogue por la va
Buenos Aires-Salta. Uno de estos documentos seala el pedido reiterativo
hecho por Francisco Daz de Arenas, apoderado de Toms Antonio Romero,
asentista general de caudales y azogues del virreynato de La Plata, para que
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I l M A R I 0 A . R I V E RA
estos caudales sean trasladados por la va del oriente, a fin de evitar entregar
contratos de traslado a particulares, como era el caso de Santelizes. Los
Ministros de Real hacienda fallaron, sin embargo, en favor del traslado por
Arica, primero porque aunque se trata de particulares, ha sid o ordenado por el
Virrey, y a dem s, porque representa economa. rapidez y seguridad.
De m anera qu e el 3 de octubre de 178 9 llega a las costas de Arica la fragata
con el cargamento d e 1.334 cajones de 1 % quintal cada uno, procedente de
Cdiz. El 2 7 de octubre es entregado al asentista Santelizes para su conduccin
al altiplano.
Los detalles del traslado, va utilizada y problemas encontrados en el
camino, desgraciadamente no los conocemos. En este aspecto, acudimos a
documen tacin del Archivo d e Arica, reflejadas en la obra de V icente Dagni-
no (1 909).
Hacia 1612, en pleno auge del traslado de azogue por Arica, Dagnino
expresa que en la preparacin de las expediciones participaba la mita de
Ilabaya, Tarata y Putina, localidades ub icadas en el altiplano sur peruan o, con
unos cuarenta indios. catorce de llabaya y veintisis de Tarata y Putina,
jurisdiccin de esta ciudad, estn com o de costum bre viniendo a este puerto
los seis meses d e invierno para hacer las izanga s para los arrieros que acarrean
el azogue a S. M . a la villa del P otos y O ruro; por ser el verano aqu muy
enferm o para ellos, no asisten mas
...
(Dagnino 1909:45).
Las izanga s correspo ndan a los apare.10~ para los Ilamos. S e hacan
originalmente d e totora, abundante en los pantanos de la desemb ocad ura del
ro Azapa. En pocas norm ales se dispona la confeccin de 6.00 0 izangas por
temporada, lo que da una idea sobre la enorme cantidad d e animales necesa-
rios para el transp orte del azogue y plata.
El acarreo de azogue se hizo en llamos, pero a partir de comienzos del
siglo x v i i se introdujeron las recuas de mulas. Sin em bargo , parece qu e an
con la utilizacin de mulas, la organizacin del transporte sigui el mismo
patrn d e las organizaciones aymaras. Las recuas, por ejemplo, a pesar de lo
num erosa, se divida en grupos m s pequ eos de diez animales -las piaras-
y qu e podan ser manejadas por solo dos hombres.
Norm almente hacan jornadas diarias de 3 a 4 leguas, tardando entre 24 y
28 das e l recorrido qu e inclua O ruro, Potos y Carangas. La gran dificultad
de la mula, sin embargo, es que no resiste las inclemencias del tiempo y la
escasez de forrajes tan bien com o las llamas, por lo que la mortandad de estos
animales en cada acarreo era bastante elevada. Por ello, se necesitaba gran
cantidad de an imales de reserva. Sin embargo. en los siglos xvrr
y
XVIII
eran
preferidos porque tenan mayor capacidad de transporte. Dagnino (1909:87)
da el dato que anualmente se traan alrededor de ochenta a cien mil mulas
desde la regin central de Chile y desde Tu cum n.
El azogue constitua un elem ento de difcil transporte, debido a su eleva do
peso y la dificultad de embalarlo convenientemente. Por ello, se prefiri su
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ARlCA
E N L A S
R U T A S D E
TRFICO
I F . I~OTOSI:
L CiLlNAS
CONSIDERACIONES 115
transporte en contenedores de pieles curtidas -hadcinus- con las que se
hacan bolsas amarradas en sus extremos. El azogue que vena desde Europa,
preferentemente de Espaa, y conocido como azogue de Casrilla entraba a
Amrica por Panam. Su forma de embalaje consista en atados de a cuatro
badanas y cuatro ligaduras de hito de tralla, a razn de cuarenta libras por
atado, que llamaban grande, el de Guancavlica llegaba en atados que llama-
ban chicos, de dos badanas y dos ligaduras, con peso de treinta libras ms o
menos (Dagnino 1909:88).
Las badanas para los fletes se confeccionaban en el centro de Chile, y fue
un negocio muy fructfero durante los siglos XVII a XVIII. Incluso muchos
expedientes dan cuenta de una gran actividad clandestina del trfico de estas
badanas y cordobanes que entraban burlando la vigilancia de las Cajas Reales
a Liina y Arica. Adems, y debido a la demanda, sus precios eran altos, y la
calidad no siempre respetada, lo que fomentaba escasez de badanas para el
transporte.
El azogue era distribuido en las badanas. Cada par de badanas conformaba
un maito, y aproximadamente cuatro maitos hacan un quintal. El azogue que
vena de Guancavlica era embarcado en Chincha en naves de la Armada Real.
Durante el siglo
XVII
hacan un viaje al ao. Adicionalmente la Corona tambin
fletaba mercantes particulares. especialmente en el siglo XVII I El azogue era
ob.jeto de cuidados especiales en este transporte martimo. Deba ser embalado
en cajones para evitar el peso descontrolado en alta mar, estibando las badanas
como mejor cupieren en dichos cajones.
Una vez en Arica el desembarque y reexpedicin del azogue hacia el
altiplano constitua toda una nueva empresa. Los arrieros hacan uso de los
recursos locales, producto de siglos de trfico organizado. pero a costa de tener
que cancelar sumas cada vez ins altas por la prestacin de servicios de
manutencin y forrajes.
En este aspecto. es ilustrativo el documento que reseamos en este trabajo.
Los tambos a lo largo del valle de Lluta, segn resean documentos, cobraban
por servicios quince pesos por la hanega de maz.
En la organizacin y dinmica de la sociedad andina el principio de comple-
mentariedad ha sido fundamental (Murra 1972). Bajo este principio, el hombre
andino percibe su realidad y el entorno con un sentido macrovisionario,
englobando reas y nichos ecolgicos muy diversos y variados, y que contri-
huyen a complementar sus posibilidades. Esta visin de la realidad tiene
implicancias tanto para la vida social como econmica. poltica y espiritual del
pueblo andino. Lo intreresante es que, al parecer, ste es un ideal de muy larga
gestacin en el tiempo, y por ende, muy arraigado en las concepciones
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6 M4 RI O A RIVE RA
ideolgicas del mismo, de manera que llegan a constituirse, aun hoy da, en
fuertes pilares del pensamiento andino. Para lograr una complementanedad
fsica que mantenga cierta unidad y destino el pueblo andino ha desarrollado
al mximo las posibilidades de traslado a travs de la organizacin de carava-
nas de llamas.
Son innumerables las evidencias arqueolgicas que muestran como se han
movido estas caravanas vinculando extensos territorios. Productos del altipla-
no, como chuu. charki y papas eran bajados a los valles para ser
intercambia-
dos por aquellos del valle, por ejemplo maz, sal y guano.
En 1975, y posteriormente en 1987, mientras nos encontrbamos realizan-
do trabajos de terreno en los sectores de Beln, al interior de Arica, y en
Camia, sector localizado al sur de Codpa, tuvimos oportunidad de observar
cmo funcionaban estas caravanas vase tambin investigaciones de Flores
1985), Murra 1965 y 1973, Guerrero 1986), Orlove 1977), y Flannery
t
al 1989).
Recorren estas caravanas enormes distancias. Tanto Beln como Camia
parecen representar punto finales de destino a llameros que vienen del altipla-
no y que bajan primero a las zonas orientales de contacto con la floresta
tropical de la cuenca amaznica, para regresar al altiplano y bajar a las
vertientes del Pacfico. Las localidades ms frecuentemente mencionadas en
los relatos de estos caravaneros fueron: Sabaya, Sajama, Turco, Corque.
Andamarca. Coipasa, Pampa Aullagas, en el altiplano, y localidades orienta-
les como Cotoca, Santa Cruz y Samaipata, Comarapa, Quillacollo y Cocha-
bamba.
En 1985 la Corporacin Nacional Forestal estimaba una poblacin apro-
ximada de 8.600 cabezas de llamas y alpacas para la zona de los altos de Arica
Rivera 1987:244). Gunderman, por su parte da una cifra estimativa de 10.000
cabezas de ganado camlido que, fue comercializado en 1982 en las principa-
les ciudades del norte de Chile Gunderman 1986: 145). Evidentemente, la
poblacin camlida en el altiplano boliviano es an mayor, y en el pasado,
inmensamente mayoritaria y de enorme utilizacin.
En tiempos del imperio incaico, cientos de miles de llamas transitaron el
camino real transportando mercancas del ejrcito. Estas caravanas estaban
compuestas por llamas del Estado, pues normalmente, la propiedad individual
de llamas estaba muy limitada. En los siglos siguientes, debe haberse produ-
cido toda una confusin para el hombre andino respecto a la organizacin ya
estatuida de estas caravanas. Por un lado, la falta del poder central que fue
reemplazado por el espaol, agudizado por las inclemencias de una mita que
deba responder al trabajo de Potos. Por otro, las cada vez ms crecientes
aspiraciones de los seores locales que, en un marco de rnercantilismo en
aumento. vieron favorecidas sus aspiraciones de romper con el esquema
centralizado de la propiedad para desarrollar sus propias ganancias. La urgen-
cia y la necesidad de transportar grandes cantidades de mercaderas, que
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AR I C A EN LAS R UT AS D E
TRFICO IIE
POTOSI:
A L G U N A S CONSIDE RACIONE S 7
incluan el az ogue y l a plata hacia y desde P otos a Arica, favorecieron este
esquema.
Hoy e n da, la estructuracin social interna entre los aimars e s un rasgo
que ha sido destacado por Gu nderm an en sus recientes investigaciones Gun-
derman 1986). As, puede observarse la existencia de propiedad de camlidos
a nivel individual com o comunitario. aunque normalm ente la funcin o acti-
vidad de llamero o caravanero es de caractersticas individuales.
Una recua de llamas de transporte est comp uesta en prom edio de unos 25
animales, de los cuales la m ayora son adultos machos. Esta mism a conclusin
es observada por F lannery siguiendo los anlisis estadsticos de restos fauns-
ticos arqueolgicos Flannery t al 1989: 104).
La carga promedio que un animal puede soportar es aproximadamente 25
kilos, dividindose en dos sacos de 12 a 13 kilos
1
arroba espa ola), que se
colocan a cad a costado del llama.
En ocasiones en qu e debe transportarse mucha carga, se unen dos o ms
recuas de distintos dueos, conformando una caravana de varias decenas de
Ilamas, pero organizada internamente siguiendo el patrn d e una recua indivi-
dual. Es de cir, cada recua es liderada por un
delantero
qu e va guiando el resto
de la recua. El
delantero
es muy apreciado por los pastores y normalmente se
le viste con ornam entos llamativos de colores rojo, am arillo y azul. La p oca
predilecta para la realizacin de estos viajes a larga distancia comienza
inmediatamente despus de la estacin de lluvias de verano, es decir a partir
de fines del mes de m arzo. Normalm ente viajan entre 15 a 20 km por da, y un
viaje co mp leto desde la ceja de selva a la costa Pacfico tomaba entre dos o
tres ineses.
Un aspecto interesante es la conservacin del llama. En el amb iente seco
del altiplano subsiste sin necesidad de cuidados especficos. Sien do el llama
un camlido que puede subsistir largas jornadas sin alimentacin, su alimen-
tacin a lo largo de los viajes est provista por lo que el paisaje puede ofrecer le
en trm ino de pastos y forrajes. Pero los ambientes costeros son malsanos. Una
serie de pestes los ataca, sarnas y otros parsitos frecuenteniente inundan sus
cuerpos. as co m o debilitan sus pezuas.
En gen eral, la resistencia del llama a los clim as hmedos y bajos de los
valles costeros es muy precaria, por lo que los llameros aimaras cuando
bajaban a Arica, mantenan lugares acondicionados para la guarda y pastoreo
de estos animales e n las partes medias de valle de A zapa, a la altura de S an
Miguel d e Azapa al interior, con el objeto de evitar al mxim o las infecciones
que afectaban a estos animales. De cualquier form a, la mortandad de llamas
en las tierras bajas era bastante alta, lo qu e indujo utilizar la mula com o
medio de tra npon e entre Arica y las haciendas interiores don de se encontraban
las caravanas de llamas.
Mu las tambin fueron introducidas en gran nmero, sobre todo en el siglo
xvii. por los espao les con el objeto de su bir la capacidad d e transporte de las
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8
h l RI O
R I V E R
mercaderas que iban a Potos, pero, como veremos, el costo era alto pues las
mulas no estn adaptadas en las mismas condiciones que el llama a las alturas
del altiplano. Normalmente, una caravana tambin lleva animales de reempla-
zo que no van cargados, con el objeto de alivianar la carga de aquellos que por
el esfuerzo la requieren.
El estudio de Flannery
et al.
1989) sobre pastores de llamas y caravanas es
muy ilustrativo respecto de la asociacin de stos a tipo de establecimientos.
Las formas ms reconocidas son corrales, llamados tambin
kanchas
que
conforman complejos de estructuras habitacionales ms expandidos y que
incluyen casas de pastores, corrales ms especializados para llamas, ovejas,
cerdos u otros animales menores. espacios cercados o
pircados
para la elabo-
racin de
chuu
u otro producto agrcola, y
collcas
o silos. Complejos de esta
naturaleza son muy comunes hoy en da en las comarcas de Socoroma, Beln,
Putre, Chapiquia, y en sectores del altiplano, notablemente en Isluga. Cho-
quelimpie, Canquima y Enquelga.
Todos estos establecimientos denotan, sin lugar a dudas, que forman parte
de un conjunto mayor que constituye una infraestructura bsica para los
movimientos de caravanas desde el altiplano a los valles bajos. Pudimos
estudiar mejor la dinmica de este fenmeno cuando en 1974 detectamos el
funcionamiento de cinco comunidades altiplnicas en la cabecera del valle de
Azapa, en el sector de Pampa Algodonal Platt, 1975).
En cuanto a los registros arqueolgicos, los ms importantes sealan rutas
de caravanas que se dirigen desde el altiplano al mar por los faldeos del valle
de Azapa, tambin utilizando los valles de Chaca, Chiza y Camarones.
y ms
al sur, Tiliviche, Quebrada Tarapac, y el Loa. Conjuntos de diseos confor-
mando petroglifos, pinturas, y especialmente, geoglifos, han quedado como
trestigos del desplazamiento de estas caravanas Nez, 1976, Rivera y Mari-
nov n.d., Bnones y Chacama 1987).
L S VI DE NCI S R Q U E O L ~ G I C S L
INTERIOR
DE
ARICA
Tanto en los inicios de este trfico, cuando el transporte se haca utilizando
llamas, como ms tardamente cuando ste se haca utilizando mulares, las
recuas hacan efectivo uso de lo que les ofrecan los recursos locales. En este
sentido podemos ver un desarrollo desde los primeros tiempos en que las
facilidades otorgadas por los recursos locales eran consideradas dentro de un
macrosistema, hasta el momento previo al impacto espaol, que funcion con
la redistribucin incaica. En este sentido, los tambos y caminos de la amplia
red vial cumplan funciones especficas que favorecan la organizacin de
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ARICA
EN L A S R U T A S DE TRFICOD E POTOSI: AL ;UNAS
C ~ N S I D E R A C I O N E S
11 9
estos desplazamientos, y cada grupo local asum a responsabilidad para que el
sistema efectivamente funcionara.
Los tam bos qu e se encuentran ubicados al interior de los valles de Azapa
y Lluta son muy importantes en este aspecto. Fueron piezas claves en el
desplazam iento del trfico incaico,
y
durante la ocupacin espaola continua-
ron en uso, aunque con un sen tido diferente. En este captulo menc ionaremos
algunos de estos tambos para reforzar nuestro punto de vista del continuo
trfico del espacio sur andino ma pa 5 .
MAPA
Principales sitios arqueolgicos cn las rutas del Pacfico a Potos
ri el norte de Chile.
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O
MAR I 0
A
RIVERA
El uso de las vas de comunicacin, y sobre todo el derecho a pasar por
territorios forneos inclua pactos y acuerdos estipulados previamente los que
deben obedecer a una larga tradicin. En este punto, la consolidacin de
normas de complementacin y redistribucin entre los diferentes grupos
tnicos andinos es fundamental para comprender el grado de coexistencia y de
prestaciones de servicios que hicieron posible los grandes logros de la civili-
zacin andina. Entre ellos, la facilidad y la frecuencia con que se realizaba el
trfico comercial desde los puertos del Pacfico hacia las tierras altas.
De acuerdo a los datos arqueolgicos, la relacin estrecha entre etnias
altiplnicas y
costeras ya existe en tiempos pre-Tiwanaku.
a
identificacin
de rasgos Pukara en el desarrollo Alto Ramrez hacia el 500 a. C. tanto en
Azapa como Moquegua Rivera 1991, Moseley et
al.
1991) constituye un
valioso punto de partida para futuras investigaciones.
Durante la hegemona Tiwanaku estas relaciones se intensifican. No hay
dudas que las diferentes etnias ubicadas fuera del ncleo Tiwanaku se encon-
traban en una relacin incluyente bajo cierto tipo de estructura centralizada, y
con una fuerte ideologa que compartan Rivera, 1985). En el perodo de
desarrollos regionales que le sigue, las posibilidades de coexistencia tnicas
continan fortalecindose, probablemente favorecidos por experiencias ante-
riores y por la vigencia de una ideologa comn.
De este perodo existen ejemplos de grupos de distinta naturaleza que se
contactan para realizar trabajos de gran envergadura, tendientes a fortalecer la
produccin econmica regional. Esto les dar ms fortaleza para contrarrestar
posibles violaciones territoriales. a la vez que contribuye a reforzar el sistema
de relaciones intertnicas que facilita la produccin a travs de funciones de
reciprocidad tan comunes en el mbito andino.
Obras hidrulicas de envergadura como la construccin de canales de
larga extensin e intercomunicacin de sistemas de riego, han sido muy bien
estudiados en sitios como Socoroma Santoro et
al.
1988). Beln Dauelsberg
1983) y Codpa Muoz et al . 1987).
Tambin, como obras de envergadura, se desarrollaron obras viales,
necesarias para la comunicacin entre etnias diferentes. En los Altos de Arica,
las vas no slo bajan hacia la costa, sino tambin intercomunican en sentido
vertical, puntos ubicados a cotas semejantes, predominantemeiite a lo largo de
10s 3.500 metros. y hacia el interior, constituyendo parte de un gran sistema
intercomunicante. Etnias identificadas con los estilos arqueolgicos San Mi-
guel y Gentilar de la costa conviven con estilos definidos como Chiribaya
primero, y luego Chilpe y Saxamar del Altiplano tanto en los valles de Azapa.
Lluta, Codpa y Camarones, como en los de Sama y Moquegua. Ms al sur, en
Isluga y Cariquima se da una interrelacin con Lpez, y en pleno desierto de
altura. a partir de Guatacondo, y descendiendo al Salar de Atacama, la
interaccin de seoros locales en los altos del Loa, Chiu Chiu y Conchi,
Toconce, Caspana, Turi y San Pedro de Atacama, se intensifica, no slo con
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ARlCA EN LAS RUTAS
D E
TR FI C O
D E
POTOSI: ALGUNAS CONSIDERACIOKES
2
Arriba Ta m bo 1ricaic.ode Zapahuirn restaurado). Interior de Arica
Abajo: Personaje Sitio lncaico Camarones-8 .
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122 FI1.4RIO A
R IVERA
Arriba: Tam bo Incaico
e
Zapahuira Interior Arica. Ruta Potos.
Abajo. Tamb o Incaico de Peine. Atacama Ruta Potos-Oruro.
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grupos de Carangas y Lpez. sino tambin con Chichas y Omaguacas (Nieme-
yer
et al.
1992-73), Hidalgo 1978), Fernndez 1978), Rivera (n.d.).
Esta situacin de enorme interaccin y fomento de labores comunitarias
de verdadero carcter empresarial son aprovechadas por la expansin incaica.
Su organizacin jerrquica y centralizada, se superpone a las ms dbiles
organizaciones polticas regionales. Las redes viales, por ejemplo, mantienen
utilidad y aumenta su eficacia bajo una efectiva utilizacin basada en la
administracin centralizada. Por razones estratgicas, el aparato incaico rpi-
damente ocupa los puntos de acceso vial a los ms importantes ncleos de
produccin regionales. Resulta instructivo observar el mapamundi incaico
dibujado por Guamn Poma (1980), donde Arica, Guancavlica y Potos
aparecen relacionados, junto a los del Charcavana y Chuquiyapu (Poma
1980:9 13).
De all que los enclaves incaicos se localicen en la precordillera de Arica,
desde donde puede controlar el acceso del agua al valle. Entre stos vale la
pena mencionar los establecimientos incaicos en Socoroma, Beln, Zapahuira,
Purisa, Chungar, Incauta. Ms al sur, en pleno altiplano y en el desierto, el
flujo a travs del ro Loa, y de aquellos caudales que alimentan los ms
importantes oasis. Entre los ms connotados podemos citar: Camia, Tarapa-
c, Isluga, Caspana, Turi, Catarpe y Peine. Todos estos establecimientos
incaicos estn dentro de una red vial que recorre el espacio tanto de norte a sur
como de este oeste, a lo largo de diferentes latitudes.
Cabe destacar que la red vial articulaba muy bien las distintas realidades,
tanto tnicas como fsico-geogrficas del altiplano, los valles y la costa. A este
respecto tambin podemos mencionar importantes enclaves incaicos en las
tierras bajas costeras como Lluta, Azapa (sitios AZ-15, AZ-92, AZ-116),
Camarones y cerro Esmeralda. Dauelsberg (n.d.), Llagostera (l976), Hyslop
y Rivera (1984), Niemeyer y Rivera (1984), Hyslop (1984), Santoro (1983),
P. Nez 198 l), Chacn (1985), Chacn y Orellana (1979), han documentado
diferentes aspectos de la vialidad incaica en esta zona.
Finalmente, la ocupacin hispnica tambin hizo uso de esta red vial,
desde el mismo momento en que Almagro primero, y luego Valdivia incorpo-
raron la regin a la Corona. Tal como argumenta Orellana (1988:154-157).
Valdivia entr por el norte de Chile siguiendo en gran parte el camino incaico.
ste lo hemos investigado con Dauelsberg (n.d.) desde Saguara a Zapahuira
lugar en donde entronca con el tramo que viene de Tacna, siguiendo las cotas
de 3.200 a 3.300 metros de altura, y con Hyslop y Niemeyer hasta el despo-
blado de Atacama (Niemeyer y Rivera. 1984, Hyslop y Rivera 1984).
Los conquistadores tambin hicieron uso de las rutas laterales y de aque-
llas que unen el altiplano con la costa. As, en los relatos de la poca Potos y
Tarija aparecen vinculados a las comarcas del desierto de Atacama. Segn
Bibar (1558), en Tarapac recibi Valdivia las huestes de Francisco de Villa-
gra que vena desde Tarija. Juan Jufr a su vez sali de Guatacondo a Potos
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3
MA R I A RIVERA
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en busca de mayor ayuda, para reunirse posteriormente con Valdivia en
Copiap.
La mantencin de estas rutas viales era esencial para los grupos tnicos
que ocupaban esta regin. El uso frecuente de ellas es importante y fundamen-
ta las relaciones sociales y la produccin econmica dentro de los ideales
andinos clsicos de reciprocidad y complementariedad. Exista por tanto toda
una tradicin y un conocimiento exhaustivo de ellos cuando los espaoles
incorporan el territorio y sus habitantes a la Corona. A partir del siglo
xvi las
fuentes andinas de produccin comienzan a engrosar las arcas reales, y en esta
situacin las rutas viales juegan un papel decisivo. Sin embargo, es interesante
dejar establecido que stas no sufren alteraciones importantes en cuanto a
trazado y otras obras de ingeniera. An ms, continuarn siendo recorridas
por los propios andinos sobre la base de la utilizacin de sus propios recursos.
Platt
1987:229 da un ejemplo muy interesante al respecto. En pleno siglo
XIX
en 1833, en la ruta de Potos y Oruro a Cobi-a, Bartolom de Navarrete solicita
establecer cinco postas a lo largo del camino, en los puntos de Cobija, Calama,
Canchas Blancas, Agua de Castilla y Poop.
El presente trabajo constituye un intento por revalorizar las rutas de trnsito
en el mbito surandino. Antecedentes histricos y arqueolgicos nos dan base
para interpretar el significado de la dinmica de estas rutas en tiempo prehis-
pnico o viceversa.
Hoy como en el pasado, hombres andiiios surcan rutas inmemoriales
vinculando espacios alternos, diferentes y complementarios, desde las costas
tibias del Pacfico, a las tierras heladas de la puna, uniendo los paisajes del
valle. de la precordillera y de
l
meseta altoandina, trayendo y llevando
recursos que a travs del tiempo no han cambiado esencialmente su significa-
do para la comunidad,
y
en medios que. aunque introduciendo tecnologa ms
adecuada a los tiempos, es imposible que puedan funcionar sin una organiza-
cin que los respalde, y un conocimiento de los distintos nichos y especifici-
dades ecolgicas que contribuyan a su xito.
Desde los tiempos incaicos en que un eficiente sistema de distribucin
utilizando caravanas funcion en la mantencin del imperio, a los tiempos de
la explotacin europea en que las rutas mantuvieron la dinmica de la sociedad
andina. a los tiempos actuales? donde, pesar de las circunstancias, miles de
camiones surcan las rutas uniendo, a travs del espacio, la diversidad y
reforzando la hegemona.
El ejemplo de Francisco Javier de
Santelizes demuestra que. a pesar de existir
argumentos favorables que decan relacin con cierta economa de tiempo, con
aspectos administrativos-empresarialesy polticos que favorecan un mejor con-
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trol, el trfico del azogue, que deba hacerse a fines del siglo
XVll
por Salta
y Jujuy hacia Potos, fuera interrumpido por la peligrosidad de pueblos au-
tctono~lules) en las regiones del Tucumn y
Tarija, transformando una empresa
viable, en prcticamente imposible (vase mapa 3 y especialmente 4 .
Aun cuando la factibilidad de utilizar rutas por el Pacfico ya estaban
dejadas por el tiempo, en la adversidad surge la posibilidad de realizar esta
empresa para remediar la situacin. En este sentido, el documento que se
entrega es instructivo pues seala que se acta en un terreno conocido y ante
la emergencia, contra el tiempo. teniendo la certeza que puede ser recuperado.
Las vas de comunicacin al igual que muchos aspectos tecnolgicos
propiamente andinos, continan vigentes durante los siglos de imposicin
europea. La administracin real espaola no interviene mayormente sino al
final del proceso para recoger el producto y los beneficios. Siendo la organi-
zacin de un traslado de azogue un fenmeno tan complejo, que demanda
conocimiento exhaustivo de cada paso a lo largo del trayecto, los espaoles no
fueron capaces de dirigir estas empresas, y, desde muy temprano, entregan
completamente esta responsabilidad a los andinos.
Es probable que teniendo ms elementos de juicio sobre el uso y desarro-
llo de las vas de comunicacin en la colonia podamos tener tambin me,jores
argumentos para establecer de qu forma la sociedad andina lograr mantener
su balance, reemplazar los bienes trasladados y, en ltima instancia, comercia-
lizarlos o trocarlos, tal como ocurre en la actualidad. Platt (1987) nos da una
buena perspectiva de lo que ocurre por el siglo xrx. Sin embargo, no sabemos
hasta qu punto el intercambio no monetario o las transaciones burstiles son
dominantes. Al parecer, tanto entonces como ahora, ellas permanecen en un
perfecto equilibrio. aunque con Potos, decididamente el mercantilismo se
impone sobre formas ms tradicionales. Aunque, al parecer, como una forma
necesaria para estimular las formas tradicionales, puesto que stas no se han
perdido.
Segn hiptesis de Tandeter y Wachtel (1 983), hacia fines del siglo
x v i ~ i ,
hubo un contacto ms directo entre la produccin y los precios con aquellas
cantidades que se manejaban por trueque. lo que interpretamos como un
resultado de la influencia producida por Potosi y que en definitiva corresponde
a una adecuacin del equilibrio que existe en la sociedad andina. incluida las
transacciones mercantiles en la colonia. En esta adecuacin, las rutas viales
han jugado un papel importante pues le permiten al hombre andino continuar
siendo el actor indispensable en el desarrollo econmico, aun cuando el
destino de la produccin escapa a Europa, y se introduzcan aspectos econmi-
cos abstractos.
Browman (198
,
definiendo su modelo altiplano da gran importancia
al fenmeno de integracin econmica producido en poca Tiwanaku, y
basado en las redes extensas de interaccin de caravanas. Bsicamente, y de
acuerdo a Browman, el rol de caravanero trasunta labores artesanales o de
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especializacin, mercados y empresas similares, interconectando todas estas
actividades y niveles sociales integrando el altiplano con otras zonas, dndole
poder de iniciativa y control a centros basados en el altiplano, especialmente
en las mrgenes del lago Titicaca.
El sistema de caravanas, ligado al pastoreo andino prehispnico, fue
directamente aplicado a los traslados de azogue durante la colonia. Estos
ltimos, que constituyeron empresas organizadas a efecto de trasladar el
azogue, fue posible porque exista una tradicin sobre caravanas de camlidos
como forma de vida en donde los grupos humanos son tlexibles y mviles, y
donde el concepto de territorialidad y
lmites prcticamente desaparece frente
a la necesidad de acceder a fuentes de produccin, con elementos claves como
el agua y los pastos, recursos que deben ser compartidos.
El objetivo es hacerlos funcionales e incorporarlos a la realidad propia del
sistema. El seguir utilizando las vas de comunicacin constituye para el
andino una fuente de recursos que le posibilita seguir funcionando en su propia
estructura, por una parte, y relacionarse con el sistema mercantilista europeo,
por otra. As, lentamente desarrolla su propia organizacin econmica que
fortalece lo social. compatibilizando su propia historia con los tiempos dife-
rentes que vienen.
Gunderman 1986-87242) nos relata cmo los pastores andinos que viven
al interior de Iquique dinamizan el comercio de la costa con el altiplano, en
otra forma de reinterpretacin del propio sistema andino a las influencias de
las zonas francas comerciales de Arica e Iquique, en pleno siglo xx
La condicin social del arriero azoguero es muy interesante.
Constituye en el tiempo una primera forma de enriquecimiento que rompe
el esquema del equilibrio interno andino, especialmente aymara, constituyn-
dose en un pequeo seor con atributos mercantiles. Pero mantiene prestigio
y posicin dentro del grupo aymara por lo que podemos ver en l una forma
necesaria de adaptacin social y econmica a la nueva situacin mercantilista
europea. Se constituye en un ente de enlace entre los dos tipos de economas,
y un agente estabilizador hacia el interior de la sociedad andina.
Es ste probablemente el inicio de la situacin que hoy viven quienes,
montados en modernos caballos de hierro con motor, trasladan enormes
cantidades de recursos desde la costa templada a la puna fra, avanzando en
bloques de cuatro a cinco vehculos, agrupndose de noche, para juntos, con
verdadero sentido empresarial. continuar la larga tradicin sealada con la
experiencia de Potos.
grczdrci~~i irntos
A Jos Antonio Prez, Ana Mara Llamazares, Alberto Rex Gonzlez, y
CONICET
que hicieron posible mi estada como investigador en Buenos Aires
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128 M A R I 0 A . R I VE R A
durante 1990-91 ; a mi fam ilia, Xim ena, Andrea , Daniels
y
M ario Jos, y a mi
padre ngel, quienes apoyaron mi programa a pesar de las circunstancias
adversas generadas por el autoritarismo insensible y la poca percepcin de las
autoridades de la U niversidad de T arapac en 1988. y que determinaron mi
salida involuntaria d e la misma y nuestro a rraigo fuera del pas. A la D irectora
del Archivo General de Indias Sra. Rosario Parra y Sra. Mara Beln Garca,
especialista de Amrica Andina del mismo Archivo,
y
a la Embajada de
Espaa e n S antiago, Gobierno de Espaa y M inisterio de A suntos Exteriores,
Direccin de Relaciones Culturales, especialmente al Sr. Fernando Peral
Calvo, Director Jefe de Intercambios, Mercedes y Christian Abello, quienes
hicieron posible mi estada en Sevilla en 1988.
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