EL MONSTRUO Y LA BIBLIOTECARIA
1.- EL MONSTRUO
Érase una vez un monstruo no demasiado monstruoso. Era un monstruo
monstruoso, normal y corriente.
Hay monstruos de ciudad y de campo; de mar y de montaña, hay monstruos
sociables y monstruos solitarios.
Nuestro monstruo era un monstruo de ciudad, pero de ciudad pequeña, no de una
grande, ruidosa y contaminada. Por eso nuestro monstruo vivía en Albacete…Hay
monstruos que tienen nombre y dos
apellidos: ésos son los más
peligrosos. Y los hay también que no
tiene nombre, como el de nuestra
historia. Conviene decir cuanto
antes que los monstruos que no
tienen nombre, son inofensivos.
Nuestro “monstruo de
Albacete” era muy caluroso.
Durante el invierno estaba a sus
anchas porque en Albacete hace un
frío que pela. En las mañanas más
crudas de invierno le gustaba
sentarse en un banco del parque de
Abelardo Sánchez o de la plaza del Altozano.
-¡Esto es vida! – exclamaba nuestro monstruo – no hay nada en el mundo como las heladas
de Albacete!
El “monstruo de Albacete” se volvía invisible para no asustar a la gente. Además así se
sentía más a gusto, sin mirones.
Lo malo para nuestro monstruo era el verano. En Albacete en verano hace un calor,
a veces, insoportable.
Nuestro monstruo no sabía dónde meterse, buscaba la sombra de los árboles, la humedad
refrescante de una fuente. Se tumbaba hasta que la noche refrescaba.
-En esta ciudad hace un calor monstruoso!- exclamaba- ¡No hay quien pueda
soportarlo! ¡Me marcharé de aquí y no volveré nunca más! ¡Me iré a la Antártida y viviré en
la punta de un iceberg! Pero… ¡se sentía tan a gusto en Albacete!
2.- EL AIRE ACONDICIONADO
Una noche especialmente calurosa de verano, nuestro monstruo vio algo que llamó
su atención: ¡¡una tienda de aire acondicionado!!
Comenzó a cambiar de forma, aplastándose y aplastándose hasta quedar tan fino
como el papel. Con su nueva forma entró por debajo de la puerta. Una vez dentro, recobró
su aspecto monstruoso normal y corriente.
- ¡El aire acondicionado! -exclamaba- ¡He aquí el mejor invento de los inventos!
Se tumbó en tres sillas que juntó en el lugar donde se encontraban todos los
chorros de aire frío.
Hubiese disfrutado de lo lindo allí repantigado de no ser por los pensamientos que
comenzaban a darle vueltas en su cabeza.
Si alguien creía que los monstruos no piensan, que deseche rápidamente esa
absurda idea. Los monstruos piensan, por supuesto.
Últimamente le sucedía. De pronto, sin quererlo, empezaba a pensar y al momento,
se ponía triste.
¿Qué pinto yo en este mundo? –se preguntaba- No hago nada que merezca la pena.
Solo sé tumbarme a la bartola para tomar el fresco, para descansar. Pero… ¿descansar de
qué? ¡Ay! ¿Tengo que cambiar mi
monstruosa vida!
Y así, acabó quedándose
dormido sobre las tres sillas.
A la mañana siguiente, por poco lo pillan dormido los dueños de la tienda que se quedaron
horrorizados con el frío que hacía en su tienda.
Al monstruo no se le ocurrió volverse invisible, adquirió su forma de papel y se escondió
dentro de un aparato de aire acondicionado y no pudo salir de él en ningún momento.
Al cabo de unos minutos, aparecieron unos repartidores:
- Tenéis que llevar este aparato a la biblioteca- dijo el tendero.
Lo cargaron en su furgoneta y se alejaron de lugar. El monstruo salió entonces del
aparato y sin perder su forma de papel, intentó escapar al exterior… ¡Imposible!
El vehículo se paró. Permaneció unos instantes inmóvil, alerta. Alguien iba a abrir la
puerta. Para no ser descubierto, se introdujo de nuevo en el aparato…
3.- LA BIBLIOTECARIA
Antes de seguir adelante, ha llegado el momento de conocer a la bibliotecaria, no
en vano ella es también protagonista de esta historia.
Hay personas que ven a las bibliotecarias como seres gruñones y antipáticos.
La bibliotecaria de nuestra historia, como la inmensa mayoría de las bibliotecarias,
era joven, simpática, inteligente, guapa, amable, cariñosa…
Los niños estaban encantados con ella. Les dedicaba una atención especial con
paciencia infinita. En la biblioteca se sentían a sus anchas. Lo más divertido era cuando se
sentaba con ellos y les leía un libro. Los niños hacían un corro a su alrededor y la
escuchaban embelesados.
Su voz era suave y con ella los transportaba muy lejos de Albacete, por los
sorprendentes caminos de la imaginación.
La bibliotecaria tenía nombre y apellidos-Pero… ¡qué mala cabeza!, no lo
recordamos. Tal vez se llamase Piedad…
La bibliotecaria oyó el ruido de
la furgoneta aparcando:
-¡El aire acondicionado! – gritó -
¡Por fin esta biblioteca va a dejar de
ser una sauna en el verano!
Lo dejaron conectado y se
marcharon todos, incluso la
bibliotecaria. El monstruo pensaba
salir del aparato y marcharse pero…
¡se estaba tan fresquito! Y la bibliotecaria le había caído simpática, y ¡era tan guapa!
El monstruo estaba impaciente por ver de nuevo a la bibliotecaria
A primera hora de la tarde, la bibliotecaria regresó y tras ella en tropel, entraron
un montón de niños y niñas.
El monstruo, desde el aparato de aire acondicionado, no quería perderse detalle.
La bibliotecaria se sentó en el centro de la sala y los niños formaron un corro a su
alrededor. Con su voz cautivadora comenzó a leer un libro. El monstruo no pestañeaba y al
final de la historia que trataba de un príncipe convertido en rana, tuvo que contener la
emoción para no ser descubierto.
4.- UNA NOCHE ENTRE LIBROS
Al llegar la hora de cerrar, la bibliotecaria revisó y colocó algunos libros, apagó el
aire acondicionado, las luces y se fue, cerrando la puerta con llave.
El monstruo salió del aparato:
-¡Qué ganas tenía de estirar las piernas!- exclamó. Y estiró sus piernas, sus brazos
y todo el cuerpo.
Luego en vez de salir a la calle, se acercó a la estantería y cogió el libro que había
leído la bibliotecaria. Leía sin parar, como para comprobar que todo lo que la bibliotecaria
había leído a los niños estaba, en efecto, escrito allí.
Nuestro monstruo, por supuesto, sabía leer y escribir. También sabía sumar,
restar, multiplicar y dividir. Su madre le enseñó de pequeño.
Al terminar, cogió otro y otro. Y leyendo pasó horas y horas. Los que más le
gustaban eran los de los personajes encantados y que gracias a una bella princesa
recobraban su figura y condición. Los que menos, los de monstruos:
-¡Qué manera de describirnos! – exclamó - ¡todos horrorosos y asustando a la
gente!
Se le pasó la noche. Y amaneció. Dio un salto al escuchar un ruido en la puerta de
entrada. Se comprimió y se introdujo de nuevo por la rejilla del aparato. Al entrar, la
bibliotecaria se quedó boquiabierta:
-¿Quién había revuelto los
libros? ¿Y conectado el aire
acondicionado?...
Desde su escondite, el
monstruo la observaba
divertido. De alguna manera
había atraído la atención de la
chica y eso le gustaba.
Mientras la bibliotecaria seguía registrando todos los rincones, nuestro monstruo,
salió sigilosamente de su escondite y cogió el apetitoso bocadillo de queso manchego de la
bibliotecaria.
Lo levantó con sus manos y de un solo bocado, se lo comió.
Cuando la bibliotecaria descubrió el papel arrugado de su bocadillo, se frotó los
ojos un par de veces, buscó debajo de la mesa, en la papelera, en los cajones…
- ¿Me lo habré comido sin
darme cuenta?...
Se dejó caer en la butaca sin
entender nada.
5.- EL ENCUENTRO
Llegados a este punto, es preciso decir, para que todos entiendan bien la historia,
que pasaron varios días muy calurosos de verano en Albacete. No uno ni dos… Pasaron doce
o quince o diecinueve…
Durante ese tiempo, el monstruo permaneció escondido en el aparato de aire
acondicionado de la biblioteca. Salía por la noche y se daba un atracón de lectura.
Le había tomado cariño a aquel lugar, entre libros y alimentándose con el bocadillo
de queso manchego de la bibliotecaria. Ni una sola vez se sintió triste, como le pasaba
antes.
La bibliotecaria cada día
estaba más preocupada. Un día, a
medianoche, decidida y valiente, salió
de su casa y se dirigió a la biblioteca.
- ¡Pasaré la noche en vela! – se
dijo para darse ánimos- ¡Pero
averiguaré qué está sucediendo aquí!
Abrió la puerta de la biblioteca
con mucho cuidado y entró sin hacer
ruido.
La lámpara encendida, el
zumbido del aire acondicionado…No
había duda, allí había alguien. Contó:
“una, dos y tres”. Apretó el
interruptor y toda la biblioteca se
iluminó por completo.
- ¡Te pillé! – gritó.
El monstruo y la bibliotecaria se llevaron un susto de muerte. No era un perro ni
un gato, ni siquiera un ladrón! ¡Era un verdadero monstruo! ¡Monstruoso y normal! Se
quedó petrificada como una estatua.
Mirándose fijamente permanecieron varios minutos. Por fin, el monstruo fue capaz
de reaccionar:
- No debes tener miedo- balbuceó. Dio unos pasos hacia ella.
- ¡Un monstruo!- tembló la bibliotecaria de pies a cabeza.
Se acercó un poco más y le dijo:
- No soy un monstruo, bella joven. En realidad soy un príncipe encantado por un
hada perversa. Ella me dio este aspecto monstruoso.
-¿Quééééé…?- La bibliotecaria no salía de su asombro.
-Tú deberías saberlo-continuó el monstruo. Conoces esas historias. Yo te he oído
leer alguna a los niños…
-¿Quééééé…?- La bibliotecaria era incapaz de decir otra cosa.
- Sí, soy un príncipe joven y apuesto, que recobrará su aspecto si…- el monstruo
titubeó, pero continuó- si una… joven… como tú, es capaz de… de…de besarme
-¿Quééééé…?
- Si me besas, me convertiré en el príncipe que fui, nos casaremos, seremos
felices y comeremos perdices.
Estaban tan cerca… que con levantar un poco la cabeza, los labios de la
bibliotecaria alcanzaron a los del monstruo.
Y aquel beso rompió
todos los hechizos. La chica se
quedó mirándole ya casi sin
miedo. El monstruo que no se
había convertido en príncipe
sonrió a la chica con una pizca
de picardía reflejada en su
monstruosa sonrisa.
- De modo que tú… -comenzó ella.
- Ya ves, solo soy un monstruo, monstruoso, normal y corriente. Puedo cambiar de
forma. Soy muy caluroso. Me gusta Albacete, aunque sueño con tumbarme en la punta de
un iceberg. Me sentía un inútil que no servía para nada, hasta que descubrí este sitio,
estos libros y… y… - bajó la mirada ruborizado- y… hasta que te descubrí a ti.
6.- UN TRABAJO MONSTRUOSO
Pasada la primera impresión, el
monstruo y la bibliotecaria se sentaron y
comenzaron a hablar. Se pasaron la noche
entera hablando. Hablaron de sus vidas, de
sus sueños, del calor de Albacete, de los
bocadillos de queso manchego, de las
historias de los libros. Al amanecer, se
habían hecho verdaderos amigos.
El monstruo se quedaría a vivir en la
biblioteca. Todos los días le llevaría un
enorme bocadillo de queso. Eso sí, a cambio,
él tendría que trabajar. Esa misma tarde
comenzaría su trabajo.
Y esa misma tarde, con la biblioteca llena de libros, la bibliotecaria se levantó de su
asiento y dio unas palmadas:
-¡Atención, niños! –dijo- alguna vez os he leído historias en las que aparecían
monstruos. Vosotros mismos habréis encontrado otras en los libros que tenéis por aquí.
Los niños asentían con la cabeza.
La bibliotecaria se colocó junto al aparato de aire acondicionado:
- ¿Os gustan las historias de monstruos?
-¡Sííí! –respondieron a coro los niños.
- Pues mucha atención. Vais a escuchar una historia verdaderamente monstruosa.
No es una historia inventada. Va a ser… va a ser…
La bibliotecaria señaló
el aparato de aire acondicionado y
dijo:
- ¡Mirad todos aquí! Fijaos en
este aparato. ¿Lo veis bien?
-¡¡Sííí!!
- Pues aunque de su interior
salga un verdadero monstruo no os
mováis del sitio. ¡Mucha atención!
La bibliotecaria no recordaba
tanto silencio en aquella sala. Muy
despacio, el monstruo comenzó a
salir
Por la rejilla, tan fino como un
papel… Luego recobró su aspecto
monstruoso normal y corriente. Los
niños eran una colección de
pequeñas estatuas asombradas.
Y con una voz profunda y cálida el monstruo comenzó a contarles una sorprendente
historia de monstruos… la suya.
Todos estaban cautivados,
boquiabiertos, sin miedo alguno.
Cuando concluyó el relato, el
monstruo hizo una pequeña reverencia,
sonrió, guiñó un ojo a la bibliotecaria y
muy despacio comprimió su cuerpo y se
introdujo de nuevo en el aparato de
aire acondicionado.
Se produjo un larguísimo e
impresionante silencio.
- ¿Qué os ha parecido?-
preguntó la bibliotecaria.
Entonces, todos los niños empezaron a aplaudir… tan fuerte que temblaban hasta
las estanterías.
Y desde entonces, la historia se repite cada tarde en una biblioteca de Albacete.
Cada vez van más niños, se sientan en el suelo alrededor del aparato y esperan en
silencio. El monstruo les observa por la rejilla. Antes de salir, lanza un beso por el aire a la
bibliotecaria. Luego, muy despacio, se desliza al exterior.
¡Ah! Y no ha vuelto a pensar en irse a tumbarse a la bartola en un iceberg…
EL MONSTRUO
Y LA
BIBLIOTECARIA
Texto: ALFREDO GÓMEZ CERDÁ (adaptación)
Ilustraciones: Alumnos y alumnas de 4ºD
I EXPOSICIÓN CREATIVA “El miedo pregunta por ti C.P. “Ana Soto”. Curso 08-09
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