cosmovisión cristiana y arte una introducción
rev. jonathan muñoz vásquez
Texto dedicado a mi esposa Priscilla: una artista cristiana sin comillas.
cosmovisión cristiana y arte – rev. jonathan muñoz vásquez – p. 1
INTRODUCCIÓN: 2
I. LA VISIÓN DUALISTA DEL ARTE 2
II. LA CREACIÓN: EL PUNTO DE PARTIDA. 3
LA SOBERANÍA DE LAS ESFERAS EN LA CREACIÓN Y EN EL ARTE. 4
III. LA CAÍDA Y EL ARTE. 5
IV. LA REDENCIÓN Y EL ARTE. 8
PROFETAS‐SACERDOTES DEL ARTE. 8 REYES DEL ARTE. 10
CONCLUSIÓN. 12
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INTRODUCCIÓN: Para involucrarnos en el mundo del arte desde una perspectiva legítimamente
cristiana, debemos considerar básicamente lo siguiente: En vez de preguntarnos 1. ¿Es este artista salvo? ¿Ha nacido de nuevo? ¿Es un creyente en Cristo Jesús? 2. ¿En su contenido hay alguna citación de un pasaje bíblico? Lo que debemos preguntarnos es 1. ¿Es esta pieza técnicamente excelente? 2. ¿Es una expresión válida de la visión de mundo del artista? ¿Cómo? ¿En qué
aspectos? 3. ¿Están la forma y el contenido debidamente integrados? 4. ¿Es comunicada alguna verdad?
¿Cuál es la razón para hacerlo de esta manera? ¿No es verdad, acaso, que toda
expresión artística de quienes no creen en Cristo deber ser desechada por ser del mundo y provenir de corazones que no buscan la gloria de Dios?
Intentaremos responder a esto a través de la presente charla y, para poder hacerlo bien tendremos que hacer un recorrido que espero que no les parezca largo ni cansador.
I. LA VISIÓN DUALISTA DEL ARTE Durante décadas la enseñanza sobre el arte en las iglesias en general ha sido:
apartémonos del mundo, no hay nada bueno en él ni digno de ser rescatado. Con distintos matices, se nos ha enseñado que, como jóvenes cristianos, no podemos escuchar música del mundo, ver películas del mundo o leer libros del mundo.
Por ejemplo: la música. Hay algunos que dicen que no podemos escuchar ningún estilo musical mundano, sólo música sacra. Otros dicen que podemos escuchar algunos estilos de música mundana (como música clásica, baladas románticas, boleros), pero otros estilos, más claramente mundanos, ruidosos o de “postura rebelde” no: como el rock, el hip‐hop, el reggaetón. Otros, menos radicales, sin embargo, dicen que podemos escuchar cualquier estilo musical, siempre y cuando tenga “contenido cristiano” y sea hecho por un cristiano, un convertido a Cristo: rock cristiano, hip‐hop cristiano, reggaetón cristiano, etc.
Todas estas posturas, unas más radicales que otras, parten desde la misma base y reflejan la misma cosmovisión: que el mundo y su cultura se divide en dos frentes: la cultura cristiana, esto es, la cultura producida por cristianos y que habla de temas
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cristianos (mayormente soteriológicos) y la cultura mundana, la cual es enteramente de Satanás, está perdida, condenada y nada bueno hay en ella.
Ya les adelanto la respuesta: esta cosmovisión (que voy a llamar de dualista) es anti‐bíblica, ¿por qué?
Porque la cosmovisión bíblica no es dualista (“del mundo” v/s “de Cristo”, “condenado” v/s “redimido” ó “réprobo” v/s “escogido”), sino trina: Creación, Caída y Redención.
Debo aclarar que el hecho de que la postura dualista sea anti‐bíblica, no quiere decir que nada bueno o correcto hay en ella (eso es dejar el dualismo entrar por la puerta de atrás, de nuevo), sino que en realidad es miope porque no ve “todo el consejo de Dios” (Hch 20.27) y sólo focaliza en una parte de la verdad. Y no debemos olvidar nunca aquello que dice un dicho que refleja muy bien la enseñanza bíblica: una media verdad es una mentira completa.
II. LA CREACIÓN: EL PUNTO DE PARTIDA. La postura dualista parte desde una verdad bíblica: el mundo caído está en enemistad
y constante oposición contra el Reino de Dios y sus propósitos redentores. ¡Esto es una verdad innegable a la luz de la Biblia! Sin embargo, si partimos desde esta verdad solamente (“mundo caído” v/s “propósitos redentores del Reino”), nos estaremos saltando y pasando por alto el primer elemento esencial de la cosmovisión cristiana: LA CREACIÓN, ya que sólo estaremos dando énfasis a la caída y a la redención y esto es, bíblicamente hablando, incoherente, inconsistente, irracional y herético.
No se puede entender la caída y la redención sin entender la creación. Por algo la Biblia comienza con el Génesis. Y digo más: por algo el Génesis comienza con el relato de la creación y no con el relato de Caín y Abel. La Biblia de los dualistas a veces me parece que comienza desde Génesis 4 en adelante, o sea, dan por sentada la corrupción del mundo, su pecaminosidad y su enemistad contra Dios y reconocen también, en contrapartida, que hay en el mundo un fiel remanente de creyentes verdaderos como Abel, Enoc y Noé a los cuales el mundo se opone. O sea, su punto de partida para entender el mundo es un mundo ya caído, donde se da un conflicto entre el bien y el mal.
Sin embargo, decir que el cosmos es hoy, esencialmente – o sea, en su misma naturaleza –, un escenario de conflicto entre el bien y el mal es negar, heréticamente, la realidad de que el Único Dios Soberano creó todo el cosmos y que lo creó muy, pero MUY BUENO (Gn 1.31). ¡Dios no creó un mundo en conflicto! Dios creó un mundo armónico y perfecto… el conflicto vino después, a partir de Génesis 3.
Nuevamente necesito aclarar algo antes de seguir: cuando digo que es herético pensar de forma dualista, no estoy diciendo que todos los pastores, líderes y cristianos que enseñan o creen de esa manera son unos herejes declarados y consumados y que deben
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ser disciplinados o enviados a la hoguera, sino que estoy diciendo que muchos de ellos, sin pensarlo cuidadosamente y sin analizar con mayor profundidad, han adoptado categorías de pensamiento heréticas. Si hay alguien aquí en este caso, mi anhelo es que después de hoy día abandone estas inconsistencias involuntarias y vuelva hacia un pensamiento más bíblicamente consistente. De hecho, la verdad es que todos los cristianos, empezando por mí, necesitamos esto en distintos aspectos de nuestra vida: dejar ciertas inconsistencias y volvernos hacia un pensamiento más bíblicamente coherente. Así que no quiero que nadie se ofenda con lo que estoy diciendo. Sólo estoy haciendo un llamado a la santificación constante de nuestras mentes, como dice Romanos 12.1‐2.
Pues bien, entender el mundo y la vida (cosmovisión) desde la creación y no desde la caída o la redención, hace una GRAN diferencia. Creer que Dios creó un mundo perfecto, bueno, santo y armónico, donde todo, ABSOLUTAMENTE TODO, reflejaba abierta y notoriamente el brillo de Su gloria, es esencial para entender cualquier cosa… y el arte no es la excepción.
La soberanía de las esferas en la creación y en el arte.
Cuando Dios creó el universo, Él realizó distinciones y diferenció unas cosas de otras. De esta manera, Dios manifestó su gloria – que es una, espiritual y eterna – de maneras diferentes y concretas en el tiempo y en el espacio. Es así como vemos el hecho de que la gloria de Jehová resplandece en cosas tan distintas entre sí como el sol, la luna, los mares, las rocas, las amebas, los peces, las aves, los elefantes, el polvo de la tierra, las nubes y el ser humano. Todo esto es distinto a Dios; Dios no es nada de estas cosas porque estas cosas son criaturas y Dios es el Creador, sin embargo, su gloria está en cada uno de los aspectos de la creación.
Por eso vemos que la Biblia nos dice que Dios creó todo “según su naturaleza” (Gn 1.12), “según su especie” (Gn 1.25), “según su género” (Gn 1.21). O sea, todas las cosas del orden creado reflejan la gloria del Dios único y verdadero, pero son distintas entre sí y gobernadas por distintas leyes que Dios puso en cada “género” o “tipo” de cosas que Dios creó.
Un ejemplo sacado de la misma Biblia: “no se pueden recoger uvas de los espinos ni higos de los abrojos” (Mt 7.16). O sea, Dios creó todos los géneros o tipos de cosas según un orden, una ley interna que los gobierna y que Él mismo legisló. De esa manera, vemos que una jirafa no puede dar a luz un hipopótamo, y aún si cruzáramos animales similares, pero de especies distintas, como un burro y una yegua, ellos dan a luz un animal estéril: la mula. Porque todos los géneros o especies de criaturas son distintos, sin embargo, fueron todos creados por el mismo Dios y fueron creados para reflejar una misma gloria: la gloria de Jehová. E incluso en este sentido reflejan la gloria de la Trinidad del mismo Dios, ya que Él es tres personas distintas perfectamente unidas al subsistir como un solo Dios.
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Considerar esto es de radical importancia porque quisiera dejar en claro que Dios ha creado esferas distintas en la creación no sólo en el ámbito de la naturaleza, sino también en el desarrollo de la vida humana misma.
Las distintas esferas que Dios creó en el ámbito de las relaciones humanas (con Él mismo, unos con otros o con la creación) son regidas por leyes internas según su género, pero aún así están todas interrelacionadas entre sí ya que son manifestaciones o aspectos de la imagen y semejanza de Dios en el hombre y en la mujer.
Sólo para nombrar algunas a modo de ejemplo, podemos ver que existen esferas tales como la economía (la esfera que se encarga de la administración de recursos para que todos tengamos acceso a ellos de forma justa), la política (la esfera que se encarga de la administración del poder en el orden social para que haya armonía en la sociedad civil), la religión (la esfera que se encarga de las expresiones de adoración comunitaria e individual a Dios en respuesta a su revelación para que haya comunión con Él) y también, obviamente, el arte (la esfera que se encarga de las distintas expresiones a través de las cuales los hombres manifiestan su creatividad y su percepción de lo bello).
El arte, por lo tanto, es una esfera que manifiesta la gloria de Dios en dos aspectos centrales:
a) Creatividad: Dios es el Creador absoluto, no hay nadie más creativo que Dios porque Él creó ex nihilo, o sea de la nada. Así, vemos que el arte parte del hecho de que, como somos imagen y semejanza de Dios, el Señor nos concedió algo de su capacidad creativa. Dios es el Creador absoluto, ya que es el único 100% original; la capacidad creativa del hombre no puede, por lo tanto, venir de ningún otro lugar sino de Dios, como un don suyo a la raza humana (Stg 1.17).
b) Belleza: Dios es hermoso. No existe ningún parámetro sobre o aparte de Dios para decir qué es lo bueno, lo verdadero y lo bello. Dios es el parámetro absoluto de bondad, verdad y, también, belleza. Por lo tanto, aquí vemos también como Dios creó esta esfera para manifestar en ella su inmutable gloria. Él es bello, su santidad es al mismo tiempo, temible y hermosa (1Cr 16.29; Sal 29.1‐2; Sal 96.9) y su santidad es el único atributo que aparece destacado tres veces en la Biblia, cuando en Isaías capítulo 6 los seres celestiales claman diciendo “Santo, Santo, Santo”.
Creatividad y belleza: dos conceptos esenciales en la esfera del arte, y dos conceptos que nos remiten inevitablemente hacia Dios y Su gloria.
III. LA CAÍDA Y EL ARTE. Es claro que las esferas fueron creadas con el propósito de manifestarse y
diferenciarse de manera más clara a medida que el orden creado progresara y la raza humana se multiplicara, ya que así se iban a empezar a manifestar los dones artísticos y se iban a empezar a necesitar gobiernos, comercio, etc. Sabemos, sin embargo, que por la
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soberanía de Dios este progreso de la creación y multiplicación de la humanidad sobre la tierra no se dio de forma inocente (esto es: sin pecado), sino que en un punto entró el pecado a la historia del desarrollo del orden creado y este punto histórico, en el tiempo y en el espacio fue la caída.
La caída es el concepto por el cual entendemos que la vida humana en el mundo, así como todas las esferas que forman parte de ella, no son malas por naturaleza, sino que están torcidas, manchadas y quebradas en muchos aspectos, pero son esferas creadas buenas originalmente y, por lo tanto, no son ni pueden ser jamás malas por sí mismas.
No debemos olvidar que cada esfera que Dios creó son aspectos de la vida humana, manifestaciones concretas del hecho de que el hombre es imagen y semejanza de Dios. Después de la caída, esa imagen y semejanza ciertamente se vio reducida, manchada, torcida, pero no eliminada, ya que aún después de la corrupción de la raza humana, Dios mismo sigue reconociendo que el hombre es su imagen y semejanza (Gn 9.6).
“El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir” dice Jesús en Juan 10.10. Esto implica, claramente, algo que cualquier dualista estaría dispuesto a afirmar: que Satanás está en oposición a la obra de Dios en el mundo y que hará de todo para opacar la gloria de Dios en la creación.
Sin embargo, esto también quiere decir que Satanás no tiene capacidad creativa, sino sólo la capacidad para hurtar matar y destruir aquello que hay de glorioso, bueno, hermoso y bello en la creación. Y eso no lo debemos pasar por alto. Aún cuando el pecado echó a perder y sigue echando a perder lo hermoso de la creación, la gloria de Dios puede verse, aunque sea de forma más opacada, en las esferas del quehacer humano. Nuevamente, el arte no es la excepción.
Por eso, incluso al dualista más radical le ocurre que cuando ve, oye o lee una pieza de arte hermosa creada por un impío sólo puede rechazarla y negarla a través de un buen esfuerzo… y puede incluso llegar a decir: “sí, es bonito, pero no es de Dios, así que es malo”. Pero esto es, desde la cosmovisión bíblica, un absurdo. Porque toda buena dádiva no puede venir de otro sino de Dios (Stg 1.17).
Ahora, debemos reconocer algo: muchas veces vemos hermosura, belleza y creatividad en obras que al mismo tiempo proclaman la mentira y la maldad. ¡Esta es la paradoja que la caída trajo consigo! ¡La caída separó lo que fue creado para estar unido! Y de hecho, fue así en todo ámbito de cosas: nuestra unión con Dios en primer lugar (Gn 3.8‐10), la unión entre marido y mujer (Gn 3.11‐12), la unión entre hermanos (Gn 4.8), etc.
No nos debe extrañar, por lo tanto, ver que la caída haya afectado al arte en general y que esto se muestre de maneras tan tristes y desconcertantes en las obras que muchos impíos virtuosos producen. Vemos hermosura, vemos creatividad y vemos capacidades maravillosas en obras de arte que proclaman la muerte de Dios o que alaban la pecaminosidad humana y sabemos que Satanás no tiene la capacidad de dar dones ni de
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crear, por lo tanto reconocemos que esas capacidades Dios las dio a esos artistas. Pero sabemos, también, que Satanás, el ladrón, ha robado, echado a perder y destruido los dones hermosos que ellos poseen.
En otras palabras, concordamos hasta cierto punto con la postura dualista que la caída afectó terriblemente las manifestaciones artísticas de los impíos en general, pero no concordamos hasta el punto que no podamos explorarlas, conocerlas e, incluso, apreciarlas y valorarlas en aquellos aspectos que aún poseen y que son manifestación de la gloria y la imagen y semejanza de Dios. Como creyentes, rechazamos radicalmente la disposición de corazón con la cual el impío hace arte, pues su corazón es enemigo de Dios y vive conforme a las pasiones idólatras de este mundo caído y por eso no amamos sus cosmovisiones ni sus inclinaciones (1 Jn. 2.15‐17), sin embargo, sabemos que aún así la gloria de Dios está – aunque torcida, manchada y opacada – en las expresiones artísticas de los incrédulos porque el pecado es poderoso y Satanás es un ladrón eficiente, pero nunca el pecado ni Satanás han tenido ni tendrán más poder que la Palabra de Dios (Sl 138.2; Is 40.8), y el Señor creó y sustenta todas las esferas del mundo por su Palabra (Sl 33.4‐6; Sl 147.15‐18).
Sin embargo, hay un aspecto de la caída que la postura dualista no ve con la debida profundidad y que generalmente no reconoce: que la caída ha afectado terriblemente también las expresiones artísticas de los creyentes. Muchos dualistas desprecian todo el arte incrédulo, llegando incluso a despreciar los dones que Dios dio a los artistas y que provienen de Él, pero junto con esto valoran y aprecian todo arte producido por cristianos como si este no tuviera aspectos horribles que son consecuencia de la caída. Estos dualistas no admiten ninguna crítica a un artista cristiano que ha hecho una canción de adoración, porque las canciones de adoración no son pasibles de críticas para ellos. Florecen las malas novelas, las malas películas y la mala música cristiana, pero los dualistas las han puesto en su mente en una categoría aparte, como si hubieran sido sopladas por el mismo Dios y para ellos son intocables. En este punto, los dualistas son inconsistentes pues no ven los efectos terribles de la caída sobre toda la humanidad. Son comunes hoy en día, por ejemplo, las alabanzas con letras pobres y repetitivas y con arreglos musicales que son verdaderos plagios (falta de creatividad en general) y aún así los dualistas defienden a muerte que esas canciones glorifican a Dios porque la calidad interpretativa es buena; pero la calidad interpretativa de los músicos y cantantes es sólo un aspecto de la música, pero ¿qué pasa con la creatividad en los arreglos? ¿Qué pasa con la originalidad en la composición de melodías? ¿Qué pasa con la poesía en las letras? Recordemos que aunque la letra sea de alabanza a Cristo, si a la letra le falta profundidad y calidad poética, obviamente ya es una alabanza coja.
Así vemos que los efectos de la caída son terribles porque han afectado al arte en general, tanto de los incrédulos como de los creyentes. No hay dudas que el arte de los
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creyentes, en lo que respecta a su contenido al menos, muestra una mayor gloria de Dios. Eso no lo estamos negando. Sin embargo, también es verdad que en muchos otros aspectos que no son el contenido, el arte de los incrédulos no pocas veces muestra, incluso, una mayor gloria de Dios que las expresiones artísticas de cristianos consagrados.
IV. LA REDENCIÓN Y EL ARTE. Es en este punto, recién, donde podemos responder a la pregunta ¿qué hacer con el
arte entonces? Como vimos más arriba, la postura dualista, debido a que se salta el análisis de la creación, termina comprendiendo mal el daño que la caída ha hecho en el arte y, por lo tanto, el rol redentivo que nosotros, como hijos de Dios, debemos jugar en la esfera artística.
“Cristo vino al mundo para salvarnos de la culpa y del poder del pecado”. Con esta declaración breve podemos presentar muy sencillamente el centro de la redención, sin embargo, esta declaración, con todo lo verdadera y gloriosa que es, puede ser demasiado simplista si no se la entiende en el contexto del plan redentor más amplio de Dios.
Dios envió a Cristo para hacer nuevas todas las cosas (Ap 21.1‐5), ya que un nuevo cielo y una nueva tierra son el plan redentor que Dios está ejecutando: una nueva creación. El centro de la creación es el ser humano, ya que él fue creado y puesto por Dios en el mundo para gobernarlo y ser cabeza del orden creado, por eso el pecado, que está en el corazón humano, afectó a toda la creación porque el centro de la creación es el corazón del ser humano. Pero esto también nos ayuda a entender por qué la obra central de Cristo fue librarnos del pecado, porque allí está la raíz del problema de todo el cosmos y Cristo se ha propuesto no sólo salvar almas, sino hacer una nueva creación (Ro. 8.19‐23; Ef 1.7‐10), pero para lograrlo se ha propuesto empezar por salvar nuestras vidas del pecado.
Esto implica que es el propósito de Cristo que en cada esfera la gloria de Dios vuelva a brillar como lo hacía la creación antes del pecado. Nuevamente, el arte no es la excepción. Cristo viene a redimir todas las cosas, reuniéndolas bajo su señorío y esto incluye la esfera artística. Lo interesante es que los instrumentos, sus sacerdotes, reyes y profetas, a través de los cuales Cristo reúne todas las cosas del cielo y de la tierra bajo sus pies somos nosotros: los creyentes. Por lo tanto aquí debemos nosotros comprender claramente cuál es nuestro papel como sacerdotes, reyes y profetas en la redención del arte (1 Pe 2.9; Ap 1.6; Ap 5.10).
ProfetasSacerdotes del arte.
En primer lugar, debemos entender qué significa redimir el arte. Conforme ustedes ya pueden deducir a estas alturas, redimir el arte no significa hacer que todo arte tenga
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solamente un contenido “cristiano”, aunque desde otra perspectiva sí debemos hacer que todo el arte tenga un contenido y una forma cristiana.
Déjenme explicar: cuando digo “cristiano” (entre comillas) me refiero a un contenido exclusivamente soteriológico, o sea que hable sólo sobre temas relacionados con la salvación de nuestras vidas como individuos o como comunidad, temas como el amor del Padre hacia sus escogidos, la encarnación del Hijo de Dios, la muerte de Cristo en la cruz, su resurrección, su segunda venida, el llamado que el Espíritu nos hace, el nuevo nacimiento, la conversión, nuestra santificación, nuestra comunión espiritual con Dios etc. son temas sobre los cuales nunca habrán suficientes manifestaciones artísticas para expresarlos porque son temas inagotables y hermosos en sí mismos. Sin embargo, es verdad que esos no son los únicos temas sobre los cuales el arte debe tratar. El ejemplo está en la misma Biblia: el Cantar de los Cantares es un libro de poemas eróticos; Ester es un relato histórico sobre el sufrimiento de una etnia perseguida con las aventuras relatadas de forma novelística y no nombra a Dios en ningún momento, aunque Él está presente en todo el libro.
Ahora, cuando digo cristiano (sin comillas), quiero decir un arte legítimamente cristiano en su contenido y en su forma. Y cuando me refiero a arte cristiano en su contenido, me refiero a un arte que trate tanto de temas soteriológicos como creacionales, sociales, románticos, psicológicos, etc. o sea, que hable sobre la hermosura de una ciudad (Salmo 122 y otros) o de paisajes campestres (varios salmos), las costumbres de una nación (Ester, algunas partes de Rut), una historia de amor de pareja (Rut, Cantares) o la denuncia y protesta social (como los oráculos proféticos de Amós) porque todos esos temas deben ser comprendidos desde una cosmovisión cristiana, o sea, bajo Cristo y el señorío de Su Palabra y en ese sentido, el arte que opte por este tipo de contenido será arte cristiano. En este sentido, un buen artista cristiano es un profeta‐sacerdote que, bajo la revelación de Dios (la Biblia) interpreta el mundo y expresa su cosmovisión cristiana (la cual está fundamentada en la Palabra de Jehová) en sus manifestaciones artísticas y, como los levitas del tiempo de David, con sus instrumentos profetizan delante de Jehová (1 Cr 25.3).
Pero también el arte debe ser cristiano (sin comillas, de nuevo) en su forma, o sea un arte que sepa integrar muy bien los distintos aspectos de la realidad creada en sus expresiones porque así fue como Dios decidió reflejar su gloria en la creación. Les doy un par de ejemplos muy básicos y burdos porque no soy un especialista en arte: si el contenido de un cuadro es sobre temas alegres o retratando escenas de júbilo, sería más adecuado el empleo de abundantes colores, pero un cuadro que está hablando sobre un tema triste o trágico, como la muerte, tal vez sea más adecuado matices más oscuros. Así la forma y el contenido estarían debidamente integrados y unificados. Otro ejemplo es el uso de la música rock: un rock pesado puede ser un excelente vehículo para denunciar,
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protestar o llamar la atención a la sociedad sobre temas que la misma no quiere ver, pero pienso que no sería muy adecuado para expresar quietud, paz o reverencia y, por lo mismo, no creo que sea adecuada para el culto o la adoración. Uds. ya pueden percibir, a estas alturas, que desde una cosmovisión cristiana consistente, el hecho de que un cristiano haga música rock que no sea sólo evangelística es perfectamente legítimo y un acto muy cristiano si el contenido es comprendido desde una cosmovisión bíblica y hay una correcta integración entre contenido y forma: como U2, P.O.D., Johnny Cash y otros.
Así, vemos que los cristianos somos llamados por la iniciativa redentora de Dios a involucrarnos en la redención del arte como profetas‐sacerdotes, haciendo legítimo arte cristiano, según la definición que acabamos de dar. Teatro, poesía, música, pintura, escultura, cine… en fin, todo debe ser llevado a los pies de Cristo y ser un reflejo de su gloria, porque nuestro primer objetivo es glorificar a Dios y nuestro mayor anhelo, como pecadores salvos por gracia, es ver que la gloria de Dios es exaltada en el mundo en todos los aspectos y esferas de la creación; esto está en primer lugar, esta es nuestra mayor pasión porque somos sacerdotes del Dios Altísimo y la vocación del artista cristiano es entregar ante el Señor, como ofrenda, todas sus expresiones artísticas. En segundo lugar, también, está otro objetivo que sirve al primero: comunicar la gloria de Dios y la salvación en Cristo a quienes no creen en Él. El arte cristiano también puede y DEBE servir a este segundo propósito porque de hecho es una parte del primer gran objetivo. Haciendo esto, el artista cristiano está claramente cumpliendo una función profética nuevamente.
El problema de los dualistas con este punto está en el hecho de que, al no tener una comprensión del arte consistente con la cosmovisión Creación‐Caída‐Redención, hacen del segundo objetivo (evangelizar), el primero y, terminan en la práctica sin lograr bien ninguno de los dos objetivos (ni evangelizar ni glorificar a Dios). Por eso vemos, lamentablemente, que sobreabundan las canciones evangelísticas, las películas evangelísticas, el teatro evangelístico, etc. pero que no evangelizan a casi nadie y la razón es que es arte mal hecho, cuya dudosa calidad no atrae a los incrédulos y peor aún: no glorifica a Dios. ¿Se convierten personas a través de estas expresiones artísticas “cristianas”? Sí, pero desde un análisis bíblico estoy convencido que más que convertirse A TRAVÉS de ellas, las personas se convierten A PESAR de ellas. Así, vemos que los artistas “cristianos” dualistas terminan siendo malos profetas y sacerdotes mediocres.
Reyes del arte.
Finalmente, una vez que hemos comprendido, a muy grandes rasgos, nuestro papel como cristianos que producen arte (sacerdotes‐profetas) y en qué consiste en sí el verdadero arte cristiano, debemos preguntarnos ¿qué hacer con el arte producido por los no‐cristianos? Aquí entra, entonces, claramente, un tercer aspecto de nuestro oficio: el de
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reyes. Debemos como los hijos del postrer Adán, enseñorearnos sobre la Creación para hacerla nueva para la gloria de Dios.
Como ya vimos, el arte producido por no‐cristianos, aunque afectado terriblemente por la caída y el poder de Satanás, no debe ser desechado en su totalidad sino analizado, comprendido apreciado y, cuando corresponda, utilizado para la gloria de Dios. Esto es enseñorearnos como reyes y no como usurpadores ya que todo lo bueno, hermoso y artísticamente relevante en la esfera del arte (y en cualquier otra esfera) que los incrédulos producen pertenece a Cristo porque toda buena dádiva proviene de Dios (Stg 1.17). Y aquí volvemos a las preguntas del inicio de nuestra charla. Cuando llegue a nuestras manos un disco de una banda no‐cristiana, o tengamos la oportunidad de ir a una exposición de un artista plástico incrédulo o, incluso, si somos invitados a una obra de teatro escrita y actuada por impíos, debemos aprovechar la oportunidad para ir, analizar, apreciar, valorar lo rescatable y, si Dios te dio dones artísticos, crear algo original sobre aquello que te gustó o inspiró de esa obra de arte. ¡No copiar! ¡No hacer plagio! Sino llevar a la práctica esa difícil capacidad creativa que tienen los artistas de apoyarse sobre las ideas de otros artistas, pero para crear algo nuevo y original. Como reyes y sacerdotes que se enseñorean y que después ofrecen su botín como ofrenda al Señor1.
En este sentido, la mentalidad dualista peca en querer que los cristianos actuemos como si fuéramos refugiados – menores en cantidad y poder y prácticamente derrotados – en campo enemigo, simplemente aguardando que Cristo regrese. Pero esa no es la visión que Cristo presenta sobre la lucha espiritual hasta su segunda venida. Él siempre habla de esta guerra como una guerra victoriosa para el pueblo de Dios, donde las puertas del infierno no prevalecen contra la iglesia (Mt 16.18) y donde toda la autoridad YA le ha sido dada a Cristo en el cielo y en la tierra (Mateo 28.18) y, por lo tanto, todo lo que debemos hacer es IR, no encerrarnos, no detenernos, sino IR y agresivamente atacar las puertas del infierno.
Somos reyes de la nueva creación y, por lo tanto, no debemos temer el hecho de realizar un buen análisis del arte que nos rodea, desechando lo malo y aprovechando lo bueno (1 Ts 5.21). Cuando un cristiano consistente toma en sus manos una pieza de arte
1 Acerca de tomar y aprovechar las formas artísticas de los impíos, debemos ser cautelosos y
asegurarnos que hemos hecho, primero, un buen análisis de las tendencias artísticas que los incrédulos representan, sobre todo en el aspecto de la integración forma/contenido, ya que puede darse el caso de que una determinada forma artística (tendencia, escuela, etc.) no sea adecuada para expresar el contenido cristiano, ya que, por ejemplo, una forma extremadamente fragmentada, que es en sí misma anti‐forma, como la del pintor Jackson Pollock, muy probablemente no podrá expresar verdades, ya que es una forma que en sí misma no puede ni quiere expresar nada. Por eso, muchas veces será necesario no sólo analizar sino también re‐interpretar o deconstruir no sólo las obras individuales sino las tendencias que ellas representan.
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para interpretarla bajo su cosmovisión cristiana, lo que está haciendo es una proclamación gloriosa: “Esto es de Cristo, le pertenece a mi Señor y me arrogo el derecho, como heraldo suyo, de interpretarlo no a la luz de perspectivas subjetivas, sino a la luz de la infalible revelación de Dios, la cual es la Verdad que desnuda todas las cosas”.
Hebreos 4.12 dice que “la Palabra de Dios es eficaz y discierne hasta los pensamientos y las intenciones del corazón”. Cuando un cristiano hace uso de su cosmovisión cristiana consistente (o sea, BÍBLICA) para analizar e interpretar lo que está a su alrededor, incluso el arte, lo que está haciendo en realidad es tomar posesión como un rey, con la espada de la Palabra de Dios, de aquello que le pertenece a Cristo, el Señor de señores.
CONCLUSIÓN. Antes de concluir, por lo tanto, quisiera que recordemos las cuatro preguntas que
debemos hacernos cuando una pieza artística (una canción, un drama, una película, un cuadro, etc.) llegue ante nosotros:
1. ¿Es esta pieza técnicamente excelente? 2. ¿Es una expresión válida de la visión de mundo del artista? ¿Cómo? ¿En qué
aspectos? 3. ¿Están la forma y el contenido debidamente integrados? 4. ¿Es comunicada alguna(s) verdad(es)? Tal vez ustedes me digan en este momento: “Pero, pastor, para poder hacer un
análisis como este se requieren algunos conocimientos de arte y estética y estudiar algo sobre la materia y sobre el artista que uno analiza”. Y yo les respondería: “¡Por supuesto! Y eso es lo bueno”. Muchas veces pienso que otro de los problemas de la visión dualista es que estimula la mediocridad no sólo del artista, sino del cristiano común y corriente que se encuentra con el arte todos los días y en todos los lugares.
A donde vamos hay música que transmite mensajes verbales y no‐verbales, hay arquitectura en los edificios, hay publicidad que se expresa a través de determinadas escuelas de artes plásticas, hay esculturas en las plazas, hay diseño en los restaurantes, malls y cafés y es más cómodo y mediocre simplemente hacer como que todo eso no está allí, a no ser que sea algo explícitamente “cristiano” (entre comillas, según la idea dualista). Pero un cristiano con una cosmovisión consistente se ve desafiado a considerar estas preguntas cada vez que se le presenta la oportunidad. El beneficiado será el mismo, porque cada vez que un cristiano hace un análisis serio de estas preguntas él va a terminar sacando más de algo bueno que le aprovechará para crecimiento en su vida personal, en su caminar con Dios, en su relación con los que están a su alrededor, en su relación con el mundo o en su relación consigo mismo. ¿Y la razón de esto? Dios no se ha quedado sin testimonio de sí mismo y de su gloria en la naturaleza y en el desarrollo de la cultura
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humana (Hch 14.16‐17), por muy corrompida que esta esté. Sepamos una cosa: aunque haya que retirar muchos escombros putrefactos de una obra de arte, siempre habrá algo de la gloria de Jehová que debe ser rescatada, apreciada, admirada y puesta a sus pies.
Cuando una canción, compuesta por un incrédulo o un creyente, es capaz de emocionar nuestro corazón con hermosos pensamientos; cuando una película, hecha por un cineasta cristiano o no‐cristiano, es capaz de desafiar nuestra mente o nos lleva a las lágrimas porque conmueve nuestro corazón; cuando el cuadro de un artista, nacido de nuevo o no, nos hace maravillarnos ante la belleza de los colores y las formas y nos desafía a entender nuestra cultura actual, entonces estamos hablando de buen arte. Arte que glorifica a Dios en alguna medida y la gloria de Dios, abierta o velada, no debe ser despreciada jamás.
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