UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE HISTORIA
CARACTERÍSTICAS RELIGIOSAS DE LOS PUEBLOS AUTÓCTONOS DE
LA PENÍNSULA IBÉRICA EXISTENTES PARA EL MOMENTO DE LA
LLEGADA DE LOS ROMANOS
(TRABAJO ESPECIAL DE GRADO COMO REQUISITO PARCIAL PARA
OPTAR AL TITULO DE LICENCIADO EN HISTORIA)
Autores: Celia Coromoto Acuña López
César Fabián Araque Izarra
Tutor: Simón Pérez Medina
Mérida- Venezuela
Octubre, 2012
DEDICATORIA
A Dios todopoderoso por darme la paciencia, la sabiduría y la fortaleza necesaria para superar todos los retos que la vida me ha impuesto. Siendo el término de mi carrera, una más de todas las bendiciones que me ha dado.
A mi padre, José M. Acuña, a quien amo con toda el alma y le agradezco sinceramente por estar siempre conmigo en los buenos y malos momentos, además de la total entrega que dio a todos sus hijos, siendo él nuestro padre y madre.
A mi madre (Quien está en la gloria de Dios), que a pesar de su ausencia física, sus recuerdos han llenado mi vida de amor. Por su ejemplar dedicación cuando vivió para con su esposo e hijos.
A mi esposo, Luis Santana, a quien le agradezco su apoyo, su confianza y su amor, a quien amo hoy más que ayer.
A mis hermanos y hermanas, en especial a dos de ellos que por distintas circunstancias de la vida hoy no están conmigo físicamente compartiendo este logro, pero si en mi corazón.
A mis amigos, sobrinos, y demás personas que de una u otra forma me incentivaron a seguir adelante con esta meta, muy en especial a mi hija Luceli, el mejor regalo que Dios me ha dado.
Celia Acuña
ii
DEDICATORIA
A Dios Todopoderoso a quien debo todos los días de mi vida, permitiéndome cumplir
con una de mis más importantes metas, el terminar mi carrera. Le agradezco además
su infinito amor y bondad para conmigo.
A mis padres Cesar Araque y Aida Izarra con todo mi amor gracias por el cariño y
apoyo que me dieron en todo momento, por sus consejos, sus valores y por la
motivación constante que recibí durante toda la carrera, los amo.
A mi esposa Karlyng de Araque, el regalo más hermoso que Dios me ha dado en la
vida. Gracias mi amor, por todo el apoyo incondicional que me has dado, estando
siempre presente en los buenos y malos momentos y por este amor que nos tenemos.
Te amo.
A mis hermanos: Fabricio y Fabiana, para que este logro les sirva de ejemplo, les
agradezco mucho por la ayuda que cada uno me prestó, apoyándome en los
momentos que más los necesité, los quiero mucho.
A mis tíos, primos y amigos por haber creído en mí y compartir momentos buenos y
malos, por el ánimo que me brindaron en este largo trayecto.
Cesar Araque
iii
AGRADECIMIENTOS
Nuestro más sincero agradecimiento al profesor Simón Pérez Medina, quien con paciencia y esmero ha logrado transmitirnos los conocimientos necesarios para cumplir esta primera meta, siendo además nuestro guía y apoyo en la realización de nuestro trabajo de grado. Hoy, mañana y siempre, le tendremos presente en nuestros corazones.
A los profesores y profesoras de está insigne universidad, quienes se han dado a la tarea de impartir sus valores con la plena convicción de que sólo a través de ellos se lograrán formar hombres y mujeres con principios éticos y morales, confiando en que el día de mañana, mediante la aplicación de estos valores, podremos ser excelentes profesionales.
A la Universidad de Los Andes, que nos acogió en sus aulas, a la escuela de Historia, por ser nuestra directriz. A nuestros compañeros de clases y amigos.
A todos ellos muchas gracias y que Dios les continúe bendiciendo.
Celia Acuña y César Araque
iv
ÍNDICE GENERAL
pp
DEDICATORIA ii
AGRADECIMIENTO iv
ÍNDICE GENERAL v
RESUMEN vi
INTRODUCCIÓN 1
CAPÍTULO I
1.1 LOS PUEBLOS AUTÓCTONOS PRERROMANOS DE LA PENÍNSULA
IBÉRICA 5
1.2 PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS DE
LOS PUEBLOS PRERROMANOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA 10
1.3 HISPANIA Y SUS PRIMERAS RELACIONES CON LOS ROMANOS 16
CAPÍTULO II
2. 1 LA RELIGIÓN DE LOS PUEBLOS AUTÓCTONOS DE LA PENÍNSULA
IBÉRICA 21
2.2 PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DE LA RELIGIÓN DE LOS
PUEBLOS PRERROMANOS 33
CAPÍTULO III
LA ENTRADA EN CONTACTO DE LA RELIGIÓN ROMANA CON LAS
COSTUMBRES RELIGIOSAS DE LOS PUEBLOS AUTÓCTONOS DE LA
PENÍNSULA IBÉRICA. LA ROMANIZACIÓN 51
CONCLUSIONES 67
ANEXOS 71
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS 81
v
No hay palanca más poderosa que
una creencia para mover
multitudes humanas, no en vano se
dice que la religión liga y aprieta a
los hombres.
Emily Pardo Bazán.
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE HISTORIA
CARACTERÍSTICAS RELIGIOSAS DE LOS PUEBLOS AUTÓCTONOS DE
LA PENÍNSULA IBÉRICA EXISTENTES PARA EL MOMENTO DE LA
LLEGADA DE LOS ROMANOS
AUTORES: Celia Coromoto Acuña López
César Fabián Araque
RESUMEN
El siguiente trabajo pretende dar a conocer las principales características religiosas de los pueblos autóctonos de la península ibérica, para el momento de la llegada de los romanos, tomando en cuenta que las sociedades aborígenes de Hispania poseían un sistema sociocultural bastante primitivo, lo que les hacía diferentes de otras sociedades antiguas, en especial de la romana, por lo que cuando los romanos entran en contacto con estos pueblos, se encuentran con una estructura religiosa poco compleja y muy diversa, cuyas creencias se basaban en el politeísmo, la etnogénesis y la relación directa con su entorno natural. En este sentido, se hace necesario un previo análisis histórico, que permita determinar las causas y consecuencias del contacto entre ambas culturas. El estudio se realizará mediante la investigación y análisis de fuentes bibliohemerográficas, cuyos autores son especialistas del tema.
Palabras Clave: Aborígenes, Religión, Sincretismo, Romanización.
vi
1
INTRODUCCIÓN
Cuando se estudia las sociedades actuales, se puede observar que en los
individuos que la integran, existe una necesidad innata de entender el mundo que
rodea a la persona, dicha necesidad puede expresarse en distintas formas, que son
determinadas por el entorno social, geográfico y familiar, en el cual se desarrollan.
Asimismo, estos modos de expresión son reflejo directo de nuestro ser interior, que
de modo inconsciente busca satisfacer las necesidades espirituales, debido pues a que
el ser humano es un ser social por naturaleza, que necesita establecer contacto con
otras personas, no sólo el contacto físico, que es fundamental para dar continuación a
la especie humana, sino también el contacto espiritual mediante el cual se crean
fuertes lazos de unión, siguiendo ciertas ideas, creencias y tradiciones, que surgen en
la mente misma de cada individuo y que se trasmiten de generación en generación.
Dentro de estas formas de concebir al mundo, se encuentran inmersas las
manifestaciones religiosas, que a su vez están relacionadas con todos los elementos
culturales presentes en una sociedad determinada, tal como los modos de vivir, de
vestirse, la creación de rituales funerarios, de pinturas, esculturas, cerámicas e incluso
los alimentos que pueden o no consumir. De este modo, los seres humanos han
desarrollado complejos sistemas de creencias en respuesta a esta creciente necesidad
espiritual, fomentando la idea de la existencia de seres superiores a nosotros, algunos
de los cuales cuentan con poder para bendecirnos o maldecirnos, para sanarnos y
también guiarnos en la vida espiritual que sigue al término de la terrenal, creadores de
todo aquello que carece de una explicación lógica. Sin embargo, esto no ha sido así
en todos los pueblos sino que éste último sistema ha ido evolucionando a través del
tiempo, y ha logrado adaptarse a distintas épocas y periodos en el trascurso de la
historia humana.
En este sentido, el sistema religioso actual es el resultado de las primitivas
manifestaciones culturales de los antiguos grupos sociales y de sus modos de
expresarse, los cuales se ven estrechamente vinculadas al grado de desarrollo de la
2
estructura económica y política de cada sociedad, tal como sucede hoy en día. Así
también el entorno geográfico determina las posibilidades de progreso que se da
mediante el aprovechamiento de los recursos naturales.
Ahora bien, para lograr la mayor compresión del proceso de transición que se
da entre el conglomerado de creencias religiosas de las sociedades antiguas al
complejo sistema religioso actual, es necesario conocer las diversas religiones de los
pueblos del pasado, por ejemplo el caso de las sociedades que hicieron vida en la
península ibérica antes de la llegada de los dominadores romanos, el cual constituye
el centro de atención del presente trabajo de investigación. Para un cabal desarrollo
del tema antes indicado, hemos considerado conveniente dividir nuestro tema de
estudio en tres capítulos, el primero se centrará en la descripción de los principales
pueblos prerromanos que se encontraban en Hispania, analizando primeramente
quiénes eran estos pueblos, cómo estaban organizados sociopolíticamente y qué grado
de desarrollo económico poseían.
Posteriormente, el segundo capítulo de este estudio será dirigido al estudio y
descripción de las características religiosas que poseían los pueblos de la península
ibérica antes de la llegada de los dominadores romanos. Cabe destacar, que estos
pueblos aborígenes contaban con un sistema religioso que se basaba en el politeísmo,
es decir la adoración de diversas divinidades asociadas comúnmente con la
naturaleza.
En último lugar, pero no menos importante, analizaremos el contexto histórico
en el que se dio el contacto entre los pueblos autóctonos de Hispania y la sociedad
romana, por lo que trataremos de puntualizar las consecuencias de este hecho y su
impacto en las estructuras -políticas, sociales, económicas, pero sobre todo religiosas-
de los aborígenes luego de implantada la sociedad romana en dicho territorio.
Es importante señalar que hemos decido delimitar nuestro tema de estudio a
mediados del primer milenio antes de Cristo, por ser aproximadamente el período
final antes que los romanos entran en el panorama histórico de estos pueblos, para
3
luego pasar a observar la presencia del fenómeno de la romanización, una vez que los
romanos comenzaron su proceso de dominación en la península ibérica.
Así mismo, los objetivos específicos que nos hemos planteado cumplir son los
siguientes:
1. Determinar ¿cuáles eran estos pueblos prerromanos y sus características
religiosas antes de los romanos?
2. Precisar las religiones de los pueblos autóctonos de la península ibérica.
3. Conocer los principales dioses de las religiones de los pueblos autóctonos de
la península ibérica.
4. Analizar los efectos de la religión romana sobre las religiones de los pueblos
autóctonos de la península ibérica luego del contacto entre ambas culturas.
Cabe agregar que la religión de los pueblos primitivos de la península ibérica se
vio altamente influenciada antes de la llegada de los romanos, primeramente por
culturas de origen indoeuropeo y luego por las civilizaciones griegas y fenicias que se
asentaron en estos territorios con el fin de crear nuevos mercados comerciales.
Con respecto a los aportes que se pretender dar a través de este estudio, es
preciso indicar que a pesar de que el mismo no es innovador en cuanto al tema, ya
que existen variedad de obras que tratan acerca del mismo, sin embargo, podemos
resaltar que con su realización se trata de dar una explicación del tema en cuestión
insertándolo en el contexto histórico de la península ibérica en la segunda mitad del
primer milenio antes de Cristo y, por otro, colocándolo en un devenir histórico que
arranca con la situación existente antes de la llegada de los romanos y las
consecuencias luego de que éstos hicieron acto de presencia en esta parte del
continente europeo. De esta manera, nuestro estudio tiene como principal objetivo, el
analizar cuáles eran las principales características religiosas de los pueblos autóctonos
de la península ibérica y como dichas características fueron transformadas luego del
4
contacto con la sociedad romana, tomando en cuenta las opiniones de expertos en el
área, expresadas en trabajos escritos de gran calidad y en la exposición de hechos
concretos, para ejemplificar las distintas posturas que se estudiarán.
5
Capítulo I
1.1 Los pueblos autóctonos prerromanos de la península ibérica
Durante la antigüedad, la Península Ibérica albergó diversidad de pueblos que
estuvieron distribuidos por todo este territorio y cuyas características etnográficas
variaban de una región a otra. Estas sociedades comienzan a llegar a la península
entre los siglos VII y VI a.C. aproximadamente, procedentes de diferentes zonas de
Europa; tenían formas de vida muy peculiares y distintos grados de desarrollo
cultural.
La mayoría de estos pueblos eran comunidades primitivas que recientemente
se iniciaban en el manejo del hierro y el bronce y cuyas manifestaciones culturales
eran primigenias, ya que utilizaban armas y utensilios rudimentarios como
herramientas para la elaboración de artesanía y arte rupestre. Su modo de vida era el
nómada y se dedicaban al saqueo, aunque algunos pueblos vivían de forma semi-
sedentaria con una ganadería incipiente.
Por lo tanto, cuando se habla de pueblos prerromanos, se hace referencia a las
comunidades indígenas primitivas que habitaron las distintas zonas por las que se
extendió el imperio romano, en nuestro caso específico la Hispania, sin embargo es
preciso señalar que al momento de la conquista romana (I milenio a.C.) estos pueblos
ya se encontraban indo-europeizados1.
Al respecto, el origen de estos pueblos indoeuropeos es muy remoto, de hecho
éstos son asociados con comunidades danubianas que procedían de Europa central,
1 Comunidades ibéricas que habían sido sometidas por sociedades indoeuropeas, principalmente celtas y que, por lo tanto, asumieron tradiciones de sus conquistadores como propias.
6
las cuales comenzaron a desarrollarse en Lusacia, Silesia2, Bohemia y Baja Austria.
Lo que ciertamente se sabe mediante investigaciones arqueológicas, es que estos
pueblos comienzan a migrar hacia Hispania a partir del 600 a.C.
Estos pueblos prerromanos, a los que se está haciendo referencia, atravesaron un
proceso de aculturación, entendiéndose que éste:
Es un fenómeno cultural, donde una cultura en primera instancia se impone por la fuerza, pero a medida que pasa el tiempo, el individuo o la sociedad dominada es influenciada y va adoptando de forma involuntaria y casi por inercia, los elementos culturales de dicha sociedad dominadora3.
Cabe señalar que, la Península Ibérica fue, también, foco de varias
migraciones poblacionales procedentes del noroeste y suroeste de Europa y también
de África. Tales pueblos se disgregaron a lo largo del territorio peninsular, por
ejemplo: “…en el lado sur de la península ibérica se desarrollaron pequeños centros
urbanos sin cohesión alguna…”4, en contraposición, “…hacia el noroeste y los
Pirineos, sobrevivían pueblos con modos de vidas muy primitivos, debido a que aún
no habían recibido las influencias civilizadoras del Mediterráneo…”5.
En este sentido, los pueblos prerromanos fueron los siguientes:
� Los iberos: que a su vez se dividían en contestanos y edetanos.
2 Actualmente la región de Silesia esta dentro de los límites de Polonia, aunque históricamente pertenece a Alemania y a la Republica Checa, pero Lusacia aun sigue perteneciendo a Alemania
3 Enciclopedia visual ATRIO, Colombia, 1995. Pág. 113. Voz: “Aculturación”.
4 Resultado de las disolución del reino tartésico. Roldán, J.M.: La España Romana, Madrid, 1989, pág. 11.
5 Tovar, A. y Blázquez, J.M.: Historia de la Hispania romana, Madrid, 1975, pág. 9.
7
� Los tartessos y vettones.
� Los celtíberos: entre los cuales estaban los lusitanos, turdetanos, caristios,
astures, oretanos y bastetanos.
A pesar de tratarse de sociedades primitivas, las mismas son el resultado de
previas invasiones -antes de los romanos y posterior a los celtas- de comunidades
fenicias, griegas y cartaginesas, que se asentaron en el territorio peninsular, sobre
todo en el litoral, dado que “…en la antigüedad pluralidad de pueblos se movilizaban
con frecuencia…”6, lo que obligaba a estas comunidades, en muchos casos, a
enfrentarse entre sí, para obtener nuevos territorios y los beneficios que ello
representaba.
Por consiguiente, el principal motivo por el cual diversas sociedades tendían a
movilizarse constantemente se originaba por necesidades económicas; de manera que,
si un pueblo tenía alto grado de desarrollo -para la época- tendía a buscar nuevas rutas
comerciales y tierras para explotar, pero si manejaban un precario sistema económico,
se movían en búsqueda de alimentos; esto traía como consecuencia “…que tales
sociedades entraran en contacto con otras culturas, lo que a su vez les permitía
fortalecer y desarrollar la propia aún más…”7.
En cuanto a su ubicación geográfica, los pueblos autóctonos de la Península
Ibérica pueden ubicarse de la siguiente manera: los tartessos se asentaron en el sur de
6 Al vivir de la caza, pesca y recolección de frutos, los pueblos de la antigüedad se trasladaban constantemente de un lugar a otro y solo en muy pocas ocasiones se alojaban en un solo sitio para vivir, cuando esto sucedía se mantenían aislados en una sección de territorio que les ofreciera las condiciones necesarias para subsistir. Blázquez, J.M.: Fenicios, griegos y cartagineses. Madrid, 1992. Pág. 338.
7 Blázquez, J.M., Nieto, J.F., Presedo, F., Lomas, F.J.: “Historia de España Antigua”, origen y desarrollo de la cultura de campos de urnas, vol. I. Madrid, 1980, pág. 91.
8
la península, su procedencia no se conoce con certeza. Los vettones, se encontraban
en las sierras occidentales de Hispania y parte de Galia, Los turdetanos se extendieron
por casi todo el territorio peninsular, creando entre 170 y 200 ciudades, siendo
procedentes de Europa central. Los iberos eran procedentes del norte de África y
ocuparon el litoral mediterráneo. Los celtiberos8 penetraron a la península por el
norte y se asentaron en el centro y norte de la misma9.
Por su parte, los carpetanos se ubicaron al sur de la Carpetanía, actualmente
Madrid y dominaron desde Guadarrama hasta la Mancha, con una economía
considerada como la más avanzada de los pueblos celtíberos. En cuanto a los
turdetanos, reconocidos por su agricultura, “…se ubicaron al oriente de la península,
en una meseta plana drenada por el Odra y sus redes hidrográficas…”10.
De los pueblos caristios solo se conocen sus límites geográficos, ubicados entre
los várdulos y autrigones al norte de la península. En cambio de los astures se tienen
restos arqueológicos de cerámicas y también otros objetos, que permiten conocer
cómo incineraban a sus muertos y los honores fúnebres que les rendían. Además, se
conoce que vivían de la explotación de minas de oro. Los astures lograron mantener
por más tiempo sus rasgos culturales primigenios debido a que los romanos no los
conquistan de inmediato, pues se percataron de su existencia tardíamente.
De las tribus lusitanas, se conoce muy poco, sobre todo porque distintos autores
de la antigüedad los ubicaban geográficamente en distintas zonas, por ejemplo, 8 Se conocen como celtiberos a los primitivos habitantes de la península ibérica (iberos) que se fusionaron con los pueblos celtas, adoptando la mayor parte de sus rasgos culturales de origen indoeuropeo.
9 Muñiz, J.: “Pueblos y comunidades celtas e ibéricas”. Madrid, 1990, pp. 77-89.
10 Muñiz, J.: “Monarquías y sistemas de poder entre los pueblos prerromanos de la península ibérica”. Madrid, 1994, pp. 283-296.
9
Estrabón11 señala que llegaron desde el Duero hasta el extremo meridional de
Portugal; Plinio12 por su lado, los sitúa entre el cabo de San Vicente y el río
Guadiana, en cambio, Ptolomeo13 los ubica entre el Tajo y el Duero. Se cree que su
economía era pobre a pesar de la ventajosa cercanía con los ríos navegables,
cosechaban distintos frutos y bayas comestibles. Su contacto con los romanos
también fue poco y muy tardío14.
A la península ibérica llegaron otros pueblos dignos de mencionar, así los fenicios
inician su periodo de expansión para el siglo XII aproximadamente, asentándose
sobre todo en la costa andaluz. Los griegos en cambio comienzan con su expansión
dentro del territorio peninsular, hacia el VI a.C., ubicándose en la costa de Alicante,
de Gerona y el puerto de Huelva. Finalmente los cartagineses inician su etapa de
colonización por Hispania, desde el siglo IX al III a.C.; siendo una etapa de conquista
relativamente más duradera, como resultado de los altos y bajos que sufrió el imperio
cartaginés.
11 Geógrafo e historiador griego. “Geografía”, Iberia. Tomo III, 2. Año 29 a.C.
12 Escritor, naturista, científico y militar romano. “Naturalis historia” (historia natural). Geografía del Mediterráneo oriental y occidental. Libro III y IV respectivamente. Año 77 a.C.
13 Geógrafo, matemático, astrónomo, químico y astrólogo de origen griego-egipcio. “Geografike hyfegesis” (guía de geografía).
14 Muñiz, J.: “Pueblos y comunidades celtas e iberas”. Madrid, 1990. pp. 19-22.
10
1.2 Principales características sociales y económicas de los pueblos prerromanos
de la península Ibérica
La mayoría de los estudios que se han realizado, a lo largo del siglo XIX,
acerca de los pueblos prerromanos de Hispania, ha permitido concluir que, los
tartessos, los íberos y celtíberos, poseían rasgos culturales que de forma general,
resultan similares, tales como la práctica de rituales al aire libre y la adoración de
deidades de la naturaleza y dioses de la fecundidad. Sin embargo, sus diferencias
estaban bien definidas en cuanto al sistema político y económico que éstos manejaban
sumado a las disimilitudes de su estructura social interna.
De esta manera, se ha señalado que los pueblos de “…origen indoeuropeo
poseían una estructura social a modo de clan, por lo que cada familia poseía rasgos
político-administrativos y religiosos bien marcados, dentro de cada grupo existían
deidades únicas protectoras de una familia en particular, que asignaban según su
entorno geográfico…”15. Para los pueblos prerromanos, el clan era sinónimo de los
gentilates, estos se definen clásicamente…“como un grupo de consanguíneos que
descienden de un antepasado común, distinguidos por un nombre gentilicio y ligado
entre sí por afinidades de sangre…”16.
Dicha consanguinidad representaba un fuerte vínculo que incluso iba más allá
del compartir un mismo territorio; de hecho la necesidad de los indígenas
prerromanos de poseer tierras, además, claro está, del fin lógico de subsistencia,
recaía en el mantener un panteón familiar donde todos los integrantes del clan serían
15 Blázquez, J.M.: “Religiones primitivas de la Hispania I”. Fuentes Literarias y Epigráficas, Roma, 1966, pp. 71, 74, 75, 76.
16 Salinas de Frías. M.: Algunos aspectos políticos y económicos de los pueblos prerromanos de la península ibérica. Madrid, 1990. Pág. 74.
11
enterrados, lo cual demuestra la importancia de los nexos consanguíneos para estas
gentes.
Sin embargo, aunque se cree que los terrenos eran comunales17, la necesidad
de la tenencia de las tierras con el paso del tiempo, se fue convirtiendo en un grave
problema tanto social como político, la repartición de los mismos no siempre se hacía
de la manera más equitativa. En contraposición con la repartición de tierras, “…la
riqueza personal medida en ganado y otras posesiones materiales, era plenamente
individual, pero representaba la riqueza familiar…”18.
Ahora bien, tanto los vettones, como la mayoría de los peninsulares, como se
ha dicho, se organizaron en gentilates. Los vettones dominaron las cumbres
occidentales de la cordillera central que va desde el oeste de Portugal, hasta el noreste
de España; siendo ésta una de las culturas prerromanas más estudiadas, debido
principalmente a la existencia de epígrafes19, repartidos por todo el oeste de la
meseta peninsular, desde el curso medio del Duero, al norte y del Guadiana, al sur,
donde se sabe estuvo su estructura económica y social antes, durante y después la
llegada de los romanos20.
Otra sociedad prerromana, también organizada en gentilates es la de Aunjetitz,
de la cual algunos vestigios demuestran que construían sus ciudades en los valles
peninsulares, con una característica en particular: no construían fuertes de defensa
17 Caro Baroja, J. “Los pueblos de España”, Madrid, 1976. Volumen I, Pág. 169.
18 Ídem.
19 Los epígrafes eran inscripciones hechas en rocas, que en su mayoría eran de origen prelatino, sin embargo, en algunos casos se encontraron inscripciones híbridas, es decir, escritas en latín y en lengua indígena.
20 El hecho que se encontraran epígrafes durante el periodo romano en Hispania, escritas en lengua prelatina, es un indicio de que la cultura prerromana sobrevivió tiempo después de ser conquistada. Por otra parte, esto indica que la influencia romana permeo de forma desigual en el territorio peninsular.
12
alrededor de la ciudad, lo que hace suponer que eran sociedades pacíficas -aunque es
difícil dar certeza de ello-. Vivían de la agricultura y se cree que eran demócratas21,
también incineraban a sus muertos y eran colocados en tumbas adornadas con
cerámicas22.
Por su parte, los turdetanos, lusitanos y celtiberos, predominaban en la llanura
del territorio peninsular; también se organizaron en clanes, aunque se diferenciaron
de los demás pueblos indígenas -sobre todo de los vettones-, principalmente por
poseer un sistema económico y social más desarrollado, en comparación con los
pueblos de la meseta central, los cuales mantenían un modo de vida y lenguaje más
arcaico23.
En cuanto a su economía, puede decirse que en su mayoría, estos pueblos
realizaban una agricultura de subsistencia24, comúnmente se desplazaban a lo largo
del curso de los ríos; también se abastecían de la caza, pesca y recolección de frutos,
aunque existieron casos en los que realizaban el comercio de intercambio, sobre todo
del trigo y la cebada25, además de la domesticación de animales bovinos y vacunos
para su consumo.
21 Blázquez, J.M., Nieto, J.F., Presedo, F., Lomas, F.J.: Op. Cit. pág. 46.
22 Ibíd. pág. 48.
23 Lo que hace suponer que los pueblos aborígenes de las sierras, principalmente los vettones eran el resto de una oleada indoeuropea precelta, obligada a replegarse en las sierras por los nuevos pueblos célticos. (Caro Baroja, J.: Op. cit. pág. 170.)
24 La agricultura de subsistencia es aquella que es realizada dentro de un pequeño grupo social con la finalidad de cumplir con las necesidades de alimento de dicho grupo, por lo que no se comercializa, es decir, se produce solo la cantidad necesaria sin que queden remanentes para el comercio.
25 Esto sucedía sobre todo en los pueblos de la meseta, ya que las condiciones climatológicas y topográficas eran idóneas para cosechar productos típicos del Mediterráneo.
13
Particularmente, la economía de los vettones, reposaba en una base
eminentemente ganadera. De hecho, aun hoy en día las regiones de Salamanca, Ávila
y Cáceres, donde se desarrolló esta cultura, es una región pecuaria por excelencia.
Además, Estrabón llegó a señalar que la región comprendida entre el Tajo y el país de
los ártabros, era rica en ganado, frutos, oro, plata y otros metales26.
Así también, mediante las fuentes de origen latino27, se logra conocer que los
pueblos de la llanura eran además de ganaderos, excelentes jinetes, dedicados a la
crianza de caballos, por lo que cuando los romanos se imponen políticamente en este
territorio, un sector de estos pueblos aborígenes “…fue insertado en el ejército de
caballería…”28
Ahora bien, otro de los principales pueblos prerromanos, a quienes se
considera como el primer estado indígena del que hay testimonios protohistóricos,
son los tartessos; información que se ha tomado de fuentes griegas, debido al contacto
con comerciantes helenos. Estos llegaron a dominar el uso de metales tales como el
hierro y el bronce, cuyos productos (utensilios y armas) intercambiaban por piedras
preciosas.
Sin embargo, los tartessos no sólo tuvieron relaciones económicas con los
griegos sino también con los fenicios, con los que comerciaron estaño, por lo que se
piensa que en comparación con los otros pueblos que habitaban el territorio
peninsular durante el periodo antiguo, antes de la llegada de los romanos, los
tartessos eran los más desarrollados, debido principalmente a dicha organización
comercial y administrativa. 26Estrabón. “Geografía”, Tomo III, 5. Iberia, año 29 a.C.
27 Cuando hablamos de fuentes de origen latino, nos referimos al conjunto de obras escritas por historiadores y cronistas de la época romana, que estuvieron presente durante la conquista de Hispania; tal es el caso de Plinio.
28 Salinas de Frías, M.: Algunos aspectos de los pueblos prerromanos de la península ibérica. Madrid, 1990. Pág. 76.
14
Al mismo tiempo, las comunidades más primitivas que se asentaron en el
interior del territorio (centro y norte) peninsular tenían una distribución de aldeas y un
comercio incipiente, se dedicaban a pastorear y en ocasiones saqueaban los grandes
centros urbanos adyacentes y los ubicados hacia el sur29.
Un aspecto a resaltar es la existencia de grupos mercenarios, resultado de una
fuerte inestabilidad económica, “…pero en realidad, ser mercenario iba en contra de
la naturaleza primitiva de los pueblos aborígenes, lo que es indicio de que a mayor
grado de desarrollo, las sociedades aborígenes iniciaron un proceso de estratificación
social…”30, es decir, la aristocracia de sangre acaparaba las tierras, dejando a la
mayoría rezagada. De esta manera, esta estructura social estaba comprendida por tres
escalafones: la aristocracia, el sacerdocio y por último, el pueblo “común”, obligado a
caer en el bandolerismo y el saqueo.
Por otro lado, la estructura política de tales pueblos se relacionaba mucho con
la jerarquía social existente; eran estados monárquicos, el rey no sólo pasaba su poder
político a la generación siguiente sino también el militar. Asimismo, la formación
militar se encontraba determinada por las condiciones económicas que la sociedad
poseyese, debido principalmente a que la tenencia de un ejército representaba gastos
que sólo una sociedad con altas posibilidades económicas podía costear.
Sin embargo, hay que acotar, que todo este conjunto de factores políticos y
económicos, son el resultado de un largo proceso de desarrollo cultural, que
atravesaron los pueblos prerromanos debido al contacto con otras culturas. Pero por
su parte, la religión se desarrolla de manera endógena, por lo que es necesario
describir este aspecto en particular como “…un conglomerado de creencias y
29 Tovar, A. y Blázquez, J.M.: Historia de la Hispania romana, Madrid, 1975, pág. 10.
30 Salinas de Frías, M.: Algunos aspectos políticos y económicos de los pueblos prerromanos de la península ibérica. Madrid, 1990. Pág. 77.
15
manifestaciones religiosas que aunque son sustentables entre sí, no pueden definirse
como una totalidad ni mucho menos entenderse como ideologías bien definidas…”31.
Finalmente, se puede entender que la economía y la política vinieron a
representar factores sociales, que a la larga y en conjunto, estaban inmersos en la
cosmovisión religiosa que poseían estos pueblos, ya que estaban ligados por una
relación recíproca entre el individuo, el régimen gentilicio, la comunidad de sangre, la
propiedad común y la religión. Todos estos elementos que se relacionaban entre sí y
creaban una especie de dependencia uno del otro, buscaban lograr una estabilidad en
la sociedad, aunque difícil de mantener y muy vulnerable en el tiempo.
31 Ortiz de Zarate, S.: Sacerdotes y sacerdocios en las religiones indoeuropeas de la Hispania prerromana y romana. Universidad de Valladolid, Madrid, 1997, pág. 15.
16
1.3 Hispania y sus primeras relaciones con los romanos
Para el siglo III a.C., los romanos se encontraban en pleno período
expansionista, hecho que se suma a la reorganización del estado romano luego de
terminar la primera guerra púnica32. La república romana finalmente sale victoriosa y
firma algunos “acuerdos de paz” con Cartago para consolidar el fin definitivo de la
guerra. El primer tratado excluía a los marselleses y demás aliados de Roma de la
navegación al oeste del Cabo Bello, frente a Cartagena; el segundo tratado, ponía a
Mastia de los tartessos, hacia Cartagena, como límite meridional de la fundación de
colonias romanas y sus aliados33.
Así quedaban las costas del sur de la península reservadas exclusivamente a
los cartaginenses, mientras que las del este serían del total dominio de los romanos y
sus aliados; los marselleses (griegos)-por su lado- poco después vencieron a Cartago
en una batalla naval, con lo que minaron aún más la precaria situación de declive en
la que se encontraba el imperio cartaginés. Sin embargo, Cartago logró recuperarse e
hizo, de sus dominios iberos, prósperos centros mineros desde la región de Linares
hasta la costa de Murcia y Almería.
Roma ve con recelo el resurgimiento del imperio cartaginés y lo tilda como
una latente amenaza, por lo que inician varias campañas diplomáticas para hacer
nuevos tratados con Cartago que les permitiera a los romanos cruzar los límites
impuestos en los “acuerdos de paz” que las dos potencias mediterráneas firmaron en
el 348 a.C. Sin embargo, la intolerancia de ambos lados dio como resultado nuevas
campañas militares y el inicio de la segunda guerra púnica, a consecuencia de la
destrucción de Sagunto (219 a.C.), por parte de los cartagineses. 32 La primera guerra púnica duro 23 años (264-241 a.C.).
33 Tovar A. y Blázquez J.M.: Op. Cit. pág. 11.
17
En la batalla de Sagunto, los romanos se aliaron con los saguntinos para
repeler a los cartagineses, pero tal cosa no impidió que éstos al mando de Aníbal,
quebraran la defensa de la ciudad y traspasaran las murallas de la misma, aniquilando
a todos sus habitantes y saqueando por completo la ciudad.
Esta batalla dio comienzo a una serie de campañas militares de los romanos en
contra de los cartagineses. Además, los romanos buscaron el apoyo de los pueblos
aborígenes, como los turdetanos y otros pueblos más situados en el valle inferior del
río Guadalquivir, con la finalidad de quitar el dominio de Cartago sobre esta zona
hispánica, hecho que se logró definitivamente luego de que los romanos tomaron
Cartagena.
De esta manera, al mando de Escipión, los romanos lograron penetrar las
murallas de la ciudad, luego de una ardua lucha que duro ocho meses34. Cartagena
era la base económica y militar del imperio cartaginés en Hispania, esta campaña
militar fue una de las más innovadoras en términos estratégicos, lo que además
permitió a los romanos ganar la aprobación de muchas de las tribus que Cartago
dominaba.
Es así como la identificación de los objetivos romanos con los de sus aliados
indígenas era una premisa necesaria para lograr consolidar la colaboración de las
tribus peninsulares para expulsar a los cartagineses. Pero la realidad de las
intenciones romanas iba más allá de sólo liberar a los indígenas del “yugo”
cartaginés, “…razón por la que en varias oportunidades se dieron roces entre ambos,
a pesar de ello la alianza logró mantenerse…”35.
Por lo tanto, luego que la guerra civil terminara y Cartago se retirara de los
territorios peninsulares, los sitios militares romanos permanecieron en las ciudades
indígenas, aún con la excusa de resguardarlas de los púnicos, “…pero los indígenas 34 Roldán Hervas, J.: La España romana, Madrid, 1989, pp. 13-15.
35 Ibíd. pág. 17.
18
presumían que les esperaba un cambio de “dueño”, esto causó la rebelión de algunas
ciudades del alto Guadalquivir como Cástula y Menjibar, más tarde se le unirían otros
núcleos como Estepa y las tribus de la región del Ebro…”36.
Sin embargo, ya no había vuelta atrás, la alianza entre los romanos y los
indígenas no podía continuar, era una realidad inminente el hecho de que Roma
anhelaba poseer los valiosos recursos peninsulares y a su vez los indígenas no estaban
dispuestos a cedérselos fácilmente. Sin saberlo, los hechos anteriores serían el
comienzo de una estrecha relación de dominio por parte de los romanos hacia los
pueblos autóctonos peninsulares, que daría paso a una nueva etapa para los
aborígenes.
Luego del fin de la segunda guerra púnica (201 a.C.), los romanos se vieron
envueltos en continuas campañas militares contra tribus ibéricas y comunidades
fenicias que se unieron a la guerra para salvaguardar sus posesiones peninsulares, que
anteriormente Roma les había cedido a través de pactos y que ahora estaba
transgrediendo. La guerra duró tres años, en los cuales los resultados no fueron los
esperados, ya que los territorios arrebatados a los púnicos e incluso a los propios
indígenas…“no eran más que un heterogéneo conglomerado de realidades políticas,
tan distintas entre sí como en su relación jurídica con la potencia romana…”37.
A consecuencia de ello, se deduce que en los primeros años, el dominio
romano en la Hispania no logra someter políticamente a las comunidades indígenas
en su totalidad “…más bien Roma tuvo que conformarse con una superficial
autoridad administrativa a cargo de un pretor y la división del territorio en dos
circunscripciones: la del norte y la del sur...”38. Aunque esto sería el comienzo de una
36 Ibíd. pág. 18.
37 Ibíd. pág. 19.
38 Ibíd. pág. 20.
19
unión de culturas que poco a poco se irían amalgamando entre sí hasta llegar los días
del imperio romano.
A manera de resumen, podemos decir que el proceso de dominación de los
pueblos autóctonos de la península ibérica, les llevó a los romanos más de dos siglos
(desde el siglo III a.C., hasta el siglo I a.C.). Durante este tiempo, los aborígenes
atravesaron tres fases distintas: la fase de resistencia, en la cual los aborígenes se
enfrentarán constantemente al ejército romano; la fase de aceptación, donde los
aborígenes, luego de ser derrotados por los romanos, se vieron obligados a acatar por
la fuerza las leyes romanas, pasando a formar parte del creciente imperio romano en
condición de provincias; y por último la fase de transculturación, en la que los
aborígenes dejaron de ser un conglomerado de tribus, convirtiéndose en un “todo”
con el imperio romano.
En efecto, la política, la economía y la sociedad de estas tribus darán un
cambio trascendental. El resultado será la adopción del modo de vida romano por las
sociedades indígenas, de hecho la concepción que más adelante tendrán estos pueblos
sobre sus antiguos dominadores, será la de verlos igual a ellos, con sus mismos
derechos y deberes, lo que se logrará por completo luego de atravesar el proceso de la
romanización.
En relación con lo anteriormente expuesto, podemos decir que la
romanización, tal como dice Camón Aznar, fue:
…un proceso de aculturación que experimentaron las diversas regiones
conquistadas por Roma, mediante el cual dichos territorios pasaban a conformar
parte de su imperio, los romanos impusieron su organización política-social en los
territorios peninsulares, así también sus creencias, costumbres y religión, sin
embargo la conquista de estos territorios no se dio con igual intensidad en todo el
territorio -mayor en el sur y este peninsular- y se produjo en distintos momentos -
más tardío en el oeste y el norte- lo que puede percibirse claramente en el nivel de
20
desarrollo cultural de los pueblos iberos, una vez terminado el proceso de
conquista romana...39.
Según se ha citado, el imperio romano logró conquistar casi en su totalidad a
los pueblos aborígenes del territorio peninsular, sobre todo y con mayor rapidez a los
pueblos de la meseta y litoral, transformando su cultura al imponer la propia,
institucionalizando leyes para las provincias ibéricas y realizando grandes
infraestructuras que iban desde templos religiosos hasta acueductos y vías de
comunicación, surgiendo así la cultura hispano-romana.
39 Camón Aznar, J.: “Las artes y los pueblos de la España primitiva”. Madrid, 1954, pág. 93.
21
Capítulo II
2.1 La religión de los pueblos autóctonos de la península ibérica
Desde tiempos inmemorables, el ser humano se ha expresado mediante la
realización de diversas actividades culturales, como la elaboración de cerámicas,
pinturas o edificaciones, buscando exponer la forma en que se percibe el mundo en
todo su esplendor. Sin embargo, ninguno de estos objetos tendría un sentido lógico, si
se valorara solamente su importancia artística, dejando a un lado el carácter espiritual
que se encuentra inherente en todas las manifestaciones humanas.
Para que estas manifestaciones trasciendan el tiempo, es fundamental la
identificación del objeto con el tiempo y el espacio en el que se creó, es decir, es
necesario comprender realmente la relación de tiempo y espacio, mediante lo cual, se
lograría conocer cómo está integrada la estructura social, mediante el estudio de los
elementos físicos, mentales y espirituales, que conforman dicha estructura.
Por lo tanto, el desarrollo de la religión forma parte de estos elementos, cuya
labor inicial, como anteriormente mencionamos, es solventar las necesidades
psíquicas y espirituales de los seres humanos. Por lo tanto, la religión se crea dentro
de un núcleo social y consiste en creencias y prácticas de ritos, acerca de lo que es
considerado divino o sagrado, de tipo existencial, moral o espiritual.
Al respecto, del concepto de religión, existen variedad de puntos de vista,
desarrollados desde el ámbito de los estudios sociológicos, antropólogos e incluso
desde el análisis teológico. En este sentido, el sociólogo G. Lenski, dice que “es un
sistema compartido de creencias y practicas asociadas, que se articulan en torno a la
naturaleza de las fuerzas que configuran el destino de los seres humanos”40.
40Lensky, G.: El factor religioso. 1982, pág. 316.
22
No obstante, el antropólogo Clifford Geertz, propone otra perspectiva en
cuanto al concepto de religión:
La religión es un sistema de símbolos, que obra para establecer, vigorosos,
penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres,
formulando concepciones de un orden general de existencia y revistiendo estas
concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados anímicos y
motivaciones parezcan de un realismo único41.
Es conveniente señalar que, las definiciones antropológicas son funcionalistas,
se fijan en: “…la acción en el ámbito social y los aspectos pragmáticos…en el
esencialismo de lo sagrado y lo profano como explicación del mundo…”42 Esta
teoría se opone a la creencia teológica que percibe a la religión como un estado de
conciencia en el cual el hombre puede iniciar una relación espiritual con su creador,
mediante ritos, creencias y modos de actuar adecuados a las normas preestablecidas
por el mismo. Por otro lado, también se opone a la interpretación de las creencias y
ritos como elementos activos de control, o la religión como una estructura social, en
la cual se desarrollan valores internos.
En oposición a la idea que plantea Clifford, el sociólogo francés, Emily
Durkheim, propone que:
Una religión es un sistema práctico de creencias y practicas relativas a las cosas
grandes…toda sociedad posee todo lo necesario para suscitar en sus miembros la
sensación de lo divino, simplemente a través del poder que ella ejerce sobre
ellos…la religión es inseparable de la organización social -totemismo-43. Cada
41 Geertz, C.: La interpretación de las culturas. Gedisa, 1988, pág. 89.
42 Malinowski, B.: Magia, ciencia y religión. 1948, pág. 93.
43 “El totemismo, es un concepto antropológico actualmente en desuso, que designa una relación metafísica; un complejo sistema de ideas, símbolos, o prácticas entre un individuo o grupo social y un animal, un vegetal o incluso un objeto. Comprende las relaciones idealmente postuladas en dos series, una de ellas natural y
23
época o entorno cultural hace un enfoque conceptual diferente del término
religión44.
Sobre la base de las consideraciones anteriores, podemos afirmar,
primeramente que, cuando se habla de religiones se hace referencia a formas
específicas compartidas por los diferentes grupos humanos en las que se manifiesta el
fenómeno religioso. Y, en segunda instancia, existen religiones que están organizadas
de formas más o menos rígidas y otras que carecen de estructura formal, estando
integradas en las tradiciones culturales de la sociedad o etnia en las que se practican.
Para el caso de los pueblos aborígenes que se asentaron en la Península Ibérica, se
puede observar la existencia de ambos casos.
De este modo, cuando hablamos de la religión de los pueblos autóctonos de la
Península Ibérica, se entiende que, nos referimos a todo el conglomerado de ritos y
creencias religiosas, que practicaban los pueblos originarios que habitaban en la
Península Ibérica antes de la llegada de los romanos. Sin embargo, dichas
manifestaciones religiosas, tenían cierto influjo de otras culturas, principalmente de la
celta, la fenicia y la griega.
Es importante conocer que el sistema religioso que manejaba, en la
antigüedad, la mayoría de estos pueblos, era un sistema socio cultural poco
organizado y en ocasiones amorfo. No obstante, se desarrolló una clase sacerdotal
experta; dicha clase se entendía como un pequeño grupo de hombres que desde su
nacimiento, se les “apartaba” del resto de la sociedad, “…a muy temprana edad, se les
la otra cultural”. Diccionario enciclopédico VOX, Volumen I, caracas, 2009, pp., 68-70. Voz: “Totemismo”
44 Durkheim, E.: Las formas elementales de la vida religiosa. París, 1912, pp. 56-72.
24
enseñaba el estudio de la astrología, la geografía y la astronomía; así también el
manejo de las artes ocultas…”45.
A pesar de lo expuesto anteriormente, no es menos cierto que dentro de las
sociedades prerromanas, se crea un grupo sacerdotal, el cual promovía su particular
cosmovisión del universo y sus creencias religiosas. La elección de los sacerdotes iba
de generación en generación, puesto que sin la existencia de los mismos, las creencias
y tradiciones de los pueblos primitivos de Hispania habrían desparecido a través del
tiempo. Muy al contrario, “…las características religiosas de dichos pueblos
traspasaron las barreras del mundo antiguo e incluso, soportaron las grandes
exigencias de la religión cristiana y permearon las ideologías de la sociedad
visigoda…”46. Además, el papel del sacerdote fue fundamental en el mundo antiguo
ya que
…toda religión constituida precisa de un sistema sacerdotal, de un colegio de
sacerdotes que le de coherencia y organización suficiente a cada creencia, la
misión del sacerdote es mantener las actividades religiosas y espirituales de los
devotos y creyentes latentes dentro de ese sistema religioso. El sacerdote es el
intermediario entre el pueblo y la divinidad…47
Podemos entender que el sacerdote era el encargado de guiar al pueblo, hacia
el camino de la espiritualidad, es decir, éste se encontraba presente en casi todo los
momentos de la vida del individuo; ejecutaba los sacrificios y ofrendas a los dioses,
atendía los nacimientos, organizaba los honores fúnebres de los muertos, realizaba los
45Ortiz de Zarate, S.: Sacerdotes y sacerdocios en las religiones indoeuropeas de la Hispania prerromana y romana, Universidad de Valladolid, Madrid, 1997, pág. 17.
46 Ibíd., 16.
47 Ortiz de Zarate, S.; Sacerdotes y sacerdocios en las religiones indoeuropeas de la Hispania prerromana y romana, Universidad de Valladolid, 1997, pág. 15.
25
matrimonios e incluso fortalecía anímicamente al pueblo, a través de discursos,
cuando éste se dirigía a la guerra.
Es evidente, entonces, que no puede comprenderse una religión que carezca
de sacerdotes o guías espirituales, si esto sucediera, daría como resultado, una
sociedad segregada, sin dirigente o arbitro que supervisara las decisiones de la
comunidad; las personas se mantendrían individualizadas, sin un fin común que les
uniese, el resultado final sería “…la disolución de la doctrina o la diversificación de
la misma en múltiples y dispersas creencias seudorreligiosas que tarde o temprano
acabarían sucumbiendo por sí mismas, al carecer de un soporte institucional
organizado que las soporte como infraestructura…”48.
Aunque la existencia de un grupo sacerdotal fue determinante para la
pervivencia de la religión de los pueblos indígenas, estos no quedaron exentos de que
su sistema religioso sufriera la decadencia de sus creencias, en algunos casos, los
mitos y leyendas cayeron en desuso, primero por su carácter de tradición oral;
segundo porque ya las creencias de estos pueblos habían sido influenciadas por las
culturas de los pueblos extranjeros. Lo que no significa en ninguno de los casos, que
las principales creencias de estos pueblos, se olvidaran y desaparecieran por
completo.
Cabe agregar que toda religión surge como respaldo a la estructura social que
la erige y su mayor función es la de salvaguardar a la misma. Sin embargo, las
religiones prerromanas se ven estrechamente vinculadas al ente político, básicamente
porque ambos sistemas buscaban mantener el control de la sociedad; bien fuese,
mediante la utilización de la fuerza o la sugestión, en todo caso para los pueblos
48 Matheus, J.: Introducción a la sociología: religión y sociedad. Madrid, 1971, pp. 56-59.
26
prerromanos, principalmente los celtíberos, la religión y la política recaían en un
mismo individuo o clase sacerdotal.
Al ser, pues, las religiones prerromanas, un soporte para las clases políticas y
militares, es lógico que las mismas se desarrollen dentro de estas coyunturas; lo que
vendrá a influenciar en el grado de desarrollo y organización de cada pueblo; dado
que, a mayor cohesión entre las estructuras religiosas y políticas, mayor coherencia y
desarrollo se obtendrá dentro de la sociedad, lo que se manifestara en el nivel cultural
de la misma.
Por otro lado, la religión de estos pueblos prerromanos poseía una
connotación druidesa49, dado que las manifestaciones religiosas de cada pueblo eran
expresadas de forma distinta entre sí, debido pues a la influencia que otorgaba los
distintos elementos naturales que explotaban, los cuales variaban según el entorno
geográfico; hecho que puede apreciarse en los ritos, costumbres y tradiciones
religiosas, de cada uno de los pueblos prerromanos.
Por ejemplo: los celtíberos, quienes se asentaron en la meseta central50,
adoraban a la diosa de la fecundidad, conocida por los fenicios con el nombre de
Astarté; resaltando la importancia de la mujer, la sexualidad, la pasión, la muerte,
resurrección y el fruto de la tierra. Muy distinto para el caso de los vettones, ubicados
49 Druidesa: que proviene del Druidismo. Cosmovisión religiosa, donde se predica que el ser humano es uno con la naturaleza y que dentro de cada entorno natural, existen espíritus y deidades ancestrales protectoras y creadoras del universo. Diccionario de la lengua española (vigésima segunda edición), Real Academia Española, 2001. Voz: “druidesa”.
50 La meseta central es una altiplanicie, zona geográfica cuyo clima, es bastante favorable para la agricultura.
27
en la sierra occidental51, cuyo dios principal tenía forma de toro que representaba la
fuerza y virilidad de los hombres y a su vez reflejar el carácter ganadero de su
economía.
Al respecto, el dios toro era para los indígenas, la representación del Mitra
ario y del dios de la fertilidad Dionisio, venerado por los griegos. Estrabón cuenta que
los pueblos del ulterior peninsular, realizaban rituales dionisiacos que consistían en:
…ir a las montañas durante la noche, en señal de que se estaba rompiendo con las
ataduras con la civilización, los celebrantes, que usaban cuernos de toro, danzaban
más y más rápido, azotándose a sí mismos en un frenesí. En el medio de este
salvaje abandono físico, se hacían desfilar a un toro por el medio del grupo,
cayendo sobre él con las manos desnudas, rompían al toro en pedazos,
arrancándole la carne, hundiendo sus manos y sus cuernos en la sangre, se comían
la carne del toro todavía caliente y cruda, mientras saltaban y gritaban esperando el
primer brillo del amanecer…52
Mediante la muerte del toro, que representaba la reencarnación del dios Mitra
(Dionisio), los pueblos primitivos tenían la firme convicción de que su espíritu era
purificado, sus enfermedades sanadas, en incluso que la sangre del toro sagrado le
adjudicaba poderes divinos, convirtiéndose en semidioses. Así también, por su parte,
los turdetanos, bastetanos y caristios, adoraban a la diosa Astarté, además del dios sol,
al rayo y otros elementos de la naturaleza; eran buenos agricultores y se destacaron en
las artes decorativas, lo que explica su comunión con elementos naturales.
51 La sierra occidental es una franja geográfica delimitada por la cordillera penibética al norte y por el mar al sur. posee diversidad de paisajes sobre todo de acantilados, dunas y pequeños valles, el clima que predomina es poco apto para la agricultura.
52 Estrabón.: (3. 1, 4.).
28
Para el caso de los íberos, quienes se distribuían en pequeñas tribus ubicadas
cerca del litoral mediterráneo, cuya cosmovisión del mundo se reflejada en la
adoración de los astros, de espíritus ancestrales y del universo, poseían una economía
que se sustentaba principalmente de la pesca.
Por último, los tartessos al igual que los celtíberos, eran buenos agricultores,
por lo que también poseían una tendencia a la adoración de deidades de la naturaleza
y la madre tierra, tales como el sol, en representación del fuego, el agua, en
representación de la pureza y el espíritu y el suelo en representación de la mujer que
da vida y la madre tierra de donde proviene todo ser vivo. Aunque su lengua era
totalmente distinta, tanto a la de los celtíberos, como a la del resto de pueblos
peninsulares.
En este sentido, el fuego representaba para las sociedades de la antigüedad, un
elemento de vital importancia, debido principalmente, a que por medio de éste se
obtenía calefacción en las temporadas heladas y lluviosas y se podían cocinar los
alimentos, con lo que se evitaban las enfermedades adquiridas al comer la carne
cruda. Adicionalmente se creía que poseía propiedades de purificación, por lo que
comúnmente incineraban a los cadáveres, bajo la idea de que el alma del difunto sería
“limpiada” e incluso dentro de los santuarios, se mantenían antorchas prendidas con
las que se quemaba el incienso ofrecido a los dioses.
Tales pueblos, realizaban principalmente, sus cultos al aire libre, en su
mayoría carecían de templos edificados, para ellos los recintos sagrados eran
comúnmente montañas, rocas, riachuelos; en representación al centro cósmico que los
ponía en contacto con sus espíritus ancestrales y demás deidades de la naturaleza. Los
sacerdotes se encargaban de contactarse con estos espíritus en presencia de todo el
pueblo, realizando ofrendas, tales como: bailes, banquetes, frutos, libaciones y
sacrificios humanos.
29
De hecho, a lo largo del territorio peninsular, se encontraron inscripciones
epigráficas53, en las que se habla de un grupo de sociedades de origen indoeuropeo
que adoraban a las piedras, conocidos con el nombre de veneratores lapidum, lo que
reafirma la idea antes mencionada acerca de que en su mayoría los pueblos
prerromanos erigieron sus santuarios o templos de culto a los dioses, al aire libre,
creyendo que de este modo lograrían una mayor compenetración con los dioses de la
naturaleza.
En relación con esta idea, Estrabón, menciona que los lusitanos54, ubicados
en la punta suroeste de la península, no tenían templos o edificaciones de sus dioses,
“...sino piedras esparcidas por doquier en grupo de tres o cuatro, las cuales, según una
antigua costumbre, son puestas al revés por los que visitan el lugar y luego de
ofrecida una libación reiteradas a su postura primitiva…”55.
De igual forma, los pueblos aborígenes en Hispania le daban una amplia
importancia a los dioses Lares y Tutelae, protectores de ríos y fuentes naturales de
agua, principalmente las termales, adjudicándole poderes mágicos y curativos. El
culto a las aguas termales tuvo gran aceptación entre las poblaciones asentadas entre
los ríos Duero y Miño “…este culto a las aguas mantiene su pervivencia luego de la
53 Las inscripciones epigráficas son fuentes originales, inscritas en lapidas de piedras o maderas, cuyo fin es ofrecer una información determinada sobre algún hecho importante, bien sea social, político, económico o religioso.
54 Los lusitanos formaban parte de la diversidad de pueblos prerromanos, unidos por características étnico-culturales afines con los demás pueblos iberos pero que en su mayoría estaban ubicados hacia el territorio portugués (la lusitana), entre el rio Duero, y el territorio de los galaicos. Penetraron a la península por Extremadura.
55 Estrabón.: (3. 1, 4.). (citado por Blázquez. 1994, pág. 225.).
30
romanización de Hispania e incluso alcanza consolidarse hasta la edad media…”56.
Aun, hoy en día, las aguas termales mantienen una vinculación con propiedades
curativas, esta idea proviene de tiempos antiquísimos.
En conclusión, el carácter religioso en las sociedades prerromanas, al igual
que en las que posteriormente se desarrollan; tiene como prioridad dar satisfacción a
las necesidades básicas del individuo, en cuanto se refiere a su ser interior, pero
también a las necesidades inmediatas de alimento, descendencia y protección frente a
la enfermedad y demás adversidades inmersas en la vida misma. En dicha búsqueda,
la existencia de un (os) dios (es), con poderes sobrehumanos, logra seducir al
individuo, el cual mediante ofrendas, promesas y sacrificios, busca su agrado y favor
divino.
Es importante resaltar el hecho de que cada grupo social dentro del territorio
peninsular poseía un conjunto de divinidades protectoras del territorio especifico
donde habitaban, esto quiere decir que las sociedades celtiberas, iberas, lusitanas,
bastetanas, turdetanas, entre otras, creían en un dios específico que se consideraba
protector de una familia o territorio en particular, por lo que se les conoce como
manifestaciones religiosas endógenas, religiones familiares o seudorreligiones.
Tal es el caso del dios Erudinus, Corunus y Endovellicus, protectores del norte
peninsular, con potestad sobre los elementos naturales y el dios Lug, (conocido en
otras zonas como Lugoves, Lougestericos y Lucoubus) protector del noroeste del
mismo territorio y con poder sobre las artes y el comercio. Estos son apenas algunos
ejemplos, de muchos otros, que existen dentro del variado panteón de dioses de los
gentilates o clanes, de la sociedad prerromana, de hecho se han encontrado unos 300
nombres de dioses indígenas, en inscripciones distribuidas principalmente en la
56 Blázquez, J.M.: Imagen y mito. Estudio sobre las religiones mediterráneas e ibéricas. Madrid, 1977, pp. 307-331.
31
región de lusitana, norte y noroeste del Tajo y parte de la meseta peninsular. Además,
la forma en que las inscripciones están distribuidas geográficamente, indica una baja
influencia de sociedades extranjeras, sobre todo la romana, en estas zonas.
Otra característica religiosa que se practicaba comúnmente, entre los pueblos
celtíberos y otros que lindaban con ellos al norte de la península, es la realización de
prácticas de adivinación, similares a las que hacían los galos. De hecho Estrabón
narra cómo estos pueblos, “…luego de realizar sacrificios de machos cabríos,
caballos y prisioneros de guerra, examinaban las vísceras sin separarlas del cuerpo,
con la finalidad de ver el futuro; observan así mismo, las venas del pecho y adivinan
palpando los órganos del cuerpo…”57. Asimismo, la mayoría de las tribus
aborígenes, “…en las noches de luna llena, danzaban desnudos hasta el amanecer
frente las puertas de sus casas…”58. Este hecho, nos permite constatar la profunda
influencia de la religión fenicia59 sobre las sociedades aborígenes de Hispania, sobre
todo, los pueblos que se asentaron al norte.
En efecto, los pueblos aborígenes de Hispania atravesaron un previo proceso
de transculturación antes de la llegada de los romanos, adoptando varios elementos
religiosos de la cultura fenicia, griega y cartaginesa. Ejemplo de esto es la adoración a
Astarté, Adonis y el culto a los árboles60, por parte de los aborígenes como resultado
57 Estrabón.: (3. 3, 6-7). (citado por Blázquez. 1994, pág. 225.)
58 ibíd. (3. 3, 16).
59 Se conoce que los fenicios realizaban este mismo ritual, con el fin de poder ver el futuro.
60 En el territorio hispano, se han encontrado imágenes de la diosa Astarté elaboradas en marfil, terracota y otros materiales, sobre todo en las zonas de Sevilla, el valle Abdalajis, de Elche y de Pozo moro. Así mismo, en la zona de alicante se han encontrados santuarios en cuevas dedicados a los arboles, y a sus dioses protectores como Caepus, Caepol y Aernus.
32
de la influencia fenicia. En cuanto a la influencia helena, se han encontrado
esculturas, relieves y bustos, de las diosas griegas, Artemisa y Atenea, principalmente
en Ampurias y del dios Ares hacia el norte. De la influencia cartaginesa, se
encuentran también esculturas y grabados, en representación a la diosa Tanit.
Lo que sucedió entonces fue una simbiosis de las religiones aborígenes y las
religiones de las culturas indoeuropeas, las cuales poseían una larga proliferación de
dioses, en este sentido, el politeísmo permitió una rápida aceptación de las tradiciones
extranjeras; el resultado sería un conjunto de creencias y ritos religiosos con muchas
características en común pero sin dejar de ser diferentes en cuanto al sentido único de
pertenencia que le otorgaba cada cultura, determinado principalmente por el entorno
geográfico, cultural y lingüístico de cada una de ellas.
Es oportuno recordar que todas estas manifestaciones religiosas de estos
pueblos poseen un trasfondo socio-cultural y que se desarrollaron en distintas formas
y periodos según la sociedad donde se concibe, pero al mismo tiempo, tales
manifestaciones son determinadas por el grado de desarrollo político-administrativo
que posea la sociedad. Aunque en el campo de la antropología, la religión no se
concibe como un ente catalizador de poder, sino más bien, como resultado del
desarrollo de la psiquis del hombre y el reconocimiento de su entorno físico; las
religiones de los pueblos prerromanos, se organizaron socialmente bajo la relación
política-religión, que a su vez, se ve estrechamente vinculada al sistema económico,
dando como resultado una clase sacerdotal con potestad sobre el poder político-
económico y en otros casos, un caudillo militar con jurisdicción política-religiosa.
33
2.2 Principales características de la religión de los pueblos prerromanos
Los Santuarios iberos:
En lo que concierne a la realización de las ofrendas, los pueblos prerromanos
llevaban a cabo esta labor en sus actividades cotidianas; su cosmovisión del mundo y
la idea de que ellos eran un “todo” con el universo, reforzaba constantemente la
necesidad de realizar ritos y ofrendas a sus dioses, al igual que la necesidad de erigir
los santuarios; aunque no necesariamente festejaban sus rituales en elaboradas
edificaciones, pero si recalcaban la importancia de poseer un sitio específico y
“sagrado” para la realización de estos rituales.
Como ya se ha expuesto anteriormente, con la llegada de sociedades
extranjeras, los pueblos aborígenes influenciados por tales culturas, asumen un modo
de vida distinto al que antes de la llegada de estas sociedades tenían, desarrollando un
aparato religioso más organizado. Aunque mantuvieron sus ritos y creencias
originarias, adoptaron la costumbre de elaborar santuarios a los dioses, en forma
tangible físicamente y con elementos extranjeros, en contraposición a tiempos más
primitivos, en los que los aborígenes acostumbraban a realizar sus rituales al aire
libre, con la utilización de objetos de sencilla elaboración.
En consecuencia, para poder entender cómo sucedió la transición del modo
primitivo en que se manifestaban sus creencias, a otro modo más organizado, es
necesario conocer primeramente los hallazgos arqueológicos, los cuales nos
permitirán entender cómo, cuándo y por qué se elaboraron estos templos,
reconstruyendo así, una parte de la protohistoria peninsular.
Ahora bien, los principales santuarios encontrados en el territorio peninsular,
son los siguientes: En el cerro de Carambola, restos arqueológicos muestran, que
entre los siglos VIII y VII a.C. se erigieron santuarios de tipo primitivo, los cuales,
34
consistían en la elaboración de chozas, donde se ofrendaban cerámicas de alta
calidad. También en Cástulo61, se encontró un santuario de este tipo, entre los siglos
VIII y VI aproximadamente, se cree que éste, estaba vinculado a la explotación de
minas, básicamente por los elementos que se encontraron en él:
…un altar con un toro de terracota, una cocina para condimentar las carnes de las
víctimas, que se consumían junto al altar, un gran recipiente con instrumentos de
minería y una habitación con los restos de las ofrendas, consistentes en vasos de la
mejor calidad que se estrellaban contra el suelo…62.
Las características esenciales de este tipo de ritual, hace suponer a los
estudiosos del tema, como J.J. Urruela63 y J.M. Blázquez64, que probablemente en
este período tan primitivo, estas sociedades no poseían una clase sacerdotal definida,
justificando esta idea en el análisis de las fuentes escritas, en las cuales es difícil
identificar a una clase sacerdotal dentro de los pueblos iberos. Sin embargo, las
fuentes sí hablan de un grupo de santones encargados de colocar las ofrendas dentro
del santuario, como sucedía en el caso del santuario de Cástulo, donde estos santones
61 Los santuarios hallados en los cerros de Carambola y Cástulo, son los más primitivos que se conocen.
62 Blázquez, J.M.: “La religión de los pueblos de la Hispania prerromana”. En I congreso internacional sobre Religiones Prehistóricas de la península ibérica. Salamanca, 1987, pág., 227.
63 Urruela, J.J.: Religión romana y religión indígena: El problema del sacerdocio en los pueblos del norte. Madrid, 1981.
64 Blázquez, J.M.: “Religiones prerromanas II”, Últimas aportaciones a las religiones prerromanas de España. En Complutum de la universidad complutense.Madrid, 1994, pág. 226.
35
entraban al santuario y depositaban unos exvotos en las zanjas u ofrecían una
libación65.
Este punto de vista no es aceptado en su totalidad por Pérez de Vilatela66,
quien responde a las afirmaciones de Blázquez67, alegando lo siguiente:
Dado que Blázquez niega la existencia de sacerdotes en Hispania porque la fuentes
no mencionan a la clase sacerdotal o a los druidas, que para la época ya se habían
desarrollado en Hispania por medio de la cultura celta; se puede dar la vuelta al
argumento y decir que: hay pruebas de prácticas y categorías religiosas en los
hispanos, por lo tanto, estos si realizaban ritos y poseían sus propias creencias
espirituales, incluso se desarrolló el druismo celta en Hispania68.
En este sentido, a pesar de que en las fuentes escritas donde se menciona la
religión primitiva de los habitantes de Hispania, no se percibe claramente la
existencia de un grupo sacerdotal bien organizado; los vestigios arqueológicos que se
han encontrado, permiten constatar la existencia de un aparato religioso y de todos los 65 La libación es un ritual o ceremonia practicada en la antigüedad, consistía en la aspersión de una bebida en ofrenda a un dios, el líquido podía ser vino sin mezclar, leche, miel, aceite o incluso agua pura, la ofrenda se vertía sobre el altar o se estrellaba el recipiente contra el suelo. Ancilotti, A., Cerri, R.: “Le tavole eugubine e la civilitá degli umbri”. Perugia, 1996, pág., 171.
66 Pérez de Vilatela, L.: La historia social de España. Actualidad y perspectivas. Madrid, Zaragoza, 1991.
67 Blázquez afirma que en la península ibérica no existía un aparato religioso, sacerdocio, cultos, ritos, o dioses y que los datos que las fuentes epigráficas muestran, son sólo una tendencia a enmascarar las costumbres indígenas con las romanas, producto del sincretismo religioso. La religión indígena, historia de España romana.Madrid, pág. 261.
68 Pérez de Vilatela, L.: La historia social de España. Actualidad y perspectivas.Madrid, Zaragoza, 1991, pp., 65-70.
36
elementos que lo deben integrar, tales como sacerdocio, dioses, ritos, ofrendas y
santuarios, etc.
Otro de los santuarios primitivos que se encontraron, es el de la serreta de
Alcoy, dedicado muy probablemente a una diosa de la fecundidad (como indica la
terracota de una dama entronizada con sus niños). Este santuario junto a los ubicados
en Cirralejo y Cerro de los Santos, comparten la particular característica de estar
construidos a grandes alturas, de modo muy similar al griego.
Los pueblos aborígenes también construyeron santuarios al estilo de los
cananeos; estos templos se encontraban ubicados en las zonas de Castellar, de
Santisteban, Collado de los jardines y Eremitorio de nuestra señora de la luz, siempre
construidos al lado de cuevas, fuentes o parajes abruptos, mostrando así la
importancia del elemento agua en su entorno sagrado. En cada uno de estos sitios se
encontraron exvotos69 de bronce de tipo estándar, aunque en el santuario del Cerro
de los Santos, los exvotos eran de piedra.
Los exvotos, encontrados en Cerro de los Santos y Collado de los Jardines,
muestran a hombres y mujeres tomados de las manos a modo de procesión y
realizando un baile. Para el caso de los encontrados en Cirralejo, se muestran a un
grupo de guerreros enmascarados danzando, acompañados de un tocado de aule y
otro de lira. Se ha concluido por medio de la información recopilada en las esculturas,
exvotos y relieves, que la realización de estas danzas poseía un carácter religioso y
guerrero, ritual muy utilizado entre los pueblos semitas para la celebración de
solemnidades.
69 Los exvotos eran ofrendas que se entregaban a los dioses depositándolos en santuarios. Eran figurillas elaboradas en algún metal o en ocasiones hechas de piedras, que representaban animales, personas, armas, alimentos, etc.
37
Posteriormente, en los santuarios ubicados en el Cerro el Peñón, al sur de
Portugal, en la Joya, en Puig de Molins y el Bajo Guadalquivir (construidos entre los
siglos VIII y V), se encontraron gran cantidad de quemaperfumes, introducidos por
los fenicios junto a otros objetos de culto. También en las zonas costeras de la
Península Ibérica se encontraron variedad de amuletos, pebeteros, exvotos y
esculturas dejados por los fenicios, específicamente en la costa valenciana (Millares,
Carcagente, Requena), en los que se representan a los dioses Baal o Reshef, Samen y
Deméter.
Además, se han encontrado otros objetos de culto, como es el caso de un
mango de un puñal votivo, con representación de un varón dispuesto a sacrificar un
cordero, hallado en Jaén, acompañando al puñal, se encontraron unos cogedores que
probablemente se empleaban para recoger las cenizas, dejadas por la quema de
incienso en los sacrificios. En la Biblia se hace referencia a este tipo de instrumento
de culto (Lv. 10: 1, 12,16.). Estos hallazgos unidos a los exvotos de Cerro de los
Santos y Collado de los Jardines, dan certeza de influencia semita en los pueblos
iberos.
Del período helenístico, han aparecido en Tivisa un conjunto de vasos y
páteras que siguen modelos griegos, fechados en el siglo III a.C.; estos objetos llevan
esculpidas unas figuras aladas alrededor de un candelabro. También se encontraron
unas cerámicas en Azaila, con representaciones bastante similares a los vasos de
Tivisa y cinturones de metales, principalmente de bronce, con figuras de hombres,
asociados a los guerreros de la antigua Grecia.
Mediante otras investigaciones arqueológicas, se encontraron restos de un
monumental santuario prerromano, situado en el barranco de Arrabal de la
Encarnación (Caravaca, Murcia), con notables características:
Estaba atravesado por el río Guipar y fue habitado desde la edad del bronce en el
cerro de la Placica, plataforma amesatada rodeada de una doble muralla. Debió
reunir a la población de los alrededores, en gran parte fronteriza o de contacto,
entre la fértil Turdetania y las desarrolladas regiones iberas del sureste y del
38
levante, durante el primer milenio la población se desplazó a los dos cerros de
mayor tamaño, los Villares y los Villaricos70.
Este no es el único santuario ubicado en la zona, pero sí el más completo; en
él se encontraron exvotos, cerámicas de barniz negro, y también diversidad de
cerámicas de tipo ibero, además de muchos vasos con figuras humanas. Este
santuario estaba divido por una muralla que lo atravesaba, separándolo de la
acrópolis y de las construcciones privadas.
Ante estos hallazgos, los expertos concluyeron que efectivamente este
santuario iniciaría sus actividades religiosas desde el siglo IV aproximadamente,
manteniéndose activo por varios siglos más.
Los exvotos encontrados tienen dimensiones que oscilan entre 25 y 30 cm
aproximadamente, son de forma cilíndrica, con una base en la parte posterior,
seguramente para poder colgarlos en la pared; son de figuras humanas aunque los
rasgos fisionómicos no están bien definidos, visten una túnica corta y los brazos
están abiertos con las manos tocando las caderas71.
En este sentido, se cree que las representaciones hechas son de sacerdotes,
principalmente por los rasgos en sus vestimentas y las posiciones en las que se
encuentran.
En alusión a la adoración de animales bovinos, se encontró en el santuario de
Cástulo, un toro de terracota, el cual se cree que los iberos asociaban con el dios de la 70 Blázquez, J.M.: “Religiones prerromanas II”, Últimas aportaciones a las religiones prerromanas de España. En Complutum de la universidad complutense.Madrid, 1994, pág. 64.
71 Ibíd. Pág. 79.
39
tormenta Hadad o un dios toro al que denominaban El72, resultado de la fuerte
influencia oriental. Otras imágenes encontradas muestran a un toro androcéfalo73
cuyo culto se representaba en las monedas de Sagunto y de Sicilia, proveniente de la
antigua Grecia y difundido rápidamente en Asia Menor. Este culto penetra en
Hispania por medio de los pueblos ubicados en las costas mediterráneas.
Rituales funerarios:
El tema de la muerte, era una idea que estaba contantemente presente en las
sociedades antiguas, el individuo antiguo creía enfáticamente en la vida en el más
allá, razón por la cual, se le daba un trato exclusivo a los difuntos, incluso llegando a
la heroización del muerto, se tomaba un tiempo prudente para la organización de los
honores fúnebres al igual que para la preparación del cuerpo y de los objetos que se
enterrarían con el mismo.
En la Península Ibérica, hallazgos arqueológicos demuestran que,
efectivamente, una particular característica de sus rituales aprobaba la heroización de
los muertos. En Cástulo se encontró una placa denominada la placa de pizarra con
72 Deidad muy importante en el mundo Ugaritico (pueblos cananeos, semitas y sirios que hablaban un idioma en común llamada Ugaritico), con amplia resonancia en los escritos bíblicos de antiguo testamentos, donde se representa con nombres teóforicos, es decir nombres propios al que se le agrega el nombre del dios que se cree protector de la persona (práctica común en Mesopotamia y el Oriente antiguo).
73 Androcéfalo quiere decir: Toro con cabeza humana, en la antigüedad comúnmente se representaba la relación dioses-hombres en esculturas de animales, (toros y caballos regularmente) con cabeza humana.
40
jinete, arrojada a una tumba ubicada dentro de dicho santuario. También en Pozo
Moro, se halló una tumba con una figura de un guerrero más el nombre del difunto.
Asimismo, en Turdetania, Aliseda, Huelva, y Aragón, se encontraron estelas
en grandes cantidades, con representaciones heroicas de los difuntos y sus respectivos
nombres. En muchas otras zonas del territorio como Pozo Moro, Obulco y Osuna
con imágenes de animales, principalmente de caballos e incluso un altar dentro del
mausoleo, como es el caso de la acrópolis de Azila. La imagen del caballo
representaba el aspecto guerrero pero a la vez fúnebre, en el relieve funerario de
Osuna, por ejemplo, las imágenes representan libaciones, músicos que tocaban,
competiciones de guerreros a pie y a caballo y portadores de antorchas.
Otro elemento que utilizaban los hispanos en sus rituales fúnebres era la
imposición de amuletos al muerto; la mayoría de éstos representaba a dioses
protectores de la familia o clan. Estos amuletos comúnmente tenían forma de
lengüeta o en algunos casos la silueta de un animal. Este rito fúnebre fue implantado
por la cultura fenicia pero los iberos lo adaptaron a sus propias creencias, volviéndose
un rito tradicional en los aborígenes.
Se encontraron además otros objetos de mayor tamaño en tumbas ibéricas,
como carros, juguetes y fibulas74, aunque estos objetos no estaban dentro de las
tumbas, por lo que se duda si realmente pertenecían al difunto. Sin embargo, se
sugiere que los carros se utilizaban para el traslado del occiso a la necrópolis, que los
74 Se denomina fíbula a todo tipo de piezas metálicas utilizadas en la antigüedad para unir o sujetar alguna de las prendas que componían la vestimenta, ya que los botones no se desarrollaron hasta muy entrada la Edad Media. Una variante de estas fíbulas se denomina Hispania porque sólo se encuentra en la Península Ibérica y es propia del arte ibérico.
41
juguetes pertenecían a tumbas aledañas de niños y que las fibulas eran arrojadas a las
tumbas por los familiares del muerto, en señal de duelo75.
Para el caso de los lusitanos, un rito que formaba parte de sus tradiciones
fúnebres, muy similar al modo cartaginés, era el sacrificio de humanos en honor al
muerto, además de la realización de combates entre gladiadores para resaltar aún
más el carácter guerrero del individuo. Así nos cuenta Apiano:
El cadáver vestido magníficamente, fue quemado en una altísima pira, se inmolaron muchas víctimas, mientras que los soldados de infantería y de caballería, corrían formados alrededor, con sus armas y cantando sus glorias, al modo bárbaro, y no se apartaron de allí hasta que el fuego fue extinguido. Terminado el funeral, celebraron combates similares en el túmulo76.
Es preciso señalar que la incineración la introdujeron los fenicios a occidente.
Este acto aparece por vez primera en el año 700 a.C., atraviesa los pirineos con la
cultura de los campos de urnas, se difunde rápidamente por todo el territorio
peninsular, y, como lo muestra la necrópolis77 de Huelva, es asumida por las
poblaciones aborígenes. El proceso de incineración se llevaba a cabo en un
Ustrinum78 , existiendo dos tipos de Ustrinum, el público y el particular, todo
dependía de la posición social y económica del difunto.
75 Blázquez, J.M., Nieto, J.F., Lomas, F, J., Presedo, F.: Historia de España Antigua. Cultura y Religión Ibéricas, Madrid, 1980. Pág. 235.
76 Diodoro. (32. 21). (citado por Blázquez. 1994, pág. 228.).
77 Lugar destinado al enterramiento de los muertos. Etimológicamente quiere decir ciudad de los muertos.
78 Era el local destinado a la cremación de los cadáveres.
42
Sin embargo, no siempre se incineraban a los difuntos, en otras ocasiones se
hacían inhumaciones y entierros, colocando el cadáver previamente limpiado y
perfumado en una fosa y luego se tapaban con un armazón o túmulos79.
Ahora bien, estas sociedades también realizaban elaborados banquetes sobre
la tumba de sus difuntos, bajo la idea que el alma del muerto mantenía su pervivencia
en el mas allá e igualmente necesitaba alimentarse “…se hacían sobre las tumbas
comidas funerarias y quedan los restos del banquete y los platos utilizados en ellos, se
depositan huevos de avestruz, granadas, vasos con libaciones de leche o miel y
exvotos de la dios Hathor…”80.
En relación con esto último, es importante resaltar que el hecho de que se
colocaran exvotos con la imagen de la diosa Hathor, que en el caso ibérico se conocía
con el nombre de Astarté, refleja que ambas diosas tenían también atribuciones de
ultratumba y señoreaban el mundo subterráneo. Ya para el siglo VI a.C., los
aborígenes comenzaron a desarrollar una idea más compleja de la vida después de la
muerte; la vida de ultratumba vendría a ser, entonces, concebida con elementos y
rituales comunes del inframundo griego y egipcio.
Por otra parte, la realización de tumbas en túmulos dentro de los rituales
fúnebres tuvo, igualmente, gran aceptación. Las tumbas de este tipo se encuentran en
Cástulo, Torre de Doña Blanca, Medellín, Carmona y otras necrópolis. Asimismo, se
cree que poseen varias similitudes con los ubicados en lugares como la isla de Chipre,
y al norte de Siria, aunque se conoce que proceden de la influencia fenicia. De esta
79 Montículos hechos de piedra.
80 Blázquez, J.M.: “Religiones prerromanas II”, Últimas aportaciones a las religiones prerromanas de España. En Complutum de la universidad complutense.Madrid, 1994, pág. 229.
43
manera, “…Los cadáveres eran incinerados, tamizados, lavados y separados de las
cenizas, colocándolas en urnas y luego en sacos, finalmente sepultados en fosas u
hoyos con un poco de elevación. Se enterraban igualmente sus objetos personales y
ofrendas…”81.
De los anteriores datos planteados se deduce que la religión de los pueblos
autóctonos de la península ibérica fue altamente influenciada por la cultura de
pueblos extranjeros, como ya antes hemos mencionado. El resultado del contacto
entre los pueblos iberos y los pueblos de origen indoeuropeo fue un sincretismo
religioso, pero además de este hecho, se puede interpretar que la religiosidad ibera,
luego de superada la edad del bronce, gozó de una mayor evolución, sin embargo, al
contrario de esta última afirmación, pareciera más bien que la religión de estas
sociedades se estancó durante varios siglos, hasta la llegada de los romanos, donde sí
se perciben mayores cambios en todos los ámbitos.
Principales características religiosas de los pueblos de la meseta central y Lusitania.
A través del análisis de hallazgos arqueológicos, los estudiosos de la materia
han logrado concluir que el modo de vida manejado por los pueblos aborígenes, antes
de la llegada de los romanos, consistía principalmente en ciertos ritos y creencias
bastante similares entre sí, sobre todo para el caso de los pueblos de la meseta
peninsular y de Lusitania. A continuación mencionaremos las características más
resaltantes:
81 Blázquez, J.M.: El sincretismo en la Hispania romana entre las religiones indígenas, griegas, romanas, fenicia y mistéricas. La religión romana en Hispania, Madrid, 1982, pág. 177.
44
De los lusitanos, las fuentes escritas hablan de sus mitos creacionista, en los
que se presumía la preñez de las yeguas por medio del viento, dando a luz a los
grandes guerreros de este pueblo (Plinio. 4. 116., 8. 166.). Se sabe también que
danzaban desnudos en honor a la luna, que el ciervo, buitre y toro, eran para ellos
animales sagrados e incluso vinculado a dioses de ultratumba, y que sus cultos
poseían dos características esenciales: La oraculidad y el carácter oniromantico82.
Los sacrificios también formaban parte de los ritos religiosos de los pueblos
lusitanos, se encontraron vestigios de altares, en la zona de Gástelo de Moreira
cubiertos con piel de ganado, donde se realizaban sacrificios humanos.
En cuanto a los pueblos de la meseta central, tales como los turdetanos, iberos,
celtíberos y vettones, se conoce que adoraban a un dios toro, propio de las sociedades
pastoriles. El culto al toro se realizaba comúnmente en los ritos fúnebres, aún en
tiempos romanos. Por otra parte, también rendían culto al dios sol, de hecho se han
encontrado varios objetos con imágenes del sol, como espadas, amuletos y estatuillas,
en las necrópolis de Cogotes, Osera, Chamartín, Olmeda y Atienza. Aunque, en
Calaceite apareció un caballito de bronce entre dos discos solares que sigue el modelo
galo83.
Posteriormente se encontraron tres grandes templos religiosos,
…el primero, en la acrópolis de Termancia, con escaleras labradas sobre la roca y una cueva debajo de ellas, donde abundaban en cantidad los cuernos de toro. En el segundo, ubicado en Arcóbriga, se encontraron varios altares sobre terrazas con restos de sacrificios animales y humanos, por último está el santuario de Castro de
82 Ibíd. Pág., 180. (La oraculidad es en acto de adivinación mediante la consulta de sacerdotes o pitonisa, que dan presagios del futuro mediante la interpretación de distintos objetos. Y el oniromanticismo es la interpretación de los sueños y los símbolos que se perciben en estos).
83 Gorbea. A.: Pozo moro. El monumento orientalizante. Su contexto socio-cultural, y sus paralelos con la Arquitectura funeraria ibérica. Madrid, 1983, pág. 116.
45
Ulaca, con escaleras, canalillos y recipientes excavados en la roca para recoger la sangre de las victimas…84.
En lo que se refiere a los ritos fúnebres, los pueblos de la meseta central
principalmente los celtiberos y los vacceos, acostumbraban a dejar a los guerreros a
su suerte en medio de la nada, según nos cuenta Silio itálico:
Los pueblos de la meseta como los celtiberos, dejaban a los guerreros en la intemperie, para que se los comieran los buitres, acción que se hacía bajo la idea de que el cielo es la morada de los muertos y de que la divinidad reside en los astros, creencia principal de los pueblos pastoriles, como los persas y medos85.
En relación a los honores fúnebres, los cadáveres tradicionalmente se
incineraban, siguiendo estos pasos: “Se limpiaba al difunto, luego de incinerarse se
separaban los huesos de las cenizas, los huesos se vertían en cofres o urnas y las
cenizas se esparcían alrededor de la fosa, finalmente una capa de yeso amarillo
rodeaba la sepultura”86.
De acuerdo con los hallazgos que se han venido analizando, es importante que
se sepa que hemos nombrado apenas algunos de los muchos restos arqueológicos y
santuarios que se encuentran dispersos por toda la Península Ibérica, comprendiendo
también parte de Portugal, como los santuarios ubicados en Zebras, Orca, Castelo
Blanco, en el Trampal, Capilla de Santa Catalina, Elvas y en Herdade de Lintisca. Sin 84 Blázquez, J.M.: “Religiones en la España romana”, Últimas aportaciones a las religiones prerromanas de España. En Complutum de la universidad complutense. Madrid, 1994, pág. 232.
85 Silio. (3. 341-343.). (citado por Blázquez. 1994, pág. 228.).
86 Gorbea. A.: “Pozo moro. El monumento orientalizante. Su contexto socio-cultural, y sus paralelos con la Arquitectura funeraria ibérica”. Madrid, 1983, pág. 127.
46
embargo, los análisis científicos demuestran que estos santuarios fueron construidos
en época más tardía, ya establecida la sociedad romana en el territorio peninsular, lo
que significa entonces, que estos santuarios representan los modos de vida de los
pueblos aborígenes, pero ya altamente influenciados por la romanización.
Principales dioses de los pueblos aborígenes de la península ibérica:
Es importante señalar que el panteón de dioses hispanos es muy extenso, por lo
cual se tomaron en consideración sólo a los dioses más resaltantes en los hallazgos
arqueológicos, es decir, de los cuales se tiene absoluta certeza de su existencia,
gracias a que se hallan representados en esculturas, pinturas, lapidas, altares y vasos,
encontradas en los principales santuarios y acrópolis distribuidos en casi todo el
territorio peninsular. Por otra parte, es necesario agregar que estos dioses eran
adorados por variedad de culturas, con nombres y atribuciones diferentes y aunque
los pueblos aborígenes transformaron gran parte de estas deidades a su cosmología,
básicamente la mayoría de las deidades tenían procedencia indoeuropea. Estos dioses
son los siguientes:
� Cernunnos
� Endovellicus
� Tameobrigus
� Sucelus
� Ataecina
� Aernus
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� Lug
� Candamius
� Corunus
� Deorum
� Lares
� Tutelae
� Reva
� Trebopola
� Trevaruna
� Mitra
� Cibeles
� Taurobolium
� Criobolium
� Ma-bellona
� Sabacio
� Némesis
� Elagabal
� Allath
� Kypris
� Yari
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� Phiren
� Kasios
� Sozousa
� Adonis
� Salombo
� Isis
� Serapis
� Tanit
� Melkart
� Baal
� Iao
� Baco
Finalmente, cabe destacar que el proceso de consolidación de la estructura
religioso de los pueblos prerromanos se formó mediante la integración de distintos
elementos políticos, sociales y económicos. Dicho proceso puede resumirse de la
siguiente manera:
� Los pueblos prerromanos poseían características culturales, bastante
semejantes a las de los pueblos extranjeros venidos de Oriente, tal como el
politeísmo, la oraculidad, relación logos/ego y la realización de ofrendas.
� El sincretismo religioso entre los pueblos ibéricos y los indoeuropeos fue el
resultado, en primera instancia, de relaciones sociales entre los estratos más bajos de
dichas sociedades, y no el resultado de sangrientas luchas, es decir, fueron los
49
esclavos quienes iniciaron el intercambio cultural con los indígenas de forma
pacífica.
� Los pueblos extranjeros prerromanos, que se asentaron en el territorio
peninsular, principalmente fueron: helenos, fenicios y semitas, y del contacto entre
éstos, se dio un proceso de sincretismo religioso, que respondió a las necesidades de
pervivencia cultural de las tradiciones religiosas de toda sociedad.
� A pesar de la gran influencia de la cultura oriental, los aborígenes lograron
mantener sus costumbres más primitivas, mediante el resguardo de las religiones
familiares. Incluso luego de la romanización, algunos ritos y creencias propias de los
aborígenes fueron asumidos por los romanos.
� A la llegada de los romanos, los pueblos primitivos eran un conglomerado de
sociedades heterogéneas, bastantes diferentes a los romanos, en cuanto a economía y
política se trataba, por lo cual el proceso de romanización fue lento y muy belicoso.
Sin embargo, las sociedades con alto grado de influencia griega y púnica, como las
del litoral, fueron rápidamente sometidas, en contraposición con las del interior y
noroeste, cuya influencia indoeuropea las hacía más renuentes a aceptar el dominio
romano.
� El hecho de que los pueblos aborígenes poseyeran diferencias lingüísticas y
diversificados modos de vida dio como resultado un pequeño grupo de sociedades
cuyo contacto con los romanos fue tardío, sobre todo los pueblos ubicados
geográficamente en zonas escabrosas y de difícil acceso.
� Aunque en un principio el proceso de romanización necesitó de gran inversión
económica y humana, posteriormente resultó ventajoso para ambos bandos. Es decir,
tanto los romanos como los aborígenes terminaron beneficiándose uno del otro. El
imperio romano creció y se consolidó a través del incremento de tierras, recursos y
mano de obra, y los indígenas lograron una total cohesión territorial, lingüística y
administrativa, que acabó con las guerras internas entre etnias.
50
� Las principales características religiosas de los pueblos prerromanos lograron
permear los cimientos de la sociedad romana, permaneciendo vigente durante el
dominio romano y aún más allá, en el mundo bizantino, en la cultura visigoda e
incluso durante la edad media. Aunque ya bastante alejada de sus orígenes primitivo,
pero inmutable en el concepto y valoración de la espiritualidad dentro del ser
humano.
51
Capítulo III
La entrada en contacto de la religión romana con las costumbres religiosas de
los pueblos autóctonos de la península ibérica. La romanización
El proceso mediante el cual Hispania, a lo largo de los siglos, fue
convirtiéndose en una provincia romana se denomina romanización. Este es un
fenómeno bastante complejo, difícil de definir en su totalidad. Roma impone su
fuerza en distintos territorios de la antigüedad; sin embargo, se entiende que fue a
través de la romanización, que Hispania entra en una etapa de “modernidad”87, ya
que, al igual que otras regiones de occidente, logró desarrollarse política, económica
y socialmente, luego de establecida la sociedad romana.
Cabe agregar que cuando se da por primera vez el contacto entre los romanos
y los pueblos indígenas de Hispania, el grado de desarrollo sociopolítico de estos
últimos, en su mayoría era deficiente. Pero a pesar de ello, la noción sobre los
elementos en los cuales se fundamentaban, de creación de ciudades y la pertenencia
de los individuos a éstas, se tenía bastante claro. Esto se tradujo en el hecho de que
cuando los romanos buscaron controlar a estos pueblos imponiendo su fuerza militar,
sólo consiguieron fomentar el odio hacia el extranjero, iniciándose así un proceso de
consolidación tribal, para lograr repeler a su común enemigo88.
87 Roldán Hervas, J.: la España romana, Universidad de Valladolid, 1989, pág. 69.
88 Tovar, A., Blázquez, J.: Historia de la Hispania romana. Madrid, 1975, pág. 93.
52
Por otra parte, la religión indígena con la que se toparon los romanos estaba
basada en la etnogénesis89, es decir, en la diversidad de ritos y creencias, lo que era
lógico, tomando en cuenta la amplia distribución de las etnias a lo largo de todo el
territorio peninsular. En este sentido, el entorno geográfico determinaba la creación
de los elementos socioculturales de las etnias indígenas, dicho entorno será
posteriormente trasformado por otras culturas y por ende la estructura sociocultural
de los indígenas también cambiará. Por ejemplo, las sociedades asentadas en el litoral
se vieron influenciadas por las culturas fenicias y griegas principalmente, debido a las
relaciones comerciales que habían establecido ambas partes; al contrario de los
pueblos de la cordillera central, cuyo entorno geográfico era de difícil acceso,
impidiendo por mucho tiempo el contacto de estos pueblos con los demás.
De esta manera, el mismo entorno geográfico determinó el sistema económico
que manejaron las sociedades aborígenes, como mencionamos anteriormente. Los
pueblos del litoral tuvieron gran contacto con los fenicios y griegos90, logrando un
asentamiento permanente en gran parte de esta zona, fomentando la industria salífera,
minera, de salazón y el comercio de cerámicas de alta calidad. El resultado fue un
eventual desarrollo de la economía indígena, cuya ventaja fue la creación de puertos
de intercambio comercial y por lo tanto, una gran afluencia de personas de distintas
zonas del Mediterráneo. Para el caso de los demás pueblos de la cordillera, en los que
su estado de aislamiento impidió un mayor desarrollo económico, conservaron sus
antiguos modos de producción basados en una agricultura de subsistencia y el semi-
sedentarismo.
Ahora bien, a diferencia de las sociedades fenicias y helenas que habían
logrado un dominio de algunas tribus indígenas mediante el factor económico, los
romanos iniciarían un proceso de conquista militar, de manera muy similar al modo
89 Tovar, A., Blázquez, J.: Historia de la Hispania romana. Madrid, 1975, pág. 89.
90 Bosch, Gimpera, P.: Etnología de la Península Ibérica. Barcelona, 1932.
53
en que los púnicos se habían impuesto anteriormente sobre estos pueblos. La
conquista del territorio peninsular por parte de los romanos puede dividirse en cuatro
fases, que van desde la formación de los primeros asentamientos romanos en las
zonas con influencia púnica hasta la guerra de los cántabros.
En consecuencia, la primera fase va desde el 206 a.C. al 154 a.C.,
aproximadamente, luego del final de la segunda guerra púnica (218 a.C. al 206 a.C.),
sellada con la destrucción de la ciudad de Cartagena y la total expulsión de los
cartagineses de la Península Ibérica. Los romanos inician una nueva etapa de
conquista, esta vez dirigida a sus antiguos aliados aborígenes. Desde el siglo II,
comienza una acelerada política de dominio para asegurar los territorios que
recientemente habían adquirido. Sobre lo anterior expuesto, José M. Roldán dice “los
romanos desarrollaron nuevas campañas de conquista, que suscitaron una fuerte
resistencia de los pueblos indígenas, al Roma exigirles una total subordinación
política y un fuerte pago de tributos”91.
La segunda fase comienza en el 139 a.C. al 93 a.C., aproximadamente.
Durante el transcurso de la primera fase de conquista romana, se levantó entre los
pueblos indígenas un líder llamado Viriato, figura que representaría por varios años a
las tribus lusitanas y a los pueblos aliados. Viriato se enfrentó a Roma, y se dirigió
contra está bajo una táctica de guerra de guerrillas, logrando frenar por un pequeño
lapso de tiempo la expansión romana. Pero finalmente Viriato sería asesinado,
traicionado por sus propios lugartenientes, al mando del gobernador romano Servilio
Cepión. Sin embargo la resistencia de los lusitanos no terminaría de inmediato, de
igual forma el ejército romano seguro de su triunfo, fija su mirada hacia las tribus del
ulterior, en Numancia, dejando sólo un escuadrón que contendiera contra las tribus
lusitanas.
91 Roldán Hervas, J.: la España romana, Universidad de Valladolid, 1989, pág. 20.
54
Los pueblos de Numancia llevaban cuatro años en la guerra, resistiendo a los
ataques romanos, quienes no habían logrado vencerlos. Pero “…la muerte de Viriato
afectó la organización militar que poseían las tribus indígenas contra los
romanos…”92, pues habían perdido a un importante líder quien dirigía mayormente
las estrategias de guerra de estos pueblos, favoreciendo así, el triunfo romano. Tal
situación abrió paso hacia la conquista del noroeste de la península y de las islas
Baleares.
La tercera fase inicia en el 133 a.C. al 93 a.C., aproximadamente. Aunque ya
habían derrotado a Viriato, la caída de Numancia no tuvo tanta importancia
geoestratégica para los romanos como lo significó la posterior conquista de las
Baleares, dando paso también a la sucesiva anexión de los territorios de la meseta
peninsular. La mayor ventaja que representó la pacificación de estos territorios fue el
papel que jugaron sus pobladores en la guerra civil romana.
Al respecto, los romanos sufrían una crisis social, la plebe senatorial se
enfrentaba para conseguir el poder político; esta situación debía acabar pronto, o la
sociedad romana colapsaría por su propio peso. La estrategia que utilizó Quinto
Sertorio93, al llegar a Hispania, fue involucrar a las tribus indígenas de la zona
ulterior, en las luchas civiles que atravesaba la república, tomando la astuta decisión
de aceptar legalmente las tradiciones y creencias indígenas, además de rebajar la
cuota de los tributos, pidiendo a cambio su activa participación militar.
La cuarta fase se da luego de un intervalo de diez años (93 a.C., al 83 a.C.). Al
terminar el proceso de conquista de los pueblos de la meseta y del ulterior peninsular,
por parte de los militares romanos94, se inicia un período de relativa paz tanto para la
92 Ibíd. pág. 27.
93 Nursia 122 a.C.- Osca 72 a.C. Político y militar romano de la época final de la Republica romana, desde el año 97 a.C., fue nombrado “tribuno militar de Hispania”.
94 Sertorio, Silio y Pompeyo, lideraron las distintas etapas del proceso de conquista romano.
55
capital romana como para sus nuevas colonias en Hispania. No obstante, las regiones
de Cantabria y Asturias, aún se mantenían excluidas en el proceso de integración
imperial. Desde el siglo I a.C., “…esta zona había sido supeditada a las provincias del
citerior, nunca representaron una zona de interés para los fines romanos, debido a que
no era una región con tierras productivas ni muy poblada…”95.
Debido a esto, la zona cantábrica permaneció en su mayoría aislada de las
guerras entre romanos e indígenas, libre de influencia romana, formándose grupos
indígenas independientes. Pero para el año 19 a.C., en los tiempos del emperador
Augusto, Roma debía consolidarse como imperio mediante “…la formación de un
continuo y homogéneo núcleo sociopolítico, con los elementos necesarios para
enfrentar y resistir un eventual ataque extranjero, dentro de un sólido sistema de
defensa…”96. Para poder concretar sus pensamientos en la realidad, Augusto
comienza una acción directa y sistemática hacia estas zonas, como parte de un plan
general de pacificación del imperio romano97.
En el marco de las observaciones anteriores, puede entenderse que la
romanización fue un largo proceso, dividido en distintas etapas y con resultados que
varían según la región y el grado de desarrollo político y social que poseyese la
cultura dominada. Asimismo, una vez finalizada la empresa de conquista, los
resultados no alcanzarían en su totalidad las expectativas romanas, ya que el proceso
de dominio del territorio peninsular, demandó de Roma mayor inversión económica y
fuerza humana, de lo que se había planteado98. Tal heterogeneidad en los resultados
de la dominación romana sobre la península ibérica trajo como consecuencia que el 95 Tovar, A., Blázquez, J.: Historia de la Hispania romana. Madrid, 1975, pág. 115.
96 Roldán Hervas, J.: la España romana, Universidad de Valladolid, Madrid, 1989, pág. 46.
97 Ibíd. 47.
98 Ibídem. 60.
56
fenómeno de la romanización se diera de manera diferente en las diversas regiones
que conforman la geografía ibérica. Y como la romanización es un fenómeno de
naturaleza cultural, en la más amplia acepción del término, pues es lógico afirmar que
también se dio en el ámbito religioso, es decir, los romanos también aportaron sus
dioses y sus ritos religiosos a los pueblos de la península, los cuales comenzaron a ser
conocidos -al menos, en su forma romana- por los diversos pueblos peninsulares; esta
situación es expresión de un proceso de implantación de tales concepciones
religiosas, lo que trajo como consecuencia que al entrar en contacto con las creencias
religiosas previamente existentes, se generara un sincretismo cuyos resultados
variaron en buena parte dependiendo de los diversos resultados que la conquista
romana consiguió en estas tierras. Por ello, se puede afirmar que la llegada de los
romanos -y más específicamente, de su religión- trajo como consecuencia, la
transformación de las creencias religiosas existentes en la península ibérica -lo cual se
enmarca dentro del proceso de romanización-, sin embargo, tal fenómeno no se dio de
manera homogénea, sino dependiendo del mayor o menor éxito en dominar una
determinada zona. Por ello, es esencial en la presente investigación presentar, aunque
sea brevemente, cómo fue el proceso de conquista y la consiguiente romanización de
los territorios peninsulares, cuestión esta que estamos pretendiendo alcanzar en el
presente capítulo.
Como se ha visto, se hace sumamente difícil el estudio de este proceso, si no
se comprenden totalmente, qué elementos permitieron el surgimiento del mismo así
como la trascendencia que tienen en el tiempo, es decir, su contexto histórico.
Por lo tanto, nos es necesario tomar en cuenta el hecho de que Roma, en su
primer siglo y medio, no estaba integrada políticamente ni consolidada como imperio,
es decir, “…no era exclusivamente romana, ni aún latina…”99, por lo que las
99 Tovar, A., Blázquez, J.: Historia de la Hispania romana. Madrid, 1975, pág. 159.
57
colonias hispanas tendrán en un principio más semejanza con los romanos
provenientes de Itálica -ciudad de la península ibérica-, que con los demás romanos
provenientes de otras ciudades de la costa mediterránea, dado que en su mayoría, los
colonos romanos provenían de esta ciudad.
El carácter mixto de los colonos se vio reflejado en la formación de un latín
vulgar resultante de nuevos léxicos hispano-romanos, en la aplicación de políticas
administrativas que cambiaban continuamente, tanto como su legislación, en un
dispar crecimiento económico y cultural. Por ejemplo, en las regiones del sur y este
peninsular, donde los asentamientos romanos no lograron penetrar por lo difícil de su
geografía, se mantuvieron tribus primitivas, hasta ya bien avanzado el dominio
romano en Hispania.
Por su parte, en las sociedades con previa influencia púnica y griega, se dio
que los habitantes indígenas de las zonas influenciadas estuvieran más preparados
para el contacto con extranjeros100. Los púnicos y griegos, antes de la llegada
romana, habían iniciado una amplia relación comercial con los aborígenes, resultante
de la creación de puertos de intercambio y la explotación de minas. Por lo que no es
de extrañar que a la llegada de los romanos al litoral peninsular, los aborígenes no
impusieran mayor resistencia al dominio extranjero.
En este sentido, Roma avanza rápidamente en algunas zonas de Hispania pero
en otras el progreso de la romanización fue bastante lento. Esto se debe a una serie
de factores que determinaron el grado de aceptación o rechazo de las sociedades
primitivas, hacia el proceso expansionista. Estos factores eran fundamentalmente el
grado de desarrollo económico que poseyeran las tribus, la previa influencia
extranjera, la zona de ubicación geográfica, la estructura social que manejaran, ideas
100 Roldán Hervas, J.: la España romana, Universidad de Valladolid, Madrid, 1989, pág. 27.
58
y cosmovisión que poseyesen del mundo y, claro está, la lengua como vínculo
fundamental entre las distintas regiones.
En la Bética, las sociedades aborígenes ya poseían un modo de vida urbano,
desde tiempos primitivos habían desarrollado la agricultura de cereales, vid y
olivo101, como el mismo Estrabón menciona, esto era común en las sociedades del
oeste peninsular102. Al tener contacto con los romanos, estas sociedades fueron
pacificadas rápidamente. Los romanos explotaron sus recursos naturales e impusieron
sus creencias y tradiciones. El choque sociocultural fue mínimo, principalmente por
la cohesión social-administrativa que ya poseían estos pueblos.
Al contrario, en los pueblos de Abdera y Ebusus, la romanización progresó
más lentamente, debido al estado primitivo en el que se encontraban estas sociedades
al momento de hacer contacto con los romanos. Si bien es cierto que en estas zonas
ya se habían establecido colonias fenicias, los aborígenes buscaban mantenerse
aislados de las demás sociedades y se encontraban en un periodo de guerras internas e
inestabilidad política.
De este modo, el proceso de romanización forzó a la sociedad romana a
inventar nuevas estrategias y formas de dominio, según la zona o sociedad a la que se
enfrentase. Definitivamente el proceso de dominación peninsular vino a representar
su mayor reto, mediante el cual, los romanos aprendieron tácticas de guerra, nuevos
métodos legislativas y estrategias de alienación. Sin duda alguna, fue la adquisición
de esta experiencia en cuestiones administrativas, lo que le permitió al creciente
imperio consolidarse como una potencia de la antigüedad, dejando prueba de ello no
101 Tovar, A., Blázquez, J.: Historia de la Hispania romana. Madrid, 1975, pág. 160.
102 Estrabón. (3. 3, 5.).
59
solamente en lo que a infraestructuras se refiere, sino además en un legado cultural
que aún hoy en día tiene pervivencia.
Sin embargo, al imponerse los romanos sobre los pueblos aborígenes de la
Hispania, surgieron varias sublevaciones por parte de los autóctonos. Era intolerable
el hecho de vivir sometidos y subyugados por un pueblo extranjero, que no compartía
sus necesidades de vida ni su estructura social. Los pueblos prerromanos, en su
mayoría, vivían libremente, sin una compleja sistematización de leyes
administrativas, no poseían líneas limítrofes definidas entre sí, tenían distintos
sistemas de producción y modos de subsistir, aunque de manera general poseían
costumbres y creencias religiosas muy similares y un fuerte sentido de pertenecía.
En consecuencia, a finales del siglo II a.C., y durante todo el transcurso del
siglo I a.C., los romanos se vieron en la obligación de comenzar una ardua etapa de
pacificación, que a pesar de sus esfuerzos, no pudo abarcar en su totalidad al
conglomerado de pueblos peninsulares. Dicha etapa dio paso a un proceso de
asentamientos provisionales, que al pasar del tiempo, se convirtieron en núcleos
romanos permanentes.
Estos núcleos poblacionales estaban conformados principalmente por las
familias de los militares, obligados a quedarse en los territorios de Hispania mientras
terminase la guerra. Pero luego que los continuos enfrentamientos terminaron y los
rebeldes fueron aniquilados, los núcleos de población romana ya habían sido
trasformados en colonias, las colonias a su vez, se fueron interrelacionando cada vez
más con las sociedades primitivas de Hispania, con las que compartían el trabajo de la
tierra, la explotación de minas y el intercambio comercial. Casi de forma
imperceptible, los romanos y los pueblos aborígenes, se van uniendo cada vez más.
60
A lo largo del desarrollo colonial y principalmente porque “…las tribus
indígenas habían sido devastadas casi en su totalidad…”103, surge en Hispania un
nuevo grupo social, con elementos socioculturales provenientes de ambas culturas,
pero que en realidad no era netamente romano ni netamente indígena. Por lo que las
formas de vida romanas dentro de las sociedades indígenas, ya no serán parciales,
sino “…sustancialmente integradas al imperio romano, debido al grado de influencia
iniciada por medio de la colonización y que tendría su punto clave, en la concesión
del derecho de ciudadanía romana a las capas sociales más altas de la población
indígena…”104.
En conclusión, al cabo de más de doscientos años de continuas guerras
iniciadas por los romanos en las orillas del Mediterráneo, desde Ampurias a
Cartagena, atravesando la meseta y terminando en las orillas del cantábrico, todos los
pueblos de la península ibérica, lograron ser conquistados y pacificados, unos de
forma rápida efectiva y otros que opusieron tal resistencia que los romanos decidieron
aniquilarlos casi por completo. Ya para inicios del año 16 a.C., los últimos
levantamientos indígenas se suprimieron por completo en manos de la mano derecha
de Augusto, Agripa.
Posteriormente, Roma entra en un nuevo periodo imperial, el Principado. La
pax augusta se extiende por todo el imperio romano y se establecen nuevas leyes y
políticas de gobierno, principalmente para Hispania, territorio que pasará a tomar
gran importancia en el estado romano, luego de ser totalmente romanizado. La
población de la península ya no podrá ser concebida de aquí en adelante como un
conglomerado de tribus, sino más bien como una sociedad cohesionada unida por la
103 Blázquez, J.M.: “Religiones en la España romana”, Últimas aportaciones a las religiones prerromanas de España. En Complutum de la universidad complutense. Madrid, 1994, pág. 226.
104 Roldán Hervas, J.: La España romana, Universidad de Valladolid, Madrid, 1989, pág. 30.
61
romanización y posteriormente será vista como una extensión política, económica y
social, del imperio romano. Augusto iniciará un proceso de urbanización excepcional
en estos territorios, -aunque no muy bien continuado por su dinastía105- con la
creación de una amplia red viaria106, las emisiones de numerarios, el desarrollo de la
minería, el comercio y la agricultura peninsular.
Sin embargo, ya desde el siglo I a.C, el imperio romano, junto con Hispania y
las demás provincias, atravesarían una época de esplendor. En general “…el gobierno
de Roma funcionaba normalmente, son pocos los incidentes que se pueden recopilar
en los anales sobre esta época…”107, de hecho Hispania es alegorizada como una
mujer sentada al lado izquierdo de la coraza del Augusto de prima porta,
representando a éste como guerrero y a la Península Ibérica en un territorio en
completa sumisión.
De aquí en adelante la Península Ibérica irá perdiendo rápidamente sus rasgos
culturales propios, apenas algunas regiones del norte y noroeste se mantendrán con
sus elementos socioculturales primigenios, debido a la situación de atraso en la que se
encontraban, permitiendo una cierta autonomía de las poblaciones tribales. Pero en la
mayor parte de Hispania, las poblaciones autóctonas habían desaparecido, y en su
lugar surgieron sociedades hispano-romanas con un fuerte sentido de pertenencia a
Roma y no a su propio territorio.
105Dinastía julio-Claudina.
106En la parte norte una vía conducía del valle del Ebro al Duero, uniendo los puntos de Tarraco, Brigantum, Tuy y Bracara, ora vía unía a Ampurias con Gades a lo largo de la costa mediterránea. Otra iba desde Gades a Emérita augusta y Artúrica, otra más iba desde la meseta a los puertos cantábricos y la ultima iba desde Emérita a Cesaraugustana.
107Roldán Hervas, J.: la España romana, Universidad de Valladolid, Madrid, 1989, pág. 117.
62
Por ejemplo, las inscripciones encontradas en altares cerca de Antequera y
Lisboa con dedicatorias a la familia imperial que poseían la siguiente dedicatoria:
pontifex domus Augustae, y pontifex Agustí, dan certeza de la devoción y pleitesía que
se le rendía al emperador y a toda su familia, lo que quiere decir que ya no existía ese
rechazo de la población ibérica hacia los romanos.
Con relación a la romanización en los ámbitos de la cultura y de la religión,
cabe señalar que cuando se da por primera vez el contacto entre los romanos y los
pueblos autóctonos peninsulares, los primeros, se percatan que Hispania era un vasto
y rico territorio, pero conformado por dispersos grupos con modos de vida bastante
primitivos, a pesar del nivel de influencia púnica, sociedad que si poseía un
organizado sistema socioeconómico y cultural definido. Posteriormente, luego de
asentada la sociedad romana en este territorio, se inicia un proceso de pacificación y
conquista hacia los pueblos aborígenes, estos logran resistirse por varios años al
dominio romano, sin embargo, el triunfo de Roma ante sus adversarios fue inevitable.
Al final, Roma logra imponerse ante las tribus indígenas, que en su mayoría
fueron exterminadas, sobreviviendo apenas unos pocos grupos indígenas, sólo porque
decidieron formar parte de la nueva estructura social que el imperio romano iniciaba
en todas sus posesiones de ultramar. Realmente, las opciones eran pocas, se reducían
a morir en la lucha o a vivir como siervos del imperio romano.
De este modo, se inicia el proceso de romanización, el cual se basaba en la
organización, explotación y urbanización de las sociedades y territorios ibéricos, para
el bienestar romano. La consecuencia directa de la romanización, fue la asimilación
de la identidad romana por los aborígenes, que perdieron casi en su totalidad los
elementos originarios que integraban el sistema de costumbres y creencias de estos
grupos108.
108 Blázquez, El Mediterráneo y España en la antigüedad. Historia, religión y arte, Madrid, 2003. pp. 63-89.
63
Por lo tanto, la estructura religiosa juntamente con la política y la economía,
fueron transformadas, de tal modo, que los primitivos sistemas socioculturales de los
aborígenes quedaron en un nivel prácticamente imperceptibles. Lo que hace suponer,
que las nuevas estructuras creadas por los romanos se vieron en cierta forma
influenciada por las creencias de los pueblos autóctonos peninsulares, debido a que
ambas culturas poseían un rasgo en común, el politeísmo, entendido dentro del
sistema de creencias que la diversidad de dioses es la norma, y el hecho que tanto los
romanos como los aborígenes fueran politeístas, permitió que de diera realmente un
sincretismo religioso entre estas dos culturas.
En efecto, los dioses romanos fueron asumidos por los aborígenes, estos
comienzan a rendirles tributos, incluyéndoles en su panteón de divinidades, pero los
romanos no lograron acabar con las primitivas costumbres indígenas y rituales de
adoración a sus deidades ancestrales. En realidad a los gobernantes romanos, no les
convenía romper con el pacto de tolerancia hecho en un principio con los jefes
tribales, en el cual habían convenido respetar las tradiciones y creencias de los
pueblos primitivos.
Por otra parte, la religión romana era muy permisiva, la misma surgió de las
creencias traídas del oriente, de Grecia, gracias a la mayoría de personas que de esta
región, de la Magna Grecia y de otro pueblo, los etruscos, que entraron en contacto
con los habitantes de la ciudad del Tíber109. Esto fue posible debido a que Roma
luego de expandir su poderío hacia Grecia, terminó adoptando la religión helena
como propia. Básicamente muchos de los elementos socioculturales de los romanos
entre el siglo II y I a.C., eran similares al de las sociedades griegas, que a su vez
habían sido traídas de África y el Oriente Medio.
En este sentido, el mayor cambio religioso impuesto por los romanos en el
territorio peninsular, señalado por los estudiosos del tema que han analizado los
vestigios arqueológicos, fue la creación e imposición del llamado “culto imperial”. 109 Blázquez, Arte y religión en el Mediterráneo antiguo, Madrid, Cátedra, 2007.
64
Este culto consistía en la devoción a la figura del emperador, visto como el
representante de los dioses en este mundo. La creación de este culto se fundamentaba
“…en la necesidad de unificar a los pueblos indígenas de Hispania, bajo un único
poder legal, al que se le atribuyese jurisprudencia política, económica, social y
religiosa…”110.
Los hallazgos arqueológicos que reafirman la creación de este tipo de culto,
datan del 25 a.C., aproximadamente, hacia finales de la época republicana. El
territorio peninsular es el único sitio donde se han encontrado representaciones del
primer emperador romano111, se encontraron dos cabezas de Augusto halladas en el
templo de Azaila, se cree que estos bustos fueron realizados por los pueblos
tarraconenses en honor al primer emperador, cuando recibió el título de Augusto
Octaviano.
Además de estos bustos, se han encontrado esparcidos por todo el territorio
ibérico monedas, inscripciones y estatuas, aunque especialmente en Emérita, Gijón y
Carthago Nova, donde su número fue mayor. El culto al emperador no sólo estaba
dirigido al emperador Augusto, sino también a sus sucesores concebidos como hijos
del divino César112, así también se adoraba a Roma en asociación al sitio de donde él
surgió.
En relación con la tradición de adoración a la figura del emperador, asumida
rápidamente por los pueblos ibéricos como parte de las nuevas estructuras sociales 110Tovar, A., Blázquez, J.: Historia de la Hispania romana. Madrid, 1975, pág. 181.
111 La península ibérica, hoy actual España, es el único país de occidente que realizo bustos y esculturas de Augusto que además datan de la segunda mitad del siglo I a.C., estos hallazgos han confirmado la existencia del culto hacia el emperador denominado devotio.
112 Tovar, A., Blázquez, J.: Historia de la Hispania romana. Madrid, 1975, pág. 182.
65
impuestas por los romanos, se asocian también la devoción a las virtudes del
emperador las cuales se clasificaban en “…Aeternitas, Pietas, Salus y
Providentia…”113, complementándolas a su vez con ciertas normativas y teorías que
regían la ejecución de los rituales.
En el transcurso del imperio, el culto imperial atravesó momentos de
decadencia. El mayor periodo de crisis que sufrió se dio entre los años 68-69 a.C.,
aunque en cierto modo esta decadencia permitió que la devoción al emperador no
necesitase plenamente de una connotación de mística para mantenerse. De hecho bajo
el gobierno de Vespasiano (del 69 al 79 d.C.), el culto imperial pasó a ser parte de las
tradiciones y creencias que los romanos comúnmente practicaban; lo que se logró
mediante “…la delegación de las normativas del culto imperial a los sacerdotes
romae et augusti…el resultado fue la instauración de una nueva religiosidad en
armonía con el marco geográfico y humano de los pueblos de Hispania…”114.
Posteriormente, el florecimiento del culto imperial, como parte esencial de la
religión romana practicada en Hispania, dio paso a la adopción del mismo en otras
provincias como la Bética, y los Baleares. Durante el gobierno de la dinastía
antonina, la devoción al emperador tuvo su máximo esplendor y sumo la adoración de
las emperatrices al mismo. Sin embargo, está devoción no traspasó el gobierno de
Marco Aurelio; es más, en este periodo el culto imperial tuvo su ocaso.
En conclusión, la religión de los pueblos de Hispania se ve altamente
influenciada por las creencias romanas, y la consecuencia de este hecho será la
asimilación de los ritos y tradiciones impuestas por Roma. Sin embargo, los romanos
darán pervivencia a las tradiciones aborígenes. El verdadero cambio se percibe en la
sistematización y organización del conglomerado de ritos y tradiciones de las
113 Ibíd. Pp. 182-183.
114Ibídem. Pág. 183.
66
sociedades primitivas, convirtiéndolas en un organizado sistema religioso, compuesto
por un complejo y jerarquizado aparato burocrático legalizado dentro de las
sociedades indígenas y estrechamente vinculado a las estructuras políticas y
económicas.
67
CONCLUSIONES
Como ya hemos mencionado en el desarrollo de este trabajo, las creencias
religiosas han fungido como base en el proceso de consolidación de las estructuras
sociales, políticas y económicas. De esta manera, la religión es parte de una necesidad
consciente o inconsciente que posee el ser humano, dirigida a complementar su
mundo físico con el espiritual, por lo que la idea de unos seres divinos, con atributos
sobrehumanos y el poder de influir en la vida de las personas, ha sido la respuesta a
dicha necesidad. Y es que la mente humana sobrepasa las barreras de lo material, la
religión es un complejo sistema de creencias e ideas humanas acerca de lo inmaterial,
lo que no se puede ver ni palpar, pero que se cree que existe y que está allí latente.
En la antigüedad, la estructura religiosa logra desarrollarse mediante la
implantación y supervivencia de diversas costumbres y tradiciones de determinada
sociedad ante otra, al transcurrir el tiempo estas costumbres comienzan a tomar
forma, convirtiéndose en un complejo y organizado sistema de creencias y ritos
estrechamente vinculados a estrategias de sugestión dirigidas, no solamente a
conseguir el dominio político y económico, sino también a mantener un necesario
orden social entre los individuos, evitando de este modo conflictos internos, los
cuales causarían el debilitamiento de las estructuras políticas, sociales y económicas
que componen a tal sociedad.
En este estudio, particularmente hemos querido resaltar la importancia de la
consolidación de la religión en las sociedades antiguas, a través del desarrollo de
primitivas manifestaciones culturales. Dicho desarrollo se logra luego de la
implantación de la cultura romana sobre las sociedades aborígenes de Hispania, sin
embargo, esto en ningún momento quiere decir, que estas sociedades no poseyesen un
coherente conjunto de creencias religiosas, aunque la estructura de tal sistema
religioso variaba según cada uno de los pueblos prerromanos, todos tenían la
tendencia de mostrar sus creencias en expresiones culturales (pinturas y esculturas) e
incluso en la organización de su sistema político, económico y social.
68
Los pueblos prerromanos poseían un extenso panteón de dioses, donde
existían deidades muy veneradas como la diosa Astarté, diosa de la tierra y la
fertilidad, cuyo culto se extendió por todo el territorio peninsular, encontrándose
desde pequeñas figurillas talladas en piedra o madera, hasta grandes estatuas hechas
de Cerámica fina, lo que da prueba de su gran renombre entre estos pueblos. Así
también, las sociedades prerromanas peninsulares poseían más de dos mil dioses
secundarios, distribuidos en clanes familiares, los cuales fungían como dioses
protectores de una determinada familia, persona o territorio.
Por otra parte, los dioses de las sociedades prerromanas, estaban divididos
según su don o poder particular que los clasificaba en: dioses de la naturaleza, con
poderes medicinales que resguardaban la integridad física de las personas, dioses
guerreros que guiaban a los pueblos a la guerra pudiéndolas conceder la victoria o la
derrota (todo dependía si el dios favorecía o no a determinado pueblo), dioses
protectores de la actividad productiva (la sexualidad, la fertilidad de los campos y el
comercio) y finalmente, dioses protectores del poder político, especialmente de reyes
y gobernantes.
Entre los dioses protectores de los clanes familiares conformados dentro de las
sociedades prerromanos, más importantes, se encuentran: Epona (protectora de los
equinos), Candamius, Lugus, Ordaceis, Sordaceis, Lattueris y Duillis, entre otros. El
hecho de que las sociedades aborígenes poseyesen tal diversidad de dioses facilitó la
pervivencia de la mayoría de sus dioses luego del contacto con la cultura romana, el
fragmentado sistema religioso prerromano logró mantenerse sigilosamente por debajo
de los ritos y creencias romanas, sin desaparecer en ningún momento, las sociedades
primitivas aceparon de buen modo, en su mayoría, a panteón de dioses romanos e
incluso muchos de los dioses romanos, fueron asociados como uno solo con los
dioses de las sociedades aborígenes, resultando de ello un sincretismo religioso, claro
está que este hecho fue en principio parte de una estrategia política por parte de los
romanos.
69
En este sentido, la llegada de la sociedad romana a Hispania es un ejemplo
directo de la utilización del sistema religioso como método de sugestión para lograr
dominar a otras sociedades. Roma logró consolidarse como imperio a través de la
incorporación de las creencias y costumbres de los diversos grupos sociales asentados
en distintas zonas dentro del territorio peninsular, integrándolos a su propio sistema
religioso. La sociedad romana se percató que mediante este acto lograría el control
directo sobre el sistema económico peninsular basado en la explotación de los
recursos naturales, hecho que convertiría a Roma en una potencia económica con
posesiones en todo el Mediterráneo y sus adyacencias. Sin embargo, esta estrategia
no fue aplicada desde el principio, período en el que la conquista romana de Hispania
significó el inicio de una sangrienta guerra que cobró centenares de vidas humanas.
Por lo tanto, el contacto entre los romanos y los pueblos autóctonos de la
Península Ibérica, dio cabida al surgimiento de una nueva estructura social cuya
economía, política y religión debió ser transformada, adaptándose a las necesidades
de ambas sociedades. Es decir, los romanos impusieron sus modos de vida,
costumbres, creencias y tradiciones sobre las sociedades primitivas, pero a su vez
éstos tuvieron que afrontar nuevas condiciones geográficas y culturales que
terminarían influenciando su mentalidad. En consecuencia, los romanos no quedaron
exentos a los cambios que acontecieron luego del contacto entre ambas culturas. Se
entiende entonces que la romanización de Hispania se completa por medio del
sincretismo religioso y cultural entre los romanos y los aborígenes.
La religión de los pueblos peninsulares se convierte, a partir de la conquista
romana, en un homogéneo y organizado sistema de creencias, lo que al pasar del
tiempo, logra cambiar concepción que manejaban estos pueblos respecto al mundo. Si
bien es cierto que la religión impuesta por el imperio romano, no fue más que la
continuación de costumbres y tradiciones milenarias heredadas por las culturas
orientales. No podemos negar la etapa de progreso que se da a partir de este hecho,
pues, como se ha constatado por medio de los vestigios arqueológicos, se reflejaba a
través de las manifestaciones culturales como la cerámica y la pintura, así también en
70
las construcciones de santuarios, necrópolis e infraestructuras de mayor tamaño y
calidad.
En conclusión, la sociedad romana ya no será la misma a partir de su
vinculación con los pueblos peninsulares, y éstos al igual que los romanos serán
transformados. El resultado sería una nueva cultura hispano-romana, que como bien
sabemos, aun hoy en día sobrevive y permanece vigente en nosotros como
descendientes de ese vasto y poderoso imperio, el cual da vida a la cultura occidental
inmersa en nuestro inconsciente.
71
ANEXOS
72
Mapa de los Principales pueblos prerromanos de la península ibérica:
Tomado de:
(http://www.google.co.ve/imgres?q=esculturas+iberas+prerromanas&start=105&hl=e
s&sa=X&biw=1440&bih=801&tbm=isch&prmd=imvns&tbnid=QDaPymL6s3EfdM:
&imgrefurl=http://rubenvieito.blogspot.com 15/05/2011).
73
Principales pueblos prerromanos de la península ibérica:
Tomado de:
(http://www.google.co.ve/imgres?q=esculturas+iberas+prerromanas&hl=es&sa=X&b
iw=1440&bih=801&tbm=isch&prmd=imvns&tbnid=u5ZYizWbhJZTEM:&imgrefurl
=http://www.satrapa1.com/articulos/antiguedad/iberos/iberos.htm&docid=SEAxFTuy
m2HYhM&imgurl 20/03/2001).
74
Exvotos iberos encontrados en Cerro de los Santos, Alicante y Collado de los
Jardines:
Tomados de:
(http://www.google.co.ve/imgres?q=exvotos+iberas+prerromanas&start=104&hl=es
&biw=1440&bih=801&tbm=isch&tbnid=AudO7vm64PFUQM:&imgrefurl=http://loi
nvisibleenelarte.blogspot.com 01/03/2012).
75
Exvoto Ibero encontrado en Cerro de los Santos:
Tomado de:
(http://www.google.co.ve/imgres?q=exvotos+iberas+prerromanas&start=104&hl=es
&biw=1440&bih=801&tbm=isch&tbnid=0YL7J5NVZxzf7M:&imgrefurl=http://ww
w.almendron.com/historia/antigua/prerromanos/ibera/arte/bronces/bronces_
07/07/2007).
76
Cerámica ibera: Cálatos, urnas y vasijas ornamentarías.
Tomados de:
(http://www.google.co.ve/imgres?q=ESCULTURAS+IBERAS+PRERROMANAS&
hl=es&sa=X&biw=1440&bih=801&tbm=isch&prmd=imvns&tbnid=7BZe5PSIxoeB
_M:&imgrefurl=http://aprendersociales.blogspot.com 29/10/2006).
77
Arte ibero con influencia Fenicia y griega:
Dama de Baza
(Tomadode:http://www.google.co.ve/imgres?q=ESCULTURAS+IBERAS+PRERRO
MANAS&hl=es&sa=X&biw=1440&bih=801&tbm=isch&prmd=imvns&tbnid=7BZe
5PSIxoeB_M:&imgrefurl=http://aprendersociales.blogspot.com 29/10/2006)
78
Dama de Elche
Tomado de:
(http://www.google.co.ve/imgres?q=ESCULTURAS+IBERAS+PRERROMANAS&
hl=es&sa=X&biw=1440&bih=801&tbm=isch&prmd=imvns&tbnid=7BZe5PSIxoeB
_M:&imgrefurl=http://aprendersociales.blogspot.com 29/10/2006).
79
Bicha de Balazote (toro androcéfalo)
Tomado de:
(http://www.google.co.ve/imgres?q=ESCULTURAS+IBERAS+PRERROMANAS&
hl=es&sa=X&biw=1440&bih=801&tbm=isch&prmd=imvns&tbnid=7BZe5PSIxoeB
_M:&imgrefurl=http://aprendersociales.blogspot.com 29/10/2006).
80
Esfinge de Agost (Alicante)
Tomado de:
(http://www.google.co.ve/imgres?q=ESCULTURAS+IBERAS+PRERROMANAS&
hl=es&sa=X&biw=1440&bih=801&tbm=isch&prmd=imvns&tbnid=7BZe5PSIxoeB
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