Índice
“LAS MIL Y DOS HISTORIAS”
Cap.1-Periodismo.
Cap.2- Escritura Literaria.
A partir de Quiroga.
Historias de terror I y II
Cap.3-Textos epistolares.
Stella Maris
Ibrahim Nasar
Prólogo general Hola querido lector,
¿Te acordás de nosotros? Sí, somos los mismos del
año pasado. Los mismos que te regalamos histo-
rias extraordinarias con requisitos del otro mundo.
Volvimos para brindarte redacciones terroríficas,
individuales y en grupo, que van a contener todos
los temas que dimos este año.
Este libro va a ser mejor que el primero de nuestra
saga, porque ya nos sentimos más experimenta-
dos. Te recomiendo fehacientemente que leas es-
te maravilloso libro por su bello vocabulario y es-
tructuras.
Índice Prólogo
“La Actualidad” – Federico P. Gastón M. Gui-
llermo D. Juan Manuel C.
“La Observadora”- Martina K. Madelón M. Pau-
la L. Sofía H.
“Periodismo Juvenil”- Ignacio Y. Agustín M.
Santiago C. Juan Ignacio B.
“Buscalibros”- Virginia V. Carolina G. Julia G.
Manuela T. Helena P. Maia R. Micaela H.
Juegos
Prólogo
Nuestra profesora de Idioma Español nos
sugirió hacer un proyecto de investiga-
ción sobre bibliotecas y librerías. La idea
era saber la diferencia entre ellas. Para
eso, teníamos que visitar una biblioteca y
una librería. La librería a visitar podía ser
a nuestra elección, pero, teníamos que
visitar la Biblioteca Nacional obligatoria-
mente. Luego teníamos que realizar en-
trevistas y tomar fotografías a los efectos
de registrar todo nuestro trabajo de
campo.
La Actualidad
Fuimos a visitar la “Biblioteca
Nacional”, ubicada en 18 de Julio y Tristán Narva-
ja y la librería “Parisson Libros”, ubicada en Colo-
nia y Eduardo Acevedo, para realizar una peque-
ña encuesta a los funcionarios de dichos estable-
cimientos. Quedamos impresionados debido a su
gran infraestructura. Contiene una gran variedad
de documentos de distintas épocas y diversos te-
mas. En cuanto a la librería, “Parisson Libros”, abrió
sus puertas hace apenas 9 años, cuenta con una
gran variedad de libros de diversos temas e idio-
mas. Está ubicada en un local pequeño, con una
decoración estilo vintage.
El 4 de agosto de 1815, el
presbítero Dámaso Antonio Larra-
ñaga envió una carta al Cabildo
en la cual proponía suplir con
buenos libros la falta de maestros
e instituciones.
Planteó la necesidad de crear una biblioteca
pública donde pudiesen concurrir nuestros jóve-
nes, y todos aquellos que quisieran acceder al sa-
ber.
El propio Larrañaga se ofreció para desempeñar la
función de director, y solicitó un edificio para ins-
talarla, a lo que José Gervasio Artigas respondió:
"...yo jamás dejaría de poner el sello de mi apro-
bación a cualquier obra que en su objetivo llevase
esculpido el título de la pública felicidad. Conozco
las ventajas de una biblioteca pública y espero
que vuestra señoría cooperará con el esfuerzo e
influjo a perfeccionarla coadyuvando los heroicos
esfuerzos de tan virtuosos ciudadano...".
Un aporte interesante para dotar de libros a la
nueva biblioteca, llegó a través del legado del
presbítero José Manuel Pérez Castellano, ilustre
ciudadano fallecido el 5 de setiembre de 1815,
quien legó un importante acervo bibliográfico. A
esta donación se sumaron los libros aportados por
José Raimundo Guerra, los padres franciscanos y
el donativo del propio Larrañaga quien ya poseía
en aquella época una vasta colección.
La primera Biblioteca Pública fue instalada en los
altos del fuerte de Montevideo, actual Plaza Zaba-
la. El presbítero Larrañaga en su carácter de direc-
tor, pronunció la "Oración Inaugural", donde ex-
presó: Fuerte de Montevideo. Primer edificio de la
primera Biblioteca Nacional. La biblioteca este
año cumplió 200 años, está establecida desde el
año 1816.
"Sean los orientales tan ilustrados como valientes"
- José Gervasio Artigas.
ENCUESTA EN LA BIBLIOTECA >>
"BIBLIOTECA NACIONAL"
1- ¿Cree usted que el público que asiste a la Bi-
blioteca ha cambiado a lo largo del tiempo?
¿Cómo?
Si, cambió desde la aparición del internet.
2- ¿La biblioteca se especializa en material de
autores de nacionalidades particulares o en
general?
Autores mayoritariamente uruguayos, muy pocos
extranjeros.
3- ¿Cree usted que la tecnología ha modificado
la asistencia del público juvenil? ¿Por qué?
SÍ, 1, se triplica la cantidad.
4- ¿Hay algún lector preferido por el
público? ¿Cuál?
Todos iguales, no hay preferencia. Solo se lee en
la biblioteca, lo se dan libros.
5- ¿Qué propuestas tiene la biblioteca para
atraer al público juvenil?
No, los jóvenes optan por la tecnología. Hace
años la biblioteca estaba llena de jóvenes.
EXTRA Libros: Se estiman aproximadamente
1.000.300.
ENCUESTA EN LA LIBRERÍA >> "PARISSON LI-
BROS"
1-¿Hay algún autor preferido por el público?
¿Cuál?
No, depende del gusto
2- ¿Hace cuántos años está establecida esta li-
brería?
Hace nueve años la está establecida la librería.
3- ¿La librería apunta más a textos de estudio o a
ficción?
No apunta al estudio. Literatura en general.
4- ¿Ha disminuido la venta de libros debido a la
tecnología?
No.
5-¿Con qué cree que la librería pueda atraer a
jóvenes?
Si, la edición de libros, diferencia en formatos nue-
vos. (Ejemplo: Cómics).
HERRAMIENTAS Y SUSTANCIAS UTILIZADAS
PARA LA CONSERVACIÓN Y RESTAURA-
CIÓN DE LIBROS
DISCURSO EN EL ACTO DE INAUGURACIÓN
PRONUNCIADO POR EL PRESBÍTERO DAMA-
SO ANTONIO LARRAÑAGA
SALA GENERAL ARTIGAS
HERRAMIENTA UTILIZADA PARA MEDIR EL
ESPESOR DEL PAPEL
La Observadora
¡26 de mayo! se celebra el día
del libro y en honor a esto fuimos a investigar bi-
bliotecas y librerías. Elegimos: La Biblioteca Na-
cional y La librería Minerva. Realizamos unas pre-
guntas allí, estas fueron: ¿Quién la fundó? ¿Cuán-
do se fundó? ¿Cómo funciona la entrega de li-
bros? ¿Cómo ha afectado la tecnología en la bi-
blioteca/librería? ¿Por qué se llama así? ¿Qué per-
sonas visitan más a menudo? ¿Cómo están orga-
nizados los libros? ¿Cuántos libros hay?
BIBLIOTECA NA-
CIONAL
Fue fundada el 26 de
mayo de 1816 (con
5.000 volúmenes do-
nados por Larrañaga
de su biblioteca perso-
nal) por Dámaso Anto-
nio Larrañaga. Antes se
llamaba Biblioteca
Pública, pero ahora se
llama Biblioteca Na-
cional dado a su obje-
tivo (guardar la biblio-
grafía nacional).
Para utilizar un libro, se
busca en el fichero, o
en la base de datos.
Luego se llena una bo-
leta y con esta y el do-
cumento (cualquiera
que esté vigente), se
pide el libro en el si-
guiente mostrador. Allí
la boleta va a uno de
los depósitos (depen-
diendo del material),
con ese material se va
a una sala de lectura y
se consulta. En mayo
muchos estudiantes
van por el día del libro,
para realizar trabajos,
pero usualmente son
investigadores.
La tecnología ha
hecho disminuir la
concurrencia a la bi-
blioteca.
Parte de los libros
están organizados por
un orden temático y
otra parte está orde-
nada en orden correla-
tivo. Hay aproximada-
mente 1.300.000 libros.
LIBRERÍA MINERVA
Fue fundada en el año
2001, su nombre es en
honor a la diosa roma-
na de la sabiduría, Mi-
nerva.
La clientela de la librer-
ía es muy diversa de-
pendiendo de la épo-
ca del año. Por ejem-
plo en febrero y marzo
vienen sobre todo es-
tudiantes a buscar li-
bros de textos. En fe-
chas importantes (reli-
giosas, aniversarios)
mucha gente viene a
comprar libros en for-
ma de regalo. Al entre-
vistado le pareció que
la tecnología ha apor-
tado mucho a la librer-
ía. De todos modos, él
cree que el libro no
puede ser remplazado.
La organización es por
categorías: literatura
universal, literatura na-
cional, literatura lati-
noamericana. Hay
aproximadamente
10.000 libros. Por día se
venden de 10 a 15 li-
bros. En esta librería se
encuentran libros de
los años 1700. Los libros
antiguos contenían
unos grabados (simu-
lando fotos) que hac-
ían al libro más valioso.
Los textos se imprimían
con una plancha letra
por le-
tra.
Además de entrevis-
tarlo, el señor nos
contó que la razón por
la cual los libros casi
siempre tienen un par
de hojas en blanco al
principio es porque
antes los libros venían
sin tapa, por lo cual las
páginas en blanco
eran pa-
ra prote-
gerlos. Si
se quería
la tapa,
había
que
mandar-
la a hacer.
Periodismo Juvenil
El regreso de Periodismo Juvenil es un hecho,
con nuevos lugares para visitar, investigar y di-
fundir al público.
En este caso, visitamos la Biblioteca Nacional y
la Biblioteca “Nuestros Hijos”
Biblioteca “Nuestros Hijos”
Nos reunimos en la casa de
Agustín Montero y desde allí
fuimos a la Biblioteca “Nuestros
Hijos”, con el propósito de co-
nocer su historia.
Al llegar, entrevistamos a la re-
cepcionista, de nacionalidad chilena, quien nos
contó que trabajaba allí desde hace un año. A
continuación, transcribimos sus declaraciones:
-Sabemos que fue fundada por 13 madres de los
jóvenes que murieron en la “tragedia de los An-
des”. ¿Por qué surgió esa idea?
-Las madres se juntaban para
conversar y consolarse por tal
tragedia. Una de ellas, que
era profesora,
se le ocurrió
transformar to-
do ese dolor en algo positivo, y así
fue como se creó esta biblioteca
en 1973.
La Biblioteca en sus comienzos, estuvo instalada
en una de las habitaciones del Hotel Carrasco y
luego se mudó al subsuelo del mismo hasta que
en el año 2009 se mudaron a la sede donde
están actualmente en la calle Miraflores esquina
Av. Juan Manuel Ferrari.
- ¿Alrededor de cuántos libros hay actualmente?
-20.000 libros aproximadamente.
- ¿Cómo podemos
afiliarnos?
- Se pueden afiliar
por: la página web,
nuestra página de
Facebook, llamando
por teléfono o venir personalmente a la bibliote-
ca.
Hay tres categorías de socios:
Socio Amigo: Saca dos libros cada un mes.
Socio Activo: Saca tres libros cada 15 días.
Socio Familiar: Está asociada toda la familia.
- ¿Concurren muchos adolescentes aquí?
- Si, concurren bastantes desde la primera vez
que expusimos libros en la Feria del Libro, porque
fue cuando descubrieron la biblioteca.
-Siguiendo con el tema, ¿Cuál es el tipo de libros
que solicitan los adolescentes?
-Los tipos de libros que les atraen
son las Sagas de Percy Jackson,
Harry Potter, Los juegos del ham-
bre, entre otros.
- ¿Tienen planificado algo para el
Día del Libro?
- Vamos a estar en la Feria del Libro y vamos a
estar en conjunto con una radio para realizar un
concurso literario el cual consiste en crear el final
de una historia.
-Ya que en la clase estamos trabajando con
Horacio Quiroga, ¿aproximadamente cuántos li-
bros hay de este autor?
-Hay aproximadamente 20 libros.
-Muchísimas gracias por esta entrevista.
-Un placer. Ahora su labor es difundir la bibliote-
ca a más personas.
Biblioteca Nacional
Días después, concurrimos a la Biblioteca Nacio-
nal. Debido a la falta de funcionarios, no nos pu-
dieron atender adecuadamente, si bien tenían
muy buena disposición. Nos
dijeron que podíamos encon-
trar mucha información en la
página web de la biblioteca.
Igualmente, valió la pena ir
hasta allí y conocer sus
magníficas instalaciones. A
continuación, la información
de la página web:
El 4 de agosto de 1815, Dámaso Antonio Larra-
ñaga envió una carta al Cabildo en la cual pro-
ponía suplir con buenos libros la falta de maes-
tros e instituciones.
Planteó la necesidad de crear una biblioteca
pública donde pudiesen concurrir
nuestros jóvenes, y todos aquellos
que quisieran acceder al saber.
El propio Larrañaga se ofrecía para
desempeñar la función de director,
y solicitaba un edificio para instalarla, a lo que
responde José Artigas: "...yo jamás dejaría de
poner el sello de mi aprobación a cualquier obra
que en su objetivo llevase esculpido el título de
la pública felicidad. Conozco las ventajas de
una biblioteca pública y espero que V.S. coope-
rará con el esfuerzo e influjo a perfeccionarla
coadyuvando los heroicos esfuerzos de tan vir-
tuosos ciudadano...".
José Gervasio Artigas, nuestro héroe, quien se
hallaba en el Campamento de Purificación,
cursó una nota fechada el 12 de agosto de 1815
al Cabildo.
En la misiva daba el visto bueno para que se
procediera a la creación de aquella primera Bi-
blioteca Pública.
El 28 de agosto del mismo año, Artigas le escribió
a Larrañaga transmitiéndole su convencimiento
sobre la utilidad de la iniciativa:
"...y su esperanza de que
el Cabildo continuará
con cuanto Ud. juzgue
necesario para su mejor adorno y pronto arre-
glo."
Un aporte interesante para dotar de libros a la
nueva biblioteca, llegó através del legado del
presbítero José Manuel Pérez Castellano, ilustre
ciudadano fallecido el 5 de setiembre de 1815,
quien legó un importante acervo bibliográfico. A
esta donación se sumaron los libros aportados
por José Raimundo Guerra, los padres francisca-
nos y el donativo del propio Larrañaga quien ya
poseía en aquella época una vasta colección.
La primera Biblioteca Pública fue instalada en los
altos del fuerte de Montevideo, actual Plaza Za-
bala. El presbítero Larrañaga en su carácter de
director, pronunció la "Oración inaugural", donde
expresó: Fuerte de Montevideo. Pri-
mer edificio de la primera Biblioteca
Nacional.
"Una biblioteca no es otra cosa que
un domicilio o ilustre asamblea en
que se reúnen, como de asiento, to-
dos los más sublimes ingenios del
orbe literario o por mejor decir, el foco en que se
reconcentran las luces más brillantes que se han
esparcido por los sabios de todos los países y de
todos los tiempos. Estas luces son las que el ilus-
trado y el Gobierno vienen a hacer comunes a
sus conciudadanos."
Artigas, sensible a la repercusión pública del
hecho, dispuso que el 30 de mayo el santo y se-
ña de su ejército en Purificación fuera:
"Sean los orientales tan ilustrados como valien-
tes"
Buscalibros
Las alumnas del colegio Richard Anderson, Virgi-
nia Villar, Micaela Hernández, Julia y Carolina
Gatti, MaiaRetamoso, Helena Previtali y Manuela
Torrado, realizaron un trabajo sobre los libros y la
lectura. Concurrieron a la Biblioteca Nacional y a
la Feria del Libro, donde entrevistaron a varias
personas y funcionarios.
La Biblioteca Nacional es un establecimiento del
gobierno, en donde se encuentran tanto, libros,
como la mayor parte de documentos y datos
antiguos de nuestro país.
Las preguntas realizadas a funcionarios y visitan-
tes, por Julia Gatti y Manuela Torrado, fueron:
Persona 1: FUNCIONARIA
¿Conocés la historia de la biblioteca?
Sí, como trabajo en el lugar es mi deber cono-
cerla. Además, soy bibliotecóloga y en esta
profesión es muy útil saber de estas cosas.
¿Qué escritores uruguayos conocés?
Conozco a la mayoría de la generación del
45;Mario Benedetti. Eduardo Galeano, Hugo
Alfaro, Juana de Ibarbourou y conozco más,
pero se haría muy largo.
¿Qué libro de la biblioteca nos podés reco-
mendar?
No les puedo recomendar solo un libro,
además, tengo que saber el gusto de la per-
sona en sí. A su edad me gustaba mucho el li-
bor Mujercitas de LouisaMayAlcott; En estos
momentos les recomiendo Roy Berocay.
- ¿Cuál es tu autor favorito?
Tengo muchos, pero el que más me gusta es
Gabriel García Márquez.
¿Qué género de libros te gusta?
Me gustan los de ficción, policiales, de miste-
rio, históricos y filosófico.
Persona 2: VISITANTE
¿Qué escritores uruguayos conocés?
Eduardo Jiménez de Aréchaga, José Korzeniak
y Horacio Cassinelli Muñoz.
¿Cuál es tu autor favorito?
Gustavo Adolfo Bécquer.
¿Qué género de libros te gusta?
La poesía.
¿Solés venir a la biblioteca?
- Espaciadamente. Generalmente voy a las de
mi facultad.
También visitaron la 16° feria del libro; donde
muchas editoriales exponen sus libros y se reali-
zan varias actividades relacionadas con el tema.
Las preguntas realizadas a visitantes fue-
ron:
¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria
del libro?
¿Le parece que se le da suficiente importan-
cia a la feria del libro?
¿Cuál es su autor favorito?
¿Nos podría recomendar algún libro?
Visitante1:
¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del
libro?
Puede encontrar libros, promociones y entrete-
nimiento.
¿Le parece que se le da suficiente importancia
a la feria del libro?
Me parece que sí, el libro está desvalorizado
totalmente.
¿Cuál es su autor favorito?
Zara Clark
¿Nos podría recomendar algún libro?
Un mundo feliz, novela para 13 años.
Visitante 2:
¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del
libro?
Se puede encontrar material que no está en las
librerías.
¿Le parece que se le da suficiente importancia
a la feria del libro?
Me parece que sí se le da suficiente importan-
cia.
¿Cuál es su autor favorito?
Benedetti, Mario Vargas Llosa, Susana Olaon-
do.
¿Nos podría recomendar algún libro?
No sabría decirte.
Visitante 3:
¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del
libro?
Para informarse, coparse con la lectura.
¿Le parece que se le da suficiente importancia
a la feria del libro?
Sí
¿Cuál es su autor favorito?
Isabel Allende
¿Nos podría recomendar algún libro?
Galeano
Visitante 4:
¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del
libro?
Hay promociones, ofertas, variedad de libros.
¿Le parece que se le da suficiente importancia
a la feria del libro?
Se le podría dar más importancia.
¿Cuál es su autor favorito?
No podría escoger uno.
¿Nos podría recomendar algún libro?
No se me ocurre en este momento.
Visitante 5:
¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del
libro?
Hay varias opciones de libros juntas.
¿Le parece que se le da suficiente importancia
a la feria del libro?
Sí, se le da bastante importancia.
¿Cuál es su autor favorito?
Roy Berocay
¿Nos podría recomendar algún libro?
No sé mucho sobre libros juveniles
De las entrevistas sacaron las siguientes
conclusiones:
Les sorprendió que mucha gente le interesara
ir a la feria del libro sólo con las promociones
porque la razón por la que ellas acudían era
para descubrir nuevos libros interesantes.
También se sorprendieron que sólo uno de los
entrevistados opinó que no se le daba nada
de importancia ala día del libro.
30%
70%
Importancia del día del libro en Uruguay
No se le da importancia Se le da suficiente importancia
“Stand” donde venden
libros usados y comics
MaiaRetamoso leyendo el
resumen de “Luna De
Plutón”
Espacio recreativo donde la gen-
te puede escribir sus opiniones
sobre la definición “creativa” de
libro.
Juegos:
En el día del libro, recorrimos varias bibliotecas y
librerías. ¿Te crees capaz de unir las imágenes
con los nombres, basándote en los textos que
leíste?
Opciones:
✓ Biblioteca Nacional
✓ Librería Minerva
✓ Feria del Libro
✓ Librería Parisson
✓ Biblioteca Nuestros
Textos
Literarios
PRÓLOGO
Este año leímos el libro “Cuentos de Amor, Locura
y Muerte” del famoso escritor Horacio Quiroga.
Nos sentimos muy atraídos por la propuesta de
hacer una historia basándonos en tres cuentos de
este libro: “La Gallina Degollada”, “A la Deriva” y
“El Almohadón de Plumas”. No obstante, había
algunas consignas que cumplir al hacer la histo-
ria. La primera y la más importante, era que ésta
tenía que ser de terror. También tenía que haber
veinte palabras de un glosario que previamente
habíamos elaborado, con palabras cuyo signifi-
cado desconocíamos; éstas pertenecían a los
tres cuentos de Quiroga. A su vez, teníamos que
explicar el uso de la tilde en nuestras historias y
poner tres verboides de cada tipo. Por último,
teníamos que poner doce verbos inusuales en
nuestro léxico cotidiano. Así quedaron estas his-
torias: terror y suspenso en cada enunciado.
Luego de corregirlas, la profesora nos dijo
que debíamos hacer la continuación de la histo-
ria que ya habíamos creado…
HISTORIAS INCOMPLETAS
ÍNDICE
• Prólogo
• ¿De qué tratan?
- La Gallina Degollada
- El Almohadón de Plumas
- A la Deriva
• ¿Querés conocer su vida?
• Ahora los cuentos completos
- La Gallina Degollada
- El Almohadón de Plumas
- A la Deriva
• Nuestras opiniones
• Historias:
- ¿Por qué?- Sally Hansen
- Actos paranormales- Baiehta
- Los idiotas Mazzini-Ferraz- Anush
- Familia en peligro- Kreuger
- Una amistad perdida- Drakfairy
- La Insiria- Bachicha
- Apariciones con indicaciones- Sesos de Alga
- La flor de azahar- Calipso
- La venganza de Alicia- Pïper
- Intento de reconciliación
- Un final alternativo- Cielo
- La muerte- Ilut
- Entre dos mundos- Manalu
- La gallina- Semilla de Huevos
- Dulces sueños- Ri4
- No te dejes engaña- Cata
- Mi difunta ex esposa- CanisMinor
- Un tal Paulino- Birel
- El jardín de los demonios- Okumura
• Juegos
¿DE QUÉ SE TRATAN?
La Gallina Degollada:
Es la historia de un matrimonio, que tenía cinco
hijos, cuatro de ellos eran idiotas. Pero después
estaba Bertita, a la que le prestaban toda su
atención, dejando a los idiotas abandonados.
Los hermanos con intención de vengarse, repiten
actos anteriores de la mucama y degüellan a su
pequeña hermana.
El Almohadón de Plumas:
Había un matrimonio conformado por Jordán, un
hombre frío y Alicia, dulce y angelical. Ambos
vivían juntos, pero Alicia estaba principalmente
sola, hasta que enfermó. Pasaba todo su día
acostada y no mejoraba, iba de mal, en peor, lo
que la condujo a su muerte.
Tiempo después, su mucama, limpiando, en-
contró la razón. Resulta que dentro del almo-
hadón de Alicia, había un bicho, parásito de
aves que día a día, consumía toda su sangre.
A la Deriva:
A Paulino lo muerde una serpiente llamada Ya-
racacusú. Rápidamente va a su casa pero deci-
de que para tener una mejor atención médica
deberá emprender un viaje hacia Tacurú Pucú. A
medio camino, comienza a sentirse mal y pide
ayuda a su compadre Alves. Grita pero nadie
responde, entonces suelta los remos y deja que
la canoa vaya a la deriva. Por un momento cree
que el veneno se va pero comienza
SU VIDA
Horacio Quiroga fue un cuentista, poeta y dra-
maturgo uruguayo, que nació el 31 de diciembre
de 1878 en el departamento de Salto y murió el
19 de febrero de 1937 en Buenos Aires, Argenti-
na. Es considerado el mayor cuentista latinoa-
mericano.
Su vida estuvo marcada por grandes tragedias,
como fallecimientos y suicidios de personas cer-
canas. Las muertes accidentales de su padre y
su mejor amigo, las de sus hermanos por enfer-
medades, los suicidios de su primera esposa y
de su padrastro, se reflejan en su escritura,
otorgándoles un tono dramático.
Sus cuentos sobre la naturaleza, la presentan
como tenebrosa; sus historias son muy trágicas.
Estas características lo llevaron a ser comparado
con el escritor estadounidense que él admiraba:
Edgar Allan Poe.
Estudió en Montevideo y tuvo muchos intereses,
como la literatura, la química y la fotografía, en-
tre otras. De joven trabajaba, estudiaba, escribía
y publicaba sus poemas en revistas.
En 1898, inspirado en su novia, escribe dos obras
importantes: “Las sacrificadas” y “Una estación
de amor”. En 1897 funda, en su ciudad natal, la
“Revista de Salto”.
Con la herencia de su padrastro viajó a Paris
donde conoce a Rubén Darío y escribe “Diario
de viaje a Paris” en 1900. Vuelve sin dinero al
país.
Luego de su regreso de Europa, dos de sus her-
manos mueren y su mejor amigo decide batirse
a duelo, lo que provoca su muerte al ser asesi-
nado accidentalmente por Quiroga. A Horacio lo
encarcelan luego de lo ocurrido y después de
una semana, lo liberan.
Se traslada a Argentina donde se radica, trabaja
como juez y escribe sus cuentos más famosos,
como “Cuentos de amor de locura y muer-
te”(publicado en 1925)
inspirándose en sus experiencias en la selva de
las Misiones. En Argentina, traba amistad con el
escritor Leopoldo Lugones.
Al tiempo, se casa con Ana María Cires y se van
a vivir a la selva, con ella tiene dos hijos que son
criados allí. Luego del suicidio de su esposa
vuelve a Buenos Aires y continúa escribiendo. En
ese entonces escribió “Cuentos de la selva”, una
colección de relatos para niños, cuyos protago-
nistas son animales que se encuentran en la sel-
va. Estas historias no son tenebrosas como las de
adultos.
En 1927 se casa con una amiga de su hija, con
quien tiene otra hija. En el año 1937, le diagnosti-
can un cáncer de próstata que provoca su suici-
dio en un Hospital de Buenos Aires.
Ahora los cuentos completos:
La Gallina Degollada
Todo el día, sentados en el patio, en un banco
estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio
Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios,
los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la
boca abierta.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un
cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a
él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles,
fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocul-
taba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían
fiesta. La luz enceguecedora llamaba su aten-
ción al principio, poco a poco sus ojos se ani-
maban; se reían al fin estrepitosamente, conges-
tionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando
el sol con alegría bestial, como si fuera comida.
Otras veces, alineados en el banco, zumbaban
horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los
ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y
corrían entonces, mordiéndose la lengua y mu-
giendo, alrededor del patio. Pero casi siempre
estaban apagados en un sombrío letargo de
idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su
banco, con las piernas colgantes y quietas, em-
papando de glutinosa saliva el pantalón.
El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En
todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la
falta absoluta de un poco de cuidado maternal.
Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un
día el encanto de sus padres. A los tres meses de
casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho
amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia
un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué ma-
yor dicha para dos enamorados que esa honra-
da consagración de su cariño, libertado ya del
vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y,
lo que es peor para el amor mismo, sin esperan-
zas posibles de renovación?
Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo
llegó, a los catorce meses de matrimonio, creye-
ron cumplida su felicidad. La criatura creció be-
lla y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero
en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche
convulsiones terribles, y a la mañana siguiente
no conocía más a sus padres. El médico lo exa-
minó con esa atención profesional que está visi-
blemente buscando las causas del mal en las
enfermedades de los padres.
Después de algunos días los miembros paraliza-
dos recobraron el movimiento; pero la inteligen-
cia, el alma, aun el instinto, se habían ido del to-
do; había quedado profundamente idiota, babo-
so, colgante, muerto para siempre sobre las rodi-
llas de su madre.
—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre
aquella espantosa ruina de su primogénito.
El padre, desolado, acompañó al médico afuera.
—A usted se le puede decir: creo que es un caso
perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que
le permita su idiotismo, pero no más allá.
—¡Sí!… ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Us-
ted cree que es herencia, que…?
—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo
que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la ma-
dre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No
veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo.
Hágala examinar detenidamente.
Con el alma destrozada de remordimiento, Maz-
zini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota
que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asi-
mismo que consolar, sostener sin tregua a Berta,
herida en lo más profundo por aquel fracaso de
su joven maternidad.
Como es natural, el matrimonio puso todo su
amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y
su salud y limpidez de risa reencendieron el por-
venir extinguido. Pero a los dieciocho meses las
convulsiones del primogénito se repetían, y al
día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.
Esta vez los padres cayeron en honda desespe-
ración. ¡Luego su sangre, su amor estaban maldi-
tos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él,
veintidós ella, y toda su apasionada ternura no
alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya
no pedían más belleza e inteligencia como en el
primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!
Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas
del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de
una vez para siempre la santidad de su ternura.
Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitió-
se el proceso de los dos mayores.
Mas por encima de su inmensa amargura que-
daba a Mazzini y Berta gran compasión por sus
cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la
más honda animalidad, no ya sus almas, sino el
instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cam-
biar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a
caminar, pero chocaban contra todo, por no
darse cuenta de los obstáculos. Cuando los la-
vaban mugían hasta inyectarse de sangre elros-
tro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían
colores brillantes u oían truenos. Se reían enton-
ces, echando afuera lengua y ríos de baba, ra-
diantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio,
cierta facultad imitativa; pero no se pudo obte-
ner nada más.
Con los mellizos pareció haber concluido la ate-
rradora descendencia. Pero pasados tres años
desearon de nuevo ardientemente otro hijo, con-
fiando en que el largo tiempo transcurrido hubie-
ra aplacado a la fatalidad.
No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente
anhelo que se exasperaba en razón de su infruc-
tuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada
cual había tomado sobre sí la parte que le co-
rrespondía en la miseria de sus hijos; pero la
desesperanza de redención ante las cuatro bes-
tias que habían nacido de ellos echó afuera esa
imperiosa necesidad de culpar a los otros, que
es patrimonio específico de los corazones infe-
riores.
Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus
hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la
atmósfera se cargaba.
—Me parece —díjole una noche Mazzini, que
acababa de entrar y se lavaba las manos—que
podrías tener más limpios a los muchachos.
Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.
—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo
inquietarte por el estado de tus hijos.
Mazzini volvió un poco la cara a ella con una
sonrisa forzada:
—De nuestros hijos, ¿me parece?
—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó
ella los ojos.
Esta vez Mazzini se expresó claramente:
—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la cul-
pa, no?
—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero
yo tampoco, supongo!… ¡No faltaba más!… —
murmuró.
—¿Qué no faltaba más?
—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, en-
tiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.
Su marido la miró un momento, con brutal deseo
de insultarla.
—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las ma-
nos.
—Como quieras; pero si quieres decir…
—¡Berta!
—¡Como quieras!
Éste fue el primer choque y le sucedieron otros.
Pero en las inevitables reconciliaciones, sus al-
mas se unían con doble arrebato y locura por
otro hijo.
Nació así una niña. Vivieron dos años con la an-
gustia a flor de alma, esperando siempre otro
desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los pa-
dres pusieron en ella toda su complaciencia,
que la pequeña llevaba a los más extremos lími-
tes del mimo y la mala crianza.
Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba
siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse ca-
si del todo de los otros. Su solo recuerdo la horro-
rizaba, como algo atroz que la hubieran obliga-
do a cometer. A Mazzini, bien que en menor
grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz
había llegado a sus almas. La menor indisposi-
ción de su hija echaba ahora afuera, con el te-
rror de perderla, los rencores de su descenden-
cia podrida. Habían acumulado hiel sobrado
tiempo para que el vaso no quedara distendido,
y al menor contacto el veneno se vertía afuera.
Desde el primer disgusto emponzoñado habían-
se perdido el respeto; y si hay algo a que el
hombre se siente arrastrado con cruel fruición es,
cuando ya se comenzó, a humillar del todo a
una persona. Antes se contenían por la mutua
falta de éxito; ahora que éste había llegado, ca-
da cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor
la infamia de los cuatro engendros que el otro
habíale forzado a crear.
Con estos sentimientos, no hubo ya para los cua-
tro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los
vestía, les daba de comer, los acostaba, con vi-
sible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pa-
saban todo el día sentados frente al cerco,
abandonados de toda remota caricia. De este
modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche,
resultado de las golosinas que era a los padres
absolutamente imposible negarle, la criatura tu-
vo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla
morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna
llaga.
Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo
fue, como casi siempre, los fuertes pasos de
Mazzini.
—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio?
¿Cuántas veces…?
—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo
hago a propósito.
Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!
—Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti… ¡tisi-
quilla!
—¡Qué! ¿Qué dijiste?…
—¡Nada!
—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te
juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre
como el que has tenido tú!
Mazzini se puso pálido.
—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—.
¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!
—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos,
¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de deli-
rio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el
mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!
Mazzini explotó a su vez.
—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te
quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico
quién tiene la mayor culpa de la meningitis de
tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!
Continuaron cada vez con mayor violencia, has-
ta que un gemido de Bertita selló instantánea-
mente sus bocas. A la una de la mañana la lige-
ra indigestión había desaparecido, y como pasa
fatalmente con todos los matrimonios jóvenes
que se han amado intensamente una vez siquie-
ra, la reconciliación llegó, tanto más efusiva
cuanto infames fueran los agravios.
Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se
levantaba escupió sangre. Las emociones y ma-
la noche pasada tenían, sin duda, gran cul-
pa.Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella
lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se
atreviera a decir una palabra.
A las diez decidieron salir, después de almorzar.
Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sir-
vienta que matara una gallina.
El día radiante había arrancado a los idiotas de
su banco. De modo que mientras la sirvienta de-
gollaba en la cocina al animal, desangrándolo
con parsimonia (Berta había aprendido de su
madre este buen modo de conservar la frescura
de la carne), creyó sentir algo como respiración
tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con
los hombros pegados uno a otro, mirando estu-
pefactos la operación… Rojo… rojo…
—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.
Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni
aun en esas horas de pleno perdón, olvido y feli-
cidad reconquistada, podía evitarse esa horrible
visión! Porque, naturalmente, cuando más inten-
sos eran los raptos de amor a su marido e hija,
más irritado era su humor con los monstruos.
—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!
Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmen-
te empujadas, fueron a dar a su banco.
Después de almorzar salieron todos. La sirvienta
fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por
las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta
quiso saludar un momento a sus vecinas de en-
frente. Su hija escapóse enseguida a casa.
Entretanto los idiotas no se habían movido en to-
do el día de su banco. El sol había traspuesto ya
el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos conti-
nuaban mirando los ladrillos, más inertes que
nunca.
De pronto algo se interpuso entre su mirada y el
cerco. Su hermana, cansada de cinco horas pa-
ternales, quería observar por su cuenta. Detenida
al pie del cerco, miraba pensativa la cresta.
Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin deci-
dióse por una silla desfondada, pero aun no al-
canzaba. Recurrió entonces a un cajón de kero-
sene, y su instinto topográfico hízole colocar ver-
tical el mueble, con lo cual triunfó.
Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron
cómo su hermana lograba pacientemente do-
minar el equilibrio, y cómo en puntas de pie
apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco,
entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos
lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse
más.
Pero la mirada de los idiotas se había animado;
una misma luz insistente estaba fija en sus pupi-
las. No apartaban los ojos de su hermana mien-
tras creciente sensación de gula bestial iba
cambiando cada línea de sus rostros. Lentamen-
te avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que
habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a
horcajadas y a caerse del otro lado, seguramen-
te sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella,
los ocho ojos clavados en los suyos le dieron
miedo.
—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pier-
na. Pero fue atraída.
—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró im-
periosamente. Trató aún de sujetarse del borde,
pero sintióse arrancada y cayó.
—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno
de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles
como si fueran plumas, y los otros la arrastraron
de una sola pierna hasta la cocina, donde esa
mañana se había desangrado a la gallina, bien
sujeta, arrancándole la vida segundo por segun-
do.
Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz
de su hija.
—Me parece que te llama—le dijo a Berta.
Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más.
Con todo, un momento después se despidieron,
y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini
avanzó en el patio.
—¡Bertita!
Nadie respondió.
—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.
Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón
siempre aterrado, que la espalda se le heló de
horrible presentimiento.
—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia
el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en
el piso un mar de sangre. Empujó violentamente
la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.
Berta, que ya se había lanzado corriendo a su
vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el
grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en
la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se in-
terpuso, conteniéndola:
—¡No entres! ¡No entres!
Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre.
Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y
hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.
EL ALMOHADÓN DE PLUMAS
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia,
angelical y tímida, el
carácter duro de su marido heló sus soñadas ni-
ñerías de novia. Lo
quería mucho, sin embargo, a veces con un lige-
ro estremecimiento
cuando volviendo de noche juntos por la calle,
echaba una furtiva
mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde
hacía una hora. El,
por su parte, la amaba profundamente, sin darlo
a conocer.
Durante tres meses--se habían casado en abril--
vivieron una dicha
especial. Sin duda hubiera ella deseado menos
severidad en ese rígido
cielo de amor, más expansiva e incauta ternura;
pero el impasible
semblante de su marido la contenía en seguida.
La casa en que vivían influía no poco en sus es-
tremecimientos. La
blancura del patio silencioso--frisos, columnas y
estatuas de
mármol-producía una otoñal impresión de pala-
cio encantado. Dentro, el
brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño
en las altas
paredes, afirmaba aquella sensación de des-
apacible frío. Al cruzar de
una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda
la casa, como si un
largo abandono hubiera sensibilizado su reso-
nancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el
otoño. No obstante,
había concluido por echar un velo sobre sus an-
tiguos sueños, y aún
vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar
en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ata-
que de influenza que se arrastró insidiosamente
días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin,
una tarde pudo salir al jardín apoyada en el bra-
zo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De
pronto Jordán, con honda ternura, le
pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en
seguida en sollozos, echándole los brazos al
cuello. Lloró largamente todo su espanto
callado, redoblando el llanto a la menor tentati-
va de caricia. Luego
los sollozos fueron retardándose, y aún quedó
largo rato escondida en
su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fué ese el último día que Alicia estuvo levanta-
da. Al día siguiente
amaneció desvanecida. El médico de Jordán la
examinó con suma
detención, ordenándole calma y descanso ab-
solutos.
--No sé--le dijo a Jordán en la puerta de calle,
con la voz todavía
baja.--Tiene una gran debilidad que no me ex-
plico, y sin vómitos,
nada... Si mañana se despierta como hoy,
llámeme en seguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta.
Constatóse una anemia
de marcha agudísima, completamente inexpli-
cable. Alicia no tuvo más
desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte.
Todo el día el
dormitorio estaba con las luces prendidas y en
pleno silencio.
Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia
dormitaba. Jordán vivía
casi en la sala, también con toda la luz encendi-
da. Paseábase sin
cesar de un extremo a otro, con incansable obs-
tinación. La alfombra
ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormi-
torio y proseguía su
mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a
su mujer cada vez que
caminaba en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones,
confusas y flotantes al
principio, y que descendieron luego a ras del
suelo. La joven, con los
ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino
mirar la alfombra a uno
y otro lado del respaldo de la cama. Una noche
se quedó de repente
mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gri-
tar, y sus narices y
labios se perlaron de sudor.
--¡Jordán! ¡Jordán!--clamó, rígida de espanto, sin
dejar de mirar la
alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer
Alicia dió un alarido
de horror.
--¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, vol-
vió a mirarlo, y
después de largo rato de estupefacta confronta-
ción, se serenó. Sonrió
y tomó entre las suyas la mano de su marido,
acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un
antropoide, apoyado en
la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en
ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí de-
lante de ellos una
vida que se acababa, desangrándose día a día,
hora a hora, sin saber
absolutamente cómo. En la última consulta Alicia
yacía en estupor
mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a
otro la muñeca inerte.
La observaron largo rato en silencio y pasaron al
comedor.
--Pst...--se encogió de hombros desalentado su
médico.--Es un caso
serio... poco hay que hacer...
--¡Sólo eso me faltaba!--resopló Jordán. Y tam-
borileó bruscamente
sobre la mesa.
Alicia fué extinguiéndose en subdelirio de ane-
mia, agravado de tarde,
pero que remitía siempre en las primeras horas.
Durante el día no
avanzaba su enfermedad, pero cada mañana
amanecía lívida, en síncope
casi. Parecía que únicamente de noche se le
fuera la vida en nuevas
olas de sangre. Tenía siempre al despertar la
sensación de estar
desplomada en la cama con un millón de kilos
encima. Desde el tercer
día este hundimiento no la abandonó más. Ape-
nas podía mover la cabeza.
No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le
arreglaran el
almohadón. Sus terrores crepusculares avanza-
ron en forma de monstruos
que se arrastraban hasta la cama y trepaban di-
ficultosamente por
la colcha.
Perdió, luego, el conocimiento. Los dos días fina-
les deliró sin cesar
a media voz. Las luces continuaban fúnebremen-
te encendidas en el
dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la
casa, no se oía más
que el delirio monótono que salía de la cama, y
el rumor ahogado de
los eternos pasos de Jordán.
Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a
deshacer la cama,
sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
--Señor--llamó a Jordán en voz baja.--En el al-
mohadón hay manchas que
parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente y se dobló a su
vez. Efectivamente, sobre
la funda, a ambos lados del hueco que había
dejado la cabeza de
Alicia, se veían manchas de sangre.
--Parecen picaduras--murmuró la sirvienta des-
pués de un rato de
inmóvil observación.
--Levántelo a la luz--le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero en seguida lo dejó
caer, y se quedó
mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber
por qué, Jordán sintió
que los cabellos se le erizaban.
--¿Qué hay?--murmuró con la voz ronca.
--Pesa mucho--articuló la sirvienta, sin dejar de
temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente.
Salieron con él, y
sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y
envoltura de un tajo.
Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dió
un grito de horror
con toda la boca abierta, llevándose las manos
crispadas a los
bandós:--sobre el fondo, entre las plumas, mo-
viendo lentamente las
patas velludas, había un animal monstruoso, una
bola viviente y
viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le
pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído
en cama, había aplicado
sigilosamente su boca--su trompa, mejor dicho--
a las sientes de
aquella, chupándole la sangre. La picadura era
casi imperceptible. La
remoción diaria del almohadón había impedido
sin duda su desarrollo,
pero desde que la joven no pudo moverse, la
succión fué vertiginosa.
En cinco días, en cinco noches, había vaciado a
Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio
habitual, llegan a
adquirir en ciertas condiciones proporciones
enormes. La sangre humana
parece serles particularmente favorable, y no es
raro hallarlos en los
almohadones de pluma.
A LA DERIVA
El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sin-
tió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al
volverse con un juramento vio una yaracacusú
que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro
ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, don-
de dos gotitas de sangre engrosaban dificulto-
samente, y sacó el machete de la cintura. La
víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza
en el centro mismo de su espiral; pero el mache-
te cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las
gotitas de sangre, y durante un instante con-
templó. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos
violetas, y comenzaba a invadir todo el pie.
Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañue-
lo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de
tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió
dos o tres fulgurantes puntadas que, como
relámpagos, habían irradiado desde la herida
hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna
con dificultad; una metálica sequedad de gar-
ganta, seguida de sed quemante, le arrancó un
nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre
la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta
desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón
del pie entero. La piel parecía adelgazada y a
punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mu-
jer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de
garganta reseca. La sed lo devoraba.
-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Da-
me caña1!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre
sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto
alguno.
-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Da-
me caña!
-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, es-
pantada.
-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la dama-
juana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos,
pero no sintió nada en la garganta.
-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mi-
rando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso.
Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne
desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos
relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La
atroz sequedad de garganta que el aliento pa-
recía caldear más, aumentaba a la par. Cuando
pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo
mantuvo medio minuto con la frente apoyada en
la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo
hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la
popa y comenzó a palear hasta el centro del Pa-
raná. Allí la corriente del río, que en las inmedia-
ciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría an-
tes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectiva-
mente llegar hasta el medio del río; pero allí sus
manos dormidas dejaron caer la pala en la ca-
noa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez-
dirigió una mirada al sol que ya trasponía el
monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un
bloque deforme y durísimo que reventaba la ro-
pa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pan-
talón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó
hinchado, con grandes manchas lívidas y terri-
blemente doloroso. El hombre pensó que no
podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se
decidió a pedir ayuda a su compadre Alves,
aunque hacía mucho tiempo que estaban dis-
gustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la
costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente
atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arri-
ba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó
tendido de pecho.
-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó
oído en vano.
-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -
clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En
el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El
hombre tuvo aún valor para llegar hasta su ca-
noa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó
velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa
hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, en-
cajonan fúnebremente el río. Desde las orillas
bordeadas de negros bloques de basalto, as-
ciende el bosque, negro también. Adelante, a
los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre,
en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en
incesantes borbollones de agua fangosa. El pai-
saje es agresivo, y reina en él un silencio de
muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza
sombría y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semi-
tendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento
escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó
pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La
pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pe-
cho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se
hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para
mover la mano, contaba con la caída del rocío
para reponerse del todo. Calculó que antes de
tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia
llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la
pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre
Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a
su ex patrón misterDougald, y al recibidor del
obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría
ahora en pantalla de oro, y el río se había colo-
reado también. Desde la costa paraguaya, ya
entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río
su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios
de azahar y miel silvestre. Una pareja de gua-
camayos cruzó muy alto y en silencio hacia el
Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba
velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante
el borbollón de un remolino. El hombre que iba
en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba en-
tretanto en el tiempo justo que había pasado sin
ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez
no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso.
¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pe-
cho.
¿Qué sería? Y la respiración…
Al recibidor de maderas de misterDougald, Lo-
renzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Espe-
ranza un viernes santo… ¿Viernes? Sí, o jueves…
El hombre estiró lentamente los dedos de la ma-
no.
-Un jueves…
Y cesó de respirar.
¿Nos gustaron los cuentos?
Nuestras opiniones:
Estas son las opiniones personales acerca de los
cuentos del autor uruguayo, Horacio Quiroga,
escritas por los alumnos de la generación 2002
del Colegio Richard Anderson.
Su forma de escribir
Manuela Torrado
Los cuentos de Horacio Quiroga son muy
fuertes. Su forma de escribir es fría, trágica y du-
ra. Yo pienso que en la mayor parte de los casos
habla con la verdad, a veces plantea cosas que
pasan de verdad en la vida cotidiana. Para mí,
ese es su toque, lo que lo hace diferente entre
tantos, y especial al mismo tiempo. También me
parece que tal vez, hay otros escritores a quie-
nes les gustaría escribir y expresarse de la misma
forma, pero no lo hacen por miedo a ser recha-
zados o criticados.
Todos, o la mayoría, conocemos su historia, tan-
tas tragedias, en algún momento de tu vida te
afectan. Si me lo preguntan, yo diría que de to-
dos modos, él tan mal no estaba, sino que se
centraba en expresar sus sentimientos con las
historias y libros que escribía, buscando de algún
modo, que sea su escudo protector.
El diccionario
Juan Ignacio Barbosa
Para mí el señor Horacio Quiroga plasma en
sus cuentos un vocabulario que pocos pueden
igualar porque escribe de tal forma que vos
sentís en piel propia lo que el protagonista del
cuento está sintiendo. Por eso yo voy a hacer mi
comentario basándome en algunos de los tantos
cuentos que él escribió.
En ¨La Gallina Degollada¨ tanto como en ¨El Al-
mohadón de Plumas¨ el autor Horacio Quiroga
juega con la concientización de las personas
contra las enfermedades y contra la discrimina-
ción de las personas enfermas.
En ¨A la Deriva¨ Horacio Quiroga demuestra el
dolor que siente el cazador. Y por todos estos
puntos yo recomiendo todos los libros y cuentos
del señor Horacio Quiroga.
Mi opinión positiva
Federico Pellegrin
Mi opinión sobre los tres cuentos: "La Gallina
Degollada", "El Almohadón de Plumas" y "A la
Deriva", escritos por el escritor uruguayo, Horacio
Quiroga, es casi totalmente positiva. Según lo
que he leído y escuchado, algunos critican las
producciones de Quiroga debido a su conteni-
doviolento y, algunas veces dramático. Yo disfru-
to mucho de leer esta clase de contenido, ya
que me parece interesante.
El cuento que más disfruté fue "El Almohadón de
Plumas" debido al tema principal: un matrimonio
frío y duro. El que menos disfruté fue "A la Deriva",
por el simple hecho que me pareció muy común
y corto.
La historia que elegiría
MaiaRetamoso
Me parece que los cuentos de Quiroga son
muy tristes, es decir, nunca pasa nada bueno.
Pero la escritura que él tiene me gusta. Si tuviera
que decidirme en una historia, elegiría “A la De-
riva”, pero yo le agregaría algo más en el final,
por ejemplo qué pasa con la esposa, o algo pa-
recido.
La historia que más me atrapó
Madelón Moreira
A mí me gustaron los cuentos. El que más me
atrapó fue “La Gallina Degollada”, me encantó
el relato y de qué trataba. Soy de las personas a
quienes les gusta “un final feliz” pero sé que en
los cuentos de Quiroga no va a ser “un final fe-
liz”.” El Almohadón de Plumas” me gustó, pero a
su vez me daba miedo acostarme y que “mi al-
mohadón” me chupe la sangre. Lo que me gusta
mucho de los cuentos, es que tienen mucha in-
triga y me parece muy interesante que el escritor
en algún lugar del cuento explique el título de la
historia.
Los tristes cuentos de Quiroga
Gastón Martínez
A mí los cuentos me gustaron porque me
transmitieron una moraleja y un poco de pena,
mi cuento favorito fue “La Gallina Degollada”
porque me parece que todos los niños, tengan
problemas o no, deberían ser queridos y cuida-
dos, yo pienso que se vengaron por no haber si-
do queridos.
Horacio Quiroga, maestro ¿bueno o malo?
Julia Gatti
A mí, la verdad, ni me gusta ni no me gusta
Horacio Quiroga. Me gusta porque escribe bien,
de una manera distinta a otros escritores pero sus
historias son escalofriantes y un poco desagra-
dables, pero con la vida que tuvo, entiendo por
qué escribe así.
Me gusta cómo usa los adjetivos y cómo se ex-
presa, pero me hubiera gustado más si hubiera
escrito cuentos más lindos para grandes, porque
los cuentos de la selva son lindos pero para chi-
cos.
No me gusta Quiroga porque cuando hace histo-
rias o le pone un toque triste o asqueroso aunque
lo hace para que sea más realista, y funciona, no
me gustan mucho esas cosas.
Si a ustedes les gustan los cuentos más por el
contenido que por cómo está escrito, no se los
recomiendo, pero si les gusta más cómo está es-
crito se lo recomiendo mucho porque escribe
muy bien y distinto a los demás escritores.
Cuentos que deben ser leídos
Virginia Villar
Tanto La Gallina Degollada como El Almo-
hadón de Plumas y A la Deriva, son cuentos
trágicos que hacen reflexionar y de alguna ma-
nera, reflejan las tragedias que sucedieron a lo
largo de la vida del escritor.
En mi opinión son cuentos que les pueden gustar
a todos más allá que este no sea su tipo de escri-
tura preferido. Aunque a algunos les puede pa-
recer un poco chocante, el autor tiene un uso
del lenguaje y los “indicios” tan buenos que
atrapará a todos los lectores.
Por todas estas razones, creo válido decir que
estos son grandes cuentos y clásicos de la litera-
tura de nuestro pa
Cómo me atrapó Quiroga
Agustín Montero
Por último diré mi opinión de los cuentos. No
me acabaron de convencer. Me gustó cómo te
ambientaba y cómo te ponía en situación. De
alguna forma te hacía sentir el dolor de los per-
sonajes. Lo que no me gustó fue cómo cerraba
las historias. Todos terminaban con una muerte y
punto. Si le hubiese dado un poco más de “aper-
tura” al final, me hubiese gustado más. El cuento
que más me gustó fue el de “A la Deriva”, los
demás se contaban más como una anécdota
irreal. Se lo recomendaría a muchas personas
porque todos pensamos diferente.
Un cuentista único
Martina Kehyaian
Los libros y cuentos de Horacio Quiroga me
parecen interesantes y muy únicos.
La mayoría de las personas no leen libros de
Quiroga o los critican ya que piensan que son
de terror, tristes o demasiado dramáticos y esto
puede ser que sea verdad, pero si solo se lee el
cuento solo. Si uno piensa y lee cuidadosamen-
te, se puede dar cuenta de que hay un signifi-
cado para las metáforas. Pero como todo, hasta
que no se prueba no se sabe. Y si en el peor de
los casos Horacio Quiroga no te gusta, seguro
aprendiste algo de su forma de escribir. Tres de
sus cuentos más conocidos son: “La gallina de-
gollada”, “A la deriva”, y “El almohadón de
plumas”. En cuanto a complejidad, el más difícil
de entender me parece que es: “A la deriva”.
Pero si relees cuando no entiendes, es un gran
cuento para leer. En cuanto a qué tan dramáti-
co y/o triste (yo creo), el más triste es “La gallina
degollada”. Este de todos modos ¡es mi favorito
de estos tres! Y en cuanto a calidad les reco-
miendo todos los cuentos del libro “Cuentos de
locura, amor y muerte”.
Finalmente, en mi opinión si se le da una opor-
tunidad a Quiroga, él te sorprenderá página tras
página.
El mago de la escritura
Sofía Hernández
La gallina degollada”, me pareció una histo-
ria muy entretenida, este cuento mantiene lec-
tor entretenido e intrigado por lo que sucederá
después, por otro lado, no me esperaba un final
tan trágico como aparece en la historia pero a
pesar de eso me parece un cuento muy llamati-
vo y entretenido.
”El almohadón de plumas”, este en particular
me llamó mucho la atención porque me impre-
sionó mucho la parte que descubren que un bi-
cho le estaba chupando la sangre a Alicia, pero
también me pareció un poco exagerado por-
que cómo no se dieron cuenta antes de que
había un bicho cuando hacían la cama, es ge-
neral me pareció un cuento muy lindo.
“A la deriva”, este cuento no me gustó tanto
como los demás, aunque me pareció muy bue-
na la descripción del autor sobre los diferentes
escenarios en los que se situaba el protagonista
en el cuento.
En mi opinión me encanta cómo escribe Hora-
cio Quiroga, por su riqueza de lenguaje y más
que nada por el género en el que escribe: Dra-
ma. Por supuesto voy a seguir leyendo cuentos
de Horacio Quiroga, me parece que dentro de
unos días empiezo a leer “ LosMensú”, ya que
me lo recomendó mi abuelo.
Quiroga y sus cuentos magníficos
Santiago Caprario
Si bien no todos los cuentos de Quiroga son
muy didácticos, en mi opinión son bastante en-
tretenidos por lo siguiente:
Horacio Quiroga narraba muy bien el horror y la
violencia que esconde la naturaleza. Por eso la
mayoría de los cuentos de este autor terminan
en la muerte. Yo creo que eso le da un toque ca-
racterístico a sus cuentos, un toque dramático.
También por su vocabulario bastante difícil de
entender. Por ejemplo: -Los dolores fulguran-
tes…-
Por todo esto yo creo que los cuentos de Horacio
Quiroga no son para que los niños los lean, sino
para adolescentes y adultos por el vocabulario,
la trama y el final de los cuentos. No muchos es-
critores escriben así, lo cual los hace más intere-
santes.
Uno de los mejores libros que leí en mi vida
Ignacio Yaci
La verdad que me gustaron mucho las tres histo-
rias de Quiroga, me parece que es el mejor es-
critor que leí en la vida, eso sí, pensá que yo no
leo mucho. Cada historia habla un poco de su
vida, que fue dura. Me encantó la manera que
tiene de describir las cosas, son especiales ,otra
cosa, pone adjetivos muy extraños que por lo
general los sacás por contexto.
Malas historias, excelente escritura
Helena Previtali
De los tres cuentos opino que tengo opciones
muy variadas respecto a la trama de las historias.
“El almohadón de plumas” me encantó, la tra-
ma, muy bueno. Lo único que se puede cambiar,
son los muebles y el estilo de la casa, poniéndole
así un estilo más familiar. El lenguaje utilizado en
la historia es perfecto. La protagonista da una
imagen sintonizada con la historia. “A la deriva”
no me gustó en absoluto, a excepción de la
descripción. Y con eso uno puede encontrarse
en todas las historias de Horacio Quiroga. La his-
toria no tiene nada interesante y tiene final abier-
to, cosa que odio. La historia no me llamó la
atención, pero tiene un final que me encantó; la
historia tiene que seguir. Horacio Quiroga siem-
pre me pareció aburrido y depresivo, pero
cuando escribe dramas lo hace muy bien.
¿Cuál elegir?
Paula Lipiec
Entre los tres cuentos el que más me gustó es
“La gallina degollada”. El mensaje que los cuen-
tos me transmitieron fue que son historias profun-
das pero macabras, que atrapan fácilmente al
lector.
Creatividad y buena escritura, todo en uno
Micaela Hernández
Lo que yo pienso sobre estos cuentos es que son
muy originales, pero a la vez melancólicos y ca-
da uno con un muerto al final. Pienso que cada
uno nos brinda un mensaje diferente. Lo que no
me gustó de “La Gallina Degollada” fue que los
padres de los idiotas fueran lo suficientemente
inconscientes como para no darse cuenta del
mal que le hacían a los cuatro hijos. Me pareció
que terminó con un final muy macabro. Sé que
degollar a alguien es bastante feo. Aun así fue el
que más me gustó porque era el más interesan-
te.
Su espléndida manera de escribir
Carolina Gatti
Para mí Horacio Quiroga es un buen escritor, pe-
ro sus historias no me gustan mucho. Su léxico y
su manera de escribir son buenas, pero su con-
tenido no me llama mucho la atención. Además,
su manera de escribir, a veces, es ruda y seca,
generalmente eso hace que la historia sea más
interesante, pero en algunas ocasiones parece
que sea “bruto”.
Algo que no me gusta es que siempre al final
muere alguien. Capaz que él quería expresar lo
que sintió a lo largo de su vida.
A mí me hubiese gustado que explique lo que
pasó con el resto de las personas. Por ejemplo:
cuando la esposa del protagonista de “A la deri-
va” se dio cuenta que el señor no volvía ¿Cómo
reaccionó?, o cuando murió Bertita en “La Galli-
na Degollada” ¿Qué hicieron los padres? ¿se
suicidaron?
Esta fue mi opinión personal, probablemente no
todos estén de acuerdo conmigo porque todos
pensamos y tenemos opiniones distintas.
Ahora van nuestras historias….
¿Por qué?
No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ar-
diente anhelo que se exasperaba en razón de su
infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento
cada cual había tomado sobre sí la parte que le
correspondía en la miseria de sus hijos; pero la
desesperanza de redención ante las cuatro bes-
tias que habían nacido de ellos echó afuera esa
imperiosa necesidad de culpar a los otros, que
es patrimonio específico de los corazones infe-
riores.
Por esto decidieron ir a un orfanato cerca de la
ciudad, fue allí donde encontraron a Esther. Una
niña llevada allí por su tía ya que su padre había
muerto por un síncope y su madre en un acci-
dente automovilístico. Ella era sana y llena de
esperanzas, apasionada por el arte pero lo que
Berta y Mazzini no sabían era que escondía un vil
secreto detrás de su dulce apariencia.
Esther fue llevada a su nuevo hogar donde co-
noció a sus nuevos hermanos, estos la recibieron
con alegría y rápidamente entablaron amistad
con ella. Los problemas comenzaron el primer
día de clases, cuando Esther es avergonzada por
Brenda, una de las niñas de su clase, que desde
el primer instante se odiaron con frenesí mutua-
mente. Por esto, Esther la empuja en el tobogán
siendo Max su hermano más pequeño quien pre-
senció esa escena dejando a la pequeña niña
desangrada en un estado de letargo.
Max vertiginosamente fue a remitirle a su madre
la situación que acaeció:
- ¡Mamá, vení, mirá lo que hizo Esther!- dijo Max
con una honda parsimonia.
- ¿Qué hizo?- dijo Berta sollozando.
Max la llevó en picada hacia donde unos minu-
tos después la madre encontraría a una niña que
yacía en una hoya en el parque.
Berta empezó a declinar pero se constató que
había sido un accidente, dejando a su hijo como
un mentiroso.
Ya en su casa, Berta le cuenta a Mazzini lo que
había ocurrido, sintiéndose más aliviada. Mazzini
empieza a ver a Esther como un peligro. Inme-
diatamente Berta envía una foto e información
de la niña para que se sepa cuál era su verda-
dera identidad. La situación empeora cuando
Esther arranca las flores de azahar de la hija no
nacida de Berta. Aquellas rosas eran especiales
para Berta, debido a que allí estaban las cenizas
de su hija. Berta la toma de los brazos a modo de
reprimenda y Mazzini presencia la escena. Para
ganarse la confianza de su padre adoptivo y
desprestigiar a Berta, esta se rompe el brazo, y
cuando él va a verla en su habitación, le dice
que fue por la manera en que Berta la tomó por
los brazos, lo que hace discutir a la pareja, como
ya era costumbre.
Una noche, mientras Esther se estaba bañando,
Dylan entra al cuarto de Mateo, su hermano me-
llizo y le suplica que le diga con todos los deta-
lles lo que había ocurrido con las flores, para evi-
tar que sus padres sigan discutiendo. Esther oye
esto a través de la puerta de la habitación y se
anticipa a llegar antes que Dylan, para agarrar la
evidencia.
Luego de una larga charla con su hermano, su
coraje se engrosó.
Dylan salió a enfrentar a su nueva hermana que
parecía una estuca.
-¡Lo sé todo y tengo evidencias, ahora sí te des-
cubrí, te vas a ir directo al limbo pequeña y agria
criatura! - clamó Dylan.
-¿Qué he hecho?
Esther se heló y sus manos zumbaban de tantos
nervios, luego se le irradió la lamparilla y mostró
una expresión de hilaridad.
Más tarde cuando Esther llegó a su cuarto, vio un
rayo de luz irradiado en el espejo, formando un
arcoíris, lo que la ayudó a tranquilizarse, luego
siguió planeando cómo eliminar las pruebas. En-
tonces entró a la casa del árbol de Dylan con él
adentro y la incendió. Pero esta vez cometió un
grave error, cuando estaba preparando las co-
sas para el homicidio, se le cayeron las llaves es-
trepitosamente, haciendo que Berta la escucha-
ra y presenciara el crimen.
Días después llegan los documentos de la niña
que parecían falsos, ya que no existía partida de
nacimiento pero sí, una partida de defunción…
Sally Hensen
Actos paranormales
Pasados ya tres años desde la muerte de su hija,
el matrimonio de Mazzini y Berta se fue volviendo
cada vez más como la hiel. Debido a su temor a
que sucediera algo similar, decidieron sacrificar
a los cuatro hijos idiotas que les quedaban, ya
no había remedio.
A horcajadas, Mazzini llevó a sus cuatro hijos
hasta un lejano y antiguo trapiche en la cima de
un monte para acabar con la vida de sus cuatro
hijos. Caminó en picada hacia el molino y ase-
sinó a sus hijos de tal manera que no podrían so-
brevivir al sacrificio y que no generara polémica
alguna en el pueblo. Descendiendo por la coli-
na, escuchó sonidos extraños cercanos a él, pe-
ro los ignoró.
Durante un largo tiempo nada acaeció, y disfru-
taron de sus tranquilas vidas y redimidas de sus
problemáticos hijos hasta que una noche, el ma-
trimonio se vio obligado a despertarse debido a
unos extraños estrepitosos ruidos provenientes de
la cocina.
-¿¡Qué es eso!? -clamó Berta atemorizada-.
-No lo sé, parece ser un sollozo- respondió Maz-
zini mientras salía de la habitación para ir a ver lo
que sucedía.
Con una gran parsimonia y muy aterrorizado,
Mazzini se dispuso a ir a la cocina. Con el co-
razón en la garganta, examinó aquella habita-
ción y solo encontró una pequeña hoya en una
vasija de metal, lo que le pareció extraño. Al día
siguiente, actos similares se repitieron, lo que
provocó que la relación del matrimonio se agria-
ra nuevamente. Día tras día, hechos peores su-
cedían sin cesar hasta que debido al temor, de-
cidieron marcharse a otro sitio lejano, lo que
modificó totalmente su inercia.
En su nuevo hogar, Mazzini y Berta conocieron a
Jorge, un amigable hombre de mediana edad
quien era cura, por lo que decidieron comentar-
le acerca de los terroríficos hechos que ocurrie-
ron en su anterior hogar.
-Lo que sucede, es que su casa está bajo el ata-
que de almas malignas, que no fueron encerra-
das en el limbo-.
-¿De qué se trata esto Jorge?- preguntó Berta.
-Son espíritus en busca de venganza, hay que
tener precaución con ellos-.
-¿Y hay algo que pueda matarlos?- preguntó.
-Sí- asintió.- La sal.
Al día siguiente, Mazzini y Berta fueron a visitar a
Jorge. Al llegar a su vivienda, se dieron cuenta
que la puerta estaba abierta por lo que sin pen-
sarlo dos veces, ingresaron rápidamente. Allí él
estaba, yacía en el suelo desangrándose, modi-
ficando por completo la extrema limpidez de la
vivienda, lívido y con una gangrenosa piel, había
sido asesinado con frenesí. Inesperadamente, la
puerta por la que habían ingresado se cerró, y
una extraña voz se escuchó desde otra habita-
ción diciendo "no viviría mucho". Sin dudarlo,
Mazzini se dispuso a seguir esa voz. Al ingresar a
la habitación, se figuraba una persona que pose-
ía un rostro con un intenso grado de hilaridad.
Era una irradiada y pálida luz que desapareció
rápidamente. Berta, quien se encontraba en el
hall de la casa junto al cuerpo de Jorge, al ver
que su marido se demoraba en volver, se dispu-
so a buscarlo. Quedó paralizada debido a un
estertor que escuchó detrás de ella, se dio la
vuelta rápidamente y vio a su marido.
-¡Casi me matas del susto!- mantuvo la calma.
-Disculpa, no fue mi intenciónn- replicóóMazzini.
De repente, el matrimonio quedó pálido al escu-
char un extraño mugido y al ver cuatro extrañas
y fulgurantes luces que había engrosado.
-¡Corre!- clamó Mazzini.
Aterrorizados, Mazzini y Berta comenzaron a co-
rrer para intentar escapar pero no lo lograron, ya
que todas las puertas al exterior estaban tranca-
das. Subieron por las escaleras al sector superior
de la casa. Al tiempo que Mazzini buscaba una
ruta de escape, Berta se declinaba por las esca-
leras para cuidar que las extrañas figuras no lo-
graran alcanzarlos y atacarlos. Mazzini como no
encontró ninguna ruta, decidió buscar algún
elemento o sustancia que pudiera retardar el pa-
so de los espíritus.
-¡Encontré sal!- dijo Mazzini alzando un recipiente
de vidrio con sal.
-¡Dámela!- respondió Berta al tiempo que los
espíritus iban camino hacia ellos.
Mazzini le entregó el recipiente con sal a Berta y
esta se encargó de bordear el marco de la
trampilla de madera que los separaba de las es-
caleras.
-Sigue buscando una ruta, ¡No tenemos mucho
tiempo!- explicó Berta.
-En eso estoy- replicó Mazzini.
Mazzini siguió buscando, hasta que encontró una
pequeña ventana. Estaba en un punto alto de la
casa.
-Intentaré llegar a ella- dijo Mazzini mientras co-
locaba muebles acumulados para poder alcan-
zar la ventana redoblando el esfuerzo. Una vez
que Mazzini hubo terminado de colocar los
muebles, los espíritus lograron ingresar a la habi-
tación donde Mazzini y Berta se encontraban. El
matrimonio no tenía con qué defenderse, por lo
que los espíritus lograron capturarlos. Los llevaron
a una habitación oscura debajo de la vivienda,
en donde los espíritus repetían una vez tras otra
la palabra "venganza". Luego de repetirla por-
cuarta vez, tomaron a Berta y la ahogaron en un
caldero. Una vez concluida esta atrocidad, co-
menzaron a repetir la palabra "caldear". Luego
de repetirla por cuarta vez, tomaron el mismo frío
caldero que habían utilizado para asesinar a Ber-
ta, y lo completaron con agua hirviendo, en
donde ahogaron a Mazzini.
Esta serie de brutales asesinatos, remitió la mal-
dición de estos cuatro espíritus en busca de san-
gre y venganza.
Baiehta
Los idiotas Mazzini-Ferraz
Cuando los cuatro idiotas degollaron a su her-
mana Bertita Mazzini Ferraz, no solo se llevaron a
la inocente niña, sino que también se llevaron
una parte de sus padres. Como era de esperarse,
Mazzini y Berta estaban en un profundo frenesí.
En el funeral ninguno mostró ningún tipo de
emoción, lo único que hicieron fue dejar unos
azahares en la lápida. Cualquiera que los viese
pensaría que eran estucos.
Muchas cosas cambiaron con la muerte de Berti-
ta, sobre todo los padres. Sus apariencias eran
viles y desastrosas. Berta en lugar de tener su pe-
lo lacio y recogido, lo tenía suelto y crispado.
Mazzini en vez de estar bien vestido y perfuma-
do, se la pasaba con la misma ropa por días (al
igual que su mujer, que ya ni bandós usaba) y
con mal olor. En cuanto a los idiotas, nadie sabía
bien qué pasaba por sus mentes, como usual-
mente. Pero la sirvienta (que remitía a los padres
de sus hijos nuevamente, y seguía fiel a la familia
a pesar de su actitud hiel), de vez en cuando se
preguntaba si lo que habían hecho era para “re-
dimir” a sus padres, de Bertita, y finalmente con-
seguir su atención. O simplemente fue un acto
con insidia que clamó justicia. Pero ahora Maz-
zini y Berta no solo ignoraban y despreciaban a
sus hijos, ellos simplemente ignoraban al mundo.
Pues para ellos su mundo ya había acabado…
En el momento que Berta vio el charco de san-
gre, su mundo se heló. Sus lágrimas perlaron el
suelo, y a su cuerpo le dolía todo y nada a la
vez. Pero cuando Mazzini vio que su única hija
sana yacía en síncope, sus ojos en blanco, su
brazo lívido… Fue lo más desgarrador que le
pasó a Mazzini. El hecho de que era causado por
sus hijos idiotas desagradole, nunca había esta-
do tan dolido. Desde ese momento fue como si
hubiesen entrado en un letargo interminable. Sus
rostros no mostraban tristeza, sino cierto tipo de
hilaridad forzada. Todo lo hacían con parsimonia
que al cabo de un tiempo resultaba frustrante
para cualquiera que estuviera cerca. Y cuando
se angustiaban causaban un estertor estrepitoso.
Jamás lloraban…
Siempre vivieron en un pequeño pueblo, así que
es de imaginarse que ya eran muy conocidos:
“los hijos idiotas Mazzini-Ferraz”. Pero cuando
Bertita murió, los comentarios fueron descen-
diendo. Cuando unas vecinas pasaban por la
propiedad Mazzini-Ferraz vieron a la sirvienta
afuera, pero no le dieron importancia. De todos
modos cuando la vieron que sollozaba sin cesar,
todos creyeron que la historia de idiotez habíase
repetido. Una gran cantidad de personas se
agrió cuando constatóse la muerte de la peque-
ña. Así estando muy acumulado el lugar donde
acaeció la recepción funeraria. De todos modos
siempre había alguien que comentaba cómo
siempre Berta vestía las mismas ropas y no eran
tan fulgurantes como antes, o cómo los únicos
seres que pasábanse por su casa eran las mos-
cas, y cómo el único sonido eran estas
quezumbaban. Y, tambiéncómo se notaba que
la pareja se ahogaba en sus angustias, que ca-
da día engrosaban más.
Lo que no sabían es que desde que Bertita murió,
ambos padres empezaron a sentir su voz repeti-
damente en sus cabezas. Su tono vertiginoso con
cierta inercia. Desde la primera vez ella les de-
cía: “Mamá, papá, por favor no lloren”, y así fue.
Todos los días era como entrar en la sangrienta
cocina de nuevo, su dolor redoblando día a día.
Levantarse y tener que ignorar sus emociones.
Todos los días así, sin poder expresarse, con
miedo, acompañados, pero solos. Como sus
hijos: los idiotas Mazzini-Ferraz.
Anush
Familia en peligro
“Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusie-
ron en su hija toda su complacencia…”
A pesar de ser mimada por sus padres las 24
horas del día, Bertita se sentía aburrida al no te-
ner nadie con quien jugar, a menos que le gusta-
ra sentarse en un banco todo el día mirando el
horizonte y la fulgurante luz del sol al declinar y a
las abejas que zumbaban en los azahares. Quer-
ía una hermana con quien jugar, y pronto sus
padres comenzaron a notar ese sentimiento en
su hija. Ellos, ante el temor de que naciera otro
niño idiota, deciden adoptar una niña.
Cuando el matrimonio llegó al orfanato
“Hermanas de María”, fueron atendidos por la
hermana Irene. Esta los llevó al salón. Encontrá-
banse allí todas las niñas. Algunas corrían, otras
charlaban, bailaban y cantaban; no podían de-
cidir cuál adoptar. Berta observó una niña de
diez años, apartada de todas las demás, en un
rincón, dibujando. Se acercaron y estuvieron un
rato hablando con ella, destacando lo bien que
dibujaba. La niña se llamaba Ester. El matrimonio
se quedó sorprendido por la madurez y buena
educación que mostraba Ester, por lo que deci-
dieron adoptarla. Tan pronto como la hermana
Irene tuvo listos los documentos, Ester empacó
sus cosas para irse a la casa de los Mazzini-
Ferraz.
La familia quedó encantada con ella, y Berti-
ta más que nunca. Jugaban todo el tiempo hasta
el anochecer. Nada acaeció en las primeras
semanas.
Cierto día, la hermana Irene fue a visitarlos.
Ester, temerosa de que la fueran a llevar al orfa-
nato nuevamente, le dijo a Bertita:
-Una mujer mala vino a buscarme; necesito tu
ayuda.
Dos días después Berta recibió una intrigante
llamada desde el orfanato en busca de noticias
sobre la hermana Irene, quien no había retorna-
do allí desde su visita a los Mazzini-Ferraz. Berta
se quedó helada, y mientras le contaba a su ma-
rido, llamó a la policía. Estos encontraron man-
chas de sangre a unos 500 metros de su residen-
cia, y no muy lejos, encontraron un cadáver, que
luego fue identificado como la hermana Irene.
Constatóse un comportamiento inusual en Ester,
aunque ella afirmaba que no había tenido nada
que ver con la muerte de Irene. Mazzini no esta-
ba de acuerdo con Berta, y se desataron varias
discusiones por este tema, que agriaron su rela-
ción. A pesar de ello, Berta llamó al orfanato y
solicitó más información sobre los antecedentes
de conducta de Ester.
Días más tarde, confirmaron que Ester había
estado internada en un hospital psiquiátrico lla-
mado Saarne por cierto tiempo, desconociendo
el motivo.
Una mañana, unos gritos desesperados sorpren-
dieron a Berta. Al escuchar que provenían de
Bertita, que jugaba en el patio con Ester, acudió
en su ayuda; tan horrible fue lo que observó, que
se puso pálida, sus piernas se aflojaron y se
desmayó.
Al despertar en una cama del hospital, con
un fuerte dolor en su cabeza que remitía poco a
poco, Berta escuchó el relato de su esposo: “Ber-
tita fue atacada por sus cuatro hermanos inten-
tando matarla. Se salvará, pero está en un esta-
do delicado. Fue Ester quien vio lo sucedido e in-
tentó ayudarla”.
La palabra “Ester” le hizo recordar lo que vio en
el patio.
- ¿¡Dónde está esa víbora tísica!?-gritó Berta. Y
salió corriendo en un estado de frenesí en busca
de Ester. La encontró sentada en la sala de espe-
ra.
- ¡Tú, ser vil y despreciable! ¡Querías matar a mi
hija!
Y recibe un golpe en su cara. Cuando se prepa-
raba para darle otro, Mazzini se interpone entre
ellas.
- ¿Qué haces? ¡Ella no fue! ¡Tranquilízate!
En ese momento, llegaron los médicos, quienes
le inyectaron a Berta un medicamento para
tranquilizarla.
Luego de unas horas, Berta despertó de su letar-
go en la misma cama de hospital, con sábanas
de gran limpidez. Junto a ella no estaba su mari-
do sino una enfermera, quien, con cierta inercia,
le dijo que Mazzini se había ido a la casa con Es-
ter y los cuatro idiotas. Tras llamarlo por teléfono
varias veces y no tener respuesta, decidió co-
municarse con el instituto psiquiátrico donde
había estado Ester para saber por qué estuvo allí,
convencida de que ella fue la que intentó matar
a Bertita. Horrorizada, escuchó de la alteración
psiquiátrica de Ester y de su fuerte impulso de
atacar y matar a los demás. Berta quedó parali-
zada, con su rostro crispado y escalofríos co-
rriendo por su cuerpo. Intentó llamar por última
vez a su marido, y al no ser atendida, huyó del
hospital hacia su casa en forma vertiginosa. La
familia Mazzini-Ferraz corría peligro de muerte.
Mientras, en la casa, Mazzini sollozaba an-
gustiado. Su mujer estaba loca (según él) y su
adorada hija yacía en el hospital. Deambulaba
por la casa sin saber qué hacer cuando desa-
gradóle una sensación de frío acero en su es-
palda. Con una mirada furtiva descubre a Ester
tras él atacándole con un cuchillo insidiosamen-
te. Su sangre se heló su nariz y labios se perlaron
de sudor. Clamó piedad, en síncope casi.
Solo quedaban los estucos idiotas, que, al obser-
var esta escena, sintieron que estaban en peligro
y corrieron a encerrarse en su cuarto. Ester fue
tras ellos con gran parsimonia y con muestras de
hilaridad en su rostro. De pronto, sintió un estrepi-
toso grito a lo lejos:
- ¡Víbora tísica! ¿¡Dónde estás!?
Se escuchó un abrir y cerrar de puertas. Traba-
das en violenta lucha, Ester y Berta alertaron a los
cuatro hermanos.
Cuando el acero hiere su pierna, Berta cae al pi-
so y las gotitas de sangre engrosaban, tanto que
borbollones de sangre salían de la herida. En ese
momento, un estertor sacudió su cuerpo; Berta
cerró sus ojos, esperando morir.
De pronto, sintió cómo alguien se desplomó so-
bre ella. Abrió sus ojos, y vio a Ester encima de
ella, con un cuchillo atravesando su corazón; y
los cuatro idiotas a su lado…
Basado en la película: “La
huérfana”
Krueger
Una amistad perdida
Paulino volvió a sentir un dolor muy fuerte
que le recorrió todo el cuerpo.
El río siguió emanando agua, hasta que el lo-
te se quedó estancado contra una rama. Bajó
del bote y nadó hacia la orilla. Se sentía extraño
y sin fuerzas, una suave brisa lo arrastraría.
Llegó a su casa y su esposa Margarita ni se
inmutó.
Paulino le dijo con alegría:
-¡Volví, por fin, ya no siento nada! ¡Estoy mejor! -
dijo contento.
Margarita estaba sentada mirando la entra-
da. Tenía cara de angustia y de tristeza. Estaba a
punto de llorar.
Paulino enojado, le tocó la espalda y se heló
del susto. Un escalofrío recorrió su espalda hasta
la cadera. Al instante intentó tomar la mano de
Margarita, no alcanzando el objetivo.
Posteriormente ella fue a caldear agua a su
cocina para un té, para esperarlo. Paulino veía
cómo ella lo esperaba a la vez que sollozaba de
angustia.
Los insectos de la selva zumbaban de un la-
do a otro, lo que le trajo recuerdos y sentimien-
tos a Margarita, como cuando aquella vez juntos
pelaron fruta, y varias abejas llegaron hacia
ellos, por el aroma y la dulzura de la misma.
Cuando acaeció esa melancolía llegó Alves,
el amigo de Paulino. Este se enteró que Paulino
había estado gritando su nombre varias veces.
Margarita le contó toda la historia. Alves se
sintió mal y devastado por no poder ayudar.
Paulino vio que su amigo le mentía, por la
manera de hablar. Lo conocía tanto como su
hermano. Entonces constatóse que Alves prefirió
cesar de responderle cuando estaba en apuros,
lo que lo hizo irradiar de enojo.
Alves salió apresurado a buscar a Paulino.
-Margarita, vuelvo a las 12:00 -dijo Alves.
-Está bien, llevale esto si el pie sigue hinchado,-
atribuyéndole esto a la picadura- de surtir efecto
la hinchazón iría descendiendo.
Allá marchó río abajo. Durante el camino
clamó varias veces su nombre.
-¡Paulino, Paulino! ¿Dónde estás amigo?
Cuando estaba por volver, vio un bote enca-
llado contra la orilla como a 200m, no lo podía
creer, su cuerpo yacía en el interior. Alves no
daba crédito de lo que veía: su amigo de toda la
vida había fallecido a causa de una simple mor-
dedura de serpiente.
¿Qué le diría a Margarita? Seguro terminaría
redoblando esos sentimientos que agriaron por
completo su vida.
Cuando llegó al rancho de Paulino, Margari-
ta estaba con un cuchillo en su cuello, a punto
de cometer un gran error.
-¡Margarita! ¿Qué hacés?-gritó Alves estrepito-
samente.
-¡Todo fue mi culpa, nunca voy a poder redimir
esta situación!
-¿Por qué dices eso? Fue mi culpa por no escu-
charlo -dijo Alves.
-¡Está en el limbo por mi maldita culpa!
-¡Él no quiso ayudar cuando estaba sufriendo un
síncope!
-¡Paulino! -exclamó desesperadamente.
-¿Cómo puedes ser tan estuco cuando alguien
se está por sacrificar por ti y ya causaste una
muerte? Ni siquiera luces crispado. ¡Cuando
volvía por la picada, me di cuenta que nunca
me quisiste ayudar!-exclamó Paulino con una
voz sombría.
-¿Cómo? -preguntó Alves haciéndose pasar por
ingenuo.
-¡No te hagas el tonto, todos sabemos que me
negaste tu ayuda! Ahora no podes declinar tu
responsabilidad.
La nueva viuda, en un total estado de letar-
go, tomó el cuchillo, recorrió su cuello con él ti-
ñendo su blusa de rojo. La honda herida causó el
peor de los efectos bajo la furtiva mirada de Al-
ves que no daba crédito de lo que veía.
Alves intentó declinar su responsabilidad, pe-
ro su conciencia no se lo permitió. La inercia de
los hechos, golpeaban una y otra vez en su inter-
ior.
Su alma jamás alcanzaría total limpidez. Úni-
camente introduciendo su cuerpo en una hoya,
Alves lograría superar la culpa que no le permitía
continuar su vida.
Tal era su hiel, que daría cualquier cosa por
volver el tiempo atrás.
De ahí en más, cada mañana despertaba
con el deseo de compartir horcajadas por el
campo con su gran amigo.
AntoineL
La Insiria
“Nació así una niña. Vivieron dos años con la
angustia a flor de alma, esperando siempre otro
desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los pa-
dres pusieron en ella toda su complacencia, que
la pequeña llevaba a los más extremos límites
del mimo y la mala crianza.”
El tiempo siguió pasando, nadie pensó que
viviría para iniciarse en la escuela rural de la zo-
na. Los mimos, gustos y caprichos que Bertita
tenía en su casa, se contraponían al sentir que
viviría en la escuela. No mantuvo buenos víncu-
los con sus compañeros de clase, la rechaza-
ban, no la aceptaban, pero en realidad, le ten-
ían miedo. Más tarde fue evidente, que estos
chicos, algo percibían. Más de una vez, ella los
pescó diciéndose secretos, pero nunca pudo
saber qué era. Suponía que estaban siempre
hablando de sus cuatro hermanos idiotas. Quiso
entablar relación con una niña y sentóse a su la-
do, pero al otro día, la niña estaba en otro banco
y así siempre. Una vez, Bertita le preguntó por
qué se alejaba y la niña lo negó, a lo que Bertita
respondió:
-¡No me niegues, no me niegues lo que veo,
siempre te cambias de lugar!-sollozaba al tiem-
po que zumbaban en la clase los gritos que da-
ba.
-¡Yo no soy idiota como mis hermanos!
Bertita no era ajena a ese temor, por el con-
trario, lo sabía, incluso lo disfrutaba, lo saborea-
ba, pero aumentaba su crispado carácter que lo
irradiaba negativamente a la clase ante hechos
como este.
En la escuela, hubo un niño, Fulgencio Suá-
rez, que la provocaba, la molestaba insidiosa-
mente, incluso enfadándola, llegando a veces a
carcajearse, dejándola en evidencia frente a los
demás.
Una noche crepuscular, Fulgencio fue encon-
trado en el trapiche de Don Pascual, muerto, pe-
ro no por ahogo, sino por unas hondas que le de-
jaron engrosado y lívido el cuello con marcas. El
estudio forense arrojó que hubo muertode un
síncope, y no por las heridas desangrándolo a
borbollones, gangrenoso, como se podría pen-
sar, ya que además, la sangre no estaba en la
ropa que vestía. Los vecinos creyeron que un
asesino andaba suelto y buscando por los cami-
nos, nada encontraron. El inspector pasó el tiem-
po investigando, pero nunca se encontró un cul-
pable, si es que lo había.
Una noche como tantas, a la hora de cenar,
Bertita miraba a sus padres. Otra discusión se
plantaba en la mesa. Sentóse bien en la silla. En
sus cortos años, casi púber , tenía una clara es-
tadística del motivo de todas las discusiones. Di-
ciéndose palabrotas que aumentaban en ordi-
nariez, a esto se sumaban las burlas en la es-
cuela. Siempre estaban relacionadas con sus
cuatro idiotas hermanos. Era hora de pensar y
planificar un cambio que diera paz, principal-
mente a sus padres. Fue así que una noche,
Mazzini y Berta viéronla pasar de su cuarto al
baño, pero vertiginosamente se volvieron a dor-
mir y a emitir estertores. Sin embargo, ella rauda
y furtiva en su accionar puso en práctica el plan.
El mayor ni los ojos abrió. El del medio, solo
llegó a morder su lengua y nada más. Pero los
mellizos, que tenían una pizca de viveza, quisie-
ron gritar, pero la rapidez casi sobrenatural de
Bertita, lo impidió. Fulgurante con ella misma y
con total tranquilidad, se volvió a acostar.
Al amanecer fue una mañana como tantas:
despertar, desayunar y salir para la escuela. Pero
al volver a casa, llantos de alegría y tristeza la
inundaron de abrazos. Eran sus padres y la niñera
que cuidaba a sus hermanos. De ninguno salió
palabra, pasábanse de abrazo en abrazo, de so-
llozo en sollozo.
Casualmente el resultado forense comunica-
do a sus padres, coincidía con el del niño en-
contrado en el trapiche.
Todos, los médicos, los veterinarios, la gente
del pueblo, enfocaban sus ojos a una pobre rata
manca de color perlado, que habían visto en la
misma época de los hechos acaecidos. Sin duda
que aquel animal extraño era el culpable, más
aún si nadie la había podido atrapar.
Desde ese día y todos los días Bertita da por
finalizada su jornada, regando cuatro azahares
nuevos y frescos que su padre plantó en un hoyo
rodeado con canteros de estuco moldeados a
mano y pintados color ocre, el mismo día que
sus cuatro hermanos fueron encontrados sin vida,
dormidos en sus camas
BACHICHA
Apariciones con indica-
ciones
Dorotea comenzaba a sentir la inercia en su ruti-
na, luego de que se hubo enterado que su espo-
so no iba a regresar a acompañarla. Desde ese
momento, sólo caminaba con parsimonia, reali-
zaba sus tareas y volvía a la estancia a dormir.
Un día esto fue interrumpido por un sonido:
-Soy yo.
Apenas escuchó el sonido se dio la vuelta pero
sólo para ver dos círculos fulgurantes semejantes
a ojos, que se desvanecieron en un instante. No
le hizo caso y se convenció de que solo eran sus
oídos que zumbaban.
Al otro día, Dorotea hizo
una salida hacia el obraje para conseguir algu-
nos paños. Entonces se encontró con una figura.
La mujer se heló. No pudo distinguir quién era
pero sí sabía que esa figura, que yacía sobre un
árbol, era humana.
Luego del incidente, Dorotea intentó dormir, y
como era de esperarse, no pudo. Se le ocurrió
visitar el trapiche, cerca de donde acaeció el
encuentro. Había tomado rumbo por la picada y
apenas llegó al lugar, volvió a ver una figura, y
esta vez pudo reconocer sus rasgos faciales y
ese aura un poco vil.
-¿Quién sos? - preguntó tartamudeando del sus-
to. Ya se le habían crispado los brazos.
No obtuvo respuesta.
-¿Paulino? ¿Sos vos? - clamó Dorotea. Sollozaba.
Sus ojos se perlaron de lágrimas.
Esta vez sí obtuvo respuesta pero se le remitía
através de una carta y luego de entregársela a
la mujer, el cuerpo lívido se desvaneció entre la
niebla, dejándola parada frente a un árbol con
una hermosa flor de azahar. En la carta constató-
se:
“Hola. Soy yo. Te estoy hablando desde este lim-
bo que me tiene atrapado. Se me ha traído aquí
por mis acciones con insiria e idiotismo. Tú con tu
limpidez, debes redimir mi cuerpo de esta estre-
pitosa prisión. Mi cuerpo está en un bote des-
cendiendo el río y se debe declinar hacia el oes-
te donde debes encontrar unos borbollones de
agua. Está en estado de coma, se está hinchan-
do y debe tener un lustre gangrenoso. ¡Libéra-
me!”
Sus sentimientos se agriaron y el plan desagra-
dolo. Sentía como si sus pulmones hubieran en-
grosado y salido de su torso. Decidió salir a la
madrugada.
Tuvo una mala noche y nunca llegó a un estado
de letargo como lo hacía habitualmente, pero
igual zarpó lo antes que pudo hacia el río. No fue
tan difícil encontrar el cuerpo que yacía con una
expresión de frenesí en el rostro. Se agachó y al
acercarse a su cara, el cuerpo saltó y la agarró
del cuello hasta que ya no pudo respirar.
Sesos de Alga
La flor de azahar
Alicia murió, por fin, de un síncope.
Su marido, muy agraviado por su muerte, fue al
funeral, al que solo asistieron muy pocas perso-
nas debido a su poca relación social. Algunos de
ellos perlaron el helado ataúd de lágrimas.
Jordán pudo reconocer al médico, que había
tratado de hacer lo imposible por salvar a Alicia.
Al declinar el sol, Jordán quedó solo en el ce-
menterio y decidió regresar a casa. En su co-
razón ya no habitaba el amor que sentía por Ali-
cia. El dolor lo había transformado en un corazón
frío como el estuco.
Jordán recorrió con parsimonia el largo trayecto
que lo separaba del cementerio. En el camino,
apenas se cruzó con unos pocos animales furti-
vos. De pronto, el cielo crepuscular se encrespóy
la lluvia comenzó a caer a borbollones.
Descendiendo vertiginosamente logró llegar al
patio blanco y silencioso de su casa.
Cuando Jordán entró notó algo extraño. Era na-
tural que la casa estuviera a oscuras, porque
había caído la noche; sin embargo, recordó
haber dejado algunas velas encendidas. En-
contró en el suelo las velas, como si alguien las
hubiera apagado al pasar, involuntariamente.
De repente, se escuchó un ruido estrepitoso pro-
veniente del segundo piso. Jordán subía las es-
caleras cautelosamente cuando sintió un golpe
seco en el jardín.
Rápidamente corrió al cuarto de Alicia y com-
probó que la ventana estaba abierta. El dormito-
rio se encontraba igual, salvo por la ventana y
una flor de azahar que yacía en el piso sobre un
bandós.
Era lo que él temía, alguien había entrado en su
casa y se había escapado al escucharlo entrar.
Jordán,mirando por la ventana, se puso llívido al
ver a una persona huyendo por el jardín.A los
pocos días, cuando constátose que un antropoi-
de se encontraba en la almohada de Alicia, su
marido salió del hondo letargo en que se había
sumido.
Todos pensaron que el animal (que zumbaba
mucho) había sido la causa de la muerte: él
había engrosadoy había adelgazado a Alicia,
provocándole un estado gangrenoso, hasta que
en un último estertor terminó muriendo de un
síncope..
Recién dos semanas después, el detective que
Jordán contrató pudo aclarar el asunto. El azahar
fue la clave que los hizo sospechar a los dos.
Esta flor se emplea con fines medicinales o te-
rapéuticos, y solían los médicos envolverlas en
faja y llevarla siempre consigo.
Paralelamente, se supo que el animal que se en-
contró en la almohada de Alicia no picaba.
Descubrieron que el vil asesino de Alicia había
sido el médico, que había subrepticiamente co-
locado al animal sobre la almohada para des-
pistar.
Envuelto en un frenesí de venganza, y agriado
por un problema que acaeció en el pasado, este
viejo enemigo de la familia de Alicia la buscó
durante años hasta encontrarla, pero esa es otra
historia para contar…
Calipso
La venganza de Alicia
Después de la muerte de Alicia, Jordán parecía
estar normal. Por fuera estaba todo lo bien que
podía estar, pero por dentro se sentía una perso-
na vil. Todos creían que él estaba hecho de es-
tuco, porque nadie sabía lo que sufría y el frío
que sentía en su alma.
Para Jordán, Alicia estaba en el limbo. Él creía
que todavía podía salvarla, pero no estaba se-
guro si podría hacerlo.
La noche siguiente, a través de la picada, fue
hasta un obraje, cerca de una hoya y un trapi-
che, donde Alicia solía ir. Les preguntó a las per-
sonas de allí si sabían lo que le había pasado a
su esposa, pero acaeció algo muy extraño: al
hablar con los individuos que pasaban, nadie la
recordaba.
Enfrente, en el banco donde se sentaba Alicia,
yacía una carta. Él la estaba alzando, cuando
empezó a sentirse mareado. Mientras leía, fue
lentamente que empezó a declinar de un lado a
otro. Al terminar sufrió un síncope que cayó en
un profundo letargo.
En su sueño, que parecía muy real, empezó a ver
distintas cosas que le resultaron muy extrañas.
Este comenzaba cuando él era un niño. Se en-
contraba en una escuela enorme, donde había
poca luz y estrepitosos ruidos. Al dirigirse a su
habitación, Jordán sintió que alguien o algo hab-
ía mugido, pero este sonido era distinto a los
otros, más bien parecía un gemido. Él no se
asustó de inmediato, porque estaba acostum-
brado a este tipo de sonidos de la noche. Pero
pasado un momento, se encrespó y huyó verti-
ginoso de ese lugar sombrío.
Cuando ya estaba en la cama, Jordán advirtió
una sombra intimidante. Era la de un hombre, al-
to, grande, con una postura demasiado rígida. Al
levantarse para ver quién estaba allí, no en-
contró nada, pero sintió un rumor de risilla muy
suave en su cabeza.
Jordán cambió de perspectiva, ahora se hallaba
en su habitación, con la claridad y limpidez de
siempre, cuando vio dos gotas de sangre que
engrosaban de la pared.
Después de un rato largo, constatóse que la
mancha de sangre había aumentado mucho,
formando la silueta de una mujer. Tenía un aire
angelical con su delicado vestido y su largo ca-
bello suelto.
Más tarde, sorprendido, notó que era el contorno
de Alicia. Inmediatamente escuchó la voz de la
mujer que sollozaba, igual que cuando estuvo
con Jordán en el jardín de su casa.
El hombre se paró enseguida y con una mirada
furtiva la vio. Mantuvo distancia de ella. Alicia
había cambiado. Sus ojos se perlaron y el resto
de sus hermosas facciones se agriaron. Tenía la
piel gangrenosa y lívida.
A su alrededor zumbaban muchas luciérnagas
de una luz fulgurante. Lo habían irradiado todo
en la habitación.
Alicia envuelta en un frenesí, dijo con insiria, en
una voz grave y profunda, antes de un ligero es-
tertor:
- No niegues que te avisé. Te dije hace un tiem-
po que no me buscaras, pero no me hiciste caso.
Estoy aquí para comunicarte que me voy. Ya lo
decidí. Estoy dispuesta a renacer y olvidarme de
mi desdichada vida anterior y espero que vos
hagas lo mismo.
- Pero yo no estoy muerto como vos - contestó
rápido Jordán.
- ¿Seguro?
Al escuchar la última palabra de Alicia, Jordán
se percató que se encontraba descendiendo por
un túnel envuelto en una oscura y acumulada
bruma, hasta que, por fin, se despertó. Se estaba
viendo a sí mismo tendido en la cama y escuchó
a la empleada hablando con un médico:
- Doctor, ¿usted está seguro que murió por la
misma razón que Alicia?
- Sí, es una enfermedad muy extraña. El paciente
cae en un sueño del cual no puede despertar.
Esto empieza a matarlo, pero nosotros lo vemos
a él como si estuviera despierto. Es como si estu-
viera sonámbulo. Pero lo extraño de esto es
cómo se durmió. Solo un muerto puede hacer
esto.
- ¿Está atribuyendo la muerte de Jordán a Alicia?
- Es la opción más probable.
Piper
Intento de reconciliación
Sólo pudo echar su brazo sobre la cabeza a lo
largo de él con un ronco suspiro. Viéronla sa-
biendo que estaba muerta. No fue raro que Berta
adelgazara, y a Mazzini le desagradó lo amargo
y duradero. Los dos tenían una expresión de hila-
ridad por fuera y el estertor del pulmón picado
de Berta.
Lo único que ellos no sabían, era que Bertita no
había muerto totalmente; ella observaba en si-
lencio cómo sus padres lloraban su muerte, con
una furia creciente hacia sus estúpidos hermanos
que por celos la habían asesinado, degollándola
como la gallina que habían visto furtivamente
degollar en la cocina antes de que su madre,
crispada y llevándose las manos a los bandós, se
lo impidiese
Al cabo de un tiempo, los padres de Bertita ter-
minaron por recuperarse de tal tragedia y cuidar
de los cuatro hermanos mayores. Después, luego
de dos duros años de trabajo en su crianza por
parte de Mazzini y Berta, mejoraron, y ya no eran
cuatro antropoides hechos de masas de piel,
hueso y carne inservibles.
Al ver esto Bertita quedó totalmente deprimida
de tantos celos y tristeza, al ver que sus padres
ya no sentían un dolor crudo por ella, esta triste-
za se convirtió en rencor, en rencor a sus herma-
nos y sus padres también. Luego de esos dos
años, sus hermanos habían estado madurando
como unos niños fuertes y saludables, pero eso
no hacía más que engrosar su odio hacia su an-
tigua familia. En ese punto los oídos le zumbaban
de furia.
Una noche, justo después del crepúsculo, fue al
dormitorio del hermano mayor, agarró su cuello,
y lo asfixió apretándolo. Sus ojos se perlaron de
lágrimas y el sudor no remitía. Para el niño esta
experiencia fue aterradora, porque él soloveía
un montón de nada que lo ahogaba. Y los pa-
dres no escuchaban nada debido a que su dor-
mitorio estaba lejos de los dormitorios de los ni-
ños. Prosiguió así con los demás hermanos. Pero
dudó al llegar al dormitorio de sus padres que
con la puerta abierta paseábanse alrededor de
la alfombra. Su madre sentóse, si la viera así en
el pasado habría corrido a su encuentro.
Constatándose la verdad se preguntó: ¿Acaso
debía matarlos?¿Podría siquiera lograr intentar-
lo? Simplemente decidió que ya era suficiente
sufrimiento para sus padres cargar con la muerte
de sus hermanos. Pero quedó como fantasma
por la eternidad. Nunca llegó a reconciliarse
consigo misma ni con nadie más. Y clamó su
eterna ira, amarga y depresiva. Lívida, y en una
vil parsimonia de sentimientos, vagó por siempre
abolida y sin la oportunidad de redimirse en la
inercia de su letargo imaginario caminando en-
tre los azahares de su jardín.
Darkfairy
Un final alternativo La pequeña, habiendo logrado calzar el pie iba
ya a montar a horcajadas y al caerse del otro
lado, seguramente, se sintió cogida de una pier-
na. Viéronla los cuatro idiotas a su hermana caer
de forma estrepitosa y ellos con mucha parsimo-
nia salieron de su letargo y fueron corriendo tras
ella. Podía haber sucedido que encontraran a la
niña en el piso sacudiendo sus manos, pidiendo
ayuda, pero sin embargo yacía en el fondo de
un oscuro y vil pozo.
Mirando la situación, los cuatro estaban sentados
como en un limbo, donde lo único que sentían
era un olor a azahar que parecía acumulado en
el aire. Sin culpar uno al otro por lo sucedido con
su hermana, ni decir nada y casi por inercia fue-
ron cayendo al pozo arrastrados por los gritos de
la pequeña.
Sin tener idea cuán profundo era, entraron en un
frenesí mientras sus oídos zumbaban y el estertor
de su respiración ahogaba el ruido de los llantos
de Bertita.
Al caer, constataron que Bertita se encontraba
en un síncope, sus hermanos no sabían cómo
ayudarla. Uno de ellos vio que tenía la cara lívi-
da y sus ojos hinchados, este mantuvo la calma
e irradiando una extraña luz de su mirada logró
que Bertita se tranquilizara. Otro de los cuatro
idiotas crispado de nervios clamó por su madre
reiteradas veces. En cambio el idiota menor, re-
pitióse para sí mismo -¨ Todo va a estar bien¨. El
mayor de los hermanos abolido, sacó de su bol-
sillo una honday acaeció que lanzó un papel
que contenía una injuria hacia la persona que
había creado el pozo.
¨No lo niegues, el pozo lo hiciste tú¨- gritó Bertita
a uno de los hermanos.
Con mucha limpidez le contestó– ¨Yo nunca har-
ía eso Bertita¨.
Mientras su discusión engrosaba, sus padres ver-
tiginosamente aparecieron en el borde del pozo.
Al ver la situación intentaron redimir a los cuatro
idiotas diciendo que ellos no habían hecho el
pozo. En ese instante llega el vecino con una
cuerda para rescatarlos y poder sacarlos a to-
dos.
Cielo
La Muerte
-¡No entres!-¡No entres! - dijo Mazzini
Berta sollozaba al ver el mar de sangre que au-
mentaba a cada segundo, no soportó y salió al
patio, quedó helada al ver a su querida hija de-
gollada por sus cuatro hijos. Ella no creía la si-
tuación terrorífica que estaba viviendo.
Quedó estupefacta y pegó un fuerte mugido que
habría despertado a cualquiera. Se ahogaba en
los recuerdos del hondo amor que le tenía a su
hermosa hija. Esa misma noche se paralizó al ver
a su hija muer- ta
acercándose a
ella poco a
poco. De re-
pente se es-
cuchó un ruido estrepitoso que provenía del
cuarto de sus cuatro hijos y Bertita desapareció,
Berta quedó muy asustada debido a aquella ver-
tiginosa experiencia. Casi le da un síncope, la
sangre se le heló del susto, no creía lo que sus
ojos veían, -¡se sentía en una pesadilla!
Mazzini se aproximó a Berta y le preguntó:
-¿Estás bien? Te veo muy lívida – dijo
-Acbo de ver a Bertita, pero desapareció, ella
me habló con un tono insidioso, pero no descifré
lo que me quiso decir - le dijo ella asustada.
-No puede ser, descansa, tal vez estás cansada-
dijo Mazzini
Al día siguiente Mazzini se había ido de la casa y
la había dejado sola con los cuatro idiotas, ellos
zumbaban de un lado al otro todo el día, mien-
tras Berta estaba en su habitación encerrada,
lamentando la muerte de su hija, con su falta de
hilaridad acentuada. Berta vio en un espejo re-
flejada a la niña, cuando de repente se estrepitó
al piso el espejo. Ella, muy asustada, se fue de la
habitación y bajó hacia el patio. Las miradas fur-
tivas de los idiotas hacia Berta le llamaron la
atención, los idiotas se fueron acercando poco a
poco hacia ella. Aumentaban los nervios cuan-
do de repente cayó en un letargo. Mientras ella
dormitaba, todo parecía estar bien, hasta que al
despertarse vio a su esposo Mazzini crispado por
su estado. Ella estaba sufriendo de supuestas
alucinaciones, debido a la horrorosa experiencia
que había tenido la semana anterior. Berta de-
ambulaba sin rumbo alguno dentro de su fulgu-
rante casa, llorando y penando constantemente.
Dos semanas después cuando estaba toda la
familia cenado, se apagó la luz. Los idiotas redo-
blaron sus llantos cuando apareció la niña.
Bertita y los cuatro idiotas pasábanse cerca de
Mazzini y Berta cuando de repente Mazzini se
ahogó en un mar de sangre al igual que Berta.
Tiempo después cuando ya estaban investigan-
do quién había matado a la pareja Mazzini-
Ferraz, los policías no pudieron constatar quién
los podría haber matado. Pensaron que podía
haber sido un ladrón, pero no esta-
ban en lo correcto…
Ilut
Entre dos Mundos En la República Federativa de Brasil existe
el Batallón de Operaciones Policiales Es-
peciales (BOPE) que es la Tropa Élite de
las fuerzas militares. El BOPE se caracteriza
por aniquilar a los narcotraficantes de las
favelas de todo Brasil.
¿Llegarían pronto? El cielo, al poniente, se
abría ahora en pantalla de oro, y el Río Pa-
raná se había coloreado también.
Donde yacía, el BOPE comenzó a desosar
a los mayores traficantes de esa región. El
más peligroso de los traficantes se llama-
ba Paulino, y le encantaba cazar en la
selva. Y fue a él quien el BOPE decidió
atacar primero.
Para ello fueron muchos hombres, uno de
ellos era Jordán. Algunos hombres sufrie-
ron de los insectos que les zumbaban y las
vacas que con sus mugidos no los deja-
ban descansar. Con un cansancio acumu-
lado ya no resistieron. A unos cuantos los
insectos los picaron y se terminaron hin-
chando de tal manera que quedaban
irreconocibles, los dolores fulgurantes su-
cedían de continuo. Cuando uno de los
comandantes constató quién fue el que
tuvo la muerte vertiginosa, con la noticia
que remitía, heló a todo el mundo deján-
dolos estupefactos.
-¡No me diga eso comandante! ¡Por favor
que esto no sea verdad!- clamó la esposa
mientras su hija sollozaba cuando le infor-
maron la noticia.
En el mismo momento Paulino se reía es-
trepitosamente, congestionado por la
misma hilaridad ansiosa.
Los cinco agentes que sobrevivieron,
aparecieron con parsimonia por la picada
en cuesta arriba, en la madrugada del 2
de septiembre con la luna que había irra-
diado en las precarias casas. Mientras los
criminales echaban una furtiva mirada
hacia ellos, acaeció que uno de los uni-
formados se percató que los estaban mi-
rando insidiosamente a través de agujeros
que hicieron en el brillante estuco y llamó
a uno de sus compañeros para que viera
eso. A raíz de este hecho los efectivos fue-
ron redoblando la vigilancia sin cesar.
En uno de los días de vigilancia viéronla
con vestido de seda rojo a una linda mujer
de piel tostada, como toda brasilera, y un
cabello largo y crispado que le llegaba
hasta la cintura; resultó ser la hija de Pauli-
no que es el narcotraficante más vil de to-
dos. Cuando se percataron quién era, casi
les da un síncope.
Al día siguiente la chica fue a nadar a la
hoya del río y en un momento sintió que se
ahogaba, cuando alzando sus brazos
pedía ayuda apareció Jordán y con hon-
da valentía la rescató. Mientras retomaba
la respiración Jordán le pregunta cúal era
su nombre.
Y con mucha delicadeza ella le responde
“Gracias por salvarme, ¡Ah Y me llamo
Alicia!” Jordán pensó en ella día y noche
mientras sus compañeros lo convencían
de que involucrarse con la chica había
hecho caldear los ánimos entre BOPE y
criminales.
El comandante sorbió de dos tragos el va-
so de agua que tenía en su mano y muy
enojado le recrimina a su compañero “¡No
lo niegues! Fue un error enamorarte de es-
ta chica.”
A partir de lo acontecido el BOPE atacó a
disparos, hubo muchos heridos que cada
vez más engrosaban la cantidad de muer-
tos e incluso a un soldado, el pie se le veía
lívido y con lustre gangrenoso.
Los uniformados cuando derrotaron a los
criminales sintieron que se acababan de
redimir. Arrestaron a Paulino. Y qué pasó
con Alicia y Jordán se preguntarán uste-
des. Ellos se volvieron a encontrar, se ca-
saron y por lo que me contaron su luna de
miel fue un largo escalofrío...
Manalu
La Gallina
Berta, que ya se había lanzado corriendo a su
vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el
grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en
la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se in-
terpuso, conteniéndola:
—¡No entres! ¡No entres!
Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre.
Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y
hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.
Tras levantarse Berta, exasperada, golpeaba la
puerta sin cesar, sollozando a medida que el río
de sangre continuaba fluyendo. Mazzini, sin em-
bargo, sabía que abrir la puerta sería solo peor.
Con una furia pocas veces vista en ella, Berta
empujó a su marido contra la mezcla de sangre
y estuco dejándolo inconsciente. Al reventar la
puerta de un empujón se heló debido a la
traumática imagen que había detrás de la puer-
ta… La cabeza de su hija ya no estaba en su lu-
gar, cada uno de los idiotas estaba sosteniendo
una extremidad de la pequeña Bertita. Los cua-
tro idiotas, al notar la mirada furtiva de su madre
soltaron el cadáver e inmediatamente intentaron
salir siguiendo el rastro de sangre. En ese mo-
mento ,Berta cerró la puerta, parecería como
que una furia demoníaca se apoderase de cada
fibra de su ser, ahorcó a los cuatro idiotas, uno
por uno, mientras las lágrimas caían de sus ojos,
ese día se escapó de la casa gritando :
–¡¡¡Bertita!!!
Esa noche, en la casa del matrimonio Mazzini
Berta, hubo un incendio, mostrando, con las ce-
nizas, una imagen de una gallina
sin cabeza.
Cuenta la leyenda que Berta se
terminó degollando a sí misma, a
los sollozos, lamentando la muerte
de su hija.
EL SEMILLA DE HUEVO $_$
Dulces sueños
Luego de varios días con su marido desapareci-
do, María decide salir a buscarlo.
-¡Amor!, ¡amor!-gritaba, pero nadie le respondía.
Luego de varias horas de búsqueda, María deci-
de volver a su casa, pero de repente se cruza
con un bote flotando solo, sin nadie dentro, o eso
parecía.
María se acerca lentamente y con cuidado,
temblorosa, mira dentro del bote, y la persona
que estaba dentro era su esposo.
María sollozando sentose en el suelo sin saber
qué hacer.
Luego de unas dos largas horas sentada, decide
mirarle la pierna a su esposo, ya que había re-
cordado que lo había picado una serpiente.
Cuando le levanta la pierna a su esposo, ve que
toda era lívida.
Luego de unos días…
Ya era el día del funeral de su esposo.
Cuando ella entra, ya había unas dos o tres per-
sonas, pero nadie más.
Pasaban las horas y cada vez eran más perso-
nas, hasta que llegaron todas y cada una de
ellas.
Luego del término del funeral, cuando ya no
había nadie María seguía sentada, no podía
creer lo que acaeció.
Un hombre que trabajaba en el lugar del funeral
la vio y le dijo que estaban cerrando el lugar.
María toma su bolsa y se marcha.
Ya llegada la noche, María se acuesta en la ca-
ma y se duerme inmediatamente.
Comienza a soñar algunas cosas extrañas, por
ejemplo una picada, y luego empieza a sentir un
estertor en su espalda, María da una furtiva mi-
rada, pero no ve nada.
Y de un momento para otro se encuentra en un
lugar oscuro, no se veía nada y no se escuchaba
nada, y luego una luz fulgurante le ilumina la ca-
ra.
Al otro día María recibe una visita de su mejor
amiga, Rosa.
Rosa le cuenta unas cosas de su casa, pero Mar-
ía no respondía a nada de lo que preguntaba, es
más ni siquieraparpadeaba.
-María, ¿estás bien?
-Sí, sí…
-Segura, porque hoy tuviste un letargo, y tú nun-
ca duermes de esa manera, siempre te levantas
temprano. En cambio, hoy estuviste durmiendo
hasta que llegué yo, si no hubiera llegado segu-
ramente seguirías durmiendo.
- ¡Ya te he dicho que sí, estoy bien!, además no
era necesario que vinieras, porque yo estoy per-
fecta.
- ¡Sí!, ¡perfectamente mal!, mira tu cara, estás
mal desde que tu marido falleció, ¡desde que se
fue al limbo!
- ¡Bueno, pero ya está!, ¡déjame en paz de una
vez!, todo bien que tú seas cristiana, ¡pero él no
lo era!
-Te respeto mucho como persona y como ami-
ga, y las dos sabemos que no estás bien, así que
he decidido algo… me vendré a vivir contigo
unos días, así te puedo vigilar bien y las dos pa-
samos un rato juntas.
Al otro día, a las ocho de la mañana, ya estaba
Rosa en la puerta de la casa de María, con dos
valijas enormes.
Unas horas más tarde, a la hora de almorzar,
María se levanta de la cama, ya que se había
vuelto a dormir luego de que llegó Rosa, y nota
que la casa estaba muy limpia y ordenada, la
limpidez de los vidrios era increíble, parecían
nuevos.
- ¡Rosa!, ¡Rosa!
- ¡Qué pasa María!
- ¡Qué estás haciendo!, mejor dicho ¡qué hiciste!
- Pues te limpié la casa, mirá antes de que em-
pieces a reclamarme los favores que te hago,
siéntate en la mesa, que ya está la comida.
- ¿Qué hiciste de almorzar?
- Antes de eso, te quería preguntar, ¿ese trapi-
che, funciona?
- No
- También tengo algo bueno que decirte, ¡tengo
la pareja perfecta para ti!, mira, dice que está
buscando a una mujer con la que pueda charlar
de cosas interesantes, mira te muestro una foto.
- Me parece una persona vil, ¡a quién se le ocu-
rre poner un aviso así en el periódico!
- A mí me parece que es una persona estrepito-
sa, pero bueno, igual dice que ya se consiguió a
alguien más. Se nota que eres una persona tan
dura como el estuco.
La cara de María denotó hilaridad, era la primera
vez que Rosa la veía de ese modo, luego que
hubo fallecido su esposo.
Ya caía la noche, y Rosa no paraba de hablar
de un montón de cosas que enojaban a María,
por ejemplo: su inercia, se levantaba tarde y se
dormía tarde. Y de que María la debía redimir de
cuidarla todo el tiempo, la cara de María era un
frenesí.
Nuevamente, María se encontraba en un nuevo
sueño extraño.Esta vez, había un enorme círculo
de fango, muy simple.Pero de repente, empiezan
a salir serpientes, muchas serpientes del círcu-
lo.María comienza a correr, sin parar.
Luego de un rato corriendo, María nota algo ex-
traño en el piso, había una hoya en el suelo.
María se sienta en esa hoya, y comienza a llorar,
sin saber qué hacer.
Llega la mañana y María se levanta, sudada se
va al baño, se mira al espejo, estaba toda roja.
-¡María me voy al obraje, porque todos tus tra-
pos están sucios!
Horas después…
-¡María ya volví!, ¿María, dónde estás?, ¡respón-
deme! ¡Me estás asustando!, ¡ahhhhhhhhhhh!
Rosa había encontrado a María gangrenosa,
muerta y con una serpiente en la
panza.
Y con una picada de serpiente en
el cuello, no había duda que María
había muerto igual que su esposo,
por una serpiente.
RI4
No te dejes engañar
Era de noche, se podía escuchar cómo las hojas
de los árboles zumbaban a causa del viento,
aunque remitía enseguida. Nos dirigíamos a un
lugar desconocido, que tal vez sería bueno para
cambiar la inercia de todos los días. Miré a mi
madre por el espejo retrovisor, respiraba con es-
tertor, me dio una furtiva mirada para luego son-
reír, aunque sabía que era solo para tranquili-
zarme y que ella se sentía igual o peor que yo.
Al llegar, me quedé esperando con mi hermano
Mateo en brazos, nos estábamos mudando a
una casa relativamente linda comparada con
las demás. Era de dos pisos, de color celeste,
con varias ventanas y una puerta enorme de
madera. Enseguida fijé mi vista en la casa veci-
na, era de un color blanco desgastado, parecía
sin pintar desde hacía años, como si estuviese
abandonada.
Esa noche no conseguí dormir demasiado debi-
do a unos estrepitosos ruidos que suponía pro-
venían de la "casa abandonada". Cuando des-
perté, el sol estaba fulgurante, así que salí a re-
correr. Pero mi recorrido no fue muy largo, ya
que al pasar con notable parsimonia por la "casa
abandonada", me topé con una niña como de la
edad de Mateo, que me habló:
-Hola, me llamo Bertita, bienvenido, quería pre-
guntarle a tu hermano si quiere ir a jugar conmi-
go a mi casa- aclaró. Bueno, si Bertita vivía en la
casa significaba que no estaba abandonada,
además parecía una niña muy amable, y era
bueno que Mateo se distrajera, tal vez consiguie-
ra redimirse de todo lo sucedido en nuestra casa
anterior.
-Ya lo llamo- le dije dirigiéndome hacia la nueva
casa.
-¡Mateo, la niña de al lado quiere invitarte a ju-
gar!
-¡Sí, decile que ya bajo!- clamó.
Así fue como me quedé solo durante un rato,
hasta que escuché los ruidos nuevamente y sentí
miedo, salí corriendo y toqué la puerta una y otra
vez, nadie atendía. Cada vez estaba más nervio-
so, me consumió el miedo, por eso, pateé la
puerta encontrándome con una mujer pálida de
mediana edad, que sollozaba y yacía en un an-
tiguo sillón de flores. Su mirada se dirigía hacia la
nada.
-¿Está mi hermano?- cuestioné en un susurro.
Aunque parecía no percatarse de mi presencia,
me señaló sin mirarme con su dedo índice un
largo y oscuro pasillo, al que me dirigí con paso
vertiginoso mirando hacia las paredes y el piso,
los cuales estaban con extrema limpidez. Al final,
había un cuadro de una familia, supuse que eran
todos los habitantes de la casa ya que estaba la
mujer del sillón sosteniendo a Bertita entre sus
brazos, mirando con desagrado a otros cuatro
chicos. Por último había un hombre, mirando a su
familia con un toque de hilaridad.
Escuché un grito de mi hermano, corrí crispado
hasta encontrarlo. Bertita constató mi presencia y
me miró con hiel mientras yo intentaba consolar-
lo.
El lugar en el que nos encontrábamos ahora era
el patio, a simple vista se podían notar: una hoya
en el piso, mucha suciedad y una fuente de
agua que salía a borbollones. Al parecer en la
casa, sólo el pasillo estaba limpio.
-¿Qué te pasó?- cuestioné finalmente, obser-
vando su lívida herida.
-Me caí- dijo cuando su llanto empezó a cesar.
-¿Querés ir a casa o te quedás?
Por lo acaecido, no me agradaba la idea de de-
jar a mi hermano, pero tampoco lo iba a obligar
a irse.
-No, ya estoy bien, me quedo.
-Nos vemos en casa entonces.
Ambos me saludaron y seguí mi camino de re-
greso al pasillo. Me llamó la atención que ahora,
se encontraba como el resto de la casa, sucio,
descuidado, sin contar que el cuadro ahora es-
taba inclinado hacia la derecha. Además ni la
mujer ni el sillón se encontraban allí, el lugar es-
taba completamente vacío. Todo esto parecía
una insiria o alguna broma de mal gusto.
Todos los hechos me agriaron el día. Aun así,
como mi recorrido había sido interrumpido iba a
comenzarlo de nuevo. El camino era en picada,
a medida que iba bajando, se hacía de noche.
Las calles y veredas se engrosaban cada vez
más, y en un momento el frío me heló. Después
de un rato de caminar, sin darme cuenta, por ir
distraído, me choqué contra un hombre vestido
de negro, del doble de mi altura, con mirada de
estuco, que al parecer desagradole mi aparien-
cia por la forma en que me miró.
Me pareció que ya era hora de regresar. Al lle-
gar, casi me da un síncope, las luces estaban
encendidas, lo cual era raro, porque mi madre
no llegaría hasta una hora después y Mateo es-
taba con Bertita en su casa. ¿O no?
Abrí la puerta despacio tratando de no hacer
ruido, estaba sin llave, aún más raro. Al entrar no
pude ver a nadie, hasta que escuché un ruido
desde arriba y me escondí. La persona estaba
bajando, pero era muy baja para ser un ladrón,
era Mateo.
-¿Qué estás haciendo en casa? ¿No estabas en
lo de la vecina?
-¿Qué vecina?
-Cata
Mi difunta ex-esposa
En el silencio agónico de la casa, no se oía más
que el delirio monótono que salía de la cama, y
el sordo retumbo de los eternos pasos de Jordán.
Alicia murió esa misma noche, la sirvienta limpió
el cuarto donde Alicia había pasado sus últimos
días y se fue.
Los años pasaron y Jordán continuó su vida. Se
casó con una mujer que conoció en uno de sus
viajes. Sara era lo opuesto a Alicia, tenía un-
carácter intenso, seria, parecía no tener corazón.
Pero esa falta de cariño que ambos tenían no los
afectaba. Unos años después de casarse tuvie-
ron dos hijos, Adelaida y Adrián. Uno de los últi-
mos días de verano Jordán le comunicó a su es-
posa que estaría fuera de la ciudad por unos
días. El hombre no dio más explicaciones y esa
misma tarde se dirigió hacia esa vieja casa que
en su momento compartía con Alicia.
Jordán abrió la puerta del auto con un gesto de
parsimonia y saludó con un fuerte apretón de
manos al hombre que iba a ser el dueño de esa
oscura y silenciosa casa. Los dos entraron para
ver que todo estuviera en orden y firmar los pa-
peles. Cuando entraron, Jordán no podía creer
lo que estaba viendo. La casa estaba fulgurante,
ya no era esa escalofriante construcción. Jordán
constató lo irradiada que estaba la casa, verti-
ginoso el hombre salió de la casa para después
poder subirse a su auto. Jordán escuchó un ruido
estrepitoso y declinó su cabeza hacía la dere-
cha, no pudo apreciar nada. Después de reco-
rrer la casa siguió con su inercia. Antes de regre-
sar con su esposa e hijos debía hacer una para-
da más, en la casa de su madre. La mujer tenía
un gran trapiche en la entrada de su casa
además de una hoya con flores alrededor de la
tumba de su perro. La madre de Jordán vivía
como en un estado de letargo. Todo el mundo
que la conocía pensaba que era una mujer vil.
La mujer abrió la puerta y saludó a su único hijo
con una voz profunda, cenaron sin decir ni una
palabra. La madre de Jordán había hecho su
comida favorita y de postre no había más que
las naranjas que su madre cultivaba. Pelaron las
naranjas en silencio y se fueron a dormir. A la
mañana siguiente se preparó para volver con su
familia, no saludó a su madre y se fue. Cuando
estaba saliendo de la ciudad miró furtivamente
la casa. Después de unas horas llegó a su casa y
fue directamente a ver su hermoso árbol que él
mismo había plantado y cuidado. El árbol fue
acumulando flores durante un corto período de
tiempo y el resto del año era un triste y pelado
árbol.
Una noche de tormenta y lluvia, el hijo menor de
la pareja estaba contemplando cómo llovía,
cuando vio descender una figura negra en el
monte de la rambla. Tomó su abrigo y fue a in-
vestigar esa extraña silueta. Cuando cruzó a la
rambla vio a una mujer tirada en el piso pidiendo
ayuda, el niño ayudó a la señora a levantarse y
la acompañó hasta su casa, que no quedaba
muy lejos de donde él vivía. La mujer agradeci-
da por el gesto del muchacho le preguntó si
quería pasar a la casa. Adrián aceptó la oferta y
entró con ella. Esa señora se hacía llamar Madre
Shipton, según ella podía leer el futuro con solo
mirar la palma de la mano. Alzando un frasco
empezó a murmurar palabras extrañas que el ni-
ño no pudo comprender. Tomó su mano y em-
pezó a leer el futuro del joven. La mano de
Adrián se estaba hinchando ya parecía tener un
lustre gangrenoso, lívido. Preocupado salió co-
rriendo, en el camino vio un obraje, tomó un pa-
ño y envolvió su mano en él. Cuando entró a la
casa fue rápidamente al cuarto de sus padres,
ellos se despertaron y vieron que su hijo solloza-
ba. Sara fue a despertar a su hija para ir al hospi-
tal, entró al cuarto y esta yacía en el piso. Em-
pezó a escuchar unos insectos que zumbaban,
pero en realidad ese sonido provenía de sus oí-
dos. Jordáncrispado entró al cuarto de la hija
con Adrián en brazos y pudo ver cómo su mujer
y su hija estaban tiradas en el piso al lado de un
gran charco de sangre que provenía a borbollo-
nes de los oídos de su esposa. Cuidadosamente
apoyó a su hijo en la cama y bajó a llamar a una
ambulancia. Pero cuando bajó se dio cuenta
que no estaba solo, esa figura que su hijo había
ayudado, estaba parada en la sala de la casa.
Jordán se dio vuelta y miró a su difunta exesposa
parada como si nunca hubiera muerto, y se le
heló el corazón. Le pareció estar teniendo un fre-
nesí. Alicia le preguntósi le había gustado el re-
galo que le hizo a su familia, él clamó que los
dejara en paz. Lo que Jordán no sabía era que
Alicia tenía una gran variedad de armas con
ella. Alicia miró a los ojos a Jordán y le preguntó
por qué le había hecho esto.
No hubo respuesta, Jordán cerró los ojos por un
segundo, cuando los volvió a abrir tenía un cu-
chillo clavado en el medio de su abdomen. No
podía sentir su cuerpo, sus piernas empezaron a
tambalear hasta que perdió el conocimiento.
Cuando se despertó ya no estaba en su casa si-
no que estaba en la mitad de un bosque, lo raro
era que Alicia había desaparecido, en su lugar
estaba toda su familia colgada de un árbol con
un una gran cuerda alrededor de sus cuellos, y
se le agriaron los ojos al verlos. Jordán bajó a to-
da su familia y empezó a gritar, mientras que Ali-
cia desplegaba toda su hilaridad. Esa misma no-
che tomó la misma cuerda con la que Alicia
había matado a su familia y le dio un síncope, su
muerte acaeció rápidamente.
CanisMinor
Un tal Paulino
De pronto, como si la vida le hubiese dado otra
oportunidad, Paulino volvía a sentir, como si el
tiempo retrocediera que su alma cambiaba de
dirección.
Yacía sobre su canoa, no tenía ni la más remota
idea de dónde estaba. En síncope, su estertor no
lo dejaba siquiera pensar. Clamó desesperada-
mente la presencia de alguna persona. Sin em-
bargo, la única forma de vida cercana a él en
aquel irradiado lugar, solo parecían ser las mos-
cas que zumbaban sobre su lustre gangrenoso,
lívido y lleno de borbollones de sangre.
-¿Y yo cómo habré terminado acá?- pensaba en
voz alta.- ¿Cuánto llevaré tirado sobre esta ca-
noa? ¿Una hora? ¿Un día? ¿Una semana? Tiem-
po suficiente como para que los fulgurantes ra-
yos del sol pelaran mi piel.- mirando al cielo
continuó-¿Qué será de mi Dorotea? ¿Qué pen-
sará la gente de mí?
Sus esperanzas ya se agriaron. Lágrimas perla-
ban su seca y quemada piel a causa de que so-
llozaba cada vez que pensaba claramente la si-
tuación que estaba afrontando y la gravedad de
la misma.
Dejó los minutos pasar, pero el tiempo era lo más
valioso en estas circunstancias. Firme, constató
una regla: entender su situación, resolverla, y
luego, salir de ella.
Empezó por un simple movimiento: declinar su
cabeza para hacer una vertiginosa, pero preci-
sa, mirada furtiva y de esta forma poder ubicarse
un poco. Más allá de conocer la zona toda alre-
dedor del Río Paraná, esa costa era totalmente
nueva para su memoria.
De repente un dolor abatió todo su organismo, lo
que lo obligó a abandonar toda su idea de salir
de allí, lo cual lo dejaba con un frenesí, que lue-
go se olvidaría.
Una voz clamaba redo-
blando estrepitosamente
su nombre. Su cuerpo se
heló
completamente. Acaeció un fuerte letargo. La
hilaridad superaba cualquier sentimiento hiel. Su
limpidez, tanto física como mental, se elevó. Su
estuco dominó todos sus sentidos.
Esta alma viajera, quería ir al limbo
Birel
Jardín de los demonios
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Ella,
Alicia, era rubia, angelical y tímida, el carácter
duro de su esposo heló sus soñadas niñerías de
novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a
veces con un ligero estremecimiento, al
amanecer, echaba una furtiva mirada a la alta
estatura de Jordán, mudo hacía una hora. Él por
su parte, la amaba profundamente sin darlo a
conocer.
En ausencia de Jordán, cuando ella se quedaba
en la casa, todos los días se la pasaba en su
jardín,inerte. Ella se había vuelto una gran
amante de las flores. Su jardín estaba colmado
de azahares. Ella expresaba sus emociones y
dejaba salir todo eso que contenía en su
corazón así no le influía más tarde. Pasábase
todo el día ahí afuera hasta que Jordán volvía de
su trabajo.
Un día, Alicia estaba en su jardín, cuando de
repente escuchó unas voces.
- ¿Quién anda ahí?- preguntó asustada.
- Soy el hada del jardín – respondió la voz
misteriosa.
Al mirar hacia abajo, Alicia vio una flor violeta
que nunca había visto antes en su jardín. Sin
dejar de observarla, la flor empezó a remitir
colores, dejando a Alicia hipnotizada y se
empezó a serenar, como si se fuera a desmayar.
Cuando Jordán llegó, se quitó el abrigo y lo
colgó con delicadeza en su asiento.
- ¡Alicia! Ya llegué- dijo.
- ¡Voy enseguida!- respondió.
Alicia fue corriendo hacia donde estaba Jordán
para recibirlo. Luego de saludarlo, fue a la
cocina a prepararle un refresco, cuando Jordán
la llamó.
- ¿Qué sucede?- dijo Alicia temblando.
- Tengo un regalo para ti- respondió Jordán.
- ¿En serio? -se emocionó – ¡no tenías por qué
hacerlo!
Jordán sacó una caja con unos agujeros en la
tapa. Se la entregó a Alicia y ella constató que la
caja se estaba moviendo. Cuando abrió la caja,
vio a un pequeño perrito que estaba
jugueteando con sus patitas. Síncope de amor,
Alicia le agradeció con un abrazo a Jordán. Se
le ocurrió llamarlo Hide mientras estaba
acariciándolo.
Al día siguiente, Alicia ya no estaba sola. Estaba
con su perrito Hide. Los dos fueron al jardín y
regaron las plantas. Hide en realidad solo
jugueteaba al lado de Alicia. Ella se sentía feliz.
Mientras Alicia estaba volviendo a su casa, se
volvió a encontrar esa extraña flor y al escuchar
esa voz que la llamaba, Alicia empezó a
marearse y con una hilaridad empezó a
declinarse hasta que se cayó al suelo.
De esa flor extraña, salió una especie de
antropoide raro que se transformó en un clon de
Alicia y llevó a la verdadera Alicia detrás de
unas plantas que había en el jardín. La supuesta
"Hada del jardín" no era más que un demonio en
forma de flor que había obtenido la forma de
Alicia. El nombre de ese demonio era "Squire"
una clase de demonios casi inofensivos que solo
se vuelven poderosos al tomar la forma de
humano. Si no lo hacen rápidamente, van
extinguiéndose.
Jordán había llegado a la casa, cuando
nuevamente dejó su abrigo con parsimonia en
su silla y antes de llamar a Alicia, ella apareció
en frente de él.
- Hola. ¿Cómo te fue hoy? Ya tengo tu refresco
hecho.
Jordán sorprendido, sin decir nada se sentó a
tomar su refresco. De la nada Hide apareció y se
recostó en los pies de Jordán, pero cuando se
acercó Alicia empezó a ladrar. Hide se había
dado cuenta de que no era la verdadera Alicia.
El demonio, intentando calmarlo, improvisó
diciéndole a Jordán que tenía que ir a comprar
unas cosas a la tienda, así que se fue.
Mientras tanto, Jordán caminaba por el jardín
cuando de repente Hide empezó a ladrarle.
Tironeándole de su pantalón lo llevó hacia
donde estaba la verdadera Alicia. Jordán se
había paralizado del miedo al verla yaciendo en
el piso. Detrás de él, apareció un hombre con
una gabardina larga y negra, que apoyaba su
mano en el hombro de Jordán. Le dijo que se
tranquilizara. Jordán no entendía lo que estaba
pasando.
-Me llamo Yukkio. Soy un exorcista de demonios.
Le vengo a advertir que su esposa ha sido
utilizada por un demonio- le explicó. Pero
quédese tranquilo. Ya resolvimos todo. Mi
hermano Rin ya ha acabado con el demonio
que se parecía a su esposa, con sus fulgurantes
poderes de exorcista.- continuó.
-¡¿Alicia estará bien?!- preguntó.
-Tranquilo, nuestra enfermera Shiemi vendrá a
sanarla. Mientras tanto llevemos a su esposa al
sofá.
Cuando la enfermera especializada en heridas
de demonios llegó, sacó una hoya que llevaba
consigo e invocó a un demonio bueno, que le
dio unas hierbas especiales para curar a Alicia
que estaba desplomada en el sofá.
-Ya está todo hecho- dijo Shiemi con una
expresión irradiada en la cara. -Ahora que
terminé ,aquí no me puedo redimir de mis otras
obligaciones. Tranquilícese señor, ella estará
bien en unas horas.
Jordán les agradeció mucho y se despidió de
Shiemi. Después de unas horas Alicia, ya estaba
curada. Aunque aún se podían ver las marcas
lívidas por el golpe que se dio al caer al piso.
Luego de unos minutos de estar explicándole a
Alicia lo que sucedió, llegó Rin con una caja.
Jordán lo saludó y lo dejó pasar.
- Hola, me llamo Rin. Creo que Yukkio les contó
de mí- dijo Rin un tanto vertiginoso ya que
estaba retardándose con unas cosas.
- Rin, apresúrate cuanto antes, mejor.- dijo
Yukkio.
Yukkio les explicó a Alicia y a Jordán que Rin iba
a poner una especie de escudo invisible que
solo interactuara con demonios, evitando que
entrara a su casa. Mientras tanto, en el jardín, Rin
sacó de esa caja pequeña una especie de
cilindro que colocó en el pasto y de ahí salió una
fuente de agua que empezó a sacar pequeños
borbollones.
El escudo estaba disfrazado de fuente para que
no pareciera sospechoso. Poco a poco se veía
cómo el escudo iba avanzando y se iba
engrosando, mientras que cubría toda la casa y
poco a poco se iba desvaneciendo.
Alicia, les agradeció con honda apreciación por
haberla salvado. De tan agradecida que estaba,
los abrazó. Jordán un tanto celoso, miraba con
frenesí a los exorcistas. Luego de haberse ido,
Jordán se tuvo que ir a trabajar. Alicia volvió a su
rutina pero ya más segura, sabiendo que había
un escudo protector de demonios.
Mientras caminaba con Hide por el jardín, vio
que el agua de la fuente, o escudo, tenía una
limpidez notable. Cuando tocó el agua se dio
cuenta que estaba fría y se le crisparon los pelos
del brazo. Ella decidió ignorar el frío y seguir
como todo comenzó: regando las plantas
tranquilamente en su jardín.
Okumura
Índice
❖ Prólogo
❖ Textos inspiraciones y sus autores
❖ Nuestras continuaciones:
- El viaje de la muerte: Kreguer
- Luna de miel escalofriante: Manalu
- La derrota de Venus: Calipso
- Qué es real y que no: Cata
- Una mirada hacia el pasado: Sally Hansen
- Radiante mar: Anush
- Apariciones que indican traiciones: Sesos de alga
- Fuga por el mar: Bachicha
- La pérdida: Antoine. S
- La continuación…: Piper
- El reencuentro: Okumura
- Un viaje sin destino: Baiehta
- El encuentro: Ilut
- Un tal paulino. Parte dos: Birel
- La casa de mi tío: Cassiopeia
- No "spoileo" con mi título original de la historia:
Darkfairy
- Un sueño no tan sueño: Ri4
- Popeye el idiota: Tu vieja
- La vida después del pozo: Cielo
Prólogo Y ahora, nuestro fiel lector, te ofrecemos más terror, del bue-
no, del mejor… Debíamos incluir veinte palabras selecciona-
das de los cuentos de Horacio Quiroga, diez verbos con pro-
nombre enclítico, usuales en las historias de Quiroga, un
ejemplo de verbo conjugado de modo indicativo, dos del
subjuntivo. Además, incluimos personajes de otras historias
trabajadas: (Ivo y su compañero del “Canto de la Corvina
Negra” de Mario Delgado Aparaín y Luis Alejandro Velasco
de “Relato de un Náufrago” de Gabriel García Márquez). Por
último, la historia debía incluir un naufragio.
Estas son continuaciones de continuaciones….
¿Cómo captar la trama?
Fácil… los seudónimos de los escritores te guiarán…
¿Te animás?
Mario Delgado Aparaín Nació en un paraje cercano a la ciudad de Florida denomi-
nada “La Macana”, el 28 de julio 1949. De profesión periodis-
ta, escritor y docente, es considerado uno de los principales
narradores de Uruguay.
Sus amigos cercanos le llaman afectuosamente “el negro”,
aunque su piel sea de color caucásica. Su humor incisivo, su
sólida prosa, su fértil imaginación, lo han convertido en uno
de los más grandes narradores del moderno del Uruguay.
Su obra ha sido publicada en España y América latina y tra-
ducida al holandés, alemán, italiano, inglés, búlgaro, portu-
gués, griego y francés.
En 2001, recibe el Premio Instituto Cervantes del Concurso
"Juan Rulfo" de Radio Francia Internacional, por el cuento Te-
rribles ojos verdes.
Criado en el medio rural, en el norte del país. Concurrió a
caballo a la escuela y también al liceo (donde hizo
“Preparatorio” en la ciudad de Minas). Recorrió el país ya
que el padre era un trabajador rural. Nunca vivió más de
cinco años en un mismo sitio. Los “viejos” siempre significaron
mucho para él. Cuando era joven y como vivía en zona de
tormentas, la madre le tenía prohibido volver a caballo de la
escuela a casa porque tenía algunos compañeros muertos
por rayos. Entonces, algunas veces, se quedaba en la casa
de una familia negra donde vivía Das Neves, un viejito de 92
años. Das Neves era el abuelo de un compañero de clase;
tenía 92 años en 1957, eso significa que había nacido en el
siglo pasado, que su padre había sido esclavo.
Ahora les presentamos nuestras continuaciones…
Berta estaba cada día más deprimida. Mazzini ya no es-
taba y Bertita se encontraba en un estado muy delicado. Solo
tenía a esos cuatro inservibles idiotas, que en un momento
llegó a pensar que no eran idiotas, cuando la hubieron sal-
vado de una muerte inminente. Pero inmediatamente, al si-
guiente día, volvieron a su rutina habitual, en su banco en el
patio de la casa.
Bertita siguió inconsciente unas semanas más, hasta que
lo que ya había sido pronosticado por los médicos finalmente
ocurrió, murió. Berta cayó en honda desesperación; la perso-
na que más quería ahora ya no estaba.
Eso había ocurrido hacía más de dos años. Esa desapa-
cible tragedia causada por la insiria de Ester, hizo que Berta
ya no fuera la misma dulce y agradable persona de siempre.
Cuentan los vecinos que, desde la muerte de Bertita, nunca
salió de su casa, incluso hay algunos que afirman haberla
visto drogándose. Su casa lúgubre parecía abandonada, con
el pasto con más de un metro de altura, los frisos y las venta-
nas rotas, el patio cubierto de basura… Tal situación era la
que estaba viviendo Berta. que los vecinos decidieron llamar
a su hermano, Ivo Ferraz, por el bien de ella y también por el
de todos los que se encontraban a su alrededor.
El viaje de la muerte
Así fue como Berta terminó en el barco de Ivo, con su
compañero y los cuatro idiotas, navegando por las aguas del
Mar Caribe, en un viaje con el anhelo de que ella volviera a
ser la misma de antes. Al mes de que el barco zarpara del
puerto de Cartagena de Indias, la mujer de Ivo Ferraz reportó
a la Policía de Colombia que su marido y seis personas más
habían salido a navegar en barco por el Mar Caribe. Ivo hab-
íale dicho que regresaría en no más de una semana, y to-
davía no habían vuelto. La armada colombiana fue en
búsqueda del barco desaparecido, y encontráronlo sin rum-
bo alguno cerca de la costa de Nicaragua, sin sobrevivien-
tes. Cuando entraron al barco, encontraron una agenda per-
teneciente a Berta, donde estaba escrita toda la fúnebre
tragedia:
“Para el que esté leyendo esto… Mi nombre es Berta Ferraz.
Fui la última en sobrevivir en este barco. Todo comenzó
cuando mi hermano Ivo invitóme a este viaje por el Mar Ca-
ribe.
-Sabés vos muy bien que no me gusta el mar. ¿Estás seguro
que no me pasará nada, Ivo?
-Por supuesto hermanita. Es más, te digo que este viaje te
habrá cambiado totalmente cuando lleguemos aquí. Si no,
no te habría invitado.
Convencióme, así que partimos el 17 de abril desde el puerto
de Cartagena de Indias, al declinar el sol .El mar estaba cal-
mo, no había viento y el sol, radiante. Y sí que tenía razón, es-
te viaje me había cambiado totalmente. Y todo gracias al
compañero de Ivo, Julio. Sus ojos cual dos escarabajos de
cristal negro, su pelo parecía hecho de algodón y su rostro
efusivo, con una hilaridad que parecía la persona más feliz
del mundo. Era el hombre perfecto que siempre quise. Él
sentía lo mismo por mí, pero al principio era un poco tímido.
Pero luegonos enamoramos. Pero todos los planes cambia-
ron cuando, al segundo día en el mar, divisamos una sombra
en el horizonte que se movía. A primera vista, parecía un bu-
que de carga, pero luego, al acercarnos, vimos que era un
hombre haciendo señas para que lo ayudáramos. Así hici-
mos, y pronto ya estaba con nosotros en el barco. Su nombre
era Luis Alejandro Velasco. Nos contó que él iba en el buque
A.R.C Caldas, en el cual habían caído ocho marineros al
agua, entre ellos estaba Luis, a causa del sobrepeso de con-
trabando que llevaba el buque. Él logró subirse a una balsa
de emergencia que había caído del buque, pero no pudo
rescatar a sus compañeros. Ya cuando hubímoslo encontra-
do, era su séptimo día de naufragio. Su piel estaba lívida y
con lustre gangrenoso. No había comido ni bebido nada, así
que tuvímosle que dar gran parte de la nuestra. Debido a ese
imprevisto, tuvimos que dar la vuelta hacia Cartagena. Ya al
cuarto día, Ivonos dijo que estábamos a solo horas de Carta-
gena. Tuvimos que atravesar una tormenta antes, que al prin-
cipio no parecía peligrosa. Pero terminó siendo la tormenta
más violenta que vi en mi vida. Y los hechos lo comprobaron.
Había muchas olas en el mar entenebrecido, y había tanta
corriente que el barco casi ni avanzaba. Hasta que llegó una
ola que sacudió el barco vertiginosamente. Sujetámosnos to-
dos a algo, en mi caso, al mástil. En seguida, otra ola sacudió
con más fuerza el barco. En una furtiva mirada, vi como ésta
logró hacer caer a Julio y Luis. Ivo fue a ayudarlos, pero ter-
minó en la misma situación que ellos al ser golpeado por otra
ola. Los cuatro estucos idiotas, con su ropa toda empapada
de glutinosa saliva, al ser perfectos imitadores, hicieron lo
mismo que Ivo. Fui a ayudarlos, pero no hubo caso. La co-
rriente se los llevó lejos, hasta el punto que dejé de verlos, en
estupor. Enloquecí. No sabíacómo navegar, no sabía dónde
estábamos y lo que quedaba de comida se había caído al
agua. Sentí impulsos de morir, pero logré redimirme y supuse
que la corriente me llevaría a tierra firme. Pero ya hoy estoy a
siete días del día de la tragedia, he estado sobreviviendo a
los inminentes peligros del mar: tiburones, olas, corrientes…
No puedo más. Hoy no tuve energía para siquiera moverme,
solo dormité. Seguramente habré gastado las últimas energ-
ías en escribir esto. No creo que sobreviva mucho más…”
KREUGER
Luna de miel escalofriante Días antes de su casamiento Alicia planificó cómo
seríasu luna de miel soñada. Ella imaginose que iba a
ser en un crucero de lujo que recorrería el mundo.
Cuando Jordán llegó de su trabajo, ella comunicole lo
que había planificado:
-Mi amor, mi sueño desde chica es viajar en un cruce-
ro por el mundo en nuestra luna de miel ¿Qué te pa-
rece?
- Está buenísima la idea.
- Mientras voy a entregar las invitaciones, tú llama a la
agencia de viajes.
La hora del casamiento llegó y ellos disfrutaron la fies-
ta hasta el amanecer con familia y amigos. Al día si-
guiente fueron a buscar el equipaje y sus pasajes para
dirigirse rápidamente hacia el puerto donde el buque
los esperaba. Con ansias Alicia y Jordán subieron y el
crucero a vaho partió.
En el salón donde almorzaban había un brillante estu-
co; apenas se sentaron, ellos ordenaron un yapará,
una comida típica guaraní hecha con maíz, poroto y
cebolla y un vino en un vaso de tacuapí (que es una
caña hueca). Luego de almorzar ellos comunicáronse
como por telepatía y decidieron dormir y descansar.
Antes de dormir, conversaron sobre sus experiencias
en un barco.
Jordán dijo:
-Yo solo he andado en una chalupa que es un barco
pequeño a vela. ¿Y tú hubiste andado alguna vez?
-No, nunca hube andado.
Después de la siesta se encontraron con Luís Alejan-
dro Velasco quien fue un náufrago colombiano que
sobrevivió diez días en una balsa en el mar. Cuando lo
vio Alicia, tuvo estupor y reprochole a Jordán dicien-
do que si la hubiese dejado, ella se habría sacado
una selfie. Luego se encontraron con Ivo y su compa-
ñero, quienes son amigos de Alicia de hace muchos
años.
Ese mismo día, el radar del barco no detectó a un
iceberg y escollose produciendo una rotura estrepito-
sa en uno de los motores. Cuando el capitán constató
lo que pasaría si seguía avanzando, preocupose mu-
cho, avisó a los pasajeros lo que había pasado
dejándolos estupefactos, mientras Alicia y Jordán tra-
taban de ir a un lugar a salvo. Resulta que el barco se
hundió muy rápido como para que pudieran ponerse
en un lugar seguro y esperar que los salvaran.
Algunos hombres cayeron al océano muriéndose de
hipotermia, engrosaban la cantidad de muertos, a
otros les vinieron pródromos por la cantidad de agua
que bebían, mientras las mujeres sollozaban, los res-
catistas y unos cuantos que sobrevivían andaban
buscando algún vestigio de otras personas.
Todo lo ocurrido fue muy pernicioso para las familias
que lo sufrieron.
En el agua Jordán pensaba "¿Alicia se habrá salvado?
“y al mismo tiempo Alicia agarrada a una viga pen-
saba "¿cómo estará Jordán?".
Jordán vio una luz a lo lejos y trató de gritar, pero no
pudo. Para su suerte, a uno de los rescatistas se le
ocurrió ir en su dirección y al sentir un gemido se dio
cuenta que había un sobreviviente, Jordán agrade-
ciole eternamente. Al subirlo a la balsa famélico, con-
sultole al rescatista si Alicia estaba viva y este le dijo
que sí. El rescatista se sintió como si se acabara de
redimir.
El rescatista le dijo:
-Comé eso para sentirte con más fuerza.
Al regreso de su luna de miel escalofriante, se juraron
uno al otro, nunca más viajar en
un crucero. Hecho por: Manalu
La derrota de Venus
-Dale papá, seguí contando- dijo Nico emocionado.
- No Nico, ya es muy tarde, tendrías que estar durmiendo-
respondió Frey, reprochándole.
-¡Pero mañana no hay clases, por favor!
-¡Tu madre me va a matar! Pero bueno, solo un ratito más.
Nico es un chico bueno, reservado y lector. Todos los viernes
iba a la casa de la familia paterna, con su mamá y papá,
después de la escuela a pasar el fin de semana.
En la casa había un ambiente cálido para la lectura, era co-
mo una biblioteca gigante. La pasaba genial, su padre siem-
pre contábale unas historias fascinantes, incluso relatole una
historia sobre mitología griega y romana, donde siete semidi-
oses elegidos tenían que salvar al mundo de Gea. ¡A Nico
todo le parecía tan real!
Él apenas tenía doce años, cumpliría trece al día siguiente.
Sorprendiole mucho que su padre dijérale que, al cumplir
trece años, algo importante iba a cambiar su vida.
-Prestá atención Nico, la historia va a comenzar-
Cuando el médico, Will Solace, tenía catorce años, vivía con
sus padres en Mobile, donde conoció a Alejandro Velasco,
un marinero colombiano. Su encuentro fue extraño. Alejandro
estaba hablando con una mujer bajo la sombra de un majes-
tuoso raigón. La chica era hermosa, su largo pelo castaño
ondulado, ocultaba su frugal mirada. Para él era como una
diosa y en efecto, así era. Velasco estaba hablando con ella
sobre un tal Ivo a quien habíale acontecido algo. Él men-
cionó el nombre de la chica: Venus.
Will Solace fue a hablar con ellos. Cuando Venus vio al joven
acercose y le dijo:
- Sos Will Solace ¿No? Me preguntaba cuándo ibas a llegar.
- ¿¡Quién sos y cómo me conocés!?- dijo Will muy alterado.
***
-Papá ¿Qué tiene esto que ver con Alicia? ¡No entiendo na-
da! – interrumpió Nico algo enojado.
-Tranquilo hijo, todo a su debido tiempo, si me dejas conti-
nuar todo tendrá sentido.
-Bufff-.
***
-Soy Venus, la diosa del’ amour, vine a advertirte sobre un
amor imposible que vivirás.
- Bueno… gracias. Perdón por entrometerme, pero ¿Quién es
ese tal Ivo?-
***
- ¡¿Qué?! El chico se ha enterado que está en frente a la dio-
sa del amor, que no es algo que pase todos los días, y ¿Re-
acciona normal? ¡¿Qué tipo de historia es esta?! – dijo Nico,
atónito.
- Jaja me da gracia tu reacción, si supieras… bueno no im-
porta. Nico, esa parte no es lo más importante, si nos que-
damos en los detalles no la podré terminar. Fuiste vos quien
me insistió para que la cuente, además los principios siempre
son aburridos.
***
- Es un chico que está en aprietos, pero ahora no importa. Es-
cuchame, esto es algo importante, dentro de unos años vas a
conocer a una chica de la cual te vas a enamorar, si te
haces novio de ella algo muy trágico va a pasar. Alejandro
va a ayudarte cuando sea necesario, tenlo en cuenta Sola-
ce.
Cuando Venus hubo dicho eso, Alejandro y ella desapare-
cieron. Will empezó a pensar sobre lo que le dijo, pero a la
semana ya se había olvidado.
Will ya había crecido, recibiose de médico y conoció a una
muy linda chica, de la que se enamoró. La afable y discreta
Bella, con su cuello mórbido, su cabello centellante y su
lánguida mirada, lo hechizó. De la núbil chica desprendíase
un delicado candor.
Esa noche Alejandro Velasco apareció en su habitación. Él
había ido para recordarle que se alejara de la chica. Pero
Solace no le hizo caso.
El chico empezó a salir con ella todos los fines de semana.
Hasta que un día apareció Venus y nuevamente díjole lo que
pasaría, pero esta vez le dio un plazo de cuatro días. Y Will de
vuelta no hízole caso.
El plazo terminó y la catástrofe llegó. Venus llevose a Bella y
la dejó en la vera de un arroyo ubicado en una isla llamada
Oggigia, de donde nadie puede ir a no ser que sea un héroe.
El arroyo, una vez que Bella fue abandonada a su lado, co-
menzó a bullir miríficamente, como nunca antes lo había
hecho.
Solace quedó azorado. Se enojó tanto por la vil acción de la
diosa de quitarle a su amada, que tomó de las manos de Ve-
nus un anillo, aparentemente muy poderoso, que la convirtió
en una simple mortal. A partir de ese instante, Venus trans-
formose en Alicia, perdió su aureola divina y todo vestigio de
inmortalidad.
Ella logró escapar de Solace y de Velasco, que también es-
taba enojado con ella por un trato que tiempo atrás habían
hecho, sobre un chico llamado Ivo, y que la diosa de l’amour
había roto.
Will y Alejandro fueron en busca de Ivo para vengarse de
Venus o Alicia. El fulgor de los ojos del médico mostraba cla-
ramente su ira.Su camino a la venganza les hizo sufrir mucho.
Ellos estaban navegando en el mar, cuando una ola hubo
golpeado el barco. Eso provocó que estuvieran diez días a la
deriva ,que fueron devastadores para ellos. No tenían comi-
da ni abrigos y estaban desorientados.
***
- La venganza ya sabes cómo fue.
- Interesante la historia, aunque yo lo habría hecho mejor. Si
hubiese hecho la historia, habría puesto más personajes.
También habría explicado por qué Solace no podía estar con
la chica- dijo Nico engreído.
- Yo creo que la semana que viene ya habrás contado la his-
toria a tus amigos. Incluso, te ordeno:“contale a tus amigos”.
- Jajaja.
El papá miró la hora, eran las doce, era el cumpleaños de
Nico.
- ¡Feliz cumpleaños Nico! - dijo el padre emocionado.
- ¿¡Qué!? ¿Ya es mi cumple? Entonces podré saber qué era lo
que me iba a pasar- preguntó en ascuas Nico.
-Bueno, es una larga historia- Respondió tardo y trémulo el
papá.
-Mi nombre es Frey, como ya sabés, y yo, bueno, ejem… soy
el dios del verano y la agricultura. Y vos…aunque no lo cre-
as… sos un semidiós y podés controlar el fuego.
FIN
Calipso
Qué es real y qué no Supongo que al obtener esa respuesta mi expresión fue de
un estupor inefable. Lo último que recuerdo es ver a mamá
cargada de bolsas entrando por la puerta con exuberancia,
luego aparecióseme un vacío inmenso, todo oscuro.
Desperté sin saber dónde estaba o qué había pasado, solo
sentía un ligero sonido del mar, miré mi reloj, 12:00 p.m., re-
cordé todo lo acontecido la tarde anterior y decidí que la
mejor idea sería ir a investigar ni bien amaneciera, si había
algún vestigio, lo encontraría.
Eran las 9:30 a.m., hallábame
en el exterior de la casa vecina buscando alguna brecha por
la cual escabullirme hacia su interior. No encontré nada, ni
una sola abertura o boquete. Pasados unos minutos acercá-
ronseme dos chicos de más o menos mi edad, ambos un po-
co más bajos que yo, uno de ellos tenía ojos color aceituna y
pelo negro como el carbón, vestía una camiseta gris y un
pantalón de estampado militar, el otro de ojos azules como
el cielo y pelo rubio como el sol, vestía un pantalón negro y
una camiseta blanca.
-Hola, somos Ivo-señalóse en forma de presentación- y Quin-
tus ¿buscás algo?
-Ehh no, ¿por qué? ¿Acaso es su casa?
-No, por eso mismo, si fuera vos yo no me acercaría tanto,
hay varias leyendas inusitadas- acotó nuevamente.
-Quiero entrar, ayer me pasó algo muy raro relacionado con
la casa, y voy descubrir la razón.
-Ahhh, si respuestas es lo que buscás, en vez de desperdiciar
tu tiempo en descubrir la forma de entrar, deberías ir a pre-
guntarle al señor Márquez, él sabe todo acerca del pueblo.
Seguinos, nosotros te llevamos con él-me comentó Quintus,
quien parecía ser alguien no muy locuaz. Únicamente los se-
guí por el hecho de no querer prescindir con el inextricable
misterio. Nos detuvimos en una casa de color alazán, peque-
ña, sin ni una ventana. Ivo y Quintus tocaron a la negra puer-
ta de madera, por donde aparecióse un anciano de aspecto
viril, con bigote y pelo gris de rostro mórbido.
-Buen día muchachos, ¿qué se les ofrece?
-Hola señor Márquez, vinimos con nuestro amigo que quiere
hacerle algunas preguntas acerca del pueblo y la casa
abandonada. Se mudó hace un día y ya le pasó algo raro,
¡imagínese! ¿Podemos pasar?
-Cómo no, que pregunte lo que quiera- y así de un momento
a otro, encontrábame sentado en un sofá antiguo, junto a
una estufa a leña tomando una taza de té, contándole a un
hombre desconocido una historia que ni yo mismo me creía,
y deseando conseguir respuestas. Habré parecido un loco
para Ivo y su amigo, es probable que pensaran que mi histo-
ria era un deslate, pero el señor Márquez parecía completa-
mente convencido de que lo que le decía era cierto.
-Entonces, ¿usted qué piensa? ¿Me he vuelto loco?
-No lo creo, en esa casa pasan cosas raras desde que los
Mazzini-Ferraz la habitaron. La historia de la familia es una le-
yenda aquí, al principio la pareja era muy infeliz debido a la
miseria de sus cuatro hijos idiotas. Se dice que su amor pudo
haber sido un idilio de no ser por la llegada de la niña, que al
ser tan fresca y tan sana sus padres interesáronse más en ella
que en los otros, es así como los cuatro hermanos, con mez-
quindad degollaron a su hermana y a sus propios padres.
-¿Y qué pasó con ellos?
-No se supo nada concreto, unos dicen que huyeron toman-
do de rehén a la mucama, otros dicen que aún viven en la
casa, pero como está inhabitada desde hace ocho años es
imposible saber.
-¿Entonces, lo que vi puede ser cierto?
-Me temo que puedo responder a todo menos a eso.¿ Cómo
saber si incluso este momento es real?
-Pero... ¿sabe de alguna persona que haya intentado entrar?
-Sí, entró hace un año con gran proeza un hombre, no sobre-
vivió para contarlo, su nombre era Alejandro Velasco, su fa-
milia aún reside en el pueblo, viven a una cuadra.-al escu-
char ese nombre me sobresalté.
-¡¿Alejandro Velasco?!- Preguntele casi gritando.
-Sí ¿Por qué? ¿Lo conoce?
-Claro que lo conozco, ¡YO soy Alejandro Velasco!
En ese instante mis alrededores dieron un súbito giro de 360°.
Miré a mi derecha, agua. Miré a mi izquierda, más agua.
Recién a 100 metros podíase dis- tin-
guir una pequeña isla.
-Cata
Una mirada hacia el pasado …Días después llegan los documentos de la niña que parec-
ían ser caducos ya que no existía partida de nacimiento pero
sí, un acta de defunción.
Mazzini y Berta quedan anonadados al descubrir que su hija
adoptiva no era realmente quién aseguraba ser, pensaban:
“¿Qué hemos hecho para merecer esto, habremos pecado
demasiado? Si hubiéramos sabido de esto, hubiéramos re-
nunciado a esta vida desde un principio.” Después del que-
mazón (y no queriendo que nada de esto volviese a pasar),
decidieron contratar a un investigador privado para llegar a
las raíces de Esther. Luis Alejandro Velasco, es uno de los de-
tectives más privilegiados del país, aunque su naufragio en el
pasado, lo seguía atormentando. Para llevar a cabo su inves-
tigación, se hizo pasar por un tío lejano de la familia que se
iba a quedar con ella por un par de días y así, poder hacer la
investigación más de cerca.
Al principio, la visita de Luis, no afectó mucho a Esther, con su
personalidad fue ganando su confianza. Luis halló descon-
certante, lo furtiva que Esther era y lo perniciosa que podría
llegar a ser para la familia. Poco a poco, fue halando indicios
y datos para descubrir su verdadera identidad. Estos fueron:
huellas digitales (que fueron conseguidas a través de objetos
tocados por ella), cabello (de su peine) y por último saliva
(extraída de su cepillo dental). Luego de un laxo trabajo des-
enmascara su secreto… La verdad era que Esther era una fu-
gitiva, que además de ser una psicópata, padecía una ex-
traña enfermedad que le daba el aspecto de una niña;
cuando en realidad, era una mujer de 37 años y ya había tor-
turado a otras familias. Incluso las había asesinado a todas,
con un winchester. Esto desmudó a Berta y a Mazzini, no pod-
ían creer que un ser humano que se veía tan angelical e ino-
cente, podía tener un alma tan emponzoñada y que había
estado impenitente.
Esa misma tarde dos patrulleros la fueron a buscar, varios de
los oficiales la reconocieron rápidamente. Fue trasladada a
la penitenciaría de mayor seguridad de Uruguay: Colonial
número 13. De todos modos no cumpliría toda su condena,
ya que ágilmente se contactó con unos cómplices que ante-
riormente la habían ayudado a escapar. Sus cómplices eran:
Ivo Ramírez y Tony Santos, más conocidos como El Artífice de
la Muerte y La Hiena. Todos los martes un alzaprima, pasaba
cerca del salón en donde almorzaban. El plan de zafadura
era: mientras El Artífice de la Muerte y La Hiena llamaban la
atención de los guardias, gritándose y peleándose entre sí,
(sacrificándose por ella, ellos hubieran escapado, pero, pre-
ferían cumplir con su condena), Esther se subiría apoyándose
en una viga a la alzaprima. Se iba a arrebujar detrás de los
conductores, para no dañarse con la textura acre de los
troncos. Cuando el alzaprima se detiene nuevamente ella lo-
gra escaparse y dirigirse al puerto donde una cómplice, la
espera con una balsa, en la que la ayudaría a escaparse a
Buenos Aires.
En las primeras horas no pensó mucho, divagaba en pensa-
mientos de sus próximas víctimas. La luna tan centelleante y
ofuscante, que podía verse en ella mirándola; lágrimas ca-
ían por sus mejillas, pensando en el anatema en que ella y su
enferma mente, se encontraban naufragando en el medio
del océano…
Sally Hansen
Radiante mar Era una mañana sombría: caía una garúa fría y el cielo es-
taba gris, cuando los Mazzini-Ferraz tuvieron una visita ines-
perada…
Ya había pasado un año y medio desde la muerte de Ber-
tita, y Mazzini y Berta iban decayendo cada vez más. Y fue
por eso que el primo galante de Mazzini, Luis Alejandro Ve-
lasco, había decidido visitar, con esperanzas de ayudar a
aquella familia y buscar vestigio de felicidad en ellos. En el
camino a la propiedad Mazzini-Ferraz él pensaba: “No puedo
creer que esta va a ser la primera vez que voy averlos desde
el velorio. Tengo que ayudarlos. ¿Quién sabe lo que habrán
sufrido? Yo no sé si viviría después de pasar por todo eso, no
sé qué hubiese sentido. Sí, los ayudaré, aunque no quieran.”
Su llegada no fue muy notada. En cuanto él hubo llegado, los
idiotas ni notaron su presencia. La sirvienta estaba sorprendi-
da y no lograba comprender por qué este hombre se metería
en la vida de esta familia por cuenta propia. Pero lo que ver-
daderamente no podía creer eran las reacciones de Berta y
Mazzini. Fue como si por unos momentos despertaran de
aquel letargo. Al principio no hubo señal de ningún tipo de
emoción. Cuando la sirvienta ofreció algo para beber, fue
cuando Luis finalmente sentoséy ellos a escucharlo. Mirándo-
los Luis se dio cuenta que ellos mantenían sus semblantesafli-
gidos y se les veía jadeantes. Esto fue hasta que Luis co-
menzó a hablar con morbidez de su naufragio y de cómo le
estaba yendo actualmente. Parecían intrigados, Luis dándose
cuenta de esto, siguió hablando: desde cuando dislocóse el
hombro unos meses atrás, hasta cuando encontróse con su
madre después del accidente. Al cabo de un par de horas (o
mejor dicho ¡un año y medio!) los padres empezaron a
hablar. De todo y nada. Y así, Luis logro hacer lo que estaba
tan obstinado (aferrado con profunda convicción de que es-
to los hiciera sentir mejor) por hacer: invitarlos a su barco.
Después de incesantemente insistir y repetir: “Por favor, ven-
gan”: ellos aceptaron.
El día en el que los tres se iban a juntar, había llegado. El
sol estaba centellante, el cielo azul inmaculado expulsando
un fuerte fulgor. Sorpresivamente, Berta y Mazzini estaban un
poco más arreglados. La mayor parte del tiempo era Luis el
que hablaba, sobretodo de: un idilio en el que su madre
quería involucrarlo únicamente porque la chica era rica y
núbil. Y como este barco uníalo a la paz y venía a relajarse.
De repente fue interrumpido por gritos a lo lejos. Levantándo-
se para buscar de dónde venían, Luis vio (a aproximada-
mente 20 metros) una balsa con 2 jóvenes. Uno de ellos arre-
bujado y el otro gritando y haciendo señas. Ágilmente Luis
se aproximó a ellos y se encargó (con la ayuda de Mazzini y
Berta) de subirlos al braco. Les dieron agua y abrigos. En el
camino se enteraron de que ellos eran hermanos, el mayor
llamado Ivo y el menor (y el que se encontraba en peor es-
tado) Andrés. También se enteraron que habían estado náu-
fragos por dos días y medio, y se encontraban allá porque
habían ido pescar. Mientras hablaban, Luis pensaba en lo
que habría dado por ser rescatado después de tan solo dos
días, o por ser rescatado en el primer lugar… por ser rescata-
do después de tan solo dos días, o por ser rescatado en el
primer lugar…Y Berta pensaba: “ Insólito pensar que Luis ha
estado en un situación tan similar.” En cuanto llegaron al
puerto, los llevaron a un hospital, y cuando ambos ya esta-
ban registrados, Berta y Mazzini estuvieron de acuerdo en ir
un rato más al barco.
Ya para cuando volvieron al baro, era el atardecer. Mien-
tras Luis, erguido, manejaba el timón, Berta y Mazzini miraban
al horizonte asombrados de lo afable que era. Estaban sose-
gados, y disfrutando del sosiego del alma que esto les brin-
daba, substrayéndoles un poco de peso a sus hombros. Des-
pués de tanta angustia y de ver que tan mísero el mundo
podía ser, viendo el mar se dieron cuenta de lo enorme y ra-
diante que podía ser también.
Anush
Apariciones que indican trai-
ciones De pronto se encontraba en el corredor, que hubo parecido
succionar de él cualquier sentimiento de esperanza y com-
pasión que aún podría tener. Caminó por el largo, aunque
estrecho pasillo, cada vez siéndole removido más su jovial
espíritu, del cual, cuando llegó al final de este preludio, ya no
quedaba nada. Luis se desplazaba ahora por la rayana que
se conectaba con el extenso cuarto, de fortuitas paredes que
levantábanse alrededor de unos 20 metros, en su opinión,
majestuoso. El habría tenido un palacio de esas magnitudes
si fuera emperador.
Se adentró más todavía en las profundidades de este me-
lancólico y mustio cuarto, en el que la débil luminiscencia de
unas antiguas lámparas a gas le provenían de un brillo un
tanto tétrico. Se detuvo en el instante en el que reconoció
una figura en frente suyo, con la cual él sabrá exactamente
qué hacer. Lentamente, se aproxima a la balanza, portadora
del antiguo dogma, en el cual las riquezas de uno deben ser
más pesadas que la pluma.
Caminó hasta la pieza, que extrañamente parecía medrar y
aminorarse como al respirar. Lo único que con él portaba era
un anillo que había recibido de Mary cuando hubo llegado a
Mobile. Apoyó el anillo y con él pareció depositar todos sus
idilios con Mary, sintió como si ya no la amara, como si al en-
tregar el material hubiera entregado con él el valor personal
que poseía. Acechaba con cautela el obvio acto que estaba
a punto de suceder hasta que de pronto, una figura, que pro-
viene de la inextricable oscuridad lo empuja con tal fuerza
que atraviesa la pared, el joven cayendo detrás de él.
Este ente no era para nada recio ni intimidante en el aspecto
físico, peor sin duda había irradiado oscuridad propia, acción
que ha interpuesto una barrera de miedo y temor entre ellos
que impediría que desarrollasen una amistad. Tenía una ex-
presión lánguida en el rostro, no era llevaba puesta una
campera marrón como de los años 30´, que probablemente
habrá heredado, por la edad que aparentaba tener, era im-
posible que hubiera conseguido él mismo la campera.
La primera pregunta que le hizo no fue cuál era su nombre, ni
a dónde lo llevaría, sino, fue la siguiente:
- ¿Qué te ha pasado que estás en este estado?
- Querer referir todas mis desventuras sería proceder en
infinito- le respondió el joven, de quién más tarde cono-
cería el nombre, Nicoló.
Caminaron en la oscuridad hasta que se quedó sin hálito, ja-
deante y los pies llenáronse de callos y lastimaduras. Se de-
tuvieron al ver que en su camino cruzábase una mujer de
unos cincuenta años con hondas bolsas bajo sus ojos.Nicoló
habló un minuto con ella una conversación que él no llegó a
oír pero pudo interpretar observando la expresión de la mujer
Dorotea. Sus ojos se agrandaban con profundo pavor y es-
panto, pasmosos.
- Ella nos acompaña – dijo Nicoló, con una voz arcana,
como si se estuviera reservando información relevante.
- ¿A dónde nos dirigimos exactamente?
Esta vez las palabras de Nicoló lo dejaron atónito. Estas sin
duda dilucidaron la situación. Inspiraba seguridad, arbitrio
y se notaba que había pasado por cosas muy enrevesa-
das.
- Yo conozco sus pasdos. Mucha gente ha hecho calum-
nitas pero yo se la verdad
- y sé que merecen una nueva oportunidad. Mucha gen-
te sufre de este infortunio pero yo no puedo ayudarlos a
todos. Yo he guiado a muchos por el camino de las
Puertas de la Muerte, los he ayudado a resurgir en el
mundo mortal a aquellos que lo meritan. Lo mismo haré
con ustedes. Pero hay que apurarnos mientras las Puer-
tas todavía se encuentren abiertas o…
De pronto, los ojos de Dorotea comenzaron a fulgurar con
un brillo verde, bullentes y habló, con un humo pantanoso
saliendo de su boca, en una voz gruesa:
- Salgan hasta el barranco al costado de las Puertas.
A esto le procedió una gran discusión.
- ¡Iremos, seguro es un dios!
- No, tengo un mal presentimiento acerca de esto - objetó
Nicoló.
- ¡¿Desde cuándo le haces caso a tus descabellados
“presentimientos”?! – respondió, de una manera libertina
- ¡QUIERES QUE TE LO CUENTE! – exclamó Nicoló, con
lágrimas que perlaban sus ojos y caían por sus delicadas
y abultadas mejillas.
- Hace cinco años, tuve un presentimiento de este tipo,
pero no lo conté porque pensé que nadie me haría caso
y que era una locura. Esa noche, mi padre –el jefe bom-
bero – murió rescatando a unos niños de un incendio.
Se hizo un silencio inconmensurable.
Llegaron al punto en el que debían elegir un camino. A la
derecha se extendía una planicie que parecía eterna, in-
agotable, interminable. Colmada de esplendorosos árbo-
les perennes. A la izquierda, se notaban, a lo lejos, dos
puertas centellantes, de un hierro forjado por cíclopes an-
tiguos, lo mejor de la artesanía desde la creación del pla-
neta, que se sostenían en lugar por espesas cadenas, y vi-
braban briosamente.
No tuvieron oportunidad de tomar una
decisión, porque de lo que parecía ser
oscuridad inhospitable, manifestóse un
hombre atocinado, en sus 70 y los em-
pujó directo al Tártaro, la tierra estigia de
los monstruos dementes.
Sesos de alga
Fuga por el mar
Este caso inextricable, había trascendido los límites del
pequeño pueblo. No fue un caso efímero y llamó la atención
de dos jóvenes y flamantes detectives, ex – marineros, Ivo y
Estocolmo. Raudamente y al unísono, juntaron los mínimos
menesteres, un par de catres y una carpa. Ambos habían es-
tado durante mucho tiempo siguiendo e interiorizándose en
los hechos acaecidos de aquel pueblo. Tenían la certidum-
brede que aquella estrafalaria rata manca de color perlado
no era la culpable de los homicidios ocurridos y se estimula-
ban pensando que atraparían o descubrirían al verdadero
verdugo.
- Uff, al fin hemos llegado…
- Busquemos una capuera para acampar, se viene la
noche.
- Si, más nos vale, esto se ve desolado…
- Espero que hayamos traído unas buenas maromas, es-
ta zona es de vientos fuertes al parecer.
Sin necesidad de anunciantes, ya se sabía que dos ex-
traños habían arribado al pueblo. Al otro día, preguntaron a
los transeúntes, donde quedaba la seccional policial. Una
vez allí, preguntaron por el caso de Fulgencio Suarez y el de
los tres hermanos idiotas. El Comisario Redondo, los atendió y
les dio la información que necesitaban. Contóse así una vez
más, los episodios tan extraños que habían sucedido.
Cuando Redondo terminó su jornada, pasó por el club
del pueblo, y fue abordado por los curiosos que deseaban
saber quiénes eran y a qué venían los dos muchachos.
Comenzaron su investigación por el trapiche Don Pas-
cual, lugar donde se dio el primer asesinato, el de Fulgencio.
Mientras examinaban el lugar del crimen, Estocolmo da un
berrido como un niño chico, diciendo que había encontrado
una pista.
- Mira Ivo, fortuitamente encontré un gran pedazo de
ropa, parece de un vestido.
- ¡Bien hecho Estocolmo! – Ivo felicitó a su compañero. 1
- Gracias. Análisis de la pista: roja, sucia, como de hace
unas semanas, probablemente de alguien pequeño
por el talle corto.
Esto les daba dos datos: que era un menor o persona de
poca estatura, y que fuese quien fuese, tal vez, mezquinaba
el cuidado de su ropa.
Luego Ivo, encontróse en medio de un barrial, del que
asomaban dos botones. Esto ya daba idea de que se perfila-
ba más al sexo femenino, incluso el tipo de tela de la que se
presumía un vestido, y el estilo infantil de los botones, confir-
maban la hipótesis.
A Ivo le gustaba alardear de que era un sabelotodo, esto
lo llevó a cometer el error de contar su teoría a la gente
del pueblo, “sin duda el culpable fue una rata, pero una
rata del género humano, el cual descubriré en breve”.
Su comentario llegó a oídos de Bertita. Ya se estaba tras
las pistas del verdadero asesino. Típico de los lugareños,
hacer correr la voz de lo que habría escuchado uno y otro
vecino.
La malvada pero adorable niña de aquel entonces, con-
venció a sus progenitores de que debían emprender un viaje.
Resulta que un primo lejano de Mazzini-Ferraz era el capitán
de una corbeta que había arribado al puerto de Paparalapa
a cien kilómetros del lugar. Al amanecer marcháronse en la
primerachalupaque pasaba por aquel puerto.
La chalupa tenía un hueco lleno de falsetes. La fuerza
del agua alteró la turbación del viaje. Esto hizo que un false-
tesaliera despedido y diera justo en el occipucio de Bertita
dejándolo totalmente lívido. La embarcación comenzóse a
llenar de agua. El berrear de los padres no dejaba que Bertita
pudiese pensar, ni hacer reaccionar a su cuerpo que yacía
en el piso.
El suave ruido de olas y la mano bullente de Bertita le
hicieron recordar a un idílico y hermoso capitán de un barco
del que había leído. Al despertar, miró a su alrededor y se dio
cuenta de que había sido la única sobreviviente de un nau-
fragio del que supuso:” ¿Yo habré saltado de la embarca-
ción?”
¿Saldrá Bertita de esta isla con vida?, o ¿será el castigo
de su proceder en el pasado…? ¿Llegarán los detectives a la
conclusión de que Bertita fue la autora de los atroces suce-
sos?
-Ivo, despiértate ya mismo, nuestra sospechosa ha hui-
do.
Ivo, abruptamente salió desesperadodel catre.
Bachicha
La Pérdida Entre la culpa que le dejó aquella situación, Alves deci-
dió ir a la ciudad para visitar a su familia. También para
compartirlo con un familiar o amigo.
Al día siguiente, fue a la casa de su madre. Él notaba algo
extraño en la casa, la veía más lúgubre. Toca el timbre "Ding-
dong". Al ver que nadie responde decide ir a la casa del ve-
cino Ivo, su mejor amigo en la niñez. Golpea la puerta y sale
un niño y le dice:
- Quería saber si estaría presente Ivo Méndez.
- Está en el baño, pero si quieres puedes pasar- respondió.
-Bueno, muy amable, gracias.
-Espera aquí, que se encuentra en la ducha.
En la espera se podía ver las vigas de la casa y también
ver unos cuadros que mostraban a Ivo con una mujer guapa
como de su misma edad, en el medio el niño que le abrió la
puerta y de fondo un bote grande con una cinta de regalo
arriba. En ese momento baja las escaleras Ivo, recién baña-
do.
-¿Ivo amigo, todo bien, todo correcto?
-¡Sí contento de verte! ¡Tanto tiempo! Yo disfruté hoy a la ma-
ñana de la carpición de mi jardín, por eso me bañaba.
-¿No me vas a presentar a ese niño tan amable?
-¿De qué niño hablas, estás teniendo alguna alucinación o
algo por el estilo?
-Este, el del retrato.- señalándole la foto de la familia.
-Él se llamaba Gustavo, murió junto a Mary, hace dos años.
-¡Cómo si él me abrió la puerta lo he visto, lo juro!¡Qué pas-
moso!
-¡Sabes que no es gracioso!
-¡Te digo que es verdad, ese niño me abrió la puerta!
-¡Ese niño es mi hijo!
-¡Uy lo siento, no lo sabía!
- Ambos murieron en un accidente en el mar, cuando la em-
barcación La Blanca Mar, sufrió un desperfecto que resultó
letal, para mis amados. Puede ser que hayas visto a Gustavo,
mucha gente también lo dice, pero yo jamás pude verlo.
Marcos, mi amigo, logró salvarse del accidente. Nunca sabré
si sufrieron o no.
- ¿Todo lo que pasó en dos años?
-Sí…
-Yo no sé qué hubiese hecho de haber estado en esa situa-
ción, pero tengo algo que contarte… Por eso es que tengo
tanta culpa.
Luego que Alves le contó todo eso a Ivo, decidieron ir a
pescar con Marcos y por un momento Alves olvidó a su ma-
dre.
Cuando llegaron al muelle, Ivo pidió alquilar un bote.
Todos dijeron que sí. Alves fue por las cañas y las redes. Mar-
cos se encargó de conseguir el vino.
-¡Pero qué basura agarraste Ivo, parece una alzaprima!-
acusó bromeando su amigo Marcos.
-¡Yo hubiese elegido algo más grande!
-Bueno es lo que había. En realidad es una chalana, mi her-
mano tenía una pero se le destruyó toda- dijo Ivo riéndose
con los brazos en jarra.
-Aunque parece más una chalupa.
-Espero que todo salga bien- dijo Alves.
-Sí, está todo bajo control. ¡Lo pasaremos de lujo!- respondió
Ivo y Marcos asintió con la cabeza.
La nostalgia invadió el bote. Pescaron dos dorados y
cuatro pejerreyes. Marcos y Alves querían almorzar, pero Ivo
no tenía apetito. En la tarde tenían que volver a sus casas.
-¡Qué asco, está lleno de tábanos y de sargazos !- dijo Mar-
cos gritando y con varios vasos de vino encima.
-No pude tomar nada de vino. Como siempre no le pude dar
ni una succión, se lo terminan ustedes, para la próxima con-
sigo más de uno.- murmuró Alves.
Habían acordado que Alves iba a quedarse a pasar la no-
che en lo de Ivo. Sin embargo dieron vuelta, notaron lento el
motor. Ivo y Marcos estaban asustados, el pasado los atemo-
rizaba. Entonces empezaron a tomar vino hasta que se em-
borracharon. Alves era el único consciente, a bordo del bar-
co. Marcos estaba como materia inerte, tirado en el piso con
sus piernas y brazos abiertos, Ivo borracho, mareado y som-
noliento, al lado de Alves.
Encontrábanse a media hora del muelle. En el horizonte
había un cúmulo de nubes que era bellísimo. Estaban lejos y
sin mucha gasolina. Fue entonces que Alves, cansado de so-
portar a sus amigos les dice:
-¡Cálmense!- ambos lo miran atentamente.-Estamos vara-
dos…
-¡No!¡Otra vez no!- dijeron los borrachos, con cara de deses-
peración.
Minutos después, ambos se durmieron debido a la can-
tidad de alcohol ingerida. Alves los miró y entendió que tenía
que hacer algo por sus amigos para limpiar su atormentada
conciencia.
En esos momentos, el motor produjo un profundo silen-
cio, señalando que la gasolina había llegado a su fin, la jor-
nada de pesca se había tornado fúnebremente en una odi-
sea.
-¡Toma la maroma y átamela a la cintura, así podré sumer-
girme y arrastrar el bote hasta la orilla!- dijo Alves confiado
en su tonicidad.
Finalmente, saltó al agua. Su idea fue encontrar un árbol,
eucalipto o un punto de apoyo donde amarrar el bote para
evitar que quedase a la deriva.
Él era conocedor y sabía que al atardecer la corriente
en el río se incrementaría, formando borbollones de agua al-
rededor. A pesar de eso, cegado por la culpa, igualmente in-
tentó hacerlo. Lamentablemente, el peor de los pronósticos
se hizo realidad y Alves sucumbió antes de llegar a la orilla.
Casi una hora más tarde, otro bote que circulaba por el
río, timoneado por Alejandro Velazco, notó la presencia de
un barco ofuscante, una embarcación misteriosamente soli-
taria.
Se detuvieron a su lado y al abordarlo, junto a sus
acompañantes, encontraron a Ivo y Marcos, dormidos sobre
la cubierta con una botella de vino en su mano y compren-
dieron la situación. Se sorprendieron al ver que un cabo que
colgaba del bote se sacudía con la corriente.
Al recogerlo, vieron que algo en la punta salía a flote.
Con mucha sorpresa, vieron que Alves se encontraba allí
desmayado con su rostro lívido y a punto de ahogarse. Rápi-
damente, Alejandro lo colocó sobre la cubierta y comenzó
con masajes de reanimación, para sacar a Alves del síncope
que estaba sufriendo.
Rato más tarde, volvieron al punto de origen, Alejandro
Velazco junto con sus tripulantes y embarcación rentada re-
molcándola , donde venía Alves arrebujado en una frazada y
sus dos compañeros de pesca que se encontraban bastante
más sobrios y todos famélicos, porque no habían comido na-
da en todo el día . Al bajar, los tres se fundieron en un gran
abrazo, que representó mucho más que la alegría por haber
superado esta difícil situación, de manera que logró liberar la
pesada carga que Alves cargaba en su consciencia. La fa-
cies de Alves se veía como el de antes, estaba feliz. Esa no-
che, logró finalmente descansar en casa de su madre, que a
esa hora, ya había regresado.
La vida continuó para los tres:
Alves paró de ser tan cazurro y se mudó a la ciudad,
donde conoció una bella dama con quien pasó años
muy felices y fue padre de tres hermosos niños. Logró
construir una hermosa casa, con una gran estufa a leña,
donde lucía una foto junto a sus amigos.
Ivo se refugió en su trabajo y pasaba muchas horas en la
soledad de su hogar, leyendo y estudiando, llegando a
ser con el tiempo un gran escritor.
Marcos, sin embargo, luego de luchar durante largo
tiempo con su adicción al alcohol, decidió rehacer su
vida. Se fue a vivir a Buenos Aires, donde instaló el pri-
mer restaurante de comida tradicional de Uruguay, lle-
gando a formar una cadena internacional con presencia
en varios lugares de Sudamérica y Europa.
Pasaron muchos años y la tradición de estos tres amigos
se mantenía. Cada primavera se reunían en el mismo lugar y
alquilaban un bote para ir de pesca, pero lo hacían sin llevar
bebidas alcohólicas y con el tiempo sus hijos pudieron com-
partir la experiencia junto a ellos.
¿Qué hubiese pasado si Alejandro Velasco no hubiese
estado allí…?
Antoine.S
La Continuación… - El abuelo Ivo cerró el libro -
- ¡Abuelo! Esa historia es hasta más aburrida que la de papá
de cómo sobrevivió diez días en el mar, que por si no sabés,
la contó como 800 veces.
- Reyna tiene un poco de razón… pero igual no está tan mal.
Reyna y Octavian son dos hermanos mellizos de 13 años. Son
hijos de Luis Alejandro Velasco y Mary Address. Reyna es una
chica muy valiente, activa y madura. Tiene el cabello de co-
lor marrón oscuro y unos ojos negros muy profundos. Octa-
vian es todo lo contrario: tiene pelo rubio y ojos azules. Es in-
teligente, travieso y rebelde. Algunos no pueden creer que
sean mellizos.
Los chicos tenían que leer el cuento para un trabajo de Idio-
ma Español. La idea del proyecto era continuar la historia pa-
ra darle un final distinto.
Al otro día los mellizos fueron a clase, entregaron el trabajo y
al hacerlo, la profesora les puso otro. En este tenían que tra-
bajar en grupos de cuatro, elegir alguna de las historias que
hizo uno de esos estudiantes y adaptarla a una obra de tea-
tro. Los chicos formaron grupo con Rachel (la chica que le
gusta a Octavian) y Matteo (un compañero que gusta de
Reyna, pero ella no se lo espera porque es el típico “chico
perfecto” del que todas están enamoradas).
Después del liceo, el padre de los hermanos los fue a buscar
pero se encontró con una pequeña disputa entre los compa-
ñeros de grupo:
-Matteo, si no podés el fin de semana, ¿cuándo nos junta-
mos?- dijo Reyna.
-No sé cuándo podré o cuándohabré vuelto de la casa de mi
padre-respondió Matteo con molicie- Además Rachel tam-
poco puede, no es solo mi culpa.
-A mí no me metas, yo lo que dije es que no puedo el sába-
do, y que si hubiera sabido antes hubiera arreglado, pero ese
no es el caso.
-Bueno, chicos- intervino Luis Velasco- ¿Por qué no se juntan
hoy en casa?
-¡Pero papá! Hoy es jueves, y vos siempre decís que no nos
juntemos entre semana.
-Es verdad Octavian, pero podemos hacer una excepción.
¿Qué les parece?
- Bueno- dijeron los amigos al unísono.
Después de llegar a la casa, los chicos no sabían cómo
avanzar ni qué historia elegir, pero al final se pusieron de
acuerdo con el cuento de Matteo:
-¿Y ahora qué hacemos?- preguntó Reyna.
-No sé, “Chica Reina”.
-¡Matteo, ya te dije 300 veces que no me digas así!
-Igual lo voy a seguir haciendo, es uno de los mejores apo-
dos que inventé.
-Bueno, basta de pelear- interrumpió Rachel- podemos inten-
tar hacer los diálogos de la obra y después vemos cómo nos
arreglamos con lo demás.
El grupo trabajó toda la tarde, pero cuando terminaron eran
ya las diez y no podían ir a buscarlos, así que se quedaron a
dormir.
Después de cenar se pusieron el pijama y empezaron a jugar
hasta que Mary los mandó a la cama.
Al otro día, los chicos fuéronse al liceo, tenían que presentar
el borrador de la obra. La profesora los felicitó pero les reco-
mendó algo:
-Chicos, el borrador está muy bien pero estaría bueno si a los
diálogos, ya que están interpretando personas más grandes y
con más vocabulario, les agregaran algunas palabras de los
cuentos de Quiroga que estuvimos trabajando.
-Bueno-dijo Reyna- ¿pero qué tipo de palabras?
- Algunas que ustedes no sepan el significado, así pueden
aprender nuevo vocabulario y también leer.
-Ok, gracias.
Después de que alejose la profesora, el grupo se juntó para
ver qué hacían:
-¿Entonces qué hacemos si Matteo no se puede juntar?
- Ya está solucionado, Octavian. Al final no me voy así que
van a tener el placer de pasar todo un fin de semana conmi-
go- comentó Matteo.
-Me quedo tranquila- dijo Reyna displicente-¿Y vos Rachel?
-Yo puedo. ¿Vamos a tu casa de nuevo?
-Dale, ya está todo en la compu, además ahora me acuerdo
que tenemos que poner algo sobre un naufragio y ya que es-
tamos podemos preguntarle a mi papá.
-Buena idea, Chica Reina.
-Dios…
El sábadojuntáronse y empezaron a buscar las palabras
difíciles. Más tarde se repartieron los personajes y eligieron la
vestimenta:
-Ya tenemos todo listo, lo único que nos falta es hacer los
diálogos pero esta vez con las palabras.
-Tenésrazón, Rachel- agregóOctavian- ¿Y si cada uno dice lo
que se le ocurra, tipo una lluvia de ideas y después lo ano-
tamos?
-Dale, a mí se me ha ocurrido algo así: “¡Mirá esa abra que
hay allí Don Ruperto! Es donde dilucidose aquel problema de
la mujer núbil, ¿se acuerda? Apareció en el diario hace un
tiempo”.
-¡Sos una genia, Rachel! Y después de eso el narrador puede
agregar: “Al decir eso, Don Ruperto quedose mirando los
ofuscantes confines de la bahía. Él había evocado a su pro-
metida. Ella era afable y angelical. La mujer murió unos años
atrás”.
-¡Sí!-concordóMatteo- Y el señor este le puede decir al amigo
que acordose de su mujer y toda esa cháchara, después le
cuenta cómo la conoció y le dice algo así: “Me la encontré
en un carnaval de casualidad, la calle estaba llena de cha-
rangas y ella tenía las manos trémulas, parecía tener miedo.
Era una situación inusitada porque parecía presta para bailar.
Estaba vestida y todo”.
-¿Y si ponemos una canción?-preguntó Rachel- Matteo y
Reyna la pueden cantar. Son muy talentosos, además hacen
una buena pareja…
-¿La Chica Reina y yo? Por mí no hay problema, no sé qué
piensa la princesa.
-Está bien-aceptó Reyna- pero que conste que solo lo hago
para que nos ponga más nota. Nada más.
-Sí, sí- dijeron Octavian y Rachel risueños.
-Ah, y para no dejarlos afuera, canten ustedes un preludio
para comenzar la obra- los retó Matteo.
-Jajaja, esa estuvo buena, Principito.
-¿Principito? Eso es nuevo. Me gusta.
-Bueno, ¿y si dejamos la hermosa plática de amor y conti-
nuamos con el trabajo, que ya nos queda poco?- interrumpió
Octavian.
-¿No tendrás una vil intención lindera con la explotación?
Veo en tus ojos vestigios de maldad – ironizó Reyna.
-¡Ni que propusiérales carpir la tierra! ¡Solo que nos ponga-
mos a trabajar en lo nuestro! Si seguimos así sentados vamos
a tener obesidad mórbida- se enojó Octavian.
-¡Dios no permitiéralo! ¡Nunca jamás si de mí libre arbitrio de-
pendiera! –se rio Reyna.
Al terminar, cada uno se fue a su casa, habían acordado
elegir las canciones al día siguiente.
El lunes los chicos llegaron al liceo. La profesora ya estaba en
la clase esperando a todos los grupos para empezar.
El escenario no estaba elaborado, porque aún no se hubo
decidido qué obra presentaríase en la fiesta de fin de año.
Ese día se reunían para verlas exhibidas, corregir algunos de-
talles y decidir cuál iba a participar.
Todos los grupos presentaron su proyecto.
Cuando llegó el turno del grupo de Octavian, estaban muy
nerviosos, mas la interpretaron muy bien. Pero lo mejor es
que lo disfrutaron mucho; sobretodo Reyna y Matteo, que se
conectaron tanto cantando que pareció que estaban vo-
lando.
La profesora comunicó el resultado:
-Y la obra ganadora es…
Fin
PIPER
El reencuentro... Luego de todo lo sucedido, ya había pasado un año, a Alicia
se le ocurrió hacer un viaje en pareja con Jordán ya que
habían llegado las vacaciones. Quería salir de la inercia y de
los muros de su casa. Se propusieron muchas ideas. Parsimo-
niosamente fueron diciendo a donde iban a ir. Luego de unas
horas planeando, se decidieron por una opción.
Sus vacaciones iban a ser en un crucero llamado "La Blanca
Mar" e iban a navegar por las aguas del Caribe toda una
semana.
Unos días después, ya habían preparado su equipaje y esta-
ban listos para partir. Cuando llegaron al muelle, subieron sus
cosas a "La Blanca Mar" y fueron acompañados a su habita-
ción por un empleado de aquel crucero. En la primera no-
che, hubo una fiesta con todos los pasajeros del barco para
presentar al capitán. Alicia y Jordán pasaron esa noche es-
trellada en una zona sin techo hablando. De repente, Jordán
asustóse ya que una voz se escuchó llamando sus nombres.
-¡Alicia! ¡Jordán!-dijo la voz.
Enseguida los dos empezaron a mirar a su alrededor para ver
quién era. Al ver la cara de quien gritaba, Jordán constató
que eran los hermanos Okumura.
-¡Cállate Rin! Pareces un loco gritando.-le dijo Yukkio, el her-
mano menor.
Ambos hermanos fueron a saludar a Jordán y a Alicia. Esta-
ban muy felices de poder volverlos a ver después de tanto
tiempo. Sobretodo Rin, que llevaba una sonrisa irradiada en
la cara.
-¡Hola! ¿Cómo están? ¡Cuánto tiempo sin verlos! He vivido
muchas cosas desde entonces.-dijo Rin.
-Alicia, Jordán. Un gusto volvernos a encontrar. La verdad
que yo estoy encantado de tenerlos cerca.-dijo Yukkio
mostrándose más maduro que su hermano mayor.
Rin sentóse junto con Yukkio a hablar y a contarles anécdo-
tas a Alicia y a Jordán de lo que han pasado y cómo es que
terminaron de vacaciones en ese barco. Luego de unas
horas había llegado el momento de anunciar al capitán y su
compañero. El capitán de "La Blanca Mar" era un hombre ba-
jo, simpático, casi sin pelo, agradable a simple vista y lleva-
ba unos lentes rojos. Su nombre era Ivo. Su compañero era un
hombre alto y de cara seria, tenía una parte de su pelo teñi-
do de amarillo. Él se llamaba Daniel. Los hermanos Okumura
y la pareja, fueron a saludar al capitán. Estuvieron unos minu-
tos hablando. Se lo pasaban tan bien que terminaron siendo
amigos.
Al día siguiente, eran las 05:00 am, cuando Yukkio estaba
sentado en la parte de afuera del crucero contemplando el
amanecer y las nubes que seguían el rumbo del viento. Eso
hacía que él se sintiese calmado. Por eso disfrutaba tanto a
esas horas. Mirando las aguas del Caribe, de la nada a lo le-
jos se vio un punto negro. A medida que se acercaba iba
tomando forma de una balsa. Pero no solo una balsa era lo
que se acercaba. Al parecer traía un pasajero consigo. Yuk-
kio fue corriendo en busca de Rin. Luego de contarle lo su-
cedido, Rin usó sus demoníacos y fulgurantes poderes e in-
vocó un demonio marino que hizo que causara muchos bor-
bollones. Eso hizo que la balsa se acercara al crucero cada
vez más rápido. Cuando la balsa tocó el barco, Yukkio tiró un
extremo de una cuerda y el otro lo sostuvo para que Rin su-
biera al hombre. Rin, sambullóse al agua y con cuidado
agarró al señor para subirlo. El hombre intentaba ayudar pe-
ro estaba muy débil así que desmayóse.
Aparentaba ser un hombre de estatura grande y de una
edad un poco avanzada, ya que tenía el pelo un tanto cano-
so. Al igual que Ivo, este traía consigo unos lentes solo que
estos eran grises como su pelo y venía vestido como si fuera
un marinero importante.
La tarde ya estaba llegando, cuando finalmente el hombre
se despierta. Enseguida se dio cuenta que había sido resca-
tado ya que estaba en una enfermería. La limpidez de esa
habitación era muy agradable para él. Al mirar a su alrede-
dor, se dio cuenta que habían dos chicos frente a él.
-¿Cómo te sentís?-dijo Rin. -¿Qué fue lo que hizo que termi-
naras en una balsa a la deriva? Pero primero que nada...
¿quién sos?- continuó.
El hombre sin entender que estaba pasando aguantóse la
curiosidad y respondió con letargo, hilaridad y con una voz
estertora:
-Me llamo Luis Alejandro Velasco, estaba en el "Albatross", un
barco, cuando se escuchó una alarma y la gente empezó a
correr desesperadamente. Hube hecho algo pero estaba
mareado. Luego desperté en una balsa, como naufragando
en el limbo hasta que aparecieron unas burbujas que me lle-
varon hacia este barco. Fue ahí donde perdí la conciencia.
Creo que habré pasado muchas cosas mientras estaba dor-
mido.-
Luego de haberles respondido, Rin y Yukkio le explicaron a
Luis dónde estaba y cómo llegó ahí. Luis, al saberlo, frustróse.
Pero le ofrecieron ir a comer con ellos y le dijeron que no se
preocupase porque el capitán invitaba la comida. Vertigino-
samente, Luis aceptó la oferta ya que se estaba muriendo de
hambre. Le habían preparado ropa y unos zapatos que pa-
recían nuevos ya que Yukkio se había tomado la molestia de
lustrarlos con un estuco. Luis vistióse. Cuando fueron a comer,
Alicia y Jordán los estaban esperando en la mesa junto con
Daniel. Rin seguía con el pelo de los brazos crispados por
haberse tirado al agua fría.
Luis dio una mirada furtiva a los que estaban sentados en la
mesa. Cuando llegó la comida, se quedó estupefacto.
Cuando masticaba, le dolía la mejilla que la tenía lívida por
un golpe. Se declinó a observar el lugar. Todo era muy ele-
gante ya que estaba todo decorado naturalmente con aza-
hares.
El capitán llegó con una mirada de frenesí ya que cuando
rescataron a Luis, la balsa le hizo un rasguño a "La Blanca
Mar". Pero luego no le dio importancia.
-Mientras Luis viva no hay de qué preocuparse. Aunque
hubiera pedido un seguro.-dijo Ivo.
Los siete nuevos compañeros merendaron tranquilos hablan-
do de sus vidas. Luego de esa semana, Luis se quedó a vivir
con Daniel e Ivo y fue el aprendiz de capitán. Yukkio y Rin,
volvieron a la escuela de exorcistas. Finalmente, Alicia y
Jordán, volvieron felices a su hogar.
Meses después se reencontrarán los siete amigos en la casa
de Alicia y Jordán...
Hecho por: Okumura
Basado en: "Ao no Exorcist" (El exorcista Azul), "El almohadón
de Plumas", "Relatos de un náufrago" y "El canto de la corvina
negra".
Un viaje sin destino
Capítulo I: Una noche de suspenso
Era un domingo de noche. Bajo la irradiada luna, pasá-
banse Ivo junto a su fiel amigo. Caminaban a lo largo de la
rambla de Montevideo, cuando inesperadamente cuatro ful-
gurantes luces cayeron desde el cielo. Ivo y su amigo que-
daron sorprendidos, no sabían qué ocurría.
- ¿Qué es eso? - balbuceó Ivo al tiempo que su amigo cami-
naba hacia las extrañas figuras.
- ¡Detente! - clamó, pero no obtuvo respuesta.
Ivo comenzó a correr berreando y se ocultó en un obraje
que, afortunadamente se encontraba abierto.
- ¿Qué sucedió? ¿Se encuentra bien señor? -consultó un tra-
bajador.
- ¡No señor, algo que ni siquiera sé que es, asesinará a mi
mejor amigo! - respondió espantado.
- Cálmese, le traeré un vaso con agua. Espero que le guste. -
dijo el trabajador pensando en que Ivo habría vistoalgo a lo
que temiere.
- ¿Viviría si en este momento estaría con él? ¿Qué habría
hecho yo? - se dijo a sí mismo. Ivo se quedó inmóvil pensan-
do en qué le estaría ocurriendo a su amigo en ese momento.
Capítulo II: El Hallazgo
Ya habían pasado tres meses desde la aparición de
aquellos fenómenos. Durante ese largo tiempo, Ivo intentaba
prescindir a toda costa, hablar sobre lo ocurrido, y se hundía
frecuentemente en la depresión sin cesar, debido a que su
amigo nunca apareció. Hasta que un día, decidió dedicarse
a investigar, saliendo de su profundo letargo, acerca de lo
ocurrido tres meses atrás. En una página web descubrió un
artículo de un antiguo periódico acerca de una familia que
desapareció unos años atrás. "La pareja poseía cuatro hijos y
una hija. Los cuatro niños, sufrieron de una enfermedad des-
conocida en aquellos tiempos. La enfermedad no fue tratada
a tiempo, y como consecuencia, los niños perdieron su inteli-
gencia y su espíritu. Por otro lado, la pequeña niña que nin-
guna enfermedad padeció, fue asesinada con frenesí por sus
hermanos, y tiempo después, no se supo nada acerca de es-
ta familia." Este artículo, llevó a Ivo a pensar acerca de lo
ocurrido, como si se tratase sobre los espíritus de los niños.
- Las luces eran cuatro. - se dijo a sí mismo.
- ¡Y los niños enfermos también eran cuatro! - prosiguió. A pe-
sar de esto, Ivo no podía dejarse llevar por su imaginación.
Aunque las luces y los niños enfermos de aquella familia mis-
teriosa fueran cuatro, también era posible que fuese un sim-
ple fenómeno natural. Pero lo que lo terminaba de persuadir,
era el hecho de que su mejor amigo no volviera a surgir lue-
go de la aparición.
Pasó el tiempo, y luego de tres semanas Ivo contactó a
su dócil hermano, Luis Alejandro Velazco. Hacía ya mucho
tiempo que no lo veía, ya que desde pequeños, competían
por todo.
En la cafetería...
- He hablado con varios conocidos luego de que ocurriera
aquella extraña aparición, para ver si era algo natural o algo
totalmente extraño. La gran mayoría me afirmó que se debía
a algo que tenía que ver con la reflexión, es decir, la luz se
reflejó en el agua provocando algún fenómeno un tanto
extraño, pero me obstiné a seguir creyendo que tiene algo
que ver con la familia desaparecida pese a que me hubiesen
afirmado que se debe a cuestiones naturales. - comentó.
- No lo sé, a mí, nunca me ocurrió. - repuso Alejandro.
- Me pregunto qué le habrá ocurrido a mi amigo, me arre-
piento de haberlo dejado solo.
- Tranquilo, no pudiste hacer nada...En el informativo pude
ver qué le ocurrió... - en seguida fue interrumpido por Ivo:
- ¿¡Cómo!? ¡No me dijiste nada acerca de eso! ¿¡Qué pasó!?
- clamó Ivo con amargura mientras perlaba la mesa con sus
lágrimas.
- La policía encontró grandes marcas de sangre en el esce-
nario. Al parecer se había desangrado, constatóse por los in-
vestigadores asignados al caso. - la conversación acabó
cuando un azahar blanquecino cayó dentro de una taza de
café.
- Tranquilo, yo pagaré. - dijo Alejandro al tiempo que Ivo sa-
caba la billetera de su bolsillo.
Al llegar a la casa de Ivo...
Al llegar a la casa de Ivo, Alejandro decidió llevar a su her-
mano de viaje en un crucero con el fin de poder borrar los
pensamientos negativos que Ivo tenía en su cabeza.
- Mira querido hermano, te veo algo estresado por lo que
ocurrió hace un tiempo. Me gustaría que te relajaras. ¿Qué te
parece si nos vamos del país juntos y nos divertimos por un
tiempo? - preguntó Alejandro.
- No lo sé... Hace mucho tiempo que no salgo de aquí. Pero
está bien, acepto. - respondió.
- Perfecto, ¿a dónde quisieras ir? - preguntó.
- No lo sé hermano, no quiero hacer que pierdas demasiado
dinero. Con Argentina o Brasil me conformo. - díjole.
Capítulo III: El viaje
Cuando Alejandro volvió al hogar de su hermano, a Ivo se le
plasmó una gran sonrisa en su rostro. Se encontraba feliz al
pensar que conocería mejor a su hermano y que la gran
carga de no haber podido ayudar a su mejor amigo cuando
lo necesitaba, se iría de una vez por todas.
De camino al puerto...
Alejandro sentóse en el asiento del acompañante en el taxi
de camino al puerto, mientras Ivo, viajaba en la parte trasera.
A Alejandro le preocupaba una sola cosa: si el tráfico era
lento. De ser así, habrían perdido su viaje.
Al llegar al puerto, no tuvieron que esperar demasiado tiem-
po antes de abordar el crucero que los llevaría a Buenos Ai-
res, Argentina. Viéronlo por la ventana del edificio estacio-
nado. Era extraordinario. Tenía un espléndido color blanco
lustrado, era muy bello.
En el crucero...
Dentro del crucero, los hermanos comenzaron a buscar su
respectivo camarín para ubicarse y acomodarse. Faltaba
poco para que el buque zarpara, y su trayecto sería muy lar-
go, por lo que tendrían bastante tiempo para divertirse en él.
El barco zarpó a las cinco de la tarde en punto. Ivo comenzó
a explorar el buque entero. Notó que en el centro, había un
“free shop”. Él y su hermano estaban ubicados en uno de los
camarines del primer piso. En el segundo piso, se encontra-
ban diferentes salas. Una de ellas, tenía un boliche en su
interior. Las demás contenían sitios para comer y camarines
de primera clase. Y en el tercer y último piso, se encontraba
una barra de alcohol, otro boliche y una piscina, en donde se
hacían eventos nocturnos cuando las condiciones climáticas
daban la posibilidad.
Los hermanos ocupábanse de ordenar y acomodar su equi-
paje dentro del camarino al tiempo que el “free shop” abría.
Cuando Ivo se dio cuenta que la tienda estaba abierta, hízo-
le señas a Alejandro para que fuera con él también.
Capítulo IV: La noche siniestra
Al caer la noche, los hermanos fueron a la parte superior del
barco, ya que habría una gran fiesta. Al subir, se encontraron
con la sorpresa que estaba lleno de personas bailando, be-
biendo y divirtiéndose, por lo que Ivo y Alejandro, se sumaron
a la multitud.
Horas más tarde, babeantes de tanto alcohol y descanso, Ivo
comenzó a olvidar lo ocurrido varios meses atrás. La diversión
abundaba, y no pararon de moverse hasta que el barco co-
menzó a tambalearse descontroladamente. Sacudiéronlo
poderosas olas que lograron que el barco se diera vuelta. Ivo
y Alejandro cayeron al agua, junto a un montón de gente.
Los hermanos comenzaron a nadar juntos y afortunadamente
encontraron una balsa de emergencia que flotaba sin desti-
no. Ambos la abordaron, y rápidamente comenzaron a remar
buscando sobrevivientes en los restos del buque. - ¡Ayuda!
¡Ayuda! - Escucharon gritos, por lo que comenzaron a remar
hacia donde provenian, redoblando el esfuerzo. Repentina-
mente, los gritos ya no se escucharon más, y el penetrante
silencio se apoderó del escenario.
Ivo y Alejandro, exhaustos por el gran
esfuerzo dado, se dejaron caer sobre
la balsa. Comenzaron a viajar a la
deriva.
Baiehta
El encuentro Bertita y los cuatro idiotas pasábanse cerca de Mazzini y
Berta cuando de repente Mazzini se ahogó en un mar de
sangre al igual que Berta. Cuando ya estaban investigando
quién había matado a la pareja Mazzini-Ferraz, los policías
no pudieron constatar quién los podría haber matado. Pensa-
ron que podía haber sido un ladrón, pero no estaban en lo
correcto…
Años más tarde la central de policía retomó el caso
de la muerte de la pareja Mazzini-Ferraz. El comisario Luis
Alejandro Velasco y su equipo fueron a ojear la casa de la
familia. Llegaron las miradas furtivas de los policías cuando
constataron algunas fulgurantes cartas arriba de la mesa,
¿aquellas cartas podrían dar alguna pista? A Luis Alejando
Velasco le zumbaban muchas ideas en la cabeza. Una de las
cartas transmitía un horroroso mensaje, Luis quedó estupefac-
to, no soportó leer la carta, la carta decía que el asesino
había huido del país acompañado de dos vertiginosas per-
sonas.
El cuartel tomose acción y encontraron a qué país se
fueron aquellas personas. Luis viajaba con algunos compa-
ñeros, pero a Luis se le notaba un poco crispado y asustado
al haberse subido al buque, ¡él no sabía qué le podía llegar a
pasar! El buque averiose y toda la tripulación quedose a la
deriva. Había que saltar del barco para llegar a tierra nadan-
do, algunos miembros de la tripulación hubiesen saltado, pe-
ro Luis y otros tenían que quedarse en el barco preparando
alimentos y pedir ayuda. Mientras todos comían Luis estaba
helado pensando y razonando el caso de la familia Mazzini-
Ferraz, la hija no murió y nunca fue encontrada así que ¡Berti-
ta y otros dos eran los culpables! Dos largos días después,
llegose el rescate y los llevarían al puerto de Medellín en Co-
lombia, pero Luis tenía un mal presentimiento, una niña pe-
queña siempre estaba atenta a lo que Luis hacía, Luis vistiose
rápidamente y retirose de su camarote para buscar a la niña.
Muy amablemente Luis preguntose el nombre a la niña y ella
le respondió:
-Me llamo Bertita – dijo en un tono muy insidioso.
A Luis casi le da un síncope cuando se hubo enterado que
esa niña era Bertita, pero él le preguntósi venía acompañada
y ella sin dudar respondió que sí, y que se llamaban Ivo y Al-
berto.
-Bertita, ¿tú sabes dónde yo podría encontrar a tus compañe-
ros? Si supiese donde están iría a verlos.
-¡Sí! Los puedes encontrar en cubierta.
-¡Gracias voy a ir a buscarlos!
Luis encontrose a Ivo y Alberto. Estaban hablando cuan-
do la policía los detuvo, ellos sollozaron, lamentaron y redo-
blaron sus llantos al saber que serían arrestados. Luis hizo al-
gunas preguntas y admitieron todo.
Cuando el barco hubo llegado al puerto Luis sorprendio-
se mientras él salía a las calles de Medellín al ver toda la
gente esperando y celebrando muy estrepitosamente la lle-
gada de los policías.
Ilut :D
Un Tal Paulino Parte 2
Pero justo antes de partir, siente en su cabeza una voz
que no para de sonar.
-¡Ey, necesitas ayuda!
Parecía haber escuchado más de una voz, de hecho,
provenían de tres hombres. Todo parecía cambiar de pronto,
esa discapacidad al movimiento que lo había llevado al
naufragio, de pronto, esfumábase rápidamente. En cuestión
de segundos Paulino sentía como si todos los marineros estu-
viesen inmediatamente a su cargo totalmente.
Los desesperados marineros contaban todo lo que hab-
ían vivido hasta ese entonces mientras Paulino hacía uso de
las provisiones medicinales de sus nuevos compañeros: Luis
Alejandro Velasco, Ivo y Luis Rengifo. Parecían empezar a
calmarse, pero lo que los tenía realmente desesperados era
lo que la gente diría de ellos en su país, todo, menos la ver-
dad. Habían sido desechados.
-¿A dónde iremos?- preguntó Ivo azozado.
-Navegaremos contra la corriente- afirmó Paulino.-Eso fue lo
que me dejó por acá, la corriente. Debemos ir a mi casa, allí
estará esperando con ansias mi esposa, o eso espero. No
creo que piense que yo viva.
-Si tú vivieses, ¿te recibiría?
Paulino afirmó, mientras mandaba a la tropa formada
aquel día, a subirse al barco. Mientras los marineros
contábanse dónde realmente habían estado, Paulino solo
pensaban en su vuelta a casa. Y en cómo iba a ser recibido.
Una vez llegada la tropa al rancho de Paulino, o así solía
ser, todo se tornó completamente extraño. Para empezar,
Velasco pasó a ser internacionalmente reconocido por todo
una mentira política. Ivo y su compañero volvieron a “La
Blanca Mar”. Pero al pobre Paulino no se le hizo tan fácil. Re-
sulta que su esposa ya se había vuelto a casar, su sobrino se
había adueñado de sus ovejas y un novato atendía su cose-
cha. Ya pensando en volver al viejo bote, un viejo amigo que
no le reprochó nada le preguntó: -Y ahora ¿a dónde irás?- Y
Paulino le respondió:-A recuperar mi sudario.-
Birel
La casa de mi tío
El 20 de julio de 2004, Ivo y su amigo Sebastián estaban sen-
tados en la escalerilla de la casa, cuando un señor estaciona
el auto en el garage. Con un gesto de parsimonia se baja del
auto y pregunta por Ivo, inmediatamente se levantó y le hizo
una seña a Sebastián que yacía en el pisó para que se le-
vantara. El hombre llevaba puesto unos fulgurantes zapatos
que impactaron a los dos muchachos en cuanto el hombre
bajo del auto. El hombre se presentó y dijo:
-Soy Luis Alejandro Velasco, estoy buscando al dueño de es-
ta casa.
Ivo dijo ser el dueño de la propiedad, Luis le preguntó si pod-
ían pasar a la casa para hablar de sus tíos Jordán y Sara. Los
ojos de Ivo se agriaron al escuchar sus nombres. Ivo accedió
a hablar con Luis y entraron a la casa. Después de una hora
sentandose en el zaguán de la casa, el hombre se fue pero
antes de irse le dejó un sobre de parte de su tío. Furtivamente
el amigo de Ivo abrió el sobre, adentro había muchos pape-
les y una llave. Ivo le sacó los papeles de la mano a su ami-
go y empezó a leer. Los papeles decían que su tío le había
dejado la casa en donde vivía. Al día siguiente Ivo y Sebas-
tián se dirigieron al puerto de Inglaterra para poder subir al
barco que los llevaría a la casa del tío de Ivo. En el medio de
la noche una gran tormenta atrapó al barco y cinco pasaje-
ros y dos marineros cayeron al agua. Si Ivo y Sebastián
hubieran entrado al cuarto dos minutos antes no estarían flo-
tando en una balsa. La tormenta acaeció rápidamente. Estu-
vieron cinco días flotando. El primer día del naufragio uno de
los marineros imagino que había un barco cerca de ellos los
demás hombres en la balsa le dijeron que no había nada
pero el hombre insistía en que el barco estaba viniendo a
rescatarlos y empezó a describirlo como un barco grande
blanco, negro y rojo y en la parte derecha tenía el nombre
de S.Y.L. El hombre le clamó a Ivo y a los demás para que lo
ayudara a remar para que el barco los pudiera ver. Este
hombre murió de un sincope dos días después. Los únicos
sobrevivientes fueron Ivo, Sebastián y otro pasajero. Después
de ese desafortunado incidente los muchachos llegaron a la
que solía ser la casa de Jordán. Cuando entraron a la casa
un escribano los estaba esperando.
-¿Vamos a firmar los papeles Ivo?- dijo el hombre.
Ivo acompañó al hombre a firmar.
-He leído todos los papeles de la herencia- dijo el escribano.
-¿Podría mudarme ya mismo a la casa?-preguntó Ivo.
El escribano asintió con la cabeza y se fue.
Los dos muchachos habían encontrado un lugar donde pasar
la noche ya que la casa estaba totalmente vacía.
A la mañana siguiente Sebastián se levantó y fue a caminar,
y constató lo linda que era la ciudad. Al llegar a la casa Ivo
le dijjo que él habría salido con él a ver la ciudad pero esta-
ba muy cansado. Sebastián le dijo que estaba todo bien y
que debería volver a su casa en unos días. En el final de la
semana Sebastián se fue. Ivo con el paso del tiempo fue
amueblando la casa, Sebastián viene a visitarlo cada vez
que puede.
Cassiopeia
No "spoileo" con mi título ori-
ginal de la historia.
Su madre sentose, si la hubiese visto así en el pasado, habría
corrido a su encuentro.
No importole, no tenía sentido dudar de algo así, aunque tu-
viera alma y sentimientos; para ellos estaba muerta, e inexis-
tente. Así que los mató, y en ese instante desapareció, de la
realidad; pues hallábase en un lugar que existe y no a la vez,
con energía y no a la vez, con materia y no a la vez. Su en-
trada era un túnel de luz que apenas vio, pero eso sólo fue
una visión, comparado con el corto tiempo que duró su pa-
seo por el río, mar o lo que fuese. Sentíase como si estuviera
nadando con el agua turbulenta. Era como una nada, pero
no en el sentido de vacío, sino en una nada que lo es todo.
Pero eso desapareció en cuestión de segundos y luego apa-
reció de vuelta en el mundo, pero se sentía raro, como si es-
tuviera solo en su imaginación. Luego el paisaje cambió, ella
apenas se percató de que lo que había hecho era pensar en
un lugar y viajar a una velocidad inexplicable y muy, muy,
muy rápida; probablemente fuese más rápido que la luz por-
que había llegado en unos pocos segundos a Francia. Siem-
pre había querido visitar ese lugar. Una vez había oído hablar
de unos fugitivos de Colombia. Así que Bertita pensó en ellos
Y apareció en una habitación de hostería al estilo bohemio
anticuado. Podía ver el cartel de resplandeciente desde la
ventana se oían unas voces que parecían provenir de afuera
de la habitación. Sólo había una cama de una plaza, una
cómoda, un sillón y una alfombra con motivos florales que
seguramente habrán pasado por un baño y sí, claro, estaba
ensopada. Vio que sobre la cómoda había una fotografía
que veía, mostraba a un hombre joven, sus ojos eran poco
profundos y marrones, con el uniforme de la fuerza Naval,
bronceado, con el pelo castaño. Junto a él había una mujer
de pelo rubio y ojos marrones también, su mandíbula curvá-
vase de una forma sutil, delicada, parecía ser su novia por-
que y estaban solos en la foto. Ella lucía un vestido beige y
unos zapatos que a Bertita parecieronle sobrios y feos. Pre-
guntose—¿Quiénes habrán sido?— No siguió chusmeando
porque parecióle mal hurgar en los cajones de una cómoda
ajena así que no lo hizo.
, Apareció el nombre de la fotografía, seguía siendo joven
pero estaba un poco envejecido. Supuso que no podía
hablar con nadie porque nadie en el mundo era como ella
quería, donde ella quería, es decir a la medida, por lo tanto
imaginario. Detrás de él apareció un hombre.
—¡Tú sos mi padre! ¡Tenés que serlo! Apenas hube llegado a
París te busqué, no me pude haber pasado toda la vida
buscándote para no encontrar a mi padre.— dijo desespera-
da. El otro giróse.—¡ no soy tu padre, no tuve hijos, los habría
tenido si no hubiera escapado! ¿Cómo te llamabas? Ah sí, y
vos, tu barco naufragó, pero eso no tiene nada que ver con
mi situación. ¿Sabes qué? Te vas a ir ya, ahora. No he pasado
todo este tiempo huyendo para ver a un niño que dice ser mi
hijo. ¿Lo harías? ¿Me vas a dejar en paz, o no? ¿Entonces te
vas y no me molestarás?— dijo el hombre retóricamente, pa-
recía enojado.
—Alejandro Velasco en serio creí que eras mejor, te admira-
ba. Si no sos mi padre me voy—, y se marchó dando un por-
tazo. Unos segundos después ya sabía que se había ido.
Luego apareció en su cama, fue al cuarto de sus padres y vio
que estaban vivos, fue el sueño más real que tuvo en su vida
entera, no lo podía creer. Había pasado tanto tiempo, era
una corazonada, es decir, en la realidad sólo había pasado
una noche desde que durmió por última vez, porque su ca-
lendario marcaba el día, parecía imposible que lo hubiese
soñado, pero fue así, lo soñó, y ese sueño la cambió irreme-
diablemente, para siempre. Dejó de ser una niña malcriada,
no sólo se dio cuenta de que era vacía, superficial y fue me-
jor persona.
Darkfairy
Un sueño no tan sueño María se despierta luego de aquel sueño eterno, donde todo
terminaba mal.
Ella se dirige a la cocina, donde podría estar su amiga… Pero
no…
Sin embargo estaba aquel hombre…
-¡Mario!
-¡Qué te pasa mujer!
-¡Qué alegría que estés bien, no sabés la angustia que tenía
porque no estabas aquí!
-¡Pero de qué hablás mujer!, ¿si yo siempre estuve aquí?
-¿Estás seguro?
-¡Sí! ¡Por supuesto!
-Entonces fue un sueño… ¡Qué alivio!
-¿De qué hablás?
-De nada, no importa, ¿Quieres desayunar?
-Desayunar, ¡a esta hora! ¡Son las tres de la tarde!
María constatóse de que todohabía sido un sueño, de que
estaba en la vida real, con su marido, y que nadie había
muerto.
Horas después su marido la llama…
-María, ¿viste lo que pasó en Colombia?
-No, ¿qué pasó?
-¿Te acuerdas que en el anterior diario salió que unos hom-
bres se habían quedado a la deriva?
-Sí, me acuerdo.
-Bueno acaban de avisar, que de todos, ¡volviósolo uno!
-¡En serio! ¡Qué horrible!
-Y su nombre es…
-¡Luis Alejandro Velasco!
-Sí, ¿cómo sabés su nombre?
-No lo sé, simplemente se me vino ese nombre a la mente y
lo dije.
-Seguramente lo leí en algún sitio antes, y no me acuerdo,
¡voy a hacer el almuerzo!
-Seguro…
Un par de horas después a María se le viene a la mente que
un hombre viene en la noche, alrededor de las nueve, y ella
con su marido deciden que se queda en su casa una noche.
Pasaron las horas y el reloj marcó las nueve.
Alguien toca la puerta…
Mario abrió la puerta y apareció un hombre extraño…
-Hola, ¿en qué te puedo ayudar?
-Estoy buscando un lugar en donde quedarme en la noche,
tal vez usted me pueda ayudar.
-Sí, espéreme un segundo que lo consulto con mi esposa…
-¡María!
-¿Qué pasa?
-¡Vení un segundo!
-¡Voy!
-Este hombre está pidiendo si se puede quedar en la casa
esta noche, ¿tú que piensas?
-No lo sé, es algo muy arriesgado.
-Piénsalo, imaginate si tú estás en la calle, sin ningún lugar a
donde ir, te gustaría que te dejaran quedarte un una casa.
-Bueno está bien
-¿Cómo es que te llamás?
-Me llamo Luis Alejandro Velasco, señor.
-Espera un segundo… ¡eres el del diario, el sobreviviente! ¡Es
un honor conocerte!
-Muchas gracias, el honor es mío.
Luego de la cena todos se fueron a dormir…
Al otro día…
María y Mario se levantaron temprano para despedir a Luis.
-Yo te acompaño Luis.
-No es necesario señor, yo puedo ir solo.
-No, insisto, yo quiero acompañarte.
-¡Tengan cuidado!
Horas después, Mario no volvía, ya habían pasado más de
dos días, entonces, María decidió ir a buscarlo.
Hasta que lo único que encontró, fue a su marido, muerto en
un bote.
-No, esto ya pasó, esto tiene que ser un sueño, ¡no!
Se repite toda la historia desde aquí…
Ri4
Popeye el idiota Los ahorcó a todos: uno por uno, excepto al mayor que logró
escapar por la ventana. Habrá sido un milagro que las únicas
dos neuronas que le quedaban al retrasado hayan chocado,
quizás hubiese sido mejor que chocaran ante de destruir el
idilio de sus padres o antes de matar a Bertita junto a sus
hermanos. Sin embargo acaeció y el joven en un estado de
frenesí comenzó a correr. Más tarde ya habiendo recuperan-
do el retraso de costumbre comienza a seguir la luz de un fa-
ro que resaltaba en una noche de azabache.
Mas cuando el idiota llegó estaba lleno de barcos, barcazas,
chalupas y corbetas. Emocionado comenzó a caminar sin
rumbo hasta entrar en un pequeño barco llamado RS Caldas.
Se escondió en una pequeña bodega donde había gramó-
fonos, televisores, tablas veteadas y un colchón, allí es don-
de dormiría. A decir verdad era un lugar horrible pero para él
era un mundo ideal. Acostado mas no dormido mientras ob-
servaba un pequeño agujero por el que pasaba un poquito
de luz. Desde la bodega se escuchaba una conversación de
un tal Luis con un tal Ivo que le informó acerca de cuándo
llegarían a destino
El idiota, a pesar de la marea logró dormirse profundamente.
Tras despertarse de su letargo encontrose tras el agujerito a
Ibo moviendo el Timón de un lado al otro haciendo que el
barco gire y tire todo a su paso. En un momento se desató
una temible tempestad que hizo volar y caer al agua a Ivo
que tratando de chapotear grita
-¡Ayudenme!
El idiota al notar un rayo en la tormenta, no puede evitar se-
guirlo y mientras se ríe, hace los ruidos del tren lleno de bur-
bujas de baba en la boca, se va acercando al timón y cuan-
do lo toma ,un fuerte viento de popa impulsa al Rc Caldas
fuera del lugar.
Tras navegar horas Imitando los movimientos de Ortega el
idiota encuentra un pequeño barco pesquero llamado "La
Blanca Mar" que se estaba cayendo a pedazos y un señor
dentro de él rezando. Las burbujas se impulsaron y se multi-
plicaron. Entre los sollozos se escucha un
-CHU CHUUUUUUUUUUU
Semilla de huevo
La vida después del pozo
Era la noche siguiente, aún quedaban en Bertita vestigios de
lo vivido en el pozo. Sentose en el linde de su cama y pensó
qué hubiera sucedido si sus padres no hubieran llegado a
salvarlos con una maroma. Sus hermanos eran muy cazurros,
ellos no comentaban nada acerca de lo sucedido en el es-
tertor de aquel día. La apatía de los cuatro idiotas hacia Berti-
ta parecía un anatoma. Bertita había casi confirmado sus
sospechas de que el hermano menor fue el artífice del pozo.
Días después, en una noche, una vez a lo lejos le demudó a
Bertita que a las dos y media de la madrugada ella moriría a
causa de los cuatro idiotas y que además habrá una muerte
empozoñada y naviortica de manera furtiva, por lo cual na-
die podrá ayudarla. “Sálvate” le dijo la voz falaz. Ella cansa-
da, acostose y olvidose de esa voz viscosa.
A la mañana siguiente, parmosaencontrose Bertita de que no
había fallecido esa noche. Feliz de que lo dicho por la voz y
de que quien la mataría no cumplióse su comentido, casi
como si la noche hubiera saltado rápidamente y se convirtie-
ra en día. Bertita decidió sahumar se habitación. Parándose
sobre un banquito cayó y un costalado formose en su cuer-
po. Muy malhadada comenzó a llorar. Los padres de la niña
tuvieron que llevarla al médico. Apenas llegaron Bertita des-
mayose sobre un señor llamado Ivo.
Ivo luego de que Bertita se desmayara cayose al piso junto a
ella. Rápidamente levantose con la niña en sus brazos, los
padres estaban hablando con el médico. El médico le dijo
que lo que la niña padecía, era una enfermedad llamada
“trastorno mental”. Esta enfermedad fue descubierta por Luis
Alejandro Velasco, uno de los mejores médicos del mundo.
“-¿Ella ha tratado con un médico este problema alguna
vez?”- preguntó el médico.
“-No jamás lo habíamos tratado, ¿Por qué no se nos habrá
ocurrido antes?”- se preguntaron los padres de Bertita.
“-Quédese tranquilo que yo la trataré”- dijo el médico
mirando al padre de Bertita.
La niña se fue muy calmada del hospital, sabiendo que un
especialista la ayudaría a tratar su problema.
Cielo
Juegos
En las continuaciones de los cuentos, tuvimos que poner per-
sonajes de distintas historias que leímos. En este juego
tendrás que unir los personajes con las descripciones corres-
pondientes.
Personajes:
Luis Alejandro Velasco: Relato de un Náufrago
Ivo: El Canto de la Corvina Negra
Berta: La Gallina Degollada
Paulino: A la Deriva
Alicia: El Almohadón de Plumas
Descripciones:
-Joven de escasos 20 años. Es un personaje fuerte, sensible;
valiente, con ganas de vivir. Impulsivo en muchos momentos
. Buen compañero y amigo. Idealista, y hasta cierto punto
fantasioso.
-Mujer joven, rubia, angelical y tímida que está profunda-
mente enamorada de su marido hasta el punto de llegar a
vivir en una gran mansión, alejada de todo lo que había so-
ñado.
-No llegamos a conocer bien al personaje. A pesar de esto,
observamos en él sentimientos como: la venganza, el resen-
timiento y el pensar con lógica.
-Buena mujer, en un principio, luego lo dejó de ser. Mamá
complaciente con su niña, pero a la vez sensible y triste. Físi-
camente, joven con un poco más de veinticinco años.
-Señor cascarrabias al que le molesta que lo ayuden y los
helicópteros.
EPÍSTOLAS: ÍNDICE 1. SANNP
2. CVJMS
3. GFJGP
4. MPSMS
5. HMMP
Prólogo Finalmente, las historias se van terminando pero para cerrar con un buen tema, esta última historia debía de ser en formato carta siguiendo la trama de una de las cartas de la novela “Y bésame así” del escritor Hugo Fontana. Estas historias deb-ían ser escritas en grupos, y que tuvieran una coherencia entre sí. Las historias debían ser entregadas en plazos distintos, pa-ra que se notara la continuación entre cada carta. Además las cartas serían una constante respuesta entre Stella Maris y su padre (personajes de la novela); es decir el primer grupo le escribía a Stella, el segundo grupo al padre, el tercero a Stella, y así sucesivamente. Las cartas tenían que tener una relación con la historia “Crónica de una muerte anunciada” de Gabriel García Márquez. También tenían que tener un poco de cada tema que dimos en el año, por ejemplo: grupos sintác-ticos nominales, interjecciones, adyacentes verbales, perífrasis verbales, abreviaturas, pronombres, y mucho más. Al final los grupos entregaron su respectiva carta a la profesora y revisa-mos en forma colectiva la coherencia que las cartas debían te-ner entre sí…La primera carta es nuestro texto inspirador:
“Stella: Tengo algo que contarte en esta carta sobre el crimen que me mencionaste anteriormente. Bueno, varias cosas relacionadas con el crimen.
Primero tengo que decirte algo que vengo guardando hace mucho tiempo. Santiago Nasar, la víctima del crimen que ocurrió acá en el pueblo, es tu medio-hermano. Su madre, Plácida Linero, es una de las tantas mujeres con las que he estado antes de tu madre, Victoria. Espero me perdones por no habértelo contado antes. El caso es que después de que te fuiste del pueblo han ocurrido cosas muy raras.
Meses después de tu partida, Santiago empezó a salir con Ángela Vicario, una chica angelical. Desgraciadamente, él heredó mi talento de mujeriego. Se enamoró de Divina Flor, tu otra media-hermana que tampoco conoces. Se terminaron casando a escondidas de la familia Vicario, en el atrio de la casa del Viudo de Xius, por lo que invitaron a cincuenta per-sonas de las que fueron:
-Plácida Linero
-Victoria Guzmán
-El Juez Instructor
-El obispo (que no acudió)
-Clotilde Armenta
-Margot
-Gabriel García Márquez
-Jaime
-Luisa Santiaga
-Luis Enrique
-Carmen Amador
-Cristo Bedoya
-Lázaro Aponte
-Magdalena Oliver
-Mercedes Barcha
-María Alejandrina Cervantes
-Dionisio Iguarán
-Viudo de Xius
-Jordán
Y por supuesto, yo.
Era un día extremadamente nublado. A pesar de que inten-taron que la boda fuera lo más discreta posible, tuvo un gran esplendor ya que la casa del viudo estaba rodeada de higuero-nes, pitas, yucas, guayacanes, cardaminas y azahares. La luz del trapiche irradiaba todo el lugar. Lo único que molestaba era el muladar de una granja cercana. Recuerdo que Santia-go vino seguido de un séquito de horcajadas. En el lugar de Divina Flor recuerdo verla declinada hacia el lado derecho del párroco Carmen Amador que expresaba una limpidez y estrepitosa parsimonia. Cuando di una furtiva mirada noté el letargo del público y su crispado carácter por la demora. Des-pués no recuerdo más porque caí en un síncope luego de que un antropoide me picó en el occipucio. Al cabo de unas horas des-perté con el cuello lívido y con lustre gangrenoso que engrosaba de sangre a borbollones a cada minuto. Acto seguido me puse, estupefacto, un vendaje del botiquín del sitio.
- ¡Vaya! Me has asustado, pensé que habías muerto- me había dicho Dionisio Iguarán.
- ¡Eh! Pero si soy más duro que el estuco. ¡No pienso morir-me por una simple picadura!
Al cabo de unos meses, Jordán le contó a Poncio y Purísima Vicario sobre aquel casamiento y ellos le comunicaron lo acontecido a Ángela. Ella estaba tan furiosa que mandó a sus hermanos a que lo mataran por su perfidia. No sé qué la pudo haber hecho enojar tanto, tuvo que aceptar que no la quiere y listo.
Jordán, mi primo, nunca fue muy querido en mi familia. Se le murió su esposa poco después de su luna de miel. Jordán parecía tener un pasado aciago. Tenía una cara pétrea, con un cuerpo esbelto y una leve índole; e incluso parecía tener piel cabritilla. Se le hacía llamar “Montaraz” por su altanería diaria. Por otro lado, Alicia también parecía tener un pasa-do funesto. A pesar de su delicada figura, tenía una catadura basta. Al igual que Jordán, tenía una piel becerra.
Cuando Santiago se enteró le dijo a Divina Flor que se fuera del pueblo a algún lugar lejos de aquí. Fue a parar a Uru-guay embarazada de un hijo que tuvo con Santiago Nasar. Se llama Sebastián, y sí, es tu alumno.
Ahora tienes que hablar de vuelta con Divina para proteger-se. Los hermanos Vicario mandaron a un asesino a sueldo conocido como S.A.N.N. (que se dice llamar Bayardo San Román) para que mataran a Divina Flor por tener relacio-nes con Santiago. Tuve un conocido que alguna vez contrató a
este hombre, y se quedó en quiebra porque le valió aprox. $800 que en dólares son U$D28.Ya ha cometido varios asesinatos, por eso es tan conocido. Y como son medias-hermanas, quizás también te busque a vos. ¡Tienen que esconderse! Si necesitan ayuda halla la comisaria del pueblo, dónde puede que haya al-guien para ayudarte.
Espero me hayas entendido, ¿eh?, porque te lo repito. ¡Escóndanse!
Tu padre,
Ibrahim"
“Padre: La he encontrado.
Cuando recibí tu carta, estuve reflexionando demasiado sobre qué hacer respecto a lo de buscar a mi media-hermana. Me decidí, viajé a Uruguay. En ese momento me encontraba en el aeropuerto de Carrasco, hacía una hora que había aterrizado y me había percatado de que no tenía idea dónde buscarla. Al llegar, un hombre con una apariencia lívida y con aire mórbi-do me había entregado un sobre negro que, aparentemente, me lo enviaba ella. Cayendo en la tentación y el anhelo de saber qué contenía, lo abrí acezante, sin pensarlo dos veces.
En el sobre había una esquela con aroma a higuerones, deco-rada con un encaje que parecía haber estado hecho con bolillo,
donde estaba escrito: “Donde las flores crecen en abundancia, y que por una persona de ojos rasgados fue creado, se encuentra tu primera pista. La flor que tiene tu nombre es la indicada.” Del otro lado de la carta pude leer una letra un poco borrosa, se parecía a una” C”.
Ni bien terminé de leerla, supuse qué lugar sería, el Jardín Japonés. Rápida, como siempre, supe orientarme en un ins-tante. También supuse qué flor sería. La flor Stella. Una vez allí, puse en marcha mi búsqueda. Me pasé horas buscando en un campo de flores de Azahar y de Cardaminas rodeadas de pitas, pensando que por su parecido eran Stellas. Para mi suerte, encontré a una guía llamada Bertita, quien me ayudó a identificarla. Ella con parsimonia y con su furtiva mirada me dijo que solamente existía una sola allí, y que se encontraba en ese mismo campo.
Es aquella – me señaló.
Cuando Bertita logró llegar hasta ella, me la alcanzó. Durante ese momento se le cayó un hermoso collar de nácar que, inmediatamente, se lo devolví. En la Stella, había algunas letras. Era el segundo acertijo:
“En la parte más oscura y fría donde se encuentran seres vi-vos, sin ser humanos y sin ser plantas, estará la respuesta que necesitas para seguir con tu búsqueda.” En esta nota también pude ver otra letra, pero esta vez era una “V”.
Pude deducir que sería el zoológico, así que le pregunte a mi guía la dirección, y cuál era el lugar más oscuro allá. “La di-
rección es: c/Rivera 3245, y la parte más oscura es el reptila-rio. Su tel. Es 28005643, Su correo es zooló[email protected]. El lugar muy tenebroso. Así lo llaman. Si fuera vos no iría, hay una leyenda de la serpiente Tacurú-Pucú. La serpiente de fulgurantes escamas amari-llas. Mordió a un hombre, y con su veneno le produjo tanto do-lor y alucinaciones que murió a la deriva.” Me respondió con un aspecto pasmoso, y con el cabello algo desgreñado, llevándo-se las manos al bandós, aunque no parecía haberlo dicho de una manera basta o con insiria.
Tenía un presagio de mal aciago, igual no pude ir ese mismo día al zoológico ya que se había hecho la noche y la lluvia ca-yendo a borbollones estrepitosamente perlaba las estatuas ilu-minadas por el centelleo de las estrellas. Me hospedé en un hotel cerca para así no tardar en encontrarlo al otro día. El hotel tenía una extrema limpidez que me recordaba al fulgor de la lumbre de nuestras acampadas. El zoológico abría a las 8:30 a.m., por lo tanto esa fue mi hora de despertar. Los pájaros cantaban y volaban incansablemente. No tardé mucho en encontrar el reptilario, ni la pista. Era el lugar con menos lumbre que había visto en mi vida. ¡Qué! Me asusté a ver el animal. La serpiente tenía un aspecto mórbido, gangrenoso, lívido y vil. La pista era un cartel, pegado en un pedestal pétreo. En esta decía:
“Esta es tu última pista para encontrar dónde resido. Es el lugar que recibía gente de todos lados. El lugar abandonado.” Para no variar, volví a ver otra letra pero ahora era una “J”.
Supongo que con esa extraña pista, ni tú podrías adivinarlo. ¡Ay! Casi me da un síncope cuando tardé más de dos horas; al principio tirando al azar, intentando con lugares como el obra-je de nuestro barrio montaraz, o el trapiche que quedaba no muy lejos de lo que solía ser la casa de mis abuelos, atravesan-do la picada; hasta que por fin lo supe. ¡Sí! El lugar. Esa era la clave. El sitio estaba arrasado, con un aire mustio. Incluso se podía confundir con ciénagas de tanta agua que había. No puedo decírtelo por escrito por la misma razón que ella me lo hizo descifrar. Y si lo hiciera te diría un infundio.
Nos siguen. Me temo que debo irme, nos descubrieron. Es-tamos en una situación funesta. Incluso cuando llegué la en-contré con zozobra, sollozando sobre un colchón. No tenemos mucho tiempo para huir, no te preocupes por nosotras, solo re-cuerda: estamos en el lugar donde todo comenzó.
PD: Divina Flor me dijo la última letra de los acertijos: “M”. Al juntarlas se creaba la sigla “CVJM”, ¿te acordás?”
Te quiero,
Stella.
“Hola Stella,
Escúchame bien. El lugar donde estás es de alto peligro. Esa estación es muy engañosa. Da una sensación de seguri-dad, pero créeme, no lo es. Tenés que irte lo antes posible. El tiempo pasa y cada día vas a estar más en peligro.
Tu madre no puede verte junto a Divina Flor. Ella piensa que Divina tiene un novio un tanto extraño y peligroso. Le da terror verlos cerca, ya que ha sido acusado de cometer un gra-ve delito. Supuestamente, él ha sido visto en el momento justo cuando Santiago Nasar fue asesinado. Él escapó acompaña-do de muchos hombres, eso no es presagio de algo bueno.
Yo no sé la razón por la que ella no te deja reunirte con tu hermana. Hablé con tu madre y me comentó acerca del novio de Divina, ella sigue pensando que él ha sido visto en el asesi-nato. Divina Flor esta estólida con respecto a las acusaciones de su madre contra su novio, aunque abundan las pruebas de que él estuvo involucrado en el asesinato. Juan Gabriel de los GantosFozoli, el novio de Divina Flor, es conocido como “JGGF”.
Ella ha ido a la comisaría a intentar apoyar a las autoridades para atrapar a Juan Gabriel. Además he tocado a rebato .Está intentando protegerte tanto a ti, como a
Divina Flor. Ella va a dar su vida si es necesario para atra-par a ese “estuco maleante”.
Ella se ha enterado que su idea de apoyar a las autoridades, ha pasado de boca en boca en el pueblo, hasta llegar a Juan Gabriel. Ahora ella también corre peligro, pero esto no le va a impedir protegerlas a ustedes dos. Lamentablemente, Divi-na Flor no sabe nada de esto. Ella ha intentado explicarle que su novio es un infausto maleante. “
Lo siento,
Ibrahim Nasar
“Querido padre,
Finalmente he conocido a JGGF, la ocasión se ha dado en el café literario MPSM. La fundadora de este lugar lo ha apodado así ya que la sigla le hace honor a su esposo, Mario Benedetti, su hijo, Pablo Neruda, su primo alemán Maya-kovski y excéntrico escritor del siglo XVI, Shakespeare cuyas obras admiraba. El encuentro en sí no fue del todo agradable, el día estaba gris, un fuerte viento resoplaba y despeinaba la rubia y ondulada cabellera de Divina Flor.
Pensé: ¡Vaya! ¡Ay! JGGF es un hombre alto que hasta se parecía a un higuerón, de fig. erguida, sus ojos eran un azul fulgurante y hacían contraste con su pelo caqui, irra-diado y crispado. JGGF había traído azahares, cosa que noté, cuando venía. Mi primera impresión no fue la mejor, tenía un aire montaraz, furtivo, tratando de eludir con-versación. Me asusté, tenía un augurio de altanería, tenía un presagio de que algo malo iba a pasar de todos modos fue un pensamiento fugaz. Su voz y sus ojos ocultaban una escalo-friante verdad. Me resulto difícil mantener una conversación con el pero con ayuda de Divina Flor se pudo disfrutar ese momento tan acezante. Divina Flor y yo tomamos un café con leche y JGGF tomó un café cerrero. Al cabo de un par de
semanas, mi relación con JGGF mejoró, hasta llegamos a llevarnos bien.
En una noche de cielo despejado y estrellas centellantes, Di-vina Flor & yo decidimos salir a comer juntas. A la mitad de la cena ella le dolía la cabeza y notó pinchazos en las así que decidí acompañarla a su dpto.
En la mitad del camino le dije a Divina Flor: ¡Ay! ¡Mirá! Llegamos a ver mucha gente agrupada alrededor de su casa hasta perecía un rebato, aproximadamente un 50% del pueblo observando la situación. Lo que causó que corriéramos vertigi-nosamente, en ese momento lo único en lo que podía pensar era el recuerdo del asesinato de la joven. En la locura de ese momento ambas nos tropezamos con un poyo, dejando nuestras rodillas lívidas pero seguí corriendo. Vimos que había dos pa-trulleros y la puerta de su dpto. estaba completamente destrui-da, al instante salen tres policías agarrando a JGGF y mien-tras él pensaba: “Ojalá me puedan absolver de este pecado”. Y se escucha con una honda de desprecio: “Se irá directo al lim-bo”, “Que frenesí”, “Qué vil”, “Cómo puede tener esa hilari-dad” “Me va a dar un síncope” “Espero que se muera gangre-noso en la cárcel”. Mientras Divina Flor lloraba a borbollo-nes de lágrimas se agarraba de las pitas del cabezal al ver que se llevaban a su amado mientras que yo estaba petrificada sin
saber lo que pasaba, lo que me llevó a acercarme a un policía y preguntarle qué era lo que sucedía. Al escuchar las palabras del policía no dudé en compartírselo a Divina Flor. Lo que el policía me había dicho que gracias a la evidencia de un pelo se demostró que JGGF había estado involucrado en el asesinato de Ángela Vicario. Y después gracias a las declaraciones de los testigos se comprobó que había sido un cómplice de gran importancia…
Divina Flor está destazada, con ánimo fúnebre e hiel, postrada, su departamento está siempre en penumbra, mustio. Nos encontramos las dos inermes y sinceramente yo también. Todavía no se sabe qué va a pasar con él pero se comenta que va a ser condenado a cadena perpetua.
Solamente quiero redimirme y que todo esto sea un letargo. Escríbeme lo más pronto posible y si sabes de algo no dudes en comentármelo. Desde ya un saludo.”
Te quiero,
Stella.
“Querida Stella,
Me sorprende bastante el hecho de que se cuchichee que el no-vio de Divina Flor sea un ingrato cómplice de SANN. Pe-ro, ¿qué se le va a hacer? Últimamente no se puede confiar en nadie. Además nunca me cayó bien ese hombre, he tenido ma-los presagios y hasta me he pasado en ayunas por haberme quedado pensando en él. Me enteré que JGGF iba a ser tras-ladado a una cárcel muy conocida por su buena seguridad, cerca de donde vivo, tiene las paredes caqui y rejas de estaño, pero me resuena en las sienes una sigilosa y nimia sensación de inquietud que me indica que no me deje llevar por la histe-ria, pero que tenga prudencia. El lado bueno es que no va a es-tar cerca de ustedes.
Lamento haber demorado en responder. He tenido unos pro-blemas debido a que por accidente me quebré el brazo izquier-do al caerme de mi cama. Tuve que hacerte caso cuando me dijiste que tenía que ingerir más cálceos. El caso es que estuve en el hospital HMM y escuché hablando a unas enfermeras sobre un asesino destaza-dor que se había escapado bárbaramente por su propio mérito hace poco de la misma cárcel donde llevarán a JGGF. Solo espero que no tenga que ver con todo esto de SANN.Intentá consolar a Divina Flor. Ella es demasiado frágil, altanera y
mísera como ya habrás notado. Ha estado mucho tiempo sola y arrebujada ya que su única compañía era su hijo. Me refie-ro a que fue muy obstinada como para ser cercana a un adul-to. Escribí el lugar donde están escondidas para no tener un pretexto para volver a preguntarte, ya sabes que mi memoria es tan mala como mis huesos consumidos por la artritis, pero serena, no voy a dejar que las manos equivocadas gocen de sa-ber que está escondida debajo de mi cama. Hace un momento estaba durmiendo y tuve un sueño extraño. Sueño no, pesadi-lla, de la que desperté entre convulsiones. Creo que soñé con SANN. Vi su rostro equívocamente noble con convicción de que era suyo. Estaba tapado con una especie de capa negra… él se dirigía lentamente hacia donde estaba yo agrisando todo a su paso. Pero había alguien más. Creo que era JGGF. Tengo un mal presentimiento ya que ambos caminaban hacia mí con cuchillos, ansiosos por desahogarse. Pero el de JGGF estaba manchado con sangre. En fin, que fue solo un sueño.
Cuídense mucho. Mándale saludos a Divina Flor y a su hijo. No te olvides de responderme o me voy a poner nervioso y mi brazo no podrá sanarse bien. Saludos,
Tu querido padre.”
"¡Vaya! ¡Pero si esta dirección es de mi muy buena amiga Stella! Me sorprende que tú y tu padre pensa-ran que alguien como yo fuera a ser derrotado tan fácilmente. De todas formas a tu padre le voy a dar algunas lecciones severas hasta que no pueda aprender más. Mientras-tanto le enviaré su dirección a mi querido amigo, SANN. Tengo asuntos pendientes así que me despido ahora… no quie-ro que la agenda debajo de la cama de tu padre esté exuberan-te de polvo para cuando la revise.”
Mis más humildes y vanidosos saludos,
JGGF
Ahora si te animás, resolvé este crucigrama.
Agradecimientos
Primero, debemos agradecer a nuestra profesora por darnos la idea y
la oportunidad de hacer este libro.
También, a los padres por ofrecernos sus casas y tiempo.
A las autoridades del liceo por su apoyo.
Y especialmente a Margarita y Fabián .
Apéndice:
Para escribir estas historias nos basamos en estos textos: ‘Crónicas de
una muerte anunciada’ y “Relato de un náufrago” de Gabriel García
Márquez, ‘William Wilson’ de Edgar Allan Poe y ‘El canto de la Corvina
Negra’ de Mario Delgado Aparaín y “Amame así” de Hugo Fontana”.
Biografía de Gabriel García Márquez: Publicó
su obra más exitosa, "Cien años de soledad"
en 1967 y se convirtió en una de las novelas
más importantes de la literatura del siglo XX.
La historia de la familia Buendía ha sido tra-
ducida a más de 24 idiomas. En 2007, la Real
Academia Española lanzó una edición popu-
lar conmemorativa de esta novela, por consi-
derarla parte de los grandes clásicos hispáni-
cos de todos los tiempos.
Además, obtuvo un gran éxito de ventas y una enorme repercusión
con sus obras "Crónica de una muerte anunciada", "El amor en tiem-
pos de cólera", "El coronel no tiene quien le escriba" y otros.
Murió el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México.
Biografía de Edgar Allan Poe: Edgar Allan
Poe nació en Boston, Estados Unidos, el 19 de
enero de 1809. Y murió en Baltimore, Estados
Unidos, el 7 de octubre de 1849.
Fue un escritor, poeta,
crítico y periodista románticoestadounidense,
generalmente reconocido como uno de los
maestros universales del relato corto, del cual
fue uno de los primeros practicantes en su país.
Fue renovador de la novela gótica, recordado
especialmente por sus cuentos de terror. Consi-
derado el inventor del relato detectivesco, contribuyó asimismo con
varias obras al género emergente de la ciencia ficción. Por otra parte,
fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer
de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él lamentables con-
secuencias.
Biografía de Hugo Fontana:
Es un poeta nacido en Toledo, Uruguay el
19 de mayo de 1955. Se inició como poeta
y luego continuó escribiendo cuentos y no-
velas. Como periodista, trabajó en el diario
La República de Montevideo y continúa
participando y colaborando en el área cul-
tural de los diarios El Observador y El País, y
en el semanario Brecha. Con Oscuros pe-
rros y Quizás el domingo ganó dos veces el Primer Premio en el Con-
curso de Narrativa Lolita Ruibal – Ediciones de la Banda Oriental, uno
de los más importantes de Uruguay.
Fe de Erratas:
Querido lector
¿Te gustó el libro? Como sabes, nosotros leímos, releímos y nos esfor-
zamos en perfeccionarlo .Pero como todo libro, puede tener todav-
ía algunos errores .Si los encuentras , te invitamos a que los escribas
aquí …………
Comisiones
Carátula: Carolina Gatti, Julia Gatti, Micaela Hernández, HelenaPrevi-
tali y Manuela Torrado
Prólogos: Juan Ignacio Barbosa, Santiago Caprario, Juan Manuel Ca-
so, Guillermo Domínguez e Ignacio Yaci
Índice: Sofía Hernández, Martina Kehyaian, Paula Lipiec, Madelón Mo-
reira.
Juegos: Federico Pellegrin, MaiaRetamoso, Gastón Martínez, Virginia
Villar
Diseño: Manuela Torrado, Julia Gatti, Virginia Villar, MaiaRetamoso y
Carolina Gatti.
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