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Rodrigo Navarrete Saavedra5
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El presente artculo tiene por objetivo reflexionar brevementesobre ciertos aspectos metodolgicos de la intervencin social
comunitaria, a partir de mis an escasas experiencias de acom-paamiento profesional a organizaciones territoriales MapucheLafkenche6, y a la vez ofrecer algunas reflexiones ms generalessobre la relacin entre movimientos socioterritoriales indgenas,
programas de intervencin y polticas sociales, que me parececorresponden al marco ms amplio en el cual es posible inscribirestas intervenciones puntuales.
De este modo, en la primera parte del trabajo se presentarnalgunos elementos generales y contextuales para aproximarse ala intervencin social con comunidades y organizaciones Ma-puche Lafkenche, ofreciendo un marco general para entender
los procesos recientes de rearticulacin de las comunidades yorganizaciones en territorio Lafkenche, al mismo tiempo que
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Psiclogo, Universidad de La Frontera de Temuco. E-Mail: [email protected] Dichas experiencias estn ligadas principalmente con las familias y comu-nidades que conforman la Asociacin Newen Pu Lafkenche de Carahue,a quienes agradezco en lo personal y profesional, como tambin al mo-vimiento Identidad Territorial Lafkenche, que aglutina diversos espaciosterritoriales Lafkenche desde Lebu hasta Aysn. De igual manera agradezcoa Ninette Seplveda Alecoi, compaera de trabajo en territorio Lafkenche,por sus comentarios y sugerencias al presente trabajo.
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situar las experiencias de intervencin concretas. Posterior-
mente, se describirn aspectos metodolgicos y tcnicos queparecen relevantes de destacar de dos experiencias puntuales de
desarrollo comunitario: la Mesa Territorial entre la AsociacinNewen Pu Lafkenche y el Gobierno Regional de la Araucana,
y la elaboracin del Plan de Desarrollo Territorial del bordecostero Lafkenche de Carahue, sistematizando algunos de losprincipales aprendizajes de estos procesos con especial nfasis
en los que pudieran ser de particular importancia para la inter-vencin desde modelos comunitarios.
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Si bien el foco de este artculo tiene que ver con aspectos meto-dolgicos de experiencias de accin comunitaria, dichos aspectosno pueden ser desvinculados de los marcos polticos, econmicosy sociales ms amplios, como tampoco de las plataformas desde
donde se ejecutan las experiencias de intervencin concretas. As,la relacin entre comunidad y aparato burocrtico de interven-cin (gubernamental y no gubernamental) se puede definir endos niveles: primero, en el plano de las disposiciones generalesde intervencin (estrategias, polticas, programas y proyectos)y segundo, por la relacin concreta y personal que estableceel agente o interventor. No obstante, ambos niveles no son in-
dependientes uno del otro, por el contrario, en gran medida elagente personifica una determinada estructura institucional y lavisin dominante relativa al problema social sobre el cual se hadecidido intervenir (Bahamondes, 2004).
Lo anterior significa que los proyectos concretos de interven-cin social, y las metodologas y tcnicas que desarrollan los agen-tes, no existen en abstracto sino que deben ser situadas histrica
y contextualmente. Del mismo modo, podramos sostener quelas transformaciones en las lgicas de intervencin en problemassociales, pueden entenderse menos como procesos de acumulacinde conocimiento y evolucin progresiva de prcticas, que comocambios paradigmticos en las definiciones de dichos problemas,modificaciones en las relaciones de fuerza de los distintos actores
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sociales y en el proyecto de sociedad hegemnico contingente.
As, por ejemplo, el neoliberalismo no debe entenderse solamentecomo una doctrina econmica, pues supone al mismo tiempo un
proyecto cultural y una particular visin de las relaciones entre elEstado, el mercado y la sociedad civil, otorgando los criterios parael diseo, ejecucin u omisin de determinadas polticas sociales(Assies, Caldern y Salman, 2002).
En ese sentido, para situar las prcticas reales de interven-
cin social en territorios indgenas en el pas, parece necesariorevisar, aunque sea muy superficialmente, algunas caractersticas
ms generales sobre el tipo de ciudadana y poltica social quese ha ido construyendo en la relacin entre pueblos indgenas yEstado nacional.
Inicialmente, podemos mencionar la histrica inclusinforzada e invisibilizacin de las sociedades indgenas durante la
creacin de la nacin y el Estado oligrquico en el siglo XVIII, loque ha permitido sustentar una supuesta homogeneidad cultural
y un proyecto marcadamente eurocntrico de construccin iden-titaria nacional (Larran, 2001; Bengoa, 1999). De este modo, elencubrimiento y negacin del otro es un proceso fundamentalen la gnesis del Estado oligrquico, y en su idea de ciudadanaen Chile y en toda Amrica Latina (Dussel, 2000; Quijano,
2005). La ciudadana es reservada solo para el tipo de sujetodel proyecto de la modernidad europea: varn, blanco, padre de
familia, catlico, propietario, letrado y heterosexual, todo lo cualmuestra la cara excluyente y la colonialidad de dicho proyecto(Castro-Gmez, 2000; Prez Baltodano, 1997). La ciudadanaliberal, en la prctica, es imposible de ejercer para los pueblosindgenas (Quijano, 2005).
Posteriormente, durante el perodo que representa el modelonacional-desarrollista (desde los aos 30 hasta los 70 del siglo
XX) se producir una masiva incorporacin de nuevos sectoresa la ciudadana de Estado. Este perodo se corresponde con unintento de ampliacin de servicios bsicos y derechos polticosy sociales a la poblacin, bajo una idea universalizadora de laaccin del Estado. No obstante, en Amrica Latina se trata de
una ciudadana regulada, o una corporativizacin del mo-
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delo de ciudadana (Prez Baltodano, 1997; Assies, Caldern
y Salman, 2002), donde el Estado concede derechos de modovertical e incluso autoritario, a travs de pactos corporativos
regulados desde arriba. Por lo general, este modelo concederderechos al sector obrero industrial, los funcionarios fiscales yotros sectores definidos segn la estructura ocupacional, y sermucho ms precaria la situacin de actores no cubiertos pordichos pactos. En Chile, se trata de un perodo de avances en
derechos polticos y sociales importantes para el mundo rural, vareforma agraria, fin del cohecho electoral, derechos de sindicali-
zacin, entre otros. No obstante, para el caso mapuche e indgenaen general, se trata de una incorporacin subordinada; porejemplo, en los casos en que ms derechos polticos y socialesles fueron reconocidos a la poblacin mapuche, se trat de suinclusin corporativa dentro de las organizaciones campesinas
reguladas y fomentadas desde el Estado, puesto que el mundorural y el agro tena una funcin relevante que cumplir dentro del
proyecto de Industrializacin por Sustitucin de Importaciones(ISI) y el desarrollo hacia adentro. Gran parte de las organi-zaciones campesinas de ese tiempo obedecen a un pensamientoestatista, por definicin centralista y burocrtico, que pretendaliberar fuerzas productivas para ingresar al desarrollo del mundo
moderno (de Grammont, 2006).As, de la negacinde los pueblos indgenas por una lgica
de exclusin social-racial en el modelo oligrquico, pasamos asu incorporacin subordinada, que exige como criterio previo suhomogeneizacin como campesinos pobres y como proletariadomarginal en el caso de la migracin hacia las ciudades; es decir,se exige subordinar la diferencia y la autonoma al proyecto
corporativista del Estado nacional-desarrollista y su lgica deestratificacin ocupacional (Prez Baltodano, 1997; de Gram-
mont, 2006; Pieiro, 2004). En Chile, a los mapuches les sonreconocidos derechos a travs de su incorporacin subordinadacomo campesinos en dichas organizaciones corporativas; lasposibilidades de una ciudadana pertinente y un reconocimientode derechos como pueblo solo alcanzan a esbozarse, sobre todo
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en el proyecto socialista de la Unidad Popular, que adems es
brutalmente interrumpido por el golpe militar de 1973.No obstante, este perodo implic tambin un importante
avance material, junto con la promulgacin de derechos y po-lticas sociales para el mundo indgena, de la mano de la incor-poracin y gestacin de nuevas metodologas de trabajo conpoblacin campesina mapuche, tanto desde tcnicos del mundoagrario como desde activistas sociales, profesionales de la salud,
de la educacin, etc; las enseanzas de la educacin popular dePaulo Freire y su crtica a la idea de extensin agraria (Freire,
1969), la accin social vinculada con la iglesia catlica y la teo-loga de la Liberacin, el desarrollo de la investigacin-accinparticipante, las lecturas latinoamericanas del marxismo, visionesde trabajo social comunitario militantes comprometidas con lossectores oprimidos y desfavorecidos con el sistema imperante,
etc. En general, se condice con el surgimiento de los modelos deaccin socialo amplificacin sociocultural en la intervencin
social y el trabajo comunitario (Alfaro, 1999).
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La introduccin del neoliberalismo, experimento llevado a cabopor primera vez en el Chile bajo la dictadura de Pinochet, y lareafirmacin una y otra vez de su recetario por parte del Consen-
so de Washington y las instituciones financieras internacionales,implican una nueva concepcin de la ciudadana y una reorien-tacin de la poltica social, incluidas las polticas en materiaindgena. En general se trata de una subordinacin de la polticasocial a los requerimientos del modelo econmico (Solimano,2004) y una renuncia del Estado a seguir cumpliendo los pactosde ciudadana establecidos durante el nacional-desarrollismo,
aun cuando muchos de estos pactos nunca hayan sido realmenteefectivos para la gran mayora de la poblacin; es el paso delprecontractualismoalpostcontractualismosin pasar nunca porun contractualismo, como seala Santos (1999), para los Estadosperifricos del sistema-mundo capitalista.
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Con la transicin democrtica, se mantienen y profun-
dizan muchos elementos del modelo econmico y social im-puesto en dictadura, al mismo tiempo que se apuesta por un
nuevo nfasis en la poltica social como forma de apoyo a lossectores ms desfavorecidos por las reformas de apertura yliberalizacin de la economa (de la Maza, 2005). Es lo que eldiscurso oficial denomin como el pago de la deuda social.La reduccin de la pobreza y de la indigencia se sitan como
objetivos principales, pero que deben ser enmarcados en unapoltica de equidad y justicia social (Ruz y Palma, 2005).
La poltica social es definida como una inversin, con unrenovado nfasis en el desarrollo de nuevas estrategias que,si bien renuncian al espritu garantista y universalista del de-sarrollismo de Estado7(se trata de poltica social focalizadaen grupos prioritarios), complementan de manera simultneaprcticas asistencialistas con iniciativas promocionales y dedesarrollo de capacidades (Alfaro, 1999). Esto implica un
nuevo proceso de demanda hacia los profesionales de reassociales, planificacin y desarrollo, y cambios en las concep-
ciones sobre la intervencin social.La intervencin social que haba sido desarrollada en dic-
tadura desde fuera del Estado, principalmente desde ONGs, seincorpora ahora a la oferta de polticas sociales, de modo quelas ONGs pierden gran parte de su autonoma y se transforman
en ejecutores de la poltica diseada por el Estado va proyectosconcursables. Se produce una institucionalizacinde la accin
comunitaria a travs de la nueva generacin de polticas socialesde los gobiernos de la Concertacin, al mismo tiempo que vanperdiendo espacio los modelos de accin social y amplificacinsocioculturalen la intervencin comunitaria, para ser reemplaza-dos por modelos de desarrollo de competenciasy otros que van
sustituyendo el discurso de cambio social por uno focalizado anivel ms individual (Alfaro, 1999).
7 Este modelo de polticas sociales subsidiarias y focalizadas ha experimen-tado transformaciones durante los gobiernos concertacionistas, sobre todoen los ltimos aos, por ejemplo a travs del Plan AUGE o el Sistema deProteccin Social Chile Solidario, que representan una nueva generacinde polticas sociales de carcter garantista, basada en derechos.
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En materia indgena, se elabora el primer acuerdo de go-
bernabilidad, a travs del Pacto de Nueva Imperial en 1989,que establece un consenso de respeto por los canales insti-
tucionales y de progresivo avance en el reconocimiento delestndar internacional en derechos indgenas y en restitucinde tierras. El colapso de este acuerdo entre cuyas razones sepueden mencionar la enorme oposicin de los sectores msfavorecidos con el modelo neoliberal (energtico, minero, acu-
cola, forestal y agroindustrial) y sus proyectos en territoriosindgenas, las limitaciones de una transicin tutelada, las
histricas demandas indgenas acumuladas y profundizadastras la dictadura, la insensibilidad tradicional de las clasespolticas dominantes frente a la diversidad etnocultural, ylas opciones de gobernabilidad neoliberal adoptadas por losgobiernos concertacionistas que se han inclinado por crimi-
nalizar parte importante de la protesta social mapuche8, hanido complejizando mucho ms la relacin entre las demandas
de estos y el Estado.De este modo, los pueblos originarios son considerados
uno de los grupos prioritarios para la accin focalizada delEstado, con lo cual se establecen nuevas institucionalidades(CONADI, Ley Indgena) y se desarrollan nuevas polticassociales para la poblacin indgena, lo que no va acompaadode un reconocimiento de derechos colectivos (Convenio 169
de la OIT, reconocimiento constitucional). As, las polticassociales aparecen en este contexto, en gran medida, como una
alternativa mnima respecto del reconocimiento efectivo dederechos sociales y polticos indgenas.
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Un elemento central de la gobernabilidad neoliberal en materia indgena,ha sido el establecimiento de la dicotoma entre buenos v/s malosen elmarco de la era del indio permitido, como ha sido desarrollada por Haley Millamn. A grandes rasgos, se trata de una poltica que busca dividir lademanda indgena, reconociendo algunos derechos y destinando recursospara los sectores indgenas que aceptan los mecanismos definidos por elEstado, mientras se reprime y estigmatiza a los sectores que pudieran re-presentar un desafo a la autoridad y al neoliberalismo (Hale, 2004).
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Sin ninguna intencin ni capacidad de profundizar demasiadoen estos aspectos, me parece que es posible rastrear los proce-sos generales descritos anteriormente y contextualizar, as, lasexperiencias contemporneas de intervencin social con orga-nizaciones mapuches Lafkenche, para posteriormente rescataralgunos elementos metodolgicos y tcnicos de dichos procesos.
Por una parte, hay una importante labor de ONGs, durantela dictadura y la transicin, que han trabajado apoyando a comu-nidades Lafkenche tanto en aspectos productivos y tecnologas,como en capacitacin y fortalecimiento de organizaciones y li-derazgos. Estas plataformas de intervencin no gubernamentalesllevaron a cabo diversos proyectos de apoyo a las comunidadesLafkenche de Tira, Carahue, Saavedra, entre otras. En particular,
muchos de estos proyectos estaban orientados a preocupacio-nes centrales y contingentes de las comunidades ante la nuevarealidad nacional, caracterizada por reformas liberalizadoras y
privatizadoras, como por ejemplo la modernizacin de la pes-ca artesanal y el modo en que dichas reformas representabanamenazas para las formas productivas y organizacionales de las
comunidades. La promulgacin de la ley de pesca y acuiculturade 1991 y el establecimiento de las reas de manejo, junto con laconstruccin de la carretera de la costa (ambos proyectos impul-sados por el Estado), son posiblemente los dos grandes agravios
que permiten una mayor organizacin de las comunidades y eldesarrollo de proyectos, en conjunto con las redes de apoyo nogubernamental desde los 90s.
Estos proyectos dejan ver, entre otros, la importancia delas formas de organizacin de las comunidades Lafkenche, lasposibilidades y tensiones de la relacin entre tcnicos y comune-ros, pescadores o recolectores Lafkenche, la participacin de las
bases y la construccin de la identidad sobre las nuevas formasde participacin (Pavez y Vial, 2000). Tambin hacen visible laparticular relacin de las comunidades Lafkenche con el mar y
sus recursos, relacin no tanto basada en la dominacin de lanaturaleza y su sumisin para extraer de ella riqueza, sino ms
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bien una relacin dialgica y de reciprocidad (dar para recibir),
donde la tierra y el mar no tienen un valor de cambio, ni senegocian para obtener progreso; modos de vida y visiones
culturales tradicionales que han sido interpretados como atrasoy pobreza por la ideologa del progreso y la modernizacin en elafn de crecimiento econmico del Chile contemporneo.
Un aspecto relevante de este proceso ha sido el crecienteprotagonismo de los dirigentes locales y de sus organizaciones,
lo que implic en muchos casos una redefinicin de la relacinentre ONGs, tcnicos y las propias comunidades. La Asociacin
Indgena Pu Lafkenche en Tira y la Asociacin Newen PuLafkencheen Carahue, entre otras, van exigiendo mayores nive-les de autonoma en la gestin de los proyectos que involucransus comunidades, en alguna medida buscando reformular unarelacin que privilegiaba el componente tcnico, hacia un mayor
nfasis en el componente poltico subyacente a estos problemas.Es decir, de un principio en el cual la implementacin de la ley
de pesca y acuicultura cont con un importante protagonismode bilogos marinos, expertos en pesca y otros, para ayudar acomprender la forma en que esta iniciativa involucraba el terri-torio Lafkenche y las posibilidades tcnicas de adecuarse a dichoproceso (estudios de base, planes de manejo, etc.), se pasa a un
perodo de mayor deliberacin poltica sobre lo que representala imposicin de una figura legal que no respeta ni considera las
formas de uso tradicionales, ni la presencia de las comunidadesLafkenche como pueblos del mar, lo que genera un proceso demayor movilizacin social y resistencia a dicha ley (AsociacinNewen Pu Lafkenche, 1999), basado en la necesidad de una
legislacin que considere a las comunidades Lafkenche y sus
derechos patrimoniales sobre los territorios costeros.Al destinarse nuevas polticas sociales de Estado hacia la
poblacin indgena, se inicia tmidamente tambin la discusinsobre polticas sociales con pertinencia cultural y local. En mu-chos casos, son las propias organizaciones y territorios mapucheslos que harn explcita la falta de pertinencia de las polticasgubernamentales, exigiendo la apertura de nuevos espacios de
participacin para incidir en las acciones que van destinadas a
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las comunidades. Ni la ley de pesca y acuicultura, ni la carretera
de la costa, ni muchas otras iniciativas promovidas desde los 90scontemplaban la inclusin indgena, pero se vieron forzadas a
reconocer la existencia de ellos y abrir canales de participacinpara reorientar dichas polticas, que se encontraron con la frreaoposicin de las comunidades Lafkenche. Me parece que muchasde las polticas contemporneas que introducen espacios de par-ticipacin indgena (mesas territoriales, espacios de concertacin
pblico-privada, mesas de actores locales, etc.), son el resultadode la capacidad de estos movimientos para colarse o forzar su
incorporacin a travs de la presin social. Las nuevas lgicas delagobernanza neoliberal que implican la apertura de espacios deconcertacin de actores, pueden entenderse como una forma deexplicar (y legitimar) el retiro del Estado y la incorporacin deempresarios privados (el gran capital) en las decisiones de desa-
rrollo territorial local (Mart i Puig, 2007; Hale, 2004), dondela incorporacin de movimientos locales, ciudadanos, indgenas,
seran ms bien efectos no deseados de la nueva gobernanzapblica (Mart i Puig, 2007; Navarrete, 2009).
Resumiendo, un marco mnimo para situar la intervencinsocial en territorios indgenas en el Chile neoliberal contempo-rneo, podra contemplar: la construccin de lo indgena como
grupo prioritario para la accin del Estado; el abordaje de lademanda indgena como problema social de pobreza tnica y
no como asunto de reconocimiento de derechos y ciudadanadiferenciada, con lo cual las polticas sociales aparecen comoalternativasal efectivo reconocimiento de derechos; todo estoen un escenario de creciente movilizacin social indgena, de reetnificacin del territorio, de constante disputa con el Estado por
el lugar y estatus que este le da a sus demandas, y de esfuerzospara modificar las relaciones de poder entre los diversos actores
en los territorios en disputa.A continuacin se presentan algunos aspectos que me pare-cen relevantes ya que, en cierta medida, van definiendo la nuevarelacin de las comunidades Lafkenche con las plataformas deintervencin para explicitar desde donde se establecen mis ex-
periencias de trabajo con dichas organizaciones y, por lo tanto,
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mis reflexiones sobre la intervencin y la accin comunitaria
desde dichos espacios.
De objeto de intervencin a sujetos con controlcomunitario sobre la intervencin social
Producto de los procesos descritos brevemente ms arriba,y en un escenario de nueva visibilidad de la etnicidad comoidentidad poltica relevante, las comunidades Lafkenche hanido promoviendo mayores niveles de control sobre las inter-venciones que involucran sus territorios. En Tira y Carahue,
inicialmente, las organizaciones territoriales buscan establecernuevas alianzas con actores institucionales que sean factibles
de sumarse al proceso de mejora de sus condiciones de vida,pero tambin al de mayor control sobre sus espacios. As, esposible comprender la intencin de dirigentes y lideres desaltarse a las ONGs como intermediarios en la ejecucinde proyectos con financiamiento internacional, y plantear la
posibilidad de controlar desde las propias organizaciones lagestin de dichas iniciativas, redefiniendo la relacin con el
mundo tcnico y profesional. Tambin este proceso implicbuscar estrategias para contar con equipos tcnicos y pro-fesionales ms autnomos, proceso que se ve ejemplificadoen las gestiones de las organizaciones Lafkenche para iniciarintervenciones consensuadas con el Programa Servicio Pas dela Fundacin para la Superacin de la Pobreza.
La Asociacin Pu Lafkenchede Tira, posteriormente la
Newen Pu Lafkenchede Carahue y, ms recientemente, la Aso-ciacin Lafkenchede Teodoro Schmidt y la Identidad TerritorialLafkenche, establecieron alianzas con dicho programa paracontar con profesionales que ya no dependieran necesariamentedel Municipio como plataforma de intervencin, sino que seconstituyeran en iniciativas de intervencin desde las propiasorganizaciones de base9. La eleccin del programa Servicio Pas
9 Esta alianza entre las organizaciones Lafkenche y el Programa Servicio Pas,tambin fue posible gracias a la disposicin del entonces equipo directivoy tcnico de dicho Programa y su apuesta innovadora de instalar equiposprofesionales en gran parte del territorio Lafkenche, desde sus organiza-ciones de base (trabajar desde la propia sociedad civil organizada). Con los
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no me parece casual, sino una opcin estratgica por contar
con apoyo profesional mucho menos dependiente de estructurasburocrticas tradicionales, un programa bastante ms flexible
y autnomo a nivel local, que permite ejercer un control comu-nitario directo mucho mayor sobre las acciones de estos y laslgicas de la intervencin. En ese sentido, han sido las organi-zaciones Lafkenche las que han buscado apropiarse de dichosprofesionales, invitarlos a sumarse a los objetivos y luchas del
movimiento, transformarlos en apoyos tcnicos o asesores dela organizacin, y han cambiado de este modo la tradicional
idea de intervencinque concentra el poder y el saber del ladode la institucin, por una idea de acompaamiento, de ampliarredes de confianza y trabajo para dar apoyo al movimiento.Esto adems se ve reflejado en que muchos profesionales quehan pasado por dicho programa, siguen conformando parte
de las redes de apoyo del movimiento Lafkenche, asesorandoen iniciativas, en proyectos o socializando y amplificando las
acciones y demandas Lafkenche desde otros espacios laborales.A un nivel ms concreto, este control comunitario sobre las
acciones puede llegar incluso a los aspectos metodolgicos ytcnicos. Es decir, se trata en algunos casos de conformar GruposMotor, en la nomenclatura de la IAP de Rodrguez-Villasante
(2003), donde son dirigentes y lderes comunitarios los quediscuten, aprueban, modifican o rechazan las propuestas de los
equipos profesionales y deciden qu acciones se deben llevar acabo y las alternativas para trabajar con sus propias comunida-des: es decir, las decisiones metodolgicas y las propias tcnicas autilizar para lograr los objetivos, incluso sin que necesariamenteestas apuestas metodolgicas sean promovidas inicialmente por
las intervenciones. El discurso que se puede escuchar cotidiana-mente en territorio Lafkenche es: las comunidades les ensean
a los profesionales cmo hay que trabajar ac.
cambios en los niveles directivos y tcnicos del Programa, esta convergenciase ha ido diluyendo y, consecuentemente, tambin las intervenciones localescon organizaciones territoriales Lafkenche.
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De la intervencin social a las redes de apoyodel movimiento Lafkenche.
Como sealaba ms arriba, me parece que este proceso per-
mite sostener que las intervenciones hechas en o desde territoriosLafkenche deben reconocer la existencia de un movimiento sociallatente, construido silenciosamente desde la cotidianeidad de
la vida comunitaria, desde la infrapolticaque destacara Scott(2001), pero que mantiene vnculos solidarios hacia un nivelterritorial mucho ms amplio, generando una verdadera red deorganizaciones locales dispersas pero articuladas a travs del
espacio tradicional del butalmapu Lafkenche. Creo que estoimplica un desafo para las lgicas de intervencin social tradi-cionales, ms acostumbradas a intervenir sobre organizaciones
formales y sobre comunidades artificiales (estoy pensando en losgrupos de infractores de ley, grupos de adultos mayores, gruposde discapacitados, etc. que no necesariamente representan unacomunidad real sino ms bien una comunidad artificial, creada
ad hoc por la institucin y su temtica de intervencin), que avincularse o acompaar comunidades reales, cotidianas, en unmovimiento sociopoltico ms amplio e integral, como me parece
que representa el movimiento Lafkenche, que involucra el bordecostero desde la VIII hasta la XI regiones.
Me parece que esto no puede ser obviado por el mundo aca-dmico y profesional vinculado con la intervencin social, puesto
que existe un amplio reconocimiento de la relevancia que cobrancada da los movimientos sociales como actores socioculturales
y polticos: es decir, como sujetos colectivos capaces de renovarel sentido de la accin social, el sentido comn y ser portadoresde nuevos valores socioculturales, como tambin de influir enla arena poltica, estableciendo un desafo pblico a los gruposhegemnicos, promoviendo una renovacin en las formas de
accin institucional, incorporando nuevos temas de agenda yreconfigurando las relaciones de poder, tanto a nivel local como
global (Abramovay, Bengoa, Berdegu, Escobal, Ranaboldo,Ravnborg y Schejtman, 2006; Melucci, 1996; Garca Linera,2007; Zibechi, 2008; Parra, 2005; Ibarra, Goma y Mart i Puig,2002; entre otros).
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Territorio y derechos territoriales
Relacionada con lo anterior, aparece la idea de que el traba-jo no se realiza con comunidades Lafkenche aisladas, sino conespacios territoriales en reconstruccin. Esto involucra tanto losespacios locales Lafkenche existentes en cada comuna costera delsur de Chile, como la reconstruccin del Butalmapu Lafkencheoidentidad territorial amplia de los Mapuche ligados con el espacio
costero. Esto tambin implica la emergencia de un discurso dederechos territoriales(Identidad Territorial Lafkenche, 1999)que busca reformular la comprensin de la accin del Estado y
las polticas pblicas en dichos espacios, tratando de posicionarmayores derechos en el control y decisin de dichos territorios,incluyendo los recursos naturales y representacin poltica.Los intentos por llegar a tener representacin Lafkenche en los
consejos municipales o incluso disputar la alcalda (el caso deAdolfo Millabur en Tira es emblemtico al ser el primer alcaldemapuche en el pas), reflejan en parte tambin esta intencin de
lograr mayor influencia utilizando todas las estrategias posibles.Me parece que cualquier intervencin social comunitaria en estosespacios, ms all de su particular tema de accin, no podraignorar la relevancia de estos procesos.
Revaloracin de los enfoques comunitarios y de accin social
En cuanto a las formas de trabajar con las comunidades,
me parece que varias iniciativas de acompaamiento a orga-nizaciones Lafkenche permiten rescatar, pero tambin renovarlos fundamentos y miradas para la intervencin desde enfoquescomunitarios. Entre estos, podemos mencionar el locus de controlde la accin, que recae claramente ms en la comunidad que enla institucin; la existencia de una comunidad real, con sentidode pertenencia, identidad y vnculos de interdependencia, lgi-
cas de reciprocidad y prcticas de gestin comn que subsistena las lgicas mercantiles dominantes; adems de un territorio(comunidades situadas territorialmente), donde las personasotorgan sentido desde sus relaciones y revaloran la importanciadel lugar, y muestran que este puede ser disputado poltica-
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mente para llevar a cabo otros proyectos de vida, otra relacin
con el entorno y con los recursos; otras polticas del lugar, enpalabras del antroplogo colombiano Arturo Escobar (2000).
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Sobre la Mesa Territorial de Buen Gobierno
Una iniciativa relevante de gestin social en territorioLafkenche, ha sido la implementacin de un Convenio de Trabajo
(2003-2005) entre el Gobierno Regional de La Araucana y laAsociacin Indgena Newen Pu Lafkenche de Carahue (ANPL),
en el marco de las polticas de Buen Gobierno mandatadas porel entonces presidente Ricardo Lagos. Se trata de una iniciativainnovadora, que establece la forma de una Mesa Territorial
donde se renen peridicamente los representantes de las ochocomunidades con los representantes de los servicios pblicos, se
llega a acuerdos iniciales de inversin de stos sobre la base de lasnecesidades priorizadas por las comunidades, y posteriormentese van revisando avances en el cumplimiento de los compromisosde las comunidades y de las instituciones.
Se trat de una experiencia nueva, llena de aprendizajes,
obstculos inesperados, tensiones entre lgicas comunitarias ylgicas institucionales, entre otras mltiples situaciones difciles.
Tambin fue una experiencia compleja para quienes participa-mos como equipo profesional contraparte, en el fondo comoasesores metodolgicos de la organizacin comunitaria para ellevantamiento de demandas y propuestas, su seguimiento y coor-dinacin con los servicios correspondientes. Desde este rol, me
interesa destacar el importante acompaamiento al proceso deorganizacin de cada comunidad para levantar sus demandas y
propuestas, el fortalecimiento de las organizaciones locales, res-catando los saberes locales; la participacin comunitaria amplia(permitir la emergencia de voces tradicionalmente subordinadasen el mundo rural: mujeres, jvenes no propietarios, etc.), ademsdel apoyo tcnico a la dirigencia de la ANPL para dar prioridad
a las propuestas, negociar acuerdos internos, llegar a consensos
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territoriales y resolver diferencias intercomunidad, tratando en
lo mximo posible de evitar mostrar divisiones o contradiccionesfrente a la institucionalidad (todo el territorio alineado frente a los
servicios pblicos,como expresaban los dirigentes). As tambinresulta necesario reconocer bastantes descoordinaciones con losservicios pblicos, incapacidad de cumplir con compromisos esta-blecidos como profesionales asesores, incapacidad para traducircorrectamente entre la demanda generada desde la comunidad con
los actores institucionales externos, entre otros muchos errores.Si bien esta experiencia permiti alcanzar demandas hist-
ricamente sentidas por las comunidades, como la electrificacinrural, proyectos de vivienda, mejoramiento de caminos, im-plementacin para actividades productivas, obras de drenaje,iniciativas de salud complementaria y educacin intercultural,etc., tambin muchas iniciativas no pudieron realizarse, tanto por
incapacidad del lado de las comunidades de llegar a consensos,como por la imposibilidad de los servicios de dar una respuesta
apropiada y pertinente a algunas demandas.Metodolgicamente se privilegi y puso mucho nfasis en el
espacio de la Mesa Territorial y las dinmicas que permita dichoespacio simblico, tales como el control de los tiempos y la pala-bra de lado de la comunidad, invirtiendo la tradicional relacin
de poder que se da entre los servicios pblicos y las comunidadesMapuche (Boccara, 2005), en desmedro de reuniones ms ejecu-
tivas y tcnicas a las que estn acostumbrados los funcionariosy profesionales, donde cuentan con el respaldo institucional, elcontrol de la palabra y el peso del conocimiento de expertos.Probablemente esto descubra de mucho de su poder a losfuncionarios pblicos (sin el computador, sin el escritorio, sin la
secretaria, sin seal de celular, solo sentado en la sede comunitariade igual a igual con los comuneros y sus familias), sintindose
menos como autoridades que como servidores pblicos. Quizsesta opcin metodolgica elegida por la Newen Pu Lafkenche
permiti unificar el territorio, devolver dignidad y valor a lasfamilias, fortalecer a dirigentes tradicionales y capacitar a losjvenes emergentes, etc., pero en algunos momentos pudo haber
obstaculizado la consecucin de fines ms pragmticos, como
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la obtencin de algn acuerdo puntual, el establecimiento de
compromisos concretos posibles de seguimiento, la fijacin deplazos realistas y el anlisis tcnico ms detallado de la viabili-
dad de las propuestas, entre otros. En el fondo tambin se hacamucho ms visible que se trataba para la Asociacin Newen Pu
Lafkenche de un espacio fundamentalmente de reivindicacinpoltica y no meramente metodolgico o tcnico.
Lo anterior, ms all de los inconvenientes, cosntituy una
experiencia degestin participativaen territorio Lafkenche, quedemostr que se pueden generar polticas ms pertinentes y que
se puede aprovechar el capital social comunitario para mejorarla calidad de las prcticas institucionales, la importancia de laorganizacin local para promover soluciones comunes y aumen-tar la satisfaccin de la poblacin con las intervenciones hechas.En lo que a nosotros como equipo de apoyo a las comunidades
nos corresponde, cabe rescatar numeroso aprendizajes, entre loscuales me interesa destacar algunos casos en donde familias y
comunidades terminan sin generar acuerdos sobre determinadasinversiones, de modo que stas finalmente no fueron realizadas,aun cuando a tcnicos y profesionales nos parecen oportunida-des imperdibles de desarrollo y progreso, sin poder quitarnosdel todo el velo modernizador con el que hemos sido formados
como profesionales y como sujetos sociales. Tal vez en algunoscasos el riesgo de llevar adelante determinada inversin moder-
nizadora podra ser demasiado alto: emergencia de conflictosintercomunitarios y familiares, incremento en el nivel de espe-cializacin en la produccin, con la consiguiente puesta en riesgode la reproduccin de unidades domsticas que son economasbsicamente de subsistencia; aumento de la diferenciacin social
entre comuneros, concentracin de recursos econmicos en pocasmanos y su consecuente concentracin del poder poltico, etc.
Son situaciones que nos parecen tan normales, que nos cuestacomprender la inclinacin de la balanza por las dinmicas quepermiten seguir con la reproduccin cultural, un grado tolerablede diferenciacin social y la dispersin del poder en relacionesrelativamente horizontales y dinmicas que sigue privilegiando
el mundo comunitario Lafkenche a duras penas hasta hoy.
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Sobre el Plan de Desarrollo Territorial Lafkenche de Carahue
Otra iniciativa que me interesa rescatar tiene que ver conel proceso de elaboracin del Plan de Desarrollo Territorial delas comunidades Lafkenche de Carahue (PDT), iniciativa que engran medida se vincula con la Mesa Territorial arriba descrita.Esto, porque durante el desarrollo de dicha Mesa de trabajo fuesurgiendo la inquietud de las comunidades y lderes de la Newen
Pu Lafkenche, acerca de contar con una carta de navegacin mscompleta, surgida de un proceso ms discutido y elaborado, atravs del cual generar los principales consensos sobre el futuro
deseado para el territorio; no solo una lista de demandas urgentes,como en alguna medida se haba iniciado la Mesa Territorial conlos servicios pblicos, sino un plan de desarrollo elaborado porlas propias comunidades, que permitiera orientar decisiones de
la asociacin y el tipo de intervencin externa que se necesitaba.As se logran obtener recursos del Programa Orgenes, el cualinicialmente no tena considerado el territorio como unidad
de intervencin, sino solo las comunidades priorizadas, peroque debi reformularse por la presin de muchos espacios mapu-ches para trabajar como territorios y a partir de una propuestaterritorial elaborada por ellos mismos.
Las comunidades organizadas en la Asociacin Newen Pu
Lafkenche deciden no optar por alguna destacada empresa con-sultora externa, sino tratar de que, en lo posible, fuera la propia
organizacin la que actuara como equipo responsable de dichoplan. Por motivos administrativos, esto resulta especialmentecomplejo y, finalmente, se opta por la figura de consultor indi-
vidual, en una persona de confianza de la asociacin, acordandoque la ANPL asumira gran parte de la corresponsabilidad en laelaboracin del plan, apoyada por el equipo profesional con elcual contaban en esos momentos.
Metodolgicamente, dicho PDT se va elaborando a travsde la identificacin de las reas prioritarias para el futurodel territorio (Economa, Salud y Medioambiente, Educacin
Intercultural, Cultura, Participacin, Infraestructura), y laconformacin de comisiones o grupos de trabajo (o grupos
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temticos)10con las personas del territorio ms directamente
involucradas en cada tema especfico; por ejemplo, en Econo-
ma se arman grupos de trabajo con la Asociacin de Buzos y
Recolectores de Orilla, con la Agrupacin de Turismo Rural ycon los Comits de Pequeos Agricultores de cada comunidad;en Saludse forman grupos con kimches, lawentuchefe, longkos,auxiliares de posta y comits de salud, los que conforman pos-teriormente el Consejo de Salud Complementaria Kom i Pu
lof Lawen Pu Lafkenche,con apoyo del programa de Saludcon Poblacin Mapuche del Servicio de Salud Araucana Sur
(PROMAP, Servicio Pas, Asociacin Newen Pu Lafkenche,2006); y, posteriormente, las propuestas generadas en estosgrupos de trabajo son discutidas, modificadas y validadas enasambleas o Trawunesms amplios de trabajo, abiertas a todoslos habitantes del territorio.
En todo este proceso juega un rol fundamental el equipoconformado entre dirigentes, representantes de las comunidades
y profesionales, que son el grupo encargado de la planificacin delas actividades, su ejecucin y seguimiento. En este equipo se buscacomplementar saberes y prcticas, integrando el conocimiento pro-fesional sobre la gestin de los procesos, metodologas y tcnicasde trabajo, con el conocimiento local de los propios representantes
comunitarios sobre las mejores formas de realizar las acciones,los tiempos, la importancia de las relaciones interpersonales, etc.
Tambin muchos dirigentes se van capacitando en este proceso,aprendiendo tcnicas de trabajo, herramientas de planificacin,entre otras cosas, que van complementando a su propia experienciay conocimiento de la comunidad y sus dinmicas.
En los grupos temticos de trabajo y asambleas se despleg
una amplia gama de tcnicas y herramientas de diagnstico
10 En este punto tambin hay importantes aprendizajes, pues en el mundo co-
munitario rural an sigue siendo relativamente baja la especializacin y ladivisin social del trabajo, por lo que, excluyendo la divisin por gnero yedad, gran parte de las personas puede realizar muchas funciones y es frecuenteque una misma persona sea dirigente formal, agricultor, recolector/a de orilla,que pertenezca al comit de salud y represente algn rol tradicional (kimche,lawentuchefe). De este modo, muchas veces las reuniones de grupos temticoscuentan con la presencia de las mismas personas, sobre todo de personas demayor edad que pertenecen a esta lgica ms indivisa de la comunidad.
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para identificar actores, relaciones de poder, conjuntos de ac-
cin, vnculos institucionales (sociogramas, diagramas, etc.),para localizar espacialmente problemas, recursos, actividades
productivas y usos del territorio (mapas catastrales, mapeopsicosocial, mapas parlantes, etc.), tcnicas para identificardiscursos, problemas sentidos, nudos crticos y posibles estra-tegias de accin (flujogramas, matrices FODA, etc.), tcnicasprospectivas y de visualizacin (lneas de tendencia y un vasto
espectro de ejercicios para definir cmo queremos que sea elterritorio a futuro) y herramientas de planificacin participativa
de las acciones a seguir; en su mayora, adaptaciones sacadasde la caja de herramientas de las metodologas participativas, laIAP y el diagnstico rpido rural (Rodrguez-Villasante, 1996;Montas, 2009; Cox, 1996; Bahamondes, 2004).
Tambin el proceso de elaboracin del PDT cont con una
amplia gama de capacitaciones en diversas temticas: agroeco-loga, elaboracin de proyectos, gestin organizacional, turismo
rural, procesamiento de productos marinos, etc., adems deintercambio de experienciascon otros territorios e iniciativas:visitas al hospital de Maquewe, a iniciativas tursticas en Tira y
Curarrehue, visita a la experiencia de comercializadora de algasde la Asociacin Pu Lafkenche en Tira e intercambios con la
Asociacin ancucheo de Lumaco, entre muchas otras.Lo interesante de este proceso es que se busc complemen-
tar las metodologas y tcnicas sugeridas por el equipo profe-sional por lo general, tcnicas de trabajo de campo rpido,simple y participativo, con otras formas ms tradicionales ypropias del ritmo comunitario, como las visitas domiciliarias a
las personas de mayor edad para conversar con ellas y saber suopinin, o el desarrollo libre y prolongado de la deliberaciny argumentacin en los trawunes. Tal como ejemplifica Toledo
Llancaqueo (2001), las tcnicas del mundo profesional, un tallerdiagnstico o un anlisis FODA pueden ser muy rpidas, esque-mticas y prcticas, pero no pueden reemplazar la riqueza quetienen para el mundo Lafkenche los contratos didicos, cara a
cara, convenidos voluntariamente y no generalizables, al igualque la extensa argumentacin que recurre a la tradicin y a los
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valores generacionalmente transmitidos donde se despliega la
subjetividad mapuche.Quizs lo ms relevante de este PDT sea justamente su
proceso de elaboracin, por su enorme invitacin a la partici-pacin ampliada, por el rescate y valoracin del saber local yla propia identidad local, por facilitar la emergencia de vocesgeneralmente subalternas en el mundo rural, por representar unejercicio genuino de protagonismo comunitario y reflexividad
colectiva, y por la invitacin a todos los habitantes a soar conel tipo de territorio deseado y tratar de establecer acciones,
lneas de trabajo a seguir para aproximarse a dicha aspiracin.Muchas propuestas de dicho PDT forman parte de los objeti-vos por los cuales sigue trabajando la ANPL cotidianamente,existan o no apoyos profesionales externos, proyectos vigentes,financiamiento o condiciones institucionales favorables, aunque
tambin muchas otras hayan ido quedando en el olvido con elpaso de los aos y la lejana del horizonte en el cual alcanzarlas.
Vale la pena mencionar que algunas propuestas del PDT tenanque ver con temas como el control sobre el espacio marino, larecuperacin de tierras, el retroceso de la expansin forestal yotros factores sobre los cuales la capacidad de influencia de lascomunidades sigue siendo limitado, y depende de la articulacin
con otros actores y el cambio de condiciones estructurales enmateria de derechos territoriales indgenas, cosa que evidente-
mente no ha sucedido an.
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Adems de estas dos experiencias brevemente descritas, exis-ten varios testimonios muy interesantes de acompaamiento ytrabajo con organizaciones Lafkenche locales, igual que con elMovimiento Identidad Territorial Lafkenche,que busca aglutinartodos estos espacios dispersos en una plataforma amplia, como
referente territorial amplio. Respecto de esta ltima plataforma,se desarroll todo el extenso trabajo para la elaboracin de la leyque crea el Espacio Costero de Pueblos Originarios (ECMPO, leyN 20.249), con reuniones, trawunes, manifestaciones pblicas,
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jornadas y talleres a lo largo del borde costero desde Lebu hasta
Ancud; Asimismo, el Congreso Lafkenche, el Programa de For-macin de Jvenes Lderes Lafkenche, el Encuentro de Mujeres
Lafkenche, entre otros, pero donde mi participacin personal yprofesional ha sido ms intermitente y puntual, de modo que noprofundizar en ellas.
Por lo tanto, mis comentarios finales tienen que ver conalgunos aportes y aprendizajes de las experiencias brevemente
descritas, esperando que puedan ser tiles para la discusin eintercambio de saberes con quienes trabajan en el diseo e inter-
vencin desde modelos psicosociales comunitarios, sobre todoen territorios con alta poblacin indgena.
Partir del conocimiento de la realidad y lavaloracin del saber local
Aunque pueda parecer menos un aprendizaje que un prin-
cipio bsico de la intervencin comunitaria, la verdad es que,
histricamente, la intervencin social con poblacin indgena nose ha caracterizado precisamente por la valoracin y el respetode los saberes locales y las culturas comunitarias. Muchas veces,la intervencin social ha estado ms vinculada con objetivosde modernizacin forzada, de transferencia de conocimientoscorrectos y con la persecucin explcita o no de cambiar las
prcticas del mundo indgena. Creo que estas lgicas impositi-
vas se corresponden con procesos ms amplios y determinadasconcepciones de la accin social planificada; por una parte, delmodelo liberal y su arsenal ideolgico de modernizacin y pro-greso, como tambin de modelos desarrollistas de Estado, por susubordinacin de la diferencia, la identidad y la autonoma, a lasnecesidades de un proyecto de reformas productivas y en clave
ocupacional. Por lo tanto, sigue siendo an totalmente necesario
descolonizar los imaginarios de las ciencias sociales desde dondepensamos las prcticas de intervencin social.Buscar formas de trabajo y metodologas que permitan la
emergencia de voces subalternas, de saberes locales subordinadoshistricamente, para avanzar en nuevas polticas de reconoci-mientos y en la emergencia de una pluralidad de discursos que
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supere la monocultura del saber impuesta por la modernidad
eurocntrica, aparecen como aprendizajes y desafos fundamenta-les para los profesionales de la accin comunitaria en territorios
indgenas. Las metodologas y tcnicas participativas, por sunfasis en los procesos dialgicos, comunicativos y en el estable-cimiento de relaciones horizontales entre los participantes, sinduda representan la principal caja de herramientas (Cox, 1996;Delgado y Escobar, 2007).
Esto implica tener, tambin, un particular cuidado con las po-sibles presiones desde el agente de intervencin hacia las propias
comunidades en la toma de decisiones. Aterrizar muchas veceslos deseos de cambiar y renovar las formas de hacer que a me-nudo traemos los profesionales externos, resulta fundamental, lomismo que darse el tiempo de reconocer que los modos de haceren el mundo indgena, por lo general, estn ligados con modos
de saber, con conocimientos transmitidos generacionalmente yque, en muchos casos, contienen una racionalidad prctica lo-
calmente necesaria o profundas lecciones y valores que otorganidentidad y cohesin a las personas. Del mismo modo, tal comosostiene Montero (2003), esto trae aparejado el reconocer que lacomunidad preexiste a la presencia del interventor y que seguirexistiendo luego de que el proyecto o equipo profesional finalice
su trabajo, lo cual lleva a tener presente una actitud de humildadprofesional y una especial preocupacin por los efectos de las
acciones promovidas.
El reconocimiento de la heterogeneidad de la comunidady la construccin de lo comn
Si bien la divisin social en la comunidad sigue siendorelativamente ms baja que en el mundo urbano (la lgica co-munitaria implica que todos puedan realizar la mayor cantidad
de funciones), esto no significa que sea totalmente homognea.Tambin resulta necesario reconocer la composicin heterogneade la comunidad, sobre todo en materia de identidades sociales de
gnero, edad, linajes familiares, etc. Como seala Parker (2007),muchas veces los psiclogos comunitarios tienden a naturalizar lacomunidad y quedarse solo con la visin que de ella ofrecen los
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actores con mayor poder. Reconocer que existen diversas voces,
diversos lugares de enunciacin no reductibles (mujer Lafkencheduea de casa, joven Lafkenche sin tierra, etc.), es tambin una
tarea importante de promover desde la accin social. En la actua-lidad me parece que esto es evidente, ya que existe un profundoproceso de proliferacin de nuevas voces y nuevos protagonismosen el mundo Mapuche rural, pues el interlocutor no es el pro-pietario de la unidad productiva como podra darse dentro de
un esquema campesinista y productivista de intervencin, sinoque hay una pluralidad de voces de mujeres, jvenes, autoridades
tradicionales, dirigentes instrumentales, etc. que incorporan nue-vas subjetividades, necesidades y formas de organizacin, lo queenriquece mucho ms los procesos de planificacin participativay accin conjunta. Esto conlleva tambin el reconocimiento delconflicto interno en la comunidad, tema del que muchas veces el
equipo interventor es mantenido al margen, o bien interpeladoa tomar parte por una de las posiciones, ante lo cual creo que
no hay ninguna receta a seguir, sino solo tratar de respetar lospropios procesos y mantener siempre el bienestar de la comu-nidad como prioridad, aun sobre los propios requerimientos denuestras planificaciones y metas propuestas.
El abordaje territorial y la construccin social del futuro
No obstante lo anterior, tambin se trata de la emergencia
de abordajes territoriales, que implican ir ms all de la comu-nidad, hacia la reconstruccin de relaciones y vnculos mayoresen espacios que comparten una identidad y una historia comn.
En el caso Lafkenche, se trata de un proceso evidente de recons-truccin territorial, donde las comunidades pretenden actuarde manera articulada, conjunta, como espacio comn, lo queincluye relaciones con el mundo institucional y los programas de
intervencin. As lo ejemplica el caso de la Newen Pu Lafkenchede Carahue, donde los proyectos y programas o son para lasocho comunidades del territorio o no entran, como sostiene la
dirigencia. Esto tambin implica pasar de demandas puntuales ydesorganizadas de cada comunidad aislada, a la elaboracin de
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planes de desarrollo territorial, proyectos de futuro concertados
territorialmente por todos los actores.Continuando la idea, tambin hay desafos y aprendizajes
para la psicologa comunitaria y la intervencin social, pues no setrata tanto de trabajar sobre carencias, disfunciones o problemas,sino ms bien de aportar en procesos de desarrollo individualy colectivo, de construccin de imaginarios colectivos sobre elfuturo deseado por las personas para su espacio y sus formas
de vida y en caminos para alcanzar dichos objetivos. Si bientener como punto de partida los recursos, las potencialidades
y fortalezas de las personas y comunidades, siempre ha estadopresente en todas las definiciones de la psicologa comunitaria,a veces esto queda algo relegado en programas de intervencinms pensados desde la reparacin, la rehabilitacin, la resociali-zacin, etc., y se trata entonces de reactualizar estos postulados
desde las prcticas concretas de intervencin.
El fortalecimiento de las relaciones comunitariascomo base del cambio social
Como se ha sealado en diversos pasajes del trabajo, meparece fundamental reconocer la existencia de un movimientosocial Mapuche y Lafkenche en particular, como escenario defondo para situar el trabajo puntual con organizaciones localeso comunidades determinadas. Me parece que esto implica una
serie de desafos tericos y metodolgicos para los espacios ins-titucionales desde donde se piensan y elaboran las posibilidadesde la accin social planificada, y la formacin de profesionales dela intervencin, sobre todo por la progresiva relevancia que hanganado los movimientos sociales por su capacidad de fomentarprocesos de cambio en el mundo contemporneo. En ese sentido,me parece que existe una creciente motivacin por articular teo-
ra social y prcticas de intervencin social con los movimientossociales y sus luchas; por ejemplo, en nuestra disciplina desdeinvestigadores vinculados con formas de psicologa social crticay variantes del socioconstruccionismo.
Probablemente se trata de procesos innovadores, donde ten-drn que irse retroalimentando los propios movimientos con los
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profesionales y equipos de intervencin social, para ir creando
en conjunto nuevas metodologas y formas de trabajo. Por su-puesto que ya existe mucho camino avanzado, por la tradicin
de las formas de intervencin social ligadas con la educacinpopular, la amplificacin sociocultural, o formas de IAP que sehan ido renovando justamente a travs de aos acompaandomovimientos sociales (Rodrguez-Villasante, 1995).
Un ltimo aprendizaje que me parece particularmente rele-
vante de estos procesos, tiene que ver con la coincidencia entre losfines perseguidos por la psicologa comunitaria y la intervencin
comunitaria en general, y los propios movimientos sociales y susluchas. Este tiene que ver, me parece, con el fortalecimiento de lacomunidady de las relaciones comunitarias. El sentido de comu-nidad, la identidad compartida, la cultura comn, al igual quela persistencia de intercambios no mediados por lgicas de mer-
cado, como la redistribucin y la reciprocidad (Temple, 2003),la gestin comn de ciertos bienes y servicios, y la posibilidad
de espacios pblicos (no estatales) de deliberacin y democraciadirecta sobre las decisiones locales, creo que son aspectos funda-mentales a fomentar desde nuestras prcticas de intervencin, yque se encuentran en la base de la gestacin y emergencia de losmovimientos sociales. Es decir, recurro a Zibechi (2007) cuando
seala la comunidad y las relaciones comunitarias cotidianascomo la base de los actuales movimientos sociales que han sido
capaces de establecer un desafo a las formas contemporneas deejercicio de la autoridad, y al neoliberalismo en Amrica Latina11.De este modo entonces, me parece que cuando trabajamos parafortalecer comunidades particulares y relaciones comunitarias enterritorio Lafkenche, potenciando la cultura local, la cohesin,
11 Autores como Zibechi, Garca Linera y Porto-Goncalves, entre otros, mues-tran cmo los movimientos sociales de las ltimas dcadas que han sido
capaces de desafiar al neoliberalismo, no han surgido desde la figura delsindicato obrero o los partidos polticos de izquierda, sino de movimientossociales hbridos de base comunitaria, articulados desde la vida cotidianay poltica desde el stano, como seala el subcomandante Marcos. LosZapatistas en Mxico, el MST en Brasil, la guerra del agua y la guerradel gas en Bolivia, los movimientos indgenas en Ecuador y Bolivia, lospiqueteros e iniciativas barriales en Argentina y Uruguay, y el movimientoMapuche en Chile y Argentina, son algunos ejemplos de esta realidad.
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sus formas de participacin, etc., podemos estar apoyando, de
una u otra forma, la mejora de esas redes de asociatividad yconfianza desde las cuales se hace posible la emergencia de un
movimiento social Lafkenche, que se activa con intermitenciaspara reclamar sus derechos territoriales y formular proyectode futuro diferente potencialmente contrahegemnico, porcuanto rechaza la mercantilizacin del territorio, sus recursos ylas formas de autoridad poltica verticales y a distancia.
As, nuestras disciplinas, prcticas y metodologas de trabajocomunitario toman una nueva relevancia, ante la posibilidad de
converger con las propias luchas de los movimientos sociales porel rescate de la comunidad y el despliegue de sus potencialidadespara promover el cambio social. Esto se ha hecho ms visible,luego del ltimo terremoto que afect el centro sur del pas, conespecial fuerza en las zonas costeras. La persistencia de relaciones
comunitarias y las redes de confianza tejidas desde el mundoLafkenche, han mostrado su capacidad para promover respues-
tas locales y autnomas, coordinando la ayuda que fluy desdetodo el territorio Mapuche y desde la solidaridad de mltiplessectores para auxiliar a las comunidades, frente a la burocrticarespuesta estatal centralizada y cuando la ausencia de comunidadaparece, una y otra vez, como uno de los fenmenos sociales ms
comentados que se hicieron visibles con esta catstrofe natural.
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