Revista Notas Históricas y Geográficas Número 19, Septiembre- Diciembre 2017
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RESUMEN
Estas notas pretenden ser un breve homenaje a la obra de uno de los historiadores alemanes más
importantes del periodo de posguerra: Hans Mommsen (1930-2015). Su contribución como
historiador en polémicas políticas en Alemania es realmente algo extraordinario tanto en calidad como en honestidad intelectual. El autor de este texto cree que el “estilo Mommsen” demuestra ejemplarmente
que la participación del historiador en las discusiones del ámbito público puede representar
un significativo aporte sin reducir necesariamente la disciplina histórica a una “politización
instrumental”. La intervención de las argumentaciones históricas en el ámbito político debería ser, a la luz de los atributos y prácticas de
este historiador, detenidamente revisadas. La voz de los intelectuales no siempre puede tener un carácter imperativo al servicio de una verdad absoluta para la esfera pública. “Siracusa” no es el único destino ni la
única experiencia para una tal participación.
PALABRAS CLAVE: Dictador débil – Estructuralistas – Intencionalistas – acumulativa radicalización
These notes try to provide a brief tribute to the work of
one of the most important German historians of the
post-war period: Hans Mommsen (1930-2015). His
contribution in political controversies in Germany as
historian is extraordinary as much in quality as in
intellectual honesty. The author of this text thinks that
the “style Mommsen” demonstrates exemplarily that the
participation of an historian in the discussions of the
public sphere can represent a significant contribution
without necessarily reducing the historical discipline to
an “instrumental politicization”. The intervention of the
historical argumentation in the political sphere – in the
light of the characteristics and methods of this historian
– should be thoroughly reviewed. The voice of
intellectuals cannot always have an imperative
character at the service of an absolute truth for the
public sphere. “Syracuse” is neither the only destiny nor
the only experience for such participation.
KEY WORDS: weak dictator – structuralists –
intentionalists – cumulative radicalization
ENTRE HISTORIA Y POLÍTICA. NOTAS SOBRE EL HISTORIADOR ALEMÁN HANS MOMMSEN (1930-2015)
BETWEEN HISTORY AND POLITICS. NOTES ON THE GERMAN HISTORIAN
HANS MOMMSEN (1930-2015).
Dr. Arturo Moreno Fuica Universidad de Heidelberg
ABSTRACT
Recibido el 11 de Septiembre de 2017 Aceptado el 18 de Noviembre de 2017
Para citar este artículo: Moreno Fuica, Arturo. “Entre historia y política. Notas sobre el historiador alemán Hans Mommsen (1930-2015)”. Revista Notas Históricas y Geográficas, 19(2), Septiembre- Diciembre 2017: pp 7-32
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1. INTRODUCCIÓN: Hans Mommsen el “ciudadano-historiador”.
Hans Mommsen (1930-2015) es considerado como uno de los historiadores
más importantes del periodo de posguerra en Alemania. Perteneció a ese grupo de
intelectuales alemanes que quiso intervenir decididamente en la discusión política
de su tiempo y participar activamente en la reflexión sobre el pasado reciente de su
país. Contribuir con su opinión en los debates públicos fue para él un imperativo. Si
se puede hablar de una cultura política y una identidad nacional pos-Auschwitz en
Alemania, entonces tenemos que valorar a Hans Mommsen como uno de sus
constructores. Si bien es cierto que su compromiso con el desarrollo político y
cultural de su país se exteriorizó a través de sus indiscutibles competencias como
investigador, también es verdad que su cometido tuvo a la vez una dimensión
partidista. Un aspecto formal de esto último se refleja en el año 1960 cuando ingresa
al partido socialdemócrata alemán. ¿Qué significado tuvo el historiador para su
partido? Sigmar Gabriel, presidente de la socialdemocracia y Vicecanciller Federal de
Alemania en el año de su fallecimiento, esbozó una respuesta a esta pregunta en sus
condolencias: “siempre un espíritu incómodo y crítico, también para su partido”.
(Gabriel 2015) A Hans Mommsen le habría gustado escuchar estas palabras.
El apellido Mommsen nos tendría que generar de inmediato un cierto
sentimiento de familiaridad. Efectivamente, él representa una larga tradición de
historiadores. En este sentido partamos estableciendo que Hans Mommsen era
bisnieto ni más ni menos que de Theodor Mommsen (1817-1903), uno de los más
famosos e influyentes liberales alemanes del siglo XIX, conocido como un abierto
crítico del antisemitismo de su época, el mismo que en su testamento declararía
también no tener ningún respeto hacia los alemanes y quien por su obra Römische
Geschichte (1854-1856) recibiría el Premio Nobel de Literatura en 1902. Y aunque
tendría 16 hijos curiosamente ninguno de ellos seguiría la carrera del patriarca. Así,
al hablar hoy de los Mommsen como una “dinastía” de historiadores se debe hacer
con cuidado. Son dos nietos quienes retomarían la profesión del abuelo. Uno de ellos
sería Theodor Ernst Mommsen (1905-1958) quien estudió Historia en las
universidades de Heidelberg, Viena y, por último, de Berlín. En la capital alemana
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terminaría su doctorado en 1929. Seis años más tarde, debido a la evolución política
en el país, tendría que emigrar a los Estados Unidos. El tío “Ted”, como lo llamarían
más tarde, enseñó allí en diversas universidades y se haría un nombre como
especialista en Francesco Petrarca.
El otro nieto quien tomó también la ruta del abuelo fue precisamente el padre
de nuestro historiador, Wilhelm Mommsen (1892-1966), un reconocido historiador y
académico en Alemania.1 Pero la notoriedad del padre no estuvo libre de graves
imputaciones surgidas por su compromiso con el dominio totalitario nazi. La
afinidad de Wilhelm Mommsen hacia la “revolución nacional” del movimiento
nacionalsocialista está suficientemente documentada.2 Inmediatamente terminada la
guerra, al ser clasificado en el proceso de desnazificación como simpatizante
(Mitläufer) del régimen, perdió su titularidad de profesor en la Universidad de
Marburgo. Hans Mommsen siempre reconoció que su padre había tenido una
comprensión del Estado alemán fundamentalmente nacional-conservadora, pero la
estableció dentro de la tradición política nacida con Bismarck. Sin embargo, en
varias entrevistas el hijo hablaría también de envidias y confabulaciones contra su
progenitor. Y este juicio de Hans Mommsen estaría fundamentado. Efectivamente,
en un proceso como el de la desnazificación, cuyo objetivo último, en términos
generales, fue develar “quién hizo qué”, tergiversaciones, componendas e intrigas
dispusieron del nuevo orden social. Específicamente, el joven Hans habría tenido la
oportunidad de ser testigo directo del tinglado de lealtades conspirativas contra su
padre que algunos colegas exhibieron durante el proceso. ¿La comprensible defensa
del primogénito a su progenitor? Como quiera que sea la respuesta a esta pregunta,
debemos saber que el padre lucharía por una rehabilitación y en segunda instancia
sería absuelto. Sin embargo, la sentencia llegaría tarde. La rectoría de la Universidad
1 El abuelo de Hans Mommsen, Karl Mommsen (1861-1922), fue un abogado de renombre centrando sus actividades profesionales en el mundo de la banca. 2 Para una confirmación de esto véase algunas de las obras del propio Wilhelm Mommsen como Volk
und Staat in der deutschen Geschichte, 1933 (Pueblo y Estado en la historia alemana) o Politische Geschichte von Bismarck bis zur Gegenwart 1850-1933, 1935 (La historia política desde Bismarck hasta la actualidad 1850-1933). Además, Wilhelm Mommsen sería uno de los 900 académicos que firmarían en 1933 el así conocido Juramento de lealtad de los profesores a Adolf Hitler (Bekenntnis der Professoren zu Adolf Hitler). En 1940 ingresaría al partido nazi (NSDAP).
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de Marburgo ya le había entregado apresuradamente la cátedra a otro colega.3 El
hecho que muchos de los miembros de los círculos académicos de la Universidad de
Marburgo, incluyendo aquellos que rápidamente ganaron influencia en el círculo de
las altas esferas militares aliadas, hayan estado mucho más comprometidos con el
régimen nazi que el propio Wilhelm Mommsen haría del asunto más oscuro y
amargo para la familia Mommsen. Por supuesto, sería un error suponer que este tipo
de maniobras y traiciones fue propio sólo de los ambientes académicos. Lo contrario
fue el caso. La verdad es que este tipo de maniobras y confabulaciones determinaron
los contextos de casi todos los círculos políticos, económicos y sociales en la
Alemania de posguerra, circunstancias que seguirían latentes incluso más allá del
periodo de los gobiernos de Konrad Adenauer (1949-1963).
Sólo nos podemos imaginar que tan duro pudo haber sido para Hans
Mommsen tener que preguntarse tan tempranamente por la verdadera dimensión
del rol de su padre en el régimen nacionalsocialista. Sin embargo, el querer
comprender la actuación de su padre fue lo que lo encauzó a enfrentarse a las
actitudes ambiguas de su entorno frente a los horrores del totalitarismo alemán. Lo
importante para nosotros es entender que las experiencias acumuladas por el joven
Hans, de no más de 15 años durante el proceso contra su padre, no pueden ser
calificadas como simples y tristes anécdotas. Por el contrario, considerar estos
tempranos aprendizajes nos permite juzgar adecuadamente su búsqueda por
entender el nacionalsocialismo precisamente en su “comunicación” con la realidad
societaria en la cual se había gestado. Efectivamente, como adolecente él se movió
en medio de un fenómeno social generalizado que más tarde sería su objeto de
estudio. Establezcamos aquí que a partir de estas lecciones personales entorno a su
progenitor Hans Mommsen comenzaría a desarrollar un discernimiento fogueado
que finalmente lo llevaría hacia una especie de imparcialidad sin distancia que le
facultó abordar aquel consenso social – del cual académicos como su padre habían
sido parte – que, primero, permitió, y, después, sostuvo el régimen totalitario.
Finalmente, no hay que desestimar aquí tampoco que esta temprana vivencia del
3 En el periodo de posguerra en la Universidad de Marburgo se había formado una red ‒ Hans
Mommsen hablaría incluso de “mafia” ‒ con gran influencia en la administración americana alrededor del nombrado rector el profesor de filosofía Julius Ebbinghaus, quien formaba parte del círculo filosófico alrededor de Martin Heidegger y había pertenecido al Partido Nacional del Pueblo Alemán (DNVP, Deutschnationale Volkspartei).
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historiador se podría considerar como una anticipación de aquellos conflictos que
más tarde, principalmente a partir de mediados de los años 60, prácticamente cada
joven iba a tener con sus padres o abuelos.
Biográficamente todo este asunto demostró tener otra arista. Atendiendo la
“carga din|stica”, en general, y las circunstancias profesionales de posguerra del
padre, en particular, se hace fácil entender el hecho que en los años de juventud
tanto Hans como Wolfgang, su hermano mellizo, hayan descartado incursionar en la
historiografía. Pensemos que ellos conocían prácticamente a todos los miembros
activos del mundo de las ciencias históricas en Alemania y éstos sabían quiénes eran
ellos. Todo esto auguraba sólo dificultades para los futuros estudiantes. Sin embargo,
los mellizos terminan por exponerse e ingresan a la disciplina de su padre y
bisabuelo.4 Ambos harían una destacada y reconocida carrera académica.5 Así, las
ciencias históricas alemanas de posguerra no ganarían un Mommsen, sino dos.
2- UNA CARRERA ACADÉMICA CON VOCACIÓN PÚBLICA
Después de estudiar un tiempo en Marburgo, Hans Mommsen terminaría su
doctorado el año 1959 en la Universidad de Tubinga con una investigación sobre la
Historia de la Socialdemocracia Austriaca entre 1867 y 1907. Su director de tesis sería
el profesor de origen judío Hans Rothfels (1891-1976), un académico con un alto
prestigio por sus trabajos en la Historia Moderna europea y quien había regresado a
Alemania recién en 1951. En 1967 Hans Mommsen se habilitaría en la Universidad de
Heidelberg con un trabajo titulado Beamtentum im Dritten Reich guiado por el
profesor Werner Conze. Con esto obtenía las credenciales académicas para obtener
una cátedra en Historia. Un año después de su habilitación (1968) sería nombrado
4 Hans Mommsen explicaría más tarde que las ciencias históricas habrían aparecido en su horizonte
de vida como algo secundario e, incluso, llegaría a señalar que se toparía por casualidad con la Historia Moderna como estudio principal. 5 En el año 1958 Wolfgang J. Mommsen (1930-2004) también se había doctorado (Universidad de
Colonia) con una extraordinaria investigación sobre Max Weber y la política alemana entre 1890 y 1920, trabajo que hasta el día de hoy es lectura obligatoria para quienes desean adentrarse en el pensamiento político weberiano. Después de algunas pasantías en Gran Bretaña y los Estados Unidos sería nombrado en 1968 profesor de Historia Moderna en la Universidad de Düsseldorf. Publicó destacados trabajos sobre el imperialismo, Primera Guerra Mundial, descolonización y los intelectuales del periodo anterior a 1933. Wolfgang J. Mommsen murió el 11 de agosto de 2004. Para la vida y obra de Wolfgang J. Mommsen consúltese Christoph Cornelißen, ed., Geschichtswissenschaft im Geist der Demokratie. Wolfgang J. Mommsen und seine Generation (Berlín: Akademie, 2010).
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profesor titular para Historia Moderna en la recién fundada Universidad Ruhr de
Bochum.
La carrera universitaria como profesor la inicia Hans Mommsen en un
período de la historia de la República Federal de Alemania caracterizado por una
sociedad con grandes tenciones. Si bien es cierto que era todavía el tiempo en que
una pensadora del totalitarismo como Hannah Arendt criticaba a los profesores
alemanes de estar más preocupados de realizar estudios sobre Hegel o Lutero e
ignorar intencionadamente Auschwitz y el genocidio (Arendt, 1989, p. 353), también
es verdad que Mommsen llegaba a la Universidad de Bochum cuando la tensión
social ya había comenzado a asumir un tono de agitación política decididamente
más radical. Esto principalmente por el asesinato del estudiante Benno Ohnesorg (2
junio 1967) y el atentado contra Rudi Dutschke (11 abril 1968). La así llamada
generación del 68 hacía su aparición. En Alemania este movimiento se sustentaba en
una particular ola liberal que ya desde algunos años se había ido imponiendo en la
sociedad. En esta primera etapa los partidos tradicionales no pudieron (o quisieron)
representar las nuevas exigencias de cambio y, por ende, la oposición tuvo desde un
principio un carácter extra-parlamentario. Las exigencias de cambio tenían un
interés ideológico, pero esto se combinaba con un sustento empírico. Efectivamente
eran años en los que el sistema educacional mostraba un desmesurado déficit en
igualdad de oportunidades. El derecho a voto estaba establecido recién a partir de
los 21 años. El parágrafo 175 del Código Penal Alemán, que penalizaba las relaciones
homosexuales, seguía vigente. En la vida matrimonial prevalecía una relación
asimétrica donde la posición de desventaja de la mujer descansaba en las leyes civiles
imperantes. Esto se expresaba en que, por ejemplo, a las mujeres les estaba
prohibido por ley trabajar, estudiar o, incluso, tener una cuenta corriente sin la
autorización del esposo. Aún más, la violencia contra la mujer cometida por el
cónyuge, incluyendo la violación, no era considerada un delito. A todo este
autoritarismo social latente se agregaba en Alemania un velo colectivo sobre lo que
verdaderamente había acontecido durante el régimen nacionalsocialista. Se trataba
de un rechazo generalizado a revisar y comprender los hechos, reticencia en cierto
modo consentida por todos los gobiernos a partir de 1949, la mayoría de los actores
políticos de la época y un gran porcentaje de la población. Por supuesto, tal
resistencia “en bloque” no se debe considerar sorprendente si se toma en cuenta que
gran parte de la generación que había participado activamente en el régimen nazi
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había alcanzado en la Alemania de Bonn la cima en su “segunda carrera”. El proceso
contra Adolf Eichmann en Israel (1961-62) ya había dado claras luces en este sentido.
¿Qué había ocurrido? El gobierno de Adenauer habría sabido del paradero de
Eichmann, hombre clave en de la organización del genocidio, desde mucho antes
que fuese raptado de Argentina y puesto por el Mosad en manos de los tribunales de
justicia de Jerusalén.6 Más tarde, frente al así llamado Proceso-Auschwitz en
Frankfurt (1963-68) – en realidad fueron varios – no hubo espacio público ni privado
donde las sombras del pasado reciente no aparecieran. Nadie logró blindarse de los
cuestionamientos en este periodo. Máximas autoridades políticas como el Canciller
Kurt Georg Kiesinger (1966-1969) sería enfrentado por su participación en el régimen
nacionalsocialista. Un Günter Grass, en aquel entonces sin un pasado en las Waffen-
SS, y Heinrich Böll alzaron sus voces críticas contra la ascensión de Kiesinger como
Canciller. Incluso, el filósofo Karl Jaspers y su esposa de origen judía, Gertrud Mayer,
quienes ya habían emigrado a Basel en 1948, entregarían su pasaporte alemán como
protesta. También el Presidente de la República Federal de la época Heinrich Lübke
(1959-1969) debería dimitir por su pasado nazi. Hans Mommsen había pasado ya este
proceso dentro de su propia familia y podía entender bastante bien cómo la sociedad
alemana estaba en peligro de hundirse en un mar de sospechas, acusaciones y
desengaños. Pero estos juicios dejaban a la luz también otra problemática: los
abogados podían establecer una “verdad jurídica”, sin embargo, para los
6 La así llamada “Organización Gehlen”, organizada por las fuerzas de ocupación aliadas con antiguos
agentes de diversas instituciones nazis, especialmente de las Escuadras de Defensa SS (Schutzstaffel), del Servicio de Seguridad SD (Sicherheitsdienst des Reichsführers SS) y de la Policía Secreta del Estado Nazi (Gestapo), fue fundada oficialmente en abril de 1946. Aunque en abril de 1956 fue reemplazada por el actual Servicio Federal de Inteligencia (Bundesnachrichtendienst, BND) la continuidad del personal se mantuvo. De hecho el antiguo general de brigada SS, Reinhard Gehlen, quien ya había sido nombrado por los americanos como director de la antigua organización que llevaba su nombre, sería el primer Presidente del Servicio Federal de Inteligencia (BND). La “segunda carrera” de Gehlen y de muchos de sus antiguos camaradas quedó de esta manera asegurada. Esta historia se ha transformado una y otra vez parte de la contingencia política alemana. Un ejemplo de esto a destacar, por su cercanía temporal, es la interpelación en marzo de 2013 al ejecutivo por parte de los diputados del Partido Verde Alemán, Claudia Roth, Ekin Deligöz, Katja Dörner, entre otros, a responder numerosas consultas cuya problemática central se concentraba en las preguntas de si el BND, otras autoridades del Estado alemán o representantes del gobierno de la época, incluyendo el Canciller Konrad Adenauer, habían estado informados a partir de 1952 del paradero de Adolf Eichmann y, si hubiese sido así, por qué no se habían tomado acciones para su extradición para juzgarlo. La documentación de esta interpelación y la respuesta oficial del ejecutivo está disponible en http://dipbt.bundestag.de/extrakt/ba/WP17/519/51996.html.
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historiadores esto no significaba que con ella se había develado exactamente qué y
cómo había ocurrido, menos aún el porqué. (Herbert, 2015, pp. 43s.)
Al año de la llegada de Mommsen a la recién fundada Universidad de Bochum
se produciría un cambio en la dirección política del país. Con el triunfo electoral de
Willy Brandt en septiembre de 1969 asumía por primera vez un socialdemócrata
como Canciller de la República Federal de Alemania. La aspiración central del nuevo
gobierno quedó establecida en una expresión que Brandt pronunció en su primera
declaración frente al parlamento (28 de octubre 1969): Wir wollen mehr Demokratie
wagen (Queremos atrevernos a más democracia). De esta forma a las presiones en
pos de cambios se les presentaba la chance de tomar la vía institucional.
Precisamente, en medio de este giro político el ya entonces profesor Mommsen pudo
afianzar el proceso de “liberación” del lastre tradicional que imperaba hasta ese
momento en la historiografía alemana, proceso que ya había iniciado
silenciosamente por lo menos desde su habilitación.
A lo largo de su carrera Hans Mommsen publicó y editó numerosos trabajos
especialmente sobre la República de Weimar, el nacionalsocialismo y la resistencia
alemana. Pero también algunas de sus investigaciones se centrarían en el
movimiento obrero. De hecho, en Bochum fundaría ya a principios de los setenta el
“Instituto para Estudios del Movimiento Obrero Europeo”, el cual ya en 1980 recibiría
el estatus de centro de investigación universitario. Este centro de investigación se
conoce hoy como el Instituto para Movimientos Sociales (Institut für Soziale
Bewegungen). De esta manera el interés por la historia social del movimiento obrero
alemán y europeo llegaba oficialmente a la universidad. Mommsen desplegaría en
esta temática todos sus bríos para hacer distinciones. Ejemplifiquemos esto aquí con
una breve aclaración. La historia del sindicalismo europeo y sus organizaciones
políticas no conformaron el centro de su interés, como se podría pensar en un
primer momento, sino que su trabajo se consolidó más bien en el análisis del
movimiento obrero como expresión de un movimiento social. La distinción no es
trivial. Lo que Mommsen buscó develar fue la situación concreta y diversa de los
trabajadores y, en ese sentido, de la mayoría que no estaba organizado. Estuvo
convencido que una “respuesta política” de los trabajadores, respuesta que podía
incluir incluso un “pragmatismo sindical”, a la larga no sería suficiente para asegurar
el futuro del movimiento social.
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Volvamos a 1967, concretamente a la habilitación de Hans Mommsen, y, de
esta manera, poder continuar con el análisis sobre el significado de su obra. Lo
primero que se debe señalar es que su trabajo Beamtentum im Dritten Reich
representó un quiebre con la hasta ese entonces dominantes corrientes en las
ciencias históricas alemanas. Su investigación encarna el inicio de un tratamiento
alternativo al enfoque tradicional en los estudios historiográficos sobre el
nacionalsocialismo y su sociedad. En este sentido, la tesis aquí expuesta debe ser
considerada como una verdadera declaración de principios para toda su obra
posterior. El foco de esta nueva orientación se puede resumir de la siguiente manera:
la radicalidad del régimen nacionalsocialista no dependió única y exclusivamente de
una supuesta genialidad demoniaca de Adolf Hitler, ni del círculo más intransigente
cercano a él, ni siquiera de las fuerzas fanáticas como las SS, sino que también hubo
grupos de interés, no necesariamente incondicionales al régimen, que a través de un
“funcionamiento puntual” en medio de las estructuras estatales fueron capaces de
desarrollar espacios para la “propia iniciativa”. En este sentido, la población civil que
integró en gran parte la administración pública en todos los niveles demostró ser,
junto a los Escuadrones de Defensa (SS), la policía o las fuerzas armadas, un factor
determinante para el régimen-NS. El dinamismo, inventiva y autonomía de estas
camarillas superaron muy a menudo la propia intensidad que presuponían las
ordenanzas venidas desde la estructura central. Más aún, los resultados de la
habilitación de Mommsen desvelaron que entre los diferentes niveles de la
administración la rivalidad entre sí, para realizar, ampliar y “anticiparse” a la
“verdadera voluntad” de Hitler, fue la regla. Con semejantes revelaciones Mommsen
no sólo provocaba fuertes oleajes en la “laguna del pasado”, sino que también estos
análisis exponían la incoherencia cardinal sobre la que se había fundado el sistema
democrático de la joven república. La inconsistencia fundacional como tal expresaba
un “pecado de origen” en el que se revelaba una reivindicación de la “antigua élite
funcional” del régimen nazi. A partir de la fundación de la República Federal de
Alemania, el 23 de mayo de 1949, estos funcionarios aparecían de momento como
necesarios para los operativos de construcción del sistema democrático
representativo y del proceso de integración en la comunidad internacional. (Peter,
1995, p. 77)
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Desde la perspectiva historiográfica la tesis de que el funcionamiento
sustentable y la constante radicalidad de la maquinaria aniquiladora no se podrían
explicar a través de un análisis concentrado únicamente en el rol de Hitler y su
círculo, significaba un paso necesario para poder iniciar un análisis de los diferentes
intereses societarios que se habían entrecruzados en el macabro juego de poder
detrás de las políticas de exterminio. Para Mommsen el postulado sobre el
individuo-Hitler como una figura demoniaca fue, precisamente, un intento de la
historiografía conservadora de su época por eximir de las responsabilidades a los
demás miembros de la élite económica-social y de gran parte de la población de la
sociedad alemana en el sumamente eficiente funcionamiento del terror nazi. El
juicio del historiador abriría espacio para nuevos conceptos. En medio de su malla
argumentativa que negaba la responsabilidad y culpa concentrada exclusivamente en
el Führer y en los miembros del aparato central del régimen, Mommsen presentaría
en 1971 su concepción de Hitler como un schwacher Diktator (dictador débil). Hitler
y sus directos colaboradores habrían sido abiertos exponentes de velados anhelos de
los diferentes grupos corporativos y colectividades de la sociedad alemana de la
época que, por una u otra razón, habían mostrado hasta entonces falta de
coordinación. (Mommsen, 1971, p. 702)7 Por ningún motivo el historiador pretendía
con esto querer eximir a Hitler y a su camarilla de sus responsabilidades o relativizar
su innegable culpabilidad. Tampoco significaba desconocer aquellos excepcionales
hombres y mujeres que se atrevieron a resistir a los nazis y que no quisieron ser
parte de esta identidad Führer-pueblo. De hecho, gran parte del trabajo de
Mommsen se centró también en estudios sobre la oposición bajo el régimen nazi.8
Para él se trataba más bien de correr el velo de las generalizaciones y dejar aparecer
7 Hannah Arendt en su obra magna, The Origins of Totalitarianism (1951), ya había considerado como
elemento del totalitarismo esta simbiosis, algo que Hitler mismo habría sido conciente. “All that you are, you are though me; all that I am, I am though you alone” [Todo lo que vosotros sois me lo debéis a mí; todo lo que soy os lo debo sólo a vosotros], fueron sus palabras dichas en un discurso a las SA, algo que también podría haber dicho por radio a una gran mayoría del pueblo alemán. Véase Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianism, 1985 (New York: A Harvest Book / Harcourt, Inc., 1985), 325. 8 Respecto a esta temática no puedo profundizar aquí, pero deseo nombrar, por lo menos, los
principales títulos en donde Hans Mommsen trabaja la oposición al régimen nazi. Sobre esto se puede consultar: Widerstand und Politische Kultur in Deutschland und Österreich (1994), Alternative zu Hitler. Studien zur Geschichte des deutschen Widerstandes (2000), Zur Geschichte Deutschlands im 20. Jahrhundert. Demokratie, Diktatur, Widerstand (2010) y Die „rote Kapelle“ und der deutsche Widerstand gegen Hitler (2012).
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aquellas distinciones específicas que podrían revelar la particularidad del fenómeno
totalitario.
De esta manera se puede afirmar que Hans Mommsen se instaló claramente
ya desde muy temprano en la corriente metodológica que años más tarde sería
conocida como estructuralista (también denominada funcionalista). Se considera
como fundador de esta posición en la historiografía alemana al historiador Martin
Broszat (1926-1989).9 En la década de los ochenta los estructuralistas se enfrentarían
a una fuerte crítica. Se les acusó que al querer colocar el peso de gravitación de la
radicalización del sistema en su orgánica funcional pretendían instalar el foco de
análisis del problema en una configuración cuasi anónima. Quienes argumentaban
de esta manera recibirían el nombre de intencionalitas. El enfrentamiento de estas
dos corrientes historiográficas alcanzaría su esplendor en la segunda mitad de los
años ochenta. Este hito en la historiografía alemana se conoce como el
9 Martin Broszat, autor de la obra Der Staat Hitlers (1969), fue no sólo un destacadísimo y reconocido
investigador de la historia del nacionalsocialismo, sino también fue el primero quien apeló por una “Historisierung” del nacionalsocialismo como respuesta tanto al “bloqueo de la conciencia histórica” como al “distanciamiento generalizado” de esta experiencia histórica en Alemania. Consúltese Martin Broszat, „Plädoyer für eine Historisierung des Nationalsozialismus,“ Merkur. Deutsche Zeitschrift für europäisches Denken, Vol. 39, N° 435 (1985), 376. “¿Bloquea Hitler todavía el acceso hacia la historia alemana?” (Ibíd., 373), preguntaba Broszat cuarenta años después de la capitulación alemana. Su demanda se instalaba en un periodo en el que la historia de la dictadura hitleriana todavía no se había transformado en una historia del periodo nacionalsocialista. (Ibíd., 380) Naturalmente su petición a analizar “históricamente” dicha época tenía para Broszat sus complicaciones. Ante todo advirtió de la necesidad y dificultad de clasificar el nacionalsocialismo dentro de la historia alemana. (Ibíd., 375) Además, demandó no caer en un escapismo subsumiendo lo particular del dominio nacionalsocialista bajo un general concepto de dominación y violencia política y entender que una imagen en su conjunto del nacionalsocialismo no podía significar caer en una nueva generalización. Frente a la “obstrucción sentimentalista instintiva” que aparecían en los intentos de tratar al periodo nazi, Broszat proponía efectuar una depuración de las herramientas conceptuales y liberarse de aquella tendencia que “demonizaba la persona Hitler” para entender la cat|strofe totalitaria. (Ibíd., 384) Broszat concluía en su Plädoyer que la desintegración absoluta de este bloqueo a favor de una sensibilidad moral de la historia, precisamente a causa de la experiencia del nacionalsocialismo, era el sentido cuando abogaba por su historización. (Ibíd., 385) De tal manera, “Historisierung { la Broszat” implica para el historiador asumir una cierta “normalidad” en el tratamiento analítico del nacionalsocialismo, “normalidad” que no implicaría quedar reducido a una epistemología a-moral o terminar esclavizado bajo algún tipo de arrogancia académica. Consúltese Jürgen Peter, Der Historikerstreit und die Suche nach nationalen Identität der achtziger Jahre (Frankfurt a. M.: Europäischer Verlag der Wissenschaften, 1995), 83-85 y Hans Mommsen, „Martin Broszat und die Erforschung der NS-Zeit,“ en Norbert Frei ed. Martin Broszat, der „Staat Hitlers“ und die Historisierung des Nationalsozialismus (Göttingen: Wallstein, 2007), 19-30.
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Historikerstreit. Hans Mommsen sería uno de los actores principales en esta
controversia.
3- UNA CONTIENDA POR UNA REMODELACIÓN ADECUADA DE LA
CONCIENCIA “POLÍTICA” SOBRE EL PASADO
La expresión Historikerstreit lleva a engaños. En realidad, este debate en
Alemania desbordó los límites de los historiadores profesionales.10 Pronto se
integraron a la disputa tanto periodistas, escritores, filósofos como destacados
políticos alemanes. Aunque hay antecedentes, se suele considerar como punto de
partida de esta querella un texto del profesor de la Universidad Libre de Berlín, Ernst
Nolte, que se publicó en el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) con el
título Die Vergangenheit, die nicht vergehen will (El pasado que no se quiere
desvanecer).11 La fecha de publicación no era casual: el 6 de junio de 1986, el
aniversario del desembarco de Normandía. En un trabajo anterior, El fascismo y su
época (1963), Nolte ya había presentado al fascismo totalitario como una forma de
resistencia al mundo moderno.12 Una semejante generalización lo instaló
tempranamente en el grupo de los revisionistas conservadores. Pero ahora el sino de
los argumentos presentados en el artículo publicado en el periódico FAZ
representaban para muchos intelectuales no sólo una relativización de los
10
En la actualidad existe una amplísima literatura que analiza las diferentes dimensiones de esta disputa. En este texto el autor ha hecho uso de las siguientes publicaciones: Mathias Brodkorb, ed., Singuläres Auschwitz? Ernst Nolte, Jürgen Habermas und 25 Jahre „Historikerstreit“ (Schwerin: Adebor, 2011); Christoph Cornelißen, ed., Geschichtswissenschaft im Geist der Demokratie. Wolfgang J. Mommsen und seine Generation (Berlín: Akademie, 2010); Volker Kronenberg, ed., Zeitgeschichte, Wissenschaft und Politik. Der „Historikerstreit“ – 20 Jahre danach (Wiesbaden: VS Verlag für Sozialwissenschaften, 2008); Steffen Kailitz, ed., Die Gegenwart der Vergangenheit. Der „Historikerstreit“ und die deutsche Geschichtspolitik (Wiesbaden: VS Verlag für Sozialwissenschaften, 2008); y Richard J. Evans, Im Schatten Hitlers? Historikerstreit und Vergangenheitsbewältigung in der Busdesrepublik (Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1991). 11 Véase Ernst Reinhardt Piper, ed., Historikerstreit“. Die Dokumentation der Kontroverse um die
Einzigartigkeit der nationalsozialistischen Judenvernichtung (München/Zürich: Piper, 1987), 39-47. Nolte murió el 18 de agosto de 2016. 12
Años m|s tarde la argumentación de una “resistencia al mundo moderno” sería presentada por Nolte como un posible camino para entender el radicalismo islámico. Véase Ernst Nolte, 2006. Religion vom absoluten Bösen. Der Historiker Ernst Nolte über den „Historikerstreit“, Gott und Islamismus. http://www.Welt.de/225060 (consultado el 25 de noviembre de 2015). La entrevista fue realizada por Roger Köppel. Tres años más tarde Nolte publicaría su trabajo titulado Die Dritte Radikale Widerstandsbewegung: der Islamismus (Berlín, 2009).
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acontecimientos, sino también claras intenciones apologéticas. Y había razones para
esta crítica. En su texto de 1986 Ernst Nolte calificó las políticas de aniquilación en
Alemania como un “acto asi|tico” el cual debía entenderse como una reacción al
“acto asi|tico original estaliniano”. Auschwitz sería una suerte de “maniobra de
defensa propia” frente al Archipiélago de Gulag; el exterminio racial la respuesta a la
aniquilación de clases. La consecuencia de la argumentación era devastadora. La
Shoa perdía ni más ni menos su dimensión de singularidad en la historia universal.
Una “guerra de interpretaciones” (Herbert, 2015, p. 45) dio comienzo. En un
artículo publicado en el periódico Die Zeit (11. Julio 1986) Jürgen Habermas inauguró
la cruzada contra la ofensiva revisionista, como él la denominó, de la derecha
neoconservadora alemana. Habermas nunca dejó de considerar que el gran logro
intelectual de la generación del periodo de posguerra había sido haber llevado a la
República Federal de Alemania a una apertura a la cultura política de occidente, algo
por lo cual esta generación, a la que él mismo decía pertenecer, debería estar
orgulloso. Sin embargo, advirtió que el desenlace aperturista y democrático de dicha
apertura no se estabilizaría en Alemania con la acometida de una conciencia
nacional teñida con una “NATOphilosophie”. (Habermas, 1987, pp. 62-76) Hans
Mommsen fue uno de los primeros en otorgarle un apoyo decidido a Habermas
(Mommsen 1986a, 1986b) y, de la misma manera que el filósofo de la Escuela de
Frankfurt, entendió el artículo de Nolte como parte de un proyecto político
conservador más amplio. Para confirmar esto no se requería desvelar oscuras teorías
conspirativas, sino más bien concentrarse en el nuevo carácter que algunos ritos
políticos habían comenzado a mostrar en el espacio público alemán. En esto el
historiador y el filósofo coincidían totalmente. Revisemos brevemente algunas de sus
observaciones.
Efectivamente, unos dos años y medio antes de la publicación de Nolte, en
enero del año 1984, en su discurso ante el parlamento Israel Helmut Kohl había
pedido “clemencia para el nacimiento tardío”. ¿Qué quería expresar el Canciller con
esta frase? Los alemanes nacidos después de 1930 (como el mismo Kohl) no
arrastrarían culpa de los hechos ocurridos bajo el régimen NS. En septiembre del
mismo año Kohl y el presidente francés François Mitterrand aparecían tomados de
las manos en el cementerio Douaumont, en la legendaria Verdún. Es cierto que la
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batalla que lleva el nombre de esta ciudad, en donde alrededor de 700 mil soldados
alemanes y franceses habían perdido la vida, era un hecho de la Primera Guerra
Mundial. Sin embargo, la cita fue interpretada también como un acto de desagravio,
pues unos meses antes, en el marco de la celebración del desembarco aliado en
Normandía, el Canciller Helmut Kohl no había sido invitado.13 Para Hans Mommsen
las iniciativas revisionistas del gobierno alemán no terminaban aquí. Efectivamente,
meses más tarde Kohl declaraba la necesidad de crear un Museo Histórico Alemán
en Berlín. En su discurso anual a la nación alemana del 27 de febrero de 1985 el
Canciller ungía esta iniciativa como “una tarea nacional con rango europeo”.14
Mommsen interpretó esto como una suerte de política de neutralización. Instalar la
historia del movimiento nacionalsocialista en un espacio neutral, como un museo,
escondía un interés del poder neoconservador el cual era consecuente con su política
frente al pasado reciente. A partir de este momento lo que se comenzaba a exigir no
era de ningún modo problematizar el pasado inmediato a través de la investigación
histórica, sino más bien de llegar a un “balance” y “despacharlo” lejos del an|lisis
histórico. (Mommsen, 1986a, p. 874)
Pero para críticos como Mommsen y Habermas el punto m|s alto del “avance
revisionista” (Habermas) se alcanzaría el 5 de mayo de 1985, cuando, como parte de
la conmemoración de los 40 años de la rendición incondicional alemana (8 de mayo
de 1945), Helmut Kohl y Ronald Reagan visitarían juntos el cementerio de soldados
en Bitburg, en el Estado Federal de Renania-Palatinado. La elección del lugar como
13
Está fuera de toda duda lo que el relato histórico narra en el sentido de que después de enterrar a unos 130 mil soldados comenzó a ser cada vez más difícil determinar la identidad y la nacionalidad de los cadáveres y que por eso se les había dado sepultura sin considerar estas distinciones. Esta conmemoración, concebida oficialmente con motivo de esta tristemente famosa batalla (febrero a diciembre 1916), también fue interpretado por algunos comentaristas bajo el significado de otro acontecimiento histórico. En el año 843 el reino de Carlomagno fue dividido por el tratado de Verdún, algo que para los historiadores marca el inicio de las posteriores confrontaciones entre franceses y alemanes. 14
En 1987, con motivo de los 750 años de la ciudad de Berlín firman el Canciller Helmut Kohl y el aquel entonces Alcalde de Berlín, Eberhard Diepgen, el documento de fundación del Museo Histórico Alemán dando inició así a las tareas de remodelación del edificio más antiguo, conocido como el Zeughaus, de la Avenida Unter den Linden. La exposición permanente, “Historia alemana en im|genes y testimonios“, fue inaugurada oficialmente el 2 de junio de 2006 por la canciller Angela Merkel.
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gesto de reconciliación generó una avalancha de críticas.15 ¿La razón? En este
cementerio también estaban sepultados miembros de las SS. Aún más, ejecutores y
víctimas quedaron nivelados expresamente cuando se declaró a estos soldados
alemanes igualmente víctimas del régimen nacionalsocialista.16 Pero el Canciller
Kohl demostraría no estar solo en esta avanzada neutralizadora. Esto quedó
principalmente confirmado cuando tres días más tarde el aquel entonces Presidente
de Alemania, Richard von Weizsäcker, acudía a fórmulas de los intencionalistas en
puntos decisivos de su discurso ante el plenario del Parlamento Federal.17 Si bien es
cierto que Weizäcker confirma la singularidad del Holocausto ‒ como un
acontecimiento único en la Historia de la humanidad ‒ y apela por no separar el 8 de
mayo de 1945 del 30 de enero de 1933, también es verdad que sitúa a Hitler como “la”
fuente de las energías criminales. Él habría sido el catalizador decisivo en la
conducción hacia la “desgracia” final. Casi en directa confrontación con
estructuralistas como Hans Mommsen, Weizsäcker declaró que sólo Hitler y su
círculo de hierro habrían sido quienes, primero, produjeron y, después, manipularon
el delirio de las masas. En medio de su elocuente discurso el presidente alemán llegó
a establecer, casi de pasada, que la ejecución de los delitos del régimen habría estado
en manos de pocos. El nacionalsocialismo había sido más bien hitlerismo.
Weizsäcker aceptaba que muchos podrían ser responsables de no haberse
preocupado por informarse o de haber querido ignorar lo que ocurría, pero advirtió
también que hablar de culpabilidad o inocencia de toda una nación era incorrecto,
15
En un artículo con el título Die Entsorgung der Vergangenheit, publicado el 17 de mayo de 1985 en el semanario Die Zeit, Jürgen Habermas llegó a definir el acto como un “panfleto político-cultural” cuyo objetivo último era la “eliminación del pasado”. Véase Jürgen Habermas, 1985. Die Entsorgung der Vergangenheit. http://www.zeit.de/ 1985/21/die-entsorgung-der-vergangenheit (consultado el 26 de noviembre de 2015). También Steffen Kailitz, ed., Die Gegenwart der Vergangenheit. Der „Historikerstreit“ und die deutsche Geschichtspolitik (Wiesbaden: VS Verlag für Sozialwissenschaften, 2008), 12. 16
Se trataría de 43 soldados SS de los cuales la mayoría habría tenido entre 17 y 19 años de edad. 17
Véase Richard von Weizsäcker, 1985. Gedenkveranstaltung im Plenarsaal des Deutschen Bundestages zum 40. Jahrestag des Endes des Zweiten Weltkrieges in Europa. Rede von 8. Mai 1985. http://www.busdespraesident.de/ SharedDocs/Reden/DE/Richard-vonWeizsaecker/Reden/1985/05/19850508 _Rede.html (consultado el 10 de febrero 2015). Un análisis más detallado y crítico de este extraordinario discurso – extraordinario por su forma, elocuencia y significado, pero también por su sentido – no me es posible en estas notas. En todo caso, debido al tenor de las reflexiones expuestas aquí por Weizäcker la mayoría de los observadores han interpretado este discurso como un nuevo comienzo en la conciencia colectiva alemana y lo han instalado en la lista de los textos fundamentales de la historia política alemana.
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pues estas dimensiones humanas no son colectivas, sino personales. En
concordancia con el discurso de Kohl de 1984 en Israel, agregó que las nuevas
generaciones no podían cargar una culpa sobre actos que no habían cometido. Por
último, Weizsäcker coronaba su narración estableciendo que al final de esta historia
había quedado un único pueblo para ser atormentado, esclavizado y arruinado: el
propio pueblo alemán. En el discurso se citó al mismo Hitler para apoyar este
razonamiento, quien habría remarcado en varias oportunidades que si los alemanes
no eran capaces de ganar la guerra merecían ser aniquilados. El presidente de
Alemania se cuidó de no poner en discusión el hecho que otros pueblos habían sido
“inicialmente” las reales víctimas de una “guerra comenzada por Alemania”, sin
embargo no dudó en sentenciar que el 8 de mayo de 1945 no había significó una
derrota para Alemania, sino que su liberación de los nazis.18 Lo que estaba en juego
era entender Auschwitz como un continuo de la historia alemana o ponerlo en ella
como lamentable paréntesis. (Wiesel 2000) En este sentido, Mommsen impugnó
siempre y de manera tenaz la interpretación que el hitlerismo había sido un quiebre
de la continuidad histórica alemana y criticó las visiones que consideraban que el
nazismo había sido una suerte de “fuerza de ocupación en Alemania”. El discurso de
Weizsäcker, en la visión del historiador, habría pretendido poner el trabajo crítico de
las ciencias históricas bajo los imperativos del proyecto político. Pero ¿no es propio
de las ciencias históricas que ambicionen cada cierto tiempo ensayar relecturas
interpretativas del pasado?
18
En el tradicional discurso del 27 de enero de 2000 (dato elegido por la liberación del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau en 1945), en el marco de la celebración del Día de Conmemoración de las Víctimas del Nacionalsocialismo, Elie Wiesel – sobreviviente de Auschwitz, periodista, escritor, profesor y Premio Nobel de la Paz 1986 –, en el plenario del Parlamento Alemán, enfrenta críticamente la argumentación en el sentido que los “nazis y no los alemanes” habrían sido los culpables del holocausto. Wiegel pregunta: “¿Esto quiere decir que hay dos historias paralelas de Alemania, una historia nazi y una historia alemana?” Y prosigue de la siguiente manera: “Por supuesto, no todos los alemanes eran nazis. Sin embargo, les puedo decir, nuevamente como testigo, que en aquel tiempo la palabra ‘alem|n’ producía miedos. Nos daba pavor si escuch|bamos que los alemanes venían. Para las víctimas el gas Ziklon [B] era alemán. Los que construyeron las cámaras de gases eran alemanes. Las órdenes se impartieron en alem|n.” Véase Elie Wiesel, 2000. Rede im Bundestag anlässlich der Veranstaltung des Gedenkens an die Opfer des Nationalsozialismus am 27. Januar 2000, http://www.bundestag.de/kulturundge schichte/ geschichte/gastredner/wiesel/rede_deusch.html (consultado el 20 de enero 2015).
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El sondeo de nuevas orientaciones hermenéuticas como tal no era lo que el
historiador reprochaba. Lo que estaba en el centro de su imputación era el intento
de adaptar una revisión histórica para instalarla en la red de una operación mayor
que pretendía la consolidación de un nuevo rumbo político. Para Mommsen se
trataba de una instrumentalización de las ciencias históricas que se había iniciado
prácticamente desde el mismo día en que la moción de censura contra Helmut
Schmidt le abrió el camino a Kohl para poder ser elegido como nuevo Canciller. A
partir de entonces todas las gestiones en el frente interno demostrarían tener a la
larga un único propósito político: lograr consumar una renovación moral en la
conciencia histórica alemana para, de este modo, poder formular la necesidad de un
protagonismo político más activo del país en la arena internacional.19 Una política
“reactiva” no era suficiente. Como es de suponer, detr|s de este giro se escondían
exigencias hermenéuticas fundamentales en la exposición del relato histórico que
incluían no sólo liberar a la población alemana de la carga del nazismo, sino también
implicaban confirmar que la “amenaza asi|tica” (Nolte) seguía latente. La nueva
figura argumentativa posibilitaba entender que, si la confrontación con el
comunismo era justa en los ochentas, lo había sido también antes. La única
diferencia era que ahora (en los ochentas) los aliados políticos eran los correctos. Se
trataba, de acuerdo con la crítica de Mommsen, de un desplazamiento tectónico en
la interpretación que alteraba todo el paisaje del pasado reciente. En ese sentido, y
siempre según el historiador, la nueva disposición que pretendía preparar a
Alemania “históricamente” para un despliegue político m|s amplio e intensivo en los
horizontes europeos y, hoy diríamos, globales, se habría hecho a costa de martillazos
con la conciencia histórica alemana.
En el contexto de la querella de los historiadores su posición estructuralista le
permitió a Hans Mommsen tenar a mano ciertas ventajas epistemológicas. Primero,
pudo reconocer y revisar la incumbencia y el compromiso de cada actor en la
estructura social nacionalsocialista y rechazar aquella tendencia epistemológica que
se conformaba tan sólo con el análisis de la élite de servidores directos en el entorno
19
Mommsen llegó a identificar al propio embajador de los Estados Unidos en Bonn, Richard Burt, como uno de los promotores de la reactivación de la confianza de la Alemania de Bonn para un rol internacional más enérgico. Hans Mommsen, „Suche nach der „verlorenen Geschichte“? Bemerkungen zum historischen Selbstverständnis der Bundesrepublik,“ Merkur. Deutsche Zeitschrift für europäisches Denken. Vol. 40, N° 451/452 (1986b): 865.
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inmediato a Hitler. Segundo, desde su habilitación y sus posteriores trabajos de
principios de los setenta Mommsen ya había logrado establecer que la visión de una
“genialidad demoniaca” en la persona del Führer como causa-prima de la
extraordinaria maquinaria de aniquilación no era verosímil. Ahora a partir de
mediados de los ochenta, en medio de la disputa histórica, puso a Hitler nuevamente
como alguien cautivo del complejo de intereses de múltiples grupos sociales que a su
alrededor se instalaron y los cuales con este paso esperaban tener la posibilidad de
sacar ventajas. Aquí se trataba de su concepto del “dictador débil“(schwacher
Diktator) ya plateado en 1971. Tercero, Mommsen subrayó otra vez más que estos
círculos sociales no habían cultivado en ningún caso una actitud ingenuamente
pasiva o temerosamente reactiva. Por el contrario, estos grupos habrían competido
por demostrarle al Führer una briosa iniciativa y una gran “inventiva” para
solucionar todo tipo de problemas. El concepto “hacer carrera” mostraría nuevas
dimensiones. Finalmente, el talante “co-operativo” habría sido no sólo lo que sostuvo
al régimen totalitario, sino también aquello que a partir de un momento terminó
demandándole a la dirigencia una mayor radicalidad en las soluciones. La
radicalidad en diferentes grados, pero latente en la totalidad de los grupos sociales
en Alemania, habría sido liberada y no impuesta con el terror y la propaganda
totalitaria.
La argumentación de las motivaciones liberadas por Hitler le permitió a
Mommsen rebatir a algunos de sus críticos que lo habían acusado ya desde los años
setenta de querer inventar una especie de automatismo despersonalizado cuando
hacía hincapié en el rol de corrientes sociales detrás de las estructuras del régimen
en desmedro de la “genialidad aniquiladora” de Hitler y su círculo. La verdad es que
Mommsen rechazó tajantemente el supuesto de una conjuración intangible sin las
específicas voluntades y las precisas afecciones de personajes concretos. Si hubo
momentos de una coacción estructura-sociedad para un “funcionar autom|tico”,
ésta no habría alcanzado un car|cter suficientemente “total” como para no haber
permitido la aparición de momentos para el accionar espontáneo, el juicio
procedente y el entendimiento adecuado de la realidad. Mommsen establece que si
fuera cierto que la idolatría aplastante al Führer no habría posibilitado en ningún
caso acciones que hubiesen podido si no paralizar por lo menos obstaculizar la
aplicación de las normativas para la aniquilación total de ciertos grupos humanos ‒ y
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25
esto sin haber tenido que arriesgar la integridad personal ‒, la argumentación se
contradeciría con el hecho de que sí se generaron operaciones improvisadas, es
decir, más allá de lo que específicamente pedían las normas oficiales, las cuales
mostraron un extraordinario éxito en acelerar y facilitar las políticas de exterminio.
Detrás de la eficiencia demostrada existió el impulso de la iniciativa. Para Mommsen
fue innegable que en la energía excepcional liberada en todos los rincones y
recovecos de la estructura nacionalsocialista había sido determinante la convicción y
confianza en el actuar de la mayoría. Y con “mayoría” se quería enfatizar un hallazgo
que a mediados de los ochenta ya nadie discutía, es decir, el hecho de que ya antes
que comenzara el adoctrinamiento ideológico sistemático, el movimiento
nacionalsocialista había tenido un mayor atractivo popular del que en un principio
se había creído. Expuesto de otra manera: así como el terror habría hecho su
aparición justamente cuando no había ningún tipo de oposición, el adoctrinamiento
de las masas a través de la propaganda nacionalsocialista comenzó cuando éstas ya
estaban convencidas. Precisamente esta aparente paradoja hizo que Mommsen se
centrara en la relación entre la política de aniquilación y la realidad cotidiana bajo
las condiciones totalitarias. Reconozcamos que así expuesto la designación
“estructuralista” pasa a ser confusa, mientras que su “expresión hermana”, es decir,
“funcionalista”, irradia el imperativo de la rutina. Como sea, con este cambio de
perspectiva la configuración estatal-estructural no queda silenciada totalmente, pero
deja de dominar el cuadro histórico. Ahora es la interactividad de las personas en sus
gestiones y quehaceres económicos, en sus prácticas sociales y en sus posibles
intervenciones en el Estado y su administración lo que se instala en el centro del
interés. Y por supuesto, en esta interrelación la responsabilidad de los individuos se
establece como “la” pregunta en el an|lisis.
4- CONCLUSIÓN: ¿Un pueblo de asesinos?20 o la injusticia de las
generalizaciones
Una nueva controversia entre los historiadores se materializaría una década
más tarde en Alemania. El contexto político europeo era totalmente diferente.
Precisamente, cuando hacía años que la reunificación política de Alemania ya era
una realidad, cuando el Pacto de Varsovia y la Unión Soviética eran fenómenos del
20
Aquí ocupo el título de la obra editada por Schoeps, 1996.
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pasado y cuando la Unión Europea estaba en medio de su carrera de ampliación, el
historiador estadounidense Daniel Jonah Goldhagen publicaría en el año 1996 su
trabajo “Hitlers Willing Executioners” (Los verdugos voluntarios de Hitler). Ya el
título presagiaba la fuerte polémica que este texto originaría. Efectivamente el libro
desató una avalancha de apoyos y críticas virulentas en Alemania y en el extranjero.21
¿Qué planteó Goldhagen en su trabajo? Primero, la investigación pretendía desvelar
el verdadero rol de los “alemanes corrientes” en el holocausto. Segundo, la fórmula
crímenes “en nombre del pueblo alem|n” fue dr|sticamente desechada por el auto.
Tercero, Goldhagen estableció que un contexto de “normalidad social” habría
envuelto de manera determinante la maquinaria de exterminio. Cuarto, el
holocausto es presentado aquí como una original e incomparable experiencia, un
novus en la historia, que sólo pudo pasar en Alemania. Por último, a la pregunta de
quiénes participaron en los crímenes, directa o indirectamente, el autor da una
respuesta radical: la mayoría de los criminales o cómplices habrían sido justamente
alemanes corrientes, seres humanos no enajenados por el terror y la propaganda. A
partir de un momento la participación y colaboración se habrían normalizados en
todas las capas sociales, transformando los excepcionales comportamientos exigidos
por la maquinaria mortífero del sistema totalitario prácticamente en conductas y
hábitos generalizados. Este último juicio lanzaba a Hitler y su elite al fondo del
cuadro histórico, algo que, como ya sabemos, no contradecía en absoluto la posición
de Mommsen. En esta línea argumentativa, la verdadera tragedia que se encarnaba
en el actuar de los autores y colaboradores de las políticas de aniquilación habría
sido la manifestación en ellos de un mínimo sentimiento de coacción, de más
displicencia y menos fanatismo, de más equilibrio y menos pasión, de más cordura y
menos locura, en suma, y sin querer polemizar, de más humanidad y menos
monstruosidad. En todo caso, el historiador estadounidense no llegó a postular una
“banalidad del mal” como lo había hecho antes Hannah Arendt en 1963.
Goldhagen agregaría en “Hitlers Willing Executioners” otra sentencia
novedosa. El autor estableció que sólo el recorrido de un largo camino – de
generaciones – habría permitido que en un momento la aniquilación de grandes
21
Para una colección de los artículos más importantes que se publicaron como reacción del libro de Goldhagen consúltese Julius H. Schoeps, ed., Ein Volk von Mördern? Die Dokumentation zur Goldhagen-Kontroverse um die Rolle der Deutschen im Holocaust (Hamburg: Hoffmann und Campe, 1996).
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grupos de personas pasara a ser parte del “sentido común” de una comunidad
nacional. Basándose en esta argumentación Goldhagen planteó la tesis de un
inconsciente colectivo alemán en el que se aferraría profundamente un
antisemitismo con carácter eliminatorio (eliminatorischer Antisemitismus) ya desde
larga data. Con este concepto el autor quería explicar que el exterminio de los judíos
habría sido un proyecto nacional alemán planificado prolongadamente y en ningún
caso un producto accidental. Es contra esta tesis Hans Mommsen levantó su voz. El
historiador alemán partió estableciendo que el odio a los judíos había sido sin duda
importante, pero que no alcanzaba a explicar satisfactoriamente el fenómeno en
toda su complejidad. No se trataba de dudar de la carga fáctica de un histórico
“antisemitismo aniquilador” de algunos alemanes, sino de favorecer la posición que
la “solución final” como política de Estado no podía entenderse como el resultado de
un proceso mono-causal. La “solución final” habría sido m|s bien el cenit de un
proceso que tuvo mucho de contingencia, improvisación y descoordinación. En
ningún caso se habría llegado a la política de aniquilación a través de una ruta
preestablecida que desde hace décadas se habría seguido religiosamente. Más bien
su realización tuvo su propia “din|mica comunicativa” entre los diferentes grupos de
interés de la sociedad, dinámica que en su largo desarrollo demostró tener
perplejidades, vacilaciones e indecisiones, las típicas dimensiones humanas que
generan espacios de libertad para desviaciones, retrocesos o aceleraciones. En este
contexto es cuando Mommsen pone nuevamente en duda el carácter monolítico del
desarrollo totalitario. La propuesta argumentativa es ahora coronada con la
acuñación de la noción kumulative Radikalisierung.22
Con este concepto el historiador quería desvelar el hecho de que en la
sociedad alemana el holocausto habría sido durante mucho tiempo una alternativa
entre otras. La problemática era entonces poder determinar cómo se había dado
finalmente la ruta de éxito de este “almacenamiento aniquilador” y descubrir por qué
ninguna de las otras opciones pudo cristalizar. Determinante para Mommsen era
reconocer que esta “radicalización acumulativa” no se habría sedimentado a través
de una gestación planificada que habría operado a espaldas de los individuos. Esto
22
Este concepto coincide en gran medida con del término “progressiven Radikalisierung” de Martin Broszat. Consúltese Hans Mommsen, „Martin Broszat und die Erforschung der NS-Zeit,“ en Norbert Frei, ed., Martin Broszat, der „Staat Hitlers“ und die Historisierung des Nationalsozialismus, (Göttingen: Wallstein, 2007), 21.
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quedaba demostrado por la discontinuidad que habría demostrado la acumulativa
disposición social para las políticas de exterminio en Alemania, lo que quedaba
demostrado por la presencia de una constante espontaneidad e improvisación en las
resoluciones que se habrían ido tomando durante el recorrido.
Del concepto “radicalización acumulada”, como característica fundamental en
el devenir de la solución final, se descuelgan dos corolarios. Primero, si bien es cierto
que este proceso alcanzó su nivel destructivo más alto con la decisión de eliminar a
los judíos de la faz de la tierra, nada aseguraría que la voluntad destructiva habría
alcanzado aquí su última frontera. Segundo, si la proposición y realización de las
políticas de exterminio tuvo un car|cter “acumulativo”, la “solución final” se habría
hecho recién irreversible sólo a partir del momento en que el consentimiento social
en torno a los requerimientos que exigía la solución final se habría estabilizado.
Tercero, el advenimiento de esta fase axiom|tica refleja una “aparición”
(naturalmente en un contexto determinado con condiciones estructurales
concretas), pero expresa también que se dejaba atrás una ruta dominado por
inconsistencias e improvisaciones. Cuarto, para Mommsen investigar cómo se
movieron los diferentes grupos de interés en las fases anteriores, en donde todavía
varios caminos estaban abiertos, y establecer cu|ndo y por qué la “solución final” se
transformó para estos grupos precisamente en eso, en una solución final, es querer
distinguir con todas sus complejidades los momentos de las responsabilidades, sin
fugarse hacia generalidades dialécticas o moralizantes. Y todo esto debía
considerarse bajo la dependencia mutua entre la dinámica de acción del
“movimiento” nacionalsocialista, entendida como realidad social, y los mecanismos
de reacción del régimen nazi frente a esta dinámica. (Mommsen, 2007, p. 28)
Es en medio de la “controversia-Golhagen” cuando Hans Mommsen se
pensiona después de casi tres décadas de vida universitaria activa. El emérito
profesor entraría a una fase de invitaciones a universidades extranjeras. En este
periodo seguiría investigando y produciendo múltiples publicaciones hasta que su
salud se lo permitió. Su último trabajo lo alcanzó a publicar en 2014 y lleva por título
“Das NS-Regime und die Auslöschung des Judentums in Europa” (El régimen
nacionalsocialista y la extinción del judaísmo en Europa). Se podría considerar que
esta obra es casi el último acto de protesta de un historiador alemán quien todavía
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en 1986, es decir, más de cuarenta años después de terminada la guerra, se quejaba
de no poder encontrar en Alemania un estudio general de la historia de la
aniquilación judía bajo el régimen nacionalsocialista.
¿Qué nos deja este historiador? Por lo pronto el testimonio de un testigo
privilegiado y actor representativo de la segunda mitad del siglo XX en Alemania.
También un posible modelo de experiencia de un historiador que no evadió el
mundo inseguro e inestable de la política. Sin olvidar la importantísima y amplia
obra histórica que espera su traducción al castellano. Sin embargo, quizás lo más
importante que nos ha transmitido Hans Mommsen es un “estilo”, una forma de
moverse, como intelectual y ciudadano comprometido. En este sentido, quizás sea
adecuado remarcar, al término de estas notas, algunas palabras que expresan cómo
el propio Mommsen se entendió a sí mismo: como “un historiador que justamente se
tortura alrededor de una respuesta adecuada a la pregunta de la reacción de la
población – en ningún caso sólo la alemana – en el Holocausto”. (Mommsen, 1986b,
p. 1206) Y esta tortura tuvo en Mommsen una dimensión personal y profesional, algo
que en él estuvo combinado con un compromiso y responsabilidad frente a la esfera
pública. Por este formato poco común es que se debería hablar sobre él como un
“ciudadano-historiador”, como un afanoso participante en la esfera política quien, a
la vez, en su rol de historiador, logró estar alejado de todo tipo de
instrumentalización de la Historia por parte de intereses específicos de dicho
espacio. Mommsen demostró ejemplarmente la grandeza de esta disposición. La
experiencia de este historiador alemán debería ser considerada una herencia
analítica y biográfica para ser cuidadosamente revisada, especialmente por aquellas
comunidades cuyas heridas del pasado, producto de lo que se hizo o se dejó hacer,
obstinadamente siguen abiertas.
El 5 de noviembre de 2015 – el día de su cumpleaños – Hans Mommsen murió
a los 85 años de edad después de una larga enfermedad.
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