DISCURSO DE CONTESTACION PRONUNCIADO POR EL
DOCTOR HECTOR MALAVE MATA
CRISIS y DEMOCRACIA EN LOS FUEROS
DE LA GLOBALIZACIÓN
Este acto, revestido de sencilla formalidad, tienela particular significación que todos conocemos. Seincorpora hoy, como Individuo de Número de estaAcademia Nacional de Ciencias Económicas, la doctoraSarah Orestes Rosas de Pareles, habiendo cumplidolos requerimientos académicos que la Ley de la propiaCorporación establece al respecto, para ocupar desdeahora el sillón que en vida correspondiera al ilustredoctor Carlos Alberto D'Ascoli. Tal es la razón deeste acto. No puede ser más justa la investidura nimás honrosa la subrogación.
Por cuanto es menester la referencia de rigor anuestra distinguida recipiendaria, debo expresar quela doctora Orestes de Pareles, actualmente profesorajubilada por la Universidad Central de Venezuela, obtuvo en el año 1949 el título de Licenciada en Ciencias Económicas y Sociales de la misma Universidad,donde años más tarde, en 1980, recibió el título deDoctora en Ciencias (mención Economía). En la ucvfue Miembro fundador del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (1947); Directora de este mismo Instituto (19581963); Representante de la Facultad de Ciencias Eco-
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nómicas y Sociales ante el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (1958-1971); Miembro principaldel Consejo Nacional de Investigaciones Científicasy Tecnológicas, CONICIT, (1969-1971); Profesora delas Cátedras de Mercado (1953-1956) y Teoría Económica (1953-1963). Una larga experiencia en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (UCV) acredita su carrera universitaria en actividades docentes,de investigación, dirección, coordinación y asesoramiento durante más de treinta años de labor justamente reconocida.
En su discurso de incorporación que con sencillezha titulado De la Economia, la doctora Orestes de Parelesnos ha presentado la versión resumida de la investigación que lleva a cabo sobre la evolución histórica dela civilización occidental donde se inscribe el desarrollo de la Ciencia Económica, desde sus orígeneshasta su moderna configuración, en lo que la autorarecurre a juicios y razones para explicar la historicidaddel pensamiento económico a través de los tiempos,como forma de entender el curso de las ideas desdeel pasado hasta el presente, tanto como el atisbo delfuturo a partir de la fluctuante realidad de lo actual.
En ello es importante el concepto de
que la doctora Orestes de Pareles maneja en la acepción que lo identifica con "un acervo común y accesible a todas las sociedades", gracias a relaciones deintercambio y facilidades de comunicación, lo queproyecta la imagen cierta de una civilización globalpero no uniforme, en vista de las diferencias que residen en la diversidad del medio geográfico y en lavariedad de estadios culturales, y cuya evolución contemporánea no se detiene sino que avanza continuamente por impulsos de la novedosa inteligencia tecnológica que precipita transformaciones en el ordenmundial. Es éste, en opinión de nuestra recipiendaría, un aspecto que exige profunda reflexión porque
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en el presente se advierten manifestaciones de un complejo proceso de globalización, tras cuya apariencia,conocida como un rápido transcurso de lo antiguo alo moderno, se encubren mecanismos emergentes delpoder mundial que actúa sólo conforme a los móviles de sus propias estrategias. Tomo precisamenteeste último señalamiento de la doctora Orestes comopunto de partida de mis siguientes elucidaciones.
BREVE LECTURA DE LA GLOBALIDAD
En este ocaso del siglo xx, el discurso contagiosodel globalismo, recargado tanto por las expresionesreiterativas de una tendencia del pensamiento económico que prevalece en esferas académicas y profesionales, como por la profusa información massmediática que desborda los límites de la percepción individual, intenta prefigurar las perspectivas del presente desde la atalaya del presente mismo y concibeel futuro desde un punto de observación fijado en lasincronía de lo actual. El llamado fin de la historia, adiferencia de como lo piensa Fukuyama, no se vislumbra en línea de visión racional porque el hombre, siempre dotado de razón trascendente, debe aún recorrersendas inéditas para dar forma vital al aura de suspropias utopías. El análisis de los horizontes globales, apoyado en el enfoque de la reorganización deltiempo y el espacio, adopta una visión no lineal de lahistoria a partir del reconocimiento de la multiplicidad de las culturas en un mundo donde todo fluyeen diversas direcciones.
En estos tiempos de gran movilidad internacionalde capitales, se observa el explosivo desarrollo de lasfinanzas, el comercio y los medios de comunicaciónen el heterogéneo ámbito global. Tales actividades,con el estímulo de tecnologías portentosas que tonifican el capital abaratando los costos salariales, han
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generado grandes imperios económicos -algunos denueva forjadura- que elaboran sus propios códigos,localizan y deslocalizan estratégicamente sus centrosproductores, movilizan sus capitales con celeridad vertiginosa, invierten y desinvierten a tenor del signofluctuante de las coyunturas, desestimando jurisdicciones y fronteras, estipulaciones y tratados, deberes y derechos constitucionales, caracteres y patrimonios culturales autóctonos.
Esos colosales imperios, que actúan conforme alinflexible pragmatismo de los factores de poder, desdeñan la soberanía nacional en nombre de una supuestagobernabilidad de la globalización, seducen a los gobiernos con promesas de colaboración y asistencia,especulan contra las monedas con el argumento de lavolatilidad financiera de mercados emergentes, alientan por doquier la asimetría social pugnando por unarbitraje irrevocable a favor de las rentas del capitaly en detrimento de las del trabajo.
En relación con esto mismo, es necesario recurrir aquí a una digresión no viciosa. La tendenciadeficitaria mundial de los recursos públicos suscitainsuficiencias y restricciones que degradan a los gobiernos nacionales a la condición de simples administradores de una austeridad que les impide asumir-aun bajo el despliegue de enormes presiones socialesla responsabilidad de atenuar la pobreza y la exclusión. Esto erosiona fatalmente la razón y los cimientos del Estado democrático que debe recurrir a endeudamientos y devaluaciones para financiar sus débitosfiscales. La persistente rigidez financiera es, comopuede observarse, un indicio entre otros tantos deldeclive de la política estatal, hasta el punto que, juntocon el dominio fiscal y monetario, también se desgasta y enerva otro balaustre del Estado nacional: elmonopolio público de la autoridad.
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De esto se deriva colateralmente una observacióngeneral que en casos como el nuestro puede particularizarse a la lumbre de algunas evidencias. Decimosque quienes, con protagonismo en las lides de la alternancia gubernamental, realizan largas campañas electorales con el propósito de ganar democráticamenteel poder, poco parecen percibir que en estos tiempos,plenos de mudanzas y trasiegos globalizadores, algunas facultades del Estado han sido desplazadas desus espacios habituales, a un tiempo que segmentosimportantes del poder estatal ya no residen en losfueros institucionales en donde los gobiernos .circunscribieran algunas de sus políticas principales, puesun poder que desde ahora es considerado determinante -un poder tan difuso como absorbente- radicaen la instancia de la unidad de los mercados financieros y las redes de información, que integrados estratégicamente no sólo constituyen el sistema nerviosode las sociedades en proceso de globalización, sinotambién el ensamble sinérgico que asume, en una suertede taumaturgia ultramoderna, el compromiso de fortalecer y elevar el orden espontáneo del mercado sobreel orden presidido. por el Estado de Bienestar, comolo quiere y propugna un neoliberalismo sin rostro humano ni pensamiento múltiple, sin contenido socialni mucha vocación para afrontar democráticamentelas contingencias de las crisis.
CRISIS DE LA REALIDAD, CRISIS DE LA RAZÓN
Así se entiende porque la crisis no ocurre únicamente en el sentido de las disfunciones que entraña,sino también en cuanto fenómeno que afecta la capacidad del sistema y sus actores para organizarse yrestablecerse confiando en automatismos eventuales.Es posible tener una visión correctiva de la crisisconforme a la providencia de no separar orden y desorden, estructura y movimiento, equilibrio y dese-
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quilibrio, pues de tal forma puede entenderse que laconstrucción de la economía -vale decir su producción y su reproducción- se realiza sobre una basesocial inestable, allí donde la lógica del comportamiento económico se subordina al arbitrio de la relación del orden con la actividad.
Por esto, en aras de la estabilidad y el equilibrio, no puede sino considerarse inconveniente la tentación de abandonar la sociedad a sí misma y de apostar al establecimiento de la franquicia y la espontaneidad, como hace un neoliberalismo simplificadorque procura a toda costa entronizar el orden espontáneo en detrimento del orden discrecional, reivindicando para el individuo la licencia de servir sólo asus propios fines, reconociendo a la economía mercantil la disposición de crear un sistema autorregulado, reduciendo la política económica al ámbito deun Estado mínimo, rehusando todo plan de sistematización social y cualquier proyecto de ordenamientoprogramático de la sociedad, no imponiendo límitesni restricciones sino por mandato de la prescripcióncivil y el dictado de la tradición, en aceptación deuna sociedad que no define ni diseña su orden, suhorizonte y sus propios objetivos, pues en cierto modosólo reconoce las fuerzas espontáneas que se inscriben entre los límites de un tradicionalismo más ancestral que proyectivo.
Esa sociedad, que no luce abiertamente ordenadaen sus propios estamentos, se observa poco estructurada y un tanto fluida, aunque con tendencia a generar regresiones continuas en el marco de la heterogeneidad social que la configura y explica. Allí no esdifícil constatar la paradoja del transcurso social comocontinuidad que es puesta una y otra vez de manifiesto, cuando las malas réplicas a desarreglos actuales conducen a 'inevitables trastornos futuros. Noes fácil, sin embargo, enfocar la constitución diná-
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mica de un orden cuando no es poco lo que ostentaen su inestabilidad y su imagen engañosa.
A propósito también de los desequilibrios, lasperturbaciones y las averías del sistema, visto éste endistinta perspectiva, resulta ilustrativo volver al asuntode la crisis, no tanto en pos de sus reflejos cuanto enpos de sus fuentes, porque su realidad es presenciaque nos afecta de manera diversa, causándonos a veces la frustración de no poder conjurarla por fuerzade poco conocer su etiología. En términos generalesy sinópticos, no incurriendo en explicaciones imperiosas, es posible enunciar algunas razones de la crisis. Así entendemos que sobrevienen crisis porque secomete perfidia contra el método; porque el métododesestima la observación del orden; porque por faltade método el orden degenera en desorden; porque eldesorden rompe el equilibrio de fuerzas y tensiones;porque la atención se ofusca en el atascamiento delas situaciones y no se centra en la reorientación delmovimiento; porque se apela a viejos paradigmas pararesolver problemas nuevos; porque el discurso sometela acción a dogmas, aforismos, artículos de fe o absolutismos conceptuales; porque la rigidez de la estructura coarta o restringe la operatividad de las funciones; porque el menoscabo de las funciones limita losmecanismos de la acumulación; porque el módulo regresivo del reparto social no corresponde al rendimiento del trabajo productivo; porque se acentúa laincapacidad para gobernar la riqueza; porque se subestima el horizonte social de subversión de la pobreza...Hay crisis, en otro sentido, porque la razón pierdeautoridad y la autoridad pierde juicio, equidad y certeza.
Existe, en nuestro caso, una crisis de los paradigmas o modelos, de las ideologías, las instituciones, elcomportamiento, los valores y principios. Pero también se advierte una crisis de la razón. La crisis denuestra sociedad y particularmente de nuestra eco-
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nomía, permítanme decirlo, no es ajena a los extravíos y retrasos del conocimiento. (Por lo que a míconcierne, me despojo de toda arrogancia para confesar que la poca teoría económica que he aprendido,hoy me resulta casi inservible). Mucho nos cuestacomprender las razones de la crisis, como tambiénabatirla o moderarla, porque padecemos quebrantosde imaginación y creatividad. En nuestro caso, comocreen espíritus perspicaces, la crisis de la realidad noes más alarmante que la crisis del pensamiento. Elpensamiento creativo que se inmoviliza frente a losaccidentes de la realidad puede ser indicio de geniomenguante.
En estos tiempos en que lo simple se torna complejo, lo múltiple predomina sobre lo singular, 10 aleatorio prevalece sobre lo determinado, y el desordendesacata y vulnera la racionalidad del orden, nuestropensamiento parece estar conociendo su propia penitencia porque está condenado a rehabilitarse, a avanzar en su acrisolamiento, a discernir entre lo verdadero y lo imaginario, a sumergirse con percepciónabierta en lo real y lo sensible, desechando revelaciones carentes de sentido y trascendencia, descartando el mensaje de los mitos superfluos y las acciones dudosas, desoyendo las voces que sólo predicanrenuncia y desencanto. En el mejor de los casos setrata de la puesta en escena de la racionalidad y laimaginación a la luz de la inteligencia creadora, conmiras a descubrir lo que se oculta en la apariencia delo que acontece, a desentrañar las contradicciones enlo que ocurre o permanece, no exceptuando conocerla aventura del ensayo en los nuevos comienzos, conuna suerte de convicción estimulante en no hacer delos tropiezos del camino el pretexto de una resignación estéril.
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FRONTERAS ECONÓMICAS DE LA DEMOCRACIA
Pero estas reflexiones no son suficientes todavía.Está claro que el deterioro de las instituciones, laperversión de los valores y la falta de alternativasconducentes son señales del empobrecimiento de larazón en las actuaciones públicas y privadas, incluyendo por supuesto la de quienes ejercen los mandos del poder y la de quienes aspiran a ejercerlo, através de mandatos que aún siendo democráticos podrían servir para la legitimación de un poder capazde cometer desviaciones y excesos. La indeseable posibilidad de que eso ocurra es un riesgo que confirmaría la opinión de que los políticos en funciones degobierno pueden involucrar a la condición de gestores sectarios de la cosa pública, tanto como a la deadministradores mezquinos de aparatos oficiales quemanejen como suyos, a la vez que los mandantes abrigan la esperanza de un voto que podría no encontrarjusta correspondencia. No es éste un juicio de valorsino la lección incontestable de muchas decepciones.
Por razones dimanantes del nuevo espíritu de estos tiempos, resulta indiscutible la idea de modernización de las instituciones y maquinarias estatales.La reforma estructural del Estado es hoy un imperativo insoslayable para nuestro país. Pero por ello nose puede convenir con quienes creen que la modernización del Estado y la democratización son incompatibles. Tal criterio a menudo es esgrimido para aducir la renuncia a uno de esos dos objetivos: quienesrechazan la opción de la reforma estructural celebranel sistema democrático como la mejor alternativa; mientras que quienes no aceptan la democratización consideran que la reforma no puede realizarse en un entorno de libertades públicas. Aquellos primeros parecen incurrir en una exaltación del sufragio comoestilo de una democracia puramente electoral, desestimando los componentes de una democracia de vo-
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en el ejercicio y la expresión de las ideas. Son conocidas las exclusiones que comete el patronato de algunos órganos de comunicación contra la oportunidad de expresión del pensamiento. Ello revela las discriminaciones y reservas que desmerecen la actuación del poder mediático en estos tiempos de pluralidad mal ejercida. A pesar de esto, existe la convicción de que el clima de libertad es más propicio parala razón disidente que el clima de autoritarismo, aunque ello no significa que la propia libertad siempreestá exenta de un deplorable enflaquecimiento del espíritu y de una deuda con la buena conciencia que laemblematiza.
Con la inquietud que sentimos parafraseando esta vez a Pierre Schori, el destacado político sueco,importa preguntarnos: ¿cuánta pobreza está en capacidad de mitigar la democracia?, ¿cuánta exclusión puede tolerar la seguridad social? O con razones propias interrogarnos: ¿cuánta regresión social, en nuestro caso, puede soportar el libre comportamiento delmercado?, ¿por cuánto tiempo puede la libertad sobrellevar las desigualdades que persisten en nuestro ordenamiento democrático? Estas cuestiones autorizan aplantear particularmente la revisión del alcance realde la democracia venezolana y sus actores, en entendimiento de que el modelo de orden político aceptado por la casi unánime voluntad de los venezolanos es el democrático vigente, y de que éste sólopuede funcionar en el dominio pluralista del Estadonacional, a un tiempo que el libre mercado, considerado otro paradigma de legitimación del sistema, impera plenamente como mandato del pensamiento único en el espacio mundial. Esta disimilitud ya constituye uno de los problemas inherentes a las implicaciones nacionales del proceso globalizador desplegado actualmente en el mundo.
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RETOS y TRAMPAS DE LA GLOBALIZACIÓN
Se percibe asimismo que la globalización, en términos teóricos, corresponde a un ciclo del capitalismo definido como posfordista o de acumulación flexible,en la que un proceso de desterritorialización económica y política confiere mayor energía, dinamismo yexpansión a los capitales transnacionales, irrumpiendo en países y regiones, en formas de producción yconsumo, en actividades tangibles y culturales, en mecanismos de intercambio internacional, en modos deser y de pensar. Los exegetas de tal proceso creenque la reproducción ampliada del capital ya no seefectúa de manera apropiada en el espacio de los Estados nacionales, los que al convertirse en traba detal tipo de reproducción son sometidos a inevitablesreformas de liberalización y reestructuración. Esas reformas implican, en la generalidad de los países latinoamericanos, procesos denominados de "ajustes estructurales" que entrañan a la vez la apertura externa einterna de las economías nacionales.
En ese proceso de globalización de los ajustespuede observarse que la disminución del ámbito delas atribuciones públicas, las privatizaciones y la desvalorización de las instituciones estatales suprimenlos obstáculos internos a la penetración de capitalestransnacionales; al igual que, por otra parte, la apertura comercial externa desmonta o reduce las barreras aduaneras, desprotege la producción interna y permite el libre flujo de aquellos capitales. No es otro elsentido de las políticas económicas de inspiración neoliberal que procuran adaptar las condiciones localesde la acumulación capitalista a las nuevas exigenciasdel sistema global.
La globalización, considerada como el despliegue económico del proceso de mundialización en losaños más recientes de la vida contemporánea, tiendea transformar el contexto del desarrollo a través de la
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vertiginosa movilidad internacional del capital, el flujo creciente de intercambios transnacionales de bienes y servicios, y la aplicación de novedosas tecnologías electrónicas que aceleran notablemente las corrientes financieras y comerciales en el mercado mundial, creando nuevos problemas y desafíos, perspectivas de un futuro no fácilmente gobernable y exigencias de adaptación que no es posible evadir o desestimar.
En la percepción de algunos analistas de la escenaeconómica contemporánea, se trata de un proceso conforme al cual instancias inveteradas del poder de losEstados nacionales pasan a la jurisdicción del mercado global, de forma que lo que fue reconocido comofactor de bienestar y asistencia, ahora comienza a serlode desigualdad, incertidumbre y mayor incoherenciasocial, puesto que es visto como una reformulaciónque tiende al achicamiento del Estado bienestarista, ala abolición de su rol providente y a la consagraciónde severos ajustes institucionales en el retablo de unaeconomía sometida a las estipulaciones de ajustes implacables, para empezar a dar cuenta de un desacuerdoinapelable entre eficiencia y equidad.
Una aproximación a la realidad económica de estos tiempos permite observar el mundo de hoy comoun universo global de desequilibrios y perturbaciones que se han agravado desde 1997 por el colapsoque capitales especulativos transnacionales indujeraninicialmente en las llamadas economías emergentesdel sudeste asiático. En este crítico escenario, contrasiegos y recolocaciones efectuados a la sorprendentevelocidad de los capitales financieros internacionales,los trastornos monetarios configuran un problema complejo porque el dinero adquiere más tropismo y volatilidad en un mundo de enormes operaciones subitáneas donde el valor movilizado en las actividadesde especulación es cuarenta veces mayor que el ge-
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nerado en los sectores de la economía productiva. Seensancha de tal modo la brecha entre aquellas actividades y estas otras. Tanto es así que el mercado financiero mundial luce hoy severamente congestionadopor un volumen gigantesco de capital -dos billones dedólares en rotación diaria global- en sólo actividades especulativas según una relación en la que lasoperaciones cambiarias y bursátiles centuplican el valor de las transacciones comerciales corrientes.
Esto confirma que el proceso globalizatorio, conel predominio de su creciente expansión financiera,aún transcurre limitado a algunos aspectos de la economía -los no productivos en particular- sin prevalecer ni influir en otros restantes, ni en todos a la vezde manera pareja o similar. No por otro motivo seadvierte, desde el inicio de la década de los noventa,el auge de una economía global de especulación quereproduce de manera más o menos perversa las actividades lucrativas del capital financiero ("financierización"), colocando de relieve tanto la proliferación de los llamados paraísos fiscales como la caídade la acumulación de capital en los sectores reales dela economía.
El modelo de libre mercado, inscrito con primacía en el mapa planetario de la globalización, sustenta como razón y objetivo el logro del nivel máximo de competitividad posible. La dinámica de la competitividad, en tanto factor que preside la asimetríade las relaciones entre el capitalismo tecnocéntrico yel capitalismo tardío de la periferia, genera brechaseconómicas internacionales con el empleo de .paradigmas tecnológicos excluyentes y con el empeoramiento de los mecanismos de intercambio desigual,no siendo capaz de suscitar condiciones que permitan detener la caída que causa la "financierización"desbordada a la productividad real en países de economías emergentes, donde los principios y arbitrios
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de la competencia internacional imponen, por fuerzade la tiranía y las imperfecciones del mercado, desventajosas condiciones de inserción respecto a los países de economías desarrolladas. Así es como, segúnse dice, los vientos de la competencia tienden a convertirse en tempestad.
En esta situación los países perdedores dirigensus reparos contra gobiernos cuya capacidad para intervenir en la solución de los problemas disminuyede continuo. Lo mismo da si se tiene que regular elpoder de los medios de comunicación o acometer acciones de justicia social, si hay que devaluar el signo monetario o luchar contra los factores de corrupción. El Estado es así desbordado y los arreglos internacionales no siempre trascienden la simple declaración protocolar. Pero si los gobiernos, frente a todos los problemas que comprometen el desempeño desu gestión, sólo se concretan a atender las fuertespresiones de los capitales transnacionales, la políticagubernamental se convierte en ejercicio subalterno yrestringido, por lo que el Estado democrático experimenta agotamiento en los atributos esenciales de sulegitimación. La globalización opera así como trampa para la democracia.
En referencia a las controversiales implicaciones del proceso globalizador, puede manifestarse, nosin justificable atrevimiento, que ya es hora de desistir de esquemas rígidos y unidireccionales en elenfoque de los roles del Estado respecto del mercado.Como la ideología de la globalidad plantea el ajustedel Estado en función del mercado, y el mercado aun tiempo necesita de la actividad pública para habilitar sus mecanismos de competencia, la reforma estatal es por tanto una de las innovaciones requeridaspara colocar la gestión pública en el nivel de las exigencias internacionales de la globalización. Gobernar la globalización y desarrollar una hábil estrategia
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de articulación de lo nacional en lo global son razonesque confieren pertinencia a la reforma del Estado.Con lo cual no se quiere decir que se deben validaractuaciones estatales al margen de patrones de eficiencia; ni tampoco sugerir, en denegación de argumentos incuestionables, la minimización o el peligroso desmadejamiento del Estado, tanto en su funciónreguladora del acontecer económico y social, comoen su función correctiva de las desviaciones del mercado, por medio de políticas sociales de tenor redistributivo que estimulan el desarrollo con equidad apartir de estímulos eficaces a las áreas de educación,salud, justicia y seguridad.
Aunque por lo común tiende a creerse que globalismo y estatismo son en cierto modo contradictorios, es de comprender que la inserción voluntaria ocompelida en el proceso globalizador plantea la necesidad de un Estado capaz de renovar y fortalecersus propios aparatos en el manejo de sus relacionesreales y simbólicas con el mundo global. Para ello esnecesario asumir una estrategia de desarrollo que permita lograr, en base de un equilibrio entre lo externoy lo interno, una concomitancia interior entre lo económico, lo político y lo social. Por esta vía es posible volver al planteamiento de la coexistencia operativa de Estado y mercado. Pero en este caso tomandoen cuenta que, sin la racionalidad pública del comportamiento económico, el mercado libre tiende a transformarse en "monopolio sin competencia", a riesgode luego terminar en "monopolio incompetente". Igualresulta que ese monopolio sea privado o estatal. Comoquiera que sea, si se trata de discernir entre una esferay la otra, lo que importa considerar es que, comoalguna vez se ha dicho, no todo lo público se contraeal Estado, ni todo lo privado se limita al mercado.
Un diagnóstico realista sobre la actualidad mundial autoriza a inferir que la globalización, tal como
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se desenvuelve en el ámbito planetario de relacionesinternacionales asimétricas, puede al cabo significarpérdidas, exclusiones y rezagos para aquellos paísesque al respecto no tienen estrategias ni objetivos definidos, a la par que no pocas frustraciones a Estadosnacionales inhibidos o poco partícipes en las corrientes transnacionales de la economía de estos tiempos.Pierden y quedan excluidos los países que carecen declaras visiones mundialistas y no realizan planes concebidos a tono con los grandes retos externos e internos del nuevo ciclo histórico. Por eso la globalización, siendo un desafío irreversible que exige ser asumido sin tardanza, plantea a las economías satélitesemergentes un sentido oportuno en realizaciones queentrañan modernización del Estado, reformas estructurales, nuevos y mejores horizontes productivos, manejo polivalente y flexible de los mecanismos de lacompetencia. En este contexto, por añadidura, lo querequieren tales economías es pensar el plan y la praxisdel cambio, restablecerle a la gestión pública la razón de sus propios desempeños, restituirle a la iniciativa privada el sentido de su compromiso productivo. Habría que forjar entonces las condiciones efectivas de realización de utopías razonables.
CON LOS PIES SOBRE LA TIERRA
No incurrimos en contrasentido, sino a lo sumoen dilema fundado, al decir que la nueva teoría económica no debiera confiar a ultranza en el dogma de losautomatismos del mercado, ni en las supuestas supinaciones de la "mano invisible", ni en la conjetural neutralidad de los programas de ajuste, si es que esa teoría se propusiera encontrar un puente epistemológicohacia la exégesis no valorativa del capitalismo globalista del siglo veintiuno. La lección de los ajustesmacroeconómicos, a juzgar por la experiencia venezolana, parece justificar el mensaje alternativo que
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se desprende de ciertas negaciones: ni el Estado deficitario de los socialdemócratas, ni el Estado mínimode los ultraliberales, sino el Estado que proteja a laeconomía con el equilibrio de las fuerzas del mercado, regule los empeños especulativos del sistemafinanciero y reduzca los riesgos de la globalizacióncon una política económica que estimule los afanescompetitivos del aparato productor. En esa perspectiva, para decirlo en tono de disenso, no cabrían eleconomicismo de los laboratorios gerenciales, ni elburocratismo del Estado, ni el reduccionismo de lossantuarios tecnocráticos, ni el totalitarismo del pensamiento único, si es que se pretendiera un desarrollohumanamente tolerable, un desarrollo provisto de referentes culturales auténticos.
Hasta ahora hemos hablado de la crisis, el Estado,la democracia, la libertad y la globalización de manera elemental y no prolija, desde una perspectivacentrada básicamente en Venezuela, pero sin hacerpuntualizaciones sobre la presente realidad del país.Volvamos a esa realidad por un instante para observarla en su situación más reciente. Sólo por un instante antes de dar fin a estas palabras. Así apreciamos que la imagen actual del país, tras sucesivos ajustes y reformas, luce no satisfactoria. La depresivarealidad nacional habla a la luz de sus propias evidencias. La lectura de indicadores macroeconómicosy sociales revela una situación de veras inquietante.Hoy asistimos a la declinación de la política de ajustecon resultados sociales nada favorables, en medio dela fetichización del mercado como ámbito absolutode la competencia; la agricultura con bajo rendimientoy pocos impulsos productivos; la situación fiscal conrecurrentes desequilibrios e insuficiencias; la industria del petróleo sometida a los efectos de persistentes precios viles; la indomeñable inflación como inmunizada contra sus antídotos; la política monetariaexprimida costosamente entre los ejes de su formu-
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lación ortodoxa; el desarrollo humano bloqueado porla escandalosa proliferación de la pobreza; el desempleo amontonando millones de brazos inactivos; lasinstituciones del conocimiento condenadas a la crónica falta de recursos; la seguridad social a la deriva; la corrupción abrazada al tráfico de influencias,a la impunidad, al nepotismo, al usufructo de intereses creados. Allí donde por debajo de la pobreza extrema se ubican los más pobres de los millones de pobres que aumentan por las secuelas recesivas de lacrisis. Allí donde, para muchos venezolanos, vivir esuna penitencia, pensar es un accidente y subsistir casiun prodigio. Esto digo sin atentar contra el testimoniode palmarias evidencias.
Es grande el inventario de nuestras carencias ylimitaciones. Grande es también el catálogo de nuestras pérdidas y demoras. Creo, sin embargo, que ninguno de estos malos saldos es in subsanable. En laardua tarea de eliminarlos es preciso no actuar porencima de los recursos disponibles, ni actuar por debajo de los objetivos asignados. Es necesario entonces un proyecto nacional basado en una economía dela certeza que contemple la ponderación entre la molestia de comenzar demasiado tarde y el inconvenientede terminar precipitadamente. De suerte que nuncacomo en este fin de siglo, tan poblado de incertidumbre y contradicciones, tan lleno de retos y de riesgos,el futuro de los venezolanos se subordina tanto a laracionalidad de sus propios desempeños. En esto importa no rezagar el ejercicio de la inteligencia creadora con respecto a los grandes desafíos del cambio.
Nos encontramos hoy en la disyuntiva de inventar un camino de certidumbre hacia el futuro o deresignarnos a la ruinosa condición de parias del porvenir. Nada resulta ahora más apremiante que la desactivación de las contracorrientes del cambio. La necesidad del cambio brota de la conciencia de nuestros
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retrasos y frustraciones. Pero la participación socialen el cambio no debe traducirse en afirmaciones rituales sino en expresiones de crítica, confrontación odiferencia, pues el cambio no sólo necesita la unanimidad activa de sus partidarios y ejecutores, sinotambién el diálogo fértil que facilite el cotejo de larazón en la forja de un nuevo elenco de principios yvalores.
No puedo concluir estas palabras sin acatar unmandamiento de rigor. Quiere, en efecto, una buenacostumbre que al término de estas reflexiones demosla bienvenida a la doctora Sarah Ores tes de Pareles,nuestra distinguida recipiendaria.
Señoras y señores
Paraninfo del Palacio de las AcademiasCaracas, 2 de diciembre de 1998.
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