Ciudad colonial administrativa
La ciudad colonial española fue el organismo administrativo básico de los
virreinatos españoles en América.
Las ciudades se construían y se organizaban según el modelo castellano. Se
trazaban las calles conforme a un trazado perpendicular y en el centro se situaba la
Plaza de Armas, donde se encontraban las autoridades locales y religiosas. Las
ciudades se pueden dividir en varias categorías: centros de administración, puertos
internacionales, puertos regionales, centros mineros, centros indígenas, centros
agrícolas, presidios, centros militares de frontera o centros religiosos (misiones).
Ciudad Liberal (Revolución industrial)
La revolución industrial es el cambio en la producción y consumo de bienes por
la utilización de instrumentos hábiles, cuyo movimiento exige la aplicación de la
energía de la naturaleza. Hasta finales del siglo XVIII el hombre sólo había utilizado
herramientas, instrumentos inertes cuya eficacia depende por completo de la fuerza y
la habilidad del sujeto que los maneja. El motor aparece cuando se consigue
transformar la energía de la naturaleza en movimiento. La unión de un instrumento
hábil y un motor señala la aparición de la máquina, el agente que ha causado el mayor
cambio en las condiciones de vida de la humanidad.
La aplicación de la máquina de vapor a los transportes, tanto terrestres como
marítimos, tuvo una inmediata repercusión no sólo en procesos de comercialización,
sino también en la calidad de la vida, al permitir el desplazamiento rápido y cómodo
de personas a gran distancia.
La construcción de los ferrocarriles fue la gran empresa del siglo XIX.
La Revolución Industrial fue un periodo histórico comprendido entre la segunda
mitad del siglo XVIII y principios del XIX, en el que Inglaterra en primer lugar, y el
resto de Europa continental después, sufren el mayor conjunto de transformaciones
socioeconómicas, tecnológicas y culturales de la Historia de la humanidad, desde el
Neolítico.
La economía basada en el trabajo manual fue reemplazada por otra dominada
por la industria y la manufactura. La Revolución comenzó con la mecanización de las
industrias textiles y el desarrollo de los procesos del hierro. La expansión del
comercio fue favorecida por la mejora de las rutas de transportes y posteriormente por
el nacimiento del ferrocarril. Las innovaciones tecnológicas más importantes fueron
la máquina de vapor y la denominada Spinning Jenny, una potente máquina
relacionada con la industria textil. Estas nuevas máquinas favorecieron enormes
incrementos en la capacidad de producción. La producción y desarrollo de nuevos
modelos de maquinaria en las dos primeras décadas del siglo XIX facilitó la
manufactura en otras industrias e incrementó también su producción.
Así es que en la revolución industrial se aumenta la cantidad de productos y se
disminuye el tiempo en el que estos se realizan, dando paso a la producción en serie,
ya que se simplifican tareas complejas en varias operaciones simples que pueda
realizar cualquier obrero sin necesidad de que sea mano de obra cualificada, y de este
modo bajar costos en producción y elevar la cantidad de unidades producidas bajo el
mismo costo fijo.
Globalización y movimientos sociales
El modelo de urbanización se presenta hoy bajo él predomino de lo que ha dado
en denominarse ciudad global o ciudad mundial, y que en lo territorial se manifiesta a
través de profundas y veloces modificaciones que están sufriendo muchas ciudades
del mundo y varias de las grandes capitales latinoamericanas.
Este concepto de ciudad global, ciudad mundial se aplica a los procesos de
reapropiación del espacio urbano, los cuales así reorganizados dan nuevos
significados a los símbolos urbanos en los que se asocian sitio y poder. Se localizan
en las ciudades los núcleos de gestión y monitoreo de un sistema productivo que,
aunque aparenta descentralizarse y al menos se desconcentra territorialmente,
provoca un contundente proceso de acumulación.
Como si fuera una paradoja, al desconcentrarse las actividades productivas se
centraliza el nivel de toma de decisiones: se concentra la capacidad de comando, los
núcleos de planificación y manejo de los sistemas transnacionales y los servicios
financieros y bancarios, de transferencia de la propiedad de empresas y de auditoría,
abogacía, gerenciamiento, editoriales, hotelería y amenidades urbanas.
Estas actividades, a su vez, demandan apenas algunos puestos de trabajo de alto
nivel de ingresos y muchos puestos de trabajo de bajo salario, en actividades de
servicios y de apoyo a los servicios: como mantenimiento, limpieza, alimentación,
transportes y encomiendas. Áreas importantes de las ciudades, por lo general en sus
centros antes decadentes, se reacondicionan sostenidas por grandes inversiones,
aprovechando de una manera novedosa los relieves más nobles del sitio urbano ,
mientras aumenta la diferenciación social en una terrible y dantesca demostración de
opulencia y pobreza.
Muchas de estas nuevas urbanizaciones y actividades, junto con el impacto
económico que producen, provocan nuevas dificultades en la vida cotidiana y en la
calidad ambiental de sus habitantes: más autopistas que demandan más
estacionamientos, entorpecimiento del tránsito por acumulación de usos (de
transporte comercial y de pasajeros, automóviles, motocicletas que prestan servicios
de correo, mensajerías, etc.).
No sólo algunas partes de las ciudades se transforman en el lugar donde se
localizan estas reurbanizaciones y actividades, sino también las ciudades en si
mismas, como un todo, se preparan para entrar en este intercambio mundial. Esto es,
a veces, una parte de la ciudad opera como ciudad global pero en otras ocasiones toda
una ciudad es ciudad global.
Esta especie de red de ciudades que se va armando a nivel mundial, se auto
impulsa por la idea de la competencia pero, al mismo tiempo, por la de cooperación
entre ciudades. Algunas de ellas empiezan a definir perfiles que les permiten integrar
esa disputa mundial para atraer a sus centros neurálgicos distintas actividades e
inversiones: la ciudad turística, la ciudad deportiva, la ciudad del medio ambiente,
distintas formas en que las ciudades se van expresando.
En término de redistribución social estos procesos de reurbanización muestran
una característica muy peculiar. En el pasado el crecimiento de las ciudades tenía
algo que ver con el resto del país, aun fuese desequilibrado el resultado en la
economía nacional. Ahora parece ser que el crecimiento de las grandes ciudades no
hace justicia a los territorios a los que pertenecen y, por lo general, no va a significar
necesariamente un mejoramiento del desarrollo de los países a las que pertenecen.
No hay todavía un grupo de políticas que conformen una resolución activa a los
efectos desequilibrantes que en lo social y en lo espacial produce esta forma de
desarrollo urbano: a) aumento la diferenciación entre los niveles de ingreso y por lo
tanto el hiato entre ricos y pobres, b) aumenta la diferenciación espacial y por lo tanto
la de la infraestructura física y social entre áreas y microregiones en el territorio de
las ciudades y c) aumenta la disociación entre el territorio de la ciudad global y el
territorio nacional donde se asienta.
Este modelo de urbanización se traduce en bruscas renovaciones en el uso del
suelo, en la reapropiación de los espacios, en la reinversión del destino de distintas
áreas de la ciudad: trasforma el territorio urbano en un lugar para los negocios
inmobiliarios, para los grandes intentos de (re)construir las ciudades. El medio
ambiente urbano ya determinado y construido históricamente, está siendo sometido a
una impactante transformación. Un ejemplo bien perceptible es el de los barrios
cerrados, en los cuales se vive aislado del resto de la ciudad, la micropolis dentro de
la macropolis, de la gran metrópolis.
Dicho de una forma simplificada, el proceso de globalización conduce a una
transformación del medio ambiente urbano construido. Pero sucede que en el marco
de las políticas de privatizaciones y desregulaciones, la respuesta que los gobiernos
de las ciudades dan para estos problemas, por lo general quedan muy atrás de hacer
comprensible la naturaleza misma de los cambios y, al mismo tiempo, someten a
severos conflictos a las poblaciones urbanas.
La idea de la gestión asociada parte de suponer que los procesos de articulación
para la gestión de la ciudad y el medio ambiente necesitan de una estructura
decisional que supere la vieja instancia de la mera articulación de actores
demandantes en función de resolver sus necesidades o de promover de sus intereses.
Es necesario pasar a una construcción de escenarios multi actorales de planificación
gestión que posibiliten el desarrollo de proyectos integrados.
El proceso de gestión de la ciudad necesita de una relación articulada entre los
decisores políticos, los productores del espacio urbano, las organizaciones de la
sociedad, las universidades y centro académicos, las organizaciones no
gubernamentales, etc. Para pasar de una articulación bilateral de actores a una
articulación multilateral, es necesario disponer de métodos que se adecuen a la
transformación y a la reinvención de las políticas.
De lo que se trata es de pasar en las relaciones estado sociedad, entre las
organizaciones sociales y los decisores, a explicitaciones muy concretas de un pacto
de resolución conjunta. Los procesos de gestión son escenarios altamente propicios,
cuando configurados con métodos correctos y practicados con suficiente seriedad,
como sitios de reconstrucción del pacto entre sociedad y estado a los efectos de
gestionar los cambios que se presentan.
El estado está en cuestión y como se hace imprevisible su respuesta a estos
desafíos, aparecen nuevas propuestas sobre su papel. Para Fitoussi el estado que deja
de ser propietario debe pasar a ser "inteligente" e inventar el contrato social y los
servicios públicos del futuro con igualdad de relaciones. Para O Donnell se necesita
de un estado que, para dentro, sea amigo¨ de la gente (siendo de y para los ciudadanos
los trata con el debido respeto) y que, para afuera, sea ¨filtro¨ (no se adapta
pasivamente a la globalización e identifica cuestiones en las que puede ganar
autonomía), un estado "para-la- nación". García Canclini sugiere reinventar las
políticas, encontrar formas creativas para modelar la gestión de la ciudad.
Así como "Sociedad civil" presupone un "locus" específico: el de la actividad
relacionada entre individuos que conviven en un espacio/tiempo dados, vinculados
entre sí a través de estructuras condensadas (materiales) o mediante la "práctica"
cotidiana., entonces "Estado" supone "aparato" en el cual una cierta relación de
fuerzas adquiere condensación material (Rubinstein 1994). De ahí que las relaciones
entre las prácticas de la sociedad civil y las prácticas internas del estado sean también
significativas. La modelación imperativa que produce en la ciudad el nuevo modelo
de reurbanización podría ser confrontada si se instalan formas asociativas entre los
actores de la sociedad y del estado que se propongan intervenciones para reorientar
esos procesos.
3. Nuevos movimientos sociales
Se configuran en el presente nuevos movimientos sociales (NMS), algunos de
los cuales que no encajan en encuadre analítico tradicional, instalando un debate
respecto a las diferencias entre MS que se basan en el principio de privación relativa
(o una materialidad demandada, reclamada, insatisfecha) con la existencia de NMS
que se basan en valores más generales/universales (o una inmaterialidad).
A la rebelión en los márgenes de sociedad que define los movimientos
originados en la ¨privación relativa¨ le suceden, agregándose, movimientos de acción
colectiva de sectores más al centro del sistema. No pueden ser explicados por la
inconsistencia de status, son anteriores a la crisis económica y persiguen bienes
colectivos. Como no nacen de la rabia del desposeído constituyen un "fenómeno
racional" que demanda nuevos enfoques analíticos (Reichman y Fernández Buey
1994):
El de "movilización de recursos" se centra en la eficacia con que las
organizaciones emplean los recursos de que disponen el "empresario movimientista"
y la planificación consistente, para arribar al éxito el reconocimiento del grupo como
actor político
El "enfoque de redes" ve los Movimientos Sosiales como manifestación de
redes sociales latentes aglutinados en comunidades de valores, de alta densidad de
colectivos.
El "cognitivo" informa que los MS crean nuevas identidades sociales y praxis
cognitiva: como espacios públicos temporales y momentos creación colectiva son
productores de conocimiento social.
Desde un abordaje teórico de la identidad los MS tienen de un ideario y un
proyecto histórico. Son sujetos (actores) históricos transformados en MS.
Los movimientos en defensa de la paz, los ecológicos, los de los derechos
humanos, ingresan a la arena política internacional y se entrelazan en un nuevo orden
político todavía informal cumpliendo un papel consistente apuntar a resolver lo que
preocupa sobre el futuro del mundo. Más recientemente nuevas prácticas de los MS a
nivel mundial se descubrieron en Seattle, donde se congregaron -vía Internet-, miles
de adversarios de la OMC en la ¨contra ronda del milenio¨ de diciembre de 1999.
Circula un documento de Raisons d'agir, iniciado por Bourdieu, tendiente a la
consolidación del movimiento social, primero en Europa y luego en los demás
continentes, conocido como ¨Proposiciones para una Carta del movimiento social
europeo¨. Las palabras claves del manifiesto (que propone perpetuar y ampliar los
movimientos sociales): una red organizada...un verdadero contra-poder crítico,...una
fuerza de movimiento, un proceso de creación colectiva... una utopía realista...
convocan a observarlo desde estos nuevos enfoques.
Utilizando los conceptos de suplemento (complemento, substituto) y
diseminación (fertilización, difusión) extraídos de Derruida puede afirmarse que
¨...supliendose a sí mismos los movimientos dejan de ser lo que eran sin que las
nuevas apariciones puedan negar sus orígenes... (Burity 1999). Como un movimiento
social no es, sino que llega a ser en el recorrido de su propia autorreproducción, es
necesaria la invención de nuevas pautas que reconozcan que hoy existe una
formación social diferente. Bajo este aspecto toda reformulación de la política
implicará una tensa coexistencia entre representación estatal y autorealización
subpolítica.
Este razonamiento en instancia de superación el debate de la década anterior,
donde respecto a los MS se trataba simplemente de reconocer que, caso hubiera
NMS, éstos no se escabullían de los anteriores: siendo nuevos, no habían cambiado.
Desde una identidad determinada y por relaciones con otras agencias sociales
en tanto expresión de lo político, los MS son desencadenadores de formas de
socialidad y de organización que tendencialmente los trascienden, alcanzando otra
dimensión sin negar sus orígenes. Es como descubrir una nueva galaxia en vez de
encontrar nuevos planetas en galaxias conocidas. En un nivel diferenciado en lo
conceptual, en otra escala de la estructura socio política en lo orgánico, en otro grado
de utilización de recursos científicos y tecnológicos y de creatividad.
Interesa identificar, en algunos de esos NMS, algún cambio en el componente
de perdurabilidad temporal que les dé una nueva perspectiva de persistencia,
ampliación y renovación. Desde un enfoque de gestión como el nuestro, comienzan a
aparecer como prácticas sociales sistematizadas, capaces de crear mecanismos de
decisión y de producción de consenso.
En una simbiosis de identidad, conocimiento y método asistimos a la etapa
inicial de una emergencia de movimientos sociales como actores sociales complejos
en constante transformación y adaptación estratégica, dotados de una práctica de
sustentabilidad que no solo los haría más perdurables sino que los coloca -en el
contexto socio político- como actores más relevantes. (Poggiese 1999)
En esta emergencia de nuevos actores sociales en la cual algunos MS se están
transformando, el funcionamiento en red es una de las formas que van adquiriendo.
Muchos de ellos se autodenominan redes y se proponen pasar a sistemas más
orgánicos en la forma de redes de movimientos. La red como concepto propositivo de
los movimientos sociales aparece una alternativa de construcción de relaciones mas
horizontalizadas y por mismo, una nueva utopía democrática con la posibilidad de
conectar lo local con el mundo más amplio (Scherer-Warren 1998). En esa lógica un
tema de investigación es el de los movimientos que se proponen pasar a redes
orgánicas o redes de movimientos.
Sin embargo comienzan a existir prácticas sostenidas desde otra lógica por la
cual los MS se pueden generar desde redes promovidas a través de escenarios de
planificación-gestión participativa y estratégica, configurándose en torno a una
identidad dada por su modo de conocer-planificar-decidir-gestionar. Desde esta
lógica de redes de gestión urbana asociada no es el movimiento que llega a ser red
sino que son los proyectos-red y las redes de proyectos-red que se hacen movimiento.
Así podemos sustentarnos en el "enfoque de redes", que nos dice que los
movimientos serian expresión de redes sociales latentes, pero en sentido inverso: los
movimientos serian expresión de redes gestadas/promovidas intencionadamente,
como una innovación anticipadora en la constitución social de sujetos.
Por lo tanto la mirada analítica para estudiar estos NMS, es al mismo tiempo
una propuesta de creación de condiciones para su surgimiento, y las variables a
observar pueden ser también condiciones a cumplir en la forma de un modelo
referente. De una cierta forma esta concepción nos dice que cuando estamos
conformando un escenario de planificación gestión de estas características, estamos al
mismo tiempo creando las condiciones para la conformación de un nuevo actor
colectivo.
Ciudades en el capitalismo periférico
Formación de las ciudades capitales:
Espacios públicos y privados de las ciudades:
Se llama espacio público al lugar donde cualquier persona tiene el derecho de
circular, en oposición a los espacios privados, donde el paso puede ser restringido,
generalmente por criterios de propiedad privada, reserva gubernamental u otros. Por
tanto, espacio público es aquel espacio de propiedad pública, dominio y uso público.
En el aspecto legal, podemos decir que el espacio público moderno proviene de
la separación formal entre la propiedad privada urbana y la propiedad pública. Tal
separación normalmente implica reservar desde el planeamiento, suelo libre de
construcciones (excepto equipamientos colectivos y servicios públicos) para usos
sociales característicos de la vida urbana (esparcimiento, actos colectivos, transporte,
actividades culturales y a veces comerciales, etc). Desde una aproximación jurídica,
podemos definirlo como un espacio sometido a una regulación específica por parte de
la administración pública, propietaria o que posee la facultad de dominio del suelo,
que garantiza su accesibilidad a todos los ciudadanos y fija las condiciones de su
utilización y de instalación de actividades.
En cuanto al uso, el espacio público es el escenario de la interacción social
cotidiana, cumple funciones materiales y tangibles: es el soporte físico de las
actividades cuyo fin es satisfacer las necesidades urbanas colectivas que trascienden
los límites de los intereses individuales. Se caracteriza físicamente por su
accesibilidad, rasgo que lo hace ser un elemento de convergencia entre la dimensión
legal y la de uso. Sin embargo, la dinámica propia de la ciudad y los comportamientos
de sus gentes pueden crear espacios públicos que jurídicamente no lo son, o que no
estaban previstos como tales, abiertos o cerrados, por ejemplo espacios residuales o
abandonados que espontáneamente pueden ser usados como públicos. Existen
también espacios de propiedad privada pero de uso público como los centros
comerciales que son espacios privados con apariencia de espacio público.
El espacio público tiene además una dimensión social, cultural y política. Es un
lugar de relación y de identificación, de manifestaciones políticas, de contacto entre
la gente, de vida urbana y de expresión comunitaria. En este sentido, la calidad del
espacio público se podrá evaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de las
relaciones sociales que facilita, por su capacidad de acoger y mezclar distintos grupos
y comportamientos, y por su capacidad de estimular la identificación simbólica, la
expresión y la integración cultural.
El espacio público supone, pues, dominio público, uso social colectivo y
diversidad de actividades, características entre las que existe gran cantidad de
posibilidades hasta llegar al extremo del espacio virtual en Internet, que se configura
actualmente como un espacio público no físico pero de gran importancia.
El espacio público abarca, por regla general, las vías de circulación abiertas:
calles, plazas, carreteras, parques, así como ciertos edificios públicos, como
estaciones, bibliotecas, escuelas, hospitales, ayuntamientos u otros, cuyo suelo es de
propiedad pública.
El espacio público según Habermas
El de espacio público es un concepto técnico utilizado recientemente en
ciencias humanas y sociales contemporáneas. Definido en primer lugar por Kant, el
concepto conoce un gran desarrollo a partir de los años sesenta y con la publicación
de la habilitación profesoral de Jürgen Habermas titulada en castellano Historia y
crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública pero
que en francés fue publicada como L'espace public: archéologie de la publicité
comme dimensión constitutive de la société bourgeoise (el espacio público:
arqueología de la publicidad como dimensión constitutiva de la sociedad burguesa).
En realidad, tanto el concepto de espacio público como el de opinión pública pueden
coexistir en castellano, un poco como continente y contenido.
En esta obra, Habermas describe el proceso por el cual el público (constituido
de individuos que hacen uso de su razón) ocupa la esfera o espacio público
controlado por la autoridad y lo transforma en espacio (metafóricamente hablando)
donde la crítica se ejerce contra el poder del Estado. El proceso en cuestión data del
siglo XVII en Inglaterra (y, aproximadamente, treinta años más tarde en Francia),
siglo de desarrollo de la urbanización y de la aparición del concepto de espacio
privado en la burguesía de las ciudades. Habermas muestra cómo las reuniones de
salón y los cafés han contribuido a la multiplicación de los debates y discusiones
políticas, los cuales gozan de una publicidad por medio de los medios de
comunicación de la época (relaciones epistolares, prensa naciente).
El concepto de “publicidad” (en el sentido de la amplia difusión de la
información y los temas de debates mediante los medios de comunicación) es un
elemento clave de la teoría de Habermas: ésta debe incluirse como dimensión
constitutiva de la opinión pública y del espacio público y como principio de control
del poder político. Hasta cierto punto, la opinión pública se vuelve más visible
mediante su “publicización”.
Hoy, el concepto de espacio público está en el centro numerosas discusiones, en
particular, en el campo de las ciencias de la comunicación. Se puede citar, en
particular, el análisis de Bernard Miège ( la sociedad conquistada por la
comunicación ) que distingue, gracias a una mirada retrospectiva sobre los modelos
de espacio público, cuatro grandes modelos de comunicación que organizan un
espacio público ampliado y dividido: la prensa de opinión (mediados del siglo
XVIII), la prensa comercial (a partir de mediados del siglo XIX), los medios de
comunicación audiovisuales de masa (desde el mediados del siglo XX) y las
relaciones públicas generalizadas (desde los años setenta del siglo XX).
Como es el desarrollo territorial de Venezuela
En la República Bolivariana de Venezuela siete (7) de cada diez (10) habitantes
viven en las áreas urbanas. En los últimos cinco (5) años, período de gran crecimiento
económico, las ciudades continuaron creciendo más rápido que las viviendas y los
servicios, mientras que en materia laboral todavía existe un marcado desequilibrio
entre la demanda y la oferta de trabajo, proliferando entonces el comercio informal y
ambulante. La gestión de las ciudades sigue planteando un gran reto por la situación
de los barrios marginales, donde la pobreza y los servicios esenciales como la
recolección oportuna de la basura, seguridad, salud, agua potable y electricidad, no
parece tener solución a corto y mediano plazo, a pesar de la decidida acción de las
Misiones Socialistas en todos estos ámbitos.
Desde hace mucho tiempo se ha buscado solucionar de diferentes maneras este
problema, en la década de los 70 la solución que se planteaba era construir grandes
edificaciones (super-bloques), para trasladar a la población de los barrios a estos
edificios y convertir los barrios en áreas verdes, la realidad demostró que esta medida
fue insuficiente ya que no resuelve el problema de manera estructural, persistiendo
los problemas de seguridad, mantenimiento y oferta de trabajo.
Los grandes protagonistas en el campo urbano como arquitectos, urbanistas,
profesionales de diversas áreas no han podido enfrentar adecuadamente esta
situación. La realidad es que en Venezuela nunca ha habido un plan nacional de
urbanismo coherente, por lo que el desarrollo urbano se llevó a cabo divorciado de la
producción real de ciudad a través de la acción cotidiana de sus habitantes, bajo el
patrón de los denominados barrios de ranchos o asentamientos informales. De hecho,
para el año 2000 aproximadamente la mitad de la población del país (13 millones de
personas) habitaba en este tipo de asentamientos (CONAVI, 2000:1), porcentaje que
no ha cambiado radicalmente en 2009 y, aunque el reconocimiento de los barrios
marginales en un texto legal ocurre en Venezuela por primera vez en 1987, sin
embargo los barrios siguieron multiplicándose como guetos, y esto a pesar de que se
declara el derecho de los habitantes de los barrios y de su entorno físico a formar
parte de la ciudad, a través de la legalización y realización de Planes Especiales,
demostrándose así con los hechos no ser esta una solución ni estructural ni definitiva.
La propuesta de la Revolución Bolivariana se encuentra plasmada en el
Proyecto Nacional Simón Bolívar (2007-2021), se trata del Desarrollo Territorial
Desconcentrado el cual promueve entre otras cosas "la igualdad social, la justicia y la
solidaridad a través de zonas de desconcentración de actividades económicas, de
infraestructuras, vivienda, equipamientos y servicios…"
Desafortunadamente, todavía no se ha visto el inicio del desarrollo de este plan
tan importante y que se traduce en una deuda colosal de la Revolución Bolivariana
con el pueblo. La clave es la "desconcentración de actividades económicas" una
medida que debe ser implantada de inmediato ya que constituye un paso fundamental
para el logro del desarrollo regional y local. Para ello, el ejemplo debe comenzar por
la desconcentración de las actividades del estado y del gobierno en particular, su
implementación permitiría activar un mecanismo de dinamización de la economía a
nivel regional y local, con la ayuda obviamente interesada de los distintos actores
económicos públicos y privados, especialmente estos últimos quienes históricamente
se han visto beneficiados por las contrataciones del Estado.
Todos los organismos de la administración pública centralizada y
descentralizada deben comenzar ya a realizar los estudios pertinentes para definir su
ubicación más apropiada, acorde con su respectiva vocación productiva o de servicio,
atendiendo las necesidades sociales de los trabajadores y sus familiares. Se trata de un
trabajo científico y titánico pero necesario para el país en general, el cual, mas
temprano que tarde, debe comenzar a materializarse.
En el caso particular del Ministerio del poder popular para Ciencia, Tecnología
e Industrias Intermedias será indispensable activar un Programa de Investigación
Urbana, Vivienda y Hábitat de largo plazo, coherente, pertinente para las políticas
gubernamentales. Las líneas de investigación tendrían que estar acorde con la
realidad del país y deberán incluir al menos las tendencias y pautas del proceso de
urbanización e industrialización en una economía socialista, la estructura económica
y social urbana, la reestructuración de la producción, la gestión urbana socialista y del
gobierno local y el medio ambiente.
Transformación de los espacios urbanos latinoamericanos.
Todos los países latinoamericanos, en mayor o menor medida, están viviendo
profundas transformaciones derivadas de los avances de los procesos de
reestructuración socioeconómica y de difusión y adopción de las nuevas tecnologías de
la información y de la comunicación, como partes constitutivas del fenómeno de la
globalización. La mayor parte de los estudios sobre los efectos urbanos y territoriales de
estos procesos tienden a coincidir en que uno de los más significativos ha sido la
recuperación de la importancia de las grandes ciudades y de su crecimiento, y el
consecuente desencadenamiento de nuevas modalidades de expansión metropolitana,
donde la suburbanización, la policentralización, la polarización social, la segregación
residencial, la fragmentación de la estructura urbana, etc., aparecen como rasgos
destacados de una nueva geografía urbana.
Sin duda, en el despliegue de este conjunto de tendencias y fenómenos tuvieron
decisiva incidencia los cambios en las reglas del juego para la gestión urbana, que
acompañaron a las políticas de liberalización y desregulación en el marco de los
procesos de reestructuración; concebidas en consonancia con el principio de
subsidiaridad estatal e impuestas como respuesta a la crisis fiscal del Estado keynesiano,
estas políticas significaron una disminución tanto de la intervención como de la
inversión pública, e hicieron que el capital privado se ubicase como el protagonista
central del desarrollo urbano. En los hechos, esta nueva concepción desplazó
definitivamente a las propuestas del urbanismo y la planificación urbana normativa
racionalista que habían dominado la fase anterior –como las preconizadas por la Carta
de Atenas¾ dando paso a los nuevos discursos y concepciones de la governance y de la
planificación estratégica, mucho más preocupadas en estimular el papel del mercado y
del capital privado en el desarrollo y configuración de la ciudad. Al ser concebidos de
esta manera, los nuevos enfoques de la gestión pública ¾y en particular de la gestión
urbana¾ se tradujeron en la remoción de muchos de los obstáculos que habían sido
establecidos en la fase anterior al despliegue de una dinámica estrictamente capitalista
en la producción de la ciudad; de esta manera, contribuyeron a mejorar las condiciones
para la afirmación de una lógica estrictamente capitalista en el desarrollo metropolitano,
otorgando a la plusvalía urbana el rango de criterio urbanístico básico.
Si bien se acepta habitualmente que los principales cambios en los territorios
metropolitanos han sido consecuencia del impacto de las transformaciones asociadas a
la globalización, en algunas discusiones entre especialistas en cuestiones urbanas que
han tenido lugar en el último tiempo, esta relación causal ha comenzado a ser puesta en
duda. Los contradictores de ésta suelen esgrimir argumentos como los siguientes para
fundamentar su cuestionamiento: a) los principales cambios se deberían
predominantemente a factores endógenos, específicos a estas formaciones
metropolitanas, los que tendrían más fuerza transformadora que la globalización; b)
gran parte de los cambios atribuidos a la globalización ya habían aparecido en pleno
período fordista, mucho antes de que se hablase de este fenómeno, de modo que lo que
se estaría observando ahora sería solamente la culminación de antiguas tendencias; y c)
cada una de las grandes ciudades continúa manteniendo su identidad esencial, afectada
sólo marginalmente por la globalización.
Para avanzar en esta discusión, parece importante tratar de detectar cuáles serían
los cambios que realmente estarían asociados a los avances de la globalización, y cuáles
a condicionantes endógenos. Para ello podemos considerar los cambios observables en
diversas ciudades latinoamericanas. Esto es, en esencia, lo que se propone hacer este
número de Eure, dedicado al análisis de las mutaciones que afectan a las grandes
ciudades latinoamericanas, para lo cual ha reunido un conjunto de estudios sobre los
casos de Buenos Aires, Ciudad de México, Lima, Montevideo y Santiago de Chile.
Para comenzar esta discusión se podría aceptar, como afirman Marcuse y Van
Kempen (2001) cuando analizan el tema de los impactos urbanos de la globalización,
que "[...] (casi) todas las ciudades son tocadas por el proceso de globalización, y [...] su
involucramiento en este proceso no es cuestión de estar o en lo más alto o en lo más
bajo del mismo, sino más bien de la naturaleza y alcance de la influencia del proceso"
(263). En esa dirección, se podría discutir la hipótesis de que estos procesos están
afectando la organización, el funcionamiento e incluso la imagen de las principales
áreas metropolitanas de esta región, a medida que ellas van siendo influidas por la
globalización.
Esto, sin embargo, no implica afirmar que de esta manera desaparece o se esfuma
un conjunto de rasgos inherentes a la identidad básica de cada una de ellas; por el
contrario, existe evidencia acerca de que en virtud de estos procesos cada ciudad se
transforma, pero preservando muchos de los rasgos establecidos y consolidados a lo
largo de su historia, que son los que la distinguen de otras ciudades de su mismo ámbito
geográfico. Sería esto lo que preservaría las notorias diferencias que existen, por
ejemplo, entre Río de Janeiro y Buenos Aires, o entre Londres y París. Se trata de
permanencias que están relacionadas con la identidad histórica de cada ciudad (en la
que sin duda tienen gran importancia la idiosincrasia de sus habitantes, la morfología
original del lugar de emplazamiento, las modalidades de la vida urbana cotidiana que
fueron siendo establecidas, etc.), identidad que seguramente permanecerá más allá de
los impactos de la globalización.
A partir de los aportes de los trabajos incluidos en este número de Eure, y en
especial de las principales mutaciones que ellos consideran como derivadas de la
globalización para las ciudades escogidas, podemos proponer cinco grandes áreas de
cambios, cada una de ellas relacionada, directa o indirectamente, con una línea de
transformación socioeconómica asociada a este proceso.
Una primera área sería la que concierne a los cambios en la organización y el
funcionamiento de la ciudad, que estarían apareciendo de manera generalizada en las
ciudades más "tocadas por la globalización", y que se derivarían de la formación y
consolidación de una nueva base económica metropolitana, altamente terciarizada, y de
la consecuente estructuración de una nueva arquitectura productiva ¾–el "modelo
celular en red" de que habla Veltz (2000)¾, en cuya dinámica económica comienzan a
predominar redes transfronterizas de todo tipo, articuladas en el marco de un espacio
mundial de acumulación, donde los capitales se valorizan en un número creciente de
lugares y de actividades.
En concreto, esta transformación económica estaría incidiendo en la formación de
un nuevo tipo de ciudad que reemplazaría a la ciudad fordista ¾ciudad industria l¾
desarrollista en el caso latinoamericano¾, de la misma forma que en el pasado nuevos
tipos de ciudad se establecieron sobre los cimientos de las que las habían precedido,
expresando las mutaciones impuestas por la propia evolución de la modernización
capitalista. El nuevo tipo de ciudad que ahora estaría cristalizando se caracterizaría por
la transición desde la ciudad compacta autocentrada, que aparecía como expresión
culminante de la fase industrial-desarrollista, hacia una ciudad modulada por el
entrecruzamiento de redes múltiples (Veltz, 1997).
La ciudad emergente en esta fase de modernización capitalista constituye la
expresión de una sociedad organizada según un modelo organizado en base a nodos y
redes (hubs & networks), donde ¾como afirma Castells (2001)¾"la lógica enfrentada
del espacio de los flujos y del espacio de los lugares estructura y desestructura
simultáneamente las ciudades, que no desaparecen en las redes virtuales, sino que se
transforman en la interfaz entre la comunicación electrónica y la interacción física
mediante la combinación de redes y lugares" (498). En este escenario, materializado en
global networks, linked cities (Sassen, 2002), cobra plena validez la afirmación de
Dematteis (1998/99) en cuanto a que para el porvenir de una ciudad "no basta una fuerte
identidad", desde que la ciudad sólo "vive si es un nodo". Los trabajos sobre Ciudad de
México (Parnreiter) y sobre Lima (Chion) incluidos en este número de Eure, aportan
elementos de juicio fundamentales sobre los alcances de esta tendencia.
Una segunda área de cambios se refiere a los efectos de la reestructuración
económica sobre los mercados metropolitanos de trabajo, y de éstos, a su vez, sobre la
estructura y el funcionamiento de las grandes ciudades. Sobre esta base, diversos
estudios acerca de las transformaciones que estarían afectando a las grandes áreas
metropolitanas han discutido una posible evolución hacia una ciudad dual o hacia una
ciudad fractal, donde un conjunto de fenómenos asociados ¾como el aumento de las
desigualdades sociales, de la segregación residencial, de la delincuencia, de la
conflictividad social, etc.¾ marcarían en forma inexorable el paisaje social de la nueva
ciudad.
Esta discusión ha sido estimulada por las conclusiones de varios estudios
especializados que sostuvieron que los mercados de trabajo estarían evolucionando
hacia una mayor segmentación y dualización, como resultado de la imposición de una
organización económica caracterizada por una creciente demanda de personal altamente
calificado con elevadas remuneraciones, que permiten sofisticados niveles y pautas de
consumo, como consecuencia de la expansión de nuevas actividades líderes, en
coexistencia con un conjunto de servicios con bajas remuneraciones y empleo a menudo
precario (Sassen, 1991).
En el desencadenamiento de esta tendencia estarían influyendo tanto las nuevas
tecnologías de la información como el desmantelamiento del Estado de Bienestar.
Considerando la influencia de factores de esta naturaleza han surgido tesis extremas
como la de Rifkin (1995), en el sentido de que las transformaciones que vive la sociedad
globalizada bajo los impactos de las nuevas tecnologías de la información estarían
llevando a una situación de desempleo estructural, que desembocaría en una sociedad
marcada por el fin del trabajo. O, como señala Wilson (1998), por la desaparición del
trabajo, cuando menos de aquel que resultaba más accesible a las partes más desvalidas
y vulnerables del capital humano de las grandes ciudades norteamericanas.
A la luz de todas las transformaciones observadas en este terreno, las conclusiones
de algunas investigaciones recientes consideran que la evolución es hacia un escenario
más complejo y fragmentado que el del esquema bipolar de la dualización, y
caracterizan a la gran metrópolis postfordista como una ciudad fractal (Soja, 2000) o
como una ciudad organizada en múltiples planos superpuestos en el tiempo y en el
espacio (layered city en la caracterización de Marcuse y Van Kempen, 2001). En
cualquier caso, sea cual sea el punto de vista que se adopte ¾dado que cada ciudad
siempre expresa las transformaciones y la evolución de sus respectivos mercados de
trabajo¾, bajo las tendencias señaladas los últimos años han puesto en evidencia un
generalizado aumento de las desigualdades, de la polarización social, de la exclusión
social, de la segregación residencial, etc., fenómenos que encuentran su expresión
culminante en las grandes áreas metropolitanas en proceso de globalización. Si bien este
tema está presente en casi todos los trabajos incluidos en este número de Eure, el mismo
merece un tratamiento específico en los trabajos sobre Buenos Aires (Prévôt-Schapira),
Ciudad de México (Parnreiter) y Santiago de Chile (De Mattos).
Una tercera área de transformaciones resulta de la creciente financierización de la
economía mundial, que ha impulsado una incontenible movilidad y autonomización de
los capitales; bajo esta dinámica se ha intensificado a escala mundial una oferta
creciente de capital inmobiliario legal e ilegal, altamente especulativo y crecientemente
oligopolizado, que considera a la tierra metropolitana como un medio privilegiado para
su valorización y también para su reciclaje. En todo el mundo, este capital
¾generalmente controlado por grandes empresas, donde comienzan a predominar las de
carácter transnacional¾ encuentra su mayor rentabilidad en las grandes aglomeraciones
metropolitanas, donde la demanda tanto de las familias como de las empresas abre un
campo de acción prácticamente ilimitado.
La ascendente presencia de este tipo de inversores metropolitanos estimula el
accionar de las urban growth machines (Molotch, 1976), esto es, de coaliciones de elites
relacionadas con negocios inmobiliarios, que buscan asegurar precondiciones para el
crecimiento de su ciudad y que conducen las políticas urbanas con el propósito de
expandir la economía local y acumular riqueza. En estas coaliciones, el capital
inmobiliario ha cobrado una mayor importancia en la definición de la orientación y el
contenido del desarrollo metropolitano, donde grandes megaproyectos privados tienen
la capacidad de modelar la estructura y el paisaje de la ciudad emergente, afirmando una
dinámica de producción de la ciudad cada vez más fragmentada. De hecho, este tema
también está presente en la mayor parte de los trabajos incluidos en este número de
Eure, en particular para los casos de Buenos Aires (Janoschka) y Ciudad de México
(Parnreiter).
Una cuarta área de transformación se refiere a los cambios en la morfología
urbana, vinculados a la transición hacia la nueva organización reticular metropolitana.
Bajo el vertiginoso incremento de la utilización del automóvil, del transporte automotor
y de la difusión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, se
observa una sustantiva reducción de la gravitación de la distancia en la movilidad de las
personas y de las empresas, lo cual estimula su localización más alejada de los centros
tradicionales. En lo esencial, estos factores han incidido en la ampliación territorial del
campo de externalidades metropolitano, favoreciendo la formación de sistemas
productivos centrales mediante el ensamble de numerosas actividades localizadas en
diversos centros urbanos hasta entonces independientes o autónomos, ubicados en el
entorno próximo de cada área metropolitana. La localización de las empresas y de las
familias en lugares más alejados, a medida que estas tendencias se han ido imponiendo,
es lo que estimula la tendencia a la metropolización expandida.
Al respecto, se ha afirmado que ello estaría impulsando un cambio de referente de
la ciudad latinoamericana, desde la ciudad compacta de corte europeo hacia una ciudad
difusa de tipo norteamericano. De hecho, aquí subyace la hipótesis de que al
establecerse en las ciudades latinoamericanas ciertas condiciones generales
(liberalización económica, imperio del automóvil, tecnologías de la información, etc.)
que habían favorecido la expansión metropolitana (el urban sprawl) en Estados Unidos,
en nuestras sociedades se desencadenarían las mismas tendencias, que llevarían a un
tipo de ciudad semejante. Los trabajos sobre Buenos Aires (Janoschka y
Prévôt¾Schapira), Ciudad de México (Aguilar), Montevideo (Chabalgoity et. al) y
Santiago de Chile (Ducci y Ortiz y Morales) aportan esclarecedores elementos de juicio
y precisiones sobre este fenómeno.
Finalmente, una quinta área está relacionada con el hecho de que todos los
cambios señalados hasta aquí han contribuido a impulsar una singular modificación de
la imagen y el paisaje urbanos, en consonancia con la ya aludida evolución desde la
ciudad compacta y autocentrada hacia otra organizada reticularmente, abierta y difusa.
En la configuración del paisaje urbano de esa nueva ciudad juegan un papel
fundamental diversos tipos de nuevas actividades y artefactos urbanos, condicionados y
modulados por los requerimientos de la globalización; en particular, cada ciudad ¾a
medida que se va globalizando¾ comienza a alojar en su interior un conjunto de
artefactos arquitectónicos destinados a acoger y servir de soporte a actividades y a
empresas globales. De hecho, la mayor parte de ellos resultan de una prolongación y
actualización de algunos que ya habían comenzado a aparecer en pleno período fordista,
como es el caso de los shopping malls o de los grandes edificios corporativos, pero
remodelados y reconvertidos conforme a las nuevas exigencias de las empresas
globales, y diseñados en función de las posibilidades que ofrecen los avances de las
tecnologías de la con strucción.
Tanto las actividades como los artefactos de la globalización, a medida que van
siendo implantados exitosamente en sus lugares de origen (principalmente en Estados
Unidos) a impulso de las respectivas empresas globales (el ejemplo de McDonald’s es
emblemático), son rápidamente exportados y reproducidos en todos los lugares posibles
del espacio mundial de acumulación, donde dejan su impronta en los paisajes urbanos
de destino. A medida que van imponiendo su presencia en las grandes metrópolis en
proceso de globalización, tienden a constituirse en verdaderos íconos de esta nueva fase
modernizadora, como los principales malls o sedes corporativas.
Muchos de estos artefactos aparecen frecuentemente vinculados a grandes firmas
arquitectónicas, e incluso al nombre de ciertos arquitectos globalizados de prestigio
mundial, por cuyas obras se ha desatado una fuerte competencia entre ciudades en
globalización; esto, por cuanto contar con una obra de arquitectos como Cesar Pelli,
Norman Foster, Frank Gehri, etc., puede ser un importante factor para aumentar la
competitividad metropolitana en la red mundial de ciudades transfronterizas.
El resultado es un tipo de cuadro que comienza a reproducirse en el mundo entero,
afirmando un cambio radical en la imagen de cada una de estas ciudades; como afirma
Antoine Picon (1998), "el mismo escenario parece reproducirse de un rincón a otro del
planeta, como si se tratase de preparar en todos los lugares el advenimiento de una
nueva raza de cyborgs capaces de descifrar un entorno urbano transformado en
enigmático. [...] Las similitudes que presentan los paisajes urbanos y periurbanos de los
Estados Unidos o de Europa del Oeste con los de las grandes megalópolis de África o de
Asia tienen algo de desconcertante. Ellas parecen indicar que las disparidades sociales,
políticas y económicas no explican todo. En numerosos casos, las similitudes son más
sorprendentes que las diferencias" (26). Los trabajos sobre Buenos Aires (Janoschka),
Ciudad de México (Parnreiter y Aguilar) y Lima (Chion) aportan antecedentes sobre
este tipo de transformación.
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