FAUNA IBÉRICA/]2;
Por el Dr. Rodríguez de la Fuente
LOS OJOS OE LA NOCHE
EN los dulcen alardeüere^ de sept iembre^ cuando \as recuas de mulos y
bor r iqu i l l os regresan por I0& caminos polvor ientos con \a post rera carga de la vend imia , cuando el bando de perd i ces igua lonaí busca do rm ide ro entre l o i tomi l los del ce r ro , una voz p ro funda y lúgubre cae al valle desde las penas i l u minadas por los ú l t imos rayos del ^o l .
Es la llamada def buho rea l : un «uuu-hus monótono y suave, pero audible desde largas distancias y cargado de magnet ismo. Los campesinos, los niños vocingleros, los arr ieros rudos han cortado y acarreado el f r u t o durante todo el dif l* inzíiferentes al canto de [ilgue-roa y pard i l los, pero no pueden evi tar una mi rada hada el r incón umbr ío de
Alevna»^ rapaces nocturnas , como los buhos y autillos, pstán adornadas con plumas enhiestas, que se parecen muclto a orejas o cuemecJIlojH. Pero, hasta la locha, no -SP ha podido <1emosI[»r QUe tengan relaciún alguna con el oído, como las rígidas plumillas que forman los discos f ac i a l^ de estos caladores noctunios.
la s ierra, a! escuchar las notas del ave noc turna ,
— V a canta el «bu», niño —íe d i rán al rapaz que cabalga entre los cestos de uva. Y se hará un arlenciu solemne, para escuchar la voz del AiGran Duque».
Hay imágenes que se graban en el cerebro de manera indeleble; recuerdos que permanecen intactos en la memor ia , conservando con frescura todos sus matices. Me basta cerrar los o jos y evocar ia l lamada del buho para sentir ía super f ic ie rugosa y caliente de la r o c j ba jo la presa de mis dedos, Y percibo también el o lor intenso del enebro qua me permi te superar un saliente de la pared en mí ascensión hacia la niisle-riosa cueva de boca redonda. Seguramente, la calma de fa larde de ju l io intensif ica mis sensaciones, entre las que deslaca el m iedo . Un miedo an ima l , are-nazador, específ ico de la montaña . Un te r ro r ins t in t ivo que sólo dura unos segundos. L_os justos para conf iar lodo el peso del cuerpo y de Ía vida a las raices de un v ie jo enebro, no mucho más grueso que un bastón, soltar los asideros f i rmes , f le>ionar los bracos, extenderlos, como en un ejerc ic io g imnást ico de barra f i j a , para te rm ina r balanceando el t ronco hacia adelanle hasta besar la f ina arenil la de la cornisa superada ya. Debajo, quedan cuarenta metros de despeñadero y Ía imprudencia de los catorce años; tres metros más a r r i ba , la entrada de la misteriosa cueva de[ buho.
No pocas veces, al acompañar a los caladores en las duras manos a las perdices por la falda de la sierra, habíamos encontrado en aquel paraje ab rup to y so l i ta r io , al pie de U r isquera, gruesas pellas de pelos grises que los hombres desmenuzaban ante mi cur ios idad, most rándome los cráneos y huesecillos que contenían, mientras me contaban inva-f iab lemente tas hazañas cinegéticas del buho.
Porque aquellas concreacíones de materias indigeribles eran las egagrópilas que el sGrsn Duque» devolvía cada larde ames de par t i r a la caza. Y y el rey de la noche, el buho, a secaSj para mis pai-sanoSj era un personaje legendario. Por fo p ron to , aunque por aquellos montes los buhos reales debían abundar, se íe citaba siempre en singular- Y no se reconocía más buho que el que anidaba en la flcueva del buho». Es comprensib le, pues, mi cur ios idad y hasta m i imprudencia por liega" d 1^ ca^/ernilla da boca redonda.
INFUNDE PAVOR, PERO ES SUMAMENTE T ÍMIDO
Al superar ef resaiie que hacia de natura l alféizar en la ventana rocosa, estuve a punto de caerme de espaldas. Tres pares de o j o ; enormes, anaranjados y redondos, me mi raban con ej i í ra-ña l i jeza. Lo demás era una masa de plumas pardas que crecía rápidamente, hasta llenar ef estrecho cub i l . Y como
fOTOGEAfiAÍ t E BlCKEWB*^, BOFOVíCÍENY. I F-TEHASSE, I MCCLET V fATKAÍ.
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Los ojos úe los búboa. ^ItainFnte cspecíalt^fnidos, tíen^Q una .sensibilidad a la Iitz dir dil^z a t'fen VFCPK superior u la del hombre. Como los áe todas las nvKh, poseen un tercer párpado, la membrana nictitanlc. ijue les proieee. limpia y lubrifica, como puede observarse en cslas notables Colografias. I ^ mirada de estas aves es oapaí de perforar las más densa* tinieblas, cuando con-centra su extraordinaria capacidad óptica sobre los puntos que a t raen su atenciúu en las "la Eaces y silentes expediciones de caza.
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Equipo perfecto para cazar en la noche silenciosa
mis asideros eran los bordes mismos de la cueva, tenía la cara a menos de medio metro de los negros y corvos picos que castañeteaban de un modo atroz.
Hubiera resultado muy difícil averiguar quién estaba más asustado en aquella forzada y mutua observación. Pero los poiluelos volantones del «Gran Duque» no retrocedieron un milímetro. El espanto provocaba en ellos la específica reacción: inmovilidad, erección de plumas y emisión de sonidos pavorosos. Ignorante yo, entonces, de que tan aterradoras manifestaciones fueran fruto del simple miedo, inicié una prudente retirada, enebro abajo, y no respiré tranquilo hasta que mis alpargatas se posaron en la hierba de la ladera.
El ingenioso mecanismo ^natural al servicio del «bluff» había conseguido engañarme. Porque nada debía estar tan lejos de las intenciones de los jóvenes buhos, como lanzarse sobre mi rostro.
Aunque he de confesar que no me humilló en absoluto ser víctima de la mascarada que habrá salvado la vida a infinidad de aves nocturnas. Como yo, muchos lobos, l i n c e s o gatos salvajes, habrán vacilado un momento ante tan perfecto aparato atemorizador. Momento aprovechado por la tímida nocturna para escapar volando.
Si hubiéramos recolectado minuciosamente las egagrópilas depositadas debajo de la cueva del buho, para analizar su contenido, como han venido haciendo pacientes ornitólogos en casi todo el mundo, con lechuzas^ cárabos y otras aves nocturnas, tendríamos ante nosotros una prodigiosa colección de mondos cráneos y huesecillos de roedores desde la liebre al ratón campestre, y unos pocos restos de aves y mamíferos carniceros. Naturalmente, los propietarios de estos esqueletos, antes de ser digeridos, fueron cazados por el buho en su ambiente natural.
ARTE DEL DISIMULO Y LA HUIDA ESTRATÉGICA
Y esto no parece nada fácil, porque los roedores nocturnos son verdaderos especialistas en el arte del camuflaje y la huida estratégica. En pleno día, resulta difícil descubrir a un conejo encamado; de noche, su pelaje pardo es prácticamente invisible. Lo mismo pasa con una rata, un ratón o un topilio. Y
Las aves nocturnas pueden volar en silencio absoluto gracias a la blanda estructura de sus plumas. De este modo sorprenden a sus presas en la oscuridad de la noche. Su escasa agilidad queda compensada, así, por el sistema silenciador de su vuelo que les permite la captura de las presas sin que se aperciban.
basta hacer un ruido sospechoso a cien metros de una conejera para que suene la patada de alarma y sus inquilinos corran hacia el refugio, sorteando pedrus-cos y matojos, a toda velocidad, sin tropezar una sola vez.
Los biólogos, desconfiando de que solamente la vista y el tacto fueran responsables de tan increíble facilidad para evolucionar en las tinieblas, sometieron a los roedores a ingeniosas experiencias, hasta descubrir que radicaba principal--mente en la memoria, su seguridad para regresar a la cueva.
Efectivamente, si quitaban durante el día los obstáculos habituales del itinerario de un conejo y le observaban de noche con luz infrarroja, invisible para el roedor, podían comprobar que, al * asustarle, regresaba a todo correr a su agujero, saltando con absoluta precisión por encima de las ramas, piedras y matojos que hubieran debido estar en los lugares ya expeditos. Esta retentiva topográfica se hace posible porque el territorio de cada roedor es muy limitado y, desde su juventud, estos animales van explorando meticulosamente su feudo, a medida que amplían el alcance de sus correrías.
Cazar en la oscuridad a unos animales difíciles de descubrir, dotados de un oído finísimo que detecta la más leve alarma y de una memoria que les permite moverse en las tinieblas con la misma seguridad que a la luz del sol, sería tarea imposible para las rapaces nocturnas si no contaran con el equipo más • perfecto que ha inventado la naturaleza para la práctica de esta especialidad cinegética.
Pero, si queremos descubrir los asombrosos dones naturales que adornan al cazador nocturno, volvamos al viejo in-quilino de «la cueva del buho» y observémosle en su expedición de caza.
EL SISTEMA SILENCIADOR DE LAS AVES NOCTURNAS
Media hora después de ponerse el sol, un gran pájaro de formas macizas y metro y medio de envergadura, se descuelga del roquedo. Sus alas anchas y redondeadas, su cola muy corta y su plumaje fofo ponen bien de manifiesto sus precarias cualidades persecutorias. Pero, en las tinieblas, la velocidad del halcón o la temeraria agilidad del azor, sólo servirían para empalarse en una rama seca o chocar contra las rocas. El vuelo del buho real es lento, poco acrobático, pero totalmente silencioso. Sus plumas son blandas y aterciopeladas. Y las primeras rémiges, destinadas a cortar el aire, tienen el borde desflecado, para amortizar la fricción. Los tarsos y los dedos están apretadamente cubiertos de suaves plumillas. Hasta el pico permanece escondido, en su mayor parte, por dos haces de plumas rígidas y sedosas como cerdas. La superficie entera del gran cazador de la noche es
bíanda y como acolchada. Sus Ires kilos de músculos de acero se deslizan en \Ü oscuridad silerjcíosos como una sombra de muerie.
Mientras el uGran Duque» vuola a media ladera, van cayendo las sombras. Cuando Ifegart a su cazadero, un vallecilfo bien poblado de conefos, el monte está ' ya negro como boca de lobo. Pero el buho se posa suaven>enle y con loda segundad, en una rama invisible: la atalaya de caza. Sus ojos, que miran de frente como los humanos, son cien veces más sensibles a la luz. Tal prodigiosa capacidad es posible gracias ñ una alta es-pecialízaclón de sus estructuras anatómicas. Los globos oculares, bastante más grandes que íos del hombre, no pueden
^í j j i rar Hbremente en las órbíta^n como los de los animales diurnos. Están fijamente encastrados en el cráneo, en el ¡nlC' rJor de un tubo rígido^ como los faros de un coche o los cristales de un telescopio. El cristalino es grueso y límpido, como una lente de aumento, y la córnea muy convexa.
Los ejes oculares son divergentes en unos 90 grados, pero como las fóbeas —zonas muy sensibles de la ret ina— están situadas lateralmente, crean un campo visual de 160 grados, de los cuales, 60 grados son de visón binocular f rontal . Este mecanismo concentra la l u ; en una zona reducida, pero con magnífica percepción del relieve, la distancia y el movimiento. La deficiente visibili-
El más itrani*Ic y vigoroso ile li>s buhos es d fCirao Duque-» (ar r iba) . En época de nidifiracjón puetle sorprendérsele en pleno día montando la j^aardia del nido. Loa polluelos {urbajo) prrmanecen mucho tiempo en el nido y, antes üe ser capaces de eroprender el vuelo, se aventuran |>or los a lmledores v ip lados por sus pad rea
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Unos ojos que
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dad Taleral está pallada por unn gran mov i f idad de la cabeza, que puede g i ra r sotare las vértebras cervicales, ires cuartos de c í r cu lo .
Así como la ret ina humana e^tá com-pue^ita po r células cónicas, destinadas a captar tos di ferentes colores y células c i l indr icas, encargadas de concentrar la luü, los o jos de las aves nocturnas son par t i cu la rmente r icos en estas ú l t imas est ructuras y en una sustancia l lamada pú rpu ra v isua l , también muy sensible a
la \iii, po r lo que se cree que 5U percepción de los colores debe ser muy atenuada.
Nuestro «Gran Duque-h^ por consiguiente, recib i rá una imagan grisácea del mundo pero ex t raord inar iamente nft ida y luminosa, siendo realmente capaz de per fo ra r la noche at concentrar su capac idad ópt ica sobre los puntos concretos que atraen su atenc ión. ^
Posado en su a l to observator io , el aspecto del «Gran DuquQ> no recuerda en nada al ave fofa y adormi lada que se escondía en un agujero al sol de mediodía. Erguido sobre sus recios miembros , est i rado el cuello, coronada la cabeza por dos enhiestas orejas de p luma, su silueta achaparrada se ha hecho corpórea y v ibrante . M ien t ras , su faz, ampl iada por los dobles discos cóncavos de p lumas rígida^ que rodean los ojos, gira lentamente escrutando los alrededores, como la pantalla del radar. La mds dóbif onda sonora será captada por las ampl ias est ruc turas del oído cKierno, formadas por pliegues de la piel y por las plumas es
pecializadas de te discos faciales y enviada al eno rme t ímpano con un espectro de sansibi l idad, desde los ul t rasonidos emi t idos por los micromamí feros hasta los tonos graves de las llamadas de su especie.
El oído in terno de las aves nocturnas es tan ampl io como el humano. Y gracias a su posic ión l igeramente asimétr ica en el ancho cráneo, las ondas no llegan s imul táneamente a los dos t fmpanos. &asta esta diferencia inf in i tes imal para dar ai ave ia clave de la d i rección det sonJdo-
PARA LOCALIZAR PfiESAS EN ABSOLUTA OSCURIDAD
El conejo o Ja rata práct icamente invisibles en la penumbra hasta para los ojos del buho , será localizado por el oído. Como un resorte automát ico , la cabeza gira en la d i rección del sonido y la vista eiíplora la zona de donde pro-cede el atract ivo roer de los infat igables incisivos.
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Los palluclus del carabu {a lü iz<|iuerda) esperün impacient a la Uceada de sus provccdorES. Sobre estás lincas^ el r a-rabo se dispone a comer la ra ta recién c ^ a d a . siguiendo la costumbre de la especie ei decir, IracJ^ndoseia enl t ra . A ta dcr tcba, u(ra escena Reniejante, El cárabo es un infatigable cazador forestal que persigue a las ratas de campo y a los topUlos. E s mu>' conocido por su crí to l u m b r e y pavoroso.
Descubíerla la pieza, la rapaz se lanza desde su alalaya en un picado tend ido, no lan ráp ido como el del azor, pero ab ío lu tameníe si lencioso. Generalmente, ocho uñas agudas como dagas ¿e clavan en el cuerpo del roedor antes de que se aperciba del ataque. Porque, si le da t iempo a eí^capar, la rapaz noc iurna tiene muy pocaE posibi l idades de alcanzarle en una per j iecudón real . Su verdadera arma es la sorpresa,
Loü orn í lá logos no habían conseguido eRpficarse cómo se las arreglaban tas lechuzas para cazar. Porque estas nocturnas viven en viejos graneros y mansiones ruinosas / capturan la m a / o r par le de sus presas en cuartos y recobecos donde la o i c u r i d a d resulta práct icamente absoluta.
El estudiante graduado de la Universidad de Cornel l , Rotjer Payne, aclara e! fenómeno. Para ello ^o l ló algunas lechudas en el in te r io r de un cotaer i i io cerrado en el que se podía hacer la oscur idad [oía l . Durante su ¡nvesl igación observaba a sus nocturnas con luz i n f r a r r o i a .
impercept ib le para ellas. Pudo así descub r i r que si se soltaba un ra tdn en el cober t izo, en cuanto el roedor se movía por el suelo, cub ie r to ds hojas secas, una lechuza caía sobre él con absoluta precisión y lo cap iu raba ,
Payne reforzó su eJ(perÍmento demost rando que la lechuza no 5e guiaba por el sent ido del olfato^ al dejar el ratón i n n i i v i l cerca del ave. También pudo percatarse de que no intervenían las ondas calóricas encanadas de un f ;u^rpo v i vo , como ocurre con afgunas serpientes. F ina lmente, al taponar con cera uno de los oídos de sus lechuzas, éstas erraban siempre el golpe en la oscur idad, demost rac ión que hl^o palmar ia la capacidad de estas aves para atrapar una pieza guiándose únicamente por el o ído.
EL CEPO MORTAL QUE SE CIERRA AUTOMÁTICAMENTE
Para fac i l i ta r las capturas en la oscur idad , el dedo e^ lerno de las garras de las aveí nocturnas puede desplazarse
hacia at rás, f o rmando una mano simétr ica terminada en cuat ro uñas muy curvas, f inas y agudas que funciona como un cepo automát ico . El mecanismo de c ier re cor re a cargo de cuatro tendones que Se funden en ur^o más grueso y, pasando por una polea ósea, termina en los potentes músculos t ib iales.
Tan p ron to como las puntas de las uñas tocan la presa, éstos músculos se contraen y las garras se c ier ran con ter r ib le fuerza. 5e piensa que, en las noches m u y oscuras, los buhos atacarían casi a ciegas, guiados, como demost ró Payne, exclusivamente por el o ído.
Esta temible determinac ión en el combate les lleva a enfrentarse con seres mucho más fuertes que ellos mismos, haciendo gala de una temer idad que, seguramente, se debe a un s imple e r ro r de in terpretac ión acústica. Taf pudo ser el t r is te y conocido caso del fo tógra fo animal ista inglés Erík Hosking. Cuando el art ista trataba de fotograf iar en plena noche un n ido de cárabos, quizá atraída por el cl ick de la máquina o por
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Arriba, Ta (echuza asoma su blanca fai a la entrada d t su refngifí. Es ave sunU' mente iKnefkJo&i por la cantidad de ratone» que destruye en corrales, palomares j graneros, [>ebajo, una Ifchu;^ se deja eacr sobre ¡m presa. Se ha demos' tr&do que pueden cazar cu la más absoluta oscuridad giiiáiidose Súlo por el oido-
Oídos finísimos, vista certera, vuelo silencioso
cualquier o t r o sonido, la madre de loa pol lüclos se lanzó sobre su ros t ro , clavándole la^ uñas con tal fuerza que le vació un o j o ,
Gracias a la increíble agudeza de sii i o fdo, et bOho ha local izado Ja pieza; el o j o especial izadísimo la ha descubierto; el vuelo silencioso ha pe rm i t i do la sorpresa; las garras automát icas han hecho posible la captura. El coord inado y per-fec io fonc ionamien io de tan delicados aparatos ha hecho posible que nuestro • G r a n Duquej» pueda d isponer le por f i n a comer un sabroso conejo, Pero esia sencilla operación resultaría q u i l a más d i f íc i l que todas las anter iores frases del proceso, sin la especia I ización de su apara to digest ivo.
Porque, despedazar una pieza en la oscur idad, l imp iando bien sus huesos como hacen las rapaces d iurnas, resultaría t raba joso, Pero, además, el buho ve mal a cor ta distancia, por ía especial d isposic ión de sus o jos . Para pal iar estos inconvenientes, las rapaces noctur nas se tragan enteras la mayor par te de las piezas. Las que son demasiado grandes, sumar iamente desmembradas, son engullidas también sin separar la piel ni los huesos.
Los jugos gástricos se encargan de ese menester: la carne, grasas y demás partes blandas son digeridas y asimi ladas; los pelos, huesos y mater ias córneas, perfectamente compr im idas y empaquetadas, se e>Lpulsan por vJa o r a l , en forma de alargadas pelotas —las citadas egagróp i las— ai t e rm ina r el proceso d i gestivo.
y aquí viene lo interesante para los hombres de ciencia. Estas egagrópilas cont ienen dientes, cráneos y huesecülos que permi ten ident i f icar Jas d ist in tas especies de roedores ingeridos por la rapaz, Y como la capacidad de una lechuza o un cárabo para atrapar ratones y topi l loa resulta muy super ior a la de un regimiento de recolectores díp iomados, los sabios han tomadlo Ja determinac ión de buscar egagrópilas en lugar de rato- f nes, para estudiar su contenido sentados cómodamenTe en los confortables labo- I ra ior íos- De esle m o d o se han ident i f ica- í do raras subespecies de roedores noc-1 turnos que el hombre quiza no hubiera descubierto nunca sin la ayuda de sus alados colaboradores.
Pero estos pormenores resultaban un poco d i f íc i l de expl icar a los sencillos campe^tinos de la provincia de Vallado-
l id , cuando acompañaba al doclor Val-verde en la recolección de pelotas do \e-chuía por las ermilíS y castrllos en ruinas de tierra de campos,
—Algo lendró esa porquería cuando se la I levan^mu5iiaban las buenas gen-les que nos sorprendían Henando bolsas de plástico con la extraiía mercancía.
Con las primeras iuces dei alba^ el tfGran Duquce retorna fl su cotidiano refugio. Vuelve, con PI estómago bien lleno, dando cortos vuelos. Se posa en los pitones solitarios de la^ rocas y en las mochas de fos ¿rboleü 5ecos< dejando oír su voz ululante. Una voz que Mene la virtud de extenderse por iodo el ámbito de su terr i torio. Y, escuchada de cerca, no resulta tueríe ni ofensiva, A medio kilómetro se oye con parecida Intensidad.
UN CAMUFLAJE CONTRA LOS ENEMIGOS DIURNOS
¿Por qué cania el buho cada crepúsculo, incluso no estando en época de celo? Canta porque no se le ve. Porque la naturaleza le ha provisto de un perfecto camufláis para pasar inadvertido a sus muchos enemigos diurnos, Y el buho necesita que sus congéneres se enteren de que existe, de que aquel rico cazadero tiene ya dueño. Para él . es muy importante evilar cualquier confrontación armada con un competidor. La voz del buho es como la bandera de une gran poiencJa, izada en el centro de una colonia.
Los más variados, sorprendentes y pavorosos gritos son emitidos por las distintas especies de ave^ nocturnas para proclamar la propiedad de sus territorios o atraer a la pareja en época de amores; la demencial risotada de! cárabo atemori ia los Caminantes solitarios del bosque; el estertor agonizante dsl canto de fa lechuza h¿ hecho suponer a las gentes sencillas que este pajaro anuncia la muerte; las notas dulces de los mochuelo?^ y autillos destacan como un solo de Maula en el concierto nocturno de los insectos; el ulular del «Gran Duque» pone un maH? misrsrioso y agreste en las serranías que es como el alma misma de fas rocas.
Mas. si la naturaleza, tan pródiga con estas aves durante la noche, no las protegiera también de día, las horas de sol íierían para ellas una sucesión de sobresaltos. Porque todas laí aves diurnas las odian a muerte y las persiguen, insultan y atacan en cuanto tas descubren. Paríi-cularniente, las aves rapaces muestran lal ahinco y tenacidad en estas agresiones, que los buhos han sido empleados con profusión como cimbeles para atraer a estas valientes criaturas y darles ca;a. Tal artimaña, de cuya descripción no me ocupo porque escapa a mis conocimientos y aficiones, está prohibida en casi iodos los países cultos y, en España, ha ^ido fa causa de un notable descenio en la población de rapaces. Hoy la ley pro-lega a todas estas útilísimas especien y
El buho reaL íorprpnílido por l¡t cámara a la puerta del nido, con un onrJD «n las p i n a s que se übiíoma a cnpiIÜrse. Ba la foto inferior, los pollueios del buho chico miran índÍRnaUus al Toto^iafo que se tía tomatlo la libertad üe turbar su siesta en el viejo nido que sus padres hahian arrebatado antts a la corneja.
Dos lechuzas cazan más t|ue doce gatos
r ios det lórsK con sij elástica capa de p l u m ó n . Algunas especies, como los b u hos y autrl los t ienen p lumas en f o r m a de ore jas , muy apropiadas para descompc^ ner el redondo e inconfund ib le per f i l de sus cabezas,
Pero es preciso haber hecho La prueba desalentadora de buscar con pr ismát icos al «Gran Duque» que uno acaba de ver posarse en el roqueado, para darse cyenta de lo pí í r fecio que resul la el camu f l a j e de caías aves.
ei empleo del buho v i vo o disecado, para su caza, e^ absolutan-isnie i legal.
El or igen del od io en t re rapaces d iur nas V nocturnas ^e debe a \o que los brólogos denominan competencia ecológica. Las aves nocturnas dan caza, d u rante la noche, al m i smo género de presas que las rapaces d iu rnas a la luz del soL Por lo tan to , ambas t ra tan de e l im i -nar a loa compet idores en sus respectivas horas propic ias de ac t i v idad .
Para no ser descubier tos por sus enemigos , los buhos están dotados de un p luma je de tonos pardos o grisáceos, perfecta mente homocrOmát ico en las rocas o cor te jas de los árboles. Por o t ra par te , du ran te el descanso d i u r n o , en el in te r io r de grietas y de huecos O s implemente a la sombra del ramaje , las aves nocturnas permanecen absolutamente ¡n-móvi les . Se ha observado que, inc luso, compensan los mov im ien tos respirato-
LOS BUHOS Y LECHUZAS SON AVES Ú T I L Í S I M A S
Me ha sido posible re fe r i rme ai buho real para estudiar las característ icas generales de las rapaces nocturnas^ porque este orden de aves^ que agrupa 133 especies repar t idas por todo el m u n d o , es sumamente homogéneo. La Cabeza vo lu minosa, el cuerpo rechoncho, cub ie r to de p luma je b lando y abundante, los lar-sos emp lumados , la cara aplanada y el p ico semiocul to , lo m i smo ret ra tan al aGran Duque», con sus tres k i los de peso, que al utr l lo del tamaño de un estorn ino . Y poco impor ta que algunas especies estén adornadas con orejas o cuer-necillos^ como los búhos, o sean mochas, como ios cárabos y mochuelos. Tampoco a l teran nuestra descr ipc ión las especialidades de algunas nocturnas exót icas, c o m o el buho pescador de Java o la nór-
E1 pequeño mochuelo, abundante (odavíA en toda España, descansa Junto a su pteza ante^ de proceder a devorarla. Es un ratiln de campo, de los ijuí estas aves hacen ínfad^ble limpieza. CDIUD la."; del rtücfe de la especie. ROf armas san ti nido, el KÜencín j Isis feúras automiUcas que se derran férreamente t^obre sus presas.
dica lechuda gavi lana, que caza en pleno día, como un accipi íer .
L lamamos a todas estas aves rapaces noc iurnas porque cazan insectos, peces, aves o mamíferos, para sobreviv i r y no porque estén emparentadas Con las rapaces d iurnas. El pico corvo y las garras aceradas se deberían a un s imple proceso evoluli ivo de convergencia En cient í f ico r igor , estas ave^ se l laman Es i r in -gidas y están más emparentadas con los cucos y choiacabras que con las águi las.
Las costumbres do n id i f icac ión de ledas ellas son muy parecidas. Ponen un número var iable de huevos blancos en el in te r io r de cavidades naturales, en vie-fos nidos de rapaces d iurnas, s implemente en el suelo o en cueva'í de conejos y otros roedores. La incubación, que cor re p r inc ipa lmente a cargo de la hemb r a , du ra de ve in t ic inco a t re inta y cinco días, según se t rate de pequeñas o grandes especies. Los pol iuelos permanecen bastante t iempo en el n ido y son al imentados y ferozmente defendidos por sus padres. Generalmente, el número de descendientes está en relación con la abundancia de roedores en los te r r i to r ios donde an idan.
Y como ya conocemos las generalidades del func ionamien to de sus órganos especial izados, es d i f íc i l que nos dejemos engañar por quienes a f i rman que los búhos y lechuzas capturan perdices, palomas y otras aves. Sabemos que el r u ido p roduc ido por sus presas al comer o moverse pone en marcha el me canismo de caza, Y sabemos también que las perdices o palomas, cuando duermen, hacen el m i smo ru ido que una piedra o un arbusto
La d ivers idad de tamaños y act i tudes de las rapaces nocrurnas las permi te cont ro lar a todas las especres de nuestros roedores y en iodos sus b io t ipos. Los grandes buhos actúan en los parajes rocosos Y en montes no muy espesos sobre conejos, ratas y roedores pequeños, l im i t ando , también, la pro l i ferac ión de musté l idos y rapaces d iurnas. Los cárabos cazan en el p inar y en el bosque de hoja caduca. La lechuza campestre desratiza las l lanuras herbosas y maris-mas. Los auti l los y mochuelos cazan ratones e insectos sn los huertos y cu l t i vos. F inalmente, las lechuzas, que los orn i tó logos eshudian aparte con el nombre de T i ton idas, por sus part iculares característ icas anatómicas, son ef mayor enemigo de los roedores medianos y pequeños en el Inter ior de los pueblos, en fos corrales, graneros y palomares. Se dice que una pareja de lechuzas dest ru-ye más ratones que doce gatos.
Todos estos pormenores han sido tenidos m u y an cuenta por los especialistas del Servicio Nacional de Pe^ca Fluvial y Caza, para aconsejar el decreto de protecc ión de todas las rapaces nocturnas en nuestro te r r i to r io nacional, aparecido en el «Boletín Of ic ia l del Estado;» del 23 de ¡uí io de 1966.
Félix R. DE LA FUENTE