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FAMILIA Y NATURALEZA EN EL BARRIO DE SAN ROMÁN,
CAMPECHE: PÉRDIDAS DEL PATRIMONIO BIOCULTURAL EN LA
PESCA Y EL CUIDADO A LA SALUD
Martha Beatriz Cahuich Campos1 Laura Huicochea Gómez2
Resumen
Se presentan resultados de entrevistas levantadas en el Barrio de San Román en la Ciudad de
Campeche. Se observa un abandono gradual generacional en el conocimiento y la práctica de
insumos curativos (herbolaria) y de la pesca de baja intensidad, que tuvieron las familias de
este histórico barrio de pescadores. La pérdida de este patrimonio biocultural se dio, sobre
todo, en la segunda mitad del siglo XX y en ésta influyeron diversos factores como la
contaminación de la bahía de la ciudad de Campeche, el aumento en la urbanización y la
predominancia de la educación y la medicina institucionalizadas sobre la transmisión de
saberes y prácticas de tipo familiar.
Palabras clave : familia, pérdida del patrimonio biocultural, salud, pesca, Campeche.
1 Escuela Nacional de Antropología e Historia
2 El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Campeche
¿CÓMO CITO ESTE ARTÍCULO? Cahuich, Martha Beatriz; Laura Huicochea Gómez. “Familia y naturaleza en el barrio de San Román, Campeche: Pérdidas del patrimonio biocultural en la
pesca y el cuidado de la salud”; en: Patrimonio Cultural y Natural. Experiencias mexicanas en torno a su protección y su manejo”. Red Patrimonio, Revista Digital de Estudios en Patrimonio Cultural. Nueva Época. Volumen I, Número 1. Abril de 2013. El Colegio de Michoacán, A.C; Universidad Autónoma de Campeche. México. www.colmich.edu.mx/red.
Familia y naturaleza en el Barrio de San Román, Campeche: pérdidas del patrimonio biocultural en la pesca y el cuidado a la salud
2 Martha Cahuich; Laura Huicochea
INTRODUCCIÓN En este artículo se presentan los primeros
resultados del proyecto El patrimonio
cultural de Campeche desde la mirada de
la familia, investigación que realiza la
Escuela Nacional de Antropología e
Historia y que cuenta con el apoyo de El
Colegio de la Frontera Sur, Unidad
Campeche.
Entendemos por patrimonio cultural a
“aquellas expresiones de la cultura que un
grupo social o pueblo decide preservar
porque le son fundamentales para su
existencia en el devenir de la historia, ya
que son importantes para su expresión
identitaria” (Cottom en: Huicochea y
Cahuich, 2010, p. 9). Por su parte,
retomamos la definición de familia de
Escalante (2009), que la considera como
…un conjunto de relaciones sociales con una base de parentesco más o menos elástico,
con un referente residencial que puede ser el hogar, en el que conviven géneros y grupos de edad
diferentes, en que unos proveen y otros reciben bienes materiales. Dicho conjunto puede presentar,
por su heterogeneidad y los intereses diferentes de sus miembros, diferentes tipos de
conflicto.
Así, el presente estudio investigan aquellas
expresiones de la cultura que pueden ser
seleccionadas para ser transmitidas en el
tiempo y en el espacio por parte de una
institución como lo es la familia. En
especial nos interesa profundizar en dos
ejes básicos que son la educación y la
salud. Se emplea como herramienta básica
a la memoria oral. El proyecto abarca una
temporalidad de finales del siglo XIX hasta
la actualidad.
En concreto, se han realizado entrevistas
semiestructuradas con final abierto3
con
personas adultas que nacieron en el barrio
de San Román, Ciudad de Campeche; y en
la Ciudad de Calkiní, Campeche; mismas
que sugieren cambios profundos en la
transmisión del patrimonio cultural y en el
rol que la familia ha jugado en este campo.
Por otra parte, también se está realizando
investigación documental en el Archivo
General del Estado de Campeche, en el
Archivo Parroquial de la Diócesis de
Campeche, en la Biblioteca Campeche y en
la Biblioteca de la Universidad Autónoma
de Campeche.
Es importante señalar que las personas
entrevistadas en San Román, residieron o
tienen ancestros que vivieron en una
colonia de pescadores ribereños que
estuvo ubicada en este barrio de la capital
del estado; mientras que las familias de
Calkiní, se encuentran en la zona maya de
Campeche, varias de ellas son hablantes
de esta lengua indígena y son
descendientes de campesinos.
Sin embargo, en el presente escrito nos
limitaremos a compartir los primeros
análisis de entrevistas llevadas a cabo con
las familias descendientes de pescadores
en pequeña escala de San Román. Las
entrevistas analizadas fueron hechas con
distintos miembros de una sola familia. La
memoria oral ha ayudado a conocer las
actividades de tres generaciones de sus
miembros: la más antigua, que
3
Varias de estas entrevistas pudieran ser grabadas y transcritas. En otras no hubo esta posibil idad. En cuanto a las pláticas familiares,
estas no siempre fueron grabadas, pero sí registradas en diario de campo.
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denominaremos de los abuelos, abarca a
personas que nacieron a fines del siglo XIX
y principios del XX. Mientras que sus hijos
vieron la primera luz desde finales de los
años veinte hasta los años cuarenta del
siglo XX. También se entrevistó a una nieta
que nació en la década de los sesenta.
Dado que los abuelos de esta familia ya
fallecieron, el recuerdo de sus actividades
se basa en la memoria oral de sus hijos
(que al momento de la entrevista tenían
alrededor de setenta años), y de su nieta
que contaba con 43 años.
Como los informantes están vivos y en las
entrevistas se tratan temas que pueden ser
delicados, además de que en ocasiones
hay aspectos contradictorios en las
versiones dadas entre distintos miembros
de la familia que podrían causar polémica
al interior de la misma, en el presente
proyecto se ha decidido cambiar los
nombres de los informantes.
LA COLONIA DE PESCADORES:
AVENIDA JUSTO SIERRA San Román es uno de los barrios históricos
que fueron creados desde la fundación de
la Villa de San Francisco de Campeche en
1540 y se encuentra extramuros de la
antigua ciudad colonial. En general ha sido
famosa localmente por albergar a marinos
y pescadores.
De acuerdo con la memoria oral de las
personas entrevistas, hacia 1943 o 1944 se
construyó la colonia de pescadores
“Avenida Justo Sierra” en lo que hoy es la
parte sur del malecón de la ciudad. En
concreto, dicho asentamiento abarcaba de
donde se ubica actualmente el monumento
a Justo Sierra hasta el Hotel Alhambra
(entrevista con la señora María, 2011;
entrevista con la señora Soledad, 2011).4
En estos terrenos había un basurero
(principalmente de vidrio y de cerámica).
Varios pescadores en pequeña escala se
organizaron en ese entonces para solicitar
al gobierno local les permitiera construir ahí
sus casas en lo que eran terrenos
federales, ya que sus cayucos quedaban
fondeados frente al terreno conocido en la
ciudad como “el Cocal,” en la playa
sanromanera. Lograron obtener un contrato
por 20 años y a cambio pagaban una
pequeña cuota (entrevista con la señora
María, 2011).
Se debe recordar que en 1943 se inauguró
la luz eléctrica del segundo malecón
construido en el siglo XX en la ciudad de
Campeche, llamado “Justo Sierra,” obra
que fue iniciada en 1939 bajo el gobierno
de Héctor Pérez Mart ínez. De acuerdo a
Pino (2008), esta obra le fue solicitada al
gobernador por los vecinos de San Román
durante su campaña política, ya que en
este barrio se acumulaban detritus, algas
marinas y desperdicios en su franja
costera. Dicho malecón se construyó del
cementerio de San Román al baluarte de
San Carlos, que en ese entonces ya tenían
un mayor crecimiento urbano y tránsito de
vehículos, además de ser una zona de
carga y de descarga de productos
procesados. Sin embargo, esta obra no se
4 Ambas mujeres son hermanas: María nació en
1929, mientras que Soledad en 1935. Su padre
(Jesús), su abuelo (José) y su hermano (Elías) eran pescadores ribereños, mientras que la madre, Clara, estaba dedicada al hogar. María
llegó a vivir a la colonia Avenida Justo Sierra a los 15 años, mientras que Soledad a los 8.
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extendió hasta los terrenos que solicitaron
los pescadores investigados en el presente
estudio para levantar sus viviendas,
ubicadas más al sur.
De acuerdo con los relatos, la mayor parte
de estas últimas eran de madera con
lámina de cartón, aunque algunas tenían
porciones de bloque. En general estas
viviendas tenían piso de cemento o de
ladrillo. Con el tiempo, algunos de estos
pescadores vendieron sus terrenos a
personas que no se dedicaban a esta
actividad, y estas últimas construyeron
casas de material.
En la actualidad, el malecón de la ciudad
de Campeche es de dos vías. Las
personas entrevistadas refirieron que en los
años cuarenta, en la zona donde se
ubicaba la colonia de pescadores que se
estudia en la presente investigación,
pasaba una carretera pequeña (que hoy en
día coincide con una de las vías del
malecón actual, la que transita hacia el
norte, de San Román hacia el centro de la
ciudad), y que sus casas se ubicaban
físicamente en lo que hoy es la otra vía del
malecón (la que va hacia el sur, hacia
Lerma). Eran terrenos de 20 por 40 m.
Probablemente la colonia contaba con
alrededor de 25 familias. En concreto, la
casa de la familia entrevistada era de
madera con techo de láminas de cartón,
tenía dos piezas, y un patio que en realidad
era parte de la playa.
En la década de los sesenta (quizás hacia
1965) estas viviendas fueron derrumbadas
para ampliar el malecón de la ciudad y los
pescadores fueron reubicados en casas de
material situadas en lo que hoy es la
Avenida Colosio, del barrio de San Román
(entrevista con la señora Soledad, 2011).
Lo anterior debe haber correspondido a las
obras que realizó en la ciudad el
gobernador José Ortiz Ávila (Pino, 2008,
pp. 99 - 109).
PESCA Y TRANSMISIÓN FAMILIA DEL
PATRIMONIO BIOCULTURAL
Un elemento interesante que se observa en
el relato de la única nieta entrevistada de
esta familia (Caridad), es la impresión de
que los pescadores en pequeña escala
tenían otro “concepto de trabajo al que
tenemos actualmente”: se sentían hombres
libres y autónomos, pues no tenían un jefe,
el trabajo dependía de ellos, no recibían
dinero de nadie, ellos mismos
administraban sus recursos, les gustaba la
naturaleza y la conocían.5
En este concepto de trabajo no se buscaba
realizar una explotación intensiva y
exhaustiva de las especies obtenidas, sino
contar con lo suficiente para alimentar a
sus familias, y lo restante venderlo en el
mercado de la ciudad. De esta forma, los
5
Esta noción de libertad del pescador ribereño también es referida por Roberto Rodríguez, quien en los años ochenta
realizó una investigación con pescadores de camarón de Laguna de Términos, Campeche. Rodríguez señala que aquellos
pescadores que no pertenecían a una cooperativa manifestaban una animadversión a lo que definían como
“trabajar para ot ros” (por ejemplo, rechazaban tajantemente que se les descontara dinero para gastos de esta
organización); y preferían no tener un patrón y ser los propietarios de sus medios de producción (es decir de su equipo y
artes de pesca). Ellos se concebían a sí mismos como “independientes, libres, individualistas” (Rodríguez, 1984, pp. 44 –
46).
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mejores pescados eran elegidos siempre
para el autoconsumo, y lo demás se
empleaba como un recurso para obtener
dinero.
Se pescaban distintas especies de
animales que exigía el manejo de distintas
técnicas, habilidades e insumos: desde
saber elegir la carnada, los anzuelos y las
plomadas adecuadas, hasta el manejo de
nasas, boyas, cordeles, sacos
especialmente hechos por los pescadores
(por ejemplo para la pesca del camarón
pequeño), además conocer el manejo de
los cayucos y las velas.
En general, se pescaba en la madrugada (5
de la mañana). Los pescadores iban con
sus cayucos, vela, canalete (tipo de remo),
anzuelos, palanca (palo largo), cordeles,
cesto, achicadero (una especie de jícara
con la que sacaban el agua que se metía al
interior del cayuco), lámparas de petróleo y
carnada. En el caso de la pesca del
camarón, ésta se hacía a la media noche.
El pulpo se pescaba en las cuevas y en las
piedras, y el caracol y el cangrejo
empleando los pies, en la playa (entrevista
con la señora Soledad; y entrevista con la
señora Caridad, 2011).
Aunque los pescadores de la familia
entrevistada no cazaban tiburón, en los
relatos orales analizados se describen las
técnicas usadas para lo anterior por otros
pescadores en los años cuarenta o
cincuenta.
En general, la pesca de baja intensidad
requería de conocimiento en varios
sentidos. La señora Caridad mencionó que
su padre y su abuelo sabían el movimiento
del sol, la luna y las estrellas, que les
servían para la orientación en la
navegación del mar, junto con puntos de
referencia físicos (como las torres de la
Catedral de Campeche o el faro de la
Iglesia de San José). Conocían bien las
fases de la luna para el cálculo de las
mareas. Otro aspecto, que fue resaltado en
el relato, fue la importancia saber acerca
del viento, su dirección y su intensidad,
además de poder calcular el tiempo
aproximado en el que caería la lluvia.
Obviamente había un conocimiento sobre
el mar: sobre las corrientes marinas, los
lugares donde se podía encontrar
determinadas especies en distintas épocas
del año, la profundidad en la que se
encontraban estas, lo peligroso de navegar
en las vaciantes (marea baja), entre otros
(entrevista con la señora Caridad, 2011).
Los pescadores conocían varias especies
marinas. Era muy importante reconocer
pronto si se había pescado animales
peligrosos o dañinos como las anguilas o
las medusas, y tener cuidado de no pisar
peces piedra, por ejemplo (entrevista con la
señora Caridad, 2011). Se buscaba en
general obtener especies que eran
consideradas localmente como
comestibles.
Se debe señalar que en los relatos orales
varias especies de animales marinos
fueron nombradas en lengua maya, lo
mismo sucedió con algunos de los insumos
empleados para la pesca. No obstante,
ningún integrante de esta familia era
hablante de esta lengua. En general,
parece que se compartían también algunas
interpretaciones indígenas sobre cómo
Familia y naturaleza en el Barrio de San Román, Campeche: pérdidas del patrimonio biocultural en la pesca y el cuidado a la salud
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algunos elementos naturales podían ser o
no benéficos. Por ejemplo, la señora
Caridad mencionó que cuando en algunos
días, cuando la luz del sol se pone
amarillenta en la tarde el abuelo les decía a
sus nietos que había “mal viento” y les
daban un poco de sal en la punta de la
lengua para que no les hicieran daño
(entrevista con la señora Caridad, 2011).
En los años setenta, los conocimientos
empleados para la pesca trataron de ser
inculcados por parte del abuelo y de su hijo
Eliseo a la señora Caridad y a sus
hermanos. Es interesante resaltar que los
adultos no tuvieron una preferencia para
transmitir sus conocimientos y su habilidad
a un determinado sexo: así tanto las
hermanas de la señora Caridad, como ella
y su hermano varón, recibieron por igual
explicaciones de cómo deberían observar
el cielo, el viento, la luna, a reconocer
especies marinas, cómo orientarse en la
mar, entre otros.
Pero más interesante aún es el
señalamiento de la informante de no haber
prestado atención para aprender estos
conocimientos. La razón de lo anterior es
que no le veía sentido: ella iba a la escuela
primaria y sabía que no iba a aplicar esto
en su vida futura.
Ninguno de los tres hermanos de Caridad
optó por la pesca. Ella actualmente es
profesora de la Universidad Autónoma de
Campeche. El abuelo murió en 1979 y su
padre es ya un anciano. Como se señaló
antes, los conocimientos y las habilidades
que trataron de transmitir a la siguiente
generación no fueron llevados a la práctica,
si bien se recuerda, en términos generales,
en qué consistían (entrevista con Caridad,
2011).
EL PATRIMONIO CULTURAL EN EL
ENTORNO DOMÉSTICO La esposa del abuelo Jesús, Clara, procuró
transmitir también su experiencia sobre la
forma en que las mujeres pueden contribuir
a la economía familiar desde el ámbito
doméstico (durante los años cuarenta y
cincuenta del siglo pasado).
Caridad recordó que les enseñaba a ella y
a sus hermanas sobre el cuidado de
animales de patio que servían para la
alimentación familiar (por ejemplo para
poder contar con huevos o carne, al criar
gallinas, patos o pavos); les enseñaba a
nixtamalizar y a tortear; a cocinar, a tejer y
a bordar, estas últimas actividades servían
para hacer o adornar ropa para los distintos
miembros de la familia.
Un punto importante tenía que ver con la
recolección de agua de lluvia y con el
cultivo del huerto familiar. Las señoras
María y Soledad recordaban que en su
infancia y su adolescencia, cuando vivían a
la orilla del mar en la Avenida Justo Sierra,
no contaban con agua potable, ya que no
tenían pozo ni tomas públicas, por lo que
debían acarrear diariamente agua de una
casa vecina, relativamente cercana, donde
les permit ían acceder a un pozo. La
recolección diaria del l íquido empleando
cayuco y cargándola con baldes, bajo el
sol, es una de las cosas que más
recordaron por lo pesado de este trabajo.
En época de lluvia se recolectaba agua a
través de tambos. Por las características y
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tamaño del terreno de sus viviendas no
podían tener aljibe.
Caridad por su parte recuerda que cuando
vivía con sus abuelos, padres y hermanos,
en la casa de Avenida Colosio (en los años
setenta), sí tenían agua potable, pero la
abuela Clara les enseñaba cómo recolectar
agua de lluvia en tambo, ya que ésta tiene
otro sabor mucho más apetecible y que
podía tener diferentes usos: para cocinar y
para bañarse.
Es probable que el conocimiento doméstico
transmitido por la abuela haya sido más
aplicado en la vida de Caridad con respecto
al que trató de introducirle su padre y
abuelo.
En la rememoración de esta parte de su
vida, esta mujer señaló que las comidas
tenían otro sabor. También que mucho de
la vida familiar y de la educación al interior
de este núcleo estaban enmarcadas por
una visión religiosa católica, de creencia en
la existencia de un poder sobrehumano,
pero con poca participación en la vida
institucional católica representada por la
Iglesia. Esta educación y práctica religiosas
estaban enfocadas a dar respuesta a los
problemas vitales y a la construcción de
redes sociales. Caridad recordó la
importancia que tenía para sus vecinos y
sus familiares la organización de las
novenas, los rezos y las festividades
navideñas.
Un punto importante de su narración es el
recuerdo de momentos de convivencia
familiar: por ejemplo, al medido día cuando
se reunían a comer juntos y platicaban sus
experiencias del día, por ejemplo, el abuelo
y el padre, narraban lo que le había pasado
en el mar. Recordó cuando se relataban
hechos que no tenían una explicación
aparente: el haber visto en la mar a un
animal raro o cosas extrañas en el cielo
durante la noche como luces o bolas de
fuego que iluminaban el agua, entre otros
acontecimientos.
Uno de los puntos más interesantes de su
relato son los esfuerzos por mantener un
vínculo social con personas ya muertas.
Caridad mencionó que su abuela Clara
asistía a sesiones espiritistas o recurría a la
lectura de barajas para poder contactar con
sus tres primeros hijos, quienes murieron
como niños en una epidemia de sarampión
en 1929.
LA SALUD Se observa en los relatos un empleo de
recursos naturales enfocados a la curación
de distintos tipos de padecimientos.
Soledad refirió que en su infancia, su
madre Clara y sus vecinas empleaban
herbolaria para curar diversos problemas
de salud, en los años cuarenta y cincuenta.
Esto debe haber ocurrido en los años
treinta y cuarenta del siglo pasado. Por su
parte, Caridad recordaba cómo Clara
continuaba con esta práctica durante su
infancia, en los años setenta.
Acostumbraba siempre a tener plantas
comestibles y medicinales en su patio.
Soledad recuerda el nombre de varias de
ellas (denominadas algunas en lengua
maya), y en términos generales, para qué
servían: chaká, siina´ an che´, pomolché,
llantén. Además tenía epazote (o “apazote”
Familia y naturaleza en el Barrio de San Román, Campeche: pérdidas del patrimonio biocultural en la pesca y el cuidado a la salud
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como se le denomina en Campeche),
hierbabuena, chile, entre otros.
Aparentemente el aprendizaje del uso este
tipo de insumos comestibles y curativos se
daba de madres a hijas, aunque
participaban también vecinos, amigos,
compadres y otros.No sólo se cultivaban
plantas comestibles o medicinales en los
patios de las casas, sino también se
recolectaban de espacios públicos o eran
solicitadas a un vecino que las tenía en su
vivienda. También se les conseguía en el
mercado.
Aunque María y Soledad saben reconocer
algunas de estas plantas y recuerdan en
términos generales su uso curativo, no las
emplearon para sus hijos, y por esta razón
desconocen exactamente qué parte se
debe utilizar de la planta y las dosis. En
concreto la señora Soledad dijo que no
puede hacer la preparación medicinal con
alguna de ellas. La causa de lo anterior,
según sus relatos, tiene que ver porque ya
no tuvieron necesidad de emplear la
herbolaria, pues contaban con servicio
médico.
Vale la pena aclarar que en la generación
de los padres de estas mujeres (es decir,
del abuelo Jesús y la abuela Clara) el
empleo de herbolaria no fue el único
recurso curativo: también acudían a
médicos particulares.
Soledad refirió que en una ocasión su
padre estuvo grave y fue atendido por
González Francis, un médico de origen
libanés, quien tenía su consultorio privado
pero que también acudía a las casas de los
enfermos (entrevista con la señora Carmen
y la señora Soledad, 2011).
Sin embargo, cuando Soledad creció y tuvo
a su primera hija, su esposo trabajaba en
Ferrocarriles del Sudeste y tenía derecho al
servicio médico que, como prestación, se
les daba a los trabajadores. Por eso ella
llevó a sus hijos con médicos universitarios
y ya no empleó plantas medicinales.
Cuando Soledad salió de Campeche y vivió
muchos años en la Ciudad de México, en
general continuó recurriendo a la medicina
institucional, tanto oficial como privada, por
lo que casi no aplicó los conocimientos y
las prácticas de que tenía su madre Clara
en materia de herbolaria.
Esta mujer también señaló que en los años
cuarenta y cincuenta sus padres y sus tíos
no recurrían a terapeutas locales tales
como hierbateros, hueseros, etc., aunque
sí se confiaba mucho en las parteras. Ella y
sus hermanos nacieron con la atención de
estas mujeres; pero los hijos de Soledad
nacieron ya en hospitales.
Por otra parte, en una plática familiar en
donde estuvo presente otra de las
hermanas de Soledad y María, Marisol,
junto con su esposo Francisco, su hija
Candelaria, y sus sobrinas Rosario y
Georgina, se rememoró cómo Soledad,
María, Marisol y Francisco curaban
padecimientos menores cuando eran niños
y jóvenes (años cuarenta y cincuenta).6
Ellos mencionaron que para quitarse los
6
Plática grabada de los señores Francisco, Marisol, Soledad, Rosario, Georgina y Candelaria, llevada a cabo el 23 de diciembre
de 2011 en casa de los señores Francisco y Marisol, San Román, Campeche.
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ashes (verrugas) las estrangulaban con
pelo de caballo que les proporcionaba el
señor aguador, quien tenía una de estos
animales. Explicaron que se elegía al pelo
de caballo por su resistencia y lo que
buscaban era cortar la circulación
sanguínea de esta protuberancia cutánea.
Sin embargo, Francisco comentó que en
una ocasión tuvo en la mano una verruga
que le salía periódicamente y que, durante
el velorio de uno de sus primos, su madre
le aconsejó pasarla 9 veces en la frente del
difunto para que ya no le volviera a brotar,
lo que efectivamente sucedió (plática con
los señores Francisco, Marisol, Soledad,
Rosario, Georgina y Candelaria, 2011).
Recordaron también la existencia de la
“piedra de ojo:” una parte dura de un
caracol similar a una piedrita que todos los
vecinos empleaban para quitarse las
lagañas (chemes), introduciéndola al ojo.
Mencionaron que no lastimaba el tenerla y
que cuando la piedra quedaba envuelta en
estas mucosidades se caía sola. Este
caracol era frecuentemente encontrado
entre los camarones pescados por Jesús y
su hijo Elías, y la gente guardaba la piedra
que contenían en un frasco con arena
(pues se creía que así se mantenía viva)
para cuando se necesitara. Señalaron que
nadie refirió haber tenido una infección
ocular debido a esta práctica (plática con
los señores Francisco, Marisol, Soledad,
Rosario, Georgina y Candelaria, 2011).
Anécdotas como la anterior han sido
referidas en distintos momentos de
entrevistas o de pláticas grupales en las
que las investigadoras han tenido la
posibilidad de estar presente. Se debe
destacar la abundancia del empleo de la
lengua maya en la denominación de
distintos padecimientos -como ashes para
hablar de verrugas, tutupich para referirse a
perrillas o chemes para hablar de lagañas-.
LA PÉRDIDA ECOLÓGICA Como ya se mencionó, en la familia
investigada hubo una pérdida generacional
de ciertas expresiones culturales familiares,
como el conocimiento y la práctica sobre la
pesca en pequeña escala o la curación por
medio de la herbolaria. Los testimonios
indican que al parecer esta fue una
influencia de la presencia de la educación y
de la medicina institucionalizadas. Sin
embargo hay un factor más que también
señala la fuente oral: la reciente
urbanización de la ciudad de Campeche.
De esta forma, en las entrevistas y la
plática analizadas hay constantemente hay
una descripción del entorno ecológico
desaparecido. Por ejemplo, la señora
Soledad recordó en varios momentos de
las pláticas dónde estaban los límites
naturales del mar durante su infancia, antes
de la construcción de ciertas porciones del
malecón; también refirió a la abundancia de
conchas, caracoles, peces y medusas en el
patio de su casa a la orilla del mar; los
juegos que ella y sus hermanos hacían
empleando con erizos de mar, palmas de
coco, o cuando pescaban y nadaban en el
mar; el hecho de que los adultos y jóvenes
de ese entonces pudieran pescar al pulpo
en las piedras cercanas a la playa, etc. Es
decir, se recuerda la presencia de un
entorno ecológico que existió hacia la
segunda mitad del siglo XX y de una serie
Familia y naturaleza en el Barrio de San Román, Campeche: pérdidas del patrimonio biocultural en la pesca y el cuidado a la salud
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de actividades vinculadas con éste que no
existen más.
Los recuerdos de su sobrina Caridad
también coinciden con la presencia de una
gran cantidad de especies marinas cuando
ella era niña en los años setenta.
Al parecer, la memoria oral señala la
pérdida de esta riqueza ecológica y de las
actividades relacionadas con ella, sobre
todo a partir de los años setenta y ochenta
hasta la actualidad. La memoria oral refiere
que la construcción del malecón facilitó la
presencia de aguas negras de la ciudad
que desembocan en el mar provenientes
principalmente de hoteles y oficinas, y que
ha sido la responsable de la pérdida de
estas especies. Francisco, el esposo de
Marisol, señaló que los actuales
pescadores ribereños tienen que ir cada
vez más lejos para encontrar especies
marinas cada vez menos abundantes.
Además, que la población perdió la
posibilidad de tener espacios de recreación
en la playa, lo que sí ocurría antes, cuando
la gente se bañaba en la Bahía de
Campeche.
No se mencionó la contaminación por
medio de petróleo como causante de este
daño ecológico.
Muy probablemente todo este proceso
tiene sus raíces desde los años cincuenta,
cuando se comenzaron las obras del cuarto
malecón campechano “Adolfo Ruiz
Cortines” que era parte del proyecto
denominado: “Campeche nuevo.”
Bajo un discurso de la “gran necesidad de
modernizar a la ciudad”, de “cambiar la
marginación económica y social del estado
y su atraso en todos los órdenes” y de la
“búsqueda de un bienestar dinámico
resultado del progreso”, el entonces
gobernador del estado, Alberto Trueba
Urbina (1955-1961) se decidió a crear una
“nueva ciudad” ganando terrenos al mar,
haciendo obras de saneamiento y
mejorando las vías de comunicación
terrestres. Bajo su mandato se inició la
construcción del malecón “Adolfo Ruiz
Cortines” con un boulevard proyectado de
Campeche a Lerma mucho más amplio que
la carretera que existía en ese entonces.
Todas estas obras, entre otras cosas, eran
justificadas para atraer al turismo (Pino,
2008, pp. 71 – 79).7
Las obras del “Campeche nuevo” iniciaron
en 1958, pero no se concluyeron. Bajo el
gobierno de José Ortiz Ávila (1961 – 1967)
se continuó todo este proyecto con el
relleno sanitario de las playas que ganó
importantes superficies al mar, se
construyó el Palacio de Gobierno y la
Cámara de Diputados. También hubo
distintas obras de urbanización de la ciudad
(pavimentación, electrificación, ampliación
de red de agua potable, apertura de
avenidas).
Este proceso constructivo no se ha
detenido. Como la fuente oral refiere, el
crecimiento de la ciudad, la construcción de
grandes edificios oficiales, turísticos y
habitacionales que desechan las aguas
negras en el mar, han contaminado la
Bahía. Pero es importante señalar que
desde los tiempos de Ortiz Ávila este
7 En este proyecto también se contemplaba una
modernización de la educación, el campo y la pesca (Pino, 2008, p. 73).
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proceso de modernización y de
urbanización ha recibido críticas porque no
ha incluido estudios de impacto ambiental
ni de la afectación a la pesca ribereña,
sobre todo al rellenar los manglares que
destruían los flujos de agua marina
responsables de arrastrar al resto de la
bahía plancton y zooplancton del cual
dependían las larvas de pulpo, cangrejo,
caracol y de otras especies marinas, que
terminaron por extinguirse ante la carencia
de estos últimos (Pino, 2008, p. 2) .
CONCLUSIONES En este escrito hemos tratado de abordar
algunos posibles elementos culturales
patrimoniales que algunas familias
campechanas han tratado de seleccionar y
de transmitir en el tiempo durante las
décadas de los cuarentas a los setenta del
siglo XX. Esta aproximación la hemos
realizado con un estudio basado en la
memoria oral de una familia descendiente
de pescadores ribereños del barrio de San
Román.
Las entrevistas muestran que varias de las
prácticas culturas que se elegían para ser
transmitidas en el tiempo eran en realidad
un patrimonio biocultural: altamente ligadas
con la interacción con el entorno ecológico.
Se observa la importancia histórica del
conocimiento popular sobre el manejo de
recursos de la naturaleza para el sustento
familiar; de un alto grado de conocimiento
de los ciclos y espacios bioecológicos; de
estrategias de cría de especies domésticas;
del empleo de recursos naturales para el
cuidado a la salud; etcétera. Todo esto
permitió la subsistencia, el cuidado
corporal, la formación de relaciones
sociales y de espacios de recreación, entre
otros. Este conocimiento (doméstico y
comunitario) fue transmitido de generación
en generación, con un interés de padres y
abuelos por pasarlo a sus hijos y nietos.
Sin embargo, ésto se alteró alrededor de
los años cuarenta a setenta del siglo
pasado por varios factores. En primer lugar,
por una falta de interés de miembros de las
nuevas generaciones por aprehenderlo, al
considerar que no tenía sentido para ellos.
Esto se puede explicar por la presencia de
una educación institucionalizada (la
escuela) que fue considerada como la
institución responsable de capacitar a niños
y a jóvenes en la obtención y dominio de
aquellos conocimientos y habilidades
indispensables para su desarrollo en la vida
moderna. Por otra parte, por la existencia
de la medicina institucional que ofrecía un
servicio considerado como efectivo de
obtención de la salud.
Así, para varias de estas generaciones
tanto la pesca como el uso de las
estrategias curativas domésticas y locales
quedaron en un lugar secundario, como
algo que no era necesario aprender y llevar
a la práctica y que puso a prueba el saber
familiar, despojando a esta institución como
un espacio prioritario en la educación y en
el cuidado de salud.
Pero quizás el factor más decisivo de la
pérdida del patrimonio biocultural familiar
fue la alteración del entorno ecológico por
la urbanización. En el caso investigado, la
contaminación del mar y la urbanización de
la bahía de la ciudad de Campeche, han
tenido como consecuencia la alteración de
Familia y naturaleza en el Barrio de San Román, Campeche: pérdidas del patrimonio biocultural en la pesca y el cuidado a la salud
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ciclos ecológicos importantes, llevando a la
extinción local de una gran cantidad de
especies que antes eran aprovechadas.
Estos cambios parecen haberse sentido de
manera más drástica hacia los años
setenta y ochenta del siglo pasado.
Así se ha dado un proceso de abandono y
de pérdida de mucho del patrimonio
biocultural familiar, posiblemente gestado
durante siglos, a pesar de los esfuerzos de
transmitirlo por parte de algunas
generaciones.
El análisis histórico de estos procesos
puede contribuir a la reflexión de las
consecuencias que ha tenido la
modernidad en distintas entidades de
nuestro país. El ejemplo campechano
seguramente es una pequeña muestra de
las alteraciones bioculturales y sociales
recientes que no siempre han dado lugar a
un bienestar humano y ecológico. La
memoria oral, en conjunto con otras
fuentes de investigación, puede contribuir
de manera abierta a la compresión de este
tipo de procesos. Asimismo, también puede
ser empleada para el registro y el posible
retorno de varias de estas estrategias
vitales, desarrolladas por nuestro pueblo,
que han sido arrasadas por la
institucionalización de actividades vitales
como son la subsistencia, el cuidado a la
salud o la educación.
FUENTES PRIMARIAS Entrevista con la señora María, realizada
por Martha Cahuich, 19 de marzo de 2011,
en su domicilio, Barrio de San Román, San
Francisco de Campeche.
Entrevista realizada con la señora Soledad
realizada por Martha Cahuich, 20 de marzo
de 2011, en su domicilio, Barrio de San
Román, San Francisco de Campeche.
Entrevista con la señora Caridad, realizada
por Martha Cahuich, 18 de marzo de 2011,
en su domicilio, Barrio de San Román, San
Francisco de Campeche.
Entrevista con la señora Carmen y la
Señora Soledad, realizada por Martha
Cahuich, 25 de marzo de 2011, en el
domicilio de la señora Carmen, Barrio de
San Román, San Francisco de Campeche.
Plática grabada de los señores Francisco,
Marisol, Soledad, Rosario, Georgina y
Candelaria, llevada a cabo el 23 de
diciembre de 2011, en casa de los señores
Francisco y Marisol, Canisté, Campeche.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Escalante, P. (2009). Familias urbanas en
México en el siglo XXI. En Espacio de
pastoral Urbana. Dios habita en las familias
urbanas. Material de apoyo pastoral para
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Huicochea, L. y Cahuich, M. (2010).
Introducción. En Patrimonio biocultural de
Campeche. Experiencias, saberes y
prácticas desde la antropología y la historia
(pp. 9- 20). México: Fomix, Ecosur.
Pino, E. (2008). Los malecones de
Campeche. San Francisco de Campeche:
Gobierno del Estado de Campeche.
Rodríguez, Roberto y Melville, R. (1984).
Los pescadores de la Laguna de Términos
y Las condiciones laborales de los
pescadores camaroneros en Ciudad del
Carmen, Campeche. México: CIESAS,
Museo Nacional de Culturas Populares,
Cuadernos de la Casa Chata 112.
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