7/25/2019 Carilla Emilio (1980) - Un Soneto de Quevedo
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duccin de los superlativos en -istmo fue tarda. As lo entendemos
a travs de la declaracin de Aldrete cuando, al referirse a lo que
hoy llamamos espaol medieval, dice:
Aquel tiempo no conoci los superlativos, los quales con po-
nerse tanto en latn, no los vi en el Romance, porque estonces
no los admita, si no slo aadan al positivo, mu o ms... .
2
En el caso especial del superlativo que vinculamos al verso de
Quevedo es justo decir que las letras espaolas de comienzos del si-
glo XVII, ofrecen a travs de Cervantes y nuestro poeta un rico ma-
terial. En rigor, Quevedo no ofrece tanta abundancia de ejemplos
como Cervantes si bien su alarde es, por una parte, igual, y, por otra,
distinto. Eso los podemos ver a travs de la cmica conformacin
gramatical del naricsimo infinito del soneto y los naricsimos de ha
hora de todos. En relacin al soneto, no est de ms putualizar que
su segundo verso ...rase una nariz supe rlativa... ) anticipa es
un decir el detonante y original naricsimo del terceto final.
La intencin cervantina es parodiar el habla afectada de corte-
sanos y servidores no olvidemos que el superlativo en -simo tar-
d en imponerse y sonaba, al principio, como latinismo o italianismo).
Juego y parodia, especialmente a travs del habla de Sancho, en que
se muestra la abundancia y transparencia luminosa. Lo llamo tam-
bin pardico porque no lo relaciono slo con el hecho inten-
cionado que, sobre la base conocida, pudo determinar en Quevedo
la creacin del neologismo cmico. Es decir, primero, las dimensio-
nes de una nariz, de cualquier nariz voluminosa. En segundo lugar,
con pensar que est hablando de la nariz de un judo. Pero, por este
camino, quiero hacer hincapi en la relacin que me parece ms su-
til, ms quevedesca y hasta ms solapada y no ajena a n uestro
autor): el superlativo como hebrasmo.
Recordemos que Quevedo dio pruebas, desde temprano, de su
versacin en la lengua hebrea. De manera especial, en determinadas
obras, como ocurre con las Lgrimas de Hieremias castellanasy con
el tratado Espaa defendida. Despus, la ostentacin se debilita al-
go,
para reaparecer en obras del final de su vida.
Pues bien no podemos pensar que el
naricsimo
est no slo di-
rigido a un judo o sospechado, o acusado de judo) sino que
2 . Cf., Berna rdo A ldrete , Del o rigen y principio de la lengua castellana o ro-
mance Roma, 1606, pg. 184.
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est remedando una particularidad de la lengua de los judos? Es
decir, su propensin a los superlativos.
De nuevo, me parece ms convincente el respaldo del propio
Quevedo. As, recurro a su famoso captulo de
La Isla de los Mono-
pantos cap. XXXIX de La hora de todos como pista ms firme.
Como sabemos, Quevedo describe all la reunin que en la Si-
nagoga de Salnica realizan los judos importantes de Europa, bajo
la direccin de Pragas Chincollos. No voy a repetir los conceptos que
Quevedo les aplica, tanto en sus rasgos morales como en lo referen-
te al culto del dinero, todo lo cual forma parte de su diatriba. Lo
que aqu importa, en concreto, es la posible traduccin de nombres
judos en relacin al valor superlativo. As, Rabbi Isaac Abasniel,
vale
Padre maestro de Dios,
o
sapientsimo
; Rabb i C hamanl,
vale
grassimo
; Rabbi Gab irol, v ale
fortsimo
... Doy las
traducciones literales que publica Fernndez Guerra, debidas al
catedrtico Antonio Mara Garca Blanco).
3
Ahora bien, esta necesidad de traducir los nombres propios
por superlativos no est indicando una modalidad de la lengua? Yo
creo que s, y que Quevedo se apoya especialmente en ese rasgo pa-
ra subrayar su neologismo, rasgo en el cual nosotros preferimos ver
mejor el lado que sutiliza, que el lado mordaz u ofensivo...
Las form as verbales rase-era y el texto bblico
Por pereza, distorsin, engao ingenioso del autor, o lo que
sea, acompa desde temprano al soneto de Quevedo una serie de
equvocos. Y quizs la culminacin de los aspectos negativos est en
el detalle, inocente en apariencia, que ligamos al extraordinario re-
curso anafrico usado por el autor.
En efecto, esa abundancia notable ya da que pensa r: prctica-
mente se trata casi de 14 reiteraciones en 14 versos. Como quien
dice salvo algn subterfugio, hacia el final) a uno por verso .
Siendo as como contentarnos con machacar o repetir como
se hace que la forma rase o era es la que da comienzo a cuen-
tos y consejas infantiles? Slo eso?
4
Y otra pregunta: Q u tiene
que ver este soneto con cuentos y consejas ? Adems, no veo que
3.
Cf., Biblioteca de Autores Espaoles, XXIII, pg. 415.
4. Un ejemplo y no es el nico: Alberto Snchez,
Explicacin de un so-
neto de Quevedo... en la Revista de Educacin,Madrid, 1956, XV I, n. 4 5, pg. 4).
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ganemos gran cosa subrayando aunque no lo negamos) el valor da-
tivo o dativo intrnsico ) del
rase.
Se empequeece el soneto cuando, por un lado, se subraya esta
acumulada y poco comn anfora, y, en definitiva, todo se limita a
decir que es una simple manifestacin popular o folklrica. Yo creo,
por el contrario, que tambin aqu Quevedo recurre, intencionada-
mente, a su juego de relaciones bblicas. Por lo tanto, hecho no ca-
sual o aislado y, menos, inocente), sino nuevo recurso que emplea
con estudiada habilidad, en m edio de tantos dardos sutiles o filos-
ficos que rene para su ataque racial.
En efecto, para respaldar lo que digo recurrir, una vez ms
al texto bblico, o, mejor, al Evangelio que Quevedo suele usar con
frecuencia para citas: de ms est decir que me refiero al Evangelio
segn San ]uan.
Pues bien, este
Evangelio
comienza con un Prlogo,
en el cual encontramos o traducimos tambin en llamativa
acumulacin, la forma verbal era:
Al principio era el Verbo...
Y el Verbo era Dios...
Y la vida era la luz de los hombres...
[Juan] No era l la luz,
sino que vino a dar testimonio de la luz.
Era la luz verdadera... etc.).
5
Esta es, fundamentalmente, la relacin que me interesa subra-
yar y que , dentro de los rasgos que el soneto va descubriendo ,
no podemos dejar de lado. Sobre este apoyo, quizs fuera ms for-
zado establecer una relacin de paronimia entre la forma verbal ra-
se
y el sintagma
era sed
como alusin a la
sed
o
sedes
de Cristo, y
a Cristo y los sedientos, tan grficamente mostradas en el
Evangelio
segn San ]uan La Samaritana, 4,7 ,10 ; 6,48-49; 7,35-39; C risto
en la Cruz, 19,28-30...).
En fin, dentro de un valor complementario, y tratndose se-
gn entiendo de un poema antijudaico, la mencin reiterada de
la Vida, Pasin y M uerte de Cristo tiene por objeto como ocurre en
otras obras de Quevedo) denunciar la principal culpa o delito
de los judos.
6
5. Utilizo la edicin de la Sagrada Biblia en la versin de Elono Ncar Fus-
ter y Alberto Colunga, O. P., Madrid, 1960. No creo que cambie el sentido el
hecho de que me apoye en una traduccin de nuestro siglo.
6. Es tambin como si la abrum adora anfora, con la excepcin llamativa del
verso onceno, reforzara la idea de un poema visual: nariz descomunal que
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Quevedo y el Conde Duque
No creo que conozcamos como corresponde los captulos im-
prescindibles tanto en la biografa de Quevedo como en la de Oli-
vares,
que vinculan a estos dos destacados hombres del siglo XVII
espaol. Por una parte, el poderoso, soberbio Valido, que llega a un
nivel que difcilmente alcanzaronotros ministros espaoles. Por otra,
el gran poeta que alcanza, si no su plenitud literaria, su ms recono-
cida fama en los aos de valimiento del Conde Duque. Y que, final-
mente, choca con ste.
No entrar en detalles sobre las relaciones que mantuvieron, y
que los textos quevedescos a nuestro alcance permiten reconstruir
en buena medida. Slo dir que, en un principio, Quevedo busc con
persistencia la proteccin del Conde Duque: lo prueban los diversos
testimonios que van desde 1621 hasta 1632. A partir de aqu se ini-
cia el distanciamiento. Primero, lentamente y, despus, con mayor
rapidez.
Ya hacia 1635 no tenemos ninguna duda, a juzgar por varios
testimonios en que Quevedo se muestra hostil hacia su no lejano
protector. Con ms certeza, vemos el cambio en obras como
La hora
de todos (elaborada, en su primera versin, hacia 1635-1636). Des-
pus,
La Isla de los Monopantos (1639?), incluida posteriormente
en la versin definitiva de La hora de todos. Tambin, en la segun-
da parte de la
Poltica de Dios
(1639-1641?). Como sabemos, en
1639 entramos en un perodo algo confuso de la biografa queve-
desca: los aos del Memorial (sin por esto afirmar que es obra
de Quevedo), la prisin (a fines del 39), los aos de San Marcos
de Lon, hasta su liberacin, en 1643.
De manera especial, nos interesan proximidades entre La Isla
de los Monopantos y
el soneto
A una nariz,
porque en ninguna otra
obra de Q uevedo (y hay dnde elegir ) encontram os la cercana
que se da entre el soneto y el prrafo en que el africano compara a
los negros con los judos tal como hemos tenido ya ocasin de ver
al ocuparnos del grfico e inconfundible naricsimo{s .
Tanto en la segunda parte de la Poltica de Dios como en La ho-
ra de todos insiste Quevedo en su ataque a los validos, pero, de ma-
mara su extremo en ese era... En otro plano, distinto, acudo a un pasaje del
erudito Fray Martn Sarmiento, en sus conocidas Memorias... (sobre la Biblia
Hebrea y las rimas al principio, en sus cnticos). Ver Fray Martn Sarmiento,
Memorias... [1745], ed. de Buenos Aires, 1942, pg. 56.
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era especial, importa la referencia a La Isla de los Monopantos por-
que,
si por un lado, concentra all su detonante ataque a los judos,
su crtica envuelve tambin el nombre de Olivares.
Ya diversos crticos mos traron que Pragas Chincollos prn-
cipe de los Monopantos) es anagrama de Gaspar Conchillos, y que
Conchillos no es sino enlace con la posible ascendencia juda
abuelo materno) del Conde D uque.
7
Y que otros personajes, vin-
culados al Conde Duque y los judos, pueden tambin identificarse
con este tipo de clave, en la intencin de Quevedo.
No es ningn misterio que, en tiempo de Olivares, y con el fin
de mejorar la muy decada economa espaola, se pensaba en la ayu-
da que podan prestar judos de Salnica y de otros lugares. La me-
dida era crudamente antipopular, atendiendo al fanatismo que no
slo haba determinado la expulsin de los judos, sino que achaca-
ba a stos, aparte de la muerte de Cristo, males contemporneos de
Espaa . El vulgo satrico y maleante dice Fernnde2 Guerra
llamaba
sinagoga
a la camarilla del favorito .
8
Da ah a buscar en la ascendencia de Olivares dudas sobre su
pureza de sangre, haba poco trecho. Y, por lo visto, los buceadores
de genealogas no tenan mucho que recorrer para alentar tortuo-
sas sospechas.
En fin, eso era lo que Quevedo necesitaba para su stira: el re-
sultado ms directo es claro el que construye La Isla de los
Monopantos
obra donde las acusaciones ms o menos directas se
mezclan con otras, en forma de claves o anagramas en razn del po-
der que tiene entonces 16 39 el enemigo). En forma paralela, la
segunda parte de la Poltica de Dios que elabora por aquellos aos,
descubre igualmente, a travs de comentarios bblicos, apoyados so-
bre todo en el Evangelio de San Juan, relaciones entre el mal juez
Anas) y el mal m inistro , en el que cuesta poco descubrir a Oli-
vares.
En relacin a estas dos obras, pienso que el soneto
A una nariz
es un nuevo y contemporneo testimonio de Quevedo, testimonio
que enlaza, aqu, un odio racial y una creciente rivalidad personal.
7. Cf., Aureliano Fernndez G uerra , noticia en su edicin B.A.E., XX III) ;
Luis Astrana Marn en Quevedo, Obras. Verso ed. de Madrid, 1943, pg. XLVI).
Ver, tambin, Julio Caro Baroja, Inquisicin brujera criptojudasmo Barcelona,
1972, pg. 56); Luisa Lpez Grigera, notas a su edicin de Quevedo, La hora de
todos
ed. citada, pgs. 190-191).
8. Cf., Fernndez Guerra, noticia en su edicin B.A.E., XX III, pg. 415).
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En la serie de acusaciones sobre connivencias entre Olivares y
los judos era posible la relacin en tre nariz desmesurada-nariz ju-
da-nariz del Conde Duqu e . Podem os afirmar, con ciertos fun-
damentos, que la narizota hebrea del soneto es la nariz del Conde
Duque? De acuerdo a grabados y referencias de la poca, la nariz
del Conde Duque era apndice voluminoso, y resaltador en su ros-
tro.
El, o los famosos cuadros de Velzquez, as tambin lo muestran
an dentro de lo que imaginamos intencionada labor esttica del
pintor). Gregorio Maran no puede menos que aceptar ese rasgo
fsico: se refiere, as, a la nariz gruesa de Olivares, junto a la
mandbula enrgica .
9
De tal manera, la nariz del soneto puede ser la del C onde
Duque. Sobre todo, si aceptamos como comparacin grotesca y al
mismo tiem po m s cercana la metfora del elefante boca arri-
ba . Aun que sera ingenuidad buscar una correspondencia razona-
ble en aquello que corresponde a figuras descomunales o desusadas
hiprboles.
Como un final refuerzo de mi tesis, creo que encaja con la men-
talidad singular de Quevedo, tan propensa a los juegos desconcer-
tantes, este posible ataque a un enemigo tan poderoso come el Con-
de Duque, entonces en la cima del poder. Ataque en el que no fue-
ra fcil descubrir la verdadera intencin del au tor. Es decir, un si
es no es , aunqu e no hub iera m isterios para aqullos que estaban
al tanto del juego, o conocan sus claves, no muy ocultas...
Cronologa
De acuerdo a las proximidades que he procurado establecer en-
tre el famoso soneto, prrafos de
La hora de todos
y la segunda par-
te de la
Poltica de Dios quiz
resulte redundante la afirmacin de
que el soneto, tal como lo conocemos a travs de Gonzlez de Salas,
fue elaborado por Quevedo en aos de postrimeras. Y me inclino por
el lapso 1639-1641.
Esta posible cronologa tiene alguna importancia, especialmen-
te si atendemos a aquellos crticos que lo consideran catalogado co-
mo burlesco , como obra juvenil, y, ms recientemente, si atende-
mos a la cronologa de Blecua, tan distinta a la que acabo de exponer.
9. Ver Gregorio Maran, El Conde Buque de Olivares ed. de Madrid, 1945,
pgs. 6466.
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Encarezco el papel respaldador de
La hora de todos
con su de-
batido captulo XXXIX: La Isla de los Monopantos y la segunda par-
te de la
Poltica de Dios,
obras cuya cronologa, si no totalmente
precisada, las recorta con nitidez en los aos postreros de Quevedo.
10
Quiero puntualizar aqu algunas llamativas coincidencias de vo-
cabulario entre el soneto y
La hora de todos,
aparte del discurso del
negro esclavo cap. XXXV II), que ya mencion al ocuparme del na-
ricsimo pardico . En efecto, encon tramos all tambin cap. XXXIX,
Monopantos la alusin el pico de nariz , la cita cercana de la na-
riz larga de los judos y su cautividad entre los egipcios, la referencia
al
gnomon
estile te del reloj de sol ), a las
galeras
y
galeazas,
y al
alamb ique de sangre d e narices ...De ms est decir q ue n o atri-
buyo a esas coincidencias generales un valor absoluto, aunque creo
que no podemos desecharlas dentro de nuestro inventario. Y, como
digo,
contribuyen a mi parecer a reforzar la posible cronologa
que propongo.
Conclusin
Como palabras finales, slo quiero reiterar mi idea de que el
soneto de Quevedo
A una nariz
es mucho ms que una serie de chis-
tes e hiprboles, o de remedos inocentes, como muchas veces se lo
ha recordado. Por el contrario, creo que la versin que considero au-
tntica y definitiva y que no es otra qu e la que nos trasm ite Gonzlez
de Salas), elaborada por Quevedo en aos postreros, es no slo un
du ro testimo nio de acusacin racial coloqumonos en la poca), sino
tambin una manifestacin de ataque personal a su entonces pode-
roso enemigo. Y, en fin, que la situacin de notoria desventaja en que
Quevedo se encuentra frente a Olivares es la que obliga al poeta a
extremar sus juegos de alusiones veladas y sutilezas.
Quiero insistir, igualmente, en declarar que mi tarea ha sido
ms bien agridulce. Ya que, si por un lado procuro subrayar mi admi-
racin hacia los recursos extraordinarios de que creo se vale
el escritor Quevedo, por otro, claro est que no me identifico con
el odio racial que el gran poeta extrema hasta lmites agobiantes.
EMILIO CARILLA
UniversidaddeTucttmn
10. La
obra
La
hora
de
todos
con La
Isla
de los
Monopantos
se
public,
como obra postuma de Quevedo, en 1650 y en Zaragoza. La censura dej sus
huellas en el texto... Eso s, no hay duda de que se trata de una obra u obras
que
corresponden
a la
etapa final
de la
produccin
quevedesca.
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