PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATLICA DEL PER
FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS
LITERATURA CONTEMPORNEA
ESPAOLA
SELECCIN DE TEXTOS
JORGE WIESSE REBAGLIATI
LIMA, 2014
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Presentacin
Los textos que se ofrecen juntos en esta publicacin constituyen la armazn del curso de
Literatura Espaola Contempornea de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Pontificia
Universidad Catlica del Per. No pretenden ms que centrar en el manejo directo de poticas y de
poemas la reflexin que exige una asignatura de esta naturaleza. Es evidente que no debe asignrseles
ningn valor antolgico, aunque muchos bien podran tenerlo. Slo se consignan las referencias
bibliogrficas indispensables.
J.W.R.
Lima, marzo de 1997
Se ha agregado una seccin de poesa espaola actual. Aparte de esa inclusin, no se han hecho
mayores modificaciones.
Lima, julio de 2005
Se han agregado poemas de Juan Ramn Jimnez, Pedro Salinas, Federico Garca Lorca y
Miguel Hernndez. Salvo estas inclusiones, el texto es el mismo del publicado en 2005.
Lima, agosto de 2006
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1 LO MODERNO Y LA MODERNIDAD
1.1 E. A. Poe, A Philosophy of Composition (Mtodo de composicin)
[...]
En cuanto a m, no comparto la repugnancia de que acabo de hablar, ni encuentro la
menor dificultad en recordar la marcha progresiva de todas mis composiciones. Puesto que el
inters de este anlisis o reconstruccin, que se ha considerado como un desidertum en
literatura, es enteramente independiente de cualquier supuesto ideal en lo analizado, no se me
podr censurar que falte a las conveniencias si revelo aqu el modus operandi con que logr
construir una de mis obras. Escojo para ello El cuervo debido a que es la ms conocida de
todas. Consiste mi propsito en demostrar que ningn punto de la composicin puede atribuirse
a la intuicin ni al azar; y que aqulla avanz hacia su terminacin, paso a paso, con la misma
exactitud y la lgica rigurosa propias de un problema matemtico.
[...]
Una vez determinados as, la dimensin, el terreno y el tono de mi trabajo, me dediqu
a la busca de alguna curiosidad artstica e incitante, que pudiera actuar como clave en la
construccin del poema: de algn eje sobre el que toda la mquina hubiera de girar, empleando
para ello el sistema de introduccin ordinaria. Reflexionando detenidamente sobre todos los
efectos de arte conocidos o, ms propiamente, sobre todos los medios de efecto entendiendo este trmino en su sentido escnico, no poda escaprseme que ninguno haba sido empleado con tanta frecuencia como el estribillo. La universalidad de ste bastaba para convencerme
acerca de su intrnseco valor, evitndome la necesidad de someterlo a un anlisis. En cualquier
caso, yo no lo consideraba sino en cuanto susceptible de perfeccionamiento; y pronto advert
que se encontraba an en un estado primitivo. Tal como habitualmente se emplea, el estribillo
no slo queda limitado a las composiciones lricas, sino que la fuerza de la impresin que debe
causar depende del vigor de la monotona en el sonido y en la idea. Solamente se logra el placer
mediante la sensacin de identidad o de repeticin. Entonces yo resolv variar el efecto, con el
fin de acrecentarlo, permaneciendo en general fiel a la monotona del sonido, pero alterando
continuamente el de la idea: es decir, me propuse causar una serie continua de efectos nuevos
con una serie de variadas aplicaciones del estribillo, dejando que ste fuese casi siempre
parecido.
Habiendo ya fijado estos puntos, me preocup por la naturaleza de mi estribillo: puesto
que su aplicacin tena que ser variada con frecuencia, era evidente que el estribillo en cuestin
haba de ser breve, pues hubiera sido una dificultad insuperable variar frecuentemente las
aplicaciones de una frase un poco extensa. Por supuesto, la facilidad de la variacin estara
proporcionada a la brevedad de la frase. Ello me condujo seguidamente a adoptar como
estribillo ideal una nica palabra.
Entonces me absorbi la cuestin sobre el carcter de aquella palabra. Habiendo
decidido que habra un estribillo, la divisin del poema en estancias resultaba un corolario
necesario, pues el estribillo constituye la conclusin de cada estrofa. No admita duda para
m que semejante conclusin o trmino, para poseer fuerza, deba ser necesariamente sonora
y susceptible de un nfasis prolongado. Aquellas consideraciones me condujeron
inevitablemente a la o larga, que es la vocal ms sonora, asociada a la r, porque sta es la
consonante ms vigorosa.
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Ya tena bien determinado el sonido del estribillo. A continuacin era preciso elegir una
palabra que lo contuviese y, al propio tiempo, estuviese en el acuerdo ms armonioso posible
con la melancola que yo haba adoptado como tono general del poema. En una bsqueda
semejante, hubiera sido imposible no dar con la palabra nevermore (= 'nunca ms'). En
realidad, fue la primera que se me ocurri.
El desidertum siguiente fue ste: cul ser el pretexto til para emplear
continuamente la palabra nevermore? Al advertir la dificultad que se me planteaba para hallar
una razn vlida de esa repeticin continua, no dej de observar que surga tan slo de que
dicha palabra, repetida tan cerca y montonamente, haba de ser proferida por un ser humano:
en resumen, la dificultad consista en conciliar la monotona aludida con el ejercicio de la razn
en la criatura llamada a repetir la palabra. Surgi entonces la posibilidad de una criatura no
razonable y, sin embargo, dotada de palabra: como es lgico, en lo primero en que pens fue en
un loro; sin embargo, ste fue reemplazado al punto por un cuervo, que tambin est dotado de
palabra y adems resulta infinitamente ms acorde con el tono deseado en el poema.
As pues, haba llegado por fin a la concepcin de un cuervo. El cuervo, ave de mal
agero!, repitiendo obstinadamente la palabra nevermore al final de cada estancia en un poema
de tono melanclico y una extensin de unos cien versos aproximadamente. Entonces, sin
perder de vista el superlativo o la perfeccin en todos los puntos, me pregunt: Entre todos los
temas melanclicos, cul lo es ms, segn lo entiende universalmente la humanidad? Respuesta
inevitable: la muerte! Y cundo ese asunto, el ms triste de todos, resulta ser tambin el ms
potico? Segn lo ya explicado con bastante amplitud, la respuesta puede colegirse fcilmente:
cuando se ale ntimamente con la belleza. Luego, la muerte de una mujer hermosa es, sin
disputa de ninguna clase, el tema ms potico del mundo, y queda igualmente fuera de duda
que la boca ms apta para desarrollar el tema es precisamente la del amante privado de su
tesoro.
[...]
Pero en los temas manejados de esta manera, por mucha que sea la habilidad del artista
y mucho el lujo de incidentes con que se adornen, siempre quedan cierta rudeza y cierta
desnudez que daan la mirada de la persona sensible. Dos elementos se exigen eternamente:
por una parte, cierta suma de complejidad o, dicho con mayor propiedad, de combinacin; por
otra, cierta cantidad de espritu sugestivo, algo as como una vena subterrnea de pensamiento,
invisible e indefinida. Esta ltima cualidad es la que confiere a la obra de arte el aire opulento
que a menudo cometemos la estupidez de confundir con el ideal. Lo que transmuta en prosa -y
prosa de la ms baja estofa- la pretendida poesa de los que se denominan trascendentalistas es
justamente el exceso en la expresin del sentido que slo debe quedar insinuado, la mana de
convertir la corriente subterrnea de una obra en la otra corriente, visible en la superficie.
Convencido de ello, aad las dos estancias que concluyen el poema, porque la calidad
sugestiva haba de penetrar en toda la narracin antecedente. La corriente subterrnea del
pensamiento se muestra, por vez primera, en estos versos:
Arranca tu pico de mi corazn y precipita tu espectro lejos de mi puerta. El
cuervo dijo: Nunca ms! = Nevermore!
Quiero subrayar que la expresin "de mi corazn" encierra la primera expresin
metafrica del poema. Estas palabras, con la correspondiente respuesta, "Nunca ms!" (o
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"Jams!"), disponen al espritu a buscar un sentido moral en toda la narracin que se ha
desarrollado anteriormente. Entonces el lector comienza a considerar el cuervo como un ser
emblemtico. Pero slo en el ltimo verso de la ltima estancia puede verse con nitidez la
intencin de hacer del cuervo el smbolo del recuerdo fnebre y eterno.
1.2 Fray Luis de Len, Oda X (A Felipe Ruiz)
Cundo ser que pueda,
libre de esta prisin, volar al cielo,
Felipe, y en la rueda
que huye ms del suelo,
5 contemplar la verdad pura, sin velo?
All, a mi vida junto,
en luz resplandeciente convertido,
ver, distinto y junto,
lo que es y lo que ha sido,
10 y su principio propio y ascondido. Entonces ver cmo
el divino poder ech el cimiento
tan a nivel y plomo,
do estable, eterno asiento
15 posee el pesadsimo elemento.
Ver las inmortales
columnas do la tierra est fundada,
los lindes y seales
con que a la mar airada
20 la Providencia tiene aprisionada; por qu tiembla la tierra,
por qu las hondas mares se embravecen,
d sale a mover guerra
el cierzo, y por qu crecen
25 las aguas del Oceno y descrecen;
de d manan las fuentes;
quin ceba y quin bastece de los ros
las perpetuas corrientes;
de los helados fros
30 ver las causas, y de los estos;
las soberanas aguas
del aire en la regin quin las sostiene;
de los rayos las fraguas,
d los tesoros tiene
35 de nieve Dios, y el trueno dnde viene.
No ves, cuando acontece
turbarse el aire todo en el verano?
El da se ennegrece,
sopla el gallego insano,
40 y sube hasta el cielo el polvo vano;
y entre las nubes mueve
su carro Dios, ligero y reluciente;
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horrible son conmueve,
relumbra fuego ardiente,
45 treme la tierra, humllase la gente;
la lluvia baa el techo,
envan largos ros los collados;
su trabajo deshecho,
los campos anegados,
50 miran los labradores espantados.
Y de all levantado
ver los movimientos celestiales,
ans el arrebatado
como los naturales,
55 las causas de los hados, las seales.
Quin rige las estrellas
ver, y quin las enciende con hermosas
y eficaces centellas;
por qu estn las dos Osas
60 de baarse en el mar siempre medrosas.
Ver este fuego eterno,
fuente de vida y luz, d se mantiente;
y por qu en el invierno
tan presuroso viene,
65 por qu en las noches largas se detiene. Ver sin movimiento
en la ms alta esfera las moradas
del gozo y del contento,
de oro y luz labradas,
70 de espritus dichosos habitadas.
1.3. Charles Baudelaire, Elevation (En: Les fleurs du mal)
ELEVATION
Au-dessus des tangs, au-dessus des valles,
Des montagnes, des bois, des nuages, des mers,
Par del le soleil, par del les thers,
Par del les confins des spheres toils,
5 Mon esprit, tu te meus avec agilit,
Et, comme un bon nageur qui se pme dans l'onde,
Tu sillonnes gaiement l'immensit profonde
Avec une indicible et mle volupt.
Envole-toi bien loin de ces miasmes morbides,
10 Va te purifier dans l'air suprieur,
Et bois, comme une pure et divine liqueur,
Le feu clair qui remplit les espaces limpides.
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Derrire les ennuis et les vastes chagrins
Qui chargent de leurs poids l'existence brumeuse,
15 Heureux celui qui peut d'une aile vigoureuse
S'lancer vers les champs lumineux et sereins;
Celui dont les pensers, comme des alouettes,
Vers les cieux le matin prennent un libre essor,
Qui plane sur la vie, et comprend sans effort 20 Le langage des fleurs et des choses muettes!
ELEVACIN
Por encima de valles, por encima de lagos,
de bosques y montaas, de nubes y de mares,
ms all de los soles, ms all de los teres,
ms all de los lindes de estrellas a millares,
5 como un buen nadador que se goza en el agua,
alma ma, te mueves con toda agilidad,
y alegremente surcas la inmensidad profunda,
con una indecible y viril voluptuosidad.
10 Escpate bien lejos de esos mrbidos miasmas!
Sube a purificarte al aire superior,
y el fuego claro que hinche los lmpidos espacios
bebe tal como un puro y divino licor.
Detrs de los enojos y los hondos pesares
que cargan con su peso la existencia brumosa,
15 feliz quien a regiones lcidas y serenas
lanzarse puede con un ala vigorosa!
Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
al cielo, de maana, arrjanse desnudas...
Que sobre el mundo vuela y entiende sin esfuerzo 20 la lengua de las flores y de las cosas mudas!
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1.4 Charles Baudelaire, Correspondances (En: Les fleurs du mal)
CORRESPONDANCES
La Nature est un temple o de vivants piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L'homme y passe a travers des forts de symboles
Qui l'observent avec des regards familiers.
5 Comme de longs chos qui de loin se confondent
Dans une tnbreuse et profonde unit,
Vaste comme la nuit et comme la clart,
Les parfums, les couleurs et les sons se rpondent.
Il est des parfums frais comme des chairs d'enfants,
10 Doux comme les hautbois, verts comme les prairies
-Et d'autres, corrompus, riches et triomphants,
Ayant l'expansion des choses infinies,
Comme l'ambre, le musc, le benjoin et l'encens,
Qui chantent les transports de l'esprit et des sens.
CORRESPONDENCIAS
Naturaleza es templo donde vivos pilares
dejan salir a veces tal cual palabra oscura;
entre bosques de smbolos va el hombre a la ventura,
que lo contemplan con miradas familiares.
5 Como ecos prolongados, desde lejos fundidos
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la noche y cual la claridad,
se responden perfumes, colores y sonidos.
As hay perfumes frescos como carnes de infantes,
10 verdes como praderas, dulces como el oboe,
y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes,
de una expansin de cosas infinitas henchidos,
como el almizcle, el mbar, el incienso, el aloe,
que cantan los transportes del alma y los sentidos.
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1.5 Charles Baudelaire, O Mort, vieux capitaine...! (En: Les fleurs du mal)
O mort, vieux capitaine, il est temps! Levons l'ancre!
Ce pays nous ennuie, o Mort! Appareillons!
Si le ciel et la mer sont noirs comme del l'encre,
Nos coeurs que tu connais sont remplis de rayons!
5 Verse-nous ton poison pour qu'il nous rconforte!
Nous voulons, tant ce feu nous brule le cerveau,
Plonger au fond du gouffre, Enfer ou Ciel, qu'importe?
Au fond de I'Inconnu pour trouver du nouveau!
Oh Muerte, capitana, es tiempo ya! Levemos!
10 Este pas nos pesa, oh Muerte! Aparejemos!
Si negros como tinta son el cielo y el mar,
t conoces nuestra alma y la ves irradiar!
Escancia tu veneno pues que nos reconforta!
Llegaremos, en tanto nos abrasa tu fuego,
15 al fondo del abismo, Cielo, Infierno, que importa?
Al fondo de lo Ignoto para encontrar lo nuevo!
1.6 Arthur Rimbaud, Marine (En: Illuminations)
MARINE
Les chars d'argent et de cuivre Les proues d'acier et d'argent Battent l'cume, Soulevent les souches des ronces.
5 Les courants de la lande,
Et les ornieres immenses du reflux,
Filent circulairement vers l'est,
Vers les piliers de la fort,
Vers les fits de la jete,
10 Dont l'angle est heurt par des tourbillons de lumire.
MARINA
Los carros de plata y cobre
las proas de acero y de plata
baten la espuma,
levantan los troncos de las zarzas.
5 Las corrientes del erial,
y los carriles inmensos del reflujo,
se deslizan circularmente hacia el Este,
hacia los pilares del bosque,
hacia los fustes del malecn,
10
10 contra cuyo ngulo chocan torbellinos de luz.
1.7 Stephane Mallarm, Sainte (En: Posies)
SAINTE
A la fenetre reclant
Le santal vieux qui se ddore
De sa viole tincelant
Jadis avec flute ou mandore,
5 Est la Sainte ple talant
Le livre vieux qui se dplie
Du Magnificat ruisselant
Jadis selon vepre et complie:
A ce vitrage d'ostensoir
10 Que frole une harpe par l'Ange
Forme avec son vol du soir
Pour la dlicate phalange
Du doigt que, sans le vieux santal
Ni le vieux livre, elle balance
15 Sur le plumage instrumental,
Musicienne du silence.
SANTA
A la ventana que oculta
el sndalo viejo que se desdora
de su viola en otro tiempo brillante
con flauta o mandora,
5 est la santa plida, mostrando
el libro viejo que se abre
del Magnificat, rebosante
en otro tiempo segn vsperas y completas:
a este cristal de ostensorio
que roza un arpa por el Angel
10 formada con su vuelo del atardecer
para la delicada falange
del dedo que, sin el viejo sndalo
ni el viejo libro, la santa balancea
sobre el plumaje instrumental,
11
15 taedora del silencio.
2 G.A. BCQUER
2.1 Rimas, 39 [IV]
No digis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeci la lira:
podr no haber poetas; pero siempre
habr poesa.
5 Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve
10 perfumes y armonas;
mientras haya en el mundo primavera,
habr poesa!
Mientras la humana ciencia no descubra
las fuentes de la vida,
15 y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al clculo resista;
mientras la humanidad, siempre avanzando,
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
20 habr poesa!
Mientras se sienta que se re el alma,
sin que los labios ran;
mientras llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
25 mientras el corazn y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
habr poesa!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
30 mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
35 mientras exista una mujer hermosa,
habr poesa!
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2.2 Cartas literarias a una mujer, carta I
En una ocasin me preguntaste: Qu es la poesa?
Te acuerdas? No s a qu propsito haba yo hablado algunos momentos antes de mi pasin por ella.
Qu es la poesa? me dijiste; y yo, que no soy muy fuerte en esto de las definiciones, te
respond titubeando: la poesa es... es... y sin concluir la frase buscaba intilmente en mi memoria un
trmino de comparacin, que no acertaba a encontrar.
T habas adelantado un poco la cabeza para escuchar mejor mis palabras; los negros rizos de
tus cabellos, esos cabellos que tan bien sabes dejar a su antojo sombrear tu frente con un abandono tan
artstico, pendan de tu sien y bajaban rozando tu mejilla hasta descansar en tu seno; en tus pupilas,
hmedas y azules como el cielo de la noche, brillaba un punto de luz, y tus labios se entreabran
ligeramente al impulso de una respiracin perfumada y suave.
Mis ojos que, a efecto sin duda de la turbacin que esperimentaba (sic), haban errado un
instante sin fijarse en ningn sitio, se volvieron entonces instintivamente hacia los tuyos y esclam (sic)
al fin: la poesa... la poesa eres t!
[...]
La poesa eres t, te he dicho, porque la poesa es el sentimiento y el sentimiento es la
mujer.
[...]
El genio verdadero tiene algunos atributos estraordinarios (sic) que Balzac llama femeninos y
que efectivamente lo son.
[...]
2.3 Rimas, 21 [XXI]
"Qu es poesa?", dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
"Qu es poesa?" Y t me lo preguntas?
Poesa...eres t.
2.4 Introduccin sinfnica
Por los tenebrosos rincones de mi cerebro acurrucados y desnudos duermen los extravagantes hijos de
mi fantasa esperando en silencio que el Arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en
la escena del mundo.
Fecunda, como el lecho de amor de la Miseria y parecida a esos padres que engendran ms hijos de los
que pueden alimentar, mi Musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblndola de
creaciones sin nmero a las cuales ni mi actividad ni todos los aos que me restan de vida seran
suficientes a dar forma. Y aqu dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible
confusin, los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraa, semejante a la de esas
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miradas de grmenes que hierven y se estremecen en una eterna incubacin dentro de las entraas de
la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse al beso del sol en flores y
frutos.
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un
sueo de la media noche que a la maana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea
terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida y agitndose en terrible, aunque silencioso tumulto
buscan en tropel por dnde salir a la luz, de las tinieblas en que viven. Pero ay! que entre el mundo de
la idea y el de la forma existe un abismo que slo puede salvar la palabra, y la palabra tmida y
perezosa se niega a secundar sus esfuerzos! Mudos, sombros e impotentes, despus de la intil lucha
vuelven a caer en su antiguo marasmo.
Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cesa el viento, las hojas amarillas que levant el
remolino.
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginacin explican algunas de mis fiebres: ellas son
la causa desconocida para la ciencia de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y as, aunque mal,
vengo viviendo hasta aqu: paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de
mi cabeza. As vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un trmino y a stas hay que ponerles
punto.
El Insomnio y la Fantasa siguen y siguen procreando en monstruoso maridaje. Sus creaciones
apretadas ya, como las raquticas plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantstica existencia
disputndose los tomos de la memoria como el escaso jugo de una tierra estril. Necesario es abrir
paso a las aguas profundas, que acabarn por romper el dique, diariamente aumentadas por un
manantial vivo.
Andad, pues; andad y vivid con la nica vida que puedo daros! Mi inteligencia os nutrir lo
suficiente para que seis palpables. Os vestir, aunque sea de harapos, lo bastante para que no
avergence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estofa
tejida de frases exquisitas en la que os pudierais envolver con orgullo como en un manto de prpura.
Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros como se cincela el vaso de oro que ha de
guardar un preciado perfume. Mas es imposible!
No obstante, necesito descansar: necesito, del mismo modo que se sangra el cuerpo por cuyas
hinchadas venas se precipita la sangre con pletrico empuje, desahogar el cerebro insuficiente a
contener tantos absurdos.
Quedad pues consignados aqu, como la estela nebulosa que seala el paso de un desconocido
cometa: como los tomos dispersos de un mundo en embrin que aventa por el aire la muerte antes que
su creador haya podido pronunciar el fiat lux que separa la claridad de las sombras. No quiero que en
mis noches sin sueo volvis a pasar por delante de mis ojos en extravagante procesin pidindome
con gestos y contorsiones que os saque a la vida de la realidad del limbo en que vivs semejantes a
fantasmas sin consistencia. No quiero que al romperse esta arpa vieja y cascada ya, se pierdan a la vez
que el instrumento las ignoradas notas que contena. Deseo ocuparme un poco del mundo que me
rodea pudiendo, una vez vaco, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro de la cabeza. El
sentido comn que es la barrera de los sueos comienza a flaquear y las gentes de diversos campos se
mezclan y confunden. Me cuesta trabajo saber qu cosas he soado y cules me han sucedido: mis
afectos se reparten entre fantasmas de la imaginacin y personajes reales; mi memoria clasifica
revueltos nombres y fechas de mujeres y das que han muerto o han pasado con los de das y mujeres
que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojndoos de la cabeza de una vez para
siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la muerte sin que vengis a ser mi pesadilla
maldicindome por haberos condenado a la nada antes de haber nacido. Id pues al mundo a cuyo
contacto fusteis engendrados y quedad en l como el eco que encontraron en un alma que pas por la
tierra, sus alegras y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
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Tal vez muy pronto tendr que hacer la maleta para el gran viaje: de una hora a otra puede desligarse
el espritu de la materia para remontarse a regiones ms puras: No quiero cuando esto suceda llevar
conmigo como el abigarrado equipaje de un saltimbanqui el tesoro de oropeles y guiapos que ha ido
acumulando la fantasa en los desvanes del cerebro.
2.5 Rimas, 42 [III]
Sacudimiento extrao
que agita las ideas,
como huracn que empuja
las olas en tropel;
5 murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo,
como volcn que sordo
anuncia que va a arder;
deformes siletas
10 de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como al travs de un tul;
colores que fundindose
remedan en el aire
15 los tomos del Iris,
que nadan en la luz;
ideas sin palabras
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
20 ni ritmo ni comps;
memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegra,
impulsos de llorar;
25 actividad nerviosa
que no halla en qu emplearse;
sin rienda que le gue
caballo volador;
locura que el espritu
30 exalta y desfallece;
embriaguez divina
del genio creador...
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Tal es la inspiracin!
Gigante voz que el caos
35 ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;
brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
40 de la exaltada mente
el volador corcel;
hilo de luz que en haces
los pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
45 y toca en el cenit;
inteligente mano,
que en un collar de perlas
consigue las indciles
palabras reunir;
50 armonoso ritmo
que con cadencia y nmero
las fugitivas notas
encierra en el comps;
cincel que el bloque muerde
55 la estatua modelando,
y la belleza plstica
aade a la ideal;
atmsfera en que giran
con orden las ideas,
60 cual tomos que agrupa
recndita atraccin;
raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;
oasis que al espritu
65 devuelve su vigor...
Tal es nuestra razn!
Con ambas siempre en lucha
y de ambas vencedor,
tan slo al genio es dado
70 a un yugo atar las dos.
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2.6 Cartas literarias a una mujer, carta II
[...]
Si hemos de dar crdito a los que de ella participan, es una verdad tan innegable que se puede
elevar a la categora de axioma, el que nunca se vierte la idea con tanta vida y precisin, como en el
momento en que sta se levanta semejante a un gas desprendido, y enardece la fantasa y hace vibrar
todas las fibras sensibles, cual si las tocase una chispa elctrica.
Yo no niego que suceda as. Yo no niego nada, pero por lo que a m toca, puedo asegurarte que
cuando siento no escribo. Guardo, s, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las
impresiones que han dejado en l su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensacin,
duermen all agrupadas en el fondo de mi memoria, hasta el instante en que, puro, tranquilo, sereno, y
revestido, por decirlo as, de un poder sobrenatural, mi espritu las evoca, y tienden sus alas
transparentes que bullen con un zumbido estrao (sic), y cruzan otra vez a mis ojos como en una visin
luminosa y magnfica.
Entonces no siento ya con los nervios que se agitan, con el pecho que se oprime, con la parte
orgnica y material que se conmueve al rudo choque de las sensaciones producidas por la pasin y los
afectos; siento, s, pero de una manera que puede llamarse artificial; escribo, como el que copia de una
pgina ya escrita; dibujo, como el pintor que reproduce el paisaje que se dilata ante sus ojos y se pierde
entre la bruma de los horizontes.
Todo el mundo siente.
Slo a algunos seres les es dado el guardar, como un tesoro, la memoria viva de lo que han
sentido.
Yo creo que estos son los poetas. Es ms, creo que nicamente por esto lo son.
[...]
Si t supieras cmo las ideas ms grandes se empequeecen al encerrarse en el crculo de
hierro de la palabra; si t supieras qu difanas, qu ligeras, qu impalpables son las gasas de oro que
flotan en la imaginacin, al envolver esas misteriosas figuras que crea, y de las que slo acertamos a
reproducir el descarnado esqueleto; si t supieras cun imperceptible es el hilo de luz que ata entre s
los pensamientos ms absurdos, que nadan en su caos; si t supieras..., pero qu digo? t lo sabes, t
debes saberlo.
No has soado nunca?
Al despertar te ha sido alguna vez posible referir con toda su inesplicable (sic) vaguedad y
poesa lo que has soado?
El espritu tiene una manera de sentir y comprender especial, misteriosa, porque l es un
arcano; inmensa, porque l es infinito; divina, porque su esencia es santa.
Cmo la palabra, cmo un idioma grosero y mezquino, insuficiente a veces para espresar (sic)
las necesidades de la materia, podr servir de digno intrprete entre dos almas?
Imposible.
[...]
2.7 Rimas, 11 [ I ]
Yo s un himno gigante y extrao
17
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas pginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
5 Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idoma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
10 capaz de encerrarle, y apenas, oh hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
podra al odo, contrtelo a solas.
2.8 Rimas, 70 [XIV]
Te vi un punto, y flotando ante mis ojos
la imagen de tus ojos se qued,
como la mancha oscura orlada en fuego
que flota y ciega si se mira al sol.
5 Adonde quiera que la vista clavo
torno a ver tus pupilas llamear
mas no te encuentro a ti; que es tu mirada,
unos ojos, los tuyos; nada ms.
De mi alcoba en el ngulo los miro
10 desasidos, fantsticos lucir:
cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre m.
Yo s que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer:
15 yo me siento arrastrado por tus ojos,
pero a donde me arrastran no lo s.
18
2.9 Rimas, 25 [VIII]
Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
al travs de una gasa de polvo
dorado e inquieto;
5 me parece posible arrancarme
del msero suelo
y flotar con la niebla dorada
en tomos leves
cual ella deshecho!
10 Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar como ardientes
pupilas de fuego;
me parece posible a do brillan
15 subir en un vuelo
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar de la duda en que bogo
20 ni an s lo que creo;
sin embargo estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aqu dentro.
3 MODERNISMO Y 98
3.1 Rubn Daro, Al rey Oscar
Le roi de Sude et de Norvge, aprs avoir visit Saint-Jean-de-Luz, s'est rendu Henda-
ye et Fonterrabie. En arrivant sur le sol
espagnol, il a cri: Vive l'Espagne!
(Le Figaro, mars 1899)
As, Sire, en el aire de la Francia nos llega
la paloma de plata de Suecia y de Noruega,
que trae en vez de olivo una rosa de fuego.
Un bcaro latino, un noble vaso griego
5 recibir el regalo del pas de la nieve.
Que a los reinos boreales el patrio viento lleve
otra rosa de sangre y de luz espaolas;
pues sobre la sublime hermandad de las olas,
al brotar tu palabra, un saludo le enva
10 al sol de media noche el sol de Medioda!
19
Si Segismundo siente pesar, Hamlet se inquieta.
El Norte ama las palmas; y se junta el poeta
del fiord con el del carmen, porque el mismo oriflama
es de azur. Su divina cornucopia derrama
15 sobre el polo y el trpico, la Paz; y el orbe gira
en un ritmo uniforme por una propia lira:
el Amor. All surge Sigurd que al Cid se ana,
cerca de Dulcinea brilla el rayo de luna,
y la musa de Bcquer del ensueo es esclava
20 bajo un celeste palio de luz escandinava.
Sire de ojos azules, gracias: por los laureles
de cien bravos vestidos de honor; por los claveles
de la tierra andaluza y la Alhambra del moro;
por la sangre solar de una raza de oro;
25 por la armadura antigua y el yelmo de la gesta;
por las lanzas que fueron una vasta floresta
de gloria y que pasaron Pirineos y Andes;
por Lepanto y Otumba; por el Per, por Flandes;
por Isabel que cree, por Cristbal que suea
30 y Velsquez que pinta y Corts que domea;
por el pas sagrado en que Herakles afianza
sus macizas columnas de fuerza y esperanza,
mientras Pan trae el ritmo con la egregia siringa
que no hay trueno que apague ni tempestad que extinga;
35 por el len simblico y la Cruz, gracias, Sire.
Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire,
mientras la onda cordial aliente un ensueo,
mientras haya una viva pasin, un noble empeo,
un buscado imposible, una imposible hazaa,
40 una Amrica oculta que hallar, vivir Espaa!
Y pues tras la tormenta vienes de peregrino
real, a la morada que entristeci el destino,
la morada que viste luto sus puertas abra
al purpreo y ardiente vibrar de tu palabra;
45 y que sonra, oh rey Oscar, por un instante;
y tiemble en la flor urea el ms puro brillante
para quien sobre brillos de corona y de nombre,
con labios de monarca lanza un grito de hombre.
20
3.2 Miguel de Unamuno, Cristales ...
Cristales, cristales, cristales,
duras flores de tierra pura,
de tierra virgen, sin verdura
de plantas y sin animales.
5 Tinieblas cuajadas de roca,
la luz del abismo os baa
y abrs transparentes la entraa
al beso del sol con su boca.
Cristales, cristales, sin vida,
10 sobre ella, bajo ella inmortales.
Cristales, cristales, cristales;
la luz en tinieblas se anida.
4 ANTONIO MACHADO
4.1 Prlogo a Soledades. Galeras. Otros poemas (1917)
Las composiciones de este primer libro, publicado en enero de 1903, fueron escritas entre 1899
y 1902. Por aquellos aos, Rubn Daro, combatido hasta el escarnio por la crtica al uso, era el dolo
de una selecta minora. Yo tambin admiraba al autor de Prosas profanas, el maestro incomparable de
la forma y de la sensacin, que ms tarde nos revel la hondura de su alma en Cantos de vida y
esperanza. Pero yo pretend y reparad en que no me jacto de xitos sino de propsitos seguir camino bien distinto. Pensaba yo que el elemento potico no era la palabra por su valor fnico, ni el
color, ni la lnea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitacin del espritu; lo que pone el
alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al
contacto del mundo. Y aun pensaba que el hombre puede sorprender algunas palabras de un ntimo
monlogo, distinguiendo la voz viva de los ecos inertes; que puede tambin, mirando hacia dentro,
vislumbrar las ideas cordiales, los universales del sentimiento. No fue mi libro la realizacin
sistemtica de este propsito; mas tal era mi esttica de entonces.
Esta obra fue refundida en 1907, con adicin de nuevas composiciones que no aadan nada
sustancial a las primeras, en Soledades. Galeras. Otros poemas. Ambos volmenes constituyen en
realidad un solo libro.
4.2 Soledades, XI
Yo voy soando caminos
de la tarde. Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
5 Adnde el camino ir?
Yo voy cantando viajero
a lo largo del sendero...
La tarde cayendo est.
21
"En el corazn tena
10 "la espina de una pasin;
"logr arrancrmela un da:
"ya no siento el corazn".
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombro
15 meditando. Suena el viento
en los lamos del ro.
La tarde ms se oscurece:
y el camino que serpea
y dbilmente blanquea
20 se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plair:
"Aguda espina dorada,
"quin te pudiera sentir
"en el corazn clavada".
4.3 Soledades, XXIV
El sol es un globo de fuego,
la luna es un disco morado.
Una blanca paloma se posa
en el alto ciprs centenario.
5 Los cuadros de mirtos parecen
de marchito velludo empolvado.
El jardn y la tarde tranquila!...
Suena el agua en la fuente de mrmol.
4.4 Soledades, VI
Fue una clara tarde, triste y soolienta
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...
La fuente sonaba.
5 Rechin en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrise la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpe el silencio de la tarde muerta.
En el solitario parque, la sonora
10 copla borbollante del agua cantora
me gui a la fuente. La fuente verta
sobre el blanco mrmol su monotona.
La fuente cantaba: Te recuerda, hermano,
un sueo lejano mi canto presente?
15 Fue una tarde lenta del lento verano.
Respond a la fuente:
22
No recuerdo, hermana,
mas s que tu copla presente es lejana.
Fue esta misma tarde: mi cristal verta
20 como hoy sobre el mrmol su monotona.
Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares
que ves, sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro penda en la rama,
25 lo mismo que ahora. Recuerdas, hermano? ...
Fue en esta misma tarde de verano.
No s qu me dice tu copla riente de ensueos lejanos, hermana la fuente.
Yo s que tu claro cristal de alegra
30 ya supo del rbol la fruta bermeja;
yo s que es lejana la amargura ma
que suea en la tarde de verano vieja.
Yo s que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
35 ms cuntame fuente de lengua encantada.
cuntame mi alegre leyenda olvidada.
Yo no s leyendas de antigua alegra, sino historias viejas de melancola.
Fue una clara tarde del lento verano...
40 T venas solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde dijeron tu pena.
Dijeron tu pena tus labios que ardan;
la sed que ahora tienen, entonces tenan.
45 Adis para siempre, la fuente sonora, del parque dormido eterna cantora.
Adis para siempre; tu monotona,
fuente, es ms amarga que la pena ma.
Rechin en la vieja cancela mi llave;
50 con agrio ruido abrise la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
son en el silencio de la tarde muerta.
4.5 Soledades, LIV
(Los sueos malos)
Est la plaza sombra;
muere el da.
Suenan lejos las campanas.
De balcones y ventanas
5 se iluminan las vidrieras,
con reflejos mortecinos,
como huesos blanquecinos
y borrosas calaveras.
23
En toda la tarde brilla
10 una luz de pesadilla.
Est el sol en el ocaso.
Suena el eco de mi paso.
Eres t? Ya te esperaba... No eras t a quien yo buscaba.
4.6 Soledades, LXI
Galeras
(Introduccin)
Leyendo un claro da
mis bien amados versos,
he visto en el profundo
espejo de mis sueos
5 que una verdad divina
temblando est de miedo
y es una flor que quiere
echar su aroma al viento.
El alma del poeta
10 se orienta hacia el misterio.
Slo el poeta puede
mirar lo que est lejos
dentro del alma, en turbio
y mago sol envuelto.
15 En esas galeras
sin fondo, del recuerdo,
donde las pobres gentes
colgaron cual trofeo
el traje de una fiesta
20 apolillado y viejo,
all el poeta sabe
el laborar eterno
mirar de las doradas
abejas de los sueos.
25 Poetas, con el alma
atenta al hondo cielo,
en la cruel batalla
o en el tranquilo huerto,
la nueva miel labramos
30 con los dolores viejos,
la veste blanca y pura
pacientemente hacemos,
y bajo el sol bruimos
el fuerte arns de hierro.
35 El alma que no suea,
el enemigo espejo,
proyecta nuestra imagen
24
con un perfil grotesco.
Sentimos una ola
40 de sangre, en nuestro pecho,
que pasa...y sonremos,
y a laborar volvemos.
4.7 Soledades, X
A la desierta plaza
conduce un laberinto de callejas.
A un lado, el viejo paredn sombro
de una ruinosa iglesia;
5 a otro lado, la tapia blanquecina
de un huerto de cipreses y palmeras,
y, frente a m, la casa,
y en la casa, la reja,
ante el cristal que levemente empaa
10 su figurilla plcida y risuea.
Me apartar. No quiero
llamar a tu ventana... Primavera
viene -su veste blanca
flota en el aire de la plaza muerta-;
15 viene a encender las rosas
rojas de tus rosales... Quiero verla...
4.8 Prlogo a Campos de Castilla (1917)
En un tercer volumen, publiqu mi segundo libro, Campos de Castilla (1912). Cinco aos en la
tierra de Soria, hoy para m sagrada all me cas; all perd a mi esposa, a quien adoraba, orientaron mis ojos y mi corazn hacia lo esencial castellano. Ya era, adems muy otra mi ideologa.
Somos vctimas pensaba yo de un doble espejismo. Si miramos afuera y procuramos penetrar en las cosas, nuestro mundo externo pierde en solidez, y acaba por disiprsenos cuando llegamos a creer
que no existe por s, sino por nosotros. Pero si, convencidos de la ntima realidad, miramos adentro,
entonces, todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se
desvanece. Qu hacer, entonces? Tejer el hilo que nos dan, soar nuestro sueo, vivir; slo as
podremos obrar el milagro de la generacin. Un hombre atento a s mismo y procurando auscultarse
ahoga la nica voz que podra escuchar: la suya; pero le aturden los ruidos extraos. Seremos, pues,
meros espectadores del mundo? Pero nuestros ojos estn cargados de razn y la razn analiza y
disuelve. Pronto veremos el teatro en ruinas, y, al cabo, nuestra sola sombra proyectada en la escena. Y
pens que la misin del poeta era inventar nuevos poemas de lo eterno humano, historias animadas
que, siendo suyas, viviesen, no obstante, por s mismas. Me pareci el romance la suprema expresin
de la poesa y quise escribir un nuevo Romancero. A este propsito responde La tierra de
Alvargonzlez. Muy lejos estaba yo de pretender resucitar el gnero en su sentido tradicional. La
confeccin de nuevos romances viejos caballerescos o moriscos no fue nunca de mi agrado, y toda simulacin de arcasmo me parece ridcula. Cierto que yo aprend a leer en el Romancero general
que compil mi buen to don Agustn Durn; pero mis romances no emanan de las heroicas gestas,
sino del pueblo que las compuso y de la tierra donde se cantaron: mis romances miran a lo elemental
humano, al campo de Castilla y al Libro Primero de Moiss, llamado Gnesis.
25
Muchas composiciones encontraris ajenas a estos propsitos que os declaro. A una
preocupacin patritica responden muchas de ellas; otras al simple amor de la Naturaleza, que en m
supera infinitamente al del Arte. Por ltimo, algunas rimas revelan las muchas horas de mi vida
gastadas alguien dir: perdidas en meditar sobre los enigmas del hombre y del mundo.
4.9 Retrato (CC, XCVII)
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte aos en tierra de Castilla
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
5 Ni un seductor Maara, ni un Bradomn he sido
ya conocis mi torpe alio indumentario, mas recib la flecha que me asign Cupido,
y am cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
10 pero mi verso brota de manantial sereno;
y, ms que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna esttica
cort las viejas rosas del huerto de Ronsard;
15 mas no amo los afeites de la actual cosmtica,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeo las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
20 y escucho solamente, entre las voces, una.
Soy clsico o romntico? No s. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitn su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
25 Converso con el hombre que siempre va conmigo
quien habla solo espera hablar a Dios un da; mi soliloquio es pltica con este buen amigo
que me ense el secreto de la filantropa.
Y al cabo, nada os debo: debisme cuando he escrito.
30 A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansin que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el da del ltimo viaje,
y est al partir la nave que nunca ha de tornar,
35 me encontraris a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
4.10 A orillas del Duero (CC, XCVIII)
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso da.
Yo , solo, por las quiebras del pedregal suba,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
26
5 y dar algn respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastn, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
10 aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego-
Sobre los agrios campos caa un sol de fuego.
Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
15 Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y crdenos alcores sobre la parda tierra
harapos esparcidos de un viejo arns de guerra, las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
20 para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. Soria es una barbacana, hacia Aragn, que tiene la torre castellana. Vea el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
25 desnudos peascales, algn humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las mrgenes del ro
lucir sus verdes lamos al claro sol de esto,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
30 tan diminutos! carros, jinetes y arrieros, cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
El Duero cruza el corazn de roble
35 de Iberia y de Castilla.
Oh tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas,
decrpitas ciudades, caminos sin mesones,
40 y atnitos palurdos sin danzas ni canciones
que an van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ros, Castilla, hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
45 Espera, duerme o suea? La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
Pas? Sobre sus campos an el fantasma yerra
50 de un pueblo que pona a Dios sobre la guerra.
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un da,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volva,
27
55 ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acredit sus bros,
peda la conquista de los inmensos ros
indianos a la corte, la madre de soldados,
60 guerreros y adalides que han de tornar cargados
de plata y oro, a Espaa, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filsofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
65 y si les llega en sueos, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirn siquiera a preguntar: qu pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
Castilla miserable, ayer dominadora,
70 envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso taido de campana
ya irn a su rosario las enlutadas viejas De entre las peas salen dos lindas comadrejas;
75 me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo, tan curiosas!... Los campos se oscurecen.
Hacia el camino blanco est el mesn abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
4.11 Amanecer de otoo (CC,CIX)
A Julio Romero de Torres
Una larga carretera
entre grises peascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
5 Est la tierra mojada
por las gotas del roco,
y la alameda dorada,
hacia la curva del ro.
Tras los montes de violeta
10 quebrado el primer albor;
a la espalda la escopeta
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.
4.12 Campos de Soria (CC, CXIII [VIII y IX])
VIII
He vuelto a ver los lamos dorados,
lamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
28
5 de Soria barbacana hacia Aragn, en castellana tierra.
Estos chopos del ro, que acompaan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
10 tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
lamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseores vuestras ramas llenas;
15 lamos que seris maana liras
del viento perfumado en primavera;
lamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y suea,
lamos de las mrgenes del Duero,
20 conmigo vais, mi corazn os lleva!
IX
Oh, s! conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del ro, verde sueo
del suelo gris y de la parda tierra,
5 agria melancola
de la ciudad decrpita,
me habis llegado al alma,
o acaso estabais en el fondo de ella?
Gentes del alto llano numantino
10 que a Dios guardis como cristianas viejas,
que el sol de Espaa os llene
de alegra, de luz y de riqueza!
4.13 Caminos (CC, CXVIII)
De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa
a solas con mi sombra y con mi pena.
5 El ro va corriendo,
entre sombras huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.
Tienen las vides pmpanos dorados
10 sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.
29
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
15 niebla de otoo, maternal: descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, crdena y violeta.
El viento ha sacudido
20 los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna est subiendo
amoratada, jadeante y llena.
25 Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseros
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos...
30 Ay, ya no puedo caminar con ella!
4.14 CC, CXXI
All, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
5 y manchas de rados encinares
mi corazn est vagando, en sueos ...
No ves, Leonor, los lamos del ro
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
10 tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra ma,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.
4.15 A Jos Mara Palacio (CC, CXXVI)
Palacio, buen amigo,
est la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del ro y los caminos? En la estepa
5 del alto Duero, Primavera tarda,
pero es tan bella y dulce cuando llega!...
Tienen los viejos olmos
30
algunas hojas nuevas?
Aun las acacias estarn desnudas
10 y nevados los montes de las sierras.
Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
all en el cielo de Aragn, tan bella!
Hay zarzas florecidas
entre las grises peas,
15 y blancas margaritas
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrn ido llegando las cigeas.
Habr trigales verdes,
20 y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarn del tomillo y el romero.
Hay ciruelos en flor? Quedan violetas?
25 Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarn. Palacio, buen amigo.
tienen ya ruiseores las riberas?
Con los primeros lirios
30 y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde est su tierra...
Baeza, 29 de abril 1913.
4.16 Canciones a Guiomar (De un cancionero apcrifo, CLXXIII)
I
No saba
si era un limn amarillo
lo que tu mano tena,
o el hilo de un claro da,
5 Guiomar, en dorado ovillo.
Tu boca me sonrea.
Yo pregunt: Qu me ofreces?
Tiempo en fruto, que tu mano
eligi entre madureces
10 de tu huerta?
Tiempo vano
de una bella tarde yerta?
Dorada ausencia encantada?
Copia en el agua dormida?
15 De monte en monte encendida,
la alborada
verdadera?
31
Rompe en sus turbios espejos
amor la devanadera
20 de sus crepsculos viejos?
II
En un jardn te he soado,
alto, Guiomar, sobre el ro,
jardn de un tiempo cerrado
con verjas de hierro fro
25 Un ave inslita canta
en el almez, dulcemente,
junto al agua viva y santa,
toda sed y toda fuente.
En ese jardn, Guiomar,
30 el mutuo jardn que inventan
dos corazones al par,
se funden y complementan
nuestras horas. Los racimos
de un sueo juntos estamos 35 en limpia copa exprimimos,
y el doble cuento olvidamos.
(Uno: Mujer y varn,
aunque gacela y len,
llegan juntos a beber.
40 El otro: No puede ser
amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varn y mujer.)
* * *
Por ti la mar ensaya olas y espumas,
45 y el iris, sobre el monte, otros colores,
y el faisn de la aurora canto y plumas,
y el bho de Minerva ojos mayores.
Por ti, Oh Guiomar!...
III
Tu poeta
piensa en ti. La lejana
50 es de limn y violeta,
verde el campo todava.
Conmigo vienes, Guiomar;
nos sorbe la serrana.
De encinar en encinar
55 se va fatigando el da.
El tren devora y devora
da y riel. La retama
32
pasa en sombra; se desdora
el oro de Guadarrama.
60 Porque una diosa y su amante
huyen juntos, jadeante,
los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
dentro de un monte gigante.
65 Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros montes de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos; libres somos.
70 Aunque el dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure, violento,
su venganza,
75 aunque ensille el pensamiento,
libre amor, nadie lo alcanza.
* * *
Hoy te escribo en mi celda de viajero,
a la hora de una cita imaginaria.
Rompe el iris al aire el aguacero,
80 y al monte su tristeza planetaria.
Sol y campanas en la vieja torre.
Oh, tarde viva y quieta
que opuso al panta rhei su nada corre,
tarde nia, que amaba tu poeta!
85 Y da adolescente
ojos claros y msculos morenos, cuando pensaste a Amor, junto a la fuente,
besar tus labios y apresar tus senos!
Todo a esta luz de Abril se transparenta;
90 todo en el hoy de ayer, el Todava
que en sus maduras horas
el tiempo canta y cuenta,
se funde en una sola meloda,
que es un coro de tardes y de auroras.
95 A ti, Guiomar, esta nostalgia ma.
4.17 La dialctica de Martnez (En: Juan de Mairena)
Cuando el hombre habla Mairena, iniciando un ejercicio de retrica vio su cuerpo desnudo en el espejo de las aguas, se dijo: "He aqu algo perfectamente bello que merece guardarse". E invent
el vestido. Porque evidentemente... contine usted, seor Martnez, desarrollando el tema.
Evidentemente habla Martnez, evidentemente... Adelante.
33
Evidentemente, no hay vestido que no suponga una previa desnudez. Voy bien? Prosiga. No hay, pues, vestido sin desnudo, aunque haya un desnudo anterior al vestido. Sirve el vestido, en primer lugar, para guardar y proteger la desnudez de nuestro cuerpo, y, en segundo, para asegurarnos,
de la manera ms firme, la posibilidad de desnudarnos.
Voy bien?
Sin duda. Del mismo modo, o por razones anlogas, se inventaron las jaulas para guardar y proteger la libertad de los pjaros. Porque evidentemente...
Adelante. No hay jaula pajarera, propiamente dicha, que no suponga una previa libertad de volar. Que no fueron los pjaros los inventores de las jaulas? Sin duda. No es menos cierto que sin el libre vuelo de
los pjaros no existiran las jaulas pajareras.
Una voz. Claro! Es claro, en efecto, que, as como el vestido se debe a la nativa desnudez del cuerpo humano, se debe la jaula a la libertad de las aves para el vuelo. Claro es tambin que as como los amigos del
vestido no son enemigos del desnudo, sino sus ms fieles guardadores, los amigos de las jaulas no
somos, ni mucho menos, enemigos de la libertad de los pjaros.
Una voz. Claro! Otra voz. No tan claro! No tan claro, en efecto, sin un poco de reflexin por vuestra parte. Hay un desnudo ante indumentum, el que traemos al mundo antes que nos vistan, o el de nuestros primeros padres, cuando
todava no aspiraban a vestirse, ni, mucho menos, a desnudarse; hay un desnudo coetneo del vestido,
ms o menos avergonzado de s mismo, o temeroso de la intemperie; hay por ltimo, el desnudo post
indumentum, el desnudo de los desnudistas, que mal podran desnudarse sin la previa existencia del
vestido. Est esto claro?
Pues bien, yo os pregunto: Qu pueden reprochar al vestido los desnudistas? l aguarda al desnudo,
guarda el desnudo, engendra y aun abriga la aspiracin a desnudarse, posibilita, al fin el logro de esta
aspiracin.
Voy bien?
Adelante. Qu podrn decir contra las jaulas los amigos del vuelo libre, o los amigos de los pjaros, o los pjaros mismos? Hay un vuelo libre anterior a las jaulas, vuelo inocente como el desnudo paradisaco,
que en nada las jaulas perjudican, coartan ni limitan; hay un vuelo coetneo de las jaulas, un vuelo
enjaulado, digmoslo as, pero libre, no obstante, para volar dentro de su jaula, hacia los cuatro puntos
cardinales.
Que este vuelo ha perdido su inocencia, nadie puede negarlo. Pero ha ganado, en cambio, la noble
aspiracin a volar fuera de su jaula. Que para el logro de esta aspiracin la jaula es un obstculo? Sin
duda. Pero es tambin conditio sine qua non para el caso de que esta aspiracin se cumpla. Porque
cmo volar un pjaro fuera de su jaula, si esta jaula no existe?
Basta, seor Martnez. Nos deja usted convencidos. Y como ttulo de esta disertacin?
"Sobre el desnudo y la libertad bien entendidos."
5 JUAN RAMN JIMNEZ
5.1 Amor y poesa cada da (En: Libros de poesa)
34
5
Vino, primero, pura,
Vestida de inocencia.
Y la am como un nio.
Luego se fue vistiendo
5 de no s qu ropajes.
Y la fui odiando, sin saberlo.
Lleg a ser una reina,
fastuosa de tesoros...
Qu iracundia de yel y sin sentido!
10 ...Mas se fue desnudando.
Y yo le sonrea.
Se qued con la tnica
de su inocencia antigua.
Cre de nuevo en ella.
15 Y se quit la tnica,
y apareci desnuda toda...
Oh pasin de mi vida, poesa
desnuda, ma para siempre!
5.2 A la inmensa minora (En: Libros de poesa)
7
Ya te rod, canto ostinado,
en el abiso.
Tiempo perdido?, piedra, de mi obra pura,
5 para vencer tu fealdad grosera!
Ahora, de pie, jadeante an,
otra vez en lo todo llano. Arriba, el cielo
del ocaso pacfico, como un agua rosada,
de donde me he salido, puro,
10 sudando estrellas plidas.
Y entre el pecho y los brazos doloridos,
la sensacin divina de una jigante rosa,
que fuecundo?de piedra.
5.3 A la inmensa minora (En: Libros de poesa)
47
35
Sostiene la hoja seca
a la luz que la encanta,
o la luz
a la hoja encantada?
5.4 En: Animal de fondo
Soy animal de fondo
En fondo de aire (dije) estoy; (dije) soy animal de fondo de aire (sobre tierra), ahora sobre mar; pasado, como el aire, por un sol
que es carbn all arriba, mi fuera, y me ilumina
5 con su carbn el mbito segundo destinado.
Pero t, dios, tambin ests en este fondo
y a esta luz ves, venida de otro astro;
t ests y eres
lo grande y lo pequeo que soy yo,
10 en una proporcin que sta ma,
infinita es el pozo sagrado de m mismo.
6 LA GENERACIN DEL 27
6.1 Federico Garca Lorca (En: Poema del cante jondo)
Crtalo
Crtalo.
Crtalo.
Crtalo.
Escarabajo sonoro.
5 En la araa
de la mano
rizas el aire
clido
y te ahogas en tu trino
10 de palo.
Crtalo.
Crtalo.
Crtalo.
Escarabajo sonoro.
6.2 Federico Garca Lorca (En: Poema del cante jondo)
La guitarra
36
Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
5 Empieza el llanto
de la guitarra.
Es intil
callarla.
Es imposible
10 callarla.
Llora montona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
15 Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
20 que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin maana,
y el primer pjaro muerto
sobre la rama.
25 Oh guitarra!
Corazn malherido
por cinco espadas.
6.3 Federico Garca Lorca (En: Poema del cante jondo)
Caf Cantante
Lmparas de cristal
y espejos verdes.
Sobre el tablado oscuro
la Parrala sostiene
5 una conversacin
con la muerte.
La llama,
no viene,
y la vuelve a llamar.
10 Las gentes aspiran los sollozos.
Y en los espejos verdes
largas colas de seda
37
se mueven.
6.4 Federico Garca Lorca (En: Poema del cante jondo)
Pual
El pual
entra en el corazn
como la reja del arado
en el yermo.
5 No.
No me lo claves.
No.
El pual,
como un rayo de sol,
10 incendia las terribles
hondonadas.
No.
No me lo claves.
No.
38
6.5 Federico Garca Lorca (En: Poema del cante jondo)
Sevilla
Sevilla es una torre
llena de arqueros finos.
Sevilla para herir.
Crdoba para morir.
5 Una ciudad que acecha
largos ritmos,
y los enrosca
como los laberintos.
Como tallos de parra
10 encendidos.
Sevilla para herir!
Bajo el arco del cielo,
sobre su llano limpio
dispara la constante
15 saeta de su ro.
Crdoba para morir!
6.6 Federico Garca Lorca (En: Poema del cante jondo)
Pita
Pulpo petrificado.
Pones cinchas cenicientas
al vientre de los montes,
y muelas formidables
5 a los desfiladeros.
Pulpo petrificado.
6.7 Federico Garca Lorca (En: Poeta en Nueva York)
Danza de la muerte
(Fragmento)
El mascarn. Mirad el mascarn
cmo viene del frica a New York.
Se fueron los rboles de la pimienta,
39
los pequeos botones de fsforo.
5 Se fueron los camellos de carne desgarrada
y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.
Era el momento de las cosas secas,
de la espiga en el ojo y el gato laminado;
del xido de hierro de los grandes puentes
10 y el definitivo silencio del corcho.
Era la gran reunin de los animales muertos
traspasados por las espadas de la luz.
La alegra eterna del hipoptamo con las pezuas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.
15 En la marchita soledad sin onda
el abollado mascarn danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.
El mascarn. Mirad el mascarn!
20 Arena, caimn y miedo sobre New York.
[...]
6.8 Federico Garca Lorca, Romance sonmbulo
Verde, que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaa.
5 Con la sombra en la cintura,
ella suea en su baranda
verde carne, pelo verde,
con ojos de fra plata.
Verde, que te quiero verde.
10 Bajo la luna gitana,
las cosas la estn mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde, que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha
15 vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduo,
20 eriza sus pitas agrias
Pero quin vendr? Y por dnde?...
Ella sigue en su baranda
verde carne, pelo verde,
soando en la mar amarga.
25 Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
40
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando
30 desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
35 Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama,
de acero, si puede ser,
con las sbanas de holanda.
No ves la herida que tengo
40 desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
45 Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir, al menos,
hasta las altas barandas;
dejadme subir!, dejadme,
50 hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
55 Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lgrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
60 heran la madrugada.
Verde, que te quiero verde.
verde viento, verdes ramas
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
65 en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y albahaca.
Compadre! Dnde est, dime?
Dnde est tu nia amarga?
Cuntas veces te esper!
70 Cuntas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
41
Sobre el rostro del aljibe
se meca la gitana.
75 Verde carne, pelo verde,
con ojos de fra plata.
Un carmbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso ntima
80 como una pequea plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde, que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
85 El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaa.
6.9 Federico Garca Lorca, Llanto por Ignacio Snchez Mejas
1
La cogida y la muerte
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un nio trajo la blanca sbana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo dems era muerte y solo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llev los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el xido sembr cristal y nquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordn
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsnico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
y el toro solo corazn arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde.
42
Cuando la plaza se cubri de yodo
a las cinco de la tarde.
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un atad con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su odo
a las cinco de la tarde.
El toro ya muga por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agona
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gento rompa las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
Ay qu terribles cinco de la tarde!
Eran las cinco en todos los relojes!
Eran las cinco en sombra de la tarde!
2
La sangre derramada
Qu no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
Que no quiero verla!
La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueo
con sauces en las barreras.
Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
Avisad a los jazmines
con su blancura pequea!
Que no quiero verla!
43
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
Que no quiero verla!
Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueo lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontr su sangre abierta.
No me digis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
Quin me grita que me asome!
No me digis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a travs de las ganaderas,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de plida niebla.
No hubo prncipe en Sevilla
que comparrsele pueda,
ni espada como su espada,
ni corazn tan de veras.
Como un ro de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mrmol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
44
Qu gran torero en la plaza!
Qu gran serrano en la sierra!
Qu blando con las espigas!
Qu duro con las espuelas!
Qu tierno con el roco!
Qu deslumbrante en la feria!
Qu tremendo con las ltimas
banderillas de tiniebla!
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agona
junto al Guadalquivir de las estrellas.
Oh blanco muro de Espaa!
Oh negro toro de pena!
Oh sangre dura de Ignacio!
Oh ruiseor de sus venas!
No.
Que no quiero verla!
Que no hay cliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfre,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
Yo no quiero verla!!
45
3
Cuerpo presente
La piedra es una frente donde los sueos gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con rboles de lgrimas y cintas y planetas.
Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.
Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.
Ya est sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acab; qu pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de plidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.
Ya se acab. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lgrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderas.
Qu dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.
Quin arruga el sudario? No es verdad lo que dice!
Aqu no canta nadie, ni llora en el rincn,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aqu no quiero ms que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.
Yo quiero ver aqu los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ros:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.
Aqu quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseen dnde est la salida
para este capitn atado por la muerte.
Yo quiero que me enseen un llanto como un ro
46
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.
Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando nia doliente res inmvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.
No quiero que le tapen la cara con pauelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: Tambin se muere el mar!
4
Alma ausente
No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el nio ni la tarde
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
El otoo vendr con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querr mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montn de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegra.
Tardar mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.
6.10 Gerardo Diego, Amor (Tiempo II de la Fbula de Equis y Zeda)
47
ERA el mes que aplicaba sus teoras
cada vez que un amor naca en torno
cediendo dcil peso y caloras
cuando por caridad ya para adorno
5 en beneficio de esos amadores
que hurtan siempre relmpagos y flores
Ella llevaba por vestido combo
un proyecto de arcngel en relieve
Del hombro al pie su lnea exacta un rombo
10 que a armonizar con el clavel se atreve
A su paso en dos lunas o en dos frutos
se abran los espacios absolutos
Amor amor obesidad hermana
soplo de fuelle hasta abombar las horas
15 y encontrarse al salir una maana
que Dios es Dios sin colaboradoras
y que es azul la mano del grumete
amor amor amor de seis a siete
As, con la mirada en lo improviso
20 barajando en la mano alas remotas
iba el galn ladrndole el aviso
de plumas blancas casi gaviotas
por las calles que huelen a pintura
siempre buscando a ella en cuadratura
...
6.11 Rafael Alberti, Con l (En: Marinero en tierra)
SI Garcilaso volviera,
yo sera su escudero;
que buen caballero era.
Mi traje de marinero
5 se trocara en guerrera,
ante el brillar de su acero;
que buen caballero era.
Qu dulce orle, guerrero,
al borde de su estribera!
10 En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.
7 PEDRO SALINAS
48
7.1 Epgrafe de La voz a ti debida
Y aun no se me figura que me toca
aqueste oficio [celebrar tu hermosura,
tu ingenio y tu valor] solamente'n vida
mas con la lengua muerta y fra en la boca
pienso mover la boz a ti devida;
Garcilaso de la Vega, gloga III
7.2 Epgrafe de La voz a ti debida
Seraph of Heaven! too gentle to be human,
Veiling beneath that radiant form of Woman
All that is insupportable in thee
Of light, and love, and inmmortality!
Sweet Benediction in the eternal Curse!
Veiled Glory, of this lampless Universe!
Thou Moon beyond the clouds! Thou living Form
Among the Dead! Thou Star above the Storm!
Thou Wonder, and thou Beauty, and thou Terror!
Shelley, Epipsychidion
7.3 T vives siempre en tus actos (En: La voz a ti debida)
T vives sie
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