CAPÍTULO VI. ECLIPSE FINANCIERO
Sary Levy-Carciente
“Los banqueros, se dice, comparten el optimismo de los hombres de negocios durante los auges … forzando los precios … por el contrario, en la quiebra se asustan y, contrayendo los préstamos, reducen la oferta de dinero … ”
R. S. Sayers (1951)
I. Intermediación Financiera y Desarrollo
Se señala que la invención de la actividad bancaria precedió incluso a la
acuñación de monedas, símbolo por excelencia del andamiaje financiero. Registros
históricos del 3000 a.e.c. en la Antigua Mesopotamia, indican que los palacios reales y
templos eran lugares seguros para guardar el grano y otros productos (ganado,
implementos agrícolas, metales preciosos), contra los cuales se otorgaban recibos, los que
a su vez se utilizaban para el registro de los traslados a los depositantes originales o a
terceras personas. Con el tiempo, casas privadas se fueron involucrando con estas
operaciones y su importancia propició su regulación, incluyéndose en el Código de
Hammurabi (1792 - 1750 a.e.c.) (Davies, 1996).
Prácticamente en todas las civilizaciones de la Edad Antigua se consiguen
testimonios de actividad bancaria1, pero tras la caída del imperio romano la práctica fue
virtualmente abandonada, entre otras cosas, por su estigmatización por la iglesia católica
como de usurera y no generadora de valor. La actividad reaparece a fines del medioevo,
con particular impulso de las Cruzadas y será en Italia, en las ciudades de Génova,
1 El nombre de la actividad bancaria, data de comienzos de la era Antigua, cuando en Grecia los trapezitai, banqueros griegos que se dedicaban básicamente a la actividad cambiaria, fueron nombrados por sus mesas de forma trapezoidal, o en el idioma inglés, donde la palabra bank deriva de la palabra italiana banca. La palabra banco aparece en el idioma español en el año 1602 por influencia del italiano. En Italia aparece registrado su uso en el año 1303 con la acepción 'tienda para vender mercancías' o asiento donde se realizara la transacción.
Venecia, Florencia y Roma donde se establezcan las prácticas bancarias y contables
propias del inicio de la Modernidad.
Desde entonces su avance ha sido sostenido e inmenso el grupo de
transformaciones e innovaciones generadas, consolidándose como una de las actividades
más determinantes en el desarrollo de las sociedades.
El crecimiento de la economía en forma sostenida exige de la generación de
excedentes, y para que dicho proceso sea armónico y equilibrado, requiere de su
adecuada transferencia entre entidades superavitarias y deficitarias. Ese es el rol del
sistema financiero, de ahí su influencia en el desarrollo económico, sea para favorecerlo y
potenciarlo, sea para impedirlo o minarlo. Ello se realiza mediante una serie de servicios
imprescindibles orientados a facilitar el comercio, la especialización de la producción, la
movilización del ahorro y su asignación a las inversiones con mejor relación
riesgo/crecimiento, de donde, lo que el sistema financiero aporte a una economía,
dependerá de la cantidad y la calidad de sus servicios, así como de la eficiencia que logre
al proporcionarlos.
Renombrados teóricos del proceso financiero, Fisher, Tobin, Arrow, McKinnon,
coinciden en que el sistema financiero asegura que el riesgo y el rendimiento se
distribuyan, según las preferencias individuales, en combinaciones de activos físicos y
financieros a partir de las disponibilidades existentes (oportunidades) en cada situación
histórica. Ya en 1840 Thomas Tooke desarrolló una teoría del crédito, destacando la
importancia de la diversidad en los intermediarios y sus instrumentos y esta observación,
hoy más que nunca, resulta importante.
Las actividades financieras no son una sombra de la economía real, por el
contrario, existe una simbiosis entre el desarrollo de los servicios financieros y la
promoción de la inversión reproductiva y el crecimiento. Desde Bernacer, Schumpeter y
Keynes, se enfatiza la importancia del financiamiento en el desarrollo y se plantea una
co-evolución de los sectores financiero y real de la economía, donde el primero tiene un
rol central, destacando su función de proveedor de crédito y su impacto en la creación
monetaria (dinero endógeno), lo que es particularmente relevante desde la desaparición
de la moneda mercancía. Además, las nuevas teorías sobre el crecimiento enfatizan en la
eficiencia de la intermediación y los recientes estudios sobre ‘burbujas financieras’ y
otras anomalías del mercado obligan a tomar seriamente la interrelación de ambas
esferas, ya que si bien las actividades financieras por un lado tienen una correlación
positiva con la inversión reproductiva y el crecimiento (expansión crediticia), por el otro,
puede ser también negativa (expansión especulativa), ya que una elevada especulación no
favorece el crecimiento ni la producción.
Vale resaltar una hipótesis clave del Postkeynesianismo y que Mata desarrolla en
la Teoría del Preajuste Financiero (2004), que señala la existencia de velocidades de
ajuste diferentes en el mercado de bienes y servicios (lenta, dada la viscosidad de los
precios), en el mercado laboral, (muy lenta, dada la existencia de contratos laborales) y
en el mercado financiero (rápida). A diferencia de lo que sucede en los mercados reales,
los mercados de activos financieros (títulos y monedas) se ajustan instantáneamente a las
condiciones de costo (tasa de interés) y rendimiento, por lo que las variables financieras
se convierten en determinantes de la inversión real o reproductiva. Esta capacidad de
reacción de la esfera financiera con mayor rapidez y antelación frente a la esfera real de
la economía lleva a que sus reacomodos o transformaciones se manifiesten con
anterioridad en el tiempo, convirtiéndose esta esfera en factor o señal de alerta temprana
a tomar en cuenta por las economías a la hora de evaluar su desenvolvimiento. Esta
situación variará según el grado de desarrollo relativo que el mundo financiero haya
alcanzado en la economía en referencia.
Existen distintos niveles de organización, sofisticación o profundización
financiera que van desde sistemas basados en el auto-financiamiento, pasando por
sistemas de intermediación sencilla, hasta arribar a sistemas de intermediación compleja
(caracterizados por la gerencia de activos y pasivos) con fuentes externas. En el proceso
de sofisticación del sistema, la innovación financiera genera una reducción de los costos
así como una diversificación de los riesgos, incrementando el nivel de liquidez: una
creación endógena de masa monetaria que no puede ser explicada por la intervención
externa del ente emisor. Cabe destacar que las oportunidades de inversión y la
disponibilidad de instrumentos, vistas como distribuciones de riesgo-rendimiento, son
más restringidas en los países en vías de desarrollo que en los industrializados, dado el
tamaño de sus mercados y su menor evolución, lo cual determina bajos coeficientes de
endeudamiento, altas tasas de interés y plazos cortos, originando la necesidad de la
intervención del Estado. Pero la participación del sector financiero en la dinámica
económica también tiene sus inconvenientes, pues influye en las fluctuaciones
económicas y desde cierta perspectiva es determinante en las mismas.
En la tradición postkeynesiana, Hyman Minsky (1986) construye un modelo que
explica las fluctuaciones económicas como el resultado de la especulación, la inversión y
la deuda financiera en un entorno marcado por la incertidumbre. El modelo, bajo un
esquema de oferta monetaria endógena, le otorga un rol activo a los intermediarios
financieros, quienes al tomar ventaja de las condiciones cambiantes del mercado, generan
un ambiente de creciente fragilidad financiera. Así, en condiciones de crecimiento
económico, se favorecen expectativas de inversión y por tanto, el crédito que la viabiliza;
las empresas muestran flujos de ingresos positivos y alentadoras expectativas futuras. En
la medida que la prosperidad se incrementa, las expectativas optimistas se enfatizan, lo
que presiona al alza el precio de los bienes de capital y el precio de las acciones de las
empresas, las cuales finalmente terminan sobrevaluadas y sobre-endeudadas.
Simultáneamente, la demanda de fondos se hace inelástica a la tasa de interés, por lo cual
tiende a incrementarse.
En el proceso reseñado, la relación entre los pagos contractuales y la fuente de
fondos se modifica y lo que en un momento pudo ser una empresa ‘cubierta’ puede pasar
a ser una ‘especulativa’ y requerir reestructuración financiera o inclusive transformarse
en una del tipo ‘ponzi’2. La nueva situación transforma las expectativas en sentido
pesimista: se comienzan a liquidar activos y comienza un período de deflación, que
contrae la inversión y finalmente de la demanda agregada. Se observa entonces que el
2 Una empresa cubierta es una unidad adversa al riesgo que muestra un flujo de caja capaz de cubrir los pagos tanto de capital como de intereses adeudados. Una unidad especulativa es aquella que en una primera etapa presenta pagos contractuales por concepto de deuda mayores a sus cuasi-rentas esperadas, por lo que requiere refinanciamiento a corto plazo, pero en una etapa posterior, esta relación se reversa. Una unidad Ponzi es aquella que no es capaz de honrar sus compromisos de deuda ni siquiera a través de procesos de reestructuración. Son unidades insolventes y, generalmente aunque no necesariamente, adscritas a procesos fraudulentos.
incremento de la fragilidad de la economía es consecuencia natural de un auge inicial de
la inversión con intermediación financiera y que puede conducir finalmente a la crisis3.
Esta capacidad del sistema financiero para favorecer el desarrollo como para
profundizar comportamientos fluctuantes o cíclicos en las economías exige un cuidadoso
esquema de regulación y control, que por un lado le permita establecer, de forma libre y
en consonancia con las exigencias del mercado, instrumentos y precios; y por el otro,
ofrezca al conjunto social una serie de mecanismos de protección ante efectos
indeseados. De esta manera, las condiciones que respalden el desarrollo de una estructura
financiera más vigorosa, estable y equilibrada, deberían mejorar su capacidad para
contribuir al crecimiento económico y en última instancia al desarrollo social, concepto
éste de mayor envergadura en tanto que incorpora aristas propias de distintas dimensiones
del accionar humano (económica, política, social, cultural, ecológica, tecnológica).
Como el sistema financiero es el ente de intermediación de recursos para la
inversión y el consumo en una sociedad, su génesis, su historia y sus características,
estarán estrechamente vinculadas a las actividades económicas propias de cada sociedad
en sus distintos momentos.
II. Prolegómenos Bancarios en Venezuela
Aunque la independencia liberó a Venezuela de la dirección política de España,
no resolvió su problema económico. Desde su independencia y a lo largo del siglo XIX,
Venezuela reorienta su vinculación a la economía mundial del centro colonial español
hacia Inglaterra, pero mantiene su estructura económica básica, dependiendo de la
exportación de productos agrícolas, en particular, del cacao y el café.
Por tanto, el germen de las necesidades a satisfacer por parte del sistema
financiero estaba estrechamente vinculado a esta estructura económica y política: un
Estado naciente con escasos recursos financieros, de baja densidad poblacional, donde la
3 Modelos que parten de esta perspectiva teórica y que hacen uso de herramientas que rescatan la naturaleza irregular y dinámica de los fenómenos económicos actuales, resultan en esquemas inestables e impugnan prescripciones de política tradicional. Detalles en Levy C., S. (2003).
producción principal era la agropecuaria, la exportaciones eran materias primas y las
importaciones, productos terminados o semielaborados.
Durante el período colonial, la Compañía Guipuzcoana ejercía la función
crediticia requerida por la Provincia de Caracas, la cual se reducía al uso del anticipo al
productor del campo por la compra de la cosecha. La beligerancia existente durante la
etapa independentista, elimina la figura del crédito, la cual se retomará al establecerse la
república. No será sino hasta 1839 que se instale la primera institución crediticia en el
territorio nacional: el Banco Colonial Británico, que era una sucursal del Banco de
Londres. El primer banco de emisión y depósito, el Banco Nacional de Venezuela, se
funda en 1841, siguiéndole el Banco de Londres y Venezuela (1865), el Banco de
Maracaibo (1882), el de Carabobo (1883), el Banco de Venezuela (1890), el Banco
Caracas (1890) y otros diversos intentos que no perduraron en el tiempo (Peláez,
1991:16-27).
Para 18604 se promulgan la Ley de Bancos de Depósitos y de Circulación, que
normaba la intermediación a corto plazo; y la Ley sobre Asociaciones de Crédito
Territorial, cuyo objetivo era otorgar créditos con garantía hipotecaria. En 1894 se
promulga la Ley de Bancos Hipotecarios, lo cual fijaba los límites para esta actividad,
más vinculada al largo plazo; y les permitía la emisión de cédulas hipotecarias. En 1895
se dicta una nueva Ley de Bancos que incorporaba a la banca hipotecaria y controlaba los
niveles máximos de emisión, ley que se reformaría nuevamente en 1896, 1903, 1904,
1910, 1911 y 1913; debatiéndose los cambios entre el establecimiento de un banco único
de emisión (idea que no prosperaría hasta 1939, aunque la función de apoyo al Tesoro
Nacional era llevada a cabo por el Banco de Venezuela y desde 1910 se compromete en
acuñar por cuenta del gobierno las sumas que éste le ordenara) y un único banco
hipotecario; y la existencia de multiplicidad de bancos con dichas funciones.
4 La Ley de 1860 fue la primera que normaba la actividad bancaria de forma general y su sanción no era específica a ninguna institución. Antes de la Ley de 1839 que permitiera el establecimiento del Banco Colonial Británico y la de 1841 para fundar el Banco Nacional de Venezuela, la normativa que regulaba la actividad bancaria eran las llamadas ‘Ordenanzas de Bilbao’ que aplicaban en Venezuela desde antes de su constitución como República (Peláez, 1991: 17).
Las instituciones bancarias nacionales de la época era consideradas de depósito y
de circulación, atendiendo esta última característica a su capacidad de emisión, la cual
fue modificándose desde una cantidad equivalente al doble de su capital enterado en caja
(1860), a una cantidad igual al capital enterado en caja (1904), hasta el doble de su capital
social (1913); exigiéndose un porcentaje de dicho capital en oro. En ningún caso los
bancos podían prestar con garantía de sus propias acciones y los billetes que emitían eran
de recepción voluntaria. Esta situación generaba una obligada evaluación de los niveles
de solvencia de las entidades emisoras, generándose una competencia en beneficio del
receptor de dichos billetes, aunque, simultáneamente, dificultaba la unidad de control del
crédito y del cambio.
El nuevo marco jurídico de comienzos de siglo permitió la creación de nuevos
bancos nacionales y el establecimiento de sucursales de bancos extranjeros: Royal Bank
of Canada (1916), National City Bank of New York y American Mercantile Bank (1917).
La participación de la banca extrajera favoreció un aumento del crédito, así como
también, puso a la banca nacional a competir con sus homólogos internacionales,
competencia amortiguada al no contar estos últimos con el derecho de emisión.
Este desarrollo incipiente del sector se da en un entorno de crisis internacional,
pues el siglo XX se estrenaría con importantes signos de inestabilidad. Basta recordar que
durante la segunda mitad del siglo XIX importantes cantidades de capital británico,
centro financiero de la época, se dirigieron hacia los EUA y otras colonias o zonas de
influencia del imperio (Argentina), llevándolo a finales de siglo a una importante
depresión. Para la época, los EUA salían de la Guerra de Secesión lo cual les permitió la
absorción de estos importantes flujos financieros. Pero la banca era presa fácil del pánico
lo que llevó a muchas instituciones en diversos momentos a la quiebra. En 1900 los EUA
abandonan el patrón bimetálico y se someten al patrón oro y establecen mecanismos para
el desarrollo de la banca, pero la fragilidad sistémica lleva en 1907 a cientos de bancos a
la quiebra, lo que conduce en 1913 a la creación del Sistema de la Reserva Federal, por
decreto presidencial de Woodrow Wilson. Mientras tanto en Europa soplan vientos de
guerra y entre 1914 y 1918 se desata la Primera Guerra Mundial.
En ese ínterin, Venezuela vive la volatilidad de los precios de sus productos de
exportación y la virtual cesación del comercio internacional durante la conflagración
mundial. Hacia 1919, el signo monetario nacional, el bolívar, comienza a sufrir los
efectos de la crisis económica, comportándose oscilatoriamente con tendencia a la
depreciación como consecuencia de la caída del precio del café y la consecuente presión
a la balanza comercial. El promedio de la depreciación fue de 6,5% en 1920, y la mayor
depreciación fue del 26,5% entre los días 22 y 23 de mayo de 1921, llegando el cambio a
6,60 Bs/US$ y que no lograría estabilizarse hasta 1924 (Adriani, 1991:23).
III. Preludios de la Intermediación (1917-1939)
Con la inestabilidad de los precios de los principales exportables, la economía
vuelve su vista a otro sector: el petrolero. Desde 1917 Venezuela comienza la exportación
de petróleo (21.194 Ton), el 14 de diciembre de 1922 explota el pozo Los Barrosos No.2
en la costa oriental del Lago de Maracaibo, siendo noticia internacional el potencial
evidenciado del pozo; y desde 1926 las exportaciones petroleras pasan a ser el principal
producto de exportación nacional. Ese mismo año se reforma la Ley General de Bancos
estableciéndose una normativa precisa de emisión y operación, favoreciendo la expansión
del sistema, la creación de de nuevas instituciones, entre ellas: el Banco Venezolano de
Crédito (1926), el Mercantil y Agrícola (1926) y el Banco Holandés Unido (1926); como
bancos públicos, el Banco Obrero (1929) y el Banco Agrícola y Pecuario (1929); y los ya
existentes aumentan el número de sus sucursales.
Durante la segunda mitad de la década de los 20’ el mercado bursátil mundial
exhibe un importante auge que toca su fin el 24 de octubre de 1929, cuando la Reserva
Federal restringe el crédito generando una caída sin control de la economía
estadounidense. Con el crac quiebran innumerables instituciones financieras y la
situación devine en depresión generalizada que se contagia al mundo entero. El peligro
evidenciado de la posibilidad de la entidades financieras de utilizar los depósitos de la
banca comercial para actividades de inversión y especulación sientan bases legales firmes
para la separación de ambas actividades y por tanto de la banca especializada, a tal fin, en
1933 se promulga en los EUA la Ley Glass-Steagall, impidiendo además a los bancos
comerciales invertir en acciones corporativas de sus propias cuentas.
El impacto de esta situación en Venezuela se transmitió a través de la caída de los
precios de nuestros exportables, situación que depreciaría el valor del signo monetario,
llegando a 7.75Bs./US$ en agosto de 1932. Esta situación se revierte en 1933 producto de
las políticas devaluacionistas estadounidenses, llegando el cambio a ubicarse en
3,04Bs./US$ en agosto de 1934 (Mayobre, 1991: 46).
1928-29 1931-32 1933-34 1935-36 Café (en Bs. Oro) Cotización en N.Y.
265
100
85
61
1928-29 1930-31 1932-33 1933-34 Cacao (en Bs. Oro) Cotización Londres
122
72
44
31
Las décadas del 20 al 40 fueron de especial significación para Venezuela: se
genera el tránsito de la economía agrícola a la economía petrolera y se vislumbra la
importancia del sector industrial en la estructura y generación de excedentes a nivel
nacional. Asimismo, se profundiza el rol del Estado con un carácter altamente
centralizado, se incrementa el gasto público y hay un cambio profundo en la demanda de
la fuerza de trabajo, que impactará los niveles de vida. Como indican Córdova y Silva
M. (1974:137):
“La demanda de trabajó incrementó los salarios hasta un nivel sin
precedentes, especialmente en los campos petroleros. La partida de
trabajadores de las haciendas ha sido tan extensiva que ha comenzado la
agitación por parte de los propietarios de la tierra para lograr que el
gobierno detenga los programas de construcción de carreteras y devuelva a
los trabajadores a las albores agrícolas”
Tras la muerte del Juan Vicente Gómez (1935) se abre un importante debate a
nivel nacional sobre el nuevo rumbo político y económico a seguirse. En este período se
crea el Ministerio de Agricultura y Sanidad con la finalidad de canalizar recursos al
deprimido sector agrícola y mejorar los niveles de salubridad general. El primero se
apoyaría en el Banco Agrícola y Pecuario que ofrecía créditos con tasas subsidiadas a los
agricultores. De igual manera se canalizan cuantiosos recursos a obras públicas y a la
construcción de viviendas para los sectores de escasos recursos, que se potenciaría con la
creación del Banco Obrero. En ambos casos se intenta canalizar la renta petrolera a otros
sectores de la economía nacional.
Para 1936 se reforma nuevamente la Ley de Bancos, incluyéndose una
tipificación de los depósitos, el nivel de endeudamiento máximo permitido y el
establecimiento de normas de vigilancia y fiscalización. Esta modificación promovía un
desarrollo del sector de intermediación que tomaba en cuenta las condiciones económicas
favorables, la cuales se reflejaban en un crecimiento del ingreso per cápita que
incrementa los niveles de demanda y abre las puertas a un proceso industrializador, para
lo cual en 1937 se crea el Banco Industrial de Venezuela5. La razón original de su
creación fue la de contar con instrumentos financieros que impulsaran el desarrollo del
comercio y de las nacientes industrias. Originalmente contaba con 60 % de capital del
Estado y un 40 % de capital privado, un "joint venture" a través del cual los sectores
públicos y privados se ponen de acuerdo para alcanzar el ideal de progreso que se
materializa en la creación de industrias y comercios.
En 1939, estando Venezuela bajo el gobierno del Eleazar López Contreras, se
desata en Europa la Segunda Guerra Mundial, y con ella se produce una importante
escasez de los productos importados, mientras los productos de exportación, salvo el
petróleo, dejan de demandarse en el extranjero. Esta situación es padecida con cierto
rigor durante el gobierno del Gral. Isaías Medina Angarita y con el afán de reducir la
dependencia alimentaria, se ensaya la Reforma Agraria. De igual manera la escasez de
importaciones sería acicate determinante para la instalación de subsidiarias de industrias
foráneas y la implantación de una política de industrialización sustitutiva en décadas
posteriores. 5 El Banco Industrial de Venezuela nace por ley del Congreso Nacional el 23 de julio de 1937 como resultado de un proyecto elaborado por la Asociación Nacional de Comerciantes e Industriales de la época, pero no es sino hasta el 4 de febrero de 1938 cuando inicia sus actividades formalmente.
Ese mismo año se crea el Banco Central de Venezuela, mediante ley promulgada
el 8 de septiembre que establecía la centralización y su exclusividad de emisión de
billetes, además de la obligación de los bancos privados a entregar el oro que respaldaba
sus billetes en circulación6. El capital inicial del Banco Central fue de Bs.10 millones
pagado en un 50% y su composición era mixta: 51% del Estado y 49% de capital privado.
Para 1939 circulaban en el país billetes emitidos por el Banco Caracas, Comercial de
Maracaibo, Maracaibo, Mercantil y Agrícola de Venezuela, Venezolano de Crédito y
Venezuela (con 2/3 de la emisión del total de alrededor de Bs.150 millones). La creación
del BCV tuvo una importante oposición de sectores nacionales quienes consideraban que
era una amenaza para la estabilidad monetaria de la nación y la colocaba como fácil presa
de la inflación, mientras quienes la apoyaron aducían la necesidad de control del mercado
monetario para evitar distorsiones, como indicara Adriani (1991:40):
“Un banco central de emisión para el cual se aprovechara nuestra
propia experiencia y la de otros países y que siguiera los mejores modelos,
podrá dar mayor solidez y al mismo tiempo mayor flexibilidad a nuestro
sistema monetario, y permitir la unidad y la efectividad del control sobre la
tasa de descuento y de nuestro cambio”
La creación del Banco Central de Venezuela introduce al país en el esquema
bancario moderno internacional.
IV. Institucionalización y Consolidación (1940-1973)
Se podría indicar que tras la II Guerra Mundial el sistema financiero mundial
logra un alcance definitorio. La firma de los Acuerdos de Bretton Woods (New
Hampshire, EUA), el establecimiento de un orden económico mundial con una estructura
trial constituida por el Fondo Monetario Internacional, del Banco de Reconstrucción y
Fomento (hoy Banco Mundial) y el Acuerdo General de Comercio y Tarifas, GATT,
generan una institucionalidad que marcará el período de posguerra. La instauración del
patrón oro-dólar con paridades fijas será uno de sus elementos determinantes, así como el
6 Esta situación no fue aceptada por el Banco Venezolano de Crédito, aunque posteriormente perderá la demanda frente al Estado.
planteamiento del interés generalizado a la apertura gradual comercial. Pronto
comenzarán los desarrollos en los mercados de capitales insuflados por las realidades
políticas bipolares, la expansión de las empresas y los avances propios en dichos
mercados.
Por su parte, Venezuela será signataria de las instituciones del nuevo orden
económico mundial en un momento que incrementa su espacio como nación exportadora
de petróleo, lo que le permitió aumentos importantes en las recaudaciones fiscales y
saldos favorables en la balanza de pagos. El sistema financiero como casi todas la demás
actividades se consolidó. Además, los crecientes recursos que manejaba el Estado,
influían en las discusiones sobre su nuevo rol y su participación para la promoción del
desarrollo. Así, por ejemplo, en 1944 se crea una Junta de Fomento de la Producción
Nacional con el objetivo de ofrecer préstamos para el fomento de la producción interna
no petrolera (agricultura, ganadería e industria). En 1947 esta Junta se transforma en la
Corporación Venezolana de Fomento, marcando el financiamiento fundamentalmente
nacional y estatal para la promoción de la industria.
Durante el período 1948-58, período bajo el mandato del Marcos Pérez Jiménez,
se observa un fortalecimiento del sector bancario: la penetración bancaria pasa del 10% a
cerca del 25%, mientras la proporción de los depósitos a la vista sobre el circulante crece
en más de un 50% pasando de 42 al 65.9 puntos porcentuales, simultáneamente, la base
monetaria de ser el 73% de la liquidez monetaria (M2) pasa al 46%. Durante el período
las tasas de interés se mantuvieron estables, ubicándose en promedio la tasa activa en 6%
y la pasiva en 2% que con una inflación alrededor del 2% anulaba el rendimiento real al
ahorro.
Esta profundización de la intermediación manifiesta el crecimiento económico
generalizado producto del beneficio de la renta petrolera que se vierte en un desarrollo
del sector de la infraestructura y genera una creciente demanda de bienes de consumo
final. Dicha situación se revierte brevemente en el período 1958-1962, producto de la
inestabilidad política que conlleva el derrocamiento militar, pero retoma su crecimiento al
consolidarse el gobierno democrático. En este lapso, la actitud de la población hacia la
banca permanece estable, mientras que las tasas de interés se incrementan de forma
significativa: la tasa activa llega en 1962 al 8%, la pasiva se sitúa en 3% y los intereses
por concepto de redescuento llegan al 5%. Así, en las décadas de los 40 y 50, la
participación fiscal creció con gran impulso constituyéndose en el componente más
dinámico de la demanda nacional y bajo su cobijo se consolidará el sector financiero.
En 1961 se reforma la Ley General de Bancos y Otros Institutos de Crédito y se
establece la banca especializada con campos restringidos de acción como forma de
actuación del sistema financiero. Ese mismo año se promulga la Ley que crea el Sistema
Nacional de Ahorro y Préstamo y las Entidades de Ahorro y Préstamo, para promover el
financiamiento de viviendas a largo plazo. El centro del sistema será el Banco Nacional
de Ahorro y Préstamo, el cual opera con fondos públicos como ‘semilla’.
Las entidades características del sistema nacional eran: banca comercial,
hipotecaria, entidades de ahorro y préstamo, sociedades financieras, fondos y cajas de
ahorro, capitalizadoras, fondos de activos líquidos y participaciones, arrendadoras
financieras, compañías de inversión, fondos mutuales, compañías de seguros y reaseguros
y casas de cambio. De igual manera el sistema nacional contaba con una importante red
de instituciones públicas que canalizaban sus créditos a determinados sectores y entre los
que se destacan: la Corporación Venezolana de Fomento, CVF, el Fondo de Inversiones
de Venezuela, FIV, los institutos de previsión (IPASME, IPSFA y CAPREMCO), los
institutos de apoyo al sector agropecuario (Instituto de Crédito Agrícola y Pecuario,
ICAP, el Banco de Desarrollo Agropecuario, BANDAGRO y el Fondo de Desarrollo
Agropecuario) los institutos de apoyo al sector industrial (Corpoindustria y Foncrei) y
otros institutos de apoyo sectorial (Instituto Nacional de la Vivienda, INAVI, Fundación
para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal, FUNDACOMUN,
Corporaciones de Desarrollo Regional, Fondo de Desarrollo Urbano, FONDUR, Fondo
de Desarrollo del Café, FONCAFE, Fondo de Desarrollo del Cacao, FONCACAO).
Especial mención merece el Banco de los Trabajadores, creado en 1968 con capital
mixto, pero que a diferencia del resto de las instituciones financieras tenía potestad de
operar en todos los subsistemas del sector, dándole carácter de banca universal.
Entre 1963 y 1973 la penetración bancaria retoma y sobrepasa los niveles de
momentos de auge previos y en 1973 se acerca al 30%, el nivel de depósitos a la vista
representa el 74% del circulante, mientras que la emisión monetaria sólo representa el
33% de la liquidez. En este período las tasas están bajo regulación gubernamental y se
ubican alrededor del 10% las activas y 8% las pasivas. Por su parte la inflación del
período se mantiene en un dígito bajo, entre el 1 y el 4%, con un tipo de cambio que se
estableció en 1961 a 4.5Bs/US$ para llegar a 4.30Bs./US$ en 1973 donde se mantuvo
estable.
1970 es la fecha a partir de la cual comienzan a cuajar procesos de
nacionalización de importantes recursos, pero en algún sentido marca una especie
exclusión voluntaria de los circuitos de la inversión extranjera. En este año se reforma la
Ley General de Bancos y en ella se restringe la inversión extranjera en la banca nacional
a no más del 20% del capital y la banca extranjera quedaría restringida operativa y
espacialmente. Esta situación respondía a una perspectiva integracionista que focalizaba
como zona a priorizar la región andina, pero cuyos objetivos se quedaron en las
declaraciones presidenciales y ministeriales. Desde el lado interno, en el período 1963-
73, en promedio se observa equilibrio fiscal, balanza comercial favorable y estabilidad
cambiaria y de precios en el ámbito económico junto con un ambiente político estable y
democrático
En tanto, a nivel internacional, los cambios en la economía mundial empezaban a
mostrar algunos de sus signos futuros más marcados: el aumento del comercio
internacional de bienes con mayor valor añadido, la expansión de las multinacionales, la
creciente importancia de las manufacturas y del sector terciario, la importancia de la
competitividad cambiaria, la recuperación de las economías europea y japonesa, el
surgimiento y rápida expansión de los euromercados, la presencia de los centro
financieros off-shore, el creciente de rol de la creación por sobre la emisión monetaria, la
liberación de los flujos financieros y la necesaria coordinación internacional de políticas
macroeconómicas entre los EUA, Europa y Japón. Para finales de los 60’ el impacto de
las multinacionales en los flujos comerciales y el impacto de la intermediación, desatan
sus primeras consecuencias:
• En 1968 EUA muestra por primera vez desde 1893, déficit en su balanza
comercial, simultáneamente viene registrando importantes salidas de capital desde
inicios de la posguerra. Aunque el origen de la dirección de estos flujos es atribuible a
la expansión de las multinacionales estadounidenses, desde una perspectiva ortodoxa,
la tendencia al déficit gemelo (balanza comercial y de capitales) era señalada como
una debilidad que llevaría a una devaluación de la moneda. Particular rol tendría
Francia en denunciar este aspecto y solicitar como pago a sus exportaciones oro en
vez de dólares norteamericanos, mecanismo secundado por otras naciones.
• El crecimiento de la creación monetaria a partir del proceso de
intermediación, potenciado de forma particular por el crecimiento de los
euromercados, conllevó a que la liquidez monetaria no contase con el respaldo
exigido en reservas auríferas. Esto llevó al FMI (1969) a la creación de los Derechos
Especiales de Giro, para incrementar el respaldo a dicha liquidez e independizar al
comercio de las reservas metálicas o de las preferencias por determinadas divisas.
Una combinación de elementos políticos y económicos dará al traste con la base
de los acuerdos de la segunda posguerra y en 1970 el presidente de los EUA, Richard
Nixon, declara la inconvertibilidad oro-dólar. La declaración institucionaliza el carácter
fiduciario del dinero, consagrándose que su respaldo no es otro que el conjunto de bienes
y servicios que la nación emisora pueda ofrecer al portador de la moneda o billete. Se
rompe finalmente el vínculo con el metal de respaldo, el oro. Esto sacude los cimientos
del sistema monetario internacional y con ello el equilibrio de paridades de casi todas las
monedas occidentales. Por su parte, los países europeos ponen a flotar sus monedas y en
1973 crean un sistema de bandas llamado la Serpiente Monetaria que se consolidará en
1979 como el Sistema Monetario Europeo. En 1978 el FMI modifica sus estatutos
admitiendo la flotación cambiaria. Desde entonces la fluctuación de los signos
monetarios pasa a ser la norma.
Venezuela, por su parte, seguía anclada al dólar estadounidense y en el ámbito
nacional el impacto de una medida tan trascendental como la declaración de
inconvertibilidad, tuvo poca respuesta pública y menos impacto privado. El terremoto
internacional quedó amortiguado por la mejora de los precios en el mercado petrolero, lo
cual incrementa los ingresos fiscales y los gastos públicos impactando la demanda
nacional.
Se podría indicar que desde 1940 hasta el auge de los precios petroleros que se
desataría a partir de 1974, el sector financiero venezolano experimentó un crecimiento
gradual de los fondos movilizados, con participación del sector público para la
promoción del desarrollo nacional a través del financiamiento sectorial. Esta situación
de crecimiento estable y condiciones internacionales favorables de nuestros exportables
permitió un descuido a las transformaciones que se evidenciaban en el entorno
internacional, específicamente en lo que respecta al fin del sistema de paridades fijas y el
fin de la moneda mercancía. Este fatal descuido impidió el aprovechamiento de
potencialidades en el sector financiero y fortalezas específicas de la moneda venezolana,
convirtiendo estas circunstancias en un boomerang negativo al sobrevaluar la moneda,
incrementar los niveles de inflación interna y promover salidas de capital. Este
desinterés por los sucesos internacionales costará muy caro al país y sus consecuencias
no se harían esperar.
V. Auge y Caída (1974-1981)
En 1974, como consecuencia del embargo petrolero árabe, primero a Holanda y
luego a toda Europa, los precios del crudo se disparan: los precios se cuadruplican
permitiendo importantes transferencias de recursos a los países miembros de la OPEP,
organización creada en 1968 que aglutinaba a los principales exportadores de crudo de la
época. A las presiones derivadas de la flotación cambiaria en un nuevo orden
internacional donde el dinero se consagró fiduciario, se une el incremento del precio de
los energéticos. La inflación latente se desata en el primer mundo y simultáneamente la
recesión hace estragos en estas economías. Aunque las naciones industrializadas son
fuertemente golpeadas, mucho más resultan afectados los países no desarrollados
importadores de petróleo: se comienza a hablar del Cuarto Mundo. La banca
internacional no tiene donde colocar los cuantiosos recursos que es capaz de captar de los
países petroleros. Así, facilitan las condiciones de crédito a países latinoamericanos y en
particular aquellos con ingresos provenientes del petróleo. En 1978 tras el derrocamiento
del Sha de Persia los precios del petróleo toman un nuevo impulso. Para frenar la
demanda los países industrializados presionan al alza las tasas de interés, gestándose las
bases para una crisis a quienes se les había facilitado el crédito y que se desatará en un
futuro inmediato.
A partir de 1974, dados los cuantiosos ingresos petroleros, Venezuela manifiesta
incrementos abruptos en la movilización de fondos. En ese entorno de euforia financiera,
florecen discursos nacionalistas y perspectivas latinoamericanistas conjugándose para dar
lugar a la estatización de las empresas del hierro y el petróleo y la de la entidad emisora
central. En 1974 se estatiza el BCV eliminando su carácter mixto7, reflejando la
tendencia de los gobiernos a tener un control más directo de sus bancos centrales. Ese
mismo año se reforma la Ley General de Bancos con la intención de adecuar el sistema
financiero a las necesidades de las crecientes erogaciones fiscales, tanto por concepto de
gasto como de inversión. El auge derivado del aumento de los precios del crudo impulsó
un programa de inversión financiado con endeudamiento externo, para acelerar planes de
desarrollo y diversificación económica, vinculados al sector hidroeléctrico, siderúrgico,
mejoramiento de la infraestructura industrial, agropecuaria, transporte y comunicaciones
(V Plan de la Nación), que a su vez se tradujo en presiones sobre el mercado laboral y la
demanda interna, necesitándose recurrir al mercado internacional para cubrir los déficit.
A esta deuda planificada le siguieron nuevas contrataciones de deuda fuera de la Ley de
Crédito Público, cuyo monto llegó a superar a la primera.
El sector financiero seguía manifestando un tendencia expansiva: la penetración
bancaria pasó del 29% en 1973 al 43% en 1978, el nivel de depósitos a la vista llegó a
alcanzar el 80% del circulante para 1975, momento a partir del cual decae ubicándose
para 1978 en 78% y la emisión monetaria mantuvo su tendencia declinante frente a la
liquidez monetaria ubicándose en 1978 en 30.4%. Las tasas de interés se mantuvieron
reguladas por lo que, dado el nivel inflacionario del período que pasó del 4% en 1973 al
12% en 1979, resultaron en tasas negativas, desalentando el ahorro y favoreciendo la
7 El Banco Venezolano de Crédito no acató voluntariamente la entrega del oro y demandó al Estado por esta confiscación.
salida de capitales, particularmente en un período de alza en la tasa de interés
internacional. Por su parte el crédito dirigido al sector privado mantuvo una tendencia
creciente hasta 1982 pasando en cifras corrientes de US$ 4,824 millones a US$ 36,199
millones, momento a partir del cual decaerá hasta 1987 cuando alcanzó el piso de US$
9,102, monto inclusive menor que el registrado en 1975, habida cuenta de las necesidades
fiscales.
El efecto expansivo del gasto público logrado en el período 1974-76, se paralizó
en la siguiente fase, en lo que se calificó como la paradoja del estancamiento en medio
de la abundancia. El aumento de la demanda interna no logró estimular el aparato
productivo nacional (altamente protegido) y en un ambiente de inflación, tipo de cambio
fijo y libertad cambiaria, desencadenó un aumento significativo de las importaciones,
interpretado como ‘sobrevalorización del bolívar’.
Al debilitamiento de la cuenta corriente se sumó el de la cuenta de capitales. La
progresiva declinación de la importancia del sector financiero dentro del proceso de
movilización del ahorro interno se hace evidente desde 1978. A pesar de los drásticos
cambios experimentados en el sector externo de la economía en esta etapa, es de destacar
que las tasas de interés domésticas al mantenerse controladas, impidieron la
materialización de los cambios en el precio del dinero en el mercado interno de títulos,
manteniendo reducida su escala.
En ese entorno se verificará una fuerte salida de capitales del país, la cual fue
potenciada por erradas políticas financieras, una sobrevaluación del signo monetario y la
insistencia en una política de endeudamiento fiscal (VI Plan de la Nación) en términos
(plazos y tasas) insostenibles. Esta realidad económica crítica, obliga a finales de 1981 a
rediseñar en forma significativa la política financiera nacional, considerando que la
consolidación de este sector era de gran importancia para el desarrollo del país. Ante la
importante salida de capitales en 1981 Venezuela liberaliza el esquema de tasas de
interés, lo que generó un incremento de las mismas y los bancos capearon la turbulencia
incrementando el spread bancario. Se siembran las semillas de un proceso de desajuste
bancario.
Aún así, los indicadores de profundidad bancaria (M2/PIB) seguían manifestando
una tendencia positiva pasando del 43% en 1978 a; 47% en 1982; mientras la
participación de los depósitos a la vista en el circulante cambió su tendencia creciente,
cayendo del 78% en 1978 a 73% en 1982. El peso del sistema bancario en dicho período,
medido por el peso de sus instrumentos (M2/M4), se incrementó del 54% al 80%,
manteniendo el sistema bancario un nivel de solvencia (activos/capital) del 107% y un
nivel de apalancamiento del 94% (pasivo/activo).
VI. Crisis en Cascada: Fragilización (1982-1994)
La escalada de las tasas de interés internacionales producto de las medidas
restrictivas que pretendían el control de la inflación, lleva a los países con altos niveles de
deuda externa a situaciones insostenibles. En 1982 México se declara en moratoria y tras
el país azteca siguen Argentina, Brasil y Venezuela, comenzando así la llamada Década
Perdida para América Latina y en la que las políticas de las naciones de la región se
centran en negociaciones y refinanciamientos de esta pesada carga. La década de los 80
evidencia las realidades económicas bifurcadas del entorno global: el mundo desarrollado
logra controlar la inflación y retoma el sendero del crecimiento bajo las premisas del
enfoque neoliberal, mientras el mundo en desarrollo o ha dado el paso que impulsa su
despegue al sintonizarse con las exigencias globales o se ve sumida en una tendencia
sombría. En el plano político el período muestra el fin de los socialismos reales y el
triunfo del capitalismo como sistema, mientras internamente sus contradicciones emergen
plenamente. La sociedad global se encauza a una paradojal contradicción.
En su etapa inicial la crisis de la deuda pareció amenazar la solvencia del sistema
bancario internacional, pero las reformas realizadas a los ajustes en las provisiones
contables durante los años de las diversas renegociaciones, evitó que dicha amenaza se
concretara y el sistema amortizó adecuadamente los créditos otorgados, convirtiendo a
los países deudores en exportadores netos de capital en montos significativos. Esta
situación no se revertirá sino hasta 1989 a partir de la titularización de la deuda por medio
del Plan Brady.
En Venezuela, durante 1982, la compra-venta de divisas realizada por el BCV
originó un saldo negativo de US$1542 millones, que contrasta con un saldo positivo de
US$1525 millones del ejercicio anterior. Este aumento de los egresos de divisas se
explica básicamente por la mayor demanda acusada por el sector bancario, que absorbió
el 65% de la demanda total. En este entorno se toma la decisión de revaluar los activos de
reserva en oro de US$42.22 a US$300 la onza troy, que permitió registrar un aumento de
US$2955 millones en la valorización de dichos activos, incrementando los niveles de
reserva en un 16.5% (1981-82). Asimismo y ante la importante presión en la balanza de
pago y la exclusión de la nación de los circuitos voluntarios del crédito internacional, el
27 de septiembre de 1982, el BCV y el Ministerio de Hacienda suscriben un Convenio
Cambiario para mejorar la posición de las reservas internacionales del país y se
centralizan las divisas de PDVSA en el BCV.
El objetivo de estas medidas de ajuste contable no era otro sino el de dar un
mayor poder de negociación a la nación en el mantenimiento de sus líneas de crédito a
corto plazo, al evidenciar una mayor capacidad para honrar sus compromisos
internacionales. Sin embargo tales ajustes no tuvieron incidencia alguna sobre la oferta de
dinero internacional ni suavizó demanda de divisas por parte del público, por el contrario,
estimuló la avidez de los especuladores, llegando el 18 de febrero de 1983 a requerirse el
establecimiento de un control de cambios.
Con la implantación en 1983 del régimen de cambios múltiples controlado a
través de RECADI, la banca logró fortalecer su posición, dado que era deudora neta en
moneda extranjera y el esquema le permitió hacerse de beneficios del arbitraje resultante.
Los años que siguieron fueron de importante desajuste nacional: renegociaciones de
deuda externa, caída de los precios petroleros, problemas fiscales, programas de ajuste y
recesión definían el período. En este entorno el proceso de intermediación se vio
deteriorado debilitándose el sistema bancario.
La problemática financiera se acentuó como resultado de la elevación de las tasas
pasivas de interés y la reducción del crédito, evidenciada primero en el Banco de los
Trabajadores de Venezuela (1982), el Banco Nacional de Descuento y el Banco de
Comercio (1985), la crisis de las Sociedades Financieras (SOFAIN y SOFIZULIA) y los
graves problemas de la Banca Hipotecaria. En todos estos casos, además del impacto de
los problemas macroeconómicos, las causas podían asociarse con prácticas inapropiadas,
en las que destacan el crédito a empresas relacionadas y violación de las leyes y prácticas
financieras de diversificación de riesgo.
Tras la quiebra del Banco de Comercio se crea el Fondo de Garantía a los
Depósitos (FOGADE) con amplias facultades para facilitar la intervención bancaria y
ofrecer soporte a la banca en situaciones de iliquidez.
Para 1986 la administración de J. Lusinchi lanza un programa de expansión fiscal
para estimular la economía, pero las realidades nacionales e internacionales sólo
reforzaron el perverso círculo vicioso expansión fiscal-inflación-devaluación. Al igual
que el resto de los países de América Latina que aplicaron políticas de ajuste, el
desarrollo del sector financiero languideció atrasándose respecto a los países
desarrollados. Entre 1983 y 1988 la liquidez monetaria cayó de 49% del PIB a 33%. Para
fines del 88 los activos del sistema bancario sumaban US$43.500 millones, equivalentes
al 72% del PIB y el crédito bancario tenía un papel secundario en la economía nacional.
El crédito de la banca comercial otorgado al sector privado cayó a menos de un tercio de
su valor en términos corrientes entre 1982 y 1984, pasando de US$ 36,199 a US$ 11,778
millones y ubicándose en 1986 en cerca de un cuarto de dicho alcanzando la cifra de US$
9,366 millones. La banca comercial era sin embargo la más influyente de los
intermediarios financieros con 75% de activos del sistema, y se caracterizaba por su alta
concentración en la propiedad: los 7 mayores bancos concentraban el 63% del capital del
sector. Además su nivel de solvencia era estable aunque sus niveles de apalancamiento se
fueron incrementando.
Entre 1983 y 1988 el índice de precios al consumidor crece del 6 al 29% mientras
las tasas activas se mantienen alrededor del 13% y las pasivas del 10%, dando como
resultado tasas negativas tanto al ahorro como a la banca, la cual ajustaba sus cuentas a
partir del incremento de los costos por servicios al cliente.
En 1989, bajo la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez y ante los
insostenibles desbalances macroeconómicos, se lanza un programa de reformas
económicas liberalizadoras que tendrán un fuerte impacto en la economía nacional y el
sistema financiero, no fue excepción. Desde 1989 se profundiza la desintermediación
bancaria, por lo que el negocio bancario tiende a descansar en actividades de inversión,
en particular, en los títulos ofrecidos por el gobierno, urgido de fondos. En una primera
fase, la práctica del BCV -inspirada en la interpretación monetarista para contrarrestar la
inflación y ante la escasez de títulos públicos- consistirá en la emisión de bonos cero-
cupón, que luego serán sustituidos por los TEM, que convierte al BCV en prestatario de
la banca privada invirtiendo los roles propios de la actividad. Con la aparición de los
títulos fiscales, la banca privada cambia la composición de sus activos (créditos por
títulos gubernamentales) acentuando su dependencia de la conducta fiscal.
La inestabilidad política del período daría al traste con el inicio de una
recuperación macroeconómica evidenciada en el 90 y el 91 y los tímidos estímulos al
incremento de la oferta permitida por la flotación cambiaria. Las intentonas golpistas de
febrero y noviembre de 1992 y el reemplazo del presidente de la república en mayo de
1993, agudizó las fugas de capital en un momento de caída de ingresos petroleros y
amplio déficit fiscal.
Para finales de 1993 la banca pagaba tasas entre un 50 y un 80%, reflejando el
clima de incertidumbre nacional en un esquema insostenible en el tiempo. El nivel de los
intereses anulaba las posibilidades de crédito e incrementaba los riesgos de morosidad de
los prestatarios, por lo que los activos bancarios se concentraban en títulos
gubernamentales, activos de baja calidad y alto riesgo y créditos en empresas
relacionadas. Lo anterior en un ambiente de inadecuados sistemas contables y ausencia
de supervisión prudencial.
En 1994 se desata la crisis bancaria, cuando el segundo banco más importante del
país, el Banco Latino, es intervenido (enero, 1994), institución que mantenía más del 8%
de los depósitos totales del sistema. La corrida generada en el sistema, llevó en marzo a la
intervención de otros 7 bancos (Barinas, Maracaibo, Construcción, Metropolitano, La
Guaira, Bancor, Amazonas), los cuales representaban el 21% de los activos del sistema y
una sociedad financiera (Fiveca). Ante la difícil situación y la presión cambiaria, el
sistema reptante (crawling peg) fue sustituido por uno de flotación, que depreció
fuertemente la moneda. Como al tiempo las autoridades estimularon la captación de
depósitos, otros bancos experimentaron desbalances de sus activos y pasivos y los llevó a
situaciones críticas. Así, otros cinco bancos manifiestan problemas (Venezuela,
Consolidado, Progreso, República, Andino) y en agosto fueron intervenidos y se tuvo que
reconocer el carácter sistémico de la crisis. Finalmente en julio de 1994 se impone un
control cambiario único e integral que sería administrado por la Junta de Administración
Cambiaria (JAC) y la Oficina Técnica de Administración Cambiaria (OTAC).
Nuevamente en 1995 otras instituciones requieren ser intervenidas (Principal, Italo-
Venezolano, Profesional, Empresarial).
Las medidas ante la crisis incluyeron la inyección de capital por parte de
FOGADE, el pago a los depositantes en efectivo y con bonos, el otorgamiento de
financiamientos auxiliares para faltantes de liquidez, cierre y estatización de instituciones
y reforma a la ley bancaria. El costo de resolución de la crisis ha sido estimado en más
del 18% del PIB (del Villar 1998).
Desde el punto de vista legal, en 1983, 1984, 1987 y 1992 se promulgan reformas
a Ley de BCV que pretendía darle mayor autonomía a la institución; y en 1984, 1988 y
1993 se reforma la Ley General de Bancos, dentro lo que se denominó la Reforma
General del Sistema Financiero, con el objetivo de fortalecer al sistema financiero,
haciéndolo más competitivo, transparente y productivo.
VII. Saltos y Sobresaltos de un Incipiente Mercado Bursátil
El peso del mercado de capitales en Venezuela representa niveles que se
encuentran muy por debajo de otros países de economías en desarrollo, sobre todo con
respecto a los países asiáticos de crecimiento acelerado e incluso de otros
latinoamericanos de tamaño similar.
Hasta 1947, fecha de la fundación de la Bolsa de Valores de Caracas, el mercado
de capitales del país era de tal modo insignificante, que no disponía de instituciones
organizadas para canalizar las transacciones.
Hasta mediados de la década de los 80, el origen de los recursos financieros a
mediano y largo plazo se ubica principalmente en el Estado. Además, la excesiva
intervención del mismo, generaba serias distorsiones en el costo y distribución de los
recursos, a través de la regulación de tasas de interés, que llevó a la existencia de tasas
reales negativas, tasas preferenciales, créditos blandos para los sectores industriales, lo
que incentivaba la obtención de fondos a través de la banca y no del mercado de
capitales. Los recursos financieros no oficiales prácticamente se convierten en excepción,
por lo cual no puede extrañar el menor crecimiento relativo del mercado de capitales, el
cual tiene una significación marginal hasta 1983.
Es en febrero de ese año, al producirse la traumática devaluación del bolívar,
cuando el público redescubre la existencia de la bolsa; y junto con una intensificación de
los factores que habían llevado a la crisis de la deuda externa, factores que incluyeron la
desaparición de las fuentes externas y gubernamentales de financiamiento, que el
mercado de valores aparece como una buena alternativa. Sin embargo, la recesión del
momento tiene características tan severas, que no hay demanda de recursos financieros.
En una segunda etapa, cuando parte del shock fue asimilado, la acumulación de medios
de pagos, relativamente grande, en poder de ciertos sectores (bancos, compañías de
seguros, algunas industrias e individuos) que no encuentran oportunidades de colocación
en la inversión reproductiva es dirigida a partir de 1989 a la Bolsa.
Así, el muy discreto papel del mercado bursátil pareció transformarse en la última
década del siglo XX: en 1990 fue considerada la ‘bolsa estrella’ de los mercados
emergentes, ofreciendo un rendimiento de 608% anual en bolívares y 521% en dólares
americanos; con un incremento de su capitalización del 460% en un año. Este
rendimiento decae en 1991 a un 34%, mostrando la debilidad del mercado empujado por
capital especulativo. Sin embargo, el crecimiento económico de 9.2% en 1991, el control
de la inflación en 30%, el programa de privatizaciones, la desintermediación bancaria y la
apertura de las empresas al mercado, vislumbraban un panorama alentador para la misma.
El gran despegue del mercado venezolano de capitales se da propiamente en 1990
dentro del programa económico que se denominó el Gran Viraje. En ese año se
negociaron Bs.103.073 millones en acciones, lo que representó un crecimiento cercano al
3.000% con respecto a 1989. El valor transado en la totalidad de instrumentos negociados
en la BVC, alcanzó para 1990 un total de Bs.263.803 millones, marcando un crecimiento
menor que el registrado en el movimiento accionario pero igualmente extraordinario de
más de 2.000%. El número de operaciones necesarias para realizar tales montos fue de
80.922 en total y 71.434 en acciones. Vale recordar que durante 1990 la BVC jugó un
papel central en la colocación primaria de los bonos cero-cupón emitidos por el BCV,
que alcanzó la cifra de Bs.137.976 millones.
El mayor aporte del mercado de valores en ese período fue el haber permitido
cierta corrección interna de los desequilibrios ocasionados por las masas excedentarias de
recursos financieros y la falta de oportunidades de inversión ocasionadas por un aparato
productivo sin crecimiento, frenando la masiva salida de recursos al exterior, con la
consiguiente disminución de presiones sobre el tipo de cambio. Como contrapartida se
inflaron los valores bursátiles, corrigiéndose a posteriori.
Para 1991, se refuerza la tendencia al crecimiento iniciada el año anterior: se
transan en acciones Bs.182.865 millones (77% más que en 1990) mientras el total
negociado alcanzó la cifra de Bs.195.065 millones. Vale la pena destacar que hubo un
descenso del 26% con respecto al año precedente, lo cual es básicamente explicado por el
hecho de que en septiembre de 1990, el BCV decide subastar directamente los bonos
cero-cupón. Tal decisión cambia drásticamente la estructura de los negocios de la Bolsa:
en 1990 había un balance entre instrumentos de renta fija y variable negociados, a partir
de septiembre de 1990 el volumen en acciones es el predominante y en 1991, el volumen
transado en acciones representa un 94% del total negociado en la Bolsa.
Para febrero 1992, el intento de golpe de Estado echa por la borda el naciente
optimismo: el riesgo país se dispara, el capital se fuga rápidamente y los inversionistas
internacionales empiezan a excluir a Venezuela de sus portafolios. A pesar de los
acontecimientos que sacudieron al país, se registraron apreciables montos negociados en
acciones, Bs.77.927 millones, un 42% del total negociado en 1991, y cerca de un 80%
más que en el mismo período de este año. 1992 no se presentó como un buen año y lo
mismo ocurrió con 1993. Pero el año realmente crítico fue 1994: la crisis bancaria que
sacudió al país llevó el índice bursátil de 21.903,36 en diciembre de 1993 a 1.348,33 en
diciembre de 1994 (caída de 94%) y el índice financiero de 42.462,66 a 1.216,20 en el
mismo período (caída del 97%). Prácticamente toda la banca nacional es intervenida,
estatizada o cerrada.
Ese mismo año se desata el llamado Efecto Tequila, crisis de la bolsa mexicana
que mostrará importantes efectos de contagio a lo ancho del globo terráqueo y que
impactará muy negativamente las expectativas de los inversionistas frente a los mercados
emergentes. El Efecto Tequila afloró la inestabilidad y volatilidad de los flujos de
inversión en cartera -acuñándoseles como capitales golondrinos-, puso en tela de juicio
los esfuerzos de los Estados para la atracción de capitales y obligó a reevaluar la
pertinencia de la apertura de la cuenta de capitales, debatiéndose la crítica entre el
impacto negativo de la motivación a muy corto del inversionista, la necesidad de atraer a
los inversionistas con horizontes temporales de más largo plazo (fondos de pensiones y
compañías de seguro) y destacando la importancia de la regulación y supervisión de los
sistemas bancarios.
En este entorno, en Venezuela, en julio de 1994 se implanta un control cambiario,
pero el impacto de las realidades internas fue mayor que la internacional, dada la poca
apertura del mercado de capitales.
El mercado bursátil logra cierta recuperación entre 1996 y 1997, en parte este
comportamiento se debe al control cambiario que era sorteado a través de la adquisición
de Bonos Brady y que establecía una cotización de referencia al dólar no-oficial conocido
como el dólar Brady. Así de Bs.172 millardos que se negociaron en 1993 se alcanzaron
las cifras de en 1996 y 1997 de Bs.1.484 y 2.799 millardos, respectivamente. Asimismo,
mientras en 1994 el 18.06% del monto transado correspondía a valores de renta fija, en
1995 este llega al 88.61%, aunque posteriormente cae al 59.42% y al 29.36% en 1996 y
1997.
Mientras tanto, en 1997 estalla la crisis asiática, el Efecto Dragón, y sus correas
de transmisión resultan particularmente expeditas. Dicha crisis puso de relieve lo que los
analistas financieros identifican como configuraciones de riesgo que permiten ubicar a
los países en el sistema internacional. El impacto de la crisis fue de tal magnitud que
obligó a revisar a la baja todos los pronósticos de crecimiento del producto mundial para
el año 1998 y 1999.
Su impacto en el país se sintió a través de la caída de los precios petroleros,
producto de la recesión o menor dinamismo del crecimiento de la economía mundial. En
lo que respecta al mercado bursátil, este vuelve a caer en 1998 y luego mantiene un muy
leve ascenso hasta el 2003 cuando recibe un gran impulso del control cambiario
implantado tras el paro cívico nacional que se desató desde diciembre del 2002.
Tras el establecimiento del control cambiario en el 2003 los inversionistas buscan
refugio en la BVC para protegerse de la crisis económica. Pero el motivo más
determinante de la creciente alza del mercado es bursátil es el propio control cambiario:
los inversionistas encuentran en la compra de acciones una manera de convertir los
bolívares en dólares, especialmente los ADS de la empresa de telecomunicaciones
CANTV, la cuales se adquieren en el mercado nacional en paquetes de 7 y se cambian
por un ADR, tras lo cual se transforman en dólares americanos al transarlos en el
exterior, estableciéndose así una cotización para el dólar libre o dólar CANTV. De esta
manera, del total negociado en el 2003 por concepto de renta variable, Bs.412 millardos,
Bs.108 millardos corresponden a la adquisición de ADS’s y GDS’s, es decir más del
26%.
Esta situación lleva al mercado bursátil a registrar alzas importantes en una
economía sumida en el estancamiento económico: entre el 2002 y el 2003 el índice
bursátil general acusa un aumento del 158% pasando de 8.591 a 22.203, el índice
financiero crece en 166% mientras el industrial lo hace en un 147%. El número de
transacciones registradas en el mercado alcanza la cifra de 135.494, pasando el monto
negociado de Bs. 564,763.73 en el 2002 a Bs.1.622.313,33 en el 2003.
Se manifiesta de esta manera una de las contradicciones de la economía actual,
donde casualmente una de sus distorsiones -el control de cambio- lleva al mercado
bursátil a manifestar crecimiento, mientras el resto de la economía no petrolera está
sumida en una importante contracción.
VIII. Fuga: Estatización, Desnacionalización e Integración Global (1995-
hoy)
El último cuarto del siglo XX y los albores del siguiente han sido particularmente
volátiles e inestables desde el punto de vista financiero: desde el estallido de la crisis de
la deuda externa, el crac de la bolsa norteamericana de 1987, la embestida cambiaria
europea de 1992, el auge bursátil de 1993, el efecto Tequila de 1994, el efecto Dragón de
1997, el efecto Vodka de 1998, el Efecto Zamba de 1999 junto con la irrupción del
EURO como nuevo signo monetario de la UE y el temor por el impacto computacional
del llamado efecto Y2K, en el 2001 el crack del NASDAQ y el desplome de las ‘dotcom’,
en el 2002 el colapso del modelo argentino, los escándalos financieros de grandes CTN
(Enron, Global Crossing, WorldCom), la declaración de recesión de los EUA y el crack
bursátil estadounidense, en el 2003 la rápida recuperación de la economía de
estadounidense con una moneda debilitada y el creciente peso de la China en la economía
mundial y, finalmente, el impacto aún en proceso del incremento de los precios petroleros
en la economía global en el 2004.
Desde el punto de vista de las empresas financieras, se consolidan procesos de
fusiones y adquisiciones incrementando el tamaño de los consorcios del área,
evidenciando su alcance global. La estructura de banca universal es la abanderada en el
negocio de la intermediación y junto con el desarrollo de nuevos instrumentos y la
potencia adquirida por los centros off-shore, se imbrica con el mercado de valores,
dándole al conjunto un sentido y mecanismo de red con un carácter creciente y abarcante.
Destacada es la participación de consorcios españoles en este proceso para la
región latinoamericana, cuyas inversiones se destinaron a servicios en las áreas de
telecomunicaciones, generación y distribución de energía (electricidad, gas y petróleo) y
finanzas; resaltando la participación de las empresas Telefónica de España, Endesa
España, Iberdrola, Repsol, Unión Fenosa, Aguas de Barcelona e Iberia, el Banco
Santander Central Hispano (BSCH) y el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA).
Venezuela no escapó de este movimiento de las redes de los consorcios globales y
tras el proceso de fragilización que llega a su clímax con la crisis bancaria de 1994, el
sector, en un estado debilitado y/o estatizado, en importante porcentaje, es adquirido por
grupos internacionales. Esta situación es facilitada dado que en 1996 se reforma la Ley
General de Bancos y se transformó el carácter especializado de la banca aceptando la
banca universal con actuación indistinta en el crédito ordinario y en el largo plazo,
excluyéndola únicamente de las actividades de seguro y reaseguro y las de inversión
bursátil.
El año 1996 fue bastante crítico, mostrando un aumento del índice de precios al
consumidor del 100%. Vale recordar también que desde julio de 1996 se asume un
régimen de banda de flotación administrada para lograr una mayor transparencia en el
ajuste cambiario y estabilizar el valor externo del signo monetario. La paridad central
inicial se fijó en 470Bs/US% con un deslizamiento mensual del 1.5% y un amplitud de
banda del 7.5%. En diversos momentos la paridad central fue ajustada y de igual manera
el nivel de deslizamiento lo cual fue considerado por parte del público, como una
inconsistencia del BCV frente a sus metas, que aunada a la inestabilidad política,
favoreció la fluctuación de las tasas de interés, así como de los niveles de reservas.
Durante algunos periodos el BCV actuó en el mercado cambiario por medio de ‘subasta
simple’ mientras que en otro lo hizo por medio de la ‘subasta del tipo holandés’ (esquema
en el que no se anuncia el monto de divisas a subastar). Este sistema cambiario toca su fin
en el 2002 tras el paro nacional, momento a partir del cual es suplantado por un esquema
de control de cambios.
Asimismo, en 1999 se reformó la Ley del BCV reafirmando el carácter autónomo
de la institución. A pesar de la autonomía establecida en la Ley desde 1992, a raíz de la
crisis bancaria de 1994, el BCV otorgó apoyos financieros a FOGADE por un
equivalente al 10.1% del PIB, por lo que quedó seriamente limitada la capacidad real de
la institución de ejercer dicha autonomía.
Este agitado entorno, marcado por la inestabilidad y los cambios, caracteriza el
último quinquenio del siglo XX y el inicio del siguiente en Venezuela. En lo atinente a
los procesos de fusiones en el sector bancario, las pioneras fueron las entidades de ahorro
y préstamo. Desde finales de 1999 este subsistema inició su transformación y ante este
cambio, de 15 entidades, sólo permanecerían 6 para el 2001, siendo absorbidas,
paulatinamente, por las entidades universales. La banca comercial inició su
transformación de manera más tardía. Las fusiones comenzaron en el segundo semestre
del 2000 momento a partir del cual las instituciones medianas y pequeñas se aprestaron a
la ‘caza de socios’ para su posterior integración y/o adquisición.
Los consorcios financieros españoles que destacan en su penetración en
Venezuela son el BBVA, que adquiere el 50% del Banco Provincial (1997) y el BSCH el
Banco de Venezuela (1998), junto con otras instituciones que fusionarán a las
previamente señaladas. El proceso de fusiones globales ha resultado muy controversial,
indicándose que la consolidación bancaria ha modificado la estructura del sector,
reduciendo el número de bancos, expandiendo geográficamente a los consorcios más
grandes, pero dadas sus épicas dimensiones, con pocas evidencias de que se hayan
generado las mejoras de productividad sistémica y reducción de costos que prometían
(Federal Reserve Bank of San Francisco, 1998).
Inferencias similares valen para el caso venezolano: el sistema bancario en
Venezuela trabaja con elevadas reservas excedentarias8, no hay evidencias de que haya
mejorado en su competitividad tras el proceso de fusiones y participación de la banca
global en el negocio nacional, tiene altos gastos de transformación que impactan al alza el
spread de las tasas y genera un porcentaje importante de sus ingresos a partir de la
adquisición de títulos de deuda pública sin lograr el trasvase de fondos o proceso de
intermediación entre los sectores superavitarios y deficitarios de la sociedad.
Asimismo, si bien los intereses están liberados y son fijados por el mercado, el
principal formador de la tasa es el BCV a través de la subasta de títulos públicos, por lo
que el sistema no es totalmente libre. La combinación de un proceso recesivo con niveles
inflacionarios de dos dígitos medios, una depreciación del signo monetario en el período
1999-2004 del orden del 3000% y una profunda inestabilidad política, ha llevado a la
virtual cesación del crédito reproductivo y de la inversión, restringiéndose la
intermediación e impulsando a las instituciones a buscar fuentes alternas de ingresos,
donde destacan las tarifas y comisiones por servicios, el incremento de los montos
mínimos para apertura de cuentas y emisión de cheques conformables y la exigencia de 8 Esta situación se explica por la falta de fluidez y liquidez del mercado, el peso y la irregularidad de las órdenes de Tesorería, la inestabilidad de mercado interbancario y la volatilidad de sus tasas de interés.
saldos mínimos elevados. Asimismo, la banca ha canalizado sus colocaciones hacia la
inversión en títulos emitidos por el Estado o en préstamos a empresas de reconocida
solidez, limitándose seriamente la intermediación del sector. El proceso de adquisición de
títulos gubernamentales ha llegado a niveles tan elevados que exigen una reevaluación de
los niveles de riesgos de las entidades, pudiendo convertirse esta política en un serio
problema de carácter sistémico.
Lo anterior se hace evidente en los siguientes datos:
• El nivel de activos de la banca universal se incrementó hasta el año 2001
cuando alcanzó la cifra de US$28 billones, momento a partir del cual decae
ubicándose para el 2003 en US$16.9 billones. De otro lado, el nivel de solvencia del
sistema bancario se mantiene en el período 1998-2003 alrededor del 116% y su nivel
de apalancamiento en el 87%. Mientras, el nivel de penetración de la banca (M2/M4)
decae de un 82% en 1998 al 56% en el 2002.
• Se observa un deterioro en el comportamiento del crédito otorgado al
sector privado que en 1998 alcanzó la cifra de US$10.6 billones y en el 2003 se
redujo en un 50%. En el último trimestre del 2003 las inversiones en títulos valores se
incrementaron en un 16.2% con respecto al trimestre anterior y para diciembre del
2003, el 40% de los activos de la banca universal y comercial eran inversiones en
títulos valores, siendo cerca de la mitad colocaciones en el BCV y operaciones
interbancarias.
• Las tasas de interés activas del período están en el orden del 30%
(ubicando un máximo de 55.84% en marzo del 2002) y las pasivas del 15% (ubicando
un máximo de 44.36% en marzo del 2002), que con niveles inflacionarios promedios
del 37% en el período 1996-2003, las hace claramente negativas, a las que aunándoles
la devaluación del período (417Bs/US$ en 1996 y 2100Bs/US$, el oficial controlado,
en el 2003) no invitan a la concesión de créditos para estimular la inversión real.
Simultáneamente y desde el sector gubernamental, desde 1999 se observó un
relanzamiento de instituciones de carácter público, como el Banco Industrial de
Venezuela, junto a nuevas instituciones financieras como el Banco del Pueblo, el Banco
de la Mujer y el Fondo Único Social con el objetivo de atender sectores excluidos de la
intermediación financiera. Los resultados de este subsector tampoco han correspondido a
las expectativas ni los recursos asignados.
IX. Comentarios Finales
El circuito crediticio y financiero es de inmensa relevancia a la hora de evaluar el
comportamiento y tendencia de una economía, siendo su eficiencia en el rol de
intermediador y canalizador de flujos de capital, promotora del crecimiento económico
sostenido y del desarrollo integral de las sociedades. Su estrecha vinculación con el resto
de los espacios y actores económicos lo convierten tanto en agente causal y como
receptor de los efectos de las dinámicas socio-económicas, por lo que su crecimiento y
expansión debe ir acompañado de un fortalecimiento institucional que permita las
correcciones necesarias en los distintos momentos del ciclo económico y su sintonización
con las transformaciones globales.
El sistema financiero venezolano como el resto de la economía nacional ha estado
imbricado a las dinámicas internacionales desde sus inicios y su devenir es el resultado de
la combinación de una serie de factores tanto internacionales, como propias del acontecer
nacional. Asimismo, las respuestas a las transformaciones de diversa naturaleza a la que
se expone el sistema ha variado según los momentos históricos, y, generalmente, ha sido
en un esquema reactivo, más que proactivo, a veces en sintonía con los cambios
mundiales, otras, en sentido contrario y por lo general, con cierto retraso en el tiempo
frente a los impactos globales, pero con cierta antelación en comparación con el resto
económico.
Mientras en sus orígenes el sistema respondía a un esquema liberal, atado a los
vaivenes del mercado, de instituciones privadas y estructura poco centralizada; desde
mediados del siglo XX, el esquema se centraliza y el Estado adquiere un rol determinante
en la intermediación y canalización de los flujos de capital. Esta transformación, que
tenía por objetivo el fomento y direccionamiento del desarrollo nacional (Estado
promotor), fue favorecida por el aumento de los ingresos fiscales por concepto de
exportaciones petroleras y una estructura específica de reparto o de distribución de la
riqueza (Estado rentista). La profundización de dicho esquema a espaldas de las
transformaciones mundiales (fin del sistema Bretton Woods e institucionalización de la
moneda fiduciaria) genera una serie de distorsiones que terminan por corroer las bases de
un crecimiento sostenible: anclaje cambiario, sobrevaluación monetaria, tasas de interés
inapropiadas y presiones inflacionarias se combinan para dar paso a incrementos en las
importaciones, caída de la producción de transables (déficit en cuenta corriente) y fuga de
capitales (déficit en cuenta de capitales). Esta dinámica perversa en la que los ingresos no
son transformados por el esfuerzo productivo en riqueza sino en meros gastos, da al traste
con un momento histórico que bien pudo significar un despegue económico, pero que
devino en hundimiento social.
En tanto, el sistema financiero nacional creció, y se profundizó en este esquema
inestable fragilizándose con él hasta que finalmente cae en crisis y es absorbido por redes
globales. Estas redes son claramente eficientes y la potencialidad de beneficiarse de la
reducción de costos que son capaces de generar es valiosa y no debe ser desaprovechada.
Simultáneamente la participación de estas redes financieras en determinadas regiones del
globo tiene como objetivo alimentar con excedentes a los centros de alta competencia y
de esto nuestro país ha de ser vigilante.
En la actualidad el sistema bancario venezolano no logra cumplir a cabalidad con
el rol que le es asignado institucionalmente: sus activos han dejado de ser los créditos al
sector productivo nacional, generador de empleo y crecimiento económico, y ahora se
concentran en activos financieros, en particular títulos gubernamentales, profundizando la
dependencia del sector de la política fiscal, además de configurarse una situación de
riesgo moral sistémico. Por su parte, el fisco, al convertirse en agente concurrente al
mercado crediticio, eleva el precio del dinero (tasas de interés) encareciendo la inversión
reproductiva y favoreciendo la especulación, entrampando las posibilidades del
crecimiento económico nacional. Entre tanto, el mercado de títulos permanece con
dimensiones muy reducidas y su dinámica está más atada a los cambios en la política
cambiaria que al financiamiento de la inversión en el largo plazo. Es menester que el
sistema financiero venezolano retome su rol intermediador del crédito y la inversión, para
lo cual el déficit fiscal ha de ser controlado, pues el impacto de este agente en las tasas de
interés impide el estímulo a la inversión reproductiva y mantiene entrampada a la
economía en un proceso depresivo. El saneamiento de esta situación permitirá al país
impulsarse en el siglo XXI y posicionarse entre las naciones con mejoras en los niveles
de vida de sus poblaciones.
Las nuevas realidades obligan a revisar la historia, el presente y los escenarios
prospectivos con visión amplia: el desarrollo tecnológico y su impacto en la producción,
la relativización del rol de los Estados en un mundo globalizado, el peso e impacto de las
finanzas y los flujos de capital, la creciente participación de nuevos actores y el aumento
de su interdependencia; son algunos de los elementos a tener presentes. Particularmente
en lo atinente al sistema financiero, su alcance, su comportamiento dinámico, su
sensibilidad a las condiciones del mercado, su rápida capacidad de reacción, su
importancia para favorecer la inversión y el empleo productivo, hacen del sector
herramienta clave para la promoción del crecimiento y del desarrollo.
X. Referencias
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-Viloria Vera, Enrique (2000) Venezuela: Balance del siglo XX. Universidad Metropolitana. Caracas
XI. Gráficos
Fig. 1. Penetración Bancaria (M2/PIB) 1940-2003
0
0.1
0.2
0.3
0.4
0.5
0.6
0.7
1940 1945 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005
(%)
Fig. 2. Participación de Depósitos en el Circulante (DV/M1)
1940-2003
0 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9
1940 1945 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005
(%)
Fig. 4. Evolución del Activo de la Banca Comercial y Universal Como porcentaje del PIB: 1940-2003
0%
10%
20%
30%
40%
50%
60%
1940 1945 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000Año
Bs. constantes de 2000
Bs. constantes per cápita
Fig.3. Peso Relativo de la Emisión (BM/M2) 1940-2003
0 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9
1
1940 1945 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005
(%)
Fig. 5. Variación del Tipo de Cambio Nominal y Real: 1900-2003
(40)%
(20)%
0 %
20 %
40 %
60 %
80 %
100 %
120 %
140 %
1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000
Año
Porcentaje
Tipo de Cambio Nominal Tipo de Cambio Real
-
200
400
600
800
1,000
1,200
1,400
1,600
1,800
2,000
1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004
Fig.7. Bolsa de Valores de Caracas. Comportamiento del Mercado de Renta Variable y Renta Fija. Enero 1989 - Marzo 2004 (Miles de Millones Bs.)
Renta Variable
Renta Fija
Fig. 6. Indices Bursátiles (Bolsa de Valores de Caracas, 1994-2004)
-
5,000
10,000
15,000
20,000
25,000
30,000
35,000
40,000
45,000
50,000
Jan-94Jul-94 Jan-95 Jul-95 Jan-96Jul-96Jan-97Jul-97Jan-98Jul-98Jan-99Jul-99Jan-00Jul-00 Jan-01Jul-01 Jan-02Jul-02 Jan-03Jul-03Jan-04
General Financiero Industrial
,