Cuerpo, memoria emocional y sentimiento de seguridad ¿Cuál historia "recuerda" el cuerpo?
Publicado en la revista nº026
Autor: Wolfberg, Elsa
Resumen
Las emociones son los conductores, a través de lo sensorial, lo visceral y lo propioceptivo, de regulaciones
intercorporales en el apego en la díada madre–hijo, en los comienzos de la vida. Este vínculo de apego se continúa en
parte en el psiquismo del adulto al interiorizarse la representación del objeto regulador.
Sin embargo, la necesidad de contacto sensorial y propioceptivo es inextinguible puesto que éste es portador de sutiles
regulaciones que activan o inhiben funciones fisiológicas en improntas corporales no conscientes que recorren los
mismos circuitos que las emociones.
Esto provee cierta respuesta de por qué una pérdida puede desencadenar desregulaciones somáticas.
Cuando ese apego no fue satisfaciente, el sujeto queda librado a la repetición mecánica de sensaciones que lo calman,
no lo satisfacen. Se propone la observación y utilización de las sensaciones corporales tanto del paciente como del
terapeuta, indicando trabajo corporal con los primeros, sobre todo ante una pérdida, a efectos de re-unir lo
sensoriomotor con lo biográfico.
Introducción
Diversas investigaciones y trabajos, (Winnicott, 1975, Wolfberg, 1993), se refieren a la intersección entre los
procesos biológicos y la biografía, tratando de salvar el abismo categorial entre lo psíquico y lo somático. Tratamos
de evitar esos cuerpos sin psiquismo o esas mentes incorpóreas que flotan en la nada, producto del tabicamiento
entre las disciplinas, aunque huelga reconocer que cada una de ellas tiene sus propios sistemas conceptuales que
pueden entrar en relaciones de co-variancia. El camino de frontera es apasionante, allí se intersectan la fisiología y la
biografía, dando seres e historias psicosomáticas singulares. Dice Freud en “El yo y el ello” (1923) “El yo en última
instancia es derivado de sensaciones corporales, principalmente de aquellas que nacen en la superficie del cuerpo…”
Esta presentación constará de 4 partes:
1- Cuerpo, emoción y memorias. Importancia de lo propioceptivo (sensibilidad alojada en los tejidos musculares,
articulares, laberinto, etc, que intervienen en la regulación de la postura, la posición en el espacio, etc.), lo sensorial
(órganos de los sentidos) y lo visceral (vísceras y órganos) en la emoción, la memoria emocional y en el estilo de
apego.
2- Regulación de las funciones corporales en los vínculos de apego. Los trabajos de Hofer (1996) acerca
de las regulación de las funciones corporales en vínculos de apego dan cuenta de que lo propioceptivo,
lo sensorial y lo visceral conduce y produce regulaciones intercorporales en la díada madre-hijo,
aportando o no al sentimiento de seguridad, y luego se trasforma en buena parte (no del todo) en
regulación intrapsíquica vía representación en la vida adulta de la relación con el objeto regulador.
3- ¿Cómo interviene el cuerpo en la construcción del sentimiento de seguridad?
4- Necesidad de continuidad de contacto sensorial y propioceptivo en la vida adulta para sostener el
sentimiento de seguridad.
5- Abordajes no verbales: ¿cómo llegar a esas memorias que no tienen palabras?
1- Cuerpo, emoción y memorias
La mente y el cuerpo aparecen comprometidos en la emoción, que pareciera coordinar ambos. La
emoción organiza la percepción, los pensamientos, la memoria, la fisiología, la conducta y la interacción
social. Cuando una persona tiene miedo, es más fácil que codifique los estímulos como temibles o
tranquilizantes, que asocie el recuerdo de situaciones peligrosas, que tenga pensamientos intimidantes y
reacciones fisiológicas de alerta. En el sentido más elemental, las emociones organizan respuestas a
estímulos gratificantes o adversos, por ejemplo: ante una separación, un niño organiza una conducta que
desencadena una respuesta confortante de la figura cuidadora (Pally 2000).
La figura de apego modula las emociones y aquí entran factores culturales.
Por ejemplo: frente al hijo, cuando se cae y llora, madres irlandesas y madres judías evalúan de modos diferentes ese
dolor.
• Prevalentemente, la madre irlandesa le infunde valor y no se hace mucho eco del llanto. El niño aprende a
contener solo el dolor. ¿Se vuelve más seguro si comparte ese valor?
• En la madre judía, el llanto resuena de otro modo, desde otros valores, por lo cual se conduele y se aflige. ¿La
seguridad de ese niño necesitará un umbral más alto para el dolor?
En 1926, Freud subraya que la forma de la descarga psicomotora en el niño (expresión de las
emociones, llanto), sirve para una función comunicativa que al comienzo no es intencional, pero que tiene
como efecto despertar en el adulto la acción específica para satisfacer la necesidad, deviniendo
intencional después.
La emoción es procesada independientemente del pensamiento consciente, es no consciente en el
sentido neurológico y también puede serlo en el sentido psicoanalítico.
Claparede, neurólogo, en 1911 hizo la siguiente experiencia con una paciente que tenía lesionado el hipocampo, sede
de la memoria explícita (consciente). Cada vez que veía a la paciente, tenía que volver a presentarse, puesto que ella
no tenía registro de conocerlo. Un día puso una chincheta en la palma de su mano y al saludar a la paciente, ésta
retiró la mano por el dolor. A la vez siguiente, tuvo que volver a presentarse puesto que ella no lo conocía, pero en el
momento de darse la mano, ¡ella la retiró! Esto significa que aunque no lo recordaba conscientemente (hipocampo
lesionado), tenía una memoria corporal impresa en alguna parte, inconsciente y eficaz.
Esas memorias son la procedimental y la emocional, no accesibles a la consciencia. La memoria procedimental
comprende la memoria de preparación (priming memory), que reconoce los estímulos recientes y es una función de
las cortezas sensoriales, los estados de ánimo que envuelven la amígdala, la formación de nuevos hábitos motores y
cognitivos en el neoestriado y el aprendizaje de conductas motoras que dependen del cerebelo. Según Kandel (1999),
el inconsciente no reprimido se ubica en esta memoria procedimental y esto explica la respuesta de la paciente de
Claparede, que adquirió un condicionamiento no consciente.
La memoria emocional según Damasio (1994) y Nadel (1992) se procesa sobre todo en la amígdala y en la corteza
órbitofrontal, aunque hay otros centros de evaluación de estímulos con los que está interconectada.
Esquemáticamente (ver esquema 1), hay dos circuitos por los que los estímulos emocionales pueden transitar tras su
evaluación en la amígdala: pasar o no por la corteza órbitofrontal y el hipocampo. Si toman este circuito serán
conscientes, si no, serán no conscientes. Ambos envían mensajes al hipotálamo y la base del cerebro que, a su vez,
activan los cambios corporales de la emoción: respuestas endocrinas, autónomas y conductas musculoesqueléticas.
Estos cambios, a su vez, vuelven al cerebro y quedan representados como parte de la experiencia. No se sabe aún
qué estímulos van por una vía o por otra. El hipocampo no sólo ejerce un rol en la memoria consciente, también
regula la activación emocional. Todas estas respuestas hacen al circuito emocional que incluye tanto las respuestas
reflejas como los matices de la memoria emocional.
Los cambios corporales que acompañan la emoción son los que le dan a la emoción su particular calidad.
El cerebro los percibe como sensaciones.
Lo propioceptivo está en las conductas músculo esqueléticas, la expresión facial, las entonaciones de la voz.
La memoria no declarativa, implícita (Nadel, 1992) es la memoria para aquellos aspectos de la experiencia que no
son conscientemente procesados, esto quiere decir que pueden ser almacenadas experiencias que el sujeto no sabe
que ha tenido (circuito no consciente) (por ej. plegarse a modos familiares o sociales donde “la vida es así “ o
impronta de experiencias corporales antes de la maduración del hipocampo). Incluye:
La memoria de preparación (priming memory) para recordar palabras, sonidos, formas y tamaño, a partir de
fragmentos consiste en centros perceptuales presemánticos en la corteza perceptual. Lo visual, lo auditivo, lo táctil,
etc. operan en áreas distintas y por separado. Estos primeros efectos de la preparación (priming), pueden ser muy
duraderos en el tiempo aunque hayan ocurrido una sola vez. Es una de las sedes de registro de experiencias
corporales.
La memoria emocional es el aprendizaje condicionado de respuestas emocionales, mediadas por la amígdala. La
activación de la amígdala provoca cambios en el sistema nervioso autónomo, tales como frecuencia cardiaca,
motilidad gástrica y vasodilatación, que acompañan toda emoción. Le Doux (1998) describe que los cambios de
estas reacciones quedan almacenados en otra parte que los detalles fácticos del evento. Otro autor, Schacter (1996),
sugiere que la memoria implícita determina la elaboración artística y cita a una pintora que, tras un incendio en su
casa, continuó pintando por muchos años fuego, aun no conectándolo conscientemente con su experiencia.
La memoria procedimental -destrezas, hábitos y rutinas- es para las habilidades y hábitos motores, perceptuales, y
cognitivos. Reside en los ganglios de la base. En pacientes amnésicos, esta memoria permanece.
Cada memoria es procesada en un circuito cerebral diferente y pueden estar desconectadas entre si.
En los primeros tiempos del desarrollo, la memoria explícita es escasa por la inmadurez de las conexiones corticales
del hipocampo, mientras que la memoria Implícita está bien desarrollada porque los ganglios de la base y la
amígdala lo están (Joseph, 1996). Esto sostiene la existencia de la memoria implícita de las experiencias infantiles
inconscientes, miedos, síntomas somáticos, patrones de interacción de la relación materno-infantil.
Un ejemplo es lo que pasa en situaciones traumáticas: lo explícito se recuerda incompletamente en el síndrome
postraumático, pero quedan retenidas en la memoria emocional las sensaciones físicas y las emociones asociadas (ej.
violación en la infancia: activación posterior por alguna asociación indirecta del recuerdo de lo ocurrido y, por otro
lado y en distintos momentos, sensaciones somáticas y altas angustias, como si ocurriera algo grave en ese momento,
que no relaciona con aquel: disociación).
Hay perturbaciones de la memoria en casos de trauma:
• Emociones muy estresantes: trauma, abusos, pérdidas intensas dañan el hipocampo (más secreción de cortisol)
• Los flashbacks son esquirlas, memorias no conscientes del trauma sin localización ni ubicación temporal en el
pasado, que es función del hipocampo.
• Frente a algo conectado con lo traumático, el sujeto siente emocionalmente como si fuera presente.
• Es de gran importancia terapéutica el reanudar el circuito consciente a través de la palabra, para recolocar en el
pasado.
O sea que se imprimen en el cuerpo “recuerdos “ de experiencias corporales sin correlato semántico por no haber
podido ser consolidadas en un hipocampo insuficientemente conectado a la corteza, inmadura ésta también, o por
estar disociados de la misma.
Un ejemplo desconcertante de la memoria implícita es la situación del miembro fantasma que, por lo intenso de su
inscripción en el esquema corporal, causa dolor en ausencia y además esto es necesario para que esa persona pueda
usar una prótesis, o sea tener esa memoria sensible para poder ejercer la función.
Otro ejemplo son los PAC: procedimientos auto-calmantes (Smadja 1993), que desarrollaré después.
2- Regulación de las funciones corporales en vínculos de apego
Lenguajes no verbales
Bowlby plantea que el niño indefenso mantiene con su cuidador un sistema de patrones de respuestas
emocionales y conductuales que constituyen el sistema de apego, sistema motivacional congénito, que
organiza los procesos de memoria del niño y lo lleva a buscar la proximidad con la madre. La respuesta
parental puede reforzar estados emocionales positivos y atenuar los negativos dando protección, y esta
experiencia se codifica en las memorias procedimental y emocional como expectativa de ayuda que le da
al niño sentimiento de seguridad.
En los 2 ó 3 primeros años es en estas memorias que esto se sostiene. La explícita declarativa se
desarrolla más tarde, no hay represión ni amnesia, hay no maduración aún.
¿Qué pasa en los vínculos de apego (Bowlby 1990) con las emociones?
En el apego priman las conductas no verbales: lo gestual, la mímica, la prosodia vocal, o sea el tono, la cualidad, el
ritmo del habla, la postura, es decir los elementos músculoesqueléticos y viscerales de la emoción.
Entonces, el apego no es sólo un mecanismo psicológico, es también un fenómeno biológico.
Lo interactivo se traduce en patrones sensoriales. Según los estudios de Hofer (1996), el apego acarrea respuestas
fisiológicas de distress a la separación, de confort en el encuentro y resulta del entonamiento materno a las
necesidades afectivas y biológicas del bebé. Hay una homeostasis supraindividual porque madre y bebé se regulan
recíprocamente. En los mamíferos, los factores maternos específicos que regulan funciones del bebé son la leche que
regula la frecuencia cardiaca, el contacto táctil (lamer, pegar) que regula la temperatura y el nivel de actividad, la
estimulación vestibular a través del acunamiento que regula la conducta motriz normal y la adaptación emocional.
En la separación, la termorregulación, la frecuencia cardiaca y el nivel de actividad en el bebé
disminuyen, también, el crecimiento y el sueño (Hofer 1996).
Schore menciona investigaciones que dan cuenta que, en el contacto, el cuerpo de la madre sostiene la
regulación del sistema inmunitario del niño y sus fallas se relacionan con fallas en la relación de apego.
Las madres también se desregulan en la separación: Brazelton y Cramer(1991) mostraron que madres
que retomaron sus trabajos dentro del año posterior al nacimiento de su bebé, tuvieron niveles más altos
de disfunciones fisiológicas que las madres que podían quedarse con sus bebés. Además, los hijos de
las primeras tenían una más alta incidencia de infecciones en su infancia.
Se une el apego con las regulaciones biológicas de la relación madre hijo dando un modelo psicobiológico de las
relación cuerpo- mente-entorno.
Hofer (1996) plantea que en las díadas adultas hay también una regulación recíproca de funciones. Cuando un
consorte muere, además de la tristeza en la postura y rostro, puede haber desregulación de sistemas biológicos tales
como el cardiovascular, inmune y endocrino, dejando al otro consorte mas susceptible de enfermar o morir.
O sea, habría interacciones corporales “escondidas” que se cortan y desencadenan fenómenos no sólo afectivos sino
también corporales. La separación está mediada, entre otros elementos, por los receptores a la BDZ
(benzodiacepinas) en la amígdala, y las endorfinas median los efectos del encuentro y apego, pero es de suponer que
la memoria emocional implícita opera como testigo de lo que no hay y exacerbando la falta.
La deprivación de contacto corporal aun en el adulto puede tener efectos como los arriba mencionados, cuyas vías se
están estudiando intensamente. Un ejemplo son los estudios del Touch Research Institute en Miami (USA) que
prueban que las caricias activan el sistema inmunológico, que como es sabido por la PNIE
(psiconeuroinmunoendocrinología) (Bonet y Lucchina 1995), tiene conexiones con el sistema nervioso y el sistema
endocrino vía neurotrasmisores, citoquinas y hormonas entrecruzadas en red.
Hoy en día estas nociones se usan terapéuticamente en el tratamiento en bebés con retrasos de crecimiento. Se ha
visto que acariciando a menudo a los bebés (Kuhn 1991) estos tienen un 50% más de crecimiento corporal y de
diámetro craneal que un grupo control de bebés con cuidados estándar. También para el tratamiento del estrés se ha
visto que es un coadyuvante en tanto reconecta al sujeto con su cuerpo, que es el modo en que podrá regularse al
tener mayor conciencia de sí.
No sólo a través del contacto directo los cuerpos generan efectos eficaces; también está el entonamiento empático
que pasa por la equiparación espontánea de las expresiones faciales, del tono y de las conductas. Experimentos
muestran que los adultos igualan espontáneamente una serie de códigos posturales de ritmo y tono de voz (eso tiene
que ver con lo propioceptivo) con lo cual reproducen dentro de sí estados semejantes: eso es el entonamiento
empático del cuerpo y sus posturas y se procesan en la misma zona del cerebro: corteza órbitofrontal y amígdala, que
la memoria emocional y la memoria procedural.
Lo que los hallazgos neurocientíficos de Damasio (1994) aportan es que la comunicación no verbal puede jugar un
papel tan importante como la comunicación verbal, influyéndose recíprocamente a través de claves no verbales de
emoción, en sensaciones corporales, imágenes, pensamientos, conductas: expresiones faciales, gestos, posturas, y
cambios autónomos como por ejemplo rubor, boca seca, palpitaciones, etc. Pensemos en los lectores de caras, esos
descifradores de códigos potentes donde una ceja levantada o un rictus provoca en el sujeto una respuesta de miedo o
de cólera, con acidez gástrica por ejemplo, según el significado que tenga para él ese vínculo. Por otra parte, están
las escuchas de los matices de voz: basta una entonación un poco más fuerte, o más rápida, o más grave, aunque el
contenido no se correlacione, para que un hijo pueda saber que su padre está violento y tener taquicardia.
Ni hablemos del silencio.
Esto también ocurre en la relación analista-paciente y, como diría Searles (1986), que se dedicó a observar sus
sensaciones corporales y las de sus pacientes, esto son datos de vital importancia y las neurociencias nos aportan el
conocimiento del papel desempeñado por el cuerpo en la interacción.
La pregunta central es: ¿cómo las sensaciones de contacto corporal y de regulación de funciones de las
épocas tempranas, devienen memoria corporal y luego se incorporan en forma de representaciones
mentales, que determinan las respuestas adultas? Las representaciones mentales son aquello del objeto
que se inscribe en sistemas mnésicos y se hace pensable. La representación de palabra es el resultado
de la asociación de una imagen verbal y una imagen mnésica que gracias a eso puede adquirir la
cualidad específica de conciencia.
¿Cómo se trasforma el mapa corporal, con sus sensaciones e improntas fisiológicas, en un partícipe de
la biografía?
Por otra parte, ¿es completa la transformación de la necesidad de contacto corporal con todos los
desencadenamientos sutiles e inadvertidos de efectos fisiológicos, en representaciones?
¿O debemos legalizar que siempre necesitamos el aporte del contacto con un otro?
¿Son las representaciones la cumbre de la evolución psíquica o esa cumbre debe ser compartida con la
capacidad de procurarse cercanía con otros seres?
Una respuesta que intenta Hofer (1996) es hablar de la memoria de las primeras interacciones que luego
cambian de nivel en la regulación: desde el nivel de lo sensoriomotor a un nivel cognitivo superior de
respuestas adquiridas, predisposiciones, expectativas y trazas mnésicas cercanas al modelo del mundo
representacional. Aquí pareciera que ambas memorias -declarativa e implícita- se articulan y aparecen
los contenidos semánticos de la memoria explícita. Esto se adquiere por aprendizajes asociativos entre
las interacciones reguladoras tales como la alimentación, calor, y los patrones olfativos, auditivos, y
visuales que se convierten en señales que evocan a la madre y despiertan la expectativa de encontrar
ciertas interacciones conductuales posteriores y sus consecuencias neurobiológicas semejantes.
Con la experiencia, estas expectativas se convierten en esperanzas y memorias que resultan en apego a
representaciones de objeto.
Bowlby describe que si hay separaciones prolongadas la desesperanza reemplaza a la protesta.
“El estrés temprano en la vida producido por la separación del infante de su madre produce una reacción
en éste que es almacenada primero en la memoria procedural, el único sistema bien diferenciado con
que cuenta el niño en los comienzos de su vida” (Eric Kandel 1999).
En el humano se activa el eje HHA (hipotálamo-hipofiso-adrenal), tal vez por un aumento del CRF (factor
de liberación cortical) en hipotálamo por el estrés. A raíz de éste aumentan los glucocorticoides que
lesionan el hipocampo y, por ende, provocan daños a la memoria consciente, quedando la experiencia
inconsciente. Algo semejante ocurre en la depresión.
Efectos duraderos
La hipersecreción de CRF en los comienzos de la vida da una vulnerabilidad posterior a la ansiedad y
depresión ya que se modifica la expresión génica. (Cuando se inyecta CRF en el sistema nervioso de
mamíferos, tienen síntomas semejantes a la depresión: pérdida de apetito, del sueño, de libido, etc.).
Los cambios perdurables en las funciones mentales implican una alteración en la expresión de los genes,
cambios en el patrón de conexiones entre neuronas y/o crecimiento o disminución de las conexiones
sinápticas que, por consiguiente, producen cambios en el cerebro.
Tanto los psicofármacos como los cambios en las representaciones internas inconscientes en los
pacientes en tratamiento psicoterapéutico son beneficiosos aun sin alcanzar la consciencia, ya que
operan a través de mejorar los estados emocionales y se imprimen en la memoria procedimental y
emocional.
El hecho de que ante la pérdida de objeto haya respuestas no sólo afectivas y fisiológicas (cambios en el
apetito, la menstruación, el sueño) sino que también puedan derivar en afecciones inmunológicas,
cardiovasculares o endocrinas, da idea de la relación entre la regulación biológica y las representación
del objeto perdido y de que esa transformación no fue completa, quedó la literalidad del contacto como
algo imprescindible sin el cual en el duelo hay un escape en más y en menos de las regulaciones,
algunas funciones se inhiben, otras se disparan.
3- ¿Cómo interviene el cuerpo en la construcción del sentimiento de seguridad?
-Lo sensorial y lo propioceptivo que dan noticia al sujeto de su estar en sí, son la base del sentimiento yoico del ser y
forman parte de la construcción del sentimiento de seguridad.
Si a esto se suma: a) la expectativa de ayuda, consuelo y protección satisfecha, que da sensación de ser querido,
acompañado de un lenguaje no verbal de la figura de apego, coherente y afectivo; b) el funcionamiento de la
homeostasis supracorporal por contacto y entonamiento empático de la figura de apego con las necesidades
fisiológicas y afectivas del niño, y cómo toma la madre las respuestas de éste, aportan seguridad si hay una adecuada
modulación de lo emocional; c) un acunamiento satisfaciente, no calmante, se va logrando la necesidad de contacto y
entonamiento empático a lo largo de la vida, y entonces se sostendrá el sentimiento de seguridad, también
relacionado con la salud corporal.
Un ejemplo de fallas en este camino de trasformar el contacto primario en otros caminos, son los
procedimientos autocalmantes (PAC) (Smadjá (1993); Schwecz (1995), búsqueda de movimientos
(sensibilidad propioceptiva), actividades y percepciones sensoriales a modo de autoacunamiento que la
memoria implícital conservó y que repite en situaciones de desvalimiento y/o angustia.
¿Qué pasa cuando experiencias primarias quedan impresas de tal modo en el nivel propioceptivo y
sensorial que no cuajan en un sentimiento de seguridad de sí? ¿Qué pasa cuando el otro humano no
imprime en ese período primero su impronta cálida y satisfaciente y lo hace de un modo mecánico y
hostil? Fain (1971) lo describe bien en las experiencias de acunamiento satisfaciente que, si son
amorosas y empáticas, proporcionan al sujeto la base profunda para sentirse a cubierto de vivencias de
desamparo y desborde; y, si son distantes, mecánicas y calmantes dejan al sujeto en estado de eterno
buscador de estímulos para proveerse de algo que no sabe que busca y que le es imprescindible para su
sentimiento de sí. El acunamiento estimula la función vestibular y, junto con la sensibilidad propioceptiva,
contribuye al equilibrio y al sentimiento de sí.
Calmar no es satisfacer, son dos sintonías distintas y abren dos caminos también distintos: la respuesta
satisfaciente conduce a incorporar una representación vincular de sostén; la respuesta calmante conduce
a movimientos mecánicos de descarga. Esos son los PAC: caminar hasta el cansancio, manejar rápido,
escuchar música hasta el aturdimiento, aporrear el piano en vez de hacer música... Todos tenemos PAC:
garabatear durante una conversación telefónica, hacer gimnasia para aliviar algún pesar, etc.
Con los PAC, el sujeto muestra que no puede apelar a registros simbólicos, mnésicos y afectivos de
vínculos con otras personas, vuelve a la cita de ese mecimiento y esa prosodia sin afecto ni
semantización que se ancló en sus primeros archivos, esa memoria procedimental.
Smadja(1993) y Schwecz (1995) lo describen como movimientos de defensa repetitivos, motores o
propioceptivo-sensoriales frente a vivencias traumáticas de desvalimiento, que denotan el fracaso de
representarse psíquicamente la presencia de un objeto consolador y auxiliador. Si bien esto es cierto, yo
diría que el fracaso también está en no poder buscar un objeto real que ayude, consuele y abrace.
Fracaso de una función materna que no pudo auspiciar en ese niño la instauración del juego del carretel,
ese juego por el cual el niño puede reproducir la ausencia-presencia sin comprometer su equipamiento
corporal para salir del infierno de la ausencia.
Ese bebé desamparado que fue, sigue estando atemporalmente en el cuerpo del adulto, alojado en
alguna parcela de la memoria emocional inconsciente, con el recurso de lo motriz que no pudo trasformar
en juego y contacto.
4- Necesidad de continuidad del contacto sensorial y propioceptivo en la vida adulta
Los ejemplos de la necesidad de contacto los da el objeto transicional, cuya materialidad sensorial Winnicott (1975)
no dejó de subrayar, aunque describe un tránsito desde el objeto regulador concreto hasta su incorporación como
función psíquica. Lo que sucede es que no solamente queda reemplazado por el juego y luego por los otros
elementos transicionales; el contacto corporal continúa de distintas maneras y el sujeto regula de otros modos
también su angustia de separación, pero siempre contacto mediante.
Otros ejemplos son la espontánea adhesión de muchas personas a vivir con animales, hecho que también se usa
terapéuticamente. Otras personas, en especial las que viven solas, van a la peluquería, a masajes, a que alguien las
toque. Quiero decir, no sólo son pulsiones narcisistas o erógenas las que se satisfacen, también están imbricadas las
de autoconservación. Las pulsiones de autoconservación quedaron incluidas en las pulsiones libidinales y no
debiéramos desintrincarlas en nuestras concepciones teóricas. Los analistas nos olvidamos a veces de las prosaicas
pulsiones de autoconservación, que en nuestros tiempos hablan el lenguaje de la PNIE (Bonet y Lucchina 1995 ) y
las neurociencias, en el sentido de la regulación interactiva de los sistemas y funciones vitales. El cuerpo, que somos
nosotros, también satisface en lo erógeno sus funciones vitales.
5- Abordajes no verbales: ¿cómo llegar a estas memorias que no tienen palabras?
¿Cómo internaliza el paciente una función regulatoria en la relación terapéutica? ¿Cuánto toma el
paciente de la disponibilidad afectiva del terapeuta para construir otras nuevas internalizaciones que le
permitan manejarse mejor con sus expresiones disfóricas de afecto?
Hay muchos trabajos que dan cuenta de que las internalizaciones por parte del paciente de la benigna
influencia de las representaciones cognitivo-afectivas del terapeuta, relativamente estables, constituyen
una experiencia emocional diferente, un crecimiento del self y una auto-regulación autónoma. La
emergencia de estas capacidades da cuenta del desarrollo de estructura psíquica en el paciente.
Recodificar estructuras emocionales no verbales es la meta teórica del tratamiento psicoanalítico
profundo, tendiendo a cambios estructurales donde se sienta al mundo de una manera diferente, no sólo
comprendiendo los impulsos sino conduciéndolos de forma diferente. Se traduciría en la reinscripción de
conexiones de corteza frontolímbica derecha, que median el alerta emocional (Schore 1994).
Es necesaria, en la contratransferencia, una disponibilidad empática, observando y captando la
comunicación no verbal y auspiciando, tanto paciente como terapeuta, la percepción sensitiva de las
sensaciones corporales, estando atentos a captar en un sueño alguna huella para, conjuntamente, dar
significado a las fallas impresas en la sensibilidad profunda y posibilitar de esta manera la integración de
lo sensoriomotor con la biografía que le corresponde, sobre todo si se descubren experiencias
traumáticas de alguna naturaleza.
No es sólo importante lo verbal , lo es igualmente la prosodia, las transacciones visoafectivas que
comunican al terapeuta con el paciente. No registrar estos signos es empobrecer el entendimiento
profundo del proceso diádico terapéutico.
El afecto inconsciente es el foco del análisis de los desórdenes emocionales primitivos. El terapeuta
entona con los estados emocionales del paciente y esto permite una alianza de trabajo en un campo
intersubjetivo en el cual los afectos positivos pueden ser inducidos y amplificados en la díada terapéutica.
Y este espejamiento permite explorar, en ese apego afectivo, el mundo interno del paciente y los
sentimientos negativos.
En personas con pérdidas y depresión estaría especialmente indicada la actividad corporal, para
propiciar el no aislamiento y el que esta persona pudiera apelar a sus seres próximos para sostener un
contacto corporal afectivo y consolador, no sólo verbal.
Consecuentemente con lo expuesto, el abordaje corporal directo sería un aporte necesario, articulado en
una tarea de interdisciplina y conexión “satisfaciente”, no “calmante”. Esto alude a una interacción
profesional específica con un eutonista que también maneje técnicas de Feldenkraitz y de gimnasia
consciente y tenga la habilidad de estimular la improvisación y la creatividad corporal. Sería un modelo
de encuadre no habitual, donde la información de lo vivido en la actividad corporal sería integrada en el
procesamiento global de las experiencias del paciente. El modelo sería recorrer el camino nuevamente,
desde lo motor a lo biográfico, procesamiento emocional mediante.
Ejemplo: Una paciente en terapia, con apego evitativo, reservada en sus sentimientos y con dificultad de
abordar planos profundos en la intimidad de sus vínculos, hizo una experiencia de eutonía y conexión
sensible con su cuerpo. A propuesta de la eutonista hizo uno de los ejercicios -doblarse sobre sí misma
en posición fetal en el suelo- y sorpresivamente le subió a la garganta un llanto incoercible que duró
horas y cuyo significado pudo descifrar recién en la sesión. Nunca hasta entonces había “sabido” cuánto
anclaje tenía en su cuerpo una experiencia de soledad y desconexión que previsiblemente ocurrió
durante el embarazo y los primeros tiempos de su vida, a raíz de la muerte de su abuela un año antes de
nacer ella. La madre tenía un intenso apego a su propia madre y quedó inconsolable. La paciente lleva el
nombre de esa abuela. Esto da la medida del duelo de la madre, de la añoranza de la paciente de lo que
no fue, del dolor de no haber podido convocar intensamente a una madre triste y en duelo. También dio
la posibilidad de cambiar en la terapia el signo de su nacimiento y abrir senderos para sus anhelos de
proximidad.
Esquema 1
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