El Batallón que ganó el concurso de falsos positivos
Por: Natalia Arenas, Lun, 2014-12-08. La Silla Vacía
El Batallón de Ingenieros Pedro Nel Ospina no está especializado en
combate. Sin embargo, en el 2006, en pleno auge de los falsos
positivos, fue el Batallón que más bajas presentó en todo el país.
Johan Lotero Gil se tiró por un barranco del municipio de Santa
Bárbara, en Antioquia. Estaba huyendo. Los militares lo buscaron
toda la noche. Al otro día, un ayudante de un bus les dió la pista: un
tipo, más arriba, estaba diciendo que lo iba a matar el Ejército. Se
fueron corriendo a buscarlo y lo encontraron. Lo montaron en una
camioneta oficial con rumbo al Alto de Minas, a 15 minutos del casco
urbano, donde el Batallón Pedro Nel Ospina tenía una base militar. Le
dieron comida y baño. Por la noche, lo sacaron de la instalación
castrista y, cerca de allí, en una carretera veredal, le dispararon
hasta matarlo.
La suya fue una de las 86 “bajas en combate” con las que en el 2006,
el Batallón Pedro Nel Ospina ganó un macabro concurso en el que
participaron las 10 unidades tácticas adscritas a la IV Brigada del
Ejército: premiar al que más bajas presentara al final del año.
Ese año, el Pedro Nel Ospina, en ese entonces al mando del Coronel
Edgar Emilio Ávila Doria, no sólo ganó en Antioquia. Además, fue el
Batallón que registró más bajas
http://www.elcolombiano.com/historico/coronel_avila_se_despidio_co
n__resultados_del_pedro_n_ospina-AVEC_AO_4329888 en todo el
país.
“A los comandantes les dieron medallas de orden público; a los
tenientes cursos de aviación o los desplazaban al Sinaí”, dijo en un
interrogatorio ante la Unidad Nacional de Derechos Humanos de la
Fiscalía, el Teniente Manuel Alejandro Cuellar, hoy retirado del
Ejército y recluido en la Prisión Militar del mismo Batallón donde
ocurrió todo, en Bello, Antioquia.
“Es extraño que la Unidad haya quedado de primeras en resultados
operacionales a nivel nacional, por encima de zonas como Caquetá,
Meta y Guaviare. La mayoría de sus integrantes son soldados
regulares o campesinos, con pocos soldados profesionales”, dijo.
El Batallón de Ingenieros Pedro Nel Ospina opera en la comuna 13 de
Medellín y el oriente antioqueño. Es un batallón para el control militar
de área, especializado en la construcción de obras como puentes y
alumbrados para los civiles, no en operaciones de combate.
Sin embargo, dice Cuellar, el triunfo hizo que aumentara “la presión
del Coronel Ávila, el Mayor Cadena y el Mayor Raúl Huertas (las tres
cabezas del Batallón) para que las tropas dieran resultados”.
El Coronel Edgar Emilio Ávila Doria, quien hasta hace poco fue el
decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Militar, es
acusado por estos dos militares de haber coordinado y presionado a
las tropas para que produjeran tantas bajas como en el 2006.
El fiscal Luis Fernando Zapata que imputó a estos dos militares por
19 hechos de falsos positivos entre el 2006 y 2007, tanbién ha sido el
fiscal del caso del coronel Robinson González del Río, uno de los
militares salpicados por este escándalo y quien negociaba con el
Consejo Superior de la Judicatura para que los casos quedaran en la
justicia penal militar.
El pasado 18 de noviembre, por primera vez desde que se destapó el
escándalo de falsos positivos, la Fiscalía imputó cargos contra dos
militares no sólo por un hecho, como suele hacerlo, sino por 19.
Todos de una sola sentada. Un hecho que fue catalogado por el fiscal
del caso, Luis Fernando Zapata, como “sui generis”.
Él es el mismo fiscal que en 2012 mandó a interceptar el teléfono del
coronel Robinson González del Río
http://www.eluniversal.com.co/colombia/detalles-de-las-
conversaciones-de-gonzalez-del-rio-152111 que permitió descubrir
cómo éste negociaba con el magistrado Henry Villarraga del Consejo
Superior de la Judicatura, para que les ayudara a él y a otros
http://www.elespectador.com/noticias/judicial/grabaciones-
incomodan-al-magistrado-villarraga-articulo-454953 militares
implicados en falsos positivos, a que sus casos pasaran de la justicia
ordinaria a la penal militar.
Los acusados son el teniente Manuel Alejandro Cuellar y el sargento
William Darley García Ospina, ambos de la sección de inteligencia del
Pedro Nel Ospina. Aunque sólo por la muerte de Johan podrían
enfrentar una pena de mínimo 40 años de cárcel, están colaborando
con la justicia para que les reduzcan la pena, que puede llegar a ser
menos de la mitad. Por eso, su testimonio sobre cómo murieron las
25 personas en 19 hechos a manos del Batallón Pedro Nel Ospina se
ha convertido en la clave para revelar el modus operandi con el que
el Batallón se hizo acreedor del premio.
Cuellar, que para entonces era el Jefe de Inteligencia del Batallón,
calcula que entre 2006 y 2007 fueron 72 víctimas que, como Johan
Lotero, fueron asesinadas por el Ejército pero presentadas como
muertos en combate.
Además de escribir los informes de inteligencia que sustentaban los
resultados operacionales, Cuellar y el sargento García también
reclutaban a las bajas del Pedro Nel Ospina. Eran los que sabían
cómo se hacían los “trabajitos”, dijeron. Para esto, se apoyaban en
dos informantes que participaron en varios de estos hechos: alias
“Román” y alias “Pan de 10” con quienes buscaban a las víctimas y se
las entregaban a los hombres del Batallón.
Uno de ellos, Pan de 10, fue quien recogió en marzo del 2007 a Jorge
Humberto Lotero en su casa en el municipio de Risaralda, en Caldas.
Era su primo, Luis Norberto Serna que se llevó a Lotero con la
promesa de un trabajo en construcción en Medellín donde le iban a
pagar 300 mil pesos quincenales.
Aunque en el Montero verde en el que se lo llevaron iban tres
personas más, sólo Lotero se bajó cuando se detuvieron en la vía
entre Sabaneta y Caldas, en Antioquia.
El teniente Cuellar lo estaba esperando y se lo llevó a tomar trago
durante siete horas en la plaza mayorista de Itagüí -el Corabastos
que suple a toda Antioquia-. En la noche, pasó a recogerlos un carro
que los llevó hasta la vereda el Sesenta, del municipio de Caldas. Las
tropas al mando del teniente Wilmar Ezequiel Cárdenas del Batallón
Pedro Nel Ospina lo bajaron del carro y lo ubicaron al lado de la vía.
Desde allí le dispararon.
Jorge Humberto Lotero todavía tenía alcohol en la sangre cuando le
hicieron la autopsia, aún cuando había pasado un tiempo entre su
muerte y los exámenes médicos. Una borrachera leve, de esas donde
el cuerpo empieza a perder coordinación y se vuelve peligroso
manejar.
Esa noche el sargento García Ospina se acercó hasta el cuerpo de
Lotero, le puso entre sus manos una pistola .38 y disparó con uno de
los dedos inertes.
Así, los exámenes de pólvora en los informes de balística que hacía el
CTI daban positivo. Eso, sumando a los anexos de inteligencia que
había escrito Cuellar, que justificaban la presencia de los militares en
el sitio, y las órdenes de operaciones y las misiones tácticas firmadas
por el Comandante del Batallón, coronel Ávila Doria y el oficial de
Operaciones, mayor Raúl Huertas Ceballos, eran las evidencias con
las que probaban que hubo combate.
“En los informes de inteligencia sólo se cambiaba el análisis ya que se
hacía uno para todo el mes. Se cambiaba la estructura a la cual se le
colocaba el muerto y después de los hechos, se cambiaba el análisis
para justificar la presencia de los miembros del Ejército en el lugar
donde se había presentado la baja. Era copia y pegue”, dijo el
Teniente Cuellar en el interrogatorio.
Rosa, la esposa de Lotero, lo buscó durante 15 días antes de
encontrarlo en el anfiteatro de Medicina Legal en el municipio de
Caldas. En cambio, los otros tres que viajaron con su esposo
aparecieron un día después de su muerte, en el municipio de
Segovia, al norte de Antioquia.
“Fueron distribuidos”, dice el fiscal Zapata en la audiencia de
imputación celebrada el 18 de noviembre de este año. “Uno, Lotero,
para Caldas, como resultado para el Batallón Pedro Nel Ospina y las
otras tres en el municipio de Segovia para resultado operacional del
Batallón Energético y Vial No. 8 de ese municipio”.
Por los tres hombres de Segovia ya han sido condenados
http://www.elnuevosiglo.com.co/articulos/11-2013-5-soldados-
condenados-por-falso-positivo.html cinco soldados, el capitán Hansen
Ejey Gómez Ruiz, comandante del Batallón y alias Pan de 10. Este
último gracias a la esposa de Lotero, que lo reconoció en el álbum
familiar como el primo de su esposo.
La misma táctica ya la habían usado el 26 y 27 de marzo del 2006,
pero esta vez los repartieron para dar resultados sólo entre los
hombres del Pedro Nel Ospina.
“El capitán [Jackson] Moreno Moreno les dijo que iban a entregar
cuatro personas en Itagüí, de las cuales dos iban para Abejorral,
entregadas al Sargento [Fernando] Valencia y las otras dos para el
cabo Mejía [en la Comuna 13 de Medellín]. Los asesinaron”, dijo en
testimonio el Sargento García.
Y es que los mismos tenientes del Batallón competían entre sí por
conseguir los resultados operacionales. Por ejemplo, uno de los
tenientes que mencionan es Juan Pablo Albarracin, que “les insistía [a
los informantes Román y Pan de 10] que les llevaran personas
porque él era el único teniente que no había dado resultados”, cuenta
García. Lo mismo dice del teniente Cárdenas, que fue trasladado a
Abejorral para dar resultados porque “en ese sitio los daba el
sargento Valencia y el cabo Reyes Montealegre”.
Era una operación avispa, como la que hacen los políticos para no
quitarse votos entre sí, sólo que en este caso se trataba de
cadáveres.
Antioquia es el departamento con más casos de falsos positivos
http://www.vanguardia.com/actualidad/colombia/277438-mas-de-
dos-mil-militares-estarian-involucrados-en-falsos-positivos
en todo el país: 793 según la Fiscalía. Entre 2006 y 2007 según uno
de los imputados en esta audiencia, el Batallón Pedro Nel Ospina tuvo
72 casos.
Los militares se repartían las víctimas entre distintos batallones. Aquí,
en la audiencia donde se condenó a cinco soldados por matar y
presentar como "bajas en combate" a tres personas en Segovia,
Antioquia.
García, como sargento de inteligencia de Batallón, estaba presente en
todos los crímenes no sólo para hacer los informes sino porque él era
quien se encargaba de arreglar la escena para que pareciera un
combate. También era el que disparaba las armas hechizas que
conseguían los militares (changones, escopetas, revólveres y pistolas
que ponían al lado de los cuerpos) para que las pruebas dieran
positivo. En algunos casos, dice el Sargento, los hombres de
inteligencia proveían radios de comunicación y granadas de mano con
las que disfrazaban de delincuentes a las víctimas.
La única vez que le pusieron un fusil largo [Ak-47] a una de las
“bajas” del Batallón fue el 15 de mayo de 2007, cuando mataron a
dos personas que presentaron como resultados operacionales en la
vereda Los Rastrojos del municipio de Abejorral. Uno de ellos era
Eiber Alexander Pino, un drogadicto que había estado internado en la
Fundación Luz del Camino en el municipio de Guarne.
García dijo que le pusieron un fusil porque el coronel Ávila estaba
presionado por sus superiores después de que la guerrilla incendió
por esos días un bus en la vía a Santa Bárbara.
Las “presiones” de sus superiores se repiten en casi todos los 19
hechos que narra el fiscal Zapata. Según ellos esos comandantes
estaban al tanto de todas las operaciones y ayudaban a coordinarlas.
Aseguran que Ávila daba el “visto bueno” para comprar las armas que
les ponían a los cadáveres y que otro de los comandantes, José
Zanguña Duarte, les pedía que no usaran para estos trabajos los
carros de la institución, sino que le dijeran a él para "contratar carros
de afuera".
En una ocasión, el teniente Cuellar mató a una de las víctimas y
cuando llegaron las tropas a ayudarle, el cadáver tenía un
pasamontañas, pero al revés. Cuellar dijo que “si no daba una baja lo
retiraban del Ejército porque estaba en período de prueba”. A García
le tocó arreglarle la prenda para maquillar la escena.
“El Coronel Edgar Emilio Ávila Doria les decía a los soldados en la
formación que suministrarán información y que esto les daba
permisos”, dijo el Sargento García a la Fiscalía.
Así fue como un joven soldado -cuenta García- se les acercó a los
comandantes y les dijo que conocía bandidos en Copacabana,
Antioquia. Les llevó a un joven y a cambio, lo eximieron de prestar el
servicio militar.
La mayoría de las víctimas de este Batallón tenían un perfil claro:
eran extorsionistas, habitantes de calle, desmovilizados de las AUC o
supuestos guerrilleros. Posibles delincuentes. Sin embargo, ninguno
de ellos murió en combate como reportaron los militares. A algunos,
incluso, los sacaron de sus casas y los llevaron hasta el punto donde
los iban a matar para registrar resultados en zonas donde se podían
justificar sus muertes en supuestos combates.
Ese fue el caso de un presunto guerrillero llamado Nelson Marín.
Personas de la comunidad de Copacabana le dijeron al coronel Ávila
que Marín pertenecía a las Farc y vacunaba y extorsionaba a las
personas de la vereda.
El teniente Cuellar junto con otro sargento de apellido Ochoa
coordinaron el operativo y le montaron inteligencia al supuesto
guerrillero.
Una noche, Cuellar llamó a la tropa por teléfono. Les dijo que se
había metido a la casa de Marín en Copacabana y que lo llevaba en
un camión. En medio de la operación, el camión tuvo problemas
mecánicos pero eso no evitó que llegaran hasta un sitio en el
municipio de Barbosa, a media hora de Copacabana, donde lo
esperaba el resto de la tropa. Los soldados le avisaron al mayor
Padilla, entonces jefe de operaciones del Batallón, que “tenían un
trabajo especial con el teniente Cuellar, por lo cual, él ya sabía de
qué se trataba”, cuenta el Sargento García.
Nelson Marín murió por los disparos de los soldados que lo pusieron a
una distancia entre dos morros (montañitas) al lado de una vía en la
vereda Los Lavaderos de Barbosa. Pertenecía a una banda que se
dedicaba a la extorsión. Como él, otro de los miembros de esta banda
cayó a manos del mismo Batallón Pedro Nel Ospina el 31 de
diciembre del 2006, anota el fiscal, el último día del año en que
quedaron ganadores en el concurso por bajas.
Además de los delitos de homicidio en persona protegida (por matar
a alguien que no estaba armado ni combatiendo); porte ilegal de
armas (por las que le pusieron a los cadáveres), falsedad en
documento público (por haber suscrito informes de patrullaje donde
justificaban el combate), y secuestro simple agravado (por haber
sacado a víctimas de sus casas), en este caso, la Fiscalía le imputó al
sargento García el delito de peculado.
La razón: el Ejército pagó una recompensa por un millón de pesos al
informante que ayudó al Batallón a dar con Marín a pesar de que su
muerte fue un falso positivo. El Fiscal Zapata lee uno a uno los siete
altos mandos de la IV Brigada y el Batallón Pedro Nel Ospina que
firmaron el acta de recompensa por esta muerte. Entre ellos, están
tanto el coronel Ávila como Jorge Rodríguez Clavijo, Comandante de
la IV Brigada y Juan Carlos Pisa, jefe del Estado Mayor de la misma.
Finalmente, en junio del 2007, el Batallón Pedro Nel Ospina cambió
de mando. El coronel Edgar Emilio Ávila Doria se despidió del Batallón
http://www.elcolombiano.com/historico/coronel_avila_se_despidio_co
n__resultados_del_pedro_n_ospina-AVEC_AO_4329888 con
resultados, como informó entonces El Colombiano. Su carrera militar
continuó en ascenso. En junio del 2009, pasó a ser el Director
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-5394607
encargado de la Justicia Penal Militar, y fue cuando Gustavo Petro,
que era Senador del Polo, lo denunció porque supuestamente
transfirió procesos de falsos positivos dentro de esa justicia lo que
según el Senador, iba a entorpecer en las investigaciones.
http://www.wradio.com.co/noticias/judicial/senador-gustavo-petro-
denuncia-irregularidades-en-justicia-penal-
militar/20090609/nota/825823.aspx. Sin embargo, el Ministerio de
Defensa respondió que Ávila no tenía procesos abiertos.
El último cargo que ocupó este año fue la decanatura de Derecho de
la Universidad Militar Nueva Granada, por cuatro meses hasta mayo.
http://www.universidad.edu.co/index.php?option=com_content&view
=article&id=4744:u-militar-rompe-su-disciplina-y-enfrenta-protestas-
internas&catid=16:noticias&Itemid=198
Sin embargo, aún sin él, el Batallón Pedro Nel Ospina siguió buscando
falsos positivos. La última baja que consiguió Cuellar en 2007 la hizo,
según él, por petición del mayor Cadena, que quedó encargado del
Batallón cuando salió Ávila Doria, para “poderle dar la autorización”
para trasladarlo a otro Batallón.
El sargento García también siguió reclutando jóvenes para los
resultados operacionales de otros batallones del Ejército junto con
alias Pan de 10. A principios del 2008, recibió instrucción de que,
para tener el grado de Sargento Viceprimero, tenía que trasladarse al
área de Contrainteligencia del Batallón de Servicios No. 5 Francisco
José de Caldas en Bucaramanga, Santander.
Allí se dio cuenta que también se dedicaban a dar este tipo de bajas
operacionales, a pesar de que era un batallón administrativo. “Por la
presión de los altos mandos dieron este tipo de bajas porque el
batallón no podía pasar sin dar ningún tipo de bajas”, aseguró a la
Fiscalía.
Después de casi tres horas de audiencia, ninguno de los dos militares
se acogió a los cargos, argumentando que estaban en un preacuerdo
con la Fiscalía y que aún faltaban, en el caso del teniente Cuellar,
delitos por imputar. Sin embargo, ambos tomaron el micrófono para
pedirle perdón a sus víctimas, algunas presentes en la sala de
audiencias en Medellín.
Además, dijeron que estaban colaborando con la justicia para
esclarecer otros delitos, donde podrían involucrarse a más personas.
Por ahora, su situación se definirá en una próxima audiencia que se
hará en los próximos seis meses, como afirmó la jueza que presidió
esta audiencia.
Mientras tanto, sus penas quedaron en veremos. Tal y como puede
pasar si se llega a firmar un proceso de paz con la guerrilla de las
Farc, porque como dijo Santos a los militares el sábado, ellos también
recibirán los mismos beneficios que la guerrilla, lo que los puede
eximir de ser juzgados, incluso por los “falsos positivos”, que es
también un delito que se cometió en medio del conflicto.
http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/militares-tendran-
seguridad-juridica-en-el-posconflicto/14941288
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