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A MANERA DE PRESENTACION
(Palabras al lector: escúchame, quiero decirte algo)
“Aunque no esté de moda te pido una mano mis entrañas no creen de estética y cambios.
Aunque no esté de moda repite conmigo: Quiero amor. Quiero amor. Quiero amor compartido”.
Silvio Rodríguez.
En una de las sesiones plenarias del V Encuentro Latinoamericano de Psicoanalistas y Psicólogos
marxistas, celebrado aquí en La Habana en el año 1994, compartiendo en una suerte de mesa
redonda con colegas y amigos del mundo “psi” – Armando Bauleo, Pedro Grosz, Juan Carlos
Volnovich, Enrique Guinsberg, y también otros de la casa -Fernando González y Juan José
Guevara – comencé mi intervención contando un sueño: Andaba yo caminando por una calle que
tenía características de algunas de las ciudades del mundo en las que he estado. Era una mezcla
de Río de Janeiro con Venecia, Madrid, Moscú, Praga, Luxemburgo, Ciudad México, Lima,
Managua, Zurich, en fin una verdadera locura incomprensible. Yo sentía al mismo tiempo que era
una calle abandonada por sus ocupantes usuales y que de pronto había sido copada por otros a
los que aquella extraña avenida, empedrada como las viejas ciudades europeas pero sonora y
rítmica, no les pertenecía o más bien ellos no pertenecían a aquella calle. Yo vestía mi usual
indumentaria despreocupada y liberal pero llevaba puesto un pullover que tenía escrito a la altura
de mi pecho, más hacia el lado del corazón, una frase que decía: SOY MARXISTA ¿ Y QUÉ ?.
Han pasado cinco años desde entonces. No cinco años cualesquiera. Cinco años presididos por el
derrumbe del llamado bloque socialista, la caída del muro de Berlín, la disolución de la Unión
Soviética, el auge del neoliberalismo, la polarización económica, y lógicamente política, del mundo,
los desastres insospechados de El Niño, las desventuras de la capa de ozono, etc. Durante estos
años en más de una ocasión me he visto impelido a hablar del paisaje después de la batalla, de la
imágenes del naufragio. Lo he hecho en escenarios distintos y para públicos diversos. Pero desde
mi público primario, los estudiantes de la facultad de Psicología de la Universidad de La Habana,
una y otra vez he sido convocado intrasubjetivamente e intersubjetivamente a la difícil tarea de
representar con la claridad mínima (¿..?) que exigen los recién llegados al mundo de la psicología,
el elemento cosmovisivo básico de nuestra identidad profesional. ¿Cómo hacerlo?.
Hace unos meses dando los toques finales a la preparación del VII Encuentro, y como no puedo
costear la producción de decenas de pullovers, decidí dar un cierto contorno de realización a mi
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sueño. Opté por sentarme a reunir fragmentos de trabajos que ya he publicado antes, trabajos
reformados parcialmente, apuntes de algo que quise o que empecé a escribir y nunca terminé,
cosas escritas en momentos profesionales y personales distintos, pero que tienen un denominador
común, y que me hubiera gustado reunirlos bajo el título inscrito en mi mandato o premonición
onírica: SOY MARXISTA ¿Y QUÉ?.
Insisto en que he construido esta compilación de la manera más flexible y cómoda posible. Me
puse a tomar de aquí y allá, de diferentes cosas que he escrito desde 1986 hasta hoy, y que de
alguna manera tienen que ver, como reflexión teórica y epistemológica, con la relación psicología y
marxismo.
El primer trabajo “PENSANDO EN UNA PSICOLOGIA MARXISTA. CONTRIBUCIONES PARA EL
RECONOCIMIENTO Y LA CONSTRUCCIÓN” contiene y mantiene la interpretación que defendí en
el ochenta y seis acerca de los fundamentos de la Psicología Marxista. Incluye también lo que en
1996 reconocí públicamente como mi tristeza por el derrumbe anárquico de la Psicología Soviética
y mi llamado de alerta. En la “Conferencia Iberoamericana sobre la teoría de la Actividad y el
legado de Vygotsky sobre la teoría histórico cultural”, donde presenté la parte que se refiere a la
Psicología Soviética, un delegado me preguntó - ¿No puede suceder algo similar en Cuba?-. La
respuesta unánime de todos los asistentes fue: “no es lo mismo”. Sin embargo, a pesar de que
efectivamente no es lo mismo, reconozco que algunas diferencias son claras pero otras no, e
incluso algunas analogías existen. Están además en este trabajo los apuntes preparatorios para
una intervención en una mesa redonda que hicimos varios psicólogos cubanos en el contexto del
XXI Congreso Interamericano de Psicología realizado en la Habana en 1987, año en que mi
corazón me advirtió que no soy invulnerable.
El trabajo “ELEMENTOS PARA LA FUNDAMENTACIÓN MARXISTA DE UNA TEORÍA DE LA
MOTIVACIÓN HUMANA” fue escrito en lo fundamental en 1983 y presentado en “Marx y la
contemporaneidad”, un Evento organizado por la Academia de Ciencias de Cuba, hoy Ministerio de
Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, en conmemoración al centenario de la muerte de Carlos
Marx. Apenas agregué unas líneas. Se trata, en lo fundamental, de una suerte de ensayo referativo
en el que intentaba mostrar como también la letra escrita es importante leerla como tal. Con esto
quiero decir que Marx no era psicólogo, pero si entendió con mucha claridad ciertos espacios
comportamentales del ser humano y sobre todo su representación simbólica. No hay que ser muy
sagaz para darse cuenta que la diferenciación valor de uso y valor de cambio que hace Marx es de
un significado psicológico directo. De la obra de Marx no se saca directamente la Psicología
Marxista, pero quién ha mirado profundamente a la vida humana, léase Marx, Dostoievsky o García
Márquez, tendrá siempre en su decir, en su obra, un saber psicológico al menos intuitivo al que la
ciencia psicológica no puede renunciar. Trabajé especialmente con uno de los trabajos de Marx
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que considero de más valor para el desarrollo de la Psicología “Contribución a la crítica de la
Economía política”. Especialmente en el apéndice de dicha obra: “Introducción a la crítica de la
economía política”. Publiqué por vez primera este trabajo en “Temas de Psicología” – edición ligera
de pequeña tirada que apareció en 1986 y de la que hoy creo que no queda ningún ejemplar. Los
pocos que quedaban en la biblioteca de nuestra facultad están en alguna casa particular, en el
mejor de los casos, o fueron a parar quien sabe a dónde.
“MARXISMO Y PSICOLOGÍA. CONTRIBUCIONES EPISTEMOLÓGICAS” es bastante más
reciente. Sus tres fuentes de recorte fueron escritas entre 1996 y 1997. Sin duda aquí la
perspectiva se ubica atendiendo a una realidad teórica contextual distinta: lucha contra la
dogmatización del marxismo, el olvido del marxismo, la instauración de una tendencia
marcadamente ecléctica, y sobre todo la aparición de una suerte de teoricismo vacío. Su tono es
quizás un poco más denso, pero al mismo tiempo más constructivo.
Cierro con el trabajo que terminé de escribir para entregar este texto: “PSICOLOGÍA, MARXISMO
Y POSMODERNISMO. APUNTES DE PRIMERA IMPRESIÓN”. Algunas personas me dicen que
soy muy posmoderno. Los que me quieren me lo dicen por esa suerte de autenticidad personal con
la que vivo, quizás por el desapego a lo sacrosanto, por la urticaria que me produce vestirme como
es debido, por mi modo de no estar. También porque desde que tengo uso de razón profesional he
intentado alejarme y combatir todos los lugares comunes, las verdades definitivas. Pero, mi
posmodernismo es en todo caso apariencial, fenoménico. Creo en las utopías, en la bondad
humana, en la necesidad de los proyectos colectivos, en la razón, en la justicia y en la libertad. Me
declaro marxista, soy militante en la lucha por la emancipación humana. El asunto es que tratando
de saber cuanto soy y cuanto no soy me percaté de una vació en nuestra literatura profesional. El
posmodernismo no ha llegado a nuestras discusiones y considero aconsejable que llegue. Guerra
avisada no mata soldado (al menos mata a menos). Ya tenemos estudiantes lacanianistas en
primer año de la carrera. No entienden a Lacan, pero les fascina. Pronto estarán los posmodernos.
Ninguno de estos trabajos pretende un planteamiento definitivo acerca de los problemas que
aborda. En primer lugar porque, como señala Sev L. “definitivo y marxista constituyen una
contradicción en los términos”. En segundo lugar, porque lo definitivo no es algo que me
entusiasma ni que me impele a trabajar. Por último, porque me adhiero más a la idea de que la
urgencia con sus imperfecciones, es más facilitadora de desarrollo que la perfección eternamente
buscada. Pero no se confunda lo bueno con lo definitivo: estar vivo es bueno, hermoso, agradable,
pero no definitivo.
Volviendo al anagrama onírico, no hay duda de que el ¿Y QUÉ? es relativamente fácil de
esclarecer. El significa sencillamente: es mi opción personal, mi decisión, y nadie tiene que
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meterse conmigo. No es esta partícula esencialmente la que motiva el trabajo que he hecho. El
asunto es SOY MARXISTA, y más todavía, aunque no era lo que estaba escrito en mi pullover,
SOY PSICOLOGO MARXISTA. Esta es la cuestión.
Como creo ha pasado con la mayoría de los psicólogos cubanos de mi generación y los de un poco
antes, fui psicólogo antes de ser psicólogo marxista. Mi formación de pregrado puede compararse
a un mosaico de teorías y operaciones cuya unicidad estaba fuera del acto de aprendizaje. Fui
marxista antes de saberlo. El encuentro con la fenomenología de mis motivaciones políticas fue
anterior a mi comprensión de las mismas. Nada de esto es raro ni casual. Me costó tiempo y sobre
todo mucho trabajo elevarme de lo abstracto a lo concreto, porque lo concreto era y sigue siendo
mi cotidiano de vida. Pero me di cuenta de que no puedo residir en el mundo concreto sin su
comprensión abstracta, porque así como la unidad del mundo no reside en su ser, la integración al
mundo, la opción personal, la opción profesional no puede remitirse al momento concreto en tanto
tal, sino también al mundo concreto que se reproduce desde las determinaciones abstractas para
poder trascenderlo en la unidad de su presente, su pasado y su futuro.
Esto también me lleva a esclarecer algo. Después de varias visitas a Cuba en calidad de
participante en los ENCUENTROS de psicoanalistas y psicólogos marxistas, un amigo analista se
preguntaba: ¿Dónde está la Psicología marxista?, ¿dónde está en ella el lugar de la subjetividad?.
Siempre recuerdo aquella referencia de un visitante que llega de visita a la Universidad. Entonces
le muestran la escalinata, el Alma Mater, el edificio del rectorado, la Facultad de Derecho, el
Varona, la Biblioteca, en la Plaza Agramonte conversa con un grupo de estudiantes, en fin,
recorrido completo. Al final el visitante dice:”Todo lo que me han mostrado es magnífico. Pero,
¿dónde está la Universidad?”. El sistema categorial crea una escotomización, una ceguera parcial.
Cuentan, no se si es realidad o fantasía, que cuando Skinner entró en contacto con la obra de
Alexei Nikolaievich Leontiev, dijo que eso no era ni ciencia, ni psicología por los deficits de
definición operacional comportamental de sus conceptos básicos: actividad, conciencia y
personalidad. Para ver la Psicología Marxista hay que quitarse ciertos atavismos metodológicos y
cosmovisivos.
Para terminar, o mejor para empezar, unas palabras a mis estudiantes. Para ustedes, siempre con
escasez de tiempo para buscar, seleccionar, abstraer y generalizar, posiblemente este texto resulte
bastante cómodo, y quiero aprovecharme de su comodidad para que no dejen de leer esto que he
preparado esencialmente para ustedes. No obstante todo aquél que quiera acercarse con malas o
buenas intenciones a este compendio de dudas, certezas, esperanzas, esquematismos, pecados,
ironías, alegrías y tristezas, será bienvenido. Esta es una aventura, porque desde el impacto que
dejó en mi Salgari, a quién leí en mi temprana adolescencia, siento que la aventura es la vía regia
para ir aprendiendo el mundo. La aventura es el espacio propio de la astucia, la incertidumbre, la
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acción, la pasión, el combate y la certeza de alguna victoria. Es en la aventura donde incluso la
derrota se torna analéptica. Entonces me aventuro y hago una invitación a la aventura, que no es
una renuncia a la ventura, sino un entregarse al siempre saludable y reconfortante viento de la
polémica.
Prof. Manuel CalviñoEnero de 1999.
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PENSANDO EN UNA PSICOLOGIA MARXISTA.
CONTRIBUCIONES PARA EL
RECONOCIMIENTO Y LA CONSTRUCCION.
¿Quién podrá, en la pasión de un culto legítimoomitir los desaciertos en los que necesariamente
toda labor…puede incurrir?Eusebio Leal
Quién dice que todo esta perdido.Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Fito Páez
Alrededor de los años setenta en el discurso académico de la psicología en nuestro país se
desarrolló vertiginosamente la utilización del concepto Psicología Marxista. Era un hecho novedoso
para la psicología en Cuba. Con el se expresaba sobre todo la afiliación ideopolítica de nuestros
profesionales y el empeño de pensar y hacer la psicología desde un paradigma distinto de los que
conocíamos. La versión legitimizada y adoptada en muy poco tiempo, aunque no sin críticas y con
la lógica reacción de resistencia de algunos, fue la Psicología Soviética. Los soviéticos desde hacía
mucho tiempo venían hablando de la Psicología Marxista, incluso agregándole la consideración de
leninista.
En realidad, el concepto de Psicología Marxista había disparado algunas polémicas. ¿Por qué
hablar de una Psicología Marxista si no se habla de una química, o una matemática, o una física
marxistas?, ¿qué diferencia existe entre una Psicología Marxista y el resto de la Psicología?, ¿es
que acaso el objeto de una ciencia se modifica por efecto de la filiación política de sus adeptos?.
Algunas de las discusiones suscitadas eran comprensibles y esenciales, otras más bien
superficiales o de segundo orden. Entre estas últimas aparecía “la polémica de la denominación”:
¿es correcto decir Psicología Marxista o deberíamos decir Psicología de base marxista, o
fundamentada en el marxismo, o de espíritu materialista dialéctico?. Absurda discusión que en
algunos casos llevó a muchos “criticopedas sagaces” a decir que era una debilidad evidente en la
supuesta unidad del enfoque marxista.
Lo cierto es que en nuestras aulas, en nuestros programas de estudio, se hablaba enfáticamente
de la Psicología Marxista, aunque algunos no podían precisar con claridad que quería decir esto y
otros se contentaban con señalar los trabajos de los soviéticos. A nivel académico muchas veces
se traslucía una cierta impresión de que la Psicología Marxista era aquella que partía de considerar
el carácter reflejo de lo psíquico, su determinación sociohistórica, una psicología que consideraba
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al hombre como movido por acciones volitivas conscientes y voluntarias, y que, lógicamente,
respondía a los intereses de las clases desposeídas, siendo por tanto la única psicología
verdaderamente científica.
El lado más sensible de la polémica estaba en el hecho de que muchos psicólogos esencialmente
latinoamericanos, mujeres y hombres con una larga historia de lucha política a favor de la justicia
social, de la liberación, a favor de los ideales emancipadores del marxsimo, se preguntaban si era
que acaso ellos quedaban fuera del marxismo, si es que no eran considerados como defensores
de las ideas del marxismo incluso para la psicología. Estos psicólogos abrazaban modelos teóricos
que eran criticados por la Psicología Marxista como modelos típicos del pensamiento burgués. El
caso posiblemente más notorio era el de los psicoanalistas argentinos – hablo, por supuesto, de
aquellos psicoanalistas del psicoanálisis no domesticado, del psicoanálisis creativo que mira a
otras fronteras, el psicoanálisis de la clínica social, del psicoanálisis de Plataforma, el psicoanálisis
implicado como le llama Grande A (1996).
Fue en este periodo que la tarea de la comprensión del significado de Psicología Marxista se hizo
más urgente y necesaria.
I. PSICOLOGIA Y MARXISMO.
Muchos nombres aparecen en la evocación de un primer recuerdo espontáneo del camino de
acercamiento entre la psicología y el marxsimo: Politzer, Wallon, Zazzo, Seve, la Escuela de
Frankfurt, Althouser. Las diferentes escuelas (ex)soviéticas – Vygotsky, Leontiev, Rubienstein. Por
supuesto que Reich. En nuestra región, Bleger, Pichón, Merani, Bauleo, González Martín, y
muchos otros. Siguiendo tradiciones distintas y también diferentes representaciones acerca del
significado del marxismo se construyeron distintos modos de articular nuestra disciplina,-
construcción en si misma plural y contradictoria en la que se suman decenas de escuelas,
corrientes y modos de pensar y hacer -, con la palabra escrita, interpretada y repensada
fundamentalmente de Marx y Engels, aunque también en algunos casos con la obra de Lenin V.I.
Entre esas diversas formas en que los psicólogos pensaban y realizaban la posible relación de
nuestra ciencia con el marxismo podemos encontrar enfoques serios, pero también verdaderos
panfletos casi burlescos. Podemos señalar algunas de ellas más con el ánimo de contar que de
establecer algún tipo de taxonomía.
1. En algún momento, resultaba más o menos común encontrar a algunos que decían
fundamentarse en el “ marxismo”, pero considerando que este no era suficiente para dar
respuestas a los problemas esenciales del espíritu humano por su falta de comprensión de la
espiritualidad. El marxismo resultaba insuficiente para sus grandes elucubraciones mitológicas y
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buscaban apoyo en teorías tan disímiles como el budismo zen, el yoga y cierta representaciones
fisiculturistas que recuerdan al entrenamiento aeróbico cooperiano. Dentro de este conglomerado
por lo general encontrábamos ese tipo de persona que se deleita en ponerse “etiquetas” que le den
un rostro de hombre contemporáneo y de profundo compromiso social. La totalidad de estos, luego
de la caída del muro de Berlín, se quitaron el traje rojo o lo llenaron de lentejuelas neoliberales y
posmodernas.
2. No son pocos los que se fundamentaron en un marxismo cercenado en algunos
componentes esenciales. Se conformaron paradigmas teóricos sustentados en la abstracción de
una filosofía marxista desligada de su significado como teoría no solo revolucionaria, sino para la
revolución. Un marxsimo sin el consecuente compromiso político y sin la consideración de la lucha
de clases. Ante tales alternativas se tenía la impresión de que el vínculo con el marxismo era una
suerte de afiliación fonética, algo así como un fetichismo verbal en el que se supone latentemente
que hablar de trabajo enajenado, plusvalía, etc. son razones suficientes para ser marxista. Otras
veces encontrábamos lecturas tan personales que el propio Marx tendría que reestudiarse a sí
mismo. En realidad, en esta variante quedaba de Marx apenas un recuerdo lejano.
3. No faltaron los que partidarios de alguno de los grandes paradigmas de la psicología,
encontraron en estos ciertas insuficiencias que podían ser “complementadas” o superadas con la
incorporación de algunos elementos de la teoría marxista. De paso dichos paradigmas se dan
como portadores de algunos elementos que complementarían al marxismo allí donde este,
supuestamente, resulta “insuficiente”. Vimos aparecer el conductismo marxista, la fenomenología
materialista dialéctica, y lo que considero la variante más seria, el freudomarxismo y otros tipos de
vínculos entre el psicoanálisis y el marxsimo.
4. Consideremos también a los que establecían una identificación del marxismo con la
psicología marxista. Así como se suponía que la existencia del materialismo histórico hacía
innecesaria una sociología, se argumentaba que el materialismo dialéctico era la psicología del
marxismo. De todo esto se desprendía una pérdida de identidad y especificidad entre dos cosas
que son de suyo diferentes. Del mismo modo en que en su época Comte sociologizaba lo
psicológico, al tiempo que Durkheim psicologizaba lo sociológico, aquí el marxismo queda
psicologizado y la supuesta “psicología marxista” quedaba en el terreno sobre todo de una filosofía.
5. Con mucha frecuencia la fundamentación en el marxismo se limitó a la ejercitación de una
crítica a las escuelas, corrientes o tendencias del pensamiento psicológico. Crítica útil y necesaria
pero que al no traducirse en un modelo alternativo o una guía constructiva para la práctica
profesional de la psicología.
6. Algunos han establecido el vínculo de su identidad como psicólogos y como hombres
comprometidos con la justicia social, la lucha emancipadora y el pensamiento, el ideario liberador
del marxsimo, por la vía de sus compromisos y sus prácticas políticas. Han sido psicólogos con
una práctica política marxista que han tratado de hacer consecuentes sus convicciones políticas
con sus convicciones psicológicas.
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Todas estas variantes, y sin duda alguna otras a las que no he hecho referencia, representaron
acciones aisladas en el complejo escenario de la ciencia psicológica. En muchos casos, sus
defensores fueron tratados como “sectores disidentes” de sus paradigmas de origen, por lo que
resultaron poco difundidos y sistematizados. Los enfoques marxistas, los más y los menos, en su
gran mayoría no han tenido mucho acceso a los espacios académicos, a las universidades, a los
grandes centros de formación. En gran medida, dentro de las ciencias sociales y humanas,
incluyendo lógicamente a la Psicología, ser marxista ha sido ser un luchador generalmente solitario
o con un pequeño grupo de “guerrilleros”.
Quizás uno de los problemas más candentes de la época, era el hecho que los autores marxistas
de los países socialistas, fundamentalmente europeos y en particular los soviéticos, tuvieron una
actitud total e indiscriminadamente crítica destructitiva con todas las formas o búsquedas de unidad
del marxsimo y la psicología que se produjera fuera del espacio físico y simbólico delimitado por el
socialismo como sistema, la adherencia partidista al pensamiento comunista y fuera de los marcos
de la naciente psicología soviética. Toda versión que no cumpliera con estos parámetros era
tildada de revisionista, dañina y en última instancia tergiversadora del espíritu y la letra de Marx,
Engels y Lenin. Con esto, por una parte, se producía una suerte de monopolización y oficialización
del pensamiento marxista básicamente en los autores soviéticos y los que se adherían a su modelo
comprensivo del marxismo, y por otra se cerraban las puertas a la diversidad, que como sabemos
trae consigo sus inevitables errores posibles, pero también todos sus probables aciertos creativos.
Sobre esto me detendré más adelante.
La posibilidad de construcción de una psicología marxista requiere, junto a la libertad del
pensamiento y la polémica abierta sin encasillamientos preconcebidos y prejuiciales, clarificar un
conjunto de elementos de partida esenciales para que el empeño avance por el fértil terreno de la
creatividad. Para el marxismo este espacio de creatividad y construcción es la dialéctica. Es desde
una visión dialéctica que se hace posible derivar los principios reales de conformación de una
psicología marxista. Intentaré señalar algunos que a mi juicio son de gran importancia.
1. Psicología y marxsimo no pertenecen a un mismo campo epistémico, no son referentes de
la misma naturaleza, y por tanto sus relaciones (intercambios, complementaciones, interinfluencias,
etc.) no deben entenderse como lineales y unívocas. El marxsimo no puede dar a la psicología ni
su definición de objeto, ni su metodología y aparato conceptual específicos, ni los problemas
concretos que ha de resolver. El marxsimo, como seguramente cualquier otro paradigma filosófico
de partida, tiene una prioridad instituyente sobre las prácticas científicas y profesionales
específicas, solo que la resultante es siempre una construcción específica dada por los límites (los
problemas, las nociones, las peculiaridades del objeto, etc.) de la ciencia en cuestión. Esto quiere
decir, que si bien el marxismo impacta definitivamente un modo de hacer y pensar la psicología,
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este modo responde no solo a las peculiaridades del marxsimo, sino también del paradigma
específico de dicha ciencia.
2. Las relaciones, entonces, entre marxsimo y psicología pueden ser variadas y no
necesariamente terminar o limitarse a la construcción de una Psicología Marxista. Sus relaciones
pueden ser más o menos abarcadoras, pero no por esto menos lícitas. La legitimidad del carácter
marxista de una cierta relación entre las prácticas profesionales de la psicología y sus
construcciones teoréticas paradigmáticas está dada por lo que pudiéramos llamar la consideración
de sus instituyentes fundamentales. Todo lo que signifique un acuerdo entre las derivaciones del
pensamiento marxista y la actuación del psicólogo, entre el encuadre cosmovisivo y filosófico del
marxsimo y ciertas representaciones teóricas, sin duda alguna no son necesariamente psicología
marxista, pero no por esto dejan de ser aproximaciones marxistas a la psicología y a su práctica
profesional.
3. El ser absolutamente consecuente con el marxsimo no es una propiedad inequívoca de
una opción política. La política es una práctica que se deriva de una interpretación de la realidad
desde un cierto paradigma ideocosmovisivo, filosófico, etc. Solo que como práctica al fin, ella es
contextual y por ende supone una relación dinámica, flexible y móvil con respecto a su paradigma
de origen. La peculiaridad, ventaja a mi juicio, del marxismo probablemente reside en que,
consecuente con el principio dialéctico de su construcción, dicho dinamismo y flexibilidad es
conditio sine qua non del propio paradigma y por tanto de suyo es un paradigma que se nutre de
los contextos reales donde se realizan las prácticas de él derivadas. En su contradicción y
contextualización está también su crecimiento y desarrollo.
Siendo consistentes con tal punto de vista y con el hecho indiscutible de que el marxsimo es una
construcción continua, plural, dialéctica, entonces la Psicología Marxista es un espacio plural que
abarca modelos teóricos distintos. Digamos que podríamos hablar de psicologías marxistas,
entiéndase, de modelos distintos de desarrollo marxista en Psicología. Todos tendrán un núcleo
común, pero se diferencian entre si.
4. La modificación esencial que a nuestro juicio el marxismo supone como “teoría
pecaminosa” (hermosamente pecaminosa) es que el asume como parámetro constituyente la
intencionalidad de las prácticas de el derivadas y sus compromisos ineludibles con un modo de ser
y estar en el mundo, con una ética de lo humano, y sobre todo con la construcción de una vida más
plena y justa de los seres humanos. Cuando en su conocidas tesis de Fuerbach Marx hablaba de
la necesidad no solo de comprender al mundo sino sobre todo de transformarlo no se refería
sencillamente a hacer que fuera distinto, sino que fuera de algún otro modo específico ya no en su
fenomenología sino en sus atributos esenciales. La intencionalidad es la unidad de la teoría y la
práctica, es en ella donde se expresa la esencia no solo revolucionadora, sino sobre todo
revolucionaria del marxsimo. De este modo una comprensión de la relación entre marxismo y
psicología abarca como fundamental la unidad intencional del referente paradigmático, el
marxismo, y de la práctica profesional en cuestión, la psicología.
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De este modo queda claro a nuestro juicio que no solamente una cosa es el marxismo y otra la
psicología, sino que también una cosa es o pueden ser las relaciones entre marxismo y psicología,
y otra cosa es una Psicología marxista. Un ejemplo desde la psicología quizás me ayude a
expresar con más claridad lo que digo. En psicología existen muchas teorías dinámicas. En el
campo de la concepción dinámica de la Psicología están juntos, por ejemplo, Freud y Lewin. Pero
Lewin no sería nunca considerado dentro de la corriente psicoanalítica, ni Freud dentro del
pensamiento gestaltista. Unidad y ruptura, comunidad y diferenciación, homogeneidad y
heterogeneidad, son estos los parámetros que caracterizan las posibles relaciones entre el
marxismo y la psicología.
II. LA PSICOLOGÍA SOVIETICA: UN INTENTO DE REALIZACIÓN DE
UNA PSICOLOGÍA MARXISTA.
Mantengo desde hace muchos años la opinión de que es dentro de la Psicología Soviética que
aparece por primera vez como interés específico, generalizado y asumido por la inmensa mayoría
de los psicólogos, el desarrollo de una Psicología Marxista. Esto sin duda alguna se relaciona con
el hecho de la fundación del primer estado socialista que postula al marxismo como doctrina oficial
y como sustento de todas las prácticas que desde la afiliación política y estatal se realicen.
Para el caso de nuestro país no hay duda alguna de que los primeros pasos sistemáticos y como
proyecto de gremio profesional aunque tienen una historia nada despreciable, se ubican en un
pasado tan reciente que es difícil no reconocer con suma objetividad. Una de sus marcas
fundamentales está en la influencia de la Psicología Soviética que se desarrolló especialmente
después de la segunda guerra mundial. Si preciso como lugar de anclaje no toda la Psicología
Soviética, sino particularmente la Escuela rusa de finales de la década del cuarenta no es por mero
capricho, sino para ubicar una particularidad que se gestó en la extinta URSS después de los años
treinta. Intentaré, para comenzar, dar mi visión muy personal del desarrollo de la Psicología
Soviética en su vínculo con el marxsimo. Posiblemente sea una visión marcada severamente por la
crítica, por la detección y el señalamiento sobre todo de los errores. Coincido con aquella idea de
Bachelard de que “al volver sobre un pasado de errores se encuentra la verdad en un verdadero
estado de arrepentimiento intelectual. En efecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior,
destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espíritu mismo,
obstaculiza la espiritualización” (Bachelard G.1983.p.15)
II.A. REFERENCIAS HISTORICAS.
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La Psicología Soviética tiene, a mi juicio, cuatro grandes momentos, que no pueden ser delineados
con la precisión de una fecha específica, sino que ocupan un tiempo existencial en el que se
entremezclan varios años. Uno que pudiéramos llamar de “BÚSQUEDA” (desde el triunfo de la
Revolución de Octubre hasta aproximadamente los años treinta). El segundo, de
“INSTAURACIÓN” (desde los años treinta hasta los sesenta, inicio de los setenta). Un tercer
momento que llamaremos de “ESTABILIZACIÓN” (años setenta y ochenta). Y por último la
“DISOLUCIÓN” (finales de los ochenta inicio de los noventa). Intentaré situar algunos rasgos
sobresalientes de cada uno.
1. LA BÚSQUEDA.
La mayoría de las representaciones que hicieron aquellos que se asomaron a la Historia de la
Psicología de los primeros años posteriores a la Revolución rusa (Ananiev,1962; Iarochevski, 1971,
1976; Teplov, 1947; Smirnov, 1975 ; Rubinstein,1964, 1969 ; Zhdan,1979, 1983; Petrovsky, 1970;
Rochin,1980 ) coinciden en dar a estos años un sello propio:la pluralidad. La gran tarea de la
época era elaborar una comprensión de la psicología acorde con los presupuestos sociales y
filosóficos de la nueva sociedad que se pretendía construir. ¿Servía para esto la tradición de la
psicología rusa?. Definitivamente no. A la usanza de la época en Europa, la psicología tenía en
Rusia un carácter eminentemente experimentalista estructural. El más prominente psicólogo de la
época y que deviene símbolo de la misma , Shelpanov, era un seguidor de los caminos abiertos
por Helmoltz, Fechner, y más adelante la Escuela wundtiana. No obstante habría que reconocer
que fue precisamente Shelpanov quién propuso y creó el Instituto de Psicología adjunto a la
Universidad de Moscú, quien creó un ambiente de rigurosidad y creatividad científica, quien
favoreció que en el Instituto se diera “una buena formación psicológica, una preparación
experimental excelente, con una orientación en toda la Psicología del mundo” (Zhdan,1979, p.7)
La generación de la Revolución quería, necesitaba y tenía como tarea propia la revolución de la
psicología, y siguiendo la idea leninista de ciencia proletaria, de universalidad de la cultura
proletaria, se lanza a buscarla en varias direcciones. Unos siguen la tendencia demarcada por los
materialistas rusos, en particular la línea de desarrollo de la ciencia proveniente de la antiquísima
figura rusa de Lomonosov, y más cercanamente Sechenov y Pavlov. Otros buscan en la novedad
de la corrientes predominantes en la época: el psicoanálisis, el conductismo, la sociología francesa.
Es un hecho poco conocido que importantes figuras de la Psicología Soviética ulterior formaron
parte del Círculo Psicoanalítico Ruso (Alexander Romanovich Luria) uno de los más fuertes de
Europa. Tampoco es muy conocida la afición (¿predilección?) que L..S. Vygotsky sentía por el
conductismo, llegando a pensar que una psicología marxista tendría de algún modo que pasar por
tal comprensión de la ciencia del comportamiento humano.
La pluralidad real de las diferentes tendencias y la realización del único modo vital de existencia de
una ciencia social humana: la polémica, la contradicción, la diferencia, la búsqueda, la crítica y la
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autocrítica, eran los pilares sobre los que crecía una psicología aún sin mucha novedad propia,
nacional, pero con todas las condiciones para serlo.
En todo esto, como eslabón central, estaba la búsqueda de una alternativa marxista de la ciencia
psicológica. Era la tarea central al decir de Blonsky P.P. Pero conste que desde muy temprano
estaba claro que la búsqueda no era panfletaria, sino genuina. No era movida por intereses
políticos, sino científicos. Y no es que lo político no tuviera un papel importante en este contexto.
Muy por el contrario. Las ideas leninistas de cultura proletaria, la idea leninista del combate
intelectual, de la unidad en la diferencia, favorecieron el clima intelectual de esta búsqueda, de un
modo de hacer y pensar la psicología más propio, más auténtico, más enraizado en la cosmovisión
ideo-filosófica de sus gestores y consumidores. Solo considerando este ambiente se puede
entender, como ejemplo clave, la aparición de un ideario científico tan lúcido, contemporáneo,
universal y genuinamente marxista como el de Lev Semionovich Vygotsky. Un psicólogo al que
nada psicológico le es ajeno, no importa donde ni quien lo haya descubierto, que hace de la crítica
un arma de construcción y asimilación de ideas, y no de separación y rechazo.
El pensamiento profundamente marxista de Vygotsky le permitió ver claramente que “la única
aplicación adecuada del marxismo a la Psicología está en la creación de una Psicología General-
su noción se ha de formular en relación directa con la dialéctica general, ya que es una dialéctica
psicológica; cualquier otra aplicación del marxismo a la Psicología que parta de otro presupuesto,
inevitablemente llevará al escolasticismo de las construcciones verbales, a la disolución de la
dialéctica en cuestionarios y tests, al enjuiciamiento de lo alto por su parte más baja, al
enjuiciamiento por indicadores secundarios y casuales, a la perdida total de cualquier criterio
objetivo y al intento de negar todas las tendencias históricas del desarrollo de la Psicología a la
terminología de la revolución, dicho en pocas palabras, a la perdida más burda del marxismo en la
Psicología” (Vygotsky,1982, p. 420).
Con qué admiración, orgullo y respeto hace Vygotsky junto a Luria el prefacio a la edición rusa de
“Más allá del principio del placer”. Con qué placer habla de los neoconductistas, como conoce a
Spinoza y a Marx, a Bühler y a Sechenov. La teoría del desarrollo cultural de las funciones
psíquicas superiores debe tanto a los pensadores marxistas cuanto a los no marxistas, debe sobre
todo a una época luminosamente creativa del desarrollo de la Psicología en la URSS. Se originaron
en este período, además de la vygotskiana, otras hipótesis teóricas de indudable valor aunque
todas ellas , y esto no las demerita, “fueron los primeros pasos en la construcción de una
Psicología Marxista, fueron sobre todo hipótesis valientes, que plantearon preguntas constructivas
más que respuestas a las mismas”. (Radsijovsky,1989 p. 80)
14
Pero los cambios en la vida política y social del país reservaron para Vygotsky y su obra, para la
pluralidad de este periodo, un golpe demoledor del que definitivamente no se recuperarían nunca
más.
2. LA INSTAURACIÓN.
El concepto de instauración es complejo. El supone crear algo, pero además establecerlo.
Establecer es hacer estable, instituir, disponer. Presupone la intencionalidad. Y he aquí que cuando
hablamos de un período de instauración incluimos no solo los denotadores de la palabra sino
también sus connotadores.
En los años 30 la orientación, el estilo de dirección política del país sufre modificaciones esenciales
que se hacen sentir en las ciencias sociales, dentro de ellas la psicología. Muchos hablan de una
dogmatización del marxismo, de la conversión del marxismo de una filosofía viva, de cambio, de
contradicción, a una filosofía de dogmas, una filosofía de estado o peor aún de gobierno. Lo cierto
es que, en el contexto de la psicología, por presiones de diverso orden los adeptos de todo aquello
que fuera foráneo, originado en países capitalistas, o sustentado en una filosofía distinta del
marxismo, y que habían tenido una práctica profesional exitosa, comenzaron a retractarse. La más
notoria quizás fue la de los psicoanalistas que hasta ocupó páginas importantes en los periódicos
de la época. La única psicología posible (permitida, no sancionada, etc.) era la que fuera marxista.
¿Pero cuál era esta psicología marxista?. Infelizmente no la propuesta vygotskiana. Ella era en
esencia antidogmática y se sustentaba en la apropiación de todo el saber universal de la
psicología. ¿Cuál entonces?.
Inmediatamente aparecieron propuestas que se sustentaban en el materialismo de los trabajos de
Pavlov como muy cercano a una construcción marxista. Ivan Petrovich devino paradigma
dominante de la Psicología. Una Psicología que quiere construirse al modelo de una no Psicología
y con un dogma filosófico. Se da la espalda a lo que pasa en el resto del mundo, todo lo que se
hace fuera del marxismo, o desde una lectura de Marx que no sea la soviética es malo por
definición. Muchos psicólogos se adscriben a tal modo de pensar y proceder, otros apenas se
repliegan, pero de tanto andar replegados, el andar se les hace camino. El paradigma político
dominante estipula que no hay más ciencias sociales que el materialismo histórico, y no hay más
filosofía que el materialismo dialéctico. A pesar de que muchos compartían la idea de no hacer de
Marx un psicólogo, sino tomar de él una epistemología, una idea de construcción, un modo de
pensar y transformar (Rubinstein S.L.1934), en realidad se sentaron las bases para la equiparación
de conceptos marxistas y leninistas (sobre todo leninistas) con ciertas nociones psicológicas.
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Es en esta época donde aparecen conceptos con fuerza dominante. Tal es el caso del concepto de
“reflejo”, extrapolado de la dialéctica leninista, y que servía además de “escudo”, y esto se lo
escuché decir personalmente a Alekcei Nikolaievich , toda vez que daba una cierta idea de
cercanía con el pensamiento materialista de Pavlov.
El tema pasó de ser la construcción de una ciencia viva, a la construcción de un sistema de
principios que definieran lo que era Psicología Marxista, y por ende lo que era bueno. Siendo un
tanto fuertes diremos que los psicólogos en la época se empeñaron como en el medioevo en
demostrar la veracidad del dogma, para nada en cuestionarlo, y arribaron a la “escolástica de las
nominalizaciones” que había sancionado anteriormente como antimarxista, antidialéctica. Con esto
se pone en juego el mismo carácter científico de la disciplina, porque se olvida que así como “la
adhesión inmediata a un objeto concreto, captado como un bien, utilizado como un valor, ata
demasiado fuertemente al ser sensible; es la satisfacción íntima; no es la evidencia racional”
(Bachelard G. 1983.p.282), la adhesión a una categoría, a un concepto, a un sistema teórico
evaluado como autosuficiente y único, al declarar la falta de racionalidad del otro se hace así
mismo carente de racionalidad. La verdad es siempre una relación, no un absoluto.
No sería justo pasar por alto el hecho de que, según muchos psicólogos que llegaron hasta los 90
y que de algún modo vivieron la época a la que nos referimos, una no adhesión a este modo de
funcionamiento podía ser hasta fatalmente costosa. (Radzijovsky,1989). La veracidad de muchas
de esas ideas, de muchos de los sucesos que se narran hoy aún están por demostrarse y no solo
contarse.
A pesar de todo lo dicho, el periodo de instauración tiene una riqueza indiscutible. Ella reside, a
nuestro juicio, en el hecho real de la búsqueda de ese modelo autóctono, en la creación de ese
sistema homogéneo, lógico. Este es el periodo en que la Psicología Soviética adquiere perfil
propio, distinto a todo lo que se hacía en el contexto de otros paradigmas. No menos importante es
también rescatar la idea de que la homogeneidad de principios, no era homogeneidad de modelos
al interno de la psicología. En este periodo se configuran lo que serían las tres escuelas
fundamentales de la Psicología en la URSS: La Escuela Vygotsky-Leontiev, posiblemente la más
voluminosa y extendida entre otras cosas porque tenían muchas de sus figuras destacadas
asociadas al trabajo de formación de Psicólogos en la Universidad de Moscú; La Escuela Ananiev-
Rubinstein, siempre polémica y dilemática con la antes mencionada; La Escuela de Uznadze,
también llamada Escuela de Tbilisi, que en su contra siempre tuvo la barrera lingüística y la relativa
separación del centro de operaciones de la psicología: Rusia.
Tendríamos también que llamar la atención sobre los años de guerra, en los que muchos
psicólogos no solo participaron como soldados, sino que además pusieron sus conocimientos
profesionales y científicos al servicio de la causa que defendían con las armas. Importantes
16
investigaciones sobre traumatismos de guerra, miembros fantasmas, cegueras nocturnas y otras
fueron fuente de desarrollo teórico en los años siguientes.
Muchas de las más conocidas y significativas obras de la Psicología Soviética fueron escritas en
este periodo, o en el espíritu de este periodo. Por solo citar algunas recordemos “El ser y la
conciencia”, “Problemas del desarrollo de la psique”, ”Principios de Psicología General”,
“Psicología”, “Lenguaje y Conciencia”, “Actividad, Conciencia, Personalidad”. Son las obras que
dieron al mundo la cara de la Psicología Soviética. Fueron precisamente las obras con las que los
cubanos entramos por primera vez en contacto con el pensamiento psicológico de los soviéticos.
Para comprender la riqueza de este periodo tendríamos que distinguir entre el valor de estas obras,
y el uso que se hizo de ellas. Creo que dudar del valor de las mismas, si las consideramos como
esa búsqueda inagotable de la verdad en la ciencia, es totalmente injusto. Su logicidad, el sustrato
experimental de muchos de sus planteamientos, la rigurosidad de los análisis, etc. son cosas de
alto valor. Pero infelizmente fueron convertidas en “bíblicas”, en “monumentos” inalterables.
Tomemos apenas un ejemplo: “Problemas del desarrollo del psiquismo” (Leontiev,1959). Esta obra
como se sabe fue cercenada por la censura. Epígrafes completos donde se destacaba el lado más
subjetivo del problema desaparecieron hasta de los archivos personales del autor. Casualmente
fueron los epígrafes que llevaron a Rubinstein S.L. a acusar a Leontiev de idealista subjetivo en la
oponencia que le hizo a este trabajo, cuando fue presentado como tesis de doctorado por su autor.
Apenas quedaron fragmentos aislados que más tarde recogió y dio a conocer Alekcei
Alexandrovich Leontiev.
En esta obra cuando Leontiev asocia el origen del psiquismo a la aparición de la capacidad de
sensación, o al reflejo mediatizado, el autor habla de “la hipótesis”. Sigue aquí la tradición marxista
de la rigurosidad histórica y la honestidad científica. Ya Engels había subrayado el carácter
hipotético de la idea central de la conversión del mono en hombre por la mediatización del trabajo.
Es este un status metodológico determinado, digamos parcial, de necesaria corroboración. Sin
embargo fue tomado como tesis definitoria, así fue enseñada y divulgada.
¿Cuáles son a nuestro juicio los signos de perdida de vitalidad y por ende de asunción rígida y
tergiversada del marxismo en la época?. Señalemos algunos de los más significativos:
1. La utilización del marxismo de una manera cerrada y dogmática, como verdad absoluta
que solo requiere de traducción al lenguaje de la psicología.
2. EL marxismo no se toma como pensamiento vivo, en acción, modificación y
enriquecimiento, sino como la palabra escrita de los fundadores: Marx, Engels y Lenin. No existe
más que el intento de comprender mejor y más profundamente lo que dijeron.
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3. La pérdida de la pluralidad en la universalidad. No fue una pérdida total de pluralidad al
interior de la propia Psicología Soviética, pero si de lo que ocurría fuera de ella.
4. La pérdida de los valores metodológicos fundamentales de la obra de Vygotsky y de
muchos otros que tenían una postura más de convergencia y creatividad.
5. La creación de un cierto “sentimiento de perfección” asociado a razones de naturaleza
políticas e ideológicas, y no propiamente científicas profesionales.
6. El desarrollo de una psicología de corte académico apta sobre todo para el desarrollo de
una actividad de investigación científica y, lógicamente, de una práctica docente, prácticas estas
regeneradoras en el mejor de los casos. Pero la psicología quedaba cercenada por su parte de
desempeño profesional. Los grandes de la Psicología Soviética no dominaban una práctica
profesional que no fuera la investigativa. La práctica profesional de los psicólogos eran exigua y
rudimentaria. La psicología era una ciencia, pero no una profesión.
7. El comienzo de una lucha de poder entre los grupos científicos asociados a dos de las
escuelas fundamentales.
No obstante, todavía en este período la psicología es una disciplina que está pidiendo en la URSS
su derecho a la consideración plena, a la independencia (recordemos que no es hasta el 6 de
Diciembre de 1965, que se da el status de Facultad, a la sección de Psicología de la Facultad de
Filosofía de la Universidad Estatal de Moscú). Es cierto que ya se notan rasgos de su peligro de
estancamiento y por tanto de disolución, pero es una psicología que puede enseñar un perfil
propio, productivo e interesante.
3. ESTABILIDAD.
La posibilidad de desarrollo, la capacidad de cambio, de creación de alguna nueva alternativa en
Psicología comienza a cerrarse definitivamente en la URSS entrando los años setenta y sigue
hasta su disolución en los finales de los ochenta, inicios de los noventa. Se ha llegado al período
del “razbitovi socialism” (socialismo desarrollado). La estabilidad política, el “altísimo nivel” de
desarrollo económico, hacen de la Unión Soviética un país casi perfecto, al menos en el discurso
político. Los propios historiadores, después del advenimiento de la perestroika, han denominado en
realidad a este periodo periodo del Inmovilismo (si todo está bien, ¿qué más hay que hacer?- solo
seguir haciendo lo mismo). Pero ¿qué sucedía en la realidad cotidiana, ahora convertida en
discurso subversivo por efecto de su contenido contradictorio y antagónico con el discurso político
oficial?. La indiferencia, la incredulidad en el discurso político, la burla y el mal-humor lacerante, el
sentimiento de inconformidad, y lo peor la mirada esperanzada a Occidente como realización del
modo de vida que se desea.
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¿ Qué pasa en este periodo en la Psicología?. La complacencia, la falta de crítica y autocrítica, y
en su lugar el discurso oculto de la disensión, el silencio asesino, la indiferencia. ¿Qué más? Las
luchas intestinas, el abuso de poder, la lucha por el poder de forma malsana para imponer ideas o
supuestas teorías científicas. Las nuevas generaciones para quienes la única esperanza es “ser un
preferido” de los que ostentan el poder. La distribución de las posibilidades de intercambio
científico, sobre todo en otras latitudes, inequívocamente entre unos pocos.
Los soviéticos comenzaron a olvidar que “nadie por si mismo puede hacer las cosas lo
suficientemente bien”. Todo parecía o se hacía parecer que funcionaba bien. Las formas
particulares en que se desarrollaba la Psicología Marxista, devenida marxista por el mero hecho de
haber sido escrita en ruso, al decir de Radsijovsky, podían ser criticadas sobre todo entre “los
grandes”, pero los principios sobre los que se sustentaban, algunos de ellos ficticiamente
adjudicados al marxismo, eran inamovibles. Hay toda una generación que mira a la Psicología
Occidental, especialmente la norteamericana, como aquella que verdaderamente incita y convoca
a ser psicólogo. En lo intersubjetivo hay una generación que ostenta el poder que mantiene viva las
tradiciones, las buenas y las malas del periodo anterior. Se cita a “los clásicos”, se mantiene la
unidad conceptual, es como si se dijera: Ya está aquí la Psicología Marxista ahora a aplicarla. Y
aquí encontramos todavía un poco de vida en la Psicología Soviética. La encontramos en un
llamado a desarrollar lo que sin duda, era para todos la “cenicienta” de la psicología soviética: La
aplicación práctica.
Hay un llamado a reorientar la Psicología de su modo académico de desarrollo al robustecimiento
de su sentido práctico y aplicado. “La teoría deberá generalizar la práctica y servir a su ulterior
desarrollo. La Base teórica de la Psicología deberá desarrollarse en relación a la actividad práctica
de los psicólogos dirigida a la solución de las tareas que nos solicita la sociedad.” (Editorial de la
Revista de Psicología,1981, p.6).
Sin embargo, las nuevas generaciones de psicólogos, los que podían llevar adelante este
movimiento, ya estaban en una suerte de “desesperanza aprendida” con respecto a lo autóctono.
Hay una demarcación de fronteras generacionales muy grande. En la Universidad Estatal de
Moscú, por solo citar un ejemplo bien conocido, los temas de moda y de interés entre los más
jóvenes, y los antiguos discípulos de Leontiev, Tijomirov, Galperin, etc. son el psicodiagnóstico con
técnicas proyectivas, la psicoterapia familiar, la psicolinguística chomskyana, a las que por cuestión
de forma se les añade los nombre de supuestos antecesores rusos.
Las actitudes dogmáticas, las críticas no constructivas, sino malsanas y convocadas por intereses
de poder, el ocultamiento histórico de una “fruta prohibida” (occidente y su producción científica y
profesional), el intento de las generaciones más viejas de proseguir una suerte de “gerontocracia”,
muy dentro de la tradición rusa, crearon “su propio sepulturero” al decir de Marx en el Manifiesto
19
de los Comunistas. Solo faltaba encontrar una condición favorable. El pleno del PCUS de 1986 la
regaló en bandeja de plata: la concreción de la política de la perestroika .
Es importante llamar la atención sobre el hecho de que no se pierde en este periodo el discurso
típicamente ruso de la psicología. Justamente, a nuestro juicio, aquí está uno de los problemas. El
lenguaje, las citas, los tipos de problemas que se estudian, que aparecen publicados en las
Revistas de Psicología fundamentales de la época (Voprosi Psijologui, Psijologuichesky yurnal,
Vestnik Moskovskava Universitieta), siguen siendo, en lo fundamental, los mismos. Es muy triste
para una psicología que, a pesar de sus déficits, podía haberse convertido en un amplio
movimiento de creación, aceptar que “en los años 70 y 80, la ampliación de la ciencia poco a poco
se cierra. Aquél efecto práctico que esperaba la sociedad, la psicología no pudo darlo. Crece la
indiferencia y la falta de creatividad en la teoría y en la práctica, aunque de esto nadie habla”
(Radsijovsky,1989, p.81).
4. LA DISOLUCION.
Los vientos renovadores de la “perestroika” y la “glasnost” abrieron a las Ciencias Sociales
soviéticas una posibilidad largamente esperada. Pero,... ¿Quién sabe si la ansiedad de la espera
produjo la respuesta desarraigada?, ¿Quién sabe si la historia es implacable por encima incluso de
las voluntades humanas?, lo cierto es que el efecto tangible para la Psicología fue la pérdida de
todo: lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, las bondades y las desgracias.
En los funerales de Alekcei Nikolaievich Leontiev (1979), muchos de los que fueron los jóvenes
seguidores en vida del maestro, se acercaron al féretro del difunto a dar su último beso. Un beso
con el que despidieron para siempre una “adopción” (es posible decir que para muchos era una
“adicción”). La ruptura de aquél cordón umbilical significó la búsqueda de uno nuevo: Lo que no
habían aprendido era a no tener cordón umbilical, a alimentarse por sí mismos, a crear su propia
vida. Lo buscaron inicialmente en otro rusoparlante (fueron varios los elegidos- Bodaliov, Lomov,
Klimov, “casualmente” todos los que ocuparon posiciones importantes de poder). Años más tarde,
discípulos y no discípulos de los representantes de la más productiva e infelizmente devenida
inmovilizadora generación de psicólogos soviéticos, cortaron, bajo los efectos de la perestroika, su
cordón umbilical, pero ¿para regalar su talento a quién, a qué causa científica y profesional?.
Símbolo de la disolución de la Psicología Soviética, o de las Escuelas Soviéticas en psicología,
como preferimos llamarle, se constituyó el “Congreso de toda la Unión de la Sociedad de
Psicólogos de la URSS”, celebrado en Moscú en 1989. Las filiales de la Sociedad en cada
República se separaron, los postulados llamados básicos de la Psicología Marxista más que
cuestionados, lo que hubiera sido un éxito, fueron destrozados y abucheados por muchos, las
salas en las que se hablaba de lo que pasaba en los Estados Unidos se repletaban, mientras unos
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clamaban por una “perestroika en la ciencia psicológica”, otros , los más, solo pedían destitución,
anarquía disfrazada de supuesta democracia.
Infelizmente, nuestro contacto con la Unión Soviética murió. Murió doblemente: porque la URSS
dejó de existir, y porque nunca más tuvimos la posibilidad de saber que pasó después del 89 por
vía directa. Muchos de los amigos de entonces ya no viven allá. Otros sobreviven. Algunos
siguieron con la táctica de “adaptarse a cualquier circunstancia” y, como casi siempre sucedió y
sigue sucediendo, no les va, en cierto sentido, nada mal. De la fortaleza y la creatividad de aquella
polémica generación que hizo y deshizo un modo autóctono de pensar y hacer la Psicología,
parece ser que no queda más que un recuerdo vago y agonizante. Quien sabe si fueron proféticas
aquellas palabras de Vygotsky: “Nuestra ciencia no podía ni puede desarrollarse en la vieja
sociedad. Dominar la verdad acerca de la personalidad y conocer la personalidad misma es
imposible mientras la humanidad no domine la verdad acerca de la sociedad y conozca la sociedad
misma. Por el contrario, en la nueva sociedad, nuestra ciencia estará en el centro de la vida...la
nueva sociedad creará al hombre nuevo”. (Vygotsky,1982 p. 436).
II.B. INCONVENIENTES EPISTEMOLOGICOS.
Muchas fueron, sin duda, las vicisitudes históricas del desarrollo de una Psicología Marxista en la
URSS. Su extensión al resto de los países socialistas fue a pesar de todo muy importante, y si no
se extendió más a otros países, junto al problemático asunto de la lengua, fue por causa del nada
despreciable y no menos problemático asunto de la política. Pero esto es algo de lo que aún los
historiadores tienen que encargarse de una manera más sería y profunda que la forma
tremendamente destructiva y chismográfica que primó durante los primeros años de la perestroika.
Allí la historia fue convertida en instrumento de destrucción, fragmentación, y también fuente de
arribismo político y de pase de cuentas de antiguos resentimientos. No es esa la historia que
necesitamos, como tampoco, ciertamente, la historia que glorifica y exalta escondiendo fallas,
perdidas de rumbo, pasiones y desventuras humanas.
Como ya dije y reafirmo, la Psicología Soviética traía consigo muchos elementos esenciales para la
tarea histórica, como decía Vygotsky, de desarrollar una psicología marxista. Sin embargo, los
problemas del desarrollo de una Psicología Marxista en la URSS incluían como fundamental, a mi
juicio, inconvenientes que llamaría estructurales, esenciales. Estos problemas estructurales
resultan de la confluencia de múltiples factores, incluyendo incluso de idiosincrasia. Con el ánimo
sobre todo de abrir un debate necesario, me atrevo a señalar algunos de ellos.
1. Preocupados por que la naciente psicología marxista fuera una explicitación clara del
pensamiento marxista, los soviéticos se dedicaron más a las definiciones de principios y
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categorías, al trabajo de construcción teorética, que al hacer una ciencia marxista como conjunto
de prácticas científicas profesionales. De este modo la prioridad constructiva se concentró en los
aspectos teóricos abstractos de la Psicología. Los llamados principios de la Psicología no
reconocían al fenómeno psicológico en su particularidad, sino que llamaban la atención sobre su
forma teórica de existencia que era donde esencialmente se suponía se explicitaba el carácter
marxista.
2. A manera de ejemplo tomemos una típica definición de la época: la percepción es el reflejo
de las cualidades integrales del objeto. Desde el punto de vista de su existencia como subjetividad
la percepción no es eso. La percepción no es más que el producto de y la acción misma de percibir
y se asocia, en psicología, a un conjunto de fenómenos mentales. En la definición soviética no hay
interés de reconocer la percepción como lo que es, sino su determinación, su filiación con respecto
a una gnoseología, una epistemología y una ontología.
3. El ejercicio profesional de la psicología era muy exiguo lo que facilitaba la reproducción del
academicismo al que antes hice referencia. En conferencia pronunciada en la Facultad de
Psicología de la Universidad de La Habana, en 1989, Zabrodin, entonces vicepresidente de la
Sociedad de Psicólogos de la URSS, señalaba que más del 95% de los psicólogos de la URSS
trabajaban en Centros de Investigación o Instituciones de Educación, siendo que apenas un 5% se
dedicaba a tareas propiamente profesionales.
4. Quizás el área más favorecida fue el de las psicologías educativa, pedagógica, del
desarrollo, por su vínculo con las tareas de la Educación. Pero siempre llamaba la atención el
academicismo, por ejemplo, de la Psicología Social en la que no se reconocían problemas
centrales de la sociedad, de las diferencias nacionales, criticándose los modelos llamados
burgueses, pero sin alternativas de afrontamiento para muchos de los problemas que allí se
trabajan. El grupo, como el colectivo, era sobre todo un concepto o un objeto a investigar, pero muy
raras veces una realidad de la vida cotidiana, un instrumento para la movilización social, etc.
5. La concentración y el gran desarrollo alcanzado en los niveles abstractos teoréticos y el
atraso en lo que a problemas prácticos y aplicados se refiere, incluso la desatención a los
problemas instrumentales, generó una suerte de disociación entre la teoría y la práctica. La primera
se convirtió en algo así como un discurso declarativo obligatorio desligado en lo fundamental de lo
que se hacía en el terreno empírico.
6. La interpretación marxista de la psicología se sustentaba en un conjunto de principios cuya
explicitación en la obra de Rubinstein fue bastante aceptada. Estos principios eran:
• Principio de la unidad psicofísica.
• Principio del desarrollo.
• Principio histórico.
• Principio de la unidad de la teoría y la práctica.
• Principio de la unidad de la consciencia y la actividad.
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Como se puede observar el sentido de los principios es de carácter teórico abstracto y nada dice
del sentido de las prácticas. La psicología marxista vista así era una práctica de elites, se
conformaba sobre todo como una “ciencia para sí misma”, no una ciencia para sustentar un
ejercicio profesional transformador, enriquecedor, facilitador del bienestar y la felicidad de los seres
humanos. Creo que los psicólogos soviéticos en su encuadre del marxismo no comprendieron bien
que el marxismo no es sencillamente un instrumento para la toma del poder y su ejercicio, no es
tan solo un modo de concebir al hombre, su vida, ni tampoco se reduce a una teoría de la sociedad
para conocerla mejor. El marxismo es un instrumento para luchar por el bienestar, la felicidad, la
plena realización y el enriquecimiento espiritual de los seres humanos. El problema no ha de ser
tan solo como concebir la psique, sino como favorecer su mejor existencia y desarrollo.
Intentando sintetizar, considero que la Psicología Soviética tenía un obstáculo epistemológico
fundamental. Le denomino, siguiendo a Bachelard, obstáculo epistemológico para referirme a esa
idea de que “es en el acto mismo de conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especie de
necesidad funcional, los entorpecimientos y las confusiones...causas de estancamiento y hasta de
retroceso...causas de inercia.” (Bachelard G.1983.p.15). Su idea (imagen ideal, representación
dominante, etc.) de Psicología era en esencia como el resto de las Psicologías de su época : una
ciencia académica, de profunda impronta empirista, dónde de forma diferente se pensaban los
mismos problemas, los mismos artificios experimentales, lo que unido a una racionalizada
sensación de perfección, adecuación y justeza acarreaba los mismos males esenciales, los
mismos olvidos, y las mismas concepciones elitistas que sus contemporáneos paradigmáticos.
Esto es una invitación a la polémica, sobre todo a la polémica que es precedida por la
profundización, el estudio más erudito. Para mi son ansiedades que no quiero dejar de socializar
por el posible valor que puedan tener.
III. LA PSICOLOGIA MARXISTA COMO ENCUADRE.
¿Qué entender por Psicología Marxista?. Esta fue una pregunta que nos hicimos bastante después
de definir nuestra postura como marxistas (muchos se definieron como marxista con un
conocimiento bastante elemental, superficial y ortodoxo del marxismo). La primera respuesta la
encontramos aún sin ayuda de los soviéticos. Podríamos expresarla así: la psicología marxista es
el intento de HACER desde la psicología con las herramientas del marxismo. En este sentido,
buscando dentro de nuestra disciplina una noción que coherentemente exprese esta idea,
formulamos que se trata de una Psicología cuyo encuadre primario, instituyente es el marxismo.
Esta determinación primaria nos ponía, en principio, a alguna distancia de la adherencia a alguno
de los tipos de relación más arriba señalados.
23
Insistimos en la idea vygotskiana de que la psicología marxista no se nominaliza a si misma
marxista para “etiquetar” su ser con un viso de contemporaneidad, preocupación social, etc., sino
que con esto pone al descubierto su compromiso real y efectivo, teórico, metodológico, práctico e
ideológico con el marxismo en tanto concepción del hombre y la sociedad, como filosofía
expresada en la unidad de su epistemología, su ontología, su lógica y su valor de guía
metodológica, y como práctica revolucionaria y revolucionadora. Al nominalizar a la psicología
como marxista no se trata solamente de señalar dentro de qué perspectiva, en qué se fundamenta
el hacer científico, sino también de quién lo hace; digamos QUÉ es la psicología y QUIÉN es el
psicólogo.
La nominalización de la Psicología como marxista, tenía apenas un sentido histórico concreto. Creo
que a nadie se le ocurriría hablar de una biotecnología marxista, o incluso de una física marxista.
Se trata de que en las ciencias sociales, por ubicar de algún modo a nuestra disciplina, la lucha
ideológica tiene una presencia particular, y se hace necesario explicitar con precisión la posición de
partida. No es posible confundir esto con la absurda idea de que la simple utilización de un
“apellido” será un toque de magia para la conversión del cuerpo de conocimientos de nuestra
disciplina en una ciencia, mucho menos con la idea de ser la única capaz de producir
conocimientos científicos. No creo que fuera de ésta situación histórica la adjetivación sea
imprescindible.
Al mismo tiempo, debo reconocer que hay un problema de economía del lenguaje. Dice Seve, y yo
coincido con esa idea, que “...no hay ni puede haber, en sentido estricto, una psicología marxista,
lo que sin lugar a dudas existe y está llamado a desarrollarse más aún es una concepción y un uso
marxistas de la psicología” (Seve L. 1975.p.47). Pero ¿cómo hacer para decir que trabajo dentro
de una concepción marxista de la psicología, y que en la aplicación que hago de ella se evidencia
su vocación e inspiración marxistas?. Sencillamente digo que soy un psicólogo marxista, que
cultivo la psicología marxista-mente.
La Psicología que llamamos marxista, fuera de la necesidad de dicha nominalización por las
razones antes expuestas y otras más, es también marxista en la medida en que logra un
conocimiento real, objetivo, veraz de su objeto de estudio en las condiciones reales de su
existencia, que quiere decir en determinadas coordenadas sociohistóricas, culturales. Es el
descubrir (y la posibilidad del descubrimiento de) la realidad psicológica asociada a una práctica
comprometida con ciertas propuestas de vida, de organización social, etc. lo que en última
instancia la hace marxista. Nuestra psicología, parafraseando a Vygotsky, es marxista en la
medida en que se convierta en verdadera y científica; y es en la dirección de convertirla en
verdadera, y no en ponerla de acuerdo con la teoría de Marx en la que se hace necesario trabajar.
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En segundo lugar, al decir que el fundamento de la psicología es el marxismo, planteamos el
carácter de la relación entre marxismo y psicología, como entidades particulares e independientes.
Como señalé antes, su identificación es absurda, y un pretendido psicologismo en el marxismo o
viceversa sería una reducción mecánica contraria a la esencia misma de ambas. La psicología
tiene sus problemas particulares y busca sus respuestas a estos problemas. Es indiscutible que el
propio planteamiento del problema, así como la búsqueda de su respuesta y la evaluación del
hecho conocido tendrán siempre una base en los principios filosóficos de partida, pero estos no
son idénticos al problema mismo ni a su solución.
Ninguna filosofía como ciencia de las leyes universales puede responder por si misma a los
problemas particulares de una ciencia particular, y no es la psicología una excepción. Algo
cercano, en su sentido más general, pretende señalar Seve, L. cuando señalaba: “decir que los
principios del materialismo dialéctico contienen de antemano las verdades científicas futuras – por
ejemplo, en psicología- tiene un sentido similar al de expresar que la lengua francesa contiene por
anticipado las futuras obras maestras de la literatura; lo único que falta es un medio cualquiera
para extraerlas, además del esfuerzo que exige escribirlas”. (Seve L.1975.p.46). Tal suposición es
de una superficialidad abrumante.
Del mismo modo en que la Psicología Marxista postula su unidad y diferencia con su fundamento,
no pretende ni se plantea la estéril tarea de llenar con su conocimiento psicológico los supuestos
“vacíos” del marxismo. No quiere esto decir que se plantee una ruptura de la inevitable relación
dialéctica que opera entre la filosofía marxista y las ciencias particulares, donde el primero
sirviendo de fundamento recibe a su vez los descubrimientos de las otras que garantizan la
movilidad, el desarrollo, el perfeccionamiento del marxismo, su historicidad y contemporaneidad.
Las leyes más generales no se expresan más que en ciertas formas particulares y la amplitud,
precisión y profundidad que logren estas formas particulares, redundará en la corroboración del
carácter general de las primeras y en su tránsito a nuevos niveles de desarrollo y
perfeccionamiento. En este sentido, del mismo modo en que sería una mistificación el conceder al
marxismo la capacidad total de responder a los problemas particulares de la psicología, sería
también una mistificación absoluta el conceder a la psicología la capacidad de ejercer las funciones
del marxismo. En este sentido inscribimos la sentencia de Politzer, G. quien afirmaba que “la
psicología no contiene en modo alguno el secreto de los hechos del comportamiento humano,
simplemente porque dicho secreto no es sólo del orden de lo psicológico” (Politzer G.1947.p.120).
En tercer lugar, la Psicologia Marxista realiza una lógica constructiva inversa a la de aquellas
aproximaciones al marxismo que se ejecutan desde modelos o esquemas psicológicos
preconcebidos fuera de él. Cuando hablamos de modelos concebidos fuera del marxismo, no
dudamos que en algunos de ellos estén expresados, digamos de modo espontáneo y en forma
parcializada, elementos de connotación materialista o dialéctica. Indiscutiblemente la historia de la
25
psicología está llena de descubrimientos y hallazgos de indudable valor científico, de no ser así,
cómo podríamos hablar hoy de una ciencia psicológica. Parafraseando a Engels, F. en su
“Dialéctica de la naturaleza” señalemos que los hechos siguen siendo hechos, no importa cuan
falsas sean las representaciones que de los mismos se hagan. El problema no está en que
partiendo de ciertos modelos psicológicos, podamos llegar o no a ciertas verdades y que podamos
entonces, sobre todo a estas verdades, encontrarles una justificación marxista. Creo, sin temor a
exagerar, que de ser así cualquier corriente psicológica podría adjudicarse un carácter marxista.
En la psicología marxista se trata de una nueva edificación de la base misma de la ciencia, de un
cambio del modo de concebir el sistema integral de su modelo de partida. Se trata de comprender
y asimilar el significado del marxismo como guía metodológica para la construcción de dicho
modelo y como acción transformadora.
Valdría la pena señalar algunas de las consecuencias concretas que trae consigo la adopción de
un modelo de los establecidos en el devenir de la psicología, y cuál es el intento de superación de
la psicología marxista.
1. Los modelos clásicos por nombrarlos de algún modo, son modelos parciales que pretenden
agotar el estudio de lo psíquico por algo que en el mejor de los casos, no es más que una de sus
manifestaciones contenidas o formas de existencia. “La Psicología clásica , dice Bleger, nos
ofrece, en lugar de vida humana, procesos que no son nuestras acciones cotidianas” (Bleger
J.1967.p.41). Así el conductismo, por solo cotar un ejemplo, al reducir lo psicológico a lo
conductual, eliminó de la psicología posiblemente su peculiaridad básica: su carácter subjetivo.
2. Al centrarse en un objeto parcial de estudio, se corre el peligro de obviar lo que
focalizándose en otros objetos, la psicología ha producido a lo largo de su historia. Como suceso
bastante común los psicoanalistas, escudándose en su idea de que el psicoanálisis no es una
psicología demuestran un desconocimiento bastante grande de la Psicología como ciencia y sus
aportes generales, a no ser que por formación primaria sean psicólogos.
3. En la mayoría de los modelos a los que hacemos referencia, si bien se logra una certera
interpretación entre objeto, método y práctica, se observa un cierto “efecto de cierre”, donde la
consumación del modelo es vista en la creación de un sistema cerrado creando la imposibilidad de
la asimilación crítica de los resultados alcanzados en otros sistemas, más allá de lo que pudiera ser
una “asimilación por conveniencia”.
4. Podríamos aún añadir que en la base de cada uno de estos modelos, incluso de aquellos
en los que operacionalismo y positivismo están fuertemente arraigados, hay una concepción del
hombre y por supuesto de la sociedad afiliada conciente o inconscientemente a alguna filosofía.
Nos preguntamos si es posible romper con esta concepción para asumir otra, la que nos ocupa, la
marxista, sin romper el propio modelo, o producir una “adaptación” de la nueva concepción del
hombre que trata de imponerse.
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En la respuesta a estas cuestiones está, más allá de las relaciones de unidad y complementación,
el por qué de la ruptura esencial que busca la Psicología Marxista tal y como la concebimos con los
modelos preestablecidos desde fuera del marxismo, y el por qué la vía de acercamiento al
marxismo desde alguno de estos modelos se nos presenta como insuficiente. La psicología
marxista entonces, la construimos (y subrayo esta afirmación - la construimos) partiendo del
marxismo como fundamento general en la búsqueda de un modelo propiamente psicológico que
refleje lo psíquico en toda su integridad, que sea consecuente con los principios de partida y que
sea capaz de asimilar e integrar críticamente lo mejor del pensamiento psicológico en su historia y
en su estado actual, aquello que se descubre como una verdad objetiva científica.
Valdría detenerse aunque sea brevemente, en este último aspecto - la asimilación crítica - por el
significado que tiene dentro de la psicología marxista y porque no han faltado las incriminaciones
de los “agudos de la superficialidad” acerca de un supuesto eclecticismo.
En el propio ejemplo del marxismo, encontramos la clave para comprender la necesidad y el
sentido de la asimilación crítica. Analizada en esta dirección particular, tendremos todos que estar
de acuerdo en que, como señalaba Lenin, el marxismo es el sucesor natural de lo mejor que la
humanidad creó en el siglo XIX; la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo
francés”. ¿Podemos reducir el marxismo a estas tres fuentes y partes integrantes?.
Indiscutiblemente no. Pero ¿pudiéramos concebir el marxismo sin ellas?. La respuesta es
igualmente negativa.
En la psicología marxista el problema se plantea así: la asimilación crítica de la producción
científica en psicología es un elemento central que expresa, más allá de su ruptura, la unidad de la
ciencia psicológica; a la psicología marxista no le son ajenos los logros de las escuelas,
tendencias, etc. son estas “fuentes y partes integrantes”; las escuelas psicológicas han reflejado
en mayor o menor medida y adecuación lo que han pretendido estudiar, descubriendo leyes,
regularidades, mecanismos psicológicos de significación particular. Desconocer esto sería abrir las
puertas al chouvinismo y el dogmatismo pseudo científico, porque en realidad retomando a
Vygotsky, “...nuestra ciencia será marxista en la medida en que sea verdadera, científica; y es
precisamente en la dirección de la conversión de nuestra ciencia en verdadera, y no en ponerla de
acuerdo con la teoría de Marx, en la que hemos de trabajar...lo que hubo y hay de verdaderamente
científico en la Psicología, entra en la Psicología Marxista...este concepto es más amplio que el de
escuela o corriente...coincide con el de Psicología científica en general, no importa donde ni quien
la desarrolló” (Vygotsky L.S. 1982. Pgs. 434-435.)
En cuarto lugar, la psicología marxista no pretende ser una cierta “conciencia crítica” de la
psicología, el “perogrullo” portador de la verdad teorizada y que desde esta posición privilegiada
27
tiene el derecho de dictar sentencia sobre lo bueno y lo malo, lo adecuado y lo inadecuado, etc. La
Psicología Marxista demuestra su valor en la praxis. Cómo considerarnos marxistas, cómo hacer
una psicología marxista si olvidamos que el problema de si el pensamiento humano se le puede
atribuir una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica
donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de
su pensamiento. Pero como toda praxis, la práctica de la psicología marxista expresa la necesidad
de una unidad dialéctica indisoluble: la unidad teoría-práctica.
La reflexión teórico-metodológica, la elaboración de un marco teórico conceptual es un punto
central para la conformación del desarrollo de la psicología marxista. “Los intentos de comprender
los problemas metodológicos de la ciencia psicológica siempre son creados por una necesidad
impostergable de orientaciones teóricas, sin las que las investigaciones concretas inevitablemente
resultan miopes” (Leontiev, A.N.1975.p.3). No hay ni puede haber una práctica consciente,
orientada y productiva sin un marco teórico en el que la misma se inscribe, marco teórico que surge
de una práctica y que vuelva a ella no sólo para confirmarse, sino para perfecionarse y permitir así
un verdadero crecimiento científico.
Este marco teórico de la psicología y que tiene como fundamento el marxismo, se elabora sobre un
conjunto de requerimientos científicos metodológicos insoslayables. Señalemos por solo citar
algunos:
1. Su objetividad, evaluada no solamente por la corroboración empírica particular que sobre la
base de uno u otro método de los llamados tradicionales, valída, hace confiable y pertinente un
sistema categorial, sino sobre todo por una praxis histórica y contextual.
2. Su carácter dialéctico, en tanto su capacidad de asimilar el carácter relativo de todo
conocimiento humano relativo no en el sentido de la negación de la verdad objetiva, sino en el
sentido de la condicionalidad histórica de los límites de la aproximación de nuestros conocimientos
a esta verdad.
3. Su carácter general, en tanto que representa la unidad de la teoría psicológica con
independencia, por supuesto relativa, de sus formas particulares de expresión.
Es por esto que la Psicología Marxista tiene en su núcleo una Psicología General, pero no en el
sentido de una psicología del hombre blanco, adulto y civilizado como pensara Titchener, E. o una
metateoría al decir de Binswager, ni tampoco simplemente una psicología de procesos y
fenómenos, de corte experimental como aún piensan muchos. Sino una psicología general en la
que queda plasmado el sistema de principios teórico-metodológicos que estructuran el
conocimiento psicológico, su aparato categorial, y en la que se realiza, al nivel de la ciencia
particular, en términos propios y diferenciados, su fundamento.
28
En quinto lugar, habría que precisar que la Psicología Marxista es unidad en la diversidad. Su
ajuste total es imposible identificarlo con un enfoque o una teoría particular, aún cuando este se
inscriba dentro de los límites que de algún modo hemos expuesto en estas reflexiones básicas. Su
unidad consiste justamente en la comunidad de ciertos puntos de partida que se derivan en la
práctica de la apropiación de su fundamento. Dejemos claro - la unidad de principios de la
psicología marxista representa su existencia objetiva.
Dentro de este contexto se verifican las contradicciones propias que movilizan el desarrollo
científico entre los diversos modos de realización concreta de los principios, se realiza la
historicidad de las categorías, se delimitan sus alcances y sus limitaciones. En este sentido no hay
nada más ajeno a la Psicología Marxista que pretender ser un conocimiento acabado; la psicología
marxista está en constante construcción y reconstrucción sobre un fundamento solidamente
establecido. Lo que tenemos hoy adolece de múltiples insuficiencias, no siempre somos del todo
consecuentes con lo que nos planteamos en el terreno teórico, porque dicha consecuencia, no es
solo el efecto de un deseo o una convicción, sino de una situación concreta, históricamente
condicionada, pero podemos mostrar lo que hacemos, cómo lo hacemos, lo que pensamos y por
qué lo pensamos.
Qué más necesitamos para demostrar a muchos escépticos que la Psicología Marxista existe, - un
sistema cerrado de conocimientos anquilosados y obsoletos, sujeto a una lógica metafísica? Una
única conceptualización teórica de algo que aún no ha sido descubierto en toda su esencia? O
quizás una falsa propuesta de dominio absoluto del universo psicológico del hombre? Si esto se
espera, entonces cómo hablar de Psicología, marxista o no. Pero incluso, para qué hablar de toda
ciencia. La psicología marxista está ahí, su unidad de principios, su praxis.
Pero el conocimiento de lo psicológico es inagotable, y también inagotable serán los modos de su
aproximación. Nuestra vía no es la única, el marxismo está al alcance de todos, y el
descubrimiento de su significado para la psicología es una tarea histórica. Será la práctica quien
acudirá al llamado de los interesados en una psicología plena.
29
ELEMENTOS PARA LA FUNDAMENTACION MARXISTA
DE UNA TEORIA DE LA MOTIVACION HUMANA.
Nuestras acciones solo tienen un valor de síntomas:Es nuestra naturaleza la que habría que cambiar.
Marguerite Yourcener
El estudio de las fuerzas motrices de la conducta, de los móviles de la actividad del hombre, ha
ocupado siempre un importante lugar en el sistema de la ciencia y la práctica profesional de la
Psicología. Desde la propuesta de Woodworth, que ya a principios de siglo quería convertir a la
Psicología en una motivología, pasando por la aparición y desarrollo de los enfoques dinámicos,
hasta los más contemporáneos modelos interesados en la eficiencia comportamental, los
conceptos y representaciones explicativas del comportamiento han servido para avanzar hipótesis
de sumo interés y significado práctico. Necesidades, motivos, inclinaciones, deseos, demandas,
pulsiones, cuasinecesidades, intereses, por solo señalar algunas, son nociones que aún hoy
sustentan el hacer práctico profesional de los psicólogos y de otros especialistas cuyo trabajo se
vincula al extenso y complejo problema del por qué hacemos lo que hacemos.
Durante muchos años el núcleo fundamental del problema de los móviles del comportamiento se
centró en el así llamado proceso de la motivación, entendido precisamente como aquel en el cual
se ponen en juego las fuerzas motrices de la conducta. Al hablar de la motivación se hablaba,
sobre todo, de causas, de aquello que da lugar a la conducta, se indagaba en el por qué de la
misma. A pesar de reconocer que el término era bastante indeterminista y que cosificaba un
concepto nominativo y no una realidad psicológica específica (Kleinginna P., Kleinginna A.1981), lo
cierto es que la investigación de la motivación devino un importante eslabón no sólo en la solución
de importantes problemas teóricos y metodológicos, sino también prácticos. Una clara evidencia
de esto, es el aumento considerable de los trabajos dedicados al estudio de la motivación en la
literatura psicológica mundial que se observó particularmente en los años cincuenta. No siendo el
objetivo de este trabajo la discusión de un término que a nuestro juicio resulta anacrónico en el
escenario contemporáneo de la psicología, nos limitaremos a su uso más común, como
representante del conjunto de sucesos que se vinculan a la movilización dinámica del
comportamiento.
En la Psicología que se desarrolló fuera de la influencia del pensamiento marxista, el estudio de la
motivación se caracterizó por una multiplicidad de enfoques y concepciones, decenas de
definiciones y apropiaciones de diferentes ordenes. Muchos de los problemas fundamentales
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fueron planteados, pero no se logró una solución integrativa, coherente y sistemática a los
problemas fundamentales de la teoría psicológica de la movilización comportamental. Primó la
diversidad de enfoques y tendencias que solo hacían referencia a algún aspecto aislado del
problema. Por solo señalar algunas de las tendencias fundamentales podemos distinguir: las
concepciones instintivas, las etológicas, las homeostáticas, las hedonistas, las concepciones
basadas en el estudio de los impulsos e incentivos biológicos (drives, incentivos), la llamada teoría
de las condiciones corporales (bodily conditions), teorías cognitivas de la motivación, las teorías de
la frustración, el conflicto, el stress, las concepciones psicoanalíticas, las de las motivaciones
sociales, las de la autoactualización y otras.
Todas ellas tienen, sin embargo, una cierta comunidad: la inadecuación de sus presupuestos
teóricos-filosóficos de base para la comprensión de la naturaleza de las fuerzas motrices, su origen
y desarrollo. No vamos a detenernos especialmente en el análisis de cómo se tratan en particular
los problemas de la naturaleza, origen y desarrollo de las fuerzas motrices en la psicología que
prefirió mantenerse ajena a los desarrollos del pensamiento marxista, pero sí es necesario
presentar su caracterización general para luego comprender el significado fundamental de la obra
de Carlos Marx en la comprensión de los móviles de la conducta, y cómo en ella se descubren un
conjunto de principios específicos que debe ser considerados en la elaboración de una teoría
psicológica de la movilización, de la dinámica del comportamiento.
En lo que respecta a la naturaleza de las fuerzas motrices, es relativamente fácil detectar en las
corrientes psicológicas desarrolladas por fuera del marxismo, dos tendencias básicas. Una en la
que prima la comprensión de los determinantes biológicos como esenciales e instituyentes en la
explicación de las fuerzas motrices. En la otra prima el subjetivismo. La primera, en su versión
más tradicional, parte de una homologación entre el sistema motivacional de los animales y el
hombre, reduciéndose la movilización de la conducta a la acción de determinados mecanismos
biofisicológicos inherentes a la naturaleza viva de todos los animales, incluido el hombre. La
motivación es función directa del organismo por el solo hecho de estar dotado de impulsos que
están inscritos en su propia organización corporal.
El subjetivismo en la determinación de la naturaleza de los móviles del hombre, se expresa con
particular nitidez en las tendencias que promulgan la idea de que es en el hombre, en su “interior”
donde hay que buscar la naturaleza de sus fuerzas esenciales. Las fuerzas motrices son aquí
entendidas como ciertas propiedades antropológicas del hombre.
El problema del origen y desarrollo de las fuerzas motrices encuentra, por supuesto, su
fundamento en la determinación de la naturaleza de las mismas. Así, en las tendencias
biologicistas, el desarrollo de las fuerzas motrices no es más que la posibilidad de asociar (dicho en
31
otros términos, “condicionar”) uno u otro estimulo a las necesidades orgánicas básicas, de donde el
supuesto desarrollo se hace depender de las condiciones propias del organismo y depende de él.
Más que un desarrollo, en realidad, se habla de una ampliación del círculo de fuerzas
movilizadoras.
Pero los móviles “adquiridos”, solo externamente se diferencian de los dados en la naturaleza
misma del organismo, en esencia, son similares. En el otro caso, la situación no es muy diferente;
el desarrollo es entendido como un automovimiento “desde adentro”, es la ampliación y, en cierto
sentido, “perfeccionamiento” de la estructura interna de las fuerzas motrices. Al entender la
actividad “solo en el plano sociológico abstracto”, el desarrollo de las fuerzas motrices queda
encerrado en los marcos de la personalidad misma (Antsiferova, L.I., 1974, p. 302).
Indudablemente, al partir del presupuesto erróneo de que la naturaleza de las fuerzas motrices
está dada en el mundo interno del hombre, sea este entendido en su dimensión de organismo
natural o personalidad autodeterminada, el problema del desarrollo de las mismas no puede
entenderse esencialmente más que como auto-desarrollo, como proceso ahistórico que se limita a
la mayor o menor acumulación de medios y vías para la canalización de las fuerzas motrices que
en esencia se mantienen inmutables.
La obra de Carlos Marx pone al descubierto un conjunto de principios básicos que no pueden ser
desconocidos por una ciencia que pretende penetrar en el estudio de las fuerzas motrices de la
conducta humana. En sus trabajos, Marx al descubrir leyes que rigen el desarrollo de la sociedad,
al elaborar las bases de la concepción materialista-dialéctica del hombre y la historia, abre la
puerta a una comprensión más adecuada, coherente y sistemática de la naturaleza, el origen y
desarrollo de los móviles de la conducta humana. En el marxismo, la categoría de fuerzas motrices
se expresa primariamente en la categoría necesidad.
Hay en la Psicología una referencia recurrente a la noción de necesidad. Está en prácticamente
todas las tradiciones de la Psicología, desde la tradición experimental, hasta la visión Humanista,
pasando por Wallon, Murray, Maslow, Lewin, Nuttin, Pichón, Leontiev, en fin hay una larga historia
que apoya al menos una consideración mínima.
Una visión bastante superficial del concepto, devenida en juicio crítico de algunos que sin duda
alguna no lo han estudiado suficientemente, reconoce en la necesidad solo la demanda de algo
que está fuera del sujeto y que este “necesita” para vivir, de lo que se desprende que, para los que
piensen que solo de comida vive el hombre, entonces las necesidades son ciertas entidades
“alimenticias”. No hay dudas de que la falta de comprensión y estudio del marxismo es en
ocasiones impresionante entre los psicólogos, lo que pudiera ayudarnos a entender el por qué de
una visión tan rudimentaria de las necesidades. Habría que leer, para algunos felizmente solo
32
releer a Marx, al propio Hegel, incluso a Castoriadis, a Luckas, para entender mejor la dialéctica de
lo subjetivo y la dialéctica de lo objetivo.
Pichón Riviére construyó toda su teoría del Vínculo esencialmente desde la noción de necesidad.
El Vínculo, según Pichón, se construye sobre una base motivacional que son precisamente las
necesidades. Así como Marx, le concede importancia capital al hecho indiscutible de que las
necesidades humanas son una intersección de lo natural y lo social en la constitución humana. Las
necesidades surgen y se desarrollan del movimiento interno del organismo y de su relación , de su
intercambio con el medio. Siendo primariamente una carencia, el individuo se moviliza a convertirla
en su contrario, es decir “no carencia”, que en términos más propios no es otra cosa que la
satisfacción. “Sobre la base de necesidades corporales que promueven el reconocimiento de las
fuentes de gratificación mediante técnicas más o menos universales y durante el desarrollo infantil,
- señala Pichón - se constituye una unidad fundamental que es el vínculo”. (Riviere P. 1980.p.67)
En la infelizmente casi extinta tradición de la Psicología Soviética, particularmente dentro de la
denominada Escuela Vygotsky - Leontiev, a la que debo una buena parte de mi formación, el
concepto de necesidad ocupaba un lugar fundamental dentro del aparato conceptual. Quizás la
más clara evidencia está en los trabajos de Leontiev acerca de la estructura de la actividad, cuyo
sentido psicológico se descubre en el análisis de las necesidades y motivos. Es cierto que esta
tendencia enfatizó más las determinaciones sociohistóricas de las necesidades que su propia
función dentro del sistema comportamental del sujeto, pero llamó la atención sobre el hecho de que
“la necesidad, como fuerza interna, se realiza solo en la actividad. Ella es una condición
indispensable … mientras más se desarrolla la actividad, pasa a ser no solo condición, sino
también resultado”. (Leontiev A.N.1975. p.190-191)
Desde nuestra visión del problema, en la que se unifican experiencias disímiles de nuestra
disciplina, en el concepto de necesidad se recuperan los determinantes sociohistóricos y culturales
del psiquismo, la dialéctica de lo biológico y lo social en la constitución del aparato psíquico, y
concretamente la dimensión del dinamismo psíquico como eje central determinante del
comportamiento humano. La necesidad indica lo causal, lo inevitable, lo que impulsa, la demanda,
lo que se pretende, al fin y al cabo lo que da sentido al comportamiento. Es así que como
constructo teórico el llama la atención sobre la dinámica psíquica. Más aún, denota al sujeto como
lugar de apropiación creativa, como lugar de elaboración y no de reproducción. Como lugar de
adaptación pasiva, pero también activa, al decir de Pichón.
Son las necesidades las generatrices de la dinámica instituyente del aparato psíquico. A ellas se
asocian las experiencias de satisfacción e insatisfacción, experiencias basales e instituyentes de
los dinamismos psicológicos fundamentales, y consecuentemente de los procesos dinámicos de
33
mantenimiento (repetición), desplazamiento (compensación, equilibrio), reelaboración (superación,
creación), etc.
La necesidad existe en sus ciclos de realización,- desarrollo, adaptación, mantenimiento, etc. Y,
siguiendo de algún modo la diferenciación de Maslow (que en mi opinión aúna en el concepto de
necesidad lo que quedó escindido en las nociones de necesidad y pulsión, de necesidad y deseo
en la teorización psicoanalítica), las necesidades construyen dos tipologías básicas con
significados funcionales comportamentales distintos, las de déficits y las de desarrollo, prefiero
decir la carencia y el deseo. La carencia es la dependencia y por tanto la involución, el deseo es la
independencia, el desarrollo, la creatividad. Pero así como las carencias devienen obstáculos en
ocasiones arcaicos, primarios, infantiles, para el desarrollo, los deseos que no encuentran su
realización promueven estados de conflicto y frustración.
Las tendencias dinámicas marcan los modos basales en que se retienen las experiencias con los
objetos (y sujetos) asociados a la realización de esas carencias y esos deseos, fijan intentos, a
veces desesperados, irracionales de dar cobertura a las exigencias que suponen las necesidades.
Otras veces encuentran formas más plenas de satisfacción más equilibradas en relación a las
exigencias internas y externas. “Hay dos grupos de fuerzas que arrastran al individuo…- dice
Maslow - además de las presiones hacia adelante, hacia la salud, también hay presiones hacia
atrás, regresivas y de temor, las cuales llevan a la enfermedad y al debilitamiento”. (Maslow.A.1968
p.164).
Volviendo al marxsimo, podemos, de manera general, encontrar dos planos en que se ubica el
problema de las fuerzas motrices en la obra de Marx. Al primero, podemos llamarlo socio-histórico.
En él, las fuerzas motrices aparecen como leyes, regularidades del movimiento de la sociedad, de
la historia. En este plano, se analiza fundamentalmente el problema de la dialéctica de la
necesidad y la casualidad en el proceso histórico, se hace referencia a las necesidades de la
sociedad, etc. Dentro de límites conocidos, aquí podemos decir que la necesidad se expresa,
sobre todo, como categoría del materialismo histórico. El segundo plano, podemos arbitrariamente
llamarle socio-individual. En él, la necesidad del hombre concreto, aparece en el sistema de
relaciones del hombre con la realidad material. En cierto sentido, podemos decir que en él la
necesidad aparece, sobre todo, como categoría del materialismo-dialéctico.
Sin embargo, entre los dos planos en que existen, se desarrollan y transforman las fuerzas
motrices, existe una relación unitaria; ellos en el marxismo constituyen una unidad. Sus relaciones
son tan internas como lo son las relaciones del materialismo histórico y el dialéctico. Su
diferenciación tiene sólo un sentido metodológico.
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Algunos han querido ver, por una parte, en el materialismo histórico el fundamento de una
sociología marxista, mientras que la Psicología ha de buscar sus fundamentos en el materialismo
dialéctico. Esta posición es realmente ajena a una concepción marxista. Así, en el estudio de las
fuerzas motrices hay que partir de la unidad de ambos momentos de la necesidad, aunque
metodológicamente podemos en un determinado análisis, recalcar más uno u otro aspecto.
Como señalábamos anteriormente, el problema fundamental de las teorías tradicionales de la
motivación, radica en la incomprensión de la naturaleza y el origen y desarrollo de las fuerzas
motrices. Es por esto que aún cuando el significado de la obra de Carlos Marx indiscutiblemente
trasciende estos límites, nosotros sólo nos detendremos en el análisis de estos aspectos, tratando
de elaborar, apoyándonos en los trabajos de los clásicos, un conjunto de proposiciones concretas
que deben, a nuestro juicio, estar en la base de una teoría marxista de la motivación humana.
I. NATURALEZA DE LAS FUERZAS MOTRICES.
El problema de la naturaleza de las fuerzas motrices tiene un significado particular para la solución
de los problemas de la Psicología de la motivación. La investigación psicológica descubre un
hecho fundamental: las fuerzas motrices de la conducta humana revisten la forma de ciertas
entidades, tales como motivos, intenciones, impulsos, necesidades, etc., que actúan desde el
interior del sujeto. Estas aparecen, siguiendo la expresión de F. Engels, como ciertas “corrientes
ideales”.
El reconocimiento de este hecho en sí mismo, de ninguna manera puede ser entendido como lo
han hecho las tendencias idealistas y subjetivistas de la Psicología, como justificación y
fundamento de la naturaleza esencialmente subjetiva e ideal de las fuerzas motrices, y mucho
menos es compatible con una concepción materialista-dialéctica de las mismas. Al respecto,
Federico Engels señalaba: “...no se puede evitar que todo cuanto mueve al hombre tenga que
pasar necesariamente por su cabeza: hasta comer y beber, procesos que comienzan por la
sensación de hambre y sed, sentida con la cabeza, y terminan en la sensación de saciedad,
sentida también con la cabeza...si el hecho de que un hombre se deje llevar por estas “corrientes
ideales”... lo convierte en idealista, todo hombre de desarrollo relativamente normal será un
idealista innato; y de dónde van a salir entonces los materialistas?”,- y más adelante, refiriéndose al
viejo materialismo, nos descubre que el problema no está en “admitir los móviles ideales, sino en
no remontarse, partiendo de ellos, hasta sus causas determinantes” (Marx, C., Engels, F., 1973,
Tomo III, pp. 371, 386). En efecto, no basta con aceptar de hecho la existencia de dichos móviles
ideales, sino que es imprescindible descubrir cuál es su naturaleza.
IA. CARÁCTER OBJETIVO DE LAS FUERZAS MOTRICES.
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Al descubrir el carácter objetivo de la esencia humana, el marxismo descubre el carácter objetivo
de lo psíquico, de la conciencia, y con ello, de los móviles de la conducta humana. La tesis de que
lo “ideal no es...más que lo material traducido y transpuesto a la cabeza del hombre” (Marx, C.,
1980, Tomo I, p. XX), es de suyo, el principio que rige para la comprensión del carácter objetivo de
los móviles. “Las impresiones que el mundo exterior produce sobre el hombre, se expresan en su
cabeza, se reflejan en ella bajo la forma de sentimientos, de pensamientos, de impulsos, de actos
de voluntad, en una palabra, de “corrientes ideales”, convirtiéndose en “factores ideales” bajo esta
forma” (Marx, C., Engels, F., 1973, Tomo3, p. 371). En este sentido, como formas específicas de
reflejo de la realidad objetiva, las fuerzas motrices son por su naturaleza objetivas. Esta idea ha
encontrado su expresión clara en las tesis de los psicólogos marxistas.
S.L. Rubinstein señala: “En el proceso con que se reflejan los fenómenos del mundo exterior se
determina también el significado de dichos fenómenos para el individuo, y de éste modo, se
concreta la actitud de esto último respecto a los procesos en cuestión (psicológicamente, ésta
actitud se expresa en forma de tendencias y sentimientos). Esta es la razón de que los objetos y
los fenómenos del mundo exterior, aparezcan no sólo como objetos de conocimiento, sino además,
como impulsores de la conducta, como sus instigadores, que crean en el hombre determinados
incitantes a la acción: los motivos de la acción”. (Rubinstein, S.L. 1965, p.330).
El carácter objetivo de las fuerzas motrices adquiere una dimensión especial a la luz de algunas
ideas expuestas por Carlos Marx en los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. “El
hombre...como ser natural y como ser natural viviente, está provisto, por una parte, de las fuerzas
naturales de la vida, es un ser natural activo. Estas fuerzas existen en él como tendencias y
habilidades, como impulsos...los objetos de sus impulsos existen fuera de él como objetos
independientes de él; pero estos objetos son objetos de su necesidad: objetos esenciales
indispensables para la manifestación y confirmación de sus fuerzas esenciales.
Decir que el hombre es un ser corporal, viviente, real, sensorial, objetivo, equivale a decir que tiene
objetos reales, sensoriales, como objetos de su ser o de su vida, o que puede sólo expresar su
vida en objetos reales, sensoriales” (Marx, C., 1955, p.166).
Así, el objeto del impulso es en última instancia quien determina su carácter y orientación, su
naturaleza. “El hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con carne cocida, que se
come mediante un cuchillo y un tenedor, es un hambre muy distinta de la que devora carne cruda
con ayuda de manos, uñas y dientes” (Marx, C., 1975, p.235).
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La determinación de la objetividad de las fuerzas motrices no se reduce sólo al objeto hacia el que
ellas se dirigen. La realización de las fuerzas motrices y su naturaleza están, a su vez,
determinadas por las condiciones concretas objetivas de su existencia y manifestación. La idea
está planteada en la “Contribución a la crítica de la economía política”. “La Humanidad nunca se
propone más que los problemas que puede resolver, pues, mirando más cerca, se verá siempre
que el problema mismo no se presenta más que cuando las condiciones materiales para resolverlo,
existen o se encuentren en estado de existir” (Marx, C., 1975, p.11).
En trabajos anteriores, ya C. Marx había señalado: “Si no tengo dinero para viajar, no tengo la
necesidad - es decir, ninguna necesidad real que se satisfaga - de viajar. Si tengo vocación por el
estudio, pero no dispongo del dinero para ello, no tengo vocación de estudioso: es decir, no tengo
vocación efectiva, verdadera” (Marx, C., p. 147). En la “Ideología Alemana” escribe: “Esta
apropiación se halla condicionada, ante todo, por el objeto que se trata de apropiar...se halla
además, condicionada por los individuos apropiantes, (y) además, condicionada por el modo como
tiene que llevarse a cabo” (Marx, C., Engels, F., 1982, pp. 75,76). En este sentido, la comprensión
de la objetividad se vincula a todo el sistema de relaciones que existen independientemente del
sujeto y que determinan, en última instancia, la realización de los móviles de su conducta. “En la
sociedad - señala A.N. Leontiev,- el hombre encuentra no sencillamente ciertas condiciones
externas a las que él debe adoptar su actividad, sino que estas condiciones sociales llevan en sí
mismas los motivos y objetivos de su actividad, sus vías y sus hechos” (Leontiev, A.N., 1975, p.83).
La comprensión del carácter objetivo de las fuerzas motrices en tanto su carácter reflejo y su
vinculación objetal, es imposible al margen de la consideración del eslabón central en el cual
dichas fuerzas motrices se revelan como objetivos y en el cual ellas se conforman en tanto tales:
la actividad práctica, el proceso real de producción de la vida. El hombre es un ser objetivo, “el ser
de los hombres es su proceso de vida real” (Marx, C., Engels, F., 1982, p.25). Es precisamente en
la práctica donde se realizan las múltiples transformaciones entre el sujeto y el objeto, donde se
realiza la objetividad de la esencia humana. El enfoque marxista de la Psicología pone en el
mismo centro del estudio de la motivación humana la categoría actividad, “...el carácter objetal de
la actividad crea no sólo el carácter objetal de las imágenes, sino también el carácter objetal de las
necesidades, las emociones, los sentimientos” (Leontiev, A.N., 1975, p.89).
IB. CARÁCTER HISTÓRICO-SOCIAL DE LAS FUERZAS MOTRICES.
Allí donde los psicólogos no marxistas que se dedican al problema de la motivación de la conducta,
no han encontrado más que instintos biológicos, determinantes bio-fisiológicos innatos, estados de
tensión, tendencias inherentes a la personalidad, etc., es decir, determinantes internos,
37
intrapsíquicos de la motivación, los psicólogos marxistas ponen al descubierto el carácter
básicamente histórico-social de los móviles del hombre.
“Las fuerzas motrices de la conducta del hombre, sus motivos, impulsos, necesidades, deseos,
etc.- señala Antsiferova,- tienen una naturaleza histórico-social y se desarrollan en el proceso de la
actividad consciente de los hombres” (Antsiferova, L.I., 1974, p. 298). Por su parte, P.M.
Yakobson, subraya: “La formación de las fuerzas motrices que determinan la motivación de las
acciones y conductas del hombre, está relacionada con su esencia social” (Yakobson, P.M., 1960,
p.71).
Indiscutiblemente, en toda la obra de los clásicos del Marxismo está presente la idea de la
determinación histórico-social del hombre. La misma consideración de la esencia del hombre
como el conjunto de sus relaciones sociales, descubre la importancia de dicha tesis en el
pensamiento de Carlos Marx. Ella se evidencia en el tratamiento de los problemas más
directamente vinculados a la Psicología (por ejemplo, en la teoría de la conciencia) y, en particular,
en el análisis del problema de las fuerzas motrices.
Especialmente, en el tratamiento al problema de las necesidades, podemos descubrir con claridad
el significado de la obra de Marx en lo que a dicho tema se trata. “Las necesidades - escribe S.L.
Rubinstein en su artículo “El problema de la Psicología en los trabajos de Carlos Marx” - realizan la
historicidad en el estudio de los motivos, de las fuerzas motrices de la conducta. Ellas descubren
la riqueza de la personalidad del hombre, de los motivos de su conducta” (Rubinstein, S.L., p.17).
El carácter histórico social de las fuerzas motrices se evidencian en toda la trama de relaciones
complejas en las que ellas se hallan implicadas. Cuando analizábamos el carácter objetivo de las
fuerzas motrices, sólo hacíamos referencias al hecho de su vinculación con el objeto, pero no
desentrañamos la naturaleza de dicho objeto.
Efectivamente, decir que el hombre es un ser objetivo, es decir que tiene objetos de su ser, de su
vida. Pero el hombre “es un ser natural humano. Es decir, un ser para sí. Por consiguiente, los
objetos humanos no son objetos naturales, tal como se presentan inmediatamente” (Marx, C.,
1965, p.167). Los objetos del hombre son objetos creados, producidos por la humanidad. Ellos se
presentan en su forma elaborada. “El mundo sensible...no es algo directamente dado desde toda
una eternidad y constantemente igual a sí mismo...es un producto histórico, el resultado de la
actividad de toda una serie de generaciones” (Marx,C., Engels, F., 1932, p.45). Así, la
comprensión del carácter objetivo de las fuerzas motrices lleva aparejado el reconocimiento de su
naturaleza histórico-social.
38
Esta idea ha llevado a muchos autores a la diferenciación de las llamadas necesidades naturales
(comunes a los hombres y los animales) y las necesidades superiores (especiales),
específicamente humanas. Efectivamente, la lógica permite tal diferenciación pero ello sólo tiene
sentido como abstracción metodológica.
El objeto de las necesidades naturales que pudiera parecer común al hombre y al animal, de
hecho, está inmerso en un conjunto amplio de relaciones. Para el animal, estas se reducen, en
última instancia, a su mantenimiento como especie. En el hombre, este conjunto de relaciones es
incomparablemente más amplio. En “El Capital”, Marx señala: “Las necesidades naturales, el
alimento, el vestido, la calefacción, la vivienda, etc., varían con arreglo a las condiciones del clima y
a las demás condiciones naturales de cada país. Además, el volumen de las llamadas
necesidades naturales, así como el modo de satisfacerlas, son de suyo un producto histórico que
depende, por tanto, en gran parte, del nivel de cultura de un país y, sobre todo, entre otras cosas,
de las condiciones, los hábitos y las exigencias con que se haya formado la clase de los obreros
libres” (Marx, C., 1980, Tomo I, p.133).
El carácter histórico-social de las fuerzas motrices se expresa también, claramente, en el análisis
de su desarrollo, sobre el cual hablaremos más adelante. Aquí, sólo señalamos que en el proceso
de su vida, el hombre crea nuevas necesidades. En lo fundamental, las necesidades del hombre
son el resultado de su actividad productiva. En la transformación del mundo el hombre se
transforma a sí mismo, transformando con esto sus necesidades. Al crear objetos en la
producción, el hombre crea la necesidad de estos objetos - la producción - proceso histórico,
socialmente determinado, es de hecho el proceso de creación de nuevas necesidades, sujeto a
leyes y regularidades que existen independientemente del hombre.
Pero no sólo la creación, sino también “la satisfacción de estas necesidades, es de suyo un
proceso histórico” (Marx, C., Engels, F., 1982, p.79). Baste aquí referirnos al tratamiento
diferencial que se da al problema de la satisfacción de las necesidades en dependencia de la
formación social concreta que se analiza. El problema está planteado en la Ideología Alemana:
“Por los demás, lo que y cuanto le sea dable ver, no depende solamente del estado real del mundo,
sino también de su bolsa y de la actuación que en la vida le asigne la división del trabajo, situación
que tal vez, se le cierre demasiado, aunque tenga ojos y oídos muy acaparadores” (Marx, C.,
Engels, F., 1982, p.326). Las condiciones sociales imponen su sello al sistema de realización y
ejecución de las fuerzas motrices. Así como se reconoce que son los hombres los que hacen la
historia, pero la hacen con arreglo a premisas y condiciones muy concretas, todo lo que mueve a
los hombres depende en cierta medida de las condiciones concretas de su realización.
39
“El que un apetito llegue a ser imperativo o no...sin que esto excluya por lo demás un posible
progreso ulterior, depende de que las circunstancias materiales...permitan satisfacer estos
aspectos normalmente, de otra parte, desarrollar un conjunto de apetitos, y esto último depende, a
su vez, de que vivamos en circunstancias que nos consientan una actividad total y completa”
(Marx, C., Engels, F., 1982, p.281).
De ésta forma queda claro el hecho de que las fuerzas motrices, las necesidades humanas “toman”
su carácter y significado en las condiciones concretas de su existencia. Estas condiciones son las
formas de organización social, las diferentes formaciones sociales en su sentido más amplio y las
diferentes sociedades, culturas, etc. “Todas las necesidades del ser humano son en su contenido
concreto y en su manifestación concreta, necesidades históricas, en el sentido que, condicionadas
por la evolución histórica del hombre, quedan implicados en ella, desarrollándose y modificándose
en su curso” (Rubinstein, S.L., 1969, p. 289). A la luz de los elementos antes expuestos, podemos
deducir que en el análisis del problema de la naturaleza de las fuerzas motrices de la conducta
humana, una concepción psicológica marxista no puede obviar las siguientes ideas básicas:
1. El reconocimiento de la existencia de determinadas formaciones motivacionales subjetivas
no es contradictorio con la concepción mateialista-dialéctica. Por el contrario, esta es la única
capaz de descubrir la verdadera naturaleza de las mismas.
2. Las fuerzas motrices de la conducta humana han de ser entendidas, no como
determinadas entidades abstractas, inminentes o como simples fuerzas biológicas innatas. Los
móviles de la conducta son, ante todo, un reflejo particular de las relaciones del hombre con la
realidad objetiva, y esto ha de ser el punto de partida de una teoría de la motivación.
3. Al margen de su forma particular de expresión, los móviles de la conducta humana tienen
un carácter objetivo, dado por el conjunto de las relaciones objetivas en que ellas existen y se
determinan, y es precisamente en su carácter objetivo, que devienen verdaderos movilizadores de
la actividad humana.
4. No basta reconocer el carácter objetivo de los móviles de la conducta humana. Su
naturaleza es básicamente histórica y social. Fuera de esta determinación, las necesidades
humanas pierden su especificidad y se asemejan a los instintos y apetitos de los animales.
5. Es en la actividad donde se realiza la objetividad y la determinación histórico-social de las
fuerzas motrices de la conducta. Una Psicología Marxista de la motivación, no puede excluir la
consideración de la actividad del hombre.
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II. ORÍGEN Y DESARROLLO DE LAS FUERZAS MOTRICES.
Este es uno de los problemas más debatidos en los marcos de la investigación psicológica de la
motivación. Dos esquemas básicos son ya tradicionalmente aceptados (Seve, L., 1975; Leontiev,
A.N., 1975): uno según el cual, el orígen y desarrollo de las fuerzas motrices parte de la existencia
de necesidades como móviles iniciales de las actividades psicológicas (N-A-N); el otro, pone como
punto de partida la actividad en la cual surgen y se desarrollan las necesidades (A-N-A),
relacionándose de continuo uno con otro. Tomado en tal sentido, el problema de saber si,
hablando en términos relativos, las necesidades son elementos primarios o no, vale decir, si un
punto de una circunferencia es el “comienzo” de esta, carece en el fondo de significación (Seve, L.,
1975, p.291).
Por otra parte, no se trata tampoco de descubrir el ciclo general de las necesidades del hombre,
tomadas en su totalidad y que indiscutiblemente parte de la existencia en él de necesidades
biológicas, vitales que necesariamente debe satisfacer para garantizar su mantenimiento, su
existencia, aunque aquí ya se descubre el verdadero orígen de la función del impulso de las
necesidades. Al respecto, I.M. Sechenov señalaba: “El hambre es capaz de poner en pie al
animal, es capaz de darle a la búsqueda un carácter más o menos apasionado, pero en ello no hay
ningún elemento que permite dirigir el movimiento hacia una u otra parte y transformarlo en
correspondencia a las exigencias y casualidades de las contingencias” (Sechenov, I.M., 1952,
p.581).
El problema ha de plantearse allí donde el hombre se descubre en su ser esencial, como ser social
dotado de fuerzas naturales y objetivas, dotado de objetos esenciales. El problema del orígen y
desarrollo de las fuerzas motrices ha de resolverse allí donde estas son humanas. “...El hombre se
diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida...El
modo como los hombres producen sus medios de vida...es ya, más bien, un determinado modo de
la actuación de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado
modo de vida de los mismos” (Marx, C., Engels, F., 1982, p.19).
El problema del orígen y desarrollo de las necesidades, como expresión de las fuerzas motrices de
la conducta humana, se encuentra en el proceso mismo de la producción de la vida, y este no es
más que la actividad práctica, real, concreta de los hombres: la actividad laboral.
Una real comprensión de ésta tesis marxista implica la diferenciación de la necesidad en su forma
elemental (en cierto sentido, homóloga en el hombre y los animales) y su forma específicamente
humana, como expresión de la naturaleza humana. El propio Carlos Marx, ya señalaba al
respecto: “...la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia es
41
que los hombres se hallan...en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer,
beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más”, y prosigue, “el primer hecho histórico
es por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas
necesidades” (Marx, C., Engels, F., 1982, p.27). Pero la necesidad que aparece inicialmente como
premisa, se transforma a su vez, en el proceso productivo, en su resultado, aparece como una
necesidad objetivada, “la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la
adquisición del instrumento necesario para ello, conduce a nuevas necesidades” (idem, p.28). Se
evidencia así, que si bien la necesidad inicialmente es condición interna, premisa de la producción,
es en esta última donde la necesidad se realiza, se desarrolla y objetiviza, y aparece entonces
como su resultado. “La necesidad como fuerza interna puede realizarse sólo en la actividad...la
necesidad aparece inicialmente solo cómo condición, como premisa de la actividad, pero en cuanto
el sujeto comienza a actuar, ocurre su transformación y la necesidad deja de ser lo que fue
virtualmente en sí. Mientras más se avance en el desarrollo de la actividad, esta premisa se
convierte más en su resultado” (Leontiev, A.N., 1975, p.191).
De esta forma, en el análisis del orígen y desarrollo de las fuerzas motrices, la solución marxista
presupone partir de la actividad, del proceso de producción de la vida. En este sentido, no es
casual que este problema tenga su expresión en la teoría marxista, en la dialéctica del consumo y
la producción. Esto evidencia no sólo el problema del orígen y desarrollo de las fuerzas motrices
en la producción, sino además, su carácter y naturaleza. Para una mejor comprensión de las
implicaciones para el análisis del orígen y desarrollo de los móviles de la conducta humana,
señalaremos lo que, a nuestro juicio, son las tesis básicas: (Marx, C., 1975).
1. “El consumo hace la producción en cuanto crea la necesidad de una nueva producción, o
sea, el móvil ideal, interno y activo, de la producción...el consumo coloca el objeto de la producción
idealmente, como imagen interior, como necesidad, como impulso, como fin. Sin necesidades no
existe producción. Pero el consumo reproduce la necesidad” (p.234).
2. “La producción...facilita al consumo, los materiales, el objeto...pero no es sólo el objeto lo
que la producción facilita al consumo. d.C. al consumo su carácter determinado, su finish”(p.234).
3. “La producción no sólo provee materiales a la necesidad: provee también una necesidad a
los materiales. Cuando el consumo sale de su tosquedad primitiva...es solicitado por el objeto
como causa excitadora...De modo que la producción no solo produzca un objeto para el sujeto,
sino también un sujeto para el objeto” (p.235).
4. “La producción da lugar al consumo en cuanto crea el modo especial de consumo y el
estimulo para el consumo, la capacidad misma del consumo bajo la forma de necesidad” (p.236).
42
5. “Lo importante en esta cuestión es hacer resaltar que si se consideran la producción y el
consumo como actividades de un solo objeto o de individuos aislados, aparecen en todo caso
como momentos de un proceso en el que la producción es el verdadero punto de partida, y por lo
tanto, también el factor que predomina. El consumo como necesidad es un momento interno de la
actividad productiva, pero esta ultima es el punto de partida de la realización, y por lo tanto, su
momento preponderante, el acto en el cual se resuelve de nuevo todo el proceso” (p.237).
Esto nos permite elaborar ciertas premisas o puntos de partida sobre los que habría que pensar la
estructuración de una concepción marxista del problema del origen y desarrollo de las fuerzas
motrices:
1. Existen en el hombre determinadas necesidades naturales, biológicas, elementales, que
devienen premisas sobre las que se erigen las fuerzas motrices de su conducta, pero estas últimas
en el sentido propiamente humano, no pueden ser deducidas de las primeras.
2. Las fuerzas motrices tienen un desarrollo, una historia, que no puede ser entendida
simplemente como el sucesivo cambio de determinados caracteres “externos” a ellas como pueden
ser las vías de su realización, sus formas de expresión, etc. Ellas se transforman sustancialmente,
desplegándose cada vez con nuevas cualidades, ascendiendo a niveles cada vez más humanos.
3. El desarrollo de las fuerzas motrices de la conducta humana no se origina “desde adentro”,
no es el resultado de un automovimiento inherente al propio hombre. Por el contrario, es el
resultado del proceso real de la vida, de la producción de la vida material y espiritual de los
hombres. Las necesidades humanas son producidas.
4. La producción de la actividad propiamente humana es el punto de partida del origen y
desarrollo de las fuerzas motrices de la conducta, en tanto provee el objeto, la forma de relación
del sujeto con este, y la orientación hacia el mismo. La producción de objetos condicionan de suyo
la aparición y desarrollo de las necesidades.
La construcción de una Psicologia Marxista presupone la difícil tarea de elaborar los fundamentos
de una ciencia psicológica cuyas leyes, regularidades, hechos, principios, etc., por su carácter sean
coherentes y consecuentes con la el marxsimo, la concepción del hombre y la sociedad que este
presupone, y la practica revolucionaria que en él se encierra. Esta tarea, es un objetivo central de
todos los psicólogos marxistas. Su ejecución necesariamente contiene como un momento básico
el descubrimiento del significado de la obra de Carlos Marx no solo para la Psicologia como un
todo, sino para algunos de sus aspectos particulares. En la solución concreta de los problemas,
43
tanto teórico-metodológicos como practico-empíricos que plantea el estudio psicológico de la
motivación, el pensamiento de Carlos Marx deviene fuente fundamental de ideas, principios, etc.,
que señalan la vía para la búsqueda particular, en los marcos de nuestra ciencia, de dichas
soluciones. No se trata de buscar en Carlos Marx las soluciones acabadas a los problemas de la
Psicologia, sino asumir su pensamiento y su obra en la incesante tarea de la investigación
científica.
BIBLIOGRAFIA.
1. Marx, C. Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. Ed. Politica, La Habana, 1965.
2. Marx, C. Contribución a la critica de la Economía Politica. Ed. Ciencias Sociales, La
Habana, 1975.
3. Marx, C. El Capital (en tres tomos). Ed. Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, 1980.
4. Marx, C., Engels, F. Obras Escogidas (en tres tomos). Ed. Progreso, Moscu, 1973.
5. Marx, C., Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. Pueblo y Educación, Ciudad de La
Habana, 1982.
6. Antisiferova, L.I. Algunas cuestiones de la investigación de la Personalidad en la
Psicologia Contemporánea de los Países Capitalistas. En el libro “Problemas teóricos de la
Psicologia de la Personalidad”. Ed. Nauka, Moscu, 1974.
7. Leontiev, A.N. Actividad, Conciencia, Personalidad. Ed. Politsdat, Moscu, 1975.
8. Rubinstein, S.L. El problema de la Psicologia en los trabajos de Carlos Marx; Psicotecnica
Sovietica. Ogis-Sotsiengis, No. 1, pp.3-20, Moscu, 1934.
9. Rubinstein, S.L. El ser y la conciencia. Ed. Nacional de Cuba. Editora Universitaria, La
Habana, 1965.
10. Rubinstein, S.L. Principios de Psicologia General. Ed. Revolucionaria, La Habana, 1969.
11. Sechenov, I.M. Obras Escogidas. Ed. Prosvishenie, Moscu, 1952.
12. Seve, L. Marxismo y teoría de la personalidad. Amorrertu Editores, Buenos Aires, 1975.
13. Yakobson, P.M. Problemas psicológicos de la motivación de la conducta humana. Ed.
Prosvishenie, Moscu, 1969.
MARXISMO Y PSICOLOGÍA.
44
CONTRIBUCIONES DESDE LA
ESPISTEMOLOGÍA Y LA METODOLOGÍA.
“... confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros...,y así cesaron de edificar”
Génesis 11-6,7,8.
“...la verdad emerge más rápidamente del error que de la confusión”.
Francis Bacon (Novum Organon)
Una vieja parábola que conocí de dos amigos psicólogos, “soviéticos” en aquella época, y que me
tomo la libertad de recrear , narraba de un interesante encuentro entre dos sabios que desde hacía
muchos años no se veían por estar ambos dedicados por entero a lo que esperaban sería el gran
descubrimiento de su vida. Pues bien, un buen día, después de tanto tiempo Sasha y Misha -
nombres que arbitrariamente doy a estos señores- se reencontraron, y con mucho júbilo y alegría
se abrazaron y se pusieron a conversar.
-“Cuéntame, “pachalsta” , Misha, ¿cómo te ha ido durante estos cuarenta años?”.
-”No del todo mal querido amigo, pero bien tampoco”.- Y sin dar más cuenta de su situación,
inmediatamente preguntó- “Y a ti, Sasha, ¿cómo te ha ido?.
-”Excelentemente bien”- respondió. “Imagínate que después de años enteros dedicado solo a mi
trabajo he logrado un gran descubrimiento que revolucionará al mundo”-
-”¿Tanto así?, ¿Qué puede ser tan grandioso?.”
-”Cuando te lo muestre - sentenció con voz grave el llamado Sasha - me darás toda la razón”.
-”Pero dime de qué se trata”- repitió el otro impaciente.
-”Pues bien, he descubierto UN LIQUIDO QUE LO DISUELVE TODO !.”
El impacto fue fuerte para aquél que dijo no haber estado mal pero tampoco bien. Sin embargo,
pasados apenas unos segundos, cuando la sagacidad de científico viejo se le impuso a lo
inesperado, con una sonrisa no carente de ironía se dirigió a su interlocutor.
-”Que bien Sasha. Es verdaderamente sorprendente, es un avance teórico de incalculable valor.
Pero...dime una cosa, ¿Dónde vas a poder echarlo?.
El centro epistemológico de la Psicología desde sus lejanos orígenes y siguiendo la más
académica tradición de las ciencias, ha sido la construcción de teorías. Un científico
verdaderamente serio y de escala superlativa es aquél que ha logrado una construcción teórica
45
medianamente coherente y preferiblemente novedosa. En las casi extintas tradiciones, se trata de
una “construcción” cuyos pilares fundamentales son la determinación de un objeto teórico (la
conciencia, la conducta, el inconciente,etc.), y un conjunto (preferiblemente sistema) de métodos
que permiten un descubrimiento adecuado de las peculiaridades estructurales y funcionales del
objeto definido. La lógica constructiva de este modelo es, en lo fundamental, unidireccional y
cerrada. El lugar de la verdad es o bien el dato, si se trata de alguna de las versiones del
positivismo, o las propias representaciones y nociones constitutivas de la teoría (lo que realmente
sigue siendo el fantasma del positivismo, solo que en el lugar del sabor “objetivista” pone uno más
idealista, cuasihegeliano). No hay prácticamente posibilidad de error, las diferencias empíricas son
formas variadas de expresarse un mismo concepto. La única crítica probable es la que venga de
otro modelo teórico, que, de entrada, es entonces inadecuada, e inaceptable, por su origen. La
teoría es, en este sentido, un líquido que lo disuelve todo. Su gestor: algo así como un Dios
inefable que siempre tiene la verdad.
Siendo así, la Psicología se convirtió en un verdadero campo de batallas, donde el único dialogo
posible resulta ser el bien conocido “diálogo de sordos”. Los objetos teóricos devinieron
propiedades privadas de los adeptos (en la gran mayoría de los casos más que adeptos
tendríamos que decir adictos), y fueron desarrollándose linealmente en metalenguajes peculiares
cuya comprensión resulta casi imposible para los que no sean “miembros del clan”, no dejando,
muchas veces, ni un espacio real para una traducción. El destino previsible de tal modo de des-
articulación epistemológica de la Psicología era cuando menos el inmovilismo, la segmentación, el
refugiarse o regodearse en el magnífico campo de la teoría al costo de una desatención muchas
veces notoria a la práctica profesional, o una separación abismal entre el discurso teórico y el
práctico.
Llamo la atención que esta hipertrofia de la teoría no es un problema de la historia pasada, sino
también del presente histórico de la Psicología. Es posible descubrir sin mucho esfuerzo estas
ideas en tendencias configuracionistas, estructuralistas, constructivistas y postmodernistas (Lacan
J., Paez D., Maturana C., por solo citar algunos) configuradas como “nuevas tendencias” en los
últimos años. También se evidencia en las propuestas que vuelven a las ideas premarxistas y
prefreudianas del sujeto omnipotente -omnipotencia para el sujeto que justifica la omnipotencia de
la teoría que otro sujeto llamado científico construye y que por ende por partida doble se niega a si
misma: la teoría omnipotente del sujeto omnipotente niega entonces la omnipotencia del segundo y
por tanto la omnipotencia misma de la teoría. Parecen desconocer que el valor revolucionario del
marxismo está en la desmistificación de la omnipotencia (del capitalismo, del analista, de la teoría
sobre la práctica).
46
Para suerte de la Psicología (por hablar de un modo bien indeterminista), la inmensa mayoría de
las razones por las que ella subsiste como ciencia, se relacionan con el hecho de que existe como
profesión, como práctica real, cotidiana. Al interno del gremio se repite la absurda contradicción de
que la minoría gobierna porque tiene el poder, la mayoría acata porque no lo tiene, pero la que
define el rumbo final de los acontecimientos “en última instancia”, al decir de Marx K., es la
mayoría. Los menos son los que siguen creyendo que el problema está en descubrir el liquido que
lo disuelve todo - ¿la actividad?, ¿la Personalidad?, ¿el inconsciente? -, los más son los que están
urgidos, por demandados y demandantes directos, de un líquido quizás más común y corriente
pero que calme la sed .
I. UNIDAD Y CONVERGENCIA. UNA ALTERNATIVA TEORICO CONCEPTUAL..
En las tradiciones del pensamiento psicológico marxista la obra de Vygotsky se presenta como un
espacio de discusión epistemológica de indudable valor en la búsqueda de una integración
probable. Su propuesta integracionista se sustenta en una profunda comprensión de la relación
teóría-práctica. No es renunciar a una para favorecer a la otra, es sobre todo encontrar el producto
derivado de su intersección. “En nuestra opinión- dice Liev Semionovich en uno de sus más
conocidos trabajos-, el camino a seguir es otro, que puede ser denominado análisis por unidades.
Cuando hablamos de unidad nos referimos a un producto del análisis que, contrariamente al de los
elementos, conserva todas las propiedades básicas del total y no puede ser dividido sin perderlas”
(Vygotsky L.S. 1964. Pg. 20).
La UNIDAD en Vygotsky es una “sublime obsesión”. Pero no se trata sencillamente de un recurso
metodológico, no es solo un método. La búsqueda de la unidad es una revelación quimérica, es la
utopía posible del pensador materialista-dialéctico: “Marx -dice Lev Semionovich pensando en “El
Capital” - analiza una sola célula viviente de la sociedad capitalista, como por ejemplo la naturaleza
del valor. En el interior de dicha célula descubre la estructura de todo el sistema junto con la
totalidad de sus instituciones económicas...- y prosigue más adelante,- Aquel que pudiera descubrir
qué es una “célula psicológica”, el mecanismo que produce incluso una sola respuesta, podría con
ello encontrar la clave de la Psicología como un todo”. (Vygotsky L.S. 1979. Pg. 27).
La UNIDAD en Vygotsky es un núcleo epistemológico, un instituyente epistemológico central que
por tanto se encuentra no solo en toda su obra, sino en todos los niveles de análisis. No importa si
se trata de un método para analizar las interrelaciones del Pensamiento y el Lenguaje, no importa
si se trata de ubicar la dinámica interna de la Esquizofrenia , o precisar el sentido de una Psicología
Marxista . Aquí y allá esta la unidad.
Derivo de aquí lo que considero su aporte central: la epistemología convergente o convergencial.
47
No es este, por supuesto, un concepto que esté escrito como tal en alguna de las obras de
Vygotsky, pero está en todas ellas. No es esta una de las cualidades de la obra del maestro de la
que sus discípulos más directos se apropiaron (y mucho menos los indirectos), quizás porque
entendieron la crítica solo como desactivación y no como asimilación, la diferencia solo para la
ruptura y no para la continuidad. Vygotsky, genio al fin y al cabo, no solo se adelantó a su época,
se adelantó a sí mismo. Su obra, tomada por partes, no es precisamente siempre una
consecuencia de su epistemología - ser consecuente es siempre un camino por andar, casi nunca
un lugar donde se llega definitivamente-.
Pensemos brevemente en la idea de Psicología Marxista que tenía Vygotsky como expresión de
esta epistemología convergente. En primer lugar la apropiación de Marx que propone Lev
Semionovich es ante todo Metodológica (con mayúscula) - Epistemológica. Es sobre todo un modo
de pensar y hacer Ciencia, es una actitud ante la Ciencia, lo que quiere Vygotsky de Marx, es
sobre todo hacer de la Psicología “ciencia científica”, no epifenoménica ni fenomenológica, sino
determinista. Por eso afirma que “...nuestra ciencia será marxista en la medida en que sea
verdadera, científica; y es precisamente en la dirección de la conversión de nuestra ciencia en
verdadera, y no en ponerla de acuerdo con la teoría de Marx, en la que hemos de trabajar”
(Vygotsky L.S. 1982. Pgs. 434-435).
El problema es la verdad, la cientificidad, y ella no es producida directamente por una concepción
filosófica u otra, sino por una praxis - una praxis dilemática, contradictoria, diversa, y plural -, por
eso no puede ser renunciando a la ciencia que una ciencia nueva se construya, es por el contrario
asimilando toda la producción científica anterior, “...lo que hubo y hay de verdaderamente científico
en la Psicología, entra en la Psicología Marxista...este concepto es más amplio que el de escuela o
corriente...coincide con el de Psicología científica en general, no importa donde ni quien la
desarrolló” (idem. pg. 435). “La asimilación crítica de la producción científica en Psicología es un
elemento central que expresa, más allá de su ruptura, la unidad de la Ciencia Psicológica” (Calviño
M. 1986 pg. 25).
Aquí esta el epistema central: la UNIDAD,- la unidad de la ciencia, la unidad en la diferencia, en la
contradicción. Así como en el Pensamiento Verbal la significación de la palabra es “una amalgama
tan estrecha de pensamiento y lenguaje que resulta difícil dilucidar si es un fenómeno del habla o
del pensamiento” (1964 pg. 134), así en toda la obra de Vygotsky su epistemología está
amalgamando el pasado con el presente en una unidad que se denomina contemporaneidad. Y
todo esto no son sencillamente cosas dichas en una obra, son ante todo principios metodológicos
de trabajo. “L.S. Vygotsky es un metodólogo de la Ciencia psicológica” (Davidov V.V., Radsijovsky
L.A. 1980 pg.50)
48
Voy por lo menos a señalar muy sucintamente lo que considero son algunos de los indicadores
constitutivos de la Epistemología Convergente vygotskiana:
1. El monismo ontológico junto al dualismo gnoseológico. (Sustentado en la comprensión
marxista de la unidad y diferencia de la dialéctica objetiva y la dialéctica subjetiva).
2. El carácter “emergente” de lo subjetivo, de lo psicológico. (Reflejo de reflejos, llamaba
Vygotsky a la conciencia).
3. La asimilación crítica histórica y contextual. (La verdad es una categoría histórica y también
científica, pero nunca una categoría política. La comprensión dogmática del marxismo era un
peligro sobre el cual Lev Semionovich llamó la atención en más de una ocasión).
4. El establecimiento de la diferencia no solo como ruptura sino también como unidad.
(Señalemos la comprensión de la unidad y diferencia, mal entendida por algunos autores como
contradicción teórica, entre las funciones psíquicas “culturales” y las “naturales”).
5. La búsqueda de nociones integrativas. (La propia defensa que hace Vygotsky del problema
de la conducta en el estudio de la conciencia, donde claramente está buscando la noción
integrativa de la conducta. “Lo que hay que estudiar no son los reflejos, sino la conducta - sus
mecanismos, sus componentes, su estructura...la conciencia, es el problema de la estructura de la
conducta” (Vygotsky L.S. 1925 pg 180 y 181)
6. La dialéctica de lo particular y lo general. (La propia comprensión de la conciencia así lo
atestigua: ella en la obra de Vygotsky es tratada como reflejo de reflejos, a nivel de lo particular,
pero también en su relación con la actividad laboral, histórica, al nivel de lo general).
Cada uno de estos aspectos, como posiblemente de todo lo dicho en este trabajo, requiere de una
revisión detenida y profunda.
Pero el gran reto del psicólogo empeñado en tareas profesionales está en la articulación de una
“construcción pragmática operativa” que acapare para si la posibilidad de la representación
empírica de los fenómenos con los que se encuentra en su práctica cotidiana y que por tanto le
permita una interacción con los mismos más cercana a su modo “real” de existencia. Dicho en
otros términos un sistema que favorezca el encuadrar su práctica profesional cotidiana desde la
situación, desde el problema, desde la persona concreta (persona, grupo, institución, etc.), y
facilitar la emergencia de los modos de actuación sobre los que se articularía el discurso
elaborativo, “el lenguajear” al decir de Maturana, de las teorías. No se trata de elaborar,
conceptualizar o fantasear en el registro teórico,- lo que supone la hipertrofia del creer en las
teorías como fundamentos de las prácticas-, sino partir del registro operativo y desde este nivel
conceptualizar las prácticas como fundamento y manifestación de fundamentos.
49
Las prácticas son los fundamentos de las teorías particulares, y no a la inversa. Y los fundamentos
de las prácticas son anteriores a las teorías particulares, en nuestro campo las psicológicas, de las
que supuestamente se derivan. Súmese a esto que dicha derivación siempre contiene un “residual”
(a veces impresionantemente voluminoso) no contenido en los sistemas explicativos. Esto está
asociado por una parte a las incapacidades contextuales de cualquier y de todo modelo teórico
(referidas al nivel de desarrollo o penetración que han logrado de su objeto de estudio en un
momento determinado), pero por otra, y fundamentalmente, a las diferencias epistemológicas y
gnoseológicas esenciales que existen entre lo teórico y lo empírico, lo general y lo particular.
Recordemos, y resulta fundamental hacerlo, que los sistemas teóricos particulares, las teorías, son
depositarias de un conflicto teórico inexorable, al decir de Althusser, en tanto las posiciones
teóricas son posiciones teóricas de clase. Y esto supone configuraciones ideológicas distintas.
El Psicoanálisis y una Psicología inspirada en el marxismo, o una Psicología marxista, o un
marxista que hace psicología consecuentemente a su cosmovisión (cuantos modos distintos de
decir para decir lo mismo: un marxista) comparten el hecho fundamental de que la inscripción en el
registro de lo real (no solo como lo intersubjetivo, lo actual, sino también como lo histórico) de su
identidad solo es posible en su hacer, en su práctica.
Si aún quedaran dudas del carácter instituyente de la práctica, sugiero aún no perder de vista lo
que pudiéramos llamar la naturaleza y el significado del obstáculo operativo. En el registro teórico
el obstáculo convoca a la confusión, en el práctico al error. El error es aprendizaje, la confusión
puede serlo pero también puede ser ilusión, falseamiento, elaboración secundaria. La diversidad de
las teorías particulares nos presenta una ilusión de multiplicidad, una “ilusión de alternativas”, al
decir de Watzlawick , que es sobre todo “confusional”.
¿Es posible una construcción pragmática-operativa sin un epistema constructivo?. Sin duda alguna
no. Como tampoco es posible sin un encuadre cosmovisivo y sin un reconocimiento de los reales
fundamentos de las prácticas. Pero ¿cual es el carácter de ese epistema constructivo (diferente de
lo que es una teoría particular), y qué considerar como fundamentos de las prácticas?. La idea
vygotskiana de la unidad nos da una señal, pero necesitamos avanzar un poco más.
El epistema constructivo no es una teoría. Los fundamentos no son las nociones y
representaciones constitutivas de la teoría. El marxismo no está en la teoría psicológica, en
palabras que suenan a frases dichas por Marx. El marxismo está en la praxis, porque más que un
modo de pensar, es un modo de ser y por ende de hacer.
50
El centro operativo, el epistema constructivo, de las prácticas profesionales esta urgido de una
epistemología operativa y convergente. Convergente en tanto supone una epistemología de la
pluralidad, de la unidad en la diferencia, de la unidad y ruptura. La tradición de la Psicología (y la
tradición del Psicoanálisis es aquí la misma), como señalamos antes, es la de una epistemología
divergente, diferenciadora (data de la adolescencia de las ciencias del hombre, de la que va siendo
hora que nos distanciemos), por eso en ocasiones resulta más fácil entenderse con un marciano en
algún posible “encuentro cercano” que con un adepto de un sistema teórico “distinto” al que
nosotros profesamos. Y esta convergencia es solo posible al nivel de las prácticas por razones,
como ya apunté, estructurales. Pero las prácticas son depósitos de ideología, incluso depósitos
más impactantes que las teorías , y la convergencia tiene ciertas precondiciones. El límite de las
convergencias prácticas está en que se den entre los que están en la misma trinchera. Las
prácticas no son descontextualizables. Ellas son anteriores a su representación paradigmática,
pero simultáneas y posteriores a sus condiciones de generación. Decursan como prácticas de uno
con la ideología de “otro” a prácticas de uno con ideología de todos. Lo ideológico es sobre todo un
paradigma en la acción y de la acción.
Hacer de las prácticas el fundamento, es abrir las puertas al encuentro y a la elaboración
conceptual operativa (aquí, como es evidente, subrayo el carácter operativo de esta epistemología
en un sentido Pichoniano). La práctica es el único espacio para pasar de un “hetero ECRO” a un
“homoECRO convergente”. Solo puede converger lo que es distinto, y lo distinto solo puede
converger atisbando un fin común, que a su vez vuelve a ser distinción para reiniciar un proceso
inexorable e irremediable de desarrollo.
Los fundamentos de las prácticas requieren de un aparte (y seguramente de más tiempo que el
que me va quedando). En épocas tan convulsas como las que vivimos en las que el libre mercado
y la libre competencia hacen creer que el capitalismo,con sus modus operandi, es un liquido que lo
disuelve todo y no un liquido que lo ahoga todo (o para ser precisos, casi todo), la invitación es a
desvalorizar los sustentos cosmovisivos, ideopolíticos y económicos de las prácticas. Y aquí se
abre un tema en extremo importante ( y ojala que podamos pensar un poco en esto en los grupos
de trabajo). La desvalorización entra por una puerta peligrosa: no solo por la negación sino además
por la relatividad, que a veces llega a ser “paraesquizofrénica”.
El sustento de las prácticas es un campo de determinaciones que las preceden y una vez
instituidas las condicionan. Es un encuadre que no está sujeto primariamente a la construcción
intencional del psicólogo, o del analista. El es un sujeto también sujetado. Solo que el carácter de
esta sujeción no es del orden solo de lo inevitable (como parece ser en ciertas representaciones
dogmáticas del psicoanálisis y también del marxismo), sino también del orden de lo
transformable,de lo creativo. Las prácticas están determinadas en lo actual por los contextos
51
(históricos, económicos, ideopolíticos) - subrayo esto, por los contextos, y no por las
representaciones teóricas particulares que de ellos se puedan hacer-, y en lo prospectivo por los
contextos actuales y los proyectos, que son la producción del sujeto deseante, comprometido,
trascendente.
Por último, es necesario llamar la atención sobre los compromisos praxológicos. Algunos parecen
querer al fin (después de tantos años) salirse del escudo de la neutralidad, pero diría que para
entrar en la abulia. Muchos muros se han caído, y algunos se han agrietado muy seriamente. Pero
una vez más, hacer tan solo una lectura de lo que está pasando es acomodarse en las palabras en
detrimento del hacer un hacer con lo que está pasando. Una Psicología sustentada en el marxismo
es una ciencia y una profesión que hace de la praxis transformadora (liberadora, desmistificadora)
el núcleo constructivo de su propia existencia. Pero esto supone un compromiso con lo que
queremos, con lo que esperamos, con lo que queremos hacer que suceda.
II. ¿ ECLECTICISMO O INTEGRACIÓN?.
¿Qué quiere decir que una epistemología sea convergente en términos de dos de los conceptos
más importantes que testifican la convergencia: eclecticismo e integración?. Este es punto
fundamental por el que es imprescindible avanzar.
Múltiples evidencias confirman que entre los especialistas es bien extendida la certeza de la
necesidad de abordajes profesionales más adecuados a las condiciones y exigencias de la
realidad. Resulta muy Interesante que esta necesidad de abordajes integrativos es un reclamo que
viene esencialmente desde la práctica y no desde la reformulación teorética. Se percibe con
claridad que las coordenadas dentro de las que se pueden encontrar soluciones no son solamente
conceptuales-epistémicas, sino también y sobre todo pragmáticas-praxológicas.
El desarrollo de la Ciencia Psicológica asociado al establecimiento y aparición de las grandes
Escuelas, y que tipifica quizás todo el periodo que va de fines de siglo pasado a los inicios de la
década de los setenta del presente, se enmarca dentro de lo que denominamos una
“Epistemología Divergente” para la cual la búsqueda de las distinciones con otros modos de pensar
y hacer las cosas se vive con tanta intensidad como una crisis de identidad. Sin embargo, los años
que siguieron a los setenta son años predominantemente de búsqueda de una “Epistemología de
Convergencia”. El gran síntoma de esta tendencia puede quizás ser el énfasis en la búsqueda de
integraciones, cercanías, similitudes, relaciones de complementación, etc. que se verifican sobre
todo al nivel de las prácticas. Es este un periodo más pragmático que para muchos supone una
invitación al eclecticismo. Considerando todo esto que tiene que ver con las convergencias, no es
52
para nada casual que aparezca con fuerza la discusión en torno al eclecticismo (Norcross J. 1986.;
Norcross & Marvin,1992; Eherenwald,1968).
Los primeros pasos vinieron por la vía de la búsqueda de los “factores comunes” una suerte de
“eclecticismo integrativo” o sintético, donde se piensa más en una unión simple o aditiva que en
una verdadera integración. Nociones tales como la “hipótesis de la desvalorización” apuntan en
este sentido. La aparición de lo que algunos han denominado el “eclecticismo analítico” o
“separatista” (hyphenated eclecticism) puso el énfasis en la búsqueda de “los mejores elementos”
de cada modelo (Beitman, 1987). Por solo nombrar evidencias recuerdo lo común que resulta oír
hablar de “psicoanálisis existencial”, “psicoterapia conductual-guestáltica”, etc.
Quizás la propuesta más interesante viene en lo que muchos autores han denominado el
“eclecticismo sistemático”. Desde una visión crítica, dentro de esta vertiente se reconoce que la
denominación de ecléctico es algo así como una ventaja y a su vez una “patente de corso” para
muchos psicoterapeutas. Una ventaja en el sentido de que tal denominación, esencialmente
ambigua, da una supuesta licencia al especialista para actuar según su propia conveniencia o su
visión personal, no especialmente científica, del problema que se plantea. La supuesta asunción
del eclecticismo anda entonces por el camino de la pérdida de cientificidad, de la
desprofesionalización y de la iatrogenia, la manipulación y el control de típicos de las
epistemologías sustentadas en el poder.(Foucault M.1980)
Los “sistemáticos” aseguran que el eclecticismo puede ser un método, puede ser una postura o
actitud de análisis en situación que suponga la actualización de los recursos disponibles por el
terapeuta “en situación” no importa cuál sea el origen paradigmático de dicho recurso.
Las deficiencias de los intentos de solucionar los nuevos retos a la práctica profesional de la
psicología por la vía del eclecticismo son evidentes y desde mi punto de vista irresolubles.
Presentemos, aunque sea brevemente, algunas de ellas.
Si el eclecticismo se esta pensando en términos de integración simple o aditiva (ya sea tomar lo
común o tomar lo mejor de cada una), entonces aparecen serios problemas:
1. Para integrar hay que tener “que integrar”, lo que quiere decir que tendrían que subsistir las
escuelas o alguna variante de modelo parcial no integrativo, lo que contradice el desarrollo de los
últimos años. Junto a esto, evaluar que es “lo mejor” ya supone el establecimiento de un juicio, es
decir de un criterio teórico valorativo.
2. Hablar de integración supone hablar de un”lugar” desde el que se integra, y en este sentido
estaríamos en la idea de Cousin de la preexistencia de ese lugar. Es decir tendríamos que aceptar
53
que hay un modelo (por tanto una escuela, una forma de pensar, etc.) que es la correcta y a la que
se puede llegar desgajándola de lo común esencial de los otros modelos.
3. Una integración seria, de profundo carácter científico, supondría un conocimiento y una
experiencia profesional sistemática de cada uno de los modelos existentes, lo cual es desde ya
imposible.
4. En el caso particular de su comprensión como reunión de tesis conciliables que se toman
de diferentes sistemas teóricos dejando fuera del modelo resultante todo lo que no es conciliable,
entonces se corre el riesgo de dejar fuera justamente aquellas especificidades de un modelo
teórico que dan cuenta de lo que otros modelos no pueden.
Planteado en términos de “método sistemático”, también el eclecticismo carga con serias
dificultades. La más elemental: ¿Cómo se puede ser “sistemático en situación”?, en otras palabras,
¿puede una selección contingente ser sistemática?. Definitivamente el eclecticismo no parece ser
una vía muy prometedora.
Como sustituto menos comprometido del término eclecticismo se observa en el discurso
psicológico la recurrencia en la utilización del término “integración”. Particularmente en algunos
medios linguísticos, como es el caso de nuestro país, la palabra eclecticismo va acompañada de
una connotación negativa, mientras que la palabra integración sugiere una asociación emocional
positiva. Sin embargo, el cambio de término per se no supone la solución de los problemas a él
asociados. Incluso porque eclecticismo e integración no son términos excluyentes: la integración se
puede lograr de un modo ecléctico, aunque luego se diga que “no es una verdadera integración”.
Es difícil hacer una valoración de la llamada “opción integrativa”, al menos en nuestro ámbito
profesional, toda vez que es algo que sobre todo “se dice”, pero que no se clarifica cómo “se hace”.
Integración en ocasiones es aceptar el hecho elemental de que más de cien años de Psicología,
decenas de hombres de talento e inteligencia envidiable que dedicaron y dedican todas sus
energías al estudio de la mente humana, no pueden ser reducidos a un “están equivocados”,”les
falta un método verdaderamente científico”,”están encerrados en la celda de ideologías burguesas
que les cierran el camino a la verdad”. Cosas de este tipo, además de inadmisibles científicamente,
son obsoletas y componen un pasado del que no hay que avergonzarse pero si hay que superar
definitivamente. Parece entonces que la integración es decir- “ellos tienen parte de razón y hay que
reconocer lo que descubrieron y buscarle un lugar en nuestro sistema teórico”.
En nuestro medio, dentro y fuera del campo de la psicoterapia, el intento de integración trae
aparejado un “pseudo descubrimiento autotitulado novedoso y original” que no es otra cosa que
cambiarle el nombre a lo que en otros contextos teóricos goza de un status de conocimiento
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establecido. Se produce como una suerte de “plagio” sin malas intenciones que cae dentro de la
tendencia a “integrar” y que produce hasta teorías y métodos nacionales.
En otra vertiente menos narcisista, se forman verdaderos mosaicos inconexos en los que conviven
la transferencia sexualizada freudiana con el entrenamiento autógeno de Shultz, el inconsciente
lingüístico de Lacán con la regulación consciente y volitiva de Rubinstein, la teoría leonteviana de
la actividad con los estilos de afrontamiento. Sin duda alguna, estos son momentos, etapas que
hay que pasar, pero no pueden ser superadas si no son develadas y si no se construyen
alternativas distintas.
No se trata de decir NO a la integración, sino negarse a una forma de integración que esconde la
posibilidad de una elaboración productiva, eficiente y sobre todo realmente distinta. Quizás valga la
pena comenzar por la propia noción de integración.
Integración es la acción de integrar. Integrar es el dar integridad a una cosa, es también hacer
entrar, componer, formar. Si algo ha sido integrado entonces quiere decir que ha entrado en
alguna otra cosa, o que se ha conformado algo íntegro (entero, completo). Integración es el
proceso de coordinación y unificación de elementos aislados en una totalidad. Esto en principio,
como antes señalé, puede ser:
1. Que los elementos separados se unan o entren en un grupo ya unido, y por ende este
queda inmodificado aunque sí en alguna medida cambiado. Este cambio nunca afecta lo esencial.
Aquí hablamos de “integración por asimilación”.
2. Que los elementos separados se unan conformando una totalidad nueva, no existente
anteriormente. En este caso la integración supone una construcción, una “integración constructiva”.
Esto quiere decir, tanto en la reflexión teórica abstract como de cara a la practica profesional de la
psicología, a la acción profesional de un psicólogo en situación que:
1. O bien se empeñe en lograr que procedimientos, métodos, conceptos, hipótesis, etc.
procedentes de algún modelo más o menos conocido,o también elementos “nuevos”, formen parte
de otro modelo ya existente,
2. o bien logra una unificación tal de elementos procedentes de sistemas ya existentes o
elementos “nuevos” ,que el producto de esta unificación es de hecho otro modelo distinto.
Lo que resulta indiscutible de todo esto es que la integración supone o la asimilación, o la
construcción. Esto quiere decir que integrar no es como se piensa, o más bien como se hace, en
muchas ocasiones: experimentar una intervención profesional en un momento dado a ver que
55
sucede, utilizar un instrumento propio de un cierto modelo teórico dentro de un proceso de
intervención tenga o no que ver, reinterpretar opináticamente el sentido de un procedimiento y
aplicarlo con modificaciones por conveniencia y no por criterios científicos, hablar un discurso
“babeliano” que ni el más docto políglota puede descifrar.
La integración como construcción de un modelo o como asimilación de contenidos es analizable, a
mi juicio, partiendo de la consideración de los diferentes niveles, o si se quiere de los diferentes
espacios lógicos de la construcción de la Psicología como ciencia y profesión.
¿Cuales son estos espacios lógicos o niveles constructivos?. Sin pretender una respuesta única,
podemos diferenciar cuatro espacios lógicos fundamentales:
El espacio epistemológico. Continente de los principios, de las hipótesis generales sobre las que se
sustentan los modelos teóricos o la prescripción de nuevas hipótesis. Es en este nivel donde con
más fuerza establecen sus marcas los componentes filosóficos, ideológicos, cosmovisivos en
sentido general. En este espacio se ubican aspectos tales como la cosmovisión del profesional, su
visión de lo humano, de la vida, sus hipótesis acerca de que es la mente y su significado
existencial, sus creencias ideológicas, incluso sus peculiaridades de idiosincracia, cultura, etc. El
imperativo constructivo de este nivel es LO ESENCIAL.
El espacio axiológico normativo. Abarca todo el campo constructivo de un paradigma. Constituido
por los presupuestos éticos, valorativos, que delimitan lo aceptable y lo inaceptable, lo justo y lo
injusto, lo admisible y lo inadmisible, y por supuesto todas sus transiciones, como patrones
comportamentales del científico, del profesional, como ser humano. Sin embargo, aquí lo referimos
como constructo lógico particular para un paradigma. Si bien el referente más generalizado y
común para la psicología en los últimos años es una ética humanista, que supone patrones de
conducta en las relación profesionales de trabajo, en el manejo de las influencias sobre las
personas e instituciones con las que se trabaja, en el respeto a la integridad física y moral por
encima de cualquier presuposición teórica o de cualquier otro tipo, en el respeto a la confidencia de
la información recibida, el derecho a la libre expresión,etc., no es menos ciertos que cada modelo
teórico construye sobre esta axiología general una axiología normativa particular, con un sentido
más heurístico. Aquí el imperativo constructivo es LO DEBIDO.
El espacio teórico-conceptual. Es de aquí de donde se derivan las teorías y las nociones teóricas.
Se trata de construcciones lógicas más circunstanciales que las del nivel antes mencionado y en
este sentido más susceptibles de cambio, interpenetración, más flexibles incluso al interno de
diferentes contextos epistemológicos. Se incluyen también los componentes metodológicos que
establecen pautas de garantía al carácter científico del conocimiento en función precisamente de
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los modelos de ciencia dentro de los que se inserta. Desde un mismo espacio epistémico se
construyen distintos espacios teórico-conceptuales, lo que confirma la posibilidad de producciones
complementarias y por tanto integrables en construcciones distintas a aquellas en las que fueron
instituidas o descubiertas. Aquí ubicaríamos el paradigma teórico especifico que resulta ser el
referente central del especialista, su adhesión a un cierto modelo teórico-conceptual que lo hace
pensar en términos de ciertos conceptos e hipótesis explicativas particulares. En este nivel el
imperativo constructivo es LO ASUMIDO.
El espacio pragmático. Es este el nivel que concierne a la actuación, al éxito de la intervención
comportamental. En este espacio ubicamos tanto las operaciones que se realizan, los
procedimientos con los que dichas operaciones se realizan, las habilidades o imperativos técnicos
de dichas operaciones, así como “la creencia pragmática”. Interesante destacar desde esta
representación kantiana, que el espacio pragmático contiene una teorización, un conjunto de
representaciones teórico-conceptuales que articulan in situ las operaciones que se realizan. Estas
pueden ser, polarizando para sintetizar: coherentes, sistemáticas, estructuradas, y reflexivas, o en
el polo opuesto, inconexas, referenciales, contingentes e intuitivas. El espacio pragmático no es
entonces tan solo un nivel empírico, sino también empírico-representacional. El imperativo evidente
de este nivel es LO ÚTIL.
El perfeccionismo lógico, imperante en los modelos epistemológicos tradicionales, supone que la
relación entre estos niveles es de inclusión total, es decir, de los presupuestos cosmovisivos se
derivan pautas axiológicas de comportamiento que suponen teorías y conceptos propios. Entonces
se construyen los sistemas operativos o funcionales acordes a dichas elaboraciones. Cualquier
espacio de no congruencia es tomado como deficiencia constructiva del modelo. La estructuración
es desde los niveles teóricos a los empíricos. El lugar de la verdad es la teoría, lugar desde el cual
se construye el modus operandis.
Desde esta perspectiva queda claro que la integración constructiva resulta prácticamente
imposible. En el mejor de los casos se hace posible una asimilación, es decir un hacer entrar al
sistema de un modo reconceptualizado hallazgos y procedimientos de otros modelos. Sin embargo,
la relación no es tan lineal como se supone.
Por una parte, de un mismo espacio epistemológico se derivan propuestas teórico-conceptuales
distintas, axiologías normativas diferentes aunque cercanas, y del mismo modo aparecen
propuestas instrumentales, abordajes, elaboraciones empíricas distintas. Esto significa que todos
los espacios tienen un cierto nivel de independencia entre si. Es probablemente esta relativa
independencia la que invita a un abordaje ecléctico, especialmente al nivel de las operaciones, o lo
que hemos denominado el espacio pragmático.
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El espacio particularmente flexible a esta modificación es el espacio pragmático. Algunas razones
pueden hacernos entender el por qué.
1. El pragmático, es el espacio más “distante” del núcleo epistemológico constructivo de todo
paradigma, por lo tanto es donde se supone una mayor variabilidad y en este sentido mayor
capacidad de asimilación de elementos de otros contextos paradigmáticos de su mismo tipo. La
pragmática de X es más vulnerable a la mutua influencia con la pragmática de Y, que las hipótesis
epistemológicas diferenciales que dan sustento a ambos paradigmas.
2. La representación cosmovisiva, ideológica, es menos rígida (menos delineada, menos
comprometida) en el espacio pragmático. El pragmático es un espacio más comprometido con “el
hecho” que con su interpretación.
3. El espacio pragmático es el más cuestionado por la realidad entendida como contexto concreto y
variable en el que existen las prácticas científicas y profesionales, como destinatario-consumidor
de estas prácticas, y como demandante de respuestas no solo a largo y mediano plazo, sino
también a corto plazo.
El hecho resultante es que, en términos estrictamente comprensivos, el espacio pragmático es más
voluminoso que el resto de los espacios. Dicho de otro modo , no todo lo que sucede en la
pragmática tiene un lugar de conceptualización y de teorización en los niveles correspondientes a
lo esencial, o lo asumido, ni tampoco en el lugar de los axiomas normativos.
Lo epistemológico, lo teórico-conceptual dan cuenta de una buena parte de los sucesos de la
pragmática (tanto cuanto más adecuada sea), pero no dan ni pueden dar cuenta de todos. Ellos se
corresponden con la lógica interna de su nivel, entiéndase con su propia lógica, pero no hablan el
discurso de la pragmática, por lo que no pueden expresar en su metalenguaje lo que allí sucede. Si
servirnos una vez más del psicoanálisis, pensemos en las relaciones que se verifican entre aquello
que se reconoce como “la dinámica” del psicoanálisis y su “dramática”.(Bleger J.1967).
Si resumir las ideas presentadas aquí con respecto a la integración, podría decir que el asunto de
la integración no puede reducirse a una nueva forma de “eclecticismo disfrazado” tras palabras que
no se clarifican en hechos distintos a los que otros modelos eclécticos suponen. La alternativa de la
integración es plausible, pero supone diferenciar con claridad las posibilidades asociadas a cada
nivel o espacio lógico-constructivo. En los niveles epistemológico esencial y teórico-conceptual la
integración no es otra cosa que la construcción de un nuevo modelo o paradigma que se construye
también asimilando la experiencia de otros modelos. En este sentido ésta no puede ser una tarea
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contingencial-situacional. Su perspectiva temporal es a mediano o largo plazo. Sin embargo al nivel
de la prácticas, en el espacio de la pragmática existen posibilidades variadas que pueden ser
explotadas sin riesgo de modificaciones esenciales a los modelos teóricos. Supone si un cambio de
actitud del profesional: pasar de un estilo de predominio de lo teórico-conceptual a lo teórico-
praxológico.
III. CAMBIO EPISTEMOLÓGICO.
Es un hecho bien conocido que en su afán por alcanzar “el status de ciencia”, la Psicología optó en
lo fundamental por una construcción a imagen y semejanza el modelo de las ciencias naturales. El
modelo dominante en la época en que la Psicología comenzaba a aparecer como ciencia
independiente (finales del siglo XIX dicen los historiadores), era precisamente el modelo empirirsta.
Cuando se habla de la hegemonía del ideal empirista de ciencia, se esta haciendo referencia al
hecho de que la aproximación empirista históricamente domina el discurso metacientífico, es decir
el pensar a la ciencia misma y que ha sido caracterizada por su método. (Oliva A.1990). La
Psicología entonces se pretendía establecer como una ciencia natural empirista.
Muchos hallazgos de dicha pretensión están inscritos incluso en su lenguaje. Nociones tales como
tensión, dinámica, comportamiento, etc. son claros ejemplos del intento de pensar los fenómenos
psicológicos en analogías con los fenómenos físicos, por ejemplo. Incluso en corrientes de
pensamiento psicológico más reconocidas como de vocación subjetivista o profunda, el acercarse
al parámetro de ciencia tenía como criterio el modelo de las ciencias naturales. El propio Freud no
pudo resistirse a la idea de escribir un trabajo como “Proyecto de una psicología para neurólogos”
(Project for a scientific psychology, en la versión inglesa) donde dice “La finalidad de este proyecto
es la de estructurar una psicología que sea una ciencia natural; es decir representar a los procesos
psíquicos como estados cuantitativamente determinados de partículas materiales especificables,
dando así a esos procesos un carácter concreto e inequívoco” (Freud S.1981.p.211).
Junto a esto es necesario observar que la cosmovisión dominante en lo que a exigencias a cumplir
se refiere ha sido de marcado carácter metodologicista. Si reconocer la idea de Gellner (1974)
según la cual el conocimiento es una creencia apoyada en alguna forma específica de legitimidad,
y la cientificidad es un modo especial de legitimizar el conocimiento, entonces el método aparece
para muchos como un criterio de legitimación probable y, más aún, contundente. No es casual que
en la propia historia de la Psicología el problema del método haya sido estructurante de muchos
paradigmas. Posiblemente el conductismo, en su origen y desarrollo, sea el caso más evidente.
Pero también, en otra dirección, la excomulgación que muchas veces se ha hecho del
psicoanálisis, la declaración de su falta de cientificidad, tiene en su base la legitimización de un tipo
de discurso científico en detrimento de otro(s).
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Una muestra de lo dicho anteriormente, inclusive en un plano epistemológico, está en aquella idea
bungiana de la verdad. Dice Bunge, a quien es útil tomar como ejemplo considerando su influencia
en la conformación del pensamiento científico de muchos psicólogos de nuestro continente, “un
dato será considerado verdadero hasta cierto punto, siempre que pueda ser confirmado de manera
compatible con los cánones del método científico...para que un trozo del saber merezca ser
llamado científico, no basta - ni siquiera es necesario- que sea verdadero. Debemos saber, en
cambio, cómo hemos llegado a saber, o a presumir, que el enunciado en cuestión es verdadero:
debemos ser capaces de enumerar las operaciones (empíricas o racionales) por las cuales es
verificable (confirmable o disconfirmable) de una manera objetiva al menos en principio.” (Bunge M.
1978.p.42).
Sin pretender una visión exhaustiva del asunto, podemos afirmar que el modelo de ciencia
(auto)impuesto a la Psicología, y que ha sido indiscutiblemente dominante en su decursar histórico,
ha tenido entre sus coordenadas esenciales las siguientes:
1. Racionalidad. Su carácter de estar constituida por conceptos, juicios, razones, y no
sentimientos, sensaciones, imágenes, etc. Más aún, algunos plantean que “el carácter matemático
del conocimiento científico – esto es, el hecho de que es fundado, ordenado y coherente – es lo
que lo hace racional”.(Bunge M.p.27).
2. La cuantificación. En cualquiera de sus variantes o formas de realización, la versión
dominante de ciencia tiene un apego especial al número, cree en él por definición, y olvida que
“...la precisión de una puntuación numérica puede ser más aparente que real, debido a que la
forma en que se llega a ella puede limitar severamente las interpretaciones que se pueden hacer
sobre ellas” (Scott W., Wertheimer M. 1981.p.91).
3. Imparcialidad o desubjetivización. Se trata de alejar al sujeto cognoscente del hecho
refrendado y convertido en dato. El investigador es un no lugar en lo que a producción del hecho se
refiere. Esto es también ser objetivo: la subjetividad del investigador no es parte del fenómeno
estudiado. Se olvida así que “la decisión...la sigue tomando el científico...de acuerdo con la misma
subjetividad y en respuesta a las mismas angustias a que se enfrenta cuando no emplea ninguna
clase de filtros” (Devereux G.1991.p.21)
4. Coherencia interna. Se trata de ideas combinadas siguiendo reglas lógicas, esencialmente
las reglas del método.
60
5. Objetividad. Relacionada a un tipo de comprensión de la cercanía de las nociones con sus
objetos que tiene como condición determinante que permita la verificación, el control y la
reproductibilidad. Con esta condicionalidad, sucede con frecuencia que “el científico cree más en
el realismo de la medida que en la realidad del objeto” (Bachelard G.1983.p.251)
6. Su base factológica o empírica. “La ciencia – dice Skinner – es un método para ocuparse
de los hechos más que de lo que alguien haya dicho sobre ellos” (Skinner B.F.1953.p.12). Sin
embargo, en los principios instituyente, constitutivos del carácter mismo de lo científico, no hay
generalmente factología, sino presupuestos.
7. Carácter analítico. Su sistema básico es el del análisis particular, por componentes. La
resultante es conocida, incluso antes de la aparición de los enfoques sistémicos: deconstruyendo el
todo en sus elementos se corre el riesgo de perder su carácter de integridad. “Una teoría que
explica cosas acabando con ellas a fuerza de explicaciones, automáticamente se anula a sí misma.
Una teoría cuya estrategia experimental requiere la destrucción (abtötung) de lo que trata de
estudiar...se suprime a sí misma”: (Devereux G.1991.p.39).
8. Parámetros de rigor: validez, confiabilidad, repetibilidad, precisión, claridad, y otros. Estos
se sustentan en ciertos rituales (Scott W., Wertheimer M.1981):
• El valor de la inducción en el aporte de información.
• La validez de los procesos deductivos.
• El determinismo que no da brecha a la casualidad.
• El carácter ordenado de la naturaleza en sí misma.
• La confianza en la confiabilidad de los obsrvadores científicos.
• La creencia en la medición.
9. Carácter explicativo y predictivo. “La tercera meta de la ciencia, después de describir y
predecir que ocurrirá, es explicar algo...dar un conjunto coherente de razones al por qué una cosa
en particular ocurre de un modo y no de otro” (Reaves C.1992.p.22).
Sin embargo, desde los años treinta comienza a producirse una revuelta epistemológica. Buena
parte de las discusiones y análisis epistemológicos se dirigen a atacar las bases mismas de la
ciencia positivita, de la aproximación empirista. “Fue quedando cada vez más claro que aquello
que, durante mucho tiempo, se tendía a caracterizar como la racionalidad funcional de la ciencia no
pasaba de ser una cuestionable apropiación empirista metadiscursiva de los contenidos
explicativos forjados por las diversas ciencias particulares. Los cánones de investigación que
venían siendo propuestos por las vertientes empiristas aparecían, después de ciertos estudios
61
históricos, en franca disonancia con los procedimientos usualmente empleados en los procesos
particulares de investigación. Se comienza a notar que el discurso metodológico empirista
tradicional encierra una normativización constantemente desfasada con sus prescripciones
revelándose frecuentemente incapaces de aprehender y justificar la riqueza de las mutaciones
históricas verificadas en el ámbito de los sistemas de producción de conocimiento natural”. (Oliva
A.1990.p.11)
Quizás el golpe más demoledor a toda la hortodoxia hegemónica en las representaciones de lo que
la ciencia es, vino de la mano de la llamada Nueva filosofía de la Ciencia, asociada a nombres
como Kuhn, Feyeraband, Lakatos, Hanson, Habermans y otros. La revisión histórica de la
producción del conocimiento científico y de la propia noción de ciencia reconoce un conjunto de
evidencias capaces de poner en crisis las concepciones inadecuadas que durante años han sido
dominantes.
Desde muchas representaciones importantes, incluso desde la escasa reflexión espistemológica
dentro de la psicología, se pone en evidencia que en gran medida lo científico, la cientificidad, es
un criterio. Un criterio que se corresponde a una epistemología, a una filosofía, a una cosmovisión.
Como señalan Scott y Wertheimer, incluso “el examen científico, se basa en una serie de
supuestos no comprobados...la mayor parte de ellos se refieren al proceso de obtener
conocimientos y constituyen un sistema interrelacionado de creencias acerca de la naturaleza del
mundo y del quehacer científico...los rituales del método científico, como los del curandero o los de
las religiones, en último análisis son arbitrarios”. (Scott W., Wertheimer M.1981.p.9,10).
Todo esto tiene una importancia capital. Los criterios de cientificidad se modifican, el significado
mismo de la ciencia comienza a adquirir nuevos contornos, los canones estrictos y hortodoxos
empiezan a perder espacio y autoridad. El asunto es tan sencillo como que se ha producido una
fisura en los cimientos mismos de la hortodoxia epistemológica, un cuestionamiento de sus
determinantes y obviamente en sus componentes esenciales mismos.
Se ha modificado la sociedad - los espacios socioculturales, ideopolíticos y filosóficos son otros.
Las cosas se ven de otro modo. A nuevas realidades de vida corresponden nuevas formas de
pensamiento. Junto a esto, la observancia de los moldes tradicionales de cientificidad se convierte
en una camisa de fuerza para las nuevas realidades que las prácticas científicas enfrentan. Sucede
entonces que las prácticas científicas y científicas profesionales se adelantan a los cambios
epistemológicos, algo así como un desarrollo de las fuerzas productivas que da al traste con las
relaciones de producción existente. Se abre pues un período de revolución epistemológica.
62
He señalado en otras oportunidades que si al marxismo se le aplicaran los cánones de cientificidad
antes expuestos sería imposible hablar del significado científico del marxsimo, ni de sus
posibilidades para el desarrollo de las ciencias humanas, de las ciencias sociales, como Ciencias.
Pero el propio Marx se empeñó en demostrar que “cuando se estudia la marcha de las
categorías...en cualquier ciencia social histórica, conviene siempre recordar que el sujeto
(pongamos en el lugar del sujeto al científico, al investigador, al epistemólogo –MC)...está
determinado en la mentalidad también como en la realidad, y que las categorías, por consiguiente,
expresan formas de vida, determinaciones de existencia, y a menudo solo aspectos aislados de
esta sociedad determinada, de este sujeto” (Marx C.1975.p.253).
El marxismo es, sin duda alguna, una revuelta epistemológica de suma importancia. No es la única,
pero tiene implicaciones particulares en la comprensión del carácter histórico de la producción de
las ciencias y de la propia noción de ciencia, en la conceptualización del método como
reproducción a nivel del pensamiento de los procesos reales , en el significado de la praxis como
criterio de verdad y por ende de validez científica. El materialismo dialéctico, entendido como “un
método...y no un conjunto de dogmas” (Zazzo R.1976.p.111) es el instrumento de la revolución
epistemológica marxista. “La dialéctica de los opuestos ilustra de manera sorprendente el poder de
la razón para elevarse, para superar las limitaciones de nuestra sensibilidad y la rigidez del a priori
de los principios”. (Merania A.1974.p.38). El cuestionamiento y replanteo epistemológico que tiene
lugar dentro del pensamiento marxista abre una brecha insalvable entre la concepción de la ciencia
premarxista y posmarxista, aún cuando la apertura y la asunción del marxismo en muchos
científicos y epistemólogos sea limitada.
Todo esto y mucho más que ocurre a nivel de las discusiones metadiscursivas y metacientíficas no
hay duda que resulta de gran importancia. En efecto, dicha discusión es reveladora de que no
basta con cambiar las piezas del juego, hay que cambiar el juego mismo. El asunto no es de
cambiar técnicas, de cambiar modus operandis, de cambiar procedimientos, el asunto requiere un
cambio epistemológico. Claro que cuando de cambio se trata es justo decir que así como no toda
revuelta es una revolución, no todo cambio es desarrollo. Muchos de los cambios que se producen
al interno de las ciencias particulares son meras “perretas” de dudoso valor creativo y
revolucionador. En muchos casos, el alternativismo metodológico, el anarquismo, el analfabetismo
funcional elemental de las tradiciones positivas de la ciencia, parecen ocupar oportunistamente las
posiciones que deberían ser de la discusión epistemológica y metodológica esencial.
IV. ¿CUANTITATIVO o CUALITATIVO?
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Para la ciencia psicológica la representación empirista, positivista, de ciencia tenía su más clara
realización instrumental en los llamados métodos cuantitativos. Esto significa mucho más que un
simple periodo, o una tendencia propia de desarrollo. La cuantificación es el ideal de la ciencia
positiva, el lenguaje que quiere hablar porque es el que considera verdaderamente científico. A la
psicología, como ciencia positiva, señala Mariano Yela en su prólogo a la “Introduccción a la
Psicología” de Hilgard, le corresponde “el método positivo-experimental, el cual consiste, en
esencia, en formular la hipótesis, deducir de ella consecuencias observables y verificar en lo
observable esas consecuencia de la forma más rigurosa posible, ayudándose...con instrumentos
físicos y matemáticos” (Yela M.1970.p.4-5).
Hay campos de la Psicología que históricamente se resistieron en alguna medida a la adopción de
los cánones de cientificidad tradicionales. La razón fundamental de esta oposición residía en el
hecho tan elemental que es precisamente la particularidad de su objeto de estudio. Para que el
estudio de las emociones, por ejemplo, pudiera acercarse a convertirse en un “estudio científico”, el
fenómeno hubo de reducirse a su expresión fisiológica. Esto permitía la cuantificación, la
racionalidad, la objetividad, etc., pero las emociones en el sentido específicamente humano nunca
fueron estudiadas. Los estudios de Personalidad son también un ejemplo. “Muchos eruditos
sienten que resulta violento para la complejidad y humanidad de la persona el hecho de estudiarla
y objetivizarla dentro del marco de la ciencia...Por cada psicólogo de la personalidad que opina que
la gente debe ser estudiada bajo condiciones experimentales cuidadosamente controladas, existe
otro que considera que los individuos pueden ser comprendidos sólo por medio de estudios
realizados bajo condiciones naturales muy semejantes a las de la vida cotidiana.” (Mischel
W.1990.p.11). La modificación epistemológica era, para áreas como esta de la Psicología una
necesidad imperiosa de su desarrollo.
Siempre, por supuesto, tengo en el punto rojo de mi colimador la situación de nuestra disciplina, de
nuestras prácticas profesionales. Y considero justo, para comenzar, hacer un primer esbozo,, un
cuadro crítico, posiblemente excesivamente crítico, para poder ver con más nitidez los escollos de
supuestas rupturas epistemológicas y reconsideraciones metodológicas que descansan en la base
de los supuestos, conscientes o no, con los que muchos psicólogos operan en las prácticas
profesionales de investigación, y que están directamente relacionados con la certeza, la capacidad
de generalización, la cientificidad, la objetividad, etc.
Creo conveniente precisar, que desde mi punto de vista, al menos en psicología, nunca tuvimos
una marca arraigada y fuerte del positivismo. No, al menos, como filosofía consciente de nuestras
prácticas científicas y profesionales. Nunca anduvimos por el camino de una psicología
experimental ni empirista, ni positivista, ni funcional operativista.
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1. Descrédito de los procedimientos matemáticos y estadísticos incluso allí donde su
justificación y eficacia son evidentes. El reino de los porcentajes ha logrado hacerse dueño de casi
todo el mercado del consumo de los números para el establecimiento de certezas. La mayoría,
como criterio de demagógico oportunismo científico, se establece por decisiones absolutamente
autorales y aritméticas primarias (25 es mayor que 24).
2. Desconocimiento de los principios elementales de construcción de técnicas e instrumentos
de evaluación y medición. La construcción pasa a ser una suerte de ejercicio mental doméstico, en
el que basta sentarse con un papel y un lápiz y dar rienda libre a la creatividad (que por cierto en
muchos casos no aparece) para incluso afirmar la creación de una “nueva técnica”.
3. Afirmación de la teoría como lugar de construcción y ratificación de la verdad. La
interpretación desde los supuestos teóricos, son los hallazgos confirmatorios de su punto de
partida. Teleologismo ingenuo llevado al rango de principio epistemológico.
4. Confusión de lo opinático y lo científico más allá de los límites reales de sus
complementariedades. No hay duda de que es posible tener una opinión con fundamento científico,
pero aún en estos casos no deja de ser una opinión cuyo significado general ha de comprobarse
científicamente.
5. La apropiación del sentido común como instrumento de justificación metodológico.
Contrario a los que Descartes pensaba, que el sentido común estaba muy bien repartido, las
actuaciones desprofesionalizantes sustentadas en el sentido común testifican más a favor de la
idea de que el sentido común es el menos común de todos los sentidos.
6. Desaparición de las diferencias incluso elementales entre los diferentes status
metodológicos y epistemológicos de una determinada proposición. Lo que es una hipótesis es
inmediatamente santificado como tesis verdadera por obra y gracia de las representaciones
teóricas. No se trata del predominio de lo concreto pensado, sino de la antitesis del marxismo: las
cosas son como se piensan. Esto revela una confusión entre lo psicológico (lo pensado como
concreto) y lo metodológico (lo concreto que es pensado).
IV. ABORDAJES CUALITATIVOS.
Ante los procedimientos cualitativos han existido y existen aún muchas reservas. Es como si el
fantasma del empirismo positivsita, despojado de su envoltura visible, aún rondara por las mentes
de los investigadores. La tradición cuantitativa es lo suficientemente influyente como para generar
al menos dudas en torno a las metodologías y enfoques cualitativos. Advierto también que las
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pésimas y desprofesionalizadas formas en que se han utilizado supuestos procedimientos
cualitativos han sido cómplices de la persistencia de la actitud prejuicial, excesivamente reservada
y cautelosa.
Para algunos, la aceptación de los estudios cualitativos se ubica solamente al nivel de una suerte
de fase preliminar de una investigación. Se considera que “una medida cualitativa puede verse
como un primer intento general para definir una variable que quizás pueda ser evaluada
posteriormente con mayor precisión”. (Scott W., Wertheimer M. 1981.p.91). Lo cualitativo es
sinónimo de imprecisión, vaguedad. Sin embargo, parece ser que el problema está en esa suerte
de certeza imaginaria que da la cuantificación, a pesar de que en realidad “...nos engañaríamos si
pensáramos que un conocimiento cuantitativo escapa en principio al peligro del conocimiento
cualitativo” (Bachelard G.1983.p.248).
La aproximación metodológica cualitativa no es un empeño tan reciente como para ser defendido
como gran novedad. Como se sabe ella tiene su origen en lo que algunos llaman la “opción
fenomenológica” (Deutscher I. 1973) que persigue esencialmente el estudio de los fenómenos
humanos en su realidad, no como datos, no como representaciones, sino como cualidades reales
humanas. Estos sucesos no pueden ser estudiados desde esta perspectiva con las mismas
opciones metodológicas e instrumentales que el positivismo, para bien y para mal, ha desarrollado
para producir datos susceptibles al análisis estadístico, matemático. Es por esto que “el
fenomenólogo busca comprensión por medio de métodos cualitativos tales como la observación
participante, la entrevista en profundidad y otros, que generan datos descriptivos” (Taylor S.J.,
Bogdan R.1992.p.16). Es cierto que dentro de la sociología ha estado históricamente la avanzada
en la utilización de métodos cualitativos, sin embargo su extensión al campo de la psicología,
incluso a los estudios del marketing, las investigaciones de mercado y opinión, etc. han sido
verdaderamente sorprendentes (Reyes E.1997; Boyce R.1991)
Para muchos, la metodología cualitativa está referida a técnicas concretas, a los procedimientos
mismos, sin embargo una visión más cercana a lo esencial nos permite afirmar que ella es sobre
todo una actitud especial, una filosofía, distinta a la cuantitativa, de pensar, reconocer, capturar y
entender el mundo de los acontecimientos empíricos relevantes a ciertos objetos de estudio. Es
esto lo que queda descrito con bastante precisión en lo que pudiéramos llamar “caracterización
actitudinal” que hacen Taylor y Bogdan (1992) del investigador que opera con metodologías
cualitativas y de dichas metodologías como tal. Estos autores, refiriéndose a la investigación
cualitativa señalan que:
1. Es inductiva. Se parte de ciertos datos para lograr la comprensión de las cosas, la
elaboración de conceptos, etc. El diseño de la investigación es, por tanto, mucho más flexibles que
66
aquellos que se aplican en las investigaciones cuantitativas en las cuales se recogen los datos
para reafirmar o rechazar la pertinencia de un modelo, de una teoría, de una representación
teórica.
2. Es de vocación humanista. Su basamento es el contacto directo con las personas en sus
escenarios reales de vida, o lo más cercano posible a ellos. Dichos escenarios son compartidos
vivencialmente por el investigador que es, de algún modo, un participe del fenómeno que estudia.
3. Es un arte. Sus métodos no tienen el nivel de estandarización de los cuantitativos, son en
gran medida emergentes de los problemas y los escenarios que se estudian. En este sentido la
actitud creativa y flexibles son exigencias primarias al rol de investigador.
4. Se sustenta en una mirada holística a sus objetos de estudio. No reduce a variables
específicas y particulares, sino que trata siempre de considerar sujeto, situación, incluso
investigador, como un todo en su presente y en su perspectiva histórica.
5. No se estudian cualidades, procesos u operaciones, sino sujetos. Aún cuando el fin de la
investigación se asocie a una particularidad ella es estudiada como integridad del sujeto.
6. Prioriza la situación natural no intrusiva. Se interactúa con las personas de manera natural,
como una conversación. Se trata de no influir sobre las personas, sino de recoger lo que ellas
sienten, dicen, hacen y piensan.
7. Su referente es el sujeto que se estudia. No hay modelo preconcebido de cómo han de ser
las cosas. El(los) sujeto(s) estudiado es el sentido mismo de la interpretación.
8. El investigador es una tabula rasa. Cada encuentro es un descubrimiento cognoscitivo. No
esta presidido por sus criterios, vivencias o ideas sobre lo que estudia. Nada está sobrentendido.
9. El objetivo es saber. No se busca la verdad de un presupuesto, sino la existencia de algo
en los sujetos que se estudian.
10. El dato es de referencia directa. El dato es lo que los sujetos dicen y hacen y como tal es
presentado.
11. La validez es más importante que la confiabilidad o la repetibilidad. La confiabilidad atenta
contra la validez de la investigación de sujetos humanos
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PSICOLOGIA , MARXISMO Y POSMODERNISMO
El crecimiento humano tiene sus costes humanos, todo el que lo desee deberá pagar el precio
y el precio es alto.Marshall Berman
Yo no se si el mal tiempo trae la mala fe…Silvio Rodríguez
La “modamanía” es una enfermedad bastante común en nuestro continente. En gran medida tiene
que ver con ese síndrome mimético del que padecen muchas personas por efecto de tantos años
de colonialización económica, política y cultural. En algún momento Salazar J.M. (1983),
observando este comportamiento en algunos pueblos latinoamericanos con respecto a lo que
viene de los Estados Unidos de Norteamérica, le llamó el “síndrome de IDUSA” (Ideología
Dependiente de USA). También Fernando Ortíz llamaba la atención sobre una cierta preferencia a
preferir “el fru fru de la seda importada y el perfume de flores exóticas que no conocemos” (Ortíz
F.1987.p.81). Creo firmemente en la necesidad y la riqueza de los procesos genuinos de
transculturación, en los procesos de superposición cultural, en el sincretismo, en la asimilación de
las culturas, en la universalidad como continente de las identidades, pero reconozco la terrible
enfermedad del mimetismo fetichista y subdesarrollado.
Como casi todas las manías, la de la adicción indiscriminada a lo que esta de moda es irracional,
tempestuosa e irreflexiva. Los criterios de adicción (bastante más que una mera adopción) son
como antes dije absolutamente miméticos, imitativos o en el mejor de los casos camaleónicos o
adaptativos, por lo que no es necesario ni entender el modelo mimetizado, ni estudiarlo con fines
críticos. Es cierto que en los últimos años se han desarrollado también tendencias más
comprensivas y racionales que se incorporan, aunque racionalmente, de una manera involuntaria
al proceso de sujeción total al modelo de partida. Ambos tienen en común, para nuestro continente,
el quedar “incorporados a una modernidad cuyo corazón está lejos del corazón de nuestra cultura”
(Brunner J.J. 1988.p.217).
La Psicología en nuestra región no ha estado libre de tales desviaciones. Basta observar los
programas de estudio de las Facultades y Escuelas de Psicología para encontrar de una parte, que
en muchas ocasiones la literatura científica autóctona sobre la que se sustentan los planes de
estudio son versiones de segunda mano de originales no traducidos o aún poco conocidos. Claro
que hay honrosas excepciones. Pero el fenómeno de la reproducción caricaturesca acrítica,
71
descontextualizada, asumida por criterios de “moda europea” o “bestseller norteamericano” es
mucho más frecuente de lo que podría ser explicado por la casualidad o la presencia de cualidades
adolescentes en el nivel actual de desarrollo de la disciplina en nuestra región. Si observamos un
fenómeno relativamente reciente como el lacanismo creo que quedan pocas dudas de las
afirmaciones anteriores. Pero antes sucedió con el conductismo, y con la llamada psicología
humanista. De otra parte es bien común la existencia de importantes omisiones de la obra de
muchos de nuestro más preclaros pensadores – Varela, Ingenieros, Varona, Ponce, por solo
recordar algunos.
Junto a esto, es decir como rasgo típico del mimetismo, aparece la reafirmación multiplicada del
objeto modelo a imitar. Se trata, sencillamente, de que al asumir acríticamente lo ajeno en franca
sustitución u ocupando el lugar de lo propio, se produce una suerte de “extremismo radical” que
conforma efectivamente una caricatura que acentúa rasgos sobresalientes como para que se le
reconozca, a pesar de su tergiversación, en la comparación con el modelo. En América latina, no
solo se puso de moda el lacanismo, más que eso se produjo una conversión masificada al
lacanicismo o “lacanoamericanismo,” al decir de algunos.
Claro que las razones de la “modamanía” son mucho más profundas y atraviesan, más allá de lo
ideosincrásico, los escenarios políticos. Volviendo sobre nuestro ejemplo, el auge del lacanismo en
nuestro continente, especialmente en el cono sur, es inexplicable sin la comprensión de los
contextos políticos: los gobiernos militares facistas, las políticas de terror, etc. Son también razones
sobre todo políticas las que explican por qué el marxismo no llegó nunca a ser una moda
generalizada en este continente, aunque no faltaron los que en los sesenta se declaraban
marxistas, maoistas, marcusianos y también hippies.
Pero una moda ha penetrado con bastante fuerza en varios círculos intelectuales del continente: el
posmodernismo. “La posmodernidad, ¿llegó para quedarse? ¿o se trata de una visita temporera,
algo incómoda, enigmática y equívoca?... teóricos y publicistas de la posmodernidad afirman su
presencia definitiva en el campo de la cultura y las relaciones humanas, en tanto sus adversarios
denuncia la ideología conservadora y enajenante que respira bajo sus expresiones” (Ruffinelli J.
1990.p.31). Algunos consideran que “la expresión posmodernidad hace referencia al dominio de
experiencia que tiene que ver con lo cultural y el arte” (Ruiz A. 1995.p.19), pero tal visión del
problema además de impropia, es contradictoria. ¿Es que acaso a la cultura no pertenecen las
ciencias sociales y humanas, dígase la Psicología?.
Una primera impresión desde una relativa distancia física nos obliga a formularnos preguntas
posibles para acercar el análisis a la Psicología. ¿Ha sido particularmente impactada la Psicología,
sus prácticas profesionales y sus fundamentos epistemológicos por el posmodernismo?. ¿Qué
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marcas le inscribe a la psicología su existir en “un mundo posmoderno”?. ¿Cómo se vincularía un
desarrollo marxista de la psicología con el clima intelectual posmoderno?. No son preguntas para
contestar íntegramente en esta pequeña aproximación al problema, pero han de estar en el punto
rojo del colimador.
Para avanzar en la búsqueda de respuestas se hace necesario, como primer paso, un
cuestionamiento conceptual de partida: ¿Qué es el posmodernismo?. Y es esta una de esas
preguntas a las que dar respuesta es una aventura interminable, quien sabe si imposible. Las
definiciones intuitivas, aquellas que no se logran verbalizar, que no responden a un proceso
específico de penetración en la realidad, pero que permiten a todas las personas una suerte de
acuerdo por consensos de lo que algo es, son verdaderamente muy cómodas. No es necesario
saber qué es el posmodernismo para identificarlo, para reconocerlo, para hablar de él. De hecho el
posmodernismo no se sabe a sí mismo, porque parafraseando a Masotta, solo sabe que no se
puede saber. Esto es comprensible cuando reconocemos que para el posmoderno “la verdad ya no
existe, pero el error si. ... ya no puedes expresar la verdad - y en efecto la expresión ya tampoco
existe como categoría ... lo que puedes hacer es denunciar el error. Así que el trabajo del discurso
teórico es, en efecto, escribir frases que no afirman posiciones filosóficas de una naturaleza
positiva sino que están en batalla constante para denunciar, interceptar, desconstruir, formas de
error”. ( Machín H. 1991.p13).
“Para muchos, - señala Ruffinelli en su presentación de Nuevo Texto Crítico , - la posmodernidad
es una expresión y una crisis de la modernidad: una manera de presentarse ésta en términos
contemporáneos; para otros, se trata de una experiencia antagónica. Algunos o muchos entienden
el posmodernismo como un ademán conservador, otros como la superación de las falsas
antinomias de la modernidad y el descubrimiento de un sujeto social (al fin heterogéneo) que
aquella modernidad negaba, ocultaba o asfixiaba. Para algunos, el modo posmoderno de
conocimiento implica la destrucción apocalíptica de los “grandes relatos”…legitimadores del
pensamiento moderno y de la acción correspondiente; para otros, es el nacimiento de nuevos
paradigmas de pensamiento y acción”. ( Ruffinelli.J. 1990. p.3).
Caracterizando el contexto del posmodernismo dice Ravelo “asistimos a una época de perdida del
horizonte de sentido de lo moderno; de relativización y deslegitimación (en filosofía, ciencia,arte,
política) de las nociones fuertes del sentido del paradigma integrista moderno: tendencia
etnocéntrica, optimismo histórico, orientación racionalista, discurso globalizador. Se ha dado paso
pues, a la exaltación de ese momento irónico de explosión de vivencias (de historias, sujetos,
culturas, lenguajes) como nuevos imaginarios sociales que hasta se miran con simpatías por
quienes ahora hablan de la otroredad cuando en la relación centro-borde sienten y piensan desde
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el primero de los polos” (Ravelo P.1996.p.14). De lo que no parece haber mucha duda es de su
vínculo afirmativo y crítico con la modernidad.
Reconocerse como posmoderno es señalar cuando menos que existe un vínculo de un antes y un
después y también, de algún modo, alguna relación de inclusión. Al menos no sería extraña para
los propios defensores del posmodernismo aquella idea según la cual si la sociedad capitalista crea
su propio sepulturero, la modernidad con su incompletitud, con sus proyectos frustrados, también lo
hace. La posmodernidad retoma para romper, pero también para reafirmar, aquella conocida
sentencia del Manifiesto Comunista: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. No es casual la
aparición de esta frase en los trabajos de crítica a la modernidad tanto en pensadores modernos
cuanto en los posmodernos (Berman M. 1986).
El posmodernismo entendido genéricamente es “un conjunto de proposiciones, valores o actitudes
que, independientemente del grado de su validez teórica, no pueden negarse que existen, y
funcionan ideológicamente, como parte de la cultura, la sensibilidad o la situación espiritual de
nuestro tiempo”. (Sánchez A. 1990. p.5). Sin embargo esta es una definición demasiado amplia y
genérica y por lo tanto con poca capacidad de diferenciación. De hecho diversos autores ponen la
especificidad del modernismo en lugares en ocasiones muy distantes el uno del otro. Para ganar
en precisión podemos acercarnos a la representación que nos ofrece Jameson.
En la visión de Jameson F. (1986) llamada por algunos de “simulacional”, por cuanto hace énfasis
en la idea de lo aparencial, en la simulación como el patrón comportamental instituyente de la
actitud posmoderna, los criterios de definición del posmodernismo son en lo fundamental los
siguientes:
1. Desarrollo de un cierto populismo estético más tolerante que legitimaza la cultura de masas
y el kitsch. Esto significa el auge de una literatura incluso científica de fuerte orientación populista.
2. Si antes de la aparición del posmodernismo el valor actitudinal era transgresivo, se hacía
de la trasgresión un núcleo axiológico fundamental, el arribo del posmodernismo trae consigo la
conformidad y un cierto conformismo al uso.
3. Instalación de un mecanismo de procedimiento básico: la simulación. Hay una suerte de
destrucción de la expresión del ser y un auge de lo fenoménico, lo aparencial, lo simulado.
4. Quizás uno de los rasgos más evidentes, posiblemente por su impacto en diferentes
esferas del consumo cotidiano, es la sustitución de la historia por el historicismo, es decir la
espectacularización o simulación de todos los estilos del pasado. Se conforma una moda retro
carente de nostalgia, sin sentido emocional. Hay una perdida del pasado radical.
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5. Este fenómeno tiene que ver con una reconsideración ampliada de los determinantes
profundos del comportamiento y la vida humana, y la disolución y muerte del sujeto. No es en este
sentido casual el auge de un freudismo en su versión lacaniana.
6. Narcisismo y esquizofrenia social. Hay un proceso de “escotomización” al decir de Pichón
Riviere (1990), una ceguera parcial para los sucesos traumáticos del ayer que se construye sobre
la hipervaloración de lo aparencialmente dado hoy.
7. Apoteosis del maquinismo capitalista o cibernético. El paradigma computacional como
construyendo un nuevo orden de vida.
8. Abolición de la distancia crítica.
9. Perdida de las coordenadas en el espacio urbano.
La síntesis de todo esto es la ausencia, más aún, la negativa al compromiso con el cambio, la
transformación: “la renuncia a cualquier tentativa de formular un proyecto total de transformación
de la realidad social” (Crespi F.1988.p.343). Con esto se descalifica las intensiones
transformadoras, de cambio, y la propia acción. Es por esto que se afirma que la posmodernidad
es la desconfianza, la falta de fe en todo lo que se ha construido dentro del discurso moderno. Da
lo mismo que sea la dialéctica, o la lucha de clases (Lyotard J.F. 1984). La historia ha muerto, no
hay creencias teológicas ni científicas. “Por eso, tampoco hay razones para la acción, para el
compromiso” (Ruffinelli J. 1990.p.32).
El individualismo es la construcción subjetiva de tal contextura sociocultural. “El narcisismo designa
el surgimiento de un perfil inédito del individuo en sus relaciones con él mismo y su cuerpo, con los
demás, el mundo y el tiempo, en el momento en que el “capitalismo” autoritario cede el paso a un
capitalismo hedonista y permisivo... el narcisismo inaugura la posmodernidad” (Lipovetsky G.
1996.p.50). La propuesta es la indiferencia, o quien sabe si una desesperanza aprendida
convertida por efecto de algún proceso defensivo en actitud nihilista, hedonista, de
automarginación. Se me antoja aquella imagen de William Morris en su “Noticias de ninguna parte”
cuando hablaba de “hombres que a pesar de temerle a la muerte, odian la vida”.
Es claro que el desencantamiento posmoderno no es casual. Son muchas las caídas y los golpes
que ha sufrido el ideal moderno. Es cierto, como decía Cesar Vallejo, que “hay golpes en la vida
tan duros”. “La historia de la época moderna, – dice Berman,- al menos al nivel de la mente, es la
historia de un desencantamiento progresivo” (Berman M. 1987.p.16). La llamada condición
posmoderna no es una alucinación, es una realidad dramáticamente tangible. ”Vivimos en el
mundo de la bomba atómica, un mundo en el que el fin de la historia real es posible porque es
posible el fin de la humanidad... el potencial destructivo de la modernidad ha progresado hasta el
punto de convertirse en la destrucción absoluta...La conciencia de esta condición posmoderna es
necesaria para contribuir a que la autodestrucción de la humanidad no se convierta en una
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realidad. Pero para el pensamiento posmoderno se trata de una agonía de la realidad...que vendría
a justificar sus negaciones de la historia, del progreso y sobre todo de la espera de un
acontecimiento que cambie la historia” (Sánchez A. 1990.p.11).
De lo expresado hasta aquí se puede suponer con claridad que las relaciones del posmodernismo
con el marxsimo han sido predominantemente críticas. El marxismo es considerado por los
posmodernos como un representante típico de los discursos totalizantes, del fundamentalismo en
filosofía. El marxismo pertenece a la historia cuya existencia se niega, o en el mejor de los casos
ha llegado a su fin para dar paso a la poshistoria. Más aún, “...la hostilidad del posmodernismo
hacia...el marxismo, mana no de un simple malentendido sino, objetivamente, de la necesidad
consistente de un capitalismo enfrascado ideológicamente en una batalla por desplazar y pre-
vaciar el marxismo a través de la aparentemente radical formulación de terceros caminos. El
problema más crucial del marxismo en la actualidad...permanece seguramente más allá de los
horizontes conceptuales del posmodernismo” (Larsen N.1990.p.80). A pesar de esto como quiera
que Marx es considerado como uno de los más importantes críticos de la modernidad, las
referencias a sus obras no son totalmente ausentes, pero escudriñadar en ellas es encontrar el
vacío, palabras unidas por una sintaxis tan diametralmente opuesta que la pertenencia queda de
principio cuestionada.
Si analizamos las rupturas de la propuesta posmoderna con lo que pudieran ser los instituyentes
centrales de la modernidad, dejamos poco margen a la duda acerca de la compatibilidad de
posmodernismo y marxismo, y lógicamente la inquietud acerca de las relaciones probables entre
un desarrollo marxista de la psicología y el pensamiento posmoderno desaparecería
inmediatamente. Estoy partiendo de considerar que en lo fundamental el pensamiento marxista es
de profunda inspiración moderna. Claro que la del marxismo es una inspiración crítica en tanto
anticipa, reconoce y propone la disolución de los discursos hegemónicos típicos de la ideología
burguesa. El modernismo del marxismo es un modernismo crítico (no es casual que la referencia a
Marx halla sido tan socorrida en las posturas críticas a la modernidad: Adorno, Marcuse, Berman,
Fromm, Habermas y muchos otros).
Algunos elementos pueden sustentar claramente la afirmación anterior. La modernidad, cuyo inicio
tiene relación directa con el iluminismo, con la Revolución francesa y la revolución epistemológica
que esta traía como esencia transformadora, aparece caracterizada por una serie de rasgos
positivos, o lo que podemos denominar “una estrategia constructiva”. Entre sus ejes esenciales
encontramos: la existencia de proyectos de emancipación humana, el culto a la razón que impulsa
el dominio cada vez mayor del hombre sobre la naturaleza y sus propias relaciones sociales, y el
reconocimiento del carácter progresivo del proceso social. Lo viejo da paso a lo nuevo. La
negación del pasado y la preeminencia de lo nuevo, del futuro. La modernidad nació marcada por
las utopías asociadas a las nacientes y pujantes ideologías. No es casual que uno de los más
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conocidos slogan del posmodernismo es “la muerte de las ideologías”. Con las ideologías mueren
los proyectos, mueren las utopías.
Considerando todo esto, en una primera mirada, en una mirada desde afuera toda vez que en
nuestro medio profesional no me parece posible hablar de una presencia importante del
posmodernismo, me decido por la impresión que me invita a la crítica y la distancia. Para las
Ciencias Sociales el posmodernismo contiene una invitación a la desidia, a la desintegración, a la
abolición de los proyectos sociales, de los proyectos compartidos, una negativa a la participación,
noción ésta que, como dice Bauleo, “señala un compromiso, un ser parte, un estar incluido, un ser
integrado, una pertenencia, una doble decisión de estar presente en un proceso colectivo en el cual
es imposible despegar un exterior de un interior, un mundo externo de un mundo interno" (Bauleo
A.1991.p.15). Coincido con Ruffinelli J. cuando, refiriéndose al posmodernismo, dice: “...esta
concepción, que se autodefine más allá de toda ideología, no es más que un recubrimiento
ideológico conservador en la guerra fría de las ideas que todavía vivimos, una concepción fatalista
cuyo fin último es la inacción, la desesperanza lúcida” (Ruffinelli J.1990.p.38), y no puedo dejar de
pensar con Chomsky que al menos “...adoptar una actitud escéptica es sin duda lo más correcto
cuando una doctrina acerca… del hombre aflora en una sociedad que glorifica el espíritu de
competencia, en una civilización que se ha distinguido por la brutalidad…” (Chomsky N. 1971.p.
153). Aún así no puedo sustraerme a lo que considero la esencia de la crítica marxista, por
supuesto, que quiere decir análisis dialéctico para la superación y la incorporación.
¿Qué pasa (qué ha pasado, qué pasará) con la Psicología y el posmodernismo?. Son preguntas
difíciles de contestar. Más difícil aún si pensamos que en el espacio profesional de la psicología en
nuestro país, no se ven aún índices claros ni voluminosos de posmodernidad. Sin embargo,
algunas previsiones se hacen necesarias, y es por eso que debemos esbozar ideas. El que la
posmodernidad como movimiento, como reacción a la condición de vida posmoderna no esté
presente aún entre nuestros psicólogos, no es para nada una razón suficiente que nos permita
asegurar que no lo estará.
En cualquier caso, recibo la impresión de que el discurso psicológico, al menos en nuestra región,
está teniendo un vínculo múltiple con el posmodernismo. En lo que hasta hoy logro ver con alguna
claridad, es posible identificar cuatro espacios empíricos fundamentales de vínculo:
1. La utilización de ciertas doctrinas psicológicas como uno de los puntos de sustento de la
cosmovisión posmoderna.
2. La conformación de un sujeto posmoderno, la subjetividad posmoderna, que es
esencialmente el ámbito propio de acción de las prácticas profesionales de la psicología.
3. La aparición y despliegue de actuaciones profesionales no paradigmáticas de inspiración
posmoderna.
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4. El cuestionamiento de los límites y encuadres de las prácticas profesionales tradicionales
de la psicología.
Me detengo brevemente en cada una de ellas una vez más como el que piensa en voz alta y con
ello invita a pensar.
De que el posmodernismo es una suerte de irracionalismo contemporáneo, “una forma, aunque no
convencional, de irracionalismo” (Larsen N.1990.p.78), digamos un irracionalismo a los
posmoderno, creo que es difícil de dudar. No es nada casual que algunos consideren a Heidegger
un filósofo posmoderno (Vattimo G. 1986). “La filosofía posmoderna recibe el pensamiento de
Nietzsche a través de los filtros de Deleuze, Foucault y Derrida, mezclándolo con versiones
igualmente mediadas de Heidegger y William James en un nuevo híbrido irracionalista” (Larsen N.
1990.p.81).
Entonces los referentes psicológicos de la cosmovisión posmodernista están en un lugar preciso y
se asocian a los nombres de Freud.S. y sobre todo de Lacán J. Es cierto que para muchos
psicoanalistas “el psicoanálisis nada tiene en común con una psicología” (Mezan R.1987.p.339),
pero los criterios además de tener una cuota de narcisismo elevada, no son convincentes, sobre
todo cuando se piensa en la Psicología como un espacio diverso y contradictorio de paradigmas
diferentes que tratan, al final, de entender lo mismo. Así que me permito reconocer en el impacto
de Freud y Lacan, sobre todo este último, la marca de la psicología como sustento del
posmodernismo.
De manera absolutamente sintética podemos decir que el atractivo teórico de Lacan para el
posmodernismo esta en lo que suele ser denominado como “la muerte del sujeto”. “Lacan...
culmina esta destrucción-reconstrucción del concepto de sujeto” (Nancy J, Lacoue-Labarthe
P.1981.p.80). El sujeto ( S ) desujetado de Lacan es lo opuesto de cualquier identidad subjetiva,
toda vez que está instituido en y por el significante, lo que conectado a la teoría de la verdad nos
da una acertada galimatía de sonoridad posmoderna:”pienso en lo que soy, allí donde no pienso
pensar”. El sustrato de toda negación está en la dialéctica del deseo. “El sujeto es descentrado por
su deseo... su deseo solo puede ser excéntrico” (Nancy J, Lacoue-Labarthe P.1981.p.143). Ya no
es más sujeto soporte, sino sujeto sujetado a las escisiones que lo constituyen.
Junto a lo señalado anteriormente de la diferencia de opiniones acerca de si el psicoanálisis es o
no una psicología, de lo que sí no me cabe la más mínima duda es que el psicoanálisis ha sido, y
sigue siendo, un movimiento muy sui generis en el complejo ámbito de las disciplinas “psi”. Su ruta,
como tendencia, no se ha adscrito a las tendencias de movimiento más generales de la psicología.
Si bien en las prácticas profesionales, sobre todo en las prácticas clínicas, muchos psicoanalistas
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han buscado una cercanía con referenciales más diversos (quien sabe si en busca de un mejor
posicionamiento de mercado), en el espacio teórico las distancias siguen siendo evidentes.
Desde hace más de dos décadas, las rutas de la psicología pasan por la tecnología
comportamental sustentada ya en la reflexión, el conocimiento o la adopción. El cambio para
incrementar la eficacia y la productividad personal (grupal, institucional, etc.) es la gran meta, y el
aprendizaje (de pautas de comportamiento, de modos de comunicación, y otros) es la táctica
indiscutible. Tomemos como un claro ejemplo la Programación Neurolinguística (PNL) “el arte y la
ciencia de la excelencia, que deriva del estudio de cómo las mejores personas en distintos ámbitos
obtienen sus sobresalientes resultados” (O´Connor J., Seymour J.1992.p.21). La teoría psicológica
general se convierte apenas en un contexto o un arsenal indiscriminado de leyes, nociones,
conocimientos en sentido general del que se obtiene lo que se necesita para hacer lo que se
quiere.
Desde este punto de vista, una lectura psicológica posmoderna sustentada en la visión lacaniana
del no-sujeto tiene apenas un pequeño campo de adhesión, un campo restringido al mundo del
psicoanálisis y más específicamente al de los lacanianos, a quienes algunos hoy llaman “la
vergüenza psicoanalítica”. El posmodernismo optó por lo menos referativo del campo de lo
psicológico (como ciencia y como práctica profesional).
Con esto, además, el posmodernismo como paradigma, o quizás como antipardigma, reafirma su
distancia actual con una psicología de orientación marxista que descansa en una noción de sujeto
que se reafirma en su ser como práctica, y no solo como consciencia, que se organiza desde la
realidad sensible de un “yo soy”, y no solo “yo estoy”. Una orientación marxista en la psicología no
puede borrar la esencia y sentido objetivo de lo que es su objeto de estudio “...el hombre real,
corporal, el hombre con sus pies firmes asentados sobre el suelo, el hombre que inhala y exhala
todas las fuerzas de la naturaleza, establece sus potencias esenciales reales, objetivas, como
objetos...un ser objetivo actúa objetivamente y no actuaría objetivamente si lo objetivo no residiera
en la propia naturaleza de su ser” (Marx C. 1965.pp.165-166).
Un segundo vínculo, mucho más difícil de precisar, se refiere al hecho de que, considerando la
existencia de la condición posmoderna, es imprescindible pensar que existe un sujeto o un tipo
posmoderno. Es claro que la condición posmoderna es solo situación para determinadas capas o
clases de la población. Para el hombre común, para los sectores más desposeídos, el
posmodernismo no es su realidad. Su realidad está aún en lo que la modernidad prometió y no
paso de ser promesa. Con vergüenza la humanidad debe admitir que aún la modernidad es una
ilusión para millones de seres que viven en condiciones infrahumanas, en un mundo donde aún
79
existe la esclavitud, donde aún se muere de hambre, se muere por falta de atención médica
elemental, donde para millones de personas la vida es una noción aún por descubrir.
La condición posmoderna es un “lujo” de la clase media bien instalada, de los grupos sociales más
favorecidos. Hablo de los que viven en el espacio mediológico posmoderno, de los que transitan
por la autopistas de la información, los que viven el mito de la libertad que paradójicamente los
esclaviza, los que viven en “una sociedad en la cual una de las principales metas sociales es un
nivel de vida más elevado... el deseo de obtener productos superiores adquiere una vida propia.
Proporciona un impulso a mayores gastos que pueden ser todavía más fuertes que el que surge de
las necesidades que se supone son satisfechas a través de esos gastos”. (Dusemberry
J.1949.p.28). La sociedad para la cual la orden del día es siempre consumir. “La ley es acumular, -
dice Castoriadis – pero el profeta se llama consumir” (Graña R. 1993.p.16). Se trata de una
sociedad en la que como señala Tocqueville, en lo que pudiera llamarse una descripción naturalista
de la gran enfermedad social de nuestro tiempo, cada persona, retirada dentro de si mismo, se
comporta como si fuese un extraño al destino de todos los demás. Sus hijos y sus buenos amigos
constituyen para él la totalidad de la especie humana. En cuanto a sus relaciones con sus
conciudadanos, puede mezclarse con ellos, pero no los ve; los toca, pero no los siente; él existe
solamente en si mismo y para él solo. Y si en estos términos queda en su mente algún sentido de
familia, ya no existe ningún sentido de sociedad.
Es el hombre que vive en esa sociedad el que ella misma pone en los consultorios. Hoy más que
nunca los consultorios están económicamente limitados a ellos, a esas personas que son los que
pueden pagar. El hombre posmoderno, su subjetividad, su mundo mental derivado y derivante,
emerge en el espacio profesional de actuación de los psicólogos. Insisto, nosotros los cubanos no
lo conocemos como tendencia ni como presencia significativa, pero nuestra psicología no es, ni
puede ser una isla aislada del mundo, por tanto ese hombre es también conformador de nuestro
formato profesional y científico.
Desde la caracterización básica del posmodernismo se me antoja que una primera caracterización
de lo que esto significaría para la conformación de un “hombre de la posmodernidad” podemos
encontrarla en Lennon & McCartney : “He’s a real nowhere man, sitting in his nowhere land, making
all his nowhere plans for nobody”. Pero para mayor apego al gremio profesional me aprovecho de
una excelente caracterización hecha por Rojas M.C. y Sternbach S. (1995) hasta tanto un
conocimiento más directo del problema me permita acercarme en vínculo experiencial. Claro que,
como señalan las autoras, “los sujetos concretos no se ajustan jamás en forma acabada a los tipos
posibles de su época, ya que la singularidad, por supuesto, desborda cualquier prototipo” (ídem.
p.131). Señalemos entonces algunos rasgos importantes:
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1. Ritmo hipomaníaco ligado a la abolición de todo conflicto, al éxito y la eficacia. La velocidad
es un síntoma de su modo de existir.
2. Poco sujetado a lazos y limitaciones de cualquier tipo. Es un tipo pragmático que anda a la
búsqueda de fama y poder. Cuando lo logra, aún en pequeña escala, hace ostentación de el.
3. Su interés personal esta siempre por encima de otros intereses. Pone toda su agresividad
en su competitividad. Por eso no participa de proyectos grupales, institucionales, etc. En el mejor
de los casos lo usa como instrumento de su ascenso personal.
4. Su ética se rige por su pragmatismo y sus objetivos vitales antes expuestos. El tener es el
criterio de éxito, por eso además de ser transgresivo, no siente vergüenza por esto.
5. Se percibe en su vida una profunda banalización. Pertenece a la cultura light. Su
insensibilidad logra niveles que limitan con la psicopatía. “El esfuerzo ya no está de moda, todo lo
que supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado...” (Lipovetsky G. 1996.p.56).
6. Predomina en él un hedonismo individualista. Desestima lo interior, el mundo de lo íntimo.
Lo importante es mostrarse bello y divertido. Hay en él una suerte de libido catectizada en la
belleza externa. “La Histeria. El deseo de hacerse simpático- señala Debray R.- roza a todo aquél
que quiera consentir y prevenir los deseos del otro, a cualquier precio. La neurosis histérica es la
forma límite del comportamiento indicial, como búsqueda perpetua de la buena impresión.” (Debray
R. 1995.p.154).
7. Hay en él una marcada tendencia al escapismo irracional como abordaje evasivo y al
mismo tiempo como filosofía pragmática. El trascendentalismo es una manía.
Al mismo tiempo, “ en tanto cada discurso sociocultural se halla regido por la aspiración inherente
de adecuar a los sujetos al ideario en vigencia, toda época histórica favorece el surgimiento de
patologías vinculadas a la sobreadaptación: es decir, la adecuación acrítica y absoluta a los
modelos culturales predominantes” (Rojas M.C., Sternbach S.p.131), se hace posible percibir un
cierto predominio en este sujeto posmoderno de algunos trastornos psicopatológicos.
1. En su soledad existencial y ética, se observan con frecuencia sentimientos de vacío y
depresión muy sutiles, pero que potenciados en una situación dada, llegan a ser verdaderamente
críticos.
2. Hay un predominio del embotamiento emocional y sensorial en sentido general que
favorece un volumen importante de astenia y de pasividad manifiestas o encubiertas.
3. Algo sobre lo que muchos especialistas llaman la atención en el hombre de la
posmodernidad es su casi total incapacidad para formar y conservar relaciones significativas.
4. A partir de todo esto, no cabe duda de que se trata de un hombre dominado por el estrés:
trastornos del sueño habituales, cefaleas, contracturas, astenias. Pero lo más interesante es que
este estrés llega a convertirse en su condición natural, en su estado basal de vida. Tanto que
conceptualmente algunos especialistas hablan de un estrés malo (distrés) y un estrés bueno. Se
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convierte así en un consumidor de medicamentos, de sedantes, y en un especialista en
automedicación.
5. Aparecen adicciones de todo tipo y múltiples manifestaciones psicosomáticas. A las
adicciones conocidas (el cigarro, la bebida alcohólica, las drogas) se suma la adicción misma de
consumir.
Estas y otras no son mas que “formas de malestar que se arraigan y fortalecen en un espíritu de
época marcado por la pérdida de antiguas convicciones y por nuevas discursividades que no se
perfilan todavía con claridad como soportes de la subjetividad” (Rojas M.C., Sternbach
S.1995.p.136). El hombre posmoderno, sus contornos subjetivos son la clara manifestación de las
relaciones reales en las que viven, “lo ideal no es...más que lo material traducido y transpuesto a la
cabeza del hombre” (Marx C.1980.p.XX), “la conciencia...no puede ser nunca otra cosa que el ser
consciente, y el ser de los hombres es su proceso real de vida” (Marx C., Engel F. 1966.p.25).
De lo dicho hasta aquí es obligado llegar al tercer tipo de vínculo entre posmodernismo y
psicología: la aparición y despliegue de actuaciones profesionales, no paradigmáticas, de
inspiración posmoderna. Las razones son obvias pero precisemos:
1. A un sujeto posmoderno corresponde una práctica profesional de la psicología que, más
allá de llevar en cuenta las peculiaridades de dicho sujeto, lo que correspondería a cualquier
modelo de actuación del psicólogo dotado de un mínimo de coherencia, es ella misma un práctica
de inspiración posmoderna que entra en una clara relación de demanda-oferta .
2. En muchos casos, como imposibilitado de salvarse de sus relaciones
contratransferenciales, dicho en una lenguaje psicoanalítico, o por el hecho mismo de ser un sujeto
determinado sociohistóricamente, hablando en otro lenguaje paradigmal, el propio psicólogo es un
sujeto posmoderno cuya práctica se enraíza en su condición de vida (Newbrough J.R.1993).
Una clara descripción del fenómeno nos la da Lipovetsky G. en su interesante trabajo “La era del
vacío”. Dice: “Simultáneamente a la revolución informática, las sociedades posmodernas conocen
una revolución interior, un inmenso movimiento de consciencia, un entusiasmo sin precedentes por
el conocimiento y la realización personal, como lo atestigua la proliferación de los organismos “psi”,
técnicas de expresión y de comunicación,meditaciones y gimnasias orientales. La sensibilidad
política de los años sesenta ha dado paso a una sensibilidad terapéutica; incluso (los más duros
sobre todo) entre los exlideres contestatarios sucumben a los encantos de la self-estimation:
mientras que Rennie Davis abandona el combate radical para seguir al guru Maharaj Ji, Jerry
Rubin explica que, entre 1971 y 1975, practicó con delicia la gestatterapia, la bioenergía, el
rolfing,los masajes,el jogging, tai chi,Esalen, hipnotismo, danza moderna, meditación, Silva Mind
Control, Arica, acupuntura, terapia reichiana. En el momento en que el crecimiento económico se
ahoga, el desarrollo psíquico toma el relevo, en el momento en que la información substituye la
82
producción, el consumo de conciencia se convierte en una nueva bulimia: yoga, psicoanálisis,
expresión corporal, zen, terapia primal, dinámica de grupo, meditación trascendental; a la inflación
económica responde la inflación psi y el formidable empuje narcicista que engendra” (Lipovetsky
G.1996.pp.53-54). No hay como no estar de acuerdo con esta acuarela de la realidad posmoderna
en el ámbito profesional que nos incumbe.
Debo señalar que el camino vino preparado no solo por la condición posmoderna de vida, como
señalé antes, sino por los propios senderos que fueron tomando los grandes paradigmas
psicológicos. El que los posmodernos se hallan adueñado de Lacan, quien sabe si por su
esoterismo verborreico conceptual, no debe escondernos el hecho de que la negación del sujeto
fue terreno abonado por Freud y también era la conclusión evidente de la radicalización del
conductismo y del marxsimo mecanicista subyacente a las variantes rusas del fisiologismo
psicológico. De tanto criticar, las Escuelas críticas en psicología desconstruyeron todo sin ofrecer
alguna construcción medianamente comprensible. El trasendentalismo de la psicología
transpersonal, de clara vocación posmoderna, nació bajo el influjo de la apoteosis humanista del
ser en situación, del aquí ahora. La propia psicología cognitiva con su hiperracionalismo desató la
escisión más marcada de la psicología en los últimos años, y por tanto la apertura a un discurso
débil de la psicología.
Un detalle de suma importancia sobre el que quiero llamar la atención es el hecho de que no es
posible, al menos a mi modo de ver, determinar un paradigma psicológico posmoderno. Por
definición esto sería absolutamente improbable. Es más bien todo un movimiento en el que
además se confunde muchas veces si el punto de partida es “la oferta” o “la demanda”. De modo
que lo que reconozco como actuaciones profesionales de inspiración posmoderna siempre es el
encuentro de ciertos indicadores importantes de posmodernidad. Ellos pueden ser encontrados en
la terapia asertiva, en los grupos guestálticos o en los maratónicos, en la terapia floral, en la
programación neurolingüística, e incluso en algunos desarrollos del psicoanálisis. Son
manifestaciones quien sabe si actitudinales que redefinen el sentido de las prácticas psicológicas.
Siguiendo, allí donde sea posible, con el intento de puntualizar los elementos que nos permiten
encontrar o armar una representación de lo que acontece, me aventuro a delimitar primariamente
los ejes dentro de los cuales tendría que moverse, y de hecho se mueve, la construcción de una
actuación profesional de sentido posmoderno.
1. Ausencia de cualquier pretensión de proyección participativa social, la psicología no es
para el cambio social, no tiene nada que hacer además en un proyecto utópico e imposible, más
aún innecesario. La historia por lo demás no es ni tangible ni adecuada para entender los procesos
que viven las personas. “Para mí, solo el ahora existe. Ahora = experiencia = conciencia =
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realidad.” (Perls.F.1973.p.22). Esto,claramente, supone una ruptura evidente con cualquier enfoque
marxista probable de la psicología.
2. Como ya señalé antes, se trata de modelos de actuación sobre todo no paradigmáticos,
con lo que se clarifica que su intención no hace énfasis en la construcción de teorías, sino en la
aplicación de nivel pragmático. La teoría solamente aparecerá en la medida de la necesidad de
comprender una actuación de nivel pragmático.
3. Esto supone una negación de las exigencias a cierta preparación profesional tradicional.
“...no son terapeutas, ni médicos, ni autoridades unos con otros, el aspecto de autoridad del
médico nunca ha encajado verdaderamente en el proceso humano de cambio personal, en
absoluto”. ( Gendlin E. 1988.p.30).
4. Relativización extrema del conocimiento, de la verdad, incluso de los sustento éticos, de lo
bueno y lo malo. “No podemos decir qué somos y ni siquiera podemos decir, de manera
inequívoca, qué no somos. Así, somos este tipo particular de ser que es y no es, que se anula a sí
mismo ininterrupidamente” (Laing R. 1982.p.18)
5. Presencia fundamental de lo corporal como negación de cualquier índice de racionalidad
en contraposición a los enfoques centrados en la palabra.”El que las terapias verbales no
produzcan cambios importantes en la personalidad, ha hecho que se despierte un interés más vivo
por los enfoques no verbales y corporales” (Lowen A. 1977.p.115)
6. El eficientismo de las tecnologías comportamentales propuestas como instrumentos para el
aumento de la competitividad y la eficacia personal. “La PNL es una habilidad práctica que crea los
resultados que nosotros verdaderamente queremos en el mundo...Es el estudio de lo que marca la
diferencia entre lo excelente y lo normal” (O´Connor J., Seymour J.1992.p.28)
7. El eclecticismo más furibundo y heterodoxo que supone junto al practicismo pragmático
una negación de la cientificidad y la profesionalidad. “Mi redefinición de la madurez...parte de la
tentativa de integrar los aspectos fecundos de la teoría de Marx sobre el desarrollo humano con la
investigación freudiana sobre los instintos y las emociones, con la de Reich sobre la genitalidad y
con la de Hitschmann sobre la persona” (López D.1971.p.104).
8. “Hippismo”, noción con la que acuño el intento de mantenerse al margen del mundo
académico, de las convenciones científicas y profesionales y de sus instituciones, y considerar lo
inmediatamente dado como el conocimiento real de los sucesos. Predominio del alternativismo.
9. Reconocimiento de una suerte de apocalipsis existencial que ha destruido todo, el fin de la
historia. Todo ha cambiado, todo es distinto, por tanto nada de lo que hubo habrá, todo ha de ser
nuevo. “La Dianética – señala Hubbard,- proporciona una comprensión completa de todas las
potencialidades de la mente, descubriendo que son muy superiores a las suposiciones pasadas”
(Hubbard L.R.1987.p.10).
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¿Qué significado puede tener el desarrollo de actuaciones de este tipo para el desarrollo de la
psicología?. Tomemos como ejemplo el modo en que infelizmente se han venido desarrollando
algunas de las prácticas grupales corporalista con fuerte influencia negativa del posmodernismo.
Como ya se ha sido dicho por diversos autores, en muchas personas, víctimas del
resquebrajamiento de los modelos económicos, sociales y políticos, se ha desarrollado una suerte
de “escapismo trascendental” que favorece la adición a modelos de respuesta, o dicho más
exactamente, de búsqueda de respuestas, que están siempre más allá de la razón, de la historia,
de la terrenalidad. Me atrevo incluso a decir que mientras menos se parezca a lo razonable más
capacidad de adición tienen los modelos propuestos. Pues bien, tergiversando el sentido original
de algunas propuestas serias y fundamentadas, ha resultado que reunirse a gritar, o a golpear, o
hacer ejercicios acrobáticos deviene una alternativa de solución a los problemas apremiantes de la
vida.
Ese ha sido, infelizmente, el destino mayoritario de cosas bien interesantes como las propuestas
de Hart, Janov y otros “energetólogos”, del Zen y el Tai- Chi- Chuan, incluso en alguna medida el
yoga, la cientología, la sofrología, las prácticas de los estados de conciencia alterados, y una
buena parte de la psicología transpersonal. Por supuesto que no pretendo con esto invitar a dudar
del valor que algunas de esas búsquedas puedan tener, y de hecho han demostrado tener. De
hecho, alguno aspectos positivos podrían resaltarse, tales como: la comprensión y desarrollo de
vínculos entre las manifestaciones artísticas con las prácticas grupales; el acercamiento a
cosmovisiones distintas en las que existe un enorme caudal de experiencias; la ruptura de un
modelo rígido de profesional, asociado estrictamente a un tipo de formación científica, y
consecuentemente la búsqueda de la complementación intelectual de los distintos profesionales y
la extensión de la propia formación de cada profesional.
Pero sobre lo que quiero llamar la atención, es sobre lo que ha sucedido cuando dichas prácticas
son erosionadas por el impacto de la visión posmoderna, del uso - venta y consumo – que se hace
de las misma asociadas a conceptualizaciones posmodernas de la existencia humana y de la vida
misma, del negocio que se hace con ellas, de lo que han significado dentro del espíritu modo de
estar de clases sociales a las que sus vendedores y consumidores pertenecen. ¿Qué ha sucedido
para la psicología?.
En primer lugar, que muchas de las prácticas corporalistas al no ser realmente prácticas grupales,
sino prácticas que se pueden hacer en grupo, o que necesitan hacerse en grupo por razones
ajenas a la grupalidad, desdibujan la noción de grupo, de trabajo en grupo, y desactivan el
significado de las prácticas grupales como prácticas de movilización para el cambio, convirtiendo la
propia noción de grupo en una noción intuitiva de sentido común. Junto a esto, el diseño de
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montaje de dichas prácticas es individual, y en el mejor de los casos en una relación solo bilateral
entre el entrenador y el entrenado, con lo que se reafirma el individualismo y la opción individual
como el único recurso plausible incluso en los espacios de convivencia. El criterio de realización
grupal es básicamente económico (de tiempo y dinero), y en realidad esconde una vuelta a los
énfasis en las prácticas de relación individual.
Por otra parte, si bien es justo admitir que toda práctica grupal comporta un cierto nivel de
artificialidad, en las prácticas corporalistas impactadas negativamente por el look posmoderno, el
nivel de artificio suele ser altísimo, es más forma parte del modelo de muchas de ellas el crear esta
sensación de artificialidad, de ser totalmente distintas a la realidad. Esta artificialidad las convierte
en elementos del escapismo y no de la subversión, de la catarsis y no de la reflexión y el
cuestionamiento críticos, en instrumentos de la adaptación ilusoria o alucinante y no del cambio.
Un efecto nocivo de vital importancia está en la marcada tendencia a la desprofesionalización, que
en el caso de estas prácticas, ha sido verdaderamente muy fuerte. Una parte considerable de las
personas que asumen responsabilidades, o para ser más exactos, roles de dirección de estos
grupos, tienen apenas experiencias bibliográficas o encuentros de dudoso valor de aprendizaje.
Los supuestos sustentos teóricos de dichas prácticas responden o bien a creencias estructuradas y
sin mayor certeza que la fe, o a elaboraciones empíricas sin la más elemental verificación ni de
consecuencias nocivas probables. Además de todo, en estos grupos se promueve una confusión
entre lo místico-religioso, lo cultural y lo científico que facilita la irrupción de “mercaderes del
sufrimiento y la esperanza” con sus conocidas prácticas explotadoras y alienantes.
El asumir formas cercanas y congruentes con los postulados del postmodernismo generan en los
participantes potenciales una atracción acrítica, tipo modamanía, en la que es difícil dilucidar si el
receptor el que se quiere dejar cautivar, o es el emisor quien hace lo imposible por ser cautivador.
No puedo dejar pasar por alto algo que apenas mencioné un poco más arriba: el alternativismo.
Por supuesto que es uno de los síntomas fundamentales de impacto posmoderno. Pero creo justo
y necesario hacer una aclaración y distinción fundamental. Si incluyo el sufijo ismo no es por mera
casualidad o predilección sonora. Con el quiero llamar la atención sobre la tendencia excesiva,
transgresora de su propio límite de realidad y adecuación que se observa en la producción de
ciertas actitudes alternativas. La producción alternativa, no solo dentro de la Psicología y las
ciencias sociales en general, ha tenido múltiples impactos positivos y es sobre todo el producto de
la comprensión de la perversidad de las instituicones castrantes, dogmáticas y hegemónicas. La
opción alternativa es sinónimo de independencia, de negación a participar en el malsano juego de
la dominación, del neoliberalismo, es un instrumento de barricada frente a la dominación de los
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dogmas paradigmáticos. En otros ámbitos es también una opción de descentralización y
democratización del poder.
Pero el alternativismo en las ciencias sociales y particularmente en la psicología es una
enfermedad infantil del izquierdismo y del derechismo. Es tierra fértil para el desarrollo de la
diletancia, de la desprofesionalización, del oportunismo y la explotación mercantil del
desconocimiento, de la ignorancia (Larraín R.1991). Con él se comete el terrible atropello de jugar
con las esperanzas, las ansias y las ilusiones de las personas, y esto es algo que ningún científico,
ningún profesional que se respete puede compartir ni admitir.
El posmodernismo carga con la responsabilidad de haber facilitado la aparición de una pleyade
microcefálica de mesías del saber ignorante, de repartidores de palabras huecas cuyo único
sentido es facilitar el escapismo además por vía de muy fácil, primitivo y rudimentario acceso
intelectual aunque de costo económico superlativo. Muchos de estos pseudogurus son
presocrátcos: no saben ni que no saben nada. Sus prácticas son como parques de diversión en el
que la psicopatía invita al disfrute del dolor, o a la transposición del alma a estratosferas de otros
confines. Ellos sí son un verdadero opio alucinante y enajenante, hechos, o más bien
contrahechos, a la medida de lo peor del irracionalismo nihilista y mercantilista de nuestro tiempo.
Desde un cierto anarquismo epistemológico, que ha intentado enfrentar el proceso de erosión de
las reglamentaciones metodológicas adoptando el punto de vista extremo de la inutilidad total de
las reglas, pudiéramos pensar optimista o eufóricamente que lo que esta sucediendo es en aras
del desarrollo. Como dice Feyerabend P (1978): "Hay mitos, hay dogmas de teología, hay
metafísica y muchas otras maneras de elaborar una cosmovisión…una conveniente interacción
entre la ciencia y esas cosmovisiones “no científicas”… no es solo posible, sino necesaria, tanto
para el progreso de la ciencia como para el desarrollo de nuestra cultura como un todo”. (p.447).
Sin embargo, nada nos permite hoy avizorar la ganancia epistemológica de dichas prácticas
adulteradas, para ser más preciso, de las prácticas así orientadas. Con esto no quiero significar
una suerte de inutilidad absoluta del posmodernismo. Sencillamente considero que la modernidad
es aún un espacio de desarrollo potencial ilimitado, y que las malsanidades posmodernas no han
de cegar el camino de dicho desarrollo. Definitivamente, coincido con Revelo P. cuando afirma que
“...los auténticos valores de la conciencia moderna mediante los cuales el hombre ha proyectado
sus esperanzas y utopías no serán desprendidos tan fácilmente de nuestras consciencias y
memorias históricas. De otro modo, sería empujarnos a un catastrofismo axiológico y a compartir
filosofías...de renuncias desestabilizadoras de los ideales más logrados de la modernidad”.(Ravelo
P.1996.p.44).
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Precisamente, he dejado para el final lo que en realidad fue el inicio personal de este trabajo: la
ansiedad generada por una suerte de atractivo perverso, que de hecho no tiene nada de perverso,
que siento por algunos constituyentes de la actitud posmoderna. El hecho es que, junto a todo lo
dicho hasta aquí, “hay otra manera mucho más creativa de entender la posmodernidad. Como una
crisis de esa modernidad incompleta como la llama Habermas; no la muerte de una era sino su
crisis, intento de renovación, sacudimiento de las capas vetustas y dogmáticas que hacen tan difícil
y lento su funcionamiento;... En este sentido, más que sano, es necesario, confirmar la validez de
muchos valores llamados posmodernos: ante todo, la des-centralización cultural, la destrucción de
hegemonías recibidas, la búsqueda de otros centro”. (Ruffinelli J. 1990.p.38). Estoy hablando en
consecuencia con la idea marxista de la apropiación crítica.
Pero el asunto no es meramente de atractivo. Desde mi punto de vista la psicología que hacemos,
la que hemos venido haciendo desde nuestra vocación marxista, esta necesitada de estas cosas
que acabo de mencionar. Por su forma, corre el riesgo de verse convertida en una práctica en
exceso dogmatizada, demasiado seria, y, desde un lado más emocional, por momentos aburrida,
cíclica, rutinaria. Y esto corre el tremendo peligro de erosionar al deseo, al atractivo, a la ansiedad
como movilizador esencial de toda práctica humana, incluso las profesionales y científicas. Hace
unos años atrás reunido con un grupo de estudiantes de la Facultad de Psicología les decía que la
Psicología necesitaba un “new look” , necesita asociarse con lo agradable, defender el principio del
placer, lo divertido (Calviño M. 1997). Y esto tiene que ver mucho con la autenticidad, con la
improvisación, con el cuestionamiento.
Es contradictorio con la misma idea de la historicidad del pensamiento y de la producción de la
subjetivad pensar que con las mismas categorías, los mismos problemas, los mismos métodos,
etc. se puede años tras años avanzar en una psicología de profundo carácter social, “...hasta las
categorías más abstractas, a pesar de su validez...son, no obstante,...el producto de condiciones
históricas, y no poseen plena validez sino para estas condiciones y dentro del marco de las
mismas." (Marx C.1975.p.251).
En nuestras prácticas, sobre todo investigativas, la impronta positivista, por ejemplo, sigue siendo
muy fuerte. El dato sigue siendo un hecho de inspiración positivista, los modelos lógicos de
sustentación de la certeza son esencialmente los que defendieron por mucho tiempo Scott y
Wertheimer. A veces la contraposición metodológica a esta suerte de positivismo bien intencionado
es tan endeble que sin duda la prominencia positiva sarcásticamente se vuelve a imponer. Tal es el
caso del mal uso y abuso de supuestas técnicas cualitativas. Aquí no ha sido el posmodernismo el
responsable de una suerte de destrucción metodológica elemental, sino la falta de seriedad , de
profesionalismo y hasta un sentimiento de “inmunidad” e “impunidad” de algunos que sin saberlo
son cómplices de la desarticulación del saber y el hacer científico y profesional.
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Al mismo tiempo, edulcorado y encartonado el “discurso científico más oficial” no ha dejado florece
un discurso opinático, más libre de atavismos y de exigencias, posiblemente menos riguroso, pero
no por esto menos importante en el panorama integral discursivo de una disciplina de vocación
humanista y de confirmación social como la psicología. En el fondo es la misma visión
torquemadiana que sancionaba la obra freudiana por su falta de cientificidad en los métodos de
recolección de datos, la ausencia de cálculos de significación en sus hallazgos,etc. No se como no
se les ocurrió hacer la misma crítica Marx y Engels, si en definitiva, como me dijo un alumno, nadie
ha logrado poner a trabajar a un grupo de monos y al final constatar que se convierten en hombres
y empiezan a hablar. “Todo al fuego” sentenció Martí. Todo al fuego para fundir una nueva
disciplina más enraizada en su realidad.
Pero quizás lo que considero más crítico es que el centro epistemológico y metodológico de
nuestras acciones sigue muy centrado en una relación de poder. Estoy hablando de aquél poder
que García Márquez representó con tanta claridad en “Del Amor y otros Demonios” cuando el
Marqués de Casalduero, convencido de la inminente desaparición física de su hija por la
mordedura de un perro rabioso, intenta recuperar el tiempo emocional perdido en su relación con la
pequeña Sierva Maria. Dice: “Le consagró todo su tiempo. Trató de aprender a peinarla y a tejerle
la trenza. Trató de enseñarla a ser blanca de ley, de restaurar para ella sus sueños sus sueños
fallidos de noble criollo, de quitarle el gusto del escabeche de iguana y el guiso de armadillo. La
intentó casi todo, menos preguntarse si aquél era el modo de hacerla feliz”: Un preguntar-se cuya
única respuesta está en preguntar-le.
Estamos demasiado convencidos de que lo que hacemos es lo mejor, lo conveniente, lo adecuado.
Seguimos en una posición distante del objeto de nuestro conocimiento que, a diferencia de otras
ciencias, es un ser humano, lo que quiere decir que somos nosotros mismos. “En lugar de
aprender a observarnos y entendernos, tratamos de impedir que nos observen y entiendan
nuestros sujetos” (Devereux G.1991.p.52). Quizás nos falta acceder con mesura y alternancia a
esa idea posracionalista según la cual “todas las teorías desarrolladas por el signo individuo, ya
sean científicas o filosóficas, tienen su fundamento en la emocionalidad y no en la racionalidad, al
tiempo que sin emocionalidad no puede haber racionalidad” (Ruiz A.1995.p21).
Esto que digo no es una renuncia al marxsimo, muy por el contrario, es su profundización. Una
comprensión más cabal de la dialéctica de lo absoluto y lo relativo en lo que a teoría de la verdad
se refiere. Una democratización participativa en lo que a construcción del conocimiento se refiere
sin miramientos prejuiciosos de paradigmas de origen ni de posiciones vinculares de poder. El
marxismo es un modo de andar y no un punto de llegada, es un taller de trabajo y no una
exposición de obras maestras. El marxismo es ante todo ”un método de trabajo y no un conjunto de
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dogmas...no es una dialéctica verbal, un malabarismo de palabras clave, sino el descubrimiento
activo de la dialéctica de las cosas” (Zazzo R.1976.p.111). Dialéctica es su comprensión dinámica,
su centro epistemológico generador de su desarrollo, de su modificación, de su negación y
afirmación, de su unidad y su ruptura.
Desde esta perspectiva reconozco que me atraen del posmodernismo algunas cosas.
Precisamente aquellas que considero necesita considerar nuestra comprensión y nuestro hacer en
la Psicología. En primer término, ese toque de irreverencia, de cuestionamiento y no aceptación de
lo sacrosanto. La ruptura de los dogmas. No me identifico con el “abolicionismo radical” típico del
estar posmoderno, sino con una actitud más consecuente con la idea marxista de la historicidad
incluso de las categorías, como señalé antes, y de las representaciones de la ciencia (Marx. C.
1975). Acercarse a la comprensión de ciertos postulados del posmodernismo, puede ser incluso
reencontrarse con la esencia crítica del marxismo, esa que siempre utilizamos como instrumento
de análisis de lo foráneo, de lo ajeno, de los distante, pero que poco aplicamos en nuestro propio
análisis, en nuestro autocuestionamiento. Junto a esto, me atrae la posibilidad explicita de dudar,
de hacer de las certezas lugares de cuestionamiento. Y por último me identifico también con ese
lenguajear libre y con capacidad de ser auténticamente espontáneo.
Es justo decir que en los últimos años algunas cosas se han modificado sensiblemente. El
distanciamiento político y económico con aquella caricatura en la que se ha convertido hoy la
extinta Unión Soviética nos facilitó acelerar el proceso de revisión crítica de nuestras adherencias y
comunidades. Este proceso se venía verificando desde la primera mitad de los ochenta, pero sin
duda alguna se acelera a finales de los ochenta e inicio de los noventa.
Influencias positivas para esta modificación resultaron también de nuestra apertura y reencuentro
con Latinoamérica, de la multiplicación de los contactos con otros paradigmas
latinoamericanizados. En muchas ocasiones fueron muy fructíferos los vínculos con los que desde
posiciones alternativas buscan su propio camino en la psicología. La importancia de los vínculos
con el mundo del psicoanálisis implicado no puede ni debe ser negada. Después de seis
Encuentros nosotros, que fuimos tachados de ortodoxos y rígidos, hemos incorporado a nuestras
prácticas y nuestras representaciones teóricas importantes elementos del discurso psicoanalítico.
Tengo la impresión de que los psicoanalistas aún están moviéndose en el mismo lugar con
respecto a lo que nosotros pensamos y hacemos. Pero insisto que aún estamos desarrollando una
versión de la psicología que no se ha dejado impactar por el mundo contemporáneo allí donde,
desde una visión utilitaria, le resultaría conveniente.
No recuerdo donde leí que “la esencia de la grandeza radica en la capacidad de optar por la propia
realización personal en circunstancias en que otras personas optan por la locura”. No hay duda que
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más de una razón para la locura – la loca aventura del posmoderismo absoluto -, la encontramos
en una mirada al mundo de hoy, en un palpar nuestra realidad cotidiana. Son muchas las
invitaciones a la locura. Pero el marxismo sigue dándonos muchas razones para optar por el
crecimiento, por el desarrollo, por un proyecto emancipatorio que robustezca nuestras esperanzas
como anticipo irrevocable de la felicidad. Solo necesitamos que nuestros compromisos no cieguen
nuestra creatividad, que nuestras certezas y convicciones no se conviertan en dogmas
incuestionables, que nuestras ansias de lo nuevo no sean cercenadas por los fantasmas de lo
viejo. El marxismo es por esencia la apropiación y regeneración de lo nuevo, Es contrario a él todo
lo que signifique resistencia al cambio, paranoia frente a lo nuevo, confusión dogmatizante entre
contaminación ideológica y transposición intercultural crítica.
En el cierre de su “Contribución crítica...” según el manuscrito de 1857, Marx haciendo un análisis
de la producción del arte y más particularmente de la producción artística de los antiguos griegos,
que a mi juicio resulta extensible a las ciencias sociales de hoy, dice: “Lo difícil no es comprender
que el arte y la epopeya se hallen ligados a ciertas formas del desarrollo social, sino que aún
puedan procurarnos goces estéticos y se consideren en ciertos casos como norma y modelo
inaccesible. Un hombre no puede volver a ser niño sin entrar en la infancia. Pero, ¿no disfruta con
la ingenuidad del niño y no debe de aspirar a reproducir, en un nivel más elevado, su
sinceridad?...El encanto que encontramos en su arte – refiriéndose al de los griegos – no está en
contradicción con el carácter primitivo de la sociedad en la que se ha desarrollado este arte. Es
más bien su producto; mejor podría decirse que se halla enlazado indisolublemente al hecho de
que las condiciones sociales imperfectas en que ha nacido y en las que forzosamente tenía que
nacer, no podrán volver nunca más” (Marx C.1975.p.259).
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ANTES DE LLEGAR AL FUTURO.
Meditaciones probablemente antiguas sobre cosas modernas
y posmodernas.
“Como hubo en el pueblo profetas falsos,así habrá falsos doctores,
que introducirán sectas perniciosas...Muchos los seguirán en sus liviandades,
y por causa de ellos será blasfemado el camino de la verdad”.
II de San Pedro. 2.
“La ciencia es tan dañosaa los que no saben aprovecharse de ella,
como útil a los otros”.
Tales de Mileto.
Hace unos años atrás Al Gore, vicepresidente de los Estados Unidos, refiriéndose en una
entrevista a las autopistas de la información dijo: ”Yo soy un gran defensor de esta idea, que
permitirá que los hospitales, archivos, centros meteorológicos y las fuerzas de seguridad estén
conectados entre sí, compartiendo información y conocimientos para evitar catástrofes, delitos,etc.
Estoy convencido de que con las autopistas de la información el mundo será más armónico y
humano... La información es un tesoro y debe ser compartida como tal por todos los pueblos;
además, su difusión es una garantía de las libertades democráticas...si los pueblos basan su
desarrollo en la comunicación, estarán haciendo una apuesta por el futuro, lo que ayudará a que
otras naciones más desarrolladas puedan invertir más fácilmente en esos mismos países”. (Gore
A. 1994.pp 92-94).
Muchas preguntas me sugirieron las afirmaciones de Gore. No me imagino como se pueden
favorecer conexiones, intentando privar derechos. No logro ver con claridad los efectos de la
facilidad de las inversiones para las naciones más desarrolladas en las subdesarrolladas o
indesarrolladas, permitiéndome un neologismo que espero comprensible. No me percato de cómo
serán garantizadas las libertades democráticas desde una red de redes, o lo que equivale a decir
millones de computadores conectados de los cuales la inmensa y abrumadora mayoría no están en
las manos de los que tienen supuestamente que facilitar la comunicación para el desarrollo.
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¿Fetichismo o mala intensión?. Para no moverme en discursos que no me pertenecen
profesionalmente, aunque sí ciudadanamente, me contento con recordar algo que leí hace más de
diez años atrás: “Puntas de lanza de la llamada revolución tecnológica, la información y la
comunicación se están convirtiendo hoy en los ejes alrededor de los cuales se reestructuran las
relaciones sociales entre los individuos, los grupos y las clases, las naciones y los bloques de
poder. No se equivocan aquellos que ya nos se contentan hablando de “sociedad de la
información” para designar la sociedad de mañana, una sociedad en la que la información se
instala como nuevo recurso de base, nueva materia prima, nueva forma de energía. Sin embargo,
perpetran una inmensa estafa intelectual cuando, en un discurso mesiánico, infieren la novedad
social partiendo de la novedad técnica y metamorfosean esta mutación tecnológica en un
“instrumento salutífero”, remitiendo alegremente las segregaciones y las relaciones de fuerzas
sociales anteriores a esta nueva sociedad llamada informacional.” (Mattelart A, Stourdze
Y.1984.p.56).
Algo similar había dicho Passeron: “ninguna innovación tecnológica pudo jamás superar, por virtud
exclusiva del medio, las desigualdades culturales producidas y reproducidas por el juego bien
engrasado de las estructuras y de las jerarquías sociales: las características técnicas de un medio
de comunicación no predeterminan jamás sus efectos sociales al punto de descartar los efectos
que dependen de las relaciones sociales que se encuentran en el origen de la utilización de esta
técnica” (Passeron J.C.1982. pp 46-47).
Pero psicólogo que soy al fin y al cabo, doy un peso especial a una de las afirmaciones hechas por
quien ha sido denominado “el senador de la tierra”. Me refiero a aquella que testifica el valor de las
autopistas de la información y del desarrollo cibernético en general, en la creación de “un mundo
más armónico y humano”. Imagínense, reconsiderar las utopías dentro de un esquema tecnológico.
Pensar al menos alternativamente que el Walden Dos de Skinner no era una total falacia. Que si
bien la tecnología comportamental no lo había logrado, la informacional si lo puede lograr. UN
MUNDO MÁS ARMÓNICO Y HUMANO.
Intento no dejarme atrapar por las fascinaciones fetichistas, por la narcisización, al decir de
Bleichmar H. (1983) con sentido instrumental. “El peligro se produce cuando los instrumentos
técnicos se escinden del ego humano, o sea, cuando la técnica se torna autosuficiente o se
adueña del hombre en lugar de dejarse adueñar por él” (Dorfles G. 1969.p.34). Pero también la
fascinación del horror, hablando con Pichón, me acosa: una fibra óptica puede transportar
doscientas veces más información que un cable coaxial; los repetidores de fibra óptica pueden
estar separados entre sí a más 100 km, frente a aproximadamente 1,5 km en los sistemas
eléctricos tradicionales; un solo par de cables de fibra óptica puede transmitir más de mil
93
conversaciones simultáneas; las redes de fibra óptica son capaces de albergar 500 canales de
televisión, pueden receptar 34000 líneas telefónicas de ida y vuelta. “A qué más”, diría Silvio
Rodríguez.
Tampoco quiero acercarme a la tecnofobía resistente activa, esa suerte de anquilosamiento del
más elemental raciocinio y de las menos virulentas de las buenas pasiones. Intento alejarme con
más dificultad de la tecnofobía pasivo agresiva resistencial, esa que nos hace utilizar nuestras PC
como nuestras antiguas Remingtons. Máquinas de escribir que en tiempos de crisis energética nos
hacen consumir más combustible. Siendo objetivo, es decir entre científico y cínico, estoy obligado
al menos a concordar con que “tal o cual encarnación concreta de las nuevas tecnologías de la
información puede, evidentemente, conocer el fracaso, pero no ciertamente el conjunto de este
sistema técnico” (Mercier P.A, Plassard F., Scardigli V. p.16.1985). Vuelvo con Silvio: ”Me acosa el
cara pálida”.
Trato de mirar des - interesadamente. ¿Pero por dónde empiezo a mirar?. Vuelvo a las preguntas
de siempre: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos, dónde estamos, hacia dónde vamos?. No
intento responder a todas las preguntas. Me permito una abstracción que me remite a mi definición
epistémica esencial: “el ser de los hombres es su proceso de vida real” (Marx, C., Engels, F., 1982,
p.25).
Cuba. América Latina.El mundo. Para nuestro país, se impondría empezar al menos por el 68 o por
el 95 del siglo pasado. Pero no me da para tanto. Por suerte hay especialistas en este Encuentro
que lo hacen excelentemente. Camino más de cerca. Soy más o menos de la generación de los
sesenta. De esos años que son siempre recordados por los que hoy cargan con algo más de 45
años como la época dorada: La filosofía del “make love, not war”, las tres “M” revolucionadoras
(Marx el Dios, Mao su espada, Marcuse su profeta), el Mayo rojo francés, los hippies, los Beatles,
los movimientos guerrilleros de liberación, la revolución cubana, el Che. Vengo de esa década que
devino en un arrebato de humanismo crítico trascendente, un grito de esperanza y confianza en el
ser humano, un basta multiplicado por millones de voces que con la negativa, la ruptura o la lucha
destrozaron la imagen de perfección edulcorada y falsa que siguiendo las enseñanzas de Dorian
Grey la sociedad de clases había construido para sí. La época de la defensa de las mayorías y de
las minorías desde una estética de las diferencias, una ética humanista fundamental y una
ideología cuando menos revolucionadora. Los desposeídos no clamábamos posesión, no
queríamos sencillamente tener. Reclamamos y exigimos nuestro derecho a ser.
Para los cubanos, entonces, no existía el ciberespacio, no sabíamos ni que sería el cibernético el
espacio propuesto como alternativo para la emancipación, para la libertad. Pero era sí- ver- que
había -espacio. Un espacio que queríamos rellenar con nuestras ansías, angustias y convicciones.
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Es también, no quiero ocultarlo, un espacio marcado por la “filosofía de la asignación”, de la
“decisión desde arriba”, de “lo que te toca”. Aprendimos a ser en el discurso del otro. Fuimos más
de una vez “archivados en copias y no en originales”. Oscilamos siempre entre ser nombrados
combativos o ser tildados de conflictivos, entre ser divertidos y ser diversionistas. Se encargaron de
nosotros los que pensaban que la desinencia hace a los sinónimos, los que estaban convencidos
de que la contradic-ción es oposi-ción y contraven-ción y por lo tanto supone san-ción, elimina-
ción. Dicen, por cierto, que algunos de esos extremistas de ayer viven hoy en una sinonímia
existencial desinente que identifica social-ismo con capital-ismo. Pero al fin somos sobre todo los
que hicimos lo que creíamos que teníamos que hacer, los “convencidos hasta en la duda”.
Demostramos que la trasgresión no siempre es hostilidad, que puede ser mejoramiento, cambio,
crecimiento. Que el marxismo es esencialmente pensamiento crítico, desmistificador, unido a la
acción transformadora, liberadora. Somos, además, los que estamos aquí.
El mundo no era, ni pretendía ser una aldea global. Los mimetismos no eran sino mimetismos. Las
imitaciones eran imitaciones. Malas, peligrosas, pero sin pretensión de absorción. Transculturación
sí. Subsumisión no. Transformación y refundamentación que puede pasar por la asimilación
analógica, pero que no se detiene en ella. Salvar las diferencias, las individualidades, sumarlas en
un proyecto emancipatorio y reivindicador de la especificidad (nacional, racial, de genero,etc.)
frente a la amenaza de la estandarización de la enajenación. Hacerlo desde una ética, una estética
y una crítica de la conciencia ilusoría y de la producción simbólica de las clases. Socialización para
la individualizacion. Individualización para la socialización en la expresión de Wallón H.
Leyendo con claridad que las condiciones económicas son las que en última y no en primera
instancia configuran los escenarios y las propuestas de cambio, identificamos en los Manuscritos
del 44, y después con Guevara, que el hombre tenía que crecer desde sí mismo. “Los hombres
van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al
mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma” (Guevara E.1968.p.44). El asunto
queda planteado como una revolución epistemológica que devuelve, definitivamente, al hombre su
protagonismo liberador. “No se trata de un anarquismo de principio que sueña con la ausencia de
todo gobierno... es pensar en la forma en que el sujeto se dé sin sumirse a la norma ni a las
convenciones” (Díaz E., Sotolongo P.L.1997.p.36).
A ello también nos convocaron a su modo y desde sus polémicos discursos psicológicos sobre la
subjetividad, algunos de nuestros pilares referenciales. Por solo nombrar algunos rememoro a
Freud – lo que las frases del espíritu susurran en voz baja puede ser dicho en voz alta: los deseos
y las aspiraciones de los hombres tienen el derecho de afirmarse; a Rogers – la naturaleza
fundamental del ser humano, cuando funciona libremente, es constructiva y digna de confianza; y
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también Foucault con las denominadas tecnologías de sí mismo, “las técnicas de sí”, los
instrumentos de la autotransformación del sujeto.
Soy de los convencidos de que después de los sesenta el mundo cambió esencialmente,
epistémicamente. Cambió porque después de los sesenta no se podía ser como antes de los
sesenta sin sentir cuando menos vergüenza, porque una buena parte de los que nos dedicamos
hoy a las ciencias sociales llevamos los pelos largos, amamos libremente, y miramos a la vida con
más suavidad y beneplácito. Cambió porque no faltó la traición al espíritu que tanto defendimos.
Cambió por último, porque los eternos productores de enajenación no nos perdonaron la década
prodigiosa y desde entonces además de intentar comprárnosla a cualquier precio y con mucha
ganancia, nos intentan consolar con el aislamiento esquizoparanoide de una red de redes que
pretende triturarnos el sabor de la lo nacional, de lo diferente . Insisto, estoy alertando de peligros,
no demoliendo opciones probables.
Que cosas tiene la vida. El socialismo conjuntivamente era tildado de estandarizante, de buscar un
malsano sometimiento de las partes al todo, de diluir al individuo en el proyecto de la masa. ¿Será
que la globalización ciberespacial en una forma de pseudosocialismo digital?.
La alternativa entonces a nuestras “ansias satánicas” de los sesenta es una suerte de “ciberspace
way of life” que casualmente tiene su centro en los Estados Unidos. Se nos viene encima un nuevo
mundo. “No ha muerto el Rey. Estamos aquí. ¿Que viva qué Rey?”. ¿Un rey con un reino global,
desdibujado en su virtualidad, interconectado en todos sus extremos?. Un nuevo orden mundial.
Un nuevo mundo.
Responder es mejor si nos afiliamos a nuestras tradiciones, a los “maestros de la sospecha” : Marx
y Freud. No trataré, por el momento de una psicoanálisis de la sociedad contemporánea, como
escribiera Horney. Apenas mirar rápidamente desde la interrogante: ¿qué mundo esta siendo ese?,
¿qué sujeto lo acompaña, lo vive, lo recrea?.
Dos usuarios, o quizás sea mejor decir, dos “usados” entran en el Barbie’s Virtual Playhouse y
encarnando a los personajes centrales de las aventuras de la melindrosa rubia de juguetería,
conectados por guantes, lentes y cascos, se aventuran en el arte de amar de una manera análoga,
aunque digitalizada, que hasta para la vaquita pijirigua, aquella que fue inseminada artificialmente
sin respetar su derecho de “seguir a la antigua”, resultó una desgracia. Al menos para la vaca
había un sentido suprasocial elemental de su sacrificio (aún así se quejaba). Sin embargo,
contento estaba el amante virtual porque a él nunca le gustaron los preservativos, y en esta
variante no los necesita.
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Conectado a una línea pirateada de internet un vecino decía estar en un combate sideral del
“Descent II” en el que participaba un piloto belga, un australiano y uno canadiense. Se destrozaban
unos a otros sin conocerse, sin tocarse. Todo esto ocurría mientras su esposa intentaba fregar los
platos con residuos de oca pastificada, y su hermano cargaba cubos desde mi casa para poder
darse un baño.
Claro que pudiéramos llamar la atención sobre otras variantes. Dudar de los beneficios escotomiza,
al decir de Pichón, cierra la posibilidad de pensar en los perjuicios. Mi hijo José Manuel, escribe
excelentes trabajos de la Segunda Guerra mundial, le adiciona imágenes, observa materiales
audiovisuales de archivo que traen al presente la hecatombe que costó la vida a más millones de
personas que las que tiene como exigencia de vida fundamental conectarse alguna vez por internet
o cualquier otra net. Cada uno de nosotros tendría sobradas razones para la alabanza. Pero no
venimos a hacer una asamblea de balance.
El asunto es que hay un punto común, un común denominador discursivo subyacente: “...no es el
pueblo o el grupo familiar amplio, ni siquiera la familia nuclear o la pareja, lo que constituye la
célula básica de la sociedad, sino el individuo...la mayoría de los lugares y tiempos de la vida
colectiva han desaparecido...la vida social se reduce a una circulación cotidiana entre dos polos: el
trabajo y la casa... las nuevas tecnologías de la información también se proponen invadir el
domicilio, tanto para actividades de compra, como de entretenimiento o incluso de trabajo...el
domicilio se convertirá en una especie de terminal global de información y comunicación” (Mercier
P.A., Plassard F., Scardigli V.pp.52-53). Como dice Alfredo Grande, psicoanalista implicado y
amigo, “el sujeto no percibe mediatización corporal ni cultural. El objeto aparece “mágicamente”,
porque no hay conciencia del proceso de producción histórica que lo generó. Se pasa de la
contingencia del objeto al objeto fetichizado...toda la subjetividad pasa de ser un block maravilloso,
a convertirse en una pizarrita siniestra, donde los verdaderos monitores a color de los sistemas
informáticos son las personas. Trasmutadas previamente en terminales de computadoras”.
(Grande A.1996.p.207).
¿Casualidad , causalidad o concomitancia?. Allí donde la causa y el efecto coinciden
espaciotemporalmente, donde la mirada histórica nos revela una mezcla en paralelo de procesos,
lo que casi siempre ocurre cuando de fenómenos sociopsicológicos se trata, los eventos son
ordenados como causales por una suerte de lógica discursiva. Es una opción.
Nos dicen que llegando a los finales del siglo XX el mundo se nos está volviendo más interactivo.
Lo que en este metalenguaje, que trae consigo implícitamente una recodificación de las palabras,
significa que los niños viven amarrados a los videojuegos,los multimedia, la telemática, las decenas
de canales de televisión, practican como deporte casero el zapping, y sobre todas las cosas, como
el nuevo espacio de la existencia, tienen la realidad virtual.
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En “El libro de los chicos enamorados” (Publicado en Página 12), Elsa Bornemann nos enfrenta al
dilema desde el sentimiento. NOVIA ELECTRONICA
Todo de ti me enamora...
¡Menos la computadora!
Todo a ir a verte me invita...
¡Menos esa maquinita!
Pareces hipnotizado
Cuando te encuentras con ella,
La observas encandilado
Igual que a una niña bella.
Te advierto, va siendo hora:
O me prestas atención
O a esa procesadora
Regálale el corazón
¿Hace falta que te diga
que siento que me olvidaste?
¡ De tu electrónica amiga
es de quien te enamoraste!
Un MUNDO INTERACTIVO. Que manera de confundir el lenguaje. Llamar a esto interactividad. La
sociedad mediológica, como la denomina Debray R. (1995), la sociedad informatológica, nos
prepara, nos dibuja un sujeto coherente a sus antiproyectos. Algunos lo llaman el sujeto sujetado
de la posmodernidad. Yo digo que es el sujeto de la desconexión. Desconectado esencialmente del
otro, lo que quiere decir desconectado de sí mismo. ¿Cuál es su identidad?. ¿Un password?.
Interactividad humana sin vínculo es una no interacción. Interactividad es reciprocidad en un
vínculo, un continente de “intercambio de miradas, de gestos, contacto corporal, mensajes verbales
y no verbales. Procesos comunicacionales y de aprendizaje que permiten inferir direccionalidad
recíproca de ese comportamiento” (Quiroga A.P.1994.p.47).
¿Pero quién es ese sujeto de la posmodernidad o para la posmodernidad?. Desde mi
representación básica se me antoja que una primera caracterización crítica pertenece a Lennon &
McCartney : “He’s a real nowhere man, sitting in his nowhere land, making all his nowhere plans for
nobody”. Pero para evidenciar mi apego al gremio profesional al que pertenezco, mi identidad de
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psicólogo, me aprovecho de una excelente caracterización hecha por Rojas M.C. y Sternbach S.
(1995). Señalo apenas algunos rasgos importantes:
1. Ritmo hipomaníaco ligado a la abolición de todo conflicto, al éxito y la eficacia. La velocidad
es un síntoma de su modo de existir.
2. Poco sujetado a lazos y limitaciones de cualquier tipo. Es un tipo pragmático que anda a la
búsqueda de fama y poder. Cuando lo logra, aún en pequeña escala, hace ostentación de el.
3. Su interés personal esta siempre por encima de otros intereses. Pone toda su agresividad
en su competitividad. Por eso no participa de proyectos grupales, institucionales, etc. En el mejor
de los casos lo usa como instrumento de su ascenso personal.
4. Su ética se rige por su pragmatismo y sus objetivos vitales antes expuestos. El tener es el
criterio de éxito, por eso además de ser transgresivo, no siente vergüenza por esto.
5. Se percibe en su vida una profunda banalización. Pertenece a la cultura light. Su
insensibilidad logra niveles que limitan con la psicopatía. “El esfuerzo ya no está de moda, todo lo
que supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado...” (Lipovetsky G. 1996.p.56).
6. Predomina en él un hedonismo individualista. Desestima lo interior, el mundo de lo íntimo.
Lo importante es mostrarse bello y divertido. Hay en él una suerte de libido catectizada en la
belleza externa. “La Histeria. El deseo de hacerse simpático- señala Debray R.- roza a todo aquél
que quiera consentir y prevenir los deseos del otro, a cualquier precio. La neurosis histérica es la
forma límite del comportamiento indicial, como búsqueda perpetua de la buena impresión.” (Debray
R. 1995.p.154).
Los consultorios empiezan a embotarse de “formas de malestar que se arraigan y fortalecen en un
espíritu de época marcado por la pérdida de antiguas convicciones y por nuevas discursividades
que no se perfilan todavía con claridad como soportes de la subjetividad” (Rojas M.C., Sternbach
S.1995.p.136). El hombre posmoderno, sus contornos subjetivos son la clara manifestación de las
relaciones reales en las que viven, “lo ideal no es...más que lo material traducido y transpuesto a la
cabeza del hombre” (Marx C.1980.p.XX). El mal-estar humano es, releyendo a Freud, un malestar
de la cultura. La cultura entendida no simplemente como la producción o el escenario conjuntivo y
entrecruzado de la creación estética y ética de grupos relativamente exiguos de la sociedad. Ni tan
siquiera la cultura entendida como la producción espiritual de todos los sectores sociales. Estoy
hablando de la cultura como la estructura real de la subjetividad del individuo, el referente potencial
de su libertad. Ser cultos para ser libres.
La imagen semiarquetípica de libertad catectizada en la figura del marino nos es devuelta en otros
ámbitos de navegación. Navegar por las autopistas de la información. ¿Nos hace esta navegación
marineros, nos hace libres?. Los psicólogos sabemos al menos de las concomitantes adictivas, y
no son las adicciones un indicador de libertad. Muy por el contrario. “Simultáneamente a la
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revolución informática, las sociedades posmodernas conocen una revolución interior...en el
momento en que el crecimiento económico se ahoga, el desarrollo psíquico toma el relevo, en el
momento en que la información substituye la producción, el consumo de conciencia se convierte en
una nueva bulimia: yoga, psicoanálisis, expresión corporal, zen, terapia primal, dinámica de grupo,
meditación trascendental; a la inflación económica responde la inflación psi y el formidable empuje
narcicista que engendra”. (Lipovetsky G.1996.pp.53-54). Un paciente me explicó la causa de su
búsqueda incansable de un psicólogo con una imagen de Byron L: “And now, I’m alone. Upon the
wide. The wide sea”. Otra vez el mar, la navegación, la libertad con el alto costo de la soledad.
Todo nos viene preparando una muerte para el sujeto. El derrumbe del ruso-cialismo. Lacan y
Foucault. Y ahora, la interconcectividad administrada y amaestrada desde la misma filosofía, desde
la misma ética de la segregación, del poder, del predominio. En todo caso, ahora hay una
multiplicación del efecto de seducción por las capacidades de maniobras sustitutas del sujeto y
supraeficientes. A pesar de su sensible modo de decir con la escritura. Considerando incluso su
apego a lo espiritual, no tengo muchas dudas de que ante una Pentium 2 con conexiones de fibra
óptica, Sor Juana Inés de la Cruz no hubiera vacilado en repetir sus hermosos versos:
“Yo no puedo tenerte ni dejarte,
no sé por qué al dejarte o al tenerte
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos si sé qué para olvidarte…”
Pero más allá de preferencias, temores y rechazos, el asunto central es el del encuentro o la
perdida de sí mismo, de la mismidad y la otredad, en este proceso que requiere de una geografía
para su sujeto. Una geografía que permita la circunscripción al entorno intrasubjetivo en un
laberinto ilusorio de alternativas pragmáticas que se confunden con alternativas existenciales.
¿Quién soy en el ciberespacio?, ¿dónde está mi cuerpo?. Los cuerpos se pierden en las fibras
ópticas, son convertidos en una imagen (visual, auditiva, kinestésica) , y “toda imagen es una
estrategia” (Debray R. 1995.p.131). La estrategia de la globalización.
El crecimiento humano parece quedar atrapado e dos ejes fundamentales: información y
globalización. La identidad, esa parábola que unifica en la mismidad y armoniza en la otredad, es
puesta a andar por una autopista en la que no hay yo y otros. Solos están cada uno de todos los
yo. El otro es el yo virtual. Yo mismo que me desdoblo ante lo mío. Círculo potencialmente
esquizodestructivo. En la interconectividad me hablo a mí mismo cual si hablara al y con otro.
Siendo que para ser yo-otro tengo que dejar de ser yo-yo. Mi otro es quien está en el lugar de mi
yo. Yo estoy en el lugar del otro.
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Lo sabemos: no hay sociedad informacional sin globalización. La sociedad mediológica
informacional es condición pre y pos de la globalización. Todo bien. Pero... ¿dónde está el sujeto?,
no el sujeto de la globalización, sino el sujeto de la relación, de la interconectividad. Si donde digo
no soy, y donde soy no digo, ¿dónde tendrá lugar el contacto, el vínculo?. “Todos somos iguales”
es la ley primera solamente donde la segunda ley es “todos somos distintos”.
Nos llenamos de dudas. Simbiosis y ambigüedad. El tema entonces es el que nos convoca en
estos días: Dejar de ser para crecer o no crecer para ser. Nosotros, los aquí presentes,
posiblemente ensayamos otro cuestionamiento. Nuestra respuesta afirmativa. No desde la
metáfora robótica de la enajenación, sino desde la construcción del desarrollo sostenible y
sustentable. No desde la renuncia, sino desde el humanismo crítico que sustenta las utopías y las
prácticas emancipatorias: SER PARA CRECER.
BIBLIOGRAFIA
1. Bleicmar H. (1983) El narcisismo. Estudio sobre la enunciación y la gramática inconsciente.
Buenas Aires. Ediciones Nueva Visión.
2. Debray R. (1995) El Estado seductor. Las revoluciones mediológicas del poder. Argentina.
Manantial.
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Argentina. Laborde Ediciones.
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5. Gore A. (1994) Entrevista. Revista Muy interesante. N° 158. Julio.
6. Grande A (1996) El Edipo después del Edipo. Agentina. Editorial Topía.
7. Guevara E. (1968) El socialismo y el hombre en Cuba. En: El Caimán Barbudo.Materiales
de estudio. La Habana. Imprenta nacional de la UJC.
8. Lipovetsky G. (1996) La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo.
Barceló. Anagrama.
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10. Mattelar A., Stourdze Y. (1984) Tecnología, Cultura y Comunicación. Barcelona. Editorial
Mitre.
11. Mercier P.A., Plassard F., Scardigli V. (1985) La sociedad digital. Las nuevas tecnologías
en el futuro cotidiano. Barcelona. Editorial Ariel s.a.
12. Passeron J.C. (1982) Images en bibliothéque, images de bibliotheques. París. Document
du Gides. pp.46-47.
13. Rojas M.C., Sternbach S. (1995) Entre dos siglos. Una lectura psicoanalítica de la
posmodernidad. Barcelona. Anagrama.
101
14. Quiroga A. P, (1994) Matrices de Aprendizaje. Constitución del sujeto en el proceso de
conocimiento. Buenos Aires. Ediciones cinco.
LA ETICA DE LAS RELACIONES INTERPERSONALES.
El sustento axiológico de la ética profesional del psicólogo.
Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y `prevalezca sobre lo peor.
Si no, lo peor prevalece.José Martí.
La tendencia priorizada en la clarificación y establecimiento de normativas éticas
comportamentales, sean formales o informales, ha sido la ubicación del discurso axiológico en el
espacio de los roles de desempeño. Así desde y con el juramento hipocrático la ética médica,
extensible a otros discursos profesionales adyacentes al discurso médico, se comporta como una
suerte de reglamento para el trabajador de la salud en el contexto de su actuación profesional
específica. Prácticamente todas las instituciones y asociaciones profesionales tienen su “Código de
Ética”, pautas de estricto cumplimiento para sus beneficiados y benefactores. Sin embargo, las
incongruencias las conocemos y no son pocas: un psicoanalista torturador, un cirujano alcohólico,
etc. En fin, poseedores de títulos que logran sin cruentas crisis disociativas ajustarse a un ética del
contexto, variable, contradictoria, histérica. Algo así como “Las tres caras de Eva” con título
profesional.
Un cuestionamiento de tal enfoque parte de la consideración de una posiblemente no casual
analogía entre el veredicto hipocrático y la vertiente hipócrita de su observancia. Inicialmente,
según lo que aprendimos con Vygotsky, Luria, Galperin, Zaparochets, la norma actúa desde el
exterior, como requerimiento externo, y luego se va interiorizando. La ética intersubjetiva deviene
ética intrasubjetiva. Sin embargo, su existencia independiente del sujeto la convierte en una
instrumento de la disociación, de la hipocresía. Decía Subbotsky hay quienes conocen la norma y
dicen comportarse en congruencia con ella aunque en realidad no lo hacen (los hipócritas). Hay
quienes también la conocen y aunque no la comparten se comportan congruentemente (los
disciplinados). Pero los hay que además de conocerla, y de comportarse congruentemente la
hacen suya. Estos no solo hablan de la norma y se comportan coherentemente, sino que la viven,
la recrean, la hacen crecer y la convierten en un principio axiomático de su vida (los autónomos).
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Visto así, parece bastante definitivo que la ética profesional auténtica, genuina, la que se construye
desde el individuo y no de la normativa externa, se instituye desde un discurso ético que le
antecede. En nuestra representación, y en el caso de las actuaciones profesionales en el campo de
la salud humana, el elemento constitutivo de una ética en lo profesional es una ética del sistema
vincular de las personas que entran en interacción. Una ética de las relaciones interpersonales.
¿Por qué una ética de las relaciones personales?. Tres representaciones fundamentales me
parecen claras como justificación de la propuesta.
En primer lugar, nuestras prácticas son prácticas de vínculos humanos. Su lugar real de existencia
no son las salas y pabellones, ni las consultas construidas entre paredes que solo delimitan el
contorno físico de una institución. El lugar real de existencia de nuestras prácticas son las
relaciones humanas, las RELACIONES INTERPERSONALES. De modo que hablar de una ética
clínica, pensar en una conformación ética de las prácticas clínicas es, a mi juicio, improbable sin la
consideración de la cultura ética, de la ética existencial, que preside los vínculos entre las
personas, los seres humanos (y no solo humanos) sujetos y sujetados a/en dichas prácticas
clínicas. En este sentido, una ética clínica es una conformación derivada y derivante de una “ética
de las relaciones interpersonales”.
En segundo lugar, una ética de las relaciones interpersonales como referente, ojala que como
sustento axiológico de nuestras acciones profesionales, no define como espacio limitado de su
acción la llamada relación “médico-paciente”. Corriendo el riesgo de equivocarme, pero confiado en
hacerlos pensar al menos para disentir, digo que los grandes embates éticos son hoy más
recurrentes en las relaciones “médico-médico”, que las “médico-paciente”. Incluyo allí las
relaciones “médico-médico mismo”, entiéndase el lugar de las autorelaciones, y en este sentido
refiero la ética como mirada valorativa a sí mismo en la controversia existencial de las dudas,
angustias e incertidumbres del médico en su cotidiano de vida, en sus contextos concretos de
existencia.
Por último, en tercer lugar, la ética de las relaciones interpersonales se presenta como un punto
alternativo de unicidad existencial, un centro de integración cosmovisiva. Es una alternativa a la
disociación del individuo como profesional-persona y como persona-profesional. Definitivamente, el
centro está puesto en la persona, en el sujeto como integración, como unidad holística. No como
individuo aislado, sino como sujeto en relación.
Como quiera que la denominación “ética” es, como casi todas las palabras en nuestro idioma, de
un amplio marcaje significativo, plurisemántica, no resulta innecesario declarar las precisiones
103
personales del término. Cuando hablo de la ética de las relaciones interpersonales estoy
pensando en:
1. La formación subjetiva de una estructura funcional instituida histórica y culturalmente e
instituyente a su vez de un patrón individual del buen comportamiento, del comportamiento
razonable. Dicha formación subjetiva o “identidad ética” actúa como paradigma referativo del
comportamiento vincular concreto y como estructura autovalorativa para la ubicación personal en el
universo simbólico de las relaciones con las otras personas.
2. La puesta en acción de los juicios de apreciación acerca de los actos intencionales o
comportamientos con el fin de regularlos consciente o incoscientemente. No me refiero solamente
a los juicios de valor que se hacen sobre la conducta sino sobre todo a los modos reales de
comportarse en situación.
3. El espacio axiológico en el que se ubica la dimensión prospectiva del comportamiento. El
lugar del debería no superyoico sino intencional, movilizativo. No se trata solo de un paradigma
para la convivencia, sino sobre todo un instrumento para el desarrollo humano.
¿Cuáles serían entonces los elementos constitutivos de esa ética de las relaciones interpersonales.
Tratando de no ser particularmente extenso intentaré señalar los elementos de contenido
esenciales que considero presiden una ética humanista de las relaciones interpersonales y que,
además de encuadrar los patrones de comportamiento de la vida cotidiana, dan cuerpo
cosmovisivo, axiológico, a nuestras prácticas profesionales.
En primer lugar EL RESPETO. El respeto no simplemente como normativa de cultura educativa,
sino como definición existencial de las relaciones humanas. Hablo sobre todo de
1. Respeto al derecho ajeno.
2. Respeto a la individualidad.
3. Respeto a las diferencias.
4. Respeto a la opinión.
5. Respeto a la decisión.
No puede ser respetuoso de su paciente quien no es una persona respetuosa. Pero más aún, no
se puede realizar una acción profesional verdaderamente exitosa, sino se es capaz de respetar a la
otra persona que está junto a nosotros.
El gran “leitmotiv” del respeto como instituyente esencial de una ética de las relaciones
interpersonales es conflictuado asunto de la diferencia. La relación con lo diferente, lo distinto, es
algo así como el lado oscuro de la alteridad. Lo diverso es inherente a la vida, la vida es
diversidad, sin embargo, la diversidad es y ha sido fuente de conflicto, es y ha sido fuente de
exclusión. A nivel incluso psicológico, la construcción de la identidad pasa por la diferenciación, por
el establecimiento de la unicidad: para ser un “yo” tengo que ser distinto de un “otro”. Los modos
104
de establecer esa “diferencia” están marcados culturalmente, desde una ideología, y desde una
lógica esencialmente cartesiana en cuanto dualista. Los juicios de valor son dualistas, la estética
es dualista (lo bello-lo feo; lo culto- lo inculto; etc.), la ética es dualista (lo bueno-lo malo; lo
adecuado-lo inadecuad). Las elaboraciones lingüísticas construyen un lenguaje específicamente
humano carente en las posibilidades de expresar la unidad de la diferencia. Narra Galeano en “El
libro de los Abrazos” que para definir el lenguaje que dice la verdad los pescadores de la costa
colombiana tuvieron que inventar la palabra “sentipensante”. Es desde una cierta “antonimia
figurativa” que, como tendencia, se construye la percepción, la valoración de algo. Y es allí donde
entra el peligroso ejercicio del poder.
El RESPETO es peligrosamente dañado cuando lo que preside la relación entre las personas es el
ejercicio del poder. Sobre ésta base, las prácticas del poder autocrático - la exclusión, la
marginación, la represión, y también el paternalismo, por sólo señalar algunas -, han creado la
ilusión de que ciertas diferencias marcan límites estrictos y reales en todos los ámbitos entre algo
que resulta “lo adecuado” y algo que resulta “lo inadecuado”, poniendo así el énfasis precisamente
en la comprensión de lo diferente como defecto, como falta, como lo que hay que esconder o hacer
desaparecer. Se crea así lo que llamaría una “est-ética” de la diferencia, y consecuentemente,
una práctica reconstitutiva de la antiética. Testimonio de esto que digo pueden darlo los grupos
marginados por prácticas no solo culturales, sociales y políticas, sino también médicas. En nombre
de la salud se promueve una falta de respeto a los homosexuales, a los enfermos mentales,
discapacitados, así como a las minorías étnicas, las mujeres, grupos raciales, libre pensadores,
conflictivos, y muchos más que harían una lista interminable.
NO hay respeto donde no se es capaz de asumir la contradicción.
No quiero dejar de significar que en el contexto de nuestras prácticas profesionales el primer acto
de respeto, la primera expresión de respeto de un especialista para con su paciente, es su
CIENTIFICIDAD y PROFESIONALISMO. Permitirse opiniones a la ligera, decisiones fundadas en
criterios unipersonales y no profesionales, conocimientos superficiales y “recetas doctrinarias” en
el lugar del dominio profesional, diletancia, anquilosamiento intelectual, no son sencillamente
errores o deficiencias técnicas, son, desde el mismo momento en que nuestro hacer recae sobre
otras personas, problemas éticos.
En segundo lugar, volviendo a los recursos constitutivos de una ética humanista de las relaciones
interpersonales y obviamente no hay en esto un orden jerárquico, significo a LA HONESTIDAD ,
que quiere decir la transparencia comunicativa, informativa, la claridad de las intenciones y
motivos, la disponibilidad a facilitar el encuentro con la verdad. La honestidad que es también ese
acto íntimo de conciencia de nuestra perfectibilidad, la honestidad que convoca y evoca la
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HUMILDAD, componente esencial de la ética humanista de las relaciones interpersonales. Hablo
de la humildad y no del pobrecitismo, no de la sumisión, ni de la subvaloración. No es solo la
comprensión y aceptación de lo que no podemos, sino también de lo que podemos los unos y los
otros. No es la humildad el ejercicio testimonial de supuestas limitaciones personales, sino la
fuerza vital que niega el ejercicio ciego del poder. La humildad como la definición autovalorativa de
la igualdad esencial de todas las personas. Hablo de la humildad como la capacidad de “situarnos
en la posición honrada de no presumir que sabemos más que los demás, de no presumir que
hemos alcanzado todo lo que se puede aprender, de no presumir que nuestros puntos de vista son
infalibles y que todos los que no piensen exactamente igual están equivocados” (Castro F.)
LA SENSIBILIDAD sería un elemento fundamental en esta dimensión ética. En “El Gran dictador”
el genial Chaplin decía: “Pensamos demasiado y no sentimos lo suficiente. Tenemos más
necesidad de espíritu humanitario que de mecanización. Más que de inteligencia, tenemos
necesidad de amabilidad y gentileza”. No se trata como creen algunos de padecer por y con el otro,
esto no es posible, pero lo que si es posible y necesario es sentirse partícipe en la ayuda, en el
apoyo, en el vínculo. La deshumanización de un vínculo humano no solo es un absurdo, sino algo
que no nos podemos permitir. Sensibilidad humana, capacidad de sentir en el lugar del otro,
comprensión empática, son exigencias e instrumentos de trabajo diario de los que luchamos por el
bienestar y la felicidad humana.
Por último, el asunto irrevocable de los COMPROMISOS. Comprometerse es algo que puede
hacerse desde la voluntad y la comprensión, desde la decisión y el sentimiento, o que de cualquier
modo se produce como efecto inevitable de estar en algún lugar. Las posiciones asépticas,
supuestamente liberadas de compromisos son falsas, por no decir sencillamente que son también
un modo de comprometerse con aquello que contradice y niega el compromiso evitado. Hay
incluso quienes evaden compromisos y se refugian en el discurso supuestamente científico de la
objetividad. Dice Galeano: “Los que hacen de la objetividad una religión, mienten. Ellos no quieren
ser objetivos, mentira: quieren ser objetos, para salvarse del dolor humano”. Obviamente, no hablo
de pedestres compromisos con fracciones políticas de la sociedad, no hablo de compromisos con
cifras, ni de compromisos de complicidad. Hablo de compromisos esenciales: los compromisos con
el bienestar humano, con la potenciación de modos de vida más plenos, con el crecimiento de las
potencialidades creativas de las personas, con la felicidad e inevitablemente con el derecho de
todo ser humano a ellos. No hay comportamiento ético al menos humanista dónde no hay
clarificación de los resortes cosmovisivos e ideológicos que sustentan nuestros compromisos,
donde no hay acción de lucha y exigencia por los derechos primarios de todo ser humano.
El asunto por cierto no es solo del orden de lo cosmovisivo, de lo filosófico, es también
técnico.Clarificar los sustentos éticos en nuestro sistema de relaciones intepersonales es
106
asegurarnos un paso fundamental en el encuentro de las soluciones técnicas a las exigencias y
demandas que nos hacen nuestros pacientes como profesionales. Así como reconocimos que la
unidad del mundo no reside en su ser sino en su materialidad, sustrato primario y esencial de lo
fenomenológico, podemos decir que la integración ética personal y la posibilidad de una eficiencia
y adecuación ética de nuestras acciones profesionales, residen en las representaciones básicas
que encuadran axiológicamente nuestras relaciones con las otras personas.
Por último no puedo dejar de llamar la atención sobre el hecho de que nuestras axiologías,
nuestros procederes éticos o la ética de nuestros procederes existe y se contextualiza en el lugar
real del vivir de todos nosotros. Para los cubanos de hoy el asunto es de suma importancia. Los
que aquí estamos vivimos en una estructura real de la sociedad en la que conviven modos
económicos funcionales diferentes y por ende sistemas de apropiación que en los mejores casos
son equitativos, pero en otros están siendo desproporcionadamente diferentes. Esto nos confronta
diariamente con nuestra opción y decisión profesional y ética, nos distingue en los que hicimos una
opción de vocación y los que hicieron una opción de compulsión. Asistimos a un cotidiano de vida
que discursea desde la ética de la renuncia para la realización de los sueños y las esperanzas,
desde la permanencia y trascendencia de los valores más humanos, y nos pide afiliación a la
certeza de que “sí se puede”. Somos por vocación y decisión una trinchera de las utopías. Pero
estamos enfrascados en una lucha titánica por la sobrevivencia, síntoma ad usum y condición sine
qua non del pragmatismo. La realidad nos impone una suerte de convivencia educada pero
también utilitaria con muchas de las cosas de las que nos creíamos invulnerables y que
considerábamos hasta de mal gusto. Quien sabe si tenía razón Berman cuando sostenía que el
hombre “solamente trabajando con el diablo…podrá acabar del lado de Dios y crear el bien”.
(Berman M.) . Lo cierto es que nuestra realidad esta escindida y corremos el riesgo de una escisión
interna.
Por si esto fuera poco, en nuestros consultorios aparecen “formas de malestar que se arraigan y
fortalecen en un espíritu de época marcado por la pérdida de antiguas convicciones y por nuevas
discursividades que no se perfilan todavía con claridad como soportes de la subjetividad” (Rojas
M.C., Sternbach S.) 1995.p.136). Muchas de las dificultades que nos encontramos hoy en nuestras
prácticas profesionales son manifestaciones de las contradicciones reales en las que hoy se vive.
Sigo con Marx: “lo ideal no es...más que lo material traducido y transpuesto a la cabeza del
hombre” (Marx C.) . El mal-estar humano es, releyendo a Freud, un malestar de la cultura. La
cultura entendida no simplemente como la producción o el escenario conjuntivo y entrecruzado de
la creación estética de grupos relativamente exiguos de la sociedad, sino también como la
definición de una alternativa, mejor dicho, una “antialternativa ética”.
107
¿Qué hacer?. Algunos ya decidieron a favor del reforzamiento del bolsillo con el peligroso bisturí
que corta en cualquier lugar a despecho de la historia, de los títulos, de los deberes sociales y
hasta de las leyes. Otros flaquean en transacciones malsanas que hieren hondo en el orgullo
personal y la autoestima. La mayoría se aferra a la esperanza. Pero la pregunta sigue en pie ¿qué
hacer?.
A mi juicio, el mejor antídoto, quien sabe si el único integrador, está en el reforzamiento de los
sustentos éticos de nuestras prácticas, de nuestras prácticas cotidianas y de nuestras prácticas
profesionales. En la definición de los espacios de reforzamiento personal de nuestra esencia
humana, de aquello que sabiamente Marx identifico con “el conjunto de nuestras relaciones
sociales”, digo de nuestras relaciones interpersonales. Siguiendo a Forcano se trata ni más ni
menos que “obrar como personas...y la persona es un yo indivisible con vocación innata para la
verdad y la justicia, el amor y la convivencia, el respeto y la igualdad” (Forcano B.) .
En esta dirección nosotros como gremio profesional estamos quizás como nunca antes
necesitados de una comprensión, de un accionar interpersonal, de un modo comportamental
“interactivo”, como se dice hoy en el argot cibernético, que sea productivo y loable con nuestro
encuadre, que atienda a ciertos principios estructurales y funcionales. Algunos de ellos son:
1. La disposición a la concesión y a la relación transaccional.
2. El mantenimiento de una justicia de la equidad relacional.
3. La conformación de una relación de poder participativo y plural.
4. El encuentro y la priorización de intereses comunes.
5. El libre ejercicio de la contradicción y la diferencia.
Como se puede observar, no se trata más que de ciertas normas comportamentales cuyo valor
táctico se asocia al hecho indiscutible de que andar es el único modo de llegar. Con esto quiero
significar dos cosas. Por una parte, que el avance hacia niveles de desarrollo espiritual, ético ha
de ser, y de hecho es, un proceso escalonado y, parafraseando a Marx, en espiral. No se puede
pretender violentar leyes muy profundas y establecidas del funcionamiento humano. No se pueden
violentar límites reales que, aunque históricos y contextuales, demarcan posibilidades e
imposibilidades. Facilitar, favorecer, no son sinónimos de violentar. Por otra parte, y son muchos
los testimonios que lo ratificarían, el modo de andar llega a convertirse en modo de ser. Repito con
Machado que “el andar se hace camino”. La observancia de una ética de las relaciones
interpersonales, al sentar su base en los principios antes señalados y consolidarse como referente,
desarticula las posibles causas que generan su resquebrajamiento y ruptura.
Dicen que una pregunta puede más que cien razones. Entonces preguntémonos: ¿es posible
encontrar esa unidad entre las utopías y las realidades en nuestras prácticas profesionales?,
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¿podemos constituir nuestro discurso ético profesional desde una ética humanista de las relaciones
interpersonales?. ¿Tendremos la firmeza necesaria para un robustecimiento ético en un contexto
en el que la ética comienza a ser visiblemente fisurada?.
Creo que sí. Creo más: creo que vale la pena.
DINOSAURIOS... A VOLAR !
(Demandas de desarrollo para la psicología en el
advenimiento y despliegue de los 2000)
Las verdades más espinosas acaban por ser escuchadas y reconocidas una vez que los intereses heridos y los afectos por ellos despertados
han desahogado su violencia. Siempre han pasado así.
Sigmund Freud
Los que la amamos tenemos que tratar de pensar, hoy más que nunca,
qué es esto que la esta cambiando y hacia donde y para qué.
Fernando Calderón
En estos tiempos posmodernos todo puede suceder. Ya casi nada nos sorprende, aunque por
suerte muchas cosas todavía nos espantan. Ya vimos guerras televisadas en vivo y en directo.
Asistimos a un "reality show" entre el Presidente de los Estados Unidos y una becaria de la Casa
Blanca especialista en transmisión oral de la experiencia. Intentado hacer una broma a un amigo
que se mofaba de saberlo todo en Internet, escribí una dirección en su computador:
"www.sexo.com" e inesperadamente apareció una página pornográfica. Para salvar la situación
creada que comprometía mi imagen profesional escribí entonces otra dirección:
"www.educacionsexual.com" y entonces la respuesta fue otra: " The requested URL could not be
retrieved. Not found". Sin comentarios. Las niñas hoy no juegan a las muñecas, sino a las
"Barbies". Barbie no es una muñeca es un modo de vida. Mi hijo no quiere un gorila. Tampoco
quiere un robot. Quiere un "transformer". Ni trabajando como en sus peores épocas la JUCEPLAN
sería capaz de gastar todo el dinero que tiene Bill Gates. "No están de moda los inteligentes" -
dice Amaury Pérez. El mundo se nos presenta caótico. Quien sabe si tenía razón Octavio Paz
cuando afirmó que la palabra futuro es una palabra en decadencia. Saber de dónde se viene, quién
se es o dónde se está, al menos sigue siendo un problema. A dónde se va ya ha dejado de serlo.
109
Pero no nos preocupemos. La cínica inteligencia de Murphy nos aclara: "Nada es tan malo como
para que no pueda empeorar". A su manera Groucho Marx denotaba la dominante valorativa de la
época: "Estos son mis principios. Si a usted no le gustan no se preocupe, tengo otros". Los
cubanos tenemos una definición emocional más optimista: "jodido, pero contento".
Toffler dice que "el socialismo choca contra el futuro". Yo digo que vale la pena. Probablemente
ambos tenemos algo de razón. Solo que la razón de Toffler es metafísica: él habla del socialismo
que conoció. La mía es dialéctica: yo hablo del socialismo que tratamos de construir. Fukuyama
asevera que "del comunismo no quedará ni rastro". Tendría que haber sido más exacto y haber
dicho que no quedará ni rastro de nada. Lo cual es perfectamente probable si no somos capaces
de detener la destructiva acción que se generaliza comandada por el neoliberalismo. Lo cierto es
que la entrada en el nuevo siglo nos cogerá "pagando deudas" del siglo que termina. Dice Aron R.
Que "tenemos demasiado que hacer con el siglo XX para darnos el gusto de especular sobre el
XXI".
Es probable que el séptimo sello se haya abierto. Es posible que los siete ángeles estén a punto de
tocar sus trompetas. Pero puede que estemos en el entreacto. "Cuando abrió el séptimo sello,
hubo un silencio en el cielo por espacio como de media hora... Es un entreacto en el cual se
preparan los actores que comenzarán a actuar en el versículo siguiente. En esta sección, la escena
pasa del cielo a la tierra y marca la ejecución de los juicios de Dios contra el mundo" (Apocalipsis).
Somos los actores los convocados. Muchos coinciden en que como nunca antes el rol protagónico
estará en los protagonistas (no es una repetición, sino una reiteración). "Los próximos cien años
serán un período de transición entre la actual tecnología del metal y el silicio y la tecnología del
mañana de enzimas y neuronas" asegura Freeman, un físico británico. Naisbitt esta convencido de
que "los progresos más excitantes del siglo XXI no se producirán a causa de la tecnología, sino de
un concepto expansivo de lo que significa ser humano".
La lucha global no es por sobrevivir. Sobrevivir es mantener la vida tal y como es. Tampoco se
trata de revivir. Lo mejor del pasado, pasado es. Su valor es de referencia y experiencia. El
porvenir no puede ser la reconstitución del pasado. El asunto es otro. Es construir una nueva vida.
Algo que no ha existido más que en las ansias, en los sueños de los seres humanos. Hacer
realidad los sueños. El futuro pertenece por entero a las utopías. Si las perdemos, perdemos el
futuro.
¿Quiénes son los actores?. En la metáfora que quiero compartir con ustedes, los actores son los
dinosaurios. Somos los dinosaurios. Concentrándome en el único espacio en el que me siento apto
para una reflexión seria, la psicología, entonces siempre hablo de los "psi"dinosaurios.
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¿Quiénes somos los "psi"dinosaurios?. Somos figuras enmohecidas por el herrumbre posmoderno.
Para algunos nos hemos quedado atrás: Mientras todo lo sólido sigue desvaneciéndose en el aire,
los dinosaurios cantan "quién dijo que todo esta perdido. Yo vengo a ofrecer mi corazón". Mientras
el sepulturero del capitalismo anunciado ya en el Manifiesto Comunista, sigue abriendo la
interminable fosa para un muerto con demasiada salud como para declararlo inexistente, mientras
el sepulturero sigue como asalariado de aquél que lo engendró y lo alimenta, los dinosaurios no
quieren esperar a que el desarrollo de las fuerzas productivas desborde las relaciones de
producción existentes. Los dinosaurios repiten con Silviosaurio "si no creyera, qué cosa fuera". Y
creemos en la posibilidad (en la necesidad y en la inevitabilidad) del cambio social. Creemos en el
marxismo como instrumento de trabajo. Muchos de los psidinosaurios solo existen como imagen en
los más jóvenes. Otros como fotos, monumentos, hasta incluso como paradigmas teóricos.
Una buena parte de los dinosaurios que más conozco son más o menos de la generación de los
sesenta. De esos años, que como ya he dicho en otras oportunidades, son siempre recordados por
los que hoy cargan con algo más de 45 años como la época dorada: La filosofía del “make love, not
war” (y ciertamente hicimos mucho el "love" y rechazamos mucho la "war", aunque supimos
hacerla cuando la alternativa no fue otra. Las tres “M” revolucionadoras (Marx el Dios, Mao su
espada, Marcuse su profeta). El Mayo rojo francés - siguen las "M". Los hippies. Los Beatles. Los
movimientos guerrilleros de liberación. La Revolución Cubana, con mayúscula. El Che. Hablo de
esa década que podríamos llamar el "Idealicrácico" , bastante posterior al Jurásico y con no menos
éxito de taquilla. Época que devino en un arrebato de humanismo crítico trascendente, un grito de
esperanza y confianza en el ser humano, un basta multiplicado por millones de voces que con la
negativa, la ruptura o la lucha destrozaron la imagen de perfección edulcorada y falsa que
siguiendo las enseñanzas de Dorian Grey la sociedad de clases había construido para sí. La época
de la defensa de las mayorías y de las minorías desde una estética de las diferencias, una ética
humanista fundamental y una ideología cuando menos revolucionadora. Los dinosaurios que no
clamaban posesión, que no querían sencillamente tener. Reclamaban y exigían el derecho a ser.
Mi voto y mi adscripción con los dinosaurios. Soy marxista ¿y qué?. Sigo creyendo que vale la
pena.
Pero no he utilizado la imagen del dinosaurio porque es la crítica más severa que, desde el punto
de vista de los posmodernos, he recibido en los últimos tiempos traída de la mano de los sectores
etáreos a los que ya no pertenezco pero a los que miro con sana envidia y con corazón abierto.
Tampoco porque el genio de Spielberg y la astucia de los vendedores de juguetes hayan puesto de
moda a los"reptiles terribles" (traducción castellana de la voz dinosaurio). Ni tan siquiera se trata,
al menos solamente, de que Barney encanta al más pequeño de mis hijos con su voz de "amiguitos
vamos todos a cantar porque tenemos el corazón feliz". Se me antoja que los dinosaurios tienen
111
todavía muchas cosas que decirnos. De ellas he logrado descifrar al menos una y quiero
compartirla con ustedes. Dejen volar su imaginación, prepárense para una asociación libre.
Cualquier semejanza no es casual coincidencia.
Los primeros dinosaurios eran pequeños, de estructura liviana, bípedos. No tenían ni autoridad ni
poder, solo ansias: ansias de vivir, de hacer, de crecer - "éramos tan jóvenes". Durante los
periodos jurásico y cretácico, los dinosaurios evolucionaron hacia una gran variedad de tipos
adaptativos, muchos de los cuales alcanzaron un tamaño colosal. Entonces si fueron figuras
destacadas, figuras poderosas, imponentes, algunos fueron hasta reconocidos internacionalmente.
De estos, algunos se encargaron de una interpretación bastante errada de lo que significa la
"dictadura del proletariado" y se constituyeron lamentablemente como una "dinosauriocracia
oligárquica". Generaron un mal principio de funcionamiento: "nunca se sabe quien tiene la razón,
pero es fácil saber quien tiene el poder". Pero no se les adjudican malas intenciones, sino
comprensiones unipersonales, falta de interacción con la manada, "creérselo demasiado". En
realidad confundieron (confundimos, no estoy fuera del juego) la razón con el poder. Soy de los
convencidos de que la megalomanía no necesariamente es una enfermedad, puede ser también un
mecanismo de adaptación, puede que hasta sea un estadio del desarrollo.
Que aquellos lagartijos pequeños hayan desaparecido es algo que seguramente no extraña a
nadie. Lo que es difícil de comprender es cómo los otros, los grandes saurios, animales tan
majestuosos, fuertes y dominantes como el tiranosaurio, por ejemplo, corrieron la terrible suerte de
la extinción. Los especialistas han dado diversas explicaciones. Como siempre una buena parte de
ellas son verdaderos monumentos a la fantasía. La mayoría de las personas piensa que los
dinosaurios desaparecieron gradualmente a lo largo del periodo cretácico superior: "A todo el
mundo le llega su hora, nadie se salva del pie forzado". Algunos hablan de un gran asteroide que
impactó contra la tierra entre el periodo cretácico y la era terciaria, hace unos 65 millones de años,
creando una suerte de "periodo especial" que pudo haber producido ciertos cambios que afectaron
a todo lo que vivía. Sin embargo, parece ser que la gran mayoría de los dinosaurios ya se habían
extinguido por ese tiempo.
La representación más contundente, siguiendo el principio de la verdad más sencilla, es
simplemente que desaparecieron porque NO EVOLUCIONARON. Probablemente estaban tan
orgullosos y contentos de ser dinosaurios que se mantuvieron firmes hasta la desaparición. El
episodio bien pudiera catalogarse de "victoria pírrica" de la dinosauriocracia sobre el intento de la
naturaleza de doblegar su autoridad y poder absoluto. Mal aliento, es decir, poco estimulante lo
que nos deja esta historia para los dinosaurios de hoy.
Sin embargo, no pasó esto exactamente igual con todos los dinosaurios. Parece que algunos eran
un poco más inteligentes y fueron más revolucionarios: “...hay hombres que se resignan a esa
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realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad, y hay hombres que no se pueden resignar ni
adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla, por eso son revolucionarios” (Castro F. "Palabras a
los intelectuales).
Jack Horner, el inspirador del aventurero Alan Grant, el héroe del "Parque Jurásico", durante sus
largos años de trabajo dice haber desenterrado y obviamente examinado más de cincuenta mil
dinosaurios. Sus hipótesis convencen por su carácter novedoso, hasta intrépido, sin demeritar el
arsenal factológico acumulado. En una de las tantas entrevistas que lo han hecho un personaje
popular dijo: "Muchos de los dinosaurios no fueron lagartos, estos más bien eran grandes pájaros".
Hoy es una teoría admitida por la mayoría de los paleontólogos que las aves actuales
evolucionaron a partir de los dinosaurios carnívoros y bípedos. Entonces unos dinosaurios
desaparecieron. Pero otros echaron a volar.
Zoofílicamente, me consuela más la idea según la cual no todos los dinosaurios desaparecieron,
sino que algunos se fueron volando. No se fueron volando a otro país (lo cual tampoco puede ser
desconsiderado - la migración real y la ficticia: "no llores vida mía que pronto volveré" se ha
tragado a no pocos). Se fueron volando a otro estadio de desarrollo.
Este "volar" de los dinosaurios es todo un símbolo del crecimiento: Es el despliegue de las
capacidades hacia el futuro lo que definitivamente marca la diferencia entre la dialéctica y la
metafísica, y por ende entre el desarrollo y la extinción, la vida y la desaparición. A veces
equivocamos el concepto de trascendencia. Trascendente no es solo y no tanto lo que otros
enarbolan como sustento pretérito, anterior, pasado, de sus sueños, sino sobre todo lo que muta, lo
que se reinscribe en los nuevos contextos discursivos de la vida.
La psicología en mi país, en nuestro país, aceleró sus pasos ascendentes en épocas marcadas por
la voracidad de los sectores jóvenes que llegaron a ella, más bien que la instituyeron. Un desarrollo
impetuoso construido de una parte con el mimetismo, desde el que también es posible el
descubrimiento de la identidad, de lo propio. Hay quienes creen que la época de la rusificación
psicológica fue, como dicen del turismo algunos políticos, "un mal necesario". Para mi fue una
suerte. Públicamente quiero agradecer a los que me dejaron crecer ante su imagen especular y
fueron, como los padres somos ante nuestros hijos, blanco de las críticas sobre las que se
construye la identidad. De otra parte, el desarrollo fue marcado con la frescura ecléctica y
pragmática del accionar imprescindible en los escenarios sociales concretos. Hoy una ausencia a
clase es un pecado, cuando muchos de nosotros estudiamos, la ausencia era el modo de asumir la
presencia de la vida. ¿Somos tan malos como para pensar que no se justifica la experiencia?.
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En apenas treinta años (estoy considerando que podemos hablar de práctica evidente de la
psicología en Cuba a partir de los finales de los sesenta) lo hicimos casi todo. Hicimos la
psicología imperfecta : la que no espera a los grandes paradigmas para dar cuenta de su
existencia y de su impacto sobre el cotidiano existencial de las personas y sobre todo en el
proyecto social de la revolución cubana. Hicimos la psicología casi perfecta : la que enarbola a la
teoría como rectora de la realidad vislumbrada en algún que otro espacio fáctico. Hicimos la
psicología pluscuamperfecta : la que "no está ni ahí", como dicen mis hijos. Se dice fácil, pero
haber mantenido abiertos tres centros especializados en la formación de psicólogos, cátedras de
psicología en decenas de otros centros docentes, una presencia reconocida en todos los niveles
del sistema de salud, espacios estables en empresas, fábricas. Haber logrado como gremio un
desempeño profesional exitoso con un déficit de condiciones importante. Haber sobrevivido al
periodo especial con muy pocas bajas: a pesar del dólar que escasea como efecto en las prácticas
"psi", a pesar del "bombo", a pesar de las reducciones económicas, a pesar de la conversión de
especialistas en maleteros, etc. Súmese a esto un elemento saúrico: los dinosaurios que tenían los
cerebros más grandes eran los carnívoros. No se ha podido determinar si por ser inteligentes eran
comedores de carne, o si por ser comedores de carne se tornaron más inteligentes que los
herbívoros. En cualquier caso el tipo de alimentación de la especie correlacionaba de manera
significativa con sus capacidades intelectuales. No es esto una oda a los gordos (que no me
vendría mal). Hablo de lo que es nuestra alimentación profesional básica: la información, el saber
actualizado de lo que se hace y hacen otros. Todo esto y más nos hace merecedores cuando
menos de "rabo y orejas" al decir de las fiestas taurinas. No es esta lamentablemente la historia
reciente de otras profesiones. Me siento orgulloso de mi gremio "dinosáurico profesional" que ha
estado siempre en su geografía simbólica y real: "te fuiste, por eso perdiste. Yo no. Yo me quedé.
Y ahora soy el rey". Toda regla tiene su excepción. Pero la regla es la dominante instituyente. Los
psicólogos nos quedamos.
Pero del peligro de un proceso de estancamiento no esta exento ni el más ferviente seguidor de los
demócritos y heráclitos. El estancamiento no es una decisión de voluntad, sino una marca de los
tiempos, de las vicisitudes, de los multifacéticos determinantes exógenos y endógenos de los
discursos científicos, profesionales y personales. ¿Si los dinosaurios se estancaron por qué no
nosotros?. Creo que en "El Capital" Marx nos recomendaba ser incluso pésimos arquitectos antes
que abejas. Se fundamentaba en la capacidad de anticipación. A Julio Iglesias le faltó anticipación,
por eso tropezó dos veces con la misma piedra.
Conste que no estoy para nada diciendo que estamos en franco proceso de extinción. Estoy
sencillamente afirmando que tenemos síntomas de estancamiento.
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Desde mi punto de vista, la psicología que hacemos, la que hemos venido haciendo desde nuestra
vocación humanista, marxista y cubanista, está necesitada de alas. Por su forma, corre el riesgo de
verse convertida en una práctica en exceso dogmatizada, demasiado seria, y, desde un lado más
emocional, por momentos aburrida, cíclica, rutinaria. Y esto corre el tremendo peligro de erosionar
al deseo, al atractivo, a la ansiedad como movilizador esencial de toda práctica humana, incluso las
profesionales y científicas. No deberíamos ser nosotros los que olvidáramos que desde 1920, año
en el Freud terminó de escribir y publicó uno de sus trabajos más controvertidos y a mi juicio
innovador: “Más allá del principio del placer”, esta escrita la verídica suposición psicoanalítica
según la cual “el curso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio del
placer”. (Freud S. 1981. Tomo III. p. 2507). Se trata de un principio del funcionamiento psíquico,
que como el genial creador del psicoanálisis señala “corresponde a un funcionamiento primario del
aparato anímico" (op.cit.p.2509). Hace unos años atrás reunido con un grupo de estudiantes de la
Facultad de Psicología les decía que la Psicología necesitaba un “new look” , necesita asociarse
con lo agradable, defender el principio del placer, lo divertido. Y esto tiene que ver mucho con la
autenticidad, con la improvisación, con el cuestionamiento.
Es contradictorio con la misma idea de la historicidad del pensamiento y de la producción cultural
de la subjetividad pensar que con las mismas categorías, los mismos problemas, los mismos
métodos, etc. se puede año tras año avanzar en una psicología de profundo carácter social:
“...hasta las categorías más abstractas, a pesar de su validez...son, no obstante,...el producto de
condiciones históricas, y no poseen plena validez sino para estas condiciones y dentro del marco
de las mismas." (Marx C.1975.p.251). Recorriendo los pasillos y salones del Palacio de
Convenciones, Centro en el que realizamos nuestro HOMINIS'99 , he tenido por momentos la
impresión de estar en el Psicología 90, y más me he sentido en el "Cristino Naranjo" esperando a
que alguien más me hable mal del tiburón del almuerzo . Alguien me decía en estos días: "algunas
sesiones me han servido de repaso de lo que estudié hace 15 años".
¿Duda alguien de que la realidad en la que vivimos es distinta a la de aquellos días?. ¿Es posible
pensar que con el mismo discurso se pueden decir distintas cosas?. Obviamente, están las
deudas. La Ciencia Psicológica siempre tendrá deudas. "El residual irresuelto", podríamos decir
con Watzlawick. El saber de nuestra disciplina nunca es completo. En su incompletitud está
también su capacidad de automovimiento. En su falta está el desarrollo indetenible de su objeto de
estudio. Pero las deudas con el pasado no deben ser las marcas instituyentes del discurso de hoy.
Que el genio de Vygotsky no haya sido reconocido en su época no es razón suficiente como para
repetir sus ideas en su versión original (¿alguien puede decir cuál es la versión original?). La
defensa del enfoque histórico cultural tiene sus razones en hoy. En el ayer, solo tiene parte de su
experiencia.
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Las referencias históricas tienen sobre todo un carácter de “base orientadora”. Su sentido propio es
el de “dar una orientación para la búsqueda” y no podrán dar jamás el resultado de la búsqueda
misma. Es eso también parte del sentido del marxismo para la psicología. El sentido de mi
adscripción al marxismo significa, entre otras cosas, el encuentro de una base orientadora.
Considero que las bases orientadoras de la Psicología tienden a encontrarse en obras cuya
contemporaneidad no reside en su año de publicación sino en los problemas que plantean y las
alternativas de reflexión que encierran. Como dice Juan Carlos de Brasi en el prologo al libro
“Clínica Grupal, Clínica Institucional”, “…los viejos autores, siempre podrán ser los nuevos actores
de un pensamiento inacabado”. Pero las bases orientadoras no son las prácticas concretas que de
ellas puedan desprenderse.
No hay dudas de que existen epistemologías relegadas en nuestra disciplina, voces poco o mal
escuchadas, y traerlas a escena es en ocasiones poder hacerse cargo al fin de su valor.
Definitivamente y por suerte, hay cosas de las ciencias que resultan menos movidas por los
embates de la contemporaneidad, la moda, lo último que se publica. En un excelente trabajo que
leí hace muy poco se hace una cita a Limentani A. que dice: “Mucho de lo que hoy se escribe no
está dirigido tanto a decir algo particularmente nuevo, como a averiguar por qué hacemos ciertas
cosas y si no hay maneras diferentes de hacerlas”. Pero no confundamos esto con la repetición
que resulta hasta destructiva del posible contenido contemporáneo de sus supuestas fuentes de
origen.
Por momentos tengo la sensación de que una mala versión de "la honda retro" típicamente
posmoderna parece ganar espacio en nuestro ámbito profesional. La diversificación del escenario
profesional de la psicología me parece más que buena imprescindible. Pero de ahí a pensar que
retrotraer la historia, con adicciones a discursos textuales con más pasado que presente, es una
alternativa, es partir, cuando menos, de una ingenuidad poco comprometida. Más allá de mis
defensas más que explícitas a la diversidad y a la asimilación crítica del saber psicoanalítico,
considero que intentar edificar una institución psicoanalítica, por solo poner un ejemplo, a esta
altura del juego, siguiendo las tradiciones más arcaicas y ya pasadas de época de la
"gerontocracia psicoanalítica", es algo así como crear un partido bolchevique en la Antártida a la
usanza de los años veinte. Todo tiene su momento. Para quien pasa el momento, la supuesta
recuperación recuerda aquella idea de que las cosas ocurren una vez como drama, pero cuando se
repiten, entonces parecen caricaturas humorísticas. Hasta Luis Miguel sabe que "el beso que
negaste ya no lo puedes dar". Se imaginan a los dinosaurios del "Parque Jurásico" deleitándose
con un plato de picadillo de soya. La mirada al pasado es para construir lo nuevo, no para negar el
presente.
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En nuestras prácticas, sobre todo investigativas, la impronta positivista, por ejemplo, sigue siendo
marcada. El dato se concibe como un hecho dentro de la inspiración positivista, los modelos
lógicos de sustentación de la certeza son esencialmente los que defendieron por mucho tiempo
Scott y Wertheimer. Pero no es esto lo peor: con frecuencia nada despreciable la contraposición
metodológica a esta suerte de positivismo bien intencionado es tan endeble que sin duda la
prominencia positiva sarcásticamente se vuelve a imponer. Tal es el caso del mal uso y abuso de
supuestas técnicas cualitativas. Una suerte de destrucción metodológica elemental, se ha visto
favorecida por la falta de seriedad , de profesionalismo y hasta un sentimiento de “inmunidad” e
“impunidad” de algunos que sin saberlo son cómplices de la desarticulación del saber y el hacer
científico y profesional. Basta con el sentido común, parecen decir algunos "maldefensores" de la
epistemología cualitativa, para hacer ciencia. Olvidan que el sentido común es el menos común de
todos los sentidos. Más aún, olvidan que la ciencia es sobre todo una exigencia que trasciende al
sentido común lo mismo para negarlo que para defenderlo.
Junto a esto considero que el “discurso científico más oficial” , edulcorado y encartonado, no ha
dejado florecer un discurso opinático, más libre de atavismos y de exigencias. Posiblemente menos
riguroso, pero no por esto menos importante en el panorama integral discursivo de una disciplina
de vocación humanista y de confirmación social como la psicología. En el fondo es la misma visión
torquemadiana que sancionaba la obra freudiana por su falta de cientificidad en los métodos de
recolección de datos, la ausencia de cálculos de significación en sus hallazgos,etc. No se como no
se les ocurrió hacer la misma crítica a Marx y Engels, si en definitiva, como me dijo un alumno,
nadie ha logrado poner a trabajar a un grupo de monos y al final constatar que se convierten en
hombres y empiezan a hablar. “Todo al fuego” sentenció Martí. Todo al fuego para fundir una
nueva disciplina más enraizada en su realidad.
Nuestra disciplina tiene que hacerse cargo de su responsabilidad cultural. "Una revolución solo
puede ser hija de la cultura y de las ideas" (Castro F. Discurso pronunciado en el Aula Magna de la
Universidad Central de Venezuela). La Psicología es productora de cultura y de ideas, pero no "per
se", sino bajo la acción de profesionales que se comprometan en su pensar, en su decir y en su
hacer con dicha producción. La cultura no es la producción o el escenario conjuntivo y
entrecruzado de la creación estética y ética de un grupo relativamente exiguo de la sociedad. La
revolución es un proceso de cambio epistemológico. Es la sustitución, y no la renovación, de un
paradigma de vida por otro. La cultura no es tan solo la producción espiritual de todos los sectores
sociales: la cultura es la estructura subjetiva de la libertad, de la identidad, de la psicología real y
concreta de los seres humanos. Para ello necesitamos reforzar nuestras raíces y robustecerlas con
nuestras alas.
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Pero quizás lo que considero más crítico es que el centro epistemológico y metodológico de
nuestras acciones sigue muy centrado en una relación de poder. Estoy hablando de aquél poder
que García Márquez representó con tanta claridad en “Del Amor y otros Demonios” cuando el
Marqués de Casalduero, convencido de la inminente desaparición física de su hija por la
mordedura de un perro rabioso, intenta recuperar el tiempo emocional perdido en su relación con la
pequeña Sierva María. Dice entonces: “Le consagró todo su tiempo. Trató de aprender a peinarla y
a tejerle la trenza. Trató de enseñarla a ser blanca de ley, de restaurar para ella sus sueños fallidos
de noble criollo, de quitarle el gusto del escabeche de iguana y el guiso de armadillo. La intentó
casi todo, menos preguntarse si aquél era el modo de hacerla feliz”. Un preguntar-se cuya única
respuesta está en reconocer que el asunto es otros: preguntar-le.
Estamos demasiado convencidos de que lo que hacemos es lo mejor, lo conveniente, lo adecuado.
Seguimos en una posición distante del objeto de nuestro conocimiento que, a diferencia de otras
ciencias, es un ser humano, lo que quiere decir que somos nosotros mismos. “En lugar de
aprender a observarnos y entendernos, tratamos de impedir que nos observen y entiendan
nuestros sujetos” (Devereux G.1991.p.52). Quizás nos falta acceder con mesura y alternancia a
esa idea posracionalista según la cual “todas las teorías desarrolladas por el signo individuo, ya
sean científicas o filosóficas, tienen su fundamento en la emocionalidad y no en la racionalidad, al
tiempo que sin emocionalidad no puede haber racionalidad” (Ruiz A.1995.p21).
Esto que digo no es una renuncia a nuestra reciente tradición marxista, muy por el contrario, es su
profundización. Una comprensión más cabal de la dialéctica de lo absoluto y lo relativo en lo que a
teoría de la verdad se refiere. Una democratización participativa en lo que a construcción del
conocimiento se refiere sin miramientos prejuiciosos de paradigmas de origen ni de posiciones
vinculares de poder. El marxismo es un modo de andar y no un punto de llegada, es un taller de
trabajo y no una exposición de obras maestras. El marxismo es ante todo ”un método de trabajo y
no un conjunto de dogmas...no es una dialéctica verbal, un malabarismo de palabras clave, sino el
descubrimiento activo de la dialéctica de las cosas” (Zazzo R.1976.p.111). Dialéctica es su
comprensión dinámica, su centro epistemológico generador de su desarrollo, de su modificación,
de su negación y afirmación, de su unidad y su ruptura.
Se habló en estos días de la alternativa posmoderna. Ya me he pronunciado al respecto. Pero
desde todo lo dicho hasta ahora no sería descubrir un secreto si les digo que me atraen del
posmodernismo algunas cosas. Precisamente aquellas que considero necesita nuestra
comprensión y nuestro hacer en la Psicología. En primer término, ese toque de irreverencia, de
cuestionamiento y no aceptación de lo sacrosanto. La ruptura de los dogmas. No me identifico con
el “abolicionismo radical” típico del estar posmoderno, sino con una actitud más consecuente con la
idea marxista de la historicidad incluso de las categorías, como señalé antes, y de las
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representaciones de la ciencia (Marx. C. 1975). Me fascina la idea de reencontrarnos con la
esencia crítica del marxismo, esa que siempre utilizamos como instrumento de análisis de lo
foráneo, de lo ajeno, de los distante, pero que poco aplicamos en nuestro propio análisis, en
nuestro autocuestionamiento. Junto a esto, me atrae la posibilidad explícita de dudar, de hacer de
las certezas lugares de cuestionamiento. Y por último me identifico también con ese lenguajear
libre y con capacidad de ser auténticamente espontáneo, sin temor al error, a las interpretaciones.
Es justo decir que en los últimos años algunas cosas se han modificado sensiblemente. El
distanciamiento político y económico con aquella caricatura en la que se ha convertido hoy la
extinta Unión Soviética nos facilitó acelerar el proceso de revisión crítica de nuestras adherencias y
comunidades. Este proceso se venía verificando desde la primera mitad de los ochenta, pero sin
duda alguna se acelera a en el inicio de los noventa. Influencia positiva para esta modificación ha
resultado también nuestra apertura y reencuentro con Latinoamérica, la multiplicación de los
contactos con otros paradigmas latinoamericanizados. Pero aún estamos desarrollando una
versión de la psicología que no se ha dejado impactar por el mundo contemporáneo allí donde,
desde una visión cuando menos utilitaria, le resultaría conveniente.
Aunque parezca cosa de viejo, me cito a mí mismo: No recuerdo donde leí que “la esencia de la
grandeza radica en la capacidad de optar por la propia realización personal en circunstancias en
que otras personas optan por la locura”. No hay duda que más de una razón para la locura, la
encontramos en una mirada al mundo de hoy, en un palpar nuestra realidad cotidiana. Son muchas
las invitaciones a la locura. Pero tenemos muchas razones para optar por el crecimiento, por el
desarrollo, por un proyecto emancipatorio que robustezca nuestras esperanzas como anticipo
irrevocable de la felicidad. Solo necesitamos que nuestros compromisos no cieguen nuestra
creatividad, que nuestras certezas y convicciones no se conviertan en dogmas incuestionables,
que nuestras ansias de lo nuevo no sean cercenadas por los fantasmas de lo viejo. Dialéctica es
por esencia la apropiación y regeneración de lo nuevo, es contrario a todo lo que signifique
resistencia al cambio, paranoia frente a lo nuevo, confusión dogmatizante entre contaminación
ideológica y transposición intercultural crítica.
"No es necesario renunciar al pasado para entrar en el porvenir. Al cambiar las cosas no es preciso
perderlas". Lo que sí es preciso es saberse reconocer a sí mismo en el nuevo lugar. Ya gateamos.
Ya caminamos. Ya corrimos. Ya saltamos. Ahora necesitamos volar. ¿Será que alguien prefiere la
extinción?. Los dinosaurios lo hicieron. Nuestro instrumento de vuelo es el pensamiento. Tenemos
que volar libremente, pensar libremente. Y, como he dicho en múltiples ocasiones, repetir con
Bacon "creer que no se puede pensar ni se puede hacer es idiotez, hacer sin querer pensar es
fanatismo, pensar pero no hacer es deshonestidad, pero no tener la osadía ni la decisión de pensar
ni intentar hacer, es un acto de cobardía, un suicidio intelectual”. Dinosaurios A VOLAR.
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