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MATERIA: PREHISTORIA DEL VIEJO MUNDO. CATEDRA: Prof. Dr. Eduardo Crivelli. TRADUCCION: Alina Torcoletti. Procesamiento de ilustración: Eva Calomino. REVISION: Dra. Dánae Fiore
TEXTO: Fagan 2004. Parte I: Comienzos. Capítulo 2: Orígenes Humanos
Homo temprano: 2,5 a 2,0 millones de años A.P.
Homo habilis
Louis y Mary Leakey fueron los primeros en identificar a los primeros homínidos que
fueron clasificados como tempranos Homo en la Garganta de Olduvai en 1960. Ellos llamaron a
su descubrimiento fragmentario Homo habilis, “Persona Habilidosa”, una etiqueta que
conmemoraba las habilidades de fabricación de herramientas asumidas para estos homínidos.
Luego, Richard Leakey halló el famoso cráneo 1470 en Turkana del Este, un cráneo de cabeza
redonda, con gran cerebro, que confirmaba la existencia de H. habilis sin lugar a dudas (Lewin,
1993) (Figura 2.9)1.
Si hace 2 millones de años hubieras encontrado un H. habilis, habrías encontrado poco
como para distinguir a estos nuevos homínidos de los Australopithecus. Ambos tenían una altura
y un peso similar, cerca de 1,3 m (4 pies y 3 pulgadas) de alto y cerca de 40 kg. (88 libras).
Ambos eran bípedos, pero el H. habilis habría parecido menos simiesco alrededor de la cara y el
cráneo. Su cabeza era más grande y redondeada, su cara menos protuberante, su mandíbula más
pequeña. Algunas de las diferencias anatómicas mas significativas implicaban dientes mas
uniformes y menos especializados. Los molares eran más estrechos, los premolares, más
pequeños y los incisos más grandes y similares a espadas, como si hubieran sido utilizados para
rebanar. Sin embargo, estudios microscópicos del desgaste dental han mostrado que tanto el
Australopitecus como el H. habilis se alimentaban predominantemente de frutas, por lo que no
parece haber habido un cambio considerable en la dieta entre ambos (Tobias, 1991). El Homo
habilis poseía un cerebro más grande, con una mayor capacidad craneana, de entre los 600 y los
700 c.c., en contraste con el Australopitecus, la cual se encontraba entre los 400 y los 500 c.c.
Los fémures y los huesos de las extremidades hallados en Koobi Fora y en Olduvai
confirman que el H. habilis caminaba erguido. Los huesos de las manos son levemente más
curvos y robustos que los de los humanos modernos. Se trataba de una mano con un agarre
poderoso, más similar a la mano de los chimpancés y los gorilas, que a la de los humanos, una
mano ideal para treparse a los árboles. Un pulgar oponible permitía tanto un poderoso agarre
como una precisa manipulación de objetos finos. Con esta ultima capacidad, el H. habilis pudo
haber fabricado herramientas complejas. Probablemente existió una considerable diferencia en
cuanto al tamaño entre los machos y las hembras (Johanson et al., 1987).
1 Figura 2.9. Una reconstrucción tentativa del cráneo 1470 del este de Turkana, Kenya. El cráneo del Homo temprano es notable por su gran capacidad y su área posterior redondeada.
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La anatomía esqueletal del H. habilis ofrece una imagen en mosaico, con rasgos tanto
primitivos como avanzados, de un homínido que caminaba bípedamente y conservaba, a la vez,
la habilidad general hominoide para treparse a los arboles. Una pista informativa proviene de los
huesos del brazo de un espécimen de Olduvai, el cual, igual que el de Lucy, era el 95% del largo
del fémur. El chimpancé tiene los huesos del brazo y del muslo de casi el mismo largo, mientras
que en los humanos modernos los huesos de los brazos son sólo un 70 % del largo de los huesos
del muslo. Casi seguramente el H. habilis pasaba gran parte de su tiempo trepando árboles, una
adaptación que los habría hecho mucho menos humanos de lo que ha sido asumido hace pocos
años, en su conducta y presumiblemente en su estructura social.
El Homo habilis, como muchas otras etiquetas taxonómicas, se acomoda a lo que podrían
ser de hecho dos o más especies humanas. La proliferación resultante de nombres de homínidos
refleja una preocupación con la documentación de una variación anatómica que excede
ampliamente las diferencias posibles entre machos y hembras. Por ejemplo, H. habilis pudo
haber vivido junto a otra forma del Este Africano, Homo rudolfensis (ver Tabla 2.5). Para mayor
claridad, aquí conservamos el término genérico H. habilis, pero señalamos que oculta una
considerable variabilidad morfológica, específicamente después de los 2 millones de años A.P.,
cuando nuevas formas humanas estaban evolucionando en África y quizás también en Asia.
¿Una explosión de cambio rápido?
Nuestros predecesores científicos concibieron a la evolución como un mecanismo
gradual y progresivo. Los fósiles tempranos del Este de África sugieren un escenario muy
diferente, que coincide con la perspectiva actual de la evolución como un equilibrio puntuado –
largos periodos de relativa estabilidad puntuados con explosiones de cambio rápido causadas
por nuevas presiones selectivas, que resultan de condiciones alteradas, ya sea cambios
ambientales o alteraciones en el mismo organismo.
Estas explosiones de cambio rápido pudieron haberse sostenido durante los breves
500.000 años que separan al A. garghi del H. habilis. Quien quiera que haya sido el primer
productor de herramientas, el desarrollo de la tecnología lítica dio a sus inventores una mayor
ventaja sobre las otras especies homínidas. Martillos y lascas de piedra les permitieron explotar
las presas de otros predadores2, cambiar hacia una dieta rica en energía y grasas, lo que pudo
conducirlos a todo tipo de consecuencias evolutivas. El tamaño del cerebro aumentó de unos 450
c.c. en A. afarensis a 1000 c.c. en los Homo erectus, mucho más avanzados (ver Capítulo 3).
También hubo modificaciones en las caderas y miembros para la locomoción bípeda y una
reducción del dimorfismo sexual. La forma primitiva del cuerpo y el dimorfismo sexual
característicos de los homínidos tempranos desaparecieron con la emergencia del H. erectus. Sin
embargo, lo que causó este cambio evolutivo sigue siendo un misterio. Algunas autoridades
sospechan que el cambio climático, especialmente temperaturas más bajas, jugaron algún rol
(Vrba et al., 1995).
2 NdeT: con la expresión “exploit predator kills” el autor se refiere al consumo de presas ya cazadas por otros predadores, por parte de los homínidos, es decir, al carroñeo.
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¿Quién fue el primer humano?
Hace una generación, la evolución humana se pensaba como una carrera a través del
tiempo, con un ancestro simiesco en la base y los humanos modernos en la cima. En cuanto a los
humanos, habían aparecido cuando comenzó la construcción de herramientas. Este fue el
razonamiento que causó las grandes controversias del los 60´s sobre quién era el fabricante de
herramientas más temprano. ¿Era el Australopitecus o alguna forma homínida estrechamente
relacionada, como el esperanzadoramente llamado Homo habilis? A medida que el paso de los
descubrimientos se aceleraba, se hizo aparente que varias formas homínidas estaban rondando
cuando la fabricación de herramientas comenzó, haciendo que la identificación de los primeros
“humanos” fuera una tarea aun más desafiante.
En años recientes, cuatro criterios han sido generalmente utilizados para asignar un fósil
al género Homo:
Un tamaño craneano absoluto de 600 c.c.
La posesión de lenguaje, identificado a partir de moldes de los patrones cerebrales del
interior del cráneo
La posesión de una precisión de agarre humana moderna y de un pulgar oponible
La habilidad de manufacturar herramientas líticas
Tal como Bernard Wood y Mark Collard (1999) han señalado, existen serios problemas
con todos estos criterios. La capacidad craneana absoluta es de dudosa importancia biológica.
Actualmente sabemos que la evidencia del lenguaje no puede ser inferida a partir de la caja
craneana. Más aun, todavía no sabemos demasiado acerca de la precisión de agarre entre los
homínidos tempranos. Las herramientas líticas no son un criterio concluyente, simplemente
porque hace 2.6 millones de años tanto los tempranos Homo como los austrolopitecinos robustos
prosperaron en la misma área en la que fueron encontrados los artefactos más tempranos.
La evolución homínida implica un nivel de diversidad de especies mucho mayor de lo que
se pensó anteriormente (Foley, 1995). La evolución humana puede ser vista como una o más
radiaciones adaptativas, más que una simple evolución de una sola vía, de especies sucesivas.
Esta perspectiva deriva de la cladística, un sistema analítico para reconstruir relaciones
adaptativas, propuesto por primera vez en los 50´s. Los análisis evolutivos clásicos se basan en
similitudes morfológicas entre organismos. Lo mismo hace la cladística, pero con una diferencia:
los análisis cladísticos se concentran no sólo en los rasgos que identifican un ancestro en común
sino también en aquellos que se derivan independientemente y que son únicos de linajes
específicos. Inevitablemente, la cladística tiende a enfatizar la diversidad sobre la homogeneidad.
Una definición cladística considera al género humano como un grupo de especies que
están más íntimamente relacionadas entre sí que con especies asignadas a otro género. Esta
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interpretación insiste en que el género humano es monofilético, esto es, que todos sus miembros
descienden en última instancia de un ancestro común. Wood y Collard definen al género humano
“como una especie, o monofilum, cuyos miembros ocupan una zona adaptativa singular” (1999,
pp. 66). Utilizando esta definición, ellos llevaron a cabo un análisis cladístico de todos los fósiles
conocidos de Homo y desarrollaron un cladograma que separa a todas las formas
autralopitecinas, a Homo habilis dentro de un genero y a los humanos tardíos, comenzando con
Homo erectus, dentro de otro (Figura 2.103). Su intrincado análisis estadístico sugiere que se
conoce lo suficiente sobre el tamaño y la forma corporal, la locomoción, el desarrollo y el tamaño
relativo del aparato masticador como para dividir a las estrategias adaptativas de los fósiles
homínidos en dos grandes grupos:
Los autralopitecinos y el Homo habilis (incluido el H. rudolfensis) pertenecen a una grupo
de homínidos con una masa corporal relativamente baja, con la forma del cuerpo mejor
ajustada a un ambiente relativamente cerrado y un esqueleto postcraneal que combina
bipedismo terrestre con trepado experto. Los dientes y mandíbulas de estos homínidos
están bien adaptados a masticar y morder una dieta variada y mecánicamente
demandante. Estudios sobre los dientes y el fémur del Australopitecus muestran que la
taza de desarrollo (y dependencia) de los homínidos jóvenes de este grupo fue más
similar a la de los simios africanos modernos. El desarrollo de los dientes de H. habilis y
H. rudolfensis también parece haber sido similar al de los simios africanos, ya que el
periodo de desarrollo fue también más corto que el de los humanos modernos.
Homo erectus, sus contemporáneos y las formas humanas posteriores pertenecen al
segundo grupo, caracterizado por una mayor masa corporal, un físico humano moderno,
que fue adaptativo en terrenos más abiertos, y un esqueleto postcraneal consistente con
un bipedismo terrestre. La habilidad para moverse sobre los árboles fue muy limitada;
los dientes y las mandíbulas tenían propiedades mecánicas similares a aquellas de los
humanos modernos.
La definición de Homo hace una diferencia clara entre los homínidos previos a 1,9
millones de años A.P. y el Homo erectus y sus sucesores, quienes evolucionaron luego de esa
fecha. Esto implica que un abismo conductual y evolutivo separa a los verdaderos humanos de
muchos otros homínidos que florecieron en África antes de los 2 millones de años A.P. Qué fue lo
que causó este cambio adaptativo en la evolución humana, se desconoce. ¿Se corresponde con un
cambio ambiental y climático significativo, con cambios evolutivos similares en otros grupos de
grandes mamíferos o con cambios específicos en la cultura humana? Las respuestas vendrán de
una nueva generación de investigaciones.
La evolución homínida puede pensarse como una serie de radiaciones adaptativas que se
desplegaron a lo largo de los últimos 5 millones de años. La primera radiación fue la de los
simios bípedos, quienes vivieron, principalmente, en los sectores más secos de África. Otras dos
radiaciones dieron lugar a lo que todavía se llama temprano Homo y australopitecinos robustos,
3Figura 2.10. Diagrama altamente simplificado. mostrando la cronología y el estatus evolutivo de homínidos tempranos y humanos
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cada uno con su propia cuestión adaptativa. En el caso del temprano Homo, un tamaño cerebral
expandido jugó un rol clave, mientras que los australopitecinos robustos desarrollaron una
dentadura especializada. Si bien estos últimos tuvieron grandes variaciones en términos
morfológicos, los humanos posteriores radiaron no tanto morfológicamente sino
ecológicamente, desparramándose desde África y creando poblaciones geográficas distintas.
Este florecimiento de tipos homínidos es exactamente de lo que se trata la evolución:
“una producción sin fin de nuevas maneras de hacer cosas, explorando alternativas, probando
nuevas estrategias mientras las condiciones cambian, todo impulsado por la selección natural”
(Foley, 1995, p. 103). Los homínidos no fueron diferentes de otros mamíferos, quienes
comenzaron como un delgado vástago y radiaron en distintas ramas. Todavía no sabemos
demasiado sobre las relaciones entre estas ramas.
Evidencia Arqueológica de la Conducta Humana Temprana
Estudiar la conducta de los humanos tempranos es complicado por las pobres
condiciones de preservación y por el vasto abismo temporal que nos separa de nuestros
ancestros remotos. En términos generales, tres líneas de evidencia ofrecen oportunidades para
testear hipótesis sobre la temprana conducta homínida:
1. Dispersiones de artefactos. Dispersiones de artefactos y de restos alimenticios forman
al registro arqueológico relacionado con las actividades homínidas, quizás como
matanzas de predadores, campamentos bases o escondrijos de carne.
2. Artefactos manufacturados. A causa de las condiciones de preservación, los artefactos
manufacturados son principalmente objetos líticos. Es importante considerar también el
transporte de la materia prima utilizada para fabricar estas herramientas.
3. Restos de comida. Hallazgos de restos de comida, mayoritariamente huesos
fragmentados de animales, revelan información valiosa sobre nuestros antepasados
remotos.
¿Evidencia para lugares centrales?
Los cazadores recolectores posteriores habitualmente hicieron uso de lugares centrales,
sitios a los que retornaban a dormir, fabricar herramientas, cocinar alimentos y comprometerse
con una amplia variedad de actividades sociales. ¿Tuvieron los homínidos lugares centrales
similares?
La única evidencia arqueológica proviene del Este de Turkana y de la Garganta de
Olduvai (ver el recuadro Sitio), en donde han sido excavadas y estudiadas con cuidado
meticuloso cierto número de concentraciones de huesos y de herramientas líticas, datadas
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alrededor de los 2 millones de años A.P. No se encontraron concentraciones similares con los
homínidos más tempranos de Laetoli o Hadar.
Durante años, Louis Leakey y otros paleoantropólogos pioneros creyeron que esas
dispersiones eran “pisos de ocupación”, lugares en los que nuestros ancestros dormían, hacían
herramientas y carneaban sus presas. Estos eran campamentos base, según argumentaban bajo
la asunción de que los homínidos que crearon las concentraciones de artefactos eran cazadores y
recolectores que se comportaban como versiones primitivas de las bandas vivas.
Los pensamientos recientes sobre el tema miran a estas asunciones como peligrosas.
Primero, el registro arqueológico es muy antiguo, tan antiguo que la única manera de
interpretarlo es con un conocimiento completo de los procesos geológicos y de otros procesos
que hayan afectado la dispersión ósea e instrumental desde que sus fabricantes la abandonaron.
Segundo, actualmente sabemos mucho más acerca de los cazadores vivos y de los primates no
humanos, lo suficiente como para socavar la confianza de que las analogías directas con esas
poblaciones tengan alguna validez cuando estamos tratando con la conducta homínida de hace 2
millones de años. Tercero, una generación completamente nueva de investigaciones que
involucran experimentación controlada, estudios de desgaste de filos (examen microscópico de
las superficies de trabajo de las herramientas) y otros enfoques sofisticados han lanzado la duda
sobre la idea de que el Homo habilis (o cualquier otro homínido contemporáneo) fuera siquiera
un cazador.
Si las dispersiones tempranas de artefactos no son lugares centrales, ¿qué
comportamiento representan? Algunas de las herramientas manufacturadas más tempranas del
mundo provienen de Gona, Etiopía (c. 2,6 millones de años A.P.) (Semaw et al., 1997). Otras,
frecuentemente en asociación con huesos de animales, provienen del área de Koobi Fora del Este
de Turkana y del oeste del lago (Isaac y Harris, 1978; Roche et al., 1999). Varias localidades
fueron excavadas, entre ellas un lecho de río seco en donde un grupo de homínidos
aparentemente encontró la carcasa de un hipopótamo hace 1,8 millones de años A.P.
aproximadamente. Ellos recolectaron en los alrededores y removieron los huesos y la carne del
animal muerto con pequeñas lascas líticas. Los depósitos en los que las rocas y los restos de
lascas fueron hallados son de un grano tan fino que contienen bloques naturales no más grandes
que una arveja. Así, cada trozo de roca en el sitio fue llevado por los homínidos para fabricar
herramientas cerca de la carcasa. Algunos de los núcleos provienen de una distancia de cerca de
14 km. (9 millas), por lo que, presumiblemente, la gente pudo extraer lascas afiladas para
carnear la carcasa. Este sitio provee de clara evidencia de fabricación de herramientas,
transporte de materias primas y descarne. Nosotros simplemente no sabemos si los homínidos
mataron al hipopótamo por sí mismos. El sitio puede representar un lugar en el que se
detuvieron brevemente para carroñear carne de una presa de un predador (predator kill) o de
un animal que murió por causas naturales. (Los arqueólogos identifican los usos de los sitios por
su contenido artefactual y por otros hallazgos, por ejemplo, marcas de refugios pintados que
sugieren que un sitio fue un “lugar central” o un asentamiento. Juzgando los hallazgos, esta
locación ciertamente no fue un lugar central.)
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El sitio FxJj50, también en Koobi Fora, es un curso de agua antiguo, un lugar en el que los
homínidos pudieron encontrar sombra del sol ardiente, ubicado cerca del agua y con recursos
abundantes de roca para fabricar herramientas (Figura 2.124) (Bunn, 1994; Bunn et al. 1980). El
sitio consiste en un conjunto de artefactos líticos: choppers, raspadores toscos, guijarros con
huellas de golpes y lascas filosas. Aproximadamente 2100 huesos que representan al menos a 20
vertebrados, principalmente antílopes, están asociados con las herramientas, algunos de ellos
con marcas de masticación de carnívoros. Existen signos claros de que los huesos fueron
machacados y cortados por homínidos, ya que a partir de su reconstrucción, los fragmentos
muestran signos de golpes de martillo y finas ranuras lineales que sólo pueden ser el resultado
de cortes del hueso con filos de líticos fabricados. Los excavadores notaron la ausencia de
terminaciones articulares de los huesos, una característica de la acumulación ósea que resulta de
la matanza de los carnívoros. Quizás los homínidos simplemente persiguieron a leones y a otros
predadores y luego avanzaron hacia las presas frescas; no estamos seguros. Hay una gran
posibilidad de que la caza exitosa jugase un rol relativamente limitado en la vida de los
homínidos durante estos tiempos tempranos.
Otro sitio consiste en una concentración de herramientas líticas y huesos de animales
fracturados, varios de antílopes y de grandes mamíferos. Esta concentración yace sobre la
superficie de un lecho seco donde el agua podría haber sido fácilmente obtenida cavando en la
arena. Las orillas del curso de agua probablemente tuvieron sombra gracias a una densa hilera
de arboles que proveían de abrigo y de alimentos vegetales. Quizás las personas que dejaron
estas herramientas y huesos trepaban a los arboles por las noches. El sitio estaba tan refugiado
que incluso minúsculas lascas de piedra estaban todavía en su lugar, sin haber sido afectadas por
los fuertes vientos que barren el área; las hojas también dejaron impresiones en los depósitos. La
fuente lítica más cercana está a 3,2 km. (2 millas) del sitio, por lo que los habitantes debieron
haber cargado sus herramientas y, con toda probabilidad, porciones de los animales cuyos
huesos se acumularon en el sitio. Este tipo de conducta –cargar comida hacia un lugar fijo- es
fundamentalmente diferente de aquel de los primates no humanos.
Mucho de nuestro conocimiento presente sobre la forma de vida de los homínidos
tempranos viene de la Garganta de Olduvai, en donde Mary Leakey ploteó y registró sitios en Bed
I, en la base de la garganta (M. D. Leakey, 1971). El piso Zijanthropus en Olduvai resultó ser de
115 metros cuadrados (1239 pies cuadrados), consistente de más de 4000 artefactos y huesos.
Muchos artefactos y huesos estaban concentrados en un área de unos 4,5 m. (15 pies) de
diámetro. Una pila de huesos destrozados y rocas yace a una corta distancia, los huesos quizás
estén apilados en montones, a medida que la medula era extraída. Un área desnuda, en forma de
arco, entre estos montones de huesos y la pila de fragmentos más completos permanece
inexplorada. Leakey se preguntó si fue un sitio de rompeviento rudimentario de ramas, dado que
el área yace en un camino de vientos que prevalecen actualmente.
Investigaciones recientes se han acercado a las locaciones de Olduvai desde variados
ángulos (Bunn y Kroll, 1986; Potts, 1984a). Un cuidadoso examen de los huesos ha revelado que
muchos de ellos han yacido en la superficie por periodos de tiempo considerables, quizás tanto
4 Figura 2.12. Excavaciones en el sitio FxJj50, Koobi Fora, Kenya.
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como cuatro a seis, o incluso diez años, a juzgar por patrones de uso sobre huesos modernos del
este de África. se encuentran huesos de muchos animales diferentes en los conjuntos y los restos
de carcasas pertenecen a un conjunto de animales ecológicamente muy diversos. Los huesos de
los miembros predominan en los “pisos”, como si estos huesos aislados hubieran sido
repetidamente transportados hacia el sitio. Además, las herramientas líticas halladas en las
superficies de Olduvai eran importadas de fuentes de materias primas algo distantes.
¿Qué hace uno con este patrón de huesos ricos en carne y médula concentrados en una
pequeña área junto con herramientas líticas? El porcentaje de huesos de carnívoros es algo más
alto de lo que el ambiente natural sugeriría, aproximadamente de 3% en los conjuntos de
Olduvai, opuesto al 1% del ambiente local actual (en un caso, la figura fue tan alta como un 21%).
¿Hubo entonces una competencia ecológica intensa por las presas entre los homínidos y otros
carnívoros? Parece posible que la presencia de carnívoros haya restringido las actividades de los
homínidos en Olduvai. Ellos deben haber tomado los huesos carnosos de las matanzas de los
carnívoros, luego los llevaron al lugar en donde tenían una colección de herramientas líticas. Allí,
ellos pudieron haber cortado la carne y extraído la medula precipitadamente, antes de
abandonar los huesos frescos a los carnívoros que revoloteaban alrededor. Los sitios de Olduvai
pueden no haber estado libres de carnívoros, y sin fuego o perros domesticados, el H. habilis
probablemente tuvo que depender del "forrajeamiento" / aprovisionamiento (foraging)
oportunístico. Como ya hemos notado, muchos de los huesos de Olduvai contienen tanto marcas
de dientes de carnívoros como de cortes con instrumentos líticos, un reflejo quizás, de la
competencia por las presas. También merece la pena destacar que un hueso homínido hallado en
Olduvai había sido roído por carnívoros.
Cualquiera haya sido su propósito real, podemos estar seguros de que los sitios de
acumulación de huesos y artefactos de Olduvai fueron lugares usados sólo como bases muy
transitorias. ¿Fueron locaciones a las que los humanos regresaron para dormir, alimentar a sus
dependientes y desarrollar otras actividades, o simplemente fueron usadas ocasionalmente para
quebrar huesos y comer carne? Sabemos que los homínidos transportaron rocas para hacer
herramientas y porciones de carcasas de animales de un lugar a otro. No podemos estar seguros
de que, de hecho, viviesen en los lugares en donde estos objetos fueron abandonados, a la
manera en que los posteriores cazadores-recolectores hicieron. Varios expertos creen que las
acumulaciones fueron escondrijos útiles de artefactos líticos, hacia los que eran llevados huesos
u otros recursos alimenticios para su procesamiento (Potts, 1984b). Quizás estos escondrijos
yacieran cerca de fuentes de agua o de recursos alimenticios predecibles. Quizás, también, eran
mantenidos a lo largo del rango del grupo, de manera tal que los homínidos no tuvieran que
cargar con carne o rocas muy lejos (o por largas distancias). De todas maneras, un patrón
consistente de escondrijos distribuidos a través del territorio requiere de un nivel de previsión,
planeamiento y memoria que pudo haber estado más allá de las capacidades intelectuales de los
homínidos de Olduvai.
Todo lo que la arqueología nos cuenta es que los sitios tempranos de Olduvai fueron
lugares hacia los que se cargaban rocas y recursos alimenticios. Estos pueden haber sido los
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antecedentes remotos de los lugares centrales de los cazadores recolectores, que existirían en
tiempos posteriores, probablemente con el uso regular del fuego para cocinar y protegerse.
Caza y carroñeo
¿Fueron estos homínidos cazadores-recolectores hechos y derechos o carroñearon a
partir de matanzas de predadores para obtener carne? ¿O ambas cosas? Ahí yace una de las
controversias fundamentales de la paleoantropología. La Tafonomía, los estudios de
microdesgaste y otros enfoques altamente sofisticados del registro arqueológico de 2 millones
de años de antigüedad, han mostrado una y otra vez la locura total de basar teorías de la
conducta de los tempranos homínidos sobre rudimentarias analogías con sociedades cazadoras
modernas. Tan sólo para comenzar, los homínidos pertenecían a un especie bastante diferente.
Además, ningún simio viviente muestra su conducta. Ni siquiera, en realidad, lo hicieron todos
los homínidos tempranos, algunos de los cuales nunca acumularon huesos.
Diversas comunidades de carnívoros y ungulados se han desarrollado en el este y sur de
África hace 4 millones de años atrás, con una gran diversidad de homínidos como parte de la
comunidad de mamíferos. Algunos científicos creen que esas nuevas formas de adaptación a un
ambiente heterogéneo como lo fue el de la sabana de África del Este, se desarrollaron
oportunísticamente. Argumentan que, bajo algunas condiciones ecológicas, un cambio
oportunístico en el uso de una fuente alimenticia como la carne pudo llevar a un progreso en la
conducta humana que tuvo significancia a largo plazo. Con una gran diversidad de predadores en
la sabana, los homínidos consumidores de carne tuvieron que haber competido exitosamente
con los carnívoros para obtenerla. Esta habilidad competitiva fue seleccionada porque el
consumo de carne se volvió vital para la supervivencia y el éxito reproductivo y porque los
peligros de competir con los carnívoros fueron más que compensados por las ventajas de contar
con fuentes de comida más disponibles y con un éxito reproductivo mayor debido a una mejor
nutrición y a carne fácilmente transportable para alimento de la sociedad. En el presente es
difícil de elegir entre estos modelos ecológicos tan generales.
Los sitios de Olduvai contienen, en su mayor parte, huesos de animales más pequeños,
especies que eran menos poderosas que las homínidas. Más que carroñeo, los cazadores
pudieron haber corrido y tirado al suelo a su presa, antes de matarla. Esto es similar a una forma
de conducta simiesca, si bien los simios han sido vistos carroñeando carne a partir de las
matanzas de predadores. Algunas evidencias microscópicas de sitios muy tempranos de la
Garganta de Olduvai sugieren que el carroñeo pudo ser mucho más importante que la caza. Pat
Shipman (1984) y otros han examinado docenas de huesos quebrados de animales de Olduvai,
observando detalladamente las diminutas pero distinguibles marcas de corte resultado de
actividades como descarne, desarticulación de carcasas y remoción de piel. Ellos realizaron
replicas de marcas óseas de alta fidelidad y luego las examinaron bajo un microscopio de scanner
electrónico, comparando los resultados con aquellos obtenidos de una asentamiento agrícola en
Kenya de 2300 años de antigüedad, en el que los habitantes estaban activamente involucrados
con la desarticulación, el descarne y otras actividades. Ellos encontraron que el 90% de los
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huesos de 2300 años de antigüedad mostraban marcas de corte producto de la desarticulación
de las carcasas, pero solo el 45% de las de Olduvai presentaban las mismas marcas. Esto también
ocurrió con las marcas de descarne, aquellas realizadas al remover la carne de los huesos. En
contraste, cerca del 75% de los huesos de Olduvai y de los de hace 2300 años, muestran las
marcas características que dejan la remoción de cuero y tendones, las cuales son especialmente
visibles en los huesos de los miembros inferiores, dado que tienen poca carne sobre ellos.
Tanto la desarticulación como el descarne fueron, sorprendentemente, poco comunes en
Olduvai, por lo que parece dudoso que los homínidos estuviesen carneando y desarticulando
grandes animales y trasportándolos nuevamente hacia la base. Parecen haber obtenido carne sin
haber cortado muchas carcasas. Es posible que las hayan carroñeado de las matanzas de los
predadores. Una pista tentativa proviene de 13 huesos de Olduvai sobre los que se presentaron
tanto marcas de carnívoro como hechas por humanos. En ocho instancias las marcas humanas se
sobreponen a las marcas de dientes de carnívoros, como si los humanos hubieran carroñeado los
huesos a partir de carcasas que ya habían sido cazadas por leones u otros predadores (ver Potts,
1984a).
La diversidad de animales, incluyendo especies no migratorias, representadas en el
conjunto óseo de Olduvai es llamativa. Richard Potts (1984b) cree que ello representa la
variedad de animales residentes, más que una población de ungulados migratorios, en la que
sólo algunas especies estarían representadas. Argumenta que los homínidos dependían, al
menos parcialmente, de animales residentes, en una situación que podría generalizarse como de
grandes carnívoros siendo cazadores y carroñeros. Así, los homínidos de Olduvai fueron, tanto
mamíferos residentes cazados, como competencia de otros carnívoros en la actividad del
carroñeo.
Estudiando la frecuencia de partes esqueletarias en los conjuntos de Olduvai, Potts
(1984b) ha demostrado que los conjuntos óseos de carnívoros contienen altas proporciones de
extremidades anteriores, la parte esqueletaria removida usualmente primero de la carcasa por
un carroñero. En acumulaciones en que la actividad homínida tiene lugar, los miembros
anteriores son también comunes pero las posteriores también son relativamente abundantes,
según si los homínidos estuvieran obteniendo la carne más temprano o más tarde en la secuencia
de desarticulación de la carcasa.
¿Qué quieren decir estos hallazgos arqueológicos en términos conductuales? Robert
Blumenschine ha gastado largas temporadas de campo estudiando animales predadores en la
Planicie de Serengueti del norte de Tanzania, rica en presas (Blumenschine y Cavallo 1992). Este
ambiente semiárido de praderas, intersectado ocasionalmente por cursos de agua con cinturones
de arboles, es lo más cerca que podemos llegar del paisaje abierto explotado por nuestros
remotos ancestros. El Serengueti abunda en animales de caza de todos los tipos, y en predadores
que los cazan. Es un ambiente de abundancia, incluso de peligro, en el que los homínidos bípedos
debían competir con leones y hienas y en el que ellos mismos eran presas. La sabana, sin árboles,
ofrecía escaso refugio para los homínidos armados no con dientes y garras filosos y sino con
palos y piedras, sin embargo consiguieron carne exitosamente, ya fuese siendo expertos
cazadores o por medio del carroñeo oportunista. Blumenschine observó docenas de presas de
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predadores y examinó las carcasas restantes y los huesos destrozados, comparándolos con
aquellos de Olduvai y de otros sitios homínidos. Al mismo tiempo, identificó dos oportunidades
de carroñeo distintas en las que los homínidos habrían tenido ventajas por sobre sus
competidores.
La primera consiste en los bosques de los cauces de ríos, lugares en los que los leones
matan cerca del agua en la estación seca, alimentándose de la carcasa debajo del dosel de arboles
y escondidos de los buitres que rondan arriba en lo alto. En muchos casos Blumenschine
encontró que puede transcurrir un día hasta que, incluso las hienas, encuentren la presa
abandonada, un tiempo amplio para que los observadores homínidos se acercaran para obtener
su parte. Es aquí también donde los leopardos esconden pequeñas presas en los arboles, por
encima del suelo. Dos millones de años atrás, los tigres diente de sable pudieron haber cazado
animales mucho más grandes en ambientes ribereños (orillas de ríos) similares. A veces, durante
los meses secos, grandes animales mueren de hambre o a causa de enfermedades cerca de la
corriente, otra fuente de carne fresca potencialmente importante.
Blumenschine cree que el carroñeo pudo haber sido más importante durante la estación
seca, cuando el alimento vegetal era escaso. Durante esos meses, la mejor estrategia para
obtener comida fue carroñear a partir de las presas de muchos predadores cerca de las fuentes
de agua permanente. La estación lluviosa encuentra a los mismos predadores explorando sobre
las llanuras abiertas, cazando en lugares donde las hienas y los buitres harían un trabajo rápido
sobre las carcasas sobrantes -lejos de los arboles que eran tan vitales para los insignificantes
homínidos. Pero nuestros ancestros entonces dependían más de los alimentos vegetales, los
cuales maduraban en diferentes momentos. Así, el carroñeo y la recolección estaban mano a
mano, uno complementando a la otra, en diferentes momentos del año.
La teoría del carroñeo de Blumenschine es altamente plausible ya que se basa la asunción
de que los homínidos estaban sujetos a las mismas presiones que el resto de los animales y en un
cuerpo de datos científicos de varias fuentes, en rápido crecimiento. Él nota que el carroñeo no
fue fácil para animales de movimiento lento como los homínidos. La observación cuidadosa fue
muy importante -de los decididos vuelos de los buitres temprano en la mañana en busca de
nuevas presas, de los indicadores mechones de piel de un antílope al pie de un árbol en donde un
leopardo había guardado su presa, de la risa triunfante de una hiena alimentándose de una presa
fresca. Blumenschine teoriza que los homínidos tempranos realizaron un “mapa mental” de sus
territorios, que les permitió predecir dónde podían ser encontradas las carcasas y dónde
maduraban montones de frutas en los diferentes meses (para una revisión y desacuerdo, ver
Domínguez-Rodrigo, 2002).
El arqueólogo Glynn Isaac (1984) cree que el oportunismo -un proceso sin descanso
como la mutación y la selección natural- es un sello de la humanidad. La presión normal de la
competencia ecológica fue capaz de transformar la versátil conducta de los ancestros primates
en el patrón nuevo y distintivo de los homínidos tempranos. El cambio requirió de la
retroalimentación entre subsistemas culturales, como la cacería y el compartir comida. Las
armas y las herramientas hicieron posibles nuevas formas de obtener y procesar comida, incluso
con formas de dietas totalmente nuevas: no sólo de alimentos vegetales sino también de carne. El
12
"forrajeamiento" / aprovisionamiento (foraging) proveía de estabilidad, haciendo de la sabana
un nicho ecológico ideal y vacante para los homínidos, quienes vivían del carroñeo, de la caza y
del forrajeo combinados. Los patrones de microdesgaste en las superficies dentarias de
Autralopitecus y de H. habilis muestran que ambas criaturas crecieron con una dieta muy similar
a la de los chimpancés. Pero H. habilis tenía un cerebro mucho más grande, un desarrollo que
estuvo probablemente asociado con un aumento de la complejidad económica y social, y, quizás
también, con el compartir la comida.
Quizás nuestros ancestros más tempranos compartían la comida, dividiéndose las tareas
de carroñear y forrajear y procesando el alimento entre machos y hembras. Esta cooperación
social y planeamiento avanzado fueron necesarios, especialmente desde que las rocas utilizadas
para tallas y los percutores se encontraban en un lugar, con las carcasas de los animales lejos.
Reunir ambos requirió de planeamiento y cooperación social, al punto de que algunos grupos
transportaron rocas tan lejos como 10 km. (6 millas) desde sus fuentes. Además, el carroñeo
pudo haber comenzado como una manera de suplementar el forrajeo de plantas a medida que el
enfriamiento global traía más ambientes abiertos a la África tropical. Así, Australopitecus y H.
habilis, con sus equipos de piedra tallada, obtuvieron no solo medula sino también carne fresca,
utilizando rocas de bordes afilados como equivalentes de los dientes de las hienas.
Forrajeo de Plantas y Homínidos Tempranos
Más allá de algunos trazos microscópicos del desgaste de tejidos vegetales sobre
artefactos líticos tempranos, no hay al momento evidencia arqueológica de que fueran
consumidos alimentos vegetales por los homínidos tempranos, porque esta clase de datos no se
preserva bien (Sept, 1994). Incluso un microscopio de scanner electrónico focalizado en
microdesgaste dental ha mostrado que algunos homínidos del Pleistoceno Tardío tuvieron dietas
muy similares a las de los modernos primates no humanos (Walker, 1981). El descubrimiento
reciente de huesos de extremidades de H. habilis reveló una inconsistencia inesperada, por su
anatomía era mucho más arbóreo de lo que se asumía previamente para un primate de 2
millones de años atrás. Semejantes trepadores de arboles expertos, ciertamente, debieron haber
dependido de frutas y otros vegetales, disfrutando, quizás, de una dieta más cercana a la de los
modernos simios que a la de los cazadores-recolectores. Claramente, los alimentos vegetales
fueron un elemento principal en la amplia dieta de los homínidos tempranos, incluso si la
evidencia arqueológica tiende a resaltar el consumo de carne por sobre el forrajeo.
Fabricación de herramientas
Otros animales, como los chimpancés, utilizan herramientas (Figura 2.135), pero los seres
humanos manufacturan herramientas regular y habitualmente y con mucha más complejidad
5 Figura 2.13. Chimpancé utilizando una vara como herramienta para recolectar insectos. Los chimpancés también usan objetos para jugar y mostrar y los cargan en sus manos. Algunas veces, ellos mejoran sus varas ligeramente con sus dientes. Usan hojas para limpiarse el cuerpo y para sorber agua. Los chimpancés han heredado patrones conductuales más cercanos a los nuestros que a los de los monos.
13
(Boesch y Tomasello, 1998). En otras palabras, nosotros hemos ido mucho más lejos en la
fabricación de herramientas que otros primates (Gowlett, 1984). Una razón es que nuestros
cerebros nos permitieron planear nuestras acciones con mayor anticipación. Las herramientas
prehistóricas, en toda su simpleza y, a veces, complejidad extraordinaria, proveen de un registro
de procesos antiguos de toma de decisiones. Analizando las maneras en las que los artefactos
líticos de la prehistoria –la más duradera de todas las tecnologías- fueron hechos, podemos
acercarnos a los procesos mentales de la gente que los creó.
Todos los estudios de artefactos líticos se basan en la asunción de que una secuencia de
lascas removidas, en última instancia, producen un artefacto terminado, sea simple o complejo,
para ser usado con un propósito específico. Muchos detalles de la tecnología lítica más temprana
del mundo son discutidos, pero no hay duda de que fue el trabajo de individuos con un
conocimiento impresionante de las propiedades de la roca (Figura 2.146). Ellos sabían cómo
seleccionar la roca adecuada, podían visualizar en tres dimensiones cómo colocarla para
utilizarla y lasquearla, habían dominado los pasos rutinarios necesarios para crear una
herramienta y eran capaces de pasar este conocimiento a otros.
La Industria Olduvaiense
Todos han siempre asumido que la tecnología lítica temprana habría sido muy simple
(Schick y Toth, 2001). Cuando los Leakey encontraron rocas astilladas toscamente en los lechos
del lago, hace tiempo enterrado, de la Garganta de Olduvai, los artefactos, de hecho, no parecían
tales. (Los Leakey llamaron a su temprano conjunto instrumental Olduvaiense, dado que habían
sido identificados por primera vez en la garganta.) La mayoría eran guijarros y lascas
fracturadas, en su mayoría lascas. Algunas herramientas olduvaienses eran tan rudimentarias
que sólo un experto podría diferenciarlas de una roca fracturada naturalmente, y los expertos
frecuentemente desacuerdan. Todos los choppers y lascas Olduvaienses dan la impresión de ser
implementos extremadamente prácticos; muchos son tan individuales en el diseño que parecen
artefactos descuidados, no estandarizados a la manera que lo fueron las herramientas de la
posterior Edad de Piedra. Es muy difícil clasificarlos ya que no caen en distintos tipos. Las
herramientas no pueden ser descriptas como primitivas ya que muchas despliegan un
entendimiento sofisticado de los usos potenciales en fabricación de instrumentos de la roca.
6 Tecnología lítica temprana. Los principios de la fractura lítica eran totalmente comprendidos por los trabajadores tempranos de la roca, quienes los usaban para realizar artefactos simples pero muy efectivos. Ciertos tipos de roca de pedernal se fracturan de distintas maneras, como se ilustra en (a). los trabajadores tempranos de la roca utilizaban un pesado martillo de piedra para remover lascas con filo, o golpeaban trozos de roca contra yunques para producir el mismo efecto, como se muestra en (b). Las herramientas olduvaienses eran realizadas frecuentemente removiendo algunas pocas lascas de trozos de lava para formar bordes dentados de trabajo. Experimentalmente, estas lascas han demostrado ser remarcablemente efectivas para desmembrar y carnear animales cazados. Tal vez no sea de extrañar que esta simple tecnología lítica haya sido tan duradera. (a) Cuando un golpe es dado sobre una roca de pedernal, se forma un cono de percusión a partir de ondas de choque que ondulan a través de la roca (izquierda). Una lasca es formada (derecha) cuando el bloque (o núcleo) es golpeado en el borde, y la roca se quiebra a lo largo de la orilla de la onda. (b) utilizando un percutor (izquierda) y un yunque (derecha).
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Ahora sabemos que los homínidos de Olduvai eran expertos fabricantes de herramientas líticas,
que utilizaban lascas angulares y trozos de lava para realizar armas, raspadores y herramientas
de corte. Las herramientas mismas eran probablemente utilizadas para cortar carne y, quizás,
madera. Probablemente, los homínidos realizaron un uso extensivo de lascas simples y sin
retocar para distintos propósitos.
Las industrias Olduvaienses ocurren en varios sitios del este de África, con fechados
entre los 2,6 y los 1,5 millones de años A.P. Parece haber relativamente poca variabilidad entre
los equipos de herramientas y los artefactos muestran ciertos rasgos tecnológicos comunes.
Todos fueron realizados a partir de guijarros frecuentemente golpeados a partir de trozos, con
bordes lasqueados a ambos lados (Figura 2.157). Algunos de estos núcleos pudieron haber
servido como choppers rudimentarios, consistiendo el equipo de herramientas en formas
instrumentales para tareas tanto livianas como pesadas, algunas de ellas modificadas como
raspadores rústicos. Esto parece una tecnología muy simple, pero los artefactos demuestran una
apreciación hábil de las técnicas básicas del lascado lítico y de secuencias de lascado que fueron
previstas en la mente.
Por años los arqueólogos han pensado a la tecnología Olduvaiense como una etapa
estática, sin cambio perceptible. A medida que más sitios salieron a la luz y que las técnicas
analíticas se refinaron, la Olduvaiense aparece bajo una luz diferente –como una tecnología
simple, altamente efectiva, que se complejizó a lo largo del tiempo con la aparición del trabajo
bifacial rudimentario, en el que los núcleos eras lasqueados sobre ambos lados (Figura 2.168)
(Gowlett, 1984).
Mary Leakey (1971) estudió los choppers y las lascas Olduvaienses de los niveles de
homínidos tempranos de Olduvai y dividió a los artefactos según diferentes formas morfológicas.
Su clasificación permaneció inalterada hasta que Nicholas Toth, y una nueva generación de
investigadores, se aproximaron a la temprana tecnología lítica desde una perspectiva más
holística (Schick y Toth, 2001; Toth, 1985). El objetivo de sus estudios ha sido aprender tanto
como fuese posible sobre la conducta de los homínidos tempranos a partir de los artefactos
líticos dejados atrás. Dicha investigación se basa en cada aspecto de la tecnología, desde la
adquisición de la materia prima, pasando por la manufactura y uso de los artefactos, hasta el
descarte e incorporación de las herramientas en el registro geológico. Como parte de su trabajo,
Toth, se convirtió en un fabricante experto de herramientas líticas y llevó a cabo estudios de
desgaste de bordes y tafonómicos en sitios del Este de Turkana.
7 Tecnología olduvaiense. Muchos guijarros en Koobi Fora y en la Garganta de Olduvai eran usados como núcleos para producir lascas con bordes afilados. La tecnología era simple al extremo. Primero, golpes agudos eran dados cerca del borde natural de un guijarro para remover lascas. El guijarro era, entonces, dado vuelta y más golpes eran propinados sobre los bordes formados sobre las marcas de los lasqueados anteriores. Resultaba un núcleo con un borde dentado/aserrado, quizás utilizado como chopper. Muchos núcleos estaban “minados” por la extracción de tantas lascas como fuera posible antes de ser descartados. La figura muestra núcleos Olduvaienses de la Garganta de Olduvai. Las flechas muestran los bordes lasqueados. Vistas de frente y perfil (dos quintos del tamaño real). 8 Una mano moderna agarra un chopper Olduvaiense
15
Toth emerge a partir de su trabajo con una visión muy diferente del Olduvaiense. Él
señala que los enfoques convencionales de los artefactos líticos están basados en la idea de que
sus fabricantes habían premeditado formas artefactuales en sus mentes. Sus experimentos
replicaron miles de núcleos y lascas Olduvaienses y le permitieron argumentar que muchas
variaciones de los artefactos Olduvaienses eran, de hecho, el resultado de la producción de
lascas. Muchos de los choppers de Olduvai y de Koobi Fora son en realidad “desechos”, núcleos
descartados una vez que se removían tantas lascas como era posible de ellos. Toth también
observa que el tamaño de la materia prima disponible puede afectar profundamente el tamaño y
la variedad de choppers y lascas de un sitio Olduvaiense (Schick y Toth, 2001).
Los experimentos de Toth con herramientas replicadas revelaron que las lascas de
bordes afilados son mucho más efectivas para carnear carcasas de animales, especialmente para
cortar su cuero. Las lascas, entonces, tuvieron mucha mayor importancia de lo que se
sospechaba hasta ahora –lo que no significa que todos los choppers fueran tan sólo desecho.
Algunos pudieron haber servido para cortar madera y como azuelas o para quebrar huesos para
extraer su medula. Estudios de microdesgaste de las pocas lascas Olduvaienses hechas con
materiales de grano fino han insinuado tres usos posibles: despiece y corte de carne, aserrado y
raspado de madera y corte de materia vegetal blanda.
Los sitios de Lokalei en la costa oeste del Lago Turkana datan de alrededor de 2,34
millones de años atrás y han dado guijarros de lava que los homínidos astillaban para realizar
lascas con filo (Roche y otros, 1999). A partir del remontaje de lascas en los guijarros, Roche y
sus colegas, han demostrado que los homínidos ejercían un alto grado de control sobre la fuerza
y la dirección de los golpes dados a la roca. Ellos creen que los fabricantes de herramientas
poseían un buen entendimiento de su materia prima y argumentan que pueden obtenerse pistas
de las habilidades de los fabricantes de herramientas a partir de estudios biomecánicos sobre
huesos de dedos y manos.
¿Cuáles son las implicaciones de estas investigaciones para nuestro conocimiento de las
habilidades cognitivas de los homínidos tempranos? Nicholas Toth cree que los homínidos
tempranos tenían un buen sentido de la mecánica de la manufactura de herramientas líticas y de
la geometría de la manipulación de núcleos. Ellos eran capaces de encontrar el correcto ángulo
agudo necesario para remover lascas por percusión. Ni siquiera los modernos principiantes
tienen esta habilidad; toma varias horas de práctica intensiva adquirirla. Si bien los chimpancés
utilizan varas y rompen nueces con rocas sin lasquear, ellos raramente transportan sus
“artefactos” más de unos pocos metros. En contraste, los homínidos de Koobi Fora y Olduvai
transportaron lascas y núcleos por distancias considerables, por más de 13 kilómetros (8 millas).
Esta conducta representa una forma simple de conservación (curation), retener herramientas
para su uso futuro en vez de utilizar simplemente rocas convenientes, tal como hacen los
chimpancés. Toth hipotetiza que los homínidos probaban los materiales en los lechos de los ríos
y en otros lugares, transportaban las mejores piezas a las áreas de actividades y, algunas veces,
las descartaban allí, transportando con ellos los restos. Él, también señala que debieron haber
tenido una gran dependencia sobre otras materias primas, como la madera o el hueso, y que los
16
artefactos líticos no dan una imagen necesariamente exacta de las habilidades cognitivas
homínidas.
La visión tradicional de los arqueólogos sobre el Olduvaiense lo considera como una
“cultura protohumana”, con sus simples artefactos líticos como un primer paso en el largo
camino evolutivo hacia la humanidad moderna. Esta visión, quizás, ha sido coloreada por
analogías con cazadores-recolectores modernos y por interpretaciones demasiado optimistas
que reivindican que los homínidos tempranos apuntaron y tiraron misiles de piedra,
compartieron comida, y así sucesivamente. Otro punto de vista argumenta que los homínidos
Olduvaienses tenían un grado de conducta simiesco, sobre la base de que todas las habilidades
conceptuales y las percepciones necesarias para manufacturar las herramientas olduvaienses
también aparecen en las herramientas manufacturadas por los simios, como en las herramientas
para recoger termitas y en las plataformas para dormir (Wynn, 1991). Además, al igual que los
homínidos Olduvaienses, los chimpancés también carroñean y cazan, persiguiendo pequeños
animales, transportando carne por distancias considerables y utilizando “tecnología extractiva”
para romper huesos de animales y nueces.
Los chimpancés, igual que los homínidos tempranos, utilizan los mismos lugares una y
otra vez, golpeando nueces en las mismas locaciones y transportando comida hacia sus sitios de
alimentación preferidos. Los chimpancés del oeste de África utilizan “herramientas” líticas para
abrir nueces de cascara dura y obtener así más de 3000 calorías por día. Algunas de estas nueces
tienen de hecho cascaras muy duras, especialmente las del árbol panda. Un solo chimpancé abre
tantas nueces como 100 por día, formando montones de cascaras descartadas alrededor de
yunques líticos inmóviles. Las hembras suelen romper más nueces que los machos, utilizando
una técnica que emplea martillos líticos de más de 15 kilogramos (33 libras) de peso, la cual
puede tomarle tanto como siete años a un chimpancé joven dominar. Tanto los percutores como
los yunques muestran un pozeado característico que resulta del golpeteo.
Julio Mercader y sus colegas (2002) utilizaron los mismos métodos empleados para
excavar sitios de homínidos tempranos para investigar una locación en el parque Nacional Taï en
Costa de Marfil, Oeste de África. El sitio yace cerca de un río en la densa selva tropical, lejos de la
habitación humana. Seis yunques de madera dura yacen alrededor de un solo árbol panda, que
murió en 1996 y del que se sabe, a partir de observaciones de los chimpancés, que estuvo en uso
desde 1975, al menos. La excavación recuperó 39,600 gramos (cerca de 21 libras) de cáscara de
nuez y 4500 gramos (9,8 libras) de roca fracturada. No hubo dudas de que la roca fracturada fue
resultado de la actividad de los chimpancés, pero los fragmentos no guardan ningún parecido
con las herramientas de los homínidos tempranos, que son mucho más sofisticadas. Los
fragmentos líticos incluían algunas lascas derivadas de la manufactura de los percutores. Los
conjuntos de roca quebrada eran aproximadamente del mismo tamaño que los de algunos
eventos de homínidos tempranos.
Esta excavación inusual demuestra que los chimpancés dejan detrás de ellos un registro
material a partir de la rotura de nueces. Ellos transportan rocas por alguna distancia hacia sus
lugares de procesamiento, recolectan nueces y percutores formatizados. Los patrones de estas
actividades se parecen a los de los homínidos tempranos, pero ciertamente no representan una
17
fabricación formal de instrumentos como la de los humanos tempranos. Sin embargo la
excavación tiene implicaciones importantes para la paleoantropología. Quizás sea posible trazar
las actividades distintivas en los sitios tempranos de primates no humanos ocupados tan
tempranamente como en el Mioceno. Y quizás también, algún día, seamos capaces de demostrar
que los resultados líticos de romper nueces se convierten en los choppers con filo y en las
herramientas de corte utilizados por los primeros humanos –la cultura Olduvaiense. No
obstante, hasta el momento, los orígenes de la tecnología humana siguen siendo un misterio.
Incluso si las especificidades varían en algunos aspectos y el ambiente natural es
diferente, el patrón conductual de los homínidos Olduvaienses era básicamente similar al de los
simios. Existen, sin embargo, dos diferencias conductuales entre los simios y los homínidos
tempranos. En primer lugar, los homínidos tenían la ventaja de ser bípedos, una postura que es
mucho más eficiente para transportar objetos que la marcha sobre cuatro patas. En segundo
lugar, los humanos Olduvaienses estaban adaptados a la vida en la sabana, donde tenían que
organizar y cubrir territorios mucho más grandes en el campo abierto, que sus parientes
primates en la selva. A largo plazo, estos requerimientos pudieron resultar en nuevos conceptos
de espacio y organización espacial, conceptos que fueron definitivamente reflejados en formas
instrumentales más complejas a partir del millón de años atrás (Mithen, 1996).
Los homínidos tempranos, con sus cerebros más grandes, probablemente no se hayan
adaptado o comportado de la misma manera que los simios modernos. Podemos estar seguros
de que existen diferencias significativas entre los primates no humanos y los homínidos de hace
2,5 millones de años, pero esas diferencias pueden no estar reflejadas en los artefactos líticos. Sin
dudas, nuestros ancestros fueron cada vez más dependientes de la tecnología. La naturaleza
oportunista de la primera tecnología lítica contrasta notablemente con los artefactos de los
humanos posteriores, mejor diseñados y mucho mas estandarizados.
La mente de los primeros humanos
Hace 2 millones de años probablemente existían varias especies de Homo temprano, pero
por razones de conveniencia podemos agruparlos pajo una especie única, Homo habilis. Mientras
que muchas herramientas líticas pueden haber sido manufacturadas por los Australopitecus,
quienes pudieron incluso haber fracturado huesos de animales, estamos a salvo asumiendo que
la mayoría de los sitios arqueológicos tempranos y sus artefactos asociados fueron el trabajo de
los Homo tempranos. ¿Cuáles fueron entonces los procesos cognitivos especializados
involucrados en la inteligencia técnica encontrada en estos humanos tempranos, en oposición de
los homínidos fabricadores de herramientas mucho más tempranos (Mithen, 1996)?
Algunas claves yacen en la manufactura de las herramientas líticas. Los chimpancés
forman con sus dientes ramitas para termitas a partir de fragmentos de madera convenientes,
removiendo sus hojas así pueden empujar el “artefacto” por un pequeño agujero. La fabricación
de herramientas líticas requiere de una buena coordinación entre la mano y el ojo, la habilidad
de reconocer ángulos apropiados en la roca y el proceso mental necesario para formatizar una
herramienta utilizando otra. Pero los trabajadores de la piedra Olduvaienses estaban
desarrollando tareas sencillas: formatización de rocas de manera que pudieran sostenerlas en
18
una mano para quebrar huesos y astillado de lascas con filo. Sus artefactos desafían una
clasificación precisa en el sentido de que uno puede subdividir herramientas líticas posteriores
en formas como choppers, raspadores y cuchillos, por ejemplo. Sus trozos y lascas presentan una
variabilidad continua, un entendimiento básico de las mecánicas de fractura, aparte de la
habilidad de imponer formas estandarizadas o de elegir fácilmente la materia prima trabajada
¿Podrían hacer los chimpancés tales herramientas, como se ha sugerido? Nicholas Toth intentó
entrenar a un bonobo llamado Kanzi para que hiciera herramientas Olduvaienses a partir de la
demostración. Kanzi aprendió a partir del ensayo y el error. Diez años más tarde, su curva de
aprendizaje había crecido llamativamente, siendo sus habilidades mucho más cercanas a las de
los fabricantes de herramientas Olduvaienses. Pero existen diferencias significativas ente los
artefactos de Kanzi y aquellos de los Olduvaienses (Schick et al., 1999). Stephen Mithen (1996)
argumenta dos posibilidades: o ha evolucionado una inteligencia más general o ha surgido un
proceso cognitivo especializado en el trabajo básico de la piedra –física intuitiva en la mente de
H. habilis.
Las herramientas líticas Olduvaienses se utilizaban principalmente para procesar
carcasas de animales: cuereo, desarticulación, descarne y fractura de huesos. Pero, ¿cómo
interactuaba el H. habilis con el mundo natural?
Una diferencia obvia y significativa entre H. habilis y los chimpancés aparece en el
registro arqueológico de hace 2 millones de años: un aumento dramático del consumo de carne.
Como hemos visto, controversias prolongadas han rodeado el tema de la caza como opuesta al
carroñeo entre los homínidos tempranos, con un consenso que se apoya con mayor énfasis sobre
el carroñeo. En la práctica, el H. habilis probablemente fue un forrajeador conductualmente
flexible, no especializado, cuyo modo de vida estaba marcado por la diversidad: por cambios
entre la caza y el carroñeo y entre compartir comida y alimentarse mientras se movía. Como
señalaron los antropólogos biológicos Leslie Aiello y Peter Wheeler (1995), el cerebro más
grande de H. habilis habría requerido el consumo de más energía y de una dieta de más alta
cualidad. Una tasa metabólica basal se mantuvo estable con una reducción de los intestinos, los
cuales pudieron reducirse sólo como resultado de una dieta más alta en carnes, dado que una
dieta alta en fibras requiere de una mayor actividad intestinal.
Mithen (1996) cree que esta necesidad de mayor carne requiere de otras habilidades
cognitivas además de las necesarias para la fabricación de herramientas: ser capaz de utilizar el
propio conocimiento sobre el ambiente para desarrollar ideas sobre dónde encontrar presas y
altas densidades de animales. Argumenta que la presencia de fabricación de herramientas líticas
a mas de 10 kilómetros (6 millas) de sus fuentes es una señal de que H. habilis movilizaba no sólo
roca sino también carne hacia diferentes, a veces terceras, localizaciones siempre cambiantes.
Dicha habilidad sugiere una interacción sofisticada con el ambiente cuando se compara con la de
los chimpancés, que transportan “herramientas” solo hacia locaciones fijas.
Homo habilis parece haber estado confinado al África tropical y a un rango relativamente
estrecho de ambientes de sabana y pradera, en contraste con los posteriores humanos, quienes
se adaptaron a todo tipo de clima imaginable. Muchos grupos vivían cerca de fuentes
permanentes de agua, atados, por así decirlo, a lugares como el lago superficial de Olduvai,
19
donde los sitios estaban apilados unos sobre otros por considerables periodos de tiempo.
Muchas especies de animales aparecen en los escondrijos de Olduvai, como si nuestros ancestros
hubieran vagado ampliamente por el paisaje circundante, pero hubieran transportado mucha de
su comida hacia localizaciones bien definidas.
Homo habilis compartió la habilidad de sus ancestros más tempranos de “mapear”
recursos sobre amplias áreas. Pero ellos pudieron también poseer habilidades cognitivas
adicionales: desarrollar ideas sobre dónde la comida podía ser hallada y utilizar signos
reveladores como animales abandonados para encontrarlos –dentro de un escenario ambiental
relativamente estrecho. Al mismo tiempo, su inteligencia general fue suplementada por alguna
habilidad especializada en la manufactura artefactual que sería una base importante para la
inteligencia ambiental en los milenios siguientes.
La inteligencia social pudo haber evolucionado significativamente. El antropólogo Robin
Dunbar (1992) ha estudiado primates vivos y descubrió evidencias de mayor tamaño cerebral en
individuos que viven en grupos más grandes, desarrollando una ecuación que relaciona el
tamaño del cerebro con el del grupo. Él estimó, entonces, el tamaño cerebral del H. habilis y
aplicó sus figuras a la ecuación de los chimpancés. Los chimpancés viven en grupos predecibles
de unos 60 individuos. En contraste, Dunbar hipotetizó, que los australopitecinos vivían en
grupos con un tamaño medio de unos 67 individuos, mientras que el H. habilis prosperó en
grupos más grandes, de unos 81. La vida en grupo fue esencial para H. habilis quien vivió en un
ambiente abarrotado de carnívoros, frecuentemente compitiendo con ellos por la carne,
solamente con las más simples de las armas para su protección. La vida en grupos grandes tuvo
ventajas dramáticas para los homínidos que vivían en ambientes donde los recursos se
encontraban en grandes “parcelas”, irregularmente distribuidas a lo largo del paisaje. Los
miembros de un grupo podían buscar alimento individualmente o en parejas y luego compartirlo
con otros, de manera que el grupo como un todo podía cubrir un área mucho mayor.
Mithen (1996) cree que los cerebros más grandes de los primeros humanos les
permitieron una mayor inteligencia social, es decir para lidiar con las complejidades de vivir en
yuxtaposición cercana con otros, donde se asume que el conocimiento de los otros es de vital
importancia.
El desarrollo del lenguaje
La cooperación, la habilidad de juntarse para resolver problemas, tanto de subsistencia
como de potencial conflicto, es una habilidad vital en los seres humanos. Somos únicos en tener
un lenguaje simbólico, hablado, que nos permite comunicar nuestros sentimientos más íntimos
el uno al otro. Una pregunta fundamental sobre la prehistoria temprana rodea este desarrollo:
¿en qué punto adquirieron los homínidos la habilidad de hablar (Lieberman, 1991)?
Nuestros parientes vivos más próximos, los chimpancés, se comunican con gestos y
muchos sonidos vocales en la naturaleza, mientras que otros simios utilizan sonidos sólo para
20
transmitir información territorial. Sin embargo, los chimpancés no pueden hablarnos porque no
tienen el aparato vocal para hacerlo. En los 60´s, Beatrice y Allan Gardner entrenaron a un
chimpancé llamado Washoe en el uso del Lenguaje Americano de Señas (Gardner y Gardner
1969). En tres años Washoe había adquirido al menos 85 señas y podía conducir una especie de
conversación con los humanos. Pero los chimpancés, ¿pueden construir oraciones? Algunos
argumentan que esta metodología defectuosa ha exagerado las habilidades lingüísticas de los
chimpancés y que los chimpancés son incapaces de construir oraciones.
Sue Savage-Rumbaugh y sus colegas han utilizado un bonobo llamado Kanzi para sugerir
lo contrario (Savage-Rumbaugh y Rumbaugh, 1993). Kanzi fue criado en una selva (no en un
laboratorio) de 22 hectáreas (55 acres), en donde mucha de la comunicación se relacionaba con
las actividades normales de los chimpancés. Le enseñaron cómo entender palabras habladas y
aprendió los símbolos correspondientes en un teclado de computadora. A la edad de 6 años,
pudo identificar 150 símbolos diferentes así como entender el significado de oraciones que
consistían en varias palabras ensartadas. A la edad de 8 años, tenía las habilidades lingüísticas de
un niño de 2.
El equipo de Savage-Rumbaugh reivindica que Kanzi construye oraciones utilizando
algunas reglas gramaticales, pero las oraciones están muy lejos de aquellas usadas por un
humano de 6 años. Casi todas las oraciones de Kanzi son demandas de cosas, mientras que un
humano de 6 años tiene un vocabulario de unas 13.000 palabras y va mas allá de pedir cosas. En
suma, las maneras en que adquieren el lenguaje los humanos y los chimpancés son totalmente
distintas, al punto que el lingüista Stephen Pinker ha llamado a Kanzi, y a otros chimpancés
“habladores”, como “espectáculos con animales altamente entrenados” (1994, p. 151) –quizás un
juicio severo, pero que reconoce que los humanos adquieren módulos especializados de lenguaje
después de los 2 años y que poseen inteligencia lingüística.
Claramente, el lenguaje articulado fue un umbral importante en la evolución humana
porque abrió perspectivas completamente nuevas en conducta cooperativa y un potencial
ilimitado para el enriquecimiento de la vida. ¿Cuándo fue que los homínidos abandonaron los
gruñidos para hablar? No podemos inferir lenguaje a partir de los artefactos simples
manufacturados por H. habilis, pero dos líneas potenciales de investigación se abren. Una utiliza
"endomoldes" (N.d.T: moldes de la parte interna del cráneo). Los endomoldes de los
australopitecinos tempranos son simiescos. Las célula cerebral del cráneo 1470 (ver Figura 2.9)
es unos 300 c.c. más grande y el lóbulo frontal de su endomolde es más humano, especialmente
en el área de Broca, en donde se localiza el control del habla.
La investigación de endomoldes es mucho más general que los detallados estudios
anatómicos de la posición de la caja de voz (la laringe), otra manera de recoger pistas sobre el
desarrollo del habla. Tanto la anatomía comparada como los fósiles pueden ser utilizados para
estudiar las diferencias entre los simios y los humanos. Jeffrey Laitman y otros (Laitman, 1984;
Laitman et al., 1991) estudiaron la posición de la laringe de una gran variedad de mamíferos,
incluidos los humanos. Ellos encontraron que todos los mamíferos, excepto los humanos adultos,
tienen una laringe alta en el cuello, una posición que permite a la laringe bloquear el espacio de
aire en la parte posterior de la cavidad nasal. Si bien esta posición permite a los animales, como
21
los monos y los gatos, respirar y tragar al mismo tiempo, limita los sonidos que producen. La
faringe (la cavidad de aire que forma parte de la vía alimenticia) puede producir sonidos, pero
los animales utilizan su boca para modificar los sonidos porque son anatómicamente incapaces
de producir el rango de sonidos necesarios para un lenguaje articulado.
La laringe de los niños humanos también se encuentra situada alta en el cuello desde los
18 meses hasta los 2 años de edad. Luego, la laringe comienza a descender, terminando entre la
cuarta y la séptima vértebra del cuello. Cómo y por qué son todavía un misterio, pero el cambio
altera completamente la manera en que un niño respira, habla y traga. Los humanos adultos no
pueden separar entre respirar y tragar, de manera que pueden sofocarse cuando la comida se
aloja en una vía aérea. Sin embargo, una cámara faríngea ampliada sobre las cuerdas vocales, les
permite modificar los sonidos que emiten en una variedad infinita de maneras, lo cual es la clave
del habla humana.
Afortunadamente, la forma de la base del cráneo es altamente informativa. La mayoría de
los mamíferos poseen cráneos de base aplanada y laringes altas, pero los humanos tienen una
base de cráneo arqueada asociada con laringes bajas. Utilizando análisis estadísticos sofisticados,
Laitman y sus colegas (1991) realizaron pruebas sobre tantos cráneos fósiles como fue posible.
Ellos encontraron que los australopitecinos de entre 4 a 1 millón de años atrás tenían bases de
cráneo aplanadas y laringes altas, mientras que aquellos del H. erectus, con dataciones de 1,5
millones de años A.P. y posteriores, muestran cierta curvatura, sugiriendo que la laringe estaba
comenzando a descender hacia su posición moderna. Fue sólo hace unos 300.000 años A.P. que
la base del cráneo finalmente asumió la curvatura moderna, lo cual permitió la evolución de un
lenguaje totalmente articulado.
El antropólogo Robin Dunbar (1991) ha estudiado el acicalado, el proceso de extraer
pulgas y piojos, en los grupos de primates. Esta actividad aparentemente trivial fue vital para la
socialización, porque el individuo que es acicalado, por el tiempo que es acicalado, y aquellos
habilitados para mirar, son parte de un proceso de emisión de mensajes sociales. Dunbar cree
que a medida que el tamaño de un grupo de primates crece, la necesidad de transferir
información social también crece. El cree que el lenguaje evolucionó como un medio para
intercambiar información social dentro de grupos cada vez más grandes y complejos,
inicialmente como un suplemento del acicalado y luego como su reemplazo. El lenguaje, opina, es
más eficiente que el acicalado. Utilizando simulaciones informáticas, encontró que H. habilis
pasaba cerca de un 28% de su tiempo acicalando, muy cerca de una asignación de tiempo
máxima proyectada de un 30% para dicha actividad. Pero con tanto tiempo usado para el
acicalado, él cree que estos homínidos comenzaron a incorporar información social dentro de
sus vocalizaciones, en maneras parecidas al ronroneo de los gatos o el parloteo entre los grupos
modernos de babuinos Gelada.
Los chimpancés, nuestros parientes vivos más cercanos, parecen tener un talento natural
para aprender un lenguaje simbólico bajo condiciones controladas. Como hemos visto, el
chimpancé Washoe fue entrenado para comunicarse con humanos, usando un lenguaje gestual
similar al Lenguaje Americano de Señas (Gardner y Gardner, 1969). Después de más de un año,
Washoe pudo asociar señas particulares con actividades específicas, tales como comer y beber.
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No hay evidencia de que los chimpancés puedan combinar símbolos visuales para crear nuevos
significados o utilizar sintaxis. Las secuencias de signos producidas por los chimpancés
entrenados pueden tener un parecido superficial con las primeras oraciones de múltiples
palabras producidas por los niños, pero más allá de la etapa de aprender símbolos aislados, el
aprendizaje del lenguaje de un simio es gravemente restringido.
El valor real del lenguaje, aparte del estimulo que da al desarrollo cerebral, es que con él
podemos transmitir sentimientos y matices mucho más allá del poder que tienen los gestos o los
gruñidos para comunicar. Podemos asumir que los primeros humanos tenían más maneras de
comunicarse que los gestos y gruñidos de los primates no humanos, pero parece que el lenguaje
articulado moderno fue un estimulo más reciente de la evolución biológica y cultural.
Organización Social
La primera fase de la evolución humana implicó cambios en los patrones básicos de
subsistencia y locomoción, así como nuevos ingredientes: compartir comida y fabricar
instrumentos. Esto condujo, en última instancia, a afianzar la comunicación, el intercambio de
información y la percepción económica y social, así como la astucia y la moderación. Entonces, la
anatomía homínida, y luego la humana, se incrementaron con las herramientas. La cultura se
convirtió en una parte inseparable de la humanidad y la vida social adquirió una complejidad
nueva, todavía poco comprendida.
¿Qué clase de organización social disfrutaba el Homo habilis? Por más que observemos
mucho a los contemporáneos primates no humanos, no podemos estar seguros. La mayoría de
los primates son intensamente sociales y viven en grupos en los que la relación madre-hijo forma
el lazo central. El periodo de dependencia del infante hacia su madre encontrada entre
chimpancés probablemente se alargó considerablemente en H. habilis. El mayor tamaño de los
cerebros implicó que los bebés nacieran con cabezas mucho más pequeñas que los adultos, con
un estadio temprano de madurez mental. Esta realidad biológica habría tenido un impacto
importante en la organización social y en los hábitos cotidianos.
Los chimpancés tienen grupos matriarcales flexibles y pueden incluso tener distintas
culturas. Ocupan un territorio relativamente pequeño, con recursos vegetales suficientes para
soportar una densidad de población considerable; este patrón contrasta marcadamente con el de
las bandas de cazadores-recolectores promedio, típicamente un grupo familiar cercano de unas
25 personas de varias familias (Figura 2.179). La clase de caza sistemática que dichas personas
realizan requiere de territorios mucho más grandes y permite densidades mucho menores por
kilometro cuadrado. Los pocos sitios que han sido excavados sugieren que H. habilis tendía a
vivir en bandas algo parecidas a las de los modernos cazadores-recolectores. Pero con toda
probabilidad, su organización social se parecía más estrechamente a la de los chimpancés y
babuinos, que es muy diferente a la de los humanos.
9 Figura 2.17. Chimpancés forrajeando en la región Gombe de Tanzania. Como otros primates, ellos ocupan territorios bastante pequeños, más pequeños que aquellos ocupados por humanos.
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Los chimpancés y los babuinos viven en un mundo creado en sus cerebros a partir de la
integración de la vista, el oído, el olfato y el tacto. A medida que los estímulos (inputs) y su
procesamiento neural son más complejos, más complejo es el mundo interior construido por el
cerebro. Bien puede ser que el incremento en complejidad es lo que subyazga al crecimiento
acumulativo del tamaño cerebral, que es un rasgo distintivo de la evolución mamífera, desde los
anfibios a los reptiles y, luego, de los mamíferos a los humanos. El mundo del H. habilis fue
mucho menos predecible y mas demandante que, incluso, el del Australopitecus. ¿Qué es lo que
fue más complejo? ¿Por qué es que tenemos que ser tan inteligentes? No para cazar animales o
recolectar alimentos, sino para interactuar con otras personas. Es probable que la complejidad
creciente de nuestras interacciones sociales haya sido una fuerza poderosa en la evolución del
cerebro humano. Para H. habilis, la adopción de una dieta de base ampliada con un grupo social
con el que compartir comida, pudo haber ubicado demandas mucho más apropiadas en la
habilidad de lidiar con lo complejo y lo impredecible. Luego, las brillantes habilidades
tecnológicas, artísticas y expresivas de la humanidad pueden bien ser una consecuencia del
hecho de que nuestros ancestros tempranos hayan sido más y más expertos socialmente.
El primer capítulo de la evolución humana terminó hace unos 2 millones de años, con la
aparición de los primeros humanos verdaderos, clasificados genéricamente como Homo erectus,
descriptos en el Capítulo 3.
Resumen
La historia de la evolución humana comienza con la separación de las líneas del
chimpancé y del humano a partir de un ancestro común, y hasta el momento desconocido, hace
unos 5 o 6 millones de años. Los primeros homínidos vivían en los arboles, tenían brazos y
piernas largos y pechos anchos, y eventualmente se volvieron bípedos, caminando en dos
piernas. Ampliando su dieta para incluir más carne y logrando gran movilidad y flexibilidad
conductual, se adaptaron a tierras más abiertas en África, que eran resultado de un enfriamiento
global de 4 millones de años.
El homínido más temprano conocido posiblemente sea Sahelanthropus tchadensis de
Chad, el cual podría datar de ente 6 y 7 millones de años A.P. Un pequeño homínido bípedo
llamado Ardipithecus ramidus prosperó en Etiopía hace 4,5 millones de años. Un homínido más
tardío, Australopitecus afarensis, fue el ancestro de los homínidos posteriores y prosperó entre
3,5 y 3 millones de años A.P. Hace unos 2 millones de años, la línea homínida había radiado en
muchas formas, entre ellos, australopitecinos robustos y otros más gráciles y otra forma
homínida, el Homo habilis de mayor cerebro. Homo habilis fue un forrajeador que también
carroñeó carne de presas y que, quizás, cazó. Este homínido utilizó una tecnología lítica simple,
tuvo cierta habilidad para comunicarse y una organización social muy rudimentaria. Nuevas
definiciones del género Homo hacen una distinción mayor entre los homínidos de apariencia más
simiesca descriptos en este capítulo, que prosperaron antes de los 2 millones de años A.P. y los
verdaderos humanos, comenzando con Homo erectus, que evolucionaron después de 1,9 millones
de años A.P.
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Pueden utilizarse tres líneas de evidencia para testear hipótesis sobre la conducta
humana: dispersiones artefactuales, artefactos manufacturados y restos de alimentos. Las
dispersiones artefactuales más tempranas no fueron “lugares centrales” o campamentos, como
alguna vez se pensó. Fueron lugares a los que la comida era transportada, procesada y
consumida por los homínidos, quienes, más que cazar grandes animales, carroñeaban mucha de
su carne de las matanzas realizadas por los predadores. Los restos vegetales también eran
importantes. La tecnología humana más temprana, conocida como Olduvaiense, consistió en un
uso simple y efectivo de guijarros de piedra y lascas afiladas, que eventualmente evolucionaron
en lascados de ambos lados –bifaces.
Homo habilis compartía la habilidad de sus ancestros más tempranos de mapear recursos
sobre el paisaje, su inteligencia estaba amplificada por la fabricación de herramientas. Estos
homínidos pudieron haber vivido en grupos más grandes, posible por una mayor inteligencia
social resultado de un mayor tamaño cerebral. A pesar de estas habilidades mejoradas de
comunicarse con otros, los primeros humanos probablemente tuvieron las formas más
rudimentarias de lenguaje, sumadas a los gruñidos y gestos de otros primates.
Conceptos clave
Radiación adaptativa (Adaptive radiation). Explosión evolutiva en la que una sola especie
diverge para llenar cierto número de nichos ecológicos, siendo el resultado una variedad de
formas nuevas.
Antropoides (Antropoids). Suborden de primates que incluye simios, humanos y monos.
Bipedismo (Bipedal). Marcha sobre dos pies, postura en dos patas
Capacidad de carga (Carrying capacity). Habilidad de un ambiente para sostener cierta
densidad de población por kilometro cuadrado.
Lugar central (Central place). Locación en la que los homínidos, y posteriormente los
cazadores-recolectores, retornaron repetidamente para dormir, comer y otras actividades.
Endomoldes (Endocasts). Molde natural del interior del cráneo.
Homínido/Hominidae. Primates de la familia Hominidae, la cual incluye a los humanos
modernos, las subespecies humanas tempranas y sus ancestros directos.
Hominoidea. Superfamilia que incluye a simios y humanos.
Marcha sobre nudillos (Knuckle walking). Postura de cuatro patas, en la que los nudillos de
los miembros anteriores actúan como superficie de apoyo.
Estudios de microdesgaste (Microwear studies). Examen microscópico de las superficies de
trabajo de las herramientas para establecer su uso.
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Pleistoceno. La última época geológica, la cual empezó hacia 1,6 millones de años AP y terminó
hace unos 15.000 años AP. Comúnmente llamada la Era de Hielo o la Gran Era de Hielo.
Póngido (Pongid). Los parientes más cercanos de la humanidad, como los chimpancés
Primates. Un orden de mamíferos que incluye a los prosimios, simios, humanos y monos.
Prosimios. Un suborden de Primates que incluye a los lémures, tarsios y otros “premonos”.
Cuadrupedalismo (Quadrupedalism). Marcha sobre cuatro miembros.
Dimorfismo sexual (Sexual dimorphism). Diferencia de tamaño a causa del sexo.
Estratigrafía (Stratigraphy). En geología, el estudio de los estratos terrestres; también se aplica
para los estratos arqueológicos.
Tafonomía (Taphonomy). Estudio de la descomposición de los huesos luego de haber sido
descartados o de la muerte del animal.
Ungulado (Ungulate). Mamífero con pezuñas.
Guía para futuras lecturas
Blumenschine, Robert, and John Cavallo. 1992. “Scavenging and Human Evolution”. Scientific
American October. 90-96.
Una discusión elegante de una hipótesis sofisticada de carroñeo. Impresionante por su
perspectiva multidisciplinaria y sus detalladas observaciones.
Foley, Robert. 1995. Humans Before Humanity. Oxford: Blackwell.
Un libro provocativo sobre el trasfondo ecológico de la evolución de la humanidad.
Comentario reflexivo y teorización creativa sobre el surgimiento de la humanidad.
Johanson, Donald C., and Maitland A. Edey. 1981. Lucy: The Beginnings of Humankind. New York:
Simon & Schuster.
Un relato bien escrito, vívido, sobre los homínidos de Hadar que se extiende ampliamente
sobre las mayores controversias de la paleoantropología. Excelentes descripciones del
proceso de investigación y de los métodos datación.
Klein, Richard. 1999. The Human Career, 2nd ed. Chicago: University of Chicago Press.
Klein provee de un resumen con autoridad de todos los capítulos de la evolución humana
para el lector más avanzado.
Lewin, Roger. 1987. Bones of contention. New York: Simon & Schuster.
26
Un relato entretenido sobre las principales personalidades y controversias de la
paleoantropología. Admirable para el lector general.
______.1998. Principles of Human Evolution, rev. ed. Cambridge, MA:Blackwell.
Atractivo y actualizado, este es el mejor libro de texto sobre el tema actualmente en el
mercado.
Mithen, Steven. 1996. The Prehistory of the Mind. London and New York: Thames & Hudson.
Una síntesis brillante de la evidencia de la arqueología y de otras disciplinas sobre la
evolución de la mente humana. Escrito atractivamente para el público general.
Schick, Katy, and Nicholas Toth. 2001. “Paleoanthropolgy at the Millennium”. In Archaeology at
the Millennium: A Sourcebook. Gary M. Feinman and T. Douglas price, ed. Pp. 39-108. New York:
Plenum & Kluwer.
Una síntesis actualizada de la investigación del registro arqueológico de la prehistoria
temprana. Excelente bibliografía.
Tattersall, Ian. 1996. The Fossil Trail: How We Know What We Think We Know About Human
Evolution. New York: Oxford University Press.
Relato bien escrito y agradablemente ilustrado del registro fósil para laicos.
Epígrafe figura 2.10: mya = millions of years ago (millones de años atrás)