LAS INDUSTRIAS CULTURALES DE LA NOSTALGIA: UNA APROXIMACIÓN A LA
IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DE LOS CONSUMOS CULTURALES DE LAS SALVADOREÑAS
Y SALVADOREÑOS EN EL EXTERIOR Y SU RELEVANCIA PARA EL EJERCICIO
DIPLOMÁTICO.
Rebeca Elisa Calderón de Currlin.
Los procesos de adaptación al cambio (la migración incluida) han sido y siempre serán tan interesantes
como tortuosos. Sabemos que “la única constante es el cambio” y sin embargo, humanamente,
tendemos a aferrarnos a lo establecido, al “status quo” de la propia vida, una combinación más o menos
equilibrada entre elecciones y destino. No en vano “más vale viejo conocido...” pero, cuando
finalmente y por las razones que sean llega el momento se tratar de reescribir la propia historia: el viaje
ha dado inicio y no hay vuelta atrás.
El presente ensayo tiene como objetivo realizar un breve planteamiento respecto de los consumos de
las comunidades de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior, desde la óptica de las Industrias
Culturales y del papel de la Diplomacia, como gestora principal de los asuntos exteriores. Bajo esa
óptica, los “consumos” dejan atrás su visión meramente económica y comienzan a matizarse de las
complejidades de la cultura y las identidades. La importancia económica de los compatriotas que viven
fuera de nuestras fronteras es ampliamente reconocida a través del fenómeno de las remesas, una
realidad, indudablemente, que se impone y que es necesario analizar, pero que también coexiste con el
factor humanitario del drama de la reconfiguración de la vida misma en el proceso de migrar, tanto para
quiénes se van como para los que nos quedamos.
Considero que el análisis desde la complejidad esclarecedora de las “Industrias culturales” puede
funcionar muy bien como ente de cohesión para el abordaje del fenómeno de la migración,
especialmente de la “migración indocumentada” y sus incidencias, combinando “lo social” y “lo
económico” en la búsqueda constante del desarrollo integral y la unidad nacional, temáticas que atañen
directamente al ámbito diplomático moderno.
Migración
El primero de los componentes para el desarrollo de este análisis es la migración, ya que el solo hecho
de pensar en migración, evoca desplazamiento, viaje, alejamiento. Casi inevitablemente un aura de
nostalgia que nos refiere a lo que “se deja atrás” para ir en busca de “lo nuevo”. Pero en el tema de la
migración hay que tener siempre presente que el territorio, que funciona como base de la división
nacional, aunque se deja atrás geográficamente, no se abandona, se lleva en miles de sabores y colores,
detalles y recuerdos, que le dan sentido al nombramiento de los “mercados nostálgicos” o los
“productos nostálgicos” como términos asociados a la migración.
Por tanto, para comprender la migración, se debe tener presente que es un fenómeno y una realidad
social compleja y que es necesario hacer algunos apuntes breves para establecer un contexto de trabajo.
Según el diccionario de la Real Academia Española, “Migración” se define como: “Desplazamiento
geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales”. La doble
naturaleza de esta definición, individual y colectiva (grupal) delimita gran parte del escenario de las
migraciones que han marcado nuestra región. Quizás las decisiones de migrar han sido individuales,
pero tan recurrentes en su momento, que al final se han convertido en un proceso colectivo que nos
marca como país y como región centroamericana. El destino al final del camino es el mundo - existen
datos de salvadoreños y salvadoreñas residentes prácticamente en todo el globo terráqueo- pero con
mayor frecuencia el destino por excelencia ha sido siempre los Estados Unidos, nación que con relativa
proximidad geográfica, desde siempre albergó en el imaginario colectivo salvadoreño la idea del “país
de las oportunidades”, un territorio en el que el “trabajo paga bien”, en el que “se pueden ahorrar sus
centavos” permitiendo el envío de remesas a la familia que aún permanece en el país de origen, un
fenómeno clave en la actual economía salvadoreña y centroamericana que indudablemente ha definido
el panorama económico nacional.
Las causas de la migración también son diversas y complejas, requiriendo ese tipo de análisis “sobre la
marcha” que exigen los fenómenos sociales. Históricamente, aún las grandes migraciones que
caracterizaron a nuestro país en la década de los 70´s y 80´s tienen un detonante enraizado en los
conflictos de la guerra civil, pero no por ello se puede afirmar que esta causa haya sido “única”,
siempre han existido y existen otros factores que inciden positivamente en la decisión de migrar. Bajo
esta óptica se identifica la multicausalidad, las características y – ¿por qué no? – el posible futuro del
fenómeno migratorio. Es necesario hacer énfasis también en la “migración ilegal” o “indocumentada”
que por fuerza redibuja el panorama de los motivos y las condiciones y sin poder evitarse arrastra un
drama humanitario contra el que los Gobiernos de las naciones involucradas y diversos actores sociales
luchan una ardua batalla; a través del ejercicio de la diplomacia y sus estrategias.
Actualmente en el caso salvadoreño, la negociación del Estatus de Protección Temporal (TPS) con
Estados Unidos, los acuerdos comerciales y muchos aspectos que enmarcan nuestras relaciones con
otros países han sido objeto de manejo diplomático, el cual ha sido necesario para poder concertar estos
logros. Es importante el reconocimiento de este papel, ya que las alianzas y la existencia de lazos de
amistad materializados en embajadas, consulados, acuerdos, etc. configuran las condiciones de apoyo
con la que nuestros migrantes cuentan al enfrentarse a la realidad del nuevo país.
Ahora bien, para entrar en materia, hay que soslayar los enfoques necesarios de las causas e
implicaciones de la migración y comenzar a comprenderla más bien como un fenómeno
simbólico...”cultural”; y adentrarse no solo en lo que implica, sino también en lo que para las personas
“significa”. Es decir, desde un amplio panorama, tratar de comprender las experiencias, los
pensamientos, los sentimientos y sobretodo los retos ante la desconfiguración – reconfiguración de la
propia vida. A partir de aquí, los conceptos que para efecto de este breve análisis se presentan, servirán
como un marco de reflexión que apunta directamente a la migración y de cómo esta puede ser
comprendida desde la lógica de las industrias culturales.
Cultura y las industrias culturales
Para hacer referencia a la Industrias Culturales, primero hay que hablar de cultura. La cultura es en sí
un término apasionante, diverso, confuso y muy revelador. La Unesco (2001) entiende la cultura como:
“el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad
o grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos
fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, creencias y tradiciones.” (p. 11). Analizando los
componentes de esta definición, se despliegan una serie de elementos que mucho tienen que ver con la
migración y que directamente se ven afectados por este fenómeno: “características sociales de grupo”,
“las tradiciones y creencias”, “los modos de vida”. La cultura por tanto está directamente implicada en
los procesos migratorios y representa un vasto horizonte de análisis capaz de arrojar importantes
hallazgos. Ya la Unesco (2009) aclara que: “Si bien no siempre es posible medir estas creencias y
valores (que conforman la cultura) en forma directa, sí lo es medir las prácticas y comportamientos
asociados con ellos” (P. 9). “La cultura” es entendida entonces como el eje transversal, la base sobre la
que se edifican muchas de las condiciones de la vida de las naciones: desde la creación de identidades,
los consumos, la economía, el “cómo somos” que nos define y establece la manera en la que nos
relacionamos.
Bajo esta óptica, la cultura es acción y se manifiesta a medida que se desarrolla la vida, en los procesos
del interaccionismo simbólico. De allí el énfasis y el rescate de la experiencia individual y colectiva de
quiénes migran. También es necesario tener en cuenta otros componentes, por ejemplo: las causas de la
migración, nuestra historia e identidad como país y como región, el país destino, etc. todas entendidas
desde el complejo prisma cultural.
Industrias culturales
Es importante también introducir al análisis el término “Industria Cultural”. La Unesco (2010) en
conjunto con las industrias creativas las define como: “Aquellos sectores de actividad organizada que
tienen como objeto principal la producción o la reproducción, la promoción, la difusión y/o la
comercialización de bienes, servicios y actividades de contenido cultural, artístico o patrimonial”
(p.11). Hay que recalcar que en este caso, la visión de “industria” debe dejar atrás la óptica de las
fábricas o de la “industrialización” de la producción en masa como los referentes comunes podrían
indicar. Como se menciona en el término de la Unesco, hay que centrarse en comprender el “proceso”
más que el tamaño de las actividades. El enfoque de este abordaje además, se basa en su gran mayoría
en las reflexiones de George Yúdice (2002) en el ensayo titulado “Más allá de la lógica puramente
económica, el aporte social” en referencia a las industrias culturales. Su argumento principal explica
que si bien el término “industria” refiere necesariamente a elementos económicos, la cultura es también
un área que involucra a las sociedades de maneras que superan la mera evaluación de cifras o
porcentajes. Esta aproximación, es de suma importancia también en el ámbito del ejercicio de la
diplomacia, ya que “lo cultural” en el establecimiento de las relaciones entre países, delimita en gran
parte su accionar. La cultura juega un papel relevante a todo nivel, desde las discusiones de trabajo
entre pares, hasta la interrelación entre las naciones.
Habrá que entender también a la cultura como un “recurso”: de producción y de entendimiento. Un
factor diferenciador y un insumo para la creación de “productos”. Dejando atrás de manera definitiva,
la cultura únicamente como “bellas artes”. Este debate se menciona en el cuaderno #9 del PNUD “Hoy
la cultura no es lo que era antes” (p. 22) señalando que existen dos visiones de cultura, por una parte la
cultura elitista y por otra la inclusiva. En este caso, es esta visión “inclusiva” y “flexible” de cultura a la
que me refiero. La cultura que (con una licencia semi pecaminosa) es un elemento tan importante como
“la calidad” o “un sello de garantía” un blindaje todo antialérgico y “sin gluten” para que pueda ser
fácilmente consumido y digerido por los grupos que por una u otras razones puedan encontrar ciertos
atractivos en lo que se haya realizado.
Esta visión de cultura en la lógica de las industrias culturales, no deja de tener ciertos matices de
debate, como ya lo menciona Mato (2007) “Afirmo que todas las industrias son culturales porque todas
producen productos que, además de tener aplicaciones funcionales, resultan sociosimbólicamente
significativos” (p. 5), pero, no todas las industrias o mejor dicho todas las producciones toman y
utilizan la cultura o los elementos culturales con la intención consciente de hacerlo, como un elemento
de identificación, persuasivo y ¿por qué no? mercadológicamente “diferenciador”; puesto que en un
mundo cada vez más globalizado, con tendencia a estandarizarlo todo, lo propio y único de la cultura es
un elemento muy importante. De esto se tratan las Industrias Culturales, del aprovechamiento del
recurso de la cultura en un sentido amplio.
Ahora que “cultura” e “industrias culturales” están perfiladas y sobre la mesa de análisis, hay que
volcar estas reflexiones al fenómeno migratorio, entendido desde una óptica “simbólica”. Es decir que
más allá de analizar los procesos desde la estadística, la economía, la sociología, etc. cada uno por
separado. La visión cultural nos otorga esta “libertad” de poder abarcarlo todo, en el afán de relacionar
y comprender.
El “exterior” y las fronteras de la identidad
Podría afirmase que basta con que alguien tome la decisión de migrar para que el proceso del
derrumbamiento de las fronteras de inicio... el “otro lugar” que alguna vez fue imaginado, soñado o
anhelado e incluso temido, finalmente abre sus puertas. Sin poder evitarse, la familia, los amigos, la
pupusería de la esquina, la propiedad sobre el territorio y la seguridad de “lo propio” por un momento
tambalean e inician las reflexiones: ¿Qué viene?, ¿cómo será?, ¿me gustará?... ha dado inicio una
reconfiguración del propio ser, y sin entrar en el ámbito propio de la psicología, aparece la pregunta
central: “bueno, y en este nuevo lugar: ¿quién soy yo?”. Este es también un tema de interés para el
accionar gubernamental en el que la diplomacia encuentra un papel vital, ya que la renegociación de
“lo cultural” es también un asunto de interés nacional.
Por tanto, es válido reflexionar: cuando se hacen las maletas de la identidad ¿Qué guardan las
personas?, ¿qué se llevan los salvadoreños en este equipaje simbólico?... un verdadero “relajo” de
pupusas, hamacas, un Cipitío y sobretodo un corazón de oro ¡que siempre busca salir adelante! El caldo
de “la cultura salvadoreña” se está cocinando. Hacer referencia a la “cultura salvadoreña” servirá como
base para establecer este complejo “así somos” que a todas y todos los que tenemos el orgullo de haber
nacido en El Salvador nos constituye en una grande, curiosa y cuasi eterna interrogante. Esta “ventaja
conceptual” es válida, así como menciona Martín Barbero (2004) existen tantas culturas como usos se
les pueda dar: “Hoy son sujeto/objeto de cultura tanto el arte como la salud, el trabajo como la
violencia, y también hay cultura política, y del narcotráfico, cultura organizacional y cultura urbana,
juvenil, de género, profesional, audiovisual, científica, tecnológica etc.”(p.1).
Ahora bien, esto de la cultura y las identidades, tanto en el interior como al exterior de nuestras
fronteras, tiene grandes implicaciones. Para efectos del análisis que aquí concierne, hay que centrarse
en la cultura y las identidades de quién ha migrado. Comenzando por que su nacionalidad y su
identidad inmediatamente se transforman; una nueva etiqueta social va a definirle: “el migrante”.
Por tanto, hay que poner especial atención sobre “el migrante salvadoreño” y sus procesos de
adaptación vía grupal. También es importante preguntar fuera del territorio nacional ¿qué pasa con su
cultura salvadoreña?, ¿se afianza?, ¿se mezcla, ¿se olvida? Y ¿cuáles son las implicaciones para el
migrante, para su familia, para nuestro país?... Este encuentro y la necesaria readaptación cultural,
vuelca a las personas a la búsqueda de puntos en común en lo diverso, lo parecido entre la diferencia.
En una sociedad llena de “ellos” más importante se vuelve un “nosotros”. Cimentando así el sentido de
“comunidad” definida según la RAE como “Cualidad de común (que pertenece o se extiende a varios),
conjunto de las personas de un pueblo, región o nación, conjunto de naciones unidas por acuerdos
políticos y económicos y conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes”.
Sobre esta base, se da origen a la “comunidad de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior” con
espacial énfasis en el término “conjunto”, recurrente en todas las definiciones; y el uso de la cultura
como la base de esa “cualidad común” que daría paso por ejemplo a las “ciudadanías culturales” de
Barbero, en las que ya no se habla solamente de “residencias” o de “pertenencias”, si no de una calidad
y cualidad de ciudadano o ciudadana adjudicada y ratificada vía la cultura. Justamente como ya ha
hecho referencia G. Yúdice (2006) en su señalamiento de la cultura como un recurso, no solo desde un
punto de vista económico, sino también como la herramienta de las sociedades para definir aspectos
relacionados con la ciudadanía (identidad) reclamo de derechos, conformación de grupos, entre otros.
De esta manera, “la o él migrante” va dejando atrás esta definición y vuelve a ser salvadoreña y
salvadoreño, vuelve a ser “parte” de una comunidad en la que encuentra sentido; ¿cómo? a través de la
cultura que comparte con sus pares y que refuerza y reafirma su identidad. Cuestión perfectamente
comprensible, ya que la realidad...cualquier realidad, con un par de buenas pupusas es más digerible y
la “nueva” vida adquiere un mejor sabor.
En este proceso, se (re)conforma un “nosotros” que encuentra la ansiada familiaridad en la comida, el
idioma, las maneras de ser y las experiencias compartidas que “solo un salvadoreño comprendería” va
moldeando través de la cultura y las identidades, comunidades de salvadoreñas y salvadoreños en el
exterior que a través de un cordón umbilical simbólico se mantienen unidos a su patria, definiendo sus
“consumos culturales” y dando vida a una serie de “industrias culturales” de la nostalgia.
La identificación de lo que los salvadoreños fuera de nuestras fronteras cristalizan como “la identidad
de lo salvadoreño” o los componente de “la cultura salvadoreña” puede ser un importante indicativo
para lograr encontrar esos elementos en común que en nuestra diversidad nos unen. Este es un
argumento de vital importancia para el ejercicio diplomático, ya que el conocimiento de la realidad del
país al que sirve en todas sus facetas, promueven gestiones responsables, eficaces y eficientes.
Ahora bien, una vez en comunidad y reencontrada la cultura, es necesario analizar grosso modo los
comportamientos de estos grupos, bajo la lógica de las Industrias Culturales.
Los gustos que definen los consumos
Teniendo en cuenta entonces que la cultura crea identidad y que también es un recurso para las
comunidades de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior, voy a referirme a los “consumos”. Toda
Industria, incluidas las Industrias Culturales, existen porque están inmersas en una lógica de mercado
de compra – venta, relación que satisface una necesidad en la persona que “compra” y genera
ganancias a quien “vende”. Si se analizan conceptos básicos como el marketing, la comercialización y
otros, encontraremos que a lo largo de tiempo se han “adaptado” para incluir en sus funciones lo
“cultural” en contraposición al marketing “tradicional” definido por Kotler (1999) como “el arte de
encontrar, desarrollar y aprovechar las oportunidades de marketing, definidas como un aspecto de la
necesidad e interés del comprador en el cual hay una alta probabilidad de que una compañía pueda
sacar provecho satisfaciendo esta necesidad. (pp. 58-59) a lo que luego agrega: “es la ciencia y el arte
de encontrar, conservar y desarrollar a los clientes provechosos” (p. 163).
Al lado de este concepto, se encuentra la definición de marketing cultural citada como “el arte de
alcanzar aquellos segmentos de mercado interesados en el producto adaptando a éste las variables
comerciales –precio, plaza y promoción- con el objetivo de poner en contacto al producto con un
número suficiente de consumidores y alcanzar así los objetivos de acuerdo con la misión de la
organización cultural” (Colbert y Cuadrado, 2009, p. 26). Que exista el término de Marketing Cultural,
refuerza la idea que cada vez más “lo comercial” y “la cultura” se aproximan y se van fusionando en
los procesos de interacción. Por lo que, en la lógica de las industrias culturales, como se apuntala en las
definiciones, esta relación transaccional es diferente, mucho más profunda y compleja involucrando el
“sentido social” que se entrelaza proactivamente con el económico.
Entonces para entrar en materia de análisis de “consumos” son necesarios ciertos cuestionamientos:
¿qué “consumen” las comunidades de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior?, ¿por qué toman
estas decisiones?, ¿qué tan importante es el poder adquisitivo en sus elecciones?, ¿prefieren productos
culturales salvadoreños antes que productos del país de residencia?... estas son, quizás, las preguntas
básicas que deberían ser planteadas para un proceso exploratorio de las comunidades de salvadoreñas y
salvadoreños en el exterior entendidas bajo un interés económico, social y cultural.
¿Pueden entenderse estas comunidades como un “mercado”? … más allá: ¿pueden entenderse como un
mercado para los productos culturales?... ¿como un “mercado atractivo”?. Un mercado que ha sido
llamado...”nostálgico” para hacer referencia a la ya mencionada “hambre y sed” de identificación
cultural capaz de generar sentido.
Según el sitio del Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador, actualmente hay 221 mil
compatriotas amparados al TPS (Estatus de Protección Temporal. Beneficio migratorio que permite
trabajar y residir legalmente en un país de forma temporal). Un grupo que trabaja (y que en
consecuencia posee un cierto nivel adquisitivo), que tiene necesidades de consumo y de consumo
cultural (identidad). Como en la vida todo es relativo y bajo la óptica de las Industrias culturales, podría
decirse que este segmento es “atractivo”.
Por ser esta una aproximación incipiente y breve a este tema no dispongo de muchas cifras, por tanto
analizaré algunos ejemplos tratando de desvelar ciertas lógicas y procesos subyacentes.
En google.com la búsqueda: “pupuserías en Los Ángeles” arroja resultados muy interesantes...el que
más llamó mi atención fue: “10 best pupusas in Los Ángeles” y de este artículo la primera es la
pupusería “La Guanaquita”.
La Celebración de “Las Fiestas Agostinas” en el parque McArthur en Los Ángeles, la cual está
enmarcada en la celebración del “Día del Salvadoreño” a través de una “Feria” que coincide en fechas
con la celebración de las Fiestas Agostinas en El Salvador. Según un artículo en el periódico digital
lapagina.com.sv en 2012, los organizadores de la actividad se refirieron a la asistencia aproximada de
80,000 compatriotas. Esa celebración a mi punto de vista es una de las muestras más significativas de
la conformación de una industria cultural y sus posibilidades. Mercadológicamente, esta afluencia de
personas, ya ha sido aprovechada no solo por artistas y microempresarios, sino también por
instituciones como el Fondo Social para la Vivienda para la promoción de la adquisición de vivienda
propia y digna en El Salvador; Televisión de El Salvador, canal 10 a través del especial “Tradiciones
Agostinas sin fronteras” que da cobertura al evento y lo transmite en vivo a través de señal abierta y
cable en el territorio y al mundo a través de streaming en el sitio www.tves.sv (reportando un notable
nivel de conexiones a nivel mundial).
Otros ejemplos de productos y servicios son:
Farmacias San Nicolás (http://www.farmaciasannicolas.com/) que facilita la compra de medicamentos
desde Estados Unidos para ser entregados en todo el territorio nacional.
La Universidad Tecnológica con su “Programa de Educación a Distancia para salvadoreños en el
exterior” (http://www.utec.edu.sv/distancia/)
Las telefonías en el país (Telefónica, Claro, TIGO) promoviendo con sus campañas publicitarias la
unificación territorial a través de sus tarifas por minuto.
Productos de consumo con marcas que han “expendido sus fronteras”, por ejemplo: “La Canasta”
(http://www.lacanasta.com.sv/) que se especializa en frijoles, especies y refrescos en polvo para el
consumo de salvadoreñas y salvadoreños en El Salvador y en el exterior; Queso Petacones, Semita
Santa Eduviges, entre muchos otros más. Indagar en otras áreas nos brindaría numerosos ejemplos más.
El punto central es reconocer esta otra cara de la migración que se muestra bajo la óptica de las
Industrias Culturales que no aborda los grupos humanos para transformarlos en “mercados”, sino más
bien, retoma los mercados y los “humaniza”, una visión en extremo necesaria, especialmente en los
temas migratorios.
Aunque es posible que las iniciativas retomadas por estas empresas actualmente, estén motivadas
únicamente por un visión de crecimiento meramente económico “El único centro de ganancia es el
consumidor” (Drucker en Kotler, p. 163) estos hechos y flujos económicos son sobremanera
interesantes. Aún sin estar segura de sus motivaciones reales, podría afirmar que si estas marcas y
empresas han volcado sus esfuerzos hacia los grupos de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior, es
porque los evalúan atractivos, factibles y sostenibles. Una de las estrategias básicas de desarrollo para
cualquier empresa es la búsqueda de “nuevos mercados”. Yúdice (2006) lo ratifica también “El gran
desafío de toda industria cultural es la distribución” (p. 8). Por lo tanto, a este pensamiento “comercial”
hace falta nada más dotarlo de una claridad y convicción basadas en “lo cultural” de sus acciones,
promover un trabajo de creación y distribución de productos de exportación, que otorgue igual
relevancia tanto a la dimensión cultural como a la mercadológica.
Otro aspecto importante que recalcar es que la mayoría de estas empresas, han sido conformadas como
iniciativas de capital salvadoreño y han encontrado una oportunidad de crecimiento fuera de nuestras
fronteras. Como ya menciona Yúdice (2004) la visión que trasciende fronteras en el análisis de la
sustentabilidad de las industrias culturales es vital ya que se debe tener en cuenta “Satisfacer las
demandas culturales del mercado local y regional”. Pero... ¿se consideran a sí mismas estas empresas
como parte de las “Industrias Culturales”? , ¿Están conscientes de los impactos y las posibilidades que
la promoción de sus raíces salvadoreñas y sus productos “nostálgicos” tienen en las y los salvadoreños
en el exterior?...
Es por ello que el papel de las Industrias Culturales se revela en este caso como una oportunidad. Sus
implicaciones económicas y de desarrollo van más allá, haciendo transcender a la cultura como un
recurso base para la evolución. Así lo reconoce Yúdice (2004) “En el desarrollo culturalmente
sustentable, es necesario plantearse la transversalidad de la cultura (...) la que recorre sectores diversos
(v.gr., economía, desarrollo comunitario, Pymes y música), y la que sitúa el apoyo a los diversos
sectores en un entramado local, nacional, regional, internacional y transnacional” (p. 3).
Entendiendo entonces que los procesos de creación de toda la “base industrial cultural” como tal,
conllevan el involucramiento explícito de los diferentes actores sociales, es decir, que como ya había
mencionado antes, no se puede hacer referencia a un proceso meramente bilateral o transaccional, sino
más bien a un fenómeno del sistema social en su conjunto; es decir una “estrategia”, un componente
básico en la articulación de los elementos de las Industrias Culturales:
(...) una estrategia integral implica operar en varios niveles y temporalidades a la vez,
reconociendo la especificidad y autonomía relativa de una industria cultural para ciertas
gestiones y operando estratégicamente en sectores aliados (por ejemplo, una productora de
fonogramas que busca la colaboración y apoyo del sector turístico), y gestionando subsidios
estatales, inversiones privadas, acompañamiento informático del tercer sector, concesiones en
los tratados de libre comercio y financiamientos para la inclusión multicultural. (Yúdice, 2004,
p.2).
Esta estrategia integral, indudablemente, deberá hacer uso de los elementos de la diplomacia
contemporánea: ratificando tratados, enlazando sectores, buscando puntos de encuentro. El tema
migratorio a través de la lógica de las Industrias culturales, es definitivamente un asunto de Estado y
como tal, debe abordarse con las atribuciones de negociación propias de la diplomacia.
Conclusiones.
El objetivo en este ensayo ha sido presentar una breve aproximación al análisis de los consumos
culturales de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior a través de la lógica de las Industrias Culturales
y su importancia para el ejercicio de la Diplomacia. Establecer ciertos planteamientos que puedan
luego servir de base para la inclusión de más datos, de correcciones o de otros estudios que profundicen
y sistematicen lo aquí expuesto. El ejercicio de interrelacionar el ámbito de las Industrias Culturales
con la Diplomacia (un tema sobremanera interesante) ha sido objeto de mucha reflexión y aprendizaje.
A continuación las conclusiones al respecto:
Comunidad de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior: El camino de la migración es
duro, pero se afronta mejor con medidas y políticas orientadas a salvaguardar los derechos humanos y
la integridad de las y los migrantes. A lo largo de los años, la comunidad de salvadoreñas y
salvadoreños en el exterior ha ido creciendo, por lo que su importancia no solo radica en ser una
importante fuente de sostén económico para sus familias y nuestro país, sino que también, cada
salvadoreña y salvadoreña fuera de nuestras fronteras tiene el derecho y el deber de salvaguardar la
“cultura salvadoreña” y hacer de ella, como se propone desde la óptica de las Industrias Culturales, una
fuente de riqueza en todo sentido. Hacer de la “cultura salvadoreña” un elemento de cohesión y
bienestar.
La Diplomacia: Yúdice (2006) señala que “Ya empezamos a entender que la cultura es una
dimensión crucial en el empleo, el turismo, la educación, la tecnología, las comunicaciones y las
telecomunicaciones, el desarrollo nacional y local” (p. 2). La cultura es un eje transversal que atraviesa
todas las dimensiones de la vida humana y otorga además una visión que debe ser adoptada e
incorporada en los ámbitos del ejercicio de la diplomacia. “Lo simbólico” como manera de entender el
mundo es de vital importancia para el logro de acuerdos. Por otra parte, también la comprensión de la
lógica de las Industrias Culturales, en el que la negociación de temas culturales o económicos no se
presentan aislados, sino como un todo, otorga al diplomático una herramienta eficaz para el ejercicio de
su profesión. Además, el estudio de la realidad de las salvadoreñas y salvadoreños en el exterior bajo
una nueva óptica, enriquecerá el trabajo diplomático favoreciendo la atención oportuna de las
necesidades de este importante grupo.
Mipymes en El Salvador: Las comunidades de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior son
un público atractivo para las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas. Interactuar con estos públicos
bajo la lógica de las Industrias Culturales, otorgaría una visión más amplia y creativa acerca de sus
productos potenciales. El “mercado nostálgico” podría ser abordado de una manera distinta,
reconociendo y aprovechando su necesidad de consumo de bienes y servicios, pero también su
necesidad latente de significados. Aunado al hecho de los beneficios que obtiene el público de
salvadoreñas y salvadoreños en el exterior al reafirmar su identidad a través de una “cultura
salvadoreña” expresa en los productos que adquiere.
Gobierno de El Salvador: El Gobierno a través del Ministerio de Relaciones exteriores ha
generado grandes avances respecto de las comunidades de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior:
el TPS, la emisión del DUI (para el voto en el exterior). El tema de la migración y la atención integral a
la persona migrante es un eje principal de acción, como ejemplo podemos citar la iniciativa de la
"Política Nacional para la Atención y Desarrollo de la Persona Migrante Salvadoreña y su Familia". El
análisis de las comunidades de salvadoreñas y salvadoreños en el exterior desde las industrias
culturales, otorgaría importantes insumos de acción para la promoción de nuevas políticas, en pro de la
cultura y las identidades salvadoreñas desde una doble naturaleza: económica y social. Como ya lo
apunta Yúdice (2006) “la economía y la política al igual que la cultura misma son conceptos con
fronteras muy cercanas”.
Sociedad salvadoreña. La promoción de la cultura salvadoreña, sus simbolismos y elementos,
enriquecen a las comunidades salvadoreñas, dentro y fuera de nuestras fronteras. Es necesario
salvaguardar nuestra historia y los elementos que nos hace ser quiénes somos. Desde el análisis de las
Industrias Culturales, la doble naturaleza social y económica, permite ratificar la importancia de los
elementos culturales que nos hacen ser salvadoreños y hacer uso de ellos para la promoción del
desarrollo integral de nuestro país.
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