LA PERSECUCIÓN DE LOS CRISTIANOS
EN EL MEDO ORIENTE
Conferencia del Dr. Marcos Aguinis,
al incorporarse como Académico de Número a la
Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, en sesión pública extraordinaria del 17 de mayo de 2017
Apertura del acto por la Presidente Marita Carballo
Señor Embajador de España, Señores Presidentes y
representantes de Academias Nacionales, señores Académicos,
familiares y amigos del Dr. Marcos Aguinis, señoras y señores:
Muy buenas tardes a todos y bienvenidos a nuestra Casa.
Soy Marita Carballo, y, como Presidente de esta Academia
Nacional de Ciencias Morales y Políticas, tengo el honor de abrir el
acto en un día muy especial para todos nosotros: la incorporación
como académico de número del Dr. Marcos Aguinis.
Será presentado por el académico Rosendo Fraga y disertará
sobre el tema “La persecución de los cristianos en el Medio
Oriente”.
Como es tradición, hago entrega con gran respeto y alegría
del diploma y la medalla que lo acreditan como académico titular.
Presentación a cargo del académico de número Rosendo Fraga
Marcos Aguinis, es de esas pocas personas, de las cuales
puede seguirse su trayectoria, a través de los libros que ha escrito.
Es decir que se puede realizar de él, una suerte de biografía
bibliográfica.
Su primer libro, es una de sus dos biografías, publicada en
1963. Es la primera de una obra literaria que integran quince
novelas, dieciséis ensayos, dos biografías y cuatro libros de
cuentos.
La dedicó a Maimónides el gran sabio judío de la época
medioeval. Nacido en la Andalucía Árabe, su personalidad no es
sólo una combinación de saberes en los cuales la medicina y la
filosofía tuvieron un rol principal, sino también fue el cruce de ser
judío, haber vivido en el mundo musulmán y además haber sido un
gran estudioso de Aristóteles, cuyas enseñanzas llegaron a
occidente a través del mismo Maimónides, quien busca conciliar la
razón con la teología en el mundo religioso monoteísta en el cual
vivió y profesó.
El que publica esta biografía hace 54 años, tenía para
entonces una rica trayectoria pese a su juventud.
Nacido en la ciudad de Córdoba, en el penúltimo de sus
libros, “La novela de mi vida”, nos hace un relato autobiográfico,
que comienza con un pasaje clave de su vida. Es la marca que deja,
cuando siendo niño, ve llorar a su padre, al enterarse que en su
Moldavia natal, los nazis habían dado muerte a su padre,- el abuelo
de Aguinis,- desgraciado destino que también tuvieron dos de sus
tías.
En sus años en la escuela primaria en lo localidad cordobesa
de Cruz del Eje, es el dibujo su manifestación artística, vocación
primera que él mismo reconoce no haberle “dado oportunidad en
algo parecido a una profesión”.
A los diez años, es cuando la música se convierte en lo que
él mismo diría “mi primera profesión”. Ya a los dieciséis años,
ejecuta en el piano las piezas musicales con las cuales se
conmemora el centenario de Chopin en su ciudad.
Uno de sus tíos, cuando se encontraba analizando la
profesión que elegiría, decía que podía ser arquitecto por su
habilidad para el dibujo, también podía elegir historia por ser esta
una de las materias preferidas en lectura e interés, sostenía también
el derecho como opción, por su gran capacidad en la
argumentación, o la medicina por el interés que tenía por el ser
humano.
Esta última es la profesión que elige, especializándose en
neurocirugía.
Pero sus primeros títulos profesionales son los de profesor
de piano y luego concertista, obtenidos en el Conservatorio
Beethoven de la Ciudad de Córdoba. Ha estudiando música y
medicina al mismo tiempo.
El artista devenido en médico, tiene interés por la teología,
cuestión sobre la cual considera que pudo haber sido otra de sus
profesiones. Lee la Biblia, el Corán, estudia el hinduismo y el
budismo. Este interés, lo lleva a celebrar que sus padres hayan
elegido para él el nombre de Marcos, el evangelista que fundara y
organizara la comunidad cristina copta de Egipto, temática sobre la
cual hoy nos hablará.
El interés por la teología, está muy presente en uno de sus
libros. En 1996 se publica “Diálogos sobre la Argentina y el fin del
Milenio”, fruto de una larga conversación entre Monseñor Justo
Laguna y nuestro nuevo Académico.
En este libro,- que él denomina “escrito a cuatro manos”,-
Aguinis dialoga desde la posición de un agnóstico, frente a un
pastor de la religión Católica. El libro se repetirá dos años después,
con un nuevo diálogo entre ambos.
Pero retrocediendo, con el título de médico y elegida su
especialización, se perfeccionará en Francia y Alemania, becado
por diversas instituciones. Su sensibilidad le permite, absorber,
conocer, entender e ir transformando con el tiempo estas
experiencias en literatura.
De retorno a la Argentina, dirigirá el departamento de
Neurocirugía de una clínica en la localidad cordobesa de Río
Cuarto. Lo hará durante once años, con gran dedicación. Pero al
mismo tiempo la profesión -o más bien vocación literaria- lo
absorbe con intensidad.
Al mismo tiempo ha seguido con interés la política mundial
y la nacional. Ha rechazado desde su adolescencia al primer
Peronismo, ha visto con entusiasmo el gobierno de Frondizi y con
simpatía el de Illia.
En 1969 publica su segundo libro, “Refugiados. Crónica de
un palestino”, en el que premonitoriamente anticipa la gestación de
la ola de terrorismo fundamentalista suicida que irrumpirá en el
mundo a comienzos del siglo XXI y que tuvo su anticipo en
Argentina con los atentados a la Embajada de Israel y la Amia en la
primera mitad de los años noventa del siglo pasado.
Al año siguiente, publica “La cruz invertida”, uno de sus
libros de mayor repercusión y quizás el más polémico. Será
censurado en el país y en el exterior, como sucedió España.
Recibirá por él el Premio Planeta, otorgado por dicho país. Fue la
consagración nacional e internacional de Marcos Aguinis como
escritor. Pero en los dos países, los respetivos gobiernos
autoritarios terminaron liberando la circulación del libro, que
tendrá una versión cinematográfica y numerosas ediciones.
Poco después, en 1972 vendrá “La Cantata de los Diablos”.
Es el primer libro en el que incursiona en la temática argentina, en
este caso el imperio de los indios ranqueles en el centro del
territorio continental argentino.
Escribía entre viaje y viaje por el interior de córdoba,
requerido como neurocirujano. También investiga, buscando datos
para construir la literatura a través de la cual se expresa.
A diferencia de muchos intelectuales de esos días, no se ve
atraído por el retorno de Perón y mantiene una posición crítica
respecto al uso de la violencia con fines políticos.
Esta convivencia de la neurocirugía y la literatura, va
generando la necesidad de un cambio. Aguinis lo considera un
“renunciamiento”,- término muy usado en aquellos días referido al
de Evita,- a su profesión como neurocirujano, como años antes
había hecho con la música.
A comienzos de 1976, se traslada con su familia a Buenos
Aires. El cambio político que implica el inicio del último gobierno
militar, lo encuentra en plena mudanza y cambio de profesión.
Se termina reorientando hacia la psiquiatría. La ejerce con
éxito. Hasta llegan a plantearle que sea elegido Presidente de la
Asociación Sicoanalítica Argentina, lo que rechaza. Da
conferencias y escribe artículos sobre esta materia. Lo acompaña el
éxito, como le sucediera primero con la música, luego con la
neurocirugía y después con la literatura.
“La conspiración de los idiotas” que publica en 1978, es una
ficción excepcionalmente lograda, sobre la tendencia
responsabilizar a organizaciones secretas supranacionales como la
“sinarquía”, de los fracasos de los países y organizaciones.
Cuestiona la tendencia de muchas sociedades de buscar en otro,
generalmente extranjero, la culpa de los propios fracasos y la
Argentina no ha sido del todo ajena a ello.
Es el último gobierno militar y se vive un ambiente político
hostil. Pero de él emerge otra faceta de que se manifiesta en su
literatura. En 1978 publica “El combate perpetuo”, una biografía
del Almirante Guillermo Brown. Busca tender puentes. En su
visión del prócer subyacen críticas hacia la situación que se vive.
Pero intenta una reconciliación que en ese momento parece muy
difícil.
Cuatro años después, publicará “Carta esperanzada a un
General. Puentes sobre el abismo”. Es una fuerte crítica hacia el
gobierno militar que ya ha entrado en su fase descendente. Pero la
plantea con una esperanza de superación que avizora como
necesaria.
Con el retorno a la democracia, se vuelca a la política
activa. Acompañará con entusiasmo la candidatura de Raúl
Alfonsín. En su Presidencia será Subsecretario y luego Secretario
de Cultura.
Desde este cargo, muestra no sólo cualidades políticas, sino
también de gestión. Pone en marcha el Programa de
Democratización de la Cultura (Prondec). Fue una experiencia de
participación ciudadana en la actividad cultural, que se desarrolló
durante varios años en todo el país.
La experiencia del funcionario se expresara literariamente a
través de un libro: “Memorias de una experiencia. Utopía y práctica
del PRONDEC”. Lo considera “el testimonio polifónico de una
reflexión colectiva sobre actividades provocativas que generaron
entusiasmo y esperanza”.
Pero la gestión pública no lo ha alejado de la literatura,
como tampoco lo hizo la neurocirugía ni la siquiatría. En 1985
publica “El valor de escribir” y al año siguiente “Y la rama llena de
frutos”.
Terminada la etapa de la función pública, se va imponiendo
el fenómeno que describe como “La actividad central, que tardó en
imponerse sobre las otras, canalizándolas sin escrúpulos fue la
literatura”. Y se explica: “Se nutrió de todas ellas: música, artes
plásticas, teología, política, neurocirugía, historia, viajes,
psicoanálisis y conferencias en los más diversos ámbitos”.
Fruto de esta situación, es uno de sus libros que alcanzó
mayor repercusión y reconociendo dentro y fuera del país: la
novela histórica “La gesta del marrano”, publicada en 1991. Está
centrado en las persecuciones religiosas y la crueldad del
fanatismo, a través de un caso sucedido en la América colonial
española en el siglo XVII, el del médico Francisco Maldonado da
Silva, perseguido por su origen judío hasta la hoguera.
En los años noventa, concentrado en la literatura como
profesión, publica “Elogio de la culpa” con referencias a las
violencia política que siempre condena, “Todos los cuentos” una
recopilación de los que ha escrito” y “Nueva carta esperanzada a un
general”, donde avanza en una mirada retrospectiva positiva sobre
la que ha publicado catorce años antes.
Con el inicio del milenio, en 2001 publica otro libro de gran
repercusión: “El atroz encanto ser argentinos”. Es un agudo ensayo
de corte sociológico sobre nuestras características como sociedad,
escrito con un visión crítica, buscando entender el por qué de
nuestros sucesivos fracasos.
Vendrán luego dos libros sobre la violencia política, que es
una de las constantes de su obra: “Asalto al paraíso” y “Las redes
del odio: recursos para desactivar la violencia”. Tras la crisis de
2001, inspirado por el compromiso cívico, apoya el proyecto
presidencial de Ricardo López Murphy.
Son años, en los cuales a la literatura suma una intensa
actividad en los medios de comunicación, no sólo escribiendo
artículos, sino teniendo activa participación en los medios
audiovisuales. Lo hace desde la posición de un intelectual con un
profundo compromiso cívico.
Desde esta posición pública en 2005 “¿Qué hacer? Bases
para el renacimiento argentino”. Es una propuesta para superar los
problemas que producen el atraso del país, que él viene criticando y
denunciando.
Dos años más tarde, aparece “El atroz encanto de ser
argentino 2”, donde continúa y profundiza la visión crítica sobre
nuestra idiosincrasia, con la mirada puesta en permitir el cambio a
partir el reconocimiento de nuestras limitaciones.
En 2012, al iniciarse la segunda Presidencia de Cristina
Kirchner, publica “¡Pobre patria mía!”. Es un duro alegato sobre la
situación que vive el país, reclamando un drástico cambio de la
situación imperante, que considera inaceptable. La voluntad
ciudadana lo producirá tres años después.
Pero en paralelo a este eje de preocupación cívica,
incursiona en la literatura en temáticas muy diversas. “La pasión
según Carmela”, es una novela romántica que se desarrolla Cuba
durante el surgimiento del Castrismo. “Elogio del placer”, es una
suerte de canto a la vida y sus bondades. Trotsky es el personaje de
una historia novelada “Liova corre hacia el poder”. “La furia de
Evita”, es una novela histórica de uno de los personajes más
complejos de la historia argentina. “Sabra” escrito en coautoría con
Gustavo Perednik, trata sobre un poco conocido personaje
precursor del estado judío, en tiempos de la Primera Guerra
Mundial. Temas diversos, que muestran la multiplicidad de
intereses de Aguinis.
El del año pasado, “La novela de mi vida”, es una
autobiografía escrita con estilo literario.
Pienso que es una muy buena síntesis de su vida analizada
como un proceso, al que no sólo va nutriendo en su relato con estas
diversas actividades,- realizadas todas con éxito y reconocimiento,-
sino además presentando el contexto que se vivía entonces, tanto en
el mundo como en el país. Desde esta perspectiva, también el libro
es una suerte de “Aguinis y su tiempo”.
Su autodefinición de sentimiento patriótico es simple y
compleja a la vez, al combinar tres identidades: argentina, judía y
universal. Esta triple identidad, también ha sido acompañada de
una ética, que ha guiado su conducta a lo largo de los años.
“Incendio de ideas. Lo que el siglo XXI tiene que aprender
del siglo XX, fue publicado este año. Reúne una serie de artículos y
escritos referidos a diferentes temas, que reflejan la agenda de
problemas que se plantean en el mundo y ya entrada la segunda
década de este milenio.
Si bien hay quienes piensan que Aguinis es un hombre del
Renacimiento por la diversidad de sus saberes e intereses, yo creo
que más bien es un humanista, en la línea de su admirado
Maimónides, médico, teólogo, matemático y legislador en la Edad
Media o Albert Einstein, el gran científico y humanista, los dos
cultores de los valores de verdad, belleza y bondad como es el caso
del nuevo Académico.
Es difícil encontrar otra persona que haya ejercido en
plenitud saberes y profesiones tan diferentes. También es un
intelectual que ha sabido tener éxito en la acción concreta.
El tema que ha elegido para la comunicación que nos
presentará hoy, confirma esa condición de humanista que
mencioné: la persecución a los cristianos coptos de Egipto.
Borges decía que la vida de las personas estaba regida “por
el vago azar o las precisas leyes del destino”, en el caso de Aguinis,
sus padres eligieron para él el nombre Marcos, el evangelista
fundador del cristianismo primitivo egipcio, devenido en los siglos
siguientes en la comunidad copta hoy perseguida.
Por todo ello, Aguinis enriquecerá con su participación, la
actividad de esta Academia.
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LA PERSECUCIÓN DE LOS CRISTIANOS
EN EL MEDO ORIENTE
Por el académico DR. MARCOS AGUINIS
Señora Presidente de esta Academia, Lic. Marita Carballo,
señores Académicos directivos y demás Sres. Académicos, que con
amplia mayoría decidieron incorporarme a esta prestigiosa
institución; estimado público integrado por miembros de otras
Academias, científicos, juristas, artistas, periodistas y amigos;
señor Académico Rosendo Fraga, a quien agradezco emocionado
sus generosas palabras de presentación.
Como es tradicional, me referiré a quien fue el primero en
ocupar el sillón donde se me acaba de incorporar. Se trata de José
Benjamín Gorostiaga, notable abogado y político argentino, y uno
de los principales autores de la Constitución Argentina de 1853.
Perteneció a la ilustrada “generación de 1837”. Fue, además,
ministro del Interior durante la presidencia de Domingo Faustino
Sarmiento y encabezó la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Llegó a ser postulado para la Presidencia nacional por figuras tan
destacadas como Pedro Goyena, José Manuel Estrada y Bartolomé
ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS
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Mitre, pero prefirió seguir dedicándose a su función de juez y
profesor universitario. Notable ejemplo. Trabajó en la Junta
Consultiva de la Revolución del 90 con Leandro Alem, Bartolomé
Mitre y Bernardo de Irigoyen y, por último, se desempeñó como
entusiasta fundador de la Unión Cívica que presidía Alem y fue la
antecesora de la Unión Cívica Radical.
Mi antecesor inmediato en esta silla fue Fernando Barrancos
y Vedia, que actuó durante muchos años como miembro de esta
Academia y cuyo fallecimiento dio lugar a conmovedoras
disertaciones cargadas de reconocimiento y dolor. Obtuvo el título
de doctor en Derecho de la UBA y luego se graduó en Comparative
Law, en la Universidad de Dallas, Estados Unidos. Durante un
extenso período trabajó en calidad de consultor y profesor titular.
También se lo recuerda como valiente Juez Nacional de Primera
Instancia en lo Comercial y Juez en la Cámara Nacional de
Apelaciones. Se trata de un gran jurista que nos dejó numerosos
artículos de doctrina que se consultan con frecuencia. Fue relevante
su calidad moral, que dio brillo a su desempeño como Académico
de Número de esta institución.
Cumplida con placer esta tarea, que fortifica los valores de
esta casa y otorga jerarquía a sus productos, pasaré a dedicarme al
carozo de mi conferencia. Me ha inspirado el nombre de esta casa,
lógicamente: Academia de Ciencias Morales y Políticas. ¡Morales
y Políticas! La persecución que sufren últimamente lo cristianos del
Medio Oriente exige poner la lupa, abrir el corazón y llenarnos de
coraje. Es un tema moral y político al que no se ha brindado
adecuada atención. Confieso que es ripioso, porque lo infectan los
prejuicios y el miedo. Muchos prefieren evitarlo. En esta
oportunidad vuelvo a insistir que me estimula una insomne pulsión
ética. No quiero herir, sino ayudar a la cura. Fui neurocirujano y sé
que a menudo, más de lo que uno desearía, hace falta usar el
bisturí. Prepárense para recibir varias incisiones, como si
estuviésemos en un quirófano.
Como he señalado en forma repetida, el ala fundamentalista
del Islam, tras una prolongada latencia, se ha erguido furiosa y
avanza con diversas intensidades, métodos y justificaciones.
DOCTRINA 2017 – MARCOS AGUINIS
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Pretende devolver el mundo a la oscuridad de la Edad Media, con
su inflexible sharía, un código nacido en el siglo VII entre las
tribus del desierto de Arabia. Pese a los avances de la ciencia y de
la razón, sigue creciendo. Es absurdo, pero vuelve a demostrar
cuánto más poder tiene la emoción del fanatismo que el equilibrio
del análisis. Resucita la pregunta que se hacía la humanidad en el
siglo XX, cuando uno de los pueblos más cultos de entonces, como
el alemán, cayó bajo la tenebrosa seducción del nazismo. ¿Cómo
era posible?
Una ONG, el Comité Cristiano del Medio Oriente, está
formada por instituciones de Irak, Líbano, Sudán, Irán, Siria y todo
el norte de África. Fue fundada en 1981 para monitorear las severas
agresiones que se venían cometiendo contra las poblaciones
cristianas desde el Atlántico hasta el océano Indico y más allá aún.
Sus informes, que he leído, producen conmoción. La masacre
cometida contra la histórica iglesia copta de Alejandría, por
ejemplo, determinó que esa entidad publicase un documento en el
que –¡por fin palabras claras!- condenó a sus autores directos e
intelectuales. Dijo textualmente: “Este acto atroz fue realizado por
los seguidores jihadistas de una ideología criminal corporizada por
Al Qaeda, la red Salafi y sus aliados, que están infiltrando las élites
de toda la región”.
Rogaba a los pueblos cristianos del orbe a movilizarse en
favor de sus hermanos del Medio Oriente, gravemente amenazados
por una impiadosa discriminación. Pero el mundo cristiano y
Occidente en general, no se movilizó. ¡Para nada! Parece
anestesiado. Cometió el pecado de mirar hacia otra parte y
mantener un repugnante silencio. Desde entonces, la situación ha
empeorado.
Insisto que estudié los informes de muchas agencias
internacionales y agradezco los útiles datos que me proporcionó,
entre otros, el periodista y escritor libanés George Chaya.
Empiezo señalando que en Arabia Saudita está prohibido
construir una iglesia o exhibir una cruz o una Biblia, pese a que ese
país construye mezquitas suntuosas por doquier e integra
organizaciones de carácter ecuménico. Lo condenable no son las
ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS
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mezquitas, sino la sistemática prédica del odio que allí se martilla,
basada en la doctrina de los fanáticos y anacrónicos Hermanos
Musulmanes. En ellas se calienta el resentimiento y la hostilidad.
Agrego otro dato objetivo: los intendentes cristianos de
varias ciudades cisjordanas fueron reemplazados por musulmanes.
Conocí al intendente de Belén tras la guerra de los Seis Días. Se
llamaba Dawud Freij y era cristiano; un hombre que apoyaba la
convivencia entre todas la comunidades; fue expulsado por la
Autoridad Palestina. Pero lo más grave es que se ha producido un
continuo éxodo que vacía de cristianos a todos los territorios
llamados “palestinos”. Los católicos están desapareciendo de Irán.
No cesan de disminuir los maronitas en el Líbano, donde eran la
mitad de su población. Ya casi no quedan en Siria.
Las matanzas ocurridas en Sudán a lo largo de muchos años
por hordas que irrumpían en las aldeas cristianas conforman una
muestra del más extremo horror. Ni hablar sobre el genocidio de
Darfur, que parece haber ocurrido en la prehistoria. Sudán y otros
países que persiguen cristianos, oprimen a la mujer y discriminan a
sus minorías religiosas, pero siguen formando parte de las
Naciones Unidas y de la UNESCO y ¡hasta integran comisiones
vinculadas con los derechos humanos! ¡Para enronquecer de
indignación! ¡Qué grotesco! ¡Qué absurdo! ¿Y Occidente? En
silencio…
En Eritrea se propagó la fantasía de que los cristianos
deseaban voltear a la Junta dictatorial y se puso en marcha una
campaña para limpiar el país de “los subversivos que portan una
cruz”. En Bagdad, después de la caída de Saddam Hussein, hubo un
asalto a su hermosa y antigua catedral en medio de la misa y se
asesinó a 58 personas.
No olvidemos que durante la dictadura del general
Muhammad Zia en Pakistán, se sancionó una ley contra la
blasfemia, término vago que incluye desde una expresión insultante
hasta una ingenua sospecha sobre las verdades del Corán. Pero esta
iniciativa, en lugar de suscitar repudio, estimuló su reproducción,
incluso en países con mayoría cristiana. Se trata de una escandalosa
paradoja: en muchos países donde hay libertad de expresión y se
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pueden formular reflexiones irritantes contra el cristianismo y otras
religiones, ¡está prohibido señalar algo desagradable del Islam! Se
ha impuesto la palabra “islamofobia” con mucha ligereza. Es un
indebido privilegio que impide dialogar en paridad de condiciones.
¿Recuerdan que hace unos años, en Nigeria, fueron
secuestradas centenares de niñas por una organización terrorista,
forzadas a convertirse al Islam y ser esclavas sexuales, sin que se
movilizara debidamente el mundo para su liberación? Ahora se
logró la recuperación de una pequeña parte. Sólo una pequeña
parte. La misma epidemia, pero agravada, ha ocurrido en Irak. No
hay límites al espanto. Como si aún fuera insuficiente, los fanáticos
musulmanes no se conforman con matar, sino que someten sus
prisioneros al suplicio de la crucifixión. ¡En pleno siglo XXI! ¿Me
han escuchado bien? ¡Crucifixión! Abundan fotografías de mártires
cristianos atados con alambres en elevadas cruces de madera, a
quienes se escupe y cruza a latigazos. ¿Hubo marchas,
manifestaciones, congresos, misiones, reportajes y tantos otros
recursos que se aplican a otros temas para repudiar semejante
salvajismo? ¡Qué vergonzoso silencio!
Estos irracionales aspiran a un Medio Oriente Christenrein
(limpio de cristianos), así como ya lograron que sea Judenrein
(limpio de judíos) cuando expulsaron de sus países a todos los
judíos en 1949, apenas se independizó el Estado de Israel y unas
800.000 personas tuvieron que huir.
Se estima que la población cristiana del Medio Oriente,
hasta fines del siglo XX, se acercaba a un 20 por ciento. Los
últimos censos la han reducido a un 5 por ciento. Ya corresponde
emplear la palabra “genocidio”, término que se ha banalizado en
boca de muchos ignorantes. Genocidio es precisamente eso:
liquidar (o la intención de liquidar) un vasto grupo humano por
razones de nacionalidad, raza, etnia o religión. Exterminarlo,
hacerlo desaparecer de la faz de la tierra. En el siglo XX sufrió
genocidio el pueblo armenio y otro más atroz lo padeció el judío.
Luego llegaron las matanzas africanas. Ahora se destacan los
crímenes perpetradas por las ramas asesinas del Islam. Algunos
líderes, envalentonados por sus éxitos, han manifestado que
ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS
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también recuperarán España y, en la misma España, ciertos imanes
respaldan ese “derecho”, para lo cual se reproducen imágenes de la
antigua presencia musulmana en el país. En otras palabras, el
infierno del Medio Oriente –para estos sicarios- no se reducirá al
Medio Oriente. Su ambición es planetaria.
El delirio ya se extendido más de lo sospechado. Crece bajo
la peligrosa tolerancia religiosa que floreció en Occidente. Esa
tolerancia no es apreciada por muchos líderes musulmanes, sino
tomada como debilidad o decadencia. En Italia, el ministro del
Interior expulsó al imán Raoudi Aldelbar con este mensaje: “Es
inaceptable que se hagan explícitas invitaciones a la violencia y el
odio religioso. Por eso he dispuesto su inmediata expulsión del
territorio nacional. Que mi decisión sirva de advertencia a todos
quienes piensen que en Italia se puede predicar el odio”. La
medida fue adoptada tras una serie de investigaciones del Servicio
Central Antiterrorista Italiano. No obstante, la corajuda decisión
italiana no se mantuvo firme ni fue imitada. Prevalece una timidez
suicida.
Urge que la porción civilizada del mundo ponga las manos
en el fuego. Que eleve su voz y sus recursos. Falta lo principal:
condenas explícitas contra esta versión canallesca del Islam por
parte de los mismos musulmanes. ¡De los mismos musulmanes! Es
decisivo. A los musulmanes les corresponde defender los aspectos
nobles de su religión y criticar los que inducen al crimen. Hacerlo
con fuerza. Asumir riesgos. Es verdad que los atraviesa el miedo a
represalias salvajes. Pero su silencio los hace cómplices. No
alcanza con poner las culpas afuera. Las matanzas en Siria, Irak,
Nigeria y otros países no dan lustre a las buenas enseñanzas del
Corán –que las tiene-, porque están mezcladas con las que invitan
al desprecio. Señalo con énfasis que las palabras con las que
empieza cada una de las suras o capítulos del Corán, dicen: “En el
nombre de Alá, clemente, misericordioso”. En los crímenes contra
los cristianos no hay clemencia ni misericordia, sino agravio a los
cielos, si se considera que Alá es el creador de la vida.
Y ahora voy a nadar en aguas más peligrosas aún.
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Respetables académicos: admitamos que en el Corán
existen versículos reñidos con la paz, la pluralidad y la tolerancia.
Se las encuentra con facilidad en sus numerosas páginas. Son los
versículos que citan los jihadistas, para justificar sus delitos.
Considero que es obligatorio señalarlo. Como también es
obligatorio decir y reconocer que existe ese tipo de versículos en la
Biblia. Pero la civilización ha logrado que se haga abstracción de
las porciones hostiles y se acentúen las piadosas. Ellas convierten a
las religiones de Occidente y algunas de Oriente en motores de la
paz exterior e interior, luego de siglos en que parecían destinadas a
lo contrario.
Los fanáticos islamistas se excusan con un falso
victimismo. Afirman que el mundo cristiano y Occidente en
general, agrede a la religión musulmana. Que los antiguos cruzados
siguen vigentes y anhelan destruir el Islam. Quienes vivimos y
recorremos Occidente sabemos que no es verdad. Por el contrario,
ha crecido un enorme cuidado para no caer en la llamada
“islamofobia”. La mínima referencia crítica contra los musulmanes
se califica así. Los musulmanes no aceptan ninguna crítica, por
suave que sea, proveniente de alguien que no sea musulmán. Al
Papa, antes de su reciente visita a El Cairo, le previnieron de esta
limitación. Pero la gravedad del asunto proviene en que tampoco
los musulmanes formulan las necesarias críticas.
El rodar histórico no es apreciado por el Islam. El Corán no
exhibe cronología. De ahí que los sunitas y los shiítas, por ejemplo,
estén enfrentados como si acabase de suceder el lejano asesinato
del nieto de Mahoma, que motivó el irreconciliable cisma. Como si
aún estuviésemos viviendo en pleno el siglo VII. Y la sharía
pretende hacernos vivir, precisamente, como era recomendable en
aquella época, entre tribus nómades en su mayoría. Son situaciones
incompatibles la de ese pasado con nuestra realidad.
Si me permiten, cortaré el dramatismo de este informe con
una anécdota que me narraron en Londres y he reproducido en mi
reciente libro Incendio de ideas. En una parada taxis, en Londres
precisamente, un musulmán devoto ingresa al auto. Una vez
sentado pide al taxista que apague la radio para no oír música, tal
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como lo prescribe su religión, dice, porque en los tiempos del
Profeta no había música, y menos música occidental, que es la
música de los infieles. El chofer del taxi, educadamente apaga la
radio, se baja del auto, se dirige a la puerta del lado del pasajero y
la abre. El hombre pregunta: ¡Qué está haciendo! Respuesta del
taxista: “En el tiempo de su Profeta no había taxis, por eso bájese y
espere el próximo camello”. Agrego que en los tiempos del Profeta
tampoco había alcantarillas, ni servicios sanitarios modernos, ni
hospitales, ni aviones, ni aire acondicionado, ni antibióticos, ni
electricidad, ni imprenta, ni cine. ¿Todo esto debería ser prohibido?
La opresión de la mujer, ¿debería continuar y
universalizarse? Un clérigo musulmán, dos años atrás, llegó a los
tribunales de Munich con una solicitud que exigía el derecho
de practicar la poligamia. La petición no prosperó en ese
momento, pero fue la semilla para que germinase. Poco después,
nada menos que en Italia, se repitió el pedido.
En el Medio Oriente nació el cristianismo. ¿Quién lo puede
negar? Pero de allí se lo quiere expulsar. El Islam arribó a esa zona
setecientos años más tarde y pretende tener el exclusivo dominio de
esa región, como se advierte con su absurda pretensión sobre
Jerusalén. En un clima fraternal, no existirían tales conflictos.
Es muy fácil advertir cuánto le debe el Corán a la Biblia.
Algún temerario podría decir que incurre en muchos plagios. Es
comprensible, porque cuando nació Mahoma, tanto en La Meca
como en Medina prosperaban muchas tribus judías y cristianas y
con ellas tuvo el Profeta íntimos contactos. Por eso, supongo,
numerosas páginas del Corán se dedican a tratar de diferenciar la
nueva fe de sus fuentes originales y con énfasis condenan a judíos y
cristianos por no haber obedecido los mandatos de los profetas. Lo
asombroso es que el odio de muchos musulmanes hacia Occidente
se refuta con el mismo Corán, que eleva a rango de profetas los
principales personajes de la Biblia judeo-cristiana e incluye la
mayoría de sus relatos. Ese odio teológico es absurdo. Porque
incluso es notable la jerarquía que brinda a Jesús y su madre María.
Ambos son citados numerosas veces. Siempre con respeto. El
Corán refuta la necesidad de que haya tenido Jesús necesidad de un
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padre humano, comparándolo con Adán. Su nacimiento es narrado
con una belleza y fantasía que después se desarrolló
prodigiosamente. La joven y virgen María queda embarazada tras
ser informada por el ángel Gabriel de tal prodigio. Pero su familia
no acepta esta versión y la expulsa, acusándola de adulterio.
Entonces María se aleja hacia el desierto, donde da a luz. Es
acompañada por milagros, porque se abre un arroyo a sus pies, con
los cuales se higieniza e higieniza al niño. De inmediato los
datileros le arrojan sus frutos grandes y sabrosos. Decide volver a
su hogar con el bebé en brazos. Su familia se resiste a aceptarla.
Entonces Jesús, con pocos días de edad, les habla y exige devoción
por su noble madre. Según el Corán, Jesús está destinado a cumplir
una gran misión en el final de los tiempos.
Por supuesto que hay diferencias teológicas entre el
judaísmo, el cristianismo y el Islam, pero ellas no justifican la feroz
descalificación de los judíos y cristianos, a quienes en un versículo
se los asimila con los monos y los cerdos. En la primera sura,
llamada Al Fatiha, en las aleyas 6 y 7 se lee: “Dirígenos por la vía
recta... Los judíos descienden de los monos y
los cristianos del cerdo”.
Corresponde señalar que el Islam los designa “pueblos del
Libro”. Deben ser respetados a cambio de un impuesto, que se
llama djimmah o djimmitud. Es un concepto del Derecho Islámico,
de acuerdo con el cual los judíos y los cristianos (y en ocasiones los
miembros de otras religiones consideradas monoteístas, como
los zoroastrianos), viven bajo la «protección» del gobernante
musulmán, con derechos y deberes «diferenciados». La "gente de la
djimmah" está exenta del servicio militar y del impuesto religioso,
llamado azaque, pero en su lugar debe pagar un impuesto per cápita
denominado yizia y un impuesto sobre la tierra. Asimismo tiene
derecho a practicar su fe (aunque con severas limitaciones).
En la práctica, el tratado es inseguro e inestable y condena a
una enorme precariedad a los no musulmanes, ya que basta una
decisión unilateral de la autoridad islámica y el pacto puede
suspenderse en cualquier momento, o imponerse
nuevos impuestos de forma arbitraria, o secuestrar sus jefes
espirituales y pedir rescate por ellos, o practicar el «impuesto de
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sangre» (que consiste en el reclutamiento y la conversión forzosa
de niños para integrarlos a las tropas). Los sultanes del Imperio
otomano practicaron durante tres siglos este impuesto de sangre
contra los cristianos de los Balcanes. Recordar todo esto ¿es
islamofobia?
Otro aspecto que debería reformularse con energía por los
dirigentes musulmanes, es el del martirio. El martirio ahora
predomina en su religión de un modo perverso. Quizás la referencia
más lejana puede encontrarse en el II Libro de los Macabeos, donde
Ana y sus siete hijos se dejan asesinar por el dictador sirio, antes
que renegar de su fe. Los primeros cristianos pasaron por la misma
cruel prueba. Se dejaban asesinar antes que abjurar de sus
creencias. ¡Pero no mataban a nadie! Eran verdaderos santos. Por
eso sus nombres son recordados con venero. En cambio el martirio
musulmán consiste en asesinar el mayor número de personas,
incluidos niños, ancianos y hasta otros musulmanes, para tener
acceso inmediato al ascensor que los elevará al paraíso una vez que
ellos también mueran. Antes de fallecer, asesinan. Se suicidan, pero
después de cometer una atrocidad. Lo importante es matar el mayor
número de seres humanos. Su propio sacrificio vale porque antes
carneó a uno o muchos semejantes.
Las pruebas de esto abundan. Por ejemplo, la Autoridad
Palestina honra sus nombres designando calles y otros espacios
públicos. Además, paga una fuerte pensión a sus familiares, lo cual
estimula a que muchos mejoren la situación de sus parientes con
este sanguinario recurso.
Mientras, a Europa le da vergüenza llamarse cristiana.
Europa se niega a reconocer sus raíces con dignidad y, como tiene
pudor en reconocer su herencia, tampoco se anima a denunciar los
continuos asesinatos y persecuciones de los cristianos en el Medio
Oriente.
La cultura occidental, basada en los principios judeo-
cristianos y los ideales de la Ilustración ha sido muy abierta a los
ciudadanos musulmanes. Atacar o vilipendiar a los musulmanes en
Europa se considera y se consideró un ataque a su propia cultura.
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Pero una cosa es ser xenófobo o islamofóbico, y otra muy distinta
es pecar de ingenuidad.
Sin lugar a dudas, numerosos musulmanes han adoptado los
principios de Occidente. Por eso no dudo en rendir mi homenaje al
policía musulmán que murió defendiendo a los editores de la
revista Charlie Hebdo y al empleado musulmán de un
supermercado que escondió a clientes en un refrigerador,
liberándolos de la amenaza de ser masacrados. Pero son las
excepciones.
Por otro lado, Ayman Al-Zawahiri, actual jefe de Al Qaeda,
pidió a todos los grupos cercanos o distanciados de su organización
"unir esfuerzos para la victoria total del califato sin importar si lo
hacían con organizaciones como Al Nusra o ISIS". De lo que se
trata, dijo el líder terrorista, "es de aplastar al infiel y ganar en
nombre de Alá la tercera guerra mundial contra los cruzados”.
Termino esta disertación aclarando que mi tempestad de
acusaciones fue formulada por un novel académico que porta el
mismo nombre del evangelista que estableció el cristianismo en
Egipto, Marcos. Que además tiene a su favor haberse interesado
por el Islam desde la adolescencia. No sólo se esforzó por leer el
extenso Corán, sino conocer las etapas brillantes de esa fe, como la
traducción de los antiguos griegos al árabe, para desde ahí
universalizarlos. Se entusiasmó con la relativa convivencia de tres
siglos que hubo en España entre las tres grandes comunidades
monoteístas y la casi simultaneidad de dos pensadores racionalistas
como Averroes y Maimónides, ambos nacidos en Córdoba, bajo
pleno dominio islámico. Su primer libro fue una biografía de
Maimónides. Su primera composición musical fue una suite
inspirada en melodías árabes. Su primera novela un intento para
desarrollar el romance entre una judía y un palestino, antes de la
Guerra de los Seis Días. Anhela que el Islam avance hacia la
modernización, la decisiva modernización que lograron los
cristianos y los judíos. Para conseguirlo, juzga que debemos
empujar a los sectores cuerdos y sanos del Islam, para que ellos
impongan una verdadera primavera musulmana. Sugiero que se
empiece por denunciar sin miedo las persecuciones que ahora
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sufren los cristianos y constituyen un baldón para este primer
cuarto del siglo XXI.
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