Figura/Fondo 19 Primavera 2006
ÍNDICE 3 EDITORIAL 5 CUANDO LA VIDA SE CONVIERTE EN BOLERO. LAS CRISIS Y LOS CONFLICTOS. UN ANÁLISIS DESDE LA TERAPIA GESTALT Carmen Vázquez Bandín 21 POESÍA Y PSICOTERAPIA GESTALT Francisco Fernández Romero 37 CONFLUENCIA-‐CODEPENDENCIA. GESTALT-‐GRUPOS AL-‐ANON. UNA EXPERIENCIA DE INTEGRACIÓN EFICAZ Aurora Angélica Amancio Armijo 57 ¿ES TU PRÁCTICA GESTÁLTICA UNA PRÁCTICA MEDITATIVA? Pia Carla Hagsater Watteeuw 75 EL IMPACTO DE LA AUTORREVELACIÓN DEL TERAPEUTA UN ABRAZO COMPLETO Laura Martha Clapés Romero 99 EL DARSE CUENTA EN LA TOMA DE DECISIONES OCUPACIONALES DEL ADOLESCENTE Lourdes Rentería Ximello 115 SENSIBILIZACIÓN EDUCATIVA. LA “FORMACIÓN EN VALORES”, ACCESO A UNA EDUCACIÓN HUMANISTA Patricia Cortés Martínez
LOS PERSONAJES HABLAN
137 CUESTIONARIO A UN PSICOTERAPEUTA NOTABLE: CARMEN VÁZQUEZ BANDÍN
TESTIMONIOS 143 EL APOYO EN LA TERAPIA Tere Expósito 147 LA MONTAÑA RUSA O “VIVIENDO LA TEORÍA DEL SELF”
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María del Pilar González Peñalver 151 LO ESTÉTICO EN LA PSICOTERAPIA GESTALT DE PAREJA Mónica Schapira
RESEÑA 153 LA VOZ DE LA VERGÜENZA Nancy Sassón Ancona
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EDITORIAL Nuevamente, producto del trabajo de actualización de nuestros alumnos, en este número hemos preparado una serie de artículos que presentamos a tu consideración, estimado lector. La variedad de los temas tratados, desde diferentes ópticas, ofrece novedosas aportaciones a la Psicoterapia Gestalt. Nos sentimos muy agradecidos por las aportaciones de nuestros colegas inter-‐
nacionales, específicamente de América (norte y sur) y Europa (nuestra gran familia de Madrid), próximamente publicaremos sus artículos que tanto enriquecen a la comunidad gestáltica, cada vez más “hermanada” y cercana. Extendemos nuestra invitación a colaborar invitando a todos: alumnos, colegas,
maestros, a participar en esta revista Figura/fondo –de todos nosotros– con sus aportaciones en la sección de “Artículos”, dando una nueva visión, aportando complementos que enriquezcan alguna teoría, un tema que no haya sido tratado, una propuesta que contradiga otras ideas, una opinión personal diferente. También invitamos a colaborar en las secciones de “Testimonios” y “Reseñas”. En la primera se narran historias de experiencias personales de algún curso o taller de fin de semana, nacional o internacional; en la segunda pretendemos “contagiar” el gusto por la lectura, platicando acerca de algunos libros de autores que nos han aportado temas, puntos de vista, ideas, que enriquecen nuestras teorías, complementan nuestra visión del ser humano, o nos han parecido interesantes. En este número hemos sido afortunados, ya que la doctora Carmen Vázquez
Bandín (Madrid), ha colaborado con nosotros de dos maneras distintas, aparece un artículo que “abre” nuestra revista 19, y conoceremos algunas experiencias de su intimidad, en la sección “Los personajes hablan” que tan generosamente nos comparte. La labor del Consejo Editorial ha sido de especial importancia para esta revista, por
lo cual quiero hacer un reconocimiento a cada uno de mis colegas y amigos, sin ustedes, esta revista no sería lo que ha sido y lo que sigue siendo. Muchas gracias por su incondicional apoyo y su invaluable trabajo de revisión.
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CUANDO LA VIDA SE CONVIERTE EN BOLERO LAS CRISIS Y LOS CONFLICTOS, UN ANÁLISIS
DESDE LA TERAPIA GESTALT
Carmen Vázquez Bandín∗
La aniquilación, la destrucción, la iniciativa y la rabia son esenciales para el crecimiento.
(PHG II, 8, 5, 1)
Que las rondas no son buenas, que hacen daño, que dan pena, que se acaba
por... llorar.
Agustín Lara (Noche de ronda) Introducción En una sociedad como la nuestra, pretendidamente civilizada, y basada obsesiva y machaconamente en una “cultura del bienestar”, parece que cualquier conflicto viene a poner en duda el equilibrio personal, familiar o social del grupo en crisis. La pacificación prematura de cualquier forma de conflicto es uno de los
valores sociales que van al alza. Estamos creando una comunidad social en donde todo está permitido, todo es posible, todo es legítimo, todo tiene cabida. El respeto –el falso respeto– como vamos a ver más adelante, un individualismo atroz y el aburrimiento, son tres de los ingredientes neuróticos básicos que sostienen esta pacificación. El resultado es la frustración. La agresividad sana queda inhibida. Las enfermedades psicosomáticas proliferan. “Es que yo, soy así”, “hay que ser civilizado”, “no me respetas como soy”,
frases como éstas las oímos hoy en día a todas horas y por todas partes. Y junto a esta declaración de principios de seres que en la defensa a ultranza de su individualismo están condenados a la soledad o a la tibieza emocional, nos encontramos también con accesos de ira, rabia y violencia de otros seres que, más allá de su propio miedo, y en un acto de enajenación mental, resuelven su frustración con acciones violentas. No
∗Psicóloga Clínica y Psicoterapeuta Gestalt. Fundadora y directora del Centro de Terapia y Psicología de Madrid (CTP), así como de la Escuela de Formación en Terapia Gestalt del CTP. Miembro de la Asociación Española de Terapia Gestalt (AETG), de la European Association for Gestalt Therapy (EAGT), del New York Institute for Gestalt Therapy (NYIGT), de la European Association for Psychotherapy (EAP), y del World Council for Psychotherapy (WCP).
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han sabido destruir, desestructurar el conflicto sino solamente aniquilar, “borrar del mapa” a quien o lo que desestabilizaba su falso equilibrio. En este artículo y a la luz de la teoría de nuestro texto fundacional:
Terapia Gestalt: excitación y crecimiento de la personalidad humana1 voy a buscar y a dar una explicación de los conflictos y de las crisis como los únicos modos sanos de asimilar las experiencias, y por lo tanto, la única manera de crecer, de evolucionar, de desarrollarse, de vivir la vida con plenitud y bienestar ya que, como dicen PHG: “El proceso de destrucción mutua es, probablemente, el principal campo de ensayo para una compatibilidad profunda”2 y su consecuencia es el amor. Encuadre del tema El tema de los conflictos y las crisis se puede abordar desde muchas perspectivas (mundial, social, cultural o comunitaria), así como encuadrarlo en múltiples marcos (escuela, empresa, socios o familia), debido a que el planteamiento teórico y sus engranajes tendrían la misma explicación desde la teoría de la Terapia Gestalt. Por lo tanto es generalizable a cualquier ámbito siempre que la relación entre dos o más personas esté acordada por un compromiso y tenga un objetivo común que cumplir. En este artículo voy a centrarme en los conflictos y las crisis en la pareja porque, a mi entender, es desde una perspectiva clínica y psicoterapéutica desde donde puede resultar más fácil entenderlo, y por lo que a mí respecta, más fácil desarrollarla. Como punto de partida, debemos recordar que no existen crisis ni
conflictos intrapsíquicos o individuales, sino que “las perturbaciones están en el campo”3 ya que “toda función humana es una interacción en un campo organismo-‐entorno sociocultural, animal y físico”.4 De esto se deduce que, sea quien sea el que se da cuenta del conflicto, así
como sea cual sea el motivo aparente desencadenante de la crisis, estamos hablando de cuál de los elementos del campo está ejerciendo el awareness , y cuál ejerce la función motora, llevando a cabo la acción. Veamos un ejemplo de esto:
Rosa y Miguel acuden a terapia por una fuerte crisis de pareja. Ella le ha “arrancado” la confesión de que él ha tenido una relación sexual esporádica con otra mujer, estando ya casados. Llevan un año y medio casados y han estado durante dos años como novios aunque mantenían relaciones sexuales entre ellos. Reconocen un acuerdo de fidelidad sexual. Es ella quien llama a pedir la cita.
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Vienen los dos a la primera cita. Vienen juntos. Cuando salgo a recibirles a la sala de espera, están sentados uno cerca del otro pero tienen la cara seria y parece que no se hablan. Me presento y les invito a pasar a mi consultorio, y aunque él trata de dar muestras de atenderla y de ocuparse de ella cuando se levantan del sillón, ella parece tratar de evitar cualquier roce corporal con él y se mantiene muy derecha, en silencio y con la cara seria. Él trata de hablarme de un modo distendido sobre trivialidades aunque yo tengo la sensación de que está pendiente de la actitud de su mujer. Nada más entrar y casi sin darme tiempo a preguntar el motivo de la
consulta, Rosa llora desconsoladamente mientras me cuenta que solamente llevan dos años de casados y se acaba de enterar de que su marido, un día “le ha puesto los cuernos”. “De eso hace tres meses”, dice entre hipos, “él me jura que ha sido algo sin ninguna importancia, una estupidez pero desde entonces nuestra vida es un infierno”. “Así no podemos seguir”, dice con un tono totalmente resuelto, “no nos queda más remedio que separarnos” y en esta última frase vuelve a derrumbarse y a llorar. Me llama la atención su tono diferente al hablar de separación y de
que habla en plural (“nuestra vida es un infierno”, “así no podemos seguir”), y lo relaciono con el hecho de que han pedido hora para terapia, no a un abogado para tramitar el divorcio. Le pregunto a ella si quiere separarse: “no”, me dice categóricamente, de nuevo entre sollozos, “pero no sé qué podemos hacer”. Le pregunto a él. Está de acuerdo con Rosa. Ha cometido una
estupidez, no quiere separarse pero tampoco sabe qué hacer. Por más que le pide perdón, eso no parece que le valga a ella. Seguimos hablando de su situación actual pero yo empiezo a estar
interesada en sus comentarios sobre “antes” y “ahora”. Sin darse cuenta están contrastando las diferencias entre antes y después del incidente. En los antes, la voz de los dos es monótona, aburrida, mustia. En los “después”, aunque llenos de sufrimiento y angustia, creo percibir un matiz de pasión, de vitalidad. Se los hago notar. Se sorprenden. Y con total facilidad y naturalidad comentan que sí se pueden reconocer como “con una relación aburrida, monótona y rutinaria” antes de la crisis. La sesión continúa y deciden empezar una terapia. La crisis no está
resuelta, el sufrimiento no ha pasado, las dudas, los miedos tampoco. Simplemente han encontrado un apoyo para seguir explorando su relación.
En este ejemplo queda de manifiesto que ha sido él quien ha encontrado la suficiente energía como para llevar la insatisfacción adelante y desencadenar la crisis. Ella se ha encargado de sacarla a la luz y de aceptar el conflicto. Ahora les queda mucho por desestructurar y aniquilar hasta que dinamicen y actualicen su relación.
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Definición y significado del conflicto PHG señalan: “El conflicto importante [supone] luchar por un ‘objeto’ que marcaría una diferencia y arriesgarse a sí mismo en una iniciativa que podría cambiar el statu quo”.5 Convendría hacer varios matices en esta definición. En primer lugar estaría el adjetivo “importante” unido al conflicto. Las
pequeñas escaramuzas, las discusiones sin sentido, las diferencias de criterio, van marcando de forma escalonada la relación entre las personas. La mayor parte de las veces estas tensiones se resuelven en el momento, en otras ocasiones se posponen pero en ningún caso son los desencadenantes de los verdaderos conflictos o de las crisis. Las divergencias cotidianas pueden formar parte del fondo en el que se empieza a agitar una crisis pero los conflictos importantes son un modo de reajustar la relación, un modo de innovación y de cambio. Nada puede permanecer inmóvil o rígido. Lo que no sufre ninguna
transformación, o no existe o está muerto. Por lo tanto, cualquier tipo de relación en el que intervienen dos o más seres humanos, necesariamente tiene que reactualizarse por medio de las crisis y los conflictos. Pero esta actualización, esta vuelta de tuerca a la relación suele estar
coloreada por uno o varios motivos. Necesitamos encontrar algún significado, alguna explicación al malestar, a la incomodidad que sentimos cuando está empezando la crisis. Los motivos “aparentes” de conflicto y de crisis suelen ser un desacuerdo de valores, creencias, principios éticos, morales, emocionales. En las parejas es típico que las crisis se atribuyan a la diferencia en el trato mutuo, a la educación de los hijos, al empleo del tiempo libre, a la asunción de responsabilidades. Un “conflicto importante” surge como un ajuste creativo ante una
situación de confluencia. Laura Perls dice: “Estar en contacto se refiere a un estar continuo que conduce poco a poco hacia la indiferencia y la confluencia”6. Las relaciones interpersonales en las que existe un compromiso en función de un objetivo común suelen tener como figura, con el paso del tiempo, ese objetivo común a conseguir, y lo que en un principio era figura, que eran los parámetros de su relación, pasa a ser segundo plano de la relación. De esto se deduce que esta última, como señala Laura Perls, va poco a poco hacia la indiferencia, hasta que uno de los miembros de la relación empieza, generalmente de forma no consciente, a reaccionar a esta indiferencia, a esta confluencia y con sus acciones empieza a mover el fondo haciendo patente y visible la crisis. Si volvemos al ejemplo de la pareja, no es decir ninguna novedad si
reconocemos que los primeros años de relación de una pareja están
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caracterizados por el enamoramiento, el ensimismamiento de uno en el otro, y por el perderse y explorarse mutuamente, hasta que surge la necesidad de ser dos seres diferentes unidos en una relación. Aquí aparece el primer conflicto, la primera crisis. Un nuevo ejemplo ayudará a comprender esto:
Rocío acude a consulta hecha un mar de lágrimas. “¡Un año, dice, ha durado mi matrimonio! ¡Solamente un año!” Y se derrumba en el sillón mientras me mira con los ojos enrojecidos de haber estado llorando antes de venir a sesión. La dejo llorar mientras le doy pañuelos. Poco a poco se va calmando y me cuenta. Desde hace unos meses en los extractos de la cuenta del banco está
viendo que no hay el dinero que tendría que haber. Le ha preguntado varias veces a Juan, su marido, pero él no le ha dado ninguna explicación. “Son manías tuyas”, le ha dicho en varias ocasiones con un tono de voz como de desprecio, dice ella. Ante tanta negativa de Juan, ella decide ir al banco a preguntar
directamente. Pide una cita con el director y éste le dice que posiblemente lo que está bajando el saldo es que desde hace algunos meses su marido ha dado orden de que paguen la hipoteca de una casa ¡a nombre de los padres de él! “Juan tiene un ‘enganche’ tremendo con su madre, eso ya lo sabía pero, ¡hasta este punto!”, acaba diciendo Rocío en su relato y vuelve a las lágrimas, “¡y cuando le he dicho que me había enterado de lo de la hipoteca, me ha dicho que con su dinero hace lo que le da la gana!”. “¿Qué marido es ese que tengo?” y suspira llenando sus pulmones de aire, “¡ya le he dicho que o su madre o yo!”, y el tono de Rocío pasa del desconsuelo al reto.
Es evidente que esta crisis es un intento sano, aunque mal gestionado, de salir de una confluencia típica de la primera etapa de matrimonio. Rocío no ha necesitado hacer grandes esfuerzos para averiguar el paradero del dinero. Juan no le ha escondido la situación simplemente no ha compartido con ella ni la decisión ni el hecho. Han pasado de la confluencia a la independencia. Ahora necesitan dar un paso más allá en su relación y aprender a ser capaces de estar en confluencia y de ser autónomos7, no independientes, cuando la ocasión lo requiera. El conflicto como ajuste creativo Pero la definición del principio del apartado anterior nos da también otros elementos importantes, las acciones a seguir: “luchar por un ‘objeto’ que
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marcaría la diferencia” y “arriesgarse a sí mismo en una iniciativa que pudiera cambiar el statu quo”. Cuando PHG hablan de “objeto”, lo hacen en términos psicoanalíticos, ya
que, en la época en la que escribieron Terapia Gestalt , a comienzos de los años cincuenta, eran palabras que no necesitaban explicación. “El vocabulario psicoanalítico”, dicen sus autores, “se utiliza de una manera tan corriente en todos los libros contemporáneos [...] que no nos preocupamos de ellos aquí”8, Posiblemente, actualmente, no está de más comentar brevemente a qué se refieren. Consultando el Diccionario de Psicoanálisis9, Laplanche y Pontalis
explican: “En los escritos psicoanalíticos [...] ‘objeto’ se toma en un sentido comparable al que le atribuía el lenguaje clásico: ‘el objeto de mi pasión’, ‘el objeto amado’. No debe evocar la idea de ‘cosa’, de objeto inanimado y manipulable”. ¿Según esto, cuál es el “objeto” por el que luchar? ¡Para nada sería el
motivo del conflicto, la excusa de la crisis, sino una lucha creativa a la búsqueda del “objeto” amado o querido con quien establecimos de buen grado nuestro compromiso, en un principio, y al que ahora no reconocemos! No es buscar quién era y traerlo al presente, ¡cosa imposible!, sino
actualizar lo que hay de atrayente y de atractivo en el “objeto” de nuestro compromiso actual. Es redescubrir al otro en el aquí-‐y-‐ahora, es volver a “emocionar” la relación, para que su paso por el tiempo vuelva a adquirir significado y sentido. O, en su defecto, acabar la relación, renunciar al compromiso y retirarse. Y esto no se hace acorralando al otro ni “luchando contra” el otro para
que sea quien yo creo que necesito, sino “arriesgándose uno a sí mismo en una iniciativa que podría cambiar el statu quo”. Esta “iniciativa” que sería el ajuste creativo, que desenmascara y hace abierto y claro el conflicto, está centrada en uno mismo como agente transformador. Y es uno mismo quien se arriesga a la confrontación y al cambio. Es una tarea personal la que regula el campo. “Todo conflicto es, fundamentalmente, un conflicto en los fondos de acción, un conflicto de las necesidades, los deseos, las fascinaciones, las imágenes de uno mismo, los objetos alucinados, y la función del Self es vivirlos hasta el final, sufrir la pérdida, cambiar y modificar lo dado”10. No es tratar de cambiar al otro, es cambiarme yo a partir del otro, haciendo que el otro cambie a través de mí, en nuestra relación. Como entusiasta que soy de la música, un fragmento de la letra de una
canción italiana puede ilustrar la importancia de hablar de las sensaciones propias desde el respeto al otro:
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Necesito hablarte ahora, escúchame, hay un silencio que esconde una ambigüedad, me parece que hace un siglo que no peleamos, y sólo estamos dedicados a la indiferencia. Se está secando el mar. Si otra mujer te ha robado tu apariencia no sabe cómo acariciarme como tú, tienes una sonrisa diseñada para defenderte de las noches que no tiene libertad. No hay amor, por qué lo quieres disimular, fingir tanto hace daño.11
El conflicto y sus componentes: la agresividad y el sufrimiento Si hemos visto que una crisis es el medio que utilizamos para salir de la confluencia y restablecer el contacto con la novedad, podemos afirmar que es el self-‐en-‐acción como sistema de contacto, el pequeño factor que interviene desempeñando un papel crucial: el de descubrir y construir los nuevos significados. Y si solamente la novedad es nutritiva, las crisis y los conflictos son necesarios. “El conflicto es un planteamiento que va más allá de lo que se quiere
hacia una figura completamente nueva”.12 La herramienta fundamental para sostener este proceso es la
agresividad, pues ésta le permite a un individuo arriesgarse a dejarse impactar en su propio mundo y a liberarla para ser creativo y productivo. “Para la Terapia Gestalt, la agresividad es sana por naturaleza y está al servicio de la vida”.13 La agresividad es un “ir hacia” el “objeto” de la hostilidad o del deseo. La
aniquilación, la destrucción, la iniciativa y la rabia son las diferentes funciones sanas de la agresividad, si se basan en un objetivo razonable. Todas éstas son funciones o herramientas de transformación de la situación, de la relación, no del otro. La iniciativa es el paso del “apetito” a la ejecución motora. La
destrucción (la des-‐estructuración) es romper una totalidad en fragmentos, con el fin de asimilar algunos de éstos como partes de una nueva totalidad. La aniquilación consiste en reducir a la nada. Es una respuesta defensiva
contra el dolor. La rabia está llena de vivacidad y vehemencia; es una pasión simpática y une a las personas ya que está mezclada con el deseo. Dicen PHG: “La destrucción llena de cálido placer (y de rabia), de las
formas preexistentes en las relaciones personales conduce con frecuencia a un beneficio mutuo y al amor”.14
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Una vez desenmascarada la crisis comienza una escalada de agresividad. Las personas en conflicto pelean, discuten, se agreden verbalmente, se aíslan, se reconcilian. Los distintos agentes de la agresividad entran en acción. Es necesario que la relación esté solidamente cimentada en el apoyo para poder encontrar las fuerzas y la energía para llegar hasta el final. También es necesario compromiso y fe. En las crisis no es el amor el fondo de la relación, no es fácil sentirlo en estas ocasiones, los individuos, la pareja en conflicto se deja ir sabiendo “más allá de la simple consciencia que si da un paso más allá, seguirá encontrando un suelo bajo sus pies”15 y su compromiso emocional los mantiene. La necesidad de hablar y la capacidad para el diálogo son imprescindibles. Pero aunque la relación cuente con un buen apoyo, nada ni nadie puede
evitar el sufrimiento, pues éste es un modo “de incitarnos a dirigir nuestra atención al problema presente inmediato”16. Con esto evitamos aislar el problema u olvidarnos de él. El sufrimiento es distinto del dolor. El dolor es físico. Es ante todo una
señal: “llama la atención sobre un peligro presente, inmediato”17. La única respuesta espontánea posible es apartarse, o si no se puede, aniquilar la amenaza. Pero el sufrimiento es psicológico, emocional y prolongado. También es una señal pero la solución no es apartarse de la situación sino permanecer en el conflicto. El fondo de la situación está cargado de emoción y de interés. Junto con el sufrimiento hay pena y confusión. Se recuerda el pasado, se constata que el presente está desesperadamente frustrado. La persona no puede imaginarse lo que se necesita hacer para recuperar el eje ya que cualquier idea preconcebida sobre lo que se “debería hacer” carece de sentido, “la solución creativa no es conocida por ninguno de los antagonistas que pelean”18. La única solución posible no es debilitar el conflicto sino reforzar el Self y la conciencia de uno mismo. De este modo, con la agudización del problema, entrando en el “vacío fértil” y aceptando el compromiso, “se acaba por esperar la imparcialidad creativa y por identificarse con la solución futura”19. Si fallan el apoyo, el compromiso20 o la fe, la crisis suele desembocar en
una demostración de neurosis, ya que según la Terapia Gestalt, la neurosis es “la pacificación prematura de un conflicto”. El conflicto como neurosis En general, no se entienden los conflictos como algo positivo y creativo, como un paso adelante en el enriquecimiento de la relación. Desde un
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punto de vista social, los conflictos son “malos”. Como dicen PHG, “los conflictos son ‘malos’ porque gastan energía y provocan sufrimiento, [y además] excitan la agresión o la destrucción”21. Ante esta perspectiva social de los conflictos y la inhibición de la
agresividad desde que somos pequeños, las crisis son vividas como algo peligroso y desestabilizador, como el fin de la relación, y en lugar de mantener el compromiso y “luchar” juntos para elaborar la crisis, los integrantes de la relación pelean entre sí, uno contra el otro. La figura de interés deja de ser la resolución de la crisis y se buscan otros ámbitos de satisfacción parcial: • La satisfacción ligada al cese de las escaramuzas parciales • La satisfacción de doblegar al otro En esta pacificación hay una rigidez. La energía y la excitación no se
despliegan en todo su potencial sintiendo que la relación está apoyada en el compromiso y en el amor. Ante la falta de fe y de apoyo, los contenedores de la excitación son el miedo y la frustración. La intensidad de la agresividad, llevada a recriminaciones, insultos, descuentos, proyecciones, alcanza su punto máximo cuando el agresor del momento22 empieza a sentir miedo de haber llevado “demasiado lejos” su agresividad. El problema en estas ocasiones no es el exceso de agresividad, sino el contenido de la misma. Entonces, recula, se desensibiliza o se desvitaliza y pasa a actuar de cínico/a o de víctima. Ahora es el momento en el que el otro, frustrado durante el ataque, retoma la energía y es él/ella quien ataca. Desinflándose también cuando siente su propio miedo. De la frustración al miedo y del miedo a la frustración, una y otra vez, con pequeños espacios para el reencuentro y la reconciliación, solamente alivian de un modo temporal una crisis que debería continuar y desplegarse plena-‐mente en todo su esplendor. En esta forma prematura de resolver el conflicto hay una polarización
extrema de las virtudes y de los defectos. Todo se vuelve radicalmente o “blanco” o “negro”, y se intentan imponer los criterios. Pareciera como si la forma de resolver el conflicto fuera el sometimiento de uno al otro. De este modo habría un vencedor y un vencido. Pero, obviamente, ambos quieren ser los vencedores, y esto supone ganar al otro, someterlo, dominarlo. No es fácil darse cuenta del cambio de objetivos. Ya no se busca un
reencuentro con el otro, ya no parece importante la relación, son otros los parámetros que se buscan de un modo no consciente. Dichos parámetros son: Cuando se siente vencedor:
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• Necesidad de victoria • Confluencia con los introyectos • Arrogancia y cinismo Cuando se siente perdedor: • Resignación • Aferramiento a la seguridad • Frustración
La pareja en crisis y la labor del terapeuta Como terapeutas podemos reconocer que una de las demandas más frecuentes de terapia se debe a las crisis de pareja23. La petición suele ser hecha por uno de los miembros de la pareja en nombre de los dos, o solamente por uno de ellos que trata de aclarar su postura y aliviar su sufrimiento. Los motivos aducidos son múltiples: infidelidad de uno de los miembros, apatía sexual, peleas constantes, falta de interés y entusiasmo, diversidad de criterios, implicación nula o escasa en la relación, etcétera. En todos los casos podemos reducir todos los motivos a tres elementos fundamentales: ruptura de la confluencia e individualismo, falta de diálogo y, por lo tanto de sinceridad, y apatía en la implicación emocional. En mucha ocasiones las crisis de pareja están basadas en un
desconocimiento de lo que supone una pareja: la convivencia, la intimidad, el compromiso, la responsabilidad, la autonomía, etcétera. Con base en esto podríamos decir que hay una perturbación de la función personalidad, esto es, cada uno de los miembros o, por lo menos, uno de ellos, tiene ideas irreales o fantaseadas de lo que supone la relación de pareja y, en lugar de vivir de un modo flexible el aquí-‐y-‐ahora del día a día de la relación, trata de imponer, de un modo rígido su modelo ideal. Me gustó un comentario que oí un día por la radio: “El marido o la mujer en una pareja es aquel/aquella hombre o mujer con él/la que nos casamos porque estamos enamorados de él/ella y con él/la que peleamos cada día para que deje de ser como es y sea como nosotros/as pensamos que debería ser”. Elocuente ¿no? Pero la terapia de pareja basada en Terapia Gestalt no va a centrarse en
“educar” e instruir a nuestros pacientes con charlas a propósito de qué es la relación de pareja. Como bien sabemos en Terapia Gestalt nuestro objetivo es trabajar con el proceso, ocuparnos de la secuencia de la relación que se establece entre el terapeuta y el paciente a la que llamamos: proceso de contacto. Ya que como dice nuestro texto fundacional: “El Self solamente se descubre y se realiza en el entorno. Si el paciente es un elemento activo en la sesión y está dispuesto a experimentar
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durante las sesiones, traspasará esta actitud nueva a la calle y progresará mucho más rápidamente”24. Hacer “experimentar en las sesiones” es nuestro cometido como
terapeutas. Pero cuando digo “hacer experimentar” no me estoy refiriendo a proponerle a nuestro paciente ejercicios de fantasía ni supuestos imaginados de su relación de pareja ni diálogos con cojines, etcétera. No estoy proponiendo que él/ella “trabaje” y nosotros, terapeutas, seamos los directores de escena. Solamente podemos experimentar viviendo la vida misma, y al resultado lo llamamos experiencia. Y, por definición, la experiencia es aprendizaje que, sin ninguna dificultad se traspasará a la “calle”, a las relaciones del paciente con su pareja y con las otras personas de su entorno cotidiano. No son los motivos, los contenidos los que crean las dificultades en las
crisis. No son las diferencias de criterio las que crean el sufrimiento. Las dificultades en las crisis y el sufrimiento están causadas por la falta de recursos y de habilidades para relacionarnos con intimidad en relaciones emocionales duraderas. Y este es el objetivo de las sesiones de terapia: mantener entre terapeuta y paciente, sesión a sesión, relaciones basadas en la intimidad de tal modo que se manifiesten, en esta relación, las interrupciones neuróticas del paciente (el terapeuta también va a ser consciente de las suyas y las sabe auto-‐apoyar) y apoyando el proceso, posibilite al paciente que arriesgue una respuesta nueva, experimente su efecto y corrija, ensaye de nuevo, retoque o asimile esta nueva experiencia. Para esto el terapeuta empleará como fondo de la relación la teoría de la
Terapia Gestalt y como figura su propia persona. El terapeuta “según la consciencia inmediata que tiene de sí mismo, se niega a dejar que le aburran, a dejarse intimidar o engatusar, etcétera. Contesta a la rabia explicando el malentendido, o disculpándose, o incluso poniéndose rabioso él mismo, de acuerdo con la verdad de la situación, responde a la obstrucción con impaciencia, teniendo como fondo de estas situaciones una paciencia más básica”25. Esta “paciencia más básica” es el fondo en el que están apoyadas todas
las relaciones. Otros sinónimos podrían ser “interés”, “fascinación”, “excitación”... “amor”. En definitiva, estaríamos hablando de relaciones simétricas26 o igualitarias.27 Partimos de la base, y ésta es parte de nuestra teoría gestáltica, que el
paciente va a repetir y reproducir con el terapeuta en el proceso terapéutico, sesión tras sesión, sus patrones neuróticos28 de relación que son las herramientas incorrectas que utiliza o el modo incorrecto en cómo las utiliza en su forma de vivir y, especialmente, en la gestión de sus crisis.
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Despetrificar estos patrones, flexibilizar sus respuestas para que sean ajustes creativos en el aquí-‐y-‐ahora es la función de la terapia. El terapeuta debe estar especialmente atento a no pacificar,
prematuramente, los conflictos creados a lo largo de las sesiones. Pero también es necesario recordar que la base terapéutica es mantener el compromiso y “luchar” juntos para elaborar la crisis, no pelear entre sí, uno contra el otro, ni justificarse, buscar la razón, imponerse, hacerle sentir culpable, etcétera. “Negarse a aceptar al paciente tal y como es en ese momento y querer manipularlo rápidamente para convertirlo en lo que nosotros pensamos que debería ser demuestra una falta de respeto por el dilema existencial del paciente. No fomenta el desarrollo de su consciencia inmediata ni de su autonomía, y tampoco el desarrollo del terapeuta29. De caer en cualquiera de estas dos actitudes estaríamos reproduciendo el patrón neurótico del paciente, y además, el nuestro. Da lo mismo si las sesiones de terapia son “a dos”: terapeuta y uno solo
de los miembros de la pareja, o “a tres”: el terapeuta y los dos miembros de la pareja. En cualquiera de las dos situaciones el terapeuta va a utilizar sus conocimientos y su persona como eje y entorno seguro del/de los otros participante(s) de la terapia. Atento a las interrupciones del proceso de contacto entre los dos o los tres va a brindar apoyo, compromiso y fe donde la situación lo requiera. Dice Laura Perls: “El objetivo de la terapia es crear el apoyo necesario para permitir que reorganicemos y re-‐encaucemos nuestra energía”30. Y en otra parte nos recuerda: “Los terapeutas de la Gestalt no emplean técnicas; se aplican ellos mismos a la situación utilizando todas las habilidades profesionales y experiencia de la vida que hayan acumulado y asimilado”31. Se aplican y se implican a sí mismos en la situación, esta es nuestra mejor y única herramienta.
Pilar y Rodrigo llevan tres meses en terapia. Tienen una profunda crisis en la que Pilar se siente desencantada y muy herida. No ha habido un desencadenante específico, pero Pilar dice que “ya se ha llenado el vaso hasta la última gota y que no aguanta más” la falta de implicación familiar de Rodrigo. En esta sesión en concreto llegan por separado. No se hablan entre
ellos y los dos tienen cara de enfado. Les agradezco que hayan acudido a la sesión a pesar de que lo hayan hecho cada uno por su cuenta, y de que, por lo menos allí, conmigo, ni se miran ni se hablan. Casi sin dejarme terminar lo que estoy diciendo, Pilar arremete verbalmente contra Rodrigo. Entre insultos y más insultos subidos de tono le echa en cara detalles de la última semana, y envuelve todo esto con recriminaciones y referencias al pasado del tipo: “¡Si yo debería haberlo sabido desde el principio!”, Rodrigo no tarda mucho en
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reaccionar en sus explosiones de ira y de recriminaciones. Aquello me parece una auténtica batalla campal. Cuando amaina un poco la pelea, no porque ya hayan acabado de decirse todo lo que les pasa por la cabeza, si-‐ no porque necesitan hacer una pausa para recuperar un poco de energía les digo lo que siento y lo que pienso: “Os estoy viendo y oyendo y me siento impotente y mal. En
situaciones así, me gustaría ser un hada todopoderosa y hacer que con mi varita mágica recobrarais la cordura y pudierais hablar con serenidad. Me parece que queréis deciros algo, posiblemente algo del tipo: ‘me da miedo perderte’ o ‘sin ti no sabría cómo vivir’. Porque para mí tanta pasión y energía me hace pensar en la desesperación de no poder llegar al otro, en la angustia de no saber cómo hacerme entender. Pero lo que os estoy diciendo es también parte de mi angustia, es mi miedo de no encontrar las palabras para apoyar vuestras diferencias, y sostener al mismo tiempo vuestra unión y vuestro amor.” Pilar y Rodrigo me miran y se miran entre sí. Hay un silencio
prolongado. Yo me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración, y vuelvo a coger el ritmo de mis pulmones. Rodrigo toma la mano de Pilar entre las suyas y ella no le aparta. Se miran. Y ella rompe a llorar. Un llanto agitado y convulso, entrecortado. Rodrigo le dice: “posiblemente no te sé cuidar como a ti te gustaría pero...” Y con esta frase empiezan una conversación de sensaciones y sentimientos, de diferencias y de puntos en común. De poder ceder y tratar de cambiar, y de seguir manteniendo a pesar de todo. Yo me siento aliviada, me doy cuenta de mi respiración y miro la de
ellos. Los tres respiramos mejor.
Ni mi tarea ni la de ningún terapeuta es hacer que una pareja se reconcilie a toda costa. Nuestra tarea como terapeutas es facilitar el diálogo y sostener el proceso de des-‐estructuración y de aniquilación. Reconciliarse o separarse, solamente pueden decidirlo ellos, y es algo que se da por sí solo como resultado del final de la crisis. Ninguno de los tres, ni siquiera el terapeuta sabe por adelantado la solución. Conclusiones • Una crisis es el medio que utilizamos para salir de la confluencia, y restablecer el contacto con la novedad.
• Las crisis de pareja son necesarias para el crecimiento y la reactualización de la pareja.
• Además de las crisis tradicionalmente admitidas en la relación de pareja, en cualquier relación entre dos o más personas en las que haya un compromiso basado en un objetivo común, las crisis son inevitables y saludables.
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• La crisis tiene como fin des-‐estructurar la relación para poder seguir disfrutando del presente y de la novedad.
• Nada puede permanecer inmóvil o rígido. Lo que no sufre ninguna transformación, o no existe o está muerto.
• Las dificultades en las crisis y el sufrimiento están causados por la falta de recursos y de habilidades o la rigidización de los mismos para relacionarnos con intimidad en relaciones emocionales duraderas.
• La pacificación prematura de los conflictos y las crisis es lo que, en Terapia Gestalt, llamamos neurosis.
• La base fundamental para resolver un conflicto es el apoyo, mantener el compromiso, “luchar” juntos para elaborar la crisis, no pelear entre sí, uno contra el otro, y la fe.
• Nuestra tarea como terapeutas es facilitar el diálogo y sostener el proceso de des-‐estructuración y de aniquilación. Ninguno de los tres, ni siquiera el terapeuta sabe por adelantado la solución.
Citas Bibliográficas 1 Perls, F.S. , Hefferline, R. y Goodman, P. (1951). [En adelante: PHG]. 2 PHG II, 8, 5, 5. 3 PHG II, 9,2 ,2. 4 PHG II, 1, 3, 1. 5 PHG II, 9, 1, 3. 6 Perls, Laura, Viviendo en los límites, Promolibro, Valencia, 1994, p.87. 7La independencia supone un cierto grado de egotismo y no se está en situación de establecer o de mantener ningún compromiso. En la autonomía, la persona es capaz de posponer o incluso de renunciar a sus propios intereses “como si fueran menos interesantes” en función de su compromiso. 8 PHG: Introducción general, p. xliii. 9 Laplanche, J. y Pontalis, J.B. (1967), Diccionario de Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1996, p. 258 10 PHG II, 12, 7, 4. 11La canción, clasificada segunda en el Festival de Sanremo 2005, se llama: L’amore che non c’è y la canta Gigi D’Alessio: Ho bisogno di parlarti adesso ascoltami,/ c’è un silenzio che nasconde ambiguità/ che non litighiamo più mi sembra un secolo/ solo indifferenza è quello che si da./ Si sta asciugando il mare./ Se una donna ti ha rubato la tua immagine/ ma non sa più accarezzarmi come te,/ hai un sorriso disegnato per difenderti/ dalle notti che non hanno libertà./ L’amore che non c’è/ perché lo vuoi nascondere/ tanto fingere fa male. 12 PHG I, 9, 3,7. 13Miller, M.V. y From, I., Introducción a la edición de The Gestalt Journal del libro Terapia Gestalt de Perls, Hefferline y Goodman, p. xxviii. 14 PHG II, 8, 5, 6. 15 PHG II, 8, 6, 2. 16 PHG II, 9, 4, 5. 17 PHG II, 9, 4, 4. 18 PHG II, 9, 4, 1. 19 PHG II, 9, 4, 7. 20 Entiendo por compromiso la definición que da Laura Perls cuando dice: “comprometerse requiere cierta disciplina, y para que haya disciplina tiene que haber limitaciones” en El compromiso, Ponencia Inaugural Anual organizada por The Gestalt Journal en Princentown, Massachussets, 1985 y publicada en el libro Viviendo en los límites (obra citada) 21 PHG II, 9, 3, 3-4. 22 Generalmente en las crisis hay una oscilación entre agresor/agredido. Ambos intercambian los papeles en un intento creativo de poder encontrar una salida.
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23 Cuando hablo de “pareja” me refiero a dos personas que por acuerdo mutuo han decidido, explícitamente, compartir un mismo proyecto de vida, vivir bajo el mismo techo, tener relaciones sexuales, intimidad física y emocional y tener un compromiso para la vida cotidiana. 24 PHG II, 2, 12, 2 (las cursivas son mías). 25 PHG II, 2, 12, 3. 26 PHG II, 5, 12, 3. 27 Vázquez Bandín, Carmen, “La Terapia Gestalt: una terapia igualitaria”, artículo presentado a la 3th Conference of Gestalt Therapy Writers, Thessaloniki, Grecia, abril de 2004. 28 Vázquez Bandín, Carmen, “El diagnóstico y la Terapia Gestalt”, comunicación en la Reunión mensual del NYIGT, Nueva York, febrero de 2004. 29 Perls, Laura, op. Cit., p. 146 30 Idem, p. 141. 31 Idem, p. 133. Bibliografía Laplanche, J. y Pontalis, J.B. (1967), Diccionario de Psicoanálisis , Paidós, Buenos Aires, 1996.
Miller, M.V. (1995), Terrorismo íntimo , Destino, Barcelona, 1996. Perls, F. (1943), Yo, hambre y agresión , Fondo de Cultura Económica, México, 1976.
Perls, F.S., Hefferline, R. y Goodman, P. (1951), Terapia Gestalt: excitación y crecimiento de la personalidad humana , Sociedad de Cultura Valle-‐Inclán, Colección Los Libros del CTP, Ferrol/Madrid, 2002.
Perls, Laura (1992), Viviendo en los límites, Promolibro, Valencia, 1994. Vázquez Bandín, Carmen, “El diagnóstico y la Terapia Gestalt”, comunicación presentada en la reunión mensual del NYIGT, Nueva York, febrero de 2004. ———, “La Terapia Gestalt: una terapia igualitaria”, artículo presentado
a la 3th Conference of Gestalt Therapy Writers, Thessaloniki, Grecia, abril de 2004.
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POESÍA Y PSICOTERAPIA GESTALT Francisco Fernández Romero*
No se puede vivir como si la belleza no existiera
Luis Rius
Y de pronto... la belleza Me ha pasado algunas veces. Ocurre de pronto, sin esperarlo realmente. Me sorprende. Lo siento en todo el cuerpo, pero sobre todo en el pecho, y cuando lo siento me reafirmo, me digo que vale la pena dedicarme a esto y que vale la pena estar aquí para contemplarlo. Me ha sucedido viendo trabajar a Robine, a Latner, a Delacroix, a Philpson, a
Hausner, a Carmen Vázquez. También lo he sentido viendo a Guy Pierre, a Carola, a Ann Duckles y a otros, igual de cercanos. Y algunas veces, sólo algunas, lo he sentido en mi propio trabajo. Entonces, lo tomo, lo gozo, lo agradezco. Y se me queda adentro, en algún lugar profundamente mío durante mucho tiempo. Me refiero a ciertos momentos terapéuticos, a algunas intervenciones, a una forma
de estar del terapeuta, a veces, a sesiones casi enteras. Ocurren de repente y me siento vibrando, muy abierto, conmovido. Y es entonces cuando pienso que la palabra que mejor describe lo que estoy contemplando es: belleza. Eso me pasa. Me descubro diciendo o pensando: “qué bello”. No digo “qué acertado” o “interesante” o “agudo” ni siquiera “terapéutico”. La palabra es belleza. No tengo duda. Pero, ¿hablar de belleza ante una experiencia terapéutica?, ¿lo que experimento
ante esos momentos terapéuticos se asemeja a lo que me ocurre ante alguna pintura, alguna sinfonía, el vuelo o la quietud de un bailarín, algún paisaje, algún poema, algunas personas? Sí. Sin duda es semejante. En el IX Congreso Internacional de Psicoterapia Gestalt escuché a Margherita
Spagnuolo hablar sobre los valores estéticos como parte fundamental de la terapia: “No cambiamos lo que está mal sino acrecentamos la belleza que vemos”. Y aún más: “La belleza es nuestra normalidad”. Ahí estaba lo que había sentido aquellas veces. La belleza en la terapia. La belleza
en la persona que está buscándose y descubriéndose frente al terapeuta. La capacidad * Licenciado en Pedagogía. Psicoterapeuta Gestalt individual y de grupo. Especialista en Sexología Clínica,
Sexología Educativa.
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del terapeuta para descubrir esa belleza, o mejor, desde la visión relacional de la Gestalt, la belleza que sólo se revela ante el otro porque ese otro la mira, que existe porque es contemplada. La belleza que es una creación de ambos, paciente y terapeuta y que surge en un momento específico, aquí y ahora, que es el único espacio-‐tiempo donde algo real puede surgir. Esa es la belleza que he contemplado, ni más ni menos. Pero, entonces, ¿cómo describir esa belleza? Resulta difícil. Y recuerdo las veces
que en el grupo de supervisión hablamos de eso: lo difícil que es poner en palabras lo que ocurre en ciertos momentos terapéuticos. Tan difícil como poner en palabras lo que sucede ante una obra de arte, un paisaje o un cuerpo desnudo que nos conmueve profundamente. Resulta que el lenguaje cotidiano no basta para expresar ciertas cosas, y en terapia no basta para expresar lo relacional porque, como señala Wheeler (2005:47), nuestro lenguaje está dentro del paradigma individualista, es parte de él, no puede escaparse. Pero, ¿y el lenguaje poético?, ¿puede decir lo que no se expresa de otra forma?,
¿puede decir lo relacional? El mismo Wheeler responde: “Podríamos argumentar que la función básica del artista, y particularmente del poeta, no es sólo expresarse, sino enunciar en forma específica las verdades que se encuentran fuera del paradigma imperante, y que precisamente por eso no se pueden expresar en prosa” (2005:72). Y en palabras del poeta Octavio Paz: “...ver cómo la imagen [poética] puede decir lo que, por naturaleza, el lenguaje es incapaz de decir” (1956:106). Polster escribe que “toda vida merece una novela” y creo que es cierto, pero
también creo que en muchas ocasiones, la prosa no basta para expresar lo sucedido entre paciente y terapeuta; al menos no lo que sucede en esos momentos terapéuticos –de belleza– de los que he hablado. Terapia en prosa y terapia poética Me parece que la Terapia Gestalt, a diferencia de otras corrientes psicoterapéuticas, está más cerca del lenguaje poético que de la prosa. Más próxima al poema que al ensayo o la novela, por ejemplo. Valéry ha comparado la prosa con la marcha y la poesía con la danza [...] la figura geométrica que simboliza la prosa es la línea: recta, sinuosa, espiral, zigzagueante, más siempre hacia delante y con una meta precisa (Paz, 1956:69).
En la novela, al menos en la novela más clásica, hay dos elementos importantes: la creación de personajes con un mundo interno propio y el transcurrir del tiempo. La
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novela se mueve en el tiempo, no siempre lineal, es cierto, pero de cualquier forma hay pasado, presente y futuro. Hay hechos que ocurren, sucesos, dentro de los personajes o fuera de ellos y que los involucran. Hay una historia. Me parece entonces que en la novela tradicional hay un mayor enfoque en el
contenido, en el qué y en el transcurrir del tiempo. Una terapia en prosa exploraría en estos mismos aspectos: cómo es este paciente-‐personaje que está frente a mí, cuáles son los sucesos determinantes en su historia, cuál es esa historia, qué debería reconstruir de esa historia, qué papel desempeño como terapeuta en esa historia. Estamos hablando de una terapia centrada en el qué, en el contenido y en lo intrapsíquico. La poesía nos permite una visión distinta. En la poesía el cómo es tan importante
como el qué, o aún más, el qué y el cómo son lo mismo, se funden, no es posible uno sin el otro. “El poema no explica ni representa: presenta [...] Por lo tanto la poesía es un
penetrar, un estar o ser en la realidad” (Paz, 1956:112). ¿No es eso lo que pretendemos hacer en Psicoterapia Gestalt? En la poesía, el tiempo es diferente al tiempo real, más que transcurrir, se centra en
el instante, un fragmento de tiempo que no por ser fragmento está incompleto, por el contrario, ese instante es una totalidad en toda su riqueza y complejidad. El lenguaje poético es ideal para expresar lo que ocurre –o mejor, lo que es– en la intemporalidad, en el más radical aquí y ahora, en esa realidad inaprensible que llamamos presente. La poesía dice o intenta decir lo inexpresable. Para Octavio Paz, en la poesía “el tiempo cronológico –el tiempo común, la
circunstancia social o individual– sufre una transformación decisiva: cesa de fluir, deja de ser sucesión, instante que viene después y antes de otros idénticos, y que se convierte en comienzo de otra cosa [...] ese tiempo está vivo, es un instante henchido de toda su particularidad irreductible [...] tiempo único, arquetípico que ya no es pasado ni futuro sino presente” (1956:187). También en esto coinciden poesía y Terapia Gestalt. Así, una terapia “poética” está centrada en el presente, no en el contenido o en la
historia como se construyó (lo que llamamos función personalidad), sino en el proceso tal y como se va desplegando, con todas sus posibilidades, aquí, ahora y entre nosotros (funciones ello y yo). Es imposible que el terapeuta se excluya o que sea mero observador porque ya forma parte del instante y ese instante es resultado de lo que está pasando entre su paciente y él/ella. Una terapia en donde qué y cómo se entrelazan y que por lo tanto es relacional y
tiene su sentido en el encuentro mismo.
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Las palabras en una poesía no remiten a ningún sentido ulterior; tienen relieve en sí mismas, valen y significan en cuanto se pronuncian [...] La relación terapéutica, lo hemos visto, no tiene otro sentido salvo el que ella se da en su hacerse, y, con el que, en definitiva, en este hacerse, coincide (Sichera, en Spagnuolo, 2002:48).
La mirada, la atención y la palabra ¿Qué considero que puede hacer que mi trabajo terapéutico sea poético? Fun-‐-‐damentalmente tres elementos: hacia dónde veo, cómo atiendo a eso que veo y cómo expreso aquello que veo. Para hablar de lo poético quiero recurrir a los poetas y su visión de la poesía y he
preferido citar a poetas que me son cercanos. Quizá ninguno ha hecho una teoría exhaustiva acerca del tema (con excepción de Paz), pero eso no importa demasiado ahora. Cito a poetas que me conmueven y que hablan un lenguaje que me es accesible y cercano. Son poetas que dicen, como Nicanor Parra:
Y perdonen si me he expresado en lengua vulgar. Es que es la lengua de la gente.
O como Sabines:
Hay dos clases de poetas modernos, aquellos sutiles y profundos, que adivinan la esencia de las cosas y escriben: Lucero, luz Eros, la garganta de la luz pare colores coleros, etcétera; y aquellos que tropiezan con una piedra y dicen: pinche piedra.
O como Neruda:
... y entonces, otra vez junto a mi poesía volvieron a vivir mujeres y hombres, de nuevo hicieron fuego, construyeron casas, comieron pan, se repartieron la luz,
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y en el amor unieron relámpago y anillo. Y ahora perdonadme, señores, que interrumpa este cuento que les estoy contando y me vaya a vivir para siempre con la gente sencilla.
Porque me parece que justo esa es la magia: que usan palabras simples, cotidianas, sencillas, palabras que tú y yo usamos todos los días y con ellas expresan lo más íntimo. La mirada, tanto en la poesía como en la psicoterapia es central. De hecho, me
parece que el poeta y el terapeuta se distinguen por su particular forma de mirar. Eliseo Alberto, escritor e hijo del poeta cubano Eliseo Diego dice (2004:301): “O
para decirlo con palabras de mi padre, el poeta nos invita a prestar atención a lo en apariencia insignificante, convencido que en la minúscula verdad del detalle radica o puede radicar la mayúscula representación del mundo. El sello de distinción de un escritor es su mirada. Ni más ni menos”. ¿Hacia dónde miro como terapeuta?, ¿hacia dónde miras tú? Si pretendemos un
trabajo verdaderamente centrado en la relación, nuestra mirada tendría que estar ahí, en ese espacio que co-‐creamos y conformamos ambos. Miramos al paciente, nos miramos a nosotros mismos, pero sobre todo miramos hacia lo que sucede, a lo que está sucediendo entre nosotros. Y entonces no podemos más que preguntarnos acerca de ese encuentro: ¿puedo
establecer una relación de auténtica intimidad con esta persona?, ¿qué me acerca a ella, qué me aleja?, ¿qué la acerca a mí, qué la aleja?, ¿cuándo establecemos contacto y cuándo lo evitamos?, ¿dónde están mis límites y los del otro?, ¿los ponemos claramente?, ¿puedo expresar abiertamente lo que me pasa ante ella?, ¿puedo compartir mi cariño y empatía lo mismo que mi enojo y distancia?, ¿cómo hacemos, cómo estamos haciendo esto juntos? Sin duda no es una tarea fácil, pues en ella estamos implicados totalmente. Al
observar la frontera del otro necesariamente contemplamos la nuestra, al ver sus heridas tocamos las nuestras. Y a veces ocurre: nos encontramos ahí, en ese espacio que somos ambos y al mismo tiempo no es ninguno. Al ser terapeutas, miramos, como dice Eliseo Diego, lo que en apariencia es
“insignificante”, lo que está ahí todos los días, en mi vida y en la vida de mi paciente, aquello en donde muchas miradas pasan sin quedarse, o reaccionan ante ello sin
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detenerse a observar y a explorar lo que realmente sucede. Nosotros miramos ahí en donde puede parecer que no hay nada y sin embargo ocurre todo. Miramos, en muchas ocasiones, algún aspecto del paciente que muy pocos, o acaso
nadie ha mirado antes, quizá porque genera mucho dolor o vergüenza. Nos volvemos, como dice Wheeler, testigos íntimos del otro. El solo hecho de mirar dejándonos afectar ya es terapéutico. La sola presencia de otra persona que ve –porque hay algo digno de ser visto– y que se asoma a conocer el mundo del otro desde dentro e intenta comprender lo que pasa, es terapéutico. “Solamente eso. Ni siquiera alguien que los ayudara o rescatara. Lo único que hace esa persona –a quien llamaremos testigo íntimo– es ver” (Wheeler 2005:177). ¿Y no es eso la poesía?, ¿no podría definirse al poeta como testigo íntimo del
mundo? Así lo expresa Octavio Paz en un poema que siempre me conmueve:
Pido, no la iluminación: mirar, tocar el mundo con mirada de sol que se retira.
Esa es la mirada del poeta que mira lo cotidiano: la sopa de pescado (Neruda), la tía soltera (Sabines), las hormigas (Pacheco), el gato que se lava (Diego); pero lo mira de una forma nueva. Con una especial atención, siendo “testigo íntimo” de aquello, contemplando “con mirada de sol que se retira”. Este es el segundo aspecto en terapia. No sólo hacia dónde miro, sino cómo atiendo
a eso que miro. A la pregunta ¿para qué sirve un libro de poemas?, el poeta Eliseo Diego escribe en
el prólogo de su poemario Por los extraños caminos (2004:332): “servirá para atender, les respondería. Maestros mayores les dirán en palabras más nobles o más bellas, qué es la poesía. Básteles si les enseño que para mí es el acto de atender en toda su pureza”. Cuando Neruda, Sabines, Pacheco o Diego miran a la sopa, la tía, las hormigas o al
gato lamiéndose, lo miran de una forma distinta y nueva, como muy pocos se han permitido verlo: descubren lo que es único, lo que nos distingue o hermana con aquello que ven. Miran –y creo que eso es lo esencial– con asombro, con auténtico asombro ante la novedad escondida en lo cotidiano. Eliseo Alberto nos invita a intentarlo:
Ahora mismo, miren sus zapatos. Regálense un minuto, un instante apenas, y traten de descubrir lo que su imagen esconde, vean los caminos que han pisado con esos cómodos zapatos (los viejitos, los ricos, de domingo),
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recuerden los tropiezos, las metidas de pata que junto a ellos han sufrido, vean que ese doméstico y domesticado zapato de cuero fue una vaca, una vaca que se aburría cómo solo pueden aburrirse las vacas sin toro, allá en el rancho de las reses solteronas y flacas, mírenla con qué inocencia sube al camión que habrá de llevarla al matadero [...] con un pedacito de ella, un par de tiras de la panza, ya tenemos mocasín para el domingo [...] Toquen entonces sus zapatos, así, suave, como masturbándolos, y dejen que rumie la vaquilla entre sus dedos (2004:333).
Como terapeuta ¿me permito el asombro o finjo saberlo todo?, ¿con qué frecuencia me abro a la posibilidad de “atender en toda su pureza”? El poeta –y también el terapeuta– miran más que lo aparente, miran cada cosa y de
algunas cosas se asombran, están absortos y se dejan afectar y descubren la belleza, esa que dice Margherita Spagnuolo que es nuestra normalidad. Y no se trata de inventar nada o de agregar algo a lo que ya existe, sino de mirar lo que hay, ni más ni menos, pero con una mirada capaz de captar lo sagrado de lo cotidiano. Octavio Paz cita el breve poema de Buson, poeta japonés (1956:154): Ante los crisantemos blancos las tijeras vacilan un instante.
Las flores y las tijeras se transforman por la particular atención del poeta. Es también lo que Jean Marie Robine nos invitaba a hacer en el taller que impartió en el instituto utilizando la obra de Marcel Duchamp como ejemplo: si vemos lo cotidiano de otra forma (incluso un mingitorio) es posible que se transforme en una obra de arte. Si logramos atender así a la vida de nuestros pacientes, si nos permitimos el asombro ante aquello que juntos creamos y si sabemos expresarlo, puede ocurrir eso que Delacroix llama “lo maravilloso”:
Entender que uno es coautor de este proceso que conduce a la maravilla y compartir esta experiencia con el cliente, es hacerle saber que él también es coautor de este hecho inesperado que es el surgimiento de lo maravilloso. Es, por ende, reubicarlo en su dignidad de ser humano, capaz de ser partícipe co-‐creador de lo bello y de lo bueno que hay en la relación (2004:27).
Así llegamos al tercer elemento: no basta con mirar y con atender, en terapia es
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necesario expresar aquello, ponerlo en palabras, ayudar a que el paciente vea y luego a que ponga en sus palabras esta experiencia.
Quien “hace” experiencia se siente profundamente cambiado por ella, y esto quiere decir esencialmente tener palabras para expresar y comunicar el cambio del Self que se ha percibido en el acontecimiento. Vista en la totalidad de su desarrollo, la experiencia de contacto, por lo tanto, no puede prescindir del lenguaje [...] No hay cambios que sean de verdad nuestros hasta que no tengamos palabras para ellos (Sichera, en Spagnuolo 2002:45-‐46).
Así que además de la mirada y la atención del poeta, el terapeuta requiere un lenguaje poético porque de ninguna otra forma puede decirse aquello que ocurre en la relación. Esto es algo que ya decían Perls, Hefferline y Goodman en nuestro libro fundador y que retoma Antonio Sichera (2002:47):
“El opuesto al verbalizar neurótico es el lenguaje creativo y variado; no es ni la semántica científica ni el silencio; es la poesía” (PHG:130). La relación terapéutica no es, por lo tanto una zona neutra donde haya que desterrar el hablar común, sino un contexto en el cual devolver la vida a la comunicación, dando espacio a la poesía. El acto del contacto en su hacerse espontáneo y en su cumplirse no renuncia nunca al poder de la palabra, sino que le de-‐-‐vuelve una frescura y un sabor que a menudo, en la cotidianeidad, se pierde de vista.
Esta poesía de la que hablan no supone expresar la experiencia con un falso lirismo o buscando palabras grandilocuentes. Ya dijimos que, por el contrario, los poetas usan las palabras más comunes y sencillas, y con ellas expresan lo íntimo. Poesía es, entonces y en nuestro contexto terapéutico, dar peso a cada palabra, llenar a las palabras de sentido, elegir cuidadosamente lo que queremos decir y cómo decirlo, de modo que la palabra recupere su fin original que es el de comunicar lo que somos. Esta es la palabra que se contrapone al hablar vacío y deflector, al hablar para evitar el contacto y no para producirlo. El lenguaje poético requiere elegir las palabras, quitar lo que sobra, estorba o entorpece; y decir lo esencial. “Hay, también, el silencio...”
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Me parece que este lenguaje poético, esta forma de expresar en que cada palabra tiene peso y sentido, sólo puede surgir en el silencio. En la poesía, los espacios en blanco son tan importantes como las palabras. Los
espacios son pausas necesarias sin las cuales las palabras pierden su fuerza o su sentido. Hay palabras que resuenan con un poder especial entre otras cosas porque aparecen entre dos silencios sabiamente colocados. “El poeta vuelve palabra todo lo que toca, sin excluir al silencio y los blancos del texto” (Paz, 1956:282). Los silencios, los espacios en blanco, además, crean el ritmo necesario para que
exista la poesía. Y así como el ritmo es esencial para el poeta, también lo es para el terapeuta. La psicoterapia supone un ritmo que no siempre es fácil descubrir. “Así la función predominante del ritmo distingue al poema de todas las otras formas literarias [...] el ritmo provoca una expectación, suscita un anhelar. Si se interrumpe sufrimos un choque. Algo se ha roto. Si continúa esperamos algo que no acertamos a nombrar. Nos coloca en una actitud de espera” (Paz, 1956:57). Me parece que cuando he presenciado situaciones terapéuticas que me han
parecido bellas, el ritmo era un aspecto importante. El ritmo entre ir al cliente y venir hacia mí, el ritmo para llevar mi mirada de lo intra, a lo inter, a lo grupal; el ritmo entre la frustración y el apoyo, entre el acercarse y alejarse físicamente, entre la palabra y el silencio. Un ritmo que, efectivamente, suscitaba expectación y anhelo. Quizá todos hemos presenciado –o hemos sido parte– de sesiones en que las cosas
parecen apresurarse demasiado o por el contrario, transcurrir exageradamente lentas. ¿Cómo podemos percibir esta prisa o lentitud si no es porque hay un ritmo que puede intuirse? Y ese ritmo depende de cada sesión –así como cada poema tiene su propio ritmo–, de cómo están ocurriendo las cosas, del tiempo que ese terapeuta y ese paciente tienen de trabajar juntos. De nuevo recurro a mis notas de la conferencia de Margherita Spagnuolo: Una sesión de terapia es una danza, una combinación co-‐creada de movimientos con diferentes niveles de riesgo [...] Como el baile, tiene un inicio y un fin y nos movemos según eso [...] Las mismas palabras tienen diferente significado según la fase de la sesión en que nos encontramos.
Así, en la terapia como en la poesía, ponemos una especial atención al ritmo, y en ello, el silencio, los silencios, nos permiten percibir y construir ese ritmo necesario. Me parece que con frecuencia, en la psicoterapia olvidamos esos silencios. A veces
me sorprendo tratando de llenar esos vacíos por suponer que en ellos no hay nada. No es así. Muchos de esos silencios están llenos de preguntas, de elecciones, de dudas. “El silencio humano es un callar, y por tanto, es implícita comunicación, sentido latente”
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(Paz, 1956:56). Necesito de esos silencios para volver a enfocar mi mirada, para atender a lo que me pasa ante el otro, para dejar que algo me afecte, para saborear lo que está sucediendo. Necesito los silencios para elegir las palabras que tengan más sentido. Recuerdo ahora el trabajo de Constelaciones Familiares de Stephen Hausner. Lo
que más me impactó fue su capacidad de silencio. Podía pasar varios minutos completamente callado, llevando su mirada hacia el paciente y hacia sí mismo. No dejaba de haber contacto, por el contrario, a veces era un contacto profundo. Entonces, tras largos minutos, decía algo. Y lo que decía era exacto, con la intensidad justa, en una palabra, bello. Y conmovía al paciente. Y yo me daba cuenta de que esas palabras tan adecuadas, tan agudas, tan bellas, sólo habían podido surgir de ese largo silencio que él se permitía.
Un silencio que es como un lago, una superficie lisa, compacta. Dentro, sumergidas, aguardan las palabras. Y hay que descender, ir al fondo, callar, esperar. La esterilidad precede a la inspiración, como el vacío a la plenitud (Paz, 1956:148).
Me gusta el silencio. Me parece útil y creativo. Algunas veces, los alumnos o algún paciente me dicen que les gustó algún silencio mío. Y yo les contesto que en mí hay dos silencios: uno es el elegido, el que decido hacer para acompañar, porque me parece que cualquier palabra sobraría, un silencio-‐contacto. Otras veces hago silencio, porque no tengo la menor idea de para dónde seguir. Y aunque son diferentes, creo que ambos son importantes. Del primero es clara su riqueza. El segundo también me parece importante y creo que es un silencio al que los terapeutas nos enfrentamos muchas veces, ese silencio en que nos preguntamos “¿y ahora?” Creo, entonces, lo mejor es callar y esperar, volver a poner mi mirada en lo que está ocurriendo, fijarme en cómo está mi atención, quizá preguntarme hacia dónde no estoy mirando. Y a veces, basta con compartir con el paciente justo eso: mi no saber hacia donde seguir.
Hay, también, el silencio. El silencio es, por definición, lo que no se oye. El silencio escucha, examina, observa, pesa y analiza. El silencio es fecundo. El silencio es la tierra negra y fértil, el humus del ser, la melodía callada bajo la luz solar. Caen sobre él las palabras. Todas las palabras. Las palabras buenas y malas. El trigo y la cizaña. Pero sólo el trigo da pan (Saramago 1999:52).
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Estando iguana Y nos encontramos con la dificultad, ya mencionada, de decir la experiencia terapéutica. Aunque las palabras son importantes muchas veces podemos tener la sensación de que no alcanzan para expresar determinada experiencia. El lenguaje nos permite expresar pero también nos limita, y si el lenguaje es limitado, puede empezar a ser una barrera en lugar de un puente. Me parece que en este sentido, parte de nuestro trabajo terapéutico es enriquecer nuestro lenguaje, ampliarlo, darle colores y matices. En palabras de Octavio Paz:
Las palabras son inciertas y dicen cosas inciertas. Pero digan esto o aquello, nos dicen.
Cuando una persona sólo conoce la palabra “triste” para expresar lo que le sucede, quizá está limitada para decir con más claridad su experiencia. Puede sentirse no exactamente triste sino nostálgica, o melancólica, o aislada, o incomprendida o frustrada o añorando algo. Pero si ante toda esta gama de sentimientos sólo puede decir que se siente triste, empobrece su expresión. El paciente habla como habla, y está bien, pero es importante que el terapeuta pueda ayudar –desde un lenguaje más rico– a explorar estas vivencias. Más aún, me pregunto si esa pobreza de lenguaje sólo limita la expresión de la
experiencia o si limita también la experiencia misma. Nuestro lenguaje, dicen, es el reflejo de nuestras representaciones del mundo; mis experiencias, mi historia, “crean” mi lenguaje. ¿Pero es posible que también ocurra al revés? ¿La pobreza o riqueza de mi lenguaje pueden empobrecer o enriquecer mi experiencia del mundo?, ¿si sólo conozco los nombres de siete u ocho colores, puedo en realidad “ver” más que esos colores?
No sabemos en donde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se corrompen y los significados se vuelven inciertos, el sentido de nuestros actos y nuestras obras también es inseguro (Paz, 1956:29).
No tengo una respuesta clara, pero en mi propia experiencia me parece que el tener
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más palabras enriquece mi visión del mundo y de mí mismo. Además, en la poesía, las palabras pueden usarse de formas menos tradicionales,
pueden re-‐crearse para expresar algo nuevo. Cuando el poeta Carlos Pellicer dice que está “...todo lo iguana que se puede estar”, o cuando Nicanor Parra dice que era su corazón “...ni más ni menos que el olvidado quiosco de una plaza”, re-‐crean las palabras para decir algo que quizá no puede decirse de otra forma, o si se dice de otra forma pierde su verdadero sentido. ¿No te has sentido iguana alguna vez?, ¿o piedra con musgo, o ventana, o humo de
incienso?, ¿no ha sido tu corazón ese quiosco olvidado? Posiblemente sí, y aunque pueda decirse de otro modo, quizá estas palabras, estas imágenes, sean la mejor forma de decirlo. Juan Gelman, poeta argentino, recrea el lenguaje al preguntarse si... ...los rostros los oleajes la ternura alguna vez apenan apenumbran olvidan arden escarnecen astran politizan solean pájaramente plumean se arrepienten memorizan maran enróstranse olean o enternecen.
¿Podemos “astrar”, “solear pájaramente”, “plumear”, “marar”, “olear”?, ¿es posible “deshablar” o “destener”, como dice en otros poemas? “Ellaba mucho esa mujer” nos cuenta de la persona a la que amaba, y con profundo
dolor le dice a su hijo muerto:
Me penás el mientras, la dulcísima recordación donde se aplaca el siendo ...rostro o noche donde brillás astrísimo de vos, hijo que hijé contra la lloradera.
Son palabras que no existen pero que posiblemente expresan mejor que las que existen. Y esto sólo es posible en el lenguaje poético, que sin duda podríamos incluir en la terapia para enriquecer la expresión de lo que somos, o mejor, de lo que vamos siendo a cada instante con el otro y que difícilmente podría decirse de otra manera. De nuevo, Octavio Paz:
La pobreza de nuestro lenguaje psicológico y filosófico contrasta con las expresiones o imágenes poéticas. Recordemos la Música callada de San Juan o el Vacío es plenitud de Lao Tse [...] Mi corazón está brotando flores
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en mitad de la noche, dice el poema azteca [...] Las imágenes poéticas crean su propia lógica, dicen algo sobre el mundo y sobre nosotros mismos y ese algo, aunque parezca disparatado, nos revela de veras lo que somos (1956:38).
No es lo mismo estar brisa que estar llovizna o aguacero o tormenta. No es igual
estar agua que estar aire, estar fuego que estar tierra. Una cosa es ser otoño y muy diferente es ser primavera. Hay una enorme diferencia en estar recta o espiral, sol o luna, piedra o flor ¿Podemos como terapeutas salir del lenguaje más limitado y conservador para re-‐crear junto con nuestros pacientes uno más lúdico, creativo y nuevo? “Tú eres aquello” En Psicoterapia Gestalt trabajamos para integrar las diferentes partes que nos constituyen, aun las que parecen más ajenas y distantes. Este es un aspecto central de lo que hacemos. También en esto coincidimos con la poesía. “El acto de escribir poemas se ofrece a nuestra mirada como el nudo de fuerzas contrarias, en el que nuestra voz y la ‘otra’ voz se enlazan y confunden” (Paz 1956:159). En el lenguaje poético, el hielo puede arder y el fuego helarnos. Los contrarios se
tocan y a veces se enredan, se mezclan, se aparean para volverse uno. “El cielo anda en la tierra” dice el poeta. Y algo parecido decimos al paciente y esperamos que él descubra: eres fuerte y débil, suave y duro, valiente y cobarde, poderoso e impotente. De nuevo, esta idea está expresada en la poesía, en este caso, en el antiguo Upanishad:
Tú eres mujer. Tú eres hombre. Tú eres el muchacho y también la doncella. Tú como un viejo, te apoyas en un cayado... Tú eres el pájaro azul oscuro y el verde de ojos rojos... Tú eres las estaciones y los mares... Tú eres aquello (Paz, 1956:102).
No sólo eso. Mediante el lenguaje poético podemos decir o intentar decir eso que ocurre “entre”, el modo medio, lo verdaderamente relacional, porque, entre otras cosas, la poesía es algo que ocurre en ese justo lugar: el poeta crea el poema, pero de alguna forma, al escribirlo, el poema revela algo al poeta, a veces –y en eso coinciden varios poetas– algo que el poeta mismo no sabía. No deja de sorprenderme que cuando Paz intenta expresar qué es lo poético, lo hace casi con las mismas palabras que en psicoterapia usamos para intentar expresar qué es el Self y cómo sólo existe en
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el contacto:
Lo poético no es algo que está fuera, en el poema, ni dentro, en nosotros, sino algo que hacemos y que nos hace [...] Antes de la creación, el poeta, como tal, no existe. Ni después. Es poeta gracias al poema. El poeta es una creación del poema tanto como éste de aquel (Paz, 1956:168).
En resumen: la belleza puede –debe– estar presente en la psicoterapia, y me atrevería a decir, que sólo cuando hay belleza hay verdadera terapia. Es posible hacer terapia –o intentar hacerla– con una perspectiva poética, es decir,
centrada en el instante y en el proceso, y en donde qué y cómo sean inseparables. Para tener esta perspectiva es importante estar conscientes hacia dónde, con qué
atención, respeto y asombro miramos, y cómo expresamos eso que contemplamos. El lenguaje poético en psicoterapia implica dar a cada palabra su peso y sentido.
Requiere también un especial ritmo y la presencia del silencio. Este lenguaje poético, además, nos permite re-‐crear el habla cotidiana para expresar de formas nuevas lo que no pueda decirse de otra manera, nos permite integrar lo que en apariencia está separado y decir o intentar decir lo relacional, el modo medio, el Self en acción.
Cuando la palabra se re-‐encuentra, hablar no sirve ya para huir o aislarse, sino para sostener el encuentro. La terapia se puede describir como un largo camino de búsqueda de una palabra: lo que empuja al paciente, del mismo modo que a los poetas, es el deseo de la palabra que sea correcta para decirse, para decir la unicidad de la propia experiencia (Sichera, 2002:49).
Poema y poesía no son lo mismo, dicen Eliseo Alberto y Octavio Paz. El poema queda escrito y forma parte de la literatura. La poesía, en cambio, no se limita a la escritura. Puede haber poesía en la profundidad o en la luz de una pintura, en los ángulos y sombras de una escultura, en el Adagio de una sinfonía, en un solo de violoncello, en la lentitud y misterio de una danza, en el teatro, en un objeto, en una mirada, en una relación. Entonces, puede haber poesía en la psicoterapia, y saberlo quizá nos permita mirar
nuestra labor con una mirada distinta. En el fondo, la razón de ser de la poesía y de la psicoterapia se encuentran:
La poesía pone al hombre fuera de sí y, simultáneamente, lo hace regresar a su ser original: lo vuelve a sí. El hombre es su imagen: él mismo y aquel otro. A
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través de ella, el hombre –ese perpetuo llegar a ser– es. La poesía es entrar en el ser (Paz, 1956:113).
Bibliografía Alberto, Eliseo (2004), Dos cubalibres, Océano, México. Gelman, Juan (2001), Valer la pena, Era, México. Neruda, Pablo (1978), Antología esencial, Losada, Argentina. Parra, Nicanor (1993), Poemas para evitar la calvicie, FCE, México. Paz, Octavio (1956), El arco y la lira, FCE, México. ——— (1989), El fuego de cada día, Seix Barral, México. Sabines, Jaime (1968), Nuevo recuento de poemas, Lecturas Mexicanas, México. Saramago, José (1999), El equipaje del viajero, Alfaguara, México. Spagnuolo Lobb, Margherita et al. (2002), Psicoterapia de la gestalt. Hermenéutica y clínica, Gedisa, España.
Wheeler, Gordon (2005), Vergüenza y soledad, Cuatro Vientos, Chile.
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CONFLUENCIA-‐CODEPENDENCIA GESTALT-‐GRUPOS AL-‐ANON
UNA EXPERIENCIA DE INTEGRACIÓN EFICAZ Aurora Angélica Amancio Armijo∗
La razón de tratar el tema de la co dependencia tiene que ver con mi
historia. A lo largo de mi vida conviví con un familiar alcohólico y al querer resolver los problemas inherentes a este tipo de circunstancias viví por mucho tiempo olvidada de mí misma, en un estado de angustia permanente. Aprendí a esconder del exterior la situación que vivía en casa; a ocultar mis sentimientos y a desconfiar, aun de las personas más cercanas a mí, sin darme cuenta de lo destructivo de este proceso. En este andar, ya casada y por tanto separada de mi familia de origen,
descubrí que a pesar de que mi circunstancia de vida en ese momento era estable, no me sentía satisfecha. Fue el momento en que me di la oportunidad de asistir a un Grupo Al-‐anon. Así, pude experimentar un cambio en la manera de ver mi vida. A la fecha me atrevo a decir que esto representó un excelente principio en mi crecimiento personal. El participar en este grupo me dio la oportunidad de adquirir conciencia
de lo que me sucedía. Aprendí a aceptar mi realidad tal como era y a tomar acciones al respecto. Este aprendizaje implicó descubrir mi propio proceso de vida por medio de un reconocimiento personal. Posteriormente comencé mi formación en Psicoterapia Gestalt. Creía de antemano que mis descubrimientos personales serían limitados, dado mi proceso de recuperación en grupos. Estaba convencida de que para mi problema sólo había una solución eficaz y permanente: los grupos de autoayuda Al-‐ anon. Sin embargo, al experimentar mis sesiones de terapia, me di cuenta de un cierto estancamiento en algunas áreas de mi personalidad, que habían quedado sin resolver a falta de un pautamiento oportuno. El propósito de este trabajo es integrar dos propuestas de influencia
humanista: la Psicoterapia Gestalt y los Grupos de familia Al-‐anon en la labor terapéutica con personas con co dependencia. Para lograr mi objetivo me centraré en varios puntos fundamentales: a) Proporcionar al psicoterapeuta Gestalt una visión clara del problema de la co dependencia;
b) Mostrar los puntos básicos en que se apoyan los grupos de autoayuda Al-‐anon, pioneros en el tratamiento de la co dependencia;
∗ Licenciada en Relaciones Industriales; Psicoterapeuta Gestalt con especialidad en Niños por el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt, con estudios en codependencia y su trata-miento en grupos de autoayuda.
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c) Presentar un análisis comparativo de ambos enfoques –similitudes y diferencias–, en la búsqueda del reforzamiento y la complementación respectiva en la práctica terapéutica con personas con co dependencia;
d) La propuesta Gestalt como enfoque potencializador en individuos que asisten a un grupo Al-‐anon. En particular me referiré a la confluencia –modo de relación característico de la persona con co dependencia. Cómo influye la confluencia en la interrupción del proceso de contacto y la importancia de trabajar en el aquí y en el ahora con este tipo de personas.
Co dependencia
El término co dependencia aparece en los años setenta. Melody Beattie menciona que la palabra se escuchó por primera vez en varios centros de tratamiento para dependencias químicas en Minnesota. Se ha usado desde entonces para denominar la situación de aquellas personas que conviven con familiares o personas cercanas que dependen de sustancias químicas. En ese trato cotidiano se olvidan de sí mismas para responder a las necesidades del otro. Resulta difícil encontrar un significado único del término co
dependencia. Cada autor la define con sus variantes y aporta elementos que supone importantes en el esclarecimiento del mismo. Una persona co dependiente es “aquella que ha permitido que la conducta de otra persona la afecte y que está obsesionada con controlar la conducta de otra persona” (Beattie, 1998:56). Esto se refiere a la dependencia emocional de una persona hacia otra y al deseo de controlarla al punto de perder su propia integridad, hasta llegar al abandono de sí misma. Existen muchas definiciones de co dependencia, pues es un problema del que se derivan otros más, pero esencialmente existe una parte medular que es la existencia de una identidad débil debido a que no se considera propia. El co dependiente es aquella persona que “no tiene sentido claro de su propia realidad. No sabe qué siente, qué necesita o qué quiere. Tiene severos problemas para tomar decisiones. Tiene una gran necesidad de controlar el comportamiento de los demás” (Bradshaw, 2000:215). Esto quiere decir que una persona co dependiente no ha tomado
conciencia de sus sensaciones, sentimientos, necesidades y deseos; cree que se sentirá segura si controla el comportamiento de otros. Sin embargo, con esto sólo logra incrementar su dependencia del exterior. Para mí la co dependencia es una incapacidad de reconocer la propia
identidad como parte del sí mismo y de responder activamente en la satisfacción de sus propias necesidades. Existen influencias externas que provocan una serie de comportamientos
en el individuo que inhiben su capacidad de discriminar lo que viene de él o del ambiente. Una de las más importantes es la familia.
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Entorno familiar que fomenta la co dependencia Con base en la visión de varios autores, entre ellos Beattie y Brashaw, he llegado a concluir que el problema de la co dependencia se origina frecuentemente en familias con características disfuncionales, donde se da: a) Poca exposición abierta y clara de los problemas. La comunicación es deficiente o nula, el miembro de la familia que tiene un problema no lo expresa, sólo actúa con inquietud, descontento y preocupación.
b) Se reprime la expresión de sentimientos a favor de la razón. Los padres enseñan a sus hijos que la expresión de sentimientos es sinónimo de debilidad.
c) Las expectativas acerca de los miembros de la familia son irreales. Se espera más de lo que se puede dar. Hay perfeccionismo, rigidez, existe un juicio exagerado hacia los otros y hacia sí mismo; se pone más atención en el yo ideal que en el real.
d) Existe poca confianza en sí mismo y en los demás. Los miembros de estas familias suelen vivir apartados del exterior, por tanto tienen poca confianza en sí mismos en cuanto a percepciones, juicios y sentimientos y también desconfían de los demás, pues temen su crítica y enjuiciamiento.
e) No se fomenta el juego y la diversión. En este tipo de familias se toma demasiado en serio la vida en general, la atención está primordialmente en los problemas.
f) Se fomenta la obediencia sin cuestionamiento (hay rigidez e inflexibilidad).
g) Las necesidades de dependencia en la infancia no son satisfechas. A temprana edad comienzan a ser educados para resolver problemas que les corresponderían a los adultos.
h) Los mensajes familiares fomentan el sentimiento de vergüenza. Quizá éste es uno de los puntos más importantes. En las familias de este tipo es muy frecuente que haya secretos que esconder a la mayoría de la gente, como el hecho de que un miembro de la familia beba o se drogue, por ejemplo. Como existe adicionalmente una alta exigencia con el mensaje implícito de no ser lo suficientemente aptos, se educa con mensajes tácitos de que existe algo malo en cada uno que sería preferible no exponer. La manera de transmitir esto es con juicios severos hacia el otro. La culpa se utiliza como un excelente mecanismo de control y así se crea un sentimiento de incompetencia crónico.
i) La importancia está en los demás y el exterior. John Bradshaw dice:
La palabra otredad se utiliza para describir el meollo de la co dependencia. Todos los miembros de la familia viven alterados por la persona adicta, por la fuente del estrés. La ansiedad y la aflicción que
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esto causa son una amenaza para la existencia misma de los miembros de la familia que, para sobrevivir, tienen que estar en guardia y alerta todo el tiempo. Por lo anterior, nadie tiene tiempo para hacerse cargo de sus propias necesidades, deseos y/o sentimientos. No hay lugar para el ensimismamiento (Bradshaw, 2000:275). En las familias en las cuales existe este tipo de educación el individuo
crea pautas disfuncionales que van a repercutir en su desarrollo.
Características de un co dependiente Describir las características de un co dependiente es imposible categóricamente, ya que el ser humano cuenta con pensamientos, sentimientos y actitudes que dan como resultado el ser único que es. No obstante, mi pretensión es exponer una aproximación de los individuos que han vivido en un ambiente como el descrito en el punto anterior y la manera en que se ajustan creativamente al medio. Esta persona puede presentar: a) Baja autoestima. -‐ Cree no merecer, siente vergüenza, pues sabe que hay algo malo en ella. -‐ No se atreve a expresar sus opiniones, pues carece de fe en ella misma. -‐ No acepta su apariencia física ni cree en sus habilidades. -‐ Trata mejor a los demás que a sí misma. -‐ No se detiene a detectar sus necesidades.
b) Control. -‐ Necesita mantener el control externo, pues teme sentir que lo pierde. -‐ Manipula, chantajea, domina y exige para lograr lo que quiere.
c) Dependencia. -‐ Busca su bienestar externamente, rara vez dentro de sí misma. -‐ No confía en sus propios recursos. -‐ Depende del juicio de los demás para crearse uno propio. -‐ Tiene mucho miedo de perder la relación con las personas. Cuando sucede, busca depender de alguien más.
d) Límites. -‐ Tiene una gran tolerancia a mantenerse en situaciones de estrés, de angustia. -‐ Al no saber poner límites, responsabiliza a los demás de lo que le su-‐cede. -‐ Permite el maltrato, el abuso y la falta de respeto de otros. -‐ Como no puede detectar sus necesidades reales, nada le es satisfactorio.
e) Desconfianza.
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-‐ No confía en sí misma. -‐ Teme mostrarse tal cual es si esto implica verse diferente a los demás. -‐ Se avergüenza de lo que cree de sí misma. -‐ Desconfía de la sinceridad, honestidad y bondad de otros, pues no la siente en sí misma.
f) Falta de expresión. -‐ Al desconocer lo que realmente necesita, no sabe expresar lo que siente, en vez de ello demanda, provoca culpa en el otro, controla o simplemente calla. -‐ Siempre espera que le sean atendidas sus necesidades sin exponerlas y se resiente al no recibir respuesta. -‐ No expresa sus ideas con libertad, se siente insegura ante la evidencia. -‐ “No dicen lo que sienten, no sienten lo que dicen, no saben lo que sienten” (Beattie, 1998:72).
g) Desensibilización. -‐ Niega los problemas y se mantiene ocupado para no sentir. -‐ Si logra manifestar sus sentimientos éstos tienen que ver con los demás, le es difícil sentir algo hacia sí mismo. “Aprenden a descartar y reprimir los sentimientos, y algunos aprenden a no sentir simplemente” (Black, 1991:50). -‐ Pone mayor énfasis en pensar en los problemas que en tratar de resolverlos, ya que rara vez actúa por temor a equivocarse.
Durante muchos años la co dependencia no fue considerada un
problema sino una forma de vida. De hecho en la persona afectada podían llegar a presentarse consecuencias como enfermedades físicas, mentales, altercados familiares hasta llegar quizá a muertes violentas, suicidios, etcétera. Ante esta situación extrema, dichas personas con problemas de co dependencia, comenzaron a considerar la posibilidad de ayuda, al descubrir que habían sido gravemente afectadas en lo emocional por el comportamiento compulsivo de otra persona.
Los Grupos de Autoayuda Al-‐anon Los Grupos de Familia Al-‐anon surgen en 1951; tienen como objetivo principal ayudar a las personas afectadas por el comportamiento de alguien que tiene problemas con su manera de beber. Esto lo logran al compartir su experiencia, su fortaleza y su esperanza: experiencia para compartirla entre sí; fortaleza para iniciar una nueva forma de vivir y su esperanza de que va a ser posible todo esto mediante la aplicación a su propia experiencia de la práctica de los doce pasos, las doce tradiciones, los doce conceptos y los lemas como puntos fundamentales.
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Estos grupos se caracterizan por una estructura muy bien definida. Están basados en principios fundamentales que promueven el desarrollo emocional y espiritual del individuo.
Principios de funcionamiento del programa Al-‐anon y ventajas de su aplicación Uno de los elementos más importantes para que el miembro se sienta comprendido es la identificación con otros, saber que los demás han pasado por circunstancias similares y que tiene la oportunidad de ser validado aun cuando experimente un juicio severo de sí mismo y de otros. Se basa en principios espirituales y se respeta cualquier creencia
religiosa o postura filosófica. La persona que asiste a un grupo puede complementarlo con cualquier
tratamiento profesional de un psiquiatra, psicólogo o terapeuta. El apadrinamiento es un elemento esencial en la recuperación del
miembro del grupo, ya que representa una guía en la práctica de los doce pasos. Voy a referirme en particular a la parte relacionada con la recuperación.
Los doce pasos se han utilizado como guía en el crecimiento individual de aquellos que asisten en busca de ayuda a un grupo Al-‐anon. “Trabajar los pasos significa hacer el mayor esfuerzo, humanamente posible, por aplicar un principio de recuperación a nuestra vida, y entonces se dan cambios emocionales, espirituales y de comportamiento muy profundos” (Beattie, 1999:20). Los primeros tres pasos hacen alusión a una derrota, esto es, a
detenernos y aceptar que el aislamiento, la voluntad de resolver los problemas por cuenta propia ya no funcionan; por fin nos damos cuenta que somos vulnerables, que nuestro juicio falla y que a partir de ahí tomamos decisiones que nos provocan mucho daño. Estos pasos nos invitan a enfrentarnos a nuestra vergüenza, y al hacerlo comenzamos a mostrarnos como verdaderamente somos. Así se nos motiva a confiar en un Poder Superior a nosotros mismos como cada quien lo conciba, el cual fungirá como guía en todos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Los pasos 4, 5, 6 y 7 nos enfrentan con los sentimientos de vergüenza y
culpa interiorizados a través de los años; podemos vernos tal como somos al hacer un inventario moral, esto es, reconocernos con nuestros defectos y virtudes, aceptarnos con nuestras capacidades y faltas no reconocidas. Confesar a nosotros mismos, a dios y a otra persona estas faltas implica un proceso de liberación, de perdón, de recobrar nuestro propio respeto y, sobre todo, de asumir nuestra responsabilidad. Posteriormente estamos dispuestos con humildad a pedir ayuda en nuestra acción encaminada a recobrar nuestro bienestar. Los pasos 8 y 9 nos enfrentan con nuestras culpas y asuntos inconclusos
y nos invitan a dejar de ocultarlas, a responsabilizarnos de aquello que
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hicimos y que intentamos olvidar sin resultado. A reparar los daños que causamos, ya sea con un cambio de actitudes o con una acción directa. Al paso 10 se le llama “de mantenimiento”. Se refiere a hacer cada día
conciencia cotidiana de nuestros pensamientos, sentimientos, acciones. A partir de esto decidimos actuar ante la necesidad emergente. El paso 11 nos enseña a hacer un contacto consciente con dios de manera
continuada y nos hace tomar conciencia de la presencia de dios. El paso 12 es el resultado de todos los esfuerzos al experimentar los 11
anteriores: “nos comprometemos a compartir los dones recibidos y reconocemos que una vida espiritual es un proceso continuo” (GFA, 1997:116). Cuando el miembro del grupo se da la oportunidad de llevar a la práctica
estos pasos, se encamina en un proceso durante el cual toma conciencia de sí mismo y de lo que sucede en su entorno. Acepta que existe un problema y se responsabiliza de lo que le toca. Posteriormente, a partir de estas dos fases, se encuentra listo para tomar acciones dirigidas a la satisfacción de sus necesidades. “Pasar de la conciencia a la aceptación y a la acción exige tiempo, pero los beneficios bien valen la espera. Al aprender a aceptar mis defectos, circunstancias y sentimientos, aprendo que valgo tal y como soy. Con esta forma de auto aceptación comienzo a ver opciones y lentamente puedo empezar a actuar y a cambiar” (GFA, 1993:92).
Limitantes en el tratamiento de la co dependencia al llevar un proceso de recuperación en un grupo Al-‐anon Ante todo quiero aclarar que durante el tiempo que he asistido a Al-‐anon he observado en mi propio proceso y en el de muchos miembros un crecimiento personal indiscutible. Este resultado positivo ha tenido que ver con el compromiso de cada persona de aprovechar todos los elementos disponibles del programa. Sin embargo, en mi experiencia personal como miembro de un grupo Al-‐anon, me di cuenta de que experimentaba estancamientos en algunas áreas que no me permitían lograr mi autoapoyo. Esto fue evidente al comenzar mi proceso de terapia. Por medio de mi asistencia, convivencia, amadrinamiento y amistad con otros miembros, he observado algunas limitantes en mi proceso y en el de algunos otros. Voy a referirme en específico a mi experiencia. 1. Gran parte de mi trabajo personal con los doce pasos fue desde mis razonamientos. No sabía poner atención a mi cuerpo, a mis sensaciones, a mis sentimientos, en el aquí y en el ahora. Ahora sé que la “persona viva funciona de manera íntegra, usando congruentemente su mente, su cuerpo y sus sentidos” (Tobín, 1999:140).
2. Durante mi estancia en el grupo aprendí que mi problema de co dependencia es una enfermedad incurable. Asumí, a partir de esto, que nunca iba a poder salir adelante con mis propios recursos.
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Actualmente sigo asistiendo a un grupo Al-‐anon porque es muy gratificante para mí; es un alimento espiritual que me proporciono. Sin embargo, es claro que cuento con mis propios recursos, los cuales recupero día a día al adquirir mayor conciencia de mí misma. De esta manera he aprendido también que puedo clarificar mis necesidades, pues tengo la capacidad de elegir, decidir y responsabilizarme de mis acciones. “El ser humano tiene dentro de sí todo lo necesario para su crecimiento, lo que requiere es de un ambiente que se lo facilite. Cuando el ambiente es aceptante, respetuoso, congruente, el ser humano tiende a la creatividad, la espontaneidad, la libertad y la constructividad” (Muñoz, 2003:7).
3. Convertí el querer cambiar en un debería, ya que me exigía tiempos estrictos para hacerlo. Llegué a sentirme culpable por aquello que creía retrocesos, hasta que me di cuenta de que “más que buscar el cambio se busca auto aceptación, el romper con la lucha entre lo que somos y lo que debemos ser. Si la transformación se da, es producto del proceso natural de desarrollo, de ser fieles a lo que estamos pudiendo ser sin forzar nuestro organismo más allá de aquello que nos sale fluidamente” (ibídem: 8).
4. Concebía mi recuperación dándole énfasis a la explicación más que a la experiencia, al por qué más que al cómo y al para qué. “La terapia gestáltica se centra más en el proceso (lo que está ocurriendo), que en el contenido (lo que se está discutiendo), El énfasis está en lo que se está haciendo, pensando y sintiendo en el momento, más que en lo que fue, puede ser o debe ser” (Yontef, 2002:120).
Al asistir a mis sesiones en terapia pude experimentar por primera vez
un darme cuenta de una forma distinta, pues me di la oportunidad de descubrir mis necesidades auténticas a partir de la sensación que experimentaba en ese momento. Así, mi proceso de crecimiento se aceleró notablemente ante la posibilidad de un pautamiento adecuado y una acción resultante en el aquí y en el ahora, lo que significó una mejor calidad de contacto. La experiencia de integrar a mi proceso personal estos dos enfoques me
permite día a día reafirmar mi aprendizaje desde las similitudes de ambos y me enriquece a partir de clarificar sus diferencias.
Similitudes y diferencias entre los principios del programa de recuperación Al-‐anon y los fundamentos de la Psicoterapia Gestalt Similitudes Entre ambas corrientes hay elementos en común que puedo detectar en el tratamiento de la co dependencia:
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1. Ambas promueven la conciencia y la responsabilización. Esto es muy importante en una persona que ha perdido los límites entre ella y su ambiente, ya que comienza por darse cuenta de esta situación y por ende a responsabilizarse de sí misma.
2. Dan importancia al ambiente. Perls menciona que en contacto con el ambiente, el individuo adquiere la habilidad de asimilar lo que le es nutricio y desechar lo que es tóxico por medio del desarrollo de la conciencia. En el programa Al-‐anon se hace hincapié en que la agrupación es una hermandad, esto es, un lugar en el cual el miembro va a encontrar comprensión, identificación, afecto, aceptación y respeto. Dentro de este contexto puede darse en él la apertura y confianza que necesita para comenzar a ser él mismo.
3. Se busca la horizontalidad en las relaciones. En Gestalt se busca “llegar a una relación lo más horizontal posible, en donde no haya más autoridad que la de uno mismo sobre sí mismo, donde la relación de poder esté equilibrada y sea posible disentir, no estar de acuerdo o tener diferentes puntos de vista, en un ambiente de respeto y valoración de las diferencias” (Muñoz, 2003:9). En la segunda tradición del programa de Al-‐anon dice: “Nuestra fuerza constante puede radicar en que somos una hermandad de iguales. Ningún miembro, cualquiera que sea su educación, influencia política o conocimientos profesionales, es más valioso que otro miembro” (GFA, 1995:111).
4. Promueven la aceptación de uno mismo y las acciones derivadas de esto. Ambas buscan el desarrollo de la conciencia, que la persona pueda verse tal cual es y se responsabilice de sí misma y de aquello que necesita.
5. Ambas consideran que el ser humano merece ser tratado con comprensión, respeto, empatía y aceptación positiva incondicional. Dentro de este ambiente será probable que el individuo que ha vivido hasta ahora en un ambiente de aislamiento, de vergüenza y culpa, pueda sentir más libertad de mostrarse tal cual es, de experimentar confianza en el otro y posteriormente en él.
6. Le dan más importancia al presente que al pasado y al futuro. “La terapia gestáltica considera los actos de recordar y planear como funciones presentes aunque se refieran al pasado y al porvenir” (Polster, 2001:24). En el programa Al-‐anon se hace énfasis en vivir sólo un día a la vez, planear a corto plazo día a día. Se invita al miembro a no crearse expectativas a futuro y que el pasado sólo le sirva de experiencia en su crecimiento.
7. Ambas buscan la expresión de sentimientos. Se promueve en el individuo la libertad de expresar lo que siente dentro de un ambiente de confianza y aceptación.
8. Las dos buscan cerrar asuntos inconclusos. En general, las personas con un problema de co dependencia no se expresan adecuadamente ante otros aunque surja el impulso de hacerlo; cuando surge una
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desavenencia, tienden a alejarse de la situación y de aquellos que participaron en ésta. La energía generada por dicho impulso queda estancada en el cuerpo sin poder fluir. La persona puede pasar mucho tiempo en estas condiciones y esto ocasiona tensiones tanto físicas como emocionales. Tanto la Psicoterapia Gestalt como Al-‐anon funcionan en este sentido para ayudar a dar cauce a la energía hacia el cierre de asuntos inacabados. Éstos pueden ser: rencor o resentimiento, un conflicto no solucionado, muerte de un ser querido, separación, etcétera.
9. Una y otra incluyen en su práctica el tratamiento de la vergüenza y la culpa. Este es un punto muy importante, pues implica que en ambas se da una relación de apertura, respeto, cuidado, comprensión y autenticidad en la relación. Esto tiene que ver con promover en la persona la propia aceptación de su ser, lo cual es importante para evitar el sentimiento de vergüenza. Por otra parte, uno de los objetivos de ambas es que la persona concientise sus sentimientos de culpa y tenga la capacidad de discernir si éstos están relacionados con haber hecho un daño a otro –culpa auténtica– o si sólo imagina que lo hizo influenciada por un aprendizaje o por la educación recibida: introyección. “Los sentimientos de culpa son apropiados en la medida en que se basen en una imposición de hacer daño a otro, a una relación o al ambiente. Son patológicos si el daño no es real, si la imposición no fue asimilada (es decir, basada en la introyección) o si son más extremos, inflexibles, demasiado generalizados o punitivos de lo que las circunstancias requieren” (Yontef, 2002:462). A partir de esto la persona puede darse cuenta de su necesidad, por ejemplo, por medio de la confesión, arrepentimiento, reparación y perdón –5, 8 y 9 pasos de Al-‐anon o si requiere explorar la naturaleza de su culpa si no existen motivos reales.
Diferencias Para la Psicoterapia Gestalt: a) Los problemas emocionales no son considerados como enfermedad. “El énfasis está puesto en la salud y en cómo promoverla, en dejar de ver al otro que busca ayuda como un paciente, o sea alguien incapaz de ayudarse a sí mismo y por lo tanto con un rol pasivo ante su problemática” (Muñoz, 2003:8). Para la Gestalt el co dependiente es una persona que utiliza un modo de evitación para lograr el contacto llamado confluencia, el cual explicaré con detenimiento más adelante.
b) Autoapoyo significa generar recursos propios para lograr un crecimiento. No se habla específicamente de una indispensable relación con dios. “Yo defino la madurez como la transición del apoyo ambiental al autoapoyo. En terapia gestáltica, la madurez del
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individuo se logra mediante la disminución del apoyo ambiental, el aumento de su tolerancia a la frustración y el desmoronamiento de su falso afán por representar roles infantiles y adultos” (Perls, 1999:16).
c) El darse cuenta se promueve más desde la experiencia que desde la explicación.
d) El proceso de darse cuenta se centra fundamentalmente en el qué, cómo y para qué.
e) El terapeuta lleva una dirección en el tratamiento del problema. Mediante un pautamiento adecuado y una acción asertiva, puede acelerar el darse cuenta del cliente.
f) Cada persona puede tener una problemática distinta, aunque haya pasado por una experiencia similar a la de otra persona.
g) Las respuestas vienen del cliente, surgen a partir del trabajo promovido por el terapeuta, basado en la relación yo-‐tú y la experiencia en el aquí y en el ahora.
Para Al-‐anon: a) La consecuencia emocional de una persona que ha convivido con un alcohólico se considera una enfermedad.
b) Es primordial establecer una relación con dios a lo largo de la vida, sin esto no se logra la recuperación.
c) El darse cuenta se da por medio de escuchar experiencias de miembros con una misma problemática.
d) El proceso de crecimiento se centra más en los por qué. e) Los conflictos y problemas individuales se tratan con un miembro del grupo que vive en ese momento una experiencia similar y que sirve como guía en la vivencia de los doce pasos.
f) Se estigmatiza como afectados a todos aquellos que hayan convivido con un alcohólico.
g) La recuperación depende en gran parte de las revelaciones de los miembros del grupo, por un lado, y del asesoramiento de un “padrino”, quien es elegido de manera voluntaria y libre por la persona, para darle guía sobre la práctica del programa de Al-‐anon.
La confluencia como modo de relación de la persona con co dependencia Es muy importante aclarar que la co dependencia no existe como término gestáltico. Esto significaría estigmatizar al individuo con una problemática estática y única. “Lo que nos concierne como psicólogos y psicoterapeutas en este campo en perpetuo cambio son las constelaciones siempre cambiantes de un individuo también siempre cambiante, porque si ha de sobrevivir tiene que cambiar constantemente” (Perls, 2001:37). Es cierto que existen personas con una dinámica conductual similar. Esto
a causa de haber vivido circunstancias más o menos comunes en algunas
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etapas de su vida. Sin embargo, desde la Gestalt, se ve al ser humano siempre en movimiento, todo el tiempo está siendo. “El existencialismo surge como una reacción al esencialismo y en contraposición a él, afirma que no existe una esencia en la naturaleza que puede ser descubierta de una vez y para siempre, sino que ésta se rehace cada día” (Muñoz, 1997:8). Entender esto no fue sencillo para mí, pues por muchos años había
creído que a lo que yo llamaba enfermedad tenía un nombre –co dependencia–, y que al hacer conciencia de este simple hecho comenzaría mi recuperación. Hoy comprendo que como ser humano soy más que eso. Puedo concebir mi vida siendo, es decir, un proceso que puede estar en continuo movimiento y, por tanto, susceptible de cambio, así como también experimentar ciertas dificultades para fluir en mi darme cuenta. Así, muchas veces viví confusa al creer que daba respuesta a mis necesidades y al mismo tiempo seguía sintiéndome insatisfecha, por no tener la capacidad de reconocer si éstas eran auténticas o no. He podido entender que la necesidad de cualquier persona es hacer un
contacto pleno con su ambiente. Si en este contacto logra satisfacer una necesidad, su movilización y su acción para lograrlo será directa y segura. En caso contrario, si la persona al dirigirse hacia la acción que la llevará al contacto encuentra obstrucciones del ambiente para lograrlo, entonces desviará su energía y de esta manera interrumpirá el camino hacia un contacto pleno. En ocasiones pueden darse momentos en los cuales la persona cede
conscientemente y por tiempo limitado sus intereses individuales a los del entorno para obtener un beneficio como ser socialmente aceptada, adaptación al medio –llámese grupo, pareja, etcétera–. Sin embargo, cuando vive esta circunstancia de manera crónica se considera que existe una patología. La persona en la cual la confluencia es un estado patológico no nos puede decir qué es ella ni puede decirnos qué son los demás. No sabe dónde llega ella misma y dónde comienzan los demás. No se da cuenta del límite entre sí misma y los demás, no puede hacer un buen contacto con ellos. Tampoco puede retirarse de ellos. De verdad, ni siquiera puede contactarse consigo misma (Perls, 2001:48). Pero la confluencia desde el punto de vista de Jean Marie Robine va más
allá: El concepto de confluencia designa verdaderamente la disolución de la relación figura/fondo, y no la de relación sujeto/objeto. La terapia Gestalt es una disciplina de la experiencia de las relaciones figura/fondo, y no un método de descripción de las conductas humanas, aunque a su manera pueda contribuir a ello (Robine, 2001:102).
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Me resultó tranquilizador entender que lejos de llamarme “co dependiente” o “confluente” podía verme desde una perspectiva compleja y a la vez real. Esto me permitió explorar mi problemática y darle un sentido, es decir, una intención: llegar a ser consciente de mis necesidades reales y dirigirme hacia su satisfactor. La emergencia de una figura no es otra cosa que la emergencia de una dirección de sentido, lo que a veces tratamos de decir de manera torpe hablando de necesidades como figura de precontacto. Y el ciclo de contacto o proceso de construcción/destrucción de las Gestalts no es otra cosa que el despliegue de esta intencionalidad (Robine, 1997:16) Hasta ahora he llamado “co dependiente” a aquella persona con un modo
de relación preponderante que desde la Gestalt se llama confluencia y que experimenta problemas en su proceso de contacto: la figura no resalta del fondo. En la no conciencia, producto de la confluencia, no surgen nuevas figuras, ya que éstas no se distinguen del fondo. Para el psicoterapeuta Gestalt, reconocer a un individuo con un modo de
relación preponderante significa detectar sus interrupciones en el proceso para llegar al contacto, detectar si éstas son crónicas –como sucede comúnmente en el caso de los familiares de los alcohólicos– y de este modo, darle curso a la práctica terapéutica. “El contacto y el retiro, en su forma rítmica, son nuestros medios de satisfacer nuestras necesidades, de continuar los procesos siempre en transcurso que constituyen la vida misma” (ibídem: 35).
La confluencia y el proceso de contacto Para Paul Goodman existen dos tipos de confluencia que crean interrupción en el proceso de contacto: “La primera es una confluencia que impide la emergencia de cualquier figura; la segunda es la confluencia que acompaña a cualquier neurosis” (Goodman citado por Robine, 1997:96). A estas dos añade, como variante de la primera, la angustia del individuo ante el momento del contacto.
1. Confluencia en el poscontacto que impide el precontacto. Aquí la persona se ancla a una experiencia caduca, no permite una nueva, aunque ya no le procure más satisfacción. No acepta la novedad, y al rechazarla se niega la oportunidad de crecimiento.
Por lo tanto, la confluencia no es, como han podido decir algunos, un aferramiento al contacto, sino un aferramiento a una situación antigua que se ha vuelto caduca. El crecimiento se interrumpe, pues la novedad es rechazada. No hay contacto, no hay figura que se destaque de un fondo (ídem.).
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Una persona que siente dependencia hacia otra es incapaz de relacionarse con alguien más. Puede darse el caso de que ya no haya relación entre ambas; sin embargo, para una de ellas la relación sigue vigente y trata de luchar para creer esto indefinidamente a cualquier costo. Como variante de la primera se da la ansiedad de la confluencia futura
en el contacto final. Para Goodman esta interrupción se da en el momento en que el individuo está a punto de llegar al contacto total, sin embargo se angustia ante la posibilidad de lograrlo, y finalmente se detiene.
La experiencia de disolución momentánea de la “frontera” que se produce en el contacto final futuro es fuente de angustia. Implica soltar la presa, un retorno al modo espontáneo, una relajación del dominio. La interrupción se hará por fijación de un modo egotista o retroflexión (ibídem: 98).
La persona con este tipo de interrupción se caracteriza por intentar
controlar cualquier situación, anticiparse a un hecho, a desarrollar su conciencia a partir de la razón, a buscar el dominio en las relaciones. “Al no poder asimilar nuevas experiencias a pesar de todos los esfuerzos que le han llevado tan cerca de la meta, el paciente suele sentir vacío y soledad dolorosa” (ibídem: 99).
2. La confluencia patológica como fundamento de cualquier neurosis. Si la confluencia se refiere a la disolución de la relación figura-‐fondo, en realidad cada vez que hay una interrupción del contacto existe confluencia, es decir, cuando existe una cronicidad en la interrupción se habla de confluencia.
Todos los modos de interrupción del contacto se acompañan de confluencia: el segundo plano de la figura no podrá alimentar de manera satisfactoria a la figura para que llegue a ser clara, brillante, total. Cual-‐quier interrupción fijada inmoviliza la relación primer plano/segundo plano, esta confluencia hace que cualquier figura aborte y vuelva el fondo por represión (ídem.).
El individuo que ha vivido una situación de urgencia permanente,
como es el caso de aquel que convive con un alcohólico, tiende a experimentar interrupciones de contacto crónicas; por ejemplo, en vez de presentar ocasionalmente una conducta retroflectora, vive de manera crónica una situación en la cual no habla de lo que siente, no pide a los otros –aunque tenga necesidad de hacerlo–, y para no enojarse con el otro se enoja consigo mismo, no toma lo que necesita del ambiente. En específico los hijos de los alcohólicos no expresan lo que sienten.
Esto se debe a que generalmente los miembros de la familia no hablan
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entre sí directamente del problema. Desconfían de los demás, pues en casa recibieron mensajes que no concordaban con la realidad que vivían. Los hijos criados en hogares alcohólicos constantemente escuchan
mensajes mezclados... mensajes que enseñan a desconfiar. A menudo uno de los padres deliberadamente le da una información falsa a su hijo, en un débil intento por protegerlo de la realidad. Es posible que la madre diga a sus hijos que está contenta cuando realmente se siente desdichada. Es posible que el padre asegure al hijo que todo marcha bien, cuando el hijo puede ver que su madre está actuando de una manera extraña. El hijo se confunde porque las palabras de uno de sus padres comunican un mensaje, mientras el movimiento corporal y el tono de voz le comunican lo opuesto (Black, 1989:47). En el ejemplo anterior esta persona ha aprendido a retroflectar de forma
permanente, pues termina por sustituir a los demás por él mismo, es decir, no toma lo que requiere del ambiente. El punto importante en esto es que el individuo se fija en un modo de interrupción de contacto y lo adopta como una forma de vida. Robine (1997:101) lo llama “Confluencia con las retro-‐flexiones”. Es importante trabajar el aquí y el ahora con personas cuyo modo de
interrupción de contacto más frecuente es la confluencia, para la detección de sus necesidades reales. Deseo referirme al trabajo terapéutico centrado en el aquí y el ahora,
porque una persona inclinada a la confluencia generalmente racionaliza, controla sus sentimientos, vive desensibilizada, está acostumbrada a hablar del pasado que la atormenta y del futuro que la angustia; se encuentra empecinada en vivir una misma situación aunque ya no le funcione. Finalmente, tiene miedo de dar el paso final hacia el contacto, pues le genera angustia. No se da cuenta de que “sus problemas existen en el aquí y el ahora, y sin embargo muy frecuentemente hay sólo una parte de él para encararlos” (Perls, 1979:70). Una persona que ha vivido con poca conciencia de sí misma, sin lograr
distinguirse del resto del mundo, experimenta el momento presente como un fracaso, por tanto, existen varios factores que le dificultan su estancia en el presente: a) Su vida presente es insatisfactoria. b) Tiene asuntos inconclusos que la fijan en el pasado. c) Le resulta doloroso concientizar los problemas pasados como presentes. “Desde el punto de vista gestáltico el neurótico no es meramente una persona que tuvo un problema, es una persona que tiene un problema continuado, aquí y ahora en el presente” (ibídem: 69).
d) Busca no responsabilizarse de lo que piensa y siente. e) Vivir el presente significa soltar el control y le cuesta mucho trabajo hacerlo.
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Nuestro trabajo como terapeutas implica detectar interrupciones en el
proceso de contacto de la persona, frustrar sus evasiones y apoyar su expresión. Pero la función más importante es ayudarla a vivenciarse a sí misma en el presente, ya que el darse cuenta se experimenta en el aquí y en el ahora. “En primer lugar aprende lo que está vivenciando realmente. Aprende cómo lo está vivenciando. Y aprende cómo sus sentimientos y su comportamiento en un área, se relacionan con sus sentimientos y con su comportamiento en otras áreas” (ibídem: 73). En mi experiencia ha sido relevante aprender a experimentar en el momento mis sentimientos, a revivir mi pasado y hacerlo consciente ahora. Me ha ayudado darme cuenta de que esta experiencia anterior, a veces forma parte de mi presente. Aprendí a reconocerme siendo. Descubrí una parte de mi ser desconocida para mí. Me reconocía dándome cuenta de que podía temblar aquí y ahora cuando recordaba un acontecimiento que en su momento me provocó miedo. Que podía verme, sentirme, experimentar mis propias emociones siendo consciente y responsable de éstas. Aprendí, al asistir a mis sesiones de terapia, que la intensidad de un sentimiento y la fuerza de un darse cuenta sólo se dan en el aquí y el ahora. Creo que la labor del terapeuta con personas cuya interrupción de
contacto es la confluencia, implica ayudarlos a fluir hacia el contacto: ...consiguiendo que nuestros pacientes se den cuenta en el aquí y el ahora, que realmente están interrumpiendo, cómo estas interrupciones los afectan, podemos llevarlos a verdaderas integraciones. Podemos disolver el clinch interminable en el que se encuentran. Les podemos dar una oportunidad de ser ellos mismos, porque empezarán a vivenciarse ellos mismos, esto les dará una verdadera apreciación tanto de ellos mismos como de los demás y les permitirá hacer buen contacto con el mundo, porque sabrán cómo está el mundo. Entender esto significa, básicamente, ver la parte en relación con el todo. Para nuestros pacientes significa verse ellos mismos como una parte de un campo total y, por tanto, relacionarse tanto con ellos mismos como con el mundo. Esto es un buen contacto (ibídem: 77).
Reflexiones finales
Es muy revelador comprobar que ningún método, guía o técnica terapéutica tiene que ser desechada ante el arribo de otra más novedosa. Robine menciona que lo relevante en la observación de un suceso es la visión del objeto complejo, “es decir, un objeto situado en la intersección de problemáticas diferentes” (Robine, 2002:2). Por medio de esto hace referencia a la importancia de impulsar la integración del conocimiento a partir de enfoques diferentes.
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Puedo concluir, a partir de esto, que la Psicoterapia Gestalt puede potencializar y por tanto complementar el trabajo personal de cualquier miembro que asista a los grupos Al-‐anon. Me parece sumamente importante brindar al terapeuta una visión paralela al trabajo terapéutico en el tratamiento de estos últimos. La finalidad de conjuntar la Psicoterapia Gestalt y los grupos de familia Al-‐anon como experiencia vivencial, es brindar una alternativa viable en aquellas personas que viven una interrupción de contacto llamado confluencia , que como ya vimos tiene que ver con una problemática más amplia que puede abarcar algunas otras interrupciones en el proceso de contacto. En el transcurso de este trabajo intenté transmitir que es posible relacionar corrientes o teorías que parecerían tener un mensaje y esencia diferentes y aplicarlos a un problema en particular. Sin embargo, el resultado puede representar una experiencia de integración eficaz. Este es el caso de términos como confluencia-‐co dependencia, Psicoterapia Gestalt-‐Grupos de Autoayuda Al-‐anon. Ahora entiendo que mi proceso ha sido muy gratificante porque me
atreví a abrirme a más de una alternativa, a saber que mi desarrollo personal es inacabado, que quizá encuentre a lo largo de mi camino otras formas de visualizar al ser humano que complementen a aquellas que he experimentado actualmente. De esta manera me sigo descubriendo aquí y ahora .
Bibliografía
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¿ES TU PRÁCTICA GESTÁLTICA UNA PRÁCTICA MEDITATIVA?
Pia Carla Hagsater Watteeuw*
Desde hace años he estado interesada en la práctica de la meditación budista, he tenido la oportunidad y la bendición de conocer diferentes tipos de prácticas así como grandes maestros. Durante mi formación como psicoterapeuta Gestalt me fui percatando poco a poco
de las similitudes entre estas dos corrientes. Después, al platicarlo con compañeros y maestros me enteré de que algunas de las bases de este modelo psicoterapéutico provenían del budismo Zen, lo cual me fascinó y me llevó a preguntarme ¿cuál es el punto donde convergen estas dos corrientes ? Cuando empecé a dar psicoterapia tuve experiencias meditativas durante la sesión
y me pregunté ¿cómo es que pude entrar en estos estados de conciencia?, ¿qué hice o deje de hacer para que esto sucediera?, ¿se estarán manifestando las herramientas que he adquirido gracias a la meditación?, ¿de qué manera esto le afecta a mi cliente? Además de informar al lector sobre algunas de las semejanzas que encontré entre
la práctica meditativa y la práctica gestáltica busco cuestionar al terapeuta ¿qué hace cuando da terapia?, y ¿hasta qué punto quizá, sin darse cuenta, entra en estados meditativos? En este artículo el lector encontrará una serie de preguntas que quizá lo lleven a reflexionar. La intención es cuestionar al terapeuta acerca de su práctica en el consultorio. No pretendo que las respuestas lleguen con facilidad y quizá para algunas no existan respuestas claras o absolutas. Existen innumerables escuelas de meditación, cada una con una técnica, una
cosmovisión y un objetivo diferente. En el presente artículo me enfocaré específicamente en dar a conocer la perspectiva budista. Existen, asimismo, diferentes escuelas dentro del budismo, en este artículo tomaré la base de todas ellas sin hacer distinción entre una u otra.
La visión budista de la meditación Desde la perspectiva budista el Dalai Lama habla de dos métodos de meditación, el primero se refiere a la meditación analítica que es “la vía mediante la cual nos familiarizamos con nuevas ideas y actitudes mentales” (Dalai Lama, 2004:50), y se logra mediante un proceso de análisis mental. En la vida cotidiana utilizamos a menudo este tipo de meditación la cual llamaremos re-‐-‐flexión. Pensamos una y otra vez en una situación o una persona y llegamos a conclusiones analíticas. El segundo método se refiere a la meditación contemplativa, la cual “se produce cuando concentramos la mente en un objeto sin tratar de analizarlo o reflexionar
* Licenciada en Psicología por la UIA; Orientadora Humanista y Desarrollo Humano, Facilitadora de Grupos y Psicoterapeuta Gestalt por el IHPG, con especialidad en Entendimiento Emocional y Silencio Interno.
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sobre él” (ibidem:51). El objeto de meditación no tiene que ser un aspecto físico como lo es el atender a la
respiración, puede ser una cualidad como la paciencia o un estado mental como es la vacuidad.
Cuando meditamos sobre la compasión, por ejemplo, desarrollamos empatía hacia los otros y nos esforzamos por reconocer el sufrimiento por el que están pasando. De esto se ocupa la meditación analítica. Sin embargo, una vez el sentimiento se ha alojado en nuestros corazones, una vez la meditación ha cambiado positivamente nuestra actitud hacia otros, permanecemos absortos en ese sentimiento, sin dedicarle reflexión (idem.).
La meditación es un proceso que amplifica nuestro control sobre la mente y los pensamientos, dándonos la posibilidad de guiarla. Según J. Welwood “el objetivo de la meditación apunta a trascender los contenidos
superficiales de la mente” (2002:89), ya que a menudo nos encon-‐-‐tramos absortos entre muchos pensamientos. Una práctica meditativa exitosa logra descubrir el trasfondo de la conciencia en donde los pensamientos y los sentimientos pierden solidez. Libera las fijaciones mentales y emocionales. Los conflictos cotidianos dejan de ser el enfoque principal de la conciencia. La práctica meditativa pone de manifiesto la transparencia de la conciencia, libre
de toda limitación impuesta por fijaciones dualistas o conceptuales. La reflexión nos lleva a conocer la realidad de una manera lineal. La meditación
contemplativa tiene la cualidad de poder trascender el plano de la lógica de una manera espontánea e inmediata sin la necesidad de un proceso analítico. A esto se le llama autoliberación. Por medio de la práctica meditativa el budista trata de liberarse de los conceptos y
de la dualidad para dejar de identificarse con el “yo” llamado ego. Este último es el que continuamente está atrapado en un concepto de sí mismo, como por ejemplo, “soy mujer, terapeuta, sanadora, madre, etcétera”. Identificarnos con el ego nos lleva a tener deseos, apegos y tratar de crear una realidad basados en nuestras creencias, conceptos, valores e ideas, lo cual es la causa del sufrimiento. Esto se debe a nuestra ignorancia de no poder reconocer nuestra verdadera naturaleza. Según su Santidad el duodécimo Gyalwang Drukpa, para dejar de ser ignorantes es necesario cultivar la sabiduría, es decir, el entendimiento. El budista, mediante la práctica meditativa, busca dejar de identificarse, de esta
manera no tendría más deseos, apegos ni acciones que lo lleven de vuelta a su ignorancia y al conflicto. A este proceso exitoso se le llama liberación. Al salir de la ignorancia estamos despiertos y nos damos cuenta de nuestra verdadera naturaleza.
La Psicoterapia Humanista Gestalt La Psicología Humanista es un enfoque orientado hacia la totalidad del ser humano. Esta corriente psicológica toma en cuenta el desarrollo del potencial y la
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autorrealización. Enfatiza las cualidades humanas como la creatividad, la valoración personal, el amor, la libertad y la realización personal. Por todo esto también se le conoce como el “movimiento del potencial humano”. La Terapia Humanista busca facilitar el desarrollo personal. La relación terapeuta/cliente pretende ser auténtica, aceptante, respetuosa y empática. Existen diversos autores en esta corriente: Carl Rogers, Victor Frankl, Abraham Maslow y James Bugental, entre otros. La Terapia Gestalt tiene sus raíces en la Psicología de la Gestalt, mas no es su única
influencia; el Psicoanálisis, el Existencialismo, la Fenomenología y la Psicología Humanista son otras fuentes de inspiración. Asimismo, hemos de destacar la genialidad de la figura de Fritz Perls como fundador de la terapia Gestáltica. El método de conocimiento del existencialismo es la fenomenología… busca describir los fenómenos tal y como se dan, por lo que hay que observarlos limpios de prejuicios, crítica e ideas preconcebidas; es un mirar intuitivo y un reportar descriptivo. En la fenomenología hay un rechazo a la absolutización del mundo, es más importante encontrar los significados, pues al comprender lo que algo significa para mí comprendo también lo que soy (Muñoz, 1995:11).
Una de las bases del modelo terapéutico Gestalt fue una escuela alemana dedicada al estudio de la percepción donde el proceso central de ésta era la formación de la figura/fondo. “La premisa básica de la Psicología de la Gestalt es que la naturaleza humana se organiza en formas o totalidades y es vivenciada por el individuo en estos términos y puede ser comprendida únicamente en función de las formas o totalidades de las cuales se compone” (Perls, 1976:19). El enfoque gestáltico busca que la persona viva plenamente conciente, atenta a sus
necesidades organísmicas y a su entorno, así como también promueve la responsabilización. Por medio de las herramientas y técnicas psicoterapéuticas se busca el desbloqueo
de las pautas neuróticas con la finalidad de que la persona pueda obtener un funcionamiento más adecuado y logre vivir más plenamente. Se toma en cuenta el entendimiento intelectual, los sentimientos y las sensaciones. La filosofía de la Psicoterapia Gestalt es una filosofía de lo obvio, se trabaja con el
presente, la experiencia y la responsabilidad. La actitud básica de apreciación de la actualidad, el estar consciente y la responsabilidad, se manifiesta en un número de actitudes más específicas que los terapeutas gestálticos aprenden en su entrenamiento y comunican en su trabajo sin predicar [...] creo que ellas [...] constituyen la real tradición de la terapia gestáltica, mientras que las técnicas sólo son un medio conveniente para la expresión y transmisión de su entendimiento (Naranjo, 1990:15).
El proceso en la Terapia Gestalt se vive de una manera experiencial más que de forma intelectual o conductual, es decir, “el proceso terapéutico consiste en la transmisión de una experiencia” (ibidem:24). La técnica puede producir una
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experiencia, pero el terapeuta con su actitud puede transferir una experiencia, lo cual la hace más profunda, “sin la actitud apropiada, las técnicas se transforman en formas vacías” (idem.). Además de ser un enfoque terapéutico puede percibirse como una filosofía de vida
que pretende desarrollar presencia, conciencia y atención a las propias necesidades. El trabajo terapéutico no pretende terminar en el consultorio; las herramientas
adquiridas van poco a poco desplazándose a la vida cotidiana tanto del terapeuta como del cliente. Se pretende llevar una vida más plena, con mayor conciencia y claridad, con buena comunicación y una vida interrelacional satisfactoria.
Paralelismos entre la meditación budista y la Psicoterapia Humanista Gestalt Presencia y aquí y ahora Como seres humanos a menudo nos encontramos atrapados en la fantasía, en los acontecimientos del pasado o proyectando nuestros deseos hacia el futuro, pero pocas veces estamos en el momento presente. El situar nuestra conciencia en el momento presente es muy difícil ya que estamos en otro tiempo y en otro lugar. Para la práctica de la meditación el desarrollar la capacidad de estar presente es un aspecto de suma importancia. Se busca subordinarnos al momento presente para poder tomar conciencia del aquí y ahora.
La esencia de la meditación es la presencia. Sea lo que fuere lo que practiquemos, no debe de estar dirigido a lograr un estado más elevado ni a perseguir una teoría o un ideal, sino simplemente, sin objeto ni ambición alguna, a tratar de ver qué es el aquí y ahora. Tenemos que cobrar conciencia del momento presente (David Brandon en Welwood, 1990:200).
En realidad, el aquí y ahora es lo único que existe, el pasado ya fue y el futuro aún no llega, nuestra capacidad de actuar está situada aquí y ahora. Welwood llama presencia incondicional a “la capacidad de conectar plena y
directamente con la experiencia, sin distorsionarla mediante ningún tipo de expectativa” (Welwood, 2002:164). Cuando estamos presentes nos permitimos abrirnos sin juicio a la experiencia que
nos sucede, implica entregarse y atravesar la situación tomando las riendas en vez de dejarnos arrastrar por ella. Los seres humanos nos encontramos en una lucha interna constante, juzgamos,
rechazamos y eludimos aspectos de nuestra vida que nos incomodan, así nos cerramos a vivir la experiencia tal cual es. Contraemos nuestro cuerpo e intoxicamos nuestra mente con pensamientos fijos que buscan de alguna manera evadirnos de nuestra realidad limitando nuestro rango de experiencia. Esto nos lleva a vivir en un estado permanente de ansiedad y tensión. “Necesitamos desarrollar el único antídoto posible para todas nuestras visiones limitadas de la realidad, permanecer presentes con nuestra experiencia tal cual es. Esta es la presencia incondicional a la que algunos
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denominan mente del principiante” (ibidem:193-‐194). En la mente del principiante existen muchas posibilidades, la experiencia humana se vuelve fresca y abierta. En la relación terapéutica esta capacidad de estar presente es la que nos brinda el
poder de escucha y atención. Asimismo, el permitir que el cliente viva su experiencia tal cual es le permite poder atravesar momentos difíciles sin juicio y con apertura. Para Yontef (1997:56) “el ahora es un concepto funcional que se refiere a lo que el organismo está haciendo” , un recuerdo del pasado está ocurriendo ahora, una planeación hacia el futuro existe como proceso presente. La Terapia Gestalt trae siempre al presente. El cliente debe relatar lo que le sucede
en el momento presente, sentir las sensaciones y sentimientos que están presentes, los experimentos en la terapia operan en el aquí y ahora. En el trabajo terapéutico el manejo del aquí y ahora se refiere a los acontecimientos
inmediatos de la sesión, a lo que está ocurriendo en el consultorio, en la relación, en el espacio terapéutico entre terapeuta y cliente (Yalom, 2003:64).
La experiencia terapéutica –individual o en grupo– es un ejercicio de vida sin trabas en el presente, de modo que ni el tema ni las actividades pasadas y futuras conservan importancia en ella. Como el vivir neurótico es básicamente anacrónico, cualquier retorno a la experiencia presente es en sí mismo un antídoto parcial a la neurosis (Polster, 1980:28).
Para la Psicoterapia Gestalt estar presente es una condición básica para contrarrestar la neurosis ya que promueve un Darse Cuenta (DC) que completará la Gestalt inacabada. Asimismo, el ahora es lo único que existe y nos permite hacernos responsables. La meditación budista busca desarrollar la capacidad de estar presente para poder
vivir plenamente cada momento, sin juicio de lo que nos sucede, con ello dejamos de identificarnos con nuestro ego y de esta manera nos liberamos del sufrimiento. Aunque el estar presente y la conciencia del aquí y ahora son vistos para fines aparentemente diferentes, buscan lo mismo: el tomar conciencia de nuestras acciones para permitirnos vivir la experiencia plenamente. La capacidad de estar presentes nos brinda, como terapeutas, la oportunidad de
estar más atentos; nuestra escucha se hace más eficaz y con ello, nuestras intervenciones son más adecuadas y por lo tanto más potentes. Como psicoterapeuta me pregunto ¿qué tanto estoy presente frente a mi cliente?,
¿en qué ocasiones dejo de estar presente por atender mis necesidades?, quizá a veces me dejo llevar por mi diálogo interno y pierdo comunicación, contacto y por lo tanto presencia. Cuando logro estar presente incondicionalmente ¿qué tan potente es mi trabajo?,
¿es suficiente el desarrollo de la presencia que se promueve en el entrenamiento terapéutico o es necesaria una práctica meditativa?, ¿estar presente implica algo más que mi intención?, quizá esta actitud está íntimamente ligada con mi capacidad de atención.
Despertar de la conciencia y darse cuenta
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En muchas de las tradiciones espirituales encontramos la importancia del despertar de la conciencia. Nos referimos aquí a la conciencia como la capacidad de darse cuenta, no a la conciencia moral que nos dicta qué hacer o no en tal o cual situación. La práctica meditativa budista busca estar alerta, conciente, es decir, estar despierto. El despertar se ve, por un lado, como:
Un proceso que nos permite cobrar conciencia de las tendencias, creencias, reacciones y conceptos inconscientes que operan automáticamente y nos mantienen atados a una visión estrecha y limitada de nosotros mismos y de nuestra vida, y por otro, como cobrar conciencia de nuestra verdadera naturaleza en tanto presencia libre, espontánea y transparente del ser (Welwood, 2002:338).
Durante la meditación es muy importante darnos cuenta de nuestros pensamientos, pues de esta manera podemos observar la mente y no dejarnos guiar por ella. Así, logramos acceder a un lugar de quietud y silencio. Es ahí donde descansamos profundamente de nuestra realidad cotidiana guiada por la mente. Nuestra conciencia nos permite explorar nuestra vida con atención y sensibilidad, pudiéndonos detener a reflexionar cuando así lo deseemos. Estar conciente y en presencia nos hace tomar nota de cada momento, refinando
nuestros sentidos y nuestra percepción. Este entrenamiento mental nos permite acceder a la calma y a la concentración. “Si no se adiestra la conciencia, seremos extraños a nosotros mismos. Quedaremos presos de la dinámica psicológica subliminal donde nos mueven motivos inconscientes y nos gobiernan creencias y pensamientos que quedan inadvertidos” (Walsh, 2002:262). La práctica meditativa nos permite darnos cuenta de los mecanismos inconscientes
que rigen nuestra vida, reduciendo nuestro automatismo y devolviéndonos la libertad de poder tomar nuestra vida en nuestras manos. Para la Psicoterapia Gestalt el trabajo del DC es un fundamento. El DC tiene la
cualidad de estar alerta y atento sin esfuerzo. “La capacidad de darse cuenta, podría describirse como la melliza desdibujada de la atención. El darse cuenta es más difuso que la atención, implica una percepción relajada (en lugar de una percepción tensa) y es llevada a efecto por la persona total” (Perls citado por Peñarrubia, 1998:95-‐96). El DC o como le llama Naranjo el “percatarse” brinda la capacidad de poder dirigir la
atención y se considera como un proceso de la restauración de la salud, entendiendo que la neurosis es un oscurecimiento de la capacidad de percibir (Naranjo citado por Peñarrubia, 1998:96). Para Yontef el DC es una forma vivencial que se refiere a “estar en contacto alerta
con la situación más importante en el campo ambiente/individuo, con un total apoyo sensorio-‐motor, emocional, cognitivo y energético” (Yontef citado por Peñarrubia, 1998:96-‐97). El DC sólo es eficaz cuando está basado en el aquí y ahora y en la necesidad del
organismo. Es necesario reconocer la relación directa con el sí mismo y el entorno, ya que no podemos tener conciencia si no nos hacemos responsables. El DC está relacionado íntimamente con la autorregulación organísmica, ya que si
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uno se percata plenamente de su organismo sin interferir ni interrumpir mostrará a cada momento sus impulsos, necesidades y asuntos inconclusos facilitando una posterior integración. Tanto la práctica meditativa budista como la Psicoterapia Gestalt buscan que la
persona se percate, es decir, tome conciencia de su organismo (cuerpo, mente y emociones), de su entorno, de sus necesidades y de sus acciones. Con ello la persona puede hacerse responsable de sí mismo y tomar acción en su vida no dejándose guiar por sus mecanismos neuróticos. Desde la perspectiva budista, el despertar de la conciencia además de ser un
proceso de desautomatización es también lo que lleva al ser humano a realizar su verdadera naturaleza. En mi práctica terapéutica me he preguntado si al explorar aquellos aspectos que
para mi cliente son importantes nos dirigimos hacia una ampliación del DC, y con ello estamos promoviendo su desarrollo, o si simplemente nos encontramos en un acercadeismo que puede ser muy interesante pero que no promueve el crecimiento. Me cuestiono si mi gana de promover el DC es efectivamente una práctica que
proviene de un lugar humano interesado en el proceso del otro; o si por el contrario, responde a una especie de culto por la teoría y la práctica de la Terapia Gestalt. En ciertas ocasiones me he sorprendido “promoviendo” el DC de mi cliente
olvidándome de sus verdaderas necesidades, las cuales tal vez eran simplemente ser escuchado o acompañado en su proceso. Quizá esto es algo que todos los terapeutas Gestalt deberíamos preguntarnos de vez en cuando.
Atención plena y observación El desarrollo de la atención plena (mindfulness) es la clave para estar despierto y conciente. La atención plena en la vida cotidiana nos permite darnos cuenta de lo que hacemos en el momento en que lo hacemos. Se refiere al principio de la observación. Un cuento zen relata que un empresario llegó a un monasterio y le pidió permiso de
quedarse al maestro. Este último le preguntó que si al entrar al salón dejó sus zapatos del lado derecho o izquierdo de la puerta, el hombre sorprendido de no conocer la respuesta, le agradece al maestro por su enseñanza y se retira diciéndole que quizá regresará el año entrante. Welwood se refiere a la atención plena como la capacidad de observación de lo que
está ocurriendo en la mente y en el entorno. La meditación de la atención plena cultiva deliberadamente el testigo no reactivo (Welwood, 2002:385-‐386). La atención plena y la presencia van paralelas, ya que sin presencia no puede haber
observación conciente. Cuando atendemos plenamente a nuestras emociones, nuestra mente y nuestras acciones tomamos mayor conciencia de nosotros mismos y de nuestra manera de relacionarnos con el entorno. La capacidad de estar atento nos permite observarnos en nuestra vida, en nuestras
acciones y reacciones en el entorno, nos da la oportunidad de despegarnos de nuestra realidad; esto no significa de ninguna manera alienación, sino simplemente nos lleva a darnos cuenta de lo que nos sucede en los ámbitos emocional, físico y mental, tomando conciencia de nuestros actos aquí y ahora. Esta capacidad sin duda nos responsabiliza de nuestros pensamientos, emociones y acciones.
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Para Yontef (1997:57) “la observación es parte esencial de la experimentación de la terapia gestáltica. La observación se concentra en los medios para evitar el darse cuenta de lo alienado o inaccesible”. Se busca enfocar la conciencia en esas partes de la conciencia en donde generalmente evitamos Darnos Cuenta. Por ejemplo, observar la incongruencia de la comunicación verbal y el lenguaje corporal. De esta manera al atender lo que generalmente no vemos, podemos tomar conciencia del asunto para poder modificarlo e integrarlo. La atención plena y la observación gestáltica nos permiten tomar conciencia de
aspectos de nosotros mismos que generalmente no observamos. Ambas corrientes buscan desarrollar esta capacidad de atender plenamente nuestras percepciones. Valdría la pena que como terapeutas nos preguntáramos: ¿puedo atender a mi cliente plenamente sin dejar de observar lo que me sucede a mí con eso que me refiere?, me doy cuenta, que cuando soy constante en mi práctica meditativa mi atención es más clara y precisa, con ello puedo atender a mi cliente y a mí misma sin perder la observación, pero cuando pierdo disciplina en mi práctica de meditación mi atención no logra estar plenamente enfocada. ¿Puedo estar atenta plenamente del cliente sin que mis emociones o mis
pensamientos interfieran dirigiendo la sesión a un lugar inadecuado? ¿Hasta qué punto mis intervenciones en sesión son adecuadas según el grado de atención de mi cliente? ¿Es la atención plena un entrenamiento meramente mental o conlleva una actitud corporal?, ¿es esta actitud corporal relajada y firme a la vez? En mi práctica meditativa he notado que cuando mi atención es plena me siento más presente, y con ello mi cuerpo se llena de una sensación de ligereza y vitalidad, me relajo sin perder mi centro, y logro estar más firme y concentrada.
Compasión y empatía Para la práctica meditativa budista el desarrollo de la compasión es vital en el camino hacia la liberación. Su santidad el Dalai Lama (2004:77) se refiere a la compasión como el deseo de que los otros se liberen de su sufrimiento. No es fácil desarrollar compasión genuina ya que implica el poder reconocer nuestro propio dolor y a partir de ahí generar empatía. La compasión consiste en penetrar la verdadera naturaleza del sufrimiento del
otro. Sólo podremos contemplar su dolor en la medida en que logremos contemplar el nuestro, y esto se hace cuando después de reconocerlo en nosotros ampliamos esta capacidad hacia el otro.
La práctica de la compasión es audaz, porque implica aprender a relajarnos y acercarnos suavemente a lo que nos asusta. El secreto para hacerlo consiste en permanecer con nuestra agitación emocional sin tensarnos ni rechazarla, para dejar que el miedo nos vaya suavizando en lugar de endurecernos al resistirnos a él (Chödrön, 2002:76).
La compasión se genera en una relación horizontal, es decir de iguales, de ser humano a ser humano, no de médico a paciente. Según el Dalai Lama (2004:77-‐79) el
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primer paso para generar compasión consiste en cultivar sentimientos de empatía o proximidad a los demás; con esto reconocemos la gravedad de su desdicha generando cercanía emocional y ello nos lleva a tener un sentimiento de responsabilidad y preocupación por el otro. Después debemos reflexionar sobre el bienestar y la amabilidad hacia los otros, así reconocemos nuestro apego hacia quienes desarrollamos compasión y se genera una relación más cercana. Con esta cercanía, amabilidad, deseo por el bienestar del otro y reconociendo nuestro dolor podremos ubicar el dolor ajeno y entonces generar genuina compasión. Su santidad el duodécimo Gaylwang Drukpa (2004) opina que para generar
compasión genuina, primero hay que amarse a uno mismo; después, de manera espontánea, viene el amor hacia los otros. Los obstáculos en la práctica de la compasión son el orgullo y los celos, por lo cual,
es necesario tener una actitud igualitaria ante el otro, es decir, no ponerme por encima o debajo de él; también hay que desarrollar el regocijo, el ser feliz y celebrar la felicidad y el logro del otro: sólo así podremos desarrollar compasión genuina. Ésta no es un sentimiento condicionado, es decir, “si haces esto te quiero, si te portas bien te recompenso”, la compasión es incondicional e ilimitada. Para Rogers, pilar de la Psicología Humanista, el desarrollo de la empatía es una de
las tres actitudes básicas del terapeuta. La compresión empática es vista como la capacidad de “ponerse en los zapatos del otro”. Consiste en “percibir correctamente el marco de referencia interno de otro con los significados y componentes emocionales que contiene, como si uno fuera la otra persona, pero sin perder nunca la condición del ‘como si’” (Rogers, 2002:45). La empatía implica por ejemplo, sentir el dolor o el placer del otro sin perder de
vista que es del otro, ya que sin este factor de desidentificación estaríamos simpatizando, lo cual no sería de ayuda en la relación terapéutica. La compasión budista y la empatía rogeriana son similares en el sentido de poder
comprender completamente al otro. Desde la perspectiva budista la compasión es el deseo de que el otro se libere de su sufrimiento, desde el Enfoque Centrado en la Persona la empatía es la capacidad de reconocer tanto el dolor como la alegría del otro y de poder acompañarlo en su proceso. En sí, el sentimiento al que se refieren estas dos corrientes es el mismo mas tienen
perspectivas diferentes. Por medio de la meditación budista se busca generar compasión para así poder hacer algo por el otro, esto es ayudarle a salir de su sufrimiento. El terapeuta humanista no busca quitarle su sufrimiento, busca acompañarlo en el proceso. Para la empatía es necesario identificarse con el otro reconociendo que no se es el
otro, para la compasión este proceso de identificación no es necesario, lo que sí resulta de utilidad es reconocer el conflicto propio. La compasión/empatía es una actitud de suma importancia para estas dos perspectivas. En relación con este tema me pregunto si la sesión es guiada por mi inteligencia,
por mi angustia, por mi juicio o por una gran empatía basada en el proceso del otro. Me pregunto ¿qué tanto me permito sentir compasión por mi cliente o qué tanto la freno?, quizá a veces este sentimiento es tan íntimo que no me permito sentirlo plenamente frente al otro, por miedo a que me sobrepase y con ello me revele plenamente ante mi cliente.
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¿Hasta qué punto mi proceso personal es necesario para poder empatizar con mi cliente?, ¿es la empatía una formación meramente terapéutica o implica un proceso natural en el ser humano? Impermanencia, ecuanimidad y proceso La impermanencia se refiere al “hecho de que nada permanece igual” (Welwood, 2002:233), ya que los seres humanos vivimos en constante transformación. El mundo físico y nuestro cuerpo cambian la mente y las emociones también lo hacen a cada instante. Aunque busquemos la estabilidad, al observarnos en meditación notamos que el flujo de la mente es un vaivén. No existe en la mente un estado constante, completo o último. Según Ayya Khema (1987:41-‐42) la impernanencia está íntimamente ligada a la
ecuanimidad, ya que sólo se puede ser ecuánime cuando entendemos cabalmente que nada es fijo, que lo único que existe es el cambio. La ecuanimidad se refiere a percibir cualquier suceso de la realidad con el mismo sentido, sin juicio de bueno o malo, sin reacción. Hay que tener cuidado de confundirla con la indiferencia, ya que ésta se encuentra basada en la protección y el rechazo, sin sentimiento de amor. La ecuanimidad conlleva serenidad y plenitud. Cuando estamos atentos a la impermanencia podemos ser ecuánimes en nuestra
vida, sabemos que nuestras emociones son pasajeras. Finalmente saldremos de nuestro conflicto, los problemas se cambiarán por otros. Si las sensaciones o los sentimientos que experimentamos son o no agradables no tiene importancia, simplemente están sucediendo. Para el budista lo único que importa es la liberación, la plena realización de nuestra
verdadera naturaleza. De esta manera los problemas cotidianos son atendidos con una conciencia diferente sin tanta carga de energía. Se viven, se atraviesan y punto. Según Yontef (1997:174-‐175) la terapia gestáltica enseña al paciente el proceso de
Darse Cuenta de lo que hace y cómo la hace, en vez de hablar del contenido de cómo debería de ser o por qué es como es. El contenido se refiere a las palabras exactas que se dicen así como a los temas concretos. El proceso está relacionado con la interacción de lo que nos dicen esas palabras, sobre la naturaleza de la interacción de los individuos (Yalom, 2003:81). La psicoterapia tradicional se orienta al contenido, la Terapia Gestalt está orientada
hacia el proceso, es decir, a la búsqueda del entendimiento. En este sentido, no es relevante lo que suceda en nuestra vida sino cómo le hacemos para que suceda o deje de suceder. Es aquí en donde se relaciona el proceso con la impermanencia. Cuando tomamos conciencia de que todo es impermanente entonces podemos ser ecuánimes, esto nos lleva a tomar conciencia de lo que hacemos o dejamos de hacer en las situaciones de la vida. Desde este lugar no nos dejamos llevar por el “contenido” de la vida sino la experimentamos plenamente como un proceso. Conforme a este tema, como terapeutas nos podríamos cuestionar ¿en qué
momentos permanezco ante mi cliente con ecuanimidad?, ¿durante la sesión cuándo estoy conciente de que lo dicho y hecho por mi cliente es impermanente?, ¿reconozco que su proceso es impermanente? ¿Qué tanto respeto el proceso del otro sin juzgarlo?,
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¿qué tanto me dejo llevar más por el contenido que por el proceso mismo? Para estas preguntas no encuentro respuesta, me parece que he logrado reconocer la impermanencia en mi propio proceso, mas aún me cuesta trabajo reconocerla en el proceso del otro, de lo que me doy cuenta es de que si logro ser compasiva me es más fácil hacerlo.
Vacuidad y forma, figura y fondo Es un tanto difícil hablar acerca de la vacuidad, ya que no se refiere a un concepto y yace más allá de toda palabra. El sentido de vacío es algo que para entenderlo realmente hay que experimentarlo. Cuando en el budismo se habla de vacuidad se refiere a un sentido de espacio en donde se permite que las cosas sean y se manifiesten tal cual son, sin fijaciones mentales o emocionales. Existen dos tipos de vacío, el relativo y el absoluto. El primero se refiere a los espacios entre pensamientos, momentos de silencio y sensaciones sentidas difusas, son huecos que se perciben en el flujo de la mente. En la tradición budista estos espacios de silencio son vistos como pasajeros, ya que se ven siempre desplazados por otros pensamientos. Más allá del vacío relativo yace el vacío absoluto que se considera la esencia de la
mente. Esta conciencia no conceptual de espacio y silencio no puede verse desplazada por la mente. La meditación nos enseña a encontrar este espacio de quietud que se encuentra en el movimiento, con el silencio dentro del sonido, en el no pensamiento que posibilita el pensamiento (Welwood, 2002:88-‐89). En este sentido la vacuidad contiene a la forma. La forma es todo lo manifestado. Si
nos pudiésemos compenetrar con apertura completa a la forma encontraríamos el vacío, ya que en el pensamiento yace la esencia del no pensamiento. Los terapeutas gestálticos tomamos en cuenta la dinámica figura/fondo; el ser
humano organiza sus percepciones conforme a una experiencia primaria (figura) contra un segundo plano (fondo), es decir, lo que accede a nuestra conciencia está determinado por un contexto. La figura es todo aquello que llama nuestra atención. Para Polster y Polster (1980:45) el fondo tiene como función principal el: “servir de contexto para la percepción de la figura, dándole profundidad y relieve, pero sin despertar interés por sí mismo [...] la división de la experiencia en figura y fondo es transitoria, y en algunos casos hasta difusa, y el fondo es una fuente inagotable de nuevas figuraciones”. Para Welwood (2002:100-‐101) la figura y el fondo son elementos cambiantes
continuamente en el campo de la experiencia. Todo aquello que es figura acaba convirtiéndose eventualmente en fondo. Cualquier figura se ve significada respecto al fondo, en este sentido el fondo es el fundamento, engloba y posibilita la emergencia de cualquier figura. Si comparamos la forma/vacío budista con la figura/fondo gestáltica
encontraremos que el vacío y el fondo son el fundamento que permite que la forma o la figura emerja y cobre sentido. Si vemos el vacío de una manera gestáltica, podríamos decir que, si pudiéramos acceder al vacío y permanecer un tiempo en él, las figuras al emerger tendrían mayor fuerza y claridad, lo cual nos llevaría a poder atenderlas de una manera más adecuada.
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Cuando en meditación logramos experimentar el vacío absoluto nos dejamos de identificar con nuestro ego (desde la perspectiva budista que se comentó anteriormente) y de esta manera nos acercamos a experimentar nuestra verdadera naturaleza. Cuando en Terapia Gestalt atendemos de manera difusa al fondo de nuestra conciencia, permitimos que emerjan figuras para poder atender a las gestalten inacabadas. Estas dos corrientes buscan el percatarse de esta dinámica, logrando así tener mayor conciencia y por lo tanto experimentar la vida de una manera integrada. ¿Me pregunto en dónde ponemos más nuestra atención, en la figura o en el fondo?,
¿qué pasa si nos enfocamos en el fondo?, ¿qué sensaciones emergen al permanecer en el fondo y no en la figura?
Meditación y psicoterapia La práctica meditativa y la Psicoterapia Gestalt comparten el mismo objetivo, promover una atención clara y precisa que lleva al despertar de la conciencia o al incremento del DC. Cuando una práctica meditativa es exitosa los conflictos cotidianos son atendidos en presencia, estando aquí y ahora, con atención plena, sin fijaciones mentales o emocionales. Cuando un proceso terapéutico es satifactorio, el cliente reconoce su proceso de vida, lo atiende y satisface la necesidad organísmica promoviendo que las gestalten se completen y se cierren dando pie a que emerjan nuevas figuras que merezcan ser atendidas. Naranjo (1999:63) opina que tanto en el empeño espiritual como en el terapéutico
se tiene la misma meta que es: “eliminar la obscuración del ego humano para que la expresión plena de las potencialidades de la persona pueda desplegarse”. Asimismo, coinciden en que la causa del sufrimiento es la pérdida de la conciencia, por lo cual, pretenden recuperar un darse cuenta físico, emocional y cognitivo que equivale a la capacidad de experienciar (ibidem:66). La práctica meditativa busca desarrollar la atención, la observación, la presencia y
el DC del aquí y ahora; cuando lo logramos reconocemos nuestra verdadera naturaleza, libre de obstáculos o fijaciones mentales y emocionales, los fenómenos de la vida se autoliberan, accediendo a un estado de conciencia puro (Rigpa), donde no existe ego que tenga conflicto, deseo o apego. La psicoterapia no busca dejar el ego (nuevamente me refiero a la perspectiva
budista del ego) pero pretende hacer conciencia de las partes alienadas, busca desbloquear las pautas neuróticas que nos impiden estar plenamente con lo que está y atenderlo de una manera adecuada.
Tanto en la terapia como en la meditación es importante desarrollar la capacidad para conectar directamente con nuestra experiencia sin quedarnos atrapados en los contenidos particulares [...] pueden ayudarnos a respetar los aspectos desconocidos de nuestra vida y, con ello, favorecer la expresión de nuevas formas de ser (Welwood, 1990:88).
La terapia y la meditación nos ayudan a explorar aspectos de nosotros mismos que
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nos llevan a conocernos y comprendernos cabalmente. Welwood opina que el trabajo terapéutico y el trabajo espiritual apuntan a direcciones diferentes:
El trabajo psicológico apunta a la verdad relativa y al significado personal, el reino humano, que se caracteriza por la relación interpersonal y los problemas que se derivan de ella. En el mejor de los casos [...] pone de manifiesto y ayuda a desarticular las estructuras, formas e identificaciones condicionadas en que se halla atrapada nuestra conciencia. La práctica espiritual [...] aspira a trascender las estructuras, identificaciones y preocupaciones humanas condicionadas para que podamos acceder a las realización directa de lo transhumano. Se trata de una perspectiva que está interesada por lo atemporal, lo no condicionado y lo absolutamente cierto más allá de toda forma, una visión que nos revela la vacuidad, el inmenso espacio vacío que constituye la esencia y la raíz misma de la existencia humana (Welwood, 2002:263).
El trabajo en la terapia pone la atención en la forma mientras que el trabajo espiritual se enfoca en la vacuidad. Como la forma y el vacío no pueden separarse, el trabajo de estas dos corrientes se complementa. El primero conduce a una visión espiritual y el segundo obliga a revisar las pautas de la personalidad que obstaculizan la integración (ibidem:264). Desde mi punto de vista, ambos caminos, aunque se fijen en los opuestos (forma o
vacío) conducen al desbloqueo de pautas neuróticas que se interponen en la realización tanto personal como espiritual llevándonos a una mayor toma de conciencia. Estas dos prácticas se conducen una a la otra: una terapia exitosa nos lleva al cuestionamiento espiritual y un camino espiritual conduce a revisar nuestra humanidad. Como terapeutas gestálticos no buscamos el cambio sino la transformación a partir del DC, como budistas reconocemos el conflicto tanto nuestro como del otro, sabemos que todo es impermanente y respetamos compasivamente el proceso del otro. Desde nuestra humanidad nos encantaría tener la varita mágica de la transformación, el toque mágico para sacar del conflicto al otro pero sabemos que eso no sería tan potente como lo es el cambio a partir de su interior, es decir, mediante su propia conciencia. En mi experiencia como practicante de meditación, he encontrado un lugar sagrado
en mí, un tesoro del que vale la pena tomar conciencia; cuando logro estar en ese espacio, todo lo que sucede en la vida, o lo que me gustaría que sucediera pierde la fuerza que anteriormente me oprimía, ya que me percato de lo impermanente; me libera (aunque sea sólo por momentos) del conflicto del ego, de cómo quiero que sea mi vida y cómo es en realidad. La meditación me ha ayudado a desarrollar atención y presencia, lo cual me ha serenado y confortado. Como psicoterapeuta desarrollar las capacidades de atención y escucha me han llevado a ser más empática, logrando relacionarme afectivamente, con paciencia y tolerancia. Gracias al budismo he encontrado una base que me sostiene cuando en mi vida hay
sucesos dolorosos e incomprensibles. Cuando puedo observar la importancia personal y el apego que me llevan al conflicto, a veces, me río de mí misma y me relajo, tomo en cuenta que lo importante no es lo que sucede en mi vida sino cómo logro manejarlo. Cuando observo el fruto que he adquirido en ambas prácticas, me doy cuenta de que
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juntas se potencializan, y mi vida, tanto interna como profesional, se complementan.
Conclusiones La práctica meditativa budista y la Psicoterapia Humanista Gestalt buscan desarrollar actitudes semejantes. En el estudio de ambas se desarrolla la capacidad de presencia, atención, empatía y darse cuenta. Una y otra buscan un desarrollo de la conciencia para vivir de una manera plena e integrada. Yo me pregunto si el entrenamiento de ambas pretende desarrollar capacidades
prácticamente similares ¿puede el terapeuta al estar en sesión experimentar un estado de conciencia meditativo? Si yo como terapeuta estoy presente, en conciencia del aquí y ahora, con una actitud empática, con atención plena, tomando conciencia de la impermanencia y de la vacuidad, ¿por qué no lograrlo? Si al estar en sesión tomo en cuenta estas actitudes quizá la experiencia de dar terapia se puede volver una práctica meditativa. Tal vez a ratos me falla alguna de estas actitudes como la presencia o la empatía,
me gana el intelecto y la gana de aplicar técnica más que actitud (lo cual también funciona), pero si refino mis sentidos y mi capacidad de estar con el otro considero que mi práctica gestáltica puede tocar estados meditativos. En el presente escrito he compartido algunas de las preguntas que considero
importante que los terapeutas nos hagamos con regularidad. En algunos casos he compartido mis respuestas, en otros son preguntas para las que aún no tengo respuestas, mas continúo buscándolas. De cualquier forma ninguna de estas respuestas es definitiva ya que, el desarrollo personal y profesional, así como el proceso del despertar de la conciencia o la ampliación del DC, son procesos dinámicos en constante evolución. Invito a los terapeutas lectores a hacerse estas preguntas conmigo: ¿es tu práctica terapéutica una práctica meditativa?, ¿qué haces o dejas de hacer para que lo sea o no?
Bibliografía
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EL IMPACTO DE LA AUTORREVELACIÓN DEL TERAPEUTA UN ABRAZO COMPLETO
¿Cómo un abrazo? Sí, es precisamente un abrazo cálido el que siento cuando mi terapeuta me revela parte de su vida, un abrazo que me hace sentir acompañada, me permite sentir una mayor comprensión y toca positivamente nuestra relación. En una palabra, obra mágicamente en mi persona de manera holística. La inquietud de escribir sobre la autorrevelación del terapeuta me surgió al recordar las
razones que me llevaron a estudiar en el Instituto Humanista de Pscoterapia Gestalt (IHPG). Durante mi ejercicio profesional de abogada, pude constatar en forma frecuente en la asesoría jurídica impartida a mis clientes de muchos años, que al compartirles ciertas experiencias y testimonios de mi vida, se generaba confianza, un mayor acercamiento e incluso en algunos momentos llegué a tocar intimidad. Esta confianza que depositaban en mí, este compartir conmigo tanto sus alegrías como sus frustraciones, sus ganas de expresar más de ellos mismos, así como sus problemas más íntimos, en un principio me hicieron sentir satisfecha por la familiaridad con la que me compartían parte de su vida. Después, esto que me daba alegría me empezó a dar miedo (ellos ya estaban dependiendo mucho de mí y eso era una gran responsabilidad). Los clientes iban ya no a pedir asesoría jurídica sino a contarme sus problemas y solicitar mis consejos. Fue entonces cuando decidí, asesorada por mi hermana que estaba acabando de estudiar la Especialidad de Psicoterapia Gestalt, entrar a estudiar al IHPG. Hoy he descubierto con mayor conciencia cómo en mi proceso terapéutico, las escasas intervenciones de autorrevelación que ha realizado “asertivamente” mi terapeuta han obrado increíblemente en mi persona de manera total. He sentido una inmensa comprensión y una mayor compenetración, la cual ha sido estímulo para seguirme explorando sin reservas. En algunos momentos he tocado una experiencia cumbre de acompañamiento. En mi vida social (en la interrelación con otros) me he percatado, ahora con un mayor darme cuenta, que mis autorrevelaciones han impactado a los otros y a mí favorablemente. Entre otras cosas me han permitido erradicar los consejos y manifestarme sin miedos,
* Licenciada en Derecho (Escuela Libre de Derecho). Especialidad en Orientación y Desarrollo Humano, Facilitación de Grupos y Psicoterapia Gestalt, por el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt.
Laura Martha Clapés Romero*
Como un abrazo que me acoge en este duro y triste, pero emocionante andar por el camino de la búsqueda de mí misma y de mi crecimiento personal, fue la atinada revelación que me confió en un momento oportuno mi compañera de viaje.
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promoviendo una relación más respetuosa y transparente: cara a cara, sin caretas. Por eso sentí un gran deseo de escribir sobre este tema, que en mi experiencia personal
ha causado gran impacto en diversos aspectos. Entre otras cosas, me he sentido comprendida, acompañada, y los problemas que veía enormes, han aminorado. Me di cuenta de varios aspectos de los que no me había percatado, vi a mi terapeuta como otro ser humano con problemas y dudas, igual que yo. El vínculo emocional con mi terapeuta se intensificó cada vez más. Me sentí aproximándome a esa relación horizontal de la que tanto se habla en Gestalt, de persona a persona. Antes de seguir adelante me gustaría anotar que la clase de autorrevelación a la que me
refiero es: la manifestación o revelación de problemas y experiencias de la propia vida del terapeuta en beneficio del cliente, usándola como un instrumento terapéutico. El objetivo primordial de este trabajo de investigación es tener una visión más clara de cómo la autorrevelación del terapeuta impacta en el ánimo del cliente, en su proceso de crecimiento y en la relación de ambos. Siendo el último el punto crucial en el proceso de curación.
La importancia de la relación entre el terapeuta y el cliente en el proceso terapéutico De la calidad de la relación que se dé entre el terapeuta y el cliente depende el éxito o no del proceso terapéutico. Es necesario crear primero un vínculo emocional con el cliente, establecer y fomentar una relación auténtica, íntima, transparente, cálida y de aceptación. Sólo en esta clase de relación el cliente se atreverá a bucear por las escabrosas aguas de su pasado, así como al encuentro con él mismo; sólo envuelto en este clima se sentirá motivado a avanzar hacia su madurez, hacia su crecimiento, y estará dispuesto a dar el primer paso para gobernar su propia vida, lo que promoverá su independencia e integración (Rogers, 2001:40-‐45). Cuando se respira este ambiente de confianza y aceptación, la persona poco a poco deja a
un lado sus máscaras, sus resistencias y se abre cada vez más a su experiencia, se deja sentir, de tal manera que sus temores y tensiones se reducen. Recuerdo que inicié mi proceso terapéutico con cierto escepticismo. Cuando empecé con
la terapia era sólo con la finalidad de cumplir con un mero requisito y corroborar lo aprendido teóricamente. Sin embargo, puedo decir que desde la primera sesión, la cual había preparado más o menos, de qué iba a hablar y hasta dónde, me sorprendió ver que a media sesión ya estaba hablando de cosas que ni remotamente me hubiera imaginado abordar. El trato de respeto, aceptación y calidez que me brindaba mi terapeuta me fue relajando y dando confianza para abrirme a la expresión sin miedo. Esta experiencia corrobora la importancia de la relación entre el terapeuta y el cliente, pues de ésta depende que se pueda crear el ambiente propicio que permita ayudar y facilitar el desarrollo del individuo. Así, Carl Rogers en su libro El proceso de convertirse en persona dice: “En mi relación
con mis clientes mi meta ha sido crear un clima que le proporcione toda la seguridad, calidez y comprensión empática que me siento capaz de brindar auténticamente” (2001:152). En su práctica terapéutica, Rogers se daba cuenta de que los clientes al estar
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envueltos en ese clima del que habla dejaban de utilizar máscaras, sentir los “deberías”, satisfacer expectativas impuestas y esforzarse por agradar a los demás, al mismo tiempo que comenzaban a autoorientarse, abrirse a la experiencia, aceptar a los demás y confiar en sí mismos (ibidem:152-‐159). Así, en términos de Carl Rogers, podemos definir la relación de ayuda como: “aquella en
la que cada uno de los participantes intenta hacer surgir de una o ambas partes, una mejor apreciación y expresión de los recursos latentes del individuo y un uso más funcional de éstos” (ibidem:46).
¿Cuáles son las condiciones para crear esta clase de relación y este clima promotor del crecimiento?
Carl Rogers nos habla de las actitudes humanistas que, de parte de la persona que ayuda, hacen que una relación estimule el desarrollo del individuo. Éstas son:
La autenticidad En la relación terapéutica, el terapeuta es él mismo, se muestra tal y como es, dejándose llevar por su experiencia real (la congruencia de la que habla Rogers). He descubierto que cuanto más auténtico puedo ser en la relación, tanto más útil resultará esta última. Esto significa que debo tener presentes mis propios sentimientos, y no ofrecer una fachada externa, adoptando una actitud distinta de la que surge de un nivel más profundo o inconsciente. Ser auténtico implica también la voluntad de ser y expresar, a través de mis palabras y mi conducta, los diversos sentimientos y actitudes que existen en mí. Esta es la única manera de lograr que la relación sea auténtica, condición que reviste fundamental importancia. Sólo mostrándome tal cual soy, puedo lograr que la otra persona busque exitosamente su propia autenticidad (ibidem:41).
Aceptación positiva incondicional No es más que la aceptación de la persona sin que medie ningún tipo de condición. Es aceptarla tal y como es, sin ningún juicio evaluativo. Cuanto más incondicional sea el aprecio positivo, tanto más eficaz será la relación. El cambio también se ve facilitado cuando el terapeuta experimenta una actitud de aceptación, cálida y positiva, hacia lo que existe en el cliente. Esto supone, por parte del terapeuta, el deseo genuino de que el cliente sea cualquier sentimiento que surja en él en ese momento: temor, confusión, dolor, orgullo, enojo, odio, amor, coraje o pánico (ibidem:65).
Comprensión empática
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Es la capacidad de percibir al cliente y a su mundo tal y como él los ve. Implica la visión de la experiencia particular del cliente, con sus significados, sus valores y emociones. La terapia se fortalece si el terapeuta se une con exactitud en el mundo de cliente. Para este último es de gran ayuda el ser visto y comprendido en toda su magnitud. Ser empático es comprender al otro desde su propia manera de ver y vivir sus experiencias, poniéndome “en sus zapatos”, tratando de comprender sus sig-‐nificados, ideas, sentimientos y conductas desde su marco personal de refe-‐rencia. Para que mi empatía le sea útil al otro en su crecimiento he de poder comunicarle mi comprensión de un modo que le sea claro y comprensible (Manual de lecturas, IHPG, 2000:13).
Por lo anteriormente expuesto, es necesario visualizar que en toda relación se da un
intercambio de experiencias, como si fuera una danza o un diálogo que en momentos da entrada al universo del otro. Relación dialogal Ya hemos hecho hincapié en que la relación entre el cliente y el terapeuta es uno de los aspectos más importantes de la psicoterapia, pero surge una pregunta, ¿qué hace que la relación crezca? La respuesta no es más que el “diálogo y el contacto”. A partir de éstos las personas van por el camino del crecimiento y establecen su identidad. El contacto humano plenamente desarrollado es un proceso mutuo de dos personas separadas moviéndose a ritmo de conexión y separación. El contacto es la experiencia del límite entre mi “yo” y mi “no-‐yo”. Es la experiencia de interactuar con el no-‐yo, manteniendo al mismo tiempo una identidad propia separada del no-‐yo. Martín Buber afirma que la persona (“yo”) tiene significado sólo en relación a [con] otros, en el diálogo Yo-‐Tú (Yontef, 1995:122).
El diálogo no es tú más yo, sino que emerge de la interacción. Diálogo es algo que puede ocurrir cuando ambas partes se hacen presentes (ibidem:36). Ahora bien, estar presentes implica estar atentos a todas las funciones de las que
disponemos en los ámbitos corporal y psíquico, es decir, vivirse plenamente, abandonarse a la novedad, dejarse impactar por el otro y dejarse ver por el otro tal y como se es. Cuando esto sucede en terapia, el paciente se siente en libertad de ser quien es sin tratar de representar un papel. El terapeuta no tiene ningún deseo, proyecto ni anticipación para el paciente, le permite aceptarse tal y como está (en el momento presente), en cualquier estado de conciencia y, por lo mismo, encontrar el flujo del libre funcionamiento organísmico. El terapeuta se presenta ante el cliente y lo invita a situarse en una posición diferente, donde puede darse el cambio mediante los pequeños ajustes creadores que se hacen ante la novedad de tal actitud (Schoch, 2000:106-‐107).
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El diálogo se basa en vivenciar a la otra persona tal como es, mostrando el verdadero sí mismo y compartiendo el darse cuenta fenomenológico. El terapeuta gestáltico dice lo que piensa y estimula al paciente para que haga lo mismo. El diálogo gestáltico conlleva autenticidad y responsabilidad (Yontef, 1995:122). Por medio de esta relación dialogal el terapeuta y el cliente se comunican de manera
pura, viva y profunda, sin limitaciones. Se comprometen con todo su ser y se dejan llevar por lo que surja de la interacción entre ellos. El terapeuta expresa al paciente en forma regular y discriminada observaciones, sentimientos, experiencias personales y pensamientos. Esto ayuda al cliente a aprender a confiar y utilizar la experiencia inmediata para generar el darse cuenta. Por otro lado, es importante señalar que ambos reconocen y permiten las diferencias entre ellos, dando lugar a un verdadero intercambio significativo. La relación de la que hemos venido hablando está presente en cada sesión terapéutica en
donde el cliente y el terapeuta van dando los pasos que los llevará por el camino del “Encuentro yo-‐tú”.
Encuentro “yo-‐tú” “Encuentro es aquel en donde dos personas centradas en ellas mismas comparten su camino sin renunciar a su centramiento, a su individualidad. Si no estoy centrada en mí es como si no existiera y si no existo ¿cómo podría encontrarme en el camino con el otro?” (Bracho, 2003:78). Entonces podemos decir que, después de que terapeuta y cliente han avanzado por
caminos paralelos y se acompañan por medio de la comunicación y el diálogo, llegan a un solo camino. Los dos se unen porque han permitido abrir sus fronteras. Dan paso a un verdadero contacto, ya no hay un yo y un tú, sino un nosotros. Dejan o permiten que lo novedoso los penetre. Es un encuentro que permite vivir la verdadera intimidad y sólo se da en momentos cumbres del proceso terapéutico.
El encuentro puede ser fugaz y manifestarse por una mirada, una actitud, o un guiño bajo la forma de una broma o de una sonrisa. Es una percatación global, intuitiva, de dos seres vueltos el uno hacia el otro, de manera accidental o deliberada, es un reconocimiento, una palabra dada y recibida, una actualización de la presencia [...] Buber le atribuye un carácter de reciprocidad al encuentro Yo-‐Tú, refiriéndose al hecho de que “el Yo afecta al Tú y el Tú afecta al Yo”. Existe un carácter de mutualidad y de simultaneidad. Cada uno es movido por el otro, no sale de ello indemne (Schoch, 2000:98-‐99).
Después de lo expuesto anteriormente, me enfocaré ahora a uno de los diversos factores
que intervienen en la relación terapeuta-‐cliente y que es objeto del presente artículo.
La autorrevelación Muy poco se ha escrito en relación con este tema, sobre todo desde el punto de vista en el
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que lo abordo en el presente artículo. Para empezar me gustaría recordar que una de las cinco tareas del terapeuta que menciona Joen Fagan es la de “humanidad”, entendida como la capacidad de ser verdaderamente humano con el otro. Gran número de terapeutas han destacado la importancia de su contribución como personas al proceso terapéutico y de la autenticidad y profundidad de la relación terapéutica. Tal como aquí empleamos el término, la “humanidad” del terapeuta supone que se vea involucrado en la situación terapéutica, incluyendo en esto: el interés y cuidado por el paciente en un plano personal y afectivo; la disposición a compartir con él sus propias reacciones emocionales directas o de transmitirle sus propias experiencias cuando sea pertinente (Fagan, 2003:106). De lo anterior se deduce lo importante que es para el terapeuta darse cuenta de en qué
momento su mera presencia de ser humano frente a otro es mucho más valiosa que todo su afán terapéutico. Al estar el terapeuta sólo en el rol profesional, técnico, se desconecta de sí mismo como persona, deja a la relación ausente de todo contenido humano y establece contacto sólo con un caso más. No hay un encuentro humano, lo que conlleva a que la relación pierda toda su potencia curativa. Al estar el terapeuta como persona y no sólo como técnico en la relación terapéutica,
puede usar también sus propios sentimientos, estado de ánimo, sus experiencias de vida y problemas como instrumentos terapéuticos. Así, puedo decir que la autorrevelación a la que me refiero en este artículo sirve de instrumento terapéutico cuando se realiza en el momento idóneo. “Cuando veo que hay un “Yo” que también vive, sueña, sufre, necesita, se enoja, llora, ríe igual que Yo. Desde ahí “nos” sanamos, desde nuestra humanidad” (Bracho, 2003:83). A este respecto Irvin D. Yalom nos dice que es contraproducente que el terapeuta
aparezca oculto frente al paciente, ya que existen mil razones para mostrarse y ninguna buena razón para el ocultamiento. Señala que una de las formas de apertura del terapeuta es sacar a la luz su vida personal. Yalom se ha percatado que la terapia se facilita cuando comparte alguna faceta de su vida (“¿Cómo se puede tener un encuentro genuino con otra persona mientras uno permanece opaco?”). Nos comenta también que uno de los temores más íntimos de los terapeutas respecto de la apertura personal es que no termine nunca. Dice que este temor es infundado, ya que en su experiencia la mayoría de los pacientes aceptan lo que él les ofrece. Sin embargo, es necesario tomar precauciones, ya que el paciente goza de confidencialidad, pero los terapeutas no. Para esto, sugiere que si hay una información que el terapeuta no quiere que se haga pública, no la comparta en terapia. Por otro lado, hace hincapié en que los terapeutas no restrinjan su trabajo y se vuelvan tan hipercautos y autoprotectores por esta cuestión, pues puede hacerles perder su efectividad (Yalom, 2002:101, 108, 112). A continuación me permitiré transcribir un caso que Yalom menciona en su libro Psicoterapia existencial y terapia de grupo (2002:110):
Hace tiempo un colega trabajaba con un paciente cuyo hijo había muerto de cáncer. El largo curso de la terapia había sido provechoso pero no del todo exitoso. Mi colega, que también había perdido un hijo joven, veinte años antes, prefirió no compartir esa información con su paciente. Muchos años más tarde el paciente lo contactó de nuevo y retomó la terapia. El terapeuta, que seguía estando acosado por su propia pérdida y
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había pasado años escribiendo un largo artículo sobre la muerte de su hijo, decidió compartir el escrito con el paciente. Esta revelación, que era nueva para él, resultó ampliamente instrumental en el aceleramiento del trabajo terapéutico.
Por otro lado, Laura Perls (2002:48) nos dice: “Describo problemas y experiencias de mi propia vida o de otros casos, si creo que le va ayudar al paciente a ser más consciente de su propia posición y potencial: si existe la posibilidad de que le ayude a dar el próximo paso”. Todo lo que ocurre en la sesión terapéutica como las intervenciones del cliente, las del
propio terapeuta, lo que cada uno de ellos significa y hace, el ambiente de trabajo y lo que se presente es una totalidad de fuerzas que se influyen mutuamente, conformándose “el campo” (Unikel, 2004:18), que es, como lo define Gary M. Yontef: “Una totalidad de fuerzas que se influencian recíprocamente y que en conjunto forman un todo interactivo unificado” (1995:278). Por tanto, el comportamiento que tiene un suceso como la “autorrevelación testimonial”
está en función de la totalidad del campo ya existente. Una conducta del terapeuta o del cliente ejerce influencia en todo el encuentro terapéutico y es influida por todo el campo ya existente. No hay nada que digan o hagan, terapeuta y cliente, que no modifique o sufra una modificación. En un campo, como lo es el encuentro terapéutico, todo está en proceso, todo está “siendo”, todo se está creando y recreando permanentemente, ya que somos energía en constante movimiento (Unikel, 2004:18-‐19).
Los testimonios de vida del terapeuta como recursos terapéuticos A partir de este momento quisiera compartir mis vivencias a modo más personal: respecto de las “autorrevelaciones testimoniales” que he hecho siguiendo fenomeno-‐lógicamente a mis primeros clientes, he podido corroborar el efecto de éstas en ellos; los han llevado a la reflexión, a modificar la dimensión de sus problemas, a acrecentar el ambiente de confianza, y a cambiar la percepción de ellos mismos y del ambiente, entre otras cosas. Lo compartido anteriormente me permite vivenciarme como una fuerza que toca y
moviliza, exactamente como lo sostiene Alejandro Unikel (ibidem:18). He podido darme cuenta de la utilidad de esta herramienta, pero como toda herramienta, es necesario saberla utilizar en el momento preciso, ya que de no ser así podría resultar contraproducente y, en ocasiones, lejos de ser nutricia o funcional, caería en lo tóxico o disfuncional. De acuerdo con mi experiencia personal y vicaria, considero importante que sean tomadas en cuenta las siguientes condiciones para hacer una “autorrevelación testimonial” de manera asertiva: • Que el terapeuta no esté en su necesidad, sino en la del cliente. • Evitar malgastar esta herramienta. • Que el protagonista de la sesión siempre sea el cliente y no el terapeuta. • Concretar el testimonio. • Que haya un buen seguimiento fenomenológico y, • Habilidad para percibir el momento idóneo, para penetrar en el interior del cliente.
Esto sólo se puede dar cuando hay un buen acompañamiento y una buena escucha.
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Ahora bien, cuando esta herramienta es mal utilizada, provoca vivencias y expresiones como las siguientes: • ¡Mi terapeuta se la pasa hablando de él! • ¿Para qué me sirvió lo que me dijo? • ¡No me sentí escuchada! • ¡Y a mí qué me importa su vida, yo vine para que me apoyara! • ¡Estoy malgastando mi dinero! • ¡Él me debería pagar a mí por escucharlo! Lo anterior es ejemplo claro de la fractura en la relación, debido a un mal uso o abuso de
este instrumento. Como lo aborda sarcásticamente Marcela Domínguez en uno de los puntos de su Guía práctica para dañar al paciente en psicoterapia: “Cuéntale todo lo que puedas de tu vida, en cualquier ocasión y si puedes haz tuyo el espacio de terapia” (2004:44). Ahora bien, después de exponer mis puntos de vista sobre este tema basados en mi
experiencia, me referiré a la investigación de campo que realicé en relación con el impacto que causa la autorrevelación del terapeuta en el ánimo del cliente, en su proceso de crecimiento y en la relación de ambos. He de confesar que la hice primero para satisfacer una necesidad personal, de saber cómo lo viven otras personas y qué alcance tiene, pero también con el fin de poner los resultados a disposición de los psicoterapeutas, ya que, en términos generales, es escasa la literatura que sobre este tema se puede obtener.
Investigación de campo
El procedimiento que usé para la presente investigación fue la aplicación de un cuestionario, el cual cuenta con cinco preguntas que transcribo a continuación: • ¿Qué te reveló? • ¿En qué momento de tu proceso? • ¿Cómo te impactó? • ¿De qué te diste cuenta? • ¿Cómo se modificó tu percepción de ti mismo(a), de tu terapeuta, de tu problemática o de tu estar en el mundo?
Dicho cuestionario fue aplicado a maestros y alumnos del IHPG, así como a personas que
están tomando Terapia Gestalt externa al instituto. La edad promedio de los participantes oscila entre los 35 y 65 años, de ambos sexos. En esta investigación participaron 40 personas que dieron su testimonio. En este artículo
sólo se transcribieron 29 por su claridad y concreción. Cabe aclarar que al aplicar este cuestionario me encontré con el obstáculo de que varios
de los compañeros invitados a responderlo se negaron a hacerlo debido a que no han tenido esta experiencia en sus sesiones terapéuticas a pesar de llevar mucho tiempo en terapia.
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Por otro lado, también quiero compartir la sorpresa que me llevé al descubrir que algunos alumnos de nuestro IHPG estaban interesados al igual que yo en explorar el impacto en el cliente de esta otra herramienta de trabajo. A continuación brindo algunos de los testimonios recabados, los cuales dividí en varios
rubros de acuerdo con el impacto más relevante experimentado por los clientes. Después de cada clasificación ofrezco un breve comentario al respecto. Testimonios No me siento solo, hay otros que han pasado o están pasando por lo mismo que yo. Me reveló que venía de una familia donde su padre era alcohólico y que había
sufrido abuso físico fuerte. Me lo reveló cuando yo hablaba de mi historia personal de abuso por parte de mi padre que era alcohólico. Me hizo sentir identificado, me hizo sentir que no estaba solo y que no era única mi situación. Esto me acercó al mundo, a los otros de vuelta. Me di cuenta de mi aislamiento, de mi falta de comprensión y visión de los demás, de que “ella” la que era mi terapeuta, también tenía su historia y me estaba ayudando. Sentí curiosidad de su proceso y de cómo me podía servir. Después de esto comencé a verme menos solo, mi estar en el mundo fue viendo más hacia fuera, sabiendo que los “otros” también tenían su historia (era como si ese saber fuera nuevo). Ella primero me sorprendió, después por momentos sentí que se bajaba del pedestal y finalmente me sentí abrazado y comprendido, para después volverla a subir a ese pedestal. La admiraba y ahora también la sentía (hombre, 44 años).
Me reveló un episodio en que le salieron los mocos y alguien se dio cuenta y la señaló, se sintió avergonzada. Me lo reveló en un momento en donde toqué mucha vergüenza por haber cometido un error, habiendo sido señalada y criticada. Me impactó favorablemente en el sentido de que me fue más fácil aceptar mi sentimiento de vergüenza. Me di cuenta de lo que yo sentía y que no era la única que se sentía así. Mi percepción se modificó, la vi a ella menos idealizada y me ayudó más a aceptar que lo que siento es lo que siento (mujer, 35 años).
Me reveló cómo se sentía hacia su familia. Fue en un momento en donde yo hablé de mis sentimientos hacia mi familia. Me sentí vista en una interacción-‐ relación más igualitaria. Me di cuenta que todos pasamos por problemas similares en la vida, y al compartirlos te das cuenta que no estás solo, que todos pasamos por eso. Me sentí entendida, en una relación recíproca y apoyada. Este tipo de relación terapéutica me da las herramientas para estar en el aquí y ahora con el otro (mujer, 35 años).
Me reveló su situación ante la soledad después de un proceso de divorcio.
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También me reveló su situación ante tus hijos, a los que extrañaba mucho. Esto fue en un momento donde la relación terapéutica la sentía más madura y además, cuando en mi proceso yo necesitaba darme cuenta que no era la única padeciendo la misma situación. Me impactó ver su humanidad y solidaridad conmigo. Me di cuenta que mi situación no era única y, que alguien importante para mí, compartía sentimientos semejantes. Me sentí acompañada, compren-‐dida y con fuerza para superar mi situación (mujer, 40 años).
Me reveló una vivencia de su pasado, durante un momento de atore que estaba pasando y que era difícil para mí. Me impactó positivamente y me alentó mucho. Me di cuenta que él también tenía problemas como yo. Esto me inspiró más confianza, y a partir de ese momento, me permití abrir más mis heridas (hombre, 48 años). He tenido dos momentos terapéuticos en mi vida, uno, asistiendo a terapia individual durante un año y en donde no tuve la experiencia de que mi facilitadora me revelara algo de su vida. Si bien es cierto que crecí mucho por sus intervenciones que me llevaron a mi darme cuenta, nunca la sentí cercana a mí. Otro momento fue cuando ingresé a un grupo “terapia de grupo” con dos terapeutas; ahí la experiencia fue diferente, en virtud de que en uno de los momentos que yo exponía mi problemática, mis síntomas, mis miedos, una de ellas expresó que había experimentado algo similar años atrás, ocupando parte del tiempo de la terapia para hablar de ella. Este ha sido uno de los momentos en los que me he sentido verdaderamente acompañada, entendida y respetada en mi dolor. Su compartir conmigo y por supuesto con el grupo su vivencia, obró positivamente en mí, ya que cambió inmediatamente mi percepción de la vida. Me di cuenta que yo no era la única que sufría y que mi terapeuta era tan humana y tan vulnerable como yo. A partir de ese momento algo nos hermanaba (mujer, 49 años). Me reveló la enfermedad y muerte de su mamá. Mi tema en terapia era lo que vivencié con la enfermedad y muerte de mi madre. Al escucharlo, me dio la sensación de cómo él se abría y tocaba partes muy profundas de su ser. Me di cuenta que tenía en frente de mí a un ser humano como yo. Dejé de pensar que yo era la única que vivía esta situación. Me sentí con mayor confianza y pude verlo de forma más horizontal y cerré un asunto inconcluso (mujer, 35 años). Me reveló el hecho de haberse salido de su casa e irse a vivir al otro lado de la ciudad con la persona que quería, haber abandonado lo que tenía por seguir esa experiencia. Me lo reveló en un momento en el que yo siento mucho miedo a un cambio radical en mi vida. Me demostró un gran valor y siento mucha admiración por ella. A la vez me mostró que es tan humana y vulnerable como cualquiera de nosotras, en ese momento yo sentí una empatía mayor y una bonita sensación de saber que como cualquier ser humano llora, sufre y también
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tiene alegrías y sinsabores. Sentí un lego de unión más fuerte y perdurable. Saber que hay más gente en el mundo que siente lo mismo que yo hizo que no me sintiera tan sola, ni tan abandonada. El poder encontrar gente con la cual puedes caminar a través de la vida y sentirte acompañada. Sobre mi terapeuta, el saber que es un ser humano como yo. También el poder ir caminando por el mundo sabiendo que estamos acompañados y no solos (mujer, 50 años). Me ha revelado muchas cosas, así como yo a ella, pero la que más me impacta, es saber que ella también tiene problemas con sus parejas, sus hijos y bueno, ahí yo la siento y la veo como una mujer igual cuando yo estaba en el proceso de ya no aceptar relaciones íntimas con mi esposo. Me comenta que ella también dejó a su esposo, queriendo encontrar algo más en su nueva pareja, pero me dijo que el encanto se acaba. Luego tuvo otra pareja y también se acabó el encanto, esta última más pronto. Me doy cuenta que aunque ella me ayuda muchísimo a descubrir mis conflictos, también ella los tiene, no deja de sufrir y sentir; a veces crees que los terapeutas tienen el “don” de no sentir, ni sufrir y como tú los consultas crees que ellos están exentos de tener conflictos. Esto me lleva a ver que todos en un momento de conflicto nos necesitamos y que no estamos solos, ni debemos cerrarnos a no compartir nuestros problemas. Yo pienso que un buen terapeuta es un muy buen amigo, y escribiendo me vienen a la mente tantas cosas vividas con ella; me ha hecho sentirme mucho más segura para tomar mis decisiones, y para tomar una actitud positiva ante mis problemas. Le estoy muy agradecida (mujer, 65 años). Me reveló sus problemas con sus hijos y la lejanía con su pareja, la soledad que vivía en compañía de su familia. Me lo compartió en el momento en que una de mis hijas estaba por casarse y la otra se fue a vivir a otro lugar, por lo tanto me sentía sola y feliz en apariencia. Pensé que si yo me sentía sola estando conmigo misma, cómo mi terapeuta estando acompañado con su familia, podía tener sentimientos de soledad parecidos a los míos. Me impactó ver la fragilidad del ser humano, la falta de comunicación que hay, porque me di cuenta que no era el hecho de vivir sola y tener a mis hijas cerca, sino que al fin, siempre estamos solos, a pesar de estar a veces rodeados de gente. Me sentí menos frágil, pensé que los humanos somos muy complejos y que “todos” sentimos soledad, tristeza, coraje, amor, miedo, etcétera. Con respecto a mi terapeuta, definitivamente al compartir con él su vida, me hizo sentir más confianza, me sentí más cómoda sabiendo que todos tenemos problemas (mujer, 52 años). Me ha revelado muchos pasajes de su vida, y eso ha sido muy positivo. Me ha ayudado a ver que no soy la única con problemas y me da herramientas para sortear mis obstáculos de mejor manera. Al ver a mi terapeuta como un ser con limitaciones, errores y problemas igual que yo, me he sentido con más confianza y menos presión. No he sentido sus intervenciones fuera de lugar, me sirven mucho porque al hacerlas están en el momento que yo las necesito (mujer, 35
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años).
En dichos testimonios nos podemos dar cuenta en principio de la asertividad de las autorrevelaciones, ya que fueron hechas en un momento en que los clientes estaban pasando por una situación igual o parecida a las experiencias reveladas por los terapeutas, y éstos consideraron que era el momento adecuado para hacer las autorrevelaciones, al parecer con la finalidad de que se dieran cuenta que no son los únicos con problemas y que ellos también son seres humanos con dificultades, detectándose claramente que los terapeutas no están al servicio de sus propias necesidades sino en las de sus clientes. Por otro lado, podemos percatarnos del cambio evidente que se experimenta cuando los
clientes se dan cuenta de que no son los únicos con problemas, sino que hay otras personas que están pasando por lo mismo. Esto provoca que no se sientan solos y abandonados, sino en compañía. También favorece a que se sientan más relajados, con más confianza y con ganas de seguir adelante. Ya ven al terapeuta como lo que es: un ser humano igual que ellos, con problemas, dudas, soledad, desesperanza, alegrías, etcétera, lo cual les da la confianza necesaria para seguir abriéndose cada vez más. Al respecto, Yalom al hablar de los factores curativos menciona el factor de la
universalidad, viéndolo como un punto clave en la terapia de grupo. Con esto, se refiere a que al principio de la terapia los clientes sienten que son los únicos que tienen determinados problemas, pero al oír situaciones similares por parte de los otros miembros del grupo, se sienten extremadamente reconfortados, experimentan un gran alivio y les brinda una experiencia de “bienvenida a la especie humana” (todos vamos en el mismo barco). Esto también se experimenta en la terapia individual cuando el terapeuta revela experiencias y sentimientos por los que ha pasado, similares a los expuestos por el cliente (Yalom, 2000:28-‐30).
Fortalecimiento de la relación Me reveló el proceso de duelo vivido por la pérdida de su hija recién nacida. Me lo reveló hacia el final del proceso, tocando el tema de la pérdida de una sobrina. Me sentí cálidamente acompañado, entendido en mis sentimientos y cercano a ella... Me di cuenta que la autorrevelación realizada sólo como una forma de acompañamiento es una herramienta valiosa en terapia. Creo que no modificó mi percepción, pero robusteció los lazos y mejoró mi capacidad de contacto para con mi terapeuta (hombre, 43 años). Me reveló que cuando llevaba unos diez años de casado sintió una fuerte atracción por una compañera de trabajo y que esto sólo se quedó en eso, en una atracción nada más. Esto le ayudó mucho a reencontarse en su relación de pareja, en reevaluar sus acuerdos y contratos con ella. Justamente me lo contó en el momento en que me sentía muy culpable por sentirme muy atraída por alguien más y que no era mi pareja y además todo lo que se me movió y me cuestioné a partir de esto. Me sentí sumamente acompañada y entendida por
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alguien a quien quiero profundamente. Me di cuenta que para mí lo más importante de la relación terapéutica que tuve con él no era la técnica aplicada sino la autenticidad y cercanía con la que mi terapeuta me acompañó en mis sesiones. Se modificó mi percepción de mí misma en el sentido de que soy un ser querible y que puedo ser aceptada con todo lo que soy y lo que me pasa. Vi a mi terapeuta como un ser humano capaz de abrirse conmigo sin poses o “distancias terapéuticas”. Además con esto me ayudó a decidirme cómo quiero ser como terapeuta y de que lo más sanador es la relación y la cercanía (mujer, 30 años).
Su homosexualidad. Me lo reveló cuando avanzábamos hacia construir más confianza entre ambas. Admiré su autenticidad, ya que independientemente de que mi actitud hacia los homosexuales sea abierta y respetuosa, no deja de ser un tema delicado y más para la persona que se revela. Me di cuenta que esto me hizo sentir más cerca de ella. Fue para mí un buen aprendizaje de la congruencia y autenticidad que yo como terapeuta podía expresar con mis clientes y cómo esto me permite estar completa como ser humano ante ellos (mujer, 55 años). Me reveló cómo le pone límites a sus sobrinos. Me lo relata cuando le platico la manera en que yo le pongo límites a mi hija, que está iniciando la adolescencia. Primero, me impactó saber que no tiene hijos, esto es por conocer más de él y su contexto familiar, lo que hace aparte de trabajar; en fin, me impacta que me platique de su vida. Me di cuenta que al detallar cómo pone límites, me ayuda a mejorar en eso. Pero lo que más me agradó, fue que me sentí más cerca de él y siento que él también de mí. Lo sentí en el abrazo de despedida de la sesión. Me siento más en confianza, llevamos seis sesiones (mujer, 49 años). Primero que nada quiero decir que me fue muy importante cuando ella empezó a revelarme cosas personales, pues esto me puso a mí en una postura distinta desde ese momento. Sentí que podíamos hablar de problemas que nos suceden a todos, incluyéndola a ella, que a pesar de su preparación y capacidad para resolver los problemas y conflictos de los demás, ella tenía los suyos propios y me los dejaba ver. Tan humana como yo, tan equivocada en momentos como yo, tan confusa como yo. Me confesó que se iba a vivir con Fernando a su departamento y dejaba su casa, dejando a su hija con su esposo. Todo esto sucedió cuando yo estaba teniendo problemas muy graves en mi matrimonio y me cuestionaba si debía separarme o no. Me impactó su decisión y seguridad para seguir adelante, a pesar de una relación de tantos años. Me di cuenta que se cometen muchos errores a pesar de que en el momento cree uno que es la decisión correcta, sin embargo, entiendo que puedes volverte a equivocar una y otra vez y volver a empezar, siempre y cuando tengas esa fuerza para luchar por tu felicidad y para tu crecimiento. Se modificó mi percepción, dándome fuerza para luchar por mis ideas, sentimientos y decidir lo que quiero vivir y lo que no estoy dispuesta a seguir viviendo. Con respecto a mi terapeuta, cada día la siento más cerca de mí, más humana y me parece cada vez más auténtica y segura de lo
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que quiere. Lo que he modificado es que cada día me siento con más fuerza para luchar por mis propios ideales y no estoy dispuesta a hacer lo que no quiero hacer, aceptar que me puedo equivocar y que me tengo que perdonar mis errores (mujer, 55 años).
Me reveló una experiencia muy similar a la que yo estaba trabajando. Me la platicó a mitad de la sesión. Me sentí muy comprendido y muy cerca de él. Nos hermanamos. Me di cuenta que el acontecer de la problemática humana, es similar e inherente a todos. Que se puede vivir mejor, que los “traumas” son algo que se puede aceptar integrar y se puede vivir a pesar de ellos. Sentí que mi terapeuta me trató de igual a igual (hombre, 42 años).
Al ver al terapeuta como un ser humano igual que él, que comparte sus experiencias más
íntimas, hace que éste se sienta más cerca. Se da una especie de comunión y de acercamiento intenso. Se crea una relación íntima, fuerte, sincera y honesta. El cliente va dejando de sentir miedo a exponerse y se va dejando ver como es. Relación que les permite, como ninguna, el ejercicio absoluto de la autenticidad (Bucay, 2002:96). “La intimidad significa estar en contacto cercano con alguien, compartir, mostrarse,
exhibirse con ese otro y permitirle a éste que se muestre, se exhiba contigo” (Bracho, 2004:132). Al ver estos testimonios se corrobora lo que decía Rogers. Él pensaba que era importante
hacer autorrevelaciones personales, siempre y cuando fueran útiles al cliente, es decir, en función de sus necesidades, lo que fomentaba una relación más horizontal, donde hubiera un encuentro más personal y completo (Muñoz, 1995:37). “El encuentro cálido, subjetivo y humano de dos personas es más eficaz para facilitar el
cambio que el conjunto más perfecto de técnicas derivadas de la teoría del aprendizaje o del condicionamiento operante” (ibidem:17). Así, esta cercanía que se crea, redunda en beneficio del proceso terapéutico como ya lo
hemos venido comentando a lo largo de este artículo. Sentimiento de un profundo entendimiento y acompañamiento Tengo escasas seis sesiones de terapia, sin embargo, en la tercera sesión al estar llorando por los problemas que le planteé que tengo con mis padres, ella me comentó una experiencia similar a la mía y pude sentir que ella sí me comprendía, hasta se le inundaron sus ojos de lágrimas, lo que me conmovió. Me sirvió mucho en ese momento que compartiera conmigo una experiencia muy personal, me sentí muy acompañada y me ayudó a darme cuenta que mi problema tiene muchas alternativas de solución de las que yo nunca pude imaginar (mujer, 24 años). En terapias anteriores no había tenido la oportunidad de que mi terapeuta me compartiera experiencias propias. En mi terapia actual, me ha parecido muy acertado, pues el hecho de que mi terapeuta comparta experiencias propias ha implicado para mí el no sentirme sola, a veces víctima, a veces la única
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triunfadora, a veces la única acorralada, etcétera. Son tantas las emociones que se llegan a despertar al saber que mi terapeuta es un ser humano igual que yo. Mi percepción de mi terapeuta no se modificó, pues la impresión que tuve la primera vez, es la que prevalece, la de un ser humano que escucha y vive situaciones “a veces” similares a las de uno. Esto hace que el canal de confianza y comunicación se dé, generándose un ambiente en el cual uno siente que el terapeuta comprende o puede llegar a comprender la situación en la que uno se encuentra (mujer, 47 años).
Cuando el terapeuta revela una experiencia personal parecida o igual a la que está
atravesando el cliente, propicia que éste se sienta inmensamente comprendido. Percibe al terapeuta captando verdaderamente la situación en la que se encuentra, que entiende los sentimientos que él experimenta y lo acepta. Siente al terapeuta caminando junto con él, lo que libera poderosas fuerzas de comunicación. “La terapia se potencia si el terapeuta ingresa con precisión en el mundo del paciente. Los pacientes se benefician muchísimo por la sola experiencia de ser vistos y comprendidos en su totalidad” (Yalom, 2003:38).
La percepción de los problemas toman su justa dimensión Primero me preguntó acerca de mi vida sexual, fue como si adivinara que yo quería hablar de ello, pero me daba pena. Le pregunté cómo lo sabía y me dijo que por intuición. Yo le platiqué lo que me pasaba con dificultad y entonces ella me reveló su experiencia, cómo lo había vivido y resuelto y eso me soltó. Fue en un momento en que yo estaba teniendo problemas con mi falta de deseo sexual. Me impactó su apertura, su soltura para hablar de su sexualidad, su honestidad y su experiencia. Me di cuenta de que me estaba ahogando en un vaso con agua por no preguntar o hablar. También de que hay etapas en la vida en que esto sucede y/o por enfermedad como la mía. Ahora estamos revisando ese tema y estoy abriendo más. Se modificó mi percepción de mí, básicamente en el sentido de ser más flexible, de ser más sensual y positiva con respecto a mi sexualidad. A mi terapeuta la siento más interesada en mi proceso y más cerca. Reímos mucho acerca del tema, me siento más tranquila (mujer, 34 años).
Me reveló que tenía relaciones extrapareja con alguna regularidad a escondidas de su pareja formal. Me contó de su necesidad de hacerlo y de lo que cuidaba. Me lo contó al año y medio aproximadamente cuando yo hablaba de mis deseos de tener varias parejas sexuales. Fue importante para mí, me ayudó a descubrir que mi deseo era humano y compartido por otros. Vi a mi terapeuta como alguien más cercano, con contradicciones como yo. Me permitió ver mi experiencia con una actitud más realista, aceptante y compasiva conmigo, bajarle un poco a mi autoexigencia y mi intolerancia. Creo que hasta hoy ha impactado en mi forma de hacer terapia. Aceptar amorosamente y sin juicio se ha vuelto un objetivo constante en mi trabajo. Trato de verme y ver al cliente como humano falible en
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proceso (hombre, 35 años).
Me reveló que estaba pasando un proceso de separación con su esposo. Fue como a los cuatro o cinco meses de estar en terapia con ella, platicándole algo similar. Me impactó el sentirla como un ser humano cualquiera, con problemas y que ella también estaba en proceso terapéutico. Me di cuenta que es una persona que no es perfecta y que no tiene que estar sin ningún problema para poder ayudar a otros o a mí en mi proceso. La sentí más cerca y más igual que yo, más como a un ser humano. Me di cuenta que todos pasamos por problemas. Mi problema se tornó menos grande y no único, sino sólo es algo que quiero resolver y que siempre hay varios caminos para resolverlo (mujer, 29 años).
Al leer estos testimonios me doy cuenta de que los clientes al experimentar la apertura
de sus terapeutas, su honestidad y soltura, permiten que éstos eliminen o al menos disminuyan la distorsión de la percepción de sus problemas, que reconozcan realmente lo que están experimentando sin temor. También que ya no se sienten tan fuera de lugar, extraños o con ciertos tabúes para expresar realmente lo que sienten o tratando de no romper las expectativas ajenas. Cuando ven la naturalidad con que el terapeuta expresa sus experiencias, los clientes empiezan a ver sus contrariedades como parte de la vida misma, como parte de su calidad de seres humanos compartida por otros. Esto disminuye notablemente la dimensión de sus problemas.
Ausencia de autorrevelación Aquí lo que quiero reportar es mi experiencia con un psicoanalista que fue mi primera terapia. Su reserva absoluta acerca de su vida personal me hizo sentir que siempre hubo una barrera infranqueable que evitó tener un encuentro con la parte emocional-‐humana de él. Desde luego que yo tuve muchos logros en relación al conocimiento que fui obteniendo de mí misma y al procesamiento de los sentimientos que fueron surgiendo con eso, pero que los vivía como una persona “más pequeña” en relación a la aparente “altura”, que más bien era distancia con él (mujer, 55 años).
La falta de un encuentro auténtico, de apertura e igualdad, donde el terapeuta no se deja
ver tal y como es, y presenta una fachada externa, no permite que se dé una relación horizontal de igual a igual, íntima, profunda y honesta, sino una relación vertical, desigual, donde hay una gran distancia entre el terapeuta y el cliente, lo que contribuye a que existan barreras de comunicación. En dicha relación el cliente no puede apreciar realmente la valía y trascendencia de sus avances, de sus pasos terapéuticos importantes, ya que el terapeuta no se permite expresar los sentimientos positivos acerca de él, reconocer sus logros, que propiciarían un gran apoyo para el cliente.
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Respeto y admiración Me compartió su preocupación por su hija de ocho años que se orinaba en la cama a partir de su divorcio y de cómo se sentía manipulada por ella. Y es que en mi terapia le relaté cómo manipulaba yo a mi papá a esa edad y había muchas cosas parecidas entre su hija y yo en mi infancia. Me agradó que tuviera la confianza y me permitiera sugerirle algunas cosas que pensé que a mí me hubieran ayudado y no tuve. La posibilidad que a otra niña le sirvieran me hizo sentir muy satisfecha. No me impactó, porque sé que como terapeuta tiene los mismos problemas y a veces limitaciones igual que todos, la diferencia es que tiene más herramientas. Me hizo pensar en que a veces no vemos cosas tan obvias porque estamos dentro del problema y que es necesario la ayuda de una persona que pueda ver la situación desde fuera, “neutra” y desde ahí ayudarme a mi “darme cuenta”. De mi terapeuta tengo un respeto y admiración por lo receptiva y apoyadora que es con todas las persona y conmigo. Uno de los regalos más grandes fue ayudarme a recuperar a mi niña lastimada y trabajar a diario con ella. Y para esto, antes me compartió su experiencia en su propia recuperación de su niña lastimada. Mi estar en el mundo es más consciente tratando y trabajando de estar en el aquí y ahora, en la aceptación total de cada una de las personas y el respeto a las diferencias, de las cuales yo aprendo y me nutro (mujer, 45 años).
Para mí fue muy sorprendente que alguien a quien yo tenía por terapeuta y maestra, pudiera tener sufrimientos y problemas como los míos. Quizás la revelación más impactante fue saber que una relación de muchos años se puede deshacer de la noche a la mañana. Esto me impactó no por el hecho en sí, sino por la capacidad tan grande de empezar nuevamente, la fuerza y la decisión para rehacer la vida nuevamente. Me di cuenta que aunque sea un terapeuta, es tan humana como yo, y que también ella necesita de otro ser humano como puede serlo cualquiera de nosotros en el grupo. La percepción de mí misma se modificó, tratando de ser más tolerante conmigo misma muy especialmente. De mi terapeuta creció más el respeto, el amor y la admiración. De mi estar en el mundo, sigo trabajando para poder llegar al final de mi camino no siendo tan severa, tan exigente, ni tan poco amorosa conmigo misma, de aceptar que somos seres hermosos, pero como humanos nos equivocamos. Que tenemos la capacidad de podernos perdonar, amarnos y expresar nuestros sentimientos cualquiera que éstos sean y tratar de ser congruente de lo que sienta con lo que haga, sin importarme qué puedan pensar de mí (mujer, 60 años). Cuando el cliente descubre por medio de una autorrevelación del terapeuta, que éste es
vulnerable, que también sufre, tiene necesidades y tropiezos, y se percata de cómo los supera y cómo logra salir de estas situaciones al enfrentar la vida con valentía, de esta manera crece la admiración y respeto por él.
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Esperanza Me impactó muchísimo que me revelara que ella ha tenido dos divorcios. Me lo comentó cuando yo estaba en mi proceso de divorcio porque mi ex marido me engañó y me lo pidió. Yo siempre había criticado a las personas divorciadas. Me di cuenta de varias cosas. De mi rigidez, de cómo yo no sabía relativizar las cosas. Me dio esperanza al conocer sus procesos, me alentó saber que ella comentó que había crecido muchísimo en esos momentos, aunque haya tocado mucho dolor y cambios en su vida durante su proceso terapéutico. Me sentí cómplice, muy entendida por alguien que ya había recorrido este camino tan sinuoso. Realmente me sentí muy acompañada y siento que existe un afecto mutuo. Me siento muy segura al estar con una terapeuta que pasó por estas experiencias, pues siento y veo que de verdad las superó, no me ocultó lo difícil y tampoco lo gratificante de su proceso (mujer, 40 años ).
Este testimonio nos permite apreciar la esperanza y la confianza del cliente en poder
salir adelante con su proceso de divorcio al ver que su terapeuta pasó por lo mismo y pudo superarlo junto con el crecimiento que experimentó al pasar por esa situación. Aquí se hace evidente otro de los factores curativos de los que habla Yalom respecto de
las terapias de grupo y es “el infundir esperanza” como algo crucial en toda psicoterapia. Nos comenta que a menudo oye a pacientes que al final de su terapia de grupo hacen énfasis en lo importante que ha sido para ellos el haber observado la mejora en los demás (2000:26-‐27). Esto pasa también en la terapia individual cuando los terapeutas narran sus experiencias
por las que han pasado y cómo las han superado. Ello alienta al cliente, le da la fuerza y confianza necesarias para poder enfrentar sus problemas.
Impacto negativo Me reveló los problemas que tenía con su marido y en la crianza de su hija. Me lo reveló desde el inicio de la terapia. Me impactó negativamente, porque aunque era bueno sentir y saber que no era la única con el problema, el conflicto es que se tomaba mucho tiempo para hablarlo y terminaba sintiendo que yo daba la sesión. Me di cuenta que una cosa era hacer una revelación y la otra re-‐-‐cargarse en tu paciente; también me di cuenta que soy muy tolerante y cargo con muchas cosas que no me tocan. En cuanto podía cambiaba el tema, pero nunca lo hablé con ella. Me fui en cuanto me sentí justificada para hacerlo. Hoy, espero que pueda hablarlo en una próxima ocasión (mujer, 41 años).
Dicho testimonio es un claro ejemplo del mal uso de la autorrevelación, que en vez de ser
utilizada como un instrumento terapéutico en beneficio del cliente, se vuelve tóxica o disfuncional. El terapeuta es el protagonista de la sesión haciendo suyo el tiempo de la
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terapia y no el cliente. No hay concreción en su testimonio, lo que provoca que éste no se sienta escuchado y visto. Queda con la sensación de que está malgastando su tiempo.
Permite abrir las fronteras Me reveló que era homosexual a los cuatro meses de haber iniciado la terapia. Yo tenía un hermano que había muerto de sida, sin aceptarse homosexual, pero yo sabía que tuvo relaciones homosexuales. Me di cuenta de lo importante que era para mí hablar del tema y saber que en el fondo había rechazo y miedo. Después pude empatizar y conocer más del tema. Me di cuenta que soy más rígido de lo que creía. A partir de esto le tuve más confianza a mi terapeuta y me pude abrir más. Descubrí la desensibilización de mi familia y la falta de comunicación. Siento que estoy más abierto (hombre, 30 años).
Me reveló su experiencia en un hospital con mujeres moribundas, ocasionadas por abortos mal practicados. Me lo comentó en una sesión en terapia. Me impactó en cuanto al darme cuenta de mis principios, valores y creencias. Aunque no haya tenido esa experiencia, me lleva a comprender lo que sí hay. Abrí mis fronteras y siento una comprensión por todas esas personas que de alguna manera están pasando por algo así. Respecto a mi terapeuta, me doy cuenta que aprendo con sus experiencias de vida y me hace ver las cosas con más humanidad (mujer, 53 años).
El impacto que provocaron las autorrevelaciones de los terapeutas en estos dos testimonios fue que las fronteras de valores de los clientes se flexibilizaran, abriendo la posibilidad de expandir sus mundos. Ahora se permitían experimentar situaciones antes inadmisibles. Había apertura para descubrir cosas y sentimientos nuevos, lo que conlleva a su desarrollo y crecimiento.
Conclusiones
Por medio de mi experiencia y de los resultados obtenidos de la presente investigación, corroboro la importancia que tiene esta herramienta de trabajo. Me permite llegar a la conclusión de que un terapeuta eficiente se permite a sí mismo ser una persona real. Los clientes aprecian enormemente esta cualidad de auten-‐ticidad y humanidad en sus terapeutas. Ya no ven al terapeuta como un dios, como alguien que está representando un papel, sino como un ser humano igual que ellos, lo que intensifica la relación. Significa “convertirse en compañero” para él durante un breve periodo en su viaje por la vida. La sinceridad y apertura del terapeuta para hablar de sus experiencias personales al
cliente facilitan la intimidad, promueven una verdadera relación interpersonal. “La intimidad implica entrega y supone un entorno suficientemente seguro como para
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abrirnos” (Bucay, 2002:97). Con esta intimidad que se crea el cliente puede abrigar la esperanza e incluso la
expectativa de desarrollar relaciones similares. Al revelar sus experiencias íntimas el terapeuta alienta al cliente a revelar más de él mismo, ya que se da un ambiente de confianza y comunicación; se siente realmente acompañado y comprendido. Al cliente también se le pueden abrir caminos de los que no se había percatado, la percepción de sus problemas disminuye, colocándolos en su justa dimensión. Motiva asimismo al cliente a enfrentar sus problemas al ver que el terapeuta pasó por lo mismo y pudo superarlos. Por todo lo anterior me gustaría que este trabajo de investigación sirviera de reflexión a
los psicoterapeutas que se dedican a esta labor tan delicada y loable. Se detuvieran un poco a pensar qué tanto han hecho uso de esta herramienta de trabajo en favor de sus clientes, y qué tanto se han permitido abrirse o mostrarse por medio de compartir sus experiencias personales e íntimas con sus clientes, considerando que hay momentos claves en que esto puede ayudarles en sus procesos terapéuticos, cuántas veces han tenido las oportunidad de hacer una autorrevelación testimonial y se han detenido por temor a mostrarse. Es necesario tener siempre presente que nosotros mismos somos el mejor instrumento para facilitar el desarrollo y crecimiento de nuestros clientes. Bibliografía
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EL DARSE CUENTA EN LA TOMA DE DECISIONES OCUPACIONALES DEL ADOLESCENTE
Lourdes Rentería Ximello* A qué me dedicaría y en qué me ocuparía en el futuro próximo, eran algunas de las preguntas que solía hacerme durante mi adolescencia. Sin embargo, no encontraba respuestas claras dentro de mí, lo cual me hacía voltear a mi alrededor: a mis amigos, aunque muchos de ellos estaban igual que yo, a mis padres o a algunos otros familiares que yo veía como exitosos en su vida profesional, o simplemente a diferentes ambientes que me parecían seductores e interesantes. Hoy puedo darme cuenta de que en ese momento de mi vida no tenía las herramientas para resolver ese gran dilema, pues no me percaté de que la respuesta estaba dentro de mí. Mi experiencia personal y mi interés en la etapa de la adolescencia me han
motivado a realizar el presente escrito y exponer algunas herramientas para facilitar el proceso de elección ocupacional. Al salir de la preparatoria elegí estudiar la licenciatura en Administración de
empresas, días después de haber cancelado mi inscripción a Psicología, a la que no ingresé, influenciada por el introyecto que recibí de mis padres de que esa profesión no tenía futuro y que uno tenía suficiente con sus problemas o asuntos personales, lo cual en ese momento me pareció muy cierto. Elegí Administración de empresas debido a que para mi familia lo “productivo”
eran las profesiones económico-‐administrativas. Cabe mencionar que esto nunca me fue impuesto, simplemente así lo asumí. Cuando cursé la licenciatura nunca me sentí muy atraída por el cono-‐-‐cimiento,
aunque sí por el ambiente universitario y todo lo que lo rodeaba, y al culminarla obtuve importantes logros laborales y conocí gente interesante. Sin embargo, nunca logré la constancia debido a que no me interesaba. Finalmente, después de estar cuatro años en permanente relación con las finanzas,
decidí que necesitaba el contacto con lo humano, e ingresé a la maestría en Letras iberoamericanas. En la maestría descubrí que el conocimiento que empezaba a adquirir me resultaba fascinante; sin embargo, me encontraba aislada del mundo. Todo el día –y prácticamente toda la noche– los dedicaba a leer y hacer análisis de las lecturas, hecho que a la mitad del camino me pareció agotador, por lo cual decidí abandonar la maestría, consciente de que me agradaba la literatura y el conocimiento, pero deseaba recuperar mi vida social y lo que yo llamaba en ese momento, mi libertad. Así fue como varios años después con una gran ilusión y escuchando mi voz
interior, recuperé mi vocación inicial y decidí ingresar al Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt (IHPG), en donde hoy me encuentro interesada en el conocimiento, satisfecha y ansiosa de alcanzar un éxito profesional completo. Me doy cuenta de que han tenido que pasar muchos años para ser capaz de integrar mis valores, habilidades, intereses y características personales y, finalmente, poder
* Psicoterapeuta Gestalt por el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt; especialidad en Pares, Adolescentes y Parejas.
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decir que estoy haciendo lo que me gusta, desarrollándome en lo que quiero y que estoy en donde quiero estar. Mi historia personal me hace reflexionar y me permite darme cuenta de que este
camino hubiera sido menos complicado si hubiera contado con las herramientas de apoyo que me hubiesen permitido, durante mi adolescencia, estar más en contacto con lo que necesitaba y con mi propia esencia. El cursar la especialidad en Adolescentes en el IHPG e iniciar mi práctica
profesional en dicho campo, me han confirmado que la adolescencia es una etapa de oportunidades y de tiempo de elección, pero también una época de confusión entre lo que soy y lo que no soy, entre lo que quiero y lo que no quiero y entre lo que siento y lo que deseo. Fomentar un aprendizaje del Darse Cuenta (DC) en el adolescente le ayuda a
descubrirse, a diferenciarse y a encontrar más elementos que lo fortalezcan para iniciar su vida futura con mayor seguridad, elevar su autoestima y ampliar su autoconcepto. Aunado a esto el adolescente aprende a responsabilizarse de sus decisiones, las cuales lo confirman como individuo capaz de hacerse cargo de sí mismo. Cuando llega el momento en que el adolescente se enfrenta a la toma de decisión ocupacional, que lo definirá en gran medida en su vida adulta, prácticamente no cuenta con ninguna experiencia al respecto, lo cual le crea confusión y angustia: sentimientos que suelen complicar aún más dicho momento. Para esta elección, el adolescente utiliza dos recursos: sus características personales y las posibilidades e influencias de su medio (McConville, 2000).
Sin embargo, la integración de estos elementos resulta en gran medida confusa, ya
que el adolescente se encuentra en la etapa de desarraigo y en un descubrimiento de su propia interioridad, donde parece que todo cambia rápidamente y no hay la suficiente claridad. ¿Cómo facilitar un proceso de autoconocimiento y responsabilización, a partir del
DC, en una etapa que representa cambios e incertidumbre en forma constante, para poder decidir de manera acertada y satisfactoria la toma de una profesión para la vida adulta? Hoy en día, gran parte de las propuestas de apoyo para decidir un oficio se basa en una serie de pruebas que arrojan ciertos resultados, las cuales analizan las habilidades y aptitudes del adolescente, y definen cuáles son las mejores opciones para su profesión. Sin embargo, este proceso elude al joven del compromiso de responsabilizarse de su elección y sobre todo le evita la posibilidad de vivir un proceso de aprendizaje y crecimiento personal. Por tanto, resulta interesante replantear la posibilidad para algunos jóvenes de
decidir su vocación como parte de un proceso terapéutico. El adolescente, por medio del DC y del desarrollo de una buena relación, logrará un mayor contacto con sus mundos interior y exterior y, asimismo, se dará cuenta de qué posibilidades profesinales son inalcanzables o inconvenientes. De esta forma, se le regresa al joven la responsabilidad y la confianza de que será él,
mediante su propio autoconocimiento, quien decida qué hará de su vida futura. Aun cuando la Terapia Gestalt no se enfoca a la resolución o toma de decisiones
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específicas, considero que el psicoterapeuta, al apoyarse en algunas herramientas propuestas en el presente escrito, acompañará al joven en su proceso de elección profesional. La intención de este trabajo es brindar a compañeros psicoterapeutas y
estudiantes, enfocados en la corriente humanista de la Psicoterapia Gestalt, una serie de herramientas que promuevan el DC y faciliten la decisión de una futura ocupación.
Importancia de la relación Para que el proceso terapéutico de elección vocacional brinde resultados benéficos para el adolescente, primero que nada debe estar sustentado en una relación favorable. El terapeuta que desea ser un apoyo o facilitador, debe contar con las herramientas necesarias para tal objetivo, entender el momento que vive el adolescente y encausar todos los recursos a su servicio. En una relación de acompañamiento lo primordial es facilitar los caminos para
autodescubrirse, promover un proceso que permita que surjan los recursos y capacidades del individuo, así como promover un mayor autoapoyo en la forma en que se enfrentan las diferentes circunstancias de la vida. El adolescente, en su proceso de diferenciación, no confía en el mundo adulto; le
amenaza la posibilidad de sumergirse en un mundo de protocolos y “deberías”. Él desea decidir por sí mismo, basado en sus propias creencias, en su forma de percibir el mundo. La relación terapéutica implica un vínculo diferente al que vive con su mundo adulto, quizá totalmente desconocido para él. Para establecer esta relación retomo los conceptos humanistas de Carl Rogers (2002:55-‐60), sintetizados en los siguientes incisos: • Ser sincero y auténtico: ser tal como soy. • Aceptación incondicional: respetar la libertad de ser del otro. • Empatía: captar y entender los significados de su experiencia. • Libre de una evaluación externa: sin juicios externos que eviten la responsabilidad propia.
• Reconocer al otro: aceptar la total potencialidad del otro. Al sentirse respetado en su individualidad, el adolescente puede encontrar caminos
que le permitan encauzar su rumbo en el DC de quién es hoy y quién quiere ser en el futuro. Que el individuo aprenda a DC de sí mismo y se responsabilice de su persona son dos de los principales objetivos de la Psicoterapia Gestalt y, a su vez, ejes centrales en el sustento teórico en que se desarrolla este proceso de elección vocacional. Importancia del darse cuenta
Darse cuenta de sí mismo significa conocerse. Tomar conciencia de lo que se es y de las propias experiencias; distinguir mejor las necesidades, deseos y sentimientos, reconocer las actitudes y tendencias naturales de actuar, es decir, las formas que se
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tienen de hacer las cosas; así como aquello que ya no funciona, permitiendo abrir la puerta a nuevos aprendizajes (Resnick, 1999). Se considera que la experiencia presente es el camino más directo al DC, que el simple hecho de hacer conciencia de que cada vivencia es un aprendizaje, es un gran avance. Lo importante es DC de que uno mismo es su principal maestro para poder vivir plenamente, para darle dirección y contar con un sentido de vida. Algunos elementos de apoyo para hacer consciente al adolescente de sus
experiencias presentes y acercarse a un mayor conocimiento y comprensión de sí mismo son: qué percibe, cómo está percibiendo sus sensaciones, su lenguaje corporal, sus fantasías, sus sueños, su actividad mental y sus movimientos (idem). El adolescente en desarraigo suele tener confusión en la forma en que se percibe y
es percibido por su mundo exterior; este proceso de DC le permitirá apoyar la etapa de desarraigo que está viviendo y encontrar un mejor acomodo y equilibrio entre sus mundos interno y externo. El DC es fundamental durante toda la vida; esto se aprende experimentando y
descubriendo su utilidad mediante diferentes vivencias. Proporcionar a los adolescentes la oportunidad de DC en un momento de elección les brindará los elementos para lograr una mejor selección, no sólo de una carrera, sino en muchos espacios de su vida. El proceso de DC constituye un importante recurso de autoayuda para alcanzar una
vida más satisfactoria y plena, pues permitirá al adolescente tener un mayor contacto con sus necesidades reales. Para acrecentar el DC es importante comprender los diferentes grados de
conciencia, cómo se hace contacto por medio de éstos y cómo se interrelacionan (Perls, 2003). Mundo interno: es todo lo que permite y ayuda a estar en contacto con uno mismo: sensaciones y sentimientos. “Está simbolizado en la palabra yo” (ibidem:127).
Mundo externo: es el contacto con el mundo, todo lo que no forma parte de uno mismo. Se hace contacto con el exterior por medio de los sentidos. Está simbolizado en la palabra tú (idem).
Mundo de fantasía: representa la zona media. Es todo el proceso mental alejado de lo que está en el aquí y el ahora; hace perder contacto con la realidad y disminuye el rango de conciencia, aquí las cosas no son experimentadas directamente. Parte de este mundo son los recuerdos, las fantasías sobre el futuro, los sueños y la imaginación. El equilibrio entre los mundos interno y externo aumenta la capacidad para vivir en
el aquí y el ahora. El adolescente, al encontrarse en un ámbito de mayor conciencia, genera una actitud de apertura a lo que la vida le proporciona, enriquece sus emociones, sensaciones y vivencias. Los mundos interno y externo permiten el contacto, la comunión consigo mismo o con algo o alguien fuera de sí. El estar en la zona media lleva al adolescente a estar aislado del mundo, le evita
estar en contacto con sus mundos interno y externo y refugiarse en algún lugar más cómodo.
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Para el adolescente, la zona media –el mundo de fantasía– puede representar un importante resguardo de un mundo que no ha acabado de comprender y que le es amenazante. En esta zona puede proyectar gran parte de lo que es y de lo que quisiera ser, hay que explorarlo y respetarlo, pues estas valiosas fantasías pueden ser el canal de acceso a su mundo interior. En este momento de su vida, en el adolescente se lleva cabo la síntesis del Self, la cual se desarrolla conforme comienza a organizar su contacto con el mundo en forma propia, le va dando significado a su propia experiencia (McConville, 2000:49-‐50).
El Self sintetiza la experiencia de lo que “sí es” de lo que “no es”, por lo que el
adolescente puede apropiarse o rechazar situaciones, habilidades, caracte-‐rísticas para lograr definir su identidad y poder definirse a sí mismo (idem). El adolescente está confundido, suele proyectar en los otros lo que no le interesa reconocer como propio; parece difícil tomar decisiones para “toda la vida”. Etapas de la adolescencia según McConville
Para apoyar al adolescente es importante identificar en qué etapa de desarrollo se encuentra, si tiene obstáculos, cuáles son éstos, y qué le ha impedido trascender o continuar su proceso de desarrollo. Indentificar en qué etapa de desarrollo se encuentra cada adolescente permite al terapeuta plantear objetivos individuales en cada proceso. Desarraigo: el adolescente busca cómo ser autónomo, se encuentra enredado con su familia. Es una etapa en la que “está atorado o frustrado en sus esfuerzos por salir y hallar la confirmación de su diferenciación y el derecho de la autoría de su Self”. Se empieza a vivir como un ser único, delimita sus fronteras, sabe que puede empezar a decidir, aunque en ocasiones esto se le dificulta y empieza a imitar a sus pares, en cuyos grupos encuentra a su vez un lugar de pertenencia.
Interioridad: Hay una conciencia más profunda del Self. El adolescente se encuentra listo para descubrir y explorar su mundo interno pero necesita apoyo. En él ya existe un mayor equilibrio entre sus mundos interno y externo; puede tomar decisiones que lo identifiquen con sus gustos y preferencias, asimismo puede definir mejor quién es, qué le gusta y qué le interesa. Integración: el adolescente ya tiene cierta comprensión de su mundo interno, pero aún necesita ayuda para integrar sus logros a su vida y a sus relaciones. Busca apoyo en las elecciones y compromisos que le son difíciles porque son auténticos y personales. En esta etapa asume mayor responsabilidad de sí mismo, toma decisiones que le representan un mayor reto en su vida. El adolescente que se encuentra en esta etapa está en mejores posibilidades de realizar una elección vocacional. En esta etapa el terapeuta anima al cliente a detener su proceso y tomar decisiones
que le permitan desarrollar funciones básicas del ego: describir, etiquetar, anticiparse,
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poner a prueba la realidad, planear y considerar alter-‐nativas; es decir, desarrolla lo que se denomina tutela del ego. En este momento el adolescente cuenta con las herramientas para tomar decisiones que considera convenientes y trascendentales en su momento de vida. El terapeuta lo acompaña y lo reconoce en su proceso de elección.
Tutela del ego: el funcionamiento del ego se refiere a la capacidad del Self para elegir entre diferentes posibilidades (metas, planes, medios), para darse cuenta y para la acción, lo que promueve un sentido de identidad y propósito, que genera experiencias de apropiación y responsabilidad (PHG, 1951:378-‐379, citados por McConville). Responsabilidad: el hecho de elegir implica hacerse responsable de sí mismo, de identificar desde dónde y cómo se elige. De limitar lo que es personal, de aquello que se admira y de lo que es importante para quien decide, para otros y para el medio externo. Sin embargo: ¿cómo es la responsabilidad? Parece tener diferentes caras, con algunas ganancias secundarias y con algunas pérdidas. De acuerdo con Muñoz (2002), la responsabilidad puede definirse como aquellas
tareas que el individuo debe llevar a cabo o realizar diariamente como parte de su proyecto de vida (deberías). Aquello que le han dicho a la persona, que le corresponde realizar (introyectos). Lo que cada ser humano decide sobre sí mismo, utiliza su conciencia y es capaz de escuchar y atender sus necesidades reales. La responsabilidad a la que me refiero en este proceso de elección profesional es
esta última, la cual brinda la libertad y tranquilidad de decidir, encontrar satisfacciones de plenitud, contar con las herramientas para dirigir la propia vida. La responsabilidad y la conciencia son caminos paralelos que llevan a vivir con
menos cargas ajenas, permiten escuchar lo que se es y lo que se desea mediante un contacto profundo consigo mismo. Herramientas para promover el autoconocimiento McConville refiere que hablar de autoconocimiento dentro de la elección vocacional implica que el adolescente pueda responder de la mejor manera posible a las preguntas de quién es y, con esto, qué es, qué quiere ser. Considero que para abordar la segunda cuestión es necesario contestar con la mayor claridad posible la primera, la cual será necesario desmenuzar en todas sus partes para que ayuden al adolescente a definirse.
Características personales: valores, deseos, esperanzas, sueños, gustos, disgustos, intereses1 En este punto es importante que el adolescente identifique lo que es y lo que no, cómo se define, qué le interesa, qué le agrada y qué le desagrada, así como hacer contacto con su mundo de fantasía, sus sueños y qué espera de la vida. A continuación detallo algunas herramientas para facilitar este proceso de
autoconocimiento. Puede ser conveniente iniciar con una descripción general de cómo
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se concibe el adolescente, con la que empiece a responder a la pregunta: ¿quién soy yo? Esta puede realizarse con recortes o dibujos que le permitan al terapeuta conocer el autoconcepto del adolescente y a su vez iniciar un proceso de acompañamiento en el que se establezca un vínculo de confianza y apertura, el cual se debe fomentar y alimentar durante todo el proceso. Sería enriquecedor complementar este ejercicio con preguntas que permitan al
adolescente y al terapeuta establecer cómo el primero percibe que los otros lo ven; ejemplos de éstas son las siguientes: ¿cómo lo definen sus amigos?; ¿cómo lo definen sus padres? El adolescente podrá establecer en qué se parecen, en qué se diferencian, qué agrega o qué quita de cada definición. ¿El adolescente puede dar una definición más amplia de sí mismo? Cuando se
define, logra percibirse desde diferentes ángulos, lo cual le implica mirar en forma detallada cada una de sus características personales, separarse en partes y sumarlas a su autoconcepto. Presentaré una serie de herramientas que apoyen esta labor; sin embargo, es vital
mencionar que éstas son sólo algunas propuestas que se verán enriquecidas con la creatividad del terapeuta y cobijadas en una adecuada relación. Valores ¿Qué le es importante en una relación interpersonal? ¿Qué le gusta dar y recibir de un amigo? Es importante cuando... ¿Qué características admira y le disgustan de los demás? ¿Qué características le agradan y desagradan de sus padres? ¿A qué personaje histórico admira?, ¿cuáles son sus características? ¿A qué personaje histórico desprecia?, ¿cuáles son sus características? Su lucha es... Qué admira... Juega a ser... Lo que ama es... Lo que odia es... ¿Qué hace que algo le sea valioso? ¿Qué valores le son importantes?, ¿cómo le repercuten en su vida diaria?
Intereses ¿Qué le gusta hacer y qué no? ¿En dónde le gusta estar y dónde no? ¿Cuáles son sus pasatiempos? ¿Qué le atrae y qué no de sus actividades escolares? Se divierte cuando… Se aburre cuando...
Gustos y disgustos
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¿Qué admira y qué aborrece? ¿Qué le gusta y disgusta del mundo? ¿Qué le gusta y disgusta de la sociedad? ¿Qué le gusta y disgusta de la escuela? ¿Qué le gusta y qué no le gusta de los grupos?
Deseos, esperanzas y sueños ¿Qué le gustaría conocer y qué no? Lo que más desea... Lo que menos desea... Si pidiera tres deseos, ¿cuáles serían? Si pudiera transformar al mundo o a su familia, ¿qué les cambiaría? Si pudiera transformarse, ¿qué se cambiaría? Sueña con… Sus anhelos y deseos son... Las sugerencias anteriores permiten al adolescente desarrollar un proceso de
autoconocimiento y reconocimiento; le posibilitan diferenciar su yo de su mundo adulto y de su medio social. Sin embargo, en ocasiones el adolescente se puede sentir expuesto o amenazado. McConville sugiere al terapeuta realizar ejercicios de proyección en donde el joven ponga su atención fuera de su mundo interno, lo cual le hará sentirse más seguro, pues su Self está aún en proceso de formación. Para llevar a cabo ejercicios de proyección, el psicoterapeuta podrá apoyarse en
dibujos, recortes, títeres, animales y materiales que permitan al adolescente proyectar su mundo interno, alejando la atención de sí mismo y regulando su grado de exposición.
Conocimiento de sus fuerzas y debilidades: aptitudes, conocimientos, habilidades y destrezas Para que el adolescente reconozca sus fuerzas y debilidades es recomendable que el terapeuta le plantee los siguientes cuestionamientos: ¿para qué es apto?, ¿en qué áreas se desarrolla con mayor facilidad y en cuáles con más dificultad?, ¿cuáles son sus limitaciones?, ¿en qué actividades se siente más seguro?, ¿qué actividades disfruta desempeñar?, ¿qué ha querido realizar y no ha podido por sentirse no apto?, ¿para qué es útil?, ¿en qué ha sobresalido?, ¿en qué momentos se ha sentido desatinado o ineficiente?, ¿qué habilidades ven en él sus padres, maestros y amigos?, ¿en qué actividades no le permiten participar sus padres, maestros y amigos? El separar estas preguntas en partes, en las diferentes etapas del desarrollo y
confrontarlas le permitirá ir realizando enumeraciones de sus fuerzas y debilidades, ir aterrizando en qué áreas se siente seguro por tener conoci-‐-‐mientos, habilidades y aptitudes para desarrollarlas o áreas en donde no cuenta con ellas; a su vez, podrá darse cuenta de actividades que le interesan pero que aún no se da la oportunidad de realizarlas o simplemente de acercarse a ellas para ver qué descubre.
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Habilidades y preferencias para trabajar solo o en compañía de otros ¿Cómo se siente realizando actividades solo o acompañado? Le gusta estar en compañía de otras personas cuando... El formar parte de un grupo le hace sentir... Le amenaza formar parte de un grupo cuando... Trabajar solo significa... Trabajar en equipo significa... Le gusta dirigir cuando... Le gusta que le dirijan cuando... El tipo de compañía que le gusta tener es... Le gusta o le disgusta trabajar en equipo cuando... Las características que busca al hacer sus equipos de trabajo son... Al completar estas frases el adolescente se dará cuenta de cómo se siente más
cómodo, si trabajando en equipo, con mucha gente alrededor o quizá con algunos cuantos, o en ambientes con ciertas características afines a él o quizá prefiera el trabajo individual que el colectivo.
Etiquetas y roles Desafiar etiquetas y roles para construirse a sí mismo y acceder a un ámbito más firme de autoconocimiento implica identificar quién es él. Como ser único e irrepetible respecto de su contexto familiar y social, identificar qué de estos ambientes ha hecho suyo y qué simplemente ha introyectado. En esta etapa el adolescente cuenta con un mayor conocimiento de sí mismo, puede
identificar con mayor claridad qué le pertenece y qué no; sin embargo, existen roles y etiquetas que se encuentran enlazadas a su historia, de las cuales con frecuencia no es consciente, pero se comporta cumpliendo los mandatos de las mismas. Algunas de éstas le han servido durante toda su vida, pues las ha hecho suyas y le han facilitado su forma de vivir; sin embargo, otras le han estorbado para verse y sentirse a través de sí mismo y se comporta cumpliendo expectativas de su contexto familiar o social, renunciando a oportunidades de crecimiento y a permitirse ser él mismo. Al contestar las siguientes preguntas, el adolescente establecerá cuáles son sus roles y etiquetas con familiares, amigos y en la sociedad en general: ¿Cómo se siente viviendo esos roles y etiquetas? ¿Alguna vez los ha puesto a prueba? ¿Cuáles cambiaría? ¿Cuáles ha elegido? ¿Para qué le han servido, ¿todavía le son útiles? ¿Cuáles le han estorbado? ¿Cuáles le gustan y cuáles no? Vivir los roles opuestos. ¿Cómo se siente siendo lo opuesto al rol que siempre ha desempeñado?
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Importancia de las decisiones diarias Darse cuenta de cómo toma sus decisiones diarias: si le dan miedo, si se responsabiliza, si permite que otros las tomen por él o si se da cuenta de lo que elige. El darse cuenta de las decisiones que le han sido importantes a lo largo de su
historia le facilitará saber cómo elige, qué factores son representativos en sus elecciones y si permite interferencias en ellas o no. Para eso debe cuestionarse a dónde le han llevado sus elecciones: a lo que deseaba, a darle gusto a alguien más y si han sido correctas o equivocadas. ¿Qué es elegir para él? Elige frecuentemente o permite que las circunstancias elijan por él.
¿Qué representa elegir en su vida personal y qué siente cuando toma sus propias decisiones?
¿Se responsabiliza de las consecuencias de lo que elige? ¿Al elegir es temeroso? ¿Cuál es el proceso que realiza para decidir?
Elegir es un proceso que se realiza diariamente, desde qué comes y cómo te vistes;
por tanto, las elecciones que se realizan van definiendo el diario vivir del individuo y el rumbo de su futuro. El detenerse a hacer conciencia de para qué, desde dónde y cómo se elige, en el caso particular de la decisión vocacional, le proporcionará al adolescente mayor certeza de que está escogiendo lo que desea en su futuro ocupacional y le lleva a responder el cuestionamiento de qué quiere ser. En forma más precisa: ¿qué quiere ser profesionalmente en el futuro a partir de lo que hoy es? Tener claro los puntos anteriores apoyan el autoconcepto del adolescente y lo
enriquece en un proceso de aprendizaje en el darse cuenta. Es importante considerar que el adolescente que inicia un proceso de elección
vocacional se encuentra ante un gran dilema: qué quiere hacer en el futuro, a qué se quiere dedicar, para qué es bueno y, por otro lado, se hace presente en su camino una serie de voces que le dicen lo que debe hacer, para qué es bueno, qué le conviene y cómo va a ser exitoso. Todos estos cuestionamientos le resultan confusos y más en una etapa de la vida en
donde nada parece tener demasiada claridad, por lo que es importante que el terapeuta empiece por comprender y validar la confusión. Con este apoyo el adolescente empieza a liberarse de una gran carga y siente algo de libertad. Ofrecer al adolescente un ambiente seguro para contactar con su mundo interno
constituye en gran medida la diferencia entre decidir lo que él desea y quiere para su futuro o permitir que las circunstancias elijan por él.
Influencias externas2
Es importante considerar las influencias externas que afectan al adolescente en la toma de decisión de su futura profesión.
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Presiones de padres o familiares Es frecuente que los padres quieran influir en las decisiones de los hijos, en ocasiones, por sentir que los representan o por seguir tradiciones familiares. Explorar si existe algún introyecto que impida al adolescente decidir por sí mismo, enriquecerá esta parte del proceso. Algunas preguntas para averiguar esto son: ¿Es importante para el adolescente agradar a sus padres o darles gusto en la
profesión que elija? ¿Siente que obtendrá un lugar preferente o mayor jerarquía dentro de su núcleo
familiar con alguna actividad específica? ¿Considera que si sigue la tradición familiar le será más fácil abrirse camino
profesional o contará con mayor seguridad económica? ¿Qué importancia tiene seguir la tradición familiar dentro de los valores del
adolescente?
Rol de género Algunas profesiones son consideradas más femeninas y otras más masculinas. En ocasiones se trata de inducir a las mujeres a desarrollarse en carreras cortas y a los hombres en profesiones que sean económicamente redituables. ¿Cómo influye en el adolescente ser hombre o mujer en su elección? ¿Es determinante su rol genérico cuando elige? ¿Existe algún introyecto que esté influyendo en su decisión?
Capacidad socioeconómica Es la capacidad económica con que se cuenta para financiar el estudio de la profesión deseada. Puede ser un factor que influya en forma muy real, por lo que el adolescente debe considerarlo; sin embargo, es importante investigar las opciones posibles para que esto no sea determinante, ya sea con posibles becas, carreras o áreas afines a su área de interés. Seguridad en el empleo A veces se elige una profesión desde la aparente certidumbre de que es bien remunerada y que existe una amplia oferta de trabajo. Hay licenciaturas que a lo largo del tiempo han tenido fama de ser redituables y que cuentan con una amplio campo laboral; sin embargo, es importante que el adolescente realice una investigación de cómo se encuentra el campo de trabajo, ya sea por investigación de periódicos, Internet o bolsas de trabajo, pues continuamente se abren nuevas opciones de profesiones que la sociedad demanda o existen carreras que se encuentran saturadas en su ámbito laboral. Por tanto, es importante que la decisión no esté basada en tradiciones o introyectos que no han sido puestos a prueba con la realidad laboral actual.
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Es de gran importancia que el adolescente pueda darse cuenta de cómo le afectan e influyen estos factores en su elección. Cuando la decisión está basada únicamente en elementos externos, es muy probable que al paso del tiempo se encuentre insatisfecho, ya que al tomar su decisión no consideró cuáles eran sus necesidades y sus características personales. Una vez realizado un proceso exhaustivo de autoconocimiento, es momento de que
el terapeuta anime al cliente a detener su proceso. Ahora el adolescente tiene la capacidad de elegir entre diferentes opciones. Es el momento de acercarse a éstas, describirlas, analizar sus ventajas y desventajas, preguntarse si realmente es lo que le interesa, a lo que se quiere dedicar. Ahora el terapeuta es un aliado y un guía. Anima al adolescente a acercarse a las
ocupaciones, a sus representantes, a las universidades; a vivirlas y a vivirse en un ambiente de abogados o médicos, a cuestionar lo que hacen, a proyectarse en ellos, a entrevistarlos para conocer cómo es su vida. Qué le admira o qué le agrada del ambiente que lo rodea y sobre todo a cuestionarse si eso es lo que quiere para su futuro ocupacional. Y responder a la pregunta ¿cómo se siente siendo...?, o ¿cómo se siente de elegir ser...? El adolescente puede contar con varias opciones, lo cual constituye parte de su proceso personal: examinarlas, cuestionarlas y analizarlas le permitirán finalmente decidir lo que considere mejor para él en ese momento de elección. Conclusiones La elección vocacional representa para el adolescente una decisión que definirá en gran medida su futuro. Simboliza lo que será, los ambientes en que se va a desenvolver y hacia dónde va a dirigir su esfuerzo y anhelos en el ámbito profesional. El autoconocimiento se convierte en un pilar fundamental para cimentar tal decisión, pues le permite adentrarse en sus características, necesidades y anhelos. El aprendizaje del proceso de DC beneficiará al adolescente al incrementar sus
rangos de contacto, detectar sus necesidades y, por tanto, favorecerá la formación y el fortalecimiento de su Self. Logrando un mayor equilibrio de conciencia con el mundo que lo rodea, le favorecerá el vivir en el aquí y ahora y le permitirá distinguir de mejor manera su mundo real del de fantasía. En este proceso es vital que el terapeuta considere la influencia del ambiente en el
adolescente para poder integrar todos los elementos que constituyan su sistema global en forma individual, variable de gran influencia en el éxito de cada proceso; de esta manera, integrar a los padres o a alguna persona representativa, siempre y cuando el adolescente esté de acuerdo, podría convertirse en un elemento más de apoyo al proceso. Acompañar al adolescente durante su proceso de elección profesional es un gran
reto y una gran responsabilidad como terapeutas. Es la opción de un camino de gestación de un adulto capaz de responsabilizarse y escuchar sus necesidades reales. Para el adolescente decidir desde sí mismo puede ser darle voz a sus objetivos, a sus necesidades y a sus sueños; es nadar a favor de la corriente y no en contra de ella; es aprovechar el impulso de su propia energía. Así pues, la decisión vocacional puede
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convertirse en una experiencia de confianza y n aliado que lo impulse a nuevos retos y decisiones. Bibliografía Autores varios (2002), Psicología humanista. Compilación de artículos, vol. 1,
Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt, México. Lafarga, J. & Gómez, (1999), Desarrollo del potencial humano, vol. 1, Trillas, México. McConville, M. (2000), Adolescencia, psicoterapia y self emergente, Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt, México.
Perls, F. (2003), El enfoque guestáltico y testimonios de terapia, Cuatro Vientos, Santiago de Chile. Rogers, C. (2002), El proceso de convertirse en persona, Paidós, México.
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SENSIBILIZACIÓN EDUCATIVA LA “FORMACIÓN EN VALORES”, ACCESO A UNA
EDUCACIÓN HUMANISTA Patricia Cortés Martínez*
El concepto de “valor” y “Teoría de los valores” ¿Qué son los valores? Estudiar los valores, de manera objetiva, ha sido una tarea compleja debido a que constituyen una parte integral, subjetiva y personal del individuo acerca del mundo en el que vive. Los valores forman parte de la cultura en la que se nace y ésta tiene sus propias actitudes y creencias que norman el comportamiento de las personas que la integran. Las premisas culturales crean un estilo de vida propio y diferente que distingue una cultura de otra. Así como cada cultura tiene sus propias creencias y valores, cada familia transmite
y fomenta creencias y valores diferentes a sus integrantes, éstos a su vez, con el tiempo, los asimilan o adecuan a sus propios esquemas de valores y deciden pasarlos o no, a sus hijos. Estas diferencias entre culturas y familias explican lo relativo que puede resultar encontrar definiciones y principios generales en el tema de “los valores”. Los seres humanos tenemos la capacidad de crear valores y de valorar. Nuestra
conducta, desde la más simple a la más compleja, siempre obedece a criterios de interés, a razones, motivos y a deseos que nos impulsan a la acción y son precisamente estos intereses y motivos los que constituyen lo que comúnmente se conoce con el nombre de “valores” (Larroyo, 1971). Para Maslow (1982), la palabra “valores” no significa nada, ya que se trata sólo de
una etiqueta y es usada por las personas de una manera generalizada, es un término tan confuso que está convencido desaparecerá para dar lugar a uno más operacional ya que los hechos y valores se fusionan: [...] los más inspiradores valores de la vida; son aquellos por los que la gente está dispuesta a morir, son aquellos por los que la gente está dispuesta a pagar con esfuerzo, dolor y sufrimiento. Son también los valores “más altos” en el sentido de que son los que mueven a las mejores personas, en sus mejores momentos y bajo las mejores condiciones [...]
* Licenciada en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana (Medalla al Mérito Universitario). Propedéutico en Terapia Sistémica en el Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia (ILEF). Especialidad en Educación Preescolar por la Secretaría de Educación Pública. Especialidades en Enfoque Centrado en la Persona, Sensibilización y Psicoterapia Gestalt en el IHPG. Manejo y aplicación de técnicas de masaje ayurvédico, shiatsu y reflexología.
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Estas son las cualidades que admiramos en los grandes hombres [...] Por tanto, esta proposición cognitiva es también una proposición valorativa. Se vuelve lo mismo que debería. El hecho se convierte en el valor. El mundo en cuestión como es descrito y percibido, resulta ser el mismo mundo que se valora y se desea. El mundo que es se convierte en el mundo que debe ser [...] los hechos se han fusionado aquí con los valores (Maslow, 1982:118).
Cada persona debiera ser libre para definir sus propios valores; sin embargo, la mayoría se rige por patrones de valores “introyectados” . Se trata de conceptos valorativos fijos rara vez cuestionados y comprobados; no se tiene la manera de descubrir cuál tiene mayor o menor valor, pueden ser deseables o indeseables, provienen de una variedad de fuentes y suelen ser muy contradictorios en sus significados. Introyectar una idea o un mensaje es hacerla propia, sin el menor intento por analizarla, digerirla y asimilarla. Se filtra como una esencia etérea. Debido a que el individuo ha dejado el poder de evaluación a otros y ha perdido
contacto con su propio proceso valorativo, se percibe desde con-‐cepciones que lo hacen sentir inseguro y éstas van amenazando lo que considera sus valores reales. Si algunas de estas concepciones fueran destruidas, ¿qué es lo que tomaría su lugar? Esta posibilidad tan amenazante lo hace aferrarse a sus concepciones valorales más rígidamente o con más confusión, o en ambos sentidos. El concepto de valor es una noción compleja que obedece a una combinación
singular en cada ser humano ya que surge de un conjunto variado de factores. En cada valor o en cada acto de valoración intervienen al menos tres elementos: polaridad, aquello que se prefiere o aquello que se rechaza; una persona que toma decisiones, elige, y un contexto en el que tiene lugar la acción, es decir, un medio que influye, modela e incluso determina. Características de los valores 1. Son percibidos y estimados por medio de operaciones sentimentales y están cargados de un componente afectivo.
2. Producen reacciones en las personas. Ante ellos es imposible adoptar posiciones de neutralidad y en el proceso mediante el cual se opta por ellos, se originan modos concretos de reaccionar ante los mismos como podría ser la sublimación.
3. Se presentan en jerarquía, algunos valores son preferidos a otros y caracterizan de un modo especial a cada individuo: valores materiales, intelectuales, éticos, estéticos, religiosos.
4. Son realizados, descubiertos o incorporados permanentemente a nuestras actitudes, es decir, detrás de cada actitud hay una valoración, la cual es dialéctica y dinámica.
De acuerdo con Ana María González Garza (1991:150), los valores están ligados
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indisolublemente a la existencia humana y poseen al mismo tiempo una doble dimensión objetiva y subjetiva. Objetiva en cuanto a que los valores son fines, metas y objetivos que generan una conducta puntual o permanente del individuo hacia su realización. Y subjetiva porque los valores son creadores de afectos, sentimientos, deseos y motivos, o si se prefiere de una singular energía emocional que impulsa nuestras acciones. De acuerdo con Charles Morris citado en Lafarga (1978:139), el concepto valor
tiene diferentes clasificaciones, por lo que distingue tres clases: 1. Los valores operativos: se refieren a la tendencia a mostrar preferencias por medio de acciones, por un objeto u objetivo más que por otro. No implica ningún pensamiento cognoscitivo o conceptual, es simplemente la elección del valor que se indica de modo conductual, cuando un organismo escoge un objeto o rechaza otro.
2. El valor concebido: es la preferencia del individuo por un objeto sim-‐-‐bolizado. Generalmente en dicha preferencia hay una anticipación o previsión del resultado de la conducta dirigida hacia dicho objeto.
3. El valor objetivo: la posibilidad de expresar lo que es objetivamente preferible ya sea lo que se sienta o se conciba como deseable o no.
Así, podría decirse que el primero corresponde a un ámbito de acción organísmica,
el segundo a valores subliminales y el tercero expresa un mayor conocimiento del sí mismo y de su influencia sobre el medio para tomar cons-‐cientemente lo que de éste necesita. Teoría de los valores El anhelo del hombre por conocer más sobre su naturaleza y la vida humana (Larroyo, 1971) le ha llevado a crear tres disciplinas tales como la Lógica y Ética, Estética y Erótica, Filosofía de la religión y mística; mismas que son analíticas y estudian diversos campos de la cultura. La Axiología, Antropología y la Filosofía de la historia también tienen este objetivo y se consideran disciplinas sintéticas de la cultura. La pauta que se ocupa de los temas sobre preferir, aceptar o rechazar que las cosas
sean portadoras de valor se conoce como axiología, (de axios, valor), también suele llamársele teoría de los valores, timología (de tirse, apreciación) o simplemente estimativa. La axiología responde a cuestionamientos tales como cuál es la esencia del valor, qué son los valores en general, en qué reside la cualidad que hace valiosas a personas y cosas, cómo se conocen los valores, qué método lleva de manera acertada al conocimiento de éstos, indaga sobre el problema de la realización de los valores y acerca de las relaciones internas de las especies de valor, es decir, el problema de la jerarquización de éstos. Para Larroyo (ibidem:158-‐159), dentro de los territorios de la
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cultura pueden enumerarse los valores siguientes: 1. Vitales: salud, vigor, capacidad orgánica, euforia. 2. Hedónicos: placer, felicidad, alegría, solaz, deleite. 3. Económicos: utilidad, valor de uso y de cambio. 4. De conocimiento científico: verdad, exactitud, aproximación, probabilidad. 5. Morales: bondad, veracidad, valentía, templanza, justicia. 6. Estéticos: belleza, gracia, elegancia, ironía, majestad. 7. Eróticos: voluptuosidad, matrimonialidad, fraternidad, maternidad, paternidad. 8. Religiosos: santidad personal, piedad, beatitud, bienaventuranza. Para Ana María González (1991:151) los tres factores de los que depende la escala
valorativa son: sujeto, objeto y situación. La determinación de la jerarquía de un valor depende de: 1. La reacciones del sujeto. Sus necesidades, intereses, aspiraciones y demás condiciones fisiológicas, psicológicas y socioculturales.
2. Las cualidades del objeto. Lo que le confiere valor al objeto no es subjetivo; son los hechos, las razones en que se apoya y que convierten al objeto en preferible
. 3. La situación. Si varían las relaciones entre sujeto y objeto, varía lo preferible, es decir, la jerarquía del valor.
Existen diversas jerarquías de valores; cada persona madura tiene la propia y ésta
es construida a lo largo de su vida por lo que le es significativa. Dentro del campo de la educación, se ha considerado al valor como una preferencia que promueve el desarrollo integral de la persona. Si no existe la necesidad consciente o inconsciente, no se explica el valor de un bien. Por tanto, a todas las situaciones, objetos o personas que de una u otra forma satisfagan las necesidades de las tendencias naturales orientadas en una motivación valorativa, se les considera con valor. A continuación se enumera una escala valoral típica, flexible y abierta a modificaciones, que nos permite partir de una base concreta al hablar sobre valores en la educación (ibidem:153). 4. Valores éticos: amor, justicia, verdad, libertad, dignidad, felicidad; aquellos que tienden al bien intrínseco de la persona, al bien supremo, como los valores universales, cósmicos y de trascendencia.
5. Estéticos: tienden hacia la percepción y apreciación de la belleza. 6. Personales: aquellos que residen en el individuo; amor a sí mismo, respeto a sí mismo, capacidades de admiración, de amar, de conocer, de crecer, juicio crítico, verdad y honestidad.
7. Sociales: están dirigidos a lograr el bien del grupo social en que se vive, se
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derivan los valores nacionales, comunitarios, religiosos, educativos, familiares, ecológicos, culturales, científicos.
Recientemente el tema de los valores en la sociedad mexicana ha figurado en los
medios de comunicación y en la educación, respondiendo a esta realidad veamos qué pasa en nuestro país.
Contexto sociopolítico En el 2000 la ciudadanía mexicana ofrece una lección de hastió ante una situación de iniquidad social y corrupción. Se viven tiempos difíciles de asaltos, robos de vehículos, distribución de droga al menudeo y secuestros; estas son noticias comunes y de primer orden: Ya en la administración priísta del ex-‐presidente Ernesto Zedillo la lucha contra el crimen y la inseguridad fue su talón de Aquiles (Martínez, 2005). Los ejemplos y las situaciones de malestar abundan. En mi cotidianidad, me tocó
sufrir algunos asaltos y vivir con temor, temor con el que mis hijas iban creciendo ya que de manera preventiva escuchaban las indicaciones de “no te sueltes” , “no corras tanto que te me pierdes de vista”, “no hables con extraños” , etcétera, su interacción social se trastocaba por este ambiente de hostilidad social. En el marco mundial, el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 que terminó de forma lamentable en la guerra de Estados Unidos contra Irak, movilizó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y se pusieron nuevamente sobre la mesa temas relativos a la justificación o no, de una guerra que aleja cada vez más la tan anhelada paz en el mundo. En octubre 24 de 2003 el gobierno mexicano organizó en la Ciudad de México los
trabajos y jornadas del encuentro internacional titulado “En defensa de la humanidad” , en éste se trataron los valores que de acuerdo con la ONU deben regir a la humanidad, que son: respeto, tolerancia, paz y seguridad. El título del encuentro me llevó a reflexionar sobre ciertos puntos como: ¿qué se entiende por humanidad?, ¿está en peligro?, ¿de qué o de quiénes necesita ser defendida? En general, son tiempos socialmente agresivos, violentos, que demandan una
revisión sobre lo que deseamos como humanidad para nuestro diario y futuro acontecer. Mientras esta situación priva, se rumora: los valores se están perdiendo, nos estamos deshumanizando; al respecto Ana María González señala: “actualmente, la importancia del problema de los valores es innegable; la crisis del hombre actual es una crisis de valores que requiere un examen crítico, a fondo, de su naturaleza”
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(González, 1991:145). En contraste, estoy segura de que la crisis ética del hombre actual tiene que ver más con la tecnificación, el consumismo y el individualismo; por ende, no hay una crisis en los valores ni tampoco es que no haya valores ya que el individuo en toda decisión se rige por valorar algo o desecharlo. Los valores adquieren de esta manera un prototipo jerárquico valorativo, consumista y de moda, el hombre elige lo que la sociedad de su momento privilegia. Así, por ejemplo, en la antigua Grecia se valoraba lo estético, el arte; en la Edad Media, la espiritualidad, etcétera. Hoy por hoy, la violencia, la guerra, y el consumismo desmedido. Siguiendo a Erich Fromm (1987) creo que una actitud humanista representa el reto de que no todo aquello que técnicamente sea posible hacer, es adecuado para el hombre. En un esfuerzo por sanear las conductas, pensamientos y actitudes de la sociedad
mexicana, desde febrero de 2002, Fundación Televisa difunde una campaña de valores, llamada “¿Tienes el valor o te vale?”. Enfatizando los valores universalmente aceptados: honestidad, respeto, generosidad y responsabilidad. A pesar de los reconocimientos y galardones que dicha campaña pudo haber recibido, me parece que por un lado acusan una problemática actitudinal social, y que es un intento por sensibilizar a la ciudadanía. Sin embargo, se está muy lejos de resolverla ridiculizando, exhibiendo y avergonzando a la ciudadanía por conductas cuya inmediatez pudiera obedecer a diversos factores socioeconómicos y culturales, entre otras. A principios del siglo XXI México vive un suceso insólito, un cambio político que
inició la transición a la democracia, después de haber conservado el poder político por 75 años el Partido Revolucionario Institucional pierde la presidencia el 2 de julio de 2000 ante la oposición panista encabezada por Vicente Fox Quesada. “Vicente Fox acabó con la hegemonía” (Martínez, 2005). Entre las primeras gestiones que este hombre realiza se encuentra “pedir a Elba Esther Gordillo, secretaria general del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación el Plan de Estudios (sic)” (idem.). En este nuevo ámbito de esperanza de la ciudadanía mexicana por mejorar sus
condiciones de vida, Fox declara en su primer informe de gobierno (2001) que a pocos meses de su administración, logró romper con el pasado al dejar atrás el neoliberalismo y su confianza ciega en el mercado, cambiándolo por un “humanismo moderno”, el cual denominó “la alternativa mexicana” (Milenio diario, 2-‐9-‐2001). ¿Será que humanismo moderno sea la fórmula que concilie seguridad, justicia, libertad, democracia con productividad y competitividad? ¿Éxito social y económico? Al presentar el Plan Nacional de Desarrollo, el 29 de septiembre del 2001 Fox declara: “El sueño de los mexicanos es de esperanza, optimismo y grandeza. De paz, seguridad y Estado de Derecho. De libertad, unidad y oportunidades para todos” (Guevara, 2001:13).
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Se vive una atmósfera de euforia política con anhelos de transformación. El plan de gobierno del nuevo mandatario pretende la consolidación de la democracia, elemento importante en la construcción de un país más justo, más humano, más participativo, con más oportunidades, opciones, con mayor tolerancia. “Una Nación [...] que ofrecerá a sus ciudadanos oportunidades de desarrollo humano integral y convivencia basada en la legalidad y el respeto a los derechos humanos. La acción de esta administración se sustentará en tres postulados fundamentales: humanismo, equidad y cambio” (ibidem:14). En este ambiente social aparece en el escenario un aspecto importante, la
educación. En el Plan Nacional de Desarrollo 2001-‐2006 (PND) se señala la urgencia de una educación humanista, que si bien es cierto es una propuesta muy bien planteada en el terreno teórico, la aplicación dista mucho de la promesa y es que la capacitación de los maestros, el seguimiento, la evaluación, etcétera, son retos que en un sexenio, reconocen, será difícil resolver. En un sentido macro frente a las amenazas constantes de guerra, violencia y
destrucción, la Organización de Estados Americanos (OEA) recomendó la aplicación de programas de educación para la paz” como una medida de fomento de la confianza y la seguridad. Este programa fue aprobado en 1999 por la Comisión de Seguridad Hemisférica; los temas que aborda son: promoción de la paz entre los Estados; la educación para la solución pacífica de conflictos y la educación para la promoción de los valores y prácticas democráticas. Me pregunto, ¿los maestros de nuestro país conocerán este programa?, ¿están capacitados para aplicarlo?, ¿se capacitará a cada uno de ellos?, ¿habrá pruebas piloto?, no lo creo. He aquí el reto para todos aquellos que de verdad estén o deseen comprometerse con un proyecto de educación humanista. De acuerdo con las escalas de valores propuestas por los especialistas y la situación social que México vive ¿cuál está siendo el rumbo que se elige en lo que han dado por llamar una educación humanista. . No existe aún algún documento gubernamental publicado por la Secretaría de Educación Pública para estos temas. Dicho programa tiene tres ejes que dan continuidad y articulación a la asignatura:
Formación para la vida, Formación ética y Formación ciudadana desde la educación primaria y hasta secundaria. Al indagar cuáles fueron los criterios para elaborar dicho programa encontré que el material se retomó de los planes elaborados para educación secundaria, que a su vez tuvieron como antecedente el diseño de las asignaturas de la Formación cívica y ética en la formación inicial de profesores de Educación Secundaria, plan 1999. En el PND en el ámbito educativo se propone la necesidad de articular los tres
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ámbitos de educación básica a fin de establecer una congruencia pedagógica y organizativa a lo largo de esta formación educativa, así como el seguimiento al hecho de ampliar la educación básica a diez años, incorporando un año de educación preescolar (Guevara, 2001:16). ¡Bien por esta decisión!, considerando que la edad para formar la mayoría de actitudes y hábitos es de los 6 a los 15 años, sin embargo, parece que aquellos valores que se refieren a lo personal, estético, hedónico, vitales, no están siendo considerados lo suficiente para lograr una enseñanza integral en este ámbito. En las vacaciones previas a este ciclo escolar fui invitada por una escuela particular,
cuyos maestros tienen grado de licenciatura, a dar un curso de sensibilización a maestros de preescolar y primaria sobre Valores, trabajé un taller que se titula “¿Qué valor tienen mis valores?”, ahí pude darme cuenta de que los maestros no habían sido capacitados por el magisterio para dar?, ¿se le ha dado voz a los expertos en Axiología? En este sexenio, la institucionalidad educativa nacional e internacional es quien
abandera la educación de los individuos en valores, así los valores de la democracia son los temas por excelencia. Veamos qué pasa en el ámbito educativo de nuestro país y la enseñanza en valores.
Educación primaria y la enseñanza de valores
En lo que se refiere a la enseñanza de valores en el ciclo escolar 2005-‐2006, un año antes de que el sexenio presidencial termine, en las escuelas primarias se ha dado inicio a un programa de Formación Cívica y Ética, en cuya sección relacionada con la formación en valores se definen objetivos tales como: “respeto y aprecio por la dignidad humana, libertad, justicia, igualdad, solidaridad, tolerancia, honestidad y apego a la verdad”. Cabe señalar que este material aparece en textos de apoyo tales como las Guías para primaria de editorial Santillana, en donde aparece la leyenda Auxiliar didáctico de acuerdo con el programa oficial. “ No existe aún algún documento gubernamental publicado por la Secretaría de Educación Pública para estos temas.” Dicho programa tiene tres ejes que dan continuidad y articulación a la asignatura:
Formación para la vida, Formación ética y Formación ciudadana desde la educación primaria y hasta secundaria. Al indagar cuáles fueron los criterios para elaborar dicho programa encontré que el material se retomó de los planes elaborados para educación secundaria, que a su vez tuvieron como antecedente el diseño de las asignaturas de la Formación cívica y ética en la formación inicial de profesores de Educación
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Secundaria, plan 1999. En el PND en el ámbito educativo se propone la necesidad de articular los tres
ámbitos de educación básica a fin de establecer una congruencia pedagógica y organizativa a lo largo de esta formación educativa, así como el seguimiento al hecho de ampliar la educación básica a diez años, incorporando un año de educación preescolar (Guevara, 2001:16). ¡Bien por esta decisión!, considerando que la edad para formar la mayoría de actitudes y hábitos es de los 6 a los 15 años, sin embargo, parece que aquellos valores que se refieren a lo personal, estético, hedónico, vitales, no están siendo considerados lo suficiente para lograr una enseñanza integral en este ámbito. En las vacaciones previas a este ciclo escolar fui invitada por una escuela particular, cuyos maestros tienen grado de licenciatura, a dar un curso de sensibilización a maestros de preescolar y primaria sobre Valores, trabajé un taller que se titula “¿Qué valor tienen mis valores?”, ahí pude darme cuenta de que los maestros no habían sido capacitados por el magisterio para dar estos temas, y más aún, desconocían cuál era el programa. Me refiero a una preparación para esta asignatura ya que es una cuestión de lógica, si para enseñar matemáticas, historia, inglés o cualquier otra materia el maestro ha sido educado, ¿lo será para impartir un tema tan subjetivo como el de valores? Y digo que es un tema subjetivo porque lo que lleva a preferir o rechazar un objeto, idea o pensamiento tiene que ver con emociones y sentimientos, simpatía, antipatía, interés o desinterés que se manifiesta en el contexto más inmediato del individuo que es su familia y más aún, él mismo, sus reacciones y su ámbito psicofísico. El primer grado educativo en donde el niño constantemente recibe estímulos
sensoperceptuales y va construyendo una relación funcional entre él y su ambiente es la educación preescolar. Dentro de los objetivos educativos de preescolar encontramos el promover su desarrollo socioemocional, el niño en este grado formativo es la tierra más fértil para sembrar la semilla de un ciudadano ético, amoroso, justo, honesto, ecológico, en fin, ¿qué dice el Plan Nacional de Educación sobre este ámbito educativo?
Educación preescolar y valores
En el Plan Nacional de Educación se contempla la reestructuración de los programas y planes de estudio para este grado. El 20 de diciembre de 2002 en el Diario Oficial de la Federación se dictaminó la obligatoriedad de que , todos los niños cursen preprimaria”. Nace con ello la revisión de diversos asuntos educativos en este grado
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escolar. Son los niños de preprimaria, por sus características de maduración cognitiva, los más indicados para recibir una educación en valores y con crecimiento humano, más allá del objetivo de propiciar y favorecer su proceso de socioemocionalidad. La etapa de preprimaria en la vida del niño es la ideal para estimularlo, ya que está
presto a hacer suyo el mundo, está ávido de conocer, explorar. Es aquí también donde se aceptan muchas situaciones como verdades, la realidad se introyecta como un debe ser así. La introyección es un modo de relación necesario para que el niño tenga herramientas de actitud que le permitan socializar, acceder de mejor manera a su medio. Es una forma funcional en la que el niño va construyendo la visión de su mundo y el de los demás. Desde la Psicoterapia Gestalt el ser humano necesita una dosis de introyección,
hacer suyas ideas, pensamientos, actitudes, sin cuestionarlos. Desde el Humanismo es necesario promover la reflexión, la crítica, la libre elección. Según Lafarga (1978), el individuo aprende a hacerse caso, a guiarse por su “sabiduría organísmica” , entendiendo esto último como una inteligencia en el ámbito de sensaciones que sabiamente alertan al organismo para saber lo que le gusta o disgusta, es observada en el lactante, como el principio valoral del individuo, sin embargo, el condicionamiento afectivo hace que el individuo olvide “lo que es bueno para él o no lo es”. En este punto, él no es influido por lo que sus padres piensan y que él debería preferir, o por lo que la iglesia dice, o por la opinión del más experto (ibidem:140). ¿Cuáles serían los beneficios de elaborar un programa que promueva la
“sabiduría organísmica?” que el niño logre un mayor y mejor autoconocimiento y autoestima sólida; con ello, educaríamos niños alegres, auténticos, entusiastas, asimismo, a futuro, lograr personas que adquieran una comunicación abierta y clara, esto les ayudaría a desarrollar las habilidades necesarias para desenvolverse como ciudadanos íntegros y plenos. En 2004 tuve la oportunidad de elaborar y aplicar un programa sobre valores y
desarrollo humano para preprimaria y los resultados fueron maravillosos, ya que no sólo generó un Darse Cuenta en los niños sobre su poder para ir construyendo y eligiendo sus propias opiniones y valores respecto a la de los otros, sino además promovió en los padres el respeto, atención y tolerancia para sus hijos e incluso, para ellos mismos. En este rubro educativo queda mucho por hacer ya que aún: Subsiste una imprecisión curricular en el ámbito de preescolar y en el caso de la educación inicial la ausencia es todavía más notable. Además, la pro-‐-‐puesta para la atención de la enseñanza en el preescolar no recoge los avances que sobre el desarrollo y el aprendizaje de los niños pequeños ha alcanzado la investigación en el mundo: las prácticas más difundidas en la educación preescolar parecen
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tener un escaso efecto normativo (Guevara, 2001:12). Actualmente este grado escolar es un terreno casi virgen y el más importante para
trabajar no sólo valores sociales y de la democracia sino sobre todo, siguiendo a Larroyo y a González, los valores personales, éticos, de salud, estéticos, lúdicos, etcétera. La aplicación del programa de valores y desarrollo humano, coincidió con mi
formación de Orientadora Humanista en el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt, el ir aprendiendo y desarrollando las actitudes propuestas por Carl Rogers en su Enfoque Centrado en la Persona fue sin duda el hecho que propició los excelentes resultados en los niños y sus padres; por ello quiero compartir esta experiencia y que los maestros conozcan esta opción.
Enfoque Centrado en la Persona En la segunda mitad del siglo XX nos acostumbramos a sucesivos cambios científicos y técnicos en los cuales la estabilidad de los valores se puso a prueba, la humanidad no contaba con el avance paralelo de una reflexión ético filosófica que permitiera integrar esos avances a la vida humana de modo gradual y equitativo. Diversas disciplinas relacionadas con el estudio del hombre y su acontecer han hecho propuestas y estudios sobre la naturaleza humana y su destino, en el campo de la Psicología se distinguieron tres orientaciones: la Psicoanalista, Conductista y la más reciente, la Humanista, igualmente conocida como la Tercera Fuerza y a veces también denominada Movimiento del Potencial Humano. La Psicología Humanista fue encabezada por personas cansadas de visiones
reduccionistas acerca de la naturaleza del ser humano y con ideales de cambios. Son viajeros en búsqueda de alegría y en esa busca de éxtasis, son gente esperanzada y en funcionamiento que dirían sí a la vida (Koopp, 1971:49). Para la Psicología Humanista el ser humano en proceso de convertirse en persona
lucha por lo siguiente: actualizar sus potencialidades creativas, adquirir autocomprensión, ejercer una libertad interior, esto es, sabe que puede tomar una actitud ante cualquier situación a la que se enfrenta, permitirse ser su verdadero yo, es así como elige la libertad de ser él mismo de una manera consciente y responsable (Carrillo, 1995). Dentro de los autores representativos de la Psicología Humanista se encuentran Allport, Maslow, Buber, Rogers, entre otros más; este último hizo una notable contribución al señalar la necesidad de cambios en el rol del psicoterapeuta. Su propuesta metodológica de trabajo con el cliente se basa principalmente en un cambio de actitud en la relación, él ve al terapeuta y al cliente como iguales, de esta
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manera la actitud de aquél debía ser abierta y respetuosa. Su orientación debía ser fenomenológica, ajustarse a la experiencia y al mundo tal como lo experi-‐mentaba el cliente. Los cambios que se iban dando en este último estaban más relacionados con un aprendizaje auténtico sobre sí mismos, ya que en un círculo de confianza y respeto se atrevían a ser cada vez más ellos, en un ambiente donde no había crítica ni juicios, las máscaras estaban de más. En las décadas de 1940 y 1950 Carl Rogers escribe su teoría y experiencia. Es el
iniciador de la revolución educativa denominada “Educación Centrada en la Persona” , y de acuerdo con su experiencia psicoterapeútica en su libro Libertad y creatividad en la educación, propone al educando una liberación de imposiciones y programas preconcebidos, que le permita buscar dentro de sí aquellas potencialidades que lo conduzcan a adquirir el conocimiento que él mismo siente que necesita para lograr la plenitud como persona (González, 1991:10-‐11). La experiencia de Rogers en la aplicación de su teoría se basa en tres actitudes
básicas que deben ser desarrolladas por el terapeuta para lograr que el cliente se sienta bienvenido, atendido y respetado: la aceptación incondicional, empatía y congruencia; que por sus benéficos resultados terapéuticos han sido puestas en práctica en otras áreas como la educación activa, donde se esbozan posturas democráticas en la participación de los alumnos respecto del proceso de su educación y de los maestros en su enseñanza quienes persiguen un aprendizaje significativo. Para comprender mejor en qué consisten estas actitudes a continuación haré un breve resumen, con base en lo expuesto por Ana María González (1991).
Aceptación y respeto positivo incondicional
En Psicología Humanista acoger, recibir y admitir son sinónimos de aceptación (respeto positivo incondicional); este término significa recepción cálida y libre de cada uno de los elementos que conforman el ser del otro; acoger a la persona como es, en ese preciso momento; aceptar, recibir sus sentimientos positivos o negativos, experiencias, deseos y necesidades. El niño posee un alto sentido intuitivo que lo lleva a darse cuenta si es aceptado por
sus seres significativos y muchas de sus conductas tienen que ver con un condicionamiento en la actitud a cambio de aceptación y afecto de éstos. En la mayoría de los casos el niño renuncia a sus necesidades inmediatas para satisfacer las de los otros, en este sentido va gestándose un desconocimiento de sí mismo. Con una actitud de aceptación el educador, denominado también facilitador, puede
discriminar entre la totalidad del ser y entre una acción inaceptable en el niño. De la misma manera es factible comunicarle los riesgos sociales o de interacción que dicha
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conducta le puede provocar, estimulando su autorreflexión. Esto es, aceptar al otro siendo lo que es, sin juicios. Es sólo el reconocimiento de la dignidad del ser. Es estar abierto a la expectación de estar frente a un ser que al igual que el observador tiene sus propios gozos, dolor, fracasos, aspiraciones, sentimientos, puntos de vista y que es único e irrepetible como él mismo, cada uno con sus valores intrínsecos. La aceptación también es llamada consideración positiva incondicional. González (1991) menciona cinco ámbitos jerárquicos desarrollados por Charles B. Truax, que van señalando la postura evolutiva en el facilitador hasta llegar a la aceptación incondicional. 1. El maestro aprueba o desaprueba al educando; 2. Pone poco interés al alumno,
ignora sus sentimientos; 3. Muestra aceptación con cierto grado de posesividad, le aconseja lo que es conveniente para él; 4. Comienza su aceptación positiva y no evaluativa, aún quedan ciertas condiciones de valor; 5. El maestro siente y comunica una aceptación incondicional sin restricciones. “El niño no es sus sentimientos, pensamientos o conductas, éstos son partes de él pero no él mismo” (ibidem:108). Lafarga (citado en González, 1991:107) señala que un aprecio positivo
incondicional completo no existiría más que en la teoría, pero lo que sí es posible es que en cualquier relación ocurra un cierto grado de éste.
Empatía
La palabra alemana einfüleng en español significa empatía: sentir dentro, sentir como si estuviéramos dentro del otro. Poner en juego toda la sensibilidad humanamente posible para comprender al otro. Como sinónimo de esta palabra encontramos empatar o igualar; para el Psicoanálisis el término es usado similarmente a identificación; coloquialmente se escucha “ponerse en los zapatos del otro”; para la Psicología en general, por empatía se entiende la vivencia por la cual alguien se siente dentro de una situación ajena. La empatía con el prójimo es ponerse en el mundo interno de éste, desde su
historia, su acontecer, desproveerse de juicios, valores y posturas personales para vivenciar desde las experiencias del otro, captar sus emociones, pensamientos y acciones como si hubiésemos estado en sus circunstancias de vida. Estar en el mundo interior en sus últimas significaciones como si fuera nuestro mundo pero sin olvidar que no lo es, ya que cada ser es único e irrepetible. Es una actitud sentida y percibida en el preciso momento de estar con el otro sin desvincularse de uno mismo. Empatizar es una destreza que puede adquirirse, para ello es necesario sensibilizarse, aprender a escuchar realmente en forma más sensible, captar aun los más sutiles significados de lo que el otro experimenta y expresa; atender no sólo a su expresión verbal, sino a
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todo el lenguaje no verbal de sus gestos, ademanes, posturas, tonos de voz, silencios que dicen mucho sobre lo que la persona experimenta, vive, siente (ibidem:91). Comúnmente se acostumbra decir: “sí te entiendo” tratándose de una actitud
enjuiciativa y explicativa, “te pasa eso porque…”, “no sientas…”, sin embargo, desarrollando las técnicas propuestas por Rogers, como el reflejo simple, de sentimiento, con la práctica constante es posible comunicar y dominar la empatía. Otro elemento necesario de considerar para ayudarse a desarrollar una actitud
empática, es la aceptación de que no existe una realidad única que explique el acontecer humano, ya que cada quien posee un lente propio con el que mira, percibe y asimila su entorno, es decir, no existe una realidad sino tantas realidades como seres humanos hay en el planeta. Esta postura posibilita aceptar la diferencia, en este sentido puedo reconocer que el otro tiene su propia forma de concebir el mundo, sólo así puedo atreverme a asomarme empáticamente y comprender el universo del otro, ver su realidad con sus propios lentes, sin olvidarme de mi propio mundo. De igual importancia es desarrollar la comunicación. Si al ponerme en el lugar del
otro lo que siento, percibo, es parecido a los significados de lo que el otro ostenta, esto es, si con la disposición y capacidad para comprender los sentimientos, pensamientos y las luchas desde su punto de vista y al decírselo, se parece a lo que él siente o piensa, he logrado una comunicación de la comprensión empática. En el campo educativo las ventajas de la comunicación de la comprensión empática
permiten al educando sentirse valorado, aceptado, querido, promoviéndole la posibilidad de autoaceptación, como un ser distinto y valioso, iniciando la autoexploración, estructurando y reafirmando su autoconcepto. La empatía y la comunicación de la comprensión empática conforman una actitud básica en todas las relaciones interpersonales, por ello deben ser, desarrolladas y aplicadas no sólo en los procesos terapéuticos sino en todos los campos relacionados con el ser humano. En una enseñanza de valores, es por demás una muestra cotidiana de comprensión, aceptación, pluralidad, apertura, tolerancia. Es una forma de enseñar estas actitudes y también valores, con el ejemplo. Congruencia
La congruencia es una actitud de transparencia, es la posibilidad de mostrarme tal cual soy. Lo que se espera de una persona congruente es que concuerde lo que dice, piensa y hace. Una persona congruente es aquella que es feliz con lo que hace, y con quien es, que
tiene una aceptación plena de sí misma y, en este sentido, también del otro; que sabe escucharse y hacerse caso, acepta sus sentimientos y sus experiencias y es capaz de
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expresarlos, de comunicarlos a fin de establecer una relación más auténtica y genuina. En el campo educativo, la congruencia del educador es una actitud que le
posibilitará estar realmente con el otro, ya que al permitirse expresar lo que siente y vive en la relación, estará disponible para dicho encuentro. Sin esta actitud son prácticamente imposibles la comprensión empática y la aceptación positiva incondicional, ya que estas actitudes no pueden existir de manera significativa si el educador no es auténtico. ¿Cómo poder empatizar con un alumno al que se rechaza?, ¿cómo aceptarlo si mis sentimientos hacia él son de molestia, o me siento harto con sus actitudes? (ibidem:112-‐113). Si para Rogers el tener estas actitudes con sus clientes le demostró que ocurrían
cambios significativos en ellos, de igual manera esto puede ocurrir en la educación. Sería grandioso para los educandos aprender en un ambiente humanista de esta naturaleza. Rogers (1964:247) señala que los individuos sujetos a este tipo de tratamientos viven transformaciones tales como: 1. La persona comienza a verse de otra manera. 2. Se acepta a sí mismo y acepta sus sentimientos más plenamente. 3. Siente mayor confianza en sí mismo y se impone sus propias orientaciones. 4. Se vuelve más parecido a lo que quisiera ser. 5. Sus percepciones se tornan más flexibles, menos rígidas. 6. Adopta objetivos más realistas. 7. Se comporta de manera más madura. 8. Sus conductas inadaptadas cambian, incluso las muy antiguas, como el
alcoholismo crónico. 9. Se vuelve más capaz de aceptar a los demás. 10. El individuo recibe mejor las pruebas de lo que está sucediendo fuera y dentro
de él. 11. Las características básicas de su personalidad cambian en sentido constructivo. Opino que tal vez esto baste para indicar que se trata de aprendizajes significativos
que introducen una verdadera diferencia en su vida (ibidem:247). Rogers citado por Ana María González (1991:21), señala “Si la creación de una
atmósfera de aceptación, comprensión y respeto es la base más eficaz para facilitar este aprendizaje denominado terapia ¿por qué no puede ser también la base del aprendizaje denominado educación?” . Yo agregaría que las actitudes propuestas por Rogers son base para una educación humanista, también son una exigencia en la enseñanza de valores, ya que hay dos situaciones determinantes que exigen retomar con mayor exhaustividad el tema, por un lado, las cuestiones de política y por otro, la avasallante ciencia y técnica que deshumaniza. Hoy se hace necesario retomar el campo axiológico referente a la jerarquización de la escala de valores y también de los mismos procesos valorales de los individuos. Asimismo, si esta forma de relación
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psicoterapeútica promueve cambios en la personalidad del sujeto, aplicada a la educación, eficientizaría, no sólo lo cognitivo, también la parte afectiva y espiritual, de acuerdo con un aprendizaje significativo. El concepto aprendizaje significativo se ha mencionado frecuentemente, pues bien,
este tipo de aprendizaje es la piedra angular en la educación humanista centrada en la persona. Consiste en asimilar, hacer propio lo aprendido “tal como se hace con el alimento que se ingiere, se digiere y se asimila” (ibidem:71).
Aprendizaje significativo
Aprender significativamente implica una actitud de interés por parte del que aprende. El individuo se siente motivado y de esta manera se imbuye de energía para actuar y es así como se involucra experiencialmente con el ambiente y con él mismo, así está en condiciones de asimilar con todo su ser el conocimiento que se deriva de su acción. Por ejemplo: ubico algunas secundarias públicas y privadas en la zona en donde vivo, pero es hasta ahora, que mi hija va a salir de la primaria que necesito elegirle secundaria, por ello es que pongo mi atención en éstas. Mi necesidad de seleccionar me lleva a investigar sobre las características de cada una de ellas, y al final, si alguien me preguntara sobre esta información podré dar cuenta de ello, habré aprendido significativamente. Rogers (1964:247) refiere que podemos entender como aprendizaje significativo un aprendizaje penetrante, que no consiste en un simple aumento del caudal de conocimientos, sino que se entreteje con cada aspecto de su existencia. De ello se entiende que el conocimiento real tiene que ver con su aplicación y su
utilidad, un conocimiento así incide en la conducta, pensamiento, actividades, actitudes y en la personalidad. Es un aprendizaje funcional que envuelve la totalidad de la persona y modifica sus actos. Así también, para que los valores de la democracia sean significativos, hay que
vivirlos a diario en el ámbito escolar, por ejemplo, la justicia no se aprende memorizando y recitando proclamas, hay que vivirla en cada acto cotidiano, de esta manera, verdaderamente se ingerirá, digerirá y asimilará este concepto, promoviendo un cambio constructivo en la vida del educando. Para que este tipo de aprendizaje se dé se requieren ciertas condiciones y actitudes, González (1991:84) señala al respecto: 1. Promover el interés. Motivar a los alumnos por medio de la presentación atractiva de los contenidos, de aplicaciones prácticas y de un clima favorable. Similar a un platillo atractivo que estimula el apetito.
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2. Facilitar la comprensión de los contenidos. Considerar en la presentación de los temas que la percepción de la realidad es individual, selectiva y de acuerdo con las necesidades individuales. Todo ello, a fin de hacer éstos comprensibles en su totalidad para los alumnos.
3. Contacto con la realidad personal y grupal. Habrá momentos críticos en donde situaciones individuales puedan ser relevantes, tomarlos en cuenta en su momento y aprovecharlos para lograr atención y concentración, indispensables en el aprendizaje significativo.
4. Creación del clima favorable. Un ambiente amenazante podrá promover un conocimiento sólo en el plano intelectual, perdiéndose la experiencia de cada uno de los participantes en el aula.
5. Responsabilidad. El alumno deberá ser elemento activo y responsable de su proceso de aprendizaje.
6. Confianza en el organismo. Confiar en la naturaleza humana que tiende hacia el desarrollo y su potencial innato.
Las características descritas son necesarias para lograr un aprendizaje significativo
así como las actitudes deseables por parte del educador. El proceso de enseñanza aprendizaje involucra al maestro y a los alumnos. En el aprendizaje significativo estas figuras se transforman siendo el primero aquel que facilite el aprendizaje y el estudiante no es un ser pasivo que engulle todo, es un ser responsable, se involucra en qué y cómo aprender. Se trata más de una relación humana. Para que el aprendizaje significativo se dé es necesario que el facilitador posea
algunas cualidades como ser una persona unificada, integrada y coherente en la relación con sus alumnos, es decir, ser auténtico, ser quien es él, desde su historia, contexto, que pueda mostrarse sin máscaras. A continuación mencionaré las características propuestas por Rogers sobre el rol del facilitador.
Rol del facilitador
La educación presupone una relación interpersonal entre dos actores, el que enseña y el que aprende, sin embargo, actualmente debido a los cambios vertiginosos de la ciencia y la tecnología, este esquema se ha modificado. Así, vemos que es muy común que sean los niños quienes nos enseñan a los adultos a bajar de la Internet una información o a usar aparatos electrónicos. Actualmente, el educando ya no necesita un maestro protagónico en las acciones y decisiones que le transmita sólo información, en varios casos ya obsoleta. Requiere de un educador que lo habilite para afrontar escenarios futuros. Hoy el educando es el protagonista del proceso educativo, y el maestro su facilitador, conductor o animador. Las exigencias de las formas o modos como se encauza el aprendizaje en este
mundo de las telecomunicaciones y nuevas tecnologías que absorbe lo humano,
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requieren una educación integral que capacite a los educandos no sólo en aprendizajes cognitivos, sino además en el desarrollo de habilidades de acción y de pensamiento, actitudes hacia la vida, hábitos de trabajo en equipo, convivencia con grupos interdisciplinarios y multiculturales. Se hace necesario rescatar al individuo del aislamiento que le implica una actitud alienada frente a la ciencia y la tecnología y su influencia en la vida diaria, que promueve un mayor contacto con máquinas, en lugar de con personas y esto implica cambios radicales en la dinámica de la comunicación interpersonal. En el rescate del apoderamiento de lo humano por lo científico y tecno-‐lógico, una
educación humanista sigue siendo una excelente opción para recuperar las relaciones interpersonales y los valores que entrañan lo positivo de la vida humana. La Educación Centrada en la Persona, promueve un aprendizaje significativo y puede ser una excelente motivación para recrear un aprendizaje intelectual, afectivo y visceral. Rogers (1981:162-‐163) señala: “Si yo intentase dar una definición burda de lo que significa aprender como persona entera, diría que se trata de un aprendizaje de tipo unificado a nivel de la cognición, de los sentimientos y de las vísceras, más una percepción clara de los distintos aspectos de este aprender unificado. Ana María González (1991) señala que la educación es una relación interpersonal
entre facilitador y estudiante y cada uno de ellos debe tener ciertas características y funciones. Resumiendo, el rol del facilitador presupone lo siguiente: En relación con el ambiente en el aula de clases, al principio, el facilitador deberá
presentar con claridad el tipo de aprendizaje que se promoverá, identificar las expectativas del grupo, elaborar objetivos personales y grupales en este sentido, considerar lo que el grupo espera de él y a la vez revisar hasta dónde puede comprometerse. Respecto de los recursos, organizarlos y hacerlos disponibles a los alumnos, de
igual manera aceptar las ideas creativas y propuestas por parte de éstos promoviendo así la participación, espontaneidad, pensamiento creativo, el trabajo autodirigido e independiente. Hacer que las actividades sean un ofrecimiento más que una imposición. En lo concerniente a lo afectivo, el facilitador deberá darle tanta importancia como
a lo cognitivo. Trabajar con los problemas de interacción más que pretender manejarlos con sanciones, juicios, consejos o críticas, dejar a un lado reacciones conformistas o amenazantes. En cuanto a la aceptación, es necesario que el facilitador pueda reconocer, aceptar y responder frente a sus alumnos, considerándolos en sus diferencias, como seres únicos e irrepetibles.
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Rol del alumno
De igual manera, el alumno tendrá que asumir una actitud frente a este tipo de educación así por ejemplo, se espera de él lo siguiente: El ambiente de libre expresión se dará cuando él se atreva a expresar sus
pensamientos o sentimientos tanto positivos como negativos. Debe promover la expresión posterior y gradualmente aprender a comunicar y manejar mejor sus emociones. Se espera que pueda elaborar un plan de trabajo con los objetivos que definan qué y cómo quiere aprender y sea capaz de evaluarse a sí mismo. Que acepte retos de autodisciplina y compromiso con sus compañeros; que experimente la libertad necesaria para aventurarse en nuevas experiencias de aprendizaje significativo, con la ayuda y apoyo del facilitador quien en todo momento deberá promover la autorreflexión de lo que los educandos propongan para ayudar a que ellos mismos lleguen a descubrir lo conveniente o inconveniente de sus propuestas y expresiones sentimentales, así como ayudarles a construir una actitud asertiva y de respeto en sus relaciones interpersonales, la responsabilidad consigo mismo y con los demás. La Educación Centrada en la Persona sigue siendo un gran reto para los maestros
ya que entre otras problemáticas, el hecho de renunciar al poder y control puede atemorizar, este temor lo pueden presentar los alumnos frente a la posibilidad de construir por sí mismos el qué y cómo aprender. Rogers (1981:159) al respecto señala lo siguiente: Muchos de los alumnos que reclaman mayor libertad presentan una paralización completa y temerosa al dárseles una libertad responsable. En su pasado no existe nada que les preparase para poder tomar decisiones, equivocarse y soportar las consecuencias, aguantar el caos de la incertidumbre a medida que intentan escoger los caminos a seguir. Necesitan entonces del compañerismo comprensivo del facilitador, ya que juntos andan a la busca de nuevos caminos.
Conclusiones Al institucionalizarse la enseñanza de valores en educación preescolar y primaria y, por la naturaleza del proceso valoral en los individuos que incluye cargas afectivas y emocionales, siendo la propuesta de Educción Centrada en la Persona la que unifica lo cognitivo con la afectivo vivencial, resulta ser una alternativa ideal para esta formación. Se hace necesario que para impartir la materia de “Valores” o incidir en la
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“Formación Ética” en los niños, el maestro desarrolle las actitudes propuestas por dicho enfoque, tales como la aceptación, empatía y congruencia. La formación en “valores” puede llegar a ser una experiencia de aprendizaje que
represente la posibilidad de un cambio de actitud por parte del facilitador, misma que repercutirá en la enseñanza de las otras unidades o temas que incluyan el currículo escolar, logrando con ello una transformación revolucionaria en el Sistema Educativo de nuestro país, desde sus estructuras, la Educación Básica. El maestro, al convertirse en el promotor de la formación ética de los niños
requiere que se sensibilice, que no sea sólo un impasible transmisor de discursos previamente elaborados, sino que, congruentemente sienta, vibre, se involucre cognitiva y afectivamente con su quehacer docente. Por último, quiero terminar este artículo con la siguiente cita de Rogers (1981:171): “Los niños tienen necesidad de amar a las personas, por lo que dan este amor con facilidad, sin que necesiten otra cosa que alguien que sea receptivo a este amor. Esta debería ser una de las funciones del profesor: saber recibir amor y corresponder a él... un profesor no puede mantenerse distante de los alumnos”.
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LOS PERSONAJES HABLAN CUESTIONARIO A UN PSICOTERAPEUTA NOTABLE
CARMEN VÁZQUEZ BANDÍN
¿De qué manera aplicas a tu vida lo que propones? Trato de vivir lo más de acuerdo posible con lo que enseño como terapeuta y como
formadora en Terapia Gestalt. ¿Qué sentido tendrían si no tanto mi vida como mi trabajo? ¿Qué es lo que te mantiene actualizada como persona y como profesional? Principalmente vivir la vida de la manera más plena posible. En segundo lugar mi
relación con los clientes, los estudiantes y otros colegas; congresos, talleres, conferencias, etcétera. En tercer lugar, leer y escribir sobre Terapia Gestalt y otros temas afines. ¿Cuál es tu principal defecto / limitación? Me cuesta aceptar las limitaciones. ¿Qué te hace perder tu centro? La falta de diálogo, la imposibilidad de hacerme entender o de que me dejen
explicarme. Si el cielo y dios existieran, ¿qué te diría dios al salir a recibirte? ¡Qué bien, por fin dejo de hacer suplencias! ¿Cuál es tu fantasía más recurrente? Tener un instituto de Terapia Gestalt tan grande y diversificado como unos grandes
almacenes (terapia, cursos de formación, conferencias, biblioteca, librería, editorial, etcétera), y sin necesidad de que pagara quien no tuviera recursos. Un sitio donde cada uno pudiera encontrar su sitio y el apoyo necesario para llevar su vida adelante. ¿Cuál es tu tema más recurrente en tus sueños? Por regla general no suelo recordar mis sueños. ¿Por qué, de lo que has sido o hecho, quisieras ser más recordada? Por ser una persona que ha sabido apoyar a quienes ha tenido cerca.
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De no haber sido lo que eres, ¿qué te hubiera gustado ser? Médico de familia, o cantante, aunque ahora la voz no me acompaña. ¿Qué trabajo o profesión sería el peor para ti? Cualquier trabajo rutinario y monótono. Dinos tus tres más grandes cualidades y tus tres más grandes defectos o
limitaciones. Como cualidades: la lealtad, el sentido del humor y la rapidez para captar las
situaciones. Como defectos: el mal genio, la testarudez y... ¿Te gustaría cambiar de sexo? No. Si la reencarnación fuese verdad, ¿qué te gustaría ser en tu próxima vida? Suena muy prepotente pero... ¡volver a ser yo! Después de todo, ya me tengo cogido
el aire en esta vida. ¿Por qué eres terapeuta? Es la forma que tengo y que mejor utilizo para contribuir al bienestar social y a que
los seres humanos podamos encontrar un sentido al sufrimiento y a la vida. ¿Cuál es la palabra que más te gusta? Amor. ¿Cuál es la palabra que te disgusta? Imposible. ¿Cuál es tu grosería favorita? Cuando quiero, soy bastante mal hablada de un modo consciente. Creo que
flexibiliza las relaciones siempre que no se utilicen las groserías contra el otro sino con el otro. ¿Qué parte de tu cuerpo te gusta más? Las manos. ¿Qué parte de tu cuerpo te disgusta más? La nariz.
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¿Qué es lo primero que te atrae de una persona? La cara, especialmente los ojos y la expresión general. ¿Cuáles son tus tres personajes, vivos o muertos, de la fantasía o de la realidad,
favoritos? Snoopy, el Principito ¿Qué anhelas? Envejecer con vitalidad, lucidez, energía, salud y armonía. ¿Tienes mascota(s)? Tenía la perrita más inteligente y apoyadora del mundo: Pluma. Murió hace tres
años con 24 años. Era la mascota de todo mi instituto. ¿Cuál es tu filósofo favorito? Tengo muchos. La filosofía es la base de la mayor parte del pensamiento
terapéutico. Me gustan los presocráticos, Aristóteles, Wittgenstein, Deleuze, Castoriadis. ¿Qué crees que hay después de la vida? Otra vida en donde seguimos siendo nosotros/as con más posibilidades para seguir
desarrollándonos y creciendo. ¿Quién es tu amor platónico? Paul Goodman. ¿Cuál ha sido o es tu mayor dolor como profesional? Ver las incomprensiones y la falta de diálogo entre colegas; descubrir que la
filosofía de vida gestáltica no es un modo de vida y de relación entre colegas; la omnipotencia de algunos terapeutas con sus alumnos y pacientes. ¿Qué es para ti un buen terapeuta? Me gusta expresarlo con un párrafo de nuestro libro fundacional: Terapia Gestalt:
excitación y crecimiento de la personalidad humana: “el individuo independiente lo es ahora un poco menos ya que otras personas se encariñan espontáneamente de él o dependen de él simplemente por sus aptitudes. Y estas personas, a su vez, le ofrecen la ocasión de expresarse mediante otras expresiones nuevas. Son raras las personas que se vuelven maduras hasta el punto de aconsejar, guiar y cuidar, sin avergonzar, sin
Figura/Fondo No.19 Primavera 2006
dominar, etc., abandonando simplemente sus intereses ‘independientes’ como si fueran realmente menos interesantes”. ¿No es una explicación y un programa precioso? ¿Cuál es tu música favorita? Me gusta muchísimo cualquier música. Especialmente la típica de los distintos
países: mexicana, italiana, francesa, israelita, pero sobre todo la griega. ¿Cuál ha sido tu más grande locura? ¡Sin duda, ser terapeuta gestáltica! ¿Cuál ha sido tu más grande “metida de pata”? En general, procuro aprender de todo lo que me sucede. ¿A quién te gustaría hacerle esta encuesta? A Laura Perls y a Paul Goodman. ¿Cuándo conociste el amor? El amor tiene muchas facetas. He tenido la suerte de conocer lo que es el amor
materno a través de mi madre. Su apoyo, su confianza en mí, su amor... sé que han sido la base sobre la que he construido mi forma de ser. Entre los hombres que ha habido en mi vida, mi marido (murió a los 2 años de casados) ha representado el AMOR (con mayúsculas) de una pareja con quien crecí y aprendí a ser mujer. Me siento muy bien amada por mis estudiantes y pacientes. Sé que ocupo un rinconcito en el corazón de las personas que forman mi equipo. Me siento una persona muy privilegiada en eso del amor aunque mi vida haya sido y es una vida solitaria. ¡Parece un poco paradójico pero es así! ¿Qué opinas del matrimonio? Es la mejor y más difícil forma de compromiso y de crecimiento. ¿Qué opinas de la pareja? No hago mucha diferencia con la pregunta anterior. ¿Qué buscas en la vida? Sentirme bien conmigo misma porque estoy viviendo de acuerdo con lo que creo. ¿Qué le da sentido a tu vida?
Figura/Fondo No.19 Primavera 2006
El saber que siempre hay una posibilidad de cambio en la mayoría de las cosas de nuestra vida, y que arriesgándonos a ensayar cosas diferentes podemos cambiar lo que no nos gusta de nosotros/as. ¿Qué momento ha sido para ti un parteaguas en tu existencia? Ha habido unos cuantos parteaguas: la muerte de mi marido, mis problemas de
salud. Son “curvas peligrosas” en la carretera de la vida que cambian por completo el paisaje. ¿Qué piensas del dinero? Sería más fácil para todos si estuviera mejor repartido. Es un medio nunca un fin. Si crees en algún ser superior, ¿cómo es para ti? Todo amor y muy apoyador. ¿Existe la felicidad? Sí. ¿Cómo es para ti? Que todo esté equilibrado entre los que busco/quiero y lo que encuentro/tengo en
cada momento de la vida. Si tuvieras una varita mágica y pudieras cambiar una cosa en este mundo, ¿cuál
cambiarías? La necedad. Menciona las tres cosas que te “paran de cabeza” La falta de diálogo, las “buenas intenciones” y la hipocresía. Menciona la película de cine que más te ha gustado, por la razón que sea. El cine es una de mis pasiones. Algunas películas que me ham gustado/gustan: El
séptimo sello, de Bergman, Hiroshima, mon amour, de Resnais, Nunca en domingo, de J. Dassin. ¿Cuál ha sido el libro que más has disfrutado? Leer es otro de mis vicios… ¿Cuáles son las quejas que tu pareja podría decir de ti?
Figura/Fondo No.19 Primavera 2006
Mi falta de humor cuando me levanto, mi amor por el trabajo, y mi pasión por los discos y la música. ¿Cuál es tu miedo más grande? Creerme que soy “alguien”. Si pudieras hacerte un comercial de ti misma, ¿qué dirías? Fiel por encima de cualquier cosa. ¿Qué envidias? Hasta hace poco tiempo, nada. Ahora, el centro de terapia de Myriam en Coyoacán,
es la sucursal del Paraíso en la Tierra. Si escribieras un libro, ¿sobre qué versaría? Dejando aparte los de psicología/psicoterapia, he escrito una novela utópica, medio
de ficción científica, sobre cómo podrían vivir los humanos. ¿Qué cambiarías en tu vida? Posiblemente me gustaría ser millonaria para seguir haciendo lo mismo pero
brindando más posibilidades a quienes no tienen muchos recursos económicos.
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TESTIMONIOS EL APOYO EN LA TERAPIA
Tere Expósito La presencia de Carmen Vázquez Bandín por segunda vez en México, significó para mí una experiencia importante. Fue básicamente, poder tocar, palpar, por medio de su palabra, su gesto, su pasión, su entrega, el significado profundo de los conceptos fundamentales de la Teoría de la Gestalt ya en la práctica, en la experiencia terapéutica y en el marco del planteamiento básico de Laura Perls: el apoyo y su importancia fundamental en el trabajo terapéutico. Últimamente he tenido el privilegio de participar en varios talleres internacionales,
los cuales me han dejado experiencias significativas de clarificación y aprendizaje. Pero lo que he podido vivir, descubrir, asimilar e integrar en mí, del trabajo terapéutico de Carmen, ha sido singular, maravilloso. Me pregunto: ¿qué lo ha hecho posible? Lo primero que emerge como respuesta es la sensación de cercanía, de lo
rico verdadero de la existencia. Cuánto potencial disponible en nuestro diario acontecer, que una vez y otra se ve truncado por las interrupciones en el proceso de contacto, en cada experiencia no vivida plenamente. 3. Para mí, no hay emociones positivas o negativas. Son, más bien, funcionales, siempre expresan algo de lo que está pasando en el campo.
4. Observar el autoapoyo desde la fenomenología... Podría seguir enumerando cada una de sus aportaciones. Al revisar mis apuntes, no
encuentro una menos importante, intensa, trascendente, que la otra. Pero si tuviera que elegir, hablaría y así quiero hacerlo de lo que para mí constituye la pauta central de su trabajo. Carmen señala:
[...] me voy a la niñez, no para buscar el trauma, sino para buscar el recurso. Cuál fue el recurso que utilizamos entonces (ajuste) y qué pasó en la etapa siguiente, que no se logró actualizar dicho recurso. Esto me da la clave para el experimento.
Este planteamiento lo refiere básicamente al trabajo con la fisiología secundaria. Carmen se muestra profundamente compenetrada, impregnada –diría yo de las aportaciones de Ruella Frank (discípula de Laura Perls), en cuanto a la observación fenomenológica de los diferentes patrones de movimiento que el cliente ha adquirido
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durante su desarrollo somático en las primeras etapas de su vida, como consecuencia del exceso o carencia de apoyo recibido del entorno. Estos patrones han quedado impregnados (congelados) en diferentes zonas de su cuerpo y continúan revelándose en el presente, en el aquí y ahora de la terapia. Para Ruella Frank, existe una estrecha relación entre dichos patrones observables y el recurso utilizado allá y entonces, el cual, por alguna razón no se siguió actualizando. Carmen realiza experimentos sencillos –pero sin perder la relación–, basada en esta observación. Trabaja a partir de esto con lo que es sano en el ajuste creativo del cliente, con el recurso capaz de actualizarse en virtud del apoyo actual del entorno, es decir, del terapeuta, lo cual a su vez, genera en aquél un mayor autoapoyo. Como podemos ver, esto no parece ser un trabajo fácil. Requiere de mucha
exhaustividad de la propuesta teórica de Ruella Frank que aparece en su libro, La conciencia inmediata del cuerpo (traducido al español por Carmen Vázquez). Otro elemento que pude observar como recurrente en los modelajes de Carmen, fue
su insistencia en despetrificar la rigidez. Ella señala que no existen asuntos inconclusos. Tendemos siempre a formar totalidades, a cerrar la experiencia y es precisamente el ajuste creativo la mejor herramienta de la que hemos podido disponer para concluir la experiencia. O sea que, en lugar de asuntos inconclusos, lo que hay son experiencias insatisfactorias. Por lo tanto, cuando se ha cerrado con frustación, lo que necesitamos es actualizar la experiencia encontrando el satisfactor real en el aquí y ahora de la relación terapéutica. En fin, ¡cuánto aprendizaje! No se agotarían en estas páginas las in-‐-‐numerables
aportaciones de Carmen. Pero su compromiso de regresar con nosotros el próximo otoño, me llena de entusiasmo y de confianza en la posibilidad de que se puedan desarrollar estrechos vínculos de relación entre el Centro de Terapia y Psicología (CTP) de España y nuestro IHPG, así como el despliegue de más y mejores intercambios entre los institutos de habla hispana, es decir, de América Latina. Gracias, Carmen, por generar con tu venida, el apoyo suficiente para nuestro
contacto contigo.
Figura/Fondo No.21 Primavera 2006
LA MONTAÑA RUSA VIVIENDO LA TEORÍA DEL SELF
Ma. del Pilar González Peñalver
Del 14 al 16 de octubre de 2005, he tenido la gran oportunidad de presenciar el trabajo de Carmen Vázquez, quien mantiene un estilo espontáneo, generoso, con gran sabiduría teórica, disponibilidad para las prácticas y una incansable energía que estuvieron presentes todo el fin de semana (además de una complicidad especial al compartir cigarritos y pláticas personales, en los descansos). Se fueron “bordando” una gran cantidad de trabajos “en” la relación, poniendo al
servicio del cliente las sensaciones, percepciones, hipótesis, sentimientos, ideas, pensamientos del terapeuta, estando muy alerta a la función ello, para proporcionar una mayor conciencia en ambos, de lo que está sucediendo en el campo relacional –donde el Self se desarrolla y evoluciona–, proporcionando el apoyo, mediante experiencias nuevas (de acuerdo con sus hipótesis de trabajo) después de observar cómo se autoapoya el cliente. Se revisaron cualitativamente conceptos que nos permitieron, por un lado, refirmar
términos gestálticos; algunos otros los revisamos, des-‐estructuramos, retomamos, y creo que tendremos que ir nuevamente discutiendo e incorporando. Una actitud completamente respetuosa del cliente, la gran admiración por el Self,
latido de vida, de dos personas en relación, en el aquí y ahora, fue apareciendo con cada uno de los participantes, siempre incluyente del Self del terapeuta, mostrando lo estético: dar y recibir, ir y venir... Mi cliente me otorga el privilegio de compartir su vida, yo comparto mi vida en la relación con mi cliente.
El autoapoyo, si bien fue tratado ampliamente en el curso del siguiente fin de semana, estaba implicado en la vivencia del Self:
El terapeuta necesita estar bien autoapoyado para que no distraiga su cuerpo, su atención, estando atento a sus sensaciones y emociones (a lo que llamo ser una marioneta del campo), funcionando en contratransferencia; tendría que mirar con sensibilidad dónde podría tener, su cliente, su apoyo. Me siento y soy responsable de lo que sucede en cada relación.
La frontera de contacto, una nueva, creada entre ambos, la figura compartida, es
Figura/Fondo No.21 Primavera 2006
donde se da el trabajo terapéutico:
Creo, propongo, invento, la situación para generar un proceso de contacto (me paro, me acerco, toco al otro) y simplemente las cosas se dan, sin olvidar que hay fisiología, identidad, experiencias pasadas. Trabajar con lo obvio, verlo y dudar de lo que se ve.
Vivir el Self... viviendo el Self... Para el terapeuta implica estar atento a la estructura,
como esencial y sana, producto del desarrollo estable, de la secuencia temporal de una persona, la manera en que se autoapoya; al patrón, estereotipo que rigidiza al entrar en relación con el otro, con el terapeuta, quien debe cuestionarse si está siendo lo suficientemente interesante para que su cliente esté enteramente presente. La figura no es lo que me cuenta que le ha sucedido o lo que interpreta que ha acontecido en su vida: ¿Qué es lo que le hace elegir lo que me dice (seguro le ha pasado mucho más) (motivo), en el pre-‐contacto “soy” con el recuerdo que tienes de mí y yo de ti; conforme avanza el proceso de contacto vamos creando algo compartido. En el aquí y ahora radical, la figura es compartida, va a ser algo que permita satisfacer la necesidad de ambos. Justo en el contacto final, cuando se comparte el nosotros, después vuelve a haber un yo diferenciado y actualizado, lo que nos hace diferentes es que cada quien tiene su asimilación, y ambos vuelven a tener recuerdo de ellos. Ocuparnos por los motivos no tiene sentido. Para estar presentes podemos preguntar: ¿Qué estás sintiendo ahora? ¿Cómo te estoy aburriendo? No estamos haciendo nada si no nos ubicamos en la relación. El 93 por ciento del campo está compuesto por lo no verbal, el 7 por ciento es verbal; en la Terapia Gestalt somos dos, cliente y terapeuta –dos–, a 3 por ciento verbal (de cada uno), si sólo tengo que cuidar lo verbal, hay algo que no está bien.
El ciclo de la experiencia, especialmente, me hizo revisar algunos “introyectos” que quizá no había aún acomodado. Me fue especialmente enriquecedor tomar en cuenta que en el precontacto están las sensaciones que me hablan de una confluencia de campo, quizá en relación con las figuras significativas; en la puesta en contacto son los introyectos y nuestras proyecciones, los que pueden interrumpir la excitación, es donde se da la emoción, un poco antes del contacto final; en el contacto final, en donde hay un “nosotros” es donde se pueden dar las retroflexiones; en el postcontacto, en donde cada uno vuelve a ser “yo”, puede darse el egotismo, aquello que hacemos
Figura/Fondo No.21 Primavera 2006
premeditadamente desde lo intelectual. Por supuesto que “nuestro gran tema salió a la luz”: ¿hay contacto con uno
mismo?...
Contacto es la realidad más simple, más elemental (estamos hechos para la excitación. Las relaciones son mucho más complejas, va mucho más allá, es entre seres humanos. Puede haber relación sin contacto (saludar a alguno de la oficina que no nos interesa mucho) (superficiales), si no ha subido la excitación no hay nada. Cuando estoy en mi-‐mismado no hay contacto. Cuando introspecto no es contacto. Digamos que el proceso de contacto es una psicología social.
Cada trabajo iba sorprendiéndome por alguna razón, básicamente por las
propuestas de experimentos que Carmen, con gran creatividad y al mismo tiempo sencillez, proponía en cada relación; cada propuesta estaba sustentada en dar apoyo al cliente, para dar un paso más: Es una tareíta super normal que es para ver qué pasa, para que el paciente se dé cuenta de lo que está haciendo, logra un cambio en la relación; es la diferencia de la diferencia.
Cuando yo escuché esto de “una tareíta super normal” y después de que nos hablara sobre el trabajo de Ruella Frank, mi inquietud comenzó a brincar, mi excitación del momento aunada a mi curiosidad, batieron mi ello de tal manera, que yo ya me encontraba no en el ciclo de la experiencia, ¡en la montaña rusa!, subían y bajaban mis emociones, ¡y el pretexto era lo de menos! (el trabajo que hacía con mis compañeros, lo que sustentaba teóricamente, la energía y el buen sentido del humor, la simpatía, la claridad, la transparencia de su persona, los cigarritos y la plática compartida... en fin, ¡por supuesto que viví en carne propia, mi Self, tal como el título del taller lo auguraba! Llegado el momento de participar en un grupo, al frente, ya no aguantaba más estar
sólo sentada en mi lugar, y ¡por supuesto que me trepé en la montaña rusa! y las cosas fueron sucediendo de manera simultánea, la teoría, la vivencia del pequeño grupo, el grupo grande y las emociones en cadena, fueron conjuntando las experiencias que aproximaban el cierre del taller. Me sentí muy complacida y afortunada de haber estado, compartido y vivido muchas experiencias enriquecedoras. Ojalá que este panorama te antoje, para que seas tú quien narre sus vivencias en el próximo taller. ¡No te lo pierdas! ¡Nos vemos en octubre!
Figura/Fondo No. 19 Primavera 2006
LO ESTÉTICO EN LA PSICOTERAPIA GESTALT DE PAREJA
Mónica Schapira
Entrar al mundo de la Terapia Gestalt fue un proceso complicado para mí. Venía de la Terapia Racional Emotiva y aprender a sentir y a expresar mis sentimientos parecía casi una misión imposible. El proceso creativo en la Terapia Gestáltica, de Joseph Zinker, fue uno de los libros que definitivamente me abrió una nueva posibilidad. Su visión de la Terapia Gestalt como un arte, su respeto a la visión del ser humano como único, y la creatividad en el proceso terapéutico, fueron el inicio de un cambio significativo, primero en mi vida y luego en mi quehacer terapéutico. Por eso, cuando se anunció que Zinker vendría a México, no me importó que fuera en Morelia, durante la semana, que tuviera que cancelar mi trabajo, nada, yo tenía que estar ahí. “Lo estético en Psicoterapia Gestalt de pareja” fue el título del taller que cofacilitó con su actual esposa, Zandra Zinker, un tema de todo mi interés, en el que cada día indago más, como mujer, como maestra y como terapeuta. Llegué al Instituto temprano, directamente de la terminal de autobuses, no podía perder ni un minuto. Me sentía conmovida. Vería a un “grande” de la Gestalt, discípulo de Perls, casi un mito viviente. En un coloquio de Gestalt en Buenos Aires, en 1994 –posiblemente donde conoció a Zandra (Terapeuta Gestalt de niños en esa época)– Zinker dijo: “lo esencial de la Terapia Gestáltica con parejas, que tratamos de ejemplificar y enseñar, reside en el valor y en la eficacia de percibir y experimentar la interacción entre dos personas desde un punto de vista estético”. Y vimos durante dos días cómo lo hace. Tranquilo, pausado, con su cabello y barba completamente blancos y una sonrisa permanente hacia su esposa, presentó esquemáticamente su manera de trabajar y presenciamos tres modelajes. En cada uno de ellos, ambos observan e intervienen para revelarles lo sólido, lo hermoso que ven en la pareja. Comienza el baile, a veces son dos, otras tres y también los cuatro. Se da ahí, entre ellos, lo que ven en el momento, no van a la historia, sólo valorizan lo que está, lo real. Y del mismo modo, descubren algo no desarrollado, a mejorar, que trabajarán con un experimento, una metáfora, creativamente. No arreglan un problema, no pelean con la resistencia, sólo acompañan a la pareja a donde ésta necesita ir. Promueven el Darse Cuenta. Joseph y Zandra se encargan amorosamente, de que los integrantes de la pareja aprendan algo juntos, algo que tenga valor para ellos. Y ellos modelan el apoyo, el amor, el sentido del humor. Verlos trabajar juntos, hablarse con cariño, mostrar afectuosamente hasta los desacuerdos, es enriquecedor en el plano terapéutico y esperanzador en el personal.
Figura/Fondo No. 19 Primavera 2006
Es un modelo que aplican con el mismo esquema durante seis o siete sesiones. Interesante, fenomenológico, revelador. Pero creo que tiene algunos inconvenientes. No es frecuente encontrar una pareja de terapeutas que puedan trabajar juntos. Si dos colegas del mismo género lo aplican, hay uno que estará en desventaja, tres y uno y el desbalance puede afectar. Es caro pagar a dos terapeutas. En nuestra cultura, el seguro médico no cubre las consultas terapéuticas como en Estados Unidos. Aprendí de ellos, hay muchas cosas que podemos adaptar a nuestra idiosincracia y posibilidades. Pero sobre todo, pude cumplir mi sueño de verlo trabajar y de hacer mío lo que dijo en el coloquio de Buenos Aires: “como terapeutas gestálticos de pareja aspiramos a enseñarle a la gente cómo tener una vida más bella. Hacemos terapia para que la existencia sea estéticamente auténtica y asentamos nuestra visión estética contemplando a veces a través de los ojos de un artista y otras a través de los ojos de un artesano, en el darse cuenta aquí y ahora del proceso gestáltico”.
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RESEÑA LA VOZ DE LA VERGÜENZA
Nancy Sassón Ancona La vergüenza se define como un sentimiento complejo que se acompaña de componentes somáticos y sensoriales, de ahí que cuando nos avergonzamos, nos sudan las manos, nos acaloramos o se nos sube el color a la cara; quisiéramos que la tierra nos tragara, que nadie nos viera, que nadie nos notara, y, cuando alguien nos percibe, nos sentimos descubiertos, desnudos, y, por consecuencia, aún más avergonzados. La persona que lo experimenta se siente inadecuada, débil, defectuosa. Piensa que los otros la repudian, que no es querida, que no merece respeto y que no pertenece. Si llegara a tener éxito, si llegara a ser amada, se sentirá culpable y su vergüenza pudiera agravarse. Este sentimiento intenso y debilitante, es el tema para The Voice of Shame, escrito y
editado por Robert G. Lee y Gordon Wheeler (Gestalt Press, 2003). Junto con ellos, otros once psicoterapeutas gestálticos dan sus opiniones y testimonios con maestría, cuidado y comprensión. Cada uno de ellos escribe sobre una cuestión diferente; temas intensos y universales que van desde la homosexualidad, el rechazo al cuerpo, la vejez, hasta las enfermedades crónicas, la violación y la vulnerabilidad. Este libro nos da una visión más clara de cómo se presenta la vergüenza en la
consulta, y la forma de trabajar este sentimiento. De más está decir que se debe hacer con cautela y empatía y con el humanismo que dicta la corriente gestáltica: transformar la vergüenza que el cliente experimenta en una conexión con su entorno, e inducirlo al desarrollo de sus habilidades y facultades para que pueda alcanzar sus metas y vivir en armonía. The Voice of Shame, silencio y conexión en la psicoterapia, es un texto que debe permanecer en el librero de todos los psicoterapeutas y psicólogos, pues sus temas son relevantes y cobran gran importancia en el manejo de este sentimiento. No sólo nos ayudará en nuestro trabajo profesional, sino que nos dará la opción de ver nuestra propia vergüenza, y las limitaciones que ésta nos provoca.