LA CONFESION DE PECADOS
IGLESIA DE CRISTO
RANCAGUA
OBJETIVO
El principal propósito del presente estudio es investigar, sobre una base
bíblica, las ocasiones en las cuales el cristiano es requerido que confiese
sus pecados y la forma en que debe hacerlo.
INTRODUCCIÓN
Principio bíblico:
Salmos 32:1-5 “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y
cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de
iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis
huesos, en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu
mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no
encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú
perdonaste la maldad de mi pecado.”
Evidentemente que dentro de la escrituras la confesión de pecados juega un rol
importante en muchas aristas de la vida de un cristiano.
El pecado es un problema que necesita ser quitado de en medio.
Antes del perdón es necesaria la confesión y esta última es el resultado del
arrepentimiento de las malas obras:
Salmos 32:5 “Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la
maldad de mi pecado.”
Cuando alguien comete un pecado perjudica su relación espiritual en varios
aspectos:
a) En primer lugar contra Dios; aplicable a cualquier tipo de pecado.
b) Con su prójimo a quien ofendió; en caso de pecados contra algún hermano en
particular.
c) Contra la Iglesia; en caso de pecados públicos.
Respecto de lo anterior y dependiendo de la falta, son los puntos que deberán
resolverse. En algunos casos son todos a la vez, solo dos, o solo contra Dios.
Por lo tanto en función del tipo de pecado es requerido cierto tipo de confesión.
Por ejemplo, el hijo prodigo cometió un falta contra Dios y su padre:
Lucas 15:17-20 “Al fin se puso a pensar: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi
padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré
a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no
merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores. Así que se
puso en camino y regresó a la casa de su padre.”
1. Pecados que involucran ofensas a algún hermano.
En este caso particular hay dos barreras: una entre el pecador y Dios; otra entre
el ofensor y el ofendido. Por ende, en primer lugar, es necesario confesar nuestro
pecado al hermano ofendido y posteriormente a Dios.
Jesucristo señaló que a fin de servir a Dios con la conciencia tranquila, primero
tenemos que resolver nuestros problemas con los demás y hacer las paces.
Esto quiere decir que nuestra adoración no será bienvenida por Dios cuando, si
al mismo tiempo, tenemos pleitos con nuestros hermanos, es más, la escritura nos
indica que en primer lugar debemos estar en paz con nuestros hermanos para que
de esta manera nuestra adoración/peticiones y oraciones sean oídas por Dios:
Mateo 5:23 “Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano
tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a
ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu
ofrenda.”
1 Pedro 3:7 “En cuanto a ustedes, los esposos, sean comprensivos con sus
esposas. Denles el honor que les corresponde, teniendo en cuenta que ellas son
más delicadas y están llamadas a compartir con ustedes la vida que Dios les dará
como herencia. Háganlo así para no poner estorbo a sus propias oraciones.”
Santiago 5:15-16 “Y cuando oren con fe, el enfermo sanará, y el Señor lo
levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados. Por eso, confiésense
unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para ser sanados. La oración
fervorosa del justo tiene mucho poder.”
Pero, ¿cómo estar seguro de que la escritura de Santiago se refiere a una
confesión debido a una ofensa entre hermanos, y no, a un mandato de confesar
cualquier tipo de pecado a un tutor/ hermano?. Para esto veremos el contexto del
libro de Santiago:
o Comunidad dividida entre ricos y pobres → acepción de personas.
Santiago 2:1-4 “Ustedes, hermanos míos, que creen en nuestro glorioso Señor
Jesucristo, no deben hacer discriminaciones entre una persona y otra.
Supongamos que ustedes están reunidos, y llega un rico con anillos de oro y ropa
lujosa, y lo atienden bien y le dicen: Siéntate aquí, en un buen lugar, y al mismo
tiempo llega un pobre vestido con ropa vieja, y a éste le dicen: Tú quédate allá de
pie, o siéntate en el suelo; entonces están haciendo discriminaciones y juzgando
con mala intención.”
o Divisiones → hablar mal de los hermanos, envidias y discordias.
Santiago 3:14-16 “Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue el corazón, y
hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué enorgullecerse y están
faltando a la verdad. Porque esta sabiduría no es la que viene de Dios, sino que
es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo mismo. Donde hay
envidias y rivalidades, hay también desorden y toda clase de maldad.”
Santiago 3:7-12 “El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves,
de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado; pero nadie ha podido
dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno
mortal. Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que
maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. De la misma
boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. De
un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. Así
como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco,
hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada.”
o La lengua → proliferación de chismes y/o ofensas a hermanos.
Santiago 5:9 “Hermanos, no se quejen unos de otros, para que no sean
juzgados; pues el Juez está ya a la puerta.”
Santiago 4:11 “Hermanos, no hablen mal unos de otros. El que habla mal de su
hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas a la ley, te haces
juez de ella en vez de obedecerla.”
Por ende, sobre la base de los versos anteriores, podemos afirmar que el
contexto del libro de Santiago nos sugiere un número no menor de problemas entre
los hermanos.
Una comunidad llena de guerras y divisiones no puede ser bendecida por Dios.
Para que Dios habite en una comunidad tiene que haber unidad y aceptación entre
los hermanos que la componen. Por lo tanto una de las enseñanzas de Santiago
es que para lograr este objetivo, son necesarias dos cosas fundamentales:
o Confesarse unos a otros las ofensas cometidas, y
o Orar los unos por los otros.
Santiago 5:15-16 “Y cuando oren con fe, el enfermo sanará, y el Señor lo
levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados. Por eso, confiésense
unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para ser sanados. La oración
fervorosa del justo tiene mucho poder.”
Respecto de esto último, un principio bíblico dicta que la persona ofendida, debe
tener la capacidad de dar el perdón al hermano que la ofendió:
Efesios 4:32 “Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense
mutuamente, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
Mateo 6:12 “Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos
perdonado a los que nos han hecho mal.”
Obviamente que "para perdonarse mutuamente" debe haber previamente una
confesión mutua de las ofensas.
2. Pecados contra Dios.
Todo pecado es contra Dios, mas bien, en virtud del contexto estudiado, esta
sección debe entenderse como pecados ocultos.
Ahora bien, si hemos ofendido a Dios, y la ofensa no tiene nada que ver con el
hombre (pecados ocultos como; odio, envidia, celos, amargura, etc.), no es
requerido como mandamiento confesar nada al hombre. En esto no debemos errar,
no debemos confesar una ofensa al hombre cuando sólo Dios tiene el conocimiento
y la virtud necesaria para perdonar nuestras ofensas a él y restaurarnos.
Salmo 19:12 “¿Quién se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor, mis
faltas ocultas!.”
1 Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos
los pecados y para limpiarnos de toda maldad”
Ahora bien ¿que hecho bíblico nos puede corroborar que solo mediante Cristo (y
no vía algún hombre) podemos acceder a este perdón?
En primer lugar es importante entender que en el antiguo pacto los sacrificios y
ofrendas se celebraban para pedir perdón por los pecados cometidos. Ahora bien:
Es Dios quien daba el perdón
A través del sumo sacerdote
Por medio del sacrificio de un animal (derramamiento de sangre).
Este es el modelo/forma instituido por Dios para perdonar pecados.
Esta es la realidad que vive Israel en el Antiguo Testamento. Si bien, estos
rituales sólo eran una figura, un símbolo de una realidad celestial mayor, es sin
lugar a dudas el modelo general a través del cual Dios perdona los pecados, eso lo
expresa claramente Hebreos:
Hebreos 5:1-4 “Todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres, nombrado para
representarlos delante de Dios y para hacer ofrendas y sacrificios por los pecados. Y como
el sacerdote está sujeto a las debilidades humanas, puede tener compasión de los
ignorantes y los extraviados; y a causa de su propia debilidad, tiene que ofrecer sacrificios
por sus pecados tanto como por los pecados del pueblo. Nadie puede tomar este honor
para sí mismo, sino que es Dios quien lo llama y le da el honor, como en el caso de Aarón.”
Desde acá se puede desprender que: (1) El sumo sacerdote está puesto en favor
de los hombres, (2) Es llamado por Dios, (3) Ofrece sacrificios de animales, (4) Es
pecador igual que los demás.
Respecto de lo anterior ¿Cual es la relación con el nuevo pacto?
Hebreos 7:23-28 “Los otros sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedía seguir
viviendo; pero como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro. Por eso
puede salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive para
siempre, para rogar a Dios por ellos. Así pues, Jesús es precisamente el Sumo sacerdote
que necesitábamos. Él es santo, sin maldad y sin mancha, apartado de los pecadores y
puesto más alto que el cielo. No es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que matar
animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por
los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y para
siempre, cuando se ofreció a sí mismo. La ley de Moisés nombra como Sumos sacerdotes a
hombres imperfectos; pero el juramento de Dios, que fue hecho después de la ley, nombra
sumo sacerdote a su Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.”
Ahora bien, desde el texto anterior se puede inducir que la forma/esencia del
modelo antiguo no cambia. Principalmente cambia el sumo sacerdote, que es ahora
Cristo, así como el sacrificio, que no es sangre de animales sino su propia sangre.
Siendo esta la principal diferencia entre el pacto antiguo y el nuevo.
De esta manera tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es Dios quien
perdona los pecados, sólo que ahora, no es a través de sacerdotes humanos ni por
medio del sacrificio de animales, sino que es a través de Cristo y por medio de su
sacrificio expiatorio. Sigue siendo el mismo modelo pero ahora centrado en Cristo.
Ahora bien, de la misma forma que en el antiguo testamento se debía expiar el
pecado con un sacrificio, a través de un sumo sacerdote humano, en el nuevo pacto
la expiación se realiza por medio del sacrificio de Cristo, ya realizado, y a través de
nuestro sumo sacerdote, el cual es Cristo:
Hebreos 10:21-22 “Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios. Por
eso, acerquémonos a Dios con corazón sincero y con una fe completamente
segura, limpios nuestros corazones de mala conciencia y lavados nuestros cuerpos
con agua pura.”
Acercarnos a Dios a través de Cristo quien oficia como sacerdote en el cielo:
Hebreos 9:24 “Porque Cristo no entró en aquel santuario hecho por los hombres,
que era solamente una figura del santuario verdadero, sino que entró en el cielo
mismo, donde ahora se presenta delante de Dios para rogar en nuestro favor.”
Por lo tanto, es a Cristo a quien debemos confesar nuestras faltas para que, por
medio de su sacrificio y a través de su ministerio sumo sacerdotal, podamos expiar
nuestras faltas.
3. Pecados Públicos.
Estos pecados ocurren cuando un individuo ofende a toda o parte de la
comunidad, un ejemplo de esto es el fornicario de Corinto quien peco contra la Iglesia
y por ende debió ser expulsado:
1 Corintios 5:1-2 “Se ha sabido que uno de ustedes tiene como mujer a su propia
madrastra. Este caso de inmoralidad es tan grave, que ni siquiera se da entre los
paganos. ¡Y aún se hinchan ustedes de orgullo! ¡Deberían llenarse de tristeza! El
hombre que vive en semejante situación debe ser expulsado de entre ustedes.”
De la misma forma en ocasiones un pecado personal contra un hermano puede
pasar a ser de publico conocimiento sino se procede al perdón:
Mateo 18:15-17 “Si tu hermano te hace algo malo, habla con él a solas y hazle
reconocer su falta. Si te hace caso, ya has ganado a tu hermano. Si no te hace
caso, llama a una o dos personas más, para que toda acusación se base en el
testimonio de dos o tres testigos. Si tampoco les hace caso a ellos, díselo a la
comunidad; y si tampoco hace caso a la comunidad, entonces habrás de
considerarlo como un pagano o como uno de esos que cobran impuestos para
Roma.”
Cuando un hermano a pecado en contra de la comunidad (aplicable generalmente
a casos de deserción y/o pecados públicos), y se arrepiente, es necesario que le
pida perdón de manera pública a toda la comunidad a quien ofendió.
Pablo le pide a los hermanos de corintios que perdonen al hermano caído. El
plural que pablo usa implica que el caído pidió perdón de forma pública, o bien, a
muchos hermanos a la vez.
2 Corintios 2:5-7 “Si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado sólo a
mí, sino hasta cierto punto también a todos ustedes. Digo «hasta cierto punto» para
no exagerar. El castigo que la mayoría de ustedes le impuso a esa persona, ya es
suficiente. Lo que ahora deben hacer es perdonarlo y ayudarlo, no sea que tanta
tristeza lo lleve a la desesperación.”
CONCLUSIONES
La evidencia bíblica nos indica que la única ocasión en que un cristiano
es requerido a confesar sus pecados a un hermano por mandato divino da
cuenta de cuando ha ofendido a ese hermano. O bien cuando ha ofendido
a varios hermanos a la vez mediante un pecado público.
Adicionalmente y en cualquier otro caso de faltas que no involucren a un
hermano, es a Cristo a quien debemos confesar nuestros pecados para
que, por medio de su sacrificio y a través de su ministerio sumo
sacerdotal, podamos expiar nuestras faltas.
1 Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para
perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad”
Salmos 32:5 “Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú
perdonaste la maldad de mi pecado.”
Cabe señalar también que en ciertos casos puede ser beneficioso
solicitar ayuda a hermanos más experimentados, con los cuales se tenga
un grado de confianza adecuado, con el fin de obtener apoyo espiritual para
resolver asuntos personales como; tentaciones, pecados, problemas, etc.
Lo anterior como concesión y no mandamiento.
FIN
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