Guía sobre el uso de psicofármacos en personas con Discapacidad Intelectual o del Desarrollo
frente a los Problemas en la Regulación de las Emociones y
la Conducta durante la pandemia de coronavirus COVID-19
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Servicio Especializado en Salud Mental y Discapacidad Intelectual (SESMDI)
Instituto de Asistencia Sanitaria (IAS) Servei Català de la Salut.
Índice
Información general ............................................................................ 3
Consideraciones previas ....................................................................... 3
Estrés y preocupación ante una situación pandémica .......................... 4
Dificultades para atender a las personas con discapacidad cuando
acuden a un servicio hospitalario ......................................................... 6
La visita a los servicios de urgencias ................................................... 8
¿Es útil el tratamiento farmacológico? ..................................................... 8
¿Cómo abordar una reacción de estrés y agitación? .................................. 9
¿Cómo abordar farmacológicamente una reacción de estrés y agitación en
PcDID con COVID+ y en tratamiento específico? ..................................... 15
Inicio de tratamientos psicofarmacológicos durante la urgencia ................. 17
Recomendaciones terapéuticas después de la crisis aguda ........................ 18
Recomendaciones terapéuticas después de la crisis aguda ........................ 22
Bibliografía y guías ............................................................................ 25
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Información general
Este documento pretende ser una guía práctica para los profesionales
sanitarios que apoyan a personas con discapacidad intelectual o del desarrollo
que se pueden ver afectadas por el COVID-19.
Se presentan una serie de recomendaciones y medidas para la utilización de la
farmacología en situaciones de crisis conductual y emocional.
Consideraciones previas
En personas con discapacidad intelectual y del desarrollo, los trastornos
psiquiátricos son frecuentes incluso en condiciones ambientales normales, con
tasas hasta cuatro veces más altas y de inicio más temprano que en la
población general. Entre el 25-44% pueden presentar al menos un trastorno
psiquiátrico durante su vida; el 21% podrán tener dos con características
diferenciales y el 8% tres. Incluso en entornos especializados residenciales,
que se benefician del apoyo psicológico, la comorbilidad psiquiátrica oculta es
muy alta, alcanzando tasas de prevalencia que pueden superar el 50%. La
ansiedad y los trastornos del estado de ánimo son los más frecuentes.
La prevalencia de la psicopatología aumenta todavía más para las personas con
discapacidad que cumplen criterios para un Trastorno del Espectro Autista
asociado a discapacidad intelectual. En estos casos, la probabilidad de
desarrollar un trastorno psiquiátrico adicional es hasta cinco veces mayor que
aquellos que sólo tienen autismo o discapacidad intelectual.
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Estrés y preocupación ante una situación pandémica
Durante un brote causado por un patógeno de alta virulencia y letalidad es
normal que las personas nos sintamos estresadas y preocupadas. Algunas
personas con discapacidad pueden estarlo todavía más debido a sus
peculiaridades cognitivas, a las dificultades de su control emocional y a un
compromiso en la adaptación a cambios rápidos y drásticos en las formas de
vida, especialmente las personas del Espectro del Autismo.
Las principales razones de angustia, dependientes del nivel de afectación
cognitiva, son:
Miedo a contagiarse.
Miedo a enfermarse y morir.
Miedo a ser aislado, lejos de figuras significativas de relación.
Desmoralización debido a la pérdida de algunas de las actividades
preferidas, tanto ocupacionales como de ocio y deportivas.
Miedo a perder seres queridos debido a la pandemia.
Sensación de impotencia, aburrimiento (estar sentado sin hacer nada
durante horas), soledad y tristeza debido al aislamiento.
Tensión y sufrimiento por sus familiares y cuidadores habituales.
Culpa y vergüenza (para sobrevivir, infectar a otros o no poder ayudar a
otros).
Tensión por tener que esperar mucho tiempo sin comida o sin bebida o
ser atendido.
Incapacidad para comprender las razones de las restricciones
relacionadas con las normas de higiene y confinamiento.
Miedo a personas poco familiares o que utilizan sistemas de protección
(máscaras, guantes, gafas, batas, etc.) a las que no están habituados.
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Dificultad en aceptar los cambios en su rutina diaria. Esto es por una
parte dejar la rutina que les genera tranquilidad y hacer frente a una
nueva realidad caracterizada entre otras, por un cambio en su estilo de
vida para cumplir con las normas de higiene y confinamiento. Y por otra
parte la restricción o interrupción drástica de las actividades habituales,
de las relaciones con las personas significativas, los intercambios
interpersonales, o la imposibilidad de evitar la coexistencia forzada.
Estas circunstancias pueden promover la regresión, la pérdida de
habilidades previamente adquiridas, los sentimientos de desconcierto, de
soledad, de angustia y frustración.
Hay que tener en cuenta que, a mayor afectación cognitiva o más rasgos del
espectro del autismo, la mera interrupción de las rutinas diarias y la
imposibilidad de realizar salidas al exterior pueden causar una gran confusión y
sufrimiento / malestar.
Los riesgos asociados con estas experiencias emocionales consisten en la
posibilidad de desarrollar estados psicológicos de depresión y ansiedad, y
reacciones conductuales problemáticas como aumento de estereotipias y
conductas repetitivas (como mecanismo de autorregulación o de
autoestimulación), agresión hacia uno mismo, objetos y otras personas o
conductas de oposición entre las más frecuentes.
Entre todas ellas, sin lugar a dudas, aquello que más preocupa a los
profesionales de apoyo, familias y en general a los gestores de servicios
residenciales y de vivienda son los problemas de la conducta (asociados o
no a una enfermedad mental), tanto por sus consecuencias sobre el propio
sujeto como para el entorno (personas que conviven en un mismo espacio,
personas de apoyo y entorno físico).
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Dificultades para atender a las personas con discapacidad cuando acuden a un servicio
hospitalario
Las personas con discapacidad forman una población muy heterogénea, con
niveles funcionales diferentes y también con necesidades muy variadas. Sin
embargo, aunque no de la misma manera, la mayoría de ellos vivirá con estrés
el hecho acudir a un dispositivo de salud. Algunas conductas desafiantes
pueden estar relacionadas con esta circunstancia o estar muy presentes en el
momento de la consulta, por lo que no es infrecuente el error diagnóstico y,
consecuentemente, la sobremedicación.
Los factores que condicionan el estrés en el contexto de la asistencia a los
servicios sanitarios pueden provenir de la propia persona, pero también
pueden estar relacionados con las formas de actuación del personal
sanitario y de las características de funcionamiento propias de los servicios,
especialmente en momentos de sobrecarga y colapso de la red asistencial.
Debemos tener en cuenta que no todas las personas sufrirán el mismo
malestar en el momento de acudir a un dispositivo sanitario y, por tanto, las
características comentadas a continuación no se presentarán necesariamente
en todas ellas; pero sí conviene tener presente algunas de las dificultades que
se pueden presentar en el momento de la visita.
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Factores relacionados con las personas con discapacidad
intelectual
Dificultades para adaptarse a las situaciones desconocidas.
Dificultades para la comprensión y transmisión de la
información.
Dificultades para la expresión del malestar.
Dificultades para la integración de estímulos sensoriales.
Factores relacionados con las características los servicios
Presión asistencial.
Rigidez organizativa.
Ambiente poco acogedor.
Tiempo de espera excesivamente largo
Factores relacionados con los profesionales
Desconocimiento de las características de las personas con
discapacidad.
Dificultades para comprender lo que expresa el paciente.
Dificultades para transmitirles la información.
Dificultades para la obtención de consentimientos / acuerdos.
Dificultades para la gestión de situaciones complejas.
Dificultades de coordinación y comunicación entre profesionales.
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IMPORTANTE
Extremar medidas para detectar patologías orgánicas concomitantes,
especialmente en personas con altas necesidades de apoyo y
dificultades comunicativas.
Descartar dolor y malestar como primera condición contribuyente para
la presencia de alteraciones de la conducta.
Descartar preocupaciones fundamentadas y relacionadas con temas de
la pandemia que puedan solucionarse con simples gestiones. Póngase
el ejemplo de una personas con discapacidad con preocupación y
ansiedad relacionada con el hecho de desconocer si un familiar está o
no ingresado por COVID-19.
La visita a los servicios de urgencias
La probabilidad de acudir a un servicio de urgencias aumenta durante un
episodio epidémico, ya sea por la patología asociada a la COVID-19, o bien
por las reacciones de estrés y agitación derivadas de la situación de
confinamiento.
¿Es útil el tratamiento farmacológico?
Para empezar, siempre es recomendable y exigible empezar por un abordaje
no farmacológico, preventivo, y de identificación de las causas subyacentes
que pudieran explicar el problema de conducta. Sin embargo, en esta
situación de alarma, aislamiento, escasez de recursos humanos y de
tiempo, quizás sea difícil o imposible realizarlo. La estrategia de
tratamiento farmacológico, en este caso, consistirá principalmente en reducir la
excitación y la agresión y en minimizar su impacto sobre la persona y el
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entorno social y físico y, en la medida de lo posible evitar la utilización repetida
de los servicios de urgencias hospitalarias.
¿Cómo abordar una reacción de estrés y agitación? Tratamos de abordarlo minimizando la posibilidad de acudir a un servicio de
urgencias.
Primero: Defina el problema.
Debemos preguntarnos:
¿Cuáles son los síntomas/conductas “diana” objetivo de la intervención
médica urgente?
¿Cuál es su gravedad?
¿Podemos identificar factores precipitantes y factores que aumenten la
probabilidad para que aparezca la conducta?
Es posible que la persona no pueda o no sepa cómo comunicar su estado.
Es posible que los factores precipitantes no estén presentes durante la primera
evaluación.
IMPORTANTE
Es importante solicitar a la familia y al personal de apoyo toda la
información necesaria para entender y definir el problema.
Identifique los sistemas de comunicación que la persona utiliza
(pictogramas, fotografías, gestos…), ya que una comunicación efectiva
puede ayudar a reducir su ansiedad.
La gravedad de los síntomas “diana” dicta el nivel de intervención, por
ejemplo, la agresión verbal (insultos) se considera menos grave que la
agresión física hacia otras personas.
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Finalmente, Pregúntese "por qué ahora" y aborde posibles precipitantes si
es el caso: cambio en el entorno (relacionado con la familia, el personal de
apoyo, compañeros o actividades, confinamiento); desacuerdo y frustración;
enfermedad (síntomas COVID19, infección de orina, dolor, malestar, estado
confusional); Trastorno mental (ansiedad adaptativa, pánico, estrés
postraumático, distímia, agitación psicótica-delirios, bipolar), fármacos
(iatrogenia, acatísia, abstinencia); tóxicos (intoxicación, abstinencia) , crisis
epiléptica (aura, post-crisis).
Segundo: Determine el nivel de intervención.
La gravedad de la conducta nos dicta el nivel de intervención requerido.
El nivel de intervención más alto (más restrictivo) lo utilizaremos cuando
estamos frente a un peligro potencial o inminente. Este nivel de
intervención requiere de más recursos y conlleva un mayor riesgo para la
salud, la seguridad y la autonomía.
En algunas ocasiones se necesitarán múltiples intervenciones dentro de
un mismo nivel.
Cuando una situación comienza a resolverse, debemos bajar al nivel
inferior (menos restrictivo).
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Objetivos:
Prevenir la escalada conductual.
Mantener autonomía en el entorno habitual.
Centrarse en la persona y en su entorno.
Cómo:
Debe iniciarse tan pronto como se detecten señales de “activación”.
Desescalada verbal.
Algunos ejemplos:
o Trate de no alarmar o preocupar innecesariamente a la persona.
o Centre su intervención en una relación positiva.
o Manténgase calmado.
o No mire directamente a los ojos.
o Sobre todo, hable tranquilo y sin gritar, de lo contrario puede
incrementar su ansiedad y disparar conducta.
o Hable suavemente (sólo uno debe hablar).
o Recuerde: Menos palabras, más visual.
o No discuta ni se enfade ni intente que razone. Esto puede
alimentar las conductas.
o Reduzca los estímulos ambientalmente excitantes.
o Evite tocarle.
o Mantenga una distancia segura.
o Retire a los demás (si es posible).
o Despeje el entorno. Asegurarse que no tenga nada para hacerse
daño, especialmente si hay historia previa de autolesiones.
o Entienda al sujeto, escuche a la persona y póngase en su lugar.
o Distráigala, rediríjala (puede cambiar el foco, con palabras,
objetos, actividades que le motiven).
Nivel 1
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o Llévela al cronograma (si lo tiene), resitúala.
o No le haga escoger; elija por la persona.
o Es importante disponer de un espacio, a poder ser abierto, donde
la persona pueda liberar la tensión acumulada (correr, gritar…).
o Es importante permitir que persista en sus estereotipias y
conductas repetitivas si tienen una función de autorregulación.
Objetivos:
Reducir la gravedad y frecuencia de los síntomas cuando las estrategias
en el nivel 1 no han resultado eficaces.
Si es posible, mantener autonomía en el entorno habitual.
Cómo:
Además de técnicas nivel 1
Aislar a la persona.
Durante el episodio agudo mejorar transitoriamente la ratio de
profesionales, a menudo es suficiente para ayudar a recuperar el
autocontrol.
Farmacología sintomática.
Nivel 2
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Último recurso cuando una intervención de nivel 2 o no es apropiada o
no tiene éxito.
Objetivos:
Mantener la seguridad del paciente y su entorno social (personal y
físico).
Devolver a la persona al funcionamiento básico. No trata una condición o
enfermedad subyacente.
Cómo:
Contención física.
Contención farmacológica.
Los medicamentos sólo deben usarse cuando los riesgos de no hacerlo
son mayores que los riesgos inherentes de introducir un medicamento en
una situación ya de por sí estresante. Los equipos de atención médica
deben considerar:
los riesgos para el paciente o para otras personas;
las consecuencias de una violencia potencialmente creciente;
los riesgos de posibles efectos adversos de los medicamentos.
Cualquiera que sea la vía de administración elegida, el medicamento debe
tener un inicio de acción muy rápido, con un efecto que dure solo unas pocas
horas.
Estas técnicas deben ser aplicadas por profesionales específicamente
formados y deben tener la menor duración posible.
Nivel 3
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Definir el problema en tres pasos:
1. Definir las conductas “diana”
2. Determinar su gravedad
3. Pregúntese "por qué ahora" y aborde posibles precipitantes si es el caso: cambio en el entorno
(relacionado con la familia, el personal de apoyo, compañeros o actividades); desacuerdo y frustración;
Tratar enfermedad (síntomas COVID19, infección de orina, dolor, malestar, , estado confusional);
Trastorno mental (ansiedad adaptativa, pánico, estrés postraumático, distimia, agitación psicótica-delirios,
bipolar), fármacos (iatrogenia, acatisia, abstinencia); tóxicos (intoxicación, abstinencia) , crisis epiléptica –
(aura, post-crisis)
Elegir objetivos para la intervención urgente
Mantener seguridad. Mantener autonomía
Reducir la conducta/s. Mantener en el entorno
Determinar el nivel de urgencia
Elegir intervención según nivel
Evaluar
La eficacia terapéutica y los efectos adversos, cambios sintomáticos que requieran
cambio de nivel de actuación
Informar
A la persona y/o familia y/o tutores y al equipo de apoyo para incorporar los
resultados en futuras intervenciones. Al profesional sanitario de continuidad
Nivel 1
Conductas diana: irritabilidad, ansiedad o rabia, expresa distrés, habla inapropiada o excesivamente repetitiva y rápida, aumento estereotipias y obsesiones… Gravedad: sin peligro, potencialmente disruptivo hacia el entorno Objetivo: mantener en el entorno, mantener autonomía
Nivel 2
Conductas diana: distrés evidente, signos de ansiedad, agitación destrucción propiedad, amenazas Gravedad: peligro potencial pero no inminente Objetivo: reducir las conductas “diana”
Nivel 3
Conductas diana: conducta auto y heteroagresiva Gravedad: peligro inminente Objetivo: mantener seguridad
Aumenta Aumenta
Disminuye Disminuye
Nivel 1
Intervención Conductual Desescalada verbal Asesorar profesionales
Nivel 2
Separación física Aumento ratio personal Medicación sintomática
Nivel 3
Restricción movilidad Contención física Contención farmacológica
Disminuye Disminuye
Aumenta Aumenta
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¿Cómo abordar farmacológicamente una reacción de
estrés y agitación en PcDID con COVID+ y en
tratamiento específico? En el caso que una persona con discapacidad intelectual y del desarrollo esté
afecto de la infección por SARS-COV2 y requiera medicación específica para
ésta, el manejo farmacológico deberá de ser muy cauteloso y teniendo en
consideración las interacciones de los psicofármacos con los tratamientos
administrados para el COVID-19 (hidroxi/cloroquina, ritonavir/lopinavir,
remdesivir, tocilizumab, etc); véase https://www.covid19-
druginteractions.org/checker.
Se proponen 2 situaciones diferentes:
- Aquellas PcDID que ya reciban psicofármacos como tratamiento
habitual y que presenten una reacción aguda al estrés y/o agitación que
requiera administrar tratamiento farmacológico, valorar administrar una pauta
de rescate de aquéllos fármacos que ya tolera y que presenten las menores
interacciones posibles (p.ej: olanzapina, lorazepam, clonazepam, asenapina).
Es importante valorar si la medicación habitual presenta interacciones con los
fármacos específicos para el COVID-19, para valorar su reducción, retirada o
sustitución.
- Aquellas PcDID que no reciban tratamiento psicofarmacológico de
manera habitual y que presenten una reacción aguda al estrés y/o agitación
que requiera administrar tratamiento farmacológico, se propone el siguiente
algoritmo terapéutico con aquellos psicofármacos que menos interacciones
presentan, valorando dosis bajas del tratamiento.
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*Benzodiacepinas mayor riesgo de reacciones paradójicas en PcDID. Requiere vigilancia respiratoria. Evitar: midazolam, triazolam y
diacepam. a Combinación con azitromicina: en pacientes con historia cardiológica familiar o personal, monitoirizar ECG por riesgo de prolongación QT. b Combinación con azitromicina: riesgo de prolongar QT en pacientes sin antecedentes personales/familiares cardiológicos; requiere
monitorización ECG.
-No hay interacciones farmacológicas descritas con el tratamiento propuesto y ceftriaxona.
levomepromazina, clorpromazina.
Valorar dosis bajas
Algoritmo situación urgente persona con discapacidad
intelectual y del desarrollo con COVID+ y en tratamiento
específico (hidroxi/, ritonavir-lopinavir, remdesivir, tocilizumab, etc...)
VÍA ORAL:
Lorazepam* 1-2mg
Clorazepato* 5-10mg
Clonazepam* 0.5-1mg
Alprazolam* 0.5mg
Olanzapinaa 2.5-5mg
Nivel 1 de gravedad
Irritabilidad, ansiedad o rabia, expresa
estrés, habla inapropiada o excesivamente
repetitiva y rápida, aumento estereotipias y
obsesiones…
VÍA ORAL:
Olanzapinaa 5-10mg
Asenapinab 5-10mg
Aripiprazola 5-10mg
VÍA INTRAMUSCULAR:
Olanzapinaa 5-10mg
Aripiprazola 7.5mg
Clorazepato* 10-20mg
Clonazepam* 1mg
Valorar necesidad de contención mecánica
Nivel 2 de gravedad
Estrés evidente, signos de ansiedad,
agitación destrucción propiedad, amenazas
Nivel 3 de gravedad
Conducta auto y heteroagresiva
Intervención conductual
Desescalada verbal
Asesorar profesionales
¿Colabora?
SI NO
¿Colabora?
SI NO
Neurolépticos a evitar: haloperidol, quetiapina,
clozapina, risperidona, ziprasidona, zuclopentixol.
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Inicio de tratamientos psicofarmacológicos durante
la urgencia Se debe evitar al máximo iniciar nuevos tratamientos con psicofármacos
desde los servicios de urgencias.
Dada la necesidad, asegurar el control de posibles efectos secundarios,
los tratamientos de larga duración deben iniciarse sólo si se tiene la
certeza de que el paciente podrá ser visitado a los pocos días.
Sin embargo, en caso de que se decida iniciarlo:
Revisar la pauta de tratamiento actual y asegurarnos de que se está
cumpliendo de manera correcta o modificarla si es necesario.
Revisar los tratamientos previos: valorar los que anteriormente han sido
eficaces y aquellos tratamientos con los que han aparecido efectos
secundarios (intentar especificar qué efectos secundarios han aparecido).
Considerar la posible repercusión de los tratamientos que queremos
prescribir sobre las patologías previas del paciente (por ejemplo, evitar
administrar medicamentos que reduzcan el umbral convulsivo en
pacientes que sufran epilepsia, o que produzcan un efecto depresor
sobre la respiración).
Las personas con discapacidad pueden sufrir diversas patologías para las
que necesiten tomar tratamiento. Este hecho aumentará la posible
aparición de efectos secundarios por interacciones.
Intentar iniciar tratamiento con un único fármaco (para poder controlar
mejor la aparición de posibles efectos secundarios).
Revisar si existen interacciones farmacológicas con el tratamiento para el
COVID si este es el caso (ver: www.covid19-druginteractions.org).
Empezar con dosis inferiores a las habituales y aumentar lentamente.
No sobrepasar nunca la dosis de fármaco recomendada.
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Prescripciones "si precisa" sólo durante el menor tiempo posible y
registrar fechas de revisión y retirada.
Dejar constancia en el informe de alta de los motivos por los que se
inicia el nuevo tratamiento.
Explicar a paciente y acompañantes la utilidad del fármaco que hemos
prescrito, así como los posibles efectos secundarios que puedan
aparecer.
Consensuar con paciente, si es posible, y familiares la forma de
administración de los fármacos preferida y más cómoda disponible.
Utilizar información pictográfica para facilitar una correcta comprensión
de los fármacos prescritos, la posología, la duración del tratamiento.
Asegurarnos de que existe una persona de referencia que administrará o
supervisará la toma del fármaco.
Evitar que la familia o referentes tengan que hacer cambios (aumentos /
reducciones) en las dosis de tratamiento (mejor esperar a hacer los
cambios en la próxima visita).
Asegurarnos de que la persona acudirá a su psiquiatra de referencia para
supervisar los cambios de la pauta de tratamiento.
Recomendaciones terapéuticas después de la crisis
aguda
Una vez remitido el episodio de crisis aguda, se debe de realizar un
seguimiento de la persona en cuestión. A continuación, se proponen diferentes
estrategias farmacológicas para tratamientos a largo plazo en función de
trastornos/síntomas:
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Trastornos de conducta
La utilización de psicofármacos en el tratamiento crónico de los trastornos
de la conducta no ha demostrado evidencia. Solamente están recomendados
en:
Tratamiento de las enfermedades psiquiátricas.
Control de los trastornos conductuales si persisten a pesar
del tratamiento conductual.
Si son la expresión (equivalente conductual) de una
enfermedad mental reconocida.
Si la gravedad y/o el riesgo obligan a una intervención de
urgencia (transitoria).
Si la gravedad dificulta iniciar estrategias no farmacológicas.
Trastornos psicóticos
Utilización de antipsicóticos clásicos y atípicos teniendo en cuenta:
• Clásicos: necesidad de un correcto control de los síntomas extrapiramidales,
el parkinsonismo secundario y la acatisia (¡cuidado con las dificultades de las
PcDID para relatar los efectos secundarios que presentan!).
• Atípicos: menor presencia de efectos secundarios que en los clásicos. Si se
utilizan a largo plazo, tener en cuenta la necesidad de un correcto control del
síndrome metabólico (controlar glicemias, niveles de colesterol, peso ...).
Trastornos del estado de ánimo
Utilizar antidepresivos con menor perfil de efectos secundarios (ISRS) o con
menor afectación cognitiva (Vortioxetina). Precaución con la utilización de
antidepresivos tricíclicos por sus efectos secundarios sobre todo a nivel
cardíaco (no aconsejable en personas con síndrome de Down).
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Trastornos de ansiedad
La primera indicación para el tratamiento a largo plazo de trastornos ansiosos
son también los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS, sobre todo aquellos con menor perfil de efectos
secundarios).
Otra alternativa es la utilización de antagonistas beta-adrenérgicos como el
propranolol.
Para el tratamiento a largo plazo de la ansiedad no es conveniente utilizar
antipsicóticos (con perfil sedante) ni benzodiazepinas. Las benzodiazepinas
pueden producir reacciones paradójicas en las PDID.
Hiperactividad
La hiperactividad es un signo clínico que está presente en numerosas
enfermedades mentales. Es necesario realizar una anamnesis amplia
preguntando a la PcDID y acompañantes por otros síntomas comórbidos para
poder realizar el diagnóstico diferencial.
Las principales enfermedades mentales en las que puede aparecer la
hiperactividad son: el Trastorno de Ansiedad, el Trastorno Depresivo, el
episodio de manía/hipomanía y el Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH).
Los tratamientos del trastorno de ansiedad y depresivo ya han sido explicados
anteriormente.
El tratamiento del TDAH requiere un abordaje multidisciplinar y multimodal que
incluya psicoeducación de paciente y familia, intervenciones psicosociales y
tratamiento psicofarmacológico. En relación a este último punto, en el TDAH se
utilizan psicoestimulantes (metilfenidato, lisdexanfetamina), agonistas de los
receptores alfa 2 adrenérgicos (guanfacina, clonidina), inhibidores de la
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recaptación de la noradrenalina (atomoxetina) o neurolépticos (risperidona,
aripiprazol).
En población general los psicoestimulantes (metilfenidato y lisdexanfetamina)
mejoran los síntomas TDAH en aproximadamente un 70% de los casos, pero
en personas con discapacidad intelectual los resultados son peores y presentan
más efectos adversos.
Si la PcDID presenta un episodio de manía/hipomanía, necesita tratamiento
con un estabilizador del ánimo, al que habría que añadir de forma temporal un
antipsicótico atípico para conseguir la eutímia.
Para el tratamiento a largo plazo de la hiperactividad no es conveniente utilizar
benzodiacepinas. Las benzodiacepinas presentan un perfil de dependencia-
tolerancia y pueden producir reacciones paradójicas en PcDID.
Trastornos del sueño
La utilización de benzodiazepinas y antipsicóticos para el control de los
problemas de sueño no resultan recomendables por los afectos adversos que
pueden provocar. Por tanto, el tratamiento de los trastornos del sueño en las
PcDID es aconsejable utilizar antidepresivos con perfil sedante (mirtazapina y
trazodona).
En caso de insomnio en niños, personas con autismo, adultos con Síndrome de
Down e inicio de deterioro cognitivo y personas con desestructuración de los
ritmos sueño-vigilia está indicado el uso de melatonina.
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Recomendaciones terapéuticas después de la crisis
aguda
En el caso que la PcDID esté recibiendo medicación para la infección COVID-19
y a su vez tome medicación psicofarmacológica de manera habitual, es
importante valorar si presentan interacciones entre ellas. A continuación, se
presentan diferentes recomendaciones farmacológicas teniendo en cuenta las
interacciones descritas hasta la fecha actual de los psicofármacos con
hidroxi/cloroquina, lopinavir/ritonavir, remdesivir y tocilizumab.
Antipsicóticos
Los antipsicóticos que menores interacciones presentan son la olanzapina y la
asenapina. Debe descartarse el uso de haloperidol, quetiapina, zuclopentixol,
ziprasidona y clozapina. Referente a la risperidona, debería valorarse su
retirada o reducción de las dosis por el potencial efecto del aumento del QTc.
En cuanto a la paliperidona y al aripiprazol, pueden mantenerse, aunque se
recomienda una reducción de la dosis habitual por riesgo a un aumento del
QTc.
Se recomienda monitorizar ECG en todos los pacientes que tomen
antipsicóticos y estén en tratamiento para el COVID-19.
Antidepresivos y ansiolíticos
No hay interacciones descritas con la duloxetina y la vortioxetina.
Respecto a los ISRS, la sertralina es el que menos interacciones presenta,
seguido de paroxetina, fluoxetina y fluvoxamina; no se recomienda el uso de
citalopram ni escitalopram. Tampoco se recomienda el uso de venlafaxina ni
clomipramina, no hay información respecto la desvenlafaxina. El bupropión no
presenta interacciones destacables (solamente leves con rito/lopinavir) por lo
que sería un buen antidepresivo a considerar. Tanto la mirtazapina como la
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trazodona presentan interacciones moderadas con hidroxi/cloroquina y
lopi/ritonavir, por lo que debería valorarse su reducción y monitorización del
ECG.
En general, las benzodiacepinas son fármacos que podrían administrarse en
pacientes afectos de COVID-19 y en tratamiento. Es importante considerar que
las benzodiacepinas pueden producir depresión respiratoria, por lo que debe
valorarse el estado de salud del paciente. También se ha comentado
anteriormente que las PcDID presentan, a menudo, reacciones paradójicas con
estos ansiolíticos. De todas las benzodiacepinas, las que más se recomiendan
son el lorazepam y lormetazepam, seguidos de bromazepam. El alprazolam,
clonazepam, clorazepato y diazepam deberían de administrarse en precaución
en personas que reciban lopinavir/ritonavir, siendo seguros con los demás
tratamientos descritos.
Los beta-bloqueantes como el propranolol suelen ser fármacos útiles en el
tratamiento de trastornos ansiosos en PcDID. Sin embargo, no se recomienda
su uso en aquellos que reciban tratamiento para el COVID-19 dadas las
posibles alteraciones cardiológicas como aumento del QTc y del PR; si se usa
este fármaco, asegurar la monitorización electrocardiográfica del sujeto.
Eutimizantes y anticonvulsivantes
El ácido valproico es el eutimizante con menores interacciones farmacológicas
con los tratamientos para el COVID, aunque el uso de éste con cloroquina
podría disminuir el umbral convulsivo.
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Las sales de litio presentan importantes interacciones con los fármacos
utilizados en el tratamiento del COVID, sobretodo en cuanto al aumento del
QTc, por lo que se recomienda discontinuar o tomar dosis infraterapéuticas.
La carbamazepina debe de retirarse en todos los casos al presentar
interacciones graves con todos los fármacos descritos. Debe de valorarse la
reducción o discontinuación de la oxcarbazepina.
El topiramato y la pregabalina són fármacos sin interacciones descritas hasta la
fecha. La lamotrigina también es un fármaco sin interacciones salvo con el uso
concomitante con lopinavir/ritonavir, donde los niveles de lamotrigina se verían
disminuidos.
Otros (estimulantes, agonistas alfa-2 adrnérgicos…)
Referente al tratamiento farmacológico de PcDID y TDAH, no se han descrito
interacciones entre el tratamiento para el COVID-19 y la clonidina. Sin
embargo, en el caso que se considere iniciar tratamiento para TDAH en PcDID
en tratamiento para COVID, se recomienda comenzarlo una vez el tratamiento
para el COVID haya finalizado ya que no hay información disponible en la
actualidad sobre las interacciones potenciales.
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Guía sobre el uso de psicofármacos
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Bibliografía y guías
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Guías
Guía práctica para residencias de personas con discapacidad intelectual o del
desarrollo ante la pandemia de coronavirus COVID-19
https://www.plenainclusion.org/informate/publicaciones/guia-practica-para-
residencias-de-personas-con-discapacidad-intelectual-o
Guía para mejorar la entrevista con personas con discapacidad intelectual:
Cuando estoy enfermo... escúchame
https://www.plenainclusion.org/sites/default/files/36._guia_escuchame.pdf
Herramienta online de interacciones medicamentosas www.drugs.com (Wolters
Kluwer Health, American Society of Health-System-Pharmacists, Cerner
Multum e IBM-Watson Micromedecs) Disponible en
www.drugs_interactions.html
University of Liverpool. Interactions with experimental COVID-19 Therapies.
Published in www.covid19-druginteractions.org Versión 20-marzo 2020
Herramienta online de interacciones medicamentosas de Medscape disponible
en https://reference.medscape.com/drug-interactionchecker
Documento del Ministerio de Sanidad Actualización Nº 55.Enfermedad por el
Coronavirus (COVID-19) 25.3.2020. Disponible en
https://www.mscbs.gob.es/en/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual
/nCov-China/documentos/Actualizacion_55_COVID-19.pdf
Equipo de redacción: Ramon Novell, Aida Palacín, María Casanueva, Marta Vilà,
Laura Vergés, Susanna Esteba, Núria Ribas, Meritxell Baró, Àlex Gimeno, Cristina
Almeda, Natalia Díaz, Anna Pla. Girona, 27 de julio de 2020
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