Abilio López Pérez
Fray Bartolomé
de las
Casas
La Luz golpea y Aturde
Abilio López Pérez
BARTOLMÉ DE LAS CASAS
La Luz golpea y Aturde
PUBLICACIONES CED
Publicación de la
Vicaría Epsicopal
¨Derecho y Justicia¨
de la Arquidiócesis de Cumaná
EQUIPO DIRECTIVO
Abilio López Pérez
Ana González
Douglas Rumbos
Inés Cándida
Marisol Villegas
AUTOR
Abilio López Pérez
DIAGRAMACION
Ysmael Febres
Publicaciones Centro Educativo Diocesano 1997.
Dirección y Redacción: Calle Bolívar Qta. Ninoska, Cumaná, Edo. Sucre,
Venezuela, Tele-Fax (093) 317909
INDICE
PROLOGO: ........................................................................................... 7
INTRODUCCION: ................................................................................ 9
PRIMERA PARTE
ENCOMENDERO Y DOCTRINERO: ENTRE LA CRUZ Y LA ESPADA
Capítulo Primero
La Tahona de Triana: ............................................................................ 17
Capítulo Segundo
Vega Real: ............................................................................................. 21
Capítulo Tercero
La Trinidad:
................................................................................................................ 27
SEGUNDA PARTE
EL AGITADOR PAGADO POR EXTRANJEROS
Capítulo Cuarto
Pedro y Bartolomé: ................................................................................. 33
Capítulo Quinto
Las Cortes de Castilla y León: ............................................................... 37
Capítulo Sexto
Costas de Perlas: .................................................................................... 49
TERCERA PARTE
FRAILE DE CORAZA Y CORAZON ARMADO
Capítulo Séptimo
Puerto de Plata:
................................................................................................................. 57
Capítulo Octavo
Santo Domingo: ...................................................................................... 61
CUARTA PARTE
FUNDADOR DE PAZ Y ESPERANZA: SIGNO DE PUEBLO
Capítulo Noveno
NICARAGUA: ...................................................................................... 67
Capítulo Décimo
Verapaz:
.................................................................................................................. 71
Capítulo Undécimo
Barcelona: Las Leyes Nuevas: ................................................................. 75
QUINTA PARTE
OBISPO DE LATIGO Y CAYADO
Capítulo Duodécimo
Bartolomé Obispo: .................................................................................. 83
Capítulo Décimo Tercero
Chiapa: ...................................................................................................... 89
SEXTA PARTE
BARTOLOME DE LAS MENTIRAS: TESTIGO DE LA VERDAD
Capítulo Décimo Cuarto
Valladolid:
................................................................................................................... 97
La Luz Golpea y Aturde: ......................................................................... 103
BIBLIOGRAFIA:
.................................................................................................................. 111
PROLOGO
Mucho se ha escrito sobre el Protector de los Indios, el dominico
Bartolomé de las Casas. Se le ha presentado al mundo como el líder de la
Leyenda Negra, ahora llamada razonablemente criticismo.
Es bueno que un sacerdote español, en este caso ABILIO LOPEZ
PEREZ, escriba un libro sobre aquel personaje que revolucionó, junto a
otros adelantados, el hilo de la conquista del Continente Colombino; porque
indudablemente las páginas escritas por el Protector, causaron y continúan
causando grandes cambios y contradicciones en la cultura humana.
Desde la aparición de sus primeras obras y más aún, de sus primeros
pasos, los Sepúlveda y las roscas enquistadas detrás del poder, le cierran el
paso. Cl Cronista de Carlos V., escribe un panfleto contra el Protector, que
intitula: «PROPOSICIONES TEMPERARIAS, ESCANDALOSAS Y
HERETICAS QUE NOTO EL DOCTOR JUAN GINES DE SEPULVEDA
EN EL LIBRO DE LA CONQUISTA DE LAS INDIAS QUE FRAY
BARTOLOME DE LAS CASAS HIZO IMPRIMIR SIN LICENCIA»; y
podríamos decir que aún, «recientemente», el gran historiador y crítico Don
Ramón Menéndez Pidal (1963), le da el puntillazo, o cree dárselo, ya que
habiendo estudiado minuciosamente la historia de América, dice, no
encontró prueba del ecocidio proclamado por Las Casas, para concluir, con
que el dominico «mintió y quedó deshonrado ante la historia».
Sin embargo Fray Bartolomé de las Casas no ha sido enterrado, su
trabajo y sus denuncias siguen dando que hacer, el crimen no se rinde,
apenas estamos despertando del holocausto judío, de las deportaciones
masivas en la Unión Soviética, de Nagasaki e Hiroshima, de los millones de
seres humanos muertos en la última guerra mundial, y por allí, podríamos
decir que anda la palabra de Las Casas, denunciando el horror de la guerra,
y la vergüenza del hombre que continua siendo un salvaje, con honrosas
excepciones.
Las casas ha sido considerado por muchos historiadores españoles
como un fanático, enemigo de España, sin importarles que su obra más
criticada «LA BREVISIMA RELACION» fue escrita específicamente para
informarle al Rey Carlos I, sobre los sucesos en sus dominios, con el único
propósito de coadyuvar en su corrección. Las Casas no previó que su obra
iba a correr otra suerte al ser publicada en Sevilla en 1552, y que los
enemigos de España, en los próximos cien años, la aprovecharían de tal
manera, traducida al francés, al ingles, al italiano y otras lenguas europeas,
se convertiría en un látigo terrible contra aquella nación, destinada por la
providencia para llevar las banderas del cristianismo.
Al correr del tiempo la obra de Las Casas se lee y estudia con mayor
entusiasmo. Hoy tenemos la fortuna de prologar este magnífico trabajo
esquemático y didáctico de Abilio López Pérez, que no es su único trabajo.
El viene de trabajar en equipo sobre seis textos de orientación juvenil
«Colección de Mensajes de Salvación» (LES-Caracas 1982); también LES
1983, «Pilando Nuestro Aprendizaje» LES Caracas 1983; luego publican
«Filosofía de la Educación», en el volumen I del CED-Cumaná y Diseños
Curriculares» (1995) CED Cumaná.
Abilio López Pérez es autor de «El Grupo de Educación Popular»,
LES Caracas (1986); «Nace la Vida», LES Caracas (1986); El Precio de la
Victoria, LES Caracas (1986), Pedagogía y Metodología de la Catequesis,
LES Caracas (1987); ¿Cómo dar una Clase de Catequesis?, LES Caracas
(1987); Investigación y Conocimiento, CED-Cumaná, 1995. También ha
publicado en los talleres del Diario PROVINCIA de Cumaná: «El Equipo de
Derechos Humanos» 1989, y «Tener Derecho no Basta» 1990.
Personalmente me siento complacido con este trabajo de Abilio
López Pérez, y digo yo, que tenía que ser un sacerdote español el que trata
de rescatar para la gloria de España, a este hombre ejemplar, que junto a su
maestro Fray Pedro de Córdoba, viene a Cumaná, con un proyecto más
humano y trascendente, como es la conquista evangélica y pacífica de la
tierra firme, para cambiar la conquista armada llevada a cabo por el régimen
español de aquella época. En las páginas de este libro, hecho para enseñar,
se encuentra todo lo que debe conocerse de la vida y la obra de Bartolomé
de las Casas, ejemplo permanente del trabajo, de la constancia y el valor de
los discípulos de Cristo.
En mis trabajos sobre la historia de Cumaná, me tropiezo siempre
con Bartolomé de las Casas, porque es la fuente más confiable; he tenido
que estudiar su «Historia de las Indias», casi como la Biblia, y escribí su
perfil biográfico en mi libro La Fundación de Cumaná. Para ello me serví de
sus mejores biógrafos, me refiero a los textos y prólogos de Juan Pérez de
Tudela y Emilio López Oto, de la obra de Jiménez Fernández, Gómez
Santamaría, Lewis Hanke, José Alcina Franch, y otros estudiosos de aquella
personalidad histórica deslumbrante, como la novela del alemán Reinhold
Schneider, que es otra manera de verlo y crearlo en su tiempo.
INTRODUCCION
«Ha setenta años y uno más
que se roban y tiranizan y asuelan
aquestas inocentes tierras...»
Al principio no era un libro ni una biografía. Eran una páginas
informativas las que pretendía escribir para dar a conocer los motivos por
los que el Centro de Convenciones que construye la Vicaría Episcopal
Derecho y Justicia de la Arquidiócesis de Cumaná, financiado casi en su
totalidad por la Comunidad Europea y Manos Unidas de España, lleva el
nombre de Fray Bartolomé de Las Casas 1.
Quería que los lectores de esas páginas y los usuarios del Centro de
Convenciones se dieran respuestas a sí mismos cuando, al visitar al centro,
los espacios construidos les evoquen recuerdos de patios andaluces de la
antigua Sevilla de España o del Nueva Córdoba de Costa de Perlas y los
nombres de los locales les pongan interrogantes.
Pero al meterme poco a poco en la vida de Bartolomé de Las Casas,
sobre todo a través de los caminos abiertos por Galmes (1982), sentí los
golpes y el aturdimiento de su luz 2.
Y entonces decidí hacer una investigación en base a recuerdos de
historias leídas y de la bibliografía que tenía a mano, siguiendo, no obstante,
a Galmes como hilo conductor, del cual, confieso, soy deudor agradecido.
Pero la vida de Fray Bartolomé de Las Casas no es fácil de
biografiar, porque fue una vida difícil, compleja, y las fuentes son
inagotables y las hipótesis muchas. Y la historia en ese tiempo no daba
mucha importancia a la cronología, como se hace ahora, hasta reducirla casi
a eso en los liceos y universidades. Ambas cosas son malas para nosotros
hoy. La primera nos priva de conocer cuándo acontecieron hechos
importantes y la segunda insiste tanto en las fechas que se nos escapa la
importancia de los acontecimientos.
Entre muchas incertidumbres he tomado decisión, avisando al lector
de que el acontecimiento pudo ser de otra forma o en otro momento. En
otros casos he recurrido a mi amigo Dr. Badaracco, cronista de Cumaná, a
quien he pedido el favor de prologar el trabajo, solicitándole la corrección
cuando la considerase necesaria. Por eso las notas de pie de página tienen
importancia para el lector. Además en dichas notas hay comentarios
explicativos, testimonios y enlaces entre momentos importantes de la vida
de Fray Bartolomé de Las Casas. La lectura de las mismas no debería ser
obviada.
De este modo he construido esta obra que lleva como título:
Bartolomé de Las Casas: La luz golpea y aturde.
Está estructurada en seis partes que comprenden catorce capítulos
cortos enumerados de manera continua. Los títulos de cada parte pretenden
ser sugerentes. La mayoría de los capítulos llevan nombres de lugares,
ciudades o naciones. Al final, después de la parte sexta, a modo de
meditación, bajo el título que ha dado nombre al presente libro,
presentamos el ocaso del biografiado y la estela luminosa que en la historia
ha dejado su paso de cometa uniendo con sangre de futuro el destino de dos
mundos.
De esta manera el presente libro sirve de guía turística a quienes se
acerquen a las instalaciones y quieran conocer sobre los motivos de la
distribución de los espacios y de los nombres de los locales.
Pero el resultado no es una simple guía turística. Es una biografía
que nos ayuda a entender los orígenes de Cumaná, sus luchas iniciales, los
anhelos evangelizadores de los misioneros primeros y a comprender, desde
dentro de la historia de la ciudad primogénita, su identidad católica y su
vocación liberadora de toda esclavitud. Antonio José de Sucre, entre otros,
en las calles de la ciudad primogénita, absorbió los aires de libertad que
trajeron a Costa de Perlas, entre otros, Pedro de Córdoba y Bartolomé de
Las Casas.
Hoy, cuando nuestra ciudad y estado se hallan tan deprimidos y
engañados, tan desvalidos y desprotegidos, la lectura de la vida de
Bartolomé de Las Casas es para nosotros luz que nos golpea y aturde.
¿Cómo es posible que después de casi siglos de fundada, la ciudad
primogénita del continente sea la preterida y no la preferida?
Jacob robó con astucia la primogenitura a su hermano Esaú con un
plato de lentejas. A la ciudad primogénita de Cumaná y al estado Sucre del
que es capital, también se le ha robado la primogenitura... Y estamos a la
zaga de otras ciudades y estados de Venezuela. Los gobiernos han dejado de
lado su papel de ser protectores de su pueblo. Todos nos hemos dormido
confiando en que a fuerza de gritar que Cumaná es la primogénita, la
pobreza se convertiría en riqueza, el mar en peces, las salinas en plata, las
tierras en arepas...
Se sigue el saqueo del mar y los pescadores artesanales no tienen
defensa contra las rastropescas; el campo sigue sin cultivar y la tierra buena
y cultivable está en manos de pocos; hay pocas fuentes para el trabajo en
las empresas y mucho ocio aprendido en las calles; un anhelo exasperado de
entrar en cargos públicos y no son productivos y gobiernos que aumentan la
burocracia que consume los dineros del pueblo para salud, alimentación,
educación, vialidad y creación fuentes alternas de producción...
Como en tiempos de Bartolomé la denuncia es una tarea
irrenunciable, un deber de conciencia. Proteger al indefenso, sea quien sea,
un mandato ético. Exigir a quienes tienen el poder - ejecutivo, legislativo,
judicial - que gobiernen y legislen y juzguen con respeto a los derechos
humanos de todos, es obligación de todos.
Bartolomé de Las Casas: la luz que golpea y aturde. Una vida para
leer y meditar. Una propuesta para vivir como hermanos. Sin dar más largas
al asunto. No sea que, parafraseando a Las Casas, el celebrar dentro de 25
años, los quinientos años de la fundación de Cumaná, tengamos que repetir:
... Ha cuatro siglos y uno más que se roban y tiranizan y asuelan aquestas
inocentes tierras.
«Pues vos estabais
en las mismas tiranías y pecados»,
dijo el Obispo Fonseca al clérigo Bartolomé.
A lo que respondió el clérigo:
«Si yo los imité o seguí en aquellas maldades,
haga vuestra señoría que me sigan ellos a mí
en salir de los robos y homicidios y crueldades
en que perseveran y cada día hacen»
(Discusión entre el Obispo Fonseca y el clérigo Bartolomé,
año 1518, en La Corte de Carlos I, Zaragoza)
PRIMERA PARTE
ENCOMENDERO Y DOCTRINERO
ENTRE LA CRUZ Y LA ESPADA
Capítulo Primero
LA TAHONA DE TRIANA
Bartolomé de Las Casas nace en una familia de sencillos
comerciantes sevillanos. Es descendiente de judíos por parte de padre y
madre. Sus cuatro abuelos habían sido bautizados, eran judíos conversos.
Los abuelos paternos de Castilla (Segovia), los abuelos maternos de
Andalucía (Sevilla).
La madre de Bartolomé se llamaba Isabel de Sosa y era sevillana. El
padre se llamaba Pedro. Pedro era hermano de los famosos Peñalosa,
cercanos a la Reina Isabel la Católica, quienes participaron activamente en
el primero y segundo viaje de Colón a Las Indias. Los hermanos de Pedro
tienen el apellido del padre; Pedro, no sabemos por qué, toma el apellido de
la madre: De Las Casas.
Cuando Pedro de Las Casas e Isabel de Sosa se casaron fueron a
vivir a la casa de los padres de Isabel, una casa de hacer pan o tahona, al
lado de Guadalquivir, frente al barrio de Triana. Allí mismo nació
Bartolomé de Las Casas, probablemente el 11 de Noviembre de 1484 3.
Cuando Fernando de Aragón e Isabel de Castilla se unen en
matrimonio unifican a casi toda España. Juntos determinan dar la última
batalla a los árabes que se habían adueñado de casi toda España y después
de ochos siglos de peleas se habían asentado en Andalucía, con Granada
como capital y la Alhambra como palacio.
El dos de Enero de 1492 cae Granada, último bastión árabe. España
se unifica como pueblo alrededor de unos Reyes Católicos y de una fe. Los
judíos, aunque no eran árabes, estaban también sobrando dentro de un país
identificado en una única fe. La familia de Bartolomé de Las Casas, por ser
de descendencia judía, a pesar de que su familia es cristiana católica desde
cuando sus abuelos se convirtieron, sin duda, vivió y padeció el conflicto
de razas de aquella España unificada 4.
Las riberas del Guadalquivir de la Sevilla de entonces era puerto de
Las Indias. Bartololmé fue testigo de la llegada de Colón después del primer
viaje a Las Indias, cuando el 31 de Marzo de 1493, entró en Sevilla, con
siete indios supervivientes, papagayos de colores, cintos de oro y pedrería y
una bola de latex de hevea... Presenció la organización del segundo viaje:
diecisiete barcos bien pertrechados, desfiles y adioses de soldados, oficiales,
funcionarios, hidalgos, escuderos y misioneros... Entre los expedicionarios
iba también su padre y tres tíos...
Estudió las primeras letras en la escuela catedralicia de San Miguel
de Sevilla y cursó humanidades en la academia sevillana; aprendió el latín y
consiguió el título de bachiller en artes. Posiblemente, siendo aún muy
joven, intervino como soldado en el primer levantamiento de los moros
granadinos, sometidos en 1492.
Le gustaba Sevilla, el delicioso clima de Abril y sus fiestas 5, la
esbelta altura de la Giralda, la belleza de la Huerta del Rey, las sardinas
obunenses, las hogazas de Alcalá y Utrera6 .
Con pocas posibilidades en España por ser de origen judío y de
escasos recursos, Las Indias se le presentaban como una salida honrosa y
desde entonces Las Indias comienzan a ocupar un espacio de sus sueños
adolescentes (Galmes p. 21)
Bartolomé de Las Casas era entonces un español medio, nada
sobresaliente ni por familia ni por educación; bien dispuesto, por lo mismo,
como tantos otros contemporáneos, para la aventura del viaje a las Indias,
recientemente descubiertas (Losada, p.27). Se escapaba siempre que podía
a las riberas del Guadalquivir y pasaba muchos ratos con los marineros de
Triana, en el puerto de Muelas, en espera de noticias de su padre.
A finales de 1498 llegaron cinco navíos que habían salido de Santo
Domingo el 18 de Octubre, cargados de esclavos. El padre de Bartolomé
regresaba con fortuna y con regalos. A Bartolomé le regaló un indio que
Colón había dado a Pedro de Las Casas. A Bartolomé le agradó el regalo y
disfrutó de su compañía... Hasta que la Reina Isabel, en el intento de frenar
la política esclavista de Colón, intervino en defensa de sus vasallos y puso
las cosas en orden: ¿Quién dio licencia a Colón para repartir mis vasallos
con nadie?. Y el 20 de Junio del 1500 ordenó que los indios llevados a
España fueran devueltos a la Indias
Para devolver a los indios y poner orden en Las Indias, donde la
familia de Colón pretendía demasiados beneficios e impulsaba tendencias
esclavistas 7, los reyes Católicos envían a Francisco de Bobadilla como
visitador, gobernador e investigador judicial. Con Bobadilla regresan los 21
indios supervivientes.
Pero, cuando Bobadilla toma postura contra Colón y los intereses de
la familia, la situación empeora y los Reyes Católicos deciden enviar a Fray
Nicolás de Ovando como Gobernador y Justicia Mayor de Indias. El padre
de Bartolomé, a quien la fortuna llevada de Las Indias le había durado
poco, decide retornar y traerse consigo a su hijo pequeño.
Bartolomé de Las Casas, posiblemente para lograr en Las Indias
mayores ventajas, aprovechando que es bachiller y sabe latín, recibe las
órdenes menores, al final de 1501, se hace clérigo doctrinero, y se embarca
el 13 de Febrero de 1502, como ayudante de predicador y, a la vez, como
colono 8
La unión entre la empresa de una conquista y colonización con la
espada y el anuncio de la buena noticia del Evangelio con la cruz, no es sólo
contradicción de una época de nuestra historia, es drama personal profundo
de Bartolomé de Las Casas, quien encarna al mismo tiempo al conquistador-
colono-encomendero y al evangelizador. En una mano llevaba la espada y
en otra la cruz. Bartolomé vive en sí mismo la contradicción de un mundo.
Tal vez esta vivencia tan profunda, explique la radicalidad de su
conversión y de su aversión y lucha contra la encomienda como símbolo de
opresión del indio. Vivencia personalmente vivida en carne propia que
diferencia a Bartolomé de Las Casas de otros insignes defensores de indios
como Antonio Montesinos, Pedro de Córdoba, Juan de Zumárraga o el Tata
Vasco, que también se levantaron contra los colonos y encomenderos
españoles de Indias y propiciaron experiencias pacíficas de evangelización y
de organización indígena. Bartolomé se levanta contra sí mismo e invita a
que los demás le sigan.
Era un día de los últimos meses del año 1518. El Obispo Fonseca y
Bartolomé están totalmente enfrentados. La reunión entre ambos había
tenido mucho calor y apasionamiento. Bartolomé, conversaba con un grupo
de personalidades de la corte andariega de Carlos I, en ese momento
detenida en Zaragoza y en camino hacia Barcelona. Bartolomé está
hablando de la necesidad de ejecutar en Costa de Perlas el proyecto de
evangelización pacífica que le ha propuesto Pedro de Córdoba. Sin
conquistadores ni encomenderos españoles que han llenado a Las Indias de
destrucción. El Obispo Fonseca le escucha y le dice lleno de ira: «Pues vos
estabais en las mismas tiranías y pecados». A lo que replica el clérigo: «Si
yo los imité o seguí en aquellas maldades, haga vuestra señoría que me
sigan ellos a mí en salir de los robos y homicidios y crueldades en que
perseveran y cada día hacen»
Capítulo Segundo
VEGA REAL
Bartolomé de Las Casas llega a Santo Domingo el 15 de Abril.
Viene en una expedición que, según recordará él mismo años más tarde,
debía establecer la autoridad y justicia entre los moradores, corregir los
abusos anteriores, tratar que los indígenas fuesen libres y no sometidos a
servidumbre. Ese era el mandato de Isabel y Fernando...
Pero las cosas no serían fáciles. Los españoles necesitaban a los
indios para sus haciendas y para el trabajo en las minas. Los indios se
negaron a ello, con razón. Los Reyes Católicos, sobre todo la reina Isabel
que al principio se opusieron a todo tipo de oprobio contra el indio,
cambian su primera decisión y permiten, en favor de los españoles de
Indias, que los indios sean obligados a trabajar, si bien recibiendo su salario.
La captura de los indios huidizos y el consiguiente repartimiento quedaba
instituido. Los indios repartidos debían ser encomendados a un conquistador
o colono, el encomendero, que pasaba a ser «un titular de los derechos de
la corona, a la que representaba ante su grupo de indios» 9.
El encomendero debía cuidar a los indios y garantizar su formación
cristiana: Surge así la figura de los doctrineros, españoles que se encargaban
de la doctrina cristiana de los indios de una o más encomiendas. Pero los
encomenderos podían aprovecharse del trabajo de los indios, tanto más que
por cada indio tenido a su cuidado, debía pagar un peso anual en oro como
tributo a la Corona.
Una vez puestos en marcha los sistemas de repartimiento y
encomienda no hubo manera alguna de controlarlos. Los abusos se dieron
por todas partes. Los encomenderos, que solo debían aprovecharse del
trabajo del indio en cuanto naboria o tapia o criado, pronto hicieron de los
indios esclavos. Y como las minas fueron menos numerosas y exitosas que
las expectativas creadas, la venta de indios se convirtió en un buen negocio 10.
La expedición de Ovando, según instrucción de los Reyes del 20 de
Marzo de 1503, debía reducir los indios a pueblos regidos por un
administrador español y por un sacerdote (Galmes p. 8). Pero al
desembarcar en Santo Domingo se encuentran con una realidad dolorosa.
Los colonos han encontrado minas de oro y estaban dejando el
trabajo duro del campo. Con la espada era fácil someter a los indígenas
como mano de obra para la explotación de las minas y hacer presa de sus
mujeres. Los indios de Higuey se alzaron...
Ovando impuso medidas de control a los colonos españoles y ahogó
en sangre la rebelión de los indígenas. Bartolomé, quien más tarde
responsabilizará a Ovando de la matanza de los indios antillanos, no
experimenta remordimiento alguno mientras participa en estas correrías y se
aprovecha de la situación. Recibe un repartimiento que le asigna Ponce de
León y consigue otro en Concepción de La Vega, en cuya iglesia de paja
cumple como doctrinero 11.
En el año 1506 viaja a Roma, presencia la fiesta de Las Flautas, se
escandaliza del ambiente de Roma bajo el pontificado de Julio II, el papa
artista y guerrero. Parece ser que durante su estadía en Roma recibe las
órdenes mayores 12.
Regresa de Roma y sigue como presbítero y encomendero. La
contradicción interna se agudiza. En 1509, Nicolás de Ovando es removido
de su cargo por enemistarse con el todopoderoso Obispo primero de
Palencia y luego de Burgos, Juan Rodríguez de Fonseca quien, sin haber
estado nunca en Las Indias, era beneficiario de encomiendas y
repartimientos.
En su cargo fue nombrado Diego Colón, segundo almirante de
Indias, heredero de Cristóbal, gracias a la influencia de su esposa María de
Toledo, sobrina del Duque de Alba. Diego Colón mantuvo con Pedro de Las
Casas y sus hermanos las buenas relaciones que había establecido
anteriormente su padre. Bartolomé recibe un repartimiento de indios, en la
comarca de Ciboa, cerca de Vega Real, en donde ejercía como doctrinero.
En 1510 llegan a La Española (Santo Domingo) los primeros frailes
dominicos 13. Es el mismo año de la primera misa cantada por Bartolomé de
Las Casas.
El grupo de dominicos que llegaron a Santo Domingo estaba
compuesto por personas extraordinarias. Pertenecían al grupo «reformado»,
de la escuela de Salamanca, espiritualmente recios e intelectualmente
consistentes: Antonio Montesinos, Bernardo de Santo Domingo y Pedro de
Córdoba que entró en el equipo como capitán y bate emergente a última
hora, de quien Bartolomé de Las Casas afirma que «salió de esta vida tan
limpio como su madre lo parió» (Badaracco, p. 34). En efecto, Pedro de
Córdoba, con apenas 28 años, con un dolor de cabeza permanente que le
acompañaba siempre como un aguijón, es nombrado Vicario General de la
orden en Las Indias a última hora cuando el anteriormente postulado es
llamado a Roma14.
Bartolomé de Las Casas y Pedro de Córdoba se encuentran en Santo
Domingo. Bartolomé colabora con Pedro en la evangelización de los indios
a ratos, cuando le queda tiempo después de atender a sus oficios de
encomendero. Pero queda impactado por la presencia de los dominicos que
«predicaban más para los españoles que para los indios» (GALMES, p. 30).
El trato de los españoles a los indios era cada vez más inhumano. En
un domingo de Adviento del año 1511 (Bartolomé dice que el cuarto
domingo, Losada, que el primer Domingo), en todas formas, el domingo en
que se leía el texto de Juan Bautista que clama en el desierto pidiendo
conversión, los dominicos preparan juntos el sermón, lo firman y designan
a Antonio de Montesinos para que lo proclame. Invitan al almirante, a los
letrados juristas y españoles encomenderos.
En la Iglesia bohío de Santo Domingo se escuchó la voz recia del
nuevo Juan Bautista, Antonio Montesinos, «aspérrimo en reprender vicios»,
como lo califica Bartolomé de Las Casas:
«Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís
por la crueldad y tiranía que usáis con estas
inocentes gentes. Decid: ¿con qué derecho y con qué
justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre
aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho
tan detestables guerras a estas gentes que estaban
en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas
de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis
consumido? (...) Estos, ¿no son hombres? ¿No
tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a
amarlos como a vosotros mismos?»
La reacción no se hizo esperar. A primeras horas de la tarde la choza
de paja que servía de convento fue invadida por los españoles, buscando al
predicador, pidiendo explicaciones y castigos. Pedro de Córdoba los recibe
como superior. Con humildad y entereza afirma que lo dicho por
Montesinos era sentir de todos, exigencia evangélica a la que se sentían
obligados a proclamar por precepto divino. Se acordó una semana de calma
y que el predicador tuviese una nueva oportunidad al domingo siguiente
para que moderara el lenguaje. El sermón fue igualmente recio y mejor
sustentado con más argumentos. Sólo quedaba a los españoles la violencia
contra los frailes revolucionarios o el recurso al rey.
Escriben al rey y llegan las cartas a la Corte. Según las cartas, los
frailes cuestionan el derecho de los Reyes de Castilla y León al señorío
sobre las tierras descubiertas. Avisan al Provincial de los dominicos y le
urgen a que ponga remedio. El provincial, Fray Alonso de Loaysa, escribe a
Pedro de Córdoba en marzo del 1512: censura el celo del predicador,
insinúa que el sermón tiene inspiración diabólica, señala que tiene una carga
fuerte de rebeldía, les recuerda que la bula de Alejandro VI avala el derecho
de conquista de los españoles, amenaza con la excomunión a los religiosos e
invita a regresar a España a los que sientan escrúpulos a la hora de dar la
absolución a los conquistadores y colonizadores.
Los dominicos se mantienen firmes y deciden negar la absolución a
los españoles que tuvieran a los indios en condiciones injustas. Los
españoles deciden enviar al franciscano Alonso de Espinar a Castilla para
que hable con el Rey Fernando contra los frailes revolucionarios. Los
dominicos deciden enviar, nada menos, que a Antonio Montesinos para
defender su causa y la causa de los indios. Para el primero todo son
facilidades durante la travesía y cuando llega a Castilla. Para el segundo
obstáculos para que se entreviste con el Rey.
Pero Montesinos es valiente y atrevido. Se cuela en el palacio real,
ya que no le dejan atravesar la puerta, y entra en la cámara del Rey sin
permiso y lee el memorial que lleva escrito. El Rey queda impresionado. La
intervención de los dominicos en Santo Domingo no cuestiona la
encomienda, sino el modo injusto de aplicarla. Alonso Espinar se cuadra
con Montesinos.
Un día espera a Espinal a la salida del convento. Le dice que si
piensa que al morirse va a llevar a la otra vida algo más que el sayo lleno
de piojos que carga, le hace ver que está jugando con candela, que está al
servicio de los poderosos y aplastando a los indios. Espinal lo reconoce y
cambia.
El rey convoca la Junta de Burgos y el 27 de Diciembre del 1512 son
promulgadas las Leyes de Burgos, en cuya elaboración participaron
personas de confianza de Montesinos.
Las Leyes de Burgos, sustentadas en el principio del poder absoluto
y despótico del Rey y en la descripción del indio de vicioso, holgazán e
incapaz, justifican la servidumbre cualificada del indio: no se podían
vender, podían tener propiedad, se les debía dar un descanso conveniente en
el trabajo y pagar por el mismo y, a la vez, catequizar; pero tampoco podían
ser completamente libres porque la total libertad los dañaba.
Estas leyes fueron un paso adelante, pero dejaba la puerta abierta a la
arbitrariedad del encomendero.
Pedro de Córdoba también había viajado a España a defenderse
frente a su provincial y apoyar a Montesinos. Al conocer los resultados de la
Junta de Burgos protesta ante el Rey. Fernando el Católico le ordena que
ponga correcciones. Pedro de Córdoba suplica que no se lo ordene. El Rey
convoca la Junta de Valladolid. Las Leyes de Valladolid, promulgadas el 28
de Julio de 1513, mejoran las condiciones de las mujeres y de los niños y
surge, como condición previa para justificar la guerra, la figura del
requerimiento. El sistema de encomiendas queda establecido, aunque
teóricamente mitigado... Pedro, como veremos más adelante, no queda
conforme...
Mientras tanto Bartolomé de Las Casas seguía como cura-
encomendero en Vega Real; trataba bien a los indios, pero estaba ciego ante
la situación del indio y tenía todo lo concerniente a las almas puesto en un
rincón, como él mismo afirma. No estuvo presente en los sermones de
Montesinos, aunque conoció su contenido y presenció la inquietud y
movilización que generó. En 1512 Pedro de Córdoba le negó la absolución a
causa de su condición de encomendero y Bartolomé se desata en un discurso
arrebatado en favor de la encomienda.
El encuentro entre los dos terminó con estas palabras de Pedro de
Córdoba: «Concluid, padre, con que la verdad tuvo siempre muchos
contrarios y la mentira muchas ayudas». Bartolomé siguió con lo suyo, pues
«en cuanto dejar los indios no curó de opinión» ya que trataba bien a sus
indios y era responsable con la formación cristiana de los mismos.
Capítulo Tercero
TRINIDAD
En 1513 se embarca para Cuba con su amigo Diego Velázquez de
Cuéllar, a quien Diego Colón había designado como jefe de la expedición 15. Va como capellán militar y como agente pacificador de indios, pues en
Cuba no había sacerdote alguno. Debía acompañar a los expedicionarios
atendiendo al servicio religioso de los españoles y, en lo posible,
evangelizar indios.
Acompaña a Pánfilo de Narváez con cincuenta flecheros y un
franciscano atrayendo y pacificando indios por Camagüey y Bayamo y
recibe en recompensa un buen repartimiento de indios en una heredad cerca
del puerto de Xagua.
La presencia de Bartolomé durante las campañas de Cuba suaviza las
crueldades de la guerra y, ayudado por algunos soldados e indios catequiza
y administra el bautismo a los niños. En la terrible matanza de Caonao,
experimenta su inutilidad para frenarla y paladea el sinsentido de la misma.
Velázquez prosigue en la búsqueda de minas de oro, hasta que las
encuentra. Funda una ciudad que llama Trinidad y reparte indios a los
encomenderos. Bartolomé, debido a su rango, recibe un buen lote.
En este asentamiento profundiza la amistad con Pedro Rentería, ya
socio en la encomienda de Xagua, en Santo Domingo. Rentería es un
hombre piadoso y se encarga de rezar mientras Bartolomé hace producir el
negocio, explota las minas de oro, extiende la agricultura, trata con los
indios y exporta los productos a Jamaica. Ni la visita de tres frailes
dominicos en los inicios de 1514 le apartan a Bartolomé de la dedicación a
los negocios.
Un día del tiempo de Pascua, ya cercana la fiesta de Pentecostés, al
preparar el sermón para los soldados de Velázquez, leyó en el libro del
Eclesiástico un texto que lo derribó del caballo, como a Pablo de Tarso.
«Sacrificios de posesiones injustas son impuros y
no son aceptados los dones de los inicuos; el
Altísimo no acepta las ofrendas de los impíos ni por
sus muchos sacrificios les perdona el pecado. Es
sacrificar un hijo delante de su padre quitar a los
pobres para ofrecer sacrificio. El pan de la
limosna es vida del pobre; el que se lo niega es
homicida. Mata a su prójimo quien le quita el
sustento; quien no paga el justo salario derrama
sangre» (Eclo.34,21-27)
La Palabra le golpea y aturde. Como un rayo quemó en su mano la
espada de conquistador y colono y lo derrumbó de su caballo de
encomendero. Se quedó sólo con la cruz y mirándola escuchó de manera
inefable los ecos de las palabras que el Señor Resucitado dirigió a Pablo de
Tarso: Yo soy Cristo a quien tú persigues. Más tarde, en un arranque
místico, la inefabilidad de aquel momento encuentra cauces en su
pensamiento y se articula como voz 16.
Durante días estuvo bajo los golpes y aturdimiento de aquella luz
relampagueante que le quitó las escamas de los ojos hasta que quedó
convencido de «ser injusto y tiránico todo cuanto cerca de los indios en
estas Indias se cometía». Y convencido se «determinó de predicallo».
Y así lo hizo ante los soldados que lo esperaban para la fiesta de
Pentecostés en la ciudad recién creada que llevaba el nombre, precisamente,
de Espíritu Santo. Cundió el estupor entre todos y no creían lo que oían
porque Bartolomé era encomendero con indios repartidos a su servicio.
Para poder condenar los repartimientos o encomiendas como
injusticias decidió devolver a los indios a Diego de Velázquez. Para cumplir
bien con todo, esperó que su socio y amigo Rentería regresara de Jamaica, le
participó su decisión - lo que alegró a Rentería - y entregó los indios
pidiendo a Velázquez un certificado de buena conducta.
El día de la Asunción, 15 de agosto, hizo pública su decisión, pidió
la liberación de los nativos y la restitución de lo robado. Rentería le dio el
dinero que traía de los negocios de Jamaica para que Bartolomé se
presentase ante el Rey de Castilla para informarle de los males de sus
vasallos de Indias y pedir soluciones eficaces.
Antes de salir de Cuba visita a los frailes dominicos que
anteriormente habían ido a hablar con él. Le recomiendan que antes de ir
donde el Rey vaya a Santo Domingo pero que esconda el motivo de su viaje
porque no era prudente si quería llegar al rey que se conociesen sus
verdaderas intenciones. La excusa: estudios en París. Le acompañan dos
dominicos para dar fe de su conversión ante su superior en Santo Domingo.
Pero al llegar a Santo Domingo se encuentra con que un oidor, recién
llegado de Sevilla, está repartiendo indios. Bartolomé no se aguanta y
predica contra el repartimiento con la fuerza propia de su temple aumentada
por la urgencia de un neoconverso. Los verdaderos motivos de su viaje
quedan al descubierto.
Ya no habrá prudencias que lo atajen ni detengan...
Desde arriba quisieron contemplarte
(desde su altura) los conquistadores,
apoyándose como sombras de piedra
sobre sus espadones, abrumando
con sus sarcásticos escupos
las tierras de tu iniciativa,
diciendo: ¨Ahí va el agitador¨,
mintiendo: ¨Lo pagaron
los extranjeros¨,
¨No tiene patria¨. ¨Traiciona¨,
pero tu prédica no era
frágil minuto, peregrina
pauta, reloj del pasajero.
Tu madera era bosque combatido,
hierro en su cepa natural, oculto
a toda luz por la tierra florida,
y más aún era más hondo:
en la unidad del tiempo, en el transcurso
de la vida, era tu mano adelantada
estrella zodiacal, signo del pueblo.
Hoy a esta casa, Padre, entra conmigo.
Te mostraré las cartas, el tormento
de mi pueblo, del hombre perseguido.
Te mostraré los antiguos dolores.
(Neruda P., Canto General, IV, II)
SEGUNDA PARTE:
EL AGITADOR PAGADO POR
EXTRANJEROS
Capítulo Cuarto
PEDRO Y BARTOLOME
Cuando Saulo de Tarso, el perseguidor de los cristianos, es
derrumbado del caballo, Ananías escucha una voz: «Anda a la calle
llamada Recta y pregunta en la casa de Judas por un hombre llamado Saulo,
de Tarso, que está orando...». Ananías se resiste pues ha escuchado de los
males que ese hombre ha causado... Pero la voz insiste: «Anda, pues este
hombre me será un instrumento valioso...» (He. 9, 3ss). Y entonces Ananías
y Saulo hablan y entonces el aturdimiento de la luz se hace claridad.
Como Saulo, Bartolomé necesita hablar con un Ananías... Nadie mejor que
Pedro de Córdoba.
Era Pedro de Córdoba, en ese momento, el superior de los dominicos
en Santo Domingo. Cuando llegó Bartolomé de Las Casas a Santo
Domingo, Pedro de Córdoba estaba rezando en altamar, casi resignado a
morir bajo la tormenta... Casi por milagro logra retornar a puerto.
Pedro y Bartolomé se encuentran una vez más. Un diálogo largo
durante años aplazado. El encuentro anterior había sido un choque de
fuerzas contrarias. El de hoy es un diálogo largo, durante años aplazado.
Diálogo donde se habla del desencanto de uno y de la confianza del
otro ante el rey, de nuevos proyectos de evangelización lejos de los
españoles; diálogo transido de ironía por parte de Pedro al recordar que el
cura encomendero y colonizador se ha convertido en un tenaz converso.
Diálogo donde la confidencia nace espontánea y se comparten lo sueños
para hacerlos proyectos.
Pedro le cuenta a Bartolomé que las intrigas de la corte durante la
discusión y elaboración de las Leyes de Valladolid le llevaron al
convencimiento de que era imposible predicar el Evangelio en tierras donde
los españoles cometían tantos desmanes. Dice a Bartolomé que incluso
antes de su promulgación, previendo los resultados de las mismas, había
pedido permiso al Rey para ir con frailes de su orden a Tierra Firme, en
concreto, a las tierras de «Paria y por allí abajo, donde españoles no
tractaban ni había».
Le dice, emocionado, que el Rey había dado el permiso y ordenado a
los oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla, en cédulas reales del 10
de Junio del año 1513, que le ayudaran a él y a sus frailes a regresar a La
Española (Santo Domingo) y a pasar de La Española a Tierra Firme.
Comenta Pedro de Córdoba que en Santo Domingo cumplieron de buena
gana con el mandato del Rey pues así se deshacían de la molestia que él
producía entre los españoles... Tantas ganas tendrían de perderlo de vista
que no regatearon el costo que, sin duda, llegó hasta más de 400.000,00
maravedíes (Badaracco, p. 45).
Le habla de las precauciones tomadas. Mientras preparaba en Santo
Domingo la gran expedición, había enviado una avanzada de dos dominicos
para inspeccionar las tierras y, en base a sus informaciones, decidir dónde
llegar 17. Había instruido bien a los religiosos: llevaban la orden de
explorar, asentarse, fundar una escuela, hacer amistad con los nativos y
después de un tiempo informar...
Los indios los recibieron con alegría, les dieron de comer,
hospedaje... Meses después llegaron unos piratas a «resgatar perlas» y se
encuentran con los dos misioneros y los indios viviendo en sana y afectuosa
convivencia. Los piratas se aprovecharon de estas circunstancias, se
hospedaron y celebraron fiestas, se proveyeron de comida... Y zarparon
llevándose, bajo engaño, al cacique Don Alonso con su mujer y diecisiete
nativos más. Los indios secuestran a los frailes y les dan cuatro lunas
(meses) de plazo para que gestionen el regreso del cacique y los demás
nativos raptados. Pedro de Córdoba y Francisco Montesinos mueven mar y
tierra en Santo Domingo... Pasan las cuatro lunas y los nativos no regresan y
matan a Juan Garcés, primero, y Francisco de Córdoba, después 18.
Pedro de Córdoba sigue contando que acaba de salvarse de una
tormenta en el mar, que está reponiéndose del susto y del cansancio.
Después de que supo de la muerte de sus frailes de avanzada, una vez
concluidos los preparativos de la expedición, había decidido ir él mismo con
otros frailes de su orden y un grupo de franciscanos llegados de Picardía, a
evangelizar a los indios de Tierra Firme. Una tormenta en alta mar le
impidió cumplir su propósito.
Bartolomé le escucha con atención. Pedro le había hablado de sus
ilusiones y desencantos, de sus proyectos y fracasos.
Después habla Bartolomé y escucha Pedro. Bartolomé le dice que no
se desanime, que intente de nuevo, que a la tercera va la vencida. Le cuenta
la travesía de su camino de Damasco..., desde su salida de Santo Domingo
hasta su regreso; le dice que regresa arrepentido como el hijo pródigo; le
dice que ahora sí puede recibir la absolución antes negada... Le habla
también de la necesidad urgente que tiene, que no le deja vivir tranquilo si
no la cumple, de ir ante el Rey a protestar por el maltrato que reciben los
indios y a pedir que la encomienda y el repartimiento sean eliminados, no
sólo mitigados con leyes, pues una y otro son malos de raíz.
Pedro le advierte de las dificultades, le dice que el Rey es bueno,
pero que está viejo y muy influenciado por Juan Rodríguez de Fonseca, el
Obispo de Burgos y consejero del Rey, y por Lope Conchillos, comendador
de Monreal, secretario del Rey. Uno y otro, con repartimientos y beneficios
en Las Indias, sin haber salido de España. Le dice Pedro: «Padre, vos no
perderéis vuestros trabajos porque Dios tendrá cuenta de ellos, pero sed
cierto que, mientras el rey viviere, no habéis de hacer cerca de lo que
deseáis y deseamos nada».
Pedro de Córdoba le da cartas de presentación para el Padre Deza,
dominico, arzobispo de Sevilla y amigo del Rey Fernando y le propone que
le acompañe Antonio Montesinos.
En Septiembre del 1515, Bartolomé de Las Casas y Antonio
Montesinos salen para España. En Octubre llegan Bartolomé y Antonio a
Sevilla. Montesinos con un compañero se va al monasterio de la orden.
Bartolomé a su casa de Sevilla.
Capítulo Quinto
LAS CORTES DE CASTILLA Y LEON
Con la influencia de Montesinos, la carta al Arzobispo de Sevilla y la
intervención del confesor del Rey, Fray Tomás de Matienzo, Bartolomé
puede abordar al Rey, quien se dirigía a Sevilla, tierra buena para ancianos,
escapando del rigor del invierno castellano. El encuentro se da en Plasencia,
el 23 de Diciembre. Un encuentro de poca trascendencia. Bartolomé le
expone el motivo y el Rey le dice que lo hablarían después de Navidad.
Mientras tanto Diego de Velázquez desde Cuba, a través del tesorero
Pasamonte, informa a Conchillos. Bartolomé advierte la trampa y acude al
confesor Matienzo, quien le dice que hablará sobre ello con el Rey, pero le
aconseja que hable en privado con Fonseca y Conchillos porque el caso
pasará a sus manos, aún cuando Bartolomé hable con el Rey. Conchilos
trata de sobornarle ofreciéndole dignidades eclesiásticas; Fonseca es
insensible a los planteamientos. Bartolomé no aguanta la insensibilidad del
obispo de Burgos y se sale de la sala de la reunión. Toda la esperanza queda
cifrada en la entrevista con el Rey...
Pero el Rey Fernando, anciano y achacoso, muere el 25 de Enero del
1516. Es entonces cuando Bartolomé decide ir a Flandes, donde se halla el
príncipe heredero, el joven Carlos Quinto de Alemania y Primero de
España.
En Madrid, a la muerte de Fernando el Católico, y mientras llega el
Emperador Carlos, queda como regente el cardenal Cisneros. A su lado está,
como embajador del Emperador, Adriano de Utrecht, deán de San Pablo de
Lovaina, entonces, y, más tarde, papa. Los dos escuchan a Bartolomé y
entienden que el problema de Indias necesita una urgente intervención.
Cisneros destituye a Fonseca y Conchillos, incauta los tesoros de la
Casa de Contratación de Sevilla y nombra una comisión para que redacte un
plan para la reformulación de las Indias. En la comisión están Montesinos y
Las Casas. Según ese plan desaparecería le encomienda; indios y españoles,
todos labradores, se agruparían en comunidades en las que por mestizaje y
colonización agrícola, desaparecerían las diferencias..., hasta el surgimiento
de una nueva república fundamentada en la igualdad, la justicia y la paz.
Comienza a esbozarse la utopía lascasiana.
Pero Las Casas sabe que este plan será imposible si de su aplicación
no se encargan personas incorruptibles y competentes. Cisneros tiene la
solución: los frailes jerónimos, ecuánimes y equilibrados, con fama de
buenos administradores en Castilla, entrenados en explotaciones agrícolas y
ganaderas y, por tanto, en condiciones de convertir en realidad el sueño
lascasiano de transformar en colonias agrícolas las explotaciones mineras de
Las Indias.
El 16 de septiembre del 1516 con cédula real Cisneros y Adriano
completan la misión reformadora de los jerónimos, comisionando a
Bartolomé de Las Casas como asesor de la acción de los jerónimos e
informador ante ellos sobre lo que se hace y es conveniente hacer en Las
Indias. Al día siguiente le nombran «Clérigo procurador de los Indios».
Como evaluador y contralor de la obra es nombrado el juez Alonso de
Zuazo.
Comienzan las dificultades. Los españoles de Indias, asustados por
la dimensión de la reforma de Las Casas, a través de sus procuradores en
España, entre ellos el Dr. Carvajal y el Lic. Zapata, asesores de los regentes
para las cuestiones de Indias, comienzan las maniobras. Denigran y
calumnian a Bartolomé, influyen en los frailes jerónimos destinados a las
Indias de tal modo que los jerónimos llegan a convencerse de que los
oprimidos en Las Indias son los propios españoles colonizadores y
encomenderos.
Bartolomé presiente las dificultades y acude al cardenal Cisneros.
Le dice que los jerónimos se han mostrado parciales en favor de los seglares
que han destruido a aquellas gentes de las Indias. El Cardenal le dice:
«¿Pues de quién lo hemos de fiar?. Allá vais, mirad por todo».
Salen de Sevilla el 11 de Noviembre, en naves separadas, pues los
jerónimos no quisieron que Bartolomé se embarcara con ellos. Llegaron a
San Juan en la víspera de la Navidad del 1516. Allí se detuvo la nave de
Fray Bartolomé, la Trinidad, mientras la nave San Juan, donde viajaban los
jerónimos, proseguía viaje a Santo Domingo.
Los jerónimos fueron bien recibidos y adulados por los españoles,
quienes les tuvieron bien alejados del mundo conflictivo que pregonaba en
España Bartolomé de Las Casas, y trataron de convencerles sobre la
necesidad que tenían del trabajo de los indios por el bien de las haciendas de
ellos y de los mismos indios a causa de su incapacidad para mantenerse por
sí mismos (Galmes, p. 52).
Trece días más tarde llega Bartolomé de Las Casas y los urge a que
cumplan el mandato recibido. Las relaciones entre los jerónimos y
Bartolomé se hacen tensas. Unos y otro ven las Indias desde perspectivas
opuestas y desde intereses y causas distintas. La perspectiva e intereses de
los españoles, los jerónimos; la perspectiva e intereses de los indígenas,
Bartolomé. La cuerda está tensa, a punto de romperse, y el vaso colmado,
a punto de rebasarse. Faltaba la ocasión. Y la ocasión llegó pronto.
Juan Bono perpetró una matanza de indios lucayos, acusándolos de
caribes. Bartolomé le apostrofó con dureza, los jerónimos se desentendieron
del asunto aludiendo a que su misión se concentraba en el problema de las
encomiendas. La exasperación de Bartolomé llegó al colmo. Además, cada
día eran más los colonos españoles enemigos de Bartolomé. Los dominicos
temen por la vida de Las Casas y lo recluyen en su convento de paja y
cañas.
En Abril del 1517 llega a Santo Domingo el supervisor y contralor
Alonso Zuazo. Bartolomé de Las Casas pone ante él la acusación contra los
jueces de la isla como encubridores de la matanza. La acusación, aunque no
directamente contra ellos, dejaba muy mal parados a los jerónimos. Se piden
informes a los franciscanos y dominicos. Los primeros no se comprometen
en el informe, mientras que los segundos encargan a Fray Bernardo de Santo
Domingo de que redacte un documento que firmarán el prior y los frailes
dominicos más cualificados.
El informe pone en evidencia los inconvenientes del sistema de
encomiendas y las rechazan como gravemente pecaminosas, recalca la
crueldad de muchos españoles, cita matanzas llevadas a cabo, insiste en la
insuficienca de las leyes existentes, condena el trabajo de las minas y alude
al grave problema de conciencia que se presentaba a los frailes en el
confesionario (Galmes, p.55).
Bartolomé se plantea regresar a Castilla pues está consciente de que
sus cartas al Cardenal Cisneros eran interceptadas. Los jerónimos acuden a
Alonso Zuazo para que intervenga y no deje que Bartolomé haga el viaje:
«es una candela que todo lo encenderá».
Mientras las cartas de Bartolomé eran interceptadas, las cartas de los
jerónimos habían llegado al Cardenal Cisneros. Los jerónimos le habían
informado desde su perspectiva y óptica. En consecuencia, el cardenal
estaba malinformado.
Bartolomé sale para España el 7 de Junio del 1517, con cartas de
recomendación firmadas; una por dominicos y franciscanos y otra por
Pedro de Córdoba, que ya había regresado de la tercera misión fundante en
Cumaná. Cisneros firmaba en Madrid, el 22 de Julio del mismo año, una
carta. En ella ratifica su fe en los jerónimos, amenaza a los dominicos con
cárcel si siguen protestando y dificultando la acción de los jerónimos,
asegura que no daría ningún crédito al clérigo Bartolomé y pide que le
suspendan el salario adjudicado como protector de indios y lo embarquen
definitivamente para Castilla. Bartolomé y la carta del cardenal se cruzaron
en el mar.
Bartolomé de Las Casas, en Aranda, se entera de su sustitución. Aún
así Bartolomé decide entrevistarse con el cardenal Cisneros, viejo ya y
enfermo. Entrevista breve. Cisneros lee las cartas de recomendación, pero
tiene que defender a los jerónimos y ratificar la destitución de Bartolomé
por razón de estado: proteger a sus representantes gubernamentales en las
Indias.
Bartolomé entiende que la decisión del Cardenal puede ser
cambiada. De hecho el príncipe Carlos está en camino, rodeado de gente
nueva. Además el cardenal regente ha perdido el favor del nuevo rey, a
quien espera sólo para entregarle cuenta de la regencia. El cardenal muere
el 8 de noviembre sin encontrarse con el Rey. Bartolomé estaba ya desde
Agosto en Valladolid, para encontrarse con el rey y la corte flamenca que le
acompaña.
Los jerónimos habían mandado a Bernardino de Manzanedo para
defender su gestión. El joven rey Carlos debía entrevistarse con Bartolomé y
Bernardino: dos enfoques contradictorios de entender la política indiana de
España.
Carlos de Gante, Carlos Quinto de Alemania y Primero de España,
educado en Flandes, llega a España el 13 de Noviembre del 1517 y se
aposenta en Valladolid dos meses más tarde. Viene bien rodeado de
flamencos y franceses: Guillermo de Croy, como mariscal de corte, hombre
tan influyente ante Carlos que le valió el título de alter rex (el otro rey);
Juan de Sauvage, como canciller, Mercurino Gattinara y Monsieur de
Chaulx.
Bartolomé tuvo tiempo para prepararse para la entrevista. En el
colegio dominico de San Gregorio estudió los temas jurídicos referentes a
las Indias 19; en conversaciones con miembros del Consejo de Castilla
detectó los posibles puntos problemáticos de discusión; consultó con
teólogos de Salamanca sobre la posibilidad de declarar heréticos a quienes
afirmasen que los indios son incapaces de recibir la fe; con Fray Reginaldo
Montesinos, hermano de Antonio, preparó un memorial para Carlos I de
España. Bartolomé leyó el memorial el día 11 de Diciembre de 1517 ante
el pleno de Consejo de Indias. El memorial fue rechazado por los españoles
de la Corte con intereses en Las Indias. Esta lectura previa fue termómetro
que le permitió calibrar el clima de los cortesanos españoles. Debía llegar
al Rey sin pasar por el grupo de españoles que de tal modo habían
rechazado el memorial. El único camino era el acercamiento a los
cortesanos que llegaron con el Rey. Y comienza la maniobra.
Fray Reginaldo y los franciscanos de Picardía le abren el camino
hacia el canciller; una carta desde Santo Domingo, firmada por 14 frailes,
entre ellos Pedro de Córdoba, le presentan ante Guillermo de Croy, como
portavoz autorizado. En esta carta los frailes dicen que los españoles de
Indias son licenciosos, ganosos de dinero, capaces de matar sólo para
probar sus espadas... Dada la tendencia antiespañola de la corte flamenca
que rodeaba a Carlos I de España y V de Alemania, escuchar a Bartolomé
de Las Casas debía resultar interesante...
Y Bartolomé de Las Casas tiene su oportunidad. Lee el memorial y
lo defiende: hay que defender los intereses del Rey contra la codicia de los
españoles de Indias... Muy bien sabía él que, al defender los intereses del
Rey, protege los intereses de los indios. El talante de beligerancia
antiespañola con que presenta el memorial, le acerca a los flamencos. El
prestigio de Bartolomé crece ante los ojos flamencos, quienes vivían en
España con la certeza de ser malqueridos y con la sospecha eterna de ser
engañados. De ahora en adelante, Bartolomé, el ‘antiespañol’, será para
ellos garantía de verdad en la cuestión de Indias.
Y de hecho comenzó a notarse de manera eficaz la influencia de Las
Casas. Los asuntos de los intereses de los españoles se demoraban o no
prosperaban... Los interesados presionan al Rey urgiéndole que se interese
personalmente en los asuntos de Indias. Pero el Rey los remitía al canciller
y éste consultaba a Bartolomé... Y de nuevo comenzaba el círculo.
Sólo se aligeraba lo que a los indios interesaba o lo que de alguna
forma pasase por debajo de la mesa. El Obispo de Burgos, Fonseca, y el
secretario, Conchillos, volvieron a actuar introduciendo disimuladamente,
entre otros papeles para la firma del canciller, algunos asuntos de Indias que
favorecían a sus amigos indianos, entre ellos a Diego Velázquez, de Cuba.
Pero Bartolomé de Las Casas no es antiespañol 20. Es un hombre que
desde su conversión ha hecho de la causa de los indios su propia causa. Será
antiespañol, si la causa de los indios lo exigen, y será también
antiflamenco. Ya había demostrado lo primero. Pronto le tocó demostrar lo
segundo.
El almirante de Flandes, instigado por españoles, pide al rey las
tierras de Yucatán para conquistarlas y poblarlas con flamencos y la
Gobernación de Cuba para apoyarse desde ella en la conquista... Cuando
Bartolomé supo que el Rey y Guillermo de Croy habían dado el visto bueno
a las solicitud hecha por el Almirante de Flandes, para defender la tierra y la
vida de los indígenas, comunica a los herederos de Colón la decisión real y
les insta a que protesten basándose en sus derechos de descubridores. Los
herederos lo hacen y la concesión se paraliza. Esta acción lo engrandece a
los ojos de Sauvage y del Rey. Bartolomé de Las Casas juega bien. La
defensa de la corona contra los indianos, sean españoles o flamencos, es
defensa de los indios.
En este momento, en el que el crédito de Bartolomé de Las Casas
ante el rey está en la cúspide, sucede un acontecimiento del que Bartololmé
de Las Casas siempre se lamentaría. El inicio del mercado de esclavos
negros.
Los españoles indianos sienten sobre sus espaldas el peso de la
negación de la absolución por parte de los confesores dominicos de Santo
Domingo. Piden licencia al rey para traer a Las Indias una docena de
esclavos negros con lo cual resolverían el problema: mano de obra para sus
haciendas y libertad a los indios con la consecuente absolución de sus
conciencias. Consultado Bartolomé de Las Casas por el Rey, dio su
consentimiento 21. Le preguntaron sobre el número de negros necesarios y
dijo que no sabía cuántos.
La Casa de Contratación de Sevilla hizo el sondeo y respondió que
con cuatro mil negros era suficiente para surtir de mano de obra esclava
negra a las cuatro islas de Santo Domingo, San Juan, Cuba y Jamaica. El
flamenco Lorenzo Gorrevod, avisado por algunos españoles, solicitó al rey
la licencia para mercadear los negros. Pero, una vez obtenida, se la vendió a
los mercaderes genoveses y la licencia se convirtió en un indigno mercado
de negros.
El Rey, después del conocimiento que ha tenido de Bartolomé y de
su rectitud, sabe que el clérigo es un buen defensor de los intereses de la
corona. Por eso pide al Canciller Sauvage y a Las Casas que redacten un
plan de reforma para remediar los males de Indias. En 1517 el Rey Carlos se
pone en camino hacia Aragón para tomar posesión del reino y reunir cortes.
Le acompaña el séquito. Entre ellos Bartolomé de Las Casas. En Aranda
comienza el estudio de la propuesta de Bartolomé: el envío de una
población de pacíficos labradores para evitar las muertes masivas de indios.
El enfrentamiento entre el Obispo Fonseca y Bartolomé se presenta
de nuevo. Las conversaciones se paran sin llegar a acuerdo, primero por
enfermdad de Bartolomé, después por enfermedad de Fonseca, por último,
por la muerte del Canciller. Era el mes de Junio de 1518. Fonseca,
favorecido por el alter rex, vuelve a acupar el primer puesto como asesor
real en asunto de Indias 22.
En el nuevo consejo se decide lo que el Obispo Fonseca
dictaminaba. Bartolomé «quedó de todo favor destituido», sin acceso al
Consejo. Llega en ese momento el enviado de los jerónimos, Fray
Manzanedo. Pero Cisneros, el protector de los jerónimos, había muerto.
El Obispo Fonseca había sido contrario a la política del Cardenal
Cisneros. Sus intereses en Las Indias habían sido perjudicados por la
intervneción de los Jerónimos y del juez Zuazo. La llegada del emisario
Manzanedo le da ocasión para desquitarse. Destituye a los jerónimos y
persigue a Zuazo. Nombra un nuevo visitador, adicto a sus intereses:
Rodrigo de Figueroa.
De ahora en adelante en Las Indias no se aplicarán ni las medidas
radicales de Bartolomé ni las medidas suavizantes de los jerónimos, sino
las del Obispo Fonseca. Bartolomé de Las Casas quiere regresar a Las
Indias para suavizar las medidas que trae Rodrigo por instrucción del
Obispo de Burgos. Pero Fonseca se lo impide.
Varios acontecimentos van a ayudar a que Las Casas pueda de nuevo
recuperar el favor del que había sido destituido.
El 10 de Octubre de 1518 es nombrado Canciller Grattinara. Fue
una decisión real para controlar la tendencia profrancesa del Mariscal
Guillermo de Croy. Adriano de Utrech, ahora cardenal de Tortosa y después
Papa, influyó sobre Grattinara para que inclinara su oído a las propuestas de
Bartolomé.
Las intrigas alrededor del Rey fueron una rendija por las que se coló
Bartolomé de Las Casas. La división en la corte que acompaña al rey se va
haciendo cada día más fuerte. Con Grattinara había venido el Señor de
Chaulx. Uno y otro antifranceses y, consecuentemente, cada día en mayor
oposición al jefe de la fracción profrancesa, Guillermo de Croy. Un sobrino
de Chaulx propició el acercamiento entre Bartolomé y Chaulx. Este
prometió a Bartolomé su colaboración y la del grupo flamenco.
Una intervención en favor de los indios de Trinidad le devolvió a
Bartolomé la fama de conocedor de Indias. Bartolomé desmintió ante el
Consejo la acusación de caníbales que un grupo de españoles hacían a los
indios de Trinidad. La acusación tenía como finalidad la justificación de la
guerra y de la reducción. Negó tal afirmación con tal fuerza que el Consejo
decide enviar al visitador Rodrigo Figueroa para que investigue en el sitio.
Rodrigo da razón a Bartolomé: son indios «muy modestos y ajenos a
aquellos males».
Pedro de Córdoba, el vicario de los dominicos, quien ya había
fundado Cumaná como experiencia de evangelización pacífica, denuncia
desde Santo Domingo la ineficacia de la gestión de los jerónimos. Insiste
ante Bartolomé que que solicite ante el Rey la concesión de cien leguas en
Tierra Firme, incluida Cumaná, para que allí no entren los españoles, salvo
domincios y franciscanos...
Esta carta es el resorte que mueve las fibras íntimas de Bartolomé de
Las Casas, ya desanimado ante tantos obstáculos. Su primer impulso es el
ataque directo al obispo de Burgos... Pero luego cambia de estrategia.
Habla primero con el obispo Fonseca. Cruce de espadas y
relampagueo de chispas en el choque de los aceros de intereses encontrados.
El obispo se opone a la propuesta de Pedro de Córdoba, completada por Las
Casas, con los labradores castellanos. Pero la parte flamenca de la corte se
inclina a favor de Bartolomé.
Consigue cartas de recomendación y recorre Castilla entera
buscando labradores; los reúne en los templos y los encandila con la
fertilidad de las Indias y las riquezas de una tierra que llamaba Costa de
Perlas; los ilusiona con la posesión de una tierra para trabajar que en
España no tenían, una tierra libre y real, una tierra bienaventiurada.
Reclutados los labradores va a Zaragoza a dar cuenta al rey, pero el Rey
había salido para Barcelona y, entonces informa al Obispo y al Cardenal
Adriano.
El 15 de Febrero del 1519 el Rey llega a Barcelona. Ya los
jerónimos habían decidido vender la hacienda real en Santo Domingo.
Bartolomé pensaba que en las Indias, los labradores castellanos podrían
mantenerse con el trabajo y los beneficios de dicha hacienda durante el
primer año, tiempo mínimo necesario para poder establecerlos en Costa de
Perlas.
Con la venta de la hacienda real de Santo Domingo, Bartolomé
necesista pedir al Rey ayuda para el mantenimiento durante el primer año en
Indias de los labradores que le acompañasen.Fonseca se opone; sólo le
ofrecen cuatrocientos ducados. Bartolomé decide no emprender la travesía
si la Corona no garantiza a los labradores el mantenimiento durante el
primer año. Escribe a los pueblos donde había reclutado a los labradores y
cancela los compromisos.
Pero no declina, cambia de táctica. Ofrece a la Corona, a espaldas
del Obispo de Burgos y a través de los amigos flamencos, una renta
congruente a los territorios que recibiría...
Pero problemas de la elección del Rey como emperador,
desplazamientos de altos dignatarios de la corte a Francia por problemas de
guerra y entorpecimientos del Obispo Fonseca retrasan la decisión. El
Consejo de Castilla no resuelve sobre Las Indias.
Bartolomé de Las Casas acusa, ante el grupo de ocho predicadores
que acompañan permanentemente al Rey, al obispo Fonseca abiertamente
de impedir que los Reyes de León y Castilla socorran las tieras de Las
Indias.
El grupo de predicadores decide reunirse todos los días en el
convento dominico de Santa Catalina de Barcelona y resuelve apoyar la
propuesta de Bartolomé. En casa de Fonseca se reúnen los miembros del
consejo, encargados de los asusntos de Indias.
El grupo de predicadores, una vez tomada la decisión, irrumpen en la
casa de Fonseca, en plena reunión del consejo, y exigen un remedio para las
Indias como imperativo de conciencia 23. Los predicadores exhortaron y los
miembros del Consejo prsentaron sus provisiones sobre Indias. Los
primeros, por escrito, respondieron a la documetnación presentada. En la
respuesta aparece ya nítida la radicalidad de la postura de Las Casas: un no
total a la encomienda por ser contraria a la dignidad humana desde una
perspectiva filosófica y teológica. No cabe duda que Bartolomé estaba
inspirando al grupo de los ocho predicadores. Pero además estaba pendiente
de ablandar el camino flamenco hacia una decisión favorable del rey. Para
ello, incluso, ofreció dinero al rey, como pago de la tierra que le concediera
para la evangelización pacífica. Comprar tierras e indios al rey y para el rey
era el único camino de evitar la esclavitud y vejación del indio 24.
Los encontronazos entre Fonseca y Bartolomé continúan.
Entorpecimientos por parte del primero y fustigación por parte del segundo.
Primero le ponen una trampa. A través de Gonzalo Fernádez de Oviedo
ofrecen por la misma tierra más dinero que Bartolomé. Después recurren a
la calumnia para desacreditarlo ante el Rey. Durante los meses de Mayo,
Junio y Julio acumulan trenta capítulos de calumnias: que había robado
impunemente, que había dado escándalos durante su estadía en Cuba, que se
había unido a venecianos y genoveses para huir con los tesoros robados, que
había engañado al Cardenal Cisneros...
Convocan a un consejo, al que invitaron a Adriano de Utrecht pero
no a Bartolomé, para presentar las calumnias. Adriano se impresiona ante
tanta calumnia y, al salir, le dice a Las Casas: «es menester contestar». El
canciller Gattinara lo recibe en la noche. Bartolomé le pide el pliego
acusatorio. El canciller ordena al secretario Cobos, sustituto de Conchillos y
amigo de Fonseca, que le presente el pliego a Las Casas. Transcurren dos
meses antes de que el pliego llegue a manos de Bartolomé. El canciller pide
a Bartolomé respuesta a tanta acusación.
En cuatro noches, ante el mismo canciller, da respuesta. La
autodefensa de Las Casas es completa. Tan completa que los enemigos de
Bartolomé insinúan que las respuestas las habían dado los ocho
predicadores del Rey. Pero Gattinara sabía quién había dado respuesta y
Bartolomé de Las Casas crece en prestigio ante los ojos del Canciller.
El Obispo de Darién, Juan de Quevedo, viene a querellarse contra
Las Casas. El Rey escucha a los dos, en sesión real del 10 de Diciembre. El
franciscano Francisco de San Román y Diego de Colón confirman la
exposición de Bartolomé de Las Casas 25.
El 19 de Enero de 1520 sale el Rey hacia Coruña. Ya habían
terminado las cortes catalanas y el rey había enviado al Obispo Fonseca
delante para preparar una armada de un centenar de navíos. Bartolomé va en
el cortejo real. Llegan a Santiago el 31 de Marzo y allí comienzan Las
Cortes Castellanas, que después siguieron en La Coruña. Carlos está con
prisa para llegar a Flandes, a pesar de que las comunidades y germanías de
España están alzadas contra el Rey.
Antes de dejar la Coruña, dedica una semana al asunto de Indias. La
intervención del cardenal Adriano a favor de la evangelización pacífica
abrió el camino. Se crea el Consejo de Indias, todavía bajo la dirección de
Fonseca, y se llega al acuerdo que se conoce con el nombre de
Capitulación de La Coruña por el que se le concedían a Bartolomé de Las
Casas 260 leguas sobre la Tierra Firme, alrededor del río Cumaná, desde
Paria a Santa Marta, sin conquistadores ni encomenderos, sólo al amparo de
dominicos y franciscanos. Era el 15 de Mayo del 1520. El mismo día Carlos
I salía hacia Alemania, a la ciudad de Aquisgrán, para ser investido como
rey de los romanos.
Ante la decisión real, Fonseca decide ayudar a Las Casas, le nombra
capellán de Su Majestad y Administrador de los indios, reitera la orden de
libertad para los indios y le da credenciales para las autoridades de Santo
Domingo y Tierra Firme. Fray Bartolomé trae también la propuesta del
nombramiento de Pedro Barbier como Obispo de Paria, aprobada el 17 de
Mayo del 1519.
La propuesta original de Bartolomé de Las Casas había perdido parte
de su pureza a causa de las concesiones hechas durante la negociación. Pero
lo principal se había salvado: No habría, en la Tierra asignada, ni
conquistas ni encomiendas... Habría, sí, un tributo que pagar al rey y el
compromiso de fundar tres poblaciones estables con colonos labradores con
sus respectivas fortalezas defensivas y tendría también que informar sobre
descubrimientos de yacimientos de minas y oro. La evangelización pacífica
tenía, a la vez, fines productivos. La purificación definitiva de Bartolomé de
Las Casas, se dará, después del primer intento.
Para preparar su viaje se aleja de Castilla, soliviantada por los
comuneros contra el Emperador, y va Sevilla. En Diciembre del 1519 deja
el puerto de Sanlúcar, camino de Santo Domingo, con ciento veinte
personas. Entre ellas setenta labradores y veintiún religiosos, con el
franciscano Fray Vicent al frente.
Las cosas no fueron fáciles desde el, inicio. No encuentra los socios
capitalistas que financien la empresa; entre los labradores se habían colado
fugitivos y alboratodores comuneros, los religiosos se dispersan por el
camino. A pesar de todo, en febrero del 1521, llegan a Puerto Rico.
Capítulo Sexto
COSTA DE PERLAS
A la tercera, en verdad, fue la vencida. Pedro de Córdoba, después
de despedir a Bartolomé de Las Casas y a Antonio de Montesinos, se
embarcó para Cumaná, conocida en Europa como la fabulosa costa de
perlas 26. Con este nombre le hizo propaganda Bartolomé de Las Casas
cuando recorría España entera tratando de inflamar la codicia de los
cortesanos flamencos del Emperador Carlos y encandilar a los labradores
castellanos para que le acompañaran en su intento de evangelización
pacífica.
Acompañaban a Pedro de Córdoba, en la tecera expedición a
Tierra Firme, cuatro o cinco padres dominicos y un fraile lego de la misma
orden y con un grupo de frailes franciscanos de Picardía. El superior se
llama Juan Garceto. Cuando llegaron a Punta de Araya, hicieron oraciones
y ayunos suplicando a Dios les inspire el lugar en dónde habrían de
asentarse. Los franciscanos se deciden por Cumaná y los dominicos por
Chiribichi, la actual Santa Fe. Eran los últimos meses del año 1515,
probablemente Octubre.
Era Cumaná el centro indígena más importante del Oriente del país.
Pegados a las riberas del río Manzanares, llamado entonces río Cumaná,
había por lo menos 200 bohíos indígenas. A un tiro de ballesta de la costa
del mar, a la ribera del río, se asentaron los franciscanos.
Los frailes fueron bien recibidos por los indios, hicieron casa y
monasterio de paja y madera, sembraron naranjos, melones, hortalizas y
viñas... 27 En 1516 llegaron otros frailes franciscanos a Cumaná,
para reforzar al grupo pionero. Y es posible que también el grupo de
dominicos se reforzara y llegaran a asentarse en las costas de Puerto Píritu,
Píritu y Pertigalete.
En el año 1519 la Costa de Las Perlas era tan importante desde el
punto de vista de la evangelización que, de acuerdo al patronato, se crea la
Diócesis de Paria, con sede en Cumaná, para la cual Bartolomé traía en
1520 el nombramiento de obispo de Piere Barbier, secretario del cardenal de
Tortosa, Adriano, futuro papa 28.
Pero en el año 1520, un grupo de perleros, comandados por el
resgatador Alonso de Ojeda (Badaracco, p.91), después de haber sido bien
recibidos y tratados, secuestra a un grupo de indios tagares. El cacique Gil
González prepara una trampa y mata a los perleros. El gesto de Gil
González inflama al cacique Maraguay, quien se subleva y da muerte a los
dominicos de Santa Fe 29.
Para someter a los bravos indios de Costa de Perlas la Audiencia
de Santo Domingo envía a Gonzalo de Ocampo al frente de la expedición
guerrera. Bartolomé de Las Casas llegaba a San Juan de Puerto Rico, como
dijimos, en Febrero de 1521. Traía en sus manos el poder de gobernar las
tierras comprendidas entre Paria y Santa Marta, obtenido en la Capitulación
de La Coruña.
Al llegar a Puerto Rico, Bartolome sabe del alzamiento de los
indios, de la muerte de los dominicos de Santa Fe y de la expedición que ya
ha salido de Santo Domingo, comandada por Gonzalo de Ocampo, para
castigar a los alzados de Costa de Perlas.
Bartolomé de Las Casas, quien había participado en otras
expedicciones guerreras y había sido testigo impotente de la matanza de
Caonao, en Cuba, sabe muy bien de qué se trata la expedicción y espera en
San Juan la llegada de Ocampo para interceder ante él y mitigar el
escarmiento. Presenta las cédulas reales que testifican su autoridad sobre
esas tierras. Ocampo reconoce su poder pero le dice que tiene que cumplir
con el deber que la Audiencia le ha encomendado. Bartolomé deja en San
Juan al grupo que le acompaña y sale para Santo Domingo, donde presenta
sus provisiones ante la Audiencia, pero no tiene más remedio que aceptar
que Ocampo ‘pacifique’ la Tierra Firme.
Regresa Bartolomé a Puerto Rico. Muchos de los labradores traídos
de Castilla le habían abandonado: unos, buscando soluciones de
enriquecimiento; otros, por influjo malintencionado de los españoles
residentes que los alertaron contra el proyecto de Las Casas. Tampoco
puede reunir a los cincuenta caballeros de la espuela dorada que deberían
defender, pras cumplir con una de las cláusulas de la negociación, el
establecimientos de Tierra Firme contra cualquier posible violencia de los
caribes y cumanagotos. Bartolomé sale para Cumaná con los pocos
labradores fieles, con un pequeño grupito de caballeros defensores y diez
indios de su confianza. Los religiosos se habían dispersado, en su mayoría,
como ya apuntamos, durante la travesía.
Gonzalo de Ocampo llega a Cumaná el 21 de Enero del 1521 con
cinco carabelas y 246 hombres. Juan Garceto regresaba a su convento
franciscano de Cumaná en la misma expedición. Ocampo se asienta media
legua arriba del río comienza a hacer un pueblo de españoles que llama
Villa de Toledo, al lado del asiento misional del año 1515, poblado de
indios y españoles alrededor del convento 30.
Bartolomé de Las Casas llega a Cumaná, en Agosto del 1521, ve a
Ocampo asentado en una media legua del río de Cumaná arriba edificando
una ciudad que llama Toledo 31. Habla con Ocampo y le ruega que se quede
un poco más de tiempo pues los indios nativos están muy alterados.
Pero Gonzalo de Ocampo se va. Había terminado su expedición de
castigo y de ahora en adelante, en base a las cédulas que trae Bartolomé de
Las Casas, cualquier intervención bélica ofensiva había quedado eliminada
en Costa de Perlas. Bartolomé se queda con los españoles que llegaron con
él y con algunos de los hombres de Ocampo que quisieron quedarse.
Las Casas decide irse al asiento misional de los frailes franciscanos,
donde le recibieron ellos llenos de alegría y él dando gracias a Dios por
encontrarlos. Al lado de la huerta de los franciscanos, pegada al río,
comienza a hacer una casa grande de dos aguas, donde mete las provisiones
traídas. A través de la india María, que sabe algo de castellano, da a
entender a los indios que viene de parte del Rey de los cristianos y que ya
no habrían de sufrir daño alguno y que vivirían en paz.
Pero desde la Nueva Cádiz de la isla de Cubagua, asentamiento
poblacional surgido al mismo tiempo que Cumaná 32, llegaban negociantes
de perlas a comprar oro y esclavos que pagaban con vino. El alcohol era
fuente de sangrientas peleas. No había tranquilidad y sin tranquilidad no era
posible la acción evangelizadora. Bartolomé de Las Casas va a hablar con el
alcalde de Nueva Cádiz sin ningún resultado; al contrario, regresa con temor
sobre su propia vida y las vidas de la gente de su grupo. Los franciscanos le
aconsejan que vaya a Santo Domingo a hacer valer sus derechos.
El 15 de diciembre del 1521 sale desde Punta de Araya. Deja a cargo
de su casa y grupo a Francisco de Soto. Apenas embarcado Bartolomé,
Francisco de Soto comienza a cazar indios y rescatar oro y perlas. A los
quince días de la salida de Bartolomé de Costa de Perlas, los indígenas,
viéndose burlados, atacan la colonia, incendian la hacienda y matan a los
que no pudieron huir en un barco salinero que pasaba por las costas.
No había llegado Bartolomé a Santo Domingo, pues la travesía se
hizo larga por los vientos y la impericia del piloto, cuando en uno de los
puntos donde la nave tocó puerto, se entera del desastre. Llega a Santo
Domingo. Los amigos, que le daban por muerto, lo acogen con afecto y
compasión; los enemigos, con burlas; las autoridades, con reproche. Pero el
dolor más fuerte, más profundo que las burlas,. es la consecuencia que más
teme: la tremenda consecuencia que la opinión general se formaría sobre la
posibilidad de la colonización y evangelización pacífica» (Galmes p. 85).
Además no tiene a Pedro de Córdoba para consolarse, pues había muerto
poco antes de salir Bartolomé para Costa de Perlas.
Eras realidad entre fantasmas
encarnizados, eras
la eternidad de la ternura
sobre la ráfaga del castigo.
De combate en combate tu esperanza
se convirtió en precisas herramientas:
la solitaria lucha se hizo rama,
el llanto inútil se agrupó en partido.
No sirvió la piedad. Cuando mostrabas
tus columnas, tu nave emparadora,
tu mano para bendecir, tu mano,
el enemigo pisoteó las lagrimas
y quebrantó el color de la azucena.
No sirvió la piedad alta y vacía
como una catedral abandonada.
fue tu invencible desición, la activa
resistencia, el corazón armado.
Fue la razón tu material titánico.
Fue la flor organizada tu estructura
(Neruda P., Canto General, IV, II)
TERCERA PARTE:
FRAILE DE CORAZA
Y CORAZON ARMADO
Capítulo Séptimo
PUERTO DE PLATA
A Bartolomé le asaltan reproches desde su concienia. Le pesan los
muertos de Cumaná. ¿Excesiva confianza en sí mismo? ¿Imprudencia?
¿Ambición?
Se refugia en el monasterio de los franciscanos, junto con Juan
Garceto, el superior francsicano de Cumaná, escapado del desastre. Los
dominicos son sus amigos y frecuenta el convento de los hijos de Santo
Domingo.
Cuando se serena escribe al rey y a Adriano de Utrech. Sus cartas
son interceptadas. Las respuestas no llegan y Bartolomé, sin medios
económicos para regresar a Castilla para explicar lo ocurrido, «determinó
facer cuenta que ya era muerto, cuando las cartas o respuestas del rey
llegasen» . Decide hacerse dominico, no sin antes pagar las deudas
contraídas.
Hace el noviciado y en Abril de 1524 profesa como fraile
predicador. El claustro de los dominicos le ofrece un marco adecuado para
hacer una profunda revisión desde una teología seria y humanista como era
entonces la teología de la orden de los dominicos 33.
En el convento de Santo Domingo permanece cuatro años,
tranquilo... Hasta que un día llega a saber del inhumano tráfico de esclavos
en las costas de Paria. Entonces formula una enérgica protesta ante los
Oidores de la Audiencia, que de nada sirve... Los superiores lo destinan a
fundar un convento en Puerto de Plata. Era Mayo de 1526
Puerto de Plata está en la costa norte de Santo Domingo, a tres
leguas de Vega Real. Era puerto exportador de plata y cueros y había treinta
vecinos encomenderos. En un cerro pequeño, cerano al puerto, construye
Fray Bartolomé una iglesia y un modesto convento en el que vive junto con
dos dominicos llegados de España. Durante tres años hace de prior. Entre
los tres frailes se reparten el trabajo de atención religiosa a los
encomenderos y de evangelización a los indios.
Le queda tiempo libre y lo ocupa comenzando a escribir la Historia
Apologética de la que más tarde se derivará la Historia General de Indias.
Además se dedica a reflexionar sobre el problema de las
encomiendas y repartimientos, la libertad de los indios y la guerra justa de
los españoles a los nativos. La reflexión era necesaria por la extensión del
problema.
Hernán Cortes en 1519 había llegado a las costas de México en 1519
y en Agosto del 1521 entrado en la capital y ahora dominaba todo el país.
El 20 de Enero de 1531 escribe una larga carta al Consejo de Indias.
Es una carta larga, patética. Denuncia la corrupción y abusos: «ya llegan al
cielo los alaridos de tanta sangre humana derramada» 34; urge al Consejo
de Indias, a quien corresponde salvaguardar la conciencia del Rey, que
«pongan personas temerosas de Dios, de buenas conciencias y de mucha
prudencia»; insiste sobre la bondad de los nativos: «no hay en el mundo
gentes tan mansas ni de menos resistencia»; pide que por el amor a España
y el honor de su nombre se evite la «mayor injuria para la justicia de
España» 35.
En Marzo del 1533 es nombrado visitador de la orden en Puerto
Rico... Y hasta aquí llega su tranquilidad en Puerto de Plata.
Hacia mitad del 1533, un encomendero moribundo, aconsejado por
Fray Bartoloomé de Las Casas, libera los indios y entrega sus bienes para
subsanar las injusticias cometidas. El encomendero es pariente del Lic.
Pedro de Vadillo, oidor de la Audiencia. El oidor se mueve ante el prelado y
Fray Bartolomé es sacado de Puerto de Plata y recluido en el convento de
Santo Domingo.
Los oidores de Santo Domingo escriben al Real Consejo de Indias de
España tratando de explicar lo sucedido: Bartolomé de Las Casas, según el
escrito, es causa de escándalos, promotor de desasosiegos, sembrador de
escrúpulos entre los encomenderos... La carta concluye: «por excusar estos
inconvenientes hicimos con su prelado que lo trajese a este monasterio y
aquí lo tiene, porque conviene mucho que en estas tierras haya todo
sosiego, que es lo más necesario para la población».
Capítulo Octavo
SANTO DOMINGO
Durante el tiempo de reclusión tiene noticias de la conquista del
Cuzco por Pizarro en el mismo año 1533 y del respectivo sometimiento del
imperio incaico. Su fervor misionero crece ante un campo tan amplio: el
imperio azteca, controlado por Hernán Cortés y el imperio inca dominado
por Pizarro...
Está en la oscuridad del convento... Hasta que el cacique Don
Enrique, conocido con el nombre de Enriquillo, después de tres días de
diálogo con Francisco de Barrionuevo, firmó el armisticio definitivo.
Enriquillo y Bartolomé, según cuenta Galván (1946), habían estado
muy unidos en los primeros años de vida del joven cacique y primeros
años de Bartolomé en La Española. Padrino de Enriquillo era Diego de
Velázquez, amigo de Bartolomé y, a través de ellos, Enriquillo hizo mistad
con Diego de Colón. Poco antes de la primera misa de Bartolomé de Las
Casas, Enriquillo fue encomendado al anciano Francisco Valenzuela.
Llegaron los dominicos con Pedro de Córdoba al frente, Diego de
Velázquez sale a conquistar Cuba y Bartolomé le sigue poco después, no
sin antes pasar a despedirse del joven cacique. Al regreso de Cuba,
Bartolomé ya convertido, envía, según Galván (1946), una carta a
Valenzuela explicando el nuevo sentido que quiere dar a su vida y una
yegua blanca a Enriquillo como regalo para su matrimonio con la india
Mencía. Bartolomé sale para España. A Enriquillo no le permiten casarse
con la india Mencía... Pero Bartolomé, que trae desde España poderes del
cardenal Cisneros, los casa en la clandestinidad. Es el tiempo de los
jerónimos en la isla. El hijo de Francisco Valenzuela, llamado Andrés,
pretende amores de la joven india esposa del cacique y Pedro de Mojica, a
quien Bartolomé de Las Casas llama Pedro el Malo en contaposición a
Pedro de Renterías a quien llama Pedro el Bueno, con artimañas le quita la
hacienda. Enriquillo se levantó en armas...
Bartolomé de Las Casas estaba en España y no pudo defender la
causa de Enrique. Al regreso de España Bartolomé, antes de salir para
Costa de Perlas hace una heroica defensa del alzamiento de Enrique.
Durante trece años mantuvo en jaque a los españoles, después del castigo a
Pedro de Mojica y elperdón al vencido Andrés de Valenzuela, en una guerra
de observación y espionaje.
En 1533 se da la pacificación de la isla, cuando Francisco de
Barrionuevo, por disposición del Emperador, se acerca a donde el cacique
Don Enrique, le restituye el honor, el nombre y la hacienda. Bartolomé de
Las Casas, sale del convento para congratularse con el viejo amigo
Enriquillo, terrible cacique invicto en las sierras inexpugnables, vengador
del vejamen al que frecuentementelos conquistadores sometían a las
esposas de los indios encomendados 36.
En Abril del 1534 escribe al Emperador para defenderse de quienes
le hacen cargos que han ofuscado su fama, se confiesa como cristiano viejo,
dispuesto a derramar su sangre por las ideas que predica.
Los dominicos habían llegado al Nuevo Mundo alrededor del año
1510. En el año 1512 fundaron el convento de Santo Domingo. Desde
entonces fueron muchos los dominicos que llegaron a América. Los
superiores estaban residiendo en Europa. Los vicarios instituidos tenían
competencias limitadas. El sucesor de Pedro de Córdoba, Fray Tomás de
Berlanga, en 1528 había pedido a Roma la autonomía de los religiosos
dominicos del Nuevo Mundo. En 1530, el capítulo general de los dominicos
en Roma había decidido formar una provincia religiosa con todos los
conventos fundados en las islas y en la tierra firme descubierta hasta
entonces y la que se pudiera descubrir. De este modo los dominicos de
Indias habían quedado separados de la provincia religiosa de Andalucía.
Pero desde Europa no podían imaginarse los superiores dominicos
la extensión tan inmensa de tierra que entregaban a un solo Provincial: Fray
Tomás de Berlanga.
Fray Tomás Ortiz, un dominico superviviente de la matanza de
Chiribichi (Santa Fe), a quien acusaron ante el Rey de «puto, hereje y
ladrón» por la defensa que del indio hizo (Vives, 1992, p.11), en 1524
había obtenido permiso para traer un grupo de dominicos a México. Habían
llegado como dominicos dependientes de la Provincia religiosa de
Andalucía. Hernán Cortes los había recibido gustoso en el año 1526. Cinco
murieron de enfermedad, otros regresaron a España. Tres se quedaron: Fray
Domingo de Betanzos, Gonzalo Lucero y Vicente de Las Casas, sobrino de
Bartolomé.
Betanzos, al ver el convento despoblado, abrió un noviciado para los
nativos... Y tuvo muchas vocaciones en Nueva España (Méjico). Cuando en
1530 salió la resolución del capítulo general haciendo de todas las tierras
descubiertas una sola provincia, los dominicos de Nueva España no
sintieron que los afectase y siguieron vinculados a Andalucía. Eran
comunidades de dominicos poco ejemplares. Los frailes, rompiendo la larga
tradición dominica de ponerse al lado del indígena, iniciada por Montesinos
en La Española, se había aliado con los oidores de la Audiencia. Tanto
abusaron del indio los oidores que en el año 1530 fueron destituidos.
Los Obispos de Méjico y Tlascala, Juan de Zumárraga y Julián
Garcés, ante la alianza de dominicos y oidores, proponen que Bartolomé de
Las Casas vaya a Nueva España como reformador de aquellas comunidades
decadentes.
Cuando el nuevo presidente de la Audiencia de México, Sebastián
Ramírez, va a tomar posesión del cargo, lleva como compañeros al
provincial de los dominicos, Fray Tomás de Berlanga, all nuevo superior de
México, Fray Francisco de San Miguel, y al fraile recluído en el convento
de Santo Domingo, Bartolomé de Las Casas. Iban a someter a la
comunidades que no reconocían su autoridad y que estaban aliadas con los
intereses de los encomederos 37.
La presencia de Fray Bartolomé de Las Casas en el grupo empeora
la situación oues ya tenía fa ma bien ganada de ser enemigo total de
cualquier clase de encomienda. Los frailes son metidos en prisión con
grillos en los tobillos, hasta que se aclaran las cosas y se restablece la
disciplina. Considero que al llegar el grupo de dominicos de Santo
Domingo a Méjico, conocieron de que los dominicos mejicanos habían ya
resuelto el problema con la creación de una nueva provincia 38. Con lo cual
cada fraile regresa a su provincia y a su convento.
Fray Bartolomé de Las Casas, posiblemente, intentó reclutar
misioneros para ir a Perú, recientemente conquistada, a aplicar la cédula
real que prohibía la esclavitud en las tierras conquistadas por Pizarro.
Tierras tan recientemente conquistadas que, pensaría Bartolomé, todavía
no estarían viciadas por la presencia de españoles encomenderos y
esclavistas.
El viaje, en todas formas, sirve a Las Casas para ampliar horizozntes.
Se da cuenta de que los funcionarios reales abusan del indio en todas partes.
El 30 de Junio del 1534 vuelve a escribir al Consejo de Indias denunciando
atropellos, exigiendo la restitución de lo saqueado a los indios despojados,
pidiendo permiso para poder ir personalmente a justificarse ante el Consejo
de tanta calumnia que sobre él han vertido.
Mientras tanto, en el convento de Santo Domingo recibe a los
indios, escuha sus quejas y peticiones y enjuga sus lágrimas. Y sueña...
Sueña con los ojos bien abiertos ante los que, por los puertos de
Santo Domingo, pasan barcos cargados de tesoros de Perú...
El sueño de ir a Perú se convierte en obsesión. Tal vez en el Perú,
sigue pensando, pudieran sus ideas germinar como los claveles de su tierra
natal en Abril.
En el convento reza y lee. El pan de las ideas nuevas de los
dominicos de Salamanca alimentan su esperanza y el vino de la fe arma su
corazón de combatiente. El convento es fragua de luz para la razón y de
calor para el corazón. «Tomad, Majestad. tomad en vuestras reales manos
esa maldita herramienta de la conquista,
la espada en amarguísima hora desembarcada al par de la cruz en Las
Indias,
y quebradla como la ha quebrado Dios,
cuyas divinas manos nos han arrojado al rostro sus pedazos
para marcarnos, herradores de esclavos, por todos los siglos venideros» (Palabras que Miguel Angel Asturias, en La Audiencia de Los Confines,
pone en boca de Bartolomé de Las Casas, dirigidas al rey)
CUARTE PARTE:
FUNDADOR DE PAZ Y ESPERANZA:
SIGNO DE PUEBLO
Capítulo Noveno
NICARAGUA
El sueño casi se convierte en realidad. A Fray Tomás de Berlanga lo
nombran Obispo de Panamá el 11 de febrero del 1534 y pronto le
comisionan una misión pacificadora entre Pizarro y Almagro.
Tomás de Berlanga recoge en Santo domingo a Bartolomé de Las
Casas y a otros tres dominicos para que le acompañen, primero, a Panamá a
tomar posesión de la Diócesis y, después, a cumplir la misión en el Perú.
En Panamá sufren hambre y enfermedades y Bartolomé comprueba
una vez más el tráfico de esclavos y la corrupción de los representantes del
rey. El Obispo decide enviar al grupo de dominicos delante... pero la nave
queda inmovilizada en el mar por semanas. Los dominicos y los hombres de
la nave abandonan la nave y llegan en un barquichuelo a las costas de
Nicaragua. Era el año 1535.
Bartolomé de Las Casas tiene tiempo suficiente para conocer en el
barco lo que pasaba en Perú y decide olvidarse del Perú. Nicaragua, además,
le encanta 39.
Sin embargo también en aquellas tierras privilegiadas abundaban los
abusos e injusticias. Don Rodrigo de Contreras es el Gobernador de
Nicaragua. Tanto él como su tío, Pedrarias Dávila, tienen merecida fama de
crueldad para con los indios. Un buen día al creativo Bartolomé de Las
Casas se le ocurre una brillante idea: unir el Atlántico y el Pacífico a través
del río Desaguadero y la laguna de Nicaragua. De este modo, aconsejaba a
los vecinos españoles de León y Granada de Nicaragua, disminuirían los
padecimientos de los españoles al atravesar el istmo de Panamá.
Rodrigo de Contreras se entusiasma con la idea. Bartolomé de Las
Casas quiere ser el único responsable de la expedición. De este modo
tendría una excelente oportunidad de ensayar su proyecto de evangelización
pacífica. Pero el Gobernador pone como jefe de la expedición al capitán
Machuca y a Bartolomé como asesor religioso.
Este fue el pretexto para que Bartolomé de Las Casas, ante la
realidad nicaraguense que constataba, subiese al púlpito de la Iglesia de San
Francisco y denunciase la empresa como conquistadora. Con vehemencia
niega la absolución a quienes se arriesguen a participar en la empresa. En
la ciudad de León Bartolomé sigue su campaña antibélica y antiesclavista.
Sus predicaciones desde los púlpitos de las iglesias le atraen la simpatía de
unos y la versión de otros. Entre estos últimos, los funcionarios reales y
parte del clero diocesano.
El Gobernador pide al alcalde de León, Juan de Talavera, que haga
una averiguación e instruya un juicio contra el fraile agitador. Bartolomé es
acusado de que «ordinariamente predicaba psiones en escándalo de las
gentes, rara vez la declaración de la doctrina cristiana» (Cfr. Galmés p.
107). Bartolomé de Las Casas y sus compañeros de travesía, Pedro de
Angulo, Luis Cáncer y Rodrigo Ladrada, deciden irse a Guatemala en donde
el Obispo Marroquín les ha ofrecido trabajo misionero en abundancia 40.
Salen para Guatemala en Julio del 1536. Bartolomé de Las Casas
sale para Oaxaca, donde los Obispos Zumárraga y Garcés le esperan para
redactar en conjunto una carta al Papa pidiéndole que tome una decisión a
favor de la plenitud humana y racional de los indios de América
El escrito de Zumárraga, Garcés y Bartolomé sirvió de apoyo a las
gestiones que el Padre Minaya estaba haciendo en Roma, ante el Papa Pablo
III, para pedir la promulgación de la Bula Sublimis Deus, en la que se
declara como doctrina del magisterio, con carácter indiscutible, la
racionalidad de los indios, con pleno derecho a ser respetados en su
dignidad y a ser evangelizados. 41.
Capítulo Décimo
VERAPAZ
Los dominicos Fray Betanzos y Fray Mayorga habían estado en
Guatemala en 1529. Allí pusieron los fundamentos del convento. Cuando
fueron llamados a Méjico, la atención religiosa quedó en manos del clero
secular, sin Obispo, hasta que en 1534, fue nominado Marroquín. Francisco
Marroquín ejercía en Guatemala, desde el año 1532, el cargo de protector
de indios, defendiéndolos del herraje, de la esclavitud y de los
repartimientos que practicaba el Gobernador Pedro de Alvarado y sus
amigos.
Los abusos del Gobernador y de su entorno eran muchos. Tantos que
en 1535 el Consejo de Indias, para frenar al Gobernador, envía como Juez
de Residencia a Alonso Maldonado, oidor de la Audiencia de Méjico. El
juez, para evitar los abusos y en fidelidad a una disposición de la corona de
fecha del 23 de febrero del 1536, tasa los tributos que deben pagar los
indios a los encomederos. Una cédula de la emperatriz, de Marzo del
1536, pide al Obispo y religiosos que redacten un memeorial de normas
prácticas, obligantes y prohibitivas, para dignificar la vida de los indios.
Fray Angulo, Fray Cáncer y Fray Ladrada llegan a Guatemala en
Julio del 1536. Fray Bartolomé llega poco después, procedente de Oaxaca.
Unos y otro fueron recibidos con júbilo por el Obispo Marroquín.
En 1537 Marroquín se traslada a Méjico para ser consagrado Obispo.
Deja como enacargado de su diócesis y como protector de indios a Fray
Bartolomé de Las Casas. En ausencia del Obispo y, probablemente, con
intención de mantenerlo oculto, Bartolomé llega a un acuerdo con el juez
Maldonado para intentar una vez más la experiencia de evangelización
pacífica.
Dentro del acuerdo se establecía que además de la evangelización
pacífica someterían los indios a la obediencia del rey imponiéndoles un
modesto tributo que los liberaría de la encomienda y repartimiento, para lo
cual no deberían entrar españoles encomederos sino misioneros. Maldonado
lo presenta al rey como posible dada la inteligencia que los religiosos tienen
sobre el trato con los indidos. Pero, sin duda, con el acuerdo pensaba alejar a
Bartolomé de Las Casas de los puntos conflictivos de encuentro con los
españoles encomenderos.
Había también como un oculto afán de poner a prueba al grupo de
religiosos. Por eso les entregaron como territorio para la experiencia de
colonizzación y evangelización pacífica, la Tierra de la Guerra, donde los
bravos indios de Tezulutlán eran irreductibles y resistían con fiereza a los
españoles. Sin esperar la aprobación del acuerdo por parte de los superiores
de Maldonado 42, los frailes iniciaron la misión en el mismo año 1537.
El acercamiento a los indios de Tierra de Guerra fue un juego de
habilidad diplomática de Bartolomé de las Casas (Galmes, p. 116). Aquí
está su mérito pues, de hecho, poco participó Bartolomé en la acción
concreta.
La empresa no fue una marcha triunfal 43. La evangelización pacífica
de Tierra de Guerra fue fruto de «la dura pelea de dos modestos frailes:
Cáncer y Angulo» (Losada 1970, p. 183). La intervención de Bartolomé en
la empresa pacificadora no fue mucho más allá del diseño de la estrategia y
de la acción diplomática para favorecer los primeros contactos 44.
Sólo después del mes de Agosto, cuando los padres Cáncer y Angulo
son llamados a Méjico a participar en el Capítulo Provincial de la orden,
Las Casas y Ladrada deciden visitar la misión. Llegan al centro, a Corbán,
en Agosto del año siguiente, pero deben regresar a inmediatamente a
Santiago de Guatemala porque la nueva autoridad religiosa decide
suspender la empresa.
Bartolomé de Las Casas queda como Vicario del convento de un
grupo de dominicos inquietos.
Según cuenta el mismo Bartolomé (Losada , 1975, p.242), la acción
misionera en Tezulutlán se hizo con la mansedumbre y suavidad con que se
amansan a las mismas fieras, sin estrépito de ejércitos, sin violencia, con
benevolencia. La presencia de los misioneros, al contrario de la del resto de
los españoles que los habían despojado de su libertades y poderes, posibilitó
que los indios de Tierra de Guerra dejaran la ferocidad y se convirtieran en
una población pacífica. «De tal manera que, por orden de nuestro
invictísimo príncipe Felipe, hijo de aquel gran César Carlos, a las
provincias de aquella región se les dio el nombre de Vera Paz».
Capítulo Undécimo
BARCELONA: LAS LEYES NUEVAS
Los dominicos no sólo estaban inquietos, sino molestos. Aconsejan a
Bartolomé que vaya a España a clarificar que la misión pacífica de Verapaz
se inscribe dentro del marco de la Bula Sublimis Deus y que aproveche la
ocasión para hacer ante la Corte la autodefensa que tantas veces había
solicitado. El Obispo Marroquín le da la oportunidad: le pide que vaya a
reclutar misioneros dominicos y franciscanos y le consigue un fiador,
comerciante de Sevilla, para los gastos del viaje. El Gobernador Pedro de
Alvarado y el juez Alonso Maldonado, contentos de que se vaya, le dan
cartas de recomedación.
Ladrada y Las Casas salen de Pueto de Caballos y embarcan hacia
Veracruz, donde se encuentran con el padre Cáncer, que viene del capítulo
provincial y trae carta de recomedación del Obispo Zumárraga, y con el
franciscano francés Jacobo de Testera. Los cuatro parten para Sevilla. Era el
año 1540.
Hacía ya dos o tres años que el pensamiento del dominico Fray
Francisco de Vitoria, desde el convento de San Esteban de Salamanca,
estremecía los cimientos filosóficos y teológicos en que se fundamentaba el
imperio español. En sus clases y escritos, pronunciadas y editados en 1538 y
1539, cuestionaba el derecho a la guerra y exigía la igualdad de todas las
razas humanas Una orden imperial había mandado recoger los escritos y
había prohibido la pública exposición de tan revolucionario pensamiento 45.
Los cuatro viajeros llegaron a España, contentos por lo realizado y
bien recomedados. Fueron a entrevistarse con el dominico García de
Loaysa, cardenal Presidente del Consejo de Indias. Le pidieron reales
cédulas que les permitiesen seguir la obra misionera en Tezulutlán y cédulas
reales de agradecimiento para los caciques de Tierra de Guerra 46.
Pronto entendieron que no podían fiar la suerte de los indios de las
tierras descubiertas al Consejo de Indias: miembros del Consejo y
funcionarios reales de la Corte poseían inmensos intereses económicos en
Las Indias. Hablar con el Emperador Carlos era una necesidad. Pero el
Emperador El Emperador no era inaccesible; al contrario, Carlos I
gobernaba de manera itinerante y se presentaba a decidir en el lugar donde
surgía el conflicto. Pero la amplitud de su territorio hacía difícil el
encuentro o, por lo menos, había que esperar tiempo. Y tiempo era lo que
no tenía Bartolomé de Las Casas pues, como buen religioso obediente debía
regresar a las Indias al término del permiso. Surge el conflicto: obedecer o
quedarse en España para procurar la defensa de los indios ante el
Emperador. Lo astucia y el ingenio no lo desamparan y resuelve el
conflicto sin traicionar ninguna de las dos cosas. Escribe al Emperador, en
Diciembre del 1540, una carta - que envía con el amigo Padre Jacobo de
Testara a Flandes - pidiéndole que ruegue a su superior le permita quedarse
en Espña hasta tanto pueda hablar con el mismo emperador pues son muy
importantes para el bien del imperio las informaciones que tiene 47.
Las Casas se queda en España esperando al Emperador y reclutando
los misioneros que le solicitó el Obispo Francisco Marroquín. En Marzo del
1541 envía a los misioneros con Fray Cáncer, quien también traía las
cédulas reales obtenidas ante el Consejo de Indias. Ladrada y Las Casas se
trasladan a la Corte, en este momento en Talavera 48. Pero el Emperador no
llega hasta diciembre del 1541 y sólo en Enero del 1542 se acerca a
Valladolid, donde estaba el Consejo de Indias.
Bartolomé de Las Casas tuvo tiempo de sobra para prepararse. Hizo
una recopilación de todos los males que habían hecho los españoles en Las
Indias con el fin de impresionar al príncipe Felipe, al Consejo de Indias y al
mismo Emperador 49. Para Las Casas, el balance sólo arrojaba una posible
solución: unas leyes nuevas.
El Emperador Carlos lo escucha y se convence de la necesidad de
una nueva legislación. El informe de Bartolomé, voz autorizada según las
cartas de recomendación que llevaba y otras que llegaron 50, le inclina a
favor.
El Emperador nombra el consejo consultivo, integrado por el
Consejo de Indias, peritos en el problema, especialistas juristas y
representantes del Rey. En Valladolid comienzan las reuniones en Abril del
1542. Bartolomé, que ha quedado fuera del equipo, presenta un memorial
como material de discusión. En el memorial sugiere diecisés remedios. En
Mayo del mismo año, al tener que salir el Emperador para Las Cortes de
Monzón, deja encargado del consejo consultivo a Juan Figueroa, especilista
en jurisprudencia. A Juan Figueroa le toca la parte peor: hacer una
averiguación sobre los miembros del Consejo de Indias.
El resultado, tras declaraciones juradas obtenidas de conquistadores,
gobernantes y misioneros, da razón a Bartolomé de Las Casas: dentro del
Consejo de Indias hay intereses en Las Indias. El Consejo de Indias es
disuelto, dos de ellos destituidos, el presidente del Consejo, Cardenal
Loaysa, y el representante del rey dentro del equipo legislador, son
cuestionados y pierden su influjo ante el Emperador. El Consejo de Castilla
sustituye al Consejo de Indias en la tarea de hacer las leyes nuevas. El 20 de
Noviembre del 1542, en Barcelona, son promulgadas las leyes nuevas.
En Febrero del 1543 es nombrado un nuevo Consejo de Indias que,
en Marzo del mismo año, pide a Bartolomé de Las Casas una opinión sobre
las leyes nuevas. Bartolomé de Las Casas, quien durante el tiempo de
elaboración de las leyes, estuvo muy cerca del Emperador Carlos y del
príncipe Felipe, al promulgarse las leyes nuevas, se traslada a Barcelona,
según cuenta Remesal, satisfecho por lo legislado y agradecido al
Emperador.
No era para menos. Las leyes nuevas constituían un paso inmenso en
la línea de los planteamientos sugeridos por Las Casas en el memorial del
1542, recogían el clamor de muchos misioneros: son leyes que defienden al
indio de todo lo que pudiera significar esclavitud, se suprimen nuevas
encomiendas y las antiguas deben a ser propiedad de la Corona. La ley 35
ordenaba, en efecto, que las encomiendas de indios no se conceden a
perpetuidad. El espíritu de estas leyes puede ser comprendido desde las
suguientes afirmaciones contenidas en ellas: «de aquí en adelante por
ninguna vía se hagan a los indios esclavos», «quremos que sean tratados
como vasallos de la corona de Castilla, pues lo son».
Las leyes debían ser dadas a conocer a los indios para que se
defendieran. Razón por la cual, copias de las mismas, fueron enviadas a los
misioneros, para que las tradujesen a las lenguas nativas y las explicasen de
modo que todos conociesen sus derechos y deberes respectivos.
Sin embargo, a juicio de Bartolomé, era mucho más lo que se podía
y debía haber legislado. Por eso, cuando en Marzo del 1543, los nuevos
miembros del Consejo de Indias le ofrecen la oportunidad, Las Casas y
Ladrada redactan un memorial que luego dirigen al Emperador y al Consejo
de Indias.
En este memorial Ladrada y Las Casas adquieren conciencia de que
son la presencia y la voz de los indios ante el Emperador ya que el
Emperador, por la distancia, no los puede ver ni escuchar y los indios
tampoco sabrían cómo decirlo 51.
En el mismo memorial se la juegan por completo. Se comprometen a
decir la verdad. Si se probase falsedad en alguna cosa que afirman aceptan
ser despedazados o rigurosamente castigados. Si se probase que dicen
verdad, piden al rey, a cambio, la libertad de todos los indios marcados o no
con hierro.
Parten de una afirmación tremenda contra los españoles de Indias:
«todo cuanto hasta hoy han hecho ha sido corrupto, tiránico, violento,
injusto y de ningún valor ni efecto a cuanto derecho». Exigen que se
nombre un procurador de indios, avalado por los religiosos de Indias, y
exigen que «de aquí en adelante que no haya conquistas ningunas, ni
guerras...(...), que los españoles no vayan ni entren en los dichos pueblos de
indios». Piden que los indios despojados sean convenientemente
compensados. Los aportes de este memorial fueron recibidos y estudiados
por el Consejo de Indias y constituyen la base de las leyes complementarias,
promulgadas en Valladolid el 4 de Junio de 1543 52.
A partir de este momento, bajo el influjo de la bula Sublimis Deus, la
liberación de la prescripción de los escritos de Vitoria, el contenido de las
leyes nuevas de Barcelona y las leyes complementarias de Valladolid, un
cambio - que sólo es perceptible desde una larga perspectiva histórica - se
realiza en la Corona. Los nombramientos de los Obispos de Indias, que
dependían de La Corona en base al derecho del Patronato, van a apoyar el
espíritu y la letra de las leyes nuevas 53.
«Pocas vidas da el hombre como la tuya, pocas
sombras hay en el árbol como tu sombra, en ella
todas las ascuas vivas del continente acuden,
todas las arrasadas condiciones, la herida
del mutilado, las aldeas
exterminadas, todo bajo tu sombra
renace, desde el límite
de la agonía fundas la esperanza.
Padre, fue afortunado para el hombre y su especie
que tú llegaras a la plantación,
que mordiera los negros cereales
del crimen, que bebieras
cada día la copa de la cólera.
¿Quién te puso, mortal desnudo,
entre los dientes de la furia?
¿Cómo asomaras otros ojos,
de otro metal, cuando nacías?
¿Cómo se cruzan los fermentos
en la escondida harina humana
para que tu grano inmutable
se amasara en el pan del mundo?
(Neruda P., Canto General, IV, II)
QUINTA PARTE:
OBISPO DE LATIGO Y CAYADO
Capítulo Duodécimo
BARTOLOMÉ OBISPO
Fray Angulo y Fray Cáncer solicitan por carta a Fray Bartolomé de
Las Casas y a Fray Ladrada que se incorporen al equipo para seguir la
misión de Verapaz... Y ambos se preparaban para el retorno cuando una
carta de Zumárraga y Betanzos los detienen. En la carta le comentan que
han conocido de la existencia de unos pueblos mansos al poniente. Eran los
pueblos de Filipinas y China. A pesar de su edad estaban dispuestos a ir a
evangelizarlos por considerarlos más dispuestos que los de Nueva España
(Méjico) para recibir la fe. Irían si Bartolomé de Las Casas conseguía del
Papa la renuncia de Zumárraga al episcopado y de los superiores religiosos
permiso para Betanzos.
Bartolomé acepta hacer de mediador e, incluso, dice estar dispuesto
para acompañarles como «capitán y caudillo». Zumárraga le manda el
dinero para que vaya a Roma y haga las diligencias... Pero, en ese momento,
Bartolomé es nombrado Obispo de Chiapas 54.
Bartolomé de Las Casas...¡Obispo de Chiapa! 55 No es que no
mereciera ser Obispo, si de méritos se puede hablar para ser Obispo. No
había aceptado la diócesis de Cuzco por considerar que la oferta que le hacía
el secretario Cobos, en nombre del Emperador, pudiera ser ofrecida como
recompensa a sus trabajos... Bartolomé de Las Casas, en 1519, había hecho
al Emperador promesa solemne de no aceptar recompensa alguna por sus
trabajos en favor de los indios. Además, Bartolomé de Las Casas pudo
haber intuido entonces que, detrás del Episcopado del Cuzco, se escondía la
oculta intención de alejarlo de La Corte del Emperador, donde tanta
influencia tenía a través del príncipe Felipe. Por eso se resistió al Obispado
del Cuzco. Ahora no se resiste a ser Obispo de Chiapa.
Los motivos por los que Bartolomé de Las Casas acepta el Obispado
de Chiapa no fueron ni la obediencia religiosa, como benignamnte algunos,
ni tampoco la ambición que otros malignamente le atribuyen 56.
Bartolomé de Las Casas, antes que nada es un Pastor, seguidor de
Jesús de Nazareth, el Buen Pastor. Era, lo hemos visto, un hombre
impulsivo, creativo. Pero la vida le había dado golpes muy duros y había
aprendido a ser un gran estratega, capaz de medir medios y oportunidades
para llegar al fin de conducir su rebaño a buenos pastos sin que los lobos se
entrometan a cometer rapacidades contra las ovejas.
Ahora, se da cuenta, las cosas han cambiado y aceptar el Episcopado
puede ser un buen medio y una buena oportunidad para demostrar que la
dignidad de la vida del indio es posible dentro de un marco legal si hay un
Obispo valiente al frente y, a la vez, fortalecer experiencias modelos que
muestren su viabilidad.
Las Leyes Nuevas de Barcelona y las leyes complementarias de
Valladolid constituían un marco de referencia para la defensa de los indios
que había que demostrar en la práctica como posibles y realizables... si los
Obispos y religiosos de Indias las asumían plenamente. La utopía soñada
para Costa de Perlas había alcanzado madurez y estaba amparada por una
legislación acorde. Valía la pena hacer el intento, aún cuando esto el exigía
renunciar a su vida andariega tras el Emperador, como presencia y voz de
los pueblos indios de América.
Además, la experiencia de Verapaz, en territorio de la dióceis de
Francisco Marroquín, de carácter demasiado flexible e influenciable por los
españoles de Indias, corría el riesgo de ser eliminada si no era protegida por
un Obispo que definitiva y comprometidamente la apoyase. Por eso, en un
gesto que puede parecer desleal para Francisco Marroquín - quien le había
llamado a su diócesis cuando estaba dando tumbos por Nicaragua y le había
confiado la custodia de su diócesis durante los tiempos de ausencia - pide al
Papa que los territorios de Tezulutlán sean desprendidos del Obispado de
Gutemala y queden anexados a la diócesis de Chiapa.
El Obispado de Chiapa, creado el 19 de Marzo del 1539, nunca había
tendio Obispo porque los que fueron nombrados nunca tomarton posesión.
Era un obispado «sede vacante» y estaba administrado apostólicamente por
el Obispo Marroquín de Guatemala. Hacia mitad del año de 1543 el
Emperador propone a Bartolomé como Obispo, el 19 de diciembre es
nombrado obispo por Pablo III, a través de la bula Apostalus Officium. Era
una diócesis sufragánea del arzobispado de Sevilla. Varias bulas envía el
Papa al Cabildo catedralicio, al clero y pueblo de Chiapa, al arzobispo de
Sevilla, presentando al nuevo Obispo y pidiendo colaboración y obediencia.
El Papa le permite llevar cinco religiosos de la orden que Bartolomé de Las
Casas, con su influencia, consigue aumentar el número 57. También obtiene
Las Casas permiso para someter a los canónigos a la vida común con la
regla de los agustinos.
Sale Bartolomé de Valladolid el 12 de Febrero del 1544 y llega a
Sevilla donde es consagrado por el Obispo auxiliar de Sevilla, el Obispo de
Córdoba y el Obispo de Honduras. Era el 30 de Marzo del 1544.
Dedica el tiempo a completar y a preparar su equipo. Aumenta el
equipo con doce franciscanos... Pero la partida se demora. Primero fue que
la Casa de Contratación de Sevilla no tenía fondos para embarcar a un
grupo tan grande; después fueron las lluvias torrenciales del Gudalquivir;
más tarde otros motivos de esperas y retrasos.
Por fin, el día 11 de Junio, embarca Bartolomé en la nave San
Salvador, con el grupo de religiosos reclutados, con los pocos indios que
logró rescatar en Sevilla y pueblos cercanos, traídos a España y que vivían
como eslavos..., y con la cabeza llena de planes y proyectos inspirados en
las ansias de reforma que se respiraban en España por la construcción de
una Iglesia pura, pobre en dinero y rica en amor.
Bartolomé de Las Casas sabe que el Buen Pastor que recorre los
caminos de Galilea con el cayado de la mansedumbre carga también un
látigo para arrojar a los mercaderes del templo. En sus manos trae un cayado
de ternura para proteger a sus indios y un látigo en su lengua para fustigar a
los mercaderes de esclavos.
En Gomera se detienen diez días; en Puerto Rico tres frailes deciden
abandonar al Obispo. Llegan a Santo Domingo (La Española) el día 9 de
Septiembre. Noticias alarmantes habían llegado: Bartolomé de Las Casas,
Obispo, era peligroso. Traía el legajo de las nuevas leyes bajo el brazo y
fuego en el corazón para hacerlas cumplir. Ya conocían de antes su
intransigencia. El Obispo de Chiapa no se acomodaría al sistema
implantado. De ninguna forma habría conciliación posible entre conquista y
el sistema de encomienda, por un lado, y la evangelización, por otro58.
El ambiente que encuentran es hostil. La mala noticia de su llegda se
extiende entre los españoles encomenderos. Ni hospedaje ni alimentos había
para aquellos frailes ni nave que quisiera llevarlos a bordo. Fueron tres
meses los que estuvieron en Santo Domingo. Sólo la intervención del juez
Cerrato, quien tuvo que embargar una nave, pudo sacarlos de la isla el día
diez de diciembre. Cinco frailes desertaron. Ya en el mar, una tremenda
tempestad amenaza la nave durante las vísperas de Navidad.
Capítulo Décimo Tercero
CHIAPA
El cinco de Enero de 1545 llegan a puerto: San Lázaro de Campeche,
primer punto de tierra de jurisdición del nuevo Obispo.
Los españoles del lugar los acogen y hospedan con beneplácito.
Pocos días dura la luna de miel y comienza el vicrucis de la amargura.
Bartolomé de Las Casas advierte la opresión de los indios por parte de los
españoles, amparados por el cruel y tirano gobernador Francisco Montejo.
Intenta la libertad de los indios y, ante la negativa de los españoles, decide
abandonar las casas de los españoles donde estaban hospedados para que,
desde el primer momento, ningún indio pudiera ver o entender que entre el
Obispo y los encomenderos existe complicidad alguna.
Envía una expedición adelante: diez misioneros, un grupo de
españoles y el equipaje del Obispo. Una borrasca deshace la barca y sólo
Fray Francisco de Quesada y diez seglares se salvan. Al saber la noticia, el
Obispo abandona Campeche el día 25 de Enero, con todos los misioneros,
pasa por la laguna de Términos, Xiclango y Tabasco y llega a a Ciudad Real
de Chiapa el 12 de Marzo del 1545 59.
El clero es muy poco: el deán Gil Quintana, el canónigo Juan de
Perera y el joven clérigo Galiano. También hay un gupo de mercedarios.
El 20 de Marzo, en la primera cuaresma, saca la primera pastoral.
Prohíbe la absolución a los españoles mientras no liberen a los indios. El
deán y los mercedarios tratan de disuadirle, los dominicos se asustan. Los
mercedarios obedecieron, los dominicos, asustados y todo, fueron fieles. El
deán desobedece y da la comunión durante las fiestas de Pascua a personas
vinculadas con el tráfico de indios.
El Obispo le corrige, el deán reacciona; Bartolomé de Las Casas pide
a la autoridad la detención del deán; Gil Quintana, con un grupo de
españoles amigos, hace frente a los enviados del Obispo y logra escapar a
Gracias a Dios, los españoles amigos del deán protestan ante el Obispo y lo
amenazan de muerte.
Los dominicos piden al Obispo que abandone la ciudad, pero el
Obispo prefiere sacar a los dominicos del conflicto y los lleva a la población
india de Chiapa donde fundan el convento. Bartolomé de Las Casas redacta
un manual sobre la Confesión, conocido con el nombre de Confesonario»,
con el que exige poner al español penitente, como condiciones para recibir
la absolución, el otorgamiento de la libertad de los indios, firmado ante
notario, y la restitución de lo injustamente adquirido 60.
Durante los meses de Junio y Julio visita Verapaz, tierra amada para
Bartolomé, mientras en Santiago de Guatemala y en Gracias a Dios, se
promueve una encuesta contra él, promocionada por el antiguo deán Gil
Quintana y con el consentimiento del Obispo Marroquín. Precisamente, en
Verapaz, Bartolomé de Las Casas y Francisco Marroquín se encuentran en
un clima tenso 61.
De regreso de Verapaz le abandona Luis de la Fuente, su
maestrescuela, quien se fuga a Guatemala, desde donde escribe contra Las
Casas. Muchos feligreses se rebelan y niegan obediencia al Obispo de
Chiapa. Cuando en el mes de Octubre se traslada a Gracias a Dios para
consagrar a Antonio Valdivieso como Obispo de Nicaragua, presenta a la
Audiencia de los Confines siete demandas entre las cuales pide que la
jurisdicción civil sobre los indios sea quitada a los justicias ordinarios y
entregada a la Iglesia y el brazo secular coopere para someter a los rebeldes.
En la sala de Juntas se da una discusión muy fuerte entre Bartolomé de Las
Casas y el juez Maldonado62.
Colonos y encomenderos, con la influencia de Hernán Cortés y del
teólogo del imperio Juan Ginés de Sepúlveda, inician una consistente
oposición contra el Obispo. Mientras, Las Casas y Valdivieso, en cartas al
Rey Felipe fechadas en Octubre y Noviembre del 1545, describen la
situación de los indios esclavos, califican a los funcinoarios reales como
infieles a la Corona, presentan a la Iglesia humillada y vejada por defender a
los indios y hacer cumplir las leyes nuevas, reducida a ser testigo mudo del
negocio de esclavos en el que sin duda está involucrado el Obispo de
Guatemala, Francisco Marroquín, de dudosa ortodoxia.
Cartas a favor y cartas en contra cruzan los mares durante el mes de
diciembre del 1545. El licenciado Hernando, sin compartir las
exageraciones posibles de Las Casas y Valdivieso, confirma la situación de
esclavitud de los indios. El juez Maldonado califica de soberbio a
Bartolomé: es un estorbo en Las Indias y mejor estaría recluido en un
convento de Castilla. El Emperador, mientras tanto, había anulado algunas
de las leyes nuevas (las que prohibían a los gobernantes conceder indios en
encomienda)
Llega a Méjico en ese momento Francisco Tello de Sandoval,
consejero de Indios e inquisidor del arzobispo de Toledo. Tiene poderes
especiales y trae el encargo de reunir a todos los Obispos en Méjico. La
invitación a la cita le llega a Bartolomé el 15 de Noviembre del 1545.
Tiene tiempo, antes de acudir a ella, de visitar primero su diócesis.
En el camino se entera de que los españoles de su diócesis habían
decidido no recibirle si no les prometía levantar las penas de la confesión.
Bartolomé viaja de noche, los centinelas indígenas lo reconocen y lo dejan
pasar, Bartolomé los ata y amordaza para que no los castiguen, se dirige a la
Iglesia Catedral y convoca a los vecinos.. Bartolomé nombra confesores de
españoles a un clérigo de Gautemala y a un religioso mercedario, fieles al
obispo y más moderados para escuchar a los españoles en confesión. La
Navidad de aquel primer año de Obispo transcurre en paz.
Llega a Ciudad Real de Chiapa, Juan Rogel, nuevo tasador de
tributos de indios. Era Enero del 1546. Rogel tenía la orden de rebajar a los
indios los impuestos, pero dice al Obispo que «hasta que vuestra señoría
esté ausente, no podré hacer nada». La tasación inicia en la Cuaresma del
1546, después del 14 de Marzo, fecha en la que Bartolomé de Las Casas,
acompañado del fiel Perera, sale para Méjico a la cita con el consejero
inquisidor Tello de Sandoval.
En el camino conoce que el Emperador, en Ratisbona, había
ordenado al virrey de Nueva España hacer un censo para reiniciar el
repartimiento de indios. Fiesta para los encomenderos y tristeza para los
indios quienes sintieron aquellas fiestas como pregones de la continuación
de su servidumbre.
Durante los meses de Junio y Julio se realizan las sesiones de la
Junta. Durante las sesiones se dejó de lado el tema de las encomiendas y
repartimientos 63. Ya el Emperador había hablado. Hablan de la
evangelización pacífica, de la supresión de la esclavitud, del destierro de las
campañas de conquista. Llegan a acuerdos aprobados por unanimidad y
aceptados sin reparo por Tello de Sandoval y el virrey Antonio de Mendoza.
El cabildo de Méjico protesta los acuerdos y exige la revisión de las
conclusiones de la Junta. Ante la negativa de Tello de Sandoval, deciden
acudir al Rey para protestarlos. Los acuerdos no tocaban el problema de las
encomiendas y ya habían levantado ampollas. Bartolomé de Las Casas,
según Marroquín «muy manso» durante las sesiones de la Junta, está
desalentado y de nuevo comienza a creer que sólo en la Corte puede dar
una auténtica batalla a favor de los indios.
Al concluir las sesiones decide trasladarse a España. Envía a Perera
como Vicario de Chiapa, nombra nuevos confesores, a los que da doce
reglas, y pide permiso al virrey para viajar a España 64.
Con permiso o sin permiso, el Obispo de Chiapa, con Rodrigo de
Ladrada, Luis Cáncer y Vicente Ferrer, se dirigen en Diciembre del 1546 a
Veracruz y después de un mes de espera, en enero del 1547, inicia por
última vez la travesía del Atlántico. Tenía el Obispo Bartolomé de Las
Casas, por lo menos, sesenta y tres años 65 Había atravesado el océano, en
viajes llenos de peligros, inciertos, largos y penosos, diez veces. En el mes
de Mayo, después de una breve estadía en Las Azores, pasa por Lisboa y
Salamanca y llega a Aranda de Duero, residencia de La Corte.
En el año 1550 la decisión de renuciar al Obispado de Chiapa ya
había tomado cuerpo y en noviembre ya había presentado la renuncia, «a
causa de no poder residir en el dicho su obispado por algunas causas
necesarias que le imposibilitan a la residencia. Desde su nombramiento
como Obispo hasta su renuncia habían pasado siete años: quince meses en
viaje para llegar a la sede, veinte meses como Obispo Residencial en la
sede, cuatro años en España mientras decide renunciar y le aceptan la
renuncia «Esta es toda la historia:
mis mentiras.
No fue fácil decirlas y, tal vez,
haya sido completamente inútil.
Acaso tan sólo fueron gritos sueltos (...)
Yo soy mi verdad y mis mentiras. ¡Yo soy el Bartolomé de las mentiras, Señor! (...)»
Y, ya hablando con Dios y ants de pedir el perdón final,
Ignacio Retes, en Los Hombres del Cielo,
pone en boca de Bartolomé la siguiente pregunta:
«¿No vas a encender una estrella por los indios? «
(Ignacio Retes, Los Hombres del Cielo)
SEXTA PARTE
BARTOLOME DE LAS MENTIRAS,
TESTIGO DE LA VERDAD
Capítulo Décimo Cuarto
VALLADOLID
Llega a Aranda de Duero y se convierte en sombra infatigable de la
Corte andariega con la finalidad de procurar mejos los intereses de los
indios. De Aranda de Duero a Monzón, donde consigue cédulas reales de
apoyo a la misión de Verapaz, de los caciques y misioneros de la antigua
Tierra de Guerra. De Monzón peregrina a Valladolid. De Valladolid, en
1551, va a Madrid donde se residencia definitivamente, exceptuados dos
años que pasa en Sevilla, y desde donde viaja frecuentemente a Valladolid.
Estando en Valladolid, residenciado en el colegio de San Gregorio,
una orden real exige al Consejo de Indias que todos los días den dos horas
de audiencia al Obispo dimisioanario de Chiapa. El resto del tiempo lo
dedica a escribir. Objeto de su reflexión y pluma, su tema preferido: la
legitimidad de las guerras de conquista. La postura de Bartolomé de Las
Casas, en el Tratado sobre los indios que se han esclavos, del año 1547,
es bien conocida: «Todas las conquistas y guerras de Las Indias han sido
injustas, tiránicas, infernales... Y con más ofensas a Dios que las que hacen
los turcos ymoros contra cristianos...» (Vives, p. 12).
Juan Ginés de Sepúlveda, el teórico de la oficialidad del Imperio,
responde: «Esta guerra es justa por la rebeldía de los menos dotados que
nacieron para servir y recusan el imperio de sus señores... Es lícito sujetar
estos bárbaros para quitarles la idolatría y los malos ritos» (Vives, 12) 66.
En 1548 el Real Consejo de Indias manda recoger todos los
ejemplares de «El Confesonario» de Bartolomé de Las Casas. Le piden que
dé su parecer sobre el verdadero fundamento en el que se apoyaba el señorío
imperial español sobre las tierras conquistadas 67. Lo acosan por todos lados
y, sin embargo, en 1550, el Emperador Carlos ordena suspender todas las
empresas de conqistas en América hasta conocer, en base a cualificadas
consultas, la justicia o injusticia anexas a la conquista y colonización de
España en América.
Personalidades eminentes de la época son llamadas al debate entre
Bartolomé de Las Casas y Ginés de Sepúlveda. El resultado de la disputa,
conocida como «controversias de Valladolid», tablas. Ni vencedor ni
vencido. Fue necesaria una segunda reunión que se celebró en Abril del
1551. Sepúlveda encuentra apoyo... Bartolomé extrema tanto su postura
tanto que hasta los teólogos dominicos tienen miedo en apoyarlo y
prefieren callar. Bartolomé de Las Casas se retira al colegio de San Gregorio
donde siguió recopilando material para su obra fundamental: Historia
General de Indias.
Bartolomé va a Madrid, donde Felipe II asienta el gobierno central
de su Imperio. Se hospeda en el convento dominico de Nuestra Señora de
Atocha. Es un lugar estratégico ya que la Corte real considera a la Iglesia
del convento como la Iglesia oficial de Familia Real. Desde allí era fácil
abordar a los responsables de las políticas de Indias y no dejaba escapar
oportunidad alguna cuando lo exigía su papel de Procurador de los indios.
Sin embargo hay cosas que no puede solucionar desde Madrid. Una
vez obtenida la cédula real del 9 de diciembre del 1551, por la cual se le
autorizaba el envío de 32 misioneros a Chiapa, se traslada a Sevilla. Piensa
que desde el añorado puerto de su infancia sobre el río Guadalquivir puede
socorrer mejor a su querida diócesis de Chiapa. En los primeros meses del
año 52 reúne a dos grupos de misioneros, ventiuno en total, destinados a
Chiapa, los equipa materialmente y, sobre todo, doctrinalmente 68.
En vistas de la preparación doctrinal de los misioneros, para que no
flaqueen en lo sucesivo ante la presión de funcionarios reales y
encomederos, prepara un material escrito que se conoce con el nombre de
Tratados Sevillanos69. Los misioneros llevaban los tratados impresos, para
uso privado, pero salieron a la calle, sin aprobación, y pronto tuvieron
mucha difusión. Ya sabemos de la reacción de Motolinia cuando éstos
tratados cayeron en sus manos. También reencendieron la polémica con
Ginés de Sepúlveda quien respondió a los Tratados Sevillanos con un
manuscrito cuyo título lo dice todo: Proposiciones temerarias,
escandalosas y heréticas que notó el doctor Sepúlveda en el libro de la
conquista de Indias, que fray Bartolomé de Las Casas, obispo que fue
de Chiapa, hizo imprimir sin licencia en Sevilla año 1552. Lo del
permiso era lo de menos. Eran los contenidos lo que preocupaba
De Sevilla regresa a Valladolid. En el colegio de San Gregorio
profundiza su antigua amistad con Bartolomé de Carranza y recibe y
responde cartas con personalidades de su tiempo. Dado que tenía poderes de
comunidades indias que le reconocían como procurador de sus derechos
ante el Rey, dedicaba mucho tiempo a la defensa de los derechos
violentados a los indígenas, desde el convento de Nuestra Señora de Atocha
en Madrid. Seguía recopilando datos y más datos y corrigiendo y ampliando
su obra histórica: Apologética Histórica Sumaria e Historia General de las
Indias.
Inexplicablemente, en 1559, Bartolomé de Las Casas, legará el
manuscrito de su Historia General de Indias y otros escritos a los hermanos
del colegio de San Gregorio de Valladolid, pidiendo que por cuarenta años
nadie la lea y sólo se publique si se juzgare conveniente para el bien de los
indios y de España.
No da esta disposición porque juzgue que en ellos ha escrito
mentiras o exageraciones. En el testamento que entrega al escribano público
Gaspar Testa el 17 de Marzo de 1564 ratifica las denuncias hechas a lo largo
de su vida. Comenta al rspecto Glames (p.222s): «Sería lícito dudar de sus
palabras y de su sinceridad personal, en tan augustos momentos, avaladas
por un acta notarial, con la precaución de que muchos de sus escritos iban
a quedar en secreto hasta años después de su muerte?».
Por si fuera poco, Fabié nos refiere el siguiente testimonio recogido
del P. Gabriel de Cepeda sobre la muerte de Bartolomé de Las Casas:
«protestó que cuanto había hecho en esta parte teníanentendido ser verdad,
y quedaba corto al referir las causas que le obligaron al empeño» (Galmes
p. 23)
En 1554 llega a la Corte el licenciado Ribera quien hace una oferta
tentadora al Emperador para resolver el problema de las escuálidas finanzas
reales: ocho millones de pesos a cambio de otorgar a los españoles las
encomiendas a perpetuidad. El Emperador pide a su hijo Felipe, en ese
momento en Inglaterra, que estudie el problema. En 1555 se da la primera
discusión entre dos grupos de oponentes, unos a favor y otros en contra.
Bartolomé conoce de la discusión e interviene en una larga carta. El tono es
el de siempre: Ha setenta años y uno más que se roban y tiranizan y asuelan
aquellas inocentes tierras...»
La carta no surtió efecto alguno. Después de la abdicación de Carlos
el Emperador y su retiro en el monasterio, siendo ya Rey con plenos poderes
Felipe II, el Consejo de Indias decide dar las encomiendas del Perú en
perpetuidad a los fieles vasallos castellanos que allí habían servido al Rey
durante años. Todavía Bartolomé de Las Casas y Fray Domingo de Santo
Tomás, hacieno uso del poder que los indios del Perú les habían dado el año
1559, escriben un memorial al Rey pidiendo el cese de la encomieda a
perpetuidad.
En la carta memorial, escrita en 1560, los indios están dispuestos a
pagar hasta dos millones de ducados de Castilla, en oro y plata, en cuatro
años, si el Rey retira la perpetuidad de la encomienda. Pero Felipe II no es
Carlos I. Da orden de que se reemprendan las conquistas y exploraciones en
Las Indias, orden que estaba suspendida desde la discusión entablada entre
Ginés de Sepúlveda y Las Casas. Felipe II, puño y puñal, como dice
Neruda 70, sigue las conquistas y exploraciones hasta que construyó un
Imperio donde nunca se ponía el sol.
Lejos en el tiempo quedaban los años de infancia de Bartolomé de
Las Casas; lejos también los años de clérigo encomendero. Los primeros
sueños de evangelización pacífica amasados al lado de Pedro de Córdoba en
Costa de Perlas le llenaban los momentos de su larga ancianidad. Diez
travesías del mar océano, idas y venidas, disputas y controversias, polvo de
muchos caminos detrás de la corte andariega de Carlos I, solidariades y
amistades, detracciones y fragilidades, recuerdos que poblaban las noches y
los días del anciano Obispo dimisionario de Chiapa...
Y su postura contra las encomiendas y el repartimiento se mantenía
incólume, como roca en el mar, como árbol viejo bien arraigado, como
estrella luminosa en la noche... Había sido encomendero y nadie como él
podía gritar con tanta fuerza que las encomiendas y los repartimientos son
intrínsecamente malos, por más buenas intenciones que tengan
encomenderos y repartidores. Sabía por experiencia propia que tanto la
encomienda como el repartimiento llevan dentro de sí un germen de
opresión que es engendrado en el mismo momento en que nace la
institución de encomienda y que provoca necesariamente la destrucción del
indio. Pero lo sabía también por experiencia ajena.
Hombres por Bartolomé de Las Casas encomiados, como el
licenciado Cerrato, de quien Bartolomé escribe en 1544 que es «rectísimo y
gran juez», terminan claudicando ante la tentación del nepostismo o de la
codicia.
Por eso no pacta nunca, a pesar de los años, con quienes de una
manera u otra, por uno u otro motivo, llegan a aceptar la encomienda y el
repartimiento. Cuando el obispo de Charcas, Tomás de San Martín, escribe
a Las Casas comunicándole que acepta las encomiendas siempre que
asegurasen el buen trato a los indios y posibilitasen una aducada instrucción
cristiana, Bartolomé de Las Casas reacciona de maenra destemplada
amenazando de castigo eterno al encomendero, al confesor que le absolviese
y al Obispo que diera licencia para confesar.
Tristeza inmensa le consume cuando sabe que en Verapaz, después
de los acontecimientos sangrientos de 1558, los frailes de Chiapa y
Guatemala pactan con el sistema de la encomienda. Escribe a sus
compañeros misioneros tratando una vez más de persuadirles de que las
encomiendas son «malas, pravas, y de intrínseca deformidad, discordantes
de toda ley y razón», como ha mostrado la historia en sesenta y un años y
como ha probado de manera exaustiva en cuarenta años de estudio y trabajo.
Tampoco renució a su sueño de la evangelización pacífica aún
cuando supo lo que aconteció en Verapaz. Los indios de Lacandón y
Puchutla se rebelaron e inciaron incursiones sangrientas que alarmaron a
poblados y misioneros. Su grito era: «Cristianos, decid a vuestro Dios que
os defienda». El Obispo sucesor de Bartolomé en la diócesis de Chiapa,
Tomás de Casillas, envió mensajeros a los rebeldes. Los enviados fueron
asesinados. Los misioneros pidieron a la Audiencia protección contra los
alzados. Pero era tierra de evangelización pacífica y no tenía la Audiencia
autoridad para entrar con armas. En 1555 entraron los rebeldes de Lacandon
y Puchutla y mataron a dos misionertos y a muchos indios. Los misioneros
solicitaron al Rey su intervención para destruir a los alzados y, en Capítulo
Provincial celebrado en Cobán el año 1558, reconocieron la imposibilidad
de la evangelizacion pacífica y se preguntaron sobre la legitimidad de la
guerra contra los indios. Los españoles tomaron el Petén en el año 59. Hasta
1699, cuando Martín de Ursúa interviene, los lacandones mantendrían su
fortaleza.
Bartolomé lee los acontecimientos desde otra óptica: «Es disposición
divina y decentísima que mueran por el Evangelio algunos siervos suyos».
¿Quien tenía razón? Desde el punto de vista del Evangelio, ¿es un
fracaso o un triunfo el martirio del Apóstol? La respuesta a la pregunta
Bartolomé la encontraba en la fe: Jesús de Nazareth, asesinado; Pedro y
Pablo, martirizados en Roma... Y desde entonces una larga lista
inenturrimpida en la historia de mártires de la fe... Su sangre era, una vez
más, semilla.
Padre Bartolomé, gracias por este
regalo de la cruda noche,
gracias porque tu hilo fue invencible:
pudo morir aplastado, comido
por el perro de fauces iracundas,
pudo quedar en la ceniza
de la casa incendidada,
pudo cortarlo el filo frío
del asesino innumerable
o el odio administrado con sonrisas
(la traición del próximo cruzado),
la mentira arrojada en la ventana.
Pudo morir el hilo cristalino,
la irreductible transparencia
convertida en acción, en combatiente
y despeñado acero de cascada»
(Pablo Neruda, Canto General, IV, Los Libertadores, II
Fray Bartolomé de Las Casas).
LA LUZ GOLPEA Y ATURDE
Hilo invencible
Bartolomé de Las Casas sigue recibiendo poderes de más y más
comunidades indígenas para que actuase como su defensor y procurador.
Dedica los últimos esfuerzos a tratar el problema de la restitución a los
indios de todo lo que los conquistadores y encomenderos les había
arrebatado y al problema de la pertenencia de los tesoros funerarios del Perú
de los que Bartolomé de Las Casas afirma que eran de propiedad indígena
no sólo en razón del arte y de la cultura, sino también en razón de justicia 71
La caña está cascada y la vida se le escapa lentamente en los
muchos días de una larga ancianidad. Pero el hilo cristalino de su voz de
profeta luminoso sigue invencible e irreductible como un metal.
Bartolomé tiene los ojos cansados de tanto beber mar pero la mirada
es punta afilada que penetra los intersticios donde se fraguan las
maquinaciones, omisiones y componendas de los consejeros del Rey. Les
escribe un memorial en 1565 pidiéndoles que aconsejen honestamente al rey
en las cuestiones indianas.
En 1566 es elegido papa un dominico: Pío V. Bartolomé de Las
Casas es ya muy viejo. Pasea lentamente por los pasillos de San Gregorio
de Valladolid o de Nuestra Señora de Madrid, al lado del anciano Fray
Ladrada. Oración y recuerdos... Y un balance de su vida ante el Juez
definitivo: «Por mis muchas negligencias temo que Dios me ha de
castigar». Y todavía sueños... No tiene ya fuerzas para atravesar una vez
más los mares diez veces surcados ni para andar caminos castellanos en
persecución de Las Cortes. Pero su mano es todavía agil araña de pluma
sobre el papel. Y, sin más, jugando hasta el último denario que le queda
de los diez dineros que le entregaron, decide escribir al Papa dominico, del
que ha escuhado decir que es un hombre pobre, enérgico, lleno del vino
nuevo que habían fermentado los dominicos en su siglo de oro... Le pide
al Papa que excomulgue a todo el que declare la guerra a los infieles y a
quienes osen negar a los indios el derecho a la propiedad y a quienes se
atrevan a afirmar que los indios son incapaces del Evangelio. Acusa a los
obispos y clérigos que se enriquecen mientras sus súbditos languidecen en
la pobreza y pide al Papa que, por lo menos, les ordene aprender la
lengua de sus ovejas...
No queda más nada en su alforja de encomendero. Algunos
maravedíes que encuentra de sobra los manda entregar a sus amigos indios
de Chiapa... No ha escondido los denarios, los ha derrochado con sudor de
sal y selvas, de caminos y discusiones, de palabras y de letras... El 18 de
Julio de 1566, en el convento de Atocha, el viento de la muerte sopla la
llama del viejo candelabro y un reguero de luceros de plata se enciende en
el firmamento. Son los dineros gastados ... acumulados en el cielo.
Una luz antigua, suave y dura como un metal
La luz golpeó en la oscuridad de la conciencia del encomendero
Bartolomé de Las Casas en el tiempo de Pascua del año 1514. Resultado
del golpe, el aturdimiento del converso. Y desde entonces su vida y su
palabra adquirió el brillo de la luz y la dureza del hierro incandescente. Fue,
a partir de entonces, luz que golpea y aturde...
Bartolomé de Las Casas es un hombre fascinante. Su vida una tenaz
aventura en la defensa de los derechos de la persona humana. Después de
los primeros intentos de negociación para ejecutar su plan de
evangelización pacífica, en Cumaná, no se permitirá a sí mimo ni a los
demás concesiones o cobardías.
Sus armas serán: la seducción del profeta 72, la fe del cristiano
auténtico, la astucia del cortesano, el ingenio del sevillano, el atrevimiento
del aventurero de la época, la pasión del convertido.
El calor de la tierra de Sevilla y del trópico maduraron su ingenio;
los ramalazos de sangre judía le dotaron de sagacidad y astucia para
negociar y le dieron la terca consistencia de la raza de la dura cerviz; la fe
fue reguero de luz en la noche del mundo nuevo que salía a la luz bañado en
sangre; el dolor del indio la causa; la defensa del indio el sueño que no le
permitía permanecer tranquilo...
Con más de ochenta años escuchaba a su sordo confesor, Fray
Rodrigo de Ladrada, amigo y compañero de muchas luchas, gritarle:
«Obispo, mirad que os vais al infierno: que no volvéis por estos infelices
indios como estáis obligado» (Quintana, 574).
No fue Bartolomé de Las Casas el único defensor del indio. Ni el
primero. Cuando Montesinos dio el primer grito de alarma en La Española,
Bartolomé gozaba de los beneficios de encomedero. A su lado, en el mismo
tiempo, hombres de la misma talla, se jugaron la vida por la misma causa,
con el mismo tesón y, probablemente, hasta con mejores resultados.
Sin embargo, el sevillano nacido a las orillas del Guadalquivir, frente
al barrio de Triana, que se embarcó para América en busca de fortuna, el
doctrinero-encomendero de Santo Domingo y de Cuba, el primer misa
cantano de América que siendo cura prticipa de los beneficios del
repartimiento de indios, encarna en sí mismo la contradicción de un
tiempo: la espada en una mano y la cruz en la otra.
Pero esta contradición no era visible en aquel momento de la España
del siglo de oro. La espada tenía forma de cruz y la cruz de Santiago era la
espada de los cruzados contra los turcos y moros que trajeron a América los
nuevos cruzados del mundo recién descubierto.
Eran los últimos años del siglo XV. Fernando de Aragón e Isabel de
Castilla, unidos en matrimonio en 1469, terminan la época del feudalismo
en España y comienzan la unidad nacional española con el establecimiento
de su absolutismo monárquico. Con la conquista de Granada, en 1492,
terminan ocho siglos de Reconquista que tienen sabor de cruzada. Ser
español y cristiano es privilegio y destino. Los judíos, primero, y los
moriscos, después, son expulsados. Una nación y una religión. No hay otra
posibilidad de entenderse. Cuando Colón abre las puertas del mundo nuevo,
los Reyes Católicos entienden que su tarea es «castellanizar y cristianizar
los nuevos vasallos». Vienen misioneros y conquistadores. Un mismo
proyecto, pero agentes diferente. Unos conquistan y ‘pacifican’, otros
evangelizan. Unos y otros castellanizan y cristianizan.
En Bartolomé de Las Casas la unidad de proyecto coincide en la
unidad de su propia persona. Pronto experimenta en carne propia la
contradicción radical entre ambas tareas y nunca ni nadie le convencerá de
lo contrario: el sistema de la encomienda y del repartimiento son
intrínsecamente malos, radicalemnte contrarios al Evangelio,
necesariamente opuestos a la dignidad del indio.
Ninguna encomienda se salva y tampoco ningún repartimiento, por
más humano que sea y más suave que se aplique. Ni el de Hernán Cortés de
Méjico, de quien se dice que humanizó el sistema, ni mucho menos el que
aplicaron gobernadores crueles, al amparo de la lejanía de los Reyes, a
quienes los indígenas clamaban como protectores contra los abusos de los
funcionarios de Indias y encomenderos inescrupulosos.
La postura de Bartolomé de Las Casas contra la encomienda y el
repartimiento fue irreductible y los sueños por una evangelización pacífica
se mantuvieron contra toda adversidad.
La luz incandescente de la espada de su palabra llenó de cálidez el
corazón del viejo emperador Carlos I de España y V de Alemania y puso
entrañas de ternura en el duro cuerpo de la estructura del famososo Consejo
de Indias. Y aconteció el alumbramiento milagoroso de las leyes nuevas de
Barcelona. Era el año 1542.
A partir de entonces una pléyade de religiosos, imbuidos del nuevo
espíritu, son nominados como Obispos de acuerdo al derecho de patronato,
por el Emperador, con la intención de apoyar la nueva ley. Comienza una
gesta episcopal olvidada e impresionante (Dussel, p. 95).
Antes de 1542, obispos como Zumárraga en Méjico, Zárate en
Oaxaca, el tata Vasco de Quiroga en Michoacán, Marroquín en Guatemala,
defendieron al indio de hecho contra toda explotación... Era su corazón de
pastores que, como el del Buen Pastor, exclamaba: Tengo compasión de
estas gentes.
Con Bartolomé de Las Casas, que reincorpora el pensamiento de
Vitoria, la defensa del indio deja de ser sólo una cuestión de hecho y pasa a
ser una cuestión de derecho natural (Dussel, p. 96). Esta gesta episcopal
tiene en sus inicios inspiración en Fray Bartolomé de Las Casas. Después
encontrará sostén en la recia terquedad del indomable anciano, obispo
dimisionario de Chiapa, procurador de indios y misioneros ante la Corte.
Antonio de Valdivieso, Obispo de Nicaragua, denuncia al
Gobernador Contreras: «tienen los Contreras, en cabeza de su mujer e hijos,
más de la tercera parte de los pueblos principales de estas provincias...».
Murió apuñalado, mártir.
Cristóbal de Pedraza, Obispo de Honduras, dice: «¿no es acaso gran
injusticia que por la fuerza deban los naturales estar en casas de los
españoles contra su voluntad siendo libres?, y que los maten a palos y a
golpes y a coces y los amarren a palos como esclavos y que tengan a nadie
quien los proteja... Yo soy el padre de los indios».
Juan del Valle, Obispo de Popayán, según los conquistadores, «el
más mal Obispo de Indias», recorría su diócesis con una lanza para
defenderse de los colonos, defendió en dos sínodos diocesanos el derecho de
los indios a la tierra y a la libertad, fue perseguido por los colonos huyó a
Santa Fe de Bogotás para presentar ante la Udiencia un legajo de papeles
que cargaba a lomos de mula para probar los malos tratos a los indios; de
allí, al no sr escuchado, va a España ante el Real Consejo de Indias y, ante el
poco agrado con que le recibieron, se dirige a Trento para presentar sus
denuncias en el Concilio. Murió en Francia, ants de llegar a Trento, al lado
de la mula cargada de documentos.
Agustín de La Coruña, sucesor de Juan del Valle, es expulsado de la
diócesis por el mismo Rey durante cinco años (1570 a 1575). Cuando
regresa sigue en la lucha. En 1582, durante la celebración de la Eucaristía,
lo llevan preso. Muere en Quito en 1590 mientras visita a los indios.
Pablo de Torres en Panamá se enfrentó a los encomenderos. Es
llevado como reo a la península y nunca más regresó.
Y muchos otros entonces: Fernando de Uranga en Cuba, Tomás
Casillas en Chiapa, Bernanrdo de Alburqueque en Oaxaca, Pedro de Angulo
en Verapaz, Pedro de Agreda en Coro...
Y muchos otros desde entonces... hasta hoy. Obispos, religiosos y
religiosas, laicos y clérigos, hombres y mujeres que luchan por la defensa
del indio, del pobre, del mestizo, del campesino, del negro, del pescador, del
pueblo simple, del pueblo pobre...
De Bartolomé se han dicho muchas cosas: paranoico o
esquizófrenico, testarudo contumaz como buen judío, exagerado como
andaluz, ambicioso, santo... Pero su luz todavía golpea y aturde.
Tras la estela de su luz mucha gente sigue, defendiendo los derechos
de todos, golpeada y aturdida, golpeando y aturdiendo...
Cuando a todos los que luchan por un mundo justo, por la dignidad
de la perona, por los derechos humanos de los despojados, les sube la
congoja en la cruda medianoche del mundo «surge una luz antigua, suave y
dura como un metal, como un astro enterrado» como un regalo del Padre
Bartolomé 73
El Centro de Convenciones Fray Bartolomé de Las Casas está
construido en la Avenida Cancamure, frente al Polideportivo, en Cumaná,
Estado Sucre. Financiado casi exclusivamente por la Comunidad Europea y
Manos Unidas.
Entrando, a la derecha, en estructura independiente, se halla un
módulo que funciona como Centro Médico, financiado hasta ahora por la
Fundación de Derechos Humanos, gerenciado por la Fundación de Salud
Comunitaria.
La parte central, en su conjunto, conforma un centro comercial, que
lleva como nombre Patio Andaluz, dedicado a Pedro de Córdoba, de tan
grata memoria para Cumaná. Tahona de Triana es el nombre del restaurante
que, además del servicio a las convenciones, estará abierto a la
comunidad cumanesa todos los días, ofreciendo a medio día los platos más
económicos del mercado. Trabajadores, empleados profesionales pueden
almorzar allí, o cenar, más barato que en su propia casa. Costa de Perlas, es
un centro de ventas de alimentos, financiado con un aporte de 40.000.000,00
de Manos Unidas y Diputaciones de Castilla y 7.400.000,00 del Fondo de
Fortalecimiento Social. A este centro de ventas pueden acceder todas las
personas que lo deseen para comprar los productos de la cesta básica a
precios más económicos. León (de Nicaragua), Puerto de Plata, Vega
Real, Trinidad (Cuba), Chiapa, Las Cortes... son locales de servicios
diversos a la comunidad: librería, artesanía, mercería, óptica... Las
explicaciones de los nombres de los locales se encuentran en este libro. La parte más amplia, con entrada por la Avenida Bolivariano, está
constituida por cuatro módulos de habitaciones y, entre ellas, el auditorio. Esta
parte constituye el núcleo del centro de convenciones: alojamiento para cien
participantes y auditorio para trescientas personas, con espacios cubiertos para
trabajo en equipos y mesas de trabajo.
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